Capitalismo, Reductor de Pobreza
Capitalismo, Reductor de Pobreza
Capitalismo, Reductor de Pobreza
Según los últimos datos divulgados por el economista Max Roser, la pobreza en el
mundo se encuentra en los niveles más bajos de la historia. Además, la tendencia es
declinante. En 1981, el 44% de la población mundial vivía con menos de USD 1,9
dólares por día. En 2015, ese número se desplomó y alcanzó el nivel mínimo de 10%.
Mirando los datos históricos, se ve que el camino de caída viene de largo. Según las
estimaciones compiladas por Roser, en 1820 el 94,4% de la población vivía en situación
de pobreza, mientras que el 83,9% del total lo hacía en la “pobreza extrema”. En 1992,
estos números habían descendido con fuerza al 51% y al 24% respectivamente.
Lamentablemente, en Argentina la tendencia fue a contramano. En los últimos 30 años,
de los cuales 25 estuvimos gobernados por presidentes peronistas, el promedio de
pobreza fue nada menos que 29,2%. Además, desde el año 2011 que la pobreza sube
permanentemente en nuestro país.
La respuesta la tenemos que encontrar en el sistema institucional. A principios del siglo
XIX, algo comenzó a cambiar en Gran Bretaña y luego fue expandiéndose al mundo
entero. El gran cambio fue que el mundo pasó de estar dominado por las ideas
mercantilistas y comenzó a moverse hacia el sistema de la libertad económica.
En su libro de Historia de la teoría económica y de su método, los historiadores Robert
Ekelund y Robert Hebert destacan que, en el siglo XIX, muchas de las regulaciones
de la era mercantilista se habían abandonado, al tiempo que dos fuertes restricciones a la
actividad estatal comenzaban a operar. Por un lado, el establecimiento del patrón oro,
que “vedaba al gobierno el acceso a la máquina de imprimir billetes y, por tanto,
limitaba el volumen del gasto gubernamental para la guerra o programas sociales”.
Por el otro, el límite a la capacidad del gobierno de cobrar impuestos. En su rol de
canciller del Reino Unido, William Gladstone “promovió una serie de políticas
destinadas a lograr que el gobierno fuera abandonando, de un modo equilibrado, la
intervención en el sector privado. Entre estas políticas estaba la derogación de las Leyes
de Granos (realizada en 1846), la reducción de los impuestos sobre la renta y la
prohibición de los impuestos sobre las ventas y el consumo”.
Las medidas tomadas fueron concretas: desregulación, menos impuestos y menos gasto
público. Pero lo más relevante fue la idea que estuvo detrás: que es el individuo en
libertad, y no el gobierno, es el que está en mejor posición para producir bienes y
servicios y, intercambiándolos en el mercado, crear riqueza para el conjunto.
Es que pensémoslo de manera individual. ¿Quién producirá más riqueza: una persona a
la que el gobierno solo le deja disfrutar del 50% de sus ganancias, o una que puede
quedarse con el 100%? ¿Dónde se invertirá más: en un país con regulaciones de todo
tipo, o en uno donde haya libertad para innovar? La producción y el comercio
generan crecimiento económico y enriquecen a todos los involucrados. Por este
motivo, cuanto mayor sea la libertad económica, más próspero será un país y menor
pobreza deberá sufrir.
Esa relación entre capitalismo y progreso volvió a quedar demostrada esta semana con
la publicación del Índice de Libertad Económica del Instituto Fraser, una entidad
canadiense que elabora dicha publicación con una amplia base de datos que cubre desde
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los años 70 hasta nuestros días. Cruzando los datos con las encuestas de felicidad que
elabora la ONU, resulta evidente que un mayor grado de apertura económica va de la
mano de una mayor satisfacción ciudadana. En las economías socialistas, la nota medio
en el sondeo de felicidad de Naciones Unidas es de 4,59 puntos, mientras que en las
economías liberales dicho resultado asciende a 6,45 puntos.
Igualdad de género. Según los estudios de la ONU sobre dicha materia, el coeficiente de
desigualdad hombre-mujer es de 0,51 sobre 1 puntos en las economías más intervenidas
del Planeta, pero dicha cuota baja a 0,17 cuando hablamos de modelos más apegados al
paradigma del laissez faire.
El PIB per cápita muestra grandes diferencias entre un modelo y otro, puesto que dicho
indicador es de 6.100 dólares en las economías socialistas y de 36.800 dólares en los
países con sistemas liberales.
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Teniendo en cuenta lo descrito anteriormente, la Fundación Heritatge incluye en su
índice de libertad económica una clasificación completa de países o regiones con una
alta independencia económica.
Los países con mayor libertad económica, y que ocupan las primeras posiciones del
ranking, se considerarían los más capitalistas frente a aquellos que se encuentran en la
cola que estarían vinculados a los más estatistas con mayor presencia del Estado en
las áreas económicas.
Todos estos países coinciden en su alto grado de apertura al mundo y unos derechos de
propiedad especialmente sólidos que promueven la libre empresa y el libre comercio.
Entre todos ellos, el paradigma del capitalismo lo encontraríamos en Hong
Kong que disfruta del sistema económico desarrollado desde la época colonial inglesa y
China lo ha respetado con un alto grado de autonomía.
Para aquellos que piensan que el capitalismo es fuente de todo mal para el trabajador y
que se persigue su explotación pagando bajos salarios para enriquecer al “capitalista”, lo
cierto es que la evidencia empírica demuestra que es todo lo contrario, en los países
más capitalistas los trabajadores disfrutan de salarios, en paridad de compra de
poder adquisitivo, más altos de todo el planeta: Hong Kong (31.824 dólares dólares),
Singapur (58.333 dólares), Nueva Zelanda (40.043 dólares), Suiza (62.283 dólares),
Australia (49.136 dólares) e Irlanda (47.653 dólares).
¿Y la riqueza personal? Según el informe de Credit Suise "Global Wealth Databook
2017" el nivel de riqueza de un adulto en estos países es especialmente alto. Si en
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España la riqueza por adulto es de 128.578 dólares(riqueza de activos financieros y
reales menos deudas), en estos países superan notablemente esta cifra: Hong Kong
(193.248 dólares), Singapur (268.776 dólares), Nueva Zelanda (337.441 dólares), Suiza
(537.599 dólares), Australia (221.456 dólares) e Irlanda (248.466 dólares).
En promedio, la riqueza personal de este selecto grupo sería de 301.164 dólares. En
comparativa, supondría más de cinco veces la riqueza personal en el mundo (56.541
dólares) y más de dos veces la de Europa (135.163 dólares).
Hay que destacar el caso de Singapur que ha tenido una evolución meteórica en los
últimos treinta años hasta catalogarse como una de las economías más libres del mundo.
De hecho, a finales de la década de los ochenta, Singapur y España contaban con la
misma renta per capita y hoy, Singapur puede presumir de casi doblar la renta per
capita española.
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En los países más estatistas del mundo tiende a ser difícil encontrar estadísticas
específicas vinculadas a su economía, debido al hermetismo de sus instituciones y la
falta de calidad democrática, por lo que en la mayoría de los casos se recurre agencias
especializadas.
En este caso, nos centraremos en los últimos puestos del ranking, con una puntuación
por debajo de 40 puntos, donde encontramos los siguientes países: República del Congo
(38,9 puntos), Cuba (31,9 puntos), Venezuela (25,2 puntos) y finalmente Corea del
Norte (5,8 puntos). Estos países reprimen los derechos de propiedad, no por una
cuestión bélica, sino por pura voluntad política.
La República Democrática del Congo se caracteriza por principalmente por debilidad
del poder judicial socava la protección de los derechos de propiedad y alimenta la
corrupción. Su población vive atrapada en la pobreza de subsistencia, es decir, el 65%
de la población es rural y lleva a cabo una agricultura de subsistencia familiar.
Son muy complicadas las mediciones económicas en la República del Congo debido a
que mayoritariamente se emprende una actividad económica "informal" que
proporciona la mayor parte del limitado crecimiento del sector privado. La riqueza
estimada por adulto es de 2.814 dólares, un 99,7% menos que la riqueza de las
economías "libres".
Cuba vive cometida por el dirigismo del Partido Comunista quién decide quién debe
producir y a qué precio en prácticamente todas las áreas de la economía. Los salarios se
sitúan en los 767 pesos, lo que equivale a 30 dólares. Los trabajadores más bien
pagados son los que se encuentran en la industria azucarera, que reciben un salario
medio de 1,236 pesos o 49,4 dólares. Dado que los medios de producción pertenecen al
Estado, el cubano carece de una riqueza personal.
La sociedad cubana sobrevive por la ayuda externa por las remesas que recibe
principalmente de Estados Unidos (90% del total de remesas). Otro tipo de ayuda es la
que le aporta Venezuela con el suministro de petróleo a cambio de un Convenio de
Salud.
