Culturas Legales e Instituciones de Control Social en America Latina 1719596329 173001

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CULTURAS LEGALES E INSTITUCIONES
DE CONTROL SOCIAL EN AMÉRICA LATINA

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CULTURAS LEGALES
E INSTITUCIONES
DE CONTROL SOCIAL
EN AMÉRICA LATINA

Siglos XIX y XX

Marisa Moroni
Melina Yangilevich
(directoras)

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Culturas legales e instituciones de control social en América Lati-
na: siglos XIX y XX / Marisa Moroni… [et al.]; Dirigido por Marisa
Moroni; Melina Yangilevich. – 1a ed – Santa Rosa: IEHSOLP Edi-
ciones, 2024.
Libro digital, EPUB – (Memoria y Sociedad / Ana María T. Rodrí-
guez ; 8)
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-47526-7-3
1. América Latina. 2. Historia. I. Moroni, Marisa, dir. II. Yangilevich,
Melina, dir.
CDD 306.098

El presente libro ha sido sometido a dos referatos externos.


DOI: 10.55778/ts874752673
Imagen de tapa: Noriely Fernandez en Pexels
Las opiniones y los contenidos incluidos en esta publicación son
responsabilidad exclusiva del/los autor/es.

Culturas legales e instituciones de control social en


América Latina
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Colección Memoria y Sociedad

Directora
Dra. Ana María T. Rodríguez

Comité Académico
Dra. Susana Bandieri
Dra. Lila Caimari
Dra. Lila Luchessi
Dr. Diego Mauro
Dra. Lidia R. Nacuzzi
Dr. Hernán Otero
Dr. Fernando Rocchi

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Índice

Introducción .................................................................................. 13
Marisa Moroni y Melina Yangilevich

La justicia en acción ............................................................. 29


Poseedor precario: entre el derecho y la justicia.
Departamento de Caupolicán, Chile, primera mitad del
siglo XIX ......................................................................................... 31
Víctor Brangier
Concepciones legales y demandas sociales. La
institucionalización de la justicia letrada en el territorio
nacional de La Pampa, Argentina (1884-1934).................... 61
Hernán Bacha
Ley infame […] arma de esbirros y delatores.
Disciplinamiento y control de la conflictividad rural: la
aplicación de la ley de Defensa Social en La Pampa,
Argentina (1919-1921)................................................................ 99
Marisa Moroni

Organización policial y vigilancia estatal ..................... 139


Una cartografía para las fuerzas del orden. El primer
plano policial de Montevideo, Uruguay (1843) ................. 141
Nicolás Duffau
Alertas a los peligros reales y latentes en nuestro suelo.
La vigilancia política de los policías bonaerenses en la
primera mitad del siglo XX ..................................................... 165
Pedro Berardi

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10 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Las policías fiscales de Chile. Demandas


socioeconómicas y presión política en la década de
1920................................................................................................ 195
Daniel Palma Alvarado

Culturas jurídicas y delitos............................................... 233


Infanticidios, maternidades y mandatos de género en la
justicia penal. Provincia de Buenos Aires, Argentina,
1886-1921 .................................................................................... 235
Sol Calandria
La ley en el tiempo y las formas de castigo. El delito de
hurto con abuso de confianza en los años previos a su
derogación en 1921 (Buenos Aires, Argentina) ................. 263
Gisela Sedeillan
El fantástico “Raffles mexicano” en Guadalajara. El caso
de Roberto Alexander Hernández conocido como “el
ladrón elegante” .......................................................................... 297
Jorge Alberto Trujillo Bretón
Masculinidade e justiça local na produção social do
território imigrante. Rio Grande do Sul, Brasil, na
primeira década do século XX................................................ 327
Maíra Ines Vendrame

La materialidad del castigo estatal .................................. 361


Paisanos a los muros. Apuntes para pensar el perfil
socio-profesional de los guardias de la cárcel en una
prisión de la campaña bonaerense (Argentina,
1856-1919) ................................................................................... 363
Gustavo Federico Belzunces
Encierro y vida cotidiana en la provincia de Buenos
Aires (Argentina, segunda mitad del siglo XIX)................. 397
Melina Yangilevich

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 11

Una “reacción natural frente a la adversidad, en el dolor


común”. Violencias y sociabilidades en las prisiones
argentinas de las primeras décadas del siglo XX............... 429
Jeremías Silva
La colonia educacional de varones. De ‘escuelas de
hombres’ a ‘cátedra de libertinaje y robo’ (Uruguay,
1912-1926) ................................................................................... 459
Daniel Fessler

Sobre los autores......................................................................... 493

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Introducción
MARISA MORONI Y MELINA YANGILEVICH

Este libro reúne el trabajo colectivo de un grupo de investi-


gadores que, desde diferentes dimensiones analíticas, refle-
xionan sobre las transformaciones judiciales y jurídicas que
operaron en América Latina entre mediados del siglo XIX
y las primeras décadas del XX. Se trata de una propues-
ta coral que dialoga con la historiografía latinoamericana
sobre las capacidades estatales o el “poder infraestructural”
del Estado para explicar los grandes cambios organizacio-
nales, burocráticos y del ordenamiento jurídico (Centeno
y Ferraro, 2013; Zimmermann, 2024). Los diferentes capí-
tulos recuperan la circulación de saberes y de prácticas en
las agencias estatales de control social en Argentina, Brasil,
Chile, México y Uruguay, y dan cuenta de la existencia de
debates comunes sobre los procesos de institucionalización
y de reconceptualización normativa resultado de las nuevas
corrientes de pensamiento jurídico.
Un primer resultado de estas discusiones académicas
se plasmó en el Workshop internacional “Justicia, Policía y
Cárcel en América Latina (1850-1950)” realizado en el mes
de abril de 2022. En este encuentro participaron especialis-
tas de universidades y centros de investigación de diversos
países con el propósito de examinar las tendencias, aportes
y configuraciones que atravesaron los paradigmas punitivos
y las políticas de control social en un amplio período coinci-
dente con el proceso de formación estatal latinoamericano1.

1 Workshop “Justicia, Policía y Cárcel en América Latina (1850-1950)”, 21 y


22 de abril de 2022. Resolución CD-FCH N° 506-2021. Agradecemos a
Eugenia Molina y a Diego Galeano, que enriquecieron las propuestas pre-
sentadas en el encuentro con sus aportes y comentarios.

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14 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Luego de un tiempo de debates transnacionales y lecturas


compartidas, presentamos a los lectores una serie de estu-
dios que, más allá de las especificidades propias de cada
Estado, dialogan entre sí y abordan problemáticas comunes
vinculadas con la administración de justicia, las transgre-
siones y delitos, los espacios de encierro y las policías.
Como adelantamos, la periodización –con temporali-
dades y procesos diversos– está conectada con la dinámica
de construcción estatal y da cuenta de las variadas narra-
tivas sobre las agencias estatales de manera situada. De tal
manera, se atendieron a las prácticas y trayectos jurídicos
comunes en relación con el derecho de propiedad, la circu-
lación de bienes y de personas, los registros de instituciona-
lización del castigo, la territorialización de los dispositivos
de control social y la profesionalización de los agentes de
seguridad. La transversalidad de los problemas desarrolla-
dos enfatiza la pertinencia de promover estudios compara-
tivos para reconocer y explicar los desafíos que afrontaron
los Estados latinoamericanos a fines del siglo XIX y princi-
pios del XX.
La selección de estudios refleja las potentes transforma-
ciones jurídicas y judiciales del siglo XIX a través de detalla-
dos abordajes sobre los procesos multinivel que acciona la
ley y la justicia (Grossi, 2011). De esta forma, reconocemos
la conjunción de saberes, prácticas y capacidades estatales
para controlar, vigilar, espacializar, delimitar, normativizar,
disciplinar, judicializar y castigar. En este marco y, como
sostienen recientes estudios, la elaboración de “diagnósti-
cos socioinstitucionales” y la utilización de una serie de
dispositivos para lograr objetivos correctivos u homoge-
neizadores fueron parte constitutiva del proceso formativo
de los Estados latinoamericanos (González Leandri, 2023:
228). Desde este universo interpretativo se desarrollan los
trabajos incluidos en este libro para dar cuenta de la exis-
tencia de los estados-nación no como una cuestión dada ni
tampoco como la conclusión de un proceso necesario, sino

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 15

como un entramado de múltiples intervenciones, tensiones,


trayectorias y representaciones sociales y políticas.
La tradición historiográfica latinoamericana sobre la
denominada cuestión criminal y de la justicia se asienta en
un núcleo de estudios de referencia que han sido retomados
en este volumen tanto desde la perspectiva teórica como
desde el tratamiento de las fuentes utilizadas por las y los
autores de la obra (Aguirre y Salvatore, 2001). Asimismo, las
diferentes contribuciones se nutren de los estudios sobre el
proceso de conformación estatal como es el caso de la clá-
sica obra de Gilbert Jospeh y Daniel Nugent (1994 y 2002)
que se enfoca en la cotidianeidad de su construcción, así
como, en los aportes del libro de Oscar Ozlak, de consulta
ineludible y que ha sido objeto de varias reediciones (1982,
1997, 2023). La dinámica estatal en los países de la región
se enriqueció por las investigaciones que problematizaron
el contexto de surgimiento y consolidación del Estado sin
eludir los matices de un Leviathan que resulta inhallable o
que fue explicado en términos de un “Leviathan de papel”
(Centeno y Ferraro, 2013).
Desde los primeros años del nuevo milenio y a contra-
pelo de los planteos sobre un Estado que avanzaba desde los
grandes centros políticos sobre el espacio nacional a través
de instituciones centradas en el control social (justicia, poli-
cía, ejército y cárceles) y de medios de transporte y comu-
nicación (especialmente los ferrocarriles y el telégrafo) un
conjunto de estudios demostró que ese despliegue no fue tal
(Oszlak, 2009). Por el contrario, a partir de un cambio en
los interrogantes, las investigaciones revelaron que la cons-
trucción estatal fue resultado de una negociación compleja
y nada lineal en los espacios locales y regionales que culmi-
nó en la conquista del centro político (Bragoni y Míguez,
2010). En esta línea, en los últimos años se realizaron
diversos aportes que plantearon la pertinencia de pensar al
Estado en las diversas escalas en las que se fue construyendo
(local, provincial, regional, central) (Bandieri y Fernández,

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16 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

2017 y 2018). Para ello fue necesario abonar una perspec-


tiva apartada de la narrativa del resultado por una atenta al
tránsito hacia la consolidación. Los avances en tales estu-
dios no se enfocaron en la periodización clásica respecto de
la construcción estatal desde mediados del siglo XIX, sino
que abordaron períodos posteriores dando cuenta del dina-
mismo de los procesos de estatalidad y de sus transforma-
ciones en la interacción con otras formas de organización
social, política y económica (Di Liscia y Bohoslavsky, 2005;
Bohoslavsky y Soprano, 2010; Di Liscia y Soprano, 2017).
En esta línea, se recorrieron experiencias y proyectos que
no prosperaron, se modificaron o quedaron truncos y se
discutieron las comparaciones que únicamente señalaban
las distancias entre un supuesto modelo y cada caso parti-
cular. La fecundidad de pensar estos caminos fue planteada,
hace tiempo, por António Manuel Hespanha cuando afirmó
que era necesario indagar en los intersticios de las pro-
pias instituciones y en las prácticas político-administrativas
para conocer “cómo se tramaban los equilibrios de poder”
(Hespanha, 1989: 10). Es así como la esfera de lo político
adquiere centralidad como “arena de conflicto” y espacio de
disputa de diversos intereses. Como sostienen Bohoslavsky
y Godoy Orellana (2010: 4), ello habilita el reconocimiento
de la “dimensión específicamente política del proceso de
construcción del Estado nacional y el peso que en él tuvie-
ron los sectores subalternos, no sólo como resistentes”. Por
su parte, en otro trabajo de Bohoslavsky y Soprano (2010)
se plantearon un conjunto de herramientas para profundi-
zar y poner en caja los abordajes sobre esta temática. Su
propuesta apuntó a la necesidad de no personalizarlo, es
decir, abandonar la idea del Estado como una organización
monolítica y coherente en sus planteos y en la aplicación de
políticas. En consecuencia, más allá de las normas promul-
gadas, es preciso atender a los que actúan en su nombre. Por
tanto, también es necesario paralelamente personalizarlo.
En el libro se discute el alcance de los paradigmas expli-
cativos generales y se proponen metodologías que priorizan

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 17

las variaciones de escalas para reconocer las formas de


materialidad estatal y la conexión con la dimensión políti-
ca, social y cultural. La opción analítica atiende al contexto
legal, político y social en el que se produce la normativa y se
dan respuestas punitivas para regular legalmente a socieda-
des que se transforman. Nos interesa señalar que las pers-
pectivas que articulan y recorren los textos aquí incluidos
recuperan las prácticas desplegadas por quienes formaron
parte de las agencias estatales, así como las resistencias,
acuerdos y negociaciones frente a los distintos intentos de
establecimiento del control estatal. En coincidencia con la
expansión de los estudios sobre el papel de expertos, inte-
lectuales, agentes penitenciarios, judiciales y policiales, los
distintos capítulos recogen un abanico de problemáticas
que se apoyan en la elaboración de normativa y en la tra-
ducción e interpretación de lógicas jurídicas que develan la
influencia y articulación de redes y de experiencias compar-
tidas (Plotkin y Zimmermann, 2012; García Ferrari, 2013;
Albornoz y Galeano, 2017; Scarfi, 2017; Speckman, 2023).
Un ejemplo de estas vinculaciones se expresó en el ámbito
de la administración de justicia y el castigo. Los conoci-
mientos científicos adquirieron cada vez mayor centralidad
y circulación en el espacio latinoamericano y no sólo para
favorecer la determinación de la existencia del cuerpo del
delito, sino también, entre otros aspectos para la declara-
ción de culpabilidad (García Ferrari, 2015).
Finalmente, como se advierte a lo largo de esta obra
colectiva, los tópicos recorridos en los estudios sobre la
administración de justicia, las prácticas policiales, los espa-
cios de castigo y las transgresiones no son estáticos. Los
debates distan de ser exclusivamente contemporáneos, a
pesar de la persistencia discursiva sobre el incremento de los
niveles de delincuencia y la demanda de mayor punición.

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18 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Sobre los capítulos

Los capítulos reunidos en el libro se encuentran articulados


en torno a cuatro secciones. La primera de ellas se titu-
la La justicia en acción e incluye tres capítulos referidos a
la administración de justicia y a las concepciones sobre el
derecho en Chile y Argentina. La investigación que encabe-
za el apartado nos traslada al escenario jurídico chileno de
la mitad del siglo XIX para examinar las formas de acceso
a la justicia utilizadas y validar derechos sobre las tierras a
partir de la utilización del concepto de poseedor precario.
Su autor, Víctor Brangier, avanza más allá de la normativa
y del lenguaje jurídico utilizado en los litigios por tierras
para profundizar en la dinámica judicial y en las formas en
que la presión social y estatal jugaba un papel importante al
momento de establecer los límites de los terrenos. El estu-
dio demuestra que la práctica judicial reinterpretó normas
y concepciones legales a partir de las exigencias y necesida-
des de los demandantes de los valles del Departamento de
Caupolicán. Un detallado análisis de fuentes sobre los plei-
tos por tierras que protagonizaron los pequeños y medianos
agricultores posibilita identificar la conexión entre la voz
del precario poseedor y la de la usurpación, además de dar
cuenta de la cultura legal de quienes llegaban a los estrados
judiciales. El siguiente capítulo de Hernán Bacha se concen-
tra en el proceso de institucionalización de la justicia letra-
da en un espacio extraprovincial en Argentina a finales del
siglo XIX para analizar la matriz organizativa y las discusio-
nes políticas multinivel sobre la puesta en funcionamiento
de la estructura judicial en el territorio nacional de La Pam-
pa. Para ello, se examinan los debates sobre la modalidad de
intervención estatal y sus consecuencias, como las acciones
de particulares para asegurar la administración de justicia y
atender las demandas en materia civil y comercial. El estu-
dio aporta evidencia concreta sobre el régimen de justicia
extraprovincial que permite reflexionar sobre el proceso
de estatalidad y las experiencias de agentes que no son

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 19

necesariamente los estatales. El capítulo final de la sección


está a cargo de Marisa Moroni y analiza diferentes formas
de activación de las prácticas de control social sobre los tra-
bajadores rurales en el espacio pampeano en las primeras
décadas del siglo XX. A partir de una reconstrucción analí-
tica de los procedimientos disciplinarios y represivos utili-
zados para encauzar una infracción a la ley 7029 conocida
como de Defensa Social se identifican las concepciones e
ideas de derecho y justicia utilizadas por los trabajadores, la
prensa obrera y los agentes de justicia y policía. Se recono-
cen las motivaciones y representaciones de los encargados
de judicializar los delitos vinculados con la propiedad y la
circulación de bienes en un contexto de movilización social
de los trabajadores para el cumplimiento de sus derechos.
La segunda sección se organiza bajo el título Organiza-
ción policial y vigilancia estatal y el trabajo de Nicolás Duffau
nos introduce al bloque con un estudio sobre las formas de
control policial en Montevideo a partir de la elaboración del
primer plano moderno de 1843. La investigación registra la
intencionalidad y los objetivos de los agentes estatales para
controlar y organizar los espacios públicos de la ciudad e
identifica el proceso de reformas administrativas orientadas
a la modificación de las prácticas policiales. El análisis del
dispositivo cartográfico es una opción metodológica utili-
zada para explicar la acción policial en el momento del sitio
a Montevideo y en el marco de enfrentamientos locales y
regionales. Se trata de un estudio original acerca de las for-
mas en las que la representación geográfica de una ciudad
se enlaza con la construcción de conocimientos específicos
sobre el territorio y la jerarquización de agentes estatales
ocupados de dar forma a esta empresa. El capítulo siguiente
es de Pedro Berardi y establece su escenario en la provincia
de Buenos Aires en la primera mitad del siglo XX. Des-
de allí, indaga en el impacto y la modalidad de actuación
policial sobre los sectores políticos conservadores, radica-
les y socialistas, sin eludir el análisis de la represión del
comunismo implementada desde el golpe militar de 1930.

