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Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones

durante la Independencia de la Audiencia de


Charcas

Álvarez de Arenales and the system of divisions


during the independence of the Audiencia of
Charcas

Roger L. Mamani Siñani1

Resumen

El artículo analiza la lucha armada en el territorio de la Au-


diencia de Charcas durante la guerra de la Independencia
con el sistema de divisiones, organización llevada a cabo por
Juan Antonio Álvarez de Arenales, quien ordenó y coordinó
las acciones de distintos grupos guerrilleros bajo el paraguas
que le confería los títulos otorgados por autoridades de las
Provincias Unidas del Río de la Plata. Se describe la estruc-
tura que se implantó, el funcionamiento, los caudillos y las
tropas que formaron parte de esa organización.

Palabras clave: Guerrillas, división militar, sistema de divi- 65


siones, insurgentes, guerra de la Independencia

1 Licenciado en Historia por la Universidad Mayor de San Andrés. Investi-


gador de la Coordinadora de Historia. Correspondencia (Corresponding
author):[email protected] ; Código ORCID: 0000-0003-0381-
1776

RIRA vol. 6, n° 2 (octubre 2021) pp. 65-119 / ISSN: 2415-5896


https://doi.org/10.18800/revistaira.202102.003
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

Abstract

This work analyzes the armed struggle in the territory of the


Audiencia de Charcas during the war of Independence with
the system of divisions, an organization carried out by Juan
Antonio Álvarez de Arenales, who ordered and coordinated
the actions of different guerrilla groups under the umbre-
lla conferred by the titles granted by the authorities of the
United Provinces of Río de la Plata. It describes the structu-
re that was implemented, the operation, the leaders and the
troops that were part of that organization.

Key words: Guerrillas, military division, guerrilla system,


insurgents, war of independence

***

Introducción

Este artículo busca contraponerse a la visión tradicio-


nal de las ‘republiquetas’,2 término que no representa a la
organización y función de los grupos armados insurgentes de
Charcas. Considero que estos deben ser vistos desde la óptica
de la organización militar y la incidencia de ese plano en la
organización administrativa. Esas consideraciones ayudan a
ver de forma conjunta la actuación de las guerrillas al tomar

2 Véanse, por ejemplo, Bartolomé Mitre, Belgrano y la Independencia


66
Argentina (1887); Luis Paz, Historia de Bolivia, t. II La Independencia
(1919); Miguel Ramallo, Guerrilleros de la Independencia: Los esposos Pa-
dilla (1919); Alcides Arguedas, Historia general de Bolivia: El proceso de la
nacionalidad. 1809-1921 (1922); Luis S. Crespo, Vida y hechos notables
del general José Miguel García Lanza y la influencia que ha tenido este hé-
roe en los destinos de Bolivia (1928); Alipio Valencia Vega, El indio en la
Independencia (1962); José Macedonio Urquidi, Bolivianas ilustres: Las
guerrilleras de la Independencia (1967); Arturo Costa de la Torre, Ildefonso
de las Muñecas y los mártires de la republiqueta de Larecaja (1976).

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en cuenta la situación social de los oficiales y de las tropas


que conformaban esos cuerpos militares, así como su rela-
ción con el comandante en jefe.

El estudio se dividide en cinco partes. En la primera, se ana-


liza la incongruencia de la utilización del término ‘republi-
queta’, pues no corresponde a las características intrínsecas de
los grupos armados de Charcas. Esto da paso a la propuesta
del término ‘división militar’, que se acomoda mejor a lo su-
cedido en la guerra de la Independencia en el Alto Perú. En
el segundo acápite, se trata la figura de Juan Antonio Álvarez
de Arenales y se muestra la génesis del sistema de divisiones a
través de los distintos nombramientos sucedidos en su perso-
na y los hechos fácticos de la aparición de este sistema. En la
tercera parte, se aborda la organización del sistema median-
te los cargos administrativos y militares que operaban bajo
el comando de Álvarez de Arenales. En el cuarto acápite, se
trata la conformación social de las tropas y se hace hincapié
en sus características. Finalmente, se describe el funciona-
miento de la División de los Valles a través de los principales
comandantes y su subordinación al comando central de esa
organización.3

1. Entre las republiquetas y el sistema de divisiones

La historiografía ha identificado a Bartolomé Mitre como el


autor del término “republiqueta”, utilizado para denominar
al territorio dominado por un caudillo (1887, p. 561). Esa
caracterización fue aceptada por muchos autores bolivianos 67

3 Este trabajo es un avance de otro mayor dedicado al estudio de la estruc-


tura organizacional que Juan Antonio Álvarez de Arenales impuso en tie-
rras charquinas durante la guerra de la Independencia y su comparación
con la organización que en tierras peruanas llevó José de San Martín a
aquellos lugares.
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

sin realizar ninguna reflexión.4 De hecho, Luis Paz, copió li-


teralmente la definición de las republiquetas dadas por Mitre
(1919, p. 341). Sin embargo, la popularización del término
alcanzó otro nivel con Charles Arnade (2004, p. 49), quien
en La dramática insurgencia de Bolivia5 contribuyó a que la
‘republiqueta’ fuera aceptada definitivamente como la repre-
sentación de los grupos irregulares que operaron en Charcas
durante la guerra de la Independencia. Quizá su mayor apor-
te al respecto, fue la definición de las siete “republiquetas”
que estuvieron presentes en Charcas.6 Sin embargo, él vio un
mundo insurgente caótico, desordenado, donde un caudillo
tenía el dominio de un territorio con características autóno-
mas, que era disputado por otros caudillos, lo que originaría
enfrentamientos entre ellos.7.

4 Luis Paz (1919), Miguel Ramallo (1919); Alcides Arguedas (1922), y


Arturo Costa de la Torre (1976), entre otros pueden identificarse en el
grupo de autores que utilizaron la palabra ‘republiqueta’ sin ninguna re-
flexión al respecto, pero la dotaron de características heroicas y casi legen-
darias. Sus obras fueron influyentes y popularizaron el término.
5 El libro fue originalmente publicado como The emergence of the republic
of Bolivia en 1957, luego fue traducido al español como La dramática
insurgencia de Bolivia en 1959 y ha sido reeditado en diversas ocasiones.
La editorial Juventud, encargada de la publicación, ya no colocaba el
número de edición en sus últimas versiones, por lo que es difícil saber
cuándo dejó de imprimirla. Recientemente, ha aparecido otra copia con
el sello de la editorial GUM, que tampoco coloca el número de reedición.
6 Las republiquetas serían la de Larecaja, Ayopaya, Mizque y Vallegrande,
68
Santa Cruz, La Laguna, Cinti y una más de carácter intermitente ubicada
en Chayanta (Arnade, 2004, p. 51).
7 En diciembre de 1817 murió el primer comandante en jefe Eusebio Lira,
casi inmediatamente reemplazado por Santiago Fajardo. Este duró cerca de
tres meses en el cargo hasta que fue reemplazado por José Manuel Chin-
chilla a raíz de la rebelión de las comunidades indígenas que no aceptaron
al nuevo comandante, al cual identificaban como cómplice de la muerte de
Lira. Arnade no comprende la complejidad de esas circunstancias, por lo
cual atribuye esos cambios a peleas internas entre caudillos.

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Quien terminó por darle a la ‘republiqueta’ un significado po-


sitivo fue José Luis Roca, que vio en esta la génesis del Estado
boliviano y colocó su aparición como uno de los hitos funda-
cionales de lo que es hoy este territorio.8 Argumentó que estas
eran una especie de estados autónomos, que no aceptaban las
intervenciones de porteños ni peruanos, y desconfiaban por
igual de los sistemas que ambos representaban.9 Por su lado,
Raquel Gil Montero (2007, pp. 94, 102) retomó el término,
nuevamente sin mucha reflexión, y se centró en el lugar que
ocuparon geográficamente y argumentó que aparecieron en
territorios de frontera, donde la gente estaba acostumbrada
a guerrear en contra de los “indios infieles”, por lo cual no se
dieron en lugares como el altiplano, que en el momento de la
guerra, estaban en calma.

Quizá una de las primeras voces que se alzaron en contra


del uso de la palabra republiqueta fue Enrique Finot. Para
este autor, el término es inapropiado, pues solo reflejaría una
lucha entre pequeños cuerpos políticos provinciales con or-
ganización y gobierno propio, lo cual sería inexacto para los
cuerpos irregulares de Charcas. En cambio, sí existirían las
‘partidas móviles’ o grupos armados con bastante movilidad
e independencia (Finot, 1930, p.164). De la misma opinión
fue Emilio Bidondo. Apoyándose en lo dicho por A. J. Pé-

8 Los hitos anteriores son las antiguas delimitaciones del Kollasuyo y del
Antisuyo y la creación de la Audiencia de Charcas, territorios donde
69
se asentaron la Bolivia andina y la amazónico-platense (Roca, 2007, p.
333).
9 En su libro Ni con Lima ni con Buenos Aires (2007) llegó incluso a de-
limitar las características de la republiqueta de Ayopaya, la cual: “Po-
seía los elementos básicos de un Estado moderno: territorio, población
y gobierno y reconocimiento internacional”. Incluso llegó a delimitar la
extensión de su territorio en 1.400 km2 (Roca, 2007, p. 242). Con esto,
Roca identificó que en Charcas, entre 1814 y 1825, ya existía un Estado
autónomo, que sería el antecedente de la República de Bolivia.
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

rez Amuchástegui, desechó la idea de ‘republiquetas’, pues se


las concebía como organizaciones de corte republicano o pe-
queños Estados autónomos soberanos, predominantemente
de corte monárquico, con una sede, gobierno, organización
administrativa y autoridad central. Para Bidondo, sus rela-
ciones fueron de tipo castrense, subordinados a la autoridad
de la Junta de Buenos Aires. El movimiento insurgente que
se dio en el Alto Perú fue una guerra de partidarios o guerra
de recursos (1989, pp. 144, 475).

Una de las autoras que borra definitivamente de su trabajo la


palabra ‘republiqueta’ para designar a los grupos irregulares de
Charcas durante la guerra de la Independencia es Marie-Da-
nielle Demélas (2007). En su concepción, lo que existió en el
territorio del Alto Perú durante la guerra de la Independencia
fue un sinfín de ‘montoneras’ o grupos de hombres desorgani-
zados y violentos.10 Montonera y guerrilla serían la misma cosa
y utiliza ambas palabras de forma indiferente. En Ayopaya,
esta situación habría cambiado en 1821 con la llegada de José
Miguel Lanza, quien había comenzado a disciplinar a su gente
para convertirlos en un verdadero ejército de línea.

Hasta ese momento se concebía al movimiento insurgente


como una lucha de montoneros o de guerrilleros desorgani-
zados, los cuales tenían un caudillo que se asentaba en una
región específica y que por lo mismo no operaba de forma
conjunta con otros caudillos. Contra esta visión, María Luisa
Soux plantea la “existencia de un sistema coordinado de los
70

10 Marie-Danielle Demélas (2007, p. 192) cita un párrafo de la obra Civi-


lización y barbarie de D. F. Sarmiento en 1845, que caracterizaba a las
montoneras. El autor, al hablar de Artigas, a quien identificó como el
inventor del sistema de la montonera, calificó ese movimiento: “... carác-
ter de ferocidad brutal y ese espíritu terrorista”. Es indudable que Mitre
debió haber conocido el libro de Sarmiento e influyó en su definición de
montonera y republiqueta.

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grupos guerrilleros” el cual estaría bajo el mando de Juan


Antonio Álvarez de Arenales (2007, p. 376).

