Habilidades Blandas o para La Vida
Habilidades Blandas o para La Vida
Habilidades Blandas o para La Vida
1. AUTOCONOCIMIENTO Y AUTOESTIMA
Conocerse es el soporte y el motor de la identidad y de la autonomía. Captar mejor nuestro ser, personalidad,
fortalezas, debilidades, actitudes, valores, aficiones… Construir sentidos acerca de nosotros mismos, de las
demás personas y del mundo que compartimos. Conocerse no es solo mirar hacia dentro, sino que también es
saber de qué redes sociales se forma parte, con qué recursos personales y sociales contamos para celebrar la
vida y para afrontar los momentos de adversidad. En definitiva, saber qué se quiere en la vida e identificar los
recursos personales con que se cuenta para lograrlo.
El autoconocimiento permite el desarrollo de una madurez decisoria y vocacional capaz de realizar toma de
decisión autónoma y acorde con sus capacidades, valores, metas e intereses, la cual hace referencia a
conseguir una conceptualización realista y positiva de sí mismo en relación con sus valores, intereses,
habilidades y posibilidades de preparación e inserción socio-laboral, asi mismo
El descubrimiento de uno mismo consiste en saber destapar todo aquello que hace referencia a su persona.
Una persona que se ha de querer a sí misma, también se ha de conocer mejor y aceptarse incluso con aquellos
aspectos de su persona que normalmente llamamos defectos. Ha de ser tolerante consigo mismo y este
autoconocimiento ha de permitir que se sienta plenamente identificado y, si es necesario, cambiar aquello que
no le guste de su personalidad, de su forma de actuar y relacionarse con los demás. En definitiva, el camino va
orientado hacia la mejora de la concepción que tienen de si mismo, es decir, a lo que llamamos autoestima.
Cuanto más positiva sea la valoración que tengamos de nosotros mismos más preparados estaremos para
afrontar los infortunios y los conflictos con que nos encontraremos en la maduración como personas. Las
personas que tienen un buen concepto de ellas mismas establecen relaciones más ricas con los demás y
pueden sentirse más empáticas y responsables ante los demás y ante la propia vida.
AUTOESTIMA La autoestima es el sentimiento valorativo de nuestro ser, el juicio que hacemos de nosotros
mismos, de nuestra manera de ser, de quienes somos, del conjunto de rasgos corporales, mentales y
espirituales que configuran nuestra personalidad, determina nuestra manera de percibirnos y valorarnos y
moldea nuestras vidas. Ésta influye en la toma de decisiones y es fundamental para el rendimiento académico.
Si una persona piensa que no es competente, no se esforzará en hacer bien las cosas porque creerá que no es
capaz y, además, será infeliz. En relación a la autoestima se advierte un proceso circular: si un adolescente
tiene una autoestima alta, se comportará de forma agradable, será cooperador, responsable, su rendimiento
será mayor y facilitará el trabajo de formación. Por el contrario, si su autoestima es baja, tendrá repentinos
cambios de humor, se sentirá desconfiado, reprime sus sentimientos, será poco cooperador y poco
responsable, pues niega o evade sus dificultades y culpa a los demás por lo sucedido.
2. LA COMUNICACIÓN EFECTIVA
La persona que se comunica asertivamente expresa con claridad lo que piensa, siente o necesita, teniendo en
cuenta los derechos, sentimientos y valores de sus interlocutores. Para esto, al comunicarse da a conocer y
hace valer sus opiniones, derechos, sentimientos y necesidades, respetando las de las demás personas. La
comunicación asertiva se fundamenta en el derecho propio de todo ser humano a expresarse, a afirmar su ser
y a establecer límites en las relaciones sociales.
Nadie puede negar la importancia de la comunicación en el ámbito laboral. Sin embargo, muchos se limitan a
establecer una buena comunicación con los clientes y se olvidan que esto sirve de poco si dentro de la empresa
hay algo que no funciona. Por eso, la comunicación en el trabajo tiene tanta importancia. Cuando los
compañeros interactúan entre sí de forma adecuada y hablan abiertamente unos con otros, la empresa al
completo avanza. Pero ¿cómo garantizar una comunicación efectiva en el trabajo?
Pero ¿qué se considera una buena comunicación en el trabajo? Aunque una parte tiene que ver con una
actitud abierta hacia los demás, también tiene en cuenta una forma correcta de expresarse. En estos casos
todos los factores desempeñan un papel importante.
