2024 El Vigor de La Razon
2024 El Vigor de La Razon
2024 El Vigor de La Razon
Resumen: Este artículo muestra la necesidad de una razón de carácter experiencial para
afrontar la situación de incertidumbre en que vivimos. Es insuficiente la razón lógica. Encon-
tramos ya figuras de una “razón experiencial” en algunas formas del lógos en la filosofía de
Aristóteles y en la “prudencia” en el pensamiento de Kant, y contemporáneamente en la
genealogía de la razón corporal de Nietzsche, en el raciovitalismo de Ortega y Gasset, en la
hermenéutica de la razón histórica de Gadamer y en el Leibapriori de Apel. Pero, sobre todo,
en la estela del pensamiento hispánico, en la noología de Zubiri, en la que se presenta un
análisis de la inteligencia sentiente, cuyo dinamismo noérgico se despliega en forma de logos
y razón sentientes. El método de esta razón es la experiencia, que consiste en probación física
de la realidad, en libre creación y religación.
https://doi.org/10.36576/2660-955X.51.271
272 JESÚS CONILL-SANCHO
2 Vid. GRACIA, Diego, “Zubiri y la crisis de la razón”. En: GONZÁLEZ, Ángel y MARTÍNEZ,
Rafael (coords.), La filosofía en el contexto de la crisis europea. Universidad de Santiago de Com-
postela, 1996, 39-52; El poder de lo real: Leyendo a Zubiri, Madrid: Triacastela, 2017.
3 CORTINA, Adela, “Autocensura: destruyendo la democracia”, El País, 8 de junio de 2022;
La espiral del silencio y la presunta moralización de la sociedad. Anales de la Real Academia de
Ciencias Morales y Políticas, 99, 419-430 (sesión del 31 de mayo de 2022).
4 CONILL, Jesús, Nietzsche frente a Habermas. Genealogías de la razón, Madrid: Tecnos,
2021.
5 GALBRAITH, John Kenneth, La era de la incertidumbre, Barcelona: Plaza y Janés, 1981
(2ª ed.).
2. RAZÓN PRUDENCIAL
6 CORTINA, Adela, Ética cosmopolita. Una apuesta por la cordura en tiempo de pandemia,
Barcelona: Paidós, 2021.
7 SENDAGORTA, Fidel, Estrategias de poder. Deusto, 2020.
8 SAN PABLO, 2ª Carta a los Corintios. 12: 10.
9 GRACIA, Diego, Como arqueros al blanco, Madrid: Triacastela, 2006.
10 CONILL, Jesús, El enigma del animal fantástico, Madrid: Tecnos, 1991; El poder de la
mentira, Madrid: Tecnos, 1997.
11 APEL, Karl-Otto, La transformación de la filosofía, Madrid: Taurus, 1985.
La razón que sirve para caracterizar a los humanos y que funciona para
orientarse en la vida se presenta en Aristóteles de modo canónico con un carác-
ter aisthético-lógico, en Kant se reconocerá como pragmática y lógico-transcen-
dental y contemporáneamente como vital y hermenéutica. Pero, en último tér-
mino, a mi juicio, hay que situar todos estos rasgos de la razón en el horizonte
de la experiencia, que es la que nutre a la razón, hasta configurarla como “razón
experiencial” 12. Por eso desde siempre hasta el momento presente sigue siendo
crucial para la filosofía prestar una especial atención a la cuestión de la razón 13.
Así lo consideró José Ortega y Gasset ahora hace ya cien años, para quien la
razón era “el tema de nuestro tiempo” 14 y Jürgen Habermas ratifica que sigue
siendo la razón “el tema fundamental de la filosofía” 15.
Ya en Aristóteles encontramos una tensión no siempre resuelta de modo fa-
vorable entre dos caminos contrapuestos, que perdura –a mi juicio– hasta la
actualidad: la tensión entre el camino “logikôs”, que impulsa la razón lógica, y
el camino “physikôs”, que alimenta la razón experiencial. El aspecto lógico fue
desarrollado por Aristóteles y secundado a lo largo de la tradición filosófica,
otorgándole una primacía que no merece, porque en realidad constituye una
derivación y abstracción con respecto al aspecto físico-experiencial en el ámbito
griego en general (donde hasta el Poema de Parménides se titula “Perì
Phýseos”) y en el aristotélico en particular, aunque en ocasiones quedó some-
tido al aspecto lógico. Recordemos no sólo la gran construcción de la lógica
formal en versión silogística de Aristóteles y su teoría de la definición, sino tam-
bién que la Física aristotélica se construyó con la pretensión de ser una “epis-
téme”, siguiendo una razón lógica a partir de la experiencia primordial del mo-
vimiento. Por tanto, aunque lo más radical viene dado por la experiencia física,
a partir de ese subsuelo es la razón en su versión de “epistéme” la que presenta
sus conceptos y principios. No obstante, en el mismo contexto aristotélico, la
razón experiencial adquiere una relevancia extraordinaria en el ámbito práctico,
como ha puesto de relieve de modo especial Hans-Georg Gadamer, entre otros,
con su versión hermenéutica de la razón práctica (Gadamer, 1977).
