Lectura 1ra Lección Coram Deo

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Cristo y el Reino

por Darrow L. Miller


Las personas se hacen discípulos de Cristo cuando se las arrebata
con una visión de la vida del reino de los cielos en comunión con Él.
Y esto se hace proclamando, manifestando y enseñándoles el reino
tal cual se ha aprendido del propio Jesús. De este modo se cambia el
credo que gobierna su vida.
—Dallas Willard

En la épica pelicula El Señor de los anillos: Las dos torres, el reino de Rohan ha
perdido el esplendor de sus días gloriosos. Viendo cómo las fuerzas de oscuridad avanzan
contra su otrora ciudad orgullosa, el rey Théoden se lamenta: «Los días se fueron por el
Oeste, más allá de las colinas, hacia las sombras. ¿Cómo se llegó a esto?»1 Esta pregunta
es pertinente hoy para Occidente. En una «Carta pastoral sobre la misión», un grupo de
pastores de la Iglesia Reformada Episcopal responde a esta cuestión: «A esto se llegó
porque la Gran Comisión de Jesucristo ha sido neutralizada por un retorno al paganismo
en EEUU y Europa».2 Es decir, La Gran Comisión ha quedado reducida a la Comisión
Griega. En la segunda parte de este libro me propongo «des-neutralizar» —es decir,
restaurar, revalidar y recargar— la Gran Comisión. Mi deseo es devolver el adjetivo gran
a la misión de la iglesia.
Al comenzar el estudio de la Gran Comisión, debemos primeramente fijarnos en
la persona de Jesucristo, cuya gran reivindicación de autoridad es fundamental para la
asignación que Él tiene preparada para su pueblo. Después comentaremos la naturaleza
del reino de Dios y, en el próximo capítulo, su relación con la Gran Comisión.

Christus Victor

La Gran Comisión consta de dos escenarios: el terrenal y el cósmico. El escenario


