Bibliografía 1er Cuatrimestre de Educación y Transformaciones Sociales Contemporáneas

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Bibliografía 1er Cuatrimestre de Educación y Transformaciones Sociales

Contemporáneas

¿Qué es el capitalismo?
(Ficha de catedra del profesor Martín Koczwara)
El texto expone el surgimiento del capitalismo como una forma de organización social que
emergió en oposición y crítica a la sociedad feudal. Este cambio se destaca en momentos clave,
particularmente durante la Revolución Francesa y la Revolución Industrial, siendo esta última
un proceso principalmente experimentado en Inglaterra.
La Revolución Francesa se manifestó como una expresión política de la nueva sociedad
capitalista, abogando por conceptos como la república, democracia y sufragio universal, así
como por los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Esta revolución criticó la sociedad
feudal, donde el gobierno se caracterizaba por el autoritarismo del rey y los señores feudales, la
nobleza. En contraste, la nueva sociedad capitalista abogaba por formas de gobierno más
participativas, donde el Estado establecía las bases para la reproducción de condiciones
favorables a sus necesidades, como la libertad de comercio y circulación de mercancías y
capitales.
La Revolución Industrial, por otro lado, estableció las formas económicas de desarrollo del
capitalismo. Aprovechando los avances científicos y descubrimientos en física y química, como
el maquinismo y la energía a vapor, se orientó hacia la producción masiva de bienes de
consumo en complejos industriales. Este cambio llevó a que las fábricas y las industrias en las
ciudades desplazaran al taller artesanal y al campo como centros económicos de la sociedad.
La nueva forma de Estado y organización de la producción configuró la sociedad moderna,
marcada por el capitalismo. En este sistema, la burguesía, propietaria de estas industrias,
emergió como la nueva clase dominante, mientras que los trabajadores, que recibían salarios por
su labor en estas industrias, conformaron la nueva clase dominada. Este cambio estructural
definió las dinámicas sociales y económicas de la época, estableciendo las bases del capitalismo
como forma predominante de organización social.
+
En la actualidad, el capitalismo ha permeado todos los rincones de la sociedad y ha extendido su
influencia a todos los aspectos de la vida cotidiana. Este fenómeno se manifiesta en la
concepción de que una "mercancía" ya no se limita exclusivamente a los productos de la
industria de bienes materiales o manufactura. En el contexto capitalista contemporáneo,
cualquier cosa que pueda comprarse y venderse se considera una mercancía, reflejando la idea
de que "en el capitalismo, todo tiene un precio".
A más de 200 años desde su surgimiento, el capitalismo ha experimentado una expansión
significativa en términos de quiénes son considerados burgueses y trabajadores. En la
actualidad, los burgueses no se limitan a ser solo los propietarios de industrias manufactureras,
sino que también incluyen a empresarios que son dueños de bancos, clínicas, escuelas y
cualquier tipo de empresa cuyo objetivo principal sea obtener ganancias mediante la
empleabilidad de trabajadores. Por lo tanto, el término "burgués" se ha ampliado para abarcar a
todos aquellos que participan en la propiedad y gestión de empresas con fines lucrativos.
Del mismo modo, el concepto de trabajador, originalmente denominado proletario en los
primeros tiempos del capitalismo, ha evolucionado. En la contemporaneidad, un trabajador no
se limita a aquellos que laboran en una industria manufacturera; más bien, se refiere a todos
aquellos que realizan su labor a cambio de un salario. En otras palabras, los trabajadores son
aquellos que, para satisfacer sus necesidades básicas y mantenerse, no tienen más opción que
vender su capacidad y tiempo de trabajo (fuerza laboral) a un empleador o empresario que
adquiere esta capacidad y tiempo a cambio de un salario. Este vínculo laboral es característico
del sistema capitalista, donde la relación entre empleadores y trabajadores se basa en la compra
y venta de fuerza laboral.
+
Cuando nos adentramos en la comprensión del capitalismo, lo describimos como la forma
predominante que adopta la sociedad en la actualidad. En esta estructura social, las relaciones e
interacciones entre los individuos están moldeadas por la internalización de normas y valores,
los cuales se han naturalizado y conforman nuestra vida diaria. Este fenómeno se manifiesta de
manera destacada en las grandes ciudades, epicentros de una producción masiva de mercancías,
entendidas como productos y riquezas con la finalidad de ser comercializadas en un mercado
con el propósito de obtener ganancias.
Las normas y valores que rigen esta sociedad capitalista están intrínsecamente vinculadas a la
búsqueda de ganancias a través de la producción de mercancías y la acumulación de riqueza. En
este contexto, aquellos que controlan los medios de producción, es decir, los empresarios y la
burguesía, se apropian de forma privada de los frutos de esta producción. Mientras tanto,
quienes carecen de esos medios, los trabajadores o proletariado, contribuyen con su tiempo y
habilidades para llevar a cabo la producción de riqueza, pero no participan en la apropiación de
las ganancias generadas.
En resumen, la organización social en la actualidad está diseñada para la producción masiva de
riquezas, con el objetivo final de generar ganancias que son acaparadas por la clase social que
posee los medios de producción: la burguesía. Ya sea de manera consciente o inconsciente, los
trabajadores, como la clase social subordinada en esta estructura, se ven inmersos en un sistema
en el cual cada acción y proceso tiene como fin último la obtención de ganancias. En el
capitalismo, la búsqueda de la ganancia es el motor que impulsa y determina gran parte de las
dinámicas sociales y económicas.

Ciclos del capitalismo: crisis, libre mercado e intervencionismo estatal


(Profesor Martin Koczwara)
El pensamiento liberal clásico, que predominó hasta la década de los treinta del siglo XX, se
basaba en la idea fundamental de la autoregulación del mercado y la mínima intervención
estatal. Iniciado con las ideas de Adam Smith, este enfoque sostenía que el Estado debía
limitarse a observar y vigilar la economía, asegurándose de que las leyes del mercado se
cumplieran sin interferencias. Según esta perspectiva, el mercado, guiado por la oferta y la
demanda, se autorregularía, y las crisis económicas serían cíclicas, con fases descendentes que
crearían las condiciones para un nuevo crecimiento.
El liberalismo clásico confiaba en que la libre competencia en el mercado, impulsada por el
individualismo y la competencia inherentes a la naturaleza humana, sería el mecanismo natural
de selección que prepararía un nuevo ciclo de crecimiento. Sin embargo, la Gran Depresión de
1929 desafió muchos de los supuestos de esta teoría al sugerir que el mercado no siempre
regresaría a su fase ascendente por sí solo.
En contraposición, surge el pensamiento keynesiano, impulsado por las ideas del economista
John Maynard Keynes. Keynes cuestionó la noción clásica de que la oferta crea su propia
demanda y argumentó que la demanda efectiva depende del ingreso de los individuos. Si este
ingreso es bajo, la capacidad adquisitiva disminuye, generando un proceso de sobreproducción
y desencadenando crisis económicas con desempleo masivo.
Keynes abogaba por la intervención del Estado y la planificación central como medidas
necesarias para contrarrestar las fallas inherentes al mercado. Sostenía que estas fallas podían
ser identificadas mediante la medición macroeconómica, que proporciona una visión
panorámica del comportamiento económico. En resumen, mientras el liberalismo clásico
confiaba en la autorregulación del mercado, el pensamiento keynesiano abogaba por la
intervención estatal para corregir las fallas y garantizar la estabilidad económica.
+
Después de las dos guerras mundiales, la difícil situación de la gran depresión llevó a replantear
la necesidad de intervención estatal y planificación. Las ideas de John Maynard Keynes,
expresadas en su obra "Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero", respaldaron esta
afirmación. Durante la Segunda Guerra Mundial, muchos gobiernos adoptaron políticas de
planificación central, con una intervención estatal directa en la economía a través de la industria
armamentista, lo que condujo a un punto cercano al pleno empleo.
El periodo de posguerra se caracterizó por un rápido crecimiento económico y un bajo
desempleo, estableciendo el estado de bienestar como fundamento principal. Las políticas
keynesianas se centraron en la acción estatal para facilitar el proceso de mercado mediante la
política fiscal: aumentar impuestos y gasto público para invertir en obras que generaran empleo,
elevaran los ingresos y expandieran la economía. El objetivo era aumentar el gasto social para
generalizar el pleno empleo.
Los modernos progresismos surgieron como respuesta a los reclamos sociales tras la gran
depresión y crisis capitalista. El gasto social y el pleno empleo se convirtieron en elementos
centrales para contener las demandas de los trabajadores y contrarrestar las ideologías
socialistas revolucionarias. Frente a la efectividad de las políticas de intervención estatal, una
nueva corriente de pensamiento se desarrolló, proponiendo reformas sucesivas desde las
políticas de intervención estatal al estilo del estado de bienestar keynesiano.
Esta corriente, presente en diferentes regiones del mundo con matices específicos, planteaba que
mediante reformas continuas se lograría una redistribución de la riqueza y la construcción de
una sociedad más justa. En lugar de recurrir a guerras civiles o revoluciones, abogaban por un
progreso pacífico y constante a través de políticas que beneficiaran tanto a capitalistas como a
trabajadores. Sin embargo, este círculo virtuoso comenzó a desmoronarse, dando paso al
surgimiento de una nueva hegemonía capitalista que retomó los principios ideológicos del
liberalismo clásico: el neoliberalismo.
+
La crisis de los estados de bienestar y el retorno al "libre mercado" se caracterizan por dos
elementos destacados: la estanflación generalizada y la crisis del petróleo. En la época de oro
del capitalismo, que duró casi medio siglo, la inflación, también conocida como la carestía de la
vida, estaba vinculada al aumento deseado de las condiciones de vida y al crecimiento
demográfico. Sin embargo, este modelo comenzó a encontrar límites relacionados con las
clásicas crisis capitalistas de sobreproducción y sobreacumulación de capital.
El pleno empleo y salarios altos condujeron al desarrollo de fuertes organizaciones sindicales y
partidos obreros, presionando constantemente por mejores condiciones de vida. Aunque esto
benefició el mercado interno y aumentó las ganancias y la producción, también minó la tasa de
ganancia. La caída se volvió insostenible con los altos precios del petróleo, que los capitalistas
trasladaron a los precios sin generar crecimiento económico ni retorno en ganancias.
La década de 1980 trajo nuevas estrategias para salir de la crisis. El "milagro japonés" mostró
que altas ganancias podían lograrse aumentando la producción, acelerando los ritmos de trabajo
y reduciendo salarios sin generar conflicto social. Esto se tradujo en inversiones y mayor
producción, creando condiciones favorables para vender al mundo a costos bajos debido a
salarios reducidos.
Por otro lado, la crisis económica global afectó al bloque socialista, desafiando la creencia de
que estas economías eran inmunes a las crisis capitalistas. La desintegración del bloque
socialista, junto con la transformación de la burocracia en capitalistas para sostener sus
privilegios, llevó a la restauración capitalista en estos países.
En este contexto, las economías capitalistas avanzadas iniciaron un proceso de recomposición
capitalista, reorganizando los patrones de acumulación en clave liberal. Se buscaba superar la
crisis mediante políticas que permitieran aumentar las tasas de ganancia, restringiendo la
influencia de las organizaciones sindicales y promoviendo una vuelta a los principios liberales
en la gestión económica. Este cambio marcó el retorno al "libre mercado" como estrategia para
revitalizar la economía capitalista.
+
l neoliberalismo surge como respuesta a la crisis que afectaba al capitalismo en la década de
1970. Basado en la libre competencia y la mínima intervención estatal, se propuso controlar dos
aspectos cruciales para superar la crisis: el precio del petróleo y el costo de la fuerza laboral.
Esta ideología desató una serie de guerras, tanto geopolíticas como económicas, que buscaban
asegurar condiciones favorables para la competencia en un mercado que comenzaría a operar
con mayor libertad en este "nuevo orden mundial".
La guerra por el precio del petróleo se manifestó, por ejemplo, con la invasión a Irak en 1990 y
la destitución de Saddam Hussein. Este conflicto desencadenó una serie de eventos que llevaron
a la desestabilización de la región del Medio Oriente, afectando el precio del petróleo y
consolidando nuevos actores y conflictos, algunos de los cuales persisten hasta hoy.
Simultáneamente, se desató una guerra contra la clase obrera con el objetivo de reducir el costo
laboral. Este proceso generó la pauperización de las masas y de la población mundial,
equiparable a la situación de la clase obrera a principios del siglo XX. La precarización y
flexibilización laboral se convirtieron en estrategias clave para disciplinar a la clase obrera y
llevar a cabo un proceso de empobrecimiento generalizado y desocupación masiva a nivel
global.
Los estados, ya fueran democráticos o dictaduras militares, implementaron medidas que
reconfiguraron los patrones de acumulación capitalista, resultando en un aumento de las
ganancias y un crecimiento económico. Se inició una nueva revolución tecnológica con el
advenimiento de la informática, la robótica y avances en comunicaciones, química y física. La
globalización se consolidó al incorporar mercados de consumo y producción que antes estaban
relativamente aislados en el bloque socialista.
En resumen, el neoliberalismo se caracterizó por la introducción de tecnología para reducir
costos laborales, el aumento de la desocupación, la precarización y flexibilización laboral, la
reducción del gasto social y modificaciones en las estructuras políticas. Aunque impulsó una
nueva etapa de crecimiento capitalista, también erosionó la capacidad de consumo de los
mercados, intensificó la competencia a nivel mundial y marcó el inicio de una nueva crisis de
sobreproducción.
+
La nueva etapa de crecimiento capitalista que surgió a partir de la década de 1980 marcó un
cambio significativo en la dinámica global. Con un aumento acelerado del comercio a nivel
mundial y una demanda creciente de productos y mercancías, se configuró un escenario de
"globalización". Este proceso llevó al surgimiento de organizaciones empresariales
transnacionales y a un nuevo orden geopolítico caracterizado por una intensa competencia a
nivel planetario.
En este contexto, se evidenciaron dos momentos de crisis: a principios de los años 2000 en las
economías más débiles y alrededor de la primera década del nuevo milenio en los países con
economías más sólidas. La desaceleración del comercio mundial y los problemas sociales
generados por el neoliberalismo comenzaron a afectar las ganancias capitalistas. Ante este
escenario, se hizo evidente la necesidad de estrategias de contención social para hacer frente a
las crecientes protestas y conflictos.
Surgen nuevas economías en desarrollo que, respaldadas por el crecimiento económico a nivel
mundial, logran limitar el poder de las transnacionales y de los organismos internacionales. Se
configura un nuevo polo de poder mundial, ejemplificado por el grupo BRICS. Las relaciones
políticas y económicas internacionales adoptan un carácter más multipolar, alejándose del
dominio unipolar de Estados Unidos y sus aliados en la década de 1990.
Estos nuevos Estados-nación ganan cierto grado de autonomía y comienzan a diseñar estrategias
de intervención estatal que permiten desarrollar escenarios locales con inversiones de capital y
la construcción de nuevos mercados internos. A nivel mundial, surge una corriente que aboga
por abordar las crisis capitalistas desde una perspectiva keynesiana, representada por los nuevos
progresismos o intervencionismos en clave liberal.
Mientras los países desarrollados, como Estados Unidos, Alemania y Japón, sostienen el
comercio mundial mediante préstamos a tasas cercanas a cero, un número de países
subdesarrollados intenta aprovechar este ciclo capitalista para impulsar un crecimiento interno
al estilo keynesiano. Se apoyan en la libre competencia del mercado mundial, donde los precios
de materias primas y alimentos son elevados, mientras que los productos manufacturados y
tecnológicos son más accesibles.
Sin embargo, esta situación de crédito barato no puede ser sostenida indefinidamente. Surgen
corrientes intervencionistas estatales de derecha a nivel mundial, alejadas del progresismo, que
aumentan las tasas de interés y ponen límites al libre comercio global. Esto provoca una caída
en los precios de las materias primas y alimentos, afectando los proyectos políticos de los países
en desarrollo que buscaban un capitalismo no dependiente. A pesar de estos desafíos, aún no se
observan proyectos políticos e ideológicos claros que se planteen como alternativas al sistema
capitalista.

