Los Años Peronistas (Torre)

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Introducción a los años peronistas.

Juan Carlos Torre


En: TORRE, J.C. (Dir). Nueva Historia Argentina. Tomo 8.
Los años peronistas (1943-1955). Buenos Aires. Sudamericana. 2002

El surgimiento del peronismo dividió en dos la política argentina del siglo XX. En 1945 la
tradicional oposición entre radicales y conservadores, por la libertad del sufragio, se vio
modificada y el nuevo enfrentamiento sería entre peronistas y antiperonistas. Esta nueva fuerza
política estuvo cargada de contenidos de clase y sujeta a los conflictos que generaron la
expansión de los derechos sociales y la integración política y social de vastos sectores del mundo
del trabajo. Pero la hostilidad de las luchas entre los rivales fue aún más extrema, provocando
una recurrente crisis de legitimidad que afectó el avance de la democracia.

La revolución del 4 de junio y el ascenso político de Perón


La restauración libertadora, iniciada en 1930 con el derrocamiento de Yrigoyen, terminó con otro
golpe militar que el 4 de junio de 1943 desplazo al gobierno de Ramón Castillo. Comenzó,
entonces, un nuevo ciclo político en medio de la confusión política reinante que atravesó también
las Fuerzas Armadas que encabezaron el alzamiento militar.

Uno de los principales contrastes que dividían a la vida política nacional fue la actitud frente a los
bandos en pugna en la Segunda Guerra Mundial, pues el presidente Castillo siguiendo la tradición
del país había permanecido neutral y continuó así aún después de que Estados Unidos entrara en
el conflicto bélico a fines de 1941, esto demostró su ideología y su resistencia a unirse a la
cruzada de las democracias contra el fascismo. Amplios sectores de la opinión pública, de la
política e intelectuales del conservadurismo reclamaron el alineamiento argentino con la causa de
los países Aliados. Estados Unidos respondió al neutralismo suspendiendo la venta de
armamentos.
Dentro de las Fuerzas Armadas la opinión se dividió y los altos oficiales del Ejército estaban a
favor de la alineación con los Aliados y el enfrentamiento contra el Eje, mientras que la mayoría
de los cuadros intermedios preferían la neutralidad.

Un segundo contraste giró en torno al funcionamiento de las instituciones políticas, que se veían
envueltas nuevamente por la corrupción, también ejercida por el presidente Castillo quien utilizó el
fraude para asegurar las victorias electorales de sus contados aliados políticos.

Para las elecciones presidenciales de 1943 los partidos de la oposición formaron una coalición
para reunir fuerzas la Unión Democrática donde confluyeron la Unión Cívica Radical con el
Partido Socialista y el Partido Demócrata Progresista. Castillo presentó a su candidato
conservador Robustiano Patrón Costas, un hacendado del norte asociado con las prácticas
feudales en los ingenios azucareros y conocido por ser partidario del fraude a esto se sumaba su
simpatía por EE.UU. y por la causa de los Aliados.

El rechazo de las Fuerzas Armadas fue unánime y en la postulación del candidato Patrón Costas
vieron la razón para un nuevo golpe de Estado apoyado por las distintas facciones militares que
se sumaron a la Revolución Libertadora aunque lo único que realmente las unía era la represión
al comunismo y a las organizaciones obreras.

Los primeros que perdieron las esperanzas en el golpe fueron los radicales al comprobar que el
régimen militar en lugar de preparar la vuelta a comicios libres ponía limites a la actividad política.
Luego fue el turno de los oficiales que apoyaban la ruptura con el Eje y la unión con los aliados.
Finalmente en octubre de 1943 se produjo una revolución dentro de la revolución, el poder pasó
a manos de un grupo de coroneles y tenientes coroneles pertenecientes a la logia secreta
autodenominada Grupo de Oficiales Unidos (GOU), partidarios del neutralismo intransigente
esta organización vendría a acabar con la Argentina liberal y laica para imponer la religión y las
fuerzas armadas acabando con la corrupción política y la amenaza comunista.
Una vez en el poder redoblaron las medidas represivas contra los grupos de izquierda y los
sindicatos, declararon fuera de la ley a los partidos políticos, intervinieron las universidades,
lanzaron una campaña moralizadora en los espectáculos y las costumbres, finalmente,
implantaron la enseñanza religiosa en las escuelas públicas.
Para el exterior, el régimen militar del país fue visto como un experimento fascista que provocó el
aislamiento político y bajo la presión de EE.UU. en enero de 1944, el presidente Ramírez decidió
la ruptura con el Eje. Esta decisión solo fue diplomática y no implicó el enrolamiento activo del
país.

Como consecuencia Ramírez fue desplazado y en su lugar el general fue designado presidente
Edelmiro Farrell. Pero el mayor impacto se dio con el desencadenamiento de una intensa puja
entre los miembros del GOU donde emergería el hombre fuerte de la revolución: el coronel Juan
Domingo Perón.

