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Esperanza y Temor en Psicoanálisis.

Stephen A. Mitchell
Capítulo 2 ¿Qué sabe el analista? Una revolución en metateoría

No le prestes atención al hombre detrás de la cortina.


-El mago a Dorotea, El mago de Oz.

La participación del conocedor al modelar su conocimiento el cual ha sido considerado hasta ahora
como un estorbo — un defecto que debe ser eliminado del conocimiento perfecto — es ahora reconocido
como la guía verdadera y maestra de nuestros poderes cognitivos.
Michael Polanyi. The study of man.

La situación psicoanalítica es tierra fértil para las convicciones. Conforme el analista y el analizando
exploran los detalles, los pormenores y las texturas de las experiencias de este último, se generan
ideas acerca de lo que es básico y formativo, estas ideas frecuentemente tienen un impacto poderoso
en la vida del paciente. La oportunidad de ser una parte central en el proceso analítico ofrece al ana-
lista una extraña posición privilegiada, ya que atestigua el a veces, dramático papel que el auto-
entendimiento puede jugar en la transformación de la experiencia humana.
El psicoanálisis no siempre funciona. Algunos pacientes no logran nunca comprometerse;
algunos otros encuentran ayuda para resolver problemas en diversas áreas pero permanecen
asustados o carentes de curiosidad respecto al proceso más profundo de auto-descubrimiento.
Cuando funciona, el psicoanálisis es una experiencia muy poderosa tanto para el analista como para
el analizando, un elemento fundamental en dicha experiencia son las ideas y creencias que ambos
generan acerca de la vida pasada y presente del analizando.
Los dos llegan a creer que saben mucho acerca de la manera en que se ha constituido el
analizando: el papel del temperamento, los recursos individuales y las limitantes, las experiencias
significantes de la infancia, los eventos que más han dado forma a la vida, los patrones
característicos de la forma en que se organizan las experiencias, fantasías y creencias conscientes e
inconscientes, la manera en que se le da continuidad al pasado con el presente y cómo se vislumbra
el futuro.
Cuando el proceso va bien, el analista se da cuenta del poder de sus propias ideas ya que son
tomadas por el analizando. Las interpretaciones útiles pueden tener un impacto extraordinario, en
ocasiones de manera súbita y en otras a través de una evolución gradual. Estas pueden hacer profun-
das diferencias en las ideas que el analizando tiene acerca de quién es, de qué se trata y cómo llegó a
ser de la forma que es. Probablemente lo más importante es que el entendimiento que se genera a
través del análisis puede afectar de manera significativa la visión de posibilidades que la vida ofrece
y que antes no se podían observar.
¿Es una maravilla, entonces, que los psicoanalistas tradicionalmente han sido confiados, en
ocasiones han sido complacientes, respecto a la verdad de sus propias convicciones teóricas. El tono
seguro en que escribe Sterba es característico de la actitud general en la literatura psicoanalítica
hasta lo último de Freud, Sterba y sus contemporáneos quienes consideraron a la teoría
psicoanalítica como un mapa de la estructura mental subyacente.
Ellos creían que era un mapa exacto porque habían estado ahí, en su trabajo clinico diario con
muchos analizandos. Dicho mapa ofrece a los analistas conocimiento acerca de las dimensiones
clave y procesos del as experiencias pasadas y presentes del paciente.
Así como Charles Brenner (1987, p. 169), uno de los defensores más firmes de
la teoría
Clásica en nuestros tiempos, ha dicho, "Obviamente la persona que mejor oportunidad
tiene de
entender los conflictos de un paciente de manera correcta es su analista." (¡Cierta
mente no es el
mismo paciente!) El analista entrega estas verdades al paciente y este último,
es capaz de
considerarlas abiertamente y sin resistencia, es transformado por ellas. Y las más de
las veces si
funciona.
De esta forma, la literatura psicoanalítica tradicional demanda Verdades.
Estas Verdades están
ahí (como sugiere Sterba) para cualquiera que tenga mente abierta y valiente como para observarlas.
Las convicciones se incrementan con la práctica analítica diaria basada en la obviedad
de las
mentes tanto del practicante de psicoanálisis como del autor.
Conforme el clínico (creyente de cualquier teoría) se vuelve más hábil en su labor,
los detalles
se organizan automáticamente a sí mismos en patrones claros e inequivocos.
Generalmente estas
Verdades son poco placenteras y provocan ansiedad, si son pasadas por alto, segurame
nte es porque
las propias ansiedades del miedoso lector no le permiten verlas, porque tiene poca disposici
on para
enfrentar la desagradable Verdad de la naturaleza humana.

Algunos teóricos creen que los instintos sexuales "primitivos" y la agresión son el centro de la
experiencia humana; otros creen que la parte central es una dependencia profunda y la
impotencia;
otros más asumen una creatividad delicada y fácilmente aplastable. Cualquiera que sea el contenido
que cada quien asigna a la línea de fondo, se requiere de gran valentía para aceptar sus
implicaciones.
De este modo, el tono de la literatura psicoanalítica frecuentemente refleja orgullo ideológico:
mi visión de la naturaleza humana es la más dificil de soportar, aquellos que no lo ven a mi
modo
son miedosos o ingenuos, resistentes o cobardes.
La profunda convicción de que el mundo corresponde al entendimiento psicoanalitico, que la
naturaleza humana ha sido descubierta por los métodos analíticos, era la pieza central
de la
esperanza que los analistas tradicionales podían derivar de su profesión y de su sistema de creencias.

Una crisis en la confianza

La apasionante convicción con la que los analistas tradicionalmente han sostenido sus
propias
teorías hace particularmente asombrosa la creciente revolución del pensamiento acerca de
1o que el
analista sabe que ha surgido en los últimos diez o quince años. Este cambio en el pensamie
nto ha
tomado lugar no sólo en el nivel de la teoría sino en el nivel de la metateoría: la teoría de la teoría.
No conciernen las preguntas acerca de qué es lo que le motiva al analizando, la estructura de
la
mente, el desarrollo de la vida emocional. Por el contrario, importa la pregunta de qué es
lo que el
analista puede saber acerca de estas cosas.
El espacio del debate psicoanalítico actual asegura una redefinición fundamental de la propia
naturaleza del pensamiento psicoanalitico y del psicoanálisis como una disciplina.
Mientras que generaciones de psicoanalistas se enorgullecían por saber y por ser lo suficiente
-
mente valientes para saber, la generación de autores psicoanalíticos actuales tienden cada
vez más a
enfatizar el valor de no saber y la valentía que se requiere para esto. Un creciente
coro de voces de
diferentes tradiciones psicoanalíticas subraya la enorme complejidad y ambigiiedad
fundamental de
la experiencia. Considere los siguientes extractos de tres autores psicoanalíticos
contemporáneos
con puntos de vista muy divergentes. Una de las pocas cosas que tienen en común es el énfasis en lo
poco que el analista puede verdaderamente saber y cuánta ansiedad provoca.
El mismo resquebrajamiento del orden en la narración, el caos temporal que se provoca, podría, en sí
mismo, ser vital para un proceso creativo: una reorganización de la experiencia en patrones más
complejos y flexibles... ¡Yo estoy afirmando que la verdadera tarea en terapia no es darle sentido a la
información como es, sino resistir la tentación de darle sentido a la información! (Levenson, 1992,
p.189).
Una razón por la que los psicoanalistas se hacen de las reglas y los héroes, es la idea de que sin
ellos se quedarían a la deriva... Sugerir que no necesitamos de reglas o héroes o de la neurología es, tal
vez, la posición que más espanta de todas... caminamos por la vida indecisos e inseguros y, sí, un poco
asustados. El temor es a vivir abiertamente sin el sentido de seguridad que trae el encierro.
(Goldberg, 1990, pp. 68-69).
Cuando nos aproximamos al inconsciente -es decir, a lo que no sabemos, no a lo que sí sabemos -
nosotros, paciente y analista por igual, estamos seguros de que sufriremos una alteración. Cualquiera
que vaya a ver a un paciente mañana debería, en algún punto, experimentar temor. En cada
consultorio deben haber dos personas espantadas: el paciente y el psicoanalista. Si no lo están, uno se
pregunta por qué se molestan en tratar de encontrar lo que todo el mundo sabe. (Bion, 1990, pp. 4-5).

