Textos Tema 2.1 La Acción, La Libertad y La Responsabilidad

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Textos tema 2.1 La acción, la libertad y la responsabilidad.

1 ¿CÓMO SE AJUSTA EL SER HUMANO A SU MEDIO?

1.2. Seres humanos y animales en el medio físico


1.2.- Algo, sin remedio, tenemos que hacer o estar haciendo siempre, pues esa vida que nos es dada,
no nos es dada hecha, sino que cada uno de nosotros tiene que hacérsela, cada cual la suya. Esa vida que
nos es dada, nos es dada vacía y el hombre tiene que írsela llenando, ocupándola. Son esto nuestras
ocupaciones. Esto no acontece con la piedra, la planta, el animal. A ellos les es dado su ser ya prefijado y
resuelto… Al hombre le es dada la forzosidad de tener que estar haciendo siempre algo, so pena de
sucumbir, mas no le es, de antemano y de una vez para siempre, presente lo que tiene que hacer. Porque lo
más extraño y azorante de esa circunstancia o mundo que tenemos que vivir consiste en que nos presenta
siempre, dentro de un círculo u horizonte inexorable, una variedad de posibilidades para nuestra acción,
variedad ante la cual no tenemos más remedio que elegir y, por lo tanto, ejercitar nuestra libertad.

ORTEGA Y GASSET, El hombre y la gente. (1954)

1.3 La responsabilidad de las acciones

1.3.1.- Y ser responsable es saberse auténticamente libre, para bien y para mal: apechugar con las
consecuencias de lo que hemos hecho, enmendar lo malo que pueda enmendarse y aprovechar al máximo
lo bueno. A diferencia del niño mal criado y cobarde, el responsable siempre está dispuesto a responder de
sus actos: “¡Sí, he sido yo!”. El mundo que nos rodea, si te fijas, está lleno de ofrecimientos para descargar
al sujeto del peso de su responsabilidad. La culpa de lo malo que sucede parece ser de las circunstancias,
de la sociedad en la que vivimos, del sistema capitalista, del carácter que tengo (“¡es que yo soy así!”), de
que no me educaron bien (o me mimaron demasiado), de los anuncios de la tele, de las tentaciones que se
ofrecen en los escaparates, de los ejemplos irresistibles y perniciosos... Acabo de usar la palabra clave:
irresistible. Todos los que quieren dimitir de su responsabilidad creen en lo irresistible

F. SAVATER: Ética para Amador (1991)

1.3.2.- Libertad es poder decir sí o no; lo hago o no lo hago, digan lo que digan mis jefes o los
demás; esto me conviene y lo quiero, aquello no me conviene y por tanto no lo quiero. Libertad es decidir,
pero también, no lo olvides, darte cuenta de que estás decidiendo. Lo más opuesto a dejarse llevar, como
podrás comprender. Y para no dejarte llevar, no tienes más remedio que intentar pensar al menos dos veces
lo que vas a hacer.
F. SAVATER: Ética para Amador (1991)

1.3.3.- En realidad, lo interesante de la libertad y de la responsabilidad no es buscar culpables, sino


poder afirmar que los seres humanos somos dueños de nuestras vidas, al menos en parte, que tiene sentido
defender las libertades y que somos capaces de ir más allá del mero mecanismo de la naturaleza, de apreciar
cosas tales como la dignidad y de actuar valorando a los seres humanos por su valor interno y no por su
utilidad. Si no somos protagonistas de nuestras vidas, al menos en parte, no tiene sentido la educación ni
tampoco las críticas a esta sociedad injusta en la que nos ha tocado vivir, y nunca mejor dicho. Lo
interesante de la libertad no es que nos invita a buscar culpables, sino a sabernos responsables de nuestro
mundo, capaces de transformarlo desde proyectos valiosos.

A. CORTINA: Neuroética y neuropolítica (2011)


4 ¿SOMOS REALMENTE LIBRES?

Una distinción fundamental


Libertad externa (de acción): ausencia de trabas externas que dificulten la acción (poder hacer lo que
queramos sin que nos lo impidan). Libertad política.

Libertad interna (de elección o libre albedrío): capacidad o posibilidad de decidir o querer esto o lo otro,
siendo esta decisión indeterminada, es decir, no causada.

