Silvia Bleichmar. Capitulo 1 y 5 La Fundación de Lo Inconsciente
Silvia Bleichmar. Capitulo 1 y 5 La Fundación de Lo Inconsciente
Silvia Bleichmar. Capitulo 1 y 5 La Fundación de Lo Inconsciente
Hace años que sustento un eje de investigación que se dirige a definir, a partir de la reubicación del
paradigma de lo originario, los movimientos de fundación del inconsciente , con vistas a ampliar los
límites de la analizabilidad, y a contribuir a definir las líneas posibles hacia una teoría de los
orígenes. Esto desde una perspectiva que considera al inconsciente como no existente desde los
comienzos de la vida, sino como un producto de cultura fundado en el interior de la relación
sexualizante con el semejante, y como producto de la represión originaria que ofrece un topos
definitivo a las representaciones inscritas en los primeros tiempos de dicha sexualización.
En esta dirección de explorar las relaciones entre la represión originaria y los movimientos previos
y posteriores que la fundan y consolidan, los trastornos precoces vinieron a plantear interrogantes y
a propiciar la formulación de problemas que se ofrecían como cruciales para ahondar en la
investigación de los tiempos de fundación del inconsciente , y a poner de relieve que, cuando uno se
encuentra con un trastorno muy precoz en la constitución psíquica, esta constitución debe ser
exhaustivamente revisada.
Se presenta el caso de un bebé que <<no dormía nada>>. ¿Desde qué perspectiva puede un
trastorno del sueño generado en los primeros meses de vida ser abordado como algo “de origen
psíquico”? ¿A qué tipo de psiquismo respondería en sus determinaciones? Esto nos plantea el
problema de definir a qué tipo de orden psíquico responden estas inscripciones precoces que no
son, desde el punto de vista metapsicológico, inconscientes, ya que para que haya inconsciente es
necesario que el clivaje psíquico se haya producido, no pudiendo el inconsciente ser concebido sino
como efecto de la diferenciación de ese otro sistema que constituye el preconsciente – consciente,
regido por una legalidad que es la del proceso primario y sostenido, en el interior del aparato
psíquico, por la represión.
Se trata de formular, para los primeros tiempos de vida, tiempos en los cuales ya las inscripciones
sexualizantes que dan origen a la pulsión se han instaurado, pero cuya fijación al inconsciente aún
no se ha producido porque la represión no opera, siguiendo los modelos freudianos de las formas de
circulación de la economía libidinal: un Mas acá del principio de placer.
Hay estímulos endógenos de los cuales no se puede huir, teniendo en cuenta la importancia del
principio de constancia. Si el principio de inercia es quebrantado por la intromisión de algo
endógeno de lo cual la fuga está impedida, es inevitable que pensemos que el principio de inercia
no rige fundamentalmente los destinos de la vida psíquica en tanto vida sexual, sino los modos de
evacuación de los autoconservativo, de las necesidades que se plantean en aras de mantenerse con
vida biológica. La necesidad nutricia puede ser descargada a cero, pero aquello desgajado de la
necesidad biológica, aquello que constituye un plus irreductible y que obliga a modos de derivación
de otro orden, aquello que puede ser reprimido, sublimado, vicariado en sus destinos, aquello que
se rehúsa a la descarga cero, irrumpe en el viviente alterando sus modos de funcionamiento.
La vivencia de satisfacción no se constituye por la mera aportación de elementos nutricios, sino por
el hecho de que ese elemento nutricio es introducido por el otro, otro sexuado, provisto de
inconsciente y cuyos actos no se reducen a lo autoconservativo .
El hecho de que haya una energía somática que deviene energía psíquica, en principio sexual, es
efecto de la intervención de un conmutador existente en el encuentro con el objeto sexual
ofrecido por otro . El conmutador esta en el movimiento que lleva a que, a la búsqueda de lo
nutricio, el bebé se encuentre con el pecho, objeto sexual de inicio en la medida en que es provisto
por el otro humano provisto de inconsciente. Es este objeto el que inunda de una energía no
cualificada propiciando un traumatismo , dado que efracciona algo del orden somático por las líneas
de lo sexual. Solo concibiendo a la fuente de la pulsión en el objeto, y a la meta, en el placer de
órgano, es posible intercalar la zona erógena como esa zona de apertura por la cual la cantidad
exterior logra conmutarse en excitación endógena. (APUNTALAMIENTO).
Laplanche nos dice: “La única verdad del apuntalamiento es la seducción originaria. Es porque los
gestos autoconservativos del adulto son portadores de mensajes sexuales inconscientes e
indomeñables para el niño, que producen endógenamente, el movimiento de clivaje que desemboca
eventualmente en la actividad autoerótica. Pero el vehículo obligado del autoerotismo, es la
intrusión y luego la represión de significantes enigmáticos aportados por el adulto”. “Es necesario
entonces hablar de la represión originaria . Porque esta cliva del psiquismo un inconsciente
primordial que deviene un ello, y que constituye los primeros objetos fuente de la pulsión. Conforme
a la teoría del aprés coup, concebimos la represión originaria en dos tiempos. El primer tiempo,
pasivo, es la primera inscripción de los significantes enigmáticos , sin que estos sean aún
reprimidos. Ellos tienen un estatuto de espera. El segundo tiempo esta ligado a una reactualización
y a una reactivación de estos significantes , a partir de allí atacantes internos, y que el niño debe
intentar ligar. Es la tentativa por simbolizar significantes peligrosos y traumatizantes lo que deriva
en las teorías sexuales infantiles, y en el fracaso parcial de esta simbolización, en la represión de un
resto indomeñable . Son estas representaciones-cosa las que toman un estatuto aislado, fuera de la
comunicación y la significancia, en lo que llamamos ello”.
