Ana M. Tur Material Mañana 2019.20
Ana M. Tur Material Mañana 2019.20
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influencia. Es decir, los valores, creencias, prioridades, normas que una sociedad
establece, e incluso “modas” o pautas de funcionamiento consideradas “normales” o
aceptadas por la mayoría influyen en la educación que los padres ejercen sobre sus hijos,
modulan el proceso de socialización y determinan la aceptación y permisividad de
determinadas conductas o tendencias.
niño/a
adolescente
MICROSISTEMA
MESOSISTEMA
EXOSISTEMA
(Tur, 2003)
Cuando hablamos de estilos de crianza, en primer lugar, tenemos que sentar los
pilares que los sustentan, éstos son el afecto y el control.
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El control entendido en sentido amplio comprende:
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Diferentes estudios comprueban que la estimulación de la autonomía, junto con
un ambiente familiar cálido y comprometido, favorecen la internalización de las normas
y una mayor competencia y adaptación (Eisenberg, Fabes, Guthrie y Reiser 2000, ).
Junto con estos pilares, que sustentan los estilos de crianza y las diferentes
relaciones entre padres e hijos, se incluye la comunicación como un proceso transversal
a ambos, ya que a través de la comunicación se transmiten normas, refuerzos, valoración
negativa o positiva del hijo, aceptación o rechazo y también apoyo o indiferencia.
Además, los padres que se muestran indecisos ofrecen a sus hijos/as una
inmejorable oportunidad para ser caprichosos/as y dominantes, creando un clima de
tensión cada vez mayor. Cuando por el contrario se muestran decididos, sus hijos/as
comprenden que dicen las cosas en serio, que están decididos a seguir adelante y que no
se dejan manejar.
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confianza en sí mismos, lo cual puede provocar la aparición de síntomas depresivos. Las
siguientes expresiones son propias de este tipo de familias serian: “La clave para educar
bien a los hijos consiste en castigarlos cada vez que se portan mal” o bien: “Los
problemas se resuelven mediante la fuerza”.
Los hijos que crecen en hogares permisivos suelen mostrar buena autoestima,
presentan comportamientos antisociales o una mayor tendencia al consumo abusivo de
sustancias, aunque no alcanzan los niveles de los hijos que crecen en hogares con padres
indiferentes. Son expresiones propias de este tipo de familias: “Los padres tenemos que
dejar a los hijos a su aire para que aprendan por sí mismos”, “El control de la situación
lo tienen los hijos”.
ESTILOS EDUCATIVOS
https://www.youtube.com/watch?v=TAFYrQK-ADk
Entre las conductas patológicas de los padres, que han sido objeto de estudio, unas
hablan de enfermedades mentales, delincuencia o antecedentes de conducta antisocial,
alcoholismo y drogadicción. Otras, de aspectos de la personalidad como el estrés,
neuroticismo, extraversión, depresión o calidad de las relaciones conyugales. Y otras de
problemas afectivos, alcoholismo y esquizofrenia. De tal forma que, la conflictividad
familiar, la estructura de la familia y la psicopatología de los progenitores pueden
contribuir, entre otros, al desarrollo de los trastornos conductuales y emocionales de los
hijos.
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el autoconvencimiento de la propia autoeficacia, o con la capacidad para manejar el estrés
y la solución de los problemas.
Con respecto a la influencia que cada uno de los progenitores tiene sobre el hijo, la
evidencia empírica parece apoyar que hijos e hijas perciben una mayor presencia de la
madre en la crianza (Tur-Porcar et al., 2012), y su influencia es superior a la del padre. El
fuerte peso de la influencia materna ha sido objeto de estudio, porque gran parte de las
conductas problemáticas infantiles van unidas a la persona de la madre, como principal
fuente de interacción y socialización (Carlo et al., 2011).
En una revisión de 577 artículos en torno a las alteraciones de niño y del adolescente,
Phares y col., 1992, hallaron que el 48% de los artículos incluía información de la madre,
frente al 1% con información procedente del padre. En el 26%, los datos procedían de
ambos –padre y madre- y el restante 25% hablaba de los padres, sin especificar la
particularidad padre o madre.
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En este sentido, las personas depresivas tienden a mantener una relación conflictiva
con los demás debido a que hablan poco, se muestran fácilmente irritables y hostiles, en
especial en la intimidad, y mantienen expresiones faciales y posturales tristes y ansiosas.
