Principios Procesos de Familia - Bermejo
Principios Procesos de Familia - Bermejo
Principios Procesos de Familia - Bermejo
I. Introducción
Las últimas décadas testimonian una proliferación de reformas procesales, en especial en lo atinente al fuero
de familia. El reconocimiento de la necesidad de contar con procesos expeditivos que resuelvan esta clase de
contiendas parte del convencimiento de la necesidad de lograr la paz social. Por ello, esas normas adjetivas
aspiran a resolver con la mayor prontitud y precisión los conflictos ya planteados y se pretende que posean la
potencialidad de prevenir nuevas controversias, con el fin de evitar el consecuente desgaste que ello implica
para las relaciones familiares.
Ya hace muchos años, en una primera etapa, se sancionaron leyes adjetivas especiales en la provincia de
Buenos Aires (1), Santa Fe (2), Córdoba (3). El tiempo avanzó y, con el ánimo de mejorar, las reformas
continuaron. En el año 2014 se proyectó el Código Procesal Modelo para la Justicia de Familia, elaborado por
las doctoras Aída Kemelmajer de Carlucci, Marisa Herrera, Mabel de los Santos y Ángeles Burundarena, fuente
de inspiración de las reformas que a partir de allí se elaboraron (4).
También, este segundo período reformador estuvo guiado y alentado, en esencia, por la sanción del Código
Civil y Comercial de la Nación. Este impulsó a muchas de las jurisdicciones locales a reformular su legislación
procesal —por ser propia de su atribución constitucional (arts. 5º, 121, 122 y 123, CN; 1º y ccds., Const.
prov.)— a esa nueva realidad. En ciertos casos, resultó en el mejoramiento de las disposiciones vigentes, en
otros, como un imperativo a ajustar el derecho interno a las convenciones internacionales suscriptas por nuestro
país e, incluso, contenidas en nuestra Constitución.
Como primer paso debemos identificar cuáles son los principios que han guiado a esas reformas y que
pueden encauzar a las venideras. En tal misión, habría que distinguir los de orden procesal de los de cuna
sustancial. Entre estos últimos están el derecho del superior interés de los niños, niñas y adolescentes (en
delante, NNA), los de no discriminación, entre muchos otros asegurados por los tratados y convenciones de
derechos humanos que inciden en la sustanciación de las causas. En espejo, los preceptos de corte procesal, con
los mismos objetivos, pretenden lograr su operatividad en la tramitación de los juicios.
La relevancia de esas directrices para el entendimiento y el funcionamiento del proceso hizo que los códigos
más modernos las enunciaran en un título preliminar (5). Incluso, en las "Bases para la reforma procesal de
familia" se han fijado como principios el de la tutela judicial efectiva y debido proceso; la flexibilidad y
adaptación de las formas procesales; el acceso a la justicia y gratuidad; la resolución consensuada de las
diferencias; la proyección de la solución del conflicto; la ponderación del interés superior del NNA y del interés
familiar; el derecho a ser oído con los ajustes razonables; la especialidad y cooperación interdisciplinaria; la
oficiosidad y el rol del juez de familia; la oralidad; la doble instancia; la inmediación; la reserva y el acceso
limitado al expediente; la buena fe y lealtad procesal; la comunicación judicial y el lenguaje (6). Empero,
distintos ordenamientos han dispuesto sus propios principios, los que en su mayoría coinciden con los
expuestos.
En las líneas siguientes, se esbozarán algunos de aquellos que hoy imperan en el fuero de familia y que
deberán guiar a las futuras reformas a implementar para este proceso. Sin embargo, se aclara, son solo algunos
que junto con otros hacen al retrato completo de aquellos que diseñan al servicio de justicia para este fuero.
II. El principio de inmediación
Se asegura por este el contacto directo entre las partes y el juez. Habilita el entendimiento, el poder lograr
una comprensión completa de la problemática, gracias al aporte de los propios interesados, quienes podrán ser
escuchados e interpretados por quien tiene que decidir. La percepción atenta y la apreciación del lenguaje
gestual solo pueden concretarse con el contacto directo.
Tal proximidad no se ha postergado por el aislamiento social preventivo obligatorio impuesto por el
COVID-19, como tampoco por el distanciamiento posterior, lo que llevó a que las audiencias se celebren por
medios electrónicos remotos —a través de diversas plataformas—. Esa lejanía —impuesta por temas de salud—
no ha sido un obstáculo a la oralidad, sino que modificó el modo de concretarla (7). Por ello, la administración
de justicia continuó con la inmediación facilitada por los adelantos técnicos.
En síntesis, solo la visión y la escucha de la problemática a resolver, expuesta por los propios litigantes
percibida —aun de manera virtual— por quien debe decidir, en forma directa, sin intermediaciones, es la única
vía para asegurar brindar la solución más ajustada al caso.
III. Principio de oralidad
Si hay una directriz imposible de soslayar por su absoluta importancia, relacionado en forma estrecha con el
principio de inmediación, es la de la oralidad. Justamente, será la oralidad la que asegure la simplificación de las
actuaciones, por lo que se torna en el eje sobre el cual girará el resto de los principios, a los fines de lograr los
resultados deseados.
Es también el sostén del proceso por audiencias (8), ya sea en un sistema jurisdiccional de única o doble
instancia (9).
Este principio ha sido, en los últimos años, el punto de encuentro de todas las reformas procesales para estos
órganos especiales, tanto de aquellas que ya son ley vigente (10), como las que aún se encuentran en trámite
parlamentario. Es un imperativo impuesto por el Código Procesal Civil y Comercial (11). La proximidad entre
las partes, los testigos, los expertos y el juez como fuente de conocimiento y convicción sobre los hechos de la
causa es lo que ha guiado al rumbo de los cambios procesales. La conveniencia indiscutible de este sistema hace
que resulte una modalidad que se practique aun donde rigen códigos nacidos bajo la escrituralidad. La lectura
actual de las normas adjetivas se hace en su clave (12), siendo de importancia tal que la Constitución de Ecuador
del año 2008 la receptó en su texto para todos los fueros (13).
Es esa la vía para lograr una justicia más expeditiva y ajustada a la flexibilidad de la vida, de absoluta
relevancia cuando se trata de resolver litigios originados en el entorno familiar. La oralidad lleva a reconsiderar
los distintos aspectos del proceso que la plasman, por lo que Rojas sostiene que no es un principio sino un
sistema. Funda su posición en que puede estar presente o no en un procedimiento y su adopción depende del
criterio del legislador (14).
La oralidad debe inspirar a todo el proceso, no solo a la producción de la prueba y a la conciliación, sino
también a la sentencia y a los recursos, incluso, puede aplicarse a la etapa de la ejecución.
