La Resistencia de Los Pueblos Originarios

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Didáctica de las Ciencias Sociales, Ficha de cátedra. Profesora Marisa Requiere.

La resistencia de los pueblos originarios

Las nociones de resistencia, rebelión e insurrección fueron adquiriendo mayor


relieve en las últimas décadas del siglo XX mientras se profundizaba la crisis
del paradigma “clásico” de Revolución que había dominado la mayor parte del
mismo siglo. (…) La noción de resistencia puede asumir significados diferentes
en función del contexto en que se usa. Por lo general, parece relacionarse con
situaciones en las cuales la correlación de fuerzas resulta particularmente
desfavorable, por lo que, frente a una dominación que pretende arrastrar con
todo, los grupos en resistencia luchan incluso por defender su propia
existencia. En tiempos recientes, y como reacción en contra de las
celebraciones oficiales del quinto centenario del mal llamado “Descubrimiento”
de América, o “Encuentro de los mundos”, los movimientos indígenas de
América asumieron el lema “500 años de resistencia” como un elemento
importante de autoidentificación de sus luchas. (…) no se trata de encerrar a
los pueblos amerindios en una identidad esencializada y atemporal, por lo que
resulta pertinente identificar tres procesos que se entrelazan en la dinámica de
persistencia de las culturas indígenas: la resistencia propiamente dicha, la
apropiación, que permite “indianizar” elementos provenientes de la cultura
dominante y la innovación como cambio asumido a partir de los rasgos propios.
En cuanto a la resistencia misma no se limita a las formas abiertas de rechazo
e insubordinación como las numerosas rebeliones de la época colonial y, más
aún, del siglo XIX, o procesos como la fuga para no pagar tributo o para revertir
el proceso colonial de reducción y congregación de pueblos. Incluye formas de
resistencias cotidianas y ocultas desde la renuencia a cumplir cabalmente con
el trabajo impuesto o con los pagos exigidos hasta los rituales secretos en
cuevas y la atribución de un significado propio a los elementos del culto
religioso dominante. Baschet, Jérome: Resistencia, rebelión, insurrección.
Conceptos y fenómenos fundamentales de nuestro tiempo, Pablo Gonzalez
Casanova (dir.), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2013.
Págs. 2 y 3.

Dividimos el período colonial en tres grandes etapas. La primera es la que se


inició con los primeros viajes de exploración y conquista, y que estuvo marcada
por la centralidad de los encomenderos y la preponderancia del poder político
privado de los conquistadores. Esta primera etapa se extendió a lo largo de las
primeras décadas del siglo XVI hasta que la monarquía impulsó una serie de
estrategias y adoptó decisiones tendientes a conformar un Estado colonial que
le permitiera ejercer un poder más firme y extendido sobre las Indias. La
consolidación de ese estado, su vigencia fortalecida durante el siglo XVI y su
pervivencia en el marco de la decadencia de España en relación con otros
estados europeos durante el siglo XVII constituyen el segundo gran período.
Por último, en el siglo XVIII, la Corona en manos de la dinastía de los Borbones
adoptó nuevas medidas para reforzar su poder y la capacidad de control del
Estado sobre sus colonias que generaron muchas reacciones. Respecto de los
procesos de resistencia indígena a la dominación también se ha construido una
periodización tradicional que está íntimamente ligada a aquella que se elaboró

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para pensar las etapas del propio proceso de dominación. El esquema sostiene
que en las primeras décadas, durante la etapa de la conquista privada,
existieron numerosas revueltas e intentos de resistencia a la conquista y
colonización protagonizados por diversas comunidades. Posteriormente, el
establecimiento del estado colonial habría generado un apaciguamiento de los
intentos de insubordinación debido a que el poder de la monarquía se habría
hecho más firme y, por ende, lograba controlar las rebeliones. Finalmente, la
etapa de declive del siglo XVII y los intentos de reforzamiento del Estado
impulsado por las reformas de los Borbones en el siglo XVIII habrían motivado
fuertes reacciones de resistencia por parte de los pueblos indígenas. Esta
periodización esquemática entrelazada de forma coherente con la cronología
general de la historia colonial tiene sus limitaciones y ha sido cuestionada y
revisada en diversos aspectos. Tal como afirma Baschet, la resistencia es un
concepto complejo y abarcador que debe entenderse a partir de varios
criterios y dimensiones de análisis. Desde una perspectiva más amplia del
concepto, podemos encontrar numerosos y diversos movimientos, episodios y
procesos de resistencia a lo largo de todo el período colonial. No es
conveniente pensar los procesos de resistencia de un modo convencional
exclusivamente atravesados por reacciones políticas y militares frente a los
conquistadores en los momentos exactos de la invasión. Existieron formas más
sutiles y solapadas de resistencia a lo largo de todo el período colonial.