Es imposible no comunicar: incluso sin hablar, las personas envían constantemente señales que otros reciben,
a menudo negativamente. De ahí la necesidad de apostar por una comunicación efectiva en el trabajo.
Actitud abierta: Una actitud abierta es el principio y el fin de una cultura de comunicación positiva. Los
conflictos solo se pueden resolver con rapidez si los compañeros y los superiores se tratan con honestidad. Sin
embargo, con más frecuencia de la esperada, tienen lugar intrigas, comentarios negativos e incluso acoso
laboral. Hay quienes hablan a la espalda de algún compañero u ocultan información de forma deliberada con el
fin de obtener algún beneficio, pero de esta forma no se forman equipos productivos, motivo suficiente para
intentar eliminar los problemas existentes lo más rápido posible.
Una actitud abierta es también importante en la cultura de la discusión. Las discusiones constructivas solo
pueden tener lugar cuando una parte reconoce la opinión de la otra como una posible solución. Al aferrarse
con obstinación a un punto de vista, es inevitable que los proyectos se paralicen. Si, por otro lado, todas las
partes tratan abiertamente las contribuciones realizadas, se pueden ir alimentando unas ideas con otras,
consiguiendo así fortalecer tanto la creatividad como la productividad.
Claridad: La mala comunicación en el trabajo no siempre se debe a la falta de voluntad o a las malas
intenciones, sino también a la ausencia de las capacidades necesarias para comunicar. Cuando las
conversaciones carecen de claridad o la información no se comunica correctamente, se producen
malentendidos muy fácilmente. Por lo tanto, es importante prestar atención a una formulación clara de lo que
se quiera comunicar. Ya sea en un correo electrónico, en una reunión o durante una conversación en la
cafetería: ocultar el mensaje real detrás de palabras vacías es contraproducente. Es más, aquellos temas
especialmente complicados han de explicarse en detalle para que no causen desinterés o generen
incomprensión en el receptor. Repetir la información y realizar preguntas son dos formas efectivas que ayudan
a aclarar hechos complejos.
Tanto empleadores como empleados han de prestar atención al efecto que tienen las palabras escritas y
habladas. Un tono poco considerado se malinterpreta con rapidez. Es por eso que en estos casos una expresión
clara contribuye a evitar conflictos y a trabajar con más determinación.
Respeto: Amabilidad, cortesía y respeto mutuo, ya sea entre iguales o entre superiores y empleados. No hay
nada tan efectivo como la falta de respeto para crear un mal ambiente de trabajo. Muchas personas en
posiciones de responsabilidad tienden a utilizar un estilo de liderazgo agresivo para hacer notar su autoridad.
Sin embargo, es mucho más efectivo tratar a los empleados con respeto. De esta forma, no solo están más
satisfechos en el trabajo, sino que también están dispuestos a implicarse más. Pero el respeto ha de ser mutuo,
es decir, los empleados también deben esforzarse por tratar a sus superiores con consideración.
Disposición a escuchar: La comunicación no se produce en un solo sentido: también hay que escuchar a quien
habla. La capacidad de escuchar a los demás es tan importante como la habilidad para expresarse con claridad.
Así, se considera esencial en una buena comunicación en el trabajo que la otra parte cuente con el tiempo
necesario para hacer sus contribuciones sin verse interrumpido a la mitad. Es necesario también mostrar
empatía y tener la capacidad de escuchar y responder realmente a lo que se ha dicho. Esto no es lo mismo que
estar sentado en silencio mientras alguien más habla, sin necesariamente prestar atención. Por tanto,
una actitud comprensiva es un factor decisivo, tanto en conversaciones profesionales como en las de
componente emocional. Cuando entender a otra persona resulta complicado, puede ser de gran ayuda hacer
preguntas, lo que a su vez también envía señales positivas al interlocutor.
Admitir errores: Nadie es perfecto. Todo el mundo lo sabe, pero a muy poca gente le gusta admitirlo. Es
precisamente el hecho de admitir errores abiertamente lo que proporciona una buena base para la
comunicación.
Quien se disculpa con honestidad tiene un efecto desarmante: admitir abiertamente un error suele tener un
efecto positivo en la otra persona. Por eso hay que rechazar la idea de que admitir haber cometido un fallo es
un signo de debilidad. Aquellos que lo hacen y se enfrentan a las consecuencias demuestran fortaleza de
carácter.