Los caudillos insurgentes, como los llama, fueron la génesis


de la guerra irregular en Charcas. Esos hombres dirigían a
sus vecinos, tributarios o familiares con el objetivo de per-
judicar a las fuerzas del rey. Luego, fueron organizados por
Álvarez de Arenales, quien fue reconocido por los principales
jefes guerrilleros como el representante de los altos mandos
de Buenos Aires. Por otro lado, muestra que las principales
posiciones del ejército del rey estaban en el altiplano central
y dominaban las ciudades de La Paz, Oruro, Potosí y Chu-
quisaca. En cambio, los grupos guerrilleros se habían estable-
cido en las zonas inmediatas a esos territorios, o sea, en los
valles y yungas de Charcas, pero de una u otra forma eran
marginales. De esa forma, el territorio guerrillero iba desde
Larecaja, pasaba por los valles de Sicasica y Ayopaya hacia el
territorio de Valle Grande, recalaban en Tomina y la región
de Cinti hasta el territorio tarijeño. Ese territorio continuo
abrió un canal de comunicaciones importante, que permitió
a las fuerzas rioplatenses estar informadas de lo que sucedía
con las tropas de Pezuela y con posterioridad con las de La
Serna (Soux, 2008, p. 155).

Mitre (1887) dedujo la existencia de ese tipo de organización,


pues habló de un “sistema de republiquetas” que operaban
aliadas y reconocían la autoridad de Buenos Aires (pp. 561-
563). Nuevamente, Luis Paz (1919) argumentó la existencia
de ese tipo de organización con Muñecas al norte y Camargo 71
al sur (p. 343). Sin embargo, ambos autores no describieron
el funcionamiento de ese sistema.

En un trabajo anterior, desarrollé la idea de que el movimien-


to insurgente localizado en la región de Sicasica y Ayopaya
no fue una simple guerrilla ni una montonera. Lo que se vio
fue la conformación de una división militar con un mando
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

establecido y único que tuvo a Eusebio Lira como su pri-


mer comandante en jefe. Esa organización luchaba con la
modalidad de la guerra de guerrillas, es decir, con grupos
fragmentados que operaban en un amplio espacio territorial
y una capacidad de movimiento excepcional, sin buscar un
enfrentamiento definitivo, a menos que no se pudiera evitar,
pero siempre incomodando al enemigo. Esa división se con-
formaba principalmente en dos alas, una militar establecida
con tropas de infantería, caballería y artillería, y otra ala con-
formada por los comandantes locales, que eran caudillos con
su propia gente, la mayoría de origen indígena,11 que actua-
ban con más independencia, pero respondían a las órdenes
de Lira. Esa división se consideraba parte integrante de las
tropas auxiliares a cuyos jefes le debían el máximo respeto y
subordinación (Mamani Siñani, 2010).

Si tomamos en cuenta la propuesta de María Luisa Soux y la


mía podemos entender mejor el fenómeno insurgente que
ocurrió en Charcas durante la guerra de la Independencia.
Es decir, en esa región se registró la existencia de grupos ar-
mados bajo el comando general de Juan Antonio Álvarez de
Arenales con la modalidad de divisiones militares esparcidas
en un amplio territorio que controlaban los valles y yungas
de Charcas.

Con esta concepción, podemos entender que los distintos


caudillos detentaron o procuraban obtener grados militares,
72
11 El estudio de la participación indígena en el proceso de la Independencia
de Bolivia se ha retomado a partir de los trabajos de Demélas (2007) para
el caso de la guerrilla de Ayopaya; de Soux (2010) en torno a los caudillos
indígenas de Oruro y de Mamani (2010) sobre la participación indígena
en las fuerzas de la División de los Valles de La Paz y Cochabamba. En
el Perú, con una óptica distinta, están los trabajos de Husson (1992) y
Méndez (2014) para el caso del ejército iquichano, que se enfrentó al
Estado peruano en defensa del rey y la religión.

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que eran reconocidos o proporcionados por los altos man-


dos de los ejércitos auxiliares enviados desde las Provincias
Unidas del Río de la Plata. De esa forma, su autoridad se
basaba en la legitimidad que les daba el grado militar. La
táctica de lucha fue la guerra de guerrillas, aunque como
una división militar en forma y en fondo; muchas veces
buscaron enfrentamientos abiertos, como en el caso de la
batalla de la Florida. Sin embargo, esa organización tuvo
sus particularidades sin las cuales no se podría entender la
amplitud del mismo.

2. Rasgos de la actuación de Juan Antonio Álvarez de Are-


nales12 en Charcas

Manuel Belgrano al mando del Segundo Ejército Auxiliar del


Alto Perú ingresó a la Villa de Potosí el 21 de junio de 1813.
Desde ese punto, este general realizó importantes acciones
con miras a la organización de las provincias interiores. Una
de sus decisiones más trascendentales, que repercutió en el
movimiento de la guerra, fue nombrar a Juan Antonio Ál-
varez de Arenales como gobernador político y militar de la
provincia de Cochabamba y todas sus dependencias el 6 de
septiembre de 1813 (AGNA, sala VII, leg. 2561, caja 6, doc.
226).

Lo resaltante es que Belgrano oficialmente no lo nombró go-


bernador intendente, como se ha señalado en diversas ocasio-
nes, sino gobernador militar y político y como tal lo aceptó
73

12 Para la gestión de Juan Antonio Álvarez de Arenales en Salta después


de su paso por el Perú y el ejército de los Andes, consultar Dipasquale
(2009). Un interesante estudio sobre la conformación de tropas basada
en el clientelismo y paternalismo entre los pequeños hacendados y gran-
des propietarios de Salta, que se desarrolló al mismo tiempo que Álvarez
de Arenales organizaba el sistema de divisiones, se encuentra en Mata
(2000, pp. 149-175).
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

el cabildo cochabambino. Sin embargo, Álvarez de Arenales


objetó esa decisión y pidió a Belgrano que:
… en circunstancias tan próximas a otra acción deje seguir al
Ejército, y hallarse en ella, por ir a servir en otro empleo de menos
riesgo, y mejor comodidad. Suplica a V.E. que siendo servido y si
hubiere otro sujeto aparente para el indicado destino, le permita
al representante lograr la gloria de militar en las banderas de la pa-
tria, o en caso contrario tener presentes estos sus deseos en abono
de su honor… (AGNA, sala VII, leg. 2566, doc. 628)

Esos empleos suponían hacerse cargo de la administración


burocrática de la provincia a su mando. Es por eso que Álva-
rez de Arenales declinó el nombramiento, pues quería seguir
en el cuerpo del ejército como militar de carrera. Sin embar-
go, Belgrano le contestó que “Los servicios a la Patria son de
igual mérito en las armas, como en lo político y civil… no ha
lugar a la solicitud que hace y siga su destino”. En ese oficio
de respuesta se hace mención al cargo de gobernador inten-
dente y es con esa denominación que ordena a “todos los
maestros de postas, vecinos y jueces de tránsito” le auxilien
en todo lo que pudiesen en su camino hacia Cochabamba
(AGNA, sala VII, leg. 2566, doc. 628).

Ese nombramiento le fue confirmado a Álvarez de Arenales


por las autoridades de Buenos Aires el 1 de octubre de 1813,
es decir, menos de un mes después del firmado por Belgrano.
Con la nominación de gobernador intendente, también vino
74 la “instrucción reservada” para el gobierno de esa región. Su
jurisdicción fue el “Distrito de Cochabamba y pueblos de
su inmediata dependencia, con separación de Santa Cruz de
la Sierra y las dependencias de esta” (AGNA, sala VII, leg.
2566, doc. 628), pues quedaban en la jurisdicción de Igna-
cio Warnes, quien también fue nombrado gobernador de esa
zona.

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La “instrucción reservada” es un documento extenso13 y ante


todo son órdenes para que se administre la provincia; muy
poco se refiere al tema militar. Por ejemplo, se le manifiesta
que: “… trate de formar una descripción estadística de toda
la provincia” con el objetivo de saber la “… población de
cada feligresía con expresiones de las clases, estado, edades
y sexos…” (AGNA, sala VII, leg. 2566, doc. 628). Quizá
eso haya ocurrido por la presencia del coronel Cornelio Ze-
laya en Cochabamba, quien fue comisionado por Belgrano
para organizar una división de caballería que debía apoyar
al ejército auxiliar (Paz, 1919). En la instrucción se lee que
mientras el mismo esté en este territorio, él: “… tendrá el
mando de las armas, pero luego que salga con ella con la Di-
visión titulada de Cochabamba quedan las cosas en el mismo
orden que antes de darle dicha comisión al expresado coronel
Zelaya” (AGNA, sala VII, leg. 2566, doc. 628). Es decir, que
Álvarez de Arenales se quedaba al mando de la provincia en
lo militar y político-civil.

Muy poco tiempo se quedó Arenales en Cochabamba, pues


se retiró de ella el 29 de noviembre de 1813, poco después
de la derrota de Belgrano en Ayohuma (14 de noviembre).
Argumentó para su salida que si se quedaba y hubiera tenido
un enfrentamiento con el enemigo habría “causado su total
ruina”. Con la poca gente que le siguió, se refugió en Valle-
grande (actualmente ubicada en el departamento de Santa
Cruz) y desde allí comenzó a organizar sus tropas. Inicial-
mente, estas se conformaron con poco menos de 200 hom-
75
bres, que compusieron la división de Cochabamba (Quispe,
2018, p. 19).

13 Se desconoce exactamente cuántas fojas ocupó las órdenes de Belgrano


contenidas en ese documento, pues lo que se tiene en el Archivo de Juan
Antonio Álvarez de Arenales son las transcripciones en máquina de escri-
bir de J. E. Uriburo y no tienen un indicio de su extensión.
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

En los hechos, después de la retirada de Belgrano en noviem-


bre de 1813,14 Arenales se quedó al mando de lo militar y de
lo civil, pues era la máxima autoridad designada que se había
quedado. El personaje que hubiera competido con él por el
mando supremo fue Ignacio Warnes, quien fue nombrado
gobernador de Santa Cruz. Sin embargo, en el esquema dado
por la instrucción de intendentes para el virreinato del Río
de La Plata, Santa Cruz se consideraba como un territorio de
frontera, por lo cual si se juzgaba conveniente se separaba el
mando en dos y el gobernador quedaba con el mando militar
y el intendente con el mando político y económico.15 En ese
caso, operó ese modelo y Warnes se convirtió en el jefe su-
perior militar de Santa Cruz, pero como Álvarez de Arenales
era gobernador político y militar, es decir, con más facultades
que el primero, fue la máxima autoridad reconocida por to-
dos, incluido Warnes, aunque siempre mostró rebeldía ante
esa autoridad.16

14 Una de las acciones de Belgrano en suelo charquino fue nombrar au-


toridades, como gobernadores o subdelegados. Una vez que este salió
del territorio altoperuano, estas asumieron el cargo de las operaciones
militares, uno de ellos fue Juan Antonio Álvarez de Arenales, nombrado
gobernador de Cochabamba (Quispe, 2018). Otra de las consecuencias
de la presencia de Belgrano fue la aparición de caudillos que lucharon
con el formato de la guerra de guerrillas. Canedo Gutiérrez (2016) ha
identificado 40 nombres que encabezaron tropas irregulares que pelearon
entre las intendencias de Chuquisaca y Potosí. En la región de Ayopaya,
hubo 42 caudillos que aparecieron antes y después de la salida del se-
76
gundo Ejército de Operaciones Auxiliares (Mamani Siñani, 2010). Esto
muestra que si bien la derrota fue un duro golpe, no significó que la
guerra hubiera terminado, por el contrario, fue sostenida por grupos gue-
rrilleros, algunos de gran importancia. Al principio, estos actuaron sin
coordinación alguna, pero con el tiempo fueron puestos bajo la dirección
de Álvarez de Arenales, lo cual es objeto de este trabajo.
15 Real Ordenanza para el Establecimiento e Instrucción de Intendentes del
Ejército y Provincia para el Virreinato de Buenos Aires, Art. 6.
16 Sobre la relación entre Juan Antonio Álvarez de Arenales e Ignacio Warnes

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Al principio, Álvarez de Arenales operó en el territorio de


su jurisdicción, es decir, Cochabamba, pero con el paso del
tiempo logró la lealtad de caudillos más allá de esas fronteras,
así, Manuel Ascencio Padilla en Tomina y Vicente Camar-
go en Cinti se pusieron bajo sus órdenes. Por otro lado, se
encargó de abrir comunicaciones con Juan Manuel Pinelo y
Torre que venía con tropas del Cuzco, al norte de su territo-
rio (Soux, 2018), lo que veremos con más detalle.

