Hacia Una Teoría General Del Transporte - Concepto y Formas de Prestación

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Extractado del libro Hacía una Teoría General del Derecho del Transporte .

Ed. Lerner. Córdoba 2012


Dr. Francisco Losada.
Abogado Facultad de Derecho, UNCuyo.
Dr. en Derecho y Cs. Sociales. Facultad de Derecho y Cs. Sociales UNCórdoba.
Profesor Titular de Derecho del Transporte, Lic. en Logística, Fac. de Cs. Económicas UNCuyo.
Profesor Adscrito Derecho del Transporte, Fac. de Derecho, UNCuyo.
Prof. Titular Derecho del Transporte y los Seguros Carrera de Abogacía de la UCongreso.

4.6. Los servicios públicos de transporte o la faz pública de la contratación del transporte.
Introducción.
Una cuestión que nos llamó la atención, es que en casi todas las obras nacionales, los temas
públicos y privados del transporte se ven por separado, se tratan y se estudian en forma casi
divorciada una de la otra tal como lo hemos expresado al hacer un pequeño análisis de la evolución
doctrinaria en nuestro país.
De ahí, y entendiendo que el contrato no es igual según que prime la autonomía de la
voluntad absoluta que la fuerte injerencia del Estado a través de una doctrina muy discutida, pero
que existe, tal como es la de los servicios públicos, la cual ya hemos algo anticipado, puede ser
aplicable o no a los contratos de transporte de pasajeros o de mercancías, cuestiones que habrá que
dilucidar en función de la normativa existente, tanto en los planos locales, naciones e
internacionales.
4.6.1. Evolución, noción y caracteres.
Enseña Escola1, que “al principio las necesidades y exigencias que actualmente son
atendidas por los servicios públicos, eran satisfechas por medio de prestaciones y servicios que
estaban a cargo de los propios interesados, o de otros particulares. Así, por ejemplo, quien
necesitaba trasladarse o viajar, o atender sus dolencias o enfermedades, debía procurarse por sí
mismo, o medio de sus parientes o amigos, los medios indispensables para ello, o recurrir a otros
particulares que se iban dedicando a cumplir tales cometidos, de manera más o menos completa y
adecuada. Como resulta fácil comprenderlo, esas necesidades y exigencias fueron variando y
acrecentándose con el tiempo, paralelamente al desarrollo de los distintos grupos sociales y al
aumento de la complejidad general de sus relaciones internas y externas. La tendencia a mantener
en manos privadas la prestación de los servicios a los requerimientos existentes, que parecía como

1
ESCOLA, Héctor J., Compendio de Derecho Administrativo, Ed. Depalma, Bs. As 1984, T 2, pág. 415 y ss.
una consecuencia natural del liberalismo económico y de la libertad política entonces surgiente,
sólo comenzó a revertirse cuando se advirtió la importancia que tenían esos servicios y los
inconvenientes que se derivaban de su ejecución por parte de quienes tenían, como meta natural,
la obtención de un lucro o beneficio, que no siempre se compadecía con la índole propia de tal
prestación”.
En efecto la noción de servicio público ha sufrido diferentes evoluciones doctrinarias y
jurisprudenciales, desde quienes llegaron a considerarla como una institución, hasta las posturas
más recientes que han limitado su alcance y noción2. Así, Dromi3, resume diciendo que sobre el
concepto de servicio público se han formulado diversas concepciones que son las orgánicas, la
funcional – material, la teleológica o finalista y las mixtas, pudiendo en consecuencia
sistematizarse las interpretaciones en torno a los servicios públicos en forma negativa, cuando se
plantea su crisis conceptual y la extinción o inutilidad de su noción; en forma positiva, ya sea con
una interpretación máxima (que entiende que el servicio público es toda actividad del Estado, cuyo
cumplimiento debe ser asegurado, regulado y controlado), sea una interpretación media (que
reduce el concepto a toda actividad de la Administración), o bien mínima (que es una parte de la
actividad administrativa).
Creemos necesario, hacer una pequeña introducción al concepto de servicio público en
nuestro medio, el concepto en el derecho americano (public utilities) para poder analizar así las
concepciones que se han dado en nuestra legislación, generando la mayor de las veces una
confusión incomprensible más que una discusión doctrinaria.
Podemos dividir en tres períodos las diferentes posturas económico - legislativas que se
han dado en nuestro país respecto de los servicios públicos.
El primero de ellos es el llamado policial y de fomento al que podemos ubicarlo en la
primera mitad del siglo XIX con sus fines de hacienda, defensa, justicia, en un marcado entorno
ideológico del liberalismo en el que rol de los particulares era fundamental y se caracterizaba por
el fomento de actividades a cargo de aquellos.

2
Sobre la evolución de las diversas teorías acerca de este tema, véase MALJAR, Daniel Edgardo, Intervención del
Estado en la prestación de los servicios públicos, Ed. Hammurabi, Bs. As. 1998; CITARA, Rubén Miguel, El Servicio
Público, T 1, Ed. Ciencias de la Administración, Bs. As. 1995; SARMIENTO GARCÍA, Concesión de servicios
públicos, Bs. As., Ciudad Argentina 1.996, además de los autores de obras generales de Derecho Administrativo ya
citados, y los que se citan en el presente capítulo.
3
DROMI, Ob. cit. pág. 619 y ss.
La segunda etapa se encuentra marcada por una fuerte injerencia del Estado no sólo en la
regulación, sino también en la explotación de los servicios públicos, hecho que llega a su mejor
expresión con la sanción de la Constitución de 19494
La tercera, se ubica a principios de los años ‘90 se inicia el llamado proceso de Reforma
del Estado, el cual se traduce en un régimen de privatización de las empresas públicas. A su vez y
con la sanción de la reforma constitucional de 1.994, durante este período se plasma la idea de
transferencia de los servicios públicos y su control por parte de órganos independientes de la
autoridad, llamados entes reguladores, con un particular acento en la defensa de los intereses de
los consumidores y usuarios, debiendo actuar como órgano imparcial frente a estos, las
privatizadas y el Estado.

4
Al respecto véase CASSAGNE, Juan Carlos Estudio Preliminar, en ARIÑO ORTÍZ: Gaspar: La regulación
económica. Teoría y práctica de la regulación para la competencia, Ed Abaco, Bs. As 1 996, pág. 32 y SS.
Algunos autores de los cuales hemos tomado base para desarrollar nuestra definición como
son Bielsa5, Villegas Basavilbaso6, Grecca7, Sayagués Laso8, Marienhoff9, Diez10, Canasi11,
Altamira12, Escola13, Sarmiento García14, Dromi15, Maljar16 y Urrutigoity17.