terrenal tuvo vistas al mar de Galilea desde un monte concreto. Después de la
resurrección, Jesús mandó a sus discípulos reunirse con Él en el norte de Israel: «Los
once discípulos fueron a Galilea, a la montaña que Jesús les había indicado. Cuando lo
vieron, lo adoraron; pero algunos dudaban» (Mt 28:16-17). Se habían encontrado con el
Cristo resucitado en varias situaciones cerca de Jerusalén, pero no todos reaccionaron de
la misma manera. Algunos se postraron delante de Él en acto de reverencia. Otros
dudaron, no sabiendo qué pensar o cómo responder.
¿Quién les puede culpar? Ellos lo habían dejado todo por seguir al Maestro,
esperaban que Jesús entrara victorioso en Jerusalén como Mesías, que expulsara el
ejército romano y estableciera un nuevo régimen político. Pero después de tres años de
expectativa creciente, ocurrió lo inconcebible delante de sus ojos: ¡ Jesús fue arrestado,
condenado y crucificado! Sus sueños se hicieron añicos; sus vidas parecían sin propósito.
Entonces tuvo lugar el milagroso evento. Jesús resucitó de los muertos y se
apareció a sus discípulos. Les dio órdenes para que se juntaran con Él en Galilea.3 En
obediencia, sin dudar, maravillados, subieron a Galilea. Allí, en las hermosas colinas de
Galilea, Cristo hizo su profundo anuncio, su gran proclamación: «Jesús se acercó
entonces a ellos y les dijo: “Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra”» (Mt
28:18). Entonces encargó a sus discípulos la tarea que llamamos Gran Comisión: «Por
tanto, vayan y hagan discípulos de todas las *naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 enseñándoles a obedecer todo lo que les he
mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo».
(Mt 28:19-20).
El escenario cósmico de la Gran Comisión está en los cielos, escenario de una
batalla entre Dios y Satanás, un conflicto en torno al viejo orden de la muerte y el orden
nuevo de la vida. Quien ganara esta batalla épica regiría el mundo y determinaría el fin de
la historia.
Las primeras dos escaramuzas tuvieron lugar en el Jardín de Getsemaní, donde
Jesús tuvo que vencer el temor a la muerte.4 Oró: «Padre, si quieres, no me hagas beber
este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22:42).5 Al
afrontar la cruz, Jesús experimentó una feroz contienda en su hombre interior. Tres veces
rogó al Padre que pasara de Él ese cáliz. Pero deseaba cumplir la voluntad del Padre más
que dejar que el cáliz pasara de largo.6 De este modo, la voluntad del Padre fue la
voluntad del Hijo, y se aseguró el instrumento de redención del hombre. Cristo representa
su obra atando a Satanás,7 y Pablo describe la naturaleza de la victoria de la cruz:
«Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público
al exhibirlos en su desfile triunfal» (Col 2:15).
La segunda escaramuza se produjo en la tumba de José de Arimatea; fue una
batalla en la que salió derrotada la misma muerte.8 Hasta que vino Cristo, la muerte
siempre había vencido. Aun en los casos aislados de personas que habían resucitado de la
tumba, la muerte acababa venciendo al final. Lázaro, por ejemplo, murió una segunda vez.
Pero la muerte no pudo sujetar a Cristo, quien resucitó irreversiblemente de los muertos.9
Él conquistó la muerte, venció a las fuerzas del mal e inició el proceso de reconciliación
de todas las cosas consigo mismo;10 introdujo una nueva era en la historia de la
humanidad. Ya no hay por qué vivir sometidos al temor a la muerte.11 El orden de la
creación está siendo restaurado; el reino de Dios se está acercando.
Toda guerra tiene su batalla decisiva, aunque no sea obvio hasta más tarde. El
punto decisivo de la guerra cósmica espiritual fue la cruz. En la cruz, Cristo venció. Él es
Christus Victor (Cristo victorioso). Satanás es el enemigo derrotado que ha sido
destronado; su reino y su orden fraudulentos están tocando a su fin. Cristo restaurará el
orden de la creación tal como restaura la vida sobre la tierra. En el conflicto cósmico
prosiguen las operaciones de limpieza, pero el desenlace es definitivo, la suerte está
echada.
El finado trovador de Cristo, Keith Green, captó la conquista de Cristo en su
canción «The Victor».12

Tragado por el oscuro seno de la tierra...


Triunfó la muerte —aseguran.
Pero aunque la tumba intentara sujetarle,
El Hijo de la Vida
Resucitó al tercer día...
Todo está consumado.
Lo que era imposible Él hizo.
La vida derrotó a la muerte.
Jesucristo ha vencido...

¡Cuán gritan los demonios!


¿No machacó Él la cabeza de la sierpe?
A los prisioneros del infierno
Él redimió (¡Oh!)
Ha fenecido el poder de la muerte.

El autor inglés, periodista y crítico cultural, G. K. Chesterton (1874-1936) entendió la


maravilla de la nueva era que amanecía con la resurrección: «El tercer día, los amigos de
Cristo, acudiendo al alba hallaron la tumba vacía y la gran piedra movida. Se dieron
cuenta de diversas maneras de la nueva maravilla; pero a pesar de ello, a duras penas
fueron conscientes que el mundo había muerto por la noche. Lo que estaban
contemplando era el primer día de una nueva creación, con un nuevo cielo y una nueva
tierra; y a en el frescor vespertino, sino de la alborada».13
En la nueva era que ha amanecido con su resurrección, Cristo está implantando su
reino en la tierra.14 Christus Victor nos llama a vivir en el marco de sus ordenanzas y a
extender su dominio del cielo a la tierra.
Con frecuencia, la iglesia funciona como si Satanás fuera el vencedor y Cristo el
vencido. Dando demasiado crédito a lo demoníaco, anda a la defensiva en su mundo y
sus comunidades. Aunque la Biblia reconoce que Satanás es el «príncipe de este mundo»
(Juan 12:31) «que engaña al mundo entero» (Ap 12:9), su poder sólo se extiende a las
áreas donde la gente vive voluntariamente en tinieblas y practica maldad. Primera de Juan
3:8 declara: «El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha estado pecando
desde el principio». Pero ese mismo versículo sigue diciendo: «El Hijo de Dios fue
enviado precisamente para destruir las obras del diablo». La Biblia deja claro que Satanás
ha sido definitivamente derrotado gracias a la muerte y resurrección de Cristo. El
lenguaje que usa Pablo es claro: «Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio
de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal» (Col 2:15). En este
pasaje se nota un lenguaje bélico: un bando gana y otro pierde una batalla crítica. La
muerte de Cristo en la cruz fue el momento decisivo de la gran guerra espiritual entre
Dios y Satanás. Éste es un enemigo derrotado; está en franca retirada y su juicio final es
ineludible.15 El Cristo invencible nos llama a bombardear las mismas puertas del infierno
y nos asegura que no prevalecerán contra nosotros.16 De todas las personas que pueblan
la tierra, los cristianos deberían ser las personas más optimistas, porque Cristo vencido en
la batalla decisiva del gran conflicto cósmico y ellos ¡saben cómo acaba la historia!