El lógos, traducido mejor o peor por ratio 16, es un poder con el que los hu-
manos hacen su vida con las cosas que hacen (tà prágmata) y los asuntos a los
que atienden, porque el hombre no se limita a estar viviendo sin más, a ejercitar
sus funciones vitales 17. Según la interpretación de Zubiri, el bíos tiene que de-
terminar su plan de vida por decisión y deliberación, tiene que llevar a cabo su
proyecto vital, porque su vida no es un mero factum sino un faciendum, un
quehacer, una tarea (Ortega y Gasset), la empresa de la propia vida (Laín). Pues
bien, siguiendo la exposición de Zubiri, al “poder” con el que el hombre hace
su vida los griegos lo llamaron “lógos”. Se trata del poder o la capacidad
(dýnamis) de entender y manifestar lo que hace, y por otra parte el de hacer
posible la convivencia al tener asuntos comunes que resolver. Ese es el sentido
de la pólis y de la ley (nómos), del estatuto para el buen gobierno, la eunomía.
Y de ahí que Aristóteles considere al hombre como el animal que por naturaleza
está dotado de lógos y como animal político.
Pero de entre las diversas formas que tiene el lógos de funcionar como orthòs
lógos (traducido por “recta ratio”) 18 la que está en la raíz más propiamente hu-
mana es lo que he denominado “razón experiencial”, una de cuyas expresiones
más importantes se encuentra en la razón práctica de carácter prudencial (phró-
nesis), que es la que funciona en la deliberación y en la elección (proaíresis). Y
aquí es donde Aristóteles presenta la que cabe considerar tercera definición o
caracterización de lo que es el hombre y que suele pasar desapercibida. Pues
cuando aclara en qué consiste la elección se esfuerza por aunar dos dimensiones
o vertientes que están intrínsecamente unidas en la forma electora de la razón:
la inteligencia y el deseo. Por eso dice que la elección es o “inteligencia deseosa”
(orektikòs noûs) o “deseo inteligente” (óreksis dianoetiké) y añade: y esta clase
de “principio” (arkhé) es el hombre (ánthropos). Desde el principio constitu-
yente de lo humano hay una unidad intrínseca entre esas dos dimensiones en
el ejercicio del lógos práctico, la inteligencia y el deseo, la reflexión y lo deside-
rativo.
Encontramos en las obras de Aristóteles diversos momentos en que se pone
de manifiesto el carácter experiencial de la razón. Uno muy significativo de la
unión entre el lógos práctico y la experiencia, que muestra ese carácter expe-
riencial de la razón lo encontramos en la figura del “phrónimos”, de lo que se
suele traducir como “hombre prudente”, del sabio práctico (personificación de
la phrónesis), cuyo lógos es de carácter prudencial y figura como uno de los
componentes que sirven para caracterizar lo que significa la “virtud” en Aristó-
teles 19. Aquí el lógos no funciona como demostración en un presunto silogismo
práctico, sino como deliberación y elección en el ámbito de la experiencia de lo
posible y factible.
También es muy característico de esa unión entre lo experiencial sensible y
el modo de entender el lógos el pasaje en que se expone la necesidad de que
17 ZUBIRI, Xavier, Naturaleza, Historia, Dios, Madrid: Alianza, 1987 (9ª ed.), pp. 199, 227 s.,
258, 273 s., 284)
18 ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1970, libro VI.
19 Ibidem, II, 6.
exista una conexión entre lo desiderativo (lo apetitivo) y el lógos, que lo deside-
rativo “participe” (koinoneî lógou) y por tanto no sea “a-racional” (álogon),
pues de lo contrario no habría ninguna posibilidad de intervenir en ese ámbito
para dirigir la acción, sino que el hombre sólo se movería igual que los otros
animales, tendría sensación y movimiento, pero no “acción” en sentido es-
tricto 20. Sólo hay acción en la vida humana, porque el lógos puede intervenir
en cierta medida en el mundo sensible del deseo, pero esto sería imposible si no
se tratara de un lógos radicalmente ligado a esa dimensión en los humanos. Por
eso, porque lo que no es racional se deja persuadir en cierto modo por el lógos,
debido a la comunidad entre ambas potencias, en principio tienen sentido las
advertencias, reprensiones y exhortaciones que nos hacemos para persuadirnos
mediante el lógos experiencial práctico, que interviene en lo que de entrada
parecía ser “a-racional”, pero que se descubre que también “tiene razón” (lógon
ékhein) y por eso puede haber no sólo virtudes “dianoéticas” sino también “éti-
cas”, conforme a los dos modos de tener y ejercer el lógos.