Ideología y aparatos ideológicos del Estado


(Louis Althusser)

Reproducción de las condiciones de producción


El fragmento que has proporcionado se centra en la idea de la reproducción de las condiciones
de producción, un concepto clave en la teoría marxista. Aquí se analiza y explica
detalladamente el contenido del texto:
En análisis previos, se abordó la importancia de renovar los medios de producción para
posibilitar la actividad productiva. En esta ocasión, nos enfocaremos en este aspecto crucial.
Marx afirmaba que hasta un niño comprende que una formación social que no pueda reproducir
las condiciones de producción al mismo tiempo que produce no podrá sobrevivir ni siquiera un
año. Por lo tanto, la condición final de la producción es la reproducción de las condiciones de
producción, pudiendo ser "simple" (limitándose a replicar las condiciones existentes) o
"ampliada" (extendiéndolas), aunque este último matiz será excluido de la discusión.
La reproducción de las condiciones de producción es un concepto que se introduce en el
segundo tomo de "El Capital" de Marx, aunque tiende a ser ignorado. Aunque las perspectivas
empiristas, centradas únicamente en la producción y la práctica productiva, se arraigan
profundamente en nuestra conciencia cotidiana, Marx sostiene que es esencial elevarse al punto
de vista de la reproducción para comprender completamente la realidad social. La falta de esta
perspectiva resulta en una comprensión abstracta y distorsionada, incluso a nivel de la
producción y, más aún, en el ámbito de la práctica productiva.
En un intento de examinar esto de manera metódica y simplificar la exposición, se considera
que toda formación social depende de un modo de producción dominante. En este sentido, el
proceso de producción utiliza las fuerzas productivas existentes bajo relaciones de producción
específicas. Por ende, para que una formación social pueda existir y producir, debe reproducir
las condiciones de su producción, lo que implica la reproducción de las fuerzas productivas y de
las relaciones de producción existentes.
En resumen, Marx argumenta que la reproducción de las condiciones de producción, tanto de
las fuerzas productivas como de las relaciones de producción, es esencial para la supervivencia
de una formación social. Este enfoque proporciona una visión más completa y precisa de la
dinámica social que la simple consideración de la producción aislada
+
Reproducción de los medios de producción
El fragmento que has proporcionado se refiere a la reproducción de los medios de producción,
un concepto fundamental en la teoría marxista. Aquí se analiza y explica detalladamente el
contenido del texto:
Desde que Marx lo demostró en el tomo II de El Capital, es ampliamente reconocido, incluso
por economistas burgueses y teóricos macroeconómicos modernos, que la producción no es
posible sin asegurar la reproducción de las condiciones materiales de la producción, es decir, la
reproducción de los medios de producción. Tanto un economista como un capitalista, desde la
perspectiva empresarial, comprenden la necesidad anual de prever la reposición de lo agotado o
gastado en la producción, incluyendo materia prima, instalaciones fijas y herramientas.
Aunque economistas y capitalistas comparten el mismo punto de vista desde la empresa, la
reproducción de las condiciones materiales de la producción no puede ser concebida
exclusivamente a nivel empresarial. Quesnay, seguido por Marx, plantea que el problema de la
reproducción "salta a la vista", pero la realidad de este proceso se extiende más allá de los
límites de una empresa individual. Lo que sucede a nivel empresarial es un efecto que indica la
necesidad de reproducción, pero no proporciona una comprensión completa de las condiciones y
mecanismos involucrados.
Para ilustrar este punto, se menciona el caso del capitalista X, que produce telas de lana en su
hilandería. Aunque debe reproducir su materia prima y sus máquinas, no es él quien las produce
directamente, sino otros capitalistas, como el criador de ovejas y el industrial metalúrgico. Estos
a su vez deben reproducir las condiciones de su propia producción, creando así una cadena
interconectada. Esta cadena se extiende hasta el infinito, y la demanda de medios de producción
para la reproducción debe ser satisfecha por la oferta, ya sea a nivel nacional o mundial.
Para comprender este mecanismo, es necesario seguir la trayectoria global de Marx y estudiar
las relaciones de circulación del capital entre el Sector I (producción de medios de producción)
y el Sector II (producción de medios de consumo), así como la realización de la plusvalía.
Aunque no se profundiza en este análisis, se destaca la necesidad fundamental de reproducir las
condiciones materiales de la producción. Este proceso conforma una especie de "hilo sin fin"
que implica la interdependencia de diversos sectores productivos en la economía.
+
Reproducción de la fuerza de trabajo
El fragmento que proporcionaste aborda la reproducción de las fuerzas productivas, centrándose
en la reproducción de la fuerza de trabajo en el contexto del sistema capitalista. Aquí se realiza
una explicación detallada:
No obstante, no habrá dejado de asombrarle al lector que nos hayamos referido a la
reproducción de los medios de producción, pero no a la reproducción de las fuerzas productivas.
Hemos omitido la reproducción de aquello que distingue las fuerzas productivas de los medios
de producción: la reproducción de la fuerza de trabajo. Si bien la observación de lo que sucede
en la empresa puede ofrecer una idea aproximada de la existencia del proceso material de
reproducción, al abordar la reproducción de la fuerza de trabajo, ingresamos a un terreno donde
la observación de la empresa es casi ineficaz, principalmente porque la reproducción de la
fuerza de trabajo ocurre esencialmente fuera de la empresa.
La reproducción de la fuerza de trabajo se asegura proporcionándole el medio material para que
se reproduzca, es decir, el salario. Aunque el salario figura en la contabilidad de la empresa
como "capital mano de obra", en realidad actúa como la parte del valor producido por el gasto
de la fuerza de trabajo necesaria para su reproducción. Este salario no solo cubre las
necesidades básicas del trabajador (vivienda, vestimenta, alimentación) para presentarse
diariamente en la empresa, sino que también es esencial para criar y educar a los niños que
representan la futura fuerza de trabajo.
El valor necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo no está determinado únicamente
por las necesidades biológicas básicas, sino también por un mínimo histórico que varía según
las condiciones y luchas de clase. La reproducción de la fuerza de trabajo va más allá de
proporcionar las condiciones materiales; debe ser "competente", es decir, apta para ser utilizada
en el complejo sistema del proceso de producción. Esta competencia se adquiere y reproduce
diversificadamente según las demandas de la división social-técnica del trabajo en distintos
puestos y empleos.
En el régimen capitalista, la reproducción de la calificación de la fuerza de trabajo tiende a
asegurarse cada vez más fuera de la producción, principalmente a través del sistema educativo
capitalista y otras instancias. La escuela desempeña un papel crucial en este proceso, enseñando
técnicas, conocimientos y habilidades específicas para diversos roles en la producción. Además,
inculca las reglas del buen uso y las conveniencias según el puesto destinado, incluyendo
normas morales y cívicas relacionadas con la división social-técnica del trabajo y las reglas del
orden establecido por la dominación de clase. También se destaca la importancia de aprender a
"hablar bien el idioma" y "redactar bien", habilidades que implican la capacidad de dar órdenes
y dirigirse a los trabajadores, especialmente para futuros capitalistas y sus colaboradores.
+
El fragmento que proporcionaste aborda la reproducción de la fuerza de trabajo en el contexto
de las relaciones de producción y la ideología dominante. Aquí se presenta una explicación
detallada:
Enunciando este hecho en un lenguaje más científico, diremos que la reproducción de la fuerza
de trabajo no sólo exige una reproducción de su calificación sino, al mismo tiempo, la
reproducción de su sumisión a las reglas del orden establecido. Esto implica la reproducción de
la sumisión a la ideología dominante por parte de los obreros y la reproducción de la capacidad
de manejar hábilmente la ideología dominante por parte de los agentes de la explotación y la
represión, asegurando así "por la palabra" el predominio de la clase dominante.
En otros términos, la escuela y otras instituciones del Estado, como la Iglesia, y otros aparatos
como el Ejército, enseñan habilidades bajo formas que garantizan el sometimiento a la ideología
dominante o el dominio de su "práctica". Todos los agentes de la producción, explotación y
represión, incluidos los "profesionales de la ideología" según Marx, deben estar imbuidos de
algún modo con esta ideología para cumplir de manera "concienzuda" con sus tareas, ya sea
como explotados (los proletarios), explotadores (los capitalistas), auxiliares de la explotación
(los cuadros) o sacerdotes de la ideología dominante (sus "funcionarios").
La condición indispensable para la reproducción de la fuerza de trabajo no solo radica en la
reproducción de su "calificación" sino también en la reproducción de su sometimiento a la
ideología dominante o la "práctica" de esta ideología. Es crucial destacar que la reproducción de
la calificación de la fuerza de trabajo se asegura en y bajo las formas de sometimiento
ideológico, revelando la presencia efectiva de una nueva realidad: la ideología.
Realizando dos observaciones, la primera se utiliza para completar el análisis de la
reproducción. Se ha examinado rápidamente las formas de la reproducción de las fuerzas
productivas, es decir, de los medios de producción y de la fuerza de trabajo. No obstante, aún no
se ha abordado la cuestión de la reproducción de las relaciones de producción, un aspecto
crucial en la teoría marxista del modo de producción. Abordar esta cuestión es esencial para
evitar omisiones teóricas y, lo que es más importante, faltas políticas. La segunda observación
advierte que, para hacer este desvío necesario, es imprescindible replantear la antigua pregunta:
¿qué es una sociedad?
+
Infraestructura y superestructura
La concepción marxista de "totalidad social" se diferencia de la perspectiva hegeliana al
destacar su carácter revolucionario. Según Marx, la estructura de toda sociedad se compone de
niveles o instancias articuladas por una determinación específica: la infraestructura o base
económica, que abarca la unidad de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, y la
superestructura, compuesta por dos niveles o instancias: la jurídico-política (derecho y Estado) y
la ideológica (diversas ideologías, como las religiosas, morales, jurídicas y políticas).
Esta representación, más allá de su interés teórico-pedagógico al resaltar la diferencia entre
Marx y Hegel, ofrece una ventaja fundamental al inscribir en el dispositivo teórico de sus
conceptos esenciales lo que se denomina su índice de eficacia respectivo. La metáfora espacial
de un edificio, con una base (infraestructura) y dos pisos (superestructura), sugiere que los pisos
superiores no pueden sostenerse por sí solos en el aire, dependiendo crucialmente de su apoyo
en la base. Esta metáfora pretende representar la "determinación en última instancia" por la base
económica.
La expresión "determinación en última instancia" implica que lo que ocurre en los pisos de la
superestructura está determinado en última instancia por la base económica. A partir de este
índice de eficacia, los pisos de la superestructura se ven afectados por diferentes índices de
eficacia. Aunque los pisos de la superestructura no son determinantes en última instancia, se
sostiene que son determinados por la eficacia básica. Mientras son determinantes a su manera,
aún no definida completamente, lo son en la medida en que están determinados por la base
económica. En resumen, la metáfora del edificio ilustra la relación jerárquica entre la
infraestructura y la superestructura, destacando la primacía de la base económica en la
determinación última de la estructura social.
+
La concepción marxista de la "totalidad social" utiliza la metáfora espacial del edificio,
compuesto por una base (infraestructura) y dos pisos (superestructura), para abordar la relación
entre estos elementos. El índice de eficacia, determinado en última instancia por la base
económica, se piensa en la tradición marxista en dos formas: 1) la "autonomía relativa" de la
superestructura con respecto a la base y 2) la "reacción" de la superestructura sobre la base. Esta
tópica revela que las cuestiones de determinación son fundamentales, destacando que es la base
la que determina en última instancia todo el edificio.
Sin embargo, la representación metafórica del edificio presenta limitaciones al quedarse en el
plano descriptivo. Se busca pensar de manera diferente lo que la metáfora nos proporciona, no
para desecharla, sino para superarla. Desde el punto de vista de la reproducción, se plantea la
posibilidad y la necesidad de reflexionar sobre lo que caracteriza esencialmente la existencia y
la naturaleza de la superestructura. Se sostiene como tesis fundamental que estas cuestiones solo
pueden plantearse y responderse desde el punto de vista de la reproducción.
El análisis se centra en el Derecho, el Estado y la ideología desde la perspectiva de la
reproducción. Se busca mostrar cómo estas instancias se relacionan con la práctica y la
producción, por un lado, y con la reproducción por el otro. La clave para comprender estas
dinámicas y responder conceptualmente a las preguntas que plantea la metáfora del edificio
radica en el enfoque de la reproducción. Este planteamiento promete esclarecer muchas
cuestiones que la metáfora dejaba indicadas sin proporcionar respuestas conceptuales.
+
El Estado
La perspectiva marxista sobre el Estado, desde el Manifiesto Comunista hasta textos posteriores
como La Comuna de París de Marx y El Estado y la Revolución de Lenin, sostiene una
concepción formal en la cual el Estado se concibe explícitamente como un aparato represivo. En
esta visión, el Estado es considerado una "máquina" de represión diseñada para permitir a las
clases dominantes, en el contexto del siglo XIX, la burguesía y los grandes terratenientes,
asegurar su dominación sobre la clase obrera y someterla al proceso de explotación capitalista,
que implica la extracción de plusvalía.
La noción de "aparato de Estado" no se limita únicamente a los elementos especializados, como
la policía, los tribunales y las prisiones, sino que se extiende también al ejército, que actúa como
una fuerza represiva de apoyo en situaciones donde la policía y sus cuerpos auxiliares resultan
insuficientes, como se ha evidenciado en acontecimientos históricos. Además, se incluyen en
esta categoría al Jefe de Estado, al Gobierno y la administración.
La teoría marxista-leninista del Estado, al centrarse en el aparato de Estado como una fuerza de
ejecución y represión al servicio de las clases dominantes, aborda la lucha de clases entre la
burguesía y sus aliados contra el proletariado. Se destaca que este aparato de Estado cumple una
función fundamental en la preservación del orden social establecido y en la protección de los
intereses de las clases dominantes. Esta perspectiva, que subraya la dimensión represiva del
Estado, constituye un elemento esencial en la comprensión marxista de la dinámica social y
política.
+
La transición de una teoría descriptiva a una teoría más completa es un fenómeno natural en el
desarrollo científico, y este proceso se evidencia en la manera en que se aborda el estudio del
Estado desde una perspectiva marxista. Al referirnos a la metáfora del edificio, que divide la
sociedad en infraestructura y superestructura, y al caracterizar la teoría marxista del Estado
como descriptiva, no estamos emitiendo un juicio crítico, sino reconociendo una fase inicial en
el desarrollo teórico.
Cuando hablamos de una teoría descriptiva, nos referimos a una primera etapa necesaria en el
terreno de la ciencia de las formaciones sociales. Esta etapa, aunque es esencial como punto de
partida, lleva consigo una "contradicción" inherente. El término "teoría" choca en cierta medida
con el adjetivo "descriptiva". Esta aparente contradicción indica dos aspectos fundamentales:
primero, que la teoría descriptiva es, sin duda, el punto de inicio ineludible, y segundo, que la
forma descriptiva exige, por su propia contradicción, un desarrollo ulterior de la teoría que
trascienda la mera descripción.
Centrándonos en el objeto de estudio actual, el Estado, al decir que la teoría marxista es en parte
descriptiva, estamos destacando que esta forma descriptiva constituye el principio vital de todo
desarrollo teórico posterior. La teoría descriptiva del Estado proporciona los cimientos
esenciales sobre los cuales se construirá una comprensión más profunda y compleja de las
dinámicas políticas y sociales desde la perspectiva marxista. Este proceso refleja la evolución
constante de la teoría en su búsqueda por capturar de manera más completa y precisa la realidad
social.
+
La teoría descriptiva del Estado, al definir al Estado como un aparato represivo de clase,
demuestra su validez al correlacionar de manera precisa esta definición con una amplia gama de
hechos observables en el ámbito de la represión. Desde eventos históricos significativos como
las masacres de junio de 1848 y la Comuna de París hasta situaciones más contemporáneas
como la represión en Petrogrado en mayo de 1905 y la Resistencia de Charonne, la teoría
descriptiva del Estado ofrece una iluminación esclarecedora sobre diversas formas de opresión,
explotación y exterminio de las masas populares, incluyendo guerras imperialistas y la dictadura
de la burguesía en las democracias políticas.
A pesar de su eficacia para identificar y conectar los hechos de opresión con el Estado, la teoría
descriptiva del Estado representa solo una etapa en la construcción teórica, y su limitación
radica en que, aunque multiplica ejemplos ilustrativos, no avanza realmente en la comprensión
científica del Estado. Existe el riesgo de que esta teoría descriptiva "bloquee" el desarrollo
necesario de la teoría.
Para superar esta limitación, se sostiene que es esencial agregar elementos a la definición clásica
del Estado como aparato represivo de clase. Este paso hacia una teoría más completa y profunda
implica no solo describir los fenómenos represivos, sino también comprender los mecanismos
internos del Estado en su funcionamiento. La transición de una teoría descriptiva a una teoría
más avanzada implica un esfuerzo por profundizar en la comprensión de las relaciones y
dinámicas que subyacen al papel del Estado en la sociedad.
+
Lo esencial de la teoría marxista del estado
La teoría marxista del Estado se centra en la comprensión del papel fundamental que desempeña
el Estado en la lucha política de clases. Es esencial destacar que el Estado y su existencia en su
aparato solo tienen sentido en relación con el poder de Estado. En otras palabras, toda la lucha
política entre las clases gira en torno al Estado, específicamente en la posesión, toma y
conservación del poder de Estado por parte de una clase, una alianza de clases o fracciones de
clases. Esta distinción inicial entre el poder de Estado y el aparato de Estado es crucial para la
teoría marxista del Estado y se ha mantenido explícita desde los escritos clásicos de Marx, como
"El 18 Brumario" y "Luchas de clases en Francia".
Se reconoce que el aparato de Estado puede permanecer en pie incluso después de eventos
políticos significativos, como revoluciones burguesas, golpes de estado o cambios en la
posesión del poder de Estado. Incluso después de la Revolución Rusa de 1917, gran parte del
aparato de Estado continuó existiendo después de la toma del poder por la alianza del
proletariado y el campesinado pobre, según las afirmaciones de Lenin.
Resumiendo, la teoría marxista del Estado sostiene que el Estado es el aparato represivo de
Estado, distingue entre el poder de Estado y el aparato de Estado, señala que la lucha de clases
se centra en el poder de Estado y su uso por parte de las clases en función de sus objetivos, y
plantea que el proletariado debe tomar el poder de Estado para transformar el aparato de Estado
existente y, en última instancia, avanzar hacia la destrucción del Estado.
A pesar de estos fundamentos, se argumenta que la teoría marxista del Estado, aunque rica en
elementos complejos y diferenciales, sigue siendo en parte descriptiva. Se sugiere que para
profundizar aún más en la comprensión de las reglas y el funcionamiento del Estado, se necesita
una teoría más avanzada y una mayor profundización teórica.
+
Los aparatos ideológicos del Estado
La teoría marxista del Estado, como la acabamos de describir, se revela como un punto de
partida necesario, pero, a su vez, como una descripción parcial de la complejidad real de la
relación entre el Estado y la sociedad. Aunque los clásicos del marxismo reconocieron esta
complejidad en su práctica política, no lograron sistematizarla teóricamente. Aquí es donde se
propone agregar una dimensión adicional a la teoría marxista del Estado, abordando no solo la
distinción entre poder de Estado y aparato de Estado, sino también reconociendo la presencia de
