Corredor Abogado Comisión

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Voces: ABOGADO ~ COMISION DEL CORREDOR ~ CORREDOR ~ INTERMEDIACION

Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, sala B(CNCiv)(SalaB)


Fecha: 16/09/2020
Partes: Moyano Nores, José Manuel c. La Diamela S.A. y otros s/ daños y perjuicios
Publicado en: La Ley Online;
Cita Online: AR/JUR/47295/2020

Sumarios:
1 . La comisión pretendida por un abogado por el servicio de intermediación en la compraventa de un geriátrico
debe rechazarse, pues se trata de una operación comercial de corretaje, sin encontrarse el reclamante
matriculado en el Registro Público de Comercio de su domicilio con arreglo a lo prescripto por el art. 89 del
Código de Comercio, máxime cuando la operación fue realizada casi cuatro años después de la última prórroga
expresa obtenida por el reclamante; lo que desmiente la alegada confianza entre las partes y ni siquiera se
encuentra acreditado que el contrato concluido fuera idéntico al de su supuesta intervención.
2 . Cuando la profesión se ejerce violando las obligaciones legales deja de ser lícita y, consecuentemente, no
puede pretenderse remuneración por la actividad específica de aquella.

Texto Completo:
Expte. N° 35.132/2015
2ª Instancia.- Buenos Aires, septiembre 16 de 2020.
¿Es ajustada a derecho la sentencia apelada?
A la cuestión planteada el doctor Ramos Feijóo dijo:
I. La sentencia de fs. 406/411 vta. resolvió: rechazar la demanda entablada por José Manuel Moyano Nores
contra “La Diamela SA”, Silvia Matilde Martínez Godoy y Nicolás Alberto Pascual, con costas a la parte actora
vencida.
II. Contra el pronunciamiento de primera instancia únicamente apeló la parte actora (v. fs. 413); recurso que
fue concedido libremente a fs. 414.
III. Expresó agravios a fs. 427/430 vta., los que fueron desarrollados de la siguiente manera:
En primer lugar, cuestionó que el Juez de grado haya omitido destacar su profesión y su título de Master en
Dirección de Empresas o MBA (Master en Administración de Negocios). Sostuvo que ello no es un dato menor,
toda vez que su especialización abarca todo el negocio geriatrista, desde la evaluación de la compra, factibilidad
del negocio y salida del mismo.
En segundo, refirió que el a quo también hizo a un lado su reclamo por los honorarios relativos al contrato
de locación del inmueble, sobre el que se atribuye su concreción. Adujo que se reclaman “...los honorarios
correspondientes al contrato de locación logrado que resulta inseparable de la transferencia de acciones de la SA
(titular de los contratos de prestación geriátrica con el PAMI y distintos particulares). La operación de venta del
fondo de comercio o de la cesión de acciones (venta de la Diamela SA), resultaba imposible si no se incluía la
locación del inmueble en donde funcionaba y hoy funciona el geriátrico ‘La Diamela’...” (v. fs. 427/vta.).
En sus restantes agravios, señaló que el Juez de la anterior instancia omitió ponderar tanto la prueba
testimonial e instrumental, como así también, la confesional en los términos del art. 417 del Cód. Proc. Civ. y
Com. de la Nación; atento a su pedido de tener a los codemandados —debido a su incomparecencia a la
absolución de posiciones— por confesos.
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IV. Antes de entrar en el examen del caso y dado el cambio normativo producido con la entrada en vigencia
del actual Cód. Civ. y Comercial debo precisar que, al ser el daño un presupuesto constitutivo de la
responsabilidad (conf. arts. 1716 y 1717 del Cód. Civ. y Comercial y art. 1067 del anterior Cód. Civil), aquél
que diera origen a este proceso constituyó, en el mismo instante en que se produjo, la obligación jurídica de
repararlo.
En consecuencia, de acuerdo al sistema de derecho transitorio contenido en el art. 7° del nuevo Código y
como ya lo ha resuelto esta Sala en reiteradas oportunidades (v. entre otros, autos: “D. A. N y otros c. C. M. L.
