PSICOLOGIA-DEL-DESARROLLO-NINEZ-Unidad 2

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Ana Faas

PSICOLOGIA DEL
DESARROLLO
de la NIÑEZ
SECCIÓN II

LAS ETAPAS DEL DESARROLLO INFANTIL

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PARTE I

El embarazo y nacimiento
Faas, A. E.
Antes que las personas tengan una conciencia desarrollada, desde el momento
mismo del parto y aún en la época prenatal, el sujeto manifiesta una actividad
conductual mediante la cual contribuye al mantenimiento y evolución de su vida. De
esta forma, cuando un individuo llega a la fase propia del adulto, su psiquis ya ha pasado
por una serie de estadios o fases de desarrollo. Estas fases del desarrollo presentan
unas características particulares en su interior y a su vez pueden diferenciarse entre
sí. Son los llamados estadios evolutivos, por los que todo organismo debe pasar
ineludiblemente.
Un estadio evolutivo podrían definirse como aquellas partes o momentos del
desarrollo que se distinguen en función de ciertas características homogéneas, debiendo
cumplir las siguientes condiciones:
a) Comienzo y final definidos.
b) Orden de sucesión preestablecido a través de una jerarquía de los modos
de comportamiento, de unos con respecto a otros, de modo que los estadios nuevos
descansen sobre los anteriores o pasados.
c) Cada estadio debe tener períodos críticos que capaciten al individuo para
posibles aprendizajes y comportamientos.
Muchos autores como Freud, Piaget, Gessell, Wallon y Erikson, por nombrar
algunos, han hecho uso de categorías descriptivas para estas fases, resultando todas ellas
muy heterogéneas entre sí. A su vez, cada uno de ellos ha enfatizado distintas esferas
del desarrollo del niño como la emocional y afectiva, la cognitiva, la maduracional y
psicomotriz o la social.
Si consideramos el desarrollo como un proceso bio-psico-social y aceptamos
la existencia de diversas sociedades que implican a su vez diversos contextos en los
que se desarrollará el niño, es lógico pensar que en la clasificación de distintas etapas
evolutivas la homogeneidad de criterios sea una tarea dificultosa. La clasificación de
etapas por edad cronológica debe entenderse en el contexto de una cultura determinada
donde los procesos socio-históricos han modificado los momentos del curso vital. Sin
embargo, trataremos aquí de homogeneizar lo más posible las etapas que definen la
infancia en función de características propias que definen a cada una de ellas desde que
el niño es concebido hasta que ingresa a su pubertad.
Nos abocaremos en esta próxima sección al desarrollo fetal y neonatal.
Nuestro proceso de desarrollo se produce mucho antes de que nazcamos.

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Durante 9 meses de nuestras vidas vivimos confortables nadando y jugueteando en
el líquido amniótico materno. Sin embargo, es justamente en este período en el que
nos desarrollamos con mucha mayor rapidez que en cualquier otra edad. Hoy se sabe
que los acontecimientos que ocurren en la vida fetal inciden tanto en el niño como en
la madre, sin embargo, todavía existe relativa oscuridad sobre lo que ocurre en esta
etapa. Más aún, es justamente cuando acaba que consideramos que empieza nuestra
edad oficial. Y es cierto que en la oscuridad del vientre materno no podemos ver,
nuestro sentido de la vista no está aún muy desarrollado, pero si podemos sentir
olores, sabores, sonidos y vibraciones.Y aunque la mujer embarazada pueda percibir los
movimientos de su hijo recién como a la semana 20 de gestación, éstos comienzan tan
temprano como a la octava semana. ¿Por qué se mueve, siente su ambiente y aprende el
feto? Es posible que la conducta y experiencias del feto sean meros subproductos del
proceso de maduración, pero las investigaciones sugieren que la conducta del feto es
importante para su desarrollo tanto antes como después del parto y que la oscuridad
de su ambiente intrauterino no es en manera alguna oscuridad científica.
Cuando una mujer atraviesa un embarazo se sumerge en un complejo proceso de
cambios fisiológicos y psicológicos que no sólo la afectan a ella sino también a su bebé.
Tras la fecundación, todo el organismo de la mujer se prepara para el largo proceso
durante el cual tendrá que alojar al feto y cubrir sus necesidades metabólicas. De forma
fisiológica, el organismo materno sufre modificaciones anatómicas y funcionales que le
permiten, por una parte, crear un espacio en el que el feto se desarrolle adecuadamente
y, por otra, prepararse para el delicado momento del parto y posparto.
Desde los aspectos psicológicos, el embarazo es uno de los períodos vitales con
mayores implicaciones emocionales. A pesar de cada embarazada vivirá una experiencia
afectiva y física individual, ciertos cambios son comunes en todas las mujeres. Los cambios
psicológicos de la embarazada tienen mucho que ver con una serie de aspectos, entre
los que se destacan las experiencias vividas con anterioridad, la relación que tiene con
su pareja y las condiciones sociales y económicas. También deben tenerse en cuenta
aspectos de personalidad que promueven estados ansiógenos que afectan al feto y al
vínculo posterior que se establecerá con el niño. La mayoría de las mujeres se adaptan
al proceso del embarazo sin ningún problema, sin embargo a lo largo de la gestación
puede que surjan una serie de problemas derivados del intenso estrés que puede
plantearse por el hecho del nacimiento del próximo hijo. A todo este proceso debe
sumársele el momento mismo del nacimiento. Una vez nacido el niño, la nueva madre
deberá entrar en acción exigiendo a su salud física y psicológica un estado óptimo que
le permita atender todas las necesidades del bebé. Necesidades que irán mucho más
allá de alimentarlo y mantenerlo con sobrevida y que implicarán fundamentalmente un
contexto de amor donde interjugarán sus roles los nuevos padres.
Como puede verse, todas las modificaciones- tanto físicas como psicológicas-
que suceden durante la gestación tienen consecuencias para la madre y el bebé, tanto
en su medio uterino y extrauterino. Es por ello que resulta fundamental conocer cada
una de las trasformaciones que se irán sucediendo en ambos para poder acompañar
adecuadamente a la mujer y a la familia orientando, cuando se crea necesario, la
actuación precoz frente a la posibilidad de riesgo.

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CAPITULO 5
Período Prenatal
Faas, A.E. y Ferrero, M.J.

1. El desarrollo prenatal
1.1. Principios del desarrollo
El organismo humano normalmente se desarrolla aproximadamente 9 meses
dentro del vientre materno hasta su alumbramiento entre las 38 y 40 semanas de
gestación. El desarrollo del nuevo ser comienza con la fecundación, cuando un
espermatozoide fecunda el óvulo. Allí se forma la primera célula denominada huevo
o cigoto que contendrá la información genética necesaria para el desarrollo del bebé
humano (Langman, 2004).
Dos principios fundamentales guían el desarrollo del organismo humano tanto
antes como después del nacimiento:
Principio Céfalo-Caudal: según el cual el desarrollo progresa desde la cabeza
hasta la parte inferior del cuerpo o “cola”. Cefálico refiere a cabeza y caudal a cola por
lo que desde este principio el desarrollo va “de la cabeza a la cola”. Cuando las células
comienzan a diferenciarse en estructuras y órganos, la forma del embrión termina en su
parte inferior en algo parecido a una cola (véase figura de embrión de 6-7 semanas). De
hecho, a los pocos días de fecundado se observa la aparición de una estructura que más
tarde será el cerebro, mientras que el resto del cuerpo se va armando posteriormente.
De acuerdo con este principio, mientras más cerca de la cabeza esté el órgano, con
mayor rapidez logrará su madurez. El ritmo del desarrollo es más veloz en el extremo
cefálico que en el caudal. En consecuencia, cuando el niño nace, la estructura más
desarrollada es la cabeza, mientras que las más inmaduras son las extremidades. Puede
claramente observarse el gran tamaño de la cabeza que caracteriza al embrión humano,
siendo el cerebro y los ojos exageradamente grandes. A las ocho semanas de gestación
aproximadamente la cabeza del embrión ocupa prácticamente la mitad del cuerpo y al
nacer mide la cuarta parte del tamaño del recién nacido. A medida que el desarrollo
avanza el cuerpo se va proporcionando y van tomando protagonismo otras partes del
cuerpo como tronco y porciones inferiores como lo muestra la figura:

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http://3.bp.blogspot.com/-GHE7tm0JI_Q/Ud3eZPxNRkllDi4/CvsnxGHQw/s160/r2.jpg

Principio Próximo-Distal: en función del cual el desarrollo avanza desde el


tronco o centro del cuerpo a las extremidades, “de cerca a lejos”. En el embrión, cabeza
y tronco se desarrollan antes que las extremidades así como brazos y piernas lo hacen
antes que los dedos de manos y pies. Según este principio, los órganos que están más
próximos al eje del cuerpo se desarrollan primero que los más distantes. Este principio
explica porque se adquiere primero la motricidad gruesa y después la fina.

1.2. Fases del Desarrollo Fetal


Durante el desarrollo in-útero se pueden distinguir períodos o fases que cara
y pueden resumirse como sigue:
Período germinal: Este período comienza con la fecundación y culmina con la
implantación del huevo aproximadamente a los 14 días. Paulatinamente el huevo se
divide, complejiza, atraviesa la trompa de Falopio e implanta en la pared del útero. A
los dos días y medio luego de la fertilización el huevo o zigoto se divide rápidamente,
lo que se denomina mitosis. Este período de división celular implica el más rápido
crecimiento de todo el ciclo vital humano. A las 72 horas de su implantación la división
es de 16 a 32 células, a las 96 horas es de 64 y así continua la división hasta que la única
célula original se convierte en más de 800 mil millones de células especializadas que
constituyen el cuerpo humano. El viaje del óvulo al útero dura aproximadamente 3
días, al llegar su forma ha cambiado a una esfera llena de líquido denominada blastocito
que se implantará en la pared del útero. En uno o dos días más, y gracias al proceso de
diferenciación celular, las paredes del blastocito se engrosan y se desarrolla el embrión.
A partir de allí se da un proceso de diferenciación que implica:

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1. Una capa superior o ectodermo: piel, uñas, cabello, dientes, órganos de los
sentidos y sistema nervioso se derivan de esta capa.
2. Una capa inferior o endodermo: sistema digestivo, hígado, páncreas, glándulas
salivales y sistema respiratorio se derivan de esta capa.
3. Una capa intermedia o mesodermo: esta capa se desarrolla posteriormente
y de ella se derivan capa interna de la piel, músculos, esqueleto, sistema
excretor y circulatorio.
Otras partes del blastocito se convierten en placenta, cordón umbilical y
saco amniótico. El cordón umbilical (unido a la placenta) lleva al bebé el oxígeno y
nutrientes que necesita, la placenta está relacionada con la inmunidad interna y produce
las hormonas que sostienen al bebé durante la gestación, las que entre otras cosas,
estimulan las contracciones uterinas durante el parto y preparan el pecho materno
para la lactancia. El saco amniótico protege al bebé y le brinda un medio óptimo para
el movimiento y el registro de estímulos.
Período embrionario: Va de los 14 días a las 8 semanas de gestación. Aquí
los principales órganos y sistemas corporales se desarrollan. Por ello, las influencias
externas como enfermedades, agentes tóxicos o infecciosos pueden ser críticas en
este período. Muchos abortos espontáneos ocasionados por anormalidades severas
ocurren en este período.
Período Fetal: Va de la 8va semana gestacional hasta el parto. Aquí el feto
aumenta sustancialmente su tamaño y complejiza sus órganos y sistemas corporales.
El feto crece desde 8 gramos en la octava semana hasta aproximadamente 3.400
gramos al nacimiento, un aumento de 425 veces. La mayor parte de la masa se adquiere
en el tercer trimestre (del séptimo al noveno mes); si bien, el feto crece en longitud
fundamentalmente en el segundo trimestre (del cuarto al sexto mes). El crecimiento
del feto se acompaña de cambios drásticos en las proporciones, sobre todo, en la
relación de la cabeza con el resto del cuerpo. Es así como la cabeza es grande con
respecto al cuerpo, en los primeros 4 meses de gestación, y normaliza las proporciones
gradualmente entre el quinto y noveno mes. Es en este período cuando comienzan
los latidos cardíacos y los movimientos fetales. Paulatinamente el feto se va tornando
más activo exhibiendo conductas que involucran diferentes reflejos, movimientos
de rotación y flexión y, cuando comienza el último trimestre, hasta habilidades de
procesamiento de estímulos de diversas modalidades sensoriales (véase Tabla I).

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Tabla I: Evolución del desarrollo fetal mes a mes

Fin
Tamaño y masa
del Cambios representativos
aproximado
mes

El tamaño del organismo es 10.000 mayor que el zigoto


exhibiendo el mayor crecimiento pre o posnatal. En la
cabeza aparecen las prominencias que darán lugar a
ojos, nariz y oídos y en el cuerpo a las extremidades.
1 0.6 cm. Comienza a formarse el corazón que ya late, la columna
vertebral y el sistema nervioso central, cuyos indicios
pueden apreciarse a partir de la 3° semana. Los grandes
sistemas y órganos también comienzan a formarse
como el aparato digestivo, riñones e hígado.

El feto tiene gran cabeza, que ocupa la mitad de su


cuerpo. Se distinguen las partes de la cara aunque
los ojos están todavía muy separados y los párpados
se hallan fusionados. La nariz es plana. Se inicia la
osificación y los vasos sanguíneos principales. Se
2 3 cm. 8 g. distinguen las extremidades superiores e inferiores y los
dedos están bien formados. Ya lo reviste una fina capa
de piel que es sensible al tacto. Continúa el desarrollo
de muchos órganos internos. El estómago ya produce
jugos digestivos, el hígado produce células sanguíneas
y los riñones eliminan ácido úrico.