Venezuela es un caso especialmente curioso porque dadas sus características de
materias primas, debería situarse como una de las economías más ricas del mundo. En
la era del petróleo este país es quién ostenta las mayores reservas de crudo (326.000
millones de barriles frente a los 269.000 millones de Arabia Saudita).
Sin embargo la situación es totalmente diferente a la descrita, los controles monetarios y
la financiación del déficit con la impresión de bolívares se ha traducido en una
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hiperinflación del 1.299.724% que ha destrozado el poder adquisitivo de sus
ciudadanos, golpeando a su capacidad de compra y ha evocado a los venezolanos a la
escasez de productos básicos y al éxodo.
Es muy difícil encontrar datos económicos de Venezuela si nos referimos a la capacidad
de compra de los salarios porque dada la agresiva pérdida de poder adquisitivo
continuada de poco sirve un dato específico en el tiempo. Para tener una referencia
mínima, el salario mínimo mensual que es la retribución más extendida que alcanza
alrededor del 70% de los venezolanos es de 4.500 bolívares y equivale a 6,38
dólares (tipo de cambio Dicom).
Corea del Norte se reconoce como el país más hermético en todo el mundo y
constituye el modelo económico más estatista que podemos encontrar porque se basa en
un modelo centralista de régimen militar que está cerrada al mundo y con graves
problemas económicos crónicos que impiden la inversión y el crecimiento del país.
El punto de vista el gobierno, prácticamente controla todas las áreas de la actividad
económica y se establecen niveles de producción centralizadamente para satisfacer
las necesidades de la ciudadanía, y las industrias estatales representan prácticamente
todo el PIB. Por otra parte, Corea recibe diferentes subsidios en forma de alimentos y
energía por parte de China que permiten la subsistencia del régimen.
El estatismo conduce a la pobreza y no hay mayor evidencia de ello que comparar
Corea del Norte y Corea del Sur mediante la evolución de su PIB per cápita en los
últimos 50 años. Como podemos observar en el siguiente gráfico, desde la división de
Corea, Corea del Sur promovió un sistema de libre mercado mejora de sus instituciones
y apertura económica que le llevo a un despegue de su producción y un fuerte auge en
su PIB per cápita, mientras que Corea del Sur ha seguido en el estancamiento incluso ha
empeorado sus niveles de vida.
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¿Cómo se convirtió Singapur en el país más rico del mundo?
La renta per cápita de Singapur ha pasado de apenas 500 dólares en 1959 a más de
56.000 en 2010, y rondará los 138.000 dólares en 2050.
El país donde más ha aumentado la riqueza en el último medio siglo.
Pese a sus muchas sombras, por la falta de libertades civiles básicas como expresión,
asociación, prensa u orientación sexual (por citar algunos), Singapur se ha convertido un
referente mundial en materia de política económica. Merece la pena estudiar y analizar
detenidamente las políticas públicas y demás decisiones que han llevado a Singapur a
convertirse en lo que es hoy. Lee Kuan Yew supo idear hace ahora casi seis décadas un
plan maestro sobre lo que su país debía hacer para lograr convertirse en un lugar muy
próspero dentro del sudeste asiático.
El eje central de ese plan ha sido la libertad económica y una educación puntera. En
la actualidad, es su hijo Lee Hsien Loong quien dirige el país como primer ministro del
Partido de Acción Popular, siguiendo el camino trazado por su padre. La duda es si el
marco institucional de libertad y seguridad jurídica que han aupado a Singapur al
podium mundial de la prosperidad económica seguirán intactos una vez desaparecida la
figura de Lee Kuan Yew.
Claves de su éxito
Si tuviéramos que explicar cuál es la clave de su éxito de la forma más breve posible
sería, sin duda, aludiendo a su altísimo grado de libertad económica. Según el
prestigioso ranking elaborado por la Heritage Foundation sobre Libertad
Económica, Singapur ostenta el segundo puesto del mundo, sólo por detrás de Hong
Kong.
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La visión de Lee Kuan Yew hizo que intentasen aprovechar su favorable localización, a
camino entre China y Europa, y su estatus de puerto internacional para convertirse en
una de las grandes referencias del comercio de mercancías en los mercados asiáticos. La
libertad económica de Singapur resulta evidente por dos aspectos concretos de su
economía: la baja presión fiscal y el reducido tamaño del Estado.
Con respecto al primer punto, por ejemplo, el impuesto sobre la renta es de los más
bajos del mundo. Oscila entre el 0% para rentas inferiores a $20,000 y el 20% parar
rentas superiores a los $320,000. Impuestos sobre las ganancias de capital o herencias
son inexistentes.
El Impuesto de Sociedades es del 18% y, además, existen numerosas exenciones para
empresas de nueva creación que pueden ir desde el 50% al 100%. El tipo general de
la imposición indirecta es del 7%. Con este escenario de impuestos tan bajos, no es de
extrañar que la presión fiscal sea de tan sólo del 14% del PIB.
El segundo punto clave de su libertad económica es el reducido tamaño del Estado. A
diferencia de lo que ocurre en Europa, en donde el Estado gasta en muchos países el
45% del PIB, en Singapur el peso del sector público apenas asciende al 5% del PIB.
El endeudamiento público está fuertemente controlado gracias a estrictas leyes que
limitan que el Estado gaste más de lo que ingresa. Además de los dos puntos
comentados anteriormente, el Estado también ha centrado sus esfuerzos en mejorar la
educación de sus ciudadanos. Y es que, desde que Lee Kuan Yew tomó las riendas del
país, una de sus ideas más claras para aumentar la prosperidad era que sus ciudadanos
lograsen una educación del más alto nivel.
A diferencia del resto de países de la región, el inglés fue establecido como lengua
cooficial, junto con otras tres, y es la principal lengua utilizada en los colegios. De
manera similar a como sucede en Finlandia -referente mundial en materia educativa-,
la figura de los profesores es enormemente respetada y valorada por la sociedad.
Tanto es así que su remuneración es similar a la que reciben los científicos e
investigadores.
Por ultimo, otro de los factores clave que ha contribuido a la riqueza de Singapur es
su política de tolerancia cero contra la corrupción. Singapur es uno de los países con
menores tasas de corrupción del mundo. La reducida discrecionalidad del gasto que
tienen los burócratas singapurenses, el reducido tamaño del Estado y sus estrictas
leyes en esta materia han hecho que Singapur sea también un país de referencia en este
ámbito a nivel mundial.
El Estado castiga con severas penas de cárcel la prevaricación, el cohecho, la
administración desleal y demás delitos relacionados con prácticas corruptas, llegando
incluso hasta la muy discutible pena de muerte.
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y la India es de 2.800 millones de habitantes, de 7.800 millones de habitantes que hay
en la actualidad, aproximadamente un 36% de la población mundial.)
Para China, los datos disponibles nos muestran que el gasto social
promedio durante el periodo en el que se erradicó la pobreza fue del 6.59% sobre el
PIB, mientras que los únicos datos para la India muestran un gasto del 0.32% sobre el
PIB en la década de 1990 y del 2.29% en la década de 2010.
En definitiva, podemos llegar a la conclusión de que el Estado ha tenido muy poco que
ver en la reducción de la pobreza, ya que esta se ha venido reduciendo de forma
progresiva tanto cuando el gasto social y el tamaño del Estado era muy pequeño, como
cuando ambos indicadores se han situado a los niveles actuales. La realidad es que la
desaparición de la pobreza extrema se ha producido de forma constante desde
la aparición y posterior generalización del sistema capitalista.
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Incluso si nos fijamos en algunos de los países más pobres del mundo, encontramos
noticias para el optimismo. Si agrupamos a los cinco países con menor ingreso per
cápita (Malawi, Congo, Somalia, Burundi y Nigeria), la caída de la mortalidad infantil
es del 40%. El dato es aún mejor excluyendo a Somalia, ya que en dicho país no se han
producido avances notables mientras que Malawi, Congo, Burundi y Nigeria ven
mejoras del 76,5%, 32%, 37% y 52% a lo largo del periodo comprendido entre 1970 y
2010.
Si atendemos a la alimentación, las noticias también son esperanzadoras. El consumo
diario medio de calorías crece de 2.575 en 1991 a 2.755 en 2007, según los datos de la
FAO. También The Economist ha tratado recientemente de esta cuestión, señalando la
tendencia a mejor que se observa en las últimas décadas.
En el campo medioambiental, también encontramos signos de mejora que desmienten
la supuesta relación entre capitalismo y contaminación. Por ejemplo, las emisiones per
cápita de CO2 se reducen de 10,43 a 8,4 toneladas métricas entre 1990 y 2009. Si
hablamos del porcentaje de personas que tienen acceso al agua potable, de nuevo hay
motivos para la esperanza: este indicador crece del 80% al 86% entre 1990 y 2006.