El reinado de Dios en la tierra

Por haber tenido el privilegio de viajar por todo el mundo, he preguntado a pastores y
líderes de iglesia: «¿Sobre qué es rey Jesús ahora?» La respuesta casi unánime es: «¡Él es
hoy rey del cielo y lo será de la tierra cuando regrese!» Pero ¿qué dice la Biblia?
Pablo bosqueja la supremacía de Cristo sobre todas las cosas ahora, no solamente
en el ámbito espiritual. Note cuántas veces Pablo dice «toda la creación», «todas las
cosas» y «todo»:

Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación,


porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y
en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados
o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él. Él es
anterior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo coherente.
Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el
primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero. Porque
a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud y, por medio de
él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra
como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que
derramó en la cruz. (Col 1:15-20)

Jesús confirma su soberanía sobre la tierra en su diálogo con Poncio Pilato,


gobernador romano de Judea:

Pilato volvió a entrar en el palacio y llamó a Jesús.


—¿Eres tú el rey de los judíos? —le preguntó.
—¿Eso lo dices tú —respondió Jesús—, o es que otros te han
hablado de mí?
—¿Acaso soy judío? —replicó Pilato—. Han sido tu propio pueblo
y los jefes de los sacerdotes los que te entregaron a mí. ¿Qué
has hecho?
—Mi reino no es de este mundo —contestó Jesús—. Si lo fuera,
mis propios siervos pelearían para impedir que los judíos me arrestaran.
Pero mi reino no es de este mundo.
—¡Así que eres rey! —le dijo Pilato.
—Eres tú quien dice que soy rey. Yo para esto nací, y para esto vine
al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de parte
de la verdad escucha mi voz. ( Juan 18:33-37)

N. T. Wright, experto bíblico y ex obispo de Durham, Inglaterra, nos ayuda a


entender el matiz de las palabras de Cristo respecto a su reino: «Resulta bastante claro en
el texto que el reino de Jesús no empieza con este mundo. No es un reino terrenal, pero es
para este mundo. Es de otro lugar, pero es para este mundo».17 El reino de Cristo no es de
este mundo; no se funda en la concepción pagana ni en los valores del humanismo o del
animismo.18 Su reino viene del cielo, donde ya está establecido completa y perfectamente.
Cuando Cristo se encarnó, comenzó a instaurar su reino en la tierra.
Vemos esto reflejado en la oración que el Señor enseñó a sus discípulos: «Padre
nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo» (Mt 6:9-10). A menudo, hacemos irreflexivamente
la oración del Padrenuestro, sin reconocer sus intenciones. Él quiere que su reino venga y
se haga su voluntad en la tierra como en el cielo.
Dios tiene una gran agenda para el mundo. Incluye, entre otras cosas, administrar
la creación, bendecir a todas las naciones, enseñarles y reconciliar todas las cosas con
Cristo. También desea hacer un reino de muchas naciones —E pluribus unum (de muchos,
uno).20
Todo reino, también el reino de Dios, consta de cinco elementos
esenciales:

