Thich Nhat Hanh - Ser Paz - El Corazón de La comprensión-ePubLibre (1990)
Thich Nhat Hanh - Ser Paz - El Corazón de La comprensión-ePubLibre (1990)
Thich Nhat Hanh - Ser Paz - El Corazón de La comprensión-ePubLibre (1990)
Thich Nhat Hanh es un incansable trabajador por la paz. Poeta, maestro zen
y presidente de la Delegación Vietnamita por la paz durante la guerra, fue
nominado por el doctor Martin Luther King Jr. para el Premio Nobel de la
Paz. Thomas Merton lo describió como «más hermano mío que muchos
otros mis cercanos a mí en raza y nacionalidad, porque él y yo vemos las
cosas de la misma manera».
Escritor prolijo, todos sus trabajos reflejan que su amorosa entrega a la
misión pacificadora que ha abrazado es tal, que de hecho lo ha convertido
en la misión misma.
Ser paz y El corazón de la comprensión aparecieron como dos ediciones
en inglés. Aquí reunimos los dos trabajos en un solo volumen porque ambos
constituyen una fundamental contribución a la toma de conciencia de la
importancia de la paz. Los dos trabajos, uno surgido de la pluma de un
hombre del mundo de hoy, el otro, las reflexiones de este hombre respecto a
un texto milenario y no por ello menos vigente, ambos igualmente válidos
en todo momento, iluminan el camino a la comprensión de que la paz no es
un concepto independiente del hombre y del mundo de hoy, sino un
elemento que debe existir en la constitución misma de todo ser humano. Las
palabras de Nhat Hanh son como semillas que germinan y enraízan en el
corazón de cada uno de nosotros, desde donde debe brotar la verdadera paz,
aquella que ha de liberarnos.
Ser Paz
Prefacio a la edición en inglés
***
Arnold Kotler
Berkeley, California
Enero de 1987
«Si estamos en paz, si somos felices,
podemos florecer,
y todos en nuestra familia,
en toda la sociedad,
se beneficiarán de nuestra paz».
Capítulo 1
Sufrir no es suficiente
***
***
***
***
Hace dos mil quinientos años hubo una persona que practicaba de tal
manera que alcanzara la perfección de su comprensión y amor, y todos
reconocían su esfuerzo. Su nombre fue Siddharta. Desde su infancia,
Siddharta comenzó a pensar que la vida ofrecía mucho sufrimiento, que las
personas no se amaban bastante, que no se comprendían lo suficiente. Por
ello, abandonó su hogar para dirigirse a un bosque donde practicar la
meditación, la respiración y la sonrisa. Se convirtió en monje y trató de
practicar para desarrollar su despertar, su comprensión y su amor a los
niveles más elevados. Practicó la meditación sentado y caminando durante
varios años con cinco amigos que, a su vez, eran monjes. Aunque se trataba
de personas inteligentes, cometieron errores. Por ejemplo, todos los días
comían sólo una fruta; un mango, una guayaba o un carambolo. A veces, la
gente exagera y dice que Siddharta sólo comía una semilla de ajonjolí al
día, mas yo visité el bosque de la India donde él practicaba y pude
comprobar que esta aseveración es ridícula, porque allí no hay ajonjolí.
También vi el río Anoma, donde se bañó varias veces, y el Árbol Bodhi
donde se sentó y alcanzó la budeidad. El Árbol Bodhi que vi no es el
mismo, sino un descendiente del original.
Un día, Siddharta estaba tan débil que no pudo practicar y, como era un
hombre inteligente, decidió acudir a un poblado cercano para obtener
alimento: plátanos, panecillos o cualquier cosa. Pero, tan pronto como dio
cuatro o cinco pasos, tropezó y perdió el sentido; se desmayó porque estaba
muy hambriento. Estuvo en peligro de morir, pero una lechera que llevaba
leche al poblado lo vio y se acercó. Descubrió que seguía vivo, respirando,
aunque estaba muy débil, así que tomó una vasija y vertió un poco de leche
en su boca. Siddharta bebió toda la leche y se sintió mucho mejor, por lo
que pudo sentarse con lentitud. Parecía muy hermoso, pues era un joven
muy, muy guapo. Hoy, la gente hace estatuas de él que no son atractivas; en
ocasiones parecen incluso enojadas porque sus labios no sonríen. Pero era
un hombre hermoso, y la lechera creyó que era el dios de la montaña. Así
que se arrodilló y estuvo a punto de adorarlo, mas Siddharta alargó una
mano para impedírselo y le dijo algo. ¿Qué creen que le dijo?
Dijo: «Por favor, dame otra vasija de leche». Comprobó que la leche
hacía cosas maravillosas y supo que si el cuerpo tenía suficiente fuerza
podría tener éxito en la meditación. La joven estaba tan feliz, que sirvió otra
vasija de leche. Después lo interrogó y él respondió que era un monje que
trataba de meditar para desarrollar su compasión y comprensión a un nivel
superior, de tal forma que pudiera ayudar a otras personas. Ella preguntó si
podía hacer algo para ayudarle, y Siddharta repuso: «Todos los días, al
mediodía, ¿podrías darme un tazón de arroz? Eso me serviría de mucho».
Así que, a partir de entonces, ella le servía arroz envuelto en hojas de
plátano y, a veces, también le daba leche.