Otro indicador de interés se refiere al número de horas trabajadas. La media
anual cae de 2.300 horas en 1950 a 1.800 horas en 2011. También la educación es otro
campo en el que encontramos buenas noticias. Los años de aprendizaje primario y
secundario que puede esperar un niño han subido de 9,5 a 12,3 entre 1980 y 2011.
Los políticos suelen acusar a los mercados y al capitalismo de empeorar la vida de los
pobres. Este estribillo es ciertamente común en los salones de clases del profesorado
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izquierdista, así como en círculos intelectuales más amplios. Pero como tantas otras
críticas al capitalismo, éstas ignoran los hechos reales y muy disponibles de la historia.
Nada ha hecho más para sacar a la humanidad de la pobreza que las economías de
mercado. Esta afirmación es cierta tanto si se trata de un lapso de tiempo de décadas
como de siglos. El número de personas en todo el mundo que viven con menos de dos
dólares al día en la actualidad es menos de la mitad de lo que era en 1990. Los mayores
avances en la lucha contra la pobreza se han producido en países que han abierto sus
mercados, como China y la India.
Si observamos el período histórico más largo, podemos ver que las tendencias actuales
son sólo la continuación de las victorias del capitalismo en la lucha contra la pobreza.
Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, vivimos en un mundo de pocos
ricos y muchos pobres. Eso comenzó a cambiar lentamente con el advenimiento del
capitalismo y la Revolución Industrial. A medida que el crecimiento económico
despegó y se extendió por toda la población, creó nuestro propio mundo en Occidente,
en el que hay un montón de ricos y unos pocos que tienen más y mejores.
Por ejemplo, el porcentaje de hogares estadounidenses por debajo de la línea de pobreza
que tienen electrodomésticos básicos ha crecido constantemente en las últimas décadas,
siendo las familias pobres en 2005 más propensas a poseer cosas como una secadora de
ropa, un lavaplatos, un refrigerador o un aire acondicionado que los hogares promedios
en 1971. Y los artículos de consumo que ni siquiera existían entonces, como los
teléfonos celulares, eran propiedad en la mitad de los hogares pobres en 2005 y son un
bien en la mayoría de ellos en la actualidad.
El capitalismo también ha mejorado mucho la vida de los pobres al reducir las tasas de
mortalidad infantil y en la niñez, por no mencionar las tasas de mortalidad materna
durante el parto, y al extender la esperanza de vida por décadas.
Consideremos también la forma en que el motor de crecimiento del capitalismo ha
permitido al planeta sostener a casi 7.000 millones de personas, en comparación con
1.000 millones en 1800. Como ha señalado Deirdre McCloskey, si se multiplican los
aumentos en el consumo del ser humano promedio por el aumento de la esperanza de
vida en todo el mundo por 7 (para 7.000 millones en comparación con 1.000 millones
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de personas), la humanidad en su conjunto se encuentra en una mejor situación en un
factor de alrededor de 120. Eso no es un 120% mejor, sino 120 veces mejor desde 1800.
El proceso competitivo del mercado también ha hecho que la educación, el arte y la
cultura estén al alcance de más y más personas. Incluso los estadounidenses más pobres,
por no mencionar a muchos de los pobres del mundo, tienen acceso a través del Internet
y la televisión a conciertos, libros y obras de arte que fueron exclusivamente terreno de
los ricos durante siglos.
Y en los países más ricos, la dinámica del capitalismo ha comenzado a cambiar la
naturaleza misma del trabajo. Donde antes los seres humanos trabajaban durante 14
horas al día en un trabajo agotador al aire libre, ahora un número cada vez mayor de
nosotros trabaja en espacios interiores con un confort de temperatura controlada.
Nuestra jornada laboral y la semana laboral se han reducido gracias al valor mucho más
alto de la mano de obra que proviene del trabajo con capital productivo. Pasamos un
porcentaje mucho menor de nuestras vidas trabajando por dinero, ya sea que seamos
ricos o pobres. E incluso con el cambio económico, los ingresos de los pobres son
mucho menos variables, ya que no están vinculados a los cambios impredecibles en el
clima que forman parte de una economía predominantemente agrícola que desapareció
hace mucho tiempo.
Piénsalo de esta manera: los fabulosamente ricos reyes de la antigüedad tenían
sirvientes que se ocupaban de todas sus necesidades, pero un diente impactado
probablemente los mataría. Los pobres de los países mayoritariamente capitalistas
tienen acceso a una atención médica de calidad y a una variedad y calidad de alimentos
con los que los antiguos reyes sólo podían soñar.
Considere, también, que los trabajadores pobres de Londres hace 100 años eran, en el
mejor de los casos, capaces de repartir una libra de carne por semana entre todos sus
hijos, que eran más numerosos que los dos o tres de hoy. Además, toda la familia comía
carne una vez a la semana los domingos, el único día que el hombre de la casa estaba en
casa para cenar. Esa era la carne de toda una semana.
Compare eso con el día de hoy, cuando nos preocupa que los estadounidenses pobres
puedan pagar una comida con un cuarto de libra de carne todos los días por menos de
una hora de trabajo. Incluso si se piensa que el capitalismo ha hecho que la gente pobre
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tenga sobrepeso, eso es un gran logro comparado con la norma precapitalista de la
desnutrición constante y la lucha, incluso hace 100 años, para que los trabajadores
pobres obtuviesen suficientes calorías.
La realidad es que los ricos siempre han vivido bien históricamente, ya que durante
siglos han podido requisar la mano de obra humana para atender todas sus necesidades.
En un mundo precapitalista, los pobres no tenían ninguna esperanza de ascenso ni de
alivio de la interminable fatiga física que apenas los mantenía con vida.
Hoy en día, los pobres de los países capitalistas viven como reyes, gracias sobre todo a
la liberación de la mano de obra y a la capacidad de acumular capital que hace que esa
mano de obra sea más productiva y pueda enriquecer incluso a los más pobres. El costo
decreciente de lo que una vez fueron lujos y ahora son necesidades, impulsado por el
mercado competitivo y sus señales de ganancias y pérdidas, ha traído máquinas
ahorradoras de mano de obra a las masas. Cuando la búsqueda de ganancias y la
innovación se convirtieron en un comportamiento aceptable para la burguesía, el cuerno
de la abundancia sacó a relucir su abundancia, e incluso los más pobres compartieron
esa riqueza.
Una vez que la gente ya no necesitaba permiso para innovar, y una vez que el valor de
los nuevos inventos se juzgaban por las mejoras que hacían en la vida de las masas en
forma de ganancias y pérdidas, los pobres comenzaban a vivir con comodidad y
dignidad.
Estos cambios no se refieren, como algunos dirían, a la tecnología. Después de todo, los
soviéticos tenían grandes científicos pero no podían canalizar ese conocimiento y
transformarlo en comodidad material para sus pobres. Y no se trata de los recursos
naturales, lo cual es obvio hoy en día, ya que Hong Kong es uno de los países más ricos
del mundo gracias al capitalismo, mientras que el socialismo venezolano ha destruido
ese país rico en recursos.
Las invenciones sólo se convierten en innovaciones cuando existen las instituciones
adecuadas para mejorar la vida de las masas. Eso es lo que el capitalismo hizo y sigue
haciéndolo todos los días. Y por eso el capitalismo ha sido tan bueno para los pobres.
Consideremos, finalmente, lo que sucedió cuando los soviéticos decidieron mostrar la
versión cinematográfica de “Las uvas de la Ira” como propaganda anticapitalista. En la
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novela y la película, una familia estadounidense pobre es expulsada de su hogar en la
era de la Depresión por el Dust Bowl. Se suben a su viejo coche y hacen un viaje
horrible en la búsqueda de una vida mejor en California. Los soviéticos tuvieron que
dejar de proyectar la película después de un corto período de tiempo porque el público
ruso estaba asombrado de que los estadounidenses pobres fueran capaces de tener un
coche.
Incluso la propaganda anticapitalista no puede evitar proporcionar pruebas que
contradicen su propio argumento. La verdad histórica es clara: nada ha hecho más por
los pobres que el capitalismo.
En relación al primero, pocas cosas son tan eficientes para combatir la pobreza como la
existencia de oportunidades de empleo. Cuando Adam Smith publicaba el ahora famoso
libro “Investigación sobre la Naturaleza y Causa de la Riqueza de las Naciones” en
1776, no solamente estaba realizando un aporte esencial a la “Economía Política”, como
se denominara a partir de entonces a la ciencia económica, sino también a la
comprensión de un fenómeno que era incipiente y se aceleraría mucho con posterioridad
y hasta el presente. Este fenómeno es el de un crecimiento económico y de la calidad de
vida sin precedentes, nunca antes visto en la historia de la humanidad y de una magnitud
tal que no puedo sino asombrar[1]. Veamos esto en forma gráfica:
Esta tendencia se mantiene y hasta parece acelerarse[2]. Pese a la evidencia clara
de esos datos suele argumentarse que al mismo tiempo han aumentado las diferencias
sociales. Los datos muestran, sin embargo, que la bonanza económica también ha
favorecido a los más pobres: en un reciente informe[3] de la revista The Economist se
señala que “por primera vez, más de la mitad del mundo es clase media, gracias al
rápido crecimiento económico de los países emergentes”. El total de población en ese
rango de ingreso era de 1.428,1 millones de personas en 1990 y alcanzó los 2.644,3
millones en 2005. Más de mil doscientos millones de personas traspasaron esa línea de
pobreza, un resultado que ningún programa de ayuda estatal ha podido ni remotamente
alcanzar. De ese total, 632 millones corresponden a China. India, siguiendo un proceso
similar aunque menos intenso, contribuyó con 117 millones de personas.