4.2 Teorías deterministas (negación de la libertad)


4.2.1.- Los hombres se equivocan al creerse libres, opinión que obedece al solo hecho de que son
conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas que las determinan. Y, por tanto, su idea de libertad
se reduce al desconocimiento de las causas de sus acciones, pues todo eso que dicen de que las acciones
humanas dependen de la voluntad son palabras, sin idea que les corresponda. Efectivamente, todos ignoran
lo que es la voluntad y cómo mueve el cuerpo, y quienes se jactan de otra cosa e inventan residencias y
moradas del alma suelen mover a risa o a asco. Así también, cuando miramos al sol, imaginamos que dista
de nosotros doscientos pies, error que no consiste en esa imaginación en cuanto tal, sino en el hecho de que,
a la par que lo imaginamos así, ignoramos su verdadera distancia y la causa de esa imaginación.

B. SPINOZA, Ética demostrada según el orden geométrico (1677)

4.2.2.- Una piedra recibe de una causa externa, que la impulsa, cierta cantidad de movimiento con
la cual, después de haber cesado el impulso de la causa externa, continuará necesariamente moviéndose.
Así pues, la permanencia de esa piedra en movimiento es coaccionada, no por ser necesaria, sino porque
debe ser definida por el impulso de la causa externa. Y lo que aquí se dice de la piedra, hay que aplicarlo a
cualquier cosa singular, aunque se la conciba compuesta y apta para muchas cosas; es decir, que toda cosa
es determinada necesariamente por una causa externa a existir y a obrar de cierta y determinada manera.
Aún más, conciba ahora, si lo desea, que la piedra, mientras prosigue su movimiento, piensa y sabe que ella
se esfuerza, cuanto puede, por seguir moviéndose. Sin duda esa piedra, como tan solo es consciente de su
conato y no es de ningún modo indiferente, creerá que es totalmente libre y que la causa de perseverar en
el movimiento no es sino que así lo quiere. Y esta es la famosa libertad humana, que todos se jactan de
tener, y que tan sólo consiste en que los hombres son conscientes de su apetito e ignorantes de las causas
por las que son determinados. Así, el niño cree apetecer libremente leche, el chico irritado querer la
venganza y el tímido la fuga. Por su parte, el borracho cree decir por libre decisión de su alma lo que
después, ya sobrio, quisiera haber callado. Igualmente, el delirante, el charlatán y otros muchos de la misma
calaña creen obrar por libre decreto de su alma y no que son llevados por el impulso. Y como este perjuicio
es innato a todos los hombres, no se liberan tan fácilmente de él. Y aun cuando la experiencia enseñe, más
que sobradamente, que los hombres nada pueden menos que dominar sus apetitos, y que muchas veces,
mientras sufren la pugna de efectos contrarios, ven lo mejor y siguen lo peor, creen, sin embargo, que son
libres por la sencilla razón de que desean levemente algunas cosas y que ese deseo puede ser fácilmente
reprimido por el recuerdo de otra cosa que nos viene frecuentemente a la memoria.

