Historia de La Gastronomía Venezolana
Historia de La Gastronomía Venezolana
Historia de La Gastronomía Venezolana
Venezolana
Conocedores del fuego, los indígenas, habían aprendido a cocer sus alimentos colocando a su
calor sobre parrillas de madera o planchas de barro cocido (budares o aripas), y aún enterrándolos
envueltos en hojas para encender encima sus hogueras (barbacoa). Según algunos cronistas
fabricaban a mano vasijas de arcilla (…)
Era breve el repertorio de sus recetas, pero no simple como tiende a pensarse. El casabe y el
cachiri; la arepa y la chicha ilustran esa característica. El primero, elaborado a partir de la yuca
(Manihot esculenta cranz), tubérculo que en su estado natural contiene un mortífero ácido
cianhídrico, implica cuidadosos procedimientos de elaboración, que van desde pelarlo, rallar su
pulpa y exprimirla para sacarle el jugo venenoso (Yare), hasta formar con la harina obtenida
(catibía) grandes tortas de un espesor aproximado de medio centímetro, cociéndolas en plancha
de barro circulares (…)
Las tradiciones europeas sirvieron de base, junto a la cocina indígena a la formación de lo que
hoy conocemos como la cocina venezolana. Los españoles en sus viajes traían alimentos nuevos a
esta tierra, entre el aceite de oliva, la cebada, el vino, el trigo (Que era asociado a la religión y
cristiandad), especias (Laurel, orégano, romero, azafrán) y otros alimentos como los higos, las
coles, las habas y las granadas constituían su dieta. La sal era muy utilizada en sus preparaciones
y el utillaje era a base de metal, arcilla cocida, hierro, vidrio, plata y madera.
Pero los españoles no llegaron solos a este continente, traían en sus embarcaciones esclavos
provenientes de África, estas personas venían con costumbres muy parecidas a la de los
aborígenes americanos, con estilos sencillos de vida.
Consumían muy poca sal y como especias usaban en abundancia la pimienta (piper guineense) y
el jengibre. El predominio vegetal se extendía incluso hasta las grasas cuyos dos exponentes
principales eran el aceite de palma (elaris guineensis) y una margarina vegetal proveniente de la
planta llamada Karité (butyrospermun parkii), aún cuando en menor escala usaban también el
sésamo (…)
Sus utensilios consistían de morteros de madera (pilones), ollas de barro cocido, recipientes y
cucharas de madera y cuchillos de hierro.
Aborígenes, españoles y africanos; tres culturas que dieron origen a la gastronomía venezolana,
llena de colores, sabores y texturas.
Según los libros de José Rafael Lovera la comida venezolana siempre fue malísima para los
extranjeros, pero a mediados del siglo XIX empezó a refinarse como consecuencia de la llegada
de italianos, portugueses, turcos, helenos, griegos, sirios y de toda la cuenca del Mediterráneo,
quienes fueron dejando una serie de aportes de distintos ingredientes y formas, para luego seguir
en la década de los cincuenta con la inmigración proveniente de Europa y Latinoamérica que
produjo una gran influencia.
Compleja y variada es nuestra gastronomía, con un sinfín de historias y culturas que la
enriquecen. Pero a pesar de que en todo el territorio nacional se realicen preparaciones similares,
cada región tiene una particularidad y variable de cada plato. Nosotras en esta oportunidad
queremos destacar la historia culinaria y la variedad de la gastronomía de nuestra hermosa ciudad
Caracas.
Es fundador de la Academia Venezolana de Gastronomía -de la cual es presidente honorario-, del Centro
de Estudios Gastronómicos (CEGA) y miembro de la Academia Nacional de Historia. Es autor de
numerosos libros como: Historia de la alimentación en Venezuela (1988), Gastronáuticas (1989),
Gastronomía caribeña (1991), El cacao en Venezuela: una historia (2000). Es profesor asistente (jubilado)
de la Escuela de Historia (UCV).
