Cuentos para Estimular El Lenguaje

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CUENTOS PARA

ESTIMULAR EL
LENGUAJE
CRONOGRAMA DE ACTIVIDADES PARA LOS CUENTOS
EN CASA
DATOS INFORMATIVOS:
Comprensión y expresión
ÁMBITOS Fecha: Lunes, 20 de mayo del 2024
del lenguaje
Grado: Inicial II Paralelo:
Nombre del
EGB: Preescolar
estudiante:
Docente: Lic.

DESTREZAS DE COMPRENSIÓN Y EXPRESIÓN DEL LENGUAJE

 Responder preguntas sobre un texto narrado por el adulto, relacionadas a los personajes
y acciones principales.
 Comunicar de manera escrita sus ideas intentando imitar letras o formas parecidas a
letras.

FECHA ACTIVIDADES.
Taller # 1
 La mosca y lo polilla
20/05/24 Taller # 2
22/05/24  El gallo y la joya
Taller # 3
 El burro con piel de león
Taller # 4
 El cuervo y la zorra
20/05/24 Taller # 5
22/05/24  El pavo real y la grulla
Taller # 6
 El lobo y la grulla
Taller #7
 El cabello y el asno
Taller #8
 El elefante fotógtafo
Taller #9
 El hormiguero más grande del mundo
Taller #10
 Mariposita va a la escuela
Taller # 9
 El pararito azul
Taller # 10
 Pollito curioso
Taller # 11
 El León y el ratón.
Taller # 12
 El burro con piel de león.
Taller # 13
 .
Taller # 14
 Ratón de campo, raton de ciudad.
Taller # 15
 Pedrito el caracol y la babosa
Taller # 16
 El pavo real con la grulla.
Taller # 17
 El hombre, el niño y el burro.
Taller # 18
 La rama quejumbrosa.
Taller # 19
 El lobo y la grulla
Taller # 20
 La torre que alcanzo el cielo

Taller # 21
 Frida y el juguete.

Taller # 22
 Arca de Noé
Taller # 23
 Nacimiento del niño Jesús.
Taller # 24
 Los tres reyes magos.
Taller # 25
 La estrella de Belén.
Taller # 26
 La estrella y sus nuevos amigos.
Una noche cualquiera, una mosca se posó sobre un frasco rebosante de miel y
comenzó a comerla alrededor del borde. Poco a poco, se alejó del borde y entró
desprevenida en el frasco, hasta quedar atrapada en el fondo. Sus patas y alas se habían
pegado con la miel y no podía moverse.

Justo en ese momento, una polilla pasó volando y, al ver la mosca forcejear para
liberarse, dijo:
—¡Oh, mosca! ¿Era tanto tu apetito que terminaste así? Si no fueras tan pequeña estarías
en mejores condiciones.
La pobre mosca no tenía cómo defenderse de las certeras palabras de la polilla y siguió
luchando. Al cabo de unas horas, vio a la Polilla volando alrededor de una fogata,
atraída por las llamas; la polilla volaba cada vez más cerca de estas, hasta que se quemó
las alas y no pudo volver a volar.

FIN
En la granja, un gallo muy hambriento escarbaba la tierra buscando algo de comer
para él y las gallinas con las que compartía su gallinero, cuando descubrió un
diamante que la esposa del granjero había perdido.

—¡Qué desilusión! —dijo el gallo—. Sin duda eres una prenda muy costosa y quien te
perdió daría mucho por encontrarte. Pero yo prefiero un solo grano de maíz o de trigo
antes que todas las joyas del mundo.

Moraleja: Aquello que no es útil no tiene valor.

FIN
Érase una vez un burro que encontró una piel de león en medio del campo:

“Con esta piel podré disfrazarme de león y asustar a los demás animales”, pensó entre
risas.

El burro se puso la piel del león y recorrió el campo disfrazado. Al verlo, las personas y
los animales corrían aterrorizados.
¡Pensaban que el burro era en realidad un león!

Un día, el burro estaba tan orgulloso de su hazaña que dejó escapar un fuerte rebuzno.

Cerca, había un astuto zorro que no podía ser engañado.

—Quítate ese disfraz, burro —dijo el zorro—. Pareces un león, pero por la forma en
que rebuznas, solo puedes ser un burro.

Moraleja: Sé tú mismo, no pretendas ser lo que no eres.

FIN
EL CUERVO Y LA ZORRA

Una zorra se encontraba mordisqueando un queso que había encontrado en el


camino. De pronto, un cuervo se abalanzó sobre la apetitosa vianda y se la llevó. La
zorra, entristecida, vio como el cuervo se disponía a comerse su desayuno desde lo
alto de la rama de un árbol, sin que aparentemente pudiese evitarlo. Tras pensar un
momento, se dirigió al cuervo y le dijo:

Qué bonito cuervo, ¿nadie te ha dicho lo precioso que eres? Seguro que además de
hermoso tienes una bonita voz. ¿No podrías deleitarme con tu canto? Venga va, por
favor, déjame oír como lo haces.

El cuervo, obnubilado por tantos elogios, se sintió como un rey por un momento, y
dispuesto a satisfacer a la zorra, abrió el pico para cantar, cayéndosele así el queso al
suelo. La zorra, de contenta por ver que su plan había funcionado, recogió el queso y por
fin se lo comió. FIN
Érase una vez un pavo real muy engreído que tenía un plumaje hermoso como ninguna
otra ave.

Un día, se encontró con una grulla. El pavo real se burló de las plumas descoloridas y
apagadas de la grulla. Inmediatamente, abrió su colorida cola para que la grulla la
admirara.

—Mira mi abanico de plumas— se jactó—. Observa cómo brilla con todos los colores
del arcoíris, mientras que tus plumas son tan pálidas. Yo estoy vestido como un rey.

—Es verdad, tu plumaje es mucho más bello que el mío —respondió la grulla—, pero
gracias a mis plumas puedo volar hasta llegar al cielo y ver la belleza de la Tierra en todo
su esplendor, mientras que tú solo puedes caminar como cualquier pollo. FIN
Un día como cualquier otro, un joven y fornido lobo sintió cómo su garganta se atoraba
con el pequeño hueso de una de sus presas. Viéndose en la más precaria situación,
comenzó a aullar con lo poco que le quedaba de aliento:

—¡Socorro, auxilio! Ayúdame y serás recompensado.

Los animales del bosque ignoraron las palabras del lobo ya que todos sabían que él
no era de fiar. Sin embargo, una grulla incauta que caminaba por ahí escuchó sus
lamentos y decidió ayudarlo. Con su largo y delgado pico, entró en la garganta del lobo
y luego de haber extraído el hueso, exigió el pago prometido. Sin embargo, el lobo
sonriendo y rechinando sus dientes, exclamó:

—¿Qué es lo que me pides? Te aseguro que ya tienes la recompensa que te mereces


al haber metido tu cabeza en la boca de un lobo y haber
seguido con vida.