otra realidad: los aparatos ideológicos de Estado (AIE).
Los AIE se diferencian claramente del aparato represivo de Estado (AE), que incluye
componentes como el gobierno, la administración, el ejército, la policía, los tribunales y las
prisiones. El AE funciona mediante la violencia, al menos en situaciones extremas, mientras que
los AIE comprenden una serie de realidades que se presentan como instituciones distintas y
especializadas. Esta distinción es esencial para comprender cómo el Estado ejerce su influencia
y control sobre la sociedad no solo a través de la represión física sino también a través de la
construcción y difusión de ideologías.
Los AIE abarcan una variedad de instituciones que desempeñan un papel fundamental en la
formación y reproducción de las ideologías que sustentan el orden social existente. Ejemplos de
AIE pueden incluir la educación, la religión, los medios de comunicación, la familia y otros
mecanismos que contribuyen a la construcción y difusión de valores, normas y creencias que
legitiman la estructura social vigente. Estos aparatos ideológicos son esenciales para la
estabilidad y reproducción del sistema social, ya que contribuyen a la conformación de la
conciencia y la subjetividad de los individuos.
En resumen, la introducción de los aparatos ideológicos de Estado en la teoría marxista busca
ampliar la comprensión de cómo el Estado ejerce su influencia más allá de la represión directa,
incidiendo en la construcción de ideologías que sustentan las relaciones sociales y de poder
existentes. Este enfoque permite captar la complejidad y la sutileza de los mecanismos mediante
los cuales el Estado asegura su reproducción en la sociedad.
+
La propuesta de reconocer y analizar los Aparatos Ideológicos de Estado (AIE) enriquece la
teoría marxista del Estado al reconocer la complejidad de las instituciones que contribuyen a la
reproducción ideológica y cultural en la sociedad. La lista empírica propuesta para los AIE
incluye instituciones clave que desempeñan un papel significativo en la formación y transmisión
de ideologías que sustentan el orden social. Esta lista no está destinada a ser estática; se
reconoce como un punto de partida que requerirá una investigación detallada, pruebas
empíricas, rectificaciones y reordenamientos a medida que se profundice en el análisis.
Los AIE enumerados, sin asignar un orden específico, abarcan ámbitos cruciales de la vida
social. Se incluyen los AIE religiosos, que comprenden el sistema de diversas Iglesias, los AIE
escolares, que abarcan las distintas escuelas tanto públicas como privadas, y los AIE familiares.
Además, se reconocen los AIE jurídicos, políticos (vinculados a partidos políticos), sindicales,
de información (medios de comunicación como prensa, radio y televisión), y culturales
(literatura, artes, deportes, etc.). Esta diversidad de AIE destaca la variedad de ámbitos en los
cuales se construyen y transmiten las ideologías que sustentan el sistema social.
La distinción clave entre los AIE y el aparato represivo de Estado radica en su naturaleza y
origen. Mientras que el aparato represivo de Estado es una entidad unificada y pertenece al
dominio público, la mayoría de los AIE, a pesar de su aparente dispersión, provienen del ámbito
privado. Las Iglesias, partidos políticos, sindicatos, familias, algunas escuelas, la mayoría de los
medios de comunicación y las instituciones culturales son mayoritariamente privadas. Esta
distinción sugiere que los AIE operan de manera más sutil y a menudo en el ámbito privado,
influyendo en la conciencia y la ideología desde diversas esferas de la vida cotidiana.
En resumen, la introducción de los AIE en la teoría marxista amplía la comprensión de cómo el
Estado, más allá de su función represiva, utiliza una red diversa de instituciones para perpetuar
y legitimar las estructuras de poder existentes en la sociedad. Este enfoque destaca la
importancia de analizar no solo la represión directa, sino también la construcción y difusión de
ideologías que mantienen la cohesión y estabilidad del sistema social.
+
La segunda observación planteada aquí se centra en la distinción entre lo público y lo privado
en relación con los Aparatos Ideológicos de Estado (AIE). La objeción sobre si es válido
considerar instituciones mayoritariamente privadas como AIE se aborda desde una perspectiva
crítica de la distinción entre lo público y lo privado en el derecho burgués. Gramsci anticipó esta
objeción al señalar que esta distinción es válida en los dominios subordinados donde el derecho
burgués ejerce sus poderes, pero no se aplica al dominio del Estado. En el caso del Estado, que
es el Estado de la clase dominante, no puede ser clasificado como público o privado; de hecho,
es la condición misma que permite la distinción entre público y privado. Así, la relevancia de
los AIE no radica en su carácter público o privado, sino en su funcionamiento.
Es crucial comprender que las instituciones privadas pueden funcionar efectivamente como
Aparatos Ideológicos de Estado. La diferencia fundamental entre los AIE y el aparato represivo
de Estado es que este último "funciona mediante la violencia", mientras que los AIE operan
principalmente a través de la ideología. Aunque es cierto que todo aparato de Estado, ya sea
represivo o ideológico, utiliza tanto la violencia como la ideología, hay una diferencia clave. El
aparato represivo de Estado funciona masivamente con la represión, utilizando la ideología de
manera secundaria, mientras que los AIE funcionan masivamente con la ideología, empleando
la represión de manera secundaria y en situaciones límite, de manera atenuada y simbólica.
Tomando ejemplos concretos, el ejército y la policía utilizan tanto la represión como la
ideología, pero la represión es la forma predominante en su funcionamiento. Por otro lado, los
AIE, como la escuela y las iglesias, adiestran predominantemente a través de la ideología,
utilizando la represión de manera secundaria, por ejemplo, mediante sanciones o exclusiones en
situaciones específicas. Esta determinación del doble funcionamiento, con la represión y la
ideología como formas predominantes y secundarias respectivamente, permite entender las
complejas combinaciones entre la acción del aparato represivo de Estado y la de los AIE. Esta
interacción sutil y constante entre represión e ideología se manifiesta de diversas maneras en la
vida diaria y constituye la unidad aparentemente dispar de los AIE.
+
La afirmación central aquí es que los Aparatos Ideológicos de Estado (AIE) operan
masivamente con la ideología como forma predominante, y lo que unifica su diversidad es el
funcionamiento bajo la ideología dominante, que representa los intereses de la "clase
dominante". Si reconocemos que, en principio, la clase dominante tiene el poder del Estado y
controla el aparato represivo de Estado, podemos entender que la misma clase dominante
también desempeña un papel activo en los AIE, ya que es su ideología la que se manifiesta a
través de estos aparatos.
Es crucial distinguir entre el ejercicio de la acción a través de leyes y decretos en el aparato
represivo de Estado y la acción a través de la ideología dominante en los AIE. Aunque estas
formas de acción son diferentes, no deben enmascarar la profunda identidad entre el poder de
Estado y los AIE. La realidad sugiere que ninguna clase puede mantener un poder de Estado
duradero sin ejercer al mismo tiempo su hegemonía sobre los AIE. Un ejemplo de esto es la
preocupación de Lenin por transformar el aparato ideológico de Estado, especialmente en la
educación, para asegurar el camino hacia el socialismo después de que el proletariado soviético
tomara el poder.
Esta perspectiva nos lleva a comprender que los AIE no solo son objeto sino también el lugar de
la lucha de clases, a menudo manifestándose de manera encarnizada. A diferencia del aparato
represivo de Estado, donde la imposición de la ley es más directa, la clase en el poder no puede
imponer su ley en los AIE tan fácilmente. Las antiguas clases dominantes pueden retener
posiciones durante mucho tiempo, y las clases explotadas tienen la oportunidad de expresar su
resistencia, ya sea aprovechando las contradicciones existentes o conquistando posiciones de
combate mediante la lucha.
En resumen, la teoría marxista clásica del Estado debe distinguir entre el poder de Estado y el
aparato de Estado, que a su vez comprende tanto el aparato represivo de Estado como los AIE.
La cuestión crucial que surge es: ¿cuál es la medida exacta del papel de los AIE? ¿Cuál es el
fundamento de su importancia y cuál es la "función" específica de estos aparatos que no operan
con la represión, sino con la ideología? Estas interrogantes apuntan a una exploración más
profunda de la dinámica y el impacto de los AIE en la sociedad.
+
Sobre la reproducción de las relaciones de producción
La cuestión central que se plantea aquí es: ¿cómo se asegura la reproducción de las relaciones
de producción en una sociedad? En términos tradicionales (infraestructura y superestructura), la
respuesta se encuentra en gran medida en la superestructura jurídico-política e ideológica. Sin
embargo, la necesidad de superar este lenguaje descriptivo nos lleva a una formulación más
precisa: la reproducción de las relaciones de producción está asegurada en gran parte por el
ejercicio del poder de Estado a través de los aparatos de Estado, tanto el aparato represivo como
los aparatos ideológicos.
Para comprender esto, es esencial recordar tres características fundamentales:
1. Todos los aparatos de Estado funcionan mediante la represión y la ideología. La
diferencia radica en que el aparato represivo funciona predominantemente con la
represión, mientras que los aparatos ideológicos operan predominantemente con la
ideología.
2. Mientras que el aparato represivo constituye un todo organizado centralizado bajo una
unidad de mando, que ejecuta la política de lucha de clases de las clases dominantes en
el poder, los aparatos ideológicos son múltiples, distintos y relativamente autónomos.
Estos aparatos ideológicos pueden ofrecer un campo objetivo para contradicciones que
reflejan los efectos de los choques entre la lucha de clases capitalista y proletaria.
3. La unidad del aparato represivo se logra mediante una organización centralizada bajo la
dirección de representantes de las clases en el poder. En contraste, la unidad entre los
diferentes aparatos ideológicos se garantiza, a menudo de manera contradictoria, por la
ideología dominante de la clase dominante.
En resumen, la reproducción de las relaciones de producción se asegura mediante una
combinación de represión y ideología, donde el Estado, a través de sus diferentes aparatos,
desempeña un papel clave. La centralización del aparato represivo contrasta con la diversidad y
relativa autonomía de los aparatos ideológicos, todos ellos contribuyendo a mantener y
reproducir las condiciones sociales y económicas existentes.
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Las características del papel del aparato represivo de Estado y de los aparatos ideológicos de
Estado nos permiten entender la reproducción de las relaciones de producción en una sociedad.
El aparato represivo, por naturaleza, asegura mediante la fuerza, ya sea física o de otras formas,
las condiciones políticas necesarias para la reproducción de las relaciones de producción, que en
última instancia son relaciones de explotación. Además de contribuir a su propia reproducción,
el aparato represivo garantiza, a través de la represión, las condiciones políticas para el
funcionamiento de los aparatos ideológicos de Estado.
Los aparatos ideológicos de Estado, a su vez, desempeñan un papel crucial en la reproducción
de las relaciones de producción. Protegidos por el "escudo" del aparato represivo, estos aparatos
trabajan masivamente bajo la influencia de la ideología dominante, que representa los intereses
de la clase dominante que detenta el poder de Estado. La ideología dominante asegura una
"armonía" entre el aparato represivo de Estado y los diferentes aparatos ideológicos, creando
una coherencia en la reproducción de las relaciones de producción.
La diversidad de los aparatos ideológicos de Estado en las sociedades capitalistas
contemporáneas, como el aparato escolar, religioso, familiar, político, sindical, de información,
cultural, entre otros, lleva a la hipótesis de que cada uno de estos aparatos, a pesar de su
diversidad, comparte un papel único y común: la reproducción de las relaciones de producción .
Este fenómeno contrasta con las formaciones sociales "serviles" o feudales, donde, a pesar de
tener un aparato represivo de Estado único, la cantidad de aparatos ideológicos de Estado era
menor y su individualidad diferente. Por ejemplo, la Iglesia, como aparato ideológico religioso,
acumulaba varias funciones que hoy en día son asignadas a diferentes aparatos ideológicos de
Estado en las sociedades capitalistas.
+
En el análisis de los aparatos ideológicos de Estado en sociedades pre-capitalistas, como el
período histórico que va desde el siglo XVI al XVII, se revela que la Iglesia ocupaba una
posición dominante concentrando funciones religiosas, escolares, de información y cultura. En
este contexto, la lucha ideológica de ese tiempo se centró principalmente en la lucha anticlerical
y antirreligiosa, reflejando la posición predominante del aparato ideológico de Estado religioso.
La Revolución Francesa tuvo como objetivo no solo transferir el poder de Estado de la
aristocracia feudal a la burguesía capitalista, sino también atacar el aparato ideológico de Estado
dominante, la Iglesia. Se realizaron acciones como la constitución civil del clero, la
confiscación de bienes eclesiásticos y la creación de nuevos aparatos ideológicos de Estado para
reemplazar a la Iglesia en su papel dominante. A pesar de la complejidad de estos eventos, la
burguesía se apoyó en el nuevo aparato ideológico de Estado político democrático-
parlamentario para dirigir la lucha contra la Iglesia y apoderarse de sus funciones ideológicas.
Esto se tradujo en asegurar no solo la hegemonía política sino también la hegemonía ideológica
necesaria para la reproducción de las relaciones capitalistas de producción.
En el contexto de las formaciones capitalistas maduras, la tesis propuesta sugiere que el aparato
ideológico de Estado que ha asumido una posición dominante, tras una intensa lucha de clases
política e ideológica contra el antiguo aparato ideológico de Estado, es el aparato ideológico
escolar. Aunque esto puede parecer paradójico, dado que la representación ideológica querida
por la burguesía sugiere que el aparato ideológico de Estado dominante es el político, la tesis
destaca el papel central de la escuela en la reproducción de las relaciones de producción
capitalistas.
+
El análisis histórico revela que la burguesía ha demostrado una notable capacidad de adaptación
a diferentes formas de aparatos ideológicos de Estado políticos, sin que la democracia
parlamentaria sea la única opción viable. Ejemplos de esto incluyen el Primer y Segundo
Imperio, la Monarquía Constitucional (Luis XVIII, Carlos X), la Monarquía parlamentaria (Luis
Felipe), la democracia presidencial (De Gaulle), y otras formas políticas en Francia. En el caso
de Inglaterra, la adaptabilidad de la burguesía es aún más evidente.
En Inglaterra, la burguesía logró una revolución exitosa desde su perspectiva, a diferencia de lo
ocurrido en Francia. En Francia, la burguesía ascendió al poder a través de jornadas
revolucionarias que involucraron a la plebe y campesinos, lo cual fue costoso y tumultuoso. En
contraste, la burguesía inglesa pudo llegar a un acuerdo con la aristocracia, compartiendo el
poder de Estado y utilizando el aparato de Estado de manera conjunta durante un extenso
período. Esta colaboración entre las clases dominantes se mantuvo pacífica en general,
reflejando un entendimiento entre ellas.
La situación en Alemania es aún más sorprendente, ya que la burguesía imperialista hizo su
entrada en la historia bajo un aparato ideológico de Estado político en el que los junkers
imperiales (con Bismark como símbolo), su ejército y su policía actuaban como escudo y equipo
dirigente. Este contexto revela que, en diferentes momentos y lugares, la burguesía ha
encontrado maneras de consolidar su posición y ejercer su influencia incluso bajo regímenes
políticos aparentemente divergentes. Este fenómeno resalta la capacidad de adaptación de la
burguesía a diversas formas de organización política para preservar sus intereses y mantener el
control del aparato de Estado.
+
La hipótesis planteada sostiene que, detrás de la apariencia de ser el aparato ideológico de
Estado político el dominante, en realidad, el aparato escolar ocupa el lugar preeminente como el
aparato ideológico de Estado número uno en las formaciones sociales capitalistas. Este papel
central del aparato escolar sustituye las funciones que anteriormente desempeñaba el aparato
ideológico de Estado dominante, es decir, la Iglesia. La afirmación se extiende a comparar la
relación entre la Escuela y la Familia con la relación previa entre la Iglesia y la Familia.
La razón subyacente de considerar al aparato escolar como el ideológico de Estado dominante
en las formaciones sociales capitalistas se fundamenta en el hecho de que todos los aparatos
ideológicos, sin excepción, contribuyen al mismo resultado final: la reproducción de las
relaciones de producción capitalistas y, por ende, de las relaciones de explotación capitalista.
Cada uno de estos aparatos cumple su función de manera específica, ya sea el político, el de
información, el cultural, el religioso o el familiar.
El concierto de estos aparatos está dirigido por una partitura única que, a pesar de algunas
contradicciones, está dominada por la ideología de la clase actualmente dominante. Esta
ideología abarca desde los temas del humanismo hasta los del nacionalismo, el moralismo y el
economicismo. En este contexto, se destaca que, aunque todos los aparatos contribuyan a esta
reproducción ideológica, un aparato ideológico de Estado cumple de manera destacada el papel
dominante: la Escuela.
La Escuela asume la responsabilidad de educar a los niños de todas las clases sociales desde
temprana edad y, durante muchos años, influye en ellos con la inculcación de habilidades y
valores recubiertos por la ideología dominante. Esto incluye aspectos como el idioma, el
cálculo, la historia natural, las ciencias, la literatura, así como directamente la moral, la
instrucción cívica y la filosofía. Este proceso se lleva a cabo en una etapa crucial en la vida del
niño, cuando está atrapado entre el aparato de Estado-familia y el aparato de Estado-escuela, lo
que lo hace particularmente vulnerable a la influencia ideológica. Hacia el sexto año, muchos
niños se integran a la producción como obreros o pequeños campesinos, ya influenciados y
moldeados por la ideología dominante transmitida a través del aparato escolar.
+
El texto argumenta que una parte de la juventud escolarizable se encamina hacia la ocupación
de puestos de pequeños y medianos cuadros, empleados y funcionarios, mientras otra parte
termina ocupando roles de explotadores, agentes de la represión o profesionales de la ideología.
Cada grupo se ve provisto de la ideología correspondiente al papel que desempeñará en la
sociedad de clases. Por ejemplo, aquellos destinados a roles de explotados adoptan una
"conciencia profesional", "moral", "cívica" y "nacional", mientras que aquellos que serán
agentes de la explotación adquieren habilidades de mando y las llamadas "relaciones humanas".
La ideología de cada grupo se adapta al rol que desempeñará en la reproducción de las
relaciones de producción capitalistas. Aunque estas virtudes y actitudes se enseñan también en
la familia, la iglesia, el ejército, en libros y películas, el aparato ideológico de Estado dominante
durante muchos años es la escuela. La escuela juega un papel crucial al disponer de la audiencia
obligatoria y gratuita durante varios años, donde se inculca masivamente la ideología de la clase
dominante. Este proceso contribuye significativamente a la reproducción de las relaciones de
producción capitalistas, es decir, las relaciones entre explotadores y explotados.
A pesar de que la ideología de la escuela se presenta como neutra y desprovista de ideología,
esto está lejos de ser verdad. La ideología burguesa dominante representa a la escuela como un
medio donde maestros respetuosos de la "conciencia" y la libertad de los niños los encaminan
hacia la libertad, la moralidad y la responsabilidad de adultos. Sin embargo, este discurso oculta
los mecanismos que perpetúan las relaciones de producción capitalistas y disimula la verdadera
función de la escuela como aparato ideológico de Estado dominante.
El texto reconoce la labor de los maestros que intentan resistir la ideología del sistema, pero
señala que muchos no son conscientes del papel que desempeñan en la reproducción ideológica.
Por ende, contribuyen sin saberlo a mantener la representación ideológica de la escuela como
algo "natural" e indispensable, similar al papel que la iglesia jugaba en siglos anteriores. Se
concluye que la escuela, junto con la familia, ha reemplazado a la iglesia como el aparato
ideológico de Estado dominante, y la crisis que afecta al sistema escolar tiene un sentido
político, ya que la escuela desempeña un papel crucial en la reproducción de las relaciones de
producción amenazadas por la lucha de clases mundial.