A partir del momento en que hay inscripción, y antes de que la represión fije la pulsión al
inconsciente, su operancia atacante propicia movimientos compulsivos, evacuativos,
necesariamente fallidos en razón de que su energía es inevacuable, dado que su carácter ya no es
somático.
Antes de que se instituya la represión originaria, de que el yo cumpla sus funciones de inhibición y
de ligazón, la intrusión de lo sexual deja al bebé librado a remanentes excitatorios cuyo destino
deberá encontrar resolución a partir de conexiones y derivaciones que constituirán modos
defensivos precoces . El remanente excitatorio producto del encuentro con el pecho, deberá
encontrar una vía de descarga por medio de un investimiento colateral. El autoerotismo, succión de
la mano, del chupete, cumple una función de ligazón, organizadora de esta excitación sobrante . La
madre, atravesada por su inconsciente, posee al mismo tiempo las representaciones yoico-
narcisistas que le hacen ver a su bebé como un todo. La libido desligada será ligada de inicio por
vías colaterales, mediante el recogimiento que propicia este narcisismo estructurante de un vínculo
amoroso. En el momento del amamantamiento la madre, provista de un yo, capaz de investir
narcisisticamente al bebé y no solo de propiciar la introducción de cantidades sexuales no ligadas,
acariciará las manos, sostendrá la cabeza con delicadeza, acomodará las piernas, generando a partir
de esto vías colaterales desligazón de la energía que ingresa. Será la representación totalizante que
adquiere el bebé en el narcisismo yoico materno, lo que permitirá que la pulsión, intrusiva,
encuentre formas de ligazón por vías colaterales. Esto permitirá un sistema de ligazones que
permita luego la constitución del yo. Sistema de ligazones que, cuando se instale la represión
originaria, ofrecerá el entramado de base, las ligazones que posibiliten que la represión no quede
puntualmente operando como contrainvestimiento del inconsciente, sino sostenida por un
conjunto de representaciones mediadoras.
El famoso acto único que propicia el pasaje del autoerotismo al narcisismo es concebido como
momento de salto estructural cuyos prerrequisitos están ya en funcionamiento a partir de los
cuidados tempranos que la madre prodiga, de las ligazones que ella propicia a partir de la
disrupción misma que su sexualidad instaura . Pero para ello, es necesario considerarla como un ser
en conflicto, provisto de inconsciente y agitado por mociones de deseo enfrentadas que abren la
posibilidad de clivaje en la tópica del bebé cuya humanización tiene a cargo.
Para que la cadena de facilitaciones pueda frenar sus modos de evacuación compulsivos e instaurar
vías colaterales que propicien un entramado ligador desde los orígenes, es necesario no solo que el
semejante sea un sujeto hablante, sino que también se aproxime al cachorro humano con
representaciones totalizantes, narcisistas . Estos sistemas de representación yoico-narcisistas tienen
como prerrequisito la instalación del proceso secundario, del lenguaje en el preconsciente; pero
ello, siendo condición necesaria, no es suficiente . Para que estos sistemas representacionales
maternos operen generando condiciones de ligazón en el niño, deben estar en funcionamiento en el
momento de la crianza . Traumatismos severos o determinadas circunstancias situacionales pueden
impedir su operancia y dejar al cachorro humano librado a facilitaciones no articuladas que lo
sometan a un dolor constante con tendencia a una compulsión evacuativa que responda a un mas
acá del principio de placer .
Para entender esta propuesta es necesario diferenciar inconsciente materno del narcisismo
materno , y replantear que el origen de la sexualidad humana no se instaura a partir de la
articulación significante, de leguaje, instalada en el psiquismo materno, sino precisamente del lado
de lo inconsciente, de las representaciones-cosa que circulan bajo los modos de proceso primario
y de los investimientos masivos del autoerotismo reprimido . Los prerrequisitos de ligazón de esta
energía sexual originaria se encuentran en el funcionamiento del narcisismo materno, concebido
en su diferenciación con el autoerotismo, objetalizandose en una comunicación trasvasante capaz
de hacer ingresar al bebe en el horizonte saturante de la castración.
