01) Módulo 7 - Introducción Al Entrenamiento en Habilidades Psicológicas - Javier Villa
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Psicológicas
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1
Muchos entrenadores intentan corregir ciertas deficiencias de ejecución de sus deportistas
reforzando los aspectos técnicos de la destreza, o aumentando las cargas físicas durante los
entrenamientos. Sin embargo, en ocasiones no se trata de un déficit técnico o físico sino más bien,
de la falta de entrenamiento de las destrezas psicológicas.
Es así como el ensayo repetitivo de tiros libres no le ayudará a un basquetbolista a afrontar
el estrés y la ansiedad a la que está sometido en las instancias decisivas de un partido. En estos
casos, en que la destreza física y técnica no presenta dificultades, lo que se necesita es el
desarrollo de destrezas psicológicas como la concentración, la regulación de la activación, y el
control de los pensamientos, entre otras. Lo que se consigue mediante el entrenamiento en
habilidades o destrezas psicológicas.
En este módulo, abordaremos el tema del entrenamiento mental en el deporte,
delimitaremos su concepto, presentaremos las consideraciones previas para la elaboración de un
programa de entrenamiento en destrezas psicológicas; y, por último, nos centraremos en dos de
las técnicas más difundidas del entrenamiento mental: la relajación y la visualización.
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Cuando un deportista experimenta niveles elevados de ansiedad somática previo a la
competencia y no cuenta con los recursos para afrontar esta situación, puede requerirse de una
intervención basada en la enseñanza y puesta en práctica de la técnica de relajación. En este caso
estaríamos hablando de una intervención conductual. Una vez que el deportista ha entrenado esta
técnica y pasa a utilizarla en competencia, entonces ya se trata de una estrategia de
afrontamiento. Por lo tanto cualquier tipo de intervención, si es aplicada a sí mismo, puede
denominarse apropiadamente destreza o estrategia de afrontamiento (Cox, R., 2009)
Existen diferentes tipos de intervenciones psicológicas que pueden implementarse en un
programa de entrenamiento mental: el autodiálogo, las técnicas de relajación, técnicas de
activación o energetización, el establecimiento de metas, y la visualización, entre otras.
Al final de este módulo no centraremos en las técnicas de relajación y visualización por ser
dos técnicas de entrenamiento mental muy difundidas.
1
Buceta, J. M. (1998). Psicología del entrenamiento deportivo. Madrid: Dykinson, pág. 17
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mental es aquello que le permite al deportista rendir al máximo de sus posibilidades de manera
consistente, independientemente de las circunstancias de la competencia (sea un partido de play
off, un final, o un partido de pretemporada). Y es a eso a lo que apunta la preparación psicológica.
Cuando dos deportistas con similar preparación física, condiciones técnicas y recursos
tácticos se enfrentan, la diferencia entre ganar o perder va a estar dada por el nivel de destrezas
psicológicas que cada uno posea.
Entrenamiento Entrenamiento
Físico Técnico
Entrenamiento Entrenamiento
Táctico Psicológico
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Y así como el responsable del entrenamiento físico del deportista es el preparador físico, y
el responsable de las áreas técnica y táctica es el entrenador, el responsable del entrenamiento
psicológico es el psicólogo del deporte. Si bien el entrenador puede utilizar estrategias psicológicas
en su trabajo, el psicólogo del deporte es quien posee el conocimiento específico para realizar un
trabajo de entrenamiento en habilidades psicológicas. Más adelante desarrollaré esta cuestión.
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En esta definición se destaca que el entrenamiento en habilidades psicológicas consiste en
aplicar teorías y técnicas que provienen de la psicología. Es importante destacar este aspecto
para marcar que se trata de un área de conocimiento científicamente probado. Ya que existen
toda una serie de estudios que avalan la importancia del entrenamiento mental.
En cuanto a las teorías que se aplican, el enfoque predominante en la psicología del deporte
es el cognitivo-conductual. Desde el punto de vista conductual, un deportista es una persona que
responde a una serie de estímulos de una manera determinada. El uso de refuerzos y castigos en
el deporte es un exponente de esta orientación. Cuando el entrenador felicita a un jugador por
una acción realizada, esto es un ejemplo de refuerzo positivo. Una intervención psicológica
dirigida a elaborar y poner en práctica una rutina como modo de prepararse para la ejecución de
una destreza, también es un claro exponente del enfoque conductual.
