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Otra Oportunidad (9-Millonarios

Machos Alfa) Ava Gray


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OTRA OPORTUNIDAD
AVA GRAY
Copyright © 2023 por Ava Gray
Reservados todos los derechos.
Ninguna parte de este libro puede reproducirse de ninguna forma ni por ningún
medio electrónico o mecánico, incluidos los sistemas de almacenamiento y recupe-
ración de información, sin el permiso por escrito del autor, excepto para el uso de
citas breves en una reseña de un libro.
Creado con Vellum
TA M B I É N P O R AVA G R AY

Los Millonarios Machos Alfa

Un Bebé Secreto con el Mejor Amigo de Mi Hermano ||


Simplemente Fingiendo || Amando al hombre que debería odiar ||
El Millonario y la Barista || Regresando a Casa || Doctor Papi ||
Bebé Sorpresa || Amo Odiarte
ÍNDICE

Blurb

1. Addie
2. Tanner
3. Addie
4. Tanner
5. Addie
6. Tanner
7. Addie
8. Tanner
9. Addie
10. Tanner
11. Addie
12. Tanner
13. Addie
14. Tanner
15. Addie
16. Tanner
17. Addie
18. Tanner
19. Addie
20. Tanner
21. Addie
22. Tanner
23. Addie
24. Tanner
25. Epílogo
BLURB

Entregué mi corazón a Tanner y él me enseñó todas las razones por


las que no debía volver a confiar en los hombres.

Habían pasado dos años desde que vi su increíble e inolvidable cara.


Dos años desde que descubrí que estaba embarazada de él.
Haberle pillado con otra mujer me había obligado a abandonar la
ciudad y a guardar ese secreto.

Y justo cuando había pensado que podría curar mi corazón, él volvió


a mi vida.
Seguía siendo tan hermoso como lo recordaba.
Todavía quería que me abrazara, que me hiciera sentir viva.
Sin embargo, él tenía dudas... muchísimas.
Sobre todo porque nuestro hijo era idéntico a él.

El regreso de Tanner podría haber destruido todo lo que había cons-


truido por mi cuenta.
Era multimillonario, pero el dinero no habría bastado para comprar
mi confianza.
¿Alejaría a mi hijo de mí o nos salvaría a ambos?
1
ADDIE

