MANUALPPD
MANUALPPD
Programa de
Psicoterapia
psicoDinámica
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Autoría
Ricardo Pellegrini.
Psiquiatra. Hospital Universitario de Cruces. Bilbao.
2
Laura Mantrana Ridruejo.
Psicólogo Clínica. Hospital Universitario Nuestra Señora de Valme, Sevilla. SAS
3
Índice
Prólogo....................................................................................................... 8
Introducción ............................................................................................. 11
4
Capítulo 05 Encuadre y tarea en la concepción operativa de grupo 119
5
A todos aquellos profesionales de la salud mental que dedican su vida a entender
y acompañar a los pacientes.
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Quisiera expresar mi agradecimiento a todos los colaboradores docentes y
supervisores que de forma desinteresada han contribuido a implementar el
Programa de Psicoterapia Psicodinámica y han participado en la elaboración de este
manual. Y en especial a Leticia Peris-Mencheta, psicóloga clínica que organiza la
parte grupal del PPD y a los supervisores Manuel Martínez y Lola Lorenzo por su
gran dedicación.
Gracias también a todos aquellos que nos apoyaron y nos animaron a desarrollar la
idea, en especial a los supervisores de la APM, APOP y SEPYPNA. Y en especial a
Carmen Morales, Begoña Pumar, Teresa Aguilar y Agustín Béjar.
Gracias a todos los profesionales en formación MIR y PIR que han optado de forma
voluntaria por participar en el PPD y que con su entusiasmo impulsaron la iniciativa.
7
Prólogo
Romero Cuesta, J.
8
necesitamos gestionar nuestro tiempo, nuestras agendas y dejar
de hacer muchas de las tareas basadas en la prescripción de un
fármaco y el mero apoyo. Apoyo, acompañamiento, que debería
estar ofrecido en el medio social principalmente. Recuperando
el valor del entorno familiar, de lo íntimo y lo cercano.
Promoviendo la ayuda mutua e influyendo en el cambio social
necesario para aliviar el sufrimiento emocional.
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Por último, agradecer a la Dra. Inmaculada Romera y al equipo
de profesionales que ha hecho posible la implementación y
desarrollo del Programa de Psicoterapia Psicodinámica, al resto
de compañeros de la Unidad de Gestión Clínica del Hospital
Virgen de la Victoria de Málaga, y a los compañeros de otros
hospitales y otras provincias que están colaborando en el
programa. Por su esfuerzo para mantener esta importante tarea
formativa y poderlo volcar en este trabajo que tenemos entre
manos.
10
Introducción
Romera Gutiérrez, M.I.
Por ello, tiene como objetivo ser una herramienta práctica para
aquellos Médicos Internos Residentes en Psiquiatría y
Psicólogos Clínicos Residentes que quieran iniciar
intervenciones psicoterapéuticas tanto individuales como
grupales basadas en el modelo psicodinámico en el ámbito del
sistema sanitario público. Estas intervenciones están dirigidas a
las personas que padecen un trastorno mental común y/o grave
en la etapa infanto juvenil o adulta. Explicamos cuestiones que
tienen que ver con la técnica en psicoterapia psicodinámica:
cómo se inicia una evaluación, un proceso diagnóstico o
terapéutico, cómo se puede abordar o manejar una situación
clínica determinada, qué hacer ante un paciente que
acompañado o no espera a ser atendido, qué cuestiones hay
que observar y cuál es nuestro papel y función.
11
distinta edad y experiencia asistencial) varios viernes al mes en
horario de 9:00 a 14:00 en la Sala de Grupos del Hospital de Día
El Cónsul en el Hospital Universitario Virgen de la Victoria de
Málaga.
12
En la tercera parte se explican algunos ejemplos concretos de
implementación de intervenciones psicoterapéuticas grupales e
individuales en Hospital de Día y en una unidad de
Hospitalización de niños y adolescentes.
13
14
Capítulo Primeras entrevistas,
entrevistas de
1 devolución: proceso
diagnóstico
Romera Gutiérrez, M.I.; Jiménez, S.; Sánchez Pérez, J.A.
Entendemos el encuentro con una persona que acude por primera vez a una consulta de
salud mental como el inicio de un proceso de valoración diagnóstica que requiere tiempo.
En este proceso, abordado desde una perspectiva teórica psicodinámica, realizamos
varias entrevistas de valoración y una o dos de devolución (esta segunda opción se usa
sobre todo en el caso de niños y adolescentes).
Desde el sistema sanitario público, tendremos que ser capaces de adecuar la brecha
existente entre el trabajo prescrito y el trabajo real. Por ello proponemos realizar
entrevistas semiabiertas donde podamos recoger datos anamnésicos a la vez que
dejemos que los propios pacientes y familiares puedan ir construyendo su historia clínica.
Como resultado pretendemos alcanzar un diagnóstico clínico sindrómico, en consonancia
con la clasificación internacional de problemas o trastornos psiquiátricos, así como un
conocimiento aproximado del funcionamiento psíquico del paciente y de su estructura de
personalidad.
Primeras entrevistas
Las primeras entrevistas con un paciente son un primer acercamiento a una situación que
le preocupa. Desde estas primeras entrevistas se marca el encuadre, horario, duración,
confidencialidad, manejo de información (en el caso de niños y adolescentes y sus
padres), el método de trabajo.
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La actitud del entrevistador más favorable es la cordial, reservada, contenida y continente
pero no distante. Cada profesional irá creando su propio estilo y se adaptará a la
individualidad del paciente, huyendo de la mecanización de la técnica.
En el desarrollo de estas primeras entrevistas, dos o tres con el paciente y una o dos con
los familiares que le acompañen (en el caso de niños y adolescentes) vamos a ir
describiendo las tareas del psiquiatra o psicólogo clínico psicoterapeuta, así como lo que
hay que observar y qué aspectos de la técnica psicoanalítica tendremos que resaltar
(Siquier, M.L.;Janin, B. Kancyper, L.).
17
Aspectos a resaltar en cuanto a técnica:
18
Lo que hay que observar:
19
Aspectos a resaltar en cuanto a técnica:
Entrevistas de devolución
La devolución debe ser realizada por el mismo profesional que hace el diagnóstico y en
un lenguaje que sea entendible y adecuado a cada paciente.
20
Tarea y técnica en las entrevistas de devolución:
4. Pensamos algunos síntomas como algo que emerge fuera de lo volitivo y que
tiene que ver con conflictos inconscientes.
Una forma específica de realizar la devolución es crear una formulación del caso
mediante el sistema diagnóstico FENET (Torras de Beá, 2001). Se trata de una
metodología que consideramos operativa y estructurante. El acrónimo hace referencia a;
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- En términos generales podríamos describir el tipo de ansiedad
predominante en el sujeto (catastrófica, de fragmentación, fóbica,
obsesiva, psicótica o persecutoria, depresiva, angustia de castración,
etc.), los mecanismos de defensa puestos al servicio de calmar dicha
ansiedad y el tipo de relación de objeto que establece el sujeto. Dentro
de los mecanismos de defensa, sin pretender diagnosticar de manera
exhaustiva según Freud, A. (1961), señalaríamos si predominan
mecanismos sofisticados y elaborados (neurosis), primitivos
(trastornos de personalidad y psicosis) o arcaicos (cuasi autismos)
- Podríamos diferenciar:
Trauma cultural
T Tratamiento propuesto
Viñeta Clínica:
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propuesta diagnóstica o terapéutica. La paciente se mostraba hiperalerta a la mirada e
intercambio afectivo de la madre. Presentaba irritabilidad, afecto expansivo, tartamudeo,
onicofagia, verborrea, pensamientos intrusivos en forma de imágenes o sensaciones
sonoras que le gritaban o criticaban (no constituían una alucinación), negando sufrimiento
subjetivo. Escasa capacidad de mentalización. Desde el centro escolar informan de
disregulación en el contacto con el otro, con tendencia a invadir el espacio interpersonal
de forma inadecuada.
El WISC-IV aporta: comprensión verbal (CV): 123; razonamiento perceptivo (RP): 127;
memoria de trabajo (MT): 97; velocidad de procesamiento (VP): 127; coeficiente
intelectual global (CIG): 126. Estos resultados permiten descartar retraso mental
Por su parte, el test Conners informa de una visión mucho más patológica por parte de la
familia que desde la escuela. En el discurso materno se percibe un distanciamiento
afectivo al mismo tiempo que hipercriticismo. Según informa la madre, durante las
separaciones en los primeros meses de vida se producía escasa ansiedad en la paciente
y rabietas de difícil consuelo en el reencuentro. La madre fue diagnosticada de una
patología tumoral cuando la paciente tenía nueve meses, lo que supuso una nueva
separación entre ambas.
En las entrevistas hay un elevado nivel de descalificación a la paciente junto con el relato
de sentimientos de culpa de la madre por las dificultades que siente para encontrarse con
su hija desde que era pequeña.
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El foco de la intervención fue favorecer la construcción de una identidad más segura en
la paciente y mejorar la vinculación madre –hija con la presencia del padre. La clínica de
hiperactividad impulsividad se estabilizó tras la intervención psicoterapéutica. Se intentó
realizar una labor profiláctica dirigida a favorecer la diferenciación en la adolescencia.
Bibliografía
Freud, A. & Carcamo, C. E. (1961). El yo y los mecanismos de defensa (Vol. 3). Barcelona: Paidós.
Sánchez Pérez. J.A.; Icart, A (2014). Simbiosis y narcisismo en la adolescencia. A propósito de un caso.
Psicopatol. Salud ment. 2018, 32, 57-65.
Siquier, M.L.; García Arzeno (1975). El proceso psicodiagnóstico y las técnicas proyectivas. Ed. Nueva Visión.
Buenos Aires.
Ursano, R.J.et al (2005). Psicoanálisis, psicoterapia psicoanalítica y psicoterapia de apoyo. En: Tratado de
Psiquiatría Clínica (Hales, R.; Yudofsky, S.). Masson. Barcelona, pp1117-1206.
Costas Antola, A. (2009) Tiempo de interpelación: entrevistas iniciales con niños y padres. Controversias en
Psicoanálisis de Niños y Adolescentes, 4: 37-48.
Blinder, C.; Knobel,J. y Siquier, M.L. (2008). Clínica psicoanalítica con niños. Editorial Sïntesis. Madrid.
Janin, B. (2013) Intervenciones en la clínica psicoanalítica con niños. Editorial Noveduc. Buenos Aires.
24
Capítulo
02 Encuadre y
transferencia
Romera Gutiérrez, M. I.; Suárez Martín, F.
Encuadre
Definición
25
aspectos normativos del encuadre son elementos de esta función paterna.
Desde una perspectiva diferente, Gómez Esteban, por su parte, afirma que el encuadre
puede tener una función diagnóstica y terapéutica, ya que al sugerir un determinado
encuadre estamos señalando dónde se sitúa el conflicto (ej. cuando indicamos un
abordaje familiar).
Según Green, en casos graves el mejor abordaje posible no es en un diván sino “el cara
a cara “, ya que ha faltado la mirada del otro y sería muy angustiante para él o ella no
tenerla en la terapia. Cuando han faltado los cuidados del otro es importante que se vaya
instaurando poco a poco la presencia o ausencia del otro.
Encuadre y proceso
Aspectos prácticos
Desde la primera entrevista se deben aclarar los elementos imprescindibles del encuadre.
Nuestra misión como profesionales que trabajan desde la técnica y perspectiva
psicodinámica es:
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Definir y percibir cuál es el encuadre y poder mantenerlo, esto último no siempre
es fácil en los sistemas sanitarios públicos. El encuadre nos aporta un material
muy valioso para comprender lo que sucede.
El profesional adopta la posición del que pone las cosas en orden: pone una
serie de condiciones o “reglas del juego” que preservan de la confusión.
En la técnica con niños y adolescentes tendremos que tener en cuenta varios aspectos
en cuanto al encuadre:
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comprender lo que sucede en el mundo interno del paciente acompañándolo.
Establecer el encuadre con los padres o familiares, que varía según la escuela
psicoanalítica (entrevistas conjuntas, separadas, sólo con el paciente, regulares
con los padres…). Proponemos entrevistas periódicas con los padres donde
valoremos y acompañemos en sus funciones parentales. En todas las posibles
formas de trabajar hay una regla común: las entrevistas con los padres serán
comentadas y se es especialmente cuidadoso para no romper el secreto
profesional.
Varios autores señalan la relación entre el encuadre y la institución. Bion recuerda que el
encuadre es en sí mismo un elemento institucional, un elemento institucional que es
enunciado y que juega dentro de la latencia grupal. Bleger, equipara el encuadre a la
institución, “la cual funciona como límite del esquema corporal y como núcleo fundamental
de la identidad”, y que además funciona como depositaria de la simbiosis madre-niño.
Jacques, en esta línea de pensamiento, considera que todas las instituciones son
inconscientemente utilizadas por sus miembros como mecanismos de defensa ante las
ansiedades psicóticas.
Transferencia
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espontánea, hay un encuadre. La transferencia y la contratransferencia son los motores
del proceso analítico. Normalmente la transferencia se hace antes sobre el encuadre que
sobre el psicoterapeuta.
Freud habla de una falsa conexión o falso enlace entre lo que está depositando la persona
en la figura del terapeuta, a estos falsos enlaces que se producen con regularidad en la
terapia le llama transferencias.
El sentido del paciente de cómo es él y cómo los demás reaccionan ante él está afectado
por las relaciones familiares pasadas y presentes. La transferencia de estas expectativas
en la nueva relación terapéutica constituye la transferencia. La transferencia de alguna
manera constituye un ejemplo de la forma que tiene el niño de relacionarse con las
personas más cercanas.
De esta manera intentaremos analizar qué tipo de vínculo trata de establecer el paciente
con el profesional que lo atiende: si trata de seducirlo, confundirlo, evitarlo, mantener la
distancia o depender excesivamente de él.
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en juego en la relación terapéutica y que es lo que nos pone en jaque en la consulta.
Signos de la transferencia:
¿Qué tiene que hacer el terapeuta cuando aparecen estas dos últimas
transferencias? No sentir hostilidad o no sentirnos seducidos, es decir, no caer
en esa tentación, porque si no, se repetirá el cliché.
Las tareas del profesional en cuanto a la transferencia y lo que hay que tener en cuenta:
En la transferencia hay resistencia: en los niños suele estar sostenida por los
adultos, a veces los familiares sienten que el paciente está formando un vínculo
con otro no familiar quedándose fuera de esa relación y esto puede ser vivido
como una exclusión y no ser tolerado.
30
La transferencia con los niños y adolescentes suele ser masiva y rápida, se
despliega con el paciente y también con sus padres (que lo traen) y suele estar
mediatizada más por acciones que por el lenguaje.
En niños graves suelen aparecer transferencias masivas que habrá que manejar
de forma cuidadosa.
El terapeuta puede ser situado por los padres en el lugar de sus propios padres,
en el lugar del niño o ser visto como aliado de uno de ellos.
Es importante dejarse habitar por las transferencias que los padres generan y
así: discernir el lugar en que nos han ubicado y salirse de ese lugar
Tendremos que mantener una disponibilidad para registrar sin quedar atrapados
en las demandas y acompañar al paciente y sus familiares.
31
en la que resultamos implicados.
Encuadre y transferencia
Una vez descritos los elementos más importantes del encuadre y la transferencia,
podemos entender que ésta no solo se manifiesta en el proceso terapéutico (lo que el
paciente dice o hace ateniéndose a las reglas del encuadre), sino que puede revelarse
mediante las rupturas de encuadre.
Bibliografía
Blinder, C.; Knobel,J. y Siquier, M.L. (2008). Clínica psicoanalítica con niños. Editorial Síntesis. Madrid.
Gómez Esteban R (1990). Algunos aspectos y conceptos de clínica grupal. En: Bauleo A, Duro JC, Vignale V
(coords.). La concepción operativa de grupo. Asociación Española de Neuropsiquiatría. Madrid.
Grinberg L, Langer M, Rodrigué E (1957). Psicoterapia del grupo: su enfoque psicoanalítico. Editorial Paidós.
Buenos Aires.
Guillem Nacher P, Lorén Camarero JA (1995). Del diván al círculo. Editorial Promolibro. Valencia.
Janin, B. (2013) Intervenciones en la clínica psicoanalítica con niños. Editorial Noveduc. Buenos Aires.
Ursano, R.J.et al (2005). Psicoanálisis, psicoterapia psicoanalítica y psicoterapia de apoyo. En: Tratado de
Psiquiatría Clínica (Hales, R.; Yudofsky, S.). Masson. Barcelona, pp1117-1206.
Lanyado, M.; Horne, A. (1999) The Handbook of Child and Adolescent Pschotherapy. Ed Routledge. London
32
Capítulo
Introducción
Los niños y adolescentes tienen una expresión psicopatológica y clínica específica. Suele
existir una falta de iniciativa en la demanda de ayuda del niño. Por lo que son los padres,
por iniciativa propia o por recomendación de profesores o pediatras, los que solicitan la
consulta. Por ello, se hace imprescindible su participación en el tratamiento. (Salvador, I.,
2001).
Quienes trabajamos con niños y adolescentes sabemos que es casi imposible pensar en
la posibilidad de trabajo e intentos de ayuda sin considerar, incluir y contemplar la
importancia de la familia de la que forman parte. Pues supondría prescindir casi de una
parte crucial de la atención a nuestros pacientes, aún dependientes. De este mismo modo
el psicoterapeuta acaba estando igualmente inmerso e implicado emocionalmente en el
entramado familiar, y ha de poder ser consciente del valor terapéutico y de pensamiento
que ello supone, siendo también atravesado por las angustias, sufrimiento y el no-saber.
La familia
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con familias de muy diversa índole (separadas, reconstituidas, adoptivas,
monoparentales, homoparentales, etc…) es por ello, que a lo largo del capítulo me referiré
a los padres como aquellos agentes de cuidado que desempeñarán las necesarias
funciones parentales, independientemente del tipo de familia en la que se realicen estas
funciones.
La familia es el lugar donde las personas aprenden a cuidar, confiar y nutrir a la vez que
reciben cuidados, confianza y nutrición (Coomaraswamy, 2003, citado en Caellas, A.M.,
Kahane, S. Y Sánchez, I. 2010).
Cabe destacar que ser padres en la actualidad supone afrontar nuevas complejidades
ante una sociedad donde impera la prisa, la inmediatez, el consumismo, la digitalización,
la exposición a un sinfín de información, la falta de conciliación que merma la cantidad y
calidad de tiempo con los hijos, la aparición de múltiples y a veces incongruentes modelos
educativos y en general mayores cuestionamientos sobre la parentalidad.
Citando a E. Dio Bleichmar (2005), el esfuerzo del terapeuta en crear una relación de
alianza y colaboración con los padres debe ir más allá de ser empáticos y no
culpabilizarlos; debe comprender sus motivaciones y sufrimientos como padres y la
decepción en la que se hallan sumergidos al encontrarse que algo ha fallado en su
empeño. Para los padres traernos a su hijo puede ser, al mismo tiempo que un alivio, una
frustración y herida narcisística importante que debemos tener presente en el trabajo con
ellos.
La pareja de padres
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y llevar a cabo el proceso de evaluación clínica supone no sólo atender y escuchar los
síntomas del hijo y del conjunto familiar, sino poder invitar a pensar en qué lugar se ubica
ese niño, niña o adolescente en relación a su familia de origen. Como fue fantaseado y
pensado ese hijo o hija, que se esperaba de ellos, que supuso en la relación de pareja y
como se articulaba ésta previamente, como están pudiendo llevarse a cabo las funciones
paterna y materna, y desde ahí como está conformándose su subjetividad y las
cuestiones transgeneracionales.
Es muy importante que en la valoración del niño y adolescente que nos consulta
prestemos especial atención a las capacidades parentales. Debemos dar cabida a su
malestar y sufrimiento para poder invitarles a pensar en los síntomas y las dinámicas
establecidas en relación al mismo, como parte de la problemática por la que todo el
conjunto familiar está afectado y al mismo tiempo, es parte, que padece y, al mismo
tiempo, favorece la situación. Desde ahí entender que cuestiones de ellos se ponen en
juego y a la vez pueden ser motores de cambio terapéutico.
El término parentalidad nos remite a un proceso propio del ser madre y padre, su
desarrollo y vicisitudes, lo que implica un profundo compromiso afectivo con el hijo,
específico y diferente a todos los otros compromisos asumidos a lo largo de la vida
(Caellas, A.M., Kahane, S. Y Sánchez, I. 2010).
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Clásicamente el psicoanálisis ha descrito lo materno y lo paterno a través de las funciones
que cada figura desempeñaría en la estructuración psíquica del infante. La función
materna consistiría en la anticipación y el sostén narcisístico, es decir, la función
proveedora de satisfacción pulsional del bebé como objeto descodificador y somatizado
de sus necesidades (Blinder C. et al, 2008). Por otro lado, la función paterna
correspondería a la nominación y al establecimiento de una ley única y universal que
ubique al infante en el mundo y posteriormente en su medio sociocultural ejerciendo el
límite de la codependencia madre-niño (Schejtman, 2015 y 2018). Las teorizaciones
posteriores han reivindicado que estas funciones puedan realizarse por cualquiera de los
dos progenitores. Denominando a la función paterna como función tercera, y función
materna como proveedora. De modo que, siguiendo a Eva Rotenberg, las funciones
parentales no tienen que ver con el sexo de los padres, sino con que haya una figura que
pueda sostener y otra que ocupe el lugar de tercero-ley; estas funciones se pueden
alternar y compartir, siempre que ambos progenitores reconozcan al bebé como un
tercero u otro ajeno a la pareja (Valdez, 2017). (Citado en Molina B., Marín Y. y Romera
M.I. 2022).
Anna Ornstein (2004; citado Torras de Béa, E. 2012) considera que la parentalidad
requiere de una empatía madura que sería la capacidad de darse cuenta por experiencia
propia de lo que el otro vive, de ponernos en su lugar sin dejarnos arrastrar por la presión
de sus emociones sus demandas cuando no es apropiado. A veces esta empatía puede
ser confundida con el quehacer parental, entendiendo que ser empático o respetar las
necesidades de los niños ha de suponer satisfacer en exceso las demandas que presenta
(complacencia, tendencias sobreprotectoras, falta de límites) en lugar de fortalecer sus
recursos propios.
A menudo las miradas de los padres están más dirigidas a los comportamientos que a
las motivaciones que los originan, viviéndose desde este esquema los síntomas como
conductas a erradicar o cambiar en lugar de vías de comprensión y cuestionamiento. Será
tarea fundamental durante el trabajo con los padres, el ayudarles a tener esta doble
mirada: comportamiento y motivación, para así desde la empatía como padres favorecer
los recursos del niño en cada una de las tareas de crianza.
No debemos olvidar como el hijo nace y crece a medida que también la identidad parental
se conforma y consolida y que en el desarrollo de los niños los padres se van sintiendo
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competentes y validados o no en su hacer. Cuestión que se complejiza aún más a medida
que avanza el proceso evolutivo de los niños y el quehacer parental, que se verá en
constante cambio con el crecimiento de los hijos, puesto que no es lo mismo ser padre o
madre de un infante que de un adolescente. Esta capacidad parental de ir adaptándose
y reconfigurándose con el crecer de los hijos es una de las cuestiones de mayor
dedicación en las consultas de padres.
Por todo lo descrito, es tan importante considerar y alentar las funciones parentales y la
intuición y conocimiento que cada padre y madre tiene sobre su hijo “ellos son quienes
más les conocen” y desde ahí apelaremos a la alianza padres-terapeuta como equipo de
trabajo y ayuda al niño. Necesitamos conocer la problemática de los progenitores, para
poder valorar sus capacidades parentales y desde ahí poder construir un proyecto de
trabajo conjunto, donde se puedan sentir promotores de cambio, no sólo en la ayuda y
comprensión que puedan favorecer en sus hijos, sino también siendo sensibles a
cuestionar las dinámicas de las que forman parte activa.