La hegemonía, la escuela y las reproducciones de las relaciones de dominación


(Michael Apple)

Introducción
El texto aborda la relación entre educación y estructura económica desde una perspectiva
crítica, destacando la interconexión entre conocimiento, poder y estructuras sociales. El autor
sostiene que la educación no es una empresa neutral y que los educadores, conscientes o no,
están involucrados en un acto político debido a la naturaleza misma de la institución educativa.
Se afirma que los educadores no pueden separar completamente su actividad educativa de los
acuerdos institucionales y de las formas de conciencia que dominan las economías
industrializadas.
El problema se ha vuelto cada vez más estructural para el autor, quien se basa en un enfoque
crítico neomarxista para organizar el pensamiento y la acción relacionados con la educación. La
atención se centra en explicar los reflejos manifiestos y latentes de los modos de producción
material, valores ideológicos, relaciones de clase y estructuras de poder sobre la conciencia de
las personas en situaciones históricas específicas. El autor destaca la importancia de comprender
cómo los acuerdos estructurales predominantes afectan la vida cultural, incluidas las prácticas
cotidianas en las escuelas, la enseñanza y los currículos.
Se menciona que la estructuración del conocimiento y el simbolismo en las instituciones
educativas está estrechamente relacionada con los principios de control social y cultural de una
sociedad. Otros autores, como Bernstein y Young, subrayan la relación entre los tipos de
símbolos y recursos culturales seleccionados y organizados por las escuelas y los tipos de
conciencia normativa y conceptual requeridos por una sociedad estratificada.
Se señala que algunos enfoques, como el de Bowles y Gintis, se centran en el papel económico
de las instituciones educativas, especialmente en movilidad, selección y reproducción de la
división del trabajo. Sin embargo, se argumenta que un análisis puramente económico ofrece
una evaluación menos adecuada de cómo se crean los resultados en la escuela y no ilumina
completamente los mecanismos de dominación en la vida escolar cotidiana. Se propone
complementar el análisis económico con un enfoque cultural e ideológico, destacando la
importancia de las mediaciones ideológicas y culturales entre las condiciones materiales de una
sociedad desigual y la formación de la conciencia individual.

Analizando la hegemonía
El texto aborda la cuestión de cómo la educación contribuye a la reproducción de la desigualdad
en la sociedad. Se destaca que la escuela no solo conserva y distribuye propiedad económica,
sino también propiedad simbólica, denominada "capital cultural". El autor busca comprender
cómo las instituciones culturales, como las escuelas, recrean formas de conciencia que
mantienen el control social sin recurrir a mecanismos manifiestos de dominación.
El enfoque se basa en el análisis de Raymond Williams, un crítico social y cultural menos
conocido entre los educadores, pero relevante para comprender la relación entre la cultura y las
prácticas económicas. El autor destaca tres aspectos clave del programa de análisis: la escuela
como institución, las formas de conocimiento y el educador. Cada uno de estos elementos debe
situarse dentro del contexto más amplio del cual forma parte, adoptando una perspectiva
"situada".
La palabra clave es "situado", entendida como la necesidad de ubicar el conocimiento enseñado,
las relaciones sociales en las aulas, la escuela como mecanismo de distribución y conservación
económica y cultural, y a los educadores dentro del contexto en el que operan. Se subraya la
importancia de interpretar adecuadamente estas relaciones en una sociedad compleja y desigual,
evitando un determinismo simplista. El autor aborda la relación dialéctica entre cultura y
economía, criticando la idea mecánica de una correspondencia automática entre la base
económica y la superestructura cultural.
Se destaca la noción de hegemonía como clave para comprender cómo las relaciones
estructurales determinan la escuela. Se señala que el término "determinación" tiene dos
tradiciones: una que sugiere una correspondencia directa entre estructura económica y
conciencia social, y otra que implica una relación dialéctica entre cultura y economía. El autor
aboga por una comprensión más sutil y menos determinista de estas relaciones, reconociendo la
complejidad del proceso y la influencia de la hegemonía en la configuración de la conciencia
social.
+
El texto aborda una posición más flexible sobre la determinación, entendida como un complejo
nexo de relaciones que, en última instancia, están enraizadas económicamente y ejercen
presiones sobre la práctica cultural, incluyendo la escuela. Se destaca que la esfera cultural no es
simplemente un reflejo de las prácticas económicas, sino que la influencia, el reflejo o la
determinación están mediados por formas de acción humana, contradicciones y relaciones
específicas en la vida cotidiana.
Se menciona que el control de la escuela, el conocimiento y la vida cotidiana puede ser más
sutil, incluyendo momentos aparentemente carentes de trascendencia. Raymond Williams, en su
análisis de la hegemonía, concepto desarrollado por Antonio Gramsci, destaca cómo la
hegemonía impregna profundamente la conciencia de una sociedad. Gramsci, según el autor,
comprendió la hegemonía de manera excepcional al reconocerla como algo total, saturando la
sociedad y constituyendo el límite de lo lógico para la mayoría.
Se argumenta que la hegemonía no se limita a grupos de significados abstractos en la mente,
sino que se refiere a un conjunto organizado de significados y prácticas que son vividos y
experimentados como el único mundo. La hegemonía, según Williams, va más allá de la mera
opinión o manipulación y se relaciona con un sistema dominante de significados, valores y
acciones. Este enfoque desafía la idea simplista de que la conciencia es simplemente un reflejo
de la estructura económica, destacando la complejidad del problema y cómo el control
económico y cultural desigual da lugar a un conjunto específico de significados y prácticas.
+
El fragmento explora la noción de hegemonía como un cuerpo completo de prácticas y
expectativas que configuran nuestra asignación de energía y nuestro entendimiento ordinario del
mundo. Se destaca que la hegemonía no es estática, sino que constituye un sentido de realidad
para la mayoría de las personas en una sociedad, limitando sus opciones y movimientos en
diversas áreas de sus vidas. Se enfatiza la importancia del proceso de incorporación, donde las
instituciones educativas desempeñan un papel crucial como agentes transmisores de una cultura
dominante efectiva.
Se introduce el concepto de tradición selectiva, resaltando cómo se eligen y enfatizan ciertos
significados y prácticas del pasado y presente, mientras se excluyen otros, y algunos son
reinterpretados para apoyar la cultura dominante. Raymond Williams señala que las
instituciones educativas, incluyendo las escuelas, no solo procesan a las personas, sino también
el conocimiento. Actúan como agentes de la hegemonía cultural e ideológica, contribuyendo a
la elaboración y reelaboración continua de una cultura dominante efectiva.
El texto subraya que, si el aprendizaje fuera simplemente una ideología impuesta o prácticas
aislables de la clase dominante, sería más fácil de superar. Sin embargo, se destaca que las
instituciones educativas, junto con otras, contribuyen a crear personas que no ven posibilidades
más allá del conjunto económico y cultural existente. Los conceptos de ideología, hegemonía y
tradición selectiva son fundamentales para el análisis y la comprensión política, especialmente
en el contexto educativo.
Se plantea la importancia de problematizar las formas de currículo en las escuelas para
descubrir su contenido ideológico latente. Se presentan preguntas cruciales sobre la tradición
selectiva, indagando sobre quién selecciona el conocimiento, cómo se organiza y enseña, y por
qué a un grupo particular. La necesidad de vincular estas investigaciones con las concepciones
de ideologías y el poder social y económico se destaca para obtener una valoración concreta de
las relaciones entre el conocimiento y el poder en el ámbito educativo.
+
El fragmento aborda críticamente la aproximación de los estudios sociales hacia un currículo
"orientado al proceso". Se destaca que, aunque se enseñe la "investigación" social como una
serie de técnicas y métodos para que los estudiantes "aprendan a investigarse a sí mismos", esta
perspectiva puede despolitizar el estudio de la vida social. Se plantea la preocupación de que, al
centrarse en la construcción social del conocimiento y en cómo los expertos en diversas
disciplinas construyen teorías y conceptos, se pierda la oportunidad de investigar por qué existe
una forma particular de colectividad social, cómo se mantiene y quién se beneficia de ella.
El texto menciona un "fallo nervioso" en el desarrollo del currículo y la enseñanza al intentar
preparar a los estudiantes para asumir "alguna responsabilidad en su propio aprendizaje". Se
sugiere que aquello sobre lo que se está "reflexionando críticamente" a menudo es vacío,
ahistórico, unilateral e ideológicamente cargado. Se señala que el marco de referencia de la
mayoría de los currículos escolares se centra en el consenso, con escasos intentos de abordar
seriamente el conflicto, ya sea de clases, científico u otros.
Se subraya que, en lugar de investigar aspectos como la historia del trabajo o de la mujer, la
enseñanza se enfoca en una ideología de consenso que no refleja la complejidad de las
contradicciones y el control en la vida social. Se argumenta que la tradición selectiva dicta la
omisión o reinterpretación selectiva de ciertos temas, como la historia militar y de la élite que se
enseña en lugar de la historia del trabajo o de la mujer. Además, se señalan ejemplos de cómo la
economía se enseña desde una perspectiva dominada por intereses particulares, lo que
contribuye a la creación de un sentido de falso consenso en el ámbito educativo.