• Un rey que rige: Jesús es el Rey


• Los súbditos del rey. Hoy, todos los que ponen su confianza en Cristo son sus
súbditos. Al fin de los tiempos, toda rodilla se doblará y toda lengua confesará
que Jesucristo es Señor.23
• El ámbito real: cielo y tierra
• Leyes y ordenanzas que constituyen el orden del reino. Estas son las leyes de la
creación, que examinaremos más adelante.21
• La embajada del rey con sus embajadores que representan el reino. La iglesia es
la embajada, y los cristianos son los enviados o embajadores del rey.

¿Cómo sirve la iglesia de embajada de Dios? Valga el ejemplo de Ayacucho, Perú,


durante el periodo del movimiento terroristamaoísta Sendero Luminoso, en la década de
los 90. El pastor Samuel Alcaraz Curi recuerda que «cuando la guerrilla estaba activa en
Perú, ellos predicaban la muerte, pero en mi iglesia se predicaba la vida. Adquirimos
fama de amar al pueblo; la guerrilla invitaba a matar y a morir. Y nuestra iglesia creció
enormemente porque ofrecíamos salud, seguridad, nutrición, vestido, amor y paz, el reino
de Dios en términos prácticos».23
El orden del reino de Dios edifica sociedades libres y prósperas. El orden falso de
Satanás acarrea esclavitud y pobreza.24

Reinos expansivos y concomitantes.

Muchos cristianos creen que las cosas en la tierra empeorarán cada vez más, y que
cuando ya estén muy mal, entonces volverá Jesús. Hace varios años, el director nacional
de Fundación contra el Hambre de Bolivia me dijo que su personal, compuesto
mayoritariamente de cristianos evangélicos y carismáticos, creía que dado que las cosas
iban empeorando, el retorno de Cristo debía ser inminente. La ironía es que ellos trabajan
para una organización de desarrollo que procura mejorar las condiciones y reducir la
pobreza de las comunidades bolivianas. Vivían en tensión: ¿retrasaría su desarrollo
comunitario el retorno de Cristo?
El reino de las tinieblas está aumentando.25 Si uno piensa secuencialmente (como
en los grandes ciclos hinduistas de la vida: nacimiento-vida-muerte-re-nacimiento), las
cosas parecen ciertamente desesperadas. Pero si uno piensa de manera concomitante, verá
un futuro más esperanzador y razón abundante para trabajar contra el mal moral, natural e
institucional.
La Biblia habla de dos reinos concurrentes: el reino de las tinieblas y el reino de la
luz. Esto es patente por las palabras de Jesús: «El reino de los cielos es como un hombre
que sembró buena semilla en su campo. Pero mientras todos dormían, llegó su enemigo y
sembró mala hierba entre el trigo, y se fue. Cuando brotó el trigo y se formó la espiga,
apareció también la mala hierba... Dejad que crezcan juntos hasta la cosecha. Entonces
diré a los segadores: “Recojed primero la mala hierba, y atadla en manojos para
quemarla; después recojed el trigo y guardadlo en mi granero”» (Mt 13:24-26, 30).
También puede verse esto en las imágenes del fuego fundidor, purificador, y la
lejía del lavandero26 y en la gran sacudida para separar lo permanente de lo transitorio.27
La ciudad que Dios ha edificado permanecerá; lo que Satanás ha erigido será destruido.
San Agustín, al reflexionar en el saqueo de Roma acaecido en el año 410, dijo: «Todas
las ciudades terrenales son vulnerables. Los hombres las edifican y ellos las destruyen. Al
mismo tiempo, la Ciudad de Dios, que los hombres no edificaron ni pueden destruir,
es eterna».28
El reino de Cristo no es estático; es expansivo. Es incontenible29, progresivo30 y
expansivo31. El viejo orden está pasando; el nuevo está llegando.32 Jesús anuncia: «¡Yo
hago nuevas todas las cosas!» (Ap 21:5). Él está transformando la cultura desde dentro, y
nos invita a participar en la extensión de su reino en la tierra.