Los otros cinco monjes que practicaban con Siddharta lo despreciaron y
consideraron indigno. «Vayamos a practicar a otro sitio. Él bebe leche y
come arroz. No es perseverante». Pero Siddharta actuó bien; meditaba todo
el día y desarrolló su introspección, su comprensión y compasión con gran
rapidez, al tiempo que recuperaba la salud.
Un día, después de nadar en el río Anoma, tuvo la impresión de que
sólo necesitaba sentarse una vez más para lograr la iluminación absoluta,
para convertirse en un iluminado. Cuando estaba a punto de hacerlo,
practicando la meditación en movimiento, un boyero se aproximó. En la
India, hace 2500 años, los bueyes tiraban del arado y el trabajo del boyero
era vigilarlos, bañarlos, cuidarlos y cortar hierba para alimentarlos.
Al aproximarse el chico, vio que Siddharta caminaba con tranquilidad y
le agradó de inmediato. A veces vemos una persona que nos agrada mucho,
aunque no sepamos por qué. El joven quiso decirle algo, pero era muy
tímido, así que se acercó a Siddharta tres o cuatro veces antes de hablar:
«Caballero, usted me agrada mucho», Siddharta lo miró y repuso: «Tú
también me agradas».
Estimulado por su respuesta, el boyero agregó: «Quisiera darle algo,
pero nada tengo que pueda ofrecerle». Y Siddharta dijo: «Tienes algo que
necesito. Esa hermosa hierba verde que acabas de cortar. Si quieres, podrías
darme algo de hierba». El chico estaba muy contento de poder obsequiarle
algo, y Siddharta se lo agradeció mucho. Después que se marchara el
boyero, Siddharta extendió la hierba en una especie de colchón para
sentarse.
Al hacerlo, pronunció un firme juramento: «Hasta que alcance la
verdadera iluminación, no volveré a pararme». Con esta férrea
determinación, meditó toda la noche y cuando apareció la estrella matutina
en el firmamento, alcanzó la condición de persona iluminada, de Buda, con
la más elevada capacidad para comprender y amar.
***
***
Después de dos semanas, el Buda comprendió que tenía que abandonar
su sitio bajo el Árbol Bodhi y compartir su comprensión y compasión con
los demás. Dijo a la lechera y al boyero: «Lo lamento, pero tengo que
marcharme. Somos muy felices juntos, pero tengo que partir para trabajar
con los adultos».
Se preguntó con quién podría compartir su comprensión y compasión, y
pensó en los cinco amigos que practicaran con él. Caminó durante todo un
día para hallarlos, y cuando los encontró en su campamento, ellos acababan
de terminar su sesión de meditación de esa tarde. Meditaban con mucha
frecuencia. Para entonces estaban muy delgados, como pueden imaginar.
Uno de ellos vio que Buda se acercaba y dijo a los otros: «No se levanten
cuando llegue. No vayan a la entrada a recibirlo. No vayan a buscar agua
para que se lave los pies y las manos. No fue perseverante; comió arroz y
tomó leche». Pero cuando llegó, estaba tan atractivo y lleno de paz que no
pudieron evitar ofrecerle agua para lavarse pies y manos, y un sitio especial
donde sentarse. El Buda les dijo: «Amigos, he hallado el camino para
desarrollar la comprensión y el amor. Por favor, siéntense, les ensenaré». Al
principio no le creyeron y contestaron: «Siddharta, mientras nosotros
practicábamos juntos, tú te diste por vencido. Bebiste leche y comiste arroz.
¿Cómo es posible que te hayas convertido en un ser iluminado?» El Buda
contestó: «Amigos, ¿alguna vez he mentido?» En realidad, jamás lo había
hecho, y los cinco amigos recordaron esto. «Nunca he mentido, y no lo haré
ahora. Soy ya una persona iluminada y seré su maestro. Siéntense y
escuchen». Y los cinco tomaron asiento y escucharon al Buda. Él ofreció su
primer seminario sobre el Dharma para adultos. Si desean leer sus palabras,
podrán encontrarlas en un maravilloso sutra que explica las doctrinas
básicas del budismo: el sufrimiento, las causas del sufrimiento, la
eliminación del sufrimiento y la forma de hacerlo.
He leído muchos relatos sobre la vida del Buda, y lo considero una
persona como cualquier otra. A veces los artistas dibujan un Buda que es
imposible de equiparar con un ser humano. De hecho, es un hombre. He
visto muchas estatuas de Buda, pero no hay muchas que sean realmente
hermosas y sencillas. Si alguna vez quieres dibujar un Buda, por favor
siéntate y respira durante cinco o diez minutos, sonriente, antes de tomar un
lápiz para dibujarlo. Luego traza un Buda sencillo, hermoso aunque simple,
con una sonrisa. Si es posible, dibuja a algunos niños sentados con él. Buda
es joven, no muy severo ni solemne, y tiene una leve sonrisa en el rostro.
Tenemos que hacerlo así porque, cuando miremos al Buda, él debe
agradarnos tanto como al boyero y la lechera.
***
Me confío a la tierra,
La tierra se confía a mí.
Me confío al Buda,
El Buda se confía a mí.
***
***
Aunque no enseñe, su ser nos es muy útil para despertar, porque forma
parte del dharmakaya. El dharmakaya no se expresa sólo en palabras o
sonidos; puede manifestarse con sólo ser. A veces, al no hacer algo,
ayudamos más que haciendo muchas cosas; esto se denomina la no acción.