5
BIELSA, Rafael; Derecho Administrativo, Quinta edición T 1, pág. 476, Ed. Depalma, Buenos Aires 1.956. sostenía
que el servicio público en sentido lato, era “toda actividad pública o privada, regulada por la ley (ley, decreto,
ordenanza, siempre que el órgano que la regule sea competente), con el objeto de satisfacer necesidades colectivas.
Distinguía entre servicios públicos propios, que “son los que presta o debe prestar el Estado directamente o por
concesionario”, de los impropios “que son aquellos que tienen de común con los propios satisfacer en forma más o
menos continuas necesidades colectivas, pero no es el Estado quien los presta ni los concede, sino que tan sólo los
reglamenta”. Finalmente, sostenía que servicio público propio era “toda acción o prestación realizada por la
Administración publica activa, directa o indirectamente, para la satisfacción concreta de necesidades colectivas, y
asegurada esa acción o prestación por el poder de policía”
6
VILLEGAS BASAVILBASO, Benjamín, Derecho Administrativo, T 3, Ed. TEA, Bs. As. 1951, pág. 41. señalaba
que eran servicios públicos “toda la actividad directa o indirecta de la administración pública, con el objeto de dar
satisfacción de necesidades colectivas, por un procedimiento de derecho público”.
7
GRECCA, Alcides, Derecho y Ciencia de la Administración Municipal, Ed. de la Universidad Nacional del Litoral
, Santa Fé 1943, T 3, pág. 194, para quien la definición debía comprender tanto a los servicios públicos propios como
impropios consistía en “toda prestación concreta del Estado o de la actividad privada, que tendiendo a satisfacer
necesidades públicas, es realizada directamente por la Administración pública, o indirectamente por los particulares,
mediante concesión, arriendo o una simple reglamentación legal, en la que se determinen las condiciones técnicas y
económicas en que debe prestarse, a fin de asegurar su menor coste, efectividad y eficacia”.
8
SAYAGUÉS LASO, Enrique; Tratado de Derecho Administrativo, T 1, pág. 58 y ss. Montevideo, Uruguay, 1954,
quien no compartía la distinción entre servicios públicos propios e impropios, lo definía como “el conjunto de
actividades desarrolladas por entidades estatales o por su mandato expreso, para satisfacer necesidades colectivas
impostergables mediante prestaciones suministradas directa e inmediatamente a los individuos, mediante un régimen
de derecho público”.
9
MARIENHOFF, Miguel, Tratado de Derecho Administrativo, T 2, pág. 55 Abeledo Perrot, Buenos Aires 1966.
También distinguía entre servicios públicos propios e impropios, llamándolos a estos últimos también virtuales.
Dentro de los servicios públicos impropios ubicaba al servicio de taxi, entendía por servicio público a “toda actividad
de la Administración Pública, o de los particulares o administrados, que tienda a satisfacer necesidades e intereses de
carácter general cuya índole o gravitación, en el supuesto de actividades de los particulares o administrados, requiera
el control de la autoridad estatal”.
10
DIEZ, Manuel María, Tratado de Derecho Administrativo, T 3, pág. 197, Ed. Bibliográfica Omeba, Buenos Aires
1967, definía al servicio público como “la prestación que efectúa la administración en forma directa o indirecta para
satisfacer una necesidad de interés general”. Tal definición la daba luego de excluir los denominados servicios
públicos uti univeristas, dejando en consecuencia dentro de la noción a los servicios públicos uti singulis. Tampoco
compartía la distinción de servicios públicos en propios e impropios, siguiendo a Sayagués Laso, que prefería
denominar estas actividades como actividades individuales de interés público, y excluyéndolas en consecuencia del
régimen de los servicios públicos.
11
CANASI, José, Derecho Administrativo, T 2, pág. 19. Ed. Depalma, Bs. As. 1974, servicio público era “la actividad
estatal, o bajo su control, que tiene por objeto reglamentar tareas de necesidad pública, cuya utilidad efectiva surge de
la forma regular y continua de su prestación, conforme a una regla de derecho preestablecida por la autoridad
competente de carácter público”.
12
ALTAMIRA, Pedro, Curso de Derecho Administrativo, edición póstuma, Ed. Depalma, Bs. As. 1969, pág. 470, la
definía como “aquella actividad técnica prestada por el Estado, directa o indirectamente, para satisfacer en forma
permanente, regular y continua, necesidades concretas de interés general por el procedimiento del derecho público”.
Por lo tanto empleaba el término servicios reglamentados para los servicios públicos impropios y gestión
administrativa para los casos en que la Administración satisfacía necesidades generales por procedimiento de derecho
privado.
13
ESCOLA, Héctor, ob. cit., T 1, pág. 435, nos decía que puede ser definido como “aquella actividad que es asumida
por la administración pública, en forma directa o indirecta, a fin de atender la satisfacción de necesidades de interés
público, bajo un régimen especial, predominantemente de derecho público”.
Así, entendemos que servicio público es toda actividad de prestación material, esenciales
para la vida comunitaria, realizadas por el Estado o por su delegación y bajo su control, cuya
titularidad es ejercida por él, bajo un régimen de derecho público con los caracteres de continuidad,
regularidad, generalidad, obligatoriedad, uniformidad, mutabilidad, calidad y eficiencia.
Decimos, actividad de prestación material, por que el objeto de los servicios públicos, es
satisfacer necesidades colectivas, mediante las referidas prestaciones a través de un servicio o
medio técnico (luz, agua, teléfonos, transporte), quedando excluidas en consecuencia las
prestaciones de tipo social las cuales suelen ser distintas y variadas. Tampoco puede tratarse de
prestaciones dinerarias, sino que deben ser actividades o bienes distintos al dinero18.
Esenciales para la vida comunitaria, ya que no se trata de actividades esenciales al ser del
Estado (llamados también cometidos esenciales de él), sino que para él son de mera utilidad
pública, pero indispensables para la vida en sociedad, y que es el sustento para que las asuma en
forma exclusiva, y este elemento, es el más variable, puesto que lo que hoy puede ser servicio
público, mañana, tal vez ya no lo sea19.
Realizadas por el Estado o por su delegación y bajo su control, en función que los servicios
puedan ser prestados por el Estado en forma directa, o bien que delegue en terceros esa prestación
ya sea por concesión, permiso, habilitación, licencia o autorización, pero siempre bajo el control
de él20.

14
SARMIENTO GARCÍA, Jorge H., Los servicios públicos, Revista Mundo Jurídico Nº 47, Mendoza 1973, pág. 49
y ss, también puede verse la misma definición en la obra dirigida por este autor ya cit. Derecho Público, pág. 632, que
la define en forma descriptiva los servicios públicos, diciendo que es la “actividad administrativa desarrollada por
entidades estatales o por su delegación, que tiene por finalidad satisfacer necesidades individuales de importancia
colectiva, mediante prestaciones materiales en especie, periódicas y sistemáticas, que constituyen el objeto esencial
de una concreta relación jurídica con el administrado, y asegurada por normas y principios que tienden a dar
prerrogativas de Derecho Público a quien la cumple para permitirle la mejor satisfacción de las necesidades
colectivas”.
15
DROMI, ob. cit. pág. 619, define a los servicios públicos como “las prestaciones que cubren necesidades públicas
o de interés comunitario, que explicitan las funciones fines del Estado, de ejecución per se o por terceros, mediando
concesión, licencia, permiso, autorización o habilitación, pero siempre bajo la fiscalización estatal”.
16
MALJAR, ob. cit. pág. 318, lo define como “la ejecución regular, continua, directa e inmediata, por una
organización pública o por delegación de un conjunto de actividades técnicas de prestación material, esenciales para
la vida social, asumidas por el Estado bajo una declaración de titularidad, bajo un régimen de Derecho Público”.
17
URRUTIGOITY, Javier, Retribución en los servicios públicos en AAVV, Los Servicios Públicos, Ed. Depalma
1.994, GRECCO, Carlos y MUÑOZ, Guillermo; Fragmentos y testimonios del Derecho Administrativo, Bs. As., Ad
Hoc.1.999. pág. 64,
18
Conf. SARMIENTO GARCIA, Los Serv. Púb. en Mundo Jurídico, ob. cit. pág. 49.
19
Con. MALJAR, ob. cit. pág. 320.
20
Así, MARTINEZ, Patricia; Sistemas de Control en los Servicios Públicos Privatizados, AAVV, Los Servicios
Públicos, Ed. Depalma 1.994., pág. 123, dice “En los servicios públicos prestados indirectamente por la administración
por medio de concesionarios, licenciatarios, permisionarios, etc., la autoridad estatal se hace efectiva no sólo
ejerciendo el poder de policía respecto a la actividad del concesionario, sino trasmitiendo a éste ciertas funciones de
Cuya titularidad es ejercida por él, por que el Estado asume la titularidad de los mismos
(publicatio) elevando determinada actividad que se desarrollaba por los particulares a la categoría
de servicio público, mediante un régimen jurídico especial, que al decir de Cassagne 21, no es otra
cosa que un aspecto del régimen exorbitante o típico del Derecho Administrativo, constituido por
una serie de prerrogativas, obligaciones y garantías22.
Bajo un régimen de derecho público, puesto que los servicios públicos se rigen por normas
de Derecho Público, con prescindencia que en determinados casos se le apliquen normas y
principios derivados del derecho privado23.
4.6.2. Caracteres de los Servicios Públicos.
Los caracteres de los servicios públicos, tampoco son unánimes en la doctrina, puesto que
varían en función de los diversos autores en torno del tema24. Para nosotros, tal cómo lo hemos
expresado en nuestra definición de servicios públicos, son:
Continuidad, viene derivada de la necesidad de satisfacer sin interrupciones el servicio, que
ha justificado la elevación de una actividad como servicio público. Indica que el servicio debe
prestarse toda vez que la necesidad que se cubre se haga presente, es decir oportunamente. La
continuidad puede ser absoluta o relativa. Absoluta es el caso del servicio de luz o agua, que no
admiten interrupciones, y la relativa es aquella que si admite a las mismas, tales como el de
transportes, o el de bomberos. Derivado de este principio, surgen algunas particularidades que