Su cabeza ahora ocupa la tercera parte de su cuerpo y


su frente es amplia. Aunque los ojos se han desarrollado
casi por completo, los párpados todavía se encuentran
fusionados, se desarrolla el puente nasal, las cuerdas
vocales, se observan los labios y los oídos externos.
Ya se puede determinar el sexo. Están formadas por
completo las extremidades y se desarrollan las uñas.
3 7.5 cm. 30 g.
Es detectable el latido cardiaco. Continúa la osificación
y el desarrollo de los sistemas orgánicos y corporales.
Ya es detectable la respiración, la deglución de líquido
amniótico y la producción de orina. Comienzan los
movimientos y responde a la estimulación con reflejos
como el palpebral, succión, prensión, babinski. Estos
movimientos aún no puede sentirlos la madre.

La cabeza ocupa la cuarta parte del cuerpo respetando


la proporción que tendrá al nacer. La cara adquiere
rasgos humanos y aparece pelo en la cabeza. El
cordón umbilical crece rápidamente y la placenta está
completamente desarrollada. Muchos huesos están
4 20 cm. 150 g.
osificados y se inicia la formación de las articulaciones.
Ocurre con rapidez el desarrollo de los aparatos
corporales y aumenta el tono muscular, mostrando
movimientos y reflejos más intensos. La madre ya
puede sentir los movimientos fetales.

120
Fin
Tamaño y masa
del Cambios representativos
aproximado
mes

La cabeza está menos desproporcionada en relación


con el resto del cuerpo. Ya se observan ritmos de sueño-
vigilia. Adquiere una posición fetal y está más activo.
Aparecen las cejas, las pestañas, crece más cabello y
25 a 30 cm. 300 el cuerpo se reviste de un vello fino (lanugo). Se forma
5
a 450 g. la grasa parda, que es el sitio de producción del calor
y comienzan a funcionar las glándulas sudoríparas
y sebáceas. Es frecuente que la madre sienta los
movimientos fetales. Continúa el desarrollo acelerado
de los aparatos corporales.

Disminuye la velocidad de crecimiento. Se separan


los párpados y puede abrir los ojos y mirar en diversas
direcciones. Sus movimientos son constantes,
27 a 35 cm. 550
6 empuña y abre sus puños, rota y se estira. Ya puede
a 800 g.
oír los sonidos que pasan filtrados a través del líquido
amniótico. El sistema respiratorio no está maduro por lo
que, en general, no vive fuera del útero.

El feto de siete meses (prematuro) puede sobrevivir


fuera del útero. Ya tiene patrones reflejos completamente
desarrollados y responde a una variedad de estímulos.
35 a 45 cm.
Su SNC es funcional para adquirir información de su
7
medio uterino. Por lo general, ya adquiere la posición
1500 a 2500g
de cabeza (con los pies hacia la cabeza materna)
que colaborará en el parto. Su piel se arruga y puede
comenzar a perder lanugo. Su cabello seguirá creciendo.

Comienza a estrecharse su espacio por lo que se


reducen sus movimientos. Se deposita la grasa
45 a 50 cm. 2500 subcutánea que le permitirá ajustarse a las diferentes
8
a 3000g temperaturas fuera del útero. Disminuyen las arrugas
de la piel. Tiene altas chances de sobrevivir fuera del
útero aunque debe controlarse la madurez pulmonar.

Deja de crecer. Los varones tienden a ser más grandes.


Se acumula más grasa subcutánea y los sistemas
50 cm. orgánicos operan de manera eficiente, aumenta la
9 frecuencia cardíaca y elimina más desechos por
3000 a 3500g el cordón. Se desvanece el color rojizo de la piel Se
esfaceta el lanugo. Las uñas crecen hasta el extremo de
los dedos e incluso más allá.

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2. La transición a la maternidad/paternidad
Cuando la llegada de un bebé se anuncia en la familia ocurren una serie de
ajustes, adaptaciones y cambios que no sólo son a nivel físico y biológico en la madre
sino que implican todo un repertorio de transformaciones a nivel psicológico y social
que afectan a ambos padres y a la familia toda. Brazelton sostiene que estos cambios
ocurren desde el momento mismo del embarazo y que evolucionan con el desarrollo
progresivo del feto, quien no sólo aumenta en tamaño y crecimiento sino también
en capacidades. Los padres transcurren por la adaptación a la noticia al comienzo
del embarazo, la percepción de los movimientos fetales entre el 4° y 5° mes que los
conecta con el niño de una manera particular hasta que finalmente, en el último
trimestre, ya son capaces de brindarle una individualidad distintiva al niño que está por
nacer (Brazelton y Cramer, 1993).
Desde la antigüedad hasta nuestros tiempos se puede apreciar que existieron
diversos modos de relación madre-hijo, pero a pesar de los avatares de las distintas
épocas, existió una fuerza prevalente: la necesidad de nuestra especie de preservar
a los bebés a través del cuidado y de la comunicación humana. En el ser humano, el
fenómeno de la maternidad excede el hecho biológico y tiene un significado a nivel
social, cultural y psicológico. Muchos autores lo denominan maternalización o maternaje.
De acuerdo a Oiberman (2008) la maternidad como fenómeno psicobiológico,
y crisis vital evolutiva, reactiva conflictos del pasado y potencia las problemáticas
presentes, sobre todo las relacionadas con los vínculos con los otros. En este sentido,
representa una crisis que afecta a todo el grupo familiar, que es atravesada por la mujer
en función de:
—— Su historia personal.
—— La estructura de su personalidad.
—— Su situación presente (conyugal, familiar y social).
—— Las características del bebé.
—— La ubicación de ese niño en el encadenamiento histórico de su familia.

Durante mucho tiempo, la psicología evolutiva limitó su campo de estudio a los


procesos de desarrollo durante la infancia y adolescencia. A partir de que la adultez y
la senectud empezaron a ser objeto de estudio, los investigadores se interesaron por
aquellas experiencias vitales que, más allá de la infancia, parecían tener un gran impacto
en el desarrollo; acontecimientos que desencadenaban momentos de desequilibrio y
conflicto, que requerían adaptarse a nuevos roles y nuevas exigencias.
Convertirse en padres es uno de los acontecimientos que puede ser definido
en estos términos. De este modo, la maternidad y paternidad es considerada como
una transición evolutiva desencadenante de procesos de cambio, de tensiones y
redefiniciones de la propia vida y de las relaciones personalmente significativas.
La transición a la maternidad y la paternidad se inicia cuando mujer y hombre
saben que van a convertirse en madre y padre. A partir de ese momento comienza
un período de duración variable que supone la adaptación a una situación que plantea

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importantes demandas y requiere la adopción de nuevos roles. Algunos de estos
cambios son más transitorios y otros tendrán efectos más permanentes. Se considera
que la transición termina cuando los cambios se estabilizan. Teniendo en cuenta las
diferencias familiares, hay un cierto acuerdo en situar el final de esta transición en
torno a los dos años después del nacimiento del bebé.
Durante la segunda mitad del siglo XX se inician las primeras investigaciones
en este campo, procedentes de sociólogos centrados en el estudio de la familia. Estos
primeros estudios abrieron el debate respecto a si la transición a la maternidad y la
paternidad debía considerarse como una crisis o como una transición normal del ciclo
familiar. Es en las décadas de los ochenta y de los noventa cuando se da una importante
proliferación de investigaciones y publicaciones. Si bien, los resultados de estos estudios
no apoyan la idea de que el hecho de convertirse en madre y padre supone una crisis
inevitable para la pareja, hay un amplio consenso en considerar este período como un
proceso potencialmente estresante (Cowan y Hetherington, 1991; Maldonado-Duran y
Lartigue, 2008).
Las tareas relacionadas con el cuidado y la crianza de un bebé, los posibles
cambios en las relaciones conyugales, la necesidad de compatibilizar distintos roles, los
cambios de hábitos, las restricciones a la libertad personal, las repercusiones sobre la
actividad profesional o los costos económicos, son algunos de los aspectos que pueden
resultar problemáticos.
Si bien es cierto que la llegada de un bebé requiere importantes cambios, no
es menos cierto que la maternidad y paternidad conllevan indudables satisfacciones
y efectos positivos tanto a nivel personal como social. Los lazos emocionales que se
crean con el cuidado y contacto directo con el bebé, los sentimientos de desarrollo y
realización personal, el sentido de cohesión familiar y el valor social que siguen teniendo
los hijos, continúan siendo razones argumentadas por los adultos a la hora de decidirse
a afrontar con ilusión la compleja tarea de convertirse en padres (Brooks, 1996).
Brazelton y Cramer (1993) efectúan importantes aportes en relación a los
diversos factores que intervienen en el establecimiento del vínculo temprano entre
padres y bebés. De acuerdo a estos autores, el vínculo con un recién nacido se
construye sobre relaciones previas con un hijo imaginario y con el feto en desarrollo
que ha formado parte del mundo de los padres durante los nueve meses de embarazo.
Distinguen dos etapas en el establecimiento de esta relación temprana:
—— Prehistoria del vínculo: hace referencia al conjunto de fuerzas biológicas y am-
bientales, que llevan a mujeres y hombres a desear tener hijos, y las fantasías
que estos deseos suscitan.
—— Albores del vínculo: donde describen la progresión de etapas durante el embara-
zo, y los nueve meses de adaptación al feto en crecimiento.

En la prehistoria del vínculo, los autores analizan las transformaciones


causadas por el embarazo mismo y las reacomodaciones emocionales y fantasías que
aparecen a medida que la mujer desarrolla su nueva identidad como madre.

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El deseo de una mujer de tener un hijo es producto de muchos motivos e
impulsos diferentes. Entre ellos encontramos:
—— Identificación: todas las mujeres han experimentado alguna forma de cuidado ma-
terno durante su desarrollo, han aprendido por imitación los comportamientos
maternales. El contexto fomenta este proceso de identificación inconsciente
con la madre y las figuras maternales, reforzando este tipo de aprendizaje por
ejemplo en los juegos dramatizados que implican roles maternos.
—— El deseo de ser completa y omnipotente: se corresponde con el deseo narcisista
de conservar una imagen idealizada de una misma como persona completa
y omnipotente, el deseo de duplicarse y de cumplir los propios ideales. Este
deseo encuentra satisfacción tanto durante el embarazo como ante la llegada
del hijo. El embarazo ofrece una oportunidad de ser plena, de ser completa, de
experimentar su cuerpo como potente y productivo. En el deseo narcisista de
completarse a través del hijo la madre contemplará al niño como una exten-
sión de sí exhibiéndolo con orgullo.
—— El deseo de fusión y unidad con otro: hace referencia a la fantasía de la simbiosis,
de la fusión de una misma y el hijo, que a su vez está asociado al deseo de volver
a la unidad con la propia madre. Para el autor, este deseo constituye una fase
vital del desarrollo normal, fundamental para el mantenimiento de la autoesti-
ma. Después del parto, el desarrollo y mantenimiento de actitudes maternales
de vínculo, van a depender de que la mujer recobre estas fantasías de unidad
con su propia madre.
—— El deseo de reflejarse en el hijo: se relaciona con la sensación de inmortalidad,
el hijo representa una promesa de continuidad. Reflejarse es una dimensión
fundamental del narcisismo, del desarrollo y mantenimiento de una autoimagen
sana. El hijo amado implicará amar la propia imagen reproducida. El hijo desea-
do implica la esperanza de duplicarse generando una sensación de inmortalidad
en la continuación. El hijo es visto como el siguiente eslabón de una cadena que
une a cada progenitor con sus propios padres y antepasados.
—— Cumplimiento de ideales y oportunidades perdidas: el futuro hijo representa la
oportunidad de superar transigencias y limitaciones. El hijo imaginario entraña
el ideal del yo del progenitor y sólo puede imaginársele perfecto. Este tipo de
deseos se tornan indispensables ya que favorecen el establecimiento del vín-
culo de apego: la mamá debe ver a su hijo como algo único, como un potencial
redentor de esperanzas perdidas y como un ser con pleno poder para cumplir
sus deseos. Ella puede dejar de lado después del parto, sus propias necesidades
narcisistas, porque ahora están depositadas en el bebé.
—— El deseo de renovar viejas relaciones: la expectativa de recobrar vínculos pasados
también constituye un incentivo para desear un hijo. Al hijo fantaseado se le
atribuyen poderes mágicos: el poder de reparar viejas separaciones, de negar el
paso del tiempo y el dolor de la muerte de seres queridos. Los embarazos tras
la pérdida de familiares cercanos son frecuentes. En muchos casos, la expecta-
tiva de recobrar vínculos pasados es un incentivo para tener un hijo y el futuro
niño actúa como “reparador” reviviendo en la familia viejos lazos perdidos.

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—— La oportunidad tanto de reemplazar como de separarse de la propia madre: en
su deseo de tener un hijo, la madre experimenta una singular forma de doble
identificación. Se identifica simultáneamente con su propia madre y con su feto.
Sobre la base de experiencias pasadas con su madre y ella misma como bebé,
construirá el conjunto de ideas y creencias en relación a los roles y atributos
de cada uno.

Estos deseos que acabamos de enumerar juegan un papel fundamental en el


establecimiento del vínculo, preparando las condiciones para que el mismo se materialice
tras el nacimiento del hijo.
Por otro lado, durante los albores del vínculo, los autores ubican el nacimiento
del apego parental y distinguen durante el embarazo tres tareas, cada una de ellas
asociada con una etapa del desarrollo físico del feto.

