Cultura y Sociedad Movi
Cultura y Sociedad Movi
Cultura y Sociedad Movi
y sociedad en
movimiento
S E R I E
TERCERA DÉCADA
Cultura
y sociedad en
movimiento
José Luis Arriaga Ornelas
José Concepción Arzate Salvador
Ignacio Medina Alegría
Itzel Abril Tinoco González
Compiladores
MÉXICO 2017
Esta investigación, arbitrada por pares académicos,
se privilegia con el aval de la institución coeditora.
306.4
C967
Cultura y sociedad en movimiento / coordinado por José Luis Arriaga Ornelas, José
Concepción Arzate Salvador, Ignacio Medina Alegría e Itzel Abril Tinoco González -- 1ª ed. --
México : Universidad Autónoma del Estado de México : Miguel Ángel Porrúa, 2017
205 p. : 17×23 cm (Las Ciencias Sociales. Tercera Década)
ISBN 978-607-524-140-1
© 2017
Universidad tónoma del stado de éxico
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ecretaría de nvestigación y st dios vanzados
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© 2017
Por características tipográficas y de diseño editorial
ig el Ángel Porrúa, librero-editor
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Derechos reservados conforme a la ley
ISBN 978-607-524-140-1
w w w. m a p o r r u a . c o m . m x
Amargura 4, San Ángel, Álvaro Obregón, 01000, CDMX
Presentación
José Concepción Arzate Salvador*
La presente compilación de textos, que aborda temáticas diversas sobre
cultura y sociedad, es corolario de un esfuerzo compartido de profesores-
investigadores y alumnos de licenciatura y posgrado con el fin de dar a
conocer resultados de las investigaciones que se están realizando en el
organismo académico, incluyendo, por supuesto, otros trabajos llevados a
cabo por colegas de instituciones y disciplinas afines; de esta manera se
fortalecen los cuerpos académicos y se promueven las líneas de genera-
ción y aplicación del conocimiento de éstos, evidenciando algunos campos
de conocimiento de la antropología.
La sociedad está en movimiento constante, es dinámica, no se detiene;
el ser humano transforma su entorno social, económico, religioso, político,
ecológico generando cultura, la cual lo distingue del resto de las especies,
le da sentido, significado, una razón, un motivo en su existencia, pero ésta
también es cambiante, adaptable y compleja. Las subdisciplinas de la an-
tropología se han diversificado hacia temáticas en escenarios rurales, ur-
banos e híbridos. De estos dos conceptos mudables: cultura y sociedad, se
da cuenta en este libro.
El primer trabajo de la primera parte, Cuerpo, discursividad y prácticas
de consumo estudia la sociedad de consumo y plantea que la belleza feme-
nina ha sido objeto de un redituable comercio. Este innegable fenómeno,
sin duda, se presenta como un evidente problema de género que debe ser
estudiado en la búsqueda de la emancipación femenina. Se propone poner
en evidencia que este comercio de género corre a cargo de una labor de la
sofística. A través de un análisis de la revista Vogue, se puede hablar de un
7
imperialismo occidental sobre la belleza femenina que pretende una su-
puesta universalidad. Tal discursividad, de procedencia sofística, prescribe
formas de hacer y ser para lograr dicha belleza que no es otra cosa que la
reproducción de la mimesis de lo bello.
En el segundo texto se pretende generar una reflexión en torno a la
relación existente entre practicantes de la disciplina física del yoga, el cuerpo,
el consumo de productos de marca y su relación con la espiritualidad. Al
mismo tiempo, se aborda la percepción de un grupo de practicantes de
yoga sobre los cambios corporales y mentales que han experimentado.
También se analiza la cuestión simbólica que subyace en el imaginario de
los adeptos de dicha disciplina como “consumidores espirituales”. Se con-
sidera el testimonio de 40 participantes del evento Yogat, Om, realizado en
la Ciudad de México en junio de 2013.
La segunda parte, Sistemas agrícolas, fiesta y cultura campesina, consta
de cuatro trabajos; el primero refiere que la antropología es una disciplina
que se interesa por entender el fenómeno humano; sus diversas manifes-
taciones constituyen el objeto de estudio y la comprensión del porqué di-
cha diversidad ocupa las discusiones teóricas a su interior. Una de las
posturas teóricas que recientemente ha ofrecido ideas respecto a las carac-
terísticas de las distintas sociedades es la de los sistemas disipativos. En
este sentido, este texto ofrece dos elementos: el primero es un ejercicio de
revisión y ponderación de la línea argumental de la teoría de la energética
social formulada por Richard N. Adams, en la que se propone mirar a la
sociedad como un flujo energético, y el segundo es la revisión de algunos
datos duros sobre el evidente proceso de transformación de la vida cam-
pesina en México, visto precisamente en términos de un sistema disipativo
determinante en la forma de supervivencia en nuestro país. Las dos accio-
nes se presentan con el objetivo de ponderar la utilidad heurística que las
nociones de entropía y autorreproducción ofrecen para el entendimiento
de la dinámica actual de los patrones culturales que orientan la vida social
en el campo mexicano.
El segundo texto aborda las implicaciones en una comunidad agrícola
mexicana por la introducción de la agricultura protegida, pensando en que
su presencia genera características socioambientales emergentes. Para el
análisis del fenómeno se propone una adaptación del modelo Presión-Es-
tado-Respuesta que ofrece líneas alternativas para superar la vieja dicoto-
Presentación • 9
Toluca (zmt), mediante indicadores estructurales (índice de marginación) y
analíticos (índices de dependencia económica) que presenta la población
de los municipios que integran la zmt; asimismo, se hace un comparativo
entre los niveles de marginación y el tamaño de población de los munici-
pios, así como la concentración de población de adolescentes y niños en la
zona de estudio.
Finalmente, el segundo texto plantea que el bienestar y calidad de vida
son acepciones que han ocupado un lugar importante tanto en el interés
público como en la discusión e investigación que desde las disciplinas hu-
manas y sociales se genera. En qué procesos estructurales se insertan,
cómo se constituyen y cómo pueden ser determinados han sido algunos
de los cuestionamientos sobre los que ha discurrido su debate. No hay un
acento unívoco al respecto, y atañen a dimensiones distintas como lo eco-
nómico, lo social, lo cultural, lo ambiental, así como a los ámbitos individual
y colectivo. Este documento tiene como propósito aproximarse a dichos
conceptos y a algunos de los enfoques teóricos desde los que se han abor-
dado. De manera paralela se considera la revisión de planteamientos emer-
gentes enmarcados en la noción alternativa del buen vivir. Asimismo, se
presentan algunas reflexiones dirigidas a conformar una propuesta analí-
tica que sirva como base para comprender los procesos de bienestar desde
una mirada socioantropológica.
Como es manifiesto, la obra en su conjunto aborda distintos temas
desde diversas perpectivas epistemológicas y teórico-conceptuales. Cons-
tituye un trabajo plural que articula la perspectiva antropológica, con otras
lentes disciplinares. Cuerpo, agricultura, desigualdad y bienestar se entre-
lazan como ejes en principio divergentes, que hallan en lo sociocultural un
elemento común de análisis. Así, los textos aquí englobados tienen la ex-
pectativa de aportar en la discusión contemporánea de viejos y nuevos
derroteros de interés antropológico, y social en general.
Parte I
Cuerpo, discursividad
y prácticas de consumo
Antropología del cuerpo: comercio de género como una labor
de la sofística. Caso de la belleza femenina en la revista Vogue
Carlos González-Domínguez*
José Luis Arriaga Ornelas**
Introducc ón
i
La epistemología antropológica tiene un principio básico: comprender y
explicar los hechos y fenómenos culturales de una sociedad desde la cul-
tura que los ha producido. Por su parte, la cultura tiene una impronta
epistemológica: sólo puede entenderse en cuanto diferencia; es decir, sólo
es reconocible como “diferente” (Sánchez-Parga, 2010). Dados estos princi-
pios, un estudio sobre cualquier aspecto de la cultura termina por ser una
teoría sobre la diferencia, pues echar una mirada antropológica sobre al-
gún aspecto de la realidad implica un interés por los valores que una so-
ciedad asigna a sus hechos culturales.
En cuanto a las prácticas que producen cultura, la representación es
una de las más importantes. ¿Por qué?, “porque la cultura versa sobre sig-
nificados compartidos. […] Los significados sólo pueden compartirse por
medio de nuestro común acceso al lenguaje. Es por eso por lo que el len-
guaje resulta central al significado y la cultura, y siempre ha sido visto
como el repositorio clave de los significados y valores culturales” (Hall,
2010: 59). A partir del ejemplo del lenguaje como sistema representacional
se puede asegurar que el uso de imágenes, sonidos u objetos que son co-
locados “en lugar de”, son un sistema de representación, pues aquéllos se
convierten en los medios por los cuales se representan pensamientos,
ideas y sentimientos en una cultura dada.
13
En este sentido, es posible sostener que la cultura depende de dar
significado a las cosas, asignándoles distintas posiciones al interior de un
sistema clasificatorio. Como lo diría Mary Douglas (1990), siguiendo el
trabajo de Émile Durkheim: los grupos sociales imponen significación a su
mundo por el hecho de ordenar y organizar las cosas en sistemas clasifi-
catorios. De tal modo que es posible trabajar, por un lado, con la idea de
prácticas representacionales (Hall, 2010) y, por el otro, con el sistema cla-
sificatorio propio de una cultura, y es posible hacerlo en relación con las
imágenes (cuya variedad es mostrada en la cultura popular y los medios
masivos de comunicación) del cuerpo y la esteticidad significante, propias
de la sociedad contemporánea. Esto es lo que en buena medida ofrece el
presente texto.
