FALLOS DIP 2 Entrega - Dottori
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PARTES – FECHA - HECHOS: El Fallo de las pesquerías fue incoado por el Reino Unido e
Irlanda del Norte contra Noruega. En siglos pasados los pescadores británicos hacían incursiones en
las costas de Noruega. Debido a las quejas del Rey de Noruega, a partir del s. XVII dejaron de
hacerlo, pero para 1906 aparecieron de nuevo los buques. La población se alarmo y Noruega toma
medidas para precisar los límites dentro de los cuales estaba prohibida a los extranjeros la pesca.
Por un decreto del año 1935, el Gobierno de Noruega había delimitado en la parte norte del Círculo
Polar Ártico la zona en la que la pesca estaba reservada a sus nacionales, llegando a detener barcos
Británicos. El Reino Unido solicitó a la Corte que declarara si esa delimitación era o no contraria al
derecho internacional y si estaba bien empleada la delimitación.
Se especifica que el objeto de la controversia es si las líneas fijadas en el decreto de 1935 con objeto
de delimitar la zona de pesca noruega fueron trazadas o no conforme al derecho internacional.
Reino Unido niega que hayan sido trazadas con arreglo al derecho internacional. Noruega, sin negar
que existan normas, sostiene que las indicadas por el Reino Unido no son aplicables, y se atiene a su
propio sistema de delimitación, que afirma que se ajusta totalmente al derecho internacional.
El primer principio británico es que toda línea de base debe seguir la marca de la bajamar (que es el
criterio generalmente adoptado en la práctica de los Estados). Las dos partes lo aceptan, pero
difieren respecto a su aplicación. Las realidades geográficas de Noruega, no permite aplicarlo
adecuadamente. La línea de base ha de obtenerse mediante una construcción geométrica.
El fallo destaca que un decreto noruego ha consagrado en el sistema noruego y consolidado por una
práctica constante y suficientemente larga. La aplicación de ese sistema no ha encontrado oposición
en otros Estados. Reino Unido no lo impugnó durante muchos años, en 1933 presentó una protesta
oficial y definida, sobre cuestiones marítimas que no podían ignorar las manifestaciones reiteradas
de la práctica noruega, que era notoria. La tolerancia general de la comunidad internacional
muestra, que no sé consideraba que el sistema noruego fuera contrario al derecho internacional. Al
examinar los sectores así criticados, en el fallo se concluye que las líneas trazadas están justificadas,
que el Gobierno noruego se ha basado en un título histórico (Lopphavet, privilegio exclusivo de
pesca y de caza de ballenas concedido en el S.XVII a un noruego, de lo que se deduce que se
consideraba que esas aguas estaban sometidas exclusivamente a la soberanía noruega). En el fallo
se concluye que el método empleado en el decreto de 1935 no es contrario al derecho internacional,
y que las líneas de base fijadas por ese decreto tampoco son contrarias a él.
En este fallo vemos reflejado que la Corte establece una serie de elementos que permiten constatar
que ese sistema ha sido utilizado por las autoridades durante muchos años, de manera continuada
y sin encontrar oposición de los demás estados.
PARTES – FECHA – HECHOS: Conflicto entre Colombia y Perú con Cuba como parte
interviniente. En un fallo dictado el 20/11/1950, la Corte definió las relaciones jurídicas entre
Colombia y Perú en relación con el asilo diplomático en general y en particular, con el asilo
concedido en 1949 por el Embajador de Colombia en Lima a Víctor Raúl Haya de la Torr. La Corte
había juzgado que, en ese caso, el asilo no había sido concedido de conformidad con la Convención
sobre el asilo firmada en La Habana en 1928. Después de haberse dictado el fallo, Perú pidió a
Colombia que lo ejecutara y que pusiera fin, mediante la entrega del refugiado, a una protección
indebidamente concedida. Colombia respondió que la entrega del refugiado no sólo incumpliría el
fallo de 1950, también violaría la Convención de La Habana.
La Corte declaró, por unanimidad, que no formaba parte de sus funciones jurisdiccionales escoger
entre los diversos modos por los que podía ponerse fin al asilo. Por mayoría de votos que Colombia
no estaba obligada a entregar a de la Torre a las autoridades peruanas y unanimidad, que el asilo
debía haber cesado una vez pronunciado el fallo de 1950, y que debía finalizar.
