Cap 15 A. Ferrant en Ibro Roussillon Español PDF
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3.3.3. Contra-investidura
3.3.4. Formación reactiva
3.3.5. Negación
3.3.6. Aislamiento
1. Introducción
angustia, tal como Freud la concibió en 1926, es una forma ya elaborada que implica
toda una serie de procesos previos.
La práctica clínica contemporánea, en particular con bebés muy pequeños, y más en
general con patologías psicóticas y estados límite, muestra que los niños muy pequeños
pueden experimentar angustias que no se relacionan con el riesgo de perder el amor del
objeto. Esto nos lleva a pensar que la angustia se despliega a lo largo de una especie de
espectro, cuyo nivel más elaborado está representado por la angustia de castración en
su valor de señal de alarma. En el nivel primario, sin embargo, y en determinadas
situaciones, la angustia pierde su especificidad y se confunde con una pura experiencia
de desvalimiento.
Freud sostiene que la angustia es una reactivación: algo ha sucedido, antes o en otra
parte, y el sujeto teme la reactualización de tal experiencia. La mayoría de las veces, las
experiencias dolorosas que siente el bebé, aunque inevitables, son lo suficientemente
contenidas, organizadas y tratadas por quienes les rodean como para que puedan ser
toleradas. Los niños pequeños encuentran apoyo, comprensión y, sobre todo, un eco de
lo que sienten en su entorno. Se les apoya en el proceso de psicologización y
subjetivación de todas las experiencias que viven. Poco a poco, captan e interpretan por
sí mismos los signos de angustia que les afectan, en la medida en que estos signos han
sido percibidos y tratados primero por quienes les rodean.
Sin embargo, no todos los bebés cuentan con el apoyo de su entorno. En ocasiones, los
bebés no encuentran apoyo en quienes les rodean para afrontar su angustia. No sólo no
se transforman sus experiencias ni se les devuelven de forma tolerable, sino que se les
puede abandonar activamente o incluso descalificar lo que están experimentando. El
bebé se enfrenta entonces no a la ausencia del objeto, sino a una determinada forma
de presencia: un objeto presente pero hostil, indiferente o desorganizado. En estas
situaciones, pueden ponerse en marcha modelos radicales de procesamiento de la
angustia a través de la escisión. El bebé se escinde de sus experiencias, renunciando así
a una parte de sí mismo; se adhiere al objeto, en una forma de complicidad activa. La
experiencia clínica de los niños violentos (Berger, 1997) subraya que estos niños no se
enfrentan a miedos de fragmentación o de pérdida, sino a verdaderos miedos de
aniquilación.
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común compartida con este objeto (Bick, 1968; Anzieu, 1974). Los mecanismos
defensivos de tipo identificación proyectiva están en funcionamiento (Ciccone y
Lhopital, 2001) y son fácilmente reversibles. El sujeto puede ser penetrado por el objeto
del mismo modo que fantasea con penetrarlo y controlarlo desde dentro. En este
sentido, las angustias de intrusión son el resultado de una inversión (vuelta de)
activo/pasivo. Lo que el sujeto ha proyectado vuelve sin ser reconocido como propio: lo
que vuelve es extraño y/o persecutorio. Se trata de fenómenos que se encuentran
claramente en las organizaciones psicóticas del psiquismo, en la esquizofrenia bajo la
forma de voces, alucinaciones, delirios, sensaciones de extrañeza en el mundo
circundante, y en la paranoia bajo la forma clásica de persecución delirante. Estos
procesos también pueden encontrarse en los estados límite y neuróticos de la psique.
Colorean los mecanismos defensivos en funcionamiento intensificando las angustias de
castración y penetración.
La angustia de castración se desplaza, empezando por el pene, sobre todo lo que pueda
representar fuerza, integridad, capacidad productiva y creativa. No adopta la forma
"pura" de un miedo a la pérdida del pene, sino del miedo a perder la fuerza de trabajo,
la creatividad, el poder de seducción, etc. En todos los casos, el objeto de la angustia de
castración es el pene. En todos los casos, el objeto está presente. Alguien arrebata al
sujeto sus capacidades creativas, se las quita como castigo por algo. La angustia de
castración juega así dialécticamente con el sentimiento de culpa y una posición activa y
transgresora por parte del sujeto.
3. Las defensas
3.1.2 Desmantelamiento
En esta situación, hay que subrayar que el sujeto no está, ni local ni ampliamente,
diferenciado del objeto.
3.2.2 La proyección
A diferencia de la escisión del yo, este proceso sólo afecta al objeto. El yo no se escinde,
sino que se deforma. El objeto, y más allá el mundo, se divide en dos partes separadas.
Una contiene los aspectos positivos del objeto, en los que el sujeto puede confiar, y la
otra los negativos. Este mecanismo de defensa explica el fracaso en la elaboración de la
posición depresiva, que reúne los aspectos buenos y malos del mismo objeto.
3.3.1 La represión
Descrito por Freud ya en 1895 (Freud, 1895a), este mecanismo de defensa está
estrechamente asociado a la formación del inconsciente. A diferencia de la represión
(répression), que se dirige al afecto, la represión (refoulement) sólo se refiere a la
representación. Cada representación está asociada a una cierta cantidad de energía
psíquica -su investidura- que Freud denomina quantum de afecto.
Podemos esquematizar las cosas de la siguiente manera:
La represión rompe el vínculo R/Q y hace que la representación R sea inconsciente.
El quantum de afecto (Q) puede ser mayor o menor en función de la representación (R).
Por ejemplo, el quantum de afecto es tanto más fuerte cuando está ligado a una persona
cercana. Puede estar marcado por el apego erótico, la ternura y/o el odio. Este quantum
de afecto contiene modos de investidura tanto conscientes como inconscientes. La
ternura puede enmascarar elementos eróticos o de rechazo. La interpretación de los
sueños (Freud, 1900) pone de relieve el complejo entramado de diferentes modos de
investidura (amor, odio, agresión, dependencia, etc.) en torno a una única
representación.
De hecho, el proceso de represión implica dos movimientos conjuntos: al mismo tiempo
que R es repelido por las fuerzas de censura ligadas a las instancias superyoicas, es
atraído hacia las representaciones inconscientes a las que ya está asociado, lo que lo
hace inaceptable.
Existen tres tipos de represión (Le Guen, 1992): la represión original, la represión
primaria y la represión secundaria, o represión propiamente dicha, "a posteriori".
- La idea de represión originaria plantea la compleja cuestión de la primera represión en
la medida en que, en ese momento, no hay todavía un inconsciente reprimido que ejerza
una fuerza de atracción sobre las representaciones. Freud utiliza la hipótesis filogenética
para establecer la existencia de un núcleo inconsciente transmitido
independientemente de las especificidades de la historia individual (Freud, 1913b).
También propone la idea de que la represión originaria es pura contrainvestidura. La
represión originaria es consustancial a la distinción entre el yo y el ello. La represión
aparece por primera vez en la obra de Freud en 1892, pero es la continuación de un
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3.3.2 Desplazamiento
3.3.3 Contrainvestidura
3.3.5 Negación
con la que soñé, no, no es mi madre". Cualquier uso de una negación en la vida cotidiana
no apunta automáticamente a un mecanismo de negación.
En psicodrama, por ejemplo, la negación es bastante común. Se representa una escena
directamente relacionada con el problema del paciente. Tras la representación, el
paciente pregunta en qué le afecta lo que se acaba de representar, aunque la obra le
haya parecido interesante. Dice: "Lo que acaban de representar no tiene nada que ver
conmigo, no tiene nada que ver con mi historia".
3.3.6 El aislamiento