Historia de La Nacion Latinoamericana

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JORGE ABELARDO RAMOS

HISTORIA DE LA NACION
LATINOAMERICANA

FUNDACION PARA LA INVESTIGACION Y LA CULTUJ


Calle 22 No. 9-N.^CALI. COLOMBIA.
e
& •

JNDACION PARA LA "INVESTIGACION Y LA CULTURA


Calle 22 No. 9-N.63. CALL COLOMBIA.

Algunos- Títulos Publicados.

BOLIVAR, S. Obras Completas 5 Volúmenes.


FRANCK W. Nacimiento de un mundo
FREUD. S. .Escribos sobre la Cocaína.
CAICEDO D. Viento Seco. ■
RAMIREZ lugar para el Juglar.
RIVAS La Faz es un Poema.

5
“Años vendrán con el transcurso de los siglos ev que
el Océano, abriendo sus barreras, nos dejará ver un país
de extensión inmensa, un mundo nuevo que aparecerá den­
tro de los dominios de Thethis; y no será Tule el límite del
Universo.”
Séneca, que era español.
Siglo I, a. de C.
t

X
ADVERTENCIA

Hace veinte años me propuso plantear en “América


Latina: Un País” la cuestión nacional latinoamericana.
Era la primera tentativa de concebir en términos márxis-
tas el destino histórico de la gran patria dividida. La Re­
forma Universitaria de 1918 había engendrado con el
aprismo un esfuerzo teórico notable en la misma dirección,
que resultó frustrado trágicamente por las limitaciones del
nacionalismo pequeño burgués del Perú. Pero el pensamien­
to politico de la clase obrera misma, balcanizado en Amé­
rica Latina por las categorías europeas de un marxismo
abstracto de corte cosmopolita, no había sido capaz hasta
entonces de elevarse a la comprensión de América Latina
concebida como un todo nacional inconcluso.
Mi libro de hace dos décadas pretendía superar ese es­
tancamiento, aunque adolecía de una ambición juvenil to­
talmente explicable. Se proponía exponer e historiar la
cuestión nacional latinoamericana y descifrar al mismo
tiempo los enigmas incontables de una historia argentina
petrificada. ¡Era algo excesivo! Pero no fue a causa de esa
inocente jactancia que los diputados Visca y Decker se­
cuestraron dicha obra en 1949, como Presidentes de la
Comisión Bicameral del Congreso Nacional. La lectura no
se contaba entre las pasiones privadas de ambos legisla­
dores. Por otra parte, mi modesto libro no merecía esa crí­
tica de las armas, sino más bien las armas de la critica;
pero esto último era pedir demasiado, tanto a los enérgicos
10 ' JORGE ABELARDO RAMOS

parlamentarios como a los exhaustos partidos de la izquier­


da cipaya, que lo digirieron en silencio.
Para rendir completa justicia a “América Latina : Un
País”, agregaré que si bien adelantaba en sus páginas el
núcleo de la tesis unificadora; el estado de mis conocimien­
tos en esa época me impidió expresar en toda su íntima
complejidad los factores histérico-sociales que posibilita­
ron el proyecto de Bolívar al mismo tiempo que decidie­
ron su ruina. Aunque el libro constituía ún paso adelante,
no me resultaba totalmente satisfactorio. A medida que
estudiaba mejor el problema y que la lucha política por la
constitución de la Izquierda Nacional en la Argentina me
iluminaba sobre -la necesidad de un retorno al concepto
bolivarianó dec espacio nacional, llegaba a la conclusión
de que reeditar aquella obra era insuficiente, que había
cumplido su tarea y que era mejor, dejarla morir en paz,
con sus aciertos y extravíos. Se. imponía escribir- una his­
toria completa de los combates físicos y teóricos librados
para unificar América Latina. De esa certidumbre nació el
presente trabajo. -
Me adelanto a declarar que no ofrezco al.lector una his­
toria de América Latina,, sino tan sólo la crónica razonada
de las luchas que nuestro pueblo libró para reunirse en
una. Nación. Es una historia de victorias y derrotas; pero
es una, historia inseparable. Me esforcé por repensar como
"amerieanocéntrico” los episodios capitales de ese proceso
y - en" emplear el método marxista desde aquí, contrapo­
niéndolo a la. versión sacro-marxista que tradicionalmente
impuso Europa para interpretar América Latina. Es mi
convicción profunda que se trata del único medio para
desmomificar el pensamiento revolucionario y hacerle ren­
dir su esencia. El lector juzgará por los resultados.
<L A. R,
Córdoba, enero dé 1968.
CAPITULO I

LA ESPAÑA CABALLERESCA

“Si Don Quijote atribuye a encantamiento de la rea­


lidad la inconciliabilidad del mundo y de sus ideales
y no puede comprender la discrepancia de los órde­
nes subjetivo y objetivo dejas cosas, ello significa sólo
que se ha dormido mientras que la' historia univer­
sal cambiaba”.
Arnold Hauser.

“España se encontró en la época de la resurrección


europea, con que prevalecían costumbres de los godos
y vándalos en el Norte y de los árabes en el Sur”
Karl Man.
1. Orígenes del particularismo español.

A fines del siglo XV España se aproxima a su apogeo.


La caída de Granada consuma la soberanía territorial
de las Éspañas y extermina el poder político de los moros.
Nueve meses después el. Almirante de la Mar Océano incor­
pora América a la geografía mundial. Ambos actos se pro­
ducen bajo el reinado de Isabel y Fernando, monarcas de
Castilla y Aragón. La unidad política de España se había,
alcanzado como guerra de religión.
El catolicismo prestó a la lucha nacional contra los
moros una poderosa fuerza. Pero al mismo tiempo, la tarea
que termiñaban los Reyes Católicos al Cabo de siete siglos
de enfrentar al “infiel”, dejaría huellas profundas en la
sociedad española, en sus particularidades regionales, en su
idioma y en la psicología nacional. La historia de España
nace en dicha cruzada y se impregna hasta la médula de
esa agotadora prueba. El matrimonio de Isabel y Fernando
constituía, a su vez, un paso más hacia la unidad nacional
de España: Castilla y Aragón, por los azares dinásticos,
constituían una diarquía. Reunían en la pareja real a reinos
hasta entonces separados.1 Como convenía a la marcha
general de la historia europea y a los progresos del capi­
talismo en Occidente, con los Reyes Católicos la monarquía
feudal se prepara a su transformación en monarquía ab­
soluta. En otras palabras, a establecer la preeminencia de

1 Cfr. Soldevila, Historia de España, T. IV, Ed. Ariel, Barcelo­


na, 1959; y Altamira, Historia de España y de la civilización españo­
la, III tomo) Barcelona, 1913.
14 . JORGE ABELARDO RAMOS

la monarquía sobre los particularismos feudales de la no­


bleza, opuestos a la constitución de la-Nación. Estos par­
ticularismos y esta nobleza hundían sus’ raíces en la cru­
zada contra los moros. De esas luchas España había here­
dado un encarnizado individualismo y un sistema de fueros
que cada ciudad o reino defendía celosamente, tanto frente
a la nobleza de espada como ante las tentativas reales de
sujetar a los pequeños reinos a un poder centralizado.
Los reinados y baronías que componían la España del
siglo XV se habían ido creando en la Reconquista contra
los musulmanes sobre cada pedazo de tierra conquistada.
Cada una de estás reyecías católicas estaba separada de
las demás: se erigían sobre los más diversos accidentes
y relieves geográficos. La disgregación del latín .medieval,
entretanto, y el 'aislamiento guerrero de los pueblos cris­
tianos facilitó la creación de lenguas y dialectos regionales
como el vascuence, el portugués, el catalán y el gallego, que
permanecieron individualizados hasta hoy, pese a la lenta
y progresiva influencia de la lengua castellana. El triunfo
general de esta última reflejaba en la esfera idiomática la
hegemonía de la monarquía castellana sobre las restantes,
que por lo demás no retrocedían sin lucha. Así se formaron
durante siglos leyes y costumbres populares, al tiempo que
un estilo militar de existencia, donde la nobleza adquirió
privilegios nacidos de su. papel en las guerras. Estas pre­
rrogativas marcaron toda la historia posterior de España.
El poder real se vio constantemente limitado por la resis­
tencia militar de los dominios señoriales. “España, se en­
contró, en la época de la resurrección europea, escribe Marx,
con que prevalecían costumbres délos godos y vándalos en
el norte y de los árabes en el sur”.1 Al mosaico racial y
cultural de España debía agregarse la presencia de los ju­
díos, que formaban un sector considerable de su población
activa en un período en que la ciudad medieval estaba
dominada por el capital comercial. Del mismo modo los
1 Marx, La revolución española,, p. 8. Ed. en lenguas extranje­
ras, Moscú.
HISTORIA de la ÑAGÍON 1ATIN0AMERICAÑA 16,
. . ■ I
árabes constituían la porción más laboriosa y técnicamente
eficaz de su economía agrícola.
Esa “aglomeración de repúblicas mal administradas
con un soberano nominal a la cabeza”1 encontró la primera
posibilidad de marchar hacia una unidad nacional gracias
al poder central que comienzan a encarnar los Reyes Ca­
tólicos. La misma monarquía expresaba claramente el pre­
cario carácter de esa unidad: mientras que en la Castilla
de Isabel predominan los intereses señoriales, en el Ara­
gón y Cataluña de Fernando prosperaba la burguesía de
los puertos marítimos vinculados al comercio con Europa
y Oriente. Así, en su propio seno, la monarquía que buscaba
la organización de una sola nación asumía simbólicamente
un carácter bifronte. Las dos Españas se enlazaban y dispu­
taban con Isabel y Fernando.
2. La oposición de la nobleza a la centralización,
La oposición de la nobleza castellana a la unidad de
Espanase había manifestado al contraer matrímonioTós
reyes católicos. Debieron hacerlo, disfrazados de campesP
nos, en ca.sa,d”e unos arrieros. En Castilla, Fernando era
llamado el “catalanote”. Cataluña, con sus judíos, cartó­
grafos, burgueses y artesanos, era la provincia capitalista
por excelencia en la tradición española.12 El partido de la
nobleza castellana declaró la guerra a la pareja que iría a
consolidar la unidad nacional y proclamó reina a la hija
adulterina de Enrique IV el Impotente, aliándose al rey de
Francia. La “tradicionalista” nobleza española imploraba,
la protección extranjera cuando estaban en peligro sus pri­
vilegios. Así lo haría siempre a lo largo de su miserable
historia, hasta el siglo XX. Pero los Reyes Católicos ven­
cieron al principio de la contienda. Todo parecía indicar
que los castillos destruidos, las tierras señoriales confis-
1 Marx, ob. cit., p. 13.
2 Pierre Vilar, La Catalogue dans l’Espagné moderno. Recher­
ches sur les fondements économiques des estructures nationales, p,
573, T. I, S.E.V.P-E.N., París, 1962; y Rodolfo Puiggrós, La España
que conquistó al Nuevo Mundo, p. 40, Ed».Siglo Veinte.
16 JORGE ABELARDO RAMOS

cadas y la creación de un ejército nacional iniciaban triuñ-


falmente el período absolutista y pondría término a la
gangrena feudal. Bien pronto se advirtió' que la nobleza nó
estaba derrotada. ’ .•
Con los Reves Católicos comienza la era moderna de.
España, Ante el disgusto de la nobleza militar, Isabel y
Fernando practican en 1484 una política de- protección a la
industria manufacturera. Otorgan facilidades a obreros ita­
lianos y flamencos, y los eximen de impuestos durante diez
años para que se radiquen en España y apliquen en ella
sus artes mecánicas. Tradicionales industrias españolas son
revividas: las armas de Toledo, las papelerías y sedas de
Jaén, los. cueros de Córdoba conocen una época de prospe­
ridad. Durante dos años se prohíbe la importación de paños
en el Reino de Murcia y los hilados de seda napolitanos
en el reino de Granada. En Barcelona recobran su impulso
las industrias, en Zaragoza trabajan 16.000 telares, en
Ocaña florecen las jabonerías y sus guantes célebres.1 La
expulsión de 400.000 moros, que asestará un golpe casi mor­
tal a las energías del país y sobre todo a su agricultura,
arruinará por siglos la prosperidad industrial y la eco­
nomía agrícola que ,los árabes habían elevado a un nivel
de eximia perfección técnica. Andalucía era una huerta
espléndida, creación exclusiva de los árabes que con su
laboriosidad e ingenio habían establecido un notable siste­
ma de Liego. La pragmática de 1496 tendiente a unificar
en todo el reino las pesas y medidas, en un país donde él
odio era dignificado y el trabajo envilecía, muestra bien a
las claras, la tendencia de los Reyes Católicos a modernizar
España y a doblegar a los nobles turbulentos. Bajo esta
perspectiva, en que el precario centralismo real preparaba
las condiciones de la crea¿ión^dena~hación espafiola~y~éT
desarrollodel (^pitafísmo; es ^ue~sF°prodücF^er3es¿übrT^
miento de América. .
Fernando el aragonés, por otra parte, había atacado
1 Los Reyes Católicos ordenaron que el comercio de extranje­
ros que se efectuaba por. el señorío de Vizcaya tacara su importe en
géneros y frutos del reino, prohibiendo la extracción del oro y plata
en pasta, vajilla o moneda.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 17

la clásica autonomía de las ciudades españolas para mode­


rar el poder creciente de la burguesía. Entre la Edad Media
y la Edad Moderna, la pareja real encarnaba en sí misma
la contradicción viva de dos épocas. Tampoco en la Cata­
luña dependiente de la Corona de Aragón la nobleza putre­
facta había sido vencida, ni mucho menos.. En la época del
descubrimiento de América las obligaciones de los siervos
catalanes no dejaban nada que desear a los nobles de
Castilla.1 En la lucha simultánea contra la nobleza y la
burguesía de, las, ciudades, el absolutismo naciente de los
Reyes Catójícos encontró un aliado poderoso, al que debió
pagar,~sln embargo, ún tributo íataEJa Iglesia, Católica.
Los monarcas no podían unificar a España.en nombre del
capitalismo, ni de la Nación, ni del pueblo. Pero la unifi­
cación reclamada por la historia de ese siglo y de cuya con­
sumación, en caso de realizarse, sólo podrían beneficiarse
ante todo las clases modernas én formación, era también
una exigencia íntima de la. monarquía. Si quería elevarse
por la gracia de Dios hacia el poder genuino, éste debía
ser absoluto. En tal carácter, debía chocar contra el par­
ticularismo, los derechos personales y territoriales de la
nobleza voraz. De este modo, las necesidades de la monar­
quía, se combinaban con las aspiraciones de la nación que
en esa época sólo podía alanzar su unidad mediante el
poder personal. Para lograrlo, sin embargo, Isabel y Fer­
nando debían enfrentar un complejo universo de clases,
castas, razas, nacionalidades y religiones que eran la he­
rencia de ocho siglos de sangrienta historia. Sólo cabía en
ese momento un método de unificación, la unificación reli­
giosa. La expulsión de musulmanes y judíos demostró que
la unidad de España se realizaba extervñmeñte, a costa
de~su desarroTfiTecq^^
saron a moros y judíos, no se eliminó a la nobleza ni se
establecieron realmente las condiciones para un desenvol-
1 Sin embargo, en Cataluña, centro manufacturero moderno de
España, a fines del siglo XV la “guerra social” obtiene algunas ven­
tajas para los. campesinos, en el orden puramente político. Concluyen
los “malos usos”, la “remensa” y los malos tratos personales. V. Vi-
lar, ob. cit., p. 509, T. I.
18 ' JORGE ABELARDO RAMOS

yimiento de la propiedad burguesa, único cimiento, en dicho


período, de la unidad nacional. Al reducir la unidad espa­
ñola a la pura unidad religiosa, los reyes dejaron en pie
los factores internos del particularismo feudal, mucho más
peligrosos que los espirituales. Como la historia inminente
habría de probar, estos, factores empujaron al Imperio
español desde su posición excepcional én la historia del
mundo hasta una decadencia que aún no ha concluido. La
unidad abstracta consumada con la ayuda de la Inquisición .
y su hoguera, caracteriza el. absolutismo real de los Reyes.
Católicos como un absolutismo místico que multiplicará
todos los problemas que pretendía resolver.

3. La Casa de Jos Austria en el trono español.

Los dos factores que conducirán a la decadencia espa-


fíola~se~producen simultáneamente y deséncádeñan~efectos
devastadores. El primero~de ellos es el “descubrimíéñlb ge
América, Él segundo, el ascenso al trono'de ÉspanA~3e"
Carlos I, hijo de Juana La Loca y de Fé^Fe~e^HérmoSo7,
La madre demente era hija de Fernando el Católico. Él
padre imbécil, pertenecía a la dinastía de los Habsburgo.
Carlos de Gante, por lo demás, nacido en Flandes, se educó
como flamenco. Ignoraba la lengua castellana. Se había
formado en la idea del Imperio Católico universal, ins­
pirado por su abuelo, el .Emperador Maximiliano. Al mo­
rir sus abuelos españoles, el joven de 16 años, con su arro­
gante belfo húmedo, pisó el suelo español con el nombre
de Carlos I, rodeado de una banda rapaz de favoritos fla­
mencos y borgoñeses de uñas largas y afilados dientes.
Detrás^ mezclados con los soldados alemanes, marchaban
Confundidos en su séquito prestamistas y usureros germá­
nicos, los banqueros Fugger y Welser dé Augsburgo. Quin­
ce años más tarde moría su abuelo, el Emperador Maximi­
liano. Carlos, después de sangrar las rentas de España y
de enajenar a los usureros el oro proveniente de América,
pudo comprar los votos de los Príncipes Electores de Ale­
mania. De este modo, asumió el título de Emperador dé
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 19

Alemania y rey de España bajo el nombre de Carlos. V?


Se postulaba así la tesis de un Imperio católico uni­
versal, dentro del cual España era un reino secundario,
aunque productivo. Pues del fabuloso descubrimiento de
América y de la sangre de sus indígenas provenían los me­
tales preciosos para~^imStaFlasfflemisrengiosas~de Cir­
ios V, fortalecer la estructura feudaTeuropeaTen disolucipn
y forrar los bolsillos de la banda flamenca. El rey éxtranje-
ro de España se convertía en un Emperador que. gobernaba
varios Estados italianos y alemanes, además' de Flandes y
las Indias. En apariencia, era el mayor poder mundial, un
nuevo Carlomagno.12 La nobleza castellana veía en Carlos V
a su salvador y dispensador de sueldos y prebendas a las
1 Carlos V ‘‘fue espada del Catolicismo contra, la Reforma”, dice
cuarta edición, Ed.
Aguilar, México, 1958. En otras palabras, encarnó la contrarreforma
feudal contra la secularización religiosa del capitalismo-e^opeo,
2 “Ld cohesión lograda por el Estado Nacional era cualitativa-
mente superior en cuanto se asentaba en un proceso incesante y mo­
lecular de relaciones, el de la libre circulación de mercancías dentro
de un espacio histórico, lingüístico y territorial aglutinado, vale
decir, el mercado nacional. Este régimen supone avances sustanciales
en la división del trabajo entre la ciudad y el campo, una diferen­
ciación acentuada de los oficios y las manufacturas, la disolución
de las relaciones de dependencia personal, el libre movimiento de los
trabajadores y de las mercancías, la acumulación de capitales y el
avance técnico industrial que posibiliten y hagan necesaria .la produc­
ción en gran escala más allá, de los estrechos mercados regionales.
Supone, en otros términos, el desarrollo de la economía capitalista
y de la clase burguesa que es su portadora. La estructura del im­
perio multinacional, por el contrario, extiende más allá del área
nacional y lingüística el poder político de la naciondlidad dominante
porque con ello sólo incorpora nuevas regiones tributarias al Estado
imperial. A su vez la aristocracia de la nacionalidad dominante, aun-.,
que aseguré para ella privilegios incluso comerciales, no se interesa
en el propio mercado nacional, ni busca protegerlo mediante fron­
teras político-aduaneras, porque el origen de sus ingresos no está en
la reproducción y acumulación de capitales... La unidad imperial,
asumía así un carácter mecánico, superficial y extenso, una articu­
lación débil, un alto grado de descentralización y delegación prácti­
cas, un acusado despotismo dinástico de las formas políticas, y una
elevada fluctuación territorial, resultado de la confrontación de
fuerzas con otros imperios o con los nuevos Estados Nacionales”:
Jorge Enea Spilimbergo, De los Habsburgo a Hitler, en revista “Iz­
quierda Nacional”, p. 36, N? 4, marzo de 1967, órgano teórico del
Partido Socialista de la Izquierda Nacional, Buenos Aires.
2Ó ' . . JORGE ABELARDO RAMOS

que no había sido muy afecto el prudente Fernando, La


idea de la “unidad cristiana universal” era mucho más sa­
tisfactoria al particularismo feudal que la .idea de la “uni­
dad nacional” española. ¡Esto era fácil de comprenderI
Pero el pueblo recibió al flamenco con una piedra en cada
mano. Las Cortes comenzaron por negarle fondos, siguie­
ron por rogarle que aprendiera el castellano “a fin de que
. Vuestra Majestad comprenda mejor asus1 súbditos y sea
mejor comprendido de ellos”, continuaron por que respetase
las leyes del reino y concluyeron por pedirle que no otor­
gase cargos, a los extranjeros. Pero el Emperador univer­
sal, juguete en manos de los avariciosos flamencos, atro­
pelló los fueros municipales e ignoró los tradiciones espa­
ñolas. Nombró Arzobispo de Toledo al sobrino de su favo­
rito de Chevres, que ni siquiera se digna viajar a España
para hacerse cargo de su apetitosa diócesis. Los restantes
cargos de la Corte fueron distribuidos entre los flamencos
. importados. Los tributos excesivos concluyeron por desen­
cadenar un vasto movimiento de insurrección popular eri
1520, ~conocido como el levantamiento de los Comuneros de
Castilla, Eiicabezados por un noHgi^Juan de Padilla, el
se dividió entre los elementos JL —•
Dice Marx que con las
cabezas de los conspiradores desaparecieron las viejas li­
bertades de España.1 Era la postrera rebelión de las ciu­
dades burguesas contra la putrefacción feudal, extranjera
para colmo. Simultáneamente se levantaban las Herman­
dades de Valencia, compuestas por artesanos. Fueron a su.
véz vencidas y exterminadas sin piedad por el cristiano
Emperador del mundo. Pudo así reinar sobre una España
desangrada, exprimir a las Indias, guerrear con Francia
y presenciar la agonía de la sociedad española, nunca más
grande que durante su funesto reinado y nunca más mi­
serable. ' . . . •■
i 4. La influencia de las Indias en España.
Con la caída de Constantinopla en manos musulmanas,
1 Marx, ob. cit., p. 9.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA .21

la burguesía marítima de Cataluña veía cerradas las puer­


tas para el desarrollo del comercio con Oriente. La bús­
queda de un camino hacia el Asia era eí resultado no sólo
de esta necesidad español^, Sino de la creciente exigencia
de metales-preciosos y de una expansión del comercio mun­
dial que se evidencia a fines del siglo XV. Las formas-
capitalistas de producción se abrían paso irresistiblemente.
El descubrimiento de América se inserta en ese ciclo de
aventuras geográficas de la época.- El teatro marítimo de
la historia se traslada al Atlántico. En la ciudad medieval
europea se había engendrado una sociedad nueva: “En
todos los Estados el orgullo crece cada vez más. Los bur­
gueses de las ciudades quieren vestirse a la manera de los
gentilhombres, los gentilhombres tan suntuosamente como
los 'principes. El labrador qtiiere hacer de su hijo un bur­
gués. Todo obrero quiere comer carne, como los ricos”.1 Una
amplitud sin precedentes adquiere la circulación del dinero,
el empleó de la letra de cambio, la fundación de bancos,
el intercambio de productos industriales" diversos, las rela­
ciones comerciales. Es el Renacimiento, que se expresará
en todas partes, desde el interior de la sociedad europea,
a diferencia de España donde se manifiesta desde el exte­
rior, con el descubrimiento de América. ’’
A la dinámica capitalista de la economía europea, co­
rrespondía a finés del siglo XV una exigencia mayor de
los medios de pago al mismo tiempo que un relativo ago- _
tamiento de los metales preciosos. El oro y la plata se
acumulaban en las grandes iglesias y catedrales, en los
joyeros de la nobleza, en manos de los prestamistas y sobre
todo, en el fondo del Oriente, hacia donde se escurría en
cambio de las compras de especias raras o de productos .
exquisitos.
A comienzos del siglo XVI el oro y la plata del Nuevo
Mundo inundan Europa. Es una conmoción que conduce a
la revolución de los precios y que trastorna la economía
europea. España saquea en primer lugar el oro acumulado a
1 G. Renard y G. Wéulersse, Historia, económica de la Europa
moderna, p. 15, Ed. Argos, Buenos Aires, 1950.
22 JORGE ABELARDO RAMOS

lo largo de siglos en los palacios incaicos y aztecas. En los


primeros años de la'conquista atraviesan el Atlántíco^^O

por eí mercurio, permite extraer económicamente la plata.


Comienza un sistema de remesas a Europa de unas 300
toneladas^ de plata anuales.. De este modo puecíé evaluarse
la plata enviada por las Indias a España ,eñ£re loSTy
1660 .enjm^sJ$^00 joneladas^
Según cálculos de Humboldt, fueron de las Indias a .
España 5.445.000.000 de pesos fuertes (plata) en tees si­
glos. Se omiten de esta cifra, por imposibles de verificar,
los caudales de particulares, los que quedaron en poder
legal o ilegal de españoles en las Indias y los que emigraron
directamente de América a las Filipinas o al Oriente de
contrabando. Afirma Colmeiro que “eZ Asia y aun él Africa
eran 'el sepulcro de tas riquezas ule nuestras Indias...
[que iban] a esconderse en los reinos de la China y del
Japón, en la,India oriental, la Persia, Constantinopla, Gran
Cairo y Berbería, paradero de la mayor parte de la plata
de España, porque apenas corría entre aquellas gentes re­
motas otra moneda que reales de a ocho y doblones caste­
llanos ... Gozábamos los. tesoros de. las flotas y galeones
por tan poco tiempo, que humedecían nuestro suelo sin
^regarlo”.2 .
En 1618 se estimaba en más de 500 millones de ducados
el oro1 y la plata recibido por la corona desde las Indias.3
El tesorero mexicano envía a España en 1587, 1.343.00012
1 Regine Pernoud, Histoire de la bourgeoise en France, p. 378,
Tomo I, Ed. du Seuil, París, 1960. Pueden consultarse estadísticas
sobre el oro y la plata extraídos de las Indias, en Clarence H. Ha-
ring, El Imperio Hispánico en América, p. 273, Ed. Hachette, Bue­
nos Aires, 1966; en J. Vicens Vives, Historia social y económica de
España y América. T. IV, Ed. Teide, Barcelona, 1957, y. en José
Larraz, La época del mercantilismo en Castilla, Madrid, 1944.
2 Manuel Colmeiro, Historia de la economía política en España,
p. 1027, T. II, Ed. Taurus, Madrid, 1965. Quevedo escribía que el
dinero "nace en las Indias honrado y es en Génova enterrado".
8 El ducado valía en España 375 maravedíes y el escudo 350.
El peso de plata de las colonias valuábase en 272 maravedíes y el
peso de oro en 450.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 23

ducados, la mayor remesa, del siglo XVI. El jesuíta Pedro


de la Gasea, al regresar a la metrópoli, llevó en ocho ga­
leones un millón y' medio de ducados. Es un río restallante
de metal que inunda a la España estupefacta. ¿Cuáles son
sus resultados ? Carlos V derrama ese oro en Sus intermi­
nables guerras religiosas o dinásticas y pasea las legiones
españolas por Europa, lo mismo que su hijo, el siniestro
Felipe II, que hace de toda España, un Escorial. La aristo­
cracia despilfarra el oro importando del extranjero sus ta­
pices, sedas, armas y hasta cereales. La decadencia de la
industria española y de su agricultura, reanimados un ins­
tante por el descubrimiento de América, se acentúa profun­
damente y se prolonga durante tres siglos. Los Habsbur-
gos y la estructura arcaica de la sociedad española sobre
la que se apoyan, constituirán la maldición histórica de
España. La corriente de oro dé las Indias pasa por España,
sin detenerse. Va. a, parar a los 5olsillós~d'e los industríales
de Inglaterra, ItaliaTTrancia, Holanla~F^Iamburgo~que
venden su quincallería y artesanías a los españoles.1 Los
encajes de Lille y Árraz dominan el mercado español; la
loza de Talavera declina con la competencia extranjera. La
industria textil está en ruinas. El Emperador extranjero
y extranjerizante (y su digno hijo más tarde) aplastan
económicamente a la burguesía española. Las Cortes de
Castilla sólo piensan en asegurar un pre'cio bajo para los
productos que España consume. Mientras triunfa el mer­
cantilismo en toda Europa, los españoles ignoran la eco­
nomía. Se prohibé~Iaexportación de~paSoTfiños7Coñ~Car-
los V se prohíbe asimismo la fabricación de paños, para

1 “Mientras rebosaban los metales ‘preciosos ¿n Francia y Ho­


landa, faltaban entre nosotros" (Colmeiro). Se decía en la época
que España era el paladar de Europa, porque gustaba los metales
preciosos, pero los demás reinos el estómago, pues se nutrían con la
sustancia. “Si. vais a Génova, Roma, Amberes, N&poles o Venecia,
se decía, veréis en la calle de los banqueros y cambiadores sin exa­
geración tantos montones de escudes acuñados en Sevilla, como hay
en San Salvador o el Arenal de melones". Un autor de la época, Ce­
ballos, dice: “Y asi no se halla ya en España moneda de oro ni de
plata, porque con la mercancía que se mete de fuera, las sacan":
Colmeiro, p. 1031.
24 JORGE ABELARDO RAMOS

importarlos de Flandes. Los ociosos espadachines del fla­


menco sólo desean importar telas holandesas, tapices de
Bruselas, brocados de Florencia. Esa enorme importación
es preciso pagarla con el oro de los galeones rebosantes. Ni
siquiera con el martirio de los indios de América logra
España retener y acumular su capital, como las potencias
capitalistas de la época. La política de pillaje asiático llega
a tal grado en la historia de España, que Carlos V- y Fe- -
lipe II confiscan a menudo los envíos de metales preciosos
dirigidos desde América a capitalistas particulares; de
este modo, en lugar de expropiar, a.los terratenientes feu­
dales, la monarquía despoja a la burguesía en germen.1
Castilla exportaba lana en lugar de paños. En él centro de
este cuadro, alemanes, genoveses y franceses se apoderaban
del monopolio virtual de las ferias españolas y de los asun­
tos rentísticos. Las remesas de oro de las Indias, tales eran
los aprietos de los Austria, eran hipotecadas con anticipa­
ción a los banqueros y usureros extranjeros, los Fugger y
los Grimaldi.12 .,
Los especuladores y comerciantes metropolitanós enri­
quecidos con las Indias y la revolución de los precios, com­
praban, tierras para colocar sus capitales. Respondiendo a
la putrefacción dominante, los nuevos ricos buscan adqui­
rir un blasón, títulos de nobleza, hábito de alguna or­
den militar o alguna patente de hidalguía para situarse
en el nivel social de las viejas clases. Sólo podían hacerlo
1 “España se convirtió en distribuidora en Europa de la riqueza
yzetglizadaf ele 'América, pues producid poco y fabricaba rñenbsT'E’E
lo, ma^or~wospér¡dM3fyirdéspTcJurflé todas las teyes^l“dfm^d:'huía
del país. Las manufacturas y aún los cereales, España lo's recibía de
Francia, Inglaterra y Holanda, adonde en cambio iban a parar el '
oro y la plata": C. H. Haring, El comercio y la navegación entre
España ylas Indias en época ele los Habsburgos, p. 204, París-Bru­
jas, Desclee, De Brouwer, 1939.
2 Bajo los Habsburgo, el comercio exterior de España, en par­
ticular el comercio con las Indias, cae en manos de los europeos per­
tenecientes a las naciones capitalistas. A fines del siglo XVII los
franceses controlan el 25% del comercio con las Indias; los geno­
veses el 22%; los holandeses el 20%; los ingleses el 10%; los
flamencos el 10 %; los alemanes el 8 % y los orgullosos españoles
dueños del Imperio, sólo el 5 %. V. Los siglos XVI y XVII, Roland
Mousnier, p. 308, T. IV, Ed. Destino, Barcelona, 1959.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 25

a condición de inmovilizar su capital en bienes inmuebles


y vivir de sus rentas, pues hasta la era de Ios- Borbones.
en el siglo XVIII, todo aquel que se dedicase a la actividad
industrial perdía automáticamente su carta de hidalguía.1
De este modo, la riqueza adquirida con la sangre ameri­
cana robustece la gran propiedad territorial y sustrae
esos capitales de toda actividad económicamente producti­
va. Así se eleva el valor artificial del suelo y se consolida
el latifundismo.

5. El régimen servil.
En el período del descubrimiento de América la pro-
duccToñ^grícola"d^=Espafia
*sé~fundaba~básÍcamente en ja
Condición servil osémiservil de los, campesinos. Esto ocu-, ■
rría tanto en Castilla como en Aragón, reino este último
del. que formaba parte Cataluña, el sector , más dinámico
de la economía española.
Con sus grandes sublevaciones periódicas los siervos o
semisiervos de Castilla habían originado la adopción de
una nueva política. Los Reyes Católicos sancionaron una
ley en 1480 por la qué se concedía a los campesinos de
Castilla el derecho de cambiar de residencia con todos sus
bienes, ganados y frutos. Este cambio de señorío constituía
sin duda un avance, pero no existe todavía documentación
fehaciente acerca del carácter generalizado y práctico que
obtuvo esta medida. Es-bastante dudoso que la liberación
de los siervos castellanos y su transformación en campe­
sinos libres se realizara en esa época. Las disposiciones* V.

1 V. Vicens, ob. cit., p. 35, T. III. Esta horma típicamente feudal


encuentra su eco en América. Puiggrós recuerda el caso de un caba­
llero español residente en Buenos Aires a fines del siglo XVIII que
inició en la Audiencia de Charcas un juicio por calumnias, pues el
demandado había afirmado públicamente que el caballero trabajaba.
En su demanda, y con justa indignación, sostenía que tenía recursos
e hidalguía suficientes como para vivir sin degradarse trabajando.
V. Historia crítica de los partidos politicos argentinos, p. 273. Ed.
Argumentos, Buenos Aires, 1957. En esa época sin embargo, ya go­
bernaba España Carlos III, quien declaró que las artes manuales
"no.envilecían ni perjudicaban las prerrogativas de la hidalguía".
26 JORGE ABELARDO RAMOS

reales, como en su caso la inmensa literatura jurídica de


Indias, rara vez tenía comienzos de ejecución, pues la socie­
dad arcaica española conservaba un poder orgánico coti­
diano mucho mayor que la decisión personal de algún rey
enérgico. Altamira juzga que la disminución de las suble­
vaciones campesinas durante los siglos XV y XVI cons­
tituiría una prueba indirecta para admitir un proceso de
manumisión de los campesinos. Con todas las reservas que
inspira este juicio, sin duda que la evidencia de la mayor
productividad del trabajo libre sobre él servil debió obrar
como factor concurrente para este proceso. En el Reino de
Aragón los Reyes Católicos llevaron a cabo una política no
menos decisiva en favor de los campesinos, pero; la resis­
tencia encarnizada de la nobleza moderó esos ímpetus. Las
insurrecciones de payeses en Cataluña y la floración del
banditismo, obligó al rey a suprimir, parte de los insopor-
4 tables tributos que recaían sobre los campesinos y que ali­
mentaban el ocio señorial: estos tributos se conocían con.
el nombre significativo de malos, usos.-Por añadidura, se
permitió a los campesinos emanciparse mediante el pago
de una suma de dinero, lo que facilitó la formación en el
siglo XVII de una pequeña burguesía agraria.1 Queda en
pie, pese a todo, el carácter general que presentaba el cam- •
po español cuando se produce la. conquista y colonización
americanas, signo incisivo del carácter general de la socie­
dad colonizadora que se manifestará'en las Indias.
6. Extranjerización del reino y ruina de la industria.
En Sevilla había 3.000 telares que daban ocupación a
30.000 obreros. Cien años más tarde, sólo quedaban 60
2 De aquella Toledo próspera en la que zumbaban
telares.1
40.000 telares, nada quedaba en pie: las calles desiertas, las
tierras incultas, las casas cerradas y sin habitantes. Los
freneros, armeros, vidrieros y otros, oficios que ocupaban
1 V. Vilar, ob cit-; Altamira, Manual de Historia de España,
p. 280. Ed. Sudamericana, Buenos Ah’Qs, lí)46; Puiggrós, La España
que conquistó el Nuevo Mundo, p. 46.
2 Colmeiro, ob. cit., p. 776, T. II. ■
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 27

calles enteras, habían desaparecido. Ni. siquiera los artille­


ros e ingenieros al servicio de la monarquía eran españoles.
Quedaban pocos hombres de aquella industriosa Sevilla del
siglo XVI-J Ciudad de melancólicas mujeres pues los hom­
bres emigraban a las Indias ! En 1655 un autor enumera
16 gremios que han desaparecido por completo de España,1'
Mientras que en la Francia dél mercantilista Colbert las
telas españolas eran perseguidas hasta ser incineradas,
de esta tarea sé encargaba en la propia España el rey
flamenco.2*
. Felipe II, más tarde, ah intentar perseguir las creen­
cias religiosas de los flamencos (“Preferiría reinar en un
desierto rentes que en país poblado de herejes” era.su pia­
doso aforismo)8 provocó la huida de miles de artesanos
flamencos que se refugiaron en Inglaterra. Allí multipli­
caron la industria inglesa con nuevas manufacturas. Si los
monarcas ingleses penaban con la pena de muerte a los
artesanos y técnicos ingleses que llevaban sus artes y se­
cretos de fabricación a otro ps ís, los Austria practicaban
exactamente el método inverso’, más de 600 artífices emi­
graron de Sevilla y otras ciudades de España y se instala­
ron en Lisboa, donde el Príncipe de Portugal los protegió.
Así fabricaron ricos paños, bayetas y sederías con materia
prima que importaban de España, su propia y desventurada
patria. A los raros extranjeros que traían su industria a
España no les iba mucho mejor que a los industriosos es­
pañoles. Sólo se admitían en la España de los Austrias a
dos clases de extranjeros: los comerciantes y usureros que
traficaban con la riqueza española y los mendigos y pere-

1 Colmeiro, ob cit., p. 769.


a España se había convertido “en una especie de colonia econó­
mica francesa por el régimen librecambista de la paz.de los- Pirineos
(1659)”, dice Mousnier, ob. cit., p. 310. El arbitrista Aguirre, en su
obra Abusos de las rentas reales, sostiene que las demás naciones
trataban a España “como a las Indias de Europa”.
8 “Toda herejía debía ser extirpada inmeditamente, pues si era
ignorada, el mundo podría imaginarse que se trataba de la verdad, y
si una doctrina falsa era verdadera, ¿no podían ser falsas todas las
doctrinas verdaderas?”. Thomas ~H.ope, Torquemada, p, 83, Ed. Lo­
sada, Buenos Aires, 1946.
28 . JORGE ABELARDO RAMOS

grinos de Europa que habían hecho de España la Meca con­


tinental de la limosna.
España importa cristales de Venecia, listonería de Ge­
nova, armas de Milán, papel, libros y bujería de Holanda,
tejidos,, vinos y lienzos.de Francia. Por el contrario, en In­
glaterra, Enrique VIII prohibía la salida del oro y la plata
y monopolizaba las letras de cambio; Isabel impedía la ex­
tracción de lana y arrojaba de sus puertos a los han-
seáticos.1 ,
Antes del descubrimiento de América era más impor-
tantelej comercio' interiór~qué el exterior. Después". desapa-z
recieron las ricas ferias de Castilla. Los comerciantes se
trasladaron a la proximidad de los puertos. No era para
menos. Felipe II quitó los negocios a los castellanos y los
puso en manos de los genoveses: “Genova se edificaba de
nuevo y con el dinero de los españoles sé fundaban obras
pías y mayorazgos”.12
En los pueblos de España no podía comerciarse libre­
mente,. pues los señores mantenían estancos a cargo de sus
protegidos. Nadie podía abrir un mesón, comercio, hospe­
dar a los caminantes o vender cualquier tipo de artículos
por ese privilegio. Los Reyes Católicos aboliéron los estan­
cos, que dificultaban la libre circulación de las mercancías
por el mercado interno español; pero sus disposiciones no
prosperaron. La perduración de los gremios y corpora­
ciones medievales también dificultaban la creación de la
libre competencia y el desarrollo de una gran industria.
Reuníanse en España en la época del descubrimiento un
feudalismo putrefacto que no se resignaba a morir, abra­
zado a un capitalismo enclenque que sólo aspiraba a sobre­
vivir. Pero el absolutismo éra tan impotente para concluir
con el primero, como para infundirle oxígeno al segundo.

1 Las Repúblicas italianas medioevales protegían su comercio


exterior y su industria, estableciendo aranceles, prohibiendo a los
artífices expatriarse bajo pena de muerte y concediendo grandes
privilegios a la navegación. Cfr. Colmeiro, ob. cit., p. 783 y Federico
List, Sistema nacional de la economía política, p. 23, Ed, Aguilar,
Madrid, 1956.
2 Colmeiro, ob. oit., p. 843.
, HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 29

De ahí el carácter de rapacidad oriental que distingue a la


monarquía española, fiel reflejo de la nación en ruinas.1
Salvo en raros períodos (los Reyes Católicos, Carlos III),
ese estigma rebrotará en la historia de España con su ros­
tro más repulsivo: un Felipe II o un Fernando VIL Cer­
níase de este modo sobre el comercio interior de España
una red mohosa de prohibiciones, aduanas interiores, tasas
y gabelas, pesos y medidas diferentes, escasez de caminos
y medios de comunicación, una moneda envilecida y fre­
cuentemente adulterada por los monarcas. ‘ Este sistema
constituía en su conjunto la base de sustentación de la
nobleza terrateniente y la palanca de su resistencia a la
unidad nacional.2
7. Auge de los arbitristas.
Felipe II escribía a su hermana que estaba dispuesto a
quemar 60;000 ó 70.000 hombres “si fuera necesario para*11

1 “A partir de 1580, las pocas fábricas de paños que existían en


el país desaparecieron, y los españoles se convirtieron en un pueblo
rentista, una nación ,de caballeros, que vivían en parasitaria depen­
dencia del oro y la plata que les llegaba de las Indias y de la indus­
tria de los Países Bajos”, Gerald Brennan, El laberinto español, p.
11, Ed. Ruedo Ibérico, París, 1962.
' 2 España se vio arrastrada por la política europea de los Habs-
burgos al borde de su destrucción nacional. Lejos de lograr un nuevo
Imperio carolingio, los Austria, después de cada derrota, entregaban
por los tratados girones del imperio y aún de la propia España.
La debilidad estructural de la nación española se pone de relieve
con' la pérdida de Portugal y la tendencia separatista de Cataluña,
que sólo logra ser vencida por una sangrienta guerra civil. Portugal,
en cambio, pide ayuda a Inglaterra y queda destruida así la unidad
ibérica. España reconoce esa independencia en 1668.. “Apenas rota.la
unidad ibérica, Portugal entró en la órbita anglo-holandesa”, dice
José Larraz.
Con el Tratado de Methuen firmado en 1703 Portugal renun­
ciaba a industrializarse, prometía “admitir para siempre jamás los
paños y demás manufacturas de lana' de fábrica de la Gran Bretaña”,
mientras que el Rey de Gran Bretaña “quedaba obligado por siempre
jamás” a admitir los vinos de Portugal. Con el oro del Brasil y
sus vinos pagaba Portugal a su sórdido aliado las manufacturas
inglesas. Adam Smith dijo que ese tratado leonino era “ventajoso en
favor de Portugal y contra Gran Bretaña”. ¡ Como para confiar en
ciertos clásicos!
30 JORGE ABELARDO RAMOS ,
/
extirpar de Flandes la herejía”.1 Pues las absorbentes
preocupaciones- del monarca se repartían entre herejes y
arbitristas.
La crisis crónica de la economía y las finanzas españo­
las engendraron un género o profesión curiosas, la del
“arbitrista”, o sujeto fecundo en “arbitrios” y fórmulas
que ofrecía al rey como solución radical para curar tantas
desgracias nacionales. En su inmensa'mayoría, se trataba
de maniáticos dominados por una idea, o tontos mesiánicos
o desesperados por su propia situación que pretendían me­
jorarla'mediante el sistema de mejorar los asuntos gene­
rales. Se produjo así durante tres siglos una ingente lite­
ratura por así decir económica, que agobiaba las cámaras
reales, el tiempo de los monarcas y de los ministros. Algu­
nos reyes, como Felipe II, recibían con placer e interés los
memoriales de los arbitristas. Al parecer, la moda de los
arbitristas provino de. Flandes y de Italia, pero fue en
España donde hicieron escuela. Surgieron a mediados del
siglo XVI y prosperaron a lo largo de los reinados de los
Austria, como cabía esperar. Un arbitrista, por ejemplo,
proponía remediar la decadencia del erario español median­
te la sustitución en la labranza de las muías por bueyes.
Otro sostenía la necesidad de establecer en toda España
montes de piedad. Ofrecía otro engrosar las arcas reales
mediante él establecimiento de una armada española en el
Peñón de Gibraltar que cobrara un impuesto a todas las
naves que atravesaran esas aguas. Otro imaginó, remediar
la escasez de numerario mediante el reemplazo de la mo­
neda metálica por un grano de cacao; otro, en fin, sugería
la idea de reemplazar la moneda (fe plata por moneda de
hierro. Cuando los ministros y consejeros de Felipe II le
rogaban, respondiendo al clamor público, que no perdiera
su tiempo..atendiendo los consejos de la legión de arbitristas,
y fuesen arrojados de la corte, el burócrata místico se
excusaba con la necesidad que tenía de los arbitrios. Tales
eran los curanderos que la monarquía extranjera imponía
a la mortal enfermedad de la postrada España. Los mejo-

1 Altamira, ob. cit., p. 384.


HISTORIA De la NACIÓN latinoamericana 31

res ingenios de la nación no dejaron de afilar su sátira


ante los arbitristas. En su “Coloquio de los' perros” Cer­
vantes pone en boca de un personaje: “Yo, señores, soy
arbitrista, y he dado a S. M.'en diferentes tiempos muchos
y diferentes arbitrios, todos en provecho suyo y sin daño
del reino; ahora tengo hecho un memorial donde le suplico.
me señale persona con quien comunique un nuevo arbitrio
que tengo, tal que ha de ser la total restauración de sus
empeños... Hase pedir en Cortes que todos los vasallos de
S. M. desde edad de catorce a sesenta años sean obligados
a ayunar una. vez en el mes a pan y agua, y esto ha de ser
el día que se escogiere y señalare, y que todo el gasto que
en otros condumios de fruta, carne y pescado, vino, huevos
y legumbres que s,e han de gastar en aquél día, se. reduzca
a dinero y se dé a S. M. sin defraudalle un ardite so cargo
de juramento; y con esto en veinte años queda libre de so­
caliñas y desempeñado”. Bien sabía Cervantes que gran par­
te de los españoles no necesitaban de ese arbitrio para
ayunar. Tampoco escaparon los arbitristas a la mirada de
Quevedo. Así, relata que. un príncipe de Dinamarca, aque­
jado de males de dinero, pidió consejo a los arbitristas.
Cuando platicaban, estalló un incendio en el palacio. Los
arbitristas pidieron al príncipe no inquietarse, que ellos
tenían la fórmula para sofocar el fuego. Comenzaron por
arrojar los muebles por las ventanas, luego demolieron las
paredes. y terminaron por aniquilar el palacio hasta sus
cimientos. El príncipe, dice Quevedo, en “La fortuna con
seso” los increpó así: “¡Infames! Vosotros sois el fuego;
todos vuestros arbitrios son de esta manera; más qui­
siera, y me fuera más barato, haberme. quemado que habe­
ros creído; todos vuestros remedios son de esta ..suerte,
, derribar una casa, porque no se caiga un rincón. Llamáis
defender la hacienda echarla en la calle y socorrer el re­
matar. Dais de comer al príncipe sus pies y sus manos, y
decís que le sustentáis, cuando hacejs que se coma a bo­
cados a sí propio. Si la cabeza se come todo su cuerpo,
quedará cáncer de sí misma, y no persona... El Ante­
cristo ha de ser arbitrista: a todos os he de quemar vivos
y guardar vuestra ceniza para hacer de ella cernada y
32 JORGE ABELARDO RAMOS

colar las manchas de todas las repúblicas. Los príncipes


pueden ser pobres; mas entrando con arbitristas, para de­
jar de ser pobres, dejan de ser príncipes”.
8. Las clases improductivas.
Gozando del espectáculo vivía la nobleza dé España.
‘‘Los Grandes son altaneros para con los extraños y me-
nospr echador es de los que poseen un rango inferior al suyo;'
pero rastreros y aduladores de los Reyes y sus favori­
tos.. . sueñan con laxtreles guerreros, pero particularmente
con los laureles de general, pues creen que ellos no han
nacido para obedecer sino solamente para mandar. Pero lo
que es más de admirar en todos ellos es el despilfarro y
valentonería con que disipan sus haciendas”, decía un em­
bajador veneciano.1 El famoso Imperio engendra da pica­
resca, el hambre secular‘y místicos devorados por sus ilu­
minaciones^ Mientras Europa crea una economía burguesa
moderna la España austríaca espiritualiza su miseria en
un Quijote sarcástico y sueña con novelas de caballería.
Nobleza e Iglesia dominan a sus tristes reyes: uno, enfermo
de grandeza, sumido por alguna tara orgánica en un mis­
ticismo guerrero; su hijo, víctima de una hipocondría cri­
minal. Por abajo vaga una muchedumbre de campesinos sin
tierra, artesanos sin artesanías, letrados sin pan y vaga­
bundos siñ destino. ' '
La sociedad española refuerza sus rasgos más parasi­
tarios con el descubrimiento deLNuevo Mundo. La preemi­
nencia de los señores había inducido a los Reyes Católicos
a reducir el poder de aquellos. Así se limitaron a 20 fami­
lias el número de Grandes de España y se estableció- una
jerarquía nobiliaria. Pero con los Habsbufgos sucesivos la
venta de hidalguías prosiguió sin cesar. Las necesidades
militares de los Habsburgos eran inagotables. El destino
“misional” de España hacía la desesperación de los Te­
soreros Reales. Jamás faltaron arbitristas en la Corte del
rey para sugerir nuevos medios de abastecer el Tesoro.

1 Soldevila, ob. cit., Tomo V, p. 11.


HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 33

Así, la venta de patentes de nobleza se reveló uno de los


recursos reales y el factor que recreaba sin cesar las
clases ociosas, .a...las que ingresaban los comerciantes o es­
peculadores enriquecidos. Como la patente de nobleza, exi­
mía a su beneficiado de impuestos y diversas gabelas, el
peso de la tributación fiscal recaía invariablemente sobre
las clases más humildes y productivas de la nación. Con
una mano Carlos aplastaba la rebelión de los Comune­
ros; con la otra, establecía Una distinción entre Grandes y x
, Títulos que llegaban a 63 en’1525 aunque alcanzaron el
centenar en 1581.1 En ese año los señores más prominen­
tes de Castilla se clasificaban en 10 duques, 11 marqueses
y 42 barones que sumaban entre todos 1.100.000 ducados de
. rentas anuales.12 En 1581, 22 duques, 47 condes y 36 mar­
queses gozaban de 3 millones de ducados de renta; entre
ellos, tan sólo, el duque de Medina Sidoñia embolsaba «
150.000 ducados.
Este ejército de zánganos con títulos nobiliarios gozaba
a su vez de un séquito oriental de:sirvientes y acólitos,
que en su conjunto suponía la sustracción a la vida econó­
mica de centenares de miles de brazos. Para ofrecer un
solo ejemplo demostrativo, diremos que en el siglo XVII
figuraban adscriptos en el Palacio de Oropesa 74 criados.
El duque de Alburquerque, por su parte, sólo disfrutaba
de 31, entre los que figuraban cocineros, lacayos, cocheros,
enana, criada de la enana y otros parásitos del parásito
magno. Más todavía, personas sin título nobiliario figu­
raban con nómina de 5 ó 10 criados. Por la mera pitanza,
o semi pitanza, en la España imperial se reclutaban ejér­
citos de sirvientes más numerosos que los tercios de Flan-
des. Recuérdese a la literatura picaresca, cuando el misé- .
rrimo Buscón de Quevedo viaja acompañado por su criado,
tan hambriento como su amo. Esta inmensa servidumbre
dependía de la nobleza, a lo que servía como una verda­
dera clientela romana; sus amos dependían a su vez,, de
las tributaciones de los- campesinos agobiados, o de los
1 Vicens, ob. cft., p. 23, T, III.
2 Ibid.
34 . JORGE ABELARDO RAMOS

1 favores del rey, que a su vez, vivía de las tributaciones de


toda la España productiva y del martirio de las Indias.
El sistema de pillaje era tan perfecto que las. clases ricas,
precisamente por privilegio de linaje, no pagaban im­
puesto.1
A lo largo del siglo XVI se eleva el número de religio­
sos. Entre franciscanos y dominicos sumaban 32.000 indi-
• viduos. Los clérigos de las diócesis de Calahorra y Pam-
; piona eran 24.000; en la de Sevilla revistaban 12.000.,.De
acuerdo a las Cortes de 1626 el número de conventos de
religiosos se elevaba a 9.088. Entre el monarca, el clero
y la nobleza poseían el 95 % del suelo hispánico? Cuando
finaliza el siglo XVII pesaban sobre esta desventurada tie­
rra 625.000 nobles, cuatro veces el número de parásitos
análogos a los que contaba Francia, que sumaba mayor
población que España. Si Felipe II había multiplicado las
aduanas interiores, Felipe III falsificaba moneda para pro­
curarse recursos. Resulta curioso pensar que los Habsbur-
gos buscaran demonios y herejes por toda Europa. Si
algún demonio perverso debía buscarse en aquella España
“donde no se ponía el sol”, seguramente lo habrían encon­
trado en el más profundo rincón del Escorial, en ese cre­
tino coronado que estrujaba las entrañas de la Nación o
en esos 600.000 duelistas de espada a la cintura que tan
sólo servían para hundirse gloriosamente en todos los Tra­
falgar, de su historia.
Serían estos espantables monarcas, reivindicados por
algunos nacionalismos reaccionarios de allende y aquende
el Atlántico, los que entregarían a los ávidos Fugger el
monopolio de la exportación de las lanas, de las maderas y

1 “A fines del reinado de Felipe II no se hallaba el dinero en


España a un 30 % mientras en el restó, de Europa no se pagaba ni
el 3 Alvaro Florez Estrada, Examen imparcial de las disensio­
nes de la América, con la España, de los medios de su reconciliación,
y de la prosperidad de todas las naciones, p. 87, 2$ edición, Cádiz,
1812. , . : .
a Vicens, ob. dt., V. T. III, A mediados-del siglo XVI se com­
praron en España 1.500 vasallos por 150.000 ducados, o sea a razón
de 100 ducados por cabeza. Por lo demás en Sevilla y Lisboa había
mercados de esclavos blancos: rusos,.servios y otros eslavos.
HISTORIA DE LÁ NACION LATINOAMERICANA 35

el hierro españoles.1 Aún en 1700 la municipalidad de San­
tander firma acuerdos particulares con armadores britá­
nicos, nación que ya poseía, con los alemanes y flamencos,
tribunales especiales de comercio en Sevilla, canonjías dé
que no había podido disfrutar la burguesía catalana. Al
iniciarse el siglo XVII, 160.000 extranjeros acaparaban el
comercio exterior.
1 Tal es el caso del español José María Penján en su Breve
historia de España, Ed. Cultura Hispánica, Madrid, I960: “Frente
a los Comuneros, tenía toda la razón Carlos V. Con su acento extran­
jero, con su.visión europea de las cosas, el Rey sentid mejor que los
comuneros él verdadero destino de España, que no había de ser cosa
pueblerina y estrecha, sino cosa ancha é imperial”, p. 210. Los ar­
gentinos Rómulo D. Carbia (Historia de la leyenda negra hispano­
americana, Ed. del Consejo de la Hispanidad, Madrid, 1944) y Vi­
cente D. Sierra (El sentido misional de la conquista de América,
Ed. del Consejo de la Hispanidad, Madrid, 1944), no sólo idealizan
la naturaleza de la Conquista, sino que exaltan a los Habsburgos,
los más antiespañoles, de todos'los reyes de España, tanto por sus
designios, como por las consecuencias ruinosas de su política. Consi­
derados como “nacionalistas”, cabe preguntarse a qué género, per­
tenece éste que se solaza con la bancarrota, de la Nación espa­
ñola. Del misticismo reaccionario de Sierra puede dar una idea este
hermoso concepto: “España, con.su vieja moral católica fortalecida
por la Contrarreforma, no manifiesta nunca, a pesar de tener en
sus manos el mayor poderío marítimo de Europa y el dominio sobre
los nuevos mercados de América, es decir, a pesar de poseer mayo­
res elementos técnicos que país alguno, interés por abandonar las
rutas de la Teología para seguir las de la Economía... Para salvar
su alma expulsa de su seno a los industriosos moriscos y judíos que
eran el sostén de sus manufacturas. Inglaterra, en cambio, pierde el
alma, pero se gana a esos y otros judíos. Las luchas de los siglos
XVI y XVII arruinan a la madre patria tanto como las mismas gue­
rras crean la preponderancia de la Gran Bretaña; y cuando ambas
naciones entran a tratar, durante el siglo XVII, siempre es España
la que concede Tratados comercialmente beneficiosos para la isla,
y en los que muestra la amplitud, de concepto con que consideraba
los problemas de la economía... Con ese Tratado, ya en 160JÍ consi­
guió Inglaterra poder colocar artículos de sus manufacturas en Amé­
rica a través de la península... Es el oro y la plata de América
la que creó el poderío económico de la Gran Bretaña. La manufactura
fue el medio parra captar toda esa riqueza que se escapaba de las
manos de España por no tener industrias que le permitieran pres­
cindir de las extranjeras y por creer que la colonización no era
cuestión de “intereses” .sino tafea misional impuesta por la con­
ciencia de una obligación y por los imperativos de una fe irrenun-
ciable”, p. 468. ¡ Singular nacionalismo el de estos beatos colonizados
por la hereje Inglaterra!
36 JORGE ABELARDO RAMOS

9. El privilegió le la Mesta.
Si la nobleza apenas se .interesa en explotar sus tierras,
pues es ocupación de villanos y aún la menor productividad
le asegura sus rentas,' la Iglesia no explota de manera
alguna sus inmensas propiedades territoriales. Ese patri­
monio eclesiástico no hace sino aumentar con los legados.
Así se acumula en “manos muertas” una gigantesca renta
potencial que paraliza el desarrollo agrícola de España.
Sobreda base de los dominios señoriales y eclesiásticos, de
la indiferencia general hacia la legislación hidráulica y
de la indefensión del pequeño campesino, otro flagelo cas­
tiga a España. Se llama la Mesta. Desde los tiempos de la
cruzada contra los moros regía en España una disposición
que prohibía cercar las tierras, ni siquiera las tierras
cultivadas. Era preciso preservar los rebaños de carneros
de todo peligro militar y permitir rápidamente desplazar­
los ante la menor alarma. Posteriormente, los campos ári­
dos y la incuria de los terratenientes, así como el atraso
agrícola permitió la perduración de dicha disposición. Des­
de el siglo XIV los grandes ganaderos propietarios de
entidad llamada la Mesta, qué impuso sü''IeyrenToFcam^.
posespafioles. Obtuvieron inauditos nrivilegiosVeaTés7~Üoñ-
sistían esencialmente en el ‘derecho de sus rebaños de atra-
vesai’ el reino “bebiendo el agua, pisando la hierba”, sin
sujetarse a limitaciones de tierra cultivada alguna. La
legislación protegía a los ganaderos contra las represalias
de los campesinos, que vieron durante siglos arruinados sus
cultivos por el paso del ganado trashumante. La Mesta po-
scía poderosas protecciones oficiales, y sus propios tribu­
nales, jueces y personal judicial, En^h^prpducción^de jana
XJa, grotección^de.ja.Mestír se xe^umiójiwla^la ciencia eco­
nómica, deJa^E^añaJmperúl. Los ganaderos dominaban
en las Cortes y las Cortes los eximían de todo impuesto. La
Mesta se elevó como un formidable obstáculo para el des­
arrollo de la agricultura española, a la que destruyó con
las patas de sus carneros y la benevolencia real hasta el
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 37

siglo XVIII. “Los pastores de la Mesta tenían el derecho d_e


talar los bosques para sus necesidades y la construcción de
puentes’’.1 Según ColiAeiro, la Mesta considera una usur­
pación manifiesta todo intento de extender y mejorar la
labranza. “La máxima de la. hermandad era: sálvense nues­
tros ganados y perezcan toáos los labradores del reino. Num
ca las algaras de los moros hicieropi tanto daño a la agri­
cultura como el honrado Concejo de la Mesta".1 2*La Mesta
tenía el derecho de “formar una milicia disciplinada com­
puesta de alcaldes de cuadrilla, alzadas y wai/oresentre-
aado'HÍsf^otá^^ fiscal general,
relatores comisarios, agentes, escribanos, alguaciles y otros
oficios instituidos parausar sd^fedaTcristódia del sagrado
dé^dttol^que~d^mlíbaWl:uaderno de ldndedt^^^^^~~^

10. La España que no viajó a las Indias.


El clima se vuelve más seco y árido. España está más
desolada que nunca. No puede asombrar que la población
descienda verticalmente en tres siglos de unos 10 millones
de habitantes a 5 millones.4*6Los que no emigran por ham- ;
bre, se incorporan a los ejércitos que luchan en toda Eu­
ropa, se lanzan a las Indias, mueren en tierra extraña o t
se radican para trabajar allí donde pueden. En cierto pe­
ríodo, la emigración anual llega hasta 40.000 hombres
jóvenes. Los españoles que se quedaban, tenían,’sin em­
bargo, un recurso final: refugiarse en la penumbra de un
convento o entregarse a la mendicidad. Es el gran tema
de la historia de España. Ya las Cortes de 1518 y 1523
suplicaban al bondadoso Carlos V que “no anduviesen po­
bres por el reino, sino que cada uno pidiese limosna, en
el pueblo de su naturaleza”.s Los ricos,, dice Colmeiro, go­

1 Renard, ob. cit., p. 44.


3 Colmeiro, ob. cit., p. 749.
s Ibid.
* Inglaterra, por el contrario, había doblado su población en el
mismo período: de 2 % millones a 5 millones en 1700.
6 Los mendigos ’ “reconocidos” estaban provistos de una “licen­
cia” otorgada por el cura de su lugar de origen y que le permitía
38 JORGE ABELARDO RAMOS

zaban el ocio “de las rentas de las casas y tierras” y los


•hidalgos pobres “remediaban su necesidad acogiéndose a la
Iglesia con la esperanza de la prebenda o de la mitra o se­
guían la profesión de las armas y tal vez. alcanzaban una
modesta pensión en premió de sus buenos servicios en las
campañas de Italia o de Flandes”.*1 En España había tantos
hidalgos, que provincias enteras “blasonaban de hidalguía”.
Un autor cuenta que los mendigos de oficio celebraban sus
juntas.a manera de cofradías, donde hacían “sus conciertos
y repartimientos”./Fa. la villa de.Mallen se reunieron en
cierta oportunidad 3.000 mendigos, hombres y mujeres,
donde celebraron una especie de congreso, con .grandes gas­
tos y fiestas. No quedaba en Francia, Alemania, Italia y
Flandes cojo, manco, tullido o qiego qüe no fuese a Castilla
a mendigar “por ser grande la caridad y gruesa la moneda”.
Alrededor de 70.000 -pordioseros pasaban cada año por Es­
paña. En el siglo XVII se calculaba que había en España
60.000 pobres legítimos, 200.000 vagamundos que vivían
de limosna y “2 millones que no ganaban nada por falta de
empleo o por su inclinación a la ociosidad”.
Ante esta situación el Estado puso orden y estableció
una policía de mendigos. La agonía española había puesto
a prueba la voluntad de sobrevivir a cualquier costo. Había
mendigos que fingían un sinnúmero de enfermedades o
inmundas llagas. Otros argüían ser soldados y mostraban
sus cicatrices. Otros, en fin “se torcían los pies, se hincha­
ban las piernas, se de sconyuntaban los brazos y con hier-

pedir limosnas a seis leguas a la redonda. Los limosneros privile­


giados eran los ciegos, agrupados en cofradías. Si alguno de ellos
caía enfermo, la cofradía pedía limosna en su nombre a los protec­
tores habituales “porqzie tal devoción de los dichos parroquianos no
se haya de perder”. V. La vida cotidiana en la España en el siglo
de Oro, Marcelin Defourneaux, p. 262, Ed. Hachette, Buenos Aires,
1966.
1 Colmeiro, ob. cit., p. 605. En un manuscrito anónimo del siglo
VIII, vale decir en la época de la lucha contra el moro, se lee lo
siguiente: “El holgar es cosa mui usada en España, y el usar oficio
mui desestimada, y muchos quieren mas mantenerse de tener tablero
de juego en su casa o de cosa semejante, que usar un oficio mecánico,
porque dicen que por esto pierden el privilegio de la hidalguía, y no
por lo otro”.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 39

bas se abrían llagas asquerosas para ablandar los corazones


más empedernidos y si,alguna persona de lástima se ofre­
cia a-recógérlos y curarlos, respondían: ¡No quiera Dios que
tal consienta, que la llaga del brazo es una India y la de
la pierna es un Perú-!”.1
Algunos padres cuidadosos del porvenir de sus hijos
cegaban o tullían a los niños recién nacidos "para que los
ayudasen a juntar dinero o quedasen con aquella... gran­
jeria, después de su muerte, bien heredados”.1 2
Entregos vagamundos y pordioseros de la altiva Es­
paña caballeresca podían distinguirse, en algún rincón de
una taberna, a covachuelistas o leguleyos, “oidores de ropa
luenga y mangas arrocadas”,3 junto a estudiantes sucios,
sarnosos y hambrientos y filósofos cubiertos de harapos.
De aquella España que descubrió América y recibió este
premio, sólo diremos que el más ilustré de sus hijos concibió
su obra maestra en la cárcel, mientras purgaba el crimen
de una deuda. En 1590 habían rechazado su pedido de uno
de los cuatro cargos vacantes en las Indias. En ese cubil
de presidio nació Don Quijote y . su triste risa es la sátira
feroz del hijodalgo que no pudo viajar a América, y se
quedó en España para retratarla.

1 Colmeiro, ob. cit., p. 597.


2 Ibid. '
3 Soldevila, ob. cit., p. 61. “En Sevilla, especialmente, era picaro
o apicarado cuando menos hasta el aire que se respiraba”,

i
I
< CAPITULO II

EL BUEN SALVAJE

“Todos aquellos que difieren de los demás tanto como


el cuerpo del alma o el anipial del hombre (y tienen
esta disposición todos aquellos cuyo rendimiento es el
uso del cuerpo, y esto es lo mejor que pueden aportar)
son esclavos por naturaleza”.
Ai'istátelcs.

“El hombre ha nacido libre, y sin embargo vive en


todas partes encadenado”,’
Rousseau.

“En cuanto a que se destierre la esclavitud, lo aprue­


bo como amante de la humanidad; pero como amante del
orden político, lo' repruebó”.
Diputado Palacios,
en las Cortes de Cádiz, 1811.
1. ¿Geografía o historia?
Los españoles no descubren en el continente nuevo una
"pación” constituida, sino un conjunto de sociedades y gru­
pos étnicos en muy diversos estadios de evolución. Esto no
justificaba la observación desdeñosa de Hegel de que Amé­
rica era un puro hecho geográfico, y que en consecuencia
no podía incluirse en la historia universal.1 América tenía
su propia historia, aunque los europeos la desconocieran
todavía, y aunque los "americanos” carecieran de una auto-
conciencia integral de su existencia común. ELImperio es­
pañol y portugués unifican política y administrativamente
al continente desconocido, lo incorporan a la historia de
Occidente y a la geografía mundial. En la nueva forma que
crea Europa, América se transfigura de objeto en sí en
objeto para sí, pues si es cierto que la orgullosa E cumene
europea extiende su poder, también se unlversaliza y se
mundializa la tierra y los hombres recién descubiertos. Se
efectúa un reconocimiento recíproco-y se opera una fusión;
de ella brotará la historia iberoamericana y el iberoameri-

1 ‘'En la época moderna, las tierras del Atlántico, que tenían


una cultura cuando fueron descubiertas por los europeos, la perdieron
al entrar en contacto con éstos. La conquista del país señaló la ruina
de su cultura, de la cual conservamos noticias; pero se reducen a
hacernos saber que se trataba de una cultura natural, que había de
perecer tan pronto como el espíritu se acercara a ella, América se
ha revelado siempre y sigue revelándose impotente en lo físico como
en lo espiritual. Los indígenas, desde el desembarco de los europeos,
han ido pereciendo al soplo de la actividad europea"', Hegel, Leccio­
nes de filosofía de la historia universal, p. 176, Ed. Anaconda, Bue­
nos Aires, 1946. Sólo en el lenguaje hegeliano es posible admitir la
identificación del arcabuz de. Pizarro, el cuidador de puercos, con
el “espíritu”.
44 JORGE ABELARDO RAMOS
I
cano mismo. Cuarído el mestizaje no se opera y el
aborigen permanece puro, su forma cultural y su existencia
social serán influidas por las condiciones europeas, por la
lengua europea, por la universalización europea. En el gi­
gantesco encuentro América Hispánica surgirá como un
producto nuevo de la historia, ni americano ni europeo.
Sería entablar una discusión académica disertar sobre
la posibilidad de que los diversos Imperios y confederacio­
nes tribales precolombinas habrían llegado con el tiempo
a constituir una “unidad nacional”. La noción misma de
“nación” era una categoría europea, fruto de una evolu­
ción secular de las fuerzas productivas del capitalismo y de
la consolidación de un pueblo sobre la base de una lengua,
una economía y un territorio común. Ni siquiera poseían
estas organizaciones precolombinas un mismo nivel cultu­
ral: del estadio medio de la barbarie a los estadios infe­
riores del salvajismo, para emplear la clasificación de
Morgan-Engels, o formas peculiares del despotismo asiá­
tico, el continente descubierto por España era un conjunto
incoherente de sociedades, tribus y grupos étnicos, alejados
entre sí por distancias inmensas, separados por siglos de :
cultura, antagónicos e incomunicados por centenares de len­
guas y dialectos. En el interior de este caos, sin embargo, -
se dibujaba cierto orden.
Incas y aztecas no erah individuos “en estado de na­
turaleza”. Constituían, por el contrario, sociedades orga­
nizadas, aunque en decadencia, cuya complejidad sólo fue
advertida por la codicia española al destruirlas, luego de
despojarlas de su plata y su oro. Al margen de ambos Im­
perios, sólo quedaban ruinas memorables de civilizaciones
más antiguas o varios miles de grupos étnicos que vagaban
por las llanuras patagónicas, por el Gran Chaco, las An­
tillas o el Alto Amazonas, cazando o pescando, temerosos
del rayo o adoradores del Sol y cuyo pasado obscuro per­
tenece al campo de la etnología más que al de la historia.
“No hay mejor gente ni mejor tierra, dirá Colón deslum­
brado, dios aman a szts prójimos como'a si mismos y tienen x
su habla la más dulce del munido,.y mansa, y siempre con
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 45

nsa”.1 A la mirada ansiosa de los conquistadores se pre­


sentaba un mundo asombroso donde convivían, frecuente­
mente sin conocerse, el hijo del Sol y el buen salvaje, las
matemáticas y el canibalismo.
Los teólogos españoles primero y los naturalistas de la
Ilustración después, preferirán estudiar al buen salvaje y
dejar en la sombra a los Imperios agonizantes.

2. La hegemonía castellana en 1a conquista.


América había sido fruto, de un error: Colón murió
persuadido que había tocado en su proeza la tierra del Asia.
La lectura de Marco Polo encendió su imaginación: en la
Española creyó ver las costas del fabuloso Cipango. Pero su
hazaña sólo podía lograrse a través de errores semejantes.
El capitalismo europeo en crecimiento, envuelto en la bru­
ma medioeval, buscaba el camino de las especierías asiá­
ticas. El descubrimiento confirmó las predicciones de los
antiguos y trastornó la ciencia geográfica. Cuando resultó
evidente que' el Orbe Nbvo, según denominó Pedro Mártir
de Anglería,a la tierra nueva, no era el Asia y se advirtie­
ron las consecuencias inmensas del descubrimiento, las pro­
mesas ilimitadas otorgadas en las capitulaciones reales al
Almirante de la Mar Océano se olvidaron rápidamente con
indiferencia regia. América resultaba ser un premio exce­
sivo para su descubridor. Los reyes limitaron enseguida
los derechos otorgados. La conquista comenzó en gran es­
cala y con ella la política de centralización política de la
monarquTa7^n~eriTuevn^iiSdo7Ta~^oronarreKusaba corm
prometer el Tesoro real en las expediciones y al mismo
tiempo exigía preservar sus derechos en los mares y tierras
por descubrirse y colonizarse. Toda la conquista asumió por
ese motivo un carácter privado, costeadapóFpaTticulareg,
aunque regido por múltiples disposiciones administratiyas
que aseguraban los pri^l^TorHéTa'mÓñarqñiFcasteTlana.
1 Del Diario del descubrimiento, cit. ñor.Pedro Henriquez Urefia,
Las corrientes literarias en la América Hispánica, p. 12, Ed. Fondo
de Cultura Económica, México, 1964.
46 JORGE ABELARDO RAMOS
»
Las capitulaciones otorgadas a los Adelantados Ies cedían
privilegios de índole señorial, entre los que se establecía
la facultad de distribuir tierras y-solares, repartir indios,
erigir fortalezas y proveer oficios públicos. “Fue así como
la vieja Edad Media castellana, ya superada o en trance de
superación en la Metrópoli, se proyectó y se continuó en
estos territorios de las. Indias”1 La tradición de las guerras
religiosas infundió a la Conquista, por lo demás, un mar­
cado carácter de evangelizacíón. Se estableció la obllga-
ciónenTaFcapitulacIoñeFdFnicruir a clérigos en las flotas
para el “mejor cumplimiento de los fines espirituales”. Así
fue como se planteó por lós teólogos, burócratas y juristas
el problema del “justo título” que la Corona tenía para
conquistar las Indias.
La conquista fue obra de la Corona de Castilla, aunque
hubiera sido impulsada por los intereses de la burguesía
española de los puertos mediterráneos. No obstante, los
castellanos se reservaron para sí durante largos años el
usufructo de las Indias, excluyendo a lós “extranjeros” de
toda autorización para pasar a las Indias. Entre los “ex­
tranjeros” se incluían a todos los españoles no pertenecien­
tes a la Corona de Castilla. Pero la nobleza castellana, for­
mada en la lucha contra el moro y que parasitaba en la
metrópoli, cuando no guerreaba pór Europa, no recibió la
noticia del descubrimiento con ardor. Por el contrario, te­
mió que sus tierras quedasen sin labradores, atraídos por
el vellocinio de oro de las Indias. Los grandes de España,
los terratenientes y nobles, en consecuencia, no participa­
ron del esfuerzo de la conquista y colonización.12

1 J. M. Ots Capdequi, El Estado español en las Indias, p. 17,.Ed.


Fondo de Cultura Económica, México, 1965.
2 "Los individuos que vivían en la Península, desheredados y
desesperados, sin otra hacienda que una capa andrajosa, sin tener
seguridad ni de un bocado de pan ni de un trago de vino, se resolvían
con frecuencia a exponerse a los golpes de los indios bárbaros, o a
los rigores de una naturaleza exuberante e ignorada, a trueque de
remediar la insoportable miseria que los afligía. Estos de quienes
hablo habían inventado una frase muy expresiva para indicar el
objeto de su viaje. —Vamos a las Indias, decían, para hallar qué
comer”; Miguel Lilis Amunategui, La Crónica de 1810, p. 8, San-
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 47
©
3. Los segregados de España en América.
La institución del mayorazgo en España dejaba en la
mayor miseria a los hijos no primogénitos de la nobleza..
La contradicción entre su rango social y sus medios eco- .
nómicos proporcionará a la literatura de la época sus tipos
más grptescos y trágicos. Los hijosdalgos (hijos de algo.)
formaban una clase numerosa y desdichada en la España
de principios del siglo XVI. El noble hambriento de “capa
raída”, seguido de cerca por su escudero más hambriento
aún, será el soldado endurecido de la gran infantería espa­
ñola en las guerras por sobrevenir: esos soldados de Flan-
des .que cuando desfilaban parecían todos capitanes y ha­
cían soñar a las mujeres de Europa. El hijodalgo más
empobrecido integra la tripulación de las, expediciones que
se lanzan a la conquista del Nuevo Mundo. Con él marchan
los frailes evangelizadores o dispuestos a la apostaría, los
frailes no menos famélicos o prevaricadores, los funciona­
rios del Rey, los marineros de las grandes aventuras y la
clientela de los presidios. Por Reales Cédulas de 1492 y
1497 (derogadas en 1505) se ^autorizó el réclutemiSito^
delincuentes y condenados para integrar las expediciones
descubridoras. Pero ni labradores, ni artesanos pasan al
Nuevo Mundo, a pesar de los esfuerzos reales. También sé
prohibía viajar a las Indias a los. descendientes de moros o
judíos, a los gitanos, negros ladinos y herejes en general.
Como ocprrirá durante tres siglos en la legislación indiana,
la ley escrita poco tenía que ver con la vida social. Al Nuevo
Mundo pasaron judíos, herejes, negros y hasta aquellos, qüe
al. principio rehusaron hacerlo: artesanos y menestrales
acorralados por la ruina de la industria española después
de Carlos V, llegarán a las tierras nuevas.*1 Al desarrollarse
la colonización y establecer la monarquía española un apa­
rato político más arraigado, los más altos cargos serán
tiago de Chile, 1911. Después empezó la. emigración de la “gente
llana o vulgar”: durante el siglo XVIII pasaban a las Indias 14.000
españoles por año. V. Colmeiro, ob. cit., p, 968.
1 En 1681 emigraban 6.000 españoles en un solo viaje, por “no
poder vivir en España”: Renard, ob. cit., p. 44.
48 JORGE ABELARDO RAMOS

ocupados por aquellos individuos de la aristocracia penin­


sular que no habían participado en la etapa riesgosa de la
conquista.
El Doblamiento de América hispánica se produce, en
definitiva, por un desdoblamiento de la población espa­
ñola : el sector más desesperado y marginado de la sociedad
peninsular emigra a América para enriquecerse y perma-,
necer en ella. En pocas generaciones el cruzamiento del
español con las indígenas origina la aparición del tipo crio­
llo, el aumento de la*población y la formación de una so­
ciedad colonial estable. Esto significa que los modos de
producción, las instituciones sociales y las ideas dominan­
tes de España van a fusionarse en el Nuevo Mundo con
las particularidades económicas, naturales y políticas de la
tierra desconocida: de ese hecho brota la originalidad ame­
ricana
Si los naturales de Aragón a casi cien años del descu­
brimiento de América logran pasar a las Indias, los cata­
lanes, es decir el sector más burgués y moderno de España,
se ven excluidos por la hegemonía castellana de toda inter­
vención en América. Recién en 1702, Felipe V les concedió
facultad para enviar cada año a las Indias dos bajeles con
sus productos con retorno a Barcelona, a condición de "no
ofender los derechos y prerrogativas dd comercio de Se­
villa”.1 Aragoneses, catalanes, valencianos, eran extranje­
ros para la nobleza castellana, que se había opuesto a la
formidable empresa y que la usufructuó luego para hacer
del Nuevo Mundo un Mundo Viejo, a su imagen y seme- ■
janza, un espejo de esa España que la nobleza había petri­
ficado. Si todo el pensamiento renacentista, los conocimien­
tos geográficos, la ambición del •mercado mundial, el creci­
miento económico estaban .detrás del Almirante, los usur­
padores dejarán a un lado con mano de hierro a aquellos
españoles que pretendían crear una nación burguesa en
América, ya que no podían hacerlo en España.1 2 De este
modo, la conquista y colonización lleva. el selle> indeleble de.
1 Colmeiro, 06. cit., p. 987.
2 Gfr. Puiggrós, Ots Capdequi, Vilar, ob. cit:
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 49

la sociedad castellana durante los tres siglos de su deca-


Téncia; y si lógra~crear~algunos focos~TnHuslnaTeK~será
justamente a causa de la. insuficiencia productiva de la
metrópoli. Unicamente cuando España intenta débilrnente
reubicarse en la corriente de la historia universal, con el
advenimiento de los Borbones, el Nuevo Mundo experimen­
ta cierto progreso. Ya era demasiado tarde.
•4V

4. El Imperio de los Incas.


Cuando el porquero trujíllano Francisco Pizarro des­
embarca en las costas peruanas al frente de 179 hombres
y 37 caballos, el Imperio de los Incas estaba trabajado por
graves disensiones internas. El conflicto entre los dos her­
manos, Atahualpa y Huáscar, facilitó el audaz golpe de los
JoJHados^déToSñMT^rañmscmTizarro^x^S^^S^^M
conquistaron un imperio inmenso en descomposición e hi­
cieron todo, lo posible para dificultar con su píTla.ie. el
conocimiento posterior de la civilización que destruían.
Cuando los soldados españoles ingresaron al Templo del
Sol, en el Cuzco, Ies pareció haber llegado a la Ciudad de
los Césares, tales eran las maravillas allí reunidas. Pero
el deslumbramiento sólo duró un minuto“Sin piedad los
preciados símbolos fueron arrancados de sus sitios, derri­
badas las momias reales. . deshechos en pedazos y arran­
cados de cuajo sus ornamentos. Las vasijas sagradas fue­
ron golpeadas y destrozadas'; indignamente rasgadas en
pedazos las inapreciables tapicerías. Las magníficas al­
fombras y los más hermosos tejidos jamás vistos, fueron-
cortados en tiras con espadas y dagas para envolver la
carga del áureo botín. Forcejeando, luchando entre ellos,
cada cual procurando llevarse del tesoro la parte del león,
los soldados, con cota de malla, pisoteaban joyas e imáge­
nes, golpeaban los utensilios de oro o les daban martillazos
para reducirlos a un formato más fácil y manuable. Des­
nudaban así al templo y las maravillas del jardín, de toda
pieza preciosa y metales. Ajenos a la belleza, al arte, al
incalculable valor del botín, arrojaban al crisol para con­
vertir el metal en barras, todo el tesoro del templo: las
60 JORGE ABELARDO RAMOS

placas que habían cubierto los muros, los asombrosos ár­


boles forjados, pájaros y otros objetos del jardín”A Así
procedieron los 'hombres de Pizarro en todo el Impe­
rio. Todo lo, que podían destruir, lo destruyeron. Pero
el genio civilizador del Incario había elevado muestras de
su energía que. no pudieron arrasar ni siquiera los viejos
saqueadores de Flandes o de Roma. El propio Templo del
Sol,, indemne al hacha española, fue convenientemente arre­
glado para servir al culto cristiano. El pillaje continuó du­
rante los últimos cuatro siglos.12 Por otra parte, el
núcleo de los conquistadores del Perú constituía. una
gavilla de bandidos que se acuchillaban mutuamente,
traicionaban a su rey y hubieran hecho buena figura
como condenados a galera en cualquier’lugar' del mun­
do. En este sentido un Francisco Pizarro, muerto por
sus acólitos en Lima, Diego de Almagro, asesinado por los
pizarristas, Carvajal, un criminal de alma helada o Lope
de Aguirre, poseído de demencia homicida, resisten victo­
riosamente cualquier comparación con los conquistadores
ingleses, holandeses y franceses de su época.3 Por el con-

1 A. Hyatt 'Verrill, Viejas civilizaciones en el Nuevo Mundo, p.


249, Ed, Argonauta, pueños Aires, 1947.
2 “Cuando los españoles quitaron las llaves de metal que soste-
nían las losas de piedra de Tiahuanaco, las construcciones que hasta
entonces se habían mantenido intactas durante mil años, se desmo­
ronaron para convertirse en ruinas. Incontables millares de tonela­
das. de antiguos edificios, monumentos e ídolos de piedra fueron
destruidos para servir de balastro al ferrocarril, para elaborar con­
creto, para pavimentar caminos y para construir edificios moder­
nos” ; Ibid., p. 55.
3 “¿A qué asombrarnos de que esa masa de pecheros, de peque­
ños hidalgos empobrecidos, de bastardos sin herencia que formaban
el aluvión, conquistador, anhelen forjarse sus ínsulas de metales
preciosos? El sueño de Sancho Panza, que Cervantes incorporó en.
el. más representativo libro español, sueño de buena comida, de
eterna boda de Camacho en que se voltea sin cesar el'asador y se
derraman las botas de vino, representa uno de los temas y los sueños
del pueblo español, cuando desde Carlos V sobre la vieja y pequeña,
economía agrícola prevalece en Castilla el latifundio ganadero de la
“mesta” y el país hispano, se vierte en empresas exteriores que arrui­
nan su economía interna”: Mariano Picón-Salas, De la conquista a la
Independencia, p. 58, Ed. Fondo de Cultura Económica, México,
1965.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 51

trario, y dejando de lado el nivel de civilización técnica


que consagró su inverosímil victoria sobre los Incas, este
pueblo americano difería en sus métodos de conquista.
Cuando el Inca se proponía expandir su Imperio “se infor­
maba primero de la situación general de la tribu que ocu­
paba ese territorio y de sus alianzas; sé esforzaba en aislar
al adversario obrando sobre los jefes de los ptteblos veci­
nos mediante dones o amenazas; después encargaba a sus
espías el csttidiar las vías de acceso y los centros de resis­
tencia. Al mismo tiempo, enviaba mensajeros en distintas
ocasiones, para pedir obediencia y ofrecer ricos presentes.
Si los indios se sometían, el inca no les hacía ningún daño;
si resistían, el ejército penetraba en el territorio enemigo,
pero sin entregarse al pillaje ni devastar un país que el
monarca pensaba anexionar”.1 Naturalmente, la clasifi­
cación ue Morgan-Engels acerca del nivel de evolución
histórica alcanzado por los Incas, al que califica de
estadio medio de la barbarie 12 no nos permite sumirnos
en reflexiones éticas sobré el destino de las civiliza­
ciones que ponía caviloso a Válery. Pero si se considera
que el descubrimiento de América acarreó- la ruina de la
modernización histórica de España y acentuó más todavía
la hegemonía de su feudalismo putrefacto, conduciendo a
la extenuación a la sociedad española, la conquista debe
insertarse en una necesidad histórica mucho más general,
vinculada al triunfo mundial del capitalismo,, del que fue­
ron agentes los excluidos hijosdalgo de la desdichada Es­
paña.
5. La propiedad colectiva de la tierra.
El Imperio incaico ejercía su influencia en el actual
Perú, en la actual Bolivia, en Ecuador, parte de Chile, parte
del norte argentino, cierto sector de la selva brasileña, y

1 Louis Baudin, El Imperio Socialista de los Incas, p. 341, Ed,


Zig-zag, Santiago de Chile, 1945.
2 Federico Engels, El origen de la familia, la propiedad privada
y el estado, p. 196, Ed. en lenguas extranjeras, Moscú, 1955.
52 JORGE ABELARDO RAMOS

hasta parte de Colombia, donde se manifiestan numerosos


testimonios en la toponimia y la cultura sobrevivientes. El
. pillaje de los conquistadores ha contribuido a dificultar un
estudio completo de la sociedad incaica y de sus orígenes.
Los incas no habían llegado todavía a la escritura. Desco­
nocían la rueda, el manipuleo de metales (hierro), el vidrio,
el trigo y el caballo. La civilización incaica se fundaba en
JA-PL°PÍedad colectiva de la tierra, en el cultTyóJMéFmaíz
y ia^domestícación de~7a~Tíama? EÍ~desarroIlo y apogeo
del Im^rfo~Huro~cüaíro_sIgIosr~Constituía por lo demás
una confederación altamente centralizada de tribus. Se con­
solidó en ella una sociedad estratificada, cuya población
agrícola, con sus caciques locales, producía la alimentación
fundamental de la comunidad, que era vegetal, pues la car­
ne era prácticamente desconocida como alimento. Las cla­
ses sociales se erigían a partir de las comunidades' nucléa-
das alrededor del “ayllu”; la aristocracia, rodeada por los
jefes militares, los sabios o “amautas” y los artesanos rea-
i les culminaba en la persona divina del Inca, hijo del Sol.
La reglamentación estricta y planificada de la vida ecohó-
_ mica y social estaba determinada por la escasez de los
recursos naturales y el grado de la técnica alcanzada pol­
los Incas. Para sobrevivir en medio de una naturaleza que
todavía no podía dominar, esta sociedad original había
creado un ingenioso sistema de irrigación agrícola, supe­
rior en muchos aspectos al romano, y un conjunto de ca­
rreteras digno de comparar al concebido por la civilización
clásica, que aún se emplea parcialmente. Nos encontramos
-aquí con un tipo de civilización americana que podría ser
. . considerada como un ejemplo del modo de “producción asiá­
tica” descripto por Marx,1 cuyo régimen hidráulico en cierto
1 La aparición y desaparición del concepto marxista sobre el
modo de producción asiático posee una curiosa historia que no co­
rresponde examinar aquí. Constituyen uno de los aspectos menos co­
nocidos de la decadencia del pensamiento marxista durante el ciclo
stalinista las curiosas vicisitudes sufridas por la categoría del modo
de producción asiático. El ex comunista Karl A. Wittfogel ha estu­
diado el problema desde un ángulo reaccionario. Con las debidas
\ reservas pueden consultarse algunos elementos de juicio acerca de
la discusión en la Internacional Comunista en.1931 en dicho autor:
HISTORIA DE LA NACIÓN LATINOAMERICANA 53

sentido análogo a las viejas civilizaciones del Nilo y sus


gi’andes obras públicas, exigían una disciplina impuesta
y un régimen político vertical que deja poco lugar a las
ilusiones socialistas de algunqs autores como Mariátegui,1
a la poesía nostálgica de Haya' de la Torre o a las libertades
terminológicas de ciertos profesores europeos.2 La palabra
"socialista” o “comunista” poco tienen que hacer aquí en
su sentido moderno, frente ajeste notable ejemplo de pro­
piedad colectiva de la tierra! y de subordinación ciega al
hijo del Sol y su burocrático! despotismo.
Las lenguas incaicas, sobre todo el quechua y el aymara,
puesto que el uru estaba en completa decadencia al llegar
Despotismo Oriental, p. 454, Ed. Guadarran-.á, Madrid, 1964. Ade­
más, el marxista inglés Eric J. Hobsbawn, en su introducción a
Formaciones económicas precapitalistas, de Marx, Ed. Platina, Bue­
nos Aires, 1965 y el marxista francés Maurice Godelier en su estudio
preliminar a la antología de textos de Marx y Engels (El Modo de
producción asiático, Ed. Eudecor, Córdoba, 1966.) han reactualizado
vigorosamente la importante cuestión.
El eurocentrismo capitalista había supuesto traditionalmente que
la historia de la humanidad debía reproducir naturalmente todas las
fases por que había, atravesado la evolución de Europa, el continente
modelo. Gran parte de la historiografía marxista se inclinó ante esa
tradición, pero no el mismo Marx. La posibilidad de desarrollos his­
tóricos originales en los países excéntricos aparece en la categoría
del “modo de producción asiático”. Del mismo modo, la discusión de
este problema señala la posibilidad de una evolución de la comunidad
primitiva hacia el feudalismo sin pasar por la fase del esclavismo y la
viabilidad contemporánea de una transformación de dichas comuni­
dades en organizaciones próximas al socialismo sin la necesidad rigu­
rosa de “suicidarse para renovarse’’, como lo señala Marx a Vera
Zasulich acerca de la comuna rusa. Bajo este mismo aspecto es re­
comendable la lectura de las opiniones de León Trotsky sobre la
probable evolución de las comunidades indígenas de Bolivia dentro
de un régimen socialista, que figuran en el libro de Alfredo Sán-
jinés, La Reforma Agraria en Bolivia,- págs. 21-a 35, 2% edición, La
Paz, 1945. "
1 “Sobre las ruinas y los residuos de una economía socialista,
echaron las bases de una economía feudal”: José Carlos Maríategui,
Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, p. 10, Volu­
men II, de Obras Completas, Ed. Amauta, Lima, 1959. Por lo
demás, esta obra es una de las raras contribuciones originales del
marxismo latinoamericano.
2 El profesor Louis Baudin es un obstinado antimarxista; con
el objeto de desacreditar aí socialismo, califica como tal al régimen
incaico. Su libro es mejor que las intenciones de su autor.
54 JORGE ABELARDO RAMOS

los españoles, poseen una estructura simple y lógica' y su


evolución, en caso de que esa civilización hubiese conquis­
tado la expresión escrita, habría consolidado una “unidad
nacional” más efectiva que la lograda en el momento en
que el Imperio se derrumbó. En cuanto a la historia, los
Incas sumieron en el olvido deliberado más absoluto a las
antiguas civilizaciones de las que sin duda procedían y de
las que, obviamente, habían heredado parte considerable
de sus métodos económicos y políticos. Frente a su propio
pasado, el Imperio adoptaba el criterio de fijar en sus
“quipos” o inscripciones en planchas de oro, los aconteci­
mientos más memorables o meritorios de los monarcas
anteriores. En caso de que alguno de ellos hubiera come­
tido lo que se juzgaba de algún modo un crimen o faltas
graves, eran silenciados por completo, borrados de la his­
toria incaica e ignorados en consecuencia por las genera­
ciones posteriores. Este método de crítica histórica revela
que los Incas, si no. eran fundadores de la ciencia histórica
burguesa, podían al menos pretender figurar en ella.1 Esta
sociedad geometrizada, apasionada por la estadística, y que
sometía a sus miembros a una existencia pasiva y orde­
nada, junto a la cual los jesuítas de las Misiones parecerán
bohemios incorregibles, exhalaba un aire faraónico por
todos sus poros. Su célebre frase cotidiana: “No robes, no
mientas, no haraganees’1 era la cifra de una comunidad
militar donde la falta más leve era penada con la muerte
y en la que una disciplina de hierro se imponía para arran­
car a la tierra apenas abierta por el arado de mano el sus­
tento . de la comunidad.1 2
1 Con mayor razón podrían ser considerados nrecursores de la
historiografía stalinista de la Unión Soviética, que prefiere suprimir
de sus anales a sus adversarios cuando teme polemizar con sus libros
después de haberlos fusilado. Como se ve, no hay nada nuevo baio el
sol, se trate del Sol incaico o de aquel “Sol padre de los pueblos",
como se llamaba en sus días a Stalin, hoy también borrado del “qui-
pu” burocrático. ■
2 Baudin, ob. cit., p. 15, y Salvador Canals Frau, Las civiliza­
ciones prehispánicas de América p. 326, Ed. Sudamericana, Buenos
Aires, 1959. '
' ' HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 55

El conjunto del Imperio era imponente. Sus ejércitos


llevaron la zozobra al puñado de españoles que se dtrevió
a desafiarlo. Pero la comunidad estática y doblegada se
disipó como el humo ante el primer golpe. Luego, las rebe­
liones sucesivas fueron aplastadas sin piedad y sin esfuerzo
por el escudo de hierro, el arcabuz y el caballo, que, pién­
sese lo que se quiera, fueron no sólo la primera muestra
que la cultura dé Europa ofreció al “buen salvaje” sino
también, en definitiva, la expresión cruel, pero expresión
al fin, de la superior técnica de Occidente.

6. Toltecas, aztecas y mayas. \


Los dos grupos sociales que poseían cierto gradó de evo­
lución cultural cuando llegaron los españoles eran los incas
y los aztecas. Estos últimos, por lo demás, cuando el con­
quistador Hernán Cortés arribó a México, sólo dominaban
una confederación inorgánica de tribus, mal avenidas al
poder central y cuyas disputas interiores amenazaban gra­
vemente la débil, unidad de un régimen mucho menos evo­
lucionado que el Incaico. Los aztecas sólo controlaban y
habían impuesto su sello cultural a una reducida parte del
actual territorio de México, sobre todo en las altas plani­
cies y en los valles, donde residía su capital. Florecían tam­
bién otras culturas, como la de los zapotecas, hostiles a los
aztecas y que colaboraron con Hernán Cortés contra aqué­
llos, así como la de los tlascalanes, que procedieron pue­
rilmente del mismo modo. Las decenas de tribus y razas
de México no constituían en modo alguno nada que pudiera
asimilarse a uria “unidad nacional”. El número de dialectos
en México era incontable, lo mismo que sus creencias reli­
giosas, sus estilos artísticos y sus hábitos.1
Los aztecas tenían tras de sí un gran pasado histórico.
La vieja civilización tolteca, de la cual eran su expresión
más decadente, forma parte de esa tradición que los inves-

1 Walter Krickeberg, Las antigzias culturas mexicanas, p. 16 y


ss. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1961.
56 JORGE ABELARDO RAMOS

tigadores aún no han terminado de estudiar y que dejó su


rastro notable no sólo en la cultura azteca, sino también
sobre los restos de la cultura- maya, en la actual Guatemala
y parte de Yucatán. La conquista española no enfrentó a
un gran imperio, sino tan sólo a. 38 provincias esparcidas,
tributarias de los aztecas, que ubicados en el valle de Mé­
xico ejercían una suerte de satrapía oriental sobre todas
ellas. La palabra “imperio” resulta, a diferencia de los
incas; un tanto excesiva para designarlos. Los aztecas, a
su vez, desde el punto de vista cultural, dependían del pa­
sado tolteca o mixteca. Pero aunque sobre los aztecas se
dispone de información más abundante que con respecto
a las viejas culturas mexicanas, puede considerarse que la
conquista española, como en el caso del Imperio inca, ej er-
ció una devastación de tal magnitud sobre los monumentos,
templos, archivos y manuscritos que gran parte del pasado
prehispánico resulta en gran parte indescifrable a la mo­
derna investigación. Juan de Zumárraga, primer arzobispo
de México, en 1547, se envanecía en una carta que sus
sacerdotes habían destruido hasta ese momento más de 500
templos mexicanos y quemado más de 20.00Q ídolos. Con
sus propias manos, el ardoroso prelado ayudó a incinerar
los archivos de Texcoco; imitó su celoso ejemplo el Obispo
de Yikcatán, Diego de Landa, que en 1562 entregó al fuego
purificador los manuscritos mayas, el único pueblo de Amé­
rica precolombina que había logrado crear una escritura
y cuyos principales testimonios históricos y literarios se
han perdido por estos diligentes pastores.1. Numerosos clé­
rigos y hasta conquistadores como Hernán Cortés y sobre
todo Bernal Díaz del Castillo remediaron en parte la de­
vastación, recogiendo en sus crónicas y recuerdos los tes­
timonios vivientes de la civilización que agonizaba bajo sus
ojos.12 No en vano Hernán Cortés, muy superior en todos
los respectos a Pizarro, dirá luego para justificar en cierto
modo el vandalismo conquistador: “Porqtte es notorio que
1 Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de
la Nueva Esjiaña, p. 202, en “Cronistas de las culturas precolombi­
nas", Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1963.
2 Verrill, ob. cit,, y Krickeberg, ob. cit.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 57

la más de la gente española que acá pasa, son de baja ma­


nera, fuertes y viciosos de diversos vicios y pecados”.1 Si se
tiene en cuenta que Cortés y sus soldados, inmediatamente
después de su victoria sobre Moctezuma, Cuitlahuac y
Cuauhtemoc destruyó por completo Tenochtitlán, la capital
azteca, sobre la cual edificó la actual ciudad de México,
puede comprenderse que su reflexión sea al mismo tiempo
una confesión. Mientras que los habitantes de Atenas y
Roma, dice Krickeberg, descienden de los griegos y roma­
nos que vivieron hace tres mil años, pues las dos grandes
capitales se fueron construyendo sobre sus antecesoras sin
destruirlas, la actual México está edificada sobre las ruinas
de la ciudad azteca: de un solo tajo se destruyó la vieja
cultura y se escindió la historia de lo que los europeos lla­
marían el Nuevo Mundo, aunque era más antiguo que mu­
chas de las grandes naciones de Occidente.
En lo que hoy conocemos como México se hablaban 82
lenguas, que formaban 11 ó 12 grupos y que se agrupa­
ban en 4 ó 5 familias lingüísticas.1 2 La lengua azteca era
en el siglo XVI, con la maya y la quechua, una de las tres
lenguas literarias de la vieja América. En ella se habían
compuesto, himnos a los dioses, poemas épicos y obras his­
tóricas. Observemos desde ya que pese a todas las analo­
gías que los filólogos puedan encontrar entre las. lenguas
mexicanas o mesoamericanas estamos en presencia de mun­
dos culturales e idiomáticos prácticamente incomunicables:
basta señalar las distancias, las lenguas y las culturas que
separaban a los dos grandes imperios americanos para com­
prender el papel histórico unificador que desempeñarán
los españoles desde el punto de vista de la creación de una
nacionalidad.
Análogamente a los incas, los aztecas carecían de cerea­
les panificables. Su cultivo fundamental era el maíz.'Pero
la inexistencia de grandes cuadrúpedos les vedaba una ali­
mentación completa, con la leche y la carne. Por añadidura,
la carencia de transporte mecánico y animal, esto es, de la

1 Picón-Salas, ob- cit., p. 57.


2 Krickeberg, ob. cit., p. 35.
58 JORGE ABELARDO RAMOS

rueda, el buey y el arado, obstaculizaba el aumento de la


productividad agrícola. Éstos factores técnicos crearon
su déficit alimentario y limitaron el nivel cultural.1 Los
incas utilizaban la llama como animal domesticado (que
soporta a lo sumo un peso de 55 kilos). Ni siquiera
contaban los aztecas o los mayas antiguos con un animal
doméstico semejante. El transporte, en consecuencia, se
hace a lomo de indio. El fundamento dé la organización
social y económica azteca era el calpulli, equivalente al ayllu
incaico y que distinguía a la propiedad colectiva de la tie­
rra. Una casta de guerreros, sacerdotes y ricos comercian­
tes que traficaban productos con la costa sirven de base al
Jefe o Emperador, cabeza de una sociedad más o, menos
militar. Las clases aztecas privilegiadas vivían en suntuo­
sos palacios. Los ritos religiosos, que incluían sacrificios
humanos, estaban íntimamente vinculados al bajo nivel pro-
ductivo de su agricultura y a. la ferocidad del régimen'tri­
butario y esclavista que asolaba más allá del valle de
México.12 Las carreteras, el sistema veloz de comunicaciones,
la dureza extrema de la vida, el saqueo de las tribus so­
metidas, aproximaban más literalmente a Jos aztecas al
tipo de despotismo oriental, combinado con el modo de pro­
ducción de las sociedades agrícolas primitivas. Contaban
con una escritura jeroglífica, un calendario y nociones de
aritmética y astronomía. No.trabajaban los metales indus­
triales pero descollaban en la .orfebrería, el dibujo, el deli­
cado arte del trabajo en plumas y la arquitectura monu­
mental. Eran excelentes cartógrafos. Cuando Cortés des­
truyó la capital azteca, Tenochtitlán contaba con 60.000
casas y 300.000 habitantes. Sus ferias comerciales deslum­
braron' a Bernal Díaz ?del Castillo, el cronista. Le pa­
recía encontrarse, por su animación, variedad de artícu­
los e intensidad del intercambio, en una feria europea, Los
oficios y artesanías aztecas han perdurado hasta hoy.

1 Carlos Malpica, Crónica del hambre en el Perú, p. 38, Fran­


cisco Moncloa, Editores, S.A., Lima, 1966.
2 Cabals Frau, ob. oil., p. 417.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 59

7. Fin y comienzo.
En cuanto a los mayas, habían desaparecido cuando se
produjo la conquista. A lo largo de úna historia prolongada
y misteriosa, habían llegado a crear úna escritura perfecta
y el calendario más preciso que se había conocido hasta la
adopción del calendario gregoriano en Occidente. Sus cálcu­
los astronómicos eran rigurosos, no menos que la maravilla
de su arquitectura y sus artes monumentales.1 Si se consi­
dera en su conjunto, la escritura maya, la arquitectura
preincaica chimu, los indios nascas como ceramistas, los ca­
lendarios aztecas o toltecas y las carreteras y tejidos incai­
cos, resulta evidente que la vieja América ofrecía un rico
cuadro cultural, que no ha podido ser exterminado por com­
pleto. Algunos de sus elementos sobreviven y forman parte
del grandioso proceso de fusión entre los europeos y autóc­
tonos en los últimos siglos?
Fuera de estos centros de cultura, algunos a punto de
disolución, otros al cabo de su apogeo o próximos a su cri­
sis, había en el Nuevo Mundo cuando aparecen los espa­
ñoles en su horizonte, la más variada gama de tribus y
grupos étnicos. Desde el nomadismo, con la pesca y la caza
como forma elemental de sustento, hasta formas primitivas
de agricultura, nada digno de menqión, histórica y cultu­
ralmente viviente puede recogerse en esta síntesis. Indios
desnudos, o nativos cubiertos con piel de venado, alfareros
o tejedores de mimbre, pescadores o cazadores de bisontes,
sedentarios cultivadores de mandioca en las Antillas o el
área amazónica, eran fenómenos prehistóricos, hechos
puramente étnicos, capítulos de las ciencias naturales.12
1 Wittfogel establece «na estrecha correlación entre los cono­
cimientos matemáticos y astronómicos y Jas necesidades de las pri­
mitivas comunidades agrarias de vigilar’ exactamente la redistribu­
ción de los campos inundados, medir las estaciones, controlar los
ciclos anuales y. contar con un calendario . exacto para prevenir
catástrofes naturales. Herodoto atribuye los comienzos de la geome­
tría en Egipto a la necesidad de medir cada añp la tierra inundada.
V. Wittfogel, ob. cit„ p. 49.
2 V. Edmundo O’Gorman, La invención de América, Ed. Fondo
de Cultura Económica, México, 1958.
60 JORGE ABELARDO RAMOS

Continente tan inmenso como lo había soñado Séneca,


rodeado de dos océanos, sostenido por los Andes, cruzado
por los ríos más extensos del mundo, poblado de todas las
razas y culturas, la estupefacción de los conquistadores al
encontrar un universo habitado pór astrónomos y caníbales
fue breve. La colonización comenzaba, el oro relucía allí y
el Reino de los Cielos estaba en este Mundo.
CAPITULO III

COLONIZACION Y
NACIONALIZACION DE LAS INDIAS

“Hay tantos mestizos en estos reinos, y nacen cada


hora, que es menester que Vuestra Majestad mande en­
viar cédula que ningún mestizo ni mulato pueda traer
arma alguna ni tener arcabuz en su poder, so pena de
muerte, porque esta es una gente que andando el tiem­
po ha de ser muy peligrosa y muy perniciosa en esta
tierra”.
Licenciado Castro, al Rey, siglo XVI.

“¿Quiénes, son los que nos sustentan en estas tierras


y los que nos dan de comer? ¿Acaso los españoles ca­
van, cogen y siembran en todas estas islas? No, por
cierto; porque en llegando a Manila, todos son caba­
lleros”.
Juan de Delgado, siglo XVIII.
1. La fusión racial.

Durante trescientos años se producirá un lento proceso


de fusión entre los españoles en América y los sobrevivien­
tes de la población autóctona. La fusión engendrará al
mestizo, que será a su vez discriminado de los puestos fun­
damentales de la vida política colonial, constituyéndose en
ciudadano de tercera categoría. La oleada inmigratoria
posterior a la conquista, pasado el período de hierro, go­
zará de los frutos del asalto. Serán encomenderos, propie­
tarios de gigantescas haciendas, funcionarios reales, oido­
res, cabildantes, jefes militares. Hacia abajo, más allá de
la sociedad española virreynal que se enriquece lejos de Es­
paña y de. los criollos o americanos españoles insertados
profundamente en lá estructura económica^ vegeta un inun-
do petrificado de indios mansos, razas vencidas, transfor­
mados en mineros-siervos, en jornaleros, en labradores
inamovibles del dominio señorial, en capataces de planta­
ciones o cómplices de los amos en el tráfico de esclavos; en
el mejor de los casos, en artesanos, personal de los servi­
cios domésticos, trabajadores de los servicios y transportes,
domadores, reseros, acarreadores de hacienda. La importa­
ción generalizada de mano de obra esclava procedente de
Africa mezclará más aún las razas originales de América:
aparecerán así el mulato, el zambo, el tercerón, el cuarte­
rón, el quinterón. El español venía de su patria general­
mente sin mujer. Su vaga hidalguía, su total pobreza, su
hambre devoradora, la exaltada ambición, hacía de . cada
uno de ellos un Cortés que encallaba sus naves. Era un es­
pañol sin regreso. Así, con la india y la prodigiosa natura­
leza echó linaje nuevo. El fenómeno ya alarmaba en 1567,
cuando el Licenciado Castro se dirije al Rey, desde Lima,
64 JORGE ABELARDO RAMOS
4 , ' '

alertando al monarca sobre los peligros del mestizo en


América: “Hay tantos mestizos en estos reinos, y nacen
cada hora, que es menester que Vuestra Majestad mande
enviar cédula que ningún mestizo ni mulato pueda traer
arma alguna ni tener arcabuz en su poder, so pena de muer­
te, porque esta es una'gente que andando el tiempo ha de
ser muy peligrosa y muy perniciosa en esta tierra”.1
Por lo demás, el mestizo será, llamado criollo con el
• tiempo, y según sean sus caudales y legitimidad de filia­
ción estará integrado a clases económicamente privilegia­
das, aunque persista para él la segregación de la vida polí­
tica. El criollo ilegítimo o desprotegido será “mestizo” y
vegetará en las capas profundas y expoliadas de la socie­
dad colonial.
2, La política colonizadora.
Con esa particular mezcla de misticismo y codicia que
distinguía a los conquistadores, bien provistos de lós for­
mulismos jurídicos redactados por los ceremoniosos letra­
dos de Castilla, se confeccionó un complejo discurso que
los soldados españoles leían a los indios antes de someter­
los por la fuerza. Este discurso llamábase “requerimiento”.
En caso de que su lectura no moviese a los indios absortos
a prestar su aprobación al vasallaje que se les pedía y a
adoptar la fe ofrecida, quedaban notificados por una len­
gua que no comprendían y por unos extranjeros a los que
no habían visto nunca, que serían obligados a ceder a
golpes de espada. El requerimiento se hacía a la buena de
Dios, al pie de un árbol tropical, con el lector leyendo rápi­
damente, rodeado de indios curiosos y de acólitos con las
armas desenfundadas. Así; procedían los soldados del Rey
y devotos del Señor, en los primeros años de la conquista.
Recuérdase la respuesta de unos indios de Colombia al en­
tender, por la traducción que tuvieron a bien hacerles'unos
frailes, que el Papa había hecho merced de aquella tierra
x Alejandro Lipschütz, El problema racial en la conquista de
América y el mestizaje, p. 266, Ed. Austral, Santiago de Chile, 1963.

»
Historia de la ñácíoñ latinóamericaña 65

al Rey de España y que todos le debían obediencia: “Die­


ron que el Papa debiera estar borracho cuando lo hizo, pues
daba lo que no era suyo. Y que el Rey qtie pedia y tomaba
tal merced debía ser algún loco, pues pedía lo que era de
otros. Y que fuese allá a tomarla, que ellos le ponían la
cabeza en un palo cormo tenían otras ,qye me mostraron de
enemigos sityos puestas encima de sendos palos".x
Como había que respetar las formas y observar al mis­
mo tiempo las leyes de la táctica, muchos “requerimientos”
eran leídos a los indios una vez que ya estaban encadena­
dos, sin intérprete y abrumados a palos. Estos métodos ex­
peditivos complacían a Pedro de Valdivia, conquistador de
Chile: “Matáronse hasta mil e quinientos o dos mil indios
y alanceáronse otros mtcchos, y prendiéronse alguno, de los
cuales mandé cortar hasta doscientos las manos y narices,
en rebeldía de que muchas veces les había enviado mensa­
jeros y hécholes los requerimientos que V. M. manda”.2
Iniciada la colonización, medio siglo después, hacia 1550,
la población indígena de las Antillas dejaba dé pagar
tributos en su totalidad porque había sido exterminada en
los lavaderos de oro. .
La ruina acarreada a la industria española por la polí­
tica de los Habsburgos y el escaso poder de contralor real
en el inmenso mundo colonial, facilitaron la formación de
diversas industrias y cultivos formalmente prohibidos por
la Corona. Muchas de estas industrias serán destruidas por
el libre comercio que impondrán los regímenes políticos de
la revolución hispanoamericana. También había artesanías
y pequeños talleres en las ciudades principales organizados
bajo la forma de “corporaciones”. De ellas estaban exclui­
dos.los indios, mulatos y negros, en la categoría de “maes­
tros”, sobre todo por que los indios eran, hábiles artesanos
y habían heredado por generaciones su destreza, lo que los
volvía competidores peligrosos. Esto no impedía que fue­
ran los artesanos indios los principales oficiales de dichos
talleres. , ,
1 Picón-Salas, ob. cit., p. 44. _.
2 Lewis Hanke, El prejuicio racial en el Nuevo Mundo, p. 71,
Ed. Universitaria, Santiago de Chile, 1958.
66 JORGE ABELARDO RAMOS

Las corporaciones de artesanos carecían de toda ana­


logía con las corporaciones de oficios.de Europa, sino que
más bien ejercían las funciones de una “policía del tra­
bajo” con el fin de controlar la vida económica colonial.'
Sin embargo, la gran maquinaria del capitalismo, colonial
exportador (cacao, azúcar, minerales, algodón, etc.), que
alimenta la formación del capitalismo europeo, facilita la
introducción del mestizo artesano de los centros urbanos
a un “mundo monetario y racional” que constituye una in­
troducción al capitalismo, aún bajo su forma mercantil.2
Pero se trataba en todo caso de una minoría. Los millones
de indígenas, negros y “castas” que producían en las Indias,
se distribuían entre los encomenderos de México, Perú o el
Alto Perú, trabajaban para los grandes ganaderos mejica-'
nos o venezolanos, jadeaban en el fondo de las minas,
plantaban azúcar, algodón y cacao o agonizaban bajo el
látigo en los ingenios del Brasil. En cuanto al “proletaria­
do”, Humboldt describía, en la primera década del siglo
XIX las fábricas textiles: “Los hombres libres, indios y
1 gente de color, se confunden con los delincuentes distribuí- ,
dos por la justicia, entre las fábricas para obligarlos a tra­
bajar. Todos aparecían semidesnudos, cubiertos por hara­
pos, magros y deformados. Cada taller parece una obscura
prisión. Las puertas, que son dobles, permanecen constan­
temente cerradas y no se permite a los obreros dejar la
casa. A los casados sólo se les permite ver a sus familias
los domingos. Todos son azotados sin piedad, si cometen el
. menor desliz respecto del orden imperante en la'fábrica”.3
3. La “destrucción de las Indias”.
Los tres siglos de dominación colonial española, salvo
las alteraciones de la política borbónica a fines del siglo
XVIII, se fundan en la encomienda y en la mita, esto es,
en la esclavización virtual del indio americano, allí donde
. •
1 José María Ots Capdequi, Historia, de América y de los pue­
blos americanos, p. 131, T. XIV, Ed. Salvat, Barcelona.
2 Ibid. '
3.Citado por Haring, ob. cit., p. 267.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 67

podía ser sometido, y los negros africanos. En la realidad


social, ya que no en la legislación formalista, el régimen
de las encomiendas concebido originalmente como forma
de “proteger” al indio' y su familia, recién decae a fines
del siglo XVIII. Este régimen parecía esencial “para la
perpetuación en América de una sociedad, aristocrática or­
ganizada en la misma forma que la del Viejo Mundo”.1
Quien no tenía encomiendas, no tenía recursos y quien
no contaba con éstos, no podía “desarrollar comercio”.
En aquellos lugares de América en que no hubo indios do-
mesticables, como el Río de la Plata, estalló un escándalo
recogido por los cronistas. Los ediles de Buenos Aires se
quejaron al Rey “que la situación era tan mala que los
españoles tenían que cavar la. tierra y sembrarla para po­
der comer”.12 En 1536 algunos hidalgos se morían de
hambre en Honduras. Un testigo estupefacto declara ha­
ber visto con sus propios ojos a caballeros españoles
echar la simiente “con sus propias manos” para no mo­
rir de inanición, A mediados del siglo XVIII, Juan de
Delgado escribía: “¿Quienes son los que nos sustentan en
estas tierras y los que nos dan de comer? ¿Acaso los espaf-
ñoles cavan, cogen y siembran en todas estas islas? No, por
cierto; porque en llegando a Manila, todos son caballeros”.3
El palurdo de España ascendía de situación social al llegar
a América: se ennoblecía dejando de trabajar. A lo largo
de trescientos años, con el desarrollo de la minería, la agri­
cultura y las industrias, la situación de los indios no había
cambiado. En el Perú, los caciques indios sé convertían en
cómplices de la explotación española. En las- tejedurías,
una ordenanza de 1601 prohíbe expresamente la mano de
obra indígena que debe ser reemplazada por negros, pues
los nativos estaban en vía de extinción.
Los productos exportados al mercado mundial, como el
azúcar y otros y que ciertos autores consideran expresión
característica de la producción capitalista, eran manifestar-

1 Haring, ob. cit., p. 69.


2 Hanke, ob. cit., p. 27.
» Ibid.
i
68 ¿ÓRGE ABELARDO RAMOS

ción directa del régimen esclavista-servil instaurado por


los españoles durante la era feliz del capital mercantil, que
operaba exportando al mercado mundial. La condición de
“obrero” en la América Española sólo tenía existencia real
en las ordenanzas, lo mismo que el cobro de salarios y
la libertad personal. Al desenvolverse la economía española
y comenzar el siglo XVIII, lá situación en América His­
pánica tiende a reflejar el cambio. Junto a la mano de
obra servil o semi-esclava aparece una clase de trabaja­
dores asalariados libres, que se ocupan de sus oficios en
las ciudades, y que como es natural, constituyen una parte
ínfima de la población trabajadora. Lentamente, a me­
dida que aumentaba el mestizaje, aparece en Chile, por
ejemplo, el “inquilino” de los grandes establecimientos
rurales.*1 Cuándo Ulloa viaja por América a principios del
siglo XVIII observa que las leyes de Indias no se cumplen.
Se cobraba tributo a indios menores de 18 años y mayores
de 50, y aún a los inválidos y deformes.
Durante el primer período de la conquista y coloniza­
ción, se procedió a la “destrucción de las Indias”, según
la expresión célebre del Padre Bartolomé de las Casas. La
pasión áurea largo tiempo contenida, por un lado, y la
torpeza de un sector de los frailes evangelizadores por el
otro,, equivalen al arrasamiento virtual de las religiones
autóctonas, con sus templos e imágenes y al despojo de
todos, los metales preciosos elaborados con fines de culto o.
lujo de las aristocracias nativas. Posteriormente se im­
puso la necesidad de organizar la explotación de las minas,
allí donde las hubiera. La exigencia de una mano de obra
servil o esclava se impuso, a pesar de todas las disposicio­
nes legales previstas por los Reyes de España. De este mo- •
do apareció el servicio personal forzoso llamado en el
Perú mita y en México quatequil.2 Las condiciones mons­
truosas del trabajo en las minas y los cambios climáticos
(en el Perú se transportaba a los indios de la sierra a la
costa o viceversa, provocando su tuberculización), redu-

1 Haring, ob. cit., p. 80.


1 Vicena Vives, ob. cit., p. 131, T. IV.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 69

jeron la población a cifras de mortalidad trágicas.1 Por


lo demás, al arrancar a la población nativa de sus secula­
res labores agrícolas y sumergirla en el horror minero,
destruían sus vínculos familares. Así la “familia cristia­
na” de los evangelizadores era sustituida por la mano de
obra esclava para alimentar el Tesoro español y las arcas
de los grandes mineros españoles. La primera manifesta­
ción de la política de servidumbre fue dada por los “re­
partimientos de indios”. En México se llamaron “congre­
gas”. La Corona autorizó a los encomenderos a emplear
en el trabajo agrícola o minero a los nativos: “Podrán
valerse de negros, mestizos y mulatos, de que tanta canalla
hay ociosa... así como de los españoles de condición servil
que hubiere”.*2 No podría decirse que España exportó a las
Indias su feudalismo putrefacto, puesto que el feudalismo
español era un régimen social filantrópico comparado al
capitalismo mercantil-colonial con fuertes rasgos de para-
ritismo señorial que implantó el Imperio hispánico en el
Nuevo Mundo.
Si el encomendero se comprometía a “proteger” al in­
dio y su familia, a cambio del trabajo prestado por éste
y si el régimen del salario figura en la Legislación de
Indias para consuelo de todós los juristas, y aún de algu­
nos historiadores, el régimen de encomiendas otorgado por
el Rey a sus fieles vasallos que organizaban el Imperio
de las Indias fue la designación de la explotación y suc­
ción más brutal y cínica. "Las obligaciones del encomen­
dero como patrón y protector se convirtieron en mera fór­
mula. Los salarios eran nominales y la instrucción se limi­
taba a las formalidades del bautismo”.11 La avidez española
por el oro era tan intensa que los indios de Cuba y de
México llegaron a creer al principio que el Dios adorado
por los extranjeros barbudos era el oro. Los españoles
hacían transportar sus caballos en hamacas a hombro de

x En México habia en 1532, 16-871.408 abitantes; en 1568,


2.649.573; en 1608, 1.069,255. Cfr. Enrique Dussett, Historia de la
iglesia latinoamericana, 1967.
2 Vicens Vives, ob. cit., p. 350, T. IV,
4 Haring, ob. eit,, p, 55,
70 JORGE ABELARDO RAMOS

indio, dice Miguel Luis Amunátegüi: "Marcaban a estos


en la cara y contramarcaban para registrar su clonación,
venta, etc. Generalmente morían abandonados, agotados, en
el campo. Cerca de las minas había un fétido olor de muer­
te, conaves de rapiña revoloteando. Muchos se mutilaban
o suicidaban”.1
Considerado “vasallo libre” por las burlescas ordenan­
zas del Rey en España, y bestia de trabajo por los espa­
ñoles en América, humillado, exprimido, vejado y castigado
n hasta la desesperación, muchos hijos de Moctezuma o
Atahualpa bebían, al fin unos sorbos de yuca amarga para
liberarse por la muerte del,yugo español.2 Doscientos años
después del descubrimiento, América parecía un desierto.3
En el siglo XVIII escribe Ulloa: "És constante que en Amé­
rica no existe la octava parte de población que había cuando
se descubrió”.* A todo lo dicho, la mortandad indígena, te­
nía otro agravante: las enfermedades, viruela entre ellas,
traídas a América por los españoles y que diezmaron la
población.
El pago de los salarios era una ficción, los horarios
horriblemente extensos. En las fábricas se obligaba a tra­
bajar contra las reglamentaciones vigentes a niños, de 6 a
8 años de edad. Como los indios se fugaban, eran fre­
cuentes las prácticas de organizar pequeñas expediciones
para cazarlos. Baste señalar que tres siglos más tarde
del descubrimiento, ouando la sociedad colonial parecía
definitivamente arraigada y estructurada y las razas ame­
ricanas irremediablemente vencidas, una formidable suble­
vación encabezada por Tupac Amaru en 1780, sólo 30
años antes de la emancipación axnericana, puso de pie a
decenas de miles de indios peruanos.

4. La ruina de la’ industria española.


Los españoles importaron de la metrópoli los animales
x Amunátegui, ob. cit., p. 17.
2 Picón-Salas, ob. cit., p. 46.
8 Colmeiro, ob cit., p. 97.5.
4 Ibid,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA
* 71

domésticos que faltaban en América: caballos, vacas, ove­


jas, cerdos y cabras, que se multiplicaron prodigiosamente.
Medio siglo después enormes rebaños vagaban por las lla­
nuras del Orinoco, del Río de la Plata o de las sabanas de
las Antillas. Los cereales, hortalizas y legumbres, el olivo,
las naranjas y la caña de azúcar aclimataron en América,
modificaron su régimen alimenticio y su vida social. Es­
paña variaba continuamente su política económica ante
América. A veces prohibía establecer nuevas plantaciones,
por temor a la competencia con productos de la metrópoli,
o vedaba exportar vinos americanos a otras regiones ame­
ricanas que podían ser provistas por Europa En el siglo
XVII se prohibía la plantación de olivares y la exporta­
ción de aceite. Pero estas prohibiciones, así como las que
restringían la implantación de industrias manufactureras
en las colonias, pocas veces se verificaban en la práctica,
como ocurría con el resto de la legislación indiana. De ahí
que la recopilación de la jurisprudencia' española tenga un
valor abstracto, delicia para juristas. Todo era ilegal en
América. Llega a ser práctica generalizada el aforismo:
“las órdenes del Rey se. acatan y no se cumplen’’.
La industria española había sido abandonada o arrui- .
nada por el descubrimiento de América. El oro era emplea­
do por los Habsburgo para importar artículos de consumo
de otros países europeos y hacer guerras. América, en con­
secuencia, no podía ser proveída por la metrópoli de los
artículos manufacturados que España ya no producía ni
siquiera para abastecer su propio consumo interno. De
este modo, el monopolio de Cádiz, que impedía el comercio
de las colonias entre sí y con otros países extranjeros, sólo
superficialmente era espafiolista, puesto que el comercio
exterior de ese monopolio estaba en «manos de los provee­
dores europeos de España. Los monopolistas españoles tan
sólo remarcaban esas mercaderías europeas y las reven­
dían a las colonias. La violación de latí disposiciones que
prohibían montar fábricas en América, a su vez, venía a
constituirse en una verdadera política nacional, puesto que
reducía el mercado interno de las mercaderías extranje­
ras que entraban a las Indias. Los monopolistas de Cádiz
72 JORGE ABELARDO RAMOS

eran, en realidad, un sector de la burguesía importadora


de España y virtuales agentes comerciales de la industria
inglesa, holandesa, francesa o italiana. América incorpora
al consumo de Occidente productos desconocidos hasta ese
momento: papa, tomate, maíz, maní, tabaco, coca, quina,
ananá, caucho, maderas tintóreas, cacao, y, como deriva­
do. de éste, el chocolate. Por lo demás, la industria textil,
Ja más importante de América Hispánica, se extiende a
pesar de todas las restricciones. Deberá entenderse que
las telas rústicas que producía eran vestidas por las clases
inferiores de la población, pues en general la "gente de­
cente” o de "limpieza, de linaje”, como en Lima, sólo usa­
ban trajes de seda.1 Esta gente decente, por lo demás, era
de reciente data. Los apuros financieros de los reyes obli­
gaban con frecuencia a «vender hidalguías a bajo costo.
Felipe II ordenó la venta de 1.000 hidalguías sin mirar
quienes las compraban. Así, en la Lima del siglo XVIII,
ya había cuarenta familias dé condes y marqueses, entre
ellos muchos mestizos enriquecidos.2
Las clases privilegiadas de la colonia tenían su base
económica en la propiedad de la tierra. El concepto seño­
rial de las haciendas, dice Haring, pasó de España a Amé­
rica, robustecido por . el derecho de la herencia al hijo
mayor o pariente más cercano, para impedir la desinte­
gración de lá propiedad. Otras familias explotaban la grán
minería. Pero en general él rasgo distintivo de las clases
dominantes en la Colonia era la propiedad lisa y llana.
Esta inepta política que trasladaba a América el retardo
español, se complementaba con la suicida destrucción de la
propia industria española, aún en una fecha tan próxima
como el siglo XVIII. Por el Tratado de Utrecht (1713) el
pomposo reino español concedía al detestado protestante
inglés el derecho de asiento y el navio de permiso por
treinta años, lo que situaba a los ingleses legalmente en el
Río dé la Plata para la trata de negros, máscara de su
organización continental de contrabando. Ward se pre-

1 Haring, ob. cit., p. 219.


x Ibid.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 73

guntaba como todavía existía actividad económica alguna


en España.1 Mientras deformaba el desarrollo económico de
sus colonias, impidiéndoles la creación de industrias, Es­
paña, golpeada por la inutilidad de su política de unidad
católica y la torpeza de sus almirantes, capitulaba ante su
más poderoso enemigo europeo. Es suficiente decir que
anualmente llegaban a los puertos españoles entre 800 y
1.000 naves de Inglaterra, Holanda y Hamburgo cargadas
de productos industriales, las que recogían el fruto y la
plata americanas. La exportación de la. lana española, a su
vez era estimulada por los Austria, y se dirigía a Ingla­
terra para ser manufacturada y retornar a España bajo
la forma de productos textiles. Los mercaderes españoles
embarcaban las lanas “en bajeles extranjeros y las diri- «
gían a Londres o Amsterdam, tomando sobre sí los riesgos
de la mar. Llegaban a su destino, las vendían y cobraban
su importe, no en dinero, sino en telas y bujerías, corriendo
otra vez de su cuenta los siniestros de la navegación y el
gasto de los fletes”.1
2 ¡ Indias de Europa! Este sistema lo
veremos reproducido en nuestra América Latina por los
mismos imperios que en su tiempo saquearon a España,
sucedidos hoy por los Estados Unidos.
5. ¿Capitalismo o feudalismo?
La disputa sobre el carácter de la colonización espa­
ñola en América ha cobrado actualidad en una reciente
polémica.3 Por supuesto, el tema en discusión no reviste
un carácter académico ni de “pura doctrina”. Se trata de
saber, en esencia, las consecuencias políticas que se infe­
rirían si en efecto el pasado colonial de Hispano América
ha dejado tareas nacionales y democráticas por resolver
en nuestro tiempo o si, por el contrario, el avanzado carác-,

1 Colmeiro, ob. cit., p. 1008, T. II.


2 Ibid. _ .
3 V. “Los modos de producción en Iberoamérica”, p. 38, revista
“Izquierda Nacional”, n? 3, octubre de 1966, órgano teórico del Par­
tido Socialista de la Izquierda Nacional, Buenos Aires. Contiene
artículos polémicos de Rodolfo Puiggrós y Andrew Frank.
74 JORGE ABELARDO RAMOS

ter de la colonización de tipo capitalista, los ha resuelto


todos y ep consecuencia, en el presente; América Latina
enfrenta una lucha de clases de acuerdo al modelo clásico
de Europa : burguesía y proletariado. Si en efecto, la colo­
nización hispano-portuguesa revistió un carácter feudal,
cabría discutir cuando América Latina perdió , ese carác­
ter, pues es obvio que actualmente carece de él. Por otra
parte, si esa colonización poseía rasgos capitalistas en el
siglo XVI, XVII y XVIII, podría desprenderse lógica­
mente que el capitalismo como modo de producción ha
terminado en el siglo y medio siguiente de imponerse en
la sociedad latinoamericana. Los problemas políticos y las
soluciones emergentes están vinculados, como es natural,
a la realidad de tales enjuiciamientos históricos-económi-
cos. El profesor Andrew Frank sostiene este último punto
de vista. Nuestra conclusión difiere de la suya, no porque
consideremos que hubo feudalismo en América, sino por­
que a nuestro juicio aún hoy el capitalismo nacional no
ha triunfado plenamente en esta parte del mundo. En ese
hecho reside justamente su carácter semi-colonial, subra­
yado trágicamente por su balcanización nacional. Los. es­
pañoles no podían traer al Nuevo Mundo sino las institu­
ciones y los modos de producción que conocían , y en cuyo
seno se habían formado. Naturalmente que ya en el siglo
XVI el “feudo” no existía en España, sino que sobrevivían
en proceso de desintegración bajo el absolutismo de los
Austria caracteres del feudalismo heredado de la guerra,
secular contra los moros. El descubrimiento de América
prorrogó esa decadencia y lejos de robustecer la influencia
burguesa en la sociedad españoladla redujo a su mínima
expresión. La historia de España es explícita a este
respecto.
Pero América española ya no era un asunto puro y
simple de España. Para usar una expresión grata al Pro-
fesoi- Frank, se elevaba en el mundo a partir del siglo
XVI un “sistema mundial”, esto es, eLcapitalismo. En el
centro de este sistema estaba Inglaterra. España se convier­
te a partir del siglo XVII en el intermediario ruinoso entre
el Nuevo Mundo y el capitalismo pujante de Gran Bretaña,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 75

que absorbe, industrializa y distribuye gran parte de las


riquezas latinoamericanas, lo mismo que Holanda y Fran­
cia secundariamente.1 Los terratenientes, ganaderos, fa-
zendeiros, mineros o dueños de plantaciones con productos
. exportables destinados al mercado mundial, eran españoles
o americanos enriquecidos que con mano de obra esclava
o servil se insertaban en el sistema mundial controlado por
Inglaterra. El azúcar, los minerales diversos, el tasajo, el
sebo, las astas, los cueros, el tabaco, el trigo, el cacao o el
café o el algodón de Perú, Chile, Río de la Plata, México,
Colombia, Brasil, Antillas o Venezuela, eran extraídos con
la sangre y el sudor de trabajo forzado y se transformaban
en capital comercial.*2 ¿ Cómo se distribuía ese capital
comercial? Parte de él quedaba en manos de estos produc­
tores españoles o americanos; en su mayor parte se volcaba
en el proceso de acumulación primitiva del capitalismo
europeo, en particular del capitalismo inglés. ¿ Qué destino
tenía el capital mercantil que permanecía entre las uñas
de los plantadores o propietarios negreros de América?
v Haring, ob. dt., p. 320: “Los mercaderes españoles se convir-
' tieron a menudo en simples intermediarios —agentes o factores a
porcentaje— de casas comerciales extranjeras, a las que con fre­
cuencia prestaban sus nombres españoles para burlar la ley. Las
mercaderías seguían siendo propiedad del comerciante extranjero y
eran embarcadas a su riesgo. A cambio de las manufacturas de
■ Flandes, Francia, Italia, Inglaterra y Alemania, España daba sus
propios productos —lanas,, vino, fruta seca— y los de las Indias”.
2 En el Río de la Plata no había trabajo esclavo sino en el
servicio doméstico. La producción ganadera no empleaba tampoco ma­
no de obra servil, pero el destino de ese capital revestía idéntico
carácter parasitario y no productivo que en las otras regiones de
América, “La «conquista» fue hecha por los castellanos como antes
la «reconquista». Obteniendo tierras, tesoros y el servicio de los
hambres. ¿Podía este tipo de imperialismo lanzar úna economía mo­
derna? Los hombres que habían propulsado el descubrimiento por
razones económicas eran genoveses, flamencos, judíos, aragoneses del
séquito de Femando. Pero el monopolio —y las condiciones demográ­
ficas— hicieron de la «conquista» un asunto de los hidalgos de Ex­
tremadura, de los ganaderos de la Mesta, de los administradores se­
villanos. Los beneficios no fueron «invertidos» en el sentido capita­
lista del término. Los emigrantes favorecidos por la fortuna soñaban
con compras de terrenos, construcción de castillos, con tesoros”: Pie­
rre Vilar, Historia de España, p. 65, Ed. Librairie Espagnole, Pa­
rís, 1963.
76 JORGE ABELARDO RAMOS
o
¿Generaba un proceso análogo de acumulación primitiva,
al que sé verificaba en Europa? Por el contrario, ese capi­
tal no se reinvertía sino en los gastos suntuarios propios de
clases parasitarias o improductivas. La inmovilidad de la
tierra en “manos muertas”, como en España y la indivi­
sibilidad de las grandes propiedades por la institución del
mayorazgo creaba un freno para las transacciones, del
mismo modo, que las prohibiciones y limitaciones, por lo
menos formales dé la Corona, quitaban a los grandes plan­
tadores o hacendados toda veleidad de una reinversión pro­
ductiva en la industria. Ese mismo capital comercial per­
manecía en “manos muertas” y se derivaba a las cons­
trucciones de grandes palacios, casas .de campo, adquisi­
ción de joyas, mantenimiento de una numerosa servidum­
bre y todo género de boato muy poco “burgués”.1
6. Las clases rentistas.
En el siglo XVIII las colonias- hispanoamericanas ha­
bían alcanzado un desarrollo relativamente importante. Él
hecho de que México, Lima o Potosí disfrutaran de un lujo
esplendoroso, de grandes
* iglesias, y residencias imperiales
en el siglo XVIII, en comparación con Nueva York y Fi-
ladelfia en la misma época, debe buscarse en el carácter
señorial e improductivo de la sociedad española en Amé-

1 Uno de los rasgos característicos del feudalismo era la prohi­


bición del campesino, obrero rural en condición servil, de,desplazarse
de trabajo o de dominio. Ésa atadura personal no impedía la pro­
ducción para el mercado y la transformación de su producción en
mercancía. “La organización del dominio fe.udal, economía natural
por sus bases, puede hasta cierto punto adaptarse a las exigencias
del mercado. Pero una producción mercantil, no. es aún una produc­
ción capitalista. Para que ella devenga capitalista es necesario que
la fuerza del trabajo devenga también una mercancía: dicho de otro
modo, es preciso que la producción esté fundada sobre la explotación
no del campesino colocado bajo la dependencia feudal, sino del obrero
asalariado privado de sus medios de producción y. obligado a vender
su fuerza'de trabajo”, V. E. Kosminsky, L’evolution des formes de
la.rente feudale en Angleterre du Xle. au XVe. siecle,p. 67 y as.,
eft “Recherches Internationales”, mai-jnin 1963, 37, París.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 77

rica? Es ‘‘una sociedad aristocrática que mira con desdén


el trabajo manual y lo confía a su abundante servidumbre
negra, india o mestiza”.1
2*Pero en América del Norte no hay
mano de obra abundante y además aquellos puritanos pro­
ceden de una sociedad capitalista, con sus propios hábitos
y relaciones de producción. Aún en nuestro siglo, cuando
la esclavitud y las condiciones de trabajo servil o forzado
han desaparecido casi por completo, sustituida por el "tra­
bajador libre” y asalariado, los mismos plantadores, ga­
monales, hacendados, ganaderos o productores de azúcar,
algodón o productos tropicales de América Latina, cuando
no se trata de empresas imperialista^ extranjeras, conser­
van una condúcta de consumo oligárquica y una psicología
rentística no burguesa. Si en nuestros días podemos cali­
ficar a esta clase social en América no como "feudal”
sino como "capitalista agraria”, sin duda que no po­
dríamos incurrir en el error de juzgarla como “clase
burguesa”.8
En definitiva, el rasgo diferencial de los diversos nú­
cleos de clases dominantes en la América de la coloniza­
ción hispánica no era feudal, sin duda, pero aunque conser­
vaba toda la psicología de una clase ya en lenta disolución *
en España, y muchos de sus hábitos, normas jurídicas e
instituciones, debe ser considerada como parte de un capi­
talismo mercantil fundado en la esclavitud y el trabajo
servil y natural agente hispanoamericano del verdadero
capitalismo en formación, el capitalismo europeo. Nos per­
mitiremos recordar al Profesor Frank que si bien es cierto
que la creación del capitalismo industrial europeo se nutrió
en gran parte de las riquezas dez América Latina, ese
crecimiento capitalista del Viejo Mundo frustró el des­
arrollo autónomo del capitalismo en el mundo nuevo. La
1 “En 1790 México y Lima eran ciudades más grandes que Fila-
delfia y Nueva York. Cuando estalló la Revolución Norteamericana,
la población de las trece colonias era aún completamente rural y se
hallaba casi por entero dedicada a la agricultura. Había sólo 5 ciu­
dades de más de cinco mil habitantes”: Haring, ob. cit., p. 350.
2 Picón-Salas, ob. cit., p. 108.
« V. "Clase obrera ypoder”, Buenos Aires, 1964, Ed. de la fe
quierda Nacional, Tesis centrales del PSIN,
78 JORGE ABELARDO RAMOS

relación interna de América Latina con Europa en el “sis­


tema mundial’’ reside en esa distribución desigual de fun­
ciones. De otra manera no existiría el antagonismo seña­
lado por Lenín entre naciones oprimidas y naciones opre­
soras, la ley del desarrollo desigual sería una licencia poé­
tica y América Latina la metrópoli de la tecnología.
7. La leyenda negra y la leyenda rosa.
La violencia de la conquista y colonización españolas en
América originó dos tesis antagónicas: aquella que con­
dena esa conquista en* nombre de los principios humanita­
rios y la que elogia su. misión evangélizadora. En cuanto
a la primera, fundada sobre todo en la denuncia del Padre
Las Casas y su famoso debate con Juan Ginés de Sepul­
veda, fue utilizada por los competidores políticos y comer­
ciales de España para desacreditarla, en particular, por
Inglaterra. Parecería redundante explicar las razones bri­
tánicas para asumir la defensa de los indios americanos.
De las 66 factorías de esclavos establecidas en las costas
de Africa en esa época, 40 eran propiedad de los ingleses,
cuya venalidad y salvajismo en las colonias sólo admiten
un paralelo con la demostrada por los holandeses. Ni Las
Casas ni los indios necesitaban ese tipo de defensores. El
juicio objetivo que merecen los métodos de colonización
española en América incluye todo el procesa sangriento de
expansión del capitalismo moderno en el mundo colonial,
-cuyo centro fue justamente Inglaterra. Sólo así es posible
considerar el problema. La leyenda rosa pretende, por el
contrario, envolver la colonización en una niebla mística.
Sus sostenedores son los mismos apologistas de la funesta
dinastía de los Habsburgo, cuando no los refinados admi­
radores de la Legislación de Indias, cuya realidad no pasó
nunca del papel apergaminado de la época. Esta versión
curialesca de la colonización abstrae todo el proceso social
de España, su estructura económica, las causas de su deca­
dencia interna y la particularidad de su penetración y
arraigo en América. Así, Sierra justifica la expoliación y
defiende a los conquistadores contra el rey, “frente a la
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 79

legislación defensora del indio, poco menos que despojados


de riquezas que habían conquistado con su esfuerzo, con su
sangre y sin apoyo alguno de la Corona”.1 Este ultramon-
tanismo feudalizante es característico de ciertos “naciona-
; listas” argentinos y españoles. Pero está, sepultado por
la historia.
8. Aristóteles justifica a los encomenderos.
Un gran debate se desenvuelve desde el descubrimiento
de América hasta la Ilustración. Este debate sirve de pró­
logo, por decir así, al sistema de valores que Europa y
Estados Unidos opondrán luego desde su altura imperial
al pueblo de América Latina. Es revelador recordarlo. Al
día,, siguiente del descubrimiento, el Padre Bartolomé de
Las Casas asombra a Europa con su denuncia elocuente de
lá conquista española. Ya sabemos el empleo que de su
protesta harán los habilidosos británicos seguidos de cer-'
ca por holandeses y franceses.12 La acusación de Las Casas
1 Sierra, ob. cit., p. 251.
2 En su “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, y
luego de su “Historia General de las Indias”, el Padre Las Casas
ofreció una versión, exagerada por su pasión y frecuentemente pla­
gada de inexactitudes dictadas por los peores recursos polémicos, de
la crueldad española en la Conquista. La destrucción crítica de su
, “Brevísima” es sencilla y los hispanófilos ya la han realizado. Pero
la esencia de su acusación es indesmentible. Importa reiterar aquí
que los rivales europeos de España, famosos genocidas y vampiros
de pueblos enteros, como los ingleses y holandeses, se lanzaron sobre
el folleto de Las Casas como moscas sobre la miel. En las prensas
de Alemania, Holanda y Gran Bretaña se difundieron enseguida
las traducciones. Al parecer, España en sus conquistas empleaba mé­
todos sangrientos. Sus rivales, en cambio, eran bondadosos filántro­
pos. La refinada perversidad inglesa.en irlanda, la India o los merca­
dos de esclavos, para no hablar de los' esquilmadores holandeses las
Indias. Orientales, vuelven inútil hoy toda disgresión sobre el tema.
En cuanto a la “intolerancia católica” de los españoles y la “toleran­
cia protestante” de sus rivales, es justo señalar qqe toda, Europa
pasaba por un período de caza de brujas, inmolaciones, persecucio­
nes religiosas y hogueras que envuelven en sus llamas siniestras a
unos y a otros. Un apologista de la España Imperial ofrece intere­
santes testimonios de la persecución religiosa anticatólica en la demo­
crática Inglaterra, para no mencionar el suplicio de Miguel Servet
en manos de los nulcros calvinistas de Suiza. V. Julián Juderías:
“La leyenda negra”, p. 383 y ss., Ed. Editora Nacional, Madrid, 1960.
so JORGE ABÉLABDft BAMGS

ponía en tela de juicio en la metrópoli lá naturaleza y los


fines de la conquista. Esta tormenta doctrinaria divide a
los mejores espíritus españoles y esconde, en realidad, el
mismo antagonismo que enfrentará históricamente a las
dos Españas.
El propio clero se divide ante el problema. Juan Ginés
de Sepúlveda, teórico de los encomenderos, sale al encuen-.
tro de la denuncia de Las Casas. Sepúlveda eleva a las
alturas del pensamiento aristotélico el dilema de si los
españoles en América debían o no considerar a los indios
como seres humanos. Con su recia mano puesta sobre los
textos del Estagirita, reformula la teoría aristotélica de
la “esclavitud natural”. El griego había sostenido la exis­
tencia de esclavos por naturaleza: “Todos aquellos que
difieren de los demás tanto como el cuerpo del alma o el
animal del hombre (y tienen esta disposición todos aque­
llos cuyo rendimiento es el uso del cuerpo, y esto es lo me­
jor que pueden aportar) son esclavos por naturaleza”.L
A pesar de ser casi una herejía, Las Casas se atrevió
a cuestionar la autoridad inmaculada de Aristóteles que
“no era sino un pagano que se estaba asando en el infier­
no”. El Padre Oviedo, historiador de las Indias y adver­
sario de Las Casas, argüía despreciativamente que los
españoles debían cuidarse en sus escaramuzas con los
indios, pues éstos tenían una cabeza tan dura que podían
mellárseles las espadas. Sepúlveda sentenciaba: “Los que
sobresalen por su prudencia y por su ingenio, pero no por
sus fuerzas corporales, éstos son señores' por naturaleza;
al contrario, los tardos y torpes de entendimiento, pero cor-,
poralmente robustos papa llevar a cabo las tareas necesa­
rias, éstos son siervos por naturaleza”?
¡ Peligrosa distinción, si se considera el hato de soldados
sus puertos atlánticos hacia el continente de ios escultores
cerriles y hercúleos delincuentes que vomitó España por

1 Política, p. 8, Madrid, 1951.


2 Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo, p. 64, Ed. Fon­
do de Cultura Económica, México, 1960.
HISTÓRIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 81

mayas y de los ingenieros incaicos! Sea como fuere, la


polémica discurrió sobre un mar de equívocos. Las Casas,
para rebatir a Sepúlveda y bus tesis aristotélicas, contri­
buyó a crear en Europa la idea del indio débil, apocado y
digno de protección, lo que por una vía humanitaria con­
ducía a la generalizada convicción de su inferioridad?
La marcha de la colonización y la integración parcial
de los indios al sistema económico-social que crean los es­
pañoles, si debilita el g.rdor inicial de la polémica, no la
concluye. La supuesta inferioridad de América y del indio
americano habrá de rebrotar en el siglo XVIII. Pero el
debate ya no se entablará entre teólogos e invocando la
autoridad de los antiguos, sino entre los filósofos de la
Ilustración amparados por las Ciencias Naturales.
9, La época de la calumnia científica.
De siglo en siglo, en realidad, la cuestión tiende a for­
mularse de diversas maneras. De un modo u otro, los argu­
mentos se modifican y modernizan, pero no cambian su
íntima esencia. La España que recién abandona el Me­
dioevo, la Francia, Alemania o Inglaterra de la Ilustración,
la Europa, burguesa del siglo XIX y los Estados Unidos del
siglo XX, manejarán la idea de la inferioridad de América
Latina con análogo designio político al que perséguían los
caballeros del viejo Sur cuando juzgaban inferiores a los
negros de Virginia. Esclavo de plantación, jornalero del
tabaco o'guarda de tren, ese negro del Norte significará
para quienes lo explotan la prueba de la idea aristotélica.
La tradición del “buen salvaje” americano pernjánecía
para Europa fijada en aquel Sur desdeñado por Hégel y
que carecía de historia. Buffon abrirá el fuego contra los
1 Sepúlveda, el famoso defensor de los encomenderos y de la
esclavitud indígena fundada en Aristóteles, no sólo tenía preocupa­
ciones filosóficas, cómo podría suponerse. Según su biógrafo, Se-
Súlveda era “un hombre entregado con alma y vida d los negocios”.
ie acuerdo 'a las constancias que obran en el Archivo de Protocolos
de Córdoba, los esclavistas tenían el mejor abogado posible: “no hizo
otra cosa en su vida que comprar, vender, arrendar y acumular sobre
sí beneficios eclesiásticos”. V. Hanke, ob^ cit., p. 81.
82 ' JORGE ABELARDO RAMOS

naturales de América: “El salvaje es dócil y pequeño por


los órganos de la generación; no tiene pelo ni barba, y
ningún ardor 'para con su hembra,.. quitadle el hambre
y la sed, y habréis destruido al mismo tiempo el principio
activo de todos sus movimientos; se quedará estúpidamente
descansando en sus piernas o echado durante dias ente­
ros”.1 Por lo demás, todo ep América es monstruoso. Los
grandes animales feroces son de pequeña talla; en cambio,
los reptiles son enormes, los insectos descomunales, lo mis­
mo que gigantescas las r^nas .y * los sapos. Los pantanos
y la humedad cubren todo el continente; así, esa tierra
lúgubre no puede sino engendrar “hombres fríos y anúbla­
les endebles”.
América es un mundo de aguas putrescentes, donde las
(especies europeas degeneran y se corrompen. Con toda
razón dice Gerbi, “con Buffon se afirma el europeo centris-
mo en la nueva ciencia de la naturaleza viva. Y no es
ciertamente mera casualidad que esto haya ocurrido en los
momentos mismos en que la idea de Europa se estaba ha­
ciendo más plena, más concreta y orgulloso”.12

10. El continente de los leones calvos.


Pero detrás de Buffon avanza el abate De Paw, un
ambiguo alsaciano de lengua ácida y de soberbia ingenua.
Va mucho más allá que Buffon. Afirma sin cautela que en
el clima americano muchos animales pierden la cola, que
los perros ya no saben ladrar, que la carne de vaca es in­
comible y, sobre todo, que el camello se vuelve impotente.
Este ejemplo lo transporta de júbilo analógico, pues le
permite indicar que lo mismo ocurre con los peruanos, que
son impúberes, “muestra de su degeneración, como ocurre
con los eunucos”. El tema de los incas lo muestra igual­
mente bcertero. Rechaza las aserciones del Inca Garcilaso
sobre el papel desempeñado por los amantas. Dice que en
Cuzco había una casucha “donde, alertan ignorantes titula-
1 Gerbi, ob. cit., p. 6.
2 Ibíd., p. 29.
HISTORIA DE LA NÁCIOÜ LATINOAMERICANA 83
I
dos, que no sabían leer ni escribir, enseñaban filosofía a
otros ignorantes que no sabían hablar”.
Éste abate divagador era célebre en Europa, es preciso
decirlo y sus obras aún se comentan. Voltaire, por su
parte, es tributario de la teoría climática de Hume (“Hay
alguna razón para pensar que todas naciones. que viven
más allá de los círculos polares o entre los trópicos son in­
feriores al resto de la especie”), cuando afirma que “ios
pueblos alejados de los trópicos han sido siempre invenci­
bles, y que los pueblos, más cercanos a los trópicos han
estado sometidos a monarcas”.1 También para Voltaire, con
su volubilidad característica, en América hay pocos habi­
tantes en virtud de los pantanos que hacen malsano el aire
y porque sus naturales son perezosos y estúpidos. No le
asombraría, dice, enterarse que en América hay más mo­
nos que hombres. Su indignación es patente cuando infor­
ma al mundo qué en América no se ha encontrado sino
un solo pueblo dotado de barba.
Su ciencia aún sorprende: en México los puercos
tenían el ombligo en el espinazo. Aunque cuenta con cor­
deros grandes y robustos, los leones de América en cam­
bio son enclenques, cobardes y pelados. De este modo, Vol­
taire presenta una América fantástica, pero cuyo mínimo
común múltiplo será la regla de oro de la ignorante fatui­
dad europea en los dos siglos, próximos. Al escéptico Vol­
taire, sucede el piadoso abáte Raynal: “La ruina de éste
mundo está grabada todavía en la frente de sus habitan­
tes. Es una especie de hombres degradada y degenerada,
en su constitución física, en su estatura, en su género de
vida, en su ingenio poco avanzado para todas las artes de
la civilización”.2 La lista es interminable: Bacon, De Mais-
tre, Montesquieu, Hume, Bodin, también se. “negaron a
reconocer como semejantes a los hombres degradados que
poblaron el Nuevo Mundo”.3
1 Gerbi, ob. cit., p. 39.
- . a Ibid.
8 El Abate De Paw no sólo disertaba sobre los americanos. Tam­
bién gustaba desplegar su poder profético, al compadecerse sobre el
porvenir de “naciones condenadas a una eterna mediocridad, como los
egipcios y los chinos". Ob. cit., 92.
■1 . ' ■
j *
84 JORGE ABELARDO RAMOS

í]
’i‘ Para resumir este debate con una frase concluyente,
que sólo podía provenir de un abate como el abate Galiani,
he aquí lo que en sustancia se discutía, según Galiani se
lo hace saber a su amante, Madame D’Epinay: “Mi opinión
es que prosigamos nuestros estragos en las Indias mientras
esto nos resulte bien, a reserva de retirarnos cuando nos
peguen”.1
Los teólogos católicos del siglo XVI o los naturalistas
escépticos del siglo XVIII, todos ellos veían en el hijo de
América un útil objeto de dominio. Esa gran tradición in­
telectual en dos países opresores ha dejado hondas huellas.
Los marxistas llaman a esas huellas, que no pueden regis­
trarse en la estadística, una “superestructura”, una con­
ducta espontánea del pensamiento, un estereotipo psicoló­
gico, o, si se prefiere, un “reflejo” pavloviano. En defini­
tiva, la cuestión §e resolverá como decía el abate Galiani.
Todos los conquistadores de la historia desaparecieron
cuando los pueblos sometidos se decidieron a terminar con
ellos.
11. El pálido despertar borbónico.
Cuando a principios del siglo XIX Alejandro de Hum­
boldt recorre México, descubre una asombrosa analogía
entre el Virreynato de la Nueva España y el Imperio za­
rista. Humboldt comparará a los grandes terratenientes
mexicanos con los señores boyardos de la estepa bárbara:
la opulencia de las clases privilegiadas de México ofre­
cía un claro contraste con el atraso y la miseria del pueblo
rural descendiente de los Moctezuma,. Pues al concluir el
fatídico ciclo de la Casa de los Austria, podía hacerse un
balance de la obra de España en América, aunque esta
obra sólo pudiera explicarse por la lentitud del progreso his­
tórico de la metrópoli.
Recién con el advenimiento de los Borbonés España
consuma su unificación jurídico-política, crea-una moneda
y un territorio aduanero único.i2 A dos siglos del descubri-
i Ibid.
3 Larraz, ob. cit., p. 17.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 85

miento, el comercio español con América era inferior al


tonelaje de 1506-15. En 1700 Cádiz estaba mucho más
sojuzgado por los extranjeros que la Sevilla del siglo XVI.
La población de España había descendido en varios mi­
llones de habitantes. América está despoblada; pueblos in­
dígenas se han extinguido por completo, como los de al­
gunas islas antillanas.1 El poderío marítimo español es
una sombra. Toda la legislación era una farsa completa en
cuyo cumplimiento nadie creía, ni aún sus graves re­
dactores.
La vanidad y el orgullo de la aristocracia española y
colonial no conocían límites: el duque de Osuna, para hu­
millar al zar de Rusia, hacía vestir a sus lacayos con los
mismos tapados de pieles que el autócrata. A esto reducía su
vida una nobleza cuyo parasitismo corría en leyenda. Desde ■
hacía tres siglos que el desarrollo capitalista exigía una
política mercantilista; el’ proteccionismo de Colbert era el
modelo económico de la época y los Austria parecían reyes
dementes, cuyo proclamado monopolio hacia América era
incapaz de enfrentar el contrabando y disimular su franco
librecambismo hacia las restantes potencias europeas, que
succionaban a España. En tanto, la Corte vivía agitada por
una vociferante legión de charlatanes, magos y arbi­
tristas que sugerían a los Austria mil remedios para la
enfermedad que mantenía postrado al coloso ibérico.

12. El clero americano.


En las colonias habíanse construido 70.000 iglesias y
500 conventos con más de 3.000 religiosos. España había
fundado más de 200 ciudades a sólo cien años del descu­
brimiento. A pesar de su monstruoso atraso, la metrópoli
era o había sido la más alta expresión política y militar
del Occidente cristiano. Por medio de sus hombres más
enérgicos y desesperados había construido una sociedad
más o menos equivalente a la que conocían en la vieja me­
trópoli. La lengua española, el precioso vínculo de unióni
i Haring, ob. cit., p. 280.
86 JORGE ABELARDO RAMOS

nacional, encontraba el más vasto espacio geográfico, hu­


mano e histórico de la ép.oca pata su expansión.
No todos los clérigos eran viciosos y holgazanes, como
indican las crónicas. Por el contrario, fueron más nume­
rosos los sacerdotes de diversas órdenes que llevaron al
continente desconocido no. sólo la doctrina católica, sino el
latín y con él las resonancias de la cultura clásica que el
latín contenía. A diferencia de las otras potencias coloni­
zadoras, España había desdoblado su sociedad; una de sus
partes se asentó en América, dibujando así el rasgo positivo
de la europeización. A medida que la fusión racial se verifi­
caba, la lengua española alcanzaba mayor amplitud. Las
nuevas clases artesanas, sobre todo en las ciudades, com­
puestas en general por indios o mestizos (declaremos desde
ya que el mestizo era el criollo pobre, mientras que el mes­
tizo rico será el criollo en la era colonial), ingresaban al
orbe de la lengua a medida que eran integrados a la eco­
nomía mercantil, ensanchando así la estructura de la so­
ciedad ibero-americana.