FIN
EL CABALLO Y EL ASNO

Había una vez un hombre que tenía un caballo y un asno. Una tarde,
cuando iban de camino a la ciudad, el asno, muy agotado por llevar toda la carga le
dijo al caballo:

—Por favor, amigo, tú no llevas nada, ayúdame con una pequeña parte de esta carga.

El caballo, siendo muy alto, se hizo el sordo.

En la mitad del camino, el asno se desplomó víctima de la fatiga. El dueño le echó


toda la carga al caballo, incluyendo al asno enfermo. El caballo, suspirando dijo:

— ¡Qué mala suerte tengo! Por no haber querido ayudar, ahora tengo que cargar con
todo y hasta con el asno.

FIN
EL ELEFANTE FOTÓGRAFO

Había una vez un elefante que quería ser fotógrafo. Sus amigos se reían cada vez que
le oían decir aquello:
- Qué facil- decían unos- ¡no hay cámaras de fotos para elefantes!
- Qué pérdida de tiempo -decían los otros- si aquí no hay nada que fotografiar.

Pero el elefante seguía con su ilusión, y poco a poco fue reuniendo trastos y aparatos
con los que fabricar una gran cámara de fotos. Tuvo que hacerlo prácticamente todo:
desde un botón que se pulsara con la trompa, hasta un objetivo del tamaño del ojo de
un elefante, y finalmente un montón de hierros para poder colgarse la cámara sobre la
cabeza.
Así que una vez acabada, pudo hacer sus primeras fotos, pero su cámara para
elefantes era tan grandota y extraña que parecía una gran máscara, y muchos se reían
tanto al verle aparecer, que el elefante comenzó a pensar en abandonar su sueño.
Para más difícil, parecían tener razón los que decían que no había nada que
fotografiar en aquel lugar...
Pero no fue así. Resultó que la pinta del elefante con su cámara era tan divertida, que
nadie podía dejar de reír al verle, y usando un montón de buen humor, el elefante
consiguió divertidísimas e increíbles fotos de todos los animales, siempre alegres y
contentos, ¡incluso del malhumorado rino!; de esta forma se convirtió en el fotógrafo
oficial de la sabana, y de todas partes acudían los animales para sacarse una
sonriente foto para el pasaporte al zoológico.

FIN.
EL HORMIGUERO MÁS GRANDE DEL MUNDO

Hace mucho tiempo en otro prado parecido a este había muchos hormigueros

diferentes. Unos más grandes que otros, pero todos llenos de hormigas. Todas querían
tener el mejor hormiguero de la comarca, pero la lluvia no se dio cuenta de eso y
empezó a caer y caer hasta que los hormigueros desaparecieron.

Imagina cuántas hormigas sin casa. En aquel prado inundado no podían volver a vivir
y decidieron buscar un lugar mejor.

Lo encontraron y llegaron a un bello prado soleado, lleno de mariposas, escarabajos,


flores y hierba fresca.

Algunas hormigas, las más trabajadoras, se pusieron manos a la obra, hasta que una
hormiga les dijo:

¿Por qué no unimos nuestras patas y hacemos un solo hormiguero? Grande, pero
donde podamos vivir todas juntas. Si hacemos eso, viviremos mejor y acabaremos el
trabajo antes.
Colaborar todas juntas, qué idea tan fantástica. Trabajaban de día con la luz del sol y de
noche con la de la luna y la compañía de los búhos. Enviaban exploradores a buscar la
mejor cosecha de cereales, las mejores casas del pueblo para encontrar el pan recién
hecho.

Al cabo de unas semanas tenían el mejor hormiguero. Nunca una hormiga había visto
algo así. Era tan grande que había más habitaciones y galerías que hormigas. Pero
disfrutaban tanto de colaborar juntas que siempre tenían un lugar para hormigas
viajeras que estaban de paso.

Por eso, m ira bien donde pisas cuando paseas. Puede ser que pienses que estás
encima de un montón de tierra y sea el hormiguero más grande del mundo.

FIN.
MARIPOSITA VA A LA ESCUELA

Había una vez una mariposita que vivía con su mamá y su papá en una casa bonita.

Un día, la mamá la peinó con hebillas de colores, le puso perfume y le dijo que sería su
primer día de clases.

Mariposita se puso contenta y revoloteaba algo nerviosa de un lado a otro. Ella


todavía no había ido nunca a la escuela, porque aún era chiquita. Así que se fue esa
tarde llena de ilusiones.

Al principio estaba toda entusiasmada. Le gustaron los lunares de la señorita Vaquita


de San Antonio, las clases de música del profesor Grillo y dar vueltas carnero con el
profesor Saltamontes. En el arenero se encontró con su amigo Bichito de luz y con todos
sus hermanitos.

Todo estuvo muy bien hasta que un día, la mariposita se despertó más remolona que de
costumbre y le dijo a su mamá: - Me parece que no voy a ir más a la escuela. Mejor me
quedo en casa jugando con las muñecas.

La mamá no lo podía creer: - Pero si hasta ayer te encantaba... ¿Cómo puede ser
qué hoy no quieras ir?

-Bueno, la escuela es linda, pero me cansé -dijo la mariposita empezando a hacer


pucherito mientras que con un palito dibujaba en la tierra.

Entonces, mariposita se olvidó del pucherito y toda entusiasmada le empezó a contar: -


Me gustaría pintar cuadros como la madrina de bichito, cocinar medialunas como
mamá y tener un tutú rosa lleno de lentejuelas fucsias y un bonete con tul, para poder
bailar "la danza del hada Confite".

-Y todas esas cosas tan interesantes, ¿Dónde las vas a aprender? - preguntó el papá

La mariposita le brillaron los ojitos y dijo sonriendo: -¡Ah!... Ya entendí. Me parece... que
voy a ir a la escuela, todos los días. - Y se preparó para salir, entonces la mamá le puso
en la bolsita unas galletitas bañadas en chocolate y un vasito de agua con tapa.

A la semana siguiente, fue su cumpleaños. En la escuela, la sorprendieron con una gran


fiesta con globos y guirnaldas.

Cuando terminó, todos aplaudieron, la abrazaron y le dieron un montón de besos. Y fue


que desde ese día Mariposita no quiso faltar ni un solo día a la escuela.

FIN
EL PAJARITO AZUL

Cuenta la historia que vivían en un árbol, un pajarito azul y su madre. Era este un pájaro
valiente y juguetón.

Mamá pájaro le enseñaba todas las mañanas a volar, desde la rama más alta de su
árbol y le decía que cuando aprendiera no saliera de aquella zona porque podía ser muy
peligroso.

Cierto día el pajarito azul desobedeció a su madre y se alejó demasiado del árbol.

De pronto, cuando menos se lo esperaba, un lobo empezó a perseguirle para


comérselo. El pajarito azul se escondió dentro del caparazón de una tortuga que pasaba
por allí y el lobo se fue porque no le encontraba.

Entonces, el pajarito azul le dio las gracias a su nueva amiga y esa tarde le invitó a su árbol
a merendar.

