Act.9 JudicalizaciónDerechosSociales DACZ
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Maestría en Administración
con Acentuación en Planeación Estratégica
DERECHOS HUMANOS
Actividad No. 9
JUDICIALIZACIÓN DE LOS DERECHOS SOCIALES
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UNIVERSIDAD CIUDADANA DE NUEVO LEÓN
INTRODUCCIÓN
El presente volumen reúne una serie de trabajos que giran en torno a la
conceptualización y operacionalización de los derechos sociales –derechos
económicos, sociales y culturales, según su denominación en el ámbito
internacional o derechos del buen vivir de acuerdo con la clasificación de la
Constitución ecuatoriana– como derechos susceptibles de ser exigidos por sus
titulares a las autoridades obligadas. Pretende ofrecer al lector un panorama
comparado de tendencias en la protección de estos derechos –y, en especial, de
la protección judicial de estos derechos–, que le permitan además situar la
cuestión en el contexto en México.
Los derechos sociales son reconocidos por la doctrina global
contemporánea por su autonomía y justiciabilidad directa. No obstante, a la luz de
diversos fallos en cortes regionales y nacionales, los efectos positivos de su
judicialización no son del todo convincentes. En el sistema constitucional
mexicano se está construyendo una demosprudencia sobre derechos sociales
incoada por sectores marginados.
Para lograrlo, la jurisdicción mexicana se guía por el derecho internacional
de los derechos humanos y de las tendencias regionales en la materia. Con este
marco de trabajo, el artículo subraya que la jurisprudencia mexicana de derechos
sociales tiene avances y retrocesos, pues existen líneas decisorias que favorecen
su progresividad y otras que denotan un sistema de interpretación ambiguo y
restrictivo.
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CAPÍTULO VIII
JUDICIALIZACIÓN DE LOS DERECHOS SOCIALES
EN MÉXICO
Otro de los antecedentes que va a influir en los derechos sociales es, sin
lugar a dudas, la Declaración de Derechos del Buen Pueblo de Virginia. En esta
declaración se establecen derechos fundamentales de la sociedad y del individuo.
Esta declaración fue aprobada en 1776 por los representantes de las doce
colonias que posteriormente se constituyeron en los Estados Unidos de América.
Este importante documento contiene, entre otros, los siguientes derechos:
derecho a la vida, a la felicidad y sobretodo los derechos a la libertad y a la
igualdad y otros que no pertenecen a los denominados derechos sociales. Largo y
difícil fue el proceso para implantar los Derechos Sociales en nuestro país. Pero
ha sido más difícil instituir un salario remunerador. Durante la dictadura de Don
Porfirio Díaz, la explotación inhumana de los trabajadores de todo tipo fue una de
sus principales características.
Los mineros se les obligaba a entrar al trabajo al amanecer y salir al
oscurecer, lo mismo sucedía con los obreros y con los campesinos que estaban
sometidos a la esclavitud en las haciendas de Valle Nacional, en el Estado de
Oaxaca y en las fincas de Henequén en Yucatán. Los obreros de Cananea y Río
Blanco tuvieron, muchos deellos, que pagar con sus vidas el arrojo de irse a la de
1906 y 1907 respectivamente.
La burguesía nacional aprovechó la política del general Díaz para hacer
suyos los aspectos de la economía nacional. Fueron los “científicos” quienes
adoptaron el papel de grandes directores del crecimiento nacional, y por supuesto
los principales beneficiarios de las riquezas de la nación. Es importante incluir en
este trabajo de investigación las Adiciones al Plan de Guadalupe que Venustiano
Carranza anunció, precisamente en Veracruz, el 4 de diciembre de 1914, que se
expedirían todas las leyes que fueran necesarias para el mejoramiento de los
trabajadores. Días después del mismo mes de diciembre, en el Artículo 2 de las
Adiciones al Plan de Guadalupe emitió la nueva legislación social, “para mejorar la
condición del peón rural, del obrero, del minero y en general de todas las clases
trabajadoras”.
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Sociales y Culturales. Al respecto se argumentó como razón de tal división que los
Derechos Civiles y Políticos podrían protegerse en los tribunales, mientras que los
Derechos Sociales, Económicos y Culturales no se protegían ni podrían
protegerse por esa vía.