Este precepto abarca, asimismo, las sentencias, las cuales pueden ser orales. Esta es una de las innovaciones
que deberían implementarse. En verdad, lo que se suprime es la necesidad de escribir su motivación, la cual si
bien debe confeccionarse, únicamente se expondrá en forma oral. No significa que el fundamento no exista o
que no se haya dado, solo que no debe escribirse. Los considerandos se informarán a las partes y a sus letrados,
concluida la misma audiencia, sin requerir del tiempo que exija la cita de normas, autores y de otros
precedentes, como es lo usual. Se trata de obviar la explicitación del recorrido deliberativo que permitió llegar
al resultado (15). En definitiva, solo la parte dispositiva es la que se escribirá.
Si esa sentencia oral debiera expedirse por un órgano colegiado, deberá este retirarse a deliberar antes de
expresar la sentencia. Ello, pues esta es una etapa de la decisión reservada, de contenido deliberativo. La
posibilidad de obviar la descripción del contenido lógico de cómo se decidió puede demostrar la indiferencia a
cuál ha sido la deliberación, expuesta en forma privada entre los jueces integrantes del órgano, pero necesaria en
pos de emitir una decisión que cuente con estabilidad (16).
En conclusión, esta forma de decidir economiza el tiempo que depara la escritura de la motivación del fallo,
aunque deba detallarse su parte dispositiva, en tanto es lo que guiará la ejecución de la decisión, de no haber un
acatamiento voluntario.
Esta alternativa la prevé el proyecto de reforma al Código Procesal Civil y Comercial de la Nación para el
juicio de justicia inmediata. Su art. 435 diagrama que, luego de concluida la audiencia de prueba, cuando fue
necesaria su producción, se dictará sentencia en ese acto, en forma oral. Solo se registrará la parte dispositiva,
que se pronunciará sobre todas las defensas interpuestas e impondrá las costas. En forma excepcional, su
dictado puede postergarse cinco días.
Esta experiencia también rige en Colombia, con la sanción de la Ley de Descongestión Judicial del año
2010. Aunque se dejó sin efecto en el año 2012 (17), se incorporó luego en el Código General del Proceso. En
este caso, la posibilidad de dictar sentencias orales se previó como una manera de expedición rápida de
soluciones, para descomprimir la cantidad de sentencias atrasadas (18).
Con posterioridad, el Código General del Proceso de Colombia —en el año 2012— incorporó al proceso
verbal en un título particular de la sección referida a los procesos declarativos. Su art. 373, al regular la
audiencia de instrucción y juzgamiento, precisa sus requisitos y las actividades a concretar en ella en cuanto a la
producción de la prueba y los alegatos. Luego detalla que se dictará la sentencia en forma oral, en la misma
audiencia, aunque las partes o sus apoderados no hayan asistido o se hubieren retirado. Incluso, también prevé
que, si fuere necesario, podrá decretarse un receso hasta por dos horas para pronunciarla. De no ser posible
emitirla en forma oral, el juez deberá dejar constancia expresa de las razones concretas e informar a la Sala
Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura. En este evento, el juez deberá anunciar el sentido de su
fallo, con una breve exposición de sus fundamentos y emitir la decisión escrita dentro de los diez días
siguientes. Se puntualiza que, en ningún caso, pueda superarse el plazo de un año de duración del proceso en
primera instancia y de seis meses en la etapa revisora (19).
El Código General del Proceso de Ecuador incluye al pronunciamiento oral, al concluir la audiencia, lo cual
podrá suspenderse excepcionalmente y cuando la complejidad del caso lo amerite, por el término de hasta diez
días (20). En la actualidad, esta modalidad se practica, con éxito, en el proceso de familia en la provincia de
Entre Ríos (21).
IV. Principio de indelegabilidad
Este es un principio esencial para que la oralidad permita obtener el objetivo de acercar las partes al juez. Si
la oralidad no se ejerciera en forma directa por el juzgador, se perdería su sentido, se distorsionaría su cometido.
No se trata de la oralidad por la oralidad misma. Se pretende ofrecer la posibilidad para que quien deba decidir
posea todos los elementos posibles a su alcance. Si ese contacto se delegara en el secretario, ya sea en la
audiencia preliminar o la de la audiencia de recepción de prueba, o de vista de causa, la finalidad no se lograría
(22).
Aun cuando este principio no se ha enunciado expresamente en el Código Civil y Comercial es indudable de
la necesidad de su práctica. Por ende, una reforma debería contemplarlo expresamente.
V. Principio de especialidad
Si bien el Código Civil y Comercial no especifica cuáles son las cuestiones de familia, sí establece que ellas
deben dirimirse por un fuero especializado. En síntesis, no solo se requiere una justicia de proximidad, sino
también que la escucha se efectúe por quien se encuentra preparado para ello, desde lo jurídico como desde la
visión de la interdisciplina.
VI. El principio de pacificación
El mismo Código Civil y Comercial privilegia la solución pacífica de los conflictos —art. 706, inc. a), Cód.
Civ. y Com.—, como pauta general para cualquier proceso de familia, implementación que deja en manos del
legislador local. Sin embargo, cita a la mediación como alternativa para dirimir las controversias en otras
disposiciones, por ejemplo, la referida al desacuerdo entre los progenitores en el ejercicio de la responsabilidad
parental (23).
La forma de concretar esa pacificación varía en las distintas jurisdicciones. En la provincia de Buenos Aires
es a través del consejero de familia, en Córdoba por el asesor de familia, en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires o en Entre Ríos por la mediación prejudicial. Empero, todas confluyen en propender al diálogo de las
partes.
El fuero de familia de la provincia de Buenos Aires, anterior al Código Civil y Comercial, cuenta con toda
una etapa de autocomposición fortalecida —en la que también se realiza un abordaje interdisciplinario y le da al
consejero facultades ordenatorias a los fines de alentar ese acuerdo—. Incluso se prevé como regla (24) y
obligatoriamente para todas las materias a debatir en el fuero. La excepción se encuentra en los asuntos que por
su naturaleza impiden acordar o por la urgencia del reclamo. La circunstancia de que la causa ya se encuentre
radicada en un órgano —si bien no aún frente al juez— permite que en el supuesto de solicitar una medida
cautelar o cualquier tipo de diligencia que requiera una orden judicial, directamente lo pidan las partes y el juez
lo disponga sin ninguna demora.
En otros procesos más nuevos, como acontece con la ley de Entre Ríos, se mantuvo la mediación prejudicial
obligatoria que aunque acentúe la pacificación no tiene las características, apoyos ni resultados de los índices de
autocomposición logrados por el consejero (25). Incluso, llama etapa previa a la mediación prejudicial que es
extraprocesal, lo que implica una redenominación a la tradicional etapa previa del Código Modelo de Familia o
de la provincia de Buenos Aires que es judicial y anterior a la intervención del juez.
La inclusión del paradigma de la pacificación en el Código Civil y Comercial es de real importancia, más
allá de cuál sea la forma de practicarla. Ya sea como una fase anterior al inicio del juicio contradictorio —con
una etapa previa con un consejero de familia, como en Buenos Aires, Formosa o el asesor de familia en
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Córdoba— ha sido uno de los avances más significativos de la ley del fuero. No solo se logra la resolución
rápida de las diferencias entre las partes, sino que se privilegia la propia opinión de los interesados, con la
intervención de un equipo interdisciplinario, al igual que con la posibilidad inmediata de solicitar al juez una
medida cautelar, en tanto esos funcionarios integran un órgano, aun cuando tienen independencia funcional.