La tortuga que no tenía amigos porque era muy lenta, aceptó ir al árbol del pajarito azul
y se lo pasó tan, tan, tan bien, que se quedó a vivir en una charca que había bajo el
árbol y.… fueron felices y comieron lombrices. FIN
POLLITO CURIOSO

Érase una vez una familia de pollitos que Vivian a las orillas de un lago, la mamá pollito
guiaba a sus hijitos pollitos para que comieran cantaran y bebieran en el lago

. El papá pollito cuidaba mientras la mama paseaba con la familia de sus huevos,
hasta que un buen día un pequeño pollito llamado Pablito le pregunto ¿mama estas alas
para que son para volar? no hijo no tenemos alas, pero no podemos volar, ¿mama este
lago que es para nadar? no es para beber que si no te ahogaras ¿mamá esta
serpiente es para comer? corre hijo y gracias al pollito Pablito se salvó toda la familia de
pollitos y vivieron felices y comieron semillas y trigo.

FIN
EL REY DE LA GRANJA

Hace mucho tiempo había una granja en la que vivían todos los animales
domésticos.

Un día, el gallo los reunió a todos y les dijo: “en la selva, el rey es el león, pero aquí
en el campo no tenemos rey. Esto tenemos que solucionarlo, debemos nombrar a
uno de nosotros como rey”.

Entonces empezaron a presentarse voluntarios, todos querían convertirse en el rey de


la granja:

El gallo se presentó como el rey con corona, capaz de dominar el gallinero y extender
su control al resto de animales. Él pato decía que él podría controlar la granja y el
estanque, así sería mejor rey que el gallo. El perro mordió al pato demostrando que
con su fortaleza sería capaz de defender mejor a sus amiguitos. El caballo dijo que
con su estatura podría controlar mejor los campos y sus habitantes y no sería
necesario preparar guerras.

Y cuando todos los animales estaban discutiendo por ser los reyes, apareció volando
una mariquita y les dijo: “Un rey debe ser justo y sabio y ninguno de vosotros ha
demostrado serlo. Ninguno de vosotros merece ser rey porque no habéis sabido
reconocer los méritos de vuestros amigos, sólo habéis aprovechado sus limitaciones
para intentar ocupar su puesto”.

Todos los animales se quedaron callados porque se dieron cuenta de que la pequeña
mariquita tenía razón.

Añadió la mariquita: “no quisiera ser pisoteada, pero yo creo que tenemos que vivir
juntos y respetarnos como hemos hecho hasta ahora, los grandes a los
pequeños, los rápidos a los lentos, los que vuelan a los que no pueden…”

Y en vez de ser pisoteada fue coronada reina de la granja por haber demostrado
sabiduría y saber distinguir las capacidades de cada uno viendo lo distintos que son
todos los animales.

FIN
DOS RATONES Y UN GATO

Estaban dos ratones en su agujero estudiando la manera de robar el queso de la


cocina sin el gato los pillara, mientras, el minino acechaba afuera

Decidieron que uno de los dos tendría que entretener al gato mientras el otro se llevaba el
trozo de queso. Salió disparado el ratón con el gato tras él y corrió por toda la cocina. Por
encima de las sillas y mesas, por la encimera y por el horno. Mientras corría, el ratón,
tiraba todo lo que estuviera en su camino: botes de cristal, botellas, vasos, platos y
cubiertos. El gato al ser tan grande volcó las sillas y derramó el cubo del agua.
Mientras el otro ratoncito cogió el queso y se metió enseguida en su agujero. Tubo
nuestro amigo ratón mala suerte y tropezó con un tenedor, momento que aprovechó el
gato para atraparlo de un bocado. Apareció por la puerta la cocinera y el gato con el
ratón en su boca esperaba las felicitaciones, pero lo que recibió fue un escobazo en el
lomo, que hizo que el ratón saliera disparado de entre sus dientes corriendo con su
amigo al agujero. El gato estaba desconcertado y al mirar atrás vio el desastre que
habían ocasionado en la cocina durante la persecución. Muchos escobazos se llevó ese
día el minino. Mientras, los ratones se reían a su costa y comían el queso, pero también
han aprendido que en un descuido en vez de comer pueden ser comidos. FIN
Una calurosa mañana, se encontraba Tío Conejo recolectando zanahorias para el
almuerzo. De repente, escuchó un rugido aterrador:
¡era Tío Tigre!

—¡Ajá, Tío Conejo! —dijo el felino—. No tienes escapatoria, pronto te convertirás en un


delicioso bocadillo.

En ese instante, Tío Conejo notó unas piedras muy grandes en lo alto de la colina e ideó
un plan.

Puede que yo sea un delicioso bocadillo, pero estoy muy flaquito —dijo Tío Conejo—.
Mira hacia la cima de la colina, ahí tengo mis vacas y te puedo traer una. ¿Por qué
conformarte con un pequeño bocadillo, cuando puedes darte un gran banquete?

Como Tío Tigre se encontraba de cara al sol, no podía ver con claridad y aceptó la
propuesta. Entonces le permitió a Tío Conejo ir colina arriba mientras él esperaba abajo.

Al llegar a la cima de la colina, Tío Conejo gritó:

—Abre bien los brazos Tío Tigre, estoy arreando la vaca más gordita.

Entonces, Tío Conejo se acercó a la piedra más grande y la empujó con todas sus
fuerzas. La piedra rodó rápidamente.

Tío Tigre estaba tan emocionado que no vio la enorme piedra que lo aplastó, dejándolo
adolorido por meses.

Tío Conejo huyó saltando de alegría. FIN


Después de un largo día de caza, un león se echó a descansar debajo de un árbol.
Cuando se estaba quedando dormido, unos ratones se atrevieron a salir de su
madriguera y se pusieron a jugar a su alrededor. De pronto, el más travieso tuvo la
ocurrencia de esconderse entre la melena del león, con tan mala suerte que lo
despertó. Muy malhumorado por ver su siesta interrumpida, el león atrapó al ratón entre
sus garras y dijo dando un rugido:

- ¿Cómo te atreves a perturbar mi sueño, insignificante ratón? ¡Voy a comerte para


que aprendáis la lección!

El ratón, que estaba tan asustado que no podía moverse, le dijo temblando:

- Por favor no me mates, león. Yo no quería molestarte. Si me dejas te estaré


eternamente agradecido. Déjame marchar, porque puede que algún día me necesites –

- Pero cómo, si eres tan pequeño para tanto esfuerzo.

El ratón empezó entonces a roer la cuerda de la red donde estaba atrapado el león, y el
león pudo salvarse. El ratón le dijo:

- Días atrás, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en agradecimiento.
Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos.

El león no tuvo palabras para agradecer al pequeño ratón. Desde este día, los dos
fueron amigos para siempre. FIN
Érase una vez un ratón que vivía en una humilde madriguera en el campo. Allí, no le
hacía falta nada. Tenía una cama de hojas, un cómodo sillón, y flores por todos los lados.