RAFAEL CARTAY
Rafael Cartay en El Pan Nuestro de cada día menciona:
(…) Algunos son venezolanos desde la colonia, porque esa época se integraron a la gastronomía
venezolana, aunque haya cambiado alguno de sus ingredientes y se haya simplificado su
preparación. Otros venezolanos por adopción. Traídos en los equipajes culturales de inmigrantes
de otras latitudes, se fueron haciendo venezolanos poco a poco, evolucionando dentro de nuestras
fronteras y adecuándose a lo que uno puede llamar el gusto venezolano, es casi obvio decirlo, no
son iguales a los del pasado, puesto que han cambiado la calidad de los ingredientes (algunos
para bien y en otras para mal) y la tecnología culinaria con que se elaboran. Además, otras son
las manos (‘nosotros, los de entonces, ya no somos los mismo’) y otros contextos socio-culturales
en que se preparan, ya que la alimentación consiste no sólo en la elección del consumo de
alimentos, sino que también está relacionada con la concepción del cuerpo, las relaciones
sociales, el sistema de valores y las creencias de la sociedad.
Rafael Cartay destaca la gastronomía caraqueña en El Pan nuestro de cada día de la siguiente
manera ‘’Exhibe un riquísimo acervo culinario, con variadas raíces. La primera es la española,
que nos viene de la colonia, cuando Caracas era, como hoy, el centro poblado más dinámico del
país’’, ‘’Entonces, como expresó Curtis: ‘’Caracas es como un París de un solo piso’’.
Y más tarde en la época del boom petrolero, en la década de los setenta, fueron franceses los que
dieron, junto con los italianos, ese toque cosmopolitismo de que hoy goza la mesa caraqueña.
Otros importantes aportes migratorios provinieron de Italia, Portugal, y nuevamente de España y
de las Canarias a mediados del siglo XX.
A todos ellos y a otras corrientes migratorias, como la de los chinos, árabes, judíos, caribeños,
colombianos, ecuatorianos, peruanos, mexicanos, y a las grandes cadenas de comida rápida
estadounidense, junto con los esfuerzos de los venezolanos de ahora y de antes, que nos vienen
como una síntesis de los aportes del indio, del negro y del africano, se les debe el extraordinario
vigor y diversidad que hoy conoce a la gastronomía venezolana.
ARMANDO SCANNONE
En una entrevista realizada por Esperanza Márquez a Armando Scannone, este confiesa que la
cocina venezolana:
En otra entrevista realizada a Armando Scannone, esta vez por Letizia Buttarello Lavarte se
refiere al sabor de la cocina caraqueña así:
Dicen que la comida venezolana tiene como base el ají dulce y no es cierto, yo no recuerdo que
en mi casa se usara el ají dulce, aunque en mi libro si lo uso porque me actualicé, pero creo que el
sabor típico de la comida venezolana lo da el sofrito, porque nuestro sofrito es muy característico
y es más bien mediterráneo. La gente que no buscaba mucha excelencia lo molía todo y metía en
un caldero y eso se iba espesando, pero la gente que cuidaba su comida empezaba por poner el
aceite vegetal, agregar “Venezuela y Caracas han cambiado mucho, antes la gente tenía como
orgullo no ceder sus recetas de familia y cuando las pedía o te sacaban el cuerpo o no te la daba
completa, por eso nunca pido recetas”. La cebolla picadita y el ajo machacado, luego al
marchitarse se incluían los ingredientes secos, cebollín, pimentón, ajo porro, céleri y cuando eso
se marchita se agrega lo que produce liquido como tomate, vino sagrada familia, consomé etc.
ese es el sofrito y es muy parecido para la hallaca, las empanadas de carne, polenta, guiso de
carne, pollo guisado etc.
Influencias en la Gastronomía Venezolana
El aspecto más importante dentro de lo que conforma la satisfacción de las necesidades del
hombre lo constituye, sin dudas, su alimentación. Alimentarse no significa solo “matar el
hambre”, ya que también incluye la decisión de cuál comida servirse. Esta elección implica
cuestiones económicas, ambientales, éticas, fisiológicas, filosóficas, históricas, religiosas y
estéticas.
