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1. Sé ejemplo de la no-discriminación. Bajo ningún concepto.

Captura de pantalla 2016-01-17 a las 16.56.41Dicho así parece fácil, ¿verdad?. A primera vista casi
nadie diría que discrimina a otra persona por su raza, género, religión o sexualidad. Sin embargo,
sí que es relativamente frecuente utilizar adjetivos descalificativos hacia algunas personas debido
a nuestras creencias, nuestros principios, etc. A veces, esos prejuicios pueden ser muy sutiles y
permanecer en nuestro pensar y en nuestro sentir, aunque no leguemos a verbalizarlos ni a
manifestarlos de ninguna forma visible, pero sí se van a reflejar en algún momento en nuestro
comportamiento hacia un vecino; un compañero de trabajo; un familiar, un político, etc. Y de
forma casi siempre inconsciente, valoramos un hecho adjudicando algún calificativo que nada
tiene que ver con el motivo de nuestro desagrado. Por ejemplo, si estás enfadado con tu jefe, y
éste tiene sobrepeso, no digas algo como ¡Estoy harto de aguantar a ese gordo!. Indirectamente le
estás enviando un mensaje al niño que te observa de que el sobrepeso es una cualidad despectiva.
También podemos discriminar de forma positiva, valorando personas o hechos con un criterio
excesivamente benévolo, dejándonos llevar por un sentimiento de afecto o de simpatía

2. Facilita espacios y formas de expresión de las emociones.

En el aula te recomiendo el banco de la amistad. Hemos hablado sobre él aquí. Y tanto en casa,
como en clase, considero imprescindible el «Rincón de la tranquilidad«, un espacio donde los
niños pueden acudir cuando necesitan un momento de paz: Colchonetas, cojines, pinturas, papel,
plastilina… y, si lo requieren, compañía para hablar. Si el pequeño está enfadado o frustrado, en
este rincón podrá expresar su emoción, sin dañar a nadie, mediante el rasgado de papel;
aplastando la plastilina a puñetazos o aporreando los cojines. Es una herramienta realmente útil,
de la que podrás aprender más en mi libro: Educar las emociones en la primera infancia. Haz clic
aquí para comprarlo o bien, leer los primeros capítulos gratis haciendo clic en la imagen del libro.

3. Recalca la diferencia entre ser un chivato y proteger su seguridad. No lo permitas. Nunca.

Quizás entre los niños de infantil no sea muy frecuente la figura del «soplón», pero me parece
importante recordarlo. Tanto padres como maestros (sobre todo los tutores de grupo), tienen la
obligación moral de crear un canal de comunicación, que permita a los niños expresar su
preocupación o malestar ante el comportamiento de uno o más compañeros (o sobre cualquier
otro tema que le inquiete), y a ser posible de manera confidencial. Es imprescindible que los niños
sientan que pueden contar contigo. Que estás de su lado y les apoyas. Invierte tiempo en generar
una relación de confianza con ellos.

4. Cuenta con un programa de mediación y un protocolo de resolución de conflictos.

Captura de pantalla 2016-01-17 a las 17.09.18Como profesor (y de nuevo, sobre todo si eres
tutor), es importante que cuentes con recursos de este tipo. Y como padre, es fundamental que te
intereses sobre cómo maneja una situación de violencia en el aula el tutor de tu hijo y la escuela
en general. Durante varios años, fui voluntaria de Cruz Roja Española e impartía cursos de
prevención de conductas violentas como éste en centros de educación secundaria conflictivos,
obteniendo estos, muy buenos resultados. Así que busca información sobre este tipo de
iniciativas, si consideras que pueden ser útiles para tu escuela o para la de tus hijos
Crear y formar a la figura del mediador o mediadores, entre los propios alumnos del centro es una
opción fantástica en la etapa de educación secundaria. En niños más pequeños, personalmente, sí
que considero que es recomendable la figura de un adulto, aunque sea de forma secundaria. A
nivel de aula, la utilización de dinámicas de grupo como los role-playing son excelentes para la
resolución de conflictos entre compañeros. Aquí encontrarás actividades realmente interesantes.

5. Realizar actividades que promuevan las habilidades sociales.

En relación con el punto anterior, tanto a nivel preventivo como resolutivo, las actividades que nos
permitan ponernos en el lugar del otro (empatía) dan muy buenos resultados. Expresar nuestro
punto de vista; escuchar de forma activa y obtener herramientas para resolver conflictos de forma
adecuada, siempre será positivo y mejorará tanto el clima en el aula, como las relaciones sociales
de nuestros alumnos/hijos dentro y fuera de la escuela. Siento ser repetitiva, pero la mejor guía
práctica que se me ocurre para esto es «Educar las emociones en la primera infancia«. Así que si
necesitas ideas, en este libro encontrarás gran cantidad de recursos para poner en práctica tanto
en el centro escolar, como en casa. Échale un vistazo pinchando en la imagen del libro, aquí.

6. Comunicación familia-escuela.

Una herramienta tan eficaz como imprescindible, siempre unida a la observación por parte de
ambos. Crear una buena comunicación que facilite el intercambio de información entre padres y
educadores, hará más sencilla la detección e intervención en estos casos. Además también
aumenta las posibilidades de que las medidas a tomar sean mucho más eficaces. Intenta acudir a
todas las reuniones de padres que se realicen en la escuela de tus hijos y trata de reunirte en
privado con su tutor, al menos una vez cada trimestre. Piensa que ese tiempo siempre será una
inversión que beneficiará al desarrollo de tu pequeño.

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