En cuanto a la orientación cognitiva, el deportista sería considerado un sujeto que procesa y
elabora activamente la información en función de su experiencia previa. Una intervención basada
en el uso del autodiálogo, es un ejemplo de este tipo de enfoque.
Con respecto al uso de las técnicas psicológicas, según una revisión de diferentes programas
de entrenamiento mental realizada Isabel Balaguer, las técnicas más utilizadas serían la relajación,
la visualización, el control de pensamientos, y las autoinstrucciones, entre otras. Aquí también es
importante destacar que se trata de técnicas y métodos probados científicamente dentro del
campo de la psicología.
Cada técnica apunta a desarrollar un tipo de habilidad psicológica. Así, la relajación
muscular progresiva se utiliza para el manejo de la ansiedad, las autoinstrucciones tienen su
utilidad en el desarrollo de la autoconfianza, y la visualización puede utilizarse para ambos fines.
Con respecto a qué se entrena, la definición pone el acento exclusivamente en las
habilidades psicológicas que son necesarias para hacer frente a distintas situaciones deportivas.
Una habilidad o destreza es una condición necesaria para realizar determinada actividad: se
aprenden y se pueden mejorar. Como se mencionó en el apartado anterior, las habilidades no
pueden aprenderse de un día para el otro. Es en el entrenamiento en donde se dedica el tiempo
para el aprendizaje, la mejora o el perfeccionamiento de éstas.
Las habilidades psicológicas son conductas que, aplicadas por el propio deportista, pueden
contribuir a mejorar su funcionamiento en el entrenamiento y la competencia (Buceta, 1998). Al
igual que las destrezas o habilidades físicas, también aquí el deportista necesita tiempo para
incorporarlas y ponerlas en práctica.
Cada deporte tiene sus particularidades, lo que hace que un deportista tenga que
desarrollar sus propias estrategias psicológicas para funcionar de manera óptima. Sin embargo,
podemos mencionar una serie de habilidades psicológicas básicas que son necesarias para un
buen funcionamiento en todos los deportes. Éstas son el control de la ansiedad, la concentración y
la autoconfianza (Balaguer, 1994). Diferentes investigaciones han encontrado que estas
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habilidades son características de los deportistas que consiguen éxito en su deporte (Mahoney y
Avener, 1977; Meyers et al., 1979; Highlen & Bennett, 1983; citado en Balaguer, I., 1994)
El psicólogo del deporte Jack Lesyk, quien fuera presidente de la Association for Applied
Sport Psychology (AASP) y actual director del Ohio Center for Sport Psychology, describe un listado
de 9 habilidades psicológicas que poseen los atletas exitosos:
1. Elegir y mantener una actitud positiva
2. Mantener un nivel alto de auto-motivación
3. Establecer metas elevadas y realistas
4. Tratar efectivamente con la gente (tiene que ver con las habilidades sociales)
5. Uso del diálogo interno positivo
6. Uso de la visualización o imaginación
7. Manejo eficaz de la ansiedad
8. Gestión eficaz de las emociones
9. Concentración
¿Cuáles son los objetivos del entrenamiento en habilidades psicológicas? Como puede
verse en la definición que venimos desarrollando, uno de los objetivos es mejorar o mantener el
rendimiento deportivo.
El objetivo de los deportistas orientados a la competencia es poder rendir al máximo. Este
tipo de deportistas dedican horas de entrenamiento a perfeccionar las destrezas necesarias que
les permitan destacarse entre sus competidores. De hecho, una de las características que
diferencian al deporte de la actividad física es la competencia; característica que está signada por
la búsqueda de determinado resultado deportivo.
Por esta razón, los objetivos del psicólogo del deporte que trabaje con deportistas y
entrenadores orientados a la competición, deben estar en sintonía con los objetivos de éstos. Y no
sólo se trata de mejorar el rendimiento, sino que también se puede ayudar al deportista a
mantenerlo cuando ha alcanzado cierto estándar. Esto último es un argumento que contrasta con
el mito de que los psicólogos del deporte sólo podemos trabajar con deportistas cuando hay un
déficit en el rendimiento. Nada de eso; los psicólogos del deporte podemos aportar mucho al
deportista que busque mantener una buena performance.