Tal como anticipamos a lo largo de esta clase identificaremos y analizaremos


algunos procesos, acontecimientos y protagonistas de acciones de resistencia
indígena a la colonización, ocurridos en diferentes momentos pero en torno a
un mismo espacio: el territorio que había controlado el imperio incaico antes de
la invasión española.

Nos preguntamos acerca de las razones por las cuales un grupo de


conquistadores pudo derrotar a sociedades tan organizadas y pobladas como
los incas y los mexicas/aztecas. La cuestión es importante porque realmente
sorprende ver a la distancia la fulminante eficacia que tuvieron los
colonizadores para imponerse sobre estos estados indígenas que se
desplomaron en relativamente poco tiempo. Analizamos los modos en que los
conquistadores aprovecharon la estructura organizativa de aquellos estados
para erigirse como colonizadores, descabezando a los poderes centrales o
aprovechando la disconformidad de comunidades subordinadas al Inka o al
tlatoani Moctezuma, y explotando en su favor los enfrentamientos internos. De
todos modos, no podemos afirmar que el control de estos grandes estados
haya sido muy sencillo para los conquistadores. Se registraron episodios y
acciones de resistencia organizada que pueden interpretarse como los
primeros peldaños de un largo proceso de luchas por la insumisión.

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La rebelión de Manco Inca

Es cierto que el enfrentamiento entre Huáscar y Atahualpa, dos aspirantes a la


sucesión dinástica tras la muerte de Huayna Capac, favoreció el triunfo de
Pizarro y de los conquistadores. También lo es que algunas comunidades
como los huancas y los cañaris se unieron a los españoles en los
enfrentamientos con las tropas leales al Inka. Sin embargo, la ejecución de
Atahualpa ordenada por Pizarro y la designación de un sucesor, Manco Inca,
abrió un escenario marcado por la rebelión liderada por el nuevo líder de la
nobleza incaica. Con el apoyo de algunos generales y muchos seguidores, en
su mayoría agricultores de ayllus serranos, el nuevo Inka organizó un intento
de recuperación del Cusco y, también a través del general Quisu Yupanqui,
avanzó sobre Lima, la ciudad fundada por los españoles como base de su
poder en la región andina. Durante los enfrentamientos, los españoles
apresaron y asesinaron a Asarpay, hermana de Manco Inca. Además pudieron
reagruparse y, a través de las armas y el liderazgo de varios jefes, contuvieron
los intentos de Manco Inca y su ejército de campesinos. El nuevo Inka se
refugió en la ciudad norteña de Vilcabamba y, desde allí, continuó la
organización de acciones de resistencia.

¿Indígenas colaboradores?

Tanto en México, donde los españoles sometieron a los aztecas y fundaron el


Virreinato de Nueva España como en Perú, durante el sometimiento de los
incas los colonizadores se sirvieron de algunos integrantes de las sociedades
que, por su posición cercana a los sectores dirigentes, habrían funcionado
como engranajes fundamentales del proceso de conquista a partir de la
colaboración con los españoles invasores. Es conocido y controvertido el papel
de la Malinche como acompañante e intérprete de Hernán Cortés en su camino
a Tencohtitlán para enfrentar a Moctezuma.

Para escuchar y reflexionar

La canción La maldición de Malinche compuesta por la cantautora mexicana


Amparo Ochoa, expresa la vinculación entre la conquista española y
situaciones de sometimiento y colonización contemporáneas. ¿Cuáles parecen
ser las ideas que se asocian simbólicamente a la figura de la Malinche de
acuerdo a la letra de la canción?

https://www.youtube.com/watch?v=PzWOK2RJoas

En la conquista de los Incas, la figura de Paullu (hermano de Manco Inca) está


asociada a un papel semejante al de la Malinche. Mientras Manco Inca
organizaba la resistencia de un sector sobreviviente de la nobleza incaica junto
con campesinos devenidos en guerreros en Vilcabamba, su hermano Paullu se
quedó en el Cusco y anduvo por el Collasuyu. En esas regiones acompañó a
los hermanos Pizarro y al conquistador Diego de Almagro en sus incursiones