Sin embargo, lo que terminó por afianzar su mandato fue-


ron dos documentos enviados directamente por las máximas
autoridades del sur. El primero es el nombramiento de “Go-
bernador Intendente de la Provincia de Cochabamba” por
parte de Gervasio Antonio Posadas, supremo director del
Estado de las Provincias Unidas del Río de la Plata, fechado
en Buenos Aires el 19 de octubre de 1814 (AGNA, sala VII,
leg. 2561, doc. 229). El segundo, es el Oficio N.º 61 de José
de Rondeaú, fechado en Jujuy el 30 de octubre de 1814, en
el que le nombra “Comandante General de las Tropas del
Interior” (Biblioteca de Mayo. Colección de Obras y Docu-
mentos para la Historia Argentina, t. XV, p. 13379). Ambos
documentos tienen fecha cercana y son consecuencia de la
victoria de la batalla de la Florida, que sucedió el 25 de mayo
del año mencionado, pero cuyas noticias se conocieron de
manera oficial por aquellos días.

El nombramiento de “Comandante General de las Tropas


del Interior” colocó a Juan Antonio Álvarez de Arenales, de
77

siempre ha habido coincidencias al resaltar lo mal que se llevaban y el


carácter rebelde que tendía hacia la autonomía del último (Paz, 1919;
Arguedas, 1922; Roca, 2007). Sin embargo, Gandarilla Guardia (2017)
considera que Warnes siempre fue el vilipendiado e incluso que la victoria
de La Florida se debió a la actuación de este y que Álvarez de Arenales le
robó el triunfo al informar primero a los mandos superiores de Buenos
Aires y colocarse él como el gran vencedor (pp. 61, 72, 73).
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

manera oficial, como el máximo jefe militar en Charcas ante


la ausencia del general del ejército auxiliar. Las partes más
importantes de ese oficio dicen lo siguiente:
El mejor servicio del Estado y el grande objeto de reintegrar pron-
tamente el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata
libertándolas de la dominación de las armas agresoras del virrey
de Lima… exigen imperiosamente la interesante medida de con-
centrar, sin pérdida de tiempo el comando general de todas
las tropas, y reuniones de patriotas armados que operan en
diferentes puntos del interior defensiva u ofensivamente con-
tra el común enemigo, en la persona de un jefe de carácter que
reuniendo las recomendables calidades de patriotismo acreditado,
honradez actividad y conocimientos militares, se haya digno de la
confianza pública, de la mía y del supremo gobierno…

A tal importante fin, concurriendo aquellas calidades en la reco-


mendable persona de vuestra señoría he dispuesto, que desde el
partido de Cinti, exclusive (quedando este y el de Tarija sujetos
por ahora al mando militar del comandante general de avanza-
das coronel don Martín Güemes) todas las demás fuerzas de las
provincias y partidos del interior que en el día se hallen libres,
o en adelante vayan libertándose de la opresión del enemi-
go, hasta la provincia de La Paz, se pongan inmediatamente
y queden desde luego sujetas al comando general de Vuestra
Señoría para que arreglándose a las instrucciones que le tengo co-
municadas opere en combinación con este ejército de mi mando
del modo más conveniente a la interesante y pronta ejecución de
aquellos grandes objetos. [negritas añadidas]
78 Con esa instrucción, el coronel Juan Antonio Álvarez de Are-
nales quedaba en libertad de someter a su comando a cual-
quier tropa insurgente, ya sea esta grande como la de Juan
Manuel Pinelo en La Paz, o una insignificante “reunión de
patriotas” como aquellas que operaban en las breñas de los
valles de Sicasica y Ayopaya; todas debían prestarle obedien-
cia. Sin duda, ese es el documento que formaliza la existencia
de un sistema coordinado de guerrillas a la cabeza de Álvarez

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de Arenales. La intención de los superiores de Buenos Aires


fue preparar el camino del tercer ejército auxiliar, para lo cual
necesitaban un comando unificado con el cual comunicarse
y que este a su vez transmita sus órdenes.

Es interesante observar la jurisdicción de su comando, que


abarcaba desde Cinti hasta La Paz, es decir, el territorio de
guerrillas surgido poco después de la retirada del primer
ejército auxiliar al mando de Antonio Gonzales Balcarce y
Juan José Castelli, pero que se afianzó después de la salida
de Belgrano del territorio charquino. Tarija quedaba fuera
de su territorio, el cual estaba encomendado a las avanzadas
de Martín Miguel de Güemes. Esto se debe a que esa región
pasó a depender, a principios de siglo XIX, de la Goberna-
ción e Intendencia de Salta, por lo cual no se la consideraba
parte del Alto Perú.

Considero que esa división territorial tuvo una marcada im-


portancia, pues el territorio de dominio de Güemes actuaba
como una especie de frontera-escudo contra las avanzadas de
las tropas del rey. Por eso, los comandantes del territorio de
Tarija no se reportaban a Álvarez de Arenales como sucedía
con los que estaban en Charcas, sino con Güemes. Un claro
ejemplo es el teniente coronel Manuel Uriondo, quien luego
de la batalla de La Tablada, envió partes del suceso al coman-
dante salteño (Sánchez Cari, 2018, p. 141).

Ante el prestigio que las tropas de Álvarez de Arenales habían


alcanzado, este fue nombrado coronel del Regimiento de In- 79
fantería N.º 12, es decir, sus huestes pasaron de ser una divi-
sión guerrillera a una fuerza de línea. Con ese rango, llegó a
engrosar las fuerzas de Rondeaú que se encontraban en Cha-
yanta en octubre de 1815 (Biblioteca de Mayo. Colección de
Obras y Documentos para la Historia Argentina, t. XV, p.
13439). Ese nombramiento se hizo efectivo el 1 de diciembre
del año mencionado por parte del Director Provisional de las
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

Provincias Unidas del Río de La Plata (AGNA, sala VII, leg.


2566, doc. 628).

Con ese título se retiró de suelo charquino, pues luego de


la batalla de Sipesipe, el 29 de noviembre de 1815, donde
las fuerzas de Rondeaú fueron derrotadas por las de Pezue-
la, Juan Antonio Álvarez de Arenales salió de la escena de
la lucha insurgente en suelo altoperuano. Sin embargo, re-
apareció en 1821 acompañando a José de San Martín en su
campaña por la sierra peruana.

3. Organización del sistema de divisiones.

Retornando a la instrucción reservada dada por Manuel Bel-


grano a Juan Antonio Álvarez de Arenales, ese documento
en una de sus partes decía: “… les dará a los más honra-
dos y pudientes, algunas comisiones” (AGNA, sala VII, leg.
2566, doc. 628). Ese hecho posibilitó nombrar a gente que
consideraba importante con cargos civiles o militares. Eso se
comprueba, por ejemplo, con los casos de José Buenaventura
Zárate y Santiago Fajardo. El primero fue hijo del marqués
de Montemira y el segundo era un rico propietario de minas
en Yani y hacendado local (Demélas, 2007, pp. 43, 253).
Ambos fueron contactados por Álvarez de Arenales, quien
nombró como subdelegado de Sicasica a Zárate y como co-
mandante de Guallipaya a Fajardo (AGNA, sala VII, leg.
2565, doc. 437).
80 En el archivo del general Juan Antonio Álvarez de Arenales
se conservan numerosas cartas dirigidas al gobernador inten-
dente de Cochabamba, firmadas por autoridades políticas
menores, como subdelegados y alcaldes. Se tiene constancia
de que, en una primera instancia, esos cargos fueron desig-
nados por el mismo Belgrano, pero una vez que este salió
del suelo charquino, Álvarez de Arenales debió de tomar esa
responsabilidad. En ese sentido, la guerra de la Independen-

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Roger L. Mamani Siñani

cia nos plantea otro ángulo muy poco estudiado, el de las


autoridades locales y la administración que estas impartieron
en tiempos de guerra. Esa administración no chocaba con
sus labores militares, en especial de los subdelegados, quie-
nes actuaron como los comandantes militares de su región,
actuaron a la cabeza de sus tropas y protagonizaron enfrenta-
mientos y batallas.

Cuadro 1. Listado de personajes con cargos administrativos

Listado de personajes con cargos administrativos


Fecha del
Nombre Cargo Lugar
documento
20/09/1813 José Benito Tapia Subdelegado Arque
07/07/1815 Julián Manzana Subdelegado Arque
07/07/1815 José Benito Antezana Subdelegado Arque
20/09/1813 N. Saavedra Subdelegado Tapacarí
07/07/1815 Pedro Ustariz Subdelegado Tapacari
20/09/1813 Josef Gonzales Subdelegado Cliza
20/09/1813 Francisco Paula Quiroga Subdelegado Ayopaya
07/07/1815 Ilarión Flores Subdelegado Ayopaya
20/09/1813 Toribio Cardozo Subdelegado Sacaba
07/07/1815 José Benito Canclas Subdelegado Sacaba
20/09/1813 Miguel Vela Subdelegado Mizque
07/07/1815 José Benito Tapia Subdelegado Mizque
07/07/1815 Manuel Blacut Subdelegado Mizque 81
05/04/1814 Pedro de Ustariz Subdelegado Valle Grande
07/07/1815 José Manuel Balderrama Subdelegado Valle Grande
03/11/1814 Miguel Zapata Alcalde Preventivo Chimboata
11/1814 Andrés Vela Alcalde Totora
11/1814 Gregorio Román Comisionado Chilon
11/1814 Cap. Mateo Terrazas Alcalde Durazno
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

Listado de personajes con cargos administrativos


Fecha del
Nombre Cargo Lugar
documento
11/1814 Casimiro Herbas Alcalde Pocona
02/01/1815 Francisco del Carpio Gobernador Provisional Totora
09/02/1815 Manuel Aguilar Alcalde Chalguani
11/02/1815 Dionisio Palenque Subdelegado [Río del Pescado]
12/02/1815 Manuel José de Aguado Alcalde Chilon
19/06/1815 Manuel Ascencio Padilla Subdelegado Militar Tomina
02/10/1815 Vicente Camargo Subdelegado Chayanta
07/07/1815 José Bentura Zárate Subdelegado Sicasica
28/11/1815 Francisco del Carpio Subdelegado Sicasica
Fuente: Elaboración propia basado en AGNA, Colección Juan Antonio Álvarez
de Arenales, Biblioteca Mayo y Ramallo, 1975.

El cuadro es una pequeña muestra de la amplitud del siste-


ma gubernativo que se manejó cuando Juan Antonio Álvarez
de Arenales estuvo como gobernador militar y político de
Cochabamba. Para entender mejor la información, debemos
tener en cuenta algunas fechas.

El nombramiento de Juan Antonio Álvarez de Arenales


como gobernador político y militar se hizo el 15 de sep-
tiembre de 1813. La retirada del segundo ejército auxiliar se
efectuó en noviembre de ese año. Su nombramiento como
comandante general de las tropas del interior fue fechada el
82
30 de octubre de 1814. La llegada del tercer ejército auxi-
liar se verificó en abril de 1815. Finalmente, la retirada de
ese ejército de tierras charquinas fue en noviembre de 1815.
Como se puede verificar, entre la salida de Manuel Belgra-
no y la llegada de José de Rondeaú habían pasado 18 meses;
es lógico pensar que en ese tiempo Juan Antonio Álvarez de
Arenales tuvo que hacerse cargo de todas las operaciones de
la insurgencia, pues fue el jefe con la más alta graduación,

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Roger L. Mamani Siñani

además de tener el cargo más relevante que quedó en tierras


altoperuanas.

