Texto N°6 Resumen Del Discurso Parental A La Especificidad Sintomal en El Psicoanálisis de Niños

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Del discurso parental a la especificidad sintomal en el

psicoanálisis de niños
Silvia Bleichmar
 Una encopresis1 puede ser concebida como efecto de la incontinencia materna desde cierta perspectiva,
y desde otra como ejercicio sádico-anal de pulsiones que operan de modo auto-determinado por el
psiquismo infantil.

 Una fobia escolar puede ser considerada residuo identifícatorio a una de las figuras parentales o
resolución defensiva de emergencias fantasmaticas incontrolables.
 El rehusamiento de un niño a entrar solo al consultorio será leído por un analista como indicio del
abrochamiento simbiótico a una madre fálico-narcisista y, por otro, como producto de ansiedades
paranoides determinadas por la operancia de fantasías atacantes en las cuales la pulsión de muerte
revela su pregnancia en el campo de la transferencia.
 Por su parte, el pensamiento de Lacan inauguró por primera vez la perspectiva de poner en referencia el
inconsciente del niño al deseo parental, generando posibilidades insospechadas de inicio para el
recuestionamiento de la clínica y para determinar nuevos modos de abordaje de la determinación psíquica.
¿Cómo concebir al niño como productor neurótico de síntomas, como plausible de regirse por los
movimientos deseantes y defensivos con los cuales a partir de la fundación del psicoanálisis hemos
aprendido a deletrear la significación de toda patología, si es posicionado como síntoma de la madre, de
la pareja conyugal o de la familia?

 Un síntoma no es capaz de producir síntomas. La homotecia estructuralista2 ha devenido entonces,


y más allá de los aportes que de inicio generará, el obstáculo mayor del psicoanálisis de niños. En
principio, porque al homologar estructura de partida (edípica) con estructura de llegada (el
funcionamiento psíquico del sujeto en cuestión), y diluir la significación específica del síntoma del
niño en el discurso-deseo de la madre, precipitó a la clínica en un inter-subjeti-vismo desmantelante
de las posibilidades operatorias del psicoanálisis de niños en la infancia.
 En nuestra búsqueda de diferenciación y rescate hemos tomado partido, a lo largo de nuestro trabajo,
por el eje que dentro de la obra de Freud abre las líneas posibles para considerar al inconciente como
constituido, no existente desde los orígenes de la vida, efecto residual de los grandes movi mientos que
determinan los destinos pulsionales. Pero a diferencia de todo estructuralismo, concebimos a la realidad
fundante del inconciente infantil como aquella que, estando en relación con el inconciente parental, no
es, sin embargo, el simple reflejo de éste.

 El aparato psíquico, singular, histórico, residuo metabólico de las relaciones al semejante, será
cercado en sus tiempos de constitución con vistas a encontrar los modos estructurales que lo rigen
y a capturar el devenir que, en un movimiento definido por aprés-coup, ha constituido su realidad
actual en la producción sintomal que determina la consulta.
 No se trata de contraponer el ahistoricismo pulsional o estructural a lo histórico considerado como
puro devenir. Lo histórico no se reduce a lo acontencial relatado, y la función del discurso parental
en el análisis de niños no puede ser concebida sino como matriz simbólica de partida. Ello en razón

