Tema #1 de Pedagogía - Ed. Común - Período 2024 - 2025 - Sin Síntesis
Tema #1 de Pedagogía - Ed. Común - Período 2024 - 2025 - Sin Síntesis
Tema #1 de Pedagogía - Ed. Común - Período 2024 - 2025 - Sin Síntesis
EDUCACIÓN COMÚN
TEMA N° 1 DE PEDAGOGÍA
INTRODUCCIÓN
Posicionarse frente a una temática tan compleja y discurrir teórica y valorativamente, vuelve
trascendente una delimitación de los aspectos fundantes, sustantivos y estructurantes que
convertirán todo lo elaborado en un discurso crítico, articulado y criterioso. En busca de esa
aspiración es que el presente trabajo se organiza en virtud de la apreciación basada en la
perspectiva de las Ciencias de la Educación, en el contexto específico de la Pedagogía.
Ahora bien, en pleno siglo XXI, dicha temática ha cobrado valor y vigencia por los postulados
a los que refiere, entre ellos cabe señalar que la misma hará alusión al estudio y análisis
pedagógico de la concepción de laicidad en el marco normativo, sus antecedentes y enfoques.
Considerando el lugar de la laicidad en el marco de las políticas educativas actuales, atendiendo
a los desafíos pedagógicos en el aula.
Es así que esta ponencia teórica convoca a reflexionar sobre algunos puntos y cuestiones de
fundamental importancia, en base a ello se plantean las siguientes interrogantes disparadoras:
¿Sobre qué bases pedagógicas se explicita el concepto de laicidad actual? ¿Qué marco
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normativo, antecedentes y enfoques sustentan dicha concepción? ¿Cómo se concibe la laicidad
en el ámbito de las políticas educativas actuales? ¿Qué desafíos pedagógicos se abren paso en
el aula para concretar la laicidad?
Estas y otras interrogantes serán abordadas y situadas “sobre el tapete” con la finalidad de
teorizar y reflexionar, desde una mirada abierta y relativa del saber.
DESARROLLO
La presente teorización invita a reflexionar sobre el concepto de laicidad desde una mirada
actual, considerando los antecedentes, enfoques y el marco normativo implícito en su
construcción.
Con tal propósito se profundizará en el abordaje de diferentes aportes pedagógicos, para
reflexionar sobre el concepto de laicidad.
La sociedad de este siglo XXI ubica al conocimiento en un lugar relevante; cuando la función
de la escuela, como institución educativa, es formar a las personas para que se desempeñen
como ciudadanos participativos, críticos y productivos, la permanente adecuación de los
contenidos educativos es una exigencia ineludible; necesaria pero no suficiente, porque el modelo
curricular actual requiere de una propuesta educativa ajustada a las necesidades y características
de los estudiantes.
Partiendo del estudio del contexto actual, se observa que el marco normativo de la DGEIP se
centra en los Derechos Humanos, lo que significa que los alumnos son entendidos como sujetos
de derecho y el derecho a la educación debe garantizar el acceso de todos a una cultura
general y plural.
Los elementos que definen la estructura básica del sistema educativo son de diferente orden,
pero pueden distinguirse, a partir de diferentes niveles de análisis, un conjunto de principios
vertebradores y estructurantes (formas soportantes) que rigen la organización de sus distintas
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instancias, los que se expresan y definen como líneas de acción en el marco de un modelo
curricular o programa.
En realidad, lo que pasa es que hay consistencia entre el proyecto político general vigente en
la sociedad, y el proyecto educativo que opera. Es este ajuste, lo que define la existencia de
“calidad”.
La pérdida de la calidad se percibe -se mide- a través de hechos de que la definición de los
principios vertebradores ha variado en la sociedad, tanto en las representaciones sociales como
en el discurso académico pero lo que no ha cambiado es la organización de las estructuras de la
educación y sus aspectos fenoménicos concretos. Esta ruptura se vive como pérdida de la
calidad, en la medida en que lo que se pierde es la significatividad social del aparato educativo.
Resta entonces determinar cuáles son los principios vertebradores fundamentales a partir de
los cuales se la puede estimar, no solo para que estas definiciones puedan servir de orientación
para las decisiones sobre la transformación de la educación, sino también para poder “medirla” (o
estimarla) en alguna forma.