Los primeros encuentros son momentos muy importantes no sólo para la evaluación del
caso, sino que de algún modo atravesarán todo el proceso terapéutico con un niño o
adolescente y sus padres. Debemos ser especialmente observadores y estar atentos en
las primeras consultas pues en ellas cada familia despliega su carta de presentación o la
fotografía de su libro de familia.
Siguiendo esta idea puede ser interesante permitir tal despliegue y considerar las
presencias/ausencias de los acompañantes como elementos de la articulación de las
dinámicas familiares. Quienes acompañan al menor, quien pasa a la consulta y quien le
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espera fuera, quien o quienes lideran el discurso, como se sientan en el despacho y como
se vehiculiza la información no verbal y las muestras de afecto.
La presencia de los hermanos o abuelos a consulta suele ser algo habitual, no sólo por
que asistan en compañía o como consecuencia a la logística familiar, sino por la
presencia que puedan tener en el relato de los padres o del paciente.
Para ello considero importante ubicarnos en el lugar del niño o adolescente mostrando
nuestro interés por conocer aquellas personas que entendemos son significativas en su
crianza, dando cabida e invitación a las mismas si así lo acordamos.
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En el caso de los padres separados, además de la cuestión de la legalidad (según la cual
debemos contar con el consentimiento y aceptación de nuestra intervención por parte de
los tutores y custodios salvo en urgencias o gravedad) creo que es importante expresar
a priori nuestra disponibilidad para ambos y la importancia de conocerles y compartir
consideraciones sobre el menor.
En este mismo sentido debemos ser cautos con dar por sentadas dinámicas de
reconstitución familiar y validez directa a que nuevos miembros asuman roles parentales
significativos. Ello puede evidenciarse con las nuevas parejas de los progenitores y el
lugar que puedan ocupar en la crianza.
En los últimos tiempos se ha ampliado la perspectiva con la que se entienden los entornos
familiares que se encargan de la crianza de los niños y, con ellos, los procesos de
subjetivación de estos. Los cambios socioculturales, económicos y biotecnológicos han
hecho esto posible (Schejtman, 2018), dando lugar a nuevas planificaciones familiares
como, por ejemplo, entre parejas del mismo sexo. También es cada vez más frecuente el
modelo de familias monoparentales, ya sea por deseo maternal sin la participación de un
otro o por otras circunstancias muy diversas. Mariam Alizade postula que, más allá́ del
modelo de familia que esté presente, las principales condiciones saludables que necesita
un adulto para criar un niño son la capacidad de amor, el sacrificio y la responsabilidad
(Valdez, 2017). Schejtman (2018) señala que la crianza en condiciones de
monoparentalidad no es en sí́ fuente de sufrimiento ni de patología. En cambio, la soledad
y falta de sostén familiar o social podrían constituir un factor perturbador para enfrentar la
complejidad de los conflictos y problemáticas propias de la crianza. De esta forma,
remarca que monoparental dad no implica soledad, ya que muchos padres que se
plantean una parentalidad sin pareja tienen una red de sostén familiar y social con la cual
comparten la crianza, mientras que muchas veces aun en familias aparentemente
constituidas se produce una fuerte vivencia de soledad y depresión y el niño no logra
construir su narcisismo de forma saludable. Por ello, en estas situaciones, va a cobrar
más importancia de la habitual el acompañamiento por otras redes de sostén, el apoyo
de figuras cercanas, el rol de las abuelas y abuelos, hermanas o hermanos u otros
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familiares o amigos que permitan potenciar las funciones parentales. Esto sería lo que
Mariam Alizade denomina la «función familia», vínculos externos de la vida nuclear que
moldean el mapa identificatorio y pulsional del niño y que estaría formado no solo por las
personas, sino también por las instituciones y grupos, la política, la economía y los
aspectos sociales que imperen en el país en el que se desarrolle el niño (Valdez, 2017)
(Párrafo extraído de trabajo de Molina B., Marín Y. y Romera M.I. 2022).
Considero de vital importancia el trabajo en red y la coordinación en todos los casos pero
sobre todo en infancia y adolescencia, ya que no podemos olvidar que son seres
dependientes y por tanto cuentan con otros actores fundamentales implicados en su
desarrollo. Los padres y la familia, los profesionales de la educación, atención temprana,
servicios sociales, judiciales. Por ello, creo que una responsabilidad necesaria para con
el niño, es el defender la importancia de contemplar, escuchar y pensar con todas las
personas que conforman su entorno significativo (Gómez. A.L y Suárez, J.I. 2022).
El espacio de consulta puede constituirse como una metáfora del cuidado de los espacios
de intimidad diferenciados, donde el niño es el protagonista, pero donde los padres son
elementos centrales de cuidado y trabajo conjunto. Esto es importante poder hacerlo
evidente en estos primeros encuentros, desde aquí introduciremos un orden protector de
los límites familiares y de la intimidad de sus miembros: entrevistas individuales con el
infante o adolescente, entrevistas con los padres, entrevistas familiares o coordinaciones
con terceros.
Trabajamos con niños que serán adolescentes, adolescentes que serán adultos (posibles
futuros padres) y con padres (y otros significativos) que fueron niños y adolescentes. Sin
olvidar que nosotros como terapeutas también fuimos hijos, tenemos padres o estuvimos
cercanos a personas que desempeñaron funciones parentales y quizás seamos padres.
De modo que la complejidad de identificaciones, alianzas, rivalidades, transferencias y
contratransferencias está servida y suponen una muy valiosa herramienta de trabajo si
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puede ser contemplada y pensada.
Quizás, esa plasticidad y versatilidad tan genuina del psicoterapeuta infanto-juvenil, tenga
que ver con estar en constante equilibrio entre lo infantil-adolescente-adulto, tendiendo,
en clara identificación, con ese mayor recurso al juego, la creatividad y la inventiva,
aspectos tan esenciales del mundo infanto-juvenil y que al mismo tiempo nos ayuda a
estar más conectados con nuestros pequeños grandes pacientes.
“La experiencia de ser padres conmueve y reverdece las vivencias emocionales que un
sujeto ha acumulado en sus relaciones con sus propios padres en los distintos órdenes y
ámbitos de la trayectoria del desarrollo emocional. El amor en sus distintas vertientes se
replantea. Se retoma “el quien es quien para quien”. Se aboga por seguir los modelos
vividos o por corregirlos. Se defiende con argumentos racionales la repetición de lo que
no halló realización. Resurge lo que se sufrió con afanes de redimirlo. El deseo circula
aún bajo diferentes formas dolorosas, hallando aliados entre padres e hijos. La
comprensión del síntoma del hijo nos lleva irremisiblemente hacia los padres”. (Caellas,
A.M., Kahane, S. Y Sánchez, I. 2010)
Por ello apelo para terminar este capítulo a la importancia de la formación específica en
infancia y adolescencia, la supervisión y la formación en psicoterapia individual, familiar
y grupal del clínico para contemplar en el trabajo con niños, adolescentes y adultos (los
padres y otros significativos) las dinámicas grupales intrínsecas y necesarias para
organizar un espacio mental donde tenga cabida todo el conjunto familiar (Icart A.
y Freixas J.,2013).
41
Bibliografía:
Torras de Béa, E. (2012) Normalidad, psicopatología y tratamientos en niños, adolescentes y familia. Barcelona:
Octaedro.
Dio Bleichmar, I. (2005). Manual de psicoterapia de la relación padres e hijos. Barcelona: Paidós.
Icart A. y Freixas J. (2013) La familia. Comprensión dinámica e intervenciones terapéuticas. Barcelona: Herder.
Caellas , A.M, Kahane, S. Y Sánchez, I. (2010). El quehacer con los padres. De la doble escucha a la
construcción de enlaces. HG Editores.
Salvador, I. (2001). Modelo Asistencial integrador en Salud Mental Infanto-juvenil. Ponencia presentada en el II
Congreso de la Asociación Española de Psicología Clínica y Psicopatología, en el Simposium: "Psicoterapias en
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Congreso de SEPYPNA en Santiago de Compostela.
42
Capítulo
04 El juego y
el dibujo
Bercovich Vázquez, C.
En el caso de la clínica con adultos, es a través de las asociaciones libres del paciente
que podemos acercarnos al entendimiento de la causa de los síntomas y por tanto a la
resolución de los mismos.
Sin embargo, en la clínica con niños, la palabra no siempre puede ser el medio, ya sea
por la edad del niño, el nivel de lenguaje que posea o por el grado de madurez psíquica
que presente, por lo que nos apoyamos en otros métodos que nos permiten el
acercamiento a las representaciones inconscientes y que nos ayuden a ponerle palabra
al padecer.
Bajo la hipótesis de que los niños "repiten en el juego todo cuanto les ha hecho gran
impresión en la vida” (Freud, 1920), el psicoanálisis ha utilizado el juego como un medio
para llegar a la comprensión y resolución de los síntomas, entendiendo a este como el
equivalente a la asociación libre en los adultos. A través del juego el niño podrá expresar
sus fantasías, temores, preocupaciones y deseos, así como también permitirá el análisis
de la capacidad simbólica, el grado de madurez y de inteligencia que este posea para
adaptar la complejidad de la realidad a su capacidad de entendimiento así como también
la capacidad para transmitir el conflicto. Según Rodulfo “no hay ninguna perturbación
severa o significativa en la infancia que no se espeje de alguna manera en el jugar”
(Rodulfo, 1999)
La interpretación del juego y el dibujo en una sesión analítica, al igual que el resto de las
manifestaciones del inconsciente (sueños, síntomas, olvidos, chistes) estará vinculada a
la lectura que el analista haga del mismo, siempre en el marco de la sesión.
43
Principales aportes psicoanalíticos a la técnica del juego
En “Más allá del principio de placer” (Freud, 1920) Freud describe el juego de un niño de
un año y medio que se conoce como el juego del fort-da. El juego consistía en que el niño
arrojaba lejos de sí todo tipo de juguetes haciéndolos desaparecer debajo de su cama,
escena que repetía una y otra vez y que acompañaba con el sonido “Oooooh” y que Freud
interpreta como “fort”, “se fue”.
Al cabo de un tiempo vuelve a observar un segundo momento del juego en que el niño
tiraba del hilo de un carrete que arrojaba y que luego hacía aparecer acompañando esta
acción de otro sonido: “da”, “aquí está”. Explica Freud que “la más de las veces se había
podido ver el primer acto, repetido por sí sólo incansablemente en calidad de juego,
aunque el mayor placer, sin duda alguna, correspondía al segundo momento”. Este juego
le permitía al niño tomar posición activa en la elaboración de la separación con su madre;
era él mismo capaz de hacer aparecer y desaparecer un objeto como sentía que hacía
su madre con él cuando ésta tenía que ausentarse; como si dijera: “no te necesito, yo
mismo te echo”.
En resumen, para Freud el juego tiene una función elaborativa en tanto permite la
repetición de la escena traumática y posibilita el cambio de posición subjetiva.
Melanie Klein ha aportado al psicoanálisis infantil los conceptos y nociones que han sido
44
el fundamento del psicoanálisis de niños tomando la interpretación del juego y el análisis
de la transferencia como la vía regia de acceso a las fantasías inconscientes. Para ella la
fantasía está presente desde el inicio de la vida mental y es el fundamento de la relación
del niño con el mundo que lo rodea.
Por último sitúa el valor pronóstico y diagnóstico del juego y afirma que “comprendiendo
el juego de los niños, podemos calcular su capacidad de sublimación en los años
venideros y podemos también decir cuándo un análisis lo ha resguardado suficientemente
contra futuras inhibiciones en su capacidad de aprender y trabajar” (M.Klein, 1932).
Melanie Klein señala que el placer que obtienen los niños en el juego no sólo procede de
la gratificación por el cumplimiento de sus deseos, sino también del dominio de las
ansiedades que el juego le ayuda a lograr.
Anna Freud utiliza el juego como un recurso auxiliar en el trabajo con niños, dándole
mayor importancia al dibujo, los sueños y fantasías diurnas. Para ella el juego comienza
en el propio cuerpo del niño (o cuerpo de la madre debido a que en estas primeras etapas
no existe una clara distinción yo-no yo) como un juego autoerótico que se apuntala en las
principales zonas erógenas (oral, anal, fálico, genital); luego hará uso de objetos suaves
que servirán como primeros objetos de juego y que progresivamente facilitarán la
separación de la madre para, en un tercer momento, investir otros objetos con los que
jugar y que, al “ser objetos inanimados que no devuelven la agresión, el niño se siente
libre de expresar toda su ambivalencia hacia ellos” (Reynoso,1980).
Anna Freud describe una secuencia cronológica del tipo de juguetes que los niños
prefieren según la edad, comenzando por los juguetes para vaciar-llenar, abrir-cerrar,
encastrar y revolver que tienen su fundamento en la actividad autoerótica vinculada a la
45
zona oral; juguetes que satisfacen la motricidad y materiales de construcción que
permiten expresar la ambivalencia de construir-destruir propia de la fase sádico-anal y
juguetes que sirven para la expresión de identificaciones femeninas y masculina que
facilitan la elaboración de las identificaciones y ambivalencias de la fase fálico-genital.
Conforme se van adquiriendo ciertas capacidades (control, inhibición, capacidad de
espera, pasaje del principio de placer al principio de realidad) la capacidad lúdica se
transformará en capacidad “laboral”. El juego permite el desarrollo de la capacidad de
pensamiento y por tanto el desarrollo de la fantasía dando lugar así a las exigencias
propias de la vida escolar primero y de la vida adulta después.
En un texto de 1942 Winnicott se pregunta “¿Por qué juegan los niños?”, (Winnicott,
1942) y responde: los niños juegan por placer, para expresar odio y agresión que fuera
del contexto del juego y por imperativo social no podrían expresar, para controlar
ansiedad, para adquirir experiencia, como un modo de integración de su personalidad,
para establecer contactos sociales y de comunicación con la gente.
- Fusión entre el niño y el objeto (en tanto no existe diferenciación yo- no yo)
Este autor realiza uno de los aportes fundamentales en lo que al trabajo con niños se
refiere elaborando el concepto de objeto transicional que describe como la primera
posesión “no-yo” que realiza el bebé y su primera experiencia de juego. Este objeto es
elegido por el niño y representa el contacto con la madre pero sin ser ella, lo que favorece
la progresiva separación ofreciéndose como un puente entre la simbiosis original y las
relaciones de objeto.
46
El juego en psicoterapia
En el trabajo con niños el terapeuta prepara un cajón de juegos en el que debe haber
juguetes a través de los cuales el niño pueda proyectar sus fantasías y conflictos
intrapsíquicos teniendo en cuenta que dicha expresión estará atravesada por el contenido
de las diferentes etapas de organización libidinal ya mencionadas, por lo que se aconseja
que el niño pueda encontrar en el cajón los elementos que le permitan expresar las
fantasías vinculadas a cada una de estas etapas. Por ejemplo, un bebé, biberón, chupete,
platos y cubiertos facilitaran el acceso a juegos que permitan la expresión de fantasías
orales; pañales, orinal, plastilina, muñecos que puedan transmitir agresividad como
pueden ser indios, vaqueros, soldaditos o animales salvajes que permitirán las expresión
de las fantasías sádico-anales; muñecos que representen una familia (que abarque tres
generaciones: abuelos, padres, hijos), familias de animales (domésticos, insectos, de
granja…), trenes, coches, aviones que nos permitirán explorar las fantasías edípicas y
fálicas así como elementos que posibiliten la expresión gráfica de la que hablaremos más
adelante.
El juego no sólo es el medio por excelencia en el tratamiento de niños sino que también
puede ser considerado una técnica en sí misma. La hora de juego diagnóstica
proporciona una observación sistematizada del juego durante algunas sesiones
proporcionando, una vez finalizado el proceso, un diagnóstico de la situación. Al igual que
el resto de las técnicas proyectivas, tiene un inicio, un desarrollo y un final que se
complementará con las entrevistas a padres previamente realizadas aunque también
puede utilizarse junto con otras técnicas, dentro de una batería de test.
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La consigna debe ser clara y adaptarse a la edad y capacidad comprensiva del niño (“voy
a observar durante aproximadamente una hora cómo juegas y lo iré apuntando”). El
terapeuta presenta los juguetes y se coloca en posición de observador; debe apuntar con
la mayor exactitud y nivel de detalle posible todo lo que ocurra durante la hora de juego.
Algunos niños, especialmente los más pequeños, requieren la presencia de los padres
en la sesión al ser ésta una situación nueva y extraña para él, en tal caso se les dirá a los
padres que jueguen tal y como lo harían habitualmente con el niño, tratando de que sea
éste el que dirija el juego. Lo mismo ocurre si el niño pide nuestra participación.
El dibujo
El dibujo, además de ser uno de los modos de expresión que un niño puede elegir en una
sesión de psicoterapia, también puede ser tomado como una técnica proyectiva. En el
primer caso es el niño el que elegirá en la sesión el dibujo como un modo de expresión y
el terapeuta observará, hará preguntas o interpretará el dibujo en función del momento
del proceso en el que se encuentre. En el segundo caso, el terapeuta, en calidad de
examinador, es el que propondrá la realización de uno o varios dibujos, dando una
consigna, un tiempo, si así fuera necesario, y realizará preguntas, la mayoría de las veces
ya estipuladas por la técnica.
La interpretación del dibujo se hará teniendo en cuenta los aspectos estructurales, en los
que según estándares definidos se valorará el tamaño del dibujo, el trazo, presión, tipo
de líneas, emplazamiento en el folio, simetría, cantidad de detalles, proporciones,
borrado, sombreados. etc. así como también se realizará un análisis de contenido en el
que se hará una valoración general del dibujo y un análisis detallado de sus partes: la
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expresión facial de los personajes, el uso de los detalles y las características de los
elementos (tamaño de las ventanas, puertas abiertas o cerradas, tipo de árbol que ha
dibujado, accesorios, etc.). Algunos de los test gráficos más comunes son el HTP (House,
Tree, Person), el Test de la familia o Test de Persona Bajo la lluvia, entre muchos otros.
Pueden ser de gran ayuda cuando no tenemos tiempo para realizar suficientes entrevistas
con padres u horas de juego con el niño, aunque debemos tener presente la importancia
y necesidad del buen manejo y control que requiere el uso de las técnicas tanto en lo que
a su uso se refiere y más aún para la interpretación de la misma.
Entonces ¿por qué juegan los niños? Porque el juego los conecta con su mundo interno,
con los otros y con el afuera y porque jugar es el modo más saludable de transitar en la
infancia, como dice Winnicott, “para dominar lo que está afuera es preciso hacer cosas,
no solo pensar o desear, y hacer cosas lleva tiempo. Jugar es hacer” (Winnicott, 1971).
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Rodulfo, R. (1999). El niño y el significante. Un estudio sobre las funciones del jugar en la constitución temprana.
Buenos Aires: Editorial Paidos.
49
Capítulo
05 Proceso
terapéutico
Romera Gutiérrez, I., Rodado Martínez, M.J.; Pellegrini , R.
Desde hace años, son muchas las investigaciones en psicoterapia orientadas a conocer
la relación proceso-resultado. Es decir, la relación entre la eficacia del tratamiento y
aspectos específicos del proceso terapéutico para descubrir lo que es efectivamente
terapéutico.
Freud (1913), ya estableció esta relación entre intervención terapéutica y vínculo cuando,
respondiendo a la pregunta de en qué momento intervenir, escribió. “Nunca, antes de
haberse establecido en el paciente una transferencia utilizable, un rapport en toda regla
con nosotros”.
50
para aprender maneras más adaptativas de enfrentar situaciones amenazantes.
Lo que cura es, por tanto, la relación terapéutica, que debe ser intensa, repetida, regular,
esclarecedora, afectiva y limitada.
Es preciso que el terapeuta descubra qué conflictos son los que generan el problema en
el paciente. Lo que el paciente ha sentido en otro momento y vuelve a sentir en la relación
terapéutica no es algo que pasó en el pasado sino es algo que sigue pasando en el
momento actual.
51
¿Qué aporta el terapeuta?
2. Desentrañar cómo entiende el mundo externo desde el filtro del mundo interno
(ej. una anciana acudió al servicio de urgencias por presentar un intento de
suicidio, al preguntar por qué hizo el gesto autolesivo contaba que su pareja,
que había empezado con una demencia, hacía ciertas conductas para
fastidiarla, pudimos hipotetizar cómo veía el mundo exterior desde el filtro del
daño narcisista).
52
introyecta, las tolera, sobrevive a ellas e intenta pensar y entender los
sentimientos.
5. El sostén es una tarea delicada que sólo puede ser llevada a cabo por las
personas adecuadas y con delicadeza.
53
muestra que el encuentro empático toma forma de modo no verbal, a través del contacto
visual, de las posiciones del cuerpo y del ajuste en el tono de la voz. Diversos estudios
en condiciones psicopatológicas singulares y situaciones terapéuticas variadas han
mostrado que la conducta facial, especialmente la conducta facial afectiva de paciente y
terapeuta, en sus aspectos interactivos, son indicadores del vínculo afectivo y predictores
significativos de resultado terapéutico. (Krause and Merten 1999, Krause 2007, Benecke
and Krause, 2005; Benecke, Peham & Bänninger-Huber, 2005, Banninger-Huhr and
Widner 1999).
El grupo de estudios del proceso de cambio de Boston (Stern y cols. 1998; Stern 2004)
partiendo de investigaciones sobre la interacción madre bebé y en sistemas dinámicos
no lineales y su relación con teorías de la mente, sostiene que el efecto terapéutico del
vínculo está en los procesos intersubjetivos e interactivos que dan lugar a lo que
llaman conocimiento relacional implícito. Este es un campo no simbólico, diferente del
conocimiento declarativo, explícito, consciente o preconsciente, que se representa
simbólicamente en un modo verbal o imaginario. De acuerdo con este modelo, el
encuentro intersubjetivo entre paciente y terapeuta conduce a momentos en los que se
comparte el entendimiento de la relación implícita mutua produciéndose una
reorganización del conocimiento relacional implícito del paciente. Conocimiento que está
inscrito en la memoria procesal de largo plazo e incluye los modelos de apego. Este
conocimiento puede ser validado posteriormente por la conciencia o permanecer
implícito.
No debemos olvidar como señala Matte Blanco (1988, p. 162-164) que en el pasado ya
Melanie Klein se ocupó de este problema con esta nota al pie de página de Envidia y
Gratitud (1957 p. 5): “Todo esto es sentido por el infante de manera mucho más primitivas
que lo que puede expresar el lenguaje. Cuando estas emociones y fantasías preverbales
son revividas en la situación transferencial, aparecen como “recuerdos en
sentimientos” (memories in feelings) ... y son reconstruidos y puestos en palabras con la
ayuda del analista”.
Las intervenciones del terapeuta pueden ser entendidas desde una concepción monádica
54
que supone una visión más clásica o desde una concepción diádica.
La concepción diádica asume que la psicoterapia es una relación, especial, entre dos
personas. Una relación, asimétrica constituida por la naturaleza de la petición. Pero con
un aspecto simétrico que viene dado por la relación entre dos personas. Las operaciones
terapéuticas se definen desde la díada. Y se tienen en cuenta los aspectos del vínculo
terapéutico (la investidura personal de rol, tanto del paciente como del terapeuta, la
coordinación interactiva, las cualidades del contacto comunicativo y el afecto mutuo).