Neutralidad y justicia
El fragmento aborda la cuestión de la neutralidad y justicia en el contexto de la educación y la
sociedad desigual. Se inicia señalando que la tendencia a reducir la comprensión de los factores
económicos y sociales en la sociedad desigual a una serie de técnicas refleja una problemática
más amplia relacionada con la tecnificación de la vida en las economías industriales
desarrolladas. Se menciona la sustitución del debate político y económico real entre personas
por consideraciones sobre eficacia y habilidades técnicas, lo que lleva a una representación
hegemónica e ideológica de la "responsabilidad".
En este contexto, se destaca cómo las consideraciones sobre la justicia en la vida social se
despolitizan progresivamente, convirtiéndose en problemas supuestamente neutrales que pueden
abordarse mediante la acumulación de hechos empíricos. La afirmación de neutralidad se vuelve
crucial, especialmente en la educación, donde se asume que la actividad es neutral y objetiva al
no adoptar una posición política. Sin embargo, se argumenta que esta afirmación de neutralidad
está significativamente distorsionada de dos maneras distintas.
En primer lugar, se señala que hay evidencia creciente de que la institución educativa en sí
misma no es neutral en términos de sus resultados económicos. Se menciona el trabajo de
autores como Basil Bernstein y Pierre Bourdieu, quienes han demostrado que, aunque las
escuelas pueden servir a los intereses de individuos, también actúan como agentes poderosos en
la reproducción económica y cultural de las relaciones de clase en una sociedad estratificada.
En resumen, el texto plantea la preocupación de que la supuesta neutralidad en la educación y
en la sociedad en general puede ocultar dimensiones más profundas de desigualdad y
reproducción de estructuras sociales y económicas.
+
El fragmento aborda la complejidad de la cuestión de la neutralidad y justicia en el contexto
educativo y social. Se señala que esta problemática será tratada en secciones posteriores del
capítulo, ya que los textos sobre el papel de la escuela en la estratificación económica y cultural
están en aumento.
La afirmación de neutralidad en la educación se cuestiona en dos niveles. En primer lugar, se
destaca que el conocimiento que llega a la escuela ya es el resultado de elecciones entre un
amplio universo de principios y conocimientos sociales posibles. Este conocimiento,
considerado como capital cultural, refleja a menudo las perspectivas y creencias de segmentos
poderosos de la sociedad. Se argumenta que los valores económicos y sociales ya están
incorporados en el diseño institucional, los currículos, los métodos de enseñanza y los principios
de evaluación.
En segundo lugar, se aborda la cuestión de los valores profundamente arraigados que residen en
el fondo de nuestras mentes. Se mencionan dos categorías fundamentales: la visión de la
"ciencia" y el compromiso hacia el individuo abstracto. Se argumenta que el sentido de la
comunidad se ha debilitado, convirtiendo al individuo concreto en una abstracción y
separándolo de los movimientos sociales más amplios que podrían dar significado a visiones de
justicia, necesidades y deseos "individuales".
Se destaca la influencia de la noción de la investigación curricular como una "actividad
científica neutral", que refuerza la perspectiva individualista abstracta. Se menciona la crítica de
Raymond Williams sobre cómo la dominación del individualismo burgués distorsiona la
comprensión de las relaciones sociales reales y la dependencia mutua. Se argumenta que este
enfoque individualista suprime áreas significativas de nuestras relaciones reales, lo que impide
un sentido auténtico de afiliación y compromiso colectivo.
El pasaje de Williams, citado al final, subraya la necesidad de un sentido realista de la
comunidad para abordar adecuadamente cuestiones relacionadas con la distribución de
esfuerzos y recursos, así como los efectos del trabajo en usuarios y productores. La falta de este
sentido de la sociedad se identifica como una barrera que distorsiona nuestro estándar de vida y
paraliza la capacidad de negociar temas cruciales en la sociedad.
+
El fragmento aborda la crítica al excesivo énfasis en el individuo en la vida educativa,
emocional y social, argumentando que esta perspectiva es conveniente para mantener una ética
del consumo manipuladora y contribuye al debilitamiento de la sensibilidad política y
económica. Se destaca cómo la absolutización del individuo y la definición del rol del educador
como técnico neutral dificultan el análisis de la injusticia social y económica, haciendo que las
prácticas educativas sean relativamente impotentes para explorar la naturaleza del orden social.
Se introduce la idea de "análisis relacional", que implica ver la actividad social, incluida la
educación, vinculada al conjunto más amplio de instituciones que distribuyen recursos,
reconociendo históricamente cómo algunas clases y grupos se han visto favorecidos mientras
otros han sido tratados menos adecuadamente. Se subraya que las acciones sociales y los objetos
culturales adquieren significado a través de sus complejas conexiones con la organización y el
control social.
El texto aborda las nociones de ciencia e individuo como categorías ideológicas y económicas
esenciales para la reproducción de roles económicos existentes. Se menciona que estas
categorías se convierten en aspectos de la hegemonía, y para comprender las relaciones
hegemónicas, es necesario examinar las categorías y procedimientos empleados por los
"intelectuales", como los educadores. Se hace referencia a la idea de Gramsci sobre la necesidad
de un grupo de "intelectuales" que legitimen y den apoyo a las categorías ideológicas, haciendo
que parezcan neutrales.
En términos generales, se ha examinado la realidad detrás de las escuelas como instituciones,
incluyendo las formas de conocimiento preservadas y distribuidas selectivamente, así como las
categorías utilizadas para pensar en estas cuestiones. El fragmento concluye sugiriendo la
importancia de considerar al educador como un ser político en el enfoque propuesto.
+
El fragmento aborda la compleja pregunta sobre la posición personal del autor frente a la
relación entre capital cultural y control económico y social, reconociendo la dificultad y la
tortura que implica responderla. La pregunta presupone una conciencia incipiente de las
respuestas a otras preguntas planteadas sobre la organización de la sociedad y exige un análisis
para identificar qué grupos se han visto favorecidos o desfavorecidos por las instituciones.
La dificultad para abordar esta pregunta refleja la profunda importancia de los argumentos de
Gramsci y Williams sobre la naturaleza de la hegemonía. El escrutinio político y económico de
las actividades educativas, al considerar la escuela como parte de un sistema para la
reproducción económica y cultural, va más allá de cuestionar prácticas educativas específicas.
Implica un cuestionamiento de valores y acciones exteriores a la institución educativa y sugiere
la necesidad de compromisos diferentes.
El autor aboga por un examen crítico que conduzca a compromisos totalmente diferentes de los
aceptados comúnmente. Se destaca la importancia de articular un orden social centrado en la
maximización de la igualdad económica, social y educativa en lugar de la acumulación de
bienes y beneficios. El autor se posiciona ligeramente a la izquierda de una posición rawlsiana,
abogando por una teoría de justicia social que contribuya al máximo beneficio de los menos
beneficiados.
La teoría de justicia social propuesta implica una reestructuración de las instituciones y una
reelaboración fundamental del contrato social. Se argumenta que la desigualdad en naciones
desarrolladas está en aumento, y el poder económico y cultural se centraliza en grandes
corporativos poco sensibles a necesidades sociales. Se menciona el estancamiento en el
progreso relativo de mujeres y grupos minoritarios, y se sugiere que estas condiciones son
generadas "naturalmente" por un orden social particular, lo que implica que cambios a gran
escala en las relaciones institucionales son necesarios para progresar.
+
El fragmento aborda la naturaleza controvertida y desafiante del programa propuesto por el
autor, que busca analizar la educación desde una perspectiva ética, económica y política. El
autor destaca que no partió de la premisa de que las cuestiones educativas tienen raíces éticas,
económicas y políticas, sino que se convenció a través de evidencias accesibles para cualquiera
que desee buscar y cuestionar, enfocándose en el análisis de la hegemonía.
El programa propuesto implica un esfuerzo intelectual considerable, incluyendo lectura, estudio
y debate en áreas menos conocidas para la mayoría de los educadores. Se reconoce que, dada la
dificultad inherente de ser un educador decente, no se está acostumbrado a examinar la
actividad educativa en niveles éticos, políticos y económicos. La tarea se complica por la
"política de la distribución del conocimiento", ya que las herramientas y marcos de referencia
críticos no son fácilmente distribuidos por las instituciones culturales predominantes, como las
escuelas y los medios de comunicación, que también son víctimas de la tradición selectiva.
El autor argumenta que cualquier evaluación seria del papel de la educación en una sociedad
compleja debe incluir tres elementos esenciales: situar el conocimiento, la escuela y al educador
dentro de las condiciones sociales reales, guiar ese acto situacional con una visión de justicia
económica y social, y reconocer que la posición del educador no es neutral en términos de
capital cultural y resultados económicos y culturales.
Las cuestiones propuestas se analizan utilizando conceptos como hegemonía, ideología y
tradición selectiva, y se destaca la importancia del análisis relacional para comprender
completamente estas dinámicas. Se señala también que hay una creciente tradición de estudios
educativos que aborda seriamente este programa de análisis relacional, anticipando un análisis
detallado de estos temas en otras secciones del volumen.

La investigación educativa y el acto “situacional”


El fragmento destaca la importancia de adoptar un enfoque "situacional" en la investigación
educativa, basado en la idea de Louis Wirth de que las cosas más importantes sobre las personas
y las sociedades son a menudo asumidas y no debatidas. Se sostiene que, en el ámbito
educativo, hay una falta de atención a la relación crítica entre las ideologías y la práctica
educativa, así como a las suposiciones que guían el pensamiento educativo.
El autor aboga por una investigación crítica que revele los intereses y compromisos políticos,
sociales, éticos y económicos que son aceptados sin cuestionamientos en la vida cotidiana de los
educadores. Destaca la necesidad de examinar no solo cómo los estudiantes adquieren
conocimiento, sino también por qué y cómo ciertos aspectos de la cultura se presentan en la
escuela como conocimiento objetivo y factual. Se plantean preguntas clave sobre cómo el
conocimiento oficial refleja configuraciones ideológicas y cómo las escuelas legitiman ciertos
niveles limitados de conocimiento.
El fragmento sugiere que estas cuestiones deben abordarse en tres áreas principales de la vida
escolar. Primero, se refiere al "currículo oculto", la enseñanza tácita de normas, valores y
disposiciones que los estudiantes adquieren de manera implícita durante su tiempo en la escuela.
En segundo lugar, se destaca la importancia de examinar el conocimiento educativo en sí
mismo, prestando atención a su origen, propiedad y a quiénes beneficia. Finalmente, se aborda
la necesidad de que los educadores sean conscientes de los compromisos ideológicos y
epistemológicos que promueven al utilizar ciertos modelos y tradiciones en su trabajo.
En última instancia, el autor argumenta que, sin una comprensión profunda de estos aspectos de
la vida escolar y su conexión con la distribución, calidad y control del trabajo, poder, ideología
y conocimiento cultural externo a las instituciones educativas, la política y teoría educativa
puede tener un impacto limitado en comparación con las expectativas.
+
El fragmento destaca la importancia del enfoque situacional en la investigación educativa,
señalando que diversos historiadores y estudiosos de la educación han proporcionado una
imagen más completa y crítica de la relación entre los intereses burocráticos, económicos e
ideológicos y la enseñanza. Se mencionan nombres como Katz, Karier, Kaestle, Feinberg,
Bowles, Gintis, Carnoy, Levin, entre otros, que han abordado la conexión entre la economía
política de la educación, la reforma educativa y la relación entre el conocimiento escolar y los
intereses mencionados.
La premisa subyacente es que se puede lograr una evaluación más completa y honesta de las
cuestiones educativas al situarlas en un marco de referencia que involucre concepciones
competitivas de la justicia, igualdad social y económica, y el poder legitimado. Se destaca la
importancia de estudiar la escuela como una institución que "procesa conocimiento" y cumple
una función ideológica. El análisis crítico de la sociología de la educación se presenta como una
herramienta para entender el papel de la escuela en la reproducción cultural y económica de las
relaciones de clase en una sociedad industrial desarrollada.
La provocadora idea de Philip Wexler se enfoca en considerar la investigación social y
educativa como un acto político y resalta la necesidad de centrarse en el conocimiento y los
símbolos que la escuela legitima explícita o tácitamente. No se menosprecia la función de la
escuela en "enseñar a niños", pero se insta a comprender cómo los símbolos organizados y
seleccionados por la escuela están intrínsecamente relacionados con la organización y selección
de diferentes tipos de estudiantes, y cómo esto contribuye a la estratificación económica y
social.
+
El fragmento destaca la importancia de comprender la relación entre el conocimiento y el poder
en el contexto educativo. Se plantea la pregunta clave de quién tiene el poder y cómo ciertos
aspectos de la enseñanza, como la organización y la selección de la cultura y las personas,
contribuyen a una distribución equitativa o conservan las desigualdades existentes. Se
argumenta que, para entender el papel de la escuela en este proceso, es esencial abordar dos
aspectos fundamentales.
En primer lugar, se destaca la necesidad de observar el funcionamiento de la escuela por sí
mismo. Se insta al investigador a comprender cómo las prácticas diarias de enseñanza y
aprendizaje contribuyen a los resultados observados en términos de distribución de poder y
recursos económicos. En segundo lugar, se resalta la importancia de tener una sensibilidad
histórica para comprender las raíces y conflictos históricos que han dado forma a las
instituciones educativas en la actualidad. Esta comprensión dual se presenta como crucial para
entender las funciones económicas y culturales de estas instituciones.
La metáfora de la distribución se utiliza para pensar en la cultura de la sociedad, destacando que
el conocimiento está desigualmente distribuido entre clases sociales, grupos ocupacionales,
diferentes grupos de edad y grupos con diferentes niveles de poder. Se sugiere que la falta de
ciertos tipos de conocimiento en un grupo está relacionada con la ausencia de ciertos tipos de
poder político y económico en ese grupo.
El texto argumenta que muchos educadores tienden a percibir el conocimiento como un
artefacto neutral, despolitizando así la cultura que distribuye la escuela. Sin embargo, se destaca
que hay estudiosos, como curriculistas y sociólogos de la educación, que abordan seriamente
preguntas sobre la propiedad de la cultura, el conocimiento de un grupo social y los intereses
que respalda la enseñanza de ciertos conocimientos en instituciones culturales como la escuela.
Se mencionan algunos ejemplos de estos trabajos recientes, subrayando la importancia de
abordar estas cuestiones para comprender la relación entre conocimiento y poder en el ámbito
educativo.
+
El fragmento destaca la influencia del programa de investigación y la perspectiva presentada en
los volúmenes por la afirmación de Raymond Williams de que la educación no es simplemente
un producto, como el pan o las cartas, sino una selección y organización de todo el
conocimiento social disponible en un momento específico. Se enfatiza que esta selección e
organización implica elecciones sociales e ideológicas, lo cual lleva a la necesidad de relacionar
los principios de organización y selección del conocimiento con las posiciones institucionales y
posicionales de la escuela, así como con las estructuras más amplias que rodean las aulas.
En el contexto de la sociología del conocimiento escolar, se sostiene que, por razones
metodológicas, no se debe asumir que el conocimiento curricular es neutral. En cambio, se
aboga por buscar los intereses sociales incorporados en la forma del conocimiento. Esto implica
estudiar el currículo utilizado dentro de la escuela, vivir en las aulas y observar las complejas
interacciones que ocurren en ellas para comprender cómo se distribuyen los conocimientos y
disposiciones a diferentes tipos de estudiantes. Se destaca la importancia del análisis del proceso
de etiquetado escolar y la documentación de la enseñanza tácita de un currículo oculto.
Para profundizar en la perspectiva de Williams, se argumenta que el investigador debe adoptar
un enfoque estructural o relacional. Esto implica vincular el proceso de distribución cultural con
cuestiones de poder y control externas a la escuela, introduciendo así elementos políticos y
económicos en el núcleo mismo de la investigación educativa. Esta integración de factores
políticos y económicos representa una ruptura significativa con enfoques anteriores en estudios
sociales y educativos que afirmaban ser apolíticos y no relacionados con la distribución de
poder y recursos en la sociedad. Se anticipa que esta perspectiva llevará a un cambio importante
en la comprensión de la investigación del conocimiento escolar como un acto político.
+
El fragmento aborda la crítica a la afiliación política dominante en el discurso curricular y la
política educativa, específicamente la tradición liberal. Se destaca que, a pesar de la solicitud de
un compromiso político, se argumenta en contra de la tradición liberal, señalando sus
limitaciones y debilidades. Los estudiosos preocupados por una valoración más crítica de la
escuela cuestionan la teoría educativa liberal, que confía en la ciencia, la neutralidad y la
educación como formas de mejora social.
Se señala que la teoría liberal tiende a convertir las preocupaciones educativas en problemas
administrativos, sin considerar los eventos como signos de cuestiones estructurales más
profundas, como conflictos económicos, éticos y políticos. La crítica a la ideología educativa
liberal se centra en tres presuposiciones interrelacionadas: la neutralidad de los procesos de
selección, la sobrevaloración de la "capacidad" frente a la socialización en valores y normas, y
la creencia en que la escuela está organizada para enseñar información y habilidades técnicas de
manera equitativa.
Los críticos argumentan que la educación no crea y sostiene el cambio social de la manera que
postula la ideología liberal. Se cuestiona la idea de que la enseñanza afecta críticamente al
progreso y crecimiento económico y que la educación puede redirigir las desigualdades sociales
mediante la igualdad de oportunidades educativas. Además, se critica la concepción de la
educación y la cultura como fuerzas independientes y autónomas de la sociedad.
La crítica a la tradición liberal proporciona un marco de referencia subyacente para un análisis
más crítico de la enseñanza y de las estructuras institucionales desiguales de la sociedad. Se
sugiere que la teoría educativa liberal ha actuado como una serie de persianas ideológicas que
han impedido una investigación más seria de las desigualdades estructurales en la sociedad y la
relación entre la escuela y esas estructuras. La noción de ideología se plantea como fundamental
para entender cómo la teoría educativa puede encubrir la realidad de la dominación, a pesar de
sus buenas intenciones.

Los Silencios y Las Voces en America Latina, Cap 3: Las matrices del pensamiento en el
mundo central
(Alcira Argumedo)

Introducción:
La caracterización de las matrices liberales y marxistas en sus aspectos más generales busca
identificar ciertos núcleos conceptuales que han sido parte del debate en los países del Norte y
que, de una manera u otra, han influido en las definiciones políticas e ideológicas de América
Latina. En lugar de realizar un análisis exhaustivo de las diferentes corrientes, que podría captar
los matices y distinciones sutiles, el objetivo es resaltar las estructuras teóricas fundamentales
que revelan las líneas de continuidad y los puntos de convergencia entre estas matrices
fundantes y las adaptaciones que tienen lugar en el presente. Todo esto se hace con la intención
de contrastar estas matrices con las ideas que se han arraigado en los espacios populares del
continente.
Este enfoque implica identificar los conceptos esenciales que han moldeado las corrientes
liberales y marxistas, reconociendo su influencia en las formas de pensar y actuar en la esfera
política. Se busca comprender cómo estas matrices teóricas han sido procesadas y adaptadas a
las realidades actuales, especialmente en el contexto latinoamericano. La intención última es
examinar cómo estas corrientes ideológicas fundamentales han contribuido a la formulación de
políticas y cómo estas se enfrentan o entrelazan con las perspectivas que han surgido en los
sectores populares de la región.
En resumen, este enfoque analítico busca destacar las líneas maestras de las corrientes liberales
y marxistas, enfocándose en su impacto en la configuración de la ideología política en América
Latina y permitiendo así un contraste con las dinámicas ideológicas emergentes en los estratos
más amplios de la sociedad.