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colonizadoras. Sin embargo, existen interpretaciones que plantean que el


escenario que se inauguró con la ejecución de Atahualpa es más complejo y
que, tal vez, tanto Paullu como Manco Inca formaban parte de una estrategia
combinada que perseguía el objetivo de sostener la pervivencia de algunas
tradiciones y elementos de la cultura incaica. En un caso, con la organización
de acciones armadas para recuperar y sostener espacios bajo soberanía
incaica y, en el otro, adaptándose e intentando hacer sobrevivir a un sector de
la nobleza que había detentado el poder hasta el momento de la invasión en un
contexto en el que los españoles ya controlaban importantes regiones del
antiguo Tawantinsuyu.

Los valles calchaquíes. Un escenario rebelde


El territorio que ocupan las actuales provincias de Catamarca, La Rioja y Salta
fue escenario de varios ciclos de rebeliones organizadas por comunidades
indígenas durante un tiempo prolongado, pero con un fuerte desarrollo durante
la primera mitad del siglo XVII. Aquel espacio, recortado por la presencia de
diversos cordones montañosos que conforman un paisaje de valles y
quebradas, estaba habitado por numerosas comunidades que habían entrado
en contacto con el imperio incaico. Estos grupos mantenían una organización
de tipo disperso sin liderazgos abarcativos que centralizaran el poder sobre
amplios territorios a la manera de los grandes estados. A los Inkas que
detentaban el control desde el Cuzco, no les había resultado sencillo incorporar
a estos pueblos al entramado de relaciones de producción e intercambio
basado en la mita (la prestación de energía humana de las comunidades para
las obras que el estado incaico consideraba necesarias). Si bien existen
indicios de que el Tawantinsuyu logró controlar algunas zonas de este territorio,
también hay elementos que prueban que se registraron fuertes acciones de
resistencia de las comunidades locales frente al avance incaico. Esta conducta
reticente a la dominación frente a los intentos de control por parte de centros
políticos distantes se reeditó con nuevos bríos y dimensiones tras la llegada de
los conquistadores españoles. En efecto, el territorio de los valles calchaquíes
pasó a integrar la unidad jurisdiccional de la Gobernación de Tucumán y fue el
lugar en el que se desplegó el “gran alzamiento diaguita” contra los invasores
europeos durante el siglo XVII. Los capitanes españoles que ingresaron en
esta zona eran, en su gran mayoría, enviados por los principales
conquistadores del Perú que decidían iniciar rutas hacia el sur, primeramente,
en busca de plata u oro. Una vez encontradas las minas, como en Porco y
Potosí (en la actual Bolivia), emprendieron nuevas expediciones para obtener
trabajadores que se trasladaran a los centros mineros o bien que produjeran en
sus tierras, en el marco de una red que uniera diversos poblados y haciendas
con aquellas cabeceras del Alto Perú. Desde el comienzo mismo de estos
intentos, las sociedades aborígenes que habitaban este espacio montañoso
ofrecieron una resistencia tenaz a través de acciones armadas en las que
desplegaron un repertorio de prácticas de belicosidad que se había construido
a lo largo de muchísimos años de rivalidades, enfrentamientos y oposición al
establecimiento de una autoridad o liderazgo externos. El gran alzamiento
diaguita se desarrolló en varias etapas, pero asumió un momento álgido e
intenso entre los años 1630 y 1643. Todo el ciclo de sublevaciones armadas de
los diaguitas conforma un capítulo esencial de la resistencia indígena a la
conquista y colonización.

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Los españoles buscaron fundar ciudades para garantizar la dominación y el


sometimiento, y las comunidades respondían con ataques que frustraban a los
conquistadores. La creación de ciudades implicaba modelar a los actores
coloniales porque, en las mismas, los indígenas pasaban a convertirse en
tributarios, los soldados conquistadores en vecinos encomenderos y los
productos del trabajo indígena en bienes producidos bajo coacción colonial.
Las fundaciones urbanas eran herramientas de control territorial que generaban
enclaves de dominio y defensa frente a la resistencia nativa.