L as dos rayitas rosas de la prueba de embarazo no mienten: es-


toy embarazada.
Quizá debería estar asustada o preocupada por decírselo al padre,
como podrían estarlo muchas chicas en mi situación, pero no es así.
Estoy segura de mí misma y emocionada porque estoy enamorada
del hombre más extraordinario del mundo. Se llama Tanner Beckett
y cuando esta noche le diga que vamos a tener un bebé, sé que estará
tan entusiasmado como yo.
Lo conocí hace dos meses, en la pequeña floristería donde todavía
trabajo. Había venido a encargar un arreglo floral para enviárselo a
su hermana pequeña por su cumpleaños. Le había ayudado a elegir
las flores más bonitas que teníamos y se había quedado más tiempo
del necesario. Antes de irse, me había pedido que saliera con él. No
quise decir que sí de inmediato y me gusta recordar que también me
había mostrado tímida. Al menos un poco.
Pero, ¿a quién quiero engañar? Era el hombre más sexy que había visto
nunca y, enseguida, había surgido entre nosotros una atracción ex-
plosiva. En cuanto me había invitado a salir, me había quedado em-
belesada, balbuceando.
¡Sí, sí, sí!
Al día siguiente Tanner me había recogido con su coche de lujo, me
había llevado a un enorme campo salpicado de tulipanes de colores
y habíamos pasado la tarde recogiéndolos. Me encantan las flores y
aquella era una primera cita perfecta.
En aquel campo de tulipanes había ocurrido algo mágico y, aunque
acabábamos de conocernos, todo había resultado tan sobrecogedor e
inesperado. No puedo decir que ya estuviéramos enamorados por-
que apenas era nuestra primera cita, pero el sentimiento que había
entre nosotros...
No sé cómo describirlo exactamente porque nunca antes había senti-
do algo así. En cualquier caso, así empezó nuestro romance
relámpago.
Era como si ya nos conociéramos. Nunca he creído en la reencarna-
ción en vidas anteriores, en el destino ni en nada parecido, pero Tan-
ner me hizo reconsiderar el concepto de alma gemela.
De hecho, desde el primer momento en que nos encontramos, supe
que era el hombre de mis sueños.
Empezamos a pasar mucho tiempo juntos y, aunque nuestras vidas
eran diametralmente opuestas en casi todos los sentidos, conectamos
enseguida a un nivel muy profundo.
Volviendo al presente, puedo decir con certeza que Tanner Beckett es
mi hombre y que todo en él hace que mi corazón lata más deprisa.
Le conozco mejor que a nadie en el mundo, así que cuando le conta-
ré que estamos esperando un bebé, sé que se alegrará tanto como yo.
Cuando se trata de Tanner, no tengo dudas. Siempre es sincero con-
migo y sabe cómo comunicarse tanto con el corazón como con las
palabras.
Me gusta el hecho de que no juega y que sabe exactamente lo que
quiere.
Cuando estoy con él no hay conjeturas, solamente una alegría autén-
tica, casi indescriptible.
Sentada en la cama, cojo la fotografía enmarcada de la mesilla de no-
che. Nos representa a Tanner y a mí con gorros de lana, copos de nie-
ve bailando a nuestro alrededor, las mejillas sonrojadas y luces navi-
deñas de fondo. Tanner sonríe a la cámara y yo le beso la mejilla. Es
mi foto favorita y me encanta por muchas razones.
Sobre todo porque capta nuestra esencia y nuestra historia de amor.
Me tomo un momento para admirar su belleza: su grueso pelo casta-
ño oscuro, preciosos ojos color avellana, hombros anchos y una esta-
tura de vértigo. Mi corazón se enciende y mis pensamientos se ca-
lientan al recordar la noche en que consumamos nuestra primera re-
lación. Llevábamos saliendo tres semanas y el calor entre nosotros
estaba a punto de hervir.
Sin embargo, no soy el tipo de chica que se acuesta con un hombre
después de unas pocas citas. De ninguna manera. Soy cauta, cuida-
dosa y realmente tengo que estar segura antes de decidir acostarme
con un hombre. Probablemente por eso Tanner ha sido solo el segun-
do chico con el que me he acostado. La primera vez apenas tenía 18
años y él había sido mi novio durante casi los cuatro años de institu-
to. Confiaba en él y, al ser nuestra última noche antes de que se fuera
a la universidad, había decidido que era "ahora o nunca".
No guardo buenos recuerdos del acto en sí, pero Billy había sido un
chico dulce y, admitámoslo, le había hecho esperar lo suficiente. Los
dos éramos vírgenes, y toda la experiencia fue rara, molesta y un
poco desagradable. Al menos para mí. En cualquier caso, me gusta
pensar que él lo disfrutó.
El sexo con Tanner, sin embargo, está a otro nivel.
Es embriagador, súper íntimo y el mero hecho de pensar en el placer
que me aporta, hace que se me enrosquen los dedos de los pies y me
suba el calor a la barriga. A diferencia de Billy, Tanner es un hombre
y sabe exactamente lo que hace.
Me muerdo el labio inferior y vuelvo a pensar en la noche anterior.
Espero que mis vecinos no hayan oído mis gritos, porque me calentó
tanto que no podía distinguir la derecha de la izquierda. Me dirijo a
la cama y me doy cuenta de que todavía estoy un poco aturdida...
Vuelvo a dejar la foto en la mesilla de noche y cojo el móvil. Incluso
estar lejos de Tanner durante un par de horas me parece una eterni-
dad. Es extraño como una persona puede convertirse en una parte
tan importante de tu vida en tan poco tiempo.
Hola, le escribo con un emoji rojo en forma de corazón.
Un instante después contesta: Hola, cariño. Estoy impaciente por verte
esta noche.
Directo y sincero. Me encanta eso de él. Tanner es realmente el están-
dar perfecto al que todos los demás hombres deberían aspirar. A ve-
ces me cuesta creer lo honesto que es, teniendo en cuenta su origen.
Su familia es increíblemente rica y Thomas Beckett, su padre, posee
y dirige una empresa tecnológica valorada en miles de millones de
dólares.
Cuando me enteré, me puse muy nerviosa. Yo vivo de cheque en
cheque y mis ahorros totales apenas superan los 2.000 dólares. No
crecí en un contexto de riqueza y mi familia no tendría ni idea de
cómo comportarse durante un acto benéfico o un partido de polo en
el country club.
Formamos parte de lo que puede considerarse la clase trabajadora.
No crecí en un parque de caravanas, pero mis padres, mi hermana
pequeña Kayla y yo, nos criamos en una casa pequeña en un barrio
obrero. Tras la muerte de mi padre, cuando yo tenía 15 años, Randy
Walker empezó a salir con mi madre y acabó casándose con él. Creo
que fue más por conveniencia que por un sentimiento real hacia
aquel imbécil. Después de la pérdida de mi padre, mi madre nunca
volvió a ser ella misma. Jason Hayes había sido su alma gemela, el
amor de su vida, y cuando murió, esa derrota la sumió en una espi-
ral de dolor y tristeza que nunca desapareció del todo.
En aquel momento no podía entenderlo del todo, pero ahora sí. No
creo que se pueda comprender algo similar si no sabes de primera
mano lo que significa amar a alguien en lo más profundo de tu alma.
Como con Tanner. Cuando él no está aquí conmigo, es como si mi
mundo dejara de girar. Como si faltara una parte de mí.
No hace falta decir que cuando mi padre murió tan inesperadamente
con solo 40 años, mi madre quedó devastada. Las cosas se hicieron
más difíciles sin él, porque era el cabeza de familia. Mi padre era un
hombre amable y grande como un gigante, y era el pegamento que
nos mantenía unidos. Tras su muerte, todo cambió.
Y no para mejor.
Desde que Randy Walker había entrado en nuestras vidas, todo se
había ido al infierno. Mi padrastro es, y siempre ha sido, un idiota de
primera clase. Bebe, juega mucho y fuma como una chimenea. Si
existe un vicio repugnante, él lo tiene. El mayor problema es que no
trata a mi madre con el respeto y la amabilidad que se merece. Me
enfada, pero no puedo hacer mucho al respecto. Ella fue la que ha
elegido casarse con ese tarado y, diga lo que diga, no parece impor-
tarle. Es casi como si se hubiera dado por vencida y eso me
entristece.
Cuando cumplí 18 años, me había mudado y había encontrado un
lugar propio con un par de amigas. No me importaba lo que costara.
Tres años viviendo con Randy habían sido más que suficientes, y
además no podía vivir en aquella casa deprimente. Encontré un tra-
bajo y conseguí llegar a fin de mes. A duras penas.
Sin embargo, estoy acostumbrada a trabajar duro. Nunca me regala-
ron nada. Fui a la escuela pública, saqué buenas notas y me apunté a
la universidad local, pero no funcionó. En lugar de eso, trabajé en
varios empleos mal pagados mientras intentaba averiguar qué que-
ría hacer con mi vida. El tiempo pasó y, antes de darme cuenta, me
encontré a los 25 años sin un título decente.
Cuando hace dos años Suzette me contrató para trabajar en la floris-
tería local, encontré mi vocación. Siempre me había sentido una ar-
tista y me encantaba la naturaleza. Suzette, la propietaria de Secret
Garden, me enseñó no solo a crear arreglos, sino también a llevar un
pequeño negocio.
Y nunca he mirado atrás. Secret Garden es mi paraíso feliz, y además
disfruto yendo a trabajar y creando bonitos arreglos para la gente,