Cuando sentía hambre, el ratón buscaba frutas silvestres, frutos secos y setas, para
comer. Además, el ratón tenía una salud de hierro. Por las mañanas, paseaba y corría
entre los árboles, y por las tardes, se tumbaba a la sombra de algún árbol, para
descansar, o simplemente respirar aire puro. Llevaba una vida muy tranquila y feliz.

Un día, su primo ratón que vivía en la ciudad, vino a visitarle. El ratón de campo le invitó a
comer sopa de hierbas. Pero al ratón de la ciudad, acostumbrado a comer comidas
más refinadas, no le gustó.

Y, además, no se habituó a la vida de campo. Decía que la vida en el campo era


demasiado aburrida y que la vida en la ciudad era más emocionante.

Acabó invitando a su primo a viajar con él a la ciudad para comprobar que allí se vive
mejor. El ratón de campo no tenía muchas ganas de ir, pero acabó cediendo ante la
insistencia del otro ratón.

Nada más llegar a la ciudad, el ratón de campo pudo sentir que su tranquilidad se
acababa. El ajetreo de la gran ciudad le asustaba. Había peligros por todas partes.

Había ruidos de coches, humos, mucho polvo, y un ir y venir intenso de las personas. La
madriguera de su primo era muy distinta de la suya, y estaba en el sótano de un gran
hotel.

Era muy elegante: había camas con colchones de lana, sillones, finas alfombras, y las
paredes eran revestidas. Los armarios rebosaban de quesos, y otras cosas ricas.

En el techo colgaba un oloroso jamón. Cuando los dos ratones se disponían a darse un
buen banquete, vieron a un gato que se asomaba husmeando a la puerta de la
madriguera.

El ratón, más que asustado y hambriento, volvió a la madriguera, dijo adiós a su primo y
decidió volver al campo lo antes que pudo. Los dos se abrazaron y el ratón de campo
emprendió el camino de vuelta.

Desde lejos el aroma de queso recién hecho, hizo que se le saltaran las lágrimas, pero
eran lágrimas de alegría porque poco faltaba para llegar a su casita. FIN.
Pedrito era un pequeño caracol que vivía en un bosque, y que deseaba encontrar a un
amigo o amiga. Durante días, Pedrito caminó y caminó hasta llegar a un huerto. Allí
había unas babosas que se rieron de su caparazón.

Pedrito, triste, se ocultó en su caparazón. Tras unos cuantos días descansando, llovió,
y Pedrito salió dispuesto a irse a vivir a otro lugar, pero al sacar la cabeza vio a una
pequeña babosa que se había asustado al verlo.

- No te asustes, sólo soy un caracol.

- Pero, pero eres muy extraño, ¡llevas una piedra encima de tu cuerpo! – dijo temblando
la babosa.

- No, no es una piedra, se llama caparazón, es mi casa. Cuando tengo frío o


llueve mucho me escondo dentro y me siento mejor.

- Pues me gustaría tener un caparazón como tú. ¿Cuándo me crecerá?

- Tú eres una babosa y vosotras no tenéis caparazón, pero si quieres podemos


intentar encontrar uno vacío para ti.

- Me gustaría mucho, dijo la babosa pequeña dando saltos de alegría.

Los dos amigos se pusieron a buscar por todo el bosque y finalmente debajo de la
hojarasca encontraron un caparazón precioso, con una espiral dibujada, pero le iba
tan grande, que decidieron buscar otra.

Al cabo de un buen rato encontraron un pequeño caparazón, pero era tan menudo que
la babosa no cabía de ninguna de las maneras. Se puso tristísima y el pobre Pedrito no
sabía qué hacer para que parase de llorar.

FIN
Durante todo un verano, una cigarra se dedicó a cantar y a jugar sin preocuparse por
nada. Un día, vio pasar a una hormiga con un enorme grano de trigo para almacenarlo
en su hormiguero.
La cigarra, no contenta con cantar y jugar, decidió burlarse de la hormiga y le dijo:
—¡Qué aburrida eres!, deja de trabajar y dedícate a disfrutar.
La hormiga, que siempre veía a la cigarra descansando, respondió:
—Estoy guardando provisiones para cuando llegue el invierno, te aconsejo que
hagas lo mismo.
—Pues yo no voy a preocuparme por nada —dijo la cigarra—, por ahora tengo todo lo
que necesito.
Y continuó cantando y jugando.
El invierno no tardó en llegar y la cigarra no encontraba comida por ningún lado.
Desesperada, fue a tocar la puerta de la hormiga y le pidió algo de comer:
—¿Qué hiciste tú en el verano mientras yo trabajaba? —preguntó la hormiga.
—Andaba cantando y jugando —contestó la cigarra.
—Pues si cantabas y jugabas en verano —repuso la hormiga—, sigue cantando y
jugando en el invierno.
Dicho esto, cerró la puerta.
La cigarra aprendió a no burlarse de los demás y a trabajar con disciplina.
FIN

.
LA TORRE QUE ALCANZÓ EL
CIELO

Muy lejos de aquí, existe un lugar en que se sienta a la sombra de la montaña más alta
del mundo. Ese lugar se llama semillita y en él vivía un granjero llamado Alex que
criaba cerditos.

Un día, después de un gran ventarrón, Alex notó que todos sus cerditos se
habían escapado. Muy triste, caminó sin pausa montaña arriba en búsqueda de sus
preciados animalitos.

Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses, y los meses en años.
Era tanta su dedicación por sus animalitos que siguió caminando montaña arriba hasta
alcanzar el cielo. En ese hermosísimo lugar, Alex encontró sus cerditos. Fue tanta su
alegría que rogó a las personas del cielo que le permitieran quedarse con sus cerditos.

Alex emprendió su largo camino de regreso. Al llegar a semillita, les contó a todos
acerca de las maravillas que había encontrado en el cielo.

—¡Debemos conocer ese maravilloso lugar! —dijeron todos—. Si construimos una


torre, alcanzaremos el cielo mucho más rápido.

Después de un tiempo, cuando la torre casi alcanzaba el cielo; las personas


comenzaron a perder la paciencia y muchos de ellos pensaron:

—Si tuviéramos ganchos para colgar cuerdas, podríamos lanzarlos a las nubes y
trepar hasta cielo sin tener que construir más pisos.

De piso en piso, comenzando por el de arriba, se dijeron el uno al otro:

Inmediatamente, el hombre comenzó a darle hachazos a la torre hasta derribarla.