Empero, más allá de los beneficios o defectos de cada manera en la cual la legislación procesal lo ha
organizado, lo innegable es que resulta un principio que debe alentarse durante toda la tramitación de la causa.
El juez posee amplias facultades para intentar los acuerdos en cualquier oportunidad, al igual que intentar la
conciliación como actividad propia de la audiencia preliminar o de la de vista de causa.
VII. Principio de economía y celeridad procesal
Como se sabe, estos principios hacen a la simplificación de los juicios dentro de las opciones que brinda
cada código adjetivo. Si bien los procesos ideados para el fuero de familia son más simples que los regulados
para las cuestiones civiles y comerciales, los preceptos enunciados no pueden dejar de aplicarse.
Resulta esencial que todas las actividades que puedan realizarse en un mismo acto, no se posterguen, ni
diluyan para concretar en distintas oportunidades. Justamente, la posibilidad de aunarlas o concentrarlas en cada
una de las audiencias que prevé el proceso es lo que incide en que finalmente, la sentencia concluya en el
dictado de una decisión más rápida. La importancia de esta pauta, para todos los procesos, pero en especial para
los orales, justifica una previsión específica (26).
Contribuye a este fin las normas que fijan ciertos límites temporales. Por ejemplo, la Ley General del
Proceso de Colombia prevé que las intervenciones de los sujetos procesales, no excederán de veinte minutos,
salvo disposición en contrario o que el juez, de oficio o por solicitud de alguna de las partes, lo autorice.
También en el proceso de familia de la provincia de Buenos Aires, se prevén 20 minutos para los alegatos (27) y
el proyecto de Código Procesal Modelo para la Justicia de Familia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a
ese fin, le concede 10 minutos (28), como otros que se han inspirado en esta fuente (29). De todas maneras, aun a
falta de previsión expresa, el juez podría disponerlo en su carácter de director del proceso (30).
En un ciclo virtuoso, la celeridad ayuda a la oralidad y también es consecuencia de ella. Además, la
simplificación de procedimientos —tanto por su forma como por el tiempo— repercute en la menor cantidad de
incidencias, por lo que el juicio será más rápido.
Por otro lado, la celeridad es un imperativo en los procesos orales como una forma de optimizar el uso del
tiempo del órgano, el que debe estar en condiciones de tener suficiente espacio en su agenda para tratar todos
los casos en los que debe intervenir.
En síntesis, a la simplificación del proceso se le debe adicionar, en cuanto fuera factible, la celeridad y
economía procesal. Es el espíritu del Código Civil y Comercial cuando, con una visión mucho más esquemática,
se refiere a que algunas cuestiones tramitarán por el proceso más breve. Tal previsión se incorporó en la petición
de alimentos (art. 543, Cód. Civ. y Com.), en el aumento, cese o reducción de esa cuota (art. 554 in fine); a la
oposición a celebrar el matrimonio (art. 414, Cód. Civ. y Com.); a las controversias en el derecho de
comunicación de ascendientes, descendientes, hermanos bilaterales o unilaterales y parientes por afinidad en
primer grado (art. 555, Cód. Civ. y Com.); en las técnicas de reproducción humana asistida, cuando se debe
evaluar judicialmente la revelación de la identidad del donante, por razones fundadas (art. 564, Cód. Civ. y
Com.); en el desacuerdo en el ejercicio de la responsabilidad parental (art. 642, Cód. Civ. y Com.); a la
controversia entre el consentimiento del progenitor adolescente sobre su hijo con el asentimiento que debe
prestar su propio progenitor (art. 644, Cód. Civ. y Com.).
El tramitar por los procesos "más breves", desde lo textual, implica una comparación: un proceso más
simple que otro. Se ha pretendido facilitar el acceso a la justicia —art. 706, inc. a), Cód. Civ. y Com.—, es
decir, alentar la ruta más rápida y menos tortuosa para la resolución de estos conflictos. Desde esta perspectiva,
la estructura procesal más simple con la cual hoy cuenta el Código procesal es el proceso sumarísimo.
Otro ejemplo de la simplificación del proceso es el no requerimiento de algunas homologaciones judiciales.
Cabe recordar que el Código Civil y Comercial contempla expresamente la homologación de algunas cuestiones
de familia en las cuales no se requiere solo la intervención del juez como veedor del respeto a las normas de
orden público, sino que admite su aporte a los fines de asegurar su cumplimiento.
Por ejemplo, uno de los supuestos es el de la homologación del convenio regulador a presentar en los casos
de divorcio, en el cual las partes acordarán las cuestiones relativas a la atribución de la vivienda, la distribución
de los bienes y las eventuales compensaciones económicas entre los cónyuges; al ejercicio de la responsabilidad
parental, en especial, a la prestación alimentaria (art. 439, Cód. Civ. y Com.). Otras de las homologaciones
expresamente previstas en el Código Civil y Comercial son la del acuerdo sobre la delegación del ejercicio de la
responsabilidad parental celebrado entre los progenitores y un pariente (art. 643, Cód. Civ. y Com.) (31) o con el
padre afín (art. 674, Cód. Civ. y Com.) y en lo que respecta al plan de parentalidad (art. 656, Cód. Civ. y Com.).
Por ello, en el resto de las cuestiones podría no requerirse la homologación.
La novedad reside en que el juez al tiempo de homologar puede exigir que el obligado otorgue garantías
reales o personales como requisito para aprobar el convenio (art. 440, Cód. Civ. y Com.). En el mismo sentido,
en el régimen de comunicación, el juez puede establecer medidas razonables para asegurar su cumplimiento
ante reiteradas inobservancias (art. 557, Cód. Civ. y Com.).
De todas maneras, el garantizar el acatamiento de lo acordado se podrá aplicar no solo en los casos que
especialmente la ley prevé, sino también a cualquier otro, en virtud del principio de oficiosidad que el mismo
Código Civil y Comercial alienta (arts. 706 y 709, Cód. Civ. y Com.), excepto cuando se trate de derechos de
orden patrimonial y las partes sean capaces (art. 709, párr. 2º, Cód. Civ. y Com.).
VIII. Principio de flexibilidad
Los procesos de familia deben guiarse por el principio de flexibilidad. Si bien tal directriz se indica en el art.
710 del Cód. Civ. y Com., junto con la de la libertad y amplitud en lo referido a la prueba, en verdad, alcanza
las distintas etapas del proceso.
Ese es el mismo principio previsto en el proyecto de Código Procesal Civil y Comercial de la Nación (32), en
tanto se le permite a la parte poder ofrecer prueba para acreditar el hecho que el juez estima que está en mejores
condiciones de probar.