Donald Spence (1987 b; Cap.5) ha notado la similitud entre el autorretrato del analista en las
historias de los casos de Freud y Sherlock Holmes en las historias de detective de Conan Doyle. En
ambas, el brillante y perspicaz detective - analista encuentra una solución a la extraña y confusa
madeja de detalles que aparentemente no se relacionan. En la literatura psicoanalítica más reciente,
el analista (más como el ajetreado, aparentemente confundido detective de televisión Columbo que
Holmes) es retratado menos presentándole al paciente la Verdad acerca de la experiencia y más re-
tando las falsas simplistas verdades que éste había traído al análisis.
Otros autores y practicantes que todavía creen que saben cosas frecuentemente se retratan
como miedosos adoradores de ilusiones. En una revocación del machismo psicoanalítico tradicional,
ahora a veces parece que la capacidad de contener el pavor de no saber, es la medida de la virtud
analítica; ¡mientras menos convicciones, mejor y más valiente!
Las razones para tener tan diferentes actitudes acerca de la teoría pueden encontrarse de igual
manera fuera del psicoanálisis, es decir en la cultura en general y dentro del psicoanálisis y de su
maduración como una disciplina en sí misma.
He mencionado en el capítulo anterior la disminución en las demandas que hace la ciencia
contemporánea por sí misma, en comparación a las que se hacían de manera ilimitada hace uno o
dos siglos. Pero el cambio radical en la actitud hacia lo que el ser humano puede saber desde los
tiempos de Freud hasta el día de hoy, es evidente no solamente en la ciencia y en la filosofía de la
ciencia sino en todos los dominios intelectuales. El mensaje central de los últimos cincuenta años de
la filosofía en general, y un punto central del punto de vista mundial — postmoderno, es la
imposibilidad del conocimiento claro y certero de nosotros mismos y del mundo que nos rodea,
como se veía en los filósofos occidentales más importantes desde los presocráticos hasta Freud.
Richard Rorty ha sido una figura central respecto al establecimiento de una discontinuidad ra-
dical entre la filosofía anterior y el pensamiento actual. Para los filósofos tradicionales, Rorty
sugiere, que el saber es poder observar dentro de la naturaleza de las cosas, y el buen pensamiento
nos da acceso directo a la naturaleza. Desde esta perspectiva, la realidad es ambigua y las teorías
pueden ser adjudicadas enla.base de su correspondencia a la realidad. Nosotros "queremos penetrar
en las razones y las causas, más allá del argumento a la compulsión desde el objeto conocido, a una
situación en donde el argumento no sería ya sólo tonto, sino imposible para cualquiera interesado en

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el objeto de la manera requerida será incapaz de desarrollar una duda u observar una alternativa".
(Rorty, 1979, p. 159).

Estas son las suposiciones que refuerzan el Weltanshauung de Freud y de otros pensadores im-
portantes de esa época. De acuerdo a Rorty y, a una gran proporción de filósofos contemporáneos,
cada uno en su manera individual de ver los fenómenos, estas suposiciones ya no son factibles.
El conocimiento en nuestros días es considerado — solamente puede ser considerado- plural,
nunca singular; contextual, no absoluto; construido, no descubierto; cambiante y dinámico, no
estático y eterno.

"No podemos seguir siendo tentados," como dice Rorty, "por la noción de que el conocimiento
se hace posible a causa de una esencia cristalina especial que habilita a los seres humanos a
vislumbrar la naturaleza" (1979, p. 37).
Isaiah Berlin, sobreviviendo a la historia de las filosofías política y social, provee otro ángulo
del cambio radical en las suposiciones acerca del conocimiento humano desde Freud hasta ahora.
Él identifica lo que caracteriza como el "ideal platónico" que "se encuentra en la base de todo
pensamiento progresista en el siglo XIX":
En primer lugar,... todas las preguntas genuinas deben tener una y solamente una respuesta verdadera, el
resto son necesariamente errores; en segundo lugar, que debe haber un camino confiable hacia el descubrimiento
de estas verdades; en tercer lugar, que las respuestas verdaderas, cuando se encuentran, necesariamente deben
ser compatibles entre ellas y formar un todo, así ninguna verdad puede ser incompatible con otra- que
hubiéramos conocido a priori. Este tipo de omnisciencia era la solución del rompecabezas cósmico. (1991, p. 5-6.).

Berlin escribe acerca del apremiante poder y de la profunda atracción de este ideal, en compa-
ración con el pluralismo que él cree que es nuestra única posibilidad conceptual coherente. Uno pue-
de imaginarse fácilmente a Freud expresando la súplica de Berlin por el ideal anacronista actual del
racionalismo (psicoanalíticamente hablando) desde el proceso primario hasta el proceso secundario,
desde el caos de la naturaleza hasta el inevitable y singular progreso racionalista.
Si esto no fuera de esta manera, ¿Las ideas del progreso, de historia, tendrían algún significado? ¿No hay
entonces un movimiento, tortuoso, desde la ignorancia hasta el conocimiento, desde el pensamiento mítico y las
fantasías infantiles hasta la percepción de la realidad cara a cara, hacia el conocimiento de metas verdaderas,
valores verdaderos así como verdades absolutas? (1991, p. 7).

Heterogeneidad psicoanalítica

Si nos enfocamos en la disciplina del psicoanálisis en vez de ver la cultura completamente, encontra-
mos más rápidamente las razones que sustentan la actual crisis de confianza hacia la teoría
psicoanalítica.

Para Freud, había solamente un tipo de psicoanálisis, era fácil observar defectos en movimien-
tos frágiles, se invalidaban junto a verdades científicas mucho más objetivas que al final prevalecían.
Ahora hay muchas escuelas psicoanalíticas, cada una reclama tener la verdad objetiva y esta
heterogeneidad es una constante, un espejismo, en ocasiones es una presencia problemática para
todos los psicoanalistas que participan en una comunidad analítica fuera de sus propios consultorios.
Es difícil imaginar una época, donde cualquier perspectiva teórica demuestre razonabilidad
sustentable y verdadera para que los que proponen otras puedan cambiar de posición, y el
psicoanálisis pueda volver a ser un todo.
Imagine a Sterba presentando en la actualidad su material clínico en una conferencia de casos,
con analistas defensores de diferentes posturas. Él ya no podría asumir que sus conclusiones son
obvias y que no vale la pena aseverarlas. La comprensión de Sterba acerca de este material está
basada en la premisa freudiana clásica de que los impulsos y conflictos de la primera infancia que
conciernen a la sexualidad y a la agresión son la base motivacional de toda experienc
ia.
Su interpretación acerca de la experiencia inicial de sus pacientes en tratamiento se desprende
de esa premisa: su personalidad está organizada alrededor de deseos sexuales masoquistas
con
relación a su padre; la experiencia con el médico fue muy traumática ya que sirvió y sirve como
una
representación de aquellos deseos y fantasías edípicas; la paciente busca actuar la constelación
central edípica en la transferencia con el analista ya que todavía busca gratificación a sus descos
masoquistas.
De esta manera esta paciente experimenta la situación analitica como un escenario para la
seducción acerca de la cual presenta intensos conflictos y ambivalencia.
Esta es una interpretación precisa, sin embargo en el mundo analítico de hoy en día
ciertamente no es la única. ¿Qué otras hipótesis empezarían a formarse en las mentes de analistas
con otras posturas?

Los analistas que tienden a pensar bajo los lineamientos de la teoría de las relaciones objetales
(por ejemplo Fairbairnianos) empezarían con la suposición de: que no es la búsqueda
de la
gratificación la motivación más importante en la experiencia humana sino la búsqueda del
contacto.
Estarían inclinados a suponer que la aparente sexualizacién de la situación analítica en este paciente
representa la manera de buscar el objeto y la conexión a los otros que tenía disponible en la infancia.
Es posible que haya experimentado a sus padres como inaccesibles para ella en otros sentidos,
la El tono seguro en que escribe Sterba es característico de la actitud general en la
literatura psi-
coanalitica hasta lo último de Freud, Sterba y sus contemporáneos quienes consideraron
a la teoría
psicoanalítica como un mapa de la estructura mental subyacente. Ellos creían que era un
mapa
exacto porque habían estado ahí, en su trabajo clinico diario con muchos analizandos.
Dicho mapa
ofrece a los analistas conocimiento acerca de las dimensiones clave y procesos de las
experiencias
pasadas y presentes del paciente masoquista, de una naturaleza cuasi-sexual, podría aparecer como
la forma más excitante e intensa de contacto que tenía disponible. Es difícil para ella imaginar
que
puede ser amada o valorada de un modo diferente que la sumisión sexual; ella mantiene
la esperanza
de que a través de la sumisión masoquista, una conexión más genuina surgirá. Lo que ella busca,
de
acuerdo a esta linea de interpretación, es amor y cuidado.
Los analistas que tienden a pensar bajo los lineamientos del psicoanálisis interpersonal
empezarían con el supuesto de que la gente aprende patrones de relaciones integrales con las demás
personas durante la infancia, y estos patrones se repiten durante toda la vida. Estarían impresionados
con la hipocresía de los padres así como con la del médico de la historia del paciente. ¿Era esto una
característica en la forma de actuar de las personas de esta familia?

