La Realidad Del Pecado 1 - 8-10

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MENSAJES ACERCA DE LA

CARTA DE 1 JUAN
Rev. Julio Ruiz, pastor
Burke, 15/11/2015

LAS TRES REALIDADES DEL PECADO


(1 Juan 1:8-10)

INTRODUCCION: Un predicador acababa de invitar a sus oyentes a buscar de Dios,


cuando un joven exclamó: -Usted habla del peso del pecado. Yo no lo siento ¿Cuánto
pesa? Veinte kilos, cien kilos-. -Dígame -le pregunto el predicador-, si usted pusiera un
peso de cien kilos sobre el pecho de un hombre muerto, -¿Lo sentiría el? No, ya que esta
muerto -Contestó el joven. El predicador prosiguió: -Pues bien, el hombre que no siente
el peso del pecado está espiritualmente MUERTO. El pecado no se siente como un peso
colocado en nuestras espaldas, pero cuando somos librados de él notamos que una gran
carga ha sido quitada. El pecado es una realidad, no podemos ocultar su presencia ni
ignorar sus efectos. Si bien a veces no nos percatamos de él, quizás por una conciencia
que se ha cauterizado, esto no minimiza el poder que ejerce en nosotros. Dios le dijo a
Adán que el día que comiera del árbol de la “ciencia del bien y del mal” moriría, y en
efecto eso sucedió (Gn. 3). Nuestros padres comieron del fruto prohibido y ahora todos
morimos. La muerte física y espiritual es el resultado del pecado. Toda vida antes de
conocer a Cristo esta muerta en sus delitos y pecados. El pecado sacó a Luzbel del cielo y
lo convirtió en Satanás junto con todos sus demonios. El pecado sacó a nuestros padres
Adán y Eva del Edén y los convirtió en una raza pecadora. Pero lo que ha sido más
grande, el pecado hizo que Dios ofreciera a su propio Hijo como el único Cordero que
podía quitar el pecado del mundo. Así, pues, el pecado es una realidad en la tierra. No en
vano la misma palabra nos dice que la tierra gime con dolores de parto a causa del pecado
mismo (Ro. 8:20, 21). Juan nos habla en su primera carta, como en ninguna otra, acerva
de la realidad del pecado, y la necesidad de andar en la luz y en confesión para tener
victoria sobre el. Hoy nos enfocaremos en las tres realidades del pecado. ¿Cuáles son?

I. HAY UNA REALIDAD ACERCA DE LA NATURALEZA PECADORA EN CADA


SER HUMANO

1. “Si decimos que no tenemos pecado… v. 8ª. ¿Y puede haber alguien que diga
esto? Pues así parece. Aunque es cierto que hay hombres honestos que siempre
reconocerá n sus pecados, y su naturaleza inclinada hacer lo malo, hay otros que
consideran que no son pecadores, sino que lo que hacen es el resultado de un
acondicionamiento ambiental. De esta forma podemos ver que será muy fá cil
echarle la culpa de nuestros males a alguna herencia bioló gica, al temperamento con
el que nacimos, o simplemente a algú n defecto paterno. Otros optan por echarle la
culpa a aquellos que lo indujeron a pecar, de tal manera que lo que hoy viven es el
resultado de una conducta inducida. Esto hace, pues, que muchos crean que no
tienen responsabilidad por sus pecados. Pero la verdad es que el pecado esta en
nuestro ADN. Nacemos bajo una condició n de pecado. Un niñ o pronto revelará un
cará cter que necesita ser corregido. Descubrirá que puede pegarle a otro como
mecanismo de defensa. La razó n de esto es porque fuimos concebido en pecado.

2. “Nos engañamos a nosotros mismos…” v. 8b. El engaño es tan viejo como el mundo
mismo. Recordemos que fue Satanás, el padre de esa criatura, quien desde el principio lo
usó para la caída del hombre, y hasta el día de hoy lo usa para todos sus fines. Y de todas
las formas de engañarse, la peor de ellas es cuando Juan habla del hombre que dice que
no tiene pecado al justificarse a si mismo, dejando la impresión que son otros los que
tienen pecados. Hay tres personas que al final descubren nuestra capacidad para engañar.
La primera persona de la que hablamos es Dios, quien jamás puede ser burlado (Ga. 6:7).
Recordemos que uno de sus grandes atributos es la omnisciencia, sabiendo todas las
cosas. El otro es mi prójimo, quien si bien es cierto podrá ser engañado por un tiempo, al
final también reconocerá que lo que digo o hago no pasa la prueba de la transparencia.
Pero lo peor será dejar que el pecado nos siga engañando a nosotros mismos. Eso no es
amarse a si mismo. Recordemos que este también es un mandamiento. Esto nos hace ver
que el engaño no es sostenible en el tiempo, porque pronto se descubre.