control sobre personas y cosas para asegurar el eficiente funcionamiento del servicio. De allí que en el caso de los
servicios públicos prestados por terceros el Estado acentúa sus potestades de dirección y control, aún cuando se
persigan objetivos de desregulación e instalación de mecanismos de mercado”.
21
Ob. cit. pág. 433.
22
MALJAR, ob. cit. pág. 319, al respecto dice “el Estado asume sobre los servicios públicos, la llamada exclusividad
regalística, que significa la titularidad de la Administración sobre la función o actividad de que se trate”.
23
MALJAR, ob. cit. pág. dice “El servicio público se regula por normas de Derecho público, para garantizar la plena
satisfacción del interés general. A esos efectos, esta técnica posibilita la aplicación de las potestades públicas, como
la expropiación, servidumbres y limitaciones de la propiedad, uso especial de bienes públicos, sanciones
administrativas y aún penales, etcétera. Basta imaginar lo que ocurriría se hubieran de construirse las líneas férreas
sin poder recurrir a la expropiación, o el servicio público telefónico sin imponer servidumbres o utilizar bienes
públicos. Estas prerrogativas las puede ejercer directamente el Estado o en forma indirecta a través de los
concesionarios”.
24
Para BIELSA, ob. cit. T 1, pág. 483., los caracteres son generalidad, uniformidad, continuidad y regularidad; para
SAYAGUÉS LASO, ob. cit. T 1 pág. 70., son continuidad, regularidad, igualdad y obligatoriedad; para
MARIENHOFF, ob. cit. T 2 pág. 61 son continuidad, regularidad, uniformidad, generalidad y obligatoriedad; para
DIEZ, ob. cit. pág. 206. son continuidad, inembargabilidad, continuidad, regularidad, igualdad, generalidad y
obligatoriedad; para CANASI, ob. cit. pág. 22. son generalidad, uniformidad, regularidad y continuidad; para
ALTAMIRA, ob. cit. pág. 446. eran generalidad, igualdad o uniformidad, regularidad, continuidad, obligatoriedad,
para ESCOLA, ob. cit. pág. 440. son continuidad, regularidad, uniformidad o igualdad, generalidad y obligatoriedad;
para SARMIENTO GARCÍA, ob. cit. en Mundo Jurídico Nº 49, son continuidad, regularidad, igualdad y generalidad;
para URRUTIGOITY, ob. cit. pág. 67. son regularidad, continuidad, obligatoriedad, mutabilidad e igualdad, para
CASSAGNE, ob. cit, pág. 434, son continuidad, regularidad igualdad y obligatoriedad.
hacen a la naturaleza de las prestaciones de los servicios públicos, como la prohibición o limitación
del derecho de huelga25, un régimen especial en materia de quiebras26, la inembargabilidad de los
bienes afectados al servicio27, limitaciones al ius dispoenendi28, una protección penal en muchos
casos29, etc.
Regularidad, es decir que debe ser prestado conforme a reglas preestablecidas o a normas
determinadas o lo que es lo mismo, todo servicio público debe ser en cuanto a su funcionamiento,

25
Al respecto, CASSAGNE, ob. cit. T 2, pág. 434 dice “sobre la base de que, en principio, la huelga se encuentra
limitada por las leyes que reglamentan el ejercicio de los derechos al igual que los paros patronales. En este sentido,
tanto el ordenamiento positivo de Argentina como el de otros países a instituido el arbitraje obligatorio como un modo
de solucionar los conflictos colectivos que puedan ocasionar la suspensión, paralización y negación de los servicios
públicos esenciales”
26
GRECCO, Carlos Manuel, Aproximación al régimen jurídico de los bienes afectados al servicio público en
GRECCO, Carlos y MUÑOZ, Guillermo; Fragmentos y testimonios del Derecho Administrativo, Bs. As., Ad
hoc.1.999., pág 420, expresa, que la “regulación de la quiebra de personas que explotan servicios públicos ha sido
desde antaño contemplada en la legislación específica...en prescripciones sustancialmente análogas, que cuando se
tratara de la quiebra de sociedades que tuvieran por objeto la explotación de ferrocarriles, provisión de aguas,
alumbrado, canales de riego o navegación u otros objetos análogos, de interés común nacional, provincial o municipal,
su funcionamiento o explotación no podía suspenderse. El espíritu que informa dicho criterio – como indica F. García
Martínez- es el de impedir la paralización de los servicios públicos en virtud de los trastornos y perjuicios derivados
de la interrupción”.
27
GRECCO, ob. cit, pág. 417, dice que “es criterio general la inembargabilidad de bienes afectados a un servicio
público, pues la posibilidad de una afectación real de garantía es inhibida sobre la base de una afectación previa al
cumplimiento de un fin público de interés general, incompatible con afectaciones posteriores”.
28
Esto, ya que si bien los bienes del concesionario de un servicio público son propios, es decir que los bienes afectados
no constituyen dominio público, pero se encuentra sometidos a un régimen jurídico diferenciado y especial, mientras
dura la concesión, que tiene por objeto rodear los bienes de garantías a los efectos de impedir su exclusión del servicio
público.
29
El Código Penal establece una protección especial para determinados servicios públicos en los artículos que a
continuación se transcriben: 190. Será reprimido con prisión de dos a ocho años, el que a sabiendas ejecutare cualquier
acto que ponga en peligro la seguridad de una nave, construcción flotante o aeronave. Si el hecho produjere naufragio,
varamiento o desastre aéreo, la pena será de seis a quince años de reclusión o prisión. Si el hecho causare lesión a
alguna persona, la pena será de seis a quince años de reclusión o prisión, y si ocasionare la muerte, de diez a
veinticinco años de reclusión o prisión. Las disposiciones precedentes se aplicarán aunque la acción recaiga sobre
una cosa propia, si del hecho deriva peligro para la seguridad común. 191. El que empleare cualquier medio para
detener o entorpecer la marcha de un tren o para hacerle descarrilar, será reprimido:1. Con prisión de seis meses a
tres años, si no se produjere descarrilamiento u otro accidente; 2. Con prisión de dos a seis años, si se produjere
descarrilamiento u otro accidente; 3. Con reclusión o prisión de tres a diez años, si a consecuencia del accidente,
resultare lesionada alguna persona; 4. Con reclusión o prisión de diez a veinticinco años, si resultare la muerte de
alguna persona. 192. Será reprimido con las penas establecidas en el artículo anterior en sus casos respectivos, el que
ejecutare cualquier acto tendiente a interrumpir el funcionamiento de un telégrafo o teléfono destinado al servicio de
un ferrocarril. 193. Será reprimido con prisión de un mes a un año, si el hecho no importare un delito más severamente
penado, el que arrojare cuerpos contundentes o proyectiles contra un tren o tranvía en marcha. 194. El que, sin crear
una situación de peligro común, impidiere, estorbare o entorpeciere el normal funcionamiento de los transportes por
tierra, agua o aire o los servicios públicos de comunicación, de provisión de agua, de electricidad o de sustancias
energéticas, será reprimido con prisión de tres meses a dos años. 195. Serán reprimidos con prisión de un mes a un
año, si el hecho no importare un delito más severamente penado, los conductores, capitanes, pilotos, mecánicos y
demás empleados de un tren o de un buque, que abandonaren sus puestos durante sus servicios respectivos antes de
llegar a puerto o al término del viaje ferroviario. 196. Será reprimido con prisión de seis meses a dos años, el que, por
imprudencia o negligencia o por impericia en su arte o profesión o por inobservancia de los reglamentos u ordenanzas,
causare un descarrilamiento, naufragio u otro accidente previsto en este Capítulo.
normado por disposiciones que rijan al mismo. Es el ritmo o equilibrio con que se presta el servicio.
No debe confundirse la regularidad con la continuidad. La diferencia entre continuidad y
regularidad, en materia de servicios públicos de transporte por ej., hace a que la primera mira la
no interrupción de los servicios y la segunda al cumplimiento de los horarios fijados por la
administración (así, por ej, el concesionario que no cumple con la cantidad de frecuencias pactadas
o no cumple con los horarios aprobados por la autoridad, no está cumpliendo regularmente el
servicio)30.
Generalidad es que el servicio pueda ser exigido y usado por todos los habitantes, ya que
ha sido establecido o regulado por el Estado para satisfacer una necesidad general o colectiva.
Frente a ese derecho subjetivo de exigir el usuario la prestación del servicio existe la obligación
del Estado o del particular autorizado de prestarlo correctamente31.
La obligatoriedad es inherente al servicio, por su propia naturaleza, la obligatoriedad de la
prestación y su exigibilidad por parte de los usuarios, es la contracara de la generalidad32.
La uniformidad es la igualdad de trato en la prestación, significa el derecho a exigir y recibir
el servicio en igualdad o uniformidad de condiciones sin discriminación ni privilegios, y es una
regla de carácter general que no admite excepciones. Implica el derecho a exigir un trato digno y
equitativo. Expresa Marienhoff, que “la igualdad de trato que debe dárseles a los habitantes en la
utilización de un servicio público, es un corolario del principio fundamental de igualdad ante la
ley. En Francia, el Consejo de Estado declaró que la “igualdad” de los administrados y usuarios
frente a los servicios públicos, constituye un “principio general de derecho”, temperamento que
sirvió de base para resolver controversia llevadas a consideración del Tribunal”33.
La mutabilidad, sostiene Urrutigoity34, no resulta difícil de explicar, ya que los servicios
públicos resultan en sí variables por diferente condiciones de tipo económicas, geográficas,
culturales, ideológicas, etc. Este carácter explica por un lado el auge, noción, crisis del concepto y
resurgimiento del concepto, por un lado y por otro, explica el hecho de que en algún momento