13. Un renacimiento español.


Con la llegada de los Borbones al trono se producen
importantes cambios en España y en las colonias. El espí­
ritu burgués del siglo XVIII y las necesidades de una so­
ciedad capitalista en crecimiento dominan las ideas de la
Corte. La cien veceszvencida burguesía española encuentra
en la dinastía francesa en el poder español la posibilidad
de manifestarse e influir en la política económica del
Imperio. Las poderosas corrientes de la ■ Ilustración im­
pregnan la opinión pública española, entumecida por una
dinastía gangrenada que parecía tan inextinguible como
su imbecilidad hereditaria. España parece renacer. En to­
das partes se fundan Sociedades Económicas y se alientan
las invenciones mecánicas.
La pequeña nobleza aburguesada posee “libros y gabi­
netes de historia natural”. Los campesinos comienzan a
sembrar las tierras estériles con nuevos métodos, pues los
Borbones, por la vigorosa iniciativa de Jovellanos, que dio
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 87

el golpe de gracia a la Mesta con su Ley agraria, con­


cluyeron para siempre con la fatídica corporación que ha­
bía inhibido durante tres o cuatro siglos el progreso de la
agricultura española. Las aduanas interiores son supri­
midas y alentada la industria.1 A Ja propia nobleza se
pone en cuestión, aunque sin aniquilarla. Las burlas son
públicas, las viejas costumbres puestas en tela de juicio.
Desde la cumbre del poder, con Carlos III, se alienta esta
modernización de España. Por lo demás este “despotismo
ilustrado” sólo roza la superficie de la sociedad española.
Jovellanos justifica en su Ley Agraria la institución
del mayorazgo (él mismo era un noble de arraigo en As­
turias), pero señala que la riqueza y la pompa de la
nobleza antigua eran la recompensa del mérito personal
en hechos de armas, no “la casualidad del nacimiento”. La
aristocracia “ha de ser ejemplar o, sino, debe desaparecer”.
Se conceden premios a los obreros que perfeccionan su ofi­
cio, ajos industriales que construyen máquinas “como los í
mejores fabricantes de Inglaterra12’, a un artesano que fa­
brica tipos de imprenta, aun siendo analfabeto, sej lo in­
corpora a Ja Academia de Ciencias de Barcelona. Las
ciencias exactas reciben aliento.
Los puertos de Cádiz y Sevilla pierden su monopolio
con el comercio con las colonias americanas. Castilla es des­
pojada de su privilegio trisecular. Comienza un libre in­
tercambio comercial con los diversos puertos y ciudades de
España y Jas colonias. Finalmente, en 1790, la Casa de
Contratación de Sevilla es abolida después de 287 años
de monopolio. Los efectos en el desarrollo comercial in­
terno del Imperio americano-español fueron sorprendentes.
Entre 1778 y 1788 el valor total del comercio con las
Indias aumentó en un 700 %. Al abolirse el sistema de fio- i
tas que partían de España en espaciadas frecuencias, el
comercio se articuló sobre nuevas bases. Desde el siglo
XVI había desaparecido del vocabulario español la palabra
prosperidad, como no fuera para ironizar sobre ella.
1 Jean Sarrailh, La España ilustrada de la segunda mitad del
siglo XVIII, p. 125, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1957.
2 Sarrailh, o&. cit., p., 519.
/
88 JORGE ABELARDO RAMOS

14. El humanismo colonial.


Las condiciones generales del trabajo indígena en los
últimos días coloniales tendía a mejorar, sin desaparecer
la explotación indígena ni la condición servil. Las mani­
festaciones culturales, a cargo del clero más esclarecido,
contribuyen a iluminar este período y a preparar las con­
diciones revolucionarias. El. encuentro del antiguo arte
indígena con el culto católico produce la pintura cuzqueña
con sus vírgenes vestidas de cholas, la escultura en Ecua­
dor, la arquitectura en México, Perú o Guatemala, donde
el barroco español se transfigura por la mano y la imagi­
nación nativas produciendo así un arte americano que brota
del grandioso diálogo histórico del, descubrimiento.1
El Padre Acosta y los jesuítas del Paraguay son los
primeros historiadores y humanistas en suelo americano,
al mismo tiempo que inventores estos últimos de una origi­
nal organización social cuyas huellas perdurarán más allá
de su expulsión. El arraigo de los jesuítas en el orden eco­
nómico los vincula estrechamente a la vida propia de las
Indias, Su expulsión no será la única razón de la simpatía
de muchos de ellos hacia las luchas de emancipación qpe
se preparan. Algunos jesuítas como Vizcardo y Guzmán
y Pozo y Sucre actuarán en la etapa precursora iniciada
por Francisco de Miranda.
El humanismo jesuítico es esencialmente criollo y .con­
tribuye a conformar la atmósfera intelectual de los futuros
levantamientos. Picón-Salas ha estudiado magistralmente
la influencia intelectual de este humanismo de inflexión
vernácula en su obra12.
15. Los jesuítas en Europa y las Indias.
La Compañía de Jesús había sido fundada en 1540 por
un antiguo soldado vasco, Ignacio de Loyola. Había devo­
rado en su juventud disipada los libros de caballería y en­
tregado su corazón al imposible amor de- la reina francesa
1 Picón-Salas, ob. cit., p. 132.
2 Ibid., ps. 175 y ss.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 89

de España; según se ve, constituía el tipo perfecto del


hidalgo español en el siglo XVI. Una pierna paralizada
por heridas recibidas en el sitio de Pamplona, lo sumergió
en la literatura hagiográfica de la época. Esa conversión
lo llevó a abjurar de su antigua existencia. Practicó en sí
mismo las normas que volverían célebre a la Compañía.
Sometió su espíritu y su cuerpo a un ascetismo completo,
viajó a París para consagrarse al estudio y decidió entregar
su vida a la Iglesia y al Papa. Seguido de siete discípulos,
entre ellos Francisco Javier, otro mundano convertido por
la palabra inflamada del terrible vasco, juró en la iglesia
de Montmartre su devoción a Roma.1
El pensamiento de Loyola aparecía en un momento trá­
gico de la historia de la Iglesia: el catolicismo presenciaba
la más peligrosa herejía y el cisma más profundo que
había conocido jamás. Los peligros no provenían dé afuera
sino de adentro. El Renacimiento europeo, su vehemente
carnalidad, la propagación del capitalismo y el apogeo de
las ciudades ponían en tela de juicio no sólo la autoridad
papal y el mundo medioeval declinante, sino que contami­
naba a la vieja iglesia, donde desfallecían el rigor y las
costumbres antiguas. La Reforma protestante se levantaba
como una réplica a la sensualidad y burocratismo eclesiás­
ticos. Pero también era qpa manifestación religiosa de una
tendencia secularizante en el corazón de las iglesias na­
cionales. Era la religión puritana de los nuevos burgueses
prácticos. Reflejaba teológicamente el cisma abierto entre
el mundo feudal y la nueva época capitalista.
Loyola encabeza la Contrarreforma católica y funda
una orden militar, cuyo primer General, con carácter vita­
licio, será él mismo. Se trataba de salvar el Papado, la uni­
dad de la Iglesia y el poder espiritual del catolicismo en el
orden temporal. Tal es el programa de la Compañía. Estos
sacerdotes-soldados advierten que en la disolución del estra­
tificado Universo de la Edad Media la Iglesia corre hacia
1 Cari Grimberg y Rag-nar Svanstrom, Les grandes decouvertes
et les reformes, Histoire uhiverselle, T. VI, p. 238, Ed. Gerard, Ver-
viers, 1964, y Alain Guillermou, Les Jésúites, p, 13, Presses Univer-
sitaires de France, París, 1963.
90 JORGE ABELARDO RAMOS

su pérdida si no extrae energías de sí misma y se remo­


dela para contraatacar al mundo.hostil. La primera regla
de la Orden será la obediencia total. La burocracia vaticana
y las restantes órdenes verán con sospecha desde el co­
mienzo a esta Compañía fanática que selecciona rigurosa­
mente a sus miembros y reúne en sus filas implacables a
los mejores talentos y organizadores de su tiempo.
Pues lo curioso de este ejército de la fe es que para
enfrentar al protestantismo y al espíritu moderno, Loyola
crea una formación militar cuyas reglas, personal y mé­
todos están impregnados hasta la médula del espíritu mo­
derno, aunque para cumplir fines antihistóricos. Los “ejer­
cicios espirituales” concebidos por Loyola someten a una
estricta disciplina y a una entrega total del yo a los je­
suítas. La penetración psicológica del fundador no deja
lugar a dudas: los “ejercicios” remueven hasta el fondo
del alma todas las resistencias y cumplen un papel de “au­
toanálisis místico”..El poder riel general sobre los jesuítas .
será absoluto. La exclusión de la orden, inapelable. Se con­
vierte así en la “guardia negra del Papa”, según la cali­
fican sus enemigos.1

16. Los jesuítas y el Estado Nacional.


/
La Orden gana adeptos rápidamente y se extiende por
el mundo, donde obtiene éxitos notables: el contramoví-
miento iniciado por él guerrero español contra el cisma
protestante retoma la influencia católica hasta en Alema­
nia y él Austria protestantes, se prolonga hacia Oriente,
en el Japón, y la India y llega. finalmente a las Indias
españolas. Estos antiguos soldados, hombres de mundo,
matemáticos, músicos, técnicos y humanistas están agru­
pados bajo una omnipotente jefatura con sede en Roma.
Su fe es una fe bélica y administradora. Se enfrentará
enérgicamente al proceso de transformación de las mo­
narquías feudales a monarquías absolutas en que se anun-
cia el poder naciente de los Estados Nacionales.
1 Ibid., p. 242.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 91

El poder temporal del Papado declina. Los jesuítas lu­


chan en las cortes europeas por conservar ese poder sin
mengua. Su organización secreta, su habilidad política y
su total falta de escrúpulos terrenos convierten a la Orden
en una fuerza tan célebre como temible. No es difícil com­
prender que el absolutismo real encuentre en los discípulos
de Loyola a un enemigo encarnizado: la ética ignaciana
no se' funda en las convenciones humanas. De su lógica
de hierro nacen las doctrinas políticas de los padres je­
suítas. Juan de Mariana y Francisco Suárez, ambos espa­
ñoles, formulan las tesis del poder papal indirecto y la
teoría del “regicidio”. Adversarios de las monarquías na­
cionales absolutas, que tienden a vulnerar las prerrogati­
vas de la Iglesia, los jesuítas retoman la defensa de las
viejas libertades medioevales españolas bajo la'forma de
un poder papal superior a la monarquía en todas las
cuestiones temporales de índole religiosa o moral.
Esta peligrosa teoría se fundía con otra en que afir­
maban que el poder monárquico es secular y en modo
alguno derivado de Dios; por el contrario, la monarquía es
fruto de un contrato y proviene del pueblo. Sí el monarca
no cumple los fines justos de la monarquía, el pueblo tiene
derecho a derrocarlo. Se crea así una doctrina jesuítica
sobre la legitimidad de la rebelión contra un poder tirá­
nico, donde el “pueblo”, naturalmente, tiene un agente
ejecutor, que es la Orden. La Iglesia tenía un derecho
divino a controlar a los monarcas seculares para fines es­
pirituales.1 Como es obvio, estas doctrinas se oponían di­
rectamente a las necesidades políticas del absolutismo, que
se dirigía hacia la mayor concentración posible del poder
dentro de las fronteras nacionales. Por el contrario, toda
limitación a este poder sólo podía favorecer al particula­
rismo de la nobleza.
La lucha entre los jesuítas, el mejor instrumento polí­
tico del Papado romano y los monarcas absolutos, se des­
envolvió ásperamente. El asesinato de Enrique III de Fran­
cia por un sacerdote (defendido poi’ el padre Mariana) no
1 Cfr. George H. Sabine, Historia de la teoría política, ps. 287
y ss. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1968..
92 JORGE ABELARDO RAMOS

contribuyó a reforzar la reputación de los tiranicidas entre


las cabezas coronadas de Europa.
17. El absolutismo y la Compañía de Jesús.
Por lo demás, los hábiles hermanos habíanse iniciado
en las finanzas y los negocios. Pero sus especulaciones ha­
bían terminado con una catástrofe. La bancarrota del Pa­
dre jesuíta La Vallette arrastró consigo a las fortunas y
ahorros de miles de inversores de la clase media francesa,
que habían depositado sus capitales en manos de La Va-
lette, fundados en la creencia general que se trataba de la
Coippafiía de Jesús. Ante la quiebra, la Compañía negó
todo vínculo y su prestigio sufrió un rudo golpe. El Par­
lamento de París condenó a la Compañía; del mismo modo,
la puñalada recibida por Luis XV fue atribuida a los
jesuítas.
A mediados del siglo XVIII el conflicto se hizo brusca­
mente agudo; la universalización del capitalismo y de la
nación burguesa abrazaba ya hasta las principales nacio­
nes católicas. Se trataba en definitiva de consolidar los
derechos de la monarquía absoluta con la centralización
del poder nacional, contra la tentativa arcaica de los je­
suítas de conservar los poderes papales con la ayuda de la
nobleza. El dilema no ofrecía dudas. .
La Compañía se había propuesto derribar a Carlos III
pues el monarca gobernaba con un núcleo de hombres de
la Ilustración burguesa, todos católicos, pero nacionalistas,
a la inversa de los jesuítas, que reunían en su torno al
ultramontanismo feudalizante, mucho más interesado en la
unidad católica de Europa capaz de mantener intactos los
intereses de la nobleza dentro de España, que dispuesto a
aceptar la unidad nacional del Estado español, lo que sig­
nificaba el comienzo de su ruina. La actividad jesuítica
descollaba, también en Portugal, en Francia, Nápoles y Par­
ma, en suma, en los países más católicos de Europa.
El padre Maladriga y otros jesuítas habían sido eje­
cutados en Portugal por una tentativa de asesinato que se
les atribuyó contra el rey José I. Finalmente, se descubrió
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 93

una carta del General de la Orden, padre Lorenzo Ricci,


en la que intentaba probar la ilegitimidad de Carlos III
por ser hijo adulterino1. Las convulsiones azuzadas por
los jesuítas entre la canalla desclasada de mendigos, ladro­
nes y prostitutas de los bajos fondos madrileños- contra
Carlos III, además de la célebre carta aludida, culminaron
con un decreto de expulsión, que fue seguido por las prin­
cipales cortes europeas y que se extendió también a las
misiones jesuíticas en las Indias.
18, Las misiones jesuíticas en América.
La creación de las Misiones jesuíticas en América His­
pánica debe juzgarse en el marco de las relaciones entre
la monarquía europea, la situación del clero americano y
la Compañía de Jesús, Durante los Habsburgos, el estado
disoluto del clero en las Indias había llegado a su nivel
más bajo. En “Noticias secretas de América” Jorge Juan
y Antonio Ulloa describen la corrupción completa de las ór­
denes religiosas en las. Indias. “Los conventos están redu­
cidos a públicos burdeles... los religiosos “viven en ellos
con sus concubinas dentro de las celdas”.
La concupiscencia, el ocio y la simonía eran normas tan .
genérales que el Arzobispo Lobo Guerrero del Nuevo Reino
de Granada pide urgentemente al rey el envío de “la mayor,
cantidad de padres de la Compañía de Jesús que se pudie­
2 Es así que durante los dos primeros siglos de su fun­
re”.1
dación la Compañía aparecía como el brazo militante de la
Iglesia, y sus hombres, como los sacerdotes inflexibles de
una Fe que el Renacimiento había quebrantado en Europa
y las delicias tropicales desintegrado en América. La acción
de los jesuítas en las Indias adquirirá un carácter profun­
damente diferente que la llevada a cabo en el Viejo Mundo.
Aterrados por la Reforma, protestante y con una pro­
1 Vicente Fidel López, Historia de la República Argentina, p.
378. T. I, Ed. Kraft, Buenos Aires, 1913.
2 Indalecio Lievano Aguirre, Los grandes conflictos sociales y
económicos de nuestra, historia,, p. 90. Tomo II, Ed. Nueva Prensa,
Bogotá.
94 JORGE ABELARDO RAMOS

funda repugnancia por la venalidad y parasitismo de suS


colegas en Europa, entregados ellos mismos a una política
de intrigas dinásticas y conspiraciones políticas, los je­
suítas enviados a las Indias descubren un mundo nuevo de
millones de almas para convertir y la posibilidad de ad­
quirir un poder espiritual y temporal que en Europa co­
menzaban a perder. El largo brazo de la monarquía perdía
vigor al extenderse sobre el Atlántico; en América vivían
dispersos y en eternas luchas jurisdiccionales los Virreyes,
los corregidores, las Audiencias, los funcionarios menores
de la rama militar, los encomenderos voraces y los terra­
tenientes sumidos en el ocio. El concentrado poder 'de ac­
tividad práctica que despliega ,1a Compañía en América
obtiene prodigiosos resultados en ese continente despo­
blado y con enemigos directos tan débiles. La energía evan-
gelizadora de los jesuítas suscita también inmediatamente
desconfianza y recelo por parte de las clases dominantes
de las colonias americanas. Los padres de la Compañía, sin
dudar un instante, abrazan la causa de los indígenas y se
atraen en consecuencia el odio de los encomenderos y te­
rratenientes. La vieja idea medioeval de reunir én un
solo haz el poder temporal y el poder espiritual, dualizado
por la marcha general de la historia europea y la formación
de los absolutismos nacionales, rebrota en , América por la
acción jesuíta.
19. Encomenderos contra jesuítas.
A la independencia de este muevo poder contribuye la
hostilidad de los encomenderos,. que presionan sistemáti­
camente para alejar a los jesuítas de su incómoda prédica
en las encomiendas: “Tanto en el Nuevo Reino, como en
México, el Perú y Buenos Aires, escribe Lievano Aguirre,
los jesuítas se vieron obligados a retirarse gradualmente
hacia las fronteras geográficas de la. civilización colonial,
hacia los territorios que, por sus características salvajes y
la belicosidad de los. indios —como California, Mainas, el
Amazonas y el Paraguay—, no habían despertado todavía
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA . 95

el interés de los pobladores españoles y criollos”.1 Entre los


siglos XVII y XVIII los jesuítas se internaron en las pro­
fundidades de la América Hispánica, hasta allí donde nin­
gún español o portugués había llegado todavía, y constitu­
yeron las célebres Misiones. En el Paraguay, las Misiones
alcanzaron su forma más evolucionada, después de medio
siglo de experiencia en Nueva Granada. Estas Misiones
han sido juzgadas de muy diverso modo. Autores católi­
cos han pretendido ver en ellas “formas socialistas” o “co­
munistas” de convivencia y de sistema económico.12 Otros
autores, como Oliveira Martins y López, las condenan como
la manifestación de un Estado teocrático obscurantista:
“Convertir el mundo en un Paraguay: he aquí el penses-
miento de los padres”.3*8
Los brutales métodos de los colonizadores y la indo­
mable energía de los naturales del Paraguay había dejado
al margen de la civilización más elemental a los guaraníes.
Los jesuítas comenzaron por tratarlos como seres huma­
nos ; mediante el encantamiento de la música lograron que
los indios guaraníes se acercaran a ellos. La organización
de las Misiones, luego, proporcionó a los guaraníes “en es­
tado de naturaleza” inmediatas ventajas materiales y téc­
nicas. Se constituyó un tipo especial de sociedad que po-
1 Ibid., p. 100. • ' ,
2 El jesuíta Jerez dice de las Misiones: “Lo que loe socialistas
siguen soñando siempre en sus modernos falansterios, se ha realizado
allí, como un milagro de amor y sin necesidad de palabras utópi­
cas.cit, por Lievano Aguirre, p. 108.
El escritor marxista José Carlos Mariátegui dice lo siguiente:
"Sólo los jesuítas, con su orgánico positivismo, mostraron acaso en
el Perú como en otras tierras de América, aptitud de creación econó­
mica. Los latifundios que les fueron asignados prosperaron... Quien
recuerde el vasto experimento de los, jesuítas en el Paraguay, donde
tan hábilmente aprovecharon la tendencia natural de los. indígenas al
comunismo, no puede sorprenderse absolutamente de que esta Con-,
gregadón de Hijos de San Ignacio de Loyola,, como los llama Una-'
muño, fuese.capaz de crear en el suelo peruano los centros de-trabajo
y producción que los nobles, doctores y clérigos, entregados en Lima
a una vida muelle y sensual, no se ocuparon nunca de formar”'.
Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, p. 11, Volu­
men II, Obras Completas, Ed. Amauta, Lima, 1959.
8 J. P. Oliveira Martins, Historia de la Civilización Ibérica,
p. 337, Ed. El Ateneo, Bs. As., 1951.
96 JORGE ABELARDO RAMOS

dría, en resumen, ser descripto de la manera siguiente: la


tierra estaba dividida en dos partes:. .una, era el “Campo
de Dios” y -la otra “el Campo del Hombre” : separado en
lotes, este último era explotado individualmente por los
indígenas para satisfacer sus necesidades.
El capital acumulado en el “Campo de Dios” era inver­
tido en las obras de interés general, instrumentos mecá­
nicos, edificios, semillas, vestidos, etc. Los instrumentos de,
producción, bestias de carga, arados, etc., eran de propie­
dad pública. No existía, naturalmente, el latifundio. La
transformación de las costumbres y hábitos indígenas en
una actitud productiva fue estudiada magistralmente por
los jesuítas y estimulada con los más diversos métodos. Se
multiplicaron los oficios y técnicas más diversas, las es­
cuelas y talleres, el funcionamiento de fraguas, sierras,
tornos, telares, carpintería, escultura y sastrerías. Los
excedentes eran vendidos por los jesuítas en el mercado
iberoamericano o europeo y traducidos dichos recursos en
nuevas inversiones productivas. Los indios se hicieron mú­
sicos, artesanos, agricultores, relojeros, textiles, fundido-
rep, pintores y orfebres, artistas de teatro y cantores.1
20. El régimen social de las Misiones.
Estaba abolida la pena de muerte y graduados ^ suave­
mente los diversos castigos para aquellos que incurrían
1 Cfr. Francisco Bauzá, Historia de la dominación española en
_ el Uruguay, Leopoldo Lugones, El Imperio Jesuítico; Lievano Agui­
rre, ob. cit. Las misiones jesuíticas no se reducían al Paraguay. Tam­
bién prosperaron en el Alto Perú, con la famosa “república de Chi­
quitos y Moxos” y las reducciones indígenas del Ecuador y del Ama­
zonas que demostraron el genio económico organizador de los jesuit^s,
al mismo tiempo que la irremediable utopía medioeval de estos fa-
lansterios angélicos. V. Dusset, ob. cit., p' 67.
También Clovis Lugon emplea el vocablo comunismo al designar
el régimen misionero en su obra La Republique Communiste Chre-
tienne des Guaranis (1616-1768), Edition Economie et Humanisme,
París. Por su parte, el brasileño Gilberto Freyre, en Casa-Grande
y Senzala, T. I, p. 203 no experimenta simpatía alguna por los jesui-
tas, a los que atribuye la culpa de la tristeza que debieron sentir
los indígenas obligados a aprender latín en las escuelas de los pa­
dres. Es la más asombrosa y sutil defensa de la plantación escla­
vista que habíamos» conocido.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA »7

en delitos. No se conocía el dinero en las Misiones, que


empleaba un sistema de trueque con los comerciantes ex­
tranjeros, a los que compraban de ese modo los útiles y
máquinas necesarios para la vida económica de la comuni­
dad. Tampoco los comerciantes tenían acceso a las Misio­
nes, sino qué debían realizar sus transacciones desde algu­
nos hoteles especialmente dispuestos a cierta distancia de
los establecimientos.
En consecuencia las Misiones vivían aisladas del mun­
do, aislamiento tanto más singular si se considera que todos
los conocimientos gramaticales, musicales, técnicos y hu­
manísticos que los jesuítas impartían a los guaranies.no se
ofrecían en lengua española, sino en guaraní. Los padres
habían aprendido la lengua indígena, creado su gramática,
escrito y editado en la imprenta de las Misiones los diver­
sos libros de misa y de texto necesarios para la enseñanza.
Este enclaustramiento cultural definía bien claramente el
designio jesuítico de conservar para sí el control de las
Misiones persiguiendo la quimera de una perfecta Ciudad
de Dios, pacífica y laboriosa. Pero las llaves de ese seráfico
Reinó Guaraní estaban en manos de la Orden.1
Las continuas incursiones de los “mamelucos”, mesti­
zos del próximo Brasil, que invadían el área de las Misiones
para “cazar indios” y venderlos en los mercados de esclavos
brasileños, obligaron a los jesuítas a adoptar disposiciones
de carácter militar. Formaron así un verdadero ejército,
con oficiales guaraníes, a los que impartieron lecciones de
táctica y estrategia y sometieron a un intenso entrena­
miento militar. Contaron asimismo con armas dé artillería.
Al principio, los cañones eran tubos de guadua, forrados
de cuero y que podían disparar una sola vez. Almace­
naron una gran cantidad de estos cañones, hasta que pu­
dieron importar de Europa piezas de bronce. Finalmente,
1 “La Compañía se mostró insigne en sus obras pero nunca logró
integrarse a la totalidad de la Iglesia concreta, episcopal, a las otras
órdenes religiosas. Ese fue su mejor aporte y quizá su debilidad.
Los jesuítas, por su cuarto voto y por la visión universalista de Igna­
cio de Loyola, entendían, por consiguiente, que la dirección suprema
de las misiones debía corresponder al Papa y no a los reyes”: Du-
Bset, Historia de la Iglesia, Íaíinoámericana, ob. cit., p. 65.
98 JORGE ABELARDO RAMOS

fabricaron cañones en sus propias fundiciones. Éstas fuer­


zas gastaban elegantes uniformes españoles y estaban en
condiciones de poner en pie de guerra a 30.000 soldados.1
21. La destrucción de las Misiones.
Resulta difícil imaginar cuál habría sido el desarrollo
ulterior de este original experimento social. Pero la conje­
tura no pertenece al campo de la historia. La expulsión de
los jesuítas aniquiló por completo su obra. El significado
de esa expulsión es básicamente diferente en Europa que
en América. En Europa, Pombal y Carlós III pretendían
desembarazarse de los jesuítas para obtener el pleno do­
minio político del Estado, emancipar a Portugal y España
de la succión británica y estimular por la política del
“despotismo ilustrado” las instituciones económicas y so­
ciales de la burguesía.2 Pero en América, sometida al do­
minio español, la población nativa estaba sumida en la
abyección esclavista y servil. La política del absolutismo
europeo sólo estaba en condiciones de mejorar la puo-y
ductividad económica de las colonias para su propio bene­
ficio sobre la base de la consunción de la población nativa.
Es inaceptable ese laxo determinismo histórico que legi­
tima el aniquilamiento de millones de hombres para que se
inaugure una etapa superior en la vida de la humanidad.
En este caso específico era completamente ilusorio, pues
la explotación de las Indias no había conducido sino a
la, ruina del capitalismo español. Tampoco nadie ha de­
mostrado —ni podría hacerlo— que la agonía y muer­
te de los indios y negros americanos podía preparar
el tránsito de la miserable economía colonial a las for­
mas más elevadas de la sociedad burguesa y del capi­
talismo en América. Por el contrario, la realidad histórica
ha probado categóricamente que el genocidio practicado
. 1 Lievano Aguirre, ob. cit., p. 128.
2 Según Oliveira Martins, la expulsión de los jesuítas de Por­
tugal permitió limitar los abusos judiciales del clero, controlar el
í origen y aplicación de los diezmos, cumplir las leyes desamortizado-
ras, prohibir que se instituyese al alma como heredera, en suma,
establecer una legislación civil predominante.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 99

por los españoles y portugueses sólo consumó en definitiva


la bancarrota de la propia burguesía española y la conso­
lidación en America.de las oligarquías terratenientes más
estériles y retardatarias.
%2. El retorno del latifundio.
Los jesuítas, persiguiendo sus propios fines de poder
temporal y espiritual único, habían sustraído de las garras
de la canalla encomendera y de los terratenientes impro­
ductivos a 200.000 guaraníes, los habían elevado en la escala
de la civilización e impedido el latifundio. Que la obra de
los jesuítas en el Paraguay, después de su dramático de­
rrumbe, había dejado una huella muy honda lo demuestran
dos hechos significativos: durante los cien años posteriores
a su expulsión no logró imponerse en el Paraguay el lati­
fundio. Sólo la guerra de la Triple Alianza, con la civilizada
burguesía porteña y los esclavistas brasileños de 1870,.
después de aniquilar , a toda la población activa del-Para­
guay, logró instalar la gran propiedad en tierra guaraní.
El segundo hecho, es que la base social y militar funda­
menta! de Artigas serán los indios de las antiguas misio- <
lies, que lo acompañaron fielmente hasta su último día,
porque habían encontrado en el gran caudillo a su postrero
defensor.
Si los jesuítas no hubieran abrazado el anacrónico
t propósito de volver hacia atrás la rueda de la historia y
erigir una sociedad cerrada de abnegados pastores y dó­
ciles ovejas, recluidos en una lengua que carecía de viabi­
lidad histórica, y de crear una economía fundada en la
propiedad colectiva de la tierra, en las circunstancias mun-'
diales del desarrollo capitalista y de la propiedad privada,
sus admirables esfuerzos habrían sido probablemente in­
vencibles. Si la obra de evangelización se hubiera fundado
en la espafiolización lingüística y en la creación de una
/clasé de pequeños campesinos propietarios y de una clase
de artesanos, industriales y comerciantes cuya existencia
social fuese compatible con la organización económica de
la época, las Misiones no hubieran desaparecido con la ex-
loo JÓRGÉ ABELARDO RAÜOS

pulsión de sus fundadores. Naturalmente que esta hipóte­


sis nos lleva demasiado lejos y sólo es lícito formularla
desde el punto de vista de la comprensión histérico-econó­
mica concreta de la obra jesuítica, en otras palabras, de la
creación de una comunidad religiosa de tipo autárquico,
apatrida y universal en el marco de hierro del proceso his­
tórico del siglo XVIII. En tales condiciones estaba con­
denada.
Cuando las tropas portuguesas y españolas, después de
sér vencidas por las aguerridas fuerzas misioneras, logra­
ron destruir su resistencia y expulsar a los jesuítas de las
Indias, las misiones se hundieron. Con la partida de los
2.200 jesuítas no habían triunfado en América los parti­
darios de una Nación burguesa centralizada, lo que jus­
tificaba la expulsión en Europa, sino los infames enco­
menderos criollos y los dueños de esclavos brasileños, que
se lanzaron a cazar artesanos y músicos. Centenares de
cadáveres colgaron en los árboles de las Misiones. Pueblos
enteros fueron vendidos en los mercados de esclavos del
Brasil. Los guaraníes que pudieron salvarse de la muerte
o la esclavitud, huyeron a los bosques impenetrables y se
sumergieron en la barbarie de la que habían sido arrébata-
dos por la acción de las misiones, mientras los rebaños
domesticados de bueyes y caballos se dispersaban para
volverse a su vez “cimarrones”. El desierto reapareció en
los mismos lugares donde había brotado la singular civi­
lización. Las ricas bibliotecas de los jesuítas fueron utili­
zadas para hacer cartuchos de pólvora, o cocinar bizco­
chos. Esa fue la victoria que obtuvieron los negreros espa­
ñoles y portugueses, pues no era en América donde sonaba
la hora de la revolución burguesa: sólo como latinoame­
ricanos debemos juzgar los resultados de las Misiones, in­
dependientemente del significado europeo de la Compañía.
23. Sublevación en las Indias.
La revolución hispano-americána del siglo XIX está
precedida por un ciclo de levantamientos sangrientos, indi-
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 101

gehas y criollos. En la revolución de Antequera/ conocida


como la de los “comuneros del Paraguay”, la sublevación
de los pequeños plantadores de cacao contra el gran mo­
nopolio español encabezada por Juan Francisco León en
Venezuela en 1749, las insurrecciones de La Rioja y Cata-
marca en 1752, el alzamiento en Yucatán de Jacinto Canek,
proclamado rey de los mayas en 1765, la gigantesca suble­
vación de Tupac Amaru en 1780 y la de los comuneros de
Nueva Granada, se combinan las aspiraciones indígenas
reprimidas por trescientos años de oprobio, con las reivin­
dicaciones regionales de oligarquías criollas?. DeSpués de la
revolución francesa en 1789, la inteligencia criolla comen­
zará a conspirar. Son los primeros estremecimientos, que
recorren la enorme vértebra de los Andes hasta México y
que anuncian la tormenta del siglo XIX.
i . ■

24. Las limitaciones del despotismo ilustrado.


Entre la nobleza sobrevivida, pero incapaz ya de im­
ponerle condiciones, y el pueblo (incluida la burguesía, el
campesinado y la plebe urbana), Carlos III prefería humi­
llar a la nobleza sin tocar sus privilegios de clase y sobreva­
lorar el papel de las ideas, en lo que demostraba ser un
perfecto hijo de su siglo. El racionalismo francés domina
la vida intelectual española. Tos proyectos suceden a los
proyectos. España entraba a los tiempos modernos por las
nociones abstractas, mientras la poderosa Iglesia española
conservaba junto a la nobleza, el 80 % de la propiedad
territorial. Para realizar su plan, Carlos III reunió en su
torno a los hombres más ilustres de su tiempo: Florida-
blanca, el conde de Aranda, Jovellanos, Campomanes, Ro­
da, Gálvez. Son los arquitectos de la reforma administra-

1 La famosa revolución de, los “comuneros” del Paraguay, diri­


gida por Antequera, cómo muchas de las “revoluciones sudameri­
canas”, fue promovida por los ríeos encomenderos, que odiaban a los
jesuítas porque los padres les arrebataban los indios “encomenda­
dos” por el Rey a su protección.
3 V. Boleslao Lewin: -Tupac Amará, el rebelde, Ed. Claridad,
Buenos Aires, 1943, Hay edición reciente de esta obra notabje,
102 JORGE ABELARDO RAMOS

tiva en . la metrópoli y en América.1 La idea central era


modernizar el Estado dejando intacto el fundamento del
atraso nacionat ¡ Eran desarrollistas avant la lettrel
Que las reformas de Carlos III no pasaron de un blan­
queo de la superficie social lo evidencia el hecho de que
. el mayor obstáculo para la remodelación moderna de Es­
paña —la institución del mayorazgo y el latifundio im- .
productivo— permanecieron intactos bajo el Borbón más
progresivo de la historia española. No se atrevió, como no
había de atreverse en España gobernante alguno, a des­
truir de raíz el particularismo heredado de las guerras
moras, fundado en el privilegio agrario ni tampoco resolvió
adoptar la política industrializadora de Cataluña como
doctrina oficial para toda España. En 1787, cuando falta­
ban solamente 24 meses para la gran Revolución Francesa,
subsistían en España más de 10.000 pueblos y ciudades
“sujetos a la jurisdicción señorial de la nobleza y, por lo
2 Á esto se reducía,
tanto, fuera del control real directo”.1
en definitiva, el proclamado absolutismo del monarca más
absoluto que había conocido la península.
Si en España no se tocaba la cuestión agraria, era una
quimera predicar una industria, establecer un mercado in­
terno, romper las relaciones de dependencia con Inglaterra
y retornar al poder marítimo. Así, la España de Carlos III
tuvo sus Enciclopedistas, pero le faltó coraje para forjar
sus Robespierre y sus Marat. Se llamó “despotismo ilus­
trado” a este fracaso.

25. La organización política de América Hispánica.


» Con él reinado de Carlos III se introducen reformas
también en el gobierno político de las colonias. Al estallar
1 El Conde de Aranda percibió los signos revolucionarios posi­
bles en las Indias. Presentó a Carlos III un proyecto para conjurar
esos peligros, mediante la' creación de tres reinos: México, Costa
Firme y Perú, cuyos tronos serían ocupados por tres infantes de
España. El rey de. España sería Emperador, supremo. Un tratado
de comercio uniría esos tres reinos a España. Este plan atrevido
. fue rechazado por Carlos III. V. Spldevila, ob. Cit., p. 40, T. VI.
2 John Lynch, Administración colonial española, p. 12, Ed.Eu-
deba, Buenos Aires, 1062,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 103

el movimiento emancipador, América Hispánica estaba go­


bernada por el Rey por medio de cuatro grandes Virreyna-
tos: Nueva España (México), Perú, Nueva Granada (Co­
lombia) y Río de la Plata. Con otras cuatro capitanías
generales se formaron unidades políticas secundarias de­
nominadas Guatemala, Chile, Venezuela y Cuba y Florida.
La Presidencia de Quito era independiente, la de Charcas
dependía del Virreynato del Río de la Plata,-qüe incluía a
"la actual República Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia
y las misiones guaraníticas.
Como el viejo Consejo de Indias que había manejado
los asuntos coloniales durante tres siglos fue despojado de
sus atribuciones por el monarca'y reducido a funciones de
archivo, el gabinete de Madrid asumió directamente el go­
bierno de los cuatro Virreynatos, es decir, de la porción
ultramarina del Imperio. Al cabo de tres siglos de coloni­
zación, de creación de instituciones y de expansión de la
lengua castellana en América, España concluye la organi­
zación y centralización de aquel continente colombiano que
carecía en la época del descubrimiento de unidad lingüís­
tica, cultural, económica y política. Estamos en presencia
de un sistema político unitario cuya cabeza europea es el
Rey de España.
En resumidas cuentas, España se había desdoblado en
otra nación iberoamericana. Esta nación colonial carecía
de derechos políticos, soberanía popular y progreso técnico.
Pero de todas maneras era una nación integrada por el
tejido conjuntivo de la lengua, el territorio, la psicología y
la religión, asentado sobre una economía mixta, con escasa
articulación e interrelación internas, con ramas de pro­
ductos agrícolas destinados ál mercado mundial, comuni­
dades indígenas autosufícieñtes, débiles industrias ilegales
,que abastecían el mercado interno y núcleos semi-bárbaros
y semi-salvajes marginados de toda civilización. La pro­
ducción destinada al mercado mundial o local se fundaba
en la esclavitud y el trabajo servil, o en menor escala sobre
un trabajo retribuido en un sentido puramente formal, pues
en realidad se trataba de un trabajo forzado. En la super­
estructura social se descubría' una sociedad burocrática y
104 JORGE ABELARDO RAMOS

caballeresca, ociosa y formalista, que monopolizaba las pre­


rrogativas del poder político, eclesiástico y militar en nom­
bre de la Corona.

26. Las tendencias centrífugas en América Hispánica.


Tampoco España poseía los atributos de una verda­
dera nación moderna. Imperio en decadencia, la península
había trasladado su propio atraso a las Indias, acentuán­
dolo por añadidura,» pues creaba un sistema colonial fun­
dado en la esclavización general de la población nativa. En
la sociedad americana, España reforzaba más todavía sus
propias desigualdades internas y multiplicaba por el saqueo
global las tendencias centrífugas que habían distinguido
toda su historia metropolitana. Si unificaba América His-
pánica a través de la lengua, el régimen jurídico y el poder
real, creaba las premisas de sü disolución por la presencia
dé focos de capital comercial conectados a la exportación
de los productos americanos. .Dichos productos eran consu­
midos por el mercado mundial,, y si. pasaban por manos
españolas en verdad concluían bajo el control de las poten­
cias europeas rivales de la península. El único vínculo que
mantenían las Indias con el progreso de Occidente consistía
en su dependencia de España. Pero si la península había
resistido todas las tentativas de aburguesamiento en su
propia sociedad, mucho menos debía tolerarla en las co­
lonias. Por esta estructura fatal resultó que las únicas for-,
mas “modernas” que introduce España en las Indias son
justamente las del capital mercantil exportador que fun­
ciona hacia el exterior por canales múltiples no relaciona­
dos entre sí y que vincularán a las colonias no con la
misma España, sino con las grandes potencias europeas
que realizan su proceso de acumulación primitiva. La bal-
canización posterior reposa sobre ese hecho.
La creación en América de esta sociedad original incu­
bó en su seno los ingredientes de una poderosa explosión
revolucionaria. El pensamiento de Rousseau se difundía
en un inmenso territorio poblado por “esclavos aristoté-
» licos”, y sj los indios, negros y castas detestaban profun-
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 105

(lamente a sus explotadores inmediatos, los terratenientes


criollos de la culta “grey mantuana”, éstos a su vez eran
hostiles a los españoles peninsulares, que reservaban para
sí todo el poder político y militar. Las ásperas relaciones
entre los tres grandes grupos de las colonias modelarán el
carácter contradictorio de la primera etapa en.el próximo
torrente revolucionario.
27, Clases y razas en la revolución.
De los 170 Virreyes nombrados en las Indias durante
r tres siglos sólo cuatro habían nacido en América. De los
602 capitanes generales, presidente y gobernadores, tan
sólo 14 eran criollos. Análogamente, sobre 706 obispos, sólo
105 criollos obtuvieron la mitra.1 “El más miserable euro­
peo, escribía Humboldt, sin educación y sin cultivo de su
entendimiento, se cree superior a los blancos nacidos en el
nuevo continente".1 2*Dos años antes de la Revolución Fran­
cesa, el Obispo de Córdoba, José Antonio de San Alberto,
escribía al Marqués de la Sonora: “Siempre seré de dicta­
men no convenir ni a la Religión, ni al Estado, que para
Obispados ni Arzobispados se elijan sujetos nacidos y cria­
dos en estas tierras".8
En la milicia las distinciones no eran menores. Un coro­
nel español ganaba 250 pesos y un coronel chileno, 50. Un
teniente coronel español, 185 pesos; un oficial chileno del
mismo grado, 46 pesos? Esos blancos criollos, terratenien­
tes ilumihistas, oficiales postergados, leguleyos de Nueva
Granada o Charcas, tenderos y bachilleres de los puertos
coloniales, van a encabezar la lucha contra España. Cho­
carán al principio con las “castas infames” y luego logra­
rán incorporarlas a una lucha que en cierto sentido no era
la suya. Llaneros con Páez, .criollos y negros con San Mar-
1 Alcides Arguedas, Historia general de Bolivia, p. 27, T, 1.
2 Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre la Nueva Es­
paña, p. 146, Ed. Ercilla, 1942. . ,< '
8 Roberto I. Peña, El pensamiento político del Deán Funes, p. 6,
Universidad Nacional de Córdoba, 1953.
, * Alberto Edwards Vives, La organización política de Chile, p,
30. K4. del Pacjfjco, Santiago de Chile, 1955,
i; • .
f . ' , .

'■ 106 JORGE ABELARDO RAMOS

tin, gauchos con Güemes, indios y. mestizos con Artigas,


campesinos aztecas o mayas con Hidalgo y Morelos o cho­
los y mestizos con Muñecas en el Alto Perú, todos se lan­
zarán a la corriente de la historia universal como ame­
ricanos.
Pero al conflicto de clases sociales y de razas que lleva
en su entraña la lucha por la independencia, se añadirá
otro dilema: godos y liberales, ya que habrá americanos
absolutistas y españoles liberales enfrentados en América.
También en las Indias se librará un episodio del duelo es­
pañol: ser de una vez por todas una Nación, o retornar a
la petrificación austro-borbónica del Imperio negro, con el
pillastre de Fernando VII a la cabeza. -
28. El resorte balcanizador. ,
Los .rasgos esenciales impresos al Imperio de las Indias
por la colonización española se profundizarán en la era
de la independencia. De aquellas regiones iberoamericanas
débilmente vinculadas entre sí y explotadas genéricamente
por España, único centro aglutinante, surgirán las “nacio­
nes” particulares, atraídas por el imán de otros centros
4 mundiales más poderosos y estables que España. Estas
potencias controlarán a través de las economías exporta­
doras creadas por el viejo capital mercantil la endeble na­
ción colonia^ disgregándola en Estados “soberanos” con
independencia política. Las 20 “naciones” latinoamericanas
, nacen de dicho estallido.
CAPITULO IV

LA CRISIS DEL IMPERIO HISPANO-CRIOLLO

“Aquí no hay más cómplices que tú y yo; tú por opre­


sor, y yo, por libertador, merecemos la muerte”.
Tupao Amará, al Visitador Areche, que
le exigía el nombre de sus cómplices.

“Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre”.


Inca Yupanqui, en las Cortes de Cádiz, 1811.
1. La España del Valido Godoy.
En las últimas horas del siglo XVIII, la crisis interna
del Imperio español era incontenible. La inutilidad de los
esfuerzos borbónicos por rejuvenecer España desde la cús­
pide sin tocar su estructura profuñda, se puso de relieve
con la muerte de Carlos III en 1788. Tan solo un año más
tarde, él triunfo de la Revolución Francesa indicaba el oca­
so del absolutismo. Nada podía esperarse ya de él cuando
la burguesía y los clases populares entraban en la histeria,
La era borbónica había llegado muy tarde a la vida espa­
ñola y se agotaba rápidamente. Sus mejores medidas en
América hispánica sólo crearon la posibilidad de acelerar
la destrucción del viejo Imperio.
Mientras Francia libra las grandes batallas revolucio­
narias, se sienta en el trono el hijo de Carlos, que llevará
el nombre de Carlos IV. María Luisa, esa Mesalina aque­
jada de furor erótico y que enviará a sus favoritos de sus
alcobas a los ministerios del reino, será la digna mujer de
este monarca, tan obeso y tolerante como su desdichado
colega Luis XVI.
Napoleón, que no tenía pelos en la lengua, solía decir:
“María, Luisa tiene su pasado y su carácter escrito en la
cara, lo cual es'todo lo que yo necesito decir. Sobrepasa a
cualquier cosa que uno se atreva a imaginar”. A tal pa­
reja debía tocarle cómo vástago el famoso felón Fernando
VÍI, el rey de peor ralea que debió sufrir la heroica Es­
paña. María Antonia de Ñapóles, su primera esposa, resu­
mía más tarde la impresión que le produjo el conocimiento
de Fernando con estas palabras: “Creí que había perdido
mis sentidos”.
110 JORGE ABELARDO RAMOS

Al morir Carlos III en 1788 holgazaneaban en España


500.000 hidalgos, según elcenso del año anterior.1 En otras
palabras, un noble por cada 20 españoles. El “despotismo
ilustrado” nada había podido hacer contra esa lacra social
que. mantenía a España en la parálisis. Aunque el mayo­
razgo condenaba a la miseria a la mayor parte de los se­
gundones, éstos se negaban a consagrarse a algún trabajo
manual, que los hubiera despojado de su hidalguía. Cuando
alguno se resolvía a hacerlo, le ocurría como a aquel hidal­
go que Casanova conoció bajo Carlos III, y que aunque
trabajaba de zapatero remendón, se negaba altivamente a
tomar las medidas de los pies de sus clientes.2 En 1787
había en España 280.000 sirvientes, sugestiva cifra si se
la compara con la de los 310.000 obreros y artesanos y los
i 200.000'miembros del clero. El gran pasado histórico arro­
jaba su sombra y sus maneras sobre la Nación debilitada.
El hidalgo y el mendigo se califican mutuamente de “Su
Gracia” al hablarse. El campesino español, según lo des­
cribe Unamuno es de una “raza toda sarmiento, tostada
por el sol y curtida por los hielos; raza sobria, producto de
una larga selección por el frío de los más crudos inviernos
y por hambres periódicas; raza acostumbrada a las incle­
mencias del cielo ya las penurias dé la vida. El campesino
español es tranquilo en sus movimientos, su conversación
es reposada y grave. Se asemeja a un Rey destronado”
Cuando Carlos IV asciende al trono, ya el hermoso y
sanguíneo oficial de la guardia Manuel Godoy era el aman­
te de María Luisa. Sin embargo, sea dicho sin ironía, lo
mejor de la casa real era este mediocre y cobarde plebeyo
arrebatado por el vértigo del poder. Desde el punto de vista
puramente biológico áu sangre sin nobleza había propor­
cionado a la pareja real los dos infantes más sanos y bellos,
lo que no dejaba de ser un mérito, sino para la historia
de España, por lo menos para la historia familiar de los
Borbones. Si se atiende a la decisiva influencia que Godoy
a
1 Jacques Chastenet, Godoy, p. 36, Ed. Argos, Buenos Aires,
1946.
• 2 /bid.
8 Cit. por Chastenet, /bid.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 111

adquiere casi inmediatamente después del entronizamiento


de su real amiga, sus merecimientos .son mayores aún./
Pues sí el valido Godoy había entrado a la política es­
pañola por la puerta del dormitorio de la reina, acreditó, a
pesar de la mediocridad fatal de ese reinado, una desma­
yada tentativa de continuar la política de “despotismo ilus­
trado” heredada de los grandes ministros de Carlos III.
Aunque algunos de ellos todavía continuaban en sus minis­
terios —como Floridablanca y Jovellanos—, al fin y al
cabo ya todo estaba perdido.
2. Los adelantados de la Independencia.
En Europa resonaban las marchas del ejército del Rin.
Aparecían en América los precursores de la independencia.
Los Derechos del Hombre y la revolución de las colonias
británicas en América del Norte hacían crujir el viejo
orden. Los clérigos de las Indias meditaban a Rousseau.
En una rica biblioteca de 3.000 volúmenes en la Córdoba
americana de fine? de siglo, un sacerdote, el Deán Funes, re­
pasaba amorosa, aunque cautelosamente, sus volúmenes de
la Enciclopedia.1 Las envejecidas ordenanzas españolas ya
no servían para prohibir la'introducción de los tejidos de al­
godón británico ni los libros inflamables. Un propietario bo­
gotano, Antonio de Nariño, después de recorrer sus hacien­
das en la sabana, se encerraba en su biblioteca dé seis mil
volúmenes para leer con pasión las sesiones.de la Asamblea
Constituyente de Francia. Para su regocijo de rico erudito,
posee una imprenta en miniatura. Allí imprime en pequeñas
cantidades ciertos textos que le placen y los obsequia a sus
amigos. Caen en sus manos por azar los 17 artículos de la
“Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudada­
no” y los imprime. Esos 17 artículos, dirá muy luego,
“me costaron más años 'de cárceles y-persecuciones”. Con­
fiscados sus bienes, es conducido prisionero a España y
condenado a 10 años de prisión en Africa, además del
extrañamiento perpetuo de América."
1 Archivo del Dr. Gregorio Funes, p. .55, T. III, Ed. Biblioteca
Nacional, Buenos Aires, 1944.

7
112 JORGE ABELARDO RAMOS

Así inicia su carrera de revolucionario uno de los gran­


des personajes de la “grey mantuana”, es decir de las clases
criollas opulentas. El régimen español sofocaba en particu­
lar los intereses de aquellos “marqueses del cacao y del
tabaco” a cuyo núcleo social pertenecía el joven Bolívar.
Más abajo, entre los mestizos y las “castas infames” se
acumulaba un odio doble, hacia los criollos y los engreídos
españoles a la vez. Tal fue el carácter de lucha de clases
que asumiría en su primera etapa el incipiente movimiento
de independencia1. Chirino, el mulato de Coro, proyecta
en las Antillas organizar una insurrección de las castas
contra los poderosos blancos, españoles o criollos. Otros
conspiradores venezolanos, Manuel Gual y José María Es­
paña, amigos de Francisco de Miranda, marchan hacia el
cadalso. z
3. El plan de Miranda.
Es Miranda, no obstante, el más importante de los ade-
- lantados de la revolución. Había abandonado la entume­
cida América Hispana para desplegar una prodigiosa ca­
rrera de soldado, aventurero y Casanova revolucionario,
que admiite pocos paralelos. Conversador en los salones de
Europa, General de los ejércitos de la Revolución Fran­
cesa, protegido de Catalina de Rusia, amante de camareras
de posta y de princesas de sangre real, este hombre singu­
lar vivió sin embargo una obsesión: la emancipación de la
América Hispánica, dentro de una fórmula: independiente,
pero unida.
Así, este venezolano de perfil romano ofrecía un pro­
grama que sería el de América Latina durante décadas,
que desfallecería durante un siglo y que sin embargo es la
2. A la
clave de los pueblos latinoamericanos en el siglo XX1

1 Cfr. Picón-Salas, ob. cit., y Juan. Bosch, Bolívar y la guerra


social. Ed. Jorge Alvarez, Buenos Aires, 1966.
2 V. Manuel Gálvez, Don Francisco de Miranda, Ed. Emecé,
Buenos Aires, 1947 y William S. Robertson, La vida de Miranda,
Buenos Aires, 1938.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 113

exposición de esta idea, Miranda la enriqueció con, planes


políticos no menos osados. Era un hecho admitido para los
latinoamericanos de la época que el absolutismo español ce­
rraba toda posibilidad de acuerdo con la metrópoli. Para
contribuir a la emancipación de las colonias americanas
se imponía la alianza con Inglaterra,, con Estados Unidos
o con ambas potencias a la vez. Esto ha valido a Miranda
(también a San Martín ya Bolívar) la acusación de actuar
al servicio del poder británico.
Sin embargo, si se tiene en cuenta la situación interna­
cional de la época, no se puede poner en duda el patriotis­
mo dé los tres personajes aludidos. El interés de Inglate­
rra por la independencia americana se fundaba en razones
económicas que más adelante se explicarán; pero el primer
enemigo de Afnérica Hispánica era el absolutismo español.
De este hecho irrebatible se derivaba una conclusión polí­
tica elemental. El adversario de España era visto como
nuestro amigo. Miranda había concebido una vasta Con­
federación, llamada Colombia, que abrazaba los pueblos
hispanoamericanos desde Tierra del Fuego hasta el Mi-
ssisipí. Esta organización política estaría coronada por un
Inca como Emperador hereditario. Contaría con dos cáma­
ras, un poder, judicial, un sistema de ediles y cuestores. En
esta caprichosa combinación de Roma y Cuzco, la consti­
tución americana completaría la amalgama.
El gabinete británico, que mantuvo durante muchos
años una constante vinculación con Miranda (éste recibió
largo tiempo una pensión del gobierno inglés, que lo consi­
deraba, un conspirador utilizabíe), leía con atención sus
planes y memoriales, meditaba y dejaba correr el tiempo.
Pues para la Inglaterra de fines del siglo XVIII la ten­
tación dé esos vastos mercados que la atraían al otro lado
del Atlántico no era menor que el aborrecimiento de todas
las revoluciones: sus propias colonias americanas y los ex­
travíos de la Revolución Francesa le habían inflijido una
severa lección. Para colmo, la Revolución Francesa había
degenerado en un Thermidor. Cuando las cabezas de los
revolucionarios cayeron en la misma cesta que había reci­
bido las de la familia real de Francia y los ingleses creían
114 JORGÉ ABELARDO RAMOS . '

ser dichosos, de ese Thermidor emergió un monstruo peor


todavía, el usurpador Bonaparte. El corso se proponía ha­
cer más daño que. guillotinar reyes: amenazaba la hege­
monía industrial inglesa en .Europa.1

4. La política británica en las colonias españolas.


Durante varios siglos el comercio inglés se había en­
frentado con el monopolio español en las Indias. Pero las
debilidades de los Austria permitieron a Inglaterra horadar
el muro desde la propia Cádiz. Luego, el contrabando y los-
intereses regionales de los exportadores hispano-criollos
lograron vencer ilegalmente las trabas impuestas al comer­
cio.,. Pero esto estaba lejos de ser ■ satisfactorio cuando a
mediados del siglo XVIII la revolución industrial amplió
enormemente la capacidad productiva de la manufactura
británica. Inglaterra no estaba dispuesta a escuchar el cla­
mor de su burguesía industrial, sin embargo, si una aven­
tura en América ponía en peligro la paciente tela de araña
en que consistía el equilibrio europeo.
Desde los tiempos de Cromwell, en que el dictador con­
cibió un “Proyecto Occidental” en 1654 para organizar un
emporio británico en las Indias, sólo habían aparecido ais­
ladas tehtativas inglesas, generalmente libradas a la pira­
tería real, para dominar territorialmente algunas porciones
dél gigante de las Indias. Tal había sido el destino de la
isla de Jamaica y la Flobida. El contrabando había cal­
mado algo las inquietudes de los exportadoras británicos,
hasta el punto que a principios del siglo XVIII se consi-
1 “Los artículos de algodón, lana, hierro y cuero, cerveza y pa­
pel, porcelana y carbón, eran producidos en cantidades crecientes en
Yor shire y Lancashire, en los Cheviots y Gales. Mientras que el pro­
greso productivo crecía en eficiencia, la expansión de la influencia
de Francia hacia cada vez más inaccesible el mercado continental.
Económicamente, para la Gran Bretaña el panorama era desolador y
desalentador, a menos de tomar en consideración, como lo hacían
muchos, las inexploradas y elusivas potencialidades de la América
Latina”William W. Kauffmann, La política británica y la indepen­
dencia de la América Latina, 1804-1828, p. 15, Ed. de la Biblioteca
de lá Universidad Central de Caracas, 1963. ■ '
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 115

deraba una participación en esa empresa dolosa como “con-


seguir un gran premio en una,- lotería”.1 -
Al despuntar el siglo- XIX, Inglaterra se enfrentaba con
una Francia industrializada que reducía las perspectivas
del mercado europeo. La cuestión ele los mercados latino­
americanos se imponía cada vez con mayor fuerza a las
cavilaciones del Foreign Office. Ya en 1805 el valor de las.
exportaciones inglesas a América Latina ascendía a
7.771.418 libras esterlinas. Se consideraba en Londres que
ese fabuloso contingente de habla española podía absorber
más mercancías inglesas que la India y los Estados Unidos.
En. efecto, en 1809 el valor de las exportaciones ascendía
a 18.014.219 libras esterlinas. Era pues imposible para In­
glaterra ignorar ese continente. Pero tampoco podía per­
mitirse la iniciación de ninguna acción alentadora dé los
proyectos de Miranda, si subsistía una situación de paz con
España. Solamente en caso de conflicto militar europeo,
los ingleses estarían en condiciones políticas de impulsar
la emancipación de las colonias españolas. Semejante estra­
tegia detuvo los planes de Miranda durante años.
Al fin, en 1804, estalló una guerra entre España e
Inglaterra, que concluyó sin mayor bulla al año siguiente,
pues la presión del Zar de Rusia, que preparaba una gran
coalición contra Napoleón, persuadió a Inglaterra para fir­
mar la paz. Desde ese momento, el general venezolano que­
dóla disposición del Foreign Office, que lo mostraba ante
España “como un mero instrumento para ser usado en
caso de faltar ésta en su buena conducta”.12
5. El error de la invasión militar.

Naturalmente, la cobarde córte de Madrid ofreció cier­


tas compensaciones comerciales en Hispanoamérica. Pitt
parecía satisfecho en ese aspecto, pues todas sus energías
eran absorbidas por la coalición europea contra Bonaparte.
La batalla de Austerlitz tronchó'sus esperanzas y quizá
hasta su vida, pues falleció en 1806. Mientras tanto, des-
1 Kauffmann, ob. cit., p. 15.
2 Ibid. p. 20. -
116 JORGE ABELARDO RAMOS
I . •
alentado por las vacilaciones británicas, Miranda se había
hecho a la mar desde Estados Unidos para desembarcar
en las costas de su patria. Después de publicar un mani­
fiesto abandonó la partida bajo la custodia de los barcos
de Lord Cochrane, el rapaz aventurero inglés. Al mismo
tiempo, el inescrupuloso Sir Home Popham, cuya pasión
por el dinero lo había distinguido siempre en su carrera
militar,, aburrido de vagar por Africa del Sur, había em­
barcado en El Cabo al 71 Regimiento dirigido por el coro­
nel Beresford y se había lanzado a la conquista del Río
de la Plata.
No estaba autorizado por el gabinete para esta aven­
tura, pero sabía que si triunfaba sería respaldado para
mayor gloria del Imperio. El desastre de las invasiones
inglesas en Buenos Aires coincidió con el desembarco de
Miranda en Venezuela y aunque ambas expediciones no
estaban oficialmente organizadas y autorizadas por el go­
bierno inglés, toda la comunidad industrial y comercial de
Gran Bretaña vivía en pleno delirio. Al llegar a Buenos
Aires, ebrio de victoria, Popham escribía a un director de
la compañía cafetera inglesa Lloyd’s: “La, conquista de
este lugar abre un extenso cañad para las manufacturas
de la Gran Bretaña”.* La captura del botín porteño
($ 1.086.208 pesos fuertes) le llegó al corazón a Popham:
este es “el más bello país del mundo... me gustan prodi­
giosamente los sudamericanos”.1 2
Una excitada muchedumbre, dice un autor, escoltó el
tesoro de Buenos Aires a través de las calles de Londres
hasta el Banco de Inglaterra. Pero el desastre posterior no
reunió a muchedumbres' semejantes en la capital del Im­
perio. Popham fue obligado a regresar a Inglaterra pa­
gándose el pasaje de su propio peculio, curiosa situación
para un conquistador de tierras lejanas. En materia de
piratería fallida, los ingleses no admitían bromas.

1 Kauffmann, ob. cit., p. 31.


2 Ibid.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 117

6. Los comienzos de Canning.


Las siguientes tentativas corrieron la misma suerte. El
Río de la Plata proporcionó al Imperio respuestas análogas
a las napoleónicas. El dios Mercurio será más propicio a
estos mercaderes que los dones de Marte. Luego se venga­
rían a la inglesa, cobrando con mayores intereses usura­
rios estos reveses militares. El problema de las colonias
españolas, pese a todo, los siguió preocupando. ¿Y si se
enviaran regimientos de católicos irlandeses para la Amé­
rica del Sur? El fuego del incendio europeo fue más po­
deroso que los mercados sudamericanos. El nuevo gabinete
británito; elegido por un rey cuya demencia ya era notoria,
no reflejaba naturalmente la locura del monarca, sino la
sensatez.de la clase dominante.
Como Secretario de Relaciones Exteriores apareció la
joven, figura de George Canning, de 35 años, poeta y ora­
dor agudo, demasiado brillante para ser soportable por la
aburrida nobleza británica; para colmo, carecía. de for­
tuna y era hijo dé una actriz, con sangre irlandesa en sus
venas. Tantos defectos sólo podían ser compensados por
una dosis de formidable talento político y por la íntima
convicción de la nobleza de que este inquietante diputado
por Liverpool (centro de los fabricantes y exportadores),
les resultaba absolutamente indispensable.
Para Canning, y con razón, los problemas europeos eran
demasiado arduos como para tomar en cuenta la emanci­
pación de las colonias españolas. Esto resultó más evidente
cuando Napoleón invadió España, capturó a Carlos IV y
pretendió establecer a su, hermano José como rey de
España. Impedir la rtiodernización de España bajo la mano
de Napoleón era mucho más importante en ese momento
que emancipar a los mercados sudamericanos. Inglaterra
se alió con España rápidamente y envió sus tropas a la
península. Esto no impidió a Inglaterra següir con su con­
trabando en las colonias. De este modo, la etapa de los pre­
cursores como Miranda llegaba a su fin y comenzaba la
historia moderna de Amériea Latina.
118 JORGE ABELARDO RAMOS

7. De Carlos IV a “Pepe Botellas”


Los últimos días del reinado de Carlos IV revisten el
carácter de una canallesca ópera bufa. La familia real
había transformado la monarquía en un foco de corrup­
ción e intrigas palaciegas al que resulta difícil encontrarle
una analogía, excepto en las cortes de la decadencia bi­
zantina.
Cuando la amenaza napoleónica se cernía sobre Es­
paña, Fernando organiza una conspiración para envenenar
a sus progenitores y acomodarse la corona sobre su cabeza -
contrahecha. Descubierto por su padre, se arrepiente arro­
jándose a sus pies. Carlos IV, aturdido por los aconteci­
mientos, abdica a favor de Fernando, que llevará el número
siete. Este cretino adquiere popularidad, pues la opinión
pública le atribuye una actitud ahtifrancesa. Así, será lla­
mado el “deseado”. Napoleón aprovecha la intriga dinás­
tica para arrebatarle la corona simultáneamente a Fer­
nando VII y a Carlos IV en pna tempestuosa escena en
Bayona, donde el feroz corso impone a los aterrorizados
Borbones un ultimátum que es aceptado inmediatamente.
Los reyes de España parecían cultivar uno de los defectos
jamás imputados al temperamento español: la cobardía
más despreciable. El último mendigo de España tenía, sin
duda, mayor entereza que estos miserables vástagos de la
dinastía borbónica, Reyes de España y las Indias.
Los 100.000 soldados de Murat ocuparon gran parte
del territorio peninsular. Napoleón designó a su hermano
José, Rey de España. Ironía de la historia, este Bonaparte
será uno de los mejores reyes de España en su breve
reinado, pero por su condición de impuesto monarca ex­
tranjero, el pueblo le impondrá el nombre de “el tuerto
Pepe Botellas”. Era un error, pues este rey plebeyo ni era
tuerto ni aficionado al vino.1 “Al no ver nada vivo en la
1 Napoleón decía a los españoles: “Vuestros nietos me bendeci­
rán como vuestro regenerador’. El rey José abolió los derechos feu­
dales y la justicia señorial. V. André Fugier, La era napoleónica y
la guerra de independencia española, p. '64, T. V, en “Historia de la
Nación Argentina”, Academia Nacional de la Historia, Buenos Ai­
res, 1941.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 119

monarquía española, escribe Marx, salvo la miserable di­


nastía que había puesto bajo llave [Napoleón], se sintió
completamente seguro de que había confiscado España.
Pero pocos días después de su golpe de mano, recibió la
noticia de una insurrección en Madrid. Cierto es que Mu­
rat aplastó el levantamiento matando cerca de mil per­
sonas; pero cuando se conoció esta matanza, estalló una
insurrección en Asturias que muy pronto englobó todo el
reino. Debe subrayarse que este primer levantamiento es­
pontáneo surgió del pueblo, mientras las clases “bien” se
habían sometido tranquilamente al yugo extranjero”?
La nobleza de España capituló inmediatamente ante el
corso. Eírey José recibió en Bayona a una diputación de
los Grandes dé España, en cuyo nombre habló el Duque
del Infantado (amigo íntimo del prisionero Fernando VII),
quien dijo al francés: “Señor, los Grandes de España
fueron siempre conocidos por su lealtad hacia sus sobe­
ranos, y V. M. hallará en ellos la misma fidelidad y afec-
. ción”. Mientras las tropas ~ napoleónicas exterminaban a
miles de españoles, Fernando VII, en cuyo nombre se com­
batía, adulaba rastreramente al sátrapa ensoberbecido. Tal
era el patriotismo de la realeza y de la aristocracia en la
España que dominaba las Indias. Cerca de 40.000 aristó­
cratas, clérigos y burgueses catalanes emigraron a Ma­
llorca, dice Altamira, para escapar a los sacrificios de la
guerra.12 Todo el alto clero acató el nuevo orden extranjero.
Lo mismo hizo el partido de los liberales “afrancesados”,
que habiendo perdido toda fe en el despotismo ilustrado
español para regenerar a España, depositaban ahora sus
esperanzas en el absolutismo bonapartista. De este, modo
se encontraron reunidas las clases más poderosas de Es­
paña, la putrefacta aristocracia, la dinastía, la jerarquía
eclesiástica y hasta el ala liberal.
1 Marx, ob, cit., p. 14. |
2 Altamira, Manual de Historia de España, p. 469, Ed. Súdame'
ricana, Buenos Aires, 1946.
120 JORGE ABELARDO RAMOS

8. La revolución nacional española.


Del otro lado se lanzó a la lucha el pueblo inmenso: los
campesinos, artesanos, maestros, soldados y oficiales del
ejército, los hombres más esclarecidos del bajo clero, todas
las clases populares de España. La paradoja que se esta­
bleció era puramente formal: pues si el pueblo español
combatía contra los franceses haciendo esa guerra de inde­
pendencia nacional en nombre del fatídico Fernando, en
realidad reasumía su soberanía, usaba sus derechos, orga-
, nizaba la lucha y creaba las Juntas populares en cada mu­
nicipio, que tenía hondas raíces en las viejas libertades y
fueros de España. Así, si el pueblo español libraba su
guerra contra el invasor, sólo podía hacerlo realizando su
revolución nacional. Los símbolos eran viejos, el contenido
de la lucha muy moderno.
En Francia la revolución se había formulado de otra
juanera; pero cuando son genuinas y profundas, cuando
brotan de la raíz misma de una historia, todas las revo­
luciones son originales.e irrepetibles. En toda España sur-
- gieron las partidas de guerrilleros, que según decía el Aba­
te de Pradt, martirizaban al ejército francés como el mos- *
quito al león de la fábula. Era inútil que José Bonaparte
ofreciese á la nación española Una excelente constitución
en Bayona, o que aboliese la Inquisición, suprimiese las
aduanas interiores, pusiesé término a la corrupción finan­
ciera del Estado e impulsase la modernización jurídica de
la península. Esto debían hacerlo los españoles mismos,
pues las revoluciones no pueden importarse, ni en el siglo
XIX ni el XX. Justamente la lucha contra los franceses, en
cuyas mochilas venían lós nuevos códigos, llevada a cabo
bajo la bandera de la reacción borbónica, suponía verificar
las tareas democráticas incumplidas por la España bur­
guesa.
Mientras el pueblo español combatía en toda la exten­
sión de su territorio ocupado por las tropas francesas
(en Bailón se batía un joven indiano, José de San Martín,
capitán del Regimiento de Murcia), en Sevilla primero y
Juego en Cádiz, ejercía sus funciones la Junta Central, que

HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 121

era de hecho el único gobierno representativo de la nación


española. Marx ha trazado un análisis magistral de su
composición cuya síntesis libre daremos aquí.
9. La parálisis de la Junta Central.
«
' Las dos cabezas de lá Junta Central eran dos sobrevi­
vientes del siglo XVIII'l el conde de Floridablanca y Gas­
par de Jovellanos. Uno era un “burócrata plebeyo”, el otro
un “filántropo aristocrático”. Pero ambos habían sido edu­
cados en la escuela de Carlos III. El. despotismo ilustrado
los había preparado para impedir una revolución moderni­
zando España, en modo alguno para presidir una revolu­
ción que limpiase a España de sus antiguallas; La incó­
moda situación en que los había colocado el destino, debía
encontrar en estás dos notables personalidades un eco per­
plejo. Floridablanca había desconfiado del pueblo; Jove­
llanos había intentado educarlo, pero los dos personajes
carecían de toda voluntad para empujar a la revolución
hasta su plenitud.
La anglomanía de Jovellanos, por lo demás, que era un
mal de su siglo y causaría estragos en las jóvenes repú­
blicas sudamericanas, lo volvía muy poco propicio a una
vasta acción revolucionaria e independiente frente a las
intrigas británicas que ya empezaban a manifestarse. Las
proclamas de la Junta, inspiradas por Jovellanos, que era
sobre todo un escritor, llamaban a grandes fines: tocábale
al octogenario Floridablanca impedir realizarlos. De-este
modo se repartían las tareas en esa Junta Central, afec­
tada de , la misma parálisis , que la vieja España, los dos
grandes hombres de la Ilustración. Cuando las Juntas mu­
nicipales disponían, coma recurso de guerra vender bienes
de “manos mpertas” pertenecientes a la Iglesia, la Junta
Central disponía suspender dichas ventas.
Los pesados tributos a capitalistas -y propietarios orde­
nados por las Juntas provinciales, las reducciones de suel­
dos a los empleados públicos, el reclutamiento, militar para
todas las clases sin excepción en defensa de la patria, indi­
caban que en las Juntas de provincias palpitaba la revo­
lución y que Fernando VII era, mucho más que en América,
122 JORGE ABELARDO RAMOS

solo una máscara, aunque fuera una máscara repugnante.


Pero la Junta Central navegaba por el turbulento río revo­
lucionario como una carabela arcaica en el Mar Océano.
Por todas partes veía monstruos y grifos marinos con sus
fauces abiertas: sólo atinaba a recomendar moderación.
¡Penoso espectáculo el de los sabios de Carlos III llevados
y traídos por el tormentoso nuevo siglo !
Desde los gabinetes del difunto rey habían soñado con
una España rejuvenecida y libre de la barbarie feudal:
ahora retrocedían aterrorizados al verla erguirse entre
los dolores del parto. Aún entre la respiración entrecortada
de sus proclamas se advertía claramente el significado ge­
neral de la situación: “L¡a Providencia ha.decidido que en
la terrible crisis que atravesamos, no pudierais dar un solo
paso hacia la‘independencia sin que al mismo tiempo no
os acercara hacia la libertad”. Esto es, la lucha por la in­
dependencia nacional contra los franceses era indisociable
del derrocamiento del absolutismo español, la conquista de
las libertades populares. Independencia nacional y sobera­
nía popular, tal era el contenido esencial de esos grandes
días de España.
Algunos historiadores reaccionarios, argentinos y es­
pañoles de corte nacionalista, niegan ése carácter revolu­
cionario del liberalismo español, identificándolo con el libe­
ralismo caduco del siglo XX. En el fondo alimentan la nos­
talgia del “viejo régimen” feudal, cuyo retrato 'hemos
hecho hasta aquí. Como era previsible, la política vacilante
de la Junta y su temor al pueblo en armas no logró sino
fracaso tras fracaso. Poco- a poco los franceses fueron
apoderándose de toda España, a pesar de las pruebas de
heroísmo de los patriotas. Ese fracaso histórico de la Junta
Central ha sido juzg^o por Marx del siguiente modo:
"Sólo bajo el poder ule la Junta Central era posible unirlas
realidades y las exigencias de la defensa nacional con la
transformación de la sociedad española y la emancipación
del espíritu nacional, sin lo cual toda constitución política
tiene que desvanecerse como un fantasma alrmenor con­
tacto con la vida real”.1
1 Marx, ob. cit., y. 37.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 123

10; Ni guerra, ni revolución.


Al separar la guerra de independencia de la revolución
española, la Junta Central anticipaba en un siglo la tra­
gedia de la guerra civil española de 1936, en que el gobierno
del Frente Popular, dominado por el stalinismo, plantea el
falso dilema, “primero ganar la guerra, después hacer la
revolución”, con lo que perdieron ambas. Pues en 1809,
como en 1936, el pueblo hace la guerra con ciertos fines,
que son revolucionarios; si el gobierno que lo conduce
posterga esos: finQS,. el pueblo declina su energía, apaga
su genial iniciativa y la guerra se transforma en un pro­
blema técnico, que ganan los técnicos de las clases hostiles
y no los pueblos. Así ocurrió con la Junta Central. En el
ejército y los guerrilleros se habían concentrado los elemen­
tos más revolucionarios de la sociedad española. Pero fue­
ron destruidos , por las intrigas caciquiles y los temores de
la Junta Central. De ese ejército saldrían un día San Martín
y Riego: uno, para luchar por la independencia de Amé­
rica de un absolutismo que no había logrado vencer en Es­
paña; el otro, negáñdose a combatir en América contra
los patriotas, dirigirá su ejército contra Fernando VII.
Al perder casi todo el territorio español, la Junta Cen­
tral recibía el premio a su ineptitud. Refugiada en la Isla
de León, delegó su poder en un Consejo de Regencia, más
torpe que ella misma y se disolvió. El Consejo de Regencia
convocó a las Cortes de España y las Indias, que asumieron
el poder constituyente en el suelo que pisaban.
11. Las Cortes de Cádiz.
El’22 de enero de 1809 la Junta Central, cuyo Secre­
tario, el ardoroso poeta Quintana había elevado la técnica
de las proclamas al nivel del arte literario, dictó un de­
creto en el cual decía que “los vastos y preciosos dominios
que España posee en las Indias no son propiamente colo­
nias o factorías como las de otras naciones, sino una parte
esencial e integrante de la monarquía española” J Esta idea
1 Amunategui, ob. cit., p. 327. En dicha resolución se convocaba
para enviar diputados a Cortes a loa Virreinatos de Nueva España,
124 JORGE ABELARDO RAMOS

inaudita resonó en toda la América Hispánica. ¿Cómo, pro­


vincias ultramarinas y no factorías? ¿Había llegado la
hora del Nuevo Mundo? ¿El imperio hispanoamericano
lograría a la vez conservar su unidad y desembarazarse
del absolutismo?
El Consejo de Regencia se instaló en la Villa de la Real
Isla de León próxima a Cádiz, bajo la protección de los
barcos de guerra británicos. Pues Inglaterra ya ha inter­
venido cpn sus fuerzas en suelo español y enfrenta a los
franceses aliada a España. ¿A qué España? Difícil era
saberlo, pero los ingleses carecían de formalismo jurídico.
Sabían qué buscaban. El Consejo de Regencia está en sus
manos y el representante inglés en España, John Hook-
lam Frere, elige sin incomodidad alguna a sus miembros.
Sin embargo, dicho Consejo no puede entrar en Cádiz,
donde se ha formado una Junta Revolucionaria-Suprema
que los acusa de traidores. La presión británica logra per­
suadir a los gaditanos para que reconozcan al Consejo de
Regencia y le permitan instalarse en Cádiz. La interven­
ción de los ingleses en los asuntos españoles estaba lejos
de ser desinteresada. No se cifraba tan sólo en la necesidad
de abatir el poderío napoleónico.
El gabinete británico atravesaba difíciles momentos.
La economía inglesa se resentía del bloqueo continental
decretado por Napoleón. Estados Unidos elevaba al mismo
tiempo una dura, barrera proteccionista contra su antigua
metrópoli. La tentación de los mercados sudamericanos se
volvía demasiado fuerte por momentos. Las exportaciones
británicas, que alcanzaron en 1810 a 34.061.901 libras es­
terlinas, bajaron al año siguiente a sólo 22.681.400. Esto
parecía algo semejante al pánico. “El gobierno -se conven­
ció a sí mismo, de que sólo el acceso ininterrumpido al mer­
cado latinoamericano podía respaldar su- crédito y pagar
la guerra peninsular”-1 En tales circunstancias, todos los
Perú, Nueva Granada, Río de la Plata y las capitanías generales
independientes de Cuba, Puerto Rico, Guatemala, Chile, provincias
de Venezuela y Filipinas; Es curioso que nadie recuerde ya a las
Islas Filipinas, donde el idioma popular continúa siendo el español
y la lengua indígena el tagalo.
* Kauffmann, o&. cit,, p. 55.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 125

•manejos para instrumentar al Consejo de Regencia, que


parecía estar bajo la influencia inglesa, resultaron inútiles.
Lord Wellesley sugirió que el Consejo debía autorizar a
Inglaterra a comerciar libremente con América del Sur y
que los ingleses protegiesen a Cádiz. Pero el Consejo de
Regencia era totalmente impotente para otorgar a nadie
concesión alguna. Su respuesta a la sugerencia inglesa fue
decepcionante. Afirmó que la única autoridad de España
había revertido a las Cortes de Cádiz. Estas “devolvieron
la propuesta con un brusco rechazo”,1- pues la soberanía
popular española allí simbolizada rio estaba dispuesta a
liquidar los intereses españoles en favor de sus equívocos
aliados británicos. »

12. Los diputados americanos en las Cortes.


I
En la populosa e hirviente ciudad de Cádiz, se habían
reunido al fin las Cortes de España. El detestado Napoleón
había sido el providencial agente histórico que retenía
entre sus manazas de hierro a la dinastía absolutista.
¡ Podían invocar la lealtad a Fernando prisionero y podían
decir al mundo que. el pueblo español reasumía su sobe­
ranía ! Los diputadós a las Cortes tenían así en sus manos
la bandera del legitimismo jurídico y la llave para hacer
la revolución burguesa bajo un respetable pabellón.
Para comprender el sentido profundo de las sesiones
de las Cortes bastará que el lector evoque el trágico pasado
de la España Imperial. Ahora estaban allí los hijos del
pueblo español, con un partido reaccionario en minoría,
pues toda la nobleza de sangre se había arrodillado ante
invasor. Cádiz era la capital de la España revoluciona­
ria. ¡Pero faltaban los jacobinos!
Pues la feroz paradoja de la situación consistía en que
las Cortes de Cádiz se reunían en el momento más débil
de la acción militar del pueblo español; no cuando des­
moralizaba a los franceses, sino cuando había pasado a la
defensiva, no en la etapa más alta del proceso de libera­
1 Kauffmann, ob. di., p. 55.
126 JORGE ABELARDO RAMOS

ción, sino en la más baja. En Cádiz, dónde se iba a legislar


para una España dominada por el enemigo, se había re­
fugiado todo el espíritu revolucionario de la península,
todas las aspiraciones y frustraciones de tres siglos. Pero
era un debate fundado en el vacío geográfico. “En la época
de las Cortes, "España se encontró dividida en dos partes.
En la Isla de León, ideas sin acción; en él resto de Es­
paña, acción sin ideas”, dice Marx.1 Después de haber de­
rramado su sangre en vano, el pueblo español había que­
rido lanzar sobre el absolutismo el peso de una Constitu­
ción. Pues con las bayonetas francesas había entrado
tumultuosamente en la España petrificada el siglo revo­
lucionario.
El principal puerto marítimo de España estaba pobla­
do, al reunirse las Cortes, de una multitud de aventureros
y emigrados, hispanoamericanos que el azar de la guerra
había llevado a la península, soldados, marineros, comer­
ciantes, rioplatenses como el joven oficial Tomás de Triar­
te, guatemaltecos como.los hermanos Llano, peruanos como
el teniente coronel de caballería Dionisio Inca Yupanqui.
“Así se dio el caso de que estas provincias estuvieran re­
presentadas por hombres más aficionados,a la novedad y
más impregnados de las ideas del siglo XVIII que lo hu­
bieran sido de haberlos podido elegir ellas mismas. Final­
mente,-la circunstancia de que las Cortes se reunieran en
Cádiz ejerció una influencia decisiva, ya que esta ciudad
era conocida entonces como la más radical del reino y pa­
recía más americana qué española. Sus habitantes llena­
ban las galerías de la sala de las Cortes y dominaban a
los reaccionarios, cuando la oposición de éstos se tomaba
demasiado enojosa, medíante la intimidación y las presio­
nes desde el exterior”.1
2
Muchas provincias españolas, ocupadas por las tropas
francesas no pudieron enviar inmediatamente sus diputa­
dos : .lograron hacerlo en cambio las provincias más de­
mócratas, Cataluña y Galicia.
1 Marx, ob. cit., p. 37.
2 Ibid., p. 57; Tomás dé Iriarte, Memorias, p. 74, T. I, Ed. Fabril
Editora, Buenos Aires, 1962.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 127

“Hablábase de candidatos para diputados, escribe el


Conde de Toreno, y poníanse los ojos no precisamente en
[dignidades, no en hombres envejecidos en la antigua corte
o en los rancios hábitos de los consejos u otras corporacio­
nes, sino en los que se miraban como más ilustrados, más
briosos y más capaces de limpiar la España de la herrum­
bre que llevaba comida casi toda su fortaleza”,1 Los turbu­
lentos espectadores en las galerías del Coliseo de Cádiz,
soldados y ciudadanos de ambos sexos, saludaban con ar­
dorosos vivas a los diputados libérales a medida que en-
' traban al recinto, “con desánimo de la Regencia”.I2
13. “Serviles” y liberales.
Las Cortes decidieron nombrar diputados suplentes por
América y por Asia a diversos americanos y súbditos asiá­
ticos residente en ese momento en Cádiz. El canónigo
criollo de Guatemala, Don Antonio Larrazábal, fue uno de
ellos, entre tantos hombres del bajo clero que tuvieron una
participación decisiva en la revolución de España y Amé-,
rica, a punto tal que sería imposible escribir la historia
de América Latina omitiendo ese hecho y la circunstancia
de que la Ilustración americana tiene su eje en el sector
revolucionario de la Iglesia criolla, lo mismo que en España;
Larrazábal planteó ante las Cortes estupefactas lo si­
guiente: Guatemala se oponía a que se dictasen leyes sin
Su concurso; los diputados de América no debían ser es­
pañoles europeos, sino criollos; para ser ciudadano y ejer­
cer sus derechos, no se opone/el defecto de nacimiento
adulterino, sacrilego, incestuoso, ni el de dañado y punible
ayuntamiento. Esto significaba no sólo un paso, gigante
hacia la modernización de la legislación civil, sino" también
incluir a millones de americanos indios, de matrimonio
irregular, en la decisión política de la soberanía.3 Desde el
I Conde de Toreno, Historia del levantamiento, guerra y revolu­
ción de España, p. 285, M. Rivadaneyra, Editor, Madrid, 1872.
II Ibid,
3 V. Ricardo Gallardo, Las constituciones de la República Fede­
ral de Centroamérica, p. 119, Ed. del Instituto de Estudios Políticos,
Madrid, 1958.
128 JORGE ABELARDO RAMOS

día mismo de su instalación, el 24 de setiembre de 1810,


lab Cortes se habían dividido entre “liberales” y “serviles”.
La democracia burguesa y la nobleza clerical eran los
dos partidos que se enfrentaban en las Cortes, y de cuya
unión brotó la célebre Constitución de 1812. La palabra
“liberal” adquiere en Cádiz su cufio popular en el siglo
XIX, así como en las Cortes^ ]5br primera vez en trescien­
tos afios, deja de emplearse en los documentos oficiales
el vocablo ‘‘Indias” para ser reemplazado por la palabra
“América”. Las mutaciones semánticas reflejaban dócil­
mente los grandes acontecimientos históricos que le im­
primían su sello.
Otro guatemalteco, Manuel Llano, bregó por la igual­
dad de la representación de los americanos, que resistían
los diputados españoles, tanto los liberales como los servi­
les. En su discurso Llano señalaba la unidad del imperio
hispanoamericano: “Las 'provincias de América, aunque
agitadas, están en el caso que las provincias libres de la
Península; y esta providencia podría calmar los ánimos y
restablecer la unión; porque los movimientos de insurrec­
ción en aquellos países no son por quererse separar, sino
por el deseo de recobrar sus derechos. Citaré en prueba
un solo hecho. En la Gaceta de Caracas, de 27 de julio,
tratando de la instalación de la Junta de Barinas, en la
Provincia de Venezuela, se lee: «Que los individuos de ella
se encargaban de aquel modo, sin perjuicio de que los
diputados concurran a las Cortes generales de la Ñación
entera, siempre y cuando la convocación se forme con la!
equidad y justicia que merece la América, y siempre que
formen una parte de España»”.1

14. Las Juntas en América.


En los momentos que sesionaban las Cortes de Cádiz
el movimiento revolucionario de América Hispánica se pro­
pagaba con enorme fuerza. De acuerdo a la vieja tradición
española, las “Juntas” brotaron en Hispanoamérica en to­
das las ciudades principales de los cuatro Virreynatos y
1 Gallardo, ob. cit., p. 111.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 129

Capitanías Generales. En todas partes se reasumía la so­


beranía, en virtud de la prisión de Fernando VII y en su
nombre. Mucho .se ha discutido si Fernando era un sím­
bolo verdadero de la unidad hispanoamericana o una sim­
ple máscara jurídica de la voluntad de independencia de
los americanos. Era ambas^ cosas, a nuestro juicio. La
historia del absolutismo, la’debilidad del liberalismo, el
poder de la nobleza feudal y la política tradicional de Es­
paña en América, no daban lugar a muchas esperanzas.
Pero también results indiscutible . que, salvo los inte­
reses británicos, que eran los únicos consecuentes partida­
rios de la ruptura con España, los americanos de la época
seguían con intenso interés el desarrollo de la lucha en la
península. De su resultado -militar y de la política que
adoptara la España revolucionaria dependía la unidad o
la separación. Las palabras del diputado guatemalteco
reflejaban con bastante aproximación el estado de espíritu
de los americanos-ante los cambiantes acontecimientos de
España. Cuando llegó a América la noticia de la disolución
de la Junta Central de Sevilla, caída por su propio conser-
vatismo, ese fue un paso máfe hacia la separación.
Los debates de las Cortes, donde se mostraron las resis­
tencias de la mayoría española a otorgar a la América
solo una igualdad retaceada, persuadió a los americanos
de que ni siquiera un triunfo del liberalismo español sobre
el absolutismo, daría la plena igualdad a América dentro
del marco de la Nación; común. Si las Cortes de Cádiz
constituían un vigoroso avance en cuanto al absolutismo
y renovaba, por lo menos en el papel, el anquilosado cuerpo
jurídico de España, en relación con los .americanos no
satisfacía en ningún modo sus aspiraciones. La inmensa
mayoría de los indios y nativos quedaba al margen, por
lo demás, de todo derecho político. Así, las “castas”, como
se las llamaba y que constituirían en los próximos años el
factor decisivo en la lucha por la independencia, no exis­
tían sino corhó masas “ingenuas”, que sólo la educación
y los siglos elevarían paulatinamente al nivel del español
europeo. Sarmiento encontraba en los diputados españoles
de Cádiz su más ilustre antecedente.
lá<j ■ JÓRÚÉ AÉELARÚO RAMOS

Con la patria ocupada por las tropas del imperio fran­


cés, los mejores elementos liberales de. España se resistían
todavía a otorgar a los americanos la libertad y la igual­
dad plenas. Una voz salida de las profundidades de la his­
toria americana se elevó en ese momento para definir
con una frase histórica lá mezquindad del liberalismo es­
pañol y su incurable limitación. Era el Inca Yupanqui,
"vastago de la antigua y real familia de los Incas, pintán­
dose todavía en su rostro el origen indiano de donde pro­
cedía"^
15. El discurso del Inca Yupanqui.
Dionisio Inca Yupanqui asumió la defensa de la igual­
dad de indios americanos y españoles. Su discurso produjo
honda impresión en las Cortes, y sería memorable en la
historia de las ideas, según señalaremos más adelante. Es
una pieza casi desconocida y fue pronunciado en la sesión
del 16 de diciembre de 1810. He aquí su texto completo:
"Señor: Diputado suplente por el Virreynato del Perú,
no he venido a ser uno de los individuos que componen
esie cuerpo moral de V. M. para lisonjearle; para consu­
mar la ruina de la gloriosa y atribulada España, ni para
sancionar la esclavitud de la virtuosa América. He venido,
sí, a decir a V. M. con el respeto que debo y con el decoro
que profeso, verdades amarguísimas y terribles, si V. M.
las desestima; consoladoras y llenas de salud, si las aprecia
y ejercita en beneficio del pueblo. No haré, señor, alarde
ni ostentación de mi conciencia; pero sí diré. que repro­
bando esos principios arbitrarios de alta y baja política
empleados por el despotismo, sólo sigo los recomendados
por el evangelio que V.M. y yo profesamos.
Me prometo, fundado en los principios de equidad que

1 Toreno, ob. cit., p. 308. Dionisio Inca Yupanqui era descen­


diente de los Incas y tenía derecho por tal razón a una pensión del
Estado. En 1810 era Teniente Coronel de Caballería del Ejército
español en el Virreynato del Perú. V. José Belda y Rafael M. de
Labra, Las'
* Cortea de Cádiz en el oratorio de San Felipe, p. 103,
Madrid, 1912.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 131

V. M. tiene adoptados, que no querrá hacer propio suyo


este pecddtn gravísimo de notoria y antigua injusticia, en
que han caído tódóh los gobiernos anteriores: pécado que
en mi juicio es la primera ó quizada únicacausa por que
la mano poderosa de un Dios irritado pesa tan gravemente
sobre este pueblo nobilísimo, digno de mejor fortuna. Se­
ñor/laiusti cía divina protege a los humildes, y me atrevo
a asegurar a V. M.., sin hallarme ilustrado por el espíritu
de Dios, que no acertará a dar un paso seguro en la libertad
de la patria, mientras no se ocupe con iodo esmero y dili­
gencia en llenar sus obligaciones con las Americas: V. M.
no las conoce. La mayor parte de sus diputados y de la
Nación apenas tienen noticia de este dilatado continente.
Los gobiernos anteriores le han. considerado poco, y sólo
han propuyado asegurar las remesas de este precioso metal,
origen de tanta inhumanidad, del que no han sabido! apro­
vecharse. Le han abandonado al cuidado de hombres codi­
ciosos e inmorales; y la indif erencia absoluta con que han
mirado sus más sagradas relaciones con este país de deli­
cias ha llenado la medida de la paciencia del padre délas
misericordias, y forzádole a que derrame, parte de la
amargura con que se alimentan aquellos naturales sobre
nuestras provincias europeas.
Apenas queda tiempo ya para despertar del letargo, y
para abandonar los errores y preocupaciones hijas del.
orgullo y vanidad. Sacuda V. M. apresuradamente las enve­
jecidas y odiosas rutinas, y bien penetrado de que nuestras
presentes calamidades son el resultado de tan larga época
de delitos y prostituciones, no arroje de su seno la antorcha
luminosa de la sabiduría ni se prive del ejercicio de las
virtudes. Ún pueblo que oprime a otro no puede ser libre.
V. M. toca con las manos esta terrible verdad.
Napoleón, tirano de la Europa su esclava, apetece mar­
car con este sello a la generosa España. Esta, que lo resiste
valerosamente ño advierte , el dedo del Altísimo, ni conoce
que se castiga con la misma pena al que por espacio de
tres siglos hace sufrir a sus inocentes hermanos. Como Inca,
Indio y Americano, ofrezco a la consideración de V. M. un
cuadro sumamente instructivo. Dígnese hacer de él uña
> 132 JORGE ABELARDO RAMOS

comparada aplicación, y sacará consecuencias muy sabias


e importantes. Señor: ¿Resistirá V. M. tan imperiosas ver­
dades? ¿Será insensible a las ansiedades de sus subditos
europeos y americanos? ¿Cerrará V. M. los ojos para no
ver con tan brillantes lucés el camino que aun le mani­
fiesta el cielo para su' salvación? No, no sucederá así, yo
lo espero lleno de consuelo pn los principios religiosos de
V. M. y en la ilustrada política con que ■procura señalar y
asegurar sus soberanas deliberaciones” .x ■ .
16.
| La respuesta española.
El discurso del Inca Yupanqui abrió una discusión sobre
í la .-situación general de América, que fue postergada por
varias sesiones, en virtud de “cuestiones más urgentes”.
Pero los diputados liberales y serviles, rehusaban conce­
der una igualdad plena de derechos a los americanos, salvo
en las pomposas enunciaciones generales? En una sesión
posterior, la del 9 de enero de 1811, el diputado español Pa­
lacios decía con peculiar realismo: “En cuanto a que se
destierre la esclavitud, lo apruebo como amante de la hu­
manidad; pero como amante del orden político, lo reprue­
bo”.1*3 Este amor dúplice o adulterino era compartido por
todo el partido servil y gran parte del liberal. La agitación
revolucionaria en Venezuela perfeccionaba las ideas del
diputado Valiente: “En Caracas hay novedades que atemo­
rizan y es imposible que V.. M. deje de tratar de la conser-.
vación de aquellos dominios... Señor, primero es cortar
el vicio: por ahora está afianzada la confraternidad que
debe haber entre ellos y nosotros; de lo demás se tratará
más adelante, y entonces se acordará lo que deba ser. Há-

1 Diario de las discusiones y actas de las Cortes, p. 15, Tomo II,


sesión del 16 de diciembre de 1810, Imprenta Real, Cádiz, 1811. La
colección total alcanza a 28 tomos. En la Biblioteca del Congreso Na­
cional argentino, donde hemos consultado dichas Actas, sólo se en­
cuentran 22 tomos.
a Las Cortes otorgaron 2 diputados por provincia española y
sólo 1 poi- cada provincia americana. V. Amunategui, ob. cit,, p. 327.
3 Diario de las discusiones y actas de las Cortes, p. 316, T. II,
sesión del 9 de enero de 1811.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 133

blese de los indios, pero sólo sea para conservar las Indias:
esto es lo que nos interesa, lo que nos importa”.1

17. La revolución en América Hispánica.

A las costas de Hispanoamérica llegaban las alternati­


vas de la guerra nacional española y las discusiones reve­
ladoras de las Cortes de Cádiz. Al mismo tiempo, las tropas
españolas en el Nuevo Mundo, divididas interiormente en­
tre serviles y liberales, extériormente eran la expresión del
Imperio español y reprimían donde podían hacerlo las ten-
tivas criollas de reasumirla Soberanía.
Por lo demás, brotaban en América los intereses regio­
nales privilegiados de las clases criollas, exportadoras y
terratenientes, que generalmente en relación con el Impe­
rio británico, sólo pensaban en romper con España para
enriquecerse sin trabas. Un puñado de patriotas encabezaba
en todas partes, sin embargo, tla idea nacional hispanoame­
ricana, comenzaba a levantar ejércitos y a propagar la
revolución. Casi concluida con la derrota cqmpleta la lucha
militar en la península, regresaban a América algunos ofi­
ciales criollos del ejército español, como San Martín, Al-
vear, Iriarte. En el ejército español en América se refle­
jaban, por añadidura, no sólo las contradicciones básicas
en que se dividía la sociedad española, sino los propios
antagonismos americanos. Así, oficiales españoles eran in­
dios como Santa Cruz, que lucha contra los americanos
varios años antes de plegarse a la lucha por la inde­
pendencia. *■ .
Del mismo modo, en los llanos venezolanos, o en Co­
lombia, los españoles contaban con el apoyo de ,los criollos
más humildes, llamados “castas”, hombres de color, y que
eran jinetes y combatientes de primara categoría. Entre los
partidarios de la independencia americana, aparecen nume­
rosos españoles liberales. Así, el drama de la ruptura del
imperio hispano-criollo se revelará como una guerra civil,
tanto como una guerra nacional.i

i lbíd„ p. 317,
134 JORGE ABELARDO RAMOS

18. La última defensa del liberalismo español.


Para concluir, nadie mejor que el Procurador General
del Principado de Asturias, don Alvaro Florez Estrada,
expuso en 1812, en plena crisis, los mejores y peores as­
pectos del liberalismo español en relación con América.
Afirmaba Florez Estrada que la maldición española fue el
oro y la plata. La posesión de dinero era el objeto último
de España. Las otras naciones decían en cambio: “Es ne­
cesario conquistar a la España toda la parte posible de las
Americas, o en su defecto debemos tratar de hacerlas inde­
pendientes para entablar un comercio directo con ellas".1
Este autor consideraba a España y América como par­
tes de un solo Imperio, y proponía establecer en su interior
un mercado libre, despojado de todas sus trabas y privi­
legios, o sea un mercado capitalista para una producción
capitalista. Pero padecía del utopismo característico del
liberalismo español, que pretendía resolver por reformas
jurídicas abstractas lo que sólo podía crear la energía re­
volucionaria. Al responder a las intrigas británicas que
acusaban a España de todos los crímenes imaginables, Flo­
rez Estrada hundía su escalpelo sobre la hipocresía inglesa12
y le recordaba su negativa a otorgar a las colonias de Nor­
teamérica los mismos derechos que ahora pretendían para
las colonias ajenas. <
Cuando los ingleses hablaban de la intolerancia reli­
giosa de España, Florez Estrada Ies recordaba que las leyes
británicas excluían de toda representación a casi un cuarto
de su población, porque era católica. Dirigiéndose a los
1 Alvaro Florez Estrada, Examen imparcial de las disenoiones
de la América con la España, de los medios de su reconciliación,
y de la prosperidad de todas las naciones, p. 74, 2$ edición, Cádiz,
1812.
2 Sobre los ingleses decía Florez Estrada: “¡Será, posible que
echen en cara al gobierno español un defecto aquellos mismos ingle­
ses que observan el más profundo silencio acerca de su monstruosa
representación apoyada únicamente en las ideas del feudalismo! ¡Y
será creíble que. tanto se incomoden por un defecto de esta natu­
raleza aquellos escritores ingleses, en cuya sociedad hay población
de más de ciento y veinte mil almas privadas de elegir representante
alguno, al mismo tiempo que otra población de cincuenta vecinos o
menos nombra un Representante!”, ob. cit., p. 55.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 135

americanos que amenazaban romper su unidad con Es­


paña, les decía: “Americanos: ¡seréis tan poco generosos
que después de haber sufrido por espacio de trescientos
años todos los males con que os quiso abrumar el absolu­
tismo, sin resultarnos de nuestra tranquilidad otra ven­
taja que hacer mayor el orgullo de nuestros Reyes, y más
implacable para con nosotros la enemistad de las Además
naciones, tratéis de separaros de nosotros en la única oca­
sión en que todos debíamos trabajar unidos para conseguir
nuestra libertad? ¡En él. momento en que ibais a ser Na­
ción con nosotros; en el momento en que el Gobierno es­
pontáneamente os había concedido ya derechos, que ninguna
nación recibió jamás sin derramar mucha sangre; en el
momento que habíais ofrecido permanecer reunidos para
llevar a cabo la empresa más gloriosa que los hombres
vieron; en el momento en que todos íbamos a gozar por
primera vez del privilegio de hombres libres, y a formar
el Imperio más poderoso del globo; en el momento en que
para lograr todos estos grandes objetos nada más necesi­
tábamos que trabajar de concierto; en ese mismo momento
os separaréis de nosotros, para que divididos, y sin fuerzas
seamos todos presa de uno o de muchos tiranos!”.1
Cómo traducía Flprez Estrada y todo el liberalismo es­
pañol su elocuente llamado a la unidad con América al
lenguaje de los hechos bastará para concluir citar la ima­
gen concebida por el mismo autor: “América es un niño
cargado de joyas, a quien no se le puede abandonar sin
riesgo de ser robado”.12
Porque ese liberalismo era tan endeble como feroz el
absolutismo de la España sobrevivida, es que se quebró la
unidad de la nación hispano-criolla. El niño que cargado
de joyas y plumas se hizo hombre en la batalla^ inminente,
perdió algo más importante que sus tropicales alhajas: lo
despedazaron en veinte repúblicas. Al no poder hacer la
unidad nacional con España, debió lograr la independen­
cia contra ella. Tan débil como era, con la independencia
se quebró la unidad. En lugar de una sola y fuerte sober
1 Florez Estrada, ob. pit,, p, 66,
2 Ibid.
136 JORGE ABELARDO, RAMOS

ranía obtuvo el grotesco triunfo de elevar dos docenas de


provincias a la categoría de “naciones”.

19. Del Inca Yupqnqui a Carlos Marx.


El cortante aforismo lanzado en su discurso ante las
Cortes de Cádiz por el Inca Yupanqui —“Un pueblo que
oprime a otro no puede, ser libre”—, ha corrido un raro
destino. Observemos ante todo que la propia personalidad
del Inca es virtualmente ignorada por los historiadores y
cronistas de la época. Poco se sabe de su actividad preli­
minar a su incorporación Como diputado suplente a las-
Cortes, y nada de su vida posterior. Pero creemos que algo
puede decirse de la historia de un concepto formulado por
el Inca en 1810: un pueblo que oprime a otro no puede ser
libre. >’■
Exactamente la misma idea, expresada, con las mismas
palabras, expone Marx sesenta años más tarde en sus ar­
tículos y cartas sobre la cuestión nacional irlandesa. Esta
concepción constituirá la base del pensamiento marxista
sobre la cuestión nacional en general y será centenares de
veces repetida y explicada por Lenin y Trotsky después
déla muerte de Marx. Más aún, toda la política revoluciona­
ria en el mundo contemporáneo es inimaginable sin la
clara, noción de que las colonias y semicolonias oprimidas
por un grupo de grandes potencias imperialistas, lograrán
con su revolución nacional no sólo emanciparse a sí mis­
mas, sino .crear las condiciones económico sociales para
despertar al proletariado privilegiado de los países me­
tropolitanos y favorecer su propia emancipación. Ahora
bien, ¿de dónde había extraído Marx esa frase y esa idea?
¿Era el fruto de su genial intelecto o había encontrado en
su larga lucha algún valioso antecedente ? “Durante mucho
tiempo creí que sería posible derrocar el régimen irlandés
por el ascendiente de la clase obrera inglesa... -Pero un
estudio más profundo me ha convencido de lo contrario”,
escribía Marx a Engels.1
' 1 Marx, Correspondencia., p. 297, Ed. Problemas, Buenos Ab­
res, 1947,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 137

En 1854 Marx escribía regularmente en el “New York


Daily Tribune” artículos en los que. examinaba los princi­
pales problemas de la política internacional. Al estallad
uña revolución militar en España, dirigida por el general
O’Donnell, Marx escribió una serie de estudios en los que
pasaba revista a toda la historia española, desde el Im­
perio de Carlos V y su régimen social, hasta los aconteci­
mientos políticos de 1854. Llaman la atención los conoci­
mientos de Marx de la historia de España, dejando a un
lado su característica sagacidad para interpretarlos. En
particular sorprende su detallada descripción de las sesio­
nes de las Cortes de Cádiz en el período 1810-1813 que ni
siquiera se encuentran por lo común en las historias ge­
nerales de España.
Alude repetidas veces a los discursos de los diputados
españoles, cita textualmente fragmentos de esas interven­
ciones y examina con minuciosidad el texto dé la Consti­
tución aprobada en 1812. Cuando se disponía a trabajar
sobre España, Marx escribía a Engels: “En este momento
me.ocupo sobre todo de España. Hasta hoy me he nutrido
fundamentalmente en fuentes españolas, de la época de 1808
a 1814 y de 1820 a 1823. Atacaré ahora el período 1834-
1843. Esta historia no carece de complicaciones. Lo más
difícil es comprender su desarrollo. En todo caso he hecho
bien en comenzar por Don Quijote".1
20. Marx estudia a España.
Procediendo con su clásica, probidad, Marx había ini­
ciado su comprensión de la historia de España leyendo la
versión trágico-cómica de la edad caballeresca. Su trabajo
intelectual, se realizaba generalmente en la Biblioteca del
Museo Británico, en cuya sala de lectura no sólo se
encontraba la prensa europea al día, sino también Ja prensa
española y los principales documentos políticos y jurídicos
de la historia europea. No es difícil concebir que los 28 ,
Volúmenes conteniendo las Actas de las Cortes de Cádiz,i
i Marx, Ouvres politique?, p, 240, Tomo VIII. Alfred Costes,
Editeur, París, 1930,
138 JORGE ABELARDO RAMOS

editadas por la Imprenta Real de Cádiz en 1811, encon­


trasen su sitio en el Museo Británico. Tampoco resulta
inverosímil que ' el detallado conocimiento que evidencia
Marx de las posiciones del partido americano, del partido
servil y del partido liberal sólo hayan podido adquirirse en
la lectura de dichas Actas,, repositorio mucho más fiel que
las febriles reseñas redactadas por la efímera prensa gadi­
tana de ese momento.1 Se tendrá presente que no había
prensa independiente bajo la dominación francesa de casi
todo el territorio español. Por lo demás, la frase "Un pue­
blo que oprime a otro no puede ser libre”, aplicada por Marx
a la situación de Inglaterra con respecto a Irlanda, no re­
trataba específicamente la situación de dependencia irlan­
desa y sus relaciones con el proletariado británico.
La clase obrera de Inglaterra, como lo observan repe­
tidas veces Marx y Engels, se beneficiaba de la'explota­
ción que de Irlanda hacía la aristocracia terrateniente in­
glesa, lo mismo qué del botín colonial extraído del mundo
entero por el Imperio, Más aún, los obreros ingleses abru­
maban con su desprecio a los obreros irlandeses que vivían
en Inglaterra; y los detestaban porque éstos tendían a
disminuir su nivel de vida aceptando menores salarios que
los trabajadores británicos. También los obreros del Im­
perio se hacían eco de los prejuicios imperialistas que les
inoculaba la sociedad burguesa contra los desventurados
proletarios de Irlanda que venían a Londres a mitigar su
hambre. Se producía un fenómeno de corrupción política
análogo al del proletariado norteamericano frente a los
portorriqueños y mexicanos del siglo XX. ¿"Un pueblo
que oprime a otro no puede ser Ubre”? En todo caso, la
1 En Cádiz aparecían periódicos de combate del partido liberal,
entre otros “El Robespierre Español” (que redactaba una mujer),
“El Duende de los Cafés”, “El Amigo de las Leyes” y “La Abeja Es­
pañola”. Por el partido servil (o absolutista) aparecían “El Procu­
rador General de la Nación y del Rey”, “El Censor General” y “La
Gaceta del Comercio”. Al parécer, el más ardiente y feroz periódico
liberal en esas jornadas de Cádiz era “El Conciso” (cuvo suplemento
titulaba “El Concisín”) y cuyo programa era: “Exterminio.de
las preocupaciones del fanatismo y del error”. V. Marcelino Menén-
dez y Pelayo, Historia, de los heterodoxos españoles, p. 52, Tomo VII,
'Ed. Emecé, Buenos Aires, 1945. . z
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 139

“libertad” o “bienestar” del obrero, inglés en el siglo XIX


se fundaba justamente, en la explotación de Irlanda y otras
colonias realizada por el Imperio inglés. Y el proletariado
de la metrópoli no podía esperar mejores condiciones de
vida ayudando a Irlanda a emanciparse ; antes por el con­
trario, esa liberación, en lo inmediato, podía acarrear al
obrero británico una mayor explotación en sus propias
islas. . .
- De este modo, “un 'pueblo que oprime a otro no puede
ser tó&re” adquiría en las condiciones del conflicto Ingla-
terra-Irlanda, una inflexión ética. Desde el punto de vista
del triunfo del socialismo en Inglaterra, la frase se despo­
jaba de toda intención moral y expresaba, acertadamente
el hecho’ de que el proletariado inglés sólo podría crear
las premisas de su emancipación social si la burguesía
inglesa no perdía, antes 1.a posibilidad de “exportar su'
crisis” hacia otros pueblos. Pero esto último, hoy podemos
comprobarlo sin lugar a dudas, era imposible, pues toda
la materialidad de su existencia práctica empujaba a la
conciencia del proletariado inglés uno desear el quebranta­
miento del poder colonial de su burguesía, poder externo.
? que le permitía, condiciones .de vida internas más satis- -
factorías que las de un “coolí” chino, un campesino hindú
o un proletario irlandés. Bajo él conservadOrismo político
de la clase obrera inglesa, observada por Engels, se escon­
día un aforismo que Marx no se atrevió a acuñar: “Un
pueblo que oprime a otro puede ser libre”, j Pero era una
“terrible verdad”!
No haberlo creído así, e'ra el tributo que Marx, Lenín,
Trotski y los grandes maestros del socialismo pagaron a las
ilusiones del siglo XIX con respecto al proletariado euro­
peo, y que han sido desmentidas por toda la ’experiencia
histórica y por la realidad del mundo contemporáneo.
Consideremos ahora el contenido de la frase desde el
punto de vista del contexto histórico y político en que la
pronunció en su-discurso de 1810 ante las Cortes de Cádiz
el Inca Yupanqui.; Hablaba como “Inca, Indio y America­
no”, según dice, ante sus colegas «de unas Cortes populares,
reunidas en el único sitio de España libre de ,1a ocupación
140 JORGE ABELARDO RAMOS

extranjera. Su tesis era predicar la igualdad de los ameri­


canos, los indios y los españoles, puesto que las circuns­
tancias habían querido que España estuviese a las puertas
dé su libertad civil y en lucha por su independencia na­
cional.
Como los diputados españoles, con su patria invadida,
rehusaban otorgar a los americanos esclavizados por ellos
las mismas libertades que los españoles exigían con las
armas en lá mano a los franceses, el Inca Yupanqui es­
taba en condiciones de resumir el trágico dilema del
pueblo español, oprimido y opresor a la vez. Si se atrevía
a dar libertad a sus oprimidos, llegaría a ser libre, pues
América toda volcaría entonces su esfuérzo hacia España,
pero corría peligro de continuar esclavizado, si rehusaba
liberar a los americanos^ Así, el concepto del Inca Yupanqui,
mucho más que el de Marx, respondía agudamente a una
situación específica: ‘‘Un pueblo que oprime a, otro no pue­
de ser libre”.1
Marx se deslumbró por la magnífica síntesis estudiando
en 1854 las Cortes de Cádiz, la idea germinó lentamente
en su espíritu y cuándo llegó el momento de ocuparse de
Irlanda, en 1869, su espíritu le devolvió un eco de aquellas
ardorosas jornades de Cádiz que habían despertado años
antes su admiración. Los marxistas de América del Sur
aprendimos en Marx su concepción de la cuestión nacional.
Pero Marx la había escuchado de boca de aquel Inca, Indio
y Aínericano que trajo a la España revolucionaria' la voz
de las Indias. Responde á una lógica profunda que un siglo
y medio después, para comprender la clave de la revolución
latinoamericana, marchen enlazados ambos nombres ilus­
tres, el del diputado americano que defendió a los indios
y el dpi profeta europeo qué anunció la victoria del pro­
letariado. -

1E1 célebre aforismo es retomado por Engels en varios de sus


trabajos y citado incesantemente por Lenih en todos sus escritos
sobre la cuestión nacional. En sus Obras Completas, Ed. Cartago,
Buenos Aires, 1960. Véanse unos pocos ejemplos: Tomo XXI, p. 99;
p. 295; p. 319; Tomo XXII, p. 357; p. 359,
CAPITULO V

LA LUCHA DE CLASES EN
LA INDEPENDENCIA

“La guerra se convirtió en guerra de castas; no se


trató ya de los empleados europeos abusivos;. los en­
tonces llamados criollos, que son la mayoría de los ame­
ricanos... se vieron amenazados de exterminio”.
Francisco Gavidia.

“Los funcionarios españoles dijeron: «Los franceses


antes que la emancipación» y los criollos respondieron:
«La emancipación antes que los franceses»”.
Indalecio Lievano Aguirre.
La revolución hispanoamericana estalla como conse­
cuencia directa de la invasión napoleónica. Pero una larga
gestación la había precedido en la historia de España y las
Indias. La ruina irresistible del Imperio español se fun­
daba en la impotencia de su burguesía para barrer a fon­
do las instituciones de la arcaica sociedad española, con­
jurar los particularismos feudales y regionales, establecer
el régimen capitalista en la península y sus dominios ultra­
marinos e incorporar a España al nivel de los tiempos mo­
dernos. Bonaparte abrió inesperadamente una vía de salva­
ción al pueblo español mediante la forma de una guerra
de independencia nacional que adquiere inmediatamente
una perspectiva de reforma interior.
1. La guerra Civil en América.
_ Las Indias habían sufrido el mismo proceso de atraso
que la metrópoli, aunque agravado por su carácter depen­
diente, la esclavitud de los indios y el yugo absolutista re­
doblado. Las Juntas que se forman en España se repro­
ducen en todo el territorio de la América Hispánica. Si la
“máscara de Fernando” llega a ser realmente una fór­
mula, se debe a que la cobardía del liberalismo español y
el retorno del absolutismo de Fernando VII por la caída
de Napoleón, cierra toda posibilidad de mantener el impe­
rio hispanoamericano con bases igualitarias.
El fracaso de la revolución española abre la etapa de
las guerras de la Independencia en América; la guerra
civil se traslada a este continente, donde combaten en ban­
dos enfrentados españoles contra españoles y criollos con­
144 JORGE ABELARDO RAMOS

tra criollos. La profundización y democratización de la


lucha incorpora luego a la guerra a las masas indígenas,
gauchas, negras o mestizas, con lo que la independencia
adquiére un carácter verdaderamente popular. Esta guerra
perseguía al principio un doble objetivo: impedir que Amé­
rica Hispánica recayera bajo el yugo absolutista y conser­
var la unidad política del sistema virreynal bajo la forma
de una Confederación de los nuevos grandes Estados. Quien
ofrece la formulación más categórica, razonada y resuelta
de esta última posición es Simón Bolívar. Su formidable
programa parece en un momento próximo a realizarse;
pero sé hunde rápidamente y la muerte del Libertador
simboliza ese fracaso de mantener la unidad en la inde­
pendencia;
' ' '
2. La revolución de los Marqueses.
Los centros disociadores de la unidad latinoamericana
son básicamente Buenos Aires, Caracas, Bogotá y Lima.1
A esa disolución contribuyen las ciudades menores, centros
de intereses regionales de campanario que habrían podido
doblegarse por las armas. Tal es el caso del patriciado rural
de la Banda Oriental, del comerció altopéruaho vinculado
al Pacífico, de los terratenientes y mineros chilenos.
En el antiguo Reino de Quito la revolución de 1809; a
título de ejemplo, la encabezan cuatro marqueses criollos:
el Marqués de Selva Alegre, el Marqués de Solanda, el
Marqués de Villa Orellana y el Marqués de Miraflores.
Rompían con la autoridad local española para “la conser­
vación de la verdadera religión, la defensa de nuestro legí­
timo monarca y la propiedad de la patria”.2 Como en otras
regiones de la América Hispánica, la revolución chocó con
la indiferencia u hostilidad de las masas populares. “Fue-
tan evidente el espíritu de casta que inspiró el movimiento
y tan notorio el menosprecio que profesaban al-pueblo los
aristócratas quiteños, que no tardaron los autores de la.con-
1 Se formaron juntas en toda América, menos en Lima.
8 Oscar Efren Reyes, Breve historia del Ecuador, p. 292, 3^ ed.,
Quito, 1949.
HISTORIA DE-LA NACION LATINOAMERICANA 145

jura en enfrentarse a la hostilidad de las clases populares


y hasta les fue imposible. reclutar unos cuantos soldados,
para defender su causa contra las fuerzas militares despa­
chadas desde Lima, Pasto y Popayán”.1
El Rey era un poder lejano para los mestizos y negros,
pero los aristócratas criollos estaban demasiado cerca; así
pudo verse el rechazo popular de criollos pobres o mestizos
“en sorprendente armonía con los peninsulares”.1 *Repri­
23
mida la revolución de los marqueses por la barbarie san­
grienta de las fuerzas espantólas, que sembraron el terror
en Quito¡¡ la segunda oleada revolucionaria lanzarán la
lucha esta vez a las fuerzas populares: la causa de,la Inde­
pendencia ahora será invencible.
3. Lima y Buenos Aires.
Entre los grandes Virreyhatos se destacan los de Lima
y Buenos Aires. En Lima sobrevive el poderío de la aris­
tocracia colonial hispano-criolla: es la Lima frívola y mun­
dana de la Perricholi y del Marqués de Amat, viejo verde
y rigurosamente dieciochesco, cliente de palio y jarana,
paradigma de la Lima churrigueresca que goza alegremente
dé la servidumbre indígena, la Lima de los Marqueses de
Torre-Tagle, serviles de la Revolución que pronto traicio­
narán.8 Porque en realidad en Lima toda, o casi toda la
clase “decente”, es goda o agodada.
En cuanto a Buenos Aires, en ese puerto ínfimo, tan gris
como las aguas servidas del Río de la Plata, juzgado en
los siglos coloniales como lugar de destierro para los fun­
cionarios del Rey, selia constituido una clase terratenien­
te y comercial de reciente alcurnia. No . desciende de con-
quistadores. Su grupo influyente se compone vde penin­
sulares ávidos, y prestos, prácticos en el contrabando y en
todo comercio ilícito, llegados después de 1750 y que for-

1 Lievano Aguirre, ob. cit., p. 114, Tomo III.


2 Efren Reyes, ob. cit., p. 299.
3 La descripción mas viva y desenfadada de la sociedad limeña
colonial se encuentra en las “Tradiciones peruanas” de Ricardo Pal­
ma, Ed. Aguilar, Madrid, 1964.
: • . •
i 146 JORGE ABELARDO RAMOS

man la clase principal de “solar conocido”. Se han enri-


1 quecido más o menos rápidamente, pues de la pampa in­
mensa ha brotado un yacimiento mejor que el Potosí. La
i ganadería es inextinguible y aunque carece de dueño, pron­
to aparece quién lá reclame. Inglaterra encuentra al pro­
ducirse la Revolución su más seguro aliado en estas dos
clases sociales: ganaderos y comerciantes.
Las peculiaridades del puerto, su poder aduanero y
rentístico, su indiferencia por las provincias y América
Latina, su condición de productor, exportador e importa­
dor convertirá a los intereses de Buenos Aires en uno de
.los factores motrices de la balcanización.1 Be la voluntad
portefía nace la “Nación” uruguaya, la “Nación” boliviana,
la “Nación” paraguaya. Buenos Aires hostiga la convoca­
toria del Congreso de Panamá y el esfuerzo de Sari Martín
por liberar el Perú, gestiona un Príncipe europeo para
coronar en el Plata, combate a Artigas aliada a los por­
tugueses y concluye ppr exterminar al Paraguay en 1865
con los mismos aliados. .
4. Factores de la balcanización.
La clase, “mantuana” traiciona a Bolívar y deshace la
4 Gran Colombia, los estancieros de la Banda Oriental apu­
ñalan al artiguismo, los hombres' de pro barren a Carrera
y asesinan a Manuel Rodríguez en Chile, Artigas se hunde
en la selva paraguaya, Paraguay se enclaustra defensivas-
mente bajo el puño de hierro del Dr. Francia, San Martín
emigra, Morazán es asesinado y la República de Centro-
américa estalla en cinco pedazos, México se aísla y agoniza
un siglo bajo los terratenientes.
Las potencias extranjeras, Estados Unidos y Gran Bre­
taña, se disputan el territorio y la economía de las veinte
Repúblicas que Bolívar había soñado unidas. Después de
la independencia, sobreviene la balcanización. América La­
tina se convierte en una nación inconclusa.
1 V. Juan Agustín García, La ciudad indiana, Ed. Claridad,
Buenos Aires; y Jorge Abelardo Ramos, Revolución'y contrarrevolu­
ción en la Argentina, Tomo I, Historia de la Argentina en el siglo
XIX, Ed. Plus Ultra,, Buenos Aires, edición, 1965.,
HISTORIA BE,-LA. NACION. LATINOAMERICANA 147

' La idea national hispanoamericana.


5.

Al iniciarse la revolución todos los grandés jefes llevan


en.su cabeza el proyecto nacional. Egafía en Chile, Bolí­
var en lá Gran Colombia, Artigas, Monteagudó, San Mar­
tín y el Dean Funes en las Provincias Unidas, Morazán en
Centroamérica. Los. iniciadores por lo demás son hijos del
siglo que presencia el movimiento de las nacionalidades.
Nada más natural que ellos encarnen ese movimiento en.
Latinoamérica. Las dificultades, sin embargo, superaron
todo lo previsible.
La extensión inmensa, las débiles comunicaciones te­
rrestres o marítimas, el bajo nivel de desarrollo de las
fuerzas productivas, la carencia de un centro económico
y político capaz de arrastrar a todos los restantes hacia un
foco centralizador conspiraron contra el proyecto. Parecía
que la única solución era puramente militar y que sólo la
espada podía asegurar la unidad nacional en el proceso
de la independencia. La forma política, para muchos de
- ellos, como San Martín y Belgrano, destinada a mantener
por un largo período la continuidad de. la unión, era el
régimen monárquico. La obsesión de todos los jefes era la
anarquía, el caos y la servidumbre consiguiente.
Belgrano sugiere coronar un Inca peruano, para ase­
gurar la adhesión de los millones de indios de los Viejos
Virreynatos al nuevo orden de cosas. El prdyecto es re­
chazado, no por un particular democratismo como el ex­
puesto por muchos “próceres” del género de Tomás de
Anchórena, el estanciero cerril, sino por su desdén hacia
los “cuícos”, como los diputados blancos porteños llaman a
los representantes de indios o mestizos del Alto Perú. El
contenido social dé éste “desprecio” se alimentaba en los
intereses de los estancieros de origen español de la pampa
húmeda del Plata, a los que sólo importaba el comercio
exterior.
148 JORGE ABELARDO RAMOS

6. San Martín como político.


San Martín, que ha combatido en el ejército liberal
español en Bailón y que ha sido políticamente formado en
las Logias americanas fundadas por Miranda en Inglate­
rra, persigue exclusivamente la victoria militar sobre el
absolutismo. Es un revolucionario liberal pragmático: ad­
vierte que sólo Buenos Aires puede ofrecerle los recursos
financieros necesarios para hacer su campaña de Chile
y del Perú y guarda sus opiniones políticas. De ese he­
cho proceden sus crecientes reservas sobre la posibilidad
de una Nación Latinoamericana o una Confederación de
Estados. Cuando la burguesía portefia le niega los recursos
para concluir su campaña contra los españoles del Perú,
se retira de la vida pública y emigra a Europa. Deja así
el paso a Bolívar.
Los problemas de la unidad de las antiguas Intenden­
cias del Virreynato, planteados por Artigas, son conside­
rados por San Martín simples opiniones políticas y des­
pués de manifestar su voluntad de llegar a un acuerdo
con los caudillos provinciales y con Artigas mismo, deja
que Buenos Aires imponga sus decisiones. No se pliega a
ellas en los hechos y desobedece la orden del gobierno por­
teño de retroceder con sus tropas y- aplastar con ellas la
insurrección de las provincias. Difamado y aislado durante
años, San Martín logra el reconocimiento histórico de la
oligarquía justamente por haberse delimitado de las luchas
civiles. Pero es Bolívar, sin duda alguna, el jefe latino­
americano más claro y tenaz en la lucha por la unidad
nacional de las viejas colonias españolas.

7. La juventud de Bolívar.
Bolívar era el vástago de una familia de largo arraigo
en Venezuela. Un año antes de nacer el futuro Libertador,
Miranda recibía una carta de tres aristócratas venezolanos
ofreciendo sus servicios para la emancipación de Amé­
rica. Uno de ellos era Juan Vicente de Bolívar, hombre
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 149

principal de la clase de los “mantuanos”1 criollos en las


horas febriles qué preceden a la declinación española. Por
su cuna, pues, Bolívar era un mantuano. Por su maestro,
Simón Rodríguez, un perfecto roussoniano, un hijo del
siglo. Don Simón será toda su Universidad, su tutor y guía
en el teatro del mundo que era entonces Europa.
Maestro y discípulo contemplan absortos la coronación
del Emperador Napoleón y ven desfilar a las trópas fran­
cesas ante sü jefe por las calles de Montechiaro, en Italia.
Bolívar, de la mano de Rodríguez, ingresa á las logias
masónicas de Europa. Ya tiene un Julián Sorel en el co­
razón^ el espectáculo de Bonaparte y el movimiento de las
nacionalidades que despiertan ante la vieja Santa Alianza,
inflaman el espíritu del joven heredero, Simón Rodríguez
ha guardado celosamente, por lo demás, la inmensa for­
tuna de los Bolívar. A los 21 años el futuro Libertador
se entera que su maestro bohemio custodió los 4 millones
de pesos, herencia del discípulo.*
2*
Bolívar se lanza en Europa a una vida alegre y disi­
pada. “Rodríguez no aprobaba el uso que yo hacía de mi
fortuna, escribía Bolívar a una prima, le parecía que era
mejor gastarla en instrumentos de física y en experimentos
químicos; así es que no cesa de vituperar los gastos, que él
llama necesidades frívolas. Desde entonces, sus reconven­
ciones me molestaban, y me obligaron a abandonar Viera
para libertarme de ellas. Me dirigí a Londres, donde gasté
ciento cincuenta mil francos en tres meses. Me fui después
a Madrid, donde sostuve un tren de príncipe. Hice lo mis­
mo en Lisboa; en fin, por todas partes ostento el mayor
luyo y prodigo el oro a la simple apariencia de los pla­
ceres”.8 . '
Hastiado al fin, el joven mantuano reinicia sus páseos
y discusiones con el maestro Don Simón, el viejo conspi­
rador de 1797. Un día, en 1805, suben a una colina romana,
. 1 Derivado de los finos mantos usados por las mujeres de la
aristocracia - criolla.
2 J. A. Cova, Don Simón Rodríguez, p. 39, 2^ edición, Ed. Ve­
nezuela, Buenos Aires, 1947. v .
* Coya, ob. cit., p. 41.
150 ' JORGE ABELARDO RAMOS

el Mónte Sacro: y allí jura Bolívar libertar al. Nuevo


Mundo, en una invocación donde abundan los Rómúlos-y
los Gracos, los Césares y Brutos y Tiberios, Trajanos y
Augustos, como ordenaba la -simbología romana heredada
de la Revolución Francesa.1 Muchos años más tarde, Don
Simón Rodríguez recordaba el episodio y comentaba a un
joven interlocutor: “Tú sabes, hijo, que el.muchacho cum­
plió su palabra”.1
2*
8, Don Simón Rodríguez.
Este Don Simón Rodríguez era un genial y extrava­
gante personaje que ejercerá gran influencia moral e in­
telectual sobré Bolívar. Como es de práctica en América
Latina, Don Simón yace olvidado y ni Caracas lo recuerda
4 con una estatua.8 Había abierto su biblioteca ai -discípulo:
Rousseau, Voltaire, Plutarco, Montesquieu, Cervantes. Era
una especie de socialista (“primer socialista americano”
lo llama un biógrafo), cuya originalidad consistió en per­
cibir agudamente la peculiaridad social de América Latina.
Su aceión en América fracasa al, mismo tiempo que la
de Bolívar y por las mismas razones que se explicarán.
Despreciaba sin énfasis la vieja estructura social y las con­
venciones coloniales que subsistirán después de la Inde­
pendencia. Cuando Bolívar decide regresar al Nuevo Mun­
do para luchar por la emancipación, Don Simón perma­
nece en Europa, frecuenta a.Humboldt y viaja a Rusia,
donde funda una escuela.' Pasarán más de quince años sin
verse maestro,y discípulo.
. Ya en 1810 Bolívar entabla en Londres relaciones con
Francisco de Miranda. EL anciano revolucionario otorga­
rá al joven mantuano su primer grado militar. Allí nace
el Bolívar histórico. Se recordará que Miranda no era pura
y simplemente “un agente británico”, sino el creador de
la idea de una América Hispánica unida.
1 Fabio Lozano y Lozano, Eí Maestro del Libertador, p, 69
Ed. Librería Paul Ollendorff, París.
2 Cova, ob. oit., p. 52.
« Ibid., p.’106.
HISTORIA DR LA NACION LATINOAMERICANA 151

Su aventurera existencia, su epílogo infortunado y sil


fatal disidencia con Bolívar pertenecen a otra historia. Lo
que importa a este libro es que aí desaparecer Miranda
de la escena, Bolívar lo sucede y recoge de su jefe el
proyecto de un gran Estado hispanoamericano y de su viejo
maestro Don Simón el sentido moderno de la revolución
nacional que avanza orgullosamente en Europa.

9. Las clases sociales en la revolución.


Peyó esa revolución nacional que había triunfado en
Francia con los jacobinos y que había sido derrotada en
España por la tenaza de hierro de franceses y dé Fer­
nando VII, no podía reproducirse én la América rebelde
sin afectar profundamente la estructura social estable­
cida por la España absolutista: en primer lugar, por la
! abolición de la esclavitud y por la igualdad social de las
razas.' ■ : ; '
Si en la España revolucionaria se trataba de elevar al
pueblo a depositario de la soberanía política, en América
Hispánica, después de tres siglos, se imponía emancipar
Socialmente a los oprimidos y humillados, es decir a los
negros, indios, zambos y mulatos que constituían la ma­
yoría de la población, sea como esclavos, como siervos o
campesinos sin tierras. El contenido social de la revolución
era la condición preliminar para impulsar las reivindica­
ciones nacionales contra los españoles.
La debilidad profunda de Bolívar en la primera etapa
consistió, como en el caso de su antiguo jefe Miranda, en
sostener la quimera de una República Abstracta, cara a
los mantuanos, puesto que mantenían su hegemonía social
en Venezuela y liquidaban la hegemonía política de Es­
paña, e indiferente a las “castas infames”, como llama
Pereira a las clases de color? La crisis española se trans­
forma en Venezuela en guerra civil, antes que en revo­
lución de la Independencia.

1 Pereira, ob. cit., pf 390,


152 JORGE ABELARDO RAMOS

Durante siete años, desde 1810 hasta 1817, los patrio­


tas mantuanos representan las clases criollas privilegiadas,
opuestas a las masas de llaneros, esclavos y plebe de color
_que, al mando de jefes españoles que les han prometido
la “libertad de clase”, desdeñan la “libertad nacional”. Los
primeros años de la Independencia, presencian así una
sangrienta lucha de clases enmascarada de lucha de razas.
La ferocidad distingue a los dos bandos. Los hombres de
los llanos, gauchos de Venezuela, constituyen una fuerza
irresistible. Es la mejor caballería a lanza que cuenta Amé­
rica: los aristócratas criollos'son arrollados. Su jefe es
Boves, un asturiano rubio e implacable, antiguo contra­
bandista y ex présidiario, traficante de ganado en los lla­
nos, elevado rápidamente en el caos-de los jinetes nómades
al rango de caudillo.1
2
Lucha a la par de sus hombres y su fuerza inmensa en
los. Llanos de Venezuela resultará totalmente lógica si se
considera que al levantar el pabellón español contra los
aristócratas criollos, no sólo declaraba, la guerra a muerte
contra los blancos, sino que abolía la esclavitud.y la ser­
vidumbre, entregaba las propiedades y bienes de los blan­
cos ejecutados a sus combatientes zambos, pardos, negros
y mestizos “dándoles papeletas de propiedad” y repetía en
todas sus campañas la divisa : “¡Las tierras de los blancos
para, los-pardos!”.2 Al mismo tiempo, ascendía a las altas
jerarquías militares a los más rudos soldados zambos o mu­
latos de su ejército, al que llamaba “la legión infernal”. .
Este curioso caudillo de los llanos, era al mismo tiempo
notoriamente desinteresado y no guardaba para sí ni un
alfiler en los saqueosde ilimitada osadía en los combates,,
era, luego' el más sencillo soldado entre sus hombres, con
quienes compartía la carne cruda y sin sal de la sabana.3

1 Jules 'Mancini, Bolívar y la emancipación de las colonias es­


pañolas desde los orígenes hasta 1815, p. 499, Ed. Vda. de Ch„
Bóuret, París, 1930.
2 Lievano Aguirre, ob cit„ p. 135 y ss., T. IV.
8 Ibíd., p. 135.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 153

10. Esclavos, libertos y mantuanos.


En el ejército llanero, de Boye®, compuesto de 7.500
hombres, sólo podían contarse de 60 a 80 soldados blancos
y unos 40 ó 45 oficiales entre españoles y criollos. Por el
contrario, en las fuerzas de Bolívar, la mayoría aplastante
estaba compuesta por criollos blancos.1 En cuanto al nú­
mero, en la guerra civil de la primera etapa los llaneros
oponían generalmente el doble de combatientes a las fuer­
zas de la Independencia. Los propios testimonios españoles
son perfectamente claros.
El Regente de la Real Audiencia, Don José Francisco
Heredia informa que “niños delicados, mujeres hermosísi­
mas y matronas respetables” solicitaban protección "al
zambo Palomo, un valentón de Valencia, despreciable por
sus costumbres”; en el bando patriota, agrega, se “oye nom­
brar los apellidos más ilustres de la Provincia, como que
contra ellos se ha encarnizado la persecución de la gente
soez que forma la mayoría del otro partido”12
Bolívar escribía significativamente en 1813, desde un
punto de vista mantuano, que abandonará después de ese
período terrible : “Viéronse los hombres má,s condecorados
del tiempo de la República arrancados del seno de sus mu­
jeres, hijos y familias en el silencio de la noche; atados a
las colas de los caballos de los tenderos, bodegueros y gente
de la más soez.. .
Los factores sociales de la guerra no podían ser más
claros. Pero como los españoles son pocos en Venezuela, y
en su mayor parte están con los terratenientes criollos,
1 Refiere Páez en su “Autobiografía” que en 1821, >al librarse
la batalla de Carabobo, en las fuerzas que guarnecían a Caracas
habia' 700 negros, mulatos y zambos de infantería. Cuando Bolívar
concedió la capitulación, sólo 6 de ellos se pasaron al ejército pa­
triota. Las fuerzas de caballería realista, en cambio, formada en su
mayor parte por europeos, abandonaron en masa las filas para
sumarse a las tropas bolivarianas. Cfr. José Antonio Páez, Azito-
blografia, Tomo I. 3á. ed., Nueva York, 1878.
2 Augusto Mijares, La evolución política, p. 33; Venezuela In­
dependiente, Ed. Fundación Eugenio Mendoza, Caracas, 1962.
8 Bosch, ob. cit., p. 112.
•' 154 JORGE ABELARDO RAMOS

que constituyen la clase dominante, la lucha entre Boves


y Bolívar en los primeros años no es la expresión del en­
frentamiento' entre la España absolutista y la América
Libre sino el combate entre los ejércitos llaneros de peones
y esclavos y los cultos terratenientes exportadores cuyo jefe
supremo os Bolívar. í¿sta lucha se prolonga hasta 1817 y
concluye con la derrota total de Bolívar y su fuga a Ja­
maica1 y Haití. Gran parte de la “grey mantuana” es ex­
terminada.1 . .
Las grandes ciudades de Venezuela son saqueadas por
los esclavos y peones en armas. “Los defensores de la Co­
rona,, escribe Pereira, ya no eran jefes regulares, sino cau­
dillos que se alzaban con los elementos más bajos, desde
los negros esclavos de las fincas rústicas, los zambos y los
mulatos de las ciudades y los llanos, para aniquilar a la
grey mantuana de los criollos aristocráticos que represen­
taban la causa independiente.1 2*
Los ejércitos republicanos apenas podían sostenerse
"contra el inagotable flujo de los masas rurales semi bár­
baras que capitaneaban los jefes realistas” dice un autor
moderno .s

11. El conflicto íntimo del patriciado.

El patriciado criollo está horrorizado por las consecuen­


cias de su atrevimiento: “veían el porvenir cargado de
sangrientas mibes y retrocedían; habían querido regenerar
conservando. Todos anhelaban llegar a la tierra prometida
sin pasar por el Mar Rojo”, escribía Juan Vicente Gonzá­
lez.4 Esa oligarquía americana satisfecha de sí misma, li­
bresca y orgullosa, ociosa y voluble, deseaba una revolución
1 En México “desgraciadamente la guerra se convirtió en guerra
de castas; no se trató ya de los empleados europeos abusivos; los .
entonces llamados criollos, que son la mayoría de los americanos...
se vieron amenazados de exterminio”: Francisco Gavidia, Historia
moderna de El Salvador, p. 72. T. I. Ed. Ministerio de Cultura, El
Salvador, 1958. ' .
2 Pereira, ob. cit., p. 389.
* Mijares, ob. cit., p. 42.
4 Lievano Aguirre, ob. cit., p. 137, T. IV,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 155

a la girondina, cómo Miranda y mientras leía a los hombres


de la Enciclopedia, y declamaba los Derechos del Hombre,
sus esclavos trabajaban en las ricas plantaciones pues “el
sudor del esclavo daba, para todo”.1
En Cartagena los blancos eran los únicos caballeros y
sus mujeres las únicas señoras. En esa sociedad provincia­
na y opulenta anterior a la Revolución, las mujeres se
dividían en tres clases, recuerda el General Posada Gu­
tiérrez: las señoras blancas, llamadas “blancas de Casti­
lla”; las pardas, comprendidas las mezclas acaneladas de
las razas primitivas y las negras libres. Cuando se reali­
zaba un baile, la concurrencia se dividía en tres salones,
para las tres clases y razas señaladas. Los caballeros blan-
. eos tenían el privilegio de danzar en los tres salones; los
pardos, en el suyo y en el salón de las negras; y los negros,
sólo podían bailar con sus negras. No es extraño que
cuando Fernando VII es privado de su trono, muchos sec­
tores del patriciado criollo exigieran de España la igualdad
¿de españoles y americanos blancos : pero esta, igualdad no
conmovía a las negras del tercer salón. Hasta allí llegaba
solamente la rebeldía criolla. Pero cuando el rey José Bona­
parte se encaramó al trono español, ese mismo patriciado
criollo se plegó a la lucha por la Independencia de España,
no por antiespañol, sino por antifrancés, es decir por su odio
contra la revolución francesa, cuyos rasgos, aún desfigura­
dos, veían asomar detrás de los oropeles napoleónicos. Don
Indalecio Lieyano Aguirre describe el estado de espíritu de
estos patricios criollos y la incertidumbre del partido realis­
ta español con dos fórmulas significativas: “Los funciona­
rios españoles dijeron’. «Los franceses antes que la emanci­
pación» y los criollos respondieron: «La emancipación antes
que los franceses»”.3
La guerra de Independencia contra una España cuyos
jefes como Boves; otorgaban la libertad a los esclavos mien­
tras los mantuanos criollos se la negaban, estaba coñdena-12

1 Joaquín Posada Gutiérrez, Memorias histórico-politicas, p


196, T. I, Imprenta Nacional, Bogotá, 1929.
2 Lievano Aguirré, ob. cit., p. 113, T. III.
156 JORGE ABELARDO RAMOS

da, a menos que Bolívar cambiara radicalmente su estra­


tegia social. Su residencia en Haití y su amistad con el
presidente mulato Alejandro Petión aparece como decisiva
para la transformación del brillante mantuano en jefe '
revolucionario.

12. La revolución nace en Haití.


La Revolución Francesa despertó a la vida a los escla­
vos haitianos y difundió en el mundo entero las ilusio­
nes de sus retóricos. La esclavitud fue abolida; ante el fu- ■
ror de los plantadores franceses que rehusaban leer la .
Declaración de los Derechos del Hombre bajo el cielo ar­
diente dé Haití. Toussaint Lo'uverture, el antiguo esclavo
negro, funda la independencia haitiana. Cuando se inicia .
el Thermidor y aparece Bonaparte, la Gran Revolución
de París era sólo una burla para los esclavos haitianos. El
Artículo l9 del Decreto de 30 Floreal del año XI (20 de
Mayo de 1802) decía lo siguiente: “En las colonias resti­
tuidas a la Francia en ejecución del Tratado de Amiens
del 6 Germinal, año X, la esclavitud será mantenida con­
forme a las leyes y reglamentos'anteriores a 1789”.1 Para
los hijos de Haití, de la Revolución Francesa sólo quedaba
él pomposo calendario, más artificial que nunca.
A fín de restablecer la esclavitud, un cufiado de Napo­
león, el general Leclerc, ocupó Haití con 25.000 veteranos.
La resistencia de los antiguos esclavos y su intrepidez mi­
litar desconcertó a los franceses, acostumbrados a vencer
en Europa. La mujer de Leclerc era Paulina Bonaparte, la
hermana del Emperador, que combatía el hastío tropical
organizando grandes fiestas. Su propensión escandalosa a
conceder sus favores a los negros, muchos de ellos jefes
rebeldes, era explicada por Paulina con el plausible ar­
gumento de que era preciso “mantenerlos sometidos a
Francia”.12
1 Documentos para la Historia de Haití en el Archivo Nacio­
nal, p. 49, Publicación del Archivo Nacional de Cuba, La Habana,
1954. ' .
2 Ibid.
9

Historia de la nación latinoamericana iey

Toussaint Louverture se rinde, es enviado a Francia y


muere misteriosamente en prisión.1 Ya han surgido nue­
vos jefes: los negros Dessalines y Christoper y el mulato
; Petion, que conducen con energía inquebrantable la lucha
nacional contra las .tropas esclavistas. La fiebre amarilla
se añade a las desventuras militares de las fuerzas napo­
leónicas. Las derrotas francesas irritan al General Ro-
chambeau. En el oficio que envía al comandante Ramel el
6 de mayo de 1803 escribe: “Le envío, mi querido coman­
dante, un destacamento de 50 hombres de la Guardia Na­
cional del Cabo, comandada por M\ Bari; lleva 28 perros
dogos. Esos refuerzos le permitirán asimismo terminar
enteramente vuestras operaciones. No le dejaré ignorar
que no le será abonada ninguna ración ni gasto para la
alimentación de esos perros. Usted debe darles negros para
córner”* ■
Era previsible que los jefes haitianos sacaran las con­
secuencias políticas y militares más extremas ante la fero­
cidad dé los civilizadores franceses. “Dessalines, él antiguo
esclavo, estableció la doctrina de que el mal de Haití estaba
en el color blanco y en consecuencia degolló d todos los blan­
cos y como sucedía que en Haití no había haitianos blancos,
blanco y francés quería decir lo mismo. En Haití, pues, la
guerra de razas fue al mismo tiempo la guerra contra la me­
trópoli; y eso no sucedió en Venezuela, donde los ricos blan­
cos criollos se habían declarado en lucha contra España”,s
El exterminio de los blancos franceses, que eran los pro­
pietarios de la tierra, dejó en poder de ÍEiaití la totalidad de
; su suelo. Dos nuevos jefes, Christopher y Petión, se dividie­
ron el poder haitiano. La República del Norte, con Christo­
pher (que luego se coronó rey con una corte orgiástica),
restableció el latifundio del tiempo de los franceses, Usu­
fructuado ahora por una nueva nobleza negra por él crea­
da; la esclavitud resucitó esta vez en una perfecta iguaL12

1 T. C. Brutus, Ranpon du genie ou la le$on de Toussaint Lou­


verture, Tomo I, N. A. Theodore, Editeur, fort-au-Prince, Haití,
1945.
2 Documentos para la- historia de Haití, ob. cit., p. 47.
8 Bosch, ob cit., p. 121.
í 158 JORGE ¿ABELARDO RAMOS: . ■ .v

I■■■
* . dad racial, puesto que amos y esclavos eran negros. En la •
República del Sur, Alejandro Petión dividió las tierras,
entre la población campesina y estableció un Estado agra- .
rió democrático^: “La República, de Retión vivió de manera
ií sencilla y. pacifica en una . especie \de democracia patriar .
cal, a la vez nacionalista y sosegada”.1 Christopher te-
' nía por los mulatos vm “odio profundo e implacable”,2
: nacido quizás de la superioridad cultural de éstos; aspi-
i . raba a exterminarlos a todos, así como Dessalines había
degollado a todos los blancos. La atroz monarquía esta- '
blecida por Christopher en el Ñorte era un remedo mili-
', tar-feudal del antiguo régimen y duró tanto como la vida
r de su creador, que concluyó suicidándose en 1820. El ver-
■ dadero fundador de la República haitiana es Alexandre
Petión, factor decisivo a su vez en la emancipación del
Nuevo Mundo. />
:, Con Petión la revolución de los .esclavos se incorpora a
- los tiempos modernos. Por primera vez . en la historia de
•: Haití los obreros rurales reciben el pago de su salario en
. dinero y la Constitución establece la enseñanza pública'y '
gratuita. Petión entrega tierras a los campesinos e introdu­
ce el concepto de la democracia agraria en la Constitución,
exactamente después que la tierra ya estaba en manos de
los haitiano^. Con razón se dirá de él “que nó hizo derra­
mar lágrimas sino a su muerte”,3
En efecto, se debe al apoyo exclusivo brindado por Pe­
tión a sus proyectos, que el fracasado Bolívar de Jamaica
puebla regresar a Venezuela al frente de una nueva expe­
dición militar. Pero en el Tratado firmado entre el Presi­
dente Petión y Simón Bolívar en febrero de 1816, se esta­
blecía claramente que a cambio de esta ayuda en hombres,
víveres, naves y armas, Bolívar se comprometía Solemne­
mente a abolir la esclavitud en el mismo momento de pi- ,
sar Tierra Firme.4 El ex esclavo no sólo brindaba al fu-
1 Ibid., p. 122.
2 Ricardo Pattee, Haití, pueblo afroantillano, p. 134, Ed. Cul­
tura Hispánica, Madrid, 1956.
3 Francois DalencOur, La fondqtion de la Republique d’Haiti
par Alexandre Pétion, p. 313, Port-au-Prince, Haití, 1944;
4 Pattee, ob cit., p. 141. . ,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 160

turo Libertador los elementos materiales dé la lucha, sino >


hasta el punto capital de su programa. Mucho debió re­
flexionar el jefe mantuano, en sus amargas horas de soli­
tario, sobre las funestas experiencias vividas y que tanta
analogía revestían con las primeras aventuras de su jefe
Miranda. ,
Cuando el precursor de la Independencia, Francisco
de Miranda, tocó con sus naves procedentes de Estados
Unidos los puertos de Haití en 1804, antes de desembar­
car en las costas venezolanas, el Emperador negro Dessa­
lines le ofreció su ayuda y le preguntó con qué medios
pensaba emancipar Sudamérica, Miranda le respondió $ue
ante todo reuniría los personajes más notables del país en
una Asamblea y que '‘proclamaría la Independencia por
un Acta, un manifiesto que reuniera a todos los habitantes
en un mismo espíritu. A estas palabras, Dessalines agitó
e hizo girar la tabaquera entre sus manos, tomó tabaco y
dijo a Miranda en criollo1: “Y bien, señor, yo os veo ya
fusilado y colgado: no escaparéis a esta suerte. ¡Cómo! Os
dirigís a hacer una revolución contra un gobierno estable­
cido desde hace siglos en vuestro país; vais a transformar
la situación de los grandes propietarios, de una multitud
de personas y habíais de emplear en vuestrq tarea a los
notables, al papel y a la tinta. Sabed, señor, que para ha­
cer una revolución triunfante no hay sino dos recursos:
cortar cabezas e incendiarlo todo!”. Miranda se despidió
del terrible emperador de Haití y fue a Cartagena, donde
fracasó en su empresa”.2
Bolívar había incurrido ex el mismo error qué su maes­
tro. Pero ahora el ex esclavo impartía al ex aristócrata su
primera lección de política revolucionaria. Al desembarcar
en tierra venezolana, cumplía su promesa.
El 2 de junio de 1816 declaraba en Carúpano. la libe­
ración de los esclavos y su incorporación al ejército liber­
tador4 En 1819 ratificaba la abolición de la esclavitud:

í Criollo: dialecto nativo derivado del francéB.


3 St. Víctor Jean-Baptiste, Le fondateur devant I’histoire, p.
246, Port-au-Prince, Haití, 1964. .
160 JORGE ABELARDO RAMOS

“Todos los hombres que antes eran esclavos se presenta­


rán al servicio para defender su libertad”.1
o

13. Bolívar liberta a los esclavos.


En el mismo Congreso de Angostura afirmaba dramá­
ticamente ante los legisladores la necesidad de. satisfacer
su pedido abolicionista del mismo modo “como imploraría
mi vida :y la vida de la República”.2 Bolívar había dado el
ejemplo al libertar a sus propios esclavos, heredados del
patrimonio paterno. Pero los ardientes roussonianos y ben-
thamianos del Congreso rehusaron escuchar al Libertador,
optando por la extinción paulatina de la esclavitud. El insi­
nuante argumento expuesto en él decreto del 11 de enero
de 1820 consistió en que “en el estado de ignorancia y
degradación moral a que esta porción desgraciada de Id hu­
manidad ha sido reducida” era preciso “hacer de los escla­
vos 'hombres antes de convertirlos en ciudadanos”.2 Esta
hipocresía pedagógica se vería luego en la Argentina, cuan­
do Sarmiento enviaba libros a gauchos analfabetos o, más
frecuentemente, los mandaba degollar.4 Los diputados es­
clavistas de la Independencia pretendían educar a los escla­
vos a ser hombres libres, para libertarlos después, en lugar
de libertarlos para hacerlos hombres libres. Esta devoción
educativa les permitía
« a los legisladores liberales exponer
1 Ramón Díaz Sánchez, Evolución social de Venezuela, p. 240,
Venezuela Independíente, o¿. cit.
i Ibid.
» Ibid. •
4 Ramos, ob. cit. Cuando fue Presidente de la República, Sar­
miento envió al indio Guarumba, que tenía el grado de coronel en la
provincia de Entre Ríos, unos libros de que era autor. Algún tiempo
después Sarmiento visitó esa provincia y al preguntarle a Gua­
rumba si los había leído, el Indio le respondió que no, pero que guar­
daba los libros con cuidado, aunque como eran de tamaño irreguk”
los había cortado con un cuchillo a todos, para que se conservaran
parejitos. Sarmiento trató al coronel Guarumba con su palabra fa­
vorita de maestro, que era “bárbaro”. Guarumba era analfabeto,
pero prolijo. Más bárbaro era Sarmiento que en vez de enviarle
libros al General Peñaloza, el Chacho, caudillo popular de La Rioja,
lo mandó degollar e hizo clavar su cabeza en una pica en la Haza
de Olta. jY es la fama de próceres semejantes que la oliearouía
porteña ha echado a rodar por América! V. ob. cit., p. 254, T. I.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 161

ante el mundo sus luces y continuar explotando indefini­


damente carne humana. También los sarmientinos en la
Argentina deseaban "educar al soberano” antes de otor­
garle sus derechos, afectando'ignorar que el pueblo no se
educa sin su real ejercicio. Al parecer, el mecanismo ló­
gico de las oligarquías latinoamericanas no ha cambiado
ni con el tiempo ni con el clima. Parcial como fue, la abo­
lición de la esclavitud operó milagros en el orden militar,
aunque menos que el profundo carábter reaccionario de la
política puesta en práctica por las tropas procedentes de
la península.
14. El regreso de Fernando VII.
Porque al regresar Bolívar de Haití mediante la ayuda
del presidente negro Petión, en la situación española se
había operado up vuelco decisivo. Se había restablecido en
España' el absolutismo de Fernando VII con la caída de
Napoleón. El miserable Borbón, q.ue vivió su destierro
arrastrándose por las antecámaras de Bonaparte, sumido
en la adulación más abyecta, había recobrado su trono por
la victoria de la Santa Alianza. Desconoció entonces la
Constitución de 1812, fusiló a los mejores generales y ofi­
ciales de la guerra nacional contra Francia y declaró "el
principio de qué los años transcurridos desde 1808 a 1813 i
debían darse como no existentes”.1
Su actitud hacia las colonias americanas fue la que co­
rrespondía a esa política absolutista. Envió 10.000 soldados
al mando del general Morillo a Venezuela.i2 Ahí lo esperaba
Morales, el sucesor de Boves, que había muerto en comba­
te poco antes, al frente de 5.000 llaneros. Morillo incurrió
en el error fatal de despreciar a esa caballería andrajosa
que había reconquistado para el Rey una rica provincia.
¿En qué podían ayudarlo esos miles de guerrilleros irre-
i Altamira, ob. cíi., p. .474.
» El Zar Alejandro I pretendió ayudar a Fernando VII en su
expedición punitiva a las Indias facilitándole barcos tan putrefactos
y deteriorados cómo el régimen social de sus propietarios. De ahí
que el ejército absolutista corriera graves peligros en su travesía.
V. Ortega y Medina, ob. cit., p. 23.
162 JORGE ABELARDO RAMOS

guiares, equipados a la buena de Dios, unos con botas y


otros descalzos, donde era imposible contar su variado ar­
mamento, fuese cuchillo, sable o machete, salvo en la lanza
genérica de tres metros de lajgo, vestidos con harapos, tan
indisciplinados como orgullosos?1 Resolvió licenciarlos a to­
dos, pese a las advertencias de Morales: se corría el peli­
gro de que se pasasen a los patriotas. Pero la relación ín­
tima y recíproca de la revolución en España con América
debía manifestarse una vez más y ahora de una manera
decisiva. Las tropas del absolutismo habían llegado al Nue­
vo Mundo y evidenciaban, como en la represión de los mar­
queses criollos de Quito, el verdadero rostro del poder es­
pañol. t
"‘España había vencido en América porque contra la
fronda de las clases pudientes, había encendido la revolu­
ción. Esto habla sido posible porque la metrópoli misma,
como tal, no había hablado oficialmente. Mas ahora que''
hacía acto-de presencia él representante del auténtico y le­
gítimo :don Fernando VII, la revolución era licenciada. Lo
inevitable tenía que ocurrir. La fronda estaba muerta. Y
era la misma revolución lo que cabalmente revivía”.2
Los antiguos llaneros y esclavos, muerto Boves, se
desplazaron poco a poco hacia los ejércitos de Bolívar,
puesto que el ejército absolutista no estaba dispuesto en
modo alguno a conceder el autogobierno de la plebe mon­
tada ni a tolerar sus radicales expropiaciones. Por el con­
trario, Bolívar otorga a los llaneros la posibilidad de ele­
varse militar y socialmente en la lucha contra los absolu­
tistas. De este modo, el Libertador encuentra por primera
vez la base social y política para su lucha contra España
de que antes había carecido. El propio Bolívar lo reconoce
en una carta: “Por un suceso bien singular se ha visto que
los mismos soldados libertos y esclavos que tanto contri­
buyeron, aunque por fuerza, al triunfo de los realistas, se
han vuelto al partido de los independientes, que no habían
ofrecido libertad absoluta, como lo hicieron las guerrillas
1 Ernst Samhaber, Sudamérica, biografía de un continente, p.
420, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1961.
z Ibid,
HISTORIA DE LA NA OTON' LATINOAMERICANA 163

españolas. Los actuales defensores de la independencia son


los mismos partidarios de Boves, unidos ya con los blancos
criollos”? Entre 1817 y 1824 se abre el período de los gran­
des triunfos militares y políticos de Bolívar.
Por primera vez en la guerra de la Independencia se
sella una alianza entre terratenientes criollos y pueblo de
color en armas que infunde un sentido a esa lucha contra
España. Ese frente de clases se desmoronará tan pronto)
América Hispánica sea libre de España y los propios jefes
llaneros de. color —-Páez, Padilla y otros— se conviertan
luego en terratenientes. Quedará así frustrada la revolu­
ción en el orden económico, así como el plan de unidad
hispano-criolla de Bolívar conocerá un irremediable fra­
caso;
15. De la Patria Boba ala Gran Colombia.
Al día siguiente de la formación de las Juntas en Amé­
rica Hispánica se manifiestan las tendencias centrífugas
en todo el continente. Las aristocracias, criollas asumen el
control en todas las regiones. La fragmentación política
hace su aparición bajo el manto del “federalismo” o de las
satrapías locales. Durante cinco años, el antiguo Reino de
Nueva Granada (actual Colombia), vive una era que la
historia conoce con el nombre de la “Patria Boba”. Cada
provincia proclama sus autoridades, cada aldea tiene su
Junta independíente y soberana, la palabra federalismo se
convierte en una soberbia doctrina de la impotencia. Las
derrotas iniciales de Bolívar, el conservatismo oligárquico
del Perú virreynal y la política centralista de Buenos Aíres
en el Sur que engendra la segregación y el separatismo de
las provincias del Río de la Plata, ofrecen un mismo es­
pectáculo de división y caos. La segunda etapa de la guerra
de independencia conduce a Bolívar de victoria en victoria.
Desde el comienzo el Libertador expresa en sus proclamas
y en su correspondencia una idea central: la unidad latino,-
americana. Su edecán, el general O’Leary, recordará luego
lá frase que repite mil veces: “Unión, unión, o la anarquía
1 Bosch, ob. oit., p. 104.
Í64 JORGE ABELARDO RAMOS

os devorará”. A medida que sus fulgurantes triunfos mili­


tares se sucedían, Bolívar comienza a llevar a la práctica
sus grandiosos proyectos unificadores. Era una doctrina
común en América Hispánica, desde los precursores. A fi­
nes del siglo XVIII el jesuíta D. Juan Pablo Viscardo y
Guzmán, natural de Arequipa, y que como muchos otros
miembros de la Orden de Loyola expulsados por los Bor-
bones, adoptaron el partido americano contra la Metrópoli,
escribía una carta célebre “a los españoles americanos”, en
la que decía f'“El Nuevo Mundo es nuestra patria, su histo­
ria es la nuestra”d La Junta de Chile se dirigía en 1810
al gobierno de Buenos Aires planteando la necesidad de
establecer un Plan; o Congreso para “la defensa general”.*
En Caracas, en abril de 1810, la Primera Junta, bajo la
máscara de Fernando, reclamaba la “obra magna de la con­
federación de todos los pueblos españoles de América”.1 234*El
chileno Juan Egaña componía en la primera década revo­
lucionaria ún Plan cuyo capítulo l9 establecía la forma­
ción de “el Gran Estado de la América Meridional de los
Reinos de Buenos Aires, Chile y Perú y su nombre será el
de Dieta Soberana de Sud América”.* Desde el Perú, Mon-
teagudo escribirá su “Ensayo sobre la necesidad de una
Federación general entre los Estados Hispanoamericanos y
plan de su organización."3
En el Alto Perú, Castelli, uno de los raros revoluciona­
rios porteños, lanza un manifiesto: “Toda América del Sur
no formará en adelante sino una numerosa familia que por
medio de la fraternidad pueda igualar ,a las respetadas Na­
ciones del mundo antiguo”.3
La. primera . Junta, encabezada en 1811 por Fulgencio
Yegros proponía la Confederación del Paraguay con las

1 Pereira, ob. cit., p. 345.


2 Juan Egaña, Escritos inéditos y dispersos, p. 52; Imprenta Uni­
versitaria, Sgo. de Chile, 1949.
* Pereira, ob. cit., p. 388.
4 Egaña, ob. cit.
s Bernardo . Monteagudo, Obras políticas, p. 76, Librería La Fa­
cultad, 1916, Buenos Aires.
ü Julio César Chaves, Castelli, p. 253, Ed. Leviatán, Buenos Ai­
res, 1957. •. ’
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 165

demás provincias de América de un mismo origen ‘‘y prin­


cipalmente con las que comprendían la demarcación del
antiguo Virreynato” .1
. Todos los jefes revolucionarios, de un extremo a otro
de la Nación latinoamericana, proclamarán su condición de
“americanos”, sean caraqueños, neogranadinos, argentinos,
altoperuanos, orientales o chilenos. Para todos, la ciudad o
región natal será, por todo un período, “la patria chica”. De
todos ellos, es Bolívar quién expresa más categóricamente
la conciencia nacional común. En una arenga a la División
de Urdaneta, Bolívar dice en 1814: “Para nosotros la pa­
tria es América”.2 Bolívar tenía la convicción de que la .
independencia había sido prematura, precipitada por la
invasión napoleónica. Era obvio que la Independencia de
Jas colonias americanas, con su debilidad económica y social
podía y debía ser presa de la disolución interior y la depen­
dencia económica de algún gran poder mundial, en este
caso, Gran Bretaña. ■ . .
16. Ideología y realidad social.
Un desenvolvimiento del Imperio español-americano,
mediante el progreso del capitalismo en la metrópoli, po­
dría haber proporcionado a, las colonias un nacimiento his­
tórico más sano. “América rio estaba preparada para des­
prenderse de la metrópoli, como súbitamente sucedió, por
el efecto de las ilegitimas cesiones de Bayona”, escribe en
su famosa carta de Jamaica en 1815. Cuando las águilas
francesas “sólo respetaron los muros de la ciudad de Cá­
diz” y desaparecieron los gobiernos de la Península, “que­
damos en la orfandad”.3 Pero era imposible históricamente
volver atrás. “Yo deseo más que otro alguno * *ver formar
. en América la más grande nación del mundo”. Desconfía j
de los gobiernos répresentativos, aunque rechaza la monar­
quía, pues advierte que las formas democráticas tomadas en
1 Efraim Cardozo, El Imperio del Brasil y el Río de la Plata, p.
43, Ed. Librería del Plata, Buenos Aires, 1961.
• 2 Bolívar, Documentos,#. 29, Ed. Casa de las Americas, la Ha­
bana.
8
166 JORGE ABELARDO RAMOS

préstamo de Europa carecían del fundamento social que


había en Europa y que no existía en América, esto es, del
desenvolvimiento de las fuerzas productivas y de la “demo­
cracia económica” de la América del Norte. En tales con­
diciones, para Bolívar se impopía formar gobiernos cen­
tralizados, que aceleraríah el progreso económico y social
dé los nuevos Estados. “Los Estados americanos han me­
nester de los cuidados. de gobiernos paternales que curen las
llagas y las heridas del despotismo y la guerra. La metró­
poli, por ejemplo, sería Méjico, que es única que puede serlo
por su poder intrínseco, sin el cual no hay metrópoli”.* Se
advierte aquí el ídeologismo fatalde Bolívar, la irremedia­
ble limitación que sus propias fuerzas de sustentación le
imponían y que, salvo en el caso de Artigas, reduce la visión
realista dé casi todos los jefes americanos de la época. La
disputa en torno de los regímenes políticos sustituía a la
disputa en torno a la estructura económica y social, que
empíricamente sin embargo San Martín y Bolívar se vieron
forzados a considerar en sus guerras revolucionarias. Mo­
narquía y república en la América Hispánica de la época
eran perfectamente compatibles con el latifundismo agra­
rio, el sistema servil del indio, la esclavitud o la depen­
dencia del capital extranjero. Justifica a Bolívar, sin em­
bargo, el objetivo supremo que se asignó y que estaba de­
terminado por el conjunto.de las circunstancias mundiales:
en primer lugar la independencia, luego todo lo demás.
¿ Podía crearse una nación latinoamericana sin la interre­
lación económica de un mercado nacional común? ¿Podía
la espada sustituirse a una economía nacional que la res­
paldase? Bolívar se proponía fundar una Nación ameri­
cana llamada Colombia, palabra creada por él en home­
naje al descubridor de América y cuya capital sería una
ciudad á fundarse llamada Las Casas, como tributo al de­
fensor de los indios. -

1 Ibíd.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 167

17. La carta de Jamaica.


Por lo demás, en su carta de Jamaica “contestación de
un americano meridional a un caballero de esta isla”, es
preciso observar que el “caballero de esta isla” era un ca­
ballero inglés, y que bajo la retórica ampulosa del Liber­
tador y sus visiones literarias se escondía un político prác­
tico descarnado, con un sentido crítico muy alerta. Bolívar
supo siempre como tratar a los extranjeros, en particular
a los británicos, en quienes veía aliados de importancia de­
cisiva. En la misma carta afirma que “es una idea gran­
diosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola
nación con un solo vinculo que ligue sus partes entre si y
con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas cos­
tumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un
solo gobierno que confederase los diferentes estados que
hayan de formarse; más no es posible, porque climas re­
motos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres
desemejantes, dividen a la América. ¡Qué bello sería que el
istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto
páralos griegos! ¡Ojalá que algún día tengamos la fortuna
de instalar, allí un augusto congreso de los representantes
de. las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir so­
bre los altos intereses de la paz y la guerra!”.1
Cuando escribía esas líneas, Bolívar era un “general
retirado”, un puro soñador solitario, recluido en una isla
inglesa, que mataba sus ocios con una hermosa mdlata y
qUe parecía repetir sombríamente el mismo ciclo que su
amado y detestado Miranda: escribir memoriales a los in­
gleses soñando con un utópico retorno a tierra firme. Era
en 1815 y estaba derrotado, negado por sus amigos, sin
dinero, sin soldados y sin futuro.1 2 Cuatro años más tarde
1 Bolívar, Documentos, p. 61.
2 "Ya no tengo un duro, escribe Bolívar a un amigo, ya he
vendido la poca plata [objetos de ese metal] que traje. No me lison­
jea otra esperanza que la que me inspira el favor de Vd. Sin él, la
desesperación me forzará, a terminar mis días de un modo violento,
a fin de evitar la cruel humillación de implorar de hombres más in­
sensibles que su oro mismo. Si Vd. no me concede'la protección que
necesito para. conservar mi triste vida estoy resuelto a no solicitar
la beneficencia de nadie, pues es preferible la muerte a una exis­
tencia tan poco honrosa*’: Lievano Aguirre, ob. cit., p. 245, Tomo IV.
168 JORGE ABELARDO RAMOS

es un triunfador, Libertador y Fundador de Colombia. Pero


sus ideas no han~ cambiado. Al preparar el Congreso de
Panamá, envía a Chile á su embajador Mosquera y dice
en una carta ál Director Supremo de Chile que las provin­
cias americanas "áan recobrado su libertad, dándose una
existencia nacional. Pero el gran día de la América no ha
llegado. Hemos expulsado a nuestros opresores, roto la ta­
bla de sus leyes tiránicas y fundado instituciones legiti­
mas'; mas todavía nos falta poner el fundamento del pacto
social, que debe formar de este mundo una nación de re­
públicas”.1 ' - .
La irresistible téndéncia posterior a la independencia
a fragmentar en "républiquetas”, como Bolívar las llamaba
irónicamente, los grandes Estados, le arranca esta obser­
vación sobre lá "manía dé federación provincial”: "Se
quiere imitar á los Estados Unidos sin considerar la dife--
renda de elementos, de hombres y de cosas ... Nosotros no
podemos vivir sino de la unión”.1 2 A Santander, su Vice­
presidente en Colombia, lé repetía su frase a Páez: "Yo
le he dicho a usted ¡que el único pensamiento que tengo es
la gran federación de Perú, Bolivia y Colombia”.s

18. La fundación de Colombia.


La actual República de Colombia se denominaba duran­
te el período colonial Virreynato de Nueva Granada. Su
jurisdicción incluía, la Audiencia de Santa Fe de Bogotá,
las provincias de Panamá y San Francisco de Quito y la
Comandancia de Caracas. En 1773, durante los Borbones,
se otorgó autonomía a la Capitanía General de Venezuela,
así como a la de Guatemala. Esta última, aunque dependía
del Virreynato de Nueva España (Méxicój, tenía en la
práctica vida propia. Al día siguiente de la batalla de
Boyacá en el Congreso de Angostura de 1819, Bolívar pro­
pone reunir las provincias liberadas de Nueva Granada

1 Bolívar, Documentos, p. 106.


2 Ibid., p. 315.
« Ibid., p. 325.
HISTORIA DE LA: NACION LATINOAMERICANA 169

a las provincias de Venezuela : “La reunión de la Nueva


Granada' y Venezuela es el objeto único que me he pro­
puesto desde mis primeras armas: es el voto de los ciuda­
danos de amibos países y es la garantía de la libertad de la
América del Sur”. El antiguo diputado a.las cortes napo­
leónicas de Bayona, Francisco _Antonio de Zea, precursor
de la Independencia, le respondió extasiado en nombre del
Congreso: “Si Quito, Santa Fe y Venezuela se reunen en
una sola república, ¿ quién podrá, calcular el poder y pros­
peridad correspondiente a tan inmensa masa” ?l
De este modo, Bolívar rebautiza al antiguo Reino y
Capitanía con el nombre de Colombia.12*8Se trataba de rendir
justicia histórica a dos hombres. Bolívar decía a sus ami­
gos íntimos, refiere O’Leary: “El plan en sí mismo es gran­
de y magnífico; pero además de su utilidad- deseo verlo
realizado, porque nos da la oportunidad de remediar en
parte la injusticia que se ha hecho a unPgrande hombre, a
quien de estéfpiódo erigiremos un monumento que justifi­
que nuestra,'gratitud; llamando á nuestra República Co­
lombia y denominando su capital Las Casas, probaremos
al mundo que rio sólo tenemos derecho a ser libres, sino a
ser considerados bastantemente justos para saber honrar
a los amigos y bienhechores de la humanidad; Colón y Las
Casas pertenecen a la América”.2 La ciudad de Las Casas
no se fundó nunca; en cambio, la ciudad Bolívar y la Re­
pública de Bolivia fueron el eco sarcástico del fracaso de
Bolívar.