3. LA EMPATÍA
La empatía es una capacidad innata de las personas que permite tender puentes hacia universos distintos al
propio, para imaginar y sentir cómo es el mundo desde la perspectiva de la otra persona. Poder sentir con la
otra persona facilita comprender mejor las reacciones, emociones y opiniones ajenas, e ir más allá de las
diferencias, lo que nos hace más tolerantes en las interacciones sociales. “Ponerse en la piel” de la otra persona
para comprenderla mejor y responder de forma solidaria, de acuerdo con las circunstancias.
Podríamos definir la empatía como la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de comprender su visión de la
realidad, su postura y sus opiniones libre de prejuicios. La empatía no solo puede ayudar a los demás, sino a
nosotros mismos.
La empatía tiene muchos aspectos positivos: facilita la comunicación, el consuelo, la resolución de problemas,
etc. Pero también hay un aspecto negativo: vivir continuamente en unos zapatos que no son los nuestros
puede hacer que creemos una desconexión emocional con nosotros mismos que nos puede pasar una factura
muy importante.
Así, es bueno practicar y entrenar la acción mental de ponernos en el lugar del otro, pero sin olvidar que es el
otro y sin quedarnos permanentemente allí. Los primeros que tenemos que cuidar de nosotros somos nosotros
mismos.
Podemos ser una personas muy empáticas, pero si no lo demostramos, si no lo ponemos en práctica no sirve
para nada. Dicho esto vamos a enumerar algunas ocasiones en la que podemos utilizarla:
Cuando sabemos escuchar y comprender los sentimientos del otro sin estar tan pendiente de nosotros
mismos y de nuestras palabras.
Cuando no solo utilizamos las palabras para consolar. También un abrazo, una palmada en el hombro,
un beso o una caricia nos hace ser más empáticos.
Cuando estamos con alguien que tiene un problema y le ayudamos con el sentido del humor por
ejemplo.
Cuando nos expresamos con delicadeza y cortesía.
Cuando no mostramos gestos de aburrimiento hacia lo que nos cuentan los demás.
Cuando no hacemos un comentario que sabemos que le va a molestar al otro.
Cuando hacemos entender a un anciano o a un niño por ejemplo que lo entendemos, que lo
comprendemos.
Cuando ayudamos a resolver problemas y somos capaces de calmar a los demás.
Por el contrario, también pueden existir momentos y situaciones en las que no mostramos empatía:
Cuando creemos que nuestros problemas son los únicos que hay en el mundo.
Cuando no escuchamos a los demás.
Cuando juzgamos y hacemos comentarios hirientes.
Cuando nunca ofrecemos una sonrisa, un gesto amable o una caricia a los demás
Cuando siempre que hacemos algo por los demás esperamos algo a cambio.
La empatía es una buena habilidad para practicar, pues nos permite comprender a los demás.
Pero debemos tener cuidado con practicar la empatía en exceso para no desconectar de nosotros
mismos.
Son destrezas que nos ayuda a relacionarnos en forma positiva con las personas con quienes interactuamos,
tener la habilidad para iniciar y mantener relaciones amistosas que son importantes para nuestro bienestar y
ser capaces de terminar relaciones de forma constructiva.
Las relaciones interpersonales son contactos profundos o superficiales que existen entre las personas durante
la realización de cualquier actividad. En ellas son de gran importancia la habilidad que tienen los seres humanos
de interactuar entre los de su especie, interacción por medio de la comunicación que se entabla entre una
persona y el grupo al cual pertenece, que nos ayuda a crecer como individuos, respetando la forma de ser de
los demás y sin dejar de ser nosotros mismos.
Las relaciones interpersonales juegan un papel fundamental en el desarrollo integral de la persona. A través de
ellas, el individuo obtiene importantes refuerzos sociales del entorno más inmediato que favorecen su
adaptación al mismo. Por lo contrario, la carencia de estas habilidades puede provocar rechazo, aislamiento y,
en definitiva, limitar la calidad de vida
¿Qué son las habilidades sociales?
Las habilidades sociales son las conductas o destrezas sociales específicas requeridas para ejecutar
competentemente una tarea de índole interpersonal. Se tratan de un conjunto de comportamientos
aprendidos que se ponen en juego en la interacción con otras personas (Monjas, 1999).
Las destrezas sociales incluyen conductas relacionadas con los siguientes aspectos, todos ellos fundamentales
para el desarrollo interpersonal del individuo:
Las habilidades sociales o de relación interpersonal están presentes en todos los ámbitos de nuestra vida. Son
conductas concretas, de complejidad variable, que nos permiten sentirnos competentes en diferentes
situaciones y escenarios así como obtener una gratificación social. Hacer nuevos amigos y mantener nuestras
amistades a largo plazo, expresar a otros nuestras necesidades, compartir nuestras experiencias y empatizar
con las vivencias de los demás, defender nuestros intereses, etc. son sólo ejemplos de la importancia de estas
habilidades. Por el contrario, sentirse incompetente socialmente nos puede conducir a una situación de
aislamiento social y sufrimiento psicológico difícil de manejar.