Un ejemplo paradigmático

La ciudad de Londres, en la actual provincia de Catamarca, fue fundada cinco


veces. En 1558, por Pérez Zurita en el valle de Quimivil, en 1562 por,
Castañeda en el valle de Conando, en 1607, en Famayfil por Alonso de Ribera,
en 1612, por Luis Quiñones de Osorio en Quimivil y en 1633, por Cabrera en
Londres de Poman. Todas las fundaciones coinciden con el ciclo de
alzamientos de las comunidades diaguitas de la región. Es importante tener
presente que, en el transcurso de todas esas fundaciones, se redactaron las
Ordenanzas de Alfaro que constituyeron la expresión local, en la Gobernación
del Tucumán, de los intentos de Toledo en Perú -y la Corona en general- de
establecer límites a los abusos de los encomenderos. Esas normas que
buscaban equilibrar parcialmente los “excesos” del trabajo forzado impuesto
por los conquistadores marcaban un límite al ejercicio abusivo y personal del
poder de los conquistadores encomenderos pero, también, legitimaban el
sistema de dominación colonial por parte de la monarquía que buscaba
hacerse presente frente a todos los sujetos del espacio conquistado. La
reducción de los “abusos” era un mecanismo de contención para garantizar la
reproducción de la fuerza de trabajo que garantizaba la dominación porque la
brutalidad de los servicios personales generaba una brusca caída demográfica.
La fundación reiterada de la ciudad de Londres se inscribe en el contexto de
consolidación de un Estado que pretendía controlar a todos los sujetos del
espacio colonial. Fundar una ciudad era una enorme demostración de dominio.
Las dificultades que tuvieron en esta zona revelan la existencia de una gran
capacidad de resistencia por parte de las comunidades indígenas.

Otras formas de resistencia

Luego del ciclo de rebeliones en la región de los valles calchaquíes, las


comunidades vencidas fueron sometidas a una política de
“desnaturalizaciones” que implicaba el traslado forzoso de individuos y los
reasentamientos en “reducciones” para generar unidades de control político
religioso y tasación del tributo. Se elegían zonas con acceso a aguas de riego y
tierras suficientes para el sustento de la población.
Ya en la segunda mitad del siglo XVII, el sometimiento y la imposición de
criterios y lógicas de la cultura española se fue imponiendo con mayor claridad.
El idioma natural de las comunidades originarias de la zona, el kakano, fue
abandonado en el registro de las visitas que hacían las autoridades coloniales y
los indígenas pasaron a ser anotados con nombres cristianos. Esas mismas
visitas encargadas a un funcionario colonial denominado juez visitador
constituían también ocasiones propicias para que los curacas o líderes de las

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comunidades pudieran legitimar su posición frente a las autoridades coloniales.


Los “indios mandones” o “caciques”, de acuerdo a la nominación de la
documentación colonial, estaban exentos del tributo.
Por otra parte, la norma de la primogenitura para la herencia, que no regía en
el mundo indígena de la región, fue introducida por las autoridades coloniales.
Fueron varios los casos de indios que adoptaron la normativa española que
eximía de cargas a ellos y sus parientes inmediatos figurando como nuevos
“caciques” o descendientes de antiguos “indios mandones”, manipulando los
registros coloniales de la identidad y parentesco. De ese modo se ejercía una
forma de límite al poder colonial y se generaba una estrategia defensiva o de
resistencia. Además de la manipulación y el aprovechamiento de las normas,
las distintas comunidades tenían relaciones intercomunitarias basadas en
intercambios y migraciones que contribuían a sostener pautas y costumbres
locales. Estas acciones de movilidad, a veces, se producían por fuera o bajo el
consentimiento de la mirada de los españoles. También es cierto que no todas
las acciones de los indígenas vinculadas con la apropiación de reglas e
instituciones impuestas por los españoles -y que permitían obtener un beneficio
o un rédito- pueden verse como actos de resistencia. Muchas veces esos actos
eran realizados en beneficio exclusivo de un grupo minoritario o hasta de un
solo individuo que pretendía ser reconocido como autoridad étnica, pero que no
contemplaba una mejora de la situación de su comunidad. Por otra parte, a los
españoles la presencia de varios caciques de diversas parcialidades (términos
con el que se referían a los grupos o comunidades andinas) les resultaba
funcional porque les garantizaba la ausencia de un liderazgo centralizado sobre
el que pudiera confluir el interés colectivo más general y amplio que era el de la
oposición a la dominación española.
De cualquier modo, a través de estas situaciones, puede entenderse que había
variadas formas de disminuir los efectos de la dominación colonial. Estos
modos de intervenir, aprovechando los resquicios que dejaba el sistema de
dominación, expresan el contexto de crisis y debilitamiento que la monarquía
española estaba atravesando durante el siglo XVII.