B. SPINOZA (holandés, 1632-1677) Carta a G. H. Schuller, en Correspondencia


4.2.3.-El hombre no es libre en ninguno de los instantes de su vida. No es dueño de su conformación,
la cual ha recibido de la naturaleza. No es dueño de sus ideas o de las modificaciones de su cerebro, que se
deben a causas que, a pesar suyo y sin saberlo, actúan continuamente sobre él. No es libre de no amar o de
no desear lo que se encuentra agradable y deseable. No es libre de no deliberar cuando está inseguro de los
efectos que los objetos producirán sobre él. No es libre de no elegir lo que cree ventajoso. No es libre de
actuar de otro modo del que actúa en el momento en que su voluntad es determinada por su elección ¿En
qué momento el hombre es entonces libre de sus actos?
Lo que el hombre hará es siempre consecuencia de lo que ha sido, de lo que es, de lo que ha hecho hasta el
momento de la acción. Nuestro ser actual y total, considerado en todas sus posibles circunstancias, contiene
la suma de todos los motivos de la acción que realizaremos, principio cuya realidad ningún ser pensante
puede negar. Nuestra vida es una sucesión de instantes necesarios, y nuestra conducta, buena o mala,
virtuosa o viciosa, útil o dañina para nosotros y para los demás, es un encadenamiento de acciones tan
necesarias como cada uno de los instantes de nuestra vida. Vivir es existir de un modo necesario en los
puntos de la duración que se suceden necesariamente. Querer es aceptar o no aceptar seguir siendo lo que
somos. Ser libre es ceder a motivos necesarios, inherentes a nosotros.
Si conociéramos el funcionamiento de nuestros órganos, si pudiéramos recordar todos los impulsos o las
modificaciones que han recibido y los efectos que han producido, veríamos que todos nuestros actos están
sometidos a la fatalidad que regula tanto nuestro sistema particular como el sistema entero del universo.
Ningún efecto, tanto en nosotros como en la naturaleza, se produce por el azar que, como ha sido probado,
es una palabra sin sentido. Todo lo que sucede en nosotros o lo que es hecho por nosotros, así como todo
lo que ocurre en la naturaleza o lo que le atribuimos, se debe a causas necesarias que actúan según leyes
necesarias y que producen efectos necesarios de donde derivan otros.

D´Holbach (francés, 1723-1789) Sistema de la naturaleza

4.2.4.- Podemos mirar el estado presente del universo como el efecto del pasado y la causa de su
futuro. Una inteligencia que en un momento determinado conociera todas las fuerzas que actúan sobre la
naturaleza, así como la situación respectiva de todos los seres que la componen, si además fuera lo
suficientemente poderosa como para someter a análisis tales datos, podría abarcar en una sola fórmula los
movimientos de los cuerpos más grandes del universo y los del átomo más pequeño; nada le resultaría
incierto y tanto el futuro como el pasado estarían presentes ante sus ojos.

LAPLACE, Prefacio a la Teoría analítica de probabilidades (Inicios del siglo XIX)


4.2.5.- (...) imaginémonos un hombre, en medio de la calle, que se dice a sí mismo: “Son las seis de
la tarde; ha terminado la jornada. Puedo dar un paseo; o puedo ir al club; o puedo subir a la torre para ver
cómo se pone el sol; también puedo irme al teatro, o visitar a este o aquel amigo (…). Todo esto puedo
hacer, en plena libertad; sin embargo, no hago nada de eso, sino que me marcho a casa, porque me da la
gana, adonde mi mujer”. Es como si el agua dijera: “Puedo formar olas inmensas (¡ya lo creo!, en el mar
embravecido); puedo deslizarme con rapidez (en el lecho de la corriente); o precipitarme espumosa (en la
cascada); saltar libre en el aire (en una fuente); puedo hervir y desaparecer (a los 100 grados); pero, en fin,
prefiero quedarme tranquila y clara en este arroyo espejeante”. Del mismo modo a como el agua puede
hacer cada una de esas cosas únicamente cuando concurren las causas determinantes de cada una de ellas,
así el hombre referido no puede hacer nada de lo propuesto sino con la misma condición. Le es imposible
mientras no se presenten las causas; pero tendrá que hacerlo en cuanto se halle colocado en las
circunstancias correspondientes, como le ocurre al agua.

De aquí también que, tratándose de una decisión difícil, la resolución nuestra permanece siendo un misterio,
como si fuera la de otro, hasta que ha sido decidida; ahora creemos que nos decidiremos por este lado, ahora
por el otro, según que un motivo u otro sea presentado por el entendimiento a la voluntad con mayor
proximidad e intente forzarla, que es cuando ese “puedo hacer lo que quiero” produce la apariencia de
libertad. Hasta que el motivo más fuerte hace, por fin, valer su poder sobre la voluntad, y la elección es a
menudo completamente distinta de la que esperábamos.

A. SCHOPENHAUER: Sobre la libertad humana

4.2.6.- A un perro dogo metido en una jaula, cuya puerta trasera está abierta, se le enseña a cierta
distancia un trozo de carne; de entrada, se lanza sobre las rejas, advierte que no es solución, da la vuelta
inmediatamente y, por la puerta de atrás, sale y alcanza la carne. No sólo consigue suspender por un
momento su apetencia, sino que accede a marchar en la dirección opuesta a su estímulo, para llegar a él
dando un rodeo. Sin embargo, si le ponemos la carne junto a la reja, pero aún fuera de su alcance, el tirón
del estímulo le impide dar la vuelta, permanece como hipnotizado por el olor y la vista de la carne.