Todas las personas necesitamos crecer en un entorno socialmente estimulante pues el crecimiento personal,
en todos los ámbitos, necesita de la posibilidad de compartir, de ser y estar con los demás (familia, amigos,
compañeros de clase, colegas de trabajo, etc.). Baste recordar los esfuerzos que, tanto desde el ámbito
educativo como desde el entorno laboral, se realizan para favorecer un clima de relación óptimo que permita a
cada persona beneficiarse del contacto con los demás, favoreciendo así un mejor rendimiento académico o
profesional.
Las habilidades sociales o de relación interpersonal están presentes en todos los ámbitos de nuestra vida. Son
conductas concretas, de complejidad variable, que nos permiten sentirnos competentes en diferentes
situaciones y escenarios así como obtener una gratificación social.
Hacer nuevos amigos y mantener nuestras amistades a largo plazo, expresar a otros nuestras necesidades,
compartir nuestras experiencias, empatizar con las vivencias de los demás y defender nuestros intereses; son
sólo algunos ejemplos de su importancia.
Es por ello que te insisto en la necesidad de que cultives la empatía, la resolución de conflictos interpersonales,
el manejo de tus sentimientos y emociones, las estrategias comunicativas, ya que de esta manera estarás
preparándote para una mejor existencia.
5. MANEJO DE TENSIONES Y ESTRES
El estrés es un estado de cansancio mental provocado por la exigencia de un rendimiento muy superior al
normal; suele provocar diversos trastornos físicos y mentales.
Los datos obtenidos a través de varios estudios muestran que los causantes de este tipo de estrés no son
solamente los factores del lugar de trabajo, sino que también influyen varios que son ajenos a éste, como la
crisis económica, las expectativas culturales, la mala relación del trabajador con su pareja, etc.
Síntomas: Ritmo cardíaco acelerado y taquicardias, Mareos, náuseas y vómitos, Dolor de cabeza, Tensión
muscular y contracturas, Irritabilidad, Insomnio, Problemas de concentración Ansiedad y depresión, Mal
humor, Dificultad a la hora de tomar decisiones, Aumento del consumo de sustancias psicoactivas (tabaco,
alcohol, etc.)
1. Factores económicos. El dinero es necesario para vivir, así que si no se tienen suficientes ingresos, puede
ser un gran quebradero de cabeza.
2. Sobrecarga de trabajo. Ante estas situaciones, lo mejor es hablar con tu superior. Y si eres el jefe, aprender a
delegar.
3. Falta de satisfacción laboral. Sentirse cómodo en el trabajo y tener la oportunidad de hacer lo que te gusta
es algo que cada vez menos empleados pueden hacer, por desgracia.
4. Relaciones personales. Todos necesitamos sociabilizarnos, y cuando las cosas no salen bien con las personas
de nuestro alrededor, es normal que nos afecte.
5. Atención a la familia. El primer núcleo con el que tenemos contacto en nuestra vida, normalmente suele
acompañarnos hasta el final. Es normal querer atenderles como es debido. Sobre todo cuando los abuelos o
padres se hacen mayores y quieres recompensarles por todo lo que han hecho por ti.
6. No decir nunca “no”. Grave error que puede traerte consecuencias. Aprender a decir “no” es mucho más
importante de lo que algunos creen.
7. No tener tiempo libre. ¿Quién puede permitirse el lujo de no tener tiempo libre para disfrutar y no estar
estresado? Muy necesario, o terminarás volviéndote loco.
8. Obsesionarse con la perfección. Es comprensible que existan personas que quieran que todo salga perfecto,
el problema es que la perfección no existe. Si intentar lograrlo se convierte en una obsesión… Problema.
9. Falta de interés. Este síntoma normalmente afecta a personas que no encuentran nada que les motive. Por
eso la búsqueda de nuestros sueños nunca debe cesar.
10. Desorden y confusión. Sentirse confundido es un sentimiento que todas las personas viven alguna vez, e
incluso tener “desordenada” la cabeza es más común de lo que creemos. Lo que ocurre es que pocas personas
lo comparten.