Las rebeliones del siglo XVIII

Tal como analizamos en la clase anterior, la nueva dinastía que asumió el


poder de la corte en el siglo XVIII impulsó una serie de reformas que apuntaban
a recuperar y fortalecer la capacidad de control por parte de la Corona. Se trató
de cambios que la corte estableció, tanto en el territorio europeo como en las
colonias americanas. Muchas de las transformaciones impulsadas generaron
malestar en las comunidades indígenas por diversas razones. La creación de
nuevos impuestos y el incremento de los que ya existían y la decisión de
introducir nuevas autoridades de dominio y gobierno como los corregidores,
que aumentaban la presión sobre los indios tributarios, ocasionaron un enorme
perjuicio sobre las comunidades e intensificaron la voluntad de un cambio
radical. Las comunidades de la región andina, afectadas por las Reformas
Borbónicas, pretendían la disminución de los impuestos, la liquidación de las
obligaciones (el trabajo forzado) y, también, cambios profundos en la
administración de los chapetones (vocablo empleado para referirse a los
españoles). Básicamente, querían disminuir las atribuciones de los
corregidores y la arbitrariedad del poder eclesiástico. También tenían

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demandas ancestrales vinculadas con la recuperación de las tierras perdidas y


el derecho al usufructo del agua y los pastizales. En la década de 1740, por
ejemplo, se produjo el levantamiento de Juan Santos Atahualpa II contra las
nuevas medidas impuestas. Sus alcances no fueron muy extensos pero
irradiaron una influencia importante sobre movimientos posteriores.

Túpac Amaru II y Tomás Katari

José Gabriel Condorcanqui, también conocido como Túpac Amaru II, era un
miembro prominente de la elite indígena del Cuzco. Reivindicaba una filiación
con Túpac Amaru, el Inca que había sido asesinado por orden del Virrey
Toledo en el siglo XVI, durante los primeros tiempos de la colonización.
Condorcanqui ejercía como “cacique” de, al menos, tres comunidades
(Surinama, Pampamarca y Tungasuca). Su pertenencia a la elite indígena se
sustentaba, además, en la actividad comercial que desplegaba. Se dedicaba al
transporte de bienes por varias rutas del virreinato peruano y el recientemente
creado Virreinato del Río de la Plata. A través del control del transporte de
productos en esa amplia zona, no solo se enriquecía sino que, además, fue
construyendo relaciones estratégicas con diversos actores de diferentes
estamentos de la sociedad colonial. Por otra parte, legitimó la construcción de
su liderazgo a partir de la evocación de tradiciones del pasado incaico y el uso
de símbolos que conectaban a su figura con los tiempos del Tawantinsuyu. Es
muy interesante, por ejemplo, el modo en que Condorcanqui usaba el Sol como
ícono colgante y, fundamentalmente, su interés por la difusión de piezas
teatrales indígenas como Apu Ollantay, que retrataban los crímenes de la
conquista.
Entre 1780 y 1781 impulsó una rebelión abierta contra el poder español
exigiendo la supresión total de la mita, el retorno de las tierras a manos
indígenas y la expulsión de los peninsulares. Junto con Tomás Katari, otro
indígena que provenía de la región de Chayanta en el Alto Perú, y la
participación activa de miles de indígenas (incluidas las mujeres) y algunos
criollos, organizaron acciones militares que tuvieron éxito hasta que fueron
emboscados y derrotados. La legitimidad y la expansión hacia otras capas
sociales se relacionaban, seguramente, con la profundidad de las
transformaciones impulsadas por los Borbones que generaron malestar en
varios sectores que decidían, consecuentemente, adherir a los programas y
propuestas de Túpac Amaru II.
Los líderes de la rebelión fueron apresados y sentenciados a una condena
brutal: el tormento físico y espiritual, y el asesinato por descuartizamiento de
sus extremidades.
En el fragor de su lucha, el líder indígena emitió el siguiente bando:
“Por cuanto es acordado de mi consejo, en junta prolija, por repetidas
ocasiones, ya secretas y ya públicas, que los Reyes de Castilla han tenido
usurpada la Corona y los dominios de mis gentes cerca de tres siglos
pensionando los vasallos con insoportables gabelas y tributos. Por tanto y por
los justos clamores que con generalidad han llegado, mando que ninguna de
las pensiones se obedezca en cosa alguna ni a los miembros europeos
intrusos…” (Gutiérrez Escudero, 2006:13).

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