Durante su estancia en Charcas, Belgrano nombró a seis sub-


delegados, todos de la provincia de Cochabamba, estos fue-
ron N. Saavedra, Francisco Paula Quiroga, Toribio Cardozo,
Miguel Vela, José Benito Tapia y Josef Gonzales (AGNA, sala
VII, leg. 2566, doc. 628). Poco sabemos de los antecedentes
de esos personajes, Belgrano menciona que Saavedra “… fue
comandante de Sipesipe y emigró a Tucumán”, pero nada
más. Por otro lado, los tres últimos siguieron en sus puestos
después de la retirada del segundo ejército auxiliar y como
consecuencia, estuvieron bajo las órdenes de Juan Antonio
Álvarez de Arenales.

Por ahora, solo puedo suponer la suerte de los otros tres per-
sonajes. Al encontrarse muy pocas referencias de estos, pre-
sumo que salieron hacia las Provincias Unidas después de la
derrota de Belgrano en Vilcapujio, que murieron en acción
o desaparecieron sin dejar rastro. En consecuencia, el gober-
nador de Cochabamba tuvo que nombrar a otros para cubrir
los puestos acéfalos.

En julio de 1815, Álvarez de Arenales reportó que en el caso


de Ayopaya: “… el subdelegado nombrado antes se ha perdi-
do…”, por lo cual nombró a Ilarión Flores en su reemplazo
(AGNA, sala VII, leg. 2565, doc. 429). El subdelegado pues-
to por Belgrano en esa región fue Francisco Paula Quiroga,
quien habría desaparecido. Algo similar debió ocurrir con 83
Toribio Cardozo, subdelegado de Sacaba, nombrado en ese
puesto por el general del ejército auxiliar y fue reemplazado
por José Benito Canclas.

En Arque, Álvarez de Arenales, reportó que su subdelega-


do era Julián Manzana, pero que: “… se vino a presentar a
los enemigos contra mí…” por lo cual fue reemplazado por
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

José Benito Antezana “… mozo apto de acreditada adhesión


a nuestra causa…” (AGNA, sala VII, leg. 2565, doc. 429).
Originalmente, fue nombrado como subdelegado de esa re-
gión José Benito Tapia. Sin embargo, en julio de 1815 fue
mencionado como el anterior subdelegado de Mizque, pero
fue reemplazado por Manuel Blacut, en razón de que “… no
ha querido apersonarse en él, cuando con grabe necesidad
exigía juez, prefiriendo las atenciones de granjerías y otras
ocupaciones de propio egoísmo…” (AGNA, sala VII, leg.
2565, doc. 429).

Al parecer, esos cambios sucedían de forma común, quizá


por la conveniencia de los nombrados al tener algún interés
en las regiones de sus destinos. Eso parece mostrar el caso de
los subdelegados Pedro Ustariz de Vallegrande y José Manuel
Balderrama de Tapacarí, quienes “… en conformidad de mu-
tuo consentimiento…” optaron por cambiar de destinos el
uno con el otro (AGNA, sala VII, leg. 2565, doc. 429).

El último caso de reemplazo que he identificado es el de José


Bentura Zárate, quien fue nombrado por Álvarez de Arenales
como subdelegado de Sicasica. Sin embargo, en noviembre
de 1815, en ese mismo puesto se ha identificado a Francisco
Carpio. Este, actuó primero como comandante de vanguar-
dia en Totora y luego, cuando se tuvo noticias ciertas de que
el tercer ejército auxiliar estaba en camino, se desempeñó
como “Capitán de Ejército, Subdelegado del Partido de Sica-
sica y Comandante en Jefe de Vanguardia por comisión del
84 Sr. Gobernador Intendente y Comandante General de esta
Provincia, Juan Antonio Álvarez de Arenales” (AGNA, sala
VII, leg. 2569, doc. 1251).

Por otro lado, tenemos la presencia de seis alcaldes o alcaldes


preventivos incluidos en la Real Ordenanza para el Estableci-
miento e Instrucción de Intendentes de Ejército y Provincia
para el Virreinato De Buenos Aires (Art. 8, pp. 30-35) pro-

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mulgada en 1782, que hace referencia a los alcaldes ordinarios,


quienes conformaban el ayuntamiento de cada “ciudad, villa
o lugar de españoles” y tenían la facultad de ocuparse de la ad-
ministración y manejo de esas localidades en lo económico, su
abastecimiento, el buen orden de la villa o ciudad, etc.

La presencia del alcalde también se registra en la Constitu-


ción Política de la Monarquía Española promulgada en Cádiz
en 1812. Es muy probable que los personajes que aparecen
con esos cargos hayan tenido las atribuciones que el citado
documento les daba, entre ellos, constituirse en una especie
de primer juez con residencia en los pueblos, quien tenía las
atribuciones de conciliador de causa civiles y de injurias.17

Por otro lado, a semejanza de las atribuciones dadas por la


Real Ordenanza de Intendentes, los alcaldes eran los que pre-
sidían los ayuntamientos de los pueblos ante la falta de jefe
político.18 A la vez, los ayuntamientos se encargaban de la

17 La Constitución de Cádiz señala: Art. 275. En todos los pueblos se esta-


blecerán alcaldes, y las leyes determinarán la extensión de sus facultades,
así en lo contencioso como en lo económico. Art. 283. El alcalde, con
dos hombres buenos, nombrados uno por cada parte, oirá al demandan-
te y al demandado, se enterará de las razones en que respectivamente
apoyen su intención, y tomará oído el dictamen de los dos asociados, la
providencia que le parezca propia para el fin de terminar el litigio sin más
progreso, como se terminará, en efecto, si las partes se aquietan con esta
decisión extrajudicial.
85
18 La Constitución de Cádiz señala: Art. 46. Las juntas de parroquia serán
presididas por el jefe político, o el alcalde de la ciudad, villa o aldea en
que se congregaren, con asistencia del cura párroco para mayor solem-
nidad del acto; y si en un mismo pueblo, por razón del número de sus
parroquias, se tuvieren dos o más juntas, presidirá una el jefe político, o
el alcalde, otra el otro alcalde, y los regidores, por suerte, presidirán las
demás. Art. 67. Las juntas electorales de partido serán presididas por el
jefe político, o el alcalde primero del pueblo cabeza de partido, a quien se
presentarán los electores parroquiales con el documento que acredite su
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

salubridad, el orden público la administración de recursos


económicos del pueblo, la apertura de caminos, la construc-
ción de puentes, etc.19

La presencia de estos alcaldes o alcaldes preventivos nos indi-


ca que Juan Antonio Álvarez de Arenales, así como los sub-
delegados de cada partido, a los que ya hice referencia, tenían
mayor interés en la administración de las localidades. Esto no
se habría podido llegar a hacer sin que en ellas no se hubiese
tenido pleno control del espacio territorial, sobre todo te-
niendo en cuenta el tiempo de guerra en el que se vivía.

Con esto quiero decir que el control del espacio territorial


mediante la presencia de esos alcaldes y subdelegados ase-
guraba el suministro de dinero, alimentos y vestidos para la

elección, para que sean anotados sus nombres en el libro en que han de
extenderse las actas de la junta.
19 La Constitución de Cádiz señala: Art. 321. Estará a cargo de los Ayunta-
mientos: Primero. La policía de salubridad y comodidad. Segundo. Au-
xiliar al alcalde en todo lo que pertenezca a la seguridad de las personas
y bienes de los vecinos, y a la conservación del orden público. Tercero.
La administración e inversión de los caudales de propios y arbitrios, con-
forme a las leyes y reglamentos, con el cargo de nombrar depositario bajo
responsabilidad de los que le nombran. Cuarto. Hacer el repartimiento y
recaudación de las contribuciones, y remitirlas a la Tesorería respectiva.
Quinto. Cuidar de todas las escuelas de primeras letras y de los demás
establecimientos de educación que se paguen de los fondos del común.
86
Sexto. Cuidar de los hospitales, hospicios, casas de expósitos y demás es-
tablecimientos de beneficencia, bajo las reglas que se prescriban. Séptimo.
Cuidar de la construcción y reparación de los caminos, calzadas, puentes y
cárceles, de los montes y plantíos del común, y de todas las obras públicas
de necesidad, utilidad y ornato. Octavo. Formar las Ordenanzas munici-
pales del pueblo y presentarlas a las Cortes para su aprobación por medio
de la Diputación provincial, que las acompañará con su informe. Noveno.
Promover la agricultura, la industria y el comercio, según la localidad y
circunstancias de los pueblos, y cuanto les sea útil y beneficioso.

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tropa militar, además de bastimentos militares, como la pól-


vora para las armas de fuego, “fierros”, que se utilizaban para
el mantenimiento de los fusiles y para hacer armas blancas y
otros elementos sin los cuales la subsistencia de los guerrille-
ros no estaba asegurada. No en vano, en el archivo de Juan
Antonio Álvarez de Arenales hay un “cuaderno de cargo y
data de las partidas que salen y entran a mi poder, resultivas
de mi comisión” (AGNA Sala VII Leg 2567 Doc. 836), que
le fue remitido por Francisco del Carpio.

La sobreposición de cargos entre subdelegados y alcaldes en-


tre el “partido del rey” y el de “la patria” hacía que los hom-
bres designados para esas tareas tuvieran en cuenta para su
aceptación el lugar donde estaban, si eran dominios de los
insurgentes o de los realistas. Un caso particular fue el de
Manuel de Aguilar, quien recibió el nombramiento de Al-
calde Preventivo de Chalguani, pero por parte de las tropas
del rey en la persona del comandante Pedro José de Ugarte
el 4 de febrero de 1815. Ese nombramiento fue remitido a
Francisco del Carpio con una carta personal de la designada
autoridad el 9 de febrero de 1815, en la que negaba la mis-
ma y pedía socorro ante los estragos de los del rey: “… por
Dios señor mío no permitan ustedes peligre tanta gente el
nombramiento que me hacen no acabo de saber con qué fin
querrán ponerme de alcalde ni Dios permita estando ustedes
vivos querrán matarme pues estoy en estos montes de Taru-
cani…” (AGNA, sala VII, leg 2567, doc. 804).

Se nota en la carta que Aguilar les temía a los insurgentes, 87


¿cómo se puede entender esa situación? La zona en cuestión
era de dominio de Francisco del Carpio, se podría decir que
Chalguani era un punto de entrada hacia Valle Grande, por
lo cual la presencia de las tropas insurgentes era constante.
Por otro, las fuerzas del rey se componían de tropas “pacifica-
doras” que entraban en una determinada fecha, no eran del
lugar y cuando se acababa su misión se retiraban, es decir, no
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

permanecían mucho tiempo. El control y dominio del terri-


torio era insurgente, por lo cual colocarse del lado realista era
muy peligroso.

Además de esos personajes con cargos político-administra-


tivos, había los que ocuparon un puesto ante todo militar
como comandantes o capitanes en determinadas regiones. El
siguiente cuadro es una muestra de esa situación, pero consi-
dero que aún no está completa.

Cuadro 2. Listado de personajes con cargos militares

Listado de personajes con cargos militares


Fecha del
Nombre Cargo Lugar
documento
02/1814 Justo Pastor Alfonso Medina Capitán Coman- Dunas
dante
16/03/1814 José Manuel Zurita Capitán Comandan- Valle Grande
te Vanguardia
01/04/1814 Diego de la Riva Comandante Cuartel en
Cabezas
08/04/1814 Francisco Guzmán Comandante Palcaloma
09/04/1814 Apolinar Arenales Comandante de Avanzadas de
avanzadas [Ayudante San Pedro
Mayor]
18/04/1814 Theodoro Terrazas Capitán Totora
10/06/1814 José Mateo Berdeja Comandante San José
88 10/071814 José Ignacio Zárate Comandante en Jefe Pomabamba
16/08/1814 Jorge Michel Capitán Comandan- Pomabamba
te de Pomabamba
31/08/1814 Antonio Gallardo Capitán Cocha
04/11/1814 José Serna Mayor Totora
09/11/1814 Francisco del Carpio Comandante de Totora
Vanguardia

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Roger L. Mamani Siñani

Listado de personajes con cargos militares


Fecha del
Nombre Cargo Lugar
documento
22/11/1814 Mathias Artieda y Solís Capitán de la Patria Estancia de
Sincuisiri
25/11/1814 José Manuel Alva Teniente Coronel y Cuartel General
Comandante en Jefe de Mizque
18/01/1815 José Bentura Zarate Comandante Guallipaya
28/01/1815 José Manuel de Arana Comandante Capiñata
29/01/1815 José Aceituno Capitán Aiquile
02/02/1815 Vicente Camargo Comandante de Cinti
Provincia
03/02/1815 Santiago Fajardo Comandante Cordillera de
Laxia
11/02/1815 Fray Bernardo Mariano Cura/Capitán Río del Pescado
Suárez Polanco
25/02/1815 Manuel Rojas Capitán Poxo
28/02/1815 Manuel Castellón Capitán Poxo
01/03/1815 Ilario Rodríguez Capitán Pescado
06/03/1815 José Manuel de Arana Comandante Palca
28/12/[1815] Melchor Castro Capitán Tomina
Fuente: Elaboración propia basado en AGNA, Colección Juan Antonio Álvarez
de Arenales.