1. Primera Etapa: Aceptación de la noticia.


Los padres se adaptan a la noticia del embarazo, iniciando una nueva etapa en
sus vidas. La relación de “uno a uno” que tienen entre ellos deberá evolucionar para
convertirse en un triángulo. Se reactivan conflictos de la infancia, la primer fantasía que
aparece es la de evitar los conflictos de su propia niñez y convertirse en padres perfectos.
También surgen sentimientos de temor y ambivalencia, frente a la fantasía de tener un
hijo con problemas. Como recurso defensivo, es frecuente que la mamá, comience
a idealizar a su hijo en esta etapa. Teniendo en cuenta este tumulto de emociones
ambivalentes que se despiertan en esta etapa, se torna necesario el acompañamiento y
apoyo afectivo, ya sea en la familia o en el ámbito de los equipos de salud.
En este sentido; la ley nacional N°25.929 de Parto Humanizado contempla estas
necesidades al establecer el derecho de todas las mujeres a transitar un embarazo, parto y
posparto respetado. Esto es, a grandes rasgos, que ella decida desde quién la acompañará
durante el proceso, pasando por en qué posición parir, hasta si quiere o no recibir
anestesia. La legislación indica que toda mujer, en relación con el embarazo, el trabajo
de parto, el parto y el postparto, tiene los siguientes derechos: a) A ser informada sobre
las distintas intervenciones médicas que pudieren tener lugar durante esos procesos de
manera que pueda optar libremente cuando existieren diferentes alternativas, b) A ser
tratada con respeto, y de modo individual y personalizado que le garantice la intimidad
durante todo el proceso asistencial y tenga en consideración sus pautas culturales, c)
A ser considerada, en su situación respecto del proceso de nacimiento, como persona
sana, de modo que se facilite su participación como protagonista de su propio parto, d)
Al parto natural, respetuoso de los tiempos biológico y psicológico, evitando prácticas
invasivas y suministro de medicación que no estén justificados por el estado de salud
de la parturienta o de la persona por nacer, e) A ser informada sobre la evolución de su
parto, el estado de su hijo o hija y, en general, a que se le haga partícipe de las diferentes
actuaciones de los profesionales, f) A no ser sometida a ningún examen o intervención
cuyo propósito sea de investigación, salvo consentimiento manifestado por escrito bajo
protocolo aprobado por el Comité de Bioética, g) A estar acompañada por una persona

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de su confianza y elección durante el trabajo de parto, parto y postparto, h) A tener
a su lado a su hijo durante la permanencia en el establecimiento sanitario, siempre
que el recién nacido no requiera de cuidados especiales, i) A ser informada, desde el
embarazo, sobre los beneficios de la lactancia materna y recibir apoyo para amamantar,
j) A recibir asesoramiento e información sobre los cuidados de sí misma y del niño, k)
A ser informada específicamente sobre los efectos adversos del tabaco, el alcohol y las
drogas sobre el niño y ella misma.
Tanto las obras sociales como las empresas de medicina privada deberán
instrumentar las medidas y ejecutar los cambios necesarios para garantizar el
cumplimiento de la ley. Para luego fijar que “cada persona tiene derecho a elegir de
manera informada y con libertad el lugar y la forma en la que va a transitar su trabajo
de parto (deambulación, posición, analgesia, acompañamiento) y la vía de nacimiento” y
“el equipo de salud y la institución asistente deberán respetar tal decisión, en tanto no
comprometa la salud del binomio madre-hijo/a. Asimismo, toda mujer “tiene derecho
a estar acompañada por una persona de su confianza y elección”. Asimismo, la norma
prevé que “con el objeto de favorecer el vínculo precoz, el equipo de salud deberá
fomentar desde el momento mismo del nacimiento e independientemente de la vía del
parto, el contacto del recién nacido con su madre y familiares directos o acompañantes
que ésta disponga”. Asímismo, “la institución deberá brindar a la mujer las condiciones
necesarias y adecuadas para que pueda amamantar, desde la sala de partos y durante
toda su internación”.
En definitiva, la ley viene a poner de relieve la importancia de generar un espacio
familiar donde la mamá y su bebé sean los protagonistas y donde el nacimiento se
desarrolle de la manera más natural posible.

1I. Segunda Etapa: Los primeros indicios de un ser separado.


Los padres comienzan a reconocer al feto como un ser separado de la madre,
que se confirma con la percepción de los primeros movimientos fetales. Esto suele
ocurrir durante el quinto mes de embarazo cuando los primeros movimientos del
bebé son percibidos por la madre. Desde el punto de vista psicológico el bebé ha
comenzado a adquirir autonomía. Es posible afirmar que es aquí donde empieza el
vínculo más temprano, ya que ahora hay un ser separado, y por lo tanto la posibilidad
de una relación. Al tiempo que se producen cambios visibles en su cuerpo, surgen
nuevas fantasías en la madre basadas en la relación infantil con su propia madre,
de esta manera puede identificarse con el feto ahora perceptible, y también revivir
sus propios deseos de fusión y simbiosis con su madre. Por otra parte, otro factor
que colabora en favor de la percepción del bebé como ser independiente, es el
reconocimiento por parte de la madre, del rol del padre. Reconocer el rol del padre
no sólo ayuda a la futura madre en la tarea de separarse del feto y de diferenciarlo de
sus fantasías, sino que también le da la tranquilidad de que no será la única responsable
de cualquier éxito o fracaso.

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II1. Tercera Etapa: El aprendizaje sobre el futuro bebé.
Durante los últimos meses de embarazo, los padres comienzan a personificar
al bebé, a verlo como un individuo separado y real. Comienzan a elegir nombre,
preparar la casa y planificar la nueva vida cotidiana que implicará la llegada del niño. La
personificación del feto por parte de los padres y la creciente actividad de éste durante
los últimos meses colaboran en la construcción del vínculo entre ambos. Mientras
el feto es más y mas activo crece en la mamá la capacidad de reconocer los ciclos y
patrones de movimientos y actividad de su hijo. Cómo se ajustan las respuestas a ello
puede considerarse como las primeras formas de interacción temprana. Se sabe que los
movimientos fetales evolucionan en intensidad y forma, desde unos 200 movimientos
en la semana 20 hasta un máximo de 575 en la semana 32. Por lo general, los informes
de las madres coinciden con las mediciones objetivas de los movimientos en el feto.
En relación a los ciclos de actividad, la mayoría de las madres predice que los picos de
movimiento fetal ocurrirán durante momentos de inactividad para ella. Es posible que
el feto se adapte al descanso-actividad de la madre. Cuando la madre está activa, el
feto permanecerá quieto. Cuando ella está quieta, el feto empezará a moverse por las
paredes uterinas.
Que la madre pueda predecir los movimientos del feto y su adaptación a sus
propios ritmos de sueño-vigilia con precisión implica considerar al hijo como persona
separada, que se ajusta a ella y viceversa, lo que va construyendo el vínculo entre ambos.
Finalmente, en el último trimestre, el feto responde a diversos tipos de estimulación
como la visual, auditiva y cinestésica. Con técnicas de estimulación específicas y no
invasivas hoy se sabe que cerca de los 6 meses los fetos responden a sonidos, presiones
y vibraciones y hasta luces de distinta intensidad que se colocan sobre el abdomen de
la madre. El feto aprende sobre estos estímulos, no sólo respondiendo abiertamente
a la información que registra sino también demostrando habituación cuando estos se
repiten en el tiempo. La no habituación puede indicar signos de estrés fetal e irritabilidad
del sistema nervioso. Las variaciones observadas en la respuesta a estímulos dependen
no sólo de la frecuencia y familiaridad que para el feto tienen los mismos, sino también
de la intensidad con la que se presentan y de cómo modula el niño sus estados de
sueño vigilia. Estas respuestas diferenciadas a los estímulos externos son percibidas
como señales por la madre, la que ajusta sus respuestas de manera concomitante, lo
que inicia la sincronía entre madre e hijo.

Cuando se produce el parto, entonces, la madre ya está preparada para afrontar la


conmoción de la separación anatómica, la adaptación a un bebé particular y, sobretodo,
una nueva relación que combinará sus propias necesidades con las del niño. Winnicot
describió como una forma de “enfermedad normal” a esta situación en la que se ve
envuelta la madre cuando debe “calzarse los zapatos del bebé”. Señala que, al momento
del nacimiento, la madre tiene las misiones de asumir:
—— El abrupto término de la sensación de fusión con el feto y las fantasías de inte-
gridad propiciadas por el embarazo
—— Los sentimientos de extrañeza que implican la adaptación a un nuevo ser

127
—— Las características del bebé real llorando al hijo “perfecto” imaginario
—— El temor de dañar al bebé indefenso (común en madres primerizas)
—— La total dependencia del bebé, tolerando y disfrutando de las exigencias que
esto implica (en particular si da el pecho)

Esta “conmoción” implica una nueva identificación maternal, una focalización de


los afectos de la mujer y la capacidad de reconocer y adaptarse a una nueva realidad
ineludible. Estos cambios en la madre no son ajenos a los que debe experimentar el
padre. En ambos, el recién nacido constituirá una poderosa fuerza en su nueva vida,
capaz de contribuir desde el principio a la relación en desarrollo (Brazelton y Cramer,
1993).

128
CAPITULO 6
El recién nacido
Faas, A.E.

1. Etapas del parto

Aproximadamente 15 días antes del nacimiento comienza lo que se denomina


“trabajo de parto”. El parto es el proceso expulsivo del feto que se inicia mediante
contracciones uterinas graduales y progresivas que ayudan a que éste descienda por
el canal de parto. Cuando el descenso se produce, la progesterona, que durante la
gestación mantiene relajados los músculos uterinos y le da firmeza al cuello uterino,
cambia su equilibrio en relación al nivel de estrógenos, los que al aumentar rápidamente
contraen el útero y aportan laxitud al cuello. Al mismo tiempo, la placenta produce
la denominada “hormona liberadora de corticotropina” (CRH) que promueve la
maduración de los pulmones del feto, hecho fundamental para la adaptación del medio
acuático intrauterino al medio aéreo en el cual deberá sobrevivir. Como puede verse,
una serie de factores se conjugan para colaborar con el nacimiento de un niño por
parto normal o vaginal. Cuando se analizan los momentos del parto, se identifican 4
etapas:
1. Primera Etapa: Implica contracciones uterinas regulares de frecuencia
creciente que ensanchan o dilatan el cuello del útero. Es la más prolongada
del parto y su extensión puede superar las 12 hs. en la madre primípara.
2. Segunda Etapa: Aquí la cabeza del bebé comienza a pasar por el cuello del
útero. Esta etapa termina cuando el bebé abandona el cuerpo de la madre
y dura entre una y dos horas. Más allá de este tiempo el bebé necesitará
atención.
3. Tercera Etapa: En esta etapa se expulsa la placenta y se corta el cordón
umbilical, realizándose los procedimientos médicos necesarios para curar
el remanente del mismo que posteriormente formará el ombligo del bebé.
Estos procedimientos suelen tomar de 15 a 20 minutos.
4. Cuarta Etapa: La recuperación de la madre durante las dos horas posteriores
al alumbramiento constituyen esta etapa con los procedimientos médicos
necesarios que monitorean su recuperación.

Sin embargo, un número considerable de partos ocurre por cesárea. A partir de


1970, el aumento del peso promedio al nacer y la tendencia a las maternidades tardías
han aumentado el número de cesáreas. Muchas veces la cesárea es un procedimiento
innecesario sumando a esto que el parto natural estimula la producción de hormonas

129
que colaboran con la adaptación del bebé fuera del útero. Más aún, el procedimiento
por cesárea puede ser incluso perjudicial para el niño. Aproximadamente un 4% tiene
complicaciones como hemorragias o infecciones.
Cuando un parto natural ocurre, diversos factores anatómicos, fisiológicos y
psicológicos pueden influir facilitando o dificultando el mismo. Entre los primeros
podemos mencionar la conformación anatómica tanto de la madre como del hijo, la
posición del feto en el útero materno, el estado de salud materno, entre otros. Entre los
factores psicológicos, la preparación de la madre para el parto y los temores asociados
a él revisten una importancia fundamental.
A principios del siglo XX el Dr. Grantly Dick-Read relacionó el dolor del parto
fundamentalmente con el temor materno ante esta situación y fomentó el parto
natural combinado con estrategias de educación a las madres sobre respiración
y relajación. A mediados de siglo, el Dr. Lamaze introdujo el “parto preparado” que
implica la orientación hacia toda una serie de respuestas físicas voluntarias y aprendidas
ante el dolor al tiempo que se trabaja con información certera sobre la anatomía y
fisiología del parto. Las actuales estrategias de “psicoprofilaxis obstétrica” se basan
en los principios fundamentales de este método. La psicoprofilaxis obstétrica implica
un conjunto de estrategias que conjugan información sobre los cambios biológicos
del embarazo, la práctica de ejercicios físicos y técnicas psicoterapéuticas de grupo
para lograr que la mujer embarazada y su pareja tengan plena conciencia del proceso
que atraviesan y puedan actuar en consecuencia en el momento del parto, evitando
la administración innecesaria de analgésicos o anestesia. Los cursos suelen comenzar
en la semana 30 de embarazo y su dictado está a cargo de equipos interdisciplinarios
conformados principalmente por obstetras y psicólogos quienes brindan conocimiento
de los fenómenos fisiológicos del embarazo y el parto, entrenamiento en ejercicios
prácticos de tipo obstétrico (respiración, relajación y pujidos) y entrenamiento
psicológico (relajación, autocontrol emocional, reducción de la ansiedad, el miedo,
de los pensamientos en torno al embarazo y habilidades para encarar situaciones de
estrés en el ámbito hospitalario) reduciendo de esta manera el estrés y/o el temor ante
el parto. Como se mencionara, las consecuencias psicológicas asociadas al proceso de
parto también pueden mitigarse hoy con un mayor protagonismo de la mujer en lo que
se denomina “parto humanizado” que implica la participación activa de la mujer en el
proceso de embarazo, parto y puerperio pudiendo estar acompañada de quien elija,
recibiendo la información adecuada para la toma de decisiones y siendo considerada
una persona sana. Un parto respetado implica respetar los tiempos biológicos y
psicológicos evitando prácticas invasivas innecesarias.
Como puede verse, el nacimiento del bebé representa un momento crítico
tanto para la madre como para el niño. Si pensamos en el nuevo ser, el parto implica
la separación abrupta de su órgano vital y nutricio, la placenta, debiendo poner en
funcionamiento sus pulmones y comenzar a respirar. El llanto inicial es el indicador
de que los pulmones se han inflado, marcando la vitalidad del neonato. A partir de
este momento, muchas funciones que cumplía la madre deberán estar a cargo del
bebé, el que no sólo deberá ajustar su respiración al medio aéreo sino también su
oscilante temperatura. La protección y amortiguación característica del útero materno

130
se reemplazará por un cúmulo de estímulos externos que suscitarán en él variadas
reacciones físicas y comportamentales. El corte del cordón umbilical lo llevará a
incorporar y digerir por sí mismo su alimento. Comenzará por primera vez a eliminar
desechos hacia el exterior y modificará su circulación sanguínea, que ahora pasará por
los pulmones para oxigenarse. Todo ello hacen del recién nacido un ser complejo y
particular con funciones y capacidades que le son propias.