Es como la persona serena que viaja en una pequeña barca en medio de una
tormenta; ese individuo no tiene que hacer mucho, sólo limitarse a ser él o
ella mismo, y así la situación cambiará. Esto también es un aspecto del
dharmakaya: no hablar, no enseñar, sólo ser.
Lo anterior se aplica no sólo a los humanos, sino a todas las especies.
Observa los árboles de tu jardín; un roble es un roble, eso es todo lo que
debe hacer. Si un roble es menos que un roble, entonces todos tendremos
problemas. Por tanto, el roble predica el dharma. Sin hacer algo, sin servir
en la Escuela de Jóvenes para el Servicio Social, sin predicar, ni siquiera
sentarse a meditar, el roble es muy útil con sólo estar allí. Cada vez que
veamos al roble tendremos confianza; durante el verano, nos sentamos a su
sombra para refrescarnos y relajarnos. Sabemos que si el roble no se
encontrara allí, y todos los árboles desaparecieran, no tendríamos aire puro
para respirar.
También sabemos que en nuestras vidas anteriores fuimos árboles.
Quizá también éramos robles. Ésta no sólo es una concepción budista; tiene
fundamentos científicos. La especie humana es muy joven; aparecimos en
la tierra hace poco tiempo. Antes que eso ocurriera, fuimos roca, gas,
minerales, y luego nos volvimos seres unicelulares. Fuimos plantas, árboles
y ahora nos convertimos en humanos. Tenemos que recordar nuestras
existencias anteriores, lo cual no es tarea difícil. Sólo necesitamos
sentarnos, respirar y mirar, y veremos nuestras existencias pasadas. Cuando
gritamos a un roble, éste no se ofende; cuando lo alabamos, no se envanece.
Podemos aprender el dharma de las enseñanzas de un roble; por tanto, el
roble es parte de nuestro dharmakaya. Podemos aprender de todo lo que nos
rodea, de lo que se halla en nuestro interior. Aun cuando no estemos en un
centro de meditación, podemos practicar en el hogar, porque el dharma está
presente en nuestro entorno. Todo predica el dharma; cada piedrecilla, cada
hoja, cada flor predica el Saddharma Pundarika Sutra.
***
La sanga es la comunidad que vive en armonía y conciencia. Sangakaya
es un nuevo vocablo sánscrito. También la sanga requiere de un cuerpo.
Cuando estamos con la familia y practicamos a sonreír, respirar, reconocer
el cuerpo de Buda en nuestros hijos y en nosotros mismos, entonces la
familia se convierte en una sanga. Si tienes una campana en casa, ésta
forma parte del sangakaya, porque la campana sirve para la práctica. Si
tienes un cojín, éste también se vuelve parte del sangakaya. Muchas cosas
nos ayudan a practicar: el aire, para respirar. Si hay un parque o río cerca de
tu casa, considérate muy afortunado, porque puedes disfrutar de la
meditación caminando. Tienes que descubrir tu sangakaya invitando a un
amigo a que practique contigo en sesiones de meditación con té, sentándose
a meditar en grupo, y participar en la meditación caminando. Todos estos
esfuerzos sirven para establecer el sangakaya en tu hogar; la práctica se
facilita si cuentas con un sangakaya.
Siddharta, el futuro Buda, comenzó a tomar leche mientras practicaba
con otras personas, y los cinco monjes que le acompañaban se marcharon.
Por ello, hizo del árbol Bodhi su sangakaya; convirtió al boyero, la lechera,
el río, los árboles y pájaros que le rodeaban en su sangakaya. En Vietnam
hay quienes viven en campos de reeducación; no cuentan con una sanga; no
tienen un centro Zen, pero practican. Tienen que considerar todas las cosas
como parte de su sangakaya. Conozco a varias personas que practicaron la
meditación caminando dentro de sus celdas; me contaron esto al salir del
campo. Así pues, mientras seamos afortunados, cuando todavía podamos
encontrar muchos elementos que establecen nuestro sangakaya, debemos
hacerlo. Un amigo, nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestra casa, los
árboles del jardín, todo esto puede ser parte del sangakaya.
La práctica del budismo, la práctica de la meditación, exigen que
permanezcamos serenos y felices, que comprendamos y amemos. De esta
manera trabajamos por la paz y la felicidad de nuestra familia y la sociedad.
Si observamos con detenimiento, veremos que las tres joyas son, de hecho,
una misma. En cada una de ellas aparecen las otras dos. En el Buda se
encuentra la budeidad y también el cuerpo búdico. En el Buda está el
cuerpo del dharma, porque sin éste no habríamos alcanzado el estado de
Buda. En el Buda también está el cuerpo de la sanga, porque desayunamos
con el árbol Bodhi, con los otros árboles, las aves y el ambiente. En un
centro de meditación tenemos un cuerpo de la sanga, un sangakaya, porque
allí se practica el camino para la comprensión y la compasión. Por tanto, el
cuerpo del dharma, el camino, la enseñanza, está presente. Sin embargo, la
enseñanza no será real sin la vida y el cuerpo de cada uno de nosotros. Así
que el Budakaya también está presente. Si Buda y dharma no están aquí,
esto no es una sanga. Sin ti, el Buda no es real, sino sólo una idea.