El sistema político también hace demandas al sistema educativo que en el ámbito de acción
se resumen en la cuestión educación - democracia. Demanda valores y comportamientos
específicos que deben ser transmitidos por la escuela.
Una sociedad democrática, solidaria y participativa reclama el aprendizaje de los valores, las
actitudes y las conductas básicas que hagan esto posible, y para ello se debe ejercer la
solidaridad y la participación desde la infancia.
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con esta demanda, las instituciones educativas, desde el nivel elemental hasta el superior,
deberán estar organizadas de manera que estas conductas sean no solo posibles, sino
necesarias para el buen funcionamiento de la institución.
Puede ser importante repetir que los principios básicos que vertebran la estructuración de la
educación son los que se expresan en el campo de las definiciones políticas - ideológicas.
Cuando estas están definidas no se deja margen de libertad a las demás instancias, sino que las
ordenan. Es decir, son las que establecen los “patrones de medida” para determinar la calidad de
un sistema educativo. También son las que, al variar, cargan o descargan de significatividad
social un modo concreto de organizar el sistema educativo, la institución escolar y la propuesta de
enseñanza.
Es así que, a la luz del análisis de la normativa vigente, se observa que la administración
educativa actual, en el marco del quinquenio 2020 – 2024, se plantea en primer lugar, trabajar de
manera activa en la defensa y concreción del principio rector de laicidad.
Cabe explicitar que la laicidad surge dentro del proyecto vareliano a fines del siglo XIX.
Estas dimensiones aparecen claramente expresadas en palabras del propio Varela: “La
educación que da y exige el Estado no tiene por fin afiliar al niño en esta ni en aquella comunión
religiosa, sino prepararlo convenientemente para la vida del ciudadano”. (Varela, 1964, p. 98).
Por su parte Reina Reyes, maestra y pedagoga, plantea que: “La laicidad es un elemento
esencial de las democracias instituidas (…)”. (Reyes, 1986, p. 86.)
El planteo postulado por la pedagoga permite entrever la concepción humanista y
antropológica de la educación. Desde este lugar la autora apuesta al desarrollo del pensamiento
reflexivo, en un encuadre de libertad de pensamiento y de expresión, lo que implica la relación
entre libertad – autonomía y libertad – participación.
A partir de esas premisas, y como se establece en la Ley General de Educación N° 18. 437,
en su artículo 17, es necesario avanzar en la generación de espacios que aseguren “(…) el
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tratamiento integral y crítico de todos los temas en el ámbito de la educación pública, mediante el
libre acceso a las fuentes de la información y conocimiento que posibilite una toma de posición
consciente de quien educa (…)”, garantizando la pluralidad de opiniones y la confrontación
racional y democrática de saberes y creencias.
Al realizar un recorrido pedagógico por los antecedentes y enfoques vinculados con el origen
del concepto de laicidad, se detectan (como se nombró anteriormente) los significativos aportes
de dos teóricos icónicos a nivel nacional: José Pedro Varela y Reina Reyes. Ambos contribuyeron
al desarrollo y la configuración de la laicidad a nivel nacional como principio ético y democrático.
La laicidad surge dentro del proyecto vareliano a fines del siglo XIX. Es importante señalar
que este emprendimiento inicia su desarrollo en un contexto témporo – espacial específico
coincidente con la Primera Modernización del Estado, de la mano del Coronel Lorenzo Latorre, en
un encuadre político, económico y socio – cultural de profundos cambios y modificaciones para el
país, que alcanzan a la educación, la que llega a ser concebida en palabras de Varela, de la
siguiente manera: “(…) la ilustración del pueblo es la verdadera locomotora del progreso”.
Por su parte, José Pedro Varela, en el capítulo XI de “La Educación del Pueblo”, y en el
informe que precede al proyecto de Legislación Escolar, sostiene con argumentos sólidos la
necesidad de una escuela laica, afirmando:
La escuela pública no tiene por misión perseguir un fin religioso, sino un fin social.