El proceso capitalista de ahorro/inversión/generación de empleo ha permitido aliviar la
pobreza como ningún programa gubernamental que jamás haya existido en la historia de
este planeta. Es más, mayor ha sido la generación de empleos cuanto menos trabas se
han puesto para su contratación, o cuanto más se han removido éstas, cuanto mayor ha
sido la libertad.
[1] Comenta Michael Shermer: “Se estima que el ingreso anual por persona de u$s 100
había subido hasta u$s 150 por persona en el año 1000 AC – el final de la edad de
Bronce y el reinado del Rey David- y no superó los u$s 200 anuales por persona hasta
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después de 1750 y el comienzo de la Revolución Industrial. En otras palabras, tomó
97.000 años pasar de 100 a 150 dólares por año, y luego 2.750 años pasar a 200 dólares
anuales por persona, y finalmente 250 años para llegar al nivel actual de u$s 6.600
anuales por persona. Si comprimimos esos 100.000 años en uno, entonces los 250 años
de relativa prosperidad representan menos de un día. Si lo condensamos en un día, la era
de la revolución industrial y los mercados serían sólo 3,6 minutos. (Shermer, 2008).
[2] Comenta Matt Ridley (2010, p. 14): “Desde 1800 la población del planeta se ha
multiplicado por seis, la expectativa de vida promedio se ha más que duplicado y el
ingreso real ha crecido más de nueve veces. Tomando una perspectiva más corta, en
2005, comparado con 1955, la persona promedio en el Planeta Tierra ganaba casi tres
veces más (ajustado por inflación), comía un tercio más de calorías en alimentos,
enterraba a sólo un tercio de sus hijos y podía esperar vivir un tercio más de su vida. Era
menos probable que muriera como resultado de guerras, asesinatos, partos, accidentes,
tornados, inundaciones, hambrunas, tos convulsa, tuberculosis, malaria, difteria, tifus,
fiebre tifoidea, sarampión, viruela, escorbuto o polio. Era menos probable que tuviera, a
determinada edad, cáncer, angina de pecho o infarto. Era más probable que fuera
alfabetizada y hubiera terminado la escuela. Era más probable que tuviera teléfono,
inodoro, heladera y una bicicleta. Todo esto en medio siglo durante el cual la población
mundial se ha más que duplicado por lo que, lejos de haber sido racionados por el
crecimiento poblacional, los bienes y servicios disponibles para las personas de este
mundo han crecido. Es, bajo cualquier estándar, un asombroso logro humano”.
Un medio hostil
Japón es un archipiélago de miles de islas con cuatro islas principales: Hokkaido,
Honshu, Shikoku y Kyushu. El relieve es además abrupto y montañoso, solamente
explotable por sistemas forestales; la zona llana cubre únicamente el 16% del área,
concentrada en estrechos valles y franjas junto a la costa. En estas condiciones, se
limitan los lugares donde se pueden realizar la mayoría de las actividades económicas, y
las comunicaciones y el comercio son difíciles.
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Además, en Japón viven más de 120 millones de personas, con una densidad de
población de 336 habitantes por kilómetro cuadrado, pero concentrada en las escasas
regiones llanas y con un interior montañoso despoblado, lo que supone densidades
reales de más de mil habitantes por kilómetro cuadrado en las zonas llanas y la
formación de grandes conurbaciones urbanas, como la de Tokio-Yokohama —30
millones de habitantes— o la de Kobe-Osaka-Kioto —20 millones—. Esto genera
problemas en la gestión de los usos del suelo por la competencia entre la agricultura, la
industria y los usos residenciales por las escasas zonas llanas.
Su ubicación en el Cinturón de Fuego del Pacífico, la zona sísmica y volcánica más
activa del mundo, somete al país a frecuentes terremotos, erupciones volcánicas
y tsunamis. A los riesgos geológicos se suman los riesgos climáticos, desbordamientos
durante los deshielos y el frecuente azote de tifones. En otras palabras, la población y la
economía se concentran en aquellas zonas —los fondos de los valles— más susceptibles
de sufrir inundaciones y las más vulnerables —zonas costeras— al riesgo de tsunamis.
La clave Meiji
El modelo de desarrollo nipón parte de la restauración Meiji, una reacción pragmática
de la nobleza japonesa para hacer frente a las potencias occidentales que a mediados del
siglo XIX estaban imponiéndose en Asia oriental a base de tratados comerciales
desiguales gracias a su superioridad militar. Se trató de una auténtica revolución que
cambió el sistema económico, territorial, político y, en parte, social. Este hecho
histórico único marcó los puntos claves del modelo nipón.
El Estado empezó a intervenir en la economía protegiendo la producción y dirigiendo la
industrialización. El objetivo era evitar que las mercancías occidentales inundaran el
mercado —y desviaran la riqueza del país a Occidente— y mantener el honor del
Estado. Para ello se requería modernizar —es decir, industrializar— el país para
autoabastecerse, pero Japón es un país pobre en materiales industriales y fuentes de
energía; por tanto, no tenía ninguna capacidad para hacerlo.
La solución fue importar estas materias primas y fuentes de energía de otros Estados
asiáticos, transformarlos mediante la industria y aportarles un valor añadido para
después abastecer Japón y protegerse de las importaciones extranjeras, si bien acabó
vendiendo también en los mercados orientales, lo que permitiría sufragar los costos de
las importaciones con el valor añadido de las exportaciones.
El mayor problema es que se carecía de una clase industrial con iniciativa
emprendedora. En consecuencia, el Estado expropió la tierra a los daimios —alta
nobleza— y les pagó con bonos para destinar a la industria. El Estado se hizo cargo de
invertir en las industrias, adquirir la maquinaria y tecnología occidentales y formar a
técnicos —bien enviando estudiantes a Occidente o atrayendo occidentales cualificados
—; cuando estas industrias eran rentables, las ponían a la venta por debajo de su valor,
lo que evitaba la necesidad de la iniciativa empresarial y generaba directamente una rica
burguesía que se estaba beneficiando de una industrialización que no había iniciado,
18
pero que disponía de bonos para destinar a su continua modernización o al desarrollo de
nuevas fábricas. Las elites del país acabaron haciéndose con numerosas industrias de
diferentes sectores y generaron grandes conglomerados empresariales: los zaibatsus.
El éxito parecía garantizado: la nueva industria nipona había encontrado el modo de
funcionar sin recursos locales, estaba más cerca de los mercados asiáticos que la
occidental, contaba con trabajadores con salarios inferiores a los occidentales y existía
un riesgo empresarial mínimo. Japón se había sumado a la Revolución Industrial.
El milagro japonés
Aunque la revolución Meiji fue clave en el inicio de la industrialización en Japón, el
país producía bienes de escasa calidad y sus exportaciones eran irrisorias en el contexto
internacional. Cuando Europa se enfrascó en la Gran Guerra, Japón pudo captar los
19
mercados asiáticos, pese a la inferior calidad de sus bienes, y generar el 3% de las
exportaciones mundiales. Sin embargo, no había alcanzado los niveles de desarrollo
social ni económico de los Estados occidentales más industrializados antes de la II
Guerra Mundial. Además, la guerra devastó la nación, acabó con gran parte de los
avances alcanzados y sumó nuevos problemas para el desarrollo nipón, como la
integración de seis millones de repatriados desde las excolonias, el pago de
indemnizaciones de guerra o la desarticulación de los zaibatsus.
Solamente cuando estalló la guerra de Corea pudo superar su posguerra, ya que Estados
Unidos, potencia ocupante de Japón, cambió su política respecto al archipiélago al
aplicar una estrategia de contención al comunismo y emplear las islas como punto de
suministros a Corea y como avanzadilla capitalista en Asia oriental. Ello permitió la
llegada de abundante capital, una rápida reindustrialización ante la demanda de
suministros de las tropas estadounidenses y la rearticulación de
los zaibatsus en keiretsus.
