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Geo Nieto

El documento presenta perspectivas teóricas para abordar las territorialidades emergentes en el periurbano platense. Describe el área rural estudiada y analiza procesos históricos como la industrialización sustitutiva de importaciones y la globalización neoliberal que impactaron en la dinámica urbana y rural en América Latina y Argentina.

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Geo Nieto

El documento presenta perspectivas teóricas para abordar las territorialidades emergentes en el periurbano platense. Describe el área rural estudiada y analiza procesos históricos como la industrialización sustitutiva de importaciones y la globalización neoliberal que impactaron en la dinámica urbana y rural en América Latina y Argentina.

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Nieto, Daniela Patricia; Aramayo, Guillermo Ariel

Perspectivas teóricas para el


abordaje de las territorialidades
emergentes en el periurbano
platense
EN: D.P. Nieto y G.A. Aramayo (Comps.). (2022).
Territorialidades emergentes en el periurbano platense. La Plata
: Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación ; Ensenada : IdIHCS. pp. 19-45

Nieto, D., Aramayo, G. (2022). Perspectivas teóricas para el abordaje de las territorialidades
emergentes en el periurbano platense. EN: D.P. Nieto y G.A. Aramayo (Comps.).
Territorialidades emergentes en el periurbano platense. La Plata : Universidad Nacional de
La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación ; Ensenada : IdIHCS. pp. 19-
45. En Memoria Académica. Disponible en:
https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.5450/pm.5450.pdf

Información adicional en www.memoria.fahce.unlp.edu.ar

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons


Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
Territorialidades
4 emergentes en el
periurbano platense
Daniela Patricia Nieto y Guillermo Ariel Aramayo (Compiladores)

EDICIONES
DE LA FAHCE

Facultad de Humanidades
y Ciencias de la Educación
2022
Esta publicación ha sido sometida a evaluación interna y externa
organizada por la Secretaría de Investigación de la Facultad de Hu-
manidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional
de La Plata.

Diseño: D.C.V. Federico Banzato


Diseño de tapa: D.G.P. Daniela Nuesch
Editor por P. de Gestión Editorial y Difusión: Francisco Ardiles

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723


©2022 Universidad Nacional de La Plata

ISBN 978-950-34-2135-2
Colección Gran La Plata, 4

Cita sugerida: Nieto, D. P. y Aramayo, G. A. (Comps.). (2022).


Territorialidades emergentes en el periurbano platense. La Plata:
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación ; Ensenada: IdIHCS. (Gran La Plata ; 4).
doi:10.24215/978-950-34-2135-2

Disponible en https://libros.fahce.unlp.edu.ar/index.php/libros/cata-
log/book/197

Licencia Creative Commons 4.0 Internacional


(Atribución-No comercial-Compartir igual)
Perspectivas teóricas para el abordaje
de las territorialidades emergentes
en el periurbano platense

Daniela Patricia Nieto


Guillermo Ariel Aramayo

Introducción
El área rural objeto de estudio, que forma parte del espacio que
rodea al Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), es un ámbito
en el que se despliega un territorio productivo y de servicios donde
el tipo de agricultura que se desarrolla es primario-intensiva. En él se
realizan actividades hortícolas y florícolas: es un centro de produc-
ción primaria de importancia nacional en cuanto a la floricultura, y
de rango provincial en la horticultura, producciones que son llevadas
adelante principalmente por comunidades de inmigrantes bolivianos,
portugueses y japoneses. Proyectadas o no, el área presenta interesan-
tes inversiones de capital y de uso intensivo de mano de obra, y en ella
se desarrollan procesos transformadores del territorio.
En general la idea de periurbano se utiliza para designar lo que
está estrictamente más allá de la ciudad, dentro de una noción imagi-
naria de un espacio de yuxtaposición de usos del suelo, de actividades
y de poblaciones. En esta investigación nos propusimos desentrañar
esta idea a partir de considerar que el periurbano es un espacio en
tensión continua entre las fuerzas económicas que estructuran sus

19
Daniela Patricia Nieto, Guillermo Ariel Aramayo

emprendimientos e inversiones1 y las formas de habitar de sus po-


bladores (Lefebvre, 2013, p. 98; Soja, 2007, p. 181). A esta forma
espacial emergente la hemos denominado territorio, un concepto que
incorpora los dos planos de análisis imbricados: la noción de que los
diferentes grupos con sus prácticas sociales y espaciales cotidianas
realizan una apropiación del espacio vivido, y por lo tanto una manera
de ejercer un poder, en el contexto de una estructura territorial con
dinámica propia.
Considerando estos territorios en el proceso histórico, las condi-
ciones que se acumulan en cada lugar, ciudad o región resultan “tex-
turas espaciales” (Lefebvre, 2013, p. 115) o “rugosidades” (Santos,
1990, p. 154) que condensan el tiempo productivo y permiten a la
geografía y a la teoría espacial pensar los objetos de estudio como
territorialidades, con historias y causalidades de diverso origen en tér-
minos de escalas espacio-temporales. Rescatamos como antecedentes
algunos elementos económicos, políticos y productivos de la dinámica
urbana y rural de América Latina —en particular, de Argentina— para
contextualizar y explicar el carácter novedoso, emergente y articula-
dor de las últimas cuatro décadas del periurbano platense, que crece en
la producción agrícola y recibe importantes contingentes migratorios.
En primer lugar debemos subrayar que la crisis económica de 1929
y el contexto proteccionista de la Segunda Guerra Mundial desencade-
naron en algunas economías del Cono Sur procesos de industrialización
sustitutiva de importaciones, con base espacial de articulación en las ciu-
dades capitales y principales metrópolis portuarias, y generaron oleadas
migratorias del campo a la ciudad. Asimismo, produjeron nuevas vías
de comunicación, que se asentaron y dieron origen a la conformación
de grandes áreas metropolitanas, que se expandieron anárquicamen-
te; diferentes fenómenos urbanos a partir de la ampliación del hábitat