El yo no se constituye en el vacío, sino sobre las bases de las ligazones previas entre sistemas de
representaciones preexistentes. Estas ligazones consisten, de inicio, en investiduras colaterales . En
los comienzos de la vida, este yo que produce inhibiciones y propicia ligazón del decurso
excitatorio, no está en el incipiente sujeto sino en el semejante humano , y solo desde esta
perspectiva es que se puede hablar de un <<yo auxiliar materno>> , el cual provee los recursos para
la vida , e inscribe estos recursos en su potencialidad de pulsión de vida, de ordenamiento ligador
propiciatorio de una articulación de la tendencia regulada a la descarga.
Vamos hacia la preocupación sobre las fallas de esta instalación a partir de los prerrequisitos
estructurantes desde la función materna, e intentemos imaginar a una madre en la cual fallan las
constelaciones narcisísticas en los tiempos de crianza de su bebé. Ello puede ser efecto de una falla
estructural o de una falla circunstancial .
Supongamos una madre que aún así, puede ejercer la instalación de la pulsión en el niño. Ello quiere
decir que se propician los investimientos que permiten la constitución de una zona excitante, pero
que no es objeto de amor . Las condiciones de una pulsación originaria que dé origen a las mociones
libidinales ya está en marcha. Su mirada, no verá la totalidad sobre la cual se instalará la
representación que tome a su cargo, a posteriori, el yo como trasposición totalizante de la
superficie corporal. No habrá caricias ni sostén de la mano materna que permita la constitución de
investimientos colaterales. La energía desencadenada traumáticamente, no encontrará vías dentro
del principio de placer para derivarse. Estaremos en un Mas acá del principio de placer, derivación
de las cantidades que ingresan, al modo de irrupción displaciente masiva sin posibilidad de
regulación.
A partir de ello, el bebé se prenderá con desesperación al pecho, adherido a un objeto que no
propiciará la disminución de tensión endógena. Del lado de la madre, ante el displacer del bebé, se
organizará un circuito de alimentación-frustración con la sensación de un fracaso del entendimiento
materno acerca de las necesidades del bebé. La voracidad será entonces un efecto, y esta voracidad
es la que veremos reaparecer, como punto de fijación, como exceso de investimiento que insiste,
de modo no ligado, en las patologías mas severas de la edad adulta. Y ante cada embate de
displacer, tenderá a reproducirse el más acá del principio de placer, en una compulsión de
repetición traumática que no logra encontrar vías de ligazón y retorna a un circuito siempre idéntico
dado que es inevacuable, porque no es efecto de una tensión vital que se resolviera a través de una
cantidad de alimento, sino de una excitación indomeñable .
Abordar los tiempos de constitución psíquica nos permite proseguir las vicisitudes de la instalación
de un aparato psíquico y de abordar tanto sus movimientos como las fallas de su estructuración.
Hay que afinar los órdenes de paradigmas que nos permitan operar desde una perspectiva
psicoanalítica cuando el inconsciente aún no se ha constituido. Por ejemplo, el caso del bebé con
trastornos del sueño, donde la autora propone intervenciones que hagan a esos primeros contactos
del bebé con la madre, propiciando que la misma pueda realizar movimientos que ofrezcan al niño
estas vías colaterales necesarias para la ligazón de la excitación sexual provocada por el contacto
con el pecho.
Hemos afirmado que el hecho de que haya una energía somática que deviene energía psíquica, en
principio sexual, es efecto de la intervención de un conmutador no existente en el organismo
mismo, sino en el encuentro con el objeto sexual ofrecido por el otro . El conmutador está en el
movimiento que lleva a que la búsqueda de lo nutricio del bebé se encuentre con el pecho.
La introducción de un mas acá del principio de placer solo es posible si reubicamos la cuestión de la
pulsión de muerte en sus aspectos desligadores, y no de retorno a lo inorgánico. Esta debe ser
inscrita, en tanto pulsión sexual de muerte, en un eje que contrapone los elementos de ligazón del
psiquismo a aquellos que operan como desligazón. Laplanche nos dice: <Las pulsiones sexuales de
vida funcionan según el principio de energía ligada (constancia), su meta es la síntesis, la
conservación, son conformes al yo , su objeto fuente es un objeto total, regulador. Las pulsiones
sexuales de muerte funcionan según el principio de energía libre (principio del cero), su meta es la
descarga pulsional total, al precio de la aniquilación del objeto, aquellas son hostiles al yo, y
tienden a desestabilizarlo; su objeto-fuente es un aspecto clivado, unilateral, un indicio de objeto.
Esta oposición solo se concibe sobre la base de una energía libidinal común . Ello implica que, entre
el proceso primario y libre, y el proceso secundario y ligado, existen formas intermedias y pasajes
posibles.>
Nuestra introducción de un Mas acá del principio de placer tiende a cercar estas formas intermedias
y sus pasajes; a su vez, ello nos conduce a plantear que el hecho de que las pulsiones sexuales de
muerte funcionen con una tendencia a la descarga total, no implica que lo logren, ya que la pulsión
es inevacuable. No es entonces el principio cero lo que está en juego, sino algo que da cuenta de
que aquello imposibilitado de ligarse, también lo está de descargarse, y esto se constituye como
modalidad general del funcionamiento psíquico: fijación de los modos de descarga que llevan a
una compulsión a la repetición traumática, a ello queda sometido el aparato incipiente.
