BERENSTEIN Capítulo 1 Devenir
BERENSTEIN Capítulo 1 Devenir
BERENSTEIN Capítulo 1 Devenir
1 Berenstein, I (2004) Devenir otro con otro(s). Ajenidad, presencia, interferencia. Paidos. Buenos Aires.
2 Este capítulo está basado en el Relato para el 42° Congreso Internacional de Psicoanálisis, Niza, 2001.
3 "Psicoanálisis es 1. el nombre de un procedimiento para indagar procesos anímicos no accesibles por otras
vías; 2. un método de tratamiento de perturbaciones neuróticas basado en esa indagación y 3. un conjunto de
intelecciones que fundaron una nueva disciplina" (Freud. S.(1923[1922]).
formado por la clínica y algunas de sus formulaciones metapsicológicas. Las
inconsistencias son una suerte de falla, primero no existente, luego no visible, más tarde
visible pero no aceptable y luego progresivamente evidente como solución de continuidad
en las explicaciones derivadas de los conceptos base. Como estos dejan de ser coincidentes
entre sí puede creerse que el material clínico no es adecuado y lleva, en los primeros
momentos, a reforzar defensivamente aquellas mismas explicaciones que producen las
inconsistencias.
La práctica analítica individual se caracteriza por el análisis de las representaciones y los
afectos regidos por la lógica del principio del placer, derivadas de las marcas e
inscripciones y registros de las primeras experiencias, aquellas que las instituyeron en el
aparato psíquico y colaboraron en la construcción del mundo interno. Se llama
“primeras experiencias” a las que se deduce ocurrieron en el primer o los primeros años
de la vida, son objetos de reconstrucción en las sesiones a partir del relato de las
relaciones del yo con un otro ausente: los padres infantiles, que decimos se reproducen
en la transferencia. Al día de hoy podemos decir que un análisis sistemático y conducido
según regla no ha resuelto el sufrimiento de determinados pacientes o no los ha habilitado
para tramitar nuevos padecimientos y su evidencia son los segundos o terceros análisis. La
relación con otro analista abre una promesa de nueva significación y alivio al sufrimiento
emocional en tanto se trate de resolver las modalidades de repetición. Quizá haya lugar
para comenzar a cuestionar la misma teoría de la repetición, lo cual quiere decir acotarla.
Cómo señala Green (1990), Freud aportó, con la pulsión de muerte, una respuesta a la
causa de muchos obstáculos técnicos viendo que desafiaban el poder del analista, en la
combinación entre repetición y destructividad. Si, como dice este autor, el riesgo para la
teoría de lo inconsciente son las concepciones que otorguen importancia excesiva a lo
conjetural, a lo real, a los sucesos, quizá sea momento de formular y otorgarle carácter
fundante a los acontecimientos y en ellos a los inaugurados en el vínculo con el otro y a
su incidencia en la producción de inconsciente así como de nuevas inscripciones.
Laplanche (1992), entre otros, ha destacado el papel del otro aunque desde un punto de
vista un tanto diferente al que se va a desarrollar aquí.
A partir de los años '40, como fue dicho mas arriba, los analistas fueron tratando poco a
poco con los padres de los niños y de los pacientes regresivos de los que se decía no poder
contar con su propio yo. Los padres de los niños en tratamiento se hacían
necesariamente presentes pero eran considerados más como obstáculos o, a lo mas,
acompañantes obligados y desde la identificación de analista con el pequeño sufriente
registrados como causa del desorden infantil. Se fueron instalando lo que primero fueron
entrevistas y luego con más firmeza el tratamiento analítico del vínculo familiar. Ello
permitió volver a examinar la relación con el y los otros y produjo nuevas formulaciones
metapsicológicas, algunas de las cuales se presentan en este libro.
Las prácticas pueden ser consideradas en general como la aplicación de una teoría dada,
establecida previamente o pueden ser instituyentes de un campo, que comienza de una
manera poco precisa y se va definiendo paulatinamente, con lo que entonces surge la
necesidad de nuevos términos pues los anteriores ya no la representan. Aunque se puedan
rastrear antecedentes, como el uso del término inconsciente a mediados del siglo XIX, la
práctica psicoanalítica inauguró una forma de pensar al establecer una nueva
determinación basada en lo inconsciente, instituyó una novedad radical. La palabra,
aparentemente la misma, nombraba un hecho nuevo. Pero se podría considerar que la
creación innovadora de Freud fue la sesión analítica individual, un dispositivo que
relacionaba al paciente con el analista permitiendo al primero conectarse con su
interioridad y al segundo ayudandolo a tomar contacto con las determinaciones
inconscientes. Estaba ubicado detrás, tratando de quedar por fuera de la visión, en
posición de atención flotante para no interferir ni ser interferido por las ocurrencias
provenientes de su propio inconsciente. En este espacio clínico surgieron la
transferencia y la contratransferencia. Luego se expandieron las consideraciones
metapsicológicas, con lo cual tuvimos una doble novedad: la manera de realizarse la
práctica [método y encuadre] y la forma de ser pensada [teoría].