1
Considerando los diferentes capitales privados y las órbitas del Estado nacio-
nal, provincial y municipal.

20
Perspectivas teóricas para el abordaje de las territorialidades emergentes...

popular alrededor de las ciudades (por loteos de tierras, ocupación de


las mismas y construcción de las denominadas “villas de emergencia”,
autoconstrucción o conglomerados de viviendas públicas). En conse-
cuencia, la segunda posguerra, en una etapa expansiva de las econo-
mías domésticas, alumbró en las ciencias sociales latinoamericanas
nuevas líneas de investigación con marcado acento en lo estructural,
que siguieron de cerca la expansión económica del capitalismo occi-
dental, y en particular los análisis sobre urbanización, y también de
desarrollo rural.2
Estos procesos de transformación rural generaron un amplio mo-
vimiento de fuerzas sociales que implicó la movilidad espacial a esca-
la continental de millones de familias campesinas, que nutrió la pobla-
ción asalariada de las ciudades.
Pero el impacto de la crisis económica global de mediados de los
años 70, con una fuerte caída del crecimiento económico y de las ga-
nancias de las empresas, con impacto en las reestructuraciones energé-
ticas, productivas, y financieras, forzó una nueva agenda de análisis a
las ciencias sociales y en particular a la geografía. La mundialización,
globalización o el denominado proyecto económico-político neolibe-
ral se impondrá hegemónicamente desde las economías centrales con
inmediatas consecuencias en la periferia global.3
2
A este último proceso rural latinoamericano se lo ha denominado “moderni-
zación agrícola y crecimiento excluyente” (Gutman, P., 1988, p.32), o “revolución
verde”. En realidad este proceso tiene antecedentes en la década de los 50, con fuertes
inversiones de capital privado norteamericano en la producción agrícola y ganadera,
mecanización del campo, y la conformación de las agroindustrias, que reorientaron la
producción industrial de alimentos a una escala superior y más compleja, debido a la
mayor demanda urbana de los mercados internos. Estos nuevos emprendimientos, al
extender la denominada “frontera agrícola” sobre tierras vírgenes, incorporan nuevas
tecnologías, fertilizantes, semillas, que impactan en la población campesina descapi-
talizada y desencadenaron procesos de reforma agraria en varios países latinoameri-
canos como Bolivia, Perú, Brasil, entre otros.
3
Para América Latina, y Argentina en particular, la imposición de estas políticas
ante la resistencia de amplios sectores del movimiento obrero, comenzó con dictadu-

21
Daniela Patricia Nieto, Guillermo Ariel Aramayo

Nuevas estrategias territoriales del capitalismo comienzan a di-


señarse en términos de tecnologías de la información, comunicación
e inversión de capitales, que impactan en las formas de producción
manufacturera y en la expansión de la rama de servicios urbanos. Una
nueva división territorial del trabajo se impone a partir de los paí-
ses centrales: se deslocalizan sus industrias hacia el Sudeste asiático,
Centroamérica y también China, que en las primeras décadas del siglo
XXI va a demandar alimentos para abastecer a su reciente población
asalariada de las ciudades. Esta nueva demanda de alimentos impac-
tará en la orientación de las economías latinoamericanas, aumentando
la producción de soja, maíz, trigo y ganado —los denominados com-
modities— en un proceso de reprimarizacion de la economías naciona-
les destinadas a la exportación, a partir de extender desmedidamente
las fronteras agrícolas sobre los bosques, selvas y demás formaciones
naturales (Svampa, 2012) y empujando la producción de alimentos
frescos y flores hacia las periferias de las ciudades. La crisis global
asume, por lo tanto, un perfil espacial muy marcado de afectación y
destrucción medioambiental.
Estos procesos articulados generan un sismo global en clave ur-
bana, con la consecuente modificación de las prioridades de las eco-
nomías centrales, pero también de las periféricas. Algunos autores
auguran en el nuevo siglo un “planeta de ciudades miseria” (Davis,
2006). Un mundo urbanizado con miles de áreas urbanas híperdegra-
dadas, con un rango de entre cien mil a 20 millones de habitantes, que
se multiplican con escenarios donde se despliegan fracturas y grie-
tas urbanas a partir de la promoción de enclaves de viviendas de las

ras militares que impusieron represión política, desaparición de miles de trabajadores


y estudiantes, y políticas de privatización de empresas estatales, de servicios y manu-
factureras. Con la recuperación de la democracia, y más allá de algunos periodos de
mejoras sociales en la primera década del siglo XXI, el empobrecimiento de sectores
medios urbanos, las reestructuraciones productivas y el crecimiento del desempleo
con la “primarizacion” de la economía y el achicamiento del Estado, se han incremen-
tado hasta la actualidad.

22
Perspectivas teóricas para el abordaje de las territorialidades emergentes...

clases altas, de la elite, como barrios privados, countries, clubes de


campo, incrustados entre barrios populares, asentamientos precarios
y áreas rurales periféricas. Gran Buenos Aires, Gran Córdoba, Gran
Rosario, y el Gran La Plata son ejemplos de regiones de este tipo,
que se desarrollan desde la década de 1980, con estos dos patrones
de asentamiento territorial yuxtapuestos. El fin de la industrialización
sustitutiva en la Argentina con el neoliberalismo generó desocupación
en las grandes ciudades, proliferación de pobreza urbana y remigra-
ción desde la ciudad hacia las economías regionales. En este contexto,
desde fines de los 70 el partido de La Plata4 comienza a recibir con-
tingentes migratorios de países limítrofes, que se asientan en su área
de interfaz urbano-rural —el periurbano platense— donde comienza
a desarrollarse una dinámica interesante de crecimiento económico
y productivo sostenido, de producción de alimentos frescos y flores,
que ignora o desafía las crisis económicas nacionales recurrentes del
mercado interno.
Los trabajos reunidos en este libro presentan diferentes ópticas,
encuadres, perspectivas y dimensiones de análisis, para lo cual hemos
compilado una serie de definiciones y abordajes conceptuales de la
producción académica —territorio-territorialidad, lugar, periurbano,
prácticas sociales, racionalidad y escala— que serán considerados en
cada capítulo según los criterios de los autores y las autoras.