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Afección en la que un niño se resiste a defecar, lo que causa que las heces se acumulen en el colon y el recto y se produzcan
pérdidas.
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de que el relato no agotará nunca la significación metabólica del inconciente infantil que ha
devenido ya “objeto del mundo”, vale decir que tiene su propia existencia al margen del semejante,
una vez que se constituya.
 Pero, al mismo tiempo, tomando recaudo de que el discurso-deseo de los padres que emerge en el
relato manifiesto, no agotará nunca la significación tampoco del propio inconciente de las figuras
constituyentes del Edipo, en razón de que siendo los padres sujetos de inconciente, atravesados por
defensas que ellos mismos desconocen, agitados por un inconciente que opera al margen de su
propio yo, ignoran las determinaciones deseantes que los rigen.
 En los intersticios del discurso parental, en su correlación con el discurso del niño —discurso hablado,
pero también discurso-acto a ser comprendido semiológicamente—, es donde la determinación sintomal
puede hallar su especificidad.
La fascinación de la historia: obstáculos para la comprensión de la estructuración del niño .
 Cuando un síntoma emerge, aquello que Freud denominará “situación desencadenante” puede ser
considerado como el revestimiento de representaciones inconcientes que estaban “en espera”, prestas a
emerger en el momento en que su rearticulación en un complejo traumático las lanzará a una progresión
tópica que obligará a un reequilibramiento económico del psiquismo del cual el síntoma es, indefecti-
blemente, una solución de compromiso.
 Tratemos de enfocar la cuestión tal como aparece desde una vertiente de la obra freudiana, aquella que
plantea la verdad del sujeto concebida como verdad histórico-vivencial.

 Freud parte de preguntarse qué dosis de verdad tiene la creencia: “Por los psicoanálisis de personas
individuales hemos averiguado que sus tempranísimas impresiones, recibidas en una época en que
el niño era apenas capaz de lenguaje, exteriorizan en algún momento efectos de carácter
compulsivo sin que se tenga de ellas un recuerdo conciente...”
 Una idea que ofrezca este carácter compulsivo, es forzoso que halle creencia. Y si bien no consiste,
en el sentido material, en una verdad, “en la medida en que trae el retorno de lo pasado, es preciso
llamarla verdad”.
 Relación entre creencia y verdad, lo acaecido en sí mismo no es capaz de producir verdad si no
entra en un conglomerado significante que posibilite un posicionamiento del sujeto ante ello.
 Es así que la verdad se torna verosímil porque captura un aspecto de inscripciones históricamente
constituidas que dan cuenta del real vivido, y por otra porque logra un enraizamiento en el sistema
de convicciones acerca de sí mismo y del mundo en el cual el sujeto se emplaza.
 Si lo histórico-vivencial y la cosmovisión entran en colisión —como puede llegar a ocurrir con un
sujeto al cual se le negara la creencia en sus propias vivencias pasadas anulándose de tal modo con
una propuesta totalizante aquello previamente inscripto —, el psiquismo queda expuesto a severos
riesgos que lo llevan a procesos defensivos extremos.
 Una COSMOVISIÓN es una construcción intelectual que soluciona de manera unitaria todos los
problemas de nuestra existencia a partir de una hipótesis suprema —dice Freud en las “Nueve
conferencias de introducción al psicoanálisis”—; dentro de ella, por tanto, ninguna cuestión
permanece abierta y todo lo que recaba nuestro interés halla un lugar preciso. Es fácilmente
comprensible que poseer una cosmovisión se encuentre entre los deseos ideales de los hombres.
Cuando en ella uno puede sentirse más seguro en la vida, saber lo que debe procurar, como debe
colocar sus afectos y sus intereses de la manera más acorde al fin.