2. El lugar del otro. Frente a un universo cambiante, como psicoanalistas, algo nos otorga
unidad, reconocimiento y pertenencia: las 'premisas' basadas en las teorías de lo
inconsciente, el complejo de Edipo, las identificaciones, la transferencia y algunas pocas
mas. En esa unidad pueden caber diversas concepciones psicoanalíticas, distintos puntos
de vista, derivadas de diferentes lecturas, así como de distintos recortes conceptuales o
idiomáticos, científicos y culturales que pueden incluso apoyarse en las traducciones del
alemán, idioma original de Freud, al castellano, inglés, francés u otras lenguas.
Periódicamente, como ocurre en la ciencia o en la política alguno de esos puntos de vista se
constituye en una visión y una versión oficial y aquellos que la cuestionan desencadenan lo
que llamamos 'controversias' que luego podrán ser o no ampliaciones. Pero ocurre que a
su vez pueden constituirse en nuevas versiones oficiales que desencadenarán nuevos
cuestionamientos. Todos nosotros parecemos movernos entre lo que suponemos
establecido, aunque sería mas adecuado decir ‘instituido’, lo que asegura un cierto orden y
estabilidad y aquello que se presenta inopinadamente y sorprende al espíritu por venir
desde fuera de un lugar instituido en la estructura. En la primera posición todo ocupa un
lugar y está regido por leyes bastante precisas. Podemos conocerlas o no todavía, pero la
presunción es que en algún momento tendremos acceso a ellas. Esta formulación tuvo su
innovadora realización en el estructuralismo que impregnó el conocimiento en la
segunda mitad del siglo XX. La segunda posición se da a conocer a partir del malestar de
reconocer que ciertos hechos parecen no tener lugar en la estructura y debiendo
reconocer que es difícil pensarlos desde ella. Esto vino principalmente desde el campo
político, del Mayo parisino del ´68 ¿Cómo y dónde ubicar el acontecimiento si se postula
que no tiene un lugar establecido? Mas, si “donde” no es la pregunta respecto de un lugar
ya instituido, sea el de la propiedad del sujeto, sea el de la ajenidad del otro, sino el lugar a
dónde habrán de advenir, ¿Cómo pensar este lugar, desde dónde? (Tortorelli, A., 2002)
¿Pero a su vez cómo pensarlo desde una subjetividad instituida desde la idea de
estructura allí donde cada elemento tiene su lugar? El psicoanálisis inicial, el de ayer, de
enorme potencia modificadora en el medio que debía hacerle lugar pasó a tener una
situación estable (Moreno, 1997). Y fue pasando por modificaciones. A su vez el
psicoanálisis mismo amortiguó su potencia inicial, seguramente por varios motivos. Pero
uno de ellos, inconsciente y reprimido para los propios psicoanalistas es que no pudo
evitar y fue aceptando, casi sin darse cuenta, una orientación solipsista en sus propias
formulaciones. Aún pretendiendo dar un lugar al objeto externo hay una resistencia a
otorgarle lugar de otro. Aquí cabe una aclaración: en el solipsismo, que impregna por lo
general las concepciones sobre lo individual: el 'ismo' consiste en declararlo
determinación absoluta y general, las relaciones con los otros dependerían
exclusivamente del yo, con dificultad a ser pensadas como determinantes del yo en su
devenir sujeto.
El otro y el sujeto que se llama a sí mismo “yo”, se determinan ambos entre sí y a lo que
sucede entre ambos. Desde hace un tiempo le llamamos a esta concepción ‘vincularidad’,
con lo que denominamos a la producción de relaciones entre los sujetos. Solipsismo
viene de solus ipse: "yo solo", posición desde la cual se postula que todo se reduce a la
conciencia propia. Son varios los términos que hablan de la relación del yo consigo mismo.
Uno de los términos de origen griego es Autos y refiere a una vuelta sobre si mismo
después de un hacer algo por fuera de ese yo, algo parecido a una reflexión. Podría
considerarse un pasaje por un exterior pero no por un otro. Términos que lo contienen son
autismo: vuelta sobre si pero sin otro; autoengendramiento: origen en sí mismo como
condición para ser reconocido. Otro término es Ipse y podría referirse a lo propio, sin salida
y sin relación, no es el yo que pasa por otro sino toma al otro desde el yo, no puede saber
del otro salvo desde el yo propio. El solus ipse da la figura del solipsismo. Otro término es
Idem, que parecería incluir una mediación sobre el otro y sobre lo otro, de quien se toma
una referencia. Estamos explorando distintas facetas del principio de identidad, aunque
en su versión de la semejanza, del semejante y su relación con lo otro y el otro, a quien
considera como imagen y semejanza del yo dada las identificaciones y el mecanismo
proyectivo. Otra modalidad muy diferente es considerar al yo como otro entre otros
mediante una diferencia radical, una ajenidad, como propiedad que los determina a
ambos. (Berenstein, I., 2002b)
3. Aplicaciones y ampliaciones. A partir del campo inaugurado por el psicoanálisis y su
doble práctica, su fundador intentó nuevas lecturas de otros campos vecinos como la
antropología (Freud, 1913 [1912]), la sociología (Freud, 1921), la cultura (Freud, 1915a)
(Freud, 1930 [1929]), la historia (Freud, 1939 [1934-38]), la religión (Freud, 1927), la
biografía (Freud, 1910), la educación, la psiquiatría a través de una interpretación de la
psicosis (Freud, 1911 [1910]), la psicología y otros. Son las aplicaciones del psicoanálisis o
análisis aplicado y aunque también de ellas se espera que surjan intelecciones que
modifiquen la teoría psicoanalítica. Pero se considera fuertemente como fuente de
producción teórica a la práctica específica en el campo clínico, de la sesión individual.