Probablemente la historia tomó relevancia porque parecía ser emblemática acerca


de la forma
en que el mundo funciona. Desde esta perspectiva el paciente da a su gente important
e lo que
aparentemente desean. ¿Qué es lo que ella cree acerca de las intenciones e intereses del
analista? ¿El
analista espera que ella produzca material sexual y recuerdos de la infancia? ¿Qué
es lo que todo
esto significa para él? ¿La amiga que sospechaba de su actividad sexual sería important
e para el
analista, del que a su vez, ella sabe que sospecha de sus Jantasías y deseos sexuales? ¿Ella
produce
el material para su escalpelo interpretativo, que parece que lo excita y le da un
sentido de gran
certeza y poder, porque esta es la manera que ella ha aprendido para interactua
r con personas
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importantes? Lo que ella busca, de acuerdo a esta línea de interpretación, no es ni gratificación ni
cuidado sino familiaridad y dominio interpersonal.

Los analistas que tienden a pensar bajo la línea de la psicología del self empezarían con el
supuesto de que la base motivacional fundamental en la experiencia humana es la autocohesión.
Estarían impresionados con la autoproteccion del paciente al principio del tratamiento y lo verían
como un indicador de que el sentido de ella misma está en peligro.

Se trata de alguien que aparentemente ha aprendido que el mundo no es un lugar seguro para
ella y para sus necesidades. “La gente te hace malas jugadas, piensa cosas negativas sobre ti, te
invade tanto física como psicológicamente.” Su resistencia inicial es una respuesta racional a un
sentimiento real de peligro. Es posible que experimente las hipotesis del analista como una
repetición de la relación parental descuidada y agresiva que recibió y no como una ayuda. Lo que
ella busca, de acuerdo a esta línea de interpretación no es ni gratificación ni cuidado ni competencia
de interacción, sino comprensión empática de su necesidad profunda de protegerse a sí misma.
Ningún analista competente construiría alguna de estas hipótesis con tan poca información.
Aún así, cualquier analista competente comienza asociando la información clínica y formulando
hipótesis con base en interpretaciones sueltas desde el principio, tanto consciente como
preconsciente.

Estas asociaciones y formulaciones empiezan con supuestos que el clínico construye acerca
del material; la información empieza a organizarse alrededor de estas suposiciones; y las creencias y
conclusiones son un producto interactivo de la manera de escuchar y pensar del analista así como la
forma en que se presenta el paciente en la situación analítica.
Todas estas son buenas teorías (se pudieron haber mencionado otras). Todas son interesantes,
complejas y trabajan de acuerdo a sus propios términos. Es precisamente esta rica heterogeneidad
del mundo psicoanalítico lo que ya no nos hace conceptuar al psicoanálisis como un método para
descubrir una sola verdad. Por el contrario, esta heterogeneidad tan rica que ha evolucionado desde
el sistema monolítico de Freud hace que veamos con mayor precisión que la teoria psicoanalítica es
un grupo de sistemas de interpretación, cada uno con sus propios principios, leyes y criterios de
verificabilidad.
La teoría de las relaciones objetales, la psicología del self, el psicoanálisis interpersonal, la
teoría kleiniana: cada uno de estos sistemas psicoanalíticos es un monolito es sí mismo. Pero nuestra
comunidad de diversas ortodoxias es un mundo diferente comparado con el de la comunidad de
Freud, en donde existía un sistema ortodoxo y diversos movimientos frágiles (como la teoría
Adleriana o Jungiana).
El cambio de la postura en donde el analista sabe la verdad, a la que el analista sabe una (o
más) entre varias posibles verdades acerca de la expenencm del paciente, ha creado una crisis de
confianza en la producción de teorías psicoanalíticas y una crisis de autoridad en la auto imagen del
psicoanalista. La certeza y la desesperanza consecuente que ocupaba la teoría psicoanalítica
tradicional se han vuelto inaccesibles a los teóricos o clínicos analíticos contemporáneos.
¿Es esto un problema? ¿La incertidumbre se puede considerar como una causa de nihilismo y
el pavor, o la base para una clase diferente de conocimiento? ¿Si el contenido de lo que los analistas
saben no es la Verdad, la autoridad que los analistas podrían demandar se ve disminuida?
Entre aquellos que han luchado directamente con las implicaciones de esta proliferación, ha
habido esencialmente tres estrategias (la ruptura con las tradiciones teóricas): el interés por el empi-
rismo, por la fenomenología y los acercamientos hermenéuticos / constructivistas.

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La primera estrategia busca fuera del proceso analitico en sí mismo, tierra firme en donde la
teoría psicoanalítica pueda enraizarse; la segunda estrategia tiende a disminuir la importancia de la
teoría del analista en el proceso analítico. La tercera estrategia continúa adjudicándole un papel
importante al conocimiento del analista, sin embargo propone una revisión de la naturaleza de dicho
conocimiento.

Respuestas a la crisis: empirismo

Existe una amplia tradición de investigación empírica tanto en conceptos de la teoría psicoanalítica
como en el mismo proceso psicoanalitico. Si se hiciera un recuento de estos trabajos de
investigación se podrían llenar varios volúmenes. Como en la mayoría de las tradiciones en
investigación que han sido reconocidas, se ha generado información útil, ideas nuevas, retos a la
teoría existente así como falsas premisas.

Una de las respuestas más comunes hacia la actual heterogeneidad de las teorías
psicoanalíticas y la crisis de confianza que genera, es la esperanza de que un día la investigación
empírica proporcione una solución, sirviendo como marco de trabajo para evaluar las teorías
psicoanalíticas, sosteniendo algunas y desechando otras.
Freud pensaba que el método analítico en sí mismo era un método empírico, ya que el analista
fungía como el observador que descubre y cataloga la información. Hoy en día existen varios
autores que todavía piensan de esta forma. Para la mayoría, la proliferación de distintos sistemas de
interpretación y la inevitable participación del analista en lo que observa, hace que el proceso
psicoanalítico deje de ser una plataforma intachable desde la cual es posible determinar las verdades
acerca de las experiencias y la vida del paciente.

En contraste con la época de Freud en nuestros días, es difícil observar de qué manera el
método psicoanalítico puede emplearse para determinar una sola verdad entre las diferentes
demandas a la misma ya que los analistas, cada uno desde sus respectivas posturas del método
analítico, están descubriendo diferentes verdades.

Muchos autores buscan en la investigación empírica una forma de encallar el conocimiento


psicoanalítico, aparte del proceso analítico en sí mismo. Dichos investigadores dicen que Freud
acertaba cuando observaba al psicoanálisis como ciencia. El problema reside en que las teoría han
proliferado rápidamente y no ha habido tiempo suficiente para evaluarlas y decidir cuales son
verdaderas y cuales son falsas.

Este grave problema puede ser resuelto solamente a través de metodologías empíricas
analíticas y de un programa de investigación comprensivo para evaluar las ideas psicoanalíticas y
establecer su validez. Aún así, muchas personas se basan en las diversas estrategias metodológicas
extra analíticas para determinar el verdadero valor y utilidad de comparar las teorías analíticas y sus
conceptos. La esperanza que depositan en los estudios empíricos es extremadamente alta.
Otros depositan su esperanza en la acumulación de información acerca del estudio
comparativo del curso de diferentes tratamientos. Algunos otros buscan el estudio del proceso
analítico a través de un análisis de las transcripciones. Otros más buscan el éxito de los estudios.

Algunos observan la situación analítica en sí misma como extremadamente desorganizada y


prefieren las condiciones experimentales del laboratorio. Otros le adjudican gran peso a las áreas
relacionadas con la investigación de niños, como un terreno para la evaluación de conceptos
analíticos. Estos diversos estudios empíricos han generado información valiosa de la que se
desprenden reflexiones acerca de muchas cosas. Aún así, esto realmente no nos ayuda con la crisis
en la confianza concerniente a ¿Qué es lo que el analista sabe?
Aquellos que esperan que la ciencia resuelva la crisis de la metateoría, parecen no apreciar la
diferencia entre la ciencia de nuestro tiempo y la ciencia del tiempo de Freud y sus contemporáneos.
Freud creía que cualquiera que utilizara el método psicoanalítico podría tener acceso a
fenómenos indisputables y claros, así, como el primer telescopio le permitió a Galileo y a sus
contemporáneos observar de un modo claro y sin lugar al error, que las aparentes manchas en la vía
láctea, estaban formadas por innumerables estrellas. Todo lo que uno tenía que hacer era emplear el
instrumento y observar.
Para Freud la información que se obtenía a través del instrumento era tan directa como se ha
mencionado. La relación entre las explicaciones científicas y la actualidad parecían simples y Freud
sentía, que lo que estaba viendo tenía una correspondencia clara y directa con la realidad.
Su esfuerzo (pensamiento científico) es llegar a una correspondencia con la realidad — es decir con lo que
existe fuera de nosotros e independientemente de nosotros y, como la experiencia nos ha enseñado, es decisivo
para el cumplimiento o el desden de nuestros deseos. Esto corresponde con el mundo externo real que llamamos
“verdad” (1933, p 170)

Nuestra relación con la realidad tanto física como psíquica, ya no puede ser observada de una
manera tan sencilla como si fuera una moda, y esta sensibilidad moderna afecta nuestra experiencia
de practicar el psicoanálisis sin importar las palabras que usamos para caracterizarlo. Seguiremos
considerando al psicoanálisis como una ciencia, para que pueda ser evaluada tanto dentro como
fuera de la situación analítica en sí misma. Pero el psicoanálisis no puede seguir siendo una ciencia
de la manera en que Freud la conceptualizaba. Ahora es una ciencia que produce múltiples verdades,
verdades que cambian, verdades que encajan en el contexto particular interactivo de la relación
analítica.