Territorio-territorialidad
En el interior de nuestra disciplina geográfica, el tratamiento y de-
bate sobre la categoría “territorio” se ha profundizado y complejizado
en los últimos decenios. Es este un concepto que podemos entender
como multidimensional, ya que las perspectivas de análisis son varia-
das: se puede abordar desde un enfoque económico, jurídico-político,
simbólico-cultural, etc.; de manera individual o combinando dichas
categorías. Podemos comenzar mencionando las perspectivas más

4
El partido de La Plata forma parte del área metropolitana de Buenos Aires.

23
Daniela Patricia Nieto, Guillermo Ariel Aramayo

tradicionales sobre el abordaje del territorio, tales como la tradición


jurídico-política (centrada en la óptica del control político por parte
del Estado), la tradición naturalista (ligada al comportamiento de las
especies animales en general, incluido el hombre), la tradición mar-
xista clásica (poniendo el acento en lo económico, en la apropiación
de los recursos para la reproducción material de un grupo social); y
la humanista (que hace foco en el territorio como el espacio vivido,
el refugio, el lugar donde se transita) (Benedetti, 2008, en Altschuler,
2013, p. 66).
Sumamos a esta línea la perspectiva relacional y semiológica (es
decir, la incorporación de cuestiones simbólicas) planteada por Claude
Raffestin (1993), quien entiende al territorio como la manifestación
espacial del poder, fundamentalmente anclada en relaciones sociales
determinadas en diferente grado por la presencia de energías-acciones
y estructuras concretas; y de información, acciones y estructuras sim-
bólicas. Esa comprensión permite pensar el proceso de territorializa-
cion-desterritorialización-reterritorialización (T-D-R), basado en el
grado de accesibilidad a la información. En otras palabras, la informa-
ción de símbolos y/o significados puede favorecer nuevos territorios
(territorializacion), destruirlos (desterritorialización) o reconstruirlos
(reterritorialización) (Raffestin, 1993, en Schneider, Peyré, 2006).
López de Souza (1995) considera al territorio como el espacio de-
terminado y delimitado por y a partir de relaciones de poder, que define
un límite y que opera sobre un sustrato referencial. El territorio puede
estar relacionado con la forma jurídico-política, cultural y/o econó-
mica (Lopez de Souza, 1995, en Schneider, Peyré, 2006). Asimismo,
Rogerio Haesbaert argumenta desde la perspectiva política o jurídico-
política, la idea del territorio como espacio controlado por un determi-
nado poder. También lo analiza desde lo cultural o simbólico-cultural,
como un producto de la apropiación simbólica de una colectividad, y
por último hace referencia a la perspectiva económica que sirve como
fuente de recursos (dimensión espacial de las relaciones económicas)

24
Perspectivas teóricas para el abordaje de las territorialidades emergentes...

(Haesbaert, 2004, en Schneider, Peyré, 2006). Más adelante agrega


que territorializarse “significa crear mediaciones espaciales que nos
proporcionen un efectivo poder sobre nuestra reproducción como gru-
pos sociales (para algunos también como individuos), poder que es
siempre multiescalar y multidimensional, material e inmaterial, de do-
minación y apropiación al mismo tiempo” (Haesbaert, 2011, p. 82).
En cuanto a las territorialidades, Marcos Saquet (2015) las en-
tiende desde cuatro niveles correlativos: a) como relaciones sociales,
identidades, diferencias, redes, mallas, nudos, desigualdades y con-
flictividades; b) como apropiaciones del espacio geográfico, concretas
y simbólicas, implicando dominaciones y delimitaciones precisas o
no; c) como comportamientos, objetivos, metas, deseos y necesidades,
y d) como prácticas espacio-temporales, pluridimensionales, concre-
tadas en las relaciones sociedad-naturaleza, o sea, relaciones sociales
de los hombres entre sí (de poder) y con la naturaleza exterior por me-
dio de los mediadores materiales (técnicas, tecnologías, instrumentos,
máquinas, etc.) e inmateriales (conocimientos, saberes, ideologías)
(Saquet, 2015, p. 99).
Tanto Raffestin como Sack (en Haesbaert, 2011, p. 73) proponen
una visión de territorialidad eminentemente humana, social. La terri-
torialidad humana implica

el control sobre un área o espacio que debe ser concebido y co-


municado”, pero ésta es “mejor entendida como una estrategia es-
pacial para obtener, influir o controlar recursos y personas, por el
control de un área y, como estrategia, la territorialidad puede ser
activada y desactivada (Haesbaert, 2011, p. 74).

Y por ello

toda relación de poder mediada territorialmente es también ge-


neradora de identidad, ya que controla, distingue, separa y, al
separar, de algún modo nombra y clasifica a los individuos y a
los grupos sociales. Y viceversa: todo proceso de identificación

25
Daniela Patricia Nieto, Guillermo Ariel Aramayo

social es también una relación política, accionada como estrate-


gia en momentos de conflicto o negociación (Haesbaert, 2011,
p. 76).

Aun cuando se centrar en la perspectiva política, Sack también


reconoce la trascendencia de las dimensiones económica (“uso de la
tierra”) y cultural (“significación” del espacio) de la territorialidad,
“íntimamente ligadas a la manera como las personas utilizan la tierra,
cómo ellas mismas se organizan en el espacio y cómo le dan significa-
do al lugar” (Haesbaert, 2011, p. 74).
Paralelamente, López de Souza nos habla de

“territorialidades flexibles”, cíclicas, entre grupos en las grandes


ciudades (diversos usos de una plaza, por niños, trabajadores,
compradores durante el día y prostitutas por la noche), y/o móvi-
les (entre prostitutas o travestis a lo largo del tiempo). Así también
existen territorios en red, que incluyen territorios discontinuos,
vinculados de distinta forma, ya sea por las nuevas tecnologías de
la información y la comunicación (TIC y territorios virtuales) o
bien por las formas de operación de redes delictivas como el nar-
cotráfico, u otro tipo de redes (Altschuler, 2013, pp. 68-69).

Por último, destacamos el aporte realizado por Ortiz (1996) sobre


la idea de pensar el espacio, el territorio y los procesos sociales desde
una perspectiva de transversalidad, como un conjunto de planos atra-
vesados por procesos sociales diferenciados. En este caso, lo local,
nacional y mundial deben ser vistos en su atravesamiento. “El lugar
sería entonces el entrecruzamiento de diferentes líneas de fuerza en el
contexto de una situación determinada” (Ortiz, 1996, en Altschuler,
2013, p. 70). Resulta de sumo interés pensar la complejidad del terri-
torio en el mundo actual y romper con algunas visiones cristalizadas,
duales y antitéticas, entre estos tres planos o escalas de análisis. En
verdad “lo que existe, casi siempre, es una superposición de diversos
territorios, con formas variadas y límites no coincidentes, y por si fue-

26
Perspectivas teóricas para el abordaje de las territorialidades emergentes...

ra poco, contradicciones entre las diversas territorialidades” (Ortiz,


2001, en Altschuler, 2013, p. 69).
Podríamos seguir complejizando las posturas de esta categoría teó-
rica contemporánea, pero hemos preferido limitarnos a acercar algu-
nos planteos que nos han servido de apoyo en nuestras investigaciones.