El soporte material, desde el punto de vista de los mensajes descualificados que envía la madre al
niño, es del orden libidinal, en la medida en que son efectos del inconsciente materno. Ese soporte
material es del orden de la economía sexual, energético, por ende, es indudable que la única vía
posible para ligar aquello descualificado no radica en encontrar el sentido a partir del semejante,
sino en encontrar vías de ligazón de lo traumático que insiste . Estas vías de ligazón, una vez
constituido el lenguaje, instaurada la represión originaria y abiertas las relaciones de conflicto entre
el preconsciente y el inconsciente, devendrán modos de significar, de teorizar y autoteorizar,
otorgando sentido a lo que ha devenido un interno-externo excitante.
Pero no siempre se abren ante el sujeto las condiciones para esta ligazón. Lo que está destinado a la
compulsión de repetición, es lo que no logra ligarse, lo que no obtiene significación estructurante,
es aquello que insiste bajo el modo de pulsión de muerte . Es aquí cuando hablamos de un más acá
del principio de placer, en el cual la compulsión de repetición intenta una evacuación de la energía
a cero, ya que los sistemas de ligazón no se han constituido.
¿Qué ocurre del lado del yo una vez que se ha constituido? Del lado del yo, entonces, el Nirvana
como búsqueda de la homeostasis; del lado de la pulsión, la imposibilidad de la descarga a cero
mediante la compulsión a la repetición o más acá del principio de placer.
Un primer conmutador, del lado de la madre, pero de su inconsciente , a partir de los cuidados
sexualizantes de que hace objeto el cachorro humano, que hace devenir la energía somática en
energía sexual; y un segundo conmutador, también del lado de la madre, pero en este caso de su
estructuración yoico-narcisista , que inaugura la posibilidad de la constitución de un sexual-
desexualizado, a través de la transcripción de lo pulsional inscrito en el inconsciente mediante la
regulación de sus pasajes al preconsciente-consciente. La madre opera desde la intersección de
ambos sistemas a la vez: primario y secundario.
Todo movimiento de estructuración psíquica se define en el orden del procesamiento simbolizante
de las cantidades que circulan por los sistemas de representaciones inscritos. Esto implica que los
destinos de pulsión son formas de derivación de lo sexual a partir de los diques que se oponen a los
modos de circulación irrefrenable de los investimientos en los primeros tiempos de vida. Los
destinos de pulsión son destinos de las estructuraciones sucesivas por las cuales el aparato
psíquico va pasando hasta llegar a su constitución tópica definitiva.
Antes del principio de placer, existe un más acá que obliga a movimientos de ligazón que permitan
su instalación.
Capítulo 5: El concepto de infancia en psicoanálisis. Prerrequisitos para una teoría de la clínica.
Sabemos que el método no puede concebirse al margen de las correlaciones con el objeto que se
pretende cercar, transformar. Es esta la cuestión del objeto en psicoanálisis con niños, la que
debemos poner en el centro de nuestras preocupaciones.
Pensamos al inconsciente como no existente desde los orígenes , definido su posicionamiento por
relación a la barrera de la represión, determinadas producciones sintomales por relaciones
existentes entre los sistemas psíquicos (que implican contenidos diversos y modos de
funcionamiento diferentes) y a partir de ello, la investigación de la autora va en dirección de definir
una serie de premisas de la clínica que puedan ser sometidas a un ordenamiento metapsicológico.
Se dice que se trata siempre de análisis, lo cual supone un método de conocimiento del
inconsciente. Sin embargo, esto no es tan lineal, ya que el inconsciente solo puede ser explorado en
el sujeto singular, y por relación a la neurosis, una vez establecido el conflicto psíquico que da
origen al síntoma, y ello no es posible antes de que se hayan producido ciertos movimientos de
estructuración marcados por la represión originaria.
El psicoanálisis de neuróticos (adultos o niños con su aparato psíquico constituido, en los cuales el
síntoma emerge como formación del inconsciente) transcurre los caminos de la libre asociación y
esta se establece por las vías de lo reprimido, presto a ser recuperado por interpretación. Pero para
que ello ocurra, es necesario que el inconsciente y el preconsciente se hayan diferenciado en tanto
sistemas, y que el superyó se haya estructurado en el marco de las identificaciones secundarias
residuales del complejo de Edipo sepultado.
¿De qué modo ocurre esto cuando el inconsciente no ha terminado aún de constituirse, cuando las
representaciones primordiales de la sexualidad no han encontrado un lugar definitivo, no han sido
fijadas al inconsciente? Se abre aquí una dimensión clínica nueva, la cual solo puede establecerse a
partir de ubicar la estructura real, para luego definir la manera mediante la cual debe operar el
psicoanálisis cuando el inconsciente no ha encontrado aún su topos definitivo, cuando el sujeto se
haya en constitución.
Melanie Klein se vio obligada a redefinir el objeto para hacerlo acorde al método (sin dejar de lado
el hecho de que el método mismo sufrió una mutación mediante la transformación de la asociación
verbal en asociación por el juego), retrotraer el Edipo y el superyó a tiempos anteriores de la vida
para dar coherencia a la relación entre el método analítico y las posibilidades de analizabilidad en la
primera infancia . Es aquí donde introducimos nuestra diferencia de base, para plantear una
inversión de los términos.