Estas organizaciones empresariales aunaron entidades industriales, comerciales, de
servicios a empresas, aseguradoras y bancos, de tal modo que permiten realizar todas o
la mayor parte de las actividades empresariales con empresas de su keiretsu, en las que
además tienen participación. Se genera así un modelo de colaboración y ayuda
asegurada y de préstamos baratos donde las empresas extranjeras no tienen cabida, ya
que no tienen a quién comprar o vender. Esto ha creado oligopolios generalizados que
pueden subir los precios para la venta de productos en el mercado interno mientras se
hace dumping —‘venta a pérdida’— en los mercados extranjeros.
El milagro japonés, el modelo genuino que desarrolló Japón, volvió sobre un fuerte
intervencionismo estatal, grandes holdings empresariales y la adquisición de tecnología.
Se importaban materias primas del sudeste asiático mientras se exportaban productos
manufactureros, cada vez de mayor calidad y valor añadido, gracias a la reinversión de
los beneficios en la adquisición y desarrollo de nueva tecnología y no en el reparto de
dividendos, como es habitual en Occidente. Se empezó con el desarrollo de industrias
químicas y metalúrgicas para después, cuando tuvieran una buena base, pasar hacia las
procesadoras.
En todo esto fue fundamental la intervención del Gobierno, que defendió un fuerte
proteccionismo —frente a las tendencias liberalizadoras mundiales— para así proteger
las industrias locales hasta que fueran capaces de competir con las extranjeras. En este
proceso tuvo un papel clave el Ministerio de Industria y Comercio Exterior (MITI por
sus siglas en inglés), que se encargó de desarrollar planes para las industrias punteras
con capital a bajo interés, subsidios fiscales y ayuda en la adquisición tecnológica, pero
también con directrices de comportamiento para las empresas, con lo que se dirigían los
esfuerzos de toda la nación hacia los sectores que consideraba emergentes. Entre 1955 y
1973, Japón experimentó tasas de crecimiento de entre el 6 y el 12% anual, muy
superiores a las del resto de los Estados industrializados.
Desde que finalizó la II Guerra Mundial, Japón vivió un fuerte incremento de su PIB
que no experimentaron otros países industrializados.
La deslocalización
Las empresas japonesas tuvieron poca presencia internacional hasta que en la segunda
mitad de los 60 alcanzaron un nivel tecnológico suficiente que les permitiese competir
en el exterior. En 1971, tras el Nixon Shock, el yen —la moneda japonesa— quedó
desvinculado del dólar y perdió rápidamente su competitividad al revalorizarse. En esta
situación, los holdings empresariales japoneses empezaron a instalarse en países en
desarrollo del sudeste asiático, lo que les permitió reducir las desventajas de los nuevos
20
tipos de cambio elevados con trabajadores más baratos que la ahora cara mano de obra
japonesa.
Poco después, en 1973, estalló la crisis del petróleo, que disparó el precio de los
combustibles. Un país como Japón, completamente dependiente de los hidrocarburos
para producir energía, importar materias primas y exportar productos elaborados,
debería haber sido muy afectado, pero, aunque estas nuevas circunstancias ralentizaron
su crecimiento económico, no lo detuvieron.
Ante estos nuevos escenarios, había quedado claro que la industria nipona era
vulnerable y estaba perdiendo competitividad. Japón buscó otra salida: se convirtió en
uno de los pioneros de la deslocalización, se libró de las industrias que consumían
mucho espacio en el congestionado país, tenían bajo valor añadido, necesitaban
abundante mano de obra, requerían gran cantidad de energía o eran demasiado
contaminantes y cedió espacio a los sectores más rentables y con mayor valor añadido,
con el consiguiente abaratamiento en la producción de bienes intermedios.
La deslocalización fue una de las claves del éxito del modelo nipón, pero a medida que
otros países replicaban el modelo aumentó el número de competidores.
En 1986, cuando las exportaciones niponas ya representaban el 10% del total mundial,
el derrumbe del sistema de Bretton Woods y la política de Regan, que aumentó el déficit
federal estadounidense, hicieron de Japón el primer banquero mundial. Tokio aumentó
aún más sus relaciones político-económicas con los países del entorno para acceder a su
mano de obra barata y disciplinada y a sus materias primas.
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De pantanos a rascacielos: los secretos del fantástico éxito de
Singapur
22
La respuesta sencilla es una visión clara y efectiva, implementada rigurosamente por el
hombre a quien nadie se atrevería a disputarle los títulos de padre de la patria y
arquitecto de ese milagro: Lee Kuan Yew, quien gobernó al país desde su independencia
hasta 1990.
Un político con una visión estratégica y un pragmatismo implacable que transformó a
un país, otrora una pequeña isla con pocos recursos naturales, en un modelo de éxito
económico y prosperidad.
Lee Kuan Yew, fallecido en 2015, fue durante más de 30 años primer ministro de
Singapur y quien logró canalizar con éxito las energías de los singapurenses, creando lo
que a menudo se ha descrito como un auténtico milagro económico, una mezcla de
capitalismo privado e intervención del Estado. Dejó el cargo en 1990, tras haber ganado
siete elecciones.
Lee forjó un Singapur próspero, moderno, eficiente y prácticamente libre de la lacra de
la corrupción, lo que hizo que los inversores extranjeros acudieran al país.
Sin embargo, mientras era admirado por sus éxitos económicos, muchos expresaron
preocupación por su historial de derechos humanos.
«Harry Lee»
Lee Yuan Yew nació el 16 de septiembre de 1923, hijo de una tercera generación de
inmigrantes chinos que se asentaron en Singapur.
Educado con una fuerte influencia británica, su abuelo lo llamó Harry Lee, como en
realidad se referían a él durante su infancia.
Lee fue a una escuela inglesa en Singapur, pero sus estudios superiores se vieron
interrumpidos por la ocupación japonesa de 1942.
Unos años después se dirigió a Inglaterra, donde cursó estudios de derecho. Cuando
regresó al país, Lee se había convertido en un socialista comprometido y un flamante
abogado sindicalista. Fue entonces cuando comenzó su carrera política.
Reformas económicas
En 1954 fundó el Partido de Acción Popular (PAP) del que fue su primer secretario
general y ocuparía ese cargo la mayor parte de las siguientes cuatro décadas.
Al frente del Gobierno, Lee condujo a Singapur hacia la independencia, poniendo fin al
dominio británico, y, tras una breve federación con Malasia (rota en 1965), el país se
23
convirtió en un Estado autónomo. Lee diseñó un amplio programa de reformas para
sacar a Singapur del «pozo negro de la miseria y la degradación» -como él lo describió-
a un Estado industrializado y moderno.
Lee acometió un ambicioso programa de industrialización, mezclando inversión privada
y control estatal, Industria, comercio, y finanzas. Fue reinventando el país en esas tres
décadas, cambiando la matriz productiva hacia un alto valor agregado, sentando las
bases de una nación que actualmente está entre las mejores en educación, sanidad y
competitividad económica.
Además, redujo el gasto público de manera considerable. Hoy, representa solo el 14%
del PBI (en Argentina es 47% y en Uruguay 34%]) y el peso del sector público no
supera el 5%. Por otra parte, en materia comercial, el 99% de las importaciones se
encuentran exentas de impuestos y los aranceles al comercio exterior bajaron al 0,5%.
¿Resultado? Tiene un superávit comercial más grande que el de Alemania. Con
apenas 5,4 millones de habitantes, Singapur tiene un PIB de $326.500 millones.
Cuando en 1959 Lee Kuan Yew se convirtió en primer ministro, la renta per cápita del
país apenas alcanzaba los $500. Poco tiempo después se creó la Junta de Desarrollo
Económico de Singapur para diseñar e implementar una serie de medidas económicas.
Por aquel entonces, Lee Kuan Yew decidió apostar por el sector secundario, iniciando
una próspera etapa de industrialización.
Esta visión se vio recompensada en los años 70, al lograr atraer capital extranjero de
compañías petroleras y convertirse en uno de los mayores centros de refinado de
petróleo del mundo. En la actualidad, Singapur es uno de los líderes mundiales en
multitud de industrias con un alto valor añadido, como es el caso de la industria
petroquímica. Su renta per cápita, 50 años después se había multiplicado por 100.
Para incentivar el comercio y las inversiones, firmó importantes acuerdos de libre
comercio con Estados Unidos, China, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático y
la Unión Europea. Tiene como ventaja comparativa una población capaz de hablar
chino e inglés, instituciones sólidas que funcionan y ausencia de corrupción que fue
otrora un mal endémico.
Se embarcó en un programa de vivienda de bajo coste y grandes programas de empleo.
También trabajó para limar las asperezas entre los diversos grupos étnicos de la isla y
crear una identidad de Singapur única, basada en el multiculturalismo.
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El presidente estadounidense, Barack Obama, lo describió como un «verdadero gigante
de la Historia que será recordado por varias generaciones como el padre del Singapur
moderno y como uno de los grandes estrategas de los asuntos asiáticos». El primer
ministro británico, David Cameron, consideró que Lee «transformó a Singapur en una
de las grandes historias de éxito del mundo moderno». Y el primer ministro australiano,
Tony Abbott, se refirió a «uno de los líderes más significativos de nuestro tiempo».