Todos los capitanes o comandantes se reportaban primero


ante su inmediato superior, en este caso, el comandante de 89
provincia o el subdelegado del partido, luego estos remitían
sus informes en forma resumida o adjunta a Juan Antonio
Álvarez de Arenales como comandante en jefe. Un ejemplo
es el caso de Antonio Gallardo, comandante de Cocha en
Cinti, quien primero se reportó a Vicente Camargo y luego
este retransmitió el mensaje en una carta fechada el 31 de
agosto de 1814 (AGNA, sala VII, leg. 2567, doc. 726).
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

Los nombramientos de comandantes se hacían oficiales con


la venia de Juan Antonio Álvarez de Arenales. En una carta
del 31 de agosto de 1814, transcrita por Vicente Camargo,
enviada por José Ignacio Zárate y luego remitida al goberna-
dor intendente, el segundo le ordena al primero que marche
al punto de Agchilla o Mollepinto:
…con la poca o mucha gente que voluntariamente le acompañe
esto lo verificara Vuestra Merced sin excusa ni réplica [pues esta
precisado] para personalmente hacer cumplir mis órdenes me ha-
llo facultado para ello y mucho más por el Señor General del Perú
Don Antonio de Álvarez de Arenales quien me ha hecho jefe de
todas estas provincias con fecha 18 del mes pasado, desde el cam-
pamento de Postrer Valle, lo que le comunico a Vuestra Merced y
a los demás que le acompañan. AGNA, sala VII, leg. 2568, doc.
1166. [negritas añadidas]

Como se observa, el nombramiento de Zárate provino di-


rectamente del comandante general de las fuerzas del inte-
rior, de la manera más formal posible, es decir, con despa-
chos escritos. No era la primera vez que Álvarez de Arenales
procedía de esa forma. En otra carta de 23 de diciembre del
año antedicho, mediante José Bentura Zárate le concede el
nombramiento de comandante a Santiago Fajardo: “Por los
conocimientos militares y acreditada inteligencia de Don
Santiago Fajardo, a más de la efectiva adhesión que le tiene
esa gente será muy conveniente que lo hayan y reconozcan
por Comandante para que mejor la dirija evitando de todos
90 modos etiquetas de disensión y desobediencia” AGNA, sala
VII, leg. 2565, doc. 437. [negritas añadidas]

En ambos casos, se trata de gente que por una u otra razón


resaltaron en el teatro de la guerra. Se sabe que José Ignacio
Zárate fue natural de Pomabamba (hoy Azurduy). A princi-
pios de 1811, se fue a vivir a la ciudad de La Plata, donde
actuó en representación de los vecinos de Pomabamba contra
los abusos del alcalde del lugar. Más adelante, actuó bajo las

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Roger L. Mamani Siñani

órdenes de Manuel Ascencio Padilla en las tropas que este


había conformado (Canedo Gutiérrez, 2016, pp. 457-459).
El hecho de que se haya hecho cargo de la defensa de los
vecinos de Pomabamba muestra la popularidad que tenía en
su región, lo cual lo debió catapultar para ser reconocido por
Álvarez de Arenales. Por otro lado, Fajardo era un personaje
notable en Cochabamba antes del conflicto, pues era pro-
pietario de minas y haciendas en aquella región (Demélas,
2007), lo que unido a la “adhesión que le tiene la gente” le
aseguraron un lugar en el esquema del comandante general
del interior.

4. Conformación social de la tropa de Álvarez de Arenales

Como en la mayoría de los casos de la época, la gente con la


que se nutrió la tropa de Juan Antonio Álvarez de Arenales
era de todo tipo y estatus social. Sin embargo, existen de-
talles que no dejan de ser llamativos. Después de la derrota
de Belgrano en Ayohuma en noviembre de 1813, este tuvo
que retirarse hacia las Provincias Unidas del Río de La Plata.
Arenales, al no poder sostenerse en la ciudad de Cochabamba
ante la arremetida de las tropas realistas, tuvo que salir de
esa región e internarse en los valles cruceños. Su salida debió
ocurrir en lamentables condiciones, pues él mismo reporta
que salió: “… con mi corta guarnición, y la gente decidi-
da que quiso seguirme…” (AGNA, sala VII, leg. 2565, doc.
429). Su fuerza no superó los 200 hombres entre carabineros
y fusileros, los que tomaron el nombre de “División de Co-
chabamba” (Quispe Escobar, 2018, p. 19). 91

Álvarez de Arenales tomó la decisión de aumentar sus


fuerzas y que fueran, sobre todo, disciplinadas y por lo
tanto competentes para la batalla: “… he hecho pie aquí
disciplinando a la gente en diarios y activos ejercicios,
dispuesto a rechazar a las partidas enemigas…” (AGNA,
sala VII, leg. 2565, doc. 429), decía nuestro personaje. Sin
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

embargo, se topó con una dura realidad: la falta de oficiales


capaces y de resolución, de la misma forma, los soldados
que conformaron sus tropas fueron una queja constante en
sus oficios. En una carta fechada el 14 de febrero de 1814,
decía que:
Igualmente apunte que me seguía una tropa de decididos de to-
das clases, sobre cuya inutilidad me he desengañado demasiado,
y por esto he determinado repartirlos en los pueblos de misiones,
quedándome únicamente con lo que es tropa útil, obligando a
algunos de aquellos de la inferior clase a que formalmente tomen
las armas, pues los demás con el abusivo y perjudicial pretexto de
ser decentes, nobles y caballeros, nada ayudan y mucho estorban,
mayormente los que figurándose militares con las graduaciones
de su arbitrariedad nada entienden menos de esta profesión…
(AGNA, sala VII, leg. 2565, doc. 436).

La cita muestra una clara separación social imperante en


tiempo de guerra. Aquellos que se consideraban “decentes,
nobles y caballeros”, pensaban que solo por ese hecho eran
merecedores de rangos militares, aunque no tuvieran la más
mínima idea de cómo encarar las batallas, lo que a la postre
significaría la derrota. Es posible que muchos de aquellos a los
cuales se refería en algún momento habrían formado parte de
las milicias urbanas y rurales que se instalaron a consecuencia
de los sucesos de 1781 y 1809, pero también por la entrada
en rigor del Reglamento de Milicias Disciplinadas de Infante-
ría y Caballería del Virreinato de Buenos Aires, publicada en
92
1802. Esas milicias estaban bajo el mando de “lo más selecto
y granado del patriciado local”, como diría Juan Marchena
(1992, pp. 107, 190) No está en las referencias bibliográficas.
Eso puede ser el origen de la queja de Álvarez de Arenales, sin
embargo, la suposición no puede ser concluyente al no tener
más datos sobre aquellos que conformaron sus tropas.

Por otro lado, Álvarez de Arenales muestra mayor confianza


en las clases inferiores, o sea, en los indígenas para confor-

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mar las tropas como soldados y obligaba a alguno de ellos


a enlistarse en la tropa formal. Por ubicarse entre los valles
cochabambinos y chuquisaqueños como en la selva y Chaco
de Santa Cruz, tanto él como sus soldados tenían tratos con
indígenas de origen quechua o aimara y con los chiriguanos o
la “gente de arco y flecha”, como se les ha identificado.

De esa forma, en la batalla de Samaipata, sucedida en agosto


de 1814,20 informó que: “… dos compañías, segunda y cuar-
ta se componían de los naturales de misiones…”. Si toma-
mos en cuenta que cada compañía se componía de 40 a 90
efectivos, hubo entre 80 y 180 indígenas que participaron en
esa batalla como soldados. Lastimosamente, al parecer toda-
vía no habían tenido el entrenamiento debido, pues una vez
que la acción concluyó, no se habrían vuelto a reunir con su
comandante y muchos habrían optado por irse a sus casas
(AGNA, sala VII, leg. 2565, doc. 436).

Otro rostro de la participación indígena que Álvarez de Are-


nales conoció fue el del movimiento en masa. De esa forma,
informaba a Rondeaú sobre un movimiento: “Los naturales
de San Lucas, Puna, Bartolo, y sus inmediaciones empren-
dieron su revolución, mataron al subdelegado de Puna, Ser-
meño y cosa de 30 hombres de su escolta…” (AGNA, sala
VII, leg. 2565, doc. 436). A raíz de ese hecho, desde Potosí
se mandó una partida de 40 hombres armados a castigar a los
indígenas, pero estos los esperaron en Bartolo, donde sufrie-
ron el mismo destino del subdelegado y sus acompañantes.
Se mandó entonces una tropa de 200 hombres veteranos más 93
dos piezas de artillería en busca de los insurrectos.

20 Álvarez de Arenales culpaba a los malos informes de sus espías que le


dijeron que las fuerzas del rey no pasaban de 200 soldados, cuando en
verdad eran más de 400. Además, muchos de los oficiales a su mando no
se comportaron de forma adecuada. AGNA, sala VII, leg. 2565, doc. 436
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

En ese punto, se hizo presente la figura del comandante Ig-


nacio Zarate, quien tomó el mando de los indígenas. Sin
embargo, su presencia poco ayudó a los rebeldes, pues no
pudieron hacer nada contra la fuerza de sus oponentes y tu-
vieron que escapar hacia Milacaya, donde intentaron hacer
alguna resistencia. Nuevamente vencidos, huyeron hacia
Turuchipa, cerca del río Pilcomayo: “… donde segunda vez
por tan temeraria resistencia volvió a sufrir el último lastimo-
so destrozo…” (AGNA, sala VII, leg. 2565, doc. 429). Los
pocos que sobrevivieron escaparon hacia Collpa. Álvarez de
Arenales culpó de estos sucesos a Zárate, de quien no tenía
buena opinión y lo culpó de una acción “temeraria” (AGNA,
sala VII, leg. 2565, doc. 429).

A través de este relato, doy cuenta de que Álvarez de Arenales


valoraba la presencia y la fuerza de los indígenas a los que
calificó de: “… aquellos fieles y entusiasmados indígenas…”
(AGNA, sala VII, leg. 2565, doc. 429), pero que, por causa
de un mal comando, sufrieron una derrota con gran pérdi-
da de vidas. Por lo tanto, nuevamente cuestionó la valía de
aquellos que sin tener capacidad se atrevían a dirigir hombres
en armas.

El valor y la importancia de los indígenas en la guerra se


confirma en otro reporte de junio de 1815, cuando informó
acerca del movimiento de tropas enemigas que se trasladaban
de Challapata hacia Tapacarí, en su camino: “… han sido
perseguidos tenazmente por los naturales de todos aquellos
94 lugares y partidas sueltas que han estado a mi dirección las
que me comunicaron … que los enemigos se hallaban en
Charapaya rodeados de cinco porciones numerosas de natu-
rales, que los combatían con hondas y galgas muy empeña-
das” (AGNA, sala VII, leg. 2565, doc. 429).