Cuando a mediados de 1944 estalló el conflicto dentro del GOU la Revolución de Junio se hallaba
a la defensiva. En parte por la situación internacional donde las potencias del Eje detuvieron su
avance y comenzaron a replegarse. Y por otro lado, por su propia orfandad de ideas y apoyos.
Todo parecía indicar que terminaría frustrándose y convirtiéndose en otro intento fallido semejante
al de José Félix Uriburu en 1931. Pero fue superado gracias al aporte de Perón que ofreció un
programa social y económica y una apertura hacia los grupos estratégicos de la sociedad, así
logró definir la disputa interna a su favor y acumulando los cargos de vicepresidente, ministro de
Guerra y secretario de trabajo, se convirtió en el jefe virtual de revolución.

Las propuestas de Perón:


• Consejo Nacional de Posguerra: creado con el objetivo de preparar un programa
económico que permitiera sobrellevar las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial
asociadas a la recesión y la agitación social. por otro lado la importancia de contar con una
industria nacional de producción de armamentos y asegurar la defensa nacional. Todo esto
bajo un programa industrialista sostenido por el Estado y orientado a la preservación de las
fuentes de empleo.
• Política de concesiones a los trabajadores: una vez al frente del Departamento Nacional
de Trabajo que luego se convirtió en Secretaría de Trabajo, se hizo cargo de otras de las
preocupaciones de la élite revolucionaria, el temor al auge del comunismo en el país y, en
particular, en el mundo del trabajo. Buscó una acepción a la represión y busco el
acercamiento con los principales dirigentes sindicales, a excepción de los comunistas,
despertando las expectativas de los cuadros sindicales. Sin embargo los frutos de ese
acercamiento tardaron en materializarse ya que Perón todavía no contaba con el poder
suficiente para concretar esas promesas.

A mediados de 1944, una vez resuelta la disputa interna de la elite revolucionaria, las promesas
del Secretario de Trabajo se hicieron realidad.
Los poderes públicos irrumpieron en la vida de las empresas, imponiendo la negociación
colectiva, estimulando la afiliación sindical y reparando viejos agravios por decreto.
En 1945 encabezó el ajuste al régimen militar: en el mes de marzo argentina declaró la guerra a
Alemania e Italia, con vistas a romper el aislamiento diplomático y lograr la admisión en las
Naciones Unidas.
En el plano interno: los admiradores del nacionalsocialismo perdieron sus cátedras en la
enseñanza oficial, las libertades públicas fueron restablecidas, los partidos volvieron a la
legitimidad y se convocó a elecciones presidenciales para 1946.
Al mismo tiempo que conducía la reconversión de la Revolución de Junio, Perón se preparaba
para la próxima transición a la democracia.

Mientras desmentía en público su aspiración a la presidencia, inició contactos con políticos


radicales y conservadores, sumando el apoyo de los dirigentes sindicales y la colaboración de las
clases patronales, fue formando la gran coalición con la que se proponía presidir la Argentina de
posguerra, sostenido por el apoyo del Ejército y la Iglesia.

Pero su proyecto político fracasó, en primer lugar la apertura laboral fue rechazada por los
empresarios que más que atemorizados por una revolución social estaban preocupados por la
propia gestión de Perón, que en nombre de la justicia social alentaba a la movilización obrera y
exasperaba las tensiones laborables. Era obvio para ellos que intentaba concentrar en su
persona todo el poder político convirtiéndose en el único arbitro de la paz social.
En segundo lugar, no consiguió el apoyo de los partidos tradicionales y esto se reflejó en la
negativa de Amadeo Sabattini el líder del ala progresista del radicalismo, a aceptar la
vicepresidencia de la formula encabezada por Perón.
Sumando también la expresión de la vigilancia moral ejercida sobre la clase política por el
movimiento civil de resistencia democrática que surgió con el aflojamiento de los controles
autoritarios; formado por estudiantes universitarios, asociaciones de profesionales e intelectuales,
que se lanzaron a las calles y ocuparon la prensa impacientes por ver realizada en el país la
victoria del antifascismo sobre los campos de batalla del mundo. Desde su perspectiva, el viraje
de Perón era demasiado tardío para ser tomado en serio, su gestión estaba demasiado
entreverada con la trayectoria neutralista y antiliberal del régimen del que era el verdadero jefe.
Las políticas laborales de Perón no alteraron esa visión crítica de la resistencia democrática, ya
que la emparentaban con las empresas corporativistas europeas.

A mediados de 1945 la movilización opositora redobló la ofensiva, para imponer la rendición


incondicional de Perón. En junio se sumaron los empresarios, muchos de los que habían
aplaudido las medidas a favor de la industria ahora cuestionaban las concesiones a los
trabajadores y denunciaron a la Secretaría del Trabajo por alentar la agitación social en las
empresas.