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20 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Una atención especial merece el tratamiento que el estudio


otorga a la burocratización y especialización de la vigilancia
policial que, en definitiva, posibilitó el desarrollo de saberes
y prácticas funcionales y continuadas de represión estatal.
Berardi reconoce el perfeccionamiento de los “repertorios”
de actuación que se aplicarán en las décadas siguientes
sobre distintos movimientos y actores. El cierre de la sec-
ción temática destinada a explicar las formas de organiza-
ción policial y vigilancia estatal incluye un estudio sobre el
papel de las policías fiscales en Santiago de Chile en las agi-
tadas primeras décadas del siglo XX. Daniel Palma Alvarado
analiza a los policías en su papel de trabajadores y explica
las formas acumulativas de descontento y cómo estos agen-
tes hicieron oír sus reivindicaciones a lo largo de la década
hasta su materialización en el golpe de Estado de 1924. El
autor, además, problematiza el tipo de intervención refor-
mista del gobierno liberal de Arturo Alessandri que empla-
za una serie de reformas socio-laborales y pone en práctica
recursos coercitivos para evitar el desborde social y político
en un contexto de reivindicaciones socioeconómicas.
La sección Culturas jurídicas y delitos inicia con el tex-
to de Sol Calandria que explica los componentes legales,
sociales y morales que sostuvieron el procesamiento de las
mujeres acusadas por el delito de infanticidio en el espacio
bonaerense entre 1886, cuando se sancionó el primer Códi-
go Penal nacional, y 1921, cuando se aprobó uno nuevo.
En un diálogo entre la historia social de la justicia y los
estudios de género, Calandria reconstruye las resoluciones
de los magistrados para detectar las reformas normativas
utilizadas para restringir el accionar de estos agentes lega-
les a partir de la formulación de un estricto procedimiento
científico de construcción de la prueba en relación con el
nacimiento con vida del feto. Se analiza la evaluación de
las sexualidades femeninas respecto de la honra —aspecto
esencial en la calificación del infanticidio— presente en las
voces de quienes las empleaban y habitaban el mismo espa-
cio que las acusadas. Calandria encuentra que la tasa de

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 21

absolución se explica por los cambios en los procedimien-


tos en la construcción de la pena y el rol de la medicina
antes que por una supuesta benevolencia por parte de los
jueces. Por su parte, el trabajo de Gisela Sedeillan avanza
en el siglo XX argentino para dar cuenta del debate experto
que generó la sanción y modificación de leyes penales y el
impacto de esta nueva realidad jurídica en la práctica. En
este camino, la investigación logra establecer tanto los lími-
tes como las potencialidades de la codificación sin eludir
en el análisis el papel cardinal de los agentes legales como
promotores del orden jurídico en construcción. Específi-
camente, se concentra en la discusión de 1921 sobre la
derogación del inciso que tipificaba el hurto con abuso de
confianza como delito calificado. La autora visibiliza las
orientaciones de los sectores en disputa y las formas utili-
zadas por distintos agentes legales para medir fuerzas des-
de los estrados judiciales. Seguidamente, desde el escenario
mexicano, Jorge Trujillo Bretón reconstruye la trayectoria
biográfica de Roberto Alexander Hernández, un célebre
ladrón solitario, conocido como el Raffles mexicano por su
capacidad para huir disfrazado y sin dejar huellas. El capí-
tulo centra en su accionar en Guadalajara, estado de Jalisco,
entre mediados de la década de 1940 y los primeros años de
la siguiente, en el contexto en el que México se encontraba
atravesando profundas transformaciones sociales, políticas
y económicas. En ese periodo el Raffles protagonizó uno de
los casos más célebres, cuando se apropió de un conjunto
de joyas sustraídas a una conocida actriz. El autor recupera
las formas en que las instituciones mexicanas vinculadas
al control social actuaban frente a los hechos considerados
delictivos, así como el papel de la prensa y el cine en la
valoración de tales prácticas y de quienes las realizaban, sin
descuidar el papel que estos sucesos asumen en la memo-
ria colectiva. Finalmente, la sección cierra con el trabajo
de Maíra Vendrame sobre la confluencia entre violencia,
masculinidades y el ejercicio de la justicia local en Brasil
a partir de la comisión de un homicidio en un municipio

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22 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

del estado de Rio Grande do Sul a principios del siglo XX.


Dicho territorio estuvo caracterizado por la inmigración
italiana que generó disputas por el control del espacio y de
los recursos, así como por cuestiones de distinción étnica.
Desde la perspectiva de la microhistoria se analizan, a partir
de la muerte violenta de un hombre negro a manos de un
grupo de migrantes italianos, las nociones contrastantes de
masculinidad y la violencia suscitada a partir de la demanda
de Adão dos Santos por el reconocimiento de honor y su
negativa a subordinarse frente a sus empleadores. El caso
sirve como disparador para dar cuenta de la coexistencia
conflictiva de lógicas diferenciales respecto de la justicia, así
como los usos que individuos y grupos hicieron respecto de
las instancias judiciales. La negación de las masculinidades
negras como legítimas era una forma de procurar el control
de las conductas por parte de quienes ejercían cierta cuota
de poder político, social y económico. Al mismo tiempo,
era una parte sustancial de la construcción de la virilidad,
estrechamente vinculada con la producción de territorios
de prerrogativas y de poder.
El escenario de las prácticas delictivas nos lleva al de
la aplicación de los castigos legales. Así la cuarta sección
La materialidad del castigo estatal comienza con el trabajo de
Gustavo Federico Belzunces que investiga el perfil de los
guardiacárceles de la cárcel de Mercedes (provincia de Bue-
nos Aires) entre la segunda mitad del siglo XIX y las dos
primeras décadas del XX. Ello le permite cubrir el periodo
que va desde el funcionamiento de los ámbitos precarios de
castigo hasta el traslado definitivo a la cárcel construida a
tal efecto y que aún permanece activa. A partir del análisis
de un conjunto de fuentes valiosas e indagadas en profun-
didad, el autor trabaja con los datos existentes sobre estos
agentes y sus perfiles profesionales y los compara con la
información de los presos, en general, “paisanos pobres de
la campaña”. El estudio sostiene que ambos grupos com-
partían diversas características y un mismo mundo cultural
y le permite construir una explicación posible respecto de

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 23

violencias y complicidades. No obstante, la existencia de


una “carrera profesional”, la confrontación de identidades
divergentes, así como la misma situación de los reos, le
permite a Belzunces inferir que los guardias no necesa-
riamente se visualizaron como semejantes a aquellos cuya
custodia les fue confiada. El segundo texto de este apar-
tado de Melina Yangilevich, reconstruye distintos aspectos
de la vida cotidiana en las cárceles de la provincia de Bue-
nos Aires durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando
Argentina parecía entrar en el paradigma del castigo civili-
zado. Para ello, se centra en la cultura material existente,
así como en la cobertura de necesidades básicas como la
alimentación, la vestimenta y atención de ciertas dolencias
apelando a un conjunto variado de fuentes documentales,
como expedientes oficiales y normativas diversas. La pre-
cariedad de las condiciones de confinamiento dio lugar al
planteo de demandas diversas por parte de los presos diri-
gido a las autoridades. Estos requerimientos dan cuenta
de la capacidad de agencia de los reclusos para articular
reclamos y exigir ciertos derechos. Asimismo, el análisis se
propone reconsiderar la dinámica de la construcción estatal
atendiendo a sus aspectos cotidianos que incluyeron la con-
certación entre los actores que intervinieron, así como el
papel desempeñado por la cultura popular. El tercer trabajo
de la sección es de Jeremías Silva y explora un conjunto de
experiencias de encierro durante las primeras décadas del
siglo XX en el penal de Ushuaia. El autor se vale de un
vasto conjunto de escritos -memorias, notas periodísticas y
relatos- para reconstruir diferentes aspectos de la vida coti-
diana en ese presidio con el propósito de comprender las
múltiples dimensiones de la cultura carcelaria. Estas fuentes
abordan dimensiones menos conocidas y transitadas por
los estudios especializados al acercar la mirada a las prác-
ticas de sociabilidad, solidaridad y resistencias construidas
en condiciones de reclusión. Estas relaciones desarrolladas
entre los penados buscaron, por esta vía, paliar y atenuar las
rígidas normas que buscaban imponer las autoridades por

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24 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

medio de la construcción de un entramado complejo con-


formado por vínculos de solidaridad, así como de jerarquía,
el desarrollo de una jerga específica y la acción directa, cris-
talizada en motines, fugas y huelgas de hambre. La sección
cierra con la investigación de Daniel Fessler que examina la
organización y funcionamiento de espacios de encierro en
Uruguay durante las primeras décadas del siglo XX, cuan-
do las autoridades se ocuparon de insertar al país entre las
naciones que practicaron la reforma penitenciaria y moder-
nizaron las prácticas de encierro. El estudio se centra en
la Colonia Educacional de Varones, donde se propiciaba la
separación de niños y adultos en el tratamiento carcelario.
Fessler explica su funcionamiento y las diversas considera-
ciones que oscilaron entre el optimismo inicial y las difi-
cultades evidentes que derivaron en una crisis. La temática
fue objeto de interés por parte de la prensa y se debatió en
el ámbito parlamentario uruguayo. Así, diversas problemá-
ticas como la precariedad material evidente, el abuso de los
castigos físicos e irregularidades administrativas hicieron
evidente la situación de crisis. El autor analiza el acuerdo
alcanzado respecto de la necesidad de una transformación
profunda, así como la existencia de una noción de fracaso
frente a los resultados obtenidos en el funcionamiento de la
Colonia, luego de las expectativas generadas.
En síntesis, los estudios compilados en este libro pro-
curan explicar las diversas problemáticas vinculadas con la
organización y administración de la justicia la práctica poli-
cial y las condiciones y características del castigo estatal en
los espacios de encierro de Argentina, Chile, Brasil, Méxi-
co y Uruguay. Las diferentes categorías analíticas utilizadas
por las y los autores reflejan la compleja trama de las polí-
ticas e instituciones de control social y cómo estas fueron
centrales en la dinámica de construcción estatal durante los
siglos XIX y XX. La propuesta editorial se enfocó en las
narrativas vinculadas a la cuestión criminal, visibilizó las
trayectorias y discusiones comunes, registró demandas y
respuestas, identificó continuidades y advirtió las rupturas

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 25

en los procesos de estatalidad ocurridos en los países anali-


zados en esta obra.
A lo largo de estas páginas el lector podrá reconocer
los modos en que se materializó el derecho a partir de los
litigios por la propiedad en Chile y las formas en que los
jueces en Argentina promovieron ajustes en la codificación
para los procesos de infanticidio o la calificación del hurto
con abuso de confianza. Los diferentes estudios develan la
omnipresencia de las lógicas judiciales atravesadas por cues-
tiones de género o procedencia como en la investigación
enfocada en Rio Grande do Sul. Se reconocen los niveles en
los que operaban la vigilancia y el control estatal a partir del
perfeccionamiento de la burocratización y se reconstruye la
utilización de repertorios cartográficos para las funciones
policiales tanto en Buenos Aires como en Montevideo y
Santiago. Asimismo, se examinaron los distintos actores en
juego: los transgresores, los encargados de la tipificación del
delito y los responsables de custodiar y administrar el casti-
go estatal. Así, se identificó en el largo plazo y, en escenarios
diversos, la forma en que mutaba la producción de norma-
tividad y cómo se conectaba con los procesos sociales, polí-
ticos y económicos que atravesaba cada país. En definitiva,
los capítulos reflejan los cruces e itinerarios normativos,
instituciones, voces legas y letradas, saberes profesionales,
prácticas y experiencias de control social. Antes de ofrecer
resultados o soluciones sobre cuestiones cerradas vincula-
das a la cultura legal, esta obra representa un marco posible
para debatir y construir conocimiento sobre las formas de
la estatalidad en América Latina.

Agradecimientos

Esta obra colectiva es resultado del compromiso y profe-


sionalismo de las y los investigadores de diferentes univer-
sidades latinoamericanas que confiaron en esta propuesta

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26 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

editorial a pesar del contexto de desfinanciamiento y vola-


tibilidad de las políticas públicas en materia de ciencia y
tecnología que, en los últimos meses, atraviesa nuestro país.
Asimismo, agradecemos al Comité Académico y la Direc-
ción de la colección Memoria y Sociedad de la editorial
Teseo que consideró la publicación de este libro y a las
valiosas consideraciones de los evaluadores externos que
enriquecieron las temáticas que aborda este volumen con
sus dictámenes.
Una iniciativa de este tipo es resultado de la investiga-
ción y discusión entre equipos de trabajo radicados en uni-
versidades argentinas como la Universidad Nacional de La
Pampa y la Universidad Nacional del Centro de la provin-
cia de Buenos Aires donde desempeñamos tareas docentes
y de investigación quienes dirigimos esta obra. El libro for-
ma parte de proyectos radicados en el Instituto de Estudios
Históricos y Sociales de La Pampa (IEHSOLP), Unidad Eje-
cutora del CONICET de doble dependencia en la Facultad
de Ciencias Humanas de la UNLPam, del Instituto de Estu-
dios Sociohistóricos de la Facultad de Ciencias Humanas de
la UNLPam y del Instituto de Estudios Histórico-Sociales
(IEHS) y del Instituto de Geografía, Historia y Ciencias
Sociales (IGEHCS) Unidad Ejecutora del CONICET de
doble dependencia en la Facultad de Ciencias Humanas de
la UNCPBA. Además del apoyo logístico y organizativo de
las universidades, contamos con la financiación otorgada
por la Agencia Nacional de Promoción de la Investiga-
ción, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Resolu-
ción Nº 089/22), del Proyecto Institucional PUE-IEHSOLP
(N°22920200100031CO) “Instituciones, actores y políticas
en La Pampa: procesos, escalas, temporalidades y espaciali-
dades en debate (siglos XIX al XXI)”, así como del Proyecto
“Rejas en la pampa. Instituciones, actores, saberes y prác-
ticas en la formación del sistema penitenciario de la Pro-
vincia de Buenos Aires (1870-1940)” PICT N° 2019-01639.
Todos ellos posibilitaron la concreción de este libro sobre

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 27

temáticas vinculadas a las culturas legales y las instituciones


de control en Latinoamérica en el XIX y XX.

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La justicia en acción

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Poseedor precario: entre el derecho
y la justicia1

Departamento de Caupolicán, Chile,


primera mitad del siglo XIX

VÍCTOR BRANGIER

Introducción: el “precario” a modo de preámbulo

Hace poco más de cinco años que intento entender viejos


pleitos por derechos a la tierra que se desarrollaron en un
sector de la zona central de Chile. Particularmente, he esta-
do acercándome a expedientes judiciales que enfrentaron a
pequeños y medianos agricultores de los valles que com-
ponían el antiguo Departamento de Caupolicán durante la
primera mitad del siglo XIX. Estos documentos, como tam-
bién las escrituras públicas de transferencia de dominio,
muestran a los protagonistas muy preocupados por precisar
sus derechos a la tierra frente a los jueces y escribanos del
territorio2. Intentaban definir los contenidos de esos dere-
chos, que parecían venir de pactos y conflictos de un par
de generaciones previas. Y junto con lo anterior (o, quizás,

1 Este capítulo fue desarrollado en el marco del Proyecto ANID/FONDECYT


REGULAR Nº 1210350 “Derechos a la tierra y redes sociales: tránsitos y
tensiones entre ‘derechos plurales de uso’ y ‘propiedad plena’. Zona central
de Chile, 1820-1870”.
2 He logrado constituir una muestra de 93 juicios y 1522 escrituras de com-
praventa producidas en el Departamento de Cauplicán durante el periodo
en estudio. En esta revisión y selección documental me ha apoyado un
equipo de tesistas de pre y de posgrado y ayudantes de archivo. Agradezco
particularmente al Dr. Pablo Chávez en la minuciosa labor de asistencia
documental.

teseopress.com 31
32 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

antes que todo), estas personas pretendían excluir a terceros


del uso y goce de aquello que consideraban suyo.
Entre los muchos nudos que contienen estas historias y
estos materiales, en estas páginas pretendo aproximarme a
uno que se repite con frecuencia. Se trata del uso que estos
actores hicieron del concepto de poseedor precario. Princi-
palmente con ánimo de desalojar al contrincante y mejorar
sus derechos sobre el terreno disputado. A veces, encuen-
tro la expresión al revés: precario poseedor. En ocasiones
incluso noto que empleaban esta figura solo como precario.
Esto último me llamó la atención. Primero, por la recurren-
cia a una sinécdoque o por el ahorro de una sola palabra
en medio de largas disquisiciones en que los litigantes o
sus representantes derrochaban adjetivos como si hubiera
sustantivos para todos. En segundo lugar y, sobre todo,
porque hasta donde entiendo, para ellas y ellos, al igual que
para nosotros, la palabra precario, por lo menos tenía otros
significados que no eran exclusivos del lenguaje jurídico.
Por tanto, decir “precario” para señalar “poseedor precario”
podía generar confusión (para ellas y ellos, para las partes
en disputa, para el juez y los defensores, para el escribano, y,
por supuesto, para nosotros). Desde un principio me resultó
difícil aterrizar en el nudo de significados que los actores
asignaron al concepto de poseedor precario. Sobre todo,
porque a primera vista, me daba la impresión que las carac-
terísticas del contexto impulsaban cierto tipo de interpre-
taciones y de uso que diferían de las definiciones jurídicas
de la figura del poseedor precario. He decidido, por tanto,
comenzar dibujando una descripción de este escenario.

Dominio desdoblado, mejora de derechos y justicia


en los valles de Caupolicán

El Departamento de Caupolicán fue una división admi-


nistrativa del territorio, que existió entre 1831 y 1976

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 33

(Zamudio, 2001: 46). Situado a 90 kilómetros al sur de San-


tiago, integró un espacio mayor, el valle central de Chile,
que desde el siglo XVIII orientó su base productiva hacia la
agricultura cerealera y la ganadería. El área correspondien-
te a Caupolicán fue una zona de colonización temprana en
la que los beneméritos de la conquista recibieron extensas
mercedes de tierra (Muñoz, 2008: 69-95). Allí, a lo largo
del siglo XVII, se practicó una ganadería extensiva desde
las estancias, sin precisión de límites prediales. También
se formó una población mestiza mayoritaria, a partir de
un asentamiento disperso en el territorio. Desde el siglo
XVIII comenzaron a aparecer las haciendas trigueras de
gran tamaño3. A fines del periodo colonial, se desarrolló
una triangulación jerárquica que unía a las haciendas con
las pequeñas economías de los campesinos que vivían en su
interior (los inquilinos) y las unidades campesinas externas.
Esta conexión logró un desarrollo desde 1850, a partir del
“boom triguero”, promovido por la demanda de este cereal
proveniente de los mercados de California y de Australia.
Desde entonces se desplegó un “sistema de haciendas” que
interconecta con mayor intensidad a estas unidades pro-
ductivas con las economías campesinas internas y externas
(Robles, 2003: 45-80).
En términos administrativos, en 1826 el país se dividió
en ocho provincias. Inmediatamente al sur de Santiago se
creó la provincia de Colchagua (imagen 1), que aproxima-
damente correspondía al corregimiento del mismo nombre
que estuvo vigente durante el siglo XVIII (Mellafe y Salinas,
1988: 23). En 1831, Colchagua se dividió en dos departa-
mentos, por el sur San Fernando (que albergaba a la ciudad
homónima y capital provincial) y por el norte Caupolicán,
con sede en la villa de Rengo4. El espacio geográfico de este

3 Una de las haciendas de mayor envergadura fue El Huique, cuya vida eco-
nómica estudió profusamente en la década de 1970 el historiador norte-
americano Arnold Bauer (1975), a partir de sus registros contables.
4 Este pequeño caserío se ubicaba junto al río Claro, en el camino principal
que conectaba Santiago con las provincias del sur. Tras su fundación en

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34 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

incluía dos ríos principales, el Cachapoal y el Claro, que


fertilizaban distintos valles en los que, excluyendo Rengo,
la población mantenía un modo de asentamiento disperso
(Bauer,1975: 109).