Infraestructura
Siendo una isla, Singapur no tiene fuente de agua potable, siempre han dependido de su
país vecino, Malasia, para el agua. Pero cuando Singapur recibió amenazas de corte de
su suministro de agua en 1998, creó una misión para ser completamente autosuficiente
en materia de para el agua en 2060. A pesar de que Lee Kuan Yew falleció en marzo de
2015, dejó un legado que todavía se está llevando a cabo y continuado por otros hasta el
día de hoy. ¨Los Cuatro Grifos Nacionales¨, como la isla lo llama, son cuatro formas
diferentes de obtener agua: agua de captaciones locales, agua importada, NEWater y
agua desalinizada.
NEWater ha sido el sistema que ha desarrollado un método que les permite hacer que
sus aguas residuales sean potables. Para la mayoría, la idea parece absurda, pero el agua
pasa por múltiples procesos que la liberan de cualquier bacteria y ha pasado numerosas
pruebas que demostrar su limpieza. Hay cuatro pasos por los que pasa el agua antes de
ser devuelta al público: microfiltración, ósmosis inversa, desinfección con rayos
ultravioleta y equilibrado del pH.
SmartCitiesWorld lanzó un informe que clasifica a Singapur como la ciudad inteligente
número uno del mundo. Con su buena posición económica, participación activa del
gobierno y sorprendentes sistemas de conservación del agua, parece que esta
clasificación no tenía dificultades para Singapur. Han recibido dos premios por los
¨Proyecto de Premios Innovación¨ que se reconocen a nivel nacional, así como han
recibido la ¨Contribución Ambiental del Año¨en 2008 y la ¨Agencia de Agua del
Año¨en 2006.
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del Estado, convirtiendo al país en uno de los más regulados del mundo. Detuvo
algunos de sus críticos sin llevarlos a juicio, restringió las informaciones de los medios
de comunicación y detuvo a periodistas.
Lee sostenía que en un país en desarrollo algunas libertades tenían que ser sacrificadas y
que el concepto occidental de la democracia liberal no podía aplicarse. Así, los castigos
corporales se convirtieron una parte fundamental del sistema judicial durante su
mandato. Más de 40 delitos están penados con este tipo de castigos. Del mismo modo,
intervenía en gran medida en la vida de sus habitantes.
Estableció medidas de planificación familiar, que penalizaban fiscalmente a aquellos
que tenían más de dos hijos. Singapur decía a sus ciudadanos cómo ser corteses, cómo
ser menos ruidoso, cuándo debían limpiar el lavabo, y prohibió a sus habitantes hacer
grafitis o mascar chicle. Establece pena de muerte para varios delitos y debido a todo lo
anterior la criminalidad se mantiene en mínimos, ayudada por el hecho de que si uno
comete un crimen, la escapatoria de la isla es difícil al tener salida hacia el continente
sólo por dos puentes.
Aunque algunos elementos de su visión difícilmente son trasplantables a otras
realidades, otros arrojan importantes lecciones que otras naciones podrían aprovechar.
Invertir en la gente
Efectivamente, parte del éxito de Singapur, que fue fundado como un puerto comercial
británico en 1819, tiene que ver con su ubicación geográfica.
La nación, asentada en 63 islas ubicadas al sur de la península de Malaca y separada de
Indonesia por el estrecho de Singapur, tiene una posición estratégica en el corazón de
Asia.
Terminó convirtiéndose en un imán para las empresas transnacionales interesadas en
conquistar el mercado asiático al multiplicar esa ventaja con buena infraestructura y,
sobre todo, con gente capaz.
Para ello, Lee le apostó a un sistema educativo universalmente accesible y de altísima
calidad, lo que suplementó con una rigurosa aplicación de la meritocracia. Pero también
trabajó para hacer al país especialmente atractivo al talento global. Si lograba educar a
las nuevas generaciones en esa cultura sería la garantía de la trascendencia en el tiempo
de la misma, al tiempo que agregando valor a las capacidades del país.
26
Nada más elocuente al respecto que el diseño de uno de los billetes en circulación
mostrando un maestro dando clase a sus alumnos.
«Muy inteligentemente identificó el capital humano como la ventaja competitiva clave
de Singapur»,es el resumen de Vishnu Varathan, economista del banco Mizuho.
Según Varathan, el énfasis en la meritocracia le permitió a Lee «desatar las fuerzas de la
movilidad social para todos, con poca tolerancia para la complacencia y la
corrupción». «Y al complementar esto con un sistema judicial justo y transparente, la
economía despegó», le dijo a la BBC.
Integrar y cohesionar
Además de servir como un primer peldaño para el ascenso social de la mayoría de los
singapurenses, los miles de edificios de departamentos construidos por el gobierno
cambiaron física y culturalmente el país.
Estos complejos habitacionales también sirvieron como una poderosa herramienta de
integración nacional, pues todos aplicaban un sistema de cuotas que garantizaba la
mezcla de razas.
«La idea era que los chinos no se vieran a ellos mismos como chinos, los malayos
como malayos, y los indios como indios. Queríamos que se vieran como
singapurenses», le dijo a la BBC Liu Thai Ker, quien estaba a cargo de la
implementación de la política de vivienda.
La capacidad para darle la bienvenida a –y poder trabajar con– gente diferente sigue
siendo igual de importante hoy.
Los chinos siguen siendo la mayoría étnica (77%) seguidos de los malayos (14%) e
indios (8%), pero muchos son trabajadores migrantes.
Según estimaciones del gobierno publicadas en 2013, se preve que para 2030 casi la
mitad de la población estará compuesta por migrantes.
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Legalidad y estabilidad
El atractivo de Singapur para inversionistas y profesionales de todo el mundo, sin
embargo, también le debe mucho a un sistema legal fuerte y confiable.
La mayor parte de la gente está familiarizada con los esfuerzos de Lee Kuan Yew por
garantizar el mayor orden posible con una implementación draconiana de leyes tan
estrictas como la prohibición de la goma de mascar.
Y en el país también está vigente la pena capital –aplicada fundamentalmente por
delitos vinculados al tráfico de drogas, lo que según el gobierno ha impedido que el
crimen organizado se asiente en un país que también tiene una de las menores tasas de
homicidio a nivel mundial.
Menos polémica, por su parte, es la intransigencia estatal frente a la corrupción, la que
conlleva largas penas de cárcel y multas de más de US$70.000. El Gobierno le paga
muy buenos salarios a todos los servidores públicos para evitar la tentación y mantener
una institucionalidad sólida y capaz.
Se suele citar una frase del primer mandatario que reza: «Si quiere erradicar la
corrupción debe estar dispuesto a enviar a la cárcel a su familia y amigos»
«Toda política puede ser revertida y los incentivos para el crecimiento desmantelados.
Pero Lee construyó un país que tiene una arquitectura institucional sin comparación», le
dijo a la BBC Ilian Milhov, el profesor de la escuela de negocios Insead.
«Esto incluye el imperio de la ley, estructuras gubernamentales eficientes, una lucha
permanente contra la corrupción y mucha estabilidad», agregó. Las garantías de
estabilidad se extienden incluso al ámbito internacional, pues la neutralidad de Singapur
le ha permitido ser un aliado tanto de China como de EE.UU.
La innovación
«La gente visitará Singapur y dirá: «He visto el futuro y funciona». Estas fueron las
palabras que el ministro de Asuntos Exteriores de Singapur, Vivian Balakrishnan, usó
para anunciar su plan de convertir a la ciudad-estado en el primer país inteligente del
mundo.
El programa del gobierno de Singapur comenzó en 2015 y es muy ambicioso. De hecho,
el lema del gobierno dice así: «Ya hay muchas ciudades inteligentes, pero solo una
nación inteligente». Y es que en Singapur todo gira en torno a la tecnología.
28
Las autoridades del país quieren convertirlo en «un laboratorio viviente»; una especie de
sala de pruebas de soluciones inteligentes para cuestiones urbanas que transformen, aún
más, esta tierra de la innovación.
La ciudad-estado también cuenta con taxis inteligentes que funcionan sin conductor y se
manejan solos en la ciudad, convirtiéndose en la primera ciudad del mundo en
introducir el uso de este tipo de vehículos. Fueron creados por una startup, nuTonomy,
una empresa que nació en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus
siglas en inglés), EE.UU.
Emilio Frazzoli, un profesor del MIT de ingeniería aeronáutica -cofundador y director
de tecnología de nuTonomy- calculó que, en teoría,unos 300.000 taxis sin conductor
podrían hacer el trabajo de los 780.000 taxis tradicionalesque operan actualmente en
Singapur, reduciendo los tiempos de espera en 15 minutos.
«Eso supone una reducción del 60% en el número de vehículos que operan en
Singapur», dijo Frazzoli.