Sin ti, el dharma no puede practicarse; es necesario que alguien lo
practique. Sin cada uno de ustedes, la sanga no puede existir. Por eso,
cuando decimos: «Me refugio en el Buda», también escuchamos: «El Buda
se refugia en mí». «Me refugio en el dharma. El dharma se refugia en mí.
Me refugio en la sanga. La sanga se refugia en mí».
Capítulo 3
Sentimientos y percepciones
***
***
El Buda dijo que esto es así, porque aquello es como es. ¿Lo ves?
Porque tú sonríes, yo soy feliz. Esto es así, por tanto aquello es como es. Y
aquello es como es porque esto es así. Esto se llama coprocedencia
dependiente.
Supongamos que somos amigos (de hecho, espero que lo seamos). Mi
bienestar y felicidad dependen en mucho de ti, y tu bienestar y felicidad
dependen de mí. Yo soy responsable de ti y tú lo eres de mí. Sufrirás por
cualquier mal que yo haga, y lo mismo me sucederá cuando actúes así. Por
tanto, para poder hacerme cargo de ti, es necesario que me haga cargo de mí
mismo.
En el Canon Pali hay un relato sobre un padre y una hija que actuaban
en un circo. El padre se ponía una larga vara de bambú en la frente, y la hija
subía en ella. Al hacer esto, la gente les daba dinero para comprar arroz y
curry. Un día, el padre dijo a la hija: «Hija mía, tenemos que cuidar uno del
otro. Tienes que atender a tu padre y yo haré lo mismo por ti, para estar
protegidos. Nuestra actuación es muy peligrosa». Si ella caía, no podrían
ganarse el sustento. Si la joven caía al suelo y se rompía una pierna, no
tendrían alimento alguno. «Hija mía, debemos cuidar uno del otro para
seguir ganándonos el sustento».
La hija era muy sabia; repuso: «Padre, debes decirlo así: "Cada uno de
nosotros debe cuidar de sí mismo, para que podamos ganarnos el sustento".
Como durante la actuación cuidas de ti, sólo cuidas de ti. Eres muy estable,
muy alerta; eso me servirá. Y si cuando suba cuido de mí, subiré con
cuidado y no permitiré que algo malo me suceda. Es así como debes
decirlo, padre. Cuida bien de ti, y yo cuidaré de mí. De esa forma podremos
ganarnos el sustento». El Buda declaró que la hija tenía razón.
Así que somos amigos y nuestra felicidad depende del otro. Según esta
enseñanza, debo cuidar de mí y tú tienes que hacer lo propio. De esa forma
nos ayudamos mutuamente; y ésta es la percepción más correcta. Si me
limito a decir: «No hagas esto, tienes que hacer lo otro» y no cuido de mí,
podré cometer muchos errores y eso de nada servirá. Tengo que cuidar de
mí, sabiendo que soy responsable de tu felicidad, y si tú haces lo mismo,
todo saldrá bien. Esto es lo que enseñaba el Buda acerca de la percepción,
fundamentado en el principio de la coprocedencia dependiente. ¡Es fácil
aprender budismo!
El Buda tenía una manera muy especial de ayudarnos a entender el
objeto de nuestra percepción. Dijo que para comprender, es necesario ser
uno con aquello que queremos comprender. Ésta es una solución
practicable. Hace cerca de quince años, ayudaba a un comité para huérfanos
víctimas de la guerra de Vietnam. Desde mi país enviaban solicitudes: una
hoja de papel con una fotografía del niño adherida en una esquina, y la
información pertinente como nombre, edad y condiciones de vida. Nuestro
trabajo era traducir los datos al francés, inglés, holandés o alemán para
encontrar un patrocinador de modo que el niño tuviera comida para
alimentarse, libros para asistir a la escuela y fuera recibido por la familia de
una tía o un tío, o algún abuelo.
Todos los días ayudaba a traducir 30 solicitudes al francés. Lo hacía
mirando la foto del niño; no leía la solicitud, sólo tomaba un momento para
estudiar la fotografía. Después de 30 o 40 segundos, me volvía uno con el
niño; no sé cómo o por qué, pero siempre fue así. Luego tomaba una pluma
y traducía las palabras de la solicitud en otra hoja. Después me daba cuenta
de que no había sido yo quien tradujo la información, sino el niño y yo,
pues éramos uno. Al mirar su rostro, me sentía motivado y me convertía en
el niño y él en mí, y juntos realizábamos la traducción; es algo muy natural.
No es necesario practicar mucho con la meditación para lograr esto. Sólo
tienes que mirar, dejarte ser y luego perderte en el niño, y dejar que éste se
pierda en ti. Lo anterior es un ejemplo que ilustra el sendero de la
percepción recomendado por Buda. Con objeto de comprender algo, es
necesario ser uno con ese algo.
En francés, la palabra comprendre significa comprender, saber,
entender. Com es ser uno, estar unidos, y prendre significa tomar, asir.
Comprender es tomar una cosa y ser uno con ella, fundirse en ella. Si un
grano de sal quisiera medir la salinidad del mar, tener una percepción de la
salinidad del océano, se dejaría caer en el agua y se fundiría, se volvería
uno con él, y así la percepción sería perfecta.
En la actualidad, los físicos nucleares han empezado a pensar igual.