Mapa 1. Provincia de Colchagua, siglo XIX, Chile

Fuente: Pedro Amado Pissis. 1873. Plano topográfico y geológico de la


5
República de Chile, Paris, Ch. Chardon .

La década de 1810 interrumpió la vida económica de


este territorio porque fue escenario de las batallas de inde-
pendencia. Sin embargo, desde 1820 se experimentó una
paulatina recuperación de las actividades agrícolas y comer-
ciales y un alza en el valor de la tierra (Llorca y Navarrete,
2017: 354-369). Estos factores se conjugaron con otros de
carácter institucional, como la identificación de dueños de

1695 mantuvo el carácter de aldea durante el período colonial. En 1831 se le


denominó villa de Rengo. Se le designó entonces ciudad cabecera del recién
creado departamento de Caupolicán (Guarda, 1978).
5 La mitad superior del plano corresponde al Departamento de Caupolicán.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 35

predio y de su rentabilidad agrícola para pagar un tributo


a la renta agrícola6. Estos procesos llevaron a que, quienes
poseían, habitaban y trabajaban la tierra, se preocuparon
más que antes por precisar los contenidos (límites y alcan-
ces) de sus antiguos derechos a la tierra. Complementaria-
mente hubo un interés por excluir a terceros de la com-
partición de esos derechos. Estas ansiedades son evidentes
en la multiplicidad de pleitos por despojo, por tasaciones,
por mensuras, por revisión de títulos, por prescripción, por
herencias, etc., que ofrece el Archivo Nacional Histórico
(Sahady, et al., 2005: 82-119). También he encontrado estas
tensiones en las transferencias de dominio que resguar-
dan las escrituras públicas redactadas por los escribanos y,
mayoritariamente, por los jueces legos del territorio que
actuaban como ministros de fe “ante la ausencia de escriba-
nos”. En estos documentos asoma con nitidez la reformu-
lación de antiguos pactos de compartición de dominio7. La
escasez de tierras disponibles en estos valles (ocupados por
el sistema de haciendas que se ha descrito), obligaba a que la
expansión de derechos de unos, repercutiera en la disminu-
ción de derechos de otros.
Las frecuentes disputas y redefiniciones de derechos
iniciaban con una serie de prácticas y representaciones
sobre la posesión de la tierra que se ha denominado como de
dominio desdoblado (Luna, 2021: 1-24). Esto quiere decir,
como lo explicó en la década de 1980 el historiador italiano
del derecho, Paolo Grossi (2012), que, a diferencia de la

6 El gobierno ordenó realizar tres catastros agrícolas, en 1832, 1837 y 1852


respectivamente (Álvarez, 2014).
7 Predominan ventas y compras entre vecinos colindantes. Por lo general, se
trataban de terrenos que la generación anterior había acordado compartir.
Por ejemplo: Archivo Nacional de la Administración, Fondo de Notarios de
Rengo [ARNAD, FNR], vol. 35, 14 de diciembre de 1847, fjs. 289 v. y 290;
vol. 38, 29 de enero de 1849, fj. 15 y 16. También, predominan las herencias
proindiviso, que, en estas décadas críticas, los herederos ansiaban dividir.
Por ejemplo, ARNAD, FNR, vol. 42, 13 de septiembre de 1853, fj. 214 v;
vol. 44, 11 de septiembre de 1855, fj. 244; vol. 45, 31 de julio de 1856, fj.
244 y 245.

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36 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

cultura propietaria contemporánea, en el Antiguo Régimen,


los derechos a la tierra nacían desde este bien y recaían
sobre distintos sujetos que compartían o se prorrateaban
estos derechos. Diametralmente opuesto al espíritu de la
propiedad perfecta o “plena” que impulsó la codificación, en
la que los derechos nacían desde un sujeto soberano (único
y con exclusión de terceros) y recaían sobre el bien. Por
tanto, en un régimen propietario de dominio desdoblado,
lo propio era la coordinación de intereses (o el choque de
intereses y el desarrollo de conflictos) para ajustar la con-
fluencia de varias personas sobre un mismo paño de tierra.
De ese modo, usualmente, unos usaban y/o gozaban del mis-
mo predio, mientras otros disponían de él (Grossi, Lorente
y Vallejo, 2012: 116-119). Este fenómeno ha sido bien estu-
diado en Europa, en el tránsito del Antiguo Régimen al pro-
ceso de codificación en el siglo XIX. En términos generales,
en ese contexto ha sido posible constatar que entre uno y
otro régimen propietario se abrieron menos quiebres que
acomodos e hibridaciones, según las correlaciones de fuerza
local, los recursos y habilidades de los actores involucrados
(Congost, 2007). En el caso hispanoamericano, la cultura
propietaria también incluyó el desdoblamiento de dominio,
pero el requisito posesorio (habitar, poblar y trabajar la tie-
rra) cobró mayor relevancia. Me detendré sobre este punto
en el subsiguiente apartado. Mientras, me interesa subrayar
que, en el contexto que he estudiado, las autoridades del
territorio con potestad judicial (los llamados jueces legos)
fueron actores vertebrales para permitir la tenencia de la
tierra en un sistema de dominio desdoblado, basado en los
acuerdos y conflictos. Del mismo modo, estos jueces fueron
relevantes para facilitar los acomodos en medio de un inte-
rés creciente por redefinir y mejorar los derechos a la tierra
y excluir a terceros.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 37

Tras las batallas de independencia, el valle central chi-


leno estaba “equipado” de jueces legos8. El gobierno recien-
temente establecido mantuvo el esquema político y juris-
diccional del periodo colonial. Cada autoridad gubernativa,
edilicia, militar y policial, tenía, antes que todo, atribucio-
nes judiciales. El Reglamento de Administración de Justicia
de 1824 respetó en gran medida este modelo, otorgándole a
los alcaldes las facultades de jueces de primera instancia. De
todos modos, una de las innovaciones de este Reglamen-
to fue la centralidad que adquirieron los jueces letrados,
quienes eran los únicos que podían dictar sentencias. Ade-
más, asumían un papel de fiscalización permanente sobre
los jueces legos de su jurisdicción (sobre alcaldes, regidores
subdelegados e inspectores). Sin embargo, en la práctica, y
sobre todo durante la década de 1820, fue muy difícil insta-
lar jueces letrados en cada ciudad cabecera de departamen-
to, como dictaba el Reglamento. Por lo que, los alcaldes, en
su reemplazo, fueron quienes recibieron la gran mayoría de
los litigios (Brangier, 2019).
En el Departamento de Caupolicán, la mayoría de los
litigios por derechos a la tierra se desarrollaron en la villa
de Rengo, ciudad cabecera y sede administrativa departa-
mental. Por lo general, las partes iniciaban el pleito ante los
inspectores o subdelegados más cercanos a su residencia
o a la tierra en disputa. Cuando no lograban llegar a una
resolución pronta, se presentaban ante el alcalde de Rengo.
Distinto era el caso de las transferencias de dominio, como
herencias, ventas o donaciones. Durante toda la primera
mitad del siglo XIX no había escribanos en Caupolicán, por
lo que, si los contratantes pretendían obtener una escritu-
ra pública con firma de escribano auténtico, debían viajar
a San Fernando, capital de la provincia de Colchagua (25
kilómetros al sur de Rengo). No era necesario emprender
este extenso trayecto. Los inspectores locales, la mayoría

8 Se utiliza la expresión “equipamiento político del territorio” acuñada acer-


tadamente por Barriera (2006: 377-418).

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38 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

de las veces, y, en ocasiones los subdelegados, recibían a


las partes para redactar la escritura de transferencia bajo la
fórmula “a falta de escribano y actuando ante testigos”. El
Archivo Nacional de la Administración en Santiago de Chi-
le resguarda el Fondo de Notarios de Rengo. Este reposito-
rio preserva miles de estas escrituras firmadas por los jue-
ces legos vistiendo ropajes de escribanos. Me resulta muy
difícil imaginar el despliegue de estos acuerdos complejos
sin la fatigosa y permanente actividad de estos jueces que
actuaban a diario como ministros de fe9.
Tanto las escrituras de transmisión de dominio, como
los litigios por tierra, tuvieron en su centro a los jueces
legos desperdigados por los valles del departamento de
Caupolicán. Ante ellos, los pequeños y medianos agriculto-
res iniciaron acciones para redefinir y mejorar sus derechos
a la tierra, como también para excluir de derechos a quie-
nes gozaban por acuerdos antiguos. Las autoridades con
potestad judicial casi siempre prestaron atención a estas
demandas, actuando como jueces o como ministros de fe.
Particularmente los jueces legos fueron sensibles al concep-
to de poseedor precario. Esta receptividad judicial al uso de
esta figura permitió la existencia del juicio o del acuerdo y,
por tanto, fue la condición de posibilidad de los expedien-
tes y de las escrituras de transferencia que resguarda hoy
el archivo. Esta comunicación entre jueces y pleiteantes me
ha motivado a acercarme a la racionalidad de los litigantes
y de sus representantes para optar por esta noción y no a
otra para mejorar los derechos a la tierra. Sintetizaré un
juicio que representa varias aristas de las que he comentado
hasta ahora.

9 Aude Argouse ha reflexionado sobre el documento judicial en que intervino


el escribano o el ministro de fe, como resultado de un encuentro. Por un
lado, entre la voluntad del litigante y, por otra, la del escribano o autori-
dad competente con facultad para transcribir el testimonio (Argouse, 2014:
59-94).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 39

Sebastián Guzmán contra Dolores Valenzuela

En mayo de 1837, Dolores Valenzuela se presentó ante el


inspector del distrito de El Olivar para formalizar la compra
de un retazo de tierras. Allí también se encontraba Sebastián
Guzmán, el vendedor. El inspector, Juan Valenzuela, dejó
asentado en la escritura que conocía a los comparecientes,
que ambos eran vecinos colindantes, que el bien transado
correspondía a tres cuadras y media de tierras situadas en
su jurisdicción y que la compradora había abonado 300
pesos. El expediente deja saber más adelante que Sebas-
tián Guzmán y Dolores Valenzuela habían sido matrimonio
hasta que se separaron cerca de siete u ocho años antes de
esta tramitación10. Ambos contaban con pequeñas porcio-
nes de terrenos (al menos entre seis y 10 cuadras) cercanas
al río Cachapoal, en El Olivar, con un avalúo comercial
bajo, pero en ascenso. En efecto, encontré el nombre de
Sebastián Guzmán en el catastro agrícola que, el gobierno
ordenó realizar en 1832. Allí apareció con una propiedad en
“la parroquia del Olivar”, con una renta anual de 50 pesos.
Correspondía a una de las menores rentas de los 53 contri-
buyentes del Olivar, cuyo promedio ascendía a 407 pesos11.
Sin embargo, en el catastro que se realizó en 1852, Guzmán
había aumentado la rentabilidad anual de sus tierras a 200
pesos. El promedio del resto de los 88 contribuyentes del
Olivar prácticamente se mantuvo (en 413 pesos), por lo que,

10 El derecho castellano dispuso que el vínculo del matrimonio obligaba a la


mujer a conseguir autorización del marido para actuar civil y procesal-
mente. Este requisito caducaba tras la sentencia de divorcio (Dougnac,
2003: 232).
11 El Catastro agrícola de 1832 determinó que el mínimo de rentabilidad anual
para figurar en los listados de contribuyentes era 12, 5 pesos (Mellafe, 1988:
23). Por tanto, la rentabilidad de 50 pesos anuales permite deducir cierta
solvencia del predio.

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40 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

proporcionalmente a sus vecinos, Guzmán se había hecho


cuatro veces más próspero en dos décadas12.
No logré encontrar el nombre de Dolores Valenzuela
en ninguno de los tres catastros de la época. Sin embargo, su
poder adquisitivo quedó de manifiesto en su capacidad para
pagar al contado 300 pesos por adelantado a la compra de
este terreno. También, porque, a lo largo de este juicio, y a
diferencia de Sebastián Guzmán, pudo costear un represen-
tante en cada una de sus tramitaciones. Complementaria-
mente, me topé con su nombre en una venta de terrenos que
hizo a su vecino colindante (Agustín Pinto) en el verano de
1842. Se trató de una transacción de tres cuadras y medias
en un precio excelente: 359 pesos13. El terreno colindaba
además con la ribera oriental del rio Cachapoal14. Por su
parte, en 1850 Sebastián Guzmán vendió seis cuadras a José
Dolores Guzmán (un vecino del predio colindante), por un
total de 72 pesos15. En este sentido, Dolores y Sebastián se
asemejaban a una serie de actores que he encontrado y que
asoman en la documentación muy activos en la compra y
venta de terrenos. Sobre todo, transando con parientes o

12 Oficina Central de Estadística. 1855. Rejistro jeneral del catastro formado el año
de 1852. Santiago: Imprenta de J Belín y Cía.; También consulté el catastro
de 1837, pero no figuraba Sebastián Guzmán.
13 Es decir, a 102.5 pesos cada cuadra. Un valor alto, si consideramos que, para
este periodo, el valor cuadra, según Mario Góngora en su estudio del valle
del Puangue (170 kilómetetros al noroeste de este sector) ascendía a 30
pesos el terreno plano y 15 pesos las laderas de cerro (Borde y Góngora,
1956: 96).
14 Notarios de Rengo, vol. 30, 8 de febrero de 1842, fj. 194 v., 195 y 196.
15 Notarios de Rengo, vol. 39, 21 de diciembre de 1850, fj. 268 v., 269 y 270;
Con algo de cautela podría deducir el parentesco entre los contratantes,
por la comunión del apellido y por el bajo valor de cada cuadra. Giovanni
Levi, insistió hace unas tres décadas que, a la hora de estudiar la cons-
titución del precio de la tierra en sociedades pre-industriales, los factores
extra-mercantiles (como el parentesco) resultaban vertebrales (Levi, 1990).
Aunque, en este punto, como también lo advirtió Mario Góngora para un
contexto al que he escogido, es prioritario pensar en elementos geográficos
que influían en la constitución del precio de la cuadra de tierra (cercanía
o lejanía de los caminos, disponibilidad de aguas, si se trataba de terrenos
llanos o en ladera de cerros, etc.) (Góngora y Borde, 1956: 97).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 41

con vecinos colindantes. Entre 1820 y la medianía del siglo


XIX, estos compradores y vendedores frecuentes, residen-
tes en el sector, lograron en ocasiones incrementar la pose-
sión de tierras bien valuadas (según es posible seguirles la
pista en los tres catastros agrícolas de 1833, 1837 y 1852).
Aunque en la gran mayoría de los casos los esfuerzos no
rindieron los frutos esperados (Brangier, 2018: 147-162).
El caso que ofrece este expediente, me pareció que vin-
culaba a dos sujetos que estaban en medio o en una etapa
madura de su estrategia de incremento de patrimonio agrí-
cola. Ante la indisponibilidad de terrenos, esa expansión les
obligaba a colisionar o transar con derechos de posesión de
quienes le rodeaban. Deduzco que su separación en las cer-
canías de 1830 y el intento de Dolores de comprar tres cua-
dras y medias bien valuadas de su exesposo que se mantuvo
viviendo en el predio vecino (la imposibilidad de alejarse del
excónyuge me parece decidor de la indisponibilidad de tie-
rras), podían ser coherentes con este plan. Sobre todo, con
el de ella. En efecto, el terreno contenía una casa, un rancho,
viñas, huertos y varios planteles. La escritura especificaba
que el precio final se fijaría por una tasación a realizar
por dos peritos nombrados por las partes. Ambos hicieron
la designación a la semana siguiente. En la subsiguiente se
concretó la tasación. Más tarde, en algún momento de junio
de 1837, Dolores Valenzuela solicitó retracto de la compra,
indicando que Sebastián Guzmán intervino adulterando la
tasación. La acusación especificaba que Guzmán había indi-
cado a los tasadores reservarse para sí (y excluir de la venta)
unas puertas, árboles frutales “y otras especies” que estaban
dentro del terreno, pero que influían en su valor. El mes
siguiente, Sebastián Guzmán demandó a Dolores por desis-
timiento de contrato, ante el alcalde de Rengo.
El conflicto que enfrentó a los excónyuges abrió un
pleito que se extendió por 15 años y que involucró acusa-
ciones de nombrar peritos parciales, abandono del juicio de
mala fe y una enfermedad grave de Guzmán que, al parecer,
lo tuvo con el cuerpo paralizado por cuatro años en San

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42 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Fernando. Entre 1837 y 1842, los litigantes presentaron sus


escritos ante el alcalde de Rengo. Desde entonces, hasta
mayo de 1852, el juicio se desarrolló en San Fernando, ante
cuatro jueces letrados sucesivos. En el duodécimo año del
pleito (en 1849), Guzmán se quejó que Dolores Valenzuela
tomó posesión del terreno y gozaba de sus cosechas con
la excusa de haber abonado los 300 pesos iniciales, apro-
vechándose de su enfermedad e imposibilidad de volver al
Olivar. Precisó que la contraria ocupaba sus tierras en cali-
dad de “poseedor precario”16. El sentido que Guzmán le dio
a este concepto se reducía a que Dolores Valenzuela era una
usurpadora pues había tomado posesión del terreno sin un
título de dominio. Específicamente, no había perfeccionado
el contrato original de compra. Había renunciado a prose-
guir con la tasación, como indicaba ese documento:

Debe declararla Ud. sin ningún derecho al fundo, pues el pac-


to de compra y venta ningún derecho le da, ni título a su mala
fe, por no estar perfeccionado el contrato […] no debe contar
con cosa alguna fabricada por ella en el precitado terreno,
pues ha sido sin el previo consentimiento de su legítimo
dueño. Por este hecho, pierde su labor, planteles y siembras y
cuanto haya puesto y es responsable a los perjuicios en que la
ley condena al detentador. Con esto no ha adquirido título ni
transferencia17.