A manera de antecedente, puede advertirse el descuido que el tema del
cuerpo tuvo históricamente entre las ciencias sociales. Sobre todo puede
suponerse que estuvo relacionado con la prenoción de que la biología no
pertenece a la cultura y que por ello el cuerpo, en tanto ente biológico y
presocial, podía quedar al margen. De acuerdo con Turner (1994), existirían
dos razones para justificar el descuido académico del cuerpo: en primer
lugar está la herencia cartesiana dualista, que daba prioridad a la mente y a
sus propiedades de conciencia y razón sobre sus propiedades de emoción y
de pasión; en segundo lugar se encuentra el tratamiento del cuerpo como
un ente natural, no cultural. Así fue como la sociología clásica tendió a prio-
rizar al actor humano como un creador de signos y significados, con lo cual
se relegaban las explicaciones del mundo social que tenían en cuenta al
cuerpo humano. “La preocupación sociológica por la historicidad y el orden
social en las sociedades modernas no parecía involucrar al cuerpo salvo en
las cuestiones ontológicas. La sociología se ha preocupado del yo-sociedad
o de su estructura en lugar de la naturaleza-cultura, dejando al margen algo
biológico como el cuerpo que no era visto como un objeto legítimo para la
investigación sociológica” (Martínez, 2004: 128).
En cuanto al ámbito antropológico, señalaba Marcel Mauss hacia los
años cincuenta del siglo xx, que “el cuerpo es el primer instrumento del
hombre y el más natural, o más concretamente, sin hablar de instrumentos,
diremos que el objeto y medio técnico más normal del hombre es su cuerpo”
(Mauss, 1979: 342). Bajo esta convicción escribió su ensayo “Técnicas y
movimientos corporales”, refiriéndose con ese término (“técnicas del cuer-
2
Los análisis aquí presentados pertenecen a un corpus más extenso del que, por razones
de espacio, no damos cuenta de manera exhaustiva.
5
Subrayamos para indicar que estos “imitadores” no son otra cosa que los sofistas (pro-
fesionales de la industria de la belleza) de nuestros días que dedican sus esfuerzos a “produ-
cir” (véase imitar) lo bello.
6
Dejamos por el momento la perspectiva que postula pensar el consumo contemporáneo
de la industria cultural como un proceso de “democratización”. Valga por el momento señalar
que tal perspectiva deja de lado la imposible adquisición de productos de élite a la que sólo la
clase alta tiene acceso, y con esto se viene abajo la supuesta democratización referida (al menos
que se conceda el hecho de que consumir un artículo pirata sea un acto de democracia).
7
Recordemos la noción del ethos aristotélico (Aristóteles, 1991): es uno de los tres argu-
mentos retóricos (ethos-pathos-logos). El ethos consiste en la presentación de pruebas de or-
den ético y provienen del carácter del sujeto hablante, es decir, de la imagen que éste proyec-
ta por la forma en la que discursa. La aplicación de este concepto en la figura del conductor
del noticiario televisivo puede encontrarse en González y Fuentes (2012).
En este sentido, el análisis que nos ocupa nos permite ver la relación
de tres instancias prescriptoras: la primera es ciertamente la revista (ins-
tancia comunicativa de belleza), la segunda es la empresa Chanel (instancia
referencial de belleza), y la tercera es el estuche de sombras para ojos
(instancia objetual de belleza). La una sin la otra pierde su poder de pres-
cripción, ya que el lector de Vogue, al enterarse de este producto que se
ofrece en un lugar preciso, podrá adquirirlo; mientras que aquel lector que
no se enteró por la revista tiene menos posibilidades de adquirirlo (al me-
nos que lo compre directamente en una visita “casual” a la boutique); y, por
último, la presencia de la tienda concretiza la posesión del objeto que con-
vierte a su dueña en bella. En consecuencia, el trabajo de prescripción es
un esfuerzo solidario de estas tres instancias para construir lo bello, parti-
cularmente las sombras de los ojos, como un acto mágico por el simple
hecho de adquirir el artículo.
En este movimiento prescriptivo, en lo que corresponde al estuche de
sombras para los ojos Chanel, en tanto objeto, consideramos que se trata
de un dispositivo que participa del proceso imitativo como condición para
ser bella. Primero, porque su ausencia disminuye (según la lógica del dis-
curso que invita a comprarlo), al menos, las posibilidades de ser bella; y
segundo, porque, en negativo, hay que “adquirirlo de urgencia”, que no es
otra cosa que imitación explícita: si lo adquieres urgentemente, entonces
serás bella; en otros términos: aplícate las sombras Smoky Montaigne y tus
ojos serán bellos. En esta tesitura, la cualidad llamada “belleza” tiene exis-
tencia universal y objetiva. Las mujeres deben aspirar a personificarla y los
hombres deben aspirar a poseer mujeres que la personifiquen (Alvarado y
Sancho, 2011: 10).
8
Un estudio similar al que aquí se presenta ha sido realizado en Argentina con los men-
sajes publicitarios de la revista Cosmopolitan, en donde se analizaron sobre todo anuncios
publicitarios desde la óptica de la industria cultural, llegando a conclusiones de que a partir
de los enunciados encontrados en las publicidades se pueden identificar fragmentos que
entusiasman a buscar ese cuerpo-forma, ya que las propagandas están acompañadas de
mujeres felices que lo han obtenido. Véase Emilliozzi (2013).
9
No es que sorprenda darnos cuenta que el sujeto enunciador se autogenere por el dis-
curso, lo que tratamos de señalar es la contradicción en el uso de los términos en el discurso,
el cual, sin embargo, pasa como coherente (hemos de suponer tanto para el productor como
para el lector), para con esto evidenciar su carácter sofístico.
10
Fotógrafo de referencia en el mundo de la moda y quien trabajó para Vogue. Disponible
en http://foco.me/guy-bourdin
onclus ones
C
i
Como hemos visto, el tratamiento de la belleza en revistas como Vogue re-
curre a la construcción de discursos que merecen el calificativo de sofísti-
cos, dado que la fundamentación de sus argumentos, desde cualquier án-
gulo que se les quiera ver, es discutible, refutable y ciertamente polémica
(de aquí la ausencia de un ethos como garante de la validez del discurso).
De manera que la crítica a este tipo de discursos pone en evidencia la ne-
cesidad de replantear el carácter epistemológico, estético, médico, cultural,
etcétera, desde el cual Vogue refiere a la belleza. Queda claro que una limi-
tación sobre este objeto de referencia es necesaria, para no asumir o pre-
sumir que la belleza referida es universal, eterna y hasta verdadera. Las
otras bellezas femeninas (las de otras civilizaciones o de grupos étnicos, por
11
Entrecomillado de Vogue.
12
En efecto, una metafísica de lo bello se hace necesaria al discurso sofístico, el cual, en
este caso, corresponde al modelo occidental de belleza.
nexos
A
Imagen 1
“Prescripción insidiosa”
Imagen 3 Imagen 5
“Outsider Lucia Pica” “Outsider Yadim”
Imagen 6 Imagen 7
“Outsider James Pecis” “Outsiders Lucia y James”
Imagen 8
“Outsiders Yadim y Anthony”
Introducc ón
i
La práctica del yoga físico en Occidente es relativamente reciente y comen-
zó su boom en la década de los noventa, impulsada principalmente por
movimientos culturales underground provenientes de Estados Unidos, que
a su vez habían retomado la idea de la práctica del yoga y la meditación de
los primeros hippies que viajaban a India en la década de los setenta y
que, atraídos por las prácticas místicas de ese país, importaron el yoga a
América.
En Estados Unidos el yoga se popularizó en las grandes ciudades del
estado de California, apareciendo así las primeras salas en Los Ángeles y
San Francisco. De igual manera surgieron diferentes estilos que se hicieron
populares entre los sectores blancos de la población de dichas metrópolis,
entre ellos: ashtanga yoga e iyengar Yoga. A mediados de la década de los
noventa aparecieron otros híbridos como: power yoga, anusara yoga, yin
yoga, bikram yoga, y otros más.
Es interesante observar que en las grandes metrópolis las salas de
yoga han aparecido y se han reproducido con rapidez para ofertar estilos
de vida más “sanos”. El brikram yoga,1 por ejemplo, ofrece la posibilidad de
35
practicar “yoga caliente”, es decir, en una sala acondicionada con tempera-
turas de 40 ºC, lo que se convierte en una especie de “sauna yoga”.2
El yoga físico llegó a México por la cercanía con Estados Unidos. A
inicios del presente siglo el yoga, como práctica física, se comienza a cono-
cer principalmente en la Ciudad de México, en donde se establecieron
aproximadamente seis salas de yoga. Las primeras de ellas se instalaron
en las colonias Condesa, Del Valle y Lomas de Chapultepec. Los estilos más
conocidos fueron: iyengar y ashtanga, después llegaría el bikram yoga.
La mayoría de las salas de brikram yoga se instalan en lugares y espa-
cios de sectores de clase media alta con altos ingresos económicos de la
Ciudad de México: Santa Fe, Condesa, Roma, San Ángel, Polanco, etcétera.