D. BLANCO

4.2.7.- Un escorpión, que deseaba atravesar el río, le dijo a una rana:


-Llévame a tu espalda.
-¡Que te lleve a mi espalda! -contestó la rana- ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! ¡Si te llevo a mi espalda, me
picarás y me matarás!
-No seas estúpida -le dijo entonces el escorpión- ¿No ves que si te pico te hundirás en el agua y que yo,
como no sé nadar, también me ahogaré?
Los dos animales siguieron discutiendo hasta que la rana fue persuadida. Lo cargó sobre su resbaladiza
espalda, donde él se agarró, y empezaron la travesía.
Llegados al medio del gran río, allí donde se crean los remolinos, de repente el escorpión picó a la rana.
Ésta sintió que el veneno mortal se extendía por su cuerpo y mientras se ahogaba, y con ella el escorpión,
le gritó:
-¿Ves? ¡Te lo había dicho! ¿Pero qué has hecho?
-No puedo evitarlo -contestó el escorpión antes de desaparecer en las aguas- Es mi naturaleza.

ESOPO: La rana y el escorpión


4.3 Libertad condicionada

4.3.- En última instancia somos nosotros los que decidimos si queremos pasar por la vida o si
queremos que la vida nos pase. Desde niños nos vemos abocados a tomar una decisión radical; tenemos
que elegir cuál va a ser nuestra actitud ante la vida. Podemos conformarnos con ser meros espectadores de
nuestro destino, ver cómo somos llevados aquí o allá por las circunstancias que nos rodean, o podemos
elegir ser los protagonistas de nuestra propia historia. La libertad aparece en ambos casos no tanto como
una posibilidad de elección ilimitada sino como una actitud que adoptamos ante la vida, como una
predisposición que indica la forma que vamos a tener de afrontar los problemas, sin duda numerosos, que
iremos encontrando en nuestro camino.

La educación que hemos recibido, la sociedad que nos rodea, la familia, los amigos e incluso nuestra propia
constitución corporal y nuestra dotación genética nos impiden, en ocasiones, hacer todo lo que quisiéramos
o nos obligan, otras veces, a hacer lo que no deseamos. Pero todos estos factores son condicionantes y no
determinantes de nuestra elección. Influyen, pero no obligan. Siempre queda un margen de actuación que
depende de nosotros mismos y que es el que da sentido a nuestra existencia en su conjunto. Tener el valor
de tomar las riendas de nuestro propio destino y de asumir con responsabilidad la parte que nos toca de
nuestros triunfos y de nuestros fracasos es la única forma de llegar a sentirnos verdaderamente libres.

Nacho Pereda

4.4 Libertad para elegir


4.4.- El destino es quien baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos la partida.

W. SHAKESPERARE

4.5 El miedo a la libertad + El existencialismo

4.5.1.- ¿Puede la libertad volverse una carga demasiado pesada para el hombre, al punto que trate
de eludirla? ¿Cómo ocurre entonces que la libertad resulta para muchos una meta ansiada, mientras que
para otros no es más que una amenaza? ¿No existirá tal vez, junto a un deseo innato de libertad, un anhelo
instintivo de sumisión? Y si esto no existe, ¿cómo podemos explicar la atracción que sobre tantas personas
ejerce actualmente el sometimiento a un líder? ¿El sometimiento se dará siempre con respecto a una
autoridad exterior, o exista también en relación con autoridades que se han internalizado, tales como el
deber, o la conciencia, o con respecto a la coerción ejercida por íntimos impulsos, o frente a autoridades
anónimas, como la opinión pública? ¿Hay acaso una satisfacción oculta en el sometimiento? Y si la hay,
¿en qué consiste?