Nuestra posición parte de ir buscando los momentos de constitución del objeto a partir de dos
premisas de base: 1) el inconsciente no existe desde los orígenes, sino que es establecido por
fundación en la cual la represión originaria ocupa un lugar central; 2) que esta fundación del
inconsciente se estructura por relación al preconsciente-consciente, es decir, que su operancia es
relativa a la relación que establece con esta instancia a partir de sus diferencias de
funcionamiento y de contenido.
A partir de entonces, debe ser establecida la relación entre objeto y método, es decir, las
posibilidades de analizabilidad en momentos concretos de la infancia. Nuestra perspectiva parte de
correlacionar el método a partir de la definición del objeto.
Lo que sigue haciendo obstáculo es definir en el interior del psicoanálisis el origen mismo del
inconsciente. Y las diversas corrientes toman diversos partidos. La primera cuestión por ubicar
consiste en definir, bajo la perspectiva psicoanalítica, la categoría de infancia como tiempo de
estructuración en el aparato psíquico.
Pensar lo originario a partir de los modelos de la constitución psíquica es la vía para definir lo
infantil. La sexualidad pulsional es considerada como el prototipo de la sexualidad infantil, porque
su destino será diverso a medida que la evolución psicosexual del niño se produzca. Los destinos de
pulsión no son, en realidad, destinos de las pulsiones como tales, sino de sus derivaciones a medida
que la tópica psíquica se constituya. Los cuatro destinos de pulsión : vuelta contra la persona propia,
transformación en lo contrario, represión y sublimación, forman movimientos, cada uno de los
cuales depende tanto de los momentos que la represión preside como de la organización que
encuentre la libido a partir de su instalación. Es el proceso de estructuración de la tópica el que
define los destinos pulsionales. Hay que tener en cuenta que la pulsión en sí misma solo va a la
búsqueda de la descarga, aquello que obstaculice esta descarga obligará a movimientos de
complejización defensiva que culminan en los procesos fundantes de la tópica psíquica. De ahí la
importancia que tiene el reconocimiento de la posición tópica del placer pulsional por relación al
clivaje del aparato psíquico. Cuestión central respecto de la clínica, ya que a partir de este
posicionamiento se definirán modelos de intervención, modelos de analizabilidad , recuperando la
noción de conflicto psíquico referida a la constitución del síntoma.
Rápidamente se homologa infancia con polimorfismo perverso. Sin embargo, una diferencia puede
ser establecida. Freud enuncia “pudimos afirmar que la neurosis es el negativo de la perversión”;
dado este hecho, se nos impuso que la disposición a las perversiones es la disposición originaria y
universal de la pulsión sexual de los seres humanos. Esto nos da la esperanza de descubrir en la
niñez esa disposición originaria. Entre los poderes que circunscriben la orientación de la pulsión
sexual, destacamos la vergüenza, el asco, la compasión, las construcciones sociales de la moral y la
autoridad. Subrayamos disposición , ya que luego Freud afirma: “bajo la influencia de la seducción,
aun cuando la seducción pueda cobrar en ciertos casos carácter perverso en el sentido
psicopatológico del término, el niño pueda convertirse en un perverso polimorfo, siendo desviado a
practicar todas sus transgresiones posibles”. Esto demuestra que, en su disposición, vale decir, a
partir del hecho de que en los objetos sexualizantes originarios esto esté a disposición, trae
consigo la aptitud para ello.
Esta disposición originaria nos conduce a diferenciar entre a) el ejercicio del placer pulsional en
los momentos de constitución del sujeto, antes de la instauración de la represión originaria, y b)
la perversión como destino ya no de la pulsión sino del sujeto mismo. Subrayo que la pulsión no es
la perversión. En los tiempos de estructuración del sujeto psíquico es donde debe situarse el
movimiento por el cual el ejercicio pulsional deviene perversión. ¿Qué ocurriría si no hubiera
renuncia al ejercicio pulsional directo?
Un ejemplo: imaginemos a un niño de apariencia neurótica, de nueve o diez años, escolarizado, con
su proceso secundario diferenciado, capaz de establecer formaciones sintomales, atravesado por la
represión, y pese a todo esto, enurético. ¿Cuál sería el criterio, si nos atenemos a una concepción
cronológica de la infancia, para definir el ordenamiento psicopatológico del síntoma? Hay
evidentemente una dificultad para abandonar los modos de satisfacción primarios de la libido. Y
esta dificultad nos lleva a suponer el fracaso (parcial) de la represión originaria, aquella que tiene a
su cargo el sepultamiento del autoerotismo en el fondo del inconsciente. No se trata de un retorno
secundario de lo reprimido , retorno que se produce a través de síntomas que dan cuenta de un
clivaje del aparato por el cual el yo paga el precio de un sufrimiento cada vez que lo reprimido
emerge. Este niño podría sentir vergüenza de que la gente se enterara de su síntoma, registrando
cierta ansiedad social, debido a lo cual no se orinaría en casa de familiares o amigos, lo que
produciría desconcierto en los padres y conduciría a pensar que el síntoma “está dirigido a los
padres” y buscar en las interacciones manifiestas familiares qué es lo que lo produce, descuidando
el beneficio primario, en aras del beneficio secundario como plus por obtener. Este niño no sentiría
ni asco ni molestia ante su propia orina y podría pasar incluso momentos de placer en la cama, por
las mañanas. La vergüenza ante extraños dando cuenta de que renuncia al placer por temor a su
mirada crítica, mientras que esta inhibición no se produce frente a las figuras paternas. Nos
veríamos enfrentados a un ejercicio pulsional que pone en evidencia que lo que debería estar
reprimido no lo está, dando pruebas de la insuficiencia del criterio cronológico.