Lugar
El uso conceptual de “lugar” surge como categoría analítica en el
marco de la escuela humanista en la década de 1970. Se enfoca en las
relaciones culturales entre un grupo y un lugar específico, consideran-
do que la cultura es el elemento fundamental en las relaciones sociales
de los individuos y la sociedad. Se trata de la apropiación simbólica de
una porción del espacio geográfico por parte de una agrupación social
determinada (Haesbaert, 2011, p. 74).
Esta categoría ha sido retomada por autores como Doreen Massey,
Tuan, Buttimer, Cresswell, Zelinnsky, entre otros, para apoyar postu-
ras de identidad que generan relaciones entre los agentes, las cuales
definen procesos espaciales específicos (Ramírez Velázquez- López
Levi, 2015).
Yi-Fu Tuan ha desarrollado la idea del lugar con base en la feno-
menología. En su libro Topophilia (1974) plantea un significado de
lugar más antropológico. Alude a los sentimientos de pertenencia,
de arraigo, de vecindad, de identificación. Se refiere al conjunto de
relaciones emotivas y afectivas que unen al hombre con un determi-
nado lugar, siendo este su vivienda, su barrio, su pueblo o la ciudad
que habita.
En otra obra, Space and place: The perspective of experience
(1977), Tuan resalta

el papel del sujeto como centro de la construcción geográfica, pero


ahora yendo más allá de la pura percepción. Entramos de lleno en
el mundo vivido centrada en los valores y en el concepto de lugar
como centro de significado, de identificación personal y foco de

27
Daniela Patricia Nieto, Guillermo Ariel Aramayo

vinculación emocional. Se evoca un paisaje que ya no es solo vi-


sual, sino también sonoro, táctil, olfativo. Se persigue en él un co-
nocimiento holístico, vivido, empático del espacio, a través de una
inmersión en él. En efecto, el espacio geográfico, una categoría
abstracta por definición, se concreta, se materializa y humaniza en
los lugares. Los lugares son los puntos que estructuran el espacio
geográfico, que lo cohesionan, que le dan sentido y lo convierten
en una inmensa y apretada red de lugares vividos, todos ellos di-
ferentes.

Los lugares se convierten así en centros de significado y de inten-


ciones, en entidades que encarnan la experiencia y las aspiraciones de
la gente, en unidades del espacio material cargadas de significación
(Nogué, 2018, p. 241). A partir de los años 1980, con la nueva geogra-
fía cultural, el lugar pasó a considerarse sobre la base de las relaciones
de poder. Los actores sociales no se conciben como autores de sus
propios significados e intenciones sino como portadores de identida-
des sociales que no son creadas por ellos mismos. El significado de los
lugares se pensó entonces a partir de identidades de clase, de género
y de raza (Gregory et al., 2009, p. 540, en Ramírez Velázquez- López
Levi, 2015, p. 166).
Desde las perspectivas marxistas académicas se planteó que la sin-
gularidad y la unicidad de los lugares no eran relevantes, sino la forma
en que se vinculaban con otros lugares, las maneras en que se pro-
ducían las interconexiones globales y la independencia, en el marco
del desarrollo del capitalismo contemporáneo. Con ello, los marxistas
iniciaron el análisis de lo local en relación con lo global.
En esta línea, Doreen Massey (2012) propone que lo que con-
fiere a un lugar su especificidad no es ninguna larga historia in-
ternalizada sino el hecho de que se ha construido a partir de una
constelación determinada de relaciones sociales, encontrándose y
entretejiéndose en un sitio particular. Cada lugar puede verse como
un punto particular y único en su intersección, verdaderamente un

28
Perspectivas teóricas para el abordaje de las territorialidades emergentes...

punto de encuentro. Entonces, en vez de pensar los lugares como


áreas contenidas dentro de unos límites, podemos imaginarlos como
momentos articulados en redes de relaciones e interpretaciones so-
ciales en los que una gran proporción de estas relaciones, experien-
cias e interpretaciones están construidas a una escala mucho mayor
que la que define el sitio mismo. Y a su vez esto permite un sentido
del lugar extrovertido, que incluye una conciencia de sus vínculos
con todo el mundo y que integra de una manera positiva lo global
y lo local.
Por último, es importante hacer referencia a algunos términos que
tienen presente la idea de lugar, pero por la especificidad es preci-
so denominarlos de otra manera: los no lugares, los antilugares o los
sin lugar. Marc Augé a través de su libro Los no lugares (1993) nos
acerca, desde la antropología, elementos para analizar esas categorías.
Considera que un lugar se define por un espacio relacional, identitario
e histórico. La ausencia de las interacciones, la identificación, la his-
toricidad y la singularidad de un espacio, darían origen a los denomi-
nados “no lugares”.
El autor nos habla de los no lugares como aquellos espacios transi-
torios, caracterizados fundamentalmente por la movilidad de los agen-
tes que pasan por ellos y que se supone, carecen de los tres elementos
contemplados como propios de los lugares (es decir, identidad, rela-
cionalidad e historicidad).
Sin acabar con esto la discusión teórica sobre la categoría lu-
gar, tomamos algunos de los planteos precedentes para comprender
nuestro espacio periurbano. Un espacio apropiado por comunidades
migrantes: el lugar concebido por relaciones culturales cargadas de
significados; como centro de significado, de identificación personal
y foco de vinculación emocional, y también como un nodo abierto
de relaciones, una articulación, un entramado de flujos, influencias,
intercambios, etc.

29
Daniela Patricia Nieto, Guillermo Ariel Aramayo

Periurbano
Una de las categorías espaciales involucradas en nuestra inves-
tigación tiene que ver con los territorios de borde que se desarrollan
más allá de lo urbano. Podríamos a priori llamarlo periurbano, con
todo el debate que esta categoría teórica conlleva. Los estudios de
geografía urbana, principalmente europeos y norteamericanos, han ca-
racterizado y descripto este proceso de difusión espacial de la ciudad,
donde los espacios periurbanos han tenido una génesis más temprana
que en las sociedades latinoamericanas.
Es posible que tengamos que remontarnos a la Revolución In-
dustrial. La relación campo-ciudad comenzó a mutar producto de los
adelantos tecnológicos que aumentaron la productividad agraria y la
ciudad ya no solo le exigió al espacio rural alimentos sino que:

lo utilizaba como fuente de materias primas y de mano de obra


para su industria, a la vez que lo invadía con su expansión te-
rritorial necesaria para ubicar las factorías, las viviendas de los
asalariados fabriles y las nuevas vías de comunicaciones (Ponce
Ascencio, 2001, p. 5).