1 Bolivar y la emancipación de Sur-América, Memorias del ge­


neral O’Leary, traducidas del inglés por su hijo Simón O’Leary
(1819-1826), p. 22, Tomo II y último, Madrid, Sociedad'española dj
Librería.
2 Anteriormente esa región se había denominado Nuevo Reino
de Granada, Presidencia de Santa Fe, Virreynato de Santa Fe, Pro­
vincias Unidas de Nueva Granada y Virreynato de Nueva Granada
(1816-1819). Aunque después de la muerte de Bolívar volverá a
cambiar de nombre, en definitiva conservará el bautismo del Liber­
tador,
8 O’Leary, ob. cit., p. 22,
170 JORGE ABELARDO RAMOS

19. El lugarteniente de la patria chica.


La nueva y gigantesca república (unos 2.600.000 kiló­
metros cuadrado^), incluía las actuales repúblicas de Co­
lombia, Venezuela, Panamá, y Ecuador. S.e dividía en tres
departamentos, Venezuela, Quito y Cundimarca, con tres
vicepresidentes y ün presidente general, que era el mismo
Libertador. El vicepresidente por Cundimarca (actual Co­
lombia) era el General Santander, un. bachiller en leyes,
que encarnará al poco, tiempo las aspiraciones puramente
regionalistas del partido liberal, aquellos heroicos expor­
tadores de cacao, café, añil, tabaco, algodón, quina y oro
interesados en la supresión de los derechos de exportación
y de las tasas de importación.' Exportadores y burguesía
comercial, fueran bogotanos, caraqueños o guayaquilefios,
tales eran los factores del separatismo regionalista que
harán estallar en mil pedazos la Gran. Colombia. Santander
veía con sospecha y sorda irritación los grandiosos proyec­
tos del Libertador. El soldado poeta deliraba con su An-
fictionía americana; la ralea santanderina ajustaría las
cuentas en el momento oportuno. Como todos los abogados
lanzados al ciclón de la guerra civil, Santander adoraba los
galones, que sólo ganó en sus batallas de bufete, gracias
a la protección del Libertador. "Santander nunca sintió
can exaltación el patriotismo colombiano”, dice Blanco
Fombona. "Quería a Cundinamarca, su patria chica, como
Páez quería al Apure, como Marino quería al Oriente. Es­
tos mediocres localistas fueron, andando el tiempo, los na-
cionaliddas de la gran patria que nos legó Bolívar. Ellos
querían patrias del tamaño de su ambición: patrias micros­
cópicas” ó
Fue Santander quien aprobó y firmó el Tratado de co­
mercio con Gran Bretaña, por el cual los ingleses recono­
cían a Colombia y se cobraban largamente el reconoci­
miento diplomático, como de. costumbre. Los efectos del
tratado y del empréstito británico del 30 de junio de 1824
pasaron desapercibidos en medio de la intranquilidad ge-
1 O’Leary, ob. cit., p. 683. ,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 171

neral reinantes en América por las maquinaciones de


Francia y otras potencias aliadas de España que acababan
de enviar a.la península los 100.000 hijos de San Luis, al
mando del Duque de Angulema, para sentar en el trono,
depurado de liberales, al, fétido Fernando VIL
20. Los ingleses y la emancipación.
En tales circunstancias,, toda la estrategia de Bolívar
consistía en alentar a los ingleses, adversarios de la Santa
Alianza europea, a estrechar lazos con la América revolu­
cionaria, tentando la codicia de Albión con los apetitosos
mercados sudamericanos. Lo que en Bolívar era puro cálcu­
lo político-militar, para Santander, ese Mitre bogotano,
era su verdadero programa. Al escribirle a Santander so­
bre el Tratado, dice Bolívar: “No he visto aún él tratado
de comercio y navegación con la Gran Bretaña, que, según
usted dice, es bueno; pero yo temo mucho que no lo sea
tanto, porque los ingleses son terribles para estas cosas”.1
Una semana más tarde, el 27 de octubre de 1825, Bolívar
^ya lo había leído: “El tratado de amistad y comercio entre
la Inglaterra y Colombia tiene la igualdad de un, peso que
tuviera una parte oro y de la otra plomo. Vendidas estas
dos cantidades veríamos si eran iguales. La diferencia que
resultara, sería la igualdad necesaria que existe entre un
•fuerte y un débil. Este es él caso; y caso que no podemos
evitar”.1
2 Baste decir que la amenaza de una intervención
europea en América no había desaparecido por completo y
que Gran Bretaña era una pieza clave en la estrategia
bolivariana. Fernando VII, preparaba una conferencia en
París con la participación de Francia, Austria, Rusia y
Prusia, las principales potencias legitimistas de Europa,
para estrangular a la América en lucha. Sólo Gran Bre­
taña rehusó concurrir a dicha conferencia, guiada por el
interés de su comercio. Canning debió vencer la. repug­

1 Bolívar, Documentos, p. 226.


2 Ibid., p. 239.
172 JORGE ABELARDO RAMOS

nancia de Jorge IV por los . rebeldes coloniales, imponerse


al monarca y agitar ante sus ojos avariciosos el vellocino
de oro de los nuevos mercados.1 Los documentos del Fo­
reign Office muestran un siglo-y medio más tarde que los
cálculos de Bolívar no eran infundados. Él peligro de una
intervención europea después de la batalla de Ayacucho
lio era una mera hipótesis. Frenar las exigencias comer­
ciales de Inglaterra en tales circunstancias, habría resul­
tado fatal para la independencia política de las colonias
sudamericanas. Por esa razón, Bolívaí aceptó los tratados
sin observarlos.

21. Un coronel británico en Bogotá.


Los agentes diplomáticos dé Gran Bretaña en Colom­
bia, por añadidura, eran dignos del Imperio. El coronel
Hamilton paseaba sus miradas por las calles de Bogotá,
esa aldea española de 14.000 habitantes, nutrida de igle­
sias y salones, cuya “vida se desliza entre los placeres y
las prácticas religiosas.12 Había una sola librería; las artes
manuales se reducían a las zapaterías y sastrerías. El úni­
co herrero de Bogotá eta un inglés.’ Las industrias^ tradi­
cionales del Oriente colombiano agonizaban con las merca­
derías importadas por el interesado amigo que le, había
salido a la América en armas. En las'ferias se encontra­
ban zarazas de India e Inglaterra, sedas de Asia, Italia y
Francia, paños delicados de Yorkshire, Rouen, Filadelfia y
Baltimore. El agente británico se paseaba por las calle­
juelas bogotanas: asistía a los toros, esa sangrienta he­
rencia española, a los reñideros de gallos y carreras de
caballos, la quema del diablo y los cohetes de los días fes­
tivos, pues eran muchas las fiestas de guardar. Las se-

1 Oír. C. K. Webster, Gran Bretaña y la Independencia de


América Latina, Documentos escogidos de los Archivos del Foreign
Office (1812-1830), Tomo II, Ed. Kraft, Buenos Aires, 1944.
2 Alfonso Rumazo González, Manuela Sáenz, la Libertadora del
Libertador, p. 222, 29 edición, Aliúpndrps y Nieto, Editores, Bu.eppg
Aires, 1945,
HISTORIA Í)E LA NACIObí LATINOAMERICANA 173

ñoras con sus mantillas y sombreros de fieltro se distin­


guían de las sensuales negras y coquetas mulatas por sus za­
patos de seda y raso, pues aquéllas caminaban descalzas. El
coronel Hamilton lo veía todo y lo contaba, todo. “Los crio­
llos, en general, son mezquinos y extremadamente aficio­
nados al dinero. Tanto los hombres como las mujeres gas­
tan mucho en el vestir”, escribía a su jefe Joseph Planta.1
Se quejaba del Ministro de Hacienda colombiano Castillo
por “sus métodos comerciales ociosos y dilatónos” lo que
induce a pensar en el patriotismo de Castillo, ya que de
acuerdo a nuestra tradición, todo ministro dilatorio ante
un inglés merece esa calificación provisional. En ese mo­
mento se firmaba él Tratado, condición previa para el re­
conocimiento diplomático de Gran Bretaña. El coronel Ha­
milton, a pesar de sus críticas a los criollos, no parecía
lerdo en cosas de dinero: “¿Puedo hacer algo por usted
en lo que respecta ala compra ele perlas o esmeraldas?
Estas últimas, provenientes de la mina de Meussa, son en
ocasiones notablemente hermosas”¿ El virtuoso coronel
sabía apreciar asimismo las ventajas terrenas de la reli­
gión: “Hace mucha falta un clérigo aquí”-, urgía. “Me com­
place saber que pronto llegarán aquí muchísimas Biblias
traducidas al español; tengo el convencimiento de que la
moral de las clases media y baja del pueblo mejorará no­
tablemente con la lectura de la Biblia” d. La sed metafí­
sica del coronel no se saciaba-sólo con esmeraldas y Bi­
blias. Había costado bastante' persuadir al ministro Gual
para que firmara el tratado anglo-colombiano. Acorralado
por las difíciles circunstancias internacionales, el gobier-.
nó bolivariano había en definitiva; aceptado sus términos.
El general O’Leary sostiene en sus “Memorias” que San­
tander y los negociadores metieron’la mano en la bolsa
hasta el codo; los rumores de corrupción corrían por toda
• Colombia? Los términos del convenio sometían a Colombiai

i Webster, ob. cit., p. 533, T. I.


’ Ibid., p. 536.
* O’Leary, ob. cit., p. 676.
174 JORGE ABELARDO RAMOS'

al monopolio marítimo británico y a su industria, a una


extinción radical. El coronel Hamilton escribía al Foreign
Office el 19 de abril de 1825 : “Tengo la seguridad de que
será muy beneficioso para este Estado al suministrar al
pueblo artículos de consumo a un precio más bajo envir­
tud de la escala de derechos inferior, y fomentará necesa­
riamente un espíritu de consumo y producción. Esta sabia
medida de Mr. Canning implicará una economía conside­
rable para el comercio británico, y mantendrá el espíritu
délos comerciantes de las Antillas, especialmente los de
Jamaica, que está decayendo.1 Es instructivo conocer el
pensamiento de Bolívar sobre los políticos del Imperio más
en detalle para comprender en su complejidad a este hom­
bre notable.

22. Terratenientes y burgueses en el gabinete de Londres.


La crisis española brindó al gobierno británico la posi­
bilidad de acercarse a su objeto central: la conquista de
los mercados' latinoamericanos. Pero a la política caute­
losa de Castlereagh, que se había suicidado en 1822 dego­
llándose con su navaja de afeitar (la liviandad de su mu­
jer era notoria), había sucedido la acción audaz de Geor­
ge Canning, que era demasiado plebeyo para adquirir
una neurosis.12 Sospechoso por su talento y elocuencia,
reunía .contra él la opinión adversa del rey y de, la ma­
yoría del gabinete aristocrático. Canning era diputado
por Liverpool. Sus electores, los fabricantes y exportado-

1 Webster, ob. cit., p. 540, I.


2 El puritanismo británico soportó estoicamente éste nuevo es­
cándalo, propio de la libertad de costumbres dé la nobleza. Pues los
ingleses moralizaban para la exportación; la enviaban a los merca­
dos junto a su quincallería. Byron, ante el suicidio de Castlereagh,
esculpió estos versos poco románticos: ,
La posteridad.no verá nunca
una tumba que más noble sea;
aquí yacen los huesos de Castlereagh
detente, viajero, y...
Cit. por Kauffmann, p. 139.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 175

res de la gran industria inglesa, esperaban de él uña


política realista hacia las antiguas colonias españolas. Los
aristócratas del gabinete eran veteranos de las guerras
napoleónicas, viejos cortesanos penetrados de un odio pro­
fundo hacia.todas las revoluciones. Aunque tampoco Can­
ning simpatizaba con la subversión, su ojo estaba abierto
sobre el nuevo mundo de los negocios: cuando las.tropas
del D.uque de Angulema invadieron España para reponer
en. el trono a Fernando VII, Canning escribía a su envia­
do en Francia con ironía: “Vuestra sea la gloria del triun­
fo, seguida por el desastre y la ruina; nuestro sea el trá­
fico sin gloria de la industria y de la prosperidad siempre
creciente”. Como observa Kauffman, este hombre podía
legítimamente recoger la sentencia de Burke: “La edad de
la caballería ha pasado; y le ha sucedido una edad de eco­
nomistas y calculadores”.1 De modo que este burgués de­
masiado brillante para los duques, pero que les era insus­
tituible, se dirigió rectamente hacia el reconocimiento de
los Estados latinoamericanos y barrió a su paso, con los
métodos mas variados, todos los obstáculos. Como un ver­
dadero político, sólo él eligió el momento. Rechazaba así
las presiones de la industria de Liverpool tanto como la
intrusión de la Banca Baring, que urgían por el recono­
cimiento: “No creo que la opinión de los señores Baring, o
de cualesquiera otros comerciantes, tenga que guiar nues­
tra política”,• dice rudamente al Duque de Wellington.i2
Cuándo lo juzgó oportuno, de acuerdo a la relación; de fuer­
zas en la Europa legitimista, lanzó el reconocimiento casi
simultáneo de México, Colombia y Buenos Aires. Mucho
tiémpo antes había redactado en el Foreign Office una lis­
ta con los cónsules británicos para América Latina. Dis­
ponía, por lo demás, de agentes no oficiales que le tenían
continuamente informado de los asuntos de las antiguas
Indias. La decisión de Canning levantó una verdadera tem­
pestad en el Gabinete y la Corona misma. El Rey se opo­

i Ibid., p. 153.
s Kauffmann, ob. cit., p. 181.
Í76 JORGE ABELARDO RAMOS

nía de modo inflexible. Canning y Lord Liverpool, el pri­


mer ministro, amenazaron con dimitir; así doblegaron al
Rey y al gabinete. Como venganza, Jorge IV, que debía
leer el discurso anunciando la medida el 7 de febrero de
1825, se negó a hacerlo, pretextando los sufrimientos que le
ocasionaba su célebre gota. Acorralado, llegó hasta decir
que había extraviado sus dientes postizos. Todo parecía
postizo en este individuo. Como en cada acto histórico se
introduce la ironía, le correspondió a Lord Eldon, encar­
nizado enemigo del reconocimiento, formular en lugar del
Rey el anuncio qué incorporaba a varios Estados rebeldes
al rango de “naciones civilizadas”.1 Dos hombres veían°todo
este confuso proceso desde lo alto, uno en Europa y el
otro, a caballo, desde el Nuevo Mundo: Bolívar y Canning.
Nq eran, ni podían ser, exactamente amigos. Eran más
bien adversarios que coincidían en un solo punto, que era
en esa época, como lo es todo en la política concreta, el
punto decisivo: la independencia política de América His­
pánica.

1 Canning reprochó agriamente al Duque de Wellington las in­


trigas que se tejían en los aposentos del Rey y le declaró de modo
tajante “que de no aceptarse inmediatamente sus miras en cuanto a
la América del Sur, se retiraba desde luego del gabinete”. El bur­
gués de Liverpool hacía pesar así su amenaza ante los legitimistas
abstractos «del gabinete. El Rey “prorrumpió en un violento enojo;
pero acabó por someterse y por consentir que la medida se consignase
en un párrafo del mensaje. Sin embargo, cuando vio lo que tenia
que leer en el Parlamento se echó atrás... Entretanto la cosa no
tenía remedio: ¡había que leer el párrafo terrible! Afortunadamente
para Jorge IV, «tuvo que sacarse una muela», dice un grave histo­
riador. El Canciller Lord Eldon tuvo que suplirlo; de tan mala gana
también que al terminar dijo en voz perceptible: «Lo he leído mal
porque me indigna»”
Al defender su política ante la Cámara, de los Comunes, Canning
expresó con toda claridad la situación con estas palabras: “La Gran
Bretaña no reconoce el derecho de los sudamericanos a ser indepen­
dientes, sino,el hecho de que lo son en este momento; y que este hecho
está fuera de la, jurisdicción y de Id buena o mala voluntad de las
potencias extranjeras”. V. Vicente Fidel López, Historia de la Repú­
blica Argentina, ps. 154 y ss., Tomo IX, Ed. Kraft, Buenos Aires.
1913.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 177

23. La política bolivariana ante Inglaterra.


Por lo demás, el testimonio inequívoco de la resolución
británica de terminar con el poder español en América no
debía leerse tan sólo en la indescifrable trama de los pape­
les diplomáticos. Para Bolívar contaba otro hecho, previo
al reconocimiento diplomático format Cuando el Liberta­
dor lanza su guerra revolucionaria en 1816 y comienza su
gran marcha triunfa! hacia Ayacucho, que durará ocho
años, a los ingleses les resulta evidente que sólo él era capaz
de llevar la empresa a su término. Comienza a desplazar­
se desde Londres una marea de aventureros y soldados
disponibles que la conclusión de las guerras napoleónicas
había dejado fuera de servicio. El comercio del Imperio
tenía sus ojos puestos en esa remota y. fascinante Sudamé-
rica. Se abren en Londres “oficinas privadas” de enrola­
miento y solícitos empresarios vuelcan generosamente sus
recursos en la adquisición de armas. Los ingleses trasla­
dan el armamento hasta la isla de Trinidad, bajo su con­
trol. Desde allí se abastecía el ejército del Orinoco. Un ex
compañero de firmas de Wellington, el general English,
comanda la Legión Británica de 1.200 .hombres; Uslar, la
Legión Alemana. Una caballería, al mando de los ingleses
Heppisley y Wilson, lucha en las guerras bolivarianas. A
su lado marchaba una Legión Irlandesa. En total, los sol­
dados europeos llegan a unos ,6.000 hombres.1 A la puerta
de la tienda del Libertador servían de centinelas dos sol­
dados británicos.1 2 Tales fueron las claras razones para que
Bolívar aceptara los. tratados de comercio leoninos que le
imponían los mercaderes de Gran Bretaña.3
1 Samhaber, ob. cit-, p. 425.
2 Blanco Fombona, en Discursos y Proclamas de Bolívar, p.
XXXVII, Ed. Garnier, París, 1930.
3 Los ingleses enviaron a Bolívar 12 navios abarrotados de
abastecimientos. También cierto que los voluntarios británicos,
empezando por sus jefes, comenzaron a cobrarse inmediatamente su
desinteresada colaboración. Saquearon el oro escondido en la Cate­
dral de Barcelona los generales Blosset y English. Es preciso reco­
nocer que el General Urdaneta llenó asimismo sus alforjas. V. Sal­
vador de Madariaga, Bolivar, p. 48, Tomo II.
178 JORGE ABELARDO RAMOS

En un artículo escrito en la “Gaceta” de Caracas en


1814, Bolívar explicaba la situación internacional: “Los
derechos de los Borbones, de que tanto han hablado los in­
gleses, de algún tiempo a esta parte, no han sido más que
el objeto ostensible de su política. El fin es asegurar su
preponderancia marítima, destruyendo el poder colosal que
tarde o temprano podía "arruinarlo.... Si convenimos
que... los intereses de la Gran Bretaña son enteramente
opuestos a. los de las Potencias Continentales, ¿ cómo incu­
rrir en la demencia de creer que siendo hoy Inglaterra la
única nación marítima del Universo, Vaya a prestarse a
que la España vuelva a afianzar aquí su dominación?...
Es por esta razón que la emancipación de América. ha es­
tado siempre en los cálculos del Gabinete Inglés”.1 En esta
penetración política residía la amplitud estratégica del
pensamiento bolivariano. Naturalmente, el intercambio de
una independencia política formal por la dependencia eco­
nómica de! nuevo Imperio implicaba graves peligros. Pero
eran los peligros dej día siguiente, que Bolívar no estaba
en condiciones prácticas de considerar: “Nosotros por mu­
cho tiempo no podemos ser otra cosa qué un pueblo_ agri­
cultor, y un pueblo agricultor capaz de suministrar las ma­
terias más preciosas a los mercados de Europa, es el más
calculado para fomentar conexiones amigables con el ne­
gociante y el manufacturero”.2
No juzguemos las ideas del pasado con el metro del
presente. Es el jefe militar y político quien habla. Lo hace
en 1814, cuando el teórico del proteccionismo industrial
europeo, Federico List aún no ha iniciado su prédica, Ale­
mania está dividida en una treintena de principados y
reina sobre Europa el liberalismo económico de Adam
Smith. El propósito de Bolívar era alentar por todos los
medios a su alcance la codicia inglesa y contar con ella
para un respaldo político capaz de cubrir sus operaciones
militares. A otro inglés de Jamaica le hacía brillar el oro

1 Bolívar, Documentos, p. 25.


z Ibid., p. 27.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 179

ante los ojos en 1815, cuando residía como emigrado en


la isla : "La pérdida incalculable que va a hacer la Gran
Bretaña consiste en todo el continente meridional de la
América, que, protegido por sus armas y comerció, ex­
traería de su seno, en el corto espacio de sólo diez años,
más metales preciosos qué los que circulan en el universo.
Los montes de la Nueva Granada són de oro y plata; un
corto número de mineralogistas explotarían más minas que
las del Perú y Nueva España; ¡ qué inmensas esperanzas
presenta esta pequeña parte del Nuevo Mundo a la indus­
tria británica!.. ¿ Ventajas tan excesivas pueden ser ob­
tenidas por los más débiles medios; veinte o treinta mil
fusiles; un millón de libras esterlinas; quinces veinte bu­
ques de guerra; municiones, algunos agentes y los volun­
tarios militares que quieran seguir las banderas ameri-,
canas; he aquí cuanto se necesita para dar la libertad a
la mitad del mundo y poner al universo en equilibrio".
*
C!- ‘ . ■
24. Europa y América., -
Todo. parecía poco - al exilado para despertar el interés
británico en ese reluciente Potosí que describía en sus car­
tas. Pero una cosa era el gran tentador como vencido y ciu­
dadano privado, sin soldados ni poder, y muy otro el len­
guaje que adopta el Libertador muy poco después, cuando
está al frente de los ejércitos colombianos y ha fundado
repúblicas de la nada. Gran Bretaña "tiene razones más
eficaces: día teme la revolución de Europa y desea la re­
volución de América; una le da cuidado# infinitos, y la
otra le proporciona recursos inagotables".12 Cuando pre­
paraba el Congreso de Panamá, del que esperaba ver sur­
gir una liga defensiva de Repúblicas latinoamericanas, aler­
taba al argentino Bernardo Monteagudo sobre un plan de
Buenos Aires, preparado en Lisboa, para reunir en Wash­
ington otro extraño congreso hispanoamericano, donde in­
tervenían desde Estados Úñidos hasta Grecia. Bolívar veía

1 Bolívar, Documentos, p. 34.


2 Ibid., p. 90.
180 JORGE ABELARDO RAMOS

en ese. proyecto porteño una maniobra inglesa que nos cos­


taría “algunas mortificaciones nacionales. Luego que la In­
glaterra se ponga a la cabeza de esta liga, decía, seremos
sus humildes servidores, porque, formado una vez el pacto
con el fuerte, ya.es eterna la obligación del débil. Todo bien
considerado, tendremos tutores en la '.juventud, amos en la
madurez y en la vejez seremos libertos... Yo creo que
Portugal no es más que el instrumento de la Inglaterra, la
erial no suena en nada, para no hacer temblar con su nom­
bre a los cofrades; convidan a los Estados Unidos por apa­
rentar desprendimiento y animar a los convidados a que
asistan al banquete; después que estemos reunidos será la
fiesta de los Lapitas, y ahí entrará el León a comerse a
los convivios’’.1
Bolívar no sólo había vivido en Europa y presenciado
la política inglesa en relación con España y con Bonaparte.
Las intrigas británicas y norteamericanas dirigidas a ejer­
cer su influencia en los nuevos. Estados le resultaban muy
claras. En una carta a Santander define a los anglo-sajo-.
nes: “Los ingleses y los norteamericanos son unos aliados
eventuales, y muy egoístas.. . los españoles, para nosotros^
ya no son peligrosos, en tanto que los ingleses lo son mu­
cho, porque son omnipotentes; y, por lo mismo, terribles”.12
Su opinión con respecto a los Estados Unidos no era mu-
chb mejor y su correspondencia es muy franca en la ma­
teria. Critica a su Vicepresidente Santander uno de los
mensajes al Congreso Colombiano: “No me gustan porque
se parecen a los del presidente de los regatones america­
nos. Aborrezco a esa canalla de tal modo, que no quisiera
que se dijera que un colombiano hacía nada como ellos”,3
En otra carta a Santander, que procuraba siempre adu­
lar a los poderosos, Bolívar reitera su júicio sobre Ingla­
terra y el Imperio del Brasil: “Cada día que pasa [el go­
bierno inglés] lo considero más en estado de decidirse á
todo. El no estaba preparado para nada, en tanto que cada

1 Bolívai’, Documentos, p. 133.


2 Ibid., p. 227. .
8 Ibid., p. 228.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 181

día se prepara más y más a tomar su posición natural en


el mundo: dominarlo. Ya he dicho a usted que el Brasil va
a ser protegido de la Inglaterra, para poner en dependen­
cia al Portugal... El Brasil nos ha insultádo, y no ha que­
rido todavía darnos reparación alguna; por tanto he creído
político quejarme amargamente de su conducta, porque si
nosotros nos dejamos'insultar hasta de los más débiles, no
seremos respetados de nadie, y no merecemos .ser nacio­
nes”1 Estas palabras del Libertador conservan todavía
todo su valor. El peligro de que ¿Van Bretaña pudiese al­
canzar una excesiva influencia en el Congreso de Panamá
lo estimaba Bolívar del siguiente modo: “La alianza de
Gran Bretaña nos dará una grande importancia y respe­
tabilidad. A su sombra creceremos y nos presentaremos
después entre las naciones civilizadas y fuertes... nacer y
robustecerse es lo primero; lo demás viene después. En la
infancia necesitamos apoyo, que en la virilidad sabremos
defendernos. Ahora nos es muy útil, y en lo futuro ya se­
remos otra cosa”.12
El juicio preciso sobre el aliado inmediato y el ene­
migo remoto definían al Jefe de Estado y al revolucio­
nario.

1 Ibíd., p. 230. _
2 Bolívar, Documentos, p. 246. Uña relación de este tipo con In­
glaterra “sería una ventaja inmensa, pues tendríamos un garante
contra la España, contra la Santa Alianza y contra la anarquía. Las
ventajas comerciales para los ingleses valdrían mucho menos que los
provechos reales y positivos que nos procurasen con sus relaciones”,
p. 287.
CAPITULÓ VI

AYACUCHO, A PASO DE VENCEDORES

"Temo más a Ja paz que a la guerra”,


■ Bolívar.
El primer lustro de la revolución hispanoamericana
en el norte de la América del Sur había sido consumido
por las tentativas de las clases “mantuanas” de librar
una guerra de independencia sin el pueblo. Ni la “guerra
a muerte” decretada por Bolívar había logrado, otros efec­
tos que multiplicar el horror de la lucha. Pero la derrota
de Napoleón y. el retorno de Fernando VII reagrupa a las
clases sociales en España tanto como en América. Los ejér­
citos godos suplantan en Venezuela a los llaneros y ne­
gros armados, que se desplazan hacia las fuerzas liberta­
doras y le-infunden así su contenido popular y social. La
guerra se hace nacional; el empuje genial de Bolívar re­
sulta irresistible. La derrota del liberalismo español in­
funde nuevo aliento al liberalismo revolucionario de Amé­
rica. El siniestro absolutismo de Fernando VII obliga tan­
to a los mantuanos como a los negros y llaneros a unirse
contra él.
1. El teatro geográfico de la guerra.
Bolívar ha comprendido que es imposible obtener la in­
dependencia de España sin libertar a los esclavo^'y poner
al frente de los ejércitos a mestizos como Páez, Padilla o
Pian De éste modo, la transformación social de la guerra
crea la base política de los triunfos militares del Liberta­
dor. En 1815 es un emigrado, condenado por sus propios
conmilitones y medita el regreso en Haití. Al año siguien­
te, con la ayuda del presidente mulato Petión, desembarca
en las costas venezolanas con 250 hombres. Desconocida
186 JORGE ABELARDO RAMOS

su autoridad por sus antiguos oficiales, vuelve a Haití. La $


guerra contra los españoles sigue un curso incierto. El ab­
solutismo es dueño de Venezuela, *Nueva Granada, Quito,
el,Perú, el Alto Perú y Chile.
En esos momentos, San Martín, en el extremo sur, for­
ma su Ejército de los Andes en Mendoza, Artigas lucha
contra la invasión portuguesa en la Banda Oriental, la
Santa Alianza acaba de vencer a Bonaparte, y Fernando
VII se instala en el trono español. Pero Bolívar comienza
a recibir la ayuda de los voluntarios ingleses y alemanes,
soldados desmovilizados después de Waterloo, que buscan
fortuna y gloria en las exóticas tierras de América. Los
jefes militares de la independencia, Mariño y Piar, con­
vocan un Congreso en Venezuela ignorando a Bolívar. La
lucha contra los españoles se desenvuelve en tierras vene­
zolanas sin una conducción central, en los más diversos
escenarios y amenazada por irritantes rivalidades. La vo­
luntad inquebrantable de Bolívar y su flexibilidad políti­
ca se imponen finalmente sobre todos. En 1818 se siente
lo bastante fuerte para convocar un Congreso en Angos­
tura, sanciona una Constitución, triunfa en Boyacá, liber­
ta Venezuela y Nueva Granada y entra triunfalmente en
. Bogota. Lleva para siempre el título de Libertador y fun­
dador de Repúblicas.
Algunos folletiniStas se apresuran a compararlo con
Napoleón ; pero es .de todo punto evidente que en la analo
*
gía descuella Bolívar. Bonaparte era un militar prófesio-
a nal que escala los mandos sobre la cresta de la gran Revo-
, lución Francesa y cuya carrera está sostenida por una
transformación social que él no ha creado y de la cual
se aprovecha para dar su golpe de Estado. Gana la tota­
lidad del poder cuando ya-participaba de él sin haber lu­
chado por constituirlo. En Bolívar, por el contrario, sus
triunfos forman parte de una revolución que él mismo en­
cabeza, de un poder que contribuye como ninguno a crear;
si es presidente de la Gran Colombia es porque él la ha
fundado reuniendo desde la profundidad de la derrota, y
Ja impotencia los fragmentos dispersos de los viejos Vi-
rreynatos en una gran unidad política. Mientras Napoleón
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 187

se apodera del poder generado por la Revolución, Bolívar


llega al gobierno al frente de la revolución misma. No es
un militar de oficio, pero conduce ejércitos y libra batallas
en un teatro geográfico inmensamente superior a las cam­
pañas napoleónicas y con recursos muy inferiores a los
proporcionados por Francia, potencia Capitalista entre las
primeras y más ricas de Europa. No es la artillería el arma
fundamental de las batallas bolivarianas, sino la lanza. El
’ predominio cultural e histórico europeo ha evitado un aná­
lisis comparativo de ambos personajes; pues el europeo-
centrismo del meteco sudamericano lo considera ridículo.
El centro del poder español residía en Perú y las con­
diciones sociales de la aristocracia criolla peruana, here­
dera de encomenderos y explotadores de la mita, la vincu­
laban estrechamente con los intereses absolutistas. De esté
modo, mientras la América Hispánica está conmovida has­
ta sus cimientos, desde. México hasta Buenos Aires, el Vi­
rreynato del Perú permanece tan inmóvil como el régimen
servil petrificado en la persona del Borbón. ,
Mientras tanto, San Martín realiza la proeza de cruzar
los Andes con su E j ército y batir a los españoles en Chaca-
buco y Maipú.' Chile queda libre de godos y la fuerza san-
martiniana se dispone a invadir Perú por mar.
2. La sociedad chilena.
En, Chile, Bernardo O’Higgins, hijo natural del antiguo
Virrey español en el Perú, se ha aliado a San Martín en
la organización militar contra los godos. A diferencia de
la sociedad venezolana, en Chile no hay negros ni “guerra
de colores”.1 Es una sociedad de hacendados, agricultores
y mineros,’ fundamentalmente conservadora. “La lucha
constante entre los mineros^ndustriales con las capas la­
tifundistas significó las luchas por el dominio del poder
del Estado”, escribe Segall.12 Al sobrevenir la revolución,
Jos' intereses terratenientes vinculados con el sistema ex-
1 Amunategui, ob. cit., p. 170.
2 Marcelo Segall, El desarrollo del capitalismo en Chile, p, 23,
Santiago de Chile, 1953.
188 JORGE ABELARDO RAMOS

portador impuesto por los españoles y que subordinaba la


venta del trigo chileno a los comerciantes godos del Perú,
rompen esa maquinaria declarando abiertos los puertos de
Valdivia, Talcahuano, Valparaíso y Coquimbo al comercio
libre con las naciones extranjeras.1 Pero los terratenientes,
en general, fuera de tales exigencias, carecían de fervor
revolucionario. Será un hijo de la mejor sociedad santia-
guina, José Miguel Carrera, brillante oficial en la guerra
nacional'española, quien encabeza la revolución en Chile.3
Los Carrera pertenecían a lo que Segall llama la “fracción
burguesa más progresista” de la época, pues curiosamente,
en Chile existía una burguesía.minera de importancia, in­
teresada en el comercio con el Pacífico y cuyas relaciones
con el pujante capitalismo norteamericano constituyen el
telón de fondo de la política chilena en la primera década
revolucionaria. La lucha, entre Carrera y O’Higgins, vincu­
lado este último a la Logia Lautaro de San Martín, res­
paldada a su Vez por los intereses británicos, se explica
a la luz de las íntimas relaciones mantenidas entre José
Miguel Carrera y,el agente diplomático norteamericano
Joel Roberts Poinsett. Este último cbntribuye a la redac­
ción de la Constitución de la Patria Vieja y resulta un
pilar del partido carrerista.3 O’Higgins, por su parte, que
ante la amenaza^ española disputa el poder con Carrera,
formaba parte del sistema terrateniente-liberal interesa­
do en la relación con el Imperio Británico y en su apoyo
al movimiento de la Independencia.
1 Amunátegui, ob. cit., p. 182.
3 Carrera había sido Sargento Mayor en España y luchado en
trece batallas contra los franceses.
8 El agente británico W. G. Worthington, para no ser menos que
el agente norteamericano Poinsét, entregó a O’Higgins un proyecto
de Constitución que había elaborado y de puro comedido le agregó
el texto del manifiesto qué había redactado para acompañar la pro­
mulgación de aquélla. Este diligente Worthington le dijo a O’Higgins:
"El mundo lo conoce a Vd. como el jefe militar de Chile, pero si usted
sigue mis consejos, será, conocido como el padre de este país. No le
hago oficialmente estas indicaciones, sino en mi papel de gran ami­
go de la libertad g me ofrezco para tener con usted entrevistas
familiares para tratar estos asuntos”. V. Hernán Ramírez Neco-
chea, Historia del imperialismo en Chile, p. 43. Ed. Austral, Santia­
go de Chile, 1960.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 189

En una carta que O’Higgins dirige al Príncipe Regente


de Inglaterra, le solicita su apoyo para realizar la “felici­
dad del Nuevo Mundo”, y le ofrece a los ingleses la debida
compensación: “Cuando al altó influjo de V.A.R. debiese
Chile la recuperación de sus derechos, cuando los buques
de los súbditos de Inglatérra visiten libremente nuestros
puertos, y cuando al abrigo de una Constitución liberal pue­
da ofrecer el oro desentrañado de las montañas de este país
en cambio de la industria de sus laboriosos vasallos, enton­
ces me lisongeo. Se abrirían canales que indemnizasen en
párte las quiebras de la Europa,, los .conocimientos útiles se
propagarían en estas deliciosas comarcas y los pueblos en
Chile cederían en sus transacciones políticas y comerciales
lo que debiese la gratitud a los mediadores por la indepen­
dencia de la América”.1 C&n efecto, Su Graciosa Majestad
prestó a los patriotas chilenos 1 millón de libras esterlinas,
según anotó escrupulosamente en sus papeles personales
Lord Palmerston2 y aunque ignoramos el mecanismo del
préstamo suponemos que los ingleses .no habrán sido más
generosos con Chile que con: Buenos Aires, donde una ope­
ración semejante y en la misma época permaneció en la his­
toria de las finanzas argentinas como una obra maestra
de la estafa.® Los Carrera eran propietarios del yacimien­
to Tamaya así como de laboreos en Atacama y Coquimbo,
en el Norte chico de Chile. Su caída no sólo supondrá la
hegemonía terrateniente y conservadora en la política chi­
lena del siglo XIX, sino también la pérdida de la influen­
cia norteamericana en ese Estado en el mismo1 período.
Resulta sugerente anotar que Fray Antonio Orihuela,
franciscano partidario de los Carrera, exigirá en el Con­
greso de 1811 la entrega, de la tierra a los inquilinos, o
campesinos pobres, con el manifiesto propósito de romper
la espina dorsal del lafifundismo y crear las bases de urna

1 Webster, ob. cit., p. 767, T. L


« Ibid., p. 772.
8 V. Raúl Scalabrini Ortiz,. Política británica en el Río de la
Plata, 4$ edición, p. 83, Ed. Plus Ultra, Buenos Aires, 1965.
190 JORGE ABELARDO KAMOS x 5

economía agraria burguesa como fundamento de la revolu-


ción.1 Se tendrá presente que los latifundistas, ^peninsula- ;
res o criollos, vacilaron largo tiempo en declararse patrio­
tas pues salvo las regulaciones del comercio, eran leales
vasallos del Rey. Cuando los ingleses manifestaron inequí­
vocamente su apoyo y la espada de San Martín zanjó toda "
duda, los terratenientes se hicieron ardientes patriotas, '
sin abandonar su condición de campeones de la inmovili-' ;
dad social.12 / <
Por su parte, Carrera encontró en la Secretaría de Ma- ;
riña de Estados Unidos el apoyo necesario para fletar la .
Expedición Libertadora de Chile. Pero esta fuerza será
desarmada y puesta fuera de la ley, junto con su jefe, por '
los logistas probritánicos de Buenos Aires.3
A partir de 1820 los ingleses controlan todo el comer­
cio de exportación e importación chileno, así como tam­
bién la minería del país. El trágico destino de los Carre­
ra, los más notables jefes políticos y militares de la revo­
lución, se une al asesinato del guerrillero Manuel Rodrí­
guez, caudillo de los sectores más populares del país y
enemigo asimismo de O’Higgins y la aristocracia; Manuel
Rodríguez sobrevive en las coplas del genio musical de;
Chile, único reducto que la oligarquía chilena ha tolerado
al héroe.

3. Buenos Aires y el Paraguay.


Cuando la burguesía porteña pro-británica, enemiga de
los, montoneros y caudillos de las provincias, advierte que
el Ejército de los Andes ha liberado a Chile, se desinte- ■
resa de la revolución americana. La emancipación chilena
suprimía el peligro godo sobre la frontera del oeste; nada

1 Segall, pb. cit*., p. 17,


2 En 1819 ya estaban radicados en Valparaíso, Santiago y otras
ciudades alrededor de 40 comerciantes ingleses; Proveían material
bélico, acaparaban las exportaciones a Europa, eran los únicos im­
portadores de manufacturas, manejaban el comercio de cabotaje y se
vinculaban a la minería.
8 Segall, ob. cit„ p. 19. . ;
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 191

importaban a los exportadores y hacendados de Buenos


Aires las provincias del Alto Perú ocupadas por los abso­
lutistas. Por .lo demás, el caudillo Martín Güemes soste­
nía con sus gauchos en Salta la frontera norte de acuer­
do con San Martín. Todas las preocupaciones de Buenos
Aires consistían en aplastar a Artigas, el más grande
caudillo popular de las Provincias Unidas, “Protector de
los Pueblos Libres”, quien exigía la lucha contra el por­
tugués y la organización de la Nación. Por añadidura, las
provincias argentinas del interior resistían con las armas
en la mano al monopolio portuario. Se imponía extermi­
nar estas resistencias y abrir el mercado interior de las
provincias a la invasión industrial inglesa. Como los inte­
reses porteños se fundaban en la posesión exclusivista del
Puerto y la Aduana, que regulaba el comercio por el in­
terior del Río de la Plata y el Paraná, la antigua Provin­
cia del Paraguay, ahogada por Buenos Aires, se resistía
a su vez a la dictadura comercial y política del puerto. Que­
dó enclaustrada a su turno durante medio siglo, hasta la
Guerra del Paraguay, donde el Paraguay sin latifundis­
tas del Dr. Francia y los López, fue arrasado con el hie­
rro y el fuego. El célebre aislamiento paraguayo encon­
traba en el monopolio portuario y fluvial de Buenos Aires
su verdadero fundamento. >
4. San Martín en el Perú.
En tales circunstancias, San Martín ocupó Lima, fue
proclamado Protector del Perú y se encontró acto seguido
sin fuerza militar suficiente para enfrentar a los ejércitos
españoles. Estos eran los más poderosos del continente y
el último reducto absolutista en América después de los
triunfos bolivarianos en el Norte., La nobleza peruana era
la más importante latifundista del Perú y estaba íntima­
mente unida a la alta jerarquía de la .Iglesia, que, como
en México, era también poseedora de importantes bienes
inmuebles. En la soberbia Lima del siglo XIX, sobre 3.941
edificios, 1.135 eran propiedad de la Iglesia.1 Abundaban
1 Samhaber, ob. cit., p. 430.
192 JORGE ABELARDO RAMOS HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 193

en la aristocracia peruana los grandes títulos nobiliarios, lucha en escala continental, como único medio de ganar
¡ausentes en general en el resto de la América criolla: mar- la guerra, y es posible que si su carrera no hubiese sido
queses de Torre-Tagle, Casa-Dávila, VillafuerteT Casa- cortada tan bruscamente por las muy próximas y ya orga­
-Rosa,
, —los
- condes de Mítavcuia,
Saavedra, vVistaflorida,
1O biXXlUUIUU, San IBlUrO.
*Isidro.1 " f-- nizadas tropas españolas del Bajo Perú, habría podido or­
Por lo demás, como en el resto d-e América, la propia Igle- ganizar un gran ejército” b El temor de la oligarquía alto-
sia estaba dividida entre el alto y el bajo clero, este último peruana a la intervención de las masas indígenas en la
generalmente mestizó o criollo y despojado de los bienes independencia, pudo advertirse en la campaña de Belgra-
K'
terrenales de la burocracia eclesiástica. no en Vilcapugio, donde los terratenientes se negaron a
El profundo conservatisms de la sociedad peruana im­ prestar su apoyo para el armamento de los indios. El co­
pidió.que el bajo clero desempeñara la misma función re­
■ s
mercio del Alto Perú, vinculado estrechamente a los inte­
volucionaria que en Mexico o el Alto Perú, En las provin­ reses de la oligarquía de Lima, jugará después de. la bata­
cias de esta última región los curas populares encabezaron lla de Ayacucho un importante papel en la idea separatista
la lucha contra los españoles. Los caudillos revolucionarios y en la creación de la “nacionalidad” boliviana.
son sacerdotes de aldea, cómo Muñecas. El historiador bo­
liviano Luis Peñaloza escribe lo siguiente: “Muñecas re­ 5. 1820: la revolución de Riego en España.
presenta al bajo clero nacional, empobrecido y postergado.
Relativamente ilustrada, tiene esta clase de caudillos algu­ La situación de San Martín en el Perú era singular. Ha­
nos puntos de contacto con los líderes de la revolución bía incorporado a su ejército a los negros de los ingenios
agrarista mexicana: Morelos, Hidalgo. Su. situación con azucareros e intentado movilizar, sin éxito, a los indios.
respecto al indio les da gran ascendiente con respecto a Pero Buenos Aires no respondía a sus llamados de ayuda.
éste y poseen un concepto más amplio de las luchas revo­ Un acontecimiento europeo pareció inclinar un momento
lucionarias. Pretenden unir en un solo movimiento a los la balanza militar y política a su favor.
indígenas y a los criollos mestizos, como pretendiera ha­ Después de fusilar a los liberales que habían sostenido
cerlo en 1781 Sebastián Pagador. Púnelo demuestra la ma­ la guerra nacional contra el invasor francés, salvándole
yor capacidad militar evidenciada por cualquier otro cau­ el trono, el pérfido Fernando VII decidió equipar una ex­
dillo revolucionario del Alto Perú: tiene concepciones de pedición punitiva para recobrar el control de las colonias
sublevadas. La expedición debía partir hacia América en
1 La aristocracia — gente habituada a la opitlencia
-------- “era.
. ------- limeña o-pulencia enero de 1820. Pero el Ejército de Andalucía se sublevó
y reatada al sistema del orden por los grandes intereses de su for- con el general Riego en las Cabezas de San Juan. La espa­
tuna, que les dolía, por instinto natural, ponerlos en riesgo de per­ da amenazante que el absolutismo esgrimía sobre la revo­
derlos para siempre; como que eran empleados del gobierno, unos
tenían mayorazgos, y los restantes hacienda y demás industria de lución americana se volvió contra el verdugo de las liber­
donde Z.
JO emanaban
A los -- .. — .
7 A recursos I» .»-» ■> que la
• Afelicidad,
para su presente * te- tades españolas. Así comienza un nuevo período constitu­
man de veras... era asi una clase conservadora por excelencia, teme­ cional en España que durará sólo tres años. Aterrado, .Fer­
rosa de los trastornos y de la ruina consiguientes...”. Reinaba en
aquella capital “una indolencia, tina miseria, una flojedad, una in- nando jura nuevamente la Constitución y se constituye
sustancialidad, una falta absoluta de heroísmo, de virtudes republi­ un gabinete liberal en Madrid. No podía llegar mejor no-
canas tan general, que nadie se atrevía a respirar con aire de pro­
testa, ni aun viendo subir al cadalso un centenar y dos de patrio­
tas.SexnaTdo Frías, Historia del General Güemes y de la Pro­
vincia de Salta o sea de la independencia argentina”, p. 340, Tomo * Oír. Luis Peñaloza, Historia Económica de Bolivia, Tomo I, La
194 JORGE ABELARDO RAMOS

ticia a los patriotas de América.1 Al fin y al cabo los ofi­


ciales del Rey eran en su mayoría liberales, veteranos de
las guerras napoleónicas, que defendían al Rey en Amé­
rica después de la restauración del absolutismo en la me­
trópoli. El gobierno liberal impartió a los ejércitos reales
en las “provincias ultramarinas” la orden de negociar con
los rebeldes. En Perú el General Pezuela entabló conversa­
ciones con San Martín. ¿Era por fin cierto que “eí go­
bierno de Madrid quería asentar sobre fundamentos libe-
, rales el gran imperio universal hispánico” ?12 Es imposible
i sostenerlo, según hemos visto por el ejemplo de las Cortes
de Cádiz. El liberalismo español era tan débil como la bur­
guesía española sobre la cual reposaba. Incapaz de llevar
la revolución nacional hasta el fin, tampoco tenía energía
suficiente para establecen con los americanos una igual­
dad que no estaba en condiciones de imponer en la propia
metrópoli. Para liberar a los indios y esclavos en Améri­
ca, destruyendo el latifundismo criollo, los liberales en el
poder debían primero exterminar a la nobleza semi-feudal
española, que sostenía a Fernando. Era impotente para
ambas cosas.
6. San, Martín negocia con los militares españoles liberales.
San Martín recibió del Virrey La Serna una invitación
para conferenciar a raíz del juramento real de la Cons­
titución española. . .
1 Al informarse que Fernando VII. había firmado la Constitución
de 1812, Bolívar instruye a José Rafael _ Revenga; Secretario de
Estado y Relaciones Exteriores de Colombia par^t iniciar gestiones
de paz con España. La revolución encabezada por Riego y el Coro­
nel Antonio Quiroga en España comrtoeve al Libertador.-Escribe a
Guillermo White en. Trinidad: “De los negocios de España, estoy muy
contento porque nuestra causa se ha decidido en el tribunal de Qui­
roga”. El optimismo de Bolívar resultó tan infundado como el de
San Martín. Envió a Revenga y a Tiburcio Echeverría en 1821 a
Madrid. Pero el gobierno'español no les dio la menor importancia a
los ministros americanos y poco después los expulsaba de España.
¡Estaban los liberales en,el poder! V. Héctor Modesto García, La
Gran Colombia, causas que produjeron su hegemonía en la emanci­
pación de América, p. 33, Tipografía Universal, Caracas, 1925.
2 Samhaber, ob. cit., p. 434. . ■ • •
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 195

Pero las negociaciones estaban destinadas a fracasar.


El general argentino procedió con extrema habilidad polí­
tica en las conferencias. La mayoría de los jefes del ejér­
cito español era constitucionalista o liberal y la esperanza
de una regeneración de la vida política española los pre­
disponía a dialogar con los. militares americanos, que ha­
bían combatido junto a ellos en España contra Napoleón,
como San Martín. En la conferencia de Pinchauca, San
Martín dijo a los jefes españoles: “Considero éste como
uno de los días más felices de mi vida. He venido al Perú
desde las márgenes del Plata, nb a derramar sangre sino
a fundar la libertad y los derechos de que la misma metró­
poli ha hecho alarde al proclamar la Constitución del año.
12, que V.E. y sus generales defendieron. Los liberales del
mundo son hermanos en todas partes”.
Al comenzar de este modo la conferencia, San Martín
tocaba una fibra sensible de los militares españoles: la ge­
neralización de la masonería en el. Ejército de ambos con­
tendientes reflejaba la revolución liberal y el empleo de la
palabra “hermanos” en su exposición tenía ese origen. San
Martín agregó que había pasado “el tiempo en que el sis­
tema colonial pudo ser sostenido por España... la inde­
pendencia del Perú no es inconciliable con los intereses de
España”. Concluyó diciendo que si “V.E. se presta a la ce­
sación de la lucha estéril y enlaza sus pabellones con los
nuestros para proclamar la independencia del Perú, los dos
Ejércitos se abrazarán sobre el campo”.1 San Martín pro­
puso, en esencia, designar una junta gubernativa elegida
en común por el Virrey y San Martín, para encargarse del
gobierno del Perú independiente y enviar dos comisiones a
España para pedir al Rey que designase un infante de su
dinastía para reinar sobre el Perú, jurando -previamente
una Constitución. Pero la oficialidad del Ejército español
rechazó tan atrevida proposición, que ante todo rompía con
el dominio español y colocaba a Fernando ante un hecho

•i Ricardo Rojas, El Sa/nto de la Espada, p. 206*, Ed, Losada,


Buenos Aires, 1950.
196 JORGE ABELARDO RAMOS

consumado, la independencia del Perú. Un imperio liberal


hispánico' era ya imposible, había llegado tarde y sólo cabía
la independencia absoluta por medio dé las armas.1
Pero la revolución de Riego en España había originádo
un fenómeno bien singular. “Todos los elementos de ten­
dencia conservadora, la Iglesia, los grandes terratenientes,
que hasta ese momento se habían mantenido leales a Es­
paña, se unieron a los defensores de la independencia ame­
ricana. Preferían vivir en una República nobiliaria sud­
americana, que soportar una Monarquía liberal”.2 Por su
parte, los elementos absolutistas del Ejército español, como
Olafieta,'rehusaban admitir la Monarquía liberal, así como
detestaban el partido americano, y buscaban una Vandée
indígena, encendiendo el odio nativo contra la aristocracia
blanca, bajo el pendón del Rey. Así, San Martín sólo domi­
naba en Lima, el poderoso ejército liberal del Virrey La
Serna en el interior y la fracción militar goda de Olañeta
en el Alto- Perú.
7. La burguesía porteña traiciona a América Latina.
. En ese momento San Martín volvió su mirada hacia
el Sur. Envió al comandante Antonio Gutiérrez de la Fuen­
te a Buenos Aires para pedir una urgente ayuda militar.
Se trataba de consumar la emancipación de América del
Sur destruyendo el principal bastión peruano de los realis­
tas. El triunfo de San Martín en el Perú haría caer en sus
manos como un fruto maduro las provincias del Alto Perú.
El comandante de la Fuente encontró en el transcurso de
su viaje el más cálido apoyo de las provincias interiores.
Había soldados dispuestos a pelear, pero faltaban los re­
cursos financieros para equiparlos y mantenerlos. Estos

. 1 Un autor español absolutista escribe: “Nos atrevemos'a sen-


* tar como principio fijo de verdad,- que el liberal más exaltado, tras­
ladado a cualquiera de los puntos de América, dejaría de serlo. si
tenía un regular entendimiento y deseos de sostener el dominio es­
pañol”: Mariano Torrente, Historia de la, revolución hispanoameri­
cana, p. 453, Tomo III, Madrid, 1830.
8 Samhaber, ob. cit., p. 434.
»

HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 197

recursos sólo podían provenir del puerto.de Buenos Aires,


principal recurso rentístico del antiguo Virreynato. Pero
la voraz oligarquía porteña rehusó esos recursos. ¡Rivada-
via tenía necesidades más urgentes !x
Siete provincias apoyaban el pedido de San Martín,
menos la de Buenos Aires. Rivadavia rehusó reconocer el
carácter oficial del enviado de San Martín. Fue reexpedi­
do de Buenos Aires como un simple mensajero, con un
pliego cerrado, sin que le fuera posible discutir con el
fatuo Señor Rivadavia la gravedad de la situación militar
en el Perú. La respuesta era negativa.1 2 El cínico agente

1 Los dineros del puerto, confiscados a la Nación por la usur­


pación de Buenos Aires, eran empleados por Rivadavia en la funda­
ción de la Escuela de Declamación y Acción Dramática. Asimismo,
según,los conceptos del sublime visionario, socio de Hullet Brothers
de Londres, la Academia de Medicina ■ y Ciencias Exactas debería
formar una colección de “geología y aves del país” y describía con
sabiduría omnisciente las funciones de la Escuela de Partqs que
debería estudiar “las partes huesosas que constituyen la pelvis; el
estudio del útero, el feto y sus dependencias; la vejiga, la orina y el
recto”. También fundaba la Casa de Partos Públicos y Ocultos y la
Sociedad Láncasteriana. V. josé María Rosa, Historia Argentina, p.
365, Tomo III, Ed. J. C. Granda, Buenos Aires, 19ú4.
2 José Luis Busaniche, Historia Argentina, p. 436, Ed. Hachette,
Buenos Aires, 1965; y Mariano Paz Soldán, Historia del Perú In­
dependiente, Madrid, 1919.
En su discurso ante la Sala de Representantes, Rivadavia ex­
presó del modo más claro permitido por su difuso y enmarañado es­
tilo la posición porteña ante la emancipación americana y el pedido
de San Martín. “El gobierno de Lima, dijo, presidido por el Supremo
Protector de la libertad del Perú, entre los objetos que había reco­
mendado ... era de que Buenos Aires, coadyuvara con sus esfuerzos
á libertar las Provincias aún ocupadas por el enemigo común, pero
[Rivadavia sostuvo que] aquellos fragmentos de un poder vacilante
caerían a menor costo que con cualquier clase de esfuerzos por par­
te de Buenos Aires; que serían insuficientes para superar 'as 'difi­
cultades que oponía el espíritu de vértigo que dominaba los pueblos
intermedios [o sea las provincias rebeldes a Buenos Aires] sin lo
.que todo sería aventurado; que entretanto se sentían males que
ahora eran irremediables, lo único que convenía a Btcenos Aires era
plegarse sobre si misma... tanto más cuanto que Buenos Aires ya
habla hecho todo lo que podía hacer; '.. ,y que era llegado el caso
de que por la experiencia, y sus propios sacrificios, se hicieran es­
tos pueblos dignos de la libertad”, Los Mensajes, de H. Mabragafia,
Tomo I, p. 188, cit. por Arturo Jauretche, Ejército y Política, Ca­
pítulo IV, Ed. Qué, n°*. 6-7, Febrero de 1958.
198 JORGE ABELARDO RAMOS

británico y Ministro de Hacienda “argentino” Manuel José


Garcíá, personaje mucho más siniestro que el fanfarrón
Rivadavia, declaraba en esos momentos ante la Junta de
Representantes que “al país le era útil que permaneciesen
los españoles, en el Perú”A Este mismo sujeto también ha­
ría todo lo posible para que los portugueses conservasen la
Banda Oriental. Con esa estrategia, la burguesía portéña
dejaba caer a San Martín en el Perú así como había apu­
ñalado por la espalda a Artigas. Destruíase con ella la uni-
dad sudamericana, pues la consecuencia de esta política
fatídica sería la segregación de la Banda Oriental y del
Alto Perú.. ¿Habrá pesado San Martín eñ su melancólico
destierro el profundo error de su juicio sobre Artigas?12

8. ¿Un Imperio hispano-criollo?

Colocado San Martín en una situación sin salida, ne­


gado su pedido dé auxilio por la burguesía porteña, cerra­
do el camino para una conciliación con el Ejército libe­
ral, que se disponía a combatirle con fuerzas inmensamen­
te superiores, jaqueado por Olañeta que le había declarado
la guerra sin cuartel, no tenía otro recurso que dirigirse
hacia el Norte y buscar e,l appyb del invicto Bolívar. Jus­
tamente Bolívar se disponía a acometer el más audaz pro­
yecto político de su carrera. Producida la revolución mili­
tar de los liberales españoles en 1820, en la metrópoli se
abría una nueva instancia modernizante. ¿Sería posible -
esta vez? La burguesía, ¿se^atrevería por fin a reedificar
el país y el exangüe Imperio? ¿Se lanzaría España a for-

1 Busaniche, ob. cit., p. 4S6.


2 En una carta a Guido, San Martín dirá estas palabras irre­
parables: "Yo opino que los portugueses avanzan con pies de plomo
esperando a su escuadra para bloquear a Montevideo por mar/y tie­
rra y en mi opinión se ' la meriendan. A la verdad, no es la mejor
vecindad, pero hablando a usted con franqueza, la prefiero a la de~
Artiyas”. V. Busaniche, ob. cit., p. 382. Por no querer hacer política,
San Martín incurrió en la peor de todas': dejar las manos libres a
los bandidos porteños. Si la vecindad de Artigas sería la selva, a San
. Martín la gente decente de Buenos Aires le reservaba en Europa
su sepulcro en vida.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 199

jar su siglo XVÍII treinta arios después que los franceses?


Bolívar se formulaba en Colombia las mismas preguntas
que San Martín en Lima. Concibió entonces un plan que
hizo llegar al gobierno de Fernando VII. por intermedio
de su ministro en Londres, el viejo patriota don Francisco
Antonio de Zea. De Zea redactó el escrito y se lo entregó
al embajador de España en Londres, el Duque de Frías,
en nombre de Bolívar, Presidente de la Gran Colombia. De
Zea acompañó el plan con un proyecto de decreto que de­
bía firmar Fernando VII, bloque’ado en ese momento por
un gabinete liberal y en presencia de las Cortes, reunidas
en Cádiz, como diez años antes. La esencia del plan con­
sistía en una Confederación entre América y España. La
base de la Confederación era el reconocimiento explícito
por parte de la Monarquía de la independencia de Jos Es­
tados americanos. Esta asociación política o "imperto com­
puesto de Repúblicas perfectamente independientes, reuni­
das para su felicidad baxo la Presidencia, no baxo el domi­
nio, de una Monarquía constitucional”1, convocaría a una
Dieta confederal, supremo parlamento del Imperio hispa-
no-criollo. Existiría libertad de comercio dentro de los mar­
cos del Imperio, creándose un Zollyerein aduanero para
construir un mercado nacional único. Todo español que se
radicase en América adquiriría automáticamente los dere­
chos de ciudadano americano, y viceversa. En caso de gue­
rra se prestarían auxilio recíproco todas las partes .de la
Confederación. Cada una de las partes confederadas mira­
ría “cada una como amigos o enemigos suyos a los amigos
o enemigos de la otra”* Este “Plan de reconciliación entre
la España y la América”, llevaba por título "Proyecto de'
Decreto sobre , la emancipación de la América y su confe­
deración con España, formando un grande Imperio fe­
deral”, y fue descubierto én 1966 en el Archivo Nacional
de España por el Embajador ecuatoriano Miguel Azpiazu
Garbo.”
1 V. Boletín de la Integración, N<? 17, abril de 1967, .del Banco
Interamericano de Desarrollo, Buenos Aires, p. 167,
Ibid.
» Ibid.
200 JORGE ABELARDO RAMOS

. Ignoramos la reacción,del fétido Fernando ante el gran­


dioso plan que habría salvado simultáneamente a España
de su decadencia y a ja América Latina de su balcaniza-
ción. Pero las Cortes de Cádiz, más amedrentadas que sus
" antecesoras de 1812, rechazaron el Proyecto. El mismo des­
tino, había corrido otro proyecto análogo de don Lucas
Atamán, el político e historiador mexicano, diputado a Cor­
tes.1-Le temían..al espantajo de Fernando, que a su vez
estaba acobardado^por ellos: ni los liberales se atrevieron
á liquidar la nobleza, y a Fernando, nilésté último'a disol­
ver las Cortes de la burguesía española.

.9. El fracaso de. las Cortes. liberales de 1820. - .

. ' Las Cortes de 1820 evidenciaron el. utopismo de un


acuerdo real y profundo con América. No sólo se oponían
a la independencia política, sino asimismo a otorgar faci­
lidades comerciales a las “provincias ultramarinas”. Era
una versión incurable de liberalismo borbónico que toda­
vía en 1820 rehusaba a los americanos una representación
parlamentaria genuina. El diplomático venezolano Torres
informaba al Secretario de Estado Adams en Washington
“qwe al excluir de la representación a todas las personas
de origen africano, incluso en. el grado más remoto, las
^Cortes ftabfatn quitado tys derechos givil^s a ^na^grap, par-
te de¡ la población de Améri'ca espaflola^inctuso a.-lóá efér-
Jcltds dé^liÑeradión de Child, LdCPldta,' Nueva Granada ‘y
Venezuela y .levantado un obstáculo insuperable parala
_réconciliacióñ,,.s .
Por el contrario, las medidas auténticamente liberales
de las Cortes, por ejemplo la limitación de los privilegios
eclesiásticos, en América, ocasionaron, eí efecto inverso al,
buscado :, alejar de la metrópoli.liberal a las clases conser­
vadoras de las colonias, sin acercar al partido patriota. El1 2

1 Moisés González Navarro, El pensamiento político de Lucas


Atamán, p. 133, El Colegio de México, México, 1952.
2 Arthur Preston Whitaker,. Estados Unidos y la. Independen*
(ña de América. Latina, p. 242, Ed, Eudeha, Buenos Aires, 1954,
■■ . ' ■
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 201

liberalismo español era. tan débil e irresoluto, que se mos­


traba orgánicamente irfcapaz de'suscitar el apoyo revolu­
cionario ni de conquistarse por ello la simpatía de la reac­
ción. Era demasiado conservador para los revolucionarios
y demasiado revólucionario para los conservadores. Por
eso estaba condenado y nada podría resucitar el partido del
Imperio español en América. . '
' - La transacción entre la burguesía y la aristocracia
constituye toda la historia de la España del siglo XIX y
la -claye.de su estancamiento. El dilema .en esa oportuni­
dad vino a zanjarlo el Duque de Angulema en 1823 con sus
100.000.soldados franceses. De Francia ya no venía la re­
volución, sino la contrarrevolución. San Martín y 'Bolívar
renunciaron a esperar nada de la trágica madre patria
.arrodillada ante semejante Rey. '

/10. Guayaquil y el separatismo. ’


. Ya la tierra hervía bajó los ,pies del Protector' del Perú. . ,
Era pública la Soledad en que había dejado su gobiernoal
vencedor de Maipo. Los terratenientes ennoblecidos cons- -
piraban contra San Martín; las intrigas se propagaban en Á
su propio éjército, en la misma oficialidad' argentina des­
integrada' por la molicie, la falta de pago y .las delicias de , /
la Capua limeña, El mote puesto a San Martín era el “Rey
Jdbé” f stv-ministró Bérnafdo Monteagudo/ coiñpañerc^’de ; y-
' Moreno en-la Revolución dé Mayo, eral acusado Me “muía- y
to”, “sibarita”, “ladrón”, por la infatuada cánalla del mar­
quesado criollo. “E7 ejército combinado de chilenos y ar­
gentinos se desmoralizó 'en, aquella tierra lo bastante, para
que no se debiese esperar de él cosa de provecho: la insu­
bordinación se hizo general en ét: todos los jefes querían
■ser deliberantes y nadie obedecer... ponían a San Martín
en el caso de contemporizar con todos y de no mandar a
nadie”.1 Para colaborar con Bolívar en la lucha común y

1 Antonio José de Irisarri, Historia- crítica.del asesinato del


Gran Mariscal de Aya-cuche, p, 81, Ed. Casa de las Americas, La Ha­
bana, 1964.
202 ; JORGE ABELARDO RAMOS

arrancar de la inercia corruptiva a sus fuerzas, San Mar­


tín envió al Ecuador una división de auxilio para combatir
junto a Sucre, mandada por el coronel altoperuano Andrés
Santa Cruz, un criollo resuelto que había militado antes en
las filas realistas. No les aguardaban las dulzuras del tró­
pico ni las “tapadas” limeñas. Triunfaron en. las batallas
de Río Bamba y Pichincha al mando de Sucre':'allí mezcla­
ron su sangre argentinos, peruanos, altoperuanos, quite­
ños, colombianos , y venezolanos. Llevando a la práctica su
designio de crear la Gran Colombia, Bolívar decide incor­
porar a ella a Guayaquil, del antiguo reino de Quito. San
Martín, influido por los intereses peruanos de la costa se
oponía agesta anexión.en una nota escrita desde Lima^ Bo­
lívar responde alProtector del siguiente modo : “V.E. ex­
presa el sentimiento que ha tenido al ver la intimación que
hice a la provincia' de Guayaquil para que entrase en su
deber. Yo no pienso como V.E. que el voto de una provin­
cia debe ser consultado para consultar la soberanía nacio­
nal, porque no son las partes sino el todo del pueblo el que
delibera en las asambleas generales reunidas libre y legal­
mente^.1 San Martín había desaprobado asimismo una ten­
tativa de “independencia” de Guayaquil y Bolívar lo felici­
taba por ello, para agregar: “Yo no creo qué Guayaquil
tenga derecho a exigir de Colombia el permiso para ex­
presar su voluntad, para incorporarse a la-república, pero
sí consultaré al pueblo de Guayaquil porque este pueblo es .
digno de una ilimitada consideración de Colombia... No
es el interés de una pequeña provinciano que puede turbar
la marcha majestuosa de América meridional".2
Adviértase en esta puntualización de Bolívar su exacto
concepto de la nación latinoamericana y el juicio que le
merecían las pequeñas soberanías separatistas disfrazadas
de “autonomías” o seudo nacionalidades en que será luego
tan pródiga la América balcánizada. El puerto y ciudad
de Guayaquil, como es común en América Latina fhasta

1 Bolívar, Documentos, p. J08.


» íbid., p, 110,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 203

nuestros días) era el centro de un mundillo de comercian­


tes, exportadores e importadores que traficaban con el-
producto del trabajo esclavo y servil y cuyos intereses ten-
, díqn, ya sea a vínculos con Perú o con el comercio interna­
cional. Separado por una extensa distancia de Quito, Gua­
yaquil se distinguía como Valparaíso/o Buenos Aires por.
una particular dependencia del extranjero. Estos rasgos
de la ciudad-puerto no se han modificado en el siglo XX.
Bastará decir que ni siquiera esa ciudad ha conservado
intacta la casa de la célebre entrevista entre San Martín
y Bolívar. En' ese mismo lugar se/erige la mole de un
banco extranjero; como irónico recuerdo, luce en su frente
una placa de bronce.
En esos días la sociedad guayaquileña estaba dividida
en tres partidos. Uno era peruanófilo, el otro colombianis-
ta yel tercero se denominaba el independiente, que era
minoritario. “El peruanismo había hecho prosélitos entre
comerciantes, chapetones y godos recientemente conver­
sos”, dice el historiador Reyes.1- Entre los colombianistas
figuraban numerosos apellidos patricios, y patriotas reco­
nocidos, además del clero y de numerosos artesanos y gen­
tes del pueblo. La lucha de los partidos al llegar Bolívar a
Guayaquil se manifestaba públicamente. Pocos días des­
pués de declararse la incorporación de Quito a la Gran
Colombia, aparecieron fijados en las paredes de esa ciu­
dad carteles que decían: .
“Ultimo día del despotismo
- y el primero de lo mismo”
Bolívar juzgaba a los. “independientes” así: “El hecho
es que esta docena de bochincheros ha empezado a mover­
se. .. mas nó pueden hacer nada porque aquí la demacra- . t
cía hace poco papel, porque los indios son vasallos de los
blancos,.y la igualdad destruye la fortuna de los grandes”.3
Aludía de este modo a aquellos partidarios de la “liber­
tad” guayaquileña, que no podían w muy lejos pues toda12
1 Reyes, 06. cit., p. 359,
2 lbid, p. 358,
204, i JORGE ABELARDO RAMOS

revolución debía movilizar a los indios, que ellos mismos


explotaban y a los que temían sobre todo. Bolívar lo sa­
bía muy bien, por su propia experiencia. Al entrar Bólí-
, var en: Guayaquil los vítores se mezclaban: “/Vwa Colom­
bia! ¡ Viva Simón Bolivar! ¡ Viva el Peru! ¡ Viva Guayaquil
independiente!”.1

11. Eclipse de San Martín y Monteagudo.

. Pero San Martín no objetó la incorporación de Guaya­


quil cuando llegó a la ciudad a entrevistarse con el Liber­
tador. Ya era un hecho cumplido y desestimó tanto a los
peruanófilos como a los “independientes”. Era fácil adver­
tir que detrás de ese frenético anticolombianismo apare­
cíanlos intereses del puerto. En la entrevista, San Martín
no tenía mucho que ofrecer. Sólo habría podido solicitar un
; auxilio de Bolívar si él mismo hubiera estado en condicio­
nes de contar con el grueso.de un ejército para enfrentar
a los realistas. Pero los recursos militares de San Martín
sólo le permitían servir de auxilio al ejército de Bolívar.
Esa era la relación de las fuerzas en presencia y ese hecho
elemental lo decidió todo? La fragilidad del edificio polí­
tico del Perú sanmartiniaho quedaba al desnudo mientras
se desarrollaba la entrevista en Guayaquil: Torre-Tagle,
delegado de Sari Martín en el gobierno de Lima, que pron­
to se pasará a los españoles, asiste con indiferencia a un
motín que obliga al ministro Monteagudo, blanco de to­
dos los odios lugareños, a renunciar y. emigrar. Era Mon­
teagudo Una de las grandes figuras de nuestra revolución.
Orador del partido morenista de Buenos Aires, ministro
de San Martín en Liiria, compañero de Bolívar luego, era
un hijo genuino de Chuquisac'a, formado en las disciplinas
del siglo revolucionario. Había concebido un Plan de Fe­
deración general de los Estados hispanoamericanos, que
era la idea central de los patriotas del continente. Difa­
mado y perseguido por Pueyrredón, el logistá pro inglés
enemigo de Artigas, Monteagudo llevará consigo, todo él
* Ibid. . . . 1 '
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 205

fuego, de aquellas jornadas y suscitará en los localistas de


todas partes una aversión semejante a la que había des­
pertado . en Buenos Air'es, cuna clásica del localismo ex­
portador. Desde Quito, en sú emigración del Perú, había
escrito: “Yo no renuncio a la esperanza de servir á mi país,
que es toda la extensión de América”. Injuriado por hijo
ilegítimo, sometido a la- miseria por la oligarquía porteña,
Monteagudo encontrará después de la renuncia.de San
Martín en el Perú un poderoso' apoyo en Bolívar, que lo
aprecia en todo su valoy. Será asesinado en 1823, en la
oscuridad de la noche, por la fracción antibolivariana del
Perú.1
12. Crisis de la oligarquía peruana^ ■
San Martín deja la escena peruana a Bolívar. Se des-’
poja de las insignias del mando, reúne al Congreso pe­
ruano y renuncia al poder ante la asamblea. Ya-había
caído Artigas, ahora le tocaba el turno a San Martín. En
el Perú estalla una furiosa lucha de fracciones, mientras
los ejércitos españoles, derrotan al general argentino Rudé-
cindo Alvarado en Toarata y Moquegua. Al frente de 9.000
soldados entra en Lima el general Canterac, triunfo que
no sé atreve a sostener, pues se retira a la sierra para re­
agrupar sus fuerzas. Al mismo tiempo, la oligarquía pe­
ruana se. dividía én dos alas .* una de. ellas nombra Presi­
dente a Riva-Aguero, que se instalá en Trujillo, al norte

1 Monteagudo ,fue proscripto del Perú por resolución del Con­


greso a proposición de Sánchez Carrión, el 3 de diciembre de 1822. t
De acuerdo a esa resolución, en caso de tocar el proscripto algún
punto del territorio peruano, quedaría privado de la protección de la
ley. En la historia de América Latina se podría'hacer una sugestiva
lista de "apestados”, y "proscriptos” por la canalla oligárquica de
todas las épocas. Los señoritos de la sociedad peruana, y del partido
monárquico (que luego serán republicanos ardientes), se reclutaban
: entre aquellos que poseían “títulos de Castilla”. Pero como habían
sido adquiridos con dinero, dice Paz Soldán, los que se consideraban
nobles en el Perú, eran “ignorantes, botarates, desprovistos de mé­
rito y por su ninguna o viciosa educación eran én su mayor parte
mentecatos; hasta hoy se dice que un individuo tonto, necio o pre­
sumido parece un marqués <? conde”, Paz Soldán, ob. cit., p. 74.
206 JORGE ABELARDO RAMOS

de Lima, y la otra elige el nombre del Marqués de Torré ■


Tagle como titular.del gobierno faccioso. En semejante
caos llega el general Sucre con sus colombianos, preparan-
•. do la llegada de Bolívar. El Libertador entra en lima el
l9 de setiembre *de 1823. En tales momentos los 100.000
“hijos de San Luis” franceses invaden España para aplas­
tar- el gobierno constitucional y restituir a Fernando VII
la plenitud de sus poderes, absolutos. Con la calda del go­
bierno liberal de Madrid, el «ejército' encabezado por La
Serna, y compuesto pof “constitucionalistas” y absolutis­
tas, pierde todas sus esperanzas políticas y a su vez se
divide entré’las tropas liberales jier.La' Serna en' el Perú
y el ejército “servil” de Olañeta en el Alto Perú.
El Mariscal Pedro de Olañeta, vizcaíno ultra godó, due­
ño de minas y muías, había hecho una fortuna mantenien­
do “ww 'ilícito comercio con los intereses mismos del ejér­
cito a, quien servía". Su crueldad, su avaricia y la belleza
de su joven mujer, doña Pepa Marquiegui, eran los tres
pilares de su fama,1 Consideraba a la monarquía como
sú religión; era, por lo demás, un diestro soldado.
El Virrey La Serna es a"su vez destituido del mando .
por Fernando VII.1 2 Bolívar advierte las ventajas políticas
ante el cambio de la situación europea y entrega el mando
de los ejércitos a Sucre. Una vez más la interrelación en­
tre la historia española y la historia hispanoamericana, el
flujo y reflujo de la revolución en el seno del declinante
Imperio se ponían en evidencia: la política ganaba o per­
día batallas con el desplazamiento de los partidos y las
clases. -

1 Frías, bb. di., p. ¿61,V¿-


2 Los .negociados de Olañeta con el ejército eran tolerados .por
las autoridades españolas con la esperanza de que por medio de sus
agentes comerciales se obtendrían informaciones útiles a la gue­ ■

rra. Pero el Virrey La Serna observó con disgusto esa actividad ■

bélico-mercantil e intentó trabarla, lo que agrió la relación entre


ambos: V. Torrente, ob. cz'i., p. 450. ■
Historia de la nación latinoamericana 207

13. Hacia la batalla de Ayacucho.


El partido realista, que influía en toda la alta sociedad
peruana, debía crearle graves problemas a Bolívar. El Pre­
sidente del Perú, Torre-Tagle, encarnaba la indiferencia
general hacia la causa de la independencia, tan comprome­
tida en el Perú por la presencia de los grandes ejércitos,
españoles. La guarnición de la fortaleza dél Callao, com­
puesta por tropas argentinas, y en ja que permanecían :,
prisioneros numerosos soldados españoles, se sublevó por
el atraso de sus sueldos y por el hambre a que había sido
reducida por los< gobiernos porteño y peruano, que habían
ignorado repetidas veces las súplicas de los oficiales a este
respecto. El sargento Moyáno, del regimiento “Río de la
Plata”, acaudilló una sublevación, libertó a. los prisione­
ros españoles y ondeó enseguida la bandera de Fernan­
do VII en la fortaleza. Las tropas españolas avanzaron rá­
pidamente hacia Lima. En tales circunstancias desespe­
radas, el Congreso peruano se reunió y llamó a Bolívar,
que se encontraba en Pativilca, designándolo dictador y
suspendiendo la vigencia de la Constitución. En esos mo­
mentos críticos, el Presidente peruano Torre-Tagle, el Vi­
cepresidente conde de Surrigancha, el general Berindoaga,
ministro de Guerra, acompañados de 337 generales, oficia­
les superiores, y jefes subalternos del ejército peruano se
pasaron al bando de los españoles. Al mismo tiempo, el’
honrado Marqués (a quien dominaba notoriamente Isu vo­
luble mujer) publicaba un “Manifiesto” cubriendo de in­
sultos al Libertador.1
1. El Marqués de Torre-Tagle pertenecía a los “mentecatos” de
que hablaba Paz Soldán. Criado en medio del lujo, amaba el poder
“no porque fuese ambicioso, sino por ostentación... bajo los virre­
yes fue pródigo y disoluto; bajo San Martín, patriota'; con Monteagu-
doi oligarca; intrigamte con Guido y con'San Donas, traidor... hasta
'en su. hogar, la debilidad, qu<¡ fue la maldición de su vida públiqa, le
persiguió. Sometido ciegamente a su esposa, era en la casa esclavo
y no señor”, dice O’Leary. Un día reunió .el marqués en su casa &
varios oficiales de la guarnición para b.uscar una. solución a la situa­
ción del Perú. Las tropas clamaban por el pago de sus sueldos. El
coronel 3. Gabriel Pérez propuso levantar un empréstito para soco-
2C(8 JORGE ABELARDO RAMOS '

Bolívar asumió el gobierno del Perú y adoptó inmedia-'


tas medidas para reorganizar el: ejército. Nombró a Sucre
• general en jefe del ejército colombiano-peruano. “Persua­
dió a las autoridades eclesiásticas a que diesen la. plata la­
brada del culto; adjudicó al Estado el producto de las pro­
piedades de los que, por haber desertado para servir al ene­
migo, habían perdido el derecho a la protección del go­
bierno; estableció impuestos y los hizo cobrar”.1 Al mismo
tiempo, Bolívar suprimía la mita y los repartimientos de
indios. Anuló la obligatoriedad del trabajo indígena en las
obras públicas, estableciendo que los otros ciudadanos pe­
ruanos también debían realizar dichas tareas. “El corregi­
dor, el cura, el agricultor, el minero, el mecánico, todos y
cada uno de ellos eran sus opresores, obligándole a cumplir
los contratos más onerosos y fraudulentos”.2 Asimismo
suprimió el derecho de curas y corregidores para el tra­
bajo gratuito de los indios en el servicio doméstico, decía-,
rando vigentes las antiguas leyes españolas que los favo­
recían. Ordenó la entrega de una porción de tierra a cada
indio, anulando la autoridad hereditaria de los caciques.
Otorgó pensiones a los descendientes de la nobleza incaica
y protegió a,los hijos de Pumacauá. El sentido general de
tales medidas es muy claro; sin embargo, todas ellas de­
bían regir en la sociedad peruana lo que habían regido las
leyes de India en la materia. Para extirpar la servidumbre
o semiesclavitud indígena, era preciso aniquilar el. régimen
de tenencia de la tierra existente aún hoy. Otorgar jurí­
dicamente derechos a los indios sin eliminar la estructura
social (cura, terrateniente, minero y corregidor, como de-

rrer a los soldados. “¿Cok cuánto contribuirá usted —preguntó la


marquesa interrumpiéndole—, pues si hemos de creer lo que dice la
voz pública, usted gasta querida y coche.—Señora —replicó Pérez—,
la voz pública suele equivocarse y aun ser maliciosa; y en prueba
de que no debemos darle crédito, baste decir que;-según los díceres,
usted comparte sus favores entre el marqués y un oficial subalterno
del ejército”. Tanto valía el Marqués como marido que como patriota.
Era el hombre más indicado para agraviar al Libertad or, V. O’Lea-
, ry, Junin y Ayacucho, p. 102, Ed. América, Madrid, 1919.
i O’Leary, Memorias, p. 107, II. --
a Ibid., p. 419. • ...
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 209

talla O’Leary) era arar sobre el mar, como en efecto ocu­


rrió. A ciento cincuenta años de aquellas medidas de Bolí­
var, en el campo peruano subsisten condiciones análogas.
Había que empezar por revolucionar las relaciones de pro­
piedad y terminar por su ornamento jurídico, para que
este último reflejase la realidad social y no fuese, como
en efecto fue, una máscara burlesca de las intenciones del
reformador.1
Es en tal situación política y militar que un general de
29 años de edad, José Antonio de Sucre, enfrenta al ejér­
cito español en las montañas de Ayacucho. Lo acompaña
el intrépido general José María Córdoba, que alzando su
sombrero blanco de jipijapa en la punta de su espada elec­
triza a sus hombres lanzándose al combate con el grito:
“¡División! ¡De frente! ¡Armas a discreción y paso de ven­
cedores!”.2 Al frente de sus tropas, Córdoba trepó “la for­
II midable altura de Cundurcunca, donde se tomó prisionero
*___ r ~ &__ ni
* ”._ Tenía ~ thi - __
al tt
Virrey La Serna ~ 25 años. El _____
generali i Miller con- -
taba 29, Isidoro Suárez 34, el venezolano Silva 32. Las
fuerzas patriotas sumaban ,5.780 hombres y los realistas
del Virrey La Serna, 9.310 soldados. La victoria america­
na fue completa. Cayeron prisioneros el Virrey La Serna
_______ _'
1 “Federico el Grande odiaba a los juristas porque aplicaban
conforme a su criterio formal los decretos inspirados en un sentido
material, y con ello servían finalidades perfectamente opuestas a las
. que él se proponía”. Max Weber, Historia económica general, p. 228,
Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1961.
2 Menos de cien años más tarde, la tradición histórica se había
perdido de tal modo én Perú, .como en el resto de América Latina,
’ que los niños peruanos aprendían historia en textos traducidos del
francés. Así pudo ocurrir que muchos peruanos adultos conservaran
de la escuela la idea de que el General Córdoba había dicho el día
de la célebre batalla: “No haya vencedores”, gracias á la deficiente
traducción" de la frase “Pas de vainqueur”, en lugar dé “Paso de
vencedores”. Lá versión no es tan increíble si se considera que en ,
nuestros países se consideró durante mucho tiempo mayor signo de
cultura conocer uña lengua europea, aunque fuera tan mal apren-
* dida como la de ese traductor infiel, que dominar bien la propia.
Así hemos soportado literatos europeizantes e historias simiescas. >
; Ni siquiera cuando la batalla de Ayacucho éra un hecho de
importancia .histórica mundial los traductores dé la inteligencia:
colonial podían concebir que los latinoamericanos marchamos un día
a paso devencedores.
210 ■ JORGE ABELARDO RAMOS


con todos' sus generales
*, empezando por. Canterac y Valdés
con. más de 600 oficíales y dos mil hombres de tropa.1. Casi
dos mil múértos quedaron sobre el campo de Ayacucho
donde, concluía el poder español en América. Los factores
políticos de la derrota española habían resultado esencia­
les. La reacción absolutista, en España les cerraba a los
militares constitucionalistas' toda esperanza: su triunfo
habría sido una ofrenda rendida pór los liberales españo­
les en América za los absolutistas que los habían vencido
en España. Por lo deihás, el ejército de La Serna concu­
rría a la batalla desmoralizado hasta la médula: la guerra
que Ies había declarado el mercachifle Mariscal Olañeta
desde el Alto Perú los amenazaba con el pelotón de fusila­
miento. La guerra civil enfrentaba a los españoles en el pro­
pio territorio de sus antiguas colonias. Sú capitulación y
las condiciones generosas ofrecidas por Sucre cerraron el
drama.' Pero las consecuencias políticas de Ayacucho irían
a profundizar el proceso, de fragmentación de los antiguos
Virreynatos. La independencia de las provincias del Alto
Perú sería su expresión inmediata.i

i Parte militar de Sucre, en O’Leary, Junin y Ayacucho, p. 196.


La divisa lanzada por el General Lara y que recoge en sus tradicio-
nes Ricardo Palma es menos homérica pero más criolla. Los hombres
de Lara eran hijos de los llanos y “gente cruda”. Su genéral Jes
dirigió antes de. la batalla la siguiente arenga: "¡Zambos del carajo!
¡Al frente están los yodos puñeteros! El que manda la batalla es
Antonio José de ¡Sucre, que como ustedes saben, no es ningún cabrón.
Conque así, apretarse los cojones y... ¡a ellos!”. La versión adecen­
tada está, en Palma, ob. cit., p. 997. En la misma batalla' combatió ¡a
lanza, vestida de capitán dp caballería con Piniforme escarlata, Ma-
nuelita Sáenz, la magnífica compañera del Libertador. V. Rumazo
González, ob. cit., p. 187, , .
CAPITULO Vil

DE /BOLIVAR A BOLIVIA
ó

“S.E. (Bolívar) me manda decir a V.S. que el asunto


de -las cuatro provincias dél Alto Perú debe quedar in
stato quo, sin hacer innovación alguna que, directa o in­
directamente pueda perjudicar los derechos de las Provin­
cias Unidas del Río de la Plata”,
General Tomás Heves á Sucre.

"Ni Vd., ni yo, ni el Congreso mismo del Perú, ni de


Colombia, .podemos romper y violar la base del derecho
público que tenemos reconocido .en América. Esta base
es, que los gobiernos republicanos se fundan entre los
límites de los antiguos virreinatos, capitanías generales,
o presidencias como la de Chile”. --
Bolivar a Sucre.

“Aunque las cuatro provincias del Alto Perú han per­


tenecido siempre a la Argentina, es la voluntad del Con- -
greso General Constituyente que ellas queden, en plena li­
bertad para disponer de su suerte, según créan convenir /
mejor a sus intereses y a su felicidad”.
Ley de 1825 del Congreso rivadaviarw porteño. ■

/
La gran victoria de Sucre resonó en todo el continente
con inigualado eco. Terminaba allí, por obra de cinco mil
jóvenes criollos, la historia de trescientos años de poder es­
pañol. Lo que parecía imposible y fantástico, era ya una
. realidad. La emoción que despertó la victoria de Ayacu­
cho corre en las crónicas. Al recibir el pliego con la noti­
cia, Bolívar sufrió un ataque de verdadera enajenación:
se arrancó la chaqueta militar, juró ahte sus oficiales, ig­
norantes de lo ocurrido, que jamás volvería a vestir el
uniforme militar y se lanzó a bailar solo, como un verda­
dero poseído. Después, en~vó¿.entrecortada, informó a to­
dos del triunfo de Ayacucho y ordenó inmediatamente a
sus acompañantes tomar, champaña hasta embriagarse, lo
, que comenzó por hacer él •'I-mismo, habitualménte sobrio.
, ■ I' , . ' ■ -
1. El pueblo de Buenos Aires festeja a Bolívar.

La noticia llegó a Buenos Aires a las ocho de la noche


del .2 de enero de 1825. Alberdi repordará.su niñez : “Mi
primera, impresión de Buenos Aires son los repiques dé
campanas y las fiestas en honor de Bolívar por el triunfo
de Ayacucho”'.* Muchos años más tarde, en su Vejez, el ge-
ñéral Gregorio Las Heras, que se desempeñaba como go­
bernador de Buenos Aires al llegar la gran noticia, evoca­
ba sus impresiones con su verba de viejo soldado: “Saca­
ron en procesión el retrato de Bolívar por las calles con

1 Blanco Fombona, en Discursos y proclamas de Bolívar, ob. cit.,


p. XVIII.
214 JORGE ABELARDO RAMOS

hachas encendidas en noche de pampero. Volcán de fiestas


y alegría en la ciudad un mes. Tuve que tirar un decreto
para reglamentar el delirio”.1 . .. ..
El pueblo de Buenos Aires y las provincias festejó la
victoria de Ayacucho como el triunfó de la Patria Grande.
Los amigos porteños de Gran Bretaña, también se hacían
eco del regocijo: el intercambio comercial estaba de para­
bienes. Un grupo de comerciantes ofreció un banquete en
el Hotel de Faunch. Las paredes del comedor estaban cu­
biertas con las banderas de todas las naciones importantes,
al lado de retratos de Bolívarjy de Sucre. Como correspon­
día, la banda tocó “God save the King” al brindarse por el
Rey de Inglaterra.. En otro banquete los mercaderes por­
teños elevaron un brindis en homenaje a Canning: “¡PriV'
mer estadista del mundo, honorable George Canning, fiel
amigo de la libertad!”.12
Los festejos populares, en otros lugares, eran menos
anglófilos. El coronel Ramírez, de pie en un palco del Tea­
tro Argentino, leyó el “Boletín Oficial” que informaba dé
la batalla de Ayacucho, mientras la concurrencia, presa de
frenesí, vivaba a Bolívar y Sucre. El pueblo porteño se vol­
có a las calles, a los cafés, a las plazas. Los cohetes que
'surcaban el cielo, y los pardos que danzaban con sus pífa-
'nos y cajas, así como los desfiles, se sucedieron durante
tres noches. Los brindis por la patria embriagaron a la
ciudad en éxtasis. El nombre de Bolívar era públicamente
aclamado. El célebre Deán de.la Catedral.de Córdoba, don
Gregorio Funes, era, desde hacía un tiempo agente diplo-
.mático de Colombia ante el gobierno argentino en Buenos.
Aijres. Ante su casa, en la calle Florida, un-a multitud re­
unida pidió su palabra. El Deán la arengó exaltando el
nombre de Bolívar y Sucre e invitó a la muchedumbre a
desfilar hasta la pirámide de Mayo; - .

1 Gabriel Rimé-Moreno; Ayacucho en Buenos Aireq, p. 31, Ed.,


América, Madrid,
2 José ’Antonio Wilde, Bttenos Aires desde setenta años atrás, p.
131, Ed. Espasa-Calpe, Buenos Airég, 1948. ¿ :
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 216.'

2. El partido rivadaviano.
Pero no todo Buenos Aires participaba del júbilo po­
pular. El partido rivadaviano, hechura misma del interés
portuario y europeizante, observaba con reserva el esplén­
dido triunfo de las armas americanas. La estructura geo-
económica de la región del Plata encierra uno de los secre­
tos de su historia política. La fertilidad pampeana que ha­
bía reproducido las siete vacas.de la Conquista en millo­
nes de cabezas de ganado, la proximidad del puerto, y la
ciudad de Buenos Aires, habían impreso a sus clases do­
minantes un acusado sello regionalista. I
El poder de hacendados y comerciantes estaba concen­
trado en “una pradera, una ciudad y un puerto”1 conti­
guos y fabulosamente ricos. El resto de la heredad polí­
tica hispánica era un pesado lastre, más bien orientado
hacia eí “hirterland” latinoamericano que hacia el Plata,
salvo las provincias litorales con parecidas producciones, a
la de Buenos Aíres, aunque sin su puerto y aduana: Santa
Fe, Corrientes y Entre Ríos, recostadas sobre ^1 río Para­
ná, cuya llave exterior estaba en manos de . los porteños.
Este núcleo de ganaderos y ’ mercachifles controlaba la si­
tuación, aunque con divergencias interiores/
El gobierno del general Las Heras estaba dominado
por el partido rivadaviano y este.partido buscaba obtener
la paz . con España mediante negociaciones, aunque fuese
preciso pagar con dinero la independencia. No en vano Ga­
briel René-Moreno llama a Buenos Aires “la ciudad, mer- ■
cante”.2 Ese es, por otra parte, el rasgo más constante de
toda su. historia. Buenos Aires observaba con desconfian­
za todo lo americano. Por lo demás, los militares argenti­
nos que habían militado en Perú con San Martín, eran
antibolivarianos o ’ “bolivárfagos” y se aliaban en este odio
1 Síntesis de vigor demostrativo empleada por Reyes Abadie,
Bruschera y Melogno en su excelente estudie, sobre la Banda Orien­
tal citado, 'y que se aplica análogamente a Ja Provincia, de BÚend?
Aires. ' . ■ ■ ' .
- 2 Cfr. Moreno, ob. cit,
216 JORGE ABELARDO RAMOS
I

a los rivadavíanos dél puerto. La noticia del triunfo de


Ayacucho alarmó a las clases conservadoras de Buenos
Aires. En su vecindario' vivían varios miles de godos y
“agddádos”, notoriamente protegidos por el gobierno de
Rivadavia. Este don Bernardino había realizado en 1816>
mientras San-Martín y los americanos revolucionarios lu­
chaban denodadamente por la independencia, una gestión
humillante ante el pérfido Fernando VII en Madrid,1 que
lo-retrata .por completo.
8. Rivadavia se'pone a'W pies de Tersando Til. •
,|En .esencia, la .gestión del -“bolivárfago” de 1825 reali­
zada ante la Corte absolutista, de Fernando VII en 1816
es la siguiente. Rivadavia emprendió a espaldas de su gó-
. bierno, auhque en' estrecha relación con los hombres de su
partido, una insensata intriga destinada a coronar sóbre­
las pampas det Río de la Plata a un vástago de Carlos IV,
el infante Francisco de Paula, hermano menor de Fernan­
do VII, Las negociaciones comenzaron cuando la familia
real vivía en su exilio de Roma.
El socio de Rivadavia en la extravagante aventura era
el hijo del conde Cabarrús, aquel colega de los ministros
ilustrados del gabinete de Carlos III.- El hijo de Cabarrús
era, un. aventurero inescrupuloso, “píllete ajusto orático”,
según' la'paíábra'de López, merodeador dé las alcóbad'rea­
les, en media
*- docena de cortes europeas, amigo de da fran­
cachela y del dinero fácil, cuya hermosa hermana había
sido amante de Barras y amiga de Tayllerand en los días
convulsos de la Revolución y del que.no se sabía en ver­
dad si era francés o español. Cabarrús pertenecía al círcu­
lo íntimo de Carlos IV y Go doy y se. había comprometido,

A V. los detalles de este episodio tragicómico de Rivadavia en


López, ob. cit., Torno V; .Busaniche, Historia,argentina, ob. cit,; Docu­
mentos inéditos acerda de la t Misión del doctor don Manuel José
García, Diputado de las Provincias Unidas en la corte del Janeiro.
Epoca de Pueyrredón, Buenos Aíres, Imprenta de Juan A. Alsina,
1883; Moreno, ob. cit.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA ;217

mediante importantes sumas, a llevar a Buenos Aires a


Francisco de Paula; - \
De ese modo, Rivadavia lograría neutralizar con esta
intriga la hostilidad de la reacción europea hacia las colo- '
nías en rebelión y obtener el libre comercio con Inglate­
rra. Xa maniobra había sido sugerida por Lord Strang-
ford, ya que la política inglesa de ese momento era esta­
blecer una monarquía en ’ Buenos Aires, cesar la guerra
.. con España y obtener del legitimismo español por esa me­
diación británica las concesiones comerciales requeridas,
objetivo supremo de Gran Bretaña. Toda la negociación
fracasó con la derrota de Napoleón. Fernando se instaló
de nuevo en el trono de Madrid. Rivadavia entonces obtu-
/ -vo en Londres un salvoconducto para viajar a Madrid y
arrojarse a los pies de Fernando VII.

4. Cortesanos y toreros.
Él rey absoluto vivía rodeado de una crápula de toreros ■
y. chulos qué alborotaban los despachos y aposentos rea-
- jes: allí, todo “era, grosera y temible... Los Calomardes,
los Chamorros y los toreros, constituían, la baja entidad del
. gobierno en la alcoba del nuevo rey... de índole asttita y
feroz”:1 En sus memoriales escritos en Madrid al ministro
de Fernando, Cevallos, dice Rivadavia: “La misión dé los
» 'jMíehZos púe me Lant'diputado se«reduce .a, cumplir con la #
... sagrada obligación de presentar a,los ’pies,.de SM.flgs más .
sinceras protestas de reconocimiento de su, vasallaje.. .2
felicitándolo por su venturosa y deseada restitución di Tro­
no y suplicarle humildemente el qué se digne, como padre
de sus pueblos, do,ríes a entender los términps qye han de
reglar su gobierno- y administración”. < ~ .
El intercambio de notas entre Rivadavia y Cevallos, la
. insolencia y desprecio del ministro absolutista por el ame-
„ ricano lacayuno y las reiteradas muestras de acatamiento
de Rivadavia ante los Reales calzados de Fernando están
1 López, ob. cit., Tomo VI, p. 23.
8 Moreno, ob. cit., p. 273.
218 ; JORGE'ABELARDO RAMOS

fuera de toda imaginación, sobre todo en la Argentina,


donde este individuo'ha sido elevado /por la oligarquía al
pedestal de los fundadores de la patria. La respuesta final
de?ministro Cevallos era previsible: ordenó la expulsión
de Rivadavia del territorio español, ahorrándole, en gra­
cia a su servilismo, el envío a los presidios españoles del
Africa.
El hundimiento de la intriga obligó a Rivadavia, al in­
formar a Manuel José García del fracaso de su misión, a
decirle lo siguiente: “Usted me dispensará élqtte le supli­
que que de toda esta exposición haga el uso más pruden­
te y reservado posible, 'pues a Buenos Aires no escribo más
claro: creo'que debo omitir cuanto pued&d^asperar y me
sea licito sigilar;, así; doy él. parte oficial más circunspec­
to”.1 Tal era el Señor Rivadavia, “personaje de tono clá­
sico y de maneras teatrales... que convencido de su im­
portancia vivía, en profundas, meditaciones”12, dios de los
importadores. ingleses, enemigo de San Martín y de BolL
var, personaje al que pronto veremos entregar la Banda
Oriental a la “independencia inglesa” y que recibió la vic-;
toria de Ayacucho como un acontecimiento perturbador. .

1 Ibíd,,• p. 289... ■ '■


2 Era tan feo que sus adversarios aldeanos le llamaban el “sano
del diluvio”, Vestía .casaca redonda y espadín de traje de etiqueta
cuando ejercía algún cargo público. Su figura tornábase ridicula
cuando aparecía con su calzón tomado con hebillas y las medias de
seda negra que ponían de relieve el vientre''enorme y las flacas ,
piernas. El espectáculo adquiría un tono patético por el aire pre- ’
suntuoso y distante de Don Bernardino. Era la' mejor encarnación
de la “nobleza de toga” formada en las Universidades coloniales.
Lejos de . representar. el espíritu revolucionario del “jacobinismo”,
como lo creerán cándidamente los liberales del tipo de José Inge-
nieros y los nacionalistas- oligárquicos como' Federico Ibarguren; Ri-
vadavia expresaba en el Río de la Plata la contrarrevolución. “Había
visto en. Francia que la reforma y las libertades constitucionales.
eran allí una consecuencia inmediata.de la política de -reacción contra
los atentados de la licencia democrática y del régimen militar pro­
vocados por la Revolución Francesa, Y él, que por genio, por edztca-
ción y por propósitos había mirado siempre con aversión los espan­
tosos escándalos de la demagogia, sintió retempladas con eso sus
viejas tradiciones españolas y el temperamento aristocrático de su
espíritu”, López, oft, ctí., Tomo IX, p. 64,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 219

5. Rivadavia frente a San Martín y Bolívar.


Él cónsul norteamericano en Buenos Aires, Jolín Mu­
rray Forbes, escribía a. su Secretario de Estado, Adams:
“Esta, ciudad recibió 'loca de alegría la, más importante no­
ticia del Perú que jamás haya, conmovido ol corazón de
este pueblo... salvas de artillería en el Fuerte, fuegos de
artificio por, todos lados y acordes musicales por todas las
bandas militares, acompañados por aplausos y cantos pa­
trióticos de centenares de ciudadanos, por todos los ámbi­
tos de la ciudad”. Añadía significativamente: “Hay per­
sonas de alto rango que han recibido la gloriosa noticia
con reacciones equivocas, consternados por el anuncio de
los patriotas de una próxima visita del gran regenerador,,
único que seria capaz de cambiar aquí la opinión pública”.1
Mientras el pueblo de Buenos Aires ..celebraba conmo­
vido la victoria de Ayacucho, los ingleses se ocupaban de
cosas prácticas. Se firmaba el Tratado de amistad y co­
mercio con Gran. Bretaña: ésta reconocía diplomática­
mente, en cambio, a las Provincias del Río de la Plata. El
tratado era del mismo género que el firmado poco antes en
Colombia y que mereció el conocido juicio de Bolívar. Pero
1 John Murray Forbes, Once años en Buenos Aires, p. 340, Ed,
Ernecé, Buenos^ Aires, 1956, .
Gabriel René-Moreno recuerda en su obra la campaña'sistemá­
tica de la prensa porteña contra Bolívar en “El Argos” y “El Na­
cional”, papeles oficiales del ministerio rivadaviano. “El grupo de
intelectuales de “El Nacional” era,, sin disputa, la nata del unitarismo
trascendente. Así califico al porteñismo, autor. ■ de los dos desasi­
mientos de Norte y de Oriente eñ las Provincias Unidas, para los
fines de una-, hacedera hegemonía concéntrica; así califico al por­
teñismo del apartamiento del Plata en América para la máq, peculiar.
y expedita europeización de brazos, capitales y comercio. Los contra­
rios, es decir, los amantes de-la~ gran Patria argentina, promotores
en Buenos Aires de la reconstrucción nacional eñ forma federativa
dentro' de ios límites y con los vínculos del virreynato, mirando hoy
más que nunca en menos aquellas ideas y miras bonaerenses^sentían-
sé firmes, alentando unidos con la muchedumbre que celebraba en
calles y plazas la victoria de América. Pero es la verdad que social y
políticamente punca pasaron de ser una porteña minoría... bien
pronto, junto con la propia muchedumbre, fue esa minoría arrollada
en ' la provincia por el particularismo positivista del otro bando”:
Moreño,: cit., p. .’65,', - j .
220 JORGE ABELARDO RAMOS

en Buenos Aires no se libraba ninguna batalla por la in­


dependencia y tampoco había en la “ciudad hanseática”
ningún Bolívar. El general San Martín había abandonado
el país con riesgo de su vida, vencido por Buenos Aires,
y era un proscrito en Europa.
Poco antes el Deán Funes escribía al ministro Mosque­
ra : “Él General San Martín se halla aquí: es muy men­
guada la acogida que sede ha hecho. Parece que el 15 de
este se.embarca para Londres llevando consigo a su hija”.1
El odio rivadaviano a San Martín no era inferior al pro­
fesado a Bolívar. ,
6. La tutela marítima inglesa.
Las rivalidades anglonyanquis de la época permiten co­
nocer en la correspondencia oficial de Mr. Forbes-una opi­
nión sobre el tratado/ anglo-portefio:. “Su ostensible reci­
procidad, escribe a Adams en una carta particular, eé una .
burla cruel de la absoluta falta de recursos de estas pro­
vincias y un golpe de muerte a sus futuras esperanzas de .
Cualquier tonelaje marítimo. Gran Bretaña empieza por
estipular que sus dos y medio millones de tonelaje, ya en .
plena existencia, gozarán de todos los privilegios en mate­
ria de importación, exportación o cualquier otra, actividad
comercial de que disfruten los barcos de construcción na­
cional y a renglón seguido acuerda que los barcos de estas'
provincias (que no tienen ninguno) serán admitidos en
iguales condiciones endos puertos británicos, y que sólo se
considerarán barcos, de estas provincias a aquellos que se
hayan construido en el país y cuyo propietario, capitán y
tres cuartas partes de la tripulación sean ciudadanos dé
estas provincias. ¿Cómo podrá está pobre gente del Río de
la Plata encontrar un motivo para construir barcos a un
costo que sería el triple o él cuádruple de su precio en Eu­
ropa para entrar en.estéril competencia con tan gigantesco
rival?”.2
1 Archivo de Funes, ob. cit., Tomo III. n. Í63.
2 Forbes, ob.° dt., p. 34’6. El comercio libre inaugurado ñor la
revolución de Mayo y confirmado por este tratado, permitiría la lie-

■ J- . .
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA, 221

Esta sencilla argumentación todavía despierta el lógi­


co furor de las oligarquías latinoamericanas,a un siglo
y medio de la independencia política. Los propios norte­
americanos, desaparecido su rival británico, ocupan el mis­
mo lugar y practican la misma política que los Canning
del siglo XIX; !
7. Los intereses porteños y el Alto Perú.
La sombra de Bolívar se agigantaba. En los periódicos
gubernamentales se comenzaba a criticar cada vez con más
aspereza al Libertador. Se le atribuían miras “imperialis­
tas”, que es el único antiimperialismo que se permiten los
cipayos dé todas partes y en todo tiempo.* 1 Se advierte al
mismo tiempo que el gobierno de Rivadavia nada disponía
para actuar contra el Mariscal Olañeta que guardaba des­
pués de Ayacucho su dominio sobre las provincias alto-
peruanas. A título simbólico, proveyó dinero y recursos
para 6001 hombres de infantería y caballería que con las
milicias salterias al mando' del general Arenales vigilaban
la frontera del Norte argentino.
De este modo, la estrategia porteña buscaba garantizar
esa frontera y que Sucre y Bolívar terminasen a su costo
la independencia. Pero el Congreso reunido en Buenos Ai­
res contaba con algunos diputados que no eran porteños:
el diputado Castro afirmó: “Yo no me propuse solamente
que nos pusiéramos a la defensiva; me propuse algo más.
Me proponía, como necesidad del momento, no solamente
la defensa de nuestro territorio libre, sino la restitución
de nuestro territorio ocupado... en todos los casos en que
han podido prenunciarse esas provincias, hoy ocupadas
gada a Buenos Aires, como al Brasil, de los artículos más inverosí­
miles de origen británico, entre ellos rpátinés para hielo y braseros
de hierro. V. Kauffmann, ob. cit., p. 141.
1 La prensa chilena juzgaba a Bolívar con idéntica desconfianza
‘que sus colegas del Río de la Plata. En el diario “El Liberal”, octu­
bre de 1824, advertían a Bolívar: '“El día que Bolívar quisiese adop­
tar el sistema monárquico sería el último de su poder y de su gloria”.
Cit. por Carlos A. Villanueva, El Imperio de los Andes, p. 99, Ed.
Paul Ollendorf, París, 1913. ’ , '
I
222 ;■ JORGE ABELARDO RAMOS

por el enemigo, se han pronunciado como parte_ integrante


del territorio, nuestro, por lo que en-esta. suposición nues-
' tros congresos y asambleas han nombrado por ellas'su­
plentes, ya su nombre también ha sido declarada la inde­
pendencia del. país”ú
Tal era la posición nacional, la que asimismo sostendrá
Bolívar pero que. rechazaba la mayoría rivadaViana del
Congreso • Nacional, y el, propio Poder Ejecutivo, aunque
■parezca inverosímil. Pues- en efecto, muerto Olañeta por.
sus propios partidarios, Sucre ocupa con .sus fuerzas, des­
pués de ,Áyacucho, todo el territorio del Alto Perú. La
presencia triunfante., de Bolívar en todo 'el continente no
podía sino obstaculizar los planes monárquicos europeos,
de la camarilla de Rivadavia. ¡Y esas provincias, del Alto
Perú, con sus “cuícos” e indios!
8. Europa y la Independencia.

El. Deán Funes, agente diplomático de' Colombia en


•Buenos Aires, le escribe.a Mosqtiera, ministro de Relaciones
Exteriores de Bolívar: ífEn una de las conferencias que he
tenido con el Ministro [me ha dicho] queda causa de mies-
ira independencia ha de venir terminada de la Europa.
Esta expresión me hizo estremecer”. Y agregaba: “La
opinión más general es que se trata de coronar aquí al In­
fante D. Francisco de Patilg. No estoy ajeno de creerlo,
pero me inclino más. a que nuestra causa se ha puesto en
manos del gabinete inglés. Hacen pocos días que partió
para aquella Corte el Coronel Airear en calidad de Pleni­
potenciario. Amigo, yo veo esto de muy mala data y no en­
cuentro dónde fijar el pie, sino es en el consttelo de nues­
tro Libertador. Nada me fío..de los'ingleses”.*
El General O’Leary, edecán del Libertador, comentan-
do'las presiones extranjeras sobre la política. americana,
1 Moreno, ob. cit., p. 44. A raíz de la llegada de una falsa no­
ticia informando de .un triunfo realista en Ayacucho, los godos de
Buenos ..Aires- andaban esos días “muy gallos y tiesa la cresta”, se-
'gún la expresión popular de la época. .
2 Archivo Funes, 'Tomo III, p. 226.- .'. '■ ,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 223

respondía al Deán: “Convengo con hated que las repúbli­


cas nuevas deben desconfiar enteramente de la mezquina
y siniestra política de los gabinetes europeos. Estos no con­
sultan sino sus propios intereses”.1
La tendencia invariable de la burguesía porteña era
reducir en todo lo posible el área territorial, conservar el
puerto y la Aduana en sus manos, que proveían la. mayor
parte de los recursos fiscales y librar a su suerte a las
provincias mediterráneas, que- carecían de productos ex­
portables. El Alto .Perú se volvía así una carga irritante
para los porteños.
9. El Alto Perú en el antiguo Virreynato.
Hasta la creación del Virreinato del Río de la Plata en
1776, el Alto Perú estuvo políticaménte subordinado al Vi­
rreinato con sede en Lima.-La economía altoperuana has­
ta esa fecha estaba interrelacionada tanto con el Bajo
Perú como con las provincias del Litoral que llamaríase
luego argentino, y naturalmente con Córdoba, Salta, Tu-
cumán y Jujuy. El comercio de muías destinadas a las ne­
cesidades de la minería altoperuana adquirió una notable
importancia económica. Nacidas en Buenos Aires, Santa
Fe y Corrientes, las muías invernaban en los: potreros de
Córdoba y pasaban por otros seis meses a Salta. En esta
última provincia se verificaba anualmente una feria gi­
gantesca donde.se vendían hasta 60.000 muías.i2
Este comercio vitalizaba los vecindarios de las nume­
rosas poblaciones que intervenían en su tránsito, fueran
abastecedores de troperos, postas o intermediarios. JFujuy
abastecía al Alto Perú con su ganado, vacuno, destinado a
los trabajadores de las minas de plata del Potosí. Además
de la minería, las provincias alto peruanas contaban con
una importante industria textil en Cochabamba, que abas-

i Ibíd.,v. 167.
Coneolorcorvo, El Lazarillo deciegos caminantes. Desde Bue­
nos Aires a Lima, 1773, p. 96. Ed. Ministerio dé Instrucción Pública,
Montevideo, 1963. ' , ;
7

224 JORGE ABELARDO RAMOS

teda con sus telas, bastas a la población indígena, ven­


diendo sus tucúyos, ’bayetas y sombreros/
Pero la minería era sin duda la principal fuente de re­
cursos del Alto Perú. Con la plata del cerro de Potosí ad­
quiría los artículos industriales o alimenticios que necesi­
taba. La rutinaria explotación técnica dé las miñas a lo
largo de tres siglos, nó obstante, determinó una decadencia
en la prosperidad del Alto Perú.1 Al crearse el Virreinato
del Río de la Plata, el empobrecimiento era notorio. El
nuevo Virreinato que dará al puerto de Buenos Aires una
importancia económica y política decisiva, acentuará la
declinación altoperuana, así como pondrá de relieve él co­
mienzo de la crisis en las provincias industriales de la era
colonial. A través de Buenos Aires ingresan artículos de
origen europeo y se derraman por el Litoral. Las provin­
cias del Norte compiten ventajosamente, con las industrias
dé provincias que se mantenían abasteciendo el Litoral
y el Alto Perú. De este modo, si Buenos'Aires y el Litoral
antes de la creación del Virreinato del Río de la Plata eran
mercados consumidores dé-los productos industriales del
Tucumán, a partir de la apertura del comercio español
europeo por el Río de la Plata, Tucumán y las restantes
provincias del Centro y el Norte se convertirán en merca­
dos consumidores de los productos europeos entrados por
Buenos. Aires. Tan sólo la debilidad constitutiva de la in­
dustria española para proveer en gran escala a las colo­
nias americanas, pudo proteger indirectamente a las in­
dustrias criollas. La revolución de Mayo de 1810, con la
aparición del comercio inglés, asestará a esas industrias
un golpe de muerte.
10. Los indios mitayos.
En las minas altoperuanas trabajaban más de 15.000
indios mitayos) que eran reemplazados a medida que mo­
rían en el fondo de las minas.: Los antiguos súbditos deí

1 .Horacio William Bliss, Del Virreynato a Rosas, p. 69, Ed. Ri-


ehardet, Tucumán, 1959.
HISTORIA DE LA. NACION LATINOAMERICANA 225

Imperio incaico estaban obligados, ¿ prestar servicio for­


zoso en la extracción de-mineral. Fueron inútiles todas las
tentativas jurídicas de la Corona para reducir la crueldad
de ese gigantesco proceso de genocidio.1 Tanto los. españo­
les como los criollos .de las clases propietarias dé minas en
el Alto Perú frustraron por su peso social toda tentativa
de reforma. Aquellos indios que no morían en las minas,
eran retenidos con diversos, pretextos, cuando habían cum~. ,
piído ya su turno, hasta que morían trabajando.
Al anunciarse los llamados a una mita, parte de los
indios abandonaban a sus mujeres e hijos y se escondían
en la cordillera. Eran buscados con milicias armadas y tro­
pas de reserva, con la ayuda de caciques de indios (ver- 7
daderos cipayos quechuas) hasta que se reducía por la
fuerza a los alzados. “Así, los mitayos, eran conducidos a
la muerte con seguridad, sin dejar de oír misa.lbs domin-
• gos”? Cuando llegaba el momento de concurrir a la mita, <
los indios-qüe no habían huido salían a la plaza acompa-.
ñados de sus padres, parientes y amigos. Se abrazaban
mutuamente entre lágrimas, y. sollozos, después de recibir - .■•;
la bendición del cura ante la puerta de la Iglesia: “aumen­
ta lo funesto y lúgubre, de esta escena el son de los tambor-
cilios y de las campanas que empiezan a hacer la señal de
rogativas”.*
La mayor parte no regresaba jamás. Se: llegó a temer
la extinción de la población indígená.12*4 Los propietarios mi- ;
ñeros se disputaban con los propietarios de tierras la mano
de obra indígena, lo que origina muchos conflictos en la
política lugareña altoperuana.
1 Ricardo Leveñe, Investigaciones acerca de la Historia Econó­
mica del Virreynato del Plata, Volumen II, p. 164, Ed, Facultad de .
Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de La
Plata, 1928. . . . .
2 Cfr. Gabriel René-Moreno, Bolivia y Perú, Notas históricas y
bibliográficas, 2% ed., Santiago de Chile, 1905.
8 Lynch, ob. cit., p. 170.
4 Tres siglos después del célebre debate dé Valladolid entre Bar­
tolomé de las Casas y Juan de Sepúlveda sobre los indios, se .re­
planteaba la cuestión. El fiscal en la Audiencia de Charcas y de­
fensor de indios Victoriano de Villalba .sostenía que la mita había
logrado prevalecer porque “la causa de los ricos siempre tiene mu-
226 JORGE ABELARDO RAMOS . .

11. Antagonismos económicos en el Alto Perú. ’


- , La 4eca^ncia económica de esta región era irreme­
diable^; Faltaban capitales para modernizar la explotación ;
de las; minas y Ja ¡agricultura era: primitiva. La expolia-,
ción de los indígenas no podía .Suplir la impericia, la abu­
lia y el estilo rentístico de existencia, de. las clases altas del
Alto Perú. Por otra parte, el librecambismo porteño y su ■
desdén por las provincias de “arriba” chocaban con los in­
tereses textiles de Cochabamba. Los mineros altoperuanos,
debe añadirse, .preferían adquirir el azogue para extraer
la plata mediante el- método de la amalgama, producido
pop las minas peruanas de Iluancavélica, en lugar de com­
prar ese mismo mineral procedente de. Éurópa a través
, , de Buenos Aires,: distante de; Potosí más de 400 leguas.
Así. apareció en esa oportunidad una tendencia separatis­
ta, reforzada por la; perspectiva de adquirir una salida
¡sobré él Pacífica; para su comerció. Del mismo modo que :
Buenos. Aires no ofrecía ninguna ventaja económica a las
provincias. dePNórte, las clases dominantes altoperuanas -
tampoco veían con interés una vinculación subordinada a
Buenos Aires. Era notorio que una relación dependiente de
Buenos Aires en 1825 había resultado funesta para las
provincias llamadas ahora argentinas; y el Alto Perú sacó
todas las conclusiones de este hecho. ; < j /

chos abogados y la de los infelices apenas halla procuradores’’. En


l . el Intendente de Potosí se pnparna’otro Ginésde Sepúlveda: Fran­
cisco dePaula Sanz ataca ql Fiscal afirmando que los iridios “real*
mente no habían progresado desdé 'los días de la conquista y no eran
menos ociosos y estúpidos qué antes. Admitida esa holgazanería, el
serpiclo de la imita era útil ;y conveniente para los indios, pues los
ponía en contacto con la sociedad civilizada, y los hacía trabajan por
un salario’’, Lynchj ob. cit., ;p¿ 172. <
1 EL Capitán Joaquín Artachu era considerado el hombre más
rico de Chuquisaca ¡ tenía 200.000 pesos. Con 400'pesos anuales vivía
en esa ciudad una familia de la clase “decenté”. V. Alcides Arguedas,
^Historia deBolivia. La Fundación de la República, p. 28, Ed.. Amé­
rica, Madrid.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 227

12. El separatismo altoperüano.


; Si Buenos Aires no lograba dominar militarmente a las
prpyincias del interior alzadas contra su ■ usufpáción¿ mu-;
cho menos estaba interesada en ampliar la órbita de sus
problemas; La burguesía portéña carecía de todo concepto
territorial de la pación, ya que todos sus intereses la, pro­
yectaban hacia Europa,\En tales circunstancias,: el. gené-<
ral Arenales escribe ál gobierno pidiendó órdenes, pues-
“hombres sediciosos” promueven en el Alto Perú su sepa­
ración de las Provincias Unidas.1; ; g/ g , ¿ ■ a
Sucre escribe/ por su parte, a Bolívar: “Parece que la
provincia de Buenos Aires ha calculado que no está.en-;suá--,' ,
intereses la, reunión de estas provincias-a. la República”.12
Las clases privilegiadas altoperuanas, por su parte, de an­
tiguo agodadas y enemigas de la liberación'de los indios,
contemplan con temor la reincorporación a las Provincias
Unidas. Allí existe un gobierno porteño que no controla la
mayor parte de las provincias, dirigidas por caudillos mi­
litares armados y democráticos que podrían triunfa?
* un -
. día u otro y arrasar con lá condición semi-servil de la ma­
yoría de la población del Alto Perú. Sus intereses, por lo ,.
demás, se radican en el comercio con el Pacífico y advier- 5
ten en el separatismo indudables ventajas para conservar
sin intrusiones peligrosas de ningún poder central sus pri- ;
vilegios de comercio, de casta y de clase. El intérprete de
estos intereses, ante el general Sucre será el joven abogado
Olañeta, sobrino del Mariscal. ’' ,
Olafíeta erá un sinvergüenza locuaz, un maniático de la, í
intriga. Había ocupado puestos públicos secundarios duran­
te el gobierno español, pero cuando la suerte inilitar de
su amado tío se volvió incierta, lo traicionó, pasándose al
bando patriota. Se hizo confidente de Sucre y “le dio al
1 Moreno, Ayacueho en Buenos Aires, p. 104. Se tendrá presente
que el genera! Arenales operaba sobre Salta, donde los intereses re­
gionales presionaban para mantener unidas ál territorio nacional las
provincias del Alto Perú.
2 Ibid., p. 127. . ' ' / . m
■ " ■
228 JORGE ABELARDO RAMOS

gran mariscal extensas y exactas noticias del estado en


que se hallaban las tropas realistas”.1
Este Olafieta era el característico abogaducho colonial
que. describe Gonzalo Bulnes, “sofistico, intrigante, subte­
rráneo” producido por la. ciudad universitaria y aristocrá­
tica de Chuquisaca., Allí■ vivían los opulentos- mineros de
Potosí, atraídos por su clima más suave y por la fama de
la Atenas del Plata, como se la llamaba. Chuquisaca con­
taba con 20.000 habitantes, “con sola la mitad presenta­
bles, porque la otra 'mitad se componía de indios, de negros
y de castas”.12 Olafieta pertenecía a la “mitad presentable”
del Alto Perú y en tal carácter asumió la voz de los mine­
ros y terratenientes que abogaron ante Sucre por decía-,
rar la independencia con respecto al-Río de la Plata. Bolí­
var en el Perú, absorbido por los numerosos problemas de
la Gran Colombia, había dejado a Sucre la tarea de ocupar
militarmente las provincias altoperuanas. El vencedor de
Ayacucho decidió, ante las presiones que lo agobiaban y en
las que él creía ver la opinión de “los pueblos”, convocar
a un Congreso a las provincias altoperuanas, para “decidir
de su suerte” y “sancionar un régimen de gobierno provi­
sorio”.3
13. El nacionalismo latinoamericano de Bolívar.
Inmediatamente el ministro de Guerra de Bolívar, ge­
neral Tomás Heres, escribió a Sucre por orden del Liber­
tador reprobando la idea “de que fuese el pueblo de las
cuatro provincias del Rio de la Plata al que se debía dejar
la libertad de constituirse, porque esto habría sido dar un
terrible ataque a los derechos de la nación argentina e im
fringir el de gentes, reconocido hasta hoy en la América
antes española; V.S., dando el decreto de que habla para
reunir una Asamblea de las provincias del Alto Peril, co-
1 Sabino Pinilla, La creación de Bolivia, p. 102, Ed. América,
Madrid.
2 Gonzalo Bulnes, 1810, Nacimiento de las Repúblicas america­
nas, Tomo I, p. 244, Librería La Facultad, Buenos Aires, 1927.
* Pinilla, ob. cit-, p. 107.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 229

Tifíete un acto de formal reconocimiento de su soberanía...


Si se reuniese esta Asamblea sé daría, a los pueblos: todos
un funesto ejemplo, que vendría, a, debilitar la asociación
y a fomentar la anarquía..S.E. (Bolívar) me manda
decir a V.S. que el asunto de las cuatro provincias del Alto
Perú debe quedar in statu quo, sin hacer innovación al­
guna que, directa o indirectamente pueda perjudicar los
derechos de las Provincias Unidas del Río de la Plata”.1
, Sucre quedó alelado ante esta actitud del Libertador.
Era muy cierto que desde el momento en que el Gran Ma­
riscal de Ayacucho asumió él gobierno militar del Alto
Perú había insistido ante Bolívar pidiendo instrucciones
sobre lás medidas políticas que debía adoptar. Bolívar se
había mantenido en silencio. Pero cuando Sucre resolvió
actuar por sí mismo y convocar el Congreso Altoperuano,
Bolívar descargó un rayo sobre él. Al responderle a su fiel
lugarteniente, que poco entendía de política, Bolívar evoca
sus viejas lecturas francesas: “Yo mismo no sabía lo que
debía decir a usted... Rousseau aconseja que cuando se
ignore lo, que se debe hacer, la prudencia dicta la inacción
para no alejarse uno del objeto a que se dirije; porque pue­
de uno adoptar mil caminos inciertos en lugar del único
que es recto”.2
Pero la clara exposición de la política bolivariana fren­
te? a las provincias altoperuanas la formulará el Liberta­
dor en una carta del 2 de febrero de 1825 a Sucre: “Ni
usted, ni yo, ni el Congreso mismo del Perú, ni de Colom­
bia, podemos romper v violar la base del derecho-publico
que tenemos reconocido en América. Esta base es, que los
gobiernos republicanos se fundan entre los límites de los
antiguos virreinatos, capitanías generales, o presidencies
-como la de Chile. El Alto-Perú es una dependencia del
Virreynato de Buenos Aires: dependencia inmediata como
la de Quito de Santa Fe. Chile, aunque era dependencia!
del Perú, va estaba separada de él algunos años antes dé­
la revolución, como Guatemala de la Nueva España. A-°i

1 Pinilla, ob. cit., p. 125.


» O’Leary, ob. cit., p. 444.
230 JORGE ABELARDO RAMOS ...

es que ambas a dos de estas presidencias han podido ser •


independientes de sus antiguos virreynatos; pero ni Quito
ni Charcas pueden serlo ‘en justicia, a menos que por un
convenio entre partes; por resultado de una guerra o de '
un congreso se logre entablar y concluir un tratado. Según
.dice usted, piensa convocar una asamblea, de dichas pro­
vincias. Desde luego, la convocación misma ep un acto de
soberanía.; Además; llamando usted estas provincias a ejer­
cer su soberanía, las separa de hecho dé las demás provin­
cias del Río de la Plata. Desde luego, usted logrará con
dicha medida, la desaprobación dél Río de la Plata, del
Perú y de Colombia misma, que no puede ver ni conindi­
ferencia siquiera, que usted rómpa los derechos que tene­
mos a la presidencia de Quito por los antiguos límites del -
antiguo virreynato... Yo he dicho a usted de oficio lo que

usted debe hacer, y ahora lo repito, Sencillamente se re­
duce a ocupár el país, militarmente y esperar órdenes del
gobierno” ?
(' 14, ^a oligarquía ídé Buenos Aires renuncia al Alto Perú.

Pero Bolívar estaba equivocado, no en su concepción


)
de la cuestión nacional en América Hispánica, sino en la
actitud que iría a adoptar la burguesía porteña. Nadie, ni
siquiera el Libertador, podía concebir, a pesar de lo bien
que conocía Bolívar el carácter político y social de la oli-
“ garquía en el Plata, que ésta renunciara espontáneamente
’a la reincorporación del Alto Perú a la soberanía argen­
tina. Pero así ocurrió, en efecto. Al "informarse el Con­
greso rivadaviano de los acontecimientos de Ayacucho,
resolvió enviar una delegación formada por el general Al­
veary Alvarez Thomas a cumplimentar a Bolívar sobre
sus triunfos. ■'
Al mismo tiempo, debía solicitar al Libertador su apo­
yo para concluir la guerra con eL Imperio del Brasil, que
ocupaba la Banda Oriental. En el mismo acto, el Congreso

1 pqjéary, oí>. cit., y. 43J)..

í
' HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 231

rivadaviano declaraba el 9 de mayo de 1825. “que aunque


las cuatro provincias del Alto, Peru han pertenecido siem- ,
pre a la Argentina, es la voluntad del Congreso General ■
Constituyente que ellas queden, en.plena libertad para dis­
poner de su suerte, según crean convenir,,mejpr. a suis in-
tereses y a, su felicidad”.1 . .
Esta resolución ratifica la posición separatista asunii-
da por $ucre, que recusaba la política bohvariana de^con­
formar grandes Estados en la América Meridional y con­
federarlos a todos ellos. El gobierno rivadaviano, que no
era representativo de las provincias por lo demás, envió a
Sucre una nota felicitándolo “por la habilidad y buen fui-,
ció con que ha sabido garantir los derechos de los pueblos
que ha libertado”.2 . , -ÍV '
La rica factoría pórteña se encogía de hombros, estre­
chaba los cordones de su bolsa y dejaba a los “cuícos” que
se las arreglasen solos.3 y
. Alborozado, Sucre se dirigió a su jefe, subrayando con
ingenua satisfacción su acierto: ‘‘Los documentos oficiales
que hoy remito manifestarán a usted que mis pasos, en lu­
gar de ser falsos, como antes se: creyó;, han marchado so­
bre conocimientos del estado del país, y quetef Congreso y
el Gobierno argentinos^ no sólo han confirmado, sino que' '
han aplaudido mi conducta”.^ ■

1 Pinilla, ób. cit., p. 139.


/. 2 jbid. '/
' . ? El general Juan Bautista Bustos, .Gobernador, de Córdoba, es­
cribía al Deán Funes: “Soy de opinión que los pueblos del Perú no
seunen a nosotros y las razones que: pesan en mi juicio son las
. siguientes: 19 Haber: sido libertados por las, tropas de Colombia,
sin sufrir estragos y saqueos, una oposición cuasi naturql haeja estos,
pueblos de abajo y'principalmente a esa provincia (Buenos Aires).
29 Que los ejércitos nuestros que han subido, no han servido para
otra cosa que para dar más fuerzas al enemigo y' .hacer bastantes
estragos en los hijos de aquel país, tanto en, síiá intereses,-cruanto
'en.sus personas y familias. 39 Lainmoralidad que han dcqstúmbrqdo,
en aquellos destinos; que es lo que más separó a los peruanos de
nuestras tropas y hasta hoy en el día cuando ven alquno de estos
pueblos preguntan si es Porteño Judío y así otras mil razones que
me confirman en mi opinión”. V. Archivo de Funes, T. Ill, p. 379.
* PjniJJa, ob. cit,, p. 140. '
232 JORGE ABELARDO RAMOS

La provincia de Tari ja, por exigencias de Bolívar, no


quedaba incluida en la maniobra separatista. Pero se per­
dió abaño siguiente de la soberanía argentina, casi al mis­
mo tiempo que la Banda Oriental. ¡ Bolívar no podía creer
en la resolución portéfiaí1 Ño repuesto aún de su, sorpre­
sa, al. festejar :1a llegada de la misión argentina; encabe­
zada por .Alvear en Potosí, el Libertador^ brindó por “el
Congreso de las Provincias Unidas del Río 'de la Platacuya
liberalidad de principios es superior a toda alabanza ?/
Puyo desprendimiento, con respecto a las provincias del
Alto Perú és inaudito”.2 ¡ Inaudito! Tal era en efecto el
desprendimiento de la oligarquía porteña, que si carecía
de concepto territorial de la Nación era justamente^ porque
no era una clase nacional, ya que la noción dél espacio geo­
gráfico soberano aparece, cuando se han generado las con­
diciones de producción capitalista requeridas para ese es­
pacio o cuando el interés dinástico anticipa las condicio­
nes políticas de esa soberanía.
.; El regionalismo exportador en América Latina demos­
traría que sólo era apto para formar Estados, en modo al­
guno Naciones.
* '

15. Las provincias altoperuaiias constituyen la


República Bolívar.
Convocada por Sucre, la Asamblea de diputados del
Alto Perú postergó su reunión, durante una semana, a la
espera de las noticias que, se aguardaban deBuenosAires.
El 17 de julio se supo oficialmente que el Puerto se desen-
' tendía del destino de las provincias altoperuanas? Ebrios

; 1 “Bolivar miró la noticia de esta ley como una patraña que


■habían forjado en Córdoba o Salta. ¡No lo podia creer! Tuvo Sucre
que enviarle en copia auténtica los documentos. Se rindió entonces a
la evidencia": Moreno, ob.cit., p. 17.
2 Busaniche, ob. cit., p.209.
8 El diario rivadaviáno “EL Nacional” se preguntaba el 16 de
marzo de 1826 si el Dean Funes podía y debía ser diplomático de un
“gobierno ^ecctranjero’’.'Bvnes respondió en “El Ciudadano”; pi,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 233

de alegría, los diputados separatistas se dispusieron a crear


una- nueva “Nación”. A pesar: de las simpatías de .Sucre
por esta solución, la Asamblea de encomenderos y abo-'
gados abrigaba el-temor de que Bolívar se resistiese a apro-
: bar el proyecto. Comenzó entonces la “deificación” de Bo­
lívar. .La .Nación soberana cae de. rodillas ante éí Liber­
tador, “padre común del Perú”, dice la Asamblea en una
7 resolución, del salvador de los pueblos, del hijo primo ge­
ntío del Nuevo Mundo, del inmortal Bolívar. Con Vuecen­
cia lo mandaremos todo, todo lo somos con su ayudad. .”’
Concluyeron solicitando del Libertador un proyecto de
Constitución. Pretendían así ganarse la buena voluntad
de Bolívar. Entre los diputados serviles no figuraba Mu­
rillo, aquel soldado mestizo que se había hecho matar por
los absolutistas por la libertad de América, ni el cura
Muñecas.^ Eran los mineros, terratenientes, hacendados y
verdugos de indios los que clamaban por la protección del
Libertador victorioso. Asistía una ‘‘selecta concurrencia
y en que las damas dé ;la alta sociedad, vó eran las menos
recatadas para expresar con grandes aclamaciones su entu­
siasmo patriótico”.2 7 •
Presidía la Asamblea el Dr. José María Serrano, anti­
guo diputado por Charcas al Congreso de Tucumán, que en
1816 Thabía declarado la independencia de las Provincias
de Sudamérica, convertido ahora junto al traidorzuelo Ola-
fieta en. furioso separatista. Antes que¡ Bolívar recibiese
los plácemes aduladores, la Asamblea discutió la cuestión
■ de crear: un/ nuevo Estado. Resultaron mayoría los dipu­
tados que apoyaban la independencia del Alto Perú, se­
guidos por una minoría, que sostenía la incorporación al
Perú y por otra, menos numerosa todavía, que apoyaba

debe serlo, porque la causa de Colombia es la causa de las Provincias.


Unidas”. Recuérdese a este respecto que Monteagudo había declarado
qué su patria era toda América y que San Martín estipuló en la
Constitución del Perú que eran ciudadanos del Perú todos los nacida
en América: Mariano de.Vedia y Mitre, El Dean Funes, p. 625, Ed.
Kraft, Buenos Aires, 1954.
1 Arp-uedás, ob. cit., p. 256. - ,
2 Ibid- . ■ .
1

234 JORGE ABELARDO RAMOS "Y

la reincorporación: a las? Provincias/Unidas del Río? de la


Plata. ' ' ,??' /Y--.//:,:?/ Y?,?" •,/./-V/Y/:/ ,/.:?b
La Asamblea resolvió en definitiva fundar la Repúbli­
ca Bolívar, ofreciendo así su mayor tributo al\ Libertador.
De acuerdo a tal resolución, Bolívar ejercería el supremo
poder de la República por todo el tiempo que deseara re­
sidir en ella ; fuera de su territorio, ¿gozaría 'de los honores
de Protector y Presidente.1 ¡

16. Medallas y estatuas al vencedor.


Por añadidura, los cautelosos diputados resolvieron que
el 6 de agosto,, día del triunfo de. Junín, sería declarado
fipsta cíyica, que el nacimiento del Libertádor,; también
sería fiesta cívica después de muerto .^Olivar (lo que re­
velaba gran altivez). Los retratos: de Bolívar serían colo­
cados en ^odos los edificios públicos; én cada capital de
Departamento de la nueva República sería erigida una
estatua ecuestre de Bolívar. Además, se le entregaría al
Libertador una medalla de oro guarnecida de brillantes
(del tamaño que fijase Sucre). ' (’ ■.
Para Sucre, los honores eran también considerables,
aunque ligeramente menores. Por ejemplo, Sucre? tendría
también su estatua en cada Capital de Departamento, pero
en vez de ser ecuestre, cómo la dé Bolívar; sería sobria­
mente pedestre.- La adulonéría en el Alto Perú conocía to­
dos los matices del arte. A Sucre también se le entregaría
una medalla de orola capital de la hueva República lle­
varía su nombre y su aniversario dé nacimientó sería fies­
ta cíyica (después ’de su muerte)?A1 ejército vencedbFde
Ayacucho se le haría entrega de un millón de pesos; para
conseguir esa suma los diputados solicitaban a Bolívar la
gestión de un préstamo. Y para que nada. quedase én el
olvido, Igs diputados se asignalron enseguida dietas a: sí
■mismos. ■ ■? ?Y,. Y ■ Y?..Y-., ■- ■ ?; /■?■.?,_:;. •?"■■•?■■'i

i Arguenas, ob, cit., p. 263, ? '


HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 235

De este modo, el hombre que se proponía crear una


^ran nación latinoamericana era convertido én elfunda^
dor de una provincia erigida én Nación.
17. La actitud de Bolívar. /■'
Bolívár concluyó aceptando la ,decisión dé la Asamblea.
Inició una gira triunfal por las ciudades de Bolivia, como
finalmente llamóse a la nueva República. Repitió en la
nueva Bolivia las medidas que había adoptado en Perú som­
bre la situación de los indios. Fue una ofensiva revolucio­
naria de leyes y decretos, que sucedía a la oleada jurídica
d^ la R^eyolución' de . ^ayp, la que a su vez prolongaba la
legislación justiciera, aunque abstracta,, de las Beyes de In­
dias. En esta' materia, la Revolución hispanoamericana
fue obra de abogados dispuestos á barrer con todo lo an­
tiguo, inenos con las relaciphes de propiedad. r
, En 1811 y en 1¿13 el, gobierno de las Provincias Uni­
das del Río de la Plata abolía los tributos indígenas, y
declaraba extinguida la mita, la encomienda, el yaconazgo
y el servicio personal de los indios “baxO todo respecto, y '■
sin eseptuar aún el que prestan a las Iglesias”.1 ?
Pero, como, dice Reyerps, “a los .encómendéro» españo­
les,: sucedieron los hacendados cHoMosf’.2 Bolívar prosi­
guió esta triunfal revolución sobre él papel, declarando ex­
tinguida en Bolivia la autoridad de los Caciques indígenas
y declarando a todos ,lo§ indios, ciudadanos
* Vuelve a abo­
lir el servicio personal, o pongo. La ley bolivariana "se
obedece pero no se cumple”, como en tiempos del Rey.
O se destruía de raíz la propiédad latifundista o la su­
perestructura jurídica que pretendía elevar ej* Libertador
serviría para solaz de los juristas. Así ocurrió én efecto.
El mismo; destino sonrieron las peligrosas innovaciones
:( 1 Rafael Reyeros, El ponffueaje. La servidumbre personal de los
indios bolivicmbs, p. 139, La Paz, 1949. E¿te autor estima que du­
rante: tres siglos de régimen de la mita en Potosí murieron 8 millo­
nes de indios.:
J Ibid., p. UQf
236 JORGE ABELARDO RAMOS

pedagógicas del extraordinario maestro de Bolívar, don Si­


món Rodríguez, venido a la América' liberada para reali­
zar bajo la protección de su antiguo discípulo sus proyec­
tos educacionales.

18. Don Simón Rodríguez en el Alto Perú.


, Organizador de la enseñanza en Bolivia, durante la pre­
sidencia' de Sucre, qué veía con temor sus; atrevidas inicia­
tivas, don Simón levanta el escándalo en la sociedad alto-
peruana. Si Bolívar pretendía confederar a los Estados
americanos, don Simón no abrigaba pretensiones menores.
Se propuso en Bolivia ‘‘educar a todo el mundo, sin dis­
tinción de razas ni colores... Sucre temía la confusión de
las escuelas, porque ello equivalía a herir de lleno los pre­
juicios que imperaban en Bolivia. A don Simón poco im­
portaban las protestas impertinentes contra todo lo que ha­
cía y deshacía”.1
<E1 pedagogo revolucionario, aquel ante quien. Bolívar
• hacía veinte años había jurado en el Monte Sacro la liber­
tad del Nuevo Mundo, tomaba al pie de la letra él jura-
I mentó de su discípulo y sus propias ideas. Estableció en
las escuelas bolivianas que fundó, la enseñanza de los ofi­
cios manuales, albafíilería, carpintería y herrería junto
a la instrucción primaria, “lo que escandalizó a los padres
de familia, qué sno querían ver a sus hijos convertidos en
humildes artesanos, sino en literatos, doctores, escritores
y tribunos”.12-DonSimón era llamado “loco” por las fa­
milias de la buena sociedad, indignadas al advertir a sus ni­
ños mezclados con .indiecitós y cholos. ' .
Pero don Simón tenía un concepto claro de su tarea:
“La intención no era, como se pensó, dirá luego, llenar el
país de artesanos, sino instruir y acostumbrar al trabajo,
para hacer hombres útiles, asignarles tierras y auxiliarlos
en su establecimiento. Era colonizar el país con sus'pro-

1 Coya, ob. cit., p. 72,


2 Ibíd., 72.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA . 23?

píos habitantes”. Cómo también alarmaba que incluyera


niñas en las escuelas, agregaba: “Se daba instrucción y
oficio a las mujeres para que no se prostituyesen por ne- '
cesidad, ni hiciesen del matrimonio una especulación para
asegurar su subsistencia”.1 J. A. Cova lo llama “primer
- socialista americano”. Educación de los sexos, oficios y ar­
tes para indios y cholos, tierras para siervos, este pro­
grama revolucionario superaba en la petrificada sociedad
altoperuana todo cuanto pudiera imaginarse.
La pérfida aristocracia : de esa aldea, que absorbía la
sangre indígena desde hacía generaciones, no estaba dis- «
puesta a tolerar al maestro, como no toleraría un minuto
más de lo necesario al discípulo, según se verá luego. Para
llevar a cabo la escuela reformadora del gran don Simón,
era preciso que Bolívar hiciese la revolución agraria en el
país que lleva su nombre, lo que el Libertador no hizo.
¡Una revolución disertante!,De-esas revoluciones Améri-
ca-independiente sufrirá hasta el hartazgo en los próxi- .
mos cien años. Y bien lo sabía don Simón cuando le decía
en una carta a Bolívar : ‘‘Sólo usted sabe, porque lo ve como
yo, que para hacer repúblicas es menester gente nueva; y
que de la que se llama decente, lo que más se puede conse­
guir es el que no ofenda”.2 '
19. La Constitución Bolivariana.
Pero el hecho decisivo que. pondrá en movimiento los
múltiples factores de disolución de la, Gran Colombia, es
la Constitución que el Libertador ha redactado para la Re­
pública de su nombre y que se propone .hacer adoptar en
Perú y Colombia. La célebre Constitución bolivariana dice
en su parte esencial: “Título V. Del Poder Ejecutivo. Art.
76: El ejercicio del Poder. Ejecutivo reside en un presi­
dente vitalicio, un vicepresidente y tres secretarios de Es­
tado. Art. 77: El Presidente de'la República será nombrado
la primera vez por la pluralidad absoluta del cuerpo le gis- ~

1 Cova, ob. cit., p. 127.


a Ibid., p. 87. <
238 JÍS JlORGE ABELARDO RAMOS

lativo.,^ del Presidente son: Pro­


poner días Cámdrd& vl vícéprésidénté; 8:-Separar por sí
solo al vicepresidente. Art. 80: Por renuncia, muerte o
ausencia del Presidente, el vicepresidente le sucederá, en
el mismo acto”? - ; v
El texto de la Constitución cayó como un rayo sobre las
diversas fracciones de las políticas lugareñas. Gil Fortoul
escribirá que “el autoritarismo paternal de Bolívar se hu­
biera sustituido al régimen español... era en.realidad la
única transición razonable entre la Colonia y- la Repúbli­
ca”.2 La estructura social de la Américá independiente re­
quería 0 la existencia dé un poder económico centratizador,
para recrear en su torno un Estado unificado o un poder
políticOrniilitar que cumpliese un papel análogo. Pero se ca­
recía de ambos factores por la debilidad constitutiva de la
herencia legada por España. Bolívar pretendió sustituir
aquellos factores por un monumento jurídico que no re­
sistió la menor presión de los intereses reales. Su .Presi­
dencia vitalicia, que era una forma simulada de monar­
quía, fue resistida hasta por las armas por aquellos mis­
mos terratenientes y comerciantes del partido santanderi-
no que pocas décadas después serían la base del despotis­
mo iletrado del Bisohte Gómez, dictador de Venezuela du­
rante más de treinta años. :
Pero enfermo de la enfermedad jurídica, del siglo y ase­
diado por legiones de abogados chuquisaqueños y limeños
(¿quién hubiera podido resistirlo.?); Bolívar disfrutó raras
horas de felicidad intelectual redactando una Constitución
para su “amada? Bolivia”.8 Embriagado por el honor bau­
tismal que le conferían los astutos doctorcitos altoperua-
nos antes de traicionarlo, ya le falta muy poco al Liber­
tador para medir la magnitud dé su tragedia.

1 Busaniché, ob. cit., p. 224. L


■ '3 Ibid.
8 El 14 de setiembre'de 1830, en vísperas de morir, Bolívar
escribía una carta a Santa Cruz donde concluía diciendo: “Mil cariños
de mi parte, a mi Bolivia”. A fundador de provincias había quedado
reducido el gran unificador.
CAPITULO VIII

.BALCÁÑIZACÍÓN/íEN^ÉIz^PLATA,k'

;; ?:

: “Comparado aos demais Estados hispánicos/ todos divi-,


didos, o. Brasil, metade <da América do Sul; era urna .
unidade singular e característica;.. Sempre aprendí que
nossá política exterior se. baseou em dos dogmas;, o equi­
librio no Rió da Prata, indispensável á nossa, seguranza, '
e a aproximado com os Estados Unidos para que nao
ficássemos isolados no meio de urna Aípéricá É.spanhola
unida. Nao creió, hoje, que tenha havido tais díretrizés e'
que elas tenham sido sistemáticamente seguidas. Creio
mais numa admírável cápacidade de improvisado e; na
extraordinaria inteligencia de alguns dos construtores
desta política.... Na defesa de nossa supremacía territo­
rial ameacada pela reconstituvaó do antigo Vice-Reinado
do Prata, a Apolítica: exterior brasileira nao se guiou peía,
soludp papifista e jurídica, mas. pela político-militar”,,
' . ‘ : José Honorio Rodrigues.,

“La ciudad y territorio de Montevideo, de^ería indepen­


dizarse definitivamente de cada país, en situación algo si­
milar a la dé las ciudades Hanseáticas en Europa”. '
, Canning aPonsoñby.
9

■Castlerc-agh,, el verdadero político del gabinete britá­


nico, trío, reflexivo y poco inclinado a las aventuras marí­
timas, tenía muy presente que el interés británico en rela­
ción a las colonias españolas era puramente comercial.
Eran necesarias como mercados, en modo alguno como te­
rritorios a conquistar. No podía descubrirse en este altivo
legitimista la menor dosis de irracionalidad romántica. Ya
la burguesía industrial había encontrado en la vieja aris-
• tocracía el mejor agenté de sus intereses. Podía dedicarse 4
tranquilamente, a fabricar artículos de ferretería y acu­
mular capital. . . •,
La guerra latinoamericana de independencia puso en
movimiento al gabinete británico, que hasta ese momento
reducía su política ante las colonias a cierta forma de in­
movilidad. Allí donde los criollos tomaban el poder y con­
trolabanel territorio, sé abrían las puertas al comercio
inglés y al cónsul del Imperio. Dos razones había al princi- —-
pió para esta política: la primera eranr las necesidades fis­
cales de los nuevos Estados, que el comercio libre de las
trabas españolas satisfacía con cierta abundancia. La se­
gunda, y no última, se fundaba en que Gran Bretaña, en
virtud de sus intereses comerciales, aparecía como el prin­
cipal obstáculo a la concertación de una Santa Alianza de
la Europa reaccionaria contra las colonias españolas. .
La “anglomanía” latinoamericana de la época es preci­
so buscarla en esas dos razones estrechamente vinculadas
a la situación de la política europea. De distintos orígenes
se han escuchado vócés que señalaban a San Martín y Bo­
lívar como “pro ingleses”, en virtud de sus iniciales vincu­

,7
242 JORGE ABELARDO RAMOS

laciones con, las logias masónicas españolas o británicas.1


Ya hemos considerado el problema de la masonería y del ’
liberalismo del siglo XIX en otra parte.2- Los revoluciona­
rios hispanoamericanos buscaban ayuda allí donde podían
encontrarla, fueran cuales fueran las causas que motiva­
ban esa ayuda. Para Bolívar y San Martín la primera con­
dición de la lucha era la emancipación del absolutismo es­
pañol y. ser independientes, unidos, si era'posible, desuni­
dos si estotera por el, momento inevitable.

1. La rivalidad anglo-yanqui en América Hispánica.


La rivalidad'anglp-espafio.la se manifiesta agudamente
durante todo el siglo XV1IÍ en la disputa por el control de
las Indias. Además, las contradicciones entre Estados Uni­
dos e Inglaterra,, cuando ya Espafiá era. considerada ."“el-'en­
fermo. de Europa” y equiparada a los turcos,/ asume un
abierto carácter al comenzar las guerras de-la'independen­
cia.' Pues la, política británica ip sólo, logra insinuarse co- •
' merciálmente, en . las colonias españolas en el. mismo mo­
mento en que los ingleses eran aliados de; España durante
ja guerra contra Napoleón —lo que constituía en ,sí mismo'
un prodigio de certera ambigüedad-— sino que logra des­
plazar a los norteamericanos del comercio con, América
del Sur. í ; t \ '■ ' 't‘j
Los documentos diplomáticos y consulares dej. siglo
XIX encierran gran parte de la ira norteamericana ante
la voracidad de sus primos ingleses. Se tendrá en cuenta
que Estados Unidos, aprovechando su condición de. neutral

_ 1 .También en la Alemania de, 1820 estaba dé moda la anglo-


filia. “Los alemanes contemporáneos estaban aún llenóos de admira-
.ción.por Jnpíaterra”. Unos elogiaban él régimen constitucional; otros,
su poder marítimo; otros, la patria de Adam Smith y dé Locke. Fe­
derico List la consideraba, la “nación predominante” y Marx estu­
diaría la economía inglesa como su' modelo de. análisis del capita­
lismo. V. Karl Mannheim, Ensayos sobre sociología y psicología so­
cial,zp. 151, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1963, '
2 Jorge Abelardo Ramos, Historia política del Ejército Argen­
tino, Ed. Peña Lillo, Buenos Aires, 1959.
HISTORIA DR LAÑAGIONLATIÑOAMERICANA 243

ante las guerras europeas, en las que estaban frecuente-


' mente envueltas tanto España como Inglaterra, gozaba de
las ventajas que a los neutrales acordaba España para co­
merciar con las.Indias; De este módó, la marina mercante
norteamericana estableció estrechas relaciones mercanti­
les con los puertos del Pacífico, en especialcon:Chilé/co-
merció inténsameñte con él Caribé, Venezuela, México: y
el Río de la Plata. Este coinercio constituía hacia 1806
el 12 % del valor total de sus exportaciones. 1
La industria y el comercio norteamericano alimenta­
ban grandes esperanzas en ese gigantesco mercado que sé
ofrecía sin esfuerzo en él Sur.1 Pero el proceso revolucio­
nario latinoamericano abre Jas puertas ál comercio libre
en todas las antiguas colonias españolas. Los agentes bri-j
tánicos obtienen franquicias exclusivas para sus manufac­
turas, que inundan el continente. Indignaba á los yanquis
los privilegios obtenidos por Inglaterra, eñ "detrimento dé
todp otro competidor. El gobierno de Buenos Aires otor­
gaba en 1811 trato preferencia! a los navios británicos, y
en el mismo año él agente norteamericano informaba a su
gobierno que lo mismo ocurría en Lá duaira, Venezuela::
en este puerto los ingleses obtenían uña reducción dpi 25 %
sobre todos los impuestos de importación y exportación.
Idéntica franquicia gozaban en Brasil, al que, se había
transferido la vieja influencia inglesa sobre Portugal, des­
de los felices tiempos del monstruoso Tratado de Methuen.12
En el Caribe, el comercio libre ejercía los mismos, efectos.

1 Whitaker, ob. rit., p. 28. .


2 Dicho Tratado transformó al Portuga,! en una colonia econó­
mica de Inglaterra. Su negociador, John Methuen, redactó'úin acuer­
do de sólo una página que conservaría la historia. Era hermano
dé un fabricante de paños, lo que ño dejó de atraer críticas suges­
tivas. Según su rendición de cuentas en el Parlamento, Methuen
había llevado a Portugal fuertes^ sumas de dinero para soborno.
Gastó 44.000 monedas de oro, fuera de un lote de exquisitas joyas.
Sobornó, al parecer,, al confesor del Rey, el jesuíta Sebastiáo de
Magalháés, quien pudo dotar así a dos sobrinas; al Secretario de
Estado, Roque Monteiro Paim, y al firmante del Tratado, ^el mar­
qués de Alegróte, dichoso comprador y ocupante, al día siguiente, de
244 JORGE ABELARDO RAMOS

2. El fundamento, de la política británica.


El poder de penetración británica, en América del Sur
era tan irresistible como la fuerza marítima e industrial
sobre la que se apoyaba. La gran potencia europea era for­
malmente indiferente a la suerte de las recién liberadas
colonias españolas; pero extraoficialmente les vendía ar­
mas (de fuentes particulares), obtenía mercados para
sus manufacturas, aumentabá los ingresos fiscales de los
jóvenes puertos sudamericanos y contenga con diversas
maniobras las tentativas reaccionarias dé Europa para
ayudar a España a recobrar sus colonias.1
Está espectacular’ posición económica y diplomática de
Gran Bretaña permite explicar eí papel que jugó durante
todo el siglo XIX en la vida de América Latina y por qué
los libertadores aceptaron o buscaron su ayuda. Artigas
había desaparecidó dé la escena, San Martín había emigra­
do y Bolívar estaba próximo a morir cuando Gran Bretaña
consuma su proeza diplomática de separar la Banda Orien­
tal dé las viejas provincias unidas del Río de lá Plata.
La clásica política balcanizadora dél Imperio Británico,
ya practicada en la península, ibérica, encontró en las de­
bilitadas colonias americanas una ocasión óptima; Los in-

un suntuoso palacio..Fuera del escándalo, una historia detallada del


Tratado puede encontrarse en Nelson Werneck Sodré; As razóes da
'independencia, p. 15, Éd. Civilizá?áo Brasileira S.A., Río, 1965.
1 “Hispanoamérica vino, a depender virtualmente, casi por com- •
pleto de las importaciones británicas durante las guerras napoleó­
nicas, y después de su ruptura con España y Portugal se convirtió
en una casi total dependencia económica de- Inglaterra, aislada de
cualquier interferencia política, de los posibles competidores de este
último páís. En 1820,el empobrecido continente ya adquiría más de
una cuarta parte de telas de algodón inglés que Europa; en 1840
adquiría la mitad qué Europa... La expansión de la industria in- .•
glesa pudo financiarse fácilmente ál margen de las ganancias co­
rrientes, por la combinación de las conquistas de sus vastos merca­
dos y una continua inflación de precios productora de fantásticos
beneficios. No fueron el cinco o el diez ppr ciento, sino centenares
y nvillares-por ciento los que hicieron las fortunas de Lancdshire”:
Eric Ji Hobsbawm, Las revoluciones burguesas, p. 57, Ed. Guada- /
rrama, Madrid, 1964. .
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 245

gleses no hicieron sino moverse sutilmente en el gran dra­


ma y sostener la política de las oligarquías disociadoras,
cuando no les sugerían al oído la fórmula, como ocurrió
con el desgarramiento de la Banda Oriental.
Al abandonar,, desde Castlereagh toda política de con­
quista territorial en América. Latina, el gobierno británi­
co funda su acción en la libertad comercial irrestricta.
Todos sus actos giran alrededor de esta perspectiva. Re­
chazará en defensa de esa política hasta.pedidos de pro­
tectorado que le dirigieran personajes tan despreciables de
la política rioplatense como el funesto ^Manuel José García
ó el general Carlos de Alvear.1 Su criterio era empírico y
ya había probado el acero criollo en 1806. Nada hará mo­
dificar al gabinete británico su orientación fundamental­
mente económica. Su marina mercante le interesaba más
que su marina de guerra, aunque mantenía siempre la pól­
vora seca: el bloqueo anglo-írancés contra Rosas demostra­
rá que los gerentes dejaban su lugar a los almirantes si
era preciso. La experiencia histórica demostró que tenía
razón. .