La pulsión tiene una disposición originaria y universal a la perversión, y esto se define solo por
aprés coup. En el momento de su inscripción la pulsión no es ni parcial ni perversa, solo es . Que el
niño sea compulsado por esta inscripción a satisfacer autoeróticamente esta tensión, en su cuerpo
erógeno, fragmentado por el placer y no unificado aún por el yo, no tiene otro destino que la
fijación y la represión de ello al inconsciente; esto es lo fundamental.
Destinada a la represión y motor del progreso psíquico , son estas dos cuestiones que están en el
centro de la propuesta de Freud. Lo infantil, en tanto inseparable de lo pulsional, alude a un modo
de inscripción y funcionamiento de lo sexual; lo infantil es inseparable de los tiempos de
constitución del inconsciente.
Si los tiempos de infancia no han producido el sepultamiento de las inscripciones que en ella se
producen, del lado de lo originario, del inconsciente, lo que encontramos entonces no será
remanente de lo infantil, sino una estructuración de otro tipo.
Ante un aparato psíquico clivado, efecto de la represión, determinado por sistema de fuerzas en
conflicto, por formas diversas de circulación de la libido, sea bajo el modo de proceso primario o
secundario, la regresión es el modo privilegiado en el cual vemos al tiempo devenir espacio,
invertirse el movimiento por el cual aquello que ha transcurrido históricamente se inscribió en una
tópica, en una especialidad que determinó un sistema de recorridos. Recurriendo al modelo de la
carta 52 a Fliess, lo más antiguo es también lo que forma parte de las inscripciones que encuentran
su posición espacial más lejos del polo de la consciencia. Estas relaciones se alteran, tanto en el
sueño como en las neurosis y en el análisis, dado que representaciones que forman parte de los
estratos más lejanos al yo o de la barrera de represión, pueden ser activados y progresionar hacia el
preconsciente.
Hemos dicho que, en psicoanálisis, lo infantil es definido por relación a lo originario, es decir, por
aprés coup. Y en virtud de ello, debemos reubicar la categoría de infancia encontrando un modo de
cercar estos tiempos de estructuración de lo originario, que descapturen al niño de las categorías
sociológicas, psicológicas o ideológicas que impregnan nuestra práctica.
Porque la conflictiva edípica, remite a las formas de ejercicio de los intercambios libidinales por
relación al sujeto sexualizado, es pensada desde una perspectiva que tome en cuenta las vicisitudes
de las inscripciones inconscientes de los objetos originarios y su perspectiva futura. Estamos
llevados a pensar siempre a partir de qué tipo de economía libidinal responde el síntoma .
Los analistas de niños tendemos a pensar que esto no ocurre del mismo modo cuando se trata de
padres e hijos, y ello es propiciado por el hecho de que la captura del niño en el entramado de la
neurosis parental tiene una característica diversa por relación a todo vinculo humano: la profunda
dependencia vital a la cual el niño está sometido; pero esta dependencia toma un sentido distinto
cuando ubicamos claramente las consecuencias psíquicas que implica: dejar inerme al niño ante
las maniobras sexuales, constituyentes y neurotizantes, del semejante.
La realidad estructurante del inconsciente infantil, que tiene que ver con el inconsciente parental y
el Edipo, no es la realidad de la familia; es más reducida y más amplia al mismo tiempo. Mas
reducida porque no son todas las interacciones familiares las que se inscriben en el inconsciente del
niño, y más amplia porque se desplaza a través de objetos sustitutos que cobran significación por
rasgos metaforo-metonímicos de los objetos originarios: educadores, familiares lejanos, etc. La
categoría “padre” y “madre” encubre el carácter sexuado de ellos.
Una propuesta que pivotee en la constitución de la tópica instituida por movimientos fundacionales
tomando en cuenta que estos implican tiempos reales, históricos, abrirá una perspectiva que genere
un ordenamiento del campo de alcances tanto teóricos como clínicos, permitiendo la elección de
estrategias terapéuticas a partir de las condiciones de estructuración del objeto. Abandonar una
cronología genetista no implica concebir los tiempos de fundación del psiquismo como tiempos
míticos; podemos cercar sus movimientos a partir de transformaciones estructurales del aparato
psíquico infantil y poner en correlación los determinantes exógenos que hacen a esta constitución
por relación a los procesos que se desencadenan en la función tópica.