Bienestar físico ofrece Bikram Yoga a su clientes, además de la posibilidad
de socializar con gente de su mismo estrato social, por lo tanto, estos es-
pacios podrían ser definidos, en un primer momento, como no lugares, que
más tarde se pueden transformar en lugares antropológicos (lugares con
historia), tal como lo plantea Marc Augé en Los no lugares. Espacios del
anonimato (2005).
La mayoría de la gente que asiste a salas de yoga no sólo lo hace para
hacer ejercicio, sino para conocer a quienes se interesan por el cultivo del
cuerpo y del espíritu. Actualmente, en México existe gran variedad de estilos
que se practican de manera masiva, y que han desembocado en congresos
nacionales de yoga, a los que acuden centenas de practicantes. Estos en-
cuentros devienen en grandes escaparates de venta y consumo de produc-
tos sustentados en discursos sobre el cuerpo, la salud y la práctica física.
2
Bikram Yoga es una empresa global que ofrece franquicias en todo el mundo, lo que la
convierte en un marca mundial ligada al acondicionamiento físico, que obtiene ganancias
millonarias; nació en Estados Unidos y fue fundada por el ciudadano de origen hindú Bikram
Choudhury.
3
El tema del cuerpo y sus significaciones en el mundo juvenil ha sido abordado por la
investigadora social Rossana Reguillo en su libro Los jóvenes en México (2010), México, fce-
cenca, p. 225.
4
Conferencia de Gillles Lipovestsky. Disponible en http://www.jornada.unam.mx/2015/
04/28/cultura/a05n1cul#sthash.mVvfc7Dw.dpuf
5
El filosofo Guilles Lipovestsky plantea que las marcas ocupan ahora el papel que antes
jugaban las iglesias. Véase http://www.oem.com.mx/diariodexalapa/notas/n3784943.htm
6
Cabe destacar que Rapaille ha sido cuestionado por su trabajo en beneficio de empresas
trasnacionales.
7
David Le Breton es el antropólogo contemporáneo que más ha investigado sobre la re-
lación del cuerpo y la cultura, así como sus significaciones simbólicas en la actualidad.
8
Muchos de estos productos están ligados con la idea de no “envejecer jamás”, comen-
tada por Le Breton en Antropología del cuerpo y la modernidad (1995: 143).
9
Críticas periodísticas recientes han argumentado, que el “yoga de masas”, es sólo una
forma más de acondicionamiento físico, y que la diferencia radica solamente en los productos
que usan los yoguis.
Las marcas han “invadido” todas las esferas del deporte con su publi-
cidad, sus productos, pero sobre todo con discursos sobre lo bueno que es
“ser” y “estar” “joven”, “sano” y a la moda. Además, empresas como Nike,
Reebok, Adidas, que antes sólo se posicionaban en los imaginarios sociales
vinculados a los grandes eventos deportivos de carácter masivo, actual-
mente diseñan y colocan productos para nuevas prácticas físicas “de mo-
da”, como el spinning y el yoga físico.11
Sobre esta cuestión, el mismo Bauman abunda:
10
Zygmunt Bauman es uno de los sociólogos contemporáneos más importantes que
trabaja cuestiones relacionadas con el consumo, la moda y la globalización.
11
Grupos sociales underground de Estados Unidos fueron los principales impulsores del
yoga físico desde la década de los setenta, pero es en la actualidad cuando el yoga se trans-
forma en una moda impulsada por personajes famosos mediáticos de la escena musical, como
Madonna, Sting y otros más.
12
El tapete es uno de los símbolos más reconocidos e identificados con los practicantes
del yoga físico.
13
Reebok es otra de las empresas globales cuestionada por su actuar, ya que anualmente
entrega un premio en contra del trabajo infantil (acción de su rival Nike), también ha sido
criticada por su explotación e irregularidades entre sus proveedores. Véase Werner y Weiss
(2006: 272).
En primer lugar los cuerpos, son objetos sobre los cuales trabajamos: co-
mida, sueño, limpieza, dieta, ejercicio. Estos ejercicios pueden ser llama-
dos prácticas del cuerpo y son tanto individuales como colectivas. Estas
prácticas nos atan al mundo natural, ya que nuestros cuerpos son entor-
nos, al mismo tiempo en que también nos ubican en un denso sistema de
normas y regulaciones sociales (1989: 231).
14
La corporalidad se refiere al cuerpo orgánico, y la corporeidad se coloca en el ámbito
de lo simbólico, es decir, en relación con la cultura.
Alejandro Maldonado, personaje que apareció en un canal de la empresa Televisa, y que im-
partía clases virtuales de yoga.
17
Dicho evento es organizado por el Instituto Mexicano de Yoga, que promueve a través
de su página web cursos de yoga, spa, retiros de yoga, productos, entre otras actividades.
También se cuenta con la presencia de instructores extranjeros de yoga, maestros e instruc-
tores de yoga kundalini, muchos patrocinados por empresas globales.
18
Actualmente se está organizando el Décimo Encuentro Nacional de Yoga.
19
En 2011 la embajadora de Yoga-Adidas fue Rainbeu Mars (www.rainbeumars.com).
20
Se promueve a través de la web del Instituto Mexicano de Yoga, al que se dan cita todo
tipo de personas; destaca la clase media ilustrada que cuenta con poder económico, ya que
la inversión por participar en dicho evento ronda la cantidad de 5 mil pesos.
21
En el logotipo del último Encuentro Nacional de Yoga destaca el emblema de Adidas.
22
La percepción del cuerpo es muy importante en el yoga. Véase el texto de Guzmán,
Adriana (2010).
23
Las grandes marcas han involucrado recientemente el eslogan del producto eco-friendly
(amigable con el ambiente), ya que muchos productos de yoga, elaborados por dichas empre-
sas, no son “amigables” con el medioambiente.
24
La mayoría de sus asistentes no se conocen, predomina el anonimato. El espacio don-
de se realiza, el Gimnasio Juan de la Barrera, en la Ciudad de México, es un no lugar, según
Marc Augé (2005: 81).
25
Cabe destacar que las certificaciones en México también las otorga Yoga Alliance, con
sede en Estados Unidos. La certificación cuesta entre 20 y 30 mil pesos mexicanos, es muy
costosa y difícil de pagar para muchos.
i
La práctica de yoga en México es reciente, data de 15 años cuando apare-
cieron los primeros espacios para la ejercitación física y espiritual. Actual-
mente asistimos a un boom del yoga que ha llegado de la mano con otras
prácticas corporales como zumba y pilates. Consideramos que ahora el
yoga es una de las prácticas físicas más populares.
Consideramos que la antropología cuenta con las herramientas teóri-
cas y metodológicas necesarias para investigar todo sobre los discursos
alrededor de dichas prácticas físico-espirituales masivas y de moda,
todo vinculado a emblemas y marcas, con intereses mercantiles. De esta
forma, adelantamos una serie de conclusiones mínimas derivadas de esta
investigación:
uentes consultadas
F
ugé,
Marc (2005), Los no lugares. Espacios del anonimato, España, Gedisa.
A
(1998), La guerra de los sueños: ejercicios de etno-ficción, España, Gedisa.
Bauman, Zygmunt (2007), Vida de consumo, México, fce.
ancino, Karla (2015, 25 de abril), “Necesario, ayudar a los hombres a ser más
C
ricos internamente, dice Giles Lipovetsky”, en Diario de Xalapa, p. 4.
ollom añellas, Antoni (2010), “Aproximación educativa a la antropología
C
C
del consumo cultural”, en Carmelo Lisón Tolasana, Antropología: horizontes
estéticos, España, Anthropos.
Introducc ón
i
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía ( inegi) ha corroborado
mediante sus últimos dos ejercicios de la Encuesta Nacional de Ingresos y
Gastos, que en México la mayor parte de los hogares ubicados en las zonas
rurales obtienen sus ingresos de actividades no agropecuarias. En térmi-
nos sencillos, se puede decir que hoy la principal fuente de trabajo de la
población rural se concentra en los sectores secundario y terciario de
la economía. Como asegura Carton, hay un proceso de asalarización de la
población rural, que “se ha dado con tal velocidad y brutalidad por el im-
pacto de la globalización que no logramos vislumbrar sus verdaderas con-
secuencias” (2009: 39).
El presente trabajo busca ofrecer elementos que aporten a la posibili-
dad de atisbar las consecuencias de este proceso en los planos social y
cultural (no porque el ámbito económico sea menos importante, sino por-
que por sí mismo daría para un análisis más amplio). Son tres las secciones que
integrarán el texto: en un primer momento se revisarán los datos oficiales
respecto a las características de ocupación e ingresos de los hogares
ubicados en zonas rurales, y atendiendo a las cifras de las últimas cuatro
décadas. En segundo lugar se ponderarán las potencialidades heurísticas
y analíticas de la teoría energética de Richard N. Adams para entender fe-
nómenos como éste; y, por último, se buscará ofrecer algunas reflexiones
e hipótesis desprendidas de los datos empíricos disponibles y de una idea
57
central: cuando se presenta una separación de los medios para la obten-
ción directa de energía, la cultura entra en una fase de alteraciones e ines-
tabilidad, debido a que ésta es manifestación de una tendencia a la autoor-
ganización independiente según las reglas de la dinámica de flujos de
materia-energía, que de por sí siempre transporta información (Tyrtania,
1999), y por ello habla de cómo se ordena el sentido de la vida.