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o Es en el marco de los elementos unitarios que la cultura le brinda, que el hombre común
intentará responder a las tareas que la vida le brinde, a los traumatismos que le imponga,
con un sistema de respuestas a los nuevos enigmas que se le plantean constantemente.
o Es de este lado que el narcisismo materno jugará una función no sólo totalizante por
relación a la instalación de una identidad del sujeto, sino que inscribirá esta identidad
acorde a una teoría más general de la existencia, de su “ser en el mundo”.
 Pero la COSMOVISIÓN CIENTÍFICA —continúa Freud—, se distancia notablemente de nuestra
definición. Es cierto que también ella acepta la unicidad de la explicación del mundo (después de
todo, el científico no deja de ser un sujeto psíquico), pero sólo como un programa cuyo
cumplimiento se difiere al futuro (y Freud no deja de ser un científico de su época, que refleja la
ilusión de la modernidad: aspira a un conocimiento totalizante al cual sólo renuncia momentáne-
amente en aras de alcanzarlo.
o No diverge esto mucho de los modelos de renuncia del narcisismo primario y su pasaje al
secundario).
o En lo demás se distingue por caracteres negativos: la limitación a lo que es posible averiguar
aquí y ahora, y la tajante desautorización de ciertos elementos que le son ajenos. Asevera
que no hay otra fuente para conocer el universo que la elaboración intelectual de
observaciones cuidadosamente comprobadas, vale decir, lo que se llama “investigación”; y
junto a ellas no hay conocimiento alguno por revelación, intuición o adivinación.
 Es fluctuando entre esas dos posiciones: la revelación y la investigación, que el niño establece sus
modelos de construcción de un sistema de certezas yoico acerca de sí mismo y del mundo. Los
enigmas se estructuran a partir de la imposibilidad del lenguaje parental de “significarlo todo”, de
las efracciones que inauguran las verdades “histórico-vivenciales” por relación al orden de
recubrimientos que el recurso parental propicia.
 Es fluctuando entre esas dos posiciones: la revelación y la investigación, que el niño establece sus
modelos de construcción de un sistema de certezas yoico acerca de sí mismo y del mundo.
o Los enigmas se estructuran a partir de la imposibilidad del lenguaje parental de “significarlo
todo”, de las efracciones que inauguran las verdades “histórico-vivenciales” por relación al
orden de recubrimientos que el recurso parental propicia.
o El enigma de la vida, al cual el niño se enfrenta, es “teorizado” tanto por éste como por sus
padres, dado que no es una verdad de la biología la que se intenta desentrañar — tampoco
del acontecimiento— sino de otro orden: sepultada en el inconciente parental sólo emerge
a través de los desplazamientos y contrainvestimientos del mismo; silenciada en los
secretos trabajosamente conservados, el enigma acecha constantemente a la búsqueda de
una respuesta que posibilite la recuperación, mediante el discurso, del histórico-vivencial
que insiste.
o Enigma del nacimiento que, en tanto contingencia azarosa, se liga al de la muerte; sólo
puede simbolizarse, jamás capturarse en el “real” que los produce.
 Es impensable para el sujeto psíquico abordar la contingencia de su existencia. Hay
niños que lloran frente al retrato de casamiento de sus padres preguntando: ¿y yo
por qué no estaba? ¿por qué no me invitaron? Donde la exclusión reviviscente de la
escena primaria no anula la otra cuestión a la cual se abre una respuesta posible
pero insatisfactoria: porque aún no habías nacido. ¿Y dónde estaba entonces? pre-
guntará. Porque es tan impensable no haber existido como la posibilidad de dejar
de existir.

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o Que esta teorización sea insuficiente no implica que no sea eficaz. Que su función sea
contraponer a los embates generadores de angustia del inconciente una ligazón obturante
no deja de tener una racionalidad cuasi ontológica: el sujeto no puede quedar librado a la
pulsión de muerte, a la desligazón constante a que lo somete el embate de la sexualidad
disgregada de lo inconciente. Si ello ocurre, tiene dos opciones: enloquecer o dejar de
preguntarse. Obturar el campo de la incógnita o dejarse invadir por la pérdida total de la
certeza. Ambas derivaciones conducen, en sus extremos, a riesgos que bordean la muerte
psíquica, es decir, la desestructuración o el vaciamiento.
 Es desde esta perspectiva que la pregunta de los grandes enigmas de la vida: origen, muerte, sexualidad,
devienen preguntas estructurantes.

 Su resolución no puede ser ingenuamente contestada desde la simple verdad de la realidad a secas.
 Debe responder al máximo de simbolización posible que el niño demanda en el momento de su
formulación.
 No puede tampoco partir de la necesidad del otro de comunicarla, sino de la tolerancia del niño
mismo a recibirla, es decir de sus posibilidades psíquicas de metabolizarla.
 Ello no quiere decir que se renuncie a reconocer grados de verdad que permitan la ligazón
simbolizante del histórico-vivencial, pero no hay una verdad reveladora de todo el sentido.
 Lo que definirá la verdad otorgada es entonces un reconocimiento de que los distintos tiempos que el
niño atraviesa en la medida que se enfrenta a nuevas tareas en el marco de la interpelación edípica,
deben encontrar, por parte del mediador estructurante que constituye el adulto, posibilidades de
respuesta que generen nuevas aperturas de productividad psíquica y que no coagulen ni cristalicen un
sentido que el sujeto deberá construir a lo largo de la vida.