La historia de la alimentación es el estudio del origen, la formación, la vigencia y los cambios del
o de los regímenes alimentarios de una sociedad. El régimen de un grupo es la suma de
alimentos, producidos por su territorio o aportados por cambios, que asegura su existencia
cotidiana al satisfacer sus gustos y asegura su persistencia en un conjunto de condiciones de vida
determinado.
La alimentación humana es un proceso mediante el cual se toman del mundo exterior una serie de
sustancias que, contenidas en los alimentos de la dieta diaria, son necesarias para la nutrición.
De esta manera, los habitantes de una región consumen inicialmente lo que produce su suelo
nativo. Es decir, lo que produce su mundo exterior inmediato. Pero luego las comunidades
humanas comienzan a intercambiar alimentos para cubrir su déficit alimentario y romper la
monotonía de su dieta diaria, vinculándose así con su mundo exterior mediato. Su régimen
alimentario resulta, entonces, de la suma de las producciones alimentarias de ambos mundos, es
decir, de las producciones propias y ajenas. En este caso, la región se nutre adicionalmente del
intercambio comercial entre las distintas comunidades, de los aportes de los viajeros y de las
introducciones hechas por los invasores o los visitantes.
Con esta suma de aportes diversos se van creando los hábitos alimentarios de una sociedad, que
corresponden a elecciones efectuadas por los individuos como respuesta a las presiones sociales y
culturales a que son sometidos para seleccionar, consumir y utilizar una fracción de los recursos
alimentarios posibles.
No todo lo que se conoce y lo que se recibe se adopta, pues se selecciona para comer no sólo lo
que se tiene disponible, sino también lo que se puede y lo que se elige consumir. Así, una
sociedad adopta ciertos alimentos, platos, técnicas, utensilios y saberes culinarios, que de alguna
manera le convienen. Por eso, algunos aportes son aceptados y otros no. Aquéllos, los aceptados,
se integran a la alimentación de ese grupo social y forman parte de su cocina. No se olvide, sin
embargo, que los cambios relacionados con la alimentación pertenecen a la categoría de cambios
sociales, y éstos tienen efectos que son menos tangibles que los cambios económicos, derivados,
por ejemplo, de las modificaciones en la ciencia y la tecnología.
La interacción con otros grupos sociales hace que exista un intercambio de experiencias y
conocimientos que resulta en una modificación del régimen alimentario autóctono de cada una de
las partes involucradas. La expansión del horizonte psicosocial debido al desarrollo y
proliferación de los medios de comunicación social, la eliminación de las barreras interculturales
originadas por la apertura de las fronteras, la internacionalización de las políticas de estado en el
ámbito económico y financiero así como otros fenómenos de la globalización han contribuido a
la formación, o por lo menos la modificación, de los hábitos alimentarios de las poblaciones y por
ende de todos los factores a él asociados (sistemas de producción agroalimentaria, comercio e
industria , cultura culinaria y gastronómica, etc.).
Es muy difícil que exista hoy en día, especialmente dentro del marco de la creciente
globalización en que se vive, una cocina original o pura, sin influencias externas, porque éstas
siempre, afortunadamente, existen para diversificar y enriquecer la dieta. Los intercambios son
tan frecuentes entre las sociedades humanas que la autarquía prácticamente no existe en el mundo
alimentario y muy pocos países son completamente autárquicos en materia alimentaria.
A través del tiempo, han existido diferentes influencias que contribuyeron en todo momento a la
consolidación de los distintos regímenes alimentarios del país. Algunos de ellos han sido tan
significativos que vale la pena considerarlos por separado, para poder entender su influencia
sobre la cultura alimentaria y gastronómica del pueblo venezolano. Por ejemplo, se pueden citar a
las importaciones de alimentos quienes ganaron terreno y comenzaron rápidamente a cambiar los
hábitos alimentarios del venezolano; la sustitución de rubros, como el papelón por azúcar
refinada, manteca de cochino por aceites vegetales y carnes por embutidos. Así mismo, las frutas
criollas tradicionales comienzan a ser desplazadas por uvas, peras y manzanas bien frescas o en
jugos enlatados.