Es así como en los países desarrollados, durante el transcurso


del siglo XIX y buena parte del siglo XX, se produjeron una serie de
procesos o fenómenos interrelacionados: industrialización, desagra-
rización, éxodo rural y urbanización. En los países industrializados,
la periurbanización respondió a la descentralización de los sectores
industriales hacia las periferias de las ciudades y hacia espacios rura-
les inmediatos a las mismas, y se podría sumar la creación de lugares
recreativos-turísticos, segundas residencias, entre otras. Los espacios
rurales comenzaron a incorporar nuevas funciones: residenciales, de
esparcimiento y ocio; zonas de difusión industrial, ambientales, cultu-
rales, paisajísticas, etc. De esta manera la sociedad, en su fase global,
estableció otro tipo de relación ciudad-campo: los territorios se en-
contraron más conectados donde la oposición campo/ciudad ya no era

30
Perspectivas teóricas para el abordaje de las territorialidades emergentes...

tan tajante. En cambio, en los países no industrializados, las ciudades


sufrieron un fuerte proceso de expansión producto del flujo migratorio
del campo a la urbe, donde los espacios suburbanos y periurbanos
fueron los adecuados para ser ocupados debido al bajo costo del suelo.
Valenzuela Rubio (1986) realiza una breve síntesis de la génesis
del término en cuestión. Comienza analizando el fenómeno de irradia-
ción urbana difusa en la etapa de la incipiente metropolización de las
primeras décadas del siglo XX, cuando hubo que crear términos para
identificar estos espacios. Surgen entonces categorías como banlieue
en Francia o suburb en el mundo anglosajón, como también el concep-
to de rural-urban fringe (franja rural urbana) para caracterizar a los
suburbios anglosajones más extensos.
El término derivó en incontables terminologías: rural-urban con-
tinuun, commutig zone, metropolitan village, etc., todos haciendo re-
ferencia a la expansión urbana sobre el tejido rural. Sin embargo, fue
Racine quien acuñó el término “periurbano” en 1967, precisamente
para distinguir a las periferias inconexas norteamericanas.
Es interesante remarcar que, el papel estructurante de las ciudades
sobre su entorno rural es único e irrepetible en contextos diversos (his-
tóricos, sociales, productivos, etc.), por lo que la organización de cada
espacio periurbano tendrá sus propias lógicas de organización espacial.
Por lo tanto, con la incorporación del término periurbano se identi-
fica a una zona de contacto entre dos ámbitos que tradicionalmente se
consideraban opuestos: el rural y el urbano. Dos mundos con valores
y objetivos distintos: una población rural vinculada a las actividades
agropecuarias y otra, urbana, ligada a las funciones de la ciudad.
Elisabeth Delio se refiere a los espacios periurbanos como: “pluri-
funcionales en los que coexisten características y usos del suelo tanto
urbano como rurales, sometidos a profundas transformaciones econó-
micas, sociales y físicas y con una dinámica estrechamente vinculada
a la presencia próxima de un núcleo urbano de gran entidad” (Delio en
Ponce Asencio, 2001, p. 53).

31
Daniela Patricia Nieto, Guillermo Ariel Aramayo

Por su parte, Dematteis (1998) habla de la periurbanización en el


contexto de la ciudad difusa:

La ciudad difusa corresponde al proceso de difusión reticular es-


tructurado y a partir de relaciones entre ciudades medias y pe-
queñas. La ciudad difusa integra distintos componentes de los
sistemas urbanos: antiguos centros, suburbios compactos, espacio
periurbano y nuevos centros; se expresa la fragmentación territo-
rial (capacidad de los nodos para desarrollarse independientemen-
te) y la fragmentación social (Ávila Sánchez. 2009, p. 99).

A su vez, Andrés Basky (2005) alude al periurbano en términos de


territorio y como interfaz entre dos tipos geográficos bien diferencia-
dos: el campo y la ciudad, y lo conceptualiza como un “territorio res-
baladizo” en permanente transformación, frágil, susceptible de nuevas
intervenciones. Y agrega:

Con el paso del tiempo, el periurbano “se extiende”, “se relocaliza”,


“se corre de lugar”; (...) Se trata de un territorio en consolidación,
bastante inestable en cuanto a la constitución de redes sociales, de
una gran heterogeneidad en los usos del suelo. (…) El periurbano
constituye un “territorio de borde” sometido a procesos económicos
relacionados con la valorización capitalista del espacio, como con-
secuencia de la incorporación real o potencial de nuevas tierras a la
ciudad. (…) Se trata de un área de transición, por la que atraviesa un
proceso que supuestamente incorpora valor al territorio acondicio-
nándolo para implantar nuevas actividades, pero a la vez como un
proceso que se expresa, entre otras cosas, en la modificación de los
patrones de asentamiento de la población (Barsky, 2005, p.1).

Sin embargo, la idea de periurbano como se enuncia en las defini-


ciones precedentes:

ha sido cuestionada por los ruralistas, que defienden la existencia


de procesos específicos como la rurbanización o la periruralidad,

32
Perspectivas teóricas para el abordaje de las territorialidades emergentes...

que consideran al espacio rural con impulsos y dinámicas propias,


aunque reconocen que la periurbanización como proceso de mu-
tación del campo, participa de la desaparición del espacio rural
tradicional (Banzo, 2005, en Ávila Sánchez, 2009, p. 98).

En esta línea, Delgado (2003) se refiere a los espacios rururbanos:

que comportan la coexistencia e interacción de elementos urbanos


y rurales en un mismo territorio, como resultado de la difusión
de actividades y población urbana hacia las zonas rurales que le
rodean sin que éstas pierdan totalmente sus atributos económicos,
sociales o territoriales como sucedía anteriormente con la conur-
bación. El periurbano es un espacio genérico que rodea a cualquier
ciudad independientemente de su actividad, función o tipo de ocu-
pación. Cualquier sitio alrededor de la ciudad es periurbano pero
no cualquiera es rururbano (Delgado, 2003; en Galindo, Delgado,
2006, p. 189).