30
ALTAMIRA, ob. cit., dice “Es de advertir que la regularidad no es la continuidad...El servicio público puede ser
continuo y al mismo tiempo funcionar irregularmente. Un ejemplo de ello lo tenemos en el denominado “trabajo a
reglamento”, medio empleado por los agentes para obtener mejoras sociales”.
31
DROMI, ob. cit. pág. 625.
32
DROMI, OB. CIT, pág., 625, agrega “Por su parte, el usuario no está, en principio, obligado a usar el servicio,
excepto en algunos casos en que por el fin que el Estado persigue, el servicio es instrumento idóneo para alcanzar
aquel fin, por ej, la instrucción primaria, que tiende al fin de la educación; la provisión de agua potable y las conexiones
cloacales, que persiguen fundamentos de seguridad e higiene”.
33
Ob. cit. T 2 pág. 77.
34
Ob. cit. pág. 68.
dado una determinada actividad sea considerada o elevada a servicio público y en otro momento,
la misma actividad deje de serlo, o simultáneamente en un lugar puede ser considerada servicio
público en un lugar y en otro no35. Por último destaca que “la mutabilidad o variabilidad del
instituto se advierte en aspectos tales como su noción, régimen jurídico, modos de gestión,
retribución, etc.”.
Calidad y eficiencia son los estándares que la sociedad exige en la función prestadora de
servicios y que los prestadores, ya sea el Estado o particulares, no se pueden desentender de esas
exigencias. Se trata de una actividad que ha sido reglada por el Estado a efectos de satisfacer
necesidades colectivas, y estas son el medio para determinar la calidad y eficiencia del servicio36.

4.6.3. El concepto de servicio público de transporte.


Como consecuencia de lo expuesto, formularemos nuestra definición de servicio público
entorno de los servicios de transporte diciendo que es aquel servicio que presta el Estado por si o
por terceros, bajo un régimen de derecho público, a efecto de satisfacer necesidades sociales en el
traslado de personas o bienes, con las características de continuidad, regularidad, generalidad,
obligatoriedad, uniformidad, mutabilidad, calidad y eficiencia.
La definición expuesta, abarca cuatro aspectos sustanciales, a saber: la noción de servicio
publico, su carácter normativo publicista, los caracteres de la prestación y el hecho de la traslación.
A los tres primeros, los hemos desarrollado en los puntos precedentes al definir al servicio público,
en tanto que al último lo hemos desarrollado en el comienzo del presente capitulo.
En nuestro derecho, es dable distinguir la noción de servicio público respecto del poder de
policía. En la primera, y por medio de la publicatio, se trata de actividades cuya titularidad es de
la Administración, cuyo ejercicio puede ser efectuado por ella o por terceros vinculados con esta
por medio de contratos de concesión.
En tanto, el poder de policía (basado en las facultades reglamentarias del poder legislativo
en tomo a los derechos consagrados en la Constitución en función de lo dispuesto por el artículo
14 de ella) es la regulación de derechos que originariamente sólo competen a los particulares

35
Es lo que sucede con los servicios de taxis, que en algunas legislaciones es considerado como un servicio público,
en tanto en otras no pasa de ser una mera actividad comercial sujeta a una reglamentación de carácter mínimo. Al
respecto remitimos al lector al capitulo de transporte terrestre, servicios por taxímetros y asimilados.
36
Conf. DROMI, ob. cit. pág. 626, quien funda estos caracteres en el artículo 42 de la Const. Nac. (1994), ya es
objetivo de esta “lograr una mejor calidad de vida, de modo que tales niveles de prestación son exigibles a todos los
prestadores del servicio público (Estado, licenciatario, concesionario)”.
mediante el dictado de una ley formal por la cual se justifica la intervención del Estado en la
economía.
Maljar nos dice que “el primero supone la titularidad de la competencia (denominada aquí
publicatio) por parte de la Administración Pública, el poder de policía regula mediante normas
generales el ejercicio de las actividades que desempeñan los particulares en virtud del derecho de
trabajar y ejercer libremente el comercio (art. 14 de la Const. Nacional)37”
Para el derecho anglosajón, el concepto de public utilities, sobre todo de los
norteamericanos, difiere en alguna medida de nuestro concepto de servicio público basado en la
publicatio. En principio, y como lo expresa Maljar38, la primera diferencia es de orden
constitucional, ya que la norma fundante norteamericana, no posee un artículo similar a nuestro
artículo 14, por medio del cual se autoriza al Congreso a la reglamentación limitación de derechos,
la cual se ha ido efectuando conforme a la evolución jurisprudencial.
Este autor dice que por public utilities, se debe entender a aquella “empresa privada que
gestiona un servicio público”39, para agregar que “es importante resaltar que en ese país se
encuentra vigente un modelo de regulación, de policía, respecto a estas empresas, por la cual las
entidades privadas son titulares de la competencia sobre el servicio público, cuya gestión se halla
estrictamente regulada por el Estado. Las empresas reglamentadas (como las denominó Villegas
Basavilbaso) se caracterizan por seguir siendo privadas cualquiera sea el grado de contralor
policial que se les destine. El poder de policía sobre ellas descargado es una pura consecuencia de
su vinculación con los intereses públicos”40.
4.6.4. Formas de prestación.
4.6.4.a. Prestación por el estado.
Los servicios públicos de transporte, pueden ser prestados por el Estado41 o por particulares.
Hace ya varios años y bastante antes de que se iniciaran a nivel mundial los llamados procesos de
reforma del Estado, que terminaron siendo la transferencia de empresas públicas al sector privado
que Escola42 se refería diciendo que “es innegable en la actualidad, que esta cuestión,

37
MALJAR, Daniel Edgardo, Intervención del Estado en la prestación de los servicios públicos, Ed Hammurabi, Bs.
As. 1.998, pág. 116.
38
lbidem, pag 140 y ss en donde se desarrolla con el tema en profundidad
39
lbidem, pág.159
40
lbidem, pág.160
41
Sobre el tema en la actualidad, y los procesos de privatizaciones llevados a cabo en nuestro país véase: CASSAGNE,
ob. cit., T1, cap. IV, DROMI, ob. cit. cap. I, SARMIENTO GARCÍA y ot. , Derecho Púb., ob. cit., pág. 641 y ss., y
MALJAR, ob. cap. III.
42
Ob. cit. T 2, pag. 416.
objetivamente considerada, no es sino un problema de oportunidad, conveniencia y eficacia,
existiendo servicios públicos que sólo pueden ser prestados por el Estado, otros que pueden serlo
de manera indirecta o bajo el control más o menos activo del Estado , y otros por último, que
pueden y aún deben mantenerse en manos privadas”.
Por su parte, Sarmiento García43, reduce el ámbito de actuación del Estado, creemos que
correctamente a la prestación de los mismos a dos supuestos, 1) de incapacidad, insuficiencia o
desinterés de los particulares, ya sea por falta de recursos humanos o económicos, o ya sea por
falta de organización adecuada o falta de rentabilidad; y 2) en los casos en que se encuentre
comprometidas la paz y la seguridad del Estado (v. gr. la manipulación de la energía nuclear).
Respecto de la prestación de los servicios de transporte por el Estado, creemos conveniente
reiterar lo que dijimos hace ya varios años en otro trabajo44, al explicar las discusiones en torna al
tema de las desregulaciones.
Expresábamos que la llamada desregulación de los servicios públicos había sido más bien
en nuestros países una respuesta al estatismo. En principio se confundió en alguna manera a
regulación con estatismo y proteccionismo económico. Nada tan equívoco como eso. Una función
natural del Estado, es la planificación estratégica, que no es otra cosa que la elaboración y
ejecución de planes y proyectos.
Esa planificación no es autoritaria, no es meramente técnica, es democrática, es una
planificación económica - social, concertada con los sectores de la producción, capital y el trabajo.
Esto en resumidas líneas es la concepción que llevada al transporte sustentamos y propiciamos.
De ahí que sostenemos -cuando hablamos de servicios públicos- que se trata de una
actividad Estatal prestada por sí o terceros tendiente a satisfacer necesidades de traslado de carácter
general que siendo prestado por particulares requiere un estricto control de la autoridad.
Esto no es incompatible con la tesis de que el Estado propugna el crecimiento de lo
económico a través de la libre competencia. Pero se debe tener en cuenta que hay que propiciar la
utilización racional de los bienes escasos y evitar generar condiciones que traigan aparejadas
consecuencias de inequidad social y ambiental. Es así que el estado controla y vigila la economía
y corrige las distorsiones que provoca el mercado en el transporte, asigna las rutas, fija las tarifas,
la cantidad de unidades, la cantidad de frecuencias. El ingreso a este mercado está dado en función