para ayudarles a celebrar los momentos más importantes de sus
vidas.
Cuando Suzette se jubile, mi objetivo es conseguir un préstamo y
comprar su tienda. De momento, es una quimera, porque no creo
que un banco me conceda nunca la cantidad que necesitaría. Espero
que ella y yo podamos llegar a algún tipo de acuerdo para que me
deje hacerme cargo del negocio, pero supongo que el tiempo lo dirá.
Mientras tanto, gracias a estas dos líneas rosas, mi vida está cam-
biando radicalmente. Sin embargo, no estoy ni preocupada ni asusta-
da. No tengo ninguna duda de que Tanner será el mejor padre del
mundo. Espero que quiera casarse conmigo y que podamos formar
una pequeña familia juntos. No necesito vivir en el lujo ni tomarme
vacaciones exóticas por todo el mundo.
Lo único que necesito es tener al lado a mi hombre.
No valoro mucho su dinero, pues bien podría ser un pobre hombre y
yo seguiría queriéndole. A diferencia de Randy y de mi hermana
Kayla, los dólares y las cuentas bancarias infladas nunca me han im-
presionado. Me interesa más el carácter de una persona que lo que
puede permitirse comprar. Prefiero vivir con el amor de mi vida en
un piso minúsculo y ser feliz que con un imbécil rico en una man-
sión y ser infeliz.
Llaman a la puerta, salto de la cama y me muevo rápidamente por
mi estudio. Vivir en Nueva York cuesta una pasta, así que mi piso es
muy pequeño, pero lo he hecho acogedor y agradable. Lo he amue-
blado con muchos colores vivos y tengo cojines, alfombras, cuadros
y velas para alegrar las paredes blancas y el desgastado suelo de
madera.
Cuando abro la puerta, me sorprende ver a mi hermana Kayla. Ella
tiene unos años menos que yo y no estamos muy unidas. Sin embar-
go, va a ser la tía de nuestro bebé, así que espero que sea algo más
madura. Kayla no es muy responsable, sobre todo cuando se trata de
dinero, y puede ser muy imprudente. Le gusta "estar a la última" y,
como cree que necesita todo tipo de cosas caras, tiene una deuda
enorme con la tarjeta de crédito. Yo soy definitivamente más modes-
ta y mis gustos no son tan extravagantes como los de ella. A pesar de
que sea demasiado superficial y se preocupe excesivamente por qué
diseñador figura en las etiquetas de su ropa, la quiero. Cuando ha-
blamos de que no queremos a Randy, ella y yo estamos de acuerdo y
eso nos une más que cualquier otra cosa.
"Hola, hermanita", exclama al entrar. Las dos tenemos el mismo pelo
y los mismos ojos oscuros, pero Kayla va de vez en cuando a la pelu-
quería y se hace mechas rubias. Los míos, en cambio, son castaño os-
curo, casi a juego con mis ojos color avellana.
Kayla va vestida como si fuera a una fiesta de jardín en una comida
de señoras, así que miro mi camiseta y mis mallas normales. Ella va
maquillada y yo apenas he podido ponerme máscara de pestañas. En
mi defensa, sin embargo, hoy era mi día libre en el trabajo.
¿A quién quiero engañar? Prefiero ir cómoda, sencilla e informal a pa-
sarme dos horas arreglándome antes de salir. Además, a Tanner no
parece importarle que no me atraiga la moda.
"Hola, Kayla", digo, cerrando la puerta tras ella. "¿Qué tal?"
"Oh, ya sabes", dice agitando una mano, perfectamente cuidada, en
el aire. "Pasaba por aquí y pensé en pasar a saludar a mi chica
favorita".
Es un poco rara y enseguida sospecho y me pregunto qué querrá.
"¿Quieres tomar algo?", le pregunto y ella niega con la cabeza.
Nos sentamos en el sofá mientras ella mira mi piso con ojo crítico.
"Este sitio es muy pequeño, Addie. No sé cómo no te mueres de
claustrofobia".
"Primero, no se puede morir de claustrofobia y segundo, vivir en
una ciudad como esta cuesta una barbaridad. Es todo lo que puedo
permitirme en este momento".
Ella se estremece, cruzando las piernas.
"¿Y tu novio?".
Arqueo una ceja. "¿Qué pasa con mi novio?".
Se estira. "Es un puto multimillonario y tú vives en esta caja de zapa-
tos como una indigente en la pobreza. ¿Por qué no te instala en un
lujoso ático en el centro?".
Sus palabras me irritan. Nunca hablo de dinero con Tanner. Claro, él
tiene un montón y yo casi nada. Sin embargo, eso no significa que
me aproveche de él.
"En primer lugar, es su dinero, no el mío", le recuerdo con brusque-
dad. "Además, él no es multimillonario, lo es su padre. Y no quiero
un novio que me mime como un papi. Yo trabajo duro, gano mi pro-
pio dinero y pago mis propias facturas. Se llama ser independiente".
Algo de lo que Kayla no sabe nada.
"Claro", murmura en voz baja.
"Al menos tengo una casa en la ciudad. Tú sigues viviendo en South
Grove".
Mi indirecta le cala hondo. Sé que Kayla quiere dejar nuestro pueblo
y mudarse a la ciudad, pero no puede permitírselo.
"Estoy trabajando para conseguirlo", dice despreocupada. "Yo tam-
bién espero tener pronto una casa bonita aquí". Luego Kayla se re-
compone rápidamente. "Lo siento. No he venido a criticarte. Estás
haciendo lo mejor que puedes con el sueldo irrisorio que ganas. Este
lugar es francamente... acogedor", se esfuerza finalmente por decir,
mirando a su alrededor, transmitiéndome exactamente la impresión
contraria de lo que está diciendo.
Me doy cuenta de que odia mi pequeño piso, pero es mi casa y nadie
puede decirme lo que tengo que hacer.
Puedo entrar y salir cuando quiera y decorarlo como me plazca. A
pesar de que ella es tan crítica, tengo la libertad de hacer lo que me
da la gana.
Mientras que ella no.
Contengo un suspiro y me pregunto qué querrá. Kayla siempre tiene
un plan oculto y estoy segura de que esta vez tampoco será diferente
de las demás.
"¿Qué necesitas... qué quieres Kayla?", le pregunto, yendo al grano.
Ella junta las manos y me ofrece una débil sonrisa.
"Es tan obvio, ¿eh?".
"Un poquito".
"Bueno, me preguntaba si podrías ayudarme", empieza, con la voz
un poco vacilante. "Solo un pequeño favor y te juro que te lo devol-
veré en cuanto pueda", añade apresuradamente.
Un ceño se frunce en mi frente.
"¿Quieres pedirme un préstamo? ¿Dinero? Acabas de decir que mi
sueldo es irrisorio y que vivo en un piso de mierda", le recuerdo.
Kayla emite un sonido de frustración. "Sé que no tienes, pero ¿y Tan-
ner? Vale, puede que no tenga miles de millones, pero seguro que
tiene mucho dinero".
"¡¿Quieres que le pida a Tanner que te preste dinero?!"
No puedo creer lo que estoy escuchando. ¿Se ha vuelto loca?
Justo cuando pensaba que no podía estar más centrada en sí misma
que esto, me convence de lo contrario.
"Nunca te lo pediría, pero las empresas que gestionan mi tarjeta de
crédito me están pisando los talones. Me llaman todos los días, a dia-
rio, y ya no sé qué hacer. Se ha vuelto imposible de manejar, Addie.
Necesito ayuda".
Su voz se vuelve quejumbrosa y aprieto los dientes. No entiendo por
qué debería ayudarla, ya que mi irresponsable hermana se ha gasta-
do miles y miles de dólares en ropa, zapatos y maquillaje. "Quizá po-
drías pensar en declararte en quiebra. Nunca podrás pagar esa
tarjeta".
"No es una tarjeta... son más de una. Si alguien me prestara el dinero,
podría arreglármelas. Entonces podría pagar mis deudas en cuotas
mensuales". Me mira con ojos suplicantes. "¿No puedes pedírselo?
¿Por favor? ¿Por mí?"
"Lo siento, Kayla, pero no voy a hacer eso. Tanner y yo nunca habla-
mos de su dinero".
"¡Dios mío, está forrado! Definitivamente no le faltan 20.000 dólares.
Es una gota en el océano para él".
"¡¿Debe 20.000 dólares?!", pregunto incrédula. "¿Qué demonios,
Kayla?"
"Ya sabes que lo mío son las compras".
Su actitud se está volviendo arrogante y me estoy molestando. "Es
hora de que te pongas las pilas. No esperes que Tanner te haga un
cheque".
"¡Se llama favor, Addie!"
"Lo siento, pero tendrás que llamar a las compañías de tarjetas de
crédito y acordar un plan de pagos".
"¿No crees que ya lo he hecho? Dios, ¡qué egoísta eres!".
"¿Yo?", pregunto incrédulo. "Eres tú la egoísta". ¿Me estoy perdiendo
algo? ¿Por qué es culpa mía y soy yo la mala persona?
"Bien", se levanta de un salto y se pone en pie. Se vuelve hacia mí,
con los ojos brillantes. "Si no me ayudas, tendré que hacer algo
desesperado".
Sonrío. Mi hermana, la reina del drama. "¿Como robar un banco?"
"Tal vez. O convertirme en prostituta".
Me esfuerzo por no poner los ojos en blanco, no estoy de humor para
su teatro.
"Quizá te conviertas en Pretty Woman y encuentres a tu papi".
"Eres una hermana horrible", grita con los ojos llenos de lágrimas.
La culpa me invade mientras se dirige a la puerta y la abre de par en
par. "Kayla, espera... "
"¡No! Nunca te pido nada y la única vez que lo hago, te burlas de mí
y me echas a los lobos. Olvida que pasé. Estaré bien sola y no gracias
a ti".
Kayla cierra la puerta tras de sí y yo dejo caer la cabeza contra el res-
paldo del sofá. Me gustaría poder ayudarla, pero no me parece bien
pedirle a Tanner que le extienda un cheque por todo ese dinero.
Aunque no gano mucho, creo que puedo ofrecerle unos 50 dólares a
la semana. Aunque con las deudas que tiene, no creo que le sirva de
mucho.
Lo siento, pero Kayla tendrá que arreglárselas sola.
2
TA N N E R