La práctica teórica, no por teórica menos práctica, comprende realizar formulaciones de
dos tipos: i) las derivadas del material clínico en vías de hacer una generalización como
ocurrió respecto de la histeria, la fobia o la neurosis obsesiva, entre otros cuadros
psicopatológicos; ii) 'las especulaciones', como frecuentemente las llama el mismo Freud
en tono de disculpa, de mayor alcance con elementos tomados i) y algunas teorías de otros
campos. Son ejemplos el capítulo VII después de los seis primeros en la Interpretación de
los Sueños, la Metapsicología de 1915 o las consideraciones sobre la pulsión de muerte,
en 1920.
En el análisis de los pacientes adultos, como se puede observar en los Historiales Clínicos
freudianos, hay inferencias y referencias fundantes provenientes del mundo infantil y de
la estructura familiar. El primero constituyó lo que luego se consideró el ‘niño interno’,
integrante a su vez de una ‘familia interna’ cuyos roles y funciones se adscribieron al
mundo objetal y al funcionamiento de partes de la personalidad.
Con el transcurso del tiempo se estableció la práctica del psicoanálisis de niños y la
oportunidad de investigar el mundo infantil en el propio niño, no solo el inferido desde el
adulto. Va de suyo que se hizo necesario diferenciar el 'niño interno', construido en la
sesión del adulto o en la del niño, del niño – sujeto que está en análisis, aquel vinculado
con el analista.
Los niños cuanto mas pequeños menos disponen de las palabras para expresar sus
emociones y ocurrencias por lo que se hizo necesario modificar la práctica analítica.
Cuando se fundan y establecen otras prácticas se generan cambios en la teoría y un ejemplo
acabado y preciso fue lo ocurrido en el análisis de niños desde el uso reglado de la técnica
de juego de Melanie Klein4. Aunque hoy es generalmente aceptado, pero en su momento
desencadenó no pocas controversias acerca de si era análisis o no. La teoría de las
posiciones, del superyo temprano, de la identificación proyectiva son ampliaciones, es
decir formulaciones originales que ensancharan el campo del psicoanálisis reformulando
sus concepciones de base manteniendo las propuestas que lo definen como tal. Desde allí
modificaron la comprensión, por lo tanto la práctica del análisis individual con pacientes
adultos: interpretaciones tempranas de la transferencia, incursión en funcionamientos
psicóticos de la mente y técnicamente llevó a una profundización en el conocimiento de la
contratransferencia, lo que posibilitó una mayor presencia del analista.
Desde hace varios años se introdujo el análisis de la pareja y la familia, que habiendo
comenzado como una aplicación del psicoanálisis permitió investigar y tratar el vínculo
familiar, trayendo una innovación y un cambio de técnica que implicó una práctica y a su
vez permitió desarrollar producciones teóricas que a su vez modifican aspectos de la
comprensión del análisis individual. Así como no habremos de confundir al 'niño interno'
con el niño en análisis tampoco se deberá confundir el mundo de los objetos internos que
constituyen una familia interna con el vínculo familiar observado y tratado como tal. Se
trata de un 'paciente vincular', no solo una agregación de familiares o una suma de ellos
4 "Melanie Klein (1932, 1955) formed the original theory that the relative lack of verbal free association in
children need not be a barrier to psychoanalyzing them because, in an analytic setting a child's use of toys in
indirected play, considered in conjunction with its sponaneous speech, song, sounds and movements, can be
taken as an inmature equivalent of the free association of adults. She therefore began to give her child
patients very small simple toys to use in their sessions with her. She made no restrictions on what the child
should do with these materials, other than that they should not be used with physical destructiveness against
the patient themselves, the analyst or the room and its contents. She also, of course, allowed children the
same privileges as adult patients, in that the children were encouraged to say whatever thoughts or feelings
occurred to them, secure in the knowledge that confidentiality is guaranteed and punishment, physical or
moral, eschewed. To this verbal carte blanche and open-minded scrutiny of the details of the child's use of the
toys she added detail attention to its nonverbal sounds, songs and movements " (Isaacs Elmhirst, 1988)
5 Esta sesión es de un conjunto de sujetos, dos, si son pareja, o mas, si son familia, ligados por un vínculo
enmarcado en la estructura del parentesco. Están sentados frente al terapeuta, hablan libremente en contacto
con los otros y el analista escucha el discurso del conjunto para captar la estructura profunda que liga a estos
sujetos determinados por el vínculo inconsciente, nombre de la estructura profunda que produce sus propias
formaciones de superficie: los nombres propios, el espacio y el tiempo familiar, los reproches, los mitos
familiares y otros (Berenstein, 1976, Puget y Berenstein, 1988).
instrumento de esta práctica es la interpretación de las producciones sintomáticas del
vínculo así como de la estructura de sujeto producido por esa relación específica. Siendo
otra de las ampliaciones del psicoanálisis, esta práctica hubo de generar formulaciones
metapsicológicas distintas de las que produjo el análisis del paciente individual y su
inclusión llevaría a modificar algunas de las postulaciones de la teoría psicoanalítica.