Cuando ahondan en el mundo de las partículas subatómicas, ven su mente
en él; un electrón es, ante todo, el concepto personal de un electrón. El
objeto del estudio deja de estar separado de la mente, pues ésta se encuentra
muy implicada en el objeto. Los físicos modernos opinan que la palabra
observador ha perdido validez, pues un observador es distinto del objeto
que observa; han descubierto que si uno conserva esta clase de distinción,
no podrá avanzar mucho en la ciencia subatómica nuclear. Por ello
proponen la palabra participante; el individuo deja de ser un observador,
ahora participa. Esto mismo es lo que siento cuando doy una conferencia;
no quiero que el publico permanezca afuera, limitado a observar y escuchar;
deseo que se una a mí, que practique y respire. El exponente y la gente que
escucha deben ser uno para que ocurra la percepción correcta. El principio
de la no dualidad significa «no dos», pero «no dos» también implica «no
uno». Por eso decimos: «no dualidad», en vez de «unidad». Porque si hay
unidad, o uno, habrá dos. Si queremos evitar dos, también es necesario
evitar uno.
El Satipatthana Sutra, el manual básico de la meditación, escrito en
tiempos del Buda, expresa: «El practicante deberá contemplar el cuerpo en
el cuerpo, los sentimientos en los sentimientos, la mente en la mente, los
objetos de la mente en los objetos de la mente». La idea es clara. La
repetición: «El cuerpo en el cuerpo» no sólo resalta la importancia del
hecho; la contemplación del cuerpo en el cuerpo significa que no debemos
apartarnos de algo para contemplarlo. Es necesario ser uno con ese algo, sin
distinción entre el contemplador y lo contemplado. La contemplación del
cuerpo en el cuerpo implica que no debemos tomar al cuerpo como el
objeto de la contemplación; es necesario ser uno con él. El mensaje es
claro; la no dualidad es la clave para la meditación budista.
***
No basta con sentarnos; tenemos que ser al mismo tiempo. ¿Ser qué?
Ser es ser un algo, no podemos ser nada. Para comer, necesitamos tener
algo que comer, no podemos comer nada. Tener conciencia es tener
conciencia de algo; estar enfadado es estar enfadado con algo. Así, ser es
ser algo, y ese algo es lo que ocurre: en el cuerpo, la mente, los
sentimientos y el mundo.
Al sentarnos a meditar, estamos sentados y somos. ¿Somos qué? Somos
la respiración; no sólo el que respira, sino somos la respiración y la sonrisa.
Es como el aparato de televisión con mil canales. Cuando encendemos la
respiración, somos la respiración; cuando encendemos la irritación, somos
la irritación. Somos uno con ella. La irritación y la respiración no son cosas
ajenas a nosotros. Las contemplamos en ellas mismas, porque somos uno
con ellas.
Si tengo un sentimiento de ira, ¿cómo puedo meditar en él? ¿Cómo
resolverlo como budista, o como individuo inteligente? No contemplaría a
la ira como algo ajeno a mí contra lo que debo luchar, o someterme a una
operación para extirparlo. Sé que la ira es yo, y yo soy la ira. No dualidad,
no dos. Tengo que resolver mi ira con cuidados, amor, ternura, con no
violencia; como la ira es yo, tengo que cuidar mi ira como lo haría con un
hermano o hermana menor… con amor, con cariño, porque yo mismo soy
ira, estoy en ella. En el budismo no consideramos que la ira, el odio y la
codicia sean enemigos contra los que debemos luchar o a los que tenemos
que destruir o aniquilar; si aniquilamos la ira, estaremos aniquilándonos
también. Si resolviéramos la ira de esta forma, estaríamos transformando el
yo en un campo de batalla, dividiéndonos en muchas partes, una de las
cuales tomaría el bando del Buda y otra el de Mara. Si luchamos así,
dirigimos la violencia contra nosotros mismos. Si no podemos ser
compasivos con nosotros, tampoco lo seremos con los demás. Cuando nos
enfadamos, tenemos que tomar conciencia: «Estoy enojado. La ira está en
mí. Soy ira». Esto es lo primero que debemos hacer.
En el caso de una irritación menor, el reconocimiento de la presencia de
la irritación, además de una sonrisa y unas cuantas respiraciones, suele
bastar para transformar la irritación en algo más positivo, como perdón,
comprensión y amor. La irritación es una energía destructiva. No podemos
destruir la energía; sólo convertirla en una energía más constructiva. El
perdón es una forma de energía constructiva; la comprensión también lo es.
Supongamos que estamos en el desierto y sólo tenemos un vaso de agua
fangosa. Es necesario transformar el líquido en agua cristalina para beberla,
no podemos desecharla sin más. Por ello, dejamos que se asiente y
obtenemos agua limpia. Del mismo modo debemos convertir la ira en una
forma de energía más constructiva, porque la ira somos nosotros. Sin ira
nada queda. Ésta es la función de la meditación.
Antes ofrecí el ejemplo del hermano mayor que se enfada con la
hermana al principio, y luego se percata de que tiene fiebre y le ayuda. Así,
la energía destructiva de la ira, gracias a la comprensión, se transforma en la
energía del amor. La meditación en la ira es, ante todo, producir la
conciencia de la ira: «Soy la ira», y luego mirar las profundidades de la
naturaleza de la ira. Ésta nace de la ignorancia, y es una fuerte aliada de la
ignorancia.