3. “La verdad no esta en nosotros” v. 8c. El sabio hace muchos años atrás había dicho
sobre la verdad dos cosas que deben ser consideradas para meditar pausadamente. Uno
de ellas dice: “Muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad, Pero hombre de
verdad, ¿quién lo hallará? (Pr. 20:6). Los hombres de verdad parecen ser escasos; y si en
los tales hay un dominio del pecado, la verdad huirá siempre de ese hombre. Por otro
lado, el mismo sabio recomienda: “Compra la verdad, y no la vendas…” (Pr. 23:23). La
verdad es la que nos hará hombres de bien, de rectitud y de probada honestidad. Hay
otras cosas que usted podrá venderlas como su bien preciado, pero jamás venda la verdad.
Eso es lo que lo hará diferente a los demás. Juan nos dice que la verdad no puede habitar
en un corazón que presume no tener pecado, confiado en su justicia personal. Tal actitud
lo descalifica para ser recipiente de la verdad. Fue Jesús quien dijo que la verdad nos
haría libres (Jn. 8:32). De esta manera se puede decir que quien vive en la verdad
reconoce que es pecador, pero con la diferencia que sus pecados han sido perdonados.

II. HAY UNA REALIDAD ACERCA DE LA PRÁ CTICA DEL PECADO EN CADA
SER HUMANO

1. “Si decimos que no hemos pecado…” v. 10ª. Ahora Juan hace un ligero cambio para
seguir tratando el asunto del pecado en el creyente. Su énfasis se enfoca en la práctica del
pecado. Una cosa es decir que no tenemos pecado y otra es que no hemos pecado. La una
tiene que ver con la naturaleza del pecado, mientras que la otra se enfoca en la acción del
pecado. Hay hombres que dicen que no han pecado o que no cometen pecado. La
confianza en sus propias obras, así como en su propia justicia, pareciera hacerlos inmunes
para cometer pecado. Pero la verdad es que la actividad del pecado es un hecho notorio
en cada hombre. Sin bien es cierto que en algunos es más visibles que otros, al final todos
cometemos pecamos de omisión o de comisión. Pecamos de pensamientos, palabras o de
hechos. Fue Pablo, quien hablando de la obra del pecado en su propia vida, dijo: “Porque
lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso
hago” (Ro. 7:15). ¿Nos parece esto familiar? En su comentario Pablo admite no solo la
realidad del pecado, sino la manifestación del pecado en cada creyente.

2. “Le hacemos a él mentiroso” v. 10b. Negar que no hemos pecado como algunos
maestros durante el tiempo de Juan pensaban, es decirle a Dios que todo lo que ha dicho
de nosotros como seres caídos y pecadores, es mentira. En uno de los salmos se afirma la
condición del hombre pecador de la siguiente manera: “Todos se desviaron, a una se han
corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (Sal. 14:3). Y Pablo lo
afirma de otra manera: “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de
Dios” (Ro. 3:23). Tratar a Dios como mentiroso constituye una flagrante blasfemia. Esto
es lo que Juan advierte. ¿Y sabe usted lo que significa cometer este pecado? ¿A qué se
expone una persona que llame a Dios mentiroso? pues nada menos que al juicio divino.
Jesús habló con mucha contundencia sobre la blasfemia contra el Espíritu Santo. Y en
efecto cuando alguien no admite sus pecados y rechaza la obra del calvario, se expone al
juicio de Dios, pues la Biblia dice: “Sea Dios veraz y todo hombre mentiroso”. Así que
esta advertencia va contra todos aquellos que no reconocen sus pecados delante de Dios.