«Al principio, les pedimos que nos dejarán probar los autos allí. Ahora ellos nos piden a
nosotros que vayamos a probarlos», explicó Frazzoli en el blog del MIT.
El gobierno también ha creado un impresionante mapa en 3D de consumo energético,
para ver los detalles más pequeños en todo el país, especialmente en lo que respecta a la
eficiencia.
Los hospitales cuentan con los mayores avances en robótica e inteligencia artificial. Ya
existen cuatro robots HOSPI, diseñados por la empresa Panasonic, que forman parte de
la plantilla junto a los médicos humanos. Son casi tan altos como una persona y hasta
pueden interacturar con ellas y sonreír a través de una pantalla.
El lado verde
Desde lejos, el paisaje se parece a cualquier otra ciudad moderna con abundantes
rascacielos grabados en su horizonte. En el interior, sin embargo, un corazón verde ha
crecido en el centro de la ciudad, extendiéndose en las mentes de su gente y en las
paredes de sus edificios.
Singapur es una sucesión de parques y espacios verdes. La vegetación arranca en el
suelo y se arrastra hasta lo más alto de los edificios,
29
La generación que fue pionera en este cambio entendió que si Singapur se convirtiera en
«un lugar agradable para vivir, entonces la gente vendría e invertiría», explicó Jim. Pero
el movimiento no era solo de naturaleza económica o estética.
Esto condujo al inicio de la Junta de Parques Nacionales, que decidió que debería haber
vegetación y vida vegetal en todas partes donde la gente mirara. La junta construyó un
modelo sostenible para cualquier ciudad.
Parte de los cambios en curso implican educar a los estudiantes desde una edad
temprana sobre la importancia de la conciencia ambiental, la protección y la defensa. A
sus ciudadanos se les ha confiado el trabajo de jardineros que hace que el cuidado de los
espacios comunes sea una segunda naturaleza.
La concepción del gobernante era “Un plan de dos etapas, que convertirá a Singapur en
‘una hermosa ciudad jardín con flores y árboles, libre de desperdicios y tan ordenada
como sea posible». De paso, conseguiría varios de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible de la ONU. La transformación se plasmó también en leyes, como la ‘Parks
and Trees Act’, promulgada en 1975. Esta obligaba a agencias gubernamentales y
privadas areservar espacios para árboles y vegetación en sus proyectos y edificaciones.
La solución para seguir creando espacios verdes a pesar del aumento de la población fue
combinar arquitectura y vegetación. Desde 2008, la construcción verde es obligatoria en
Singapur. Es habitual encontrar plantas en lo alto de edificios, por sus laterales (en
forma de jardines en cascada) y también en el interior de los mismos. Detrás de medidas
como estas está Cheong Koon Hean, la que fue la primera mujer al frente de la agencia
de desarrollo urbano de Singapur.
“En muchos países, el pensamiento a corto plazo ha priorizado el desarrollo económico
por encima del medio ambiente. Se necesitaba un cambio de mentalidad”, señala
Masagos Zulkifli, Ministro de Medio Ambiente y Recursos Hídricos de Singapur.
“Nuestro enfoque ha sido construir una ciudad habitable y sostenible a través de una
política pragmática, basada en sólidos principios económicos y científicos, un enfoque
en la planificación a largo plazo y la implementación efectiva y la capacidad de
movilizar el apoyo popular para el bien común”.
Por ello, la educación de los jóvenes es fundamental para preservar los logros
alcanzados en la ciudad-estado: “Si en el futuro si alguien dice ‘no pensemos en verde,
construyamos’, habrá un porcentaje significativo de población que actuará
como defensor informado de la conservación de la naturaleza y de los espacios verdes”.
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El lado oscuro
No todo, sin embargo, es perfecto. ¿Cuáles son sus principales amenazas?
Puede verse afectado por la guerra comercial entre China y Estados Unidos. De hecho,
Singapur es actualmente uno de los mayores inversionistas extranjeros en China y al
mismo tiempo China es su mayor mercado de exportación.
Aunque es uno de los países más ricos del mundo, enfrenta varios desafíos que pueden
determinar el rumbo de su futuro, como un bajo crecimiento de su productividad, rápido
envejecimiento de su población, alta desigualdad y una falta de empresas locales fuertes
que puedan dar un mayor impulso al crecimiento. Exceptuando la última, ellos son
obstáculos propios también de muchos otros países.
La brecha entre ricos y pobres es una de las más grandes en el mundo desarrollado. Los
investigadores estima que entre el 10% y el 15% entra en el rango de «bajos ingresos»:
menos de US$1.000 al mes. Tampoco hay alternancia en la política – el Partido de
Acción Popular ha estado en el gobierno desde la independencia – y hay muchísimos
límites a la libertad de expresión.
Singapur está, de hecho, entre los países peores clasificados en libertad de prensa, según
los informes anuales de Reporteros Sin Fronteras. Y no todos están a gusto con el
sistema, mucha gente se está yendo por culpa del elevado costo de la vida o en
búsqueda de un mejor balance entre vida privada y profesional. En 2012, una encuesta
encontró que el 56% de los entrevistados decían que si pudieran se irían del país.
En octubre del año siguiente, una encuesta de Gallup identificó a los singapurenses
como los más infelices, o menos optimistas, del mundo, por debajo de países como
Haití, Irak, Siria y Afganistán.
La prueba definitiva de que el dinero no hace la felicidad, o del por qué las nuevas
teorías económicas abrazan el desarrollo sostenible, del crecimiento entre el equilibrio
medioambiental y social.
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holocausto nazi por los cientos de miles de presos políticos muertos en campos de
concentración.
Una serie de violaciones sistemáticas y extensas a los derechos humanos y crímenes
contra la humanidad, forman parte del primer informe de la Comisión Investigadora de
la ONU, donde se hace un parangón entre el régimen actual de Kim Jong Un y el
holocausto nazi por los cientos de miles de presos políticos muertos en campos de
concentración.
Una gran cantidad de violaciones a los derechos humanos, cometidas por el gobierno de
Corea del Norte entre las que se encuentran la tortura, violencia sexual, inanición y
exterminio, además de “atrocidades inmencionables” fueron parte de un informe de 372
páginas publicado por un panel de expertos, comisionado por el Consejo de
Derechos Humanos de Naciones Unidas, el lunes 17 de febrero de 2014.
La investigación se llevó a cabo a través de entrevistas a más de 240 ciudadanos
norcoreanos, entre los cuales hay ex presos políticos, torturados y personas que vivieron
hambrunas y otras vejaciones por parte del Estado. En su calidad de organismo
internacional, fue consultada también el Instituto Coreano para la Unificación Nacional,
quien estimó que actualmente existen entre 80 mil y 120 mil personas detenidas por
motivos políticos.
Según Michael Kirby, titular de la Comisión de investigación sobre los derechos
humanos en Corea del Norte de las Naciones Unidas, respecto a esta situación “se
requiere de un juicio internacional para que rindan cuenta”. De esta manera, toda la
evidencia recabada será utilizada para un informe que será enviado a la Corte
Internacional de Justicia en La Haya.
Uno de los principales hallazgos de la comisión es que existe una gran violación a los
derechos humanos en diversas instancias, pero han estado basadas en políticas de
Estado. Según el informe “los principales perpetradores de estas violaciones son
oficiales de distintos cuerpos estatales, como el departamento de seguridad del Estado,
el Ministerio Popular para la Seguridad, la Fuerza Armada coreana, oficina del fiscal
público, de la Comisión de Defensa Nacional y la Comisión del líder supremo de la
República Democrática y Popular de Corea del Norte, entre otros”, señala.
Por otra parte, la comisión dio cuenta de que la actual situación de la violación a los
derechos humanos, ha sido moldeada por experiencias históricas, como la invasión
colonial de Japón, la división de la península coreana o la guerra fría. Todos estos
hechos han sido usados para justificar las prácticas de aversión y represión en contra de
ciudadanos disidentes.
Otro de los resultados más visibles de la investigación es que a los ciudadanos se les
niega el derecho al acceso a la información, el informe señala que “el Estado controla
todos los medios, solo están permitidas las fuentes de información oficiales. El acceso a
la televisión y la radio, como también Internet están gravemente restringidos, todos los
contenidos están fuertemente censurados y deben ser comunicados a la directiva del
Partido de los Trabajadores de Corea”, sostiene la investigación.
Según Juan Felipe López, académico y especialista en asuntos coreanos de la
Universidad Colegio de México, "No creo que el informe cause que el gobierno de
Pyongyang cambie en absoluto. Lo más seguro es que incluso recrudezca su política de
control interno y vigile aún más las fronteras para constreñir la salida de información, y
evitar que extranjeros entren. Lo más probable es que Pyongyang simplemente niegue
las prácticas inhumanas que ocurren en su territorio y justifique la previsible
incandescencia de su discurso anti estadounidense", señaló.