Los sindicatos tomaron partido y en julio del mismo año organizaron un gran acto en defensa de
las reformas laborales. Pero el apoyo no fue incondicional a Perón y se mantuvieron expectantes
para aliarse con el bando que resultase ganador.
Perón tomó una decisión estratégica para ganar el fervor popular: proclamó el advenimiento de la
era de las masas, el fin de la dominación burguesa, y convocó a los trabajadores a movilizarse
contra el complot que amenazaba a la Revolución de Junio. Fue así como los trabajadores
pasaron a ser el principal soporte de la fórmula política de Perón.

La movimiento opositor preparó para el 19 de septiembre una Marcha de la Constitución y la


Libertad organizada por la Junta de Coordinación Democrática, 240 mil personas apoyaban la
entrega del poder a la Suprema Corte. El gobierno reaccionó y dio marcha atrás con la
liberalización política: restableció el estado de sitio y la policía ocupó las universidades donde se
encontraban los mayores focos de resistencia. El 9 de octubre la poderosa guarnición de Campo
de Mayo impuso a Perón la renuncia a todos sus cargos y tres días más tarde fue enviado a
prisión a la isla Martín García.

Perón había despertado recelos y críticas por su fulminante asenso en el régimen militar, debido a
los cuestionamientos sobre el manejo de la política exterior, la audacia de las reformas laborales,
el uso de las posiciones oficiales para promover su candidatura y también por la abierta relación
con su amante, la joven actriz Eva Duarte.

El desplazamiento de Perón tuvo corta duración ya que una semana después recuperó el poder
político pero ahora convertido en un líder de masas. Las noticias de su renuncia y posterior
encarcelamiento provocaron descontento en fábricas y barrios obreros, el 16 de octubre los
dirigentes sindicales se reunieron en la Confederación General del Trabajo (CGT) y declararon la
huelga general. En la mañana del día siguiente, columnas de manifestantes comenzaron a fluir
desde los suburbios a la Plaza de Mayo con la consigna de la libertad de Perón.
Los oficiales de Campo de Mayo solicitaron al nuevo responsable político del régimen, el general
Eduardo Ávalos, permiso para reprimir pero fue les fue negado y se les ordeno permanecer en
Campo de Mayo para evitar hechos de violencia, por la tarde Ávalos admitió la derrota e inicio
negociaciones con oficiales cercanos a Perón, quien se encontraba en el Hospital Militar.
Acordaron una capitulación, Ávalos y sus aliados debían renunciar, se nombraría un nuevo
gabinete con hombres de confianza de Perón e este, quedaría fuera del gobierno para preparar
en libertad su candidatura a la presidencia. Con la aparición de Perón en la noche del 17 de
octubre en los balcones de la Casa Rosada nacería el movimiento peronista en la vida política
nacional.

“El 17 de octubre de 1945 constituye una fecha clave para la historia del nacimiento del movimiento
peronista, al producirse la enorme movilización popular que reclama que Perón sea liberado de su
cautiverio. Saludando desde el balcón de la Casa Rosada es aclamado como el líder de los sectores
sumergidos y consagra su futuro al frente del país. Cada 17 de octubre, en la jornada instituida como el
“Día de la Lealtad Popular”, el líder y su pueblo renovaban su pacto y “dialogaban” en la Plaza de Mayo.
Estas escenas pueden corroborarse en los documentos escritos y fílmicos que se conservan de todas
estas conmemoraciones populares, organizadas tradicionalmente por la C.G.T.” (Poderti, A. E. “Perón:
La construcción del mito político 1943-1955”. Memoria Académica. Universidad Nacional de La Plata,
2011).

La Primera Presidencia
El 24 de febrero de 1946 se celebraron las elecciones sin fraude. Fueron dos las fuerzas políticas
que se presentaron a los comicios:
• La oposición: la Unión Democrática (Unión Cívica Radical, Partido Socialista, Partido
Comunista y el Partido Demócrata Progresista) bajo la fórmula José Tamborín y Enrique
Mosca. Su programa de gobierno no fue menos novedoso ni más conservador que el
sostenido por la coalición peronista. Se dirigían a un país en el que la industrialización era
irreversible y respondían al clima ideológico de la posguerra (énfases en la intervención
estatal en la economía y la distribución más igualitaria de la riqueza). Corporizaron en el
triunfo de Perón la consigna “por la libertad contra el nazifascismo”. Tenían la intención de
poner fin a la orientación clerical del régimen militar, agitando la bandera de la enseñanza
laica. Los conservadores se dividen, por un lado están los que apoyan la oposición y por el
otro los que se sumaron a las filas peronistas. Contaban con el apoyo de las clases medias
y altas, estudiantes, profesores, profesionales.
• El peronismo: la fórmula Juan Domingo Perón junto a Hortensio Quijano, contaba con el
apoyo de la Iglesia, de la clase trabajadora y del Ejército. Además contaron con el apoyo
del Partido Laborista, creado por los dirigentes sindicales, y la UCR-Junta Renovadora,
una escisión del radicalismo.