Existía otro grupo de “naturales” a los que Álvarez de Are-


nales les prestaba atención, estos se encontraban en la selva

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Roger L. Mamani Siñani

agreste o en el Chaco ardiente y constituían una fuerza temi-


ble por su ferocidad.21 Nuestro personaje habla de ellos y el
apoyo que le prestaban, de esa forma cuando reporta acerca
de sus movimientos en Vallegrande en febrero de 1814, in-
dica: “… que aun cuando no consiga el auxilio de armas, y
otros aprestos necesarios, creo que lo haré con las pocas mías
y alguna gente de flecha que se me ofrece…” (AGNA, sala
VII, leg. 2565, doc. 429) [negritas añadidas].

Esta fuerza de combate, “de arco y flecha” habría estado en


contacto con Álvarez de Arenales y también con Manuel As-
cencio Padilla, quien fue muy cercano a Cumbay, el gran
capitán chiriguano. Ignacio Warnes también habría tenido
tratos con este personaje, pues antes de la batalla de la Florida
reportaba que vendría con: “… cerca de mil hombres, entre
fusileros, caballería de lanza y gente de flecha, con dos piezas
de artillería..”, presentándose a la postre sólo con algunos “…
pardos y morenos, un corto resto de fusileros mestizos y una
compañía de naturales montados…” (AGNA, sala VII, leg.
2565, doc. 429).

¿Quiénes eran esta “gente de flecha”? y esos naturales


montados ¿eran los mismos o se trataba de otro grupo
de indígenas? Trataré de responder estas preguntas con
la información que tengo disponible. El teniente coronel
Diego de la Riva, desde Cabezas, en abril de 1814, en una

95
21 Desde la época de la conquista española hasta finales del siglo XIX, los
diversos grupos chiriguanos, o más propiamente guaraníes, fueron un
constante enemigo en la frontera del Chaco, pues cada cierto tiempo ha-
cían sus incursiones a las haciendas que se asentaron en esos lugares. En la
guerra de la Independencia en Charcas, uno de sus más famosos líderes,
Cumbay, apoyó a Manuel Ascencio Padilla en sus correrías. También se
entrevistó con José Manuel Belgrano en su ingreso a esa región, con lo
que se afianzó una alianza entre estos grupos y los insurgentes (Saignes,
2007, pp. 121-122).
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

carta remitida a nuestro personaje reporta que: “Me ha sido


indispensable reforzar el destacamento del punto de Estacas
con 25 fusileros a los 21 que tenían los del destacamento que
componen 46, fuera de los 250 cambas que he despachado”
(AGNA, sala VII, leg. 2565, doc. 727). Parece que surgió
un nuevo grupo en ese escenario, sin embargo, en la mis-
ma carta más adelante dice: “… he tenido por conveniente
tomar el vado de reforzar con la gente armada de fusilería
y flecha que arriba refiero…” (AGNA, sala VII, leg. 2565,
doc. 429). Entonces llego a la conclusión de que la gente de
flecha eran los cambas.22 Pero, ¿quiénes exactamente eran
estos cambas?

Para Thierry Saignes: “… la apelación de camba, parece res-


tringirse a los chiriguanos aliados o cristianos”. Más adelante,
ese mismo término se aplicó al mestizo campesino del oriente
y luego por extensión a los pobladores de Santa Cruz (Saig-
nes, 2007, p. 229). De esta forma, se puede concluir que la
“gente de flecha” a la que Álvarez de Arenales, así como los
demás comandantes de su división se referían, eran los chi-
riguanos.

La presencia de estos cambas o chiriguanos fue notable en


tiempos de crisis por la falta de elementos de los cuales valer-
se. Andrés García Camba en sus memorias refiere el hecho de
que fue gracias a que estos se unieron con Álvarez de Arenales
que este pudo rehacerse después de su derrota en la acción de
San Pedrillo a principios de febrero de 1814 (1916, p. 163).23
96

22 José Santos Vargas en su diario de guerra cuenta un rumor, el cual afir-


maba que el comandante José Manuel Chinchilla volvería de Arcopongo
con “… una tropa buena de 300 flecheros cambas (que son los indios
bravos e infieles)” (Vargas [1852] 2016, p. 417). Esta cita confirma que
la gente de flecha eran los cambas.
23 Luego de la acción de San Pedrillo: “Retirado Arenales a Santa Cruz de
la Sierra con los dispersos que pudo reunir, y eficazmente auxiliado allí

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Por otro lado, se les utilizaba como apoyo en los destacamen-


tos de vigilancia. En una nota del comandante José Manuel
Zurita y Ríos, enviada en abril del año mencionado, este le
remarca el hecho de que una tropa de 110 soldados y 25
cambas, a las órdenes de Apolinar Arenales estaban destaca-
dos cerca de San Pedrillo para cortar toda comunicación del
enemigo (AGNA, sala VII, leg. 2567, doc. 739). Lo mismo
ocurrió en el punto de Estacas cuando Diego de la Riva de-
cidió reforzar la vigilancia de este punto con: “… la gente ar-
mada de fusilería y flecha…” nombrando para el caso como
comandante de la partida a don José Gonzáles, para lo cual
pidió la venía de Álvarez de Arenales (AGNA, sala VII, leg.
2567, doc. 770.

Por otro lado, nuestro personaje se ocupó de conformar


un cuerpo militar disciplinado capaz de sostener encuen-
tros con el enemigo. Hasta ahora, no se ha encontrado el
pie de fuerza completa al principio de su campaña en Va-
llegrande, aunque menciona le existencia de los mismos.24
Sin embargo, se ha consultado el listado de una compa-
ñía que se encontraba al mando del capitán Juan Vicente
Pedraza, fechado en marzo de 1814. Ese cuerpo militar
estuvo conformado por tres oficiales superiores (capitán,
teniente y subteniente), diez oficiales subalternos (entre
suboficiales, sargentos y cabos), dos tambores y 65 solda-
dos, de los cuales ocho no poseían armas de fuego y 11
se encontraban hospitalizados con heridas graves y leves
(AGNA, sala VII, leg. 2567, doc. 734).
97

por el gobernador Warnes y aun por los indios infieles del valle de Ingre,
llamados chirihuanos, logró rehacerse más pronto de lo que se esperaba”
(García Camba, 1916, p. 163).
24 Es posible que esos documentos se encuentren traspapelados en ese mis-
mo fondo, por lo cual no aparecen de forma rápida, o en otro fondo
diferente del Archivo General de la Nación Argentina.
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

De la misma forma, en un estado de fuerza remitido a José


de Rondeaú el 16 de junio de 1815, le hace conocer que su
tropa estaba conformada por 38 oficiales distribuidos en siete
compañías de infantería, uno de granaderos volantes, uno de
artillería y uno de caballería, más 14 oficiales pertenecientes
a la plana mayor (AGNA, sala VII, leg. 2565, doc. 435). De
esa lista, solo uno de ellos puede asociarse al estamento in-
dígena; se trata del abanderado Francisco Quirquincha. Los
demás eran de ascendencia europea.

El hecho de que en esa lista de oficiales y soldados solo apa-


rezca un apellido de origen indígena hace presumir que se
habrían preferidos oficiales y soldados de origen criollo o a lo
mucho mestizo. El caso de Quirquincha puede ser particular,
sobre todo teniendo en cuenta que ese apellido está ligado
a un viejo linaje cacical paceño,25 lo cual le habría dado la
entrada al cuerpo de oficiales. Sin embargo, hay que tener en
cuenta que ese estado de fuerza muestra la oficialidad, no así
la tropa en la sí estaba presente el estamento indígena, como
se vio en una parte anterior.

Un contraste con esa situación son las tropas y los oficiales


subalternos de la División de los Valles de La Paz y Cocha-
bamba, surgida poco después del retiro de Álvarez de Are-
nales de suelo charquino, bajo el mando de Eusebio Lira.
En esa fuerza, existían varios sargentos y cabos de origen
indígena. Algunos, como Rafael Copitas o Miguel Mama-
ni, alcanzaron el rango de capitán y gran parte de las tropas
98 de soldados guerrilleros eran de ese origen (Vargas [1852]
2015). No puedo argumentar con certeza la preferencia de

25 Según el diccionario histórico-biográfico de Nicanor Aranzaes (1915, p.


622), Quirquincha fue uno de los caciques principales en la región del
río Choqueyapu, donde se asentó la ciudad de La Paz al principio de la
etapa colonial. Actualmente, su casa se encuentra en pie y es una de las
construcciones más antiguas de la urbe paceña.

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Álvarez de Arenales por el nombramiento de oficiales criollos


o mestizos. Quizá se haya debido a su preferencia o a alguna
instrucción superior, pero hace falta comprobarlo.

Por otro lado, al principio de su campaña en Vallegrande


tuvo que reclutar y entrenar a soldados de origen indígena
por la falta de interés de los criollos, pues al parecer no consi-
deraban ese empleo digno de ellos. Con el pasar del tiempo,
nuestro personaje por fin logró que estos se incluyeran en las
tropas como soldados, es lo que se podría deducir de las listas
de las compañías encontradas.26

Con esas fuerzas, Álvarez de Arenales afrontó la guerra en


Vallegrande y tuvo el gran éxito de la batalla de la Florida,
en mayo de 1814, pero también grandes reveses, como la
acción de Samaipata en agosto de ese mismo año. Por otro
lado, supo hacer funcionar a sus tropas en conjunción con el
sistema de divisiones organizado por él, lo que trataré en el
siguiente acápite.

5. De divisiones patrióticas y personajes

Anteriormente, he abordado la organización del sistema de


divisiones con base en las autoridades políticas y militares,
como comandantes y capitanes. Queda un asunto por resol-
ver, el funcionamiento de esa organización, que tenía como
base a las divisiones patrióticas, bajo el comando de Juan An-
tonio Álvarez de Arenales.
99
La división al principio fue una unidad administrativa, que
pasó a ser táctica gracias al desarrollo de las guerras napoleóni-

26 Este hecho me parece llamativo, pues ese silencio parece ocultar la pre-
sencia de indígenas entre las tropas regulares de Álvarez de Arenales. Qui-
zás muchos hayan adoptado apellidos de origen español o simplemente
no se los tomó en cuenta.
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

cas en Europa: “Solían presentar las tres armas en su conjunto,


con artillería y caballería agregadas a esta formación de com-
bate”. En el caso europeo, estaban dirigidas por un general de
división (Sicilia Cardona, 2016, p. 54). Confirmando esta si-
tuación, en 1889, es decir, poco más de sesenta años de la fun-
dación de Bolivia, el término “división” es entendido como:
“La base fundamental para el estudio de la reunión de tropas
de las tres armas” (Villalva [1889] 1928, p. 12). Se refiere a las
tres armas del ejército de tierra, que son la infantería, la caba-
llería y la artillería. La reunión de estas daría lugar a la división
militar, un grupo compacto y autónomo en sus acciones.

En ese caso, una “división patriótica” estaba compuesta por


la reunión organizada de la tropa, con mandos establecidos
desde el comandante hasta el último soldado. Esa fuerza con-
taba con infantería y caballería principalmente, sin embargo,
la artillería, o sea, la presencia de cañones no se descuidaba y
se procuraba por todos los medios posibles.27

No es difícil suponer que ese tipo de organización pasó a


América con los oficiales ilustrados que llegaron antes del
comienzo de la guerra de la Independencia, es el caso de Joa-
quín de la Pezuela28 o el mismo Juan Antonio Álvarez de

27 Un claro ejemplo es la presencia de dos cañones en la división de Álvarez


de Arenales cuando sucedió la batalla de la Florida (Paz, 1919). Por otro
lado, la División de los Valles de La Paz y Cochabamba al mando de
100
Eusebio Lira en 1817 contaba con un cañón (Mamani Siñani, 2010).
28 Joaquín de la Pezuela se había formado como ingeniero militar en Se-
govia. Llegó al Perú en 1805, enviado desde España para construir una
fábrica de pólvora. Ya en ese Virreinato, se desempeñó como subinspec-
tor de artillería. Fue designado como general en jefe del Ejército del Alto
Perú en 1813 en reemplazo de José Manuel Goyeneche. En todas sus
batallas dio especial importancia a la utilización de la artillería. Esto se
puede comprobar en su relato de la batalla de Ayohuma, pero en especial
en la de Viloma o Sipe (Pezuela, 2020, pp. 11, 26, 44, 143).