2. Funciones y Capacidades del Recién Nacido


El recién nacido viene al mundo provisto de unas características físicas particulares
que, junto a un vasto repertorio de funciones y capacidades, lo preparan para adaptarse
exitosamente al mundo que lo rodea.
Siguiendo a Delval (1996) las capacidades del recién nacido se pueden agrupar en
tres sistemas: para recibir, para actuar y para transmitir información.
—— El sistema para recibir información involucra todas las capacidades sensoriales
que colaboran con la percepción del entorno: sistema visual, auditivo, táctil,
gustativo y olfativo. Como se verá mas adelante, estos sistemas están media-
namente preparados al nacer pero irán evolucionando y madurando a medida
que el bebé se desarrolla e interactúa con su mundo circundante. La experien-
cia repetida y la familiarización cotidiana con los objetos y personas de su en-
torno facilitan la discriminación sensorial y el recién nacido pronto aprenderá
a distinguir una cara de otra, o una cara de un objeto o un objeto de otro.
Sabrá las características particulares del olor de su mamá a diferencia del de
otras personas y también podrá anticiparla al escuchar su voz. Las capacidades
crecientes de integración sensorial le ayudarán a incorporar lo que sucede a su
alrededor posibilitándole comportamientos cada vez más adaptativos.
—— El sistema para transmitir información involucra justamente estas conductas y
comportamientos seleccionados útiles para la supervivencia. Comportamien�-
tos como el llanto, las diversas expresiones faciales, la activación de los movi-
mientos del rostro y del cuerpo e incluso las variaciones (aceleración o des-
aceleración) en su ritmo cardíaco y respiratorio son conductas a través de las
cuales el niño nos transmite qué le está sucediendo o cómo está registrando
información proveniente de su entorno.
—— El sistema para actuar involucra para Delval los reflejos, que en principio son
conductas innatas de respuesta a estímulos ambientales (internos o externos),
pero luego muchos de ellos se complejizan tornándose comportamientos
aprendidos modulados por la experiencia. Muchos de los comportamientos
reflejos aparecen por dolor, hambre, es decir motivados por estímulos inter-
nos, pero otros lo son en respuesta a contacto físico, sonidos intensos, etc. La
succión es uno de los reflejos fundamentales del recién nacido ya que no sólo
le asegura la supervivencia sino que también, y como se verá más adelante,
es el medio que el niño utiliza para explorar el mundo durante los primeros
meses. Cuando un bebé nace necesitará identificar al pecho que lo alimenta
así como a la persona que lo provee de él y esto asegurará su supervivencia.

131
Así, los reflejos de orientación y prensión, que colaboran con la identificación
y el “agarre” a la madre así como el de succión, que colabora con la conducta
de alimentación mediante el pecho materno, son fundamentales para la sobre-
vivencia del niño y tienen un gran valor adaptativo para el recién nacido. Más
adelante veremos cómo estos reflejos también son de gran importancia desde
el punto de vista psicológico resultando de gran valor en el establecimiento del
vínculo de apego. Otros reflejos como gatear, nadar e incluso caminar (reflejo
de marcha automática) desaparecen luego de unos meses apareciendo mucho
más tarde como conductas aprendidas.

Para comprender las características de un recién nacido debemos considerar


el interjuego dinámico entre sus sistemas físicos y corporales, sus sistemas
comportamentales y sus capacidades de aprendizaje y memoria sobre su entorno
particular.

2.1. Sistemas Físicos y Corporales


El peso al nacer de un neonato ronda los 3.000 gr promedio y su talla media es
de 50 cm. Los varones suelen tener más peso y talla que las niñas y estas diferencias
tienden a mantenerse a medida que el bebé crece.
Pueden verse estas diferencias en la tabla I que se presenta a continuación:
Tabla I a y b: Diferencias por género en peso y talla durante el primer año de vida
a. Niños
Niños
Edad Peso (g) Longitud (cm)
Bajo (3) Medio (50) Alto (97) Baja (3) Media (50) Alta (97)
36 semanas 1.890 2.950 3.820 44,00 47,40 50,80

37 semanas 2.220 3.110 3.990 45,30 48,60 51,90

38 semanas 2.330 3.230 4.130 46,10 49,80 43,20

39 semanas 2.410 3.330 4.260 47,00 50,30 53,50

40 semanas 2.750 3.510 4.480 46,54 50,16 53,78


1 mes 3.600 4.400 5.700 50,20 54,00 57,60
2 meses 4.390 5.380 6.650 53,25 57,09 60,92
3 meses 5.100 6.200 7.700 56,40 60,40 64,40
4 meses 5.600 6.880 8.450 58,45 62,25 66,45
5 meses 6.100 7.600 9.200 60,60 65,00 68,90
6 meses 6.550 7.990 9.740 62,75 66,74 70,74
7 meses 6.830 8.450 10.380 63,80 68,01 72,10
8 meses 7.180 8.830 10.920 65,11 69,60 73,90
9 meses 7.520 9.240 11.360 66,70 71,11 75,53
10 meses 7.750 9.580 11.750 67,92 72,30 77,02
11 meses 8.000 9.780 12.080 68,98 73,65 78,30
12 meses 8.260 10.150 12.470 70,39 75,01 79,63

132
b. Niñas
Niñas
Edad Peso (g) Longitud (cm)
Bajo (3) Medio (50) Alto (97) Baja (3) Media (50) Alta (97)
36 semanas 1.930 2.820 3.700 44,00 47,40 50,80

37 semanas 2.120 3.000 3.890 45,30 48,60 51,90

38 semanas 2.260 3.150 4.050 45,70 49,10 52.50

39 semanas 2.360 3.260 4.170 46,40 49,60 52,80

40 semanas 2.600 3.300 4.200 45,60 49,10 52,40


1 mes 3.200 4.300 5.200 49,50 53,10 57,00
2 meses 4.100 5.000 6.100 52,90 56,50 60,00
3 meses 4.800 5.700 6.900 55,70 58,90 62,20
4 meses 5.100 6.200 7.800 58,00 62,00 65,50
5 meses 5.700 7.000 8.500 59,80 63,90 67,50
6 meses 6.100 7.400 9.100 61,60 65,30 68,80
7 meses 6.400 8.000 9.800 63,00 67,00 71,00
8 meses 6.700 8.200 10.200 64,10 68,10 72,60
9 meses 6.800 8.600 10.800 65,40 69,40 73,40
10 meses 7.100 8.900 11.100 66,50 71,00 75,30
11 meses 7.500 9.100 11.600 67,80 72,10 76,90
12 meses 7.700 9.600 11.900 68,90 73,30 77,80

Si se observa un recién nacido


normal se notará en un cuerpo rollizo
una gran cabeza (que puede presentar
deformidades por las presiones
ocasionadas en el canal de parto
cuándo este ocurre de forma vaginal),
una mandíbula retraída (que facilita la
lactancia), una delgada piel rosada muchas
veces cubierta de lanugo y vernix caseosa
(sustancia oleosa que cubre la piel y lo
protege de las infecciones) y unas áreas
blandas llamadas “fontanelas” en la parte
superior del cráneo debidas a que los
huesos craneales aún no se han unido
y de hecho no lo harán para posibilitar
el crecimiento del cerebro hasta que
cumpla sus 18 meses de vida.

Lo que se denomina “periodo neonatal” implica las primeras cuatro semanas


de vida. Este periodo es muy importante ya que ocurren cambios y adaptaciones
muy importantes con consecuencias para el resto de la vida del niño. Es durante este
período que se identifican gran parte de las enfermedades y defectos que pueden
alterar de por vida el desarrollo del niño. Las enfermedades congénitas se adquieren

133
durante el desarrollo gestacional y están presentes en el nacimiento. La exposición
durante el periodo fetal a fármacos o sustancias químicas, radiaciones o agentes
infecciosos se mencionan como factores etiológicos de anomalías congénitas. Estos son
llamados teratógenos y son responsables de muchas malformaciones del desarrollo.
Las enfermedades genéticas son afecciones causadas por alteraciones del genoma.
Pueden ser hereditarias o no, dependiendo de si la alteración está en los óvulos y
espermatoziodes (gametos) o en las células somáticas. Durante los primeros 30 días
de vida, se pueden descubrir la mayoría de los defectos congénitos y genéticos.
Existen numerosos fenómenos transicionales, derivados de la adaptación del
neonato al nuevo entorno en el que se desenvuelve. Este hecho conlleva una serie de
cambios, la mayoría predecibles, que establecen la norma del desarrollo y crecimiento
infantil. Los primeros minutos después del nacimiento son cruciales para el desarrollo
e indicarán el estado de adaptación del recién nacido a su nuevo entorno.
La Escala de Apgar es considerada la prueba de excelencia para valorar la
adaptación del recién nacido de su medio acuático al aéreo en el que deberá pasar el
resto de su vida. Se toma al primer y luego a los 5 minutos del nacimiento. Esta escala
valora color de la piel, ritmo cardíaco y respiratorio, reflejos y tono muscular (véase Tabla
III). Se califica cada una de estas dimensiones con 0, 1 o 2 en función de su optimalidad.
La escala, por lo tanto, arroja un puntaje máximo de 10. Un puntaje de 7 a 10 a los
5 minutos indica que el bebé en excelentes condiciones de adaptación. Menos de 7
puntos es indicativo de necesidad de asistencia para el bebé en su función respiratoria,
mientras que menos de 4 puntos indica que el bebé requiere inmediato tratamiento
para salvar su vida. No necesariamente un bajo puntaje de Apgar significa procesos de
asfixia. Los signos vitales pueden afectarse por los medicamentos administrados a la
madre, las condiciones neurológicas del bebé o sus condiciones cardiorespiratorias.
Puntajes menores de 3 a los 10, 15 y 20 minutos se asocian a problemas neurológicos
que pueden correlacionarse o no con la falta de oxígeno.Véanse estos indicadores y su
valoración en tabla II.

Tabla II: Indicadores presentes en la Escala Apgar de valoración del RN


Escala de Apgar
Dimensiones 0 1 2
Color Cianótico, Cuerpo rosado, Completamente
pálido extremidades rosado
cianóticas
Frecuencia Ausente Lento (menor de Rápido (mayor de
Cardíaca 100) 100)
Irritabilidad Sin Muecas leves Vigorosa: Tose,
Refleja respuesta estornuda, llora
Tono muscular Flácido Débil, inactivo Fuerte, activo
Ritmo Ausente Irregular, lento Adecuado, llanto
Respiratorio

Fuente: Adaptado de V. Apgar (1953)

134
2.2. Las Capacidades Sensoriales
Las capacidades para registrar información desde diversos sistemas sensoriales
aparecen durante el desarrollo fetal y tienen una continuidad posnatal. El desarrollo
temprano de los sistemas sensoriales:
—— Permite al feto y recién nacido el registro, la codificación y retención de estímu-
los que colaboran con su supervivencia. Los componentes sensoriales del líquido
amniótico relacionados con los olores maternos favorecen el reconocimiento
temprano de quien será nuestro principal cuidador, la percepción y discrimina-
ción fetal de los sonidos del lenguaje humano y de la voz materna favorecen la
comunicación y el reconocimiento materno temprano, la discriminación táctil
y de presión ayuda al feto a diferenciar estimulación placentera y dolorosa, etc.
—— Colabora con la adquisición de aprendizajes tempranos que sentarán las bases
para su desarrollo social y emocional posterior. Actualmente se habla del rol que
juegan en el recién nacido los aprendizajes sensoriales tempranos relativos, por
ejemplo, a los olores y sonidos maternos percibidos in-útero en los primeros
vínculos comunicacionales madre-hijo, habiéndose establecido como verdaderas
bases psicobiológicas del apego y la comunicación temprana (Faas, 2011).

Evolución de los sistemas sensoriales:


Tacto
Sin duda alguna es el sentido fundamental de interacción entre el bebé y sus padres
o cuidadores. De aparición prenatal (aproximadamente a la 8va semana gestacional),
parece ser el primero en aparecer y está muy desarrollado al nacer.
La interacción táctil ayuda al desarrollo físico temprano y al desarrollo emocional
(por ej. está comprobado que fomentar los contactos piel a piel mediante el método
“mamá canguro” en niños prematuros aumenta sus chances de sobrevivencia ayudando
a estos bebés a ganar peso y a exhibir un desarrollo más saludable).
Dos meses luego de la concepción ya puede observarse en el feto el reflejo de
succión cuando se estimula la zona La sensibilidad en zona oral, genital, manos y pies
madura primero y luego se extiende hacia todo el cuerpo.
La reacción a los cambios de temperatura aparece prenatalmente respondiendo
más a las temperaturas frías que a las calientes. El recien nacido es sensible al dolor
y puede discriminar diferentes formas de tacto.

Gusto y Olfato (sentidos químicos)


De aparición prenatal, estructuralmente maduros al nacimiento. Los neonatos
los usan para distinguir sabores básicos como el dulce, salado, amargo o ácido, al
comienzo prefieren los sabores dulces (posiblemente para aceptar la leche materna).
También distinguen olores agradables y desagradables. Expresan estas preferencias con
el comportamiento facial.
Las respuestas de los recién nacidos al olor son muy similares a la de los adultos,
lo cual sugiere que algunas preferencias son innatas. Olores y sabores agradables:
relajación facial, succión. Olores y sabores desagradables: fruncir el ceño, girar la cabeza.

135
Aunque menos desarrollado que en otros mamíferos, se vinculan con dos
funciones básicas de supervivencia:
—— Sirve para la alimentación
—— Ayuda a la madre y a su cría a identificarse mutuamente.

Los recien nacidos prefieren los olores lacteos y de secreciones maternas. Estas
preferencias ayudan a localizar la fuente de alimentación y a identificar a la madre, base
para el apego posterior.