Para aventurarse a afirmar en qué puede derivar el proceso de trans-
formación en el campo mexicano, se necesita entender que, como todo
sistema autoorganizativo, las unidades campesinas representan una forma
de relaciones humanas que originan un modo de vivir (donde el entorno
tiene una significación especial), y mientras en ellas se mantiene el contac-
to directo con los medios de obtención de energía, hay condiciones de
posibilidad para representaciones simbólicas de la vida campesina (mis-
mas que se manifiestan en creencias, valores, indumentaria, lenguaje, arte,
etcétera), pero cuando deja de tener esa base de subsistencia para la ex-
tracción y aprovechamiento de la energía, no sólo delega el control al medio
ambiente significativo (por carecer de bases para el ejercicio del poder o
toma de decisiones), sino que disminuyen ciertas expresiones culturales,
dado que “los rasgos culturales no se reproducen a sí mismos, sino que
son reproducidos por los miembros de los conjuntos de relaciones socia-
les” (Adams, 2005: 62).
En las dos últimas décadas del siglo pasado se transitó de una sociedad
agraria, en la cual predominaba el sector agropecuario, a una sociedad rural
en donde este sector no sólo coexiste con otras actividades económicas,
sino que es la actividad menos importante tanto en términos de la pobla-
ción económicamente involucrada, como del número de los hogares y del
ingreso obtenido (Carton, 2009: 14-15).
1
En términos de registro estadístico, el Ingreso Rural Total se integra por el ingreso de
las actividades agropecuarias (cosecha, renta de la tierra, venta de ganado, autoconsumo,
salarios de los jornaleros para otras personas), más las transferencias públicas o privadas y
del ingreso proveniente de otras fuentes de empleo, fuera y dentro del espacio rural. En este
sentido, la Secretaría de Desarrollo Social (2010) sostiene que “en los últimos años se registra
un incremento del ingreso per cápita de la población rural de 24.2 por ciento real, para el
periodo 1992-2006. Este aumento proviene principalmente de los rubros de transferencias
y de remuneraciones de asalariados”. Destaca el hecho de la “asalarización”, pero no es me-
nos importante el de las transferencias, pues se trata básicamente de dos fuentes: las remesas
de migrantes y el dinero público entregado por la vía de programas de combate a la pobreza.
De acuerdo con un estudio del Banco Mundial (2004), en 2002, hasta 16.5 por ciento del total
de ingresos de las familias rurales provenía de esas transferencias públicas y privadas. Esta-
mos hablando de flujos de capital, no energéticos.
De acuerdo con el análisis que realiza este autor, hay una correlación
muy clara entre pobreza y actividad agrícola actualmente en México, pues
si bien el porcentaje de hogares pobres que viven en “el campo” disminuyó
de 67 por ciento, en 1992, a 58 por ciento, en 2004 (según las cifras de la
Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares), creció en núme-
ros absolutos y, además, hay diferencia entre el caso de las familias que
tienen pluriactividad (producción agropecuaria más alguna otra labor o
servicio) y las que sólo viven en el campo pero son asalariadas: 66 por
ciento de las primeras y 54 por ciento de las segundas viven en pobreza.
Esto es, serían más pobres los hogares campesinos que los no campesi-
nos, pero tanto para unos como para otros “hay mayor pobreza cuando el
ingreso principal proviene del salario que cuando proviene del autoem-
pleo” (Carton, 2009: 35).
Desde luego que esta deducción respecto a la condición de pobreza se
basa en el enfoque que privilegia las necesidades: considerar un conjunto
2
Hay un debate en curso sobre el tema de cómo funcionan los sistemas complejos. Gen-
te como John Holland se resistiría a admitir que una comisión de planeación central sea la
que controle, por ejemplo, el suministro y distribución de alimentos en una ciudad. Se inclina
más a pensar en “patrones estables en el tiempo (donde) la coherencia es algo impuesto de
alguna manera sobre un flujo constante de personas y estructuras” (2004: 16-18). La forma
en que él propone mirar los sistemas complejos es como redes de agentes con un agregado
de identidad emergente que aprende rápidamente y así es como se adapta y autorreproduce.
En este trabajo no se entra a tal discusión, sino que se asume que los agentes arreglan su
conducta según reglas implícitas y explícitas; son las segundas las que se pueden identificar
con políticas públicas, planes de gobierno o normas que sí pueden estar conduciendo de
alguna manera los flujos de energía.
3
El su obra La red de la expansión humana, Richard Adams define poder como “la forma
en que ‘controlamos’ racionalmente a los seres humanos. Es una parte del sistema de control,
del esfuerzo mayor de los seres humanos por adaptarse, por dominar su medio ambiente, por
lograr que éste se conforme a sus deseos” (2007: 60). A lo largo de la obra explica que las
personas manipulan el medio ambiente, pero lo hacen procurando que los demás concuerden
racionalmente con lo que desea para ellos; y cuando hacen eso no están ejerciendo control
directo sobre ellos, más bien están ejerciendo poder.
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85
de una intervención antrópica; y, por el otro, la tradicional división entre lo
cultural y lo natural que, según dice Descola (2011): “no corresponde a
ninguna expresión espontánea de la experiencia humana”. Este es el punto
del que quiere partir el presente texto: lo que suele llamarse “sistemas
naturales” no son una categoría residual del accionar humano; cada uno
de esos sistemas son lo que son a partir de las relaciones que los constitu-
yen. Por eso vamos a explorar las posibilidades que brinda un modelo que
considere un sistema local de relaciones, que se ve trastocado por una
reconversión productiva agrícola.
El sistema local será una comunidad agrícola ubicada en el Estado de
México: el ejido de Jalmolonga,1 perteneciente al municipio de Malinalco,
donde se está adoptando la agricultura comercial como forma de produc-
ción bajo los auspicios gubernamentales. Se entenderá por reconversión
productiva agrícola el conjunto de acciones humanas emprendidas por
otros para cambiar cultivos y/o la forma de producción en el momento que
convengan, sea de manera temporal o definitiva. Siempre que se habla de
reconversión productiva debe tenerse en cuenta que existen factores físi-
cos que la pueden impulsar, como la erosión del suelo, el cambio climático
o la escasez del agua; pero también pueden generarla aspectos subjetivos,
como la búsqueda de maximizar la producción o la rentabilidad, caracte-
rísticas muy humanas.2
A cada reconversión corresponderían disposiciones objetivas y subje-
tivas operando para favorecer la constitución de un modelo productivo. Por
ejemplo, los avances tecnológicos más recientes aplicados a la actividad
agrícola han sido: control de plagas y enfermedades de los cultivos, sumi-
nistro de nutrientes específicos al suelo, introducción de nuevas especies
modificadas genéticamente y mecanización (Brown y Reyes, 2003). La base
paradigmática para el crecimiento de la productividad, de la fuerza de tra-
1
La palabra ejido se refería originalmente a las tierras comunales que se encontraban a
la salida de los pueblos y servían para el usufructo colectivo, y éste era el significado que
tradicionalmente se le daba en México antes de la reforma agraria. Hoy, en la terminología
corriente, el concepto ejido se refiere a la comunidad de campesinos que han recibido tierras
de esta forma (ejidatarios) y el conjunto de tierras que les corresponden. Su patrimonio está
formado por tierras de cultivo (área parcelada), otras para satisfacer necesidades colectivas
(uso común) y otra más para urbanizar y poblar principalmente (Assennatto y De León, 2000).
2
Para abordajes de distintos tipos de causales para la reconversión productiva pueden
verse los estudios de caso que ofrecen Echavarría (2004); Ramírez (2008) y García (2011).
Para el caso de México, los años sesenta podrían describirse como un pe-
riodo de rápido avance de la tecnología agrícola con las primeras iniciativas
(incluido el establecimiento de centros internacionales de investigación
agrícola, como el Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y del
Trigo [cimmyt] que se habían instituido en la década de los cuarenta y
primeros cincuenta) que hicieron concebir grandes esperanzas de que el
sostenido aumento de la productividad agrícola reduciría la pobreza rural,
impulsando el desarrollo económico y social para desaparecer el hambre
(fao, 2000: 119).
4
En Brasil se les conoce como estufas agrícolas o greenhouse, y en otros países de Amé-
rica Latina como invernáculos.
5
En Brasil se le conoce como cultivo protegido. A partir de este momento se utilizará el
termino agricultura protegida con sus siglas ap, para referirse específicamente a la horticul-
tura y floricultura en invernaderos o túneles presentes en la localidad de estudio, Jalmolonga,
Estado de México.
6
Para que los invernaderos sean rentables se requieren rendimientos de 35 kg/m2 con
tecnología media y, al menos, 60 por ciento exportable; para mercado nacional con baja tec-
nología se requieren 15 kg/m2 (Moreno et al., 2011 y amci, 2011).
mitan elevar el ingreso económico de los productores agrícolas de la enti-
dad (Sedagro, 2011). Esta dependencia ofrece financiamiento para la
construcción de invernaderos, directa e indirectamente. El subsidio es de
hasta 50 por ciento de la inversión y es otorgado por medio del Fideicomiso
para el Desarrollo Agropecuario del Estado de México.
permite a los ejidatarios transmitir propiedad, en lugar de ceder sus derechos, con amplias
posibilidad de vender la parcela a otro ejidatario, a un avecindado o a personas ajenas a éste.