Liberalismo económico y político


El desarrollo del concepto de sociedad como entidad social en la Edad Moderna europea, según
los pensadores clásicos de las burguesías inglesa y francesa, se manifiesta en dos formas
principales. Por un lado, en la filosofía jurídico-política, donde la sociedad se concibe como el
resultado de un contrato o pacto voluntario entre individuos racionales. Esta filosofía política,
basada en la idea del contrato social, da origen a dos conceptos diferentes de Estado: la teoría
del estado absoluto y la teoría del estado representativo o liberal.
La teoría del estado absoluto, encabezada por Thomas Hobbes, sostiene que la sociedad surge
para superar el estado natural caracterizado por una "guerra de todos contra todos". Esta guerra,
motivada por un deseo constante de poder para asegurar la seguridad y supervivencia, coloca a
los individuos en conflicto mutuo. Sin embargo, el principio de la razón, al permitirles anticipar
las consecuencias negativas de esta lucha, enseña a evitar la disolución antinatural y posibilita la
unión y cooperación entre los hombres. La sociedad se constituye a través de un pacto, pero su
mantenimiento requiere un gobierno fuerte y eficaz para castigar el incumplimiento. Hobbes
identifica el gobierno con la fuerza, considerándola como el respaldo necesario para garantizar
el pacto, y otorga al soberano una legitimidad natural en lugar de divina.
Hobbes se inspira en las nociones de la filosofía epicúrea, que en el siglo IV a.C. criticaba la
religión y los valores convencionales, presentando la naturaleza humana como esencialmente
egoísta. Según esta perspectiva, la sociedad es un artificio para alcanzar el mayor bien privado
posible, y el único medio de garantizar la seguridad es a través de un Estado que impida las
depredaciones de otros individuos en busca de su propio interés egoísta. Los epicúreos,
mayormente provenientes de las clases poseedoras, conciben el Estado y el derecho como un
contrato destinado a facilitar las relaciones entre los hombres y a mantener la seguridad mutua
mediante la imposición de penas establecidas por la ley.
+
La fundamentación de la necesidad de la monarquía absoluta por parte de Thomas Hobbes,
basada en la idea de una naturaleza humana egoísta y en la necesidad de un gobierno fuerte para
garantizar la propiedad, la seguridad, la paz y el orden, se desarrolla en un contexto político
incierto en Inglaterra durante el conflicto entre Cromwell y los Estuardos. Hobbes argumenta
que sus ideas son compatibles con cualquier forma de gobierno efectivo que cumpla con esos
propósitos esenciales.
Tras la Revolución Gloriosa inglesa de 1688, la teoría política de John Locke se convierte en el
fundamento teórico de la monarquía parlamentaria o Estado Representativo. Locke postula que
el estado natural de los hombres es de completa igualdad y libertad para ordenar sus actos y
disponer de sus propiedades, siempre dentro de los límites de la ley natural. La sociedad se
forma a través de un pacto por el cual los individuos renuncian al estado de naturaleza para
constituir una comunidad política, estableciendo un poder legislativo y un poder ejecutivo.
Locke otorga la soberanía al pueblo, que puede apartar o cambiar a los legisladores, y subordina
tanto el poder legislativo como el ejecutivo a la comunidad política. La forma de gobierno
dependerá de cómo se otorgue el poder de hacer las leyes, siendo democracia, oligarquía,
monarquía electiva o hereditaria las opciones posibles.
La educación cívica es crucial en la concepción de Locke, ya que solo se considera a alguien
como "ciudadano" cuando está preparado para participar en el pacto. Estos principios de Locke
contribuyen a conformar la matriz del liberalismo jurídico-político, centrada en la teoría del
contrato social y la división de los poderes, desarrollada posteriormente por pensadores como
Montesquieu y Stuart Mill.
En el ámbito económico, el liberalismo encuentra otra forma fundamental de expresión con la
Economía Política, representada inicialmente por Adam Smith y David Ricardo. Basándose en
la idea de una naturaleza humana egoísta formulada por Hobbes, el liberalismo económico
sostiene que, a través de la búsqueda individual del interés propio guiada por una "mano
invisible", se genera un orden natural en el mercado que beneficia el bienestar general. Este
orden se desarrolla sin la conciencia individual de los actores, y el Estado tiene la función
primordial de garantizar el libre desarrollo del juego del mercado, independientemente de la
forma específica de gobierno o modelo de Estado.
+
En esta concepción del liberalismo, el estadista liberal se presenta como el facilitador de las
leyes naturales, destacando que estas leyes ya existen y simplemente deben ser puestas en
evidencia y liberadas, eliminando obstáculos que impidan su pleno desarrollo. La sociedad,
vista como una entidad externa a los individuos, exhibe resultados inevitables, y la designación
de "natural" resalta su exterioridad inalterable y sus leyes inmutables. En este contexto, el
Estado asume un papel necesario, pero mal necesario, garantizando la libre iniciativa de la
sociedad y respaldando la seguridad privada sin interferir en el despliegue de las leyes naturales
del mercado.
Tanto en la matriz filosófica-jurídica como en la económica, se destaca el papel del Estado
como facilitador y protector de la libre iniciativa de la sociedad. La actividad liberadora se
centra en destrabar leyes existentes y corregir distorsiones originadas por intervenciones
externas. Se sostiene que el único sentido pleno es alimentar esta actividad liberadora en lugar
de inventar nuevas leyes.
En ambas matrices, el concepto de propiedad es crucial. La propiedad, entendida como un
derecho natural de los individuos sobre sus bienes, generados por el trabajo o transmitidos por
herencia, puede generar conflictos cuando se pretende arrebatar estas posesiones. Ni siquiera el
poder legislativo de una comunidad política puede disponer arbitrariamente de los bienes de los
ciudadanos, ya que el poder supremo se recibe para garantizar la seguridad de las propiedades
individuales.
La igualdad jurídica y política de los ciudadanos se mantiene, según el liberalismo,
independientemente de las diferencias económicas. Aunque existan diferencias cuantitativas
vinculadas con la posesión de bienes, estas no afectan la igualdad jurídica y política. Los
conflictos sociales, en este marco, se ven como problemas puntuales que no cuestionan ni el
"orden natural" del mercado ni el orden legislativo-político.
A pesar de estas coincidencias en la definición de la propiedad, las matrices del liberalismo
jurídico-político y del económico difieren en sus fundamentos teóricos respecto a la naturaleza
humana y la idea de sociedad. Mientras que el liberalismo económico concibe la sociedad como
un orden natural creado por individuos inconscientes de sus acciones, el liberalismo jurídico-
político destaca la importancia de la objetividad e independencia real del objeto en la
construcción del conocimiento científico. Este enfoque se considera un requisito para la
posibilidad y la exigencia metodológica de la objetividad científica.
+
El liberalismo manchesteriano, en su concepción del orden natural, postula que este está regido
por leyes que pueden ser descubiertas mediante la ciencia. Estas leyes incluyen principios
económicos como la oferta y la demanda, la división del trabajo, la ley del valor-trabajo, la renta
de la tierra y el intercambio. La misión de la ciencia en esta perspectiva es permitir que estas
leyes se expresen sin interferencias, eliminando obstáculos antinaturales impuestos por diversas
formas políticas y decisiones vinculadas al control económico. En este enfoque, la racionalidad
de la ciencia radica en descubrir las leyes preexistentes y liberarlas, en lugar de inventar nuevas
leyes. Según esta visión, el Estado tiene el papel de liberar el "estado de naturaleza" anterior al
gobierno, permitiendo que la sociedad, impulsada por una "mano invisible," siga su curso sin
intervenciones.
Por otro lado, la matriz de la filosofía jurídica liberal sostiene que la sociedad civil se constituye
a través de un contrato entre individuos, siendo el resultado de una voluntad consciente. En este
contexto, la ciencia debe tener un carácter diferente. Dado que el objeto de estudio es la
sociedad, producto de la conciencia y voluntad de las personas, la pretensión de "objetividad" en
términos del liberalismo económico resulta imposible. La ciencia, según esta perspectiva, debe
determinar la pauta o criterio que justifica la constitución de la sociedad y establecer los medios
para que la realidad se ajuste a esa pauta. En este enfoque, la verdad y legitimidad del
conocimiento derivan del atributo de la naturaleza humana universal, que actúa como un criterio
ético de verdad. La ciencia, en este caso, no revela leyes universales "objetivas" sino que aporta
conocimientos construidos conscientemente, basados en decisiones legislativas.
En resumen, la divergencia entre el liberalismo manchesteriano y la filosofía jurídica liberal
radica en la naturaleza de la ciencia y su relación con la sociedad. Mientras que el primero
busca descubrir leyes naturales preexistentes de manera objetiva, el segundo reconoce la
influencia de la conciencia y la voluntad humanas en la construcción del conocimiento y la
definición de la sociedad.
+
En el desarrollo de las matrices de pensamiento burgués, el período entre finales del siglo XVIII
y la segunda mitad del siglo XIX está marcado por un complejo proceso de turbulencia social en
Europa, impulsado por el ascenso de las nuevas clases burguesas y proletarias durante la
Revolución Industrial. Simultáneamente, se dan luchas por la hegemonía europea y el control de
áreas coloniales, lo que intensifica los antagonismos entre las emergentes potencias nacionales.
En este contexto, se gestan las luchas democratizantes de masas que consolidan la idea
democrática en la cultura política occidental. Estas luchas combinan las reivindicaciones de las
clases subalternas con los objetivos de las burguesías emergentes, dirigidas contra los
privilegios hereditarios y los absolutismos reales. Este período culmina en las protestas de 1848,
que se manifiestan como la última gran expresión del democratismo popular y marcan un punto
de inflexión en la historia europea de masas.
La Revolución de 1848 también señala el comienzo de opciones polares en la definición de las
sociedades europeas, influidas por la revolución industrial, la integración del mercado mundial
y la modernización de la industria y los transportes. En este contexto, Karl Marx y Friedrich
Engels, con la publicación del "Manifiesto Comunista" en 1848, precisan los puntos vulnerables
del orden burgués y delinean los objetivos de la conciencia revolucionaria.
Las nuevas tensiones sociales se redefinen en relación con el papel significativo del mundo
colonial en la resolución de las contradicciones europeas. Francia consolida su dominio en
Argelia, y la expansión imperial se intensifica, con Inglaterra culminando su penetración en la
India. Este contexto global incide en el destino de los insurrectos y obreros de París, quienes,
según Marx, son deportados a Argelia para completar la obra de la colonización. Este proceso
evidencia la conexión intrínseca entre las luchas sociales en Europa y las dinámicas coloniales
que se desarrollaban en ese momento.