Esto provoca, en relación con la crianza de los hijos, una atmósfera tensa e inadecuada
que desemboca en el hecho de escatimar afecto y contacto con el hijo, lo cual conduce a
la falta de satisfacción de las demandas básicas de los propios hijos. Premian o
recompensan poco a los niños.
Las madres depresivas informan de un mayor número de problemas en los hijos y los
juzgan más negativamente que las madres normales. A la vez, refieren en sus hijos,
trastornos de ánimo, depresivo y ansioso, ideas de suicidio y dificultades escolares, con
mayor asiduidad que las madres sin trastornos de esta índole. Esta situación se agrava
cuando la depresión afecta a ambos padres (del Barrio, 1997).
Los padres deprimidos hacen a los hijos más infelices, si los comparamos con hijos
de padres no deprimidos. Provocan, igualmente, mayor tensión, actitudes con tendencia
a la fatiga y a la pasividad, mayor probabilidad para manifestar problemas conductuales,
dificultades de relación con los demás, peleas frecuentes, llanto injustificado, pérdida de
interés por las cosas, dolores de cabeza y manifestaciones hipocondríacas. Incitan,
también, mayor número de trastornos conductuales tanto en los síntomas interiorizados
como en los exteriorizados.
- Alcoholismo o drogadicción
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Además, estos niños tienen mayor riesgo de desencadenar conductas antisociales,
como la agresividad y el abuso de alcohol, y de sufrir problemas de personalidad, como
la depresión y la ansiedad, el aislamiento social y la baja autoestima.
- Clima familiar
Así pues, la calidad de las relaciones que se establecen en el seno familiar, ha sido
una de las variables más ampliamente estudiada. Las relaciones familiares conflictivas,
que están basadas en actitudes rígidas y prácticas disciplinarias duras y poco consistentes,
tienen consecuencias negativas en los hijos/as, los cuales tienen más probabilidad de
manifestar conductas antisociales.
Las relaciones familiares frías e irascibles y con pocas manifestaciones de cariño por
parte de los padres, son caldo de cultivo para que emerjan trastornos en los niños. En
efecto, un clima emocional frío fomenta, en el niño, sentimientos de rechazo y falta de
autoestima. Con bastante probabilidad puede desarrollar sentimientos de indefensión,
puesto que no cuenta con recursos que le ayuden a cambiar una situación tensa por otra
basada en relaciones más cálidas.
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Así mismo, climas familiares donde reina una disciplina parental inconsistente o con
falta de reglas originan disfunciones en la interpretación de las intenciones de la autoridad
–los padres en este caso-, con lo cual el niño desarrolla percepciones poco claras y
ambiguas respecto al comportamiento social aceptable. Todo ello, fomentará el desarrollo
de una mentalidad de supervivencia, lo que estimulará al niño, que vive en un ambiente
de riesgo, a convertirse en un niño orientado hacia el presente o hedonista. Estos niños
tienden a presentar conductas impulsivas y agresiones reactivas con represalias. También
tienden a presentar más problemas de aprendizaje. En el entorno escolar el menor necesita
tener la capacidad de trabajar sin esperar gratificaciones inmediatas para terminar las
tareas. El entorno escolar exige control de impulsos, planificación y perseverancia para
conseguir los objetivos.
Clase social
La clase social familiar es otra variable, relativa al contexto, que ha sido estudiada
en variadas ocasiones. Parece ser que existe un predominio de la conducta delincuente y
problemas conductuales en clases sociales más bajas.
Con todo, una clase social baja, que mantiene formas de comportamiento propias y
singulares, nivel educativo bajo, poco apoyo social y deficiente satisfacción laboral, y un
vecindario en condiciones semejantes, puede llegar a constituir un factor de riesgo en la
transmisión de valores y de conductas próximas a conductas desadaptadas. Entre estos
factores se encuentran las expectativas de los padres para que los hijos logren
independencia económica cuanto más pronto mejor, o la poca atención prestada a los
hijos por las condiciones adversas en que transcurre la propia vida de los padres, o no dar
importancia al rendimiento escolar (Bronfenbrenner, 1990). Estos factores del entorno
tienden a influir sobre las prácticas de crianza o estilos educativos de los padres y, por
consiguiente, sobre la futura adaptación social y emocional del niño.