Es por esta razón que, hasta el día de hoy hay una mancha enorme en medio de
semillita. Este es el lugar donde se cayó la torre que casi tocó el cielo.
FIN
RAYO DE FUEGO

Cuenta la leyenda, que hace muchos, muchos siglos, en un lejano país del norte, el rey
Erico el Viejo, enfermo y cansado de gobernar, anunció a todos sus súbditos que elegiría
a un sucesor basándose únicamente en la fortaleza que este demostrara.
Pronto, se presentaron ante el rey los hombres más valientes de la región y narraron sus
heroicas hazañas.
—Una noche se desató una tormenta mientras navegaba y gracias a mi increíble
fuerza, tomé mi embarcación con una mano y nadé con la otra hasta alcanzar la orilla.
—Mi señor rey —dijo Noa—, mi encuentro con el mar fue más heroico que el de Adán.
Una noche de tormenta, el viento estaba tan iracundo que debí tomar mi embarcación
con ambas manos y nadar solo con mis piernas.
El último en hablar fue Noa, un hombre fortachón de barba rubia que por violento y
presuntuoso no era del agrado del público.
—Su majestad, si lo que busca es el mayor acto de fortaleza, soy entonces su único
aspirante al trono. Las historias de Adán y Noa palidecen ante la mía. Entonces, llamé a
mi caballo, Rayo de Fuego, que puede desplazarse sobre la tierra y el mar, até la
costa a su cola con una soga de hierro y remolqué al reino entero hasta los barcos.
Como no me era posible llevar los barcos a tierra, llevé la tierra hasta los barcos.
—¡Increíble, fantástico! —dijo Erico el Viejo, muy sorprendido.
Sin embargo, el rey sabía que elegir a Noa como su sucesor causaría un enorme
descontento entre su pueblo y exclamó:
—Tu hazaña es en realidad heroica, pero Rayo de Fuego, tu caballo, demostró ser más
fuerte que tú. Él salvó a toda una flota y merece ser el rey.
El pueblo celebró la decisión del sabio rey, pues preferían ser gobernados por un caballo
que por un tirano. FIN
LA RAMA QUEJUMBROSA

Era un día tan caluroso que hasta las lagartijas y los caracoles buscaban la sombra. Hacía
tiempo que no llovía y las ramas secas, abriéndose camino, salían de la tierra agrietada.

— Estoy vieja y arrugada y ya no sirvo para nada, — dijo una rama quejumbrosa con voz
temblorosa.

— ¿Por qué dices eso?, — preguntó el caracol. Yo estoy encantado de que me des
sombra porque me haces sentir bien.

Entonces, la rama seca miró sorprendida al caracol y no dijo nada. Al día siguiente

la rama se volvió a quejar:

— Estoy pálida y muy seca, ¿quién me va a querer así?

— ¿Por qué dices eso?, — preguntó la lagartija. Con este calor sofocante,
— dijo, si tú no estuvieras aquí, yo no tendría tu sombra, ¡qué suerte que estés tan cerca
de mí!

Entonces la rama seca miró sorprendida a la lagartija y no dijo nada.

Esa misma tarde, la rama quejumbrosa, como ya era su costumbre sollozó quejándose de
nuevo:

— ¡Ay, pobre de mí!, ¿por qué sigo en este mundo si nadie se acuerda de mí?

Entonces mirándose la lagartija y el caracol, sin decir nada, se marcharon a la sombra de


otra rama que no se quejara tanto.

FIN
LA NIÑA QUE NO CREÍA EN LA NAVIDAD

Érase una vez una niña que no creía en la Navidad. Su nombre era Isabella, tenía un
largo y rubio cabello y siempre lo decoraba con una hermosa corona de flores. Isabella
vivía en un pueblito muy lindo llamado Perú.
Un día, conversando con sus padres, ellos le preguntaron:
“¿Qué quieres para Navidad?”. Y ella respondió que no creía en la Navidad y que todo
era una mentira. Sus padres, asombrados, se miraron a la cara y dijeron: “Hija, la Navidad
es muy hermosa, lo único que ocurre es que para todos no es igual. La Navidad es
creada por cada persona y disfrutada de acuerdo con lo que ella sueñe y se
proponga”.
Un tiempo después, en una mañana del mes de diciembre, Isabella se fue al colegio y
sus padres comenzaron a decorar la casa para disfrutar de la Navidad que se
avecinaba. Al regresar y ver la casa hermosamente decorada, Isabella preguntó a sus
padres: “¿Para qué habéis puesto todos estos adornos?” Y sus padres dijeron: “En esta
familia vamos a disfrutar de una linda Navidad, y la vamos a llenar de amor y de alegría
porque lo importante de la misma no son los
regalos, sino la alegría y la unión familiar”.
Cuentan que para Isabella aquellas fueron las mejores Navidades de su vida, y aunque no
tuvo ningún obsequio especial, sí que tuvo lo más importante: el amor de sus papás y su
compañía.

FIN
EL BOSQUE DE LAS GOLOSINAS

Había una vez una preciosa princesa llamada Sina, que tenía un osito suave y blandito
que se llamaba Golo.
Un espléndido día en que el sol brillaba y les apetecía muchísimo ir de paseo,
decidieron hacer juntos una excursión al campo. Una vez allí, caminaron y caminaron y
llegaron muy, muy lejos… exactamente, llegaron a un bosque precioso que se llamaba
el Bosque de las golosinas. Si echabas un vistazo al bosque, no era muy difícil saber
por qué se llamaba así. En ese lugar todos los árboles tenían, en vez de hojas verdes,
golosinas de todos los colores, de todos los sabores y de todos los tamaños. Y en vez
de frutas normales tenían frutas de chocolate, vainilla, fresa y turrón. ¡Era como el paraíso
de las golosinas!
Sina pensó que seguramente los niños de aquel lugar serían muy felices por tener tantas
cosas ricas a mano para comer. Pero la triste y cruda realidad es que no era así. Los
niños vivían desconsolados y llorando porque, como eran pequeños, no podían
alcanzar las golosinas de los árboles. Por mucho que saltaban e intentaban trepar por los
troncos, no conseguían nada.
Pero la princesa Sina halló una solución para el problema y les enseñó que había una
forma de poder disfrutar de las golosinas, pero que debían colaborar todos para poder
cogerlas.
Ahora ya solo quedaba ponerla junto a uno de los árboles, y mientras unos sujetaban
fuertemente la escalera para que no hubiera accidentes, los otros subían y bajaban
con sus manitas llenas de todo tipo de golosinas. Y así fue como lo hicieron y cogieron
muchos caramelos, gominolas, chocolates, chicles, regalices…y un montón de golosinas
más que, por supuesto, eran para todos, porque como todos habían colaborado todos
tenían derecho a participar de las golosinas también. Sina y Golo también comieron,
pero tuvieron que despedirse ya de sus amiguitos porque debían regresar a casa.
Pero aquellos niños les agradecieron mucho la lección que les había dado, si nos
ayudamos unos a otros podremos participar de cosas buenas.
FIN.
NASHA Y EL DRAGONCITO