E. FROMM: El miedo a la libertad (1941)

4.5.2.- Es muy probable que el hecho de creer que se tiene libre albedrío sea una de las condiciones
necesarias para tener libre albedrío: un agente que gozara de las otras condiciones necesarias -racionalidad
y capacidad de autocontrol y de introspección de orden superior-, pero que fuera inducido engañosamente
a creer que carece de libre albedrío, estaría tan inhabilitado por dicha creencia para elegir libre y
responsablemente como por la falta de cualquiera de las otras condiciones.

D.C. DENNETT, La libertad de acción (2000)


El existencialismo

4.5.3.- Estoy condenado a ser libre. Lo cual significa que no es posible encontrar a mi libertad más
límites que ella misma, o, si se prefiere, que no somos libres de dejar de ser libres… Para la realidad-
humana, ser significa elegirse: nada le viene de fuera o de dentro que pueda recibir o aceptar. El hombre
está enteramente abandonado, sin ayuda alguna, a la insostenible necesidad de hacerse “ser” hasta en el
menor detalle… El hombre no podría ser libre en unos casos y esclavo en otros: o es siempre y todo entero
libre, o no es nada.

J. P. SARTRE, El ser y la nada. (1943)

4.5.4.- Declara que si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la
esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre, o
como dice Heidegger, la realidad humana. ¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia?
Significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y que después se define. […]

El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe
después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra
cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo. Es también lo que se llama la
subjetividad, que se nos echa en cara bajo ese nombre. Pero ¿qué queremos decir con esto sino que el
hombre tiene una dignidad mayor que la piedra o la mesa? Pues queremos decir que el hombre empieza por
existir, es decir, que empieza por ser algo que se lanza hacia un porvenir, y que es consciente de proyectarse
hacia el porvenir. […]

Pero si verdaderamente la existencia precede a la esencia, el hombre es responsable de lo que es

J.P. SARTRE: El existencialismo es un humanismo (1945)

4.5.5.- Dostoievski escribe: “Si Dios no existiera, todo estaría permitido”. En efecto, todo está
permitido si Dios no existe y en consecuencia el hombre está abandonado, porque no encuentra en sí ni
fuera de sí una posibilidad de aferrarse. No encuentra ante todo excusas. Si, en efecto, la existencia precede
a la esencia, no se podrá jamás explicar el hombre por referencia a la naturaleza humana dada y fija; dicho
de otro modo, no hay determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad. Si, por otra parte, Dios no
existe, no encontramos frente a nosotros valores y órdenes que legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos
ni detrás ni delante de nosotros en el dominio luminoso de los valores, justificaciones o excusas. Estamos
solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado,
porque no se ha creado a sí mismo y, sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo
es responsable de todo lo que hace. El existencialismo no cree en el poder de la pasión. No pensará nunca
que una bella pasión es un torrente devastador que conduce fatalmente al hombre a ciertos actos y que por
consecuencia es una excusa; piensa que el hombre es responsable de su pasión. El existencialista tampoco
pensará que el hombre puede encontrar socorro en un signo dado sobre la tierra que lo oriente; porque
piensa que el hombre descifra por sí mismo el signo como prefiere. Piensa, pues, que el hombre, sin ningún
apoyo ni socorro, está condenado a cada instante a inventar el hombre.

J.P. SARTRE, El existencialismo es un humanismo (1945)


Esquema de las diversas teorías acerca de la libertad

Determinismo físico
Determinismo El ser humano se comprende como un ser más de la naturaleza. No escapa de las leyes
naturales. Lo único que sucede es que, al ser más complejo, aumenta la complejidad de estas
leyes. El ser humano, como ser físico que es, está determinado por principios físicos. P.S.
LAPLACE
Determinismo biológico
El ser humano no Procede de una revisión del determinismo físico. El ser humano es una realidad física de tipo
es libre. Cuando biológico y su conducta puede reducirse a combinaciones químicas. Una versión actualizada
decide, sólo es de este determinismo biológico es el llamada determinismo genético, según el cual el ser
libre humano está determinado por su código genético. PAULOV
aparentemente. La Determinismo social
conciencia de
libertad es mera Lo que determina la conducta humana es el medio social en el que vive. La sociedad
apariencia, ejerce una fuerte presión sobre el individuo, de tal manera que, incluso cuando este se
derivada de la cree libre, está obedeciendo a criterios dados socialmente. E. DURKHEIM
ignorancia de las
causas que
realmente nos
Determinismo educacional
obligan a actuar Es una variante del determinismo social. El individuo está determinado por la educación que
recibe. Está educación refuerza determinadas conductas que son consideradas deseables y
rechaza otras menos deseables. B. F. SKINNER
Determinismo teológico
Las acciones humanas responden a una fuerza superior de carácter divino. Este tipo de
determinismo nos lo encontramos en la tradición griega y romana, donde la vida humana
está marcada por el destino (anaké, para los griegos, o fatum, para los romanos). También
nos lo encontramos en algunas interpretaciones del cristianismo: si Dios conoce todo,
también sabe lo que vamos a hacer, entonces no somos libres. J. CALVINO