Los criterios clínicos derivan de propuestas metapsicológicas
Es imprescindible decir qué entendemos por un inconsciente no existente desde los orígenes, y aún
más, a partir de qué momento de la estructuración psíquica lo reconocemos como existente en el
sujeto singular.
No es posible definir la especificidad sintomal a partir del discurso del otro (crítica al
estructuralismo que concibe al niño como síntoma de la madre o de la pareja parental, dando a
entender que no puede tener síntomas o hacer síntomas, porque ha devenido objeto, ha dejado de
ser sujeto deseante). Ello implica hacer tabla rasa con el postulado psicoanalítico que considera al
síntoma como un producto transaccional, efecto del conflicto entre los sistemas psíquicos, conflicto
intrasubjetivo, intrasistémico , definido por la represión, y en última instancia, por el carácter de las
representaciones sexuales que operan atacando constantemente al sujeto del yo o del
preconsciente, bajo el modo de la compulsión a la repetición, la pulsión de muerte.
Si la neurosis infantil queda definida en los marcos de un discurso exterior al psiquismo, no estamos
lejos de la liquidación del concepto del inconsciente y la disolución del carácter intrasubjetivo del
conflicto psíquico que da lugar al síntoma. El inconsciente es arrasado a su desaparición, al
confundirse determinantes de la constitución psíquica con estructura constituida productora de
determinaciones.
¿Cuáles son los ejes alrededor de los cuales podría centrarse hoy la cuestión de la analizabilidad?
En primer lugar, consideramos al sujeto como sujeto en estructuración, definido por las
condiciones particulares que la estructura del Edipo otorga para la instauración de su singularidad
psíquica.
Debemos tener en claro la importancia de considerar que función materna, función paterna, hijo,
son términos ocupados por sujetos que deben ser concebidos como sujetos de inconsciente ,
atravesados por sus inconscientes singulares e históricos.
La cuestión del falo es centran en relación con el narcisismo y la castración maternos, pero su
estatuto en los tiempos de la estructuración psíquica del niño, tiempos reales, no míticos, debe ser
reubicado en razón de que el falo es un ordenador segundo en el sujeto , dado que el narcisismo no
es el primer tiempo de la sexualidad infantil .
Respecto a la función materna, debemos saber que psicoanalíticamente, lo que es definitorio del
lado de la madre es el hecho de que esta es sujeto de inconsciente, sujeto clivado, y que sus
sistemas psíquicos comportan al mismo tiempo elementos reprimidos de su sexualidad infantil,
pulsional, del lado del inconsciente , y ordenamientos narcisisticos, amorosos, del lado del yo.
Respecto a la función paterna es necesario tener en cuenta que ella se constituye como polo
simbólico, ordenador de las funciones secundarias que se establecen a partir de la represión, y que
se sostienen en un juego complejo entre soporte del <padre real> y <función paterna>. Esa función
se ejerce a partir de sujetos concretos, singulares e históricos, atravesados por su propio
inconsciente, por sus deseos incestuosos, parricidas, e incluso ambivalentes por relación a su propia
madre.
Respecto al niño, no solo es insuficiente sino incluso obturante definirlo por la posición que ocupa
por relación al deseo del otro (crítica al estructuralismo lacaniano). Una perspectiva psicoanalítica
debe tomar en cuenta lo que Freud definió como sus conceptos fundamentales: inconsciente,
represión, sexualidad infantil, transferencia.
Debemos reconocer el atrapamiento en el cual el sujeto se constituye por relación a sus propios
deseos inscritos y reprimidos en el inconsciente, aún cuando estos sean efectos residuales de
impulsiones deseantes provenientes del semejante.
Nuestro problema actual es encontrar los indicios de constitución del inconsciente , reubicar su
estatuto metapsicológico en los tiempos de estructuración del psiquismo , y a partir de ello definir
las estrategias de analizabilidad en la infancia . Solo puede establecerse el carácter neurótico de un
síntoma por contraposición a las formaciones anteriores a la represión originaria o secundaria,
según el momento de abordaje del psiquismo .
Ubicar los elementos que hacen al funcionamiento de la represión originaria y secundaria, así
como los tiempos anteriores y posteriores en ella, es la cuestión central que el psicoanálisis con
niños debe encarar.
Ello no quiere decir que antes de que se establezcan los clivajes estructurantes del aparato psíquico
a los cuales estos movimientos dan origen, no haya posibilidades de operar psicoanalíticamente, y
es indudable que las diversas corrientes que han inaugurado cuestiones relativas a la analizabilidad
en la infancia han buscado vías para ello. ¿Cómo salir del impasse que se abre entre las dos
propuestas: aquella que considera al inconsciente como existente desde los orígenes (Klein), y
aquella que lo considera fundado, pero por homologación a la estructura del Edipo
(estructuralismo)?