La distinción entre ambas categorías de Derechos, también se ha
pretendido basar en el tipo de obligaciones que genera cada una de ellas. Lo
cierto es que es una falsedad el hecho de que los Derechos Civiles y Políticos
generen únicamente obligaciones negativas o de abstención en tanto que los
Derechos Económicos, Sociales y Culturales impliquen solamente obligaciones
positivas (de hacer y sobre todo de dar algo).
Podemos por tanto encontrar derechos civiles y políticos en los que la
obligación del Estado no es sólo respetar el derecho y permanecer al margen, sino
que también requiere hacer cosas a favor del individuo (obligaciones positivas)
que van desde la realización de un acto concreto a favor del particular, hasta la
creación de normativas e instituciones para hacer efectivo el goce de los derechos
respectivos; y encontramos también que los derechos económicos, sociales, y
culturales también conllevan aunque a veces no se note a simple vista, un deber
de no hacer y por tanto de respeto al derecho protegido (aunque efectivamente las
obligaciones positivas son las más identificables en ellos y por tanto su nota más
simbólica y característica).
Así pues, podemos apreciar conforme a lo anterior, que las diferencias
entre Derechos Civiles y Políticos y Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
son diferencias de grado más que diferencias sustanciales, por lo que no debe
hacerse ya una diferencia tajante entre estos dos tipos de derechos, máxime que
incluso muchos de los derechos considerados de manera clásica como derechos
civiles y políticos son considerados hoy en día como de contenido o relevancia
social (derecho de propiedad, libertad de expresión, derecho a la información,
libertad de reunión y asociación, libertad de empresa y comercio, etc. etc.), por lo
que la distinción absoluta que se ha venido imperando ya no debe seguir
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detenemos a analizar uno a uno los derechos veremos que en la mayoría de los
casos actúan de forma interdependiente y complementaria)
Otro argumento que como ya mencionamos ha sido usado para generar la
distinción entre estos derechos, es el relativo a su exigibilidad. Tradicionalmente (e
indebidamente) se ha dicho que los Derechos Civiles y Políticos, son derechos
exigibles mientras que los Económicos, Sociales y Culturales no lo son y que en
todo caso su fuerza vinculante, si es que la tienen, dependerá de la disponibilidad
de recursos por parte del Estado. En mi concepto esto es muy grave porque
equivale a decir que los derechos que el Estado reconoce de antemano sólo
aplicarán cuando el Estado quiera y pueda, lo que equivale a que los derechos
fundamentales constitucionales estén sujetos a restricciones arbitrarias y su
cumplimiento dependa de la voluntad y capricho, no sólo del Estado sino del
Gobierno, y lo que es peor de las autoridades específicas que se encuentran en el
poder en un momento determinado. Tal situación, en un Estado Constitucional de
Derecho resulta insostenible, ya que no es admisible bajo ninguna circunstancia
incluir en el catálogo de derechos fundamentales, derechos de primera y derechos
de segunda; derechos que sí valen y deben ser cumplidos y derechos que no…
Cierto es que el cumplimiento de obligaciones de carácter positivo implica
genéricamente el disponer de recursos económicos por parte del Estado, pero
también se puede dar la satisfacción de dichas obligaciones a través de otros
mecanismos en los que concurran también otros sujetos obligados (esquemas
solidarios en los que participen el sector privado y social también) y por medio de
acciones que no impliquen necesariamente la erogación de gran cantidad de
fondos.
Así pues, como podemos apreciar la justiciabilidad de los derechos
económicos sociales y culturales, no es una cuestión ligada únicamente a la
cuestión de capacidad de realización económica, ya que como vimos
anteriormente toda vez que dichos derechos no sólo implican obligaciones de dar
para el Estado, sino un espectro mucho más rico y amplio, no hay razón para
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goce del derecho vulnerado, sino también para reparar los daños y perjuicios
causados, y de igual forma para impedir su violación antes de que esta ocurra a
través de efectivas medidas cautelares, evitando de esta manera que se causen
afectaciones graves e irreparables a los individuos, grupos o incluso la sociedad
en su conjunto.