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El corazón de la práctica
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Por favor, llámenme por mis verdaderos nombres, para que pueda
despertar,
y así pueda quedar abierta la puerta de mi corazón,
la puerta de la compasión.
Hay un relato Zen que habla de un hombre que monta en un caballo que
galopa a gran velocidad. Otro hombre, parado a un lado del camino, le
grita: «¿Adónde vas?», y el hombre que cabalga responde: «No lo sé.
Pregúntele al caballo». Creo que tal es nuestra situación; cabalgamos
muchos caballos que no podemos controlar. Por ejemplo, la proliferación de
armamento es uno de estos caballos; hemos realizado nuestro mejor
esfuerzo, pero no podemos controlarlo. Nuestras vidas son muy agitadas.
En el budismo, el precepto más importante de todos es vivir
conscientemente; saber qué sucede. Saber qué ocurre no sólo aquí, sino
también allí. Por ejemplo, cuando comemos un trozo de pan, podemos
tomar la decisión de tener conciencia de que nuestros agricultores al
cultivar el trigo, abusan de venenos químicos; al comer el pan, somos
corresponsables de la destrucción de nuestra ecología. Cuando comemos un
pedazo de carne o bebemos alcohol, podemos evocar la conciencia de que
40 000 niños mueren todos los días en el tercer mundo víctimas del hambre,
y de que para producir un pedazo de carne o una botella de licor tenemos
que utilizar mucho grano. Al comer un tazón de cereal nos reconciliamos
más con el sufrimiento del mundo que si ingerimos un pedazo de carne.
Una autoridad en economía que vive en Francia me dijo que si las personas
de los países occidentales redujeran su consumo de carne y alcohol en un 50
por ciento, sería suficiente para cambiar la situación mundial. Sólo 50 por
ciento.
Todos los días hacemos cosas —nosotros mismos somos esas cosas—
que tienen que ver con la paz. Si tomamos conciencia de nuestro estilo de
vida, de nuestra forma de consumo, de nuestra manera de ver las cosas,
estaremos capacitados para hacer la paz en el momento en que vivimos, en
el presente. Cuando tomamos el diario dominical, por ejemplo, quizá nos
percatamos de que es una edición muy pesada, tal vez de un kilo; para
imprimir este diario, quizá sea necesario utilizar todo un bosque. Por ello, al
tomar el periódico debemos tener conciencia. Si somos conscientes,
podremos hacer algo para cambiar el curso de los acontecimientos.
***
***
Para ver las cosas, tenemos que observarlas con profundidad. Cuando
un nadador disfruta del agua clara de un río, debe ser el río. Un día estaba
almorzando con unos amigos en la Universidad de Boston, y miré hacia el
río Charles; hacía mucho tiempo que había abandonado mi hogar y miré el
río y me pareció muy hermoso; así que dejé a mis amigos y fui a lavarme la
cara y a meter los pies en el agua, como solíamos hacerlo en mi país. Al
volver un profesor dijo: «Lo que hiciste es muy peligroso. ¿Te enjuagaste la
boca en el río?» Cuando respondí que sí, agregó: «Debes ver a un médico
para que te vacune».
La observación me dejó atónito. No sabía que los ríos de los Estados
Unidos estaban tan contaminados; podríamos decir que están muertos. A
veces en nuestro país los ríos se enturbian mucho, pero no con esa clase de
desechos. Alguien me dijo que hay tantos productos químicos en el Rin en
Alemania, que es imposible revelar fotografías con sus aguas. Tal vez
seamos buenos nadadores, pero ¿podemos ser un río y sentir los temores y
las esperanzas de un río? Si no tenemos esa capacidad, no tendremos
posibilidad alguna de crear la paz. Si todos los ríos mueren, desaparecerá el
placer de nadar en un río.
Si eres montañista, disfrutas de la campiña o de un bosque, sabrás que
éstos son los pulmones externos de nuestro cuerpo. Empero, actuamos de
tal manera que hemos permitido que la lluvia ácida acabe con tres millones
de kilómetros de terrenos arbolados. Somos prisioneros de nuestros yo
diminutos, pensando sólo en la comodidad de ese yo, en tanto que
destruimos al yo más grande. Un día me di cuenta, de pronto, que el sol es
mi corazón, el corazón que está fuera del cuerpo. Si el corazón de mi
cuerpo deja de latir, no podré sobrevivir; pero sin el sol, mi otro corazón,
deja de funcionar, también moriré en un instante. Debemos tener la
capacidad de ser nuestro verdadero yo; esto significa que debemos ser el
río, el bosque, un ciudadano de la Unión Soviética. Es necesario que
hagamos esto para comprender y abrigar la esperanza de un futuro. Éste es
el enfoque de la no dualidad.
***
Prométeme,
promete este día,
mientras el sol está sobre nosotros,
que aun cuando te derriben
con una montaña de odio y violencia,
recuerda, hermano,
que el hombre no es tu enemigo.
Sólo tu compasión,
sólo tu odio
invencible, ilimitado,
el odio nunca te permitirá encarar
a la bestia que hay en el hombre.
Y un día, cuando enfrentes solo
a esta bestia, con tu valor intacto,
con tu mirada bondadosa,
de tu sonrisa
brotará una flor
y quienes te aman
te contemplarán
a través de los 10 000 mundos de nacimiento y muerte.