Oído
De aparición prenatal, completamente desarrollado al nacimiento.
Los recién nacidos oyen una gran variedad de sonidos, prefieren los sonidos
complejos como la voz frente a tonos puros, los agudos frente a los graves y pueden
distinguir una variedad de sonidos vocales humanos.
Tienen ciertas preferencias auditivas y la más importante es la de la voz humana.
Biológicamente preparados para responder a sonidos del lenguaje humano,
pueden responder a los sonidos de cualquier idioma hasta aproximadamente el año
de vida.
Prefieren su propia lengua frente a otras lenguas y la voz materna frente a otras
voces, la que reconoce y distingue claramente. Esto colabora con:
—— aprendizaje del lenguaje
—— vinculo de apego posterior madre-bebe.

Vista
Los recién nacidos ven al nacer, pero es el sentido menos maduro en comparacion
con los otros.
Debido a esta inmadurez los bebés no enfocan los objetos bien y su agudeza
visual es limitada.
A diferencia de los adultos ven con la misma poca claridad los objetos cercanos
y los lejanos, lo cual le impide diferenciar lo que está lejos de lo que está cerca.
La evolución y la maduración de la vista es rápida. A los 3 meses enfocan objetos
igual que los adultos y a los 2 años su visión ya es tan perfecta como la de los adultos.
La exploración visual cambia rápidamente durante los primeros 2 meses. Al
comienzo responden a las partes separadas de un modelo. Si se les enseña un triángulo
o una cara humana miran los contornos o las partes donde hay más contraste.
A partir de los 2 meses llevan a cabo una visión en conjunto de los contrastes
del triángulo o de los rasgos internos complejos de la cara humana, a la vez que el
contorno (García-Alix y cols.; 2012)

2.3. Los Sistemas Comportamentales


Además de la apariencia física particular y de la adaptación al medio que el recién

136
nacido pone en marcha mediante un complejo mecanismo de sistemas regulatorios
como los que mencionamos anteriormente, una red de comportamientos definen lo
que pueden denominarse sus “índices de expresión” en el entorno, o para Delval,
las capacidades de las que dispone para “actuar” en su medio ambiente. Ya se ha
mencionado que aún desde la vida fetal el neonato posee la capacidad de registrar,
procesar y discriminar información del medio en el cual se desenvuelve. En organismos
no parlantes como los bebés, la expresión de lo que sienten y perciben puede detectarse
no sólo por variaciones neurovegetativas y autonómicas de su estado basal (como
modificaciones en el ritmo cardíaco y respiratorio) sino también por un conjunto de
comportamientos que implican la regulación de los estados conductuales de sueño y
vigilia, los patrones de llanto, las respuestas reflejas y un variado repertorio motriz que
involucra movimientos corporales y faciales con diferente expresividad.

2.3.1. Los Estados de Comportamiento del Recién Nacido


Los estados de comportamiento del recién nacido se describen como una
combinación de variables fisiológicas y conductuales (por ej. ojos cerrados, ausencia de
movimientos corporales y respiración regular) que se mantienen estables durante un
tiempo determinado, que se repite secuencialmente y que puede reconocerse en forma
similar en todos los infantes (Prechtl, 1969). Un “estado de comportamiento” refleja el
estado del SNC del feto a término o neonato. La alternancia del recién nacido entre su
estado de vigilia y sueño los lleva a estar de a ratos despiertos y calmos, activos y en
movimiento continuo, llorando o amodorrados. Todas estas reacciones no son casuales
ni desorganizadas sino que reflejan verdaderos patrones de conducta organizados que
reflejan el estado de su SNC. La interacción de un RN con un adulto varía de acuerdo a
estos estados de alerta. Para que un bebé reaccione positivamente a los estímulos con
atención y curiosidad idealmente debería encontrarse en el estado de alerta tranquilo o
activo. Prechtl (1977) identifica 5 estados de conducta que definen los estados de alerta
del bebé yendo del sueño profundo al llanto activo. Los estados 1 y 2 corresponden
a estados de sueño tranquilo y sueño activo, respectivamente. Los estados 3 y 4
corresponden a estados de alerta tranquilo o alerta activo, respectivamente. El estado 5
corresponde al llanto. Wolf identifica 6 estados, el primero corresponde a sueño regular
o profundo, en el que los ojos cerrados se acompañan de respiración profunda, regular
y rítmica y ausencia de movimientos. En el recién nacido este estado se repite en ciclos
breves, aproximadamente cada 4 hs. El segundo estado corresponde a sueño irregular o
activo donde nuevamente los ojos están cerrados pero hay pequeños movimientos en
extremidades, muecas, respiración rápida e irregular. En esta fase es cuando se producen
movimientos oculares rápidos (período REM del sueño). Los bebés en este estado son
más vulnerables al mundo exterior. El estado 3 implica la somnolencia que implica cierta
intermitencia en la apertura y cierre de ojos, con respiración regular y estado de quietud.
No se observan respuestas claras a los estímulos aunque el bebé puede sobresaltarse
con un estímulo de alta intensidad. Los estados 4 y 5 implican al bebé despierto. En el
primero de ellos el niño está alerta pero quieto y relajado. Suelen ser muy breves en el
recién nacido incrementando paulatinamente su duración. Al mes de vida un niño puede
permanecer por más de media hora en este estado y las respuestas a los estímulos

137
serán regulares y predecibles. En el segundo los movimientos corporales aumentan,
la respiración se vuelve irregular y en general antecede al llanto. Los estímulos actúan
atenuando o exacerbando este estado, por lo que niño puede calmarse o irrumpir en
llanto frente a un estímulo externo. El sexto estado implica el llanto.
El grado de reacción de un RN a los estímulos depende en gran parte de en cuál
de estas seis fases está. Wolf estableció que los bebés que estaban en la fase de vigilia
con actividad alerta respondían a la estimulación con un incremento de la actividad. Por
el contrario los bebés que ya estaban en vigilia activa, reaccionaban a la estimulación
aquietándose un poco. De modo similar los bebés que estaban en fase de sueño regular
respondían al sonido con un sobresalto, pero los que estaban en un estado de sueño
irregular (período REM) respondían al mismo sonido sólo con un ligero movimiento.
Un bebé en estado de alerta tranquila (estado 4) prestará atención a cualquier objeto
que se coloque justo a su vista (a unos 30 o 40 cm.), pero no lo hará si está llorando.
Estos estados de conducta son observables en el feto y en el recién nacido y
como podrá observarse en la tabla comparativa, ambos autores los plantean de manera
muy similar (véase Tabla III)

Tabla III: Comparación de estados de conducta neonatal según Prechtl y Wolf


Prechtl Wolf
Sueño Profundo:
Estado 1 • Ojos bien cerrados y quietos
• Respiracion lenta y regular
• Sin movimientos
• No lo despiertan estímulos leves
Sueño Activo (MOR):
Estado 2 • Ojos cerrados
• Respiración irregular
• Movimientos pequeños de rotación
lentos, contracciones musculares
• Movimientos faciales
• Los estímulos o luz evocan sonrisas y gestos
Alerta Tranquilo:
Estado 3 Ojos abiertos Somnolencia
Aspecto relajado
Movimientos ausentes o leves
Respiración regular
Alerta Activo: Alerta Tranquilo
Estado 4 Ojos abiertos y vivaces Ojos abiertos
Movimientos generales Máxima capacidad de
Sin llanto atención
Cuerpo y cara quietos e Escasa actividad motora
inactivos
Llanto o vocalización Alerta Activo
Estado 5 Ojos abiertos
Movimientos generales
Sin llanto
Estado 6 Llanto o vocalización
Fuente: Adaptado de Prechtl 1969

138
2.3.2. El llanto
El llanto es un estímulo auditivo que varía en intensidad y en significado, atrae
la atención de los adultos, provoca su respuesta y alivia el malestar del bebe. El primer
llanto del bebé tiene una funcionalidad biológico-adaptativa ya que permite la expansión
de los pulmones, los llena de aire y alienta la respiración autónoma. De allí en más todos
los llantos posteriores tendrán alguna finalidad comunicativa, por lo que se lo considera
como “la primera forma de comunicación de los bebes”. Es mediante esta primer forma
de comunicación que el bebé regula su conducta y aprende a demandar alimento,
consuelo o estimulación.
El estado de dependencia en el que el recién nacido viene al mundo le requieren
de mecanismos de supervivencia que promuevan el contacto con el cuidador. En este
sentido, el llanto es el mecanismo primario, que unido fuertemente a la respiración,
se irá modificando para servir a los propósitos del lenguaje. Algunos autores lo han
mencionado como “el cordón umbilical acústico” del que se vale el bebé durante los
primeros meses postpartum, para generar señales sociales que llaman la atención y que
se relacionan con su dependencia (Ostwald, 1972).
Murray (1979) se refiere al llanto como un “liberador” de patrones de
comportamiento de cuidados y como un “activador” de motivos egoístas y altruistas. El
llanto se incrementa con los estados de malestar y disminuye con la nutrición u otros
efectos al tiempo que moviliza al adulto en función de la naturaleza que compulsa el
llanto y sus diferentes formas de presentación (dolor, hostilidad, etc.).
Según Wolff (1969) hay cuatro tipos de llantos:
—— El llanto básico regular y rítmico, generalmente asociado al hambre.
—— El llanto de cólera (rabia/enfado).
—— El llanto de dolor.
—— El llanto de atención que aparece a las 3 semanas y que sirve para atraer la aten-
ción del cuidador y con el cual los bebes empiezan a controlar su entorno social.

Desde el punto de vista fisiológico, el llanto está vinculado con el control


autonómico de los mecanismos del despertar y la inhibición y la coordinación de la
actividad cardio-respiratoria, así como los músculos relacionados con la laringe. El
llanto también implica un patrón de comportamiento mediante el cual el niño comunica
sensaciones, percepciones y diversos estados emocionales lo que se ha demostrado
posee gran relación en relación al desarrollo del lenguaje. El llanto contiene en sí
aspectos biológicos y sociales por lo que puede considerarse un fenómeno biosocial
en el cual hay efectos directos e indirectos sobre el subsecuente desarrollo del niño.
El llanto como medida de la integridad del sistema nervioso es considerado dentro de
los efectos directos. Los efectos indirectos se deben a cómo el llanto es determinante
en la interacción del niño con las personas que le rodean, que de hecho, es una medida
del desarrollo cognitivo y social del niño.
Con el llanto el niño expresa requerimientos internos o externos que demandan
atención, es adaptativo y conlleva a la solución de estos requerimientos. Así el llanto
es parte de un sistema de regulación en el cual existe interrelación entre procesos del

139
comportamiento y fisiológicos que funcionan para mantener el balance de la homeostasis,
regular la vigilia, la atención y atraer a quien propicia cuidados. En este sistema regulador
el llanto es la primera línea de defensa del niño (Lester & Boukydis, 1985)
El llanto infantil tiene gran significado y su interpretación implica gran cantidad de
información para el adulto. Se han planteado diversas teorías en relación a los efectos
del llanto en el adulto. El llanto del niño genera en el adulto sentimientos fuertes
de excitación fisiológica (ritmo cardíaco) e incomodidad, es probablemente un efecto
programado de forma innata para asegurar el cuidado y la atención que el bebé necesita
para sobrevivir.
Los padres terminan construyendo una cierta habilidad para reconocer no sólo
el llanto de su hijo, sino la causa de éste. En la percepción del llanto se conjugan las
relaciones entre el niño y sus padres. A través del llanto, el niño comunica necesidades,
sentimientos, emociones, usando una variedad de patrones pero refleja, además de sus
sensaciones y percepciones internas, un ambiente a su alrededor. El comportamiento
de los adultos en respuesta al llanto del bebé está modulado por las características
acústicas del llanto, su percepción e interpretación y el tipo de conducta que genera
en consecuencia. Esto explica cómo la percepción se traslada en la acción o cómo las
experiencias son fijadas y percibidas (Lester, 1984)
La percepción de un llanto como negativo no implica necesariamente relación
negativa de los padres al niño, aunque es favorable conocer bajo qué circunstancias
este criterio puede ser válido y, en ese caso, es necesario considerar si hay mezclados
aspectos de personalidad, stress, factores socioeconómicos, etc. Por ello, correlacionar
mediciones acústicas de parámetros del llanto infantil con la percepción del llanto por
parte del adulto es una vía para ayudar a discriminar qué es oído y qué es percibido. Por
ejemplo, niños con complicaciones prenatales y perinatales tienen llantos con altos
valores tonales. Aparentemente estos tonos altos actúan como activadores del alerta
(arousal) siendo éstos percibidos como urgencia, trastorno y angustia, lo que permite
a los padres reaccionar rápidamente (Lester & Boukydis, 1985).
El llanto, por lo tanto, no sólo es un precoz sistema de comunicación con
valor funcional en la adquisición del lenguaje sino que además es un valioso predictor
del estado del SNC del recién nacido. Diversos síndromes genéticos tales como el
“Maullido de Gato” (Cry du Chat) y el Síndrome de Down se han correlacionado
con patrones específicos en el llanto del recién nacido. La desnutrición, el bajo peso al
nacer, la prematuridad, la hipoxia fetal o perinatal, el consumo de drogas, entre otros
factores de riesgo para el desarrollo neurocomportamental del niño, afectan también
las características acústicas y fonológicas del llanto infantil (Pinyerd, 1994).
Las áreas del conocimiento relacionadas con el tema del análisis del llanto infantil
se han desarrollado a la par del avance de la tecnología. Actualmente existen diversas
técnicas que son aplicadas al análisis acústico del llanto infantil como el análisis auditivo,
el análisis en los dominios del tiempo y la frecuencia de la señal de llanto, análisis
espectrográfico, algoritmos y técnicas de procesamiento de señales. A partir de 1995,
el análisis del llanto infantil mediante la utilización de modelos de redes neuronales
artificiales y el análisis espectral toman cada vez más fuerza. Todas estas técnicas se

140
encuentran potencializadas por la aplicación de computadoras cada vez más sofisticadas.
(Petroni et al, 1995)