En las ciudades el pan y las pastas, hasta ahora reservados a pequeños grupos, comienzan a
sustituir al maíz y a la arepa, de la alimentación de vastos sectores de la población.
Los nuevos hábitos así adquiridos impactaron profundamente y se han mantenido hasta hoy día.
En muchos casos los nuevos renglones han logrado establecerse como bases económicas en sus
nuevos ambientes. Pero también la consecuencia de la penetración de los nuevos alimentos en la
dieta de pueblos no acostumbrados a ellos, plantearon en algunos casos serios problemas de
salud.
No obstante, la necesidad, más poderosa que la costumbre, obligó a los europeos a adoptar ciertos
alimentos aborígenes para asegurar su supervivencia en tierras que les eran desconocidas. Tal es
el caso del consumo de casabe por parte de los conquistadores, quienes a pesar de considerarlo
insípido y de difícil ingestión, comparándosele incluso con las virutas, no sólo lo consumieron
sino que también aprendieron rápidamente su proceso de preparación.
No podía ser de otra manera, dado lo fácil del cultivo de la yuca y lo duradero del casabe, pues
éste a diferencia de las galletas de trigo, resistía por mucho más tiempo los efectos de la
humedad. En este sentido, puede decirse que el casabe contribuyó notablemente al éxito de la
conquista en las tierras calientes. Por otra parte, si bien en un comienzo, los aborígenes
rechazaron de plano el consumo de azúcar, carne y el vino, pronto tomaron el gusto de los 2
primeros hasta hacerlos parte de su dieta. El dominio que rápidamente ejercieron los europeos
sobre los aborígenes a causa de la superioridad de su armamento y organización, hizo que tal
poder se extendiera a sus alimentos, que fueron colocados en una jerarquía superior a la de los
comestibles indígenas. Así el alimento por excelencia del conquistador, el trigo, fue considerado
superior al maíz y a la yuca, y el pan del europeo fue identificado con el prestigio derivado de la
dominación por él ejercida, lo que fue consagrado por el hecho de ser el único que la religión
cristiana admitía en la práctica de uno de sus sacramentos. Esta circunstancia hizo que se buscase
imitar al europeo, creyéndose que mediante tal actitud podía participarse de sus cualidades,
consideradas superiores.
Las tropas conquistadoras que desembarcaron en el continente (Tierra Firme) habían vivido su
adaptación americana en las Antillas o en Mesoamérica, de allí que ya estuviesen familiarizadas
con los alimentos básicos del régimen aborigen, constituyéndose así en portadores de ciertos
hábitos alimentarios que no existían en el territorio de lo que hoy es Venezuela. Ejemplo de ello
fue la costumbre de beber chocolate. Si bien se sostiene que el cacao crecía silvestre en algunas
regiones del país, no se conoce testimonio alguno que atribuya a los aborígenes de esta zona el
consumo de la bebida preparada con dicha almendra, cuyo foco de difusión fue la región
mesoamericana y cuyos difusores culturales fueron los españoles quienes de inmediato se
aficionaron grandemente a ella, llevándola no sólo a las Antillas y a Sur América sino también a
Europa. Origen parecido debe atribuirse al uso del tamal, una de cuyas variedades constituye la
típica “hallaca”. Sin duda alguna el español trajo consigo sus tradiciones culinarias que sirvieron
de base, junto con la cocina indígena, para la formación de los modos de consumo criollo, de tal
manera puede afirmarse que el período de formación del régimen alimentario típico de la
sociedad venezolana revela, por una parte, la presencia de elementos básicos de la dieta aborigen,
como el maíz y la yuca, en forma de arepa y casabe respectivamente, y por otra, la introducción
de elementos europeos y americanos, realizada la mayoría de las veces, a partir de las regiones
antillana y mesoamericana.