Hubo dos incidentes que marcaron la batalla electoral:


1. El decreto firmado en diciembre por Farrel, invocando instrucciones dejadas por el ex
secretario de Trabajo, que establecían un aumento general de salarios, la extensión de las
vacaciones pagas, el aumento de las indemnizaciones por despido, creaba el sueldo anual
complementario (aguinaldo). Pero, con el argumento de su inconstitucionalidad, los
empresarios se negaron a pagarlo y el 8 de enero las grandes tiendas de la capital y las
industrias periféricas fueron ocupadas por sus empleados. Los empresarios decidieron
cerrar sus negocios paralizando el país por tres días pero finalmente terminaron
accediendo y pagando el primer aguinaldo ese mismo año, tal como Perón había
pergeñado.
2. La intervención del ex embajador Estados Unidos en Buenos Aires, Spruille Braden, en la
campaña electoral. Denunciaba las antiguas conexiones de los círculos militares con el
régimen nazi. Perón aprovechó la oportunidad de la injerencia de Braden, para cerrar con
una apelación nacionalista su convocatoria final al electorado. Luego de recordar que el
presidente Roosevelt había sido acusado de fascista por promover una política similar a la
suya, denunció al ex embajador como el “inspirador, creador, organizador y jefe verdadero
de la Unión Democrática” y concluyó: “sepan quienes votan el 24 la fórmula del
contubernio oligárquico-comunista, que con este acto entregan su voto al señor Braden. La
disyuntiva en esta hora trascendental es ésta: ¡Braden o Perón!”.

El mapa electoral reflejó más que nunca la fractura de la sociedad, en las grandes
concentraciones urbanas el electorado obrero se volcó en masa a favor de Perón mientras que el
voto de la oposición se concentró en las clases medias y altas. En la zona rural los sectores
medios también se inclinaron hacia Perón atraídos por el congelamiento de los arrendamientos y
la promesa de la reforma agraria.

Perón triunfa pero no abrumadoramente y la coalición oficialista cumplió con su objetivo más
inmediato: asegurarse el control del poder por medios constitucionales. La coalición peronista que
fue formada en un lapso breve y a partir de sectores de orígenes muy diversos, una vez
concluidas las elecciones estuvo casi al borde de la desintegración. El conflicto estuvo centrado
en los dirigentes sindicales del Partido Laboralista y los políticos agrupados en la UCR-Junta
Renovadora. El problema fue la distribución del poder en las legislaturas y gobiernos provinciales.
Antes de asumir la presidencia Perón ordenó la disolución de los partidos de la alianza electoral y
llamó a la creación de un nuevo movimiento cohesionado para gobernar con eficacia y unidad.

En 1947 se forma el Partido Peronista. El personalismo fue una consecuencia casi


inevitable de la trayectoria de ese vasto conglomerado político, formado en poco tiempo y
desde fuerzas heterogéneas muy dependientes de Perón. Perón ocupaba esa posición de
conductor político intransferible. Contó con el apoyo de la CGT que se transformó en un
agente de las directivas oficiales del movimiento obrero; las Fuerzas Armadas identificadas
con los principios generales del gobierno de Perón del nacionalismo, la industrialización y
el anticomunismo (Perón apelaría a la satisfacción de sus demandas profesionales, con el
aumento del presupuesto, ampliación y modernización de las Fuerzas Armadas); y la Iglesia que
ayudó a afianzar el nuevo régimen, se vio favorecida por el decreto que implantaba la enseñanza
religiosa en las escuelas emitido en 1944 que fue convertido en ley en 1947, además se aumentó
el presupuesto para las actividades de culto. Hubo una reiterada invocación a la Doctrina
Social de la Iglesia.

Con el respaldo de las Fuerzas Armadas y la Iglesia, y la adhesión de una masa popular
progresivamente encuadrada bajo una conducción centralizada, el nuevo orden tenía un futuro
relativamente seguro. Sin embargo, Juan Domingo Perón se propuso reforzar el régimen
mediante mecanismos de control burocráticos y represivos (supresión de las libertades públicas):
• En 1946, el Congreso inició juicio político a toda la Corte Suprema (llegando a incluir entre
las acusaciones el haber reconocido como legítimos a los gobiernos de facto surgidos de
los golpes militares de 1930 y 1943) que fue finalmente destituida como parte de una purga
generalizada del Poder Judicial.
• Intervino la Universidad, expulsando profesores opositores, las agrupaciones estudiantiles
fueron declaradas fuera de la ley y una nueva legislación suprimió gran parte de las
instituciones de la Reforma de 1918.
• En 1947, se clausuraron los periódicos opositores y se compró el sistema de radio-difusión
nacional por grupos económicos ligados al régimen.
• Expropiación del tradicional diario La Prensa (1951) y su transferencia a la CGT
condujeron prácticamente al monopolio estatal de los medios de comunicación de masas.
La Secretaría de Prensa y Difusión fue utilizada para celebrar las políticas del régimen
peronista.
• Encarceló a opositores de todos los ámbitos, a través de juicios por desacato o los silenció
con el peso de la mayoría oficialista en el Congreso.