Siendo la situación quien determina los términos en que se ha de expresar (Campagno M.,
Lewkowicz I., 1998) el uso de términos y conceptos de otra práctica tiene un efecto de
lechos de Procusto como ocurre cuando la representación preexistente debe aprehender
una nueva práctica que excede precisamente la representación. Quisiera enunciar entonces
en este capítulo una serie de proposiciones para describir las intelecciones surgidas de la
práctica vincular. En los capítulos sucesivos los retomaré y serán ampliados pero es
conveniente verlas antes en conjunto.
4. Lo vincular. Hemos usado 'vínculo' en el sentido amplio de una situación inconsciente
que, ligando dos o más sujetos, los determina en base a una relación de presencia. El
término y el concepto de vínculo ha sido usado previamente por varios autores como
Pichon Riviere (1956-57), Bion (1967) y seguramente otros aunque con un sentido
sensiblemente diferente. Entre nosotros también hay variadas versiones. Ver Moreno, J.
(2002), Moguillansky, R. y Seiguer, G. (1996), Pachuk, C. Friedler, R. y otros (1998). De este
término deriva lo que llamaremos ‘lo vincular' (Berenstein y Puget, 1998). Como se verá
más adelante vamos a relacionar y diferenciar dos campos llamados relación de objeto6 y
vínculo de (entre) sujetos, lo cual involucra una consideración del sujeto, del lugar del
otro y su diferencia con el objeto interno y la noción de objeto externo, la realidad interna y
su relación con la realidad externa, la semejanza, la diferencia y la ajenidad, la
'multiplicidad del sujeto'.
Proponemos los siguientes puntos acerca de la vincularidad:
6 Para una consideración del papel de la reformulación de la teoría psicoanalítica en términos de relación de
objeto ver Green (1988) En Green A. (1996) La Metapsicología Revisitada .EUDEBA. Buenos Aires. También ver
Moguillansky R. Vínculo y relación de objeto. Polemos. Buenos Aires. 1999.
4. 1) Vínculo entre sujetos. El sujeto resulta de la investidura7 del yo, es decir las zonas
erógenas, el yo corporal, parcial, inicialmente fragmentado. Esa investidura es a partir de
los otros. No sabemos que sucede con el bebé, por lo tanto solo podemos deducirlo.
Podemos suponer que el bebé quizá registre su cuerpo como completo y no como parcial,
con funcionamientos faltantes. No puede faltarle que no tuvo. Lo que “viene luego” según
la visión del observador adulto presupone algo constituido, una unidad a la que debería
llegar, una integración, un desarrollo que solo es sabido desde después, y no responde a un
devenir para el sujeto imposible de conocer en tanto tal. Recuerdo que cuando estudiamos
historia en el colegio secundario en los manuales se enseñaba, y por lo tanto contribuía a
nuestra educación, que después de los griegos venían los romanos, después de los romanos
venía la Edad Media y después la Edad Moderna y así sucesivamente. Sugiere la idea de
que todos ya están allí esperando su turno para entrar, venir, aparecer en la escena que
estaría preparada para recibirlos. Otra posición histórica sería una concepción tal que el
mundo griego siendo la totalidad para su época era todo el mundo conocido, nada había
mas allá. Luego se constituyó en un elemento junto a otros que advenían y lo convertían en
parcial, en parte del periodo siguiente. El pequeño no sabe que luego de lo oral vendrá lo
anal y lo genital, o que después de la simbiosis viene la discriminación, porque cada
momento sería una totalidad. Lo que adviene se conoce después y nunca antes. La boca del
le permite comer, tener placer, sufrir y también conocer. Lo parcial forma parte de una
totalidad. Es posible que la fragmentación provenga de la observación de personas con una
disolución psicótica y luego atribuido al infante como un origen. Es posible aplicar esta
consideración a otros modelos evolutivos.
hijo que se parece a su padre sin ser idéntico. La identificación logra parecidos no semejantes (Oelsner,
2000).
también se producen marcas inconscientes originarias propias de la pertenencia a esa
relación. Ellas establecen una suplementación de su yo- sujeto constituido en su
infancia e instituido nuevamente como sujeto de la relación de pareja: es sujeto del
vínculo. El 'desear ser' (identificación) como el 'deber pertenecer' (imposición), tanto el
infantil como el actual, conllevan una fuerte marca socio-cultural, como ocurre con los
padres y los otros habitantes del conjunto social a los que se pertenece, representado por el
barrio, la ciudad, el credo religioso o la clase económica. Ello lo hace sujeto social. Se es
inconsciente de las marcas de la cultura, de la época y del tipo de subjetividad que ésta
determina. Dice Lucien Fevbre (1987) que el sujeto se parece mas a su época que a sus
padres. El otro inviste y recubre al yo e impone una marca no dependiente sino
suplementario del deseo del yo. En el vínculo entre sujetos, ambos deseos no remiten a uno
solo. El deseo del otro es enigmático y como todo enigma no espera una respuesta sino una
significación. La imposición desde el otro es irrecusable y ha de realizar con ella un
conjunto de acciones. El lugar del otro también se significa desde la relación de objeto
proyectada y se reúne con la determinación proveniente del vínculo. Este parágrafo se
comenta en el próximo capítulo 2.6 y 2.7.