Las dificultades de aclimatación de ciertas especies europeas (trigo) o el éxito del transplante de
otras (ganado, aves, y hortalizas), unidos al rico intercambio ínter colonial, llevaron a la
formación del patrón alimentario típico de la sociedad tradicional del país. Algunos de los
elementos básicos del régimen europeo entraron de lleno en el patrón criollo; tal es el caso de la
carne, el azúcar y la grasa, esta última sólo en su forma animal, pues el vegetal europeo
oleaginoso por excelencia, el olivo, no prosperó en tierras venezolanas. Otros sufrieron una gran
disminución en su uso, como el trigo, que fue sustituido casi totalmente por el maíz. En cambio,
los elementos básicos aborígenes entraron a formar parte del patrón criollo casi sin alteraciones,
tal es el caso la arepa y el casabe.
Cabe destacar que elementos autóctonos del nuevo continente también se incorporaron
rápidamente a las dietas de Europa para mejorar en gran medida su situación alimentaria. Por
ejemplo, la papa (Solanum tuberosum) y el maíz (Zea maiz), alimentos de origen americano,
fueron introducidos en la gastronomía europea desde el siglo XVII, salvando a numerosos
pueblos de la hambruna tradicional que generaba la onerosa tarea de cultivar suficiente trigo para
alimentar a rebaños y personas.
Aporte de las inmigraciones a través del tiempo Otro elemento importante en la consolidación de
los regímenes alimentarios en el país, ha sido el gran número de inmigraciones que éste ha
sufrido, a lo largo de toda su historia, desde los más diversos confines del mundo.
En el transcurso de las dos primeras décadas del siglo XIX, se produjeron inmigraciones desde
orígenes diversos.
En las postrimerías del siglo XIX con el triunfo de Guzmán Blanco comienza en el país una
época de fuerte influencia europea, específicamente francesa. Esta tendencia de la élite urbana,
cautivada por los patrones de consumo europeo daba la espalda a la realidad agraria del país de
aquel entonces y estaba seducida por el comercio de importación que además de introducir
nuevas formas y tipos de alimento, trajo consigo la llegada a territorio nacional de “Chefs”
franceses que transmitieron parte de sus enseñanzas a las cocineras criollas e introdujeron los
primeros recetarios para el uso de las damas de la oligarquía criolla.
A ella se agregaron, primero, los argentinos, chilenos y uruguayos, expulsados por las dictaduras
militares que gobernaron de manera cruel esos países y, luego, los inmigrantes peruanos,
ecuatorianos y dominicanos, en procura de empleo y mejores condiciones de vida.
El período comprendido entre 1940 y 1950, específicamente durante el período del gobierno
militar de 1948 a 1958, llegó al país un importante contingente de inmigrantes europeos, en su
mayoría españoles, italianos y portugueses. que hicieron una gran contribución a la alimentación
del pueblo venezolano, ampliándola, diversificándola y enriqueciéndola. Los españoles
enseñaron, por ejemplo, a preparar y amar la paella o a apreciar la tortilla de papa y los
“pasapalos”, que es la manera venezolana de llamar a las famosas tapas españolas.
Los italianos, por su parte, enseñaron el consumo de los «espaguetis» con sus distintas salsas, la
polenta o el bistec a la milanesa. Por último, los portugueses en sus panaderías, hicieron que se
apreciara aún más las distintas posibilidades de preparar y presentar el pan salado de trigo, que
fue y aún sigue siendo durante mucho tiempo, uno de los alimentos urbanos por excelencia.
Como es lógico pensar, las modificaciones en los aspectos culinarios de la población afecta su
régimen alimentario, en términos de producción y consumo. Las influencias particulares por
región o por grupo de consumidores, marcan diferencias notables que le atribuyen identidades
propias; a pesar de que en la mayoría de los casos los componentes básicos de sus respectivas
dietas sean siempre los mismos.
La cultura alimentaría puede entenderse como el resultado del comportamiento de los grupos
sociales vinculado principalmente a factores económicos, sociales, históricos y culturales. De
modo que el acto de comer se lleva a cabo para satisfacer una necesidad biológica tomando en
cuenta formas y códigos cambiantes, las costumbres, las innovaciones en la transformación de
alimentos y el poder de compra alimentario.
Este fenómeno no se presenta de forma aislada y por lo general se asocia a procesos culturales,
económicos y sociales. Por ejemplo, un grupo de presión social puede ocasionar una sustitución
en el consumo específico de algún tipo de rubro e incluso su erradicación total.