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Arenales. Por las ventajas que se obtenía, al ser cuerpos limi-


tados y de gran movilidad, su conformación fue popular tan-
to entre los insurgentes como los realistas, con la diferencia
de que en Charcas estaban al mando de coroneles o tenientes
coroneles, que al mismo tiempo podían tener nombramien-
tos político-administrativos.

Mapa 1. Ubicación aproximada de las divisiones patrióticas que conformaban el


sistema de guerrillas. (Suite Du Pérou. Audience de Charcas, 1776).

El sistema de divisiones en guerrilla operaba de la siguiente


manera. Al sur, estaba la división de Vicente Camargo que 101
tenía el cargo de subdelegado de Chayanta cuando ingresó
el ejército auxiliar al mando de José de Rondeaú, pero su
dominio cotidiano fue la región de Cinti. A su lado, operaba
la división de Manuel Ascencio Padilla, que tenía el cargo
de subdelegado de las fronteras de Tomina y Pomabamba,
siendo este su territorio (AHCDL, C-12.15, No 214, f. 4-4v.
(Torres, 2015, p. 103). Colindando con esta, en el partido de
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

Valle Grande se encontraba la división de Juan Antonio Ál-


varez de Arenales, comandante general de las tropas del inte-
rior. Esa tropa fue conocida como la división de Cochabam-
ba, aunque operaba en Vallegrande y se enlazaba, mediante
su vanguardia, con las tropas dirigidas por Santiago Fajardo
y José Bentura Zárate. Esas, a su vez, servían de enlace con la
división de Juan Manuel Pinelo cuando este se encontraba en
La Paz y luego con la división de Ildefonso de las Muñecas en
Larecaja. De esa forma, se completaba el círculo de dominio
de los territorios liberados.

Tanto Joaquín de la Pezuela como Jerónimo Valdés dan


cuenta en sus escritos de que las posiciones que habían to-
mado los insurgentes formaban un corredor extenso por el
cual las comunicaciones fluían y al mismo tiempo eran posi-
ciones estratégicas para ataques por el flanco y la retaguardia
del ejército realista (Pezuela, 2020, p. 155; Valdés, 1895, p.
167). Es por eso que envió repetidas expediciones para tratar
de acabar con la resistencia de las divisiones insurgentes.29 Se
debe recalcar el hecho de que esas fuerzas estaban bajo el co-
mando de Juan Antonio Álvarez de Arenales. Esto se puede
observar en un informe que Rondeau le envía al director de
estado de las Provincias Unidas del Río de La Plata:
Tengo la satisfacción de remitir a las superiores manos de vuestra
excelencia… las adjuntas copias certificadas de los primeros partes
oficiales que he recibido de los comandantes don Vicente Camar-
go y don José Mateo Berdeja… Se hallan aquellos a la cabeza
102 de una de las Divisiones del interior que bajo la dirección del

29 Una de esas expediciones fue la del teniente coronel José Joaquín Blanco,
quien el 25 de mayo de 1814 se enfrentó a Álvarez de Arenales y Warnes
en la batalla de la Florida. En aquella ocasión, se celebró una victoria
insurgente, lo que posibilitó que las fuerzas de José Rondeau pudieran
entrar en territorio charquino y avanzar hasta territorio cochabambino,
donde finalmente fue derrotado (Paz, 1919).

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benemérito coronel don Juan Antonio Álvarez de Arenales se


han empleado con constancia heroica en hostilizar al enemigo
por su retaguardia y flancos. (Biblioteca de Mayo. Colección de
Obras y Documentos para la Historia Argentina, t. XV Guerra de
la Independencia, p. 13352). [negritas añadidas]

Camargo y Berdeja estaban a la cabeza de una división, bajo


las órdenes de Juan Antonio Álvarez de Arenales. Sobre esa
base, se puede decir que el funcionamiento del sistema de
divisiones se sustentaba en las divisiones militares acantona-
das en un espacio territorial definido, que actuaban con la
táctica de la guerra de guerrillas y respondían a la autoridad y
comando de Juan Antonio Álvarez de Arenales como coman-
dante en jefe de las tropas del interior.

Por su lado, Vicente Camargo empezó operando en la zona


de Santa Elena, pues fue nombrado comandante de esa zona
por Manuel Ascencio Padilla (ABNB, Rück 304, f 10v, To-
rres 2015, p. 52. Sin embargo, se asentó en la zona de Cinti,
más o menos donde estaba el comando de José Ignacio Zára-
te, lo que provocó cierto disgusto a este. Líneas arriba vimos
que este último intentó colocar bajo su mando a Camargo, lo
cual fue reportado a Álvarez de Arenales, quien lo favorecía.
Ante esa situación, Zárate no tuvo otra opción que quejarse
ante Ignacio Warnes, pues en una carta del 5 de septiem-
bre de 1814 le dice que: “Don Vicente Camargo estaba por
Umaña nombrado comandante para estos lados y es más de
haber andado libero en su nombramiento dicho Umaña por-
que no debía hacerlo yo no necesito a tales acompañados…” 103
(AGNA. sala VII, leg. 2568, doc. 1192), finalmente le dice
que lo va a desarmar.

En vista de lo mencionado en un anterior acápite, Umaña es-


taba bajo la tuición de Güemes por estar en suelo tarijeño, al
avanzar este al norte y tomar contacto con Manuel Ascencio
Padilla (Ramallo, 1975), inmediatamente este dependía de
las órdenes de la máxima autoridad en este territorio, que era
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

Juan Antonio Álvarez de Arenales. En ese sentido, es correc-


ta la apreciación de Zárate al oponerse al nombramiento de
Camargo como comandante puesto por Umaña.

Esta situación fue corregida el 29 de octubre de 1814, pues


Vicente Camargo le envió una carta a Álvarez de Arena-
les en la que le dice: “Tengo el honor de besarle a Vuestra
Merced sus manos y que me reconozca por uno de sus más
ínfimos soldados, mucho tiempo hace que había deseado
merecer este honor más la suerte no me ha proporciona-
do coyuntura, pero ahora que nuestro superior jefe me ha
abierto margen que necesitaba…” (AGNA, sala VII, leg.
2568, doc. 1167).

De esa forma, Camargo se puso a disposición de Juan Anto-


nio Álvarez de Arenales, por órdenes de los “jefes superiores”.
Es sintomático el hecho de que esa declaración se hiciera un
día antes de la salida de la instrucción que designa al Go-
bernador Militar y Político de Cochabamba como coman-
dante general de las tropas del interior. Ante esa situación,
solo queda suponer, hasta que se demuestre lo contrario, que
Camargo recibió pliegos desde Buenos Aires en los que orde-
naban colocarse bajo la sujeción de Álvarez de Arenales.

El caso de Manuel Ascencio Padilla es un poco más claro, hay


datos tempranos de 1810 en los que se presenta ante Castelli
en Sapiri (Querejazu, 2005, p. 12). Luego de la derrota de
Guaqui, fue perseguido por las autoridades realistas y tuvo
104 que huir hacia las provincias del sur. Allí se encontró en las
batallas de Tucumán y Salta. Ingresó con Belgrano al territo-
rio de Charcas y luego que este fue derrotado en Ayohuma
y Vilcapugio, Padilla se retiró hacia el distrito de La Laguna
(Paz, 1919, p. 346).

Padilla en primera instancia recibió el título de comandante


de las doctrinas de Moromoro, Pitantora, Guaicoma, Poc-

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po, Quilaquila, Punilla y sus contornos por parte de Este-


ban Arze luego de la derrota de Guaqui. Una vez emigrado a
suelo Salteño, Belgrano le confirmó el título de comandante
de los pueblos (Querejazu, 2005, pp. 13, 19). En abril de
1814, Padilla le hizo recordar su nombramiento a los solda-
dos de Umaña que venían a arrestarlo, pues: “Él rechazó la
orden e hizo presente que era comandante de esas provincias
con títulos expedidos por la suprema junta de Buenos Aires”
(Ramallo, 1975, p. 71).

En julio de 1815, Padilla fue reconocido como “teniente co-


ronel y gobernador, subdelegado de estas fronteras de Tomina
y Pomabamba” (AHCDL, C-12.15, No 214, f. 4-4v (Torres,
2015, p. 103 No está en las referencias bibliográficas), es decir,
cuando José de Rondeaú estaba presente en Charcas. Manuel
Belgrano, una vez que se hizo cargo nuevamente del Ejército
del Norte de las Provincias Unidas, desde Tucumán le expi-
dió el nombramiento de “Coronel de Milicias Nacionales” el
23 de octubre de 1816 (Trelles, 1872, pp. 183-184, citado en
Torres, 2015, p. 130 No está en las referencias bibliográficas).

Está claro que Padilla se refiere al título de comandante de


los pueblos, pero además de este, tanto Álvarez de Arenales
como las autoridades del ejército de auxiliar se referían a él
como “Subdelegado Militar del Partido de Tomina”.30 No se
sabe si ese nombramiento le fue conferido por los jefes supe-
riores o por el comandante general de las fuerzas del interior,
lo que es indudable es que Padilla tenía la aquiescencia de
Buenos Aires, ahora, ¿reconocía este la autoridad de Álvarez 105
de Arenales? Todo parece apuntar a que la respuesta es afir-
mativa.

En una carta del 18 de febrero de 1815, el comandante en jefe


de las tropas del interior le dice a Padilla que: “Es indispensa-

30 Carta de Martín Rodríguez a Manuel Ascencio Padilla (Ramallo, 1975).


Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

ble que usted tenga a la vista siempre todas mis prevenciones e


instrucciones y se arregle a ellas puntualmente, pues de lo con-
trario no nos entenderemos y la responsabilidad será terrible”
(AGNA, sala VII, leg. 2565, letra K, doc. 437). Lo que le dice
es tanto una orden como una advertencia, no de reprimenda,
sino de un futuro fracaso en caso de no estar combinados.

En los hechos, la reunión y las operaciones de ambas divisio-


nes se realizaban sin mayor dificultad. Quizá la muestra más
clara sea la toma de Chuquisaca, pues la combinación para
ese fin estuvo muy bien elaborada. Primero, Padilla avanzó
hacia esa ciudad y al mismo tiempo Zárate hacía lo propio
sobre Potosí, lo cual distrajo a la fuerza de Pezuela que envió
a 400 hombres a socorrer esa villa y dejó desprotegida la sede
de la audiencia. Por otro lado, Camargo se aproximaba hacia
Cotagaita, uno de los cuarteles generales de las tropas del rey,
para terminar, Rondeaú avanzaba desde el sur. Todos esos
movimientos hicieron que Pezuela retrocediese hacia Con-
do en Oruro. De esa forma, Álvarez de Arenales y Padilla se
vieron libres para ocupar Chuquisaca el 27 de abril de 1815
(Crespo, 1978, p. 400).

Esa coordinación se puede verificar en el informe que Álvarez


de Arenales le dirigió a Rondeaú el mismo día de la toma de
Chuquisaca:
… tuve indispensable el movimiento que verifiqué el día veinti-
séis de marzo próximo pasado del valle Grande al partido de La
106 Laguna con el designio de amparar y proteger las armas, y di-
visión que tuve encargadas al comando del Subdelegado Don
Manuel Ascencio Padilla… pude lograr mi reunión, arreglo y
organización de las divisiones, que en importancia correspondía
en número de trecientos setenta hombres armados con alguna
caballería del país y naturales patriotas. Componer muchas armas
de la División subalterna que se hallaban inutilizadas y preparar-
me para toda operación defensiva u ofensiva hasta el 23 del dicho
mes, que con determinación de batir y tomar esta plaza me puse

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en marcha hacia ella. (Biblioteca de Mayo, Colección de Obras


y Documentos para la Historia Argentina. t. XV: Guerra de la
Independencia, p. 13447). [negritas añadidas].

De ese extracto se desprenden tres cuestiones importantes.