En base a la identificación se produce un yo escindido y en base a la imposición se
9 Es 'múltiple' el conjunto de suplementaciones del sujeto correspondiente a cada vínculo significativo, de los
varios a los que pertenece.
10 Aquí se usa 'subjetividad' en un sentido fuerte y preciso como referido al proceso de constitución del sujeto
y todo lo atinente a él desde el punto de vista psicoanalítico. No es usado en el sentido débil y convencional
y mas como adjetivo ("opinión subjetiva") cuando se le otorga un sentido desvalorizado para calificar los
dichos o sentimientos teñidos por lo personal y no sometido al escrutinio propio de lo riguroso. De cualquier
manera remite a lo propio del sujeto en tanto no se considere éste solo como persona o como entidad
gramatical.
disocian (Véase capítulos 2.3 y 6).
4. 2. Modalidades de vínculo en la familia. En toda familia hay varios tipos de vínculo: el
matrimonial, el filial, el fraterno, el avuncular. Me he ocupado de ellos anteriormente
(Berenstein, 1976, 1990). Pero desde el punto de vista de instituir subjetividad quizás
convenga decir que la familia reúne dos tipos de vínculo: i) el de pareja, cuyos integrantes
son dos sujetos, que provienen de una estructura familiar distinta, donde la diferencia
sexual es un punto de partida. Este vínculo es dable que produzca novedad, algo no
previsto en la estructura previa. Probablemente lo sexual atenúe la diferencia en su sentido
más radical haciéndolo pasar por la diferencia de sexo. La aspiración a efectivizar el
reconocimiento jurídico de parejas del mismo sexo presentará nuevas circunstancias para
este tipo de vínculo haciendo más efectivo y mas conflictivo el sentido de la diferencia. En
cada pareja se iniciará un trabajo de ligadura de las diferencias, sin abolirlas por el hecho
de la pertenencia a ese vínculo que reconoce, retrospectivamente, un momento inicial
llamado ‘encuentro’ sexual y amoroso. Este tipo de relación a su vez los constituye como
sujetos singulares y específicos de ese vínculo, pues ya no serán los mismos que antes de
pertenecer a él. Podrán ser otro con otro, pero nunca el que se es con este. La pérdida del
otro y del vínculo en la separación matrimonial, por lo tanto de la pertenencia y
especialmente de la posibilidad de instituirse como sujeto singular en esta situación, forma
parte de un duelo dotado de especificidad porque nunca se ha de tener la misma relación
con otro; ii) el vínculo entre los padres y el o los hijos es de estructura. El sujeto instituido o
por instituirse ocupará lugares y le marcan una pertenencia que investirán al yo así como
éste deberá investirlos, convirtiéndolo en lugar propio, que limita con los otros lugares.
Estos se determinan de a pares o por el conjunto, el de los lugares de cada uno y el de los
otros de la estructura de parentesco. Son lugares: el del Padre, el de la Madre, el del Hijo y
el del Cuarto término, aunque su destino sea disolverse en tanto lugar (Berenstein, I., 2001).
Con los personajes del parentesco el yo compone su relación de objeto que retiene el
carácter infantil de su constitución.
4. 3) Relación de objeto y ausencia del otro. La fantasía inconsciente y la fantasía diurna
son producciones internas y recubren la relación con el otro. Su significación corresponde
al yo, aunque no del todo por que la cualidad de presencia del otro excede lo proyectado.
La preeminencia es del yo dada la relación de objeto que es proyectada en el objeto
externo. El otro ofrece un sector semejante, se asimila mediante la identificación, la cual
tiene mucho de imaginario y hace a su apariencia similar al sujeto. 'A quien se parece' es la
cuestión acuciante que ocupa a la familia ante un recién nacido. Respondido desde varios
lugares conforma una red identificatoria que envuelve y apresa al futuro sujeto incipiente
con el cerrojo del principio de semejanza. De inmediato, en el mismo acto le llega lo
diferente: un yo (el bebé) tiene la boca y el otro (la madre) tiene el pecho, o uno tiene el
pecho (la madre) y el otro no (el padre). El bebé puede tratar de anular la diferencia y por
identificación sostener que al 'tener-lo' es (del verbo 'ser') como el pecho, y luego es la
madre o la hermana (su persistencia se constituirá en el punto disposicional de la
homosexualidad masculina). El cómo que acompaña a ser es una herramienta que permite
la comparación y equipara ambos términos. La inevitable ausencia del sujeto materno o
paterno y a su vez lo que permite aceptarla es la constitución de la relación de objeto. Hay
una equivalencia entre ésta y la ausencia de quien instituyó esa marca a partir de las
experiencias fundantes11. Se debería diferenciar entre objeto externo y otro en base a que
el primero se centra en el yo, de quien es objeto, en tanto el segundo se opone al yo como
su contrario, le ofrece la posibilidad de una característica novedosa, propone una
presentación que excede la re-presentación y lo enfrenta con una ajenidad.