Indeterminismo

Indeterminismo físico
Frente a la física clásica, algunas interpretaciones de la moderna mecánica cuántica
defienden que la naturaleza se rige por leyes probabilísticas, donde el azar y la
indeterminación son protagonistas. El comportamiento de la naturaleza, al menos en su nivel
subatómico, no puede predecirse. W. HEISENBERG; N. BÖHR
Defiende la
posibilidad de Argumentación postulatoria (moral)
decisión libre. Si no existiera la libertad, la moral ni sería posible ni tendría sentido. Y como todos tenemos
Afirma la experiencia de la moral, hemos de reconocer de la existencia de la libertad. Es un argumento
imprevisilidad postulatorio, es decir, se postula (se supone) que existe la libertad, pues, si no, la moral
de la conducta
carecería de fundamento. KANT
humana

Conciencia psicológica de libertad


Todos tenemos intuición de que somos libres. Hacemos una cosa, pero podríamos haber
hecho otra; pienso algo, pero podría haber pensado algo diferente y lo hago por propia
voluntad. R. DESCARTES; J.-P. SARTRE

DOMINGO MORATALLA / T. DOMINGO MORATALLA / L FEITO GRANDE: Areté


Anexos

Para los amantes de la física

1.- (Las leyes físicas se basan en la estadística atómica y, por lo tanto, son solo aproximadas) Como
sabemos, todos los átomos siguen continuamente un movimiento térmico completamente desordenado y
hace imposible que los acontecimientos que tienen lugar entre un reducido número de átomos puedan ser
unificados en unas leyes comprensibles. Solo a partir de la cooperación de un número enorme de átomos
las leyes estadísticas empiezan a ser aplicables, controlando el comportamiento de estos conjuntos con una
precisión que aumenta en la medida que aumenta la cantidad de átomos que intervienen en el proceso. De
esta manera, los acontecimientos toman un aspecto realmente ordenado. Todas las leyes físicas y químicas
que desempeñan un papel importante en la vida de los organismos son de tipo estadístico: cualquier otro
tipo de ordenación que pueda imaginarse está perpetuamente perturbado y hecho inoperante por el
movimiento térmico incesante de los átomos.

Erwin SCHRÖDINGER: ¿Qué es la vida? (Parte II).

Para los amantes de la genética

2.- Mientras que para las huellas dactilares, color de ojos, pelo o piel no hay casi diferencias entre
los dos grupos [gemelos que viven juntos y gemelos separados desde pequeños], sí las hay para
características tales como la estatura, personalidad, inteligencia; es decir, caracteres que sí pueden ser
modulados dependiendo de un medio más o menos favorable, como puede ser la a alimentación o la
educación. Mientras que para las huellas dactilares estamos genéticamente programados en un 100 por cien,
no estamos determinados para otros caracteres quizá más “humanos” como pueden ser la inteligencia, la
sensibilidad o la personalidad […]

JAVIER BENITEZ, ¿Por qué nos parecemos a nuestros padres?