1. Busca el apoyo de amigos o familiares: Si estás pasando por una situación de estrés, lo primero que debes
hacer es buscar un apoyo cercano para poder compartir tu experiencia. Ya sea un compañero de trabajo, un
amigo o un familiar, hablar con otra persona te ayudará a sentirte menos solo.
2. Evalúa tus intereses, habilidades y pasiones: Cuando una persona no disfruta con su trabajo o el trabajo que
desempeña le viene grande, o tiene muchas emociones que no puede manejar, puede acabar estresado. Para
evitar esta situación es necesario realizar una evaluación honesta para decir si debes o no buscar un trabajo
alternativo, o buscar ayuda psicológica para que te oriente al respecto.
3. Desconecta del trabajo: El trabajo es necesario para nuestra vida y es esencial para el bienestar, pero
algunas personas se vuelven adictas al trabajo y ellos mismos son los causantes de su situación de estrés. El
descanso es sinónimo de bienestar, y, por tanto, el trabajo no debe comprometer tu salud psicológica.
5. Gestiona el tiempo: No tener planificado de las actividades que vayas a realizar puede hacer que al final
acabes asumiendo muchas tareas a la vez o no concluyas ninguna. Por tanto, una correcta organización del
tiempo es una de las mejores estrategias para prevenir el estrés.
6. Duerme bien: Si bien es cierto que el estrés puede provocar problemas de sueño, la falta de sueño puede
interferir con la productividad, la creatividad, las habilidades de resolución de problemas y la capacidad de
concentración.
7. Acude a terapia psicológica: La terapia psicológica se convierte en una buena alternativa para ayudar a esta
situación, porque ayuda a desarrollar una serie de estrategias y habilidades para que podamos controlar las
experiencias y consecuencias que el estrés laboral produce. De esta manera, uno está más preparado para
hacer frente a los requerimientos del trabajo y reduce el malestar de manera más significativa.
6. TOMA DE DECISIONES
Decidir significa actuar proactivamente para hacer que las cosas sucedan en vez de limitarse a dejar que
ocurran como consecuencia del azar o de otros factores externos. Esta habilidad ofrece herramientas para
evaluar las diferentes posibilidades en juego, teniendo en cuenta necesidades, valores, motivaciones,
influencias y posibles consecuencias presentes y futuras, tanto en la propia vida como en la de otras personas.
La toma de decisiones puede aparecer en cualquier contexto de la vida cotidiana, ya sea a nivel profesional,
sentimental, familiar, etc. El proceso, en esencia, permite resolver los distintos desafíos a los que se debe
enfrentar una persona o una organización.
En el ámbito de la conducta y psiquis humana, éste ha sido un tema fundamental. Debido a diversos elementos
como la estructura de personalidad, el desarrollo, madurez, etapa de vida, entre otros, las personas no
responden de la misma forma a una misma situación problemática.
A la hora de tomar una decisión, entran en juego diversos factores. En un caso ideal, se apela a la capacidad
analítica (también llamada de razonamiento) para escoger el mejor camino posible; cuando los resultados son
positivos, se produce una evolución, un paso a otro estadio, se abren las puertas a la solución
de conflictos reales y potenciales.
1. Describir el problema o el objetivo al que queremos llegar. Definiendo claramente los objetivos que
queremos alcanzar podremos tener más claro qué decisiones van a ayudarnos.
2. Análisis del problema o la decisión a tomar. Una vez hemos definido el problema al que nos enfrentamos
hemos de recopilar la información necesaria para analizarlo de la forma más objetiva y completa posible. Para
ello debemos ser objetivos al plantear las situaciones, sin opiniones ni juicios de valor, sino únicamente las
circunstancias de la forma más objetiva posible.
Es importante recabar toda la información que sea posible sin obsesionarnos con este paso, ya que podemos
llegar a la parálisis por análisis, dedicando tanto tiempo a esta fase que resulta demasiado tarde para tomar
decisiones. Debemos atender a la información relevante, y desechar la que no nos aporta valor.
3. Generar alternativas. En esta fase debemos generar todas las alternativas que nos sea posible. Analizaremos
todas las posibilidades y las consecuencias de las mismas. Debemos valorar si estas alternativas realmente nos
permitirán llevar a cabo los objetivos que nos hemos planteado. Existen técnicas de solución de problemas que
pueden ayudarnos a generar alternativas. Cuantas más personas participen en el proceso más aspectos se
tendrán en cuenta y más ideas podremos obtener.