 La comunicación de una verdad, en análisis o fuera de él, sólo cobra sentido si salda un recorrido e
inaugura una nueva vía para las resignificaciones psíquicas en un sujeto que no deja de historizarse
en un esfuerzo sin tregua por encontrar respuestas teorizantes a los enigmas que los orígenes
inauguran.
 Esta verdad no podrá ser nunca propuesta como extrínseca a sus propias búsquedas y simbolizacio-
nes. Y ello en razón de que la verdad que al sujeto interesa no es sino una recaptura simbolizante de
los enigmas que inscriben los acontecimientos libidinales, vale decir atravesados por el otro
humano, y sólo deviene “realidad” si es plausible de ser metabolizada en una subjetividad cuyo
devenir quedará tendido hacia nuevas modalidades de ligazón de la pulsión de muerte.
 Del lado del adulto, a su vez, lo acontencial pasa de modo fantasmatizado, a través dé
constelaciones ideativas, al psiquismo de quien por él se ve afectado. Pedir a un padre o a una
madre que diga “la verdad” a su hijo implica producir una apertura que el analista debe estar en
condiciones de ayudar a recomponer en aras de otorgar esta verdad en tanto simbolización lograda.
 La demanda de verdad es siempre demanda de la simbolización de un enigma que hace a las
posiciones deseantes devenidas enigmáticas respecto a su propio emplazamiento como sujeto
libidinal. El mensaje del adulto, para seguir esta dirección fecunda adoptada por Laplanche no es
portador de una verdad despojada y “realista”, sino de un complejo ensamblaje en el cual el
inconciente del adulto compromete al otro y lo obliga a procesos de fantasmatización y
resimbolización. El mensaje del adulto es siempre mensaje enigmático, y en tal sentido no sólo abre
una respuesta sino que inaugura una nueva búsqueda.
o Proponer un ejercicio de la verdad que no tenga en cuenta los obstáculos que han llevado al
silenciamiento de la misma, es considerar a los padres como sujetos de la “pura voluntad y

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conciencia”, y dejar de lado el hecho fundamental, de que en su discurso se colarán,
inevitablemente, las significaciones fantasmáticas adheridas que relanzarán al niño a un
nuevo movimiento de recomposición psíquica cuyos efectos no son lineales.
o Es posible que la madre de Manuel, compulsada al ejercicio de una “verdad” que no había
sido suficientemente metabolizada en su propio psiquismo, estuviera en condiciones poco
aptas para otorgarla a su hijo, con las consecuencias que ella misma describe en su relato.
Ello no quiere decir que el ocultamiento del suicidio del padre fuera beneficioso para el
niño; simplemente, estamos tratando de marcar que la respuesta al enigma buscado debe
ser concebido bajo las formas con las cuales el psiquismo infantil mismo procesó su
emplazamiento ante la verdad a resolver.
 Señalamos anteriormente que nuestra segunda observación remite a la cuestión de la causalidad
sintomal. La causalidad psíquica de un síntoma no se determina, desde la perspectiva freudiana, a partir de
un solo encadenamiento significante; en psicoanálisis, el acontecimiento debe ser concebido al modo de lo
traumático.