Sebastián Guzmán no enfatizó tanto el hecho, sino el


derecho que envolvía la posesión de su contrincante. Resul-
taba una posesión precaria, no porque la había tomado por
la fuerza, sino porque ocupaba careciendo de un título ple-
namente de dominio. Para Guzmán, el dominio de la tierra
le seguía perteneciendo íntegramente, pues su transferen-
cia había quedado inconclusa con el retracto de Dolores

16 Archivo Nacional Histórico de Chile. Fondo Judicial de San Fernando (en


adelante ANH, FJSF) 1837. Sebastián Guzmán contra Dolores Valenzuela sobre
el cumplimiento de un contrato de venta. Causas civiles, caja 45, expediente
3, fj. 72.
17 ANH, FJSF. 1837. Sebastián Guzmán, fj.72

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 43

Valenzuela y su negativa a continuar con la tasación. El


litigante insistió en esta figura a lo largo del expediente.
La compradora, por su parte, no negó que se encontraba
habitando la tierra. Sin embargo, se concentró en legitimar
su posesión en base a argumentos de hecho: había decidido
instalarse en el terreno para realizar mejoras, para que no
se perdieran las viñas y en general, para evitar el deterioro
de las tierras que aspiraba comprar. Tal como ella señaló al
juez letrado de San Fernando, el 4 de octubre de 1850, en
los dos años que habitaba el predio había hecho la necesa-
ria “refacción de las tapias, mejoramiento de los planteles y
arreglo de la viña”18.

Poseedor precario: una acusación seria

La materia en disputa del juicio descrito fue formalmente


muy simple (Dolores retractó la compra porque consideró
que la tasación estaba adulterada por el vendedor) y el litigio
duró 15 años.
Hasta ahí, en realidad no hay novedad. Efectivamente
los expedientes tramitados en este contexto comenzaban
con cuestiones que hoy nos podrían parecer más senci-
llas aún y que nos llevan a imaginar una resolución más
bien ejecutiva o conciliatoria de corto aliento. Tales como
demandas por curvatura de una parte de un cerco entre
dos vecinos, el desacuerdo por los turnos en el uso del
agua común de una acequia o la solicitud de revisión de
una cláusula de venta que exigía al comprador permitir que
un pariente del vendedor cosechara los frutos del predio19.

18 ANH, FJSF. 1837. Sebastián Guzmán, fj. 66


19 Respectivamente: ANH, FJSF. 1820. Don Matías Pérez con Pedro José Magaña
sobre derecho a terrenos. Causas civiles, caja 34, expediente 10; 1828. Domingo
Mardones con Antonio Meneses sobre derecho de agua. Caja 39, expediente 4;
1841. Cuevas José Santos y otros con Silva Miguel. Retracto de tierras. Caja 51,
expediente 1.

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44 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Los pleitos y las escrituras de transferencia de dominio de


tierras están atravesados por este tipo de desencuentros de
menor o mínima cuantía. Sin embargo, muchos de ellos
fueron puntos de arranque de conflictos que incrementa-
ron la gravedad de las acusaciones, incorporaron nuevos
antecedentes y, por supuesto, inflamaron paulatinamente la
animadversión de las partes. En ocasiones, estas colisiones
pequeñas entre derechos parecían una meseta de reposo en
una larga cadena de conflictos intensos que le antecedían y
que le sucedían. No omito tampoco que, los mismos repre-
sentantes contratados (cobrando por tramitación) compleji-
zaban sin pudor conflictos que se eternizaban por sus suge-
rencias (Brangier, 2019: 123). Por ello, no era de extrañar
que estos desencuentros (que hoy nos parecen de bajo cali-
bre) se hayan sostenido en el tiempo, hayan generado costo-
sas tramitaciones judiciales y viajes fatigosos para las partes
y para los testigos que arrastraban en cada una de ellas.
El juicio entre Dolores Valenzuela y Sebastián Guzmán
es representativo de este marco. Desde el primer momento
de la lectura del documento me llamó la atención el gra-
do de consenso inicial en el contrato de venta, el volumen
ínfimo del disenso en la tasación y, luego, la ilógica comple-
jización y paralización del juicio que rodó lentamente a lo
largo de una década y media. Pero, de todo esto, me intere-
sa resaltar un punto singular que distingue a este juicio del
resto de la muestra. El litigio duró 15 años porque ni Dolo-
res ni su ex esposo parecían tener prisa para acabar con la
disputa20. En ese sentido, la cronología del expediente fue
extraña. En apenas diez días (entre el 8 y el 18 de mayo de
1837), las partes acudieron a dos inspectores para firmar

20 A su vez, desde aquí podrían nacer otras preguntas, considerando que, como
ha graficado el historiador Juan Manuel Palacio, en los juicios del pasado
(como en los del presente), los litigantes se encontraban alterados, asustados
y, en general, en un estado de ánimo extraordinario que los llevaba a ocupar
todos los recursos posibles para salir del conflicto cuanto antes (Palacio,
2012: 43-49).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 45

el acuerdo de venta, nombrar peritos tasadores y pagar la


alcabala de la venta. Como se mencionó, Dolores Valenzue-
la se retractó a las pocas semanas e inmediatamente Sebas-
tián Guzmán acudió al alcalde de Rengo para denunciar el
incumplimiento del contrato. Sin embargo, desde entonces,
específicamente desde octubre de 1837, las tramitaciones se
fueron espaciando cada vez más y el juicio cayó en un letar-
go. Ese mes, el juez letrado de la provincia ordenó rehacer
la tasación, cuestión que abrió un nuevo flanco respecto a
qué inspector debía realizarla. Sebastián Guzmán se queja-
ba que Dolores era prima del inspector que originalmente
había intermediado en la primera tasación. Entre 1838 y
1842 contabilizó apenas nueve escritos en que se discutió
la idoneidad e imparcialidad de los distintos peritos nom-
brados. Dolores Valenzuela y Sebastián Guzmán habían
contratado representantes y ya no firmaban los escritos.
Después de tres años completos de silencio, en junio de
1845, Sebastián Guzmán se presentó ante el juez de letras
de San Fernando solicitando un comparendo con Dolores.
El magistrado convocó a las partes y Dolores Valenzuela
no se presentó. El juez la declaró en rebeldía y aprovechó
de conminar a los contrincantes a nombrar tasadores (una
vez más). En ese punto el pleito volvió a congelarse. Esta
vez profundamente, por cuatro años completos. Todo cam-
bió en marzo de 1849. Entonces, Sebastián Guzmán llegó
ante el juez letrado de San Fernando acusando de posee-
dor precario a Dolores. Desde ese instante, el ritmo de las
tramitaciones retomó una vitalidad que solo había tenido al
inicio. Pienso que la acusación preocupó a Dolores Valen-
zuela. Imagino también que Sebastián Guzmán encontró
una llave útil para preocupar a su ex esposa y desalojarla del
terreno que ocupaba desde hace un año. Él insistió en usar
esa llave y por eso el año 1850 fue intenso. Ambas partes
se presentaron ante el magistrado en San Fernando para
justificar o cuestionar la legitimidad de la toma de posesión
del terreno que había efectuado Dolores. Sebastián Guzmán
insistía majaderamente en la calidad de poseedor precario

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46 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

o, a veces, usando la variante de detentadora21. Cada uno


presentó tres escritos ese año ante el juez. La aparición en
escena de la figura de poseedor precario había empujado el
juicio hacia su clímax.

Del acuerdo a la usurpación

La intensidad con la que los actores de estos juicios reaccio-


naron ante la noción de poseedor precario, me instó, empá-
ticamente, a reaccionar de un modo similar. Sin duda estaba
frente a una figura jurídica que ellas y ellos entendían bien.
Era un término al que las partes involucradas y los jueces
le asignaban una relevancia vertebral cuando se trataba de
precisar derechos a la tierra o de sostener o deslegitimar
una posesión. Por tanto, era necesario detenerse en la cons-
trucción dogmática de la figura y, luego, en su aclimatación
paulatina en el escenario de estudio.
El concepto de precario o poseedor precario proviene
del derecho romano. No se trataba de un hecho de usur-
pación, sino, todo lo contrario, de un acuerdo que derivó
en un contrato. La noción de precario nació de la relación
entre el patrono y sus respectivos clientes. Estos le pedían
al Pater Familias la cesión del goce de una porción de sus
tierras. Tras la entrega, el patrono se reservaba el derecho
de solicitar la restitución del bien cuando estimara conve-
niente. Como bien precisa Guadalupe Cano, esta cláusula de
restitución, desde un principio distinguió el pacto de pre-
cario de la figura del comodato, que incluyó una cesión por
tiempo limitado o de la donación, que era una transferencia
indefinida. Por lo demás, el acuerdo solía puntualizar que
el precarista perdía la inversión que hubiese hecho sobre la
tierra concedida (Cano, 1999: 23).

21 “Doña Dolores no posee como encargada, administradora ni inquilina, sino


como detentadora, cuya arbitrariedad ha sido superior a mis súplicas y
esfuerzos”. ANH, FJSF. 1837. Sebastián Guzmán, fj. 72.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 47

El derecho romano recubrió paulatinamente de juri-


dicidad el pacto de precario entre patronos y clientes. De
ese modo, se estipuló que el precarista podía interponer un
interdicto Uti possidetis en caso que un tercero interviniera o
molestara su posesión. También podía invocar un interdicto
Unde vi, si era desalojado (sin autorización del cedente). Por
su lado, el patrono contaba con el recurso ad rem repetendam
para exigir el bien de vuelta, en caso que el precarista se
resistiera. Era un interdicto que también podía utilizar un
heredero del cedente. El contrato de precario podía finali-
zar por la muerte del cedente (a menos que se especificara
su transmisión hereditaria) o por su decisión de revocarlo
(Martínez, 2018: 1-11).
Durante la Edad Media, la iglesia empleó el contra-
to de precario para expandir los derechos sobre la tierra
y aumentar su valor. El derecho canónico dispuso que las
personas podían recibir tierras de la iglesia. A cambio, el
beneficiario debía cultivarlas y pagar un canon anual. Este
pacto se formalizaba mediante la firma de una “carta pre-
caria”. Por sus características, se tendió a asociar esta rela-
ción a la figura de la enfiteusis (Martín-Retortillo, 1953:
839-856). Por lo general, las cartas precarias especificaban
el tiempo que duraría el usufructo del bien cedido. En los
casos que el periodo fuera extendido, debía renovarse cada
cinco años. En ocasiones, el contrato duraba seis o siete
generaciones. Una vez concluido, la tierra se devolvía a la
iglesia incorporando las mejoras e inversiones que introdu-
jo el beneficiario. También, había oportunidades en que las
cartas precarias exigían servicios y trabajos del receptor. Si
la tierra cedida era descuidada, experimentaba deterioros o
daños, el beneficiario debía compensar a la iglesia. Median-
te este método, la iglesia logró expandir las tierras útiles que
ingresaban en su patrimonio (Martínez, 2018: 7).
En el siglo XII aterrizó el derecho romano Justiniano
en Europa y también en Castilla. Junto con ello, se reci-
bieron los elementos clásicos de la cultura jurídica propie-
taria sobre la tierra (Ots Capdequi, 1946: 21). Este marco

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48 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

normativo relevó el “ánimo de señor” y el hecho de la pose-


sión como criterios para validar el dominio sobre la tierra.
En este sentido, el Derecho Común abordó las múltiples
situaciones en que era necesario precisar si la posesión se
realizaba con ánimo de señor o no22. Se dibujaba de ese
modo una triada jerárquica, en que en primer lugar se
situaba el dominio (con justos títulos, ánimo de señor y con
posesión o no), luego la posesión (con ánimo de señor o a
nombre del señor) y finalmente la mera tenencia (a nombre
del señor o por usurpación). La figura del antiguo contrato
de precario entre patrono y clientes fue puesta en un segun-
do plano, asimilándola a un contrato de posesión a nombre
de un tercero que mantenía el dominio. Por lo general, la
legislación castellana fue relegando el precario o igualándo-
lo a otros contratos, como lo hizo el Fuero Juzgo que lo con-
sideró sinónimo del contrato de arriendo (Moreno, 1951).
Las Siete Partidas del rey Alfonso X en el siglo XIII no
mencionaron el precario. Sus antiguas funciones quedaron
subsumidas en el contrato del comodato (Cano, 1999: 23).
Respecto a la aclimatación de la figura del precario en
Hispanoamérica y en el derecho indiano, lamentablemente
sabemos muy poco. Martínez (2018: 1-11) apunta que, en
el Tercer Concilio Provincial Mexicano de 1585 se normó
sobre los cargos que crearía la iglesia en Ciudad de México.
Entre ellos se menciona el notario eclesiástico, quien ten-
dría por misión anotar las donaciones, posesiones, censos,
feudos y precarios.
El estudio de la existencia del precario en Hispano-
américa cuenta con un desafío particular. Se debe consi-
derar el peso específico que cobró el acto de la posesión
efectiva para legitimar el dominio. Como es bien sabido, el
rey cedió la tierra a través de mercedes, bajo condición de

22 Según Grossi (2013), el régimen propietario medieval puso en el centro la


posesión efectiva de la tierra. Desde esta práctica emanó un marco jurídico
en el que el dominio útil cobró relevancia frente al dominio directo y sobre
quien tuviera el título, pero usufructuara la tierra (Grossi y López, 2013:
19-23).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 49

residir, poblar y trabajar23. De no hacerlo, al beneficiario


se le debía pedir la devolución de la merced. De ese modo,
el rey mantenía el dominio directo sobre toda la tierra de
su posesión de ultramar, mientras que los conquistadores
y súbditos de estas latitudes hacían efectivo el dominio útil
(Ots Capdequi, 1946). El requisito particular de trabajar la
tierra se debió al trasfondo privado de la conquista de Amé-
rica (la corona no invertiría en la agricultura americana) y a
la fe creciente que en el siglo XVIII se depositó en el trabajo
de la tierra como fuente de la riqueza de las naciones (Ots
Capdequi, 1946: 70-71). Por tanto, con el ánimo de indagar
el sitial del contrato de precario en esta cultura jurídica
propietaria, las preguntas más básicas que aparecen se rela-
cionan con la posibilidad de delegar en un tercero (a quien
se le cedió la tierra) la responsabilidad de residir, poblar y
trabajar. Solo en términos lógicos, parece esperable que los
pactos de cesión de usufructo (como el precario, el como-
dato, el arriendo, entre otros) debían incluir la cláusula de
cumplir con esos tres requisitos. De lo contrario, el usufruc-
tuario, y, sobre todo, el dueño de la tierra, corrían riesgo de
expropiación.
Más allá de la lógica jurídica, en el terreno histó-
rico, está claro que la forma de ocupar la tierra fue en
extremo heterogénea. A esta diversidad se le sumaron las
vastas extensiones de terrenos adquiridos, la ausencia de
mensuras o de cercamientos, las herencias que transmitían
posesiones indivisas entre varios sujetos, los acuerdos de
compartición de derechos entre parientes y vecinos colin-
dantes, entre otros. Todo esto llevó a que siempre fuera muy
difícil determinar los límites de los derechos de cada quien
sobre la tierra (Pro, 2011: 1-25). Como complemento, no
era sencillo precisar los límites temporales y espaciales que
implicaba la posesión de la tierra a nombre de otro. Sobre
todo, en un contexto en el que el trabajo y la residencia

23 Por lo general, las exigencias estipulaban establecer “morada” y “labor”


(Alvear, 1962: 77-86).

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50 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

podían ser más importantes que una escritura de adquisi-


ción. Al respecto, me ha resultado útil la reflexión de Pablo
Luna sobre el dominio desdoblado en torno a la tierra en
América y en Europa en el Antiguo Régimen. El autor rele-
va la necesidad de pensar la posibilidad de que, aquellos que
reciben la tierra (particularmente en el caso de la enfiteu-
sis) y la trabajan e invierten, con el tiempo podían sentirse
poseedores y cuestionar el dominio de los dueños ausentes
(Luna, 2021: 5).
Es posible que para los particulares resultaba menos
necesario (y menos posible) fijar el dominio de una vez. La
situación común fue la resolución de cada caso, ya fuera
mediante acuerdos, aplicando la correlación local de fuer-
zas o respetando el peso de la costumbre y de la “posesión
de tiempo inmemorial” (Brangier y Lorca, 2022: 46-64).
Pero para la corona la solución casuística no era suficiente.
Así lo demostraron las distintas medidas de composición de
tierras que se aplicaron en distintos momentos y con distin-
tas intensidades (Ots Capdequi, 1946: 82-83; Jurado, 2017:
11-42). A la larga, esta presión implicó para las autoridades
locales y para los particulares, una señal para especificar
las posesiones ilegítimas, las meras tenencias sin ánimo de
señor ni justos títulos y las usurpaciones.
Sabemos bien que la justicia fue el canal predilecto
para resolver o redefinir quien poseía la tierra a nombre de
quien. Y que, como el ejercicio de la justicia se encontraba
en el corazón de la gimnasia política del imperio ibérico
en América, entonces, las redefiniciones de los contratos de
arrendamiento, de comodato o de precario, fueron, tam-
bién, una actividad política en cada localidad. Es decir, debe
haber dependido, sobre todo, de correlaciones de fuerza,
de recursos para movilizar autoridades proclives, testigos
y documentos que legitimaran antiguos pactos. Debe haber
influido la experiencia en justicia para saber qué decir y
cómo responder. Todo esto, solo lo extrapolo hacia atrás
desde la lectura de los juicios tramitados en mi escenario

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 51

escogido de la primera mitad del siglo XIX (con la convic-


ción que estos pleitos están embebidos de esos anteceden-
tes). El contrato del precario en el periodo colonial hispano-
americano (tenue o inexistente, recordemos en el derecho
castellano e indiano), debió ser un vago referente dispuesto
a ser rellenado de significado en cada situación judicial. En
algún momento de este extenso eslabón perdido, esta figura
contractual, en el cotidiano quehacer de jueces y escribanos,
transitó de significar un acuerdo a una tenencia por usurpa-
ción. Y con este ropaje recibió las revoluciones de indepen-
dencia, los consiguientes estados independientes y el avance
paulatino del derecho patrio y de las codificaciones.