¿Por qué los psicólogos del deporte apuntamos a la mejora o el mantenimiento del
rendimiento y no nos focalizamos en el resultado siendo éste tan importante en el deporte de
competición?
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Porque el rendimiento es la única vía mediante la que el deportista o equipo puede influir
sobre el resultado. Y no es cierto que los psicólogos del deporte, en el deporte de competición,
deben minimizar la variable del resultado. De hecho, en todo buen planteamiento de metas se
aconseja incluir objetivos de rendimiento, de proceso y de resultado. De lo que se trata es de
poner el foco sobre lo que el deportista puede controlar, ya que sobre el resultado intervienen
diferentes variables, como el rendimiento del equipo o deportista rival, la actuación de los
árbitros, y el azar.
Y aunque el objetivo final de la intervención psicológica es la optimización del rendimiento,
en la práctica se observan múltiples dificultades relacionadas con esta variable dependiente. El
problema reside en que suelen utilizarse criterios inadecuados y/o insuficientes para su definición
y evaluación (Buceta, 1993). La pregunta es, ¿cómo se puede intervenir para optimizar el
rendimiento si éste no se define y evalúa correctamente?
Por ello resulta muy importante para la planificación de la intervención psicológica, definir
de manera concreta y observable cuál es la conducta objetivo de dicha intervención y qué criterios
se van a seguir para su evaluación. Es necesario poder verificar si la variable psicológica que se
supone afecta el rendimiento, realmente lo hace.
Pero el rendimiento no es el único objetivo de la intervención a través de un programa de
entrenamiento en habilidades psicológicas. Los psicólogos del deporte como agentes de salud no
podemos descuidar el aspecto del crecimiento y bienestar personal.
Si bien en el deporte orientado a la competencia, el objetivo más importante es que el
deportista o equipo consiga un buen rendimiento, el hecho de conseguirlo o no va a repercutir
sobre otras variables psicológicas como la autoestima, autoeficacia, y la estabilidad emocional,
entre otras.
Además, las habilidades psicológicas que el deportista desarrolla en el ámbito del deporte,
pueden generalizarse a otras áreas de la vida, contribuyendo al crecimiento y bienestar personal
(el lector recordará en este punto aquello que se destaca en el documental El Deporte de Vivir con
respecto a que las habilidades que se aprenden en el deporte son habilidades para la vida). Se
profundiza más sobre este tema en el artículo “Más allá de la Psicología del Deporte: La Enseñanza
de Habilidades Psicológicas para la Vida a través del Deporte” del licenciado Carlos Giesenow,
incluido en el material de lectura de este módulo.
Y, por último y no por ello menos importante, no debemos olvidar que la participación en el
deporte y la actividad física tiene consecuencias para la salud, el crecimiento y el bienestar de las
personas.
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Weinberg & Gould destacan tres razones fundamentales por las que esto sucede: por
desconocimiento, por pensar que las destrezas psicológicas son inmutables, o por falta de tiempo
(Weinberg & Gould, 1996)
En cuanto a la primera de estas razones, lo que sucede es que con frecuencia entrenadores
y deportistas no logran comprender cómo es que pueden enseñarse y practicarse ciertas destrezas
mentales. En mi experiencia de trabajo, cuando le pregunto a un deportista cómo entrena lo
mental es común escuchar cosas como: “trato de concentrarme en los entrenamientos”. Perfecto.
¿Y cómo hace para concentrarse?
De parte de los entrenadores también suelen escucharse frases similares y les dicen a sus
deportistas “¡No pierdan más pelotas! ¡Concéntrense!” o “¡Paciencia, paciencia! ¡Mantengan la
calma y concentrados!”
Los entrenadores pueden incorporar estrategias de base científica para el desarrollo
efectivo de las habilidades psicológicas. El hecho de desconocer esta cuestión hace que con
frecuencia no se apliquen programas de entrenamiento con estos fines.
La segunda de las razones que mencionan Weinberg y Gould se refiere a la idea de que los
deportistas nacen con cierta predisposición psicológica y física que permanece inmutable a lo
largo de su carrera deportiva. Desde esta visión, los deportistas son lo que son y no van a cambiar.
