Aurora Digital - Ajarei Mot 5768

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Judaísmo - 16/04/2008

Parashat Hashavua
``Ajarei Mot''
Interpretación y comentario
La parashá ``Ajarei Mot'' representa un eslabón muy significativo en el programa educativo desplegado a lo
largo del libro de Levítico. Un programa cuyo objetivo es construir la característica moral del pueblo de Israel
como un ``reino de sacerdotes y pueblo consagrado'' mediante la determinación de su conducta siguiendo los
caminos de Dios y el cumplimiento de Sus preceptos en la Tierra Prometida.
La parashá se refiere a tres pasos del proceso educativo que, supuestamente, viene a responder al llamado
que representa la pieza clave de todo el programa: ``Santos seréis porque Santo Soy Yo, Adonai vuestro
Dios'' (Levítico 11:44-45; 19:2; 20:7; 20:26).
El primer paso es la distinción entre Israel y los otros pueblos. ``Y en sus costumbres no habréis de
encaminaros'' (Levítico 18:3), que trata de las leyes que prohiben la idolatría, el derramamiento de sangre y
las relaciones prohibidas. El segundo paso es: ``Delante de Dios se purificarán'' (Levítico 16:30), y trata de las
leyes de ofrenda de sacrificios a Dios, de la pureza y de Iom Kipur. El tercer paso determina los contenidos
positivos de la conducta de los hijos de Israel: ``Observaréis Mis leyes y Mis mandamientos, los cuales habrá
de cumplir la persona, para que viva con ellos. Yo soy Adonai''. (Levítico 18:5). Y a continuación se determina
que la observancia de los preceptos de Dios representa la condición indispensable para la integración de los
hijos de Israel a la Tierra Prometida, para que no sean expulsados de ella como ``los habitantes de la tierra''
que los precedieron.
Queda claro, entonces, el plan para la formación del pueblo de Israel en su tierra como un pueblo consagrado
de manera diferente a los otros pueblos. Como es sabido, la idea de la diferenciación de Israel de los demás
pueblos causó graves problemas en la historia del pueblo judío. La frase: ``Y en sus costumbres no habréis
de encaminaros'' enojó a muchas personas no judías y también a judías, especialmente en la era moderna
dentro de la sociedad occidental. El escritor M.I.Berdichevsky destacó en su referencia a este texto: ``Veo
este fundamento como el más problemático de Israel y del espíritu de Israel''. Porque según él: ``Toda
diferencia y delimitación es una maldición para la vida del pueblo y de la persona, la mayor maldición''.
(Escritos M.I.B., B, pp. 378).
Existen otras dos interpretaciones modernas contrarias a esta postura. Según el rabino Shimshon Rafael
Hirsch, el sentido de la frase ``Y en sus costumbres no habréis de encaminaros'' está basado en el contexto
del versículo en el que se ordena el alejamiento de los hijos de Israel de los caminos equivocados de Egipto y
Canaán, que eran conocidos como pueblos idólatras y estaban contaminados por el derramamiento de sangre
y las relaciones prohibidas. Es decir, no respetaban las reglas morales naturales y universales que estaban
claras para el pensamiento de toda persona. Asímismo, destacó el rabino Hirsch basado en lo que dijeron
Nuestros Sabios, en lo referente a la justicia Divina, la intención aquí es que ``toda persona'' que observa y
cumple las leyes y mandamientos de Dios, -también los ``buenos`` y ``justos'' de las demás naciones-,
``vivirán en ellos'' como los hijos de Israel. Sobre los hijos de Israel, argumenta el rabino Hirsch que esas
leyes y mandamientos ``no vinieron a hacernos merecedores de valores fuera de lo común y superiores a los
valores de las personas en general, sino que vinieron a devolvernos el valor de ser humano, que es la misión
esencial de la persona que fue creada a imagen Divina. Ése es el fundamento del liderazgo Divino a lo largo
de la historia''. (Rabino S.R. Hirsch, Comentario a Levítico 18: 3, 4-5). Es decir, la distinción entre los hijos de
Israel y los demás pueblos es nombre y en pos de la humanidad.
También A.D. Gordon se refiere a este tema. En su discurso ``Nación-Persona'' (1920) argumenta Gordon,
-en el punto máximo del proceso de renovación de la vida del pueblo de Israel en su tierra-, que el pueblo
judío debe cumplir ahora una función pionera frente a las otras naciones: ``El pueblo necesita crearse a
imagen de Dios, no porque seamos mejores que los demás, sino porque nosotros cargamos y sufrimos sobre
nuestros hombros todo lo que eso demanda''. Es decir, no por una diferencia esencial entre los pueblos, sino
por causa de la diferencia histórica: porque debido a su destino, recayó ahora sobre el pueblo de Israel la
función de adelantarse a los demás en la concretización de la idea de la ``nación-persona'', y ser un pueblo
que en su comportamiento cotidiano ande por los caminos de justicia en su tierra y en sus relaciones con sus
vecinos, y que compruebe así que es posible mejorar las condiciones de vida de la humanidad sobre la faz de
la tierra''. (Escritos, A.D. Gordon, A, pp.260). Aquí también, la construcción del pueblo en su tierra es en
nombre y en pos de la humanidad.
La lectura de la parashá ``Ajarei Mot'' según estas dos explicaciones, en el Estado de Israel de hoy, dentro de
la crisis moral en la que estamos inmersos como individuos y como pueblo, y dentro de la crisis moral de toda
la humanidad, nos lleva a hacernos varias preguntas. ¿Somos capaces todavía de entender el hecho de ser
especiales como pueblo e intentar corregir nuestras vidas según ello, -empezando por nosotros mismos-,
dentro de nuestro andar responsable por los caminos de Dios, los caminos de la verdad y de la justicia?
¿Podremos, quizás, cuando llegue el momento, aceptar e intentar concretizar también el desafio de nuestra
responsabilidad ``pionera'',- citada más arriba-, dentro de los pueblos? ¿No vale la pena, por lo menos,
intentar andar por esos caminos como individuos y como pueblo? Y finalmente, siguiendo a Nuestros Sabios:
``Si no es ahora, ¿cuándo?''.
*Profesora de Pensamiento Judío en el Instituto Schechter de Estudios Judaicos, Jerusalem
Editado por el Instituto Schechter de Estudios Judaicos, la Asamblea Rabínica de Israel, el Movimiento
Conservador y Unión Mundial de Sinagogas Conservadoras.
Traducción: rabina Sandra Kochmann.
Por Dra Sara Strassberg-Dayán*

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