8
El posesionario es el sujeto que posee determinada superficie de un ejido o comunidad,
efecto para el cual ha mediado la autorización de la asamblea general, no tiene derechos eji-
dales, únicamente el derecho de usufructo de la parcela o zona de uso común que posee. Los
avecindados del ejido son aquellos mexicanos mayores de edad que han residido por un año o más
en las tierras del núcleo de población ejidal y que han sido reconocidos como tales por la asamblea
ejidal o el tribunal agrario competente.
9
Siembran hortalizas orgánicas y tienen árboles frutales, como el zapote blanco (casimi-
roa edulis), la chirimoya (Annona cherimola), el aguacate (Persea americana), la anona (Anona
muricata), la ilama (Anona diversifolia), los nanches (Byrsonima crassifolia), la guayaba (Psidium
guajava), el cuajiniquil (Inga espuria), todos éstos de origen nativo local, y los nísperos (Erio-
botrya japonica), los limones (Citrus limón), las naranjas (Citrus sinesis), las granadas rojas
(Punica granatum) por mencionar sólo algunos árboles frutales (Aguilera y Rivas, 2006: 30-31).
Figura 2
Categorías de interacción y modelo P-E-R
RN, Recursos naturales; SC, Socio cultural; GUB, Gubernamental; COM, Comercial;
FIS-FIN, Fiscal-financiero; SERV-INFR, Servicios e infraestructura; P-E-R, Presión, Estado,
Respuesta.
Fuente: Elaboración propia.
Presiones socioambientales
10
En México existen aproximadamente 10 mil productores dedicados al cultivo de la flor,
con una extensión cercana a las 22 mil hectáreas, de las cuales 52 por ciento, es decir, 12,884
hectáreas están en: Morelos, Puebla, Querétaro, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz y Estado de
México, que destaca en forma considerable (aserca, 2008).
11
La implementación tecnológica para la producción agrícola, aunque ha sido una activi-
dad recurrente, es un factor que ejerce presión sobre el ambiente, alterando el estado de los
recursos naturales y, consecuentemente, modificando pautas culturales de una sociedad.
Figura 3
La agricultura protegida en Jalmolonga
12
Actualmente es difícil estimar el número o la superficie de las propiedades que perma-
necen bajo el régimen ejidal, aunque puede afirmarse que áreas cada vez mayores están pa-
sando de este régimen al de pequeñas propiedades (Vargas y Ochoa, 2008).
13
Tezontle (del nahua tetzontli, de tetl, piedra, y tzontli, cabellera). Piedra volcánica po-
rosa, muy ligera, de color rojo oscuro, usada en construcción.
14
La Comisión Federal de Electricidad (cfe), a partir octubre de 2009, es la encargada de
brindar el servicio eléctrico en todo México.
15
La cantidad de plástico polietileno en kilogramos se calculó según información de Equi-
pos y Plásticos para Invernaderos S.A. de C.V. (epinsa). Disponible en http://www.epinsa.com.
mx/epinsanew/>. Tiene a la venta rollos de plástico polietileno de 80 metros lineales, de 4.10
mm de ancho, pesan 65 kg, y el de 7.20 m de ancho pesa 114 kg.
16
El cálculo se basó en información proporcionada por Industrial de Bolsas S.C. de C.V.
Disponible en http://rollodeplastico.com/polietileno_en_rollo.html.
Respuestas socioambientales
17
Según la Real Academia Española, paisaje se define como: “m. Extensión de terreno que
se ve desde un sitio”.
18
A Caverna, título en portugués, fue publicado por primera vez en 2000.
onclus ones
C
i
La agricultura tradicional y la ap tienen una equivalencia funcional relacio-
nada con la subsistencia: ambos buscan proveer los medios de satisfacción
de las necesidades humanas. Sólo que, como en el caso del ejido de Jalmo-
longa, la primera lograba ese cometido a través de una agricultura de sub-
sistencia (con lo cual la función se cumplía de manera directa), y la segun-
da lo consigue a través del comercio de los cultivos (función cumplida
mediante la intermediación del mercado). Como afirma Murphy (1977), “el
elemento clave en la ecuación no es el medio ambiente y tampoco la cultura.
Más bien lo es el proceso de trabajo en su sentido más amplio: la división
del trabajo y la organización, coordinación, ocurrencia cíclica, y la adminis-
tración del trabajo humano en búsqueda de la subsistencia” (Murphy, 1977
citado en Boehm, 2005: 21). La subsistencia humana en un ecosistema se
incluye en un sistema de interacciones producto de las cuales emerge un
“algo” nuevo en términos socioambientales.
Por medio del trabajo de campo se conoció el tipo de reconversión
productiva que introduce la ap y muestra una tendencia hacia los monocul-
tivos, trabajo de tiempo completo y especialización técnica. Las diversas
relaciones sociales en conjunto fortalecen los objetivos de la ap respecto a
lo que se produce, cómo se produce y cómo se intercambia lo que se pro-
duce. Se está contribuyendo a una formación socioespacial particular, con
características emergentes muy particulares: actividades productivas agrícolas,
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Introducc ón
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La agricultura en México ha sido de suma importancia desde antes de la
llegada de los españoles porque, como actividad económica primaria, ha
permitido que los habitantes dispongan de alimentos para subsistir en di-
versos hábitats.
La población de Santa María Jajalpa se ubica en la cuenca del Alto
Lerma, zona de gran trascendencia en el desarrollo de los pueblos prehis-
pánicos asentados en la ribera, principalmente los matlatzincas, quienes
utilizaron los recursos naturales que les ofrecía este hábitat. Albores (1995)
y Sugiura (1998) han realizado estudios sobre la vida lacustre de la región
donde todavía a mediados del siglo xx algunos habitantes seguían practi-
cando la caza y la pesca. En sus investigaciones plantean que la zona tuvo
un impacto ecológico, económico, social y cultural a partir de 1942, fecha
en la que se inicia el Proyecto de Lerma y la consecuente desecación debi-
do al abastecimiento de agua al entonces Distrito Federal, así como al pro-
ceso de industrialización del corredor Toluca-Lerma.
El impacto se vio reflejado en las poblaciones asentadas en el área, las
cuales fueron poniendo en práctica otras actividades económicas, como la
maquila de ropa, elaboración de muebles de madera, la explotación de
piedra, producción de zapato, la inserción laboral en las fábricas y la agri-
cultura intensiva.
113
Sin embargo, no abandonaron la agricultura tradicional, especialmente
el cultivo de maíz de temporal; en Santa María Jajalpa continúan sembran-
do en la zona de lomeríos (comunal), donde antiguamente estaba el asen-
tamiento poblacional, debido a que ancestralmente se ha cultivado y es una
planta básica de la dieta de los habitantes.
En la población, tanto el ciclo agrícola como religioso se desarrollan
simultáneamente; los habitantes manifiestan mediante rituales y símbolos
esas pautas culturales en un espacio-tiempo festivo, lo que da sentido a su
vida en comunidad.
Para obtener la información se realizó investigación documental y de
campo, utilizando el método etnográfico, observación directa y participante,
entrevistas a profundidad e informantes clave como delegados, ejidatarios,
comuneros, líderes naturales y religiosos.
lgunas cuest ones teór cas y contexto soc oam ental e h stór co
A
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bi
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Hoy podemos constatar —con base en los estudios realizados por Mac-
Neish (1964), Wolf (1971), Palerm (1972), McClung (1984), Hernández
(1985), Del Amo (1988), Rojas (1990), González (2003, 2007), entre otros—
que han existido diversos sistemas agrícolas, como roza, barbecho, riego,
chinampas, secano intensivo, terrazas y riego a brazo, implementados por
las sociedades como resultado de sus procesos adaptativos en hábitats con
características geográficas y climáticas diferentes, por ello podemos encon-
trar agroecosistemas en áreas de selvas, bosques y pastizales.
Un agroecosistema es “la unidad de estudio de la actividad agrícola
bajo un enfoque agroecológico y sistémico, siendo el lugar donde inciden
los factores tecnológicos, socioeconómicos y ecológicos para la obtención
de alimentos y otros satisfactores del ser humano, a través del tiempo”
(Ruiz, 1995: 108).
En México hay sistemas agrícolas tradicionales que persisten con sis-
temas modernos o intensivos, cuyos fines son propiamente comerciales, a
diferencia de los primeros que subsisten culturalmente como sistemas de
autoabasto, por la necesidad de autoconsumo. En Santa María Jajalpa se
practica el sistema tradicional de cultivo del maíz de temporal, bajo un
sistema de barbecho y secano intensivo en la zona comunal, a la par de
A los diez y nueve capítulos, que este dicho pueblo de Tenango no tiene más
agua de la que sale de la dicha fuente, está dos leguas del nacimiento del río
de Toluca, y en el dicho pueblo no hay regadíos ni huertas, más que se crían
maizales con el agua que llueve… A los treinta e tres capítulos dijeron que
los aprovechamientos que los que en él viven tienen, es… maíz y criar algu-
nos puercos e gallinas que llevan a vender a México… al tiempo que vinieron
los españoles su comida era tamales e frisoles, y al presente comen tortillas
de maíz e frisoles con sal… y comen carne de vaca… (1974: 17-19).
l cult vo del maíz y su relac ón con las fest v dades rel g osas
E
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El maíz es una planta de temporal que aún se cultiva en Santa María Jajal-
pa como un sistema agrícola tradicional, actualmente el ciclo agrícola del
maíz es el siguiente:
Imagen 1
Zona de cultivo comunal
Cuadro 1
Plantas cultivadas zona comunal
Siembra
Resiembra
Escarda
Labores de cultivo: fertilización,
fumigación y deshierbe
Cosecha parcial (elotes y cañas)
Cosecha y almacenamiento
Imagen 2
Fiesta de la Virgen de la Natividad
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Introducc ón
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El trabajo que presentamos tiene como finalidad repasar conceptualmente
la fiesta en la antropología social, esto es, desde una perspectiva sociocul-
tural. Entendemos lo social como las relaciones entre individuos que per-
siguen fines colectivos de alto valor solidario. En tanto que lo cultural
corresponde al universo simbólico que orienta esas relaciones sociales. De
tal manera que la dimensión social y cultural se amalgaman para concebir
los hechos o fenómenos humanos, la fiesta entre ellos.