A l cruzar el elegante vestíbulo, veo a mi izquierda el restaurante


adyacente al hotel. Es un famoso y carísimo restaurante de car-
nes y he quedado con mi padre aquí para comer. De hecho, lo
único que quiero es dar media vuelta y largarme de aquí. Ni siquiera
sé por qué he aceptado su invitación.
Desde que murió mi madre, todo se ha ido a la mierda. Thomas Bec-
kett, mi padre, nunca había sido un hombre cariñoso y dulce. Siem-
pre estaba centrado únicamente en su empresa y en su trabajo. Inclu-
so después de la muerte de mi madre, no cambió. Siempre estaba de-
masiado ocupado trabajando como para pensar en sus hijos. Como
resultado, mis hermanos, mi hermana pequeña y yo crecimos pe-
leándonos entre nosotros y rebelándonos contra él.
Somos cinco: Nash es el mayor, seguido de mí, Sawyer y los gemelos
Crew y Sierra. Yo soy el más diplomático, la voz de la razón, así que
he conseguido mantener una buena relación con cada uno de ellos.
Sin embargo, lamentablemente, no son grandes vínculos.
Nash y yo somos probablemente los más cercanos, lo que significa
que hablamos un par de veces al año. Él es el único de los hermanos
que ha seguido los pasos de mi padre, y papá siempre ha dejado cla-
ro que si no queremos trabajar en TB Tech, no le servimos de nada.
Así que Nash es el único que habla con él regularmente. Por supues-
to, el motivo es otro: quiere hacerse cargo de la empresa de mi padre
tras su muerte.
No puedo culparle por lamerle un poco el culo. Pero quién demo-
nios sabe cuánto tiempo estará el viejo por aquí. Probablemente
otros 40 años, porque ya sabes lo que dicen: los gilipollas más mez-
quinos y gruñones son los que viven más tiempo. Mientras que la
gente dulce y amable, como mi madre, muere demasiado pronto.
No tengo ni idea de lo que mi padre quiere de mí hoy y me sorpren-
de que me haya llamado para invitarme a comer. Hasta ayer, no ha-
bíamos hablado en casi seis meses. La última vez que lo hicimos fue
porque me pasé por la oficina para ver a Nash y encontré al viejo.
El caso es que mi padre no queda con la gente solo para charlar, sino
que siempre tiene un plan oculto. Por eso, cuando me siento frente a
él en la mesa del rincón del comedor, me pregunto qué querrá de mí.
"Gracias por estar aquí, Tanner", me dice amablemente Thomas, mi
padre. "Tienes buen aspecto, hijo".
"Gracias", respondo frio, con los ojos entrecerrados. "¿A qué viene
esa invitación a comer?", pregunto. Decido ir al grano porque no es-
toy de humor para sus juegos.
"Ha pasado mucho tiempo", responde sin rodeos, desplegando la
servilleta y apoyándola en su regazo. "¿No es posible que simple-
mente quiera pasar algún tiempo con mi segundo hijo?". Y me dedi-
ca una sonrisa cargada.
Viejo astuto. Sé que trama algo, pero por mucho que pienso en ello,
no consigo averiguar qué.
"Papá, ¿sabes siquiera cuántos años tengo?".
La sonrisa se desmorona. "No seas infantil, Tanner. Deja que lo haga
tu hermana". Toma un sorbo de agua y luego mira el menú. "El filet
mignon de aquí es excelente".
Me esfuerzo por no poner los ojos en blanco. "Fantástico", digo sin
ningún entusiasmo. Este es el último lugar del mundo en el que
quiero estar, y ni siquiera desearía haber aceptado reunirme con él.
Mi padre es un egocéntrico que ha intentado entrenar y controlar a
todos sus hijos. Y le salió el tiro por la culata. Nos rebelamos y deci-
dimos darle la patada y llevar nuestras propias vidas, con nuestras
propias condiciones. Por supuesto, esto significaba que todos estába-
mos a punto de ser aislados. De hecho, Sawyer y los gemelos habían
sido excluidos unos dos años antes, cuando tomaron decisiones vita-
les que no sentaron bien al ilustre Thomas Beckett.
Sawyer se había alistado en el ejército, lo que casi provocó un paro
cardíaco a mi padre. Sierra quiso ser diseñadora de moda y se fue a
algún lugar de Europa. ¿En París, tal vez? Y Crew es un desastre al
que le gusta beber, apostar y no tiene metas ni rumbo. No hay duda
de que es la oveja negra de nuestra familia.
Nash y yo somos los únicos que seguimos gozando de la gracia de
nuestro padre, y pendemos de un hilo muy fino.
Así que no sé por qué disfruto burlándome de él. Quizá sea porque
sé que es un cabrón y está acostumbrado a salirse siempre con la
suya. Supongo que mi parte rebelde gusta de ponerlo un poco contra
las cuerdas.
Sin embargo, yo hago mis cosas, y siempre lo he hecho. Aunque po-
seo una buena parte de las acciones de TB Tech y he invertido sabia-
mente, nunca me ha interesado ir todos los días a trabajar a la ofici-
na. Soy más creativo y me gusta hacer cosas más concretas, trabajan-
do de forma manual. Creé una pequeña empresa de construcción de
muebles y ha tenido bastante éxito. Es agradable construir cosas de
las que me siento orgulloso y luego poder ganar mi sustento.
Por supuesto, incluso en esto, Thomas nunca ha estado de acuerdo.
Cree que si no te conviertes en un multimillonario que muele dinero,
entonces no has triunfado en el mundo. Yo no soy multimillonario
como él, pero soy un hombre adinerado y no tengo que preocupar-
me de nada.
Un camarero viene a tomar nuestros pedidos. A propósito, evito el
filet mignon y elijo en su lugar el salmón chamuscado con ensalada
de aguacate, mango y tomate. Supongo que será mejor que coma, ya
que no veré a Addie hasta la noche.
Addison Hayes: su nombre hace que se me acelere el corazón. Estoy
totalmente y desesperadamente enamorado de esa pequeña moreni-
ta. Ninguna mujer ha entrado nunca en mi vida haciéndome desear-
la con cada célula de mi cuerpo. Es como si un asteroide se hubiera
estrellado contra mi corazón y hubiera dejado una huella como un
cráter. Llevamos saliendo pocos meses, pero ya he decidido que es la
mujer con la que pasaré el resto de mi vida.
De hecho, ahora mismo tengo un anillo de compromiso haciendo un
agujero en el bolsillo de mi chaqueta. Quizá debería decirle a mi pa-
dre que voy a pedirle a mi novia que se case conmigo esta noche,
pero sé que no lo aprobaría.
Addie no es una mujer de familia de clase alta. Es todo lo contrario:
sencilla, amable y muy cariñosa. Tiene muchas cualidades maravillo-
sas y yo sería el hombre más afortunado del mundo si la llamara
esposa.
Quiero hacer todo con ella y no puedo imaginarme sin despertarme
a su lado cada mañana, formar una familia juntos y envejecer el uno
junto al otro. Addie se ha convertido en el aire que respiro y una
vida sin ella es algo inconcebible.
Esa mujer es todo para mí y estoy impaciente de arrodillarme delan-
te de ella esta noche, mirar sus ojos castaños y pedirle que sea mi
esposa.
Estoy tan absorto en mis pensamientos sobre Addie que no me doy
cuenta de que mi padre me está hablando.
"Perdona, ¿qué decías?", pregunto.
Se le tuerce un músculo de la mejilla.
"Hablaba de un nuevo socio. Estamos colaborando para lanzar una
nueva aplicación y creo que tiene un potencial increíble".
"Eso es genial", digo, sin ningún interés. Se me nublan los ojos y em-
piezo a pensar en la nueva mesa de centro que voy a construir en
cuanto llegue a casa. El pedido acaba de llegar y estoy impaciente