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En estos entornos son frecuentes las jornadas laborables muy extensas que provocan
que los hijos pasen solos mucho tiempo, sin la supervisión del adulto. Todo ello trae
consigo circunstancias proclives a la falta de control y a la escasez de criterios
disciplinarios. Esta situación puede sufrirla los llamados “niños de la llave” o los que
conviven largo tiempo con los abuelos.
Otros factores, como el sexo de los padres –padre/madre- el sexo de los hijos o la
edad de los padres, han recibido, igualmente, atención por parte de los investigadores. Se
ha llegado a observar que ambos –padre y madre- tienen papeles cruciales en el proceso
educativo del hijo, y adoptan posturas y funciones diferentes, aún en el supuesto de que
ambos tengan una vida profesional propia y cualificada.
De este modo, la madre asume el rol de principal cuidadora del hijo y le proporciona
mayor apoyo emocional; mientras que el padre se implica con mayor facilidad en el
control, está más interesado en los logros escolares, es más exigente con los hijos varones,
a quienes castiga más que con las hijas mujeres. A la vez, potencia con más facilidad la
dependencia de los chicos y atiende de mejor modo la autonomía de los mismos.
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Las madres muy jóvenes suelen ser más inmaduras emocionalmente, p. ej. las madres
adolescentes proporcionan menor cuidado y afecto al niño, menos estimulación verbal y
suelen tener menos disponibilidad para cubrir las necesidades básicas de los menores.
Por el contrario, madres de más edad y de mayor nivel cultural han podido desarrollar
estilos cognitivos y estrategias de afrontamiento que les ayudan en la crianza. Suelen tener
más paciencia y dedicar más tiempo a la crianza y atención de los hijos/as. Asimismo, la
edad de la madre está relacionada con el rendimiento escolar del hijo.
- Separaciones y divorcio
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La comunicación paterno-filial alude al modo en que los padres transmiten mensajes
acerca de la conducta del hijo/a, y también a la calidad de las relaciones establecidas en
el seno familiar.
La disciplina parental hace referencia a los criterios y al modo en que los padres se
enfrentan a las conductas disruptivas o negativas de los hijos, que vienen marcadas por
los castigos, principalmente.
La monitorización parental alude a seguir la pista a los hijos/as, hacer esfuerzos por
conocer lo que hacen los hijos/as, conseguir información sobre las actividades, las
compañías y lo que hacen los hijos cuando están fuera de casa. Es, por tanto, una actividad
que corresponde a los padres/madres (Stattin y Kerr, 2000)
El conocimiento general que los pares/madres tienen del hijo/a es un concepto más
amplio que engloba lo que saben de su hijo/a, dónde está y con quién está en su tiempo
de ocio. Este conocimiento lo reciben del propio hijo/a. Se trata, por tanto, de una
actividad compartida entre progenitores e hijos/as.
El conocimiento parental tiene que ver con la conciencia de participar del desarrollo
del hijo/a y de los diferentes entornos que frecuenta (participar de sus amistades, sus
actividades cuando está fuera de casa, los progresos educativos, su estado de salud, sus
preferencias, habilidades…). De este modo, el conocimiento está fundamentado sobre la
base de un verdadero interés por las preocupaciones y el bienestar del hijo/a, lo que
comporta una comunicación abierta y positiva (Grusec, 2008).
HABILIDADES DE COMUNICACIÓN
https://www.youtube.com/watch?v=jWrFu2RRwxQ
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4. Instrumentos para la evaluación de los estilos y prácticas de crianza
Entre los instrumentos dirigidos a evaluar los estilos de crianza y las relaciones
entre padres e hijos se encuentran los siguientes:
Evalúa la percepción que tienen los hijos de los estilos de crianza en relación con
su padre y con su madre. Consta de 38 ítems para el padre y para la madre, que se agrupan
en 4 dimensiones: apoyo-comunicación, control psicológico negativo, permisividad y
negligencia. Para población adolescente, los índices de consistencia interna, obtenidos
mediante el coeficiente alpha de Cronbach, son: Factor Apoyo-comunicación (α= 0,85);
Factor Control psicológico negativo (α= 0,75), Factor Permisividad (α= 0,62) y Factor
Negligencia (α= 0,60). En población de la infancia tardía y preadolescencia (8-12 años),
los índices alpha de Cronbach son: Apoyo-comunicación (α= 0,81); Control psicológico
negativo (α= 0,63), Permisividad (α= 0,64) y Negligencia (α= 0,67).