La flexibilidad de las formas se amplía al trámite de los recursos, en especial si se atacan pronunciamientos
dictados en audiencias. Cuando en una audiencia se toman decisiones, podrán impugnarse en esa oportunidad,
en forma verbal, sustanciarse en el acto y dirimirse en el mismo momento, aun cuando las leyes procesales no lo
regulen expresamente. Cuando en la audiencia, por ejemplo, se pretende se deje sin efecto lo decidido, será una
revocatoria, la cual también podrá ser hecha de la misma manera. Distinto acontece cuando la decisión sobre la
impugnación debe tomarla otro órgano, en cuyo caso, de plantearse en la audiencia, se deberá dejar constancia
en el acta por escrito del agravio y de su contestación o, a todo evento, videograbarse, para que el órgano revisor
conozca el interés en recurrir y su motivación para revertir lo decidido.
Esas alternativas se prevén en la legislación de Colombia. Allí se previó que el recurso de apelación contra
cualquier providencia emitida en el curso de una audiencia o diligencia, deberá interponerse en forma verbal
inmediatamente después de pronunciada. En esa hipótesis, el juez resolverá sobre la procedencia de todas las
apelaciones al finalizar la audiencia inicial o la de instrucción y juzgamiento, según corresponda (33).
Si bien en nuestro país los procesos que prevén la oralidad no cuentan con una disposición similar, no
impide que así se practique, aunque la ventaja de regularlo posee la conveniencia de lograr claridad en cuanto a
que de no hacerse en ese plazo no se contará con los cinco días posteriores —en el caso de tratarse del plazo
para articular la apelación—.
La previsión legislativa de que los recursos se articulen en el acto de la audiencia en forma verbal y que todo
el trámite sea oral, incluso, la concesión, permite, por otro lado, agilizar el proceso. Asimismo, cuando el acto
que se apela es dictado en el marco de una audiencia, la celeridad y economía se acentúa con la interposición
verbal de la apelación, con constancia del Secretario, si bien se aprecia que sería innecesario si aquella hubiera
sido videograbada (v.gr., arts. 75. 78, 288).
También con respecto a la prueba, la flexibilidad se evidencia al admitir la posibilidad que declaren
personas antes excluidas. Ahora, tanto los parientes como los allegados a las partes pueden ser ofrecidos como
testigos, incluso si son menores de edad. Ello no impide que puedan ser excusados por el juez de existir motivos
fundados (art. 711, Cód. Civ. y Com.).
Otra forma de implementar la flexibilidad es otorgar igual alcance a la apelación concedida en relación y
libremente, lo que en materia de familia se demuestra como conveniente, para que prime la amplitud revisora en
todos los supuestos (34), ello pues, en ambos casos, se podría denunciar hechos nuevos y producir prueba en la
alzada. El mismo proyecto de reforma al Código Procesal Civil y Comercial de la Nación ya termina con esta
distinción, aun para cuestiones civiles y comerciales.
Este principio de simplificación alcanza al lenguaje, tanto en lo referido a la comprensión que debe lograrse
por los legos como lo referido al aspecto técnico. Por ejemplo, en este último aspecto, en cuanto a la
denominación de los efectos de los recursos como devolutivo o suspensivo, el mismo Código Civil y Comercial
los identifica como suspensivo o no suspensivo.
IX. Principio de realidad
Uno de los principios que merecen incorporarse es el de realidad. Puede definirse como aquel que justifica
la aplicación al caso de disposiciones procesales o sustanciales apropiadas para la correcta resolución del caso.
La visión realista de cada caso en concreto, desde la perspectiva del interés superior de los NNA o de las
mujeres, de las personas de la tercera edad o de las personas con capacidades restringidas y, esencialmente,
desde la visión de los derechos en clave de convencionalidad, justifica que las normas deban adaptarse por el
juez a las condiciones del caso.
Existen numerosos ejemplos de haber así actuado, para evitar revictimizar a alguna de las partes (35) o, en
síntesis, lograr la solución más apropiada para cada caso.
X. Principio de reserva de las actuaciones
Un punto de coincidencia en la práctica del fuero de familia es la reserva de las actuaciones, restringiendo el
principio general de la publicidad.
Con miras en la privacidad de la familia y en evitar indebidas injerencias en la intimidad de cada persona es
que el art. 708 del Cód. Civ. y Com. reguló la limitación del acceso al expediente. Se limita de tal manera el
acceso público a las actuaciones judiciales. El control democrático que como regla se prevé para cualquier juicio
queda desplazado. De allí también el resguardo que el artículo citado dispone cuando esas actuaciones son
solicitadas por otro juez como prueba, a lo que se accederá cuando la finalidad de la petición lo justifique y se
garantice su reserva.
Con la reserva misma de lo debatido en el proceso se relaciona la alternativa de videograbar los actos orales
del proceso, en especial lo referido a la producción de la prueba. Claro que, en caso de videograbarse, siempre
es una actividad reservada para las partes, pero ello no soslaya que podamos debatir sobre si es necesaria tal
grabación o no.
Se suele pensar en que, si de alguna forma no queda constancia de la palabra intercambiada, no se podría
avanzar hacia una solución perdurable. En otros términos, en general, no se confía solo en la oralidad si no se
transforma o asegura en alguna otra manera que permita repetir lo dicho o lo acontecido. Ello empuja hacia la
videorregistración.
Si se sostuviera, como tradicionalmente se hace con el expediente escrito, que lo que no queda en el acta no
está en el mundo (36), es fácil de justificar que la prueba producida deba escribirse o videorregistrarse o grabarse
de alguna manera para considerarla al tiempo de decidir la causa e, incluso, al revisar lo decidido por un órgano
superior, cuando esa sentencia es recurrida. Empero, habría que cuestionarse en qué medida esa premisa puede
sostenerse —o resulta conveniente de mantener— en el proceso actual.
Nuestra cultura está marcada por la escrituralidad o, en otros términos, por la necesidad de tener
constantemente presente lo sucedido, desvirtuándose a veces lo prioritario si se estima más importante lo que se
dijo que pasó a lo que realmente ocurrió (37).
Es por lo dicho que debe diferenciarse entre la oralidad y la registración de los actos orales en un proceso.
La oralidad es una forma de aportar elementos al proceso y la videograbación es el medio utilizado para
registrar lo sucedido en vista a una futura reproducción de esos actos. Las otras alternativas son volcar lo
acontecido en un acta con absoluta precisión o, por el contrario, no escribirse con detalle, sino solo dejar
constancia de la realización del acto oral. Claro que esas variables tienen distinta confiabilidad.
Cuando se alista la oralidad en el proceso, se lo hace como una forma de comunicar los actos, de aportar los
hechos de la forma más verídica y así, finalmente, este se corone con la decisión más justa. En otros términos,
es una forma de comunicación humana, de transmisión de un lenguaje, a través de la palabra, la cual se
privilegia por ser la más prístina y directa fuente de conocimiento. Pero, como ya se mencionó y se sabe, no
siempre fue así y tampoco es la única manera de sustanciar los casos.