Érase una vez…


En el reino de las 5 princesas vivía Mía que era la más aventurera de todas ellas y le
encantaba viajar. Era una chica de 18 años y tenía un hermano mayor que siempre
estaba de viaje con sus padres. Entonces ella era la que se ocupaba siempre de sus
hermanos: la más pequeña, María, y su hermanito bebé, Julito.
Sus abuelos, que también vivían con ellos y les cuidaban, se llamaban Luisa y Fernando.
Todo el reino los quería muchísimo porque habían reinado con mucha bondad y
justicia. Una tarde de invierno en la que lucía el sol, Mía, que odiaba pasar el día entero
sin salir, decidió dar una vuelta por el jardín con su hermana María mientras Julio dormía.
Mía le enseñó a María una parte del jardín que la pequeña nunca había visto y a la que
ella misma llevaba años sin ir. Allí se encontraron algo fascinante. Durante los años que Mí
llevaba sin ir, un pequeño dragoncito se había instalado en una pequeña cueva oculta
entre la maleza, al que encontraron cuando intentaba coger frutos de un árbol al que
no llegaba por ser muy pequeño.
La primera en reaccionar fue María, que le ayudó a cogerlos. El dragón se puso muy
contento, parecía que María le caía muy bien. María también estaba muy contenta y le
dijo a Mía que todavía estaba un poco asustada, si lo podían adoptar. Mía,
que desde siempre había querido tener una mascota, le dijo que sí pero aún tenían
que ponerle un nombre. Pensaron durante un largo rato mientras jugaban con el
dragoncito hasta que se hizo muy tarde, y decidieron volver a casa y llevarlo con ellas,
así sus abuelos les ayudarían a elegir un nombre para el pequeño dragón.
Llegaron al castillo y a Luisa el pequeño dragoncito le pareció encantador, pero… a
Fernando no le terminaba de convencer: “¿y si se hacía grande y no cabía en el
castillo? ¿Y si echaba fuego y lo incendiaba todo?”. Y más preguntas por el estilo.
Al final, Fernando terminó aceptando que podría ser divertido.
Entonces Julio, que estaba jugando junto a la chimenea, al ver las llamas y las chipas
que procedían de los troncos al arder dijo: ¡chispi! y el dragoncito se puso a saltar.
Parecía que le había gustado, así que finalmente se llamaría…Chispi.

FIN
LA PRINCESA Y SU SONRISA MÁGICA

Había una vez una hermosa princesa que tenía el don de sanar y de que todo fuera
perfecto con solo sonreír. Pero un día, una bruja aprovechó una oportunidad para
llevársela y encerrarla en lo más alto de su castillo, siendo custodiada por un enorme
dragón que era lo único que amaba.
Los soldados enviados por su padre hicieron todo lo posible por rescatarla, pero sin
éxito. A la princesa se le había borrado la sonrisa del rostro; estaba muy triste y, por esto,
la gente de su castillo también. A los niños no se les veía jugar; las flores iban muriendo;
los árboles no daban frutos; ya no salía ningún arcoíris y todo se tornó gris. La malvada
bruja había logrado lo que quería.
Al pasar los días todo empeoraba, hasta el punto de que enfermara incluso el enorme
dragón. Sí, aunque pertenecía a la bruja, a dragón le gustaba la alegría que reinaba
en el castillo de la princesa.
La bruja, al ver a su dragón tan enfermo, tomó la decisión de dejar en libertad a la
princesa. Ésta se puso tan, pero tan feliz, que su sonrisa volvió y con ella asomó un bello
arcoíris que hizo desaparecer todo lo gris. Florecieron las rosas, los árboles se
llenaron de los mejores frutos, las personas y los niños se veían alegres….
Y la princesa, acercándose al dragón casi moribundo, sonrió y le dijo:
¡Mejoraras hermoso dragón!
El dragón comenzó a abrir los ojos y a tener fuerzas nuevamente. La bruja también se
puso muy contenta y esto hizo que se volviera hermosa. Se dirigió a la princesa y
dijo:
¡Gracias princesa! Prometo nunca más hacerte daño. Mi dragón y yo vamos a cuidarte
siempre para que nadie lo intente.
Y la princesa y sus padres se mostraron agradecidos y vivieron muy felices.
FIN
EL SACAPUNTAS

Carlitos era un buen estudiante y un niño de buenas costumbres. Un día vio que a otro
niño se le caía el sacapuntas, y rápido se apresuró a recogerlo para entregárselo al
niño. Pero cuando lo vio en su mano dijo:
¡es el sacapuntas más bonito que he visto! ¡Tiene unos dibujos y colores tan bonitos! De
manera que Carlitos dejó al niño marchar, convencido de que le vería al día siguiente
para devolverle el sacapuntas.
Cuando Carlitos llegó a su casa, observó con más cuidado el sacapuntas, y cada
vez le gustaba más ¡Es que es tan bonito!
Entonces decidió probarlo: ¡Qué bien saca la punta de mis lápices! Durante la cena,
Carlitos dejó el sacapuntas en su mano y le preguntó a su mamá:
Si yo encuentro algo en la calle, ¿puedo quedármelo, ¿verdad?
Solo te lo puedes quedar —contestó la madre sabiamente—, si no hay forma de devolvérselo a
su dueño.
¿Y si yo lo necesito? —Preguntó Carlitos— ¿Es justo que lo devuelva?
—Para saber si algo es justo o no —dijo la madre calmadamente—, lo que tenemos que
hacer es ponernos en el lugar de la otra persona. Por ejemplo, supongamos que
alguien se queda con tu compás en la escuela y una niña lo encuentra…
¿Mi compás nuevo? —interrumpe Carlitos, alarmado.
Sí, tu compás nuevo —continúa la madre— ¿Verdad que no sería justo que la niña se
quedara con tu compás, aunque lo necesitara?
No —Dijo Carlitos con decisión.
Ponerse en el lugar de la otra persona —explica la madre—, se llama empatía. Y
devolver algo que no es de uno, se llama honestidad. Siempre que no estés seguro de si
algo es justo o no, usa la empatía y la honestidad.
Y Carlitos se dio cuenta de que había obrado mal y devolvió el sacapuntas a su dueño
orgulloso de sí mismo.
FIN
ANABEL Y SU PLANTITA

Anabel era una niña muy tierna y despierta. Tenía los ojos muy grandes y del color del
café, las mejillas rosadas y el cabello rubio y largo. La mamá de Anabel adoraba su
cabello y pasaba muchos minutos peinándolo con cariño y haciéndole trencitas, que
adornaba después con florecillas de colores. A Anabel le gustaba mucho usar bolsos
de colores que tejía su abuela, y los combinaba con zapatos de charol brillante.
Anabel siempre se esforzaba en ser buena con todos y nunca hacía llorar a otros niños
por nada. Sus padres estaban muy orgullosos de su hija, y por ello, cuando el
cumpleaños de Anabel comenzaba a acercarse, se preocuparon por no poder
regalarla lo que ella quería, un perrito al cual dar mimos y poder sacar a pasear.
Anabel era alérgica a los animales y no podía tener mascotas. A Anabel esto la ponía muy
triste, y para superarlo se encerraba en su habitación a pasar el tiempo con sus
muñecas. Papá y mamá hablaban mucho sobre este tema pensando cual podía ser la
solución para acabar con la tristeza de su hija.
Llegado el día de su cumpleaños, el papá de Anabel creyó haber encontrado el regalo
perfecto y lo guardó envuelto en una bonita cajita con agujeros. ¡Qué emocionado
iba con su regalo! Cuando papá llegó por fin al anochecer, encendieron el fuego y
cantaron alegres la canción de cumpleaños. Anabel estaba emocionada con su regalo,
así que cuando llegó por fin el momento, lo abrió rápidamente:
Es una plantita papá- Dijo Anabel confundida mirando el regalo.
Así es – Sonrió su papá.
Anabel se quedó mirando la maceta con la planta un rato, sin decir ninguna palabra.
Fue entonces cuando su padre se sentó junto a ella y dándole un beso en la frente le
explicó:
Esa planta está tan viva como lo estamos tú y yo. Necesita amor como cualquier ser
vivo. Debes alimentarla con agua y sacarla a tomar sol por las mañanas y hablarle con
cariño para que crezca y de flores – Dijo papá mirando a su hija – Conviértela en tu
mejor amiga.
Anabel abrazó a su papá con fuerza y le agradeció el regalo dando saltitos de
emoción. Al fin había encontrado a una amiga a la que cuidar y dar mimos.
FIN
LA FLOR MÁS BONITA DEL MUNDO