Es así que uno puede escuchar a entrenadores decir frases como “Juancito es un gladiador… Es un
deportista muy motivado mientras que Pepito no tiene lo que hay que tener para tener éxito en
este deporte”.
La verdad es que si bien es cierto que todos nacemos con cierta predisposición física y
psicológica, podemos aprender y desarrollar destrezas en función de cuáles sean nuestras
experiencias vitales (Weinberg & Gould, 1996). Las habilidades psicológicas, como cualquier
habilidad, pueden aprenderse, entrenarse y mejorarse.
Por último, no entrenar las destrezas psicológicas por falta de tiempo, es quizá el argumento
más flojo. Hay entrenadores que dicen que apenas tienen tiempo para entrenar las destrezas
físicas y que no hay tiempo para otras cosas. Este argumento cae por sí solo cuando el entrenador
afirma que el principal problema del equipo es mental. Si esto es así, los entrenadores deberían
poder dedicar parte del tiempo de la planificación al trabajo sobre este aspecto. Es una cuestión
de prioridades. Otra cosa que suele suceder es que los psicólogos del deporte, sobre todo en los
inicios de su práctica y por déficit de formación, no logran delimitar sus tiempos de trabajo o no
saben cómo incluirlo dentro de la planificación deportiva general. Lo que no ayuda a los
entrenadores a convencerse de dedicar tiempo al entrenamiento mental.
Siguiendo con el desarrollo de estos autores, podemos mencionar ciertos mitos que existen
en el campo deportivo con respecto a lo que los psicólogos del deporte pueden hacer o no para
optimizar el rendimiento de los deportistas. Sólo voy a enumerar estos mitos por encontrarse
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desarrollados en otro de los módulos de este curso (ver Módulo I: Introducción a la Psicología del
Deporte):
1. El Entrenamiento en Habilidades Psicológicas (EHP) sirve sólo para los deportistas “con
problemas”
2. El EHP sólo es para el entrenamiento de deportistas de elite
3. El EHP proporciona soluciones “de acción rápida”
4. El EHP no es útil
Existe la suficiente evidencia empírica que contrasta este tipo de mitos, sobre todo en lo
que se refiere a la utilidad y efectividad del entrenamiento en habilidades psicológicas. En el
apartado siguiente desarrollaré este tema con mayor detalle.
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Con respecto a la eficacia del uso del diálogo interno como intervención para mejorar el
rendimiento deportivo, Hatzigerorgiadis, Theodorakis y Zourbanos (2004), brindan una fuerte
confirmación experimental a través de sus trabajos de investigación. Por su parte Perkos,
Theodorakis y Chroni (2002) han llegado a resultados similares con respecto a la eficacia del
diálogo interno en la mejora del rendimiento en básquet (citado en Cox, R. 2009)
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Otra de las cuestiones es tener en cuenta cuáles son las demandas psicológicas de la
práctica deportiva en cuestión. Estas demandas pueden variar según el deporte (pensemos por
ejemplo, la diferencia entre las demandas psicológicas que se dan entre un deportista que
participa de la disciplina de tiro olímpico y un velocista que compite en una carrera de 100 metros
llanos). Incluso existen variaciones en un mismo deporte según el momento de la competencia o la
destreza a ejecutar (un hooker requerirá de cierto nivel de activación en la ejecución de un scrum,
y un nivel completamente diferente al momento de ejecutar el lanzamiento de la pelota en el line
out).
Es importante considerar las características del deportista, en cuanto a la edad, nivel
competitivo, historia deportiva, motivación, recursos y estrategias de afrontamiento, nivel de
apoyo social y familiar, etc. (Cruz, J., 2001)
Y por último, y quizá una de las consideraciones más importantes a tener en cuenta, es que
el programa se ajuste a las necesidades del deportista. En este sentido podemos decir que el
entrenamiento en habilidades mentales es un traje hecho a medida. Esto significa que hay que
tener en cuenta las diferencias individuales y las características de cada deportista. No todos los
deportistas necesitan trabajar sobre su concentración, y aun necesitándolo, no todos necesitan
desarrollar las mismas estrategias. Sería un error planificar una intervención sin tener en cuenta
las necesidades individuales de cada deportista.