Desde este punto de vista, todos los fenómenos emergentes en la relación terapéutica
dependen de ambos participantes (el paciente y el terapeuta)
Aclaradas ambas visiones, la psicoanalista Beatriz Janin divide las intervenciones en dos
grandes tipos:
Hoy día son frecuentes las consultas que tiene que ver con fallos en la constitución del
narcisismo o en el paso del narcisismo primario al secundario. Más que con síntomas nos
encontramos con fallos en la constitución psíquica. Silvia Bleichmar dice que la
intervención del analista no se reduce a encontrar lo que ya estaba sino a producir
elementos nuevos que den lugar a un producto nuevo diferente al existente. El terapeuta
tendría la función de posibilitar la instauración de las represiones primarias, la
diferenciación entre sistemas, el registro y la expresión de afectos, de ligar como freno a
la pura descarga pulsional.
55
La construcción es algo que el terapeuta propone y pretende resignificar algo que no fue
significado en su momento. Tiene que ver con la realidad psíquica, con cómo ha vivido el
paciente su propia historia. Permite deconstruir su certidumbre para poder construir una
nueva versión de su historia.
Este tipo de intervenciones ayuda a simbolizar algo que no estaba construido, que no se
puede recordar porque no hay nada olvidado ya que no pudo ser representado en su
momento. Con este tipo de intervenciones se ayuda a construir representaciones
mentales.
Mediante la interpretación tratamos hacerle entender algo al paciente. Está pensada para
pacientes neuróticos. La interpretación es la culminación de un trabajo de
contratransferencia.
¿Cuándo hay que interpretar? Cuando el paciente está cerca de encontrar el significado
latente, cuando está cerca de darse cuenta por sí mismo de lo que le ocurre. EL terapeuta
tiene que tener tacto con el paciente, esto tiene que ver con el timing, cuándo decir o no
algo al paciente.
56
certeza que el paciente tiene de sí mismo, se descentre de su lugar subjetivo y dar un
nuevo significado a algo relevante.
No tenemos que intentar realizar una interpretación que redondee todo, o buscar un saber
total, ya que no existe. Tendremos que intentar que el aparato psíquico del paciente tenga
mayor permeabilidad entre instancias, que entienda algo o pueda dar un nuevo
significado a algo aunque sea parcialmente.
¿Es posible hacer una interpretación sin realizar un esfuerzo? No, la interpretación tiene
que ver con la transferencia y con los afectos que se ponen en juego, supone un esfuerzo.
2. Crear ritmo compartido: marcando el inicio y el final de la sesión (ej. una paciente
marcaba con rotulador fluorescente el día y la hora de la próxima sesión al
despedirse), anticipar que se va a terminar un tratamiento…).
3. Ayudar a pasar del impulso al pensamiento: crear condiciones para que pensar
sea posible (ej. transformar una escena agresiva en una lúdica, usar los dibujos
o el juego para crear representaciones…)
57
permitir que el trabajo con los padres vaya posibilitando desvelar historias
familiares.
12. Entender algo, tener una hipótesis y ser capaz de no decirla hasta que llegue el
momento oportuno, cuando el paciente pueda recibirlo (timing).
14. Interpretar.
Una buena intervención terapéutica, según Jimenez, J.P. (2005) puede definirse como
aquella entregada por un terapeuta que sabe integrar conocimientos técnicos y empatía
a un paciente dispuesto a recibirla.
1. Disminuir la ansiedad
58
5. Alcanzar un sentido de sí mismo que permita integrar los sentimientos
Para concluir, en una concepción amplia de los factores curativos, atendiendo a los
resultados de investigación en psicoterapia la técnica debe ser redefinida. Así la técnica
psicoterapéutica debe ser entendida como el conjunto de reglas que permiten la
maximización de los factores curativos y la minimización de los iatrogénicos. Hoy en día
una teoría moderna debería considerar técnicas modificadas, que permitan un conjunto
adaptativo de indicaciones, donde es el tratamiento en el que se adapta a las
características de cada paciente. Los hallazgos del estudio de Boston de resultados en
psicoanálisis (Kantrowitz 1995) confirman que no son las características personales de
paciente y analista las importantes, sino el match entre ellas. “Mientras que puede haber
ciertas características particulares de pacientes y analistas que parecen constituirlos
desde la partida como buenas o malas parejas, son el aspecto dinámico de sus
interacciones, sus resonancias y disonancias y su capacidad conjunta –o limitación–, para
expandir los ‘puntos ciegos’ o acercar las diferencias que desarrollan en el curso del
trabajo analítico, las que probablemente son cruciales para el resultado” (p.326).
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60
Capítulo
06 Intervenciones breves
psicodinámicas
Orellana Rico, F.
Desarrollo histórico
Fueron dos discípulos directos, S. Ferenczi y O. Rank, los que introdujeron más cambios
técnicos. A Ferenczi se le deben las aportaciones en cuanto a la técnica activa, esto es,
un papel más activo de analista y paciente (por ejemplo, proponiendo la exposición en
fobias) sin perder la base psicoanalítica, para propiciar la aparición de tensión, conflictos,
nuevas vías de trabajo y, en última instancia, un ritmo más rápido del tratamiento. A Rank,
61
de una parte, la importancia de la motivación para el cambio por parte del paciente, y de
otra, lo traumática que puede ser la separación y, por tanto, la necesidad de incluir el
trabajo sobre el duelo por la terminación de la terapia como un elemento fundamental de
la misma. Ambos propondrán centrarse más en la técnica y lo actual que en la teoría y el
pasado, sugiriendo que para que el tratamiento sea efectivo bastaría con reexperimentar
los conflictos infantiles en la relación terapéutica (y no tanto reconstruir la historia infantil).
62
extratransferenciales, utilizar la necesaria aparición de interrupciones para evaluar los
efectos de la intervención, y contemplar la elaboración fuera del tiempo de sesión, lo cual
les llevaba a indicar alrededor de una sesión semanal para no saturar o para no generar
una excesiva dependencia.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX continuarían sumándose distintos autores que
irían desarrollando un conjunto de técnicas y de aproximaciones al paciente que parten
desde diferentes modelos psicoanalíticos y con diversas articulaciones técnicas. No
obstante, esta variedad de enfoques podrían agruparse en estructurales, relacionales,
existenciales o eclécticas.
63
Por otro lado, las relacionales siguen más bien la línea de trabajo de patología
2
del déficit y se abren a pacientes con situaciones repetitivas de patología de
relación poniendo el foco en cambiar patrones de relación patológicos
dominantes (relaciones con otros y consigo mismo) aunque atendiendo más
bien al aquí y ahora de la relación (y no al “allá y entonces”). En este grupo se
englobarían autores como Winnicott (con sus elaboraciones acerca del sostén y
juego), Levenson (que desarrolla un modelo relacional a partir del modelo de
Strupp), Safran (centrado en la alianza terapéutica y en la resolución de la
ruptura).
Estas intervenciones toman algunos elementos técnicos del marco teórico psicoanalítico
como son la asociación libre, la atención flotante, la neutralidad del terapeuta y el uso de
las interpretaciones. Estos elementos tendrán que ser aplicados de forma diferente o
específica en el contexto de la psicoterapia breve.
La asociación libre está condicionada por la necesidad de focalizar los temas centrales
del conflicto, de modo que en ciertas ocasiones deberá ser “reconducida” o acotada por
parte del terapeuta.
La atención flotante tiene algunos matices en la aplicación de la PBP: por un lado debe
centrarse en el foco establecido las primeras entrevistas como punto central de la
atención pero también tiene que quedar abierto a lo que el paciente aporte las sesiones.
64
En cuanto a la neutralidad, la actitud del terapeuta requiere mayor actividad en la línea
de señalar al paciente las conexiones de lo que trae con el foco y en recordar de vez en
cuando el factor tiempo.
La actitud activa incluye no prolongar demasiado los silencios del paciente, introducir
elementos de la vida actual del paciente cuando sea pertinente y además todas las
intervenciones no interpretativas de la psicoterapia (esclarecimiento, señalización…).
65
algunas áreas mentales y relacionales del conflicto como prioritarias, y plantearlo como
hipótesis de trabajo que hay que ir verificando a lo largo del tratamiento. La secuencia
sería:
x plantearse cuáles son las zonas de conflicto relacional más perturbadoras y cuáles
son más asequibles al trabajo psicoterapéutico.
En cualquier caso, no hay que perder de vista que la propia técnica va a influir en la
focalización, sobre todo en lo que respecta al encuadre (cara a cara y limitación del
tiempo), al paciente (colaboración en la focalización del problema central y aceptación del
plan terapéutico) y, a la actitud del terapeuta (más activo, con atención selectiva y
descuido selectivo).
En lo concerniente al tiempo, para que una experiencia sea terapéutica debe producirse
un proceso, y ese proceso viene determinado por una relación entre paciente y terapeuta
lo suficientemente intensa y duradera como para que sea significativa (y por tanto, para
que pueda producir cambios). Para que la relación sea efectiva en estos términos debe
producirse con una frecuencia suficiente como para que sea una relación viva y que estos
encuentros se produzcan dentro de un cierto encuadre. Por tanto, el factor tiempo debe
cumplir un mínimo para que la ayuda terapéutica pueda llamarse psicoterapia: duración
suficiente y frecuencia determinada.
En cuanto a la frecuencia (semanal) hay más homogeneidad entre las diferentes escuelas
pero en cuanto a la duración hay mucha mayor divergencia (entre 6 y 50 sesiones) en
función de las líneas teóricas básicas y de los objetivos y planteamientos a lograr. La
66
delimitación temporal sería aparentemente contradictoria con los principios del
psicoanálisis (el intento de modificación de las estructuras básicas del paciente solo es
posible si está dispuesto a revisar su personalidad total y disponiendo para ello de todo
el tiempo necesario), pero la inclusión de este elemento en el encuadre de trabajo es lo
que va a dotar de esta especificidad a las intervenciones breves. En este sentido es
fundamental aclarar el tiempo del que se va disponer desde el principio. Esto hace que
siempre esté presente la terminación y las ansiedades de separación que moviliza.
67
1. Motivación del paciente para una ayuda de tipo psicológico, deseo de
comprender lo que Ie sucede y cierto reconocimiento del fundamento
psicológico de sus conflictos.
5. Capacidad del paciente para circunscribir los conflictos en una o varias áreas,
por sí mismo o con la ayuda del terapeuta.
68
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Poch Manual de técnicas de psicoterapia. Un enfoque psicoanalítico (pp. 471-491). Madrid: Siglo XXI.
69
Capítulo
Módulo de terapia basada
07 en la mentalización para
adolescentes
Sánchez Pérez, J.A
Contexto histórico
Hay un interés especial actual en el ámbito científico y social, desde hace unos años y
más aún en estos momentos de incertidumbre generados por la pandemia COVID-19,
por dar respuesta al TLP como patología emergente. Sabemos que, entre las personas
diagnosticadas desde la adolescencia hasta mediana edad de TLP; el 70% habrá
cometido algún intento de suicidio, el 50% lo repetirá incluso diversas veces a lo largo de
su vida y entre un 8% y un 10% lo consumará (Motero,G. 2019)
70
este trabajo.
Evidencia Científica
La NICE (2009) identifica un Ensayo clínico aleatorizado (ECA209) sobre la MBT con
nivel de evidencia de 1+. Las personas que siguieron la MBT recibieron menos
medicación psicotrópica que las del grupo control durante los 30-36 meses de
seguimiento.
Objetivos
Objetivos específicos
1. Concepto de mentalización
2. Teoría básica.
3. Modos no mentalizadores
4. Formulación
c. Técnicas de comunicación.
71
Concepto de Mentalización
Hace referencia a la capacidad de comprender las acciones, tanto de los demás como de
uno mismo, en términos de pensamientos, sentimientos, deseos e intenciones. Se trata
de una capacidad humana, que contribuye a nuestras interacciones cotidianas. La
pérdida de la mentalización es inherente al ser humano, no únicamente vinculada a la
patología mental.
Este espectro de capacidades mentalizadoras incluye saber o intuir cómo nuestra propia
conducta e identidad se organiza y adquiere coherencia. Nos permite saber cuáles son
las diferencias entre uno mismo y los otros.
Teoría básica
72
de esta debilidad se sustenta en la Teoría del Apego y los tipos de apego.
Ante situaciones de estrés, cuando el apego se pone en riesgo (discusiones con la familia,
amenaza de ser abandonado de la pareja, etc.), el alien self se externaliza mediante la
identificación proyectiva (Klein,1946). Estas partes del yo fragmentado se proyectan en
el otro por no ser toleradas. El otro, la persona con la que está vinculándose el paciente,
no lo vive internamente como algo ajeno. Esta experiencia puede, y suele, generar
reacciones de lucha o huida que retroalimentan el malestar del paciente. Como
consecuencia se trasladan los aspectos no mentalizados de una persona a la otra,
provocando no mentalización en la relación.
La capacidad de mentalización se desarrolla hasta los tres años. Hasta esa edad la figura
materna necesita “dar por supuesto lo que le pasa al niño en su mente para protegerlo”.
Este modo le permite al bebé se alimentado, abrazado y limpiado. El bebé y la madre “se
conectan sin duda”. La madre “sabe” o “adivina” el estado mental del bebé para darle una
respuesta. Los estudios informan de que los aciertos, con respecto a los errores, de la
73
figura materna están en una proporción 1 sobre 3.
En esta experiencia, la figura cuidadora, hace un juego con el discurso y usa un todo
especial cuando se dirige al bebé. Bromea y dramatiza diciendo “ahí mi niño que se ha
hecho pipí y está incómodo”. Este tono de comunicación le permite al bebé tener la
experiencia de que se le ponen palabras a lo que le pasa y que hay alguien que se pone
en su piel. Este otro que lo mentaliza no vive lo mismo que él, ni con la misma intensidad.
La madre suficientemente buena (Winnicott, 1945) puede hacer esta función de holding
(sostén) o de reverie (Bion, 1962) si ha tenido experiencias previas de ser mentalizada.
Se postula que los problemas en la mentalización son transgeneracionales.
Equivalencia psíquica
La persona “da por supuesto” que lo que tiene el otro en la mente es la realidad, sin
dudarlo. Los pensamientos se experimentan como si fuesen reales. Es un estado mental
atemorizador: añade dramatismo y riesgo a experiencias vitales.
Las palabras no encajan con los sentimientos. Hay una incongruencia afectiva (propia de
los rasgos caracteriales facticios, narcisistas, psicopáticos o alexitimico). Se representa
gráficamente como el elefante en la habitación. Todos lo vemos, hay un problema grave
y el relato no resuena, aburre, como si no pasara nada cuando es tan evidente.
Modo teleológico
Los estados mentales son reconocidos solo si sus resultados son físicamente
observables.
74
Formulación
x Circuitos viciosos que se producen en las relaciones con los otros y consigo
mismo a causa de la no mentalización.
x Verbalizar los riesgos que debe correr el paciente (efectos secundarios) por
confiar en el terapeuta, la posibilidad de que el terapeuta falle cuando intenta
mentalizar y la necesidad de que esto se hable para repararlo
75
Terapia Basada en la Mentalización en Adolescentes
76
Proyectos del módulo
Por otro lado, independientemente del diagnóstico, percibimos la utilidad del modelo en
encuadres no reglados. La práctica con ejemplos del manejo de las urgencias
psiquiátricas (tentativas suicidas), intervenciones con parejas y tratamientos con familias
ayudan a tener un marco de referencia útil para el alumno. Percibimos su utilidad, incluso,
para el manejo de situaciones de estrés en las relaciones con otros profesionales
(equipos de trabajo) de la institución sanitaria.
77
Bibliografía
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versus inflexible bajo estrés relacionado con el apego. Revisado de
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de la personalidad*. https://www.fundacioorienta.com/wp-content/uploads/2019/12/Monzon-S-34.pdf.
78
Capítulo Introducción a la
psicoterapia grupal
01 psicodinámica: de lo
intrasubjetivo a lo
intersubjetivo
Lorenzo López, L.; Vallejo Jiménez, F.
Introducción
Un punto de partida en este recorrido histórico, es la posición teórica que nosotros, desde
la Concepción Operativa de Grupo y desde la teoría psicoanalítica grupal, tenemos
acerca del “grupo”. Para nosotros no se trata de una técnica más sino de un proceso de
construcción de un campo nocional acerca de la grupalidad. Es decir, desde la
perspectiva de la psicoterapia psicoanalítica, el desarrollo y construcción de la grupalidad
parte de una teorización acerca del sujeto, de la subjetividad, y por tanto del aparato
psíquico. “La subjetividad emerge en la grupalidad y en un momento histórico
determinado lo que nos permite pensar la psicopatología y la clínica (Bauleo 2004)
80
Decíamos que hay muchas definiciones de grupo, tantas como autores y teóricos que
han investigado lo grupal. Pero a partir de la variabilidad hay coincidencias, encuentros y
aspectos comunes.
Los seres humanos tenemos necesidad de pertenencia, de estar con otros. Nuestra
identidad se configura con otros. Y como nos señala Bion (Gomez 2022) “la mente
humana necesita de otra para pensar, el pensamiento requiere de otro”. Reconocemos
que en la construcción de la subjetividad es importante el reconocimiento del otro, las
primeras experiencias vinculares en el grupo familiar, la relación madre-hijo,
contextualizada en un momento histórico y social. Todo ello contribuye a la constitución
de la intersubjetividad, que no es más que el encuentro con otro, pero ya desde el
desarrollo de las teorías de grupo, el otro es “grupal”. (Pichón Riviere 1975).
Como decíamos hay muchas definiciones de grupo, casi tantas como autores y escuelas.
Pero hay algunas características anteriores a la conceptualización del grupo y de su
metodología que son comunes en todas las descripciones: pluralidad de personas,
delimitación espacial y temporal, la comunicación entre los miembros, la experiencia en
común, la consecución de una meta u objetivo, la distribución de roles, la
interdependencia, el aquí y ahora, el cambio y las resistencias.
Aproximación histórica
Vamos a tratar de resumir y dar unas líneas generales de los inicios hasta la actualidad,
de los desarrollos y escuelas más significativas, que han experimentado, implementado
y teorizado acerca del grupo. Serán unas notas breves introductorias.
Los inicios de los desarrollos sobre los grupos tienen un carácter eminentemente
experiencial. Se observan los fenómenos que se producen cuando las personas están
reunidas, se describen estos fenómenos, y se va construyendo los modelos teóricos. A
su vez estos modelos son puestos en juego en la práctica clínica, y esta va dando datos
81
para ir construyendo los diferentes marcos y escuelas sobre lo grupal.
Las primeras experiencias grupales no se inspiran en el psicoanálisis: unas vienen del campo
de la medicina, del trabajo y prácticas asistenciales en hospitales; y otras del campo de la
sociología, de la psicología social y la filosofía.
Pero tendríamos que señalar que, desde principios del siglo XX y el periodo de entre guerras,
el desarrollo de técnicas grupales como instrumento de trabajo, tuvo un gran desarrollo. Y a
partir del psicoanálisis y de algunas corrientes psicoanalíticas, el trabajo grupal adquiere su
dimensión psicoterapéutica, considerándose a la psicoterapia de grupo por parte de algunos
psicoanalistas un método de trabajo clínico, con su campo específico de intervención. La
mirada desde lo clínico pasa del individuo a un sujeto relacionado, contextualizado y
sobredeterminado por lo social e histórico.
Las primeras experiencias grupales que relatan los estudiosos de la historia de los grupos
son las de Pratt (1905), a quien se le considera un pionero en utilizar el grupo como una
técnica. Era médico y trabajaba en una clínica de tuberculosos, y comenzó a tratar los
problemas emocionales de estos pacientes en grupo. Comenzó observándolos en la sala
de espera; a partir de ahí se fue dando cuenta que entre ellos, como nos describe Bauleo
(1982) “se establecían lazos emocionales que influían en el interés hacia el tratamiento”.
Comenzó a reunir a los pacientes en grupo y usar la información acerca de la enfermedad
como un método de trabajo. Los seguidores de Pratt continuaron esta línea de trabajo en
grupo, teniendo en cuenta los efectos emocionales sobre las enfermedades, sean
somáticas o psíquicas. Fueron observando que, de esta manera, es decir trabajando en
grupo, tenía un mayor efecto el aprendizaje acerca de la dolencia y la predisposición a
cuidarse. Lazell (1921) aplica este modelo con pacientes diagnosticados de
esquizofrenia; la tarea era usar la lectura y la información, para posteriormente los
pacientes dialogar sobre ella; él consideraba que la mayor o menor participación en estos
temas, era un indicador de un progreso terapéutico.
82
Dentro del paradigma psicoanalítico, antes de hablar de las aportaciones de Freud a esta
psicoterapia, vamos a nombrar y a describir algunas experiencias de grupo orientadas
psicoanalíticamente.
T. Burrow, (1927), desarrolla lo que llama el análisis grupal. Es uno de los primeros
psicoanalistas que apuntan a que las personas viven en una sociedad y no son elementos
aislados. Señala que en el Grupo se ponen de manifiesto conflictos sociales y
relacionales.
Hicieron falta muchos años y una guerra mundial para que se tuviera en cuenta este factor
tan importante: que las condiciones donde vivían los pacientes así como las relaciones
con los profesionales, estaban directamente relacionados con su evolución favorable o
crónica. Es interesante conocer esta parte de la historia de nuestro país donde ya en los
años 30 se trabajaba en esta dirección, precursora de las comunidades terapéuticas y del
movimiento de la antipsiquiatría. Todo esto y los inicios del psicoanálisis, fueron acallados
por la dictadura militar; tardamos muchos años en volver a rescatar alguno de estos
principios que nos aportó Mira y López. También nombraremos a Tosquelles, (2001)
psiquiatra republicano exiliado en Francia, que fue uno de los impulsores de la
psicoterapia institucional.
Siguiendo con estos autores que se enmarcan dentro del esquema referencial
psicoanalítico, uno de los primeros en trabajar en grupo fue Schilder (1945). Empezó a
utilizar el método de grupo como técnica psicoterapéutica. Su objeto de trabajo era los
individuos dentro del grupo; pero tenía una visión holística del mismo, trabajaba en el
hospital Bellevue de Nueva York. Slavson (1946) se le considera el padre de la
“psicoterapia de grupo”; aplicó el modelo psicoanalítico al grupo con niños. Estudió la
importancia de los aspectos sociales y de la socialización en la formación de la
83
personalidad, así como en los trastornos mentales. Organizaba grupos de niños, que
“constituían familias modelo”.
Creemos que hay un autor imprescindible para los estudiosos de los grupos y de la
psicoterapia grupal que es el psicólogo alemán Lewin (1988) quien define el término de
“dinámica de grupos”. Partiendo de la psicología social y muy alejado del psicoanálisis
como marco referencial, desarrolló el concepto de grupo así como un cuerpo teórico muy
importante que ha influido en diferentes escuelas de la psicoterapia de grupo (entre ellos,
Bion y Pichón Riviere). Podemos decir, al menos así es nuestra visión, que Lewin da un
giro importante en la comprensión del grupo como totalidad. Pichon Riviere y Bion, fueron
algunos de los estudiosos de los grupos, que dieron cuenta del potencial que aportaba
este psicólogo social a la comprensión de los fenómenos grupales. Otros autores y
corrientes actuales de la psicoterapia psicoanalítica también toman alguno de sus
presupuestos de partida.
El grupo sigue afirmando Lewin, es “un conjunto de personas interdependientes, “un todo
cuyas propiedades son diferentes a la suma de las partes. Los grupos no son objetos
fijos, sino que tienen una historia y un proyecto. Su gran aportación es la visión del grupo
como una totalidad como una Gestalt, como algo más que la suma de las partes. Señala
que una modificación en un elemento modifica la estructura grupal. Desde esta
descripción del grupo como una totalidad y con la idea de que el grupo es algo más que
la suma de los integrantes, es con lo que trabajaba; con ese más que son los efectos que
se producen en la dinámica grupal por la interrelación entre los miembros.