La evaluación empírica de los diversos conceptos y tratamientos psicoanalíticos abren camino


a interesantes preguntas: ¿Qué tipo de hipótesis son más útiles para predecir lo qué sucederá en el
proceso analítico? ¿Qué clase de intervenciones son más útiles con tipos específicos de pacientes?
¿De qué manera las diferentes metáforas de campos adyacentes (desarrollo del niño, inteligencia
artificial) afectan la estructuración de la información psicoanalítica?
Como estas preguntas muchas más se han formulado. Estas tienen que ver con la utilidad, no
con una explicación singular, con efectividad, no con la Verdad. Este tipo de estudios pueden
contribuir a la autoridad del analista, pero nunca podrán resucitar la creencia que posiblemente
tenían Freud y sus contemporáneos, de que el analista puede ofrecer al paciente una explicación
correcta a su experiencia y su desarrollo. Establecer la efectividad no alivia la ansiedad del
psicoanalista de hoy en día, que quisiera creer que tiene acceso a la Verdad, como decían Freud y
Sterba, de manera justificada.
La información empírica ha tenido, aun así, un importante impacto en la formación del conoci-
miento analítico. El concepto frecuentemente citado de Karl Popper de “falseabilidad” opera de una
manera informal pero relevante para categorizar las teorías dentro de la comunidad analitica.
El descubrimiento empírico en estudios exitosos de psicoterapia y psicoanálisis, de que la
relación analítica es más importante que la teoría del analista, ha jugado un papel importante en la
creciente preocupación sobre dicha relación en la teorización psicoanalítica
La desvalorización de la primacía motivacional de la reducción de la tensión en estudios
experimentales con animales y niños (Lichtenberg, 1983), ha jugado un papel importante en el
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abandono o reformulación radical del concepto de "pulsión” al hacer teoría psicoanalítica. Así
mismo otras líneas de investigación empírica han hecho importantes contribuciones tanto a la
comunidad psicoanalítica como a la creciente generación de conceptos analíticos
No obstante, los estudios empíricos nunca han servido como una evaluación final de los con-
ceptos analíticos, ni es probable que la crisis de la metateoría sea resuelta a través de dichos
estudios. Ningún experimento o serie de ellos será capaz de fungir como un árbitro conclusivo de la
verdad acerca de algo tan complejo y elástico como la teoría psicoanalitica.Cualquiera de las teorías
psicoanalíticas más importantes, podrían dar cuenta de toda la información. Estas teorías cambian no
porque hayan sido desaprobadas sino porque ya no son tan precisas o persuasivas, su utilidad clínica
ha disminuido, o han perdido su valor de inspiración.
La esperanza de que el empirismo, resuelva la crisis de la metateoría representa un mal uso de
la contribución de los estudios empíricos. Ellos jamás podrán restaurar la Verdad singular que Freud
y sus contemporáneos creían que la teoría psicoanalítica les ofrecía. La información empírica contri-
buye de manera importante a la forma que toma la teoría pero no pueden proveer un estándar final
para las opciones entre las teorías.

Respuesta a la crisis: fenomenología

Una respuesta alternativa se centraliza en la experiencia subjetiva del paciente en el proceso


analítico como una razón para creer que la crisis concerniente al conocimiento del analista no es en
sí un problema. De acuerdo con esta linea de razonamiento, el proceso analítico debe basarse en la
indagación de la experiencia del analizando, su punto de vista subjetivo. La importancia de las
creencias del analista, están en segundo término y generalmente operan como un contaminante. El
trabajo del analista consiste en emprender una investigación acerca de la experiencia del paciente y
de lo que el paciente sabe, para que pueda descubrir, expresar y captar su propia experiencia.
El giro hacia la fenomenología representa una parte importante de los movimientos revolucio-
narios que se mencionaron en el capítulo 1. En su desbancamiento de la teoría, los fenomenólogos
cambian el enfoque hacia las percepciones e ideas del paciente, a la importancia de atreverse a
observar el mundo desde el punto de vista del paciente y de centrarse en la subjetividad personal del
paciente.

Su contribución ha servido así mismo, como un correctivo para el abuso de la teoría, para la
tendencia de los analistas de utilizar sus propias categorías conceptuales y presuposiciones como las:
categorias Procrustianas en las que distribuyen la experiencia del paciente. Sin embargo el énfasis
específico en la fenomenología para resolver la crisis en la metateoría es otra cosa y requiere ser
considerada en sus propios términos. Esta estrategia ha sido desarrollada de manera mas completa y
explicita por Evelyn Schwaber; consideraremos su abordaje como representativo de este enfoque.

Schwaber ha desarrollado las contribuciones originales de Kohut sobre la empatía y la


resistencia hasta convertirla en una perspectiva crítica de la manera en que los psicoanalistas
escuchan y las suposiciones que hacen acerca de lo que es real. Ella argumenta que en la mayor
parte del trabajo analítico existe una separación de "dos realidades, arregladas de manera
jerárquica.....la que experimenta el paciente y la que el analista conoce" (1983, p. 386) Como
muchos otros autores contemporáneos, Schwaber nos invita a repensar las suposiciones tradicionales
que le adjudican valor verdadero a lo que el analista sabe y asumiendo lo que el paciente
experimenta, es una distorsión de la realidad colocada por sus conflictos internos.

Schwaber argumenta que lo que el paciente necesita no es una renuncia a sus esperanzas sino
de un reconocimiento y de un desarrollo transformador de ellas.

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No es el repliegue y la renuncia a los deseos de la infancia lo que
hace efectivo un tratamiento sino el
descubrimiento de ellos y su elucidación, la búsqueda de su significado y el
reestablecimiento de su continuidad
histórica... El análisis es mutativo al sostener aquella esperanza por mas tentativa
y defensiva que ésta hubiera
sido y que llevaron antes que nada al paciente a pedir ayuda puesto que
es un esperanza de reconocimiento — de
los propios sentimientos, deseos, defensas, percepciones, de la propia verdad
- ligadas desde el pasado hasta el
presente articuladas por alguien mas y por uno mismo. (1990b, p. 237)

Schwaber argumenta que la realidad es relativa y de acuerdo a las perspectivas. El


punto de vista
del analista, derivado de sus propias suposiciones teóricas, es solamente una perspecti
va dentro de
todas las posibles. La esencia del buen trabajo analítico no es la imposición de tal perspecti
va sobre
el paciente sino un proceso que consiste en escuchar, que permite que la propia perspectiva del
paciente surja y se desarrolle. El analista debe estar alerta continuamente de la intrusión
de su propia
realidad así como de apoyar "el punto de vista subjetivo del paciente".
De acuerdo a este enfoque, la crisis de la metateoría no es una crisis en si, ya que
la teoría no
es importante; de hecho la teoría es esencialmente un impedimento. Lo relevante
dentro de un
análisis es la experiencia del paciente y dicha experiencia es accesible fuera de la
teoría del analista,
(sin la mediación de ella. No es importante lo que el analista crea o si diferentes
analistas pueden
creer diferentes cosas.
Este uso de la fenomenología para resolver la crisis de la metateoría es problemático,
ya que
expone, de una manera u otra, un ideal que es imposible. La noción de que
la experiencia del
paciente pueda servir como el estándar de la verdad, independientemente de las ideas
y creencias del
analista, descansa sobre varias premisas cuestionables.

Primero, la experiencia del paciente se asume como única y libre de ambigiedad,


esperando
dentro del paciente la oportunidad de expresarse a si misma.
En segundo lugar, el paciente se establece como teniendo un acceso a la simple y no
ambigua
experiencia, si es que el analista no lo obstruye con su participación.

En tercer lugar, se asume que el analista es capaz de saber cual es el punto


de vista único y
subjetivo del paciente: "Mientras mas cercanos nos mantengamos de su experien
cia del momento
(mas cercanos permanecemos de la información), mientras menos estemos tentados a enseñar otra
verdad, más profundamente nuestros pacientes serán capaces de observar y enfrentar la suya"
(Schwaber, 1990b, p. 238).

Estas suposiciones causan conflictos y enfrentan, algunos de los descubr


imientos más
importantes y duraderos acerca del psicoanálisis en décadas de practica: Todos
tenemos perspectivas
múltiples y conflictivas, muchas de ellas son inconscientes o preconscientes;
la perspectiva de cada
quién acerca del pasado y del presente depende siempre de un contexto y cambia
de acuerdo al
estado afectivo y motivacional; la perspectiva de cada quien varía de
manera importante,
dependiendo de la otra persona a la que se le esta contando y de la causa
por la que se esta
expresando.