La alimentación entendida de dos maneras, la primera como el conjunto de alimentos con que se
nutre el hombre y la segunda como el comercio e industria de los productos alimenticios. Es una
de las actividades humanas más vulnerables a la transculturación. Este hecho ha permitido que a
través de toda la existencia del hombre sobre la tierra, éste haya ido adaptándose a los cambios
que se le han presentado constantemente, garantizando así la subsistencia de la raza humana.
Como ejemplo de lo anterior, se puede hacer referencia a la adopción del maíz (de origen
americano) por parte de los europeos; hecho que le permitió superar sus típicas hambrunas. Otra
situación que ilustra esto, fue la incorporación en la dieta de los aborígenes africanos de la yuca,
que rápidamente se difundió por todo ese continente, como consecuencia de su introducción por
parte de los mercaderes de esclavos.
A partir de los años 80 la introducción en el país de cadenas de comida rápida, mejor conocidas
como “fast-food” provenientes de países industrializados, especialmente de los Estados Unidos
de América, potenció el concepto y difusión del término “alimento limpio” pero no
necesariamente saludable. El “fast-food” o comida rápida, es un sistema de alimentación que
explicita los cambios del concepto de alimentación tradicional para una fase industrial de la
comida, en la cual su procesamiento es hecho propiamente en los moldes tecnológicos que
imprimen esa característica.
Un caso típico de la influencia de esta tendencia, por ejemplo, estaría representado por las
areperas que se presentaban como negocios de “comida tradicional” que han redireccionado su
misión además de invertir capital para convertirse en cadenas de comida rápida con lo cual han
agregado tecnología a su producción y en la presentación visual de sus tiendas, imprimiendo en
ellas ese doble carácter de modernidad.
En este sentido, puede afirmarse que el pan típico del venezolano, la arepa, es representación fiel
de la tradición que prevalece. Representa un único y peculiar caso para Venezuela de los
esfuerzos tecnológicos contemporáneos destinados a salvar el patrimonio alimentario en un
mundo de notable aceleramiento de la vida cotidiana.
Al respecto, puede decirse que la arepa es la comida “tradicional” y al mismo tiempo la inserción
en el futuro y en la economía de tiempos globalizados, de la expresión venezolana presentada con
aspecto global, conciliando este “entre-lugar” franqueado a las culturas nacionales en un mundo
más mediático. La arepa cumple un doble movimiento, pues es la filiación a una tierra de cultura
precolombina; de música y gastronomía particulares y es un paso al proyecto de modernidad de
tiempos de globalización.
La transformación alimentaria del venezolano de la época actual, finales de los años 90, es
reforzada por los mensajes publicitarios de los diferentes medios de comunicación, que cobran
cada vez más importancia.
La industria de alimentos ha elaborado un sin número de productos procesados, que han tendido a
popularizarse con rapidez, debido a que los fabricantes de dichos productos destinan grandes
sumas de dinero a la propaganda comercial que incita el consumo y modifica los patrones
alimentarios autóctonos.
En este sentido, la transculturación alimentaria entendida como un proceso inevitable del mundo
multipolar, representa ahora una fuente de inspiración para expandir los límites del régimen
alimentario de cualquier habitante del planeta que disponga de acceso a la información y poder de
adquisición de los insumos requeridos. La República Bolivariana de Venezuela., no escapa a esta
realidad y tanto su población urbana como rural ha sido tocada
por este avasallador fenómeno Con base en lo anterior también se ha desarrollado en ciertos
sectores del país el modismo de apreciar lo exótico, lo cual aparece manifiesto en artículos de
periódicos que divulgan las “exquisiteces” de las culturas lejanas.