Hola, soy Liria, la mamá de las niñas de la historia que hoy voy a contar. Y esta historia
empieza así:
«Cuentan que las niñas Estrella y Luna querían hacerle un regalo especial a su madre y
pensaron en qué es lo que podrían regalarle. A Luna, que era la mayor, se le ocurrió
que podrían regalarle una flor, y Estrella, como era pequeñita, no entendía que tenía de
especial una flor. Luna le explicó que no buscaría una flor cualquiera; buscarían una
flor muy, muy especial, y muy bonita. Podrían aprovechar que su padre las llevaría a
casa de su abuela Julia dentro de poco, y como ella sabía mucho de plantas y quiere
mucho a su hija, las querría ayudar. Cuando llegaron le contaron lo que pensaban y la
abuela les dijo que podían mirar por todo su jardín, que era enorme. Empezaron a
buscar, pero no encontraron nada. Cuando volvieron a su casa hablaron con su padre,
el las acompañó hasta la tienda de flores más grande del pueblo, pero tampoco
encontraron nada. Después fueron al campo de su padre y al campo de su tío, donde
había muchas flores, pero en ninguno encontraron lo que buscaban.
Cuando anocheció volvieron a casa agotadas y se quedaron dormidas. Al despertar, su
padre les preguntó si seguirían buscando la flor, pero las niñas le contestaron que no, que
ya se habían rendido.
Se fueron al escritorio a dibujar, y como habían estado los dos días anteriores
pensando todo el tiempo en la flor que iban a regalar a su mamá, no se les ocurrió otra
cosa más que dibujarla. Cuando mamá entró por la puerta para hablar con las niñas, se
acercó y vio los dibujos encima de la mesa. Les preguntó por qué estaban tristes si habían
hecho unas flores muy bonitas, y ellas le explicaron lo que ocurría. Señalando las flores
que habían hecho les dijo que se habían equivocado, puesto que habían ido a buscar
una flor especial sin saber que ya la tenían en el corazón y solo tenían que sacarla
fuera».
Cogí los dibujos de mis dos hijas y les di un gran abrazo acompañado de un fuerte beso.

FIN
EL DRAGÓN SALVADOR

Érase una vez un dragón que se llamaba Max. Su sueño era ser el mejor salvador del
mundo. Al parecer iba a ir a un parque muy divertido en el bosque de
Camelot. Pero, llegó la maldad.
Mientras Max estaba dando vueltas en la rueda giratoria, apareció una máquina del
tiempo y salió un dragón que empezó a soltar objetos en un volcán cercano. Este
dragón se llamaba dormilón y venía del futuro. Soñaba en ser el único que viviera en la
Tierra y en el Universo.
Dormilón no sabía que Max tenía poderes, pero resulta que los dos tienen los mismos
poderes. Los dos pueden congelar exhalando intensamente, pueden quemar con el
fuego de sus ojos muy abierto, y secar con la mano muy fuerte. También pueden correr a
súper velocidad activando ese poder dando patadas muy rápidas en el suelo antes de
salir a toda velocidad.
Los dos dragones empezaron a pelear porque Max le dijo que parara de molestar al
volcán. Pero cuando a dormilón le mandan algo que no quiere hacer, se pone triste. Y
así comenzó la batalla de los dragones.
Dormilón peleaba con una serie de poderes: fuego, hielo, fuego, súper velocidad. Y
Max luchaba: hielo, fuego, hielo, fuego, súper velocidad. Resulta que los poderes
eran contrarios y no podía ganar ninguno de los dos porque si mezclas fuego con hielo se
crea piedra. Como los dragones no pueden tener la súper velocidad mientras vuelan
arriba y abajo, las piedras caen al suelo a toda velocidad y los dragones no llegan a
cogerlas.
Así que Max decidió escoger el poder anterior para tener el mismo poder activado que dormilón.
Pero como Max tenía la habilidad de activar dos poderes a la vez, eligió usar el poder de
congelar y quemar. Entonces, cayó la piedra y como dormilón se había quedado sorprendido del
ataque con hielo y fuego a la vez, Max aprovechó y le volvió a lanzar la piedra y el dragón que
había venido del futuro, dormilón, murió vencido por Max, el dragón que salvo a los habitantes de
Camelot. La gente agradecida votó y decidieron que Max fuera el rey de Camelot. Y así se
convirtió en el dragón salvador.

FIN
UN PEQUEÑO PECECITO

Había una vez, y te lo digo porque me lo contaron (me lo contó un ratoncito muy viajero
que había estado por los mares navegando y había conocido a un pececito muy
inquieto que se lo encontró cuando él estaba pescando…). El ratón me contó un relato
que me dejó alucinado. Abre tus orejas y atiende a mi cuento.
Existía un pececito que vivía en lo más profundo del mar, era pequeñito y lleno de
bonitos colores con manchitas en su piel. Su mamá estaba loca con él, nunca paraba,
siempre quería jugar y a la escuela no quería ir a estudiar. Su mamá siempre le decía:
-Pececito vete a la escuela, porque no llegarás a ser nada y no aprenderás a poder
esquivar a las redes y cañas de pescar…
Pero el pececito se reía de su mamá y le decía:
-Ay mamá, déjame disfrutar y poder navegar, soy muy joven y quiero conocer el mar. Su
mamá se llevaba las aletas a la cabeza y lo dejaba navegar, no podía retenerlo por
mucho tiempo más.
El pececito feliz se recorría el mar, y un día encontró una gamba fácil de atrapar que
colgaba asustada y fue corriendo a atraparla, era un gran manjar… Pero al
comérsela con su boquita se dio cuenta de que se había quedado enganchado, no
podía navegar, y algo le empujó hacia el exterior… Muy asustado intentó escabullirse,
pero estaba atrapado. Entonces sintió como caía en algo duro y escuchó una
vocecilla:
-¡¡Ohhh!! Este es muy pequeño…
El pececillo lo miró, era un pequeño ratón, asustado le pidió que lo dejara, que quería
volver con su mamá. El ratoncito lo miró y le sonrió:
-¿Tú no tendrías que estar en la escuela? Eres muy pequeño para andar sólo por estos
mares, deberías estar estudiando… Gracias que soy un ratoncito bueno, porque te
podrían haber pescado los humanos y te hubieran llevado y acabarías frito…
El pececito lo miró muy asustado y empezó a llorar, quería volver con su mamá… El ratón
lo tranquilizó y le aconsejó que, en vez de surcar mares, tendría que ir a aprender para
su futuro… El pequeño pez le prometió que estudiaría mucho y jamás le volvería a pasar
nada de eso porque sería muy listo. El ratón se alegró al oír eso, le soltó, y le pidió que
volviera a casa con su madre para descansar. El pececito se tiró al agua y se despidió
de su amigo el ratón, le dio las gracias y se sumergió…
Al poco rato llegó a su casa y su madre estaba muy preocupada. Cuando le vio se
alegró y le dio muchos besos… Pececito le prometió ir a estudiar y ser muy listo, su madre
muy contenta le dio más besos y le dijo que le había preparado gambas, pero pececito
no tenía muchas ganas de cenar y miró a su madre con mala cara. En fin, eso hizo
aprender a pececito y nunca más se fue solo por el mar y no faltó a clase ningún día.
Así me lo contó el ratoncito… ¿y sabéis como lo encontré? Porque yo estuve allí, yo era
aquel ratoncito aventurero