3. “Su palabra no está en nosotros” v. 10c. Bueno, Juan toca el resultado final de aquel
que sostiene que no ha cometido pecado, diciendo que la palabra de Dios no está en
nosotros. Esta es otra acusación muy fuerte. Por la misma Biblia entendemos que el
nacimiento espiritual es el resultado de la intervención de palabra a través de la obra del
Espíritu Santo. Pedro lo expreso de esta manera: ““Siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para
siempre” 1 Pe. 1:23). La ausencia de la palabra en la vida, es ausencia de salvación. De
todos es sabido el efecto de la palabra de Dios en cada corazón. Por ser palabra inspirada
por Dios tiene el poder de transforma y cambiar al individuo. Uno de esos textos que nos
hablan de la eficacia de esa palabra es Hebreos 4:12. Allí se describe como palabra viva y
eficaz. Según este texto la palabra actúa como un bisturí divino que abre y expone el
pecado tal como esta allí. Si esa palabra no está en nosotros, no somos cristianos.

III. HAY UNA REALIDAD ACERCA DEL PERDÓ N DISPONIBLE PARA CADA
SER HUMANO

1. “Si confesamos nuestros pecados…” v. 9ª. La verdad es que si este versículo no


apareciera en este texto quedaríamos sin esperanza después de toda esa grafica acusación
acerca de la realidad del pecado en nuestras vidas. Si no apareciera este texto
quedaríamos expuestos al mas horrible dominio del pecado. Porque el pecado es una
presencia que nos induce a pensarlo y cometerlo. Pero también es cierto que a través de la
obra del calvario el pecado fue sentenciado. Por lo tanto, la condición que Juan nos
presenta es “si confesamos nuestros pecados…”. No hay otro tratamiento que valga
contra el pecado. Tratar de retenerlo, ocultarlo o justificarlo no ayuda en nada a nuestra
condición pecadora. Hay que confesarlo. Eso es, hay que traerlo delante del único que
puede perdonarlo. Es exactamente la invitación que hizo el profeta Isaías, quien
reconociendo los feos colores al que nos somete el pecado, nos hablo de la necesidad de
“venir y estar a cuentas” con Dios (Is. 1:18). La confesión cambia de color al pecado.
2. Perdón y limpieza al final de todo v. 9b. La confesión de nuestros pecados cuenta con
la más grande garantía del perdón y la limpieza de la que podamos disponer. El único que
puede perdonar pecado es Jesucristo. Ya él se los había dicho a los fariseos que lo
tildaron de blasfemo por su declaración cuando tuvo al paralitico a quien bajaron por el
techo de la casa (Lc. 5:24). En aquella ocasión antes de sanar al paralitico, primero
perdonó sus pecados. Juan nos dice que Cristo es “fiel y justo” para perdonar nuestros
pecados. En Apocalipsis, Juan se refiere a Cristo como “fiel y verdadero” (Apc. 19:11),
que es otra manera para describir sus atributos a favor del pecador penitente. No solo
entregó su vida en la cruz del calvario sino que es “fiel y justo” para dar perdón a todo
aquel que lo demande. Cristo perdonar y limpia nuestro pecado. Estas dos acciones nos
ponen de manifiesto que el perdón borra el pasado, mientras que la limpieza de los
mismos hace nuevo el futuro de casa hombre. Así, pues, hay un perdón disponible.
Nuestro salvador es “fiel y justo” a la hora de tratar un pecado confesado. No dejemos de
venir a el. La vida feliz está escondida en este texto. Venga a Cristo ahora.

CONCLUSIÓN: Un poeta, hablando del pecado, su miseria y la necesidad de la


confesión, ha escrito: “Pequé, Señor, y debo revelarte con amargura de alma, mi osadía,
me abruma mi pecado noche y día, y pruebas de pesar quisiera darte. Ninguna excusa
puedo presentarte pues por demás tu ley yo conocía, y en lo íntimo del alma bien sabía
que mi pecar habría de enojarte. Más, ¡oh, Señor! mi natural humano a veces, por el mal,
ganado advierto: Y al espíritu vence la materia. Que siempre, Padre, sobre mí tu mano, al
conducirme por camino cierto, muéstreme del pecado la miseria”. Que así sea. Que
nuestra oración al Señor nos muestre la miseria del pecado, pues es una realidad en todos
nosotros. Pero sobre todo, que al apropiarnos de la promesa que el Señor es “fiel y justo”
para perdonarlo, sintamos el alivio del perdón al confesarlo. Amen.

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