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En relación a la posibilidad de llevar al gobierno norcoreano a la Corte Internacional de
Justicia, López afirmó que "el informe difícilmente tendrá efecto alguno en el gobierno
de Kim Jong-un. El gobierno actual y los liderazgos anteriores jamás mostraron que las
demandas a las violaciones de derechos humanos fueran motivo de preocupación. Las
ejecuciones recientes de parientes políticos de Kim Jong-un, su tío Jang Song-taek y
familia, así como las de funcionarios relacionados con el finado, ocurrieron sin muestras
de aflicción o cuidado de su imagen internacional. Es más, para el gobierno norcoreano,
las ejecuciones fueron perfectamente justificadas. Por lo tanto, no me parece que eso
cambie y las denuncias y deserciones de alto nivel serán más difíciles de ver, pues se
“alzó la vara” de las consecuencias por mostrar cualquier indicio de disidencia",
sentenció.
En cuanto al rol que podría tener China como aliado de Pyongyan en este escenario, el
académico concluyó que "El gobierno chino incluso ha contribuido al problema de
derechos humanos porque no protege a los norcoreanos que escapan der régimen e
incluso los repatrían para que sean sometidos a los castigos correspondientes y ahora
conocidos. Esa política es ciertamente un desincentivo para la migración norcoreana y
así evitar que el éxodo se masifique, lo cual puede comprenderse, pero no aceptarse",
afirmó.
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los millennials sostienen una visión favorable de Karl Marx, un poco menor al 34 por
ciento del año pasado.
Esta caída en popularidad es esperanzadora, pero solo un poco. Es muy probable que
usted tenga amigos que todavía idealizan al socialismo, al comunismo, y a los hombres
que llevaron a la práctica estas ideologías con una mano de hierro. Pero lo que
probablemente no saben es la tenebrosa verdad acerca de estas visiones utópicas de un
mundo mejor. Revisemos rápidamente algo de historia que deberían considerar.
Sentado en el salón de lecturas del Museo Británico, Marx teorizó que la sociedad era
una lucha entre trabajadores a salario y los propietarios de los medios de producción, y
que estos últimos eran “enemigos de clase”. Temía que los dueños de las fábricas
estaban explotando a los trabajadores, que los dueños de las haciendas estaban
explotando a los obreros, y así sucesivamente. Muchos estudiantes universitarios de hoy
comparten su miedo a la explotación, protestan contra “el uno por ciento” y los
“privilegiados”, y añoran una sociedad libre de clases.
“Me pregunto que hubiera dicho Karl Marx [de los trabajadores de fábrica que conocí]”,
dijo Leslie T. Chang en su TED talk, Las voces de los trabajadores de China.
Continuó: “Su visión del mundo persiste, [así como también] nuestra tendencia de ver
los trabajadores como masas sin rostro, de imaginar que podemos saber lo que
realmente están pensando ellos...Ciertamente, las condiciones de fábrica son realmente
duras, y esto no es nada que usted o yo quisiéramos hacer, pero desde su perspectiva, de
donde ellos vienen las cosas son mucho peores”.
Chang señala que desde la liberalización económica de China, el trabajo de fábrica ha
permitido a cientos de millones de trabajadores chinos escapar de la pobreza rural para
volverse parte de la clase media, y que muchos de los trabajadores de fábricas luego
empiezan sus propios pequeños negocios. Ellos trabajan en fábricas voluntariamente
porque la alternativa es la demoledora pobreza rural.
Marx y sus seguidores, tristemente, no se dieron cuenta de que
la industrialización liderada por el capitalismo últimamente crea una prosperidad
ampliamente difundida, y acabaron perjudicando a los mismos trabajadores que ellos
pretendían ayudar. Gracias en parte a las fábricas que Marx detestaba, el ingreso
promedio del Reino Unido fue tres veces más alto cuando él murió que cuando nació.
Luego de que los comunistas tomaron el poder en Rusia hace un siglo, en nombre de
la igualdad, cualquiera que era demasiado próspero debía ser identificado y castigado.
Aquellos con conocimiento especializado, como los ingenieros, o aquellos que tenían un
“ingreso no derivado de un salario” eran vistos con sospecha.
En el campo ruso, cualquier agricultor que producía suficiente comida como para
vender un excedente, en lugar de cualquier agricultor que producía lo suficiente para su
familia, era denominado como un “kulak” —un enemigo de clase, involucrado en el
supuesto delito de enriquecimiento a través del comercio. Cualquier agricultor que
contrataba ayuda, que era dueño de una fábrica de productos lácteos o cualquier otra
máquina, o que alquilaba equipos agrícolas, también era denominado un “kulak”. Los
vecinos más pobres de los kulaks eran alentados a quitarles sus casas y robar sus
posesiones.
Un comunista devoto calmando a su esposa, que estaba preocupada porque la familia de
su conocida Marusia habían sido encarcelado como kulaks, dijo lo siguiente:
“Verás, no pueden hacer una revolución con guantes blancos. Aniquilar los kulaks es un
proceso sangriento y difícil, pero debe realizarse. La tragedia de Marusia no es tan
simple como parece serlo para ti. ¿Por qué lo enviaron a su esposo a los campos? Es
difícil creer que él no era culpable de nada. No se termina en un campo por nada”.
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El hombre citado arriba eventualmente fue arrestado y fusilado. Ningún cargo
específico fue presentado alguna vez. Su esposa fue enviada a los campos de
concentración poco después.
Esa anécdota es representativa de la locura de esa era. Millones de “enemigos de clase”,
disidentes políticos, y otras víctimas desafortunadas fueron enviados a trabajar en
el Gulag, el sistema de campos de trabajo forzado creado por Lenin y
considerablemente expandido por Stalin. Cualquiera que trataba de escapar era
sumariamente ejecutado. Aquellos cercanos a Stalin no se salvaban, más de un tercio de
los principales verdugos de los campos acabaron como prisioneros de los mismos.
En algunos campos, los prisioneros extrajeron materiales radioactivos sin la protección
adecuada y murieron de envenenamiento de radiación. En otros, los prisioneros
congelados cortaban madera y arrastraban los troncos de vuelta al campo descalzos en
el invierno. En otros, los prisioneros trabajaban para producir alimentos en haciendas
colectivas mientras que a ellos mismos solo se les permitían raciones escasas. Según la
Encyclopedia Brittanica, “Se estima que la combinación de horas de trabajo muy largas,
las condiciones climáticas duras y otras condiciones de trabajo, alimento inadecuado, y
ejecuciones sumarias mataron al menos un 10 por ciento de la población total de
prisioneros en el Gulag al año”.
Los campos de trabajo esclavizado ayudaron a mantener a la clase gobernante del
régimen soviético que supuestamente estaba libre de clases y conforme la economía
colapsaba. La productividad agrícola cayó luego de que se eliminaron los kulaks y la
colectivización de las haciendas. Conforme millones se morían de hambre, algunos
recurriendo al canibalismo para sobrevivir, Stalin prohibió el uso de las
palabras hambruna, hambre o inanición. Incluso los doctores no se atrevían a
diagnosticar con precisión la condición de un paciente que se estaba muriendo de
hambre. Stalin culpaba de los fallos evidentes de su sistema centralmente planificado en
el sabotaje premeditado y en el perjuicio de la economía causado por elementos
desleales. Decía que enemigos ocultos estaban en todas partes y utilizó eso como una
excusa para mandar a cada vez más personas a la muerte y a los campos de trabajo.
En resumen, para lograr la igualdad, el sistema comunista encarceló o asesinó a aquellos
que habían logrado un conocimiento especializado y el éxito —ya sea en agricultura o
en una ocupación técnica como la ingeniería. Inicialmente redistribuyeron la riqueza,
pero muchos de los campesinos que al principio se beneficiaron de robarle a los kulaks
acabaron muriéndose de hambre. Al encarcelar o matar muchas de las personas más
productivas, mientras que al mismo tiempo se eliminaban los incentivos de mercado
para la productividad al colectivizar las industrias y prohibir la competencia, los
comunistas produjeron una pobreza mucho más extrema y amplia que cualquier pobreza
que se ha visto bajo el capitalismo (El capitalismo, de hecho, ha ayudado a bajar la
pobreza a un nivel históricamente bajo).
Las investigaciones sugieren que el número de muertes no naturales causadas por el
comunismo podría estar por encima de los ochenta millones —un número tan alto que la
violencia de la Rusia Tsarista, de la Inquisición Española, y de la contrarreforma Inglesa
de María la “Sangrienta” palidecen en comparación. Hoy, siete de cada diez
estadounidenses subestiman el número de vidas que cobró el comunismo. Quizás eso
explica parcialmente el continuo atractivo del comunismo. Pero si sus amigos podrían
viajar en el tiempo hacia la era de Stalin, verían que la lucha de clases literalmente
beneficia a nadie excepto a los tiranos oportunistas como Stalin.
Y verían que él no fue un héroe.
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