En cuanto a la intervención de Cuba, valiéndose del estatuto de la Corte a las partes en una
convención cuya interpretación se ha solicitado, había depositado una declaración de intervención,
en la que expresaba su punto de vista respecto a la interpretación de la Convención de La Habana.
El Gobierno del Perú mantuvo que la intervención era inadmisible por ser tardía y porque constituía
un intento de recurso por parte de un tercer Estado contra el fallo de 1950. La Corte recordó que
toda intervención es un incidente procesal; por consiguiente, una petición de intervención sólo
adquiere ese carácter si se refiere efectivamente al objeto del procedimiento de que se trate. El
objeto del presente caso es una cuestión nueva (la entrega de Haya de la Torre a las autoridades
peruanas), cuestión que había quedado completamente fuera de las peticiones de las partes y sobre
la que no se había pronunciado el fallo. La Corte decidió admitirla y procede a examinar el fondo
del asunto. Las partes esperaban que la Corte escoja entre los diversos modos de poner fin al asilo,
no entra en la función judicial de la Corte efectuar esa elección.
La convención no habla de la entrega del refugiado, en que momento proceder ni del abandono del
mismo del país, por lo tanto ante el silencio no se lo puede tomar como obligación de la entrega.
En cuanto este caso, la corte constató que no se había demostrado que antes de la concesión del
asilo se le hubiera acusado de delitos de derecho común; el asilo no se le había concedido de
conformidad con la Convención; Colombia no está obligada a entregarlo a las autoridades peruanas.
La Corte llega, a la conclusión de que el asilo debe cesar, pero Colombia no estaba obligada a
cumplir esa obligación mediante la entrega del refugiado. No puede dar ningún consejo práctico en
cuanto al camino que convendría seguir para poner fin al asilo, pues al hacerlo rebasaría el marco de
su función judicial. Pero las partes están en condiciones de hallar una solución práctica y
satisfactoria, inspirada en las consideraciones de cortesía y de buena vecindad que en materia de
asilo siempre han tenido un lugar prominente en las relaciones entre las repúblicas
latinoamericanas.
En cuanto este caso, Colombia detalla serie de Tratados de extradición y asilo político, pero la
Corte señala que no tienen que ver con el caso o no contienen disposiciones sobre la regla de
calificación unilateral o no fueron ratificados por Perú, por lo tanto no se puede poner en práctica.
PARTES – FECHA – HECHOS: Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte contra
Albania, se originó por incidentes ocurridos en 1946 en el Estrecho de Corfú, dos destructores
británicos chocaron con minas en aguas albanesas, sufriendo daños y pérdidas de vidas. El Reino
Unido presentó el caso al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el cual mediante
resolución en el año 1947, recomendó a los Gobiernos que sometieran la controversia a la Corte.
CORTE – CRITERIOS – FALLO: Reino Unido presentó una solicitud, tras haber presentado
Albania una excepción de inadmisibilidad, donde la Corte se declaró competente. En su fallo
declaró, por 11 votos contra 5, que Albania era responsable, de las explosiones y obligación de
pagar indemnización. Y 14 votos contra 2, que Reino Unido no había violado la soberanía de
Albania (el día que se produjo las explosiones), pero declaró, por unanimidad, que sí lo había
violado cuando procedió a limpiar de minas el estrecho y que esta constatación constituía, por sí
misma, una satisfacción apropiada.
En 1946, dos cruceros y dos destructores británicos, entraron en el Estrecho septentrional de Corfú.
El canal que seguían, se hallaba en aguas albanesas, estaba considerado como seguro ya que había
sido limpiado de minas en 1944 y verificado en 1945. Uno de los destructores, chocó con una mina
y resultó gravemente averiado. El otro destructor, fue enviado en su socorro y, mientras lo
remolcaba, chocó con otra mina y sufrió también graves daños, 45 oficiales y marineros británicos
murieron y 42 heridos. El Gobierno del Reino Unido había protestado, haciendo constar que el paso
inocente por los estrechos es un derecho reconocido por el derecho internacional. Albania había
respondido que los buques extranjeros, de guerra o mercantes, no podían penetrar en las aguas
territoriales albanesas sin autorización previa, y el Gobierno del Reino Unido había replicado, en
agosto de 1946, que, si volvía a abrirse fuego contra un buque de guerra británico en tránsito, éste
respondería. Tras las explosiones, el Gobierno del Reino Unido envió una nota en la que notificaba
su intención de proceder en breve a limpiar de minas el Canal de Corfú. La respuesta fue que sólo
se daría el consentimiento si la operación prevista se realizaba fuera de las aguas territoriales
albanesas, y que cualquier retirada de minas de esas aguas se consideraría una violación de la
soberanía de Albania. Se efectúa la retirada de minas en aguas territoriales albanesas y dentro de los
límites del canal que había sido limpiado anteriormente, donde se encontraron 22 minas.