por empezar. Ojalá tuviera más espacio para mi lugar de trabajo,
como un cobertizo grande o un garaje enorme. Cuando Addie y yo
nos casemos, me gustaría mudarme fuera de la ciudad y encontrar
un lugar con algo de terreno. Ella podría tener jardines de flores y yo
un granero con calefacción con todas mis herramientas.
"¿Qué te parece?"
Mierda. Me aclaro la garganta y cojo el agua.
"¿Sobre qué?", pregunto dando un sorbo.
"De la cena de esta noche".
¿La cena? "Pero si ahora vamos a comer". El camarero nos trae la co-
mida y yo cojo el cuchillo y el tenedor. "No creo que hoy quieras pa-
sar más de una comida en mi compañía", añado con voz molesta.
"Repetiré lo que he dicho, ya que está claro que no has oído ni una
sola palabra de antes…".
Sí, tiene razón. Suspiro y bajo los cubiertos.
"Perdona. Tengo muchas cosas en la cabeza ahora mismo". Por la ex-
presión de su cara, me doy cuenta de que está irritado, pero no me
importa.
"La hija de mi socio se llama Chella y es muy preciosa".
Levanto la cabeza. "Espera, ¿qué?"
"Te he preguntado si me harías un favor, y como nunca te he pedido
nada antes, no veo por qué debería ser un problema", me dice con
voz segura.
"¿Un favor?", repito, mientras se me ponen los pelos de punta.
Realmente tiene valor. No, nunca me ha pedido un favor porque casi
nunca hablamos. "¿Has dicho esta noche? Ya tengo planes".
"Es muy importante", dice.
"Entonces, ¿por qué no se lo pides a Nash? Seguro que le encantaría
ocuparse de esto".
"Nash está en San Francisco para una reunión de negocios", explica
mi padre. "Además, no quiero que se encargue él. Necesito que un
caballero la lleve a cenar y le haga compañía. Quiero que le des una
buena impresión y necesito eso".
Ahogo un suspiro, clavo el tenedor en el salmón y empiezo a cortar
con el cuchillo. Maldición. Conocer esta noche a la hija de uno de los
socios de mi padre no es lo que había planeado hacer.
"Papá, esta noche tengo compromisos importantes".
"No hay problema. La cena está reservada para las 17:30 y no hay ra-
zón para retrasarla. A las 18:30 habrás terminado y entonces serás
libre para dedicar el resto de la velada a tus planes". Su mirada se fija
en la mía. "Nunca te he pedido nada, hijo. Si lo haces, nunca volveré
a exigirte algo".
Hmm. Bueno, desde luego es una propuesta tentadora. Entonces, no
volverá a asomarme la cara.
Mientras mastico un bocado de salmón, pienso que podría hacerlo.
Si así me lo quito de encima y no me molesta con nada más, sin duda
merecerá la pena.
"De acuerdo", murmuro, haciéndole saber exactamente lo molesto
que estoy. "Pero una cosa rápida. He quedado con Addie más tarde
y...".
Me interrumpe. "Te lo agradezco, Tanner. Son cosas de trabajo y es-
toy seguro de que esa chica será una compañía agradable durante
una hora o así".
Una pequeña sonrisa asoma por la comisura de sus labios y de re-
pente me pregunto si me habrá engañado para que haga más de lo
que dice. Qué cabrón más listo.
Pero no, vamos, eso no es posible. Aunque estuviera intentando li-
garme a ella, no me importa. Mi corazón y mi alma pertenecen a Ad-
die y a nadie más. Y estoy seguro de que nunca me interesaría una
chica millonaria llamada Chella. No es para nada mi tipo.
"Seguro que sí", respondo sarcásticamente. En realidad, nunca he co-
nocido a una mujer rica mimada que sea una compañía agradable.
Según mi experiencia, o son terriblemente aburridas, sin un ápice de
inteligencia en la cabeza, o lo único que hacen es hablar de lo que ha-
cen y bla bla.
Miro el reloj y me pregunto si debería ver a Addie antes de cenar. Me
hace tanta ilusión proponerle que sea mi novia oficial.
Pero no, no quiero que nuestro tiempo se vea interrumpido por lo
que tengo que hacer por mi padre. En cuanto diga que sí, y si Dios
quiere, pienso llevármela a la cama durante los próximos tres días.
Mis planes se retrasarán un poco y simplemente le escribiré que lle-
garé una hora más tarde. Addie es la persona más comprensiva que
he conocido y no la molestará en absoluto.
Soportar esto e ir a esta cena esta noche será algo de lo que me bene-
ficiaré a largo plazo, ya que será el último favor que le haga a mi pa-
dre de aquí al día en que esté muerto y enterrado.
Seguimos comiendo y la conversación se vuelve progresivamente
más forzada y tensa. Como siempre. Mi padre ni siquiera se molesta
en preguntar por los otros hermanos. Ni siquiera sé cuándo fue la
última vez que habló con los gemelos o con Sawyer, pero no parece
importarle.
Sinceramente, creo que a ellos tampoco les importa.
Qué familia más deprimente somos, pienso mientras pincho un trozo de
salmón. Ni siquiera se nos puede considerar una familia en conflicto,
porque incluso las familias rotas siguen pasando tiempo juntas.
Realmente somos como extraños y eso me entristece. Para cuando
Addie y yo tengamos hijos, quiero que permanezcamos juntos. He
pasado demasiado tiempo con un padre y unos hermanos que no se
hablan y no se llevan bien. Me encantaría tener una buena relación
con mis hijos.
De todos modos, cada cosa a su tiempo. Estoy seguro de que los ni-
ños aún están lejos y trataré de hacer todas las cosas en el orden co-
rrecto y con las prioridades adecuadas. Mientras Addie y yo viva-
mos juntos, no habrá ningún problema.
No hablo a mi padre de ella, ni de mis planes para la noche, porque
sé que me echaría la bronca. En lugar de eso, hablo un poco de mi
negocio de construcción de muebles y él me informa de lo bien que
le va a TB Tech. No tenía dudas. La cantidad de dinero que entra en
mi cuenta bancaria cada trimestre procedente de las acciones que po-
seo es una locura. Y sin hacer nada.
Cuando termino de comer, estoy listo para irme. No puedo soportar
a Thomas Beckett durante mucho tiempo. Es como un antibiótico
muy fuerte que el cuerpo puede tolerar únicamente en pequeñas do-
sis. Si tomas demasiado, enfermas más.
Mi padre se hace cargo de la cuenta y rechaza el dinero que pongo
sobre la mesa. "Guárdalo para esta noche", me dice.
Salimos del restaurante y nos quedamos quietos un momento en el
lujoso vestíbulo.
"Quiero que sepas que esto significa mucho para mí, Tanner. No lo
olvidaré".
"No me debes nada, papá", le digo. "Mis favores son gratuitos. No te
lo voy a reprochar". Y de hecho no lo haré. Esta es su forma de hacer
las cosas, no la mía.
"En cualquier caso, te lo agradezco. Me muero de ganas de ver cómo
sale", añade con una sonrisa misteriosa.
Entorno los ojos, sin apreciar su tono. "Seguro que saldrá bien".
"De acuerdo, entonces. Supongo que hablaremos cuando tenga
tiempo".
Lo que significa que probablemente hablaremos el año que viene.
"Gracias por la comida", le digo, dándome la vuelta y a punto de
marcharme.
"Oh, Tanner", dice.
Me detengo y me doy la vuelta, arqueando las cejas.
"Tienes 30 años", añade, con una sonrisa astuta en la cara.
"En realidad tengo 31", le corrijo. "Mi cumpleaños fue la semana pa-
sada. Pero se te dio bien adivinarlo".
Veo cómo su rostro se tuerce mientras me doy la vuelta y me
marcho.
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STRAWBERRY VINEGAR, OF DELICIOUS FLAVOUR.