A. PRINCIPIO DE PROGRESIVIDAD
El principio de progresividad de derechos humanos implica el gradual
progreso para lograr su pleno cumplimiento, es decir, que para el cumplimiento de
ciertos derechos se requiera la toma de medidas a corto, mediano y largo plazo,
pero procediendo lo más expedita y eficazmente posible.
El principio de progresividad se ha relacionado particularmente con los
derechos económicos, sociales y culturales, pero aplica también para los civiles y
políticos, procurando por todos los medios posibles su satisfacción en cada
momento. Este principio se relaciona de forma estrecha con la prohibición de
retrocesos o marchas atrás injustificadas a los niveles de cumplimiento
alcanzados, la “no regresividad” en la protección y garantía de derechos humanos.
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participación del Estado mismo dentro de la vida de las personas, a diferencia del
liberalismo donde debía. En el derecho constitucional, es posible distinguir al
menos dos visiones de las Constituciones: la política y la jurídica. Como norma
jurídica, a su vez, puede verse como enteramente aplicable y también
parcialmente aplicable. Es decir, con eficacia normativa directa o indirecta.
En sentido similar, para De Otto, la disyuntiva de determinar el tipo de
eficacia “no tiene nada que ver con el carácter normativo o no de la Constitución,
pues sólo puede plantearse si previamente se parte de que la Constitución es una
norma”. Hilando con lo anterior, podrían distinguirse cuatro tipos de normas
materiales de las Constituciones: derechos fundamentales, garantías
institucionales, mandatos al legislador y principios y fines del Estado.
Cada una tendrá distinta eficacia dependiendo de la naturaleza jurídica. Así
las cosas, respecto de la naturaleza jurídica: la de los derechos fundamentales, es
de derecho subjetivo; pero la de los principios rectores, es de normas
programáticas. Por último, sobre los derechos humanos, hay que distinguir que, en
cuanto género de los derechos fundamentales, no se predica naturaleza jurídica
alguna toda vez que se encuentran en el plano ético; y en cuanto concepto
utilizado por el Constituyente de 2011, la naturaleza es de derecho subjetivo; ello,
toda vez que se ha mostrado que, en México a partir de 2011, el Constituyente
identifica derechos humanos derechos fundamentales como lo mismo.
En el sentido apuntado, ambas naturalezas vinculan al Estado en cuanto
son disposiciones constitucionales, pero solamente los derechos subjetivos
(algunos) traen aparejada garantía jurisdiccional. Así, mientras que los derechos
subjetivos producen un beneficio, consistente en un dar, hacer o no hacer —
dejando abierta la posibilidad para un derecho de acción, que puede existir o no—,
las normas programáticas no generan un derecho para la persona, sino que gran
parte de la eficacia pasa por un acto unilateral del poder público. El poder público
se encuentra vinculado, pero no frente a la persona, sino en virtud de algún tipo de
norma constitucional.
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humanos, está vinculado a los objetivos que se proponga la acción. Sin embargo,
estos objetivos no son uniformes y su definición está mediada por diversas
variables.
Es posible advertir una primera variable, que está dada por los intereses de
una organización legal (sociedad civil u estatal). Allí, la trayectoria de esa
organización legal, su capacidad para enfrentar una discusión a través de la
herramienta del litigio estratégico e incluso su reconocimiento legal, será central.
De hecho, en algunos Estados de la región, esta variable puede ser considerada
como una capacidad para promover acciones judiciales (ej. art. 43, inc. 2, de la
Constitución Argentina que otorga a organizaciones de la sociedad civil y al
Defensor del Pueblo legitimación para la presentación de acciones judiciales
colectivas).
Una segunda variable puede estar dada a partir del proceso judicial o
administrativo que se ha utilizado –o se pretende utilizar- para llevar adelante el
litigio estratégico. En este supuesto, la existencia de vías procesales idóneas o, al
menos, inexploradas para la protección de derechos humanos, puede ser una
variable que incida en la definición de objetivos de la acción legal. La idea de abrir
caminos de protección a través del uso de herramientas judiciales ha sido una
fórmula utilizada en varios países de la región.