Una vez garantizada la legitimidad del peronismo en el plano interno, buscó la reaproximación a
los Estados Unidos, que surgía de la guerra como la potencia hegemónica. A través de las Actas
de Chapultepec, Perón oficializó el reingreso de la Argentina a la comunidad interamericana (bajo
la guía de Estado Unidos, los países del continente se reunieron en México y firmaron un tratado
para prevenir y reprimir la agresión contra cualquiera de ellos). Simultáneamente reanuda las
relaciones con la Unión Soviética (interrumpidas desde 1917), deporta espías nazis y el Estado se
hace cargo de empresas alemanas y japonesas.

Estas iniciativas coexistieron con la proclamación de la Tercera Posición en la política


internacional. En sus formulaciones planteaba el respeto por la autodeterminación de los
Estados nacionales y la aspiración a un orden económico mundial más equitativo. Al
contrario del tercerismo en auge entre los países en proceso de descolonización, la
variante argentina sostuvo que no sería neutral ante la amenaza comunista.

Al finalizar la guerra, Argentina estaba libre de deuda externa, con importantes reservas en
divisas y una gran demanda y altos precios para la exportación de alimentos y una industria en
crecimiento. La política económica de 1946 (Industrialización por Sustitución de
Importaciones) se basó en:
1. La expansión del gasto público donde el Estado tuvo un papel más central en la producción
y en los servicios públicos a través de una política de nacionalizaciones.
2. La distribución más equitativa del ingreso nacional.
3. Paulatino montaje de un régimen de incentivos que premió las actividades orientadas al
mercado interno y desestimuló la producción destinada a la exportación.

Esta combinación de intervencionismo estatal, justicia social y sustitución de


importaciones no fue una experiencia aislada en la América Latina de los años cuarenta. Es
verdad que en la Argentina, caracterizada por un mercado de trabajo sin grandes bolsones
de marginalidad social y por un movimiento sindical muy activo, el sesgo igualitarista fue
más marcado que en otros países del área. Pero el papel protagónico del sector público en
la acumulación de capital y el creciente énfasis en el mercado interno constituyeron, casi
sin excepeciones, el correlato regional al keynesianismo en boga en los países centrales
de Occidente.

La economía peronista no fue el resultado de una estrategia exclusivamente económica. Los


apoyos sociales de Perón condicionaron sus opciones en materia económica. Eligió la
industrialización liviana ya que esta era congruente con la distribución progresiva del ingreso.
El aumento de los salarios nominales (convertido luego en aumento de salarios reales), condujo a
un rápido incremento del consumo popular que impulsó la producción industrial. Las reservas de
fondos externos acumulados durante la guerra permitieron afrontar la nacionalización de los
ferrocarriles, teléfonos, gas, marina mercante y aerolíneas comerciales. La mejora de los precios
de las exportaciones agrícolas en 1945, luego de dos décadas de crisis comercial, facilitó el
financiamiento en divisas de la economía peronista.

La creación del Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI), organismo que
tuvo el monopolio del comercio exterior, proveyó al gobierno de un acceso indirecto a esa fuente
de recursos, comprando los granos a los productores locales a un precio fijado por las
autoridades y los vendía en los mercados internacionales a un precio más alto. Los recursos
movilizados por el IAPI, junto al ahorro forzoso producto de jubilaciones con superávit y una
batería de impuestos directos e indirectos sobre los mayores ingresos, fueron constituyendo la
imagen veraz de un Estado rico y generoso.

La evolución del mercado internacional de posguerra, los acrecidos ingresos fiscales y la


masificación del ahorro institucionalizado fueron las condiciones que permitieron
constituir el Primer Plan Quinquenal de 1947. Esquema basado en el poder de compra del
Estado y en los altos salarios orientados hacia el mercado interno que apenas duró tres
años, suficientes para marcar en la memoria colectiva el perfil duradero de la década
peronista y el comienzo de la movilidad social.
Para los migrantes provenientes del interior, la incorporación al trabajo urbano implicó una
elevación social, ya que ponía a su alcance ocupaciones con salarios superiores a los que
recibían en sus lugares de origen. Los trabajadores de más antigua residencia urbana, con más
recursos y contactos, pudieron subir un escalón más en la pirámide social. Los años peronistas
se caracterizaron por el fuerte crecimiento de los asalariados de cuello y corbata
impulsado por la expansión de la administración pública y las burocracias de las empresas
privadas; además de la movilidad de hijos de familias de obreros que habían podido
insertarse en la enseñanza primaria. Las clases medias experimentaron un aumento en el
aporte de pequeños y medianos propietarios de la industria, los servicios y el comercio,
gracias al desarrollo del mercado interno y del consumo masivo. A pesar de que la
propaganda oficial pusiera el acento oficial en la enseñanza primaria, la matrícula de la
enseñanza secundaria fue la que más aumentó en este periodo.