3. La estructura política del Virreinato.


. El Virreynato del Río de la Plata estaba dividido en
ocho Intendencias, según el modelo francés adoptado por
los Borbones españoles. Fuera de la Intendencia de Bue-
1 Manuel José García, el lacrimoso lacayo, escribía a Lord
Strangford en 1815 que si el Gobierno inglés no escuchaba las sú­
plicas de la oligarquía porteña para otorgarle un protectorado en
el Río de la Plata, tales circunstancias "conducirán- al pueblo dé las
Colonias al último extremo y convertirán esos hermosos países en
espantosos desiertos si Inglaterra lo abandona a sus propios. es­
fuerzos y se niega inexorablemente a escuchar sus humildes pedi­
dos-. ... cualquier gobierno es mejor que la anarquía, y hasta el más
¿presor ofrecerá más esperanzas de prosperidad que la voluntad in­
controlada del populacho”. Le urgía á Strangford sobré una deci­
sión de ayuda, Protectorado, auxilio o lo que fuese. Desde 1810, se­
gún este sujeto,' los gobiernos contaban con el Império Británico.
"Los Gobiernos Provisionales de Buenos Ai/res han abrigado esta
creencia hasta ése momento, en la esperanza de que Su Majestad
Británica accedería a los pedidos de sus infortunados pueblos y les
haría conocer cuál sería su suerte”. V. Webster, ob. cit., T. I, p. 187.
246 JORGE ABELARDO RAMOS

nos Aires (incluyendo la Banda Oriental) estaban incluí-


1 das en la j ürisdicción yirreyrial las Intendencias del Para­
guay (incluyendo trece de los treinta pueblos de las Mi­
siones) ; lá de La Plata, o: sea Charcas, luego Chuquisaca,
.a a c+uál Sucre; la de Cochabamba, incluyendo Santa Cruz
r la Sierra ; la de La Paz ; la de Potosí, con el resto del
ritorio altoperuano. También eran Intendencias Cór­
doba y Salta. Lá primera incluía los territorios dé San
Miguel de Tucumán, Jujuy, Santiago del Estero y Cata-
■' marca.
■ La Intendencia de Córdoba incluía Lá Rioja, Mendoza,
San Luis y Sart Juan. Había territórios, como el’de Mojos
y Chiquitos, que estaban bajo el mando directo del Virrey,
como'Montevideo y las Misiones, bajo la forma de gober­
naciones militares, por tratarse de territorios dé fronteras
; en las peligrosas relaciones con el portugués ¡que se remon­
daban a siglos de rivalidades ibéricas.
Lá importancia de Buenos Aires, como capital del Vi-
rreynato, creció con las disposiciones administrativas de
lós Borbones, que la juzgaron la mejor dotada para des­
empeñarse como cabeza política, militar y rentística del.
Virreynato’:-campo fértil, ciudad, puerto y aduana única.
De hecho, Buenos Aires era la única ciudad marítima, por
así decir, dé un vasto territorio embotellado entre Lima y
él Río de la Plata. De todas las juntas revolucionarias es­
tablecidas al estallar la revolución hispano-criollá, la de^
Buenos Aires ; era una de las pocas que contaba con re­
cursos suficientes para afrontar los gastos de la guerra
en forma inmediata. El establecimiento del comercio libre
inundó de mercaderías inglesas su aduana; y los ingresos
obraron maravillas para justificar lá separación de los
controles españoles. ;

4. Burguesía comercial y oligarquía ganadera.


Pero la burguesía porteña y los hacendados de los cam­
pos colindantes, las dos clases sociales, fundamentales de
la Provincia-Metrópoli, asumieron ejecutivamente un pa-
HISTORIA DE LÁ NACION LATINOAMERICANA 247

pel que las restantes Intendencias, divididas ahora en Pro­


vincias, np le habían conferido. Buenos Aires rompió con
España y pretendió sustituir al Rey por ella misma en la
hegemonía con respecto a las provincias restantes. ;
Toda la historia de la Argentina posterior es la histo­
riapor imponer esa hegemonía y el relato de la lucha de
las provincias para rechazarla. Las guerras, civiles ar­
gentinas se fundan en esa pretensión y en la negativa de
los intereses porteños, sea con Rivadavia y Mitre, como
hombres de la burguesía comercial pro-británica, o de Ro­
sas, como representante de lós hacendados, para aceptar
la igualdad de Buenos Aires con las provincias interiores,
organizar la Nación en los límites virreinales y dividir las
rentas aduaneras entre todas sus partes. Es cierto que la
“Nación” había sido, expresada hasta ese momento por un
poder externo a América Hispánica misma, vale depir, por
la monarquía española. Al desligarse de ese vínculo, Bue­
nos Aires está obsesionada por el disfrute exclusivo de sus
rentas y pierde de vista al conjunto de la unidad hispano-
criolla. . ' ; . .. , ;
Sü codicia .será célebre y desde los primeros años de la
revolución acariciaba la idea, pocas veces manifestada cla­
ramente, de su independencia completa con respecto al res­
to del territorio hispanoamericano del que formaba parte.
Mr. Forbes, un diplomático norteamericano acreditado en
Buenos Aires, al recoger ese espíritu reinante en la capi­
tal. exponía el pensamiento de las potencias extranieras
a, ese respecto : “He insinuado „la convenipncúi:p ventaia
aue'representaría, para esta, ciudacltratar de obtener, bato
lá aardntía de las comerciales.líos
'nrivileaios de una ciudad libre, como aauellas d&ía Jmv.
Fanseática. La posición geoará,fica, de Buenos Aíres,, mitad,
de camino entre Burova u el Pacífico, con, la, rica campaña
adyacente, nod.ría significar a ese establecimiento un co­
mercio ventajoso e inmenso, completamente desliando de
ataduras políticas o de empresas dispendiosas: lo-ave le
asegurará una moderada renta gu..e a semeiáñzá dé ffam-
burgo, llenaría las arcas publicas, mantendría un gobierno
<248 . JORGE-ABELARDO RAMOS

respetable y aseguraría» la, felicidad y tranquilidad ge­


neral”}

5. Las Misiones Orientales y el artiguismo.


Buenos Aires no estuvo lejos, hacia 1854, de conver­
tirse en ese puerto franco, grato a los intereses extranje­
ros y porteños. Pero sería la Banda Oriental del Río dé la
Plata lá que correría ese destino, empujada con todas sus
fuerzas por Buenos Aires. Cuando la revolución hispano­
americana .se propaga en todo el inmenso territorio, brota
desde el fondo de las regiones fronterizas con el Brasil un '
' hombre singular que durante una década ejercerá la su- ’
prema influencia sobre casi todo el actual territorio ar­
gentino, excluida Buenos Aires; Ese hombre era José Ar­
tigas.
La historia del artiguismo se enlaza estrechamente con
la desintegración de las Misiones 'Jesuíticas, que había co-
menzádo con la expulsión de los Padres de la Compañía de
Jesús en 1767. Durante los treinta años siguientes, los
indios civilizados en el Paraguay, fueron secuestrados ñor
Ids portugueses y vendidos, como esclavos' para las planta­
ciones, dónde murieron casi en su totalidad; otros huve-
.ron hacia la selva y perdieron hasta la memoria de sus
oficios y artesanías. .. /' ' /
~~En las Misiones Orientales la decadencia se produio
. . paulatinamente, baio la ineptitud de las autoridades aH-
ministrativas españolas, oue' se lanzaron inmediatamente
a saquear los bienes abandonados ñor los jesuítas., Bauzé
:: afirma que muchos indios -de las/Misiones,bajarán hacia el ,
Sur para arraigaren la Banda Oriental, como modestos la­
bradores.12 Parte dejos ganados cuidados.pór los jesuítas •
irán a poblar las praderas de Río Grande del Sur. estable- •
ciendo así la base de.su economía,ganadera. De este. modo.

1 Forbés, ob oit., p. 516.


2 Francisco Bauza,- Historia de la dominación española en el
U'ñiffua'i/, T. I, p, 298, 3$ "edición, Montevideo, 1929..
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 249

las Misiones jesuíticas estallan en mil pedazos; quedan


testimonios de'sus ruinas en Argentina, Uruguay, Brasil
y Paraguay. En laDanda Oriental''^ mayor parte de los
usos y costumbres rurales provienen dé la ganadería je­
suítica" , dice Campal,1
De la importancia de las Misiones Orientales puede
dar una. idea el hecho de que cubrían el territorio. del ac­
tual Uruguay hasta el Río Negro y constituían un gigan­
tesco enclave, junto a la imprecisa frontera brasileña.
Cuando se ordena la expulsión de los jesuítas, el.conjunto
de los treinta pueblos de las Misiones (17 pertenecientes
al'Río de la Plata y 13 a la provincia del Paraguay) con­
taba con una población indígena cristianizada de 141.Ó00
personas.1 2* *
' Al conquistar las Misiones Orientales los portugueses
en 1801 quedaban en ellas 21.000 indios. Cinco años des­
pués de la caída de Artigas, sólo permanecían entre las
ruinas 1.897indios, entre hombres y .mujeres,8. En 1834,
en fin, en lás Misiones Orientales, quedaban 372 indígenas.
6. La familia de Artigas. <
Artigas pertenecía.a. una.de las 7 familias que fundan,
la ciudad de Montevideo. Su abuelo, el aragonés Juan An­
tonio Artigas, había sido Alcalde de la Santa Hermandad
por nombramiento del primer Cabildo de Montevideo.4 El
futuro caudillo era la tercera generación de militares y
hacendados orientales oue combatía en la frontera con­
tra el vecino portugués: éste invadía regularmente . la
Banda Oriental v fomentaba el contrabando de ganado. S”
padre, Martín José Artigas, fue capitán de milicias, el

1 Esteban F. Campa-I/ Los Tapes Misioneros, en "Marcha”, 29 de


abril de 1966, Montevideo. ' . '.'■■■-y/:.---...' . ;
. 2 Oscar Schmieder, Geografía dé América, p.* 400, Ed. Fondo
de Cultura Económica, México, 1965. '
8 Eduardo Aceyedo, José Artigas, Jefe de los Orientales p Pro­
tector de los Pueblos Libres, p. 740, 2$ ed., Gasa. Barreiro y Ramos,
Montevideo, 1933. •
4 Acevedo, ob. dt., p. 75.
250 JORGE ABELARDO RAMOS

< más alto cargo militar a que podía aspirar un criollo de


la época.
La juventud de Artigas transcurre justamente en la
frontera con el portugués. Sü carácter se forja enfrentan­
do las correrías de los contrabandistas en el cuerpo de
Blandengues al servicio de España. La particular psicolo­
gía del hombre de frontera, con su agudo sentido de la
soberanía territorial, encuentra sú más demostrativo-ejem­
plo en la personalidad de Artigas. A este obscuro oficial
del Rey la historia le reserva una relación con otro hom­
bre excepcional. A fines del siglo XVIII residía en la Ban­
da Oriental desde hacía veinte años una de las grandes per­
sonalidades de la Ilustración española, Don Félix de Azara.
Era un militar y un hombre de ciencia, naturalista, geó-
, grafo, ingeniero y civilizador.1 El propósito de Azara, con
quien colabora Artigas, consiste en arraigar población en
, Ja frontera para imprimir solidez demográfica y económi­
ca a la; demarcación. Por esa razón recomienda al Rey “dar
libertad y tierras a los indios cristianos” y “repartir las
tierras en moderadas estarcías, de baldé;.. a los que quie­
ran establecerse cinco años personalmente, y no a los au­
sentes”.Eétos últimos, habían llegado a sér grandes pro­
pietarios, sea por mercedes reales o por favoritismos
locales, aunque no eran en realidad estancieros, sino comer­
ciantes del puerto.1 Elreformismo agrario de los Jovella­
nos parecía asumir mayor fuerza en América que en Es-
paña.'
Artigas fue designado por Azara para “la tarea de re-
nartir las mercedes de tierra entre los pobladores. pen­
insulares, criollos, indios y negros dé varia condición so-

1 Cfr, Félix ...de Ázará, Memoria, sobre el Estádo rdrdl del Río
de Id.Plata y otros informes, Buenos Aires, 1943, y Sárrahil, ob. cit.,
para estudiar su época y. el papel dé su hérníario. el Embajador José
Nicolás de Azara, ■. ' i
? Reyes Abadie, Bruschera y Melogno,\ LaBanda Oriental, Pra­
dera, Frontera, Puerto, p. 68, Ed. de la Banda Oriental, Montevi­
deo, 19^6.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA ,;251

cial y económica, fueron loe pobladores”.1 Entre los be­


neficiarios abundan los apellidos guaráníticqs. : y
7. Artigas, “caudillo de las Misiones”.
. Cabe imaginar vías estrechas relaciones entre el mili­
tar gaucho que distribuye tierras y los indios cristianos
de las destruidas misiones que por primera vez en décadas
reciben apoyo del* orden vigente. Pero si -los. indios guara­
níes fijan su atención en Artigas, tambiéif-Artigas;apren­
derá junto' a -Azara la esencia de una política agraria de­
mocrática, y percibirá que los guaraníes son mucho más
civilizados y dignos de confianza, que los sórdidos consig­
natarios de cueros y astas de Montevideo enriquecidos, a
costa de la sangre y del esfuerzo de los pioneros funda­
dores de la ciudad?
En los indios que se disponen a vivir riesgosamente en
la gran frontera, a defenderla y a trabajar la tierra, Arti­
gas advierte a íós civilizadores; en la burocracia española
que; desdeña los informes de Azara, un carácter obtuso
y formalista que. resultará, fatal a la integridad territorial;
en los grandes comerciantes montevideanos, propietarios
de inmensas, rinconadas, un parasitismo venal que 1^ rer
pugna. Cuando los portugueses se apoderan en 1801 de las ;
Misiopes Orientales, la colonización iniciada por Azara y
Artigas es destruida pon los esclavistas, sin que lqs mili­
tares españoles reaccionen.1 Al levantar en 1811 la bande­
2*8*10
ra de la revolución, detrás de Artigas se alistarán los in­
dios misioneros.
* El caudillo indígena de las Misiones, An-
1 Vivían Trías, Larevolución áffraria dé los comandantes, p. 3,
Suplemento del diario “Epoca”, 10 de setiembre de.1965, -^Montevideo.
2 La familia Artigas, como todos los fundadores, «incluyó sin
bienes. Artigas vivía ya de su sueldo, de oficial del Rey.
8 Trías, artículo citado.
♦El dirigente del Partido Socialista de la Izquierda Nacional,
Dr. Carlos Díaz, del Chaco, y el intelectual católico uruguayo Al­
berto Methol Ferré, han señalado el carácter de Artigas como cau­
dillo de los indios misioneros. V. Alberto Methol Ferré, Artigas,
último caudillo de las Misiones jesuíticas, en “Epoca”, Montevideo,
10 de setiembre de Í965¿ y en “Izquierda Nacional”, N? 1, Buenos
Aires. i l 'i-'.-” -
252 JORGE ABELARDO RAMOS

drés Guacurarí, será el hijo adoptivo de Artigas. Desde en­


tonces el célebre e indomable Andresito firmará como An­
drés Artigas. Los indios de las Misiones llaman al caudillo
Caraí-Guazú.

8, La revolución agraria.
Al ponerse en marcha la revolución arfiguista, al odio
concentrado de godos, porteños y portugueses se añadirá
la' alarma de los grandes comerciantes y estancieros de
Montevideo que rechazan sus repartos de tierra.. Artigas
faculta a sus oficiales, como Fernando Otorgués, Encarna­
ción Benítez, el mulato Gay y otros, a entregar campos de
españoles o enemigos de la, patria.1 Ninguna política podía
ser peor para la gran burguesía del Puerto,
En ese hecho decisivo se funda la defección de la clase
estanciera y de sus principales lugartenientes como Fruc­
tuoso Rivera, que carátula ante el portugués. Toda la bur­
guesía comercial de Montevideo y todos los estancieros aue
no deseaban vivir en la campaña, traicionan a Artigas v
a la Banda Oriental. Es la misma “gente decente” que
recibirá al General Lecor bajo palio y se arrodillará ante
oí Emperador del Brasil. Con Artigas, nieto del fundado1'
de Montevideo, auedarán tan sólo los paisanos pobres v
los indios guaraníes.
Ésto explica la razón' por Ja cual durante casi todo
el siglo XIX se impondrá en el Uruguay la locución “mó *
malo que Artigas” y por qué una marea de difama­
ción cubrirá su nombre. Mitre, López y la historiografía
del separatismo porteño lapidará como “bárbaro” al cau­
dillo que consideró hermanos a los indios y se propuso
hqcer de la Banda Oriental una provincia en el seno de F
. Nación sudamericana.

1 ¿Quiénes eran los oficiales de Articas? Fernando Otorgués se


había desempeñado como capataz, de las Estancias del Rey, empleo
que obtuvo por influencia ele Artigas; Encarnación Benítez era peón
y matrero; el mulato Gay, matrero a secas; el capitán Pedro Amigo
era de análoga condición social, V, Trías, artíc. cit.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 253
' 1 " . X' '

9. La década artiguista.
Su acción militar y política se prolonga sólo diez años.
Inicia la lucha contra los absolutistas españoles en la Ban­
da Oriental y los gauchos, hacendados e indios que lo si­
guen lo proclaman “Jefe de los Orientales”. Al mismo tiem­
po, los portugueses, con la sombra británica que los había
seguido hasta América, aprovechando las dificultades del
reino de España, invaden la Banda Oriental. ,
Artigas se vuelve contra ellos, después de vencer a los
españoles. Esta titánica lucha se complica por la resisten­
cia de los gobiernos de Buenos Aires a prestarle su ayuda.
Por el contrario, facilitan da acción portuguesa ante la ira
de Artigas, y de todas las provincias. Los diputados orien­
tales ártiguistas a los Congresos convocados por Buenos
Aires son rechazados, su caudillo infamado en la prensa
porteña, su cabeza puesta a precio. Los propios estancie­
ros orientales, que en el primer período artiguista lo ha­
bían acompañado, lo abandonan. Sólo compone su ejército
una, muchedumbre de paisanos andrajosos e indios indó­
mitos descendientes de aquellos guaraníes de las Misiones
jesuíticas. Uno o dos letrados, y secretarios que escriben
al dictado en campamentos móviles, difunden las procla­
mas, bandos, manifiestos y correspondencia que sostiene
con los jefes revolucionarios del Nuevo Mundo el jefe
oriental.
Su prestigio se expandé fuera de su provincia natal.
Las nuevas provincias que surgen después del dominio
; español —Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, las Misiones,
Córdoba— le otorgan el título de ‘‘Protector de los Pueblos
Libres”, ¿Por qué este amor y por qué aquel odio? Artigas
es el único caudillo de las guerras de la Independencia
que combina en su lucha la unidad de la Nación, con la re­
volución agraria y el proteccionismo industrial de los te­
rritorios bajo su mando.
Todo era elemental, pero nítido, en este movimiento
popular revolucionario nacido en la Banda Oriental y que
buscaba crear la Nación dentro de los límites dél viejo
254 '■ JORGE ÁBELÁRDÓ RAMOS -//íí;

Viireynato. Al no aceptar la hegemonía de Buenos Aires, .


:y ai esgrimir, semejante programa;-Artigasv debía-sufrir ■
ía: agresión dé-los intereses. porteños y. Extranjeros,'que
eran poco más o. menos Jo AnismOy según s® verá luego.
Buenos Aires adula y corrompe a uno de sus lugartenien-
. tes;de Entre Ríos, como antes sus estancieros y lugarte­
nientes ue la Banda Oriental habían accedido a las insi­
nuaciones de los portugueses. -
Derrotado en Tacuarembó por los veteranos portugue­
ses de las guerras napoleónicas, perfectamente armados
y -con una abrumadora superioridad material, Artigas se
repliega hacia Entre Ríos. Allí lo espera para traicionarlo
uno dé sus oficiales, Francisco Ramírez, que sobornado por
eL dinero de Buenos Aires, le asesta el golpe final,1 Sin
darle tiempo a rehacerse, pues toda la campaña del inte­
rior argentino engendraba en pocos días ejércitos artiguis-
tas, Ramírez emprende la persecución del gran caudillo,
que, perdido, ya, se interna en las selvas paraguayas y se
acoge a la protección del Dr, José Gaspar de Francia, Su­
premo’■Dictador,/'- /■
Es en 1820. En el Paraguay permanece Artigas du­
rante 30 años, donde muere después de ver desvanecida
la esperanza de una Nación unificada. Pues en su solar
nativo, en la Banda Oriental, justamente, la perfidia anglo-.
porteño fundará en esa provincia, otra ‘‘Nación’’. Vencido
e indomable, Artigás responderá con una frase tajante a
la invitación , de algunos amigos; para regresar -a: la- Banda
Oriental después que esa tierra habíase transforpiado en
“Estado Independiente” bajo la forma de República Orien­
tal del "Uruguay no tengo patria". Había fracasado
1 La ocupación portuguesa de la Banda Oriental y la pérdida
del puerto de Montevideo, descalabra el sistema federal de los pue­
blos-asociados a Artigas en la lucha contra la hegemonía de Bue­
nos Aires. Los pueblos del Litoral se veíáh obligados á buscar ¿ un
acuerdo con Buenos Aires;' dueño del único puerto en condiciones
de comerciar. En este hecho,, señala Reyes Abadie, se encuentra la
base material de la traición de Ramírez al Protector.de los Pueblos ■
Libres. V, Reyes Abadie, Bruschera y Melogno, Artigas. Su signi­
ficación en la revolución y en .el proceso institiicional iberpaineri-
cano. d. 297, Ministerio de Instrucción Pública, Montevideo, .1966.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 255

en unir a la patria que tenía,; y no deseaba volver a la


provincia convertida ¿n “patria”.1
Al caer derrotado Artigas por las intrigas dé Buenos
Aires, las tropas portuguesas ocupan la Banda Oriental y
la incorporan ai Imperio. pro-británico bajo el nombre de
“Provincia Cisplatipa”. La sumisión de la: Corte Imperial
de Río a Gran Bretaña no necesita ser demostrada, pues
está expuesta en toda la historia europea y americana de'
las relaciones de la Casa de Braganza con el Imperio Bri­
tánico; Traídos a América por la flota británica poco me­
nos que a lu fuerza, frente a la invasión napoleónica, Jos
Bráganza ño habían cambiado,su servilismo con el nuevo
clima. ■ '’ ; (
10. De la fragmentación ibérica al misterioso Brasil.¡
Los gallegos habían colonizado la terra portucalis,nom­
bre qué se extendió luego por todo el reino. Allí nace la
sólida comunidad lingüística y literaria de la región galai-
CO-portuguesa. En el Siglo IX el conde Vimara Pérez con­
quistó Oporto; posteriormente la ciudad se repobló con g$-
liegos. “Esa colonización, escribe Sánchez Albornoz, agru­
pó en una comunidad histórica, a horcajadas sobre el Due­
ro, antigua divisoria entre lusitanos y gallegos;hítenos: a
situadas entre el Ave y el Vouga”.2 A
Luego, la cuña que Inglaterra introdujo entre España
1 La admisión de Artigas como ♦‘héroe nacional” fue muy len­
ta en el Uruguay. La oligarquía se resistió largo tiempo a beatifi­
car al caudillo que había repartido tierras a gauchos; é indios. Fi­
nalmente, cuando se resolvió a hacerlo, amputó a Artigas de las
Provincias Unidas del Río de la Plata y lo convirtió en prócer de .
una de ellas. Los ingleses fueron más categóricos. EnCam­
bridge Modem History”, de 1949, que estudian los aljimnos de la
célebre universidad, se definía a Artigas como ‘‘jefe de contraban­
distas, bandido y degollador”, qué. introducía a sus enemigos en sa­
cos de cuero cosidos y. los arrojaba desde lo alto de la meseta del;
Hervidero. Esto ya lo habían descubierto hacía mucho tiempo los
historiadores’ porteños; de la Argentina, Mitre y Vicente «Fidel Ló- s •
pez. V. “El Diario”, 13 de setiembre de 1949, Montevideo, y ‘‘jResu-
men”j 30 de setiembre de 1949, Madrid. >
ClaudioSánchez-Albornoz, España,un, enigma histórico, p.
234, Topao; II, Ed; Sudamericana, Buenos Aires.;
25(5 JORGE ABELARDO RAMOS

yPortugal, utilizando las inevitables, intrigas , dinásticas,


t perpetuaron la división entre los dos reinos. La unidad na­
cional ibérica quedó. destruida durante siglos. El antago­
nismo se trasladó al Nuevo Mundo, mediante los buenos
oficios británicos. El Tratado de Tordesillas trazó la línea
j urídica del abismo que habría, de separar al futuro B ra -
sil de sus vecinos hispanoamericanos. El propio Brasil se
convirtió en una punta de lanza británica contra el resto ‘
¿ . de la nación latinoamericana, mientras ésta era empujada
ppr el mismo .amo imperial contra el Brasil., Los latino-
. americanos fueron, excluidos de. la intensa vida' histórica
brasileña; ignoraron sus héroes y conflictos, sus pensa­
dores y sus revoluciones, que permanecieron enclaustrados
. ’ detrás de las inmensas fronteras.
; La balcanización adquiriría con respecto ál Brasil un -
carácter particularmente acusado, facilitada por la lengua
portuguesa, mucho menos leída en América Latina que el
francés, el inglés o el alemán. Este mismo hecho indica
la profundidad del aislamiento y las claras razones histó- •
ricas que lo han forjado; Hasta nuestros días, el conjunto ■
de la historia brasileña aparece obscurecido por una idea
tan falsa como difundida: el Brasil Imperial¿y esclavista
constituía todo el Brasil, pues las luchas populares, las su­
blevaciones de esclavos, los motines militares,, las tenden­
cias separatistas y las ideas revolucionarias permanecían
• ocultas baj o lá imponente fachada de los Braganza. El im-
5 - perialismo y las oligarquías indígenas habían enseñado a
los latinoamericanos exclusivamente las tropelías-portu­
guesas, el servilismo imperial hacia .Inglaterra y la inmu­
tabilidad de Itamaraty. De esta manera, el Brasil se con­
vertía en el Estado más misterioso y exótico de una Amé­
rica Latina balcanizada que se desconocía: a sí misma.
11. Él Brasil insurreccional.
Al comenzar el siglo XIX el Imperio portugués había
quedado reducido a su gran colonia americana y a sus en­
claves africanos, simples proveedores de carne humana
para las plantaciones. Económicamente, de la simple re-
HISTORIA DE LÁ NACION LATINOAMERICANA 257

colección del Palo Brasil se había pasado al cultivo de la


caña de azúcar, al algodón, al tabaco y finalmente al café,
que llegará a dominar la. vida brasileña.1,Pero la base de esa
economía, que no se modifica con la-creación del Imperio
brasileño y la ruptura con Portugal, será la esclavitud.
La separación entre la pequeña sociedad brasileña más
o menos blanca, con sus reaccionarios y liberales, sus plan­
tadores y escritores, sus marqueses y librepensadores y la
masa productiva del país, era radical. Los esclavos negros
no tenían voz, ni prensa, pero la República de los Palma­
res, en los confines de la selva, organizada por los negros
fugados de las plantaciones, probaba que no eran esclavos
resignados.?
En 1789 estallaba la Inconfidencia Baiana, que postula­
ba uña aleación singular de libertad política é igualitaris­
mo económico. En 1817, la Inconfidencia Insurreccional de
Pernambuco reunía a “igualitarios roussonianos, Robes­
pierre o Marat nativos, como el Padre roao Ribeiro, y no
solamente anglofilos como Domingos Jose Martins, ame-
ricanófilos como Cabugá”.123 Los temas fundamentales de
nuestro tiempo, la independencia nacional, la justicia so­
cial, la aUtoconciéncia crítica dé los-pueblos coloniales, es­
taban presentes en uno de los inspiradores de la Confede­
ración del Ecuador, creada en 1824. Decía Fray Joaquin do
Amor Divino Caneca : “Solo, hay un partido, que es el de
la libertad civil y de la felicidad del pueblo, y todo lo que
se aparte de esto debe ser rechazado enérgicamente...
Brasil no es Europa, sy, clima, su posición geográfica, la
extensión de su territorio, el 'carácter moralde su pueblo,
sus costumbres y todas las demás circunstancias deben in­
fluir en el futuro de su constitución... nuestra constitu­
ción ha de ser brasileña en cuerpo y espíritu. . Jno quere-

1 Calo Praáo Junior, Historia Económica del Brasil, p. .89, Ed.


Futuro, Buenos Aires, 1960.
2 Arthur Ramos, Las poblaciones del Brasil, p. 150, Éd. Fondo
de Cultura Económica, México, 1948.
8 Vamirelí Chacón, Historia das ideias socialistas nq Brasil,
p. 13, Ed. Civiliza?áo Brasileira, S.A., Río de Janeiro, 1965.
258 JORGE ABELARDO RAMOS .

mos para el Brasil una constituciónadaptada al espíritu


político de Europa”.1
El tambaleante Imperio generaba separatismo: así es­
talla otra revolución en 1838-40, la Balaiada, que adopta
el nombre de su jefe el indio Bálaio y proclama en la pro­
vincia de Márañón un programa republicano y antiportu­
gués. Cinco mil muertos quedaron como saldo de este movi­
miento. Para la misma época estallaba en Pa.rá la revolu­
ción de: los Cabanos: fue también sangrientamente aplas­
tada, La revolución de los Farrapos, que establece la Re­
pública de Piratiní durante diez años (1835) al mando de
Benito Gpngalvez en Río Grande del Sur, mantiene en ja­
que a los ejércitos imperiales. Hacia el Norte, en Bahía,
se levanta en armas la Sabinada, así llamada por su cau­
dillo Sabino, que es ahogada en sangre al precio de 1.200
muertos.
En el mismo año del Manifiesto Comunista, en 1848, se
realiza en Pernambuco la revolución Praiera, que plantea­
ba la nacionalización del comercio minorista en manos de
lor portugueses. En fin, hacia fines del siglo XIX la re­
presión contra la comunidad mística inspirada por un no­
table poseído llamado Antonio Conselheiroj conocida como
la rebelión de Canudos,, está ya incorporada a la literatura
épica de América Latina: las letras brasileñas han reco­
gido esos episodios dónde la ingenua fe de los campesinos
espontáneamente revolucionarios enfrentó a las tropas re­
gulares de la República positivista 'fundada en el . lati­
fundio.2 .

12. El Brasil británico.


Pero desde Río de Janeiro, donde se instala la despavo­
rida Corte de Lisboa, el Brasil no presenta espectáculo
*
tan desagradables. La cautivante bahía y el despilfarro

, 1 José Honório Rodrigues, Conciliaqao ereforma, no Brasil, p.3íi


Editora Civiliza^ao Brasileira S.A., Río de Janeiro, 1965.
2 V. Euclides da Cunha, Los sertones, ~Ed. Claridad, Buenos
Aires, 1943. ■
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 259 \

de los señores portugueses en su dorado exilio del trópico,


alejan todos los malos,pensamientos. Por lo demás, hasta
Río ha llegado la flota y el apoyo del gran amigo inglés.
Ahora comienza el siglo británico en el estilo de vida de
la ruda sociedad brasileña: la Corte portuguesa y los im­
portadores ingleses educarán a los dueños de plantación. »
Los sombreros redondos reemplazan a los sombreros de
tres picos. Las costumbres británicas se aclimatan al tró­
pico. Hace su aparición la gobernanta inglesa; los par- i
lamentarlos adoptarán el estilo oratorio de Westminster.:
La porcelana, el carruaje y la magnesia británicas hacen
furor. En 1808 se cuentan en Brasil más ;de 100 firmas
inglesas.', ■ '
; En pago del apoyo brindado por el gobierno británico
a la salvación de la familia real portuguesa, los Braganza
firman en 1810, desde Río, un tratado con Gran Bretaña.
Según Canning, por ese acuerdo los ingleses "recibían im­
portantes concesiones comerciales a expensas del Brasil"
en cambio “delos beneficios políticos importantes conferi­
dosa la Madre Patria".
*
El más desenfrenado librecambio queda instaurado. La
invasión de mercaderías inglesas no estará exenta de sor­
presas para el público. El importador inglés Luccock re­
cibe en su recalentada oficina de Río de Janeiro patines
para hielo, de que estaban abarrotadas las fábricas ingle­
sas por el bloqueo continental de Napoleón. Junto a esa
pacotilla invendible, que ocasiona en los primeros años del
Tratado la ruina de algunos comerciantes británicos, lle­
gan asimismo instrumentos de" matemáticas en cantidad
capaz de "abastecer a la nación europea más esclarecida
durante años".12 Asimismo, Luccock recibe desde Inglate­
rra billeteras para hombres, en un país donde no existía
el papel moneda y donde los caballeros no llevaban dinero
consigo debido a su peso, dejando el cuidado de su carga
a los esclavos que lo acompañaban.

1 Olga Pantaleño, A presenta inglesa, en O Brasil Monárquico,


p. 65, T. II, vol. 1,de la, História Geral da CivilizaQáo Brasileira,
2$ ed., Difusao Européia do Livro, Sao Paulo, 1965,
2 Pantaleao, ob. cit., p. 76.
260 JORGE ABELARDO RAMOS

Pero la anglofilia general de la Córte Imperial no sig­


nificaba en modo alguno qué los Braganza no persiguie-
sen sus propios fines políticos en, América. Cuando estos
fines chocaban con la política inglesa, eran generalniente
desechados; en caso contrario, la Corte de Río despedía
de sus salones un raro espíritu bélico. Tal era el caso de la
Banda Oriental y de la lucha contra Artigas.
13. La Provincia Cisplatina y los Braganza.
Ya en la'época de las invasiones inglesas y cuando
España era impotente, la Corte de Río creyó llegado el
, momento de apoderarse de la Banda Oriental, sueño lar­
gamente acariciado por los hacendados de Río Grande que
buscaban los pastos tiernos y el clima templado de la pró­
xima frontera.1 Dieron el primer paso con un enviado a
Buenos Aires, Don Francisco Javier Curado, quien ofre­
ció én nombre de Portugal tomar a las provincias dél Río
de la Plata, en especial a la margen oriental, bajo su pro­
tección, “guardándoles sus fueros, garantiendo su comer­
cio y un olvido de lo pasado por parte de sus aliados los
ingleses; que estas proposiciones tenían por objeto el evi­
tar la efusión de sangre, y que de no ser aceptadas .haría
causa común con su poderoso aliado contra el pueblo de
Buenos Aires y todo el Virreynato”,1 2
Estas bravuconadas que emitió el Príncipe Regente del
Brasil, Don Juan, mirando de reojo a su “poderoso alia­
do”, no prosperaron en ése momento. Luego, al abrir­
se el comercio libre en Brasil para las manufacturas bri­
tánicas, el Principé cumplía diligentemente con las instruc­
ciones que Canning había ordenado a su embajador en Río,
Lord Strangford, las dq “hacer del Brasil un emporio para

1 Elganado de la Banda Oriental'daba de 16 a 20 arrobas de


carne, mientras que elode Río Grande no pasaba de las 8 a 10 arro­
bas: Prado Junior, ob. dt., p. 110.
2 Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina, T. I,
p. 156, Ed. El Ateneo, Buenos Aires, 1951, y J. A. Soares de Souza,
O Brasil e o Prata até 1828, p. 301, en Historia G&ral da Civiliza­
dlo Brasileña, T. II, Sao Paulo, 1965.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 261

Zas manufacturas británicas destinadas al consumo de toda


la América del Sur”.
La obsequiosidad del Braganza no era puramente lí­
rica. El Príncipe no era ajeno a las duras realidades de la
vida. También le agradaba hurgar los bolsillos de su “po­
deroso aliado”.2 Después de recibir para sus gastos 600.000
libras esterlinas procedentes de Londres, el Príncipe acce­
dió'a firmar un Tratado con Inglaterra que otorgaba una
preferencia especial del 15 % a las mercaderías británicas
ingresadas al Brasil. El tratado tenía una duración de 15
años, pero de la ambigüedad inglesa de sü texto podía in­
ferirse un carácter permanente. Era un nuevo Tratado de
Methuen para uso brasileño. La docilidad del Príncipe era
admirable. En todo problema importante quería conocer
el pensamiento de Gran Bretaña a fin de adaptarse a él,
decía al Vizconde Strangford, embajador de Inglaterra.
“Agregó Su Alteza —-informaba confidencialmente Strang­
ford a su jefe el Vizconde Castlereagh—, que al hacer esta
manifestación no abrigaba ningún temor de dar la impre­
sión de menoscabar su dignidad cómo soberano indepen­
diente, ya que la experiencia le había enseñado que com­
partir enteramente el punto> de vista de Gran Bretaña era
no sólo la más segura, sino la más honorable política que
podría seguir. •

1 Kauffmann, ob cit., p. 63.


2 El Príncipe Juan era un monarca obeso y tímido, que gozaba
puerilmente con la pompa y que contribuyó a hacer de Río algo pa­
recido a una Corte europea. Era dispensioso en su mesa; sólo en
dar de comer y beber a los parásitos que lo rodeaban Juan gastaba
anualmente 275.000 francos, loj que era un verdadero^despilfarro.:
Para dejarnos de rodeos, el Príncipe Regente era dé tal voracidad
burguesa, que cuando se aburría en la Opera de Río, lo que ocurría
cada vez qué asistía a ella, extraía de una canastilla un pollo asado
y ahuyentaba el sueño que le producía la. música devorando con sen­
timiento el pollito desde el palco regio. Én materia 'de pollos “siem­
pre tenía uno a mano”, dice Renato de Mendonca, en Breve his­
toria del Brasil, p. 53, Ed. Cultura Hispánica, Madrid, 1950. Se
comprenderá fácilmente que con semejante Príncipe, Lord Strang­
ford careciera de preocupaciones. .
3 Webster, pb. dt„ T, I, p, 237,
262 - JORGE ABELARDO RAMOS.

Era, pues, este Imperio inspirado por Inglaterra el que


ocupaba la tierra artiguista. XJn puñado de orientales emi­
grados en Buenos Aires invadió la Banda Oriental y
levantó al pueblo de la campaña contra el ocupante bra­
sileño. Encabezaba la lucha Juan Antonio Lavalleja y sus
32 camaradas. Los viejos soldados artiguistas montaron
a caballo y batieron a las tropas del Emperador.

14. EL Congreso de la Florida.

Reunidos los pueblos orientales en el Congreso de la


Florida, proclaman su reincorporación a las Provincias
Unidas del Río de la Plata. Esta declaración vuelve inevi­
table la guerra con el Brasil, ¿Y Buenos Aires ? En la ciu­
dad portefia pugnan por el poder todas las fracciones po­
líticas. Domina la escena el partido de Bernardino Riva-
davia, nuestro conocido personaje, untuoso y quimérico,
servil con las potencias extranjeras y despótico con los
bre del porvenir’’ o como individuo "owe se adelantó a su
tiempo”, en realidad es un “hombre del pasado”, un puro
sobrevivido. Habíase educado en las tradiciones diecioches­
cas de la nobleza borbónica. Pertenecía a la escuela del
conde Floridablanca y de los hombres del "despotismo ilus­
trado” que habían hecho su hora. Reducido a su parro­
quia portuaria, todo en él era ridículo, menos los resul­
tados de su política. 1 ''y ' r ■
En Rivadayia se reconocían los tenderos y comerciantes
del Puerto: su política tendía a la creación de una facto­
ría próspera, indiferente a las provincias'interiores y ab­
sorto antee! espectáculo dé Europa. Hubiera sido el per­
fecto Intendente de la ciudad hanseática por la que suspi­
raban los agentes extranjeros. Pero la presión de las pro­
vincias y de las tendencias nacionales de la campaña bo­
naerense se había vuelto irresistible y el Gobernador: Las
Hjeras debió declarar la guerra. Las tropas argentinas a
cuya formación habían concurrido esta vez todas las pro­
vincias, dejando a un lado las diferencias con Buenos Ai-
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 268
■' ‘ ¿ '' ' ;
res, derrotan de manara aplastante a las fuerzas imperia-'
les en la batalla de Ituzaingó.
La Banda Oriental, ¿quedaba salvada para las Provin­
cias Unidas? Había que verlo. Él gobierno británico desde
hacía mucho tiempo que se oponía tantq a la exigencia le­
gítima de los orientales de integrarse en las viejas Provin­
cias Unidas, como a la desmesurada ambición del Imperio
del Brasil de extender su dominio a la Banda Oriental. Por
lo demás, coincidiendo con la victoria en la guerra contra
el Brasil, había embolsado la Presidencia mediante un
golpe de Estado (parlamentario) í)on Bernardino Riva-
davia. Naturalmente su investidura fue desconocida por
todos los gobernadores de las provincias. Su base política
y económica residía tan sólo en la ciudad de Buenos Aires.
En cuanto a su nacionalismo argentino bastará recordar
que designó a un banquero inglés y socio personal, Mr, Hu-
llet, cónsul argentino en Londres, lo que desagradó hasta
a Canning, que no veía decoroso mezclar la política con los
negocios. El método británico consistía en usar a perso­
nas distintas para cada tarea y todas ellas ser útiles al
Imperio. . ' -
Los ingleses habían visto con simpatía la declaración
de la guerra, que obligaba a Brasil a negociar la posesión
de la Banda Oriental. Pero no deseaban en modo alguno
una decisión en favor de brasileños o argentinos. Busca­
ban, con su habilidad característica un equilibrio de fuer­
zas que permitiese a Inglaterra intervenir, en el momento
oportuno y obtener elegantemente la parte del león, y nun-b.
ca mejor empleado el animal de la metáfora, y

15. Canning y Ponsonby. í


Dos hombres condujeron magistralmente la operación.
Uno de ellos era Canning, en la plenitud de sus facultades,
odiado y temido en las Cámaras y cuyo genio Verbal brilla­
ba como nunca. El otro era John Ponsonby, un vizconde
de la nobleza irlandesa considerado “el hpmbre más her­
moso <le los tres reinos” y que había disfrutado de los fa-
264 ' JORGE ABELARDO RAMOS

vores de Lady 'Conyngham, amante del rey Jorge IV.. El


poder, de fascinación del vizconde parecía demasiado gran­
de para no alarmar al monarca, quien pidió a Canning un
destino remoto para que Ponsonby pudiera servir allm-
' rio de manera menos agradable aunque más útil que a
. Lady Conyngham. Canning suscitó la. gratitud Teal en­
viando a Ponsonby lo más lejos posible, ésto es, a Buenos
Aires.;.,
La reacción del vizconde fue explicable: “Es el lugar
más horrible que haya visto y por cierto'que rae ahorcaría
si encontrara un árbol lo bastante alto para sostenerme...
Es un'lugar detestable”, escribía al Subsecretario del Fo­
reign Office.1 Como los árboles no abundaban en la pampa,
consoló su destierro sumergiéndose hasta el cuello en un
océano dé intrigas, del cual emergió con la independencia
de la Banda Oriental en la mano. Ponsonby despreciaba
profundamente a los sudamericanos y apenas podía ocul­
tarlo. Juzgaba a Dorrego un hombre corrompido y a la
raza latina una formá degenerada de la especie humana. No
tenía mucho que mostrar en cambio, ni de sí mismo, ni de
de la razón por la cual estaba en Buenos Aíres, ni de la
grandeza de sus jefes. Su amo y rival, Jorge IV, no era
un destacado ejemplar de la nación inglesa. Hijo del rey
demente,1 su primera inspiración al subir al trono, fue
despedir a su última amanté, Lady Hertford, y presentar
a la1 Cámara de los Lores una acusación de adulterio con-
- tra su mujer, la Reina de Inglaterra. Las muchedumbres
desfilaban por las calles de Londres aullando contra el mo­
narca, y tomando el partido de la Reina. Jorge IV, él amo
del Ponsonby que miraba desde lo alto a la América del
Sur, absorbido por el juicio de divorcio, recibía a sus fa-

1 H. S. Ferns, Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX, p.


176, Ed. Solar-Hachette, Buenos Aires, 1966.
1 En 1810, el Rey de Gran Bretaña, Jorge Illj se había hundido
en una demencia completa. "Habia algo poético en la figura de éste
■viejo rey ciego, errante por su castillo entre fantasmas, hablando
con las sombras; pues él vivid su vida entre los muertos, tocando
su órgano y sin perder jamás sil serenidad y sus ilusiones”, escribe
Jfi condesa Lieyen, V. Kpuffmahn, ob. cit., p. 130,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 265

voritos, e intrigaba contra la Reina “yacente cuan largo


era en una bata de seda lila, la cabeza cubierta con un
birrete de noche, de terciopelo, sus grandes pies desnudos
[sufría de gota] tapados con. un trozo de red de pura
seda”.*
: Se descubrió un complot para asesinar a todo el gabi­
nete; Lord Liverpool, que sufría dé epilepsia, de ordina­
rio hombre de gran. moderación, perdió, el control de sus
nervios en medio . de los escándalos públicos desatados por
los conflictos privados del Rey y saltaba sobré Jas mesas
después de los banquetes? Circulaban versos mordaces con- -
tra ía Reina casquivana:
“Graciosa Reina,
Te imploramos > '
Que te vayas y no peques más;
Pero si ese esfuerzo es excesivo
y Láugate-de todos modos”.’
16. Los lacayos de Su Majestad.
Pero Londres estaba muy lejos: al Río de la Plata lle­
gaban tan sólo apagados ecos de los escándalos. Es preciso
convenir que Ponsonby sirvió a sus amos a conciencia. De
acuerdo a su tradición, la política británica comenzó por
sugerir a terceros que plantearan las iniciativas británi­
cas. A la inexperiencia política de los nuevos Estados, se'
añadía con mayor rázón la propensión de los agentes de
las oligarquías regionales interesados en los mercados eu­
ropeos de aceptar de buen grado una política hecha, así
como preferían los artículos importados a los propios.
• La identificación de estos agentes, con frecuencia'po­
líticos de influencia decisiva en sus respectivosipaíses, con
los intereses británicos, terminó por transformarlos en
simples agentes imperiales, matices más o menos. Tal era
el caso de quien sería el principar instigador de la derrota
política argentina, después que las Provincias Unidas ha-
" ^Ibíd.
* Ibid.
3 Ibid,
y?

266 JORGE ABELARDO RAMOS


1C

/; bían logrado triunfar militarmente sobré el Brasil. Manuel


; José García era el personaje colonial más repugnante de
¡> la época; fue hombre de confianza, de todos los gobiernos
portuarios: de Rodríguez, Rivadavia, Borrego y Rosas.
Este último le ofreció la embajada en. el Perú. ¿Y cuál era
ij ' la fuerza que respaldaba a este García? Carecía de un par­
tido político; ni tampoco estaba dotado de un talento exi-
; L mió. Pero había logrado afinar sorprendentes facultades
para, servir simultáneamente los intereses porteños y la po-
■: i' lítica británica. Fue el creador de una escuela que engen-
. ! ' dró numerosos discípulos en Buenos Aires. Usaba compla-
‘ cido una caja de rapé guarnecida de diamantes y una plan-
: cha de oro con el retrato del insigne cornudo Jorge IV.1
i Estas cajitas de rapé se contaban entre las preocu­
paciones , del representante británico en Buenos Aires,
; J, Mr. Parish, que sabía cómo endulzar el espíritu de ciertos
> { y círculos aldeanos: "Tengo el honor de manifestarle, decía
_ t¡ Parish en una comunicación a su jefe de Londres, para
J 1 conocimiento de Mr. Canning, que obsequié una de estas
Cajas a M. Rivadavia en ocasión del cumpleaños de Su
1 | Majestad... No me queda ahoraninguna Caja'de suficien-
■yj te valor y como obsequio adecuado para tener el placer
' de regalarla, cuando se presente la oportunidad, al Mi-
¡¿yí nistro actual, M. García... Por lo danto, tengo el honor
de pedirle que tenga el bien de transmitifia.Mr. Canning
| i' i mi deseo que se me envíen para tal fin dos o tres Cajas
más”,2 Al parecer la efigie del Real. Cornudo, ejercía una
enigmática influencia sobre los Ministros cipayos del Pla-
■'''; ta. Pero abandonemos la psicología a los' especialistas.
17. Intimidades no épicas de la batalla de Ituzaingó.
i La ineptitud del alto mando brasileño en la guerra con
i: , las Provincias Unidas sólo fue comparable a la torpeza y
■ !;j4 . corrupción del alto mando argentino. El General Alvear
\ era una verdadera nulidad militar, un botarate dichara-
1 Raúl Scalabrini Ortiz, Politíca'británica en el Rio de la Plata,
p, 103. 89 edición.-Fernandez Blanco,. Buenos Aires, 195
* 7
2 Webster, ob. cit., T. I, p. 160.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 267

chero del más puro estilo porteño; pero en fanfarronería


e incapacidad militar los .generales del Ejército Imperial
lo sobrepasaron. Eñ esta curiosa batalla obtuvo el triunfo
el ejército argentino, gracias al Coronel Paz, al frente;de
la caballería, al coronel Iriarte que había aprendido a ma­
nejar la artillería en España, a la carga de Brandzen, que
murió en el sitio, y al valor de La valle. Los jefes subal-'
ternos pelearon de acuerdo a su propia iniciativa, mien­
tras el generalísimo Alvear y Soler no sabían qué hacer en
el campo. y. . '? ■
Tampoco el resultado de la batalla de Ituzaingó ad­
quirió un valor políticamente decisivo, pues Alvear pen­
saba solamente en los despojos de los imperiales; dejaba
huir a los brasileños con su artillería y la fuerza militar
intacta. En lugar de perseguir y aniquilar al exhausto
ejército del Emperador, el porteño Alvear adoptó la estra­
tegia dictada por Buenos Aires: dejar al Imperio de pie
y en condiciones de negociar el destino de la Banda Orien­
tal. “La paz se habría firmado dictando el vencedor las
condiciones: la evacuación de Montevideo y de todo el te­
rritorio oriental ocupado por las tropas del Imperio, su in­
corporación a la República Argentina”¿dic,e Iriarte en sus
Memorias.1: '
Pero los intereses porteños buscaban desprenderse de la
Banda Oriental y concentrarse en la explotación de su pro­
pia pradera y su propio puerto. Esto coincidía con la vo­
luntad inglesa, que había proyectado la creación dé una
“ciudad hanseática” en el margen oriental del río. Por esa
razón el desenfadado Alvear, antes pensaba en el botín
del campo de batalla que en aniquilar al ejército impe­
rial.2 El generalísimo se apoderó de la vajilla de plata del
Marqués de Barbacena, abandonada en la precipitada hui­
da. mientras él compadrito General Soler “alijeraba los
baúles del inarqués”. Hasta el nombre de la batalla es una
y Memorias del General Iriarte, T. II, n. 20.
2 La descarnada biografía de Thomas B. Davk (Carlos de Al­
vear, hombre de revolución, Ed. Emecé, Buenos Aires, 1964) es in­
comprensiva de la historia argentina, aunque rica de hechos sobre
el personaje.
268 JORGE ABELARDO RAMOS

invención de Alvear.: "Estuvo dos días buscando en la car­


ta un nombre, bien sonante, y él de Ituzaingó fue el que
más satisfizo su oído^ Con más propiedad los enemigos la ¡
;í j . llaman batalla del Paso del Rosario" .’■ Después de, distri­
buir varios miles de cabezas de ganado entre los princi­
pales jefes militares, Alvear declaró cerrada la, campaña.

18. Un diplomático colonial.


A tal generalísimo, correspondía un diplomático de la
misma escuela. Manuel José García fue el hombre para la
tarea. En lugar de conminar al Emperador a enviar un
’, j agente a Buenos,Aires para discutir los detalles de la paz
y del reintegro de la Banda Óriental a las Provincias Uni-
■ das, Rivadavia envió a su Ministro García a Río dé Janei­
ro. Las instrucciones de Rivadaviá a su ministro estipula­
ban en su artículo 29 que García estaba autorizado a fir-
mar una convención preliminar o tratado "que tenga por
base la devolución de la provincia oriental, o la erección
y reconocimiento de dicho territorio en un Estado sepa-
í¡ : rado, libre e independiente, bajo las formas y reglas que
1 sus propios habitantes eligiesen"?
”í Es evidente que la política de Canníng-Ponsonby sé ha­
bía impuesto categóricamente en ese vital artículo 29 de;
las instrucciones, que otorgaba al enviado “argentino” el
■■ derecho de firmar la amputación de una parte del territorio
histórico del antiguo Virreinato del Río de la Plata, por la
decisión de una sola de sus provincias, la de Buenos Aires.
Entonces ocurrió lo más inesperado. El Emperador Caba­
llero, Pedro I, que había lanzado aquel grito de Ipiranga,
"Fico",8 no se sabe todavía demasiado bien si por la inde­
pendencia del Brasil con respecto a Lisboa, o si parase-
guiil el llamado dé la pasión que lo consumía por la Mar-

1 Iriarte, 06. cit., p. 24.


2 Vicente G. Quesada, Historia diplomática latino-americana,
T. II. La política del Brasil con las Repúblicas del Río de la Plata,
p. llf, Ed. La Cultura Argentina, Buenos Aires, 1910, .
8 “Quédome”. /
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 269

quesa de Santos, se daba humos de.gran estadista. Pedro I


se negó a llegar a cualquier acuerdo con García que des­
pojase al Imperio de la posesión de la provincia Cisplatina
o Banda Oriental.
La Gorte de Río se encontraba “em plena, explogao de
patriotismo guerréíro”.1 En cambio, el representante de los
intereses anglo-poxteños, agente , del “país triunfante” en
el campo de batalla, resultaba ser el pacifista dé la nego­
ciación. Contra todo lo previsible, García cedió ante el Mar­
qués de Queluz, el Vizconde de S. Leopoldo y el Marqués
de Maceió, plenipotenciarios brasileños, y firmó un Tra­
tado que “ultrapasaba” las instrucciones de su gobierno,
por cuyo texto la Banda Oriental continuaba siendo Pro­
vincia Cisplatina del Imperio.2
19. La caída de Rivadavia.
¿Por qué causa García se había atrevido a otorgar ta­
les concesiones al Brasil derrotado en Ituzaingó? EL mis­
mo individúo lo confesará a! ministro británico en Río,
Mr. Gordon. Ante todo, “la.razón que urgía con más fuerza
para acelerar un acuerdo, a'saber, el riesgo inminente que
corría la república, de desaparecer en la más completa
disolución, y que el tiempo revelase, con mayor claridad,
al gobierno del Brasil, nuestra deplorable, situación inte­
rior; en cuyo caso difícilmente accedería a la paz sin nue­
vas condiciones”.\ .
En otras palabras,' había que entregar al Brasil el sue­
lo natal de Artigas para meter en caja a las provincias
rebeldes con mayor facilidad. La hegemonía porteña se
impondría a la fuerza y en este caso el Imperio prestaría
su ayuda absorbiendo a la Banda Oriental. Ni los ingleses,

1 J. A. Soares de Souza, 0 Brasil e o Praia até 1828, T. II,


vol. I, p. 327, de la Historia Geral da Civiliza$ao Brasileira, 2$ ed.,
Difusao Europeia do Livro, Sao Paulo, 1965.
* Quesada, ob. cit., p. 110.
« Ibid., p. 112. . ..
V

270 Jorge Abelardo ramos

ni siquiera Rivadavia podían admitir ese arreglo que al­


’- teraba el “equilibrio en el Plata”.
/ i
El país entero se levantó contra el Tratado y contra el
pequeño bandido de García, con su caja de rapé y su orgá-
nico servilismo.1 Ante la oía de furor en ascenso, Rivada­
via desvio la cólera popular hacia García para salvarse él
mismo y mantener a flote su gobierno,/Debió ocultarse,
í pues temía por su vida. Ponsonby no las tenía todas con­
sigo: el desatinado Presidente había hecho correr el ru- ,
mor de que el enviado inglés era el responsable del desas- .
tre. Prudentemente, Ponsonby ordenó a la fragata britá-
' nica “Forte” que se aproximara al puerto y que custodia- ¡
ran la legación algunos marinos.2 '■

20. Buenos Aires y Manuel José García.

El General San Martín, que conocía bien a los rivada-


i ; ■ víanos, opinaba lo siguiente del blando García: “El no ’
tiene la culpa sino los Que emplean a un hombre cuyo
i i patriotismo no sólo es dudoso, sino que la opinión pú- J
¡ ; ¡ blica lo ha acusado de enemigo declarado de su patria, lo ¡ t
que confirmo, pues a no ser así, no se hubiera atrevido a I
I
< ! - degradarla con arbitrario y humillante tratado. Confieso I
i
que el pueblo de Buenos..Aires está lleno de moderación;en
¡ / cualquier otro lo hubieran descuartizado y lo merecía este
bribón”.3 San Martín se hacía demasiadas ilusiones sobre ’
la moderación de Buenos Aires. Esta templanza nacía de
' -----------
‘f 1 El Deán Funes, escribía a Sucre sobre García: “Aunque este
1 ,j. Ministre siempre ha sido sospechoso en: punto a patriotismo, nadie
esperaba de él una traición tan soez y descarada. Se sospecha con
mucho fundamento que esto ha sido de acuerdo con Lord Ponsonby,
Plenipotenciario de Inglaterra, quien se sabe de positivo ha apro­
bado lo hecho por el señor García. También se nota que todos los
ingleses trabajan por que se admita el tratado”, en Peña, ob. cit.,
p. 167. , ' ' .
2 Ferns, ob. cit., p. 192. Rivadavia hizo imprimir en la impren­
ta oficial carteles en los que se leía,: “/Buenos Aires y Banda Orien­
tal! ¡García os ha traicionado! ¡Los ingleses quieren tener una parte
del botín! /Si no abrimos los ojos, volveremos a los tiempos de Be­
resford!”. Tu era, tarde para volverse antiimperialista.
• Peña, ob. cit., p. 167.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 271

su esencial asentimiento al carácter antinacional de Gar­


cía.García era el producto más genuino de la ciudad con­
trabandista.
Nadie en Buenos Aires pensó en hacer pedazos al fa­
moso villano. El mismo General Iriarte refiere en sus Me­
morias que “enBuenos Aires toda la pena, que sufrió por
su delito consistió en las recriminaciones de los periódi­
cos y en el clamor público, que García despreció altamente ,
con su impavidez acostumbrada. Tan cierto es esto que,
pocos días después de su llegada, reciente todavía la im­
presión de su deslealtad e inicua traición, lo encontré en
una de las calles más públicas de la capital y me hizo un
saludo risueño que denotaba bien a las claras la más pro­
funda indiferencia y hasta la burla por cuanto de él pu­
diera, decirse” ?

21. El proyecto inglés de una ciudad hanseática en el


Plata. • : ■< ■
La última maniobra de Rivadavia resultó inútil. Debió
renunciar en medio del oprobio, detestado por los argen­
tinos, y despreciado por los ingleses, para los que se ha­
bía vuelto inservible. Su voluntario exilio en el Brasil im­
perial era un símbolo de su política.
La obstinación del Emperador y la oosequiosidad de
García habían conducido a una nueva etapa favorable para
el designio británico, que consistía em rechazar tanto una
Provincia Cisplatina como úna Banda Oriental incorpora­
da a las Provincias Unidas. En un arranque .de insolencia
característica, el ex amante de la querida del Rey Jorge IV,
dijo a José María Roxas y Patrón: “La Europa no con­
sentirá jamás que sólo dos Estados, el Brasil y la Argén- :
tina, sean dueños exclusivos de las costas orientales de la
América del Sud, desde más allá del Ecuador hasta él Cabo
de Hornos”.12 El gabinete británico desde hacía mucho
tiempo que acariciaba el proyecto de crear un Gibraltar

1 Iriarte, ob. cit., p. ^O..


2 Scalabrini Ortiz, ob. cit., p. 107.
272 JORGE ABELARDO RAMOS

en la Banda Oriental, un Estado Independientes que sirvie­


se de cuña entre Brasil y la Argentina y que permitiese
a Gran Bretaña debilitarlos a ambos y disponer del mejor
puerto rioplatense para su comercio. En una carta dirigida
por Canning a Ponsonby, aquél definía la política' inglesa
en los siguientes términos"La ciudad y territorio de Mon­
tevideo debería independizarse definitivamente, de cada ~
■ país, en situación algo similar a la de las ciudades Han-
, Beáticas en Europa”.1 Al mes siguiente, el mismo Canning
repetía a Ponsonby la misma. idea: "Como V.E. sabe, se
ha sugerido que Montevideo mismo, o toda la Banda Orien­
tal, con Montevideo por capital, sea erigida en Estado se- ■
parado e independiente”.1 23\
Si el manejo de esta intriga complacía en extremo a
Ponsonby, su estadía en Buenos Aires lo sacaba de quicio:
"Ningún paraje me disgustó tanto, escribía a un amigo,
y suspiro cuando pienso que podré quedar aquí. Siempre
tengo a Italia en la memoria para aumentar mi mortifica^
ción en esta localidad de barro y osamentas pútridas. No
hay carreras, ni ■ caminos, ni casas... ni libros^ ni teatro
soportable.. . Nada bueno no siendo carne”. En otra car­
ta a Lord Warden se quejaba del clima Jr, naturalmente, ■:
de "la jactancia republicana en todo su vigor. Intolerable
sitio".
* Pero sus éxitos políticos le hicieron olvidar pron­
to el polvo de Buenos Aires y las alcobas de Londres.
Pues efectivamente, la situación ofrecía contrastes que
estimulaban su vocación de intrigante nato. Como el empe­
rador del Brasil se empecinaba en conservar la Banda
Oriental, Ponsonby armó con todas sus piezas un complot
para derribarlo, complot'que sólo existía en su imagina­
ción, al sólo efecto de alarmar al monarca brasileño. Ade­
más le hizo saber con toda claridad que corría el peligro
de quedarse sin sú armada, formada por desertores britá­
nicos, que era su principal instrumento bélico, ya que su

1 Webster, ot>. cit., T. I, p. 196.


a Ibid.
3 Luis Alberto de Herrera, La Misión Ponsonby, T. I, p. 348,
Montevideo, 1930.
■ HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 273

ejército había sido deshecho por las tropas argentinas.


Ponsonby le recordó al Emperador lo que era notorio: tan- .
to la armada argentina como la brasileña estaban integra­
das y dirigidas por marinos ingleses.
Guillermo Brown, jefe de la escuadra argentina, y Lord
Cochrane, el pillastre ladrón de San Martín, eran súbditos
del Rey, lo mismo que la mayor parte de sus marinerías.
Había 1.200 marineros ingleses en los buques brasileños.
Las tripulaciones cambiaban de bando durante las opera­
ciones bélicas, pero no de nacionalidad. El gobierno inglés,
que oficiaba de “mediador” entre ambos beligerantes, po­
seía, como se ve, poderosos instrumentos de presión.1
22. El coronel Borrego y el cortesano Ponsonby.
Un nuevo problema había surgido para Ponsonby en la
persona del reemplazante de Rivadavia. Al Coronel Ma­
nuel Dorrego, gobernador de la Provincia dé Buenos Ai­
res, no le agradaba él rapé, ni los diamantes, ni Ponsonby
ni el Imperio Británico en general. Era un patriota edu­
cado en. la escuela de las guerras de la independencia, con
San Martín y Bolívar. Un hombre de esta raza pareció
sorprender desagradablemente a Ponsonby, formado en­
tre cortesanos, cortesano él mismo, acostumbrado a besar
la mano de su Rey, a servir y alternar entre serviles. Dorre­
go había manifestado que no iría a terminar la guerra sin
la reincorporación de la Banda Oriental a las Provincias
..Unidas. ?
Esta digna actitud enfureció al cortesano Ponsonby,
que juzgó el hecho como una clara demostración de la
barbarie nativa. La nueva tarea de Ponsonby consistió
en doblegar a Dorrego y al Emperador. Yá lo había ins­
truido en ese sentido Canning, sugiriendo una espera pru­
dente hasta que' “los acontecimientos de la guerra hayan
enfermado y agotado a ambas partes”.1 2 El mayor obstácu­
lo era el«patriotismo de Dorrego. Ppnsonby decidió des-
1 Herrera-, o&. cii., T. II, p. 196.
2 Kauffmann,ob. oit., p. 201.
t ■ ■, I
i-- ■
274 JORGE ABELARDO RAMOS

truir a Dorrego, ya que no podía corromperlo, dice aforís­


<■ •(
ticamente Scalabrini Ortiz.1 Los recursos del gobierno de
Buenos Aires para proseguir la guerra y coronarla victo­
I
riosamente provenían del Banco Nacional, creado por Ri-
vadavia y que a pesar de su nombre estaba en manos del
comercio británico de la ciudad.
Lord Dudley recibió una carta de Ponsonby en la que
le informaba qué Dorrego ya está vacilando en su deci­
•;:v . sión “por falta de fondos”. Ponsonby agrega maliciosa­
mente: “Yo creo que ahora el coronel Dorrego y su gobier­
no están obrando sinceramente en favor de la paz. Basta­
ría una sola razón para justificar mi opinión: que a eso es­
tán forzados.. . por la negativa de la junta, de facilitarles
A
' recursos, salvo para pagos mensuales de pequeñas sumas” 12
Poco antes, el enviado de la depravada Corte se permitía
decir lo siguiente: “Es necesario que yo proceda sin un
4 -.I" instante de demora y obligue a Dorrego a despecho de sí
i ¿ mismo a obrar en abierta contradicción con sus compro­
misos secretos con los conspiradores y que consienta en
j ' hacer la paz con el emperador... La mayor diligencia es
| i necesaria..., no sea que esta república democrática en la
’ cual por su verdadera esencia no puede existir cosa seme­
jante al honor, suponga, que puede hallar en las nefastas
intrigas de Dorrego medios de servir su avaricia y su am-
’ bidón”.3*8
' La ambición de Dorrego era manténer la integridad
. territorial de su patria, su avaricia, la orfandad en que
dejaría a su familia después de su muerte. En cuanto al
honor monárquico de Ponsonby, ya sabemos que se fun­
daba en los cuernos del Rey de Inglaterra.

1 Scalabrini Ortiz, n>b. citit p. 114.


2 Herrera, ob: cit.' T. II, p. 26L El bloque financiero .a que
alude Ponsonby estaba organizado por el Banco Nacional, bajo el
control de comerciantes británicos; los escasos “argentinos” del Ban­
co, pertenecían al partido unitario y desechaban todos los pedidos
del Gobernador Dorrego. V. Memorias del General triarte, T. II,
p. 3'6, Ed.'Fabril Editora, Buenos Aires, 1962., > '
8 Herrera, ob. cit,, p. 248.
i ■
.4
r - -. ■ - , / . " <■ ..

| HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 27B

23. La sospecha (le los s>ervicios gratuitos.

1 En una carta de Ponsonby dirigida a Canning, y que


se- encuentra en los archivos del Foreign Office,1 decía el
g galanteador a su jefe: “Parecería, que único remedio
| para los presentes males es colocar, una barrera entre las
| • partes en conflicto, yla idea sugerida en jnis Insiruccio-.
i nes, a saber, la Independencia de la Banda Oriental, parece
I? ofrecer la mejor (creo que la única) que pueda interponer-
I se”.12*La resistencia de los argentinos a estos buenos ofi-
Ícios irrita a Canning y le arrancan una reflexión notable:,
“Es úna gran contrariedad que el gobierno de Buenos Ai-
Ires se haya pronunciado en forma tan decidida.. . contra
la solución media que V.E. tenía instrucciones desugerir,
consistente en erigir a Montevideo y su territorio en un
Estado separado e independiente.'.. Los habitantes de los
, establecimientos, coloniales de España tienen mucho del
carácter español, y nada hay más notable en el carácter
español que su intolerancia ^para el consejo extranjero y
las sospechas que le inspiran los servicios gratuitos”.*
Es perfectamente posible que varios siglos de relacio­
nes con Inglaterra hayan infundido tal sospecha en el es­
píritu español. Este humor de extravagante cinismo era
muy típico de Canning.4 En definitiva, el Emperador del
Brasil, jaqueado por las inacabables intrigas de Ponson-

1 Los archivos del Foreign Office pueden ser consultados por


el investigador, medio siglo después de'transcurridos los aconteci­
mientos a que aluden los documentos respectivos. Hay una sola .ex­
cepción: la documentación relativa a las relaciones entre Inglaterra
e Irlanda es secreta, sea cual fuere el período a estudiar.
2 Webster, oó. cit., T. I, p. 21SL
8 Ibid. ' ■ ■ ' . v
4 El agente de Estados Unidos en Buenos Aires, Mr. Forbes/,
observa: “Mi firme opinión ha sido siempre qúe los ingleses codician
ejercer una influencia, sobre la Banda Oriental que en sus efectos
sería igual a un gobierno directo colonial”, Once años en Buenos
Aires, p.. 494. A'su vez, Ponsonby escribía a Aberdeen al concluir
su exitosa gestión balcanizadora: “Yo oreo que el gobierno de S.M.B.
podrá, orientar los asuntos de esa parte de Sud América, casi como
le plazca”. V., Herrera, T. II, p. 333.
276 JORGE ABELARDO RAMOS ■

by, que estimulaba las discordias internas y lo amenazaba


con dejarlo sin flota, vencieron al fin su resistencia. Do-
rrego fue acorralado y aceptó la paz, lo'que equivalía a la
pérdida de la provincia oriental y a su propia pérdida.1
Pues las tropas que retornaban del Brasil, al mando del
porteño y. rivadaviano General Juan. Lav-alle dieron un
golpe de Estado y fusilaron ai Coronel Dorrego. Todo esto
era muy lamentable; pero la Banda Oriental se transformó
en la República Oriental del Uruguay con la garantía
británica.
Más de un siglo después, habrá uruguayos que hablen
de una “psicología nacional uruguaya” o de la “vocación
artiguista por la autonomía”. ¡Es preciso olvidar la histo­
ria para negar la evidencia, y sepultar por segunda vez a
Artigas para afirmar semejante impostura! Xa Banda
Oriental quería unirse a la Nación como provincia, pero no
subordinarse a la provincia de Buenos Aires. En este dile­
ma; los ingleses crearon la “soberanía” de un nuevo Está-
do, y. controlaron así durante cien años a la Argentina, al
Uruguay y al Brasil.
1 Abrumado por la tenaza británica y el boycott del Banco Na­
cional, Dorrego se vio obligado a firmar la paz y a consentir la
creación de un Estado Oriental Independiente. Al consultarlo a Ro­
sas sobre
* esta solución, éste le comentó: “Usted ha,contribuido a
formar una grande estancia con, el nombre de Estado del Uruguay.
Y eso no sé lo perdonarán a usted. Quiera Dios que no sea el -pato
de la boda en estas cosas”. Por su parte, Julián Segundo de Agüero,
hombre de Rivadavia y que pocos días más tarde instará a LaValle
a ejecutar a Dorrego, dijo: “Nuestro hombre está perdido; él mismo
se ha labrado su ruina”. V. Saldías, T. I, p, 233. Era evidente que
todo gobernante que firmara la aceptación de la segregación de la
Banda Oriental debía arruinar su reputación, Así había ocurrido
con Rivadavia y así ocurriría con Dorrego. Pero una vez estable­
cida, la “independencia” de la Banda Oriental sería intangible. No
habría peor orimen • que ponerla en discusión. Ponsonby intervino
directamente en la redacción de los tratados de paz con el Brasil. Su
interés central era crear una barrera jurídica para' impedir la re­
unificación de la Banda Oriental con las restantes provincias del
Plata. Así, escribe a Gordon; “Usted observará que he hecho en mi
nota al ministro una léve alteración en el segundo artículo. Su se­
gundo artículo dice: cEl (el emperador) consiente que el nuevo es­
tado no téngá libertad de unirse, -por incorporación, a ningún otro».
Yo. digo: «El nuevo estado no tendrá libertad para unirse, etc., etc.»”.
En Herrera; T. II, p. 248.-No cabe duda-que el intrigante conocía
su oficio. /
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 277

24. Al día siguiente de la segregación de la Banda Oriental.

El partido unitario porteño, desalojado del poder con '


Rivadavia a raíz del tratado de paz firmado por García,
volvía ahora al gobierno en la persona del General Juan
Lavalle. Irreflexivo y. fanfarrón, en sus arranques inge­
nuos Lavalle era capaz de reducir a sus aspectos esencia­
les la verdadera naturaleza de lá política unitaria portefía,
lo que aterraba, por su carácter despoiado de toda retó­
rica, a sus verdaderos inspiradores políticos.
Recibió Lavalle en esos días, en el Fuerte, la visita del
Señor Rivadavia y d'e Don Julián Segundo de Agüero,
aquel cura ateo y ambiguo togado que le aconsejara sibili­
namente el fusilamiento de Dorrego.1. Este Lavalle era
un bárbaro: sus maestros venían a sondearlo. “Preguntóle
Rivadavia qué género de relaciones entablaría con las pro­
vincias. «Las provincias, exclamó Lavalle, dando fuerte­
mente con él pie en el suelo: a las provincias las vop.a me­
ter dentro de un zapato con 500 coraceros». «Vámonos,
señor Don Julián, dijo por lo bajo Rivadavia: este hom-
bre está loco»”.9 . .
En cuanto a Ponsonby,, el Imperio lo destinó poco des­
pués a Bélgica. Se había revelado como un especialista en
fragmentar naciones, un balcanizador nato. Así fue cómo,
designado embajador ante el aliado holandés del, Imperio
Británico, maniobró para obtener la separación de Bélgica
como Estado Independiente, Lo hizo con tanta fortuna
como en el Río de la Plata: claro está que fue apedreado
en Bruselas, y considerado por el abate Van Geel como
“viejo diplomático de las revoluciones, iniciado, por tantos
años, en su obscuro arte”.* El misnio abate holandés consi­
deraba al gabinete inglés “como pronto' siempre a sacrifi­
car gente y reyes en beneficio de sus intereses comerciales
y ambiciosas vistas”. El Uruguay y Bélgica brotan de la123

1 Ramos, ob. cit., T. I, p. 107.


2 Saldías, ob. cit., T. I, p. 247.
3 Herrera, ob. cit., T. II, p. 352.
278 JORGE ABELARDO RAMOS

galera de Lord Ponsonby:“No en vano se la llama al Uru­


guay la Bélgica de la América del Sur”.1
La sorprendente gratitud del gobierno de Buenos Ai­
res por la segregación , de la Banda Oriental se expresó
mediante el ofrecimiento al inglés de 12 leguas de campo
(unas 30.000 hectáreas) en la campaña bonaerense.12 Para
Dorrego habían bastado los dos metros de tumba; para Ar­
tigas, una chacra en el Paraguay. En las viejas Provincias
Unidas proseguía la disolución nacional.

1 Herrera, ob. cit.


2 S lidias, ob. cit., T. I, p. 503. Veinte años después, el viejo
Lord todavía reclamaba ante e 1 Gobernador Rosas, por medio del
Dr. Lepper, dicha donación de tierras. Se regalaba tierra a quien
había hecho perder territorio.
CAPITULO IX

EL CONGRESO DE PANAMA

“Tenho orgulho de chamar-me um dos libertadores de


Venezuela e dos da Nova Granada, e sem usar das
minhas veneras. Faqo garbo des mihhas cruzes de Bo-
yaeá e de Porto Cabello, e no meu nobre escudo de
Carabobo. Tenho e conservo o busto de ouro do Liber­
tador, que ele mesmo me deu como um diploma muito
honroso”.
General José Inácio de Abreu, e Lima
al General Páez. . - .

“¡Bolívar, que ya se había llevado un girón del terri­


torio argentino!' ¡Bolívar, que creando y libertando a -
Bolivia, la había sometido a su.mando! ¡Bolívar, que
libertando al Perú, se había investido del mando su-
prémo! ¡Bolívar, libertador de Colombia, unificada por
él, pero gobernada por él! .¡Bolívar, el soñador de la
Confederación Continental; el convocador de los Anfic-
tiones del Istmo'de Panamá, éntre los cuales se había ,
deslizado como un augurio la idea de crear una auto­
ridad “sublime” (es la palabra), para presidir, sin duda,
al continente confederado! ¡Bolívar, cuya ambición era
más grande que su gloria, que era muy grande, y que
nó había recatado en las conversaciones de Chuquisacá
ni sus malquerencias argentinas, ni su voluntad de ha­
cer y de deshacer desde los Andes hasta el Plata, desde .
el Plata hasta el Amazonas!”.
• • Andrés Lamas.

“Mi sentir respecto de él [Bolívar] es que si la li­


bertad hubiera de bajar y personificarsei no buscaría
otro templo que .él corazón de él”.
. Coronel Manuel Dorrego.
Al día siguiente ,de fundar Colombia, Bolívar puso en
práctica su propósito de iniciar la Confederación de los
nuevos Estados hispanoamericanqs. La idea de réunirlos
en un Congreso en el Istmo de Panamá cobró forma. De­
signó a don Joaquín Mosquera Ministro plenipotenciario y
encargado de negocios ante los gobiernos dél Sur para ges­
tionar el envío de representantes al Istmo. Las dificulta­
des de transporte de la época y la suerte varia de la gue­
rra arrastraron el proyecto desde 1821 hasta 1826, en que
logró al fin realizarse la reunión. Bolívar se había despo­
jado para esa época de toda ilusión, de construir un gran
Imperio hispano-criollo, esa idea tenaz que frecuenta el
espíritu de los diputados americanos en las' Cortes de
Cádiz de 1811.
1. La política de Chile y Perú.
Si América no podía confederarse con' España, la his­
toria le: imponía confederar todos sus Estados. Mosquera
salió de viaje, Bolívar le confió una carta para el Director
Supremo de Chile: “La asociación de los cinco Estados de
América es tan sublime en sí misma, que no dudo vendrá
a ser motivo de asombro para la Europa”? Con O’Higgins -
se. entendieron perfectamente. Se firmó un tratado del mis­
mo tenor que con el Perú, comprometiéndose ambos países
a que los nácidos en dichas repúblicas serían considerados

1 Bolívar, o & cit,, p. 107.


' 282 JORGE ABELARDO RAMOS

' i como ciudadanos en ambas y podrían ejercer todos'los car-


, gos, excepto la primera magistratura. Las mercancías y
buques de los Estados firmantes tendrían tarifas preferen-
'v cíales; los puertos de ambos territorios se abrirían a los
■ i, ■ . corsarios de los países contratantes. En cuanto a la juris­
dicción de los tribunales marítimos, se haría extensiva a
:. ¡ ambos países. En caso de invasión extranjera "sería per­
mitido a ios aliados auxiliar al país invadido, sin previo
J ’ aviso.
En el Perú, tal tratado con Colombia Se debía a la in­
mensa influencia bolivariana. En cuanto a Chile, muchos
. de sus hombres más notables, como Juan Egaña, sostenían
tales puntos dé vista, desde el año 10, En un Proyecto alu­
sivo de 1825 Egaña argumentaba: “Es forzoso repeler la
fuerza por la fuerza, es forzoso que a la denominada San­
ta Alianza de los principes agresores se oponga la sagrada
*' ¡ ■ confederación de los pueblos ofendidos”.1 Sin embargo,
Egaña, á diferencia de Bolívar, se proponía incluir en la
Confederación hispanoamericana a EE.ÚU., Grecia y Por­
tugal, intimidado por el peligro de la Santa Alianza en
, el momento que daba forma a su proyecto. .
,, 2. Cómo reciben los porteños la invitación al Congreso de
' Panamá. . .' ‘ \, ■' ' .

El embajador colombiano Mosquera pasó de Chile a


Buenos Aires. Aunque el general Rodríguez desempeñaba
la gobernación de esa provincia, el político influyente en
su gobierno era el célebre protoporteño Rivadavia,
. Mosquera fue acogido por Rivadavia con una indife­
rencia glacial. “Lo americano” no era buena música para
los oídos del que en esos momento abandonaba a San Mar­
tín en el Perú sin prestarle el menor auxilio.
Si el gobierno rivadaviano consideraba a los agentes
de las provincias argentinas en Buenos Aires como per-

1 Egaña, ób. cit., p. 59,


HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 283

fenecientes al cuerpo diplomático ex’tranjeró,1 es fácil ima­


ginar su juicio sobre los hijos de Colombia que venían,
como el embajador Mosquera, a incomodar a los porte­
ños con' sus utopías hispanoamericanas. Nada bueno podía
esperar en Buenos Aires el enviado del fabuloso y absor­
bente Bolívar cuando “La Gaceta”, órgano oficial del go­
bierno, aplaudía la muerte del caudillo saltéño Güemes,
baluarte del frente patriota ante el ejército del Rey, aun­
que simultáneamente adversario de la oligarquía agodada
de Salta.2
Cuatro meses después de despedir como un intruso al
Comandante Gutiérrez de la Fuente, Rivadavia se veía
obligado a recibir a don Joaquín Mosquera. Llegó a Bue­
nos Aires el 21 de enero de 1823. En su informe a Adams,
el agente diplomático norteamericano Forbes profetizaba:
“Tengo pocas esperanzas de qué logre éxito y convenza a K
este Gobierno de que debe participar en uña gran confe­
deración”.3 Mosquera, se mantuvo reservado con Forbes en
relación a los fines de su misión. Esto obedecía al propó­
sito de Bolívar de mantener al margen del Congreso de
Panamá a Estados Unidos.
Por otra parte, Mosquera designó representante diplo­
mático de Colombia ante el gobierno de Buenos Aires al
Deán Funes, hombre 'de Córdobá; vinculado con el caudi-
J El cuerpo diplomático acreditado en Buenos Aires estaba for­
mado.por 7 agentes en total: sólo uno era extranjero, en el sentido
que la palabra tenía en América Latina en 1810-30. Era el repre­
sentante de Estados Unidos. Después venían los agentes de Chile,
Perú y Brasil. '
El cerril localismo porteño incluía entre1 los agentes extranje­
ros a los representantes de las provincias de Mendoza, .Córdoba'y.
Entre Ríos. Con involuntaria penetración Mr. Fofbes dice al co­
mentar la composición del “cuerpo diplomático” del que se enva­
necía Rivadavia: “Total, siete, de los cuales, el mejor y probable­
mente el único amigo sincero del Gobierno, es el agente dé los Es­
tados Unidos”, Fórbes, ob. cit., p. 187.
( a En el periódico oficial de Rivadavia, “La Gaceta dé Buenos
Aires” se escribía: “Llegó el cirujano Castellanos con la noticia de
la muerte del abominable Güemes... Ya tenemos un caudillo menos
que atormente el país y parece que a su turno van a caer los demás”,
Cit. en Busaniche, ob. cit., p. 181.
8 Fprbes, ob. cit., p. 217. T
284 JORGE ABELARDO RAMOS
' ' x ■
lio Bustos, y políticamente inclinado a defender la causa
dé las provincias pobres en la rica ciudad separatista. Ad­
versario natural de Rivadavia, el Deán Funes fue cuestio-
( nado por su “doble” condición de ciudadano de las Pro­
vincias Unidas del Río de la Plata y agente diplomático
z de Colombia. Ante esta argucia portefía, el Deán, que con­
sideraba a Hispanoamérica “la patria común”1 escribía:
“Yo estoy resuelto a renunciarlo todo, ya pedir al gobier­
no de Colombia mi carta de ciudadanía, siempre que me
halle digno de ella, y se me pongan estas trabas”.123

3. Rivadavia niega apoyo al Congreso.


Mosquera entregó a Rivadavia la carta invitación al
Congreso de Panamá. El ridículo borbónico hizo esperar,
durante un mes -por su respuesta al enviado de Bolívar.
Forbes comenta: “ [Mosquera] tiene buenos motivos para
no estar muy satisfecho con su recepción personal y oficial.
Nadie, que yo sepa, le ha brindado su hospitalidad”.2 Fi­
nalmente, Mosquera firmó con el gobierno porteño, el 10
de marzo, un Tratado innocuo, que Mosquera calificó de
“preliminar”, pues Rivadavia le había argumentado due
las relaciones dé Buenbs Aires con las restantes provin­
cias no le permitían otra cosa que un acuerdo general sobre
los objetivos de los Estados americanos: independencia y
cesación de-la guerra. Mosquera se fue , con las manos
■ vacías.
Eso fue todo. Cuando/Bolívar-, desde Pativilca, envió
una circular a los gobiernos ratificando su invitación para
el Congreso de Panamá, el gobernador de Buenos Aires
era el General Las Héras y su ministro, Manuel José Gar­
cía. aquel que “tenía el alma fría para las cosas de la pa­
tria”.4 Arabos se dirigieron al Congreso General Constitu­
yente reunido en Buenos Aires para solicitarle una ley

1 Pena, ob. cit., p. 164.


2 Archivo Funes, p. 191.
3 Forbes, ob. cit., p. 223.
4 Busaniche, Historia. Argentina, p. 376.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 285

que autorizara al Poder Ejecutivo a designar dos repre­


sentantes de Buenos Aires ante el.Congreso. El pedido del
gobierno se fundaba, explícitamente, en limitar el alcance
de los poderes confederales que el Congreso de Panamá
podía asumir en el ord.en económico y político. Se aludía
expresamente a la necesidad de garantizar la “libre con­
currencia de la industria y la inviolabilidad de la propie­
dad” en las decisiones de Panamá.
Pero la Asamblea Constituyente de Buenos Aires re­
chazó la sanción de una ley y autorizó al. gobierno a en­
viar dos representantes a la reunión hispanoamericana.1
En definitiva, todo cayó en el vacío más absoluto. Después
del golpe de Estado parlamentario que permitió a Riva­
davia proclamarse Presidente de una República ilusoria
en 1826 sin el consentimiento de las provincias, eí curioso
. Presidente fue informado por. el agente británico que Gran
Bretaña se disponía a enviar un observador a Panamá.
Parish informaba a Canning que Rivadavia le había
dicho: “La presencia de un agente británico sería la mejor
garantía para todos los nuevos Estados que ¿oncurrieran
al mismo y no vacilaba en afirmar que inmediatamente de-
terminaría a este Gobierno a enviar a un Plenipotenciario
a Panamá, lo que en forma alguna habían podido resolver
anteriormente: que las anteriores ideas del Gobierno de
Buenos Aires eran bien conocidas. pero que la decisión
de Gran Bretaña y de los Estados Unidos... alteraba ma­
terialmente las miras^y sentimientos de este Gobierno
acerca de esa asamblea”.12 Representante porteño fue de-

1 Rosa, Historia Argentina, T. III, p. 448. .


2 Webster, ob. cit., T. I, p. 208. Un mes antes, sin embargo,..el ,
19, de marzo de 1826, el Señor Rivadavia visitaba en su pomposa
carroza oficial tirada con cuatro caballos y acompañado de escolta,
a Mr. Forbes. Este le informó que los Estados Unidos no. enviarían
delegados a Panamá, sino sólo un observador con fines comerciales.
Rivadavia “expresó satisfacción por la decisión del Presidente de los
Estados Unidos, agregando que él no enviaría Ministro alguno al
contemplado Congreso; “porque”, dijo, "he decidido no apartarme un
ápice de la senda de los Estados Unidos, quienes, por. la sabiduría
y experiencia de su Gabinete, como por su gran fuerza y carácter
nacional, deberían tomar la dirección de la política americana”-.
Forbes, ob. cit., p. 420. . .
286 JORGE ABELARDO RAMOS

signado José Miguel Díaz Vélez, residente en el Alto Perú


y que finalmente no concurrió a Panamá.1 Rivadavia es­
taba muy ocupado . con su Presidencia haciendo negocios
particulares con las minas de Famatina, asociado a Hullet
Brothers de Londres.1 2 . ; .
El agente yahqui Forbes, que todo , lo miraba con una
triste envidia, escribía desconsolado a sus superiores: “En-
treetantof los capitalistas ingleses en Londres y en esta
ciudad hacen rápidos progresos para convertirse en; los
verdaderos amos de ese país ... El Banco, que ellos con­
trolan, tiene créditos hipotecarios sobre muchas casas de
esta ciudad. Son los ingleses tenedores también de gran
parte de los títulos nacionales... Todo indica que esta
Provincia, se convertirá pronto en una verdadera colonia
británica, exenta de los gastos y responsabilidad del Go­
bierno, pero sujeta a influencias políticas y morales equi­
valentes".3 ‘
¡ Como para pensar Rivadavia en el Congreso de Pana­
má! El propio’Forbes estaba preso de la gran red inglesa :
sus sueldos diplomáticos pagados por la Secretaría de Es­
tado norteamericana le eran liquidados por medio de la
Banca Baring Brothers de Londres.
4. Un juicio de Sucre sobre Buenos Aires.
Estas actitudes merecían á Sucre, tan moderado por
lo demás, un juicio tajante sobre los porteños: “No en bal­
de los aborrecen en estas provincias tanto como a los es­
pañoles”.* En una carta dirigida a Monteagudo, Bolívar
comentaba la actitud de Rivadavia: “Vd. debe saber que
él gobierno de su patria de Vd. ha rehusado entrar en fe-
1 Los detalles de la indiferencia y resistencia de .Díaz Vélez
y el Gobierno porteño en relación al Congreso de Panamá, pueden
leerse ert Davis, ob. cit., ps. 83-91. : 1
2 El negociado de Rivadavia con los Hullet Brothers ha sido
tratado por el propio apologista de Rivadavia, Ricardo Piccirilli,
ob. cit, por López, oó. cit., y por Rosa, Rivadavia y el imperialismo
financiero, Ed. Huemul, Buenos, Aires.
3 Forbes, ob. cit., p. 368. ’
* Gabriel René-Moreno, Ayacuello en Buenos Aires, p, 251.
V . ' 'A’:''' ''

HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 287

deración con pretextos de debilidad con respecto al poder


federal y deimperfección con respecto a la organización.
.. .De suerte que, como las uvas están altas, están agrias;
y nosotros somos ineptos porque ellos son anárquicos; esta
lógica es admirable, y 'más admirable aún el viento pam­
pero que ocupa el cerebro de aquél ministro”.1 <
Es justamente a este Rivadavia que el general Bar­
tolomé Mitre, presidente e historiador cuasi mítico de la
oligarquía argentina y de sus aliados de izquierda y dere­
cha12 considerará’como el digno oponente de Bolívar. Toda
la burguesía comercial del puerto; desde Rivadavia a Mi­
tre, hasta nuestros días, expondrá en cada momento su
profunda aversión a la unión latinoamericana. ■
5. El. separatista Mitre juzga al unificador Bolívar.
El clásico historiador de la oligarquía porteña dirá:
“Bolívar con su ejército triunfante acampaba en la fron­
tera norte de la República Argentina, lleno de gloria, de
ambición y de soberbia. Fundaba allí, dándole su nombre,
una república ¡oligárquica con una presidencia vitalicia, ...
un sistema de-elección hereditario para la transmisión del
poder, y una constitución , casi monárquica,, la cual debía
servir de modelo a las tres repúblicas a la sazón someti­
das a su espada. . v le
Soñando ser el gran protector o regulador supremo de
una hegemonía continental, había convocado su Congreso
de anfictiopes en Panamá para formar una Confederación
americana... meditando subordinar a su poderío las Pro­
vincias Unidas, conquistar el Paraguay y derribar el úni­
co trono levantado en América.. . Estas amenaza^ y estos
proyectos encontraban eco simpático en el partidode opo­
sición a Rivadavia, así en Buenos Aires como en las pro- ¡
1 Bolívar, Documentos, p. 131. t
2 Se recordará a este respecto el pensamiento inmortal del diri­
gente del Partido Comunista de la Argentina, Rodolfo Ghioldi;
"Mitre no ha, sido superado todavía", (“Orientación”, 9 de julio üe
1.947, p. 5, Buenos Aires). Esta frase, por lo menos, no ha sido
superada. '
288- JORGE ABELARDO KAMOS

vincias, cuyos jefes iban a pedir a Bolívar. sus inspiracio­


nes en Chuquisaca, mientras su nombre resonaba en los
disturbios de Tarija y Córdoba; y la prensa opositora pro­
piciaba, su intervención armada, declarando quela Repú­
blica Argentina era incapaz de ser libre y triunfar por si
sola del emperador del Brasil ni organizarse sin él genio
de América como por antonomasia se le llamaba.
Fue entonces que Rivadavia, poniéndose alfrente dél
gobierno supremo de las Provincias Unidas, aceptó el reto
y dijo con resolución: “¡Ha llegado el momento de oponer
■ ios principios a la espada!”. Esta actitud salvóen aquella
ocasión el porvenir de las instituciones verdaderamente re­
publicanas en la América Meridional”?
Envueltos en el énfasis oratorio de esta prosa detesta­
ble, pueden distinguirse los “principios” de Rivadavia: el
separatismo de los intereses porteños, su conservatismo
borbónico, sus negocios privados con los ingleses protegi­
dos por su cargo oficial, su traición a la revolución ame­
ricana. Es de estricta, justicia decir que Mitre pertenecía
a ésa escuela y aplicó esos principios a sangre y fuego en
el exterminio del Paraguay en 1865.
6. La reacción de México.
El Ministro de Relaciones Exteriores de México era en
esa época Don Lúeas Alamán, antiguo Diputado a las Cor­
tes de Cádiz. Españolizante y proteccionista., partidario ■
de launidad hispanoamericana (si era posible, aún con .
España) y socialmente conservador, Alamán aparecía
como uno de los personajes más notables de la primera
< época revolucionaria; En cierto sentido era un sobrevi-

1 Y agrega Mitre: “El gobierno argentino, fuerte en sus prin­


cipios, reaccionó contra el plan absorbente del Congreso de Panamá,
compuesto de cinco repúblicas sometidas a la influencia de Bolivar,
y el proyecto quedó desautorizado... Hasta Colombia, base miniar
de su gloriosa hegemonía, protestó contra sus planes de engrandeci­
miento personal, con su congreso civilmente acaudillado por el vice­
presidente Santander, segundo de Bolívar, que era y fue hasta sus
últimos días un admirador de Rivadavia”, Centenario de Rivadavia,
en Vedia y Mitre, ob. cit.¡-p. 578. ' .
' HISTORIA DÉ LA NACION LATINOAMERICANA ' 289

viente del mercantilismo español, adherido al viejo orden,


aunque envuelto en el huracán revolucionario a pesar suyo.
. Deseaba para México, ante la alarmante proximidad de
Estados Unidos, una "política exterior flexible que le/per­
mitiese respaldarse en el poder europeo de Gran Bretaña,
y no aproximarse demasiado a la. órbita del poderoso veci­
no. Si sus relaciones económicas con. lbs. intereses mineros
británicos/ eran estrechas, ésta no es la razón suficiente
de su política,/ como sugiere^malignamente el historiador
yanqui Whitaker, al que no parecen agradarle los intere­
ses imperialistas que no sean norteamericanos.1
, Estaba tan Jejos Alamán, de ser ,üñ anglofilo, corno ,in-
sinúa Whitaker, que su acción política lo define como al
. verdadero creador de la. industria mexicana.. Era profun­
damente católico y antiliberal; políticamente un conserva­
dor, tan desconfiado. como. Bolívar del sufragio universal
yde la democracia. Pero en las condiciones sociales de la
época, heredadas de la Colonia, Alamán se revela como;
uno de los más excepcionales promotores del progreso eco-,
nómico dé México. Había un impedimento esencial en su ;
política, sin embargo: era. imposible crear un vasto mer­
cado ’interno para la industria mexicana protegida por
Alamán-, si no se eliminaba la sobrevivencia de la estruc­
tura latifundista. Alamán ni soñó con la revolución agraria.
Las industrias que alentó y fundó debían necesariamen-
. to chocar con los estrechos límites de un mercado interno
reducido a las pequeñas ciudades de México. Cabe decir,
que si Alamán no se planteaba la resolución de la cuestión
agraria, pues erigía el concepto de la propiedad en algo
sacro, y' a la Iglesia mexicana, poderosa terrateniente,
como un cuerpo intocable, México tardaría.-un siglo en
* afrontar el problema. Ni el verboso liberalismo mexica­
no posterior a Alamán lograría nada en materia agraria;
poi’ el contrario, sería librecambista, estableciendo así
una contradicción viva entre su proclatnado “prógresis-i

i Whitaker, ob. cit., p. 422.


I

290 JORGE ABELARDO RAMOS

. mo” ideológico y las fuerzas motrices reales del crecimien­


to mexicano.1 '

7. Ingleses y yanquis en la política mexicana.

r La convocatoria del Congreso de Panamá inquietó tan-


, í to a los ingleses corno a los norteamericanos. En México,
el representante diplomático de Estados Unidos era nues­
tro viejo conocido Joel Robert Poinsett, antiguo consejero
' ¡ y amigo de José Miguel Carrera, el infortunado caudillo
chileno. Poinsett era el típico diplomático yanqui de la era
: anterior al poder mundial de los Estados Unidos. Todos
sus quebraderos de cabeza se originaban1 en sus sistemá­
ticas derrotas ante la diplomacia inglesa en la América
del Sur. El cruel destino de Poinsett lo- persiguió de Chile
a México, adonde llegó tan sólo para caer en la trampa
de las intrigas británicas.
Inglaterra ya estaba sólidamente instalada en la eco­
nomía y la política de ese'país. Poinsett, como le había
Ocurrido en Chile, se estrelló una y otra vez contra esa
fuerza sutil. El propósito de México era contribuir al Con­
greso de Panamá y establecer una unión aduanera latino­
americana sin la admisión de los Estados Unidos. Poinsett
se debatió inútilmente por quebrar esta política. Esa fue
su primera tarea.. La segunda consistía en reemplazar a
Gran Bretaña en la influencia que ésta ejercía en México.
Fracasó en las dos. Los ingleses, corno lo demuestra la do-
i cumentación del Foreign Office, no sabían exactamente
qué 'actitud adoptar ni qué ventaja obtener Con el Congre-
r so, esa sorprendente invención de Bolívar?
El primero y .más funesto error de Poinsett, en el que
incurriría temerariamente toda la diplomacia yanqui en
adelante, fue inmiscuirse directamente en las luchas po­
líticas internas de México. Así, torró partido contra el Pre­
sidente Victoria, apoyándose en algünos diputados?del (Con-
x V. María del Carmen Velázquez, Lucas AZamáW, historiador
¡ de México, jjt/ 391. en Estudios de Historioarafía Americana, El. Co-
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 29Í

greso.1 Como por lo demás, Poinsett tenía un criterio am­


biguo en la distinción entre los negocios de Estado y los
intereses mercantiles personales, toda su actividad asumía
un carácter sospechoso ante la opinión pública. Al adver­
tir que los ingleses habían usado de las Logias masónicas
para extender su influencia sobre los patriotas en el pri­
nter período de la Independencia, Poinsett se propuso imi­
tarlos, aunque con mala fortuna.1 2
> Creó Logias masónicas dirigidas Contra las potencias
europeas “pero muy especialmente contra Gran Bretaña”,
decía el agente británico al Foreign Office. Y añadía:
“No creo, sin embargo, que el plan tenga éxito, fuera de la
capital, pues tal' es la execración que se ha infundido al
pueblo por el nombre de Francmasón en el interior, que
debe ser un hombre audaz quien primero intente introdu­
cirlo en cualquiera de lbs Estados”.3 Las imprudencias de
Poinsett no tenían término : se atrevió a declarar a su ad-
versario, el agente británico, que “era absurdo suponer
que el Presidente de los Estados Unidos llegara a firmar
un Tratado [el que iría a firmarse en Panamá] por el cual
ese país quedaría excluido de una federación de la cual él
debería ser el jefe”.4 Naturalmente, el interlocutor se en­
cargó de difundir en los medios mexicanos las palabras de
Poinsett. Para culminar su hábil política, Poinsett fue sor­
prendido en una tentativa de soborno a un empleado del
Ministerio de Relaciones Exteriores dé México con el fin
de obtener documentación secreta.
, En definitiva, Alamán firmó en nombre de su gobier­
no el 3 de octubre de 1823 un “Tratado de Anñstad, Liga

1Webster, ob. cit., p. 677.


2 Organizó en México el rito masónico de York, destinado a en­
frentar la masonería escocesa pro-británica y utilizarse como club
político. El gobierno mexicano terminó por obligar a Poinsett a li­
quidar esas actividades. V. Whitaker, ob. cit., p. 440.
8 Webster, ob. cit., T. I, p. 678.
■ * Ibid., p. 671. ' ; ’ ''AL y-':
292 1 JORGE ABELARDO RAMOS

y Confederación Perpetua” con Colombia,1 y resolvió la


concurrencia a Panamá.1
2
8. Centro América y Chile ante el Congreso.
El hondureño José Cecilio del Valle proponía el 6 de
noviembre de 1823 a la Asamblea Nacional Constituyente
de Centroaméricareunida en Guatemala una resolución
por la que se invitaba a formar una Confederación Fede­
ral a los pueblos hispanoamericanos. Sostenía así la invi­
tación de Éolívar. Los representantes de Centroamérica
concurrieron a la reunión del Istmo.34Lo mismo hicieron
el Perú, Colombia y México. Las Provincias Unidas del
Río de la Plata, cuyas relaciones exteriores, en virtud de
las guerras: civiles, estaban de hecho en manos de los por­
teños, no asistieron."
En Chile había perdido el poder O’Higgins, abandona­
do por la aristocracia terrateniente, a causa de sus medi­
das anticlericales. Su reemplazante, el General Freire, ad­
hirió al proyecto bolivariano y designó dos delegados, ante
las. protestas de los agentes yanquis que temían la influen­
cia inglesa en el Congreso de Panamá. Pero en definitiva
esos delegados no viajaron. Bolívar ya estaba desconten­
to con Chile por su renuncia a apoyar la guerra de eman­
cipación americana: “Los chilenos prometen mucho y no
hacen nada..... Hasta ahora Chile no ha hecho más que
engañarnos sin servirnos con un clavo; su conducta es dig­
na raciales del antiguo mantua-
no estaban siempre a flor dé labio..

1 González Navarro, ob.cit., p; 133.


2 Ya én 1815 México había .llamado, a Bolívar, por medio del
general Vicente Guerrero, para que asumiera el mando de las tropas
independientes. Al responder a la convocatoria de Panamá,, México
estaba dispuesto a proponer el nombramiento del Libertador como
generalísimo /de lós-Ejércitos hispanoamericanos; (V. Blanco Fom-
bona, ob. cit.; p. XVI). ■ j
8 V. Ricardo Gallardo, Ras Constitüciones de la República Fe­
deral dé Centro-América, Instituto de Estudios Políticos, Madrid,
1958, ... . ■
4 Bolívar, Documentos, p. 139.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA .293'

9. Un revolucionario brasileño en los ejércitos bolivarianos.


En cuanto al Imperio del Brasil, aceptó la invitación,
pero .se abstuvo de concurrir al Congreso. El imponente y
frágil coloso estaba empeñado isiempre en tareas superio­
res a sus fuerzas. Ocupaba la Banda Oriental y guerreaba
con las Provincias Unidas, mientras en el inmenso “hin­
terland” social y racialmente heterogéneo el Emperador
enfrentaba conspiraciones, revoluciones y motines con in-
diferencia verdaderamente regia, su mirada puesta siem­
pre en la próxima costa y en la armada británica. Aunque
el Brasil oficial no concurrió al Congreso de Panamá, el
Brasil' revolucionario estaba presente en los ejércitos de
Bolívar en la persona de José Ignacio de Abreu e Lima,
“o General das Massas”. Se trataba de .un personaje real­
mente único. Su padre, José Ignacio Ribeiro de Abreu e
Lima, era un ex sacerdote y héroe de la Insurrección de
-1817, donde fue fusilado.., ' ’
Al fracasar .esa revolución, Abreu y su hermano Luis
emigraron a Estados .Uñidos; desdé' allí Ábreu viajó a Ve­
nezuela, donde militó junto al Libertador, combatió con­
tra Morillo, peleó en la batalla de Cúcuta, donde salvó una
división que se había embriagado,co,n aguardiente; llegó a
General, se .peleó con Santander y tuvo tiempo para pre­
senciar la caída y muerte de Bolívar. ¡Todo esto antes de
los 35 años! Abreu de Lima vivió su otra‘vida intensa en
el.Brasil, pero esa historia no corresponde a este libro.’ '
Por lo demás, la historia brasileña estaba tan escindí- ,
da de la historia de América Española como la de Portu-

1 Vamireh Chacón, Historia das ideias. socialistas^™ Brasil, p.


145, Editora Civilizarán Rrasileira S.Á., Río de Janeiro, 1965, y
Paulo R. Schilling, Brasil para extranjeros,p, 62, Ed. Diálogo,
Montevideo, 1967. “Abren, estuvo entre Bolívar,, Santander., Báez;
en’ una fase de su vida pensó más en Hispano-América que. en .su
> propio país; fueron suyas las mismas preocupaciones-de Artigas.,-San
Martín, Sucre”, dice Chacón. Naturalmente que -este autor mo. ad­
vierte que “sá país” era Hispanoamérica. Chacón cita un juicio de
Abrou sobre Santander: “Nunca conocí un intrigante ■y un perverso
tansutil,- tan finoyy tan astuto”, .
■ "í :

• 294 JORGE ABELARDO RAMOS: í-


■ *

• gal con respecto a España.’El Imperio británico había de


'' . realizar en América la tarea magistral de crear un anta­
gonismo básico éntre Portugal y España, las que dispu-
<; taron siempre absurdas diferencias territoriales mientras ;
Inglaterra dominaba ambos mercados, sometía a las dos
i'
'■ ■ y
dinastías gobernantes e impedía la unidad nacional de
l las dos metrópolis ibéricas. Ese es el motiyo de que resul­
|f
'■i- té imperioso para la inteligencia revolucionaria de Amé­
rica Latina rehacer y reunificar de abajo arriba toda la
historia latinoamericana, tan balcanizada como nuestros
Estados, para examinar desde un nuevo ángulo el pasado
■ común.

10.Bolívar y el doctor Francia.

:. La recién creada República de Bolivia, con sus mine-


roa y terratenientes ebrios.de adulación, designó dos dele/
: ’ <rnrlnfl que
gados, rmp finalmente
■finnlmori-p no nnunnrríomn En
nn concurrieron. T7!n cuanto ni Pa-
nuun+.n al Pn-
, raguay, bajo el puño de hierro del Dr. José Gaspar Ro­
dríguez de Francia, permaneció silencioso ;como un sepul-
I ero. Francia rara vez respondía las cartas provenientes del
exterior. Poco antes, Bolívar le había enviado un oficial
con un pliego, invitando al Supremo Dictador a establecer
relaciones con los restantes pueblos latinoamericanos.
Francia respondió con otro pliego en el que trataba a Bo­
lívar de “Patricio”, y le decía: “Los portugueses, porteños,
j << ■ ingeses, chilenos, brasileros y peruanos han manifestado
a este gobierno iguales deseos a los de Colombia, sin otro
i' ■ resultado que la confirmación del principio sobre que gira
el. feliz régimen que ha libertado de la rapiña y de otros
males a esta provincia, y que seguirá, constante hasta aue
se restituya al Nuevo Mundo la tranquilidad que disfru­
taba antes que en él apareciesen apóstoles revolucionarios,
cubriendo con el ramo de olivo el pérfido puñal para re­
gar con sangre la libertad que los ambiciosos pregonan.
Pero el Paraguay los conoce, y en cuanto pueda no aban­
donará su sistema, al menos mientras yo me halle al fren-
: HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 295

te de su Gobierno; aunque sea preciso -empuñar la espada


de la justicia para hacer respetar tan santos fines”-1
ComoBolívar jamás entendió a fondo el problema eco-
nómico y político del Río de la Plata y el papel desinte­
grador, esencial jugado por la burguesía porteña, tampoco
estuvo en condiciones de descifrar a la víctima suprema
de esa política, que era el Paraguay del Dr. Francia.- ; t,

11. El aislamiento del Paraguay.


La gran provincia paraguaya había heredado de las '
Misiones Jesuíticas una estructura agraria sin latifundio,
lo que permitió a sus gobiernos posteriores fundar su es­
tabilidad sobre una especie de. democracia agraria sólida- '
mente arraigada. La fuerza militar del Paraguay en el
siglo XIX se asienta socialmente en el nivel de vida de
sus campesinos, que no conocían la pobreza, ni el serví- ;
lismo,’ ni la esclavitud, ni el “pongo”, ni la “mita”. El doc­
tor Francia era un jesuíta laico, un ¡fanático del poder
secular y un jacobino sin burguesía. Había resumido en
su persona al único siglo XVIII y a Ta única Ilustración
que el aislado Paraguay pudo permitirse en la reclusión
mediterránea a que estaba condenado por la pérfida bur- V
guesía porteña, dueña de la boca de los ríos.
■ Francia, advirtió que. Artigas corría hacia su pérdida;
que toda la fuerza reposaba en Buenos Aires, y en el ca­
pital extranjero solidario con Buenos Aires ; que hasta me- ■
jor proveer, la única respuesta que podía elegir el Para- <
guay para -po■ ser arrastrado hacia la guerra civil como
las restantes provincias del extinto Virreinato, era trans­
formar en algo voluntario aquello que le hab^a sido im­
puesto, hacer del aislamiento forzoso una fuente dé poder,
y puesto que no lo dejaban comerciar igualitariamente,

1 Cuando Bolívar recibió en Lima esta respuesta, refiere Pal­


ma, pasó la carta del Dr, Francia a su secretario y murmuró: "jLa
■plm.. .. pinela! ¡Haga usted patria con esta gente t”. Bolívar no lie- :
pó a< comprender aue si Buenos Aires impedía construir una Patria
Grande, las natrUa chicas resultantes no podían parecerse a Sui- ?
zas ideales, ,y.Palma, ob cit., p, 1026,
296. JORGE ABELARDO RAMOS

negarse a comerciar y crear en la selva un sistema ele eco-


nomía agraria autosuficiente. A >•
. . ; Su feroz localismo y la: reducción del destino hispano­
americano a la .paz de la ínsula paraguaya- pueden, ser, se­
veramente juzgados desde el ángulo de la gran Nación .in­
conclusa. Recluido por Buenos Aires jen su suelo, Francia
; abaldonó a Artigas en el momento decisivo;, pues. su “pro­
tección” fue una reclusión; no .respondió á Bolívar, y repi-
. tió el gesto de Buenos Aires, sin el poder de Buenos Aires:
se replegó sobre sí mjsmo, Esa política sólo pudo retrasar
el aniquilamiento del Paraguay medió siglo.1 Cuando esa
■ hora llegó, todos los aliados del Paraguay, es decir las’Pro­
vincias Unidas, ya habían sido destruidas ante la indife­
rencia de los paraguayos y no podían, frente a la Triple
Alianza, sino protestar débilmente mientras se desenvol­
vía la tragedia.
El Supremo Dictador había supuesto que al meter su
cabeza en la tierra nativa, su neutralidad perpetua y su
soberbio aislamiento bastarían para mantener los “apos­
tóles revolucionarios” fuera del Paraguay y las manos le­
jos del fuego' que calcinaba al resto de la América inde­
pendiente. ¡ Rara inocencia en un hombre tan sagaz ¡ Nun­
ca llegó a entender que o el Paraguay se integraba, á una
Confederación latinoamericana: como provincia, para in­
sertarse en el progreso histórico general de la Nación, o

- 1 El aislamiento del Paraguay encontró enj su suelo ‘ y su es-


: tructura económica. una base, real de resistencia. Ya los jesuítas
habían organizado la producción en gran . escala dé .la. yerba .mate.
Dél mismo modo, la provincia paraguaya producía prácticamente
todo ,el tabaco que’se consumííj en el Virreinato. Yerba mate y taba­
co constituían uno de los primeros recursos fiscales del gobierno no-
lónial, que había impuesto sobre esos productos un Estanco oficial.
Como él Paraguay contaba con la más variadas maderas y cursos de
agua navegables, nació asimismo una discreta industria naval, que
construía barcos dé hasta .160 toneladas. La ganadería y la. agri­
cultura eran prósneras y abastecían cómodamérite las .necesidades de
la' laboriosa provincia. Se cultivaba not añadidura él algodón, que
permitía la materia prima para tejer los lienzos necesarios a ja
vestimenta de' las 60.000 simas que habitaban el Paraguay. El régi­
men de/los jesuítas. dd Dr. Francia' y. de 1ÓS. Lope?; encontró, sin
terratenientes; esa base productiva para desenvolverse y resistir ol
aislamiento. AA/•//..■. . A‘

r
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 297

debería integrarse forzosamente al mercado mundial cómo


“Nación” agraria sometida. Francia rio quiso una cosa ni
la otra. Un “Paraguay iridépendierite” (así se llamó orgu-
Uosamente el periódico de Tós López) era una utopía v
todo Su créclriiierito industrial,, sus grandes realizaciones y
su prosperidad fueron 'aniquiladas por la tempestad de
fuego de Í8fi5¿/.ílétriás de la oligarquía porteña-brasileña
estaban íoS intereses •mundiales del Imperio británico eri su
pugriá por ,lá división intefriaftiorial del trabajó y el con­
trol-del mercado interrio de América Latina.
, Eá “misantropía” del Dr. Francia ha sido .estudiada por
chatlatanés del género de Cárlyle; pero el libro del escri­
tor inglés no Sérá láiriehtadó en caso de un nuevo incendio
en Alejandría ;¿y puede cóiriparársele al lamentable pro­
ducto elaborado por otro inglés sobre Solano López? La
persórialidad de Francia era la réplica psicológica al ais­
lamiento monstruoso impuesto por el puerto de Buenos Ai­
res. En tales córidiciones, aquella; Asunción sitiada no ,'po
día engendrar un cortesano cómo TayUeránd, sino, este im­
placable^jacobino criollo?

12. Quiénes asistieron ál Congreso. ?

No obstante, el Córigreso de Panamá lograba reunir a


los¿ representantes/.de los /Estados que actualmente com­
prenden doce repúblicas. ¿Él plan J grandioso de Bolívar
estaba a punto de realizarse? En esa tierra dé fiebres nia-

¿ 1 V./ Thomas Carlyle, Él Dr. Francia, Éd. Siglo XX, Buenos


Aires, y Rdberto Cunriinghamé Graharil, Retrato de'^un dictador,
Ed/ Intéramericana, Buenos Aires. ¡Triste destinó el de América
Latina! Grandes espíritus que entendían, el mundo moderno, como
él, viejo Cunhirigháme, quó /füe socialista, partidario de la indepen­
dencia de irlanda, y que siendo, de .origen, noble se hizo abrir la ca­
beza eh Trafalgar Square, por defender a los obreros, en relación
con la América española sólo/amaba sus caballos, sus pampas .y su
paisaje. Sólo ,1a amaba como .naturaleza, pero no podía entenderla
como sociedad. Otros iñgleses menos, artistas .que ;él habían hecho lo
pósiblé para que la América mutilada fuese/indescifrable.
2 V. José Antonio Vázquez^ El Doctor Francia, visto y oido por
sag contemporáneo?, Fondo Editorial Paraquaere, Asunción, 1962,
298 JORGE ABELARDO RAMOS

liguas y clima tropical los diputados hispanoamericanos


discutieron los grandes problemas de una alianza ofensiva ,
y defensiva. Las intrigas del Mitre colombiano, el Vice­
presidente Santander, habían logrado lo que Bolívar ha­
bía resistido: invitar a los Estados Unidos al Congreso.
Pero las contradicciones políticas internas' de los nor­
teamericanos eran tan intensas ante la convocatoria del
Congreso, que cuando finalmente sus delegados se pusie­
ron én viaje, uno de ellos, Anderson, falleció antes de
llegar y el otro, John Sergeant, al decidirse a partir de
Estados Unidos, el Congreso había concluido.1 La perple-
h jidad invadió el espíritu siempre alerta de Canning cuan-
; do la noticia del congreso bolivariano llegó al Foreign
Office: Debemos nosotros mandar algún ministro allá,
invitados o no invitados, o no debemos damos. por ente-
• rados?.. .Sin embargo, si enviamos, ¿a qué propósito es­
pecífico?”.* J ¿..h
En otras palabras, ¿qué ganaría Inglaterra con su con-
¡ currencia? Canning se resolvió en definitiva a'enviar un
■ agente no oficial. Mr Edward J. Dawkins, a Panamá. Sus
instrucciones eran precisas. Debía preservar a toda costa
■ la observancia de las leyes marítimas británicas, en pri­
mer lugar. Canning advertía con arrogancia a su dele­
gado que debía hacer saber a los integrantes del Congreso
de Panamá que la determinación inglesa a defender estas
leyes, "así como rio hasido desbaratadapor confederacio­
nes europeas tampoco será alterada por ninguna' resolu­
ción de los Estados del Nuevo Mundo”.1 23
La recomendación final se dirigía a preservar á Ingla­
terra del peligro de la creación de una Confederación lati­
noamericana encabezada por los Estados Unidos. Dawkins
se movió entre los representantes agobiados por los mos­
quitos con la dulzura de una paloma, y derramó palabras
consoladoras por doquier.
1 ‘Whitaker, ob. cit., p.429. Sergeant era un reputado abogado
de Filadelfia, parlamentario y director dé :uno de los Bancos más
importantes de Estados Unidos.
2 Kauffmann, ob. cit., p. 216,
» Ibid.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 299

13, Las resoluciones simbólicas.


'. ' ' 'i . \ - -

> El Congreso se instaló el 22 de junio y concluyó siis


deliberaciones el ,15 dé julio de 1826. El agente británico
bregó inútilmente para que los. Estados americanos paga­
ran con dinero el reconocimiento español de su indepen­
dencia. Tampoco obtuvo mucho éxito en imponer el crite­
rio marítimo de Gran Bretaña. Pero observó con interna
satisfacción que los Estados Unidos habían faltado! a la
cita y que los Estados, americanos agotaban las jornadas
bajo una lluvia de frases. La fiebre amarilla amenazaba,
los asuntos domésticos de la Gran Colombia entraban en
erupción, y los ideales bolívaríanos agonizaban en el Istmo
pestífero. Gran Bretaña ño tenía nada que temer. /El mis­
mo día de lá clausura del Congreso se firmó un Tratado
de Unión, Liga y Confederación Perpetua entre los cuatro
Estados, al que podrían incorporarse los Estados restan­
tes de América española si dentro del año de su ratifica­
ción resolvían adherirse a él. Cada, dos años habría una
reunión confederal, en tiempos de paz y cada año en tiem­
pos de guerra.
También se estableció una, proporción de dinero y de
tropas para la defensa común. El diligente Dawkins logró
ver una copia del Tratado antes de su firma, mediante los
buenos oficios de Gual, representante de Colombia. Su
tranquilidad fue completa, aunque ya comenzaba a'sentir
los efectos de las fiebres, lo mismo qué casi todo el resto
de los delegados? Un miembro de la representación pe­
ruana declaró extasiádó t-, ‘'Desde el primer soberano, hasta,
el último habitante del hemisferio meridional
* nadie es in-
■ diferente a nuestra tarea. .’^Nuestros nombrét están en
vísperas de ser itiscpipios en inmortal alabanza o en eterno
oprobio”.2 Era una pura ilusión. La América independien­
te, se arrojaba ahora al; furor de las disensiones civiles y
dé la férula inglesa. El Congreso se disolvió, prometién­
dose volver a reunirse bajo un clima más benigno, en Tacu-
1 O’Leary, oó. p. 628 y ss,
? J&uffjpanp, cíL, p, 2}$ ,
j. J 300 JORGE ABELARDO RAMOS

yaba, México. Pero los climas benignos para la unidad la­


tinoamericana habían desaparecido por mucho tiempo.
14. El triunfo de Canning.
Al leer en Londres el informe de Dawkins, Canning
sintió que su obra estaba terminada. Había concluido por
exterminar a la. Santa Alianza, había excluido a Estados ,
Unidos de toda ingerencia en América' española, habíase
convertido en el insaciable amigo de los nuevos Estados. ■
¡ Y estos' Estados .estaban divididos! ¿ Podía desear algo
más?. Sí, podía envanecerse públicamente de su política.
Así lo hizo en el Parlamento. Al; justificar su indiferencia
ante la ocupación de España por los franceses que habían
devuelto a Fernando VII sus poderes absolutos en 1823,
Canning explicaba; a los Comunes cuál había sido la acti­
tud británica. ¡La Francia enemiga ocupando España!
j Canning dio esta respuesta: "Si Francia ocupaba España,
( ¿era necesario, para evitar las consecuencias de esa ocu­
pación, que nosotros tuviéramos que bloquear a Cádiz? No.
Yo miré en otra dirección. Yo busqué materiales de com-
' pens ación en otro hemisferio. Contemplando a España, tal
y como nuestros antepasados la habían conocido, i/o resol­
ví que si Francia tenía a España, no había de ser España
"con las Indias”. Yo llamé a la vida al Nuevo 'Mundo, para
equilibrar la balanza del Antiguo"?
Claro está, Canning estaba embriagado por su triunfo
y exageraba. Inglaterra no había llamado a nadie, pues
los americanos habían derramado su sangre para crear la
independencia. Lq que Inglaterra había; hecho, en efecto,
era comercializar la sangre ajena. Canning, es preciso ad­
mitirlo, continuaba en ese sentido la tradición británica.
El Congreso dé Panamá se había disuelto para no vol­
ver nunca más a reunirse. Bolívar sentía rugir bajo sus
pieslatierradelaGranColombia.Enlosdíastrágicos-
que vendrán, el Libertador se compararía a sí mismo con
aquel griego loco que sentado en un peñasco pretendía di­
rigir los navios que navegaban a su alrededor,
, 1 Kauffmann, ob, cit., p, 224, .
CAPITULO X

LA RUINA DEL PODER BOLIVARIANO

“Unidad, unidad, o lar anarquía psi devorará”.


’ ■ Bolívar.'

“Divídase él país y salgamos de compromisos: nun­


ca seremos dichosos, ¡nunca!”.
Bolívar al General Urdaneta.-

“Yo repito: todo está perdido”;


• Bolívar.
' Al concluir el Congreso de Panamá, Bolívar, se encuen­
tra en el punto más alto de su prodigiosa carrera. Es Pre­
sidente de la Gran Colombia, Dictador del Perú y Presi­
dente de Bolivia, o sea que ejerce el poder directo en el
territorio de seis repúblicas de la actualidad. Por añadi­
dura el General Guerrero, de México, le ofrece el cargo de
generalísimo de los ejércitos americanos. La República de
Centroamérica (hoy dividida en 5 Repúblicas) ordena co­
locar su retrato en las oficinas del Estado. Después de la
batalla de Carabobo, la actual República Dominicana se
incorpora a la Gran Colombia. ■-
■ \ La Isla de Cuba le envía representantes para pedir
su ayuda en la lucha por la independencia y forma un par­
tido revolucionario con el nombre de “Soles de Bolívar’’.
El ex Dictador de Chile, O’Higgins, refugiado en Perú, le
ofrece “acompañarle y servirle bajo el carácter de un vo­
luntario que aspira a una vida con honor o a una muerte
gloriosa yque mira el triunfo del general Bolivar cómo la
única aurora de la independencia en la América del Sur”.1
La Legislatura de la Provincia de Córdoba, en el cen­
tro de las Provincias Unidas del Río de la Plata, sanciona
una resolución: “Levantar tropas para sostener las liber­
tades de la provincia de Córdoba y proteger a los pueblos
oprimidos, poniéndose de acuerdo con él LibertadorBoli-
1 Blanco Fombona, o&. cií., p. XVII.
304 . JORGE ABELARDO RAMOS. ■

var, por medio de un enviado encargado dé promover una


• negociación al efecto”.' En medio del caos de las guerras
civiles argentinas, la posibilidad de una Gran Confedera­
ción latinoamericana se abría paso con úna fuerza mag-
■ nética;:;El-Deán Fttiies7escribía a Bolívar-: “Las provincias
se separarán del Congreso y se echarán en brazos deVues­
tra Excelencia.2 Los grandes 'argentinos comp Monteagu-
do y Dorrego, son bolivarianos. Salvo' la. gente decente o
agodada, y el reducido partido rivadaviano, todo el pueblo
de Buenos Airés; aclama al Libertador. s .< a ■

1. Estructura jurídica y constitución real.


: Su poder militar parece tan inmenso cómo su influen­
cia política,: ' Pero es una? quimera completa. La revolución
; hispanoamericaha ha tocado a su fin sin lograr consumar
jlá iildépendéncia erí la unidad nacional. La desproporción
éntre la superestructura, ideológica y jurídica y la reduci-
/ da; infraestructura econólriico-social del', continente escla­
vista y semi-setvil no podía ser más patética. De un dado,

■; í Era Gobernador ;de: Córdoba él General Juan, Bautista Bus-


. tos. ; Esa-disposición de la Legislatura de Córdoba’en 1826 érá'si-
. multánea con otras dirigidas a rechazar la hegemonía de la burgue­
sía comercial pórteña sobre las restantes Provincias Unidas, agra-
: vadhpor ün < golpe' de. Estado de los diputados rivadav.ianos al
Congreso Nacional reunido en Buenos Aires, qué había elevado a la
< Presidencia de la República al Señor Rivadavia!, a espaldas y con­
tra la voluntad de todas las provincias. El' estado de disolución
ííacional de; las Provincias del Río de la Plata y el papel alcanzado
por Bolívar en la independencia y unidad de América Latina mo-
. .Vieron a la Legislatura dé Córdoba/a adoptar la resolución citada.
; Ño consideraba Córdoba'qüe existían para la Nación latinoameri­
cana otras: fronteras que'las . dél idioma ! Vicente Fidel López, que
junto-a Mitre encarnó el criterio ,de .la. historia oficial, juzga así.
. esa disposición dé la Legislatura de Córdoba; “Semejante avánce
era ya un acto dé -traición del carácter más ^criminal que podía
concebir,'g llevar a' cabo un gobernador de- provincia. Equivalía esto
a promover., la intervención; armada de un déspota- militar y extran­
jero, qué en esos momento se hacia proclamar Presidente Vitalicio
en él' Alto Peru, én, Lima y-en Colombia, y qiie qbiertamente.recla-
mabá como cosa propia la .Dictadura Continental desde Panamá al
Cabo de Hornos”. V. López, ob. cit., i. X, p. 137>.
'-■"■■■-■s O’Leáry, cit. por Blanco Fombona, ob. cit., p.XIX.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 305

un jefe 'militar triunfante, discípulo de un discípulo de


Rousseau.; por el otro, un sistema'de terratenientes, dueños
de esclavos, consignatarios de cueros» exportador es de añil,
tabaco o algodón,. separados entre sí por una; selva inco­
municante de 8 millones de kilómetros cuadrados y-rela­
cionados/separadamente - con el mercado;mundial.
El edificio comiénzala crujir en sus mismos cimientos.
A las antiguas acusaciones porteñas de aspirar a la dicta­
dura del continente, se suman ahora, con renovada’fuerza,
voces provenientes de la propia: Colombia y-hasta de su
círculo íntimo, que hablan de sus pretensiones a coronarse
como Rey. Bolívar ha elaborado una Constitución para las.
provincias del Alto Perú, que ahora se llaman Bolivia. Se-
, gún se recordará, la “Constitución boliviana” escrita por
el .Libertador establecía la Presidencia vitalicia y una
■ suma de atribuciones presidenciales cercanas al,poder ab­
soluto. El “Evangelio constitucional”, como le llamaba utó­
picamente Bolívar, debía reunir la sonoridad democrática
de la palabra República a la estabilidad monárquica sin
el nombre. ,
Ante el espectáculo de América hispánica, propensa a
ceder a las fuerzas centrífugas de sus regiones exporta-
doras, perdido el lazo centrálizador de la Metrópoli, y la '
aversión popular al régimen monárquico, Bolívar tradu­
cía en su Presidencia vitalicia las fórmulas monarquistas
de San Martín y de Belgrano, nacidas del mismo temor,
Así. como Napoleón, su admirado modelo,; había escrito su
. Código Civil, el Libertador redactaba ahora la Constitu­
tion de la República Boliviana, a la qué llamaba su “hija”.
Pero escribir una carta jurídic'á pretendiendo corregir una !
constitución real, no podía conducir, sino al fracaso. Del
mismo modo, si Napoleón hubiera redactado su Codigabur-
gués para una Francia con relaciones precapítalistas de
producción, jamás hubiera podido, ser aplicado.
;La constitución real de América hispánica en esa época
no: había sido alterada profundamente por la revolución. ■
Muchos de; los encomenderos seguían' con sus indios escla­
vizados y eran los más fervientes patriotas. La cadena de
puertos exportadores de materias primas —Valparaíso,
306 JORGE ABELARDO RAMOS v
' ■ ■ X- ‘

Arica, El Callao, Guayaquil, Cartagena, Puerto Cabello, La


Guaira, Bahía, Santos, Montevideó, Buenos Aires— ten­
dían irresistiblemente al mercado mundial y a establecer
necesariamente una tarifa arancelaria propia y un redi­
men político acorde con esa tendencia.
La centralización política sólo podía ser el resultado de
una economía convergente hacia umcentro interior funda­
do en la producción, capitalista industrial. En casos espe­
ciales,'como en la Alemania bismarckiana, ese foco in­
terior estaba constituido por una poderosa monarquía
militar que, al perseguir fines dinásticos, estaba en condi­
ciones de marcar con la espada los límites estaduales de la
nación alemana. Ésta existía económicamente antes de la
unidad, que bor lo demás fue precedida de sucesivos Zoll-
, -rereins. Nada semejante podía siquiera imaginarse en la
América independiente. La centralización política de la
Presidencia vitalicia carecía de bases efectivas sobre la
: cuál apoyarse. América Latina ni siquiera contaba con una
/•Cataluña.'.',
2. El separatismo de las oligarquías exportadoras.
: El localismo rivadaviano y. santanderino. brotaba del
separatismo real de las economías de materias primas que
sólo podían expandirse satisfaciendo las necesidades, de un
mercado mundial en ascenso. Las oligarquías agrarias ex­
portadoras eran los sectores más poderosos dé los nuevos
Estados, que recogían en. cierto modo el atraso de España,
su política de saqueo asiático y una orgánica debilidad
industrial. Ese vástago que España lanzaba a rodar por el
mundo. adolecía -de peores insuficiencias todavía que las
evidenciadas por la metrópoli en el momento de la inde­
pendencia. .
• Al coronar su victoriosa campaña militar y alcanzar'el
mayor poder político de su azarosa carrera, Bolívar adver­
tía /que también^había llegado a su, fin su magno prográ-
*.
ma unificado! La tentativa de imponer al Perú, la Gran
^Colombia ./yBolivia la Constitución centralista que había
concebido para esta última, desencadenó rápidamente la
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 307

disgregación de todo el sistema. “El único reraedío/ escri­


bía, es una Federación general entre Bolivia, el Perú y
Colombia,: más estrecha qtte la de EstadosUnidos,manda-
da por un presidente yvicepresidente y regida por la
constitución -boliviana que podrá servir para los Estados
en particular y para lá Federación’’,1 Pero en el Perú, y
particularmente en Colombia, se resistió abiertamente la
aplicación de la Constitución boliviana. El caudillo llanera -
Páez intrigaba en Caracas y el Vicepresidente Santander
lo hacía en Bogotá. EL año 1826, en que se reúne el Con­
greso de Panamá, es el año de la destrucción de'la Gran i
Colombia. En el Perú los-mediocres jefes militares perua­
nos que habían surgido a la sombra del Libertador, cons­
piraban contra él para romper los lazos que unjan al Perú
con Colombia y Bolivia, En Bogotá se distinguen dos ten­
dencias: él partido liberal, encabezado por Santander y
partidario de lá Constitución de Cúcuta y los bolivarianos,
menos numerosos, que sostienen láconstitución centralista
del Libertador. .'

3, Santander conspira.
Santander era fuerte en el Senado y el comercio, los
dos pilares clásicos de las oligarquías latinoamericanas. Ya
desde 1824 había tejido con paciencia de leguleyo una vas­
ta . intriga ’contra Bolívar. Mientras fingía cálidas protes­
tas de lealtad, hacía aprobar por el Congreso una ley que
despojaba a Bolívar, cuando éste organizaba la victoria
en el Perú y Alto Perú, de las facultades extraordinarias
que le permitían otorgar ascensos al ejército en campaña.
Santander tenía sus devaneos puramente retóricos de
soldado, como se advierte en su correspondencia 'al pedir ?
ascensos a Bolívar, así como sus preocupaciones de especu- ’
lador comercial, cuando pretendía asociar a Bolívar en .
un negocio en el Istmo de Panamá.12 JSs este Santander, “el
hombre de las leyes”, amigo de los ingleses y los norte-

1 Busaniche, Bolívar, p. 226.


2 Bolívar, Documentos, p. 249.
308. . JORGE ABELARDO RAMOS'

americanos, subyugado como Rivadavia y Mitre por, las


‘'luces europeas”, quien asestará a Bolívar una puñalada
por la espalda. Se consideraba discípulo de Bentham, el
vulgarísimo •' utilitarista inglés cuyo liberalismo jurídico
convenía perfectamente a la orientación económica del Im­
perio británico. Er'laissez-faire” heredado de Adam Smith
■ y su burda teoría dé “eí principio dé la mayor, felicidad”
había deslumbrado al bachiller Santander'y satisfacía la
sed; filosófica dé los cafetaleros y propietarios de esclavos
de Nueva Granada.1 • ■■■■'.; \ \•
?A La resistencia del partido liberal Santanderino á la
Constitución bolivariana sé manifiesta públicamente con la
iría recepción organizada a la llegada de Bolívar a Bogotá.
La indignación de Bolívar' por las intrigas de Santander
hacían temer al Vicepresidente una violenta reacción dél
Libertador a su llegada al Palacio Presidencial. Los par­
tidarios de Santander estaban preparados para lo peor:
‘‘Para estar prevenidos contra todas: las eventualidades,
un gran número de patriotas asistimos a la ceremonia con
nuestras pistolas cargadas. Más tarde he sabido por San­
tander mismo que estaba resuelto a correr todos los aza­
res, hasta el de desconocer' a Bolívar”, dice- én:süs “Me­
morias’’ Florentino González, que más tarde ¡atentará' con­
tra lá vida del Libertador.1 2 ¡ Hasta allí se había Alegado!
Bolívar ya era innecesario a los mántúários. ',’A f ,
4. Rebelión en Caracas, Lima y Quito.
/ Inmediatamente partió hacia Caracas' para persuadir
al general Páez a someterse a su jefatura. En tales cir-
1 El “benthamismo” de Santander, como el “positivismo” de las
oligarquía^ latinoamericanas, necesita ser explicado. Bentham era
contrario al .“interés, general”: “Ese interés público que personifú
r cais no es más qúe Un término' abstracto: sólo representa la -masa
de los intereses individuales, .. Si1 'fuese bueno sacrificar la fortu­
na de un ^individuo para, increhientar la dé otro, seria mejor aún
sacrificar la del segundo, lá del tercero, sin asignar. limite algu­
no... . Los intereses individuales son los únicos intereses, reales”.
Era la riiejor ’filosofía para los dueños dé esclavos y propietarios de
tierras. Marx llamaba a. Bentham “un genio de la estupidez bur­
guesa”., / '
2 Rumazo González, ob. cit., p. 214. ..
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 309

cunsfancias se sublevan en Lima las tropas colombianas


adictas a Santander, niegan obediencia a la constitución
boliviana y aprisionan al General Heres, fiel a Bolívar. Al
recibirse la noticia en Bogotá el propio Santander se unió
al júbilo que una manifestación demostraba-por el aten­
tado contra la autoridad de Bolívar. La Federación colom-
biana-peruana-bpliviana amenaza estallar.
Ál regresar Bolívar a Bogotá llega la noticia de one
en Lima, un antiguo subordinado suyo, el General La Mar,
es designado Presidente del Perú tan sólo para declarar
abolida la constitución boliviana. También en. el Perú godo,
después oue Bolívar lo ha liberado del yugó español, la
aristocracia; limeña, la más parásita y la más cobarde de
América, ahora quiere desembarazarse de. su libertador.
En enero de 1827 él Cabildo de Quito organizaba una
conspiración militar enCabéizáda Por el Comandante Avar-'
za con propósitos separatistas. El resto de la guarnición
la reprimió fusilando a los implicados. AL regresar de
Caracas y enfrentarse con estas noticias dramáticas, él Li­
bertador asumió inmediatamente el poder de Colombia:
"Ninguna mapif estación, ningún aplauso precedió ni si­
guió a aquel acto;. era la primera vez que su presencia ño
fuese saludada Con vivas v. aclamaciones en la .capital”?■
En la ciudad colonial de 22.000 habitantes, pacata y
gazmoña,' “simuladora de virtudes”; con sus bachilleres y
doctores, dueños de esclavos y adúlteras beatas, en la aue
reinaba el chisme y él hastío, Bolívar ya era un. demente
impopular, cómo 10 había sido en Buenos Aires. T os solda-
dos sobraban, ya; el comercio reclamaba picapleitos e im­
portadores. Ya no. es el “Libertador”. Se lo llama en pri­
vado “longaniza”2 o el “zambo”...Así pagaba la vrev mnn-
tuana á quien, por sobre todas las cosas temía a la “pardo-
cracia”. ,'
Bolívar escribía' al general Soublette refiriéndose a su
Vicepresidente: "Ya no pudiendo soportar más la pérfida

1 Rumazo González, ob. cit., p. 219.


.'2 “Longaniza” era el apodo'de un famoso loco de Bogotá que
acostumbraba á vestir de militar.
■■ . ■■ J -

. ■ ■ "" ■ '

• 310 JORGE ABELARDO RAMOS

ingratitud de Santander, le he escrito hoy que no me es­


criba más, porque no quiero responderle ni darle el título
de amigo”.1 Por su parte, el fiel amigo del Libertador, que
lo había hecho general y Vicepresidente de la Gran Co-
, lombia, Santander, escribía al mismo tiempo a Rufino
Cuervo: “Difícilmente recuperará nuestro querido Liber-
■ ■ ; tador su reputación republicana. El abate de Pradt no se
i ha atrevido a elogiar la Constitución Boliviana .. . En Fi-
I ladelfia se está imprimiendo una obra contra la Constitu­
!■' ción boliviana”.8
J

1 5. Descrédito dé Bolívar en Europa.

Los liberales cipayos que pululaban en Europa inicia­


ban una campaña contra Bolívar. Eran acompañados por
■ ■ los liberales burgueses europeos del género de Benjamín
u Constant, y de los liberales españoles emigrados, que si no
habían sabido realizar su propia revolución ni otorgar sus
derechos a la América revolucionaria, pretendían aconse­
jarla sobre los fetiches constitucionales, a los que eran tan
! . afectos.
If H¡ f J El personaje más ridículo de la campaña antiboliva-
riana en Francia era sin duda Benjamín Constant. En­
fermó del “mal del siglo”, orador abundante, novelista ro­
mántico con “Adolfo”, Constant es un monárquico liberal.
Representa a la más sórdida burguesía europea, que ambi­
ciona reunir el “orden” con la propiedad capitalista, esto
r es, legitimar con el rey, aunque sea una “cabeza de toci­
no’^ como Luis XVIII, su usufructo de la plusvalía. Cons­
I tant encarna así en el Parlamento francés un régimen a la
inglesa. Este satisfecho y obeso liberalismo monárquico
sale al cruce en París al régimen centralista instaurado
por Bolívar.12*

1 Rumazo González, ob. dt,, p. 224,


2 Manuel Aguirre Elorriaga, El Abate de Pradt en la emand-
padón hispanoamericana, p. ,277, Ed. Huarpes, Buenos Aires, 29
ed., 1946.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA , 311

El Abate De Pradt, un curioso liberal amigo del Liber-.


tador y que se pronunció en sus libros por la independen­
cia americana, polemiza con Constant, este último asistido
por los partidarios de Santander y sus acólitos.1 Se juzga­
ba a Bolívar en París, Londres y los Estados Unidos como
un “autócrata”. Bolívar, según este diputado digno de ser
retratado por Balzac, “rechaza las súplicas más conmove­
doras de perdón de aquellos que le han resistido. Hace co­
rrer, en un país que no es el suyo, ia sangre dé los indí­
genas. Arroja lejos de la Patria a hombres cubiertos de
gloria en la lucha porta independencia patria yla suerte
de esos hombres resta, aún envuelta en una . sombra si­
niestra”.2 Las oligarquías latinoamericanas siempre han :
tenido buena prensa en Europa y los Estados Unidos. Ata­
ques de este género constituyen signos infalibles para juz­
gar el mérito histórico de un luchador en América, Latina.
' En cuanto a la “sombra siniestra” de la suerte de los ad­
versarios de Bolívar, según la prosa multicolora del dipu­
tado romanti-rentista, la situación era totalmente la in­
versa. ' s
6 Tentativa de asesinato del Libertador.

Justamente en tales momentos los partidarios de San­


tander en Bogotá, ante el influjo poderoso del Libertador,

1 Después de conspirar contra la vida de Bolívar, Santander


viajó a Francia, donde frecuentó los principales salones políticos y
literarios de Paría. Allí conoció, según cuenta, a Benjamín Cons­
tant, Sismondi. Rivadavia, Lafayette y Chateaubriand, El aboga- _
dito granadino estaba deslumbrado. Había visto de cerca a Riva-
davia. ¡ Y Rivadavia i debía decirse-: “He visto y hablado con el ge­
neral Santander”! Escribía Santander: “Lo que podemos asegurar
es que Bolívar mantenía correspondencia con los jefqs disidentes
del Río de la Plata; que pagaba con sus fondos la redacción de “El
Tribuno” (de Dorrego), dirigido a atacar la administración del ilus­
trado Rivadavia.; que escribía y hacía escribir en Lima contra el ré­
gimen político del Río de la Plata y Chile; y que mantuvo en la
capital de esta última República .a su edecán O’Leary, inglés muy
versado en las artes de la intriga y la corrupción”. Cit. por Carlos
A. Villanueva, El Imperio de los Andes, p. 98, Librería Paúl Ollen- 4
. dorf, París, 1913. /
• 2 Aguirre Elorriaga, ob. cit., p. 279.
312 JORGE ABELARDO RAMOS

se disponían a asesinarlo en el Palacio dé Gobierno? Flo­


rentino González, uno de los conjurados, de 22 años, dará
luego en sus “Memorias” todos los detalles de la conjura­
ción, en la que no faltaron las clásicas'invocaciones de los
Brutos a los 'Césares, ni el énfasis homicida dé todos los
Senados oligárquicos de, la historia, desdé Roma ¡a Bogotá?
Bolívar salvó providencialmente su vida gracias a la
entereza de su admirable compañera Manuelita Sáeñz, “la
libertadora”, que recibió al tropel de los asesinos en cami­
són y con una espada desnuda en su mano, mientras Bolí­
var se ponía a salvo. Uno de los conspiradores-derribó a
aquélla mujer, qué había combatido a lanza enrAyacucho
y una vez caída le golpeó la cabeza con su bota. > ;
Al conocerse en Colombia el atentado contra Bolívar,
el general José María Óbando se levantó contra el Liber­
tadoren Popayán, adonde fueron a reprimirlo las,fuerzas al
mando del general Córdoba. Pero este siniestro general
Óbando actuaba en comb inación con el general peruano La
Mar, qué;hacía cañonear el puerto de Guayaquil e invadía
el territorio de la Gran Colombia al frente de 10.000 hom­
bres. Para destruir la Gran. Colombia la agodada oligar­
quía limeña dispuso de la soldadesca que no logró reunir
antes para enfrentar sola a los españoles.
Esta crisis generalizada afectaba directamente todo el
sistema político del Libertador y preanunciaba el derrum­
be final.

1“Santander..por sus manejos contra Bolívar, había tenido


que abandonar el país en 1826~. Volvió como-jefe de los libérales^
con un programa de libertad y progreso. Quería abrir escuelas, fun-.
dar un Museoity, una Academia. Una vez que el tirano, como llamaba
al un 'día deificado Bolívar, habría dejado el, poder, reinaría al fin,-
la libertad... Más que un soldado, Santander era un abogado. Era
uno de tantos juristas que durante las guerras de liberación ha­
bían-tomado el oficio de las armas sin entender de él mucho en
realidad. Pero aquel leguleyo era más desalmado y cruel que el sol­
dado más rudo”’ Sámhaber, ob. cit., p. 472. '
| 2 Florentino González, que intervino en la tentativa. de asesi­
nato de Bolívar el 25 de setiembre de 1828, fue años más tarde Pro­
fesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Buenos Aires.
¡Era perfectamente natural! .
' HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 313. '

7. Disolución de la Gran Colombia.

Simultáneamente la oligarquía altoperuana jaqueaba


al. general Sucre en Bolivia., El. pérfido doctorcito Olafieta,
aquel sobrino del Mariscal absolutista, que traicionó a su
tío y luego aconsejó a Sucre traicionar a las Provincias
del Río de la Plata separando el Altó Perú, ahora encabe­
zaba una Conspiración para traicionar a Sucre. También
el vencedor de Ayacucho resultaba innecesario v molesto
a los mineros y dueños de indios de Bolivia. Olafieta es­
tableció una alianza secreta con el general nerúanoGa-
marra para invadir Bolivia y obligar a la caída de Sucre,
al tiempo que perpetraba un atentado contra la vida del
general, en el que Sucre resultó herido. •
{ Mientras Gamarra invadía Bolivia, Sucre renunciaba
a la presidencia y se marchaba para socorrer a Bolívar :
que, ya gravemente enfermo, enfrentaba otra invasión pe­
ruana .por. el Sur. Sucre deshizo á las tropas de La Mar
en Taróúi el 27 de febrero de 1829.1 •
La Gran Colombia vuela en pedazos. Bolivia, agrade­
cida, se declaraba independiente t lo mismo hacía Perú. El
general Flores, ferviente bolivariano. independizaba 1o,s de­
partamentos,,del Sur de la Gran Colombia y fundaba la
la República del Ecuador. El rudo llanero general Páez.
aue va tenía fortuna, rodeado de un núcleo de “ilumina­
dos” entre los nue figuraba el futuro 'presidente Antonio
Leocadio Guzmán, que abastecía, de letras al separatista de
espuelas, rompía el vínculo de Venezuela con Colom-
1 Otro lugarteniente de Bolívar, el, altoperuano Andrés Santa
Cruz, escribía a su compadre el general Pedro Blanco: “El orden
es el asunto que en mi concepto merece más atención, porque si iio
la anarquía va a ser más cruel aue el tirano que acabas>de echar
del país.El “tiran o” era el Mariscal Sucre. V. Alfonso Crespo,
Santa Cruz, p. 82, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1944.
Con el tiempo, Santa Cruz, que sería Presidente de Bolivia v de la' .
Confederación Peruano-Boliviana,' anularía todas las disposiéiones
legales impuestas' por Bolívar en el Alto Perú sobre liberación de
los indios y volvería al régimen jurídico que legalizaba la mita, y
el “pongo”. [Y hasta algún autor ha creído ver en'Santa Cruz un
vindicador del Incario, fundado en su sangre iridia!
, 314 JORGE ABELARDO RAMOS :

bia, rehusaba toda subordinación al Libertador y aún1


toda tratativa de paz. Los grandes tabacaleros, ganaderos
y cafetaleros, cuyos negocios habían sufrido por las gue­
rras dé la independencia, querían ahora gustar la dulzura
de la paz y las delicias del comercio de exportación. >.
Los abogados terratenientes y los jefes de la soldades­
ca inactiva exigían ya la soberanía de sus propias republi-
quetas y poner hacienda. La frase corriente era: “hber-
tarse de los libertadores".1 La separación de Venezuela no
era, en modo alguno, una decisión popular. Para poder ,
realizarla, el General Páez y su corte de doctores había
preparado cuidadosamente las elecciones del llamado “Con-
■ greso Constituyente de Venezuela”, según se llamó a esa
.farsa.
La “voluntad popular”, de acuerdo a un documento
confidencial de los separatistas, debía simularse siguien­
do el método' de difundir “instrucciones detalladas para
obrar cortando todo nudo que encuentren; y han de lie-
var escritos de. aquí los pronunciamientos que deben ha­
cerlas Municipalidades, las juntas de' caserío y todo Dios;
porqtie conviene que vengan todas, todas, todas las actas,
\ sin quedar un rincón que no pida-tres cosas, a saber: nada
de unión con los reinosos; jefe de Venezuela el General
[Páez] ; y abajo Don Simón. Todo el mundo debe.pedir esto
o es uy, enemigo, y entonces. . . ”? Todas las pandillas del
separatismo hablaban en la época de lograr “una segunda
emancipación”123 Se declaró a. Bolívar fuera de la ley.4
8, Bolívar reniega de la unidad latinoamericana.
En la propia Colombia (en los límites de la actual Re­
pública
. ..... ... el partido liberal
de ese nombre) . . ~ tramaba.. incesan-
.
1 Reyes, ob. oit., p. 382.
2 Mijares, ob. cit., p. 81. “Los “reinosos” eran los habitantes del
Reino de Nueva Granada, o sea la actual Colombia.
8 Reyes, ob. oit., p. 385. :
4 Los electores de la provincia de Caribobo, digitados por Páez
■ en la~tierrá natal del Libertador, declaraban "que siendo el general
Bolívar, un traidor a la patria, un ambicioso que ha tratado de des­
truir la libertad, el ,Congreso debía declararle proscrito de Vene-
zztela": cit. por Rumazo González, ob. cit.,: p. 264.: /
HISTORIA DE LANACION LATINOAMERICANA 815

tes conspiraciones e introducía el espíritu faccioso en el


Ejército. En el Departamento del Cauca “los antiguos rea­
listas se convirtieron en democráticos frenéticos y uno de
sus hombres influyentes decía: “Con idea democrática nos
han amolado y con ella nos hemos de vengar”.í 'De este
modo, los godos vencidos, se pasaban al partido separatis­
ta de Santander y contribuían con maligna alegría a la
balcanización.
. Después dél atentado contra Bolívar y del levantamien­
to del general santanderino Obando, Santander fue dete­
nido y recluido en Cartagena.3 La prensa europea y nor­
teamericana clamaba contra la dictadura de Bolívar y es­
timulaba el espíritu “federal” que significaba: ‘‘dividios”.
Pero la burguesía comercial de los puertos y los intereses
exportadores tenían poca necesidad de estímulos. “Se quie­
re imititr a los Estados ünidos, escribía Bolívar, sin con­
siderar la diferencia de elementos, de hombres y de co­
sas.. . ' Nosotros no podemos vivir sino de la unión’’.s
Pero todo estaba perdido y el Libertador lo percibía
por momentos. En una carta reveladora que envía al Ge­
neral Santa Cruz al Perú dice lo siguiente: “Yo pues rele­
vo a Vd. ya mis dignos amigos los ministros del compro­
miso de continuar en las miras que'habían formado algu­
nos buenos espíritus,- Yo aconsejo a Vds. que se abando­
nen al torrente de: los sentimientos patrios, y que en lugar
de dejarse sacrificar por la oposición, se pongan Vds, a su
cabeza; y en lugar de planes americanos adopten Vds. de­
signios puramente peruanos, digo más, designios exclusi­
vos al bien del Perú... primero el suelo nativo que nada:
él ha formado con sus elementos nuestro ser; nuestra vida

1 Busaniche, Bolivar, p. 276.


2 La mayoría de su» generales conspiraban y sé disponían a
repartirse en trozos la Gran Colombia. Durante algún tiempo alen­
taron la esperanza de que Bolívar aceptaría la corona de una mo­
narquía; la idea secreta circuló entre los círculos íntimos del Liber­
tador bajo el nombre clave de la "coaiata”. Pero Bolívar rechazó
de plano la sugestión, aunque era partidario de un poder centrali­
zado para conjurar las tendencias centrífugas. Los superfluos mar­
queses, condes y barones de estirpe llanera quedaron defraudados.
8 Bolívar, Documentos, p. 814. ,
316 \ ' JORGE ABELARDO RAMOS ; ;

no es otra cosa que la esencia de nuestro pobre país... Sí,


general, sirvamos la patria nativa, y después de este deber
coloquemos los demás”.1 >
. Era la melancólica confesión de su derrota. Bolívar se
sentía morir pero debía asistir también a la agonía de la
Gran Colombia, todo al mismo tiempo. Estaba enfermo de
tisis. A los cuarenta y siete afiós parecía un sexagenario.
Aquel pequeño, duro e*indomable hombre de hierro que ha­
bía vivido a caballo durante un cuarto de siglo, se había
derrumbado. Sólo vivía por su voz y su pluma; Casi no po­
díamoritar ya. Parecía un espectro y toda su política se
veía espectral. Por un momento, ante la anarquía que de­
voraba la tierra por él: libertada, piensa en la intermedia­
ción de alguna gran potencia, qiiizá en coronar algún prín­
cipe europeoquereúnalas partes én-dispersión de la Gran
Colombia bajo su cetro. Pero; desecha enseguida esa idea,
hija de su fiebre y sü desesperación.
,,;Sus .últimas cartas> trasuntan laironía más amarga y
también la confusión que se apodera, de su espíritu: “La
federación puede ser uno de los sistemas favoritos del pue­
blo : que Ha, adopten, pues, , y no tendremos más reluchas
que resistir con las tales provincias,. . Si quisierenla cons­
titución de Cúcuta, o los veinte departamentos con sus
asambleas, departamentales, nada es más fácil, poraue ni
aún irabaio tendrán para su redacción. No quieren mo-
narauías ni vitalicios, menos aún aristocracia, /,por qué no
se ahogan de una vez en el.estrevitoso y alegre océano de
la anarquía? Esto es bien popular y, por lo mismo, debe
ser to meior. porque, según mi máxima, el soberano debe
ser infalible”.12 /
9. Vuelve el temor a la “guerra de razas”.
; Se equivocaba Bolívar sobre el pueblo: v también erra­
ba al jüzgár que sus enemigos representaban la voluntad
popular. Era un derrotado ouien hablaba, después do ha­
ber sido el gran vencedor; y también rebrotaba a la hora
1 Ibid., p. 306.
2 Bolívar, Documentos, p. 334. . ■.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 317

de la muerte, el joven mantuano. Sus reservas sobre el


pueblo y las “castas” de color se ponían de- manifiesto
una y otra vez. En sus últimos años vuelve a süs temores:
“La pardoerada vaganandoterreno en todo lo que pier­
den los demáspartidos”,dice a Sucre.
A Santander le ha escrito en 1826, frente a los prime­
ros signos dé disolución: “Si la gente de color se levanta y
acaba con todo, porque el gobierno no es fuerte. .. yo no
tengo: la culpa. Si a Páez y a Padilla los quieren iratdi mal ■
sin emplear una fuerza' capaz de ‘ contenerlos, yo "fió tengo ■
la culpa. Estos dos hombrestienenen su sangre los ele- -
mentós de su poder y, por consiguiente, es inútil que yo
me les oponga, porque: la mía no vale nada para el pue­
blo”. En otra carta insiste: “Góñ Páé¿ ño se debe wsar de '
este lenguaje/porqueeldíaque se leencienda la sangre,
sú sangre le sirve de mucho”.
Juzga así al general: Bermúdez: “No le falta más que
una cualidad para ser perfecto', la sangre: quieto decir que
fuera como Padilla para que lo quisiese el pueblo”. Más
aún: “Ni federación general ni ;consiiiucióii¿s p
son capaces de conteneraestos esclavos desenfrenados:
sobre todo ahora que cada cual tira para su lado”1 jY esto
se lo decía al blanquísimo Santander que ya estaba orga­
nizando secretamente el separatismo colombiano !* No eran
las castas, ni el mestizó Páez o el puro europeo Santander
los que pugnaban por la destrucción de la Gran Colombia.
Era el conjunto de las mismas clases criollas privilegia­
das que se dirigían a preservar con Estados jurídicamen-1 2

1 Bolívar, Documentos, ob.cit.', págs. 258, 278, 288 y 292.


2 “Estamos muy lejos de los hermosos tiempos de Atenas y de
Roma y ,a nada que sea europeo .debemos compararnos-. El.-origen
más impuro es el de nuestro ser: todo lo que nos ha precedido está
envuelto con el negro manto del crimen. Nosotros somos él compues­
to abominable de esos tigres ctáadóres que- vinieron a la. América a
derramarle su sangre y a encantar; con- las víctimas antes de sacri­
ficarlas, para mezclar después los frutos espúreos de estos enlaces
epn los frutos de esos esclavos arrancados del Africa. ^Con tales,
mezclas físicas; con tales elementos morales, ¿cómo sefpuedéú fundar
leyes sobre los héroes y principios sobre los hombres?... yo repi­
to: todo está perdido.. .”, Documentos, p, 239.
318 - JORGE ABELARDO RAMOS ? ¿

te aislados el núcleo dé. sus intereses exportadores una vez


lograda la independencia,. Pues tanto Páez como Santander
destruirán la Gran: Colombia, prescindiendo de su raza y
atendiendo a su respectiva base social. ,

10. Asesinato de Sucre.

El unificador estaba física y moralmente destruido.


Pero también estaba aniquilada la Gran Colombia. Toda­
vía faltaban algunos golpes al corazón de Bolívar. Aquel
joven general Córdoba que “a paso de vencedores” decidió
con sus lanceros la batalla de Ayacucho, y que terminaba
de aplastar la sedición de Obando en Popayán, este mismo
Córdoba se levanta en la provincia de Antioquia contra su
antiguo jefe. Ahí muere Córdoba y con el joven y legen­
dario soldado también moría la juventud de Bolívar.
Sus capitanes se enfrentan entre sí; mientras unos lo
; niegan, otros sé preparan también a morir. El Congreso
de Colombia rechaza la renuncia de Bolívar, pero el Li­
bertador ya no tiene fuerzas para hacerse cargo del go­
bierno y deja el poder en manos del General Caicédo.1 Bo­
lívar buscaba la salud alejándose de Bogotá. Se había des­
pedido de Sucre, que iba a reunirse con su mujer en Quito.
La prensa bogotana, como la caraqueña, injuriaba diaria­
mente al Libertador y a Sucre. Estos dos nombres juntos
bastaban para saciar a la canalla de la época y también
para el juicio de la historia.
En un periódico que por generalizada ironía se titula­
ba “Demócrata” se escribía el 1? de junio de 1830: “El
general José Antonio dé Sucre ha salido de Bogotá ejecu­
tando fielmente las órdenes de su amo... antes de salir
del Departamento, de Cundinámarca empieza d manchar
su huella con su humor pestífero, corrompido y ponzoñoso
de la disociación.. . bien previmos el objeto de su marcha

1 Bolívar dijo al General Urdaneta desde Popayán: “Divídase


el país y salgamos de compromisos; nunca seremos dichosos, nun­
ca!’’: Rumazo González, ob. cit., p. 262.
? HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 319

acelerada cuando dijimos en nuestro número anteriorha­


blando de las últimas perfidias de Bolívar, que éste había
movido todos sus resortes para revolucionar el Sur de la
República”.1 El pasquín bogotano añadía: es hoy
un Vesubio apagado, pronto a romper su' cráter vomitando
llamas de odio, de destrucción y de venganza...... Puede ser
que Obando haga con Sucre lo que no hicimos con Bolívar,
y por lo cual el gobierno esta tildado de débil, y nosotros
todos y el gobierno mismo, carecemos de seguridad”. ,
El General Obando, que debía hacer con Sucre “ío que
no hicimos” con Bolívar, era el gobernador de Pasto, re­
gión célebre, por sus habitantes, todos godos, escenario de
varias sublevaciones contra la independencia. Obando ha­
bía guerreado con los españoles y Se hizo patriota con agu­
do sentido de la oportunidad'. Naturalmente, era partidario
de Santander y protector de ladrones y asesinos en las
provincias del Cauca, Popayán y Pasto, individuos que en
justa retribución de servicios forman parte de su guardia
personal. El vaticinio de la ralea periodística de Bogotá
se cumplió al pie de la letra tres días más tarde.
AL atravesar sin escolta la provincia de Pasto; él Ma­
riscal de. Ayacucho fue muerto a tiros por tres sujetos, el
comandante Morillo, el comandante Juan Gregorio Sarria
y José Erazo, hombres del General Ovando, quien había
enviado instrucciones en un pliego cerrado? El general1 2

1 Irisarri, ob. cit., p. 120. J


2 He aquí las “vidas paralelas” de los asesinos deí vencedor de
Ayacucho: José Erazo era un notorio saqueador de Salto de Mayo,
donde vivía. “Todo el que no quería ser robado o asesinado, tenía
que hacer algún regalo a José Erazo, cuya casa, colocada en el paso
más preciso del camino, era como una aduanillá... Obando le había
nombrado Comandante de la línea del Maj/o”.. En cuanto al coman­
dante Juan Gregorio Sarria, era analfabeto y, como su jefe Oban­
do, había servido a los españoles contra su patria. Saqueaba hacien­
das en Popayán y e] Caúca. Se hizo “patriota” eñ 1822. Tenía un
proceso criminal por haber castrado a un hombre. Interrogado, dijo
que había tenido intención de matarle; pero que la Virgen de los.
Dolores, de la que era devoto, le inspiró qüq, se limitara a castrarlo.
Además, había muerto a una mujer y violado a otra. Pero estos eran
, pecadillos veniales del protegido de Obando, a su vez protegido de.
Santander, el Mitre bogotano y admirador de Bentham. V. Irisarri,
p. 127. '
320 JORGE ABELARDO HAMOS

Obando se apresuró a desmentir toda responsabilidad, pues:


la opinión pública lo responsabilizó inmediatamente del ho-
. rrendo crimen. La oficialidad dél Estado Mayor de Oban­
do en Pasto, quedó persuadida de qué éste había sido el
instigador dél asesinato ; abandonó en masa el servicio en
Nueva Granada y sé trasladó al Ecuador.1 Morillo confesó
su crimen y fue éjecutado en 1842. ' ' '"V.
.11; Muerte de Bolívar.
Bolívar se encontraba cerca de Cartagena cuando re­
cibió la noticia del asesinato de. Sucre, que lo anonadó y
precipito su muerte. Se. disponía a viajar a Europa, aun­
que ya carecía de recursos, pues había regalado su quinta,
empeñado su vajilla de .plata y. distribuido sus últimos di- .
ñeros entre la multitud de oficiales, soldados y partidarios
que huían del Bogotá hostil. Aquel mantuano que al ini­
ciarse la revolución tenía mil esclavos, los había liberado,
a todos. Ahora, los propietarios de: esclavos que él rehusó
expropiar, lo echaban de la patria. Sólo esperaba un bardo
para alejarse de la tierra de sus hazañas. Sintiendo agra­
vado su mal, llegó hasta Santa Marta. Allí los médicos
comprobaron que sus días estaban por concluir.
Sus partidarios lo llamaban para encabezar de nuevo
la República, envuelta en el caos. Páez, el “primer lancero
del mundo”, gobernaba en Venezuela, y no estaba dispues­
to á entrar en negociaciones con Nueva Granada “áasía
que Bolívar hubiera evacuado él territorio de Colombia’1.1 2
En las jornadas de julio que derribaron la Monarquía bor­
bónica en 1830, el pueblo de París al asaltar el “Hotel de
Ville” captaba esta estrofa: .
Le feu sacre des républiques .
Jaillit autotir de Bolivar,
Les rocher des deux Ameriqües
■ ■ Des peuples sont les boulevards.
Mientras el pueblo revolucionario de París coreaba su
nombre, en el Nuevo Mundo agonizaba la revolución hispa­
1 Irisárri, ob. cit., p. 155. (■
2 Busaniche, Bolívar, p. 315.
, . , HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 821

noamericana junto al Libertador. Murió el 17 de diciembre


de 1830 en Santa Marra, en cama,ajena, médico gratuito,.
sin’ un centavo y con la Gran Colombia dividida en cinco
Estados.
“Conque ¿al fin murió don Simón? El tiempo nos dirá
si su muerte ha sido o no útil a la paz ya la libertad. Para
mí tengo que ha sido no sólo útil sino, necesaria”: tal fue
el epitafio que escribió el separatista Santander en una
carta.1 Inglaterra ya había prestado a las nuevas repúbli­
2 San Martín envejecía en
cas 26.565.008 libras esterlinas.*
Francia, Artigas estaba sepultado en el Paraguay y Mon-
teagudo había muerto.
Ahora, Morazán lucha por la creación de la República
Federal de Centroamérica antes de morir fusilado. El ma­
riscal Santa Cruz fundafá la Confederación del Perú con
Boliviá -y sefá'éxpatriado de América. La era de los uni-
ficadÓfeú,;se aproxima a su fin..

'r- ’ >

.,1 Francisco de Paula Santander, Carias í/7ne7tsajes. de Santón-


der, T. VIII, p. 116, Ed. Academia Colombiana de la Historia, Bo-
D:
gota, 1955. ’ !
2 Webster, ob. cvt., T. I, p. 772,
, / CAPITULO XI
DE MORAZAN A LA ERA INSULAR

, “La posición de, Chile frente a la Confederación Perú-


Boliviana es insostenible. No puede ser tolerada ni por
el pueblo ni por el Gobierno, porque equivaldría a su
<‘suicidio .. . La Confederación , debe desaparecer para
• siempre del escenario de América... Debemos dominar
' para siempre en el Pacificó”. . . .
Diego Portales al Almirante Blanco Encalada.

“La Confederación Argentina rehusará la paz y“ toda


transacción con el General Santa Cruz mientras no .que­
de bien garantizada de la ambición que. ha desplegado
y no evacúe la República Peruana dejándola completa­
mente libre para disponed su destino”.
. j Juan. Manuel de Rosas.