Una tercera variable que se puede pensar para la definición de los objetivos
de la acción legal, consiste en centrar la obtención de los objetivos al momento de
la ejecución de la sentencia. Es decir, de qué manera la conclusión del proceso
judicial que se inicia, podrá dar respuesta a la situación que se intenta resolver. En
esta variable es central enfocar los esfuerzos en el proceso de ejecución de
sentencia, no importará por cierto la apertura de la vía judicial o la legitimación
para llevar adelante un reclamo legal, sino las reglas de ejecución que la sentencia
fije, el tipo de remedio judicial (inmediato, mediato, a largo plazo, etc.). En general,
esta variable toma en cuenta los efectos de la decisión judicial, como por ejemplo
la producción de una vacuna para enfrentar una enfermedad endémica, la
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confrontar con sus diferentes instancias y con los demás protagonistas del
conflicto.
No es común que las organizaciones consideren al litigio como una
herramienta más en el marco de un reclamo. En estos casos, la aproximación del
litigio como herramienta que favorezca el reclamo de las organizaciones, debe
relacionarse con la fortaleza de la organización/grupo/comunidad. El reclamo legal
debe tener muy en cuenta las fortalezas y debilidades organizativas al momento
de sugerir estrategias políticas y discutir las posibles alternativas en el ámbito
judicial.
No obstante, el litigio, y esto es central discutirlo con los grupos a la hora de
cualquier planificación de la estrategia legal, puede servir para:
Fortalecer su capacidad de acción
Abrir nuevas vías de participación
Hacer efectivas conquistas logradas en el plano político.
Control permanente sobre los órganos del Estado.
A su vez, los objetivos que subyacen a los planteos legales en materia de
derechos humanos pueden necesitar estrategias que deban ser trazadas en
conjunto con otros actores, distintos de los directamente afectados, pero centrales
para fortalecer el reclamo o tornarlos más viable. Por eso, en una etapa inicial
también se pueden analizar las articulaciones posibles con otros actores, estatales
o no gubernamentales: por ejemplo, Defensorías del Pueblo, Universidades,
Centro de Estudios, Clínicas Jurídicas, organizaciones de la sociedad civil.
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CONCLUSIÓN
La exigibilidad y justiciabilidad de los derechos sociales, ha experimentado
un proceso lamentable dentro del ámbito constitucional mexicano. En efecto, bajo
el régimen del Estado Social, modelo de Estado previsto en la Constitución de
1917, la justicia constitucional puso en evidencia una serie de obstáculos que
terminaron por excluir a los derechos sociales del ámbito de protección de las
garantías constitucionales. Aquello, que a simple vista parecería contradictorio, si
partimos de la premisa de un Estado Social, encuentra razón de ser precisamente
en su segundo calificativo, “de Derecho”.
Su influencia e irradiación respecto a todo el ordenamiento jurídico
mexicano, tuvo como base al positivismo jurídico, lo que involucró
necesariamente, que los derechos y la justicia se hayan encontrado supeditados a
lo dispuesto por la ley.
Así, desde el punto de vista político, las consecuencias más importantes
que se generan a partir del Estado Constitucional, son el sometimiento de toda
autoridad, función, ley o acto a la Constitución de la República; y la presencia de
garantías jurisdiccionales vinculantes ampliamente protectoras y verdaderamente
reparatorias. De esa forma, se termina por desplazar el protagonismo de la función
administrativa y legislativa hacia la judicial. Sólo bajo esos presupuestos, el juez
constitucional se encuentra en capacidad de alcanzar la igualdad sustancial y la
protección de la dignidad de las personas.
Es así, que la obligación esencial tendiente al fortalecimiento y
consolidación de un auténtico Estado Social Constitucional, recae sobre los jueces
constitucionales, serán ellos quienes deberán velar por la justiciabilidad y el pleno
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REFERENCIAS
Presno Linera, M., & Martín, N. (2010). Los derechos sociales como instrumento
de emancipación. Cizur Menor: Aranzadi.
La Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos. (2007). EL LITIGIO ESTRATÉGICO EN MÉXICO: la
aplicación de los derechos humanos a nivel práctico (1st ed.). Ciudad de México.
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