La educación que da y exige el Estado no tiene por fin afiliar al niño a una religión sino
La escuela pública es sostenida por todos, cualesquiera sean sus creencias religiosas y no
sería justo hacer contribuir a su sostenimiento a aquellos que profesan una religión que no
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La escuela debe formar en los principios morales y no en los dogmas de una religión
determinada.
El Estado es una institución política y no religiosa y por lo tanto no debe favorecer a una
“¿Es bastante robusta la inteligencia de los niños para poder abordar, sin turbarse y sin caer
desmayada, todas las arduas cuestiones que entraña el conocimiento del dogma? ¿Es posible
aliar en la escuela, la enseñanza objetiva, que debe servir de base a todo sistema racional de
educación, con la enseñanza, esencialmente subjetiva, del dogma revelado?” (1964, p.40).
Reina Reyes, expresa: “(…) En un alto nivel de abstracción la laicidad supone un ideal de
convivencia basado en el respeto a la persona e implica una actitud opuesta a toda presión
coercitiva (…)”. (1986, p. 47). Y agrega “(…) La escuela pública laica ofrece el medio para afirmar
la unidad nacional, favoreciendo la unidad humana. La escuela pública laica es escuela de
democracia y merece por lo mismo el apoyo económico y moral para el logro de una sociedad
sana y creadora que sustente una base de valores comunes que le dan sentido y justificación”.
(1986, 69).
Por ende, en la actualidad la laicidad puede ser entendida desde este enfoque como la
máxima expresión de respeto hacia el otro, va más allá del simple acto de tolerar.
De acuerdo a esta concepción de hombre, que propone Reina Reyes, el individuo necesita
libertad para su desarrollo y realización personal. Estudiando esta idea de libertad, la autora,
dedica especial atención al estudio del papel del Estado, profundizando en su naturaleza y
optando por la democracia como sistema político, único régimen que busca y protege la
conciliación de la libertad del hombre con el orden político.
En este sentido, la “libertad de pensamiento”, hace referencia al derecho que tiene toda
persona de mantener sus propias opiniones y creencias filosóficas, políticas, etc., sin ser
inquietado o coartado por la autoridad pública.
Por su parte, la “libertad de expresión”, consiste en el derecho del individuo a exponer sus
pensamientos y opiniones por medio de la palabra, por escrito o cualquier otro medio
de reproducción, sin censura por parte de la autoridad. La “libertad de expresión” es
consecuencia de la “libertad de pensamiento”. Pero, a diferencia de la primera que constituye un
derecho absoluto y sin límites (cada uno es libre de pensar u opinar de una determinada manera),
la libertad de expresión implica exteriorizar lo que se piensa u opina, y por ello tiene unos límites
que la propia ley establece. Tales límites son los derechos de los demás a ser respetados en su
honor, intimidad, así como los derechos de la sociedad en su conjunto a que no se divulguen
opiniones o pensamientos que atenten contra el orden público o el orden de convivencia
establecido.
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Ahora bien, estos supuestos, anteriormente analizados por la autora, la conducen a centrarse
en la temática de la laicidad, ya que es la esencia del juego dialéctico entre las libertades de
autonomía y participación. A partir de la laicidad se constituye el hombre como sujeto “situado y
libre”, esa es la base de la laicidad.
La autora distingue entre el significado ideológico de laicidad y su uso. Entiende que con el
transcurrir del tiempo se ha modificado la forma de concebir la laicidad, lo que en la actualidad
genera posiciones ideológicas encontradas.
Es así que Reina Reyes pone un énfasis especial en diferenciar, el término “Laicismo” de
“laicidad”. Con esa finalidad alude que:
Esta doctrina que separa toda sociedad civil de la religiosa se instauró definitivamente en
nuestro país recién en 1917 (durante el proceso de secularización del gobierno Batllista).
Por ende, la autora analiza que el concepto de “laicidad", es una palabra, que no deriva de la
palabra “laos” como las anteriores, y expresa:
“(...) La laicidad, responde al espíritu del humanismo que proclama la dignidad de la persona,
respeta la individualidad de cada hombre concreto y, por lo mismo, deja los valores en los
dominios de la filosofía, de la religión, de la política y del arte, a la libre elección de la persona
(…).” (1986, p. 69).