Las suposiciones de Schwaber se contradicen con una gran cantidad de pensami


entos actuales
acerca de cómo es que la mente funciona, qué está siendo generado en el campo
de la psicología
cognitiva y otras áreas relacionadas; estas investigaciones tienen implicaciones
enormes y excitantes
para la realización de la teoría psicoanalítica. Daniel Dennett (1991), por ejemplo,
señala "el error
tentador de suponer que debe haber una narración tnica ("el borrador final o
publicado", podríamos
decir) y canónica- que sea la corriente actual de la conciencia del sujeto,
que pueda ganar o no el
acceso a ello.
La conciencia en sí misma es fragmentaria, discontinua y enormemente compleja e inaccesible
como para ser captada de una verdadera y única forma. La experiencia inconsciente es, por supuesto,
mucho más problemática desde este punto de vista. Aún más, poniendo al paciente como el incues-
tionable árbitro de lo que sucede, hasta en su experiencia consciente, se le adjudican poderes que no
tiene y minimiza la potencial contribución del analista. La descripción del investigador según
Dennett ("heterofenomenólogo") en la experiencia consciente de otra persona, y el recuento de los
temas abordados en dicha investigacion, son muy similares a los recuentos de aquellos involucrados
en la indagación psicoanalítica.
Si quieres que te creamos todo lo que dices acerca de tu fenomenología (el heterofenomenólogo Dennett dice a su
sujeto): estas pidiendo no sólo que te tomen en serio sino que se te garantice la falibilidad papal, y eso es pedir
demasiado, no eres una autoridad sobre lo que sucede en ti, sino solamente en lo que te parece que está
sucediendo en ti, cuando te damos una autoridad dictatorial total sobre lo que dices que te parece que es “ser tú”
y si te quejas de que algunas de las partes de cómo te parece que eres inefable, nosotros los heterofenomenólogos
te lo concedemos también. Mas adelante tal vez podrás ser capaz de describirlo, pero por supuesto, en ese tiempo
será algo diferente, será algo descrip&ible. (Denté, 1991, pp. 96-97).
|
La solución fenomenológica, mientras que destituye la objetividad en cualquiera de sus formas,
irónicamente representa el regreso a una forma de inocente realismo propio del tiempo de Freud.
| . . —
Aunque el analista, como observador científico, no tiene una ventaja privilegiada desde donde
descubrir la verdad, se asume que el paciente sí lo tiene y que el analista tiene el poder de saber lo
que el paciente conoce, aún cuax‘ndo el paciente no se de cuenta de que todo esto sucede.
La restitución de una realihad sin mediadores y única, es incongruente no solo con la filosofía
contemporánea sino también an lo que nos enseña el psicoanálisis acerca de la organización
subjetiva y personal de toda experiencia incluyendo ni más ni menos que la del analista.
Existe algo profundamente tentador en el deseo de contactar la realidad de manera inmediata.
Freud pensó que su teoría le dio acceso. Aquellos que desbancan las pretensiones de la teoría
piensan que ganan acceso al opáca.rla.
La realidad con la que esperan conectar más inmediatamente es la propia subjetividad del
paciente. El analista se convierte en un tipo de pintor del retrato de la experiencia del paciente,
revelando la estructura interior de dicha experiencia. El problema es que al pintar a los sujetos, los
retratistas están expresando su propia sensibilidad, su propia subjetividad y lo que captan en el
lienzo es, en parte, el impacto de su propia personalidad. Una experiencia personal con retratos,
recientemente me impresionó de esta manera irresistiblemente.
Hace algunos años, mi esposa y yo decidimos contratar a un artista a quien admiramos mucho
para que nos hiciera un retrato. Había realizado dibujos maravillosos (yo había comprado algunas de
sus obras) y parecía captar la esencia de los sujetos. Podía enorgullecerse de sí mismo por esta
habilidad. Estuvo complacido de aceptar el trabajo y nos informó que deberíamos pasar algún
tiempo sentados y platicando con él mientras realizaba un bosquejo de manera que nos pudiera
conocer mejor.

El sentía que para captar la esencia de 1a gente de manera visual tenía que saber algo de ellos:
su historia, sus pasiones, sus creencias, etc. Esto fue de gran sentido para dos psicoanalistas así que
empezamos con entusiasmo.
No recuerdo exactamente cuántas horas invertimos en este proyecto pero lo recuerdo como
uno de los más tediosos e irritantes de mi vida. La idea del artista de conocernos era decirnos todo
acerca de él y la extraordinaria persona que era en todos los sentidos. Me convencí de que todo
aquello valdría la pena porque disfrutaría de su apreciación de mí por muchos años.
11
Después de varios días, cuando nos enseñó el retrato terminado, yo me quede totalmente
horrorizado. Podía ver «! parecido pero no era, de ningún modo, lo que creo que es mi esencia
interna. Me veía vacío, desprovisto de cualquier profundidad emocional o inteligencia. Si cl artista
hubiera, en realidad, tado" cualquier cosa importante sobre mi, ¡hubiera deseado que se
retractara!

Fuera de la cantidad de dinero que gasté y asumiendo que, tal vez, su vision era más profunda
que la mía, traté de colgar el retrato en mi comedor. Me sentí justificado por tomarlo y guardarlo en
un closet, aun así, cuando mi hija de tres años lo encontró, preguntó: "¿Qué le pasó a papá?"
Mi noción inicial fue que el artista había hecho un mal trabajo. Este juicio cambió de un modo
que encontré f? ante. cuando mi esposa de repente se dio cuenta de que, aunque el retrato no se
parecía nada a mí, si captaba algo familiar, Ella se dio cuenta de que había visto mi mirada con ante-
rioridad y se dio cuenta de que esa era mi expresión cuando me sentía atrapado en una habitación
con alguien que me parceia totalmente aburrido y ofensivo, en tanto que en años recientes evadía
cualquier situación parecida, desde entonces, ella no ha vuelto a ver esa mirada vaga
despersonalizada, por mucho tiempo sin embargo, ¡quedo plasmada! y ahí estaba.

Así que me vi forz=do a aceptar que el artista había, de hecho, captado algo característico acer-
ca de mí, pero lo que él había captado era yo mismo en interacción con alguien como él. ¿Será que
un pintor menos intrusivo hubiera descubierto y captado algo más genuino? Indudablemente hubiera
surgido una versión de mí mismo que más me agradaba, pero sería difícil decir si esa versión
hubiera sido más genuina, Y ninguna versión de mí mismo pudo haber sido separable del impacto
del artista.
Los artistas, como '0s psicoanalistas, tienen un gran impacto acerca de lo que están tratando de
entender, y no parece haber modo de borrar ese impacto. No hay un "Yo" esperando ser capturado,
ni por un artista ni por un analista, ni siquiera por mí mismo. (Los problemas con los conceptos del
verdadero self se aborda-an en el capítulo 5)

Los cambios en el nensamiento acerca de lo que el analista sabe, generan una crisis no solo en
términos del conocimiento del analista sino en términos de la autoridad del mismo. ¿Qué es lo que el
analista puede, de buena fe, ofrecer al paciente, sino una explicación de la. manera en que trabaja la
mente del paciente? Aurque los enfoques empíricos y fenomenológicos no puedan dar marcha atrás
ni resolver la crisis de 17 metateoría, pueden ayudamos con el problema de la autoridad del analista.

La información empírica puede eventualmente hacer posible que el analista sepa qué tipo de
hipótesis son mas útiles con tipos particulares de pacientes y qué conceptos teóricos pueden afectar
el proceso amalítico de modos particulares. El enfoque fenomenológico ayuda a desarrollar la
experiencia del analisí: para conducir una indagación, enseñando la enorme complejidad de
escuchar y de experimentar al paciente de la manera en que se presenta a sí mismo y el mundo
personal al que le da fo y en el que opera. Estos son realmente grandes regalos. Pero no pueden
alterar el hecho de que <l analista de hoy en dia no sienta que ofrece al paciente una explicación
exclusiva del modo en «e era posible para el analista en los tiempos de Freud.
Las implicaciones de esta diferencia le conciernen más directa y fructiferamente a los autores
que se mencionaran a ¢ atinuación.
La tercera solución a la crisis de la metateoría ha sido designada de diferente manera por diversos
autores: hermenéutica, constructivismo, construccionismo y perspectivismo.
Existen diferencias entre las posturas que se toman, hay muchas formas de esos "ismos"; no
hay un consenso entre ellas. Representan una extendida y compleja conversación. Para entrar en
dichas conversaciones se requiere de un sentido compartido acerca de la inadecuada premisa
tradicional que corresponde a las ideas psicoanalíticas, en una inmediata y directa moda, a las
estructuras de la. mente. Esta premisa tradicional ha sido designada como positivismo, realismo,
objetivismo y fundamentalismo¡.