43
SARMIENTO GARCÍA, Concesión de servicios públicos, Bs. As., Ciudad Argentina 1.996. pág. 23.
44
LOSADA, Francisco; Derecho del Transporte, en Revista Cáthedra de la Univ. Nacional Mayor de San Marcos, Nº
4, Lima 1.999, pág. 289.
ex - ante, cualquiera participa en el concurso o licitación, la restricción es ex - post, ya que sólo
intervienen los adjudicatarios de la licitación o concurso. Por eso es un cuasi monopolio u
oligopolio legal. Se desarrolla así una especie de industria del transporte que a la vez de ser
fomentada por Estado, éste la regula o controla.
Regulación no es protección a la ineficiencia de los prestadores, sino que debe ser entendida
como una protección al usuario en primer lugar y en segundo una protección a los planes trazados
y delineados por la Administración, de ahí que el estado tiene el deber sancionar de sancionar al
ineficiente que no cumpla con las pautas de calidad y eficiencia que el medio social exige. Si la
sociedad, por medio de impuestos invierte en infraestructura y obra pública, gastos de los recursos
públicos, debe cuidarlos, no despilfarrarlo, solventando o esperando que el mercado corrija al
ineficiente que contamina, rompe calles o hace uso inadecuado de puertos, aeropuertos, o
cualesquiera otra infraestructura del transporte.
Esa es la función del Estado más que la prestar el servicio, regla que deberá ser apreciada
con flexibilidad, ya que sabemos que en algunos casos el Estado ha demostrado más eficiencia en
la prestación de estos servicios que los mismos particulares.
4.6.4.b. Prestación por terceros.
4.6.4.b.1. Concesión. Concepto, caracteres y elementos de este contrato
administrativo.
Cuando el servicio público es prestado por terceros, estos pueden asumir la forma de
concesión, permiso o habilitación. Al respecto, y antes de abordar a cada uno, cabe señalar,
siguiendo en esto a Cicero45, que no es nuestra pretensión agregar una definición más a las tantas
ya existentes a partir de los nuevos marcos regulatorios de los servicios públicos que se han venido
dando desde 1.991 a la fecha.

45
CICERO, Nidia K., Servicios Públicos; control y protección, co-edición de Ed. Ciudad Argentina y de la Fac. de
Derecho y Cs. Sociales de la U.B.A., Bs. As. 1.996, pág. 44.
La concesión de servicios públicos, ha sido definida por la mayoría de los autores tratados
en este capítulo46, pero a los efectos del mismo, seguimos la esbozada por Escola47, en su Tratado
Integral de los Contratos Administrativos, diciendo que es “un acto de la Administración Pública
por la cual ésta encomienda a un tercero la organización y funcionamiento de un servicio público
en forma temporal, otorgándole determinados poderes y atribuciones a ese fin, asumiendo dicha
persona la prestación del servicio a su propia costa y riesgo, percibiendo por ello una retribución,
que puede consistir en el pago de un precio pagado por los usuarios, o en subvenciones o garantías
que le fueran reconocidas, o en ambas cosas a la vez, cumpliéndose el servicio público bajo la
vigilancia y control de la autoridad administrativa”.
La concesión, entonces apareja por parte de la Administración, una cesión en la explotación
del servicio, sin que ello, bajo ningún aspecto importe una renuncia a la titularidad de los mismos,
los cuales siempre quedan bajo la égida del Estado. Este criterio, dice Cicero48 siguiendo a Mairal,

46
BIELSA, ob. cit., T 2 pág. 217 y ss. lo definía como un “acto administrativo – contrato de derecho público – por el
cual se atribuye a una persona con el fin de que ella gestione o realice el servicio público concedido, un poder jurídico
sobre una manifestación de la Administración Pública”. MARIENHOFF, ob. cit., T 3 B, pág. 577, lo definía como “el
acto mediante el cual la el Estado encomienda a una persona – individual o jurídica, pública o privada – , por tiempo
determinado, la organización y el funcionamiento de un servicio público; dicha persona, llamada “concesionario”,
actúa a su propia costa y riesgo, percibiendo por su labor la retribución correspondiente, que puede consistir en el
precio pagado por los usuarios o en subvenciones y garantías otorgadas por el Estado, o en ambas cosas a la vez”.
SAYAGUÉS LASO, ob. cit. T 2, pág. 12, lo definía como “el acto por el cual la administración encarga temporalmente
a una persona la ejecución de un servicio público, transmitiéndole ciertos poderes jurídicos y efectuándose la
explotación bajo su vigilancia y contralor, pero por cuenta y riesgo del concesionario”. , DIEZ, Der. Adm., ob. cit.,
T 3, pág. 262, lo definía como “un modo de gestión de un servicio, por medio del cual una persona pública, que es el
concesionario, encarga, por contrato concluido con él, a una persona privada, el concesionario, la gestión de un
servicio público a su costo y riesgo, mediante el derecho de obtener una remuneración por medio de las tarifas
percibidas por los usuarios”. CANASI, ob. cit. T 2, pág. 571, lo definía como “como el contrato administrativo por el
cual el Estado (en sentido lato) delega o atribuye a una persona jurídica pública, la prestación de un servicio público
y determinados atributos de él, por un término determinado y mediante la fijación de una tarifa, aunque tengan que
realizar para dicha prestación construcciones o trabajos accesorios para dicho servicio” .FIORINI, Bartolomé, Manual
de Derecho Administrativo, Ed. La Ley, Bs. As. 1.968, T 1, pág. 510 definía al mismo, “es el contrato por el cual la
administración pública nacional, provincial o municipal, delega a un particular para que comprometa a su riesgo
personal su riego personal su capital empresario en la realización de una gestión de utilidad pública que le correspondía
a la administración pública”. ALTAMIRA, ob. cit. pág. siguiendo Greca, lo definía como “la atribución de poder que
la Administración confiere a un particular, para que rija, durante cierto tiempo, la gestión de un servicio; atribución
que debe ir precedida de la ejecución, por parte del concesionario o particular, de una obra pública” . SARMIENTO
GARCÍA, Concesión de Serv. Púb., ob. cit., pág. 29, lo define como “el contrato en función administrativa en virtud
del cual un ente estatal encomienda o delega a una persona, temporalmente, la ejecución de un servicio público,
otorgándole el ejercicio de cierta potestad pública para asegurar su funcionamiento, efectuándose la explotación a
costa y riesgo del concesionario, bajo la vigilancia y control del ente concedente”. DROMI, ob. cit., pág. 464, dice
que es “un contrato por el que el Estado encomienda a una persona, física o jurídica, privada o pública, la organización
y la prestación de un servicio público por un determinado lapso. Esta persona, concesionario, actúa por su propia
cuenta y riesgo. La labor se retribuye con el precio o tarifa pagado por los usuarios o con subvenciones y garantías
otorgadas por el Estado, o con ambos medios a la vez”.
47
ESCOLA, Héctor J., Tratado Integral de los Contratos Administrativos, T 2, Ed. Depalma, Bs. As. 1.979, pág. 15.
48
CICERO, ob. cit. pág. 46.
es el de la doctrina francesa, afirmando “la actividad es netamente estatal, por eso lo presta el
Estado, ya sea por sí o por medio de concesionarios”.
Los elementos caracterizantes del contrato de concesión de servicios públicos49, son: a) es
un acto, que se regula por el derecho público; b) es otorgado por la administración, o sea por un
ente estatal actuando en función administrativa; c) el beneficiario de la concesión es una persona,
física o jurídica, privada o pública; d) mediante la concesión se otorga al concesionario
determinados poderes o atribuciones, sin los cuales la ejecución se vería entorpecida; e) el
concesionario desarrolla su actividad a su cuenta y riesgo, tomando a su cargo las consecuencias
patrimoniales de la explotación, percibiendo una remuneración, que puede revestir distintas
formas; f) la concesión siempre es temporal; g) la prestación del servicio se lleva a cabo bajo la
vigilancia y control amplio e intenso de la administración pública.
Los caracteres de este contrato son: bilateral o sinalagmático, oneroso, consensual,
nominado, conmutativo, causal, de ejecución continuada o sucesiva, principal, de adhesión e
intuito personae.
Los elementos de este contrato son los sujetos que son dos50, uno es el concedente, que es
siempre el Estado, ya sea nacional, provincial o municipal, o un ente autárquico, pero siempre
actuando en función administrativa. El otro, es el concesionario, que es siempre un particular51,
que como hemos dicho al analizar los caracteres debe cumplir personalmente el servicio.
El otro elemento es la competencia – capacidad: es competencia, dentro de cada
jurisdicción, del poder legislativo determinar los servicios públicos, ya sea que los mismos sean
de jurisdicción federal, ya sean provinciales o bien municipales. Respecto del concesionario, su
capacidad se rige por el Derecho Privado, aunque en determinadas circunstancias, y debido a la
propia complejidad de los servicios a prestar, el ordenamiento jurídico de Derecho Público, exige
determinadas obligaciones (v. gr. estar inscripto en determinados registros).
El tercer elemento es el consentimiento: siguiendo a Sarmiento García 52 diremos que el
contrato de concesión queda perfeccionado “cuando se produce el acuerdo o cesión de voluntades
entre las partes, encontrándose por lo general las siguientes etapas: a) una propuesta u oferta de
los interesados en la concesión. b) La adjudicación administrativa, que es la aceptación de aquella