Entre el código y las interpretaciones judiciales

El avance moderno de la ideología de la “propiedad plena”


o “perfecta” en Europa decantó, entre otras instituciones,
en el Código Civil francés de 1804 (Grossi y López, 2013:
19-23). La relación de las personas con las cosas se agrupa-
ba dentro de tres formas: dominio, posesión y tenencia. La
tercera figura tenía, a su vez, dos posibilidades: o se tenía
la cosa a nombre del dueño o, en cambio, se tenía contra
la voluntad del dueño o debido a su ignorancia. La figura
específica del precario desapareció como tal, pero se con-
sideró un género de tenencia que incluía al arrendatario,
al usufructuario “y todos aquellos que tengan el bien pre-
cariamente” (Jiménez, 2021: 35-54). Es decir, en el Código
Civil francés, la tenencia precaria seguía considerándose un
contrato de usufructo del bien a nombre de un tercero que
mantenía el dominio y que podía recuperarlo. Las distintas
codificaciones civiles posteriores, adoptaron esta noción
contractual de la tenencia precaria. Así ocurrió en los códi-
gos de España, Italia, Portugal, Alemania, México y Argen-
tina. En estos casos, tampoco se encontraba el contrato de

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52 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

posesión precaria, pero si se entendía como un comodato


por tiempo indeterminado (Selman, 2018: 384).
El Código Civil de Andrés Bello en Chile reprodujo este
género de la tenencia precaria, asociándolo a un contrato
de comodato con tiempo de uso impreciso (Selman, 2018:
352). Específicamente, el comodato precario se encuentra
en el título XXX “Del comodato o préstamo en uso”. Aquí
aparece como un contrato en el que, quien tiene el domi-
nio sobre el bien, lo cede a un tercero con compromiso
de uso y de restitución en cualquier momento24. Según
Javier Barrientos, Bello no descuidó una posibilidad: que la
tenencia se efectuara a modo de usurpación o a espaldas de
quien gozaba del dominio del bien. Para esta situación, el
Código Civil incluyó el artículo 2195: “Constituye también
precario la tenencia de una cosa ajena, sin previo contrato
y por ignorancia o mera tolerancia del dueño” (Barrientos,
2005: 163-185). Esta disposición continua dentro de la figu-
ra del comodato precario. Sin embargo, según Barrientos,
funciona como un recurso jurídico para que el dueño de la
cosa pueda demandar la recuperación contra el usurpador
(Barrientos, 2005: 172).
Resulta llamativo que el Código Civil de Andrés Bello
abriera la posibilidad de pensar la tenencia o el comodato
precario hacia conflictos de usurpación. Según Arturo Sel-
man, en la práctica judicial posterior a la promulgación del
Código, los tribunales de justicia tendieron a interpretar la
figura del precario, no como un comodato de tiempo inde-
terminado según disponía el artículo 2194, sino como una
usurpación contra la voluntad del dueño (Selman, 2018:
354).
Considero que, se vuelve interesante no sólo observar
cómo la jurisprudencia y la práctica judicial significó la
tenencia precaria posterior al Código Civil, sino que tam-
bién antes, para aproximarse al modo en que la codificación

24 Estado de Chile. 1882. Códigos Chilenos. Leipzig: Imprenta de F.A. Brock-


haus, p. 320 (artículo 2194 del Código Civil).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 53

y la legislación bebieron de esas interpretaciones cotidia-


nas y de esa jurisprudencia. Esa ha sido la apuesta de la
agenda de investigación que he trazado. En este sentido,
una línea hipotética que resulta pertinente abordar es que
Andrés Bello, con el artículo 2195 ofreció un recurso para
situaciones conflictivas que eran comunes antes y durante
el momento de elaboración del Código. Según da cuenta el
juicio de 1837 a 1852 reseñado, entre Sebastián Guzmán y
Dolores Valenzuela, la figura del precario definitivamente
se leía más como usurpación que como contrato. Con segu-
ridad, Bello no ignoraba estas interpretaciones judiciales en
Chile. Había llegado en 1829 al país y, en esas décadas, pri-
maba entre los juristas y el gobierno la idea de que la codifi-
cación recogiera elementos constitutivos de la sociedad y de
la práctica judicial. Así al menos lo consideró el gobierno en
1846, designando que los futuros códigos procesales debían
emanar de la información que se recogiera de una visita
en terreno a todos los juzgados y tribunales del territorio
nacional (Brangier, 2021: 649).
Volviendo entonces a ese contexto, al cruce entre
sociedad y justicia en el Departamento de Caupolicán en
la primera mitad del siglo XIX, los pequeños y medianos
agricultores que figuran en los pleitos por tierra y en las
escrituras de transferencia de dominio, emplearon la figura
del poseedor precario para expresar y denunciar un acto
de usurpación. Así lo entendía quien pretendía el desalo-
jo del rival, como quedó de manifiesto en la acusación de
Sebastián Guzmán contra su ex cónyuge; quien era acusado
de poseedor precario, como Dolores Valenzuela que debió
justificar su tenencia mediante un argumento de trabajo e
inversión en el territorio. Los jueces locales, como el alcalde
de Rengo y el juez letrado de San Fernando comprendieron
que la denuncia de poseedor precario hacía referencia a una
ocupación ilegítima y no a un contrato de comodato o de
usufructo. He encontrado este consenso colectivo sobre el
significado de poseedor precario en los pleitos y escrituras
de transferencia que he consultado. Hasta el momento, ni

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54 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

las partes, ni los representantes, ni los fiscales, ni los jue-


ces solicitaron una definición o una precisión del concepto.
Para los actores envueltos en la práctica judicial de este
contexto, la posesión precaria significaba una tenencia ile-
gítima contra la voluntad de quien alegaba tener mayores
cuotas de dominio o el dominio pleno.

Conclusiones

El trasfondo del estudio ha sido el uso de figuras jurídicas


en pleitos por tierra y escrituras de transferencia de domi-
nio. Esta utilización judicial se ha realizado en un contexto
de alza en el valor de la tierra y de presión por redefinir
antiguos pactos de dominio desdoblado. La posibilidad que
tenían pequeños y medianos agricultores, acompañados a
veces por representantes, de instrumentalizar figuras de la
cultura jurídica propietaria vigente, me ha motivado a pro-
blematizar la asimilación de sus significados y la relación de
su interpretación con el contexto que les tocó vivir. Tam-
bién me ha exhortado a interrogar los antecedentes de estas
figuras y su aterrizaje en la legislación y codificación del
siglo XIX.
En el caso de la figura del precario o de poseedor pre-
cario, los antecedentes provenían de un pacto romano entre
patrono y clientes por la cesión del usufructo de la tierra.
Paulatinamente, la práctica cristalizó en un tipo de contrato
en el derecho romano, asimilable a otros en que se transfe-
ría el usufructo, pero no el dominio. El derecho castellano
asoció el contrato de precario al comodato. Si bien es cierto,
la figura fue tenue en el derecho indiano, en Hispanoamé-
rica la figura del precario fue asimilándose a la usurpación.
En este punto seguimos en un punto ciego historiográfico,
sobre el que solo es posible sugerir que el avance pudo dar-
se desde la litigiosidad y la práctica cotidiana de escribanos

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 55

que mediaban en las transferencias de dominio. Este es un


campo de investigación de sumo interés.
Si bien, el periodo de codificación recogió la figura
clásica del precario como un contrato de comodato con
tiempo de devolución indeterminado, en los pleitos que he
estudiado he podido notar que el significado de la voz “pre-
cario poseedor” se vincula con fuerza a la de usurpación.
Como he mencionado en estas páginas, es dable pensar
que estas oportunidades de aclimatar figuras jurídicas a las
necesidades específicas de contexto, se debe en gran medi-
da a la existencia de una red de jueces legos y residentes
dispuestos a lo largo del territorio. Estos alcaldes, regido-
res, subdelegados e inspectores, en tanto conocedores de
los litigantes y, a su vez, conocidos por ellos, propiciaban la
compartición de lenguajes y la traducción desde el derecho
a la arena judicial.

Fuentes

Archivo Nacional de la Administración, Fondo de Notarios


de Rengo:
Vol. 30, 8 de febrero de 1842.
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56 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

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Concepciones legales
y demandas sociales

La institucionalización de la justicia letrada


en el territorio nacional de La Pampa, Argentina
(1884-1934)

HERNÁN BACHA

Introducción

El presente capítulo se concentra sobre la primera etapa de


institucionalización de la administración de justicia letrada
en el territorio nacional de La Pampa durante sus primeros
cincuenta años. El recorte responde a la formación de los
espacios extracéntricos a partir de la promulgación de la
ley N° 1532 de organización de los territorios nacionales de
1884 y finaliza en el marco de la descentralización de la jus-
ticia, a partir del traslado de un Juzgado Letrado Nacional
desde la ciudad capital hasta General Pico, ubicada a 150
kilómetros al noreste. Durante este proceso formativo, se
dotó de instrumentos, instituciones y personal a la estructu-
ra judicial que se mantendría hasta mediados del siglo XX.
Nuestro objetivo apunta a indagar en torno a las caracterís-
ticas de este proceso, con particular atención a los debates
surgidos en torno a la administración de justicia y el lugar
asignado a los jueces letrados; así como a establecer algunos
parámetros explicativos en torno a la relación entre estos
aspectos y las condiciones demográficas del territorio.
Iniciamos nuestro análisis sobre las condiciones bajo
las que se llevó a cabo ese proceso. Sumaremos al estudio las

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62 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

posturas y concepciones en torno al gobierno y la justicia en


el marco de los debates de la ley 1532. Estas herramientas
nos permitirán identificar los ajustes, y reflexionar sobre
las estructuras de poder que enmarcaron a gran parte del
territorio argentino hasta mediados del siglo XX. Con ello
buscamos comprender y caracterizar a la administración
de justicia entre 1884 y 1934. Una de nuestras hipótesis
de trabajo apunta a considerar junto con la centralidad del
gobierno, a una estructura de poder equivalente entre los
representantes del gobierno y la administración de justicia
de los territorios nacionales por lo menos hasta inicios del
siglo XX. A medida que el proceso de consolidación y creci-
miento institucional dotó de mayor cantidad de institucio-
nes a la justicia, este binomio adquirió otras características.
El aumento en el número de jueces frente a las dependencias
de justicia implicó la redefinición de su posicionamiento
en la escena pública en tanto destinatarios de las demandas
sociales.
Nos proponemos examinar las causas de los cam-
bios, reclamos, tensiones y forma definitiva adoptada por
la administración de justicia. Su montaje tuvo una fuerte
conexión con los indicadores demográficos y la puesta en
producción del territorio nacional destinado, fundamental-
mente a las tareas agropecuarias, sobre todo desde inicios
del siglo XX. Este aspecto fue enfatizado por la bibliografía
sobre la justicia en los espacios extracéntricos, pero sobre
todo para explicar el origen y no los cambios atravesados.
Las instituciones judiciales fueron objeto de atención esta-
tal y social, en tanto posibilitaron la vida en sociedad y la
seguridad jurídica necesaria para lograr los objetivos econó-
micos de puesta en producción e inserción comercial. Lejos
de una explicación determinista, el análisis empírico rea-
lizado permite contextualizar el creciente reconocimiento
social de las instituciones de justicia y sus agentes por parte
de las comunidades. Para ello, el capítulo examina debates
legislativos, censos, informes de gobierno, los instrumen-
tos legales y las intervenciones en la prensa periódica del

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 63

Territorio, tanto sea por parte de agentes judiciales como


de representantes locales.

La organización de los poderes públicos


en los territorios nacionales

Las distintas campañas militares y la denominada “Con-


quista del Desierto” pusieron a disposición una vasta canti-
dad de tierras en las regiones de Chaco y Patagonia, sobre
las que era necesario controlar, regular y poblar. En conse-
cuencia, más de la mitad del territorio argentino fue subdi-
vidido en entidades administrativas que se diferenciaron de
las provincias históricas al quedar bajo la órbita directa del
gobierno nacional, con el objetivo de tutelar su crecimiento
social y económico (Bucciarelli y Jensen, 2008). La forma-
ción de estos espacios no estuvo exenta de tensiones. El
17 de septiembre de 1884, la Cámara de Diputados nacio-
nal inició los debates sobre la ley que buscaba “organizar,
administrar y gobernar” esas tierras. El proyecto del Poder
Ejecutivo Nacional (en adelante PEN), presentado por el
ministro del Interior, conservó en gran medida su ver-
sión inicial. Desde su proyección, los territorios nacionales
no tendrían entidad política y quedarían “exclusivamente
dependientes del gobierno general, apoyados por la mano
poderosa de la Nación…”. Su conversión en provincias
autónomas sería un proceso futuro. Al respecto, el diputado
Cárcano manifestaba:

[…] inmediatamente que se les constituya por una ley especial,


ya practicarán el sistema representativo republicano, con la
división de los poderes, con su administración perfectamente
fiscalizada, con su independencia y equilibrio indispensable,
con sus funciones electorales, sus derechos y garantías asegu-
rados, aunque todo un tanto restringido por un mecanismo
más simplificado, pero no por eso menos eficaz y fecundo
para el objeto a que se aplica. Tienen pues, los territorios

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64 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

nacionales […] su carácter constitucional propio; y cuando


los impulsos de su crecimiento los levante al rango de pro-
vincias, se hallarán notablemente preparados para la vida
política, autónoma y libre1.

Las palabras de Cárcano permiten pensar que el debate


legislativo no tuvo por objeto definir la forma que adqui-
rirán estas nuevas entidades, o sus características legales.
Por el contrario, gran parte de las discusiones versaron
sobre los límites territoriales y el papel que desempeñaría
la futura Legislatura en cada territorio (Gallucci, 2017). En
teoría, se reconocía el carácter representativo, republicano
y federal para estas “provincias en ciernes”; sin embargo, las
condiciones reales distaron de aplicar efectivamente este
esquema.
Las discusiones sobre el gobierno y la justicia de los
territorios permiten aproximarnos a las posibilidades abier-
tas en la etapa previa a la sanción de la ley 1532, más
allá de su versión definitiva. Si bien contamos con traba-
jos previos en este sentido2, nuestro abordaje prioriza una
mirada que excede lo legal para adentrarse en el mundo de
las ideas posibles y en disputas antes de su forma final. En
este marco, la legislación debe comprenderse en un doble
sentido. El primero de ellos es el más acotado, y considera a
la normativa como un producto del accionar de los poderes
estatales y, en algunos casos, del resultado de las fuerzas
políticas en pugna, como vimos para los debates del proyec-
to de la ley 1532. El segundo sentido responde a un carácter
más amplio, sobre la conceptualización de los instrumentos
normativos como un producto sociocultural, que evidencia
las necesidades de la comunidad creadora.
Las sesiones iniciadas en la Cámara Baja tuvieron un
punto álgido en torno a la participación del Senado en la

1 Diputado Cárcano, Diario de Sesiones, Cámara Nacional de Diputados,


Sesión Ordinaria Nº 60, 17 de septiembre de 1884, p. 1070.
2 Al respecto, pueden consultarse los trabajos de Ruffini (2007 y 2012) y Arias
Bucciarelli (2012).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 65

designación del gobernador y del juez letrado. Estos dos


cargos reportaban la máxima investidura en representación
del Estado en los territorios nacionales. En la sesión del 24
de septiembre, el diputado Argento solicitaba la eliminación
del acuerdo del Senado para el nombramiento del Poder
Ejecutivo de los territorios nacionales, por considerar que
el gobernador era empleado de la administración y, en con-
secuencia, quedaba sujeto a la designación por parte del
PEN. En sentido contrario se expresaría el diputado Puebla,
al manifestar de modo categórico:

[…] Hacer que los gobernadores de estas provincias en


embrión vengan a ser dependientes del Poder Ejecutivo, hacer
que este pueda removerlos sin causa alguna, puesto que la ley
no las determina; es, en una palabra, desvirtuar la tendencia
positiva de la ley, que me parece benéfica3.

En superficie, el debate parecía versar sobre el carác-


ter del gobernador como “agente político” o “empleado
puramente administrativo y directamente dependientes del
Poder Ejecutivo”4. Más allá de la denominación, se eviden-
cia una caracterización del modelo vigente bajo el que se
ordenaron los territorios nacionales: republicano centrali-
zador (Ruffini, 2012; Zimmermann, 2017). Ahora bien, a
esta condición es necesario agregar que la construcción de
los territorios nacionales por fuera de las provincias eviden-
cia un mapa polisémico y asimétrico del federalismo argen-
tino, donde en lugar de crear nuevos estados provinciales,
el gobierno central unificó su organización, administración
y gobierno (Caamaño Domínguez, 1999). Lejos de revi-
sar las implicancias de este esquema federal, los territorios
nacionales se constituyeron como híbridos políticos, entre
las provincias y las tierras sin administración ni ocupación

3 Diputado Puebla, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, Sesión


Ordinaria núm. 65, 24 de septiembre de 1884, p. 1199.
4 Diputado Nacional Cárcano. Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados
de la Nación. Sesión Ordinaria N° 66, 26 de septiembre de 1884, p. 1199.

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66 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

definida. Por el momento señalemos que, si bien este no es


nuestro objetivo, sería interesante ahondar sobre este tópi-
co en futuros trabajos.
En cuanto a las discusiones sobre los poderes públicos
en general, y a la justicia en particular, debemos destacar
que la designación del juez letrado del territorio nacional,
segunda figura jerárquica y representativa del poder esta-
tal, también generó tensiones en la Cámara de Diputados
y en torno al acuerdo del Senado. La disyuntiva se presen-
taba sobre una interpretación restringida o ampliada del
artículo 83 inciso 10 de la Constitución Nacional, referido
al nombramiento de ministros y funcionarios5. De igual
modo que para los gobernadores, la tensión versaba sobre
el carácter asignado a los jueces. Si éstos eran considerados
como personal administrativo, el PEN podía nombrarlos
sin el acuerdo del Senado. El diputado Olmedo, por ejem-
plo, señalaba que “la palabra administración, en el sentido
constitucional y científico, no se refiere, no se puede referir
sino á los empleados directamente dependientes del Poder
Ejecutivo, que desempeñan atribuciones propias del poder
administrador”6. El carácter y los requisitos para acceder al
cargo de juez letrado fueron equiparados con sus pares de
la Capital Federal. La salida legal implicaba una antigüedad
laboral de dos años y su nombramiento por el PEN7. Con
la participación del Senado en la designación de las autori-
dades administrativas de mayor jerarquía en el Territorio,

5 Bajo el artículo 83 se detallan las atribuciones del Poder Ejecutivo. El inciso


10 expresaba: “Nombra (el PEN) y remueve á los Ministros plenipoten-
ciarios y Encargados de Negocios, con acuerdo del Senado: y por sí solo
nombra y remueve los Ministros del despacho, los oficiales de sus Secreta-
rías, los Agentes Consulares, y demás empleados de la administración, cuyo
nombramiento no esté reglado de otra manera por esta Constitución”.
6 Diputado Nacional Olmedo. Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados
de la Nación. Sesión Ordinaria n° 66, 26 de septiembre de 1884, p. 1208.
7 Estas condiciones quedarían plasmadas en la ley 1144 sobre organización
de la justicia de la Capital Federal, del Registro de la propiedad y del Archivo
de los tribunales del 15 de diciembre de 1881.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 67

el proyecto pasaba a la Cámara de Senadores en octubre


de 1884.
Es destacable que los debates presentados en el recin-
to de diputados no se concentraron en torno a la forma
que adquiriría la administración de los poderes públicos
ni su representación. La atención estuvo puesta en cómo
llegarían a ocuparse los puestos. En el mismo sentido, el
clima de la Cámara Alta parecía mucho más ocupado en las
implicancias generales de la sanción de la ley antes que en
su articulado, aunque no faltaron voces opositoras al pro-
yecto. Estas se vinculaban a motivos financieros o políticos.
El senador por Corrientes, Baibiene, llegaría a expresar:
“yo creo que nosotros pecamos, hemos pecado siempre, por
exceso de gobierno y no por falta de gobierno, y en los
territorios nacionales, este exceso ha sido sumamente noci-
vo”8. Las palabras del legislador no sólo advierten sobre las
posturas en tensión en torno a la injerencia o no del Estado
en diversas áreas; desnudan también cómo la designación
de los principales funcionarios en los territorios naciona-
les no pasaba inadvertida, ni por el proyecto político que
representaba, ni para la conformación social y la puesta en
valor de estas tierras.
Durante el segundo y último día de tratamiento en el
Senado, la tensión por las competencias de este órgano y
las del PEN ocuparon el centro de los esfuerzos, tal como
había sucedido en la Cámara de Diputados9. El fundamento

8 Diario de Sesiones del Congreso de la Nación argentina, Nº65, del 9 de


octubre de 1884, p. 766.
9 Es necesario señalar que no contamos con trabajos que presenten un balan-
ce general sobre la composición de las Cámaras durante el periodo estu-
diado. Una aproximación a las características e integración puede recons-
truirse de modo parcial a partir de las obras centradas en las trayectorias
de los partidos políticos particulares, o bien de estudios más recientes
sobre la democracia y elecciones. Por solo mencionar algunos ejemplos,
ver García Sebastiani (2002); hasta los años treinta y desde la dictadura de
1976 ver Ferrari (2010); Sabato, Ternavasio, De Privitello y Persello (2011).
Algunas estadísticas también pueden consultarse en sección de la Dirección
de Información Parlamentaria de la web de la Cámara de Diputados de la
Nación: https://bit.ly/3MRglpI.