 No se trata de lo acontecial externo, sino del modo de inscripción de éste, capaz de producir un
exceso de investimiento indominable por parte del psiquismo, y en razón de ello lausible de ser
recompuesto en la economía libidinal al modo de un síntoma.
 Para que un episodio devenga traumático, debe aunar fuerza traumática e idoneidad
determinadora; su recomposición en la economía libidinal da surgimiento al síntoma.
 La fuerza traumática de un acontecimiento inscripto debe entrar en confluencia con una serie
psíquica en cuyo ensamblaje, recién, encontrará esta idoneidad para la determinación que se
establece por aprés-coup.
 Y bien, en el caso de Manuel, el desencadenamiento sintomal era casi simultáneo,
cronológicamente, al rehusamiento de Alfonso a realizar la adopción. Tal vez habría sido este
rehusamiento un elemento precipitante que resignificó la pérdida del padre —engarce entre el
segundo acontecimiento y el primero— que constituyen el traumatismo plausible de dar origen al
surgimiento sintomal.
Determinantes estructurales de los primeros tiempos de la vida.
 En el decir de los padres, no está tranquilo consigo mismo. Deambula, agarra una cosa, la deja, busca,
gasta el dinero que recibe al instante, compra figuritas, pavadas, golosinas. Come desmesuradamente, no
tiene fondo, relata su madre. Incluso tiene conductas que aterrorizan a quienes lo rodean: hace poco
tiempo, en ocasión de la visita de un amigo, por hacer una broma se bajó los pantalones y orinó su propia
cama. Cuando su madre, desesperada, le preguntó por qué hacía algo así, contestó que no sabía.

 Un niño que “no tiene fondo”, que deambula sin sentido, que se desorienta en tiempo y espacio,
que ejerce conductas que dan cuenta de un ejercicio pulsional directo, irreprimible. ¿Es todo esto
efecto del suicidio del padre, de una falla constitutiva del superyó a partir de la ausencia de una
legalidad que imposibilite la transgresión y paute de un modo distinto su inscripción de cultura?
 Los primeros tiempos de la vida se desplegaron por relación a una mamá sumergida en situaciones
límites respecto a los recursos con los cuales contaba. Una mujer que “venía de una familia
acomodada”, que había tenido “cinco tapados de piel” y de repente se sentía despojada de todo
bienestar y lanzada a una situación de pobreza y soledad para la cual no estaba preparada. Carente
ella misma de soporte para enfrentar tal tipo de situación, aunado a ello las ansiedades correlativas
a una maternidad primeriza, sería lícito suponer que el niño quedó librado a situaciones complejas
en las cuales el sostén materno no operó propiciando ligazones psíquicas de base en las cuales se
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asentarán, posteriormente, las identificaciones que se establecen sobre el entramado yoico
constituido en estas primeras experiencias.
 El psiquismo incipiente no pudo entonces estructurar defensas capaces de regular los destinos
pulsionales y de establecer, de modo permanente, la represión originaria que consolidará
definitivamente el posicionamiento del inconciente en tanto inconciente reprimido.
El discurso parental, posicionamiento en el campo del análisis.
 Hemos señalado anteriormente como una corriente importante del psicoanálisis, tiende, en los últimos
años, a buscar en el discurso parental los determinantes del síntoma en el niño.

 Esto se constituye a partir de dos vertientes:


o Una proveniente del lacanismo, a través de un discurso en el cual queda acunado de manera
cristalizada la fórmula de que “el inconciente es el discurso del Otro”.
o La otra proviene de la familiología, en la cual se hace tabla rasa con-la singularidad,
estableciendo una homología entre determinantes edípicos de partida y familia real, entre
inscripción residual efecto de la relación al semejante y antropomorfización del inconciente
concebido como presencia activa de algún objeto total externo.
 Entre el deseo-mensaje-discurso de la madre y el inconciente infantil —propone Laplanche—, un
proceso de descualificación y metabolización se ha producido.
o De allí que en los intersticios abiertos entre la historia-relato de los padres y las conductas
eficientes del niño, se tratará de propiciar la construcción de algún orden de significación
que arranque a su accionar de la repetición compulsiva que pone en evidencia.
 El tiempo del aparato psíquico es un tiempo abierto. El hecho de que el inconciente se rija por la
atemporalidad y la compulsión de repetición, no implica que todo el aparato no sea sometido a un proceso
temporal en el cual lo anterior nunca permanecerá idéntico, sino sometido a modos de transformación
espontáneos cuyo reposicionamiento no se realizará por las vías que “naturalmente” hubieran estado
abiertas en el momento en el cual esta instalación debía producirse.