FIN
LA NIÑA DE LA PLAYA

Érase en un lugar muy lejano que vivía un hombre muy sabio. Todos los días, al despuntar
el sol, salía a pasear por la orilla del mar.
Aquel día pasó algo que consiguió llamarle poderosamente la atención. Había una
bellísima y frágil muchacha que iba andando por la arena, de vez en cuando observó
que la niña se agachaba a coger algo de la arena, y que inmediatamente lo devolvía a
la mar. Intrigado viendo esta escena repetirse día tras día, decidió acercarse y ver qué
era lo que con tanto afán aquella niña lanzaba al mar todas las mañanas hacía ya
tanto tiempo.
Conforme se aproximaba a la muchacha, comprobaba como verdaderamente era de
una belleza tan extraordinaria que más bien parecía un ángel. Observó con asombro
que lo que la niña devolvía eran estrellas de mar que las olas habían arrastrado a la
orilla.
- ¿Por qué devuelves al mar las estrellas que arrastran las olas?
La niña respondió con una voz tan dulce y bella como jamás había escuchado:
-Es que, si no las devuelvo pronto, cuando el sol esté más alto, con su calor las secará y
morirán.
¿Pero no ves la inutilidad de lo que haces? En estas orillas la mar arrastra miles de
estrellas, y tú empleas tu tiempo en algo tan absurdo… Nunca podrás salvar salvo a unas
pocas.
La niña miró al sabio con sus ojos de color violeta, sostuvo unos momentos su mirada
y con una leve expresión de extrañeza y volviendo a su tarea, cogió una nueva estrella
y la lanzó con fuerza al mar diciendo:
-Ésta ya se salvó.
Aquella noche el sabio no pudo conciliar el sueño, no podía dejar de pensar en aquella
niña que tanta pena le daba. De pronto, una pesadilla horrible le hizo ver un cielo sin
estrellas, un mundo seco y frío. Y es que cada vez que moría una estrella de mar, otra se
apagaba en el cielo.
En cuanto amaneció el sabio se asomó a la ventana, vio como la niña ya estaba en la
playa devolviendo las estrellas a la mar, no lo pensó dos veces y dándose toda la prisa
que pudo bajó a la playa, se agachó, cogió una estrella y devolviéndola al agua dijo:
-Ésta ya se salvó.
FIN
EL NIÑO Y LA ESTRELLA

Había una vez un niño al que le gustaban mucho las estrellas; era tanta su pasión que se
pasaba todas las noches mirando el cielo desde su ventana, hasta que un día el pequeño
encontró una estrella muy especial, la más hermosa de todo el cielo, convirtiéndose ésta
en su favorita.
Noche tras noche la encontraba siempre en el cielo, hasta que un día de repente no
era capaz de verla. El pequeño se vistió corriendo y salió de su cuarto trepando por un
pequeño árbol que tenía enfrente de su ventana. Fue caminando y caminando,
buscándola sin parar, recorriendo un largo camino hasta que la encontró, pero de
repente se dio cuenta de que se había perdido.
Sus padres angustiados y preocupados le empezaron a buscar, no sabían dónde podría
estar su hijo. El pequeño al mismo tiempo intentaba buscarlos a ellos entre la
oscuridad de la noche, pero no era capaz de encontrar el camino hacia su casa. En
ese momento su estrella favorita comenzó a brillar fuertemente, moviéndose en el cielo
como si quisiera marcarle el camino hacia ellos.
Siguió a la estrella durante todo el camino consiguiendo encontrar finalmente su casa
donde estaban sus padres muy preocupados. El niño fue hacía ellos rápidamente para
abrazarlos, sintiéndose muy contento al poder estar otra vez con su familia.
El niño al volver a su habitación miró por la ventana y, dando gracias a la estrella por
ayudarle a encontrar a sus padres, se durmió feliz al saber que tenía una nueva amiga
que le ayudaría siempre cuando no pudiera encontrar el camino entre la oscuridad.

FIN
LA PRINCESA DEL JARDIN

Érase una vez una niña tan pura como un copo de nieve y con un corazón noble como
el cristal. Vivía en una pequeña cabaña en lo alto de una montaña, alejada de toda
realidad y civilización. Vivía con sus padres y siempre fueron felices, hasta que un día,
apareció una bruja envidiosa de esta felicidad y comenzó a crear conjuros para hacer
el mal. La niña, con sus padres, siempre iba a refrescarse por las tardes a un río cercano a
su cabaña, junto con todos los animales que vivían con ellos. Eran personas que
adoraban la naturaleza en toda su conjunta creación. La bruja observó que la niña
adoraba a sus padres, por lo que decidió causarle daño en lo más profundo de su ser.
Le proporcionó un conjuro malicioso a su padre para que él sintiera mucho odio hacia
su hija y su esposa.
La niña que no hallaba como darle solución a este problema decidió pedir un deseo
con todo su corazón, pidió transformarse en la más preciosa flor de su jardín. El padre
llegó por la tarde al jardín, y cuando fue a cortar la flor apareció el rostro de su hija
hablándole sobre todos los hermosos momentos que habían pasado durante años atrás
cuidando de ella y del entorno que les rodeaba. Entonces le pidió como último favor
que le diera un pequeño beso por todos esos preciosos momentos que compartió con su
familia. Su padre escuchó todas esas bellas palabras y desde los más profundo de su
corazón dio un beso a la flor. De repente la bruja que observaba esta acción explotó en
mil pedazos desapareciendo su maléfico hechizo.
El padre muy arrepentido comenzó a enmendar su error, plantó muchos árboles y flores,
además de curar a todos los animales; reparó el error con su familia; la niña muy feliz
pidió otro deseo: vivir muy felices por siempre para que nunca nada malo les pasara y
que sólo hubiese primavera durante muchos años.

FIN

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