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Escala de Apoyo mide el nivel de apoyo social y emocional que la madre está
recibiendo. Escala de Satisfacción con la crianza: aporta la cantidad de placer y
satisfacción que se percibe por ser madre. Escala de Compromiso: valora el grado de
interacción y el conocimiento que la madre tiene del hijo. Escala de Comunicación: se
centra en la percepción de la madre acerca de la efectividad de la comunicación con su
hijo. Escala de Disciplina: examina la experiencia de la madre sobre la disciplina que
logra plantear a su hijo, basada en criterios firmes. Autonomía: mide la habilidad de la
madre para estimular la independencia del hijo. Distribución de Rol: evalúa las actitudes
de las madres acerca del papel que desempeña el género en la crianza Escala de
Deseabilidad social: valora la tendencia de los sujetos a responder de forma distorsionada
(prevalece más el ideal de convivencia y el deseo de que todo sea bueno, que lo que ocurre
en realidad).
En este sentido, las técnicas inductivas de las que habla Hoffman, influirán, de
manera positiva, sobre la internalización de valores y se relacionarán, de forma directa y
clara, con conductas prosociales y altruistas. Esto se debe a que dichas técnicas inductivas
facilitan la interiorización de las normas y hacen aflorar los sentimientos de culpa, cuando
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se transgreden las normas. Procesos que favorecen la disposición prosocial de los
menores.
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El estilo predominantemente autoritativo, o competente, contribuye a practicar una
disciplina inductiva guiada por el respeto a normas que facilitan la convivencia. Este tipo
de disciplina marca normas claras de actuación, que van acompañadas de apoyo y de
afecto. Los padres actúan con autoridad, diferente de autoritarismo, respetando los
sentimientos de los hijos. Los apercibimientos hacia los hijos por sus actuaciones
inapropiadas están basados en el respeto mutuo, sin ir acompañados de humillaciones ni
descalificaciones personales. Por ello, los hijos ven las riñas, o llamadas de atención,
como algo que contribuye a su formación y forma parte de la educación. De esta forma
crece en los hijos el sentimiento de ser querido por los padres porque, no hay que olvidar,
que inculcar de normas es positivo. Este estilo ha demostrado tener buenos resultados
para el desarrollo de los hijos, prácticamente, en todas las culturas. Así, resulta de
aplicación en un amplio rango de culturas y poblaciones: desde culturas individualistas,
como la de América del Norte y la Europa del Oeste, hasta culturas más colectivistas
como la iraní o china e, incluso, en población de riesgo (Barnhart, Raval, Jansari, y Raval,
2013; Putnick et al, 2008; Steinberg, Blatt-Eisengart & Cauffman, 2006; Wang,
Pomerantz, & Chen, 2007).
Crianza punitiva
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de los hijos, la comunicación, el razonamiento y la internalización de valores, así como,
el establecimiento de normas y su cumplimiento.
- Dan seguridad.
- Fomentan la confianza en uno mismo.
- Estimulan la comunicación familiar.
- Ayudan a valorar a la familia y al entorno familiar como lugar de protección y
tranquilidad.
- Fortalecen a los hijos/as ante situaciones de riesgo o de conflicto.
- Fortalecen las relaciones paterno-filiales.
La familia puede establecer y desarrollar vínculos afectivos con los hijos e hijas.
Para conseguir este objetivo se han de tener en cuenta una serie de principios, que
aparecen a continuación.
- Los padres demuestran que quieren a sus hijos mediante actos visibles que les
acercan, como besar, acariciar, jugar con ellos, en definitiva, estando con ellos.
- Cuando tienen un problema los escuchan y se ponen en su lugar, por pequeño que
sea el problema.
- Al hablar con los hijos se presta atención al lenguaje verbal y no verbal: tono de voz
firme, sin gritos, amistoso, mirando a los ojos, poniéndose a su altura, escuchando
lo que dicen hasta el final, siendo pacientes sin cortar sus argumentos….
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- Estimular el diálogo: escuchar lo que los hijos/as quieren contar, contar los padres
acontecimiento o historias vividas.
- Evitar interrupciones en las explicaciones que ofrecen los hijos, escuchar sus
argumentos y no imponer los argumentos de los padres.