En forma paralela, el Congreso dio fuerza de ley a los beneficios otorgados por decreto
durante la Revolución de Junio (1943): el aguinaldo anual, la generalización de las
vacaciones pagas, la inclusión de los asalariados de la industria y el comercio en el
sistema jubilatorio, las indemnizaciones por despido y accidentes de trabajo. Estos
mayores niveles de protección laboral cobraron vigencia efectiva en coherencia con la ola de
movimientos reivindicativos que acompañó el ascenso del peronismo al poder. Las medidas de
fuerza sindicales (huelgas) no estuvieron dirigidas contra el gobierno sino contra empresarios que
resistían los cambios.

El gobierno ensanchaba el nivel de vida de los trabajadores (justicia social), mediante


políticas de un incipiente Estado Benefactor: el congelamiento de los alquileres, la fijación
de salarios mínimos, el establecimiento de precios máximos a los artículos de consumo
popular, los créditos y los planes de viviendas, las mejoras en la oferta de salud pública,
los programas de turismo social, la construcción de escuelas y colegios, la organización
del sistema de seguridad social. Esta justicia social (dignidad hasta entonces desconocida
a los valores y prácticas del mundo del trabajo) condujo a una mayor integración
sociopolítica de los trabajadores (“descamisados”).

El vinculo establecido entre Perón y los trabajadores el 17 de octubre resultó ser sólido y
duradero, y se puso a prueba cuando en el futuro el régimen peronista (debido a los problemas
económicos) debió poner freno a las demandas de los trabajadores. La lealtad a Perón se hizo
extensiva a Evita, que después de 1946 emergió del lugar pasivo tradicionalmente
asignado a las esposas de los presidentes. Perón se concentró en las actividades de
gobierno; Evita tomó a su cargo la activación política del movimiento oficial. Cumplió papel
de intermediaria entre el líder y las masas (con una oratoria vibrante y combativa, y
escuchando las demandas obreras). Se ocupó de premiar o castigar disciplinariamente a
los dirigentes sindicales, extendió la justicia social a los sectores más marginales de la
población (subproletariado urbano y sectores populares de las provincias menos
desarrolladas). Creó una red de asistencia social a través de la Fundación Eva Perón,
sostenida con donaciones empresariales, fondos públicos y aportes regulares de los
trabajadores. La participación en la campaña por el derecho al voto femenino, sancionado
en 1947, fue otra de las empresas de Evita.

La Reforma Constitucional de 1949 da validez constitucional a los derechos sociales


estableciendo: derechos laborales, la propiedad estatal sobre los recursos energéticos y la
supresión de la clausula que prohibía la reelección presidencial inmediata.

Una vez aprobada la reforma se inició la campaña para la reelección de Perón en 1951. Aunque
la central sindical proclamó a Evita para el segundo puesto de la fórmula (vetado por los jefes
militares). En las elecciones de noviembre de 1951 la fórmula sería Juan Domingo Perón, con
Hortensio Quijano de vicepresidente, la cual ganaría con gran diferencia a los candidatos
radicales (Ricardo Balbín y Arturo Frondizi). El peronismo hizo gran diferencia con el voto
femenino que superó al voto peronista masculino en todos los distritos; donde además se
sumaron los residentes de los nuevos territorios nacionales que por primera vez participaron en
las elecciones de presidente y vice, logrando captar una porción mayoritaria de los nuevos
electores. En las áreas urbanas de la Argentina moderna el peronismo emergió de los comicios
como la expresión política de las clases trabajadoras.

La Segunda Presidencia
En 1952, el Congreso convirtió por medio de una ley la doctrina peronista (el justicialismo) en
doctrina nacional, cuya matriz ideológica es definida por Carlos Altamirano: “esta nueva filosofía
de vida, simple, práctica, popular y fundamentalmente cristiana y humanista”, tenía “por finalidad
suprema la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación mediante la Justicia Social, la
Independencia Económica y la Soberanía Política, armonizando los valores espirituales y los
derechos del individuo con los derechos de la sociedad”. La consagración del peronismo como
único movimiento nacional eliminó todo vestigio de pluralismo en la vida política, las otras
expresiones partidarias fueron relegadas a una existencia casi clandestina, la afiliación al partido
oficial pasó a ser requisito para el desempeño de cargos administrativos, las imágenes de Perón y
Evita se multiplicaron en los libros de lectura de la escuela primaria y en el espacio público.

La presión unificadora venía acompañada de una tentativa fundacional, donde el advenimiento


del peronismo era el acontecimiento desencadenante de un recomienzo de la historia. No había
lugar para el conflicto y todo debía ser la expresión de paz social. En el terreno cultural, el
peronismo puso especial cuidado en que las manifestaciones disidentes fueran políticamente
inaudibles.