Dentro de este proceso de transculturación, se hace necesario el rescate de los valores propios del
país; sus ingredientes autóctonos, sus sazones, sus aromas y por supuesto sus sabores. Dicha
causa inicia con la positiva apreciación pública de la comida criolla respaldada por un
nacionalista discurso acerca de las bondades y tradiciones de la culinaria venezolana, en general;
que además sea difundido y reforzado tanto por los medios de comunicación como por
restaurantes, para erradicar la antigua tendencia republicana de considerar la comida del régimen
criollo como cosa ordinaria, maltratada o grosera. Las primeras iniciativas formales para
reivindicar la trascendencia del acervo alimentario venezolano comenzaron durante los años 80,
donde surgió en el país el movimiento de valorización gastronómica, liderizado por el profesor
José Rafael Lovera, máximo exponente de este fenómeno en Venezuela que se caracterizó como
un “gran boom” socio-cultural.
Quizás no existan recetas “venezolanamente puras”. La inventiva en este país tiene el gusto del
mestizaje de sabores y la sabiduría necesaria para reinterpretar recetas o ingeniar platos con
ingredientes de las fronteras más diversas Los platos típicos venezolanos más afamados, son
fieles representantes del fenómeno transculturizador. La hallaca, por ejemplo, icono de la navidad
es la más perfecta expresión del barroquismo culinario de la Colonia. Es la conjunción sibarítica
del maíz de América con las finas carnes y los soporíficos aliños venidos de Europa: pasas,
alcaparras, aceitunas, almendras, aceite, carne de vaca, carne de puerco, entre otros. Por su parte,
el plato nacional, el aclamado pabellón criollo, da una visión mucho más completa del mestizaje
gastronómico. De sus 4 ingredientes principales, 3 (arroz, carne y plátano maduro) son de origen
asiático y sólo uno (las caraotas negras) es americano.
De los 13 ingredientes accesorios, 2 (agua y sal) son universales, 6 provienen del Asia (cebolla,
ajo, pimienta, comino, orégano y papelón de caña de azúcar), 3 de América (ají dulce, pimentón y
tomate) y 2 de Europa (aceite vegetal y salsa inglesa), que se adscriben aquí debido al
procedimiento empleado en su elaboración.
Así mismo la modernidad en el país dio paso, a la entrada de alimentos procesados a la dieta del
venezolano como parte de su régimen normal. Como ejemplo de esto se puede citar el particular
caso de la ciudad de Maracaibo, cuyo repentino auge petrolero cambió radicalmente su aspecto
pareciendo estar sumergida en un torbellino de “actividad anglosajona” que logró ampliar el
mercado para toda clase de productos de fabricación norteamericana.
La aceptación del concepto de diversidad cultural, aplicable al ámbito alimentario, es hoy en día
algo imposible de desconocer dentro del criterio de identidad nacional.
La opinión pública en general y, muy particularmente, el sector oficial deben manejar muy bien
esta situación para no profundizar las diferencias, sino más bien crear una identidad nutrida y
nacionalista caracterizada por los valores éticos, el respeto hacia los demás seres humanos y hacia
el medio ambiente.
Puede eso sí servirnos de orientación el conocer a fondo la tradición, el haber definido para un
momento dado un aspecto de nuestra cultura, y creo que esa especie de función de guía que
presenta la tradición en la modernidad es labor impostergable pues sin ella perderíamos el rumbo,
seríamos fácil presa de culturas foráneas y quedaríamos en una especie de situación de
incapacidad para desarrollar lo nuestro desde adentro, con nuestros propios recursos.
Si asumimos lo que somos ahora y reconocemos el desarraigo como forma de vida, tendremos
una ventaja comparativa para acoplarnos al nuevo orden mundial impuesto, como es la
globalización, permitiéndonos transformar los anti-valores de las conductas cotidianas en valores
éticos de convivencia y la incertidumbre en la ilusión de una nueva promesa.
En conclusión puede afirmarse que la transculturación, entendida como un proceso inevitable del
mundo multipolar, y que permanece presente como elemento esencial desde los orígenes de la
dieta venezolana, ha representado una fuente para expandir los límites del régimen alimentario.
Sin embargo, el rescate de los valores propios del país, dentro del contexto de diversidad cultural,
debe ser el norte para la consolidación de una identidad nacional que no profundice las
diferencias sino que, por el contrario, se nutra de ellas. Además la diversidad en la dieta provee
un incremento en la oferta de alimentos que favorece la disponibilidad y el consumo en la
población con sus subsecuentes beneficios.