Matriz del pensamiento marxista


La matriz de pensamiento marxista, desarrollada por Carlos Marx y Federico Engels, presenta
una crítica radical a la ideología y la sociedad burguesa, abordando aspectos fundamentales y
proponiendo una versión teórica que busca superar el pensamiento liberal. Esta crítica se centra
en la interpretación de la naturaleza humana originaria y la historia de la humanidad,
considerando al ser humano como un ser social.
En términos generales, la crítica marxista al liberalismo expone la falacia de ver al individuo
únicamente como ciudadano, tal como lo plantea el sistema político liberal, y destaca la
contradicción entre el mundo de la "igualdad y la libertad" proclamado y la lógica de
desigualdad inherente al sistema de producción capitalista. Marx y Engels articulan la sociedad
en dos instancias interrelacionadas: el Estado y la sociedad civil. La verdad del Estado, según
Marx, reside en la estructura de clases de la sociedad civil, determinada por las relaciones de
producción y las formas de propiedad sobre los medios de producción.
Uno de los aspectos esenciales de la teoría marxista es la definición de la naturaleza humana
originaria, que constituye la base para la crítica al pensamiento liberal. Marx cuestiona la
naturalización de la historia humana, que pretende convertir en condiciones naturales lo que es
el resultado histórico de un desarrollo social específico. La concepción liberal, según Marx,
erróneamente imagina individuos aislados capaces de subsistir al margen de sus relaciones
sociales, ignorando la mediación social que caracteriza la existencia humana.
La interpretación socioeconómica de la historia propuesta por Marx se deriva de un concepto
particular del hombre y la sociedad. El individuo es visto como parte de una sociedad en
constante evolución, en la que las formas de conexión social varían a lo largo del tiempo. Marx
destaca cómo, a lo largo de la historia, el individuo ha pasado de ser una parte natural de la
familia, la tribu y otras comunidades a percibir las diversas formas de conexión social como
simples medios para alcanzar fines privados, especialmente con la emergencia de la "sociedad
civil" en el siglo XVIII. Este cambio refleja la transformación de las relaciones sociales en la
sociedad capitalista.
+
De esta manera, se establece una distinción fundamental entre las corrientes de la economía
política y la filosofía jurídico-política liberal, que parten de un concepto del hombre como ser
individual, idealmente pre-social, y la perspectiva marxista que concibe al hombre como un ser
social inseparable de su inserción en una sociedad históricamente determinada. Mientras el
liberalismo considera que la sociedad se constituye como un orden creado por el accionar
individual en el mercado o a través de un supuesto contrato, Marx sostiene que el hombre es, en
el sentido más literal, un "zoon politikon", un animal que solo puede individualizarse en la
sociedad.
Para Marx, la producción y las relaciones de producción e intercambio están condicionadas por
el desarrollo de las fuerzas productivas y la división social del trabajo. El modo en que los
individuos producen y se relacionan entre sí está determinado por el contexto histórico y las
condiciones materiales de la sociedad en la que viven. La conciencia del individuo no determina
su ser, sino que es su ser social el que determina su conciencia. Esta perspectiva histórica y
materialista de la sociedad contrasta con la visión abstracta y universalizadora propuesta por el
liberalismo.
La sociedad, según la visión histórico-filosófica de Marx y Engels, es siempre histórica, y las
diferentes formaciones sociales constituyen modos de articulación de sociedades históricamente
determinadas. La "prehistoria" de lo humano, caracterizada por la enajenación del ser genérico,
se divide en formaciones sociales pre-capitalistas y el desarrollo universal del capitalismo a
través de la consolidación de la gran industria y el mercado mundial.
En el análisis de Marx, los períodos anteriores al capitalismo estaban regidos por contingencias
fortuitas, como las irrupciones de pueblos bárbaros o las guerras habituales, que podían reducir
las fuerzas productivas y las necesidades de un país, obligándolo a comenzar de nuevo. Estas
formaciones sociales no contaban con las condiciones materiales para garantizar una evolución
sostenible de las fuerzas productivas y la división social del trabajo, lo que las hacía incapaces
de alcanzar formas sociales resolutivas para la emancipación humana.
+
En un momento histórico posterior, el capitalismo, mediante la creación de la gran industria y la
consolidación del mercado mundial, genera un desarrollo universal de las fuerzas productivas.
Este desarrollo establece una necesidad dentro de la evolución histórica, una necesidad en el
doble sentido de generar sus propias condiciones de producción y de imponer a los hombres
estas condiciones como leyes naturales. Además, el desarrollo alcanzado por estas fuerzas
productivas bajo el capitalismo gesta las condiciones materiales para la construcción de una
nueva forma de sociedad que pueda superar las anteriores sociedades de explotación.
Si el capitalismo ha creado las condiciones histórico-materiales para la transición a la necesidad,
el socialismo, al apuntar hacia la propiedad social de los medios de producción, la anulación de
la propiedad privada y la abolición de la división social del trabajo, representa el paso de la
necesidad a la libertad. Este proceso implica el ejercicio consciente de la dirección social,
anulando la enajenación del ser genérico humano.
En las sociedades capitalistas, este movimiento de lo real se manifiesta como una contradicción
entre el nivel alcanzado por las fuerzas productivas y las relaciones de producción basadas en la
apropiación privada. Esta contradicción se expresa como lucha de clases, y el Estado, producto
de los antagonismos en el seno de la sociedad, se presenta como una fuerza aparentemente por
encima de ella para resolver esos antagonismos, aunque en realidad está al servicio de la clase
dominante.
Los Estados de los distintos países civilizados comparten características esenciales comunes, ya
que se asientan sobre las bases de la sociedad burguesa. El Estado burgués garantiza el sistema
jurídico-político que legitima la explotación de las clases subordinadas. Sin embargo, Marx
plantea que, en el futuro, cuando la sociedad burguesa se haya extinguido, se hablará del
"Estado actual" por oposición al futuro, en el cual las raíces de la sociedad burguesa habrán
desaparecido.
En este contexto, Marx describe la transición hacia la sociedad socialista, donde el proletariado
utiliza su supremacía política para expropiar gradualmente el capital burgués, centralizar los
instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como
clase dominante, y aumentar rápidamente las fuerzas productivas. Este proceso implica una
violación despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción.
+
La visión de Marx y Engels sobre el desarrollo histórico postula una etapa de dictadura del
proletariado como necesaria para transformar la propiedad privada burguesa en propiedad social
de los medios de producción. Este proceso apunta a disolver la división antagónica de la
sociedad en clases y a extinguir el Estado, entendido como instrumento de dominio de una clase
sobre otra. La sociedad reorganizada sobre la base de la asociación libre e igualitaria de los
productores permitiría que la administración consciente de las cosas y los procesos de
producción reemplace al gobierno sobre las personas, marcando así el inicio de la verdadera
historia humana y la emancipación general del hombre.
Es importante notar que, dentro del pensamiento de Marx y Engels, existe una influencia de las
concepciones positivistas de la época. A pesar de su crítica radical, mantienen una perspectiva
de progreso indefinido y unilineal en el desarrollo histórico. La noción de la gran industria
como la forma más avanzada de la división social del trabajo, que contiene en sí las
contradicciones antagónicas de lo material, es esencial para entender su visión de la evolución
de las sociedades.
En este contexto, la burguesía desempeña un papel revolucionario al arrastrar a todas las
naciones hacia la civilización mediante el rápido perfeccionamiento de los instrumentos de
producción y el constante progreso de los métodos de comunicación. Aunque esta perspectiva
implica la subordinación de los países bárbaros a los civilizados, los pueblos campesinos a los
burgueses, y el Oriente al Occidente, se considera como una etapa necesaria en el progreso
histórico.
El periodo de transición del azar a la necesidad, según Marx, representa la posibilidad de
superar las formaciones sociales anteriores basadas en la explotación. Sin embargo, la lucha
entre las clases sociales antagónicas de las sociedades modernas, la burguesía y el proletariado,
es vista como un motor necesario para el desarrollo de las fuerzas productivas y, por ende, para
el avance hacia nuevas formas sociales. Este enfoque universal y necesario de las fuerzas
productivas, aunque marcado por la lucha de clases, es considerado como la verdad que explica
la historia humana, sirviendo como modelo para sociedades menos desarrolladas que miran
hacia su propio futuro.
En este marco teórico, la ciencia también desempeña un papel crucial. La capacidad de realizar
ciencia está vinculada a la percepción de regularidades y tendencias en lugar de depender de
condiciones de azar. La sociedad socialista, al eliminar las relaciones de producción capitalistas,
suprimiría la necesidad de la ciencia tal como se concibe en las sociedades donde prevalece la
propiedad privada. En el reino de la libertad, los hombres serían capaces de ejercer una
dirección consciente y humana sobre el proceso histórico, prescindiendo de la ciencia como
medio de comprender y regular el entorno social.
+
La reflexión marxista destaca la importancia del proletariado industrial como un sujeto social
fundamental para la comprensión verdadera del devenir social. Este grupo social, destinado a
subvertir la historia, se transforma en una "clase para sí" cuando adquiere conciencia de su
situación de explotación. En este contexto, el marxismo asigna a la ciencia un papel crucial,
considerándola como un instrumento para desentrañar las leyes que rigen la sociedad y revelar
las condiciones de explotación que de otra manera no son inmediatamente perceptibles para los
individuos. La ciencia, por lo tanto, se convierte en una herramienta para develar las
contradicciones inherentes al sistema capitalista.
En el marco de esta perspectiva, se reconoce que la legalidad material, que no siempre es
evidente para las personas, requiere de la ciencia para ser revelada. La ideología dominante, que
encubre la verdadera naturaleza de la explotación a través de conceptos como el libre
intercambio y la igualdad en la esfera de la circulación, se presenta como una capa superficial
que oculta la realidad más profunda de la extracción de plusvalor en la esfera de la producción.
Marx sostiene que el desarrollo de la división social del trabajo genera una fetichización de las
relaciones sociales, donde las relaciones entre los individuos se manifiestan como relaciones
entre las cosas. Este desfase entre esencia y apariencia crea una situación en la cual las ideas
aparecen invertidas, como si estuvieran proyectadas en una "cámara oscura".
En este proceso, la enajenación de la conciencia se manifiesta como la incapacidad para
comprender las condiciones de explotación propias del capitalismo. El proletariado, a pesar de
ser el sujeto social destinado a la transformación radical de la sociedad, tiende a adoptar la
visión del mundo, los valores y la ideología de la clase dominante. En palabras de Marx, "las
ideas dominantes de una época son las ideas de la clase dominante". La ciencia propuesta por
Marx busca, entonces, desafiar esta enajenación y servir como un instrumento para la
emancipación del proletariado, ofreciendo una comprensión objetiva de los intereses históricos
de esta clase y su misión transformadora en la sociedad.
Actualización de las matrices liberales
Actualización weberiana al liberalismo político
En el contexto de finales del siglo XIX, el liberalismo económico y político se consolidó como
una fuerza predominante en Europa. El liberalismo económico se estableció como el modo
fundamental de desarrollo, mientras que el liberalismo político estatal emergió como la forma
de gobernabilidad que recuperaba una visión democrática frente a las concepciones de Marx y
el movimiento obrero. Este período estuvo marcado por la derrota de la Comuna de París, el
inicio de una nueva expansión imperialista y la Paz Armada. En este contexto, las articulaciones
políticas y económicas del liberalismo europeo se alinearon con ideas democráticas, buscando
recomponer acuerdos con las clases proletarias.
Europa experimentó una descompresión de tensiones sociales internas debido al drenaje
poblacional hacia territorios de ultramar, la entrada de beneficios por la explotación imperial y
la prosperidad generada por el desarrollo capitalista en nuevas bases tecnológicas. Durante este
tiempo, se plantearon en diversos países posibilidades como el sufragio ampliado, reducción de
horas laborales, mejora en las condiciones de trabajo, incremento de salarios reales y la
incorporación creciente de sectores subalternos a proyectos de lucha interhegemónica y
expansión colonial.
En este contexto, la matriz que Weber recupera para formular su crítica a las corrientes
marxistas se relaciona con el liberalismo político estatal que se estaba consolidando en Europa.
Este liberalismo buscaba incorporar la idea democrática en un Estado que intentaba reorganizar
acuerdos con las clases proletarias. Para Weber, la inmadurez política del proletariado y las
dificultades de la burguesía alemana para desplazar el poder tradicional eran signos de un
retraso relativo.
Weber, en sus primeros trabajos del siglo XX, critica sistemáticamente el pensamiento de Marx.
Su enfoque cambia en términos teóricos y metodológicos, especialmente en relación con los
juicios de valor y el carácter de las ciencias sociales. Desarrolla una concepción de la ciencia
vinculada con un concepto de lo social definido por la acción individual con sentido mentado.
Este enfoque destaca la participación de individuos en múltiples y variados espacios de acción,
donde las instituciones sociales no son una realidad superior, sino que se constituyen a través de
las acciones individuales. En esta perspectiva, el sistema conceptual de Weber tiene como punto
de partida el comportamiento individual y la acción social con sentido mentado.
+
Weber conceptualiza el devenir de la historia desde el pasaje gradual de formas de pertenencia a
espacios sociales caracterizados por valores tradicionales y una acción guiada por el sentimiento
subjetivo de constituir un todo (comunidades), hacia formaciones sociales articuladas sobre
bases racionales, donde los individuos se incorporan guiados por la evaluación racional de sus
acciones en función de fines y medios (sociedad). El capitalismo moderno, según Weber, se
distingue por su énfasis en la aspiración racional al lucro y se fundamenta en la organización
racional del cálculo de la ganancia, la ciencia aplicada a la industria, la constitución del Estado
como una organización política con un derecho racional, y la organización racional del trabajo
libre.
Desde la perspectiva weberiana, las sociedades modernas destacan comportamientos
individuales guiados por una racionalidad instrumental creciente, desarrollados en diversos
espacios de articulación social sin relaciones necesarias entre ellos. Weber interpreta el
capitalismo de manera diferente a Marx, centrándose en el papel de la ética protestante y el
espíritu del capitalismo en el desarrollo de la economía capitalista. Según Weber, la conexión
entre la ética del protestantismo ascético y el espíritu del capitalismo permitió en las sociedades
occidentales las condiciones para el desarrollo de la economía capitalista racional.
Weber cuestiona la interpretación unívoca que atribuye la génesis del capitalismo solo a factores
religiosos, proponiendo una perspectiva más compleja que incluye tanto motivos religiosos
como económicos. En su enfoque, materialismo e idealismo son interpretaciones posibles, pero
igualmente inadecuadas si se pretenden considerar como término de la investigación.
Respecto a la noción de clase social, Weber la concibe como grupos humanos en una igual
situación de clase debido a intereses iguales o semejantes. No considera la articulación de las
clases propietarias como dinámica en el sentido de que no conduce necesariamente a luchas de
clase y revoluciones, y reconoce que las transiciones entre clases son lábiles y más o menos
fáciles. En este marco conceptual, Weber niega la existencia de sujetos colectivos capaces de
llevar a cabo una transformación cualitativa de las sociedades capitalistas, aunque reconoce la
presencia de conflictos parciales entre intereses particulares en diversos ámbitos de asociación.
+
La postulación de múltiples conflictos sin un carácter decisivo para definir el futuro político de
una sociedad se entrelaza con la idea de Weber de la lucha entre naciones como la fuerza
impulsora de la historia. Esta perspectiva hegeliana, que sitúa la tensión entre estados nacionales
en la lucha por el protagonismo mundial como motor del desarrollo histórico, es retomada por
Weber. Aunque plantea la conflictividad a nivel internacional, también afirma al capitalismo
como el modelo de sociedad racional por excelencia.
Weber critica tanto al liberalismo económico como al materialismo histórico. Rechaza la
existencia de leyes objetivas independientes de la voluntad y conciencia individuales,
argumentando que una visión exclusivamente económica no puede abarcar las instituciones
políticas y culturales en la historia. Critica la influencia de la economía política clásica que
concibe los procesos económicos como regidos por leyes de desarrollo unívoco.
En su crítica al materialismo histórico, Weber rechaza la idea de determinaciones económicas
que rijan la historia de manera irreversible. Reconoce la fecundidad del principio del
condicionamiento económico, pero critica la reducción de lo político y cultural a causas
económicas. Descarta la concepción materialista de la historia y la existencia de leyes objetivas
propuestas por la economía política clásica.
En trabajos posteriores, Weber delimita claramente la ciencia de la política, estableciendo una
separación entre el saber científico y el razonamiento valorativo. Plantea el problema de la
validez objetiva de la verdad y destaca la disputa en torno a los métodos y evaluaciones en las
ciencias sociales. La concepción weberiana de la ciencia se inserta en el debate sobre el estatuto
de las ciencias sociales, destacando la selección subjetiva de temas de estudio basada en
criterios que el investigador elige, lo cual implica una necesaria unilateralidad en los puntos de
vista.
+
Weber aborda la validez objetiva del conocimiento científico al subrayar el papel de la
verificación en el procedimiento científico. Para él, la objetividad se deriva de la coincidencia
inter-subjetiva entre diferentes individuos, independientemente de que compartan o no los
valores que han regido los criterios de selección de los temas de estudio. Contrario a la creencia
en leyes objetivas propias de lo social, tanto en la economía política liberal como en el
marxismo, Weber destaca que la objetividad reside en la estructura lógica del proceso de
explicación y no en la supuesta objetividad inherente a lo social.
En las ciencias del espíritu, Weber sostiene que no es posible formular leyes, sino
interpretaciones, ya que los fenómenos sociales son relevantes en su individualidad y en lo
específico que poseen. Las proposiciones generales y las leyes hipotéticas son consideradas
como medios para analizar los hechos, no como fines en sí mismos. La cientificidad se
encuentra en la capacidad de explicar causas imputables a un hecho dado, pero siempre en
términos de probabilidad, rechazando la idea de necesidad en los procesos históricos y sociales.
Aunque Weber niega la posibilidad de establecer leyes en las ciencias sociales e históricas, no
descarta señalar tendencias, como la creciente racionalización de la vida en las sociedades
modernas. Destaca la "socialización" en la que los individuos tienden a estructurarse alrededor
de relaciones sociales racionales en función de fines y medios. La burocratización,
especialmente en las sociedades industrializadas, se convierte en un modelo de organización con
características racionales. Weber vincula este predominio de la racionalidad instrumental con el
capitalismo, considerando que cualquier otra formación social se percibe como irracional frente
a las sociedades capitalistas modernas.
En la visión de Weber, las sociedades modernas tienden hacia una creciente burocratización en
áreas significativas, mientras que otros espacios sociales se dispersan en diversas áreas de
intereses particulares. Aunque reconoce la presencia de conflictos puntuales, no ve
antagonismos colectivos que cuestionen el modelo de sociedad o la legitimidad del capitalismo.
En su crítica al socialismo, sugiere que este solo podría llevar a una mayor burocratización total,
alineándose con la inevitabilidad de la industrialización y la masificación en las sociedades
modernas.
+
Weber aborda el tema de la burocracia del Estado, destacando que, a diferencia de otras formas
burocráticas con fines claramente establecidos (seguridad, lucro económico, culto religioso,
educación, etc.), la burocracia estatal es un medio organizado racionalmente en función de fines
que deben ser determinados por quienes dirigen el Estado. La racionalidad instrumental de la
burocracia no cuestiona los fines, y la discusión acerca de los valores no es propia de la ciencia
según Weber. Este planteamiento presenta un problema crucial, ya que no hay medios
racionales para seleccionar a los dirigentes que impondrán los fines al Estado. Existe la
posibilidad de que todo el aparato estatal se organice racionalmente para cumplir fines
absolutamente irracionales. Dado que el Estado tiene el monopolio de la violencia legítima,
estos fines irracionales podrían imponerse por la fuerza a la sociedad en su conjunto.
Weber identifica dos alternativas, aún relevantes en el contexto político y cultural de Alemania.
Por un lado, la idea de que el fin último del Estado es la conformación de la nación alemana
como potencia mundial. Por otro lado, la posibilidad de establecer una democracia plebiscitaria
que combine la capacidad movilizadora del carisma en la elección del jefe de Estado con la
contención proporcionada por la organización racional del gobierno. En este modelo, la elección
directa del líder máximo despertaría las pasiones que la desacralización de la vida social y la
creciente racionalidad instrumental tienden a apagar en las sociedades modernas.
La crítica integral de Weber a Karl Marx, abarcando la filosofía, la historia, la economía y la
sociología incipiente, lo posiciona como el primer postmarxista. Su esquema teórico se vuelve
fundamental y ofrece una base sólida para los desarrollos teóricos subsiguientes en las ciencias
sociales y las corrientes políticas vinculadas con la filosofía jurídico-política liberal. Durante el
período de la Paz Armada y la expansión imperialista en Alemania, Weber se atreve a abordar
temas sin restricciones, rompiendo con las tradiciones de silencio liberal y emitiendo opiniones
que cuestionan, entre otras cosas, la racionalidad del cálculo del lucro capitalista en un contexto
de trabajo libre y las consecuencias negativas de las políticas imperiales y el dominio colonial
para las naciones capitalistas desarrolladas, incluyendo sus clases asalariadas.