La videorregistración o el levantamiento de un acta nos lleva a otro tema que es la distinción entre la
oralidad primaria y la secundaria. Cuando un testigo declara y relata un hecho pasado, aporta esos datos con su
voz, es decir, se trata de la oralidad primaria. Si esa declaración se transcribe en un acta, lo dicho se transforma
en lenguaje escrito, por una persona distinta a la que declara, por lo que aun cuando pretenda hacerlo con la
mayor fidelidad posible, no podrá más que intentar copiar la mayor cantidad de palabras similares a las que oyó,
podando en el reflejo del papel a los gestos, las locuciones, las dudas, las acentuaciones con las cuales el testigo
declaró. Es así que luego, cuando el juez debe analizar ese aporte para sentenciar, tendrá una versión
indefectiblemente recortada de lo sucedido si es que no está presente en ese acto. Cuando el juez lee el
testimonio —ya sea para sí o en voz alta— se origina una oralidad secundaria. Entre el emisor y el receptor
existe la intervención de un tercero —el escribiente— que aun sin saberlo ejerce una alteración inconsciente de
lo percibido por sus sentidos de ese testimonio.
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La utilización de los medios técnicos para registrar los actos orales permite lograr la mayor fidelidad en su
reproducción futura, en tanto se eliminan los ruidos de los intermediarios, ya sea para el juez ausente en esa
audiencia o, aun contando con su presencia, para quienes luego revisen la decisión. Reprochar que una
videograbación no repite todos los detalles del entorno, alguno de los gestos u otras circunstancias que queden
fuera del foco de la cámara o lejos del micrófono, no la desmerece en tanto que, aun siendo ello cierto, es
innegable que es mucho más precisa que lo que se conoce por la lectura posterior de un acta, aun cuando el juez
que lea esta al momento de decidir haya estado presente en la audiencia. La imagen y el sonido permiten
observar la espontaneidad del testigo, su lenguaje sin los acomodamientos gramaticales propios de la escritura.
Cuando se describe y se destaca la oralidad por las oportunidades ofrecidas con los nuevos medios técnicos,
como es la videograbación, se impone precisar que el proceso no es más oral que antes por videograbarse. En
verdad, este medio de registración, solo permitirá la reproducción futura. Por ende, puede haber actos orales sin
registración. No son dos conceptos indefectiblemente unidos.
En lo que se refiere a la videograbación como una manera de registrar la prueba, hay jurisdicciones del fuero
de familia en las cuales es obligatoria, como es en la provincia de Entre Ríos (38), en tanto en otros no lo es,
como en la provincia de Buenos Aires. Empero, ante la necesidad de acreditar la conformidad en el acta de una
audiencia celebrada a distancia por videoconferencia, se estila videograbar la lectura del acta y la conformidad
de las partes a lo escuchado, a los fines de suplir la firma.
Distinta será la videograbación aplicada a la registración de las motivaciones verbales que sustenten la
sentencia. La grabación de ese momento, permitirá conocer en la alzada los fundamentos de lo decidido para
que, en todo caso, pueda revisarse al tiempo de una apelación.
En síntesis, la registración —por cualquier medio— es factible cuando se trate de hacer perdurar a la prueba
actuada —declaraciones de testigos, pedido de explicaciones a peritos o la absolución de posiciones—, pero
será indispensable si se pretende acreditar la conformidad de las partes al contenido del acta levantada a resultas
de una audiencia celebrada por medios telemáticos o cuando se refiere a los fundamentos de la sentencia.
En opinión de Pereyra Campos, el registro de las audiencias es vital al momento de la revisión por una
instancia superior, lo que favorece a combatir "el mito del expediente" (39). Cierto es que, cuando las
actuaciones se despapelizan, por digitalizarse, lo que en el presente se ha impuesto como una salida única para
impartir justicia en un contexto de aislamiento por el COVID-19, se impulsa hacia la oralidad. Pero, podemos
agregar que para combatir tal mito del expediente papel no necesariamente debemos dirigirnos hacia la
grabación.
Existen otros procesos, también orales, en los cuales no se graba la prueba. Tal acontece, como se dijo, en el
fuero de familia de la provincia de Buenos Aires con la ley vigente desde el año 1995 —la ley 11.453— y con
la reforma posterior —por leyes 13.634 y 13.298—. Aun cuando no queda constancia en el acta de los
pormenores de la prueba actuada —es decir, solo se indican los comparecientes, pero no qué declararon o se
dijo—, la alzada se expide en revisión con la referencia de la prueba mencionada en la sentencia y con la
obrante en el expediente, por ejemplo, la documental o los dictámenes de los expertos.
Ello no impide que si alguna de las partes solicita que se videograbe, así pueda disponerse, ya sea en forma
total o parcial. Varias razones avalan esta solución como la más indicada.
Por un lado, más allá de las críticas que limitan la revisión, esta no atenta contra los derechos de las partes.
Como es sabido, la mayor cantidad de litigios del fuero de familia son susceptibles de ser replanteados, lo que
habilitaría a la producción de nueva evidencia en la instancia. En aquellos casos que no pueden replantearse,
esencialmente acontece en supuestos en los que la decisión se basa en otras pruebas que las vertidas en forma
oral. Tal ocurre con el proceso de filiación, en el cual es relevante la prueba de ADN; en el de nulidad de
matrimonio y en la liquidación de la comunidad de bienes, en el cual en la mayor parte de los casos la prueba
documental es la que priva. Empero, también podrá la alzada volver a escuchar a los testigos o a las partes, si
bien no como una nueva prueba, sino como una medida para mejor proveer si lo considerase necesario.
Un punto relevante para desestimar la videograbación en el fuero es la debida protección de los intereses de
los litigantes, con sustento en su condición emocional, a lo que expresamente refiere el art. 18, inc. f) de la
recomend. 33 de la CEDAW. Lo expuesto de ninguna manera implica desalentar la incorporación de los medios
tecnológicos para sustanciar las causas, en tanto solo se busca respetar la particularidad del fuero de familia, en
especial en los casos referidos a niños, niñas y adolescentes y a personas en situación de vulnerabilidad en
general en cuanto a la grabación de las audiencias, aun en los temas probatorios.
En definitiva, es posible y así acontece, que un proceso en la etapa probatoria sea oral y no se registre por
videograbación, aun cuando luego pueda revisarse por la alzada (40). Esto no es más que una forma de acentuar
la privacidad de las partes.
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Documento
XI. Conclusión
Numerosos doctrinarios han descripto los principios procesales, con coincidencia en cuando a su
identificación y, muchas veces, a sus alcances. Ellos plantean los lineamientos que la aplicación de las normas
debe respetar y, por ello, su misma importancia. Sin embargo, es propio de toda ley escrita su incompletud. No
es posible prever todas las alternativas de conflicto que la realidad puede presentar. De allí la importancia que
los principios que una ley establezca sean útiles para dirimir las lagunas que en ella se encuentren.