4. 4) La ajenidad en el vínculo A pesar de la identificación algo del otro no se puede
incorporar y aun en lo semejante y lo diferente no se puede homologar: es lo 'ajeno'
inherente a la presencia del otro12. El sujeto y el otro no son partes de una supuesta unidad
ni tampoco constituyen una sumatoria sino componen una situación de dos a pensar desde
el Dos y han de requerir operaciones distintas, una de las cuales es la imposición. A
medida que avance el análisis de la ajenidad se podrán describir otros mecanismos, ya que
11 Green (1988) comentando la cita de Freud de "La negación", -"... sin que el objeto externo tenga que seguir
estando presente"-, dice: "La teoría de la representación puede remitir a lo que existe pero no está presente ,
donde esto puede remitir a lo que no existe pero que yo he fabricado"
12 Green (1988), en un sentido similar, incluye la bisexualidad masculino-femenino y la dualidad amor-odio
en la relación fundamental yo-otro: "ningún yo puede bastarse a sí mismo y ningún yo puede colmar al otro,
ningún otro puede sustituirse al yo y ningún otro puede colmar al yo".
no se deja transformar en ausencia y no se puede simbolizar. En una relación significativa
ajenidad es todo registro del otro que no logramos inscribir como propio, no obstante lo
cual, creyendo que es posible, hemos de intentarlo hasta aceptar, nunca del todo y a
regañadientes esa imposibilidad. He aquí la paradoja propia y constitutiva del vínculo.
Tampoco el otro puede hacerlo con lo ajeno del sujeto y el no cumplimiento de esta
presunción. Es la herida que el otro aporta al sujeto y tiene por delante dos caminos
posibles: se constituye en drenaje narcisístico con lo cual para restituirla esa investidura se
volverá sobre sí rehusando la ajenidad o inicia el camino de la desilusión y la posibilidad
de establecer un lugar donde antes fue herida. Si en el primero el dolor es la no
coincidencia con la representación en la segunda es el trabajo con la presentación del otro.
Ver capítulo 2.3 y 3.6
4. 5. Presencia y ausencia. La presencia es esa cualidad, suerte de evidencia del otro que
incide fuertemente en mi como sujeto o si es mía incide en el otro, impone una marca, me
y lo modifica. No admite su inclusión imaginaria. Presencia se diferencia de exterioridad,
no solo lo que se discierne si además de estar adentro está fuera del yo (juicio de existencia)
sino y principalmente constatará que no figura en la interioridad, no se deja convertir en
ausente y no permite inscribirse como objeto, ya que cuando lo hizo ha de habitarla. La no
tolerancia a esa presencia y a sus efectos y su anulación radical, la desmentida, caracteriza
la psicosis. La relación con lo ajeno inaugura un nuevo funcionamiento al no dejarse
incorporar como perteneciente al yo y no poderse rechazar y ubicar fuera del yo según el
principio de placer-displacer (juicio de atribución). La presencia se opone al juicio de
atribución. Lo ajeno se regula por el juicio de presencia y decide si el otro puede pasar a ser
ausente, desaparecer como ajeno o teniendo presencia requiere de parte del sujeto hacer las
operaciones requeridas para modificarse. Si, en términos de Freud (1925), para el yo-placer
originario son idénticos lo malo, lo ajeno al yo, lo que se encuentra afuera, diremos ahora
que lo ajeno puede ser fuente de dolor si hiere lo narcisista, pero también puede ser fuente
de novedad, de descubrimiento y motor de los vínculos. Ver capítulo 2. 5.
Muchas preguntas presuponen la respuesta. La pregunta acerca de cómo es posible
conocer lo ajeno si no tiene registro previo presupone que solo podemos conocer lo que
esta en nuestras representaciones. Solo conoceremos lo previamente inscripto y que el yo
pueda representar, aquello que el yo pueda proyectar en el objeto a conocer. En esta
pregunta la presencia es considerada solo como exterioridad, forma elemental de
percepción mas ligada a la sensación cuando en realidad estamos ante un complejo proceso
psíquico donde interviene el juicio y la decisión de si existe conjuntamente o no como
representación. Para eso habrá que aceptar que además de los dos juicios establecidos por
Freud en su hermoso trabajo sobre la Negación contamos con uno tercero: el juicio de
Presencia (Berenstein, 2001, Pág. 17). El recordar va en búsqueda de la identidad y la
coincidencia con la imagen anterior en tanto que el juicio es movido por las diferencias.
“El complejo del prójimo se separa en dos componentes, uno de los cuales
se impone por una ensambladura constante, se mantiene reunido como
una cosa del mundo, mientras que el otro es comprendido por un trabajo
mnémico, es decir, puede ser reconducido a una noticia del cuerpo propio.