Así el grupo como totalidad, como estructura, empieza a tener una entidad propia y a ser
conceptualizado como un objeto de conocimiento propio.
84
Del psicoanálisis a la psicoterapia grupal psicoanalítica.
Comenzaremos por Freud y las aportaciones que este autor hace al desarrollo de la
psicoterapia psicoanalítica grupal; no tanto por lo grupal, campo al que fue ajeno, sino
por el hecho de que en su teoría acerca del sujeto, del inconsciente, de la psicopatología,
de la función del síntoma, de los procesos de identificación, de la teoría sobre el
narcisismo y la transferencia, aporta conceptos imprescindibles para la comprensión de
la grupalidad. Freud (1979) en su famoso texto de “Psicología de las masas y Análisis
del Yo”, afirma que no podemos pensar en una división entre la psicología individual y
social. Y refiere que “en la vida anímica individual aparece integrado siempre el otro como
modelo, objeto, auxiliar o adversario y, de este modo, la psicología individual es al mismo
tiempo y desde el principio psicología social, en un sentido amplio, pero plenamente
justificado".
Klein (1994), desarrolla la teoría de las relaciones objetales, que abrió un amplio campo
teórico, para el trabajo con niños, con psicóticos y con los grupos. Debemos a Melanie
Klein la conceptualización sobre las pociones esquizoparanoides y depresivas,
constitutivas del desarrollo del psiquismo.
Con la irrupción del psicoanálisis en el campo de la clínica, con la teoría del sujeto y los
procesos inconscientes, se produce un cambio de perspectiva y paradigma en la
psicoterapia grupal.
Uno de los autores que trabajan en esta última línea es Bion (1990) psicoanalista
kleiniano, militar, que atendía a los soldados que regresaban de la guerra con
experiencias traumáticas; con ellos empieza a trabajar en grupo. Este trabajo pionero
está recogido en su interesante libro “Experiencias en grupo”. Desarrolla un psicoanálisis
de los grupos; es de los primeros que en el campo psicoanalítico toma al grupo como una
totalidad. Es interesante su planteamiento de que el grupo pone de manifiesto las
85
características sociales y políticas de los sujetos. Señala que el grupo es algo más que
la suma de los integrantes, lo que le permite, a partir de ahí, construir la noción de
“mentalidad grupal”. Describe que en el grupo hay dos niveles de actividad, una racional
y otra más emotiva, a la que llamará “grupo de supuestos básicos”. Describe al “grupo de
trabajo” como un momento del proceso grupal en el que está más presente lo consciente
y lo creativo.
Solo nombraremos a algunos los autores de la escuela francesa como Anzieu (1886) y
Kaes (1977), cuyas aportaciones al campo grupal y al estudio de las instituciones han
sido y son muy importantes.
En general y siendo muy sintéticos y posiblemente reduccionistas, podemos decir que estos
autores colocan el foco en el grupo como un espacio de descubrimiento de las formaciones
del inconsciente. Señalan que, el encuadre psicoanalítico debe favorecer la emergencia, la
elaboración y la interpretación de las formaciones y procesos psíquicos que están imbricados
en la situación de grupo. Anzieu nos plantea que toda situación grupal, es vivida por los
integrantes como una realización imaginaria de deseos y al mismo tiempo una fuente de
angustia. Remitimos a la bibliografía sobre estos autores, que junto con Bejarano y Pontalís,
forman lo que hemos llamado la escuela francesa. (Guimón 2003)
86
Decíamos al inicio que diferentes disciplinas habían contribuido de una y otra manera al
desarrollo de la psicoterapia de grupo. Subrayamos la importancia que tuvo la filosofía
materialista en este campo. Sartre (1971) introduce la idea de que “el grupo no es; es un
devenir”. Analiza el grupo desde el pensamiento marxista y el existencialismo. Introduce el
pensamiento dialectico en el campo de lo grupal. Marx y el materialismo histórico contribuyen
a que el hombre no sea estudiado como un ente aislado, sino que las condiciones históricas,
económicas y de producción, sean tenidas en cuenta en la construcción de la subjetividad.
(Bleger 1958)
Bibliografía
Bauleo, A. Psicoanálisis y Grupalidad. Reflexiones2004 acerca de los nuevos objetos del psicoanálisis. Paidos
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87
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88
Capítulo
02 Psicoterapia de grupo
analítico-vincular
El vínculo en el grupo
89
es decir, de las figuras representativas del sujeto en su infancia, y de los patrones de
relación con las mismas. La estructura vincular de un sujeto será la traducción práctica
de los modos de relación intrapsíquica de su grupo interno y de los modos de relación
intersubjetiva con el mundo exterior. Tal estructura se pone de manifiesto en las
transferencias grupales con los otros pacientes y con el o los terapeutas. El grupo interno
de cada persona se proyecta en cada situación social. Así en la psicoterapia de grupo,
los distintos grupos internos, escenificados en el grupo terapéutico, interactúan y tal
interacción constituye la “Tarea Terapéutica” que puede definirse como: aquello que el
grupo actual desarrolla y modifica de los grupos internos a través de la relación
transpersonal. Van surgiendo distintos vínculos que, trabajados en la técnica grupal, irán
cambiando.
90
terapéutica en el espacio individual. En las distintas situaciones se van mostrando los
aspectos comunes y distintos de los miembros del grupo. Aspectos afectivos y de
contenido. En el modelo analítico-vincular se acentúan los afectivos, ya que permiten
mejor el análisis estructural de los vínculos que, organizados afectivamente, se
despliegan en la situación particular.
El grupo real moviliza la relación entre el sí mismo y el grupo interno. Está servido el
planteamiento sobre la propia identidad, la representación que de mí se hacen cada uno
de los otros, la que yo hago de los demás. Y desde ahí las experiencias de fusión,
separación, exclusión y en definitiva todos los conflictos que, en el desarrollo del sujeto,
van teniendo lugar (Sanfeliu, 1998). Las transacciones de los distintos grupos internos en
la situación grupal permiten analizar los vínculos que se ponen en juego. En mayor o
menor medida todos los miembros del grupo están implicados en cada situación. El
trabajo sobre los aspectos afectivos que aparecen entre los pacientes va haciendo posible
el reconocimiento de los antiguos vínculos actualizados en el grupo, y va dando mayor
plasticidad para vivir lo antiguo de otra manera propiciando así el cambio hacia vínculos
nuevos.
91
Situaciones grupales
92
Otro ejemplo de situación esquizoide sería una en la que distintos miembros del grupo
hablan, sucesivamente, de contenidos distintos, desconectados entre sí. Uno de los
terapeutas tiene la impresión de que está haciendo zapping en la televisión: el contenido
de cada canal no tiene nada que ver con el de los otros. El terapeuta cree que algunas
de las cosas que se dicen pueden ser muy útiles para el proceso grupal, pero la
fragmentación dificulta la elaboración. Sería el caso de una situación esquizoide
productiva. Los terapeutas podrían señalar esa impresión de zapping para que tomen
consciencia de la disgregación, superada la misma se puede “tirar” de los contenidos
interesantes para que el grupo siga trabajando pasando a una situación de elaboración.
Las situaciones esquizoides pueden ser propositivas, portadoras de emergentes que
rompan la repetición.
Cuando el grupo está elaborando, como dejamos el ejemplo anterior, pasa a una situación
depresiva que articula, contrasta, integra los distintos contenidos en un clima de
reconocimiento de emociones. Todos participan aportando o escuchando. Si el grupo no
termina por sí solo en el insight, en esta situación es suficientemente receptivo para ser
interpretado. Esta sería una situación depresiva al servicio del cambio. Pero también la
situación depresiva puede ser resistencial, por ejemplo: los integrantes del grupo
participan activamente en torno a una primera intervención de uno de ellos en la que ha
relatado prolijamente un conflicto de pareja. Muchos dan opiniones racionales y atinadas,
buenos consejos hacia la separación o la espera de la pareja, pero en un plano teórico
en el que no se implican afectivamente. Podría ser una charla de café, contenidos
racionalizados, descarnados. Esta es una situación depresiva resistencial en la que
predomina el mecanismo de la represión. Los terapeutas tienen que señalar lo que está
pasando, volver a la tarea. Si es posible, utilizar alguno de los contenidos que se han
dicho en tercera persona para invitar a que se pongan en primera persona. Si el grupo
insiste, quizá una consigna puede crear una situación más confusa que rompa la rigidez
anterior.
93
escuchando. El hombre, que había estado callado toda la sesión, habla de forma lenta y
parsimoniosa: “Yo he estado toda la vida trabajando muchas horas al día. Es verdad que
no he tenido tiempo de ocuparme demasiado de los hijos. Pero mi mujer nunca ha querido
trabajar, tenemos dos hijos enfermos del corazón siempre he pensado que
necesitaríamos dinero por lo que pudiera pasar. Mi mujer ha consentido a mi hijo”. Su
testimonio genera un revuelo en el grupo, hablan muchos a la vez con opiniones
contrapuestas. Algunas madres atacan al padre que ha hablado, otras se ponen de su
parte. Se cuentan nuevos contenidos complementarios a los que ocuparon la primera
parte de la sesión. El clima es de productividad y de emociones a flor de piel, unas de
rabia otras de apoyo. Un terapeuta se dirige, en tono de humor, al padre que intervino:
“Fíjate la que has liado cuando te has decidido a hablar”. Esta situación generada a partir
de la intervención de este padre es una situación confusa terapéutica, que da pie a
elaboraciones posteriores y rompe la repetición en la que estaba el grupo.
Técnicas de intervención
Los pacientes van hablando sin tema preestablecido en principio. Sobre el material
aportado los terapeutas van haciendo intervenciones que pueden ser individuales o
grupales. Al estar todos incluidos en la dinámica grupal, cada intervención afecta a todos.
Seguiremos en este epígrafe a Isabel Sanfeliu (1993). Las que siguen son tipos de
intervenciones verbales.
94
trabaje en esa línea que se señala para ir elaborando y, en el mejor de los casos,
llegar a la propia interpretación. Es la técnica más usada, sobre todo al principio de
las sesiones.
Jaime: Estamos hablando de Antonio que vino un día dando muy fuerte y dejó
de venir.
Lucía: En el grupo hay más mujeres que hombres y cuando pasan duran poco.
Silvia: Se habrá asustado, cuando vienes al grupo la primera vez y luego llegas
a casa te dan ganas de no volver más.
Jaime: Menos mal que estáis vosotros, así estamos más nivelados.
Jaime: Estamos de acuerdo en que ellos bien poco nos orientan, no nos
marcan directrices, bien poco nos ayudan, podíamos quedar nosotros solos.
95
Todas las intervenciones de los terapeutas han sido hasta aquí señalamientos, unos en
forma de pregunta, o de marcar algunas ideas de entre las que se han dicho. La sesión
sigue con más intervenciones en la línea de las anteriores: contenidos transferenciales
sobre el buen papel de los terapeutas para reparar el ataque previo, y sobre la intención
de ir más allá de la catarsis.
Lucía: Si, eso pasa, en el grupo hay gente que te motiva más que otra.
Esto es una consigna. Se corta el discurso espontáneo a través de una respuesta que
hay que elaborar. En este caso se quería conseguir la participación de todos (hay dos
personas muy calladas) y explicitar los vínculos de los pacientes en el grupo. Con la ronda
se consigue el objetivo pero en una tónica de cuidado para no dañar. Después se vuelve
sobre los terapeutas si cortan o no, predomina lo positivo: si cortábamos antes, ya no
tanto.
Lucía: Si, porque se supone que vosotros sois los que sabéis y los que nos
tienen que decir para curarnos. Pero veo que nos dais el protagonismo a
nosotros y no nos dais pautas.
Terapeuta: Nos vivís como padres buenos pero os fastidia que no os demos
más, nos criticáis por eso pero no demasiado, quizá os da miedo que nos
enfademos.
Los aspectos técnicos no verbales tienen que ver con el manejo del:
96
con asociaciones convergentes, si el mismo contenido surge tras materiales
previos que se van trabajando se pude actuar más directamente sobre él, si
surge al final de la sesión es expresión de una resistencia y sólo da tiempo a
señalarla.
Contratransferencia, coterapia
97
Un equipo terapéutico bien diseñado diversifica los inevitables puntos ciegos de los
terapeutas, lo que minimiza el riesgo de que todos entren en disonancia o resonancia. El
concepto de intertransferencia hace alusión a la transferencia entre los terapeutas de un
grupo. Decía Nicolás Caparrós que un buen coterapeuta es aquel con el que me lo paso
bien. Seguramente hacía alusión a complicidad, sintonía y sinceridad. El otro me apoya,
me observa, me complementa, me juzga; incluso puede contradecir una intervención mía
en el trascurso de una sesión, y, si se da esta sintonía, puede ser muy terapéutico para
el grupo que lo va a aceptar como que son posibles opiniones distintas sin que pase nada
malo. Un equipo terapéutico es incapaz de llegar más allá de las fronteras de
comprensión que marcan su intertransferencia (Caparrós, 1993 c).
Terminada la sesión es necesario un espacio de diálogo entre los terapeutas para analizar
y comentar. El objeto de esta elaboración no sólo son los pacientes, debe incluir a los
terapeutas y sus peripecias contratransferenciales e intertransferenciales. Una escena
postgrupal entre dos coterapeutas varones: “Me irrita Marisol, es tan histriónica”, dice uno
de ellos. El otro responde: “A mí, en cambio, me causa ternura; quien se me atraganta es
Roberto con su narcisismo”. “Yo lo entiendo bien, es un esquizoide sincero”, dice el
primero y, ya en tono de broma, añade: “Lo que pasa es que a ti te seducen las mujeres
y rivalizas con los hombres”. El otro sigue con el mismo tono: “A mí me gustan las mujeres,
no como a ti que te dan miedo”. Más allá de la veracidad de estas “interpretaciones”, está
muy bien que los coterapeutas sientan la libertad de bromear con sus
contratransferencias y, por tanto, con sus vínculos.
98
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99
Capítulo
03 Una aproximación al
grupoanálisis
Montes Gámez, M.
INTRODUCCION
Los profesionales de salud mental del sistema de salud público asistimos en la actualidad
a un momento delicado, en el que la demanda asistencial creciente, unido a la
diversidad y complejidad de la misma, los reducidos tiempos de atención
disponibles, la infradotación de profesionales y los objetivos de los gestores,
“promueven un modelo asistencial “evacuatorio” (Pérez Sánchez, 1996) que no
permite pensar las intervenciones asistenciales más idóneas, dándose respuestas
inmediatas (receta/diagnóstico médico) en un intento de aliviar la ansiedad momentánea,
tanto del paciente como del terapeuta, pero que no son más que un modo de
contener/retener sintomatología, quedando la persona a la espera de poder ser mirada,
atendida, entendida, acompañada y validada en su sufrimiento.
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“La psicoterapia a desarrollar tiene que ser, no la que ideológicamente
deseemos sino aquella que se adapte mejor a la realidad asistencial concreta,
y en esta adaptabilidad, a mi modo de ver son los modelos grupales los que
presentan un mayor número de ventajas (Ayerra, 1994”).
La mente, organizada para defenderse del daño que le puedan producir, mantiene estos
funcionamientos aprendidos de forma rígida, provocándose un freno de nuevas
capacidades necesarias para el progreso del sí mismo.
101
“hay personas que para enfrentar el mundo han sentido inconscientemente la
necesidad de organizar una fachada, en principio, protectora, (falso self) con
la idea de ocultar su verdadero self que ha sido traumatizado y nunca más
quiere ser herido”.
(Winnicot,D. 1965).
“imaginad una ciudad antigua rodeada de una gran muralla para protegerse de
las grandes crecidas de un río cercano. Siglos después, y aun habiéndose
secado el río hace ya tiempo… la ciudad sigue invirtiendo considerables
esfuerzos y recursos en conservar la muralla” (Un año con Shopenhauer,
Yalom, 2005).
x Una amplia red de relaciones, metáfora que recrea el contexto familiar, donde
múltiples transferencias (entre los miembros hacia el terapeuta, hacia el grupo
como un todo) se expanden y se pueden visualizar en un entorno “seguro”.
x Que cada uno de los miembros se haga cargo de sus gustos, aversiones,
similitudes, timidez, diferencias, envidias, agresividad, atracción, competitividad,
ampliando el conocimiento de sí mismo, conociendo mejor su propia historia y
ganando autonomía para pensary actuar pudiendo tomar decisiones más libres:
el grupo como espacio de desarrollo y entrenamiento de la persona en acción y
relación con los demás miembros.
x “Los grupos internos familiares (vivencias propias y ajenas que nutrenal sujeto
a lo largo de todo su crecimiento emocional) de cada uno de los participantes,
se deslizan claramente en el contexto grupal, interactuando cada miembro con
los demás igual que lo hacen fuera, creando el mismo tipo de mundo que habitan
en el exterior y reproduciendo la incómoda e insatisfactoria (pero conocida)
situación ya vivida en su familia, en un intento de lograr una falsa
tranquilización” (Ayerra, 1996).
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x Toma de conciencia, a través de la tendencia inconsciente a repetir
comportamientos patológicos, de los factores a los que cada sujeto ha estado
expuesto en su historia personal, desarmando tramas patógenas.
x Distanciamiento del ideal de curación con el que vienen, y del pesimismo con
el que muchos de ellos llegan por haber fracasado en ese ideal: Reconocer las
limitaciones como ajustes a la realidad y no como deficiencias.
103
x El diálogo entre los miembros,“discusión libre flotante” (Foulkes, 1948)
favorece que se alcancen niveles profundos de comunicación, en los que los
patrones neuróticos y pseudoautistas son sustituidos por un sentimiento
de comunidad y un compartir, surgiendo diálogos válidos y creativos en el
presente, una vez se han superado las viejas formas de relación y emergiendo
la matriz de una nueva familia.
Psicoterapia grupoanalitica:
Perspectiva psicológica propuesta por Foulkes (1948) que sienta susbases sobre las
siguientes premisas: 1. Considera al individuo como parte inseparable de la matriz grupal
que lo ha constituido (la familia). 2. Propone arrancar a cada uno de los participantes de
su red primaria, mezclándolo con otros, y formando así un campo de interacción (una
nueva matriz) en el que cada miembro empieza de nuevo, generándose una nueva red
de relaciones en el aquí y ahora. 3. Considera al grupo como espacio en el que se
instalarán las fuerzas pato y normogénicas de todos sus integrantes, conductor
incluido. 4. Facilita el reconocimiento de la matriz de interelaciones de
interdependencia vinculante de cada uno de ellos y con todo el grupo. 5. Busca la
comprensión (a nivel Consciente e Inconsciente) del individuo, realizada por y desde
el Grupo en el que está inserto, y en el que se incluye el conductor como un miembro
más. Uno de los aspectos principales es el desaprendizaje de lo aprendido, las
desidentificaciones. 6. El material de trabajo: 6a) Los procesos transferenciales
(actualización en el aquí y ahora del grupo, de formas de relación pasadas con figuras de
apego, que intoxican la relación actual, haciéndose difícil separar la experiencia real de
la que se superpone), 6b) La asociación libre (en el discurso espontáneo de los
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miembros, sin guión y sin censura, van a aparecer las pistas que hablan de los nudos
problemáticos de la vida psíquica), 6c) Fantasías y sueños individuales y grupal 7.
Frente al abordaje psicoanalítico en el que los aspectos relevantes tienen lugar en el
interior del sujeto, en lo Grupoanalitico, el sujeto forma una unidad compatible con la
realidad de las interdependencias que establece con los demás.
105
El conductor en grupoanálisis
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La función verbalizante: A lo largo del proceso, el conductor va interviniendo,
favoreciendo la comprensión de lo que ocurre más allá de lo manifiesto:
x Dice Foulkes (1964): “nuestro trabajo con los pacientes, debe consistir en lo que
hemos llamado Traducción”: vinculando lo que se dice de forma manifiesta, con lo
que se expresa en lo latente, relacionando pasado y presente, transferido y real,
interno y externo, sintomatología y relación.
x Tratará de articular todo lo que vaya emergiendo en el aquí y ahora del grupo, con
aspectos de la vida infantil (allá y entonces).
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desarrolle el nivel de confianza necesario para establecer nuevas relaciones
nutritivas.
“la experiencia cultural está localizada en el espacio potencial entre un niño y una
madre, cuando la experiencia le ha permitido al niño confiar profundamente en la
madre y en que ella no dejará de estar a su lado cuando de pronto, la necesite”
(Winnicot, 1979).
En las fases iniciales del Grupo, este trabajo recae por entero sobre el conductor, pero
en la medida en que la matriz de relaciones así lo vaya aceptando, se debe ir desplazando
con el tiempo al resto de los componentes, fomentando que haya cada vez más
intervenciones realizadas entre ellos, que van a ser mejor escuchadas y entendidas y que
van a tener un mayor poder de penetración que si provienen del conductor.
Así, bajo una conducción adecuada, los miembros de los grupos van confiando cada vez
más en los demás, en el terapeuta, en el grupo y en ellos mismos, funcionando todos
como coterapeutas y ejerciendo entre ellos funciones de asistencia al “yo” en
desarrollo, rescatándose de las identificaciones patógenas alienantes, y estimulando la
puesta en marcha de nuevos recursos yoicos propios; Este nuevo modo de relación
desbloquea potencialidades de la persona hasta ahora ocultas, desarrollando una
identidad más consistente, un sí mismo más verdadero, que lo acompañe en el resto
de los grupos a los que pertenece.
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verdades absolutas, que impiden el aprendizaje y crecimiento del entendimiento,
encerrándonos (a nosotros y a nuestros pacientes) en la rigidez de lo ya conocido y
empobreciendo la visión de las personas.
Bibliografía
Ayerra, J.M. (1996). Del individuo al Grupo, Boletin. Asociación de Psicoterapia Analitica grupal 5, 3-10.
Ayerra J.M. (2006). De la socialización del individuo a la humanización de lo social, Revista de Psicoterapia
analítica grupal 1,27-53.
Foulkes, S.H. (2005). Introducción a la psicoterapia grupoanalítica 1948, Barcelona, Cegaop press.
Foulkes Sh y Anthony, E.J. (2007). Psicoterapia de grupo. EL enfoque psicoanalítico, Barcelona, Cegaop press.
Garcia Badaracco, J.E. (1990). Comunidad terapéutica de estructura multifamiliar, Madrid, Tecnipublicaciones.
Garcia Badaracco, J.E. (2000). Psicoanálisis multifamiliar. Los otros en nosotros y el descubrimiento del si mismo,
Buenos Aires, Paidós.
Sunyer, J.M (2008). Psicoterapia de grupo grupoanalitica. La co construcción de un conductor de grupos, Madrid,
Biblioteca Nueva.
109
Capítulo Introducción acerca de la
concepción operativa de
04 grupo (COG).
Psicoterapia de grupo
operativo
Lorenzo López, L; Vallejo Jiménez, F.
Introducción
Cuando nosotros trabajamos con un grupo psicoterapéutico, por ejemplo con personas
110
que padecen una psicosis, sabemos que será en ese grupo, que serán sus integrantes,
a través de la producción del texto grupal y a través de la tarea que los convocó, quienes
nos enseñarán de que trata “la psicosis”. Será en este campo concreto que es el grupo,
donde se desplegarán sus ideas, su ideología, sus experiencia, su lugar familiar, su
mundo interno…A partir de ahí vamos a poder acercarnos a un conocimiento concreto,
no general, de lo que le sucede al sujeto cuando se encuentra atrapado en este papel
de enfermo del grupo familiar; pero también, a través de ellos sabremos leer como lo
social se articula en el grupo con la dimensión histórico-personal. (Lorenzo 2018)
Para construir este esquema referencial, es necesaria una formación, una elaboración de
esa información-aprendizaje a través de la experiencia grupal. Es decir, el aprendizaje de
una teoría se produce en la subjetividad del profesional, en un cambio de marcos de
referencia, en un dejarse interrogar, y también en cuestionar la práctica clínica. Decía A.