Take the stalks from the fruit which should be of a highly flavoured
sort, quite ripe, fresh from the beds, and gathered in dry weather;
weigh and put it into large glass jars, or wide-necked bottles, and to
each pound pour about a pint and a half of fine pale white wine
vinegar, which will answer the purpose better than the entirely
colourless kind sold under the name of distilled vinegar, but which is
often, we believe, merely pyroligneous acid greatly diluted.[180] Tie
a thick paper over them, and let the strawberries remain from three
to four days; then pour off the vinegar and empty them into a jelly-
bag, or suspend them in a cloth, that all the liquid may drop from
them without pressure; replace them with an equal weight of fresh
fruit, pour the vinegar upon it, and three days afterwards repeat the
same process, diminishing a little the proportion of strawberries, of
which the flavour ought ultimately to overpower that of the vinegar. In
from two to four days drain off the liquid very closely, and after
having strained it through a linen or a flannel bag, weigh it, and mix
with it an equal quantity of highly-refined sugar roughly powdered;
when this is nearly dissolved, stir the syrup over a very clear fire until
it has boiled for five minutes, and skim it thoroughly; pour it into a
delicately clean stone pitcher, or into large china jugs, throw a thick
folded cloth over and let it remain until the morrow. Put it into pint or
half-pint bottles, and cork them lightly with new velvet corks; for if
these be pressed in tightly at first, the bottles will sometimes burst:
[181] in four or five days they may be closely corked, and stored in a
dry and cool place. Damp destroys the colour and injures the flavour
of these fine fruit-vinegars, of which a spoonful or two in a glass of
water affords so agreeable a summer beverage, and one which, in
many cases of illness, is so acceptable to invalids. They make also
most admirable sauces for her Majesty’s pudding, common custard,
batter, and various other simple and sweet light puddings.
180. For these fine acidulated fruit-syrups vinegar of the purest quality, but only of
medium strength, is required.
181. We have known this to occur, but it has been when bought fruit has been
used for the preparation.

Strawberries (stalked), 4 lbs.; vinegar, 3 quarts: 3 to 4 days.


Vinegar drained and poured on fresh strawberries, 4 lbs.: 3 days.
Drained again on to fresh fruit, 3 to 4 lbs.: 2 to 4 days. To each
pound of the vinegar, 1 lb. of highly-refined sugar: boiled 5 minutes.
Lightly corked, 4 to 5 days.
Obs.—Where there is a garden the fruit may be thrown into the
vinegar as it ripens, within an interval of forty-eight hours, instead of
being all put to infuse at once, and it must then remain in it a
proportionate time: one or two days in addition to that specified will
make no difference to the preparation. The enamelled stewpans are
the best possible vessels to boil it in: but it may be simmered in a
stone jar set into a pan of boiling water, when there is nothing more
appropriate at hand; though the syrup does not usually keep so well
when this last method is adopted.
Raspberries and strawberries mixed will make a vinegar of very
pleasant flavour; black currants also will afford an exceedingly useful
syrup of the same kind.
VERY FINE RASPBERRY VINEGAR.

Fill glass jars or large wide-necked bottles, with very ripe but
perfectly sound freshly gathered raspberries, freed from their stalks,
and cover them with pale white wine vinegar: they may be left to
infuse from a week to ten days without injury, or the vinegar may be
poured from them in four or five, when more convenient. After it is
drained off, turn the fruit into a sieve placed over a deep dish or
bowl, as the juice will flow slowly from it for many hours; put fresh
raspberries into the bottles, and pour the vinegar back upon them;
two or three days later change the fruit again, and when it has stood
the same space of time, drain the whole of the vinegar closely from
it, pass it through a jelly-bag or thick linen cloth, and boil it gently for
four or five minutes with its weight of good sugar roughly powdered,
or a pound and a quarter to the exact pint, and be very careful to
remove the scum entirely as it rises. On the following day bottle the
syrup, observing the directions which we have given for the
strawberry vinegar. When the fruit is scarce it may be changed twice
only, and left a few days longer in the vinegar.
Raspberries, 6 lbs.; vinegar, 9 pints: 7 to 10 days. Vinegar drained
on to fresh raspberries (6 lbs. of): 3 to 5 days. Poured again on fresh
raspberries, 6 lbs.: 3 to 5 days. Boiled 5 minutes with its weight of
sugar.
Obs.—When the process of sugar-boiling is well understood, it will
be found an improvement to boil that which is used for raspberry or
strawberry vinegar to candy height before the liquid is mixed with it;
all the scum may then be removed with a couple of minutes’
simmering, and the flavour of the fruit will be more perfectly
preserved. For more particular directions as to the mode of
proceeding, the chapter of confectionary may be consulted.
FINE CURRANT SYRUP, OR SIROP DE GROSEILLES.