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68 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

partía de la misma base, el artículo 67 inciso 14º de la


Constitución, que facultaba a regular la administración y
gobierno de los espacios por fuera de los límites territo-
riales de las provincias. La línea demarcatoria se ubicaba
en torno a quienes consideraban que el Ejecutivo tenía las
facultades constitucionales para nombrar a los funcionarios
jerárquicos de los territorios nacionales sin participación
de la Cámara Alta, por un lado; y quienes entendían que era
necesaria su intervención, como una garantía de la división
de poderes propia del modelo republicano. Estas posturas
eran utilizadas tanto para la designación de gobernadores
como de jueces letrados. En el caso de estos últimos, al igua-
lar las condiciones a las de juez de Capital Federal surgía
el interrogante sobre quiénes desearían ocupar esos cargos
en los territorios alejados de los centros urbanos y con una
dinámica poblacional en construcción. En ese momento
esta inquietud parecía infundada. Sin embargo, la dotación
de cargos en estos espacios para garantizar la efectiva pre-
sencia estatal fue presentada como una dificultad por la
prensa y por los funcionarios estatales.
A pesar de los debates y posibilidades abiertas durante
las sesiones, el articulado sobre la designación de goberna-
dores y jueces letrados de territorios nacionales fue acep-
tado tal como había sido presentado por la Cámara de
Diputados -designación por parte del PEN con acuerdo del
Senado. De las expresiones en ambas Cámaras no surge una
preocupación por definir la articulación entre el modo de
gobierno y la forma de Estado en estos espacios. Por el con-
trario, y más allá de los debates sobre los límites territoriales,
se buscó dar una respuesta rápida y con herramientas tran-
sitorias a la ocupación efectiva y puesta en producción de
estas tierras. En la presentación del anteproyecto remitido
por diputados, el senador tucumano Nougués, expresaba:

[…] la Comisión (de Legislación), teniendo en cuenta que sólo


se trata de sancionar una ley provisional, que como tal no
hace perder derecho ni adquirir otros a todos los que en esta

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 69

cuestión intervengan, no ha tenido inconveniente a pesar de


los defectos que ha encontrado, en aconsejarla sanción de
esta ley, que en esa parte como es provisional, no hiere ni los
intereses (de la Nación ni los de las provincias)10.

El solo el paso del tiempo contradeciría al legislador. El


carácter transitorio se prolongaría en el tiempo, y junto con
él, una estructura de poderes que colisionaba en su interior.
Luego de un mes de debate en ambas Cámaras, se sancio-
naba la ley 1532 que colocaba al ejercicio de gobierno y la
administración de justicia bajo la órbita directa del gobierno
central y del Ministerio del Interior. El gobernador sería
designado por la Presidencia con acuerdo del Senado por
el plazo de tres años; podía ser reelecto y sería exonerado
solamente por decisión del Ejecutivo (art. 6º). Entre sus
funciones se contaban “velar por el cumplimiento de las
leyes y disposiciones nacionales” que afectaran al territorio.
Tenía también potestad legislativa, en tanto podía dictar
“reglamentos y ordenanzas convenientes para la seguridad,
administración y fomento del territorio en todo lo que sea
materia de su incumbencia”. Como vemos, la distribución
de poder propuesto en la ley 1532 redistribuía las funciones
legislativas de estos espacios entre las Cámaras nacionales y
el gobernador.
El otro cargo jerárquico que requería de la designación
del PEN con acuerdo del Senado era el de juez letrado.
Debía ser abogado y residir en la capital del territorio (art.
35). Como consecuencia de su equiparación con los jueces
de la Capital Federal Argentina, la ley orgánica establecía
su competencia en materia civil, comercial, correccional y
criminal, y su accionar quedaba sujeto a la Suprema Corte
de Justicia de la Nación y a la ley nacional 48, que regulaba
la competencia de los tribunales federales (arts. 35, 36 y 41).
Las causas tramitadas y resueltas por la justicia de paz que

10 Senador Miguel Nougués. Diario de Sesiones del Senado del 9 de octubre


de 1884. Congreso de la Nación Argentina, p. 764.

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70 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

fueran apeladas serían tratadas por los juzgados letrados,


que oficiaron de primera instancia hasta mediados del siglo
XX. La sentencia a la que arribara el juez sería inapelable
(art. 39). A diferencia, las sentencias de los procesos vin-
culados al fisco o a menores, incapaces, pobres y ausentes
serían elevadas para su consulta al juez letrado y, luego, a las
Cámaras Federales (art. 42). En las otras materias, las causas
recusadas serían remitidas ante el Ministerio del Interior, y
desde allí eran derivadas a la Cámara de Apelaciones, radi-
cada en La Plata hasta 1928 y luego en la localidad de Bahía
Blanca. El circuito de la administración de justicia mues-
tra una compleja trama que, indirectamente, ante la falta
de mayores recursos o instancias, acentuaba la articulación
entre ejercicio de gobierno y administración de justicia.
No es menor que desde la creación de los TN, se
contempló la creación futura de sus legislaturas, para las
“gobernaciones cuya población (llegará a) las treinta mil
almas” (art. 46). Conforme a los preceptos alberdianos, una
Sala de Representantes no sólo completaría la división de
poderes, sino que también materializaría los medios para
transformar a los territorios nacionales en provincias. Ante
su ausencia, lo “posible” del modelo Republicano implicaba,
en términos de Barriera (2010), un “equipamiento político”
caracterizado por una marcada presencia y dirección del
Estado nacional en el marco de este federalismo asimétrico;
pero sobre todo por una relación simbiótica y de proximi-
dad entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial. La ausencia
de la Legislatura por parte de las producciones sobre los
territorios nacionales es un tópico generalmente analizado
en función de los argumentos (o impedimentos) para lograr
la provincialización de estos espacios. Sin embargo, es nece-
sario destacar que esta condición posibilitó esa dinámica
relacional particular entre el gobernador y el juez letrado.
En otras palabras, la ausencia de la Legislatura concedió a
la justicia territoriana representada por el juez letrado un
poder muchas veces equivalente, o en condiciones de dispu-
tar espacios de poder público, real y normativo frente a la

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 71

gobernación. Las tensiones entre los representantes de los


poderes fueron originadas, tanto por el solapamiento de sus
funciones, como por la ausencia de marcos de regulación
más claros y abarcativos.
Los lineamientos de la ley 1532 tuvieron una conse-
cuencia no prevista sobre la administración de justicia.
El poder equivalente entre el gobernador y el juez letra-
do sería inversamente proporcional al robustecimiento
institucional de la justicia. En el juego de fuerzas, la
mayor presencia de los jueces letrados los posiciona-
ría también como destinatarios de las necesidades de la
comunidad. La experiencia previa adquirida desde fina-
les del siglo XIX generó un espacio de experiencias que
fueron capitalizadas por los jueces letrados territorianos
para posicionarse como agentes estatales y de renombre
al interior de la sociedad.

Orden para la justicia

a) La formación de las primeras dependencias


La organización inicial de los territorios nacionales
coincidió con el proceso de consolidación y fortale-
cimiento estatal argentino. Las pesquisas acuerdan en
señalar la ambigüedad y, en algunos casos, la ausencia
de una legislación acorde y particularizada para estos
espacios. Paradójicamente, esta condición brindó una
mayor capacidad de acción y maleabilidad por parte de
los jueces letrados, frente a las necesidades y demandas
de la sociedad territoriana. Durante las primeras déca-
das del siglo XX, la falta de recursos materiales, eco-
nómicos y de instrumentos legales imprimieron sobre
la administración de justicia una capacidad generadora,
sostenida por sus agentes, y materializada en la inter-
pretación del derecho por parte de los jueces letrados
(Casullo, Gallucci y Perrén, 2013). No es un dato menor

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72 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

la composición de los poderes públicos y la dualidad de


poder entre el gobernador y el juez letrado. Esta carac-
terística no debería interpretarse como una similitud de
funciones. Por el contrario, su separación fue clara des-
de el proyecto de la ley 1532. Sin embargo, la posibilidad
de contar con instancias reales para generar normativas,
instrumentos y decisiones para el “bienestar público”
posicionó al gobernador y juez letrado como cargos de
relevancia para la comunidad, y para la consolidación
institucional del Estado.
Un claro ejemplo en este sentido lo representaba
la atribución del gobernador para dictar “reglamentos y
ordenanzas convenientes para la seguridad, administra-
ción y fomento del territorio en todo lo que sea materia
de su incumbencia” (art. 7 inciso 2°). A pesar de ello, esta
herramienta de poder real también fue desarrollada por
los jueces letrados, quienes participaron en la construc-
ción de nuevos instrumentos normativos, o bien, en la
resolución práctica frente a las necesidades de la socie-
dad territoriana.
Hasta después de la provincialización, ningún terri-
torio nacional contó con una Legislatura. Esto implicaba
que los reglamentos o normativa con que contaron para
su funcionamiento no fueron elaborados por una Cámara
de representantes políticos locales. Más aún, gran parte de
las herramientas legales de alcance nacional se produjeron
y aplicaron en paralelo a la formación de estos espacios
(Moroni, 2008; Zimmermann, 2015). Basta mencionar, por
ejemplo, la sanción del Código Civil en 1869, el Código
Penal en 1886, o el Código de Procedimientos en materia
criminal con aplicación para el ámbito Federal y los terri-
torios nacionales de 1888. En este sentido, el informe de
Gobernación del territorio nacional de La Pampa, elevado
por Juan Ayala en 1887 declamaba “la falta de una legisla-
ción rural con fuerza de ley á que sujetar sus procedimien-
tos” (Lluch, 2005: 24). Las pocas certezas emanadas de la
legislación vigente y los crecientes reclamos para regular

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 73

esta situación generaron una serie de instructivos o manua-


les legales conocidos como “Reglamentos” adoptados desde
188611.
El uso de estos instrumentos normativos fue articulado
y compensado en diversas oportunidades con el accionar
de los agentes estatales. Es ahí donde el concepto de “pre-
cariedad eficiente” propuesto por Bandieri (2013) cobra un
valor explicativo para pensar en las condiciones efectivas;
pero también en las posibilidades abiertas para el ejercicio
de poder en estos espacios distantes de las grandes ciudades.
La ambigüedad o ausencia normativa en tanto intersticio
reforzó la importancia de los jueces letrados en términos
sociales, y como agentes estatales. Conforme a sus conoci-
mientos, las posibilidades materiales y las lógicas propias de
su ámbito de inserción establecieron incluso qué legislación
aplicar ante la ausencia de instrumentos más precisos. La
jurisprudencia creada por los letrados durante estos años
constituyó un recurso clave, junto con los marcos normati-
vos trasplantados desde otras jurisdicciones.
La dotación de personal a las dependencias judiciales
no solo buscó cumplimentar la presencia estatal. En gene-
ral, el proceso de formación de la estructura judicial estuvo
vinculado con la faceta productiva del territorio nacional
de La Pampa. La necesidad de contar con fondos y recursos
para garantizar el funcionamiento del estado no debería
restringirse a la etapa formativa de estos espacios. Por el
contrario, la creación de la sociedad territoriana a partir del

11 Este aspecto ha sido analizado por Moroni (2008), quien identificó la adop-
ción del Código Rural de la provincia de Buenos Aires en la década de
1890; el Reglamento de Policía Urbana y Rural para el Territorio de la
Pampa Central, aprobado en 1890 por el Secretario de la Gobernación; el
Código Rural para los Territorios Nacionales, elaborado por el Dr. Víctor
Molina en 1887 y sancionado en agosto de 1894; y el Código de Policía de
los Territorios Nacionales, promulgado por decreto en marzo de 1908, y
redactado por el Dr. Gabriel Carrasco. La codificación permite identificar
una creciente preocupación económica, productiva y comercial acorde a la
inserción de los territorios nacionales en el esquema productivo del Estado
argentino desde finales del siglo XIX.

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74 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

arribo de inmigrantes y de capitales necesitó de la presencia


estatal para consolidarse.
La seguridad jurídica y el control del proceso produc-
tivo deben entenderse como parte de la sociedad de ese
momento. Es destacable este aspecto ya que la vinculación
económico-productiva con la puesta en marcha de la admi-
nistración de justicia suele señalarse sólo como un dato ini-
cial para los territorios nacionales. Más aún, son escasos los
trabajos que abordan, por ejemplo, las causas judicializadas
en relación con el fuero civil y comercial. Por el contrario,
entendemos que esas condiciones económicas y poblacio-
nales importaron una dinámica que permite comprender
algunos cambios institucionales e incluso procesos de con-
flictividad en torno a las instituciones de justicia. Si bien
no es objeto de estas páginas, basta un breve recorrido por
las competencias del principal brazo auxiliar de los jueces
letrados al interior de cada localidad y sus competencias. El
juez de paz existente en los poblados concentraba compe-
tencias fundamentalmente económicas, civiles y en menor
medida correccionales12. Desde este marco, y a pesar de la

12 Los jueces de paz eran designados por parte del PEN en localidades con
menos de 1000 habitantes, y electos para aquellos poblados que superaran
dicha cantidad conforme el artículo 10 de la ley 1532. Duraban dos años en
el cargo, podían ser reelectos y debían ser ciudadanos, alfabetos, y residentes
en la Sección donde desempeñará su cargo (artículos 11, 12 y 21). Entre sus
competencias económicas se destacan procesos por menos de cien pesos,
demandas por desalojo sin contrato escrito; causas correccionales -cuando
no implicaban más de cuatro días de arresto- y las demandas reconvencio-
nales -cuando no superaran los cien pesos moneda nacional-. La justicia de
paz entendía en cuestiones referidas a la entrega de ganados y frutos, los
fletes de los transportes terrestres y la exactitud de los pesos y medidas.
Todas las otras causas eran competencia del juez letrado. Este detalle per-
mite ver que los jueces de menor cuantía eran de vital importancia para una
sociedad que crecía en términos demográficos y productivos a ritmo veloz.
Si bien era necesaria la presentación de pruebas y defensa (artículo 14), la
actuación verbal del juez de paz generó y otorgó una mayor proximidad
con los vecinos de los poblados, a diferencia del juez letrado, del cual los
separaba una mayor distancia geográfica. La producción académica sobre
la administración de justicia de paz, como señalamos en el capítulo 1, ha
producido notables avances y se encuentra como un terreno en crecimien-
to, no solo desde los antiguos Territorios Nacionales. Para estos espacios,

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 75

premura para dotar a los territorios nacionales de personal,


el proceso de institucionalización de la justicia pampeana
comenzó hacia 1887, cuando comenzó a funcionar efecti-
vamente el primer Juzgado Letrado Nacional (en adelante
JLN), con la llegada de Anastasio Cardassy. Por entonces, la
justicia letrada contaba con cuatro funcionarios; mientras
que la población total del TNLP ascendía a 12 022 habitan-
tes13. A inicios del nuevo siglo, el informe de gobernación de
José Luro expresaba que el reducido personal y la atención
de causas sin distinción por fueros afectaban al funciona-
miento del Juzgado Letrado:

[…] a pesar de estar debidamente atendido, sufren bastante


atraso, con grave perjuicio las causas civiles que tiene que ser
generalmente postergadas por los criminales, que requieren
por la Ley un despacho de preferencia. Ante estas demoras
tan perjudiciales, no veo más remedio, que encarecer al Sr.
Ministro de Justica, la conveniencia de crear para el año
entrante un Juez más, a fin de que pudieran atenderse a
un mismo tiempo los asuntos criminales y comerciales. La
extensión y población del Territorio lo reclaman imperiosa-
mente14.

Ahora bien, la falta de recursos humanos no debería


ser igualada a la escasez de profesionales del derecho en el
territorio nacional de La Pampa. Como señalan una serie
de trabajos los intentos de colegiación por parte de los abo-
gados pampeanos datan de inicios del siglo XX (Crochetti,
1999; Moroni y Fernández Marrón, 2006; Bacha, 2018). La
cuantía del personal jerárquico judicial implicó que ocu-
paran un papel destacado como profesionales, intelectuales
y “notables” dentro de la sociedad territoriana (Lanzillota,
2011). La mencionada falta de personal de los juzgados

consultar: Casullo (2006); Argeri (2009); Moroni (2010) y Casullo, Gallucci


y Perrén (2013), entre otros.
13 Datos extraídos de los censos Censo de la República Argentina, II (1895), III
(1914) y IV (1947). Disponibles en: https://bit.ly/3A9EGQc.
14 Lluch (2006: 112).