No obstante, el avance del tiempo y de la doctrina transformó los principios procesales, no solo al crear los
que se necesitaban, sino también al renovar a los ya admitidos, con el sentido de lograr el más óptimo abordaje
de las contiendas familiares. Si la legislación se rezaga, las soluciones provendrán de los jueces, aunque ello
provocará una disparidad entre los litigantes cuyas contradicciones se resolverán por quienes se atienen a
respuestas textuales y alejadas de las soluciones concretas, en síntesis, a la aplicación de lo que la ley dice. Nos
recuerda Charles Epp que una de las fuentes de la revolución de los derechos en los Estados Unidos reside en el
liderazgo de algunos jueces activistas dispuestos a usar disposiciones para transformar a la sociedad (41); en
otras palabras, la jurisprudencia —una de las fuentes del derecho— no deja de ser una innovación asentada en la
creatividad más que en la ley que la respalda. Por ello, aun cuando este fenómeno siempre ocurre, pues es el
magistrado quien va brindando la impronta que la versatilidad de la vida requiere ante la inamovilidad de la ley
escrita, ello se posterga temporalmente o se minimiza cuando la legislación, especialmente cuando es reciente,
brinda pautas novedosas y útiles, más allá de los criterios judiciales individuales. La función uniformadora del
derecho es la función prístina del derecho escrito.
Cierto es que la mera presencia de las normas no subsana la ineficiencia ni los defectos en lograr los fines
que el proceso persigue, pero es innegable que ayuda a facilitar un camino. Cuanto más claro sea su sentido,
menos probable será la distorsión por los operadores, defecto que los aleja de lograr los fines perseguidos por el
cambio.
Claro está que la práctica exitosa del proceso, conforme a los criterios de oralidad, inmediación y no
delegabilidad, entre muchos otros, dependerá también de otros factores, entre ellos el de una cantidad de
órganos adecuada al número de litigios, en especial en las áreas de mayor población (42). No se puede pedir
comportamientos heroicos a quienes deben implementar la oralidad sin los recursos humanos —tanto en número
como en formación— preparados para ello o sin tener un espacio apto para su desarrollo, incluso, con el análisis
de sus costos (43).
Los principios procesales apuestan a un juez participativo y no a un mero espectador de la actividad de las
partes, creando un debido proceso legal con nuevo rostro. En verdad, no hay otra respuesta mejor a la necesidad
de las personas de ser escuchadas. La oportuna y adecuada resolución de estas contiendas, para lo cual es
esencial la intervención directa del juez, redundará beneficiosamente en el menor conflicto en todos los ámbitos,
como una nueva forma de educación y vinculación social.
(*) Abogada (UNLP). Profesora Titular de Derecho Procesal Civil y Comercial (UNLP). Docente de
Postgrado. Jueza de la Cámara Nacional Civil.
(1) En una breve síntesis y en lo que interesa a la situación actual, cabe reseñar que en 1993, se sanciona la
ley 11.453, reviviendo en la provincia de Buenos Aires el fuero especial de familia, el cual, con tintes
particulares, ya había estado vigente años antes —entre 1972 y 1978— con la ley 7861. Esa legislación de 1993
creó un verdadero proceso por audiencias, primero ante el consejero de familia, y —ya en el juicio
contradictorio— la audiencia preliminar y luego la de vista de causa. Se le sumó la intervención del cuerpo
técnico, lo que ofrecía un abordaje interdisciplinario. Primero en el Departamento Judicial La Plata, en 1995 y
luego en otros, en forma paulatina, se fueron implementando los tribunales que esa ley concibió, los que
funcionaban con un proceso especial, regulado en los arts. 827 a 853, Cód. Proc. Civ. y Com. Bs. As. Con
posterioridad se dividieron en juzgados unipersonales (ley 13.634).
(2) En la provincia de Santa Fe el régimen de los tribunales colegiados de instancia única creados por ley
5531 (1962), parcialmente reformado por la ley 8501 (1979), se convirtieron en 1992 por la ley 10.160 Orgánica
del Poder Judicial, en tribunales colegiados de Familia (art. 66) y tribunales colegiados de responsabilidad
extracontractual (art. 67).
(3) Provincia de Córdoba con la ley 7676, de 1998, de creación de los tribunales de familia, actualmente
modificada por ley 9944.
(4) V.gr., Chaco, con la ley 2950-M, sancionada por dec. 3142, denominado Código Procesal de Niñez,
Adolescencia y Familia de la Provincia de Chaco. En Entre Ríos, la ley 10.668, llamada Ley Procesal de
Familia, publicada en el BO prov. el 08/04/2019. También la ley de Proceso de Familia de Mendoza.
(5) Ya hace mucho tiempo, en el Código Modelo para Iberoamérica del Instituto Iberoamericano de
Derecho Procesal, de 1988 ya así se había diagramado, al igual que otros muchos, como el Código Procesal
Civil y Comercial de Brasil, de 2016 y los proyectos de reforma al Código procesal Civil y Comercial de la
Provincia de Buenos Aires y el Proyecto para la Nación. También el Código Procesal Modelo para la Justicia de
Familia de la Ciudad de Buenos Aires también lo prevé.
(6) "Bases para la reforma procesal de familia", redactadas en el marco del Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos de la Nación, en el Programa de Justicia 2020.
(7) VERDAGUER, Alejandro — CANOSA, Facundo, "Digitalización y oralidad: dos cambios que,
necesariamente, van de la mano", Revista de Derecho Procesal, 2020-2, Ed. Rubinzal-Culzoni, p. 175.
(8) Como dispone el art. 1º, Cód. Proc. Fam. Río Negro, ley provincial 5396, sancionada el 20/09/2019,
promulgada por dec. 1354/2019, con entrada en vigencia el 02/03/2020.
(9) KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída — HERRERA, Marisa — LLOVERAS, Nora, "Tratado de
derecho de familia según el Código Civil y Comercial de 2014", Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2014, t. IV,
ps. 468 y ss.; MIKI, Kochi, "Types and Styles of Family Proceedings", Reporte general - XII Congreso
Internacional de Derecho Procesal, México, 2003, p. 353.
(10) Por ejemplo, el caso de la provincia de Mendoza, Río Negro, Chubut, Entre Ríos. BERIZONCE,
Roberto — MARTÍNEZ ASTORINO, Daniel, "Los juicios orales en la Argentina", en FERRER MAC
GREGOR, Eduardo — SAID RAMÍREZ, Alberto (coords.), Los juicios orales. La reforma judicial en
Iberoamérica, Ed. Universidad Autónoma de México, México, 2013, p. 39.
(11) Específicamente previsto en el art. 706 del Cód. Civ. y Com. Ver también, FERREYRA DE LA RÚA,
Angelina, "El procedimiento de familia en el Proyecto", LA LEY 2012-D-722; GUAHNON, S. V., "El juez de
familia y los nuevos desafíos de la magistratura", en KIELMANOVICH — BENAVIDES SANTOS (comps.),
Derecho procesal de familia. Tras las premisas de su teoría general, Ed. Jurídica Continental, 2008;
KEMELMAJER DE CARLUCCI, A., "Principios procesales y tribunales de familia", JA 1993-IV-676.