49
ESCOLA, Tratado, ob. cit., T 2, pág. 15.
50
Aun que hay autores como MARIENHOFF, ob. cit., T 3 B, pág. 584., que admiten la posibilidad de incluir como
parte de este contrato a los usuarios. En contra ESCOLA, Tratado, ob. cit., pág. 45.
51
Sobre si puede ser concesionario una persona pública estatal, véase ESCOLA, Tratado, ob. cit., T 2, pág. 44.
52
SARMIENTO GARCÍA, Concesión de Serv. Púb., ob. cit., pág. 68
propuesta. c) La notificación de dicha adjudicación, con la que se perfecciona el contrato”. El
consentimiento como acto de la Administración, suele ser un acto complejo descompuesto en
diversas fases más o menos numerosas, cada una de ellas con su propio acto. Objeto: es el de poner
la prestación de un servicio público a cargo de una persona privada, física o jurídica, la que asume
su realización por su cuenta y por su riesgo, bajo la supervisión y control de la Administración.
Forma: no existiendo forma predeterminada, el principio que rige es el de la libertad de las partes
al contratar, no obstante ello, es recomendable la forma escrita. Ahora bien, a falta de dicha
exigencia el contrato puede ser celebrado verbalmente.
Canosa53, parte de la idea de que la concepción de la “estatización” de una actividad
derivada de su calificación como servicio público, debe tener presente la premisa fundamental de
que las actividades industriales o comerciales, de acuerdo con nuestro texto constitucional,
pertenecen per se a los particulares dada la redacción del artículo 14 de la CN.
Para este autor, el servicio público, en definitiva, importa una calificación que en modo
alguno supone la “estatización” de la actividad, sino que se enmarca dentro del concepto de
limitaciones al ejercicio de los derechos a las que alude indirectamente el art. 14 al referirse a la
reglamentación de dicho ejercicio.
Sostiene en este sentido que las antiguas leyes 2873 (ferrocarriles) y 12.346 (transporte
automotor) no contienen previsiones en el sentido de considerar el transporte terrestre como
actividad estatal. Así cabe señalar que, en el caso del transporte automotor, esa actividad fue
desarrollada por los particulares antes de la sanción de la ley que la regulara, y, luego de sancionada
no cabe inferir, según el texto de la misma, la pretendida estatización de la actividad.
De ahí concluye que sería un verdadero exceso, sostener que por el solo hecho de haber
considerado esa porción de la actividad como servicio público se produzca la denominada
“publificación” de la misma, por lo que debe preguntarse si sería constitucional una ley que
disponga que determinada actividad comercial o industrial es de titularidad estatal, hecho que lo
lleva a concluir a que en modo alguno tenga lugar dicha posibilidad por que no se compadece con
las disposiciones de la Constitución Nacional.
Entendemos que la titularidad estatal de un servicio, no se encuentra reñido con los
principios consagrados en nuestra Constitución. El Estado, en sus múltiples funciones y fines, los

53
CANOSA, ob. cit, págs. 119 y ss.
cuales no son pétreos, sino que cambian en el tiempo debe satisfacer las necesidades del bien
común de sus habitantes.
En materia de ferrocarriles no existieron iniciativas privadas, fueron concesiones otorgadas
por el Estado mediante leyes y con vencimientos de sus contratos. Si bien es cierto que el transporte
existió desde siempre en el mercado y en muchos casos sólo estuvo regulado por normas de
carácter contractual, no menos cierto es, que por aquellos albores el Estado tenia una muy poca
presencia en la mayoría de las actividades que hoy consideramos como públicas.
En materia naviera si bien fueron actividades prestadas por los particulares, el Estado,
luego de la emancipación tuvo fuertes rasgos regulatorios al respecto, en tanto en materia
aeronáutica, fue el gran impulsor en el desarrollo de este medio en nuestro país.
Lo expuesto no importa sostener que cualquier actividad puede ser considerada servicio
público y que detrás de la misma subyazca la titularidad del Estado, puesto que no sólo sería una
cuestión de dudosa constitucionalidad, sino una barbaridad jurídica.
4.6.4.b.2. Prestación por terceros: Permiso, licencia, autorización y habilitación.
Ya hemos adelantado, que sobre este punto, aparte de la divergencia legislativa que existe,
tampoco hay acuerdo en la doctrina en cuanto al alcance de cada uno de estos términos54.
Olivieri55en lo específico de régimen de transporte por automotor en el ámbito interurbano,
Decreto 958/92, que utiliza este vocablo derivado de la ley 12.346, que el alcance del término
permiso es de “un acto jurídico administrativo de naturaleza contractual, por el cual el Estado
satisface necesidades generales valiéndose de la colaboración voluntaria de los administrados para
la prestación de dichos servicios”, concluyendo que al mismo se le aplican los principios
doctrinarios y jurisprudenciales del contrato de concesión de servicio público. Agrega luego que
en lo “referente a las diferencias que existen entre el permiso – entendido como concesión –
respecto del permiso en sentido estricto y la habilitación, cabe expresar que el permiso – concesión

54
SARMIENTO GARCÍA, Concesión de Serv. Púb., ob. cit., pág. 169 y sig. CICERO, Ob. cit. pág. 43. la autorización
“es la mera remoción administrativa de límites impuestos a derechos preexistentes de los particulares en aras del
interés público, que se concreta en el otorgamiento de una habilitación previa para desarrollar actividades que son
propias de aquéllos y que sin embargo no podrían ejercerse sin el consentimiento de la administración”. En tanto que
el permiso “consiste en una tolerancia concedida unilateralmente por la Administración Pública en exclusivo interés
del permisionario. La nota distintiva del permiso es la precariedad por lo que resulta esencialmente revocable mediante
el ejercicio de una facultad discrecional sin generar derecho a indemnización, pues no da nacimiento a un derecho
nuevo, como ocurre con la concesión, ni tampoco supone el reconocimiento del ejercicio de algún derecho preexistente
como la autorización”. En cuanto a la licencia, dice que es similar a la concesión, pero se diferencia de ella en que en
la primera “el Estado cedente no conserva su papel de titular de la actividad que licencia, sino que, en principio, la
abandona en forma definitiva en manos de los particulares sin posibilidad de retomarla”.
55
OLIVIERI, ob. cit. pág. 99 y ss.
es un acto complejo de naturaleza contractual, regulado por normas de derecho público, por el cual
el Estado otorga el ejercicio de un servicio público a un particular para que lo preste a su propia
cuenta y riesgo, quedando la remuneración a cargo de los usuarios...que genera derechos y
obligaciones recíprocos entre las partes, no es revocable por la Administración, y en caso de existir
revocación por razones de oportunidad, mérito o conveniencia, se genera el derecho a
indemnización a favor del concesionario”. En cuanto al mero permiso, sostiene que es “un acto
jurídico unilateral del Poder Público, en el cual el permisionario carece de derechos frente al
Estado, actuando la administración dentro de la esfera de su poder discrecional y puede ser
revocado en cualquier momento sin recurso alguno”. Respecto de la habilitación, señala que la
misma es “la autorización genérica por la cual la Administración faculta a un particular a que
pueda operar en la prestación de un determinado servicio, el cual no tiene carácter de servicio
público, por lo que su permanencia o continuidad, resulta irrelevante para dicha Autoridad. Dicha
habilitación se encuentra sujeta a la condición de que satisfaga el cumplimiento de determinados
requisitos específicamente determinados, que posibilita al interesado el ingreso a un registro
especialmente establecido al efecto”.
Canosa, siempre analizando el marco regulatorio de las actividades del transporte terrestre
tanto por ferrocarril como por carretera, distingue el registro, la autorización, el permiso y la
concesión. El registro importa para este autor es la limitación consistente en la necesidad de
comunicar a la administración con el objeto que esta controle el ejercicio de la actividad sin que
importe condicionar el ejercicio de la actividad56.
La autorización- según este autor- “es el acto de la Administración que tiene como efecto
jurídico habilitar a un particular para el ejercicio de un derecho propio y preexistente, de modo tal
que podrá realizar una actividad no prohibida, habiéndose levantado la condición impuesta por la
norma limitativa del derecho transformándose, por ende, su ejercicio en libre”. Destaca que el
hecho de que luego de haber sido obtenida la autorización por el particular, este asuma
obligaciones posteriores en el cumplimiento de la actividad —traducidas en la norma en mandatos
y prohibiciones—, las que por otra parte seguramente existirán y serán coincidentes con relación
a otras actividades que no requieran acto previo de la Administración o cuando la intervención
administrativa tenga otra modalidad. “En resumen, las autorizaciones propias del transporte
terrestre —en especial en el autotransporte de pasajeros— hacen perdurar la relación entre el