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76 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

como una problemática puede interpretarse como una res-


puesta al ritmo de crecimiento poblacional y al consecuen-
te aumento en la demanda de servicios judiciales para las
zonas de reciente ocupación y puesta en producción15. En
concreto, fue utilizada como argumento para ampliar la
cantidad de juzgados en el TNLP.

b) Robustecimiento institucional y profesional


El territorio nacional de La Pampa permaneció con un JLN
hasta la década de 1910. Éste constituyó el único organis-
mo judicial a cargo de profesionales del derecho. Su asiento
inicial se encontraba en General Acha, ciudad capital desde
1884 hasta marzo de 1900, cuando un decreto presidencial
autorizó el traslado hacia Santa Rosa. La disposición rápi-
damente promulgada cerraba la trama desarrollada meses
atrás, durante la presidencia de Juárez Celman, en relación
con las tensiones en el seno del sector político y la espe-
culación en torno al valor de la tierra16. El traslado de la
capital implicó un cambio en la geografía del poder polí-
tico, y fue interpretada por sus contemporáneos como un
coto a las potencialidades de crecimiento futuras -para el
caso de General Acha-, o bien, como la apertura de nuevas
posibilidades de crecimiento por parte de Santa Rosa17. El
proceso abierto en 1900 finalizaría cuatro años más tarde,
con la mudanza del JLN. En mayo de ese mismo año, el
Inspector General de Justicia, Joaquín Granel, elevaba un

15 Sobre las características productivas del territorio nacional de La Pampa ver


Lluch (2008).
16 Sobre el traslado de la capital ver, Etchenique (2003) y Lluch (2018).
17 Es necesario destacar que la puja por la capitalización no se limitó a Santa
Rosa y General Acha. De hecho, inicialmente, se produjo entre esta última
y las tierras donde se fundó luego Toay, en aquellos años propiedad de
Benito Villanueva. La revista La Moderna de julio de 1939 rememoraba los
recelos entre los vecinos achenses y los de Toay: “contra el progreso ingente
de General Acha se suscitaron luego la envidia de otros pueblos nacientes,
tal Toay” y con ello, “el despojo injusto de su entorchado de Capital de La
Pampa”.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 77

informe desfavorable sobre la transferencia de las depen-


dencias judiciales porque no se aseguraban las condiciones
materiales para su buen funcionamiento18. Como contra-
partida, en junio un grupo de propietarios y comerciantes
de Santa Rosa enviaban una nota al ministro de Justicia
refiriéndose a las ventajas de su localidad para alojar a la
judicatura: sus vías de comunicación y caminos, así como la
proximidad vital de la Jefatura de Policías para viabilizar las
causas criminales. En la misma nota reproducida años más
tarde por un medio de prensa gráfica, se hacía referencia
a la vinculación entre los intereses particulares de Tomás
Mason, fundador de Santa Rosa, y sus acciones en la empre-
sa “Ferrocarril Oeste”19. En este contexto de tensión, las
posibilidades planteadas giraban entre el traslado definitivo
del existente o la creación de un segundo JLN. Como vemos,
al poco tiempo de puesta en marcha la justicia fue objeto de
una recomposición y, en consecuencia, de tensiones.
La decisión definitiva de reubicar el “último bastión”
del antiguo poder capitalino llegó en 1904, a partir de la
ratificación del decreto del PEN por parte del gobernador
Diego González. La respuesta no se hizo esperar y el des-
contento se expresó en diversas acciones impulsadas por la
población. Las medidas incluyeron el bloqueo de las vías
de ferrocarril, así como la toma de armas de la comisaría
achense y el secuestro de expedientes conservados en la
dependencia. A pesar de la elevada conflictividad, el Juzga-
do fue trasladado el 6 de junio de 1904 a la nueva sede,
en Santa Rosa (ver mapa 1). Los integrantes del alzamiento
popular fueron procesados judicialmente por sedición y se
realizaron un centenar de allanamientos con el objetivo de
recuperar los expedientes sustraídos, sin éxito (Etchenique,
2003: 29 y 30). Este evento demuestra cómo las necesidades

18 Archivo Histórico Provincial “Prof. Fernando Araoz” (en adelante AHP),


Santa Rosa, La Pampa, Fondo de Gobierno, Expediente N° 672/I.
19 Biblioteca Popular Florentino Ameghino, General Acha, Revista La Moder-
na, Año IV, N° 61, Julio de 1939, pp. 26-27.

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78 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

locales y sociales intervinieron en el esquema diseñado por


la ley 1532. El alzamiento de la población achense consti-
tuyó también un indicador claro de la conciencia desarro-
llada por las comunidades en torno a las potencialidades
de contar -o no- con instituciones estatales más allá de la
jurisdicción municipal o comunal.

Mapa 1. Juzgado Letrado y localidades existentes en el TNLP. 1887-1910

Fuente: Elaboración propia, por Danilo Leone Escuredo, 2024.

La situación caracterizada como “despojo” por parte de


General Acha fue acompañada por los pedidos de las auto-
ridades para crear un nuevo JLN. En el informe elevado por
el gobernador al ministro del Interior se señalaba:

[…] el movimiento del Juzgado Letrado revela elocuente, no


solo la importancia de la población territorial y el crecimien-
to constante del comercio, sino también la laboriosidad y

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 79

dedicación de la persona que lo desempeña […] la índole y


naturaleza de las tareas de un juez, requieren en casos como
este, es decir, cuando se reconoce que pesa sobre él un trabajo
superior á las fuerzas de un hombre, algo más que un secreta-
rio […] el remedio estaría en la división de las jurisdicciones
y en la creación de un nuevo Juzgado […] que tuviera á su
cargo la resolución de las causas criminales y convencionales,
quedando la jurisdicción Federal, Civil y Comercial a cargo
del actual Juez20.

Los pedidos de las autoridades fueron acompañados


por los vecinos, que en diversas oportunidades elevaron sus
petitorios a diversos organismos de la instancia nacional.
En 1907, por ejemplo, el Ministerio de Justicia comunica-
ba al gobernador que evaluaría la solicitud de los vecinos
de General Acha y de Santa Rosa para crear una Cámara
de Apelación y otro JLN. Dos años más tarde, finalmente
se crearía una nueva dependencia judicial en Santa Rosa,
abocada a las causas criminales y a cargo de Miguel Duar-
te. Por su parte, el juzgado existente, se especializaría en
causas civiles y comerciales bajo el juez Baltasar S. Beltrán.
Por primera vez se daba un tratamiento diferencial entre
los fueros judiciales, conforme al crecimiento de la activi-
dad y complejidad de la sociedad pampeana21. Ello implicó
la desaparición del “juez único” en un doble sentido: a)
como responsable y representante del poder judiciario; y,
b) como juez con competencia sin distinción por fueros. El
proceso resquebrajaba por primera vez el esquema bicéfalo

20 En Lluch, A. (2006) Memorias de Gobernadores del Territorio Nacional de La


Pampa (1900-1920), Santa Rosa: Subsecretaría de Cultura, Ministerio de
Cultura y Educación de La Pampa, (en adelante Memorias), p. 48.
21 Un análisis cuantitativo de las causas iniciadas nos brindaría mayores herra-
mientas para reflexionar sobre el periodo. Sin embargo, la dispersión de
los documentos, así como la falta de bases de datos y registros históricos
completos impiden proyectar un análisis cuantitativo de tipo exhaustivo y
extensivo. No desconocemos la riqueza de las causas existentes, sin embar-
go, nuestra decisión metodológica y enfoque temático apuntan a otros obje-
tivos. Este tipo de análisis fue presentado en los informes finales de Beca de
Iniciación en la Investigación (Resol. CS-UNLPam 003-13 y 013-14).

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80 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

de poder, derivado de la ley 1532. Fueron los reclamos y


pedidos sociales los que motorizaron la complejización de
las instituciones judiciales y sus competencias. Y éstas se
explican, en gran medida, por una mayor demanda de los
servicios judiciales en el territorio nacional de La Pampa.
A pesar de estas medidas, los esfuerzos fueron insu-
ficientes, y años más tarde, el gobernador Felipe Centeno
exponía en la Memoria de 1913, elevada al director nacional
de territorios nacionales:

El movimiento de los tribunales letrados […] confirma la


necesidad apuntada en la memoria de 1912, de aumentarlos,
como así la creación de la Cámara de Apelaciones- los intere-
ses que se ventilan en los Juzgados, y especialmente en lo civil
y comercial, son de tal magnitud, que merecen protegerse con
una justicia más eficaz en el sentido de la premura, de la cual,
no se goza por hoy, en virtud de la enorme tarea que le cae al
Juzgado22.

Como vemos, los reclamos buscaban garantizar la pro-


ductividad del TNLP; y en igual sentido, se expresaría la
prensa de la época. Una nota del diario La Autonomía23 mani-
festaba la posibilidad de ampliar el número de juzgados a
partir de un proyecto ingresado al Congreso Nacional24. La
prensa ratificaba el descontento de la población respecto de
la situación “deplorable” del sistema judicial del territorio
nacional de La Pampa. Escritos posteriores remarcaban la
importancia de contar con “un fiscal y un secretario más”,
así como de desvincular de la Secretaría del Juzgado la aten-
ción del Registro de escribanos, para mejorar el proceso de
las causas ingresadas25. Por entonces, la administración de

22 En Lluch, A. (2006) Memorias, p. 183.


23 El primer ejemplar de La Autonomía, diario de la tarde, fue publicado el 4 de
febrero de 1908, fundado por Juan Lorusso y Eudoro Turdera. Sobre La
Autonomía y la prensa territoriana en general, ver: Etchenique, 2007.
24 AHP, Diario La Autonomía, Santa Rosa, 23 de marzo de 1918.
25 AHP, Diario La Autonomía, Santa Rosa, “Un fiscal y un secretario más”, 10 de
abril de 1918 y “Secretarios y escribanos”, 11 de abril de 1918.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 81

justicia contaba con dos jueces, dos secretarías, un procu-


rador fiscal y un defensor de pobres, menores, ausentes e
incapaces.
En los informes elevados por la Gobernación también
se proponían posibles soluciones para remediar los aspec-
tos que ocuparon a la administración de justicia durante las
primeras décadas del siglo XX: la gran cantidad de procesos
judiciales iniciados, la escasez de personal y la ambigüedad
o inexistencia de una legislación específica para los territo-
rios nacionales. Al respecto, el gobernador interino Arturo
Algañarás se manifestaba hacia 1918 contra la demora o
retardo en justicia:

De ordinario se atribuye esa morosidad a la negligencia de


los jueces y secretarios, sin tener en cuenta, como factor
principal, la lenta tramitación a que la ley obliga, el exceso de
trabajo con que se hallan recargados los Juzgados y el escaso
personal de que disponen para atender como es debido el
despacho ordinarios de esos juzgados […] debiera, en primer
término simplificarse la tramitación, mediante una legisla-
ción más adecuada a sus necesidades, que la que se aplica en
los tribunales de la Capital Federal26.

A pesar de los distintos pedidos, la distribución de las


tareas judiciales permaneció inmóvil hasta que se creó un
tercer JLN, en 1921 (ver mapa 2). En ese momento, las
localidades con mayor densidad demográfica plantearon
la posibilidad de descentralizar la justicia de Santa Rosa.
General Pico y General Acha se propusieron como sede del
nuevo juzgado en función de su peso demográfico, pero
también de factores económicos de relevancia que caracte-
rizaron a estas localidades. Contra las expectativas creadas,
la nueva dependencia se instaló en Santa Rosa, e implicó
nuevamente la instalación del carácter multifuero, aunque
con secretarías específicas en cada competencia. En este
nuevo mapa de la justicia, la Cámara Federal de La Plata

26 En Lluch, A. (2006) Memorias, p. 300.

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82 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

designaba por sorteo la distribución de los turnos para reci-


bir las causas (Diez, 2002). Desde ese momento, la justicia
del TNLP estuvo integrada por tres jueces letrados, seis
secretarios, dos agentes fiscales, y dos defensores de pobres,
menores, ausentes e incapaces.

Mapa 2. Juzgados Letrados y localidades existentes en el TNLP. 1911-1933

Fuente: Elaboración propia, por Danilo Leone Escuredo, 2024.

El aumento en el número de JLN implicó un recurso


a la justicia como instancia de reparación. La valoración
positiva de cierta cultura judicial como ámbito específico

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 83

de resolución de los conflictos, como “garante de la vida,


defensora de los derechos y reparadora del honor dañado”
fue una alternativa que se consolidó con la práctica (Palacio,
2004: 157-190; Di Gresia, 2010: 155-191).
La administración de justicia en el territorio nacional
de La Pampa tuvo una impronta más personalista y con un
margen de acción para nada despreciable durante la prime-
ra mitad del siglo XX. La proximidad de los jueces letrados
y su inserción social en comunidades pequeñas brindó las
condiciones para el establecimiento de un nexo diferencial,
sustentado en el reconocimiento social por sus conocimien-
tos, pero sobre todo por sus funciones. Una vez elevado el
número de juzgados se dejaba atrás el modelo bicéfalo de
poder que caracterizó los primeros años de la etapa terri-
toriana. Casi cuatro décadas después de su creación, la pre-
sencia de la justicia ganaba en extensión y robustecimiento
de su estructura burocrática. La fractura del binomio gober-
nador-juez letrado también fue compensada por una mayor
presencia social y duración de los jueces en sus cargos.
El poder de los jueces letrados se manifestaba también
a través de su participación en distintas instituciones civi-
les. En algunos casos, brindaban su opinión sobre temas de
interés social y político, e incluso llegaron a realizar publica-
ciones en revistas especializadas de derecho y asiduas notas
periodísticas27. Diversos medios de comunicación gráfica
fueron utilizados para expresarse respecto con las medidas
y situación del sistema judicial pampeano28. Por ejemplo,

27 AHP, Diario La Autonomía, Santa Rosa, 12 de septiembre de 1918, en la nota


titulada “La conferencia del Dr. Torres” se dejaba constancia de una con-
ferencia pública, ofrecida por un antiguo juez del medio, donde expuso su
proyecto de ley de Instrucción Pública enviado al Congreso de la Nación.
Este aspecto ha sido analizado también por Moroni (2010).
28 AHP, Diario La Autonomía, Santa Rosa, 2 de mayo de 1918. En relación con
la acefalía del juzgado en lo civil y comercial, la editorial daba cuenta de
un grupo de abogados y procuradores que elevó un petitorio a la Suprema
Corte de Justicia Nacional solicitando, ante el impedimento del Juez en lo
criminal, Gómez para tomar posesión en lugar de Torres, se nombre en
lugar de este último al fiscal Julián Romay, por poseer mayor antigüedad

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84 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

una publicación del 30 de abril de 1918 se refería al fin del


mandato del abogado Torres a cargo del Juzgado en lo Civil
y Comercial29. La designación del fiscal Sixto A. Rodríguez
por el Ministro de Justicia como juez interino a cargo del
despacho generaba el rechazo y descontento social, publi-
cado en la misma edición en referencia a la “acefalía del
Juzgado Civil”:

[…] tal designación nunca la podría hacer el Poder Ejecutivo


y menos el Ministro por sí solo. Tal facultad solo tiene la
Suprema Corte de Justicia Nacional a mérito de la superin-
tendencia que tiene y ejerce por ley en las ramas de la admi-
nistración de justicia letrada nacional. Por la ley de integra-
ción de los tribunales Ley N° 4162 de Octubre 3 de 1902 un
juez reemplaza a otro juez y cuando este está impedido recién
puede reemplazarle un fiscal. Pero todo esto por mandato de
la ley y no en virtud de decretos del P. E30.

Puede resultar llamativo el conocimiento y manejo de


la legislación existente en esta publicación respecto con los
cargos de los jueces. Sin embargo, desde 1916 la propiedad
y dirección del periódico estaba a cargo de Arturo Castro,
procurador y hacendado, junto con Marcos Molas. Este
último fue uno de los abogados y procuradores que elevó
el petitorio a Buenos Aires para que el fiscal Romay acceda
al cargo de juez en lo Civil y Comercial. Una nota del 15
de mayo afirmaba que Molas se había reunido “con su ex
maestro y presidente de la Corte Suprema Doctor Antonio
Bermejo”31 para explicarle y presentarle el petitorio. Esta

en el cargo. Si bien hay registros aislados que impiden una reconstrucción


detallada, de hecho, el Colegio de Abogados del Territorio funcionó tem-
pranamente como veremos en el próximo apartado.
29 Vale recordar que la ley 3573 de 1897 (que modificó por segunda vez la ley
1532) implicó la caducidad en el mandato de los jueces letrados de territo-
rios, aspecto debatido y anulado durante la reforma de la justicia nacional
impulsada en 1950.
30 AHP, Diario La Autonomía, Santa Rosa, 30 de abril de 1918.
31 AHP, Diario La Autonomía, Santa Rosa, “Cesación de la acefalía judicial”, 15
de mayo de 1918.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 85

referencia evidenciaba la existencia de una red de lazos


profesionales, de poder social y económico que articularon
la formación de la sociedad pampeana durante la primera
etapa de institucionalización de la justicia. Vinculado con
la “acefalía” del Juzgado Civil y Comercial, la editorial del
diario La Autonomía manifestaba su opinión sobre cómo
debería gestionarse el reemplazo:

[…] claro está que esa designación (la del fiscal Rodríguez) por
lógica derivación de las cosas, por razón de orden y de justos
y merecidos estímulos, sería de justicia que recayera en el
fiscal más antiguo, y tanto más, en el caso actual, cuanto que
la larga foja de servicios del fiscal más antiguo doctor Romay,
es bien honrosa y meritoria, como funcionario ilustrado, jus-
ticiero y notoriamente equidistante de todo el mundo32.

De las palabras vertidas se desprende cierta valoración


positiva, así como mecanismos de legitimación personal y
profesional de Romay. Su caracterización como “ilustrado,
justiciero y notoriamente equidistante”, es solo una muestra
del imaginario social producido en torno a los profesionales
del derecho y de las expectativas que depositaba una parte
de la sociedad en los encargados de asegurar el control y el
orden del territorio.
Claro que la pluma también podía emitir opiniones
desfavorables. Asociada a la “acefalía del juzgado”, otra nota
periodística arremetía contra quien por ley debía tomar
posesión del juzgado: el juez en lo criminal y correccional,
Gaspar Gómez. En mayo de 1918 se expresaba:

El señor Juez del Crimen, no se basa ¡todo lo contrario! <<se


falta>>, pudiéramos decir para atender el propio Juzgado.
Bajo la fé de nuestra palabra afirmamos que en el Juzgado
del Crimen a cargo del venerable anciano doctor Gaspar
Gómez EXISTEN PARALIZADAS MÁS DE UN MILLAR
DE CAUSAS por que al señor Juez del Crimen le falta tiempo

32 AHP, Diario La Autonomía, Santa Rosa, 30 de abril de 1918.

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86 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

material para atender el movimiento diario de su Juzgado.


¿Puede este Juez reemplazar (!) a otro Juez cuando para tener
su propio despacho al día, para poder administrar la justicia
de la ley y dentro los términos de la ley, necesita con apremio
y urgencia de otro Juez del mismo fuero que lo ayude […]
¡Colegas metropolitanos! Ahí está el absurdo judicial, bajo
cuya <<solemne>> sanción crujen y gimen los vitales intere-
ses públicos del Territorio (resaltados originales)”33.