Para crear un orden capaz de neutralizar los conflictos de la lucha de clases se utilizó como
instrumento la “Comunidad Organizada” (de cuño corporativista), donde los grupos de interés
previamente organizados (la CGT, la Confederación General Económica, la Confederación
General de Profesionales, la Confederación General Universitaria y la Unión de Estudiantes
Secundarios), pudiesen dirimir sus diferencias con la supervisión del Estado. Además se
incorporó a la doctrina justicialista en la escuela militar, lo que generó malestar en los cuerpos
medios del ejército compartido con la intolerancia de las clases medias más antiguas y
establecidas hacia los cambios sociales y políticos en curso. Ese rechazo hizo del antiperonismo
una reacción política, social y cultural, que sirvió de fermento a la gestación de un movimiento de
desobediencia civil por fuera de los partidos opositores. La oposición política también crecía
(Partidos Comunista, Partido Socialista, Unión Cívica Radical).

Al tiempo que el país se deslizaba hacia la polarización política y social, el 26 de julio de


1952 muere Evita, a los 33 años, víctima del cáncer. Con ella desaparecía quien
representaba lo que el movimiento peronista significaba para los sectores populares y a la
vez la más aborrecida por sus adversarios. Para entonces buena parte de los hombres que
rodearon a Perón en los comienzos de su gestión ya no estaban a su lado (víctimas de celos
políticos e intrigas palaciegas). Esos altos cargos burocráticos fueron ocupados por figuras de
menor brillo, quienes fueron en gran medida responsables de los excesos autoritarios y
escándalos que caracterizaron este tramo del régimen peronista. Tal fue el caso en 1953 de Juan
Duarte, hermano de Evita y secretario privado de Perón, que fue acusado de corrupción. Luego
de que el gobierno ordenara una investigación a fondo, Duarte fue encontrado muerto provocando
un escándalo público. La CGT organizó una concentración popular de apoyo a Perón donde
comandos antiperonistas hicieron estallar dos bombas y hubo siete muertos y casi un centenar de
heridos. La policía arrestó a casi cuatro mil opositores, aunque meses más tarde fueron liberados
tras firmar una ley de amnistía.

Las nuevas prioridades del programa económico eran obtener capitales y contar con
asistencia técnica para impulsar la modernización industrial con la ayuda de Estados
Unidos para apalear el fin de la bonanza del comercio exterior. Esto trajo aparejado un
relativo eclipse de la Tercera Posición y una cooperación más estrecha con los Estados
Unidos en la arena internacional.

El gobierno especuló con el estallido de una Tercera Guerra Mundial, que sostuviera en alza la
demanda de los productos del campo argentino (pero la guerra de Corea de 1950 quedó
confinada al Extremo Oriente); además de apostar por la participación en el Plan Marshall (1947)
para la reconstrucción de Europa, pero Estados Unidos le adjudicó una cuota mínima en el
abastecimiento de alimentos.

En este marco estalló la crisis del sector externo, que se trasladó a la actividad industrial nacional,
por la dificultad para importar maquinarias y equipos, e impulsó un crecimiento de la inflación. Las
medidas tomadas fue recortar las importaciones, racionar el crédito y reducir los compromisos
fiscales. Una de las consecuencias de la crisis económica fue la sucesión de conflictos entre 1949
y 1951 en las actividades más afectadas por la disminución de subsidios públicos. Esta vez el
gobierno reprimió deteniendo a sus promotores e interviniendo a los sindicatos involucrados. En
el contexto de este endurecimiento del clima social, el pico de la crisis se alcanzó en 1951-1952,
cuando el déficit del sector externo fue potenciado por las secuelas de dos sequías sucesivas.

El gobierno decidió una nueva estrategia económica, que involucró la revisión de sus
prioridades: la estabilidad sobre la expansión, la agricultura por sobre la industria, la
iniciativa privada y el capital extranjero por sobre el crecimiento del sector público.
Descartada la devaluación (para no aumentar los precios del mercado interno), el equilibrio
externo fue buscado recortando todavía más las importaciones. Para combatir la inflación,
el mensaje oficial fue de austeridad luego del gran aumento del consumo de los primeros
años. Se tomaron medidas con políticas de restricciones fiscales y monetarias, logrando
así reducir la inflación y comenzando a crecer la economía nuevamente. Se ajustaron los
precios y salarios por decreto, congelados durante dos años, suspendiendo las
negociaciones colectivas por el mismo lapso de tiempo (reanudadas recién en 1954). La
apertura al extranjero y la reorientación de la economía a favor del campo, atrajeron a
Perón simpatías de los empresarios.

A fines de 1952 fue dado a conocer el Segundo Plan Quinquenal. Se decidió devolver al
sector rural parte de la rentabilidad perdida, agregando la decisión de corregir la excesiva
dependencia de la industria (productora de bienes de consumo y de insumos importados).
Se comenzó una nueva fase de sustitución de importaciones por medio de la producción de
maquinarias e insumos industriales, sobre todo combustibles. Al no contar con los recursos
suficientes para profundizar la industrialización y aliviar el peso de las importaciones, fue
necesario el llamado a capitales extranjeros (norteamericanos y europeos) para
producción de tractores, camiones y automóviles. La nueva reorientación del IAPI a favor del
campo y la apertura al capital extranjero, trajeron hacia Perón las simpatías del mundo de los
negocios que veían una rectificación de la política de desarrollo.