(12) Programa de Justicia 2020, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.
(13) Constitución de Ecuador de 2008, denominada oficialmente como Constitución de la República del
Ecuador, la cual reemplazó la de 1998 y rige desde el 20/10/2008. Su art. 168 regula: "La administración de
justicia, en el cumplimiento de sus deberes y en el ejercicio de sus atribuciones, aplicará los siguientes
principios: 1. Los órganos de la función judicial gozarán de independencia interna y externa. Toda violación a
este principio conllevará responsabilidad administrativa, civil y penal de acuerdo con la ley. 2. La función
judicial gozará de autonomía administrativa, económica y financiera. 3. En virtud de la unidad jurisdiccional,
ninguna autoridad de las demás funciones del Estado podrá desempeñar funciones de administración de justicia
ordinaria, sin perjuicio de las potestades jurisdiccionales reconocidas por la Constitución. 4. El acceso a la
administración de justicia será gratuito. La ley establecerá el régimen de costas procesales. 5. En todas sus
etapas, los juicios y sus decisiones serán públicos, salvo los casos expresamente señalados en la ley. 6. La
sustanciación de los procesos en todas las materias, instancias, etapas y diligencias se llevará a cabo mediante el
sistema oral, de acuerdo con los principios de concentración, contradicción y dispositivo. Asimismo, su art. 169
ordena: "El sistema procesal es un medio para la realización de la justicia. Las normas procesales consagrarán
los principios de simplificación, uniformidad, eficacia, inmediación, celeridad y economía procesal, y harán
efectivas las garantías del debido proceso. No se sacrificará la justicia por la sola omisión de formalidades".
(14) ROJAS, Jorge, "Principios y sistemas", en Estudios de derecho procesal en homenaje a Eduardo J.
Couture, Ed. La Ley Uruguay, Montevideo, 2017, t. II, p. 473. Mismo autor en "Cultura y sistemas procesales",
en Análisis de las Bases para la Reforma Procesal Civil y Comercial, Ed. Rubinzal-Culzoni, 2018, p. 53.
(15) Un ejemplo que puede citarse en que los fundamentos ni siquiera deben decirse o exponerse de
ninguna manera, es el caso del rechazo del recurso extraordinario federal con cita del art. 280, Cód. Proc. Civ. y
Com., en el cual basta la cita de la norma.
(16) DONDI, Ángelo — ANSANELLI, Vincenzo — COMOGLIO, Paolo, "Procesos civiles en evolución",
Ed. Marcial Pons, Buenos Aires, 2015, ps. 254-255.
(17) Derogado por el art. 309, ley 1437 del 2011, a partir del 02/07/2012.
(18) Art. 72: "Sentencia oral. En los procesos contenciosos administrativos de única o de segunda instancia
que se encuentren congestionados en la etapa de fallo, en los términos que defina al Consejo Superior de la
Judicatura, podrán fallarse oralmente, en audiencia pública a la cual asistirán las partes pero no intervendrán,
para lo cual lo jueces, las salas de magistrados de tribunal o del Consejo de Estado sesionarán dictando el fallo
respectivo, debidamente motivado y justificando su decisión de la misma manera que las sentencias escritas.
Para estos efectos, la motivación será oral, por parte del juez o magistrado ponente pero la parte resolutiva de la
decisión se dejará constando por escrito, en una providencia, que surtirá los mismos efectos de cualquier otra
sentencia".
(19) Art. 373: "Audiencia de instrucción y juzgamiento. Para la audiencia de instrucción y juzgamiento se
observarán las siguientes reglas: 1. En la fecha y hora señaladas para la audiencia el juez deberá disponer de
tiempo suficiente para practicar todas las pruebas decretadas, oír los alegatos de las partes y, en su caso, proferir
la sentencia. 2. En caso de que el juez haya aceptado la justificación de la inasistencia de alguna de las partes a
la audiencia inicial, se practicará el interrogatorio a la respectiva parte. A continuación, el juez requerirá a las
partes y a sus apoderados para que determinen los hechos en los que están de acuerdo y que fueren susceptibles
de prueba de confesión, fijará nuevamente el objeto del litigio, precisando los hechos que considera
demostrados y rechazará las pruebas decretadas en la audiencia inicial que estime innecesarias. 3. A
continuación, practicará las demás pruebas de la siguiente manera: a) Practicará el interrogatorio a los peritos
que hayan sido citados a la audiencia, de oficio o a solicitud de parte. b) Recibirá las declaraciones de los
testigos que se encuentren presentes y prescindirá de los demás. c) Practicará la exhibición de documentos y las
demás pruebas que hubieren sido decretadas. 4. Practicadas las pruebas se oirán los alegatos de las partes,
primero al demandante y luego al demandado, y posteriormente a las demás partes, hasta por veinte [20]
minutos cada uno. El juez, por solicitud de alguna de las partes, podrá autorizar un tiempo superior para rendir
las alegaciones, atendiendo las condiciones del caso y garantizando la igualdad. Contra la decisión que resuelva
esta solicitud no procede recurso alguno. 5. En la misma audiencia el juez proferirá sentencia en forma oral,
aunque las partes o sus apoderados no hayan asistido o se hubieren retirado. Si fuere necesario podrá decretarse
un receso hasta por dos [2] horas para el pronunciamiento de la sentencia. Si no fuere posible dictar la sentencia
en forma oral, el juez deberá dejar constancia expresa de las razones concretas e informar a la Sala
Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura. En este evento, el juez deberá anunciar el sentido de su
fallo, con una breve exposición de sus fundamentos, y emitir la decisión escrita dentro de los diez [10] días
siguientes, sin que en ningún caso, pueda desconocer el plazo de duración del proceso previsto en el art. 121.
Cuando la sentencia se profiera en forma oral, la apelación se sujetará a lo previsto en el inc. 1º del numeral 1
del art. 322. Cuando solo se anuncie el sentido del fallo, la apelación se sujetará a lo establecido en el inciso
segundo del numeral 1 del art. 322. 6. La audiencia se registrará como lo dispone el art. 107".
(20) El art. 93 expresa: "Pronunciamiento judicial oral. Al finalizar la audiencia la o al juzgador
pronunciará su decisión en forma oral. Excepcionalmente y cuando la complejidad del caso lo amerite podrá
suspender la audiencia por el término de hasta diez días para emitir su decisión oral. Al ordenar la suspensión
determinará el día y la hora de reinstalación de la audiencia. La resolución escrita motivada se notificará en el
término de hasta diez días. El incumplimiento del término para dictar sentencia será sancionado conforme con
lo dispuesto por la ley" (Código Orgánico General de Procesos, Registro Oficial, supl. 506 del 22/05/2015,
Ecuador.
(21) Para un relato pormenorizado de la experiencia ver COMMAND, Dante A., "La sentencia oral como
regla en un procedimiento dúctil", en PAULETTI Ana Clara (dir.) —PONTELLI, Jorge L. (coord.), Ley
Procesal de Familia de la provincia de Entre Ríos, Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2020, ps. 335 y ss.