4. Selección de la alternativa que finalmente llevaremos a cabo . Hemos de valorar que la decisión que
tomemos tendrá unas determinadas consecuencias. Debemos asumir que el error es posible y hemos de
tomarlo como una forma de mejorar en nuestros procesos futuros.
5. Pasar de la decisión a la acción . De nada sirve elaborar este proceso y llegar a la conclusión si
posteriormente no ponemos en práctica la decisión tomada. Es importante no tomar decisiones en base a
emociones. Es preferible esperar y hacerlo de forma meditada.
6. Valorar las consecuencias y el éxito de la decisión adoptada. Debemos saber rectificar si detectamos que
estamos tomando una decisión errónea. La valoración de las consecuencias y del alcance de los objetivos nos
permitirán ajustar futuras decisiones y nos enseñarán a mejorar los procesos. Tan importante es tomar la
decisión y llevarla a la práctica, como valorar los resultados de la misma. Sin este paso nos quedamos en un
proceso incompleto.
7. PENSAMIENTO CREATIVO
Usar la razón y la “pasión” (emociones, sentimientos, intuiciones, fantasías, etc.) para ver la realidad desde
perspectivas diferentes que permitan inventar, crear y emprender con originalidad. Pensar creativamente hace
referencia a la capacidad para idear algo nuevo, relacionar algo conocido de forma innovadora o apartarse de
esquemas de pensamiento o conducta habituales (pensar “fuera de la caja”). Esto permite cuestionar hábitos,
abandonar inercias y abordar la realidad de formas novedosas.
El pensamiento creativo, por lo tanto, consiste en el desarrollo de nuevas ideas y conceptos. Se trata de la
habilidad de formar nuevas combinaciones de ideas para llenar una necesidad.
Que produzca nuevas perspectivas y formas de pensamiento, cuestionando ideas, asociando ideas,
mezclando ideas, etc.
Que ofrezca soluciones revolucionarias a una problemática establecida.
Que desarrolle plenamente el contenido de las nuevas ideas y sea capaz de prever sus conclusiones y/o
aplicaciones.
Es usual vincular el pensamiento creativo a las artes y las labores estéticas, pero también se lo encuentra en
la innovación tecnológica, en el campo científico e incluso en las cuestiones de la vida cotidiana.
Fases del proceso creativo
Todo proceso creativo transcurre en cuatro etapas bien diferenciadas, que son:
Preparación o investigación. Como su nombre lo indica, esta es la etapa preparatoria del proyecto, en
la que se recauda la información de base respecto al asunto de interés y se adquiere el estado mental
propicio para las ideas originales.
Incubación. Una vez recaudada la información necesaria y adquirida el estado mental necesario, la
creatividad continúa su marcha de una forma menos evidente, vinculada con lo inconsciente y lo
imperceptible, en la que aparentemente no se realiza ningún esfuerzo. Esta es la incubación, el proceso
de germinación de las ideas.
Iluminación. El nombre mismo de esta etapa sugiere lo que eventualmente termina ocurriendo: se
produce un destello, una visión, una manifestación en la imaginación de la idea original fruto de las
etapas anteriores, y que se asocia con el nacimiento mismo de la idea.
Verificación. En esta etapa se produce el retorno a la labor consciente, ahora bajo los paradigmas
(modelo) de una nueva idea que se tiene, y que requerirá de esfuerzos conscientes para materializarse.
Las obras de arte y representaciones estéticas: pinturas, relatos, poemas, canciones, danzas, piezas
teatrales, etc.
Las recetas originales: gastronómicas, de fabricación de ingredientes, de elaboración de materiales,
etc.
Las soluciones científicas: teoremas matemáticos, ideas revolucionarias, perspectivas innovadoras, etc.
8. INELIGENCIA EMOCIONAL
La definición de inteligencia emocional es la capacidad que tenemos para gestionar, comprender o manejar
nuestras propias emociones y la de los demás. A su vez, no solo ayuda a mejorar nuestra calidad de vida, sino a
desarrollar y a tener mejores relaciones con los demás, más respetuosas y comprensivas. Además, nuestra
calidad de vida es directamente proporcional a la calidad de nuestro estado mental, por ese motivo es tan
importante.
Autoconciencia: Darnos cuenta o saber reconocer nuestras emociones y no dejarnos llevar por
ellas. Fortaleza mental y asertividad.
Consciencia: aprender a ser más conscientes de lo que está sucediendo en nuestro interior y aceptar el
poder de nuestra vulnerabilidad.
Autoanálisis: aprender a evaluar nuestras emociones y ser capaces de identificarlas; observar dónde
está nuestro enfoque o hacia dónde estamos dirigiendo nuestra atención. De ese modo, podremos
comprender de dónde surgen esas emociones.