“Divididos y aislados no somos nada: unidos. . . po­


dremos serlo y lo seremos, todo”.
General Justo Rufino Barrios.
La década siguiente a la muerte de Bolívar presenciará
la fundación y disolución de la Confederación Perú-Boli­
viana y la caída de la República Federal de Centroamérica.
Andrés de Santa Cruz y. Francisco de Morazán serán las
figuras centrales de ambos dramas. Excepción hecha de
Santa Cruz, veremos a los últimos oficiales deí Libertador
acuchillarse recíprocamente, incapaces ya de sostener los
ideales nacionales. /

1. La Confederación Perú-boliviana.
Con la caída de la Gran Colombia, el Perú independien-,
te es desgarrado por furiosas guerras civiles. Los tenientes
o capitanes de los ejércitos - sanmartinianos y bolivaria-
nos ya son coroneles o generales. La disolución del pro­
grama unificador de Bolívar parece que no puede detener­
se ni. siquiera dentro de las mezquinas fronteras logradas.
El Perú virreinal está amenazado por incesantes asonadas
militares y regionales opuestas en las que no existe ni si­
quiera la sombra de un poder central. Un audaz bandido
que la historia , peruana conoce bajo el nombre de Agus­
tínGámarra se encarama a ía presidencia,de la República. .
Después de cumplir su obscuro período deja el poder
al general. Orbegoso, un insignificante terrateniente de
Trujillo. Pero el nuevo presidente se ve inmediatamente
jaqueado por Gamarra al mismo tiempo-que el general Fe­
lipe Santiago Salaverry, otro aventurero inescrupuloso
—soldado de San Martín a los 14 anos de edad—- se lanza
; 326 ; ;b JORGE ABELARDO RAMOS :j

;ciegamente a la conquista del poder. Naturalmente, los tres >


son “generales”: aunque Orbegoso sea una perfecta nuli­
dad política y militar y aunque Gamarra haya sido con- ■
denado a muerte por cobardía e intento.de traición en los
.... tiempos de Bolívar. Salaverry, en cambio, aunque “loco”,
según se lo llama, es un soldado de profesión que el fin de
las guerras de independencia ha lanzado al camino.
Eran legendarios su arrojo y gusto por derramar la
sangre propia y ajena, Naturalmente, los tres pérsonajes
se proclaman Presidentes del Perú, Estamos en 1885 ; sólo '
han pasado 5 años de la muerte de Bolívar.
Preside la República Bolívar o Bolivia un antiguo ofi­
cial del Rey, convertido por'San Martín en militar ame­
ricano, el mestizo Andrés Santa Cruz. Bolívar lo ha hecho
. general por su acción en la batalla de Pichincha junto a
Sucre; y Santa Cruz es, pese a todo, el hombre qué.des­
pués de haber contribuido a la ruptura de la unidad bo­
íl variana, se propone rehacerla entre. Bolivia y Perú. Ese
es su proyecto. Invitado por el Presidente Orbegoso a con­
tribuir al orden público en el Perú, convulsionado por las
revueltas militares, Santa Cruz ;se resuelve al fin, llama­
do por el Congreso peruano, a entrar con sus tropas al
Perú. Lucha con Salaverry, encarnación del “nacionalismo
peruano”, lo vence y lo fusila, expulsa al bandido dé Ga­
marra y constituye la Confederación Perú-Boliviana.1
Su régimen, parodiaba la Constitución vitalicia boli-
variana; es un puro edificio político, que no altera la es- •
tructura social básica del Perú ni de Bolivia. Se tendrá
presente que en lo relativo al problema de la tierra, y del
indio, el mestizo Santa Cruz retrocederá en relación a la
. política implantada antes por Bolívar. En Bolivia había
promulgado el 2 de julio de 1829 una ley que volvía a so­
meter a los indios del Altiplano ajla antigua condición-
servil que, al menos en la ley escrita, ya que no en la
práctica, había suprimido el Libertador. “Desde el Decreto

1 Alfonso Crespo, Santa Cruz, p, 196, Ed. Fondo de Cultura


Económico, .1944. Lo apoyan el Sur de Perú y Bolivia; pero el Norte
limeño y'virreinal, es hostil al mestizp serrano, hijo <J© una cacica
de Huarina,.
< HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 327

Santa Cruz, la servidumbre personal que en realidad no


se había extinguido, ni morigerado, adquiere el carácter
de una institución pública>\1
El propósito de Santa Cruz era obtener el apoyo de las
clases terratenientes ymineras del Alto Perú despojando ¿
de; toda amenaza legal a: su secular explotación de las ma­
yorías bolivianas. .
Sea como fuere, los adversarios de Santa Cruz no se
preocupaban mucho más por la suerte dei pueblo peruano
o altoperuano.. El crimen del Mariscal, consistió en pre­
tender ampliar las fronteras de campanario y constituir
una Confederación:; La traición brotó en sus; propias filas.
Su hombre de confianza era nada menos que el traidor
perpetuo, ese hombre-pesadilla llamado Casimiro Olañeta
y i que practicaba la deslealtad como un virtuoso pulsa un
instrumento de música. Asimismo, la noticia de la Confe­
deración conmovió el “sistema político” de América del
Sur, en primer lugar de Chile y-;de la Confederación Ar­
gentina.2 .
2, Portales y la oligarquía chilena.
Santa Cruz había sido Presidente “del Perú y Mariscal '
dé sue fuerzas armadas, del mismo modo que la historia
común del Bajo y el Alto Perú, sus analogías raciales, his­
tóricas, lingüísticas y económicas volvían la unidad políti­
ca un resultado obvio de puro necesario. Pero los factores
separatistas comenzaron á minar rápidamente la construc­
ción confederal. Peor aun, el principal enemigo de. la Con­
federación resultó ser el dictador de Chile, Don Diego Por­
tales.
Cuando los partidos de la lucha por la independencia
1 Reyeros, o6. cit., p. 143.
3 Hugo Guerra Báez, Portales y Rosas, p. 176, Ed. del Pacífico,
Santiago de Chile, 1958 Manuel Gálvez, Vida de Don Juan Manuel
de Rosas, p. 222, Ed. Tor, Buenos Aires, 1949: Enrique M.Barba,
Formación de la tiranía, p. 125; en Historia de la Nación Argen­
tina, Vol. III, 2» ed.. Ed; El Ateneo, Buenos Aires, 1951; Antonio
Zinny, Historia de los Gobema.dores de las provincias argentinas,
n. 100, Vol, V, Ed. La Cultura Argentina, Buenos Aires, 1921;
Albert.0 Edwards Vivefe, Zxi Fronda Aristocrática, p, 45, E. del Pa- t
cífico, Santiago de Chile. 1959, ; '
328 JORGE ABELARDO RAMOS

—cárrerinos y o’higginistas-— fueron desalojados del poder


por innecesarios, se apoderó del .gobiérno de; Chile una só­
lida clase social que no ha soltado sino raramente el con­
trol del país desde esa época: una rancia combinación de
comerciantes’ y terratenientes conservadores, desplegados
en diversos partidos, pero unidos todos en- la .continuidad,
de un orden estable. Católicos o liberales, ultramontanos
o masones, peluconeso'pipiolos^fronclistasoplebeyosj.ios
integrantes/dela/ clase/domínante chilena,.. aborrecían todo
cambio y en ...particular/:toda, intervención ; ;del/ Ydemos”,
todo/granproyecto nacional, todo/ atrevimiento histórico.
Apretada entre, la .montaña y/él ’Océano,¿fue esa. oligarquía
chilena, de maneras cultas ¿y alma petrificada, Ja .ténaz de­
fensora del patriotismo aldeano más obtuso. /.
Era ’ perfectamente natural ;querísemejante; clase, social
encontrase su gran hombre'político en üh comerciante de
Valparaíso, el puerto’ extranjerQ. por excelencia de Chile,
■ el Buenos’ Aires del Pacífico.. Ese hombre fue Ciego Por­
tales. Es el pequeño burócrata práctico que aparece en to­
dos los Estados balcanizados y aborréce las quimeras. Or­
ganiza la administración pública, pone orden en las finan­
zas, somete el ejércitoál p^ gobierna
con mano de hierróy /ásplfá. ámna- Éépu'blica chiquita y
' centralizada, una 'especie de' Estado contercial más prós­
pero que sus propios negocios privados, siempre ruinosos.
Desconfiaba de O’Higgins únicamente porque Carrera
había muerto; ,porque detrás de O’Higgins advertía la som­
bra de Bolívar en el Perú. Y cuando Bolívar fue vencido
y murió, aparecía ahora en el Perú otro Bolívar, más pe­
queñosin eluda,¿pero que reformulaba la Confederación, y
tendía a1 hacer del puerto del Callao , un. puerto , más im­
portante en el comercio del Pacífico que él de Valparaíso.
De éste modo, Portales prepafa la guerra, desecha todas
las propuestas del boliviano para negociar, abruma a sus
enviados con el desprecio, lo provoca de mil maneras, asal­
ta los' barcos peruanos y los convierte en-barcos chilenos y,
finalmente, declara la guerra a';la¡: ConfederaciónJ

1 Guerra Báéz, ob.'cit., p. 55,


HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 329

Expone sus ideas con loable concisión: “La posición tZe


Chile frente d la Confederación Perú-Boliviana es tnsoste-
nible. No púede ser tolerada ni por el pueblo ni por el Go­
bierno, porgue equivaldríad su suicidio. No podemos mi­
rar sin inquietud y la mobydr ala,rma¡ la 'existencia de dos
pueblos confederados, y que, a la larga,por la comunidad
de origen; lengua, hábitos, religión, ideas, costumbres; for­
marán, como es nú,turalf zth sólo 'núcleo. Unidos lesos dos
Estados; aún cu,Undo no más sea qué momentáneamente,
será,n siempre más que .Chile en todo orden de cuestiones
ycirciinstancias. i. La Confederación debe desaparecer
para siempre del escenario d,e América..1 : ' ■'
3. Rosas o “él equilibrio del Plata”.

Pero, además de Portales, había otro Pitt y otro Can­


ning criollo del burlesco equilibrio sudamericano al otro
lado dél Atlántico. Era Juan Manuel de Rosas. También
era hombre de negocios, como Portales, pero rio quebrado
como el chileno, sino rico y tari conservador como su colega.
A pesar de su título publicitario de “Gran Americano”, <•
nada le gustaba menos a Rosas que las locuras bolivaria-
nas o sanmartinianas. Era un hombre arraigado, propie­
tario de grandes estancias en la mejor pradera del mundo,
la de Buenos. Aires.
Desde ahí observó confereciente desconfianza que el
“cholo Santa Cruz”, como lo mencionaba hasta en sus no-
1 Decía Portales en una carta al Almirante Blanco Encalada:
“Por su extensión1 geográfica:; por-'su mayor población blanca; por
las riquezas conjuntas del Perú, y. Bolivia; apeñas explotadas ahora;. .
por el dominio que la nueva organización trataría de ejercer en el
Pacífico, arrebatándonoslo; por el mayor número también de gente ’■
ilustrada' de lá raza blancápmuy vinculada ¿ las familias de Influjo
de España que, se encuentran en Lima ;• por la., mayor inteligencia
de sus hombres públicos, si bien de menos, carácter' que, los, chile­
nos ; por todas estas razones, lá' Confederación ahogaría a Chile
, antes de muy ñoeó’’- Y -ágrégabá : “Deóemo.s dowithar pafa Siempre1 •
en eí Pacífico”: Güerra Báez, Ob. cit.', p. 184. ' ,
Admirable patriotismo el de estos cáciqües; de parroquia sud­
americanos: ya estaban^ lós ingleses dominando todo el comercio de
Chile; muv pronto controlarían la economía salitrera; y antes de
terminar el siglo los yanquis se apoderarían del cobre chileno,
330 ■: JORGE ABELARDO RAMOS

tas oficiales con sú peculiar desprecio de godo rubio hacia


los “arribeños” (su primo y socio Anchorena llamaba “cuí­
cos” a los altoperuanos) se proponía reiniciar el plan de
Bolívar. Para peor, acogía a los emigrados argentinos en . ;
Bolivia y urdía con ellos vagos planes políticos. Nada de ,
esto podía .satisfacer a Rosas, qué detentaba un título más
! o menos nominal sobre las provincias dé la “Confedera­
ción Argentina”: las Legislaturas de Provincia delegaban
; anualmente en Rosas, -en su condición de Gobernador de
una de ellas, la autorización para manejar las. Relaciones
i hecho, las provincias se regían por sus propios gobernado-
Exteriores y los asuntos de guerra en caso de haberla. De.
res y legislaturas como Estados relativamente autónomos.
■ En tales circunstancias, la perspectiva de una Confe­
deración Perú-boliviana,.cuyo ejemplo podría despertar las
viejas vinculaciones del Norte argentino con las provincias
" : del Alto Perú, acarrearía problemas serios al poder hege-
: mónico que Rosas se proponía mantener sobre las provin­
cias restantes. Aunque Rosas rehusaba organizar consti­
tucionalmente a las Provincias Unidas, para no entregar
los recursos aduaneros de Buenos Aires a un poder nacio-
' nal, tampoco estaba dispuesto a permitir que Santa' Cruz
' pudiese eventualmente atraer al seno de su Confedera­
ción a algunas provincias/del Norte argentino hartas del
centralismo porteño.
Rosas declaró la guerra a Santa Cruz; fundándose en
“que la concentración en sy persona de una autoridad vita­
licia, despótica e ilimitada sobre el Perú, y Bolivia, con la
facultad de nombrar sucesor conculca los derechos de am­
bos estados e instituye un feudo personal, que solemnemen­
te proscriben las actas de Independencia.de una y otra Res­
pública ... Que el ensanche de tal poder por el abuso de
la fuerza, invierte el equilibrio conservador de la paz en
las Repúblicas limítrofes de Bolivia y el Perú-■ y que la *
Confederación Argentina rehusará la paz y toda transac­
ción con el general Santa Cruz mientras no quedé bien ga­
rantizada 4e la ambición que ha desplegado y no evacúe.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 331

la República Peruana. dejándola completamente libre para


disponer su destino”.1 . ■
y ¡El campeón de las “facultades extraordinarias” con­
denaba el “poder absoluto”! Ya era más lógico que eldue- ■
ño del puerto que se negaba a crear aunque más no fuera
,\ una Nación de 14 provincias, rechazara una Nación mu-, :
cho más grande, desde el Pacífico a la frontera de Salta.
Sin duda^ eran los Portales, los Salaverry y los Rosas los
únicos sobrevivientes de San Martín y de Bolívar. La bsa-b
día de Santa Cruz debía ser castigada, como lo fue, con'
a una ferocidad y una saña sin ejemplo. /
■ ■ La prensa oligárquica de Santiago de Chile derramaba
sus mieles en el dictador porteño: “E7 general Rosas realú
- zó al fin las esperanzas de todos los amantes de la justicia
y de Za Zíbertod. awmcana”.2 Pero Rosas, de acuerdo a su
costumbre, no pasó de provocar algunas escaramuzas en -
la frontera por medio del general Heredia, gobernador de
. Tucumán, y dejó morir de languidez su declaración de
guerra. La ambigüedad territorial es distintiva de la po­
lítica de Rosas, así como la aversión al espacio; político
será típica de los unitarios y rivadavianos.8 ...
Por esa razón nada es más erróneo que atribuir ,a Ro­
sas la “reconstrucción de Zos .Zímiíes” del antiguo ^Virrei­
nato, lo que habría sido suficiente para revalorar su figu­
ra histórica. Por el contrario, Rosas es un típico hombre
de\ “statute quo”. Ordena al general Heredia no reincor­
porar Tarija a las Provincias Unidas, así como impedirá
siempre que el general Oribe ocupe realmente Montevi-
- deo y controle toda la Banda Oriental.**

1 Crespo, ob cit., p. 251. -


. 2 Baldías, ob., cit., T. II, p. 65. ■ /
8 Las diferencias funcionales entre los dos .partidos de Buenos
Aires —el comercio unitario y los hacendados federales---.se expli­
can en Ramos, Revolución y contrarrevolución en la Argentina, T. I,
p. 121. . . .. :■ ' b.b'b ' bb
* Calvez, ob. cit,, p. 224, , .
332 JORGE ABELARDO RAMOS

4. Valparaíso y Buenos Aires se unen para destruir la Con­


federación. ■<
Por su par te, las tropas chilenas invaden el Perú, acom­
pañadas por el general Agustín Gamarra, el traidorzueló
eterno y otros generales peruanos opuestos a la Confede­
ración. ¡Todos los politiquillos lugareños en América del
Sur, sean peruanos, chilenos, bolivianos o argentinos se
unen para fragmentar, marchan juntos para vivir separa-
, dosj. se sienten hermanos en la balcanización I Las maniobras <
diplomáticas y militares del astuto Santa Cruz resultan in­
útiles ante la vastedad de las fuerzas chilenas y peruanas
que se unen, contra la Confederación. Sarita Cruz abando­
na Lima, esa “Babilonia de América”, que ablanda con
sus mujeres a todos, los ejércitos; el insumergible Ga-
marra se hace proclamar “Presidente del Perú”. En ese
mohiento hay siete Presidentes en él Perú: Orbegoso, Ga­
marra, Santa Cruz, Riva Agüero, Pío Tristán, Nieto y
Vidala ,.'-V; ' ■ --
Poco después, Santa Cruz es deshecho en la batalla de
Yungay por el general chileno Manuel Bulnes. Simultánea­
mente el Vicepresidente de Bolivia, general . Velasco, se
subleva contra su jefe en Tupiza y felicita al chileno Bul­
nes por su victoria sobre la Confederación. El 16. de julio
de 1839 se instala en Chuquisaca el Congreso “Nacional”
1 con la presidencia de José María Serrano, incondicional
de Santa Cruz y de su política hasta ese momento. Serra­
no fulmina a Santa Cruz: “Gradas a los heroicos hijos de
Cav/policán y de . Lautaro, ha desaparecido de entre nos­
otros ese abominable monstruo, que insensible a los encan­
tos de la virtud, era cómo el hierro de la ambición y la
codicia.2 Dicho Congreso, compuesto de los mismos
Olañetas, Serranos y encomenderos que apuñalearon á Su­
cre, declara “A Don Andrés Santa Cruz, Presidente que
' fue de Bolivia, insigne traidor a la Patria, indigno d^d nom-

1 Crespo, ob. cit., p. 284,


- ? [bid., p. 312.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA ’ 333 . .

br& boliviano,borrado , de las listas, civil, y militar ’ de la ■


República y puesto fuera de la ley desde el momento'en. .
qwe pise su temtono...”? •
El nuevo presidente Velasco, ordena, el embargo y se- ■ //. ■
nuestro de los bienes de Santa Cruz. Se glorifica a los chi­
lenos en las ciudades deBolivia y se amenaza con el fusi- ..
lamiepto a lá mujer del ex Presidente. Emigrado en el
Ecuador, Santa Cruz carece? de recursos y ■ vive en: la mi- ■/??
seria.2 En definitiva, y después: de alguna frustrada ten­
tativa de regresar a Bolivia; Santa Cruz se •exilia, a Euro­
pa, por ja eomún decisión de tres gobiernos, el de Chile,
Perú :y Bolivia. Un caudillo .popular boliviano, el general
Belzu, lo nombrará años más tarde agente diplomático boli­
viano en Europa, .Tal fue el?destinó.;del> último altoperuano
que-quiso meterse a ;unificador. ¡ No había- crimen peor !3
5. La tradición española en Centroainérica. ?
Un caso especial de perdurabilidad política y teórica
de. la -idea unionista ló constituye Ceñtroaméricá; El Impe-.?■
río español había-creado en cierto modo en el siglo XVI ■ ?
la primera forma jurídica de unidad centroamericana, al
fundar la AiidienciadeifjsConfines. • ; , ■-
En el territorio que actualmente ocupan las Kepúbli-'
cas de El -Salvador, Honduras, Nicaragua, Guatemala y
Cóstá Rióá<'láeoñti¿üidád;térfitorial;/ila.unidad'lingüística, •
la tradición histórica similar, la comunidad religiosa'y la
particular conformación geográfica había integrado en un
sistema propio a los pueblos que lo habitaban bajo el nom­
bre de Capitanía General de Guatemala. ■
La nueva política española del siglo de la Ilustración .
borbónica se reflejó en la vida intelectual de Centroamé-

1 Crespo, ob. cit., p. 321.


a Ibid., p. 320.
s Desde 1825 a 1898 estallaron en Bolivia 60 revoluciones, sin
contar las, guerras, internacionales, y murieron 7 Presidentes ase- -
ainados: Blanco, Belzu, Córdova, Morales, Melgarejo y Daza, sin ,
contar los que murieron en el exilio. V. Alcides Arguedas,, Pueblo
enfermó, Barcelona? 1906.
334 JORGE ABELARDO RAMOS
■ ■ . . . .. . . , . . .
rica con mayor fidelidad que en otras regiones de las In­
dias. La prensa patriota aparecía a fines del siglo XVIII
como la expresión del siglo de las luces, bajo la alta pro­
tección de Carlos III. La Rea! Sociedad Económica de Ami­
gos del País, a semejanza de entidades análogas difundidas
en España por la política ele Campomanes y Jovellanos,
■ > introducía a los espíritus cultivados de Centroamérica en
las preocupaciones del nuevo orden mundial.
Del mismo modo, la invasión napoleónica, la forma­
ción de las Juntas y las Cortes de Cádiz generan un fénó-
meno marcadamente, diferente al que suscitarán esos acon­
tecimientos en el resto de la América Hispánica. Hay Jun-
la'América Jun­
ta, pero no hay guerra contra el absolutismo. Los propios
/ •; funcionarios españoles en Centroamérica se allanaron a
la nueva situación y juraron la Constitución de 1812. Las
' reuniones de las Cortes de Cádiz ejercieron mayor influjo
í I ^11
’ en Centroamérica que en otras partes del continente revo-
? lucionario. Tanto en las Cortes de 1810-1812 como en las
de 1820, &e sentaron los diputados centroamericanos.
■ La reacción absolutista no sé ensañó contra los céntro-
«í
¡ ' americanos, que recién emprendieron el camino de la in­
Ir
i'.. dependencia absoluta en 1821. Los dos o tres lustros que
presencian una lucha despiadada y sin cuartel en los Vi­
rreinatos del Perú, Nueva Granada y Río dé la Plata trans­
curren en paz para los centroamericanos. La influencia
liberal de Cádiz en las normas jurídicas de Centroamérica
. 'i j es evidente, así como resulta indiscutible el carácter abs­
tracto de dichas medidas en cuanto a su estructura social
5 profunda.
6. Serviles y fiebres.
La figura intelectual más notable de la independencia
centroamericana fue José Cecilio del Valle, quien sometió
a crítica la legislación de Indias. Del Valle subrayaba el
abismo entre ese monumento jurídico y la vida real de la
■ Capitanía. Juzgaba condenatoriamente el régimen de en­
comiendas que esclavizaban al indio y la propensión real
al oro y la plata, así como las prohibiciones fiscales para
'I
. HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 335.

liberar las exportaciones de los frutos, del país. Por lo


demás, el estanco del tabaco, del aguardiente de caña (y
de la pólvora y de los naipesf aunque favorecían la re­
caudación fiscal, ahogaban la producción. El régimen pro- .
hibitivo español desarticulaba el comercio mutuo entre las .
Provincias de la Capitanía, impidiendo la creación de un
' mercado interior.
1 Del Valle ironizaba, con respecto a las Leyes de Indias
que presentaban al indio como un ser humano igual á ios \
blancos europeos, pero que le prohibían al mismo tiempo
montar a caballo, participar en bailes, o emplear armas
ofensivas y defensivas. Observaba al mismo tiempo que
en la legislación indiana los doctos jurisconsultos de la
Corona habían redactado más de cien leyes sobre asuntos '
del protocolo, precedencias y ceremonias, pero ninguna
sobre el fomento de la agricultura.1 .; -
El establecimiento de las Cortes en la Isla de León
produjo un entusiasmo político indescriptible en Centro­
américa. El clero bajo se dividió, como en el resto de
América, entre los serviles y fiebres, según se llamaba en
■ - Centroainérica a los liberales. Pero en las segundas Cortes,
de Cádiz de 1820 la desigualdad de representación polí­
tica disgusta a los diputados centroamericanos.. En. efecto,
mientras la metrópoli se asignaba un diputado cada 60.000
■ habitantes, los diputados americanos en conjunto no po­
dían pasar de 30. Cuando un diputado guatemalteco quiso
protestar por esta discriminación en el recinto de las Cor­
tes “fue ahogada su voz por el 'tumulto que sus palabras
provocaron, a tal punto que le fue impuesto silencio por
el presidente y al querer ausentarse de la Sala de Sesio-
. • nes, le fue impedido, todo lo cual conmovió profundamente
a los americanos que estaban allí presentes”.2 ,
7. Clases y razas.
Sobre los conflictos de clase que se escondían bajo el
ropaje retórico de los jefes revolucionarios, pueden dar
i Gallardo, ob. cit., p. 56. ' > ■
■ a Ibíd., p. 45. •. ■
336 . JORGE ABELARDO RAMOS

idea los temores que la ardorosa participación de los arte­


sanos (todos ellos ladinos o mestizos) suscitaron en el es­
píritu de José Cecilio del Valle. Las turbulencias populares
de 1811 y 1814 en Guatemala, destinadas a presionar a
las autoridades españolas sugirieron a Del Valle la idea
dé qué constase eñ el Acta de la Iñdependencia, que la pu­
blicación de ésta fuese heéha por el Jefe Político, “pora
'prevenir las consecuencias, que serían temibles en el caso
de que la proclamase. de hecho el mismo pueblo”.1
, La oligarquía criolla repetía la hipocresía jurídica de
las Leyes de Iridias, tan acremente juzgada por el mismo
Del Valle, de hablar de la libertad de las clases bajas y
negarlas en la realidad de la vida social, El historiador
salvadoreño Ricardo Gallardo apunta certeramente este
dilema: “Los Proceres centroamericanos de origen criollo
se interponían entre los españoles, por una, parte, y los
ladinos o mestizos, por otra, aborígenes estos últimos,
como los primeros, de América”.2 Se tendrá presente que
hacia la época de la Revolución los mestizos alcanzaban
a la cifra de 313.334, en Centroamérica.3 Las masas de
mestizos e indios participaron decisivamente en todas las
luchas por la construcción de la República Federal de Cen-
troáméricá. Creían que la revolución también se hacía para
ellos. Fue un trágico error: pues el régimen semi-servil, de
prestación personal, anulado por la revolución, aún en el
papel, se restableció oficialmente bajo el nombre de “pro-
tecturía de iridios” en 1839. En cuanto al régimen de ínan-
damientos qué debía teóricamente reemplazar al de repar­
timientos impuesto por la colonia española, sólo fue supri­
mido en 1893. ¡Bien podían juzgar los indios la revolución
criolla por la prueba de sus primeros ochenta años!
La abolición :del . tributo, el repartimiento y la mita son
reivindicaciones indígenas que no satisfacen los áristócra-

1 Gallardo, ob. cit., p. 59.


... 2 Ibid.
8 En Guatemala habla 50.000 blancos, 150.000 mestizos y 800.000
indios. En El Salvador, 3.000 blancos y 350.000 indios. V. Pedro Joa­
quínChamorro, Historia de la Federación de la América Central,
p. 19, Ed. Instituto de Cultura Hispánica, Madrid, 1951.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 387

tas criollos y que desencadenará en el interior del proceso


de independencia insurrecciones específicas condenadas a
la derrota. Como la única manera de sobresalir y emanci­
parse como indio o mestizo en la sociedad hispanocriolla
era la carrera eclesiástica, serán con frecuencia los curas
mestizos los más resueltos jefes revolucionarios de las cla­
ses oprimidas por españoles y criollos. Estas insurreccio­
nes tenían en Centroamérica el mismo carácter que las en­
cabezadas por, Tupac Amaru en Perú, por Pumacaua en
el Alto Perú, y en el Reino de la Nueva Granada a fines
del siglo XVIII.1
8. Las Provincias Unidas de Centroamérica.
El fracaso dé la revolución liberal española y su ce­
guera frente a la América revolucionaria debían originar
necesariamente la ruptura centroamericana con la metró­
poli, lo que ocurrió en 1821. Pero la revolución en México
derivó hacia la coronación como Emperador del General
Iturbide. La proximidad de Guatemala y los vínculos anti­
guos qué ambos territorios mantenían sugirió a Iturbide
la idea de. anexarse Centroamérica.
La ruptura de este violento vínculo, no"consentido por
todas las provincias centroamericanas, se produjo con la
caída del efímero Imperfo Mexicano y el Congreso cen­
troamericano de 1823, que declaró la independencia políti­
ca de España tanto como de México. A partir de ésa fecha
el antiguo Reino de Guatemala comenzó a llamarse Pro­
vincias Unidas de Centroamérica. El mismo Congreso lla­
maba a celebrar una Asamblea para constituir una Con-
1 Las rebeliones indígenas coínienzan antes de la Independen­
cia de España- y no concluyen con ella. En 1813, en el Convento de
Belén, Guatemala, coricibieron una conspiración, en la celda del su­
perior, el presbítero indio Doctor Don Tomás Ruiz, el indio Manuel
Tot y otros sacerdotes indígenas,'En 1820 hay otra rebelión indí­
gena; después hay.otra donde participan los indígenas de Santa
Catalina; en 1838 los indios bajo el mando de Anastasio-Aquino se
levantan en el Departamento de San Vicente, El Salvador. Todas
ellas' perseguían lo que los eriollos no habían concedido : abolición
del tributo, liquidación del repartimiento y supresión de la mita.
V. Gallardo, ob. cit., p. 6? y ss.
338 JORGE ABELARDO RAMOS ■ . .

federación que representase a la gran familia, americana.


El inspirador de la idea fue el hondureño José Cecilio
del Valle. Al general Francisco de Morazánle correspon­
dió la tarea de poner en marcha la República Federal de
Centroamérica. Gobernó esa región durante ocho años e
influyó en Centroamérica casi dos décadas. Es la figura
política ymilitar más notable del período, pero su pro­
grama debió desenvolverse en una lucha incesante de las
diversas: pandillas facciosas del separatismo centroame­
ricano que sometieron a la República unificada a una gue­
rra civil sin cuartel.
La política separatista de los pequeños políticos regio­
nales encontró un interesado sostén en las intrigas diplo­
máticas británicas, interesadas en perpetuar su divisa “Di­
side et impera”. Complicado el objetivó de la unión federal
con el antagonismo artificial entre católicos y liberales,
la fuerza motriz del separatismo fue sin duda la misma
que en el resto de la América Hispánica. En efecto, así
como en San Salvador, desde los últimos días coloniales
los poderosos productores de añil eran el más importante
factor político de esa provincia, en los restantes Estados
minúsculos los intereses exportadores se agrupaban bajo
las más diversas divisas políticas para imponer sus privi­
legios vinculados al mercado mundial.1 1
El raquítico poder militar de Morazán era impotente
para reunir en un solo Estado a los sectores de una eco­
nomía centrífuga. Sólo la expropiación de aquellos sec­
tores, la liberación radical de los indios y mestizos y el
establecimiento de una dictadura popular centralizada ha­
bría podido a mediados del siglo- XIX ,crear las condicio­
nes de la civilización y del progreso económico. De la mera ,
descripción del cuadro debe inferirse que este plan era utó­
pico,y qué no podía caber ni en la cabeza de Morazán, ni
en la de Bolívar. ¡ .

1 El Salvador producía añil, bálsamo, cacao y azúcar. Loa prin­


cipales productos exportables de Centroamérica eran el algodón,
el añil, la madera’ de construcción y el .palo .de tinte. V, Gavidia, ob. '
eit., y Chamorro, ob. di.

■' ' I :
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 339

9. Capitalismo mundial y fuerzas centrífugas.


El conjunto de las fuerzas productivas del capitalismo
mundial se expandía vigorosamente en los cuadros del ca­
pitalismo europeo; en las regiones coloniales o semicolo-
niales los recursos productivos del sector agrario prospe­
rarían como economías exportadoras, y adecuarían su sis­
tema de poder en pequeños Estados que sólo podrían vivir
de la exportación de una o dos materias primas. El ca­
pitalismo mundial se fundó en la creación de los grandes
Estados nacionales y se consolidó por la fragmentación del
poder de las semi-colonias, a las que transformó en Esta­
dos monocultores sometidos a la política mundial de pre­
cios regulados por la Europa capitalista.
El único centro europeo de poder vinculado a la Amé­
rica hispánica, capaz, de elevarla en un largo proceso al
nivel de las fuerzas productivas del capitalismo moderno,
era España. Pero el Imperio hispano-criollo, como ya lo
hemos visto, sucumbió a la debilidad orgánica de la propia .
burguesía española. Ésta no logró siquiera consumar su
revolución interior; mucho menos estaba en condiciones
de crear un Imperio más allá del Atlántico. '
La disolución de la República Federal de Centroamé­
rica en 1838 quedó formalizada cuando el'Congreso Fede­
ral declaró que "son libres los Estados para constituirse
del modo que tengan por conveniente".1
Cuatro años después, en 1842, el General Morazán fue
fusilado por el monstruoso general Rafael Carrera, cam-,
peón del; separatismo; centroamericano.2 Sátrapa indígena
y general bufo, se proclamó “hijo de Dios” y “Rey de los
Indios”. Había sido guardador de cerdos en Matasquintla,
Guatemala, y debió-su asombroso triunfo político^ su fu­
riosa política separatista. /
Gobernó Guatemala durante treinta años, estimulan­
do en los restantes cuatro Estados su división permauen-
1 Gallardo, ob. cit., p. 268.
a Arturo Humberto Montes, Morazán y la Federación centro­
americana, p. 319, Ed. Libro-Mex, México, 1958.
340 JORGE ABELARDO RAMOS

te, a cargo de otros pilletes de su mismo jaez, con la ben­


dición de la jerarquía eclesiástica y de lps terratenientes.
Este protector del “statu quo" gustaba escuchar música
de Mozart “sentado bajo dosel en el presbiterio de la ca­
tedral de la capital”.1
10. El separatismo de Carrera y los ingleses.
En 1849 se realizó una nueva tentativa de unión bajo
el nombre de Representación Nacional de Gentróamérica,
ante la amenaza de una intervención imperialista extran­
jera: los filibusteros al servicio de los EstadosUnidossem-
bpaban la alarma en Centroamérica. Gran Bretaña^ por
su parte, pretendía extender su influencia en los territo­
rios Mosquitios, pertenecientes a Nicaragua y Honduras,
mediante la artificial creación dé la monarquía Mosquitia.
Nuevamente en 1852 se realiza en Honduras, con la opo­
sición del siniestro General Carrera, una tentativa de re­
unión nacional constituyente de Centro América.
El partido conservador de Guatemala, que encarnaba la
infamia en un alto poder de concentración, se oponía tenaz­
mente a toda política unionista, Las campanas militares
de los restantes Estados de la época para derrocar a Ca­
rrera e imponer la unidad del Istmo, fracasaron, pues jus­
tamente el mayor poder económico exportador de Centro-
américa residía en Guatemala, cuya clase terrateniente
apoyaba al “indio” Carrera. Guatemala resultaba ser, de
este modo, una Prusia al revés.
Al mismo tiempo, Costa Rica reñía con Nicaragua por
cuestiones territoriales sobre sus respectivos derechos en la
región de Guanacaste, heridas limítrofes ahondadas y en­
venenadas por el cónsul inglés Chatfield, que promovía en
ése momento un bloqueo de los puertos salvadoreños con
el argumento de ciertas deudas. Guatemala perdía, en ta­
les circuristanciás (1851) ', el territorio de Bélico, que pa­
saba a manos dé Inglaterra. Esta última apoyaba sin em­
bozo al bandido Carrera. . ' \
1 Gallardo, ob. dt., p. 270.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 341

Belice era una fuente de pingües beneficios para Gran


Bretaña, pues los leñadores ingleses cortaban palo cam­
peche o palo Brasil, que obtenía altas cotizaciones en el
mercado mundial.1 Éntre Estados Unidos e Inglaterra,
Centroamérica era despedazada? Mientras Inglaterra re­
nunciaba a sus presuntos deréchos sobre el futuro Canal
en el Istmo, en favor de Estados Unidos, este último per­
mitía, en canje, que Inglaterra aumentase tres veces su .te­
rritorio de Belice. El Presidente Carrera suscribió un
monstruoso tratado con Inglaterra por el cual cedía a esta
última el territorio de Belice, a cambio de la construcción
de un camino desde la ciudad de Guatemala hasta la costa
atlántica. El camino no fue construido jamás, pero Ingla­
terra no devolvió Belice.12
11. Los filibusteros invaden Centroamérica.
La historia posterior de Centroamérica encierra cuán­
to pueda pedirse a la fantasía de un ebrio, y escapa a los
límites de nuestro trabajo describir esa tragedia. El per­
sonaje más típico de esta desventurada historia es sin duda
William Walker, que llegó á Nicaragua con 55 forajidos :
la “falang'e norteamericana de los inmortales”. Su, lema
era: “¡Five or None!”, esto es: ¡Cinco o ninguna! No se
trataba de mujeres, dice el historiador Gallardo, sino de
Repúblicas. El último de los filibusteros deseaba la pose-

1 La codicia británica por Belice se remontaba al siglo XVIII.


Los ingleses habían poblado ese territorio guatemalteco con negros
y zambos originarios de Jamaica, entre ellos muchos condenados a
presidio. El córte de palo de campeche era la actividad principal
de los leñadores, al mando d«^ británicos. Un siglo antes de la Inde­
pendencia se llegó a exportar hasta 5.800 toneladas de palo de cam­
peche por año. La, tonelada se pagaba en esa época hasta-xlOO libras
esterlinas. . '
2 La política inglesa álcanzó en Centroamérica una perfidia
rara vez superada. El agente diplomático británico Frederick Chat­
field fue el artífice poco Visible de la fragmentación de la Repú­
blica Federal de Centroamérica. La soberbia del Foreign Office
ante estas pequeñas Repúblicas ya no reconocía límites. El enviado
centroamericano Don Marcial Zebadúa llegó a Londres en 1825 para
entrevistar a Canning y. en 1830 aún no lo había recibido.
342 JORGE ABELARDO RAMOS

síón de toda Centroamérica. Se constituyó en el flagelo


del Istmo. Se proponía hacer de "cada pueblo una tumba
yde cada marcha una hecatombe”.1
A su retirada destruía y saqueaba cuanto encontraba
a su paso. Nuevos reclutas procedentes de Estados Unidos
con armas modernas aumentaron rápidamente el poder de
Walker, extraoficialmente apoyado por el gobierno de
Washington.2 El único factor positivo suscitado por dicho
bandolerismo fue que la alarma dé los Estados centroame­
ricanos los impulsó a unirse para rechazarlo. El Presidente
títere de Nicaragua impuesto por Walker y sus asesinos
era Patricio Aivas, que fue inmediatamente reconocido por
los Estados Unidos. Sucesivamente toda Centroamérica i
lanzó sus fuerzas contra Walker, que se proclamó Presi- I
dente de Nicaragua. Este delincuente de género extraor- 1:
dinario tenía arrestos de matamoros, sabiéndose respal­
dado por la Casa Blanca.
Para conocer sin lugar a . dudas a Walker y a los amos
que lo.sostenían, nada mejor que reproducir su programa,
bajo la forma de cuatro decretos que expidió en Nicaragua
el 12 de julio de 1856. En el 19,, decretó un empréstito,
ofreciendo en pago las tierras de Nicaragua; en el 29, de-
' 1 Resultaría imposible esbozar siquiera un resumen bibliográ-
’ fico de las fechorías norteamericanas en América Latina a partir
de la segunda mitad del siglo pasado. A título ilustrativo, V. Sa­
muel Flagg Bemis, La diplomacia de EE.UU. en América Latina,
Ed. Fondo de Cultura Económica, México; Carlos Montenegro, Las
inversiones extranjeras en América Latina, Ed. Coyoacári, Buenos
Aires. 1962; William Kreem,\Deniobraoia y tiranías en el Caribe;
Joseph Freeman y Scott Nearing, La diplomacia del dólar, 1935;
Carlos Ibarguren (h.) , De Monroe a la buena ' v.ecindqdí Buenos
Aires, 1951; Margaret Marsh, Los banqueros en Bolivia, Ed. Agui­
lar, Madrid; Leland Ji. Jenks, Nuestra Colonia de Cuba, Ed. Aguí?
lar, Madrid, 1929.
2 "El interés dé los esclavistas sirvió de estrella polar a la polí­
tica de Estados Unidos, tanto en lo exterior como, en lo¡ interior, ..
Bajo su gobierno, el Norte de México fue dividido entre los especu­
ladores de tierras estadounidenses, que esperaban con impaciencia '
la señal ' para^ caer sobre Chihuahua, Coahuila y Sonora, La>s revol­
tosas y piráticas expediciones de los filibusteros ¿ontra -los Estados
de América Central estaban dirigidas nada menos que desde la Casa
Blanca de Washington”; Marx, La guerra civil en los Estados Uni­
dos, p. 90, Ed. Lautaro, Buenos Aires, 1946.
HISTORIA DELA NACION LATINOAMERICANA 343

cretó la confiscación de los bienes nicaragüenses, en par­


ticular de sus adversarios, los que se entregarían en pro­
piedad a ciudadanos norteamericanos; en el 3?, implantó
como idioma oficial el inglés; y en el 49, establecía la es­
clavitud.1
En defipitivaf fue derrotado. Al abandonar la .ciudad
de Granada^la incendió por completo y dejó un cártel:
“Aquí estuvo Granada”. Vencido, llegó en compañía de
sus acólitos a Nueva Orleans, donde fueron recibidos 'como ,
héroes nacionales. En realidad^ lo eran. Intentó luego por
tres veces invadir Centroamérica. A la tercera, fue captu-
rado por una fragata inglesa, entregado a las autoridades
hondurenas, juzgado y fusilado en I860. | Rara victoria de
la justicia I Siempre aparece en el horizonte de todo con­
flicto, por lo demás, una oportuna fragata del Imperio.

12, El general Barrios funda la República de Centroamé-


ricá.

Muerto plácidamente en su lecho el sátrapa Carrera,


asumió el poder en Guatemala en 1873 el genera! Justó
Rufino Barrios. Era un liberal nacionalista, resuelto par­
tidario de la unidad centroamericana. Declaró en un ma­
nifiesto que sólo mediante su unión, naciones como Alema­
nia e Italia habían logrado su grandeza: “divididos yais­
lados no somos nada; unidos... podremos serlo; y lo sere->
mos, todo”¿ ■ '\ '■
El General Barrios expidió un Decreto de Unión el 28
de febrero de 1855 declarando la creación de una sola Re­
pública de Centroamérica y asumiendo el carácter de Su­
premo Jefe Militar de la Nación. Con este golp^bismarc-
kiano, Barrios aspiraba a cortar de un solo tajo la ser­
piente secular de la discordia. Pero todos los gobiernos cen-7
tróaméricanos sé opusieron a una unión por, la fuerza y
reclamaron ante' los gobiernos extranjeros, en particulari. *

i. Gallardo, ob. cit., p. 428, ,


« Ibid.
344 JORGE ABELARDO RAMOS

ante México, gobernado por el déspota Porfirio Díaz. Éste


respondió movilizando el ej ército mexicano hacia la fron-
tera de Guatemala. . <
En su Sesión del 19 de marzo de 1885 el Senado de los
' Estados Unidos declaraba que “todo intento de Unión por
la fuerza con las demás Repúblicas de Centroamérica, lo
consideraría como inamistosa y hostil intervención en sus
derechos, por estar pendiente el tratado' sobre el Canal
interoceánico”.1 Las acciones militares concluyeron con la
derrota dé Barrios y con su propia vida en la batalla de
Chalchuapa. El resto de las tentativas de unión centro­
americana pertenece más a la historia de la literatura ju­
rídica que a la historia misma. Estados Unidos, como an-.
tes Inglaterra, se oponía a toda unidad latinoamericana
■; “por la fuerza” ; como por las vías pacíficas no era posible
lograrla y la vía militar estaba prohibida por “hostil”, la
! / única salida era la balcanización.
¡Como si la unidad nacional de Estados Unidos no hu­
biera sido obtenida por una guerra- civil de varios años y
por la muerte de Lincoln!
A lo largo de estas desesperadas .tentativas por cons­
truir un gran Estado unitario en el siglo XIX, los centro-
Có americanos debían sufrir en el siglo XX las invasiones y
. ocupaciones sucesivas y regulares de los infantes de ma­
rina yanqui. Adquirirían así la condición de “territorios
ocupados” —JSTicaragua; Santo Domingo o Cuba— y se for­
jaría lá tradición europea de “Repúblicas de bananas”, in­
flexión despreciativa de los cultos rentistas y confortables
cabecillas de ladrones internacionales.
13. De las armas a la política.
La lucha armada por la unificación nacional de Amé­
rica Latina, había concluido con la caída de Artigas, San
Martín, Bolívar, Santa Cruz, Morazán y Barrios: había
durado medio siglo. Ahora, los últimos ecos de esa lucha se
manifestarían en el terreno de la política y la diplomacia
"'"7 ■ ■
1 • I 1 t -J-
1 Gallardo, ob. <ní., p. 451.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 345

en lo que resta del siglo XIX. Pero la tendencia es decli­


nante. La creación de. la nación latinoamericana se irá
transformando poco a poco en la lucha contra el imperia­
lismo dentro del sistema insular heredado. De la lucha por
la unidad a trayés de las armas, se pasará a. débiles esca-»
rámuzas por medio de la diplomacia. Y así como a la
unidad bolivariana ha sucedido la posterior fragmentación,.
ahora seguirá la mutilación territorial (México) y hasta la
cínica creación de “soberanías” nuevas (Panamá). Na­
rraremos ahora brevemente la melancólica historia de este
derrumbe. .
El Ministro de Relaciones Exteriores de México, Don
Lucas Alamán, alarmado ante los continuos avances y pro­
vocaciones de los colonos norteamericanos radicados en
Texas, invitaba al Congreso de México en 1832.a prohibir
la inmigración extranjera dé ese origen.1 Pero ya era tarde.
El .proceso de saqueo territorial de México estaba por co­
menzar. Fue en tales circunstancias que el mismo Alamán
concibió la convocatoria de un Congreso latinoamericano.
Aludiendo ■ al Congreso de Panamá planeado por Bolívar,
decía Alamán que aquél “no produjo los saludables efectos
que eran de esperarse. ,.v [por] la presencia de agentes de
■ Potencias que de ninguna manera estaban interesadas en
que el proyecto saliera adelante”.12
14. De la fragmentación a la mutilación.
Pero esta invitación no encontró eco. En 1835, cinco
años después, de la muerte de Bolívar y de la disgregación
de la Gran Colombia, aquel México que había querido ane­
xarse Centroamérica con el Emperador Iturbide, perdía a
su vez entre los colmillos de los bandidos yanquis cuatro
Estados gigantescos: Texas, Nueva México, Arizona y Ca­
lifornia. El primero de ellos, cuya extensión geográfica era
mayor que la de Francia, fue colonizado por aventureros

1 Montenegro, ob. cit., p. 30. . ';


2 José María Torres Caicedo, Mis idca$ y mis principios, T. II, '
p. 31, París, 1875, , ’ . • -
346 ' JORGE ABELARDO RAMOS

norteamericanos, la resaca social de esa nación, según sus


propios apologistas: “rudos elementos de su clase, gente
habituada a vivir al margen de la ley, imposible de gober­
nar-sino por métodos .establecidos por ellos, mismos”.,
El Presidente de Estados Unidos, Andrew, Jackson,
, un pillo brutal cuya fórmula favorita gra “primero se ocu­
pa el territorio en disputa y luego se alega el derecho a
ocuparlo”, eligió un héroe digno de la empresa. Envió a
Texas a un, antiguo compinche del ejército. Era San Hous­
ton, cuya degradación personal, así como su alcoholismo
crónico, resultaron insoportables en otro tiempo Ja sus co­
legas, por lo que se incorporó entonces durante varios años
a úna tribu de indios cherokees, que lo admitieron como
hermano, otorgándole el honroso título de “Gran Borra­
cho”. Este despojo humano fue llamado a la tribu desde
la . Casa Blanca por el Presidente Jackson, quien le dio
instrucciones precisas para encabezar una “revolución” en
Texas y “liberar” a los colonos yanquis de la ¿‘tiranía de
México”. ■
El “Gran Borracho”, entonado por el ardiente ron en
el cofre divino, no pudo contenerse al salir de la Casa Blan­
ca. Dijo alos periodistas:“Voy a Texas a hacerme un hom­
bre otra, vez. Seré presidente de una gran república. Y ha­
bré de traerla a los Estados Unidos”.1 Los especuladores
de tierras, comp Butler y los banqueros asociados propor­
cionaron todos los recursos necesarios? México perdía en-1 2

1 Montenegro, ob.cit.,p. 31. - \


2 Don Lucas Alamán, notorio conservador y católico, advirtió
largamente acerca del peligro yanqui sobre Texas. Uno de sus ad­
versarios liberales, Don Lorenzo de Zavala, criticaba la política de
Alamán acerca de Estados Unidos, pues muchos hombres del libe­
ralismo, eran rendidos admiradores del vecino del Norte en virtud
de que, decía Zabalá, ° [el] tiempo de las conquistas militares ha pa­
sado ya en. América y sólo se conocerán, al menos por algunos si­
glos, la de la libertad y la de las luces,- A estas armas sólo pueden
oponerse armas iguales; porque los progresos de la táctica militar
se han detenido delante de los adelantos de la razón pública, de la
convicción popular; fruto precioso de la imprenta y la filosofía”.,
¡Gomo para entender la historia latinoamericana mediante la sim­
ple oposición de conserVatismo y liberalismo! Cit. por González Na­
varro,El pensamiento politico de Lucas Alamán, p. 130.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 347

tre 1885 y 1846 alrededor de 1.400.000 k.¿ casi la mitad' de


su territorio. Inmediatamente después de ocupar 1st tierra
mexicana, los “civilizadores” norteamericanos restablecie­
ron la esclavitud, que había sido abolida años antes por los
“bárbaros mexicanos”. Usureros, asesinos, especuladores,
banqueros, dipsómanos incurables y ladrones de oficio am-
- pliaron la jurisdicción territorial de Estados Unidos.
Engels se equivocó al juzgar el zarpazo; pero un poeta
norteamericano, por lo menos, escribió unos versos como
humilde lápida: “Qwe griten la tonada de la libertad /
Hasta amoratarse las caras / Quieren solamente a Califor-
nia / Para sumarla a los Estados esclavistas / Yluego en­
gañarnos y saquearnos”.1 El territorio de la patria latinó- .
americana, en lugar de unificarse se reducía, de Norte
a Sur. ■?' "
15. Invasiones y Congresos. ■ /■ ■ >'■
Mientras sufría estas amputaciones, y las guerras civi­
les desgarraban todavía su suelo, México se dirigía en 1838
al gobierno de Venezuela para asociarlo al Proyecto de Con­
greso Hispanoamericano, reproduciendo su circular de
1831. El lugar de reunión sería Tacuyaba, Panamá o Lima.
Repite esta invitación un año más tarde y nuevamente en
1840. Pero la tierra natal de Bolívar rehusaba: el antiguo
foco de la unidad ahora era aislacionista y renegaba del
programa bolivariano. • - /;
Por lo demás, se aproxima un período en que América
latina será considerada cada vez más botín, presa o bien
mostrenco de las grandes potencias.*2 Unp.de los antiguos
oficiales de Bolívar, el general ecuatoriano Juan José Flo­
res, conspira desde España, con el apoyo de la Corte, para
armar un ej ército mercenario en Europa, regresar a Amé­
rica del Sur y apoderarse del- poder como Regenté, instau-
,1 Montenegro, ob. cit., p. 38.
2 Saldías, ob. cit., T., III, p. 174. Julio Irazusta, Vida, -politico, de
Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia, T; V, p¿ 180,
Ed. Huemul, Buenos Aires, .1961; Barba/ ob. cit.’, Jorge M. Mayer,
Alberdi y su tiempo, p. 634,Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1963.
848 ‘ J JORGE ABELARDO RAMOS

>■ rando una monarquía Borbón en Ecuador, Bolivia, Perú y


otros Estados. Pretendía coronar a un hijo menor de la
Reina María Cristina y de su morganátieo marido. El in­
sensato proyecto se disipa entre las intrigas de las alcobas
reales. Más tardé, en 1859, el dictador García Moreno, tam­
bién del Ecuador, pedirá un protectorado de Francia ; lue­
go, Luis Napoleón, el sobrino del Bonaparte célebre, ins­
talará en México a Maximiliano dé Austria, que concluirá
fusilado en Querétaro por Benito Juárez.
.i En este cuadro político, donde Estados Unidos y las po-
/ - tencias europeas; en particular Inglaterra y Francia, des-
■' . pliegan todo su poder colonial, se reunió en Lima en 1847
el Congreso de Plenipotenciarios Americanos al que asis-
•s tieron delegados de Bolivia, Chile, Ecuador, Nueva Grana­
da, Perú y México. El gobierno del Perú invitaba al gene-
■ raí Rosas, Encargado de las Relaciones Exteriores de la
:T Confederación Argentina, a concurrir a dicho Congreso,
ante la amenaza de nuevos ataques contra la soberanía his­
panoamericana. Rosas adhirió al proyecto, pero.se excusó
de concurrir al Congreso dadas “las extraordinarias cir­
cunstancias de lá Confederación Argentina”.1 En esos mo-
i mentos.las flotas inglesa y francesa bloqueaban el Rio de
la Plata y Rosas enfrentaba a las dos mayores potencias
’ ' europeas de ,1a época. La aversión contra los extranjeros
; era general en América.2
í Sarmiento, en cambio, el famoso libelista adversario de
Rosas, emigrado en Chile, escribía contra él Congreso ame­
ricano, aloque reputaba ineficaz, pues “no había propia-
meme interéses recíprocos entre los Estados a,meficaPos
sin instituciones arraigadas”.3 Ni se le ocurría a Sarmién-
i > to, tan fértil en ocurrencias, que las instituciones no arrai-

■ . . 1 Saldías, ob. cit., T. III, p. 174. _


2 El. ataque a México por Estados Unidos “hicieron perder a
los Estados Unidos la confianza y respeto de la Argentina y colo­
caron al gobierno de Washington al mismo nivel que los de Londres
.y París”, que en ése mismo momento estaban interviniendo con sus
flotas en el Río de la Plata. V. John F. Cady, La intervención ex­
tranjera en el Rio de la Plata (1838-1850), p. 209, Ed. Losada, Bue-
• nos Aires, 1943. . . .
s Saldías, ob cit., T. III, p. 252.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 349

gaban en América porque América estaba dividida como


Polonia y que las instituciones que irían a arraigarse, con
su ayuda, naturalmente, en el Río de la Plata, lo serían
para rematar la balcanización y oponer a los históricos “in­
tereses recíprocos”, los “intereses antagónicos” de la era
insular. En el Congreso se aprobó un tratado de Confede­
ración, otro dé comercio y navegación y varios de conve­
nios postales y consulares. Proclamó asimismo el princi­
pio de no intervención. ¡ Las palabras habían sucedido a
las armas! ' :
En 1.856, Chile, Ecuador y Perú firmaron otro Tratado
llamado “Continental” y que debía presentarse a la firma
de los restantes Estados latinoamericanos. Era abierta­
mente hostil a lós Estados Unidos, que en esos momentos
intervenía en Centroamérica detrás del filibustero Walker.
I
16. Dos Argentinas ante América Latina.
El “Tratado Continental” suscitó una simpatía general.
Del Río de la Plata, sin embargo, provinieron dos posicio­
nes abiertamente contradictorias sobre el tratado. La pri­
mera, que podríamos denominar la posición argentina, fue
expresada por el gobierno de la Confederación Argentina
con capital en Paraná, desempeñado por el Vicepresidente
en ejercicio, general Juan Esteban Pedernera.1 Era un vie­
jo soldado que había guerreado medio siglo en las campa­
ñas continentales de la Independencia. El secretario'de la
Presidencia era José Hernández, el poeta genial, autor de
“Martín Fierro”.
1 Después de la caída dé Rosas, el país se dividió: la provincia
de Buenos Aires, con la ciudad y puerto, del mismo nombre, por un
lado; y el resto de las antiguas Provincias Unidas, con su capital
provisoria en Paraná, por el otro. El motivo de esta .división era
muy claro. Al caer Rosas se replanteó la necesidad de organizar el
país, o sea de nacionalizar la ciudad y puerto más importantes, que
era Buenos Aires, y establecer un gobierno nacional representativo,
dotado dé las rentas porteñas, antes propiedad de Buenos Aires,
para contribuit al progreso argentino. Los intereses porteños se
unieron de nuevo —rosistas y antirosistas, unitarios y federales de
Buenos Aires—'■ contra esa política a que aspiraba el Interior; Bue­
nos Aires se declaró Estado independiente. Prefería romper la uni­
dad argentina antes que entregar la Aduana. . ~
350 JORGE ABELARDO RAMOS

Dicho gobierno representaba a todas las provincias ar­


gentinas, menos a la provincia de Buenos Aires, que desde
? la caída de Rosas se había declarado independiente, para
seguir usufructuando la campaña, la ciudad y el puerto en
su exclusivo beneficio,, Era aquella misma provincia del
separatismo antiargentino y antiamericano, la provincia '
de Rivadavia y dé Mitre, el polo áureo de la gravitación
europea. El General Pedernera respondió el 23 de noviem­
bre de 1861 a los Estados que habían suscrito el “Tratado
continental” que la, República Argentina “sería una vez
. wíás el primer soldado que se presente para sostener el ho­
nor y dignidad de la causa americana”?
Una semana más tarde el gobierno nacional de Peder-
ñera se disolvía ante la traición de Urquizá/ su más pode­
roso sostén militar, y delegaba los poderes nacionales. Con
un simulacro electoral la provincia de Buenos Aires iría
ahora a controlar por medio de la presidencia de Mitre
todo el país, y a someterlo a un castigo sangriento.
El ministro plenipotenciario del Perú insistía once
meses más tarde, ante el gobierno de Mitre sobre el Tra­
tado. Ahora, la posición que llamaremos porteña, respon­
día por boca de Rufino de Elizalde, agente anglobrasileño
y Ministro de Mitre: “La América independiente es una
entidad política que no existe ni es posible constituir por
combinaciones diplomáticas. La América, conteniendo na­
ciones independientes, con necesidades y medios de gobier­
nos propios, no puede nunca formar una sola, entidad po­
lítica.-. La naturaleza y los hechos la han dividido y los
esfuerzos de la diplomacia son estériles para contrariar la
existencia de esas nacionalidades".12
1 Torres Caicedo, ob. pit., p. 42.
2 Rechazando toda alianza con los Estados americanos frente a
una amenaza europea que estimaba quimérica, el servil Elizalde
agregaba; “Por lo que hace a la. República Argentina jamás ha te­
mido por ninguna amenaza de lá Europa en conjunto ni de. ningu­
na de las naciones qué la forman. Durante la guerra' de la Indepen­
dencia contó con la simpatía y cooperación de las más poderosas
naciones. Cuando se- encontró en guerra con sus vecinos, fue por la
mediación de una potencia europea que ajustó la paz. En la larga
época de la dictadura de los elementos bárbaros que tenía en su
seno, como consecuencia de lacoloniay de la guerra civil, las yo-
HISTORIA DELA NACION LATINOAMERICANA ,851

El firmante de esa nota, insolente hacia los pueblos


hermanos y humilde hacia los Estados poderosos de Euro­
pa, era un petimetre capaz de todas las felonías para gozar.
de la aprobación de su amo del momento. Empujó el ca-
rruaje de Manuelita Rosas en uno de los episodios particu­
larmente serviles del viejo régimen rosista. Pero había
"vuelto su poncho” al día siguiente de la derrota de Case­
ros, para unirse a los vencedores y adularlos, con la mis­
ma pasión que- había consagrado antes a Rosas. Era la
indignidad hecha hombre.1 o
Descendía directamente de la estirpe porteña de corte­
sanos probritánicos cuyo paradigma en la generación an­
terior había' sido/ Manuel José García, el agente de Pon-
sonby en la segregación dé la Banda Oriental, así como
su jefe del día, el general Mitre, era el equivalente del
Señor Rivadavia en su librecambismo ortodoxo, su odio a
tencias europeas le prestaron servicios muy señalados. La acción
de la Europa en la República Argentina: ha sido siempre protectora
y civilizadora, y si alguna vez hemos tenido desinteligencias con
algunos gobiernos europeos, no siempre ha podido decirse que, los
abusos de los poderes irregulares que han surgido demuestras revo­
luciones no hayan sido la causa.Recibiendo de la Europa los ca­
pitales que nuestra industria requiere; existiendo un cambio mutuo
dé productos, puede decirse que la República está identificada con
la Europa hasta lo más que es posible.
■ No puede por consiguiente temer nada, porque tantos antece­
dentes y tantos elementos le dan la mas completa seguridad de que
ningún peligro la amenaza. Cree que en la misma situación se en­
cuentran todas las Repúblicas americanas, Si alguna vez las nacio­
nes europeas, han pretendido algunas injusticias de los gobiernos
americanos; estos han sido hechos aislados que no. constituyen úna
política; y los gobiernos americanos si se han sometido a ellos, ha
sido siempre por el estado en que se han encontrado por causa de
sus luchas civiles. No hay un'elemento europeo, antagonista de un
elemento americano; lejos de eso,.púede'asegurarse que más víncu-,
los, más interés, más armonía hay, entre las repúblicas america­
nas con algunas naciones europeas, que entre ellas mismas”. Don.
Buenaventura Seoane, Ministro del Perú, le respondía irónicamen­
te el 17 de noviembre de 1862: “¿Y Santo Domingo, Sr. Ministro?
¿Y México? ¿Y las Islas Malvinas?". V. José Victoriano Lastarria,
La América, p. 251, .Imprenta del Siglo, Buenos Aires, 1865. En ese
momento España invadía Santo Domingo y Francia a México; In­
glaterra ocupaba las Malvinas hacía 30 años. -
1 V. Carlos D’Amico, Buenos Aires, su política, sus hombres,
Éd. Americana, Buenos Aires, 1953. •

352 : JORGE ABELARDO RAMOS

Bolívar y a los gauchos, su respeto lacayuno por los em­


bajadores de las cortes europeas.
17. La flota española en el Pacífico.
Un nuevo Congreso americano se celebró en Lima a
principios de 1864. Por una de sus habituales faltas de cor­
dura, Sarmiento, amigo de Mitre,- asiste al Congreso en
Lima; invocando Una imprecisa representación argentina.
. El Presidente Mitre lo desautoriza: “Usted parece Haber
olvidado la historia del pretendido Congreso. Bolívar lo in­
ventó para dominar a la América y el móvil egoísta que lo
aconsejó mató la idea por "cuarenta años”? Mitre no,mata­
ba ideas (era incapaz en esa materia); pero se consólaría
matando hombres, mujeres y niños en el Paraguay. La
unidad americana del mitrismo porteño era la unidad en la
tumba. -J'/ - - ;
En abril dé ésé mismo año España intervenía nueva­
mente en América ocupando las Islas Chinchas en el Perú,
en una turbia combinación con la invisible Inglaterra y se
disponía a atacar a Chile. El Ministro de Relaciones Exte­
riores de Chile, ante la insolencia de la flota española en
el Pacífico, escribía al Ministro de España en mayo de
1864 “que los peligros exteriores que vengan a amenazar
a algunos de ellos [los Estados latinoamericanos] en su in­
dependencia o seguridad no deben ser indiferentes a nin­
guno de los otros”. Él español respondió con una ironía
que en relación con Buenos Aires se demostraría certera :
“Mi gobierno ignora que él de Chile ejerza algún protecto-

1 Mitre reprochaba a Sarmiento haber concurrido al Congreso


después de haber pronunciado en su calidad de diplomático argen­
tino belicosos discursos contra España. El Presidente se declaia
’ sorprendido: “después dé tan guerrera proclama, me sale usted con
la pamplina del Congreso Americano de Lima”, organizado por “odio
a la. ¡democracia norteamericana”. V. Rodolfo Ortega Peña y Eduar­
do Luis Duhalde, Felipe Várela contra el imperio británico, p. 73,
, Ed. Sudestada, ¡Buenos Aires, 1963, y Manuel Gálvez, Vida de Sar-
» i miento, p. 263, Ed. Tor, Buenos Aires, 1952.
J , 2 Lastarria, ob. cit., p. 248. ,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 353

rodo sobre el Peril, ni que con éste tenga algún tratado


público o privado de alianza ofensiva y defensiva”.1
Parecía que una nueva Santa Alianza europea, ayuda­
da esta vez por el arrogante Imperio yanqui, iría a doble­
gar a la América Latina. Una expedición francesa, envia­
da por el Emperador Napoleón III, él ridículo sobrino del
' corso, imponía en un trono fabricado al efecto a Maximi­
liano de Austria en tierra azteca. Los Estados del Pací­
fico, en particular Chile y Perú, viejos aliados de las Pro­
vincias argentinas en la lucha contra el absolutismo espa­
ñol, pedían el apoyo del gobierno de Buenos Aires. Pero
Mitre rehusó comprometerse con Chile y Perú ; declaró su
neutralidad ante el ataque español. “El.mercantilismo por­
teño fue elevado én esta circunstancia a la categoría de
poiíítca nacional",. escribía Gabriel René-Moreno.12

18. Del Congreso de Panamá al Canal de Panamá.


La única predilección exterior de los porteños, fuera de
Gran Bretaña, era el Imperio del Brasil, instrumento de
Inglaterra. Én el mismo momento que Mitre negaba su
apoyo a los pueblos del Pacífico, España ocupaba Santo
Domingo. Inglaterra apoyaba ajos esclavistas del Sur nor­
teamericano en la guerra civil. México estaba ocupado por
tropas francesas. La propia Buenos Aires, aliada al Bra­
sil británico, se disponía a invadir y exterminar el Estado
del Paraguay, primer modelo dé Estado soberano e indus­
trial en la América del Sur.
Los treinta años posteriores constituyen el espectáculo
tragicómico de úna nación despedazada cuyos muñones y
órganos imitan los gestos y movimientos de seres normal­
mente conformados. La balcanización se organiza en el
marco de los “Estados Nacionales”. El sistema" intercomu­
nicante del mercado mundial en la época de mayor pros­
peridad de toda la historia del capitalismo europeo, per­
mite á estos Estados, grotescamente trocados en “Na-

1 Ibid.
2 Gabriel René-Moreno, ob. cñt., p. 67.
' 354 JORGE ABELARDO RAMOS

.. ciones”, gozar en, ese período de cierta estabilidad. Se


L forman clases asociadas ál comercio de exportación y bene-
ficiadas por el sistema. Se confeccionan escudos, símbolos,
1 . monedas, mapas, uniformes, estampillas, libros geográfi-
; eos y textos de historias nacionales tan contrahechos como
J las geografías mutiladas. La historia latinoamericana
ha muerto, como los hombres olvidados que la hicieron.
El programa que Bolívar había comenzado en Pana-
L- má en 1826, debía concluir en 1903, también en Panamá,
; convertida de cuna en sepulcro de la bandera bolivariana.
■ Para construir el Canal interoceánico contra la voluntad
■ . del Senado colombiano, el imperialismo norteamericano
i . arrebataba su provincia norteña a Colombia y anunciaba
¡ al mundo el nacimiento de una nueva soberanía. ¡ Del Con­
greso de Panamá al Canal de Panamá! América Latina ya
■estaba en condiciones de realizar un. balance de . los pri-
í ’ meros cien años de su “era independiente”.

■; •
i •
r
■i':

1
. CAPITULO XII

LA AUTOCONGIENGIA DE LA
NACION INCONCLUSA

,; “Él progreso es; el desarrollo del orden”.


■:: ; Comte.

“De no haber predominio de sangre, indígena, desde él


comienzo habría dado el país, [Bolivia] orientación cón-
cíente a su vida, adoptando toda clase, de perfecciona- ,,
miento en el orden material y moral”.,
Alcides Arguedae.

“Si lá América del Norte, después del empuje de 1775,


hubiera sancionado la dispersión de sus fragmentos
para formar repúblicas independientes; si Georgia, Ma­
ryland, Rhode Island, Nueva York, Nueva Jersey, Con­
necticut/ Nueva Hampshire,. Maine, Carolina del Norte,
Carolina del Sur y Pensilvania se hubieran erigido en
naciones autónomas, ¿comprobaríamos el progreso in­
verosímil que es la distintiva de los yanquis? Lo que
lo ha facilitado es la unión de las trece1 jurisdicciones
coloniales que estaban lejos de presentar la homogenei­
dad que advertimos entre las que se separaron -de Es­
paña. Este es el punto de arranque de la superioridad
anglosajona en el Nuevo Mundo”.
- Manuel Ugante.
La ruina del plan bolivariano y la patética lucha per­
sonal del Libertador ante el derrumbe ha movido a los his­
toriadores; a dialéctizar la pugna entre el héroe y el desti­
nó, reviviendo las mohosas categorías carlylianas sobre el
papel del individuo en la historia. Bolívar habría sido “un
soñador” y su proyecto “una hermosa quimera”. La rigu­
rosa necesidad de unificar América Latina no sería sino
un “ideal”, digno de evocarse en las conferencias de la
O.E.A. o en las sesiones del Banco Interamericano de Des­
arrollo.1 - '
Todas las fuerzas que Bolívar logró congregar en su
torno para consumar la independencia, se disolvieron cuan­
do pretendió construir la unidad de los Estados recién
emancipados. Las mismas oligarquías regionales que sos­
tuvieron a los ejércitos libertadores con .recursos y hom­
bres, entre los que figuraban muchos parroquiales “padres
de la patria”, se volvieron contra los unificadores cuando
el comercio libre estuvo garantizado. De esa disgregación
nacieron las pequeñas patrias, estas miserables y arrogan­
tes “naciones”, pavoneándose con sus ejércitos sin armas,
sus aduanas de bajas tarifas, sus territorios desolados,
sus monedas perpetuamente devaluadas y las prolijas fron­
teras dé los incontables Principados de Luxeriiburgo que
colorean■ Á el mapa gigante.

1 El BID y su Presidente, el chileno Felipe Herrera, son “boli-


varianos” y hasta publican textos alusivos en su revista “Integra­
ción”. El imperialismo es sabiamente omitido en los poemas ban-
parios de Astos intrépidos luchadoras.
358; JORGE ABELARDO RAMOS

La época de la “argentinidad”1, de la, “peruanidad”, de


la “bolivianidad”, de Ja “chilenidad”debía coincidir con la
sólida inserción en la estructura del comercio mundial de
los Estados librados, al azar histórico después de la muer­
te de Bolívar. Dicho fenómeno' se? despliega alrededor dé
1880, cuando los países latinoamericanos elaboran sus for­
mas jurídicas más o menos permanentes y construyen su
“unidad nacional”, a la vez que Europa o Estados Unidos
establecen con. ellos canales regulares, de intercambio y la
complementación económica se consolida en la unilatera-
lidad de la producción. . • . ; • ?
En el marco de hierro de la balcanizaeión, se modelan
los Estados en la década del 80: Rafael Núñez en Colom­
bia, el general Roca en la Argentina, el coronel Latorre en
el Uruguay, Porfirio Díaz en México, Santa María en Chi­
le, Alfaro en el Ecuador, Guzmán Blanco en Venezuela,
Ruy Barbosa en el Brasil instauran el reinado de la pros­
peridad agraria o minera y la hegemonía positivista.
1. El Positivismo en Europa.

¿Y qué género de filosofía.es ésta que domina la vida


intelectual de América Latina en elmismo período en que
parece declinar para siempre la idea histórica de la unidad
latinoamericana? El positivismo comtiáno satisfacía las
necesidades filosóficas de la burguesía europea, si así pue­
de decirse. Es el triunfo del racionalismo fundado en la
ciencia experimental, que pretende en Europa recusar al
irracionalismo romántico, dotar a la, sociedad de una cien­
cia fundada en los hechos ciertos y extender la idea de una
evolución incesante a la que no se veía límite alguno. El
carácter acumulativo del progreso y la autoconciencia de un
bienestar. creciente debía encontrar.en los héroes de Bal­
zac sus tipos más demostrativos. .

1 Ricardo Rojas popularizó el vocablo. En América Latina la


balcanizaeión desencadenó búsquedas literarias del “ser nacional”,
es decir del “ser argentino", “ser peAano”, etc., que pronto asu­
mieron un carácter puramente psicológico cuando no místjpp,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 359

Todo esto era completamente natural: hacía medió si­


glo que la burguesía francesa había hecho su gran revo­
lución. Ahora, las marchas heroicas y los torrentes revo­
lucionarios eran festejados, pacíficamente los, días 14 de
Julio con bailes populares en las calles de París. Artesa­
nos, burgueses y estudiantes alborotaban luego con sus ami-
guitas bebiendo cerveza en las tabernas. ¡ Eso era todo! La
burguesía francesa estaba en reposo y disfrutaba su feli­
cidad, que se le antojaba eterna. Augusto - Comte' dictaba
Cursos de Astronomía popular para obreros en una muni-7
cipalidad de París.1 El creador del positivismo y la socio-
.<• logia se formó, espiritualmente en la época de la Restau-
, ración; aborrecía Jas revoluciones y condenaba la teología,
aunque no pudo resistir la tentación de escribir un Cate­
cismo y hasta elaborar los ritos Rara la celebración de ma­
trimonios positivistas? >
Comte habííi condensado su credo en dos palabras que
incluyó el escudo brasileño como divisa tutelar: "Orden y
Progreso", pero como Corte era un conservador esencial,
definía el Progreso como "el desarrollo del orden". Toda
reorganización debe comenzar por las ideas, pasar a las
costumbres y finalmente, decía, alcanzar a las institucio-
. nes.1*3*8A los obreros que asistían a sus cursos sobre astro­
nomía popular, los educaba en principios conservadores
análogos. "La escuela 'positivista tiene necesidad del man­
tenimiento. continuo del orden material. Ella no pide a los
gobiernos más que "libertad y atención”... El pueblo no
puede esperar, ni aún. desear, ninguna participación impor-
. tante en el poder político. Él se interesa no en la conquista
del poder, sino en su uso real... también está dispuesto a
1 Augusto Comte, Discours sur Vesprit positif, pv8, Union Gé-
' néral d’editións, París, 1963. Comte dictó estos cursos'durante 17
años consecutivos. Los llamados obreros eran artesanos: relojeros,
carpinteros, orfebres, que en pequeño número concurrían a las cla­
ses de Comte: “el resto es una. mezcla muy variada donde abun­
dan los. ancianos”, escribía el filósofo a Stuart Mill. V. ob. cit., p. 23.
8 Ibid, ■ ,r ■ , • ;' •
8 Sobre algunos aspectos de la, influencia positivista en el Bra­
sil, v. Alberto Guerreiro Ramos,- Mito e ve^dade da revcluQÚo brasi-
/eiru, p. 1$,. Ed. Zahaf Editores; Río de.Janeiro, 1963,
’360 JORGE ABELARDO RAMOS

desear qué la vana y tormentosa discusión de los derechos


sea reemplazada por una fecunda y saludable apreciación
de los deberes”.1 '
■En otras palabras, se trataba de conciliar las dos for­
mas “fundamentales” del espíritu humano: la tendencia ha­
cia la anarquía y la tendencia á la reacción, la revolución
y la contrarrevolución. Comte se oponía a ambas. La bur­
guesía europea no deseaba hacia fines de siglo otra cosa
qúeconservar lo adquirido ¡vivía en el puro presente y no
deseaba precipitarse al porvenir.12 La poetización dé la cien­
cia era para la burguesía algo tan natural, como situar
los tiempos tenebrosos en el pasado y dibuj,ar un horizonte
rosa rodeado de tranquilizadores microscopios. El anticle­
ricalismo era excitado, por añadidura, por él Syllabus tro­
glodita de Pío IX: estos enfrentamientos fueron dé vasta
resonancia y apresuráronla laicización de la enseñanza
pública y dé la legislación civil.
2. El Positivismo en América Latina.
Los nuevos Estados latinoamericanos acogieron el po­
sitivismo y las leyes civiles con igual ardor que los Paria- ■
mentos liberales de Europa. Los generales brasileños eran
positivistas, protegidos de Inglaterra y guardianes del sis­
tema esclavista.3 También profesaban el positivismo los in­
telectuales que rodeaban al paternal déspota Porfirio Díaz.
1 “La reorganización de las opiniones y las costumbres.... es
•, la única base sólida de la regeneración gradual dé las instituciones
sociales”, dice: Comte, Discours sur I’esprit positif, p. 63. '
2 El europeocentrismo de. Comte era diáfano. La tarea posi-
. .^Jávista no se limitaría a Francia-, “abrazará naturalmente todos los
pueblos avanzados que hoy participan, á pesar de sus diversidades
nacionales,, de la misma necesidad de regeneración social.. esta fa­
milia de élite contendrá, alrededor del centro francés,, de úna parte
Alemania e Inglaterra con sus anexos naturales, de otra parte Ita­
lia y España. ..-así la Sociedad Positivista no será, en sus senti-
■ mientas y en sus pensamientos, ni nacional, ni cosmopolita, sino
occidental; por :lo demás, ella concibe la regeneración final como
debiendo extenderse luego, siguiendo una .progresión determinada,
a todo el resto de la .humanidad, bajo la sabia asistencia del-Occiden­
te unido”, ob. di., p. ,62. '
3 La filosofía de Comte se dictaba en la Escuela_ Superior de
Guerra del Brasil, ' -
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 361

Tanto hablaban de la “Ciencia”, que el.pueblo mexicano


se refería a ellos' coma los “científicos”. .Tuvieron tiempo
para difundirla, pues Don Porfirio subió al gobierno en
1872 y recién pudieron derrocarlo en 1911. Su Secretario
-de Educación, Don Justo Sierra, fundador de la Universi­
dad, aunque nunca abrazó categóricamente el positivismo,
•era naturalmente uh’liberal y un ardoroso librecambista.
Sabía hablarle a los obreros, por añadidura, con el lengua­
je dé las bayonetas.1 '
Él argentino Agustín Alvarez escribía en “South Ame­
rica” su condenación de la política criolla, nóngénitamente
incapaz de elevarse al modelo anglo-sajórí: la fórmula
norteamericana era buena, pero el contenido indígena .era
detestable.2 ' . ' ' -

1 Así como el conservador Alamán había sido un tenaz protec-


' cionista y creador de industrias en México, el liberal Justo Sierra
era un campeón del librecambismo. Las Ideas político-filosóficas es­
taban en contradicción con las ideas económicas de ambos. En el
caso de Sierra, su liberalismo era compatible con el régimen de
Porfirio que entregó, casi 2 millones de hectáreas de tierras mexi­
canas sobre la frontera con Estados Unidos a compañías de esa
nacionalidad. En cuanto á Ja clase obrera, Sierra asistió a un Con-
' greso dé Trabajadores de la Industria Tabaquera en julio de 1906.
En dicho Congreso afirmó: “He oido varios discursos de ustedes y
• . . aunque fuertes, no me disgustan, pero sí deben saber que si en las
huelgas que ustedes tengan hay un solo hombre que quiera traba­
jar, así como si se altera él orden, el gobierno cuenta eon 60.000
bayonetas para apoyar a ese hombre y sostener el orden”; ante es­
tas palabras, el delegado Julio M. Platas se. dirigió al Congreso
con las siguientes- palabras: “Perdón, señores; ustedes me ordena­
ron que yo invitara a este Congreso al ciudadano Secretario de Ins­
trucción Pública,, y torpe de mí, invité al ciudadano Secretario de
Guerra.. . Dice el Señor Ministro qué los pueblos que no se agitan
son pueblos muertos, que merecen la esclavitud, y nos trata como
esclavos, amenazándonos con sus bayonetas...” El delegado obrero
no conocía a Cómte. tan bien como Justo Sierra: primero venía
< el orden y luego el progreso. V. Víctor Alba, -Las ideas sociales con­
temporáneas en México, p. 93, Ed. Fondo de Cultura "Económica,
México, 1960. . ‘
Los científicos mexicanos creían que“los indios y razas mezcla
das erañ gente irremediable y peligrosa, condenada biológicamente
a la inferioridad y a la tutela”. V. Hanke, ob cit., p. 149.
2 Ridiculizando las; costumbres políticas latinoamericanas, que-
atribuye a la fatalidad de la herencia hispano-indígena, Agustín
Alvarez cuenta Jo siguiente: un periodista corrido a latigazos por
un jefe de policía de Mendoza, se refugia en la casa del Gobernador
362 JORGE ABELARDO RAMOS /

De este modo circularon libremente por Améi'ica La­


tina de fine^ de siglo Adam Smith y Comte, Spencer,
Bentham, Stuart Mill y Darwin. La traducción vernácula
de estas corrientes consistía en practicar un librecambis-
mo que impedía la industria latinoamericana (Smith); de
comenzar la reforma de la sociedad por la reforma de las
ideas: (Comte)* de erigir el interés individual contra el Es-
< tado y la primacía de joútil, como norma de verdad (Speh-
cer, Bentham) y de considerar a las razas indígenas es­
clavizadas como la prueba de la supervivencia del más
apto (Dárwin). La incorporación en América Latina del
, positivismo' como doctrina conservadora del "statu quo”
resultaba equivalente a la perpetuación del monocultivo,
la servidumbre indígena, la producción exportable como
fuente exclusiva de recursos fiscales y la balcanización.
8, Positivistas y jíbaros.

¡El noble producto importado venía con la garantía de


su sello europeo y eso era suficiente! Pero empleábamos
esa superestructura jurídica y filosófica burguesa sin rea­
lizar en América Latina la revolución burguesa que la ha­
bía generado en Europa. Se operaba un viaje transatlántico
de las leyes y la filosofía sin importar al mismo tiempo
las relaciones sociales, los métodos de producción ni la
estructura de clases. América Latina tuvo así matrimonio
civil sin máquina de vapor y Estados soberanos organiza­
dos según el patrón de John Locke, donde algunos ciuda­
danos pasaban sus tardes
* reduciendo cráneos humanos al
tamaño de un puño mediante un interesante procedimiento
de cocción desconocido por los juristas ingleses. Tuvimos
de la provincia, a quien pide garantías constitucionales. Él Gober­
nador se apresura. a sacarlo p^r una puerta trasera de la casa, oue
da a una. callejuela estrecha y llena de monte, al,tiempo que le dice
al periodista: "Dispare por aquí, amigo". Desde entonces se llamó
a esa callejuela, que carecía de nombre, "Callejón de las Garantías".
V. Agustín Alvarez, South America, Ensayo de psicología política,
La. Cultura Popular, Buenos Aires, 1933. El tituló en • .inglés es el
mejor acierto de! libro de Alvarez, pues es una típi.ca visión sajona
de nuestra supuesta barbarie.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 363

cementerios secularizados y escuela laica, pero se mantuvo


el atraso clásico que garantizaba la condición semicolonial
de América Latina. Gozamos (jy no siempre!) de sobe­
ranía territorial en cada Estado a condición de olvidar
nuestra, soberanía balcanizada como Nación inconclusa,
? Así pudieron redactarse soberbias Constituciones de
cufio europeo o norteamericano estableciendo los tres po­
deres de Montesquieu en provincias andrajosas erigidas en
‘-Naciones”, qué hasta carecían de burguesía y cuyos pre­
supuestos apenas alcanzaban para pagar los sueldos de ún
solo poder, que siempre era el Poder Ejecutivo. |Los par­
tidarios del positivismo burgués europeo en América Lati­
na resultaban ser los enemigos del desarrollo capitalista
en sus propias patrias! ;■ ; ?
La filosofía que él capitalismotriunfante adoptará én
su vejez en Europa era prohijada por los terratenientes
parasitarios o exportadores improductivos de los grandes
puertos como la fórmula intelectual del “progreso”. Pero
en esta filosofía el acento era puesto en el “orden” más
que en el. progreso: y era protegida por las clases más '
hostiles a la conquista de una economía independiente.
El positivismo se revelaba, en definitiva, como una fi­
losofía conservadora a la que habían invertido de signo
al cruzar él Océano; sus cándidos consumidores latino­
americanos la identificaban con las “ideas avanzadas”. Re­
sucitaba bajo nuevas formas el antagonismo entre el pen­
samiento y la vida, patético en los siglos coloniales y que
en la era insular resultaría tragicómico. ;

4. Ideología sin relaciones sociales. o _

La vieja Europa había necesitado miles de años para


atravesar las ruinas del esclavismo, el feudalismo, el Re­
nacimiento y la Reforma, asimilar la Contrarreforma y lá
Victoria de .la ciudad burguesa, luchar por el advenimiento
de los derechos del hombre, conquistar el Parlamento y la
libertad de prensa. Esos vastos procesos se habían desen­
vuelto íntimamente trabados a los conflictos de las for-
364 JORGE ABELARDO RAMOS

mas de producción sobre las que reposaba la sociedad civil.


Ni siquiera podía hablarse de Parlamentarismo sin exa­
minar la victoria completa de la producción capitalista en
_ Europa. ‘
Pues bien, cuando la Europa capitalista incorpora a
Aniérica Latina como una gigantesca provincia agro-mi­
nera a su sistema industrial metropolitano, dota a su vez
a nuestro continente de un “stock” jurídico y político com­
puesto de todas sus piezas, que servirá para crear una fic­
ción de aquella sociedad rica y evolucionada, pero que no
. puede funcionar por sí mismo, pues ese sistema ha dejado
su mecanismo, su cuerda, su fuerza motriz en Europa. Nos
han enviado sólo la parte., de afuera, el envase pintado,
como esoss lomos dibujados de falsos libros que aparecen
en las vidrieras de ciertas mueblerías o las manzanas de
cera que decoraban las viejas casas de familia en la clase
mediade 1920.
La inaplicabilidad del liberalismo positivista europeo
a América Latina resultaba, tan evidente para ciertos in­
telectuales del 900, quemo tuvieron más remedio que decla-
■ rarse racistas y acariciar la. esperanza de que el tiempo
concluiría por eliminar a los indios y mulatos para permi­
tir un progreso orgánico. Ese era el punto de vista de Al-
í cides Arguedas, el boliviano, o de los argentinos Carlos
Octavio Bunge> Ramos Mejía, Ingenieros y otros.1 .

5. El Racismo de Alcides Arguedas.

• Arguedas, que no era precisamente un ejemplar del mas


puro tipo caucásico, musitaba compasivamente estas pala­
bras sobre el triste destino de Bolivia: “Dé no haber pre­
dominio de sangre, indígena, desde el comienzo habría dado
1 El biologismo, la psicología1 social y la psiquiatría histórica,
hacen furor. Carlos Octavio Bunge, en “Nuestra América” (1911) ,
somete a;la política criolla a un análisis clínico. Ramos .Mejía, en
“Las- Neurosis en los hombres célebres”, examina al Dr. Francia,
del Paraguay, y a Juan Manuel de Rosas, desde el punto de vista
psiquiátrico. Ingenieros sigue el misino camino. Es obvio añadir que
los resultados serán, para la ciencia cómo para la historia, devasta­
dores, en el sentido de que no quedará nada de dichos análisis.
filSTORÍA DE LA NACION LATINOAMERICANA 366

el país orientación conciente a su vida, adoptando toda cla­


se de perfeccionamiento en él orden material y moral".1
El Profeta pesimista, que vaticinaba a su raza el más
lúgubre porvenir, era una especie de Ezequíel Martínez
Estrada de su tiempo, pues como el argentino,*2 de su boca
sólo brotaba un verbo apocalíptico sobre su pueblo, al que
juzgaba responsable de la degradación nacional. Tenía una
( esperanza, sin embargo: la liquidación del criollo autóc­
tono, más que de la mezcla con otras razas humanas supe­
riores vendrá de “ese suelo estéril en que, a no dudarlo,
concluirá pronto su raza".3*8
Se trataba de un pesimismo puramente literario y com­
pletamente desinteresado. Arguedas no dañaba su vista
con la contemplación de la “raza de bronce”, que también
era un “pueblo enfermo”. Se pasaba la vida en Cuilly,
cerca de París; cortaba.rosas de Francia por la mañana
y redactaba dicterios contra los indios de su país por la
tarde. Este amargo y rudo Isaías era el feliz propietario
de dos buenas hectáreas laborables a 40 kilómetros de Pa­
rís, además de la gran casa o castillo, lo qué significaba
ün buen capitalito, sobre todo en Francia, donde cada pal­
mo de tierra vale oro. , -
El estilo tremebundo dé Arguedas se comprendía: fue
Simón Patiño, aquel sangriento avaro, rey del Estaño,
quien costeó la edición de su “Historia de Bolivia”. Para

'i Benjamín Carrión, Los creadores de la Nueva América, p.


184, Ed. Sociedad General Española de Librería, Madrid, 1928.
2 En cuanto al caso de Martínez Estrada, era propietario de
campos en el Sur de la Provincia de Buenos Aires. Su antipero­
nismo no sólo brotaba de toda su carrera literaria, protegida por
la oligarquía y la revista “Sur”, sino de su explicable hostilidad
hacia la Ley de. Arrendamientos dictada por Perón. Martínez Estra­
da tenía arrendatarios en su campo a los que no pó'&ía desalojar.
Era uno de esos intelectuales típicos de la Argentina que soh cipa-
yos en su país y revolucionarios en Cuba. Sobre su análisis del
“Martín Fierro” y su amor a los gauchos, ver Ramos, “Crisis y re­
surrección de la literatura aVgentma”, Ed. Coyoacán, Buenos Aires,
1961. Asimismo véase su juicio sucesorio y la nota crítica anexa en
Arturo Jauretche, Los profetas del odio, p. 103, Ed. Peña Lillo, 3$
ed., Buenos Aires, 1967.
8 Carrión, ob. cit., p. 185.
366 JORGE ABELARDO RAtóOS

Patifio, una historia que descargara sobre la fatalidad ét­


nica el infortunio de Bolivia, no podía, quedar inédita. Ar­
guedas, en un raro arranque de optimismo, dedicó su obra
al Vampiro.1 Arguedas la había meditado en París, donde
parasitó largos años como Cónsul de Bolivia,-consolado por
los encantos de la gran ciudad civilizada donde no había
un solo indio, salvo él.3
Á Varones topantes de este género, amparados por la oli­
garquía, han sido legión -en nuestra paciente tierra. Cons­
tituían el sector ornamental de la plutocracia latinoame­
ricana al comenzar el siglo.
, ?• Arguedas, que condenaba a su terruño por indígena, era como
otros, racistas'análogos de América Latina, 'del-.'tipo.'de''Sarmiento,
un verdadero meteco y a su modo, un bárbaro. Arguedas ‘‘vive,
copio dirían los franceses, en tgéntil-homme campagpdrd». La casa,
el castillo de Arguedas.'.. tiene libros y Venus. En el salón.'repro-
' ducciones fotográficas en grande y pequeño formato. En la sala de
billar, vasta pieza del segundo piso, a la altura de los ojos, un friso
contornea los muros en toda su extensión, hecho con fotografías de
todas las venus existentes, desde las praxitélianas, perfectas de pu-
reza y armonía, hasta las modernas y voluptuosas de Cánova. De
allí que no hayamos podido comprender qué papel podían hacer
allí, en la misma sala, junto d las muestras más excelsas de lo que
puede el hombre en sus creaciones de. amor y de belleza, los retrates
de los hombres de la carnicería de 19H-1918; Lloyd George, Cle­
menceau, Foch y Wilson..Después, el gentilhombre boliviano'
dice a su interlocutor: “Todo esto ~—y el ademán de la mano dé
Arguedas calcula más de Una hectárea— estaba' sembrado de árbo­
les muy viejos. Encinas centenarias, castañeros, robles.; . Yo tuve
que cortarlos. Hacían mucha sombra sobre mis ventanas. Quitaban
„ la vista del valle. Y luego; había que hacer lugar para las rosas, para
los manzaneros, para el huerto; Personalmente, yo mismo he corta­
do algunos. Es muy entretenido... hoy tengo leña para muchos
inviernos”; cit. en Carrión, ob, cit., p. 170. Servil con los poderosos
de Europa, renegado de su raza, degollador de árboles centenarios,
historiador de Patiño, este Arguedas había resultado tener un ha­
rem fotográfico de Venus para su uso exclusivo. No es, realmente,
un tipo ejemplar de hispanoamericana V. un cáustico retrato de
Arguedas en Augusto Céspedes, El dictador suicida, ¿o años de
historia de Bolivia, p. 52, Ed. Universitaria, S.A., Santiago de Chi-
le, 1956.
2 Arguedas se hacía servir en Cuilly. por un indio del Altipla­
no, al que castigaba con látigo a la menor falta.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 367

6. La agonía de la Patria Grande.

. Los altos precios de las materias exportadas por Amé­


rica Latina en ese período, es preciso convenir en ello,
resultaban ampliamente compensatorios para un pequeño
núcleo en cada Estado latinoamericano, para sus ministros,
diputados, profesores, y escasos intelectuales, comercian­
tes y parásitos de las clases distinguidas que reproducían
en cierto modo el alto nivel de vida deT ías grandes metró­
polis, a las que visitaban con frecuencia y de las que traían
las últimas modas. - ■
El vasto “hinterland” de esos núcleos en los respecti­
vos Estados rio era tenido en cuenta, salvo para los cam­
bios de gobierno, regulados por lo común mediante elec­
ciones canónicas o espadas providenciales. La fidelidad a
una historia petrificada por la adoración de héroes impo­
lutos y ángeles de y eso, la adopción de leyes liberales y la
circulación de la literatura francesa son rasgos genéricos
de esa. generación insular.1. ’
1 Bajo la influencia de Gustave Le Bon, el famoso inventor
francés : de la /“psicología de las multitudes”,' algunos psiquiatras
argentinos, como- José María Ramos Mejía.y José Ingenieros, pre­
tendieron ' reexaminar la historia argentina,., Se fundaron en Mitre,
naturalmente, y le añadieron a la condenación de los caudillos y
las montoneras el barniz “científico” proporcionado por la frenolo­
gía de la época. En “Las Multitudes Argentinas’’ Ramos Mejía es­
cribe; “La indignación de Artigas a consecuencia de los manejos ,
que le atribuía Puey-rredón, tomaba formas ditirámbicas al pasar
ppr la pluma, en perpetuo «delirium tremens» romántico, del padre
Monterroso, fraile -penal, de vulgarísimas lecturas, pero, que, tenía,
según historiadores bien informados, “el arte de. traducir los odios
de su jefe,-halagando su vanidad, en frases sonantes y sin sentido”.
Tenía que ver el entusiasmó sincero del Protector de los'Pueblos
Libres en presencia de las frases del secretario, en cuya lectura
mezclábanse, hábilmente la acción coreiforme del cómicg, español de
cuño antiguo y las gesticulaciones demoníacas de un índio inqui­
sidor emborrachado en 'una orgía de chicha. La intervención, del
caudillo en la peculiar literatura, solía reducirse a' alguna pinto­
resca postdata con el infaltable “dígamele” de todos los gauchos
que dictan cartas”, ob. cit., p. 251, Ed. Kraft, Buenos Aires, 1952.
¡Quién diría.que medio siglo después estos juicios de la oligarquía
serían compartidos por socialistas amarillos y stalinistas coexisten-
tes en la Argentina!
368 : JORGE ABELARDO HAMOS

La Patria Vieja apenas se divisaba en un pasado re­


moto. El Uruguay y la Argentina habían recibido millones
de inmigrantes y su insularidad era más. profunda todavía
que en los restantes Estados latinoamericanos, donde el
atraso ejercía el papel de custodio dé la tradición histó­
rica, la única riqueza que desdeñaban los: exportadores. En
todas las capitales latinoamericanas se imitaba a Napo­
león III, se construían bulevares, el ferrocarril irrumpía
solemnemente. La aristocracia positivista se dejaba cre­
cer las patillas a lo Bonaparte., El falso gótico, el séudo.
corintio, y un horrendo estilo pompeyano alimentaban las
apetencias estéticas del réfinamiento continental. Como
en los ridículos, principados alemanes del tiempo de Goe-
the, la poesía era una poesía de corte.
La literatura se importaba, como las amantes de lujo,
y los bardos eran empleados públicos, comían el duro pan
de los periódicos facciosos o agonizaban en París.
La unidad latinoamericana que había pasado de las ar­
mas a la diplomacia; ingresaba ahora a la literatura sim­
bólica y resucitaba nostálgicamente en algunos pensadores
como el eco de una proeza insensata.
7. La unidad latinoamericana en la literatura.
“Bolívar y San Martín... realizaron la unidad de la
América Latina, antes de formular la teoría de la unión”,
escribía José María Torres Caicedo.1 Nacido en Colombia
en 1830, fue diplomático de Venezuela en Europa y par­
ticipó con su acción y sus libros en las campañas por res-,
tablecer la perdida, unión bolivariana. Torres Caicedo for­
muló un programa para la Confederación: reunión anual
de una Dieta latinoamericana; nacionalidad latinoameri­
cana común; Zollverein aduanero, uniformidad de códi­
gos, pesas, medidas y mohedas. También elaboró un plan
de uniformidad de enseñanza, la abolición de los pasapor­
tes en el interior de la América Latina y la organización
de tropas y recursos para la defensa común. ‘
1 Tofres Caicedo, ob. cit., Tomo II p. 15.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 369

Torres Caicedo reiteraba ahora como programa las vie­


jas tentativas, militares-de Bolívar. Pero esa unidad, ¿po­
dían admitirla los nuevos Estados instalados en la balea
* ’
nización exportadora ? Los productores de café, bananas,
trigo, cóbre, cacao, algodón, tabaco y carné, ¿estaban en
condiciones de adquirir la “conciencia nacional del merca­
do interno”, única escuela de la burguesía, cuando stw»be-
neficios fluían del mercado mundial? Esa unilateralidad
económica, .fundamento de la prosperidad de las clases do­
minantes, era el pilar de la soberanía estadual, la fuente.
del patriotismo aldeano.
Toda América Latina se había convertido en veinte
puertos francos, én veinte abastecedores del mercado mun­
dial. El consumo interno estaba reducido a su mínima
expresión, salvo una o dos ciudades importantes por cada
Estado. Y este mercado interno era abastecido por los pro­
ductos industriales de las metrópolis y lo que no era me­
nos deformante, por sus productos culturales.
Esta extravertida América Latina no podía ser “per­
suadida” de su unidad, pues ella suponía no sólo la abs­
tracta figura política de una--Confederación, sino el que­
brantamiento interno de la estructura de clases precapi­
talistas (en algunos casos), la reorientación de la produc­
ción hacia su “hinterland” paralizado, la interrelación de
sus economías particulares alrededor de un plan económico
“nacional” y el establecimiento de una gran industria
como factor dinámico del conjunto. Hacia 1900 era úna
pura utopía.
8. Poetas y profetas.
También el portorriqueño Eugenio María dé Hostos
concibió formas de unidad a partir dé la independencia de
Puerto Rico, pero como parte de úna Confederación Anti­
llana, incluyendo a Cuba y Santo Domingo. Como ocurri­
ría con muchos de los hombres de su generación y de sus
ideas; Hostos concluyó dedicando sus energías a la educa­
ción y a la redacción de tratados morales. ¡Si tendremos
moralistas ^ pedagogos en América Latina! Los talentos
370 JORGE ABELARDO RAMOS

más prometedores concluyeron en este pantano ético, cuan­


do no consagraban toda sü vida a recreaciones helénicas
conio el boliviano Franz Tamayó; un terrateniente erudito
que escribió “La Prometheida o lasOceánidas”'en un alti­
plano con 3 millones de indios que hablaban quechua y
aymará.1 . ■
El soplo épico de la tradición hispanocriolla alcanzó, a
vivir en la juventud de Rubén Darío. El nicaragüense can­
tó entonces á la unidad centroamericana. Dedicaba un poe­
ma al último unificador, el general Justo Rufino Barrios.
Pero después absorbió a Darío Ja simbología versallesca y
ej lirismo apolítico, salvo en su Canto a Roosevelt. De los
escritores de esta generación, sólo José Martí se transfi­
guró en héroe; rara síntesis He poeta y soldado.
: A fines de siglo Angel Floro Costa, un oriental emigra­
do en Buenos Aires, postulaba la tesis de la creación de la
República del plata, mediante la reincorporación del Uru-
guay a las viejas Provincias Unidas. Costa Sólo veía tres
caminos para el Uruguay: un Estado independiente, como
lo había concebido Canning, el * ■algodón entre dos crista­
les”; la incorporación al Brasil o lá incorporación a la
Argentina, Éra partidario de la última-solución y temía
la vulnerabilidad de la soledad uruguaya. Pero la inclusión
del Uruguay en el sistema mundial de Gran Bretaña (la­
nas, cereales y carne) resultó en el medio'siglo siguiente
la forma óptima de la prosperidad uruguaya y del equi­
librio interior de la vieja Provincia Oriental.
En previsión de esta realidad, Angel Floro Costa titu­
laba su libro “Nirvana”, es decir el Uruguay como símbolo
de una dicha abstracta, despojado de las turbulencias sud­
americanas, una barca poética y lacustre atada a la cola
del león británico, ensimismada e indiferente a la tempes­
tad, un Uruguay olvidado del pasado aftiguista, duplicado

1 - Al publicarse este criptograma quechua-bizantino, “se co­


mentó que “la. Prometheida" era tan difícil de entender como, si Ta-
mayazla hubiese escrito, en griego". Pero Frapz T.amáyo, si era uní
exquisito,'no despreciaba a su pueblo, como Arguedas. V. Céspedes,
ob. pit.; p. 55, y Tamayo, Creación de la ’pedagogía nacional, La
_ Paz, 1944,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 371

por la inmigración y erigido en una avanzada de la cul­


tura europea en el Río de la Plata. “El Uruguay será, ar­
gentino. o brasileño; y si no, seráZVioana”,parecíadecir
Angel Floro Costa en 1880. Y tenía razón.1 J

9. Rodó y él árielismo. r'


Otro uruguayo, formulará ante el destinó latinoameri­
cano un mensaje de naturaleza diferente. José .Enrique
Rodó escribe su abrumador “Ariel” en un período en que el
robusto; iróperialismo, yanqui , aterraba al , mundo’ de las
plácidas oligarquías sudamericanas, protegidas en su bea­
titud por sus relaciones con el Imperio inglés. Al iniciarse
el siglo XXse derrama por América Latina un grito de
alarma llamado “árielismo”. .. ;
En una prosa obesa sin aristas, cotí las formas abun­
dantes de una hermosa dama envejecida, Rodó oponía el " ■
“espíritu del aire” al voraz apetito carnal de Calibán. Es­
tados Unidos sería este último, y una América Latina laxa
nacida de la Imaginación del escritor, el primero. La pro­
pagación del arielismo fue espectacular^ cómo esas raras
fiebres tropicales que derriban todo a su paso. Rodó pro­
ponía a la América Latina, sumergida en un ocio ham­
briento, y reducida a la parálisis pre-capitalista, el cultivo '
de un ocio helénico, donde al parecer germinan todas las
grandes culturas. '
. Exponía con frases cuidadosamente redondeadas, para
no herir a nadie, una antítesis: los Estados Unidos eran
un gran país devorado por la creación, económica. Pero el
“idealismo” de América Latina, heredero de la latinidad,
debía preparar para el arte y la filosofía, expresiones de s
la “vida superior” : “Necesario es temer, por ejemplo, que
ciudades cuyo nombre fue un glorioso símbolo Améri­
ca; qué tuvieron á Moreno, d Rivadavia, a Sarmiento; que
llevaron la iniciativa de una inmortal Revolución; ciuda­
des que hicieron dilatarse por toda la extensión de un con-
y Angel Floro Costa, Nirvana, Estudios sociales, politicos y-eco­
nómicos sobre la República Oriental del Uruguay, Ed. Dornaleche
y Reyes, Montevideo, 29 edición, 1899,
372 JORGE ABELARDO RAMOS

tinente, como en el armonioso desenvolvimiento^ de las on­


das concéntricas que levanta él golpe de la piedra sobre
el agua dormida, la gloria de sus héroes y la palabra de
sus tribunas, puedan terminar en Sidón, en Tiro, en Car-
tago”.1 La obra estaba impregnada hasta la médula de
estas inepcias estremecedoras. En, esencia, “Ariel” consti­
tuía un programa ético de la indefensión latinoamericana
ante los-Estados Unidos. Oponía el poder del espíritu a
da siderurgia y se convertía, por su maciza banalidad, en
una doctrina conservadora. ■ - ' ' ,
¿Por qué causas este monumento verbal y glacial fue
escrito? ¿Qué razón motivó su cómico prestigio? Conside­
remos en primer lugar la tierra natal de Rodó. El Uru­
guay del 1900 era la pieza más perfecta de la balcanizá-
ción latinoamericana. Estaba por concluir el ciclo de su
guerra civil, con el triunfo del partido Colorado, partido
del que formó parte Rodó, lo que no resulta nada inciden­
tal. El' “Nirvana” de Angel Floro Costa era ün hecho. La
vieja Banda Oriental había muerto; en su lugar se insta­
laba un país con una gran ciudad cosmopolita.
Toda la renta agraria de las praderas orientales era
comercializada por Montevideo y con su producto comen­
zaba a erigirse una gran burocracia del Estado, un Estado
protector de la clase media urbana. La situación demográ­
fica, geográfica, económica y cultural predeterminaba la
proyección del Uruguay hacia Europa. Las corrientes in­
migratorias se asentaban rápidamente, se hacían propieta­
rias, expandían Montevideo.

10. Entre Atenas y Gibraltar.

El Coronel Latorre había construido el Estado jurídi- ,


co; Batlle Ordónez ordena el Estado exportador y distri­
buye la renta agraria entre la pequeña burguesía de la

1 José Enrique Rodó, Ariel, p. 157, Ed. del Nuevo Mundo, Mon­
tevideo, 1967.
’ HISTORIA DE LA’ NACION LATINOAMERICANA 373

ciudad; que se hace rápidamente partidaria de un orden


democrático, capitalista y parlamentario liberal de corte
europeo. La. publicación de “Ariel” coincide con una era
de bienestar general; que se prolongará seis décadas. El
Uruguay urbano comenzaba a ser ya un país de ahorris-
tas, pequeños propietarios, empleados públicos bien remu­
nerados y artesanos independientes.
El batllismo es su expresión política; el positivismo,
su filosofía; la literatura francesa su arquetipo. Es la ciu­
dad de los templos protestantes, de los importadores, de los
maestros poetas. Reina un tibio confort hogareño, una ac­
titud a-histórica, una propensión portuaria. Uruguay se
ha “belganizado”; un alto nivel de vida en la semi-colonia
próspera ha sepultado ,16s ideales nacionales. De ahí que
ignore su origen, pues nada le importa de él.. El .hijo o nieto
de inmigrante permanece vuelto de espaldas a la Banda
Oriental, a las Provincias Unidas, a la América criolla.
Vive replegado sobre sí mismo en uqa antesala conforta­
ble "de la grande Europa.
. Y en esa vida de próspera aldea, con sus Taine y sus
Renán y sus Gomte, en esa viscosa “idealidad” de las se­
cularizadas religiones prácticas^ Uruguay se aburre; en
ese hastío nacido de su insularidad, donde el pasado es un
misterio (recién comienza n embalsamarse a Artigas como
“héroe nacional”) y el futuro rio ofrece sobresaltos, el “es­
píritu” remonta su vuelo. Es la hora de Rodó, el predi­
cador del “statu qüo”. El orador estetizante del Uruguay
inmóvil se inquieta ante el genio emprendedor de los rior-
teamericanos prácticos. Ño condena explícitamente las tro­
pelías yanquis, sino su estilo pragmático. Propone un re-
torrio a Grecia, aunque omite, indicar los caminos para que
los indios, mestizos, peones y pongos de América Latina
mediten, en sus yerbales, fundos o cañaverales sobre una
cultura superior. .

11. El arielismo del bien raíz.


En “Ariel” no había furor. Se incitaba a la elevación
moral. Al fin y al cabo Rodó emitía frases desdé una so-
í.
374 JORGE ABELARDO RAMOS
■ ■ s ■ ■

ciedad complacida, a la que las caballerías de Aparicio Sa­


ravia dará un último sobresalto en 1904, una sociedad,
practicante de placeres virtuosos y enemiga del exceso.
Francisco Piria, por, lo ¡demás, al frente de una legión de
rematadores, ha creado en Montevideo una nueva clase de
pequeños propietarios que constituirán la base social gra­
nítica de los arielistas. Detrás, de las'bruñidas frases" de
Rodó se descubría/' a un sonrosado Nirvana distribuyendo
consejos de idealismo a los hambrientos de la Patria
Grande.1
Toda la autosatisfacción de las oligarquías ilustradas
de. América Latina, su concepción “pro domo swa” de un
progreso quimérico, su latinidad, su humamsmo lagrimean­
te, su desdén aristocrático hacia las bajas necesidades
materiales, su adoración hacia la forma, todo ese detritus
ético del estancamiento continental,' Rodó lo pulió, lo en- ,
vaso y se lo sirvió a la joven clase media de la América
hispánica regado.con esa gelatina sacarinada de cuya fa­
bricación se había hecho maestro.
- Eá pequeño .'burguesía harta del ’Puerto intemporal, se1
sublimaba éri Rodó y. ofrecía a su tiritante congénere lati­
noamericana él más exquisito narcótico de su ricá/fárma-
copea importada. Un ¡ah! dé general deslumbramiento
arrancó el estupendo sermón laico en esas dulces horas sin
futuro.
Y pese a todo, había una amarga injusticia en glorifi­
car la pieza más detestable' y nihilista, dé Rodó,; justamén^

1 El pequeño y . .satisfecho .. Uruguay arieljsta parecía decir:


"Queridos hermanos, de América Latina,: unios frente' al peligro,
imperialista yanqúiifY,i) 'nó lo necesito, pues prospero junto al im­
perio inglés", liq'jqqé'éra rigurosamente cierto.
Rodó se hámá nutrido con los moralistas de su época, Renán;
Guyau, Emerson, Nietzsche y, naturalmente, en el orden histórico,
en Hipólito. Taine. Tambiéri es justo decir que algunas de sus ob­
servaciones sobre el imperialismo, o el indio revelaban' qué' sú ‘hele­
nismo no era impenetrable., Pero todo■su espíritu estaba volcado.
hacia Europa y Francia. Al estallar la guerra mundial de 1914,
cuenta Víctor Pérez Petit, "mi noble amigo, como yo, ¿amo tantos ■
esperada calamidad que se le había echado encima”, Sánchez, Luis
A., "¿Tuvimos maestros en América?’’¿ p,* 69, Ed. Raigal, 1956,
HISTORIA DE LA NACION IÁTINOAMERICANA 375

te el escritor que inicia en el Plata la r^iyindicacióní de ¿


Bolívar y retoma la idea de la Patria Grande. Sepultar su
Bolívar y exaltar su Ariel, he ahí la impostura, clásica
del colonialismo cultural posterior.1

12. Manual Ugarte o; el coraje civil.


Al. mismo tiempo; en el otro lado\d°el Río de-la Plata; .
parecía'revivir la tradición latinoamericana/ Manuel ligar­
te era un bonaerense que abandonaba la vida literaria
para consumir su. peculio, en una gran campaña por la uni­
dad latinoamericana. Recorrió, el continente de un extre*-
mo a otro en una gira de conferencias que congregó audi­
torios inmensos para, retomar el programa boliváriano.2;
El. irritado silencio que ha rodeado
* siempre á la figura
de Ugarte no sólo es, necesario atribuirlo , al;Mpel de “emi­
grado interior” del intelectual del 900 en Jas semi colonias,
sirio al “leprosario político” en el que la oligarquía y sus
amigos de la izquierda cipaya recluyen a los hombres de
pensamiento nacional independiente. A principios de siglo
al escritor latinoamericano no le quedaba otro recurso
que enmudecer o emigrar. Las pequeñas capitales de la
nación 'balcanizada, aún la más presuntuosa, como Buenos
Aires, habían sustituido la función social del escritor con
el libro importado, por lo general el libro español o fran­
cés. El sistema die la ciudad consumidora eri todos loscór-
denes, se aplicaba también en él orden de un Hbrecam-
bismo cultural qué arrasaba con la producción riatiVa.
El carácter misérrimo del “mercado interior” para los
libros latinoamericanos no se fundaba tan sólo en el anal­
fabetismo de la mayoría de la población, sirio eri ja indi- :1 2

1 V. Rodó, Bolívar, en Hombres de América, p. 7, Ed, Claudio


García, Miontevideo, 1944. .,
2 Al comentar uno de jos libros de Ugarte, “The Times”, de
Londres, decía:,“El autor habla como ciudadano do la América del,
Sur, y defiende el conjunto de esos países con tanta elocuencia, que
no sabemos a qué república pertenece”. Cit. por Cardón, ob. cit.,
p. 105. '' ' - ■
376 - JORGE ABELARDO RAMOS ~

ferencia de las minorías cultas hacia todo aquello que se


refiriese al paisaje o la sociedad propias. La superfluidad
del intelectual era completa ; su evasión a Europa era una
suerte de liberación de esas aldeas sórdidas de las que Mi­
guel , Gané podía decir: “Publicar un libro en Buenos Aires
es como recitar un soneto de Petrarca en la Bolsa de Co­
mercio”.. ;
Si a esto se añade" que Manuel Ugarte proponía desde
, Buenos Aires una revalorización moderna del programa de
Bolívar, es fácil inferir el rápido aislamiento de que fue
objeto'por ¡todos los “demócratas” e “izquierdistas” eos,-
mopolitas de su época, no muy diferentes de los actuales.
En sus campañas latinoamericanas Ugarte expuso la
necesidad de filiar la revolución de 1810 en la tradición re­
volucionaria española y de establecer una Confederación
de pueblos que ponga término a la impotencia insular.
Nada hay más falso que acusarlo a Ugarte de “lirismo”
en relación con tales temas. Por el contrarió, el pensa­
miento ugartiancf y hasta su prosa, quizá .lá más sobria de
todas en una época propensa a una retórica espumante,
prueban su rigor y su coherencia: predicará la industriali­
zación, en una época de completo librecambismo; una lite­
ratura de inspiración nacional, durante el auge del afran-
eesamiento generalizado; y la justicia social y el socialis­
mo, cuando los intelectuales americanos acariciaban los cis­
nes o vagaban por “los parques abandonados”. A

13. La “inteligencia” capitula ante la guerra.

Pero lo que resulta más punzante aún, aquéllo que no


se refiere ya a puntos de mera doctrina, es la actitud res­
pectiva de Ugarte y deotros hombres de su generación
frente a la primera guerra imperialista, piedra de toque
para todos los “latinoamericánistas” de los tiempos pa­
cíficos, como Alfredo Palacios, Rodó y congéneres. Al
estallar la guerra de 1914, la “dulce Francia” y la “noble
Inglaterra” entrarán en lucha con el “bárbaro teutón”. A
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 377

las primeras se agregará luego otra “democracia”, -los Es- .


tados Unidos.1 , '
Justamente el bando de la “civilización” se componía,
de las potencias imperialistas que mantenían a América
La,tina en lá barbarie, por 10 due solamente un servil corn-,
píeto o un exaltado arielista podía identificar nuestro des­
tino con esas democracias coloniales. Toda la “inteligen­
cia” cayó de rodillas ante “el espíritu” : Rodó, Palacios,
Frugoni, García Calderón, Lugones, Rojas, Gómez Carri­
llo, Alcides Arguedas, Rubén Darío: la lista es intermina­
ble.Pero Ugarte asumió una. posición neutralista y publi­
có un diario en. Buenos-Aires titulado “La Patria” para
luchar contra la participación argentina en la guerra im­
perialista.*2
A .En las dos guerras imperialistas ocurrió el-mismo fenómeno.
No resultaba totalmente lírico para la inteligencia entregarse a la
adoración del emporio usurero de Gran Bretaña. Pero la yieja
“entente cordiale’’ entre Francia e Inglaterra permitía a los poetas
y escritores defender las inversiones yanqui-británicas en nombre de
la. cultura francesa. . . _
2 Los críticos.no perdonaron a Ufarte esta conducta. Zunf Felde
dice: “Considerados como ensayística no ofrecen valores mayormen­
te -ponderables.. . se resienten de. superficialidad filosófica, de ca­
rencia dé fúnda-mentación sociológica seria;- no van a fondo en el
examen de los problemas ni intentan revisión alguna de. las cues­
tiones; en lugar de ello ofrecen, abundante glosa verbalista de los
tópicos ya conocidos”, en índice critico de ..la literatura, hispano­
americana., México,-1954. Es cierto, qué el minino crítico había escri­
to antes lo siguiente: “Todo /nacionalismo, én esta América, es esen­
cialmente opuesto ah sentido de/universalidad de nuestro devenir,
postulado fundamental de ■ nuestra entidad... Lo que América no .
puede, seguir, es la ruta de. ningún nacionalismo, ni ■ aún del suyo
propio^ en el caso de que se pretendiera tan menguado intento, y en
cuanto ello se opusiera al espíritu de universalidad que es nuestro
imperativo historico’*, Zum Felde, ÉZ problema de 'la cultura ame­
ricana, p. 53, Éd. Losada, Buenos Aires, 1943. Es inútil aclarar
al lector que él Sr. Zum Felde fue un abnegado demócrata durante
la última guerra, partidario de las.democracias imperialistas. Tam-.
bien Luis Alberto Sánchez, dice de Ugarte: “Ugarte.^ al cabo de
años de apostolado, tiene un atardecer escéptico y claudicante”. Sán­
chez, ¿Tuvimos maestros en nuestra América?, p. 60. Ed. Raigal.
Buenos Aires, 1956. Ésta frase misteriosa, ¿qué significa? El señor
Sánchez es un dirigente aprista, devoto y hagiógrafo de Haya de la
Torre. Ugarte les enseñó a todos ellos,, como el pronio Haya no . ha
dejado nunca de reconocerlo, qué significaba el. imperialismo en
América Latina. Pero el Sr. Sánchez ha introducido en la segunda
378 JORGE ABELARDO RAMOS ,

Terminachoel conflicto, naturalmente, gran parte de los


intelectuales ' latinoamericanos sé reincorporaron en tropel
a ese Ejército, de’ Jerjes que integran los “Maestrosde
América’’ del tipo de 'Palacios, y derramaron, lágrimas elo­
cuentes y vehementes: gritos de alarma /ante¿“el: peligro
yanqui”, Ugarte/ no perteneció nunca á ése género repul­
sivo deredentórista; sudamericano'qué sólo ejérce su oficio
en días tranquilos y siempre goza de la simpatía dé la gran
prensa adicta.
No sorprenderá al' lector saber que en la segunda gue-
. rra imperialista, todos’ adoptaron lá mismá actitud, Ügarte
y los otros. Tampoco será inútil recordar qué en 1945, cuan­
do/eii la Argentina el'.páís estaba/ polarizado éntre Braden
y Perón, Ugarte regresó déspués 'de . muchos años de.au-
■ sencia y estuvo contra Braden, ál mismo tiempo que la
inmensa mayoría de la inteligencia argentina y latinoame­
ricana se pronunciaba contra Perón. El coraje moral de
estar contra los mandarines, ese coraje no le faltó jamás
a Ugarte y esa es la razón del silencio profundo que en­
vuelve su persona y su obra.1
Hacia 1900 Ja conciencia nacional latinoamericana se
fragmenta y el destino de Ugarte es él méjor testimonio:
el más penetrante latinoamericano del 900 se convierte en

edición de su libro esa.frase en virtud de qüe Ugarte apoyó al ge­


neral Perón en 1945 y que fue embajador de su gobierno en México
en 1947. Como se ve, el ex, antiimperialista Sánchez imputa a Ugarte
“claudicación” porque mientras Sánchez estaba junto a Estados Uni­
dos en lá guerra, Ugarte estaba contra ella. Curiosa integridad/.la
del Sr. Sánchez y triste destino el delaprismo. ,//: / ./ .
t Un soló ejemplo; Ugarte no llegó a ver publicado en vida ni
un solo libro suyo , en la Argentina. Recién en 1953 se publicó la
edición argentina dé~H¡1 Porvenir de América Latina; en 1961 y 1962
se publicaron La Patria Grande, La Reconstrucción de Hispanoamé­
rica y El destino de un continente, así como un trabajo titulado
Manuel Ugarte y ¡la revolución latinoamericana; que escribí en 1953.
Los libros mencionados tampoco fueron publicados por editorial co­
mercial :alguna, sino, por Ediciones. Coyoacán, que yo dirigía con
fines exclusivamente políticos y que resultó confiscada en parte por
la SIDE (servicio secreto del gobierno argentino) en 1962 y luego,
incendiada con. una bomba en 1964, sin que ambos hechos encontra-
ran-en la prensa de la “izquierda cipaya” el menor eco ni protesta.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 379

un muerto civil. Si su cabeza figura en e! mural que el pin­


tor Guayamasin crea en, la Universidad de Guayaquil, jun­
to a la de Bolívar y a la de San Martíp; en la Argentina
permanece desconócido. La bibliografía sobreda humosa
herencia de.Rodó es tan agobiadorae inactual cómoRodó v
mismo, pero nada se escribe sobre Ugarte. Esto dice mu-
chó spbre ambos personajes, y sobre los profundos exé- -:
getas. ■ ';
Una ensayística torrencial se volcará luego sobre el
, "americanismo”Yo el indigenismoabstracto. Sus autores
se reclutaban entre los viandantes i mitad de camino, de un
liberalismo desmayado 'ylos matices prudentes de las “vi-
. braciones telúricas”. Otro género; más zahori, era el dé los
escritores que tenían¿perpetuamente dilatada la pupila sor, '
bre “el misterio de América^ Este, pantano de. aguas vi­
vas y materias orgánicas ha devorado; ya miles de volú­
menes nutridos de ésa Gran Nada que la prensa serial 1.1a?
mó “el pensamiento americano’’. Todo el secretó consistió ¿
en evitar los temas esenciales del: drama, ;; r,

14. El fin de una época.

En la misma época, y naturalmente, desdé Pans e im­


preso en francés, Francisco García Calderón escribe “Aos
Democracieslatines cié VÁmgr^
Emile Boutroux y lo prologa -Raymond Poincaré; esa quin­
taesencia de la vulgaridad burguesa de Francia, combina-,
ción de sordidez yastucia en que habían venido a parar
los vástagos dé Robespierre. Estas; “dempcraciás íatip>s?’ ¿
inspiraban sospechas : García Calderón era: unrefinado ;
diplomático' peruano extasiado por París y pór el “genio
latino’’. La obra es rica en observaciones sobre la “bar-
barie criolla” y las relaciones estrechas entro el clima y el
progreso, muy gratas al paladaréuropeo: “Fw eí trópico,:

1 Francisco García-Calderón, Les democracies latines de VAmé-


„ trique, Ernest Flammarion, editeur, París, 1912.
380 » ; JORGE ABELARDO RAMOS

guerra civil y pereza; sobre las planicies frías, en las;lla-


> miras templadas y en las ciudades marítimas:, riqueza y
paz”¿ - C
Estas bufonadas tenían excelente acogida en Europa
y aún en una América pequeño burguesa que había acepta­
do como perlas únicas las injurias de Sarmiento contra los
iridios y las razas indígenas.
Aunque juzga “naciones” a los Estados latinoamerica­
nos, pecadillovenial si se considera que aún en nuestros
fiías no sólo liberales sino nacionalistas cerriles y marxis-
tas galácticos opinan del mismo
* modo, el mérito de García
Calderón reside en haber planteado en esa época las ana­
logías e intereses coincidentes de los países de América
Latina. ¡No sé contaban por docenas quienes lo hacían!
Aquí y allí, en los prólogos y polémicas hirvientes del
venezolano Rufino Blanco Fombona, en los discursos de
José Vasconcelos, Varona, Santos Chocano, Vargas Vila,
García Monge, resonaban los últimos ecos del programa
bolivariano. En muchos de ellos, la balcanización habría
de vencer al fin, pues la unidad latinoamericana se trans­
formaría luego en una simple condenación “estadual” de1
imperialismo yanqui cuando rio en un “panamericanismo”
radicalmente antagónico a la Nación latinoamericana.
Hacia 1910, la ideología bolivar i ana parecía poco me­
nos que extinguida. La generación del 900 se refugiaba en
la literatura pura, la poesía civil se trocaba en pesquisas
formales, los escritores políticos escribían novelas de! bu­
levar pariense,-Gómez Cárrillo informaba sobredas modas
de Europa. ¡ La conciencia nacional de la gran nación di­
vidida sé refugiaba en los agotados libros de historia que
Blanco Fombona reeditaba en Madrid! La misma historia
escrita de América Latina se había disuelto en veinte ver­
siones localistas imposibles de entender por separado. Así.
las nuevas generaciones del continente se adaptaban a una
versión europea de su propia historia, escrita por los letra­
dos dé la factoría semi-colonial. <
De las armas a la diplomacia, de la diplomacia a la li­
teratura, la idea bolivariana en un siglo no había hecho
Ibid., p. 321, ■
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 881

otra cosa que retroceder. Pues la balcanización no sólo


había quebrado los antiguos vínculos y forjado la impo­
nente ficción de los nuevos Estados, sino que Europa atraía
con su poder magnético a los mejores espíritus de la na­
ción latinoamericana y los alejaba de sus patrias chicas.
Europa ofrecía a la inteligencia la civilización madura que (
negaba a América Latina. Todo parecía perdido. “El ibero-
americanismo... yace en el sepulcro”, escribía Gabriel
Rehé-Moreño.1 Es en ese momento que cae Porfirio Díaz
como un fruto podrido y los peones de Zapata montan a
caballo. La revolución en México comenzaba y la América
bolivariana volvía a las armas.

1 Gabriel René-Moreno, Notas históricas, etc.,. T. I, p. 130.


CAPITULO XIII

MOVIMIENTOS NACIONALES DEL SIGLO XX :


MEXICO, PERU Y BOLIVIA

“Cuando alguien preguntaba; si el General Terrazas


era del Estado de Chihuahua, era una broma corriente
ssponder: «No, el Estado de Chihuahua , es. del Gene-
. al Terrazas»”. '
Jesús Silva Herzog.

. “El esfuerzo de la nación, dominante por mantener el


«Statu quo» está frecuentemente coloreado de un supra-
riacionalismo, dél mismo piodo que el esfuerzo de un
país vencedor por conservar, lo que ha saqueado itoma
la forma del, pacifismo.. Es así que el ministro socialise
ta Macdonald se siente intennacionalista delante de
Gandhi”. ' ■ . . . • ' .
. León Trotsky.

“Somos país pobre y debemos vivir pobremente”.


General Blanco Galindo, Presidente boliviano.

“Y-o pronostiqué que Villarroel; caería .pronto”. ■


^Mauricio Hochschild, magnate minero.
. Porfirio Díaz y sus “científicos” habían'sumido al Mé­
xico legendariode las guerras civiles en un profundo so­
por. Las tres décadas del porfirismo presenciaron la in­
troducción del capital extranjero en la economía mexica­
na, ese sistema dé “iñodernización” peculiar.de la América ;
Latina semi-colonial de fines del siglo XIX: ferrocarriles» ;
telégrafos, puertos, servicios públicos y caminos. Mientras
el porfirismo favorecía estos “focos de civilización”, indis-
pensables a las grandes potencias para apoyar y adminis­
trar sus inversiones, el resto de México permanecía en el
estancamiento más profundo.
En un polo se veía a_ uña minoría blanca, dueña de
tierras sin límite, que despreciaba a su país y trataba de
exprimir su savia para huir de &L‘.“Paralos criollos, todas
las Costumbres nacionales son inconvenientes", escribía en .
1909 Andrés Molina Enriquez.1 El hacendado no era un
verdadero hombre de campo, sino'un señorito que rara
vez visitaba sus establecimientos, excepto para alguna
fiesta.: “Lo único que le importaba consistía en que el ad­
ministrador de.la finca le entregara periódicamente él di­
nero necesario para vivir con holgura en la capital délai

i Andrés Molina Enriquez, Los grandes problemas nacionales,


1909, cit., por José E. Iturriaga, La Estructura social y cultural
de México, p. 106, Ed. Fondo de Cultura Económica, 1951, México-
S8G ■' JORGE ABELARDO RAMOS

provincia,, en la ciudad de México, en Madrid o en París,


según sus gustos personales y medios económicos”.1 <
En el otro polo, los mestizos e indios que constituían
la mayoría aplastante de México, se reflejaban en el espejó
de los, peones de Yucatán, tal cual los vio en 1910 un pe-
; riodista norteamericano poco • inclinado a simpatizar con
¡ los mexicanos: “Eran tratados como ganado, sin sue Ido
alguno y alimentados con frijol, tortillas y pescado podri-
-L do; apaleados siempre, muchas veces hasta morir, y tra-
bajando desde él amanecer hasta la noche. en aquel sol
infernal. Los hombres eran encerrados por la noche...
Cuando huían, eran alcanzados por la tropa y traídos de
J > nuevo”.1 2
Reinaba en las alturas del poder una especie de despo­
tismo ilustrado, bañado por la luz dél positivismo comtia-
■ no, pero que imponía silencio a la gran República de las
letras y orden a los peones iletrados sin tierra. Por lo de­
más, todas las guerras civiles, desde; la muerte de Morelos,
esto es, desdé hacía cien años, habían sido incapaces para
modificar, como no fuerapara empeorarla, la suerte; de
! los campesinos miserables que constituí
país. Durante el período de reformas liberales de Benito
Juárez, las enormes extensiones de tierra qué' eran propie­
dad de la Iglesia, fueron objeto de 'uná Ley de Desamórti-
zación destinada a incorporar al movimiento de la circu­
lación mercantil esos bienes de “manos ;múerta¡3”iPéfo di­
cha ley no, logró cumplir, sus fines, 'que er^h democratizar
la propiedad dé la tierra y crear' uná clase de campesinos
; ” burgueses. Por el contrario,, fue a.; parar a manos de los
, ' ■ “denunciantes”, “en, su mayor pa^
rritoriales, que de esa manera agrandaron sus ranchos y
haciendas”.3

1 Jesús Silva Herzog, Breve historia de: la revolución mexicana,


p. 22, Tomo I, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, I960. ’
2 M. S. Alperovich y B. T. Rüdenko, La Resolución Mexicana
de 1910-1917 y la política de los Estados ünt’dos, p. 33, Ed. Fondo
de Cultura PopuIar, México,19(>0.
8 Silva Jíérzog, o&, cit., p. 14. ■ ,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 387

¡Para algo se había hecho la guerra de la Independen­


cia! ¡ Ahora, un siglo más tarde, además de los terratenien­
tes españoles, ya había terratenientes mexicanos! Era un
escaso consuelo para los campesinos. Hí la Ley de Desamor­
tización creó .nuevos terratenientes en lugar de nuevos
: agricultores,. en el período de Porfirio Díaz, se procedió a
arrebatar a los indios las tierras .comunales que permane­
cían en su poder desde hacía siglos. Grandes terratenien­
tes y compañías > extranjeras' se. apoderaron de los campos
- ejidales; los indios mexicanos fueron transformados en peo-
’v nés o esclavos. Tal fue el caso de los mayas, y de los ya­
quis, sublevados a causa de la expropiación, de sus tierras
comunales y que después de ser sangrientamente reprimí-'
dos, fueron vendidos como esclavos en subasta pública.1
Pero el proceso de concentración de ,1a propiedad te-
, rri to rialen México que debía. culminar con la revolución,
no se detuvo allí. A fines .de siglo, se inició la estafa for­
midable de las Compañías deslindadoras. Estas empresas
debían deslindar las tierras baldías y radicar en ellas a
colonos extranj eros para ponerlas en producción. A título ;
de, compensación por los gastos requeridos para; realizar ,
dichos fines, el gobierno de Día? otorgaba a dichas com­
pañías la tercera parte de las tierras deslindadas.12 Sin
y embargo, las mencionadas Compañías también conside-
y • raban “baldías” las tierras ocupadas desde tiempos inme-
moríales por pequeños propietarios y que carecían de po­
sibilidad de justificar legalmente sus títulos. De este modo,
el “deslinde” de tierras se convirtió en una gigantesca
operación de despojo del pequeño campesino. ' -
■ ; En sólo 8 años, desde. 1881 hasta 1889, dichas empre­
sas deslindaron 32.200.000 hectáreas; en consecuencia, se
les adjudicó en propiedad nada menos que 12.700.000 hec­
táreas. Además, el gobierno les vendió a ínfimo precio otras
14.800.000 hectáreas. En total, dichas compañías acapa­
raron el 13 % del territorio mexicano. Como estaban Com­
puestas sólo por 29 personas, íntimamente vinculadas al

1 Alperovich y Rudenko, ob. cit., p. 32.


2 Silva Herzog, ob. cit., p. 16.
388 JORGE ABELARDO RAMOS

gobierno de Porfirio, la-legalidad de éstas operaciones esta­


ba al margen de toda sospecha. El general Terrazas, por
ejemplo, poseía en el Estado de Chihuahua (donde muy
pronto Pancho Villa sublevará a miles de peones arma­
dos) 6 millones de hectáreas. Dicha extensión equivalía
aproximadamente al territorio conjunto de Dinamarca,
Suiza y Holanda.1 Sólo 7 concesionarios poseían en el mis­
mo Estado 14.164.400 hectáreas. En el Estado de Morelos,
casi toda la tierra estaba en manos de 20 latifundistas.
El programa de la revolución agraria inminente podía
encontrarse en el Censo de Población, de 1910. Para esa
fecha existían en México 3.096.827 jornaleros rurales,
411.096. agricultores y 840 hacendados.1 2*Si la población fo­
ntal ascendía a 15.160.369 habitantes, se calculaba que el
número de personas que dependían del salario rural de los
peones ascendía a 12 millones o sea aproximadamente el
80 °/o de la población.8 . ,
¿Podía dudarse un momento del carácter feroz que ad­
quiriría la guerra civil? ¿Quién se atrevería a negar que
el poder inmenso de caudillos como Villa o Zapata se deri­
vaba del furor largamente reprimido por 12 millones dé
almas contra 840 latifundistas?4 Un escritor mexicano
ofrece en su libro una descripción de una hacienda de Mo­
relos a principios de este siglo. De un lado,, el “casco” de
la propiedad, suntuosa e inútil, con un número de habita­
ciones excesivo, incluido, un saloncito estilo turco “que era
la quintasencia del mal gusto” y en el cual todos los mue­
bles eran importados de Francia. Del otro, fuera del casco,
el lugar donde dormían los peones: “cada casa era de un solo
cuarto, en el cual dormía, naturalmente, en el suelo,- toda

1 .Era una broma corriente, cuando alguien preguntaba si Te­


rrazas era del Estado de Chihuahua, responder: “No, el Estado de
Chihuahua es de Terrazas".,
2 Silva Éerzog, ob- cit., p. 20.
* El jornal de un peón era al estallar la Revolución mexicana
de 18 a 25 centavos por día (el peso mexicano equivalía a l dólar).
El peón recibía un salario igual al de sus antepasados de 1792. Pero
el costo dé los artículos fundamentales (arroz, maíz, trigo y frijol).
se había duplicado en un siglo.
4 V. “México Insurgente", de John Reed, Buenos Aires.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 389

■ la familia, y dentro del cual se cocinaba lá mayor parte


del año. Era una parte importante del miserable salario.
Los peones - sus mujeres y sus niños, estaban llenos de pio­
jos, vestidos de sucios harapos^ comidos por las fiebres”.1
En realidad él peonaje constituía una forma de servidum­
bre que se transmitía de padres a hijos. A semejanza del
régimen de pulpería reinante; en los yerbales del Paraguay
o el Norte argentino, él vaíe por alimentos y otros ar­
tículos vendidos por la misma empresa a sus peones esta­
blecía un compromiso prendario, donde la prenda era el
trabajador mismo. EL régimen de anticipos mas o menos .
usurarios empleado en las haciendas mexicanas, ataba a
■ los peones y sus familias a una deuda-inextinguible.1 . Has­
2*
ta no ser saldada, el peón no podía abandonar la hacienda..
La adquisición de los artículos necesarios para vivir en las
“tiendas de raya”, propiedad del mismo patrón y el gene- v
roso crédito otorgado al principio, esclavizaban al peón,
que ignoraba el arte de sumar y restar y volvía ilusoria
toda tentativa de escapar a la deuda. Esta se convertía
ásí en un lazo .hereditario. Un siglo después de la revolu­
ción de Morelos, se imponía la necesidad de abolir las deu­
das para liberar al pueblo mexicano.8 •

1 Luis Enrique Erro,, Los pies descalzos, cit. en Silva Herzog,


obi cit., p. 30.
8 Dice Marx en “El Capital” : “En algunos países, sobre todo en
México.. .la esclavitud aparece disfrazada bajo la forma de peona­
je. Mediante anticipos que han de rescatarse trabajando y que se
trasmiten de generación en generación, el peón, y no sólo él, sino
también su familia, pasa a ser, de hecho, propiedad de otras perso­
nas y de sus. familias”, Tomo I, p. 122¡ Ed- Fondo de Cultura Eco­
nómica, México, 1964.
8 En 1810, Morelos firmaba Un documento en el que se decla­
raba que a partir de eSe momento ya no se llamaría a los hijos
del país “Yndios,. Mulatos.- ni castas, sino todos generalmente Ame.
ricanos. Nadie pagará, tributo, ni -habrá esclavos eri lo sucesivo,' y
todos los que los tengan, sus amos serán castigados. No hay cajas
de Comunidad, y los Yndios percibirán la renta de sus tierras como
suyas propias en lo que son. las tierras. Todo Americano que deva
qualquiera cantidad a ¡los Europeos no está obligado a pagársela;
pero si al contrario ‘ deve el Europeo, pagará con todo rigor lo que
deva al Americano”, en Alfonso Teja Zabre, Morelos, p. 144, Ed.
Espasa-Cálpe Argentina, Buenos Aireé, 11946.
390 JORGE ABELARDO RAMOS'-

,Eos;célebres ‘‘científicos” /del,. pQrfirismo,'que unían a


su amor /por -la.,¡ciencia un ojo infalible/para; los. grandes
• negocios, identificaban el progreso, con el capital extran-
j ero. La estructura agraria debía -quedar intacta. El pro­
greso, en cambio, debía volcarse en la minería y el petró­
leo. Como un efecto indirecto, de ésta penetración : impe»-
; rialista, surgieron ciertas industrias: fundiciones de plo­
mo, plata y cobre, hilanderías y fábricas de tejidos y una
correlativa clase obrera en las / principales. ciudadés. Pero
ese escaso número de obreros no debería jugar fun,'papel
decisivo en la revolución de 1910.
‘ La apertura de las puertas de Mexico ^, los intereses
norteamericanos alarmó, en cierto momento pl general ¡Díaz,
i El apetito voraz de su poderoso vecino le hizo temer nue­
vas intervenciones; el anciano déspota practicó, entonces
el único “antiimperialismo” de, que sp sentía, capaz: con­
sistió simplemente en favorecer la inversión de los capita­
les británicos, competitivos de los/yanquis. Como, ¡Estados
Unidos se encontraba frontera por^mgdio.y Gran Bretaña
al otro lado del Atlántico, el General Díaz/tgnía; razones
muy claras para preferir la amistad-•;.d'¿;;Jos¿ipgleses., La
propia camarilla gubernamental: del porfirismo /sevinculó
estrechamente a empresas y negocios británicos a comien­
zos deL siglo. E^ta propensión, anglófila del gpbiernoi del
General Díaz po clispnnuyó la presión o la, influencia yan­
qui ; sólo logró enfurecer á. los ¡arrogantes ¡ imperialistas de
la/Casa Blanca y dé Wall Street que ; poseían .intereses en
México. La última década de Porfirio transcurrió bajo la
con stante amenaza yanqui de intervenir militarmente, com­
binada con una intensa actividad conspirativa . de. su db
plomacia para derribar al régimen.1
A los 85 años de edad, el General ‘Díaz no daba/signos
de cansancio, después de 30 años cíe gobierno, Sus minis-
■4, La evolución de -JorfiriQ Díaz, desde sus iniciales, épocas: jfe
enfrentamiento con. los Estados Unidos hasta su^desconfiada: amis­
tad con los peligrosos vecinos, está detalladamente narrada por Da­
niel Cosío .Villegas 1 en Estados Unidos • contra Porfirio Díaz, Ed,
Hermes, México, 1956. Un punto de vista diferente, pero igualmen­
te sugestivo se encuentra en “Breve Historia de fiíexico,’,de José
Vasconcelos, Madrid, 1952,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 891

tros frisaban casi todos ios 80 afios; admiraba ;su loza­


nía. Pero el régimen estaba tan putrefacto que bastó al
parecer un libro escrito por un estanciero liberal, Don
Francisco. Madero, en el que. se oponía a la reelección
de Díaz, para que comenzase una oleada de actividad po­
lítica que culminó con la caída del gobierno.
No fue, sin embargo, la publicación de libro alguno lo
que arrastró al abismo al gobierno vacilante del General
Díaz, sino los estallidos ininterrumpidos de la revolución
agraria. Partidas de guerrilleros; habían aparecido en'/nu­
merosos Estadós. Los campesinos ‘se hacían soldados irre­
gulares, quemaban las haciendas y mataban a los latifun­
distas y a sus administradores.. Los nombres de Zapata
en el Sur y de Villa en el Norte se hacen tan populares
que corren en las canciones-ymúsicas populares. Todo el
sistema cruje en sus cimientos.
e Con la revolución de 1910, que eleva a" Madero a la pre­
sidencia1 irrumpen a la vida mexicana jefes nuevos y mi­
litares ¡del viejo orden que se disputan el poder. Asesina--
do Madero bajo la: iriistigáción del embajador de Estados
Ünidós.; HenryLañe Wiíson. las principales figuras de la
revolución serán el General Venustiano Carranza, el viejo
y cazurrohacendado ¡sobreviviente del porfirismo. intér­
prete de la burguesía nacional; Pancho Villa, iefe de los
guerrilleros del Norte; Alvaro Obregón, extraño caso de
un moderado oueal subir; al poder se inclina j^cta. la iz-
ouferda: con él comienza el reparto de tierra; Emiliano
• Zapata, el caudillo de los campesinos pobres del Sur, la fi­
gura máspura ¿ intrépida de la¿Revolución; el general
Pabló González, viscoso traidor y prevaricador, ávido, de ’J
poder, que organiza el asesinato de Zapata ; en fin, en la
década del 30; el General Lázaro Cárdenas, antiguo sol­
dado, en cuyo gobierno revive la revolución y qpe logra al-.;
* Francisco Madero pertenecía á yna de las diez familias más .
acaudaladas de México. Ep 1^10 ..la fortuna familiar ascendía 'a 30
millones de pesos- Sus tierras alcanzaban a 699.321 hectáreas, en las
quó .se encontraban yacimientos de .petróleo. Asiúiisipb ■ pra propieta­
rio de empresas metalúrgicas, minas de cóbre, fábricas textiles, des,-
tilerías, cervecerías y hc-ta un Banco en Monterrey. V, Alperoyích
y Rpdenko, oó. cíf., p, 64, < /

gl;
j 392 JORGE ABELARDO RAMOS

fin satisfacer el hambré ele tierra del campesinado, a 130


anos de la Independencia.
Pero el verdadero protagonista de la Revolución mexi- ’
cana es el campesinado mestizo en armas, que ocupa toda
la escena histórica y despliega por'primera vez en el si­
glo XX sus inmensas reservas de heroísmo. Con la revolu­
ción mexicana aparecé la democracia política en México,
se .desenvuelve Una gran literatura y surge una gran pin-
- tura muralista que hunde sus raíces en- el pasado indígena
del país. También México muestra un nuevo camino: las -
‘ j r ; victorias y derrotas dé su revolución se convierten en la
i principal fuente de enseñanzas para la generación que, en
América Latina entra a la lucha alrededor de 1920.

1. La ausencia de acumulación dé capital en América La­


tina, h ■ •'
La guerra imperialista de 1914 pone fin al largo siglo
del apogeo europeo que se inicia en el.Congreso de Viena.
En un sentido más vasto, con la primera crisis bélica del
imperialismo en escala mundial concluye la “progresivi-.
i. dad histórica” global de la burguesía, que había conquis­
tado el podéi' político a fines del siglo ¡XVIII. Que no for
muíamos una apreciación; académica lo probará tres años
después,el triunfo de la. revolución rusa, al elevar al poder
por primera vez en la historia de la humanidad a la clase
obrera. Pero si la burguesía europea había terminado de
construir en el siglo XIX sus grandes Estados nacionales,
el. desarrollo histórico desigual y las . necesidades del capi-
: talismo en expansión condujeron en América Latina a la
fragmentación de la Nación latinoamericana y al estable­
cimiento de 20 Estados.’
El Nuevo Mundo alimentó con sus metales preciosos,
los productos de su suelo y la sangre de sus indígenas la
.< acumulación primitiva del capital europeo, que a su vez
impidió necesariamente la formación de un capital nació-.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 393
I . ... .. _ ...
nal en las viejas colonias hispanó-pórtuguesas.^ La forma­
ción histórica de oligarquías exportadoras y de pequeños
núcleos de capital comercial portuario vinculados a las
grandes metrópolis industriales del mundo, obstaculizó, en
América Latina, el mismo desarrollo capitalista que se ve­
rificaba en Europa.
La penetración imperialista extranjera, al mismo tiem­
po, se enlazó con lá perpetuación del atraso agrario. Se
forjó así una sólida alianza entre las potencias ultra civi­
lizadas y cultas del mundo moderno con las oligarquías
más parasitarias dé las semicolonias. Tecnología en Euro-■
pa y primitivismo agrario en América Latina se revelaba
la fórmula dual del papel desempeñado por el im^eria-,
lismo. ■ ;; .
La unilateralidad de las economías exportadoras se ex­
presaba jurídica y políticamente en la existencia de 20 Es-
¿ tados ridículos, objeto de las burlas arrogafítés de la so-
J ciédad europea y sus escribas. Si el capitalismo europeo
sólo había podido vencer el particularismo feudal y con­
quistar su mercado interno con el establecimiento del Es-
tado Nacional^ cuyos límites territoriales estaban marca­
dos por la influencia de la lengua, en América Latina el
idioma, él territorio, la tradición popular, la unidad reli­
giosa, la psicología común, los análogos orígenes, sólo
habían servido para volver más asombi osa su balcaniza-
éión, más trágica la deformación cultural, más escandaloso
su miserable destino histórico.
La nación latinoamericana había sido vencida por las
armas y sus partes enfrentadas entre sí; Estados Unidos
o Inglaterra le habían arrebatado territorios inmensos
(México y Belice) ; había visto crear nuevas “soberanías”

1 Las grandes fortunas acumuladas por criollos, Civiles o ecle­


siásticas, no pueden’ser clasificadas como “capital nacional”, en el
sentido reproductivo y dinámico- de la expresión. Su reinversióñ re­
vestía un carácter suntuario, usurario y litúrgico, que se agotaba en
sí mismo. Véase el ejemplo de Ouro Preto en Brasil, de Potosí en
Bolivia o de Lima en Perú. Ni la plata del Potosí, ni el oro de
Ouro Preto impulsaron a extraer mineral de hierro y construir una
siderurgia. Pero }as tres espléndidas ciudades quedaron como mu­
seos de un auge desaparecido.
394 JORGE ABELARDO RAMOS

en sus grandes Estados (Panamá).; había, experimentado


■ guerras fraticidas y suicidas: lá guerra ;dhilená contra
lá Confederacíón’Péruanó-Boliviana, el genocidio de la Trfc
pie Alianza contra el' Paraguay; finalmente/ se había es-
p blecidodi sus sistemas educativos la idea absoluta de un :
j • destino “nacional’’ particular. Este proceso fue coinciden-
. i te cotí,él gigantesco’ despliégúe de las fuerzas productivas
j del capitalismo mundial;y con el disfrute del más alto ni-
p ve! de. vida que había conocido la historia de Europa. En
P 1914 las miradas
* dél triunfo confluían háéia la contempla­
ción maravillada de ése pequeño apéndice territorial del
Asia llamado Europa, polo magnético de la riqueza; el po-
•der y el espíritu. ■'1 >'-’r ■" T’PP‘';.'/;’
J 2. Unilatéralidad de la producción.
p Los 20 Estados de América Latina mantenían con Eu~
;; ropa y Estados Unidos relaciones económicas estrechas
; mucho mayores qué entre sí. Había nacido el modelo nota-
P ble de una economía extravertida, separada en dos dece-
P . ñas de canales por los que se derramaban y absorbían los
( i frutos de un intercambio único e incomunicable; El Atlán- .
p p tico y el Pacífico habían llegado a ser el “campo maríti-
í mo dé la historia’’, pero de una historia en la que los lati-
P í noamericanos desempeñábanse como objetos pasivos de un
ppder dominante tan ajeno como hostil a su desenvolvi­
miento. Al aislamiento económico y cultural de los Esta­
dos latinoamericanos entre sí, correspondía una vincula-
4 ción estrecha entre cada Uno de ellos y la metrópoli res-
p p pe#iva, Gran Bretaña o Estados Unidos, o ambas,
' Alrededor de uno o dos productos' exportables giraba
. toda la existencia social y política de cada uno de dichos
Estados. Cereales y carneé en la Australia sudamericana
(Uruguay y Argentina), café en el Brasil, cobre de Chile,
tabaco del Paraguay, estaño de Bolivia, algodón y petró­
leo del Perú, cacao del Ecuador, café de Colombia, petró-
. leo y café de Venezuela, frutas tropicales de Centroamé-
rica, minerales de México. Toda tentativa de promover
una política de industrialización independiente estaba ex *
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA ! 395 , ,

cluída; en la política interna de cada Estado la oligarquía


comercial, agraria o minera asociada a! capital extranjero
dominaba la política, local, el control de la' tarifa aduanera'
y la selección de las importaciones.
. En las Universidades, desde- los primeros años de la
emancipación de-España, reinaban las doctrinas librecam­
bistas de Adam Smith. Generaciones de abogados y juris­
tas latinoamericanos habían agobiado las bibliotecas con ■
sus estudios estériles sobre el federalismo norteamerica­
no, que se remedaba hasta el agotamiento como forma ju­
rídica del separatismo en América Latina y argumento
infalible para la constitución de “Estados blandos”. Estos
. mismos juristas, sin embargo, ignoraban las ideas, econó­
micas de Alejandro Haipilton, el: amigo de Washington,
que. desde el comienzo de la historia moderna de Estados
Unidos había expuesto el programa del; proteccionismo in-'
dustrial más tajante.1 Ni Hamilton, ni .FedericoListfue-.
ron los maestros de economía política de. estos supuestos:.
Estados..liberales,, sino Adam Smith y Cobden.
' Los teóricos del librecambismo inglés, aparecían en la
escena justamente en el momento en que Gran Bretaña-■
obtenía los frutos de su proteccionismo secular. Gracias a
él se encontraba en condiciones de librar una competencia
despiadada con aquellos países • que aún no. habían. iniciado- : .
su revolución industrial. Hero lapolítica económica que.
Inglaterra no logró imponer; asus colonias emancipadas,
fue exactamente la que adoptaro’n las antiguas colonias \.
de España. ■■ s?'' ;
3. Dela imitación a la revolución.
La venta de ferreterías de, Sheffield y' de' libros der
Adam Smith eran, dos rubros indisociables en lá exporta- ,
ción inglesa hacia. América Latin^. El Ipiperió 'britáñicó. ,
abastecía los’mercados, las costumbres y las ideas -de; las .
, aristocracias terratenientes latinoamericanas, que a su vez "
1 Cfr. Charles A. Beard, Una interpretación económica de la
Constitución de los Pistados Unidos, p. 10Q, Ed. Arayú, 1953, Bue­
nos Aires. ■. .'..O'-..,'-
396 : JORGE ABELARDO RAMOS

imponían a sus pequeñas burguesías el estilo intelectual


procedente de Europa. El atraso económico y cultura! de
las grandes masas sin historia, las preservaba de esta de­
formación. Ésta era la única ventaja dramática de sumar-
ginalización y la postrera reserva del nacionalismo latino­
americano. ■ ■
En la Argentina, los hombres de la “gente decente”
encargaban los trajes a sus sastres de Londres, que ya
tenían las medidas. En Río y en Pernambuco, la clase diri­
gente usaba tejidos ingleses de abrigo, confeccionados para
el duro clima de la Europa nórdica. Los caballeros usaban
el cuello de “croisé” y disertaban, ahogados en el trópico,
bajo el infierno de tejidos legítimos fabricados para otros
climas. ‘‘Una familia rica se’distinguía por el grosor del
tejido que usaba. Cuanto más gruesos, encornados y com­
pactos eran los tejidos, mejor 'era la familia. ¡Y todo el
mundo sentía frío!”.1
’ Está sociedad imitativa, que había olvidado la historia
común y esperaba con impaciencia las noticias europeas,
sufre una conmoción con el estallido de la guerra mundial.
En 1914 desaparecía un mundo pacífico y estable. Las co­
lonias y semicolonias son incorporadas a la historia mun­
dial. Los hindúes aprenden, a manejar las armas. Las po­
tencias aflojan sus tentáculos sobre el cuello de los conti­
nentes sometidos y América Latina despierta de un largo
sueño. El librecambio es aniquilado por el bloqueo marí­
timo; se insinúan las formas de una incipiente industria­
lización. Los antiguos peones de estancias, fundos o cha­
cras derivan hacia las nuevas fábricas. De la Revolución
Rusa en 1917 se desprende una fuerza electrizante r ías
masas explotadas del mundo entero vuelven su cabeza ha­
cia la Rusia en armas. La pequeña burguesía latinoame­
ricana se siente partícipe de la historia y las Universida­
des esclerosadas por las oligarquías académicas se con­
vierten en foros de una nueva oleada revolucionaria. La
ferocidad sangrienta del imperialismo mundial aparece

. 1 Gilberto Amado, cit. por Paulo R. Schilling, ob, cit. p. 85.

i
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA' 397

ante los ojos de las masas populares latinóamericánas sin •


.disfraz.- ‘■■■'-'■ ■;.
El repugnante contraste entré la fraseología “demo­
crática” y “civilizadora” de los Imperios y su furia homi­
cida queda ál desnudo, salvo para las minorías de la inte­
ligencia cipaya que aclaman al bando de la “cultura”. En
la Argentina irrumpe un gran movimiento nacional y po­
pular encabezado por el caudillo Hipólito Yrigoyen, que
representa a las clases medias, artesanas, obreras y rura­
les en lucha contra la vieja oligarquía terrateniente, y que
pretende una democratización del régimen político y la
renta agraria.
4. La Reforma Universitaria en 1918.
La consecuencia intelectual de ese movimiento “nacio­
nal”1 es la Reforma Universitaria dé T918. Esta revolu­
ción estudiantil se manifiesta en Córdoba y es sostenida
por el-gobierno de Yrigoyen, que facilita su triunfo. Pero
era mucho más qué una tormenta política de los estudian­
tes argentinos, pues su expansión sobrepasa las fronteras' ...
de la Argentina y se propaga hacia toda América Latina.
Dejando a un lado la retórica de sus textos, la Reforma
Universitaria expresa directamente la. incorporación de la
pequeña burguesía latinoamericana, a la vida política del—
Continente; y arrastrará, como era inevitable, todas sus
ilusiones. Pero su vacilación y perplejidad no eran sino el
reflejo ideológico de la inarticulada sociedad latinoame­
ricana, donde la única expresión social concentrada podía
en esa época encontrarse en la Universidad.
En una sociedad globalmente subordinada» con un re­
ducido y disperso proletariado y una burguesía nacional in-
1 La'palabra “nacional” es empleada aquí en sü forzoso sentí- ,
do práctico y provisional. Sólo lo latinoamericano es “nacional”, y
si llamamos “nacionales” a los movimientos populares y revolucio­
narios de Bolivia, Perú, Argentina, etc., es exclusivamente para in­
dicar la participación de clases diferentes en su seno. Estos movi­
mientos son realmente “estaduáles” y por lo demás sólo nodrán. al­
canzar sus objetivos de liberación en el marco de los Estados Unidos
Socialistas de América Latina.
\ 398 JORGE ABELARDO RAMOS

significante, el único sector importante y políticamente


■ activo de las semi-colonias latinoamericanas era el estu­
diantado universitario. A su conciencia confluyeron la re­
volución agraria mexicana, la catástrofe de la guerra im-
: penalista, él triunfo de la revolución rusa, la. indignación
generalizada del pueblo ante la barbarie agraria y- la de­
gradación nacional.' La Reforma de 1918 fue la réplica, cul­
tural de las nuevas clases sociales ante la fragmentación
histórica de América Latina, que había relegado a núes-
tros pueblos a la más completa impotencia. .
Cuando los ecos dé Tas luchas bolivarianás parecían
extinguidos y los escritores habían enmudecido, aflora con
enorme fuerza la tradición sepultada: la Reforma es lati­
noamericana, popular, nacionalista y socializante. Por pri­
mera vez en muchas décadas América Latina se unifica
en el campó dél “espíritu”: aparece un movimiento que
se reconoce hermano en 20 Estados y proclama la eman­
cipación de América Latina.
El movimiento yrigoyenista que lo había protegido,
t había nacido por lo demás, de las entrañas de la sociedad
argentina. Reunía bajo sus banderas democráticas a los
vástagos de la vieja guerra civil tanto como de las corrien­
tes inmigratorias asentadas en el Litoral agrario de la
Argentina- La ‘ vieja comunidad ■ hispanoamericana vivía
como una,, forma superestructura! en Yrigóyen: sus sim­
patías hacia el Paraguay mártir, la Banda Oriental, Chile
y en general hacia, toda. Latinoamérica se manifiestan en
su política práctica: ferrocarril estatal hacia Chile, condo­
nación de deudas aj Paraguay, convocatoria de un Congre­
so de. países, neutrales, saludo a la bandera dominicana en
la isla ocupada por Estados Unidos. Ese era su límite?
De esa conrnoción latinoamericana bro^a el más impor­
tante movimiento político y teórico de la época: el Aprismo
peruano, Víctor Raúl Haya dé la Torré, formula un pro-

1 V. estudio detallado del radicalismo de YrÍRoyen en Ramos,


Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, Historia- dé la Ar~
gentína.en el siglo XIX, Tomo II, ps. 54 y ss., Ed. Plus Ultra, Bue­
nos; Aires, 1966. : '
HISTORIA 'DE LA NACION LATINO AMERICANA 399

grama de unidad latinoamericana.1 Recoge la herencia bo-


livariana, examina de nuevo la sociedad de América Lati­
na, funda un partido con secciones en varios Estados lati­
noamericanos y hasta pretende formular una nueva filo­
sofía, una versión sincrética de Marx y Einstein.
No juzgaremos a Haya de la Torre por este rasgo de
“provincialismo” teorizante, ni condenaremos al aprista de
1930 sólo por la capitulación del Haya de la Torre.actual.
La importancia histórica del aprismo en las ideas políti­
cas latinoamericanas debe ser examinada con < ecuanimi-
' dad, en otras palabras, sometida al análisis marxista.
5. La significación del aprismo.
En cierto sentido, el aprismo de la primera, etapa es el
primer movimiento político de este siglo al que es preciso
considerar como genuinamente . “nacional” en el sentido la­
tinoamericano de la palabra. Sus dos rasgos fundamenta­
les , según Haya,de la Torre, eran? por un lado, la tentativa
de romper con el “colonialismo mental” de Europa y por
el otro, el de constituir un frente único de “trabajadores
intelectuales y manuales” para luchar por la confedera­
ción “indoamericana”, la justicia económica y la libertad.1 2
De estas enunciaciones se desprendía naturalmente el
carácter pequeño-burgués deb aprismo.. El partido político
-'que se proponía cumplir tales tareas,-, era un “frente de
trabajadores^ intelectuales y/manúales’-, ’lp: Queera equi­
valente a disolver el carácter de clase del partido en únai ?
alianza, de clases-.' Esta abstracción, social es cáractérístL
ca de la pequeña burguesía, un rasgo claro de su resisten­
cia a definir su verdadera naturaleza dé; clasey, a! misríio
tiempo, -una demostración del amorfismo social de la época,
manifestado en el escaso peso de la clase obrera en la so­
ciedad peruana, El aprismo proclamaba la fundación de

1 La influencia del pensamiento de Manuel Ugarte sobre Haya


de: la Torre y el aprismo ha sido expresamente reconocida por éste. /
V. Víctor Raúl Haya de la Torre, Treinta años de. aprismo,^ 45,
Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1956.
2 Ibid., p. 15. ' ,
400 JORGE ABELARDO RAMOS

una "doctrina íntegra deveras nueva”. Rechazaba a Marx,


aunque utilizaba algunas de sus categorías, recusaba a Le­
nin, aunque se apropiaba de elementos de sus análisis so­
bre el imperialismo, condenaba al liberalismo, aunque se '
cuidaba de aclarar que la lucha por la justicia social era
“sin menoscabo de la libertad”. Semejante autodidactismo
doctrinario era más ingenuo que presuntuoso. Se fundaba
ante todo en el propio atraso cultural del Perú y en la
arrogancia juvenil del Reformismo Universitario pequefío-
burgués. ,

6. Oligarquía y clase media.


Haya de la Torre procedía de una familia tradicional
venida a menos dé Trujillo, una ciudad segundona del Perú,
de Vieja raigambre española. Formaba parte en tal ca­
rácter del patriciado empobrecido y desdeñado por la or-
gullosa Lima. De este desclasamiento derivó hacia la con­
dición dé “estudiante pobre” de traje raído e ingresó a la
pequeña burguesía universitaria de la capital, Su perso­
nalidad, como la de toda su generación, se formó bajo la
influencia "de grandes acontecimientos: la primera gue­
rra mundial, la revolución agraria mexicana, la Revolu­
ción Rusa, el desembarco norteamericano en Veracruz, la
Reforma Universitaria de 1918. .
Pero estas conmociones asumían en América Latina
una manifestación muy clara: la pequeña burguesía latí-
noamericana sé desplazaba hacia el poder, en lucha contra
lá arcaica estructura oligárquica. Éstas clases medias—ur­
banas y agrarias--se habían formado a partir de 1880:
eran el fruto directo de la vinculación de América La­
tina al mercado mundial como abastecedora de materias
primas. Hacia 1914 ese proceso había dado cuanto podía
dar de sí ál crecimiento de las fuerzas productivas ligadas
al comercio exportador; s
La creación o modernización de los puertos, él tendido
de líneas férreas y telegráficas, el comercio de importa­
ción y exportación, los bufetes jurídicos de las grandes
■ HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA . 4'01,

empresas, el pequeño comercio nacido de ese intercambio,


algunas industrias livianas dé transformación de produc­
tos agrarios que el imperialismo no estaba: en condiciones
económicas de satisfacer en las semicolonias, los.talleres de
mantenimiento del sistema de transportes dirigido a los
puertos, los caminos construidos hacia la costa, una buro­
cracia del anémico Estado balcanizado que se alimentaba
de los ingresos fiscales producidos por el sistema, los ejér­
citos minúsculos, un magisterio hambriento qüe dependía
de ese Estado, habían generado vastos sectores dé clase
. media dividida en diversos estratos de importancia econó­
mica y social, aunque igualados por la miseria general.1
Esa pequeña burguesía latinoamericana engendrada
por' el crecimiento agrario-exportador se rebeló política­
mente contra el sistema. Constituyó la base heterogénea
y vital de nuevos movimientos nacionales: él yrigoyenis-
mo en la Argentina, el populismo de. Alessandri en Chile,
el aprismo peruano.
7. Polémica entre Mella y Haya deja Torre.
El sistema de ideas del aprismo peruano fue formula­
do entre 1924 y 1930. Su período de formación transcurrió
. pues entre la Reforma Universitaria de 1918 y la crisis
mundial de 1929, Puede afirmarse categóricamente que
' su programa fue la más alta expresión política y teórica
’ de la pequeña burguesía latinoamericana y al mismo tiem-
po la clave de su histórica limitación.
En la esencia de,la teoría del aprismo sobre la natu­
raleza del imperialismo se encontraba “ab ovo” su poste-

1 Nos referimos a las grandes líneas del desenvolvimiento lati­


noamericano, a la tendencia general, sin perder de vista que Amé­
rica Latina es una especie de Frankestein histórico-social, cada uno
de -cuyos pedazos ha pretendido un desarrollo propio y arrastra
consigo una monstruosidad particular. La ley del desarrollo com­
binado permite en Perú la existencia del arte moderno, el uso de
la televisión, y la fabricación de tejidos mientras a 500 kilómetros
de ja costa- peruana la historia desciende bruscamente un milenio o
más hasta la comunidad primitiva, la tribu selvática y la edad de
bronce.
' /-
V >■■■

402 ' JORGE' ABELARDO' RAMOS ■A;

Historia dé lá nación latinoamericana ios’


rior capitulación,-y-, hasta el germen de la argumentación B'j

contemporánea de las burguesías nacionales latinoameri- '■ piedad individual a los campesinos? Al mencionar con iro­
canas sobre el. “desarrollo” económico, con la ayuda del ca­
pital extranjero, Haya de-la Torre expuso cori. total clari­ i i nía la palabra nacionalización empleada por el APRA, Me­
lla escribe “qué se está hablando coy, el lenguaje de todos
!
dad este punto-de vista en su polémica con Julio Antonio
Mella, el comunista cubano asesinado por el dictador Ma- ' :
chado a fines de 1929. Enfrentados en el Congreso Anti- -
I los reformistas y embaucadores de la clase obrera..., En
Alemania, en Francia y en los Estados Vnidos hay indus­
trias nacionalizadas. Sin embargó, no.se puede afirmar que
imperialista de Bruselas-de-ese mismo año/-Mella escribió - Coolidge o Hindenburg sean, marxistas”.2 Los viejos ejem­
■ un folleto publicado en México .en 1928 .titulado “¿Qué es píos, se vuelven modernos a causa de los actuales verba-
j el-APRA?”* . .' , ; ■ '. / listas de la izquierda abstracta en América Latina.
1■ ■ La. respuesta, de Haya de la Torre al folleto en cues- ■
■ ti.ón resultó su libro más representativo: “El'Antiimperia-" . 8. Nacionalismo y socialismo. <
lismo y el APRA”.2 Por .sus aspectos positivos y negati­ ita
vos se trata de un libró fundamental. Mella ‘ acababa de Nada más erróneo que identificar las nacionalizacio-
regresar de, Moscú y estaba deslumbrado'por las con'quis¿ nes en un país imperialista con las de un país semicolonial.
- tas revolucionarias yTa personalidad de sus dirigentes. En De este modo, la nacionalización del petróleo mexicano por
■ su trabajo el militante cubano anticipa, varios--de los puú-' Cárdenas tendría el mismo significado imperialista de
tos de vista-qüe serán patrimonio común erí los próximos la realizada en Francia en la industria automovilística en
cuarenta" años entre el siálinismo latinoamericano y-' sus 1946. Esta última obedecía al déficit de esa industria, sal­
derivados de la izquierda • c-ibaya. Así, al comentar la-ira-' vado por el Estado imperialista mediante una generosa in­
se aprista “Nuestro programa-económico es nacionalista’’’f demnización. Pero los propietarios “nacionalizados” en
Mella afirmaba: “¡También los fascistas son nacionalis­ Francia eran franceses, no extranjeros, y la Francia bur­
tas ¡>>s^ de allí podía inferirse su. incomprensión de . la cla­ guesa nada tenía que temer de ellos. La nacionalización en
sificación -leninista entre naciones ' opresoras y naciones México, por el contrario, era un acto defensivo de un país
oprimidas o, en otras1 palabras,.'entre el histórico antago­ revolucionario ante los capitales extranjeros”.3 “Para ha­
nismo -del imperialismo con los. países colonial.es quegene- blar concretamente, escribía Mella, liberación nacional ab­12
ran formas políticas antagónicas,' sean, estas democráticas,
nacionalistas y aun “marxistas”. . ,'
. ‘ Mella agregaba’ que los revolucionarios rusos -“sociali­ ■ 1 León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, Tomo II, p.
389, Ed. Tilcara, Buenos Aires, 1962,
zaron inmediatamente la tierra”.4 Eta un -error frecuente, 2 Mella, ob. cit., p. 13.
en la época. El gobierno bolchevique realizó'una reforma 8 “El México semi-colonial lucha por su independencia nacio­
nal, política y económica. Tal es, en el estado “actual”. el contenido
agraria de tipo burgués, distribuyendo la tierra en pro- fundamental de la revolución mexicana. Los magnates del petróleo
' , • 'A - ' '/ . y ...'. no. son capitalistas de filas, simples burgueses. Poseen las^más im­
portantes riquezas naturales de un país extranjero, se apoyan so­
. 1 Julio Antonio Mella, Ensayos revolucionarios, Ed.--Popular. de bre sus millares de millones y sobre el sostén militar y diplomático
Cuba y del Caribe, La Habana, 1960. _ ;. de sus metrópolis y se esfuerzan por establecer en el país sojuz­
2 Víctor Raúl Haya de la APorre, El Antiimperialismo y el gado un régimen de feudalismo imperialista, procurando subordi­
APRA^-Éd. Ercilla, Santiago de Chile,-1936. . ' narse la legislación, la justicia y la administración. En estas con­
8 Mella, ob. cit., p. 7. diciones, la expropiación es el único medio serio de salvaguardar
4 Ibid., p. 13. . , la independencia nacional y las condiciones elementales de la de­
mocracia”: León Trotsky; en Por los Estados Socialistas de América
Latina, p. 21, Ed. Coyoaeán, Buenos Aires, 1961. -

A
404 JORGE ABELARDO RAMOS

soluta, sólo la obtendrá el proletariado, y será por medio


de la revolución obrera”? )
’ Después de pasar por alto las tareas de la unidad nacio­
nal de América Latina, principal factor para la libera­
ción latinoamericana del imperialismo, el militante cubano ;
resumía la estrategia revolucionaria en la fórmula lapi-
daría de: “revolución obrera”. De haber obrado así, hi Le­
nin hubiera tomado el poder en la Rusia atrasada, nido
hubiera hecho Mao-Tse-Tung en lá China colonial, ni Fi­
del Castro habría triunfado en la Cuba semicolonial.
Precisamente a causa del atraso histórico de nuestros
Estados, del estrangulamiento de su desarrollo" industrial
por obra de la oligarquía agraria y dél imperialismo, ex-,
tranjero, el peso especificd.de la clase obrera latinoáme- .
ricana és mucho menor que el de las clases sociales no. pro­
letarias en el . interior de cada Estado.2 La gran mayoría .
de la población latinoamericana está vinculada'al campo
y a los sectores de servicios, burocráticos, o de transportes.
En este cuadro, la clase obrera no puede resolver por sí
misma el triunfo de la revolución, a menos que establezca
una alianza con las restantes clases oprimidas. Debe .asu- ,
mir en su programa no sólo sus reivindicaciones socialis-
tas de clase, sino también las aspiraciones democráticas y
nacionales de. las clases restantes. En esta perspectiva, la
clase obrera y su partido pueden encabezar á las grandes ' ,
mayorías nacionales en la lucha contra el imperialismo.
Pero ésta conducción proletaria del proceso nacional
contra el imperialismo no le conferirá a esa revolución un
carácter “socialista”. Facilitará por una parte el triunfo
revolucionario y permitirá a la clase obrera orientar esa
r Mella, ob. cit., p. 24.
... a Estas observaciones, válidas: para la situación latinoamerica­
na de .1930, no han perdido su fuerza en 1967, cuando el desarrollo
industrial de América Latina ha dejado inalterado -el diagnóstico
anterior en virtud del vertiginoso crecimiento demográfico de la po-
blación, sobre todo en el sector agrario. Es importante puntualizar,
sin embargó, que en la Argentina,'Chile y Uruguay, por ejemplo,
ebeje' de la revolución no se épcuentra en el campo, sino en las ciu­
dades. Para referirnos. tan sólo al área del Plata, toda la pampa •
húmeda es típicamente capitalista y los “campesinos” son las colum­
nas más sólidas del orden oligárqúico-burgués.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 405

lucha desde el poder para planificar en un sentido socialis­


ta los recursos del país y preparar las condiciones de la
“acumulación socialista primitiva”. No otra cosa realizó
Mao-Tsé-Tung en China, para tomar un ejemplo demos­
trativo. Eso se traduce en la conocida fórmula “la revolu­
ción permanente”A La “socialización” lisa y llana de la
economía de un país atrasado sólo podría conducir a la
“socialización del atraso” o de la miseria, según Ja expre­
sión de xMarx. A
9. Imperialismo y capitalismo. 1
La burguesía en los países atrasados no ha podido cum­
plir el mismo rol que permitió triunfar al capitalismo-en
los países, del Occidente imperialista después de siglos de
evolución de las fuerzas productivas. El triunfo revolucio­
nario en un país atrasado recoge la herencia técnica que
corresponde exactamente al grado de rezagamiento histó­
rico del país.
El,poder revolucionario debe crear las condiciones del
crecimiento de las fuerzas productivas de la industria mo­
derna, pero ya- no mediante las vías del capitalismo clási-.
co,> sino por medio de la planificación estatal de todos los
1 La relación continua e interdépendiente de las tareas demo­
cráticas y socialistas de la revolución en los países atrasados cons--
tituye el meollo de la teoría de la “revolución permanente”. En otras
palabras, no existe ni puede existir un abismo entre la revolución
democrática y la revolución socialista sino que para, consolidar la
primera se iihpondrá necesariamente impulsar la segunda y efectuar
cortes profundos en el derecho de propiedad burgués. A este res- ,
pecto Lenín -respondía a Kautsky: “Sí, nuestra. revolución, es bur- .
ffuesa mientras marchamos, con los campesinos como .un' todo. Te­
níamos conciencia clarísima de esto, desde 1905_ lo dijimos cientos y
miles de vecesj nunca intentamos saltarnos ni abolir con decretos
esta etapa necesaria del desarrollo histórico... después, del brazo
del campesinado pobre, del brazo del. semi-proletariado, d‘el brazo
de todos los explotados, contra el capitalismo, incluyendo a los m-
: cachos del campo, los Iculacks, los especuladores, y en este sentido,
la revolución se'convierte' en socialista. Querer levantar una mura­
lla china artificial entre ambas ^revoluciones... es la mayor tergi­
versación del marxismo...”, Obras completas, Tomo XXVIII, p. 296,
Ed. Cartago, Buenos Aires, ,1960. V. asimismo Trotsky, La revolu­
ción permanente, T. II, Cap. V; Ed. Coyoacán, Buenos Aires, 1963. ,
406 JORGE ABELARDO RAMOS

recursos y la creación del “capital socialista” para ese fin;


En folleto contra el APRA añadía Mella: “Un bueñ
país burgués con un gobierno estable, es lo que los Estados
Unidos quieren en cada nación de América, un régimen
’ -donde lasburguesías nacionales sean accionistas menores
. de las. grandes compañías.r A menos que las palabras
pierdan todo- su significado, es; precisó convenir que el
lenguaje'de'Mella padecía de la peligrosa imprecisión a
que estamos tan habituados cuatro décadas más tarde por
el “izquierdismo” latinoamericano. b
Obsérvémos que Mella incurría en el. error de conside­
rar a los Estados latinoamericanos como “naciones” y que
se refería a la América Latina como “América” a. secas.
Estas ambigüedades. semánticas conducían a revoluciona­
rios tan sinceros y heroicos como Mella a ratificar implí- ■
citamente la balcanización imperialista. Pero por añadi­
dura, Mella atribuía al imperialismo un deseo de ver surgir
en América' Latina “buenos países burgueses con go­
biernos estables”.
Esto’ es fundámentalmente; falso. “Un país burgués” .
supone, pór definición, un país capitalista. Ahora, bien, el
imperialismo, sea inglés o yanqui, no. sólo no .desea- este
tipo de régimen social y político en América Latina, sino
que ha luchado contra ellos cada, vez que algún moviihiento
o caudillo latinoamericano ha d^ado pasos en esa ^dirección.
EL imperialismo sé’opone al desarrollo del capitalismo na­
cional. Toda la historiá latinoamericana lo demuéstrá has- ,-
ta nuestros días. Recordemos que el general Perón, re-
. presentante de los nuevos, intereses capitalistas.'nacionales
de la Argentina y en modo alguno político “comunista”,
ha sido, derribado en 1955f del mismo modo, que el. estan­
ciero nacionalista Vargas se ha visto empujado al suicidio
un año antes bajo la intolerable presión imperialista. Estos
son hechos y todo" lo demás, “fraseología revolucionaria”,
el vicio que más indignaba a Lenín en su tiempo,
Lo que el imperialismo ha sostenido en América La­
tina, :es el tipo de gobierno oligárquico-liberaLparlamen-
x Mella, ob._ cit., p. 23. , .
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 407

tario, expresión ¡clásica de lá dependencia semicolonial de


América Latina, Esos gobiernos de exportadores, abogados,
comerciantes y terratenientes son la forma óptima hasta
hoy de la política imperialista. Bajo ciertas condiciones,
asimismo, tolera o apoya gobiernos de sátrapas criollos del
género de' Batista o Trujillo; pero llegan a volverse tan
insoportables que hasta el propio imperialismo facilita su
eliminación. La diferencia entre “oligarquía” y “burgue­
sía”, expresiones de dos economías y de dos políticas por
lo general antagónicas se revela indispensable para com­
prender y actuar en la revolución latinoamericana, Del
grado de “progresividad” o “negatividad” de las burgue­
sías nacionales, hablaremos más adelante.
10. “Clasismo abstracto y pluriclasismo abstracto”.
La respuesta de Haya de la Torre al folleto de Mella
permitirá no solamente Comprender las posiciones del
aprismo, sino también descifrar la íntima vulnerabilidad,
teórica’de este movimiento, que lo conducirá más tarde a
una completa capitulación política ante el imperialismo.
Haya déla Torre replicaba a Mella con toda corrección
que América Latina era una Nación balcanizada; que el
proletariado latinoamericano era numéricamente insigni­
ficante; que, en consecuencia, se imponía un “Frente de
trabajadores manuales e. intelectuales” .para, librar la lu­
cha contra el imperialismo. Pero entre el “clasismo abs­
tracto” de Mella y el “pluriclasismo” no menos abstracto
de Haya de la Torre, no había lugar para una verdadera po­
lítica nacional de la clase obrera latinoamericana. Por muy
débil que fuera, como lo sigue siendo en la actualidad, sal­
vo en algunos pocos Estados, en la ideología'y la. acción
de la clase obrera debía encontrarse al caudillo de la Na­
ción latinoamericana, a su destacamento de vanguardia
y a su cabeza política. ,
Si Mella ignoraba el carácter democrático y nacional
de lá revolución latinoamericana, determinada por la cues­
tión agraria y nacional no resueltas, en mérito de una utó­
pica “revolución obrera”, Haya de la Torre incurría en el
408 ; JORGE ABELARDO RAMOS . ■

error inverso : él do disolver en el‘“Frehte dé clases” a la


clase-dirigente de la revolución y a su programé. En este
último caso, era inevitable que el “Frente de clases”, como
se llamaba a sí mismo el APRA, adoptara la. ideología bur­
guesa o pequeño-burguesa de la lucha antiimperialista, ya
que toda lucha política se imbuye de un contenido social,
■que evidencia el'carácter de clase dé su dirección. Mella
■ renunciaba- a la dii-ección de la revolución nacional de Amé­
rica Latina, al aislar al. reducido proletariado latinoame­
ricano- de sus' inmensos aliados: la pequeña burguesía ur­
bana y el campesinado. Haya de la Torre sometía entonces
a.estas fuerzas gigantes a'su dirección pequeño burguesa
y dejaba la perspectiva socialista -de la revolución para
“la hora del ensueño-’. “El AFRA sostiene que antes de
la revolución, .socialista que llevaría, al poder al proletaria­
do —clase en formación én Indoamérica—, nuestros pue­
blos deben pasar por períodos' previos de transformación
económica y .política y quizás por una revolución social
—no socialista—que realice la emancipación nacional,con­
tra, el yugo imperialista y la unificación económica y .poli-,
tico , indoamericaná. La revolución proletaria, socialista,
vendrá, después..'. pero eso ocurrirá mucho más; tarde”.1
’El. militante comunista Mella exigía la revolución so­
cialista e ignoraba las tareas democráticasíde la revolu­
ción'en una nación atrasada, y dividida; el apristá Haya
de la Torre proponía la revolución democrática y poster­
gaba la revolución socialista para un indeterminado futuro.
Ambos incurrían en un profundo error, pues la reali­
dad latinoamericana se componía de atraso y. progreso
íntimamente ligados; de industria y barbarie agraria, de
indígenas no incorporados a la lengua española ni a la
producción mercantil y de la última palabra de la tecno­
logía occidental. Esto significaba, traducido al lenguaje
de la revolución, que América Latina debía realizar las ta­
reas burguesas y democráticas no verificadas (unidad na­
cional, repárto de tierra a los campesinos, liquidación de
la Edad de Bronce, del Medioevo, etc.) al mismo tiempoi
i Haya de lá Torre, ob cit., p. ,122.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 409

qué controlar la producción capitalista en las ciudades


(empresas imperialistas) mediante la expropiación u otras
formas idóneas socialistas? o>-próximas al socialismo.
Naciorialismó y socialismo no brotaban en América La­
tina de la cabeza de ningún teórico, sino de la estructura
económica y social misma. Corno en todos los países' atra­
sados, América Latina debía reunir ep ■ un mismo procesó
la Revolución Francesa del siglo XVIII y la Revolución
Rusa del siglo XX. . V
Pero para poder realizar la revolución democrática y
nacional en América Latina, la historia exigía que el mo­
vimiento fuese conducido por el proletariado, por la'ideo­
logía del proletariado, por los métodos del proletariado.
Esto nos lleva directamente ál carácter de la revolución
latinoamericana. '
11. Balcanización y desarrollo combinado.

