Uagrm 123
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¿QUÉ ES LA SÍLABA?
En el habla, los sonidos se agrupan en segmentos sucesivos
llamados sílaba. De manera que cada sílaba es una unidad
lingüística que contiene un sonido completo y, en español,
siempre tiene una vocal que puede estar acompañada por una
o más consonantes. La estructura más frecuente de la sílaba es
consonante + vocal.
Para dividir una palabra en sílabas se debe tener en cuenta que:
Las consonantes o secuencias de consonantes deben estar acompañadas de una
vocal. Las consonantes al principio de la palabra se unen con la primera vocal que
les sigue, y las consonantes al final de la palabra se unen con la que las precede. Las
consonantes que están entre dos vocales forman sílaba la vocal posterior.
Ejemplos:
pi-so (consonante al principio de palabra)
a-zul (consonante al final de la palabra), flo-res (consonante entre dos vocales).
Los siguientes grupos de consonantes son inseparables: pr, br, tr, dr, fr, pl, bl, cl, kl,
gl, fl.
Ejemplos:
co-fre
la-drón
ce-bra.
Si hay tres consonantes seguidas, entre dos vocales, las dos primeras se pronuncian
en una sola sílaba, unidas a la vocal anterior, y la última se pronuncia en otra sílaba,
unida a la vocal que le sigue.
Ejemplos:
ins-tar
pers-pi-caz.
Cuando hay cuatro consonantes seguidas, las dos primeras forman sílaba con la
vocal anterior y las dos últimas, con la vocal que les sigue.
Ejemplos:
Cons-tru-yen
Abs-trac-to
Las palabras agudas son aquellas cuya última sílaba es tónica. Se les marca
tilde cuando terminan en n, s o vocal.
Ejemplos: bondad, iglú, París, además, avión.
Las palabras llanas (o graves) son aquellas cuya penúltima sílaba es tónica.
Se les marca tilde cuando no terminan en n, s o vocal.
Ejemplos: azúcar, árbol, cráter.
Mateo vivía bastante lejos del palacio del rey Filomeno. Sin embargo, todas las tardes,
cuando el sol se ponía del color de una mandarina y empezaba a esconderse detrás
del cerro, a Mateo le parecía ver las torres espejadas del castillo, allá a lo lejos… En
realidad, más que verlas, se las imaginaba, porque él jamás en la vida había salido de
su pueblito.
Mateo vivía con su mamá, que ya estaba viejita y achacosa. Se ganaba el sustento
cuidando los chivos de su tío, cosa que lo aburría a más no poder. Imagínense: era
joven, fuerte y tenía un par de ojos más lindos que dos amaneceres juntos. Una vez,
su madrina le había dicho:
—Mirá que sos buen mozo, muchacho. No sé por qué note vas a la ciudad a probar
suerte. Pero a Mateo la idea no terminaba de convencerlo.
“¿Qué voy a hacer yo, tan pobre, en una ciudad llena de cosas lindas?”, pensaba,
mientras los chivos comían los yuyos que crecían entre las piedras. “¿A quién voy a
engañar con esta ropa andrajosa…?”
Fragmento de Romana, Cecilia. (2009). En Cuentos folclóricos argentinos. Buenos Aires: Kapelusz – Norma.