Reflexiones en El Camino Vol. 2 - Enero 6-9
Reflexiones en El Camino Vol. 2 - Enero 6-9
Reflexiones en El Camino Vol. 2 - Enero 6-9
“Sometió todas las cosas bajo sus pies [de Cristo], y lo dio por cabeza sobre
todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que
todo lo llena en todo”. Efesios 1:22-23
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo
en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual
me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Gálatas 2:20
Junto a la cruz
¿Por qué el Señor hace tanto énfasis en que los cristianos celebremos el
partimiento del pan? Los primeros discípulos lo hacían con frecuencia, y
“perseveraban” en ello (Hechos 2:42). ¿Por qué el Señor no dijo que lo
recordáramos en su resurrección y en su gloria con frecuencia, pero sí que lo
recordáramos en Su muerte (1 Co. 11:23-25; 27-30)? ¿Por qué le dio tanta
importancia a hacerlo bien, meditando en lo que estamos celebrando? ¿Por qué
Pablo trae delante de los gálatas su apego a la cruz del Señor Jesús y a Su muerte
(versículo del encabezado)?
Cuando partimos el pan en memoria del Señor, volvemos en nuestros
pensamientos “junto a la cruz”. Como Pablo en Gál. 2:20, nos vemos allí
crucificados con Cristo. Nuestro viejo hombre quedó allí (Ro. 6:6). Recordamos lo
que éramos antes de nuestra conversión, y lo que tuvo que pagar el Cordero de
Dios. Junto a la cruz, recuerdo que mi salvación es gratuita para mí, pero para Él
fue altamente costosa. Recuerdo que Él tuvo que pagar cada uno de mis pecados.
Cuando partimos el pan en recuerdo de la muerte del Señor, cada creyente puede
decir con Pablo: “Él me amó”. Cuando estaba en la cruz, yo pesaba en su corazón.
Mi miseria y mi condenación le importaban. Quería llevarme consigo a la gloria,
aunque eso le costara a Él la vida. Junto a la cruz de Jesús, me siento amado.
Además, Él “se entregó a sí mismo por mí”. Cargó mis muchos pecados, y los pagó
uno a uno. Ningún ángel ni hombre pudo reemplazarlo. Tenía que entregarse Él
mismo, Él personalmente. Y lo hizo. Lo hizo por mí. Junto a la cruz de Jesús me
siento liberado de mi culpa.
Junto a la cruz de Cristo encuentro Su pureza, Su vida de obediencia a toda prueba,
y el Cordero sin mancha y sin contaminación que Dios había preparado
(1 P. 1:19,20). Recuerdo que Él fue la víctima sin tacha alguna que satisfizo a Dios.
Junto a la cruz de Cristo, el ladrón arrepentido encontró salvación y seguridad
inmediata. Allí encontró el paraíso, a la vez que a Aquel que llena el paraíso con su
gloria. Y cada creyente encontró lo mismo al acercarse a la cruz de Cristo.
¡Cómo nos conviene volver con frecuencia al pie de la cruz de Cristo! Toda
pretensión humana de mi parte allí se desvanece. Puedo volver a “poner los ojos
en Jesús” con renovada energía. Allí puedo sentirme humillado, pero también
amado, limpio, perdonado y salvo. Ahora de nuevo puedo ser útil a Él.
8 DE ENERO LUNES
“Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada
Marta le recibió en su casa”. Lucas 10:38