A esta descomposición de un complejo perceptivo se llama su
discernimiento; ella contiene un juicio y halla su término cuando por
último alcanza la meta. El juicio, como se advierte, no es una función
primaria, sino que presupone la investidura, desde el yo, del sector dispar;
en principio no tiene ningún fin práctico, y parece que al juzgar se
descarga la investidura del ingrediente dispar, pues así se explicaría
porque las actividades “predicados” se separan del complejo – sujeto
mediante una vía mas laxa.” (Freud, S., 1950(1895), pág. 377)
En este contexto volvamos a considerar el juego del carretel (Freud, 1920). Lo comenté
anteriormente (Berenstein, 2001b) para modelizar el vínculo. Como se recordará, el nieto de
Freud, un niño de un año y medio, ante el alejamiento de su madre, una ausencia de varias
horas, reaccionó tirando sus juguetes y objetos hasta hacerlos desaparecer bajo la cama o
los muebles de su habitación. Mientras emitía como vocalización: “o – o – o – o” que Freud
entendió como ‘fort’ = afuera. Luego desarrolló un juego con un carretel atado a un hilo,
objeto que tiraba mas allá de la cuna con lo cual dejaba de verlo. Luego tirando de la
cuerda lo hacia aparecer y decía “da”. El juego completo era de desaparición y reaparición.
¿Qué hacía el niño cuando hechaba el carretel bajo la cuna y retenía el hilo con su dedo
jugando a hacer desaparecer a la madre (“fort”) y a hacerla volver (“da”). Como se sabe
Freud usó este ejemplo para enunciar la compulsión de repetición ya que el niño vuelve y
vuelve en el juego a alejar a la madre lo cual no puede ligarse con el placer que es evidente
en el reencuentro con ella, con lo cual afirma un más allá del principio de placer. Desde
nuestra perspectiva de hoy diría que el niño, cuando trae al carretel mediante el hilo y el
movimiento de su mano afirma que no hay oposición a su deseo, no hay ajenidad posible
ni imposición de la madre y esa es la marca de un objeto al servicio del yo, aun incipiente.
Desde el comienzo mismo de su vida adquiere la noción de que aquello que no logra ser
traído a su presencia tirando del hilo de su deseo lleva a la alucinación y no a la presencia
del otro, el pecho y la madre. La presencia depende del otro y no coincide con el deseo del
niño, a pesar de la buena voluntad e intuición de la madre. A esa condición llamamos
‘ajenidad’. No hay adiestramiento posible ni se puede contar con un instinto para evocar y
atraer la presencia, es inédita, es súbita, sorpresiva, no es esperable y en un primer
movimiento la pulsión se propone revestirla y asociarla con lo ya representado. Ante el
fracaso pulsional sobreviene el juicio de presencia y la inscripción. Habría que hacer notar
dos presencias, la que se espera para resarcirse de la ausencia bajo el supuesto de hacerla
coincidir y esa otra que no remite a algo inscripto previamente. Es la ajenidad que define lo
que se podría llamar presencia propiamente dicha. La incertidumbre y la inevitable espera al
reencuentro se invisten de ambivalencia. Se encuentran el deseo amoroso de volver a tener
al otro y la hostilidad porque el otro demora en venir, lo cual puede ser registrado como
falta de amor, como no reconocimiento y especialmente como no teniendo lugar en la
mente del otro. No hay herida tan profunda para el yo como la fantasía de no tener
existencia en él. La presencia propiamente dicha despierta perplejidad que puede
orientarse hacia curiosidad por conocer o hacia desconfianza, porque no coincide con lo
conocido o porque se lo hace coincidir con un objeto persecutorio. Las experiencias previas
del sujeto tienen un lugar pero no solo ni exclusivamente, dependerá fuertemente de lo que
la relación pueda producir. Entiéndase que no será dependiente de lo que haga cada sujeto
individualmente sino que puestos en situación con el o los otros desarrollan mecanismos
de producción desde los dos y no por acción de uno solo.
4. 6) Relación entre vínculo y pulsión. La mayor parte de los autores sostienen que la
pulsión es el motor del vínculo con el otro, porque lo consideran en su semejanza con el
objeto de la pulsión. En mi concepto es frente a lo ajeno del otro y su presencia que en el
sujeto emerge la pulsión y en ese movimiento tratará de investirlo como su objeto, lo que
lleva a Freud (1915b) a decir que es lo mas variable de la pulsión porque lo invariable está
inscripto desde el pasado infantil. El sujeto del vínculo sería lo mas específico de esa relación
ya que es determinado desde ese otro singular. Al ubicar al objeto en el otro tiende a
borrarlo en su especificidad pasando a ser ahora lo variable de la pulsión. Sería el resultado
de esa operación más que aquello que la define. Es en este sentido que si las pulsiones
pueden ser consideradas en su "función objetalizante" la pulsión de vida y en su "función
desobjetalizante" la pulsión de muerte (Green, 1993), la pulsión en sí misma es
'desvinculizante'13 del otro como sujeto ya que aunque éste la atrae, a través de su
presencia se opone a la investidura pulsional y subsiste a su desinvestidura. Por eso podrá
luego ser reinvestido en otro vínculo.