El imperialismo había encontrado en las oligarquías


terratenientes y en las burguesías comerciales de América
Latina a sus aliados internos. Había balcahizado la na­
ción, había sometido su economía a una monstruosa de­
formación unilateral; había roto todos los lazos dé iñterre-
lación económica dentró-de América Latina y, finalmente,
había establecido 20 vasos comunicantes, únicos y sepa­
rados, de relación.de intercambio con su sistema mundial.
Al mismo tiempo, había profundizado las diferencias
de niveles históricos entre el mundo civilizado de Europa
y las sociedades incivilizadas de América Latina. La ten­
dencia decreciente de los precios de las materias primas de
exportación latinoamericana se combinaban con la tenden­
cia creciente de los precios de artículos manufacturados
procedentes del exterior. Este proceso simultáneo bajaba
el nivel de' vida de América Latina, amputaba sus posibi­
lidades de capitalización interna, cerraba el camino a una
industria nacional. En otro orden, el imperialismo apoya­
ba el atraso agrario de América Latina y sólo introducía
la técnica moderna en aquellos productos exportables que
I >
.1 ,i

410 JORGE ABELARDO RAMOS . \ ’

la.exigían:pampa húmeda de los cereales y carnes en el


Plata, minería boliviana, petróleo, azúcar en Cuba, etc.:
Todo el resto de la economía latinoamericana no desti­
nada a la exportación quedaba bajo “las manos muertas”
del gamonalismo, los terratenientes, los caciques de aldea,
los descendientes de esclavistas y encomenderos.

12. Focos de civilización y estepas de barbarie.


De este modo, los “focos de civilización” creados por el
imperialismo en ciertas zonas de América Latina se com­
binaban con las formas más primitivas de vida: los antro­
pófagos y reducidores de cabezas, la comuna agraria in­
caica, el trabajo semi-servil o servil, el campesino sin tie­
rra o el ilota moderno. De este doble carácter o desarrollo
combinado de la sociedad latinoamericana brotaba la na­
turaleza de su programa revolucionario. Debía resolver
las tareas incumplidas por las generaciones anteriores, y
por todo el proceso moderno de la civilización : incorpora-'
ción del indio a la civilización, revolución (agraria y unidad
nacional. ' . ' •
Pero estas tareas no podían ser encabezadas por él cam­
pesinado, sino por el proletariado, es decir por el sector
más moderno, dinámico y concentrado de una sociedad
sometida globalmente a la parálisis semi-cplonial. Dicho
proletariado no estaba en condiciones de levantar su pro­
grama específico, como correspondería en Francia, Ingla­
terra o Estados Unidos, donde constituía la mayoría deci­
siva de la población. En América ;Latina sólo podría movi­
lizar a las grandes masas campesinas o intermedias, dis­
persas y sometidas al. “idiotismo” de la vida rural, para
usar la expresión -de Lenín, enarbolando una bandera na­
cional, democrática y socialista,'es decir, satisfaciendo las
aspiraciones no sólo proletarias sino también pequeño bur­
guesas de esa masa de campesinos y clases medias sin tie­
rra ni derechos. . .
Los aspectos “democráticos” y “nacionales” de este pro­
grama enlazaban necesariamente con los aspectos “socia­
listas”, por las exigencias mismas de esa realidad social
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 411

mixta. Pero el hecho de que el proletariado encabezara la


revolución nacional latinoamericana, no imprimiría un Ca­
rácter socialista ál contenido de esa revolución^ que no<
puede estar determinado sino por el nivel de desarrollo
de las fuerzas productivas.; La dirección socialista consiste
en la conducción proletaria del proceso, en los métodos de
la? planificación social, y en la preparación del régimen
económico y político orientado hacia el socialismo, Pero el
contenido social de la revolución 'latinoamericana no pue- v
de sino reflejar el estado de evolución de las fuerzas pro-
ductivas de América Latina. Todo lo demás, pertenece a
Alicia en el país de las maravillas.
13. El núcleo teórico fatal del programa aprista,
. La tesis Central de Haya de la Torre, en la que se ad­
vierte el germen de su quiebra ulterior,, es la siguiente: /
el. imperialismo, qiie es la etapa más elevada del capitalis­
mo en Europa, es- la primera etapa del ,capitalismo; en la
.América Latina.1 '<■-' .' ' 7 . °./.•' . ,
^‘El imperialismo '...: implica en todos nuestros .países. \ '
el advenimiento de la era capitalista industrial, bajp. fpm
mas características de penetración, trae, consigo, los fenó^:< lí­
menos, económicos. y sociales. que produce el ' capitalismo
en. los países, donde aparece originariamente; gran , con­
centración .'industrial ni agrícola, el. monopolio de la pro--
ducción y . circulación de la riqueza, la progresiva destruc­
ción q absorción del pequeño capital, de la pequeña manu­
factura, de la pequeña propiedad y del pequeño comercio,
y la formación de una verdadera clase proletaria Indus- •
trial”.2 ' t ■’ '■
1 Haya de la Tdrre, ob. cit., p, 63. “Nosotros no. somos un pueblo
industrial; consiguientemente la clase proletaria del ndffiente indus- - '
trialismo es joven... Un niño vive, úri niño siente .dolor; un niño
protesta contra el dolor; sin embargo, un niño no está capacitado ■ t
para dirigirse por sí mismo”, Treinta años de aprismo, p. 126. Tal
es el concepto paternal de Haya de la Torre con respecto al prole- .,.
tardado peruano y latinoamericano. Ya veremos más adelante cómo
la madura pequeño burguesía peruana, al mando del jefe aprista,
se dirigió a sí misma y al Perú. . ■
- 2 Haya de la Torre, ob. cit., p, 23.

i
412 JORGE ABELARDO RAMOS

De este modo, segúií Haya, el imperialismo cumple en


América Latina el papel histórico de la modernización
capitalista típica, eh los países: de Occidente. Para el jefe
aprista, se trata de toda una etapa necesaria, que “no pue­
de jasarse por alto".1 En esta etapa, por consiguiente, la
revolución debe crear el Estado Antiimperialista, hasta
que la futura evolución social pueda crear las condiciones
para la revolución socialista. Esta división en “etapas” o
compartimientos egtancoé de la revolución burguesa y la
revolución .socialista era típica no de Haya dé la Torre,
que con cierta presunción reclamaba la “originalidad” del
aprismo, sino del menchevismo ruso en 1917 y del stali-
nismo en la China de 1927.2
La importancia de la teoría de las “etapas” que Haya
tomaba en préstamo al menchevismo ruso y. al stalinismo,
residía' en que si la revolución burguesa era una etapa
históricamente necesaria por la escasa industrialización
de América Latina y la consiguiente debilidad del prole­
tariado, el contenido social y político de esa revolución
consistía en desarrollar las fuerzas productivas del capi­
talismo bajo la hegemonía de una burguesía nacional o de
la pequeño burguesía aprista subrogante de aquélla. Por lo
demás, nuestro vernáculo teórico no iría a buscar en las
ruinas del Macchu Picchu la inspiración para crear su
“Frente de Trabajadores Manuales e Intelectuales”'según
definía lá estructura del APRA, sino en el Lejano Oriente,
justamente en el partido de la burguesía china, el Kuo-
Min-Tang de Chiang-KaiiShek.
1 ibid., p. 24. .También en “El Antiimperialismo^ y el Apra”, el
mismo autor dice':' “Para, nuestroS pueblos el'capital inmigrado o .
importado, plantea la etapa inicial de su edad capitalista moderna.
No se repite en Indóámérica, paso, a paso, la historia económica y
social,de Europa. En estos? países la primera forma del capitalismo
moderno es la del capital extranjero imperialista” (p. 51). Haya
, de la Torre refuerza y aclara su pensamiento con esta frase de C. K.
Hobson: “Comparadas con las de otros países, las inversiones britá­
nicas han actuado como pioneros en el descubrimiento y apertura
de nuevos, campos de desarrollo”. Es evidente el franco carácter
apologético del pape! jugado por el imperialismo en América Latina
y el desconocimiento del jefe aprista de la verdadera naturaleza del
capital financiero.
■' 2 V. Lenin y. Trotsky, ob. cit.
HISTORIA DE LA NACIÓN LATINOAMERICANA 413

“En un discur'sopronunciado. durante la cena conme­


morativa de la revolución china en Londres, el .11 de. octu­
bre de 1926, hice hincapié en que «el único Frente Antiim­
perialista del tipo qtie tuvo el Kuo-Mirig-Tang al fundarse,
. es el APRA». Insisto en el paralelo, a pesar de necesarias
distinciones específicas, recordando que la traducción li­
teral de las tres palabras que dominan el poderoso orga­
nismo político chino significan en nuestra lengua, Partido
Popular Nacional....' El Kuo-Ming-Tang no fue fundado .
como partido de clase, sino como un bloque o Frente Unido
de obreros,^ campesinos, clases medias, organizado bajo la
forma y disciplina de partido”.*■
14. La.idealización del imperialismo.
La analogía no era accidental. La burguesía nacional
china, como todas las clases dominantes, aborréce la idea
misma de la existencia de las clases sociales y del partido
dé clase. Se consideraba como la conductora natural de la
sociedad china, así como el AÍRA, expresión pequeño bur­
guesa del Perú, pretendía asumir idéntica representación. v
De ese modo, el poder de la burguesía nacional china logró
: arrastrar bajo sus banderas “nacionales” a las clases me­
dias y campesinas, hasta cierto período decisivo. Pero las
banderas nacionales de la lucha contra el invasor japonés
y por la revolución agraria pasaron de Chiang-Kai-Shek '
. a Mao-Tse-Tung, que asumió en nombre del proletariado
los intereses generales de la nación china. Chiang-Kai Shek,
el alter ego de Haya de la Torre, se transformó en un gen­
darme norteamericano en la isla de Formosa.
Conviene detenernos un momentó en el hecho de que
“el imperialismo es la primera.etapa del capitdlismó” en
América Latina. Haya de la Torré niega categóricamente
con esta idea la concepción del imperialismo expuesta por
. Lenín en su célebre ensayo. Lo que es peor todavía, si el .
imperialismo introduce él capitalismo en América Latina, i
esto significa claramente que el imperialismo no ejerce el
1 Haya de la Torre, El antiimperialismo y el Apra, p. 68. '
414 JORGE ABELARDO RAMOS ■

papel estrangulado!
* que. toda la experiencia moderna con­
firma, sinq que en su relación cón los países semi-colonia-
les se, revelaría como' el principal agente transformador de
su atraso. Una fuerza capaz de ■ introducir en la sociedad
semi-colonial relaciones capitalistas de producción (no me­
ramente plataformas civilizadas ligadas .al sistema expor­
tador) se convertiría naturalmente en una fuerza objeti­
vamente progresiva.
Esta idea central del aprismp se aproximaba extrañar-
mente al aforismo europea de los tiempos de Kipling en el
que se exaltaba poéticamente el papel civilizador del im­
perialismo en lá zona tórrida. Pero los efectos del impe­
rialismo son radicalmente diferentes a los esperados por
Haya dé la Torre.
En América Latina, como en el resto del mundo atra­
sado, el imperialismo promovió un sistema moderno de co­
mercialización, comunicaciones, transporte y urbanización
exclusivamente en los límites, técnicamente necesarios para
exportar el algodón, el café, el petróleo, etc., que requería
el mercado mundial. Como no era económico emplear la
llama incaica para transportar algodón, construyó ferro­
carriles ; pero sus redes no estaban concebidas para el des­
arrollo armónico de las fuerzas productivas del Perú, sino
para vincular los centros de producción con los puertos de
embarque. Era más práctico comunicarse con los gerentes
petroleros mediante la telegrafía o el teléfono que por me­
dio de chasques indígenas ; los empleados administrativos
• nativos no eran menos indispensables que ciertas carrete­
ras. Para realizar este tipo de trabajo se requería mano
í de obra local: así se proletarizaron ciertos sectores nati­
vos, que serán luego peones, .ferroviarios, electricistas,
arrancados del viejo mundo agrario y transformados en
agentes modernos del sistema de servicios indispensables
al imperialismo para extraer al resto del país sus rique­
zas naturales.
Pero nada de esto significaba capitalismo, en el sen­
tido histórieo-social de la palabra, esto es, la universaliza­
ción del salario, la creación de un mercado interno viviente
e interrelacionado, la formación de un. capital nacional
■ HISTORIA' DE' LA NACION IATTNOAMEÉIóAÑA- . . 415
: - ' ' ; . ■ . • ■

¿ - reproductivo, '¡el equilibrio geográfico de sus. líneas-de trans- '


portes, una circulación mercantil completa y una .'depen­
dencia mucho menor- del comercioexterior. Haya de'la
Torre confunde las plataformas litorales dé cométcializa-
ció» ' (los “focos, de .civilización • de la .costa”)-' con un capi­
talismo capaz de desarrollar una estructura de producción
■ e intercambio interior en el conjunto, dé la. geografía e.co--.
■ nómica de .la América Latina. Naturalmente, estos “focos
de civilización” estimulan el desarrollo dé una clase media
urbana; y al mismo tiempo infunden a esa pequeña burgue­
sía todo género, de ilusiones sobre- esa' “modernización”.'
Haya de la Torre refleja en parte esas Ilusiones.1'
•15. -Naciones opresoras -y naciones'.oprimidas. 7
Es útil señalar que a pesar de las: contribuciones teó-y
<■ ricas del-Haya dé la.-Torré de su primera época a úna méL
•jbr inteligencia, dé los' problemas latinoamericanos; hecho,
que'es. preciso consignar categóricamente.frente a la igno­
rancia- arrogante de stalinistas- y fleo-izquierdistas,'2 el
' -.dirigente'aprista permaneció siempre hostil al .pensamien-,
to leninista-' sobre la Cuestión nacional. Esto tampoco.-será
un azar/ pues las ídéas de-Lenín sobre eí-tenia dejaban/al
desnudo otro de los» aspectos''más débiles’de las feorizaeib-.
nés-ap'ristas." ' ■' -
. Mientras que'Lenín'Subrayaba.-categóricámente- la divx- --
sión del-mundo, moderno entre naciones opresoras y na-
■ •' 1 Esa corriente., de1 inversiones imperialistas no- sólo creajen-'Ia -
primera etapa de expansión agraria o minera una clase inedia, sirio
también tin proletariado, como dice Haya. Lo que este autor olvida
mencionar, es qu<, ese proletariado forma parte de la “aristocracia
del trabajo” del país dado y que dos obreros y empleados de las
empresas de capital extranjero son la fuente dél “amarillismo polí­
tico” y del conformismo más completos. _ .
3 El desarrollismo, los cepalianosy los teóricos de la inversión
extranjera como, fórmula mágica del “despegue” son discípulos di­
rectos de Haya de la Torre. Por lo demás, el stalinismó y los iz­
quierdistas abstractos de América Latina que han llegado a la revo­
lución sin pasar por Marx ni Lenín, desconocen, como es. previsible,
las obras de Haya de la Torre; prefieren practicar ese “perpetúum
mobile" que Goethe definía así: “No hay nada mÁs horroroso que la
iffnorancia activa”. • '
4161 ' JORGE ABELARDO RAMOS ■ . • .

ciones oprimidas, y . destacaba la diferencia de contenido


histórico entre el Frente Unico proletario como consigna
apta para los países imperialistas, y la del Frente Unico
Antiimperialista como fórmula de movilización en los paí­
ses coloniales y semicoloniaíes, Haya de la Torre mante­
nía ante esta clasificación fundamental un curioso silen­
cio. Por el contrario, frecuentemente tendía a confundir
los dos campos. Establecía así una imposible analogía en­
tre el Frente Unico Antiimperialista propio dé las condi­
ciones semicoloniaíes dé América Latina y los frentes que
realizaban los "partidos de izquierda en Francia, Alemania,
Países Bajos y Escandinavos... donde ha sido necesaria
la alianza de clases proletarias, campesinas y medias”.1
Es elemental señalar que en América Latina ese Frente
Antiimperialista nace de la necesidad de lanzar a la lucha
contra el, imperialismo a todas las clases sociales amena­
zadas u oprimidas por él, de donde,, deriva la positividad
de esa consigna. En el caso de los países capitalistas avan­
zados de Europa, esa “alianza de clases” reflejaba sobre
todo la putrefacción de los partidos socialistas (y luego
comunistas) y su renuncia a la revolución proletaria ahí
justamente donde era preciso plantearla. Asimilar el “re-
formismo” europeo a la lucha "antiimperialista latinoame­
ricana indicaba en el teórico aprista la adopción de recau­
dos doctrinarios para su propia capitulación. Pues la subor­
dinación de la clase obrera a la conducción burguesa o
pequeño burguesa de la revolución latinoamericana debía
significar, en definitiva, la renuncia a la revolución mis­
ma. El APEA es el más escandaloso ejemplo en la mate­
ria. Pero su decadencia se vincula a la declinación de la
granoleada de masas que rugía bajo la Reforma Univer­
sitaria de 1918.
16. La decadencia del aprismo.
La crisis-de 1930 destruye la la generación de, la Re­
forma, disipa las esperanzas despertadas por el triunfó
del radicalismo en la Argentina, presencia la caída dé la
. 1 Haya de la Torre, ob. cit., p. 98.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA '417

República Socialista dé Chile, Sánchez Cerro atrapa el po-.


der en el Perú, la reacción nazi triunfa en Europa y el
stalinísmo en la Unión Soviética. El aprismo evoluciona
hacia una conciliación con el imperialismo. Al estallar Ta
guerra de 1939 Haya de la Torre expresa teórica y políti­
camente , su capitulación. El mismo autor que había afir­
mado que “el imperialismo —primera etapa del capitalis­
mo en Indoamérica—- aporta el sistema económico trans­
formador de un régimen feudal-comercial agro-pecuario- y
minero en otro ya tecnificado, de dirección industrialista”1
diría de Roosevelt que “la política del Buen Vecino., .es
el paso más extraordinario que haya dado un gobernante
de los Estados Unidos en favor de las relaciones interame­
ricanas desde la Doctrina Monroe”.2 Como se ve, las con­
clusiones políticas, del aprismo, llegado el momento, fluían '
naturalmente de sus enunciaciones teóricas.
El ,estallido de, la segunda'guerra imperialista permitió
a Haya de la Torre y al aprismo completar el proceso y
desembarazarse de todo su bolivarismp, su indoamerica-
nismq y su antiimperialismo. Se recordará que análoga­
mente hicieron los socialistas y los stalinistas del mundo:
apoyar a uno de los dos bandos. Enjuiciando el carácter
de la guerra, decía Haya de la Torre que “desde el punto
de vista del imperialismo, no es, como la del 14, típica co­
lisión de imperios económicos, de rivalidades puramente
mercantiles. .. ¿Podemos ser neutrales? Como esta guerra
no es sólo económica sino política y racial, la victoria del
nazismo implica la derrota de todo lo que es para nosotros
vida civilizada y libertad”.3
Se refería quizá a los millones de indios peruanos, ente­
rrados en las comunidades o esclavizados como siervos en
los grandes latifundios? El Aprismo había concluido como
movimiento antiimperialista: “El .interamericanismo de­
mocrático sin imperio será la meta jurídica del\Nuevo

1 Haya de la Torre, Treinta añas de aprismo, p. 150.


« La defensa continental, p. 134, Ed. Araericalee, Buenos Aires,
1&40. ' . '
e Ibid., p. 87.
/

418 JOBTGÍI AB^LAKDO KAMOS


j

Mundo”.1 Ahora 'comenzaría la etapa del aprismo como,


movimiento anticomunista: “Jd-l capital está enfermo, pero
el remedio comunista resalta p&or que la enfermedad, y
está muy lejos de garantizar al mundo un ordenamiento
económico-social salvador y constructivo..
Finalmente, terminaría como intérprete de Io$ 'terrate­
nientes amenazados por la revolución agraria en el -Perú:
“¿Se puede seguir llamando abigeos a' personas -que matan
a diestra y siniestra a sus semejantes, en este caso policías ?
jS& reclama una mayor acción'del gobierno!” / Haya de la
Torre, én 'fin, • reclamaría la paternidad de la doctrina de
“la intervención colectiva” de Rodríguez Larreta, ya antici­
pada en él Plan-Apriste de 1941. La catástrofe era total?
El profeta de'lá unidad latinoamericana de. 1924 se ha­
bía' convertido .en ’1967 en el. jefe' dé .un partido peruaño
comprometido con' la oligarquía. Sus -discípulos -serán Be- ,
tancourt de Venezuela, -Figueres dé. Costa- Rica y . políti­
cos del mismo, cotte .y género. Haya de-la Torre renuncia­
ba a . la lucha contra el imperialismo para, sustituirla pbr
los prodigios del “desarrollo económico”...-. . ' ’
Ya no serían'los hermanos,.rebeldes'- dél Inca Garcilaso-
de. la Vega los redentores de- aquel soberbio Perú, -sino los. '
sonrosados y bien nutridos burócratas." de la CÉPAL,con­
sul estadísticas, sus cocktails-y sus; secretarias. La.unidad
latinoamericana .propuesta por. Bolívar en,la-época.; .de los-,
terratenientes-criollos fracasará una vez más en la época do --
la pequeña burguesía universitaria' cuya más notable y trá­
gica -expresión había sido .Víctor Raúl Haya de -la Torre.

1 Haya de la Torre, 'La defensa continental, p. 156. ; '


. 2 Ibid., Treinta años dé aprismo, p. 183.
9 Palabras del diputado, aprista peruano Nicanor Mujica en
1965,. a raíz de la iniciación de las guerrillas dirigidas por, el ex-
dirigente áprista Luis de. la Puente Uceda. Cit. por Américo . Puma-
runa, Fsftor revoZucidn'.’'hisurreceife guerrillas, p. 73, en-la revis­
ta Ruedo Ibérico, n? Q, abril-mayó -de 196'6,,'.' París. ■ ,
* Haya de la Torre? Treinta años de aprismo, p.. 244. Se recor­
dará que esta “Doctrina” del famoso cípayo uruguayo predicaba la
intervención militar contra la Argentina, a causa de Perón. ■.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 419

La crisis mundial de 1930 incubará otros movimientos na­


cionales en América Latina, en otro nivel y con otras pers­
pectivas. ~ °

17. Ejército y pequeño burguesía después,de 1930.


En 1930 se inaugura una época de profundas transform
mariones sociales en América Latina. Por segunda vez,
aunque de manera más acusada, los Estados latinoamerica­
nos, como el resto del mundo semi-colonial, veían quebran­
tadas sus vinculaciones tradicionales con los centros del
poder imperial, desarticulados por la crisis. La bancarrota
se desplaza del centro a la periferia-; pero es en las colo­
nias donde las consecuencias serán más graves. -
La inelasticidad de la producción agraria y por el con­
trario, la mayor facilidad, de reducción productiva propia
de la economía industrial, atenúa en las metrópolis la fuer­
za de la crisis; pero la vuelve devastadora en las colonias
y semicolonias. Los ciclos agrícolas no pueden retroceder
a tiempo: el hundimiento de ios precios afecta gravenien­
te una relación de intercambió fundada en casi medio si­
glo de evolución pacífica. Las oligarquías exportadoras
se revuelven furiosamente contra eí destino.
Los presupuestos fiscales que dependen de los ingresos
derivados del comercio exterior se desploman. Aterrados,
la pequeña burguesía vinculada al aparato del Estado, los
estudiantes con.él porvenir amenazado, los profesionales
liberales, los maestros, los pequeños comerciantes o arte­
sanos,. y sobre todo los campesinos, que están en la base
de la pirámide, asisten al descenso brusco de su nivel de
vida. La eterna fronda militar sé agita en una serie de gol­
pes cíclicos, en búsquéda de los culpables visibles de la
Crisis. . . ■
. Yrigoyen cae en la Argentina, Washington Luis en Bra­
sil,. Siles en Bolivia, Ayora en Ecuador, Arosemena en. Pa­
namá, Ibáñez en Chile, Leguía en el Perú. Las .múltiples
particularidades de la historia doméstica en dichos Es-"
tados promovía cada episodio; su factor general desenca^
.420. JORGE ABELARDO RAMOS

denante es la crisis mundial y la ruina de las'economías,


moñocultoras.
De está crisis saldrán en los próximos , quince años los
movimientos nacionales y populares en América Latina
más significativos dé la nueva época, galvanizados unos
ppr la segunda crisis mundial de la guerfa que comienza
en 1939; otros, por la sangrienta guerra interimperialista
del Chaco, donde Bolivia y Paraguay son instrumentadas
por la Standard Oil y Id Royal Dutch en la lucha por el-
petróleo. De la generación militar y civil de la guerra del
Chaco emergerá el Movimiento Nacionalista Revoluciona­
rio de Bolivia.

18. Bolivia: en marcha y sin rumbo.


Hacia 1930 la pequeño burguesía altoperuana exami­
naba perpleja todas las promesas y mesías. Escribe Au­
gusto Céspedes, el intelectual más representativo y agudo
de la época: “Los estudiantes de Bolivia, nación mediterrá­
nea, de nieves y selvas inaccesibles donde las nuevas<ideas s
escalaban difícilmente, alimentaban inquietudes vagas,
despertadas por ciertas brisas continentales como la, refor­
ma universitaria de Córdoba y la “Unión Latinoamerica­
na”, cuya romántica potencialidad se perdía, en el primer
caso, con la insipiencia de la universidad y en el segundo,
bajo los muros de la clausura en que mantenían a Bolivia
sus propios hermanos del continente ... Algunas librerías
poseían folletos de los conductores de la revolución bolche­
vique: Lenin, Trotsky, Bujarin, Kamenev, Lunatcharsky,
que hojeábamos en desorden. Más nos atraían la fraseolo­
gía del APRA y los relámpagos de la revolución mejicana.
Leíamos los discursos de Obregón y de Calles y la lírica
premonitoria de la “Raza Cósmica”, que se escuchaba en­
tre los disparos de fusil de la reforma mejicana”.1
El estudiantado universitario dé Bolivia ya había sufri­
do años antes de la guerra del Chaco, su propia experiencia
cón' los redentoristas sudamericanos de fosforescente re-
1 Céspedes, 06. cit., p. 82.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 421

tórica. No por simple'accidente el Congreso Universitario


de 1928, reunido en Cochabamba, estableció los planes para
la autonomía universitaria, lanzando al mismo tiempo una
gran campaña política contra el Presidente Siles, que ha­
bía intentado, ¡justamente!, destruir la maquinaria polí­
tica.de la, vieja oligarquía liberal. Como en la Argentina,'
la Reforma Universitaria se.colocaba al servicio de la Ros­
ca imperialista.. El abanderado de la Autonomía Univer­
sitaria, Daniel Sánchez Bustamante^ expresión de los in­
telectuales “democráticos” y de la masonería, sería de­
signado por los estudiantes ‘‘Maestro de la .juventud bo-.
liviana”. Este Maestro también administraba su elódüen-
cia como abogado de la Bolivian Railway. ¡ Uno más!
19.. Revolüción en el Altiplano. \
El Movimiento Nacionalista Revolucionaria heredaba
la tradición trunca dél gobierno del coronel Busch, un jo-
ven oficial de 35 años que al asumir la dictadura no había
vacilado en dictar un decreto ordenando a la gran mi- '
nería la devolución de las divisas obtenidas por la venta
internacional de los minerales. Agobiado por la presión
“rosquera” y en la más completa soledad, Busch se suicidó
en. 1939. Pero su yalerosa actitud sirvió •de bandera a
los jóvenes oficiales y civiles que. fundaron poco después
el Movimiento Nacionalista Revolucionario..
Bolivia era hacía 1942 úna factoría exportadora de es­
tañó, azotada por trés propietarios > rapaces que logra­
ron interesar a la literatura: Simón Patiño, Mauricio
Hochschild y Carlos Víctor Aramayo, vinculados a, Iqs mo­
nopolios internacionales de minerales.1 Cincuenta mil mi­
neros recluidos en las montañas producían todo el valor
de las exportaciones de Bolivia que alimentaban,su escuá->
lido aparato estatal. Tres millones dé,indios campesinos,
en su mayor parte de lengua quechua y aymará, permaná ;

1 V. Augusto Céspedes, Metal del diablo (biografía da Patino),


Hochschild murió-en París en 1956; El célebre ladrón dejó una-he»
ia de 1.000 millones de dólares, ,
o

422 : . JORGE ABELARDO RAMOS ,. ..-7-y, / i 4

cían al margen de la economía monetaria. Víctimas del ga­


monalismo terrateniente, recluidos en el autoconsumo, ali­
mentados con coca, vivían sometidos a la institución del
“pongo”, prestación obligatoria de servicio .gratuito.1
Una reducida clase de apáticos terratenientes y doc­
tores altoperuanos ligeros de lengua gobernaba la política
lugareña, en sociedad con un puñado de generales ineptos,
borrachos y venales.' Todos ellos se inclinaban ante los dic­
tados del poder que los bolivianos llamaron el “Superesta- :
do” minero. Minería,' terratenientes y burguesía comercial ,'
importadora constituían la Rosca que ahogaba desde los .
tiempos de la conquista española a las masas populares del
Altiplano; Tal era la debilidad; intrínseca del Estado, que
se licitaban los impuestos. En los documentos de identidad
figuraba la raza. Los ministros se nombraban en la Ge­
rencia de la Patino Mines.
La hija predilecta del Libertador, aquella república
fundada por Sucre, que había perdido todas las guerras,
sin salida al mar, raquítica y miserable^ vejada y saquea­
da por españoles; criollos, norteamericanos7 e ingleses du­
rante, cinco siglos, era una demostración viva del horrendo
drama , de América. Latina. La pequeño burguesía empo­
brecida, con nombres ilustres en la historia del Altiplano,

1 Los pueblos , dé alimentación escasa'y-monótona consumen -ha­


bitualmente estimulantes. Alfredo Ramos Espinoza .en su libro “La
alimentación, en ■ Aíéxico”, dice refiriéndose a los indios niexicanos:
‘'Tienen que vencer su inapetencia cauterizándose la boca y el es­
tómago con pimienta, para producir una secreción refleja ¡de saliva,
que pueda simular la provocada por el .buerl apetito”,' En' Perú se
consumía: desde los .Incas el- ají,1 como en; él Alto Perú -el locoto, ara-
biri y comeruchm Los pueblos bien alimentados.no conocen esté tipo
de estimulantes. En América. Latina y la Iridia, por el. contrario,
el consumo (le “chile”,-..salsa “curry.” o. nuez betel es muy considera­
ble. El consuplo dé coca -en la sociedad'incaica, estaba controlado
por. el Estado, pero su propio usó indicaba’'las- dificultades de ali­
mentar a la población del Incario en virtud del bajo nivel produc­
tivo. Considerado una especie de, sustituto de la alimentación, su
efecto más importante es mitigar el hambre y . la sed ; su consumo,
está ligado, históricamente a la improductividad 'de. los Incas, a la
sup.erexplota'ción colonial española- y' a. la barbarie de la. era inde­
pendiente- El consumo de. coca contribuye'a explicar: los índices de
desnutrición en .el'Perú-.y”el Altiplano. V. Carlos Malpica, Crónica
del hambre en el Perú,, p. 39, Ed. Francisco Moncloa,. Lima, 1966,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 423

esos hijos de presidentes, generales, escritores, diputados y


profesores, vivía hambrienta y rabiosa. ¡Había sido bur­
lada tantas veces! Los oficiales jóvenes sobrevivientes de
ésa graft náusea político-militar que fue la guerra del Cha­
co también estaban hartos : la venalidad de las clases diri­
gentes no tenía secretos para ellos.
La alianza entre militares y nacionalistas se realizó
con el golpe de Estado del 20 de diciembre de 1943, en
plena guerra imperialista. Fueron inmediatamente acusa­
dos de “nazis”. La propia izquierda boliviana no era me­
nos cipaya y extranjerizante que en el resto de América
Latina.
' ' ' . • ’ ; J. .... -
20. Los pillos de la “democracia”.
La pequeña burguesía civil y la pequeña burguesía mi­
litar formada en la experiencia sangrienta y vergonzosa
de la guerra del Chaco se había vuelto nacionalista. Su
jefe era el Mayor Gualberto Villarroel. Sus grandes crí­
menes fueron organizar por primera vez en la historia
de Bolivia una Federación de Trabajadores Mineros y re­
unir, desde los tiempos de Belzu, un Congreso de campe­
sinos indígenas. Se habían instalado en el caminó correcto,
pero el poder conjunto de la Rosca y de la prensa impe­
rialista los doblegó y anonadó.
Al no atreverse a nacionalizar las minas y a entregar
la tierra a los campesinos, el gobierno de Villarroel no
supo dónde encontrar aliados. El imperialismo yanqui y
los insignificantes, partidos oligárquicos lograron. arras­
trar a la pequeño burguesía paceña, la más impresionable
y regionalista de Bolivia, sometida siempre ál terrorismo
psicológico de los abogados liberales. La conspiración es­
talló el 21 de julio de 1946. Derribó a Villarroel, lo colgó
de un farol de la Plaza Murillo y reinstaló en el Palacio
Quemado a los propietarios de minas. .
Dentro de Bolivia; participaron en el motín los jeeps
de la embajada yanqui, y también los liberales, los univer­
sitarios a la busca de. nuevos “Maestros de la Juventud”,
los stalinigtas del PIR, algunos -seudps trotskystas del
424 JORGE ABELARDO RAMOS

. POR, la izquierda, el centro y la derecha. ¡Desdichada


América Latina, siempre mezclados los tontos con los pi­
llos !' De inmediato, incorporándose en su aterciopelado re-'
fugio de la Isla Negra, ..Pablo Neruda abandonó un mo-
bj rnénto su biblioteca líquida y dijo por teléfono a José
;• ; . Antonio Arze, jefe stálinista del PIR:. “Esto ha -sido
j ' gloriosamente español". El sátrapa minero Mauricio
.y . 5 . Hochschild declaró: “Yo'pronostiqué que Villarroel caería
pronto". . .
.' El Partido Comunista de la Argentina enviaba un ca­
ble firmado por él burócrata Vittorio Codovilla felicitando
.■ •; roncamente a los miembros de la nueva Junta de Gobierno.
1 Toda la prensa norteamericana y sus ecos látinoamerica-
' ¡ ' nos aplaudían la “revolución11 del 21 de julio.1 En la URSS,
.. la Armada de Leningrado y los cañones de Moscú-dispa­
raban 101 cañonazos en homenaje a la revolución de La
j Paz. El dirigente del APEA peruano, Manuel Seoane, de-
:i! claraba en Lima : “Pocas veces, sin duda, Indoamérica, ha
• podido contemplar una página tan brillante de heroísmo
y cívico”. La- hinchada araña de Simón Patino sonrió con
y bondad y envió una donación de 20.000 dólares paradlos
J - mártires de la libertad” 2 Todo estaba en orden.
■V ? / r
J 21. El nacionalismo toma, el poder.
Desde 1946 hasta 1952, el Movimiento Nacionalista Re­
volucionario, entre cuyas filas militaban la mayoría de los
i ¡ dirigentes mineros de Bolivia, extendió su influencia so-
/ Entre las tendencias llamadas de “izquierda” en América La­
tina, la que pertenecía el autor de este libro fue quizá la única que
calificó-el golpe del 21 de Julio de 1946 como “una revolución del
dólar en Bolivia"-. tal’fue el título de un artículo que escribí en la
revista “Octubre”, n<? 4, enero-febrero de 1947, Buenos Aires, na­
turalmente con gran escándalo de! cotorreo cipayo, tan anti-villarroe-
lista como' antiueronista. -
2 V. Céspedes, El Presidente colgado, p. 256 y ss. En los días
dé su caída, Villarroel había ordenado-la importación de 80 tracto­
res procedentes de Canadá para las principales comunidad-s indí­
genas de Bolivia. El nuevo gobierno oligárquico canceló la orden.
V. Fausto Reinaga, Tierra y Libertad, p. 32, Ed. Rumbo Sindical.
La Paz, 1952.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 425

bre las grandes masas populares del país.. Los más repug­
nantes representantes del viejo orden y del antiguo gene­
ralato, asesino de mineros, se turnaron en el poder. Monje
Gutiérrez, Hertzpg y Urriolagoitía cubren el período de
reiteradas sublevaciones del MNR seguidas' de represalias
sangrientas.
El 9 de abril de 1952 el MNR inicia'una nueva revolu­
ción, combate en las. calles de La Paz con el Ejército oli­
gárquico, lo'vence,' desarma y disuelve. Víctor . Paz Esten-
soro llega al 'poder. Dos decretos fundamentales definen
el nuevo régimen: nacionalización de las minas y reforma
agraria. Se entrega la, tierra a los campesinos al mismo
tiempo que , se constituyen las milicias obreras y campe­
sinas. Siglos de heroísmo han formado en el boliviano una.
frecuentación impasible de la muerte; el dominio oligár­
quico ha consolidado esa psicología del arrojo, proporcio­
nal al conformismo y encanallamiento de laá viejas clases
dominantes. Nunca ha podido olvidarse el aforismo del
Presidente-rosquero General Blanco Galindo en 1930: “So­
mos país: pobre y debemos vivir pobremente”
Tierra' impregnada de' dolor, de sangre y esperanza,
> Bolivia parecía haber dado algunos pasos de gigante hacia
la civilización. Doce años después, al régimen nacionalista
agonizaba. ¿ Qué había ocurrido ? El MNR gobernaba en
un país donde la miseria general era tan enorme que en
Bolivia no existía burguesía nacional. El imperialismo ha­
bía proletarizado directamente a cincuenta mil indios,
transformándolos en mineros, aislados en sus grises ciu
dades de la montaña. Excepción hecha de una agricultura
_en. los valles de Cochabamba y un desarrollo agrícola es­
pecial en la zona subtropical de Santa Cruz de la Sierra,
c-1 país vivía de la exportación de minerales, aún después
de la Revolución.
El MNR en el podef había generado enormes avances.
La revolución no sólo había dado la tierra a los indios, tro­
cándolos en campesinos productores, sino que al cultivar­
se predios tradicionalmente abandonados se estaba modi-

i Céspedes : JSl dictador suicida, p, 114,


426 JORGE ABELARDO RAMOS '. ~

ficando el clima de ciertas regiones^ (Provincia de Pillapi).


La transformación del régimen alimenticio, por añadidu­
ra, alteraba la talla media del hijo del país.. El boliviano
tendía a crecer; su estatura era mayor, no sólo histórica-
• mente sino también físicamente. ¡Parecía concluir la “die­
ta alimenticia” de coca!. Tales eran los títulos que podían
invocar los creadores de esa Revolución. .
Pero, al mismo tiempo, el MNR se encontró prisionero
en los marcos del, “Estado Nacional”. Los propios teóricos
del MNR tenían predilección por disertar sobre la “Na­
ción boliviana”. ' .
22. ¿La, “Nación” Boliviana?
' El Alto Perú había nacido de la desintegración del vie­
jo Virreynato y de la política antinacional de los porte­
ños; había perdido luego en la guerra del Pacífico sus
puertos marítimos; finalmente perdió las tierras petrolí­
feras del Chaco. Y cuanto más ■ territorio- perdía y cuanto
más absurdas resultaban las especulaciones bolivianas so-
, bre su destino insular, más se escribía sobre la “Nación
Boliviana”.1 ¡Y se trataba justamente del fragmento de la
Patria Grande .que más razones tenía para buscar en la
Confederación con Perú y en la lucha por la Confedera­
ción Latinoamericana el marco genuino de su liberación!
La revolución boliviana se confinó voluntariamente én
sus fronteras. La elaboración de la teoría de la “Revolu­
ción Nacional” suponía volver las espaldas a la inmediata
correlación del Alto Perú con el Bajo Perú. Los campesi­
nos del otro lado del lago -Titicaca preguntaban en 1952 a
sus vecinos “si las leyes agrarias bolivianas, también ser­
vían para el Perú”. La conmoción que causó en el Perú la
revolución boliviana se atenuó enseguida por la estrechez
de los dirigentes, que volvieron sus espaldas a lo único que
1 René Zavaleta Mercado es el nuevo predicador de esté lo­
calismo: “Es posible que, en un' sentido científico estricto se pueda
aceptar la idea de una nacían chiriffuana, y, como se ve, tampoco
es falso hablar de una nación latinoamericana”. V. El desarrollo de la
conciencia nacional, p. 168, Ed. Diálogo, Montevideo, 1967.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 427

podía otorgar un fundamento serio a la pretensión bolivia­


na de una salida al mar: la recreación de la Confederación
Andina a través de la revolución peruana. ; >
Hubiera sido absolutamente legítimo e históricamente
necesario proyectar la revolución boliviana ál otro l¡ado del
Titicaca para emprender una verdadera guerra revolucio­
naria en aquel Perú cuya historia, estructura social, len­
guas, razas indígenas y la analogía de condición social 7
con los campesinos bolivianos lo había preparado para el
gran día. Pero la “balcanización” se había instalado tam­
bién en la cabeza del nacionalismo boliviano. Limitada a
las fronteras artificiales, la-revolución de Bolivia no po­
dría garantizar ni siquiera su propia estabilidad. De este
modo, y a pesar de sus grandes conquistas interiores,' la
revolución boliviana resultó finalmente derrotada y la re­
volución peruana postergada. No se atrevieron a librar un
nuevo Ayacucho. ■
; 23. Importancia y peligros de la distribución de tierras.
; . Por. otra: parte, la entrega de tierras- aL campesinado
boliviano creó; una clase de pequeños, propietarios , capita­
listas, naturalmente ' de bajo" nivel productivo" y técnico,
de ínfima capitalización, pero capitalistas al fin. Hselhecho
era, por un lado, de inmensa progresivídad histórica ; pór
el otro, la Revolución-boliviana; establecía un orden social,
f conservador en el- campo y una'fuente de-inmensos peli- ■
gros. Para conjurarlo, la revolución agraria debía ser
acompañada de una política de industrialización y dé con- '
.trol político de. toda la economía boliviana; con la partici­
pación democrática de todos los trabajadores en el manejo
• de ésa planificación. ' 7 ■/- -
De. otro modo, el campesinado, podía en elidía de ma­
ñana estrangular la,, revolución. No era riada imposible
que se convirtiera eh la base pasiva de, una dictadura
militar capaz de garantizarle la posesión de sus tierras a
cambio de la recolonización del resto del país> 7 .
La revolución, agraria burguesa sólo debía ser el pri- .
mer pago para conquistar por ella el apoyo dedos cámpe-

i
428 .TORGE ABELARDO RAMOS

sinos,’ crear un mercado interno para la industria y utili­


zar las viejas comunidades agrarias como formas de tran­
sición hacia una socialización de la agricultura en un alto
nivel técnico.1 ■
24. Balance del derrocamiento de Paz Estensoro.
La pobreza heredada, el aislamiento, la tentativa de
permanecer lejos de “Washington, Moscú o Buenos Aires”,
según las palabras del Presidente Siles Suazo, el bloqueo
mundial del imperialismo, que manejaba los precios de los
minerales, Se combinaron con la resistencia del gobierno
nacionalista a romper audazmente dicho bloqueo y, cons­
truir por sí mismos o con ayuda checa, o rusa, las fundicio­
nes de estaño propias.12 Hay que añadir la ingehua tentativa
de favorecer, la'formación de una “burguesía nacional” que
la historia había rehusado conceder a Bolivia. 'Así se llegó a
proteger un huevo tipo de sátrapas, que llamaremos “bur­
gueses compradores” y que disponían de los 80 ó 90 mi­
llones de dólares de las exportaciones anuales para inun­
dara la Bolivia de los nuevos ricos con automóviles de
último modelo, artículos suntuarios y productos que Boli­
via hikbiera estado en. fáciles condiciones de fabricar in­
mediatamente. '

1 Alfredo Sanjínes, La reforma agraria en Bolivia, Capítulo


“Una entrevista con León Trotsky”, p, 21, 24 ed., La Paz, 1945.
2 La idea de ciertos revolucionarios latinoamericanos de que la
revolución no puede hacerse sin ayuda rusa se ha conv°rtido en una
verdadera manía de impotentes. Consideremos en primer término
que la revolución rusa, triunfó sin ayuda de nadie 'v con la oposición
armada del imperialismo en 14 frentes de guerra. En segundo lugar,
la revolución china logró la victoria a pesar de la ayuda que los
rusos le brindaron en algún momento; si la ayuda hubiese sido ma­
yor, Mao habría debido rendirse a- las exigencias de Stalin;- que
deseaba un acuerdo con Chiang-Kai-Shek. Los chinos, en ese caso
jamás habrían conquistado el poder. En cuanto a Bolivia, el gobier­
no nacionalista ni fue capaz de aceptar la ayuda rusa para cons­
truir los hornos de fundición necesarios para emanciparse de.los.
monopolistas anglo-yanquis, por temor de la presión norteamerica­
na, ni tampoco se demostró con energía suficiente para construirlos
con su propio esfuerzo. Solamente habría sido necesario prohibir la
importación de automóviles último modelo y artículos suntuarios dv-.

/
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 429

Mientras la revolución presentaba una soberbia facha­


da de realizaciones con los grandes decretos mencionados,
la estructura interior del Estado permanecía intacta. Las
milicias obreras y campesinas custodiaban las viejas ar­
mas arrebatadas a las tropas en 1952, pero el gobierno na­
cionalista procedía a reconstruir el esquema del antiguo
ejército bajo formas nuevas, aprovisionado, por los Esta­
dos Unidos, que se erige en el benévolo protector de la
revolución boliviana. El imperialismo advirtió las vacila­
ciones del MNR y parecía decir como en el refrán criollo:
“No te has de morir, te irás secando dea poco".
En resumen, el MNR no quebró el viejo Estado ni es-
tableció una planificación socialista de todos los recursos
del país en esa perspectiva. La igualdad en el sacrificio
fue ignorada; y los sectores mineros abandonados a sí mis­
mos se orientaron hacia una política puramente salarial,
lo que no hubiera podido ocurrir si la administración de
las minas hubiera sido confiada a los mineros mismos,
dentro de un plan de gestión socialista de la economía
minera. Poseer las minas sin la fundición y cohtrolar la
fundición sin la comercialización, era inútil. Pero abordar
la refinación e intermediación de los minerales en los mer-

rante un año para elevar esas refinerías. Era exactamente un cri­


terio de prioridad socialista impuesto por todo el poder concentrado
del Estado lo que hacía falta.
Cien años antes, los paraguayos de Carlos Antonio López cons­
truyeron solos, el primer ferrocarril de América del Sur y las pri­
meras líneas telegráficas, así como los primeros hornos de fundi­
ción de hierro del continente criollo. En plena guerra contra la in­
fame Triple Alianza argentiná-brasileña-oriental, los soldados de
Solano López imprimían en la selva el periódico semanal “El Cen­
tinela”, impreso sobre papel fabricado por artesanos paraguayos con
cortezas de árbol extraídas de esa misma selva arrasada por la
metralla mitrista. Ese papel era excelente y se conserva perfecta-
mente legible la impresión de hace un siglo. Se encuentra en el
Archivo Nacional de Asunción. ' .
¡Los paraguayos no estaban esperando a checos ni rusos! Que­
rían hacerlo-y lo hicieron porque no pensaban en ningún seguro
para la vejez. En Bolivia, como eh América Latina, no escasean los
ingenieros competentes.. Lo que, faltan son revolucionarios que en el
poder sigan siéndolo. Ver costos de refinerías y maniobras desva-
Iorizadoras de los refinadores extranjeros eh Ñuflo Chávez Ortiz,
Cinco ensayos y un anhelo, p. 252, La Paz, 1963.
I 9
430 JORGE ABELARDO RAMOS '

x cados mundiales significaba romper con los Estados /Uni­


dos y establecer canales nuevos con el Tercer Mundo y
los Estados Socialistas.
Nasser podía ofrecer un ejemplo de política posible,.
pero en todo caso Bolivia podía haber creado su propia
política. La caída de Paz Estensoro fue el resultado direc­
to de la descomposición del régimen nacionalista y la
prueba negativáde que el nacionalismo popular o tras-
ciendé los marcos clásicos de sus proposiciones iniciales- de
clase media y se lanza a la ruta del Socialismo latinoameri­
cano, o será aislado primero y aniquilado después.
• ■’ * ■ ' - ' CAPITULO ’xiy.

MOVIMIENTOS NACIONALES DEL-SIGLO XX:'


' BRASIL Y ARGENTINA -

“Brasil es, y lia. sido siempre,, una colonia... Mí úni­


co deseo eg salir ■,de •■.aquí, expatriarme,, abandoiiar' el
país e irme con mi gente $ vivir * en algún rincón de
Europa... jEuhoga!... ¡Europa!”. ■
Grana Aranha, en “Canaán”, 1930.

“Después de muchos años de dominio y expoliación de


grupos, económicos y financieros internacionales, me
puse ai frente de una revolución y vencí... He lucha­
do mes á mes, día a día, hora a hora, resistiendo a una
presión constante, incesante, soportando todo en silen­
cio, plvidando todo, renunciando a ser yo . mismo,, para
defender al pueblo'que ahora se queda desamparado.
Nada les puedo dar a no ser mi sangre... Luché con­
tra la expoliación del Brasil... Yo os di mi vida.-Aho­
ra, os ofrezco mi muerte”. '
~ Getulio Vargas, Testamento' político, 1954..

“Nosotros, afortunadamente, y por suerte,, podemos


compensar todos nuestros errores con el clima y el sue­
lo, aunque esté empobrecido. Pero todavía, las vacas si.
uno les echa un toro, le dan un ternero”.
Patricio Donovan, ganadero- argentino, 1959.

“Si la Revolución Francesa terminó con él gobierno


de las aristocracias, la Revolución Rúsa termina con
el gobierno de las burguesías. Empieza el^gobierno de
las masas populares”. ' ''
.- Coronel Juan Perón, 1945.

i
!
Durante un siglo y medio la balcanización de América
Latina se expresó dramáticamente en el caso del Brasil.
Ya la península ibérica había sido dividida por la política
inglesa. En el Nuevo Mundo la hostilidad éntre Portugal1
y España se transfirió a los Estados nuevos creados des­
pués de las guerras de Independencia. El resultado fue
semejante a lo ocurrido entre los países de habla castella­
na : una completa incomunicación.; De este modo la fábula
de un Imperio brasileño compacto y felino, guiado por un
Itamaraty invariablemente genial y rigurosamente nacio­
nalista, que desplegaba de siglo en siglo una política dia­
bólica, llegó a ser una obsesión del Ejército y la historio­
grafía argentinas.: .
Debían sonreír los ingleses ante nuestro ignorante can­
dor, pues ellos conocían mucho mejor el Brasil que los
argentinos, y a la Argentina que los. brasileños. Es cierto
que también conocían mucho mejor todavía la Argentina
que los argentinos y el Brasil que los brasileños, para ser
enteramente justos.
1. Unidad y separatismo brasileños.
Pero la crisis de 1930 concluyó con el patróh oro, el
letargo de América Latina y la impasibilidad británica.
Debía revelarse con la fuerza de una ley que eh cada ban­
carrota de los grandes imperios europeos, fuera financie­
ra, económica o militar, los países coloniales o dependien­
tes encontrarían siempre la posibilidad de aproximarse
434 JORGE ABELARDO RAMOS

convulsivamente a la modernidad.. En Brasil esto ya había


ocurrido en 1890 y con la primera guerra imperialista de
1914- Por lo demás, la oligarquía brasileña- a semejanza
de la burguesía comercial porteña, engendraba sin cesar
el separatismo. - ;
Desde los tiempos en que la “frontera móvil” de las ban-
deiras ensanchaba el territorio brasileño a costa de los do- 1
minios españoles, el parasitismo social del régimen escla­
vista, por otro lado, dejaba tan flojos los lazos, del Impe­
rio que toda la . historia del Brasil se convertía en una
aventura constante tendiente a la escisión de las partes
que lo constituían. Muy diferente del carácter centraliza­
do].’ de las monarquías europeas absolutas, el Imperio trans­
mitió a la República brasileña esa debilidad orgánica ante
las tendencias centrífugas tan características hasta 1930
y que en nuestros días no han desaparecido del todo.
La unidad brasileña careció siempre de bases sólidas;
el secreto es preciso buscarlo en su estructura social : en la
ausencia de un centro capitalista unificador. El resultado
ha sido la importancia adquirida por el regionalismo eco­
nómico y político yz el papel excesivo jugado por algunos
Estados brasileños en el conjunto de la vida nacional.
Las luchas interestaduales fueron muy curiosas. Algu­
nos Estados otorgaron a los descendientes de alemanes
ventajas culturales exclusivas, como el derecho de, abrir
escuelas donde no se enseñase el portugués, para obtener
sqs votos, La policía del Estado de San Pablo llegó a ser
tan poderosa como el Ejército brasileño. Contaba con sus
propios instructores militares de nacionalidad francesa.
Este fenómeno encontraba su réplica en otros Estados,
como Río Grande do Sul y Minas Geraes. Freyre dice que
“la república de l889 en Brasil llegó a caracterizarse por
una guerra, ^e los Estados, entre ellos y
la Unión”.1 y7'

1 Gilberto Freyre, Interpretación del Brasil, p. 83, Ed. Fondo de


Cultura Económica,: México, 1945. '
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 435

2. La estructura social.
Desde la proclamación de la República y la abolición
de la esclavitud, que se había vuelto antíeconómica, la his­
toria del Brasilpresencia una dominación simultánea de
los fazendeiros del café y del imperialismo inglés. Esta
fatídica combinación sé expresa en el’ control del país por ¿
dos partidos políticos, a su vez representativos de dos. Es­
tados: el Partido Republicano Paulista y el Partido Repu­
blicano Minero.1
La hegemonía estadual dé dichas regiones, sobre todo
de la primera, sobre el resto del Brasil, se fundaba en el
predominio total del monocultivo cafetalero en el coiiiercio
exterior del país. .
Ni las clases medias, ni los campesinos pobres, ni los
peones de condición .semi-servil de los ingenios> ni el mun­
do flotante. y atroz de los desclasados y harapientos de
la sociedad marginal, ni los millones de indios,,negros ig­
norados o salvajes del Amazonas, ni mucho menos el redu­
cido proletariado de Jos centros urbanos. tenían nada que
decir, ante las decisiones políticas nacionales, < En ese vasto
mosaico étnico qué tendía irresistiblemente a confundirse
en un tipo brasileño sin barreras faciales alternaban di­
versas Capas ' Sociales en abierto" contraste, pero sin que
ninguna dé ellas ejerciera la más remota ingerencia en la
cosa pública. Los “coroneles” terratenientes, los grandes
hacendados de los Estados, los abogados de las empresas
extranj eras, los mineros, cafeteros, exportadores o profe­
sores del sistema exportador, rodeados de. un puñado de
políticos profesionales bien educados, ejercían alternati­
vamente el poder político. Eí ejército y la Iglesia eran,
dentro de este cuadro, los elementos más coherentes de
la sociedad sin equilibrio en el Brasil informe. :
Mientras el Ejército brasileño mantenía .una composi­
ción más democrática, social y étnicamente, hasta con ofi-i
i El llamado “ejé del café con leche”, por la‘ producción domi­
nante en ambos Estados.
r

436 JORGE ABELARDO RAMOS

cíales de color en sus cuadros, la Marina brasileña- “tenía


a orgullo que sus oficiales fueran todos blancos caucásicos
o indo caucásicos, e hijos de familias aristocráticas o bur­
guesas ricas”.1 La Iglesia, más conservadora, era la aliada
natural del régimen latifundista. Es por esa razón que el
más importante movimiento revolucionario de la década
del, 20 se integrará con oficiales del Ejército en la célebre
“Columna Prestes”.
3. La europeización de la inteligencia.
La inteligencia brasileña sufría también la doble pre­
sión- ejercida por el casi irresistible llamado europeo y el
conflictivo proceso de formación del Brasil, con sus clases
y razas, sus plantadores filólogos, los antiguos esclavos
proletarizados y esa fascinadora aleación de refinamien­
to y barbarie. Algunos escritores “hacían todo lo posible
por escribir como si tuvieran que someter su gramática,
su composición, su estilo, su vocabulario y también sus
ideas aun comitédeprofesoresportugueses de gramáticas
y a un comité de profesores franceses de literatura, dere­
cho o sociología de París. Casi todos ellos habían formado
sus ideas sobre Brasil, no por un estudio directo o un
examen de las condiciones brasileñas, sino a través de lo
que lossociólogos franceses lejanos y a veces ignorantes
y de segunda categoría, como Le Bon, escribían sobre la
mezcla de razas en la América Latina”, dice Freyre.2
Otros convertían sus obras en versiones testimoniales
y dramáticas de la subyugación brasileña. En su novela
“Canaán”, Gra^a Aranha hace decir a un personaje: “Bra­
sil es, y ha sido siempre, una colonia. Nuestro régimen no
es un régimen libre: Bomos un protectorado... Díganme:
¿dónde está nuestra independencia financiera? ¿Cuál es
el dinero que de veras nos domina? ¿Dónde está nuestro
oro? ¿Para qué sirve nuestro miserable papel moneda, si
no es para comprar, libras inglesas? ¿Dónde están nuestra
! 1 Freyre, tíb. cit., p. 109.
2 Ibid., ob. cit., p. 178. , j
■ . . . ' ’
HISTORIA DÉ LA NACION LATINOAMERICANA 437

propiedades públicas? Lo poco que tenemos está hipote­


cado. Los ingresos de las aduanas están en manos de los
ingleses. No tenemos barcos. Ño tenemos tampoco ferro­
carriles;todos están en manos de extranjeros. ¿Acaso no
es esto un régimen colonial disfrazado con el nombre de
nación libre?”. Y' agrega::“Miúnico deseo es salir de aquí,
expatriarme; abandonar -el país e irme con mi gente a vi­
vir en algún rincón de Europa .j.. ¡Europa!.:; ¡Europa!”.

4. Crisis y revolución.
La primera guerra imperialista había originado, como
en otros Estados latinoamericanos, un fuerte impulso ha­
cia la industrialización. A ello contribuyó la inmigración
portuguesa é-italiana que se instaló en los nuevos centros
productivos. Pero este impulso capitalista se detuvo hacia
11923 cuando él restablecimiento de la Europa imperialista
pretendió volver al antiguo “status” y detener el desarro- v
lio industrial, La caída de los altos precios originados por
la guerra europea se sumó a la crisis industrial para gene­
ralizar un desasosiego político y social agudo..
La baja castrófica del café, principal rubro de expor­
tación del Brasil, ejerció el papel de fulminante en una
situación política caracterizada por el descontento del Ejér­
cito. Un núcleo dé jóvenes oficiales, bajo la inspiración
del Mariscal Hermes; Da Fonseca se lanzó a la revolución
el 5 de octubre de 1922. Eran “jóvenes soñadores”,1 dirá
un participante, pero que expresaban como en los pronun­
ciamientos militares- de España, el descontento de todas las
clases no privilegiadas de la sociedad brasileña. Las fuer­
zas. revolucionarias fueron derrotadas rápidamente por las
tropas leales de que disponía el Presidente Epitacio Pessora.
Un año más tarde comenzó a prepararse otro movi­
miento militar qué estalló en 1924,. y que eligió como jefe
al general retirado Isidoro Dias López. Entre los oficiales
figuraba el capitán Luis Carlos Prestes. Lograron ocupar

1 Leoncio Basbaum. Historia sincera da Re-pública de 1889 á


1930, Tomo II, p. 259, Ed. Livraria Sao José, Río de Janeiro, 1958.
438 < • . JORGE . ABELARDO RAMOS '

la ciudad de San Pablo; pero los 14.000 soldados federales


aplastaron la revolución. Las fuerzas revolucionarias se
dispersaron y algunas de ellas se plegaron a la columna
dirigida por el capitán Prestes en el Iguassú. Ascendido
al grado dé general por el general Isidoro Dias,prestes
inició una larga marcha de 36.000 kilómetros por todo el
■ Brasil, que se prolongó durante dos años. La ideología de •
• la columna reflejaba toda la ambigüedad de las clases so-
; cíales dél Brasil.1 - -
Más tarde, al disolverse la Columna después de librar'
episódicos combates,. Prestes se había', convertido en un sol­
dado legendario. El programa de los oficiales revolucio-
;parios^ por,lo;demás, no podía,ser más.impreciso. Al co-
menzar el movimiento, el comandante de las tropas en Bau-
rú recibía autorización del general Isidoro Días de acep-
tar voluntarios..“debuena apariencia’El mismo general
, Días/rechazó;-con¿indignación en San Pablo la adhesión
que venían a ofrecerle dirigentes obreros, pues eso ‘'des­
virtuaría el motivo original del movimiento que buscaba '
..., i la renovación de .los procesos políticos vigentes. No les
interesaba (decía, el general) Id presencia, de izquierdistas
en nuestros cttadros cornbatientes, aunque viniesen a refor-
i ? .zar la revohición hasta hacerla triunfar”.8 Entre los ofi­
ciales de la Columna no era menor la desconfianza hacia
el pueblo. ' 1 ' .
Isidoro Dias resumiría sus aspiraciones políticas recla­
mando el voto secreto, que aparecía, en las condiciones del
'Brasil tanto como en la Argentina de esa época, como una
consigna.democrática revolucionaria. Pero todo se detenía b
allí. Después de la disolución de la Columna, Prestes en­
tró en contacto con el Partido Comunista, que como las

J El, general Izidoro justificaba el movimiento, afirmando; que


“el Brasil está,, casi- en quiebra y no puede pagar las obligaciones^
dé su. deuda fabulosa... las clases pobres están acosadas por la'mi
*
seria y por el hambre.. . los, diputados^ senadores, presidentes de ios
Estados y. Presidente "dé la República son designados o nombra-
dos .'. . por verdaderos trusts dé la, rendidora-, industria política’’,
Ibid., p, 263, 1 . ;"te
3 Ibid., p. 264.
3 Basbaum, ob. cit-, p, 264. :
: HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 439 ‘
.1 - / , . ’ . ' '■
restantes fuerzas políticas veían en el general de la Co-
lümna un jjosible; eje : de nucleainientp; a. escala, nacional.
Las vacilaciones de Prestes y su ulterior resolución resu­
men toda su tragedia personal y política, ,:y se integran
naturalmente en.'-la historia del ' Brasil contemporáneo.
Prestismo. y varguismo marchan íntimamente entrelaza­
dos y constituyen dos aspectos de un mismo proceso que ■
resumiremos. aquí.

A 5. De la columna Prestes a la Alianza, Liberal.


La crisis, del. café suponía la revolución en el ^rásil.
Durante cuatro décadas el, café había constituido la base
de la exportación y del sistema de poder en el país.1 ¿Y
qué podía'sustituir al café? ¿Y qué carácter tenía esa re­
volución que todos veían levantarse en el. inmenso país sin
saber cuál era su contenido2 La exclusiva dominación: del
café Paulista y del Partido Republicano Paulista agoniza­
ba. La constitución de la Alianza Liberal, en la que partí- z
cipaban los ganaderos de Río Grande del Sur, vinculados
al mercado interno, los nuevos industriales sin partido y
hasta el Partido Republicano MineYo, fue la fórmula de
una lucha política que debía encontrar su desenlace en la
revolución de 1930. .

1 El control del café brasileño no estaba, ni lo está hoy, en ma­


nos de sus productores, sino de un puñado de firmas extranjeras
que. dominaban el mercado mundial, Actualmente, 5 empresas norte­
americanas controlan el mercado comprador del café brasileño. V. .el
sólido estudio de Cid ^Silveira, Café, wm, drama na economía nacio­
nal, analise do -merecido exportador, Ed' Civilizaqáo Brasileíra S.A.,
Río de Janeiro, 1962. De setiembre de 1929 a diciembre de 1931 el
café brasileño bajó de 22,5 centavos de dólar la libra a &centavos.
El precio-pagado por él consumidor yanqui en el mismo período,
bajó de 47,9*~centavos dólar a, 32,8. De modo que el consumidor de
Estados Unidos bebía café brasileño más'barató, aunque no tanto
para que el monopolio intermediario que compraba el café en Bra­
sil y lo vendía en EE.UU. no se embolsara la diferencia. La caída:
de. los precios fue derivada por los magnates brasileños del café
hacia tocia la población por la devaluación de la moneda, que al­
canzó á un 40 %. V. Celso Furtado, Formación económica del Bra­
sil, p. 193, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1962.
410 JORGE ABELARDO RAMOS r

Surgía rápidamente como jefe del agrupamiento Getu-


lio Vargas, nacido en 1883 en San Borja, junto a la fron ■
tera argentina, hijo del General Vargas, hacendado él mis­
mo y que había llegado en su carrera política; a ocupar la
Presidencia del Estado de Río"Grande. Era un hombre de
frontera, ño estaba vinculado a los intereses • exportadores
y percibía la existencia de Brasil eri el . contexto de -América
Latina, como se aprecia en sus primeros discursos.
En una sociedad social y racialmente tan compleja y
tensa como la brasileña, la personalidad de Vargas debe
ser entendida no sólo por medio de los datos de la “infra­
estructura
* ’ económica y del papel jugado^pór Río Grande
del Sur en el Brasil; sino también por el hécho de que su
nacimiento en San Borja imprimió ciertos rasgos particu­
lares en su psicología. San Borja era uña antigua reduc­
ción de las Misiones Jesuíticas, y la tradición regional
persiste con fuerza. Freyre dice que los hombres de la re­
gión ^misionera son - telúricos, instintivas, fatalistas, -orgu-
llósos. dramáticos y casi trágicos en sus reacciones ante la
crisis". 7; .
;A estos factores por así decir culturales y tradiciona­
les de’ su infancia, es preciso añadir que Vargas se educó
desde los 14 años en la ciudad minera de Ouro Preto, in­
mortalizada por las esculturas estremecedoras ‘ del genial
Aleijádinho; el artista- enfermo de lepra que transfiguró su
protesta social en ■ los santos coléricos o en subversivos
Cristos que anunciaban la redención: del mundo: ésto de­
bía saberlo el Aleijádinho, mulato y bastardo. Él joven
Vargas, que procedía dé la frontera jesuítica, se educó en
el corazón del Brasil: Ouro Preto, con su tradición de
místicos y revolucionarios, de magnates y leprosos, com­
pletó la formación del heredero riograndense.
6. Vargas en 1930. " : r-'.;:-. ’
La lucha electoral! contra él candidato ■ ^abiertamente
oligárquico Julio Prestes asumió lo que luego se llamaría
un carácter “demagógico”. Era en realidad, un programa
nacionalista burgués y democrático, el primero que se ex-
HISTORIA DÉ LA NACION LATINOAMERICANA 441

ponía en la historia moderna del Brasil. Vargas invocó


políticamente la figura.de¿ general Prestes, como Un mito
militar disponible en la campaña electoral. Prestes, en la
emigración, no rechazó el empleo dé su nombré para la
campaña electoral, aunque tampoco 1q.autorizó. ¿Mientras'
tanto, prose¿úíá sus conversaciones' con los representantes
del Partido Comunista en Buenos Aíres. El antiguo jefe de
la Columna vacilaba. . \ .
El clima predominante en el Brasil en ese momento lo
resumía el Gobernador del Estado de Minas Gerais, Anto­
nio Carlos: “Hagamos larevolución antes de que el pue­
blo la haga”* El Presidente Wáshington Luís había acu­
ñado un aforismo menos ambiguo i “La cuestión social es ,
■una cuestión de policía”. Mientras Prestes se sumía en la
perplejidad ante su destino político, acuciado por'sus anti­
guos oficiales para entrar en acción y por los hombres del
Partido Comunista para crear una alianza, Vargas levan­
taba el hombre del caudillo militar, como símbolo de un
nuevo Brasil..
En su discurso de la explanada Do Castello, Vargas ex­
pone una política social para la clase obrera de las ciuda­
des, un plan siderúrgico, la división del latifundio, la ex­
pansión de la agricultura y la ganadería, la producción
del carbón brasileño para sustituir a la importación del
producto extranjero, la jornada de, ocho horas, la jubila
*
ción para obreros y .empleados telefónicos, de transportes
y energía de las empresas de capital. extrapjero> Anuncia
la intervención del Estado en la regulación .de la economía
brasileña. -
Por el contrarío) él candidato oficial de la.oligarquía
Julio Prestes presentaba “la necesidad de conseguir lo, es-.
tabilización monetaria. .. Eira una plataforma de las cla­
ses conservadoras dirigida a las clases conservadoras para ,
resolver problemas de las clases conservadoras”.12 El gene-,
ral Prestes era la bandera de Vargas y él mayor estimu­
lante dé sú campaña. Pero la máquina electoral del gobier-
1 Ricardo J. Montálvo, Getulio Vargas y la unidad brasileña,
p. 103. Gleizer, Editor, Buenos Aires, 1939.
2 BásBaum, ob. cit,, p. 302. : ■
442 JORGE ABELARDO RAMOS

no de Wáshington Luis volcó, todo su poder, en jas eleccio­


nes fraudulentas y, Vargas fue derrotado.; Las .fuerzas po­
líticas del varguismó se lanzaron entonces a preparar la '
revolución. ' /?>,■■.A:' A A/-',. ■ ;
' Los jefes: niilitares .encargaban armas a Checoeslova­
quia y propagaban la sublevación en todas las guarnicio­
nes: el Brasil Hervía copio una caldera, sin ninguna ayu­
da del clima. La, revolución' triunfó en,las' ciudades más
importantes con apoyo popular. Grandes sectores del. pue­
blo participaron del movimientociviles y militares toma­
ron juntos ciudades y¿edificios públicos con. las. armas em
, la manor Si íá participación popular no fue mayor, dice
; un antiguo dirigente corpupista, fue porque ^ia. propagan-
da del Partido Comunista, denunciaba el movimiento copio
■-?- una simple lucha entregrupos burgueses” .Á .. 1¡; f.

7, El general Prestes se convierte al comunismo. ¿


Aunque ésta sea. una sobrevalprizácíón de la influencia
comunista en las ;masas> esa era, sin duda . la. posición del
Partido Comunista. La crisis entren Prestes y sus antiguos
oficiales de ja famosa Columna había estallado poco antes
, de la revolución. Huérfano, talentoso, brillante, oficial del
Colegio Militar. Prestes habíase formado en la tradición
... liberal positivista dominante e'n el.Brasil de su. adolescen­
cia., Luego había sufrido una crisis religiosa: su conver­
sión al, catolicismo no fuereños espectacular que su pos­
terior abjuración de toda fe religiosa y la adopción de la
ideología marxista. Personalidad atraídg por lo absoluto,
Prestes . r eflei aba fiel men te el desconcierto, la angustia y
la urgencia de un camino pue conmovían a la arruinada
pequeña burguesía en ese Brasil, aún invertebrado de la
’tercera década del siglo. .......
Con la candidatura de Vargas a; la Presidencia, y su
ignorada decisión de abrazar el comunismo, la ruptura de
Prestes con los oficiales de su fcolumria fue patética. En
una modesta pensión de la calle Gallo, en aquel desolado
1 Ibid,, p. 321,
HISTORIA DE LA NACION/LATINOAMERICA^^

Buenos Aires de 1930, atiborrada dé revolucionarios bra- ■


silefiÓS qu6 conjuraban etM^ré’?cQii::lñ^nninables jor­
nadas démíate,;Prestesdiscutió ásperamente con sus ofi- >
cíales. '
Derrotado fraudulentamente Vargas en las éleccionés
por Ja maquinaria oligárquica de los señores del café, los
hombres de lá Columna, unidos’todavía por lasdolorosas
experiencias de la marcha y por el culto a su jéfe, colabo­
raban ya con’ el plan revolucionario dé Vargas; para con-;
quistar él poder a maño armada. Sólo Prestes’no se había;
decidido.
; , Convocados a uña reunión en Buenos Aires, una gran
sorpresa ’ esperaba á sus. oficiales.. Prestes les anunció su
convérsión al marxismo y los invitó’ a’acompañarlos. ¡ Has?
tá ese momento los’ dirigentes comunistás habían fraca­
sado en arrastrar á Prestes á uña simple alianza! Sólo ha­
bían podido dejarle un paquete de literatura márxista.l
En las manos dél jefe de la Columna ese paquete resulta­
ría explosivo. El general Prestes se había transformado en
un comunista; sus oficiales no podían dar crédito a sus
oídos. Les dijo a los oficiales estupefactos que el Gobierno
Federal “pasaría de lasmanos de unos políticos a las de
otros, con niiestra complicidad, a cambió de media docena
de posiciones subalternas yde una amnistía que tácita^ \
mente rehusáramos muchos años ... No había alternativa
según él, si es que no estábamosvendidosaloscapitalis-
tas... Parecía un fanático y no un/líder deoficiales del
Ejército responsable por los compromisos ya asumidos con
numerosos compañeros”.1 2 : '
Los’oficiales que escuchaban a Prestes estaban per­
plejos: /‘El propio D/r. Artur iBernardes, coytraquien ha-

1 Astrojildo Peréira, uno de los fundadores del P. G. de Brasil


dejó en manos de Prestes “todo lo que pudimos conseguir, en la oca­
sión,:de literatura marxista existente en Ríp —Marx, Engels, Lenin,t
etc., una buena docena de volúmenes, casi todos en francés de las
ediciones de “L’Humanité”. V. Chacón, ob. cit., p. 323, y Basbaum,
ob. cit., p, 313. "■ ■ _■ '- ' x ;'<
2 Joao Alberto Lins :de Barros, Memória» de.um revolucionario,
p. 222 y ss.; 2% Edicáo, Ed. Civiliza^áo Brasileira S.A., Río de Ja­
neiro, 1954. '' ■ ■ " ■
444 JORGE ABELARDO RAMOS

bíamos luchado durante años, se proclamaba ahora, revo­


lucionario ardoroso en Minas Gerais. Evidentemente, aque-
■ lia no era “nuestra revolución”; pero, ¿qué hacer?”, se
preguntaba uno de los oficiales. Y agrega en sus “Memo­
rias”: “Por otro lado, ¿cómo concebir, ahora, una conver­
sión en masa al comunismo ?: Esa idea de Prestes era abso­
lutamente loca"? Otro de los oficiales, Siqueira, que se ha­
bía' mantenido en calma durante la discusión (prolongada
toda la noche, sin comer, a base de mate y cigarrillos) se
exaltó cuando Prestes se pronunció contra el pago de la
deuda externa. “¿ Y la escuadra inglesa preguntó. “Nos
vamos al interior”, respondió Prestes.'“Vamos, Prestea,
así pensaban los indiqs cuando llegó Cabral y todavía hoy
andan por el interior”.123 ,
La discusión'había concluido, pero con ella terminaba
la Columna Prestes. Sus antiguos tenientes serán los “te-
nentistas” del régimen de Vargas, que intentaron llevar la
■ revolución más allá de lo que el Presidente quería y fueron
Juego rápidamente neutralizados, como había vaticinado
Prestes. El jefe de la Columna lanzó pocos días más tardé,
en mayo de 1930, su “Manifiesto de Mayo”, en el que ex­
ponía un programa últraizqüierdista: proponía, un gobier­
no fundado en. los “Consejos de trabajadores de la ciudad
v del campo, soldados y marineros”’.8 En otras palabras,
la consigna de los Soviets. ,, ; . —
? Con esta consigna, sucumbía irremediablemente la cé­
lebre Columna, 'su jefe se transformaba en comunista .y
se aislaba de todo el proceso revolucionario de masas. ¿ Era
un error de Prestes? No. era un episodio de la tragedia
internacional del comunismo, en particular en los países
semicoloniales. La valiente decisión de Prestes de abrazar
las banderas del socialismo no podría ser ob Jetad a sino
por el nacionalismo burgués, o por la reacción imperia­
lista. Su capacidad militar' indiscutible 'corría pareia con
• su coraje moral y su decisión política de llegar a las últi­
mas consecuencias para la salvación de su patria. Pero jus-
1 lbid„, p. 224. •
- Ibid. . ' ' . . -■ ' -
3 Basbaum, ob. cit., p, 314.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 445

tamente en ese. momento los procesos interiores de dege­


neración burocrática en la Unión Soviética llegaban a su
punto crítico.
8. La burocratización stalinista y Prestes.
La Oposición Comunista de Izquierda dirigida por
Trotsky terminaba de ser aplastada, Trotsky expulsado de
la URSS y sus compañeros recluidos en los campos de con-,
centración. Los compañeros de Lenín, que se habían edu­
cado como marxistas en Siberia’ para hacer la revolución,,
volvían a ella después de construir el Estado. soviético, &
víctimas de la ola de reacción thermidoriana. La Interna­
cional Comunista siguió un camino menos honroso. Stalin
aplastó o domesticó a los dirigentes de cada partido aso­
ciado y la “rusificó” por qopipleto^ transformando a la .
Internacional ,en una proyección cosmopolita del petrifi­
cado Partido Comunista soviético. . \
. Desdé ese, momento, la Internacional Comunista esta­
ría al servicio de la diplomacia rusa. En consecuencia, las
consideraciones de Stalin con respecto a la táctica, serían
el resultado de los intereses de la burocracia y no el
fruto de las decisiones específicas de los partidos comu­
nistas según las conveniencias nacionales de esos partidos.
; La burocracia inepta volvía sobre sus pasos ante sus erro­
res, una y otra vez, retrocediendo en zig-zag e invirtiendo
radicalmente su política, lo que naturalmente conducía, de
catástrofe en catástrofe, plasta 1929, la teoría de Stalin :■ ■
había consistido en idealizar la alianza de los. comunistas
con las burguesías en los países coloniales, subordinando
a. aquéllos a la política nacionalista ide la burguesía.
Si la revolución en los países atrasados era burguesa,
era lógico que la revolución fuese dirigida por la- burgue­
sía. Los mencheviques . habían sostenido esta política en
Rusia, con los Resultados conocidos. En China, Stalin im­
puso dicha línea al partido comunista; y el jefe de la bur­
guesía china, Chiañg-Kai-Shek, una vez que los comunistas <
estuvieron desarmados política y militarmente por esta ' < ■.
política, los masacró en Cantón; en Shanghai los introdu-
-mr . . ¿í .'Aí-vt-. / 'V? AAÍ." ' '
446 : : JORGE ABELARDO RAMOS

jo en las calderas de las locomotoras, El Partido Comunis­


a ta debió retroceder diezmado hacia las montañas del Norte
durante una década. La derrota de la revolución china es­
pantó a Btalin y lo movió a desplazarse hacia la extrema
Ú izquierda, ño menos insensata que el ultraderechismo que
acababa de abandonar. Es justamente en el año 1930 cuan­
do la. Internacional Comunista lanza la consigna dé la
“bancarrota del capitalismo” y de “todo el poder a los So­
viets”, que abandonará en 1935 por-la consigna oportunis­
ta del Frente Popular. Luis Carlos Prestes se convierte al
marxismo en pleno período ultraizquierdista.
Las consignas stalinistas valían tanto para la Alema-
■ ñia de Hitlér como para el Brasil de Vargas: sus resulta­
dos fueron ruinosos en ambas partes del mundo. En Ale­
mania, el sectarismo stalinista calificó a los' obreros so­
cialistas de. “socialfalcistas”; la división del gigantesco
movimiento alemán abrió el camino del triunfó electoral
a las bandas- hitlerianas.‘En''.el Brasil, Prestes, que era el
verdadero lider nacional del país, se opuso, junto con el
Partido Comunista, a la revolución que encabezaba Var­
gas y ál movimiento de masas que la acompañó,1 Lejos
de apoyar críticamente al movimiento nacional que pese
a todo dirigía Vargas,, y colocarse .en el eje de la movili-,
zación sosteniendo, un programa, avanzado, lo que, Rubiera
permitido al. comunismo brasileño y .a. Prestes establecer
un íntimo contacto con las- masas que .creían todavía en
Vargas, se aisló de ellas, formuló consignas que carecían
de toda relación con la realidad social del Brasil, con el
. peso social del proletariado en la sociedad brasileña y con

1 Para comprender el sentido de ese error político de Pres­


tes, es necesario estudiar. la historia de la Internacional Comunista
en ese período. Hay una ingente bibliografía. Sólo daremos aquí los
títulos más indispensables: Isaac Deütscher, Trotsky, le prophete
' desarmé, . p.s 427 y ss„ Ed. Julliard, Tomo II, París,, 1964; , Pierre
Broue, Lo parti bolchevique, Ed. de Minuit, París, 1963; León Trots­
ky, El yran organizador de derrotas, Ed, Hoy, Madrid, 1931; León
Trotsky,'La Revolución china, Ed. Coyoácán, Buenos. Aires, 1965;
Jorge Abelardo Ramos, El Partido Comunista" en la política argén"
tina, Ed. Coyoácán, Buenos Aires, 196Z,
HISTORIA DE LA NACIÓN LATINOAMERICANA 441

el nivel de su conciencia y se convirtió en un brillante y


legendario instrumento de la política soviética.
Tal fue su tragedia personal y la tragedia política del
comunismo brasileño, que había atraído a sus filas al más
notable jefe militar del país, tan sólo para esterilizarlo.
9. El “Estado Novo”. A, ,¿'
, -Aunque formalmente eL “Estado Novo” se crea en 1937-,
parece legítimo considerar el largo período de Vargas como
un intento de remodelación burguesa de la vieja República
oligárquica, El movimiento cívico-militar, que llevó, a Var-
gas al poder se transformará en los próximos quince años
; en un régimen burocrático “sui-géneris” que erigió el po­
der dei “Estado Cartorial” como factor omnipotente y re­
gulador entre todas las clases sociales del Brasil. En este
sentido Vargas se aproximó considerablemente al estable­
cimiento de un régimen semi-bonapartista. n
En esencia, el más importante movimiento nacional del
Brasil realizó un enérgico esfuerzo para asegurar median­
te ja intervención del Estado un desarrollo del capitalismo
nacional brasileño.1 No sólo redujo la importancia del “co-
ronelismo” estadual, forma política de caciquismo regio­
nal qué aseguraba la feudalización política en cada Estado
de los latifundistas, sino que, Vargas aseguró por la inter­
vención federal, la quema pública simbólica de banderas y
escudos dé los Estados, y con ella la expropiación política
de la vieja oligarquía ; en otras palabras, la unidad del po­
der en Brasil.
10. Industrialización y nacionalismo. “
La política de industrialización fue la más caracteri­
'1, V. datos sobre la industrialización en Caio Prado Junior, His- .
toña económica d<él Brasil, ps. 330 y ss., E. Futuro, Buenos Aires,
I960, y Paul Schilling, ob cit., ps. 129 y ss. Sobre los aspectos socio­
lógicos y políticos de la industrialización: Octavio Ianni, Ra^as o
classes sóciais no Brasil, ps. 104 y ss., Ed, Civilizacáo Brasileira,
Río de Janeiro;. 1966; y Octavio Ianni, Estado é Capitalismo, p. 158
y ss., Ed. Civilizacáo Brasileira S.A., Río de Janeiro, I960.
.448 JORGE ABELARDO RAMOS

zante de su gobierno. Estableció un avanzado sistema de


legislación para los trabajadores, no siempre cumplido, y •
sometió a los sindicatos al control del Estado, prohibiendo
las huelgas. Alentó el rápido enriquecimiento de los nue­
vos empresarios; y los negociados en este orden recorda­
ronal tipo genérico de todos los períodos desordenados del
desarrollo burgués en Europa, con sus aventureros, nue­
vos ricos y embaucadores. .
Este hecho, juzgado por la oligarquía latifundista como
Signo de “inmoralidad” del régimen, á diferencia de la
asepsia administrativa de aquella clase, es uno de los ras­
gos secundarios típicos de la modernización burguesa.
Quien deseara desarrollo capitalista, debía admitir los
peculados; los “moralistas” de la estratificada sociedad
oligárquica no hacían negociados, pues su latrocinio no era
privado ya; consistía en la parálisis del Brasil. Sus manos
. tintas en sangre de esclavos, estaban limpias desde hacía
medio siglo.1
Algunos escritores han negado la corrección del califi­
cativo de “nacionalismo burgués” aplicado al régimen de
Vargas. Fundan su objeción en la condición de ganadero
' de Vargas y prefieren aplicar el concepto de “nacionalismo
. popular”. Es un matiz sutil; pero aún la expresión “po­
pular” tiene un contenido burgués y pequeño burgués. No
se puede juzgar la política ni el movimiento acaudillado
por Vargas de acuerdo a su personal situación social; sólo
el contenido específico de su política define el hombre y
al movimiento. Lenín era un abogado y pequeño terrate­
niente. Pero él movimiento que dirigió era proletario por
su ideología y sus fines. Vargas desenvolvió una política
nacional tendiente a crear:las condiciones debcrecimiento
cápitálista.

5 Acerca del “moralismo oligárquico’ y su empleo por la bur­


guesía Comercial de las grandes ciudades para movilizar a la pe­
queña burguesía contra las dictaduras populares, V. O moralismo
e a Alienacílo das classes medias, .en, Cadernos de Nosso Tempo,
n? 2, 1954, Río de Janeiro; fue publicado en versión castellana en
Izquierda, n*? 2, Año T, Setiembre de 1955, Buenos Aires. ■ ;
HISTORIA HE LA NACION LATINOAMERICANA 449
■ »■
Impulsó la formación de una burguesía industrial y
toda su política, aún la legislativa en favor de los obre­
ros, tenía un carácter de modernización burguesa de la
sociedad brasileña. Al favorecer legalmentí’a los trabaja- . ,
dores buscaba un apoyo interior para su política general;,
pero al tutelar los sindicatos y prohibir las huelgas, se
proponía reducir y limitar la actividad independiente dé­
la clase obrera. Despojó de influencia política a la oligar­
quía exportadora, pero no alteró la estructura de la pro­
piedad rural y defendió los intereses de los productores'
agrarios tradicionales, con lo que logró su consentimiento
*
para él ejercicio del poder.
11. El suicidio de Vargas.
La nueva burguesía industrial paulista, surgida en par- -
te por la política de Vargas, era, como su colega argen­
tina, éh gran parte de origen extranjero y carecía de una
conciencia crítica de sí misma y del Brasil. El estanciero
*
gaucho Vargas, con su visión de productor agrario vincu- «
lado al mercado interno, la tradición de la frontera y de
los peligros del separatismo riograndense que tan bien éo- —
nocía, tenía una concepción géoecóhómica del Brasil como ‘
ninguno de sus contemporáneos. Sustituyó así a una bur­
guesía nacional cuasi inexistente y forihúló una política
nacional burguesa con él apoyo del único factor centrali­
zado del Brasil en su época: él Ejército.
Esta relativa “independencia” de las clases- sociales
originaba la “pendularidad” de VárgaS, como de Perón
en él caso argentine y era el resultado más evidente dé la
inmadurez de ambas socu-dades,necesitadas dé un piloto
suprenio. En el caso de la clase ínás directamente bene­
ficiada por la política industrializadora de. Vargas, era no­
toria su incapacidad social para percibir su propia exis-
tenci&^JELfenómenaessimilar.enBrasilyen.la._Aj:gen-
tina, y parece general en todos los países atrasados.'Más
aún, históricamente, la bur^úesíá jamás ha logrado ejercer
el poder directamente, .excepción hechá de los Estados Uni­
dos en ía época moderna (y yavernég- con qué resultados).
; JORGE ABELARDO RAMOS

[ Por. esa razón Engels explicaba el bonapartismo en los


siguientes términos, que creemos perfectamente aplicables
¡ tanto a Vargas como a Perón : ‘¿Veo cada, vez más clara-
;<* mente que él burgués no se siente dispuesto a tomarel
. control efectivo; por lo tanto, la- forma normal de gobierno
es el bonapartismo, aro ser qué, como en Inglaterra, una
‘ oligarquía pueda tomar a su cargo ,la tarea de guiar el Es­
tado y la sociedad con arreglo a los intereses burgueses,
a cambio de una 'rica recompensa. Una semidictádura,' se­
gún el modelo bonapartista, conserva los principales inte­
resesde la burguesía, aún en oposición ada burguesía mis­
ma, pero no le deja ninguna ^participación en el control .
de los' negocios. Pqr otra parte, la dictadura se joe obliga­
da, en contra de su voluntad, a adoptar los intereses ma­
teriales de la burguesía”.1 ■
Las linutacipnes que sus intereses de clase le imponían
a Vargas ^on de suyo evidentes y. prefiguraban en cierto
modo su, trágica caída. En las condiciones ¿históricas del
. Brasil, no obstante, el varguismo apareció cómo una forma
de innegable progreso histórico, 'pjue responsabilidad del
Partido Comunista, y sobre todo de la Internacional Comu­
nista haber abandonado el móvifniento dé masas a otrosi
i Carta a Marx del 18 de abril de 1866. Citada por Gustav
Mayer, Engels, p, 195, Ed. Interin undo,.. Buenos Aires, 1946^ Esta1-
carta, también está reproducida en Marx y Engels, Correspondencia,,
. p. 224,. Ed. Problemas, Buenos Aires, 1947, pero en uh. castellano
»' tan horripilante,' que su sintaxis y estilo evoca la Edad de Gro sta- ■
linistá de la literatura. Para entender el pensamiento notable de
Engels, en consecuencia, es preciso acudir al libro de Máyer.
Acerca del bonapartismo: "Los gobiernos de tos países atrasa­
dos, es decir coloniales y semicoloniales, asumen en todas partes un
carácter bonapartista o semibonapartista; difieren uno de otro en
esto: que algunos tratan de orientarse en una dirección democrá- ,
tica, buscando apoyo en los ^trabajadores y. campesinos, mientras
. aué los otros instauran una forma de gobierno: cercana a la dieta-
dura policíaco-militar.. Esto determina asimismo el. destino, de Iqs
sindicatos. Ellos están bajo el patronato especial del Estado o .so-
, metidos a una cruel persecución. El tutelaje por parte del Estado
está dictado por dos, tareas que éste tiene que afrontar:. i) atraer
a la clase obrera ganando así un apoyo para su [resistencia contra
• ' las pretensiones excesivas de parte del imperialismo: S¡) al mismo •
tiempo, regimentar a los trabajadores, poniéndolos bajo el control
■ de su burocracia”: Trotsky, Por los Estados Unidos Socialistas de
América Latina, p. 15, Ed. Coyoacán, Buenos Aired, 1961.
HISTORIA DE LA NACION .LATINOAMERICANA 451

conductores cuando <aún era: tiempo.1 También es indiscu­


tible que la clase obrera brasileña aún estaba en forma-
ción, no influía en los centros vitales del enorme .país des­
nivelado y no estaba en modo alguno en condiciones de
determinar su propia política y mucho menos la política
, del Brasil. Estos factores desfavorables vúelyen más gra­
ve la responsabilidad del stalinismo en la tragedia de la
revolución brasileña. >
Antes de eliminarse, el Presidente Vargas dejaba es­
crito su Testamento, político“Después de muchos años de
dominio y expoliación de grupos económicos yfinancieros
internacionales, me puse al frente de uña revolución y ven­
cía Inicié el trabajo de liberación y establecí el régimen
de libertad social. Tuve que renunciar. Volví al Gobierno
por la voluntad del pueblo. La campaña subterránea de
los grupos internacionales se unió con grupos nacionales,
rebelándose contra el régimen de garantía de trabajo. La
ley ele ganancias extraordinarias^fue detenida éñ el Con­
greso ... He luchado mes á mes, día a día, hora a hora,
resistiendo q una presión constante, incesante, soportando
todo en silencio, olvidando todo, renunciando a, ser yo mis­
ma, para def ender al pueblo que ahora se queda desampa­
rado. Nada les puedo dar a no ser mi sangre... Luché
contra la. expoliación del Brasil , , . Vo os di mi vida.. Aho­
ra, osofrezco mi muerte” 1 2 .

1 En julio de 1954, exactamente un mes antes del suicidio del


Presidente Vargas bajo él acoso del imperialismo, el partido Comu­
nista del Brasil publicaba'.-.su “Manifiesto Electoral” y decía: “El
gobierno de Vargas es un gobierno de traición nacional. Su política
de completa sumisión a los gobernantes norteamericanos se manifies­
taen todos los aspectos de la vida del país...gobierno delatifun­
distasgrandes capitalistas, el gobierno de Vargas se somete con
un servilismo sin precedentes al gobierno de los Estados Unidos y
hace de los representantes del Brasil en el exterior lacayos del De­
partamento de Estado, norteamericano”.-Si esto decía el antiguo
Capitán Prestes, ¿qué podían esperar los stalinistas argentinos dél
apátrida Vittorio Codovilla’ V. Vamireh Chacón, A revolucáo no «
trópico, p. 24, Ed. Instituto Brasileiro de Estudios Afro-Asiáticos,.
Río de Janeiro, 1962. : -
2 Schilling, ob. cit., p. 166. |
452 JORGE ABELARDO RAMOS

12. La crisis del movimiento nacional.


Para medir la magnitud de su fuerza histórica, es pre­
ciso considerar la herencia de Vargas al día siguiente de
su muerte trágica. El Brasil ha sido sometido por el Ej ér-
cito a un intento de radical recolonización. La industria
tari laboriosamente erigida marcha hacia su absorción ma-
yoritaria por el imperialismo yanqui, como en la Argen­
tina.1' . .‘J"- '
El factor activo que facilita esa penetración.es la vieja
oligarquía intocada por Vargas. Domina la escena la mis­
ma burguesía comercial que lo obligó a empuñar su revól­
ver y la misma prensa colonial de ayer. Se reitera en el-z
Brasil un fenómeno análogo al de la Argentina^ o Boli-.
via : el movimiento nacional de conducción burguesa que
no se transfigura en socialista es .derribado, o corrompido
por las fuerzas antagónicas que rio se atrevió a destruir.
La idea de volver compatibles la “dualidad de clases”, es
decir la coexistencia de oligarquía y burguesía, de atraso
<y progreso, de revolución y contrarrevolución termina in-
. evitablemente con el triunfo de la forma arcaica mediante
la ayuda extranjera. .
Silas fuerzas nacionales no marchan haciala extirpa-
■ cióri de raíz del Viejo orden, elviejo orden los vencerá. Tal
es el caso de Vargas, Góulart, Paz Estensoro y Perón. Un
caso diferente es el de Nasser en Egipto. Es cierto que
Nasser rió considera que Egipto es una Nación, sino un
_ Estado, y en esa aguda conciencia de sus límites consiste
la originalidad y fuerza de la revolución nacional árabe.
La palabra socialismo en América Latina debe unirse ín­
timamente a la resonancia moderna de Bolívar. Si esto no
es asumido plenamente por el nacionalismo burgués, pe­
queño burgués o popular, éste correrá una y otra vez ha­
cia su pérdida. La historia no. le deja otra opción: el ejem­
plo de Fidel Castro y sus camaradas, que se transforman
. de nacionalistas en socialistas y llevan su revolución hasta
" ' el fin, muestra el aspecto positivo del dilema.
A V. Schilling,, ob. di., pa. 182 y «s.,,-
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 453
i ' ■

13. Argentina: los viejos y bellos días.

La Argentina era la más europea de las regiones lati-


. noamericanas. En sus actuales fronteras, el Litoral expor­
tador y en particular la ciudad de Buenos Aires, desper­
taba siempre el asombro irónico de los visitantes del Viejo
Mundo. Concluida la unidad del Estado en 1880 y fede-
ralizada Buenos Aires por el ejército de provincianos diri­
gido por Roca, la gran provincia quedó sin su orgullosa
ciudad, que pasó a ser de jurisdicción federal, terminando
un viejo pleito. Este,hecho coincidió con la expansión de
la ganadería y la agricultura en un ininterrumpido pro­
ceso hasta 1930. “Dios es arge/ntino” era el vanidoso, afo­
rismo de la oligarquía ganadera bendecida por un mara­
villoso régimen de lluvias y por una al parecer inagotable
capa de humus vegetal. Al otro lado del Río de la Plata
ja antigua Banda Oriental dotada de análogos recursos
naturales respondía con otra frase: • “Como el Uruguay
rio hay”-; El patriotismo chileno era menos arrogante:
“Viva Chile de m..
Entre las pequeñas soberanías heredadas de la balca-
nización, la Argentina gozaba de una renta diferencial que
hacía de sus pampas las más lucrativas praderas del mun­
do. La tradicional indiferencia de la oligarquía porteña
por América Latina se convirtió en úna norma de oro de
su' diplomacia. El país entero se inclinó hacia'Europa. Era
un valor entendido que la alianza con Gran Bretaña en un
pródigo intercambió de materias primas contra artículos
industriales bastaba para mantener el alto nivel de la oli­
garquía dispendiosa, de una clase media acogida a, la pro­
tección del “Estado Cartorial” y de un artesanado urbano
relativamente privilegiado. Junto a una estructura de ser­
vicios creada por el imperialismo, éste sistema garantizaba
a sus trabajadores niveles dé vida más altos que al resto,
de la población. ■ ;
El régimen en su cónjunto funcionó .sin grandes sobre­
saltos desde 1880 hasta 1930. Se fundaba en el reparto des­
igual de la renta agraria y las disputas políticas dirimían
gg 454 JORGE ABELARDORAMOS

una mayor justicia en dicha distribución entre las clases ; ■


participantes. El yrigoyenismo fue el primer movimiento
nacional de este siglo que canalizó políticamente a las cla­
ses sociales postergadas delsistcma agrario, aunque no
cuestionó él sistema’ mismo.1 g ‘ •
14. Ortega y el destinó imperial.: ,A-

< Hacia el año . 1930; mientras,América Latina, se debate


en la pobreza-, la olig:arquía argeñtína rebosa de satisfac­
I
ción. Sus .miembros viajaban a Europa todos. los años .con
'■ v'!
una i comitiva..asiática, se; dejabanesquilmar, por los hotele­
ros franceses con una soberbia displicencia e importaban .
en cambio, para su solaz, a los grandes espíritus disponi-
g bles de la época. ;p.e estegmodogQrtega y Gasset nonoció
Buenos Aires y retribuyó atenciones : “El pueblo argentino
f no:8,e .contenta otyas; quiere un \
destino peraltado, exige de sí mismo un destino soberbio, ... .
rió le cabría una historia sin triunfo y está resuelto a man­
dar. Lo logrará o no, pero es sobremanera interesante asis­
tir a,l disparo sobre eltiernpo histórico deunpueblocon
, vocación imperial”? '1
g La facundia de Ortega se desencadenó con los agasa­
jos, que la nobleza ganadera derramó sobre él. Vivió en
Buenos Aires anonadado por la fanfarronería norteña de
i' los altos círculos oligárquicos, por Ja calle Florida, los cha­
lets de San Isidro v los asados criollos en las estancia'! más
ricas de mundo. El peso argentino eauivalía a un dólar v
las amerengadas damas de “Amigos del Arte” lo sabían.
Ortega sobresaltó a este insignificante mundillo cuando
'i Para una descripción y análisis crítico del yrigoyenismo y del
peronismo, v. Ramos, Revolución y contrarrevolución gn la Argén- •
tina, ob. cit., Tomo II. Para el yrigoyenismo, Rodolfo Püiggrós, El.
Yrigoyenismo,. Tomo. 2 de La “Historia .Crítica de Jos. Partidos Polí­
ticos Argentinos”', Ed. Jorge Alvarez, Buenos Aires, 1965.
2 José Ortega y.Gasset,.Obras Completas, Tomo’II, p. 644, Ed,
Revista de Occidente, Madrid, 1958. Ortega funda su juicio en tres
fuentes: el redactor, jefe de un grán diario;: un profesor univer­
sitario y' un miembro de la “juventud dorada” d? la. aristocracia
porteña. ¡ Estaba exultante el ppbjicjsta español y np se detenía
■ ante npda! ... g-.“...' ' y:
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 455

pretendió, en su euforia, llamarlas “criollas”. “iVo. les era:;


grato oirse llamar “criollas”, un vocablo que yo les junta­
ba con todo entusiasmo, como si él solo fuese ya un ma­
drigal. Entonces caí en la cuenta de que esa voz, como
tantas otras, ha tenido mala suerte. Porque en ese cambio
de sentido sobreviven luchas civiles que hubo en este país”.*
El verboso español advertía tardíamente que estas insi­
nuantes damitas de la aristocracia pampeana representa­
ban uná parte del país, pero que todo el resto, era una
especie de enigma latente.: por, alguna misteriosa razón
la palabra ciolla incomodaba a las elegantes de Buenos
Aires.

15, Las serpientes y el conde de Keyserling.


Asimismo fue invitado para esa época el conde Key­
serling, con sus ojos penetrantes y' su arrebatadora bar-
bita gris. Tuyo un éxito fulminante. Carecía de todo es­
crúpulo histórico; Su fuerte era la invención, y su oficio
formal de filósofo era otra de las argucias maquinadas
por. su fantasía. Lo primero que hizo al descubrir j&iiaérica
Latina fue desenterrar a Buffon: anunció al mundo que
en Sudamérica “me había percatado de mi propia minera­
lidad” y que al sumirse “en la contemplación de las pri­
meras almas sudamericanas, fui asaltado por visiones de
serpientes”.12 Los sapos enormes del Brasil lo persuadie­
ron que la naturaleza de América del Sures “descomposi­
ción; corrupción, putrefacción, basura, hedor, deformidad,
fealdad horrorosa y perpetuo asesinato”.
Las mismas damas de Buenos Aires, con sus sutiles ha­
lagos, apenas lograron moderar a este desaforado germa­
no. Su doctrina de que América Latina es una tierra dé
“sangre fría”, pareció sufrir entonces persuasivos recha­
zos, due no es del caso historiar aquí. En la vida argen­
tina, Keyserling observa un noble decoro "para encubrir el

1 Ortega y Gasset, Meditación de lá criolla, ob, cit., p. 101.


2 Conde de Keyserling, Medicaciones sudamericana, p. £4, Jld,
Zig-^ag, santiago de CJíiJp, 1032,
466 ; JORGE ABELARDO RAMOS

propio pantano interior”. El conde era el nuevo Colón de


la psicología americana: si “Leguía, era más indio, que Yri-
gcyen, y por ello mismo más taimado,, en el sentido del
mundo de la sangre fría”,1 Yrigoyen habría mantenido su
neutralidad ante la guerra mundial “porque no tenía gana”,
clave en la que Keyserling cree descubrir la raíz recóndita
del alma argentina. En esos días venturosos de la oligar­
quía ganadera la Argentina estaba en condiciones de resis­
tir sin decir ay todas las depredaciones de; los pensadores
dé turnó: '<
'Medraba en las costas sudamericanas, atraído por el
oro argentino, un género cósniopolita de magos de la pa­
labra, charlatanes célebres que exhibían su falsa pedre­
ría de gitanos def intelecto, con el reaseguro de su7 pasa­
porte europeo o norteamericano y el respeto que tales tí­
tulos y lenguas despertaban en las mujeres ricas de la
factoría’ carnívora perdida en él Atlántico Sur. Waldo
Frank era uno dé estos “commis voyageur” de las letras,
munido de esa desenvoltura para mirar y hablar que sólo
sé adquiere después de largos anos de oficio.2 •
Ea bligárquíá estaba encantada con el estupendo visi­
tante. Waldo Frank advirtió coil sü mirada sagaz a la ¡por-
teñá: “Su pecho es pálidó porque el sol dé la Argentina de­
colora . ■. con la~ mirada negra dé sus ojós acerca la pampa
porque ha heredado el'fino escudriño del conquistador para
los horizontes. vive al aire abierto,en una pampa de
posibilidades qué qmédtentd áúmécCsidad femenina de ha-

a Ibid., p. 193. Sin detenerse en su brío, el dónde acuña un afo­


rismo que resume su coincidencia con la oligarquía sudamericana:
/ "Asi, pues, los: caudillos sudamericanos; seres de sangre fría, poseí-
, dos por un ciego instinto de poderío y carentes de . todo fin, no se .
nos aparecen ya como excepciones, sino como prototipos”, p. 197.
2 Waldo Franks América Hispana, p. 115, Ed. Losada, Buenos
Aires, 1950. Previsiblemente, Frank juzga al Presidente popular Hi­
pólito Yrigoyen: ‘‘Sentadoyen su silla otra vez, Yrigoyen no abre la
noca nihace nada absolutamentea Victoria Ocampo, en cam- /“
bio, la estanciera: “dilettante”’é irivitádora, la define cómicamente’
así: “Victoria Ocampo... ‘en sü culto a la luz y en su trabajo de
• estructuración dentro del caos de la pampa, se ha dado cuenta de
que debe coger el cactus amargo entre sus manos y apretarle con­
tra su corazón. Y ha sido [a profetisa de su país”, p.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 457

llar un sitió seguró y serrado dónde parir- sus hijos”. ¡Ya


era demasiado! Este mundo artificial y sofocante se de­
rrumbó solemnemente en 1930. -

16. Una Argentina industrial.

A diferencia del proceso que- la crisis engendró en el.


Brasil, donde un movimiento nacional encabezado por Var­
gas dirigió la evolución económica hacia una deliberada -
industrialización, lá caída dé Yrigoyen disolvió el moví-
mieritó nacional hacia nuevos rumbos. Tomó, el poder la
oligarquía ganadera, desplazada del poder en 1916 por. Yri-
voyen y aue sólo atinó a envilecerse ante el Imperio bri­
tánico : éste aprovechó el naufragio general para imponer :.
a la Argentina una-doble cadena alrededor de .su cuello, Se .
estableció así la dictadura provisional del General Üribu- .
rú, soldado de fortuna y pintoresco fanfarrón dé anti­
guo cufio.
Poco después, el General Justo asumía el gobierno gra­
cias a elecciones delictuosas. Se inauguró así la llamada
“Década infame’-. El coniunto de leyes aprobadas, la po­
lítica de carnes, la creación, del Banco Central, estuvo dic­
tada por la extorsión británica de comprar Jas carnes ar­
gentinas sólo a cambio del control inglés de la /economía
nacional Pero la. crisis operó milagros inesperados. Por la
ausencia de divisas y el hundimiento de.los precios, el go­
bierno Oligárquico estableció el control de cambios y au­
mentó los derechos aduaneros. Comenzó a desarrollarse
sin apoyo oficial úna industria dé consider ación.1 Al tíiisnio
tiempo íse prohibió la inmigración europea que desde prin­
cipios de siglo había colonizado la "námpa gringa” del Li­
toral. Con la aparición de nuevas fábricas que debían sus­
tituir las importaciones prohibidas, se requería mano de
obra. Como ésta ya no podía provenir del exterior, los nue- .
vos obreros llegaron de las provincias agrarias olvidadas

1 V. Adolfo . Dorfman, Evolución industrial arcfentdn^, Lo-


-¿tada.', Rueños Aire?, 194&
V 458 JORGE ABELARDO RAMOS

: : del Interior. •■Modificóse profundamente poreste; recambio


la fisonomía social y racial de la clásica tiudad europea
• ' del Plata. '
. Su tipo criollo pasó inadvertido durante años, pues se
í : alojó silenciosamente en la, periferia de la gran ciudad : la
oligarquía, como la clase media, ignoraron-su existencia.
■ '- Con ellos venía la tradición nacional, un nacionalismo ele-
; mental que Buenos Aires no había conocido jamás ; y en
sus apellidos resonaban nombres olvidados de las guerras
í .civiles o de la conquista. América del.Sur estaba, presen­
te en la; composición de ese nuevo', proletariado: miles de
chilenos,. bolivianos y paraguayos emigran y se arraigan
en las nuevas ciudades fabriles de la Argentina;

17. Burguesía, proletariado y Ejército.


! . El nuevo proletariado, que se forma en la década del 30
* está orgánicamente desvinculado de los partidos políticos:
L de la factoría, sean éstos de derecha o de izquierda., So-
K «alistas y comunistas sólo tenían alguna influencia en la
í . ciudad cosmopolita del sistema agrario; se habían opuesto
i siempre al. yrigoyenismo, marginándose con sus consignas
i porteñas o cosmopolitas de las peculiaridades de la vida
i argentina. Y. Y-.
¡ Pero .también la burguesía industrial que recién nacía,
¡ carecía de un comportamiento nacionaL Eran neoburgue-
¡ ! ‘ses ávidos de ganancias dispuestos a pactar con; el impe-
['... ? , rialismo,1 si era necesario ¡ carecían de prensa propia. Tam-
> poco habían elaborado un sistema de ideas en el orden del
nacionalismo económico, ni tenían peso alguno, en la. vida
; política, Era una indiferenciada masa de fabricantes, una
burguesía en. sí,1 El Ejércjto< que había apoyado a Yrico-
! yen. con la caída del caudillo fue expurgado de los oficia-
i; les vrigovenistas. En su seno nació lentamente upa gene­
in ración militar nueva, que detestaba al Imperialismo britá-

1 V. sobre el papel dé la burguesía y los movimientos naciona­


les en los países atrasados, Jorge Abelardo Ramos, La lucha, por ún
partido revolucionario, p. 19, Ed. Pampa, y Cielo, Buenos Airps,
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 459

nico, pues la crisis había puesto al desnudo U fatal depen­


dencia argentina.^ La guerra proporcionó una oportunidad
i para roriiper él sistema oligárquico. El partidoconserva-
| dor impuso al Presidente Castillo un candidato para su-
1 cederlo, de notoria filiación Trupturista. El neutralismo
j ante la segunda guerra era demasiado pódeéoso en él Ejér-
i cito para permitir una ruptura con éj Ej e; La réyplución
7 del 4 de junio de 1943 puso término ftl ciclo.
¡ 7 El coronel Perón se' abrió paso vertiginosamente conio
¡ el caudillo político del Ejérito. Desde él comienzo buscó^el
[ apoyo délos obreros sin organizar (los1 sindicatos eranpoco'
; representativosy estaban en manos de spciálístas ycomu­
nistas) y promovió la formación de grandes 'entidades gre­
miales. Las enormes corrientes de obréros provincianos in­
gresaron a estas organizaciones en masa y obtuvieron de­
rechos que no habían conocido nunéa. La ollgarqíiía'adivi­
nó los pejjgros de esta política.' Con el apoyo abierto del
embajador norteamericano Braden preparó un golpe de
Estado que derribó a Perón. El 17de Octubre de 1945 la
respuesta de las masas populares y del sector del Ejército
fiel a Perón se manifestó en gigantescas huelgas genera­
les que devolvieron la situación a su estado anterior.
Las elecciones del 24 de febrero de 1946 legitimaron el
ascendiente obtenido por Perón en las mayorías argén-
tinas. Antes de las elecciones, Perón intentó llegar a ün
acuerdo con los comunistas, que éstos rechazaron, en vir­
tud de o’m toda su política hacia Perón se regía por las
categorías impuestas por el acuerdo de los Cuatro Grandes .
en Yalta. Aquellos países que se habían atrevido, como la
Argentina, a mantener su neutralidad ante la gran ma­
tanza, debían ser castigados, según opinaban Roosevelt y
Stalin.1 Los comunistas argentinos veían en Perón a una
continuación de Hitler. De ganaderos a izquierdistas, esta
caracterización fue unánime.2 ' 7 í;'7?; v-/'

Edward R,, Stettinrus, Jr., Roosevelt y los rusos, Ed. Pla­


za y Janés, Barcelona, 1961.
2 Angel Perelman, Cómo hicimosel 17 de Ocfudre, ps. ,45 y ss.,
Ed. Cpypapán, Buenos Aires. 1961, -77'.
460 JORGE ABELARDO RAMOS

18. Peronismo y clases sociales. _


El triunfo electoral de Perón y sus dos gobiernos con­
gregaron sectores sociales del más diverso origen. Apare­
cía resueltamente como un verdadero Fréñte Nacional. A
él confluyeron los restos del yrigoyenismo agrario, algunos
débiles sectores empresarios, raros socialistas que rompían
con su partido, sindicalistas tradicionales y nuevos sindi­
calistas, importantes sectores de la Iglesia católica; gran­
des grupos de la clase media de provincias vinculados al
mercado interno; obviamente la clase obrera y, detrás del
conjunto, el Ejército. Este último era el verdadero partido
político de Perón, el factor subrogante de una burguesía
demasiado débil y confusa para percibir su verdadero
papel.1 ' '
En los países semicoloniales, a diferencia de los países
imperialistas, la industria no ha surgido como la expre­
sión final dé un lento y trabado desenvolvimiento econó­
mico, desde el artesanado a la gran producción capitalista.
Por el contrario las posibilidades industriales de nuestros

1 Uno de los raros pensadores argentinos, que no ostenta la .


patente de “sociólogo” pero que comprende como pocos la sociedad
de su país, Don Arturo Jauretche, ha señalado que en la escala tra­
dicional dé valores en la Argentina el industrial no -obtiene satis­
facciones; de '‘.‘prestigio social” fabricando heladeras, sino que espera
lograrlo derivando parte de su dinero a la adquisición de algún
campo donde pueda criar caballos criollos. ¿Y por qué precisamente
caballos? Criar estos hnimálés nó exige una gran inversión en cam­
pos, .ni en reproductores. JPero permite obtener un carnet de socio
dé la Sociedad Rural Argentina', él Gotha, de los grandes ganaderos
e invernadores de la Provincia de Buenos Aires, fuente clásica de la
reputación social. A su vez, los' apellidos oligárquicos en; las Socie­
dades Anónimas industriales se explican por .razones de prestigio:'
el burgués sin apellido que se ha hecho ricoj necesita de las rela­
ciones políticas, bancárias o sociales de algún “oligarca sin cam­
pos”, de los que hay muchos, y que > a cambio dé un sueldo recon­
fortante presta su nombre para encabezar lá compañía. General­
mente se trata de. segundones de las grandes y prolífiéas fami­
lias que a la cuarta o quinta generación han deshecho las grandes
extensiones por obra de las participaciones sucesorias o de gastos
excesivos; los últimos herederos se quedan sin Una hectárea y se
conchaban como “empleados de lujo” del burgués plebeyo.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 461

países han sido rigurosamente limitadas por la introduc­


ción masiva de la producción extranjera. Sólo ha podido
irrumpir en el mercado a través dé las fisuras abiertas en
el sistema del mercado mundial por los golpes de las crisis
o los conflictos, militares del imperialismo. El desplaza­
miento de otros sectores sociales a la producción indus­
trial, la selección casual de sus dirigentes y empresarios,
la deformación cultural e ideológica de un largo pasado
librecambista ha creado en la burguesía industrial argen­
tina una disociación entre sus intereses inmediatos, su
ideología y su adhesión política.
Se comprenderá que con este tipo de nueva industria
las necesidades bruscamente creadas a todo el país con la
guerra y la aparición de un mercado interno sólo podían
ser satisfechas en la esfera de la política por la única fuer­
za centralizada no vinculada al imperialismo extranjero
y que por sir profesión estaba orgánicamente marginada de
los intereses agropecuarios. Esta fuerza era el Ejército.

19. La naturaleza política del Ejército.


Su función contradictoria en los países semicoloniales
ya ha sido estudiada’por nosotros.1 La presencia domi­
nante del imperialismo extranjero, de una oligarquía anti­
nacional y de una mediocre burguesía nativa, permite al '
Ejército, bajó ciertas circunstancias críticas, asumir la re-
presentatividad de las fuerzas nacionales impotentes, o,
por el contrario, transformarse en eh brazo armado de la
oligarquía. Esta dualidad se funda en la dualidad que exis- >
te en la sociedad semicolonial, donde no hay una sola clase
dominante, a ejemplo de los países imperialistas, sino dos,
una tradicional y una moderna, aunque mucho más débil.
La pugna entre ambos grupos, aquél vinculado al sis­
tema agrario-exportador y.éste situado junto a las clases
interesadas en el crecimiento económico, se introduce en
el seno del Ejército y genera en él esa misma contradic-

1 Jorge Abelardo Ramos, Historia política, del Ejército Argen­


tino, Ed. Peña Lillo, Bueno» Aires, 195B.
462 ’ JORGE ABELARDO RAMOS ;

ción en otro nivel. La variabilidad de sus actitudes, está


• influida por la situación internacional —donde el poder in-
timidatorio y las victorias o. derrotas del imperialismo jue-
i gan un. papel, impresionante— así como por las singulari-
¡ dades de los fenómenos políticos nacionales. En un caso o
en otro, la tendencia a regímenes , bonapartistas o semi-
■ : bonapartistas en la Argentina de la era industrial se fun-
, da directamente en la inestabilidad crónica de las clases
poseedoras. '•.... ■ '
: En el régimen de Perón, las grandes conquistas de la
legislación obrera provenían de la necesidad de qué el ré­
gimen obtuviera el necesario apoyó interior para resistir
las extorsiones del. imperialismo extranjero. La propia cla­
se obrera apoyó con ardor el peronismo, en quien simbo­
lizaba su propio ingreso a la vida política, un alto nivel
de vida y la derrota de la oligarquía. .... '
20. Conciencia nacional y conciencia de clase.
Esta adhesión obrera al peronismo era completamente
lógica: se fundaba en las experiencias políticas vitales de
las grandes masas y en la necesidad dé romper, a través
de un nuevo caudillo, el bloqueo social impuesto al pueblo
por el sistema oligárquico. Pero en un país semi-colonial,
con un incipiente desarrollo capitalista, esta incorporación
de las masas a un movimiento nacionalista popular, que
.• manifiestamente se proponía impulsar el crecimiento de la
industria, y la armonía de las clases sociales, exige una
explicación específica para: comprender la especial “acti­
tud conformista” de la clase obrera con el capitalismo, que
ha sumido en la perplejidad y hundido en el más negro
escepticismo a no pocos teóricos “marxistas” cipayos.1
“Mientras un régimen, de producción se desarrolla en
sentido ascensional, escribe' Engels, cuenta in cluso con; la
adhesión y el homenaje entusiasta de los que menos bene-
ficiados salen por el régimen de distribución ajustado a él.
Basta recordar el entusiasmo de ios obreros ingleses al
aparecer la gran industria.Y aun después de que éste ré­
gimen dé producción, consolidado ya, constituye en la so-
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 463

ciédad deque se trata un régimen normal, sigue imperan­


do en general el contento con la forma de distribución, y
si alguna voz de protesta se alza, sale de las filas de la
clase dominante (Saint-Simon, Fourier, Owen) sin encon­
trar apenas eco, por el momento, en lá masa explotada”
Los obreros peronistas procedían en su mayor parte
de las regiones agrarias de la Argentina; e ingresaban a
la industria, cambiando no sólo sus condiciones de aisla­
miento rural anterior, por las ventajas urbanas de todo
orden, sino que valoraban los aspectos positivos del régi­
men capitalista, en relación con las condiciones de depen­
dencia personal agraria anterior: salarios quincenales, re­
laciones objetivas con la patronal, superior nivel de vida,
organización sindical, peso político y dignidad individual.
Todos estos factores suponían un ascenso histórico, tan
nuevo como el capitalismo que contribuían los obreros a
consolidar y tan deseable como detestable había sido para
ellos el sistema pastoril o agrícola que habían abandonado
corridos por la parálisis agraria.
21. Política y “sociología”.
Si los partidos de izquierda, quedaron aislados por el
triunfo del peronismo, esto no se debió a la supuesta “dic­
tadura” sino a la aversión que despertó en el proletariado
■i Engelg.se refería a un período “ascensional”, esto, es,,al si­
glo XIX europeo; pero este período se reproducía en la Argentina
■ del siglo XX. Y si aún ahora, cuando históricamente el capitalismo
de los países avanzados ha perdido su 1 progresividad, el proleta­
riado europeo o norteamericano practica una actitud sólidamente
“conformista” con el régimen del salario, es evidente que en-.la Ar­
gentina semi-colpnial el desarrollo del capitalismo industrial no po­
día sino generar un “entusiasmo” y un fervor Apolíticamente expre­
sado en la adhesión al peronismo. Así como en los Estados Unidos
imperialistas, saqueadores de pueblos y genocidas, l^v clase traba­
jadora norteamericana apoya á la plutocracia y 'exige
la
* 'continua­
ción de las órdenes de compra para las fábricas de armamentos que
mantienen su nivel de vida, estableciendo un acuerdo de clases con
su propia burguesía, ’ en los países, atrasados o semicojoniales, la
nueva clase obrera' pacta en los hechos con; los sectores nacionalis­
tas burgueses o pequeño burgueses en la defensa de intereses que
juzga comunes: soberanía, industrialización, independencia eeonó-
■ 'mica.
464 JORGE ABELARDO RAMOS’

la traición de los socialistas1 (hoy virtualmente desapare-


cidos) y del Partido Comunista (que conserva una exis-
tencia financiera), puesto que dichos sectores abrazaron el
bando del "candidato Tamborini, con el apoyo público del
Embajador Braden. Este hecho cerraba históricamente
el ciclo de-expansión de las izquierdas cipayas ,en la Ar­
gentina, coincidiendo con el fin de la sociedad agraria ex­
portadora que. las había engendrado.2
El Ejército ejerció el papel conductor de la revolución
naciqnal en la Argentina, además, porque “la burguesía
era ya y el proletariado era aún démastado débil para asu-

1 Nos referimos a los discípulos de Juan B. Justo, el tradi­


cional “socialismo amarillo”, hoy reducido a dos Bectás, ios "socia­
listas democráticos” y los "socialistas argentinos”. El lugar histó­
rico del verdadero socialismo revolucionario en la Argentina lo ocu­
pa hoy el Partido Socialista de la Izquierda Nacional, fundado
en 1962. ’ '
2 Todo el viejo sistema político e ideológico se lanzó contra el
peronismo. Naturalmente, los partidos oligárquicos, los socialistas y
los jstalinistas, así como el radicalismo agrario pequeño burgués li­
gado ■; a la estructura tradicional. Pero asimismo la “ciencia”, es
decir la sociología y la “inteligencia” en general; Del mismo modo
que en la esfera económica la economía argentina había dependido
siempre, del Imperio Británico,y sus ideas políticas de izquierda o
? de derecha continuaban tal dependencia, en los nuevos tiempos, con
la influencia creciente en las finanzas locales dél imperialismo nor­
teamericano, también la vulgar sociología neo-positivista de Estados
Unidos ha hecho su. ingreso triunfal en la Argentina. Toda suerte
de tonterías han tenido a bien derramar los “sociólogos” norteame­
ricanos sobre el peronismo. Desde mágicas disertaciones sobre el
“carisma” de Perón, donde el fenómeno se explica por el fenómeno
mismo,, hasta precipitadas aserciones del siguiente género: “Si se
. considera al peronismo como Una variante del fascismo; es, en ese
caso, un fascismo de izquierda, porque se apoya en los estratos
sociales que de otra manera se volcarían al socialismo o al comu­
nismo, como válvula de escape a sus frustraciones”; Seymour Mar­
tin Lipset, El hombre político, p, 155, Ed. Eudeba, Buenos- Aires,
■ 1964. El capítulo se titula- “Peronismo” el “fascismo” de la clase
baja”. De este género de maestros han bebido Gino Germani, Imaz
y otros sociólogos semejantes. La aplicación del lenguaje psicológico a
problemas ■ de la sociedad y de categories europeas a la estructura
política de un país semi-colónial demuestra el carácter “científico”
de este próspero neo-positivismo, '
HISTORIA DE LA NACION ^LATINOAMERICANA 465

mir la dirección” ¿ El hecho más significativo en cuanto


a la importancia relativa dé la clase obrera con respecto
a la burguesía nacional radica, desdé el punto de vista del
régimen de apropiación, en que la mayor parte de las gran­
des industrias están en manos del capital extranjero ; peto
toda la producción reposa sobre los obrerós argentinos.¿De
este modo, el proletariado ocupa en la industria una fun­
ción incomparablemente más decisiva que la burguesía
nacional. El régimen peronista fundó su política, de am­
plia progresividad histórica, pese a sus limitaciones de cla­
se, en una circunstancia coyüntural: los altos precios de
los productos agrarios alcanzados en la postguerra y en
las reservas dé divisas acumuladas por las exportaciones
argentinas no pagadas durante el conflicto.
Las divisas se emplearon en la adquisición de bienes,
de producción y en repatriación de la deuda externa, cán­
cer de la balanza dé pagos. Los precios agrarios permi­
tieron al peronismo financiar la industria. Cuando esos
precios cayeron en Europa, el gobierno se vio obligado a
mantener precios remunerativos al campo, a pura pérdida.
El esfuerzo de capitalización nacional comenzó a peligrar
y a dañar todo el sistema. ■
22. La oligarquía ganadera. -
El fundamento de la crisis orgánica dé la Argentina
reside en el conflicto hasta hoy irresuelto entre las exigen­
cias de la industrialización y la base nacional de la acu­
mulación. El aumento de la población ha. sobrepasado hace
muchos el límite que permitía a'la Argentina sostenerse
con la producción agraria. Por otra parte, ésta tiende cada
vez más á reducir el número de trabajadores necesarios,
por obra de la mecanización creciente. Las crisis mundia­
les crearon la industria; ésta fue reforzada por algunos ca­
pitales imperialistas que saltaron las Barreras aduaneras
y se instalaron en la Argentina para monopolizar él mer­
cado interior y exportar las ganancias a través dé un mer-
1 Deutscher, ob- cit., Tomo í, p. 212.
466 JORGE ABELARDO RAMOS

cado libre de cambios, aprovechando él bajo costo de la


mano de obra. ■
Pero la revolución peronista y la ulterior escasez de
divisas encerró al capital extranjero dentro del mercado
interno. De este modo se reforzaron las posibilidades para
desarrollar una industria liviana y semipesada relativa­
mente considerable. Las necesidades delas obras básicas
—siderurgia, comunicaciones, química pesada— se agrava­
ron con este crecimiento de las industrias livianas. Si la
base de la política de Perón consistía eh industrializar por
medio de las divisas obtenidas de las exportaciones, la ten­
dencia desfavorable entre los precios de las materias pri­
mas argentinas y los precios de los bienes de capital im­
portados revelaron que esa vía era demasiado estrecha y
vulnerable. Pues el aumento de la población y el nuevo ni­
vel de vida demostraron que los argentinos tienden a con­
sumir en sú totalidad los alimentosque fueron tradicional­
mente la fuente exterior de las, divisas.1
Lo que ha ocurrido es muy sencillo. Mientras que la
población se ha triplicado desde 1910, la producción agrí­
cola-ganadera ha permanecido estacionaria.
¿Cuál es la razón? La respuesta a esta pregunta en­
cierra la clave de la revolución argentina, La producción
agraria creció desde 1880 hasta 1930 hasta los límites his­
tóricos fijados por la capácidad de absorción' europea y allí
se detuvo, lo mismo que la- extensión de. las líneas ferro­
viarias y el aparato administrativo de la semi-colonia. El
auge de la ganadería extensiva concluyó con la explota­
ción rutinaria de la zona pampeana, la más fértil y rica;
la ganadería extra-pampeana debió resignarse a producir
carne para el mercado interno. L
La oligarquía ganadera se'constituyó como una clase
rentística y no productiva, educada durante generaciones

1 En 1959 un informe' de las Naciones Unidas, afirmaba que la


parálisis de la producción agropecuaria argentina; y el aumento de
la población-traería inexorablemente la consecuencia de que la po­
blación consumirá todo ,el poder exportable dél país, a menos que se
tecnifique rápidamente. V. El desarrollo económico de la Argentina,
parte 2, p. 4, Naciones Unidas, México, 1959.
HISTORIA DE LA NACIQN LATINOAMERICANA 467

enla idea de quela Naturaleza y no el trabajo humano in­


vertido en la explotación de la estancia proveía su fortuna.
De ahí nació la única exigencia constante de los ganade­
ros: mayores precios, nunca mayor producción. El aumen­
to de la población yM el mantenimiento de su cuota proteí-
nica, encuentra en" la.. parálisis de la producción ganadera
úna muralla que el país no puede franquean sin destruir
las actuales relaciones de propiedad. O el pueblo argen­
tino suprime él consumo de sut alimento básico tradicional,..
o la economía argentina se paralizará por ausencia de sal­
dos exportables. Desde cualquiera de los dos puntos de vis­
ta la crisis está planteada.

23. Capitalismo industrial y propiedad agraria^


Pues no está en juego solamente el progreso económico
de la Argentina, sino la existencia, misma, de sú pueblo. El
parasitismo oligárquico es de tal carácter que los terrate­
nientes constituyen una clase capitalista, pero no burgue­
sa y se han resistido con, úna perfecta indiferencia pa­
triarcal a aumentar la producción ya considerar la es­
tancia como empresa capitalistá. Su tradición les indica
que sé trata de un bien de renta. Lo que constituyó durante
un siglo uno de los privilegios de la Argentina —la renta
diferencial— es decir la composición química del suelo, el
régimen de lluvias y la proximidad de las praderas al puer­
to de Buenos Aires, se ha vuelto el talón de Aquiles de la
oligarquía, i Es ¿sí que la tierra comienza a dar alarmantes
señales de erosión.1 .7. ■ ' ■

Nada de esto importa al terrateniente, cuyo estilo tra­


dicional exige escasa mano de obra, casi nulo capital va-
7 •' '■ . . , ■

A El desarrollo económico de la Argentina, ob. cit., p. 76. Casi


la mitad de los 34,7 millones de hectáreas de la pampa húmeda, es­
tán afectados por diversos grados de erosión. “El peligro que esto
comporta es evidente: una vez. que el proceso de erosión,comienza se
desarrolla en forma acelerada g puede destruir: en pocos anos lo que
la naturaleza ha - tardado ■ milenios 1 en formar.. La noción de la
riqueza inagotable dé su suelo ha llevado a la Argentina a,no inte­
resarse por ello”. Ibid. f í , . '■
468 JORGE ABELARDO RAMOS

fiable.1 Los campos han sido amortizados desde hace gene­


raciones y el “valor” de' los campos es puramente especu-
lativo. El régimen impositivo es benévolo y por ío demás
es violado sistemáticamente. Todo ganadero argentino, sal­
vo raras excepciones, deja que la “Naturaleza obre”.2 .Abo­
rrece los problemas técnicos y se rehúsa a construir lá fá­
brica de carne. Es de este tipo de rentista estéril que de­
pende la capacidad de capitalización del país,: en esa pam­
pa húmeda controlada por “manos muertas” ,está el “Ruhr
argentino”.8 Bastará .detif que la producción convencional
’ én las más fértiles praderas del mundo con pasturas natu­
rales sólo alcanza a una vaca por hectárea. En Europa
con fertilizantes químicos nuevos se ha llegado a un pro­
medio de 7 u 8 vacas por hectárea.4

1 La proporción de trabajo humano en la explotación ganadera


es insignificante? Pero como además elcapital constante (máquinas,
. accesorios, materias primas, etc.) es sumamente reducido; la com­
posición orgánica del capital en la ganadería, “él Potosí argentino”,
es la más baja de la economía nacional. Comparativamente, hace
falta invertir más capital para fabricar churros .madrileños que
para, explotar una estancia. Además de la tierra, los “medios de
producción” son los animales mismos, que se ocupan de reprodu­
cirse sin consejos ajenos y como en la mayor parte de, los casos
los veterinarios y agrónomos son raramente llamados, la ganadería
argentina, es una manifestación del genio científico nacional; és la
única economía del, mundo que se rige por las leyes de la ciberné­
tica: funciona sola bajo la protección de la Divina Providencia, Con
media docena de peones sé pueden manejar 5,000 cabezas de ganado.
2 Habla un ganadero: '‘Nosotros, afortunadamente, y por suer­
te, podemos compensar todos nuestros errores con el clima y el sue-
. lo¡ aunque esté empobrecido. Pero todavía, las vacas si uno les echa
un toro, de dan un ternero”. El genial autor de estas palabras es
el Sr. Patricio Donovan, Clarín, 25 de julio de 1959, Buenos Aires.
3 V. Clase Obrera y Poder, Tesis central del Partido Socialista
' de la Izquierda Nacional de la Argentina, Ediciones Izquierda Na­
cional, Buenos Aires, 1965.
4 En el noroeste de la Provincia de Buenos Aires,, en Lapla-
cette, se experimentó la crianza 'de animales con pasturas artificia­
les sobre 47 hectáreas. Así pudieron alimentarse 8,5 cabezas de
ganado vacuno pop, hectárea de junio a setiembre; un campo próxi­
mo, con pasturas naturales, no rindió un animal por hectárea. V. El
desarrollo económico de la Argentina, p. 32.
Por lo demás, en Europa se emplea ya el krillium o abono de
amoníaco líquido que aumenta prodigiosamente la fertilidad del sué-
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 469

Pero la resistencia de la oligarquía ganadera es inven­


cible: no produce más porque no le interesa sirio disfru­
tar su renta. La duplicación o triplicación del númerp de
cabezas de ganado de 50 a 100 o 150 millones podría colo­
car a la Argentina en posesión de gigantescos recursos
para su crecimiento económico en todas las áreas. Pero
esto no sólo supone él quebrantamiento dé los canales bri­
tánicos y europeos clásicos de la comercialización de car­
nés, que ha dominado secularmente la producción ganar-
dera argentina, sino ante todo la expropiación directa de
la oligarquía ganadera misma y sú sustitución por estan­
cias ganaderas del Estado que abracen vastas extensiones
de campo, sometidos a las pasturas artificiales, a la inse­
minación científica y a la atención de veterinarios y agró­
nomos. .
Dicha expropiación pondría en manos del Estado revo­
lucionario un instrumento de negociación mundial de in­
calculable alcance: el poder proteínico de la Argentina. En
condiciones de alimentar a lós hermanos de América Latí-1
na, y comerciar no sólo con Europa capitalista sino sobre
todo con el mundo africano, asiático y árabe, terminaría
así con el servilismo secular del ihércado de Smithfield.

24. El exacto límite de la revolución peronista.


. El segundo paso de la revolución.peronista no fue dado:
éste consistía en proseguir la industrialización no ya con
las diferencias de precios de las exportaciones agrarias,
sometidas a la depreciación internacional, sino mediante la
expropiación de la oligarquía terrateniente, ganadera y co­
mercial intacta. En ese momento la: contraofensiva oligár­
quica derribó el régimen peronista, justamente porque el

lo. Se estima que el krilium es dé 100 a 1.000 veces más eficaz que
él humus, el abono natural o compuesto. Según el .profesor finlan­
dés Arturi I. Virtanen, Premio Nobel de Química, la aplicación de
la ciencia agrícola moderna podría permitir la alimentación sufi­
ciente para 4.000 millones de Aeres híimanos en nuestro hambriento
planeta. V. Ernest Mandel. Traité d’Economle Marxiste, Tomo I,
p. 365, Ed. -Julliard, París, 1962. . •
470 JORGE ABELARDO RAMOS

peronismo no la había destruido. En ese hecho se revela


su fatal limitación. > ''
El movimiento nacional burgués se resistía a doblegar
a la oligarquía exactamente allí dónde podía asestarle un
golpe definitivo, o Sea en el secular monopolio de la tierra.
La fílente del. poder oligárquico residía en¿su control írres-
tricto de la renta absoluta. Como los precios de los pro-
■ ductos agrícolas se estructuran de acuerdo al valor de los
productos de las tierras menos rentables, esto supone un
aumento' de costo en el. nivel de vida obrera y, en conse­
cuencia, la exigencia al burgués de establecer un^.alario
mínimo más elevado que/en el caso de no existir ¿el * para­
sitismo de la renta absoluta; ésta significa una forma es­
pecial de tributo que toda la sociedad se ve obligada a’
pagar al terrateniente improductivo. De esta manera, el mo­
nopolio de ’ la tierra significaba “un a transfer encía de va­
lor de la industria a la agricultura”?
Por esa razón los teóricos de la economía industrial
burguesa habían sostenido abprincipio la necesidad de abo­
lir la propiedad privada del suelo en beneficio del estable­
cimiento de una sociedad capitalista más sólida y “ba-.
rata”.8 La existencia, de la renta\ absoluta, resultaba ser
1 Mandel, o&. ctt, p, 343." ... ’ -. ..■?
2 Ño obstante, la contradicción .entre terratenientes ,e indus­
tríales, que había llevado a Ricardo a sostener la necesidad de na­
cionalizar la tierra y que la renta diferencial pasase al Estado, se
atenuó con el tiempo y con la aparición de nuevos enemigos de la
burguesía industrial. Asimismo, en Europa, el industrial se hizo
terrateniente. Pero la razón esencial' de no poner en discusión la
propiedad territorial se resumió en el temor de la burguesía a dis­
cutir un tipo de propiedad para evitar que llegase a ponerse en
tela de juicio la propiedad burguesa en general. De este modo, el
proceso de unidad nacional y de triunfo de la burguesía en Ita’.ia
y Alemania se realizó por medió de compromisos.
En la Argentina, el sector de terratenientes que; arrienda tie­
rras a chacareros para la producción agrícola en la llamada “pam­
pa húmeda”, expresión suprema de parasitismo, sufrió la des­
agradable sorpresa de que el gobierno militar de Perón de 19.44
decretase la congelación de los arrendamientos. Como al mismo tiem­
po comenzaba un veloz proceso de inflación monetaria ligada .al
desarrollo industrial, muy pronto los viejos arrendamientos- conge­
lados se transformaron en cifras ridiculas. -:Eh otras palabras, el
gobierno militar había suprimido “de facto” la renta absoluta. Toda
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA , 471

"un obstáculo al desarrollo; óptimo del. modo de produc­


ción capitalista en general”* Pero este claro antagonismo
entre burgueses y terratenientes, ¿suponía que la. lucha
entre ambos en la época del imperialismo debía ser más
aguda de lo que había sido en la etapa del enfrentamiento
entre feudalismo y capitalismo? Toda la experiencia de las
revoluciones burguesas debía, responder negativamente a
la ^pregunta. Pues las contradicciones de estas dos clases
no condujo necesariamente a la liquidación radical del mo­
nopolio déla tierra.
En la Gran Revolución de Francia, para tomar el ejem­
plo clásico, durante la célebre noche del 4 de agosto, cuan­
do la Asamblea Constituyente hervía de entusiasmo revo­
lucionario, las cosas que realmente ocurrieron no fueron
tan netas cómo los. discursos. Los burgueses no estaban
menos inquietos en la Asamblea que los terratenientes no­
bles. Con toda razón dirá Jaurés ”sostener la propie­
dad feudal coptra los aldeanos rebeldes podría hacer abor-.
tar la Revolución, pero ' permitir a los aldeanos que des­
arraigaran violentamente el feudalismo era tar vez aflo­
jar las raíces, de la propiedad bur.qMesa.2 . Estás vacila­
ciones y temores que embargaban a la burguesía francesa .
del siglo XVIII en la noche más< intrépida de su época revo­
lucionaria debían asumir un carácter mucho más conser­

la plusvalía fue a parar al bolsillo de los chacareros, salvo parte


de ella: a través- del control estatal del comercio . exterior? estable­
cido por el TARI, quedó en las manos del Estado, que vendía direc­
tamente al exterior pagando al chacarero precios calculados, lo que
permitió al gobierno peronista impulsar la industrialización. En
realidad, ,' cüando el' chacarero, ayudado por liberales v ■ comunistas
clamaba por la “libre comercialización de las cosechas” y exigía la ¿
entrega total de los beneficios dé los altos precios obtenidps en Eu­
ropa, estaba reclamando parte de. la renta absoluta queS, través ■
de la ley de arrendamientos el gobierno había confiscado al terra­
teniente, había pasado. por la casa del chacarero y había, retornado
al Estado. por medio del IAPI. Es decir, había vuelto a su verda-
de.ro dúpño, el pueblo argentino. .
1 Mandel, oó. ctí., p. 343.
2 Jean Jaurés, Historia socialista ,de la, Revolución Francesa,
p. 268/ Tomo I, La Asamblea Constituyente,. Ed. Poseidón, Buenos
Airos, 1946. .- ■ ■ '....... .

I
472 • JORGE ABELARDO RADÍOS

vador y cauto en las revoluciones nacionales burguesas de


los países atrasados en el siglo XX. 7'-
Simbólicamente, un año antes se hatyíá suicidado en el
Palacio de Gobierno el Presidente Vargas: el jefe del Bra­
sil renunciaba a la vida y el jefe dé la Argentina era arro­
jado dél poder. Ambos, en cierto modo, renunciaban a la
■ ^reVolucíóm Los . dos grandes movimientos nacionales dél
Brasil y la Argentina retrocedían bajo los golpes demole­
dores dél imperialismo y sus aliados internos.1

25, La unidad latinoamericana.

Después de 1940 en diversos Estados latinoamericanos


_ se manifiestan movimientos, populares y nacionales (con­
siderando siempre la palabra “nacional” con las debidas
limitaciones) de tendencias análogas. El, velazquismo en
Ecuador, el arevalismo en Guatemala, el ibañismo chileno,
el betancourismo en Venezuela responden al generalizado
fenómeno de la quiebra 'mundial del imperialismo ,y la ne­
cesidad de las masas populares latinoamericanas de mar­
char hacia su revolución agraria y su unidad nacional. Al­
gunos de'esos movimientos son derrocados, otros se desin­
tegran sin dejar rastros, como el ibañismo, otros asumen
características reformistas y pactan con Estados Unidos,
como Acción Democrática de Venezuela, no sin antes des­
prender de su'seno tendencias revolucionarias. ’ • '<

1 El gobierno de Perón dentro de sus medios intentó quebrar


la balcanización económica y política. Sólo recordaremos aquí sus
negociaciones con Chile y el general Ibáñez para úna “Unión Adua­
nera”; sus relaciones con: Vargas; sus acuerdos con Bolivia y Para­
guay. En 1948 el Senador peronista e historiador Diego Luis Molí-
x nari en viaje por Centroamérica declaraba en La Habana la nece­
sidad de establecer el mercado común latinoamericano, la ciudadanía
. . latinoamericana, : un Banco, único y una moneda común; En: la Es­
cuela Superior de Guerra Perón pronunció un discurso reservado,
exponiendo1 sus conversaciones con Vargas e Ibáñez para organizar
un frente político sudamericano. Su texto'fue publicado por primera
vez en ‘-Izquierda ZVqcwnaZ”, . órgano teórico. del Partido Socialista
de la Izquierda Nacional de la Argentina, n? 3, octubre de 1966,
Buenos Aires. /, ■.
" •' _ •

HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 473

El triunfo ele la revolución cubana replantea los Vie­


jos problemas y establece un nuevo punto dé partida para
considerar la estrategia revolucionaria. La revolución mexi-
cana se detiene, sofocada por una nueva y golosa burgue­
sía que se erige sobre las conquistas de la guerra civil y
administra ávidamente los millones de dólares del turis­
mo yanqui. Carlos Fuentes ha retratado magistralmente :
en “La muerte de Artemio Cruz" la decadencia de los vie­
jos generales revolucionarios^ con sus símbolos verbales de
la época heroica, rodeados de autos de lujo, piscinas de
natación y palacios deslumbrantes. El sucesor de Vargas,
Jango Goulart. cae sin lucha para ser reemplazado por la
extrema derecha del Ejército.
El general Barrientos sucede a Paz Estensoro y el eter­
no círculo vicioso de Bolivia —“revolución-contrarrevolu­
ción”— comienza a girar nuevamente. Él despreocupado
Uruguay de los días prósperos se pronuncia hacia la crisis <
y vuelve sus ojos perplejos al espectáculo de aquella Amé­
rica Latina que había olvidado hacía medio siglo. La Ar- >
gentina. doce afios después de la caída de Perón, no ha lo­
grado alcanzar su equilibrio. Nuevamente el Ejército tomá
el poder y se apresura a entregar la conducción económica
a los agentes más siniestros del imperialismo yandui-eüro-
neo. Si la oligarquía vive horas dichosas, la clase obrera
comienza poco a poco a percibir que la Edad de Oro ha
quedado atrás. ¿
Entre los truenos y relámpagos de su drama. la Amé­
rica Latina balcanizada adouiere la convicción de que va
está madura para la creación de su pronía historia v one
el vasto “hinterland” de los EstadosUnidos será decisivo
para él destinó de la humanidad. La Nación latinoameri­
cana dividida en 20 fragmentos tenderá a unirse para
emerger del estancamiento y la impotencia. Para librarse
del absolutismo español, San Martín y Bolívar lucharon
en toda América Latina hasta triunfar, Tampoco en la
. 4f4

en los salones de los reyes y tomad por esposa a la her*


mosa princesa, pero no olvidéis 'qué üa Id puerta os espera
el verdugo»”.1
Engels sólo tenía 27 años cuando escribía este apresu­
rado Réquiem al desarrollo, burgués. Su error era inevita­
ble, pues a la- burguesía no le esperaba aún su verdugo, el
proletariado, sino sus víctimas, los pueblos del mundo co­
lonial, y todavía contaba con, un largo período de ininte­
rrumpida expansión.
10. Marx y. Bolívar.
La puntualización dé estos juicios de Marx, y Engels
sirve para poner de relieve la importancia de una con­
ciencia crítica de su legado, y al mismo' tiempo la necesi- ■
dad de, repensar con el método marxista a los propios maes­
tros del' marxismo. A éste respecto, la famosa condena­
ción de Bolívar por Marx es bien conocida: “Pero ver que
comparen a Napoleón I, con el pillo más cobarde, más vul­
gar y miserable, es digo que excedía todo límite. Bolívar
es/el /verdadero Bowlou^ue”,2 -escribí» Marx a' Engels. En .
un trabajo dictado por, la necesidad de sobrevivir, escrito
para la Enciclopedia Americana, Marx describe superfi­
cialmente las campañas militares de Bolívar. Afirma que
las derrotas iniciales del caudillo americano se debían a
su incapacidad militar y sus triunfos posteriores, a la Le­
gión Británica. Bolívar, “como la mayoría de sus coterrá­
neos era incapaz de cualquier esfuerzo prolongado”en lu-
gar de hacqr la guerra “gastaba más de dos meses en bai­
les y fiestas”; indolente, en vez de avanzar sobre el gene­
ral Morillo resueltamente, en cuyo caso “la fuerza europea
de su ejército habría bastado pará .aniquilar a los españo­
les.. . prefirió prolongar la guerra cinco años más” dejó ,
al “General Sucre todas las tareas militares, y sé decidió
por su parte a hacer entradas triunfales, a publican' ma­
nifiestos y promulgar constituciones”, En fin, con el Con-
. 1 Engels, ob. cit.
2 Revista Dialéctica, n? 5,/Año I, p. 272, Julio de 1936, Buenos
Aires.
CAPITULO XV ( i

“Quien se empeñase :en- reducir la economía po~ ; ■


lítica de la Tierra del Fuego a las mismas, leyes
por las que rige hoy la Económía de Inglaterra, '/ -
no sacaría evidentemente nada en limpio, como no
fuesen unos cuantos lugares comunes .de ladmás ¡ i
vulgar trivialidad.” ' . '"... . ,?
; v . * Federico Engels.