De esta manera, el espacio sometido a la presión periurbana tiene


una coherencia económica y social, derivada en principio del mundo
rural, y es lo que entra en conflicto con la influencia que sobre el espa-
cio ejerce la expansión urbana.

La cuestión radica en torno al establecimiento de los límites de


uno y otro espacio, que puede darse en sentidos diversos: o bien
se trata del fin de un ciclo de urbanización y la presencia cada vez
menor de las actividades urbanas, una vez que se desarrolló el
crecimiento periurbano, o no es más que una etapa hacia el final
de la centralidad urbana y la conformación de un nuevo sistema de
ciudades en polaridades múltiples y de un equilibrio de densida-
des de población entre lo rural y lo urbano (Prost, 1991; en Ávila
Sánchez, 2009, p. 102).

La existencia de esta interacción entre lo urbano y lo rural deriva


en una serie de conflictos que ocurren en todos los niveles y escalas,

33
Daniela Patricia Nieto, Guillermo Ariel Aramayo

incluyendo a la familia, el vecindario, la comunidad y la región; tienen


lugar, fundamentalmente, en las disputas por usos distintos del suelo:
residencial y agrícola (Drescher y Iaquinta, 2000; en Ávila Sánchez,
2009, p. 103).
Por esto, es posible identificar diferentes tipos de territorialidades
al analizar las relaciones materiales, emocionales y sociales que las fa-
milias desarrollan en su ambiente cotidiano. La existencia de los terri-
torios responde a la construcción simbólica del espacio, de la manera en
que lo experimentan los actores y en términos de sus prácticas sociales
y espaciales, como también por las múltiples relaciones sociales, espa-
cialmente diferenciadas y condicionadas por sus historias individuales y
proyectos (Bossuet, 2006, en Ávila Sánchez, 2009, p. 103).
Ávila Sánchez plantea a la periurbanización como un fenómeno de
mutación territorial y de recalificación territorial: en el primer caso hace
referencia a la incorporación de elementos extraños a la realidad rural,
y en el segundo caso, a los nuevos roles que desarrollan los actores
que intervienen en la construcción de los territorios. En este sentido nos
encontramos con problemáticas asociadas al uso del suelo, al sistema
de tenencia de la tierra, a la conversión de la agricultura periurbana, a
la presencia de actores sociales en disputa, al uso del periurbano como
patrimonio territorial, al cambio social e identitario, a las nuevas for-
mas de explotación e intensidad en el uso del suelo, a la incorporación
tecnológica y su relación con el ambiente, etc. Estas son algunas de las
manifestaciones que presentaremos en los próximos capítulos.

Prácticas sociales, racionalidades y escala


En el desarrollo histórico, las diferentes organizaciones sociales han
pasado de un proceso inicial de intercambio con la naturaleza para sa-
tisfacer sus necesidades básicas, a un estadío de dominio ilimitado del
medio ambiente que implica su transformación —y en la actualidad, su
destrucción—. La producción de manufacturas y alimentos, sustentada
en el crecimiento del consumo permanente, ha llevado a las grandes

34
Perspectivas teóricas para el abordaje de las territorialidades emergentes...

corporaciones multinacionales y fuerzas de mercado en las últimas dé-


cadas del capitalismo fordista del siglo XX y durante el neoliberalismo,
a expandir las fronteras geográficas de la producción a escala global,
concentrando simultáneamente en áreas urbanas la producción, el con-
sumo, el comercio, la población y la multiplicación de los servicios.
Desde el punto de vista espacial podemos afirmar que, si en los
orígenes del capitalismo la relación de intercambio se daba entre el
campo y la ciudad, en la actualidad lo urbano es el elemento domi-
nante sobre lo rural, que incorpora las diferentes actividades a un in-
cesante proceso de producción y apropiación de la periferia urbana.
Podemos figurarnos dos ámbitos de intercambio: la dinámica rural,
con sus propiedades y legalidades ecológicas, y la urbana, dominada
por lo social; ambas se articulan en la periferia, que territorialmente,
es la expresión de las relaciones sociales en sentido extenso, abarcan-
do la producción, la propiedad de la tierra, y las relaciones surgidas de
los servicios, articuladas a un amplio proceso de producción hortícola
y florícola dentro del cual se encuentra nuestra área de análisis.
En términos espaciales puede ser esquematizada así:

35
Daniela Patricia Nieto, Guillermo Ariel Aramayo

Ello plantea diferentes momentos de nuestro análisis en relación con:


• Las formas de apropiación del espacio periurbano y sus racio-
nalidades.
• Los actores sociales intervinientes y sus estrategias de vida.
• Las técnicas de uso para la producción, comercio y consumo, y
las prácticas sociales generadas.
En la dinámica rural corresponde preguntarse qué productos agro-
pecuarios se producen y cuáles son sus características, mientras que
en la dinámica urbana los interrogantes correspondientes son quiénes
comercializan lo que se produce en la periferia, para qué y cómo se
produce; es decir:
• Los actores sociales involucrados.
• La racionalidad económica que los motiva.
Como señalamos, la periferia platense se encuentra entre las prin-
cipales áreas del país en cuanto a la producción de alimentos, con fuer-
tes inversiones de capital mediano, pequeño y la ocupación intensiva
de mano de obra migrante.

Fuente: Elaboración propia sobre la base de Google Earth

36
Perspectivas teóricas para el abordaje de las territorialidades emergentes...

En la literatura de diferentes disciplinas sociales relacionadas con


lo rural abundan las clasificaciones y tipologías, y esto se debe a que
las interrelaciones en el proceso productivo conducen a una compleja
trama de causalidades.
Nuestra experiencia en campo nos indica que resulta inconve-
niente adoptar tal o cual tipología a priori, puesto que reiteradamente
encontramos un mosaico de productores con tecnología, recursos y
productos variados. Esta heterogeneidad es un problema cuantitativo
(cantidad de superficie, de producción, de tecnología, etc.), y también
cualitativo, por la presencia de distintos actores relacionados de ma-
nera diferencial con los medios de producción, encubierta por su con-
dición de familias migrantes y su hábitat especifico, lo que obstaculiza
la posibilidad de trasladar tipologías clásicas y variables de análisis.