C. SA y otros s/ daños y perjuicios - resp. prof. médicos y aux.” del 06/08/2015), la relación jurídica que origina
esta demanda, al haberse consumado antes del advenimiento del actual Cód. Civ. y Comercial, debe ser juzgada
—en sus elementos constitutivos y con excepción de sus consecuencias no agotadas— de acuerdo al sistema del
anterior Cód. Civil (decreto-ley 17.711) interpretado, claro está, a la luz de la Constitución Nacional y de los
Tratados Internacionales de Derechos Humanos ratificados por nuestro país porque así lo impone una correcta
hermenéutica y respeto a la supremacía constitucional.
V. Sentado ello, pasaré a examinar los agravios expresados, en la inteligencia que en su estudio y análisis
corresponde seguir el rumbo de la Corte Federal y de la doctrina interpretativa. En tal sentido, ante la
inconsistencia de numerosos capítulos de la expresión de agravios, conviene recordar que los jueces no estamos
obligados a analizar todas y cada una de las argumentaciones de las partes, sino tan sólo aquéllas que sean
conducentes y posean relevancia para decidir el caso (ver CSJN: 258:304; 262:222; 265:301; 272:225; Fassi
Yañez, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, Comentado, Anotado y Concordado, T. I, p. 825;
Fenocchieto Arazi, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comentado y Anotado, T. 1, p. 620).
Asimismo, tampoco es obligación de los juzgadores ponderar todas las pruebas agregadas, sino únicamente las
que estimen apropiadas para resolver el conflicto (art. 386, in fine, del ritual; CSJN: 274:113; 280:3201;
144:611).
Es en este marco, pues, que ahondaremos en la cuestión de fondo del caso sub examine.
VI. En el caso bajo examen, se trata —según se especifica en la demanda— de una persona física (de
profesión abogado, con un supuesto Master en Dirección de Empresas —MBA— y apoderado de muchísimos
otros geriátricos), a quien se le habría encomendado la intermediación en la compraventa y locación de un
geriátrico (v. f. 129).
No es un hecho controvertido que la presidenta de la sociedad anónima demandada —la Dra. Silvia
Martínez Godoy— le otorgó al reclamante (con fecha 06/05/2008) una autorización para ofrecer en venta el
Geriátrico “La Diamela” y a recibir en nombre de dicha sociedad el importe de la oferta ad referéndum (v. fs. 9
y 124). Tampoco lo son las gestiones que aquél realizó —durante de la vigencia de dicha concesión— a fin de
concretar la venta cuestionada.
La controversia radica, en cambio, en dilucidar si en el marco de las tareas realizadas por el accionante le
asiste el derecho a percibir la comisión que reclama. Veamos.
La primera autorización de venta se concedió con una vigencia de treinta días y se fue prorrogando
expresamente hasta el 19/08/2012 (v. fs. 9 vta. y 124 vta.); obligándose mediante el referido instrumento a
reconocerle al recurrente —en caso de prosperar la compraventa— un importe equivalente al tres por ciento
(3%) del monto de la operación.
A fs. 21/23 consta la entrega de la reserva ad referéndum efectuada con fecha 11/04/2014 por el Sr. Moretti
(único que suscribe la misma) al Sr. Erceg. Este último vendría a ser un empleado de la Sra. Pedrazzini, quien
celebró un convenio de coparticipación de comisiones con el accionante (v. fs. 11).
A fs. 266/281 se extrae de la documentación certificada por escribano público que la transferencia de
acciones fue llevada a cabo con fecha 30/10/2014.
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A fs. 287/289 y 291/292 vta. se encuentran agregadas las declaraciones testimoniales de la Sra. P. y del Sr. E.
ambos deponentes fueron contestes en manifestar que el accionante participó en todas las negociaciones que se
llevaron a cabo.
A fs. 294/295 obra el testimonio del Sr. G., quien desmintió haberle indicado al accionante que, “...no había
problema alguno y que la pagarían los honorarios pactados, correspondientes a la gestión de venta de las
acciones y de la locación del inmueble...” (v. preg. y resp. séptima).
A fs. 340/342 el Sr. M., quien asesoró profesionalmente a los Sres. M. por la operación de venta de las
acciones de la “Diamela SA”, expresó que desconocía si “...el Sr. Moyano Nores tenía asignada funciones en esa
intermediación...” y, aclaró que nunca se reunió con aquel. Por otra parte, recordó haberle enviado algún correo
electrónico requiriéndole información sobre “La Diamela”, ya que según tenía entendido —en aquel momento
— este último era el abogado de la firma.