A continuación mencionaré una serie de criterios que propone Isabel Balaguer para la
planificación del entrenamiento psicológico y que pueden encontrar en el libro que ya he
mencionado anteriormente:
1. Realizar una planificación del entrenamiento a largo plazo. Esto significa tener en cuenta
los tiempos y los diferentes momentos del deporte: pre temporada, temporada y post
temporada. Una intervención no se limita a un solo taller sobre relajación. No se trata de
hacer un establecimiento de objetivos en la pretemporada y finalizar allí la intervención.
Se debe poder planificar a largo plazo y en función de la planificación deportiva general.
2. Desarrollo de trabajo centrado en el grupo. En el caso de deportes de equipo, el trabajo
debe estar centrado en las características de ese grupo particular.
3. Consideración de las diferencias individuales. Ya he hablado de esto cuando me referí al
tema del entrenamiento mental como un traje hecho a medida.
4. Realizar una intervención psicológica a distintos niveles cuyo objetivo no esté centrado
únicamente en el rendimiento de los deportistas, sino que se incluya entre otros aspectos,
el asesoramiento y educación de entrenadores, un desarrollo de programas para resolver
las dificultades que vayan surgiendo, etc.
5. Desarrollar un entrenamiento dirigido a establecer objetivos, es decir, establecer las metas
a conseguir, así como los pasos necesarios para el cumplimiento de las mismas.
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6. Realizar investigación especializada para evaluar el programa.
7. Utilizar alguna metodología para evaluar el programa. Ya hablaré más delante de esto.
8. Utilizar alguna metodología para que los deportistas evalúen la intervención práctica
llevada a cabo por el psicólogo.
9. Prestar atención especial al desarrollo del deportista, de forma que el psicólogo no se
ocupe únicamente del rendimiento sino que atienda también al crecimiento personal. Esto
en consonancia con uno de los objetivos del entrenamiento mental y teniendo en cuenta
que el deportista es ante todo una persona.
10. Considerar todas las dimensiones de la práctica del deporte, esto es, el individuo, el grupo,
la dimensión social y ambiental.
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Modelos auto educativos:
En este tipo de modelos el psicólogo del deporte presenta información acerca de diversas
habilidades psicológicas que en cierta forma influyen en el rendimiento deportivo, así como
una serie de técnicas, estrategias y procedimientos de autoevaluación para el desarrollo de
estas habilidades. Aquí el deportista, con el asesoramiento del psicólogo del deporte, puede
evaluarse a sí mismo y elegir las estrategias más adecuadas según sus necesidades.
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psicólogo del deporte, la mirada sobre éste suele cambiar. Se debe poder alentar que el deportista
esté motivado por trabajar sus destrezas psicológicas.
El enfoque educativo de este tipo de intervención psicológica se complementa con un
sistema de trabajo interdisciplinario con otros miembros del staff: preparador físico, nutricionista,
kinesiólogo, médico, y otros.
En un equipo con estas características, la figura fundamental es la del entrenador. Él es
quien tiene contacto directo con el deportista tanto en entrenamientos como en competencias.
Por esto es una figura central a la hora de colaborar con el plan a seguir en cualquiera de las áreas
interdisciplinarias que forman parte del programa de entrenamiento. Es así que, si el psicólogo del
deporte quiere establecer una intervención eficaz ha de establecer una buena relación con el
entrenador y ha de conseguir que éste esté interesado en que el entrenamiento psicológico se
realice como una parte más del entrenamiento deportivo dedicándole, al igual que a las otras
áreas, un tiempo y espacio adecuados (Balaguer, 1994)
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También se utilizan inventarios y cuestionarios que están orientados a obtener datos sobre
el funcionamiento del deportista en variables específicas como motivación, autoconfianza, manejo
de la ansiedad, y otras. En esta línea ubicamos el Cuestionario de Preguntas Relacionadas con el
Deporte (CPRD) en sus dos versiones.
La observación tiene un papel fundamental. Es quizá el método de registro por excelencia a
la hora de presenciar entrenamientos y competencias. Es muy importante formarse en
metodología observacional y entender cuáles son los principios que la rigen. Los estudiantes de
psicología del deporte suelen incluir inferencias en sus observaciones. Esto es un error
metodológico. A la hora de hacer un registro observacional, es necesario realizar un análisis
funcional de la conducta a observar y poder determinar el observable a partir del cual se podría
llegar a realizar inferencias.
