Hora Santa - Jueves
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AMBIENTACIÓN
ORACIÓN
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no
puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros
los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. (Jn
15, 1.4-5)
MEDITACIÓN:
Miramos, contemplamos los signos de la Eucaristía: el pan y el vino, signos de la entrega de Jesús. Y el sagrario, expresión de
su presencia permanente entre nosotros. Señor Jesús, tenemos mucho que agradecerte. Vivimos hoy como comunidad, como
Iglesia, gracias a la Eucaristía. Sal a nuestro encuentro y enséñanos a descubrir los signos de tu presencia en nuestras vidas.
Haznos crecer en deseos de conocerte y permanecer junto a T¡, para que nuestra norma de conducta sea siempre vivir
siempre imitando tu ejemplo y dando frutos de bondad, de alegría, de perdón y de unidad. Nos pides permanecer, ser fíeles,
crecer en nuestra pobre fe, alimentar nuestra vida con tu presencia y para esto es necesaria la intimidad contigo, buscar los
momentos para encontrarte, para conocerte, para vivir contigo, en Ti...
Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho
esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a
los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si
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hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado
amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os
he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo
que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros. (Jn 15, 9-17)
MEDITACIÓN:
Miramos los signos del lavatorio: la toalla y la jofaina que nos hablan de un Dios que por amor nos lava los pies. El
mandamiento que Jesús nos da es el del amor. La iniciativa parte de Jesús. Él nos amó primero. Su amor es invitación, es
punto de partida para el nuestro; y algo más, es gracia derramada que nos capacita para amar como Él mismo nos amó. Su
amor es el del Padre, su amor es el Espíritu Santo derramado en nuestros corazones. Señor, enséñanos a mirar a cada
persona con una mirada fraterna. No permitas que nuestro corazón se cierre a tantas injusticias que nos rodean y a tantos
hombres como sufren. Haz que sepamos reconocer en cada ser humano tu rostro vivo para que te adoremos y te sirvamos por
medio de nuestra entrega y nuestra solidaridad.
ORACIÓN:
Señor Jesús, Tú quisiste que nos amásemos unos a otros como Tú nos habías amado; y Tú nos amaste como el Padre te
había amado a Ti. Ese fue tu gran testamento final. Derriba en nosotros las altas murallas levantadas por el egoísmo, el
orgullo, la vanidad. Aleja de nuestras puertas las envidias que destruyen la unidad. Líbranos de las inhibiciones, calma los
impulsos agresivos, purifica las intenciones y que lleguemos a sentir como Tú sentías y a amar como Tú amabas. Haz Señor
Jesús, que una corriente sensible, cálida y profunda corra en nuestras relaciones; que nos comprendamos y perdonemos; nos
estimulemos y nos celebremos; que no haya entre nosotros obstáculos, reticencias ni bloqueos; que seamos abiertos y leales,
sinceros y veraces. Y así demostremos ante el mundo que Tú, señor Jesús, eres el enviado del Padre y estás vivo entre
nosotros. Amen
Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. (...) Yo les he dado tu Palabra, y
el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que
los guardes del Maligno. (...) No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí,
para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea
que tú me has enviado. (Jn 17, 11b. 14-15.20-21)
MEDITACIÓN:
Contemplamos la estola como signo del sacerdocio de Jesús, del sacerdocio de nuestros días significado en nuestros
pastores. Es un signo de la unidad, de la comunión en Jesús, de la entrega a los hombres, de la presencia de Cristo en
nuestro mundo. El mundo necesita testigos de tu presencia Señor, porque en la vida de muchos hombres, la fe en Ti se ha
apagado. Vivimos preocupados únicamente de nuestros intereses y de aumentar nuestro bienestar y nuestra hacienda.
Suscita entre nosotros hombres y mujeres generosos, capaces de olvidarse de sí mismos para poner sus vidas al servicio de
los hombres, sobre todo de aquellos que más lo necesitan, y que se entreguen con alegría al anuncio gozoso de tu Evangelio.
ORACIÓN:
Somos tus servidores, Cristo Jesús, elegidos para ser apóstoles, y destinados a proclamar la Buena Noticia de tu vida, muerte,
y resurrección, la Buena Noticia que es fuerza de Dios para todos los que creen. Señor, te pedimos servirte con rectitud e
corazón, sostenidos por el escudo de la fe, movidos por la caridad. Alienta nuestro esfuerzo por conocer las cosas de Dios.
Que aprendamos de Ti la bondad y el amor sin doblez. Que podamos mantenernos firmes en los momentos difíciles y superar
las adversidades con tu fortaleza. Pon en nuestros labios la palabra oportuna; danos libertad para dar a conocer tu mensaje,
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valor para anunciarlo, y coherencia de vida para testimoniarlo. Enséñanos a hacer todo esto orando y suplicando sin cesar
guiados por el Espíritu. Ayúdanos a descubrir y a asimilar el mensaje de tu muerte en la cruz y tu resurrección: es escándalo y
locura para muchos que con su sabiduría no han llegado a conocer a Dios. Pero lo que en Dios nos parece absurdo aventaja
con mucho el saber de los hombres, y lo que en Dios nos parece débil es más fuerte que la fuerza de los hombres. Señor,
queremos andar por el camino de la salvación, llevados por la sabiduría y la fuerza de Dios guiados por su Espíritu.
Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos, y los discípulos le siguieron. Llegado al lugar les dijo: «Pedid que no
caigáis en tentación.» Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo: «Padre, si quieres,
aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.» Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le
confortaba. Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en
tierra. Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos por la tristeza; y les dijo: «¿Cómo es que
estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación.» (LC 22, 39- 51)
Nos quedamos con este mensaje para orar, para meditar... Se nos pide que oremos, que acompañemos a Jesús en su
oración. Que pongamos ante Él tantas situaciones y tantas personas que necesitan sentirse queridas por Él. Vamos a unirnos
a esa oración de Jesús respondiendo a cada una de las peticiones Acógelos Señor en tu oración.
TIEMPO DE PETICIÓN
Los cielos y la tierra están llenos Tú, rotas las cadenas de la muerte,
de la majestad de tu gloria. abriste a los creyentes el Reino del Cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
A Ti te ensalza en la gloria del Padre.
el glorioso coro de los Apóstoles, Creemos que un día
la multitud admirable de los Profetas, has de venir como Juez.
el blanco ejército de los Mártires.
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Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa Sangre.
Sé su Pastor
y ensalzado eternamente.