56
CANOSA, ob. cit, pág. 93.
prestador del servicio y la Administración, y en cuanto a los requisitos que se exigen para su
otorgamiento que persistan a lo largo de dicha relación, son comunes con las exigidas a otros
particulares que no realizan actividad comercial (particular que conduce su vehículo) o bien para
los que prestan el servicio bajo el régimen de concesión57.
En tanto “la locución “permiso” resulta de utilidad al calificar al contrato que liga al
operador con la Administración por un plazo determinado para prestar el servicio público y
también cuando esa habilitación tiene un carácter meramente precario, lo que debe interpretarse
teniendo en cuenta el significado histórico que el término “permiso” tiene para el autotransporte,
como veremos en el capítulo correspondiente” y aclara que este vocablo en materia de
autotransportes puede ser utilizada como no como una forma de la concesión sino como un
precario, término sobre el que nos explayamos infra. Sostiene también que “a pesar de la
terminología usada en la normativa específica del transporte terrestre, el permiso, si bien comparte
con la autorización la idea de que se habilita a alguien para hacer algo, está habilitando al particular
para realizar una actividad que se halla prohibida. En la autorización la actividad para la que el
particular solicita habilitación no está prohibida, sino que para su realización la norma estipula
condiciones a ser cumplidas por el interesado”.58
La licencia, para Canosa, es como ha sostenido parte de la doctrina es una especie de
comodín o híbrido sobre el cual se hacen jugar distintos institutos. Entiende que “se la identifica
con la autorización, en tanto se cumple con exigencias previas impuestas por ley para la realización
de determinada actividad. Si quisiéramos precisar aún más, diríamos que la licencia es una
autorización en la que se privilegian, en cuanto a los requisitos, las condiciones técnicas del
particular. Es esta última la acepción que se utiliza en el autotransporte de pasajeros y de cargas
por cuanto es requisito que se exige en las normas para conducir unidades la obtención de la
licencia”59.
En nuestra opinión60, la cuestión puede resumirse diciendo que la autorización o permiso
puede definirse como el acto administrativo que habilita a una persona a ejercer un poder jurídico
o un derecho preexistente, que se otorga en carácter de precario y en el caso de estos servicios
sujeto a determinadas reglas para su explotación, en tanto la concesión es un acto administrativo

57
CANOSA, ob. cit. pág. 94 y ss.
58
CANOSA, ob. cit. pág. 104 y ss.
59
CANOSA, ob. cit. pág. 106.
60
DROMI, ob. cit, pág. 293, BUJ MONTERO, Mónica; en FARRANDO, Ismael y ots, Manual de Derecho
Administrativo, Ed. Depalma, Bs. As. 2000, ob. cit. pág. 166 y ss,
que constituye en una persona un derecho del que carecía absolutamente, de modo que
anteriormente, estaba radicado como derecho o facultad en un órgano de la administración público.
La autorización o permiso, es un acto unilateral de la administración, aunque sea dictado a
instancia del interesado, en tanto la concesión, que se causa en un contrato, es un acto bilateral,
que genera derechos y obligaciones para ambas partes, sobre todo si se trata de la explotación de
una obra o de un servicio público.
Los permisos pueden ser revocadas unilateralmente, cuando el interés público lo exija,
salvo que se hubiere acordado por plazo determinado o existan normas que limiten dicha potestad.
Las concesiones que nacen de un contrato, se extinguen por las causales pactadas y por lo aplicable
según la ley que rija en subsidio.
Finalizada la concesión del servicio público, este se revierte en su explotación al Estado,
en cambio si media permiso, la actividad que no es servicio pero esta sujeta a autorización podrá
seguir siendo prestada por el particular o no, por que es un derecho que se encuentra insito en su
propiedad.
4.6.5. Las sanciones administrativas a las actividades del transporte: el problema de
la restatización de los servicios y los entes reguladores.
Para finalizar la cuestión de los servicios públicos de transporte en torno a los elementos
caracterizantes de una teoría general, entendemos que se debe tomar una postura respecto del
eterno movimiento pendular (al menos en nuestra región y llamativamente reincidente en nuestro
país) sobre la prestación de los servicios públicos mediante el Estado y la función que deben
cumplir los entes reguladores, creados por imperio del artículo 42 de la Constitución Nacional.
Partiendo de la base, que las regulaciones son parte de la organización política, en la que
se desarrolla la vida del hombre, la cual si bien ha variado históricamente, siempre ha mantenido
una misma meta: alcanzar el bien común. En ese contexto el Estado ha desarrollado diferentes
herramientas para lograr este fin, entre ellas, la tarea de control, como un modo de poner límites a
las diferentes manifestaciones del poder, tanto del ámbito público como del campo privado, de lo
que puede deducirse que la prestación de servicios públicos es uno de los caminos utilizados por
la organización política de nuestro tiempo para alcanzar el bien común.
Una de estas formas de control, es la desarrollada por los entes reguladores u órganos de
control de servicios públicos61. Gordillo, expresa al respecto que “así como el sistema previo a la

61
COMADIRA, Julio; Elementos de Derecho Administrativo, Ed La Ley, Buenos Aires 2005, pág 727 nos dice que
estos órganos reguladores basados en las comisiones o entes reguladores autónomos de los Estados Unidos, al decir
Constitución de 1994 era que el que legisla no ejecuta ni juzga de la ley, el que la ejecuta no la
dicta ni juzga de ella y el que la juzga no la dicta ni ejecuta; ahora el sistema se ve complementado
e integrado con el principio de que el que concede u otorga un monopolio no debe ser el que lo
controle. Es pues el mismo principio, actualizado, de la división de poderes y el sistema de frenos
y contrapesos, que nuestra Constitución perfecciona. Cuando se estudiaba hace décadas en Francia
las diferencias entre la planificación por comisiones de planificación o por el Ministerio del ramo,
siempre se entendió que la segunda alternativa era la más peligrosa para los intereses colectivos,
porque quitaba transparencia al proceso y dejaba al poder político más débil y maleable frente a
las presiones del poder económico”62.
El Estado, cuando interviene como prestador directo de los servicios públicos no puede
dejar de cumplir con los preceptos constitucionales que regulan la materia, así vale recordar, que
en el ámbito de la Constitución de 1994, se crea una nueva categoría de derechos que no puede ser
desconocida, y la categoría de derechos de los usuarios, sin distinguir que lo sean de empresas
públicas o privadas prestadoras de servicios de pasajeros.
Debemos tener en cuenta que la protección de la seguridad de las personas, el buen servicio
para el usuario, la calidad de las unidades tractoras, etc., son materia de control por parte del Ente
que tiene como fin específico el control o fiscalización de la actividad regulada; y siendo el
transporte terrestre un ejemplo típico de esta, el ente en cuestión debe controlar sin tener en cuenta
el tipo de intervención administrativa legalmente delineado para este tipo de actividad.
No es conveniente, y al menos eso siempre debemos recordar y aprender de los yerros del
pasado, creer que el hecho que la empresa controlada sea estatal no tenga que estar sujeta a
controles por las prestaciones de sus servicios, que no deben confundirse con otros controles a los
que se encuentran sujetos diferentes organismos del Estado, v. gr. el control que realiza sobre la
actividad estatal la Auditoria General de la Nación, la Procuración del Tesoro o el Defensor del
Pueblo. En suma, que la empresa prestadora sea la que realiza el control – como bien señala
Canosa63 - llevará a una dispersión tal de modo que el control resulte ineficaz e ineficiente.