Apropiación, racionalidad y escala


La apropiación de un determinado espacio para llevar adelante un
proceso productivo que valorice el capital invertido en ciertas condi-
ciones específicas, implica considerar que existe una racionalidad eco-
nómica que apunta a reproducir ampliamente este proceso. En nuestro
periurbano se observan ciertos circuitos productivos dominantes que
tienden a hegemonizar esta racionalidad, bajo la cual una infinidad de
productores se esfuerzan por competir y perdurar.5 Trabajamos con ac-
tores con dinámicas diferentes, lo cual metodológicamente es compli-
cado de procesar por cuanto es un espacio comprimido, en transición,
con diferentes usos del suelo.

5
Si nuestro objetivo fuera profundizar el análisis de esta racionalidad, debería-
mos fijar la atención en: a) la posibilidad de captación de diferentes rentas diferencia-
les; b) la posibilidad de aceleración de rotación del capital, según las posibilidades del
ciclo ecológico de cada producto y la tecnología de producción y comercialización
disponible; y c) la posibilidad de externalización de costos de producción e interna-
lización de beneficios. Pero en caso de no poseer capital productivo ni tierras, y solo
disponer de fuerza de trabajo, la racionalidad económica es otra, subsumida a la ante-
rior. Ver el trabajo de Matías García (2014) citado en la bibliografía.

37
Daniela Patricia Nieto, Guillermo Ariel Aramayo

La geografía nos brinda una herramienta de análisis para estos ca-


sos: la escala. Si el periurbano platense es una estructura territorial
en movimiento, la captación de esa dinámica de flujos y relaciones
puede darse a partir de la escala temporal y espacial que delimitemos
para el análisis. En este sentido, la escala es una construcción social
que puede ser una herramienta para distinguir procesos y tipologías
socioespaciales, donde se imbrican relaciones de poder.
Es decir que no basta con saber quiénes son los actores, sino cómo
intervienen, y más importante aún es cómo se los puede estudiar, pues-
to que la información estadística específica no refleja esta complejidad
observada en el campo.6
En los ámbitos académicos la cantidad de interpretaciones sobre la
escala es innumerable. En general destacamos:
• La escala global, que es donde se desarrolla la circulación, re-
producción y acumulación del capital multinacional, por enci-
ma de la órbita de los Estados, y donde se despliegan las estra-
tegias globales y las redes transnacionales migratorias.
• La escala nacional o del Estado, regida por las fuerzas económi-
cas bajo la dinámica de protección o liberalización de mercados
nacionales y regionales.
• La escala regional, donde el territorio como área de especiali-
zación productiva y lugar de radicación del capital fijo a través
del tiempo, expresa diferentes momentos económicos que se
despliegan físicamente en infraestructuras y redes productivas,
comerciales, culturales, de servicios, etc. localizadas en áreas
urbanas y rurales. Esta escala puede ser considerada nodal para
plantear el abordaje de “saltos escalares” como forma de análi-

6
En el trabajo de campo, en las entrevistas y observaciones directas, la dualidad
o complejidad que se presentó fue que la misma familia de trabajadores inmigrantes
realizaba tareas diferenciales, dentro y fuera de la quinta, relacionadas con proveerse
de ingresos familiares en comercios y en la rama de la construcción.

38
Perspectivas teóricas para el abordaje de las territorialidades emergentes...

sis e interpretación de la dinámica de los diferentes actores en


la etapa actual de movilidad global del capital, puesto que desde
la región o territorio tienden a articularse redes de circulación.
• La escala local, del vecindario, del lugar o la localidad, que
muchas veces lo trasciende. Es la escala donde se desarrolla el
mercado de trabajo, de la fuerza de trabajo y su reproducción,
y por lo tanto es la esfera de las relaciones domésticas y comu-
nitarias. Doreen Massey plantea que “los lugares son entrelaza-
mientos de las geometrías actuales del poder con lo global” (en
Ramírez Velázquez, 2010, p. 230).
En relación con los objetos a investigar, se deberá acotar la escala,
y por lo tanto los instrumentos o herramientas metodológicas serán di-
ferentes. Por ejemplo, en la escala regional se pueden analizar algunos
flujos migratorios, aunque deberemos “subir” hasta la escala global
para hacer lo propio con la migración transfronteriza y los espacios
de la transmigración que se construyen a ambos lados de la frontera
(en La Plata, Bolivia, Japón o Portugal), y las redes y trayectorias que
estas corrientes migratorias protagonizan en nuestra área de estudio.
Como nuestro objetivo es estudiar las territorialidades emergentes,
entonces las racionalidades se pueden pensar en la escala regional y en
la local a partir de las estrategias de asentamiento y movilidad, y aquí
podemos recurrir a una última herramienta: indagar en las prácticas
sociales (espaciales y temporales) que cotidianamente llevan adelante
los grupos familiares en el predio agrícola y fuera de él. De esta forma
se pueden articular en una escala de análisis doméstico las distintas
prácticas cotidianas.
La geografía ha incursionado en el estudio de las prácticas socia-
les en la vida cotidiana y la territorialidad emergente o espacialidad.
Poder teorizar y construir conceptos que permitan operacionalizar el
estudio de las diferentes formas de apropiación del espacio social por
los trabajadores agrícolas constituye todo un desafío.

39
Daniela Patricia Nieto, Guillermo Ariel Aramayo

Las prácticas sociales y el territorio


En principio podríamos pensar que la práctica social es un con-
cepto que excede la idea de acción social o un conjunto de actividades
rutinarias. Reúne sentidos, saberes, materialidades y representaciones
que, considerados como unidad, adquieren su capacidad de análisis.
Se trata de una praxis social y desde esta perspectiva trasciende la ac-
ción individual en la vida cotidiana. Lo social remite a la idea de que
las prácticas son formas colectivas de hacer, de crear con sentidos es-
pecíficos y objetivos que se sostienen en el tiempo y el espacio social,
al mismo tiempo que lo reproducen.
Por lo tanto podemos afirmar que los sujetos no son actores de
una obra en realización, ni producto exclusivo de la estructura, sino
autores de lo social, protagonistas rutinarios que a través de sus prác-
ticas sociales crean, transforman y se apropian de su espacio social
o territorio.
David Harvey (1998) plantea:

las prácticas espaciales y temporales, en cualquier sociedad, abun-


dan en sutilezas y complejidades. En la medida en que están tan
íntimamente implicadas en procesos de reproducción y transfor-
mación de las relaciones sociales, es necesario encontrar alguna
manera de describirlas y establecer nociones generales sobre su
uso. La historia del cambio social está capturada en parte por la
historia de las concepciones del espacio y el tiempo, y los usos
ideológicos para los cuales se esgrimen aquellas concepciones.
Más aun cualquier proyecto para transformar la sociedad debe
captar el espinoso conjunto de transformaciones de las concepcio-
nes y prácticas espaciales y temporales (p. 243).