La Corte establece, que las explosiones fueron causadas por minas pertenecientes al campo
descubierto, que las explosiones se habían producido en el canal anteriormente limpiado de minas y
verificado y que podía considerarse seguro. Reino Unido ha alegado la convivencia de Albania, ya
que el tendido de las minas habría sido realizado por dos buques de guerra yugoslavos, a petición de
Albania o con su aquiescencia. Según la Corte no se ha probado esa colusión.
Hay que considerar la actitud del Gobierno de Albania antes y después de la catástrofe. El tendido
de las minas ocurrió en un período donde se había manifestado su intención de ejercer una
vigilancia celosa en sus aguas territoriales y había exigido una autorización previa para entrar en
ellas. Cuando el Gobierno de Albania tuvo pleno conocimiento del campo de minas, protestó
enérgicamente de las actividades de la escuadra británica, pero no del tendido de las minas, que si
se hubiera efectuado sin su consentimiento, era una violación a su soberanía; no notificó a la
navegación la existencia del campo de minas, como lo exige el derecho internacional; no adoptó
ninguna de las medidas de instrucción judicial que hubieran sido procedentes en un caso similar.
Esa actitud explica, que se pretendía mantener secretas las circunstancias en que se había efectuado.
También se podía observar el tendido de minas desde la costa albanesa. Geográficamente, el canal
puede vigilarse con facilidad. La Corte concluye que el tendido del campo de minas no pudo
haberse efectuado sin el conocimiento de Albania, que está debió notificarlo a los navegantes y que
al no intentar prevenir la catástrofe es una omisión de responsabilidad internacional.
La pretensión albanesa de someter el pasó de buques a una autorización previa se opone al principio
generalmente admitido de que los Estados, en tiempo de paz, tienen derecho a que sus buques de
guerra pasen por los estrechos que sirven, a los efectos de la navegación internacional, para
comunicar dos partes de alta mar, siempre que el paso sea inocente. El Estrecho de Corfú pertenece
a esa categoría. Constituye una frontera entre Albania y Grecia, y que una parte del estrecho está
totalmente comprendida en las aguas territoriales de esos Estados. Esos dos Estados no mantenían
relaciones normales, ya que Grecia había hecho reivindicaciones territoriales precisamente sobre
una parte de la costa a lo largo del estrecho. La Corte estima que esas circunstancias excepcionales
habrían justificado que Albania regulara el paso por el estrecho, pero no que lo prohibiera o lo
sometiera a una autorización especial. Albania alega que se trataba de una misión política cuyas
modalidades de ejecución indicaban la intención de intimidar. La Corte estableció que el paso era
inocente tanto en su principio, puesto que tenía por objeto afirmar un derecho injustamente
rehusado, como en sus modalidades de ejecución, que no eran irracionales en vista de los disparos
efectuados por la batería albanesa.
En este fallo se destaca la costumbre universal que se desarrolla entre los Estados en tiempo de
paz, derecho de atravesar, con sus buques de guerra, los estrechos utilizados por la navegación
internacional entre dos partes de alta mar, sin la previa autorización del Estado ribereño, siempre
que el paso sea inocente.