de Comadira, con pretensiones de independencia respecto del poder político y con neutralidad respecto de los intereses
en juego. La naturaleza de estos órganos importa de alguna manera, una modalización del esquema clásico de la
división tripartita de los poderes en su interpretación más estricta, ya que disminuyen las facultades de poder ejecutivo
por un lado y por el otro implican la asunción por parte de órgano administrativo de facultades legislativas y
jurisdiccionales.
62
GORDILLO, ob. cit. Tº II, Cap. XV, pág. 3.
63
CANOSA, ob. cit. pág. 167.
Debemos recordar que la nueva noción de regulación nace con las privatizaciones ya en la
situación de empresas estatales, estas se enmarcaban en una política de Estado previamente
determinada en las esferas del Ejecutivo, por lo que es innegable que la operación estatal de los
servicios públicos se hallaba regulada desde sus inicios, tal como lo relata Salomoni en su Teoría
General de los Servicios Públicos64.
Ahora bien, se reconoce en términos generales, que los entes de control en nuestro país han
tenido una falta de capacidad para controlar a las empresas prestadoras, ello por que la reducción
del Estado, no fue acompañada por un aumento significativo de sus capacidades de control y
sanción.
Si el Estado interviene como prestador directo de los servicios públicos, no puede dejar de
cumplir con los preceptos constitucionales que regulan la materia, así vale recordar, que en el
ámbito de la Constitución de 1994, se crea una nueva categoría de derechos que no puede ser
desconocida, tal es el caso de la categoría de derechos de los usuarios, sin distinguir que lo sean
de empresas públicas o privadas prestadoras de servicios, puesto que el artículo 42 de la Carta
Magna lo protege frente a los operadores de los mismos sin distinguir entre el carácter de uno u
otro, debiendo recordarse la máxima romana “ubi lex non distinguit, nec nos distinguere debemus”
a la que debemos completar con la que establece que “ubi lex voluit, dixit; ubi non voluit, tacuit”
(donde la ley quiso, lo dijo; donde no lo quiso, calló).
Señala Bustelo65, que el proceso de estatizaciones en materia postal y de agua y
saneamiento, a los que agregamos en la materia respectiva del transporte la estatización de
Aerolíneas y la creación de una nueva empresa ferroviaria estatal66, hace que pasen
consecuentemente, a ser sujetos pasivos del control que tiene a su cargo cada uno de los respectivos
entes. Entiende que “si la normativa ha previsto expresamente que los entes reguladores seguirán
actuando aún en caso de que el prestador sea estatal, la cuestión no revestirá mayores

64
SALOMONI, Jorge; Teoría General de los Servicios Públicos, Bs. As., Ad Hoc 1.999, pág. 18.
65
BUSTELO, Ernesto; El Estado retoma la prestación de los servicios públicos: notas mínimas de independencia que
deben garantizarse a los organismos de control previstos en el artículo 42 de la Constitución Nacional, en RAP (Revista
de la Administración Pública) con motivo de las XXXIII Jornadas Nacionales de Derecho Administrativo, AAVV,
Bs. As., 2008, Año XXXI-361, págs. 375 a 394.
66
Asi las leyes 26466 mediante la cual se declaran de utilidad pública y sujetas a expropiación las acciones de
Aerolíneas Argentinas y Austral Líneas Aéreas y 26352 de Actividades Ferroviarias crea la Operadora Ferroviaria
Sociedad del Estado.
inconvenientes, ya que a tales normas habrá que ceñirse67. El problema se presenta cuando los
marcos regulatorios nada disponen al respecto”.
Luego de analizar la posibilidad de su supresión para evitar la superposición de funciones 68,
sostiene la postura que auspiciamos al decir que esa “solución no parece resultar admisible en
nuestro país a la luz de lo dispuesto por el ya mencionado artículo 42 de la Constitución Nacional,
ya que si nos preguntáramos si no corresponde interpretar que los “organismos de control” deben
“necesariamente” existir en caso de que el legislador haya sometido a una actividad al régimen del
servicio público, aún cuando el Estado haya asumido su prestación, la respuesta parece no dejar
margen a duda alguna: sí deben existir69”.
Siguiendo a Mata70 podemos decir se que si el Estado reasume el papel de prestador de
servicios, su gestión debe quedar sujeta a los siguientes principios de la reforma del Estado y de
la Constitución Nacional: 1) actuar como prestador en el referido mano de la diferenciación de
funciones; 2) reconocer y garantizar los derechos de los usuarios; 3) estar sujeto a la regulación
por un ente idóneo e independiente, que ejerce a su respecto todos los componentes de la función
reguladora; 4) estar regulado con los mismos requisitos sustanciales que los prestadores privados;
y 5) prestar servicios en condiciones de calidad y eficiencia.
Finalmente y en torno a la independencia de los Entes de control, debemos decir que se
debe propiciar una interpretación del referido artículo 42 que parta del presupuesto de que estos

67
Cita textualmente que “Tal como ocurre en Córdoba con el ERSEP, ya que el artículo 46 de la Ley 8836 dispone
que tanto “los prestadores públicos como privados estarán sometidos” a su contralor. Explica Muñoz que esta
previsión ha originado la “peculiaridad” de que un ente regulador controle a la empresa pública E.P.E.C. (Empresa
Provincial de Energía Eléctrica). MUÑOZ, Ricardo A., “Sobre la existencia de dos entes reguladores en materia de
servicio público de agua y desagües cloacales en Córdoba”, LL Córdoba, 2008-471”.
68
SALOMONI, ob. cit, pág. 393, en postura que compartimos nos dice que ya sea que fuese el Estado, ya sea que
fuese un particular el “beneficiario (del servicio como) de la concesción es indirectamente la colectividad y
directamente el usuario del servicio público”. Fue a partir de la reforma constitucional de 1994 que se produjo un
cambio fundamental en el orden normativo respecto de los usuarios. Se ha creado, un nuevo sujeto de derecho
colectivo, constitucionalizado con lo que el poder del Estado se encuentra vinculado íntimamente con la plena vigencia
de los derechos constitucionalizados.
69 En contra estaría CASSAGNE, Juan Carlos; Las Relaciones Inter-Administrativas, pags. 223/231 Revista Chilena

de Derecho Facultad de Derecho Pontificia Universidad Católica de Chile Volumen 2 - nº 3-6 1975, puede verse
publicación web en alnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2649249-ha sostenido en forma categórica la
inconveniencia de aplicar sanciones entre organismos del estado basado, en la improcedencia de sostener la
supremacía entre órganos estatales por que se afecta el principio de unicidad del Estado. Recuerda que las potestades
surgen de las atribuciones que le da la Constitución en el orden del reparto de las funciones, de ahí la imposibilidad
de hablar de la supremacía de un órgano sobre otro y como consecuencia de ello establecer como prerrogativa la
ejecutoriedad del acto administrativo imponiendo la sanción de uno sobre otro.
70
MATA, Ismael; La Reforma del Estado y el regreso al Estado empresario, Jurisprudencia Argentina, 2007-II,
pág.1153. Sigue esta postura citándolo, MUÑOZ (h), Ricardo Alberto, en Manual de Derecho Administrativo, obra
colectiva, S&S editores, Rio IV, Córdoba, 2008.
organismos de control deben poseer ciertas notas mínimas de “independencia” del Poder
Ejecutivo71.

Bibliografía

Dr. Francisco Losada.


Abogado Facultad de Derecho, UNCuyo.
Dr. en Derecho y Cs. Sociales. Facultad de Derecho y Cs. Sociales UNCórdoba.
Profesor Titular de Derecho del Transporte, Lic. en Logística, Fac. de Cs. Económicas UNCuyo.
Profesor Adscrito Derecho del Transporte, Fac. de Derecho, UNCuyo.
Prof. Titular Derecho del Transporte y los Seguros Carrera de Abogacía de la UCongreso.
Abogado de Asesoría de Gobierno de la Pcia. de Mendoza
Extractado del libro Hacía una Teoría General del Derecho del Transporte. Ed. Lerner. Córdoba
2012

71
BUSTELO, ob. cit. dice que con solo otorgar “autarquía” a tales entes no se cumpliría a mi criterio con el artículo
42 de la Constitución Nacional, ya que por más que un organismo revista la forma de ente autárquico, si no está
garantizada la actuación verdaderamente “independiente” de sus autoridades, dicha entidad no pasará de ser una
secretaría o ministerio más de la administración central con la consecuente ausencia de control 71. Por ello se deben
transparentar en forma absoluta los mecanismos de designación y remoción de los miembros del directorio de los
entes, los que no pueden quedar librados a la sola discreción del Poder Ejecutivo y limitar o eliminen las facultades
del Poder Ejecutivo para intervenir estos entes, así como también, que descarten la posibilidad de que lleve a cabo el
control de tutela de sus actos por vía de recurso de alzada tal como lo ha sostenido nuestra Suprema

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