2.3.3. El comportamiento motor


La reactividad motora global y facial

Aproximadamente a partir de la octava semana de vida pueden observarse la


aparición de los primeros movimientos fetales. Los movimientos espontáneos son
patrones específicos de movimientos endógenamente generados y que involucran todo
el cuerpo del bebé. En un bebé normal los movimientos generales (M.G.) evolucionan
hacia movimientos elegantes, fluídos y complejos, variables en secuencia y complejidad.
Cabeza, cuello, tronco, brazos y piernas intercalan en secuencias complejas y variables
movimientos gruesos, de rotación, extensión y flexión. Estos movimientos duran desde
pocos segundos hasta varios minutos y presentan un inicio y un final graduales. Crecen
y disminuyen en intensidad, fuerza y rapidez, con rotaciones que se superponen y con
frecuencia hay pequeños cambios en la dirección del movimiento realizado (Prechtl,
1997).
Los M.G han sido clásicamente utilizados como índice de expresión en la
valoración de la respuesta a estímulos presentados al recién nacido. Una de las formas
que el bebé tiene para indicar orientación a la estimulación del mundo externo es con
la activación de su comportamiento motor. Incluso a nivel fetal, frente a estimulación
auditiva o vibrotáctil se ha demostrado activación de los movimientos generales en
respuesta a este tipo de estimulación. Las variaciones a nivel neurovegetativo como
aceleraciones o desaceleraciones del ritmo cardíaco y respiratorio acompañados de
cambios en la actividad comportamental motora pueden considerarse excelentes
índices de expresión a la hora de entender cómo el recién nacido incorpora y registra
la información de su entorno. Este importante índice de expresión se ha revelado de
gran utilidad cuando se valoran diferentes capacidades de aprendizaje y memoria en el
recién nacido.
Asímismo, una gama amplia de conducta facial no verbal está disponible para los
recién nacidos. De acuerdo a Oster y Ekman (1978) la musculatura facial del recién nacido
ya se encuentra desarrollada de manera suficiente para formar todas las expresiones
faciales básicas (feliz, interesado, sorprendido, asustado, disgustado, de ira, enojado y
triste).Algunas de estas expresiones faciales básicas, incluyendo feliz, triste, sorprendido
(Field y col., 1982), interesado y disgustado (Steiner, 1979), se han observado en los
recién nacidos mediante presentación de estímulos visuales, olfativos, gustativos. En
relación a estos últimos, los recién nacidos poseen la capacidad de distinguir sabores
dulces y amargos realizando expresiones faciales de placer o displacer; respectivamente
(Rosenstein y Oster 1998).
Para el estudio de las expresiones faciales humanas, se ha mantenido, desde
Darwin y hasta la actualidad, una perspectiva comparativa. Ya en 1873, cuando Darwin
publica “La expresión de las emociones en el hombre y animales” se presentan las
continuidades entre especies y los fenómenos únicos de cada especie. Hoy está bien
estudiado que las expresiones faciales que se observan en el hombre también pueden

141
observarse en otras especies (Berridge, 2000). Analizando la reactividad facial al gusto
en diversas especies de monos (gran mono, viejo mono mundo, mono de nuevo mundo
y bebés prosimios y adultos) se observó que prácticamente en todos estos primates se
encuentran reacciones faciales que se correlacionan con las reacciones faciales humanas
ante los sabores amargos, dulces u otros gustos y que son similares a reacciones de los
bebés humanos (Steiner, 1997; Steiner & Glaser, 1995).
Vick y colaboradores (2007) señalan que la investigación de la comunicación facial
humana se ha facilitado en gran medida por el desarrollo del Sistema de Codificación
de Acciones Faciales (FACS). Este sistema parte del sistema de codificación de Ekman
para las unidades de acción facial del rostro (Ekman y Friesen; 1978, Ekman, Friesen,
y Hager, 2002) analizando minuciosamente la gestualidad que originan las diversas
emociones. Este método permite la medición objetiva y estandarizada del movimiento
facial basado en la musculatura mimética subyacente. Si bien muchos estudios miden
las inferencias hechas por observadores cuando se realizan visualización de caras,
algunas preguntas se abordan mejor mediante la medición de lo que la propia cara
hace (Ekman y Rosenberg, 2005). El FACS tiene como base un sustrato anatómico y
describe unidades mínimas de movimiento facial llamadas Unidades de Acción (UA)
con detalladas descripciones de los cambios resultantes en la apariencia facial, pudiendo
este ser adaptado a adultos o bebés.
Hasta hace poco tiempo atrás prevalecía una importante discusión teórica
sobre la medición de acciones faciales en neonatos humanos y en adultos humanos,
específicamente en relación a la existencia o no de equivalencias en su medición. Sin
embargo, Fridlund y colaboradores (1987) compararon las acciones faciales de los
neonatos humanos con las de los adultos y concluyeron que todas las acciones faciales
del neonato pueden ser observadas en el rostro adulto, lo cual indicaría una equivalencia
funcional (neonato-adulto) en el rostro humano.
Observar lo que un bebé realiza con su rostro para conocer si un estímulo
resulta agradable o desagradable permite discriminar aquello que le resulta aversivo o
apetitivo. Se toma como conductas indicadoras de aversividad: abrir verticalmente la
boca (la mímica de la arcada), apretar fuertemente los ojos, fruncir el ceño y arrugar
la nariz y como conductas indicativas de apetitividad: la mueca de la sonrisa (relajación
de la parte inferior del rostro), la succión y los lengüeteos. Bebés recién nacidos y
de pocos días de vida ya muestran discriminar los componentes hedónicos de los
estímulos que reciben exhibiendo claramente este tipo de gesticulación (véase Faas,
2001; tesis doctoral).

2.3.4. Los Reflejos


Los reflejos son comportamientos innatos e involuntarios que implican
el funcionamiento de ciertos centros cerebrales inferiores (tales como los que
gobiernan la respiración y frecuencia cardíaca) y ocurren en respuesta a diferente
tipo estimulación, sea ésta intero o exteroceptiva. La estimulación brinda mensajes
sensoriales que llegan al cerebro el que emite la orden motora de manera automática.
Al comienzo del desarrollo motor se encuentra en el movimiento reflejo. Desde

142
etapas prenatales tempranas el sistema nervioso desarrolla estrategias derivadas de
la herencia y de aferencias sensoriales que se hacen manifiestas en el momento del
nacimiento y permanecen como soporte de las funciones motoras a lo largo del ciclo
vital. Se considera que el reflejo es un movimiento automático, realizado sin voluntad
consciente y normalmente desencadenado por cuenta de un estímulo sensorial; es una
respuesta inmediata, y estereotipada que fundamenta la construcción del movimiento
y la regulación del tono postural. El sobresalto frente a un fuerte ruido, el parpadeo
frente a una luz brillante, la succión frente a un elemento que roza los labios del bebé
son comportamientos reflejos (Pimentel, 1996).
La mayoría de los reflejos neonatales tienden a desaparecer cuando comienzan a
aparecer formas más maduras de comportamiento y muchos de ellos sobreviven como
comportamientos aprendidos, modificándose con la práctica a medida que el niño
interactúa con su entorno. Algunos autores consideran los reflejos neonatales como
capacidades de auto-organización temprana que preparan al niño para actividades
posteriores manifestándose a través de ajustes tónicos que permiten controlar la
postura y el movimiento.Actividades como la bipedestación, la marcha y la manipulación,
poseen un sustrato neurológico primitivo ó pre funcional a partir del cual se da lugar
a procesos de regulación y maduración que potencializan de manera particular dichas
actividades. Las reacciones de moro, las tónicas cervicales y la prensión palmar entre
otras, constituyen parte del sustrato neuromotor para todas aquellas actividades de
destreza que incluyan manipulación y liberación de los miembros superiores.
La gran mayoría de los reflejos neonatales tienen origen fetal. Finalizando las
14 semanas de gestación, casi la totalidad de los reflejos neonatales se encuentran
presentes dentro del sistema de acción fetal, los que pasan a ser parte de la base
neuromotriz desde la cual se soporta el movimiento corporal.
Se calculan aproximadamente dos docenas de reflejos principales en el bebé.
Pueden clasificarse en: Reflejos Primitivos como el de succión, búsqueda y el de Moro
se relacionan con el instinto de supervivencia y protección.También el de prensión, que
podría ser un legado evolutivo de cuando los bebés primates se “aferran” al pelo de
su mamá. Reflejos Posturales: aquí tenemos las reacciones a los cambios de posición
como el reflejo de paracaídas (movimiento de extender los brazos cuando se inclina
súbitamente el bebé hacia abajo). Reflejos Locomotores: que simulan movimientos
voluntarios como el de marcha y natación. Los reflejos neonatales desaparecen durante
los primeros meses y son señal de mielinización de las vías motoras de la corteza,
permitiendo el movimiento voluntario. Es por ello que la valoración de los reflejos se
utiliza para la valoración del estado del SNC del bebé.
Véase una síntesis de los principales reflejos con su funcionalidad aparente y su
edad de inicio y desaparición aproximada en la tabla IV.

143
Tabla IV: Principales reflejos en el bebé, funcionalidad y edad de desaparición
Reflejos Estimulación Respuesta Edad de Función
desaparición
ROTACIÓN Acariciar la mejilla La cabeza del 3 semanas Sirve para orientar la
BÚSQUEDA u del bebé cerca de bebé se dirige ( d e s p u é s boca hacia la fuente
HOZAMIENTO su boca hacia la fuente se vuelve de alimentación
de estimulación voluntario) (pezón, biberón, etc.)
SUCCIÓN Poner el dedo El bebé succiona 4 meses Permite la
o introducir un el dedo u objeto alimentación
objeto en la boca rítmicamente
del bebé
NATACIÓN Poner al bebé en M o v i m i e n t o s 4-6 meses Ayuda al bebé a
una piscina sincronizados de sobrevivir si cae en
brazos y piernas. una psicina
Chapoteo y
patadas con
movimientos de
natación
PARPADEO Hacer brillar una El bebé Permanente Protege al bebé de
luz en los ojos del rápidamente la estimulación visual
bebé o dar una cierra los intensa o fuerte
palmada cerca de párpados
su cabeza
RETIRADA Pinchar la planta El bebé retira el Se debilita a los Protege al niño de
del pie del bebé pie con flexión 10 días una estimulación
con un objeto con de la rodilla y de táctil desagradable
punta la cadera
MORO Sostener al bebé El bebé realiza 6 meses Ayudar al bebé a
boca arriba y movimientos de expulsar o alejar
dejar que la apertura abrupta potenciales fuentes
cabeza caiga un de brazos cercanas de peligro
poco o realizar hacia afuera
un golpe fuerte y extendiendo
repentino sobre la las piernas,
superficie o base luego arquea la
que sustenta al expalda y como
niño en un “abrazo”
acerca los
brazos otra vez
hacia el cuerpo
BABINSKI Presión suave Los dedos de los 8-12 meses Desconocida
sobre la planta pies del bebé se
del pie del bebé abren en forma
desde el talón de abanico y
hacia los dedos se contraen al
mismo tiempo
que el pie se
retuerce
PARACAÍDAS Tomar al bebé El bebé extiende Permanente Permite al niño
por los costados los brazos y protegerse de las
de forma vertical abre las manos caídas
e inclinarlo realizando un
bruscamente movimiento
hacia adelante brusco para
protegerse de la
caída

144
PRENSIÓN Tocar la palma de El bebé cierra 3-4 meses Permite al niño ma-
PALMAR la mano del bebé la mano con netenerse agarra-
prensión del do. Ha ayudado a la
objeto cría a adherirse a su
madre en el pasado
evolutivo humano
PRENSIÓN Tocar la planta del El bebé flexiona 12 meses Asociado con
PLANTAR pie del bebé los dedos del pie conductas arcaicas
con prensión del propias del pasado
objeto evolutivo
TÓNICO- Acostar al bebé El bebé adopta 5-6 meses Relacionado con
CERVICAL boca arriba y girar la postura el desarrollo de la
su cabeza hacia de esgrima, lateralidad cerebral
ó un lado extendiendo el y la integración
brazo y la pierna bilateral
TÓNICO del lado preferido
ASIMETRICO y flexionando las
DEL CUELLO extremidades
opuestas

MARCHA Sostener al bebé El bebé inicia 2-3 meses Tiene funciones en


de forma vertical movimientos de el tono muscular
con los pies en marcha. pero no se relaciona
contacto con una con su capacidad
superficie dura posterior para la
marcha
REPTACIÓN Apoyar al bebé El bebé inicia 4 meses Permite al niño
sobre el vientre movimientos desplazarse
en una superficie coordinados de
y generar una brazos y piernas
resistencia en sus para reptar
pies
PATELAR Golpear debajo El bebé extiende Permanente Permite al niño
de la rotula del la pierna hacia movimientos
bebé adelante extensores en
miembros inferiores

Los reflejos de parpadeo, estornudo, bostezo, escalofrío, nauseoso y pupilar


permanecen toda la vida por sus funciones protectoras mientras que muchos otros
como el de succión sobreviven en el bebé como conductas aprendidas (García-Alix y
cols., 2012)

2.4. Más allá de los reflejos: Aprendizaje y memoria fetal y neonatal


El progreso más notable en el campo del aprendizaje y la memoria infantil se
ha desarrollado a partir de la década del 80. No hace mucho tiempo atrás, considerar
capacidades de aprendizaje y memoria en el recién nacido podía parecer un hecho
absurdo.Varias razones argumentan en favor del desarrollo relativamente lento en este
campo de investigación. Por un lado, el recién nacido humano, al igual que neonatos
de muchas otras especies de mamíferos, se encuentra fisiológicamente inmaduro al
momento de nacer. Esto lo define como un organismo altricial, necesitando de los
cuidados maternos para asegurar su sobrevivencia. Esta característica podría explicar
por qué tradicionalmente el recién nacido ha sido considerado como un ser pasivo y

145
limitado desde el punto de vista neurocomportamental. Por otro lado, este limitado
repertorio conductual y neuromuscular ha llevado a pensar que el neonato sólo
era capaz de responder a la estimulación proveniente de su entorno con patrones
de naturaleza reflexiva. Desde este punto de vista, pensar que el neonato era capaz
de adquirir y retener información proveniente de su entorno interactuando con él
mediante respuestas aprendidas, parecía un hecho imposible que sólo podría lograrse
una vez que se alcanzara cierta madurez. Sin embargo, actualmente se conoce que
a pesar de su inmadurez, el recién nacido es mucho más complejo que una mera
colección de reflejos, siendo efectivamente capaz de discriminar, orientarse, habituarse
y deshabituarse frente a estímulos familiares y recuperar la atención frente a la novedad,
modificar sus acciones en el medio ambiente y adquirir respuestas condicionadas de
orden clásico e instrumental que implican distintas modalidades sensoriales e índices
de expresión comportamental (Weiss & Zelazo,1991).

