La Realidad Del Pecado 1 - 8-10
La Realidad Del Pecado 1 - 8-10
La Realidad Del Pecado 1 - 8-10
CARTA DE 1 JUAN
Rev. Julio Ruiz, pastor
Burke, 15/11/2015
1. “Si decimos que no tenemos pecado… v. 8ª. ¿Y puede haber alguien que diga
esto? Pues así parece. Aunque es cierto que hay hombres honestos que siempre
reconocerá n sus pecados, y su naturaleza inclinada hacer lo malo, hay otros que
consideran que no son pecadores, sino que lo que hacen es el resultado de un
acondicionamiento ambiental. De esta forma podemos ver que será muy fá cil
echarle la culpa de nuestros males a alguna herencia bioló gica, al temperamento con
el que nacimos, o simplemente a algú n defecto paterno. Otros optan por echarle la
culpa a aquellos que lo indujeron a pecar, de tal manera que lo que hoy viven es el
resultado de una conducta inducida. Esto hace, pues, que muchos crean que no
tienen responsabilidad por sus pecados. Pero la verdad es que el pecado esta en
nuestro ADN. Nacemos bajo una condició n de pecado. Un niñ o pronto revelará un
cará cter que necesita ser corregido. Descubrirá que puede pegarle a otro como
mecanismo de defensa. La razó n de esto es porque fuimos concebido en pecado.
2. “Nos engañamos a nosotros mismos…” v. 8b. El engaño es tan viejo como el mundo
mismo. Recordemos que fue Satanás, el padre de esa criatura, quien desde el principio lo
usó para la caída del hombre, y hasta el día de hoy lo usa para todos sus fines. Y de todas
las formas de engañarse, la peor de ellas es cuando Juan habla del hombre que dice que
no tiene pecado al justificarse a si mismo, dejando la impresión que son otros los que
tienen pecados. Hay tres personas que al final descubren nuestra capacidad para engañar.
La primera persona de la que hablamos es Dios, quien jamás puede ser burlado (Ga. 6:7).
Recordemos que uno de sus grandes atributos es la omnisciencia, sabiendo todas las
cosas. El otro es mi prójimo, quien si bien es cierto podrá ser engañado por un tiempo, al
final también reconocerá que lo que digo o hago no pasa la prueba de la transparencia.
Pero lo peor será dejar que el pecado nos siga engañando a nosotros mismos. Eso no es
amarse a si mismo. Recordemos que este también es un mandamiento. Esto nos hace ver
que el engaño no es sostenible en el tiempo, porque pronto se descubre.
3. “La verdad no esta en nosotros” v. 8c. El sabio hace muchos años atrás había dicho
sobre la verdad dos cosas que deben ser consideradas para meditar pausadamente. Uno
de ellas dice: “Muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad, Pero hombre de
verdad, ¿quién lo hallará? (Pr. 20:6). Los hombres de verdad parecen ser escasos; y si en
los tales hay un dominio del pecado, la verdad huirá siempre de ese hombre. Por otro
lado, el mismo sabio recomienda: “Compra la verdad, y no la vendas…” (Pr. 23:23). La
verdad es la que nos hará hombres de bien, de rectitud y de probada honestidad. Hay
otras cosas que usted podrá venderlas como su bien preciado, pero jamás venda la verdad.
Eso es lo que lo hará diferente a los demás. Juan nos dice que la verdad no puede habitar
en un corazón que presume no tener pecado, confiado en su justicia personal. Tal actitud
lo descalifica para ser recipiente de la verdad. Fue Jesús quien dijo que la verdad nos
haría libres (Jn. 8:32). De esta manera se puede decir que quien vive en la verdad
reconoce que es pecador, pero con la diferencia que sus pecados han sido perdonados.
II. HAY UNA REALIDAD ACERCA DE LA PRÁ CTICA DEL PECADO EN CADA
SER HUMANO
1. “Si decimos que no hemos pecado…” v. 10ª. Ahora Juan hace un ligero cambio para
seguir tratando el asunto del pecado en el creyente. Su énfasis se enfoca en la práctica del
pecado. Una cosa es decir que no tenemos pecado y otra es que no hemos pecado. La una
tiene que ver con la naturaleza del pecado, mientras que la otra se enfoca en la acción del
pecado. Hay hombres que dicen que no han pecado o que no cometen pecado. La
confianza en sus propias obras, así como en su propia justicia, pareciera hacerlos inmunes
para cometer pecado. Pero la verdad es que la actividad del pecado es un hecho notorio
en cada hombre. Sin bien es cierto que en algunos es más visibles que otros, al final todos
cometemos pecamos de omisión o de comisión. Pecamos de pensamientos, palabras o de
hechos. Fue Pablo, quien hablando de la obra del pecado en su propia vida, dijo: “Porque
lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso
hago” (Ro. 7:15). ¿Nos parece esto familiar? En su comentario Pablo admite no solo la
realidad del pecado, sino la manifestación del pecado en cada creyente.
2. “Le hacemos a él mentiroso” v. 10b. Negar que no hemos pecado como algunos
maestros durante el tiempo de Juan pensaban, es decirle a Dios que todo lo que ha dicho
de nosotros como seres caídos y pecadores, es mentira. En uno de los salmos se afirma la
condición del hombre pecador de la siguiente manera: “Todos se desviaron, a una se han
corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (Sal. 14:3). Y Pablo lo
afirma de otra manera: “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de
Dios” (Ro. 3:23). Tratar a Dios como mentiroso constituye una flagrante blasfemia. Esto
es lo que Juan advierte. ¿Y sabe usted lo que significa cometer este pecado? ¿A qué se
expone una persona que llame a Dios mentiroso? pues nada menos que al juicio divino.
Jesús habló con mucha contundencia sobre la blasfemia contra el Espíritu Santo. Y en
efecto cuando alguien no admite sus pecados y rechaza la obra del calvario, se expone al
juicio de Dios, pues la Biblia dice: “Sea Dios veraz y todo hombre mentiroso”. Así que
esta advertencia va contra todos aquellos que no reconocen sus pecados delante de Dios.
3. “Su palabra no está en nosotros” v. 10c. Bueno, Juan toca el resultado final de aquel
que sostiene que no ha cometido pecado, diciendo que la palabra de Dios no está en
nosotros. Esta es otra acusación muy fuerte. Por la misma Biblia entendemos que el
nacimiento espiritual es el resultado de la intervención de palabra a través de la obra del
Espíritu Santo. Pedro lo expreso de esta manera: ““Siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para
siempre” 1 Pe. 1:23). La ausencia de la palabra en la vida, es ausencia de salvación. De
todos es sabido el efecto de la palabra de Dios en cada corazón. Por ser palabra inspirada
por Dios tiene el poder de transforma y cambiar al individuo. Uno de esos textos que nos
hablan de la eficacia de esa palabra es Hebreos 4:12. Allí se describe como palabra viva y
eficaz. Según este texto la palabra actúa como un bisturí divino que abre y expone el
pecado tal como esta allí. Si esa palabra no está en nosotros, no somos cristianos.
III. HAY UNA REALIDAD ACERCA DEL PERDÓ N DISPONIBLE PARA CADA
SER HUMANO