Lecciones de Mateo 17
Lecciones de Mateo 17
Lecciones de Mateo 17
Jesús acababa de comenzar a mostrar a sus discípulos cómo Él debería sufrir muchas
cosas, y ser muerto (Mt. 16:21); pero antes de que la terrible tiniebla se extienda sobre
la Cruz, Él les da aquí un pasajero atisbo de su gran gloria. Necesitamos estas
manifestaciones para sustentarnos en el tiempo de dolor y de pruebas. Cuando llegamos
a este monte somos tan susceptibles a quedar cegados por la «gloria de la luz «que
podemos llegar a ser incapaces de ver las útiles lecciones que pudiéramos aprender.
Podríamos aprender que:
I. Estar a solas con el Señor es un glorioso privilegio. «Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a
Juan su hermano (...) y se transfiguró ante ellos» (vv. 1, 2). «Subió al monte a orar»
(Lc. 9:28); allí, a solas con Él, contemplaron ellos su gloria, y fueron testigos oculares de
su majestad. Fue un derramamiento prematuro de la gloria oculta del Hombre cuyo
rostro fue más desfigurado que el de cualquier otro hombre. Si queremos conocer a
Jesús en toda su gloriosa plenitud, estemos mucho tiempo con Él a solas en el tranquilo
monte de la oración. Esperamos estar a solas con Él en la eternidad; ¿Por qué no buscar
mucho de su presencia en el aquí y ahora?
II. El Señor es infinitamente más glorioso de lo que los hombres lo ven ahora. Y
entretanto que oraba, «Su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se volvieron
blancas como la luz» (v. 2). Había una doble gloria:
aquella que resplandeció del cielo procedente del Padre, y aquella que surgía de Él
mismo como imagen del Padre. El ojo carnal no veía hermosura en Él, pero Él era
igualmente hermoso por dentro. La gloria oculta de Cristo y la gloria oculta del cristiano
se manifestarán en un día aún futuro. El mismo «Señor el Espíritu«que ha
transfigurado nuestras almas también transfigurará un día nuestros cuerpos (2 Co. 3:18;
1 Jn. 3:1, 2).
«Moisés y Elías [estaban] hablando con Él» (v. 3); y Lucas dice:
IV. la gloria del Señor puede ser apreciada solo mínimamente en nuestro actual estado.
«La voz que acompañó a la gloria debe haberlos aterrorizado. Cayeron sobre sus rostros
y se llenaron de temor». Moisés tuvo que ser ocultado en una hendidura de la peña
para poder contemplar las espaldas de la gloria divina; Pablo, arrebatado al Paraíso, oyó
y vio lo que era inenarrable. El Sumo Sacerdote nunca intentó explicar la «gloria de la
Shekinah». Suficiente tenemos con que Dios nos dé en gracia lo que podemos
sobrellevar.
«Entonces Jesús… los tocó, y dijo (…) no temáis. Y cuando alzaron sus ojos, no vieron a
nadie, sino a Jesús solamente» (v. 8). Cuando la Palabra viva de Dios toca el alma
entristecida o conturbada, es suficiente. Aunque todo lo demás falle, y huya de nosotros
todo sentimiento de bienestar, «Si tengo a Jesús, solo a Jesús, entonces mi cielo una
joya tendrá». El toque y la palabra de Jesús son suficientes para aliviar cualquier herida.
VI. La resurrección del Señor es el fundamento del Evangelio. «No digáis a nadie la
visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos» (v. 9). El Evangelio de la
gloria tiene que venir después que el Evangelio de la Cruz. «Si Cristo no resucitó, vana
es entonces nuestra predicación» (1 Co. 15:14). Pero Cristo sí ha resucitado; por ello,
proclamad la visión de su gloria. Él ha sido exaltado para ser Príncipe y Salvador.
VII. Oír la Palabra del Señor es un mandamiento de Dios. «Éste es mi Hijo amado, en
quien tengo complacencia; a Él oíd» (v. 5). Y deberíamos darle oído, por cuanto el
Padre «tiene complacencia«en todo lo que Él dice.
Oigamos:
2. LA VOZ DE SUS OBRAS. «Las mismas obras que Yo hago, dan testimonio de Mí» (Jn.
5:36). Obras milagrosas y misericordiosas.
3. LA VOZ DE SU SANGRE. La sangre que habla mejores cosas que la de Abel. La sangre
de Jesús habla de satisfacción con respecto a Dios, y de paz con respecto al hombre.
4. LA VOZ DE SU ESPÍRITU. Aquel Espíritu que hace intercesión por nosotros con
gemidos indecibles, y que busca transformarnos a imagen de Cristo. Oídle, y sed hechos
semejantes a Él