(22) BERMEJO, Patricia, "El proceso por audiencias en el fuero de familia", Revista de Derecho Procesal,
2020-2, Ed. Rubinzal-Culzoni, p. 371. Así, por ejemplo, en Río Negro se admite delegar en el secretario la
visita a los nosocomios o lugares de internación —art. 16, inc. b)—, mientras que el art. 14, inc. f), de la misma
ley prevé la escucha de forma directa a las personas con capacidad restringida. En verdad, si bien se ha
desdoblado la vista de los lugares y de las personas, no se aprecia adecuado, pues ir a ver el espacio de
internación sin relación a la persona, no sería suficiente ni indicado. Lo esencial es el contacto del juez con
quien está internado y el análisis del lugar en cuanto a las necesidades de esa persona.
(23) Art. 642: "Desacuerdo. En caso de desacuerdo entre los progenitores, cualquiera de ellos puede acudir
al juez competente, quien debe resolver por el procedimiento más breve previsto por la ley local, previa
audiencia de los progenitores con intervención del Ministerio Público. Si los desacuerdos son reiterados o
concurre cualquier otra causa que entorpece gravemente el ejercicio de la responsabilidad parental, el juez
puede atribuirlo total o parcialmente a uno de los progenitores, o distribuir entre ellos sus funciones, por un
plazo que no puede exceder de dos años. El juez también puede ordenar medidas de intervención
interdisciplinaria y someter las discrepancias a mediación". A su vez, el art. 2542, Cód. Civ. y Com., prevé, para
todos los casos del código, la suspensión de la prescripción por el pedido de mediación. Por su lado, el art.
2558, Cód. Civ. y Com., se refiere a los honorarios por servicios prestados en procedimientos judiciales,
arbitrales o de mediación, comienza a correr desde que vence el plazo.
(24) La excepción se prevé en el art. 828, párr. 2º, Cód. Proc. Civ. y Com.
(25) GIANNINI, Leandro, "La mediación en Argentina", Ed. Rubinzal-Culzoni; "Experiencia argentina en
la mediación obligatoria", LA LEY 2014-A-645.
(26) Por ejemplo, el art. 7º, proyecto de reforma al Cód. Proc. Civ. y Com., o el art. 425, ley 20.087 de
Chile, que sustituye el procedimiento laboral contemplado en el libro V del Código del Trabajo.
(27) Art. 850, inc. 3º, Cód. Proc. Civ. y Com. Bs. As.
(28) Art. 505, inc. d), proyecto de Código Modelo de Proceso de Familia para la Ciudad de Buenos Aires
elaborado por las doctoras Aída Kemelmajer, Marisa Herrera, Mabel de los Santos y Ángeles Burundarena.
(29) Art. 78, ley 10.668 de Entre Ríos.
(30) Por ejemplo, en la ley 5396 que sanciona el Código Procesal de Familia en la provincia de Río Negro,
directamente lo deja a criterio del juez según la complejidad del caso —art. 48, inc. d), ley cit.—.
(31) Art. 643: "Delegación del ejercicio. En el interés del hijo y por razones suficientemente justificadas,
los progenitores pueden convenir que el ejercicio de la responsabilidad parental sea otorgado a un pariente, sin
perjuicio de lo establecido en el art. 674. El acuerdo con la persona que acepta la delegación debe ser
homologado judicialmente, debiendo oírse necesariamente al hijo. Tiene un plazo máximo de un año, pudiendo
renovarse judicialmente por razones debidamente fundadas, por un período más con participación de las partes
involucradas".
(32) Art. 214: "...Incumbirá a cada una de las partes la carga de probar el presupuesto fáctico de las normas
favorables a su pretensión, defensa o excepción. No obstante, según las particularidades del caso, el juez podrá,
de oficio o a petición de parte, distribuir la carga al ordenar las pruebas, exigiendo probar determinado hecho a
la parte que se encuentre en una situación más favorable para aportar las evidencias o esclarecer los hechos
controvertidos. Se considerará en mejor posición para probar a la parte en virtud de su cercanía con el material
probatorio, por tener en su poder el objeto de prueba, por circunstancias técnicas especiales, por haber
intervenido directamente en los hechos que dieron lugar al litigio, o por estado de indefensión o de incapacidad
en la cual se encuentre la contraparte, entre otras circunstancias similares. A la parte a quien se imponga la carga
se le otorgará el plazo suficiente para ofrecer la prueba".
(33) Art. 322, Ley General del Proceso de Colombia. Además, en cuanto al proceso penal, la ley 1395/2010
de Colombia, en su art. 179 prevé: "Trámite del recurso de apelación contra sentencias. El recurso se
interpondrá en la audiencia de lectura de fallo, se sustentará oralmente y correrá traslado a los no recurrentes
dentro de la misma o por escrito en los cinco [5] días siguientes, precluido este término se correrá traslado
común a los no recurrentes por el término de cinco [5] días...".
(34) En este mismo sentido se pronuncia las "Bases para la reforma procesal de familia", del Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos de la Nación, p. 43.
(35) SCBA, 03/05/2018, "L., A. s/medidas preliminares", causa C. 121.343.
(36) Se atribuye esta expresión da la decretal de 1216 de Inocencio III sobre la que se estructura el proceso
en el Virreinato, en esta se decía que lo que no está en el acta no está en este mundo que se convirtió en la frase
de lo que no está en el expediente no está en el mundo. Además, el proceso civil en América Latina tiene otra
fuente en el derecho romano escrito, en el derecho romano canónico, y el derecho indiano, todos
fundamentalmente escritos.
(37) Un ejemplo antiguo, pero revelador de esta característica en nuestras tradiciones y de la importancia de
lo plasmado, es la Curia Philipica. Al explicar cómo debían declarar los testigos en el Virreinato, ilustraba que
lo importante no era lo que en testigo decía, sino el testimonio que se consignaba en el acta. Por eso, aun esa
prueba tan esencialmente oral no era evidencia en su manifestación oral, de no quedar escrita. Este relato, si
bien histórico, coincide con la realidad aún vigente al volcarse las declaraciones en actas escritas. En otras
palabras, es más importante lo derivado que su fuente.
(38) Las "Reglas prácticas para la implementación de la oralidad efectiva en el fuero de familia" del Poder
Judicial de Entre Ríos, 2020.
(39) PEREYRA CAMPOS, Santiago, "Presente y futuro del proceso por audiencias en Iberoamérica",
ponencia general en el "XXIV Jornadas Iberoamericanas de Derecho Procesal", Instituto Iberoamericano de
Derecho Procesal e Instituto Colombo Panameño de Derecho Procesal, Panamá, 2014, ps. 120-121.
(40) En el proyecto de Reforma al Código Procesal Civil y Comercial de la provincia de Buenos Aires, la
videograbación se indica como una alternativa. Art. 775: "El tribunal, a pedido de parte o de oficio, podrá