A fs. 343/345 el contador F. en su deposición contestó que la Sra. P. participó en la venta representando al
comprador y que con anterioridad a dicha operación, en alguna ocasión, concurrió al geriátrico en compañía del
actor. Asimismo, aseveró que no le consta que la Sra. Godoy hubiera negado la intervención del actor en la
intervención de la venta de la sociedad.
A fs. 358/359 vta. el Sr. M., presidente de “La Diamela” desde el 31 de octubre de 2014, refirió que accedió
al mencionado cargo al haber comprado el fondo de comercio, la sociedad a través de la Sra. P., cuya tarea
definió como “...una broker de geriátricos que conseguí online. Ella trabajaba con F. E., que es quien nos hacía
las visitas a los diferentes fondos de comercio...” (fs. 358 vta.).
Ahora bien, basta una simple lectura de las constancias de autos para señalar que los agravios del recurrente
de ninguna manera alcanzan a conmover los fundamentos brindados por el anterior sentenciante en su fallo.
A la misma solución se arriba con la lectura de las posiciones puestas en sobre cerrado a fs. 217/219 y que
en este acto abro, glosó (v. fs. 440/442) y doy por absueltas en rebeldía en los términos del art. 417 del Cód.
Proc. Civ. y Com. de la Nación.
Esto es así, no sólo debido a que la venta del geriátrico fue realizada a casi cuatro años después de la última
prórroga expresa obtenida por el Dr. Moyano Nores —para su venta y no para su locación—; lo que, a su vez,
desmiente la alegada confianza entre las partes. Tampoco, porque los correos electrónicos acompañados como
prueba documental —que podrían haber llegado a acreditar una suerte de autorización tácita de venta— fueron
desconocidos por las contrarias en sus respectivos escritos de responde, más allá de las dos declaraciones
testimoniales que mencionan que el accionante continuaba presente en las referidas operatorias comerciales. Ni
mucho menos, por la particularidad de que la operación fue llevada a cabo por una intermediadora —y su
empleado— que ninguna vinculación guardan en relación a la representación otorgada por la presidenta de la
sociedad al aquí reclamante; a lo que se agrega que, ni siquiera se encuentra acreditado que el contrato
concluido fuera idéntico al de su supuesta intervención ni se encuentra demostrado su participación en la
locación del inmueble (art. 1152 del Cód. Civil y arts. 34 inc. 4, 163 inc. 5, 333, 377 y ccdts. del Cód. Proc. Civ.
y Com. de la Nación).
Asimismo, y en respuesta a los agravios del recurrente, se recuerda que la confesión ficta de la demandada
no es suficiente para hacer lugar a la pretensión del actor, pues la prueba debe ser apreciada en correlación con
la restante aportada por las partes (art. 417 del Cód. Proc. Civ. y Com. de la Nación).
Si dejamos de lado todas estas circunstancias, que en definitiva no llevan más que a confirmar la conclusión
arribada en el pronunciamiento de grado, se puede afirmar que —en el mejor de los escenarios para el aquí
demandante— la acción entablada está inequívocamente encaminada a procurar el cobro de la comisión debida
por una operación comercial de corretaje, sin encontrarse el reclamante matriculado en el Registro Público de
Comercio de su domicilio con arreglo a lo prescripto por el art. 89 del Código de Comercio.
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En efecto, en una u otra situación, el reclamo por comisiones por las gestiones contratadas del corredor
inmobiliario que no se encuentra inscripto como corredor público, ni posee matrícula habilitante deviene
improcedente (conf. Cámara 6ª de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Córdoba, 08/02/2011, Figueroa,
Oscar A. c. Cargo Servicios Industriales SA, Abeledo-Perrot N° 1/70067622-2).
La actuación del Dr. Moyano Nores bajo ningún punto de vista puede encuadrarse en la figura del contrato
de mandato, el cual se encuentra caracterizado por la representación que ejerce una de las partes a favor de otra
para concluir los negocios propuestos.