Cuando un psicólogo del deporte inexperto afirma haber observado fallas en la
concentración en una competencia por parte de un deportista, o que lo vio nervioso, está
cometiendo un error en su registro. Uno no ve a alguien nervioso; lo que se observan son ciertas
conductas que están relacionadas con la manifestación de la ansiedad. Lo mismo sucede con la
motivación. Uno no observa la motivación, la infiere a partir de determinados observables (como
cantidad de horas dedicadas al entrenamiento y asistencia)
Una vez que se ha recabado toda la información posible, se realiza un perfil en el que se
destacan aspectos fuertes y áreas de mejora, así como las posibles técnicas psicológicas a utilizar,
los objetivos de trabajo y la cantidad de tiempo que se dedicará al entrenamiento psicológico.
Tan importante como la evaluación es la devolución que se realice al deportista o al
entrenador. Cuando se realiza una evaluación es clave poder brindar una devolución clara en
función de los datos que arroja dicha evaluación. Cuando esto no sucede, es probable que se
quiebre el vínculo de confianza entre el psicólogo y el deportista. Se debe recordar que éste confía
parte de su tiempo al psicólogo. Y es una cuestión de ética poder brindar feedback sobre los
aspectos evaluados y es recomendable que éste feedback se dé por escrito.
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¿Cuánto tiempo se va a utilizar para el entrenamiento en habilidades psicológicas? ¿De
cuánto tiempo se dispone? ¿Qué tan comprometidos estarán los deportistas? Estas son algunas de
las preguntas que deben poder contestarse a la hora de diseñar y poner en marcha un programa
de entrenamiento psicológico. Y cuando el tiempo de que se dispone es escaso, más necesario es
poder dar prioridad a determinados objetivos y hacer hincapié en unas pocas destrezas.
Otras preguntas que se pueden tratar de responder antes de tomar la decisión sobre las
técnicas a incluir en el programa son:
- ¿Cuál es el grado de interés de los deportistas?
- ¿De cuántas semanas de entrenamiento se dispone antes de que empiece la temporada
de competencias?
- ¿Va a haber tiempo de entrenar destrezas psicológicas después de iniciado el
campeonato?
Con respecto al compromiso e interés de los participantes, me parece interesante
mencionar algo en relación a la obligatoriedad del entrenamiento psicológico. Cuando un
deportista no tiene el convencimiento suficiente o participa de un programa de entrenamiento
psicológico por obligación, los resultados no serán favorables. No se puede obligar al deportista a
entrenar sus habilidades mentales. De hecho, un preparador físico podría obligar a un deportista
con escaso compromiso a realizar una actividad y comprobar mediante su observación si éste está
cumpliendo con el trabajo pautado. En el caso del entrenamiento mental, no podemos observar
de manera directa si el deportista está utilizando sus destrezas psicológicas.
Hay deportistas que han desarrollado destrezas a lo largo de su experiencia para controlar
variables psicológicas que influyen en el rendimiento. Pero hay otros deportistas que, aun con
buenos rendimientos, muchas veces funcionan por debajo de sus posibilidades en momentos
concretos y decisivos, en los que las variables psicológicas los controlan a ellos y no al revés. El
entrenamiento psicológico puede ayudar a estos deportistas a sacar el máximo provecho de sus
destrezas para optimizar su rendimiento.
Entonces, es necesario que el deportista participe activamente de este programa. Lo que
significa que si el deportista no muestra interés por entrenar las variables psicológicas que
pudieran beneficiarle, de nada sirve obligarlo. No se puede entrenar a una persona para que
mejore sus habilidades psicológicas si ésta no quiere.
Suele pasar en los equipos deportivos que determinados deportistas no quieran participar
del entrenamiento psicológico. Esto se da con más frecuencia en deportistas mayores que no han
tenido la oportunidad de experimentar este tipo de trabajos y son menos permeables a la
intervención psicológica, quizá por alguno de los motivos que hemos mencionado más arriba (ver
“razones por las que no se entrenan las habilidades psicológicas”)
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Resulta evidente que no se puede entrenar a una persona para que mejore su rendimiento
si ésta no quiere hacerlo. En estos casos la intervención debería centrarse en lograr que el
deportista logre comprender cómo podrá verse beneficiado a partir del entrenamiento mental.