 Suponer que se modifica un síntoma de un niño trabajando con los padres es tan absurdo como
suponer que se puede suturar una herida una vez que el tejido ha cicatrizado. Sólo removiendo la
cicatriz y realizando un implante de tejido ello será posible: el tiempo no vuelve atrás porque se
hayan cambiado las condiciones que generaron un fenómeno.
 Por supuesto, si no se detiene lo que sigue dañando, nuevos efectos se producirán, pero las
condiciones de determinación de un fenómeno no se anulan a posteriori, es necesario trabajar
sobre las consecuencias y sobre las condiciones mismas.
o De ahí que la sobredeterminación estructural en el niño implicará, necesariamente, una
estrategia abierta, combinatoria, para propiciar modos de resimbolización, de
recomposición y transcripción psíquicos, al mismo tiempo que abriera nuevas vías para que
el aparato quedara potencialmente abierto hacia su “normalización”, vale decir hacia la
instalación definitiva de los procesos secundarios y la operancia de las instancias ideales.
 Por otra parte es imprescindible, abrir un espacio, —un “topos”— para los padres, en el cual
puedan ser resignificados los modos de posicionamiento y las propuestas identificatorias ante este
hijo, para que el proceso terapéutico encuentre las vías de realización que consoliden lo que en el
consultorio se inaugura.
o En cada uno de los nudos que propicia este entramado patológico, el analista deberá
introducir simbolizaciones que permitan la recomposición de constelaciones significantes de
base en las cuales Manuel pueda establecer un verdadero proceso de neogénesis, vale decir
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de rearticulación símbolica que posibilite no solo el hacer consciente lo icc que las
corrientes neuróticas de su vida psíquica requieren, sino también establecer los diques y
derivaciones pulsionales a partir de procesos de refundación de las relaciones entre
instancias.
Una sistematización provisoria.
Conclusiones:

 En primer lugar, y a diferencia de todo estructuralismo: entre los determinantes edípicos y el


psiquismo infantil en constitución, hay procesos de descualificación y recomposición simbólica que
“determinan la especificidad singular de la fantasmática infantil.
 No concebimos a los padres como mónadas definidas por “funciones” homogéneamente
determinadas en el interior de la estructura del Edipo, sino como sujetos del inconciente, vale decir
atravesados por sistemas de deseos y prohibiciones a partir de los cuales estas funciones se definen
en la complejidad que las entrama.
 La realidad constituyente del inconciente infantil -y de las instancias segundas, en su relación con el
inconciente parental y el Edipo, no es la realidad de la familia: es más reducida y a su vez más
amplia. Es más reducida porque no son todas las interacciones familiares las que se inscriben en el
inconciente del niño: es más amplia porque se desplaza a través de objetos sustitutos hacia los
cuales se desplazan los rasgos metáforo-metonímicos de los objetos originarios-educadores,
cuidadores, otros familiares.
 Es la perspectiva libidinal -vale decir sexual-, la que debe permanentemente ser reintroducida en los
modelos mediante los cuales se lee el fenómeno "infancia". Las categorías padre y madre deben ser
reubicados lo que respecta al inconciente, en su carácter específico, vale decir en tanto sujetos
sexuados; recuperadas, en tal sen- tido, en la doble vertiente de objetos instituyentes de las
instancias psíquicas-residuales de los intercambios con ellos establecidos y de objetos
fantasmatizables a par- tir de los procesos metabólicos que el psiquismo infantil compone.
 Concebido el proceso de estructuración psíquica del niño como plausible de ser capturado en
momentos que están definidos por tiempos reales, no míticos, ubicar el posicionamiento de estas
categorías respecto a estos tiempos constituye un ordenador de la clínica que permite que las
opciones técnicas a escoger se encuentren definidas por la racionalidad metapsicológica que las
impone.

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