3.- ¿Fue Mozart un producto del ambiente porque su padre era músico y compositor, o por el
contrario fue necesaria la existencia de un talento oculto para conseguir ese genio musical? Parece claro
que un genio no se hace sólo por la enseñanza […] debe existir además una dotación genética que
predisponga para la sensibilidad, oído musical, destreza manual, percepción y, en definitiva, un largo
etcétera que abarque todas las habilidades necesarias para obtener un maestro y genio musical. Lo mismo
podemos decir acerca de la personalidad, un concepto que abarca gran cantidad de valores no cuantificables
que de alguna forma deben estar recogidos en nuestra memoria genética para su desarrollo posterior.
Semejanza y diversidad son dos conceptos opuestos en apariencia pero que van estrechamente unidos al
hablar de la genética. A principios del siglo XX, Francis Galton, un médico inglés que está considerado
como uno de los padres de la genética actual, explicó esta dualidad en base a dos conceptos, genotipo y
fenotipo; el genotipo constituiría nuestra base genética, es decir, nuestros genes, de los que van a depender
en buena medida con la ayuda del medio ambiente las características químicas, físicas y funcionales que
configuran nuestro fenotipo; dicho de una forma más sencilla, nuestro físico (fenotipo) sería el resultado de
la interacción de nuestros genes (genotipo) y el medio ambiente en el que nos criamos y desarrollamos. Es
difícil cuantificar la importancia que van a tener uno y otro en moldear nuestro fenotipo, y nunca es
predecible ya que genotipo y ambiente se conjugan para mantener un equilibrio que cuando se rompe
conduce en muchas ocasiones a la anormalidad.

JAVIER BENITEZ, ¿Por qué nos parecemos a nuestros padres?


Para los amantes de las paradojas

4.- Acabo de escribir un estudio sobre el aprendizaje de la libertad, y no salgo de mi asombro.


Resulta que el niño aprende a ser libre obedeciendo. Para decirlo con engolamiento técnico, la
heteronomía es el paso obligado para llegar a la autonomía. Kant debió de tenerlo presente cuando
escribió: "La disciplina es lo que consigue transformar la animalidad en humanidad". ¿No va esto en contra
de todas nuestras convicciones? ¿No es la obediencia la antesala de la sumisión, y la disciplina la eficaz
aliada de la tiranía? ¿No debemos enfatizar sobre todo los valores de la sinceridad, la espontaneidad, la
autenticidad? Esta es, en efecto, la idea que está configurando gran parte del sistema educativo occidental,
con resultados poco halagüeños.

Empezaré por el principio. La cultura de este siglo ha identificado la libertad con la espontaneidad. Es
verdad que la falta de espontaneidad va emparentada con la coacción o con la hipocresía, pero esto no
quiere decir que la espontaneidad sin más nos convierta en seres sinceros y libres. Conviene distinguir entre
la espontaneidad del burro y la espontaneidad del creador. Con facilidad pensamos que la libertad consiste
en hacer lo que me da la gana. Pero como no controlamos nuestras ganas, sino que estas emergen de unas
profundidades incontrolables, ocurre que entregarse en brazos de las ganas no es alcanzar la libertad, sino
tan solo someterse a un determinismo íntimo inevitable.

En este punto tiene algo que enseñamos la psicología evolutiva y, en especial, el genial Vigotski y sus
discípulos. El bebé ha de controlar los movimientos espontáneos para poder construir el
comportamiento voluntario. Y consigue la voluntad (que no es una facultad sino una destreza)
obedeciendo las indicaciones de su madre. Ese es el momento constituyente de la libertad psicológica: el
niño aprende a obedecer órdenes expresadas lingüísticamente, simbólicamente. La maravillosa precisión
del lenguaje nos lo dice. Obedecer procede de obaudire. Significa atender a lo oído. A partir de los cuatro
años, el niño irá internalizando esa voz y será él mismo quien se vaya dando a sí mismo órdenes. La
verdadera autonomía, es decir, la libertad, consiste en esta capacidad de obedecer los propios
mandatos.

No hay razón alguna, por lo tanto, para pensar que la obediencia o la disciplina son castradoras. Eso
sería tanto como decir que obedecer a las reglas de la sintaxis inhibe la creatividad literaria. O que la dureza
de un entrenamiento impide la agilidad en el juego. O que la disciplina en la barra incapacita al bailarín
para bailar con soltura.