A diferencia de este último instituto, el corretaje conserva lo relativo a la mediación o intermediación entre
dos partes, sin perjuicio de algún tipo de representación que pueda otorgarse en forma posterior; lo cual
constituye una obligación de medios consistente en desarrollar cierta actividad para suscitar el interés de
posibles adquirentes con el fin de convertirlos en efectivos contratantes, pero, sin compromiso de resultado
alguno en ese sentido.
El corretaje estuvo regido por los artículos. 88 a 112 del Código de Comercio hasta la sanción de la ley
25.028 que complementa el decreto ley 20.266/1973 y deroga los arts. 88 a 112 del Código de Comercio,
dejando subsistente el art. 87 del citado cuerpo legal.
En la actualidad, el Cód. Civ. y Comercial ha incorporado el mandato sin representación (art. 1321 Cód. Civ.
y Comercial), lo que exige extremar el análisis para distinguir la real figura contractual que subyace en cada
caso. Sin embargo, más allá de la hipótesis que se contemplaba en el anteproyecto del Cód. Civ. y Comercial (v.
texto original art. 1346 inc. “b”), no puede perderse de vista que el art. 1346 del Cód. Civ. y Comercial mantiene
la postura del Cód. de Comercio al rechazar la actuación como corredores de sujetos que no se encuentran
matriculados como tales (doct. art. 1353 inc. “b” Cód. Civ. y Comercial).
La Corte Suprema de Justicia de la Nación tuvo oportunidad de pronunciarse sobre el particular, dejando
sentado que la exigencia legal relativa a la inscripción en la matrícula de corredores resulta “... impuesta por el
interés público y la necesidad de asegurar la idoneidad, corrección y responsabilidad de quienes se dedican...” a
tales actividades; y que, por ello, la falta de matrícula priva al corredor del derecho de percibir comisión, lo que
“... no puede ser dispensado ni siquiera ante la existencia de convención expresa celebrada sobre el punto con
apoyo en el principio consagrado por el art. 1197 del Cód. Civil...” (“Caracciolo, Ernesto y otro c. Provincia de
San Luis s/ cobro de comisión”, Fallos: 310:570 y ED, 141-248, 17/03/1987; citado por Álvarez (h.),
Washington Tomás, en “El contrato de corretaje en el Proyecto de Código Civil y Comercial de la Nación (...)”,
publicado en DJ, 25/09/2013, LA LEY, AR/DOC/2967/2013).
La aceptación del recordado criterio expuesto por el Alto Tribunal implica, desde ya, superar la orientación
jurisprudencial opuesta que adoptó el antiguo plenario dictado por las Cámaras Civil y Comercial de la ciudad
de Buenos Aires in re “Brunetti c. Norte”, del 10/10/1921 (JA 7-393). Con esa aceptación, no solo se respeta la
autoridad de que están investidos los precedentes de la Corte, en cuanto Tribunal Supremo de la Nación, y las
razones de economía procesal, certeza y seguridad jurídicas que aconsejan la conveniencia de tender a la
uniformidad de la jurisprudencia, sino también y fundamentalmente se acata la solución otrora resultante del art.
89 el Código de Comercio que, pese a la existencia del apuntado plenario, fue reiterada por el art. 33 de la ley
20.266, texto según ley 25.028, lo cual demuestra la presencia de una voluntad legisferante en el sentido de
erguir a la matriculación, como regla, en condición para el cobro de retribución por tareas de corretaje (conf.
Rouillón, A. y Alonso, D., Código de Comercio comentado y anotado, Buenos Aires, 2005, T. I, ps. 149/150, N°
11).
Dispone expresamente —este último artículo— que, “...quien pretenda ejercer la actividad de corredor
deberá inscribirse en la matrícula de la jurisdicción correspondiente (...) Los que sin cumplir estas condiciones
sin tener las calidades exigidas ejercen el corretaje, no tendrán acción para cobrar la remuneración prevista en el
artículo 37, ni retribución de ninguna especie...”.
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Así, cabe recordar que cada vez que el legislador impone una norma con carácter obligatorio y veda a los
interesados a apartarse de sus prescripciones, es porque considera que hay interés social comprometido en su
cumplimiento; en otras palabras, porque se trata de una ley de orden público (confr. Borda, “Tratado...”, Parte
general, T. I, p. 68).