Desde hace algunas décadas autores como Henry Lefevbre, Mi-


chel De Certeau, Pierre Mayol, Anthony Giddens o Pierre Bourdieu,
han incursionado en la teorización de las prácticas sociales y el espa-
cio. Desde el punto de vista disciplinario, recién en las últimas déca-

40
Perspectivas teóricas para el abordaje de las territorialidades emergentes...

das el conjunto de los estudios geográficos ha destacado esta cuestión,


en continua tensión entre posiciones estructuralistas y subjetivistas,
retomando estudios sobre la vida cotidiana. Aquí señalaremos las
perspectivas que permitieron encarar los distintos trabajos de campo,
vinculadas al hábitat, el trabajo y la migración.
En la década de 1970, los estudios del geógrafo sueco Hägers-
trand se focalizaron en los desplazamientos de las personas como el
eje de estudio de la movilidad espacial. Surgen aquí dos tendencias
interesantes: una perspectiva de estudio individual de las personas en
un cierto recorrido y tiempo insumido, y aquella posición que entien-
de que esta movilidad debe ser estudiada desde la idea de encontrar
patrones, rutinas, campos de información espacial, motivadas por la
subjetividad espacial. Esto tuvo impacto en los estudios de género,
ligados a desplazamientos y tiempos insumidos por las mujeres tra-
bajadoras relacionados con las condiciones de estabilidad laboral.
Dichos estudios han construido conceptos interesantes como “arraigo
geográfico” o “arraigo residencial”.
Desde tales enfoques la sociología comienza a observar estos
aportes geográficos, y Anthony Giddens (1995), con su teoría de la
estructuración social, abre el análisis crítico para plantear cuestiones
relacionadas con la rutinizacion de las prácticas sociales materiales
cotidianas, las movilidades, desplazamientos y los arraigos de la re-
producción social en el contexto de la construcción del lugar.
Por otro lado, Pierre Bourdieu —un sociólogo que se resiste a la
geografía tradicional— ubica a las prácticas entre las condiciones
objetivas y las esperanzas subjetivas que encuentra el agente social
con posibilidades de generar disposiciones objetivamente probables, y
plantea una relación entre estas disposiciones o habitus que engendran
la posibilidad de las prácticas sociales e individuales, las estructuras
y las representaciones y ordenamientos simbólicos como grupo social
que se construye y estructura al grupo, y le permiten reproducirse.
En una de sus últimas publicaciones analiza desde esta perspectiva la

41
Daniela Patricia Nieto, Guillermo Ariel Aramayo

constitución de espacios sociales y los efectos en el lugar (Bourdieu,


1999, p. 119).
Otra línea rescata las prácticas sociales como prácticas de interac-
ción o encuentros entre personas o actores en determinados escenarios,
que generan un actor geográfico o territorializado. Esa perspectiva
tiene su origen en los estudios sociológicos de Erving Goffman. Estos
escenarios se realizan en secuencias de movimientos, en un enfoque
de estudio microanalítico que pone el acento en actores en relación
con un espacio fijo o en movimiento.
Por último recuperamos a Michel De Certeau (2007, p. 129) y a
Pierre Mayol (2006, p. 5), que estudian las prácticas culturales con
cierta identidad, y encuentran en la espacialidad una arista fundamen-
tal para abordar investigaciones sobre los barrios como unidades es-
paciales, llegando a plantear que “el espacio es un lugar practicado”.
Queda claro, entonces, que el análisis de estas teorías puede deve-
larnos todo un universo de prácticas sociales.
En las sociedades modernas, el progreso del trabajo productivo in-
dustrial urbano tendió a parcelar la vida cotidiana, a separar el hogar, el
trabajo, y de esta forma la individualidad fue recluida en una conciencia
de lo privado en el hogar y de lo público en el trabajo y en la calle.
En nuestro caso sucede todo lo contrario. El trabajo productivo en
el periurbano platense —dentro de la chacra, por ejemplo— invade la
vida cotidiana de cada uno de los miembros de la familia. Las tareas
de cuidado se disponen alrededor de la casa, que se encuentra dentro
de la unidad productiva, y se realizan en forma individual o colec-
tiva, tendiendo a disipar los tiempos privados y las prácticas indivi-
duales relacionadas con otros quehaceres, salvo las extraparcelarias.
Esta particularidad, que parece extraída de sociedades precapitalistas,
se desarrolla en la actualidad, y genera prácticas diferentes según los
momentos diarios, las actividades (producción, comercio, servicios
educativos, turísticos, sanitarios) que implican una cierta división de
tareas por sexo y edad, y los desplazamientos migrantes.

42
Perspectivas teóricas para el abordaje de las territorialidades emergentes...

Así, este territorio en transición tiende a arraigar racionalidades de


la horticultura y floricultura, de apropiación espacial de las familias
migrantes de acuerdo a la diversidad de prácticas sociales que se lle-
van a cabo, que permiten en definitiva estructurar sentidos, represen-
taciones, rutinas, nuevas prácticas sociales.

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45
El presente libro está conformado por un conjunto de trabajos
enfocados en las diferentes territorialidades emergentes que se
han con�gurado a partir de las actividades primarias de
producción agrícola en la zona periurbana del partido de La
Plata. Este territorio es un espacio atravesado por lógicas
económicas permeadas por una serie de prácticas y relaciones
sociales particulares que han ido estableciendo los agentes
sociales con el paso del tiempo. Tomando en cuenta las formas
de producción y las actividades que se derivan de ellas en el
periurbano, los capítulos transitan por la producción de �ores de
corte, producción hortícola mayoritariamente de invernaderos;
la vida de las comunidades de migrantes italianos, portugueses,
japoneses y bolivianos que han territorializado la zona, creando
mediaciones espaciales para arraigarse en el lugar, y a su vez toda
la problemática derivada de ciertas dinámicas vinculadas con las
actividades generadas por una población mayoritariamente
migrante que se estableció desde hace años en las periferias
adyacentes a la ciudad.

4 ISBN 978-950-34-2135-2

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