***
***
Interser
***
Este precepto nace del primero. Recuerda al joven viudo que se negó a
abrir la puerta a su propio hijo pensando que el niño había muerto. El Buda
dijo: «Si te aferras a algo como la verdad absoluta y quedas atrapado en
esto, cuando la verdad aparezca en persona y llame a tu puerta, te negarás a
dejarla entrar». Un científico de mente abierta, que pueda cuestionar los
conocimientos actuales de la ciencia, tendrá más posibilidades de descubrir
una verdad superior. Del mismo modo, un budista, al meditar, en su
búsqueda de una comprensión superior, debe cuestionar su punto de vista de
la realidad. La técnica de la comprensión es superar los puntos de vista y el
conocimiento. El sendero del no apego a los conceptos es una enseñanza
básica del budismo en lo tocante a la comprensión.
Esto no significa que debamos guardar silencio ante una injusticia; sólo
que es necesario hacerlo con conciencia y sin tomar partido. Tenemos que
hablar con la verdad y no sólo sopesar las consecuencias políticas. Si
adoptamos bandos, perderemos nuestro poder para mediar en el conflicto.
Durante una visita a los Estados Unidos, conocí a un grupo de
individuos que quería reunir fondos para ayudar al gobierno de Vietnam en
la reconstrucción del país. Pregunté si también les gustaría hacer algo por la
gente de las lanchas, y respondieron que no. Consideraban que
políticamente no era adecuado que hablaran de la gente de las lanchas
porque esto desacreditaría al gobierno vietnamita. Para lograr un objetivo,
era necesario que evitaran hacer algo que consideraban correcto.
Decimoprimero: No vivas con una vocación dañina para los
humanos y la naturaleza. No inviertas en compañías que priven a
otros de su posibilidad de vivir. Elige una vocación que ayude a
realizar tu ideal de compasión.
Escuchen, escuchen,
Este maravilloso sonido
Me devuelve a mi verdadero yo.
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El Sutra Satipatthana, la lección básica del dharma del Buda que habla
de la meditación, existe en versiones pali, chino y muchos otros idiomas,
incluyendo el inglés y el francés. Según este texto, meditar es tener con-
ciencia de lo que sucede en el cuerpo, en los sentimientos, en la mente y en
los objetos de la mente que conforman el mundo. Si tenemos conciencia de
lo que ocurre, podremos ver el desarrollo de los problemas y evitaremos
muchos de ellos. Cuando las cosas estallan, es muy tarde para hacer algo.
La pregunta más importante es cómo resolver las situaciones que se
presentan en la vida cotidiana. Cómo resolver nuestros sentimientos,
nuestras palabras, las cosas comunes de cada día sólo con la meditación.
Tenemos que aprender a aplicar la meditación a nuestras vidas cotidianas.
Podemos hacer muchas cosas sencillas. Por ejemplo, antes de comer la
cena, todos se sientan en torno a la mesa y practican a respirar lentamente
tres veces. Todos respiramos para recuperarnos, para ser nosotros mismos.
Estoy seguro de que cada vez que un hombre respira, puede mirar a los
demás y sonreír sólo dos o tres segundos, no más, a cada persona que ve.
Nunca tenemos tiempo para mirar a los demás, aun a los seres amados, y
muy pronto será tarde para hacerlo. Éste es un acto maravilloso: apreciar
abiertamente a todos los miembros del hogar.
En Plum Village un niño lee la gatha antes de comer. Al levantar en alto
un tazón de arroz, reconoce que es muy afortunado, pues como refugiado
sabe que en muchos países del sureste de Asia hay niños que no tienen
suficiente para comer. El arroz que venden en Occidente es la mejor
variedad de arroz producida en Tailandia; los niños saben que aun en ese
país los pequeños tailandeses no tienen la oportunidad de probar semejante
arroz. Comen granos de muy baja calidad. El arroz de calidad superior se
exporta al mundo para obtener moneda extranjera. Cuando un joven o niño
refugiado levanta un tazón de arroz, debe recordar que es afortunado. Sabe
que todos los días mueren de hambre 40 000 niños de su edad. Entonces, el
pequeño dice algo así: «Hoy sobre la mesa hay cosas buenas que mamá
cocinó. Veo allí a papá, a mi hermano, a mi hermana; es maravilloso que
estemos juntos y comamos unidos de esta manera, en tanto que hay muchos
otros que mueren de hambre. Estoy muy agradecido».
También hay muchas prácticas que podemos realizar para tener
conciencia en nuestra vida diaria: respirar entre llamadas telefónicas,
practicar la meditación caminando entre reuniones de negocios, practicar la
meditación a la vez que ayudamos a los niños hambrientos o a las víctimas
de la guerra. El budismo debe estar comprometido. ¿De qué sirve la
práctica de la meditación si no tiene relación alguna con nuestra vida
cotidiana?
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Peter Levitt
Malibu, California
Abril de 1988
EL corazón del Prajñaparamita
Si usted es poeta podrá ver con claridad flotar una nube sobre esta hoja de
papel. Sin nube no hay lluvia, sin lluvia los árboles no crecen y sin árboles
no puede haber papel. La nube es esencial para el papel; sin la nube, la hoja
de papel no puede existir. Se puede decir, entonces, que la nube y el papel
inter-son. «Interser» es una palabra que aún no existe en el diccionario.