Dirijo este artículo, en especial, a la nueva ministra de Educación. El problema más serio que tiene
planteada la enseñanza no es el de los contenidos a enseñar, ni el de las técnicas pedagógicas, sino el de
saber lo que se debe exigir y cómo se debe exigir. Nadie quiere imponer nada. Nadie quiere hablar de
disciplina en los centros. Todo el mundo teme ser tachado de intransigente, dictatorial, carca. Esas
voces ya las he oído hace tiempo en toda Europa. Pero ahora resulta que en Francia se habla de mandar al
ejército a mantener el orden en los centros de enseñanza secundaria. A mí, desde luego, no me gustaría ver
a los comandos en la puerta de mi aula.
La pseudolibertad que estamos enseñando me recuerda el gesto del jaquetón de taberna: "¡Cogedme que lo
mato!". Acabaremos llamando a la Policía para que nos libre de nuestra libertad.

J. A. MARINA: Paradojas de la obediencia (2008?)


Solo para valientes

5.- Michael Onfray. Antimanual de filosofía

5.1.- A la sociedad no le interesa la libertad porque esta no engendra orden, coherencia social,
agrupación provechosa, sino más bien la fragmentación de actividades, individualización y atomización
social. La libertad provoca miedo, angustia: inquieta al individuo, que se encuentra frente a sí mismo,
dudando, ante la posibilidad de elegir y experimentar así el peso de la responsabilidad: pero incomoda
igualmente a la sociedad, que prefiere personajes integrados en el proyecto asignado a cada uno antes que
una multiplicidad de piezas interpretadas por pequeños individuos.

5.2.- El libre uso de nuestro tiempo, de nuestro cuerpo, de nuestra vida, engendra una angustia mayor
que si nos limitamos a obedecer a las instancias generadoras de docilidad, esto es, la familia, el colegio, el
trabajo y otras excusas para acabar con la libertad en provecho de la seguridad que la sociedad ofrece: una
profesión, un estatus, una visibilidad social, un reconocimiento en función del dinero, etc. De ahí que los
hombres, con el fin de evitar la angustia de una libertad sin objeto, prefieren tan a menudo arrojarse a los
brazos de máquinas sociales que terminan por engullirlos, triturarlos y, después, digerirlos.

5.3.- Una libertad que no encuentra ningún límite no puede definirse, precisarse, diseñarse
claramente. Sólo los límites le dan un sentido, una consistencia. Pero ¿dónde están? Respuesta: allí donde
un daño se sigue de su uso. Daño para sí o para el prójimo.

5.4.- El ejercicio de la libertad supone, por tanto, un aprendizaje. No se nace libre, nos hacemos
libres. Hacer o dejar hacer cualquier cosa, sin preocuparse de las consecuencias, no es ejercer nuestra
libertad, sino obedecer impulsos, como un animal salvaje. En primer lugar, son los educadores y los padres
quienes, según su idea del bien y del mal, os enseñan límites. En función de su interés por daros forma a
partir de un principio preconcebido, deciden para vosotros límites que no han de ser superados, barreras
que impondrán a vuestra libertad. Evidentemente, algunos las imponen demasiado pronto, otros demasiado
tarde: en un caso, vuestra libertad es casi plenamente amputada, en el otro, dicha libertad no encuentra
ningún límite. Por un lado, sufrís la tiranía del esclavo, por el otro, ejercéis la licencia de los tiranos.

5.5.- Solo los esclavos tienen únicamente deberes, no derechos; solo los dictadores se arrogan todos
los derechos y rechazan los deberes. Tratad de no ser jamás esclavos; pero desconfiad, el peligro de
convertirnos a nuestra escala en un tirano es fácil y más frecuente.

5.6.- En el instituto o en el colegio, pero igualmente en la vida, el movimiento natural nos empuja a
no querer más que derechos y a no soportar ningún deber. Ese deseo, tan viejo como el mundo, supone una
definición equivocada de la libertad: esta no es la licencia o el poder de hacer lo que queremos, cuando
queremos, con quien queremos. Esta definición caracteriza más bien a la ley de la jungla...
La libertad pura, la licencia, es la violencia de todos contra todos, el máximo de poder concedido a
los más fuertes y a los más astutos. Casi siempre, esa libertad permite a los dominantes (como decimos de
los animales en la selva) imponer su ley a los más débiles, a los más desfavorecidos...

M. ONFRAY. Antimanual de filosofía (2001)

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