Estructura edípica
Homotecia estructuralista
Psiquismo infantil
El obstáculo planteado puede ser remontado si se diferencian los términos entre la estructura
edípica, de partida, y la estructura de llegada, es decir, el inconsciente infantil y su operancia en el
interior de los sistemas psíquicos. La concepción con la que se ha manejado la propuesta lacaniana ,
a partir de esta derivación directa de inconsciente a inconsciente , se expresa en la clínica en los
siguientes términos: se escucha el deseo de la madre o de la pareja parental, y se traslada
directamente al modelo del inconsciente infantil, tendiendo a operar, en el análisis, sobre el primer
triángulo . Las cuestiones se tornan así irresolubles: por un lado, el análisis deviene imposible, dado
que el inconsciente del niño ha desaparecido, se ha diluido en el interior del inconsciente
parental. Por otra parte, ello presenta una vertiente absurda: para oír el deseo es necesaria la libre
asociación del sujeto, lo cual llevaría a que fuera la madre la que deviene analizante en la consulta.
En este caso, el análisis de la madre no podría tener como meta la curación del niño, porque esto
contradice el concepto mismo de análisis.
Hemos dicho que los padres son sujetos clivados, sujetos de inconsciente, y operan en sus
interacciones a través de aspectos preconscientes e inconscientes. Con relación al niño, en sus
interacciones, emiten mensajes que devienen inscripciones en el aparato psíquico en constitución.
Los sistemas se constituyen como clivados en tanto son efecto de investimientos y
contrainvestimientos, de deseos y prohibiciones. Lo que evita que el niño se constituya
centralmente en el interior de un <doble vínculo>, es el hecho de que los mensajes y
contramensajes obedecen a clivajes entre lo inconsciente y preconsciente, no provienen del
mismo sistema, en el caso de los padres, no yendo tampoco a parar al mismo sistema del hijo.
Manipulaciones sexuales, primarias, ligadas al deseo reprimido parental, operan deslizándose entre
los cuidados autoconservativos con los cuales los padres se hacen cargo del niño, mientras que del
lado del preconsciente de los padres estos mismos deseos están contrainvestidos, narcisizados,
sublimados, y se emiten en estructuras discursivas ligadas a la represión.
Una vez constituido este aparato psíquico a partir de las introyecciones, metábolas de los deseos y
prohibiciones parentales, estará el sujeto en condiciones de generar síntomas neuróticos, abierto
a la posibilidad productiva de que emerjan las formaciones del inconsciente. A partir de que la
represión originaria opere, a partir de que el lenguaje se haya instaurado, que el yo se haya
emplazado en el interior de la tópica psíquica del niño, recién entonces esto revertirá sobre la
estructura originaria de partida como un sistema de proyecciones. El análisis circulará entonces
por las representaciones fantasmáticas, inconscientes, residuales de la sexualidad pulsional
reprimida. El ataque que sufrirá el yo por parte del inconsciente será vivido por el sujeto dando
origen a la angustia que expresa la operancia de la pulsión de muerte como sexualidad desligada,
riesgosa, desintegrante. Ahora sí habrá un sujeto psíquico que sufrirá por razones intrasubjetivas ,
un sujeto que vivirá la amenaza constante de su propio inconsciente y que será plausible de
analizabilidad.
Al mismo tiempo, la técnica sufrirá una variación sustancial: al concebir al inconsciente fundado
como residual, por metábola, la interpretación no podrá soslayar la historia, la singularidad de las
inscripciones producidas en el marco de los intercambios primarios con los cuales el acontecimiento
devino traumatismo, y el fantasma, producto de una recomposición de lo histórico vivencial. En este
caso, hacer consciente lo inconsciente y rellenar las lagunas mnémicas se aúnan y queda
expulsada como eje del análisis de la interpretación.
A su vez, al concebir al inconsciente como un producto de la represión, fundado por aprés coup, el
analista de niños deberá ser extremadamente preciso en su técnica para dar cuenta de sus
intervenciones: momentos fundacionales del aparato, momentos ligadores tendientes a instaurar lo
no constituido, momentos interpretantes para hacer consciente lo inconsciente. La corroboración de
su accionar en los tiempos de estructuración del psiquismo será entonces, corroborada por grandes
movimientos estructurantes del psiquismo y no puntualmente por la respuesta asociativa del
paciente. Esto marca el pasaje hacia la constitución de lo intrasubjetivo ; lo que se ha constituido
como intrasubjetivo, se manifiesta como intersubjetivo: <conflicto con, a modo de expresión del
conflicto entre> , con el colegio, con el aprendizaje, con el padre, etc.
Si podemos definir las condiciones de estructuración y los movimientos que la impulsan, podremos
inaugurar nuevas posibilidades de abordaje de los procesos clínicos en la infancia, abriremos
nuevas vías de transformación, en los tiempos en que esta estructuración está en vías de
constituirse.
Los tiempos originarios de esta fundación deben ser cuidadosamente explorados por el analista,
porque de ello se desprenderá la elección de líneas clínicas y los modos de intervención que
propulsen su accionar práctico. Para esta exploración, los modelos freudianos constituyen la
apoyatura fundamental: el eje tópico es la cuestión mayor que hace a los prerrequisitos de la
clínica.