Los autores que discuten sobre este problema están de acuerdo e que sea lo que sea lo que el
analista sabe, no es descubierto o revelado simplemente a través del método analítico- es
organizado, construido por el mismo analista o de manera colectiva por la comunidad analítica en
su repertorio de conceptos teóricos. El método analítico no es arqueológico o reconstructivo; no
expone simplemente lo que hay. Por el contrario, es constructivo y sintético: organiza lo que está
presente en patrones que ello mismo ofrece.

La suposición fundamental en esta línea de pensamiento es que la experiencia del paciente- la


información básica del psicoanálisis que debe ser obtenida o “analizada” - es fundamentalmente
ambigua. Este es un concepto mal entendido. Esto no quiere decir que la experiencia del paciente es
necesariamente opaca o misteriosa (aunque en ocasiones así sea).Quiere decir que la comprensión de
la experiencia humana, incluyendo la de uno mismo, nunca es simplemente un proceso de
observarla, tomarla o leerla (dependiendo de las metáforas que uno prefiera, oculares, fisicas o
lingiiisticas).
|
Los elementos de la experiencia humana solamente pueden ser entendidos a través de un
proceso que los organice los arma, les asigne un significado y los jerarquice. La organización que
parece ser la más precisa podría parecer muy accesible y sin misterios; aun así se construye, a través
de un proceso activo de organización, en la persona que esta tratando de comprender.
Decir que la experiencia humana es fundamentalmente ambigua no es lo mismo que decir que
es compleja. (Ver Sass y Wolfolk, 1988, p. 447) Freud y sus contemporáneos observaron la
experiencia como un fenómeno muy complejo, y, como la teoría psicoanalítica desarrolló y
expandió la comprensión, también se volvió compleja. Aun así, conceptos como
"sobredeterminación" (Freud), "función múltiple" (Waelder, 1936), y "Formación de compromiso"
(Brenner, 1982) han sido utilizados de manera correcta para defender la complejidad con que la
mente ha sido comprendida dentro del marco de trabajo del psicoanálisis clásico. Cualquier
experiencia podría tener diversos significados en potencia y funciones diferentes respecto a
diferentes enfoques psiquicos perola complejidad no es lo mismo que la ambigiiedad.
Dentro del sistema clásico cualquier experiencia es comprendida con el fin de ser determinada
(sin importar la complejidad) por una serie de motivos específicos y finitos. Existe una manera co-
rrecta y comprensiva de entender dicha experiencia. Desde luego un analista se inclina por un
significado mientras que otro se inclina por otro significado. Ambos pueden comprender de manera
correcta (a causa de la sobredeterminación, la función múltiple, y la formación de compromiso).
Cada explicación, aunque sea correcta, es incompleta ya que todos los eventos mentales están
determinados por una serie de causas finitas; hay una sola respuesta correcta y completa, aunque
multidimensional a la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que esta parte de la experiencia significa?
Todas las respuestas parciales embonan como piezas de rompecabezas (ésta es la contraparte
psicológica al rompecabezas cósmico de Berlín al que nos referimos anteriormente.). Aunque no

13
conozcamos la imagen completamente, la suposición tradicional ha sido (y de acuerdo a los
principios epistemológicos tradicionales, debe ser) que hay una sola solución al rompecabezas. Sin
embargo, Freud definió la verdad en témlinos de lo que corresponde a lo que esta "allá afuera".
Desde la perspectiva hermenéutica / constructivista, conocemos la realidad externa solamente
a través de experimentarla, lo cual inevitablemente se organiza de acuerdo a nuestras ideas, nuestras
suposiciones y nuestros deseos. Desde este punto de vista es imposible observar una comprensión
correcta y única de cualquier parte de la experiencia humana, aún si se pensara como un ideal, ya
que la experiencia humana es fundamentalmente ambigua. Comprender algo significa organizarlo.
La organización no consiste solamente en comprender la experiencia, también incluye la
actividad misma de la comprensión, diferentes organizaciones son posibles así como diferentes
comprensiones. Decir que la experiencia es fundamentalmente ambigua es decir que su significado
no es inherente o aparente sino que se presta a diversas interpretaciones y entendimientos
Para Freud las dinámicas del paciente están en su mente y el verdadero significado de dichas
dinámicas es inherente a ellos. La tarea del analista es descubrir los fragmentos de las dinámicas en
potencia del paciente que encajan con las asociaciones, así como reconstruir su configuración origi-
nal, igual que los arqueólogos del tiempo de Freud hacían. Cabe mencionar que los admiraba y envi-
diaba ya que descubrían restos de civilizaciones antiguas y reconstruían ciudades enterradas hacía
mucho tiempo.
Los autores contemporáneos influenciados por la hermenéutica prestada de la filosofía y la
teoría literaria (Paul Ricoeur, Donald Spence, Roy Schiafer) han retado esta comprensión tradicional
del método analitico. Ellos creían que las producciones del paciente no constituían un solo esquema
organizacional, de manera contraria a los objetos físicos.

Shafer por ejemplo argumenta en contra de lo que llama "la concepción oficial psicoanalítica
de la realidad, "tradicionalmente positivista, en donde la realidad es vista como "allá afuera" o "aquí
dentro," "en el mundo interno, existente como una esencia conocible y certificable que se encuentra
y se reconoce inocentemente." Argumenta, en contraste, por una visión que nos limita "siempre a
enfrentamos solamente con versiones de la realidad... Uno define situaciones y emplea diferentes
significados para los eventos...de esta manera, la realidad siempre esta mediada por la narración.
Lejos de ser encontrada inocentemente o descubierta, ésta es creada de forma regulada" (1983, p.
234). Las experiencias, asociaciones y recuerdos del paciente pueden ser integrados u organizados
de maneras infinitas.

El esquema organizacional al que se llega es una creación dual, formada en parte por el
material del paciente pero también, de manera inevitable, por los patrones del pensamiento del
analista o la teoría a la que se apega. El "significado" del material clínico no existe hasta que es
nombrado- no es descubierto sino creado.
Desde este punto de vista la teoría del analista tiene un enorme impacto sobre lo que observa
en el material clínico, no porque es una guía segura para el descubrimiento de una estructura sino
porque la teoría misma da forma y organiza el material. Las dinámicas y la historia de la vida del
paciente no tienen una realidad independiente que pueda ser descubierta o tomada desde afuera-
estas existen en un estado de potencialidad compleja y son co-creadas por la participación del
observador. Este es un punto de vista profundamente diferente del proceso analítico. Frank
Kermode, el crítico literario, ha descrito algunas de las implicaciones de este cambio desde la verdad
histórica a la verdad narrativa, de comprensión correcta a inteligibilidad narrativa.
Los pasados no son reconstruidos; ellos son construidos aquí y ahora. Aún más, ya que el analista incluye ficción
dentro del discurso, podría ser concebido de manera más útil, como un tipo de poeta más que como un tipo de
arqueólogo. Lo que el psicoanálisis hace es construir "verdades a merced de la auto-coherencia... no ofrece
imágenes verídicas del pasado." Como el poeta, el novelista y el historiador, el analista crea bajo sus condiciones
específicas un pasado que en realidad esta aquí y ahora, una ficción apropiada para el presente. Cualquier
interpretación es verdadera "solo en su propio espacio analítico" (Spence).
Aun más, no tiene sentido calificar a una interpretación como errónea; funciona contribuyendo a la
inteligibilidad narrativa y no es ni verdadera ni falsa sino solo un medio para un fin. (1985, p. 9).

Constructivismo social es el término empleado por Irwin Hoffman en una serie de importantes
artículos enfocados en la participación del analista en el proceso analítico (1983, 1987a, 1991*
1991b,1992).

Mientras que existían autores trabajando sobre hermenéutica en filosofía y literatura, como
Spence y Shafer, que enfatizaban el impacto de 1a teoría del analista en el proceso, Hoffman se
enfocaba en la participación no intencional del analista (en ocasiones inconsciente). La posición que
ha estado desarrollando incluye algunos de los siguientes argumentos: la experiencia del paciente
era co-determinada tanto por sus propios patrones de organización característicos, como por su per-
cepción de la participación y experiencia del analista. (Véase también Gill, 1982).Las interpretacio-
nes del paciente con relación a las acciones y la experiencia del analista son construcciones que son
asumidas de manera útil, son dignas de confianza y son ancladas en eventos reales en su interacción
“aquí y ahora”.