2.4.1. Aprendizaje no asociativo y capacidades tempranas de


discriminación de estímulos
Capacidades de aprendizaje no asociativo como la “habituación”, que implica la
disminución progresiva de la respuesta a medida que un estímulo se repite, han sido
demostradas ya a nivel fetal. Esta forma simple de aprendizaje aparece muy temprano
en la ontogenia y no debe confundirse con procesos de fatiga motora o adaptación del
receptor sensorial ya que involucra procesos de retención y memoria a corto plazo que
se dan a nivel central. Cuando el estímulo cambia en calidad o intensidad la respuesta se
“deshabitúa” y el organismo vuelve a activarse. Estos aprendizajes son indispensables para
la adaptación del organismo a su medio ambiente y ocurren en prácticamente todas las
especies y sistemas de respuesta, representando cambios conductuales fundamentales
resultantes de la experiencia (Domjan y Burkhard, 1986, Domjan, 1998, 1999).

Respuestas a Estimulación vibroacústica


Capacidades de habituación en neonatos de distintas edades posnatales han sido
demostradas en prácticamente todos los sistemas sensoriales confirmando la capacidad
del sistema nervioso neonatal de almacenar, recuperar y comparar representaciones
mentales de eventos. Más aún, distintos estudios realizados con estimulación vibroacústica
han demostrado que estas capacidades de aprendizaje no asociativo estarían ya presentes
en el plano fetal (Lecanuet, Granier-Deferre, De Casper, Maugeais, Andrieu & Busnel,
1987). En la mayoría de estos estudios, las técnicas vibroacústicas han sido aplicadas
directamente sobre el vientre materno. Uno de los métodos más utilizados consiste en
aplicar un cepillo de dientes eléctrico sobre el abdomen de la madre, lo cual brinda al
mismo tiempo estimulación acústica y táctil debido a la vibración (Leader et al., 1982 a,
b; 1995). Las variables dependientes en general involucran registros del ritmo cardíaco y
respiratorio fetal, como así también el movimiento del prenato frente a la estimulación,
todo registrado mediante monitoreo o ultrasonografía en tiempo real.Todos los estudios
realizados a partir de la década del 80 con este tipo de estimulación pudieron demostrar
que el bebé humano mostraba habituación de las respuestas conductuales y autonómicas
en función de la presentación repetida de la estimulación ya a las 28 semanas de edad

146
gestacional, ya que el fenómeno efectivamente ocurría en el 90% de los fetos evaluados.
Para investigar la continuidad fetal-posnatal en estos procesos, se indagó si
durante los primeros días de vida los neonatos respondían de manera similar al mismo
procedimiento de estimulación repetida que se empleó a nivel fetal. Para ello una serie
de estudios realizados en la década del 90 adaptaron la estimulación vibroacústica al
medio extrauterino comprobando que los bebés responden a este tipo de estimulación
de una forma muy similar a la observada en los fetos durante el último trimestre
gestacional (Kisilevsky & Muir, 1991). Otros estudios han empleado también sonidos
de cascabel y diversas palabras emitidas por adultos (Zelazo, Brody & Chaika, 1984).

Respuestas a Estimulación Visual


En neonatos de diferentes edades también se ha demostrado habituación
y deshabituación a estimulación visual. Como se mencionara, la habituación implica
integración de la información a nivel central y varias escalas de desarrollo infantil, como
la Escala Brazelton de Comportamiento Neonatal o la Escala Bayley de Desarrollo
Infantil utilizan pruebas de habituación visual en bebés de alrededor del mes de vida
para valorar el estado de la funcionalidad del SNC. Más aún, diferentes estudios han
hecho esfuerzos en distinguir este proceso de la mera adaptación del receptor como
por ejemplo el de Slater y colaboradores (1983) donde se habituaba a los neonatos a la
presentación repetida de claves visuales pero manteniendo un ojo tapado con un parche.
Luego, cuando la conducta del bebé alcanzaba el criterio de habituación, se cambiaba
el parche de tal manera de dejar libre el ojo anteriormente tapado y se presentaba
nuevamente el estímulo familiar y un estímulo novedoso. Los neonatos mostraron
preferencias significativas por el estímulo novedoso, lo que indicaba que los criterios
de habituación también habían sido alcanzados por el ojo que había permanecido
tapado mientras se presentaba repetidamente la clave visual. Los resultados sugerían
que el modelo de la adaptación retinal podía ser rechazado (Slater, Morison & Rose,
1983b). Otros trabajos han demostrado respuestas de discriminación de la orientación
en el espacio (vertical, horizontal u oblicuo) entre distintas claves visuales habituando,
por ejemplo, a los neonatos a un estímulo visual en una determinada orientación
(vertical) y posteriormente deshabituando con el mismo estímulo pero presentado en
una orientación nueva (oblicuo). Los bebés siempre pasaban más tiempo mirando la
orientación novedosa (Slater, Morison & Somers, 1988).
Todos estos estudios demuestran que los neonatos pueden crear representaciones
mentales para la administración repetida de estimulación de diversas modalidades
sensoriales, retener las señales en la memoria y comparar activamente nueva información
con la representación mental del estímulo original (Zelazo, 1988a, 1988b, 1989).

Respuestas a Estimulación Quimiosensorial (olfato-gustativa)


Actualmente, numerosos trabajos argumentan a favor de la capacidad neonatal
de responder a estímulos quimiosensoriales. Hasta los años sesenta existían grandes
controversias con respecto a la posibilidad de funcionamiento del sistema olfativo en
el recién nacido. Algunos investigadores pensaban que no podía existir en el neonato
olfacción en sentido estricto y que éste sólo reaccionaría a los olores de gran intensidad

147
que estimularían las terminaciones del nervio trigémino. Otros pensaban que la función
olfativa sería activa ya desde los primeros minutos de vida posnatales (Schaal & Porter,
1989). Hoy se conoce que el bebé recién nacido no sólo detecta y discrimina gran
variedad de olores sino que también es capaz de formar memorias olfativas desde el
nacimiento. A principios de los 60, distintos trabajos han puesto de manifiesto que,
desde los primeros minutos de vida, el bebé puede detectar olores como el anís, el
petróleo, la rosa, los alcoholes o los aromas alimentarios artificiales. Se observó que
los bebés evaluados respondían a los olores con reacciones comportamentales como
modificaciones motrices generalizadas o localizadas en los miembros o en el rostro,
movimientos de orientación de la cabeza, de succión, de lamidos y mediante variaciones
neurovegetativas a nivel cardíaco y respiratorio (Engen y Lipsitt, 1963). Utilizando un
procedimiento de habituación y deshabituación, se demostró que el recién nacido puede
diferenciar estos olores y expresar memorias olfativas funcionales desde el período
neonatal. A los 3 días de vida, los bebés mostraban decrementos progresivos de las
respuestas motrices y respiratorias frente a la presentación repetida de olor a anís y
cuando, a continuación se les presentaba un olor distinto (Asa foetida) se registraba
un aumento en la respuesta motriz y neurovegetativa lo que indicaba la discriminación
de los olores (Engen y Lipsitt, 1965). Otra serie de experimentos realizados con recién
nacidos de 2 a 10 días de vida alimentados con pecho materno demuestran, mediante
la técnica de preferencia de doble elección, capacidades de orientación y discriminación
de olores durante el período neonatal. Con esta técnica se ubica por encima de la
cabeza del bebé un dispositivo en forma de U invertida que suspende a ambos lados
del rostro una almohadilla de gasa embebida con un determinado olor. Una almohadilla
se impregnaba con el olor del pecho de la propia madre y la otra con el de una madre
lactante no familiar al niño. Siempre el bebé se orientaba preferencialmente hacia la
almohadilla impregnada con el olor del pecho de su propia madre (Schaal, Montagner,
Hertling, Bolzoni, Moyse & Quichon, 1980).
Con estos experimentos se demostró que las capacidades de orientación del
neonato hacia el pecho materno están presentes desde muy temprano y posiblemente
con bases adquiridas en el reconocimiento de las claves sensoriales del líquido
amniótico materno a nivel fetal. De hecho, durante los primeros episodios de succión,
los neonatos prefieren succionar de un pecho materno que ha sido bañado con líquido
amniótico frente al otro pecho que conserva su olor natural. Estas preferencias irán
cambiando en función del tiempo y la experiencia con los sucesivos amamantamientos,
tendiendo posteriormente a preferir el olor natural del pecho de la madre frente a
otros olores biológicos (Varendi, Porter & Winberg, 1997). Utilizando una metodología
similar también se comprobó que bebés de la misma edad eran capaces de diferenciar
el olor del cuello (Schaal, 1988) y de la axila (Cernoch & Porter, 1985) de la propia
madre de los de otra madre no familiar. Más aún, cuando los bebés eran alimentados
con biberón, también se orientaban preferencialmente hacia el olor del pecho de su
madre frente al de otra madre lactante al ser evaluados a las dos semanas de vida
(Makin & Porter, 1989). Todos estos estudios revelan que los bebés poseen desde muy
pequeños finas capacidades para diferenciar entre estímulos olfativos homólogos, por
ejemplo, los recogidos de dos mujeres con un estado fisiológico comparable (la propia

148
madre y otra madre, ambas en período de lactancia), tendiendo siempre a preferir
aquellos provenientes de la propia madre.
Aparentemente los componentes quimiosensoriales del líquido amniótico se
procesarían a nivel fetal colaborando con el reconocimiento posterior de la madre.
Aunque sin olor para el adulto, tan saliente es el olor del líquido amniótico para el
recién nacido quien ha permanecido bañado en él durante todo su desarrollo uterino,
que sólo una gota presentada al bebé de pocas horas de vida es suficiente para generar
una respuesta de activación motora generalizada (Faas et al., 2013). Cuando el líquido
amniótico materno se contamina con alcohol (en madres que beben en el embarazo) el
bebé de pocas horas también reaccionará a este olor preferentemente y en contraste
con un olor para él novedoso, gesticulando de manera apetitiva cuando es expuesto al
mismo (Faas et al, 2015)

2.4.2. Capacidades de aprendizaje asociativo: condicionamiento clásico


y operante
Los procesos de aprendizaje asociativo que se describirán a continuación tienen
por objetivo ilustrar capacidades complejas de aprendizaje que implican la asociación
entre dos estímulos por la contigüidad entre los mismos.
El denominado “aprendizaje asociativo” implica la asociación entre eventos para
lograr una respuesta. En este tipo de aprendizaje el cambio en la conducta ocurre en
función de la asociación entre estímulos y lo que ocurre en respuesta a uno de los
estímulos depende de cómo haya sido presentado previamente en relación con el
otro. De esta manera, puede decirse que el aprendizaje asociativo representa lo que
aprendemos acerca de combinaciones entre estímulos (Domjan, 1999). Dos paradigmas
básicos lo definen: “Condicionamiento Clásico” y “Condicionamiento Operante”.
El mecanismo por el cual los organismos aprenden a hacer nuevas respuestas
a los estímulos y aprenden sobre las relaciones entre estímulos se denomina
“condicionamiento clásico” (Domjan y Burkhard, 1986, Domjan, 1998, 1999).
En el condicionamiento clásico se presenta al niño un estímulo neutro (estímulo
condicionado) en asociación con un estímulo efectivo en cuanto a la generación de una
respuesta observable (estímulo incondicionado). Luego de una serie de presentaciones
donde los estímulos están apareados, el estímulo neutro comienza a generar respuestas
de orden condicionado.
Capacidades de aprendizaje asociativo han sido demostradas en recién nacidos
de pocas horas (Sullivan, Taborsky-Barba, Mendoza, Itano, Leon, Cotman, Payne & Lott,
1991; Wilson y Sullivan, 1994). Los bebés eran expuestos a 10 asociaciones entre
un olor cítrico (estímulo condicionado) y una estimulación táctil vigorosa en la piel
(estímulo incondicionado). Como respuestas condicionadas se evaluaban el giro de la
cabeza y la actividad motriz generalizada. Los bebés claramente mostraban respuestas
condicionadas de actividad generalizada y giro de la cabeza frente a la presentación del
olor. Un trabajo de Slater y colaboradores también ha brindado evidencias que los recién
nacidos pueden aprender relaciones intermodales arbitrarias. Los autores familiarizaron
bebés de 2 días de vida a dos estímulos visuales (diferentes en color y orientación) cada