Pero si combinamos el prefijo «inter», con el verbo «ser», obtenemos este
nuevo verbo: inter-ser. Como sin nube, no hay papel, podemos decir que la
nube y la hoja de papel inter-son.
Si miramos de manera más profunda esta hoja de papel, podemos ver la
luz del sol dentro de ella. De hecho, sin la luz del sol, el bosque no podría
crecer, nada podría crecer, ni siquiera nosotros. Por esta razón, sabemos que
la luz del sol también está en la hoja de papel. El papel y la luz del sol inter-
son. Y si nuestra mirada continúa, podremos ver al leñador que corta el
árbol y lo lleva hasta la fábrica para convertirlo en papel. Y de igual forma
vemos el trigo, ya que el leñador no puede vivir sin su pan de cada día y por
lo tanto, el trigo que se transforma en pan también se encuentra en esta hoja
de papel. Y también el padre y la madre del leñador. Vistas de este modo,
sin todas estas cosas, la hoja de papel no puede existir.
Si miramos aún más profundamente, también nos podemos ver a
nosotros mismos en la hoja de papel. Esto no es difícil, porque al mirarla,
ésta hace parte de nuestra percepción. Su mente está aquí y la mía también.
Por eso decimos que todas las cosas están aquí en esta hoja de papel y que
ni una sola cosa está por fuera de ella: el tiempo, el espacio, la tierra, la
lluvia, los minerales, la luz del sol, la nube, el río, el calor; todo coexiste
con esta hoja de papel. Ésta es la razón por la cual pienso que la palabra
inter-ser debería estar en el diccionario. «Ser» es inter-ser. Uno no puede
ser sólo por sí mismo, tiene que inter-ser con todas las otras cosas. Esta hoja
de papel es, porque todo lo otro es.
Supongamos que tratamos de devolver cada uno de los elementos a su
fuente, por ejemplo, que devolvemos al sol su luz. ¿Cree que esta hoja de
papel podría existir? No, sin la luz del sol nada puede existir. Y si
regresamos el leñador a su madre, tampoco tendremos papel. De hecho, esta
hoja de papel está hecha de «elementos no-papel». Y si regresáramos todos
estos elementos no-papel a sus fuentes, no tendremos papel en absoluto. Sin
los «elementos no-papel», como mente, leñador, luz del sol y el resto, el
papel no existe. Por delgada que sea esta hoja de papel, contiene todas las
cosas del universo.
Pero El Sutra del Corazón parece decir lo contrario. Avalokitesvara nos
dice que todas las cosas están vacías. Vamos a verlo con más detalle.
¿Vacío de qué?
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Como ve, podemos aprender muchas enseñanzas de la nube, el agua, la
ola, la hoja y el calidoscopio, y también de todas las otras cosas del cosmos.
Si usted mira cualquier cosa con cuidado, con suficiente profundidad,
descubrirá el misterio del inter-ser, y tan pronto lo haya visto, nunca volverá
a ser víctima del miedo —miedo al nacimiento o miedo a la muerte.
Nacimiento y muerte son sólo ideas que tenemos en nuestras mentes y que
no pueden ser aplicadas a la realidad. Es como la idea de arriba y abajo.
Estamos completamente seguros de que cuando subimos una mano, está
arriba, y que cuando la ponemos en dirección contraria, está abajo. El Cielo
está arriba y el Infierno, abajo. Pero las personas que en este momento están
sentadas al otro lado del planeta no estarán de acuerdo, porque la idea de
arriba y abajo, no se puede aplicar de igual manera en todo el cosmos. Lo
mismo sucede con la idea de nacimiento y muerte.
Por favor, continúe mirando hacia atrás y verá que usted siempre ha
estado aquí. Miremos juntos y penetremos en la vida de la hoja, hasta
hacernos uno con ella. Penetremos y hagámonos uno con la nube, o con la
ola, para comprender nuestra naturaleza de agua y liberarnos del miedo. Si
miramos profundamente, transcenderemos nacimiento y muerte.
Mañana, yo continuaré siendo, pero tendrá que estar muy atento para
verme. Seré una flor o una hoja, y en cualquiera de esas formas le diré:
¡Hola! Si está suficientemente atento, me reconocerá y podrá saludarme.
Seré dichoso, si esto sucede.
Rosas y basura
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El Prajñaparamita nos da una base muy sólida para hacer la paz con
nosotros mismos, para trascender tanto el miedo al nacimiento, a la muerte,
como a la dualidad de esto y aquello. A la luz del vacío, cada cosa es todas
las otras cosas, todos inter-somos y somos responsables de todo lo que
ocurre en la vida. Cuando usted logra la paz y la felicidad, comienza a
lograr la paz para todo el mundo. Con su sonrisa, con la respiración
consciente, usted comienza a trabajar por la paz en el mundo. Sonreír no es
sólo sonreír para usted mismo; su sonrisa cambiará el mundo. Entonces,
cuando practica la meditación sedente (zazen), si tan sólo disfruta de un
instante, si logra un poco de serenidad y felicidad interior, le ofrece al
mundo una base sólida para la paz. Si no hay paz en usted, ¿cómo puede
compartirla con los otros? Si no comienza a trabajar por la paz en usted,
¿dónde comenzará a hacerlo? Sentarse, sonreír, mirar las cosas y verlas
realmente, éstas son las bases del trabajo por la paz.
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