De entre otros lugares de la obra aristotélica que pueden aportarse para mos-
trar que constituye un potente precedente de lo que considero el camino hacia
la configuración de la “razón experiencial” voy a aludir a continuación a uno
que se encuentra al comienzo de su Política. Se trata del uso del concepto de
“aísthesis”. Es éste un concepto muy rico en el pensamiento de Aristóteles, como
queda de manifiesto en este contexto. Por una parte, puede utilizarse para sig-
nificar tanto la sensibilidad animal como la humana, la sensación y los sentidos,
y la percepción (por ejemplo, la importante percepción de tiempo, tan caracte-
rística del animal humano) 21; también se utiliza para expresar el sentido común
e incluso en una curiosa reduplicación para presentar una noción que cabe com-
prender como conciencia perceptiva: percibir que percibimos (aísthesis aist-
héseôs). Pero lo todavía más enriquecedor en el contexto al que nos estamos
refiriendo es que “aísthesis” se entiende como “sentido” (y así se suele traducir)
para expresar la capacidad que tiene el lógos (como razón y palabra) de tener
en común y compartir el sentido de lo conveniente y lo justo para convivir. La
noción de “sentido” se convierte en un campo muy significativo de la razón
experiencial desde Aristóteles hasta la actualidad en sus versiones genealógicas,
pragmáticas y hermenéuticas.
En el contexto aristotélico, la razón prudencial es la que se hace cargo de la
experiencia de la contingencia, la imprevisibilidad y la precariedad de la vida
humana. Del azar y de la incertidumbre no hay ciencia (epistéme), hay que
recurrir a la prudencia para afrontar lo contingente. Ese tipo de saber se perso-
nifica en las figuras del spoudaîos y el phrónimos, que inspiran confianza,
20 Ibidem, I, 13 y VI, 2.
21 ARISTÓTELES, Física IV, 10-14; vid. CONILL, Jesús, El tiempo en la filosofía de Aristóte-
les, Valencia: Edilva, 1981); “¿Hay tiempo sin alma?”. Pensamiento, 35/138-139, 1979, 195-222.
28 DILTHEY, Wilhelm, Introducción a las ciencias del espíritu, Madrid: Alianza, 1981, p. 31.
Vid. GIANCRISTOFARO, Luca, “‘El hombre entero’. Bases antropológicas de la teoría del cono-
cimiento en Dilthey”, X Congreso Internacional de Antropología Filosófica, Teruel, septiembre de
2010.
38 Vid. CONILL, Jesús, “Concepciones de la experiencia”, Diálogo Filosófico, 41, 1998, 148-
170.
39 ZUBIRI, Xavier, Naturaleza Historia Dios, 153.
40 ORTEGA Y GASSET, José, La idea de principio en Leibniz. En: Obras completas, Madrid:
Taurus, IX, § 18.
41 ZUBIRI, Xavier, Inteligencia sentiente. Madrid: Alianza/Sociedad de Estudios y Publicaciones,
1980; Inteligencia y razón. Madrid: Alianza/Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1983; El hombre y
Dios. Madrid: Alianza/Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1984; Sobre el hombre. Madrid:
Alianza/Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1986; El hombre: lo real y lo irreal. Madrid; Alianza,
2005. Vid. GRACIA, Diego, Voluntad de Verdad. Barcelona: Labor, 1986; El poder de lo real. Madrid:
Triacastela, 2017; PINTOR-RAMOS, Antonio, Realidad y verdad. Salamanca: Universidad Pontificia
de Salamanca, 1994; Realidad y sentido. Salamanca: Universidad Pontificia de Salamanca, 1993; FE-
RRAZ, Antonio, Zubiri: el realismo radical. Madrid: Cincel, 1988.
46 Ibidem, 224-225.
47 Ibidem, 226-227.
54 Ibidem, 120-121.
55 Ibidem, 121 y 122.
56 Vid. AMENGUAL, Gabriel, Presencia elusiva. Madrid: PPC, 1996; CONILL, Jesús, Nietzsche
frente a Habermas. Genealogías de la razón. Madrid: Tecnos, 2021.
57 ZUBIRI, Xavier, El hombre y Dios. Madrid: Alianza/Sociedad de Estudios y Publicaciones,
1984; CONILL, Jesús, Intimidad corporal y persona humana. De Nietzsche a Ortega y Zubiri. Madrid:
Tecnos, 2019.