Para tratar este tema categorial se parte de su significado general para
identificarlo después como objeto de estudio antropológico, otorgándole
esa dimensión sociocultural mencionada, incluso como problema de inves-
tigación. Una vez mostrado este carácter, se prosigue con una considera-
ción general de cómo ha sido y es el estudio antropológico de la fiesta.
Como se podrá imaginar, el abordaje de la fiesta como categoría de
estudio antropológico es complejo (atendiendo a su multirreferencialidad)
y estructural sistémico (articulado al mismo tiempo que articulador). Para
mostrar este carácter se retoman cuatro elementos característicos: a) el de
ruptura, b) el de ritual, c) su carácter sistémico a partir del principio
de integración funcional, y d) como patrimonio.
Terminamos con una reflexión a propósito de la fiesta en la actualidad,
como elemento identitario en un marco intercultural, y en sociedad, carac-
terizada por su inclinación al individualismo y el consumo, entre otros.
133
o re el térm no y su s gn f cado general
S
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La fiesta es una palabra de origen latín (festa), camina a la par con feria, y
se explica con el sentido de alegría y regocijo. De la misma familia son
festín, festivo, festival, feriado, feria.
El Diccionario de la Lengua Española describe sus definiciones, todas
con idéntico significado al referido, pero a lo largo del tiempo han dado
lugar a múltiples expresiones como fiesta de guardar, fiesta de consejo, de
precepto, nacional, etcétera; asimismo, se han conformado acepciones co-
mo celebrar las fiestas, santificar las fiestas, aguar la fiesta, tengamos la fiesta
en paz, es día de fiesta o estoy de fiesta.
Se puede considerar como la agregación de acciones de un grupo que
adquiere forma exterior en tradiciones, costumbres y ceremonias, caracte-
rizada por un elevado grado de aceptación participativa. Toda fiesta se
constituye a partir de un conjunto de acciones y actuaciones realizadas por
una colectividad de forma extraordinaria (no cotidiana), generalmente pe-
riódica y más o menos codificada. Estas acciones recuerdan momentos
fundamentales de la memoria común o propician situaciones esperadas
por los participantes. Por tanto, entre ellos hacen circular una intensa car-
ga simbólica, instauran un espíritu especial de emotividad compartida,
exaltan la imagen de un “nosotros” y reafirman los lazos de integración
social (Sandoval, 2009).
Se puede considerar en la definición de la fiesta lo conmemorativo y
cíclico que se calendariza, como:
i
p
i
i
La fiesta es una de las ocasiones privilegiadas, aunque no la única, en la
que se expresa más claramente la cultura. A través de la fiesta, observada
atentamente, puede aprehenderse cómo se organiza una sociedad: bases
económicas, clases, grupos, movilidad social, asociaciones, individualismo,
familia, valores, creencias, sin olvidar la arquitectura de la fiesta a través
de las plazas, calles, casetas, etcétera, todo ello de forma ritualizada y me-
diante elementos simbólicos (Rodríguez-Becerra, 1980). Nuestra noción de
cultura se ubica como pauta que orienta las relaciones sociales humanas
(Díaz, 2010).
Historiadores y antropólogos han prestado mucha atención a esta ex-
presión cultural en la última mitad del siglo xx. Con anterioridad, sólo los
folcloristas habían sido atraídos por ella al considerar que era expresión y
síntesis de las manifestaciones que más le importaban: canciones, música,
bailes, vestidos. Para los viejos historiadores, anteriores al comienzo de la
historia como ciencia, la fiesta popular era cosa menor, con la excepción de
los festejos conmemorativos de visitas, nacimientos y muertes de personas
reales. Las posturas metodológicamente enfrentadas entre historia y antro-
pología hacia la mitad del siglo pasado por el funcionalismo ahistórico hi-
cieron que ambas disciplinas caminaran por sendas separadas hasta las
últimas décadas del siglo. La necesidad de dar profundidad histórica a los
estudios antropológicos es imprescindible para afrontar con seriedad estas
expresiones culturales. La abundantísima información existente en socie-
dades letradas y burocratizadas, así como la fuerte presencia de las insti-
tuciones eclesiásticas, permite estudiar la fiesta (Rodríguez-Becerra, 1980).
A partir de las anteriores premisas no resulta extraño que el estudio de
las fiestas esté presente en las ciencias sociales desde sus albores, primor-
dialmente por medio de la religión, y el estudio de la dimensión social de
los rituales haya sido un tema de interés constante hasta hoy. Tal como en
la obra de Émile Durkheim, padre de la sociología y uno de los precursores
de la antropología social, especialmente en Las formas elementales de la vida
religiosa (1912), e incluso en su precursor Futel de Coulanges, y también
en la de los continuadores de la tradición durkheimiana, como M. Mauss
o R. Hertz. Tarea prolongada después por G. Bataille, R. Caillois (actualiza-
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Parte 3
Desigualdades estructurales,
bienestar y buen vivir
Desigualdad económica en la población infantil y adolescente
urbana: una mirada de la marginación
Pablo Jasso Salas*
Juan Trejo Castro**
Zoraida Ronzón Hernández***
Introducc ón
i
Este trabajo tiene la finalidad de analizar la desigualdad social y económica
de la población de 0 a 14 años de los municipios que integran la zona me-
tropolitana (zm) de Toluca; se basa en los índices de marginación y de
dependencia económica, considerando la concentración de la población en
los municipios de la zm y su déficit social prevaleciente en ellos.
Para lograr lo anterior se plantean los siguientes objetivos: 1) Definir la
relación entre marginación y población de niños y adolescentes en la zona
metropolitana de estudio; 2) Explorar la asociación entre la marginación y
el grupo de población de niños y adolescentes en relación con los compor-
tamientos diferenciados, según el tamaño de población de los municipios
donde se asienta el grupo de análisis.
En este esquema el trabajo consta de una introducción, un segundo
apartado que alude a la metodología utilizada para trabajar la información
estadística, disgregándola a la mínima unidad geográfica, como delimitación
de la zona de estudio; en un tercer apartado se delimita la población objeto de
estudio, se analiza el monto de población total, de adolescentes y niños, en
la zona de estudio, y se presenta el crecimiento que han mostrado en la úl-
tima década; posteriormente, en el cuarto apartado, se analiza la población
objeto de estudio relacionada con los niveles de bienestar; en el quinto apar-
tado se comparan los niveles de bienestar (marginación) y el índice de
163
dependencia y tamaño de población de los municipios que integran la
zona de estudio; las conclusiones del trabajo darán cuenta de forma
general de las propuestas revisadas a lo largo del análisis.
En este sentido, se toma la noción sobre desigualdad en razón de las
propuestas elaboradas desde las agendas políticas para la implementa-
ción de políticas sociales; no sólo para el caso mexicano, sino para toda
América Latina (Victoria D’Amico, 2013: 1). En tales consideraciones,
las investigaciones emanadas de tal propuesta comenzaron a cambiar la
mirada de la “pobreza” como una definición de cuestiones sociales
—que a su vez habían orientado las políticas sociales—; para colocar la
“desigualdad” como una categoría de análisis.
Esta acción propone dos ejes de análisis: por un lado, la existencia
de lineamientos políticos que desde las instituciones buscan orientar los
modelos de intervención en materia de política social en cada país de
América Latina, y, por otra parte, como un segundo hecho, el análisis
de la denominación sobre “problema de la desigualdad”, que no ha sido
del todo un elemento que articule las intervenciones políticas. En pala-
bras de Victoria D’Amico, dichas acciones no constituyen una novedad,
considerando que si bien anteriormente se reconoc a la desigualdad que
í
generaba el paradigma focalizador —es decir, la focalizaci n de las
ó
pol ticas en grupos considerados más vulnerables—, la cuestión por
í
resolver era la de pobreza y no la desigualdad (2013: 1).
Ahora bien, si entendemos que la desigualdad es un proceso y que,
por lo tanto, no emerge de un momento a otro, esta convergencia en el
modo un voco de presentar la cuesti n social en la actualidad nos lleva
í
ó
tambi n a preguntarnos: ¿de qu manera la categor a de desigualdad ha
é
é
í
sido construida como noci n legitimadora para denominar la cuesti n
ó
ó
social?, ¿qu sentidos adopta y qu procesos de intervenci n conlleva?
é
é
ó
Adem s, a la vez que encabeza la agenda de estos organismos, la noci n
á
ó
tiene centralidad en la investigaci n en ciencias sociales (Victoria
ó
D’Amico, 2013: 1).