La laicidad, por lo tanto, es una actitud de vida, que supone un ideal de convivencia basado
en el respeto a la persona e implica una actitud opuesta a toda presión coercitiva para el
pensamiento y para los sentimientos individuales.
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Desde esta perspectiva, se caracteriza por el respeto, como se señaló anteriormente, a
diferencia de la tolerancia que parece insinuar el “soportar” como un favor a las ideas contrarias a
las propias. La autora señala y recalca esta diferencia, al referirse:
“(...) Dice el diccionario: "Tolerar: Sufrir, llevar con paciencia, soportar, aguantar”. No es esto
lo que la laicidad supone, sino respeto a las ideas de los otros, por opuestas que sean a
las nuestras. En la laicidad, no existe generosidad, sino justicia, impulso de justicia que emana
del sentimiento de igualdad de los hombres. Quien por sus ideas se considere superior a los
otros, tiende a imponerlas; quien acepta sin análisis las ideas de otros, es porque las cree de
mayor valor que las suyas, enajena su pensamiento y persona; quien se siente igual a otro
hombre en lo que se refiere a la búsqueda de la verdad, respeta sus ideas (...).” (R. Reyes, 1986,
p.69).
Cuando la autora hace referencia a una “educación laica” analiza la existencia de dos
enfoques que no son excluyentes entre sí pero que se diferencian: se puede considerar a la
función educativa como un acto de conducir al educando a adaptarse pasivamente a la
comunidad educativa aceptando totalmente los valores que se imponen en esta; o se puede
sostener que la educación desempeña un papel creador que permite modificar y superar la
realidad de la cual deriva el sujeto.
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Desde esta mirada y a la luz de los aportes pedagógicos, apostar al desarrollo del
principio rector de laicidad en el aula actual, implica algunos de los siguientes desafíos:
Desarrollo de la capacidad de pensar con otro, aunque ese otro sea diferente (o
precisamente por ello); capacidad de defender las propias convicciones, sin cerrarse a las
razones del otro. Capacidad de buscar la verdad apoyándose en el saber científico
éticamente fundado, capacidad también de discernir, optar y comprometerse.
CONCLUSIONES
La práctica educativa juega aquí un papel decisivo, y en ella la laicidad resulta imprescindible,
entendida como la garantía de respeto por el pensamiento de los demás, aplicable a todos los
integrantes de la institución educativa. Implica crear las condiciones, vale decir, el tratamiento
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integral, crítico e imparcial de los temas y teorías, así como el libre acceso a las fuentes de
conocimiento e información, que posibiliten una toma de posición consciente y responsable.
Como lo establece Reina Reyes, es preciso también, comprometerse con una actitud laica y
real que significa reconocer para sí el derecho a pensar y sentir, pero también reconocer en los
otros el mismo derecho, respetando, reflexionando la situación del otro para intervenir y
solucionar las situaciones adversas. Esta actitud constituye un buen comienzo para educar en la
atención a la diversidad, para respetar la multiculturalidad y hacer posible la inclusión.
“El aprendizaje verdadero, en efecto, tiene que ver con descubrir la verdad, no con la
imposición de una verdad oficial; esta última opción no conduce al desarrollo de un pensamiento
crítico e independiente. La obligación de todo maestro es ayudar a sus estudiantes a descubrir la
verdad por sí mismos, sin eliminar, por tanto, la información y las ideas que puedan resultar
embarazosas para los más ricos y poderosos: los que crean, diseñan e imponen la política
escolar”. N. Chomsky.
BIBLIOGRAFÍA REFERENCIAL
Ley Nº. 18. 437. Ley General de Educación. Diciembre de 2008. Recuperado de:
http://www2.ohchr.org/english/bodies/cat/docs/AnexoXIV_Ley18437.pdf
Varela, J.P. (1964). La Educación del Pueblo. Colección Clásicos Uruguayos, Montevideo.
Vol. 49.
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Material seleccionado, sintetizado y organizado por la Maestra Carmen Rodríguez.
Licenciada en Psicología (UDELAR) – Especialista en Dificultades del Aprendizaje
(UCUDAL). Dinamizadora de Concursos de Educación Inicial y Común.
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