Aceptar lo contrario, implicaría permitir que un estudiante universitario que recete determinados
medicamentos y diagnostique determinadas enfermedades tenga derecho a percibir honorarios sin que esté
recibido de médico y debidamente inscripto en la colegiatura pertinente. Sería también inconcebible pensar en
que una persona que, por hipotético caso, no haya terminado siquiera los estudios secundarios asesore
legalmente a otra acerca de las estrategias procesales a seguir ante una determinada situación sin que posea
título de abogado, o que represente a persona alguna en un juicio sin que esté inscripto en el respectivo Colegio
de Abogados de su jurisdicción, y que por ello pretenda (y lo que es más grave, que se le reconozca
judicialmente) el cobro de honorarios (conf. Bilvao Aranda, Facundo M., “El derecho al cobro de comisiones
del profesional en negocios inmobiliarios sin matrícula de corredor”, publicado en DCCyE 2013 (junio), 208,
AR/DOC/2134/2013; nota al fallo de la CNCom. Sala “D”, “Brave, Marcelo c. Pauver SA s/ ordinario”, LA
LEY, 17/07/2013, AR/JUR/5662/2013).
Bien se ha establecido que, cuando la profesión se ejerce violando las obligaciones legales, obviamente, deja
de ser lícita y, consecuentemente no puede pretenderse remuneración por la actividad específica de aquélla
(CNCom. Sala “E”, en autos Cagetti, Mario c. Buono, Jorge R.”, publicado en LA LEY, 1989-E, 84 - DJ, 1990-
1, 447, 10/04/1989, AR/JUR/714/1989).
VI. En función de lo expuesto, propongo al Acuerdo confirmar la sentencia atacada en cuanto decidió
rechazar la demanda entablada, con costas a la parte actora vencida (arts. 68 y 163 inc. 8 Cód. Proc. Civ. y Com.
de la Nación). Así lo voto.
El doctor Parrilli, por análogas razones a las aducidas por el doctor Ramos Feijóo, votó en el mismo sentido
a la cuestión propuesta.
Por lo que resulta de la votación que instruye el Acuerdo que antecede, se resuelve: Confirmar el
pronunciamiento de grado en todo lo que fue materia de agravios. Las costas de Alzada se imponen a la parte
actora por no hallar motivos para apartarse del principio objetivo de la derrota y a fin de mantener el de
reparación integral. Teniendo en cuenta la labor desarrollada, apreciada por su naturaleza, importancia,
extensión, eficacia y calidad; que a efectos de meritar los trabajos desarrollados por el experto se aplicará el
criterio de la debida proporción que los emolumentos de los peritos deben guardar con los de los demás
profesionales que llevaron la causa (conf. CSJN, Fallos: 236:127; 239:123; 242:519; 253:96; 261:223; 282:361;
CNCiv., esta Sala H. N° 11.051/93, in re: “Hernández c. Jaramal s/ daños y perjuicios”, del 17/12/1997; id., H.
N° 44.972/99, in re: “Alvarez c. Sayago s/ daños y perjuicios”, del 20/03/2002; id., H. N° 363.134 in re: “Patri
c. Los Constituyentes s/ daños y perjuicios”, del 23/06/2004; id., H. N° 5810/05, in re: “Morandini c. TUM SA
s/ daños y perjuicios”, del 28/12/2007; id., H. N° 42.689/05, in re: “Godoy c. Kañevsky s/ ordinario”, del
06/03/2008; id., H. N° 87.303/04, in re: “Barrios Escobar c. Transportes s/ daños y perjuicios”, del 24/09/2008,
entre otros), recurso de apelación interpuesto por bajos a fs. 417, y de conformidad con lo dispuesto por los arts.
6, 7, 9, 19, 37, 38 y cc. de la ley de arancel N° 21.839, con las modificaciones introducidas en lo pertinente por
la ley 24.432 y art. 478 del Cód. Proc. Civ. y Com. de la Nación, se modifica la regulación practicada a fs. 411, a
favor de la perito Magalí Verónica Dos Santos fijando sus honorarios en la suma de pesos ... ($...). La Vocalía
N° 4 no vota por hallarse vacante (conf. Res. 571 del Tribunal de Superintendencia de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil). Regístrese, protocolícese, notifíquese a las partes y, oportunamente, publíquese (conf.
Acordada 24/2013 de la CSJN). — Claudio Ramos Feijoo. — Roberto Parrilli.

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