164 • Pablo Jasso Salas, Juan Trejo Castro, Zoraida Ronzón Hernández
M
etodología
1
La información censal disponible en nuestro país tiene como unidad mínima el Área
Geográfica Básica (age ), por el principio de confidencialidad establecido por el Sistema Na-
b
cional de Información y, en forma ascendente, la localidad, municipio, entidad y nacional. Sin
embargo, para cumplir con nuestro objetivo, la información municipal disponible se integró
en unidades superiores no contempladas por las instituciones proveedoras de información
demográfica y socioeconómica, esto es: la zona metropolitana y la región.
166 • Pablo Jasso Salas, Juan Trejo Castro, Zoraida Ronzón Hernández
territorio, independientemente de su situación respecto de los criterios
señalados en el punto anterior.
cac ón de la zm de oluca
U
bi
i
T
La delimitación de las zonas metropolitanas plantea ciertos cuestionamien-
tos que obligan a realizar un análisis más detallado sobre los retos acerca
de la concentración de la población, su estructura y dinámica y, en particu-
lar, como es nuestro caso, analizar la desigualdad socioeconómica de los
niños y adolescentes localizados en la zm de estudio, la cual está integrada
por 15 municipios: Almoloya de Juárez, Calimaya, Chapultepec, Lerma,
Mapa 1
Zona Metropolitana de Toluca, 2010
168 • Pablo Jasso Salas, Juan Trejo Castro, Zoraida Ronzón Hernández
la natalidad, el descenso en la mortalidad infantil y el aumento de la espe-
ranza de vida, lo que ha generado un proceso de envejecimiento en la es-
tructura de la población, cuyo efecto se refleja en la disminución relativa
del grupo de población infantil. Sin embargo, estos resultados no reducen
los efectos sociales y económicos a los que está expuesto este grupo de
población, considerando su estado de vulnerabilidad social.2
Gráfica 1
Porcentaje de población por grandes grupos de edad de la zm de Toluca, 2000-2010
70
64.6
60
59.3 61.9
50
40
30 32.5 29.6
30.4
20
10
3.6 4.0
4.5
0
2000 2005 2010
0-14 15-64 65 y años más
2
La vulnerabilidad social tiene dos componentes explicativos. Por una parte, la inseguri-
dad e indefensi n que experimentan las comunidades, familias e individuos en sus condicio-
ó
nes de vida, consecuencia del impacto provocado por alg n tipo de evento econ mico-social
ú
ó
de car cter traum tico. Por otra, el manejo de recursos y las estrategias que utilizan las co-
á
á
munidades, familias y personas para enfrentar los efectos de ese evento (Pizarro, 2001: 7).
Cuadro 1
Población total y tasas de crecimiento de la zm
de Toluca, 2000-2010
170 • Pablo Jasso Salas, Juan Trejo Castro, Zoraida Ronzón Hernández
(11.6), Toluca (44.4), Zinacantepec (9.1). En total, estos municipios albergan
una población de más de 1.4 millones de habitantes, cuya característica es
que son centrales y contiguos.
Por su lado, cinco municipios tienen menor peso relativo en la pobla-
ción total metropolitana, pues poseen una población inferior a 50 mil habi-
tantes (véase cuadro 1): en la zm de Toluca, los municipios de Chapultepec
(0.5), Mexicaltzingo (0.6), Rayón (0.7), San Antonio la Isla (1.2) y Xonacatlán
(2.5) representan en conjunto 5.6 por ciento de la población metropolitana,
lo que equivale a 102.6 mil habitantes.
Cuadro 2
Población de 0 a 18 años de edad y tasas de crecimiento
de la zm de Toluca, 2000-2010
172 • Pablo Jasso Salas, Juan Trejo Castro, Zoraida Ronzón Hernández
L
os n ños y adolescentes en la zm de oluca
i
T
Analizar el grupo de población de niños y adolescentes es una tarea com-
pleja, más aún cuando se trata de comparar los municipios que integran
una zona metropolitana, con sus peculiaridades en cuanto al tamaño de
población y, en nuestro caso, estructura de población y niveles de bienes-
tar, por lo que es necesario recurrir a indicadores analíticos descritos por
autores (Vinuesa, 2004, y Ortiz y Mendoza, 2008). El índice analítico que
utilizamos es el índice de dependencia económica.
Cuadro 3
Índice de dependencia económica
en la zm de Toluca, 2000-2010
Índice de dependencia
3
Estos indicadores aluden a tres dimensiones relacionadas con la vivienda, ingresos
monetarios y dispersión de la población, específicamente: porcentaje de población analfabeta
de 15 años o más; porcentaje de población sin primaria completa de 15 años o más; porcen-
taje de ocupantes en viviendas sin drenaje ni servicio sanitario; porcentaje de ocupantes en
viviendas sin energía eléctrica; porcentaje de ocupantes en viviendas sin agua entubada;
porcentaje de viviendas con algún nivel de hacinamiento; porcentaje de ocupantes en vivien-
das con piso de tierra; porcentaje de población en localidades con menos de 5 mil habitantes;
porcentaje de población ocupada con ingreso de hasta dos salarios mínimos.
174 • Pablo Jasso Salas, Juan Trejo Castro, Zoraida Ronzón Hernández
Como parte central de nuestro trabajo, el análisis de los grados de
marginación y dependencia permite establecer relaciones entre ellos y, con
la finalidad de determinar la importancia del tamaño de la población en el
comportamiento de estos indicadores, se incluye el grado de población que
presentan las zm y sus municipios.
En este sentido, los resultados obtenidos muestran que en 2000 el
grado de marginación de la zm de Toluca era muy alto, y su grado de
dependencia, bajo; sin embargo, el tamaño de su población se clasifica
como grande, lo que significa que en la medida que esta zm aumenta su
población, las carencias de bienes y servicios públicos o privados, conce-
bidos como estándares en una sociedad con un fuerte componente urbano,
se acrecienta, confirmando con esto la hipótesis que plantea que un incre-
mento en el número de personas que habitan localidades pequeñas signi-
fica —como mera posibilidad— un mayor riesgo de no conseguir los satis-
factores (bienes y servicios), pero mayor probabilidad en localidades con
más personas (Pamplona, 2005).
Esto se puede observar en el comportamiento que presentan los resul-
tados en cada uno de los municipios que integran la zm de Toluca, pues los
grados de marginación muy bajo y bajo se registran, en gran número, en
los municipios con población muy pequeña, como el caso de Chapultepec,
Mexicaltzingo, Rayón y San Antonio la Isla, los cuales no rebasaban 8 mil
habitantes en ese año, lo que significa mejores condiciones de bienestar
para la población. Cabe destacar que uno de los hallazgos en la investiga-
ción es que el grado de dependencias no se subordina directamente al ta-
maño de población, sino más bien al dinamismo en la transición demográ-
fica y la reducción en los niveles de marginación en cada uno de los
municipios, lo que se traduce en mayores beneficios del desarrollo econó-
mico y social, y se materializa en adelantos científicos y médicos que per-
miten una mayor esperanza de vida y mejor calidad de la población y, en
particular, de la de niños y adolescentes.
Esto se evidencia en los municipios de San Antonio la Isla y Mexicalt-
zingo, que presentan grados de dependencia muy bajos (véanse cuadros 4
y 6), y dependencia infantil baja, situación que establece que en la medida
en que la población infantil aumenta, la población en edad productiva lo
hace en una proporción de 1.5 a 1, es decir, por cada persona en edad de
0-14 años existen 1.5 personas en edad productiva.
Cuadro 4
Grados de marginación y tamaños de población de la zm de Toluca, 2000
Grado de población
Grado Muy
Nombre del municipio de marginación pequeño Pequeño Mediano Grande
176 • Pablo Jasso Salas, Juan Trejo Castro, Zoraida Ronzón Hernández
La situación que presenta la zm de Toluca deja en claro que los niveles
de dependencia de la población metropolitana tienen una relación directa
con el grado de marginación, situación que se presenta en los municipios
de Otzolotepec, San Antonio la Isla, San Mateo Atenco Xonacatlán y Zina-
cantepec, los cuales, por su ubicación geográfica en el contexto metropoli-
tano, presentan altos déficits en los indicadores socioeconómicos asocia-
dos con el nivel de desarrollo, y cuya erradicación dependerá de la
focalización de las intervenciones del Estado y la inversión privada. Asimismo,
es necesario identificar los grupos de población que enfrentan las condi-
ciones más difíciles y de mayor riesgo con el fin de orientar políticas de
largo alcance que permitan abrir opciones duraderas para superar sus
múltiples desventajas (Rubalcava y Chavaría, 1999).
Cuadro 5
Grados de marginación y tamaños de población de la zm de Toluca, 2010
Grado de población
Grado Muy
Nombre del municipio de marginación pequeño Pequeño Mediano Grande
zm Toluca Alto
Almoloya de Juárez Alto •
Calimaya Medio •
Chapultepec Bajo •
Lerma Medio •
Metepec Bajo •
Mexicaltzingo Medio •
Ocoyoacac Medio •
Otzolotepec Alto •
Rayón Medio •
San Antonio la Isla Alto •
San Mateo Atenco Alto •
Toluca Medio •
Xonacatlán Alto •
Zinacantepec Alto •
Fuente: Elaboración propia con datos de Conapo, 2006 y 2011b, e inegi, 2010.
