Dios Otorga Talentos Esperando Que Sean Multiplicados

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DIOS OTORGA TALENTOS ESPERANDO QUE SEAN

MULTIPLICADOS

Cristo comienza diciendo: “Porque el reino de los cielos es como


un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó
sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a
cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos”
(Mateo 25:14-15).
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Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y
les entregó sus bienes. 15 A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno
conforme a su capacidad; y luego se fue lejos.

¿Qué representan los talentos? El amo ha confiado aquí sus


bienes, su hacienda, al cuidado de los siervos.
Los talentos eran una gran suma de dinero, cada uno
equivalente a alrededor de 1.5 millones de dólares según los
valores actuales, es decir, una gran parte de toda la hacienda.
En el caso de un obrero, esto correspondía al salario de unos 50
años de trabajo. Cada siervo tenía la capacidad necesaria para
manejar la suma que le había sido entregada, y se esperaba que
produjera ganancias razonables.
La idea era que se pusieran a trabajar inmediatamente.
El amo entonces se fue, esperando que sus siervos produjeran
un incremento o ganancia de lo que les había confiado.
Espiritualmente podríamos comparar esto con los dones
espirituales dados por Dios a sus discípulos, que deben ser
usados junto con los talentos naturales que tenemos.
Dios nos confía su Espíritu Santo y espera que produzcamos el
fruto del Espíritu y asumamos la naturaleza divina mientras
crecemos en la gracia y el conocimiento de Jesucristo, sirviendo
a Dios y atendiendo las necesidades de los demás. Esto se hace a
lo largo de muchos años.
“Y el que había recibido los cinco talentos fue y negoció con
ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había
recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido
uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor”
(Mateo 25:16-18).
Los dos primeros siervos duplicaron lo que se les dio.
Eran diligentes y se pusieron a trabajar de inmediato para
complacer a su amo.
Se sentían motivados por la magnitud de la tarea encomendada,
sabiendo que tanto el éxito como el fracaso dependían de ellos.
Además, los motivaba el respeto a su amo y el profundo amor
por él y por lo que deseaba hacer con su riqueza: que produjera.
El tercer siervo, sin embargo, adoptó un enfoque diferente: fue y
enterró el dinero en la tierra.
Esto mantuvo el dinero a salvo, pero impidió cualquier
incremento.
Él mostró cierto respeto por la parte de la herencia de su amo,
pero no el respeto apropiado porque no la utilizó como su amo
quería que se hiciera.
No comprendió la naturaleza y el carácter del amo, que deseaba
un aumento, y tampoco cumplió sus instrucciones.

UNA LLAMADA DE ATENCIÓN


“Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y
arregló cuentas con ellos.
Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco
talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí
tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.
Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido
fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo:
Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros
dos talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y
fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el
gozo de tu señor” (Mateo 25:19-23).

Los dos que invirtieron e incrementaron lo que su señor les


había confiado comprendían su carácter.
No solo se sintieron motivados a ser fieles con lo que se les
entregó, sino que sabían que el amo deseaba ver un aumento
productivo de su patrimonio.
Cuanta más riqueza, más hay para compartir y mejor para la
comunidad.
La riqueza creciente se extiende y beneficia a los demás ya que
pueden participar del aumento productivo de los bienes y
servicios.
Estos dos siervos comprendieron el deseo básico del amo de que
muchos otros se beneficiaran del fruto de su trabajo.
stos dos siervos comprendieron lo que estaban llamados a hacer
y trabajaron con reverente temor y amor hacia su amo,
comprometiéndose a complacerlo.
Esto contrasta con el tercer siervo. “Pero llegando también el
que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres
hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde
no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento
en la tierra; ahí tienes lo que es tuyo” (Mateo 25:24-25).
Este tercer siervo no entendía ni apreciaba el carácter de su
amo. Su excusa fue que temía lo que, según él, era la dureza de
su amo al esperar más de lo que le había entregado, lo que
motivó al hombre a aferrarse a lo que tenía. Pero se trataba de
una gran cantidad de dinero. Al enterrar el talento en la tierra
estaba protegiendo su parte, aunque quizá ni siquiera con
mucho cuidado, pero no lo estaba cultivando ni le hacía ningún
bien a nadie. A pesar de que pudo desenterrarlo y devolverlo en
el momento de rendir cuentas, había habido sin embargo una
pérdida considerable debido al tiempo transcurrido.
Lo que no hizo fue amar y apreciar a su amo y el trabajo que este
esperaba de él: que invirtiera lo que se le había dado. Sus
palabras delatan una visión distante y distorsionada de su amo.
Este siervo no podía “entrar en el gozo” de su señor porque no
había alegría en su vida, ni afán de complacer a su amo.
La respuesta del amo debería advertirnos: “Respondiendo su
señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde
no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías
haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera
recibido lo que es mío con los intereses.
“Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.
Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no
tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadlo
en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”
(Mateo 21:29-30).

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porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu
Santo.

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