Express the juice from some fine ripe red currants, which have
been gathered in dry weather, and stripped from the stalks; strain,
and put it into a new, or a perfectly clean and dry earthen pitcher,
and let it stand in a cellar or in some cool place for twenty-four hours,
or longer, should it not then appear perfectly curdled. Pour it gently
into a fine hair-sieve, and let the clear juice drain through without
pressure; pass it through a jelly-bag, or a closely-woven cloth, weigh
it, and add as much good sugar broken small as there is of the juice,
and when this is dissolved turn the syrup into a preserving-pan or
stewpan, and boil it gently for four or five minutes being careful to
clear off all the scum. In twelve hours afterwards the syrup may be
put into small dry bottles, and corked and stored in a cool, but dry
place. It is a most agreeable preparation, retaining perfectly the
flavour of the fresh fruit; and mixed with water, it affords, like
strawberry or raspberry vinegar, a delicious summer beverage, and
one which is peculiarly adapted to invalids. It makes also a fine
isinglass jelly, and an incomparable sweet-pudding sauce. A portion
of raspberry or cherry-juice may be mixed with that of the currants at
pleasure.
CHERRY-BRANDY.

(Tappington Everard Receipt.)


Fill to about two-thirds of their depth, some wide-necked bottles
with the small cherries called in the markets brandy-blacks; pour in
sufficient sifted sugar to fill up more than half of the remaining space,
and then as much good French brandy as will cover the fruit, and
reach to the necks of the bottles. Cork them securely, and let them
stand for two months before they are opened: the liqueur poured
from the cherries will be excellent, and the fruit itself very good. The
morella cherry-brandy of the preceding chapter would often be
preferred to this.
OXFORD PUNCH.

Extract the essence from the rinds of three lemons by rubbing


them with sugar in lumps; put these into a large jug with the peel of
two Seville oranges, of two lemons cut extremely thin, the juice of
four Seville oranges and of ten lemons, and six glasses of calf’s feet
jelly in a liquid state. Stir these well together, pour to them two quarts
of boiling water, cover the jug closely, and set it near the fire for a
quarter of an hour, then strain the mixture through a sieve into a
punch bowl or jug, sweeten it with a bottle of capillaire, add half a
pint of white wine, a pint of French brandy, a pint of Jamaica rum,
and a bottle of orange shrub; stir the punch as the spirit is poured in.
If not sufficiently sweet, add sugar in small quantities, or a spoonful
or two of capillaire.
Rinds of lemons rubbed with sugar, 3; thin peel of lemons, 2; of
Seville oranges, 2; juice of 4 Seville oranges, and 10 lemons; calf’s
feet jelly, 6 glasses; water, 2 quarts: 1/4 hour. Capillaire, 1 bottle;
white wine, 1/2 pint; French brandy and Jamaica rum, each 1 pint;
orange shrub, 1 bottle.
OXFORD RECEIPT FOR BISHOP.

“Make several incisions in the rind


of a lemon, stick cloves in these, and
roast the lemon by a slow fire. Put
small but equal quantities of
cinnamon, cloves, mace, and allspice,
with a race of ginger, into a saucepan
with half a pint of water: let it boil until
it is reduced one-half. Boil one bottle
of port wine, burn a portion of the
spirit out of it by applying a lighted
paper to the saucepan; put the
roasted lemon and spice into the
wine; stir it up well, and let it stand
near the fire ten minutes. Rub a few
knobs of sugar on the rind of a lemon, put the sugar into a bowl or
jug, with the juice of half a lemon (not roasted), pour the wine into it,
grate in some nutmeg, sweeten it to the taste, and serve it up with
the lemon and spice floating in it.”
Obs.—Bishop is frequently made with a Seville orange stuck with
cloves and slowly roasted, and its flavour to many tastes is infinitely
finer than that of the lemon.
CAMBRIDGE MILK PUNCH.

Throw into two quarts of new milk the very thinly-pared rind of a
fine lemon, and half a pound of good sugar in lumps; bring it slowly
to boil, take out the lemon-rind, draw it from the fire, and stir quickly
in a couple of well-whisked eggs which have been mixed with less
than half a pint of cold milk, and strained though a sieve; the milk
must not of course be allowed to boil after these are mixed with it.
Add gradually a pint of rum, and half a pint of brandy; mill the punch
to a froth, and serve it immediately with quite warm glasses. At the
University the lemon-rind is usually omitted, but it is a great
improvement to the flavour of the beverage. The sugar and spirit can
be otherwise apportioned to the taste; and we would recommend the
yolks of three eggs, or of four, in preference to the two whole ones.
New milk, 2 quarts; rind, 1 large lemon; fresh eggs, 2; cold milk,
1/2 pint; rum, 1 pint; brandy, 1/2 pint.
TO MULL WINE.

(An excellent French Receipt.)


Boil in a wineglassful and a half of water, a quarter of an ounce of
spice (cinnamon, ginger slightly bruised, and cloves), with three
ounces of fine sugar, until they form a thick syrup, which must not on
any account be allowed to burn. Pour in a pint of port wine, and stir it
gently until it is on the point of boiling only: it should then be served
immediately. The addition of a strip or two of orange-rind cut
extremely thin, gives to this beverage the flavour of bishop. In
France light claret takes the place of port wine in making it, and the
better kinds of vin ordinaire are very palatable thus prepared.
Water, 1-1/2 wineglassful; spice, 1/4 oz., of which fine cloves, 24,
and of remainder, rather more ginger than cinnamon; sugar 3 oz.: 15
to 20 minutes. Port wine or claret, 1 pint; orange-rind, if used, to be
boiled with the spice.
Obs.—Sherry, or very fine raisin or ginger wine, prepared as
above, and stirred hot to the yolks of four fresh eggs, will make good
egg-wine.
A BIRTHDAY SYLLABUB.

Put into a large bowl half a pound of sugar broken small, and pour
on it the strained juice of a couple of fresh lemons; stir these well
together, and add to them a pint of port wine, a pint of sherry, and
half a pint of brandy; grate in a fine nutmeg, place the bowl under the
cow, and milk it full. In serving it put a portion of the curd into each
glass, fill it up with whey, and pour a little rich cream on the top. The
rind of a lemon may be rasped on part of the sugar when the flavour
is liked, but it is not usually added.
Juice of lemons, 2; sugar, 1/2 lb. or more; port wine, 1 pint; sherry
1 pint; brandy, 1/2 pint; nutmeg, 1; milk from the cow, 2 quarts.
Obs.—We can testify to the excellence of this receipt.
AN ADMIRABLE COOL CUP.

Weigh six ounces of sugar in lumps, and extract the essence from
the rind of a large fresh lemon by rubbing them upon it; then put
them into a deep jug, and add the strained juice of one lemon and a
half. When the sugar is dissolved, pour in a bottle of good cider, and
three large wineglassesful of sherry; add nearly half a small nutmeg
lightly grated, and serve the cup with or without some sprigs of fresh
balm or borage in it. Brandy is sometimes added to it, but is, we
think, no improvement. If closely covered down, and placed on ice
for a short time, it will be more agreeable as a summer beverage.
THE REGENT’S, OR GEORGE THE FOURTH’S, PUNCH.