“Estados Unidos labraron su grandeza nacional me­


diante la uniórí de sus Estados;'ahora impiden que Amé­
rica Latina haga lo: mismo. Los civilizadores cierran él ; -
paso a los que pretenden Civilizarse”. ¿ - .
León Trotsky.

'Jfe -
La formación de la nación és el lógico coronamiento
politico y jurídico del desarrollo de la sociedad burguesa.
Como el capitalismo encontró históricamente su centro
generador en Europa, del mismo modo la formación de
las nacionalidades nos, ofrece su marco' clásico en el Viejo
Mundo. Dicho proceso había sido antecedido por la precoz
creación de la nación inglesa én el siglo XVII. Pero es a
partir de la revolución de 1789 en Francia, hasta la Norma­
lización de la unidad nacional alemana en 1870, que se -
desenvuelve el ciclo fundamental del movimiento de las
nacionalidades europeas. \
Por las vicisitudes del proceso histórico algunas na­
ciones europeas y éuroasiátícas como Turquía, concluyen
su revolución nacional democrática hacia 1910 y 1912; las
guerras balcánicas, la destrucción del Califato y. del im­
perio multinacional turco, así como la primera guerra
imperialista dan a luz tardíamente nuevos Estados nació- ,
nales. El viejo irredentismo polaco toca así a su fin. Pero
estos Estados nacionales eran el complémento rezagado de
los movimientos nacionalés aludidos del siglo XIX.
1. El marco histórico de los movimientos nacionales,

Cuando Europa ya entra en su fase, imperialista, hacia


1880, comienza el despertar nacional de los pueblos atra­
sados del Asia. Avanzado el siglo XX, se producirán nüe-
cos movimientos nacionales en Africa y América Latina.
Estos últimos ya no responderán a una exigencia interna
478 ' : i JORGE ABELARDO RAMOS - ?

de las. fuerzas productivas desatadas por el capitalismo


nacional, sino que brotan,. al contrario, de su resistencia
al progresivo aniquilamiento económico que se cierne so­
bre las colonias con la crisis del régimen imperialista
'"'i.' . mundial. <'>■' -Y< •■. '■>- ■ \
Mientras que los movimientos nacionales del siglo XIX
: ' respondían plenamente al desarrollo de los países donde
/ se originaban, en el marco general de un triunfal desen-
J volvimiento de las fuerzas productivas, los movimientos
nacionales de nuestra época se originan inversamente en
la ruina del imperialismo y aparecen, en consecuencia, en
la época del triunfo del socialismo. Esta diferencia básica
en las razones de su aparición condiciona su naturaleza y
sus particularidades.
i Marx y Engels se educaron y pensaron en las condi­
ciones creadas por el crecimiento del capitalismo europeo
y la formación de la nación' alemana é italiana. Presen­
ciaron las luchas de Polonia por librarse del yugo sofo­
cante del Imperio mültinacional zarista, así como de las
heroicas luchas de Irlanda contra la opresión británica.
.En ¡sus obras se, multiplican las referencias, artículos, car-
tas yobservaciones sobre las características que asumían
' ¡ en cada; fase dichos 'movimientos nacionales? : /
\ Como era natural, los maestros, del socialismo concep-
; : tuaron éstas luchas nacionales c.omo propias de una Euro-*
v■ d pa en transíormación, donde se advertía ya la presencia
' del proletariado, traído al mundo por las mismas fuerzas
\ productivas qué habían creado el Estado Nacional. El res­
to del planeta —Asia, Africa, América Latina— desen-
z volvía su historia, bajo otras leyes, sujetos pasivos de una
marginalización tajante y con respecto a los cuales no.
podía hablarse siquiera de la formación de un tipo de so-
, ciedad capitalista a la manera europea. Es cierto que en
América Latina había surgido una tentativa de crear una
Nación o Confederación Latinoamericana, propuesta por '

1 Vi Jorge Enea Spilimbergo, La revolución nacional en Marx,


: Ed. Coyoácán, Buenos Aires, 1961, y Franz Mehring, Carlos Marx,
Ed. Cénit, Madrid, 1932. ' . >
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 479

Bolívar, pero ya hemos indicado las razones de su derrum­


be: en la “anfictionía americana” de Bolívar había de
i todo, menos relaciones capitalistas de producción; estaban
. los ejércitos, pero había carecido siempre del Tercer Es­
tado y no vería, la luz sino un siglo más tarde algo pare­
cido a la burguesía en su versión más mezquina.
Para Marx y Engels, en consecuencia, los movimientos
nacionales europeos que tendían a la constitución del Es­
tado Nacional estaban históricamente legitimados porque
sólo dentro de los cuadros del Estado Nacional podía'la
' circulación mercantil alcanzar su pleno desenvolvimiento.1
2. Capitalismo y Nación. >
Dicho Estado Nacional debía asentarse sobre un terri­
torio común. Sus habitantes estaban ligados entre sí por
: una tradición cultural análoga y se relacionaban por una
lengua común y una “psicología .nacional” elaborada por
un largo período de convivencia. Esa comunidad entrela­
zada por territorio, lengua, tradición cultural y psicología,
encontraba su fundamento dinámico para constituir su Es­
tado Nacional' en un desarrollo previo de relaciones capi­
talistas dé producción que con frecuencia se remontaba al
antiguo artesanado del Renacimiento, como en Italia, y a
una historia económica donde las sobrevivencias feudales
básipas —propiedad' territorial, aduanas inferiores, ta-
. . sas, gabelas; obligaciones personáleSj producción individual
de mercancías-— habían sido: barridas por una larga evo­
lución.
El Estado Nacional, preparado por el absolutismo, con
frecuencia instaurado por enérgicas revoluciones, o por
/ i Naturalmente, Marx y Engels no eran partidarios ni de todos
los movimientos nacionales, ? ni de la constitución de ci&lquier.. Es­
tado Nacional- Al fin y. al .cabo,,1a, Nación es una’-creación histó­
rica, y en modo alguno una institución eterna. Los maestros del
socialismo se oponían al paneslavismo por razones políticas 'con­
cretas: veían detrás de los eslavos al execrable imperio ruso, el
bastión del-atraso, que oponía el Oriente bárbaro y el régimen ser­
vil a la civilización de Occidente. Marx consideraba que sólo los
grandes-Estados podían garantizar el más amplio marco para el
desenvolvimiento de las fuerzas productivas.
_480 JORGE ABELARDO RAMOS ? /

güerras nacionales, (daba paso al progreso general y faci­


litaba un amplio desarrollo del capitalismo. La centraliza­
ción del poder económico y lá aparición de la democracia
política burguesa no era menos importante para Marx que
. la cohesión del nuevo .proletariado engendrado por la fla­
mante sociedad y el .despliegue correlativo de la lucha de
clases en el vasto escenario del Estado Nacional. Por esa
razón ni Marx ni Engels se prodigaron más de lo_que
consideraban estrictamente necesario en la formulación
de una teoría sobre la cuestión nacional. Daban por su­
puesto, ante el desarrollo capitalista que se producía ante
. sus ojos, que el mundo periférico no alcanzaría a pasar por
esta etapa; burguesa y que la revolución socialista de las
naciones civilizadas lograría triunfar mucho antes que las
colonias y'serhicolonias entrasen a la historia Universal.1
El triunfante socialismo europeo, con su poder econó­
mico centuplicado por la desaparición de las fronteras na­
cionales, ayudaría entonces a las colonias y territorios atra­
sadas en “estado de naturaleza”, a evolucionar de modo
incruento hacia lá civilización socialista. Ambos eran eu­
ropeos de genio, pero europeos al fin y a pesar de su vigor
profetico no estaban en condiciones de adivinar la apari­
ción del imperialismo, ni de concebir el surgimiento de
nüeyos movimientos nacionales en el próximo siglo XX,
, justamente en los, Nuevos Mundos de esa lejana frontera
histórica. Excepción hecha de los cónsules ingleses y de los
naturalistas alemanés, toda la Europa ilustrada poseía una
idea muy vaga del continente colombiano. Como en los
tiempos de Hegel, los pensadores de Europa, Marx entre
; ellos, considerabah a la América Latina como un hecho
' geográfico que'no se había transmutado todavía en acti­
vidad histórica.

1 “Úna vez lograda la reorganización de Europa, y Norteamé­


rica,, constituirá, un poder tan colosal y un ejemplo tal;que todos
los países semicivilizados se despertarán por sí mismos. Las solas
necesidades: económicas provocarán este proceso”. Federico Engels,
Correspondencia, p. 415, Ed. Problemas, Buenos Aires, 1947.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 481

Podría agregarse qué los discípulos contemporáneos de


Marx (en Europa y en América) no tienen las mismas ra­
zones para ignorarla que los grandes maestros.,
3. Marx y la idea de patria.
La sacralización de Marx ha contribuido a forjar la .
imagen dé uñ dios infalible, en la.cuestión nacional como
en muchos otros importantes problemas. Recordemos que
al día. siguiente de escribir sti soberbio “Manifiesto Comu­
nista” (1848), en el que puede leerse la frase: “tos obre­
ros no tienen patria”, Marx, Engéls y los hombres del
Club comunista de París viajaban a la .Alemania revolu­
cionaria a incorporarse junto a la burguesía en la lucha
por la democratización y la unidad de la nación feudali-
' záda. Para cumplir esa tarea Marx dirigió la “Nueva: Ga­
ceta del Rin”, con los fondos qué lograron extraerle a la
medrosa burguesía renána, cuyo mayor temor en este mun­
do era hacer su propia revolución.1 _
Con toda razón Trotsky escribía noventa años después
del “Manifiesto Comunista”, al analizar el envejecimiento
y modernidad del célebre documento: “Los problemas de
la estrategia revolucionaria, eit los países coloniales y semi-
coloniales, no sbn tratados ni siquiera someramente en el
Manifiesto., Estos, problemas exigen soluciones particula­
res. Asi por ejemplo, es evidentísimo que si la “patriai

i Los autores del “Manifiesto Comunista” no eran teóricos per­


didos en su propio Limbo, Engels explicaba la conducta seguida por
él y Marx durante la revolución alemana de 1848: “A l regresar a
Alemania en la primavera de 1848, nos afiliamos alpartido demo­
crático [partido burgués] por ser aquel el único medio de que dispo­
níamos para llegar a los oídos de la clase obrera; éramos el ala más
avanzada de ese partido,- pero ala suya al fin y al cabo". Agrega
Mehring: "Engels aconsejaba a sus amigos que no lanzasen al mo­
vimiento americano como bandera de lucha el Manifiesto Comunis­
ta,,que ellos habían silenciado, como queda dicho, en la “Nueva
Gaceta del .Rin", pues el Manifiesto, como casi todos los trpbajos
cortos de Marx y suyos eran todavía difícilmente inteligibles para
América; los obreros del otro lado deL Océano acababan de abracar
el movimiento, no estaban todavía bastante cultivados y su rega­
lamiento, sobré todo én teoría, era enorme". V. Mehring, ob. cit.,
p. 380.
482 « . ' JORGE ABELARDO RAMOS

nacional” ha llegado a ser el peor freno histórico. en los


países capitalistas desarrollados, constituye todavía un faa-
■tor relativamente progresivo en los países atrasados que
\ están obligados a luchar por su existencia independiente”y
No todos los enunciados, de Marx han logrado resistir
las “injurias del tiempo”. Pero larelatiyiziación de:algü- ,
í: h i1 nos puntos de su gran obra pone de relieve la genial ar­
quitectura deb conj unto y también permite poner en guar-
; día contra el riesgo de incurrir en lá falacia del sistema
cerrado y.-deconcluir, militando en la.“clerigalla; .marxista’’
í que tanto despreciaba el viejo Franz Mehring.
. Justamente debido a ésa .fertilidad' contagiosa y a la
esencial-heterodoxia' que. íntimamente lo distingue es que
el marxismo ha llegado a impregnar tan profundamente la
■ vida intelectual de nuestra época.; '
! j ' . Entre las ruinas de la ciencia económica burguesa y de
la1 sociología que miraba desde lo alto a Marx, se erige hoy ■.
. triunfalmente el marxismo viviente; de sus enemigos se
a ha encargado la historia. De sus “amigos” deben cuidarse
■ los marxistas verdaderos; ' ' . ■'■ ■.?.;.<
)t Pues contra todas las previsiones de Marx, la revolu­
ción ha estallado y. se ha propagado-no en los focos de la <
■, ' , civilización occidental, sino en las márgenes coloniales y>
semicoloniales del globo. Esto no ha invalidado el marxis-
! mo, sino que lo> ha enriquecido con nuevos problemas a los ,
J ' que sólo el marxismo puede dar respuesta. Ya Marx había
adelantado los primeros elementos,del análisis.que permi-
■j :'i tirían a Lenín elaborar la política nacional,del prpíeta-
h riado. ' ■
g ■ 4. La unidad nacional dé Alemania.
1 La candente cuestión de la unidad alemana fue resuel­
ta inesperadamente por. los junkere prusianos bajo la di­
rección de Bismarck ; «esta solución no? contó, cpn las sim­
patías de Marx y Engels al principio. Les repugnaba que

1 León Trotsky, A noventa años del Manifiesto Comunista, en


revista Inicial, p. 4, n<? 2, Año I, Octubre de 1938, Buenos Aires.
- í
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 483

esa gran causa histórica estuviese en manos de la cama­


rilla dinástica dé los Hohenzollern y dé los terratenientes
prusianos. Formados en la tradición intelectual renana,
que había mirado1 siempre desde arriba a los'rudos milk
tares de Prusia, Marx y Engels veían en la dinastía de
Guillermo ~un instrumento de la diplomacia zarista.’ Abri­
gaban excesivas ilusiones sobre el fuego revolucionario1 de
la burguesía alemana, en la que veían, con obvió rigor teó­
rico, a la creadora de un Estado nacional que debía inte-'
resarle ante todo a ella. Esos cálculos resultaron errados.1'
No fue la burguesía alemana, con sus fabricantes, in­
telectuales y funcionarios la que subió sobre el escalón del
Zollwereinpara construir el imponente edificio de la. Na­
ción alemana, sino justamente los terratenientes armados
de Prusia, reunidos alrededor de la bandera; monárquica.
¡ No sé lanzaron a unificar Alemania para crear el merca­
do interno único sino a expandir, el poder de la dinastía!
Naturalmente, no debemos llevar muy lejos esté juicio.
Tampoco los junkers desconocían la necesidad militar de
contar con una interrelación económica entre las distantes
partes de • Alemania; con un sistema de comunicación es y
transportes, con una; trabazón: íntima de los Principados.
A esté respectó, la burocracia berlinesa, antes dé Bismarck,
trabajaba tenazmente -en esa dirección. -.Estos prusianos
■‘tytpbafabañ en silenció en una obra,.práctica de considera­
ble alcance: érap, los funcionarios de Berlín, los, represen­
tantes de esa burocracia cuya inteligencia admiraba Hegel
y cuyo éxito alabó Ricardo Cobden. Uno d,e ellos, Motz,
había inaugurado en 1829 las pacientes negociaciones que
hicieron caer una a úna las barreras aduaneras tan moles­
tas para el comercio y la industria de Prusia y de los países
vecinos. Fue una obra difícil e ingrata: como ha dicho un

■ Para los asuntos . de. Alemania, Engels fundaba sus aprecia­


ciones en la lectura casi .exclusiva de la prensa británica, (V. Ma­
yer, ob.. cit., p. 195). Según se sabe, la burguesía inglesa, no vio nunca
con buenos ojos la unidad nacional de las restantes naciones, ni el
desarrollo capitalista de sus posibles competidores. Pero este “anti-
bismarckismo” de Engels fue dejado de lado cuando la nobleza pru­
siana llevó a cabo la unificación de Alemania.
484 JORGE ABELARDO RAMOS

historiador, “nada se parece menos a un gran movimiento


nacional que esos interminables y sospechosos regateos,
esas áridas discusiones financieras, en las que los Estados
secundarios trataban de vender lo más caro posible sú ad­
hesión al sistema prusiano
*
Felices derenunciar al heroísmo, los burócratas pru­
sianos podían decir en 1829 con el burgomaestre de Mag-
deburgo: “Sin valernos de la espada, ése tratado dá por
fin a nuestro país un lugar en Alemania y por consiguiente
también en Europa”.* En efecto, el Zollverein naéía en
1833; pero la circulación de las mercancías por el mercado
unificado no lograría constituir por sí sola lá nación ale­
mana. ¡ Habría que valerse dé la espada, de todos modos!
Que este factor dinástico, persiguiendo fines puramen­
te militares, realizase al fin y al cabo la tarea histórica de
otra clase social, fue reconocido al fin por Marx y Engels:
no era la primera vez y no sería la última qué un progre­
so histórico se realizase por medios reaccionarios y por
una clase íntimamente hostil a ese progreso. Como dice
Mannheim, “la camarilla militar constituía él núcleo del
cuerpo social alemán. Esto a su vez se relaciona con la si­
tuación geográfica, en especial la de Prusia, entre dos paí­
ses enemigos, lo cual llevó dé un modo natural a la forma­
ción de un. Estado militar”.* \
: La unidad nacional alemana, en definitiva, abría un.
ancho campo para la concentración e individualización po­
lítica y sindical del proletariado alemán-: “Para los obre­
ros, todo lo que centralice a. la burguesía es por supuesto
/avorabte", comentaba Marx? Por su parte, Engels juzga­
ba qué este proceso había caído cómo un regalo “en manos
de la burguesía. Pero no sabe dominar, es impotente e in­
capaz' de hacer nada. Lo único que sabe hacer es vomitar

1 Georges Weill, La Europa del siglo XIX y la idea de naciona­


lidad, p. 72, Ed?' Uteha, México, 1961.
s Ibid. \
8 Mannheim, ob. cit., p. 91.
* Marx y Engels, Correspondenqia, p. 381. :
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 485

fuña contra los obreros en cuanto éstos se ponen en mo­


vimiento”.1
La razón de la cobardía dé la burguesía alemana con­
sistía en su temor al creciente poder de la clase obrera, lo
que la obligaba a arrojarse en brazos de la nobleza pru­
siana, delegando en ella todas sus aspiraciones políticas.
, “La desgracia de la burguesía alemana consiste en que...
2 Todas las' intrigas, y las bru- '
ha llegado: demasiado tarde”.:1
talidades bismarckianás, pasaban a segundo plano: “Nos­
otros, como cualquier .otro, debemos reconocer el hecho con­
sumado, nos gusté o no...”. Cuando se declaró en 1870 la
guerra entre Bismarck y Napoleón III (al que apoyaba toda
Europa, inclusive hasta los alemanes de Hannover), En­
gels fue más allá todavía,: “Alemania ha sido llevada por
Napoleón III a una guerra por su existencia nacional...
Si (Napoleón) la derrota, el bonapartismo será reforzado
en loé próximos años y Alemania quedará rota durante
■■ años, quizá por generaciones, En ese caso ya no puede ha­
ber cuestión de un movimiento independiente de la clase
obrera alemana..... ,Si gana Alemania, el bonapartismo
francés será aplastado de:alguna:manera, se acabarán los
interminables lamentos' acerca:del establecimiento de la
unidad alemana:. .y los obreros franceses, cualquiera sea
lá clase de gobierno que suceda al actual, tendrán con se­
guridad un campo más libre qué bajo él bonapartismo.
Toda la masa del pueblo alemán de toda clase se ha dado
cuenta de, que ésta es ante todo y por sobre todo una cues­
tión de existencia nacional, y por ello se ha volcado, de
' inmediato en ella”,3

1 Ibíd., Obras escogidas, Tomo I, p. 674, Ed. en Lenguas Ex­


tranjeras, Moscú., ‘ ’
2 Ibíd.,p. 676. Agrega Engels : “Ld burguesía adquiere su pau­
latina emancipación social al precio de su renuncia inmediata a up
poder político propio”. . ' '
3 M^rx y Epgel-s, Correspondencia, p.
¡ . 486 JORGE ABELARDO RAMOS .

5. Cuestión social y cuestión nacional.

Sin embargo, esa guerra así juzgada por Engels, había


sido desencadenada por una deliberada provocación de Bis­
marck, al falsificar \ el famoso Telegrama de Emsj Pero la
» : ■ provocación de Bismarck, ignorada por Engels en ese mo-
mentó, no alteraba el significado MstónCo de esa guerra,
, del mismo modo que Engels no sé engañaba con respecto
al canciller prusiano que había proclamado ante la Europa
,4 estupefacta su decisión de consumar la unidad alemana
, “por el hierro y pop la sangre”. Los miembros de la I In-
• ternacional por su parte no entendían mucho la cuestión
nacional alemana, sobre1 todo ,aquellos que pertenecían a
. naciones ya constituidas. .1 1/ .1'
>1 i Marx comenta irónicamente en una carta &Engels del
20 de junio de 1866 los incidentes de una reunión a la cual
había asistido en Londres sobre la guerra austro-prusiana:
“Los representantesde la “joven Francia" (no. obreros,
subrayado de Marx). ■ se vinieroncon el anuncio de qua to- .
das las nacionalidades y aun las nacÁov.es eran “prejuicios
anticuados”. Stirnerismo proudhonizado. Todo debedi-
solvers.e en pequeños “grupos” o “comunas" que. a su vez
formarán una “asociación” pero no unEstado;.Los ■ in-
!•; oleses se rieron mucho cuando em.pecé diciendo que nues­
tro amigo Lafargue, e'tc., que había terminado con las na­
cionalidades, nos había hablado en “francés”, esto es, ,en
un idioma que no comprendían las nueve décimas partes
del auditorio. También sugerí que por negación de las na- ;

1 La guerra franco-prusiana fue preparada con el mayor cuida­


do por el Cancillar Bismarck, que la juzgaba políticamente necesa­
ria para constituir la nación alemana. En una situación tensa en­
tre Napoleón III y Guillermo I,. Bismarck recibió un telegrama de
su emperador, destinado a la prensa, pero de carácter conciliador.
Mediante una audaz síntesis de su 'texto, .lo-transformó en unícomur
riicádo de corte provocante y brutal que precipitó el estallido de las
hostilidades. V. Henry Valloton, Bismarck, p. 228, Ed. Fa^ard, Pa-
rís, 1961.. ' ' ’ ' ‘ ' ,' í ■ ■ ;
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 487

cionalidades él’ parecía entender, muy inconscientemente,


su absorción en la naciónfrancesa modelo”.1
El representante de la pequeña burguesía, Proudhon,
oponía la “cuestión social” a la “cuestión nacional”! igno­
rando su interrelación dialéctica y anticipándose en un si­
glo a muchos “cipayos de izquierda” en América Latina.
El problema de Irlanda perfeccionó las ideas de Marx
y Engels en la materia. Marx se sumergió durantg varios
años en el estudio de la historia^ irlandesa; Engels llegó
a escribir borradores para publicar una Historia de
tanda. Pero si durante mucho tiempo Marx había conside­
rado que la liberación irlandesa del yugo británico sólo
podía ser el resultado del triunfo del socialismo en Gran
Bretaña, dichos estudios lo llevaron a la conclusión in­
versa.2
En 1869 Engels escribía a Marx que “to historia irlan­
desa le muestra a uno lo desastroso que es para una na­
ción el haber subyugado d otra nación.
* Las sangrientas
represiones del gobierno inglés en Irlanda movieron a la
Internacional, por inspiración de Marx, a pronunciarse
sobre el asunto. Marx escribía a su amigo Kugelmann : “La
condición primera de Id emancipación en Inglaterra—él
derrocamiento de la oligarquía terrateniente inglesa— si­
gue siendo imposible debido g que la posición de ésta no
puede ser conmovida mientras mantenga sus fuertemente
atrincherados puestos de avanzada en Irlanda..; En Irlan-

/' ■ V Marx y Engels, Correspondencia, p. 226, > / -


' ? ' Marx decía: “Está en. interés, directo y absoluto de la clase
obrera, inglesa’ que é$ta se libre de su actual yinciilo. con Irlanda.
Y esta es mi convicción más completa, y ello por razones que en
parte no puedo expresarles a los propios obreros ingleses. Durante
mucho tiempo creí que sería posible derrocar el régimen irlandés.
por el ascendiente de -la clase obrera inglesa. Siempre, expresé este
punto de vista en la New York Tribune. Pero un estudio más pro­
fundo me ha convencido de lo contrario. La clase obrera inglesa,
nunca, hará nada mientras no se libre de Irlanda. La palanca déb.é
aplicarse en Irlandas Por esto es que la cuestión irlandesa es tari
importante para el movimiento social én general’’; Marx, en Co­
rrespondencia, p. 297.
3 Ibíd.t p, 283. Se trata de una variante de la frase del Inca
Yupanqui,
483 JORGE ABELARDO RAMOS

da no se trata de una simple cuestión económica, sino al


mismo tiempo de una cuestión nacional”.1
6. Irlanda y la dominación británica.
Lá conclusión ~a la que habían llegado Marx y Engels
era la siguiente: Irlanda es el baluarte de la aristocracia
terráteniente inglesa. Esa es la base de su fuerza, no sólo
en Irlanda, sino sobre todo en la propia Inglaterra. Pero
el derrocamiento de la aristocracia inglesa en Irlanda su­
pone la posibilidad de su derrocamiento en Inglaterra, Ha­
cerlo primero en Irlanda es mucho más fácil porque en Ir­
landa la cuestión de latierra está ligada a la cuestión
nacional y por “la naturaleza apasionada. dé los irlandeses
V del hecho de que son más revolucionarios qué los in-
glésétó’* ’
Al mismo tiempo^ la dominación inglesa sobre Irlanda,
permite a la burguesía inglesa disminuir los salarios en
Inglaterra con la empobrecida mano de obra irlandesa que
emigra a Gran Bretaña. De aquí que la población trabaja^
dora Inglesa estuviera dividida en dos campos hostiles: los
proletarios ingleses y los proletarios irlandeses. “El obre­
ro inglés cémún odia al obrero irlandés en cuanto compe­
tidor que baja su nivel de vida. En relación con el obrero
irUihdéé obrétó inglés) se .siénte miembro de la nación
/ \ dominante, convirtiéndose así en instrumento de los aris­
tócratas y capitalistas en contra de Irlanda, reforzando de
este modo la dominación de aquéllos sobre si mismo. Al­
berga prejuicios religiosos, sociales y nacionales contra el
obrero irlandés. Su actitud para con éste es muy parecida
d la, de los '■blancos pobres”, para con los negros en los
antiguos estados esclavistas de los EE.UU. Por su parte,
él obrero irlandés, se lo devuelve con -intereses en la mis­
ma moneda. Considera gl Obrero' inglés como partícipe del
pécado dé la dominación inglesa sobre Irlanda y al mismo
tiempo como su estúpido instrumento”
x Marx y Engels, Correspondencia, p. 306.
• 7Md.,p. 296.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 489

Al redactar su circular confidencial sobre la cuestión


irklandesa para la I Internacional. Marx reiteraba el afo­
rismo del Inca Yupanqui en las Cortes de Cádiz: “Unpue­
blo que oprime a otro no puede ser libre”.1 De esta mane­
ra, Marx.sentaba la idea motriz de la interpretación revo­
lucionaria de la cuestión, nacional, la contradicción entre
nación dominante y nación oprimida, la situation' interior
de la clase obrera en esa relación espúrea y la verdadera
politicé, nacional del partido revolucionario. Corresponde­
ría a Lenín desenvolver por completo la teoría marxiste de
la cuestión nacional en la época del imperialismo. Por lo
demás, Marx señalaba que "lo que los irlandeses necesitan
es un gobierno propio e independencia respectóla Inglate­
rra,.. . una revolución agrariatarifas aduaneras pta-
tecpiQnistas contra Inglaterra.. . una veaque los irlande­
ses sean independientes, la necesidad, los volverá, protec­
cionistas, como lo hicieron Canadá, Australia, etc”.12

7. El conservatísmo del proletariado inglés. r


Las relaciones éntre el proletariado inglés y su bur­
guesía, en las 'Cóndiciones del dominio industrial efe! mun­
do de Gran Bretaña merecían' lós más severos juicios de
Marx y Engels. En ningún momento consideraciones de
“internacionalismo abstracto” les hicieron perder de vista
a la clase obrera epnereta de la In glaterra de su tiempo,
que por táhtós motivos recuerda al actual proletariado nor­
teamericano y europeo. Al estallar la guerra civil entré los
Estados del Norte y los Estados esclavistas del-Sur en E_s«-
tados Unidos, Inglaterra apoyaba a los esclavista?, no
por razones “ideológicas”, sino porqué la industria textil
inglesa se abastecía del algodón empapado en la sangre
de los esclavos negros del Suf.
1‘V. Capítulo 'IV, parágrafo Del Inca Yupanqui a Carlos Marx, ■
p. 136 «le esta obra.
2 Marx y Engels, Correspondencia, m 248'.. Por el contrario, él
Partido Comunista de la Argentina, defiende la política librecam­
bista de la oligarquía porteñá énel sigloXIX. V. Jaime Fuchs,
Argentina: su desarrollo capitalista, ps. 454 y ss., Éd. Cartago, Bue­
nos Aires, 1065, • /
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!.
•_ I- • ’ \
490 JORGE ABELARDO RAMOS
i . .... , ....... . . p ;
. . ' . ' f ' ... ■
- ; Pero mientras ¿eb grueso de los obreros ingleses simpa-
1 tizaban con Lincoln, al que Marx en nombre de la Inter-
t nacional envió un mensaje de apoyo, el maestro del socia­
lismo se indignaba ante la "actitud cobarde de los obr.éros
de Lancashire. Cosa semejante no se ha visto en el mun-,
do... durante este reciente período,. Inglaterra se hacu-
! bierto desvergüenza más que ningún otro país; los obre-
; ros, por su naturaleza de esclavos, cristianos; la burgue­
sía y los áristó gratas, por su entusiasmo por la es clavitud
en su forma más dir$ct$.
*Pero las dos manifestaciones se
■ complementan mutuamente”é I

! Engels, a su vez, en una ¿carta a Kautsky no se andaba


con rodeos: “Usted me pregunta lo que piensan los obre­
ros ingleses de la política colonial. Pues exactamente lo
i . mismo que piensan acerca de la política en general: ló mis-
! ; moque piensa el ¡burgués. Aquí no hay partido obrero,
sólo: hay conservadores y Ub epates-radicales, y, los obreros
comparten gozosos las cadenas del monopolio inglés, del
mercado mundial y las colonias”.2 . \

8. Errores de Marx sobre la colonización de la Iridia.


Para Marx como para Engels(la cuestión nacional se
planteaba solamente en la, Europa civilizada, donde algu­
nas nacionalidades no habían logrado aún erigir su Esta­
donacional por las sobrevivencias feudales o por el domi­
nio retrógrado de los Imperios multinacionales (Austria-
,‘Hungría, Turquía y Rusia zarista). Si no siempre alenta­
ban y apoyaban los movimientos nacionales (cuando juz­
gaban por ejemplo qué algunos de éstos formaban' parte
de.las intrigas dinásticas de la época), su actitud frente a
Polonia, el movimiento irlandés y otras naciones euro­
peas oprimidas era inequívoca; Más ambigua era la actitud
de Marx y Engels en lo que concierne al mundo colonial
y semicolonial extra-europeo,. ; . ' A

1 Marx y Engels, La'guerra civil en los Estados Unidos, p. 305,


Ed. Lautaro, Buenos Aires,. 1946.
? Engels, Correspondencia, p. 415, . '
- HISTORIA DE LA NACION LATIN0AMERICANA 491 ;í

En lo tocante a la India, por ejemplo, Marx incurrió


en un error notable. Rehusando yer en el pasado del In-
dostán “una edad de oro”, describía minuciosamente el pa- ■.
voroso espectáculo del; despotismo asiático, cuyas finanzas
eran el pillaje organizado hacia adentro, así como su admi­
nistración militar ;era el pillaje organizado hacia afuera y
cuyo único mérito histórico, derivado de las condiciones cli- »
máticas y la naturaleza del suelo, consistía en la organi­
zación dé grandes obras hidráulicas, riego artificial, etc.
Sin olvidar la descripción de la cruel penetración británica ;
en la India' y dejando a un lado los aspectos ^morales del
proceso histórico, se preguntaba si. “al realizar una revolu­
ción social en el Indostán”, Inglaterra no era “elr.instr.yj:
mentó inconciente de Ja historia, al realizardicha revo- - ■ '
lución”.1 , i: /a
En 1853 la naturaleza del imperialismo y sus resulta-
dos no estaban a la vista y ni siquiera Marx podía adivinar
ese proceso. “Inglaterra tiene que cumplir en la India, ■
escribía, una doble misión: destructora por un lado y rege­
neradora por otro. Tiene que destruir la vieja sociedad .JJ
asiática y sentar las bases ntateriales de la sociedad occi­
dental en Asia... ”.z Marx suponía que la penetración do -
una potencia capitalista ém el mundo atrasado debía aca- <
mear necesariamente la introducción del . capitalismo en
ese mundo, lo que estimaba justamente como un gran pro­
greso histórico.*8 “Si introducís las máquinas, en el sistema
de locomoción de un país que posee hierro y carbón, ya no
podréis impedir que ese país fabrique dichas > máquinas.: <
El sistema ferroviario se convertirá por tanto en la India
en un verdadero precursor de la industria moderna”,
Un siglo más tarde sabemos que no fue así y. por qué
razones el imperialismo colonizador se convirtió en el
principal obstáculo no sólo para desarrollar la gran indus- ¿
1 Marx, Obras Escogidas, Tomo I, p. 358.
- 2 Ibid., p. 3(53. • ' "N’£ ■' •
8 Una-particularidad fueron los países productores de alimen­
tos, como Uruguay y Argentina en el Río de la Plata. Aquí, precisa­
mente porqué el imperialismo necesitaba producir alimentos pngranT
des proporciones, impulsó el desarrolló capitalista, de las relaciones
,<Je. prp,(hj£c$ij en el sector agropecuario.
492 JORGE ABELARDO RAMOS

tria sino también para asegurar la pervivencia del atraso


agrario. Ai predecir» tales resultados en la penetración in­
glesa en la India, Marx observaba la propensión natural
de los hindúes para las artes mecánicas. Además “la in­
dustria moderna, llevada a la> India por los ferrocarriles,
destruirá la división hereditaria del trabajo, base de las
castas Hindúes, ese principal obstáculo para el progreso y
poderío de la India”.1 .
El ferrocarril británico en la India, como lo hizo en la
América Latina, no llevó sin embargo a la creación de la
industria hindú, sino a la destrucción de las viejas artesa­
nías nacionales y á la introducción de los productos ter­
minados de la industria inglesa. Las castas hindúes^ no
sólo no fueron suprimidas, sino que por lo contrario fue­
ron fortalecidas por el conquistador y subsisten hasta hoy,
como resultado del apoyo inglés a los príncipes y déspotas
orientales. En ese orden de ideas las previsiones de Marx
nose han verificado. :
9. Engels aplaude la agresión yanqui a México.
Engels, por su parte, formuló aventurados juicios en
la misma época sobre la anexión norteamericana a México,
que han sido utilizados posteriormente cómo justificación;
teórica de una posición antinacional. Pero para el joven
Engels, las operaciones de anexión llevadas a cabo por la
rapaz burguesía yanqui a costa del territorio mexicano
eran episodios del proceso mundial de expansión del capita­
lismo; gravitaban en su espíritu, no sólo estas considera­
ciones, que para su época parecían estar justificadas desde
Europa, sino también los propios y clásicos prejuicios eu­
ropeos sobre los pueblos atrasados.
En este sentido, ni los grandes maestros del socialis­
mo podían emanciparse bajo ciertos aspectos de las “ideas
.dominantes” de su tiempo. Sólo así puede concebirse que
Engels aplaudiese el pillaje de las minas de oro de Cali­
fornia, pertenecientes a México, por “los enérgicos yan
*
* M?irx¿ o¿. cií., p, 365,
, HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 493.

Quis”, más aptos para explotarlas que los “perezosos mexi­


canos”.1 La cuestión nacionaj era clara para Europa, no
-para América Latina. Ló monstruoso no son estos errores
de Engels, sino que todavía existan “marxistas” en Amé­
rica Latina que desdeñen la cuestión nacional irresuelta
con la autoridad, que proporcionan los errores de lósmaes-
tros. En un artículo publicado por Engels en 1848, el año
del “Manifiesto Comunista”, sé regocijaba de la marcha
irresistible del capitalismo/mundial, que á sus ojos supo­
nía el fortalecimiento de la clase obrera (europea). En él
decía lo siguiente: “Hemos presenciado también, con la de­
bida satisfacción, la derrota de Méjico por los Estados
Unidos. También esto representa un avance. Pues cuando
un país embrollado hasta allí en sus propios negocios, per­
petuamente desgarrado por guerras civiles y sin sólida
alguna para su desarrollo, un país cuya perspectiva mejor
habría sido la sumisión industrial a Inglaterra; cuando
este país, se ve arrastrado forzosamente al progreso his­
tórico, no tenemos más remedio que considerarlo como un
paso dado hacia adelante. En interés de su propio desarro- •
lió, convenía que México cayese bajo la tutela de los Esta­
dos Unidos.., ¿Quién saldrá ganando con ésto? La res­
puesta es siempre la misma: la burguesía y sólo la bur­
guesía. .7..A-i
- Esto significaba para Engels que cuanto más rápido se
oneraba la concentración del capital, más rápidamente el
proletariado ajustaría sus cuentas con la clase explotado­
ra. Por eso concluía su artículo con un anuncio impreg­
nado de ingenua ironía: “¡Continuad batallando valiente­
mente y sin descanso^ adorables señores del capital! To­
davía tenemos necesidad de vosotros.-.. vuestra misión es
borrar a vuestro paso los vestigios dé la Edad-Media y de
la monarquía absoluta; . aniquilar el patridrealismo...
Dictad vuestras leyes, brillad en el trono de la majestad
creada por vosotros mismos, celebrad vuestros banquetes1 2
1 1 V. Domingo F. de Toledo v J., México en la obra de Marx y
Engels, p. 3Ó, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1939.
2 En eels, Dos movimientos revolucionarios de 181,7, en el apén­
dice del Manifiesto Comunista, p. 412, Ed. Cénit, Madrid, 1932.
W JORGE ABELARDO RAMOS

en los salones', de los reyes y tomad por esposa á la her­


mosa princesa, pero no olvidéis que «a la puerta os espera
- el verdugos”!
Engels sólo tenía 27 años cuando escribía-este apresu­
rado Réquiem al desarrollo burgués. Su error erainevita-
ble, pues a la burguesía, no le esperaba aún; su verdugo, el
proletariado, sino sus víctimas, los' pueblos del ¡dundo co­
lonial, y todavía contaba con un largo período de ininto-
rrumpida expansión. r
10. Marx y Bolífar. ?
La puntualización de estos juicios de Marx y Engeta
sirve para poner de relieve la importancia dé runa con­
ciencia crítica de sú legado, y al mismo tiempo íá necesi­
dad de repensar con el método marxista a los propios inaes-
tros del marxismo, A este respectó, la famosa condena-'
cióñde Bolívar por■Marx esbien conocida: “Pero vor que
comparen a Napoleón I, con el pilló más cobarde, wtós'-íml-
gar y miserable, es algo que excedía todo limite, Bolívar
es el verdadero Soulouque”,2 escribía Marx a Engels. En
un trabajo dictado por la necesidad de sobrevivir, escrito '
para la Enciclopedia Americana, Marx deacribe superfi­
cialmente las campañas militares de Bolívar; Afirma; que
las derrotas iniciales del caudillo americano se debían a
su incapacidad militar y sus triunfos posteriores, a la Le­
gión Británica. Bolívar, “como lá mayoría de sus coterrÁ-;
neos era incapaz de cualquier esfuerzo prolongado”; en lu­
gar de hacer la guerra “gastaba más de dos meses enbui-
les y fiestas”; indolente, en vez de avanzarsobré'él./gene­
ral Morillo resueltamente, en cuyo caso “la fuerza europea
^de'sn ejércitq habría bastddó para aniquilar a los españo­
les .;. . prefirió prolongar lá guerra cipcp años ; dejó
al “General Sucre todas la$ tareas militares, y se decidió
por su parte a hacer entradas triunjales, a publicar ma­
nifiestos y promulgar constituciones”. En fin, con el Con-
1 Engels, ob. dt.
; ® Revista Dialéctica, n? 5, Año I, p. 272, Julio de 19.36, Buenos
'Aires.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 495

greso de Panamá, Bolívar se proponía ‘‘hacer de toda Amé­


rica del Sur una república f ederal de la que él seria dic­
tador”' ■ I
Estos infortunados juicios de Marx sobre Bolívar ésta- ■
ban sin duda, influidos por la tradición antiespañola pre-
valeciente en Inglaterra, donde vivía Marx y por el común
despreció europeo hacia el Nuevo Mundo, cuyos orígenes
se remontaban a los filósofos de la Ilustración y a las
observaciones olímpicas de Hegel en :su “Filosofía de la y
Historia Universal”.
. Por lo demás, América Latina estaba fuera del foco vi­
sual de las preocupaciones de Marx. Lo que resulta más
trágico aún, es que esta actitud hizo escuela entre muchos '
de sus discípulos europeos y no pocos latinoamericanos .
rusificados, cuando ya América Latina había ingresado ,
en la corriente de la historia universal y era imposible
ignorarla. Como siempre ocurre'con Jos hombres de. genio,
sus errores prosperan más que sus ideas' capitales, y con
frecuencia se acude a aquéllos para obstaculizar el triun­
fo de las últimas. ú ’
11. La cuestión nacional en el siglo XX„
La cuestión nacional ■ cambia. de carácter, cuando'Ja
constitución del. imperialismo a fines :del siglo XIX abre
la época del saqueo general de pueblos y continentes ente- .'
ros. En el siglo XX la ..cuestión nacional .sé vincula íntima-,
mente a la cuestión colonial y a la lucha por el derriba-
miento del imperialismo mundial. En los tiempos de Marx . -
y Engels la cuestión nacional aparecía como la forma reza- '
gada de la formación de los' Estados nacionales en aque­
llos países que por diversas razones aún no habían logrado
SUÍ cohesión estatal:'Polonia, Irlanda, los checqs,. finla.nd.e-
scs, servios, armenios y otras nacionalidades europeas.
Los esclavos y semi-,esclavos de Asia, Africa y Amé­
rica Latina no entraban én las consideraciones teóricas de
los socialistas de la II Internacional pertenecientes a las
-A Marx, Simón Bolívar, ps. 51 y ss., Ed. de Hoy, Buenos Aires,
1959. ■ '' ■
496 JORGE ABELARDO RAMOS

“naciones civilizadas”. La cuestión nacional se reducía a


la cuestión nacional de los aludidos europeos de1 segunda ■
clase. La II Internacional se había formado como resulta­
do del crecimiento del capitalismo europeo en su hora de
supremo esplendor; los europeos, como Jos antiguos grie­
gos, gozaban de las ventajas de la cultura occidental gra­
cias a la explotación inicua de las colonias. Retenían para
sí las libertades democráticas que las naciones europeas
rehusaban a sus esclavos. Un proletariado privilegiado se
había formado én teles circunstancias, pero el socialismo
de este proletariado sólo abrazaba el campó de la civiliza­
ción. Tal es el carácter del reformísmo dé la IÍ Interna­
cional, que nó sólo se manifestaba por las tesis de Berns­
tein con respecto a la utopía de una revolución catastró­
fica, sino que tendía a repetir, én condiciones radicalmente
diferentes, jos juicios primeros-de Marx y Engels sobre
el futuro del mundo semi-colonial y colonial: éste sería
arrastrado hacia el socialismo por el proletariado trium
fante de una Europa socialista.
Sin embargo, este socialismo obeso de la II Internacio­
nal de la “belle époque”, proyectaba la revolución hacia
un futuro distante. Predicaba la filosofía del reposo y las
maravillas de la evolución constante. Los fundamentos ma­
teriales de esa doctrina eran elocuentes, pues desde la paz
de Sedán en 1870 hasta el conflicto de 1914, el capitalismo -
había emprendido una asombrosa carrera: la prosperidad
general, el lujo, la cultura y la paz permitieron corromper
a vastos círculos de obreros en Europa y sentar las bases
de una ideología conformista que parecía justificar los
juicios de Bernstein.1Era. previsible que la cuestión colo-
1 Bernstein consideraba que el' mejoramiento paulatiho de las
condiciones de vida obrera y el aumento de poder parlamentario dé
la socialdemocraciá postergaban “sine ? die" la perspectiva de una
conquista. revolucionaria, del poder. En consecuencia, opinaba qué
había que adecuar él lenguaje a las tareas reales y los medios a los
finés: “para mí, el movimiento era todo y aquello que habitualmente
se. llama el objetivo final del socialismo, no era nada". .Esto h de-
cía, pues juzgaba-que el socialismo había dejado de ser un “fin”,
para ser una tarea a realizar diariamente, una conquista incesante
de reformas. V; Bernstein, Les marxistes, p. 276, Ed. J’ai lu, París,
1965.
HISTORIA DÉ LA NACION LATINOAMERICANA 407

nial y nacional de los países atrasados carecía de impor­


tancia .alguna para la socialdemocracia envuelta en esa at­
mósfera de incesante bienestar.
12. Un debate en el Congreso de Stuttgart.
A este respecto bastará señalar un significativo episo­
dio en el Congreso Internacional Socialista realizado en
Stuttgart en ly07, al que. Lenín consideró “el mejor con­
greso internacional que se haya celebrado-jamás”.1 Se ha­
bían reunido en Stuttgart 884 delegados de 25 naciones.
Estaban presentes dos épocas: l'os grandes dirigentes de la
socialdemocracia europea, Augusto. Bebel, Clara Zetkin,
Kautsky, Rosa Luxemburgo y los jefes revolucionarios'de
ese Imperio multinacional situado entre Europa y Asia,
entre la revolución socialista y la revolución nacional : Le­
nin, Trotsky, Martov, Plejanov. Las Resoluciones sobre el_.
militarismo, el. imperialismo y las perspectivas de la gue-
■ rra fueron perfectas. Sólo un “hecho sorprendente y lar
mentable”véía Lenín en el brillante Congreso de la Inter­
nacional: la discusión sobre la cuestión colonial,
En la Comisión que estudió él asunto la mayoría adop­
tó un proyecto de resolución en el que se leía lo siguiente:
“El Congreso no rechaza por principio en toda ocasión una
política colonial, que bajo Un régimen socialista, puede
ejercer uha influencia civilizadora”. Lenín calificó dé
“monstruosa” la frase. El dirigente socialista alemán
. Eduard David había sostenido esa tesis. Afirmaba que “no
se puede combatir, algo con nada., Contra la política colo­
nial capitalista, los socialistas deben proponer un progra-
. ma positivo de protección de los derechos de los indíge­
nas”.2 El expositor de'la posición colonialista en el Con­
greso Socialista fue el holandés Van Kol (en aquella épo­
ca todavía la pequeña y civilizada Holanda gozaba los fru­
tos de tres siglos de explotación de 100 millones de indo­
nesios).
^Bertram D. Wolfe, Tres que hicieron una revolución, p. 641, •
Ed. José Janes, Barcelona, 1956.
a Ibid. '
498 : ..
■ I

' ; < El socialista Van Koi fue de una lógica rigurosa ¡ afir­
mó que “el anticolonialísmo-de los congresos no había ser-
; vido para nada y- que los socicddemócratas debían -recono­
cer la existencia indiscutible de los imperios coloniales...
d. y -presentar. propuestas concretas para mejorar cl.trata-
! miento de los indígenas, el desarrollo dé los recursos natu­
rales y el aprovechamiento de estos recursos ierC beneficio
í de toda la raza humana. -Preguntó a los: contrarios al colo-
- nialismo si estaban realmente. preparados, teniendo en
-cuenta la situación real,: para prescindir .de los recursos
de las colonias; aunque sus pueblos los necesitasen mucho.
Recordó que Bebel había dicho que nada era malo en eld.es-
arrollo colonial, como tal. y se refirió a los éxitos de los ho-
■ landeses al conseguir mejoras. en las condiciones ele los
■ - indígenas’’.1 ■ ■ : ' '' ■ ' • >
Estos confortables socialistas europeos de 1907 no se
apiadaban de los indígenas hasta el extremo de poner en
peligro sus chalets con techo de pizarra, su buen licor de
Guinea, sus chimeneas humeantes y Sus gabanes peludos..
Van .Kol, con. esa insinuante pregunta, persuadió a nume­
rosos delegados de que, realmente, “no podrían, prescindir
de los recursos naturales necesitados por sus pueblos”, Na-
; tur’alménte Van Kól tenía sus propias ideas sobre la me/
jor manera de conquistar una colonia: “Todas las fuerzas .
. socialistas deben impedir la cons-umación de estos regíme­
nes salvajes de conquista y procurar que si se hace colo­
nización,se hagd papfl. dignificar hombres y. no para atro­
fiar y envilecer los pueblos”.2 Excelente consejo; También
el holandés se permitió agregarzque en “Circunstancias de­
terminadas, la política colonial: puede, ser obra de civiliza­
ción", aunque discretamente se reservó el describir tales
afortunadas circunstancias para el socialismo. Concluyó
su exposición 'señalando el porvenir: “Hay muy pocos so­
cialistas que se atreverían a ^afirmar que en el régimen

1 G.D.H. Cole, Historia del pensamiento socialista, Tomo III,


p. 79, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, I960. s
f “La Vanguardia”, 3 dé octubre da 1907, Buenos Aires, Diario . . .
oficial del Partido Socialista de la Argentina. "
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 499

socialista no serán necesarias las colonias. ¿Qué se hará


de la superpoblación de Europa?”?
El delegado alemán Eduard David no estuvo por deba­
jo del holandés. Recordó al Congreso que "en un manifies­
to electoral, el grupo socialista parlamentario ha declara­
do que lós pueblos <de¡ civilización superior tienen el dere­
cho y el deber de dar educación a los pueblos atrasados”,1 2
Desde el otro punto de vista este "socialista” añadió: "La
Europa tiene: necesidad de colonias. No tiene, a pesar de
todo, bastantes. Sin colonias seríamos" asimilables, desde
el punto de vista económico, a la China”.3 Resultó especta-
cular el resultado de la votación, pues a pesar de tales
opiniones el Congreso rechazó la moción colonialista por
sólo 128 votos contra 108. La victoria, aunque por un mar­
gen estrecho, fue lograda por los votos de los países más
atrasados, mientras, que la moción colonialista, como cabía

1 Ibid. ‘ , '' " <


2 "La Vanguardia”, 30 de setiembre de 1907. Esté mismo “so­
cialista’' dispuesto a succionar los pueblos coloniales, con el pretexto
de, educarlos, pocos anos más tarde, al estallar la primera guerra
imperialista, tendría una actitud equivalente. Guando Garlos Liebk­
necht,. el único diputado socialista alemán entre 110 miembros del
partido en el Reichstag, rehusó votar en favor de los, créditos de
guerra pedidos por el Kaiser, la piayoría imperialista exigió su ex­
pulsión del Parlamentó., Sus ex camaradas, que votaron por los cré­
ditos dé la gran carnicería, impedidos de aceptar la expulsión de
Liebknecht, se redujeron a decir que se trataba de un exaltado in­
ofensivo. Eduardo David se permitió añadir: “Un perro que ladra,
no muerde”. Liebknecht fue a la cárcel. Rosa Luxemburgo escribió
un volante contra David titulado “Una política de perro”. En 1919,
el partido ultracorrompido de los socialistas de David, unido a la
soldadesca prusiana, asesinaba en Berlín a los dos grandes jefes
del proletariado, mientras se aplastaba la insurrección de los espar-
taquistas alemanes. V. Paúl Frolich, Rosa Luxemburg, sa Vie et son
oeuvre, p. 279, Ed. Francois Maspero, París, 1965,
s Ibid. En su edición del 23 dé agosto de 1907, “La Vanguardia”,
que publicó durante más de un mes- abundantes informaciones, co­
rresponsalías y actas del Congreso de Stuttgart, da a conocer un
artículo publicado en Bruselas por “Le Peuple”, órgano del P,artidó
Socialista de Bélgica,: en el cual puede leerse la opinión de estos
social-imperialistas ante la posibilidad de qué Bélgica se Hiciese car­
go del Congo: “Si a pesar de todos los esfuerzos la burguesía nos
dota de una colonia, sólo habrá llegado la hora de luchar, palmo a
palmó, para obtener en favor de ese pueblo- un poco de humanidad
y de justicia”. Con un poquito. bastaba. .
500 JORGE ABELARDO RAMOS
. ■ k .
espbrar, contó con el apoyo de los'grandes partidos socia­
listas de Europa. Los rusos votaron, naturalmente, en
contra.
El único partido de América del Sur representado en
el Congreso ae Stuttgart fue el Partido Socialista de la Ar­
gentina. De ahí que su voto fuera más representativo aun,
pues dio su apoyo a ia moción ancicoionialísta. ¿El Partido
del Dr. Juan B. Justo, notorio partidario de las expedicio-
( nes civilizadoras al Africa y de la supremacía de la raza
, blanca? Esto sería realmente inexplicable si no fuese por
el hecho de que el Dr. Justo y sus amigos no viajaron á Ale­
mania aquel año. Dicho partido debió ser representado por
su delegado permanente en lá Oficina Socialista Interna­
cional, Manuel Ugarte. Ugarte dio su voto, junto a Lenín,
los polacos, los búlgaros, los servios, los españoles y otros,
contra el descarado colonialismo de los partidos europeos.
¡Como para que resulte inexplicable el entierro histórico
de Ugarte! Los sqizos, cuyo socialismo se impartía en las
escuelas de hotelería, expresaron su infinita moderación
absteniéndose. '
Educado en una actitud reverencial hacia la socialde-
mocracia alemana, Lenín advirtió estupefacto el, cínico
oportunismo de los grandes jefes de ese país. Al comen­
tar los resultados del Congreso de Stuttgart escribía poco
después : “En este casó ha hecho acto de -presencia unras­
go negativo del movimiento obrero europeo, rasgo que pue-
- dé ocasionar no pocos daños a la causa del proletariado...
la vasta política colonial ha llevado en parte al proletaria­
do europeo a una situación por la que no es su trabajo el
que mantiene a toda la sociedad, sino el trabajo de los in­
dígenas casi totalmente so juzgados de las colonias. La bur­
guesía inglesa, por ejemplo, obtiene más ingresos de los
centenares de millones de habitantes de la India y de otras
colonias suyas que de los obreros .ingleses. Tales condicio­
nes crean en ciertos países una base material, una base
económica para contaminar el chovinismo colonial al pro- ,
letariado de esos países”.1
1 Lenín, Obras Completas, Tomo XIII, p. 71, Ed. Cartago, Bue­
nos Aires, 1960.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 501

Que los mismos colonialistas de la .II Internacional que


proponían justificar desde el ángulo “socialista” la polí­
tica colonial de sus Imperios fueran los m.ás\resueltos par­
tidarios de la primera guerra imperialista, ya no sería una
sorpresa para Lenín en 1914.
Este tipo de debates disgustaba al fundador del socia­
lismo cipayo en la Argentina.' El Dr. Justo daría su juicio
sobre el Congreso de Stuttgart años después en los siguien­
tes términos: “Las declaraciones socialistas internaciona­
les sobre las colonias, salvo algunas frases sóbre la suerte
de los nativos, se han limitado a negaciones insinceras y
estériles. No mencionan siquiera la libertad de comercio,
que hubiera sido la mejor garantía para los nativos y re­
ducido la cuestión colonial a lo que-debía ser.. .”.1 El li-
brecambismo como garantía /para los indígenas esclaviza­
dos: he ahí al “maestro” del socialismo argentino en toda
su sabiduría.
• ■ , ■ y

13. La cuestión nacional según Lenín.


El pensamiento marxista sobre la cuestión nacional en
el siglo XX fue elaborado por Lenín. Este hecho no era
ajeno a las particularidades del paíg en que Lenín-había ,
nacido. A principios de siglo el Imperio Zarista era cono­
cido en Europa como una “cárceDde pueblos”. En el inte­
rior de las fronteras del Imperio inmenso se habían com- •
prímído los problemas más explosivos de nuestra época : la
cuestión nacional, la cuestión judía, la cuestión agraria, la
lucha contra el absolutismo, el duelo entre la burguesía v
el joven proletariado. En ese gigantesco polvorín los bol­
cheviques no pudieron .ser corrompidos, como casi todo el
resto de la socialdemocracia europea, por las ventajas de
la democracia parlamentaria, una cultura refinada y el
bienestar material..
De tales especificidades históricas brotó el resuelto ca­
rácter revolucionario del bolchevismo ruso. La contradic­
ción salta a la vista si se considera que de lá misma Inter-
1 V. Juan B. , Justo, Internacionalismo y pátria, Ed. “La Van­
guardia”, Buenos Aires, 1938. . A
, i ■ '
nacional a que pertenecía Lenín formaba parte el I).r. Juan
B. Justo, jefe del Partido Socialista de la1 Argentina, par­
tidario de la división in ternacional del «trabajo, del libre­
cambio, de la supresión de Jas aduanas, de la explotación , ..
: colonial, del parlamentarismo y que prefería el positivismo .
de Comte a la dialéctica de Marx, que juzgaba “meta­
física”.
Los estudios redactados por Lenín sobre la cuestión
nacional ocupan buena parte de sus “Obras Completas”. En
1913 Lenín invitó al georgiano Stalin a escribir un tra­
bajo sobre el tema. El artículo de Stalin.es él mejor que
ha salido, de su pluma, no muy diestra, y está empapado
del pensamiento-leninista: Stalin expone 01 concepto mar-
. xista de la Nación en. los'siguientes términos:' "Nación es
una comunidad estable, históricamente formada, de idio­
ma, de. territorio, de vida económica y de psicología, ma­
nifestada ésta en la comunidad de 'cultura’V Resultasu-
gerente que ni los’ stalinístas de ayer ni de hoy hayan
meditado el concepto en relación con la situación de Amé­
rica Latina, salvo para intentar aplicar a ésta las mismas
premisas de la cuestión nacional en Rusia, ló que habla
muy claramente de su condición de latinoamericanos y de
, marxistas, , .
En cuanto a los movimientos nacionales, Lenín ofrece
esta explicación: "En todo el mundo, la época del triunfo
definitivo del capitalismo sobre el feudalismo estuvo liga­
da -a movimientos nacionales. La base económica de estos
movimientos estriba en que, para la victoria completa de
la woducdón mercantil, es necesario que territorios con
población de un solo idioma adquieran cohesión estatal,
quedando eliminados.' cuantos obstáculos se opongan al
desarrollo de. ese idioma u a su consolidación en la litera­
tura. El idioma es el medio esencial de comunicación entre
los hombres: la unidad de idioma y su libre. desarrollo es
una de las condiciones más importantes de . una circula-.
ción mercantil realmente libre y amplia, que responda al
1 Stalin, Elmarxismo y el problema nacional 'y colonial, p. 16,
Ed. Problemas, Buenos Aires, 1946;
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 503

capitalismom.oderno;deunaagrupaciónlibre y
de la población.entodaslas diversas crases. Es por último,
la, condición de una, estrecha ligazón del mercadocontodo
propietario, grande o pequeño, con todo vendedor y cóm- :
pradOr” 1 "

14. Naciones oprimidas y naciones opresoras.


¿ Para los clásicos la cuestión nacional se ¿planteaba en 1
los países rezagados de Europa —Alemania, Italia, Polo­
nia, etc.—; pero Lenín aborda el problema cuando el . ca­
pitalismo mundial está en declinación, se ha transformado,
en imperialismo y ha caducado su progresividad histórica.
Los movimientos nacionales ya no se manifiestan en Euro­
pa, que ha cesado de crecer, sino en los países.coloniales y
semicoloniales, donde aparecen no en virtud del desarrollo
de las fuerzas productivas internas sino por la crisis mun­
dial dei imperialismo qué los oprime. En tales condiciones,
los 'movimientos nacionales de los países atrasados jla no
libran: su lucha contra el feudalismo interno, sino contra
el imperialismo exterior, al que debilita en sus propios ci­
mientos. ¿:L¿ :¿
Es por tal razón que los movimientos nacionales'con­
tra el imperialismo facilitan la lucha del propio proleta­
riado adormecido de los países opresores, lo ■. conmueve
y lo incorpora, en un gran plazo histórico, a la lucha por
la revolución socialista en la metrópoli. De este modo, las
revoluciones nacionales establecen una conexión orgánica
con las revoluciones socialistas y se convierten en el pró­
logo del socialismo mundial. Al comienzo, las débiles bur­
guesías coloniales o semicoloniales tienden a asumir el con­
trol del movimiento nacional. “Pero la política del proleta­
riado. advierte Lenín, en el problema nacional (como en
los demás problemas) sólo, apoya a la burguesía en una¡ di­
rección determinada, pero nunca coincide, con su política”.2
.Lenín contribuye a elaborar la estrategia revoluciona-
* Lenín, Obras bompletaa, Tomo XX, p. 392.
’QOV ‘’PHI z
504 JORGE ABELARDO RAMOS

r^a en los países atrasados definiendo, el rotundo antago­


nismo entre naciones opresoras y naciones oprimidas, re­
sistido por toda la vieja dirección de la socialdemocracia
internacional. En su discurso al II Congreso de la Inter­
nacional Comunista declaraba: ‘‘¿Cuál es la, idea más im-
portante y fundamental de nuestras tesis? La distinción
entre pueblos oprimidos y opresores. Subrayamos esta dis­
tinción en oposición a la II Internacional y a la democra­
ciaburguesa’’A En las discusiones preliminares de ese
Congreso, se había resuelto sustituir la expresión “movi­
miento democrático-burgués” por “movimiento nacional-
revolucionario” como , denominación de los movimientos na­
cionales en los países atrasados. “Es indudable, decía Le­
nín, que todo movimiento nacional puede ser sólo dem.o-
crático-burgués, pues la masa fundamental de la población
en los países atrasados está compuesta de campesinos, aue
representan las relaciones burguesas y capitalistas... Los
comunistas debemos apoyar y apoyaremos los movimien­
tos burgueses de liberación en las colonias sólo cuando e*-
tos movimientos sean realmente revolucionarios, cuando
sus representantes no nos impidan educar y organizar en
el espíritu revolucionario a los campesinos y a las gran­
des masas de explotados’’.2
En este juicio parece haber cierta restricción en cuan-;
to a la participación del partido revolucionario en los mo­
vimientos nacionales. Trotsky precisaría luego el concepto
en estos términos: “El imperialismo'sólo puede existir por­
que hay naciones atrasadas en nuestro planeta, países co-

* Lenín, Tomo XXXI, p. 229. En un artículo titulado “El prole­


tariado revolucionario y el derecho de las naciones a la autodetef-
ntínactóM” Lenín insistía ep este nunto de vista: “En el programa-
sóctaldemócrata el lugar central debe ocunarló prerisañiente Id di­
visión de las naciones en opresoras y Oprimidas ', división que es la
esencia misma del imperialismo y aue los socialchovinistas y Kauts­
kyeluden falbamente”. V. Tomo XXI. p. 413.
2 Ibid., Tomo XXXI, p. 231. Stalin en su libro sobre la cues­
tión nacional cita el siguiente concepto de Lenín: “La Interna­
cional Comunista debe ir a. una alianza temporal con la democra­
cia burguesa de las colonias y países atrasados, pero no fundirse con
ella, y mantener absolutamente la independencia del movimiento pro­
letario, incluso en su forma más embrionaria”, Stalin, ob. eit., p. 283.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 505

lonidles y semi-coloniales. La lucha de estos pueblos opri­


midos por la unidad y la independencia nacional tiene un
doble carácter progresivo > pues, por un lado, prepara con­
diciones favorables de desarrollo para su propio uso, y por
otro, asesta rudos golpes al imperialismo. De donde se de­
duce, en parte, que en una guerra entre la república demo­
crática imperialista civilizada y lá monarquía bárbara y
atrasada de un país colonial, los socialistas deben estar
enteramente del lado del país oprimido, a pesar de ser
monárquico, y en contra del país opresor, por muy “demo­
crático” ■ que sea”.1 *

15. Las clases en el movimiento nacional.

Se tendrá presente que en toda la literatura -política


dé la época de Lenín y de los cuatro primeros Congresos de
la Internacional Comunista, los escritos sobre la cuestión
nacional y colonial estaban, pensados y dirigidos hacia el
Asia. En el IV Congreso de la Internacional Comunista se
llega al extremo de denominar las tesis sobre la cuestión
colonial como “Tesis de Oriente”. ,
Concluida, la década de 1930. América Latina se puso
en movimiento, lo mismo que él Medio Oriente y el Africa,
enriqueciendo la realidad histórica con nuevas proporcio­
nes internas y problema^ particulares, que sin embargo
no alteran el sentido general del pensamiento leninista.
Stalin coincide ’.“La lucha de los comerciantes y délos inte­
lectuales burgueses egipcios por la independencia de Egip­
to es, por das mismas causas, una lucha objetivamente re­
volucionaria, a pesar del origen burgués u la condición
burguesa de los líderes del movimiento nacional egipcio v
a pesar de que están en contra del socialismo; en cambio,
lá lucha del gobierno laborista inglés por mantener la si­
tuación de dependencia de Egipto es, Por . las mismas cau­
sas, una lucha reaccionaria, a pesar del origen proletario

1 Trotsky, Por los Estados Unidos Socialiotas de América La­


tina, p. 57. ■ ' <
. 506 JORGEABELARDORAMOS '

y de la condición proletaria de los miembros de ese gobier­


no, y a pesar de que son “partidarios" del socialismo".3-
El pensamiento leninista sobre la cuestión nacional y
¡ colonial, pese a la amnesia de muchos de sus epígonos
. stalinistas o. tfotskistas—- se fundaba en que el imperia­
lismo retrasa el desenvolvimiento del capitalismo y la lu­
cha de clases en el país oprimido; la debilidad equivalente
del proletariado impone en tai situación la vigencia de las
consignas nacionales con su enorme poder sobre todas las
clases perjudicadas por el imperialismo. El desenvolvi­
miento del .socialismo en un país' atrasado, sóloxpuede ope­
rarse, si es que las palabras poseen algún sentido, a tra­
vés del retroceso y liquidación, del .imperialismo. .
A mayor grado de progreso capitalista en un país semi-
colonial dado, mayor importancia adquieren las aspiracio­
nes puramente socialistas del proletariado. Pero su parti­
cipación en las luchas políticas nacionales, sólo puede co­
brar peso decisivo si el proletariado, y necesariamente el
partido revolucionario, se hacen intérpretes de las reivin­
dicaciones de aquellas clases no proletarias que constitu­
yen la mayoría de la Nación. Gomo a medio siglo de la
revolución rusa -todavía algunos • cipayos contumaces en.
América Latina argumentan febrilmente sobre el carácter
“contrarrevolucionario de la burguesía nacional”2 para
excusar su hostilidad: hacia los movimientos nacionales
revolucionarios, será útil recordar aquí algunos párrafos de
las Tesis redactadas por Lenín para el II Congreso de la
Internacional Comunista.: “El imperialismo extranjero
que gravita sobre los pueblos orientales, les ha obstaculi-
' zado un desarrollo social y económico, análogo al 'de Eu-

. I Stalin, ob. cit., p. 236. Añade Stalin lo siguiente: “Lenín


tiene razón cuando dice qué el movimiento nacional de los países
oprimidos no se .debe valorar desde el punto de vista de la demo­
cracia formal, sino desde el punto de vista dé los resultados prác­
ticos dentro del balance general, de la lucha contra, el imperialismo”.
2 “El gr.anEstado centralizado representa un enorme progreso
histórico desde el fraccionamiento medioeval hacia la futura uni­
dad socialista de todo el mundo, y no hay ni puede haber más cami­
no hada el socialismo ¡que el; que pasa por ese Estado (indisolu-
1 blementé ligado al capitalismo), Lenín, Tomo XX, p. 37.
" HISTORIA DE NACION LATINOAMERICANA . 507 . '

ropa y América. En virtud de está'política.imperialista, . :


que impide él desarrollo industrial de-. las. cbloMiqsfmo. há'
podido nacer una.clase obrera en di sentido propio de la
expresión a pesar de que- en los últimos tiempos. lutn sido. :, .
destruidas las artesanías nativas por la competencia de los
artículos elaborados por las industrias de ‘ los-, países im- v
penalistas. El resultado ha sido que la gran mayoría de la < ■
población ha sido lanzada al campó:y .competida al .traban .
jo agrícola y a la producción de materias primas para la
exportación”? ...íyy'
Mucho se ha discutido en América Latina sobre la¡ po- ,.
lítica que corresponde al partido; revolucionario 5 ante los ;
conflictos y altercados-menores entre la burguesía o. mo­
vimientos nacionales y el imperialismo extranjero, Lénín,
ya había señalado la progresividad histórica de la lucha .
contra el imperialismo al observar que “la dominación ex- . ■_
tranjera impide el libre desarrollo de las fuerzas, econó­
micas. Es por ésto que su destrucción: es el primer paso
. de la revolución en las colonias y es por esto que la ayuda
aportada a la destrucción de la dominación extranjera en
las colonias no es, en realidad, una ayuda al movimiento
nacionalista de la burguesía indígena, sino la apertura del
camino para el proletariado oprimido mismo”.*2
En síntesis, la condensación de la estrategia general ,
del partido revolucionario en los países coloniales y semi- . "
coloniales se establecía claramente en las tesis del IV; Con-, , ■
gréso de la Internacional Comunista : “En los países cola- .

. 1 'V.Manif estes, theses et resolutions des Quatre. premiers Con- <


grés Mondiaux de I’Internationale Commun-iste, Librairie du .•Tra-r- \
vail, París, 1934. ’ . ; -
2. lbld. En el trabajo mencionad?'' de Stalin se encuentra este
concepto: ”El carácter revolucionario del movimiento naátohal,. bajo .
las condiciones de la opresión imperialista, no presupone en modo '
alguno, forzosamente, la. existencia. de elementos proletarios ¡en el : j,
movimiento, la existencia de ún programa revolucionario -o repubti-.
cano a que obedezca el movimiento, la existencia en éste de una base
democrática. La lucha que el Emir de Afganistán mantierte por la '
independencia de su país es una lucha objetivamente revolucionaria,
á pesar de las ideas monárquicas del emir y de sus correligionarios, :
puesto que esta lucha debilita, descompone, socava los cimientos del
imperialismo”, ob. cit., p. 235. rv/.r-yr..':--
508 JORGE ABELARDO RAMOS

niales y semicoloniales la Internacional Comunista tiene


dos tareas: a) crear núcleos del partido.comunista, qué de­
fienda los intereses generales del proletariado; b) apoyar
con todas sus fuerzas el movimiento nacional revolúcióna-
rio dirigido contra el imperialismo, llegar a ser la van­
guardia de este movimiento y reforzar el movimiento so­
cial en el seno del movimiento nacional”ú . >

16. América Latina y su cuestión nacional. '


En los 40 volúmenes de sus ‘‘Obras Completas”, Lenín
sólo alude tres veces a la América del Sur, seis veces a la
Argentina, cuatro al Brasil, cuatro a México y en una sola
oportunidad se refiere a Chile. Se trata, por lo demás, de
alusiones incidentales, muchas veces incluidas en una men­
ción estadística. A los restantes Estados de América Lati­
na no los mencioTla jamás. En un artículo escrito en 1916,
álce; .“No vamos' a «sostener» la comedia de la república
en algún principado de Monaco o bien las aventuras «re­
publicanas» de los «generales» en los peaueños países de
la América del Sur. o en alguna isla del Océano Pacífico,
pero de ésto no se deduce que sea permitido olvidar la con­
signa de la república para los movimientos democráticos
y socialistas”.2
En las discusiones de los primeros Congresos de la In­
ternacional Comunista, América Latina fue omitida ñor
completo. El Presidente de la Internacional. Gregori Zino-
vivev. en el y Congreso de 1924 dijo.en su discurso: “Poco
o nada sabemos-de la América Latina”. El delegado por
México éra un escritor norteamericano, Bertram Wolf?./
quien protestó por esa ignorancia. Zinoviev contestó: “Es
que,no se nos. infprmd”,s Antes de radicarse en Méjico,
donde formuló juicios notables sobre la revolución latino­
americana, León Trotsky tampoco tenía conocimientos se­
rios sobre-América Latina. En su “Historia de la Revolu-
1 “Manifestes, theses et resolutions”, etc.
2 Lenín, ob. cit., Tomo XXIII, p. 59.
3 Haya de la Torre, El antiimperialismo y el APR A, p. 58.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 509

ción Rusa” el gran maestro del socialismo escribía: “Las.


«revoluciones» crónicas de las repúblicas sudamericanas
nada tienen de común con la revolución permanente; en
cierto sentido, constituyen su antítesis”.1
' _ En América Latina había tenido lugar la revolución
mejicana, Sandino combatía con las armas en la mano
contra las tropas yanquis, la Columna Prestes marchaba a
través de todo el Brasil, el movimiento nacional yrigoye-
nista llevaba al poder a la pequeña burguesía nacionalista,
pero los más notables teóricos y jefes de la Revolución
Rusa “carecían de información”. No creemos que les sea
imputable esta carencia. Más bien revelaba la profunda
debilidad del movimiento marxista em América Latina, in­
capaz de generalizar al nivel de la teoría y de la creación
original las grandes experiencias revolucionarias latino­
americanas.
Toda la prensa imperialista europea había sometido a
su burla despiadada las "crónicas revoluciones sudameri­
canas”, producto directo de la balcanización impuesta y
usufructuada por esas mismas potencias. La información
de los revolucionarios de Europa debía nutrirse, a falta de
otras más responsables, de esas fuentes envenenadas.
Pues los problemas de la revolución latinoamericana
en definitiva debían ser estudiados y resueltos por los pro­
pios latinoamericanos. Al fin y al cabo, eso mismo había
ocurrido en todas las revoluciones/Lenín tuvo a bien enco­
gerse de hombros ante los consejos de sus maestros ale­
manes, Kautsky entre otros, que le aconsejaban modera­
ción en su política frente a las otras fracciones del socia­
lismo ruso. Siguió su camino, conoció y estudió su país y
cumplió su tarea. Lo mismo habría de hacer a su turno
1 Mao-Tse-Tung en China. '
No resulta ningún descubrimiento' original reiterar la
idea de que los marxistas debep sumergirse en la histo­
ria, la sociedad y las tradiciones de-sus propios pueblos
para conocei' en ellos sus rasgos específicos y encontrar
el camino hacia la revolución. En ese sentido si todas las
1 Trotsky, Historia de la Revolución Ru$a, Tomo II, p. 5'69.
510 JORGE ABELARDO RAMOS

revoluciones son “peculiares” y “excepcionales”, en los paí­


ses semicoloniales se cruzan diversos niveles técnicos y
edades históricas de sorprendente antagonismo; esta com­
binación de atraso y progreso, de industria y; barbarie
produce fenómenos sociales y políticos determinantes del
programa y la táctica del partido revolucionario. Aun den­
tro de la América Latina balcanizada estos niveles reve­
lan diferencias muy acusadas que determinan diversos mé­
todos políticos de acción revolucionaria.

17. Las Repúblicas quechua y aymará.


’ Cuando el proceso degenerativo de la Unión Soviética
afecto el funcionamiento de la Internacional Comunista, se
manifestaron en América Latina los cambios producidos
en la dirección latinoamericana del comunismo. Se inició:
la edad “stalinista”. De las vaguedades y abstracciones de
los inexpertos comunistas latinoamericanos magnetizados
por los primeros años de la Revolución rusa, se pasó a la
aplicación de fórmulas resecas extraídas de Moscú y apli­
cadas implacablemente a la realidad de América Latina.
Dé este modo, el stalinismo del Perú pudo proclamar en
1931 la teoría de separar a ese país en dos Repúblicas, una
quechua y otra aymará. -
El Partido Comunista de la Argentina, al advertir la
presencia de miles de chacareros italianos en Santa Fe,
bque todavía hablaban piamontés y de chacareros judíos en
las colonias de Entre Ríos, declaraba. que dichas “mino- <■
rías nacionales” estaban oprimidas por la “nacionalidad
argentina dowihcmíe” y afirmaban el derecho de los co­
lonos italianos y judíos a “la autodeterminación nacional”,
y á la creación de Estados autónomos.1 En Bolivia, uno de
¡os últimos fragmentos separados del Virreynato del Río
de la Plata y que simbolizaba el fracaso del Libertador
para unificar América Latina, debía aparecer todavía otra
teoría de la balcanización llevada esta vez al delirio mismo.
Un teórico del stalinismo boliviano, Jorge Obando, rea-

1 Ramos, El Partido Comunista en la política argentina, p. 93.


HISTORIA DE LA NACION LATIÑOA^ERICAÑA 511-

lizó un recuento de la estructura “nacional” de Bolivia y,


descubrió que esta República érá un “Estado¡ Multinacio­
nal”? La “naciónálidad. boliviana dominante”' oprimía a'34
nacionalidades, tribus y esquirlas etnográficas “subyuga­
das” por aquélla.1 Bichó autor, aquejado de grave rusifi­
cación, ha degradado el programa nacional del marxismo
a la etnografía pura. Exige que las lenguas quechua y:ay­
mará (que ni en los tiempos, de mayor esplendor del Impe­
rio incaico, ni mucho menos ahora, contaron con una escri-v •
tura) sean elevadas a la categoría de lenguas nacionales
de los bolivianos que las'hablan todavía, a la par del cas­
tellano, Ahora bien, si como Engels dice “la conquista es­
pañolacortó en redondo la evolución” del incario, ese he­
cho histórico,' dejando a Un lado los aspectos morales de la
cuestión, . sólo puede ser compensado por la • elevación del ;
'indio campesino a la civilización moderna y a la cultura
¡ .occidental por medio de la lengua española. ' ; .1
EsJ.ndiscutible que la resistencia de los indígenas a ém- ’
plear la lengua castellana no es sólo psicológica (por tra-:
tarse de la lengua de los antiguos dominadores) sino ante
todo social: la segregación del campesino indígena de la
economía moderna, su reclusión en la economía natural, su
secular separación de la ciudad monetaria y del mundo
cultural del intercambio mercantil, ha fijado en la lengua
tradicional ¿1’ campesino segregado. Pero ya Mariátegui
había identificado indio con campesino y había situado el
problema en su verdadero terreno al transferir la cues­
tión racial a la cuestión agraria. Después dél imperialismo
balcanizador correspondería' al stalinismo rusificante rea-* i.
1 Dice el Sri Obando: “Si Bolivia es un Estado multinacional,
i. • ¡qué naciones, nacionalidades, tribus y grupos etnográficos entran
en su composición? Nosotros consideramos que: Bolivia .^stá consti-
; tuida porUna nación: Bolivianos; cinco nacionalidades i principa­
les: aymarás, quechuas, chiquitos; moxos, chiriguanos; ocho nacio­
nalidades pequeñas; chapacuras, itonamas, canichanas, movimos,
cayuvavas, pacaguaras, iténez, guarapos; varias tribus y grupos et­
nográficos: chipayas, urus, yuracarés, mócetenos, tacanas, maropas,
apolistas; tobas, mataguayos, abipones, lenguas, samucos,saravecas,
\otuques, curuminacas, covarecas, curavés, tapiis, cupucanecás, pqico-
necas y sirionós”; Jorge Obando, Sobre el problema nacional y colo­
nial de Bolivia, p. 27, Editorial Canelas, Cochabamba, 1961.
¡512 < JORGE ABELARDO RAMOS
■ ■ •>- ■ _ -., ■ •■ ' ' . ' ' . .■
lizar un esfuerzo regresivo de la clase a la raza, de la Na­
ción latinoamericana al Estado Boliviano y del Estado Bo­
liviano al. Estado Multinacional (o pluri-tribal). Esta gro­
tesca y a la vez trágica teoría, precisamente por sú pueril
exageración, permite inundar de luz el debate y apreciar
sus verdaderas proporciones. \ ■

18. El insuiarismo stalinistá.


Él triunfo de /la revolución de 1952 y la revolución
agraria originó la ampliación de la influencia lingüística
española en Bolivia. La necesidad de comerciar sus produc­
tos en las ciudades impulsó a miles de nuevos campesinos
propietarios a aprender el castellano; las escuelas en las
zonas rurales preparan desde esa época a gran parte de
la nueva generación en el aprendizaje del idioma nacio­
nal de América Latina.:
Una teoría fragmentadora de índole indigenista como
la propuesta por el autor citado sólo puede convenir al
imperialismo extranjero y sólo tiende a debilitar el vínculo
idiomático esencial para la formación del mercado y la Na­
ción latinoamericana. Si al imperialismo le bastaba con las
20 Repúblicas, al stalinismo ya no le parecen suficientes;
las repúblicas indígenas operarían maravillas. Esta ver­
sión burlesca de la teoría marxista de la cuestión, nacional
en Perú, Bolivia y Argentina era la manifestación no sólo
del servilismo político de la era de Stalin, sino de la de­
gradación sin precedentes del pensamiento marxista en
Atnérica Latina.
Como Stalin había escrito un libro sobre la cuestión
nacional (en Rusia) en el que describía las diversas na­
cionalidades que la Unión Soviética había heredado del za­
rismo y se" exponían las tesis de Lenín sobre el derecho a ■
separarse de dichas nacionalidades oprimidas, los stali-
nistas latinoamericanos, ni cortos ni perezosos, aplicaron
con indudable energía ese mismo criterio, formulado en un
Imperio multinacional opresor de múltiples nacionalida­
des, a las condiciones de una gran nación semicolonial frag-
historia de la nación latinoamericana 513

mentada en 20 Estados? Pretendieron multiplicar la balca-


nización mediante la creación de nuevos Estados, por más-'
fantásticos que fueran.12
'Otros “teóricos”, como Rodney Arismendi, del Partido
Comunista del Uruguay, pasaban de la etnografía a la geo­
grafía y consideraban a ía revolución latinoamericana no
como el fruto de una necesidad histórico-social sino como
- un hecho geográfico: la revolución latinoamericana es
“una revolución continental”; y su “unidad, esencial está,
determinada, en primer término, por el hecho de quién es
el principal, enemigo : el imperialismo norteamericano.3*8En
otras palabras, sólo por el imperialismo yanqui existe la
revolución latinoamericana, lo que es rigurosamente falso,
. pues su “unidad esencial” ya existía en tiempo de Bolívar,
cuando la nación latinoamericana luchaba, por su existen­
cia en-la época de la hegemonía inglesa. La “unidad esen­
cial” de la revolución latinoamericana no procede de un'

1 La aplicación a Bolivia, mediante el método de la ‘science­


fiction”, . del ejemplo multinacional ruso, podrá evaluarse en toda su
amenidad si el lector recuerda que el Imperio zarista o la actual
Unión Soviética, contenía dentro de sus fronteras a 57 grupos na­
cionales. Según el ceiisó de 1926, había 77.320.000 de grandes rusos; .
31 millones de ukranios, 4.700.000 de bielorrusos,. 4.900.000 turcos-
tártaros, 4.578.000 de kazakos y kirguises. Las nacionalidades res­
tantes, desde los morovinianos . (1.339.000) hasta los uzbekis; sartos,
-turcomanos, calmucos, chinos, coreanos, mongoles, ostiacos, georgia-’
ns, armenios, etc., etc., constituían antes de la revolución pueblos
antiguos, en su mayoría con viejas literaturas, clases sociales y un
nivel cultural que'en algunos casos no era inferior a la naciona­
lidad dominante. Cfr. Richard Pipes, El'proceso de integración de la
Unión Soviética, p. 383, Ed. Troquel, Buenos Aires, 1967, y Centre
D’Études de l’U.R.S.S., Contribution a Vétude du probleme natio­
nal en U.R.S.S., p. 79, Ed. Librairie-du RecueilSirey, París, 1948.
'2 Otra analogía posible entre la “nacionalidad boliviana opre­
sora” y los grandes Rusos; Se ha calculado que el crecimiento terri­
torial del Imperio Rusa entre el final del siglo XV "y el final del
siglo XIX, se operó a razón de 130 kilómetros cuadrados por día.
El ritmo de absorción se redujo entre 1761 y 1856 a 80 kilómetros'
cuadrados por día. iPódría el Sr. Obandó explicarnos el ritmo de
crecimiento territorial mediante el cual los boyardos del -Gran Du­
cado de Cochabamba absorbieron a las restantes nacionalidades hoy
oprimidas en el Altiplano? V. Pipes, ob. cit., p. 15.
8 Rodney Arismendi, Problemas de una revolución continental,
ps. 22 y ss., Ed. Pueblos Unidos, Montevideo, 1962.

»
-514 - JORGE ABELARDO RAMOS

' enemigo exterior, por principal que1 sea, .sino de la íntima


L exigencia de 200 millones de-latinoamericanos para emer-
l ger de jla miseria y la- humillación. ' Para . el-stálinismo ex- ■
tr'anjerizante, toda acción- histórica debe
* obedecer siempre
í1 hi “factor externo”, 'En.este juicio, .vemos al diligente, co­
misionista sirviendo a la diplomacia soviética., . : .: h
i Pero al mismo tiempo, este stalinista no ha leído a Sta­
lin sino en los misales de la época, pues no encuentra en
i América Latina el menor rasgo “nacional”; por el contra-
.rio,, se refiere pluralmente a “los procesos nacionales’’ de
i' sus Estados, exactamente igual que loa imperialistas. Como
’ lógico corolario, el confortable diputado del Uruguay se
' pronuncia “contra 'las. utopías pequeño .burguesas que par-
'■ lotean acerca de una Unidad o confederación latinoamcri-.
■cana en el marco de las actwaZes esírwcttzras”; pero Aris-
mendi no se pronuncia a favor de esa unidad ni siquiera
en un futuro socialista.1 ¡Muy curioso el insularismo sta­
linista! Las grandes potencias, no podrían objetarlo.
, Obando, él ya mencionado stalinista tribal, coincide con
. el orondo burócrata uruguayo de esté modo : “Existe, por
ejemplo, la teoría que sustenta que no hay diferencias .ña- .
dónales entre los pueblos de América Latina, que todos
constituyen una: sola nación. .. precisa ser denunciada
como la variante latinoamericana con. que él imperialism o
■ yanqui tiende extirpar él patriotismo., de nuestros pue­
blos. Es una variante del cosmopolitismo que tiende a n e-
, : gar da: existencia de las naciones, las nacionalidades y tri-
[ bus de América Latina • ■. Esta teoría es un emparedado

1 Renunciamos a escribir .la historia melancólica de los detritus


- ideológicos en el staíinismo, latinoamericano, Sólo recordaremos, aquí
el caso del Partido Comunista' :de Chile, cuyo patriotismo se ha re­
ducido a tomar el partido de la miserable oligarquía chilena en el
caso del Río, Lauca, en la disputa con Bolivia, j En lugar de plañ­
id , tear la mezquindad de'ese debate entre pueblos hermanos y señalar
al verdadero usurpador de la soberanía latinoamericana (y deT co-
■, bre chileno) éstos stalinistas aldeanos visitaban la Casa de la Mo-
j neda para llevar su adhesión al gobierno! j Basta recordar su his­
toria, desde el Frente Popular con Aguirre Cerda hasta su apoyo a
Gabriel González Videla para comprenderlo todo!
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 615

de nacionalismo, cosmopolitismo, trotskysmo y franquismo


muy a gusto de Washington’’.1 ; < <
Para quien ha descubierto que Bolivia. no es un Estado
sino en realidad 34 naciones, la evidencia.de que América
Latina es una Nación debe resultarle una horrible pesa­
dilla. La idea de que al imperialismo debe seducirle la uni­
dad de los pueblos latinoamericanos, con el multiplicado
poder económico y político que ese hecho supone, es una ...
idea, entré cochabambina y siberiana, cuya paternidad ex­
clusiva debe reclamar el Sr. Obando.
19. El marxismo reivindica a Bolívar.
Lo que no podía entender este género de teóricos que
fundaba sus especulaciones sobre los textos de la Acade-
mia dé Ciencias de la U.R.S.S., es que si en la Rusia za­
rista, “cárcel'de pueblos”, la esencia de la política nacio­
nal del proletariado era el “derecho d separarse”, en Amé­
rica. Latina la médula de la posición marxista en la cues­
tión nacional consiste en el “derecho a unirse”.
Para existir como naciones normales, los pueblos ata­
dos al yugo autocrático debían separarse de ese yugo que
les impedía el desarrollo económico y cultural ; para obte­
ner los mismos fines, por el contrario, los pueblos de Amé­
rica Latina deben federarse. El enemigo de los pueblos
alógenos de la Rusia zarista era la autocracia, que ejercía
, su poder reuniéndolos en su puño; el enemigo fundamen­
tal de los pueblos latinoamericanos es el imperialismo, que
mantiene su control económico directo y su dominio polí­
tico indirecto fundado en la separación de las partes cons­
tituyentes de la nación latinoamericana. Si la creación de
una industria pesada en la Argentina es muy difícil, sea
por los límites del mercado, por las dificultades de la co­
mercialización en las condiciones del mercado mundial
competitivo,; o por la escasez de capitales, conviene imagi-
( nar qué tipo de industria pesada podría construirse aisla­
damente en Cuba, en Honduras, en El Salvador o en el
Ecuador, para dar sólo algunos pocos ejemplos, y de qué
1 Obando, ob, cit.
516 JORGE ABELARDO RAMOS

manera, a menos que Ecuador sea condenado eternamente


a plantar bananas, podrían los Estados latinoamericanos
por sí mismos escapar al flagelo del monocultivo como no
fuera por una unidad económica y una planificación nacio­
nal dé todos sus recursos.1 ,■
Ni desde el punto de vista del capitalismo, ni desde la
perspectiva del socialismo puede; concebirse un desarrollo
aislado dé las fuerzas, productivas en cada uno de los 20
Estados.
Uno de los fenómenos habituales del “izquierdismo ci-
payo” de América Latina,-consiste en su manifiesta per­
plejidad ante la unidad latinoamericana :• ¿se trataría de
federar a los Estados después de hacer la revolución en
J cada uno de ellos o antes? ¿La lucha por la unidad de Amé-
í i rica Latina supone la postergación de Ja lucha por la revo-
k lución en cada uno de los Estados balcanizados? Basta
plantearse estos insensatos interrogantes para compren-
! der cómo responderlos.
El triunfo revolucionario en la Isla de Cuba (¡en una
■ isla!) implicó inmediatamente la necesidad de romper la
soledad insular del pueblo cubano. Todas las esperanzas
de los cubanos se depositaron en un rápido triunfo revo­
lucionario en Venezuela. Es completamente natural que
’: esta espontánea actitud se fundara en la evidencia: si la
revolución triunfaba en Venezuela o en Centroamérica,i
i El terrorismo ideológico del imperialismo durante un siglo y
medio de balcanización ejerce un funesto influjo sobre la ‘‘inteli­
gencia” latinoamericana. Aún en Guatemala, donde la tradición unio­
nista de Morazán y de Barrios debía contribuir a mantener viva la
conciencia de los intereses comunes, era posible que ün alto fun-
- cionario del .Gobierno, del Dr. Juan José Arévalo, escribiese en 1946
■ ! ! lo siguiente: “El término Latinoamérica es sola/mente una expresión
geográfica porque las veinte naciones así llamadas no tienen unidad
cultural. La deéuniSad es un resultado dé las variaciones en clima,
¡topografía, y fuentes naturales, las cuales a su vex causan, variacio-
í; - vies en las condiciones económicas de cada una de las Repúblicas”:
Dr. Marco Antonio Ramírez S., La economía latinoamericana en re-
! ¡ación a los grandes poderes",-en. “Revista de Economía”, p. 211,
Guatemala, 1947. Más curioso resulta todavía si se considera que
el Presidente de Guatemala en ése momento era Arévalo, autor de
un libro titulado “Istmania", donde sostenía la tesis de unificar los
países del Istmo. V. “Istmania”, Ed, Indoamérica, Buenas Aires,
19M. - .
X

HISTORIA DE LA NACION. LATINOAMERICANA 517

se impondría una planificación conjunta de sus economías


con la dé Cuba, quizás una moneda común, una política
aduanera semejante, probablemente una federación politic
ca a corto plazo. Este acercamiento no tendría un carácter
supranácional, como el Mercado Común Europeo,1 consti­
tuido por antiguas naciones de lengua e historia diferentes,
sino esencialmente nacional, integrado por partes, separa­
das de un mismo pueblo y que solamente unidas pueden
alcanzar rápidamente las diversas etapas del crecimiento
económico. La lucha se entabla, como es natural, en los
cauces inmediatos creados por la bálcanización; pero esa
lucha debe tener una meta: la unidad, federación o con­
federación de los pueblos de habla hispano-portuguesa.
Esto no excluye el,Estado de Haití, cuyo francés es me­
nos importante que su “créolé”, hablado por el pueblo y
que vincula a los haitianos a la patria común, para no re­
ferirnos a los derechos históricos que corresponden a Hai­
tí gracias al papel desempeñado por Alexandre Petión
en la independencia de América.
■De otro modo,' la lucha por la creación de 20 Estados
“socialistas” de América Latina supondría la inauguración
de la “miseria marxista” o el establecimiento de algún
, 1 El Mercado Común Europeo posee un sentido diferente al
Mercado Común Latinoamericano o a la Federación política y eco­
nómica de América Latina. En Europa la Nación se ha realizado
y el capitalismo se ha expandido dentro de las fronteras nacionales. . '
Pero el capitalismo europeo ya ha cumplido su tarea histórica, lo
mismo que el Estado Nacional en el Viejo Mundo. Esa tarea con­
sistía en. elevar a un nivel óptimo las fuerzas productivas. Ya se ha
llegado a ese punto y las barreras aduaneras de las naciones euro­
peas resultan ahora un obstáculo para proseguir ese desarrollo.
Como la burguesía rehúsa morir, intenta prolongar su existencia <
mediante acuerdos técnicos-arancelarios destinados a facilitar la crea­
ción de un mercado súpranacional capaz de competir a bajo costó
con el gigantesco competidor norteamericano. La solución histórica
necesaria de ese conflicto se encontrará en los Estados Unidos So­
cialistas de Europa. Pero la creación de un mercado nacional y da ■
una federación política entre los Estados balcanizadós de América'
reviste un carácter histórico radicalmente diferente. Aquí se trata
de elevar por la unión fuerzas productivas frenadas por la bal­
canización y da unilateralidad, es decir, por la ausencia de, una re­
volución nacional. La Nación resulta pequeña para Europa y aún
constituye un objetivo a lograr en América Latina,
518 r JORGE ABELARDO RAMOS

j ; “tutor”. (Brasil o Argentina) rodeado de una nube de pe­


queños Estados enclenques. . ;bí /;\.ú '
Pero esta unión no será el fruto dé los razonadores es­
tériles de la diplomacia, de los técnicos híbridos que seme­
jan “cuchillos sin hoja’’, ni de .las conferencias incesantes
de la CEPAL, que sólo ha logrado el autodesarrollo de los ;
bien remunerados desarrollistas, sino el resultado de la re-
volución triunfante.. La unidad de América Latina llega
¿ ■■■■; ;■ demasiado tarde a la historia del mundo como para que
; .i i sea el coronamiento del desenvolvimiento automático de les
•¡ fuerzas productivas de su anémico capitalismo, Esa unión
' no adquirirá carácter económico sino después de la unidad
política. Pero esta unidad .política pasa por el meridiano
ardiente de la revolución. .b ■
El primer marxista que planteó este problema fue León
Trotsky, el jefe del Ejército Rojo y héroe de la insurrec­
ción, de Octubre,, desde su exilio mejicano. Los golpes de
la reacción thermidoriana lo trajeron hasta nuestro con-
, í : tinente y en las tierras de Cárdenas, que le brindó gene-
: roso asilo, pudo estudiar algunos aspectos fu n daméntalcs
/ de América Latina/Ya en 1934 había escrito: “Los países '
de Sud y Centroarnérica no pueden librarse del. atraso y
del sometimiento sinoes uniendo a todos sus Estados en
■ una poderosa federación. Esta grandiosa tarea histórica;
no puede acometerla la atrasada burguesía sudamericana,
i ! representación completamente prostituida- del imperialis-
| mo, sino el joven proletariado latinoamericano, señalado
ib u ■" como fuerza dirigente de las masas oprimidas. Por eso, la
i consigna de lucha contra las violencias e intrigas del capi-
' tal financier ointernacional y contra laobra nefasta délas
: • camarillas de agentesdocales, ,'es: “los Estados Unidos So-
Ifcy cialistas de Centro g Sud América”.1 .En esta simple fór-
. muía se resolvía el programa bolivariano en las condicio­
nes de las clases sociales modernas: rio era una consigna
extraída de un laboratorio extranjero para uso de los mi-
/ . ’ serables conejillos de las Indias, sino lá manifestación heó.

1 Trotsky, ob. cit„ p. 30,


HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 519

rica más alta del -pensamiento marxista como revelador


de la historia latinoamericana, ‘V’V
Fundándose en esa tradición que se remonta a Bolívar,
el Partido Socialista de la Izquierda Nacional de la Argen­
tina ha incluido en su programa esa consigna estratégica.
No hay ni puede haber un destino estadual para,el so­
cialismo en. América Latina. Han pasado ya los tiempos
oscuros, en que el stalinismo sustituía el ■ carácter mundial
de la revolución por la teoría del “socialismo en un solo.
país”. ¡ Oprobio para sus sucesores f cancos o vergonzantes!
Mucho menos, podría hablarse en.- América Latina de un
“socialismo para cada país”. Antes por el contrario habrá,
que. formular una consigna más adecuada para lo que real­
mente se plantea: un socialismo latinoamericano' para^una^
Nación Latinoamericana. quiera una Patria Gran­
de, abrazará el camino de la revolución. Perp esta revolu­
ción nacional latinoamericana Que un día lejano. concibió
Bolívar,, será un paso de gigante hacia lá revolución so­
cialista mundial. \
■ Esto nos lleva directamente a considerar la realidad ac­
tual de América Latina a la luz de Bolívar y de Marx, es.
decir, sin máscara, hipocresía ni temor, para saber dónde, .
cuándo y cómo las armas de la crítica serán cambiadas por
Ja crítica de las armas,
< CAPITULO XVI

TRADICION CRITICA Y HETERODOXIA


CONSERVADORA EN EL PENSAMIENTO
SOCIALISTA

“La concepción materialista de la historia también


tiene ahora muchos' amigos .de esos, para los .cuales no
es más que un pretexto para no estudiar la historia. .
Marx había dicho a fines de la década del 70, refirién­
dose a los “marxistas” franceses, ,que “lo único.,que sé
es que rio soy marxistá”... En general, la palabra “ina-
terialista” sirve, en Alemania, a. muchos escritores jó­
venes como una simple frase.para clasificar sin necesi­
dad de más estudio todo lo habido y por haber; se pega
esta etiqueta y se cree poder dar el asunto por con­
cluido. Pero nuestra concepción de la historia es, sobre
todo, una guía para el estudio y no' una palanca, para
levantar construcciones á la manera del hegelianismo.'
Hay que estudiar de nuevo toda la historia, investigar
en detalle las condiciones de' vida de las diversas for­
maciones sociales, antes de ponerse a derivar de ellas
las fdeas políticas, del Detecto privado, estéticas; filo­
sóficas, religiosas, etc., que
* a ellas corresponden”.
■ . . Engels. \
' i"■ .!■' r ’-gt; /1

'S - ■ ¡ , .■ -............ ’■.. . ■. .

i. ■

La destrucción de la democracia revolucionaria > en el


interior de la Unión Soviética por el triunfo de la buro­
cracia stalinista tendría inmensas consecuencias en eldes­
tino del mundo contemporáneo. La congelación deLpensa­
miento crítico del marxismo en la propia cuna dé la Revo- 7
lución de Octubre sé propaga durante varias décadas al
movimiento obrero internacional. Sus efectos son visibles '
hoy, a poco que se examiné la barbarización del pensa- .
miento marxista. Las razones son claras. El triunfo del
; proletariado ■: en él Imperio más 1 atrasado de Europa no <
pudo ser sostenido desde el exterior por la victoria del so-
cialismo en las naciones, altamente civilizadas; como; lo es-
peraban Lenín'y Trotsky. La Unión Soviética se transfor­
mó en una■ fortaleza sitiada; en su seno se incubó una
reacción burocrática. El atraso del país cobraba su amar­
ga revancha con el triunfo del asiático Stalin.1 Toda la
‘‘inteligencia” bolchevique, formada en la emigración eu-
ropea y que era la verdadera expresión de la cultura socia­
lista de Europa en las condiciones de la Rusia zarista bár­
bara, fue aniquilada. El socialismo soviético adoptó el ca­
mino de “paso de tortuga” previsto por Bujarin. Comenzó
el doloroso proceso de una acumulación socialista; primi- -
tiva que empujó hacía el límite extremo de sus fuerzas
vitales al campesinado y a la clase obrera. Sobre esa evo- ,
lución faraónica sé elevó el poder de las oficinas; el apa-

x V. Christián Rakovsky, Los peligros profesionales del poder,


Ed. de Izquierda Nacional, Buenos Aires, 1964, y León Trotsky,
Lg, revolución traicionada, Ed? Prop.esp, jBuenp^ Aires, 1965.
524 JORGE ABELARDO RAMOS

rato del partido se fundió al aparato dél Estado, y un ré­


gimen policíaco vigiló torpe y ,a veces criminalmente el
salto del “wir” a la industria pesada. El pensamiento mar-
xista fue prohibido, la historia adulterada, los grandes
teóricos y fundadores del Estado soviético calumniados
después de su fusilamiento. El arte y la literatura sovié­
ticas se convirtieron en una dependencia dé la policía
i política,1 la revolución mundial, en un incómodo proble-
ma'y los partidos comunistas en mensajeros dóciles. Bajo
? tales circunstancias se educaron dos generaciones de mar-
xistas en el mundo entero. Los resultados teóricos eran
previsibles. Desde 1929 en la Unión Soviética no se ha pu­
blicado un solo libro marxista. Ocuparon su lugar pasto­
rales burocráticas, piadosas recopilaciones de los clásicos, .
naturalmente expurgadas, y agobiadores Tratados de una
extraña ciencia llamada “Marxismo-Leninismo”.
La única conexión con la tradición teórica del marxis­
mo révolucionario interruihpido en 1929 en la Unión So­
viética, fueron las obras de León Trotsky hasta 1940, en
que fue asesinado en México por la policía secreta de Sta­
lin? En esos once, años de emigración, Trotsky continúa y
enriquece el pensamiento de Marx y Lenín. Más aún, Trots­
ky formula esenciales contribuciones a la inteligencia de
. lá burocracia soviética y de la revolución latinoamericana.

1. Deshielo y congelación.
Al concluir la segunda guerra imperialista se desen­
vuelve un ciclo de revoluciones nacionales. en el mundo
semicólonial. Mao rompe prácticamente con Stalin, lo mis­
mo qué Tito, y emprénde su propio camino. Análoga deci­
sión se disponen a adoptar los revolucionarios de Hun­
gría, pero son aplastados por los tanques soviéticos. En
Polonia lá tentativa de renovación teórica y política es12
1 Trotsky, Literatura y Revolución, Ed. Jorge Alvarez, Bue­
nos Aires, 1964.
2 General Salazar, Cómo fue asesinado Trotsky, Ed. del Pací­
fico, Santiago de Chile; y Víetor Serge, Vida y muerte deTrótsky,
Ed. Indoamérica, Buenos Aires, 1954-
. HISTORIA ,DÉ LA NACION LATINOAMERICANA 525

detenida. Una completa mediocridad teórica reina sobre la


Europa Oriental. El Informe Krushev ejerée el efecto de
un temblor de tierra sobre las anquilosadas burocracias del
stalinismo internacional. Todos los juicios de Trotsky se -
ven confirmados desde el Kremlin.- Un aire de renovación
parece soplar en el comunismo italiano. Comienza el des- í
hielo, pero la burocracia soviética lo detiéne justo a tiem­
po para impedir que ella misma sea sentada en el banqui­
llo de los acusados junto a su execrado jefe Stalin, ideal
derivación de una responsabilidad social colectiva. Pero la
crisis chino-soviética parece reanimar el intento del mar­
xismo internacional para replantear desde la raíz la his­
toria de 30 años de oprobio. Los-chinos se disponen a avan­
zar política y teóricamente en el camino de un examen a
escala mundial de los problemas de la revolución. Su mis­
ma formación.stalinista inhibe esa tentativa: la polémica
degenera en un intercambio puramente burocrático de in­
vectivas.-El naciente “aparato” chino cierra abruptamente
el debate iniciado.

2. La tradición intelectual del marxismo.


¿ Cómo ha llegado a producirse esta crisis de la gran
tradición intelectual del marxismo? ¿Por qué razón justa­
mente la corriente ideológica que ha fecundado el espíritu
*
de nuestra OpOCc está ella misma .redúcida a sus iniciado­
res? ¿Por qué causa el pensamiento, marxistá fecunda a
sus adversarios y esteriliza a sus amigos? ¿Cuáles son los
motivos que han interrumpido el poder transformador de
un pensamiento que, hacia principios de este siglo, contaba :
con figuras como Piejanov, Lenín, Rosa Luxemburgo, Karl
Kautsky, Rodolfo Hilferding; Preobrayensky, Bujarin,
Rakovsky, Max y Victor Adler, Jean Jaurés, Antonio La-
briola, Paul Lafargue, Trotsky? Ese período de esplendor
de la socialdemocracia europea debía encontrar su primera
interrupción con la guerra de 1914; desde 1917 el foco irra­
diante dé creación intelectual se trasladó de Ja Europa con­
servadora a la Rusia revolucionaria. Allí concluyó con el
triunfo del stalinismo. En Europa no volvió a manifestarse
f-
•j
526 JORGE ABELARDO RAMOS A j 4 A .
\ ’ a ■
' ■ i .’; un florecimiento análogo al que había suscitado el período
de expansión del capitalismo que trascurre desde lapubli­
cacióndel. primer tomo de “El Capital” en 1867 hasta; la
primera guerra imperialista.
> '■ ' La correlación de ambos hechos no es accidental, cómo
I .
’ se verá, pues el pensamiento marxista aparece histórica­
mentecomo el remate crítico de toda la cultura occidental,
el fruto más refinado de una larga “acumulación cultural” 8

creada en el seño dé la viej a sociedad burguesa desdé el


Renacimiento. El último gran representante de esa tradi- -
ción fue León Trotsky, cuyos años postreros transcurren
en América Latina, enlazando por una curiosa coyuntura
el pensamiento marxista clásico con la realidad social del
Nuevo Mundo. Salvo' su gran figura solitaria, el pensa­
miento marxista desciende a niveles sin precedentes. Deje­
mos a un lado las producciones de Stalin,. Kuusinen, Volo-
; darsky y otros profesores y “académicos” soviéticos de
; cuya importancia preferimos no hablar.
Si consideramos el caso de China, el coro! oficial ha­
blará,- como en los mejores tiempos de Stalin,' teX “gran
deZ cawarada Máp”: Stalin lucía una modes-
• tía de violeta? comparada con este nuevo gran dios Mao.
Sin embargo, Mao no es un gran teórico, ni siquiera un
; teórico, sino un gran político revolucionario que ha difun­
dido, de acuerdo a las condiciones culturales de China, las
ideas de Marx y Lenín. Su mérito indiscutible es el de
haber empleado tales ideas, adaptadas' a la realidad de su
país, para elaborar una táctica revolucionaria acertada.
Fuera de la propaganda de Estado, a nadie se le ocurriría
L seriamente considerar ’a Mao como filósofo. Pero uno de
los rasgos más peculiares de la tragedia del marxismo en
’ nuestra época reside en que Mao, siguiendo en esto la es­
cuela de falsificación iniciada por Stalin,se ña cuidado
durante largos años de encubrir celosamente la propia his­
toria del comunismo chino, sus verdaderas relaciones con
Stalin, sus divergencias con el fundador del comunismo
chino Cheñ-Du-Siu, su capitulación ante Chiang-Kai-Shek,
bajo la presión de Stalin (en 1927) y su rompimiento
HISTORIA- DE LA NACIÓN ^LATINOAMERICANA < 627 '

con esté último. Pero este horror por la verdad que distih-
< güéda literatura: palatina no es privativo de Mao, sino que
se trata de una epidemia que ha esterilizado todo 'élípeh--
Sarniento político de los Estados socialistas..a.
.43. Él ‘‘marxismo de Estado” y la- pérdida deVespfritu cri-
tico. D ■ <'.r:í ■ ■ ''/.■l'- >. ' D.- ■ .
: Reina en todos los círculos de la¿ llamada ‘‘izquierda”
internacional y. latinoamericana (sean stalinistas, stalini-
zantes,- socialistas, de izquierda, ‘‘fidelistas”, .prochinos o
-semejantes) un sagrado temor a llamar las cosas .por su .
nombre, Esto'es particularmente, evidente cuando se trata
de discutir los nuevos problemas planteados por las revo-
, luciopestriunfantes, es- decir, que pueden afectar los via­
jes. pagos del ‘‘turismo post-revolucionario”, los Congresos
internacionales y los gratificantes réditos de prestigio que
tales actividades suponen.; ¡Temor! ¡ Temor’. Marx no ha- \
bría sospechado jamás que bajo su nombre germinase'al­
gún día tanta cobardía moral para considerar sin preám­
bulos los problemas capitales de la revolución. Pululan
en nuestra época algunos miles de personas en todo el mun­
do que han hecho un agradable oficio el viajar a La Ha-
, baña, a Pekín o a Moscú y que cuidan pulcramente la pro­
filaxis ideológica- de tales canales turísticos. Pero la revo- ,
lución latinoamericana no avanzará un solo pasó con éstos
perpetuos vendedores de frases.
Algunos escritores posteriores, como Henri Lefebvre,
después de un largo período de “stalinización”, rompen
con Moscú y se proponen explicarse el papel de la buro­
cracia stalinista a través de las “ideas filosóficas” de la
/ juventud de Stalin.1 De este modo, tales teorizadores mar-
xistas apelan a un método idealista para analizar procesos .
histórico-sociales específicos, revelados por la magia de la
filosofía. Otro precursor en la materia, Merleau-Ponty,

1 Henri Lefebvre, Problémes actuéis du marxism#, Ed. Presses


Uniyersitaires, de France, Paris, 1959. Hay versión castellana de
Ed. Nagelkop, Córdoba, 1965.
528 JORGE ABELARDO RAMOS

justificaba filosóficamente los Procesos de Moscú, incli-


■; nándose ante el carácter impersonal del proceso histórico
j las evidentes Conquistas tecnológicas de la Ünión Sovié­
tica. Ni hablemos de Sartre, paradigma del perfecto filis­
teo, que escondió su cabeza durante la guerra haciendo
excursiones en bicicleta a Suiza durante el “maquis”, para
industrializar luego de la guerra los problemas de la pe­
queña burguesía presa de angustia. Conformista radical,
enmascarado de “rebelde”, Sartre ha lagrimeado ante la
tragedia interna del comunismo, usufructuado su apara-
to de propaganda en. perfecto condominio con Ja prensa
; burguesa, silenciado el papel de Trotsky én la Unión So-
, viética, popularizado las deyecciones del famoso homose-
1 xual y ladrón Genet y del Marqués de Sade, para terminar
apoyando a Israel, contrá los Estados Arabes. No es con
estos proveedores del “snob” profesional de la izquierda
pequeño burguesa que podríamos corregir, nuestro juicio
sobre la decadencia del pensamiento marxista. Este fenó­
meno requiere una explicación.
El-rasgo común de estas deformaciones “contra natu­
ra” del marxismo, sea bajo su forma pueril o bajo su for­
ma senil y provenga de los jefes de los Estados socialistas
o de intelectuales a su servicio, consiste en la inmoviliza­
ción del pensamiento revolucionario, en una notoria resis­
tencia a historicizar las revoluciones triunfantes y a juz­
garlas críticamente. Los empobrecedores resultados de este
sistema están a la vista y requieren una dilucidación pro­
funda. ; ■T</-TT.Tt ''/Tú
J/ - ‘ :T- 1 " ,< ' . '

4. Las ilusiones de los clásicos.


Marx, Engels, Lenin y Trotsky conservaron hasta el
fin de sus días una profunda confianza en el proletariado
de los países avanzados. Engels llegaba a hablar de la
“tradición füoBÓfica”~(te\ proletariado alemán? Para Le-
nín, la revolución rusa no se podría sostener sin el triunfo

1 Eñgels, Lea marxiste», ob. oit., p.- 284.


HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 529

de la revolución alemana. Estaba dispuesto a sacrificar


aquélla, si fuera necesario para, el triunfo del socialismo
en Alemania, centro vivo de la cultura occidental. Un Es­
tado. socialista erigido sobre una herencia tecnológica in­
digente era inconcebible para Lenín. ¿ No. había dicho Marx
que sólo “la dominación de la burguesía industrial extirpa
las raíces materiales de la sociedad feudal y prepara el
terreno sobfe. el cual es posible una revolución proleta­
ria”?1 ¿No había afirmado el maestro del socialismo, por
lo. demás, que el triunfo del socialismo en un país primi-
tivo conduciría a la la miseria” y a la
reintroducción en el “antiguo caos” í Toda la socialdemo-
cracia clásica se había formado en tales ideas del desarro- .
lio revolucionario. El brusco hundimiento del zarismo a -
consecuencia de la guerra revolucionó asimismo esas ideas
y perspectivas. Pero la conquista del poder en el imperio
euroasiático no hizo sino aumentar la alarma de Lenín
hacia.ía perspectiva de un socialismo bloqueado en esas
fronteras dé la barbarie. Trotsky se había formado en esa
tradición. Toda su obra anterior y posterior á^su expul­
sión de la Unión Soviética se funda eri dichas premisas.
Hasta poco antes de su muerte, en la hora nocturna de la
guerra imperialista, cuando Hitler dominaba Europa, sus
pensamientos estaban fijos en el estallido futuro de la re­
volución en los países claves del mundo capitalista. “Si
ésta guerra provoca, escribía en 1940, como lo creemos fir­
memente, la revolución proletaria, conducirá inevitable­
mente al derrumbe de la burocracia en la. U.R.S.S. y a la
regeneración de la democracia soviética, sobre, una base
económica y cultural mucho más alta que en 1918... Si
se admite, sin embargo, que la actual guerra nd provocará
la revolución, sino la declinación del proletariado, enton­
ces queda el otro aspecto de la alternativa: la putrefacción
ulterior del capitalismo monopolista, su compenetración
con el Estado y la-sustitución de la-burguesía, en donde hu-

1 Marx, ob. cit., p. 229.


550 JORGE ABELARDO RAMOS

' hiere subsistido, por un régimen tbtdfá^


contemplaba, como puede observarse, sino dos alternati-
vas: el triunfo de la revolúción proletaria' en Europa 'o un
régimen totalitario. ' ' '■■ ■ ■' ■- ' “ 1 '

5. La revolución en los países atrasados. . ...


. Sin embargo, a pesar de que la revolución proletaria
no. triunfó, en ningún país capitalista avanzado, avanzó
■irresistiblemente en el corazón de la atrasada Yúgóeslav.ia
*Asia.
y en el centro, 'vital del . Sea bajo la conducción már-
' \ xista' o, baj o la conducción nacionalista,' 'la ^evolución Ae
extendió por el mundo semicolonial.-Si no había vencido
en Europa después de la guerra se debía a que los comu­
nistas franceses bajó el dictado de Moscú, cedieron el paso
graciosamente al General De Gaulle, en nombre de la patria,
y los comunistas italianos ayudaron con todas sus fuerzas
al. restablecimiento de la República burguesa. La espan­
tosa mutilación nacional de Alemania, que retrotraía esa
nación a los tiempos anteriores a Bismarck, realizaba el
. sueño stalinista de uña coexistencia entre el comunismo y
- el capitalismo, y. bloqueaba por todo un período histórico
la ruta de la revolución social europea.
i Al no realizarse la predicción de Marx y de sus más
' geniales discípulos, acerca de que la revolución brotaría
allí donde las fuerzas productivas habían llegado a su ni­
vel más alto, sino que por el contrario, había surgido jus-
. tamente allí donde las fuerzas productivas no han podido
’ desarrollarse plenamente, toda la problemática del marxis­
mo, se desplazaba hacia la consideración, no de la crisis
del capitalismo, sino de la crisis del imperialismo, no de la
revolución socialista sino de la revolución nacional, no so­
bre el antagonismo entre la burguesía y el proletariado,
sino de. la lucha entre las naciones opresoras y las nacio­
nes oprimidas, '
La única revolución que estalla en Europa antes de la
1 Trotsky,’ La URSS en guerra, en revista “Claridad”, número
de homenaje, Buenos Aires, 1940.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 531

segunda guerra mundial es la revolución española, fero no


significa ningún, azar que; esta revolución estalle en la na- (
ción .más atrasada, dé Europa: una metrópoli raquítica
con un puñado de colonias africanas,; una nación imperial
, eon una .question agraria, sin resolver; una nación traba-
jada por los particularismos' nacionales de catalanes, ga-
. liegos y,. vascos,»resultado directo, de la. insuficiencia de su
desarrollo burgués y de la centralización consiguiente. Era
evidente que el capitalismo tendía “a romperse por sus es-
> Jabones más.débiles”, según el aforismo de Lenín. Pero la
historia .demostró, que los eslabones débiles. de la cadena
capitalista no.eran capitalistas o no lo eran del todo, y que
a 1 .no se encontraban en Europa sino en el mundo semicolonial. .

1 6. Las dificultades de una óptica europea.


Páradojalmente, mientras la realidad se expresaba en
las revoluciones nacionales,, el pensamiento marxista que­
daba detenido en las antiguas categorías metropolitanas.
Esto explica por qué la literatura marxista no Ha desen­
vuelto su poder creador justamente allí donde la historia
ha demostrado su vigencia. Si esto no ha sido totalmente
evidente hasta hoy, se debe en primer término’al carácter
europeo-conservador que había llegado a adquirir el, pen­
samiento marxista y, en segundo término, a la putrefac­
ción del pensamiento político del stalinismo, que ha para­
lizado en el exterior lo que ya había esterilizado en el '
interior de la Unión Soviética. Si la question nacional y
colonial no ha sido situada en el eje mismo de la discusión
teórica de nuestro tiempo, se debe también a que el movi­
miento revolucionario délas metrópolis, bajo la influencia
deformante del imperialismo,1 ha transferido su óptica me­
tropolitana y “socialista pura” al examen de los problemas
nacionales de/ las colonias. Un ejemplo notable a este res­
pecto lo constituye la ausencia significativa de estudios
marxistas sobre la cuestión de Medio Oriente y la consti­
tución de la Nación Arabe, no como propósito “imperia­
lista panárabe” de Nasser, sino como la exigencia del des­
arrollo histórico de los Estados balcanizados de lengua
S82 , JORGE ABELARDO RÁMOS

árabe. Otro ejemplo es el desconocimiento e indiferencia


- de los teorizadores marxistas sobré la cuestión del Estado
nacional en América Latina y él mundo de lengua malaya :
Indonesia y península malaca, balcanizado por ingleses y
: holandeses. De este modo, si en el siglo XIX los maestros
del socialismo consideraban tan sólo la cuestión nacional
en los estados rezagados de Europa, relegando la cues-
- ■>" tión colonial, y si Lenín unifica la cuestión nacional y co­
lonial en una sola, en nuestros días la cuestión colonial
pura ha sepultado en el olvido la cuestión nacional, qué en
muchos casos reviste una importancia decisiva. Esto no
posee un simple interés académico, pues si el imperialismo
ejerce aún su influencia en Medio Oriente y en América
Latina, no se debe únicamente a la subordinación econó­
mica de dichas regiones, sino al formidable debilitamien-
to en su capacidad defensiva que se deriva de su balcani-
zación, es decir,. de su cuestión nacional irresuelta. ,
Comprender la razón por la cual la revolución no ha
triunfado €n los países capitalistas avanzados, sino en los
países coloniales más atrasados, nos permitirá penetrar del
mismo modo en la clavQ de la decadencia del pensamiento
marxista contemporáneo. “AV error de Marx y Engels, es­
cribía Trotsky en 1938, con. respecto ajos plazos históricos,
procedía de una parte, de la subestimación de las posibili­
dades históricas inherentes al capitalismo, y de otra, de la
sobreestimación de la madurez revolucionaria del proleta­
riado . La Revolución de 18^8 no se transformó, como lo des­
contaba el Manifiesto, en revolución socialista, pero abrió
como consecuencia, para Alemania, la posibilidad de una ex­
pansión formidable. La Comuna de París demostró que el
proletariado no podía arrancarle el podern la burguesía sin
tener a su cabeza un partido revolucionario templado en
la lucha.Más tarde, el largo período de desarrollo capi­
talista que siguió, trajo como consecuenda.no la educación
de una vanguardia revolucionaria sino por el contrario la
degeneración burguesa de la democracia obrera que devi­
no, a su turno, el freno principal de Id revolución prole-
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 533

íarz'tt. Esta “dialéctica” no podían prevenid ni siquiera los


autores del “Manifiesto”.1

7. El stalinismo sustituye a la socialdemocracia.


El desarrollo del capitalismo demostró una vitalidad
mucho mayor que la que suponían Marx y Engels. Y ma­
yor todavía que la que le atribuía Trotsky en la época en
que escribía las palabras anteriores (1938) cuando el an­
tiguo jefe del Ejército Rojo afirmaba: “La premisa, eco­
nómica de la revolución proletaria ha llegado hace mucho
tiempo al punto más alto que le sea dado alcanzar bajo el
capitalismo. Las fuerzas productivas de la, humanidad han
cesado de crecer. Las nuevas invenciones y los nuevos pro­
gresos técnicos no conducen a un acrecentamiento de la
riqueza material”2 La expansión económica de la postgue­
rra en Europa Occidental y Estados Unidos, aunque- ac­
tualmente tienda a decaer, amplía enormemente el capital
fijo del capitalismo mundial y echa raíces hasta en las zo­
nas marginales clásicas; Italia y hasta España, el sur y
el. Oeste de Estados Unidos. Francia consolida su aristo­
cracia obrera: Alemania Occidental erige un aparato pro­
ductivo ultramoderno. La clase obrera alemana alcanza ni­
veles de vida nunca vistos. El único enfermo crónico (pero
bien atendido) parece ser Gran Bretaña. Considerado en
suconjunto; el proletariado europeo adquiere un bienestar
que no podría haber soñado antes de la guerra, a pesar
de que en esa época las diferencias de “standard” entre
Europa y los países coloniales eran espectaculares.3 Los
resultados políticos son obvios. Los partidos comunistas eu­
ropeos sustituyen a la vieja socialdemocracia en el favor
de la clase obrera; pero desempeñan funciones análogas a
la socialdemocracia y sufren una corrupción burguesa se­
mejante.
Trotsky, A noventa años,del Manifiesto Comunista, artíc. cit.
Trotsky, Tesis Central de la IV Internacional, Ed. Chispa,
Córdoba, 19'18.
8 La última huelga general que se produjo en Holanda se re­
monta a 1903. _ ‘ \ ' ' ’ — ■’
'• '¡

A 534 JORGEABELARDORAMOS

■ f< No sólo la clase obrera europea permanece en reposo,


- i -i sino que hasta admite que uno de los mayores Partidos Co­
munistas del continente, el Partido francés, apoye cínica-
; 1 mente la guerra contra Argelia. Esto basta para revelar
no sólo la naturaleza del stalinismo en’ Francia, sino tam­
bién el grado de madurez revolucionaria del proletariado
í francés en nuestra época. Es preciso admitir que eí prole­
tariado europeo y norteamericano, como en los tiempos de
Marx, no ha logrado emanciparse de las condiciones mate­
J
riales de su existencia, muy superiores a las condiciones
de vida de las masas trabajadoras de los países coloniales.
Es rigurosamente cierto que dicho proletariado ha esta­
blecido implícitamente una alianza con su propia burgue­
(■
sía imperialista, como en Inglaterra o Estados Unidos, o
permanece in diferente a toda, perspectiva revolución aria
en el resto de Europa. Esa pasividad es el principal fre- ■
tor de equilibrio de la sociedad europea y esto explica que
el jefe de la burguesía francesa pueda dirigir una carta a
Sartre, el terrible “marxista”, llamándole “mi querido
maestro”. ' ■ \' 1 .
8. El stalinismo en Argelia y Cuba. (
De este modo, los partidos comunistas de Europa, le­
jos de constituir un peligro al orden, social vigente, son los
pilares de dicho orden. Las ásperas observaciones de Marx
y Engels sobre el proletariado inglés del siglo XIX y su pro­
ceso; de aburguesamiento, fundado en el monopolio indus­
trial británico, no llegaban, ni podían llegar en su época,
hasta sus últimas consecuencias. Lenín declaraba termi­
nantemente que sin la revolución europea la revolución
rusa estaba condenada; en cierto sentido fue así. Por lo
menos estuvo condenada durante medio siglo de trágica
acumulación primitiva. Pero Lenín no pudo apreciar en su
verdadero valor el peso que ejercería en la conciencia de
los obreros alemanes, no la tradición filosófica que les
atribuía Engels, sino las décadas de conformismo con la
famosa “táctica parlamentaria” de las horas de apogeo
capitalista. En el momento decisivo, ese proletariado dejó
'HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 535

sola a Rosa Luxemburgo, a pesar del heroísmo de su van -


guardia proletaria de Berlín. Por el contrario, la revolu­
ción rusa demostró que no era “excepcional”. Las restan­
tes revoluciones triunfaron en otros tantos países atrasar ,
dos. Los obreros europeos, aún los más arrojados, como
- los vieneses de 1934. los españoles de 1936, los “maqui-
sard” o “partisans” franceses e italianos fueron todos de­
rrotados, tanto por las condiciones generales de sus países,
como por. la política criminal del stalinismo. El resultado,
fue que en Europa no triunfó revolución alguna, como ño
fueran las trasformaciones burocráticas impuestas pon las ,
bayonetas del Ejército Rojo en la atrasada Europa
"Oriental.
La discontinuidad delos ritmos revolucionarios en el...
mundo no puede ocultar un hecho: la veloz descomposi­
ción del régimen de opresión..nacional y colonial del imne-.
rialismo. Tomemos dos ejemplos demostrativosArgelia y.
Cpba. Estas dos revoluciones no habían-contado, con la di-
, rección de un “partido, obrero”. Semejante falta .se debía
exclusivamente al hecho de oue el Partido Comunista de
Cuba estaba ocupado no en hacer la revolución, sino en
apoyar a la contrarrevolución, Ya en- 1942, .el stalinismo
cubano ocunaba cargos ministeriales en el gabinete del co­
ronel Batista, siguiendo las sabias directivas de Stalin, oue
aconsejaba “unir todas las fuerzas contra el fascismo”.
Argelia, el partido comunista argelino estaba en abierta
oposición a la guerra de liberación nacional: en lo oue apa­
recía en perfecto acuerdo con el Partido Comunista de la
potencia colonizadora. Francia, oue también se manifestaba
contra la guerra nacional argelina. De este modo. Ja polí­
tica de Lenín, que juzgaba una traición completa al socia- ,
lismo que el partido revolucionario de la nación opresora
no apoyara la lucha de la nación oprimida, se veía enri­
quecida con un aporte que jamás habría imaginado su
autor : el “partido revolucionario” de la nación oprimida
estaba en desacuerdo con la lucha, de su patria por libe­
rarse y en perfecta armonía con el “partido' revoluciona­
rio” de la potencia imperialista que se oponía a esa libera­
ción. De este modo, tanto en Argelia como en Cuba, la
536 JORGE ABELARDO RAMOS

lepra stalinista marginó radicalmente a los militantes co­


munistas de la lucha por la revolución. En ambos países,
la lucha fue dirigida no por el proletariado, ni por su par­
tido, sino por la pequeña burguesía cubana y argelina, ese
mundo informe de estudiantes, profesores, comerciantes
quebrados, periodistas, empleados e intelectuales naciona­
listas. ■; ■

9. El socialismo y la pequeña burguesía.


Al encabezar la pequeña burguesía el proceso revolucio­
nario, se revela que la descomposición general del imperia­
lismo promueve a la lucha a clases sociales que no podrían
jamás asumirla en países avanzados y que el hundimiento
del sistema empuja a esas clases a trascender los límites
liberales o nacionalistas para avanzar hacia formas más o
menos maduras del socialismo. Pero esta condición social
y el atráso del' país predetermina en cierto modo su des­
tino : la ausencia de una tradición marxista y de una pers­
pectiva proletaria ejerce un papel debilitante en el gobier­
no revolucionario. Le impone improvisar un sistema parti­
dario con los elementos del antiguó orden o del stalinismo,
codicioso del poder no conquistado, que concluye general­
mente con la ruptura de la democracia revolucionaria, su
enféudamiento a un sistema militar, la capitulación ante
las exigencias económicas o políticas de la- burocracia so­
viética, o una combinación de todos estos factores. Las
banalidades del filisteo Sartre al visitar Cuba, en el sen­
tido de que el triunfo de la revolución cubana probaba la
inutilidad de una ideología para hacer una revolución, se
demostró cuando la revolución no sólo necesitó de una ideo­
logía, sino de varias. Á medida que la revolución se pro­
fundizaba, los aliados de ayer eran reemplazados por otros
aliados y las medidas puramente antiimperialistas eran su­
cedidas poi
* cortes abiertamente socialistas en el cuerpo
social de la Isla. Fidel Castro y sus camaradas abandona­
ron su ideología liberal y se hicieron nacionalistas antes.de
abrazar finalmente el marxismo. A cada fase del proceso
revolucionario correspondió un sistema de ideas particular.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 537

En cuanto a la superfluidad de tener un partido para


hacer la revolución, el propio Castro ha debido ' compren­
der su utilidad al crear uno desde el poder; probará en
este momento.las amargas experiencias que eso significa,
la multitud de arribistas, agentes soviéticos y pequeños
burgueses soberbios que acuden a la mesa de la victoria.
Y comprenderá también que no es lo mismo construir ese
partido antes que después..
Así, mientras el proletariado de Europa no lograba
hacer revolución alguna ni en vísperas' ni luego de la últi­
ma guerra, no sólo el proletariado sino aún la pequeña
burguesía de las colonias y semicolonias dirigía revolucio­
nes triunfantes. La.conclusión no puede ser más clara: el
mundo civilizado, que extiende sin cesar su poder desde el -
siglo XVIII sobre el mundo, ha elevado a Europa y Esta­
dos Unidos al nivel de la civilización, gracias a que ha su-
. mergido la periferia colonial a las condiciones de la de­
gradación biológica y social. Pero a través de das crisis del
imperialismo, .las colonias . y semicolonias han engendrado
movimientos nacionales y hasta una clase obrera que no
puede aceptar el “statu quo”, de la sujeción yanqui-europea.
La revolución mundial se ha desplazado hacia los continen­
tes marginales.

10. Verdad y razón de Estado.


/ Las revoluciones nacionales y coloniales de nuestra épo­
ca, según sea su situación geográfica y política, tienden a
ser aprisionadas en la tenaza de hierro de la coexistencia
pacífica entre el imperialismo y la burocracia soviética.
Para escapar a la extorsión imperialista, se ven obligadas
a estrechar sus relaciones' económicas y políticas cón la
Unión Soviética. Pero ésta tiende a congelar la revolución
en las fronteras adquiridas y a sofocar todo intentó de
• pensamiento marxista crítico. De e§te modo, aún cuando
lá' Tevolución mundial extiende su .amplitud, la elaboración
teórica y la generalización de las formidables experiencias
revolucionarias adquiridas se comprimen en una versión
oficial polarizante, donde la agudeza de los conflictos inte-
; ; 538 JORGE ABELARDO RAMOS

¡ riores y las luchas que impulsaron la revolución son adap-


' tadas a una versión oficial universalmente admitida. La .
complejidad de este proceso, donde la influencia, buro­
crática soviética se hace sentir pesadamente, crea, la pa­
radoja de que las revoluciones que triunfan cierran la
enseñanza de sus luchas a las revoluciones que aún no
; ■ han triunfado. Una’especie de hipócrita convencionalis-
'í ,mo sobre lo que es bueno decir y lo que es prudente callar
se instaura en el dominio , dél pensamiento más. revolucio-
: ; nario de nuestro tiempo, Eb silencio es más usual en los
< Estados socialistas que la palabra,; cuando ésta se pronun- .
, cía, siempre es “oficial”. ¡ r
J La vida interior de los Estados socialistas, sus conflic­
tos internos y disputas ideológicas, la discusión sobre las
' rutas del plan .económico, las pugnas de. las antiguas cla-
ses no disueltas, la creación artística, en fip, cuanto cons-
• tituye ql sistema de signos de upa vida dinámica, se con-
:1 b vierte en material inflamable bajo censura. En tales con-
j diciones,. el pensamiento marxista cesa de existir para ser.
¡; i /sustituido por una oficina de prensa. Las enseñanzas de la. i
’ revolución después de la conquista del poder son recluidas
en los archivos gubernamentales. La verdad es reempla­
zada por la razón de Estado. Así, con la obtención del po-
í ;i der, parece haberse llegado a una meta definitiva. Surge
dé este modo un “marxismo estatal” fundado en una frar
> b seología convencional vacía de todo contenido.. Si: las po-
’ ; tencias imperialistas usan ese hermetismo para favorecer
la formación académica de “marxólogos” o “sovietólogos”,
. como una profesión equivalente a la de egiptólogo, las ne­
cedades de tales especialistas se unen a los aforismos buro­
cráticos de los Académicos soviéticos para volver más irre-
j conocible el resultado político del método intelectual más
audaz y crítico del siglo XX. " ; . \ '
Basta remontarse a los primeros años'de la revolución
rusa para advertir el profundo descenso intelectual del pen-1
samiento marxista justamente allí donde han triunfado
sus enseñanzas. La razón de esa decadencia reside en las
' mismas causas que han posibilitado la victoria revolucio­
naría. Se justifica en este caso la observación de Marx:
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 539
■ /' \, ; -' \ ,
“No sólo somos torturados por et desarrollo de la produc­
ción capitalista, sino 'también por su falta de desarrollo.
Junto con la miseria moderna, estamos oprimidos por toda
una serie de miserias heredadas, provenientes del hecho de
que siguen vegetando entre nosotros los métodos antiguos
y anticuados de producción, que tienen por efecto condición
nes sociales y políticas inadecuadas a la época.'Sufrimos
no solamente a causa de los vivos, sino también de los muer- ,
tos. Le mort saisit le vif” (El muerto atrapa al vivo) ?

11. El capital cultural acumulado.


La ausencia de tradición cultural opera bajo dos for­
mas en los países atrasados que se lanzan a la revolución:
de un lado, los trabajadores coloniales carecen de las inhi­
biciones culturales e ideológicas impuestas en viejas nacio­
nes durante grandes períodos de hegemonía espiritual bur­
guesa que propenden a su conservatisms político ; del otro,
al producirse la victoria, con el abandono del país por las
clases cultas (Rusia, Cuba) el nuevo régimen se encuentra
no sólo con una exigua herencia técnica derivada del atra­
so histórico, sino también despojado del escaso capital cul­
tural acumulado durante el período prerrevolucionario. Se
origina por esta razón un empobrecimiento cultural inme­
diato, que mediante los enérgicos esfuerzos del Estado tien­
de a equilibrarse por la incorporación a la alfabetización
de vastas masas, cursos apresurados dé la nueva generación
en diversas disciplinas, en fin, por una tentativa planifi­
cada dé elevar el nivel de» escolaridad. Por su propia natu­
raleza, este método opera como forma provisional dej ar­
tículos de “industria liviana”; la ancha y lenta base de una
cultura sólo puede darla un largo proceso. Esta crisis cul­
tural se manifiesta sobre todo en la dirección dé’ los nue­
vos Estados. Si en Rúsia toda la “inteligentsia” se había,
educado en Europa, en particular bajo la influencia de la
cultura y el socialismo alemán —el más avanzado y ma­
duro de Europa—, en Cuba, por ejemplo, la joven direc-
i Marx, Correspondencia, p. 531.
''I

540 JORGE ABELARDO RAMOS

ción del. Estado provenía de corrientes políticas liberales o


naciónalizantés. El carácter ininterrumpido del proceso
revolucionario colocó a esta dirección en la necesidad de
adoptar el- pensamiento marxista “desde arriba”. Pero
como en Rusia y en China, el atraso cultural de la isla
semicolonial debía influir decisivamente sobre el pensa­
miento político marxista del gobierno y del partido guber­
namental. Además del carácter no marxista de los dirigen­
tes antes de la victoria, se manifestaba en Cuba el mismo
fenómeno histórico presente en los países coloniales que
ingresaban a la revólución: el rezagamientp histórico del
país empujaba hacia atrás el pensamiento político, en
cierto -sentido tendía férreamente a “adaptarlo” al nivel
del país mismo. Con caracteres hasta ahora mucho me­
nos trágicos que el proceso ruso o chino, en Cuba se han
operado fenómenos análogos, con mayores razones qué en
los países ..-antes- citados.
Del mismo modo que se había pasado a la guerrilla y
a la lucha armada sin pasar por el parlamentarismo, los
cubanos llegaban a la planificación socialista sin haber­
se educado en la tradición teórica de Marx, Lenín, Luxem-
burgo, Trotsky. Al inclinarse hacia eL marxismo desdé el
gobierno, el equipo dirigente debía improvisar en plena
marcha su equipamiento ideológico.
Sin embargo, la revolución Cubaná hasta hoy ha mós-
trado rasgos únicos 'dé rejuvenecimiento" dé las prácticas
revolucionarias que hace mucho tiempo han dejado de exis­
tir en China, la Unión Soviética y Europa Oriental. La
magnífica vitalidad de Cuba y el atrevimiento de sus je­
fes han operado maravillas en este respecto. Dé este modo,
la discusión sobre la. planificación, en la que intervino Er­
nesto Guevara en debate con Bettelheim y Mandel, hubiera
sido inconcebible en la URSS o Europa oriental.
La introducción en el debate de “capital cultural ex­
tranjero”, como el francés Bettelheim y el belga Mandel y
la aihplitud y libertad crítica que adquirió, demuestran que
el atraso de Cuba puede ser corregido por métodos polí­
ticos y que las debilidades culturales de los nuevos Esta
*-
dos no constituyen una fatalidad inevitable. En la misma
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 541

perspectiva, la acertada política1 de Fidel Castro sobre la


libertad de la literatura y las artes, en contraposición ma­
nifiesta con el terrorismo oficial soviético, demostró la in­
dependencia de juicio y los factores dinámicos que la más
genuina revolución latinoamericana ha engendrado. En ter­
cer lugar, los reiterados rasgos de independencia política
evidenciados por Cuba ante la política de coexistencia so­
viética por ún lado y la dogmática estrechez china por el
otro, ratifican la originalidad de la revolución cubana y
su decisión de ser ella misma. Justamente por estas carac­
terísticas singulares dé la revolución cubana, por expresar
la presencia en. tierra latinoamericana de la revolución .
mundial y por la legítima reputación alcanzada por sus
grandes jefes, es que los errores provenientes de esa direc­
ción deben ser cuidadosamente analizados.
Nada está más lejos del espíritu del marxismo^que la
actitud idolátrica ante el poder que distingue a los. arri­
bistas de todas las revoluciones triunfantes, desde, la Rusia,
de 1917 hasta la Cuba de 1967. A estos interesados “ami­
gos” que forman en la legión de incesantes viajeros la
Isla no les interesa el destino , de la’revolución, sino las
ventajas que ella pftede reportarles. Una visita a . Cuba
permite obtener a muchos de estos “amigos” la pátina de
progresismo, suficiente para continuar a su regreso una
vida burguesa sin sobresaltos o, como ya ha ocurrido,'par^ '
ticipár en la Conferencia de la OLAS en La Habana y apo­
yar, al Estado de Israel contra Jos árabes desde Buénós
Aires.1 Estos repugnantes fenómenos, en él que los “inte­
lectuales” de izquierda juegan el rol protagónico, son tan
1 Trotsky describía a los “amigos” de lá U.R.S.S. en 1938 en tér­
minos que pueden adaptarse perfectamente a los actuales “amigos” de
Cuba: “Lo que une a estas tres categorías tan diferentes es su ado­
ración de los hechos consumados y su inclinación hacía las genera­
lizaciones tranquilizadoras. Todos estos autores no tienen la fuerza
de. rebelarse en contra de su propio capitalismo, ló que los inclina a
apoyarse sobre úna Revolución extranjera, por lo demás, apacigua­
da. . . Esto les confiere un aspecto de hombres de progreso, que están -
con su época, y también' cierta firmeza moral, sin comprometerlos
a nada. Su literatura contemplativa y optimista, nada destructiva,
que coloca todos los errores en el pasado, ejérce sobre los nervios
del lector una influencia tranquilizadora que les asegura un buen
. 542 JORGE ABELARDO RAMOS

viejos como el poder. Pero no es de la gratitud natural de


: estos viajeros que puede esperarse enseñanza alguna so­
bre los problemas de la revolución latinoamericana.

12. Cuba o el retorno a Bolívar.


El advenimiento de la revolución cubana al cuadro so­
cial de America Latina supone un peculiar retorno de la
historia en un nivel más alto. La unidad del imperio his-
pano-criollo, intentada por Bolívar por medio de las ar­
mas, había pasado luego a buscarse por vías diplomáticas.
• Cuando éstas fracasaron y sé impuso la balcanización ju­
rídica, la idea de la unidad se transformó en idea pura y
encontró su último refugio en la literatura de principios
de siglo. Los intelectuales latinoamericanos se reunían en
París o Madrid y allí vegetaba la bandera de la Patria
Grande. A mediados del siglo XX lá revolución cubana es­
tablece una base socialista en América Latina para replan­
tear con nuevas ideas la antigua tarea-inconclusa. Otra vez
comienzan los latinoamericanos a luchar por convertir
América Latina en su patria. Simbólicamente, la presen­
cia del argentino Ernesto Guevara, en la dirección deja
revolución cubana evoca los tiempos heroicos en que los
venezolanos, colombianos, chilenos o brasileños luchaban
por una revolución sin fronteras.: La crisis del imperia­
lismo y el desbloqueo-del carácter insular de los Estados
por obra de esa crisis, eleva al movimiento revolucionario
de América Latina a un plano común donde librará su
batalla por un nuevo Ayacucho, Este hecho tendrá incal­
culables consecuencias. /La primera de ellas es que las dis­
cusiones antiguas han perdido sustancia. Nadie se propo­
ne debatir si la revolución latinoamericana realizará su
destino por la vía “evolutiva” o por la “vía revoluciona­
ria”; estos eran ecos finiseculares en América Latina de
una polémica europea. El clásico reformismo rioplatense,
recibimiento. Así se forma insensiblemente una escuela internacio­
nal que podemos llamar la del bolchevismo para teso de la burgue­
sía ilustrada o, en un sentido más estrecho, la del socialismo para
turistas radicales”, La Revolución traicionada,'p. 10. . /
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 54S

para dar un sólo ejemplo, ha sucumbido y sus restop polí­


ticos han saltado en milpedazos. v ' ■ ■
Eí eje dé la discusión se sitúa hoy sobre la táctica de
la revolución latinoamericana, pues no está en debate la
revolución misma. Este es‘ ei- radical saltó cualitativo. Pero
el hecho también reviste sus peligros. No se trata tan. sólo
del “corno” sino también del “qué”, pues los medios sirven
a los. fines, y cuándo los fines no están claros, los medios
pierden su sentido. Que la interrelacióñ dé la lucha en cada
Estado debe conducir a la unidad latinoamericana ha sido
la tesis que se propuso demostrar este libro. La unidad
latinoamericana está íntimamente vinculada á la revolu­
ción socialista mundial.’ Planteado en estos, términos el pro­
blema estratégico —la lucha por los Estados Unidos Socia­
listas de América Latina— debemos considerar enseguida
las cuestiones de la táctica. . v; . .
CAPITULO XVII

DE LA ISLA A TIERRA FIRME

“Quien cuenta leyendas revolucionarias al pueblo...


es tan criminal como el geógrafo que dibuja mapas fal­
sos para los navegantes”.
Lissagarag.

“No es suficiente que el pensamiento busque su pro­


pia realización; además, la realidad debe buscar al pen­
samiento”.
Marx.

“El valor de un hombre debe medirse por la can­


tidad de verdad que es capaz de soportar”.
Nietuzche.
6
,En un estudio publicado en 1964, el autor de este li- .■■■'
« bro examinó. las ideas de: Ernesto Guevara sobre la apli-
cabilidad dé la guerrilla como fórmula -única de la lzucha en
América Latina? La autoridad revolucionaria legítima-
, ' mepte adquirida por Guevara por su actuación en. lp revo­
lución cubana volvía indispensable esa puntuajización, por
más severa que fuese. Respetábamos su notable figura
como guerrillero, pero expresábamos nuestras reservas
como teórico de la revolución Jafinoamericana, justamente .
¡porque su prestigio aumentaba los peligros de la difusión
de una concepción voluntarista profundamente errónea, No
repetiremos aquí los argumentos empleados en aque­
lla ocasión y que mantienen hoy, a nuestro juicio, su pleno
valor. Pero la ratificación-por Fidel Castro de aquellas te­
sis de Guevara y su tentativa de aplicación en varios Es-,
tados latinoamericanos obligan a considerar nuevamente
la cuestión. Nuestras'divergencias esenciales con los Par­
tidos Comunistas vinculados a la Unión Soviética y devo­
tos dé la “coexistencia pacífica”; nos eximen de aclarar ,
qué nuestras' críticas no admiten ninguna concomitancia
con las que formulan, en voz baja los ir estos petrificados del
stalinismo latinoamericano.2 Pero tampoco nuestra identi- .
ficación inequívoca con la revolución cubana podría vedar­
nos examinarla con-los ojos abiertos y mucho menos admi-
í V.‘ Ramos, Los peligros del empirismo en la revolución latino­
americana, en, la revista' “Izquierda Nacional”, n? 5, febrero de 1964,
Buenos Aires. ■ / ' '
2 V, Ramos, El Partido- Coptimista en la política argentina,
ob. cit. ■ ■ ■ ■ ' 1
¡548 JORGE ABELARDO RAMOS

tir confusión alguna sobre la política latinoamericana de


esa revolución. La tentativa de Fidel Castro de escapar a
Ja insularidad cubana y extender la revolución a Tierra
.. ‘ Firme no sólo' indica su intrepidez revolucionaria y una
urgente necesidad de emanciparse de la áspera y extorsiva
amistad con Ja burocracia soviética, sino también el curso
indispensable para que la revolución cubana adquiera su
verdadero carácter como parte constitutiva de la revolu­
ción latinoamericana. Pero los métodos para lograr ese
vastó objetivó deben ser sometidos a discusión...
. Las ideas de Fidel Castro sobre esta materia han sido
reformuladas, al parecer, por un joven intelectual francés,
j : Regís Debray. Sus tres trabajos publicados1 permitirían
ofrecernos una idea de conjuntó de lo que se supone es la
1 ; escala de valores de los revolucionarios cubanos, sobre los
J , múltiples problemas de América Latina y en particular
acerca de los métodos aplicables'a su revolución. Pero como
los errores de Debray alcanzan proporciones espectacula-
< res, juzgaremos al joven francés cómo responsable exclu­
sivo de sus libros. El concepto dominante en estos traba­
jos, que han alcanzado gran difusión en América Latina,1 2
consiste en elevar la guerrilla al nivel de un método único
para la lucha revolucionaria y en reducir todas las etapas
de la lucha política a un conjunto de fórmulas técnico-
militares. Lá fórmula introductoria es muy singular: “li-

1 Debray ha escrito: América Latina: algunos problemas de es­


trategia^ revolucionaria, Ed. Banda Oriental, ■ Montevideo, 1967; El
castrismo: la. larga marcha de América Latina, en revista Pasado
-y Présente, Córdoba, 196$, y ¿Revolución en la revolución?, Ed. San-
dino, Montevideo; 1967.
2 En momentos de escribirse este capítulo, Debray es proce­
sado en Bolivia por su relación, teórica ó práctica, con las guerri­
llas de ese país. Esto prueba que su pasión revolucionaria no es
solamente verbal y tal actitud despierta nuestra simpatía; pero in^
fortunadamente no prueba la justeza de sus opiniones. En cuanto al
gobierno del General Barrientos, protegido de la Embajada de Es­
tados Unidos, ha encontrado en la presencia de “cubanos extran­
jeros” la última posibilidad que le quedaba para demostrar su “na­
cionalismo”. También Barrientos ignora que los godos del Alto Perú
fueron vencidos por el venezolano Sucre. ¡Sólo los “ranger” yanquis
son compatriotas para Barrientos!
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 649 /

Iterar el presente del pasado"/ esto es, no hacer mucho caso


á la experiencia histórica de las revoluciones. La origi-
lidad que va a brindarnos Debray así lo exige, y conveni­
mos en ello. Pues nos dice a continuación que pocqs años
de experiencia armada en América Latina han "hecho mu­
cho más para dar a conocer la singularidad de sus condi­
ciones objetivas que las décadas precedentes de teoría po-
. Utica copiada. Históricamente, Cuba ha dado la arrancada
a la revolución armada en América Latina".1 2

1. De Zapata a Sandino. r
Nos permitimos observar que en "las décadas preceden­
tes" no sólo se habían formülado en América Latina "teo­
rías-políticas copiadas",3 sino además movimientos de "ma­
sas no copiados, entre ellos algunos armados. Si bien De­
bray no debe ignorarlo, insistiremos en recordar a Za­
pata, a Sandino, a Prestes,' a los mineros bolivianos de
1942, a la clase media y obreros de Bolivia en 1952. Pero
dos líneas más adelante Debray alude a la revolución boli­
viana de ese año, aunque para juzgarla sumariamente en
cuatro frases lapidarias. Nos enseña que "en 1952 los mi­
neros destruyen al ejército de la oligarquía, establecen un
gobierno liberal, reciben armas y una apariencia de poder.
La revolución se: aburguesa. Los mineros se escinden poco
a poco... Replegados sobre sí mismos, semi impotentes,
semi indolentes, dejan a la burguesía nacional reconstituir
Un ejército y jalonan su reinado de huelgas, escaramuzas
y combates .. .

1 ¿Revolución en la revolución?, 7.
’2 ¿Revolución en la i evolución?, p, 13.
3 Aquí, como en el reSto de sus trabajos, Debray fórmula super­
ficiales referencias al stalinismo, aunque mencionándolo elusivamen­
te. Tiene razón, sih duda, cuando habla de las “teorías políticas, co­
piadas"; sú posición sería inconmovible si explicara que esas teo­
rías cc-piadas provenían de Moscú y se aplicaban no sólo en América
Latina, sino también en Europa o en Asia: eran el resultado de la
degeneración burocrática del Estado. Soviético y la Internacional Co­
munista.
¿Revolución en la revolución?, p. 23,
550 JORGE ABELARDO RAMOS

' Observemos, en primer , lugar, que en la revolución de


1952 participaron no sólo ios. veteranos ..mineros, sino, que
salió a la calle a su frente Siles Suazo, luego Presidente de
¡ Bolivia e hijo del Presidente Siles, al que se conoce ha-
j bitualmente como el jefe del “ala derecha” del MNR, lo mis-
j mo que Lechín, él dirigente minero,; al que usualmente se
considera como jefe del “ala izquierda” del mismo movi-
. miento. Junto a ellos, empleados, maestros, profesionales,
obreros fabriles, hombres y mujeres del pueblo de La Paz
y otras ciudades bolivianas. Efectivamente, destruyeron
el ejército, pero no establecieron un “gobierno liberal”, sino
' un gobierno pequeño burgués revolucionario que entregó la
tierra a los indios por primera vez desde el siglo XVI y
nacionalizó las minas' de propiedad imperialista. No es
cierto que los mineros “recibieron armas”, sino que las
; arrebataron a sus poseedores, los militares. En efecto, la
’ revolución “se aburguesó”. En cuanto a los mineros “semi-'
indolentes”, el adjetivo empleado por el autor que comen­
tamos se parece demasiado al que utilizan los gerentes
/ imperialistas para referirse a la “pereza criolla”, Nos
asombra ver que un teórico de la revolución latinoameri­
cana esconda tales prejuicios sociales y raciales. Los mi­
neros bolivianos no eran “indolentes”, ni siquiera “semi-
indolentes”: de su esfuerzo dependía y depende la extrac­
ción de! mineral a más de 300 metros bajo tierra, de cuya
' exportación provienen todas las divisas de Bolivia.
2. “Indios analfabetos” en las milicias bolivianas.
Pero el joven intelectual de "Les Temps Modernes” no
nos ha dicho todo acerca de Bolivia. El colaborador de la
revista del refinado Sartre aún nos reserva otras albri­
cias. Helas aquí en toda su belleza: “[El] «pueblo en ar­
mas», es decir, de mercenarios reclutados entre los obre­
ros sin trabajo y ' el lumpen ... En Bolivia las «milicias»
del MNR, compuestas por indios analfabetos y por «ferro­
viarios», único sindicato proletario en el que el terror gu­
bernamental pudo dar resultados, esta burguesía tiene que
defender su poder-político contra quienes se lo han dado,

i
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 551

los obreros y los estudiantes qu/e, con los jóvenes naciona­


listas y comunistas a la cabeza, condujeron la lucha..,
y que en Bolivia, sufrieron el largo calvario de las masa­
cres mineras y de todas las insurrecciones aplastadas por
la «Rosca».1 Este tipo de régimen, continúa impasible De­
bray, da a luz un monstruo que bien pudiera llamarse fas­
cismo demoburgués.2 ; '. ’
En cuánto al “monstruo” del “fascismo demoburgués”,
nacido del nacionalismo boliviano, es otro de los hallazgos .
teóricos que pertenecen exclusivamente a Debray y que
nadie pretenderá disputarle, así como su curiosa informa­
ción acerca de que los jóvenes nacionalistas ylos comunis­
tas “sufrieron el largo calvario de jas masacres miner asy
de todas las insurrecciones aplastadas por la Rosca”. ¡Ta­
les son los resultados de las giras rápidas por una Nación
tan compleja como Latinoamérica! ¡ Es bien sabido que los
“jóvenes nacionalistas y comunistas” no pudieron luchar
o padecer juntos porque: ; ,
l9 Los stalinistas del P.I.R. (antes .de la fundación del
P.C.) formaron parte de la contrarrevolución que derribó
y colgó a Villarroel en 1946.
' 29 Los mismos stalinistas ocuparon cargos públicos en
esa oportunidad y en tal carácter masacraron a los mine­
ros del M.Ñ.R. en Potosí en 1947. Desde hace un cuarto
de siglo, lqs stalinistas bolivianos militan en cada golpe de
Estado contra el- 1MÍ.N.R.
Todo latinoamericano conoce la trágica historia de Bo­
livia contemporánea y no la haremos aquí. Bastará que alu­
damos a los “lumpen” y “mercenarios” de las milicias obre­
ras y campesinas de Bolivia para que todo el material in­
formativo que nos brinda Debray, se vuelva sospechoso.
Es preciso no haber conocido la Bolivia anterior a 1952
para ignorar el alcance histórico de las dos .principales
medidas adoptadas por el gobierno nacionalista, cuales­
quiera sean los errores, desfallecimientos y hasta traicio­
nes .que la historia pueda imputarle. Ya lo hicimos en

1 ^ai^na: a^u^Q8 Uro^^emaa‘ e^c"


552 JORGE ABELARDO RAMOS

este; libro. ¿Qué opinar, por añadidura, de “milicias” del


M.N.R. compuestas por “indios analfabetos”7 ¡Raro voca­
bulario para un marxista que aconseja nada menos que a
América Latina cómo hacer una revolución sin pérdida
de tiempo! Pese a nuestra buena voluntad no logra­
mos imaginarnos milicias diferentes en un país compues­
to en su 80 % de población indígena, la mayor parte
de la cualno ha podido ir aún a la escuela, seguramente
por “indolencia” o “semi-indolencia” El indio boliviano
es un campesino, no es un indio a secas, salvo para un
etnólogo, o un racista blanco o un imperialista, jamás para
un marxista, aunque sea un "semi-marxista”. La presencia
de “indios analfabetos” en las milicias del MNR, aguda-
mente observada por el ojo de águila de Debray, demos­
traría todo lo contrario de lo que se propone probar el
joven licenciado francés: que esas milicias eran popula­
res y que los campesinos arrancados a la vieja ignominia
formaban milicias para defender la tierra que el detesta­
ble gobierno de Paz Estensoro les había entregado.