Vale decir, “preparar el terreno” para que una intervención pueda ser posible más adelante. Esto
requiere de paciencia y habilidad por parte del psicólogo, y una perspectiva amplia del trabajo
psicológico que contemple otras vías de influencia diferentes al entrenamiento en habilidades
(Buceta, 1998)
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destreza, puede ir incorporándola al entrenamiento físico, para así después pasar a utilizarla en
competencia.
Fase Adquisitiva
Fase Práctica
Veamos cada una de ellas con mayor detalle.
Fase educativa:
Como muchos deportistas no están familiarizados con el modo en que las destrezas
psicológicas pueden potenciar su rendimiento, la primera fase del programa es educativa.
El objetivo principal aquí es que los participantes comprendan la importancia de aprender el
programa de entrenamiento mental y el modo en que las destrezas afectan la ejecución. Una
pregunta muy común que puede darnos el punta pie inicial para comenzar a trabajar este objetivo
es “¿Qué tan importante es lo mental para ti en tu deporte?” Y luego continuar con “¿Cuánto
tiempo dedicas a la práctica de este aspecto?”
La clave es poder explicar la importancia del desarrollo de las técnicas psicológicas. Y para
este fin, sirve mucho utilizar ejemplos de deportistas conocidos.
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Fase adquisitiva:
Esta fase se centra en las estrategias y técnicas necesarias para el aprendizaje de las diversas
destrezas psicológicas, y para esto se dedican tanto sesiones formales como informales.
Las estrategias y técnicas se deben adaptar a las necesidades y capacidades de cada
deportista.
Fase práctica:
Esta fase tiene tres objetivos:
Automatizar las destrezas mediante sobre aprendizaje
La evaluación posibilita que los participantes sugieran cambios en el modo de levar a cabo
el programa
Una evaluación es la única vía de juzgar objetivamente si el programa ha logrado sus
objetivos
No es necesario esperar a terminar con el programa para realizar una evaluación. Es
necesario ir monitoreando el progreso y las dificultades que pudieran surgir a lo largo del proceso
para así poder introducir las modificaciones pertinentes.
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Hay ciertas preguntas que pueden ser útiles (Weinberg & Gould, 1998):
- ¿Qué técnicas parecían funcionar mejor?
- ¿Se ha dedicado el suficiente tiempo a las destrezas psicológicas?
- ¿Qué grado de utilidad han tenido las sesiones de equipo?
- ¿Qué grado de utilidad han tenido las sesiones individuales?
- ¿El psicólogo conocía el tema? ¿Transmitía información? ¿Era fácil hablar con él?
- ¿Se debería añadir o suprimir algo del programa?
- ¿Cuáles eran los puntos fuertes y débiles del programa?
Como se ve, se sugiere la evaluación del programa en sí tanto como la del psicólogo del deporte.
Consideraciones finales
Ya ha quedado claro el papel que tienen los factores mentales en el rendimiento deportivo,
su importancia, y la necesidad de incorporar el entrenamiento psicológico al entrenamiento
integral del deportista.
El entrenamiento en habilidades psicológicas implica un proceso sistemático en el que los
participantes deben estar activamente implicados para que éste sea efectivo. Lo que se busca con
este tipo de entrenamiento es poder desarrollar las habilidades psicológicas necesarias para hacer
frente a distintas situaciones deportivas, con el objetivo de mejorar o mantener el rendimiento, así
como asegurar el bienestar y crecimiento personal del deportista.
Existen diferentes cuestiones a tener en cuenta antes de diseñar un programa de
intervención. La evaluación del estado actual del deportista resulta esencial para poder planificar
una intervención a medida. Y así como se evalúa el perfil de los participantes, también se debe
poder evaluar el progreso del programa y establecer las modificaciones necesarias.
El entrenamiento mental debe estar integrado a la planificación y ser implementado desde
la pretemporada.
Existen consideraciones éticas en función del ejercicio profesional del rol de psicólogo,
respetar la dignidad de las personas, y garantizar una devolución de los aspectos evaluados.
Por último, se debe destacar que el enfoque de trabajo aquí propuesto es de tipo
educacional, con lo que se resalta la idea de que el deportista está aprendiendo a desarrollar
habilidades que le permitirán potenciar su rendimiento.
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BIBLIOGRAFIA:
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