58 ZUBIRI, Xavier, El problema teologal del hombre. Cristianismo. Madrid: Alianza/Fundación X.
Zubiri, 1997, 306-7. Para una posible relación con la “gracia” y el “superhombre” en Nietzsche, vid.
CONILL, Jesús, El poder de la mentira, caps. 10 y 16.
intelectiva”, que discurre e inquiere 59. La razón es libre y creadora por lo que
concierne al contenido de la intelección; el contenido racional no viene im-
puesto, sino que los conceptos y las ficciones son fruto de la capacidad para
crear y poetizar que tiene el ejercicio de la razón. Las creaciones racionales son
intelecciones de lo real en profundidad, resultado de lo que las cosas nos dan
que pensar; por ejemplo, las metáforas son un modo entre otros de dar razón
de las cosas 60. Son la expresión de la libertad creativa de la razón, de la “expe-
riencia libre” de la razón experiencial.
La razón experiencial tiene vigor noérgico desde la facticidad noológica. En
su análisis noológico de los tres momentos estructurales de la impresión (afec-
ción, alteridad y fuerza de imposición) Zubiri pone de manifiesto lo noérgico
como el elemento por el que es posible superar la logificación de la inteligencia.
La analítica noológica recupera el horizonte de la realidad, más allá de la obje-
tividad y del ser, al descubrir que el residuo de que nos hablan los fenomenólo-
gos es el momento de realidad. Al analizar la intelección sentiente se descubre
la facticidad más radical, a saber, la formalidad de realidad en la aprehensión,
que Zubiri entiende como la dimensión noérgica de la intelección sentiente. Una
formalidad no lógica, ni reflexiva, sino dada en impresión.
La razón es un modo de estar sintiendo la realidad por el camino de la ex-
periencia como probación de realidad. El orto, el origen estructural de la razón
está en la impresión de realidad. La razón sentiente intelige con la fuerza coer-
citiva de la realidad a partir de la impresión abierta de realidad, que pone en
marcha un dinamismo intelectivo en búsqueda, una marcha intelectiva, en la
que la razón es libre y creadora de conceptos, fictos, metáforas. Esta capacidad
de poetización y creación de la razón es fuente de tentativas y ensayos.
Lo que logra la razón con este pensar libre es la marcha de la experiencia,
que consiste en probación física de realidad, según los términos zubirianos. Esa
probación es una degustación. Pero “experienciar” no se reduce a sentir, pues
lo sentido es algo dado, pero lo experienciado es algo logrado, no una mera
constatación, sino auténtica probación, es decir, una travesía a partir de lo dado
por la que la razón experiencial profundiza en la realidad. Por ejemplo, el len-
guaje mismo aporta una experiencia al crear nuevas formas de actualizar lo
real 61. A partir de las impresiones que impulsan un dinamismo intelectivo, el
potencial creador de la razón es capaz de experienciar de modo innovador.
En su análisis de la experiencia Zubiri ha prestado cada vez más atención al
nivel experiencial del poder de lo real. La experiencia es el modo como el hom-
bre se va haciendo a sí mismo enfrentándose a la realidad, que a su vez
intimidad podrá la razón experiencial expresarse con autenticidad 64. A este res-
pecto, convendría recordar las palabras de Antonio Machado cuando en la
disputa sobre la verdad el corazón acusa a la razón de mentir: “Quien miente
eres tú, razón, que dices lo que no sientes”. La intimidad personal está reprimida
actualmente por la extimidad social y tecnológica, que refuerza una desorien-
tada heteronomía y produce una nueva esclavitud vital. Ya en una publicación
de 1935 y 1936 anunciaba Zubiri una crisis de intimidad 65. También hoy vivi-
mos una creciente asfixia de la intimidad personal por la tecnologización y por
el “potiticismo” (Ortega), que absorben (casi) todos los aspectos y momentos de
la vida.
Para afrontar la incertidumbre que vivimos y la experiencia nihilista, que al
final resulta “descorazonadora” (Nietzsche), no basta la razón formal y sistémica,
la razón instrumental y técnológica. Hemos de preguntarnos con qué linterna
vamos a iluminar nuestra vida. La respuesta en la línea del pensamiento español
e hispano desde nuestros clásicos del siglo XX, Unamuno y Ortega, hasta Zubiri,
Marías, Laín y Zambrano, está en una razón experiencial, capaz de hacernos
sentir “nuestro íntimo sustento” (Zambrano), de cultivar la intimidad personal
(Ortega, Zubiri y Laín), de lograr algo de “sosiego” (Marías), para que la incer-
tidumbre acabe siendo “salvadora” (Unamuno) y no desoladora.
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