Pare as thin as possible the rinds of two China oranges, of two


lemons, and of one Seville orange, and infuse them for an hour in
half a pint of thin cold syrup; then add to them the juice of the fruit.
Make a pint of strong green tea, sweeten it well with fine sugar, and
when it is quite cold, add it to the fruit and syrup, with a glass of the
best old Jamaica rum, a glass of brandy, one of arrack, one of pine-
apple syrup, and two bottles of champagne; pass the whole through
a fine lawn sieve until it is perfectly clear, then bottle, and put it into
ice until dinner is served. We are indebted for this receipt to a person
who made the punch daily for the prince’s table, at Carlton palace,
for six months; it has been in our possession some years, and may
be relied on.
Rinds and juice of 2 China oranges, 2 lemons, and of 1 Seville
orange; syrup, 1/2 pint; strong green tea, sweetened, 1 pint; best old
Jamaica rum, arrack, French brandy (vieux cognac), and pine-apple
syrup, each 1 glassful; champagne, 2 bottles. In ice for a couple of
hours.
MINT JULEP, AN AMERICAN RECEIPT.

“Strip the tender leaves of mint into a tumbler, and add to them as
much wine, brandy, or any other spirit, as you wish to take. Put some
pounded ice into a second tumbler; pour this on the mint and brandy,
and continue to pour the mixture from one tumbler to the other until
the whole is sufficiently impregnated with the flavour of the mint,
which is extracted by the particles of the ice coming into brisk
contact when changed from one vessel to the other. Now place the
glass in a larger one, containing pounded ice: on taking it out of
which it will be covered with frost-work.”
Obs.—We apprehend that this preparation is, like most other iced
American beverages, to be imbibed through a reed: the receipt,
which was contributed by an American gentleman, is somewhat
vague.
DELICIOUS MILK LEMONADE.

Dissolve six ounces of loaf sugar in a pint of boiling water, and mix
with them a quarter of a pint of lemon-juice, and the same quantity of
sherry; then add three-quarters of a pint of cold milk, stir the whole
well together, and pass it through a jelly-bag till clear.
EXCELLENT PORTABLE LEMONADE.

Rasp, with a quarter-pound of sugar, the rind of a very fine juicy


lemon, reduce it to powder, and pour on it the strained juice of the
fruit. Press the mixture into a jar, and when wanted for use dissolve a
tablespoonful of it in a glass of water. It will keep a considerable
time. If too sweet for the taste of the drinker, a very small portion of
citric acid may be added when it is taken.
EXCELLENT BARLEY WATER.

(Poor Xury’s receipt.)


Wipe very clean, by rolling it in a soft cloth, two tablespoonsful of
pearl barley; put it into a quart jug, with a lump or two of sugar, a
grain or two of salt, and a strip of lemon-peel, cut thin; fill up the jug
with boiling water and keep the mixture gently stirred for some
minutes; then cover it down, and let it stand until perfectly cold. In
twelve hours, or less, it will be fit for use; but it is better when made
over night. If these directions be followed, the barley-water will be
comparatively clear, and very soft and pleasant to drink. A glass of
calf’s feet jelly added to the barley is an infinite improvement; but as
lemon-rind is often extremely unpalatable to invalids, their taste
should be consulted before that ingredient is added, as it should be
also for the degree of sweetness that is desired. After the barley-
water has been poured off once, the jug may be filled with boiling
water a second time, and even a third time with advantage.
RAISIN WINE, WHICH, IF LONG KEPT, REALLY RESEMBLES
FOREIGN.

First boil the water which is to be used for the wine, and let it again
become perfectly cold; then put into a sound sweet cask eight
pounds of fine Malaga raisins for each gallon that is to be used,
taking out only the quite large stalks; the fruit and water may be put
in alternately until the cask is full, the raisins being well pressed
down in it; lay the bung lightly over, stir the wine every day or two,
and keep it full by the addition of water that has, like the first, been
boiled, but which must always be quite cold when it is used. So soon
as the fermentation has entirely ceased, which may be in from six to
seven weeks, press in the bung, and leave the wine untouched for
twelve months; draw it off then into a clean cask, and fine it, if
necessary, with isinglass, tied in a muslin and suspended in it. We
have not ourselves had this receipt tried; but we have tasted wine
made by it which had been five years kept, and which so much
resembled a rich foreign wine that we could with difficulty believe it
was English-made.
To each gallon of water (boiled and left till cold) 8 lbs. of fine
Malaga raisins; to stand 12 months; then to be drawn off and fined.
Obs.—The refuse raisins make admirable vinegar if fresh water be
poured to them, and the cask placed in the sun. March is the best
time for making the wine.
VERY GOOD ELDERBERRY WINE.

Strip the berries, which should be ripe and fresh, and gathered on
a dry day, clean from the stalks, and measure them into a tub or
large earthen pan. Pour boiling water on them, in the proportion of
two gallons to three of berries, press them down into the liquor, cover
them closely, and let them remain until the following day; then strain
the juice from the fruit through a sieve or cloth, and, when this is
done, squeeze from the berries the greater part of the remaining
juice; mix it with that which was first poured off, measure the whole,
add to it three pounds of sugar, three-quarters of an ounce of cloves,
and one ounce of ginger, for every gallon, and boil it twenty minutes,
keeping it thoroughly skimmed. Put it, when something more than
milk-warm, into a perfectly dry and sweet cask (or if but a very small
quantity of wine be made, into large stone bottles, which answer for
the purpose quite well), fill this entirely, and pour very gently into the
bung hole a large spoonful of new yeast mixed with a very small
quantity of the wine.
VERY GOOD GINGER WINE.

Boil together, for half an hour, fourteen quarts of water, twelve


pounds of sugar, a quarter of a pound of the best ginger bruised, and
the thin rinds of six large lemons. Put the whole, when milk-warm,
into a clean dry cask, with the juice of the lemons, and half a pound
of sun raisins; add one large spoonful of thick yeast, and stir the
wine every day for ten days. When it has ceased to ferment, add an
ounce of isinglass, and a pint of brandy; bung the wine close, and in
two months it will be fit to bottle, but must remain longer in the cask
should it be too sweet. When it can be obtained, substitute for the
water in this receipt cider fresh from the press, which will give a very
superior wine.
Water, 14 quarts; sugar, 12 pounds; lemon-rinds, 6: ginger, 1/4 lb.:
1/2 hour. Juice of lemons, 6; raisins, 1/2 lb.; yeast, 1 spoonful;
isinglass, 1 oz.; brandy, 1 pint.
EXCELLENT ORANGE WINE.

Take half a chest of Seville oranges, pare off the rinds as thin as
possible, put two-thirds of them into six gallons of water, and let them
remain for twenty-four hours. Squeeze the oranges (which ought to
yield seven or eight quarts of juice) through a sieve into a pan, and
as they are done throw them into six gallons more of water; let them
be washed well in it with the hands, and then put into another six
gallons of water and left until the following day. For each gallon of
wine, put into the cask three pounds and a quarter of loaf sugar, and
the liquor strained clear from the rinds and pulp. Wash these again
and again, should more liquor be required to fill the cask; but do not
at any time add raw water. Stir the wine daily until the sugar is
perfectly dissolved, and let it ferment from four to five weeks; add to
it two bottles of brandy, stop it down, and in twelve months it will be
fit to bottle.
Obs.—The excellence of all wine depends so much upon the
fermentation being properly conducted, that unless the mode of
regulating this be understood by the maker, there will always be
great danger of failure in the operation. There is, we believe, an
excellent work upon the subject by Mr. McCulloch, which the reader
who needs information upon it will do well to consult: our own
experience is too slight to enable us to multiply our receipts.

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