Bauleo ( 2005) que la contratransferencia era un elemento fundamental en el aprendizaje.
La escucha como psicoterapeutas grupales, es a través de la contratransferencia, por lo
que en el aprendizaje debe estar incluido el espacio de la supervisión, que conlleva un
pensar con otros.
Una de las enseñanzas fundamentales que nos trasmitió A.Bauleo, uno de los discípulos
de Pichón Rivière. y uno de nuestros maestros, es que el desarrollo de una teoría no
puede quedar encerrada en verdades y en conceptualizaciones vueltas sobre si mismas,
sino que siempre tendrá que estar presente en nuestro quehacer psicoterapéutico. De
forma que, en la dialéctica entre teoría y práctica, ambas tendrán que ser transformadas
en el proceso de construcción de un conocimiento útil, instrumental y operativo, que
modifique la realidad. Es desde esta perspectiva desde donde entendemos la clínica y la
organización de dispositivos grupales en los servicios de salud mental. Esta es una de
las premisas iniciales de las que partimos para entrar en el desarrollo del modelo de la
COG y la clínica grupal.
111
profesionales y los usuarios, y la consideración de la salud y la enfermedad como
procesos y momentos en la vida de los sujetos. Modificaciones que incluyen a su vez el
análisis de la demanda y la intervención desde el ámbito individual, familiar, grupal,
institucional y comunitario, y la implementación de respuestas psicoterapéuticas grupales.
(Brassi, Bauleo, 1990)
Es desde este marco apuntado brevemente en esta introducción, desde donde nos
situamos como psicoterapeutas grupales, para pensar acerca de nuestro campo de
trabajo: la clínica grupal ,la formación y las intervenciones institucionales.
Se dio una confluencia de momentos históricos distintos. A. Bauleo, nos traía preguntas,
cuestionamientos, nos presentaba un pensamiento abierto, estimulaba nuestra curiosidad
por la filosofía, la antropología, la grupalidad, el análisis institucional, la antipsiquiatría y
sobre todo, la interrogación como método (Lorenzo 2008) Con él entre otros, nos
formamos en psicoanálisis, en la teoría de grupo operativo y la psicología social
Pichoniana.
Hoy podemos decir que para nosotros, como lo fue para Pichón Rivière, la transmisión
de la COG no solo es una modalidad dentro del campo de la psicoterapia dinámica grupal
112
operativa, sino un modelo teórico más amplio; más bien podríamos decir que este modelo
de la grupalidad se basa en los principios acerca de la constitución del sujeto, de la
subjetividad. Es una teoría acerca del psiquismo. Un modelo que nos permite pensar en
los proceso de salud y enfermedad insertos en un contexto social e histórico
determinado, y entender al sujeto como un sujeto producido.
Pichón Riviere, fundador de la psicología social analítica y del grupo operativo, era
médico, psiquiatra, psicoanalista, cofundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina,
y fundador de la primera Escuela de psicología social en Buenos Aires(Escuela que
continua en la actualidad).Para conocer su biografía remitimos a las publicaciones que
hay sobre su pensamiento y legado, (Fabris, 2007).
La Psicología de los ámbitos, es una de las concreciones más claras y posiblemente más
útiles que redimensiona la concepción operativa de grupo. La teoría de los ámbitos, están
intrínsecamente ligada a la experiencia clínica. Y serán los desarrollos acerca de la clínica
grupal e institucional que realizara Bauleo y M. Brassi, (1990) y lo seguirán ampliando y
desarrollando. Cuando Bleger (1999) habla de los pasos de la psicología hacia el terreno
de lo concreto plantea que en el “hombre abstracto de la psicología tradicional “, sus
cualidades o manifestaciones, dependen de su naturaleza, de su organización interna,
113
abstraídas del ser humano”. Análisis que contrapone a la percepción del ser humano en
el terreno de lo concreto; “ el ser humano es entendido como totalidad en las situaciones
concretas y en sus vínculos interpersonales (presentes y pasados),(Bleger1999).Los
ámbitos forman parte de esa búsqueda metodológica.
Con la noción de campo nos permite el análisis de la conducta de los sujetos como un
emergente que se produce en un campo de interacción; emergente que puede recaer
sobre el sujeto u otros elementos que lo integran. Y donde la relación sujeto medio a partir
de ahí no puede entenderse como una simple relación de causa-efecto, entre dos objetos
distintos separados, sino que ambos son partes integrantes de una sola estructura total.
De esta forma podemos entender la conducta como una modificación del campo de
interacción, y no como una mera exteriorización de cualidades internas del sujeto; ni como
un simple reflejo o respuesta lineal a estímulos externos, (Vallejo 2013)
La teoría del vínculo P.Riviere (1985) señala que la construcción psíquica es producto
de lo vincular. Con esta noción se hace una reelectura de la relación de objeto Kleiniana,
y se define el vinculo” como una relación particular con un objeto, en la que resulta una
conducta más o menos fija con ese objeto, la cual forma un pattern, una pauta de
conducta que tiende a repetirse automáticamente, tanto en la relación interna como en la
externa con el objeto.” Un vínculo es una relación particular de objeto. Las relaciones de
objeto son estructuras en las cuales están incluidos un sujeto y un objeto, estableciendo
una relación particular entre ellos. Toda conducta es siempre un vínculo con otro, una
relación interpersonal. Todas las personas tendremos distintas modalidades vinculares,
dependiendo del momento, del contexto y del aprendizaje.
114
Pichón Riviere (1974) en su artículo los “Grupos familiares un enfoque operativo”, nos
dice que “la internalización del otro no se hace como otro abstracto y aislado”, sino que
incluye los objetos inanimados que alimenta la construcción del esquema corporal” La
Madre, como objeto vinculado al niño, forma parte a su vez de un grupo familiar al que
pertenece atravesada por su realidad social. Este pasaje entre el mundo interno y el
mundo externo se entiende aún mejor cuando en el “Proceso Grupal” (1974) nos dice
que” el abordaje del grupo se hace a través de la representación interna que el enfermo
tienen de cada uno de sus familiares, es decir, lo que se denomina grupo interno.”
El grupo interno es una configuración que queda en nuestro psiquismo, de los vínculos
realizados con otros. Es decir, una especie de inscripción, rastros, signos, experiencias
pasadas que constituyen las primeras apoyaturas del sujeto y las primeras estructuras
identificatorias que darán comienzo a la realidad psíquica del niño-a. Por tanto la
construcción psíquica surge como producto de una trama vincular y su estructura puede
ser pensada como grupal.
En un grupo cada sujeto, interactúa desde sus grupos internos, es decir, con su escena
intrapsíquica. Como tal miembro, es un posible protagonista latente de identificación
colectiva. En la experiencia grupal podemos decir que la fantasía inconsciente grupal,
será el común denominador, de las fantasías inconscientes de los integrantes del grupo,
movilizadas en el proceso alrededor de las tareas que se haya propuesto el grupo. Y que
emergerán a través de un signo, una señal que nos habla del latente grupal y que puede
ser expresado por el portavoz. Este asume ese rol en ese momento concreto de
portavocear un acontecer grupal que lo trasciende. Pero que asume desde su
verticalidad, su historia de vínculos, asumiéndolo él y no otro, en ese momento y en esa
situación singular.
115
que algo falla, que como nos dice Bauleo (1982), la tarea ha quedado obstaculizada,
bloqueada y que esta enfermedad afecta a toda la estructura, ya que es ahí donde se
genera. Nuestra pregunta acerca de la portavoz seria interrogarnos que está pasando,
que pasó en este grupo que se quebró; de qué no pudieron hacerse cargo, cuál es su
historia. “La enfermedad”, por tanto, es una cualidad nueva que emerge en el grupo
familiar. Lo que nos remite, nos indica y empuja a una investigación acerca de lo latente
grupal, es decir de aquellos conflictos que quedaron sin resolverse.
El origen del grupo operativo es una cuestión significativa y nos da algunos elementos
para conocer lo especifico de este modelo grupal y de esta técnica, que nace a partir de
una tarea concreta en el Hospital de las Mercedes en 1945 )Argentina).
La técnica de grupo operativo se centra en los aspectos manifiestos y latentes que forman
parte del proceso grupal. La dialéctica pichoniana consistirá en ir de lo explícito a lo
implícito que a su vez volverá a ser implícito. Un ir y venir en el que cada movimiento es
116
un salto cualitativo; es central por tanto la idea de proceso. El integrante al enfrentarse a
una nueva situación pondrá en marcha sus defensas como mecanismo propio de todo
proceso terapéutico y de aprendizaje; los obstáculos epistemofilicos se hacen presentes,
así como las resistencias ante la nueva situación que es vivida como peligrosa, ya que
implica un cambio. Todo proceso terapéutico y de aprendizaje lleva en si una resistencia
al cambio, pero también un deseo de algo nuevo. La tarea del grupo operativo es
promover un cambio en un sentido grupal y operativo; ir realizando un pasaje de una
situación a otra.
117
Bibliografía
Fabris, F, Pichón Riviere un viajero de mil mundos. Edit. Polemos. Buenos Aires 2007
Gomez, ¿Cuál es el lugar de la psicoterapia y de la psicoterapia de grupo en los servicios de salud mental. Rev.
Area3. N.29. 2019
Lorenzo, L La psicoterapia de grupo y la psicosis: un lugar para el sujeto. Edit. AEN. Madrid2018
Pichon R, Del psicoanálisis a la psicología social. Nueva Visión. Buenos Aires 1974
Vallejo, F. Teoría de los ámbitos, Revista Huellas N.·, APOP. Madrid 2013
118
Capítulo
Encuadre y tarea en la
05 concepción operativa de
grupo
Romero González, S., Suárez Soto, J. I.
El grupo comienza con una demanda más o menos elaborada: aligerar listas de espera,
terapia, formación,… Esa demanda pone en marcha la tarea. Seguidamente se definen
las condiciones de posibilidad (encuadre) y se acuerda el día de inicio. Este encuadre
inicial posibilita, a través del grupo, concretar una primera respuesta institucional a la
demanda de atención.
Encuadre
119
necesidad primitiva, y sólo se hacen visibles cuando faltan.
La pandemia por covid-19 lo hizo manifiesto. Provocó una ruptura de los encuadres en
todos los ámbitos y generó un esfuerzo para crear nuevos encuadres que contuvieran la
angustia, el estupor, la confusión y la paranoia social. Muchas adolescentes desarrollaron
un trastorno alimentario durante el confinamiento (en un esfuerzo de controlar lo
incontrolable, se enfocaban en el cuerpo), aumentaron los trastornos por consumo de
alcohol (“biberones de cerveza”), los trastornos de conducta, las autolesiones y los
intentos de suicidio. A su manera, muchas personas han tratado de elaborar a través del
cuerpo todas esas partes más primitivas que estaban depositadas en las instituciones
(académicas, sanitarias, organizaciones laborales,…). Otros lo han hecho desde teorías
conspiranoicas, negacionistas,…
Dentro de un grupo encontraremos dos tipos de encuadre. Por una parte, el encuadre
teórico del terapeuta o coordinador, que es su Esquema Conceptual Referencial
Operativo. El ECRO es un sistema de conceptos, un conjunto de elementos teóricos y
técnicos que permite al coordinador de un grupo abarcar un sector de lo real y operar
sobre él. Pero a su vez, cada participante trae su propio encuadre, su marco de
referencia, que tiene que ver con como está organizado su mundo interno (una idea
propia de la tarea, de lo que es un grupo, una creencia de cómo se trabaja en grupo).
120
como marco de contención inicial. La interacción entre los miembros, bajo las reglas
constantes de este encuadre, implica procesos de comunicación y facilita, y vehiculiza el
aprendizaje promoviendo cambios internos entre los miembros del grupo que generan
transformaciones en ellos y en el entorno.
Sirve para delimitar el adentro y el afuera, y el aquí y ahora del grupo. Distingue la relación
psicoterapéutica de la relación interpersonal subjetiva que se da entre personas “de la
calle”. Favorece la regresión útil, proporciona el continente necesario para salir de ella y
constituye un punto de referencia anclado en la realidad que permite el reencuentro con
dicha realidad.
Grinberg, siguiendo a Bleger, señala que el encuadre favorece una auténtica alianza
terapéutica, que se establece con los sectores más maduros o adultos de la personalidad
del paciente.
121
en el “aquí y ahora” de la relación. El grupo moviliza tanto en los pacientes como en el
terapeuta intensos mecanismos de defensa y ansiedades arcaicas, que el mantenimiento
del encuadre contiene. Asimismo, representa un soporte para el terapeuta en su función
“continente”. La laxitud o ruptura del mismo pueden conducir a momentos de disgregación
psicótica. Pero una rigidificación excesiva, al dejar de ser un medio para convertirse en
un fin, da lugar al yo fáctico.
Otro efecto del mantenimiento del encuadre lo observamos en cómo los integrantes del
grupo van apropiándose del espacio grupal y haciéndose cargo del encuadre. La
apropiación del espacio deviene en un elemento de contención y cura.
Durante el proceso grupal los pacientes van a enfrentarse a una tarea, a una relación, a
trabajar con otros, a cambios del esquema de referencia. Esto acrecienta las ansiedades
paranoides, la aparición de mecanismos de defensa primitivos propios de la posición
esquizoparanoide y la emergencia de las partes psicóticas de la personalidad de los
participantes. Como parte del proceso grupal aparecerán momentos resistenciales ante
el cambio en los que atacar al encuadre es una manifestación defensiva y transferencial,
como en todo proceso de crecimiento humano. En estos momentos las emociones están
en primer plano, y las palabras tienen menos presencia o son trasformadas en actos: la
conducta es el lenguaje. El mantenimiento del encuadre, posibilita que el terapeuta pueda
escuchar, entender e interpretar los actings.
Siguiendo a Bion, el fenómeno grupal comprende dos partes que equivaldrían a lo que
en el individuo llamamos parte psicótica y parte no psicótica de la personalidad (neurótica
o normal). La parte no psicótica de la personalidad viene representada por “el grupo de
trabajo”, mientras que la parte psicótica está representada por el funcionamiento en
122
“supuesto básico” (de dependencia, de lucha y fuga y de apareamiento).
Bleger distingue tanto en el individuo como en el grupo entre la identidad por integración
(dada por el trabajo en común, la tendencia a la integración e interacción de las personas)
y la identidad grupal sincrética (no discriminada, difícil de detectar, donde no existen los
límites y predomina la comunicación preverbal, subclínica). Entre ambos estratos se
instala un fuerte clivaje (escisión), que impide que entren en relación unos con otros. A
través de la inmovilización de los elementos no discriminados se permite la movilización,
la dinámica y el trabajo terapéutico sobre los aspectos más integrados de la personalidad
y el grupo.
Durante las primeras sesiones de un grupo el silencio aparece como algo muy tenso y
angustiante. Algunas personas lo rompen hablando, no con la intención o el interés real
en conocer al otro, sino “para llenar el silencio”, en un intento de diferenciación para no
sentirse “tragados por la grupalidad”. A nivel cotidiano, encontramos la sociabilidad
sincrética en las conversaciones sobre el tiempo en los trayectos en ascensor, en las
salas de espera…
Concepto de tarea
123
permitiendo una diferenciación con respecto a otros modelos de comprensión grupal. Se
trata de un eje vertebrador del funcionamiento grupal siendo de tal relevancia que Pichón
afirmaba “no hay grupo sin tarea”. En este sentido diverge de los “grupos centrados en el
individuo” que ponen el foco de atención en el sujeto que toma la palabra y no en el grupo
en un sentido global así como de los “grupos centrados en el grupo” que enfocan su
intervención en el grupo en su totalidad. Por su parte, la técnica de grupo operativo se
define como “grupos centrados en la tarea” dado que dirigen su atención a la relación que
mantiene un grupo y sus miembros con una tarea determinada. La singularidad de la
técnica de grupo operativo queda reflejada en las palabras de Bauleo “la tarea es el
elemento nuclear, es decir que sólo por la tarea, a través de la tarea y con la tarea, el
grupo es grupo”
Bauleo define la tarea como “el factor por el cual el grupo se ha reunido para apropiarse
de él y luego accionar con él”.
Tarea explícita
La tarea explícita hace alusión al motivo que convocó al grupo. Dicha tarea explícita
puede ser diversa dentro del campo de la clínica y los grupos psicoterapéuticos así como
en otros posibles ámbitos de aplicación de la técnica de grupo operativo como el
aprendizaje/formación, análisis institucional, teatro, creación publicitaria,…
La explicitación de la tarea que se propone a los miembros del grupo permite la activación
de su funcionamiento, el cual se dirigirá hacia el objetivo de lograr su realización y le dará
el sentido del “para qué” se reúnen. Si bien la tarea es definida por la coordinación será
construida a través del accionar e interacción de los miembros durante el proceso grupal.
Cada integrante del grupo se incorpora con sus propias expectativas, fantasías y
esquemas de referencia que se pondrán en juego durante el transcurso de la terapia.
124
Tarea implícita
La tarea es presentada de forma explícita al grupo pero a su vez subyace una tarea
implícita o latente que debe ser abordada durante el proceso grupal. Ambas forman parte
de una totalidad, si bien cada una en su presentación manifiesta o latente. La tarea
implícita no se conoce de antemano y consiste en el análisis y resolución de aquellas
dificultades que mantienen al grupo en una fase improductiva denominada, pretarea.
Estas dificultades constituyen obstáculos frente al avance y cambio que se evidencian a
través de la presencia de pautas estereotipadas que deben ser superadas a través de la
interacción entre los miembros del grupo. Pichón apuesta por la técnica dialéctica para la
superación de estos obstáculos quebrando dichas pautas estereotipadas y venciendo las
ansiedades paranoides (miedo al ataque de la nueva situación) y depresivas (miedo a
perder la estructura existente). La elaboración de dichas ansiedades, consideradas
básicas, permite al grupo acceder al “momento de tarea” y por tanto aproximarse al logro
de los objetivos que se convocaron al inicio del encuadre grupal.
Pretarea
Existen tres momentos clave (pretarea – tarea – proyecto) que se dan a lo largo del
proceso grupal y que se producen cuando un individuo o grupo afronta una situación de
progreso, aprendizaje o cambio. De forma más especifica podrían dividirse las
secuencias en pretarea – tarea implícita – tarea explícita – proyecto. Estos momentos no
se dan únicamente de forma unidireccional ni tienen una clara diferenciación abrupta
entre unos y otros sino que se van alternando temporalmente de forma gradual y continua
a lo largo del proceso grupal en función de la resolución de las ansiedades básicas. Son
momentos necesarios para que se puedan poner en marcha los procesos imprescindibles
125
para producir movimientos grupales, cambios y aprendizaje.
Tarea
En la pretarea, ante la aparición de los primeros indicios de cambio surgen las ansiedades
básicas y por tanto la activación de los mecanismos de defensa ante las mismas, sin
embargo en la tarea se produce la elaboración de dichas ansiedades. Aclaramos que a
través de la técnica operativa se logra la movilización de las estructuras estereotipadas
mediante la elaboración de estas ansiedades básicas facilitando la posibilidad de un
cambio, para pasar a un momento de tarea, conocido como posición depresiva. Se trata
de un momento de plena producción grupal en el que los integrantes del grupo sienten
que son actores de un proceso de transformación y al mismo tiempo son transformados
por dicho proceso. De esta forma logran compartir un código común, un esquema de
trabajo propio que se convierte en un nuevo esquema de referencia común lo cual facilita
126
un proceso de aprendizaje o curación.
Proyecto
Bibliografía
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grupos). Ediciones Nueva Visión.
Bleger, J. (1969): Psicoanálisis del encuadre psicoanalítico. En, Simbiosis y ambigüedad, José Bleger. Ed.
Paidós. Buenos Aires.
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Guillem, P. y Loren, J.A. (1985): Del diván al círculo. Tecnipublicaciones, S.A.: Madrid.
Irazábal, E. (2015): Psicoanálisis sin diván (Introducción a la concepción operativa de grupo). Área 3. Cuadernos
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Pichon-Riviere, E. (1975). El proceso grupal. Del Psicoanálisis a la Psicología Social (I). Buenos Aires: Nueva
Visión (Org, 1971)
Vico Cano, D. (2018): Ocurrencias básicas sobre encuadre, grupo y tarea. Área 3. Cuadernos de temas grupales
e institucionales. 22.
127
Capítulo Emergente e
interpretación en la
06 concepción operativa de
grupo
Otero Rodríguez, J. F.; Mantrana Ridruejo, L.
Imaginemos por un momento los inicios de un grupo operativo. Los participantes son
convocados con un objetivo al que llamamos tarea explícita. Cada integrante, como es
natural, llega al grupo con su propia historia personal, trae una serie de fantasías y
expectativas en relación a lo que podría consistir esa experiencia, la tarea que tendrían
que realizar, qué es un grupo y cómo se trabaja en él. Traen sus esquemas individuales,
formados por sus conocimientos y experiencias previas en múltiples grupos de los que
han formado parte en su vida –que es lo que desde la COG denominamos ECRO,
Esquema Conceptual Referencial Operativo-.
128
Bauleo (Bauleo, 2005): “... suponían que dichos esquemas permitirían conocer de
antemano el tema a tratar... y que los otros participantes poseían idéntico punto de vista…
¡craso error!…”.
Lo manifiesto y lo latente
Decíamos antes que desde nuestro modelo, el elemento central que moviliza al grupo es
la tarea, por ejemplo la que convoca a un grupo psicoterapéutico puede ser trabajar las
dificultades en el desempeño del rol parental. Pero al mismo tiempo, esa propuesta
explícita, conlleva una tarea que es implícita. No son dos tareas, sino que una se articula
con la otra. La tarea, al ser trabajada por el grupo produce un latente grupal que refleja
las relaciones vinculares que se establecen (Irazábal, 2015).
El grupo se entiende desde un doble registro: uno manifiesto, cognoscitivo, que aparece
claramente ante los ojos o los oídos de quién lo percibe; y otro latente que son el
contenido emocional y las ansiedades generadas. Lo no dicho, los sentimientos
escondidos, las fantasías no comunicadas, las expectativas no expresadas,…
constituyen el latente. El trabajo sobre la tarea grupal pone en contacto lo manifiesto y lo
latente, permitiendo que se desarrolle el proceso grupal.
La figura del cono está invertida para mostrar que lo implícito queda por debajo de lo
explícito; lo explícito puesto arriba aparece como lo más observable. La espiral dialéctica
muestra el camino que hace lo implícito para explicitarse, para hacerse consciente.
129
Figura 1
Pensemos lo que significan los cambios en nuestro trabajo diario. Por ejemplo, en los
residentes cuando tienen que afrontar las rotaciones por los distintos dispositivos de su
programa formativo. Cada cambio implica un proceso de aprendizaje y una posible
confrontación con los esquemas de referencia, y esto puede conllevar miedos,
ansiedades; por un lado el miedo a perder lo que ya tenían, lo ya conocido; por otro lado
la ansiedad ante lo nuevo, el no saber a qué se enfrentarán en el nuevo equipo de trabajo,
el tipo de trabajo que les asignarán, el rol que desempeñarán.
130
frente a la situación grupal). Las ansiedades de pérdida son los temores de perder la
situación de equilibrio previamente conseguida, lo ya adquirido (que en el caso de los
pacientes son los instrumentos de la enfermedad con los que realizan su particular
adaptación a la realidad). Las ansiedades paranoides son los temores ante el cambio,
que provienen del sentimiento de vulnerabilidad por encontrarse sin nuevas herramientas
ante un medio o situación nueva (Cazau, 2005).