Pero el conflicto surgió tras la negociación de un contrato con la Standard Oil de California para
explorar y explotar los yacimientos de petróleo del sur del país. La justificación oficial puso el
acento en la creciente demanda de combustible y en la incapacidad de la empresa estatal YPF
para afrontar las inversiones necesarias. El Congreso rechazó la ley para ratificar el contrato, ya
que rozaba la clausula nacionalista de la Constitución de 1949. La oposición radical impugnó el
contrato con un discurso antiimperialista, denunciando la enajenación de la soberanía sobre los
recursos nacionales. Tampoco fue defendido por el bloque oficialista, ya que comprometía el
principio justicialista de independencia económica. Perón no insistiría en la iniciativa y tampoco
apelaría a su liderazo para forzar un desenlace más acorde con el nuevo rumbo económico,
consciente quizá de que había franqueado el límite de tolerancia ideológica de sus partidarios.

Luego d e la dura prueba de 1952 y del mejoramiento de la situación económica, el gobierno pudo
frontr las elecciones legislativas de 1954 con éxito, logrando el voto favorable de dos tercios del
electorado. La solidez de las mayorías electorales del oficialismo, sumado a su mejor imagen en
los medios empresarios y la normalización de las relaciones con los Estados Unidos confirmaron
a los sectores opositores en su alineación política.

Sin embargo, un conflicto estallo al interior del régimen cuando Perón se enfrentó con la
Iglesia y al hacerlo dividió sus apoyos en las Fuerzas Armadas y se puso en marcha la
conspiración militar. En noviembre de 1954, Perón acuso a “ciertos sacerdotes” de
actividades antiperonistas. La afrenta mayor fue el intento de convertir al justicialismo ya
no sólo en la doctrina oficial del Estado sino a la vez en la expresión del verdadero
cristianismo. Desde las esferas oficiales, comenzó a delinearse el mensaje de un “cristianismo
peronista”, independizado de la tradición católica y con frecuencia en contra de ella. Esto fue
acompañado por la práctica de los líderes peronistas dando credenciales de buen o mal cristiano
y la devoción popular que rodeó a la figura de Evita después de su muerte fue transformada en
una liturgia religiosa paralela. La Iglesia vio al peronismo como una competencia y comenzó a
alejarse. Perón suprimió todos los derechos y privilegios otorgados a la Iglesia: se eliminó la
enseñanza religiosa en las escuelas y los subsidios a la enseñanza privada, se aprobó una ley del
divorcio, se autorizó la reapertura de prostíbulos, se prohibieron las procesiones religiosas. Al
comienzo de 1955, se anunció una futura reforma de la Constitución para decidir la separación
entre la Iglesia y el Estado.

Frente a estos ataques al catolicismo, la oposición política y clerical celebró una multitudinaria
procesión de Corpus Christi en junio de 1955. Católicos, socialistas y comunistas marcharon en el
centro de Buenos Aires al grito de ¡Viva Cristo rey!. A esta protesta civil, le siguió el 16 de junio de
1955 un atentado contra la vida de Perón, donde la Marina y la Fuerza Aérea bombardearon la
Casa de Gobierno y sus alrededores. Advertido a tiempo, Perón encontró un refugio seguro y
salió ileso, aunque el atentado contó con 300 muertes y 600 heridos. En respuesta, fuerzas de
choque peronistas quemaron iglesias. Perón trató de llegar a una conciliación que no tuvo éxito.

El 31 de agosto de 1955, en una carta dirigida al Partido Peronista y la CGT, Perón comunicó su
decisión de abandonar el gobierno para garantizar la pacificación. El 17 de octubre, ante una
nueva manifestación de apoyo en la Plaza de Mayo, Perón retira su renuncia y proclamó a
la muchedumbre el discurso más violento de toda su carrera. Comenzó diciendo que había
ofrecido la paz a sus adversarios, pero que éstos no la querían, y concluyó: “a la violencia
le hemos de responder con una violencia mayor, cuando uno de los nuestros caiga caerán
cinco de ellos. Hoy comienza para todos nosotros una vigilia en armas”. Esta inesperada
declaración de guerra no tuvo consecuencias entre sus partidarios, pero terminó por convencer a
muchos militares indecisos sobre qué hacer.

El 16 de setiembre de 1955 se produjo finalmente el alzamiento militar. Luego de cinco


días, durante los cuales las fuerzas leales a Perón no mostraron voluntad de luchar, las
tropas rebeldes se impusieron. Perón buscó asilo en la embajada de Paraguay, dando
comienzo a un largo exilio. El 23 de setiembre asumía el general Eduardo Lonardi como
nuevo presidente, dándose el fin de la década peronista. En el futuro, peronistas y
antiperonistas prolongarían sus conflictos, confrontándose en torno de versiones
opuestas de la experiencia histórica que acababa de concluir.

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