La comprensión del analista hacia el paciente también es una construcción, es una de tantas
maneras de organizar el material generado por la interacción entre el analista y el analizando. La
comprensión del analista sobre sus propias acciones y sentimientos es también una construcción más
que una interpretación precisa, una entre muchas posibles (pero no ilimitadas) maneras de organizar
Su experiencia. La comprensión del analista acerca del analizando y de sí mismo siempre encaja en
la compleja matriz interactiva que constituyen.
Por lo tanto, la comprensión del analista sobre si mismo, siempre es incompleta y está en
constante evolución, ya que no se puede liberar de su propia inmersión actual, la cual (si es que
puede ser asida) se puede ver solo retrospectivamente.
Los tradicionalistas argumentan que el analista, a través de su teoría tiene un acceso privilegia-
do a la experiencia del paciente. Los fenomenólogos proclaman que el paciente tiene acceso privile-
giado a su propia experiencia. Los tradicionalistas y los fenomenólogos comparten la suposición de
que hay una corriente de la experiencia que verdaderamente existe en una forma primitiva, a la cual
tanto el analista como el paciente tienen acceso sin necesidad de mediadores, como el espectador de
una película en una pantalla interior. (Daniel Dennett, [1991] describe este punto de vista anacrónico
y penetrante, de la misma manera en que ha sido predicada la suposición de lo que él llama el
"Teatro Cartesiano").

Un objetivo central del constructivismo y la hermenéutica es que no hay una corriente de


experiencia- separable de la experiencia- de la manera en que ha tenido acceso por alguien (ya sea
por si mismo o por alguien más) en un tiempo especifico, con un propósito en particular y en un
contexto especifico. Por lo tanto, la experiencia se construye sobre una base de "momento a mo-
mento". En cualquier punto, el paciente solo puede reportar una construcción particular de su
experiencia, la cual podría pasar por alto otras construcciones importantes de su experiencia (con las
cuales el analista podría estar mas en contacto). En cualquier punto, el analista puede ofrecer sola-
mente su propia construcción de algunos aspectos de la experiencia del paciente, una construcción
de una construcción.
La palabra "sólo" en la oración que precede no debe ser interpretada como una minimización
de la importancia del entendimiento interpersonal. Nuestras construcciones acerca de las
construcciones de otros hacen posible el crecimiento mutuo y facilita el uso de la imaginación de
manera recíproca. (La manera en que esto trabaja en la relación analítica se explicará en el capítulo
8)
¿De dónde viene el conocimiento que posee el analista acerca del paciente? Si el analista no
tiene acceso directo a la estructura de la experiencia del paciente, si todo lo que el analista sabe
acerca del paciente esta mediado por la propia experiencia del analista, ¿Cómo es posible que el ana-
lista se sienta confiado de que sabe algo acerca del paciente? ¿De qué manera las creencias del
analista acerca del paciente se vuelven relevantes y útiles para el analizando? Esta pregunta es
abordada en distintas formas por varios autores dentro del amplio espectro del constructivismo
y la
hermenéutica.
A continuación se ejemplifican algunas estrategias representativas:
Autores (como Jurgen Habermas) que manejan la hermenéutica en filosofía y literatura
apuntan hacia las categorías culturales y lingilísticas compartidas, a través de las cuales los
individuos de una misma comunidad estructuran su experiencia. Es verdad que nunca podré tomar tu
experiencia directamente, sino solo en términos de mi propia experiencia, y de esta manera los
malentendidos son comunes y siempre una posibilidad. Sin embargo, los logros de vivir en sociedad
y de la cultura son testimonio de la forma tan similar que tenemos para entendemos los unos con los
otros la mayor parte del tiempo.
Vivimos en el mismo mundo físico, compartimos el mismo idioma, disfrutamos de las
mismas tradiciones culturales y esta comunión hace posible que pueda entenderte, formalizado en
mi teoría analítica, que me parezcan relevantes uno o más de mis entendimientos acerca de ti, o
alternativamente ser un entendimiento potencialmente útil y significativo para ti. Las creencias del
analista parecen ser útiles para el analizando, ya que los dos comparten un mundo común en muchos
aspectos.
Schafer aterriza el conocimiento del analista en una comunidad mas estrechamente definida -la
tradición narrativa desarrollada dentro de las escuelas psicoanalíticas más importantes. Desde esta
perspectiva las teorías psicoanalíticas proveen de estrategias narrativas. Podrían tener relevancia a
temas narrativos dentro de la cultura (por ejemplo, las historias de Freud de finales del siglo XIX
acerca de personas como bestias o como máquinas) De cualquier forma, las creencias del analista
seguramente tienen sus raíces en la historia de la aplicación de estrategias narrativas dentro de la dis-
ciplina analítica.
En colaboración con el paciente, el analista provee de guiones que ha probado, que han sido
útiles y poderosos en otras díadas analíticas en términos de generar formas liberadoras y enri-
quecedoras de la experiencia. Las creencias del analista le son útiles al analizando ya que el primero
conoce maneras de organizar y de buscar en las experiencias que son liberadoras y precisas.
Otro abordaje a la génesis del conocimiento que el analista tiene del paciente viene de las
experiencias personales más profundas del analista, como se refleja en la vida interior
del analista y
sus dinámicas. Lo que el paciente y el analista están experimentando está profunda e
inevitablemente entrelazado y forma una única unidad diádica aún cuando ésta sea compleja.
Este
acercamiento tiene su base en la presuposición de que la experiencia afectiva tiende a ser altamente
contagiosa y de que la gente continuamente forma sus propias experiencias; en la interacción con
los
otros.
Alguien que esté deprimido probablemente (contagie al otro); alguien que
esté ansioso pone
ansiosas a las personas; la excitación sexual atrae excitación sexual; el coraje
tiende a poner a los
otros en vilo e incita a la hostilidad reciproca, etc. Los afectos generalmente
trabajan (por supuesto
no siempre) como cuerdas de ‘la misma frecuencia; la vibración en una provoca
una resonancia en
las otras.

En la teoría clásica de la técnica, los sentimientos personales e idiosincrásicos del


analista
(contratransferencia) se obseryan como un contaminante que debe ser eliminado tanto como sea
posible. En teorías más recientes relacionadas con la técnica, se le atribuye
gran valor a las
reacciones del analista, a lo que el analista siente en la presencia de un paciente en
particular. Desde
este punto de vista es crucial que el analista no se convierta en un observador neutro.
Es preciso que los sentimientos, fantasía, estados de ánimo y pensamientos del
analista abran
una ruta hacia los temas del paciente. Heinrich Racker (1968) fue un pionero en esta
tradición y su
tipo de acercamiento es ilustrativo.

Digamos que un paciente actúa de modo acusatorio y persistente, tratando de


apropiarse del
mayor tiempo del analista y/o de sus ideas. El analista se encuentra a sí mismo,
a pesar de sus
mejores intenciones profesionales, defendiendo su tiempo y/o sus ideas, protegiéndolas,
y fuera del
coraje que le producen los reproches implicitos del paciente, encontrando alguna
satisfacción en la
deprivación inevitable del paciente. En el modelo analitico clásico, estos sentimie
ntos de parte del
analista- contratransferencia, como respuesta a la transferencia del paciente-
se considerarían
inapropiados.
En algunas áreas del pensamiento analítico contemporáneo, dicha contratransferen
cia se puede
convertir en un poderoso vehículo para que el analista entienda la experien
cia del paciente. Mientras
el analista se da cuenta y reflexiona acerca de su propia capacidad de retener o recordar
y sadismo,
explora la interacción con el paciente con el fin de encontrar algunas de sus
posibles causas. Su
propia experiencia puede alertarlo de las maneras en que el paciente ha sido
implícitamente
acusatorio o persistente.
Puede llegar a darse cuenta de la forma en que su sentido de contención
lo protege de su
propia experiencia de dependencia y deseo.
En este abordaje, el analista hace su propio camino, su propia experiencia para
entender la ex-
periencia del paciente y el complemento de la situación interpersonal que han
formado juntos. Desde
luego es crucial que el analista no utilice su propia experiencia como si fuera oráculo,
guiándolo a
cierto conocimiento sobre la experiencia del paciente. Cuando no se utiliza
como oráculo, la expe-
riencia personal del analista con el paciente genera creencias que pueden ser profund
amente relevan-
tes para la experiencia o experiencias potenciales del paciente.
Observando la experiencia del analista como profundamente personal pero no
idiosincrásica,
hace posible el enraizamiento de las creencias del analista acerca del paciente
en la experiencia
subjetiva del analista. Algunos autores (como Shafer) ven el papel de organiza
ción del analista en
términos de las estrategias narrativas inherentes a sus teorías. Otros autores
(como Hoffnan, Stern)
observan la teoría como reflejando algo mucho más personal y espontáneo
en la participación del
analista. Lo que estos puntos de vista tienen en comun, es que toman
en cuenta la participación
personal del analista en la información, el impacto personal del analista
en la experiencia del
paciente, que los dos están luchando para asir y comprender, no como
una contaminación de un
conocimiento más puro.
Por el contrario la participación del analista es entendida como un elemento inevitable en la
materia que s¢ estudia y una herramienta poderosa para el entendimiento.
psicoanalíticos contemporáneos en el área de la metateoría necesariamente deben
marcar su curso entre dos grandes peligros tan angostos que hacen que la ruta de Ulises parezca
perezosamente cómoda y tortuosa. El Caribdis del psicoanálisis moderno es la perseverancia de la
suposición tradicional de que existe una realidad única y no ambigua "allá afuera", una suposición
que es tan precisa y poderosa que opera como un remolino conceptual en el cual es difícil
mantenerse claros.
La Escila con múltiples cabezas del psicoanálisis moderno es el espectro del relativismo. Al
anular la suposición de una única realidad, uno se enfrenta a la perpleja posibilidad de diversas reali-
dades, sin un marco de trabajo estandarizado o estable que sirva como guía.