¿Quién ocupa el rol de portavoz? En los grupos, el portavoz es el miembro del grupo que
ejerce la función de hacerse cargo, de expresar algo del discurso grupal que los demás
miembros no logran objetivar. Es el integrante del grupo que sirve de vehículo al
emergente. El portavoz, por su manera de ser, por su sensibilidad o por su historia previa,
es capaz de sentir una situación en la que el grupo está participando y puede expresarla
porque está más cerca de su mente que de la de otros. No tiene conciencia de enunciar
algo significativo a nivel grupal sino que enuncia o denuncia algo que vive como propio
(Foladori, 1990).
A veces, no hay un solo portavoz, sino varios, cuyas palabras y acciones ofrecen
elementos para descifrar qué está pasando en ese momento del acontecer grupal
subyacente. En ese integrante (el portavoz) ocurre una conjunción de la verticalidad y la
horizontalidad. La verticalidad se refiere a su historia personal, a su personalidad, a sus
deseos; y la horizontalidad es aquello que tiene que ver con el proceso grupal, con la
historia del grupo. El portavoz da cuenta del entrecruce de lo vertical (el sujeto) y lo
horizontal (el grupo en el aquí y ahora) (Figura 2). Pero no sólo enuncia aquello que ocurre
en el ámbito grupal, sino que es atravesado transversalmente por elementos de los otros
ámbitos, institucional, comunitario y social que hablan a través de él, lo que nos remite a
la idea de sujeto colectivo que nombrábamos al inicio.
131
Figura 2
132
a. la presión vertical que proviene de la historia y estructura individual del miembro
que la expresa (portavoz);
Ejemplo de emergente:
133
M. - “Me estaba dando ansiedad de ver a tanta gente nueva” (se refiere a
personas que estaban esperando en la sala de espera para otro grupo
diferente). La paciente está con una crisis de ansiedad
Pregunta a uno de los miembros del grupo porqué faltó el último día
L- El último día falté porque creía que el próximo día de grupo era hoy, lo
apunté mal.
El signo grupal que denominamos emergente surge a modo de síntoma abrupto, crisis de
ansiedad. M. es la portavoz, la persona que se hace cargo de la situación grupal de cierre
con lo que ello implica (separaciones de las caras conocidas y aparición de caras nuevas).
El emergente articula la historia individual y la del grupo, que es expresión del momento
de cruce entre verticalidad (historia del sujeto) y horizontalidad (momento grupal). M.
(portavoz) es una mujer soltera, que siempre ha vivido con su madre, en una relación
muy fusional entre ambas; nunca pudo hacer su vida porque le dio miedo separarse de
su madre. Pero a su vez ese emergente condensa una situación colectiva de duelo y
separación que se vive en el grupo ante la última sesión.
Coordinación: “Parece que a través de esta situación que trae M. el grupo está
expresando el momento de confusión y angustia que podría tener que ver con
que hoy es la última sesión”
Sin duda, pero yo me fijo en las que están mejor. Me da coraje estar así. Los
envidio. Me hundo más.
134
A partir de la interpretación del emergente por la coordinación el grupo cambia su tono
neutro, deja de eludir el momento de finalización y se mete en la tarea de elaboración de
la situación de cierre de la edición grupal.
Desde esta viñeta grupal podemos entender la segunda herramienta de análisis que
Pichon-Rivière desarrolla para relacionar los conceptos de manifiesto y latente, que es la
unidad de trabajo, que es triangular y constituida por:
La Interpretación
135
La interpretación tiene carácter de hipótesis que el coordinador transmite al grupo sobre
lo que percibe que está pasando y que no se explicita (Cifuentes, 2015). Es un intento de
explicación de lo que sucede en un momento determinado y debe basarse en lo
observable. Lo importante de una interpretación es que sea útil, que opere un cambio.
(Bauleo, 2005)
En una sesión un paciente quiere salirse alegando sentirse mal físicamente. Está siendo
una sesión difícil en la que se ha hablado de experiencias de violencia y abuso en la
infancia. La coordinadora realiza la siguiente interpretación, “A través de Pepe, me llega
el malestar y la angustia de todos al escuchar situaciones de violencia”.
b. el deseo de los miembros del grupo de ser interpretados, que quieran conocer
lo que les pasa, además de querer trabajar con otros;
c. tener definido un encuadre que enmarque la experiencia grupal y que defina las
condiciones de posibilidad del proceso y de seguridad.
Quién interpreta:
136
La función de la interpretación facilita un tipo de aprendizaje en el grupo: los miembros
del grupo aprenden de los coordinadores cómo interpretarse y hablarse ellos mismos de
lo implícito (Cifuentes, 2015). Es como si se apropiaran de la capacidad de transformarse
a sí mismos y de la realidad (Gear y Liendo dicen que esto es un pasaje del grupo en sí
al grupo para sí). En una sesión, una integrante de un grupo le dice a otro “parece que tú
siempre quieres ser un niño”.
Cuándo interpretar:
Cuando estamos trabajando con grupos, es importante darnos tiempo para observar, no
apremiarnos con la exigencia de detectar emergentes, observar el acontecer grupal sin
interferirlo, permitir que la temática y dinámica grupal nos afecte lo suficiente hasta poder
registrar lo que nos impacta, nuestras reacciones contratransferenciales.
En general conviene no interpretar demasiado rápido sino dejar que el discurso grupal
vaya madurando. Ejemplo: en una sesión de grupo, hablan que no se ven en sus vidas
tras el alta del Hospital de Día, que no van a tener trabajo, que volverán a encerrarse,
que los problemas con las familias seguirán…,esto lo escucha la coordinación sin
interpretarlo y más adelante en la misma sesión una integrante dice que se ve en la calle,
sola, tras el alta…y es en ese momento cuando la coordinación realiza la siguiente
interpretación “no tenéis confianza en vosotros, en mantener vuestros cambios sin la
presencia de este grupo y del Hospital de Día” . En el ejemplo se muestra cómo lo
emergente es un signo capturado que en ocasiones hay que dejarlo ahí en suspenso
hasta que podamos ligarlo con otro u otros signos para que vaya adquiriendo un sentido
137
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Vico, D. (2016). Coordinar grupos hoy: qué cambiamos y qué mantenemos. Huellas. Revista de psicoanálisis y
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138
Capítulo Coordinación y
observación en la
07 concepción
operativa de grupo
Peris-Mencheta Puch, L; Suárez Martín, F.
139
formularse para poder ir creando un esbozo inicial.
A veces, la institución impone un tipo de grupo, de forma cerrada y rígida, sin posibilitar
que la coordinación introduzca su subjetividad. Esta situación supone un grave obstáculo
para la coordinación, pues ¿cómo pueden favorecer el aprendizaje y el cambio, si ellos
mismos están imposibilitados en su función de reflexión? Por tanto, en los primeros
momentos la coordinación tendrá que ir diseñando un programa grupal que se pueda
adaptar a la demanda y a la realidad institucional.
Otro de los retos del equipo coordinador tiene que ver con como poder construir un
esquema de referencia común (ECRO para Pichon Rivière), que permita alcanzar cierta
coherencia en su desempeño desde la coordinación. En el mejor de los casos se puede
contar con un equipo que comparta ya de partida un paradigma y experiencia previa
coordinando grupos, pues incluso partiendo de la misma concepción teórico-técnica se
deberán limar aspectos, digamos, más relacionales/experienciales. El reparto de
funciones, la complicidad, confianza mutua y la comunicación fluida son requisitos
imprescindibles para que el equipo pueda trabajar de forma productiva, colaborativa. Por
otro lado, es frecuente que debamos trabajar de forma cooperativa profesionales con una
aproximación teórico-técnica, en lo que se refiere a la conducción de grupo
psicoterapéuticos de corte psicodinámicos, distintos o incluso que partamos de diversos
paradigmas. En estos casos, lógicamente, el reto es aun mayor, pues se deberá contar
con mayor flexibilidad y comunicación por parte de la coordinación, tanto antes, como
140
durante el proceso, mientras se va construyendo un esquema de referencia común.
141
manejo de la hostilidad (por tanto excluir algunas psicopatías, un elevado paranoidismo,
grave tendencia al acting), así como con la capacidad de establecer relaciones
especulares entre los integrantes (poder escuchar al otro, identificarse, dialogar, es decir
que exista una mínima retirada libidinal del síntoma para poder establecer vínculos con
terceros), además de motivación e interés y una suficiente capacidad introspectiva (se
puede trabajar con un perfil más deficitario, pero que tenga una mínima capacidad
reflexiva). Es crucial, por tanto, dicha selección para tratar de evitar en la medida de lo
posible, los abandonos grupales (que son vividos con gran impacto por parte de los
participantes que permanecen en el grupo, pues se siente robados de partes suyas
compartidas en las sesiones, menospreciados en su capacidad de ayuda y contención,
lo que devalúa la esperanza en el dispositivo grupal y en su propia recuperación) y/o una
potencial descarga hostil en el transcurso de la psicoterapia (acting de auto o
heteroagresividad).
Con tal fin, y aprovechando para incluir aquello que supone una preparación previa de
los participantes a lo que será la psicoterapia grupal, puede ser útil tener una o varias
entrevistas previas. Estas pueden servir para realizar un breve recorrido sobre las
dificultades que le traen al grupo, valorar cómo han ido transitando por distintos grupos a
lo largo de su vida, cuál es su estilo vincular, qué le motiva a entrar en este grupo de
psicoterapia y qué grado de compromiso puede adquirir para con el mismo, así como sí
cumple los requisitos mínimos para poder beneficiarse de una psicoterapia grupal
(mencionados más arriba). También sirve dicha entrevista para poder trabajar mitos,
prejuicios (todos tenemos una fantasía previa de que será una psicoterapia grupal con la
que se entra inicialmente al grupo) y resistencias; así como para fomentar la esperanza
en el cambio mediante la experiencia grupal. Permite además ir introduciendo aspectos
relacionados con la tarea convocante, el encuadre y las normas grupales. Existe también
la posibilidad de trabajar estas cuestiones en grupo, serían “grupos diagnósticos” en los
que poder valorar el estilo interpersonal de los miembros, analizar la demanda y poder
decidir quiénes se pueden beneficiar de diferentes tipos de intervenciones en la institución
(psicoterapéuticas individuales o grupales, farmacológicas, psicosociales, etc.).
Coordinación e Interpretación
142
rol específico, desde un lugar diferente al de los integrantes, manteniendo una distancia
óptima que le permita poder observar la relación de los participantes del grupo entre sí,
con el grupo, con la coordinación y con la tarea; e interviniendo cuando la ansiedad sea
elevada y obstaculice el aprendizaje y el cambio (de Quiroga, 2008). Por lo tanto, el
coordinador no da consejos, no instruye a los miembros del grupo, sino que los acompaña
en el proceso de aprendizaje y cambio. La coordinación acompaña al grupo, facilitando
la comunicación y la reflexión, apoyándose en diversas herramientas (como preguntar,
clarificar, confrontar, señalar e interpretar).
El portavoz sería aquel o aquellos miembros del grupo que se hacen depositarios del
contenido latente (al que podemos acceder a través de la detección de emergentes). El
portavoz vehiculiza el contenido latente por estar más próximo a este (verticalidad) pero
haciéndose cargo de un sentir compartido con otros miembros del grupo (horizontalidad)
en el aquí y ahora. Por otro lado, la interpretación es una hipótesis acerca de lo que
esta sucediendo a nivel latente. En este sentido, en la COG se entiende que, las
interpretaciones deben atender tanto a la verticalidad (el individuo y su
historicidad) como a la horizontalidad (el aquí y ahora del grupo). En este sentido,
Rosa Gómez (2017) plantea “…en la interpretación articulamos dos discursos, el
individual y el grupal que se enlaza a través del portavoz del grupo, pero también
articulamos dos tiempos, el pasado de la fantasía con el aquí y ahora del presente
grupal...”. Por lo tanto, las interpretaciones apuntaran a la verticalidad (individuo),
horizontalidad (aquí y ahora del grupo), y a las transferencias múltiples: las transferencias
143
centrales (hacia la coordinación), las laterales (entre los integrantes), circulares (hacia el
grupo como un todo) y hacia el mundo exterior (el adentro y fuera del grupo). Así mismo,
es reseñable el hecho de que cuando se inicia un recorrido psicoterapéutico grupal, las
interpretaciones las realiza únicamente la coordinación, pero progresivamente los
miembros del grupo pueden ir aprendiendo esta función, a escuchar el inconsciente
propio y de los demás, mejorando su capacidad de simbolización (Gómez, R. 2017,
Cifuentes, 2015).
144
El Equipo Coordinador: coordinador y observador
145
y dan continuidad al trabajo psicoterapéutico. En cuanto a las supervisiones, estas
ayudan al equipo a integrarse en sus funciones complementarias y contener la angustia
de los terapeutas ante las situaciones de mayor tensión o complejidad, atender a
aspectos contratransferenciales e institucionales, y mejorar la técnica de las
intervenciones psicoterapéuticas realizadas (detección de emergentes, señalamientos,
interpretaciones, qué, cómo y cuándo intervenir, etc.).
Bibliografía
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Grupo 5
146
Capítulo
La institución desde una
08 perspectiva
psicodinámica
Suárez Martín, F.; Peris-Mencheta Puch, L
Destacamos una de sus reflexiones al respecto, que es que la institución nos precede y
nos estructura. La institución es el trasfondo de nuestra subjetividad, “marco inmóvil y
mudo” que contiene una parte de nosotros. Es justamente la experiencia de
externalización de un espacio interno, es decir, de que una parte de nosotros está fuera,
la que dificulta el pensamiento. Además, muchos de estos contenidos externalizados son
irrepresentables. En esta línea de argumentación, sostiene que la institución impone sus
impensables. Nos constituimos como “seres hablantes y deseantes” en la medida en que
participamos en ella, pero también estamos condicionados por la designación de sus
imposibles a través de mecanismos de represión, denegación y renegación.
También Käes (1989) se pregunta por la legitimidad del psicoanálisis para establecer a
la institución como objeto de estudio debido a la complejidad de la relación entre lo
institucional y el psiquismo. En primer lugar, porque la institución no solo es una formación
sociocultural, sino que también es una formación psíquica, ya que realiza funciones
psíquicas múltiples para los sujetos; en segundo lugar, porque existe una ambigüedad
dentro-fuera respecto al psiquismo en la medida en que se ofrece al sujeto como un
espacio de depósito, como veremos más adelante; y por último por el carácter apropiante
de la institución en la constitución de un “aparato psíquico del agrupamiento”.
147
Asimismo, podemos reflexionar sobre la aplicabilidad del psicoanálisis al estudio de lo
institucional desde una perspectiva epistemológica. En su interés por un trabajo de
‘elucidación crítica’ sobre los grupos, Fernández (1989) expone argumentos que
igualmente podrían aplicarse al conocimiento de las instituciones. Cualquier sistema de
pensamiento, y el psicoanálisis y sus diferentes corrientes no son una excepción, tiene a
prioris conceptuales. Sus condiciones de producción de saber están determinadas por
factores teóricos-epistémicos por un lado, y socio-históricos por otro. De este modo, el
saber psicoanalítico tiene áreas de visibilidad y áreas de invisibilidad (lagunas, vacíos,
impensables). Además, la autora, siguiendo a Castel, señala la tendencia del
psicoanálisis a la extraterritorialidad, “esto es, a considerar el sistema de legalidad propio
para el campo psicoanalítico, como absolutamente válido para interpretar regiones de
otras territorialidades disciplinarias; esto implica no considerar otros campos disciplinarios
como tales, sino como meros espacios de aplicación del psicoanálisis”.
Definición
Aun contando con las dificultades para reflexionar sobre la institución, necesitamos algún
anclaje conceptual que sirva de punto de partida. Tomaremos la siguiente distinción de
Bleger (1966) entre institución y organización:
En una línea similar, Enríquez (1989) hace una diferenciación entre institución y
organización. Mientras que ésta segunda tiene como función la producción de bienes y
servicios y posee un carácter contingente (ej. una empresa puede desaparecer sin
148
implicaciones importantes en la dinámica social), la primera ejerce una función de
regulación social total a través de la creación de un patrón de relación; “su finalidad es de
existencia, no de producción”.
Funciones
Sistemas culturales: Las instituciones ofrecen un marco cultural, esto es, un sistema de
valores, normas y formas de pensamiento que modelan la conducta de los sujetos que
participan en ella. Estos, a su vez, cristalizan en una estructura en forma de lugares,
expectativas de roles o conductas esperables (más o menos estereotipadas),
costumbres, etc. Además, las instituciones posibilitan la socialización de los actores
sociales implicados; esta socialización real puede entrar en conflicto con los dos aspectos
previos -cultura y estructura-, en grados diferentes.
1
Como vemos, Enríquez conceptualiza la institución de una manera isomórfica con el sujeto,
antropomórfica, como si fuera un macrosujeto con sus propios deseos, angustias, fantasmas o
defensas. Aunque nos distanciamos de esta forma de concebir lo institucional (y lo grupal), sus
aportaciones son de enorme interés.
149
Aportaciones del psicoanálisis
Tomaremos como referencia el texto de Fornari (1989), que desde su enfoque kleiniano
destaca a tres autores: Freud, Bion y Jacques. Para el propósito de este capítulo
revisaremos la relectura que hace del primero.
Fornari considera que la función social de las instituciones es servir como mecanismo
defensivo ante la angustia. Admite que Freud nunca lo enunció de esta manera, pero
señala que esta idea está presente de manera implícita en su obra, remitiéndonos a los
llamados escritos sociales de Freud. Lo podemos intuir, por ejemplo, en Psicología de las
masas y análisis del yo, en el que Freud toma la parábola de los puercoespines de
Schopenhauer para ilustrar la ambivalencia en las relaciones colectivas 2. Fornari retoma
la parábola, sosteniendo que la institución ofrece la posibilidad de que todos los miembros
del grupo usen una misma modalidad espacio-temporal (distancia óptima), es decir,
realizan funciones yoicas (defensivas) ante ansiedades persecutorias (pincharse) y
depresivas (pasar frío)3.
Pero, en estas mismas funciones, el Eros lleva el germen del Tánatos, ya que puede a
ver un deslizamiento desde la identificación hacia la homogeneización, la ilusión de
fraternidad y la obsesión de la plenitud. “Huyendo de la muerte, nos precipitamos hacia
ella”.
2
El cuento extraído de Parerga y Paralipómena relata cómo un invierno, para defenderse del frío,
los puercoespines decidieron apretarse los unos contra los otros para darse calor, pero al pincharse
se alejaron de nuevo.
3
También Fornari encontraos una conceptualización de la institución isomórfica con la psique.
150
Además, la institución encubre la violencia4. Una primera violencia, la violencia fundadora:
la institución nace precisamente para redimirnos de una culpa común; recordemos a
Freud (1912): “Hay un acto memorable y criminal que sirvió como punto de partida
muchas cosas organizaciones sociales, restricciones sociales, religiones”. Una segunda
violencia, la violencia legal: si bien hay una renuncia del todos contra todos, instaura una
ley que exige sacrificios a los sujetos.
Por último, más allá de la violencia legal, la vida institucional pone en marcha mecanismos
nuevos: permite la proyección en el otro de pulsiones y objetos internos no tolerados; por
esta misma dinámica, favorecen una vivencia de intrusión psíquica; niega la separación;
o, bajo la máscara de los ideales, sueños y fantasías que promulga y promueve, favorece
la aparición del deseo perverso.
Varios autores han teorizado sobre ello en el campo individual, pero, ¿qué sucede con lo
no elaborado en la vida institucional? Lo no mentalizado, lo informe, ha de buscar un lugar
donde quedar depositado con el fin de proteger a la institución. Las opciones son las dos
siguientes:
4
Enríquez equipara pulsión de muerte con violencia. Nos distanciamos de esta perspectiva, en la
agresión suele haber un alto contenido libidinal. Preferimos ajustarnos a la visión freudiana de la
pulsión de muerte que representa más bien una vuelta a lo inanimado, lo cual remite a la repetición.
151
- La depositación en el intersticio: En este caso la depositación no se produce en
un espacio claramente institucional, sino en sus límites. En términos espaciales,
el intersticio corresponde a aquellos lugares que están en el umbral de la
institución (pasillos, cafetería, la puerta de los fumadores…), que no son ni
adentro ni afuera; en términos temporales, es el tiempo que transcurre en la
institución sin ser dedicado estrictamente a tareas oficiales (ej. conversaciones
de pasillo). Por tanto, el intersticio está definido por su ambigüedad. Una vez
que los elementos no simbolizados son depositados en el intersticio, puede
haber diversos grados de separación: en instituciones más saludables, es
posible la reanudación, es decir, la posibilidad de que lo que queda latente
vuelva para ser elaborado. Por ejemplo, una conversación de pasillo puede
servir como ensayo antes de que un proyecto sea presentado oficialmente; y en
el sentido contrario, lo tratado en una reunión oficial puede seguir siendo
abordado en el intersticio. Sin embargo, en dinámicas menos saludables el
espacio institucional y el intersticio están completamente clivados.
Lo indiferenciado: sincretismo
De este modo, tanto en los grupos como en las instituciones coexisten dos modos de
interacción. Una, la socialidad sincrética: el modo de relación es simbiótico, no hay
diferenciación entre los sujetos y el estilo de comunicación predominante es implícito, no
verbal. Otra, la socialidad por interacción, en la que participan los aspectos más
diferenciados de los sujetos, hay un reconocimiento del otro como tal.
No hay que entender estos dos funcionamientos como “buenos” o “malos”. Algunas
instituciones, por su naturaleza, tienden a funcionar como un grupo primario (la institución
familiar o aquellas que son ‘como una familia’), es decir, con un predominio de las
relaciones sincréticas, mientras que otras pueden funcionar como un grupo secundario,
con relaciones por interacción. No obstante, la tendencia de la institución es siempre a
estabilizarse y a intentar lograr el objetivo de existir por sí misma. En este caso,
152
comienzan a surgir las estereotipias y la burocratización.
Análisis institucional
153
A su vez, encuadra la psicohigiene dentro del campo más amplio de la higiene mental (y
esta en dentro de la salud pública), cuyo objetivo básico es la promoción de la salud.
Tengamos en cuenta los contextos social, histórico y geográfico, un periodo en Argentina
en el que la psicología se caracterizaba por un fuerte activismo y crítica política y social.
Los objetivos son ambiciosos, la intervención sobre la institución puede llevarse en
prácticamente cualquier momento de la institución (situaciones de crisis, momentos
evolutivos, momentos organizativos, tensiones normales o anormales, etc.).
La propuesta del autor es el trabajo grupal mediante la modalidad operativa. Esto supone,
en lo básico, dos aspectos fundamentales: la necesidad de crear un encuadre riguroso,
y la indagación operativa, que como también hemos visto en capítulos anteriores, sigue
el modelo dialéctico: se observa un fenómeno institucional, se trata de lograr una
comprensión del mismo y finalmente se realiza una interpretación, señalamiento o
reflexión, que, si es adecuada, genera nuevos fenómenos que son punto de partida para
la observación-compresión-interpretación.
El trabajo grupal, continúa el autor, es conveniente realizarlo con grupos naturales (ej.
integrantes de un departamento concreto, o por estamentos profesionales) y siempre
respetando la confidencialidad de dicho grupo de trabajo. El analista institucional, a pesar
de trabajar con grupos concretos, aspira a tener un conocimiento de la institución en su
globalidad. Por ello, debe tener un conocimiento previo de ella (ej. conocer la historia de
la organización o sus tradiciones) e investigar más allá de las paredes de la institución
(ej. instituciones relacionadas con ella, medios de comunicación). Es conveniente,
además, que el consultor no pertenezca a la institución y posea una independencia
suficiente.
