La Hora

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ANÁLISIS DE “LA HORA” de Las lenguas de diamante (1919) – JUANA DE

IBARBOUROU
Estructura formal o externa – El poema está compuesto por diez estrofas de versos
pareados ya que cada una de ellas tiene dos versos que riman entre sí con rima
consonante (a partir de la última vocal acentuada se repiten tanto vocales como
consonantes). Los versos son dodecasílabos excepto el primero de la sexta estrofa que
tiene seis sílabas; este quiebre métrico remarca el pasaje del presente de la juventud al que
se refieren las primeras cinco estrofas, al futuro en el cual llegará la vejez.
Tema – Este poema presenta el tópico del carpe diem. Tópico es un tema literario
recurrente que ha sido tratado por diversos autores en diferentes épocas. Carpe diem es una
expresión en latín que puede traducirse como ‘goza el día’, ‘disfruta el hoy’, y hace
referencia a un tema que tiene larga tradición en la literatura desde los antiguos griegos y
romanos.
En el texto aparece la idea de gozar de la vida mientras se es joven, vinculada con la
conciencia de la fugacidad del tiempo y la rapidez con que transcurre la vida humana, la
cual aparece relacionada con diversos elementos de la naturaleza.
Análisis de las primeras cinco estrofas
Esta primera parte del poema hace referencia a la juventud a través del adverbio de
tiempo “ahora”, cuya reiteración al comienzo de varias estrofas genera el recurso literario
denominado anáfora (se define como la reiteración de una o más palabras al comienzo de
varios versos o estrofas).
En las dos primeras estrofas el adverbio “ahora” está precedido del verbo conjugado en
modo imperativo que trasmite una orden del “yo” lírico a un tú que, según vemos en la
última estrofa, se trata de su “amante”.
El presente de la juventud está referido por otros términos que indican tiempo, “aún” y
“temprano”, los cuales hacen referencia a que la juventud es el tiempo propicio para el
disfrute del amor pero se trata de un período pasajero que debe ser aprovechado mientras se
esté a tiempo, antes de que sea tarde. Además, la juventud aparece asociada con la
naturaleza en primavera, por eso ser joven equivale a llevar “dalias nuevas en la mano”.
La segunda estrofa hace referencia al color oscuro del cabello en la juventud, pero el
hecho de que la “cabellera” sea “taciturna” está haciendo referencia a que la juventud es
vivida por el “yo” lírico con la permanente angustia ocasionada por la amenaza de su
pérdida por el paso del tiempo. Esa angustia es lo que hace que, aunque llena de belleza,

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color y vitalidad, la cabellera esté metafóricamente “taciturna”, o sea silenciosa, pensativa
y melancólica. El término “taciturna” indica, entonces, que el “yo” lírico no sólo quiere
gozar de la juventud y la belleza sino que siente, al mismo tiempo, la advertencia de su
fugacidad.
En la tercera estrofa aparecen tres características más que hacen referencia a la belleza
propia de la mujer joven. Todas ellas se expresan por medio de imágenes sensoriales,
olfativa en “la carne olorosa”, y visuales en “los ojos limpios y la piel de rosa”; en el
color de la piel puede considerarse, además, una imagen sensorial táctil referida a la
frescura y suavidad de la piel joven.
La cuarta estrofa menciona explícitamente a la “primavera” como estación del año
asociada con la juventud y presenta el recurso literario que denominamos sinécdoque o
metonimia que consiste en nombrar una parte para hacer referencia al todo en el cual ella
se integra. En este caso se menciona una parte, “mi planta ligera”, para hacer referencia a
todo el cuerpo, ya que en la juventud éste se mueve con agilidad y ligereza. Encontramos,
además, una metáfora porque la “sandalia” que calza esa ligera planta del pie del “yo”
lírico está asociada con la primavera.
En la quinta estrofa irrumpe en el poema una imagen sensorial auditiva referida a la
vitalidad y alegría propias de la juventud, se trata de “la risa”, la cual aparece comparada
con el repicar de la campana.
Análisis de las cinco estrofas finales
Con la ruptura del metro dodecasílabo, el primer verso de la sexta estrofa marca la
ubicación temporal en un futuro posterior a la juventud actual. El “yo” lírico expresa su
certeza de que la vejez llegará inevitablemente y se lamenta por ello en dos versos que
están encabalgados: “Después… ¡ah, yo sé / que ya nada de eso más tarde tendré!”
La séptima estrofa hace referencia a la pasión amorosa ya que menciona “tu deseo”, el
cual es el deseo amoroso del amante, que es el destinatario del poema a quien se dirige el
“yo” lírico. La pasión amorosa aparece, entonces, vinculada con la etapa de la juventud
fuera de la cual sólo será un deseo inútil cuya falta de sentido se expresa por medio de la
comparación con la “ofrenda puesta sobre un mausoleo”; en esta imagen hay una clara
alusión a la muerte y a que es tan inútil un homenaje que se le hace a alguien después de
muerto como el deseo amoroso si se deja pasar la juventud para disfrutarlo.
La octava estrofa es paralela a la primera ya que la repite con algunas variantes, la más
importante de las cuales es la referencia a un tipo distinto de flor; en la primera estrofa se

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mencionan las “dalias nuevas” y en la octava los “nardos”, en los cuales puede verse una
metáfora de la pureza propia de la juventud ya que se trata de flores blancas. Además, la
octava estrofa tiene un tono exclamativo dado por los signos de exclamación para enfatizar
y dar mayor fuerza expresiva a lo que se dice.
En la novena estrofa aparecen juntos y enfrentados el presente de la juventud y el futuro
de la vejez, mencionados a través de expresiones temporales. “Hoy, y no más tarde”. La
vejez se identifica con la noche y con la llegada del invierno ya que “la corola fresca” de
las flores que representan en el poema a la juventud, se marchitará, se pondrá “mustia” en
esa noche que es metáfora de la vejez.
La décima y última estrofa del poema vuelve a enfrentar y oponer los dos tiempos que
maneja el texto. La juventud, que se ubica en el “Hoy”, se presenta a través de otro
elemento de la naturaleza que es “la enredadera”, cuya vitalidad la hace crecer en una
marcha continua a través de la cual se extiende y va ganando cada vez más espacio en la
pared sobre la que se apoya. La vejez, por su parte, está referida en el texto por medio de la
metáfora del “ciprés” que se opone a la enredadera por su inmovilidad y carácter erguido;
además, el ciprés se considera un árbol fúnebre ya que es el que comúnmente se encuentra
en los cementerios, de modo que con su mención el poema termina con la angustiada visión
que el “yo” lírico tiene del futuro ya que el rápido paso del tiempo y la fugacidad de la vida
lo hacen enfrentarse a la muerte en ese futuro de vejez que con seguridad le llegará después
de la juventud presente.

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