- Evitar juzgar o emitir juicios de valor: “eres un tonto, siempre te pasa los mismo…”
- Seguir el curso de las explicaciones de los hijos estableciendo argumentos
relacionados con el tema de conversación: “Quieres decir que te ha molestado…”
- Evitar en todo momento sermonear o quitar importancia al asunto. Puede entenderse
como una forma de eludir el tema “Pero si eso no es nada.., le das importancia a
más cosas…”
- Contribuir a buscar una alternativa correcta que facilite la resolución de la situación
problemática, evitando ser quienes solucionen el problema de los hijos.
Los padres han de ayudar o aportar ideas para solucionar los problemas pero dejan a
los hijos que se enfrenten ellos mismos a los problemas: “A nadar se aprende
nadando”.
- Tener tiempo para los hijos/as. Evitar barreras, a veces murallas, que provocan un
diálogo poco fluido, como por ejemplo convertir en una costumbre “ahora no, que
tengo que.., no puedo, he de…” Es más adecuado buscar un tiempo diario para
hablar, buscar el momento oportuno, contar con un tiempo diario para estimular la
convivencia, para jugar…
Los hijos e hijas necesitan sentir que, por una parte, se les quiere, se les respeta y
se les atiende, por otra, necesitan saber que todo no está permitido. Algunas cosas son
correctas porque benefician al propio hijo/a y a su familia. Otras, en cambio, no son
correctas porque ni lo benefician a él ni a su familia, es decir, perjudican la buena marcha
de la vida familiar. En síntesis, la educación se fundamenta sobre los pilares del AMOR
y el CARIÑO, por un lado, y de las NORMAS y PAUTAS que supongan LÍMITE, por
otro.
Los hijos e hijas desarrollan la capacidad de ponerse en el lugar de los otros. Esta
capacidad -la empatía- se puede estimular en la convivencia familiar. Se presentan a
continuación unas orientaciones que ayuden a desarrollar la empatía.
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Orientaciones a los padres para estimular la empatía de los hijos/as
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Orientaciones para desarrollar la autoconfianza y la autoestima
Poner límites y normas trasmite seguridad. Recordemos que las claves para
resolver la mayoría de las dificultades en la crianza de los hijos/as consisten en
establecer unas normas, marcar las consecuencias que se derivan de la ruptura de esas
normas y utilizar una disciplina coherente.
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físico, maduración intelectual y afectiva, nuevas condiciones de la vida familiar.
Conozcamos primero bien qué son las normas.
- Las normas deben ser razonables: esto quiere decir que a) el hijo/a dispone de
suficientes recursos para cumplirlas, es decir, que puede hacerlo; b) se le da
suficiente tiempo para cumplirla (no un tiempo infinito, pero si razonable), y c) el
niño/a sea capaz de llevar a cabo eficazmente lo encomendado (por ejemplo, un
trabajo muy pesado para niños pequeños no será nunca razonable), es decir, que
estén ajustadas a la edad y características individuales.
- Hay que describir las normas con detalle: deben quedar descritas con precisión para
que los niños/as y su madre sepan cuándo se cumplen y cuándo no. La norma tiene
que definir y describir lo que hay que hacer. Por ejemplo: ordenar la habitación
incluye la mesa de estudio, el armario, recoger los papeles......
- La madre debe asegurarse de poder distinguir cuándo se ha cumplido la norma y
cuándo no. Debe ser capaz de decidir si se ha cumplido la tarea de "ordenar la
habitación", o se han dejado las cosas amontonadas en un rincón del armario.
- Las normas deben establecer un límite de tiempo, por ejemplo "antes de ir al
colegio", "inmediatamente después de cenar", "al llegar del colegio". Las normas
que no se han limitado en el tiempo no hacen más que producir discusiones sobre
cuándo ha de hacerse la tarea o cumplirse lo establecido.
- Debe existir alguna consecuencia prevista si se rompe el cumplimiento de una
norma: hay que utilizar aquellas consecuencias que sean importantes para el niño/a,
porque una consecuencia que a la madre puede parecerle un castigo puede no serlo
para su hija/o. Es un castigo no ver la televisión para un niño que suele verla, pero
no para el que no le gusta; dejar sin postre a un niño al que no le gusta el dulce no es
ningún castigo. Por tanto, la madre debe observar los intereses y preferencias de sus
hijas/os para saber qué cosas pueden usarse como posibles castigos.
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