Grados de dependencia
178 • Pablo Jasso Salas, Juan Trejo Castro, Zoraida Ronzón Hernández
Conclusión
Fuentes consultadas
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Aproximaciones a la idea de bienestar:
hacia la articulación de una perspectiva sociocultural
Itzel Abril Tinoco González*
Mauricio García Sandoval**
El deber ser de una buena vida, una vida en plenitud y cómo ésta ha de
concretarse han sido preocupaciones constantes que aparecen expresadas
ya desde las antiguas filosofías de origen cultural diverso. Los giros en su
aprehensión han estado imbuidos por el contexto sociohistórico. Así, a
principios del siglo xx se da una reformulación de esta preocupación, asen-
tada en un ideario en el que aparecen nociones como pobreza, necesidades
básicas, bienestar, desarrollo, progreso. Un viraje cuyos antecedentes se
hilan con el afianzamiento y expansión de las sociedades capitalistas y
democrático-liberales.
En ese sentido, es relevante comprender que son concepciones here-
deras del pensamiento de la Ilustración y, así, del pensamiento de la mo-
dernidad. Encuentran cabida dentro de un paradigma devenido de la filo-
sofía liberal en el que ocupa un lugar central el individuo como acreedor
de derechos naturales e inalienables. El estar bien se convierte en una
cuestión de derecho social, que en buena medida tiene que ser posibilitada
por la figura del Estado. Se aparta así de las acepciones de dádiva, caridad
o filantropía.
De acuerdo con la mirada interpretativa de Offe (1990), en esta etapa
de afirmación ideológica del orden capitalista es al Estado al que se despla-
za la tarea de amortiguar las contradicciones imbricadas en la naturaleza
183
del sistema social. Si “el liberalismo dio por sentada la igualdad entre los
hombres (…) dejó en el plano de lo individual las desigualdades existentes
(biológicas, materiales, culturales…)” (Ruiz, 2000). De ahí que el Estado
moderno se dispute en una constante tensión entre el cometido de armo-
nizar la lógica de acumulación del capital y la de reproducción de la clase
trabajadora; propiciar, al mismo tiempo, la generación de plusvalía y la
seguridad económica de la población, lo que significa mitigar los efectos e
impactos de la acumulación sobre las necesidades sociales (Ruiz, 2000).
Desde otra lente, el planteamiento foucaultiano apunta que las refor-
mas humanistas que se presentan entre los siglos xvii y xix dan paso a una
nueva propuesta socializadora. Prácticas, saberes, costumbres, ideales y
valores tienen que ser normalizados en razón de la prédica del progreso y el
bienestar. En la conformación de la sociedad capitalista, las políticas esta-
tales fungen como mecanismos de control que dictan y normalizan los
preceptos de la vida social (educación, salud, ámbito jurídico, etcétera)1
(Foucault, 1966; Ossa et al., 2005).
Bienestar y calidad de vida son acepciones que, tomando varias bifur-
caciones o entrecruzándose, encuentran cabida dentro del giro discursivo
del siglo xx. El presente documento tiene como propósito: exponer una
aproximación a dichos conceptos, así como las perspectivas desde las que
se han abordado. De manera paralela se considera la revisión de plantea-
mientos emergentes y alternativos enmarcados en la noción del buen vivir.
Se realizan algunas reflexiones dirigidas a conformar una propuesta analí-
tica que sirva como base para comprender los procesos de bienestar, a
partir de un énfasis en los sujetos sociales y determinadas dimensiones
socioculturales.
Trataremos de acercarnos a las primeras dos acepciones para abordar
enseguida las propuestas implicadas en los marcos del buen vivir. Cabe
advertir que la revisión de enfoques y conceptos no es exhaustiva, es, en
lo fundamental, un acercamiento que permite trazar un itinerario de la
discusión contemporánea alrededor de la constitución del bienestar.
1
Desvalorizando en este afán saberes cotidianos diversos, así como sus sujetos y comu-
nidades.
3
El Estado de bienestar, delineado e institucionalizado en la primera mitad del siglo xx en
algunos países europeos y en Estados Unidos, y con limitaciones profundas en otras regiones
(América Latina entre éstas), instituye el quehacer social del Estado ante la ciudadanía. Impli-
ca acciones de política fiscal, medidas redistribuidas y provisión de servicios sociales. Algu-
nos elementos constitutivos del Estado de bienestar inglés son la garantía de un ingreso mí-
nimo como —condición básica de bienestar; protección social frente a riesgos laborales y de
salud; provisión de servicios sociales (educación, salud, entre otros) (Uribe, 2004). Como se
desplegó antes, Claus Offe apunta a que el Estado de bienestar emerge en las sociedades
capitalistas para amortiguar las contradicciones del sistema social, situándose en una cons-
tante tensión entre las necesidades del capital y la necesidad de legitimación social.
4
Jeremy Benthan y John Stuart Mill son considerados los fundadores de las bases del
utilitarismo (Uribe, 2004; Actis de Pasquale, 2008).
5
Actis Di Pasquale (2008) identifica tres principales subvertientes que dentro de la escue-
la han generado respuestas a tales interpelaciones: Vieja Economía del Bienestar (V. Pareto, A.
Pigou); Nueva Economía del Bienestar (A. Bergson, N. Kaldor, J. Hicks, T. Scitovsky, M. Allais,
P. Samuelson), y Teoría de la Elección Social (K. J. Arrow, J. Harsanyi).
Liberalismo igualitario
Para Amartya Sen, autor principal de esta corriente, el sentido del bienestar
individual no radica en el nivel de ingresos o en los bienes o recursos que
posee o accede, o bien en la satisfacción de necesidades básicas, sino en
lo que consigue la persona a través de éstos.
El acceso a bienes (relacionados con la alimentación, salud, vivienda,
entre otros) puede configurarse como la base de un nivel de vida adecuado,
pero los bienes no son en sí el fin último. Son una base necesaria y com-
plementaria que abre las opciones de las personas para ejercer su agencia
y configurar “el tipo de vida que tienen razones para valorar” (Sen, 2000).
Según este enfoque, la idea de bienestar debe estar centrada en la persona
(en la expansión de sus capacidades para perseguir sus fines) y no en los
bienes.
Son dos los aspectos constitutivos medulares de esta perspectiva: los
funcionamientos y las capacidades. Los primeros se pueden clasificar en
simples y complejos. Los simples son aquellas funciones más elementales
como estar bien alimentado, tener buena salud, no padecer enfermedades
evitables ni mortalidad prematura. Los complejos se expresan en funcio-
6
Las constituciones de Ecuador (2008) y Bolivia (2009) han incorporado el sumak kawsay
y el sumaq quamaña, con miras a asumir los principios de interculturalidad y, en el caso boli-
viano, plurinacionalidad de estas sociedades, así como el papel del Estado en tal sentido. En
este marco, y con sus especificidades, se integran en ambos textos los derechos de la natu-
raleza; una transición inédita en el ámbito del Derecho, reconocido como el giro “biocéntrico”.
Siguiendo a Gudynas (2009, citado en Ramírez, 2011), dos orientaciones guían las previsiones
relativas (particularmente en el documento de Ecuador): el mantener la vida, que comprende
la no extinción de las especies y la conservación de los ciclos vitales, así como la garantización
de cierta calidad de vida, que conlleva a no extraer de la naturaleza más allá de lo necesario
para permitir la vida. Si bien contribuyen a los discursos de sustentabilidad y protección
ambiental, le trascienden en la medida en que se sostienen en el marco más amplio de justicia
social, donde justicia cultural y justicia ambiental aparecen estrechamente entrelazadas, esto
es, los derechos de la naturaleza aparecen en fuerte vínculo con los derechos de los pueblos
indígenas y sus cosmovisiones. En la mesa de discusión discurre el debate en torno a la
efectividad, cauces de diálogo o contradicciones que generan las recientes reestructuraciones
(Ramírez, 2011).
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Presentación
José Concepción Arzate Salvador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Parte I
Cuerpo, discursividad
y prácticas de consumo
Parte 2
Sistemas agrícolas,
fiestas y cultura campesina
204 • Índice
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
Algunas cuestiones teóricas y contexto socioambiental e histórico . . . . . . 114
El cultivo del maíz y su relación con las festividades religiosas . . . . . . . . . 121
Anexos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
Fuentes consultadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
Parte 3
Desigualdades estructurales,
bienestar y buen vivir
Índice • 205
Aproximaciones a la idea de bienestar:
hacia la articulación de una perspectiva sociocultural
Itzel Abril Tinoco González
Mauricio García Sandoval . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183
Introducción: el contexto sociohistórico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183
Sobre el bienestar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
Economía del bienestar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187
Liberalismo igualitario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 188
Enfoque de las necesidades humanas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189
Enfoque de las capacidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 190
Calidad de vida: lo subjetivo en la complexión del bienestar . . . . . . . . . . . . 191
Estandarización y subjetividad en el debate contemporáneo . . . . . . . . . . . 193
Irrupción del Buen Vivir . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 194
Conclusiones: articulando una perspectiva sociocultural . . . . . . . . . . . . . . . 198
Fuentes consultadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 200
De la obra
Cultura y sociedad en movimiento,
el proceso editorial se terminó en la Ciudad de México durante
el mes de agosto del año 2017. La edición impresa sobre
papel de fabricación ecológica con bulk a 80 gramos,
consta de 1,000 ejemplares y estuvo al cuidado
de la oficina litotipográfica
de la casa editora.
ISBN 978-607-524-140-1