¿Un punto de vista hermenéutico / constructivista de la teoría psicoanalitica, implica que todas
las teorías son igualmente relativas y, por lo tanto, igualmente validas? ¿La creencia de que la expe-
riencia humana es fundamentalmente ambigua, sugiere que no hay un modo preciso de evaluar dife-
rentes interpretaciones de una experiencia? ¿Esto nos deja, en la aterradora descripción de Levenson
(1992) estancados en "los pantanos del constructivismo"? ¿El abandono de la creencia de que las
teorías psicoanaliticas corresponden, de un modo lineal y directo, a “La Verdad”, abre la posibilidad
de que cualquier cosa va y de que no existen restricciones?
Afortunadamente el psicoanálisis no se encuentra solo en la batalla con estas preguntas. El ra-
cionalismo de Freud correspondía a la cultura en que vivía. De manera similar, los
postradicionalistas, el mundo postmoderno dentro del cual los psicoanalistas deben luchar por el
entendimiento, penetra en todas las disciplinas intelectuales de nuestro tiempo, incluyendo las
ciencias sociales y las naturales.

El título del tratado de Richard Bernstein, Mas allá del objetivismo y el relativismo (1983), es
representativo de la dirección que los filósofos de la ciencia y la filosofía post-empirista están
tornando. La incapacidad para sostener la creencia en una correspondencia uno a uno entre nuestras
teorías y “La Realidad” no nos ha llevado a la irracionalidad sino a un tipo diferente de razón
disciplinada, la que Bernstein llama "racionalidad practica". La crítica hacia el “objetivismo
tradicional” no ha dejado defensores de las diferentes teorías que difícilmente tienen contacto unas
con otras.

Bernstein argumenta que la crítica del objetivismo no tiene nada que ver con el "relativismo, o
por lo menos con esa forma de relativismo que pretende proclamar que no pueden haber
comparaciones racionales entre la pluralidad de las teorías, los paradigmas, y el juego con el
lenguaje - que somos prisioneros en nuestro propio marco de trabajo y que no podemos salir de él".
La racionalidad práctica, como la describe Bernstein, incluye comparaciones racionales en términos
del valor de su uso, de su estimulo consensual, y la economía de sus explicaciones. La racionalidad
práctica es esencialmente dialógica e intersubjetiva, implicando la noción de comunidad. Las teorías
que se comparan no se escogen solamente en terrenos subjetivos y relativistas. Se enfatiza "el papel
de la elección, deliberación, opiniones variables en conflicto y la cualidad juiciosa del racionalismo"
(p. 74).
Bernstein argumenta que su noción de una racionalidad práctica (más allá del objetivismo y
del relativismo) refleja un consenso emergente en la filosofía moderna y la filosofía de la ciencia. En
varios aspectos, el psicoanálisis de las décadas pasadas - en que las teorías habían surgido, habían
sido categorizadas, integradas y descartadas - ofrece una de las mejores evidencias para su demanda
de que el racionalismo había sido reemplazado por un racionalismo más
pragmático y no por la irra-
cionalidad.

El desarrollo de las ideas psicoanalíticas, a pesar de su heterogeneidad


, ha sido metódico. No ha
ocurrido una proliferación salvaje de visiones idiosincrásicas. Aunque
la era posclásica haya dado
origen a diversas tradiciones independientes (como varias teorías
de relaciones objetales y
psicología del self) estas tienen mucho que ver entre si. Pueden ser
integradas entre sí de manera
lógica en un marco de trabajo comprensivo para la práctica clínica. (Véase
Mitchell, 1988).
Los compromisos de los analistas modernos hacia diferentes concept
os y sistemas teóricos no
han sido elaborados al azar ni de forma arbitraria. El criterio utilizado
para evaluar los conceptos
psicoanalíticos, necesariamente se ha ampliado: de verificaciones
empíricas bien definidas a
consideraciones como utilidad funcional, inteligibilidad y econom
ía en la explicación. La
información empírica de diversas categorías contribuye a la evaluac
ión de los conceptos teóricos, sin
embargo, ya no son vistos como arbitros últimos y definitivos. La informa
ción empírica es necesaria
para construir preguntas, para retar las explicaciones, para provoca
r futuras discusiones y para
contribuir a la apertura de espacios en donde opinar.
Entre las razones que avalan la actual popularidad de las teorías de las
relaciones objetales y
de la psicología del self, es que son útiles directamente para los tipos
de problemas clínicos que
confronta el terapeuta en entrenamiento de hoy en día (sentimientos de
poca autenticidad, vacio,
falta de sentido; dificultad para mantener relaciones intimas y comprometidas)
. Entre las razones
para dejar de creer en la teoría del instinto (de la manera en que Freud la
formuló) es que su visión
de un bebé humano se contradice con la psicología experimental contemp
oránea y la investigación
del niño (Lichtenberg, 1983).

La respuesta a la pregunta "¿Qué es lo que sabe el analista?" no es, "la manera


en que funciona
la mente," o "cómo se estructura la experiencia" Por el contrario, los
analistas conocen una serie de
formas de pensamiento acerca de cómo la mente trabaja y de qué
manera se estructura la
experiencia, y son útiles en los esfuerzos del paciente para compren
derse a sí mismo y para vivir con
un mayor sentido de libertad y satisfacción en el mundo en el que se
encuentra. El estado del
conocimiento psicoanalítico no está anclado en hacer que duren las verdade
s o en probarlas, sino en
usar su valor para dar sentido a la vida, profundizar las relaciones con
otros y enriquecer y expandir
la textura de la experiencia.

Así, no todo es igualmente válido. Considere una analogía con las artes
visuales. Podemos
estar de acuerdo en que ninguna pintura captura la realidad de
una manera singular y sin
mediaciones.
Cada pintura es una composición y por ende expresa la visión subjeti
va del artista. Aún así, no
todas las pinturas tienen el mismo valor o son igualmente iluminadoras.
Una pintura representativa
tiene el objetivo de expresar algo y el tema se desarrolla en la
pintura. De todas maneras es
necesario distinguir entre arte representativo bueno y malo (en este
sentido el arte representativo
tiene una responsabilidad respecto al tema, en el que el arte abstract
o es libre)
Cuando se evalúa una pintura representativa, se debe tomar en cuenta
el tema que proclama. ¿,
Capta algo acerca del tema, expresa algo, transforma, en el sentido
de ser estimulante y cautivadora
emocional o conceptualmente?

Las teorías psicoanalíticas no son abstractas y de forma libre


— están en el intento de
representar algo .En la situación analítica representan la experie
ncia del paciente en sí mismo;
dentro de la comunidad analitica representan la experiencia de los psicoan
alistas en práctica clinica a
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los psicoanalistas en formación. Estas realidades a partir de la experiencia, tienen un poder para
proclamar en las teorías analíticas. Abandonar la idea de una “Verdad” analítica objetiva y única (o
diversas verdades analíticas que se acercan a una sola “Verdad” objetiva) no lleva a un relativismo
analítico sin valor.
Existen maneras infinitas para pintar flores en una vasija - esto no significa que todas
despierten las mismas sensaciones y que capturen y transformen las experiencias de igual manera.
Es la comunidad de psicoanalistas en entrenamiento, quienes ofrecen el terreno crucial para la
evaluación, en la encrucijada del trabajo clínico diario, para la relevancia y eficacia de todos los
niveles de la realización de teoría psicoanalítica. Es la comunidad de psicoanalistas en práctica
clínica los que terminan evaluando los beneficios que los diferentes conceptos teóricos ofrecen al
marco de trabajo para la experiencia tanto del analizando como del analista en la actualidad.
Cuando el Mago le advierte a Dorotea que no busque detrás de la cortina, estaba seguro de que
exponía la arbitrariedad de sus peticiones a la magia, podría costarle a él su profesión y
posiblemente la vida, él estuvo totalmente útil para las 3 /4 partes de su clientela-{Doroty requirió
intervención ulterior de la buena bruja del Norte) La actual revisión revolucionaria del campo del
conocimiento psicoanalitico y de la autoridad del psicoanalista, no ha conducido de ninguna manera
a la anarquia teórica del subjetivismo descuidado. Más bien hemos presenciado el desarrollo de una
forma disciplinada y ordenada de teorización racional que toma en cuenta la participación del
analista.

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