FALLO ENSAYOS NUCLEARES (NUEVA ZELANDA – FRANCIA)
PARTES – FECHA – HECHOS: La Corte, por 9 votos contra 6, declaró que, la demanda de
Nueva Zelanda carecía de objeto y que no tenía que dictaminar al respecto. Adujo que antes de
examinar las cuestiones de competencia y admisibilidad, tenía que considerar si existía una
controversia y analizar el reclamo que se le había sometido. Las actuaciones incoadas ante la Corte
en mayo de 1973 se referían a la legalidad de los ensayos nucleares atmosféricos realizados por
Francia en el Pacífico meridional, el objetivo era obtener la terminación de esos ensayos. Francia,
en declaraciones públicas hechas en 1974, había anunciado su intención, tras completar la serie de
ensayos atmosféricos, abandonar la realización de tales ensayos; por lo tanto al haber desaparecido
así la controversia, no tenía ya objeto y no existía nada sobre lo que hubiera que fallar.
En su fallo, la Corte recuerda que en mayo de 1973 el demandante incoó actuaciones contra Francia
respecto a los ensayos nucleares atmosféricos realizados por ese país en el Pacífico meridional. Para
fundar la competencia de la Corte, la solicitud se basaba en el Acta General para el Arreglo Pacífico
de Controversias Internacionales concertada en Ginebra en 1928 y en los Art. 36 y 37 del Estatuto
de la Corte. En una carta de 16 de mayo de 1973, Francia manifestó que consideraba que la Corte
carecía de competencia en el caso, que no podía aceptar su jurisdicción y que pedía que el caso se
retirara de la lista de la Corte. Habiendo pedido el demandante que la Corte indicara medidas
provisionales, ésta, mediante una providencia de 22 de junio de 1973, indicó, en particular, que, en
espera de su decisión definitiva, Francia debía evitar todo ensayo nuclear que causara el depósito de
desechos radiactivos en el territorio del demandante. En varias comunicaciones, el demandante
informó, que se habían realizado nueva serie de ensayos.
Francia no presentó contramemoria ni estuvo representada en las vistas. La Corte considera que el
caso no es uno de aquellos en que sería apropiado el procedimiento de la remoción sumaria de la
lista.
Si se tiene en cuenta toda la demanda, los canjes diplomáticos efectuados por las partes en los
últimos años, los argumentos del demandante ante la Corte y las declaraciones públicas hechas en
su nombre durante el procesamiento oral y después de él, resulta que el objetivo original y último
del demandante era obtener la terminación de los ensayos nucleares atmosféricos de Francia en el
Pacífico meridional.
Se reconoce que las declaraciones hechas mediante actos unilaterales, respecto a situaciones
jurídicas o de hecho, pueden tener el efecto de crear obligaciones jurídicas. El carácter obligatorio
del compromiso resulta de los términos del acto y se basa en la buena fe; los Estados interesados
tienen derecho a exigir que la obligación se respete. El demandante, ha manifestado que ha quedado
abierta la posibilidad de nuevos ensayos atmosféricos. La Corte debe dar su propia opinión del
significado y el alcance que se pretende dar a las declaraciones unilaterales. Francia ha transmitido
al mundo en general, su intención de terminar efectivamente sus ensayos atmosféricos. Si bien no
ha reconocido que estuviera obligada por ninguna norma de derecho internacional a concluirlos.
El demandante pretendía que Francia le asegurase que cesarían los ensayos, y Francia, por propia
iniciativa, ha hecho una serie de declaraciones en ese sentido. La Corte concluye que Francia ha
asumido una obligación respecto a la cesación efectiva de los ensayos, y el hecho de que el
demandante no haya ejercido su derecho a desistir de las actuaciones no impide a la Corte adoptar
su propia conclusión independiente a ese respecto. En este caso, al haber desaparecido la
controversia, la demanda ya no tiene objeto, y no hay nada sobre lo que fallar.
PARTES – FECHA – HECHOS: El derecho de paso por territorio de la India fue remitido a la
Corte en virtud de una solicitud presentada en diciembre de 1955. El Gobierno de Portugal
manifestaba que su territorio en la Península India incluía los enclaves de Dadra y Nagar-Aveli,
rodeados por territorio de la India y necesitaba pasar por éste territorio para comunicar dichos
enclaves y de éstos con el distrito costero de Daman. En julio de 1954, el Gobierno de la India
impidió a Portugal ejercer ese derecho de paso, lo que colocó a Portugal en una posición en la que
le resultaba imposible ejercer sus derechos de soberanía sobre los enclaves. Tras la presentación de
la solicitud, el Gobierno de la India presentó a la Corte seis excepciones preliminares. En
noviembre de 1957, la Corte rechazó las cuatro primeras excepciones e incorporó la quinta y la
sexta al fondo del asunto.