4. 7) La imposición. Como queda dicho mas arriba es el nombre de la acción de un otro
sobre el yo o de éste sobre un otro al establecer una marca no dependiente del deseo de
quien la recibe, y se establece sobre la base de una relación entre quien la impone y a quien
le es impuesta. Es el mecanismo constitutivo del vínculo y su no tolerancia da lugar a la
violencia. Imponer es una acción instituyente, tiene carácter de obligatoriedad porque debe
hacer un lugar donde no lo había antes, hacer una marca que establece un nuevo
significado a cada sujeto del vínculo. Nuevo refiere a que el sujeto no la tenía previamente a
su inclusión en ese vínculo. La violencia deviene en acción defensiva cuando los habitantes
del vínculo al no tolerar que su subjetividad se modifique por pertenecer a esa relación,
recurren al despojo de las cualidades de otredad para anular la ajenidad y tornarlo
semejante. La imposición deberá diferenciarse de la proyección-introyección en sus
distintas variedades, que es el mecanismo constitutivo en la relación de objeto. El propio yo
13 "Desvinculizante' se refiere a un proceso de reducción y desgaste del otro en su ajenidad para quedar como
semejante al yo. Omito usar el término 'desvinculante' que refiere mas a separación en una relación, aunque
este último sea uno de los resultados de aquél, verdaderamente el proceso subyacente
con lo que recibe del otro autogenera el objeto, aquello que puede reconocer y aceptar
como propio.
4. 8) Acerca del origen. Se habla de origen cuando es posible establecer que una serie de
acontecimientos remiten a una experiencia inicial y llevan su marca. Un encuentro es
significativo si modifica a quienes lo producen. En la vincularidad el punto de partida de
un encuentro significativo con el otro puede constituirse o no en un origen, implicar una
novedad, es decir que no existen inscripciones previas a las producidas en ese encuentro.
Quizás haya que volver a definir éste como el contacto y el renovado hallazgo de novedad
entre dos sujetos. Sería lo primero de una serie previamente inexistente y también lo que
marca una situación con algún tipo de novedad. Va de suyo que lo infantil siendo un
origen no es el único del sujeto, ya que en cada vínculo significativo puede tenerlo si se
genera un sujeto y éste suplementa al sujeto instituido en la infancia.
5. Otra resistencia. Freud (1926 [1925]), describió cinco resistencias14. Lo vincular nos
ilustró acerca de otra: la que se opone a inscribir una marca nueva o incorporar un cambio
desde lo producido en y por un vínculo significativo, proveniente del otro en tanto ajeno
como fue dicho antes, pasible de identificación y de imposición y que lo marca como sujeto
singular de esa relación. La resistencia es a devenir otro con otro, a dejar de ser y tener un
tipo de subjetividad exponiéndose a desestructurarla como un paso previo a ser otro.
Puede verse en los padres en relación al hijo o a cada hijo, en los amantes en la relación
amorosa, en el analista en la relación con su paciente y éste en relación a aquel. En cada
vínculo tendrá una característica propia. Siendo que el otro inevitablemente altera el
narcisismo aunque el yo se declare inaccesible, éste se defiende con una resistencia que
trabajaría en oposición a la ajenidad y a la vincularidad para tratar de reestablecer la
vigencia de la individualidad y la autonomía, aquello que reserva el lugar del uno, o de
varios uno que siguen siendo tales en el conjunto, en tanto éste no los modifique. Sería una
14 Como se recordará son las tres del yo: i) la represión contra la acción de las pulsiones; ii) la resistencia de
transferencia derivada de la anterior pero vigente en la situación analítica y iii) el beneficio secundario o la
oposición a abandonar la satisfacción sustitutiva del síntoma integrado a veces al propio yo; iv) la resistencia
del ello o de lo inconsciente vinculada a la compulsión de repetición y expresada como reacción terapéutica
negativa y v) la resistencia del Superyo referida a la culpa inconsciente y la necesidad de castigo aunque no
sentido como tal sino como enfermedad
resistencia al papel determinante del Dos y un retorno al Uno. No se trata de la
Verleugnung (renegación) que desmiente lo proveniente del sentido de realidad. Allí el yo
niega una ausencia, la del pene en la niña y afirma una formación imaginaria atribuida a
una explicación infantil. En Freud (1896) se relata el caso de una joven que espera a su
prometido y ante la noticia de que la abandonó alucina su voz a la que escucha
proveniente del jardín. Trata de oponerse y negar una ausencia inaceptable y recrearla
mediante la alucinación. Como resulta claro no es oposición a una presencia sino a una
ausencia.
La resistencia a la vincularidad es la oposición a dar lugar a la presencia indicada por la
ajenidad del otro. Su rechazo no es del orden de la represión con desinvestidura y
posibilidad de contrainvestidura, es a una nueva inscripción del otro, distinto a un retorno
a la representación previa.
Algo de lo que está dentro de si mismo y del otro queda irremisiblemente como ajenidad y
ésta deberá ser aceptada como tal permitiendo hacer lugar a lo inaccesible, a lo que no tiene
lugar establecido. Si no es aceptado y se afirma que todo es accesible, puede ser idealizado
15Levinas (1971) dice que el Otro propone una alteridad/ajenidad radical cercana a lo inaccesible y en su
decir esa es la representación de Dios para la religión judía. Nunca es el Otro como semejante e implica una
consagración del yo. Va de suyo que este autor establece una ética basada en la asunción de la alteridad del
Otro.
Los dos capítulos siguientes están compuestos por comentarios a partir de cuestiones e
interrogantes suscitados por lo expuesto hasta aquí.