Autocontrol: la capacidad para no reaccionar y saber medir tu paciencia. Aprender a darse un tiempo
para respirar, reflexionar y tomar distancia de una situación. Así lograremos tener una mejor
perspectiva, mejorar nuestra resiliencia y un mayor control emocional.
Empatía: en ocasiones estamos tan enfrascados en nuestros propios problemas, o nuestro ego se
empeña en tener razón, que nos quedamos encerrados en un túnel con una sola visión. Dicho de otro
modo: perdemos la capacidad de comprender el punto de vista de los demás o el por qué de una
situación. Sin duda, la empatía es necesaria para reconocer los sentimientos de los demás, eliminar la
indiferencia y aumentar nuestro nivel de comprensión.
Automotivación: aprender a dirigir nuestra atención hacia lo que sí deseamos, hacia metas y objetivos
a los que aspiramos. Si no tenemos objetivos positivos hacia los que dirigir nuestra atención, nuestra
mente se centra en los problemas, en los obstáculos y en todo lo que no funciona. De ese modo, se nos
hará muy difícil superar los momentos difíciles y/o dejar de procrastinar.
En definitiva, la inteligencia emocional nos ayuda a controlar mejor nuestros estados de ánimo, a salir más
rápidamente de espirales destructivas, a mejorar nuestra relación con nosotros mismos y, por tanto, con los
demás. Bien trabajada, nos permitirá ver las cosas de forma más positiva. Y, sobre todo, no olvides que las
personas con una mayor capacidad de gestionar sus emociones tienen más oportunidades y más éxito en el
ámbito profesional.
9. RESOLUCIÓN DE CONFLCITOS
Los conflictos forman parte de la vida cotidiana, de la convivencia y de las interacciones sociales y son, por
tanto, “naturales” e inherentes a todas las relaciones humanas. El conflicto no solo es inevitable, sino que
además, tampoco debe interpretarse como algo negativo, de hecho, el conflicto puede tener aspectos
funcionalmente muy positivos: Evita los estancamientos, estimula el interés y la curiosidad, es la raíz del
cambio personal y social, y ayuda a establecer las identidades tanto personales como grupales. Ayuda a
aprender nuevos y mejores modos de responder a los problemas, a construir relaciones mejores y más
duraderas, a conocernos mejor a nosotros mismos y a los demás, pueden ser una fuente de sinsabores, pero
también una oportunidad de crecimiento. Podemos aceptar los conflictos como motor de la existencia
humana, dirigiendo nuestros esfuerzos a desarrollar estrategias y herramientas que permitan manejarlos de
forma creativa y flexible, identificando en ellos oportunidades de cambio y crecimiento personal y social.
Negociación: Es el proceso a través del cual los actores o partes involucradas llegan a un acuerdo. Se trata de
un modo de resolución pacífica, manejado a través de la comunicación, que facilita el intercambio para
satisfacer objetivos sin usar la violencia. La negociación «es una habilidad que consiste en comunicarse bien,
escuchar, entender, recibir retroalimentación, buscando una solución que beneficie a todos.
Mediación: Consiste en un proceso en el que una persona imparcial, el mediador, coopera con los interesados
para encontrar una solución al conflicto. Se trata de un sistema de negociación facilitada, mediante el cual las
partes involucradas en un conflicto, preferiblemente asistidas por sus abogados, intentan resolverlo, con la
ayuda de un tercero imparcial (el mediador), quien actúa como conductor de la sesión ayudando a las personas
que participan en la mediación a encontrar una solución que les sea satisfactoria. El mediador escucha a las
partes involucradas para determinar los intereses y facilitar un camino que permita encontrar soluciones
equitativas para los participantes en la controversia.
La conciliación: Es un proceso de civilidad porque los acuerdos son el resultado del ejercicio pacífico y
democrático del derecho a la controversia, en el cual se involucra de manera directa a los actores interesados
en arreglar las diferencias, procurando acuerdos recíprocos y satisfactorios sin que se presenten vencidos ni
vencedores, activando la comunicación, reduciendo y aliviando las tensiones, y evitando la escalada del
conflicto.
Arbitraje: Se trata de un proceso mediante el cual un tercero, que es un particular, decide sobre el caso que se
le presenta y las partes o actores aceptan la decisión. Se parece a un juicio donde el árbitro es elegido por las
partes, en procura de la conciliación.