CORTE – CRITERIOS – FALLO: La Corte consideró que la fecha que se presentó la solicitud
debía ser el día anterior a la fecha en que se pusieron tales obstáculos. Portugal había solicitado
previamente a la Corte que declarase sin fundamento los alegatos de la India respecto a su derecho a
adoptar una actitud de neutralidad, a la aplicación de la Carta de las Naciones Unidas y a la
existencia en los enclaves de un gobierno local. La Corte, sin embargo, consideró que no
correspondía a su función judicial declarar si alguno de esos alegatos estaba o no bien fundado.
India había alegado, que el derecho de paso reclamado por Portugal era demasiado vago y
contradictorio para que la Corte pudiera emitir un fallo sobre el mismo aplicando las normas
jurídicas enumeradas en el párrafo 1 del Artículo 38 del Estatuto. Portugal se había basado en el
Tratado de Poona de 1779 y en los decretos dictados por el gobernante márata en 1783 y 1785, en
los que se confería a Portugal la soberanía sobre los enclaves, con el derecho de paso a los mismos.
La India había objetado que el supuesto Tratado de 1779 nunca se había concertado válidamente ni
había adquirido fuerza de ley como tratado que obligase a los máratas. La Corte consideró, que los
máratas nunca pusieron en duda la validez o el carácter obligatorio del Tratado. La India había
objetado, que el Tratado y los decretos no transferían soberanía sobre las aldeas asignadas a
Portugal, sino que únicamente otorgaban, una concesión. La Corte no pudo concluir, que se
desprendiese una transferencia de soberanía. La Corte consideró que la situación había sufrido un
cambio con la llegada de los británicos como soberanos de aquella parte del país en sustitución de
los máratas: la soberanía portuguesa sobre las aldeas había sido reconocida por los ingleses de
hecho e implícitamente, y con posterioridad había sido reconocida tácitamente por la India. Ambas
partes reconocían que durante el período británico y postbritánico el paso de particulares y
funcionarios civiles no había estado sujeto a ninguna restricción, aparte del control ordinario. Se
llegó a la conclusión de que, había existido una práctica continua y uniforme que permitía el libre
paso
Históricamente, la cuestión se remontaba a un período y se refería a una región en las que las
relaciones entre los Estados vecinos no estaban regidas por normas precisas, sino que se basaban
principalmente en la práctica establecida entre los dos Estados, que ambas partes habían reconocido
que regía sus relaciones mutuas. Tras estimar que Portugal tenía en 1954 un derecho de paso en
relación con los particulares, los funcionarios civiles y las mercaderías en general, la Corte opinó
que la negativa de la India a permitir el paso se amparaba en su facultad de reglamentar y fiscalizar
el derecho de paso de Portugal.
El Derecho de Paso por el Territorio Indio, se establece por costumbre bilateral, formada por dos
o más estados de la comunidad internacional, donde se reconoció una servidumbre de paso.
Rechazó las alegaciones de la República Federal en la medida en que pretendían que se aceptara el
principio de la distribución de la plataforma continental en partes justas y equitativas. Decidió que
cada una de las partes tenía un derecho original a aquellas zonas de la plataforma continental que
constituían la prolongación natural de su territorio dentro del mar y bajo él. No se trataba de
distribuir o repartir esas zonas, sino de delimitarlas.
Se resolvió que las líneas de delimitación debían trazarse por acuerdo entre las partes y con arreglo
a principios de equidad, e indicó ciertos factores que habían de tenerse en cuenta con ese fin.
Correspondía luego a las partes negociar sobre la base de esos principios, como habían accedido a
hacer.
Alemania había firmado, pero no ratificado la Convención, con lo cual no le era aplicable, pero
además la CIJ determina que la regla de la equidistancia no constituye una Costumbre del Derecho
Internacional en cuanto sea aplicable como único método de demarcación, especialmente por
ausencia del elemento psicológico o convencimiento de obligatoriedad. A partir de una regla de
Derecho Internacional convencional, es indispensable que en ese lapso de tiempo, por más breve
que sea, la práctica de los Estados, entre los que estén particularmente interesados, haya sido
frecuente y prácticamente uniforme en el sentido de la disposición invocada.