149
uno acompañado por un sonido particular. El estímulo visual estaba constituído por una
línea diagonal verde y una línea vertical roja presentados en una pantalla blanca a 30 cm
de los ojos del niño. Los estímulos auditivos estaban constituídos por la palabra “teat”
pronunciada por una voz femenina y la palabra “mum” pronunciada en voz masculina.
La mitad de los niños fueron familiarizados con el estímulo auditivo/visual “green teat”
y la otra mitad con “red mum”. La presentación del sonido era contingente con la
mirada del niño al estímulo visual. Cuando el experimentador consideraba que el niño
no miraba la clave visual, el sonido se detenía. En los ensayos de post-familiarización
los bebés experimentaban tanto la combinación familiar como la nóvel. Los bebés
mostraron una fuerte preferencia por la combinación nóvel, lo cual brindaba una clara
demostración de que los neonatos pueden aprender combinaciones visuales-auditivas
arbitrarias (Slater, Brown & Badenoch, 1997). La asociación de elementos de distintas
modalidades sensoriales ayuda al bebé en el aprendizaje de ciertas configuraciones
como sonido de la voz de su madre con la imagen de su rostro o en la asociación de
pares rostro-voz de mujeres extrañas (Hernández-Reif, Cigales & Lundy, 1994).
En el “condicionamiento operante o instrumental” la probabilidad de
ocurrencia de las respuestas varían principalmente debido a las consecuencias que
producen. La respuesta instrumental está gobernada principalmente por los eventos que
produce, es decir, ocurre debido a que la consecuencia no podría ser alcanzada sin ella.
La consecuencia buscada que motiva la conducta del sujeto ocurre siempre después de
que la respuesta instrumental ha sido emitida (Domjan & Burkhard, 1986; Domjan, 1998,
1999). A partir de la década del 80, gran parte de la investigación relativa a aprendizaje
y memoria infantil se enriquece con los aportes de C. Rovee-Collier y colaboradores.
Los autores han demostrado que ya a partir de los 2 meses de vida los bebés pueden
aprender, por ejemplo, a activar un móvil suspendido sobre su cuna. La conducta operante
bajo consideración son pequeñas pataditas que mueven el móvil, dado que el pie del bebé
está atado con una cinta al mismo. El movimiento del pie del niño produce, por lo tanto,
un movimiento contingente del móvil. El juguete móvil, específicamente su movimiento
y el sonido que puede generar, actúan en calidad de reforzador positivo. Como puede
esperarse, los bebés aprenden la tarea más rápidamente y la retienen por más tiempo
en función de la edad. A los dos meses de edad, aprender la tarea lleva entre 6-9 minutos
de adquisición (Davis & Rovee-Collier, 1983;Vander Linde, Morrongiello & Rovee-Collier,
1985); a los tres meses lleva sólo la mitad del tiempo y a los 6 meses el aprendizaje se
realiza en el primer minuto (Hill, Borovsky & Rovee-Collier, 1988).
Mediante el conjunto de técnicas de habituación, preferencia y condicionamiento,
evaluando a los bebés mediante distintas modalidades sensoriales, los investigadores
actuales han podido adentrarse en la mente del bebé demostrando que nace mucho
más “equipado” de lo que se creía para comprender el mundo físico y social que
lo rodea. Desde que nace, el bebé humano observa y aprende sobre su entorno de
manera permanente. La inmadurez prolongada característica de la primera infancia se
asocia con una paternidad más rica en comparación con otros primates. El andamiaje
psicológico que realizan los padres en los bebés humanos está presente desde el
nacimiento y propicia que la infancia sea un período de juego, enseñanza, exploración y
experimentación. La paternidad humana implica una empatía y conexión que no tiene

150
equivalente en ninguna otra especie de primates. Madre y padre se comprometen
espontáneamente en el desarrollo psicológico de sus hijos, participan de la experiencia
del niño, reflejan sus expresiones, le hablan con una entonación particular. En las rutinas
de alimentación o aseo el contacto visual sostenido entre la madre y el niño es una
conducta natural. Las madres humanas, sin que nadie les “enseñe” su oficio, demuestran
una sintonía afectiva acompañando al bebé en sus estados de angustia o satisfacción
de manera concomitante. Lo estimulan en sus primeros aprendizajes y refuerzan sus
logros con expresiones emocionales a tono con las del bebé (Stern, 1985). Cuando
un bebé aprende a caminar primero se lo anima a ponerse de pie, luego a que camine
tomado de las manos, luego sólo de una mano y al final solo pero con un adulto que
lo espera de rodillas y con los brazos abiertos para sostenerlo. Las expresiones de
éxito del bebé se acompañan de expresiones faciales y exclamaciones ruidosas por
parte de los padres. Todo esto forma parte de la paternidad “intuitiva” que acompaña
el desarrollo de los bebés y constituye la “marca de fábrica” de la infancia humana
para la incursión en la cultura (Rochat, 2001). A su vez, los primeros intercambios
sociales del bebé son favorecidos por contactos “cara a cara” que la madre propicia
en la alimentación, en los juegos y estas son características destacadas y exclusivas de
la interacción humana. La primera infancia humana es la más prolongada y aculturada
que la de cualquier otro primate. Mientras los bebés pasan su tiempo observando y
experimentando el mundo que les rodea, se los controla y cuida de manera intensiva.
Reciben apoyo, ayuda cuando la necesitan, se les enseña y estimula a aprender cosas
nuevas y se les advierte del peligro.
El bebé cuenta con un gran número de capacidades para responder y aprender
sobre el mundo que lo rodea, pero los bebés no se desarrollan aislados y son sus
cuidadores los que no sólo aseguran su supervivencia sino que los sumergen en la
cultura como ser social.

3. La evaluación del recién nacido


La Escala Brazelton de Comportamiento Neonatal (NBAS)
La Escala Brazelton de Comportamiento Neonatal examina el neonato de manera
interactiva con el evaluador y la madre realizando un examen clínico y neurológico del
mismo pero cuya parte esencial es la evaluación del comportamiento. Es considerada
una de las más indicadas tanto para la detección de déficits como para la identificación
de las capacidades emergentes del neonato, aspectos claves para el inicio de una
intervención temprana. Quienes la utilizan han notado también que colabora en crear
en los padres la capacidad de observación de su hijo recién nacido, de forma que sean
ellos mismos quienes detecten, ya desde los primeros días, cuáles son las estrategias o
formas de actuación más convenientes en cada momento de su desarrollo.
Como se mencionara en la sección anterior, hoy es un hecho ampliamente
conocido que los recién nacidos, aún desde los primeros días de vida, poseen vastas
capacidades para interactuar con su entorno y que gran parte de sus conductas son
complejas, organizadas y no suceden por azar. Más aún, muchas de estas serán las que
formarán las bases de su desarrollo físico, cognitivo y social.

151
La NBAS en la evaluación del desarrollo evolutivo de los neonatos se base
fundamentalmente en la idea de que los recién nacidos contribuyen de una forma
significativa a su propio desarrollo, dejando de esta manera atrás el concepto de
neonato como un receptor pasivo ante los estímulos ambientales.

Cómo trabaja
La Escala Brazelton (Neonatal Behavioral Assessment Scale: NBAS), examina un
amplio rango de conductas en los niños desde el nacimiento hasta los 2 meses de edad.
La premisa de la escala es que los bebés nacen listos para comunicarse. No pueden usar
palabras pero sus movimientos corporales, llanto y respuestas visuales son su manera
de comunicación.

Cómo está compuesta


Las capacidades del recién nacido, anteriormente expuestas en capítulos
anteriores, son las que se articulan en esta escala en la forma de ítems de evaluación.
El contenido de la Escala Brazelton consta de 28 items comportamentales y
18 items sobre reflejos. A través de los mismos, revisa las capacidades del bebé en
diferentes areas del desarrollo: autonomica, motora, regulación de estados y los sistemas
de interactivos de regulación social. El resultado no es un score sino más bien ayuda a
entender cómo los niños integran estas áreas para adaptarse a su ambiente. Más allá de
colaborar en la detección de patologías, ayuda a entender la particular forma de actuar
del neonato con su entorno brindando un perfil de las características conductuales del
niño y los primeros esbozos de sus rasgos temperamentales.
En la segunda edición de la NBAS (1984) se añadieron una serie de 7 ítems
suplementarios con la intención de captar mejor el grado de fragilidad y la calidad de
la conducta de niños de alto riesgo. Estos siete ítems intentan resumir la calidad de
respuesta del niño y la cantidad de estimulación que necesita por parte del examinador
para organizar sus respuestas.
Fundamentalmente la evaluación del niño gira en torno a:
Habituación
—— Habilidad para responder y luego inhibir una respuesta hacia un estímulo dis-
creto como estímulos visuales y auditivos mientras se encuentra relajado
Orientación
—— Calidad del estado de alerta y la habilidad para atender estímulos visuales y
auditivos mientras se encuentra activo
Sistema Motor
—— Performance motora (activación tanto como inhibición) y la calidad del movi-
miento y tono.
Rango de alerta
—— Nivel general del arousal (activación) del niño
Regulación del estado

152
—— Refiere a cómo el niño responde cuando está alerta mediante mecanismos
endógenos para deprimir o activar el arousal
Estabilidad autonómica
—— Registra signos de estrés relacionados con la homeostasis del SNC como tem-
blores, sobresaltos, color de la piel
Reflejos
—— Registra el número de respuestas hacia los estímulos anormales

A modo ilustrativo, se presentan los ítems valorados por la escala en la tabla V.


Tabla V: Items valorados por la NBAS
ITEMS DE COMPORTAMIENTO ITEMS SUPLEMENTARIOS
Disminución de la respuesta: Calidad de la alerta
Esfuerzo por mantener la
- a la luz atención
- al sonajero Ayuda por parte del examinador
- a la campanilla Irritabilidad general
- a estimulación táctil del Vigor y resistencia
pie Regulación del estado
Orientación: Respuesta emocional del
- visual inanimada examinador
- auditiva inanimada
- visual y auditiva
inanimada ITEMS DE REFLEJOS
- visual animada Prensión plantar
- auditiva animada Babinski
- visual y auditiva animada Clonus aquíleo
Alerta De búsqueda
Tono general Succión
Madurez motora Glabela
Incorporación por tracción Movimientos pasivos brazos
Movimientos defensivos Movimientos pasivos piernas
Nivel de actividad Prensión palmar
Momento de máxima exitación Del escalón
Rapidez de reacción Enderezamiento
Irritabilidad Marcha automática
Labilidad de los estados Reptación
Respuesta al abrazo Incurvación del tronco
Capacidad de ser consolado Desviación tónica de cabeza y
Capacidad de consolarse ojos
Habilidad mano-boca Nistagmo
Temblores Tónico del cuello
Sobresaltos De moro
Labilidad del color de la piel
Sonrisas

Cuando la escala se administra es importante que el examinador sea flexible y


esté atento a la actitud y disponibilidad del bebé, el que debe estar en un estado alerta,
activo y mostrarse cooperativo. Por lo general se sugiere una secuencia de aplicación
de los ítems, agrupándolos en “módulos” que siguen un orden establecido y los tornan
fácil de recordar.

153
Los módulos son:
—— módulo de habituación: comprende los ítems de disminución de la respuesta.
Este grupo se administra primero y sólo se omitirá si el niño no está en un
estado de alerta apropiado
—— módulo motororal: comprende los reflejos del pie y el de búsqueda, los ítems de
succión y glabela
—— módulo troncal: comprende los ítems moderadamente estimulantes como des�-
vestir y manipular y también la desviación tónica de cabeza y ojos
—— módulo vestibular: comprende los ítems de máxima manipulación y estimulación:
movimientos defensivos, reflejo tónico del cuello y Moro
—— módulo social interactivo: comprende todos los ítems de orientación y va ligado
al estado de conciencia del niño. No debe administrarse cuando no está en un
en un estado adecuado de alerta, por lo que es un grupo movible. La evalua-
ción de la capacidad de ser consolado y de la capacidad para consolarse puede
asimismo interrumpir la secuencia estándar si el neonato irrumpe en un estado
de llanto.

Como se mencionara, a utilización clínica de la NBAS trata permanentemente


de incorporar a los padres como participantes activos en el proceso de observar y
aprender más del comportamiento de sus hijos. Además de presentar una valoración
del comportamiento del recién nacido, la escala se revela de gran utilidad para: a)
sensibilizar a los padres en la individualidad de su hijo y promover una relación positiva
entre ellos; b) compartir las preocupaciones de los padres acerca del futuro desarrollo
de su hijo; y c) promover una colaboración positiva entre la persona que cuida al niño
y el clínico o servicio de la salud que continuará atendiendo al niño y a la familia. Es por
ello que resulta fundamental que el examinador esté atento a las expresiones de los
padres, tanto verbales como no verbales, y que las preguntas que reflejen ansiedad sepan
utilizarse como punto de partida para la indagación de preocupaciones subyacentes.
Generalmente, las preocupaciones de los padres giran en torno a la “normalidad”
del niño o a su propio desempeño. Además del clásico enfoque dimensional en el que
se describe el comportamiento de los sistemas autónomo, estado motor e interactivo
del recién nacido, y el nivel de integración de estos sistemas; se recomienda orientar
la devolución a los padres en torno a las áreas o puntos fuertes/débiles del niño. El
examinador debe ser capaz de explicar tanto la conducta “difícil” como la llamada
conducta “positiva”. Si aparece algún problema se comparte con los padres ayudándolos
a resolverlo. En las familias de neonatos de bajo riesgo, brindar información sobre las
características normales del período neonatal puede ser suficiente, pero cuando se
sospecha un problema en el niño se vuelve necesario tratar el problema concreto
planificando la intervención y seguimiento con los servicios o dispositivos más
adecuados para la familia.
La valoración clínica que plantea la escala parte de una postura centrada en el niño
y enfocada en la familia al mismo tiempo. El objetivo es conseguir captar toda la riqueza
del comportamiento del niño y mostrarlo a los padres y, al mismo tiempo, ofrecer una

154
oportunidad para compartir sus preocupaciones acerca de su hijo y acerca de ellos
mismos como padres. Conociendo las características de su hijo los padres fortalecen
su parentalidad y desarrollan una variedad de respuestas adecuadas para estimular
y orientar el desarrollo del pequeño. Los padres comenzarán a darse cuenta que su
niño es un individuo y responde como tal al mismo tiempo que puede responder de
maneras diferentes en momentos diferentes. Comenzarán a estar atentos a la aparición
de diferentes conductas, observarán cómo protege su estado de sueño sabiendo que,
si se perturba, se puede recuperar del llanto por sí solo. Entenderán también que aún
desde muy pequeño, su niño ya demostrará habilidades para controlar y coordinar
movimientos. Sabrán también que desde que nace su hijo ya ve, oye y responde a una
variedad de estímulos del ambiente y esto alentará su relación con él. Conocer sobre
su bebé vuelve a los padres menos atrapados por miedos injustificados y más dispuestos
emocionalmente para las interacciones con su hijo (Brazelton & Nugent, 1997)

155
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