154
Grupos e institución
Instituyente e instituido
Lo instituido en una institución se refiere a aquellos modos de acción que están prescritos
por ella, es decir, los modos que son considerados “buenos y adecuados” para cumplir
las funciones para las que se ha creado la institución. Por tanto, representa la
conservación, la estabilidad, la homeostasis.
De la institución al grupo…
155
innovador o creador” (Espiro, 2009).
Y gracias a esta posibilidad de interpretar la norma instituida, los grupos naturales que
conforman la institución participan de lo instituyente5. Dicho de otro modo, las prácticas
(praxis) son procesos instituyentes.
5
Aquí podemos observar que la relación entre lo instituyente y lo instituido es, más que antagónica
como decíamos antes, dialéctica.
156
Mundial, y ante la imposibilidad de abordar de forma individual a 400 hombres ingresados
en un hospital militar, Bion propuso formar grupos de trabajo psicoterapéutico. Su
principal aportación teórica es la noción de supuesto básico, en la que no nos
detendremos, pero que supuso un avance epistemológico en la concepción de grupo: no
solo “el todo es más que la suma de sus partes”, sino que está determinado por
organizadores grupales (Fernández, 1989). Pero lo que aquí queremos resaltar es su
aspecto instituyente: la terapia grupal como posibilidad en la institución.
El equipo terapéutico
Gómez Esteban (2018) describe tres etapas (o tipos) de niveles de organización en una
institución de salud mental: agrupamiento, grupo y equipo. El agrupamiento corresponde
a un colectivo en el que predomina la socialidad sincrética (ver más arriba), la interacción
es escasa y estaríamos en una situación de serialidad (un profesional puede ser sustituido
por otro sin que varíen sustancialmente las relaciones, siguiendo a Sartre). El siguiente
nivel de complejidad vendría representado por el grupo; en este caso sí hay una
representación interna del otro, ya no es sustituible, y aparecen algunos intereses en
común. Y último pasaje sería hacia el equipo, en el que por fin emerge la tarea (explícita
e implícita), con el afrontamiento de los obstáculos para la misma.
Continuando con este análisis desde la concepción operativa, otro elemento que define
al equipo, además de la tarea, es la coordinación. Se precisa de un coordinador/a con
formación personal y teórico-técnica que vincule al equipo con la tarea. La coordinación
es, según la autora, el primer organizador grupal que permite al equipo pasar de la
pretarea a la tarea (o del grupo de supuesto a básico a grupo de trabajo, en términos
bionianos).
157
El equipo forma parte de una estructura triangular de elementos interdependientes:
institución, equipo y pacientes. De este modo, condicionantes institucionales e incluso
suprainstitucionales (contexto social, cultural e histórico) pueden incidir en el
funcionamiento del equipo, a la vez que aparecen invisibilizados. Por ejemplo, una escasa
dotación presupuestaria, la predominancia de un modelo exclusivamente biológico o el
actual paradigma sociocultural individualista, por nombrar algunos, puede determinar en
un equipo fenómenos como la aparición de ansiedades paranoides y confusionales,
depositaciones, búsqueda de chivos expiatorios, enfermedades en los profesionales o el
aislamiento de éstos en sus despachos.
A su vez, las disfunciones en el equipo tendrán repercusiones sobre los pacientes, como
señala Bleger: “Lo que ocurre es que, en las organizaciones, además, los conflictos que
se suscitan en niveles superiores se manifiestan o detectan en niveles inferiores:
entonces ocurrirá que los conflictos del staff técnico no se harán manifiestos en ellos sino
en los pacientes o en el personal subalterno”.
158
Bibliografía
- Bleger J. El grupo como institución y el grupo en las instituciones. En: Käes R. La institución y las instituciones.
Estudios psicoanalíticos. Paidós: Buenos Aires, 1989.
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instituciones. Estudios psicoanalíticos. Paidós: Buenos Aires, 198
159
160
$
%
!
Capítulo La construcción de un
espacio terapéutico en
09 una Unidad de
Hospitalización infanto-
juvenil
Rodado Martínez, M.J.; Romera Gutiérrez, M.I.
Introducción
162
El espacio físico
La Unidad a la que nos referiremos está ubicada en un Hospital General, de primer nivel,
con un servicio de pediatría de referencia para la Comunidad de Murcia. Tiene una
capacidad de 8 camas con dos habitaciones individuales y tres dobles. Cuenta con una
sala común y una sala para actividades terapéuticas. Destinada al ingreso de los menores
de 16 años de toda la región de Murcia*.
Si bien la incorporación de las Unidades de pacientes con salud mental en los hospitales
generales disminuye la estigmatización de la enfermedad mental, tienen el inconveniente
que, por lo general, se destina un espacio que no tiene en cuenta las necesidades de las
personas con dificultades emocionales.
*La mayoría de los ingresados son adolescentes, de entre 12 y 16 años. Rara vez es
necesario el ingreso de un menor de 12 años.
El equipo, formado por dos psiquiatras (una de ellas ejercía las funciones de Jefa de
Sección), un psicólogo, una terapeuta ocupacional, seis enfermeros/as y cuatro auxiliares
de enfermería, partía de motivaciones muy diferentes. La primera dificultad que surge en
el sistema público es la imposibilidad de conformar un equipo adecuado al tipo de trabajo
que facilite una cohesión. La heterogeneidad, las diferentes formas de entender la clínica,
la diversidad de lenguajes, de formas de establecer vínculos que cada uno de los
profesionales tendrá son factores que influirán en el funcionamiento. Esto conlleva un
trabajo paralelo para conformar un verdadero equipo cohesionado que permita
respuestas coherentes, no contradictorias.
163
¿Desde qué lugar pensamos? La conciliación del modelo médico y el modelo
psicológico.
El modelo teórico que cada uno de los profesionales tenemos, y lo que somos como
personas con nuestras experiencias condicionará la posición frente a la clínica. Esto no
quiere decir que no tenga en cuenta lo contratransferencial.
Lacruz (2011) señala que la paradoja surge desde el epicentro del pensamiento de
164
Winnicott. La paradoja es una figura de pensamiento cuya expresión envuelve una
contradicción, en tanto que confronta dos elementos opuestos cuya tensión debe ser
aceptada: «La paradoja debe ser aceptada, no resuelta», dice Winnicott. Cuando se tolera
y respeta la paradoja se otorga al pensamiento un carácter dialéctico.
En la redacción del protocolo de ingreso se emplearon criterios más amplios, que los
puramente descriptivos. Criterios relacionados con las dificultades de niño o adolescente,
la familia o el profesional.
Aportes de autores como Bowlby (1986) y Winnicott (1996, 1999) entre otros, nos
ayudaron a dar una respuesta contenedora a la angustia y malestar que aparecía como
reacción a los diferentes momentos de separación (del progenitor) y a las separaciones
tras el alta de la unidad. Se observaban las diferencias en las reacciones a la separación
entre la figura cuidadora y el adolescente, así como el efecto de las respuestas del adulto
a las mismas tal como aparecen en los estudios de Mary Ainsworth (1970) para el trabajo
clínico.
165
adolescente. Así dificultades tanto en los padres como en los hijos para la separación o
mayor desconfianza pueden determinar la necesidad de mayor presencia de los padres
en la Unidad, inicialmente. Como norma general las visitas por la tarde, cuando los
familiares no permanecían en la unidad, están siempre permitidas.
Proponer un horario con las actividades, el ritmo de las comidas, el tiempo destinado al
cuidado personal, a las visitas de los familiares, favorece un orden y ayuda a los
adolescentes a su organización interna. Pero establecer esto no es garantía absoluta del
cumplimiento. Algunos adolescentes tienen dificultades para integrar e interiorizar la
norma, para otros la oposición es una manera de significarse.
Desde nuestro punto de vista las normas represivas deben estar prohibidas. Este tipo de
medidas como disciplina no contemplan el nivel de evolución psíquica ni ofrecen una
continencia suficiente. Además, se constituyen en un objeto persecutorio que
incrementan las defensas que estén operando.
Lo imprescindible es crear espacios, no solo con los profesionales sino con los
adolescentes y sus familiares para reflexionar sobre cada una de las situaciones
problemáticas que surjan, para encontrar respuestas singulares y adecuadas. Generar
respuestas flexibles que reconozcan y legitimen las emociones de los adolescentes en
cada momento, favorece la alianza terapéutica y el trabajo clínico.
166
idea de fomentar la mentalización, en los adolescentes, su familia y dentro del equipo.
167
- Otras intervenciones; sesiones terapéuticas individuales con los adolescentes,
vinculares, con la pareja de padres y con toda la familia, una variedad de talleres
terapéuticos a cargo de la terapeuta ocupacional, intervenciones educativas y
terapéuticas realizadas por el equipo de enfermería.
La Unidad fue concebida como una pieza conectada con el resto de los dispositivos
(sanitarios, sociales o educativos). Las intervenciones realizadas por los distintos
profesionales (tanto dentro como fuera de la unidad), en los diversos medios (sanitarios,
sociales, educativos), deben tener una coherencia y continuidad. Por ello la conexión y
comunicación con otros profesionales que intervienen es fundamental. Insisto en nuestra
idea de “interdisciplinario” tal como la explica Ponce de León E. (2008) que no debe ser
confundido con “multidisciplinario”. Lo interdisciplinario favorece el sentimiento de
seguridad del paciente, al integrar distintas intervenciones con el objetivo de que el ser
no quede parcelado por cada uno de los profesionales.
168
Conclusiones
169
Bibliografía
Ainsworth M.D. y Bell S.M. (1970). Attachment, Exploration, and Separation: Illustrated by the Behavior of One-
Year-Olds in a Strange Situation, vol 41(1):49-67.
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análisis de un caso clínico. Aperturas psicoanalíticas, Nº28. http://www.aperturas.org
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Winnicott D. (1999). La agresión en relación con el desarrollo emocional [1950Ǧ55] En: Escritos de Pediatría y
Psicoanálisis, (pp275-295) Barcelona:Paidós,1999.
170
Capítulo La construcción de un
espacio terapéutico en
10 Hospital de Día.
Intervenciones para
pacientes con trastorno
de la personalidad
Romero González, S.
Además de la función asistencial, el HD cumple una función formativa para los residentes,
que en este espacio de convivencia tienen la oportunidad de descubrir los aspectos más
sanos de las personas diagnosticadas de TLP (creatividad, sentido del humor, altruismo)
y apreciar desde otro punto de vista la sensibilidad, la vulnerabilidad, el dolor, el
171
sufrimiento, la necesidad y la falta (vacío) que arrastran. En su paso por el HD aprenden
una mirada y una visión distinta al modelo de la psiquiatría tradicional de entender y tratar
a estas personas, adquieren un esquema referencial grupal, una mirada psicodinámica
que va más allá de las conductas sancionadas o expulsadas. Nuestro objetivo, en tanto
tratamos de realizar un trabajo más instituyente, aspira a ir creando una cultura
psicosocial acerca de la atención y la comprensión de estas personas que suelen producir
efectos contratransferenciales de rechazo y de expulsión.
Los pacientes principalmente vienen derivados al HD por sus referentes clínicos, de los
dispositivos de salud mental: principalmente USMC, de la Unidad de Hospitalización y de
la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil.
Evaluación y acogida
172
otros saben cómo tratarse; y ahí es donde podemos intervenir: Que aprendáis a
entenderos, a comprender cómo os sentís y qué os queréis decir.
La entrada en el programa se concreta con la firma del contrato terapéutico por parte del
paciente, la familia y el facultativo referente del HD. Éste es una herramienta
indispensable de trabajo que enmarca el tratamiento y facilita la autorresponsabilización.
En él se detallan la duración del tratamiento, objetivos, responsabilidades de paciente y
profesionales, facultativo y enfermera referente, momentos de evaluación, plan de crisis
y parámetros de interrupción del tratamiento.
173
Acerca de la relación terapéutica.
Contamos con que estos pacientes durante su proceso terapéutico hacen una escisión
idealizando a una parte del equipo (o de la institución) y descalificando a otra, de forma
alternante en función del momento y según el rol. Es el esquema referencial compartido
por el equipo, el trabajo en común y la experiencia lo que permite crear el espacio para
que vayan realizando un aprendizaje y que se hagan conscientes de las partes escindidas
y proyectadas en los profesionales, reintroyectándolas progresivamente de forma más
integrada.
Conviene recordar a Cancrini: Cuando se trabaja con personas que presentan trastornos
de personalidad habría que reflexionar siempre sobre su tendencia a repetir las
experiencias que son la base de su conducta visible, es decir, contribuyendo a construir
contextos interpersonales que repitan los que fueron traumáticos en su infancia, donde
sus pautas de conducta eran coherentes con la situación vivida (…) que refuerzan
continuamente, apoyando su aspecto subjetivo, el estilo característico y repetitivo con
que muchos de ellos se “obligan” a vivir unas vidas tan caricaturescamente distintas de
las de sus semejantes.
174
- El grupo de psicoeducación es el primer contacto con lo grupal de los pacientes
en el programa. La tarea es trabajar la información acerca de su malestar, el
diagnóstico recibido, los tratamientos a su disposición, y los recursos en la
institución y en la comunidad. Ésta se trabaja de forma participativa
preguntando, ejemplificando, facilitando que hablen desde lo personal de lo que
se está tratando. Los contenidos se van desarrollando según el ritmo del grupo,
una vez por semana durante una hora, con una media de 10 sesiones.
Incorporar la diferencia entre trastorno y estilo de personalidad planteada como
continuum o cuestión dialéctica compensado/descompensado y
adaptado/desadaptado, instila esperanza frente a la identidad negativa, al ser
animados a desarrollar “la mejor versión posible de sí mismos”.
175
límite es la identidad difusa, el apego inseguro o desorganizado, la dificultad para
entender los límites, las relaciones interpersonales problemáticas y el mal funcionamiento
personal y social, el grupo de iguales será el lugar privilegiado para abordarlos.
De forma paralela a los anteriores se realiza el grupo de familiares cada dos semanas
durante una hora y media, coordinado por los referentes de psiquiatría y enfermería con
apoyo en algunas sesiones del terapeuta ocupacional. Se trata de un grupo de
aprendizaje con elementos de apoyo en el que se trabaja el significado relacional de los
síntomas, los límites como elementos de cuidado, el afrontamiento de las crisis y la
regulación de la “temperatura familiar”. Estas familias viven inmersas en una situación
que les resulta incomprensible por desbordante y desconcertante, sienten que el entorno
les culpabiliza y no tienen apoyos. Cada progenitor trae su propia historia personal y
familiar (vivencias traumáticas, dificultades para tolerar las diferencias o las emociones
dolorosas y para establecer vínculos sanos,…). Poder reunirse con otras familias les
ayuda a identificarse con la tarea de aprender a pensar con otros e incorporar cambios.
Además de la información que se trabaja, se crea un espacio de apoyo mutuo para
familiares y se promueve el movimiento asociativo. Hemos comprobado que la
adherencia es muy alta al convertirse en espacio de sostén y solidaridad. De ser un grupo
cerrado, pasó a ser semiabierto, con momentos de apertura y cierre cada 9 meses.
176
Contratransferencia del terapeuta grupal.
Los pacientes en la situación grupal se comunican como siempre han hecho, expresan
su malestar por una relación difícil, conflictiva, por la dificultad de ser escuchados y
entendidos. Durante el proceso terapéutico, el encuentro con el otro (con los otros)
muchas veces genera conflictos. No es un mito que en la situación grupal hay momentos
de gran tensión emocional, se producen actings, aparece la amenaza de disolución del
grupo. El temor a que el grupo se descontrole, a la violencia, al suicidio, a que los
pacientes empeoren es lo que la mayoría de los terapeutas sienten cuando piensan en
hacer grupos con estos pacientes. La formación, el trabajo personal y la supervisión son
fundamentales para manejarlo dada la omnipresencia del juego transferencia-
contratransferencia en nuestro trabajo diario, al igual que tener un equipo que sostenga
al terapeuta.
177
Hacia el cierre de tratamiento.
El alta por mejoría del HD se programa con el paciente, con tiempo para la elaboración
de la experiencia de separación. Algunos quedan sólo en psicoterapia individual o grupal,
otros con revisiones clínicas y de TO a la espera de consolidar una actividad académica
o laboral reciente. Al acercarse este momento es frecuente que se den reacciones
regresivas con empeoramiento sintomático, que manifiestan el temor al abandono, las
dificultades en el apego y la intolerancia a la soledad que son nucleares en esta patología.
Éstas se abordan específicamente, comprendiendo las emociones subyacentes a la vez
que se mantienen los tiempos fijados para evitar una dependencia del HD. Como señala
Fischetti, el "éxito" se logra cuando la institución y el grupo pueden percibirse y utilizarse
como instrumentos transitorios para regresar a la vida cotidiana de la vida familiar y social.
Se realiza una devolución del proceso al paciente y la familia en una reunión conjunta,
procurando que asuman la responsabilidad de utilizar lo recibido, encarando las
limitaciones del tratamiento. En el impasse entre el alta y la incorporación a la USMC se
mantienen una o dos entrevistas con el terapeuta individual para seguir elaborando el
duelo o comprobar en qué medida se ha elaborado. Al final del proceso pacientes y
familiares rellenan una encuesta de satisfacción que nos ayuda a seguir reflexionando e
incorporando cambios. Evaluamos si realmente hemos ofrecido lo que necesitaban, si
nuestra práctica se ha ajustado a lo que aspirábamos y si ellos han podido recibirlo.
Recientemente le preguntaba a una paciente qué era lo que sentía que más la había
ayudado. Su respuesta fue “la constancia”.
178
Bibliografía
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clínica grupal, clínica institucional. Atuel.
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Kernberg, O. (1979): Desórdenes fronterizos y narcisismo patológico. Paidós Ibérica. Barcelona. (Orig. 1975)
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operativa de grupo. Revista Área 3. Cuadernos de temas grupales e institucionales. 19.
Vico Cano, D. (2003): Sobre intervenciones grupales en un hospital de día. Área 3. Cuadernos de temas
grupales e institucionales. 9
179
180
Capítulo El tratamiento
farmacológico en
11 psicoterapia
psicodinámica
Sánchez Pérez, J.A..
Introducción
¿Cómo nos relacionamos con el psicofármaco los psiquiatras, los psicólogos, los
pacientes, sus familiares y la sociedad?
182
hacer un esfuerzo por disociar los discursos del paciente.
La justificación del interés por esta cuestión se resume en tres motivos diferenciados;
La necesidad de los pacientes nos obliga a tener una mirada más integradora
3
de la asistencia ya que la dicotomía y lucha de modelos teóricos no ayuda o no
es necesaria para el ayudado. Es necesario incluir al psicofármaco en la
psicoterapia y reflexionar sobre él, más allá de los aspectos puramente
farmacinéticos o neuroquímicos.
Para este trabajo se han revisado textos, charlas, conferencias y seminarios que incluyen
esta idea global, la mayoría de los trabajos encontrados provienen de autores
psicoanalistas o psicodinámicos. Se aportan viñetas tomadas de la práctica clínica para
ejemplificar los conceptos.
La psicofarmacología
Las disciplinas psicológicas hasta ahora funcionales (Duarte, 1997) permitían reconocer
un campo común, la intimidad-interioridad del ser humano desde diferentes disciplinas
más o menos divergentes. Bajo esta categoría, la psiquiatría, el psicoanálisis y la
psicología, constituyen un campo de mutua relación y tensión. La psiquiatría es la que
actúa como receptor primario de los psicofármacos. Sin embargo, el impacto de la
tecnología farmacológica va más allá de la disciplina concreta y engloba al resto de forma
transversal. Es decir, no se puede pensar en salud mental sin tener en la mente que
existen los psicofármacos. Esta participación puede ser para incluirlos, repudiarlos,
183
idealizarlos o simplemente negarlos. En toda la casuística están presentes, ya sea
consciente o inconsciente.
Estas reacciones contratransferenciales, considero, que no tienen que ver siempre con
aspectos intrafamiliares sino con una posible vivencia de los profesionales, amenazante,
de la irrupción de un paradigma ajeno a su forma de pensar.
El objetivo de este material es promover una intervención integradora a favor del paciente
184
y que no ponga en juego la capacidad reflexiva del profesional.
Desde el punto de vista del paradigma biomédico, se pretendió hacer una lectura que se
regía por estos tres supuestos principales:
185
Resumiendo, los integrantes de la escena son;
El Medicamento
Factores inespecíficos
Ferrali (2014) propone que el medicamento puede ser considerado como una triple
entidad por donde fluyen tres canales en un mismo paquete comunicativo;
186
Por tanto, el efecto de los tratamientos psicofarmacológicos puede variar no
solamente por las características propias del psicofármaco (factores específicos)
sino también por las diferentes expectativas que se depositan en el
medicamento (factores inespecíficos).
Éstas vienen del paciente, del psicoterapeuta que lo indicó, de los familiares y/o
del ámbito sociocultural en el cual se desenvuelve el paciente.
El Efecto Placebo
Wikinsi, citada por Vogel (2007), aboga por la hipótesis de que los mecanismos que se
ponen en juego en el efecto placebo son la reducción de la ansiedad, las respuestas
187
condicionadas por asociación de estímulos y el papel de las expectativas y las creencias.
En relación a la creencia el Dr. Goldchluk, citado por Vogel (2007), defiende que “creen
en los psicofármacos aquellos que no los usan, porque para el que los usa, no es
necesario creer”. Laurent plantea que la sustancia que cure induce, en sí misma, la
creencia. De modo que una sustancia activa, y que cura, es aún más placebo que el
placebo inactivo.
Intervención
Vogel (2007) enumera algunas cuestiones que caracterizan el uso del placebo y que
coinciden “sorprendentemente” con lo que Miller llama terapias de sugestión autoritaria”.
Se estudiaron los siguientes factores del placebo observándose que:
188
buen efecto en un familiar ¿Por qué está relacionado con el buen efecto en el
paciente? ¿Por una cuestión farmacogenética o relacional? Según esta aportación,
deben ser ambas a la vez.
189
placebo puede favorecer una reducción del síntoma con mayor inmediatez y menos
daños (psicológicos o físicos) en una situación de sufrimiento.
Por otro lado, relatos, en los que se actúan (acting out) muchos cambios de
psicoterapeuta porque “ya no me servía” también puede ser un factor predictor de
que puede ocurrir lo mismo con el fármaco. A nivel relacional no suele ser útil
“enfadarse” por estos discursos y “confrontar” las experiencias del sujeto por no estar
biológicamente demostrado la pérdida del efecto. Si lo está en el caso de los
ansiolíticos benzodiazepínicos u otras sustancias que tiene el efecto de la tolerancia
y requieren cada vez de una dosis mayor. Legitimar esta experiencia, exponer una
pregunta sobre qué aspectos se ponen en juego para que la persona o la familia
sienta que algo que era muy útil deje de serlo, y se deseche o desvalorice ayudará
al diagnóstico.
190
Eric Laurent postula en ¿Qué lugar para la pastilla? que “todo medicamento es
inseparable de una acción subjetiva” y que “no solo no se trata de distinguir el efecto
placebo del genuino efecto farmacológico, sino por el contrario incluirlo en todo uso que
se haga del psicofármaco” (Laurent citado por Luka. A, 2007)
La Familia
Si comprendemos a la familia como un grupo que funciona de forma autónoma, más allá
de la suma de los individuos que la componen, el medicamento es un objeto externo que
se inserta desde fuera produciendo cambios. El objeto fármaco genera movimientos, más
allá del cuerpo del individuo, y produce reajustes en la grupalidad, así como en la familia.