La crítica de Keynes al liberalismo economico


John M. Keynes, a pesar de aceptar las relaciones de clases existentes y la distribución de la
propiedad y la renta en las sociedades capitalistas, introdujo cambios significativos en la
orientación social de las políticas económicas en Occidente durante aproximadamente medio
siglo. Su enfoque central se centró en el problema del empleo, colocándolo en el centro del
desarrollo económico. Aunque no pudo superar completamente las limitaciones del enfoque
neoclásico, que hacía abstracción de su marco histórico, su crítica central a los clásicos radicaba
en el rechazo de la llamada ley de Say.
La ley de Say sostenía que, dado que la oferta crea su propia demanda, en los mercados
competitivos no puede haber excesos de producción ni desocupación involuntaria. Para los
economistas liberales, la cesantía generalizada se interpretaba como el resultado de elecciones
voluntarias de los desocupados. Keynes, al rechazar esta ley, argumentó que la depresión y el
desempleo son patrones naturales de la economía capitalista, desmintiendo así el mito de la
armonía de intereses individuales que constituía la base del liberalismo del siglo XIX.
A finales de la década de 1930 y especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, la
influencia de Keynes creció significativamente en los países capitalistas avanzados. Estos
países, con variaciones nacionales, implementaron Estados de Bienestar como la forma básica
de organización de sus economías. En Estados Unidos, la mayoría de los profesores de
economía se convirtieron en keynesianistas, excepto un grupo centrado en la Universidad de
Chicago.
La teoría de Keynes representó una redefinición importante del papel del Estado en la economía
y en sus relaciones con la iniciativa privada. A diferencia del Estado prescindente del
liberalismo clásico, Keynes abogaba por una intervención estatal activa para asegurar el pleno
empleo y el crecimiento sostenido de la demanda y el consumo. Sin embargo, hacia finales de la
década de 1970, la era keynesiana del Estado de Bienestar llegó a su fin con la crisis económica
y el resurgimiento de un enfoque liberal agresivo, marcado por la concentración monopólica y
el desplazamiento de mano de obra debido a cambios tecnológicos. El liberalismo,
especialmente representado por el grupo de la Universidad de Chicago, volvió a ocupar el
centro de la escena política occidental.
Debate en occidente central durante los ochentas
En los años ochenta, el Occidente central se ve marcado por los impactos de la crisis
internacional, que se intensifican a lo largo de la década del setenta. Esta situación, sumada a la
creciente competencia en el mercado mundial, conduce a una concentración económica-
financiera sin precedentes y desencadena una contraofensiva del Norte frente a las presiones y
demandas del Tercer Mundo. En este contexto, emergen propuestas salvacionistas que
desplazan las agendas vinculadas a las reivindicaciones sociales y a las regiones ultramarinas.
La denominada "crisis de paradigmas" teórico-políticos se caracteriza por un profundo
cuestionamiento del marxismo y de las expresiones culturales que habían ganado relevancia en
los años sesenta y setenta. Estos años estuvieron marcados por luchas de masas, movimientos
por la justicia, compromisos políticos y experiencias utópicas que desafiaban la rigidez de las
estructuras establecidas. Sin embargo, la crisis mundial puso fin a los sueños de crecimiento
ilimitado y continuo.
En este nuevo contexto, caracterizado por la confrontación para establecer un nuevo equilibrio
de poder internacional, se acepta cada vez más en el sentido común la necesidad de eliminar
ideas asociadas a períodos de bonanza, como el Estado de Bienestar, el pleno empleo y el
cuestionamiento a la concentración del poder económico-financiero. Las nuevas condiciones
imponen un retorno a situaciones de exclusión, consolidando una hegemonía restrictiva que
reconoce la existencia de una encrucijada orgánica y civilizatoria.
La crítica se dirige inicialmente hacia el marxismo en sus diversas formas, destacando las
deformaciones de los socialismos realmente existentes y sus contrastes llamativos entre la
realidad y la utopía teórica. Se cuestiona a figuras como Lenin, Marx, Engels, Gramsci y Rosa
Luxemburgo. Posteriormente, se retrotrae a Hegel y el romanticismo, señalando las supuestas
semillas del pensamiento autoritario en Marx. También caen bajo sospecha los marxismos y
nacionalismos populares del Tercer Mundo, considerados integrismos o fascismos.
Este proceso se acompaña de un resurgimiento del pensamiento liberal, desplazando a filósofos
como Hegel y Kant en favor de representantes como Hayek, Friedman y de Soto. La economía
liberal clásica, revitalizada por estos pensadores, no solo logra eludir la crisis, sino que se
muestra agresiva y triunfalista. Los discursos que antes privilegiaban a las masas son
considerados anticuados, mientras que el pensamiento liberal, centrado en las iniciativas
individuales y la interpretación de la sociedad como resultado de estas iniciativas, recobra
relevancia y actualidad.

Retorno al liberalismo económico


En los albores del neoliberalismo, la matriz del liberalismo económico, concebida por figuras
como Adam Smith y David Ricardo hace dos siglos, se mantiene inalterada en sus rasgos
esenciales, incluso frente a las críticas de pensadores como Marx y Keynes. Uno de los
principales exponentes del neoliberalismo, Friedrich von Hayek, establece una dicotomía
irreductible entre dos interpretaciones de las sociedades: el orden espontáneo o madurado
(Kosmos) asociado al liberalismo, y el orden impuesto o decretado (Taxis) que abarca el
socialismo, la socialdemocracia y diversas formas de social-estatismo.
Para Hayek, la autenticidad liberal radica en aquellos que reconocen que el mundo obedece a
leyes no dominadas por el hombre y que la suma de las iniciativas individuales es siempre
preferible a la planificación gubernamental. Este principio busca destacar la superioridad
teórica, histórica y experimental del liberalismo, subrayando la importancia de las iniciativas
individuales y la evidencia empírica en la formulación de leyes económicas.
Los neoliberales postulan una nueva visión de la sociedad, en la que los empresarios,
caracterizados por su voluntad de crear riquezas, se erigen como protagonistas frente al Estado y
las clases burocráticas. Este enfoque propone una alianza estratégica entre los grandes grupos
económicos y la población marginada, concebida como una masa de "empresarios" informales.
Se presenta un proyecto de sociedad basado en la unidad empresarial, reconociendo las
fragmentaciones sociales causadas por la automatización, la destrucción de la homogeneidad del
mercado laboral y la desaparición de solidaridades tradicionales.
Este nuevo paradigma económico, conocido como capitalismo popular o economía popular de
mercado, se adapta a las transformaciones laborales y sociales, incorporando formas selectivas y
excluyentes de reorganización del trabajo. La revolución conservadora propuesta promueve
valores tradicionales, la fragmentación social, la agitación intelectual y cultural, y la
participación de las "mayorías silenciosas". A través de la flexibilización laboral, la
privatización de servicios sociales y la ampliación de tareas de baja calificación, el
neoliberalismo busca dar respuestas a problemas sociales desde una perspectiva que concilia
libertad y eficacia, prosperidad y solidaridad.
+
El neoliberalismo adopta una posición paradójica en relación con el Estado. A pesar de su
retórica en favor de la libertad individual y del mercado, los ideólogos neoliberales reconocen la
necesidad de un Estado fuerte, especialmente en lo que respecta a la protección de la propiedad
privada, las leyes del mercado, la competencia y el lucro. Este Estado, descrito como un
"Leviatán", se convierte en un garante de la seguridad de los individuos y sus bienes contra
amenazas a los valores fundamentales del neoliberalismo.
Esta visión se manifiesta explícita o implícitamente en el pensamiento económico liberal.
Aunque los clásicos del siglo XIX, en su mayoría vinculados al imperio inglés, no enfatizaban
estas preocupaciones debido al dominio económico de Inglaterra, la idea resurge con fuerza en
la exitosa Universidad de Chicago de los años ochenta.
El neoliberalismo defiende la libertad individual, pero esta libertad se entiende como un
privilegio para individuos "responsables". Esta responsabilidad implica establecer criterios que
determinen quiénes son considerados responsables y quiénes no. Personajes prominentes como
Milton Friedman abogan por un paternalismo que excluya a aquellos designados como "no
responsables".
Esta peculiar concepción del Estado permite justificar medidas represivas, incluso respaldar
dictaduras militares, con el argumento de proteger la libertad del mercado. La mano invisible
del mercado, un concepto fundamental en la tradición liberal, se transforma en un "puño de
hierro" del Estado para preservar la supremacía de las leyes mercantiles. Esta paradoja revela
que el neoliberalismo no teme al Estado per se, sino al Estado que adopta concepciones social-
estatistas que considera amenazantes para la iniciativa privada y la prosperidad económica.
En este contexto, la reducción de impuestos y otras medidas que favorecen la acumulación de
recursos en manos de empresarios se presenta como un reconocimiento por parte del gobierno
de su función social como creadores de riqueza. El antiestatismo neoliberal busca restaurar un
orden en el cual el Estado, y sus representantes, se limiten a mantener la ley, mientras que los
ciudadanos "responsables" se encargan del resto.

Nuevas actualizaciones del liberalismo político


En el contexto de la ofensiva del liberalismo económico en los años ochenta, el debate
norteamericano y europeo también experimentó nuevas actualizaciones del pensamiento
jurídico-político liberal. Estas corrientes buscaban fortalecer las opciones liberal-democráticas
ante el resurgimiento de tendencias neofascistas y abordar interrogantes profundas sobre la
historia y la cultura, aunque no cuestionaban de manera exhaustiva las tendencias económicas
impuestas.
Estas vertientes, que se distanciaban de las discusiones sobre las nuevas definiciones
económicas y la concentración del poder en ese ámbito, se enfrentaban a desafíos como el
crecimiento de la Nueva Derecha, el nacionalismo alemán, las manifestaciones fascistas, la
resurrección de creencias militares en Japón, y otras manifestaciones preocupantes para el
liberalismo político. La caída del Muro de Berlín y la creciente presencia de la "otra Europa" en
Occidente también agregaron nuevos problemas a considerar.
En este contexto, se destacan dos corrientes principales vinculadas con las nociones de
modernidad-modernización y las autodenominadas post-marxistas. Ambas encuentran su
referencia central en Max Weber y su crítica al pensamiento de Karl Marx. Las ideas de
modernización y democracia derivadas de las postulaciones weberianas, mediadas por
pensadores como Norberto Bobbio, retoman propuestas que tuvieron influencia en las ciencias
sociales de América Latina en la década de los sesenta.
Las corrientes post-marxistas, por otro lado, cuestionan algunas de las premisas fundamentales
del marxismo, incluyendo la drástica diferenciación entre la esfera política y otros espacios de
poder, la jerarquización de la acción individual basada en un contractualismo racional, y la
interpretación de la historia desde una perspectiva que distingue entre sociedad tradicional y
sociedad moderna.
En resumen, estas nuevas actualizaciones del liberalismo político se caracterizan por retomar y
reconsiderar nociones fundamentales de Max Weber y proponer alternativas para fortalecer las
instituciones liberal-democráticas frente a desafíos contemporáneos, marcando un retorno a
debates y tendencias presentes en las ciencias sociales de América Latina de décadas anteriores.
+
En este contexto, las corrientes postmarxistas muestran notables puntos de conexión con el
pensamiento weberiano, lo que lleva a considerarlas más apropiadamente como neoweberianas.
A pesar de los refinamientos analíticos y aportes alcanzados, el núcleo central de estas
propuestas no trasciende la crítica que Max Weber formuló a Karl Marx. Aunque se enmarcan
en nociones de fragmentación social y contractualismo basado en la acción individual, se
diferencian significativamente de Weber en el papel que asignan a la idea de pertenencia
nacional como elemento de unificación social.
En las corrientes más recientes, Jürgen Habermas, un pensador alemán, propone una idea
democrática como elemento aglutinante en lugar de la pertenencia a una nación, trascendiendo
así el sentimiento nacional. Habermas destaca que el patriotismo constitucional debe desplazar
las identificaciones con formas de vida y tradiciones nacionales, adoptando en su lugar una
noción abstracta centrada en la generalización de la democracia y los derechos humanos. Este
planteamiento busca superar las identidades nacionales en un contexto democrático sensible a la
potencialidad autoritaria inherente a estas identidades.
Habermas aboga por un patriotismo abstracto que se refiere a procedimientos y principios
igualmente abstractos, desvinculándose del conjunto concreto de la nación. En este contexto, se
plantea la necesidad de desplazar las tradiciones nacionales marcadas por formas de valor
privilegiadas y jerarquías de formas de vida, sustituyéndolas por una identidad postnacional
basada en la generalización de la democracia y los derechos humanos.
Por otro lado, en el marco de coordenadas democráticas sensibles a la potencialidad autoritaria
en las identidades nacionales, el postmarxismo recupera facetas liberales de Weber y adopta un
enfoque basado en la acción social individual. Ludolfo Paramio aborda la necesidad de un
cambio de paradigma en el pensamiento social, planteando la idea de un postmarxismo que
reconstruya, a partir de las ruinas, un nuevo enfoque para la ciencia social, alejándose de las
lecciones históricas del marxismo tradicional.
En resumen, tanto las corrientes neoweberianas como las postmarxistas buscan reformular
paradigmas y alejarse de las identidades nacionales en un contexto democrático, destacando la
importancia de la generalización de la democracia y los derechos humanos como elementos
unificadores. Estos enfoques representan un cambio de paradigma que intenta incorporar nuevas
ideas y actualizar el marco teórico macro habitual en el materialismo histórico.
+
En este punto, la metodología de estudio requiere un concepto determinado sobre cómo se
conforma lo social, lo cual implica una visión específica sobre la naturaleza de la sociedad.
Desde una perspectiva alineada con el postmarxismo, autores como Laclau y Mouffe
argumentan la necesidad de reformular el concepto de sociedad en función de una nueva
estrategia socialista que supondría una radicalización de la democracia.
Estos autores sostienen que la crisis actual afecta a toda una concepción del socialismo basada
en la centralidad ontológica de la clase obrera, en la afirmación de la Revolución como
momento fundacional y en la ilusión de la posibilidad de una voluntad colectiva homogénea. La
complejidad y pluralidad de las luchas sociales contemporáneas han disuelto el fundamento de
este imaginario político, que giraba en torno a sujetos "universales" constituidos en una Historia
concebida en singular.
En este contexto, se propone concebir una idea distinta de lo social, crítica y fuera del marco
marxista tradicional de sociedad. Ante la fragmentación y complejidad crecientes, así como la
proliferación de individuos en los países industrializados, se plantea la necesidad de reformular
el concepto de sociedad considerando estas diferencias. Esta reformulación busca desvincularse
de la categoría de sujeto, típicamente definida en términos de clases, y reemplazarla por una
noción de sujetos "descentrados" que se constituyen a partir de una pluralidad de posiciones de
sujeto.
En este nuevo enfoque, el lenguaje ocupa un lugar central para la estructuración de las
relaciones sociales y la deconstrucción de la categoría de sujeto. Se rechaza el concepto
marxista de sociedad, y los autores destacan su afinidad con el liberalismo político. Argumentan
que la tarea de la izquierda no debe consistir en renegar de la ideología liberal-democrática, sino
en profundizarla y expandirla hacia una democracia radicalizada y plural.
Esta recuperación de la matriz jurídico-política liberal revela líneas interpretativas afines al
pensamiento de Weber, donde las posiciones de sujeto guardan similitud con la situación de
clase weberiana, enriquecida ahora por aportes de la lingüística. Lo social se concibe como una
articulación continua y sin fronteras de múltiples posiciones de sujeto, sin una determinación
última que permita su significación como totalidad. En este contexto, la política se entiende
esencialmente como articulación y construcción de hegemonía, siendo autónoma respecto a las
determinaciones económicas.
Las posiciones de sujeto se combinan en diversas identidades sin cristalizarse, evitando
establecer comportamientos previsibles entre ellas. Trabajador, ciudadano, consumidor,
homosexual, joven o habitante de un barrio son posiciones que pueden generar antagonismos
parcializados, pero no necesariamente relaciones previsibles. La pluralidad de posiciones
políticas y sociales no remite a ningún fundamento unitario, lo que da lugar a múltiples puntos
nodales o concentraciones de poder, y el poder mismo no se concibe como fundacional,
escapando así a la búsqueda de un centro dominante en una formación hegemónica.
+
La inexistencia de puntos estratégicos de poder centralizados, como el poder económico, en este
enfoque postmarxista, refuta la idea de una clase dominante claramente delineada y combativa.
Se rechaza la noción de contradicciones necesarias entre diferentes espacios políticos, situados,
por ejemplo, en naciones desarrolladas. Este concepto de espacios diferenciados de distribución
del poder fue una de las críticas fundamentales de Weber al marxismo.
La concepción de lo social que se desprende de esta perspectiva implica una noción
epistemológica de la diversificación de la verdad. Se reemplaza el lugar desde el cual las clases
y los sujetos "universales" hablaban con una multiplicidad de voces y verdades. El
conocimiento se atomiza, y solo es posible acceder a aspectos parciales y acotados de la
realidad social. La atención se centra en lo particular, segmentado y fragmentario, dado que no
existe una idea posible de totalidad.
Aunque el postmarxismo tiende a definirse como socialista, hasta el momento ha mostrado
ambigüedad en relación con el capitalismo y la existencia de un poder económico-financiero
altamente concentrado. Mientras Paramio critica el carácter radicalmente anticapitalista del
marxismo, Laclau y Mouffe señalan que una democracia radicalizada requeriría poner fin a las
relaciones capitalistas de producción. Sin embargo, los vínculos entre esta democracia y la
abolición de las relaciones capitalistas quedan en gran medida oscuros.
En contraste con estas posiciones, las teorías de la modernización y las vertientes que se
enmarcan en el tronco jurídico-político liberal no plantean una crítica a la concentración del
poder económico ni a sus consecuencias para amplios sectores sociales en el Norte o las
regiones periféricas.
De esta manera, a semejanza de las experiencias democráticas en los países capitalistas
centrales durante un largo período de historia reciente, estas corrientes liberales tienden a pasar
por alto los costos sociales y nacionales asociados con la implementación de proyectos
económicos. La autora se cuestiona si desde estas perspectivas es posible pensar el futuro de
América Latina, una región afectada por una considerable fuga de capitales, con más de 300
millones de habitantes en condiciones de pobreza crítica y donde los consensos mayoritarios
han tendido a formarse en torno a otras ideas.

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