Primero, Álvarez de Arenales se movió de Valle Grande a la
Laguna en auxilio de Manuel Ascencio Padilla. Segundo, este
último estuvo a cargo de una “división” que le fue encarga-
da por el comandante general de las provincias interiores, es
decir, estaría bajo su comando. Y tercero, esta estaría consi-
derada como una “división subalterna”, pues la principal es la
que estaría bajo el comando directo de Álvarez de Arenales.

Esas divisiones estaban diseminadas en todo el territorio del


dominio de Juan Antonio Álvarez de Arenales, es decir, des-
de Cinti hasta La Paz, como se especifica en la instrucción
de José de Rondeaú: “… pero a pesar de ello las Divisiones
Patrióticas de los varios lugares que cubrían los puntos de
la comunicación bajo mi dirección han conseguido muchos
y muy considerables triunfos contra la erguidad de los tira-
nos…” (AGNA, sala VII, leg. 2565, doc. 437) le dice el co-
mandante general del interior a José Bentura Zárate en una
carta de 11 de marzo de 1815.

Ahora, tanto José Bentura Zárate,31 que tenía el rango de


teniente coronel, como Santiago Fajardo, eran los coman-
dantes de la zona de Ayopaya; el primero tenía su cuartel
en la hacienda de Guallipaya, que era de su propiedad y se
encontraba a media legua del pueblo de Machaca (Vargas 107
[1852] 1982). Este último lugar se encuentra en medio de
las poblaciones de Palca, hoy Independencia, capital de la

31 Estos dos personajes se encuentran en el diario de José Santos Vargas,


pero al primero se le conoce como José Buenaventura Zárate; sin embar-
go, en los documentos de Álvarez de Arenales aparece siempre como José
Bentura Zárate, quizá esto se deba a un acortamiento del nombre, pero
se trata del mismo personaje.
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

provincia de Ayopaya, Cavari y Mohoza, en lo que hoy es el


departamento de La Paz.

Sin duda, esa ubicación fue estratégica, pues sirvió de enlace


entre la división de Juan Antonio Álvarez de Arenales, acanto-
nada en Valle Grande, con el ejército venido desde el Cuzco al
mando de Juan Manuel Pinelo y Torre, que tomó la ciudad de
La Paz en septiembre de 1814. Sin embargo, el contacto entre
los insurgentes del Cusco y las autoridades de Buenos Aires
estuvo presente mucho antes de ese movimiento de tropas.

Andrés García Camba en sus memorias refiere que: “Según


los mejores datos reunidos en el Gobierno superior del Perú,
el plan de revolucionar el país fue trazado por los indepen-
dientes en Salta, de acuerdo con varios de los oficiales capitu-
lados y juramentados, y comunicado a sus partidarios ocultos
y agentes de las provincias” (1916, p. 177). Esto hace pensar
en un movimiento coordinado con el objetivo de que Pezuela
dividiera sus tropas y así facilitar el ingreso de las fuerzas de
Rondeau en Charcas. Lo que a la postre sucedió.

Pinelo, ni bien cruzó el Desaguadero, se contactó con Juan


Antonio Álvarez de Arenales a través de una carta del 15 de
septiembre de 1814. En ella, le pide que: “… a marcha re-
doblada, nos reunamos, y se proceda contra el tirano Pezue-
la” (Biblioteca de Mayo, Colección de Obras y Documentos
para la Historia Argentina, t. XV Guerra de la Independen-
cia, pp. 13383-13384). En ese documento, el comandante
108 cuzqueño se dirige al gobernador de Cochabamba como
“Comandante en Jefe”, lo cual, como se ha visto, se formali-
zó el 10 de octubre del año mencionado, por lo que se puede
ver que Álvarez de Arenales ya actuaba como el máximo líder
militar aun antes de su nombramiento formal.

Las fuerzas cuzqueñas se mantuvieron en La Paz hasta no-


viembre de 1814, cuando luego de las derrotas de Chacal-

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taya y Achocalla tuvieron que separarse en dos grupos, uno


al mando de Pinelo, que regreso al Desaguadero, donde fue
derrotado por las fuerzas realistas. El otro grupo se quedó
con Ildefonso de las Muñecas, que se encontraba en el ejérci-
to del norte como capellán; esa tropa se dirigió a los Yungas y
de allí a Larecaja, donde organizó su guerrilla (Aparicio Vega,
2001, p. 182).

Pinelo siguió enviando mensajeros a Álvarez de Arenales para


que lo auxiliase. En diciembre de 1814, el padre Coxo se
presentó en Cochabamba en búsqueda de las tropas insur-
gentes, fue tomado preso por las tropas realistas, pero luego
le soltaron y se presentó ante Francisco del Carpio, quien
informó que:
“... habiendo venido de emisario del Sr. Pinelo… expreso
no haber tiempo ha tomado aquel la plaza de Cochabamba
por sola la consideración de retirarse del importante punto
del Desaguadero pues de verificarlo era evidente se le daba
salida al enemigo que un poco más de paciencia de la nues-
tra debemos estorbarla”. (AGNA, sala VII, leg 2567, doc.
865).

Las cartas para Pinelo llegaron con prontitud, se enviaron


varios mensajeros, que debieron pasar antes por el territorio
de Ayopaya, sin embargo, el clima cambiante de la guerra
hacía que muchas veces no llegaran a tiempo. El 29 de enero
de 1815 Jacinto Garavito se quejó de que José Bentura Zá-
rate no lo dejó pasar con los pliegos dirigidos al comandante 109
cuzqueño, argumentando que este ya no se encontraba en
Desaguadero por haber sido derrotado por Ramírez y que
la situación era demasiado peligrosa; informó también que:
“otros anteriores que también se hallan detenidos en aquel
punto” (AGNA, sala VII, leg. 2567,doc. 933).

La respuesta de Bentura Zárate ante esta queja no se dejó


esperar, al día siguiente, le informó a Álvarez de Arenales so-
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

bre las “ocurrencias de La Paz” (AGNA, sala VII, leg. 2565,


doc. 437), en donde al final se indica que Pinelo pasó hacia
el Cuzco, pero tenía el conocimiento de que el comandante
Angulo se encontraba en Puno, por lo cual decidió mandarle
los pliegos a ese señor (AGNA, sala VII, leg. 2567, doc. 934).
Tardíamente, en marzo de 1815, Zárate comunicó que: “…
el paquete dirigido al Comandante Pinelo a un mes que lo
despaché a su destino” (AGNA, sala VII, leg. 2567, doc.
937), esto quiere decir que lo envió en febrero.

Sin embargo, la comandancia había pasado de Pinelo hacia


Ildefonso de las Muñecas, quien según el reporte de Buena-
ventura Zárate fue quien dirigió la acción de Chacaltaya:
“… pues dos descargas de fusil de la vanguardia enemiga fueron
suficientes para la total dispersión de la División de Pinelo; este
jefe estaba todo el rato del fuego lleno de turbación, y los únicos
que daban órdenes eran el Capitán Muñecas y el Mayor General
Don Francisco Helguero…”. (AGNA, sala VII, leg. 2565, doc.
437) [negritas añadidas].

En la anterior cita, vemos nuevamente el uso del término


‘división’, lo cual confirma que la organización militar que se
impuso en tiempos de la guerra de la Independencia fue de
ese tipo. Luego de esa acción, Muñecas se habría retirado a
Larecaja y desde allí envió partes y cartas al comandante en
jefe de las tropas del interior, así lo reportaban las máximas
autoridades de Buenos Aires:
110
“… ha llegado a manos del gobierno un oficio pasado por el doc-
tor don Ildefonso de las Muñecas, comandante de las tropas inde-
pendientes del interior, al coronel del regimiento Nº 12, don Juan
Antonio Álvarez de Arenales, desde su cuartel de Ayata con fecha
31 de agosto, [de 1815] en el que manifiesta haber circulado a los
pueblos de Puno, Arequipa y Cuzco los papeles remitidos por el
General de dicho ejército…”. (Paz, 1919, p. 344).

A través de esa nota, se verifica que Muñecas también es-


taba en contacto con Álvarez de Arenales y que este le en-
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Roger L. Mamani Siñani

viaba diferentes papeles para su circulación en el Perú. Aún


no tenemos la constancia, pero es muy probable que el cura
comandante reconociera como su inmediato superior al co-
mandante en jefe de las tropas del interior y en ese entonces
coronel del Regimiento N.º 12.

El sistema de divisiones en guerrilla operó de manera eficaz


contra las tropas del rey al mando del general Pezuela, lo que
posibilitó la entrada con relativa facilidad del tercer ejército
auxiliar al mando de José de Rondeaú. Por otro lado, las di-
visiones insurgentes se apoderaron de ciudades como Chu-
quisaca y Cochabamba, además de facilitar su estancia; sin
embargo, esto no fue aprovechado por las huestes auxiliares.

Incluso después de la salida de Juan Antonio Álvarez de Are-


nales de tierras charquinas, el sistema que había organizado
se mantuvo vigente con Manuel Ascencio Padilla a la cabe-
za. Una vez que este murió, las autoridades de Buenos Aires
quisieron suplirlo con el nombramiento del teniente coronel
Antonio Asebey; sin embargo, este no pudo mantener el or-
den y el sistema de divisiones despareció.

Conclusiones

En este trabajo, he descrito cómo las primeras concepciones


del movimiento insurgente que aparecieron en el territorio
de la antigua Audiencia de Charcas, conocido con el arcaico
nombre de republiquetas, fue popularizado sin mucha re-
flexión al respecto. Sin embargo, surgieron voces que se opu- 111
sieron a su uso y propusieron una alternativa para su estudio
y conocimiento.

Esa propuesta pasó por la existencia de un sistema de divi-


siones al mando de Juan Antonio Álvarez de Arenales. Se ha
señalado que estaba organizado en dos componentes primor-
diales. El primero, lo conformó la organización administra-
tiva basada en subdelegados y alcaldes que organizó Manuel
Álvarez de Arenales y el sistema de divisiones durante la Independencia de la Audiencia de Charcas

Belgrano y luego Juan Antonio Álvarez, quien pasó de ser el


gobernador intendente de Cochabamba a comandante gene-
ral de las tropas del interior.

La organización militar se basó en la existencia y nombra-


miento de comandantes o capitanes en distintos puntos de
la región, quienes le debían obediencia a Álvarez de Are-
nales. Tanto subdelegados como comandantes estaban al
mando de divisiones militares, con los cuales se armó el
sistema de divisiones en un territorio continuo de zonas
liberadas.

La división de Vicente Camargo operaba al sur de Charcas,


luego estaba la división de Manuel Ascencio Padilla, con-
tinuaba la división que estaba al mando de las demás a la
cabeza de Juan Antonio Álvarez de Arenales en Valle Grande.
Luego estaban las tropas de los comandantes José Bentura
Zárate y Santiago Fajardo, que servían de contacto con la
división de José Manuel Pinelo y Torre, en primera instancia
y luego con las de Ildefonso de las Muñecas, ubicada en la
zona de Larecaja en La Paz.

Esas divisiones, como se conoce, actuaron generalmente con


la táctica de la guerra de guerrillas, es decir, no buscaban el
enfrentamiento con las fuerzas del enemigo, sino que las aco-
saban ya sea por la vanguardia, los flancos o la retaguardia
para luego escapar. Esto no impedía que según el concepto
de división como un cuerpo compacto, conformado por la
112 infantería, caballería y artillería, buscaran un enfrentamiento
al estilo clásico, como en la batalla de la Florida. Por ello, a
este tipo de organización se le debería conocer con más pro-
piedad como sistema de divisiones en guerrillas.

Finalmente, se debe recalcar que este es el trabajo inicial de


uno más profundo que se pretende realizar sobre la organiza-
ción de ese sistema de divisiones en guerrilla, por lo cual con-

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sidero que las conclusiones aquí vertidas son las primeras que
se alcanzan y espero profundizar más en el tema propuesto.

Recibido:18 de octubre del 2020


Aprobado: 20 de abril del 2021

Archivos consultados
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Anexo
Diagrama de la División de Cochabamba.

(Fuente: Archivo General de la Nación Argentina, Colección Juan Anto-


nio Álvarez de Arenales)

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