Esta situación no solo ocurre con los psicofármacos sino con otras intervenciones o
cambios, ya sea la cirugía, la relación terapéutica e incluso la incorporación de una
mascota a la familia.
El paciente, como individuo, está también formado por un sistema, grupo o conjunto de
relaciones de objeto interiorizadas. Desde una mirada puramente física el cuerpo no deja
de ser un grupo de órganos y aparatos que se relacionan entre sí. En términos sistémicos
hablaríamos de la familia internalizada o Internal Family System (IFS) (Schwartz, 1980).
[
Estas partes del self establecen relación entre ellas y con el exterior, igual que los
órganos del cuerpo.
La relación que establece el grupo de objetos internalizados por el paciente pueden estar
más o menos integrados entre ellos. La armonía del Self o de la identidad yoica depende,
en gran medida, de la interacción entre dichos objetos. Por otro lado, la salud mental
también está relacionada con la mayor o menor integración de dichos elementos
internalizados en las relaciones primarias del individuo dentro del Self (Recalcati, 2008).
191
fármaco y facilitará la presencia de actuaciones (acting out) de los integrantes de la
relación en el tratamiento.
Fantasías
El fármaco es el diagnóstico
192
Fantasía; perderé la capacidad volitiva
Tratamiento
193
Fantasía; el fármaco me quiere someter
El fármaco también puede representar a algo que el médico administra con el objetivo de
anular, controlar o destruir un objeto interno o una parte de la personalidad dañina y
peligrosa. En ocasiones este mecanismo se corresponde con la realidad, en la que el
objetivo explícito es controlar los impulsos agresivos y destructivos. Si esta disociación
no es temporal, se hace definitiva y no se acompaña de una contención psicoterapéutica
de los sentimientos disociados, el paciente o la familia puede experimentar una ansiedad
paranoide frente a dicho fármaco y/o el médico.
Tratamiento
194
Por otro lado, las obsesiones o rituales permiten contener ansiedades catastróficas y
también permite a la persona ser un buen gestor o jefe de sección empresarial. Informar
al paciente que no se va a intentar “quitar” de su estructura estas piezas relevantes y que,
si en algún caso tiene esa percepción en el proceso, que nos informe.
El fármaco puede ser también algo necesario para restituir y compensar una carencia
(objeto bueno). En la fantasía dicha carencia puede representar la ausencia de un objeto
bueno interno o una parte del Self que sea fuente de fuerza, vitalidad, contención y
tranquilidad. Así el fármaco devolverá estas buenas cualidades. Pero, como es una
sustancia que se metaboliza y se elimina, se puede convertir en un objeto que genere la
sensación de falta o vació promoviendo las conductas adictivas.
En el mejor de los casos la sustancia puede ser vivida como un objeto transicional. Ésta
sería la relación ideal que puede establecer el paciente o la familia con el fármaco. Me
planteo que este es el objetivo técnico a promover en la relación terapéutica. Es el uso
ideal del fármaco en las fases profilácticas. Ante conflictos muy dolorosos o regresivos
de orden vital que pueden dar lugar a respuestas cuantitativamente desproporcionadas y
donde es recomendable prevenir la presencia de brotes, recaídas o accesos de mayor
gravedad.
En otros casos puede representar un objeto alienante, donde la oferta del medicamento
está al servicio de desubjetivizar el conflicto. Puede correr el riesgo de atribuir su
presencia a causas exteriores al sistema y, por tanto, eximir a éste de algunas partes de
la responsabilidad a la hora de entenderlo o tratarlo. Es en estos casos cuando el fármaco
entra en disyunción, es decir, cuando no encaja por ningún lado en el tratamiento. Siendo
mayor el riesgo de proponerlo que el beneficio. Puede ser vivido como un elemento que
pretende anular emociones, eliminar un discurso que puede resonar en el terapeuta de
manera dolorosa y el paciente puede temer que éste no pueda sostenerlo. En ocasiones,
195
se estaría repitiendo el trauma de la infancia. Es decir, las personas que se suponen que
me tienen que contener y soportar en todos los aspectos de mi vida, no solo no me
soportan, sino que me hacen daño al hacerme sentir que sobro. Pretenden eliminar una
parte de mí con fármacos.
La relación terapéutica
A diferencia del uso del placebo (sustancia farmacológicamente inactiva y que produce
en el paciente un efecto complaciente y gratificante) la administración de un fármaco por
parte del médico a un paciente produce, sobre este último y sobre la relación, una
poderosa influencia psicológica.
196
clínica, pero dentro de un marco para poder “servirse” de él.
C) No-relación: la inducción del fármaco no es posible. Por ejemplo, cuando ésta es vivida
como una expulsión del espacio terapéutico.
Descripción de las relaciones transferenciales previas del sujeto o del grupo familia.
Grado de significación del fármaco como objeto transicional en ausencia del terapeuta.
197
Uso masivo de defensas de negación, pueden rechazar el tratamiento farmacológico
porque les sugiere un indicio de estar enfermo o de mayor gravedad.
En casos en los que el individuo o la familia eran atendidos previamente por otro
terapeuta, no psiquiatra, se produce la transformación de la diada en triada terapéutica
(Split-treatment de Kalma y Avena, 2010; Kay et al, 2001 citado por Dualde, 2014). La
situación clínica adquiere complejidad y requiere una mayor reflexión.
¿Qué grado o capacidad de disociación dispone el paciente y la familia para disminuir los
riesgos secundarios de ser visitado en dos espacios? El paciente o la familia puede
depositar en un terapeuta los aspectos más enfermos y en el otro espacio mostrar su
parte más sana. Las relaciones parciales y defensas primitivas pueden promover la
idealización y vivencia de objeto bueno o malo de cada uno de los terapeutas.
¿Qué grado de consciencia hay en los terapeutas para tener en cuenta el riesgo de
confusión?
198
Recomendaciones para una adecuada intervención
Actitud empática del terapeuta con las vivencias actuales y previas de la familia a las
intervenciones, sin generar alianzas patológicas.
Tener presente que los efectos secundarios han de ser escuchados atentamente. Las
reacciones adversas pueden simbolizar alteraciones en la relación terapéutica. También
pueden tener un componente relacionado más con la fantasía que con la respuesta
concreta del cuerpo, nada desdeñable, por cierto.
El Prescriptor
En psiquiatría infantil puede ser un acting out ante la necesidad de hacer algo por el
sufrimiento de un niño al que se le atribuye mayor fragilidad.
El derivante
199
Algunos ejemplos sobre situaciones posibles vividas:
‐ Esto puede ser percibido por el paciente como un conflicto de lealtades que
actúa como factor disociador. La tendencia del tratado será restar importancia a
una de las instancias y frecuentemente apoyándose en la medicación. Como
consecuencia el paciente o familia quedaría preso de nuestra dualidad mente-
cuerpo.
Intervención
200
la intervención terapéutica.
Psicoeducación
Formulación diagnóstica
Psicoeducación
Debemos mostrar cómo entiende el psiquiatra y psicólogo lo que le pasa al sujeto. ¿Cuál
es el sentido de la intervención ahora y no antes?
201
paciente en un proyecto de retomar los recursos que posee. Informar que el déficit de
serotonina que tienen las personas con Trastornos de ansiedad generalizada es restituido
por un ISRS puede generar una vivencia de que hay una falta que siempre ha existido y
no se puede retirar el fármaco por que no se dispone de manera natural de 5HT. Estos
mensajes son más frecuentes de lo deseable y pienso que generan mayor dependencia
hacia psiquiatra, terapeuta y fármaco.
La psicoterapia (del tipo que sea) y los cambios cognitivos provocan cambios cerebrales
que pueden ser, entre otros, mayor regulación emocional y aumento de la serotonina.
Formulación diagnóstica
El psicólogo que deriva promoverá un mensaje concordante con este estilo de pensar,
transmitirá confianza en las posibilidades de retirada y el compromiso de mantener un
trabajo centrado en restituir la incapacidad actual. En el caso de patologías del orden
psicótico o autístico será realista centrándose en promover la adherencia y la
psicoeducación sobre los factores de riesgo de descompensación. Así se conseguirán
dosis bajas y menores efectos secundarios. Todo esto en coordinación con el prescriptor.
202
estructural) a la hora de medicar. Sobre esta cuestión realizaremos aportaciones en
próximas ediciones.
Reflexiones
La relación del médico con el fármaco es determinante para la relación entre el paciente
o familia, el médico y el tratamiento medicamentoso prescrito.
La relación del terapeuta con su constructo teórico de referencia es uno de los factores
de mayor influencia en el efecto de la intervención.
203
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204
Capítulo
12 Supervisión de casos
clínicos
Pumar González, B.
Texto de R. Diatkine, recogido en el libro de Utrilla M. (2010) Convulsiones en las instituciones psicoanalíticas.
Madrid. Ed. APM
Creo que este texto recoge en todos sus aspectos lo que significa poder comprender a
los pacientes de las consultas y poder valorar sus cambios.
La supervisión en cualquier entorno público o privado nos enfrenta a las fantasías de ser
evaluados que dificulta el acceso a la supervisión. Mi objetivo en estas líneas es mostrar
las ventajas que supone poder supervisar casos clínicos y comprenderlos desde el punto
de vista psicodinámico.
El poder pensar que los pacientes del entorno público pueden avanzar en su dinámica
psíquica, es decir sufrir menos y sentirse más capaces de solucionar los conflictos de
cada día, es lo que en términos psicoanalíticos llamaríamos “transformar la energía
pulsional del yo” en palabras de Diatkine, o liberar al yo de las cargas de la compulsión a
la repetición.
206
parado a pensar. Ademas la supervisión de casos exige la preparación escrita de una
caso, lo que conlleva un trabajo añadido a la carga de trabajo institucional, pero este
trabajo añadido es también un momento de reflexión sobre el paciente que hemos
seleccionado y nos ayuda a entender muchas cosas de nosotros mismos y del paciente,
antes de llegar a la supervisión.
Seguramente que un mismo caso clínico puede ser analizado de diferente forma según
el bagaje teórico del supervisor y las técnicas que utilice en cada caso.
Por otro lado en el encuentro terapeuta-supervisor, hay varios factores a tener en cuenta
en el eje transfero-contratransferencial.
Por un lado está la transferencia entre paciente y terapeuta, que es motivo de análisis en
la supervisión, ayuda a que terapeuta tome conciencia de “en qué lugar se ha colocado”
y “ le ha colocado el paciente”. El supervisor muestra al terapeuta ciertas transferencias
inconscientes y conscientes para poder detectarlas y utilizarlas en beneficio del
aprendizaje y del paciente.
207
que surjan entre paciente-terapeuta. Según Harold F. Searles 6 son procesos
emocionales inconscientes debidos a identificaciones con el paciente cuando el terapeuta
está en posición de “alumno” en la supervisión.
Thomas Horn (1957) 7 explica este tipo de fenómeno del modo siguiente: «El supervisado
se identifica inconscientemente con el paciente y se comporta involuntariamente de tal
manera como para transmitir al supervisor aquellas emociones que ha experimentado
durante su trabajo con el paciente pero que se siente incapaz de transmitir verbalmente».
Mientras en el nivel consciente presenta al supervisor los datos fácticos acerca del
paciente, en el nivel inconsciente y no versal comunica los aspectos afectivos de su
experiencia con el paciente. Esto facilita al supervisor la comprensión de la verdadera
dinámica de la relación paciente-terapeuta.
6
Searles, H. P. (1955) extraído de Grinberg, L. (1986) La supervisión psicoanalítica, teoría y
práctica. Madrid. Tecnipublicaciones
7
Horn, T. (1957) extraído de Grinberg, L. (1986) La supervisión psicoanalítica, teoría y práctica.
Madrid. Tecnipublicaciones
208
Las transferencias más frecuentes del terapeuta en proceso de formación sobre el
supervisor sería tanto la idealización del conocimiento del supervisor, así como los
temores persecutorios respecto a ser juzgados por la figura de un Yo ideal omnipotente
proyectada en dicho supervisor.
8
Tabares, J y Solans, P. (2009) El proceso de la supervisión y el proceso analítico. Revista de
Psicoanálisis de la Asoc. Psic. de Madrid, nº57 .
209
parte del supervisor y señala también que la formación y transmisión en la supervisión se
basa en la identificación del supervisado a la función psicoanalítica del supervisor. En la
misma línea de pensamiento, T. Eskelinen de Folch estima que el objetivo fundamental
de la supervisión es el análisis de la contratransferencia del supervisor (dentro del
proceso de la supervisión) como medio para comprender la contratransferencia del
terapeuta en formación hacia su paciente (en el proceso terapéutico).
Por su parte, la supervisión individual, al permitir una mayor protección de la intimidad del
supervisado, facilitaría una elaboración psíquica más profunda de la dinámica
transferencia-contratransferencia en la supervisión, una vez que dicha dinámica se
produce.
“La supervisión es aquella instancia en la que el analista puede confrontar, los hechos
que conceptualiza y formula en la soledad, con la mirada proveniente de otros modos de
conceptualizar y formular los mismo hecho. Así, el analista, al exhibir una sesión expone
sus modos de pensamiento en el espacio público” Ensayos en honor de R. Horacio
Etchegoyen. Buenos Aires, Polemos
Bibliografía
Jordan Moore, J.F. en Ahumada, J. F. et al. Ed. (2000) Las tareas del psicoanálisis
210
Capítulo
Taller de supervisión de
13 psicoterapia grupal.
Trabajando con el grupo
Lorenzo López, L
En este capítulo se trata de realizar algunas reflexiones acerca de lo que hemos trabajado
en el taller de “supervisión”. Manuel Martinez y yo misma nos hemos ocupado de esta
tarea: supervisar experiencias con grupos psicoterapéuticos y/o proyectos iniciales en las
distintas unidades de salud mental. Hemos trabajado con grupos en las comunidades
terapéuticas, en hospitales de día, en las unidades de salud mental infanto juvenil, en las
unidades de salud mental comunitaria, en unidades de salud mental hospitalaria de
infancia y adolescencia, y en programas específicos. Han presentado sus trabajos
distintos profesionales, de estas unidades.
Desde hace algunos años y especialmente en los servicios de salud mental y servicios
sociales, se va abriendo la “puerta” a que supervisores externos a la institución puedan
realizar supervisiones. Esta tarea puede centrarse en un trabajo sobre los obstáculos en
la práctica psicoterapéutica; o en el análisis de conflictos institucionales para facilitar su
211
resolución, o para realizar un apoyo a los equipos en algunos periodos de su tarea
asistencial. Cada vez más las supervisiones se realizan en grupos multiprofesionales, lo
cual añade un plus al trabajo de supervisión individual.
Si bien, contar con esta figura en las instituciones es todavía una tarea que levanta
muchas resistencias, tanto por parte de la institución como organización y jerarquía como
por parte de los profesionales.
Veamos algunos emergentes:“ A mí me pasa lo mismo que a ti”; “que alivio creía que yo
era incompetente”; “esas angustias que pasas también las he pasado yo”,;“ cuando
comenzamos un grupo queremos que salga bien, nos sentimos responsables”; “es un
alivio poder compartir aquí que estamos aprendiendo”; “ a mí me pasa que me angustia
mucho cuando surge el tema de la muerte, del suicidio”; “ me siento mal por no poder
trabajar con los pacientes como creo que deberíamos”; “ me he sentido muy acompañada
por vosotros”; “ estoy aprendiendo la importancia que tiene el encuadre”; “ echo de menos
poder trabajar en equipo”; “ a veces las dificultades están ms en nosotros que en los
212
pacientes”; Gracias por vuestras ideas”.
Con estos emergentes se pone de manifiesto que compartir, trabajar sobre materiales
psicoterapéuticos grupales, aprender a escuchar al grupo, ir haciéndose cargo del lugar
de coordinación, cuando se hace con otros se amplía el conocimiento y tiene un efecto
también terapéutico. Compartir las ansiedades que generan nuestro trabajo como
psicoterapeutas y sentirse acompañado, escuchado y no censurado eso es el efecto
terapéutico; y también lo es poner palabras a las ansiedades que nos generan la relación
terapéutica y las condiciones de la institución cuando éstas no favorecen los espacios
para pensar. Y sin pensamiento no hay proceso terapéutico.
En ocasiones son los propios profesionales de los servicios de SM los que no demandan
la supervisión en el espacio de la institución. Y tampoco fuera. Parecería como si este
instrumento tan necesario en la práctica clínica grupal, no formara parte de la actividad
psicoterapéutica.
Es una tarea que la institución tendría que asumir para el cuidado de los profesionales,
pero también tendríamos que preguntarnos, que sucede con nuestra practica asistencial,
con el trabajo psicoterapéutico, cuando con bastante frecuencia dejamos de lado la
formación, la búsqueda de ampliar nuestros conocimientos, la supervisión y el trabajo
personal.
Sin un cuerpo nocional, nuestro trabajo clínico está limitado, y el sentido común, (que
sería el inicio del aprendizaje), se convierte en nuestra guía. Por no hablar hoy de esas
otras guías, que al quedar todo tan clarificado, diseñado y controlado, posiblemente
ayudan a obturar el deseo por conocer, a evitar el movernos en la incertidumbre que
conlleva el encuentro con el otro, la tarea terapéutica, la tarea de cuidados.
213
En este taller de supervisión, se va produciendo un efecto propio de la supervisión
grupal. Se va dando un intercambio de experiencias institucionales, grupales y se va
creando un espacio para pensar en la práctica; desde diferentes marcos teóricos,
experiencias y desde diferentes dispositivos de salud mental. De este modo se va
organizando una trama vincular muy interesante, donde el grupo, la psicoterapia y los
obstáculos del profesional que presenta el material, va movilizando experiencias,
recuerdos que contribuyen a revisar cada una de las prácticas, mientras se va
escuchando y trabajando el material del compañero que presenta ese día.
El trabajo de supervisión, por tanto, también conlleva un trabajo psíquico sobre las
ansiedades que la labor clínica cotidiana provoca en la subjetividad de los profesionales.
EL rol de supervisor-Coopensor
Comparto con algunos compañeros que está más cerca de nuestro esquema de
referencia y la manera de entender este espacio, el nombrar al supervisor como un
coopensor. Este es el nombre que le da Pichón Riviere y A.Bauleo a la función del
terapeuta grupal.
Habitualmente en las instituciones en las que trabajamos hay poco espacio para pensar,
poco espacio para lo grupal. Los equipos muchas veces en lugar de ser fuente de
cooperación, de ayuda y de creación de proyectos, son generadores de ansiedades y de
inquietudes y, con mucha frecuencia, son lugares para el silencio.
214
En la institución de salud mental, en su propia organización y diseño asistencial,
generalmente está ausente el cuidado del profesional. El cuidado significa, entre otras
cuestiones, dotar a los profesionales, de espacios de formación, de supervisión y de
fomento del trabajo en equipo. El descuido frente al cuidado, también se hace presente
en los contratos, en los cambios repetidos de profesionales, en la precariedad laboral.
En general, en los grupos con los que trabajamos, cada profesional tiene un marco de
referencia distinto (psicoanalítico, sistémico, cognitivo, grupal…) Hay deseo en algunos,
motivación en otros, pero en la mayoría de los casos una necesidad de revisar el trabajo
psicoterapéutico que realizan, poder pensar acerca de la labor terapéutica, revisar la
práctica y sentirse sostenidos.
Estos espacios son lugares para construir conocimiento, que será también el sostén para
la práctica psicoterapéutica. Donde el copensor que se hace cargo de ese papel, por su
formación y experiencia, cuida y sostiene: al terapeuta, a los pacientes y a los otros
profesionales integrantes del espacio de supervisión.
Armando Bauleo decía que supervisar significaba afinar el instrumento que somos
nosotros mismos, y que cada tanto era necesario afinarlo con la formación, con la
215
supervisión y con el dialogo con otros. Y también con un trabajo personal
psicoterapéutico.
El coopensor trabaja con otros, no los forma, no adoctrina, no tiene certezas. Colabora al
conocimiento, a través de ir construyendo hipótesis e interrogantes y abriendo el
pensamiento. En ocasiones, cuando estamos tan cerca del otro y excesivamente
invadidos por las emociones, la escucha de un tercero, o de terceros, produce “el saber”,
que ira formando parte del cuerpo nocional del profesional, así la teoría se crea y se
produce en la praxis.
El cuidado del profesional es el cuidado del paciente, de aquel que demanda atención.
Si pensamos en las necesidades de cuidado y buen trato que son herramientas básicas
en la relación terapéutica, tendremos que cuidar a quien cuida. Y esto es conocimiento,
técnica, efectividad y eficacia.
Hay muchas situaciones y conflictos que dificultan el trabajo profesional, a veces las
instituciones pasan por verdaderos momentos de crisis, y muchas veces con pocos
recursos para resolverlos: la capacidad saludable de una institución viene dada por la
resolución de los conflictos, no porque aparezcan. Contar con un supervisor externo,
puede disminuir el dolor y malestar que producen estas crisis y lo que es más importante,
puede intentar evitar la cronificación de los conflictos. Si estos no se resuelven se pueden
transmitir “generación” tras “generación” en la institución, como sucede en el grupo
familiar.
Este espacio de supervisión grupal nos está enseñando que el compartir, el trabajar en
grupo, el organizar espacios psicoterapéuticos grupales, así como los del equipo, tienen
efectos tanto en la mejor calidad asistencial como en la calidad humana de los
profesionales. Seguimos…
216
$ !
"
Comentarios de algunos
especialistas residentes en
formación sobre el programa de
psicoterapia psicodinámica
“Lo que más valoro del Programa es el hecho de que ofrece una formación
inicial sistematizada en terapias psicodinámicas, orientada a la práctica en el
sistema de salud público. Frente al discurso actualmente imperante de
tratamientos basados en la evidencia y la renovada primacía de lo biológico,
que tienden a dejar fuera la subjetividad del paciente, el programa ofrece otras
posibilidades de acercamiento a la clínica, con un desarrollo teórico muy
potente, y transmitido por profesionales muy instruidos en la materia y que han
desarrollado su carrera en el sistema público. Para los residentes supone un
cambio de prisma en lo que es el trabajo en salud mental. Se nos da la
218
posibilidad de compartir experiencias en el inicio de nuestra andadura como
participantes del sistema de la salud mental, experiencias que compartimos
entre nosotros pero también en espacios de supervisión clínica, realizado por
el equipo docente u otros profesionales con larga trayectoria profesional,
espacios que tienen a veces un impacto determinante en nuestra formación.
También destacar la gran relevancia que tiene la formación en trabajo grupal
en el programa, así como la supervisión de los grupos que los residentes
empezamos a realizar, formación de mucha calidad y que ha respondido a un
vacío formativo que existía en mi caso personal “(Manual Ángel Álvarez Mijes,
psicólogo clínico, Hospital Regional de Málaga).
Espero que proyectos como este sigan fortaleciéndose y aportando a los que
empezamos y a los que ya están en el camino de la Salud Mental” (Macarena
Hernández, psiquiatra, Hospital de día Atención Infanto Juvenil , Barcelona).
219
“Yo inicié la formación al terminar la residencia, promoción 2019-21. En
general, ha sido una formación enriquecedora en todos los sentidos. Creo que
es una experiencia fundamental que todo residente debería transitar. Un
espacio dentro de la institución donde poder pensar los casos y enlazarlo con
los contenidos teóricos, algo tan básico y tan imprescindible para nuestro
crecimiento y nuestra práctica profesional. Los contenidos teóricos han sido
adecuados y la formación y el trato de los docentes exquisito. Sin duda, una
oportunidad dentro de la sanidad pública y para la mejoría de la salud mental”
(María Dolores Gómez Valero, psicóloga clínica, UGC SM Hospital Serranía
de Ronda).
220