Esta Lectura de La liberación del mundo: Una respuesta cristiana al islam radical y al
fundamentalismo ateo, Parte 2: La Gran Comisión, capítulo 9, Cristo y el Reino, 131-140

Epígrafe: Dallas Willard, La conspiración divina, Zondervan, 2013


1. El Señor de los anillos: Las dos torres, dirigida por Peter Jackson (Burbank, Calif.: New Line Cinema,
2002), DVD.
2. Iglesia Reformada Episcopal, «A Pastoral Letter on Mission,» http://
rechurch.org/recus/ID84eb63aced10d3/?MIval=/recweb/articles. html&display=missions.
3. Mt 28:16.
4. Eso no quiere decir que Jesús temiese morir, sino que su victoria sobre la muerte significó también
victoria sobre el temor a la muerte. Él afrontó con éxito su prueba y venció ese temor, así como toda
tentación.
5. John Stott sugiere que la copa que Jesús temía «simbolizaba. . . la agonía spiritual de cargar con los
pecados del mundo, es decir, de soportar el juicio divino que tales pecados merecían» ( John Stott, The
Cross of Christ [Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 2006], 78).
6. Mt 26:36–46.
7. Mt 12:22–29.
8. Mt 28:5–6.
9. Hch 2:24.
10. Col 1:20.
11. Heb 2:14–15.
12. Keith Green, «The Victor,» No Compromise, Sparrow Records, 1978. Para acceder a un vídeo de esta
conmovedora canción visite: www.youtube.com/watch?v=Wil0PBylyW0.
13. G. K. Chesterton, citado por John Warwick Montgomery en «The Un-Apologist,
» Christian History 21, no. 3, 39.
14. Is 9:7; Lc 1:32-33; Mt 13:31–33.
15. Ap 20:10.
16. Mt 16:18.
17. N. T. Wright, entrevistado por Tim Stafford, «Mere Mission,» Christianity Today, January 5, 2007,
http://www.christianitytoday.com/ct/2007/ january/22.38.html?start=4; énfasis añadido.
18. Ro 1:22–23.
19. Gn 1:26–27; Gn 12:2–3; Mt 28:18–20; Col 1:20.
20. Ap 5:9–10.
21. Fil 2:9–11.
22. Todos los dirigentes promulgan leyes para gobernar. Jesús es el Rey y desea que las naciones sean
enseñadas y aprendan a obedecer todo lo que Él les ha mandado. Impera el orden en el reino de Dios, pero
vivimos en un mundo caído donde hay desorden porque no todas las personas obedecen el orden divino.
Cuando la gente desobedece el orden de Dios, se instala el desorden en la vida y en las naciones. Esto se
corrige mediante la restauración del orden del Creador en las mismas.
23. Como contó el pastor Curi a Mandie Miller, en Puerto Rico, 15 de septiembre, 2008.
24. Para más sobre este punto, véase Vision Conference Notebook Materials: The ABC’s of Culture: The
Web of Lies, http://www.disciplenations.org/vc/ host-tools.
25. Mt 24:6–8; Ap 6:1–8.
26. Mal 3:2–4; 1 Co 3:12–13.
27. Dn 7:14–27; Heb 12:26–29.
28. St. Agustín, citado por Charles Colson y Ellen Vaughn en El Cuerpo (Nashville: W Publishing Group,
1994, descatalogado)
29. Dn 2:35, 44–45; 7:27.
30. Is 9:6–7; Mt 16:18; 28:20b; 1 Co 15:25–27; Ap 11:15.
31. Mt 13:31–33.
32. Is 25:8; 1 Co 7:31.

La liberación del mundo: Una respuesta cristiana al islam radical y al fundamentalismo ateo
Copyright © 2012 por Darrow L. Miller
Publicado por Editorial JUCUM
P.O. Box 1138, Tyler, Texas 75710
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida en modo
alguno sin el permiso por escrito del editor, exceptuando citas breves en artículos o revistas.

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