Entre los actores involucrados en un buen manejo del conflicto pueden presentarse las siguientes actitudes:
Analizar experiencias e información y ser capaz de llegar a conclusiones propias sobre la realidad. La persona
crítica no acepta la realidad de manera pasiva “porque siempre ha sido así”. Por el contrario, se hace
preguntas, se cuestiona rutinas, investiga. El pensamiento crítico requiere la puesta en acción tanto de
habilidades cognitivas (un proceso activo de pensamiento que permite llegar a conclusiones alternativas),
como de competencias emocionales (relacionadas con las actitudes personales, ya que es necesario también
querer pensar).
El pensamiento crítico es la capacidad manifestada por el ser humano para analizar y evaluar la información
existente respecto a un tema o determinado, intentando esclarecer la veracidad de dicha información y
alcanzar una idea justificada al respecto ignorando posibles prejuicios externos.
Aplicamos el pensamiento crítico para intentar discernir la realidad de lo que nos dicen y percibimos a partir
del análisis de los razonamientos empleados para explicarla. De una forma análoga a lo que
proponía Descartes, se trata de dudar de las informaciones, creencias y axiomas absolutos que nos rodean
hasta que nosotros mismos podemos darles veracidad o por lo contrario ignorarlas. Con ello, se busca tener
una idea justificada de la realidad y no aceptar ciegamente lo que otros nos digan.
No se trata de llevar la contraria al mundo, sino de ser capaces de elaborar nuestro propio punto de vista en
base a la comprobación y contrastación de datos. Lo que se pretende con el pensamiento crítico es eliminar
mentiras, engaños y prejuicios que comprometen la objetividad de los datos investigados.
El pensamiento crítico está muy relacionado con otras capacidades tales como la creatividad, la lógica o la
intuición, permitiéndonos elaborar nuevas estrategias y formas de ver y percibir las cosas. Tener buena
capacidad de pensamiento crítico nos ayuda a evitar el conformismo y a avanzar como seres humanos,
evitando que existe un único modo de ver el mundo.
El pensamiento crítico es una capacidad de gran utilidad y hoy en día muy buscada por la sociedad, tanto a
nivel laboral como en otros aspectos de la vida. Por ello es de gran interés ser capaz de potenciarlo. Con este
fin disponemos de diversas actividades y hábitos que nos pueden ser de utilidad.
1. Intenta mantener una mente abierta: Todos tenemos nuestras opiniones sobre lo que nos rodea. Sin
embargo, para pensar de forma crítica es necesario tener en cuenta que la nuestra o la explicación que la
sociedad ofrece puede no ser la única ni la más certera. Es más complicado de lo que parece, pero debemos
permitir en nuestra mente la aceptación de otras posturas por muy diferentes que sean de la propia.
2. Intenta entrenar la empatía: Ser capaz de ponerse en el lugar de otros facilita entender cómo han llegado a
las conclusiones a las que han llegado.
4. Analiza textos y vídeos: El análisis de diferentes materiales puede ayudar a mejorar la capacidad de
pensamiento crítico. Resulta especialmente importante observar los posibles objetivos o los motivos que
puede tener una persona para crear dicho material. Puede empezarse por material sencillo y claramente
basado en elementos subjetivos, como las columnas de opinión o elementos publicitarios. Posteriormente
podemos avanzar incorporando material más técnico y aparentemente objetivo.
5. Evita los efectos bandwagon y underdog: Muchas personas se suman a una opinión debido a que es o bien
apoyada por la mayoría o bien ignorada por ésta. Es necesario que nuestro pensamiento no se vea influido por
el hecho de que otros presten más o menos atención al hecho o información en cuestión.
6. Cuestiona estereotipos: La sociedad genera forma constante estereotipos (modelos) respecto a una gran
cantidad de temas. Intenta escoger uno de ellos y buscar información que lo ponga en cuestión para ver hasta
qué punto sirve para explicar la realidad.
7. Busca y compara elementos contradictorios: Es sencillo encontrar publicaciones sobre temas controvertidos
sobre los que no hay una opinión general clara ni absolutamente cierta. Buscar dos opiniones confrontadas y
analizar cada una de ellas permite observar qué puntos débiles tienen dichas argumentaciones, ayudando a ser
capaz de analizar otras futuras informaciones.
8. Investiga y fórmate: Para poder discutir algo es necesario saber de qué estamos hablando. Estar informado
sobre lo que acontece en el mundo nos va a permitir poner en perspectiva las informaciones que recibamos del
exterior, incluyendo el propio medio por el que nos hemos informado.