3 La! supresión del programa, del partido y de la lucha


'.política.. ‘
El único problema que presenta el análisis de las ideas'
de Debray —que rio atribuimos a Fidel Castró sino en su
sentido más general— reside en la sobreabundancia dé
juicios sumarios sobre todas las cuestiones políticas, teó- .
ricas, históricas y hasta geográficas en que se desplaza vo-
lubleniente con juvenil desenvoltura. La versatilidad de De-
bray obtiene así felices resultados: su poder de síntesis
desarma al crítico, pues la suma de errores y curiosidades
ideológicas excede al número de palabras que contienen sus
tres trabajos. El examen de cada uno dé ellos llevaría, en
consecuencia, a una contrarréplica aforística tan estéril
como las tesis que la originan ó a un grueso volumen, del
que dispensamos al lector. Hemos preferido elegir algunas
perlas del relampagueante caudal.
De la idea central de Debray se desprenden necesaria­
mente todos sus extravíos laterales. En efecto, afirma que
HISTORIA LA NACION LATINOAMERICANA 553

la revolución cubana ha sustituido el partido por la gue- _


rrilla; mejor aún, sólo la guerrilla puede generar al partido.
El jefe de ésta debe reunir a la vez ,1a condición de jefe
político y militar. En China y Vietnam, el partido creaba
su fuerza militar subordinada a la dirección política de
aquél. En América Latina, Cuba ha enseñado un nuevo ca-
mino: es la guerra la que genera el partido: “está,es la
desconcertante novedad inaugitrada por la revolución cu­
bana”, dice Debray con toda razón.1 No objetamos el vo­
cablo “desconcertante”. Esta “novedad” habría puestofin
. a. “un divorcio de varias décadas entre teoría marxista y
práctica revolucionaria”.123 Ahora, el marxismo se ha en­
carnado al fin. ¿Y los partidos que se consideran revolu­
cionarios? Debray ha elaborado una respuesta: “Ahí don­
de el instrumento no sirve ya, ¿debe, detenerse la lucha de ,
clases o deben forjarse nuevos instrumentos1?. . ,” Es pre­
ciso entonces formar una guerrilla: “la guerrilla se consti­
tuye en Dirección Política”.sNaturalmente, “una perfecta
educación marxista no es, para comenzar, condición impe­
rativa” . Lo sospechábamos. Lo fundamental es ser joven
y de sólida complexión física: “Aparte de los factores mo­
rales. .. el físico es el fundamental... qué un hombre vie­
jo posea una militancia a toda prueba, una formación^ré- '
. volucionaria, no basta ¡ay! para afrontar la vida guerri-
ller, sobre todo al comienzo.'La aptitud física es condición
de ejercicio de todas las otras aptitudes posibles: triviali­
dad de aspecto poco teórico, pero la lucha armada parece
tener razones que la teoría no conoce” * ¡Pobre Mariáte-
gui, no hubiera servido para la revolución, ni los bolche­
viques (casi todos cardíacos), ni siqiiiera Guevara, con su
asma! Debray es un seleccionador implacable. ¡Nada de
ideología, buenos biceps y buen equipo ! Naturalmente esto
no lo comprenden los marxistas. latinoamericanos, hombres ■
dé ciudades: “El. hombre de ciudad vive como un consii-;
midor... aunque sea un camarada si se pasa la vida en
1 ¿Revolución en la revolución?, p. 113.
2 Ibid., p. 113.
3 Ibid., p. 111.
< Ibid., p. 107.
»
í

554 JORGE ABELARDO RAMOS

la ciudad, es un burgués sin saberlo en comparación con


él guerrillero..se dice bien que nos bañamos en lo so-
, \ ciad: los baños prolongados ablandan”.1 Los únicos que no
i se ablandan son los que se bañan en el propio ombligo,
es decir que se bañan en lo individual. Son los duros
' individualistas qué pretenden sustituirse al partido y al
i, : - pueblo y se autoeligen para el martirio. De estos revo-
¡ lucionarios pequeño burgueses estaba inundada la Rusia
zarista. (Muchos de ellos, como lo enseña la literatura
J: X rusa, no se bañaban, ni en lo social ni en lo individual.
\ L { Vivían cubiertos de piojos). Lenínescribió' varios volú-
j\ - í ■ menos para condenarlos, al mismo tiempo que se inclinaba
\\!,■/! i ante su heroísmo personal. Nosotros también nos inclina-
mos ante el héroe terrorista o guerrillero que se inmola
' ¡ por la revolución. Pero lo condenamos políticamente, ame-
i J nos que la guerrilla brote orgánicamente de una determi-
íV < •. nada sociedad en descomposición: tal es el caso de Douglas..
■ Bravo, en Venezuela, cuyo, programa examinamos más ade-
lante o de Luis de la Puente Uceda en el Perú
• ;■ í
? ;
4. Una -antigualla modelo 1920.
-r i
VM Xa guerrilla mágica de Debray rio sólo sustituye al par­
LH tido ; también sustituye la lucha política como' tal. Esto
"impone tambiénromper con la plétora de comisiones, se­
cretariados, congresos, conferencias, ampliados,plenos, re-
uniones, y asambleas en todos los escalones: nacional, pro-.
yincial, regional y local, para citar los más importantes...
es el vicio deliberativo de que hablaba, Ignoramos-
si este es el punto de vista de Castro. Nos basta saber que.
es. la opinión de Debray. Llegamos en consecuencia ante
■ 1 ¿Revolución en Id revolución?, p. 70. “Todo hombre, aunqiié s'ed
, un camarada, que se pasa -la vida ey la ciudad., es un burgués sin­
saberlo en comparación con el . .guerrillero.; . Como hemos visto, la ...
montaña proletariza a burgueses y campesinos, y la ciudad puede.,
aburguesan hasta a- los proletarios". De la. mano de Rousseau,. De- .
bray predica el retorno a la Naturaleza: sólo olla .nun’fi'ca. La ciu- ■->
dad corrompe, la montaña exorcisa ,y proletariza. Debray nos ¿pro»
' pone un ideal pequeño burgués del siglo XVIII. Pero Lenfn' np
aparece ñor ninguna parte,
> - ‘¿Ibid., p. 108. '• ■;■■■■•
.1
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 555

la tesis implícita de Debray, que este joven intelectual con­


sidera obvia: con el triunfo de la revolución cubana, la .
lucha política ha caducado. Sólo puede sustituirla la lucha
armada. Su expresión es la guerrilla. Traducido , del fran­
cés, esto significa que la lucha sindical, la agitación parla­
mentaria, la propaganda política, el esclarecimiento teóri­
co, la educación de los cuadros, la participación en las ac­
ciones dé masas, el combate en las movilizaciones estudian­
tiles, la lucha por el mejoramiento de las condiciones de
vida de la clase trabajadora, han caducado. La lucha con­
tra el imperialismo y la lucha de clases quedan suspendi-
■ das hasta la organización de la guerrilla.. A partir de ese
momento serán comprimidas en un núcleo de atletas al
mando de un jefe/.político-militar, , que aprenderá a vivir
en la selva o la montaña hasta la victoria final. Pero, esta
supresión de la lucha política no es una novedad, como
anunciaba orgullosamente Debray recién desembarcado
de París. Es, sólo una antigualla modelo. 1920. El 2 dé
agosto de' ese áfio, Lenín polemizaba con. el comunista
italiano Amadeo Bordiga, en el II Congreso de la In­
ternacional Comunista: “Ya que usted, camarada Bordi­
ga, afirma ser marxista, podemos exigirle más lógica. Es
necesario saber de qué modo se puede derrotar al Par­
lamento. Si usted puede hacerlo mediante: la- insurrección
armada en todos los países, eso está muy bien. Sabe que.
nosotros en Rusia hemos demostrado no sólo en teoría,
sino también en la práctica, nuestra voluntad de, abolir
el Parlamento burgués. Pero no tomó en cuenta el hecho
de que eso. es imposible sin una preparación bastante <
larga, y que en la mayoría de los países todavía no es
posible abolir el Parlamenta de, un solo golpe. Por lo tanto
debemos continuar la lucha dentro del Parlamento, para
destruir el Parlamento. Usted, sustituye las condiciones que
determinan la linea política de todas las clases de la socie­
dadcontemporánea, por su propia voluntad revoluciona­
ria”.1 Se tendrá presenté que en esos momentos, Italia
hervía con una ola de ocupación de fábricas y la revolu­
ción párecía estar “ad portas”. Pero esa situación no.cam-
1 Lenín, Obras Completas, Tomo XXXI, p. 243 '
556. JORGE ABELARDO RAMOS

biaba el criterio de Lenín: Cómo pondrá en. evidencia, el


verdadero carácter, del Parlamento, ante las masas real­
mente atrasadas y engañadas por la burguesía? Si no in­
gresa en el. Parlamento, ¿ cómo desenmascarará tal o cual
maniobra, la, posición dé uno u otro partido? Si es usted
marxistct, debe reconocer que en la sociedad capitalista,
las relaciones entre las clases y las relaciones éntre los
partidos están estrechamente ligadas. ¿Cómo, repito, va a
demostrar todo eso, si no es miembro dél Parlamento, si
renuncia a la acción 'parlamentaria?" 1
. : Es imposible seguirlo a Debray en su romántización del
“núcleo elegido” sin recordar la observación de Engels, que
no sólo era un maestro del socialismo, sino también un
robusto joven que luchó con las armas en la mano y algo
sabía dé milicia: “¡Qué pueril ingenuidad la de presentar
la propia impaciencia como argumento teórico !"2 Sólo
1 Ibíd. '
2 Esta -frase de Engels pertenece al siguiente texto: “.. .Somos
comunistas [decían en su manifiesto los comuneros blanquistás] por­
que queremos alcanzar nuestro fin sin detenernos en etapas inter­
medias y sin compromisos, quemo hacen más que alejar el día de la
victoria y prolongar el período de esclavitud" [A esto replicaba En­
gels] ‘‘Los comunistas alemanes son comunistas porque,, a través de
todas, las etapas intermedias y dé todos los compromisos creados, no
por ellos, sino por la marcha del desarrollo histórico, ven con cla­
ridad y persiguen constantemente su objetivo final: la supresión de
las clases y lá creación de un régimen social en el que no. habrá yá
lugar .parada propiedad privada de la tierra.y,.de todos los.medios
de producción. Los 33 blanquistas son comunistas por cuanto se fi­
guran que basta su deseo de saltar las etapas intermedias y los com­
promisos para que la cosa esté hecha, .y qué si—ellos lo creen fir­
memente— restalla» uno de éétos días y el poder cae en sus manos,
el «comunismo será implantado al día- siguiente». Por lo tanto, si no
pueden hacer esto inmediatamente, rio son comunistas. [Qué pueril
ingenuidad la de presentar la propia impaciencia como un argumento
teórico/", cit. por Lenín en Obras Completas, Tomo XXXI, p. 62,
“Blanquismo” proviene de Augusto Blanqui (1805/1881), emi­
nente revolucionario francés. Pasó la mitad de su vida en la cárcel.
A pesar de laadmiración que le profesaban los maestros del socia­
lismo por su intrepidez revolucionaria, fue?criticado por. Marx, En­
gels, Lenín y Trotsky por su criterio puramente conspirativo y' mi­
noritario. Lenín decía lo siguiente en 1906: "El blanquismo es una
teoría que niega la lucha de clases. El blanquismo espera obtener
la liberación de la .humanidad, de la esclavitud asalariada^ no por
medio, de la lucha de clases del proletariado, sirio mediante la orga­
nización dé complots por una pequeña minoría de intelectuales".
' HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 557 .

cabe ofrecer un modesto consejo a los lectores de Debray


y congéneres: es precisó leer un libro titulado “El extre­
mismo, enfermedad infantil del comunismo”. Su autor es
Lenín..Los tiempos son duros y rápidos; conviene estudiar
ese libro antes de la edad senil. Allí se ha resumido toda la
experiencia del movimiento marxista internacional por al­
guien que sabía su oficio. Es preciso apartar al "dilettan­
tism©” político y al aventurerismo teórico o práctico como .
al peor flagelo de la revolución latinoamericana. Tampoco
la desesperación por la situación insular de Cuba es bue-
na consejera. En política, la desesperación no debe ser
oída. La revolución de América Latina seguirá su propio
ritmo, adoptará sus métodos de lucha según las situacio­
nes particulares y apartará’sin piedad de su camino a to­
dos los redentoristas pequeños burgueses que pretenden se­
parar a los revolucionarios de las masas, al partido de la
revolución, a los métodos legales de los ilegales, a la teoría . , \
de la práctica, a la unidad de América Latina del pensa- • > ;
miento marxista. .

5. Burguesía nacional y movimientos nacionales.


Debray formula juicios tan superficiales como tajan­
tes. Algunos asombran por su poder inventivo : del pero- .
nismo afirma que ha nacido del "vivero” del AFRA perua­
no; también le atribuye "influencia fascista”1 en lo qué
coincide no sólo conja mayoría de la izquierda verbalista
de América Latina y con el stalinismo internacional, sino
también con el imperialismo yanqui y los sociólogos del
mundo académico.12 Tanto el peronismo como el populismo
de Vargas, "están en decadencia y han dejado en el lugar '
que ocuparon un vacío que el casWismo va llenando poco
a poco, subiendo también de tas organizaciones juveniles
hacia los organismos de dirección”.3 Todo aquel que conoz­
ca la Argentina y el Brasil, sabrá que esto no responde a
la realidad sino a las ilusiones de-Debray, que son ética- .
1 Algunos problemas de estrategia revolucionaria, p. 40.
2 V. Lipset, ob. cit. —- x
« V. La larga marcha, etc.
.1

j. :

. En un estudio, publicado en 1964, el autorde este li-


‘ bro examinó las ideas de Ernesto Guevara sobre la apli-
cabilidad de la guerrilla como fórmula única de la lucha en
América Latina.1 La autoridad revolucionaria legítima-
.7: mente adquirida por Guevara por su actuación en la revo­
lución cubana volvía indispensable esa puntüalización, por
más severa que fuese. Respetábamos su notable figura
como guerrillero, pero expresábamos nuestras : reservas
ÍJ como teórico de la revolución latinoamericana, justamente
porque su prestigio aumentaba los peligros de la difusión
; de una concepción voluntarista profundamente errónea. No
¡ ¡ repetiremos aquí los argumentos empleados en aque-
: 7! lia ocasión y que mantienen hoy, a nuestro juicio, su pleno
i valor. Pero la ratificación por Fidel Castro de aquellas te­ g
sis de Guevara y su tentativa de aplicación en varios Es­
tados latinoamericanos obligan a considerar nuevamente
la cuestión. Nuestras divergencias esenciales con los Par-
,! tidos Comunistas vinculados a la Unión Soviética y de.vo-
', tos de la “coexistencia pacífica’^ nos eximen de aclarar
qué nuestras críticas no admiten ninguna concomitancia
con las que formulan en voz baja los restos petrificados del
stalinisino latinoamericano.2 Pero tampoco nuestra identi- f

4 ficación inequívoca con la revolución cubana podría vedar­


nos examinarla con los ojos abiertos y mucho menos admi-
1 V. Ramos, Los peligros del empirismo en la revolución latino-
I; 'americana, en la revista '‘Izquierda Nacional”, n? 5, febrero de 1964,
! ' Buenos Aires.
? 2 V. Ramos, El Partido Comunista en la política argentina,
" ■ ob. di. '
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 559

conjunto de sus ideas, y su programa no sean típicamente


aquéllos del nacionalismo; burgués ó popular que Debray
' condena sumariamente en el propio Brasil y en el restó de
América Latina. Brizóla, es, políticamente hablando, here­
dero de Vargas. Su idealización por Debray no es menos
irracional que la condenación de Vargas.
Si nos demoramos en estas opiniones de Debray sobre
los movimientos nacionales de América Latina es justa­
mente porque se trata de movimientos de masas, inserta­
dos..en. la estructura real de las clases sociales,, cqn. una
gran tr|idi¿ión y. con una verdadera influencia en sus¿paí-
' ’ses fÓspeptiyos. Las' yaciia,ciphes' de Debray entré Va'rgas
y Brizóla no son sino un eco tardío,en su cpnciencia.de la
sospecha de que,, al fin y al cabo, no es posible suprimir
'en el papel a Jas masas, aunque las masas no se guíen por
ahora con las ideas que deseamos ofrecerles.
De ahí que esta simpatía de Debray con respecto a Bri­
zóla;’ sea más que una inconsecuencia crítica, un mérito
inconciente o, si se prefiere, una inconsecuencia meritoria.
Puesto que nadie, marxista o astrólogo, puede “a priori” '
determinar inclinado sobre la bola de vidrio la conducta
política de Brizóla en la historia' futura del Brasil, así
como nadie habría podido predecir la conducta política de
Fidel Castro'cuando la prensa norteamericana le brinda­
ba su simpatía en 1957. La historia la hacen los hombres
(aunque la hacen bajo condiciones heredadas, dice Marx)
. y las circunstancias históricas de nuestra época aconsejan
prudencia; ¿ o es que Fidel Castro sería el único pequeño
burgués de la historia moderna que ha logrado alzarse a
la ideología socialista? ,

6. Las clases en un país atrasado. ■


. En los países coloniales y semicoloniales, por lo demás,
justamente por su atraso, permanecen sin resolver las ta­
reas democráticas y nacionales que la burguesía cumplió
en Occidente. Esa es la razón por la cual toda la fraseo­
logía “antiburguesa” típica de los ultraizquierdistas sobre x
la caducidad dél papel revolucionario de la burguesía na-
660 JORGE ABELARDO RAMOS

cional suena a hueco. Digamos en primer lugar que ni si-'


quiera en los siglos XVII, XVIII y XIX la burguesía como
clase desempeñó realmente un papel políticamente revolu­
cionario, aunque su función transformadora de las técni­
cas de producción en la esfera económica sea indiscutible.
Fueron los abogados y agitadores de la pequeña burguesía
plebeya, como Robespierre, los hidalgos rurales de provin­
cia como Cromwell, los nobles prusianos como Bismarck,
la nobleza aburguesada como Cavour, los hijos de la no­
bleza feudal polaca, los que lucharon, paradojicamente, por
la unidad política y el Estado Nacional burgués.
En los países atrasados del siglo XX, la burguesía na­
cional no ha resultado ser mucho más revolucionaria que
sus congéneres de Occidente. Sin embargo, en América La­
tina, las aspiraciones insatisfechas de la revolución “bur­
guesa” son recogidas por diversas clases: los campesinos,
los intelectuales, los obreros, los maestros-y pequeña bur­
guesía urbana en general, algunos sectores del bajo clero,
a veces algún sector del Ejército, y también núcleos ame­
nazados por la quiebra de la burguesía industrial media­
na o pequeña, que no han logrado asociarse^ al capital,
extranjero. Estas clases, profesiones y estratos Sociales se
precipitan a la lucha política cómo componentes del movi­
miento nacional. El co
tos nacionales” tiene un carácter capitalista —nacional-
burgués—, que se desprende del peso social de los sectores
no proletarios que en el intervienen y del propio atraso
tecnológico del país dado. Es importante recordar a este
respecto que justamente a causa de la debilidad de la bur­
guesía nacional dentro de la sociedad semicolonial y al
relativo equilibrio que las restantes clases establecen den­
tro del “movimiento nacional”, aparece con frecuencia una
dirección bonapartista que los sociólogos yanquis llaman
“carismática” y que los criollos llamamos “caudillos”, como
en la tradición española. Salvo los marxistas cipayós “cien-
tíficos^’ y sus equivalentes de la ciencia sociológica de Es­
tados Unidos, hasta los niños entienden en América Lati­
na, qué quiere decir un “caudillo”.
Guando los cubanos o miembros de la O.L.A.S. se re-
HISTORIA DELA NACION LATINOAMERICANA 561

fieren a la“ traición” ocarácter “contrarrevolucionario de


la burguesía nacional”, no adelantan un solo paso en la
comprensión política o teórica del problema. De la acti­
tud que el partido Revolucionario en América Latina adop­
te hacia los movimientos nacionales depende todo su pre­
sente y su futuro político. Nos remitimos a esos efectos
a lo que hemos dicho ya sobre el tema en el capítulo so­
bre el varguismo y el peronismo.

7. El stalinismo y la burguesía comercial.


Otra de las fuentes habituales de confusión sobre el
papel de la “burguesía nacional” es proporcionada desde ■
hace décadas por el stalinismo latinoamericano. Én efec­
to, todos. los /Partidos Comunistas incurren en la falacia
de repetir de modo monocorde que la “burguesía nacional
es progresista”como lo había enseñado Stalin en China
poco antes que Chiang-Kai-Shek fusilase a los comunistas
de ese país. Desde entonces el stalinismo reitera rutina­
riamente el célebre aforismo.- < .
La verdad es diferente. El stalinismo nunca ha apoya­
do en América Latina a los movimientos realmente nacio­
nales, sino a las coaliciones antinacionales, donde el papel
fundamental no lo desempeñaban los Sectores nacionalistas
de la burguesía o pequeña burguesía sino los sectores .po­
líticos, ligados al capítol comercial. Tal es él papel desem­
peñado por el stalinismo en el Perú, en Bolivia, en Bra-
sil, en la Argentina, en el Uruguay, en Cuba. El stalinis­
mo brindó su apoyo desde antes de la segunda guerra mun­
dial a los grupos “democráticos” ligados al capital comer­
cial, exportador o inmobiliario, como resultado de las evo­
luciones diplomáticas de la burocracia soviética. A estos
grupos “liberal-democráticos” vinculados al comercio ex­
terior, el stalinismo identificó siempre Como “burguesía
progresista”; los ultraizquierdistas, por su parte, conde­
naron abstractamente el “papel progresivo de la burgue­
sía" caanúo realmente aparecía en escena un movimiento
nacional genuino. Ese fue el caso del peronismo, por ejem­
plo, que resultó lapidado análogamente por el stalinismo
562 JORGE ABELARDO RAMOS

como “fascista” .y. por ciertos "trotskystas” como, "bur­


gués”. Bajo .cualquier pretexto "ideológico”, la izquierda
cipaya latinoamericana se marginaba sistemáticamente de
los movimientos reales de masas y ayudaba implícitamente
al bando imperialista "democrático”. ‘

8.Stalinismo y marxismo.
Una de las mayores contribuciones cubanas a un re *-
planteo profundo de los problemas del socialismo interna­
cional, es la de haber enfrentado al tabú soviético en Amé- .
rica Latina; la intangibilidad de los burócratizados Parti­
dos Comunistas de esta parte del ..mundo. A pesar de los
estrechos lazos económicos que. unen a Cuba con la Unión
' Soviética^ el espíritu . revolucionario de Castro y de sus
compañeros no ha retrocedido ante ninguna, amenaza de
chantaje político.. Así, se ha declarado públicamente en La
Habana .que no es imprescindible contar con los Partidos
Comunistas establecidos para hacer la revolución. Al mis­
mo tiempo, Castro ha dirigido, agresivos juicios contra
ciertos Partidos Comu'ñistas, como el de Venezuela, por su
actitud ante Douglas Bravo. Del mismo modo, ha acusado '
directamente a. la burocracia soviética de ignorar la lucha
revolucionaria en América Latina y de brindar su apoyo
económico a los; mismos gobiernos latinoamericanos que
reprimen a los militantes revolucionarios.' Estos hechos
arrojan una bocanada de aire fresco sobre un movimien-
to obrero internacional enmohecido y envilecido por cua­
renta años de putrefacción stalinista. .' '
Debray sé hace eco de esta orientación de Fidel; pero
sus limitaciones en esta materia son peligrosas, pues, rehu- •
sa llevar el análisis hasta sus últimas consecuencias. El
olvido del pasado o una explicación de compromiso sobre
él, es el mayor de los errores que puede cometer un polí­
tico revolucionario. Sólo la crítica veraz y profunda del
pasado transmuta la experiencia revolucionaria en leccio­
nes para las tareas del presente. El stalinismo, como fenó­
meno, mundial de origen soviético, nacido del reflujo revo­
lucionario después de la muerte de Lenín, es reducido a
\ HISTORIA DE. LA NACION LATINOAMERICANA 563

proporciones puramente venezolanas o localizadas en tal, o


cual partido o dirigente. Se tratarían de “errores” aisla­
dos. El ejemplomás asombroso de esta ligereza teórica e
histórica de Debray lo constituye su lamentable referencia
a Earl Browder. "Eí «browderismo» —escribe— ejerció
gran influencia sobre los P.C. de América Latina inme­
diatamente después dé la guerra, mundial" ? Debray expli­
ca enseguida al lector qué era él browderismo: "Desviación
de derecha, ocurrida en el momento de la disolución del
Buró de Información de la Internacional por Stdlin (1948)
que proponía la transformación de los P.C. del continente
en clubes de discusión abiertos a todos. Esta desviación
fue victoriosamente combatida por una carta de Jacques
Duelos, a raíz de la guerra, carta todavía famosa entre
todos los militantes latinoamericanos”.* 2 Salvo la fecha
mencionada por Debray (1943), todo el resto de la frase
es un delirio del principio al fin. Y esto sí que lo saben
bien “todos los militantes latinoamericanos”. Sé trata de
una interpretación puramente stalinista de una de las ma­
yores infamias cometidas por Stalin. En 1943, cuatro años
después de enviar a los pelotones de fusilamiento a los fun­
dadores del Estado Soviético, Stalin era aliado dé Roose­
velt y Churchill. A fin dé probar a sus aliados imperialis­
tas su cordura, Stalin no disolvió,/como dice Debray, el ,
"Buró de Información de la Internacional”, sino la propia
Internacional Comunista. Primero la había transformado
en unía compañía de cómicos de la legua, de viejos actores
cansados y vencidos. Ahora, la arrojaba a la basura. ¿Qué
mejor prueba podía ofrec,er Stalin a los bandidos imperia­
listas que la disolución de esa entidad fundada por Lenín?
Disolver la Internacional Comunista después de ordenar
el asesinato de Trotsky en México era un ejemplo insupe­
rable de respetabilidad diplomática. *
El secretario del stalinismo en Estados Unidos, Brow­
der, justamente como funcionario comunista que actuaba
en el corazón de la metrópoli del capital, reflejaba mejor
que ningún otro burócrata la degradación política y teó-
' * Algunos problemas de estrategia revolucionaria, p, 35.
2 Ibíd. . ■ . '
564 ' " ' JORGE ABELARDO RAMOS '

rica a que había sido conducida la Internacional. “Todos


los .riiilitántes latinoamericanos” recuerdan, o deberían re- ¡
cordar, la famosa carta de Browder, en la que éste se
mostraba dispuesto a estrechar la maño de Mr. Morgan,
en aras de la unidad nacional. ¿ Esto lo ignora Debray ? ..
Sin embargo, el mismo Browder realiza esa política al
tiempo que Jacques Duelos, en Francia, Vittorio Codovilla
en la Argentina o Juan Mariñello en Cuba hacían lo propio
con sus respectivas clases dominantes. El Partido Comu­
nista Francés fue, en este sentido, uno de los ejemplos J
más repulsivos.1 Tampoco es cierto que el browderismo
“ejerció gran influencia después de la guerra mundial”.
Es justamente al revés. El browderismo vivió tanto tiempo ,
como la alianza de los Tres Grandes y murió con ella. Pre­
cisamente al terminar la guerra mundial Churchill pro­
nunció en Fulton el discurso donde lanzaba su expresión
’ la “cortina de hierro”, anunciando así, muerto Hitler, el
comienzo de la guerra fría y, en consecuencia, la readop- j
1 Jacques Duelos, igual que eí secretario por largos años del .
stalinismo francés, Maurice Tnorez, han asumido tantas posiciones
políticas sobre los mismos temas fundamentales, como virajes ha
efectuado la burocracia del Kremlin en los últimos cuarenta años.
En 1936 decía Duelos apoyando los gastos1 militares del gobierno
de Francia: "No serétnos Iba comunistas, que hemos denunciado j/
denunciamos el peligro que hace correr á nuestro país la política de
expansión del hitlerismo, los-que negaremos la, legitimidad de ciertos
gastos”. Cuando Stalin firma con Hitler su famoso tratado, que
desencadena la segunda guerra imperialista. en setiembre de 1939, ,
gestada por la rivalidad germano-británica, Duelos afrma: "Nos­
otros defendemos el pacto germano-soviético porque era un factor
depáz... esté pueblo ha sabido bajo las, formas más diversas, mos­
trar su reprobación \ al ver una Francia encadenada al carro del
Imperialismo británico...”. En ese momento, en realidad, Francia
estaba ocupada por las tropas nazis, pero Duelos estaba educado, du­
rante años para servir a Stalin en cada uiía de sus exigencias. En
1945, Thorez, el colega de Duclós en la dirección del Partido Comu­
nista Francés, ocupa la Viceprésidencia del Consejo de Ministros de
la República burguesa. Thorez es el segundo del general De Gáulle.
Es en tal carácter, que se dirige a los mineros en huelga de Wa-
siersil y les dice: "Digo francamente que es imposible aprobar una
huelga de mineros en este período... Producir, es hoy la forma más
elevada del deber de clase” (“L’Humanité”, 22 de julio de 1945).
A este partido pertenecía' Debray poco antes de viajar a América
Latina. Con semejantes partidos se explica por cjué no hubo revolu­
ción en Europa al caer Hitler.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 565

ción por el stalinismo mundial del perdido lenguaje “anti­


imperialista’’. Fue en ese momento que desde Moscú sé or­
denó al superburócrata Duclós que escribiera su carta a
Browder. Había que buscar una cabeza de turco y en esto
caso no había una cabeza de turco mejor que una cabeza
norteamericana. Estados Unidos había sido él eje de la
alianza con Stalin y Estados Unidos era ahora el foco de
la guerra fría. Porque “brotvderista” habían sido todos,
empezando por el inventor del browderismo, Stalin.
Con tales métodos históricos, Debray no presta ningún
servicio a la revolución cubana. Peor aún, el resultado de
estas travesuras de la memoria es reforzar la posición de
los stalinistas más contumaces y contrarrevolucionarios,
abiertos o velados enemigos de la revolución cubana, como
el célebre Codóvilla, amo del stalinismo argentino, de Rod-,
ney Arismendi y congéneres.1
Pero a pesar del tono teorizante de sus trabajos, De­
bray no ha logrado reunir todavía una información seria,
adecuada a los temas que trata. Así, parece no entender
bien el problema de la revolución democrática burguesa
y la revolución socialista. Dice lo siguiente: “A la tesis
sectaria de inf luencia trotskysta de la revolución socialis­
ta inmediata, sin etapa previa, se opone la tesis, traditio­
nal en ciertos partidos comunistas, de Id revolución agre,
ría antifeudal, llevada a cabo con la ayuda pero en reali­
dad btfj o dirección de la burguesía nacional. Por encima
dé las dos. tesis, muchos piensan que la revolución es un.
proceso indefinido, “sin etapas” separables, que aunque no
parte de nina reivindicación socialista, conduce inevitable­
mente a. ella cuando la vanguardia del prodeso revolucio­
nario representa sinceramente a las clases explotadas. Tal
pareqeyser la enseñanza de la Revolución Cubana”.12 Esta
última conéepción, es la “revolución permanente”, cuyo

1 En mi historia del stalinismo argentino i(“EZ Partido Comu­


nista en la política argentina”) describo en detalle la historia de la
Internacional Comunista en tiempos de Stalin y la política del stalj»
nismo en el Plata.
2 La larga marcha, etc.
566 ; JORGE ABELARDO RAMOS

í autor fue León Trotsky.1 Debray desfigura las ideas de-


1 Trotsky para poder atacarlas y adopta luego las verdade-
ras tesis del revolucionario ruso sin decirlo.

9. La teoría del foco y el stalinismo.


i' ' Pero en realidad, ¿a qué causas obedece el nacimiento
déla “teoría del foco”, con su confesado voluntarismo, su
indiferencia por la lucha de masas, su desconfianza hacia
' la “ciudad”, sú .idealización del mundo campesino, su li- .
quidación radical del “partido”?
Nadie ignora, y -los hombres del 26 de Julio menos que
nadie, que la revolución cubana triunfó como resultado de
. una correlación de fuerzas heteróclitas, entre las que se con­
taban sectores dél imperialismo yanqui, la burguesía co-
‘ mercial, la pequeña burguesía universitaria, las clases al-
i . tas y cipayas de Cuba, la Iglesia. Tampoco ignora nadie
i /
que los comunistas no participaron de modo decisivo en
la revolución; que la reducida clase obrera, sino indife­
rente, no fue al menos uno de sus factores dinámicos: que
el campesinado, salvo sectores pequeños, proporcionados a
la enorme debilidad numérica de los guerrilleros, tampoco
actuó en un “levantamiento campesino”. En consecuencia,
en ningún caso Fidel Castro podría mitificar su propio
pasado y fundarse en él para elaborar un “método”, como,
el método guerrillero, oue al demostrarse infalible en Cuba,
podría ser,también infalible en América Latina.-
El rasgo más notable de Castro no está constituido por -
sus condiciones militares, sino por sus aptitudes políticas,
su capacidad de negociar, d'e hacer frentes con adversa­
rios, de transigir y al mismo tiempo, de no perder purea
de vista los objetivos que se propone. ¿Qué relación, existe
entonces entre las cualidades del jefe cubano, la propia
naturaleza eouívoca de las fuerzas que contribuyeron ai,
triunfo eh Cuba, con la fórmula desnuda, diamantina y1 2

1 Nada mejor que acudir a las fuentes: V, “La Revolución Per­


manente'’, 2 volúmenes; Ed. Govoacán, Bs. As., 1963.
2 Algunos problemas de estrategia revolucionaria, ob,.cit , p. 21. .
■ .; HISTORIA DE LA NACIÓN LATINOAMERICANA 567

abstracta de la ‘‘teoría del foco’’? Ésa relación es elsta-.


linismo. k7.'¡
Los revolucionarios cubanos, después de un breve idi­
lio con los elementos stalinistas de Cuba, resolvieron neu­
tralizarlos y absorberlos en ' un nuevo partido controlado ;
por Fidel antes que ocurriera lo contrario; en cuanto a los
restantes partidos stalinistas de América Latina, era pre­
ciso apartarlos del camino mediante su sustitución por algo
que los Volviera inútiles, sin necesidad de enfrentarlos
ideológicamente hasta el fondo: ese algo mágico y provi­
dencial, era' la teoría del foco. Si ¡el partido“tradicional” ' .
sé-. había corrompido por su servidumbre a la burocracia .
soviética, era preciso reemplazarlo por el foco; pues reem­
plazarlo mediante la construcción de otro partido, real­
mente revolucionario, suponía una reelaboración teórica,
histórica y pojítica para la cual los cubanos se sentían
aún muy débiles, si se dejaba a un lado la potencial ex-
torsión soviética. De este modo, la teoría’ del foco susti­
tuía al “partido marxiste tradicional”,evitando un ajuste
de cuentas teórico demasiado complicado. Como el parti­
do era malo, había que suprimir el partido. El grupo ar-;
mado en la montaña debía proporcionar una nueva van­
guardia. Esta simplificación, exigida por las vehementes
sospechas de los cubanos sobre el funesto papel ¡ijesepjpe- ' ‘
fiado ñor el stalinismo en América Latina y el mundo ¡en­
tero, lejos de debilitar al stalinismo, lo fortaleció: pues
la vulnerabilidad de la “teoría del foco” era tan profunda,
que fue rápidamente disuelta por un simple análisis, .em- •
prendido con el corazón ligero por los más: emniecinados
burócratas. Estos advirtieron enseguida la debilidad fo» *-
ma,l de la posición y los peligros que podían generarse
de su verdad esencial. Un ejemplo de los atanues stali­
nistas suscitados, ñor la “teoría del foco” es el ofrecido por"-'
el stalinists brasileño G. Luiz Araújo en su artículo “A .„. .A
Renoli/.cño Cubana e d Teoría, dos Focos Insurrecionais”.1 ’ A
Lá rigidez de la teoría del foco le permite nada menos .
aue a un stalinista criticar la “dogmatización de las expe-
'■ '
-i
i “Revísta. CivilizaQao Brasileira, ri? 14;- AJío III, Julio .’de 1967,
p..85, Río de Janeiro. , -
668 JORGE ABELARDO RAMOS

riendas revolucionarias victoriosas”, ¡Oh, sombra dé Sta­


lin ! Naturalmente, el stalinista conservador aparece de in­
mediato : “La .tendencia a la exportación de las fórmulas
desaparece a medida que se consolida y o„vanza el proceso
revolucionario que iniciálmente concibió esas fórmulas” ?
Que la mayoría de los partidos comunistas del mundo han
llegado a un grado de corrupción política sin límites, lo
muestra la frase anterior: aquellos sueños de Lenín y
Trotsky; sobre lá revolución mundial se disiparon feliz­
mente cuando el nivel de vida del pueblo soviético mejoró
y los burócratas gordos se dedicaron a cuidar amorosa­
mente su propia casa. Resulta de una trágica ironía leer
en boca de stalinistas críticas a la teoría del foco en las
que se rechaza la idea de “que en cierto documento o en >
L cierto libro están condensabas todas las verdades, univer- ■
sales y absolutas, y las fórmulas y recetas que se nece­
sitan- para enfrentar con éícito la extremadamente difícil
lucha entre las clases sociales ... esto no .pasa de monótona
repetición de la actitud mística, religiosa ante los «textos
sagrados»”2 ¡ Había que esperar a la Revolución Cubana
para que estos papagayos multicolores, repetidores duran­
te décadas de clisés horripilantes, abominaran ahora de los
"textos sagrados”!
El señor Luiz Araújo asume la defensa del stalinismo
en América Latina: rechaza los ataques cubanos a los “re- -
voluñonarios del continente”^ Agrega que “un anticomu-
nismo de nuevo tipo constituye otro elemento necesario de
esta teoría”. El stalinismo petrificado se alarma ante Cuba
y la califica de "obscurantista”. De este modo "el obscu­
rantista considera conocida la. Verdad y exige el cumpli­
miento disciplinado por la masa de aquello que le fue Re­
velado. .. teme a Id duda, éstado de espíritu originario de
la tentativa de conocer (o del conocimiento simultáneo be
opiniones divergentes) que le parece la fuente de toda ten­
dencia a la inactividad”.* En estas asombrosas palabras
1 Ibid., p.89. . ' '
2 Ibid., ,p. 90. , ■
8 Ibíd., p. 92.
4 lbíd., p. 93.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 569

parecen retratarse, no los revolucionarios ' cubanos-, sino


los cuarenta años de parálisis intelectual stalinista. ¡Cuba
ha operado el milagro de la resurrección de los muertos U
Luiz Araújo concluye sü artículo contraponiendo al foco
guerrillero la táctica del “frente amplio” propiciado , por
Lacerda, répresentante típico de la burguesía comercial e
intermediaria de Río. de Janeiro.2 ¡ Qué bajo ha caído el
stalinismo brasileño y qué tragedia.ha venido a resultar la
presencia de Luis Carlos Prestes en ese partido!.
10. América Latina no es una Nación.
Veamos las ideas de Debray sobre la unidad latino­
americana:
“América del Sur extrae.. .su unidad de su historia ...
Si para liberarse del yugo español tuvo quer militarmente, '
«existir en conjunto», hoy también debe ponerse a «existir
en- conjunto» para liberarse de los yanquis. . . Si con de­
recho se puede hablar de «la» Revolución Latinoamérica- ;
na, no es a causa de la América Latina, sino, dialéctica­
mente, a causa de los Estados Unidos, su enemigo común.
. Y es por esto que las ideas de Bolívar toman, fuerza de
nuevo, etc.”A América Latina “existía en conjunto” antes
de emplear las armas contra la España absolutista. Más
todavía, intentó vanamente seguir existiendo en conjunto
con España-, si ésta realizaba-su revolución nacional y de-
- mocrática y otorgaba iguales derechos a las colonias ame­
ricanas; más aún, á pesar de un rey absolutista y felón
como Fernando VII, Bolívar-intentó crearunlmperiohis-
pano-americano para salvar la unidad. En otras-palabras,
la unidad nacional de América Latina nace de las exigen­
cias internas de su historia pasada y presente; de la im­
posibilidad dé sobrevivir por separado. -
La única Concesión que se.permite Debray hacia la uni-
. *1 El dirigente del Partido Cofnunista Argentino, Rodolfo Ghiol-
di, instrumentó a su vez del amo supreriio, el ítalo-criollo. Vittorio
Codovilla, ha lanzado un libelo contra Debray, de carácter injurioso,
que preferimos no comentar. El stalinismo argentino ocupa un lu­
gar especial en eL Museo de .Cera de'Ja ex Internacional Comunista.
1 2 Revista eit., p. 108.
3 Algzmos problemas de estrategia, ,p. 31.
, 570 JORGE ABELARDO RAMOS '

; J dad latinoamericana se funda en las necesidades militares.


> Para Debray, la historia universal, a partir dé Cuba, se ha
reducido aun sistema de recetas técnicas y el arte de la
política al arte de la guerra; olvida que siempre la gue­
rra, en todas sus manifestaciones, ha sido /una rama subor-
: dinada de la política.
En cuanto a las ideas de Bolívar, de los escritos de
¡ t; Debray no se desprende que las conozca muy a fondo. De
’ , otro modo, no habría incurrido en tales extravíos. Pues lle­
ga hasta decir: “Ahora bien, la América del Sur no es to­
davía un Continente”A Sabíamos que ios franceses ignora-
/ ban la geografía. Pero no podíamos imaginar que se atre­
verían a enseñarla. El aire del trópico ha embriagado a
Debray y ha venido á sentar plaza de teórico. El /diploma
de soberbia con que la Sorbona expide a sus alumnos.tiene
i’ doble valor en esta pobre América Latina’. La generación
/ / anterior había sido educada en la admiración por toda
i novedad proveniente de París. La nuestra no. Lanzado a
educarnos sobre la fatalidad de nuestra balcanización, De-
. bray dice tranquilamente que la fragmentación de Amé­
rica Latina sería la “herencia o bjetivade las guerras intra-
continentales del siglo XIX y principios del AA”.2 Redon­
dea su agudo. pensamiento del siguiente modo: "Entendá­
monos: la existencia .de naciones americanas separadas, hy
hasta hostiles las unas a las otras, es un hecho irreversi­
ble, y tapucha revolucionaria no puede1 ser sino, un comba­
ste por la liberación nacional. Dar a los procesos revolu­
cionarios nacionales., la condición previa de unidad con-
, tinental, equivale a remitirlos a tas calendas griegas. En
■ ocasión de las últimas revueltas de Panamá, provocadas
por los zónistas yanquis, en enero de 196^, algunos trots-
kystas quisieron lanzar la. consigna de «devolución de Pa­
namá a Colombia». Los mismos elementos esgrimen con
frecuencia la consigna del viejo Trotsky, «Estados Unidos
Socialistas de América». Pero ni el retorno purista a la le­
tra de la historia pasada ni la evocación de un porvenir
mítico (como lo es hoy en. día los Estados Unidos de Amé-
■ . ! Ibid.
2 Ibid.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 571

rica), pueden disolver el hecho presenté de la balcaniza­


ción a menos que se quiera traicionar las luchas actuales
de cada nación remitiéndolas sin cesar a la unidad ausente
de todas las naciones americanas”.1
11. ¿Un cubano puede ser “extranjero” en Bolivia?
I9) “Guerras intracontinentales’’, en castellano ó fran­
cés, quiere decir guerras interiores,’ asunto propio. La bal­
canización no habría sido, en consecuencia, resultado' de
las intrigas diplomáticas y hasta de la fuerza militar, des­
plegadas por el imperialismo angloTyanqui, con la ayuda
de las oligarquías locales, sino una decisión o fatalidad
nacida de las disputas domésticas de los propios latinoame­
ricanos. No podía encontrarse una justificación más clara
del imperialismo.
29) La balcanización es un hecho irreversible. La lu­
cha revolucionaria no puede ser sino un combate por la
“liberación nacional”. Esto ’significa, no solamente que
la lucha, como es lógico, deberá librarse en el teatro dé la
geografía política de hoy, sino que aún después del /triun­
fo revolucionario, el socialismo resplandecerá en cada isla
y en cada republiqueta, ahogado por la miseria y depen­
diente, quizás, de algún buen hermano mayor, ruso o asiá­
tico, con industria pesada, de alguna Neo Alianza para el
Progreso Socialista. Esta insensibilidad típicamente euro­
pea para los problemas nacionales de los otros, ya la había
observado Marx en su propio yerno, el francés Lafar-
gue, cuando le decía que por “internacionalismo” Lafargue
entendía, someter a los restantes pueblos a la lengua y a
la conducta de la nación francesa modelo. La aceptación
de la balcanización condenaría a América Latina a la im­
potencia más completa, económica y políticamente, antes y
después del triunfo revolucionario en todos, sus actuales
Estados. “Antes”, en cuanto la conciencia bolivari ana de
una lucha común y de una nacionalidad común de los. lati­
noamericanos, brinda la más alta justificación histórica
a la lucha por la revolución; ningún latinoamericano es
. x .. .r
0

572 JORGE ABELARDO RAMOS

"extranjero” en parte alguna de América Latina. Ernesto


Guevara no fue un intruso en Cuba, ni lo fue en Bolivia,
sean cuales sean las reservas de orden táctico que podamos
formular sobre su heroica decisión. Guevara tenía tanto
"derecho” a elegir el lugar de su acción como Bolívar, San
Martín, Sucre, Artigas o Morazán para cruzar de un ex­
tremo a otro la Nación que liberaban; las "fronteras” na­
cieron con la derrota ulterior. Nosotros no reconocemos
tales fronteras. Debray, al aceptarlas, anula sin advertirlo
todas sus tesis. De acuerdo a su opinión, todo guerrillero
en América Latina Será uñ "extranjero”, salvo que luche
en el lugar de su nacimiento. Tal es el punto de vista del
imperialismo balcanizador.
Si la revolución es continental y no nacional, esto sig-
i nificáría que Cuba al apoyar al Che y sus camaradas cuba­
nos en Bolivia, se proponía intervenir en “naciones extran-
jeras” y exportar la revolución por la fuerza. Se trataría
de un caso de intrusión, que por el método de la guerrilla
pretendería imponer la felicidad socialista a pueblos ex­
traños. Pero si esto fuera cierto, y Debray trabaja teó­
ricamente para; que así sea, esa acción revolucionaria de
> Cuba o de otros sectores guerrilleros, no “haría sino.com­
prometer su propia revolución”, según las palabras de
Engels, al reprobar la idea de una imposición por la fuer-
í za del socialismo a otra "nación”. Lenín. contra la opinión
i de Trotsky, jefe del Ejército Rojo, logró lá aprobación del
gobierno soviético para lanzar una ofensiva fulminante
sobre Varsovia, en la famosa campaña de Polonia de 1920.
Lenín sostenía que el avánce del Ejército Rojo sería acla-
mado por los obreros y campesinos polacos, que.se levan­
tarían contra el gobierno burgués nacionalista de Piísúds-
ky. El propósito de Lenín era desencadenar la revolución
socialista en Polonia y establecer, así la frontera de un país
revolucionario con Alemania, en la que Lenín veía la clave
de la revolución europea. Dice Deutscher nue Lenín míe-
■ ría “¿óncLear a Europa con la bayoneta, del Ejército Roiol’b
Pero la pasión revolucionaria empañó en Lenín su genial. t

1 Deutscher, Le prophete désarmé, T. I, p. 612, Ed. Julliard,


París, 1962.
■ i
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 573

. lucidez,. Los obreros'y campesinos polacos no vieron en las


tropas qüe avanzaban hacía Varsovia al Ejército Rojo,
sino al Ejército Ruso, el tradicional opresor del pueblo
polaco. Con. la presencia de los soldados soviéticos en sue­
lo polaco rebrotaron todos los sentimientos de un patrio­
tismo secular. La’ayuda del ejército francés resultó deci­
siva: el Ejército Rojo~sufrió un descalabro. Lenín, él
maestro de la cuestión nacional, había subestimado nada
menos que al nacionalismo polaco.
Por el contrario, ni las fuerzas guerrilleras nacidas en
cualquier punto de América Latina como resultado natu­
ral de un proceso revolucionario (y en modo alguno por
una decisión, voluntarista de un puñado, de elegidos) y aún
tropas cubanas, en la más exagerada de las hipótesis, púe- Y
den ser extranjeras en América Latina a donde las; lleve
el azar del combate. Si esto es así, es justamente porque
toda la historia latinoamericana demuestra una interrela­
ción nacional y su presente, la imposibilidad práctica de
alcanzar aisladamente el progreso y la soberanía. Pero sólo ’
aquello que Debray desprecia y explícitamente excluye
—la propaganda política y la conquista ideológica de las
masas— puede revitalizar la conciencia nacional latino­
americana pará replantear én términos modernos la lucha
por la unidad. Sólo así, la revolución tenderá a internacio­
nalizarseen el sentido específico de la palabra, es decir,
a unirse desde adentro de la Nación. La lucha ideológica
por la unidad latinoamericana, unida a la lucha política
(armada o pacífica, legal o ilegal; o de modo combinado,
según los casos particulares) en el marco de cada Estado
balcanizadOj revelan Ser ipaniféstáciones complementarias
y necesarias én la lucha por la revolución y el único mé­
todo para que los pueblos latinoamericanos no puedan sen­
tirse “extraños” los. unos a los otros. Todo el desarrollo
del capitalismo y con mayor razón el desarrollo de una
economía socialista exige la formación de grandes Esta­
dos, no de ridiculas miniaturas políticas incapaces de
crecer.
: 574 jorge Abelardo ramos

4, 12. ¿Panamá es una nación?


Sólo una perfecta amnesia, ya que no podemos atri-
’ huirle a Debray mala fe polémica, puede llevarle a afir-
J mar que nosotros sostenemos la “unidad” como condición
“previa" a la lucha revolucionaria en cada Estado. La re­
ducción al absurdo de una posición tan clara como la que
> exponemos, nos exime de respuesta. Pero no podemos pa-
sar por alto la referencia directa que Debray nos dirijo
al aludir a aquellos que en 1964 “quisieron lanzar la con-
" signa de «devolución de Panamá a Colombia
* y que son
; los mismos «que esgrimen con frecuencia la consigna del
:
viejo Trotsky
* Estados Unidos Socialistas de América
Latina".1
, En efecto, yo personalmente expliqué con toda pacien­
cia a Debray, en Buenos Aíres, en febrero de 1964 yen el
local de nuestro Partido, hoy clausurado por la policía del
general Onganía, en qué consistía la posición marxista ante
la cuestión nacíonal latinoamericana. Es rigurosamente
v cierto que mencioné el ejemplo de Panamá y Colombia,
pero no “lancé la consigna”, sino <que expuse ese ejemplo
a Debray, por su fuerza demostrativa, del mismo modo
que le expliqué al joven universitario procedente de Pa­
rís las particularidades de cada región latinoamericana.
En esos días nuestro Partido publicó un manifiesto,
que como era de esperar, Debray no entendió, en el que
se leía lo siguiente : “Ante la agresión sangrienta contra el
pueblo de Panamá, el Partido Socialista de la Izquierda
Nacional manifiesta su repudio a este nuevo acto de la
barbarie imperialista, que afecta a toda Latinoamérica en
su conjunto... La zona del Canal, al igual que Puerto
Rico, deben considerarse partes irredenta^ del Estado Na­
cional Latinoamericano, cuya formación es Un legado de
las generaciones de la Independencia, a las masas traba­
jadoras y a la juventud del continente.
“El conflicto, por lo tanto, no enfrenta al pequeño país
1 Debray, Algunos problemas - de estrategia revolucionaria, ob. .
cjt., p. 31.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 575

' panameño con el gigante norteamericano, sino a América


Latina con el imperialismo y se resuelve por la lucha con- -
junta con miras a latinoaníericanizar la Zona del Canal,
sus instalaciones y funcionamiento. Este carácter latino­
americano del conflicto se hace más evidente si recorda­
mos que el Estado panameño se apresuró a secundar la
agresión imperialista contra Cuba, haciéndose cómplice de
quien hoy lo trata como víctima y extrae de nuestras di­
visiones —y de la complicidad de 'las clases' gobernantes
nativas—su principal factor de poder.'
La agresión a Panamá, es uña agresión contra todos y
cada uno- de los pueblas latinoamericaños. La complicidad .
p el silencio constituyen actos de verdadera traición a la ,
patria, vistos a la luz de la mejor tradición Óolivariañap
. sanmartiniana” A
Debray llegó a Buenos Aires como enviado de la revista
pro-china “Revolution”, que aparecía' en Francia e lngla-
terra en ambas lenguas y que se proponía, editar una edi­
ción castellana, Se trataba de una publicación impresa en
, varios colores, de un lujp excepcional en publicaciones mar-
xistas. Debray debía auscultar la posibilidad de una ver­
sión para América Latina de dicha publicación pro-Pekín;
, si me esforcé tanto en explicarle con lujo de detalles los
problemas de América Latina, fue a corfsecuencia del asom­
bro que me produjo su afirmación de que calculaba ven­
der unos 4.000 ej empiares de esa suntuosa revista entre
los mineros de Bolivia. La misma opinión expuso ante ca­
lificados periodistas de Buenos Aires muy conocidos en
Cuba. Debray añadió que el precio del ejemplar resultaría

; i -Manifiesto del P.S.I.N,, 10 de enero de 1964, Concluía así: “En


consecuencia, exigimos de\ este gobierno, a'pesar de su origen es­
púreo: ’ /"' j y ■ : ■“ '
1. Empleo vigoroso de todas las instancias internacionales. \
2. Sanciones económicas.'unilaterales contra el agresor, si no
depone inmediatamente su actitud-
3. Ofrecimiento de armas a Panamá para defender su soberanía,
ó. Reivindicación de la óóbergxiía latinoamericana sobre el Ca­
nal, cuyo funcionamiento deberá quedar a cargo do upa .comisión
integrada por las 20 repúblicas latinoamericanas. . >•.
5. Consultas inmediatas para promover una acción latinoameri­
cana colectiva".

/ •
JORGE ABELARDO RAMOS
■676 • ■ /
alrededor de los 200 pesos argentinos (al cambio de 1964,
un poco más de 2 dólares). Es fácil de comprender que
los conocimientos que Debray tenía de la América Latina
eran sobremanera exiguos. Por esa razón le recordé que el
promedio de vida ue los mineros bolivianos era de unos
35 años, que muchos no sabían leer y qué si sabían leer no
estaban en condiciones de adquirir uná revista tan cos­
tosa, etc., etc. El lector advertirá por los resultados que
mis conversaciones con Debray no acreditarán mi poder
persuasivo...
■ En definitiva, la no aceptación explícita y categórica
de la unidad de América Latina para los partidos y movi­
mientosrevolucionarios latinoamericanos significa lisa y
-llanamente su conformidad con la balcanizacion, o sea con
la clave de la dominación imperialista en la patria boji-
variana.
13. La Revolución Cubana como ejemplo.
Dejemos a un lado las excentricidades verbales o teó­
ricas de Debray para reducirnos a un aspecto esencial de
sus escritos. Es aquel en que glosa con todo detalle las .pro­
posiciones básicas del “Che” Guevara acerca de la guerra
de guerrillas cómo rasgo diferencial de la revolución, cla­
ve de su triunfo en Cuba y ejemplo a seguir en América
Latina. La tesis de Guevara, en las que comprimía lacónica­
mente las ideas que desarrollará Debray más tarde, decían:
“Consideramos que tres aportaciones fundamentales
hizo la revolución cubana a la mecánica dé los movimien­
tos revolucionarios en América; son ellas: .
1ro. Las fuerzas populares pueden ganar una gue­
rra contra el ejército.
2do. No siempre hay que esperar a que se den todas
las condiciones para la revolución; el foco insurreccional
- puede crearlas. . ■ /
3ro. En la América sub-desarrollada, el terreno de la lu­
cha armada debe ser fundamentalmente el campo”.1
1 Ernesto Che Guevara, La guerra de guerrillas, p. 11.
historia de la nación latinoamericana 577

En este y otros trabajos, Guevara expondrá con más


detalle su concepción del foco guerrillero; Debray habrá
de desenvolver los aspectos políticos de. estas tesis, es de­
cir,- la muerte de los viejos partidos políticos y su recrea­
ción a partir de la guerrilla misma, que unifica la jefatura
política y militar y se Convierte en un partido armado.
Ahorá bien, ¿fueron éstos los métodos que emplearon
los compañeros de- Fidel para triunfar en Cuba? En ese
caso se comprendería fácilmente que dicho ejemplo los
haya impulsado a aconsejar la aplicación de tácticas se­
mejantes para la victoria revolucionaria en América La­
tina. Creemos, por el contrario, que la experiencia de Cuba
es tan singular e irrepetible como la-experiencia de la
- futura revolución en Venezuela, Argentina o Perú, fases
singulares de la revolución nacional latinoamericana. La
revolución, cubana no sólo triunfó por la decisión revolucio­
naria y la heroica lucha de Sierra Maestra, sino por la des­
composición general de la sociedad semicolonial cubana, la
naturaleza policial de la fuerza armada de . Batista y el
apoyo masivo dé la prensa norteamericana. Sin el conjun­
to de circunstancias sociales, económicas, políticas, geo­
gráficas e históricas de la Cuba de 1956-58, la guerrilla
no habría triunfado jamás. Es juntamente ese complejo
de circunstancias, y no la guerrilla tnisma, abstractamen­
te considerada, lo que constituye la “originalidad” y la “sin­
gularidad”- de la revolución cubana./Pero si de ése com- »
piejo de condiciones históricas se extraen solamente las
recetas técnicas de la. guerrilla, es fácil inferir que sólo la
derrota puede esperar a quienes pretendan aplicar la teo­
ría del foco a circunstancias políticas y sociales radical­
mente diferentes a las que predominaban en la Cuba de
1958. La'amable doctrina de la “coexistencia” y del paci­
fismo stalinista, se opone también a evaluar láS condicio-
> nes objetivas reales de lucha, pretendiendo reducirla a la
paz de los cementerios. Pero así como no se puede supri­
mir la lucha de clases ni la lucha nacional hasta el Nir- ¡
vana de la tecnología soviética, tampoco es posible mane-
lar a Voluntad los factores impersonales del proceso his­
tórico de los que brotan en cierto punto crítico las chispas
578 JORGE ABELARDO RAMOS

¡ de la insurrección armada; Precisamente para resolver el


i problema del “momento”, toda la experiencia histórica del,
movimiento obrero se ha concentrado en la política marxís-
; ta, en la ciencia marxista» en la tradición revolucionaria
del marxismo.

14. Dé España a la Enmienda Platt.


Para, comprepdér, las razones" dé esta victoria espec-
í tacular,- resulta? insoslayable recordar brevemente las ca-
i racterísticas fundameritáles de la. sociedad .cubana que?,la;
i produjo. La historia cubaba es tan simple como trágicar.y
puede, ser, relatada en pocas palabras. ?. '■ ' ;
. En1898> a casi un siglo de las guerras de emancipación/
’ ^el resto de América..patina,da Isla
* de Cuba era todavía
.Una colonia del Imperio español. en quiebra. Las luchas
de liberación nacional. emprendidas por los patriotas .cu­
tí baños en la llamada guerra de Diez Años (1868-1878)
■ conpluyó con la rqina de numerosos terratenientes cuba­
nos y el aplastamiento sangriento del moviiniéntp; Comp
i saldo puede' añadirse que los capitales norteamericanos
í comienzan a invertirse en la industria azucarera de la
J isla, codiciada abiertamente por los Estados Unidos.
i EÍ segundo movimiento de liberación se produce en
¡¡ 1898 y es alentado , por la prensa de Estados Unidos, así
i como abastecido con arpias y municiones desde ese país.
La campaña antiespafiola alcanza una frenética intensidad
en la prensa yanqui. En tanto, las autoridades coloniales
del decadente Imperio hacen todo lo posible para desper­
tar én Cuba el odio más ardiente contra la “madre Pa­
tria”. Toda la economía cubana es empleada para man­
tener a las tropas españolas destinadas a sofocar la rebe­
lión de la Isla. Los 14.000 españoles ricos de Cuba con­
taban con16 diputados en las Cortes de la Metrópoli mien-
tras que más de un millón de cubanos sólo podían elegir 8
diputados. El colonialismo peninsular nunca fue más des­
pótico y consagrado al pillaje que en vísperas de su des­
aparición. Al iniciarse la rebelión armada contra España,
José Martí es su inspirador y muere en la lucha. Pero las
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 579

fuerzas cubanas ganan rápidamente las principales bata­


llas contra los españoles y controlan en breve tiempo gran
parte del territorio? Ese es el momento que aprovechan
los Estados Unidos para provocar una guerra con España, *
arrebatarle sus últimas posesiones coloniales en América
y Asia y estrangular en su cuna la independencia cubana.
Arrojando su máscara de simpatía hacia la “libertad de
Cuba’’, los caballeros de Washington provocaron al gobier- ;
no español, libraron algunas batallas navales decisivas y /
después de liquidar el raquítico poder naval de España,
despojaron a la orgullosa Metrópoli de las Islas Filipinas,
las Islas Guam, Puerto Rico y demás islas de las Indias
Occidentales, reservándose Estados Unidos el derecho a
elegir úna de las islas de los Ladrones, preferencia esta
última harto comprensible, España renunciaba a todo de­
recho de propiedad y soberanía sobre” Cuba, que a partir
de ese momento quedaba bajo la ocupación militar de Es­
tados Unidos. Lenín calificaría la guerra hispano-yanqui
de 1898 como una de las crisis más importantes en la apa- ;,
rición contemporánea del imperialismo y un episodio deci­
sivo en la preparación , de la primera guerra imperialista
mundial? Con la Enmienda Platt incluida en la Constitu­
ción de Cuba en 1901, la Isla quedaba sometida a un vir­
tual protectorado norteamericano. La propia Constitución
cubana admitía el derecho de Estados Unidos a intervenir
y ocupar su territorio para "defender su independencia”.
Diversos procónsules yanquis se sucedieron en el gobierno
de la infortunada Isla, entre ellos el célebre General Leo­
nard Wood, que luego agitaría su látigo sobre las Islas
. Filipinas. ' ■ ■
Las disputas políticas internas de Cuba originaron la
aplicación de las estipulaciones de la Enmienda Platt en
varias oportunidades o sea la intervención militar y| polí­
tica de Estados Unidos. De este modo, el Ministro de Gue­
rra norteamericano, Taft, se proclamó a sí mismo gober­
nador general de la República de Cuba en 1906, siendo
1 V. L. Vladimirov, “La diplomacia de loe EE.UU. durante la
guerra hispano-americana de ÍS98”, Ed. en lenguas extranjeras,
Moscú, 1958.
I

580 JORGE ABELARDO RAMOS

sucedido en tal cargo por Charles E. Magoon, que prosiguió


■ una gestión caracterizada por la corrupción más desen­
frenada y la entrega' de descaradas concesiones a las gran­
des empresas mercantiles yanquis. Magoon,„sin,,embargo,^
marcó su gestión por un hecho: fundó el ejército cubano,"
•y puso a su frente al general Pino Guerra. No existía ejer­
cito en Cuba hasta ese momento, pues las fuerzas milita­
res o habían sido españolas o norteamericanas. Las únicas
fuerzas armadas realmente cubanas eran irregulares y ha­
bían combatido por la libertad de ,1a isla hasta 1898. Su
jefe, el general Máximo Gómez, recibió una compensación
pecuniaria y se repartieron entré los soldados revolucio­
narios unos 3 millones de dólares, con lo cual entregaron
las armas a las fuerzas de ocupación norteamericana. Así
fue pacificada Cuba después de la derrota de España?
Magoon creó, pues, un “Ejército cubano” hecho a su
medida y a la medida del: Ejército de ocupación, yanqui,,
en otras palabras, un ejército dé arribistas, concusiona­
rios y policías típico de un protectorado. De ese cuerpo
nació directamente Batista yel Ejército de Batista de
1958. Bajo la administración de Magoutm/'Cw&a se con­
virtió en un paraíso para, contratistas”.2 Una vez retiradas
las fuerzas yanquis, los gobiernos cubanos sucesivos estu­
vieron sometidos al poder de veto del embajador yanqui.
El Congreso de Estados Unidos declaró la guerra a
Alemania el 6 de abril de 1917; al día siguiente lo hacía
Cuba. La prensa de La Habana llamaba al agregado mi­
litar yanqui el “asesor militar de Cuba”. Un oficial yan­
qui dirigía un taller de confecciones para uniformes de
soldados cubanos. Varios batallones de soldados yanquis
acamparon durante toda la guerra (en realidad hasta
1922) en Camagüey.La censura postal y telegráfica du­
rante la guerra estuvo a cargo de oficiales yanquis. Esto
fue compensado, porque» una delegación cubana se sentó
entre las potencias vencedoras en Versalles. La cotización

1 Leland H. Jenks, “Nuestra colonia de Cuba”, Ed. Aguilar,


Madrid, 1929.
* JMd.

1
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 581

del azúcar cubano subió durante el conflicto hasta 4,60


centavos de dólar la libra.1
Naturalmente este paraíso del dólar defria encontrar bu
estadista típico. EÍ destino señaló a tin obscuro empleado
cubano de la General Electric Company, Gerardo Machado,
que había demostrado rasgos de fidelidad y destreza satis­
factorios para sus amos. Para lanzarlo a la política con tí­
tulos suficientes, la General Electric lo hizo general del
Ejército. Desde su nueva posición continuó prestando ser­
vicios con tal eficacia que hacia 1925 los intereses norte­
americanos “dominaban virtualmente todos los servicios
públicos en Cuba, fuera dela ciudad de La Habana”.*
Como era de estricta justicia, esta proeza le abrió a
Machado el camino deLpodér. supremo.
15. La sociedad cubana.

La dictadura del “general” Machado entre 1924 y 1933


refirmó los dos rasgos típicos de los gobiernos cübanos
desde principios de siglo: absoluto servilismo hacia Esta­
dos Unidos y un desenfrenado pillaje hacia adentro. A par­
tir de 1930 la crisis mundial castigó cruelmente la eco­
nomía monocultora de Cuba, como al resto de América La­
tina. La pequeña burguesía urbana y los intelectuales
empobrecidos se hicieron nacionalistas. Comenzó a gestar­
se una protesta generalizada contra la abyección impuesta
por Estados Unidos. La influencia del aprismo peruano
se hizo sentir ideológicamente en la Universidad.8 El mo­
vimiento político encabezado por el Dr. Rapión Grau San
Martín se extendió y alcanzó popularidad.
En 1933 cae Machado. Aparece en escena el sargento
Fulgencio Batista, que organiza una conspiración de sub­
oficiales, declara abolidos todos los grados superiores a
coronel, se designa coronel él mismo y a sus cumarádás
sargentos y arroja del Ejército a la masa de oficiales ul-
tracorrompidos y parásitos. “La mayor parte de esos ofi-
1 Jenks, ob. eit., p. 2(57,
* Ibid
» Ibíd,
582 JORGE ABELARDO RAMOS

cíales jamás se habían levantado temprano. Solían dejar


a Batista y sus sargentos el trabajo de reemplazarlos" A
Desde, esa época hasta .el triunfo de la revolución cubana
Batista' domina, directa o indirectamente la política de la
Isla. Esos nuevos coroneles y generales designados por el
; ex sargento se instalan gozosamente en el presupuesto mi­
litar y en las granjerias del Estado. Siguen el.camino, ya
abierto por los antecesores y.jefes Sel procónsul Magoon.
El Ejército de Batista refleja diáfanamente la putrefac­
ción de la sociedad- cubana creada por la Enmienda Platt.
Una importante clase media urbana de altos ingresos, de­
pendiente de la burguesía comercial portuaria, ofrecía el
espectáculo brillante de La Habana, como en casi todas
las capitales dé las semicojonias. Esa burguesía comercial
v esa aristocracia rural vivían en La Habana, ligadas a
la pequeña burguesía profesional, técnica e intelectual; go­
zaban de un nivel de vida radicalmente superior a la gran
mayoría del pueblo cubano, sometido a la unilateral eco­
nomía agraria. /
Un adversario de la revolución cubana ha admitido que
el alto ingreso capita de Cuba no es una base suficien­
te para juzgar del nivel de su población. Confiesa que la
economía azucarera dé Cuba permanecía estancada y nue
"la zafra duraba aeneralmente sólo unos tres meses y du­
rante él resto, «el tiempo muerto», la mayoría de los tra­
bajadores aerícolas o de los ingenios debían arreglárselas
por su cuenta como mejor pudiera,n”? El mismo autor esti­
ma que en los peore.s momentos había en Cuba unos 500.000
trabajadores que no podían ser asimilados ñor el orden
económico imperante. Esto significa, nromedialmente, al­
rededor de 2.500,000 de almas sobre 6 millones de habi­
tante que carecían dé lo indispensable.; Ni el profesor Dra­
per nod^á ne^ar que Cuba careciera, aun sin ideología
alvnna, de un buen programa revolucionario. Pero,.natural­
mente, como en todos los naíges semicoloniales. había otro
polo mod°rno. En las ciudades, la -burguesía comercial, Ja
clase media, y sus capas inferiores estaban vinculadas ah
1 John.Gunther. 77? Srantri SáLatmn. Ed. Claridad.
2 Theodor Draper, El, castrismo, Ed. Marymar, Bupnog Aires,
HISTORIA . DE LA NACION LATINOAMERICANA 583

vasallaje lucrativo del turismo, al mundo de “los ser­


vicios”: casas de juego,, taxistas, proxenetas, buréeles, ca­
barets, 'hoteles, lustrabotas,. fotógrafos, bailarinas, • comi­
sionistas, agencias de propaganda, gran prensa,' dibujan-
. tes,. talleres de reparación de automóviles, agentes de
viajes, dentistas para turistas, parteras para turistas, médi­
cos para turistas, granjas y productos especiales para
consumo de altos ingresos, oficinas dé importación de ru­
bros suntuarios, cadenas dé televisión y radio, la industria
múltiple, pública y secreta de la diversión. Al mismo tiem­
po, surgía cierta forma dé desarrollo industrial con sucon­
siguiente clase obrera. Las industrias más importantes
: transformaban derivados del níquel, del azúcar o del ta­
baco en establecimientos industriales con altos,salarios. Se
trataba de productos industriales destinados a la expor­
tación.- Para el mercado interno' se fabricaban fibras sin­
téticas, los detergentes, el vidrió, coca-cola, ginger alé: “Es­
tas industrias tenían un servicio de mantenimiento norte-
americano y los elementos y repuestos necesarios se im­
portaban por vía aérea en doce a veinticuatro horas”.1 Pero
- al misino tiempo que el centro urbano asumía las. caracte­
rísticas de lo moderno, el polo agrario reflejaba la rigidez
de la producción azucarera y la dependencia de la estruc-
■ tura de precios dictada por Estados Unidos: un mundo,
de trabajadores marginales, o desocupados perpetuos, tra­
bajadores ocasionales cuya cólera éra contenida por el ré­
gimen de Batista, su gran policía militar y su Ejército
policial de sátrapas.
- No haremos aquí la historia política de las décadas an­
teriores a la revolución. Nuestro propósito se reduce a
mostrar el cuadro social de esa revolución, sus tensiones
internas y .'los factores desencadenantes de. la Crisis revo­
lucionaria. El régimen de Batista que se había apoderado
de Cuba durante largos años encontraba su verdadero
• fundamento en la absoluta incondicionalidad con Estados .
Unidos en el triple plano de la política militar, de la polí­
tica exterior y de la política económica. Esto le asegura-•

1 Draper,' 06, cit,


584 JORGE ABELARDO RAMOS

ba ün “bill” de indemnidad e impunidad perenne. Pero lo


que era soportable para Estados Unidos llegó a ser into­
lerable a la propia burguesía comercial pro-yanqui, á las
clases: medias, a los estudiantes y a Un sector de los inte­
reses horteaméricanos radicados en_Cuba. . '
La pequeña burguesía acomodada dé Cuba no sólo qué-
ría disfrutar de la leche norteamericana en lata y de los
autos último modelo, sino que exigía también un pequeño
Capitolio blanco y la vigencia del “habeas corpus”. ¡ Era
; demasiado! Justamente era lo único que Estados Unidos
no podía exportar a sus colonias.
16. El “ejército” de Batista.
El respaldo fundamental de Batista era el Ejército que
había desmantelado en 1933 y que había rehecho con sus
camaradas de confianza. Era muy fácil ascender en el
Ejército de Batista. Se podía ingresar como simple sol­
dado y treinta meses después ser subteniente. El Coronel
Pedro A. Barrera Pérez ingresó como soldado en 19,42 y
en 1954 era teniente coronel.1 Y no se trataba de una
carrera excepcional. De acuerdo con el Reglamento del
Ejército de Cuba había tres formas de lograr,ascenso: por
selección, por antigüedad y por oposición. Naturalmente,
todos los, ascensos eran por selección: Batista ascendía de
a tres grados deun golpe, a los, hombres de confianza.
Convirtió al Ejército en una leonera de ambición es e in-
trigas sin límite. .Cuando Batista dio un golpe de Estadp
en 1952,. para recuperar el poder, recompensó al teniente
Rafael Salas Cañizafes con el grado de Brigadier Gene­
ral y la Jefatura de Policía. Al capitán Luis Robaina Pie­
dra lo ascendió a general de brigada; al capitán Jorge
García Tuñón, a general de brigada, lo mismo que al ca­
pitán Juan Rojas González. ¿ Quién se resistía a esta ma­
ravilla? El presupuesto militar se recargaba, natural-
menté, porque ese Ejército estaba agobiado de generales y
1 Revista “Bohemia”, h9 40, p. 15. Un detallado relato de las
intimidadas del Ejército putrefacto de Batista puede encontrarse em
los ns*. 40, 41, 42, 43 y 44 de dicha revista.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 585

coroneles, pero Batista era un dispensador infatigable dé


ascensos^ napoleónicos. Cada sector del ejército o de las
fuerzas de represión, se convertía en un feudo cerrado, en
abierto antagonismo con los restantes. Entre el jefe de
policía y el jefe del Ejército se luchaba por la hegemonía.
_ Así, el segundo llamó a filas a oficiales retirados desde
1933 y los reincorporó para reforzar su posición en el
Ejército, haciéndoles pagar la totalidad de los sueldos que
habían dejado de percibir durante los veinte o veinticinco
años de retiro. Con estas erogaciones monstruosas no re-
' sulta nada extraño que él Ejército de Batista al comenzar
la lucha guerrillera careciera de las armas modernas y del
equipo más indispensable, que hubo de importarse apresu­
radamente desde los Estados Unidos ante el comienzo de
la lucha armada. Los negocios de los jefes militares eran
notorios y desmoralizaban al Ejército.
El estado de ebriedad, la ineptitud técnica, los actos
criminales, las venganzas personales, se distribuían las lu- .
ces y las sombras de las fuerzas armadas. Uno de los
principales jefes militares quq combatieron las guerrillas
era el coronel Río Chaviano. Según su colega en el exilio,
el coronel Barrera Pérez, Río Chaviano había sido justa--
mente acusado por otro militar, el comandante Morales,
“de explotar él niego, dando detalles sobre los lugares don­
de estaban instalados los garitos; qufi lucraba con el con-í~
trabando en 'aran escala;- que participaba en orgías y 'ba-:
'canales casi diarias y llegaba hasta asegurar hechos de tal '
monstruosidad que lindan con lo amoral”.
En 1954 con motivo de realizarse elecciones, el Ejér­
cito intervino de tal manera en la manipulación de los vo­
tos, que indicaba públicamente las cantidades de dinero
recibidas por los diversos'mandos militares para realizar
esa tarea.
En cuanto al material, casi todas las ünidades del Ejér­
cito estaban usando fusiles Springfield de 1903, ametra­
lladoras livianas y pesadas (te 1917, desechadas por el Ejér­
cito' de Estados. Unidos déspués de la primera guerra mun­
dial. Las municiones “eran lotes que desde muchos años an­
tes habfan sido almacenados, sin utilizarlos en prácticas de
GU : ■ ■ ■ — . <
. ... . ■
G . ' ' • . ' • . .' G ' < ~ .
G'GU . • • ' ' .' • "■ ■ ■
■ . ......... ■ ■, ,. ■ . . ..., . < .
. 586JORGE ABELARDO IBAMOS \ <

; ' g< ' tiro, y los equipos fie comunicaciones ytransportes com-
' G. pletamente ineficientes”. La explicación era sencilla: el
: ■ ■ 'jefe del Cuartel Maestre General del Ejército: era el Gene- . ■
5 . ral de Brigada Luis Robaina Piedra, consuegro-de Batis­
ta, que manejaba los presupuestos militares como .propios.
‘ , i Eran tales: los negocios que se hacían én el Cuartel Maes-
i tre “que cuando muchos oficiales iban a referirse al Gene­
ral Robaina lo denominaban el “comerciante Don Luis”.
’ En 1956, Batista aprovechó el Plan de . Ayuda Mutua,
Punto Cuarto, para organizar algunas unidades con nue­
vos , equipos; los oficiales fueron enviados a seguir ep Es-
atados Unidos cursos especiales. - '
G ; El régimen policial de, Batista llegó a ser un flagelo
para la clase media urbana, para sus hijos en la Universi-
' dad, para el. propio núcleo del comercio importador haba-
J ñero y, en general, para las clases cultas que vivían en '
perpetuo sobresalto por las tropelías . del sistema. En este
cuadro emergió Fidel Castro, líder estudiantil, hijo de te-
; rratenientes, resuelto luchador político y antiguo candi-
; / - dato a diputado por el Partido Ortodoxo de Eduardo Chi-
" ■. bás.1 El apoyo político que se brindó a Castro fue eri au- \
mente a medida que la acción guerrillera se demostraba
, í capaz de crear un foco armado contra un régimen que
■J... sólo, podía entender el lenguaje de las armas. Fueron .jus-
■: tamente las clases más acomodadas de Cuba las que brin­
daron su simpatía y ayuda a Castro. • ; y. -
17. Además de los guerrilleros.
El movimiento de Fidel recaudaba fondos para la gue­
rrilla en Nueva York y recibía ayuda del Presidente de
1 Eduardo Chibas, sé suicidó frente, a los micrófonos de laGPa-
dio CMQ el 5 de agosto de 1952, como protesta por la corrupción ,
política ,de Cuba. En vísperas del ataque al Cuartel de Moneada,
■un año más tarde, un adherente al partido de Chibas, Fidel Castro,
se proponía-leen por las radios cubanas él último ' discurso' de. Chi­
bas, qué concluía diciendo: ‘‘¡Compañeros de la ortodoxia, adelante! ;
• /Por la independencia ecoñólnica, por la libertad política w la ‘jus­
ticia social!”, Fórmulaá muy semejantes a las de Snn-Yat-Sen en
China, a las .de Soekarno en Indonesia y a las de Perón en la Ar-
? gentina. lo que, define bien a las claras el Carácter de clase del parti­
do de Chibas, y las ideas, de. Castro en. 1953. Vi Fidel Castro.. La
Revolución Cubana, p. 35, Ed Palestra, Buenos Aires, I960..
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA ; 587

Costa Rica, José Figueres. Por su parte, el Almirante La-


rrazábal, Presidente de la Junta Democrática de Gobierno
de Venezuela al caer Pérez Giménez, enviaba a los guerri­
lleros un avión con armas, lo mismo qué la Marina Argen­
tina, en tiempos de la dictadura oligárquica de Aramburu-
Rojas. Aún durante la presidencia de Frondizi, esa ayuda
continuó, según medios allegados al ex Vicepresidente Ale­
jandro Gómez, luego visitante de Cuba. Al comentar este
formidable apoyo Debray añade la “notoriedad mundial, '
muy protectora, de las cadenas capitalistas de difusión,
“Life” y “Paris Match”.1 ( , s
El conocido corresponsal del imperialista “New York
Times”, Hebert Matthews, visitaba a Fidel en Sierra Maes­
tra y escribía grandes y cordiales reportajes. El ex Presi­
dente Príó Socarrás financiaba otra expedición militar
contra Batista, que operó desde la Sierra de Escambray. i
El corresponsal del “Chicago Tribune” y Presidente dé la
S.I.
P., Jules Dubois, participa activamente en las reunio­
nes conspirativas contra Batista que se realizaban en La
Habana. Dichas reuniones se hacían con frecuencia en las
lujosas residencias de la aristocracia habanera, de los di­
rectores de Bancos norteamericanos de la Capital, en los ex­
clusivos Clubs de Tennis o en el Country Club.
En este último se organizó un banquete en honor de
Dubois. Concurrieron el Presidente de la Cámara de Co­
mercio, el Rector de la Universidad de Oriénte, el cura
Presidente de la Juventud Católica, un importante expor­
tador de café, los Presidentes de los Clubs de Leones, dél
Rotary, de ja Asociación Médica, del Colegio de Abogados,
etc. Había una silla vacía en el banquete. Le explicaron a
Dubois que era el sitio simbólico reservado a Fidel Castro,
que luchaba por la libertad' de Cuba en la Sierra.2 A
A Castro se sumaron luego’tres jóvenes norteameri­
canos, hijos de funcionarios de la base naval 3e Guantá­
namo, que subieron a la Sierra Maestra para luchar. El.
Arzobispo de Santiago de Cuba enviaba capellanes para
1 Debray, AlffunOs problemas de estTateaia, n. .58.' •'
. 2 Julos Dubol«, Fidel Castro, p. 137, Ed. Grijalb© Argentina,
Buenos Aires. 1959.
588 . JORGE ABELARDO RAMOS

. los guerrilleros mientras se los negaba al Ejército merce­


nario de Batista. “Así Castro tendría que convertirse' én
el Robin Hood de la Sierra Maestra”,x escribe Dubois en el
momento de mayor éxtasis de la prensa yanqui, inmediata­
mente después del triunfo revolucionario. La presión del
imperialismo yanqui contra Batista, a través de su prensa,
era sintetizada por el mismo Dubois en su informe a la
P.:
S.I. “Batista jamás podría volver a gobernar a Cuba
con libertad de prensa, pues.virtualméntétodo el país se
oponía a él y consideraba inconstitucional su gobierno”.12
Basta |releer la lista de adheridos al llamado Conjunto
de Instituciones Cubanas (en general, las corporaciones
, profesionales, religiosas y técnicas de la alta clase media
cubana) y el texto de, su manifiesto al pueblo de Cuba,
para comprender que el aislamiento político de Batista era
total. La gangrena del régimen se extendió al Ejército, que
se convirtió en un nido de conspiraciones. Resulta verda­
deramente notable que én medio, de esté vasto "frente”,
que no era precisamente un “frente nacional”, sino un
“frente democrático-liberal-cipayo”, Fidel Castro con sus
y camaradas haya podido lanzarse hacia adelante, transfor­
marse en nacionalista primero y en marxista después.
Esta, y no la teoría de la guerrilla, que no resiste el menor
. análisis, es la mayor originalidad de la revolución cubana.
Esta "Alianza de clases” permitió a Fidel alcanzar el
; poder cuando Batista huyó y el ejército prácticamente :se
disolvió sin lucha. Se comprenderá que sólo 300 O 400 gue­
rrilleros no habrían estado en condiciones de librar una
lucha frontal contra urt ejército dé 30,000 hombre si este
: ejército hubiera existido conio tal. La restitución de los
hechos que condujeron al triunfo de la revolución cubana
es esencial para impedir ilusiones peligrosas en el resto de
América ‘Latina y en hada disminuye los grandes títulos
revolucionarios de Fidel Castro. Por el contrario, los sitúa
en una dimensión mayor y más imprevista, pues Fidel in­
vierte el hábito tan común en América Latina, de subir
al caballo por la izquierda para terminar bajándose del
1 Dubois, oh. dt., p, 120,
2 lbid„ p. 150. x
- HISTORIA DÉ LA. NACION LATINOAMERICANA 589
'■ , ■ •• ’ ' ’V ■ •

caballo por la derecha. En su coraje moral pará romper


el círculo liberal' cipayo que lo. acompañó hasta el. poder,
tanto como en.sucoraje militar, se cifra la gloria de este
latinoamericano de nuestra época que no vaciló en abrazar
la bandera del socialismo. .
Pero la propia historia de la revolución cubana inva­
lida . la teoría del. foco guerrillero que abstrae las especié
ficidades de la situación político-social en que dicho.foco
aparece. La supresión de la lucha nacional de los países
atrasados contra el imperialismo,' con sus naturales for­
mulaciones' de agitación, propaganda, huelgas, campañas
parlamentarias, combate ideológico, y su sustitución por
un recetario empírico de fórmulas técnicas vaciadas de
su contenido político conduce a la misma vía muerta que
predican los amigos de la coexistencia pacífica. La gue­
rrilla es uno de los recursos técnicos en el amplio espec­
tro del arsenal revolucionario; renunciar por principio a
ella, resultaría tan ilógico como renunciar por principio'
al sabotaje, al análisis de una estadística, a la lucha par­
lamentaria o sindical. Del mismo modo, un marxista recha­
zará con mayor energía todavía a los “propagadores de
marasmo”, como el stalinismo y “socialismo” de Chile,
que defienden la teoría del “camino pacífico” hacia el so­
cialismo. Es obvio que ninguna clase social reaccionaria
de América Latina y del mundo cederá su lugar por la
persuasión a la nüeva clase social que lucha por reempla­
zarla. Este debate con los reformistas concluyó en 1917.

18. La tradición revolucionaria.


Debray comenzaba uno de sus trabajos afirmando que
había que “liberarse del pasado”. Los revolucionarios cu­
banos, afortunadamente, no participan de semejante opi­
nión. Los latinoamericanos tenemos un gran pasado his­
tórico. Grandes luchas revolucionarias han precedido a las
actuales. No hemos de renunciar a ese pasado por igno­
rancia ni por soberbia. ,
La última conferencia celebrada por la O.L.A.S. se des­
arrolló, bajo un gran retrato de Bolívar; El título de las
590 JORGE ABELARDO RAMOS

tesis de la delegación cubana a dicha conferencia fue; “La


Patria es América”.1 .Dichas tesis se proponían exponer
las grandes líneas del pasado revolucionario y cultural de
(Ámérica Latina, señalando sus figuras ejemplares. El pro­
opósito evidentísimo de los, cubanos era subrayar el carác­
ter común de la revolución en América Latina; la analo-
. gía de sus grandes creadores culturales; la comunidad de '
las luchas militares por la Independencia ; en otras pála-
, bras, la unidad nacional que rigió el pasado latinoameri­
cano. Ese es el espíritu que respiran las “Tesis” aludidas.
Dichas “Tesis” demuestran al mismo tiempo lo que este
< 1 libro ha intentado probar: la influencia disociadora de la
balcanización en el plano cultural ha reforzado el descono-
■ ;; cimiento recíproco que padecen aún los revolucionarios la-
: j tinoamericanos. Así, en la “Tesis” se elogia a figuras que
? como Andrés Bello, habría rendido a “Chile servicios in-
J estimables”,2 lo mismo que José Bonifacio Andrada e Silva
al Brasil. Ambos personajes eran dos perfectos conserva­
dores; Bello escribió nada menos que el Código Civil chi-
< leño, una de las más cerriles defensas del interés privado
que tengamos en América; y José Bonifacio colaboró con
la independencia del Brasil para salvar la corona al Em­
perador. No está mal recordar ál llanero Páez, pero no
hay que olvidar que él rompió la Gran Colombia en nom­
bre de los exportadores y traicionó a Bolívar.3 Las “Tesis”'
i insisten sobre el carácter “continental” de América Lati- ;
na, una y otra vez. Pero lo que en el señor Rodney Aris-
mendi es la expresión de la hostilidad soviética hacia la
unidad nacional de América Latina, en las “tesis cubanas”'
refleja, por el contrario, una voluntad de unidad latino­
americana que aún no ha encontrado su manifestación ri­
gurosa. Tal es el sentido, esencialmente progresivo, de di-
1 Publicadas en Partisans, Juillet-Septémbre, 1967, p. 26, Pa­
rís, *?n 38.
* Ibid., p 28.
» Asimismo se elogia la acción del famoso Lord Cochrane y de
Giuseppe Garibaldi. El primero robó los fondos del Ejército de Sari
Martín. El segundo ejerció la piratería en el Plata con los “frérés: .
de Ja Cote” y saqueó salvajemente Gualeguaychú: años después en
Italia, luchó por la unidad nacional de su patria, de donde proviene
su justa gloria.
1 " . . ; •' ' '■ ■ ■ ■ " ■ •' '’

HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 591

chas “Tesis” y de la existencia de la O.L.A.S. Todos los' '


errores apuntados son ál fin y al cabo el fruto de un ais- •
lamiento secular, de una balcanización que también ha en-
. trado en nuestras conciencias y en nuestros hábitos cul­
turales. Pero puede advertirse que detrás de la obstina- T
ción cubana están enlazados estrechamente, profundamen­
te, Bolívar y Marx.

19. Douglas Bravo en los pagos de Bolívar.


La proyección latinoamericana del socialismo cubano
se ha expresado, y no creemos que se deba a un azar/ en
las montañas de Venezuela, en. los pagos de Bolívar. Con
mayores motivos que en Cuba, debía ser en Venezuela pre-
• cipamente donde las ideas bolivarianas encontrasen una ex­
presión más clara. Como lo ha observado certeramente el
escritor católico Alberto Methol Ferré, esto quizás ha ocu­
rrido porque Cuba fue marginal, “al gran proceso de la
primera emancipación latinoamericana dé comienzos del si­
glo XIX y sólo logró su independencia cuando la balcani-
zaoión latinoamericana estaba ya consolidada en varias
décadas”.1 Por el contrario, Venezuela fue uno de los cen­
tros fundamentales de la hazaña bolivariana., Pero el tem- .....
blor sísmico de la revolución cubana ha estimulado la re- ; /
surrección de la vieja bandera. Douglas Bravo, jefe de <
los guerrilleros de Venezuela, antiguo miembro del Comité
Central del Partido Comunista, ha dado una expresión -
diáfana de todo el proceso social y político que condujo a
la lucha armada. No estamos en condiciones de emitir un
juicio categórico ‘sobre la validez de'.las guerrillas en Ve- .
nezuela. Pero del análisis de Douglas Bravo surgen impor­
tantes hechos que parecen justificarlas. Las guerrillas ve­
nezolanas, por lo demás ..son el resultado de una serie de
previos levantamientos militares de oficiales jóvenes del
; ejército y la marina, de carácter nacionalista revolucio­
nario, que después de la derrota fueron plegándose a la
1 Alberto Methol Ferré,' Debray, la revolución verde-oliva y la
' O.LA.S.. en la revista Víspera,
. n? 3, Noviembre de 1967, Monte- '
video, Uruguay.
592 ‘ JORGE ABELARDO RAMOS '

guerrilla. Lo que nos interesa destacar ahora es la visión


global de Douglas Bravo. “La necesidad de estructurar una
organización de frentes de liberación de América Latina
tiene su origen en lo que acabamos de explicar: en la ne­
cesidad de tener planes de conjunto para esa liberación.
Podemos remontarnos a tiempos algo lejanos, al siglo pa­
sado. Allí tenemos un-antecedente histórico de extraordi­
naria magnitud, concebido precisamente por quien! trazó la
primera estrategia de conjunto de liberación contra los
imperialismos. Se trata de la reunión de Panamá, orga­
nizada por el libertador Simón Bolívar, reunión que. fue
saboteada por tos norteamericanos. Ya desde entonces Bo­
lívarveía la necesidad de unificar a todos los países de
Atnérica Latina, veía la necesidad de construir una sola
república. . . . La América Latina tiene —lá nación de
América Latina, la gran República de América Latinar—
tiene 220 millones de habitantes, bastante más que los nor­
teamericanos. Los habitantes de esta gran república tie­
nen de común su propio pasado histórico, tienen casi el
mismo lenguaje, con dos excepciones; tienen iguales cos­
tumbres, hábitos similares. La composición etnológica, es
decir, la composición de los habitantes desde el punto de
vista de su raza, es casi igual para toda América Latina:
indios, blancos y negros. En síntesis, podemos decir que
hay una idiosincrasia casi igual para los habitantes, desde
México hasta la Patagonia. Desde el punto' de vista eco­
nómico' sufren los mismos problemas, las mismas vicisitu­
des; tienen un enemigo. común: las oligarquías y el impe­
rialismo; sufren el mismo atraso cultural, el mismo atraso
económico. De manera que estas ideas no son originales
nuestras ¡ tienen un antecedente histórico en el pensamien­
to del gran estratego de la liberación de América, Simón
Bolívar”.1 ■ bb< ?
Tales juicios de Bravo comportan una decisiva comple-
mentación dé los documentos de la O.L.Á.S. que ya hemos
comentado; y les proyectan una claridad desnuda en cuan­
to a los objetivos estratégicos que Debray ha rechazado en
1 Reproducido en “Revolución’’, órgano del M.RO., n? 21, abril
de 1967, Montevideo, Uruguay.
HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 593

sus trabajos. Parecería que. describiendo un amplio círcu­


lo, el pensamiento de los revolucionarios cubanos tiende a
encontrarse nuevamente, en un nivel superior, con aque­
llas ideas expuestas por Fidel Castro en los comienzos de
su gobierno, durante su gira por la Argentina. Interroga­
do por los periodistas, Fidel se refirió en 1959 a la posible
integración de una Federación dé Repúblicas del'Caribe,
“el sueño de un gran patriota: Bolívar" y manifestó que
“las, Repúblicas de América Latina se encaminan por ca­
minos muy propicios a la unión económica y política"b A
principios de 1959, ya en el poder, Fidel era un nacionalis­
ta bolivariano; en pocos meses había dejado de ser. un
liberal de izquierda y ya estaba en vísperas de comenzar .
su evolución hacia el socialismo. ¿No es un signo rotundo
dé este período de la historia, latinoamericana presenciar
bruscas transformaciones individuales y sociales, tal cual
ocurre en los instantes críticos de la historia universal,
donde ün aristócrata mantuano como Bolívar se trueca en
revolucionario, y un joven demócrata como Fidel se con­
vierte en marxista? Pero la insularidad de Cuba debe -
soportar todavía grandes pruebas. Sólo la decisión de sus
jefes puede romper esa insularidad. Esa decisión debe en­
carnarse en criterios políticos, únicos que determinan la
táctica. Ante todo, asumir plenamente, y hasta el fin, la
cuestión nacional de América Latina. Cuando los revolucio­
narios cubanos adopten una inequívoca actitud ante esta
cuestión, la lucha contra-el stalinismo tumefacto, oxidado
en la interioridad de sus aparatos, habrá concluido triun­
falmente, pues los amigos de “dos caras”, los Rodney Aris-
mendi y sus iguales, abandonarán el barco precipitada­
mente al gritó/ de “¡ Cruz Diablo
Pues digamos sin ambages que .la exagerada insis­
tencia de los revolucionarios cubanos de erigir la táctica
de la guerrilla o de la’lucha armada como principio para
delimitarse de los partidos stalinistas, no es, al fin y al
cabo, sino una manera de evitar una .confrontación a fon­
do'sobré la naturaleza original’del stalinismo, de la histo-
1 “La Prensa’’, 3 de Mayo de 1959, Buenos Aires.
594 JORGE ABELARDO ¿AMOS
: ■' ' l ,■ ■'

ria de la Internacional Comunista que ha producido este


monstruo y del pasado de la propia Unión Soviética. Esto
significaría para Cuba un delicado enfrentamiento con su
poderoso aliado. Pero lo que Cuba misma no puede hacer,
la O.L.A.S. debe hacerlo, al menos desde el punto de vista-
de una diferenciación-con el stalinismo que provenga no
de la deificación de la lucha armada a todo trance (donde
la tesis cubana es más vulnerable) sino de allí donde toda
la realidad latinoamericana clama por ser comprendida:
de la exigencia de su unidad nacional, de la tradición pro­
veniente de Bolívar, de la concepción marxista de la Na­
ción, en suma, sobre todos aquellos aspectos históricos y
programáticos que constituyen la originalidad profunda
de la revolución de América Latina. Un debate de este gé­
nero obligaría al stalinismo a asumir su verdadero carác­
ter: antilatinoamericano y antimarxista, y también facili­
taría el rescate dentro del stalinismo de los mejores
elementos revolucionarios, hoy subyugados por los respec­
tivos burócratas. Del mismo modo, los elementos pequeño
burgueses “independientes”, hoy -genéricamente llamados
“fidelistas” o “cubanistas”, así como los sectores trotskys-
tas que no han perdido por completo su sentido de la reali­
dad, deberían promover por sí mismos su reeducación teó­
rica para constituirse en la generación-revolucionaria de
América Latina, en los cuadros nuevos del gran Partido
Latinoamericano. J . ■
Pues sólo la unidad redimirá a los pueblos latinoame.
ricanos y sólo el socialismo hará indestructible esa uni­
dad. El socialismo no es una quimera en nuestra Patria
Grande: ya ha comenzado en Cuba Socialista, esa adoles­
cente robusta y gallarda que indica bajo el fuego del Ca­
ribe el camino a seguir.. , /
CONCLUSION1

BOLIVARISMO Y MARXISMO

"Basta leer con atención el desarrollo de nuestra his­


toria en el siglo XIX y saber leer y comprender lo que
han escrito nuestros grandes hombres, para rendirse a, -
la evidencia que América tiene una historia y que .esta V
historia debe ser descubierta.' Escribir la historia de
América es un deber absoluto para la'Organización v
Latinoamericana de Solidaridad,- heredera de las tradi-
cioneh legadas por un Bolívar y por un Martí”. '
'/ Tesis de la delegación de Cuba a .
la Conferencié de. la Olas, 1967.
/

La aparición del proletariado en la América Latina del z


siglo XX. ha planteado desde nuevas bases la tarea de su
revolución inconclusa. La Nación Latinoamericana, que ha­
cia 1910 sólo vivía como un eco intelectual de las viejas
batallas, comienza a ser una realidad en la Cuba Socialista
de medio siglo más tarde. En esta penosa y heroica mar­
cha, el plan bolivaríano sólo podrá desenvolverse bajo las
banderas del socialismo. Ese socialismo posee ya una in­
flexión propia, una especificidad latinoamericana.
Pero si el pensamiento crítico de Marx puede arrojar
una luz penetrante sobre.la realidad de América Latina,
será a condición dé que la conciba como un todo, en otras
palabras, se impone reunir a Marx con Bolívar. Después
de la pérdida del poder bplivariaho América Latina fue
considerada como "un pueblo sin historia”. Las institu­
ciones, regímenes económicos y sistemas políticos que le
impuso el imperialismo traían el sello simiesco de los pro­
ductos que Europa destinaba al mundo excéntrico. .
La¡3 ideas marxistas no escaparon a esta “degradación”
sufrida por todos-los valores de la exquisita Europa al
llegar a nuestras tierras. Al principio, los .propios grandes.'
jefes de la Rusia revolucionaria evidenciaban un descono­
cimiento completo del Nuevo Mundo. Luego, con el triunfo
del stalinismío, fue exportado un artículo híbrido llamado
"marxismo-leninismo”, parido por. los obtusos burócratas.
El descrédito intelectual de semejante “ersatz” ya no re­
quiere demostración. En cuánto a sus consecuencias prác­
ticas, este libró ha hetího'un recuento de esa edad rocam-
boiesca. -
La aparición del proletariado en la América Latina del
siglo XX ha planteado desde nuevas bases la tarea de su
revolución inconclusa. La Nación Latinoamericana, que ha­
cia 1910 sólo vivía como un eco intelectual de las viejas
batallas, comienza a ser una realidad en la Cuba Socialista
de medio siglo más tarde. En esta penosa y heroica mar-
> cha, el plan bolivaríano sólo podrá desenvolverse bajo las
i banderas del socialismo. Ese socialismo posee ya una in­
flexión propia, una especificidad latinoamericana.
Pero si el pensamiento crítico de Marx puede arrojar
una luz penetrante sobre la realidad de América Latina,
será a condición de que la conciba, como un todo, en otras
palabras, se impone reunir a Marx con. Bolívar. Después
de la pérdida del poder bolivaríano América Latina fue
considerada como "un pueblo sin historia”. Las institu­
ciones, regímenes económicos. y sistemas políticos que la
impuso el imperialismo traían el sello simiesco de los pro­
ductos que Europa destinaba al mundo excéntrico.
Las ideas marxistas no escaparon a esta “degradación”
sufrida por todos los valores de la exquisita Europa al
llegar a nuestras tierras. Al principio, los propios grandes
jefes de la Rusia revolucionaria evidenciaban un descono­
cimiento completo del Nuevo Mundo. Luego, con el triunfo
del stalinismo, fue exportado un artículo híbrido llamado
“marxismo-leninismo”, parido por los obtusos burócratas.
El descrédito intelectual de semejante "ersatz” ya no re­
quiere demostración. En cuanto a sus consecuencias prác-
tioas, este libró ha hedho un recu'ento de esa edad rocam-
bolesca.
598 JORGE ABELARDO RAMOS

Bastará recordar que en cada oportunidad en que el


stalinismo divisaba una 'revolución nacional en el horizon-
'■i. te, se incorporaba rápidamente al bloque de las fuerzas
oligárquicas que la enfrentaban. Esto ocurrió en Brasil,
i en Argentina, en Cuba, en toda América Latina. Sólo ad-
: vertían que una revolución vivía cuando ésta había triun-
LfadoLsi no habían logrado impedir su victoria, se plega-
’ gaban a .ella para.1 estrangularla.desde el poder. Tales la
: ■; crónica del stalinismo en Cuba, con su obscura legión de
\ Escalantes y escaladores. Cuando la revolución estaba bajo
la dirección nacionalista, como en el caso de Perón, el sta­
linismo se- unía, estrechamente, antes, durante y después
de su gobierno, con las fuerzas más negras de la reacción.
La propia expresión de ‘-marxismo-leninismo” refleja-
ba en la esfera semántica el sello de una política ajena.
Pues toda la grandeza de Lenín como político había resi­
dido justamente en su admirable aptitud para interpretar
a su país tal como era; por el contrario, la “rusificación”
de la Internacional Comunista después de su muerte invir-
■ • tió el método leninista. Una caricatura trágica de ese mé­
todo transformó fórmulas que habían resultado óptimas
para la lucha política en el Imperio zarista en la clave de
todas las derrotas del último medio siglo.
Por esa razón, y no por puras consideraciones termi-
' f nológicas, la adopción de un “marxismo bolivariano” com-
. i pendiará mejor la naturaleza peculiar del proceso revolu-
1 i cionario en América Latina. Este proceso deberá combinar
j todas las formas de la lucha. La actividad política no
■ podrá sustituirse - a la lucha armada, ni ésta a aquélla, ni
•' la lucha legal a la ilegal, ni viceversa, pues todas ellas for-
i man parte de un proceso único integrado, por tácticas mo-
-/ dificables y reemplazables- La importancia de cada una
j de ellas está condicionada por la relación de las fuerzas
! en presencia y por las particularidades de cada región lati-
í noamericaná. Ninguna de esas tácticas puede ser elevada
a principio conductor; pero un hecho está confirmada por
. toda la experiencia histórica:? no hay camino pacífico para
la revolución. Ni siquiera para obtener el voto universal
y secreto, reivindicación de la democracia burguesa en la
. HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA 599

Argentina, el viejo caudillo radical Hipólito Yrigoyen én-


. contró otro recurso que. las revoluciones armadas. Sólo así'
obtuvo para el pueblo argentino el derecho a votar, dere­
cho que la oligarquía, con. e.l apoyo del Ejército, le arrebató
desde 1955. ;■
En consecuencia, la acción sindical, tanto como la gue-
rrilla, lalucha parlamentaria, la insurrección armada o la
propaganda ideológica, son fases de Una misma estrategia
cuyo corolario no puede sex- otro qué la formación1 de los
Estados: Unidos Socialistas de América Latina. En1 aque- /
, líos Estados donde las relaciones capitalistas de. produc­
ción han alcanzado mayor desenvolvimiento, como la Ar­
gentina, Chile, México ó Brasil, las posibilidades de la
lucha política parecen dominar este período y la consigna
de “lucha armada” resultará inadecuada. Pero la relación
, entre esa consigna, la conciencia de las masas populares y
■ el partido revolucionario deben ser muy estrechas. La di­
solución de esos trés factores por la decisión de un puñado
de combatientes aislados conduce directamente al blanquis-
1 mo, y muy probablemente a la derrota.
América Latina no carece de mártires, sino de polí­
ticos revolucionarios y de revoluciones triunfantes. Es cier­
to que la lucha revolucionaria exige su tributo de marti­
rio, pero el martirio por sí mismo no prueba la verdad del
camino elegido. Este debe ser demostrado por otros he­
chos. El más importante de ellos es el conocimiento escru­
puloso de la realidad económica y social de América Latina.
En una dé sus habituales y vigorosas expresiones, Fidel
Castro aludía recientemente a las “recetas”/que el stali­
nismo latinoamericano extrae de su archivo desde hace
cuarenta años para aplicar administrativamente a los múl-
>, tiples aspectos de una realidad tan rica y compleja como
- la de América Latina. Indios caribes, proletario^ de la si­
derurgia, peones de estancia, campesinos sin tierra, cha-
, careros ricos, quechuas de milenarias comunidades estáti-
' cas, estudiantes politizados, oligarquías extranjericantes,
burguesías nacionales frágiles y cobardes, militares de en­
contradas , tendencias y desniveles históricos profundos
— he aquí un cuadro que se resiste a una fórmula simple.. I'
600 / JORGE ABELARDO, RAMOS ,

, Ahí debe encontrarse la razón para latinoamericanizar el


. marxismo y marxistizar a América Latina;
. ■< Es preciso asumir plenamente nuestro glorioso pasado
de lucha. Es necesario redescubrir a nuestros héroes pro-
5 píos y elaborar desde aquí una perspectiva revolucionaria
. . para los 250 millones de latinoamericanos. La tarea dista ■ -
J dé ser sencilla. El carácter, combinado de nuestra realidad
social determina las formas mixtas, nacionales y socialis-
; tas de nuestro programa. Del mismo modo, los elementos
! “asiáticos” del pensamiento de Lenín se contraponían a
' los ¡elehiéntos “europeos” de, ese pensamiento. Pero ambos .
reflejaban la ralidad de una contradicción dinámica: pues
/, Rusia era,, a la vez, bárbara y civilizada,, semicolonia 6
Imperio opresor, Asia y Europa. Por eso la dialéctica siem­
pre viva de la política leninista mostraba cierta ambigüedad
* ■ que repelía a los socialdemócratas de una Europa estable
y lineal. En Lenín convivían los elementos “democráticos”
y “socialistas” que a su vez coexistían en la sociedad rusa
multinacional: el mujik primitivo, el obrero industrial y
‘ el ciudadano de las naciones alógenas oprimidas por los
grandes rusos.
; - También las ilusiones de Lenín sobre la capacidad re­
volucionaria dé la clase Obrera europea se combinaban con
í su perspicacia para comprender eí sentido profundo de la
tempestad que se-gestaba en Oriente. Pero si para hacer
de la Rusia bizantina una "nación normal” era preciso
destruir su imperio y dar a» las nacionalidades que lo in- '
tegraban el derecho a separarse, para hacer de América
Latina una "nación normal”, la fórmula es inversa: es pre­
ciso unir sus Estados. Tanto como para Rusia, en América
Latina la resolución de las tareas democráticas y ña A
nales slóló pueden lograrse por medio del socialismo. La
burguesía nacional es incapaz de lograr el dominio. polí­
tico en el interior de cada Estado baícanizado : con mayor
razon, ni sueña con lá üriidad de todofe ellos. Précisame'ntb
por esa causa la tarea cíe Bolívar pasa a los discípulos de -
Marx. Estos no podran realizarla, sin embargo,... sin ía tra- ,
dfcíon■.d.é-iólíVá? 5*1 volviendo las espaldas, a los movimien­
tos nacionales.
, HISTORIA DE LA NACION LATINOAMERICANA ’<.01

Y bien, para comprenderlo era preciso remontar el con­


fuso río de la historia latinoamericana, a fin de revelar la
unidad profunda de su corriente y tocar con la inteligencia
su sólido lecho. Esa historia había comenzado en España y
continuado en América. Quisimos narrar los momentos ca­
pitales de ése pasado donde los criollos emplearon las ar­
mas para ingresar a la historia universal como una Na­
ción independiente y unida. En ese período las grandes
naciones europeas creaban su Estado Nacional y nosotros
lo perdíamos. Marx no comprendía a- Bolívar, pero el Inca
Yupanqui le inspiraba su juicio sobre la cuestión nacional.
Un siglo después de la publicación de "El Capital”,
para los latinoamericanos Bolívar y Marx ya no podrán
ser separados por fuerza alguna. Exponer las razones de
tan curiosa fusión fue él propósito de esta historia de la
Nación Latinoamericana. Aunque el libro termina aquí, esa
historia continúa. De-donde este fin,es sólo ‘un comienzo.
I

INDICE DE NOMBRES

Amat, Marqués de: 145.


Amunátegui, Miguel Luis: 46,70,
-..Aberdeen, Lord: 275. 123, 132, 187, 188. . .
Abreu e Lima, José • Inácio de: Anchorena, Tomás de: 147, 330,
293. . Anderson: 298. • .
Acevedo, Eduardo': 249., Andrade e Silva, J.13.: 590.
Acosta, Joseph de: 88, Anglería, Pedro Mártir de: 45'.
Adams, J. Q.: 200, 219, 220, 283. Angulema, Duque de: 171, 175,
Adler, V.; 525. 201. ' .
Adlér, M;: 525. Antequera: 101. .
Agüero, Julián Segundo de: 276, ~ Aquino, Anastasio: 337.
, ■277. . - Aramayo,- C.: 421.
Aguirre Cerda: 514. Aranda, Conde de: .101, 102.
Aguirre Elorriaga, Manuel: 310, Aranha, Graca: 436.
311.’ Araújo, L. G.: 567.
Aguirre, Lope de: 50, Arenales, General: 221, 227.
Aivas, Patricio: 342. Arévalo, J.J.: 516. .
Alamán,' Rucas: 200, 288, 289, Arismendi, R.: 513.
291, 345, 34’6, 361. ' Aristóteles: 79, 80, 81.
. Alba,Victor: 361. - Arguedas, Alcides: 1Ó5, 226, 234,
Alberdi, J. B.: 213, 347. ~ 333, 364, 365,. 366, 377.
Arosemena, Presidente: 419.
Alburquerque, duque' dé: 33. Artigas, José: 99, 106, 146, 147, '
Alegrete, Marqués de:, 243. 148, 166, 186, 191, 198, 204, -
Aleijadinho: 440;- 205, 248, 249, 250, 251, 253,-
Alejandro I de.Rusia: 161. 254, 255, 260, 269, 276,' 278,
Aliara: 358. ■ 293, 295, 296, 321, 344, 367,
"Almagro, Diego de: 50. 373.. . ;*■ - /
Alperovich, M, S.: 386, 387, 391. Artigas, Andresitó: ,252.
.Alvarado. Rudecindo: 205. Arze, José Antonio: 424.
Alvarez, Agustin: 361, 362. Atahualpa: 70.' ■ • '
Alvarez Thomas, General: 230. Austria, Casa de los: 18, 24, 27,
.Altamira, Rafael: 13, 26, 30, 119, 29, 114. - i".-..
Alvear, Carlos de: 133, 222, 230, Ayarza, Comandante: 309.
245, 266, 267, 268. Ayora: 419.
Amado, Gilberto: 396. Azara, Félix de: 250, 251,
B. ' J ; ■ .* Bolívar, Juan Vicente de: 148.
Bonaparte, José: 117, 119, 120,
Bacon, F.83. 155, 195, 217.
Balaio: 258-. Bonaparte, Napoleón: 109, 114,
Balzac, Honorato de: 311. 117, 118, 119, 124, 125, 131,
Barba, Enrique M,: 327, 347. 143, 149, 156, 161; 180, 185,
Bárbacena, Marqués de: .267. 186,305,494.
■ Baring, Banca: 175, 286. Bonaparte, Paulina: 156.’ -
'-/■ Barras: 216. Bórbones; Casa de los:. 25, 49,
Barrientos, René: 473, 548. 84, 85, 86, 102, .161, 164, 178,
Barrios, Justo Rufino: .343, 344, 186, 348.
• 370, 516. Bordiga, A.: 555.
■ Basbaum, Leoncio: 437, 438, 441, Bosch, Juan: 112, 153, 157,163.
. ' 443, 444. Boves: 152, 153, 154, 155, 161,
Batista, Fulgencio: .407, 535. 162, ,163.
Battle Ordóñez, José: 372. Boutro’ux, E.: 379.
Baudin, Louis: 51, 53, 54. Braden, Spruille: 378, 459, 464.
Bauza, Francisco: 96, 248, Braganza, Casa de:- 255, 256,
; Beard, Charles A.: 395. 259, 260, 261. .
■ ' Bebel, Augusto: .497, 498.-■ Brahdzen: 267,
Belda, Jose: 130. ■ ■ ,’ Bravo, D.:' 562.
Belgrano,. Manuel: 147, 193, 305. Brennan, Gerald: 29.
Bejzu, Manuel: 333, 423. Brizóla, L.: 558 y ss. .
> Bello, A;: 590. Broué, Pierre: 446.
J Benítez, E.: 2Í52. Browder, E.: 563.
Bentham: 308, 362. . ' Brown, Guillermo: 273. .
/ Beresford,'General: 116. Bruschera: 215, 250, 254.
•‘i Berindoaga, General: 207. Brutus, T. G.: 157.
J Bermudez, General: 317;. Buffon: 81, 82, -455. ’
‘ Bernardes, Arthur: 443. . ~ Bujarin,. Nicolás: 420, 524.
■ i Bernstein, Eduardo: 496. . Bulnes, Gonzalo: 228.
. ¡ Betancourt, .Romulo: 418... Bulnes, Manuel: 332.
Bettclheim: 540. ' . Bunge, Carlos Octavio: 364.
Bismarck, Otto de: 482, 483, 485, Busaníche, José Luis: 197, 198,
.486, 530, 560. 216, 238, 283, 284,. 307, 315,
.Blanco Encalada, Almirante: 329, • 320. • ,
Blanco Fombona, Rufino: . 170, Buseh, Germán: 421.
177, 213, 292, 303, 304, 380-. Burke: 175.
Blanco, Pedro: 313, 333. Bustos, Juan Bautista: 231, 284,
' Blanco Galindo, General: 425. 304.
Llanqui, A.: 556. Byron, Lord: 174.
: Bliss, Horacio W.: 224.'
. Blosset, General: 177. C
■ Bodin: 83. ’
- Bolívar, Simón: 112, 113, 144, Cabarrús, Conde de: 216.
146 y s<; 194, 198, y ss.; -213, Cabral: 444.
214, 218, 219, 221, 222, 227, Cady, John F.: 348.
229, 230, 232, 233, 234, 235, Caicedo, General: 318.
237, 238. 242, 244, 273, 281 y ss. Galles, P. E.: 420.
hasta 338;-347, 352, 354, 357, Campomanes: 101, 334.
•358,' 368, 374, 375, 378, 418, Campal, E. F.: 249/
452, 473, 479, 494, 495, 513, Canals Eran g.: 54, 58. ■
5-19, 542. 597; 601. Cañé, Migiíel: 376.

4
Caneca, Frei J. do Amor Divino:>: Colmeiro, Manuel: 22, 23, 26, 37,
. 257. ■ • 38, 39, 47, 48, 70, 73.
Canek, Jacinto: 101. Colóh,-C.: 44, 45, 169, 456.
Canning-, G.: 117, 171, 174, 175,i, Comte, A.: 359, 360, 361, 362,
176, 214, 221, 259, 260, 263, 373,
264, 266, 268, 272, 273, 275,i, . Concolorcorvo: 223.
285, 298, 300, 329. Conselheiro, Antonio: 258.
Cánova: 366. Constant, Benjamín: 310, 311.
Canterac, General: 205,.209. Conyngham, Lady: 264.
Carbia, R. S.: .35. Coolidge: 403.
Cardozo, E.: 165. Córdoba, José .María: 209, 318.
Carlomagrio: 19.; Córdoba, Presidente: 333.
Carlos III: 25, 29, 87, 92, 93, 98,!, Cortés, Hernán: 55, 56, 57, 58, 63,
101, 102, 109, 110, 111, 121, Cosío Villegas, D.: 390.
122, 216. ' Costa, Angel Floro: 370, 371, 372.
Carlos IV: 109,110,117,118, 216.>. Cova, J. A.: 149, 237:
'Carlos V.: 18, 23, 24, 33, 35, 37,i, Crespo, A.: 313, 326, 331; 332,
47, 137. 333.
- Carlos, Antonio: 441. x Cromwell, O.: 114, 560. ,
x Cárdenas, Lázaro: 391, 403, Cuauhtemoc: 57.
- .Carlyle, Thomas: ,297. Cuervo, . R.: 310.
Carranza, Venustiano: 391. Cuitlahuac: 57.
Carrera, José Miguel: 146, 188,J, Cunha, Euclides da: 258.
189, 190, 290, 328. Cunninghame Graham, R.: 297.
Carrera, Rafael: 339, 340, 341,L, Curado, Francisco Javier: 260.
343. Chacon, V.: 257, 293, 443, 451.
Camión, B.: 365, 366, 375. Chamorro, J.: 336, 338.
Carvajal, Francisco de: 50. Chastenet, J.: 110.
Casa-Dávila, Marqués de;: 192. Chateaubriand: 311.
Casanova: 110. . Chatfield, F.: 340, 341.
Casa-Rosa, Marqués de: 192. Chaves, J. C.: 164. ,
Castellanos, Dr.: 283. Chávez Ortiz, Ñ.: 429.
Castelli: 164. Chen-du-Siu: 527.
Castillo, Ramón S.: 459. Chiang-Kai-Shek: 412, 413, 428,
Castlereagh, Lord; 174,:241, 245,í, 445,527.
261. Chibás, e:: 586.
Castro, Diputado: 221. Chirino: 112,
Castro, Licenciado: 63. Christopher:. 157, 158.
Castro,-Fidel: 404, 452, 531, 536,b Churchill, W.: 563.
537, 541,- 547, 548 y ss.; 5806 :
y ss. D
Catalina de Rusia: 112.
Cavour, Conde de: 560. Da Fonseca, Hermes: 437.
Cervantes, Miguel de: 30, 150. Dañencour, F.: 158.
Céspedes, Augusto: 366, 370, 420,1, D’Amico, C.: 351.'
421,424,425. Darío, Rubén: 370, 377.
Cevalíos, Ministro: 217, 218, ' Darwin,. C.: 362.
Clemenceau, G.: 366. David, É.: 497, 499.
. Cobden, R.: 395, 483. - Davis, T. B.: 267, 286.
Cochrane, Lord: 116, 273. Dawkins, E. J.: 298, 299, 300.
Codovilla, V. : 424, 451.. Daza: 333.
Colbert: 27, 85. ■ * Debray, R.: 548 y ss.562 y ss.-;
Cole, G. D. H.: 498. 569 y ss.
Defourneaux, M.: 38. Felipe el Hernioso : 18. . 1
; De-Gaulle, Ch; : 530. Felipe II: 23, 24, 27, 28, 29, 30.
1De i la Gasea, P,: 23. ‘ ' J 34, 72. ■ • i.",':'..
De la Fuente Uceda, L.: 41-8. . Felipe III: 34. ;
De la Sonora, Marqués de: 105. Felipe V: 48,
Delgado, Juan de: 67, ' Fernando el Católico.’: 13, 15, 16,
Del Valle, J. C.: 292, 334, 335, 18, 19. ;
.336, 338. ’ Fernando,VII: 29, 106, 109, 118,
De Maistre, J.: 83. ■ 119, 120, 121,-123, 125, 129,
De Paw, Abate: 82, 143, 151, 155, 161, 162, 171,
D'Epinay, Madame de: 84. ■ 175/ 185, 186, 193, 194, .199,
Dessalines: 157, 158, 159.. ' 200 , 206, 207, 216, 217, 300/
, Deutscher, I.: 446, 4'65, Ferns, H. S.: 264, 270.
Diaz, Carlos: 251., Figueres, J.: 418.
: Diaz del Castillo, Bérnal: 56,58. Flagg Bemis, S.: 342.
DJas López, Isidoro: 437, 438. Flores, J. M..: 313, 347. .
Díaz, Porfirio: 344, 358, 360, 361,. Florez Estrada, A.: 34, 134.
381, 385, 386, 390, 391. Floridablanca, Condé' de: 101/
Díaz Sánchez, R. : ,160. 111,120,262.
Díaz Vélez, J. M.: 286.
Dorfman, A..: 457. - •. Foch, Mariscal: 366, ■ ■'
Donovan, Patricio: 468, " . Fourier, C.: 463.
Dorrego, Manuel: 264, 266, 273, Forbes, J. M.: 219, 220, 247, 275,
. .‘ 274, 276,; 27.7,. 278, 304, : 311. 283, 284, 285, 286.
Diibois, J.: 587. - Francia, José G. de: 146, 191,
luclós, J.: 564. ■ 254, 294, 295, 296, 297, 364.
Iqdley,. Lord : '274. Franoisco Javier; San: 89, !:

Í Duhalde, E. L.: 352. Francisco de Paula, Infante: 216,


■Dussct: 96, 97, . / .■ 217, '222.
Frank, A. G.: 73, 74, 77.
T.'. ■ v .'e'V"' ■ :
Frank, W.: 456. . ■
Echeverria, Tiburcio: 194. - Freeman, J.: 342.
Edwards Vives, A.: 105, 327. Freire; General 292/
Egaña, Juan: 147, 164, 282. Freyre, Gilberto: 96, 434, 436,
Einstein, A.: 399. 440. ■ ' ' '
Eldon, Lord: 176. Frías, B. :192, 206. . ■
Elizalde, Rufino de: 350. . . , Frias, Duque de: 199.
Emerson: 374. Frólich,. P.: 499.-
Engels: 44, 51, 53, 136, 137, 138, Frügoni, E.: 377. ‘
139, 140, 347, 443, 450, 461, Fuchs, J.: 489.
463, 478, 479, 480 y ,ss.; 511, Fuentes, Carlos: 473. -
528, 532, 533. Fugger: 18, 24; 34. •
English, General: 177. Fugier, A.: 118. :
Enrique III, de Francia: 28.. - ’ Funes, G.: Ill, 147, 214, 219,
Enrique IV, el Impotente: 15. . . 222, 223, 270, 283, 284, 304.-
Enrique VIII, de Inglaterra: 28. Furtado, C.: 439.
Erazo, José: 319. ’■. > , - G
Erro, L. E. : 389. . ’
España, J. M.: 112. Galiani, Abate: 84.
, . ' F /" ? Gálvez, Ministro: 101./' '
Gálvez, M.: 112, 327, 331. 352.,
Federico el Grande: 209. Gallardo, R.: 127, 128, 292, 335,
336, 337, 339, 340, 341. 343,
344. : : .. . :■> : >,"<
Gamarra, A.: 313, 325, 326,. 33.2. Habsburgo: 18, 23, 29, 32, 34, 35, ;
García, Juan Agustín: 146, . ' 65, 71, 78, 93.
García, Héctor M.t 194. Hamilton, Alejandro: 395.
García, • Manuel José: 198, 216, Hamilton, Coronel: 172, 174.
218, 245,266, 268, 269. 270, Hanke/ L.: 65, 67, 81, 3'61. '
271, 277, 284, - 351, Hariiig, C. H.: 22, 24, 66, 67, 69,
García Moreno: 348. 72, 75, 77, 85. <
García Calderón,, F.:' 377, 379, Haya de la Torre: 53, 377, 398,
■ 380. . : .> 399, 400, 401, 402, 403, 407,
García Mohge: 380.; 408, 409, 411, 412, 413, 414,
Garcilaso, Inca: 82. 415, 416, 417, 418, 508.
Hegel: 43, 81, 480, 483, 495.
Garibaldi, G.: 590. Henriquez Ureñá, P.: 45.
Gavidia, F.: 154, 338. Heredia, J. F.: 153.
Gay: 252. ; . ; Heredia, Alejandro: 331.
Genet: 528. , ■ ' , Heres, T.: 228, 309.
Gerbi, A.: 80, 82, Hernández, José: 349. <
Germañi, G,: 464. Herrera, Felipe: 357.
Ghioldi, R,: 287. Herrera, L. A. de: 272, 273, 274,
Gil Fortoul: 238. 275,. 276, 277, 278.
Godelier, M.: 53. Hertford, Lady: 264.
Godoy, M.: 13, 109, 110, 111, 216, Hertzog, E.: 425,
Goethe: 368 ,415. Hidalgo, M.: 106, 192.
Gómez 'Carrillo: 377, 380. Hilferding, R.: 525. .
Gómez, M.: 580. / < Hindemburg: 403.
Goncalvez, Benito: '258. Hitler: 19,.446, 456, 529.
González Navarro, M.: 200, 290, Hobsbawm, E. J.: 5.3, 244.
292, 346. Hobson: 412.
González, J. Vicente: 154. \ Hochschild, M.: 421, 424.
González, Florentino: 308, 312. Hohenzollern, Casa de: 483.
González, Pablo: 391. Hooklam Frere, J.: 124.
González Videla: 514. Hope, T.: 27. ' , ' ■
Gordon: 269, 276. . Hostos: 369.,
Goulart, J.: 452, 473. Houston, S.: 346. \
Grimberg, C.: 89. - ' Hullet Brothers: 197, 286.
Grimoldi: 24. Humboldt: 22,' 66, 84. 105, 150. ■
Cual, M.: 112, 299. Hume, I).: 83.
Guarumba: 160.
. Güemes, M.: 106, 191, 192, 283; . ■. ' ' . I . . :
Guerra Báez, H.: 327, 328, 329.
Guerreiro Ramos, A.: 359. Ianni, O.: 447.
Guerrero, V.: 292, 303.: > ■Ibáñez, Geíieral:. 419, 472. .
Guevara, E.-: 540, 542, 547 y ss. Ibarguren, Carlos (h.>: 342,
Guodo, T.: 198, 207. Ibarguren, F.: 218, . ' -
Guillermo I?: 486. Imaz, J. L. de: 464.
Gúillermou, A.:' 89. 1 Ingenieros, J.: 218, 364/367.
Gutiérrez de la Fuente, A'.: 196, Irazusta, J.: 347. X
283.- . Iriarte, Tomás de; 126, 133, 267,
Guzmán Blanco: 358. 268, 271, 274. <■ y
Guzmán, Antonio Leocadio: 313. Irisarri, A. J. de: 201, 319, -320.
Guyau. J. M.: 374. Iturbide. General: 337, 345.
- /■'
Iturriaga,: J. E.: 385. Las Heras, G.: 213, 215, 262,
Isabel la Católica: 13, 15, 16. 284.
Isabel de Inglaterra: 28. Lastarria, J. V.: 351, 352.
Latorre, Coronel: 358, 372.
HJ' I •Lavalie,-J.: 267, 276, 27J.
Lavalleja, J. A.: 262. ■
Jackaon, A.: 346. La Vallette, Padre: 92.
Jauretche, A.: 197, 365, 460. Le Bon, G.: 367, 486.
Jaurés, J.: 471, 525. . Lecrere, General: 156.
Jean-Baptiste, St. Victor: 169.
Jenks, L. IL: 342. Lefevre, H.: 527. '
! Jorge III:¿264. , Legufa, Presidente: 419, 456.
: Jorge IV: 176, 264, 266, 271. . Lenin: 136,-139, 140, 400, 404,
J osé I de Portugal: . 92. 405, 412, 413, 415, 420, 443,
Jovellanos, G. de: 8’6, 87, 101, 445, 448, 482, 489, 497, 500,
111, 121, 334. ’■ 501, 502, 503, 504,
502,.503, 504, 505, 505, 506,
Juana la Loca: 18. 507, 508, 509, 512, 523, ¿24,
Juárez, B.: 348, 386. .' : 525; 526, 528, 529, 531, 532,
Juderías, J.: 79. ■_ ' <■? 533, 535, 540. ?
Justo, Agustín 1’.: 457. León, •>.
UVUH, J. rF.. ue.
de: 101.
1VÍ,
Justo, Juan B.: 464,- 500, 501, 502. Leopoldo^., Vizconde de: 269.
Lepper, Dr,: 278.
Levene, R.: 225.
Lewin, B.: 101.
Kamenev, L.: 420. .. Liebknecht, C.;499. .
Kauffmann, W. W.: 114, 115, llb> Lievano Aguirre, I.: 93, 94, 96,
L 116, 124, 125, ■ 174, 175, 221, 98,145,152,154,155,1-67.
. : 261, 264, 273, 298, 299, 300. Lieven, Condesa de: 264.
. ..Kautsky, K.; 405, 490, 497, .504, Lincoln, A.: 344, 490.
509, 525. Lins de Barros, J. L.: 443.
: Keyserling, H. de: 455, 456. ¿ Lipset, Seymour Martin: 464,
, Kipling, R.: 414.' Lipschütz, A.: 64.
. Kosminsky, V. E.: 76. . List, F.: 28, 178, 242, 395.
Kreem, W.: 342. Liverpool, Lord: 176, 265.
Krickeberg, W.: 55, 56, 57. .Lobo, Guerrero, Arzobispo: 93.
Krushev: 525. b Locke, J.: 362.
i Kugelman: 487. López, Carlos Antonio: 429. 442.
Kuusinen: 526, .■ López, F. S.: 297, 429. ..
' ■ '■ ' L 7 < '' López, familia: 191, 296, 297.
López, V. F.: 93, 95, 176, 216.
Labra, Rafael de: 130. 217, 218, 255, 286, 304.
I.abriola, A.: 525. Loyola, I. de: 88, 90, 91.
Lafargue, P.: 486, 52'5. ¿ Lozano y Lozano, F.: 150.
Lafayette: 311. - Luccok: 259.,
____
La Mar, General:'309, 312, 313. Lugon, Clovis: 96. ■ >
Landa, D. de: 56. . Lugones, L.: 96, 377.
Lara, General: 210. Luis XV: 92.
Larraz, Jj 22, 29; 84. Luis XVI: 109.
Larrázábal, A:: 127. Luis, W:. 419, 441.
Las Casas, Bartolomé de: 68,;78, Lunatcharsky, A.: 420.
79; 80, 81, 16'6,1'69, 225. Luxemburgo, R.: 497, 499, 525,
La''Serna, Virrey: 194, 196, 206, 535, 5401
1 209,210. Lynch,, J.: 102, 225.
Llano, M.: 126, 128. ' Mendonca, Renato de: 261.
Lloyd George: 3'66. Menéndez y Pelayo, M.: 138.
Merleau-Ponty: 528.
M : Methol Ferré, A.: 251, 591.
Mabragaña, H.: -197. Methuen, J.: 243, 261. •■■■;•
.Maceio, Marqués de: 269. ; ' Mijares, A. : 153, 154, 314.
Machado, G.i 402. Mill, S.: 359, 3'62.
Madariaga, S. de: 177. Miller, General; 209.
Madero, F.: 391. Miraf lores, Marqués de: 144.
, Magalhaes, S.: 243. Miranda, F. de: 88,112,113,115,
Magoon, C.: 580. • 116, 117, 148, 150, 151, 155,
Maladriga, Padre: 92, 257. ' ' 167.
v Malpica, C.: 58, 422. Mitre, B. : 171, 247, 255, 287, 288,
Mancini,. J.: 152. . 297, 304, .308, 319, 350, 351,
Mandel, E.: 469, 470, 471, 540. Moctezuma: 352. ' -
Mannheim, K.: 484. 57, 70, 84.
Mao-Tse-Tung: 404, 405, 413, Molinari,'D. Molina Enriquez, A.: 385.
428, 509, 525, 526, 527. L.:; 472.
Marat: 102'., Monje Gutiérrez": 425.
Mariana, Juan de: 91. Monteagudo, B-.: 147, 164, 179.
Maria Antonia de Ñapóles:. 109. . 304, 201, 204, 205, 207, 233, 286,
María Luisa de . España; 109, Montenegro, 321.
■ ' 110. - C.: 342, 345, 346,
Maria Cristina de España: 348. Montalvo, R.: 441. 3<7. .
Mariátegui, J. C 53, 95. ‘Monterroso.: 367.
Marinello, J.: 464. . . ■ . Montes, A. H.: 339.
. ' Máriño: 170, 186; ■ Montesquieu: 83,150.
Marquiegui, P.: 206. Morales: 161, 162. •
Marsh, M.: 342. Morales, Presidente: 333.
Marti, J.:. 370. . • Morazán, F. de: 146, 147, 321,
. Martins, J.: 257. ■ . . 338, 339, 344, 516. ■
Martinez -Estrada E. 365 Morelos :z 106, 192, 386, 389. .
<-A Martov: 497. . -v

Marx: 14,15, 20, 52, 53, 119,121, Moreno, G. R.: 214, 215, 216, 217,
122, 126, 136, 137, 138, 139. . 219, 220, 222, 225, 227, 232,
286, 353. . /
140,-.242, 308, 342,’ §89,.’ 399’ Moreno, M.: 201.
.400, .415, 443, 450, 478,
■" 479, Morgan, L. H.: 44, 51,
" ' 483, 484, ■ 485, Morillo;
' "482,
480, 481, General; 161, 93, 494. /
486, 487, 488, '489, 490,-491 Comandante,:■ 319, 320. .
-492, 494, 495, 496, 502, 519, Morillo, J.: 1’68, 219, 222, 281,
530, 532, Mosquera,
'524, 526, 528, 529. vow, " 283, 284.
"■ 533,' 534, ,53.8, 539, 540, 601. Mousnief, R.: 24. 27.
. Maximiliano de Austria: 20. •
Maximiliano de México.: 348‘, 353. Moyano, Sargento: 207>
Mozart: 340.-' .
.Mayer, G.: 450. 483. ~ Mujica, N.: '418.
A. Haver,. J. W.r 347., ' Muñecas: 106. 192. 233,
Medina Sidonia. Duaue de: 33. Murat, J.: 118,‘119.
Mehring,. F.: 478,.. 481, 482.' Murillo: 233.
. Melgarejo: 333. '
. M.eJngno: 215, 225, 250, '254. . ' N \ ; A
i - Mella, J. A.: 401, 402, 403, 404,
406, 407, 408.- . , Napoleón III: 348, 353, 368, 485.
Nariño, A. de: 111. - Pattee, R.: 158. '
Nasser: 430, 452, 531. Paz Estensoro, V.:. 425, 428,430,
Nearing, S.: 342. ■■ 452, 473. . / 'W: •//'
Neruda, P.: 424. : Ptíz, J. M. : 267. '■ -■ '
Nieto, Presidente: 332. Paz Soldán, M.: 197, 205, 207.
Nietzsche, F.: 374. Pedernera, J. E.: 349, 350.
Núñez, R.: 358. ’ Pedro I. d,e Brasil: 268, 269.
Pemán, J. M.: 35.
0 Peña, Roberto I.: 105/270, 284.
. Penaloza, A. V. :_160.
Obando, J. M.: 312, 315, 318, 319, Penaloza, L.: 192,193
320. Pereira, A.: 443. v
■ . Obando, J. : 510, 511, 514, 515. Pereira, C.: 19, 151, 154, 164.
Obregón, A.: 391, 420. . Perelman, A.: 459..
Ocampo, V.: 456. Pérez, J. G.: 207.
.« O’Donnell, General: 137. Pérez Petit, V.: 374. •
'O’Gorman, E.: 59. ' Pérez Vimora: 255.
O’Higgins: 187, 188, 189, 190, Pernoud, R.: 22.
281, 292/303, 328. Perón, J. D.: 365, 378, 406, 418,
■ Olañeta, Casimiro: 227, 228, 233, 450, 452, 459, 460, 464, 466,
; 313, 327. : ' .<'< 470, 472, 473.
Mariscal: 196, 198, 206, Perricholi: 145.
. Olañeta, Mariscal:
i 221, 222.
210, 221,222. Pessora, E.: 437.
O'Leary, D.:
“ 163,
- 169, 170,
— 173, Petión, A.; 156, 158, 161, 185,
207, 208, 209, 222, 229, 230, 299, 5171 .// ■
' < 304, 311, Pezuela, General: 194.
• Oliveira Martins, J. P.: 95, 98. Piar, General: 185, 186,
Orbegoso, General: 325, 326, 332, Piccirilli, R,: 286.
Oribe, M.: 331. Picón Salas, M,: 50, 57, 65, 70,
Orihuela, Fray Antonio: 189. 77,88,112. ...
Ortega y Gasset, J.: 454, 455. Pinelo: 192.
Ortega y Medina : 161. Pinilla, S.: 228, 229/231. -
■ Ortega Peña, R.: 352. Pío IX: 360.
> Osuna, Duque de: 85. Pipes, R.: 513.
■; Ots Capdequí, J. M,: 46, 48, 66. Piria, F.: 374. .
Oviedo, Padre: 80. Pitt: 115, 329.
Owen: 463, Pizarro, F.: 43, 49, 50, 56.
Planta, J. : 173.
t ; / ■■■ p Platas, J. M.: 361. z
Plejanov, J.: 497, 525.
Padilla, Juan de: 20. Plutarco: 150,
Padilla, General: 163, 185, 317.
- Páez, J. A.; 105, 153/163, 168, Poincaré: 379. \
170, 185, 293, 307, 308, 313, Poinsett, J.: 188, 290, 291.
* Polo, M.: 45. ;
314, 317, 318, 320. .
Pagador, S.: 192. Pombal, Marqués de: 98.
Palacios, A. L.: 376, -377, 378. Ponsonby, Lord: 263, 264, 265,
Palacios, Diputado: 132. 268, 270, 272,.273, 274, 276»
Palma, R.: 145, 210, 235. 276, 277, 278. ’ .
Palmerston,. Lord: 189. Popham, H.: 116.
Pantaleao, O.: 259. Portales, D.; 327, 328, 329, 331.
Parish, W.: 266, 285. Posada Gutiérrez, J.: 155.
Patino, S.: 365, 366, 421, <124. Pozo y Sucre: 88. ..
Prado, C.: 257, 447. . .285, 286, 287, 288, 304, . 308,
Pradt, Abate de: 120, 310, 311. 311, 350, 351. < 7 :
Preobrayensky: 525, < Robertson, W. S.: 112.
Prestes, L. C.: 437, 438, 439, Robespierre: 102, 257, 379,'
441, 442, 443, 444, 445, 446, Roca, J. A.: 358, 377. . ' '
451, 509. Rochembeau: 157.
Prestes, J.: 440, 441. Roda:. 101.
Proudhon: 87. Rodó, J. E.: 371, 373, 374, 375,
Pueyrredón, J. M. de: 204, 216. 376, 377, 378. -
. Púiggrós, R.: 15, 25, 48, 73, 454. Rojas, R.: 195, 358, 377.
, Pumacaua: 208, 337. Rodríguez, J. H.: 258,
Pumaruna, A.: 418. Rodríguez, General: 266, 282.
Rodríguez, Manuel: 146, 190.
Rodríguez, Simón: 149,'150, 236.
Rodríguez Larretá, E. : 418. '
Queluz, Marqués de: 269. Roosevelt, F.: 417, 459. ;
Quesada, V. G.: 268, 269. Roosevelt, T.: 370.
Quevedo, F. de: 22, 30, 33. Rosa, J. M.: 197, 285, 286.
Quintana: 123. Rosas, J. M. de:.266, 276, 278,
Quiroga, A.: 194, 327, 328, 330, 331, 347, 348,
' R ' .■ 349,- 350, 351, 364.
Rousseau: 111, 150, 229, 305.
Rakovsky, C.: 523, 525. Roxas y Patrón, J.: 271. -
Ramel, Comandante: 157. Rudenko, B. T.: 386, 387, 391.
Ramírez, M. A.: 516. Ruiz, T.: 337.
Ramírez, Coronel; 214. Rumazo González, A.: 172, 210,
Ramírez,F.: 254. ? y 308, 309, 310, 314, 318.
Ramírez Necochea; H.: 188, Ruy Barbosa: 358.
Ramos, J. A.: .146, 160, 212, 257, y. S '
277, 331, 365, 398, 446, 454,
458, 461, 510, 547. Saavedra, Conde de: 192.
Ramos Espinosa, A. : 422. \ . Sabine, G. H.: 91.
Ramos' Mejía, J?M.: 364, 367. Sabino: 258. . ' , ■
Raynal, Abate: 83. Sade, Marqués de: 528.,
Reed, J.: 388. Sáenz, M.: 172, 210, 312.
Réinaga, F.: 424. / ' Saint-Simón: 463.
Renán: 374, 375, Salaverry, F. S.: 325, 326, 331.
Renard, G.: 21, 37, 47. Salazar, General: 524.
Revenga, J. R.: 194. Saldías, A.: 260, 276, 277, 278,
Reyes Abadie, W.: 215; 250, 254. 331, 347, 348.
Reyes, E. O.: 144, 203, 314. Samhaber, E.: 162, 177, 191, 194.
Reyeros, R. : 235, 327. 196, 312, , -
Ricardo, D.: 470. San Alberto, Obispo; 105.
Ricci, L.: 93. Sánchez. Albornoz, C.: 255.
Riego, R. de: 123, 193, 194, 195. Sánchez Bustamante, D.: 421.
Ribeiro de Abreu e Lima, J. I.: Sánchez Carrión: 205.
293 | Sánchez, L. A.: 374, 377.
Riva-Agüero: 205, 332. Sánchez Cerro: 417.
Rivadavia, B.: 197, 198, 216, 217, Sapdino, G. A. : 509, 649.
218, 219, 221, 222, 247, 262, San Isidro, Conde de: 192. . -
263, 266, 268, 269, 270, 271, Sanjines, A.: 53,428.
274, 276, 277, 282, 283, 284, San Martín, J. de: 105, 113, 120,
123, 133, 146, 147, 148, 166, Soublette, General: 309.
186, 187, 188, 190, 191, 193 y Soulouque: 494.
• sb. hasta 219; 233, 236, 242, Spencer; 362.
244, 270,'273, 282, 2'93, 305, Spilimbergo, J. E.: 19, 478.
321, 325, 331, 344, 368, 378, Stalin: 54, 428, 445, 446, 459,'502,.
473. . 504, 505, 506, 507, 512, 514,
Santa Cruz, A.: 133, 202, 313, 523, 525, 526, 527, 535. . <
315, 321, 325, 326, 327, 329, Stettipius, E.: 459. 1
330, 331, 332, 333, 344. Strangford,'Lord: 217, 245, 260,
Santander, F. .de Paula: Í68, 261.
170,171, 173, 180, 288, 293, Suárez, F.: 91.
298, 307, 308, 309, 310, 311, Suárez, I: 209.
312, 315, 317, 318, 319,\321. Sucre, J. A. de: 202, 206, 208;
Santa María: 358. 209, 210, 213, 214, 221, 227,
Santos Choeano: 380. 228, 229, 231, 232, 234, 270,
Santos, Marquesa de: 269., 286, 293, 313, 317, 318, 319,
Saraviá, A.: 374. 320, .422, 494.
Sarmiento, D. F. : í29, 160, 348, Surrigancha, Conde de: 207. >
352, 366, 380. Svanstrom, R.: 89.
Sarrailh, J.: 87. . /' t
Sarria, J. G.: 319.
Sartre, J. P.: 528, 534, 536! Taine: 373, 374.
Scalabrini Ortiz, R.; 189, 266, Tamayo, F. : 370. >
271 274 ’ Tamborini, J. P.: 464.
Schilling, P.: 293, 447,'451, 452, Tayllerand: 216, 297. : '
Segall, M.: 187, 188, 190. Teja Zabre, A.:. 389.
Selva Alegre, Marqués de: 144. Terrazas, General: 388.
Séneca: 60.
Seoane, B.: 359. Thorez, M.: 504.
Seoane, M.: 424. Tito: .525.
Sepúlveda, J. Ginés de,: 78, 80, Toledo, D. F. de: 493.
81, 225. ' Toreno, Conde de: 127, 130.
Serge, V. :'524.- Torquemada: 27. .
Sergeant, J.: 298. Torre-Tagle: 145, 191,. 2'04, 206,
Serrano, J. M.: 233, 332. '207. . •
Servet: 79. > Torrente,. M,: 196, 206. .
Sierra, V.,: 35, 78. Torres, Embajador: 200.
¡Sierra, J.: 361. Torres Caicedo, J. M.: 345, 350,
Siles, H.: 419, 421. . ; . 368, 369.
Siles Suazo, 11.: 428. Tot, M.: 337.
Silva Herzog, J.t 386, 388, 389.
Silva, General: 209. Toussaint-Louverture: 156, 157.,
Silveira; O.: 439. : Trías, V.: 251, 252. .
Siqueira: 444. , : Tristán, P.: 332.
Sismondi: 311. Trotsky:. 53, 136, 139, 403, 405,
Smith, Adam: 29, 178, 308, 362, / 412, 420, 428, 445, 446; 450,
395. ■ 481, 504, . 505, 508, 518, 523;
Soares de .Souza, J. A.: 269. 524, .525,/ 526, 528, 529, 530,
Solanda, Marqués de:'144. 532, 533, .540, 541;
Soldevila: 13, 32, 39,102. ‘ Trujillo: 407.
Soler, ~ General: 267. Tupac Amaru: 70, 101, 337.
u W
Ugarté.'M.: 375, 376, 377, 378, Walker, W.: 341, 342.
. 399, 500, ■ . .Ward: 72.
Ulloa, J,.y A. de: 68, 70, 93. . ' Warden, Lord: 272. . .
Unamuno, M. de: .95, 110. . Washington, G. :- 395. .
Urdanéta, General: 318. Weber, M.: 209.
Uriburu, J. F.:,457. Webster,. C. K.: 172, 173, 174,
Urquiza,' J. S. de: 350. 189, 245, 261, 266, 272, 275,
Urriolagoitia, M.: 425. ■ 285, 291, 321.
Uslar, General: 177. Weill, G.: 484. '
Welseri 18.
W.elleslay, Lord: 125.
Wellington, Duque/de: 175, 176,
Valdés, General: 209. 177. .
Valdivia, IVde: 65. Wernek Sodré, N.: 244.
Valery, P.: 51. Westminster: 259. .
Valiente, Diputado: .132. Weulersse, G.: 21.
Valloton, II.: 486. . Whitaker, A. P.‘: 200, 289, 291,
Van Geel, Abate: 277.' 298. ••■■■••
Van Koi: 497, 498., White, G.: 194'. -
Vargas, G.: 406, 440, 441, 442, Wilde,'J. A. : 214.
.443, 444, 446, 447; 448,. 449, Wilson, H. L.: 391.
450, 451, 452. 457, 472, .473, Wilson, W.: 366. ■ I
Vargas Vila: 380. . Wittfoirel, K. A.: 52, 59.
Varonía:. 380. Wolfe. B.:. 497. 508...
Vasconcelos, J.: .380, 390. Worthington, W. G.: 188.
Vázquez, J. A.: 297.
Veciia y Mitre, M.: 233, 288. Z ■
Velasco,. General: 332, 333.
Velazquez, M. G.: 290. Zabala, L. de: 346.
Verrill, A. H.: 50, 56. Zapata, E.: 388, 391, 549. , .
Virens Vives, J.: 22, 25, 33; 34, Zasulich,- V.: 53.
09. . Zabaleta Mercado, R.: 426,
'■Victoria, General: 290. Zea, F. de: 169, 199.
Vidal, Presidente: 332. Zetkin, C.: .497. . / - '
Vilar, P.: 15,-26, 46, 75. Zinoviev, G.: 508.
Villa, ~P.: 388. 391., . Zinny, A.: 327;
Villalba, V. de: 225. Zuniárraga, J. de: 56.'
Villafuerte, Marqués de: .192.' Zum Pelde, A.: 377.
Villa Orellana’, Marones de: 144.■.
Villanueva, C. A.:, 221, 311. Y
Vistaflorida,.Conde de: 192. , .
Virtanen, A. I.: 469. / ' . Yegros, F.: 164.
Vizeardo y Guzmán, J. P.: 88, Yrigoyen, H.: 297; 398, 419, 456,
164. • . 457, 458. .
Volodarsky: 526..' . Yupanqui, Inca: 126,.,130, 132,
Voltairé: 83; 150. 136, 139, 140, 487, 489.
I
-1

■/

INDICE GENERAL
< . x.

■’ t . / I ,
Advertencia ....................................................................... 9
•Capítulo I. — LA ESPAÑA CABALLERESCA ......'/.... 11
1, Orígenes del particularismo español, 13; 2. La oposición
.i de la nobleza a la centralización, 15; 3. La Casa de Aus­
tria en el trono español, 18; 4. La influencia de las Indias ,
- en España, 20; 5. El régimen servil, 25; 6.'Extranjeriza-
ción del Reino y la ruina de la industria, 26 ; 7. Auge de
los arbitristas, 29; 8. Las clases improductivas, 32; 9. El
privilegio de la Mesta, 36; 10. La España que.- no viajó a ■
las Indias, 37.
1 ■Capítulo IL — EL BUEN SALVAJE .................... 41
1, ¿Geografía o historia?, 43. 2. La hegemonía castellana
en la Conquista, 45; 3. Los segregados de España, y Amé- ;
rica, 47; 4. El Imperio de los Incas, 49; 5. La propiedad co­ - '■
lectiva de la tierra, 51; 6, Toltecas, aztecas y «mayas, 55;
j 7. Fin y comienzo, 59. ■',■■■
Capítulo III. — COLONIZACION Y NACIONALIZACION '
DE LAS INDIAS ____ í...... 61
1. La fusión racial, 63; 2. La política cólonizadora, 64; 3. La
/ destrucción de las Indias; 66; 4. La ruina dé la industria'
/ española, 70; 5. ¿Capitalismo o feudalismo?, 73; 6. Las cla-
. ses rentistas, 76; 7. La leyenda negra y la leyenda rosa,
78; 8. Aristóteles justifica a los encomenderos,-79; 3. La< *,.
época de la calumnia científica, 81; 10. El continente dé los
leones calvos, 82; 11, El pálido despertar borbónico, 84;
12. EL clero americano, 85; 13. Un renacimiento español, :
86; 14, El humanismo colonial, 88; 15. Los jesuítas en Eu- >
. ropa y las Indias, 88; 16. Los jesuítas y el Estado Nacio­
nal, 90; 17. El absolutismo y la Compañía de Jesús, 92;
i 18. Las misiones jesuíticas en América, 93; 19. Encomen-
-deros contra jesuítas, 94; 20. El régimen social de las mi­
siones, 96; 21. La, destrucción de las misiones, 98; 22, El
(
retorno del latifundio, 99; ,23. Sublevación en las Indias,
100; 24. Las limitaciones del despotismo ilustrado, 101; 25.
La organización política en América Hispánica., 102; 26. Las
■tendencias . centrífugas en América Hispánica, 104; 27-
Clases y razas en la revolución, 105; 28. El resorte balcá-
nizador, 106. t.
Capítulo IV. — LA CRISIS DEL IMPERIO HISPANO-
CRIOLLO .<.'107
■1. La España del valido Godoy, 109 ; 2. Los adelantados de
la Independencia, 111; 3. El plan de Miranda, 1'12. 4. La
.política británica en las colonias' españolas, 114; 5, .El ■
error de la invasión militar, 115; 6. Los comienzos de Can-,
ning, 117; 7. De Carlos IV a “Pepe Botellas”, 118; 8. La
revolución nacional española, 120; 9. La parálisis, de la
. Junta Central, 21; -10. Ni guerra, ni revolución; 123; 11.
Las Cortes de Cádiz, 123; 12. Los diputados americanos‘en
las Cortes, 125; 13. “Serviles” y liberales,'127; 14. Lás
Juntas en América, 128; 15. EÍ discurso del Inca Yupan-
qui, 130; 16. La respuesta española, 132; 17. La revolución
en América Hispánica, 133; 18. La última defensa del libe­
ralismo español, 34; 19. Del Inca Yupanqüi a Carlos Marx,
136; 20; Marx estudia a España, 137. ■ ' (
Capítulo V. — LA LUCHA .DE CLASES EN LA IÑDÉ- ' .
PENDENCIA .................................................................. 141
1. ;La guerra civil én América, 143; 2. La revolución de:
los Marqueses, 144; 3. Lima y Buenos Aires, 145; 4. Fac-,
> tores de la balcanización, 146; ' 5. La. idea nacional hispa- .
noamericana, 147; 6. San Mártín como'-político, 148; 7." La
juventud de Bolívar’, 148; 8. Don Simón Rodríguez, 150;-
9. Las clases-sociales en la revolución, 151; 10. Esclavos,
: libertos y mantuanos, 153; 11. El conflicto íntimo del pa-
' triciado, 154; 12. La revolución nace.en Haití, 156; 13.-Bo­
lívar liberta a los esclavos, 160; 14; Él regreso de Fernán- .
do VIT, 161; 15. De la Patria Boba a la Gran Colombia,
;• ¡' 168; 19. El lugarteniente de la patria chica, 170; 20. Los
ingleses ¡y la emancipación, 171; 21. Un coronel británico -
en Bogotá, 172; 22. Terratenientes y burgueses en el ga­
binete de Londres, 174;. 23. La política bolivariana ante
■Inglaterra, 177; 24. Europa y América, Í79. .
Capítulo VI. — AYACUCIIO, A PASO DE VENCEDORES 18&
1.. El teatro geográfico de la guerra, 185;. 2. La sociedad
chilena, 187; 3. Buenos Aires y el Paraguay, 190; 4. San
: Martín en el Perú, 191; 5. 1820:..la revolución de Riego en.
España, 193; '6. San Martín negocia con los militares es­
pañoles-liberales, 194; ,7., La burguesía porteña traiciona
a América: Latina, ,196; 8. ¿Un .Imperib hispano-criollo?,
198; 9. El fracaso dé las Cortes liberales dé 1820, 200;
10. Guayaquil y el separatismo, 201; 11. Eclipse de San. '
Martín y Montéagudó, 204; 12. Crisis de la oligarquía
peruana, 205; 13. Hacia la batalla dé Ayacucho, 207.
' « ■
Capítulo VII. — DE BOLIVAR A BOLIVIA ............ 211
• l.; El pueblo de Buenos. Aires festeja a Bolívar, 213; 2. El' ,
partido, rivadaviano, 215; 3. Rivadavia se pone a los pies
de Fernando VII, 216; . 4. Cortesanos y toreros, 217; 5. Ri­
vadavia frente a San Martín y Bolívar, 219; 6. La tutela
marítima inglesa, 220; 7. Los intereses porteños?y el. Altó
■ • Perú,. 221; 8. Europa y la Independencia, .222; 9. El Alto'
Perú en el Antiguó Virreinato, 2'23;' 10. Los indios mitayos,
' 224; 11. Antagonismos económicos'en el Alto Perú, 226 ;
12., El separatismo áltoperuano, 227; 13. El nacionalismo
. latinoamericano de Bolívar, 228; 14. La oligarquía de Bue­
nos Aires renuncia al Alto .Perú, 23.0; 15. Las provincias
.' altoperuanas ,constituyen, la República Bolívar, 232; . 16.
Medallas y estatuas al. vencedor, 234;. 17,. La actitud de
Bolívar, _235.; 18. Don Simón Rodríguez en el Alto Perú,
' 236; 191 La Constitución bolivariana, 237.
- Capítulo VIII. — BALCANIZACION EN ÉL. PLATA .... 239
1. La rivalidad anglo-yanqui en América Hispánica, 242;
2. El fundamento de la política británica, 244; 3. La es­
tructura política' del. Virreynato, 245; 4. Burguesía comer-
cial y oligarquía ganadera, 246; 5. Las Misiones orientales -
y eL ártigüismo, .248; 6. La fámilia de Artigas, 249 ;?7. Ar- :
tigas, “caudillo de las Misiones”, 251; 8. La revolución
agraria, 242; 9. La.década artigüistá, 253; 10. Dé la<frag-'
mentación ibérica al misterioso Brasil. 255; 11. El.Brasil -
insurreccional, 256; 12. El .Brasil británico, 258; '13. La
Provincia Cisplatina y .los Braganza, 260; 14. El Congreso
de la Florida, 262; 15. Canning, y Ponsonby, 263 ; 16. Los
lacayos de Su Majestad, 265; 17. Intimidades no épicas dé
la batalla de Ituzaingó; 18. Un diplomáticó colonial; 268;
19. La caída de Rivadavia, 269; 20. Buenos Aires y Ma­
nuel José García, ?270; 21. El proyecto inglés de úna ciu-
■ 1 dad hanseátiéa en el Plata, 271; 22. El coronel Dorrego
, - y, el cortesano Ponsonby, 273; 23. La sospecha de los ser­
vicios'gratuitos, 275; 24. Al día siguiente de la segre­
gación de la Banda Oriental, 277.
Capítulo IX. — -EL CONGRESO DE PANAMA. ..........^ 279
1. La política de Chile y Perú, 281; 2. Cómo reciben los
porteños la invitación al Congreso de Panamá, 282; 3. Ri­
vadavia niega apoyó.al Congreso, 284; 4. Un juicio de Su- '
ere sobre Buenos Aires, 286; 5. Él separatista Mitre juzga . ;
al unificador Bolívar, 287;-6. La reacción de México, 288;
7. Ingleses y yanquis en la política mexicana, 290; 8. Cen­
tro América y Chile ante el Congreso, 292; 9. Un revo­
lucionario brasileño en los ejércitos bolivarianos, 293; 10.
• Bolívar y 'elDr. Francia, 294; 11. El aislamiento del Pa-
i ragúáyj 295; 12. Quiénes asistieron al Congreso, 297; 13.
' Las resoluciones simbólicas, 299; 14. El triunfo de Can-
ning, 300. . ?V.P' 1 !.¡'■ \ ; /’P.’
Capítulo X. — LA RUINA DEL PODER. BOLIVARIANO . 302
i'i. .Estructura jurídica y poder real,,304; 2. El separatismo
; ' de las. oligarquías exportadoras, 3Ó6; 3. Santander cons-.. ¿
■ ; pira, , 307; 4. Rebelión eñ ..Caracas, Lima y, Quito, 308; 5. , .<
Descrédito de Bolívar en Europa, 310; 6?Tentativa de ase-,'
. sinato del Libertador, 311; 7. Disolución de la Gran Colom- .
i bia, 313 ; 8. Bolívar reniega de la unidad latinoamericana,
314; 9. Vuelve 01 temor ala “guerra de razas”,. 316; 10.
; Asesinato de Sucre, 318; 11. Muerte de Bolívar, 320. , *
Capítulo XI. — DE MORAZAN A LA ERA INSULAR .. 323
. 1. La Confederación Perú-Boliviana, 325;-2. Portales y la -
oligarquía, chilena, 327; 3. Rosas o “el equilibrio del Plata”,
329; 4, Valparaíso y Buenos Aires se unen para destruir
la Confederación, .332; 5. La tradición española en' Cen- .
troamérica^ 338; 6. Serviles y fiebres, 334; 7. Clases y ra­
zas, 335; 8. Las Provincias Unidas de Centroamérica, 337; .
9. Capitalismo mundial y. fuerzas centrífugas,: 339; 10. El
separatismo de Carrera y los ingleses, 340 ; 11. Los fili/ .
busteros ; invaden Centroamérica, 341; 12. El General Ba­
rrios funda la República de Centroamérica, 343; 13. De las
, armas a la política; 14. De la fragmentación a la mutila- .
- ción, 345; 15. Invasiones y Congresos, 347; 16. Dos Ar-
... gentinas ante América Latina, 349; 17. La flota española
en el Pacífico, 352; 18; Del Congreso de Panamá al Ca­
nal de Panamá, 353. . '
Capítulo XII. — LA AUTOCONCIENCIA DE LA NACION
INCONCLUSA ..................... . ., ......,....... 355
)
1. El positivismo en Europa, 358; 2. El positivismo en
América , Latina, 360; 3. Positivistas yjíbaros, 36.2; 4. -
Ideología sin relaciones sociales, 363; 5. El racismo de Al-
cidés Arguedas, 364; 6, La agonía de lá Patria Grande, 367;
7. La unidad latinoamericana ep la literatura, 368; 8,;
. í Poetas y profetas, 369; 9. Rodó y el arielismo,. 371; 10. -
Entre Atenas y Gibraltar, 372; 11, 'El arielismo del bien
raíz, 373; 12. Manuel Ugarte o el coraje civil, 375; 13. La
“inteligencia” cap ¡tula ante la guerra, 37’6 14. El fin de
una época, 379. < ,
Capítulo XIII. — MOVIMIENTOS NACIONALES DEL SI- .
GLO XX: MEXICO, PERU Y BOLIVIA ............. 385
1. La ausencia de acumulación de capital en América La­
tina, 392; 2. Unilateralidad de la produccióp, 394; 3. De la
; imitación a la revolución, 395; 4. La Reforma Universita­
ria en 1918, 397; 5. La significación del aprismo, 399; 6.
Oligarquía y clase media, 400; 7. Polémica entre: Mella y
Haya de la Torre,. 401; 8. Nacionalismo y socialismo, 403 ;'
9. Imperialismo y capitalismo, 405; 10. “Clasismo abs-i
tracto y pluriclasismo abstracto”, 407; 11. Balcanización
y desarrollo combinado, 409; 12. Focos de civilización y ‘
estepas de barbarie, 410; 13. El núcleo teórico fatal ..del,
programa ¿prista, 411; 14. La idealización del imperialis­
mo, 413; 15. Naciones" opresoras y naciones oprimidas,
415; 16. La decadencia del aprismo, 416; 17. Ejército y
pequeño burguesía después de 1930, 419; 18. En marcha y
sin rumbo, 420; 19. Revolución en el Altiplano, 421; 20.
' Los pillos de la “democracia”, 423; 21. El nacionalismo
. toma, el poder, 424; 22. ¿La “Nación” boliviana?, 426; 23,
Importancia y peligros de la distribución de tierras,, 427.
-24. “Balance del "derrocamiento • de Paz Estensoro, 428. ■
CAPÍTULO XIV. — MOVIMIENTOS NACIONALES DEL SI-
' GLO XX: BRASIL Y ARGENTINA .......... ......... 431
1. Unidad y separatismo brasileños, 433. 2. La estructura
social, 435; 3. La europeización de la inteligencia, 436; 4.
Crisis y’ revolución, 437; 5. De la Columna Prestes a la
Alianza Liberal,. 439; 6. Vargas en 1930, 440; 7. El Ge­
neral Prestes se. convierte ál comunismo,'442; 8. La buro-
• cratización stalihista y Prestes, 445;- 9. El “Estado Novo”, .
477 ; 10. Industrialización y nacionalismo, 447,; 11. El sui­
cidio dé Vargas, 449 j 12. La criáis del, movimiento nacio­
nal, 452; 13. Argentina: los viejos y bellos días,.453; 14. "
Ortega, y el destino imperial, 454; 15. Las serpientes y el
conde.de Keyserling, 455; 16. Una Argentina industrial, ■
457; 17. Burguesía, proletariado y Ejército, 458; 18. Pe­
ronismo y clases sociales, 460; 19. La naturaleza política
deb Ejército, 461; 20. Conciencia nacional y conciencia de ¿
clase,,462; 21, Política' y “sociología”,' 463; 22. La oli­
garquía ganadera, 465; 23. Capitalismo industrial y pro- ,
piedad agraria, 467; 24. El exacto'límite de la revolución
.peronista, 469; 25. La unidad latinoamericana, 472. ' • “
Capítulo XV. — MARXISMO Y CUESTION NACIONAL . 475
1. El marco .histórico de los movimientos nacionales, 477;
2. Capitalismo y Nación, 479; 3. Marx y la idea de patria,
481; 4. La unidad nacional de Alemania, 482 ; 5. Cuestión
social y cuestión nacional, 486 ; 6." Irlanda y la dominación
.británica,-488; 7. El cónservatismó del proletariado .inglés,
489 ; 8? Errares de Marx sobre la colonización de lá,In­
dia, 490; 9. Engels, aplaude la agresión yanqui a México, "
'492; 10..Marx y Bolívar, 494; 11. La cuestión nacional en ■
el siglo XX, 495; 12. Un debate en el Congreso de Stutt­
gart, 497; 13. La cuestión nacional según Lenín, 501; 14,
• Naciones oprimidas y naciones opresoras, 503; Í5. Las cla­
ses en el movimiento, nacional, 505; 16. América Latina
y su cu.estiÓm nacional, 508; 17. Las Repúblicas quechuas
y aymaráes, 510; 18. El ins.ularismo stalinísta, 512; 19.
,EJ1 marxismo reivindica a’Bolívar,; 515.
Capítulo XVI. -i- TRADICION CRITICA Y HETERODO­
XIA CONSERVADORA EN- EL PENSAMIENTO SO­
CIALISTA ........ ...................... ................... 521
T. 'Deshielo y congelación, 524; 2. La tradición intelectual
. del marxismo, 525; 3, El marxismo de Estado y la pér­
dida del espíritu crítico, 527; 4. Las ilusiones de los clá­
sicos, 52'8; 5. La revolución de los países atrasados. 530 ; 6.
Las dificultades de una óptica europea, 531; 7. El stali-
nisíno sustituye a la socialdemocracia, 533; 8. El stalinis- .
mo en Argelia y Cuba, 534; 9. El socialismo y la pequeña
burguesía, 536; 10. Verdad y'razón de Estado, 537; 11.
El capital cultural acumulado, 539; 12. Cuba o el retor­
no a Bolívar, 542.
Capítulo XVII. — DE LA ISLA A TIERRA FIRME . ... A-. 545
1. De Zapata a Sandino, 549; 2. Indios analfabetos en las
milicias bolivianas, 550; 3. La supresión del programa, 7
del partido y dé la lucha política, 552'; 4. Una antigualla
modelo 1920, 55.4; 5. Burguesía nacional y movimientos na-/
cionales, 557; 6. Las clases^ en un país atrasado,'559;- 7.
El stalinismo y la burguesía; comercial, 561; 8. Síalinis-
líio y marxismo, 562; 9. La teoría dél foco y el stalinis­
mo, 566; 10. América Latina no es una nación, .569; 11.
¿Un cubano puede ser- extranjero en -Bolivia?, 571; 12.
¿Puede ser Panamá una Nación?, 574; 13. La Revolución
Cubana como ejemplo, 576; 14, Dé España a la Enmien­
da Platt, 578; 15. La sociedad cubana, 581; 16. El ejér­
cito de Batista, 584; 17. Además de los guerrilleros. 586;
-16. La tradición revolucionaria, 589; 19. Douglas Bravo .
en. los pagos de Bolívar, 591. ' .
Conclusión; BOLIVAR'ISMO .Y MARXISMO .......... 595
INDICE DE NOMBRES ...................................... 603
INDICE GENERAL ...;.............. 615

i • ' \ '.. . ' '

x
Jorge Abelardo Ramos , <
Historiador, Político Argentino. Es uno de los historiado­
res de mayor influencia en este país. Su estilo es directo y
nervioso, sagaz en el juicio, por la prosa tajante. Campea a
veces un leve sarcasmo como revulsivo saludable para repen­
sar los clásicos esquemas ideológicos. .
- Obras del mismo autor. “América Latina: Un país” 1949.
“Crisis y resurrección de la literatura argentina” 1954. “De
Octubre a Septiembre” 1959. “Historia.Política dél Ejército
Argentino” 1959. “Manuel Urgate y la Revolución Latinoa­
mericana” 1961. “La lucha por un partido revolucionario”
1965. “Revolución y Contrarevolución en Argentina” tres
tomos 1966. ..

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