Parte de este posicionamiento sobre la justicia fue


producto del progresivo reconocimiento de las instancias
jurídicas, a la vez que la retroalimentó. La cercanía con los
lugareños y su legitimación a través de distintos espacios,
tanto estatales como no estatales, brindaron la urdimbre
necesaria para consolidar y posicionar a los jueces letrados
(y de los profesionales en general) en un lugar de prestigio y
estima social.

c) Descentralización de la justicia y consolidación


institucionalización
La complejización y posicionamiento de la judicatura antes
mencionados ayudan a comprender por qué un proyecto
presentado ante la Cámara Baja para descentralizar la jus-
ticia territoriana reactivó las disputas entre General Pico
y General Acha a inicios de 1934. Como ha investigado
Moroni (2010), el debate sobre la distribución de las depen-
dencias judiciales del TNLP contó con antecedentes. Desde
los años veinte, la disponibilidad de contar con las insti-
tuciones estatales nacionales por fuera de Santa Rosa fue
objeto de tensiones y de una encendida afrenta por parte del
Colegio de Abogados del territorio nacional de La Pampa.
Los debates se reactivaron a partir del proyecto del dipu-
tado Manuel Fresco (Partido Demócrata Nacional), quien
proponía trasladar un JLN y “descentralizar la justicia”. Es
importante destacar que, a pesar del uso de este concepto,

33 AHP, Diario La Autonomía, Santa Rosa, 8 de mayo de 1918.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 87

el registro de la prensa y la opinión de letrados o agentes


estatales distan de asimilar esta categoría con su concepción
vinculada al derecho administrativo. Al respecto, Casagran-
de (2018) analizó esta categoría ius-historiográfica junto
con el concepto de autarquía durante la primera mitad del
siglo XX. En su investigación se identifica que la categoría
descentralización condensa una serie de condiciones que
parten de una centralización del Estado, para permitir luego
la transferencia de una porción de la autoridad a corpora-
ciones u oficios. Entre 1900 y 1940, el concepto descentrali-
zación -junto con la autarquía- será considerado indicador
de la buena administración pública y, en consecuencia, de la
fortificación de las áreas o competencias del Estado; incluso
a aquellas dependencias que requiriesen de la elección de
autoridades. A partir de entonces, sus acciones no serían
contrarias al gobierno central, pero sí autónomas, más aún,
autárquicas. Si bien requiere de un análisis más exhausti-
vo, sería apresurado asociar esta conceptualización con los
argumentos esgrimidos por quienes intervinieron a partir
de la prensa o de la creación de juntas prodescentralización
de la justicia.
Lejos de un criterio administrativo, las voces críti-
cas del proyecto sostenían un argumento que, en términos
generales, apuntaba al perjuicio de los profesionales del
foro de Santa Rosa (Moroni, 2010). Ahora bien, esta disputa
debe complementarse con otros aspectos. Es posible ras-
trear opiniones opositoras al traslado del JLN en las páginas
del diario Gobierno Propio, dirigido por el abogado radical y
provincialista, Pedro Fernández Acevedo. Este órgano, ori-
ginado en Santa Rosa en 1930, permite reconstruir diversos
ejes argumentales opositores. Letrados de relevancia para
la escena pública, como Juan Carlos Neveu -futuro gober-
nador-, Mariano Pascual -representante del Colegio de
Abogados- e incluso el juez letrado Luis González Warcalde
se expresarían contra la presencia de un “juez único” frente
a los estrados del territorio. Desde sus perspectivas, contar
con jueces sin distinción de fueros afectaba a la calidad y

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88 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

posibilitaba la arbitrariedad de la justicia, contrariamente a


lo expuesto a inicios del siglo XX.
También se identificaban en los reclamos una “prima-
cía de los intereses de las localidades por sobre los valores
de la justicia”34. Las discusiones al interior de la comunidad
estuvieron atravesadas por la radicación del juzgado, pero
no por una “cuestión judiciaria”, en términos del abogado
Amallo. Los debates no abordaron el tipo de estructura judi-
cial. La descentralización no era vista como una mejora en
el servicio de la justicia, a pesar de que, de hecho, implicaría
un avance en el acceso a la justicia por parte de la población.
El proceso de descentralización no debe reducirse a una
cuestión político-partidaria. La presentación del proyecto
por parte del diputado Fresco demuestra una desarticula-
ción política detrás de la propuesta. Es posible encontrar
expresiones a favor en el Partido Demócrata Nacional de
General Acha, en representantes del radicalismo de General
Pico, así como del Socialismo de Trenel, otra localidad del
norte del territorio.
El factor demográfico fue uno de los elementos de peso
para justificar o detractar el traslado del JLN. Los cálcu-
los presentados por el abogado Amallo en Gobierno Propio
daban cuenta de un crecimiento de la zona norte en torno
a la localidad de General Pico, reflejada en la cantidad de
causas tramitadas: un 60 % contra el 20 % para la zona
sur, de General Acha; y un 10 % para Santa Rosa. A pesar
de estas estimaciones, el traslado de la dependencia judicial
implicaría un nuevo desbalance en términos de crecimiento
poblacional y urbano, sobre todo. Ahora bien, al momen-
to de cotejar esta percepción, nos encontramos con que la
población total del espacio pampeano creció a un ritmo
más lento entre 1920 y 1942, en comparación con la etapa
previa. Si bien parte de la bibliografía señaló un perio-
do negativo en este aspecto (Ander Egg, 1957), un estudio

34 Diario Gobierno Propio, Santa Rosa, 12 de marzo de 1934. Colección digital


privada de la Familia Fernández Acevedo, Santa Rosa, La Pampa.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 89

pionero de Colombato alertaba hacia 1951 que se trató de


un periodo de estancamiento poblacional. Hasta los años
veinte, la población urbana del territorio llevó los indicado-
res más elevados; mientras que, a partir de esa década y por
lo menos hasta los años setenta, la población rural mostró
índices de crecimiento más altos comparativamente. Ésta
fue la característica más destacada del periodo. La reducción
en los indicadores de crecimiento poblacional coincidió con
una variación en su composición dominante: la rural por
sobre la urbana. Hacia 1935, el territorio contaba con 175
077 habitantes; y solamente los departamentos Capital, con
cabecera en Santa Rosa; y Maracó, cuya principal ciudad es
General Pico, alojaban 20 000 habitantes urbanos cada uno.
Al desagregar esta información por localidad, vemos que
ambas ciudades reunían cifras equivalentes de población:
10 362 y 9797 respectivamente.
El temor de Amallo sobre el perjuicio que representaría
el traslado de un JLN santarroseño se vinculaba con el tra-
bajo de los letrados; a la vez que con el cambio en la estruc-
tura poblacional del territorio y la crisis económica de los
años treinta35. La articulación entre densidad demográfica
y demandas sociales actuó como un estímulo para institu-
cionalizar la presencia del Estado y de las dependencias que
garantizarían, entre otros aspectos, la accesibilidad y segu-
ridad para las actividades económicas. Las páginas del dia-
rio Gobierno Propio se ocupaban de reproducir las opiniones
desfavorables de periódicos y/o vecinos de Bahía Blanca,
Neuquén y Allen. El motivo común apuntaba al posible
entorpecimiento de las actividades comerciales articuladas
en torno a la ciudad capital36. Los sombríos pronósticos
incluían la “desvalorización notable” de sus inmuebles, y
“quebranto indudable” de la actividad económica.

35 Sobre las consecuencias económicas de esta crisis ver Lluch (2008).


36 Diario Gobierno Propio, Santa Rosa, 21 de julio de 1934. Colección digital
privada de la Familia Fernández Acevedo, Santa Rosa, La Pampa.

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90 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

La disputa entre las posibles sedes del nuevo juzgado


implicó meses de movilización interna de las comunidades,
asambleas municipales, la formación de comités prodes-
centralización, e incluso la concurrencia de estos a Buenos
Aires para entrevistarse con la Comisión de Justicia de la
Cámara de Diputados. En este sentido, el vecindario de
General Acha creó su “Comisión Central Pro Descentrali-
zación de la Justicia Letrada”, y una SubComisión en Bue-
nos Aires para impulsar su pedido. Dentro del organismo
“se hallaba representado el comercio, la banca, hacendados,
industriales, profesionales y autoridades, como así también
representantes de las Municipalidades y Comisiones de
Fomento de la zona Sud”37. Entre éstas últimas se incluían
diversos poblados conectados a las actividades de General
Acha: Bernasconi, Jacinto Arauz, Villa Alba, Colonia Santa
María, Doblas, Gral. Manuel J. Campos, Hucal, Perú, Santa
Teresa, Quehué, Santa Isabel y Unanue. Y no faltaron quie-
nes se manifestaron en contra del traslado a la antigua capi-
tal del territorio, eran las localidades más próximas a Santa
Rosa: Alpachiri, Guatraché, Macachín, Remecó y Rolón.
Uno de los principales fundamentos esgrimidos por la
Comisión achense refería al peso demográfico y productivo
que tenía la región sur del territorio, así como al “sentido
de despojo” que perduraba por el traslado de la capital. Es
interesante identificar qué sectores se atribuyen la repre-
sentación y potestad para exigir nuevas dependencias de
justicia frente al Estado. Allí vemos los intereses económi-
cos, productivos y hasta financieros traccionando para la
relocalización de las dependencias existentes.
Finalmente, una vez el proyecto pasó a la Cámara de
Senadores fue aprobado el traslado hacia General Pico. El
13 de septiembre el seguimiento editorial de Gobierno Pro-
pio destacaba “se destruye la actual hegemonía trasladando
un juzgado, que tanto vale, como llevarse casi todos los

37 Archivo Histórico Municipal, General Acha, La Pampa, Caja de Correspon-


dencia y notas varias del Juzgado de General Acha.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 91

abogados y casi todos los procuradores, después de 30 años


de formación del foro, de depuración constante y de arrai-
gamiento”38. Mediante la ley 12138, el JLN a cargo de Julio
Romero Ibarra era trasladado. Desde entonces y hasta el
proceso de provincialización la estructura judicial no sufrió
reestructuraciones a escala (ver mapa 3).

Mapa 3. Juzgados Letrados y localidades existentes en el TNLP. 1934-1953

Fuente: Elaboración propia, por Danilo Leone Escuredo, 2024.

Es importante destacar que el proceso de descentrali-


zación expone la relación entre las demandas sociales y las

38 Diario Gobierno Propio, Santa Rosa, 21 de septiembre de 1934. Colección


digital privada de la Familia Fernández Acevedo, Santa Rosa, La Pampa.

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92 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

actividades económico-productivas. Éstas últimas habrían


funcionado también como un motor del cambio institucio-
nal durante las primeras décadas del siglo XX. La relevancia
de las discusiones planteadas y la participación de agentes
estatales, privados, así como comunitarios estimuló también
una mayor presencia de la justicia en la escena pública.

Conclusiones

Las páginas precedentes tuvieron por objetivo analizar la


primera etapa de institucionalización de la justicia letrada
en el territorio nacional de La Pampa, entre 1884 y 1934.
El punto de partida de este recorte implicó una revisión de
los debates sobre la ley orgánica de territorios nacionales,
aprobada en la fecha inicial bajo el número 1532. Este mar-
co normativo generó indirectamente una cúpula de poder
bicéfala representada por el gobernador y el juez letrado,
ambos designados por el PEN con acuerdo del Senado. El
estudio de los debates sobre la ley confirma la presencia
del Poder Ejecutivo en la toma de decisiones y la restric-
ción de derechos políticos reconocidos por gran parte de la
bibliografía existente. Ahora bien, además de este aspecto
debemos considerar que la estructura finalmente adoptada
evidencia la materialización de un esquema de división de
poderes dual -y no tripartita-, por un lado; y la extensión
de un federalismo asimétrico y polisémico, en términos de
Caamaño Domínguez (1999), por otro lado. La proyección
de una legislatura con posterioridad derivó también en que
parte de sus potestades fueran asignadas, de hecho, a los
otros poderes existentes. Esta condición generó una suerte
de solapamientos entre las tareas y funciones del goberna-
dor y juez letrado por lo menos hasta inicios del siglo XX.
En otras palabras, el equipamiento político (Barriera, 2010)
de los TN se caracterizó por una relación simbiótica y de
proximidad entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial. En

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 93

consecuencia, se delineó inicialmente un mapa de poder


que colocaba al gobernador y juez letrado como figuras de
peso, y muchas veces en disputa en tanto máximos repre-
sentantes del poder estatal nacional.
Este poder dual, o bicéfalo se vio modificado conforme
logró robustecer la estructura institucional de la justicia. En
el sustrato, la ruptura del binomio gobernador-juez letrado
producida por el aumento en la cantidad de JLN implicó
una capacidad diferencial de negociación, a la vez que una
mayor presencia social de los jueces como agentes de poder.
Tempranamente las instituciones de justicia y la dotación
de sus cargos fueron objeto de atención por parte de los
representantes partidarios, agentes de gobierno, pero tam-
bién por la sociedad en general.
El examen realizado evidenció también la necesidad de
revincular el proceso de puesta en producción del TNLP
con la complejización económico-productiva, demográfica,
y social en general, que funcionaron como estímulos para
el proceso de consolidación institucional de la justicia. En
este sentido, el proceso de descentralización con el que
cierra nuestro análisis implicó uno de los últimos cambios
institucionales de esta primera etapa. La creación del tercer
JLN y su posterior traslado hacia General Pico marcan el
diseño institucional judicial con el que contará el territorio
hasta su provincialización. Además de esto, la descentrali-
zación funcionó como un catalizador de la efervescencia de
las localidades de mayor peso demográfico. Ello posibilitó
reposicionar las discusiones en torno a las agencias esta-
tales bajo indicadores de crecimiento poblacional y activi-
dades económico-productivas. Descentralizar a la justicia
implicaba marcar una mayor presencia del Estado, así como
ampliar el horizonte laboral y profesional de la localidad, en
un territorio eminentemente rural. En suma, durante esta
primera etapa de institucionalización judicial del territorio
nacional de La Pampa es posible identificar que gran parte
de los esfuerzos estatales y acciones particulares desplegadas
se concentraron en institucionalizar la justicia territoriana,

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94 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

asegurar las dependencias, su funcionamiento y dar res-


puesta a los reclamos sociales y sobre todo en materia civil
y comercial, en función de un crecimiento acompasado
entre la población, las necesidades económico-productivas,
la seguridad jurídica y las instituciones estatales.

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Ley in
inffame […] arma de esbirr
esbirros
os
y delat
delator
ores
es

Disciplinamiento y control de la conflictividad


rural: la aplicación de la ley de Defensa Social
en La Pampa, Argentina (1919-1921)

MARISA MORONI

Introducción

Brutalmente, despiadadamente sigue nuestra justicia de cla-


se aplicando la ley social. Nuevos trabajadores del campo
han sido condenados a presidio a base de sumarios parcia-
les labrados por malos funcionarios policiales al servicio del
privilegio […] ¿a título de que se ejerce esta brutal e inicua
represión? (Archivo Histórico Provincial –en adelante AHP–,
Germinal, Santa Rosa, 17 de julio de 1919, año V, núm. 164,
p. 1).

En invierno de 1919, el semanario Germinal1, órgano de


prensa del Centro Socialista de la capital del territorio
pampeano, publicaba una fuerte crítica sobre las decisiones
judiciales y los dispositivos de control social coercitivo para

1 Desde el 9 de septiembre de 1914 hasta 1919 la publicación socialista Ger-


minal fue bimensual, luego se editó como semanario y a partir de 1927
adoptó una frecuencia diaria (Valencia, 2008: 52). En una investigación
sobre la prensa política pampeana, el autor señala que Germinal, el órgano
de la Federación Socialista Pampeana, se fundó en 1913 por iniciativa de
Pedro E. Pico y distingue dos épocas, una que se extiende desde su crea-
ción hasta 1940, y la segunda desde 1957 a 1966 (Nervi, 2007: 162). Para
las políticas culturales del socialismo en La Pampa ver Valencia (2008a) y
Martocci (2015).

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100 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

la aplicación de la ley de Defensa Social. En una coyuntura


de intensa movilización social y de circulación de personas,
la prensa obrera2 destacaba la legitimidad de las demandas
de derechos obreros y las acciones de los bolseros contra
la patronal y las agencias estatales de seguridad. Editoriales,
notas de lectores y la publicación de fragmentos de causas
judiciales ocupaban las páginas de la prensa socialista pam-
peana para dar cuenta de las arbitrariedades que enfren-
taban los trabajadores rurales3. Los letrados del partido
utilizaban el semanario como una tribuna para amplificar
su palabra e impugnar tanto la instancia de recolección de
pruebas para la instrucción del sumario policial como los
argumentos jurídicos de la acción penal. Los abogados que
intervenían en la defensa jurídica denunciaban el “sesgo
clasista de la justicia” y la complicidad de sus agentes con
los propietarios rurales y los responsables de la comer-
cialización de la producción agrícola4. Como actores de
relevancia en el escenario pampeano, los profesionales del
derecho responsabilizaban a los integrantes del sistema de
justicia local, a las corporaciones rurales de la región y al
poder político de neutralizar las demandas obreras al ampa-
ro de un plexo normativo ad hoc conformado por leyes de

2 Una conceptualización de la prensa obrera en Lobato (2009: 16) que señala:


“la prensa anarquista, socialista, sindicalista o comunista, se puede englobar
bajo la denominación de obrera, pues buscaba interpelar al sujeto ‘trabaja-
dor’, estaba dirigida al público obrero y el contenido de la misma se basaba
en los problemas relacionados con esa clase social”.
3 Un estudio sobre el papel de la prensa socialista en la conflictividad obrera
rural en Martocci (2015).
4 En Peralta (2007) se analiza la conformación de la Liga Patriótica Argentina
(LPA) en el territorio nacional de La Pampa y explica algunas de sus
acciones en las primeras décadas del siglo. En Gómez y Salvarredi (2020)
se estudian los vínculos de la LPA con los poderes locales y en el proceso
de judicialización de la movilización obrera. Por otra parte, Asquini (2013:
68-71-72 [1999]) explica el surgimiento de la Liga Agraria de La Pampa y en
una reciente investigación Martocci y Volkind (2023: 57-86) analizan con
detalle el alcance e impacto de la Liga Agraria de La Pampa como canal de
organización obrera para denunciar las condiciones laborales de los traba-
jadores rurales.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 101

excepción, decretos, disposiciones transitorias y reglamen-


taciones nacionales y locales.
En línea con la conceptualización sobre las agencias
estatales de control como “una arena de disputa social”
(Salvatore y Aguirre, 2001), en este capítulo examinamos la
aplicación de la ley 7029 denominada de Defensa Social5
como una vía para la judicialización de las protestas de los
trabajadores rurales del territorio nacional de La Pampa
que, entre 1919 y 1921, se organizaron en ligas, asociacio-
nes y federaciones para la defensa de derechos obreros.
A lo largo de estas páginas proponemos un recorrido
por la cultura legal6 de los trabajadores rurales para recono-
cer las concepciones de justicia y derechos en un contexto
de implementación de políticas estatales de disciplinamien-
to y control de los sectores populares. Es preciso señalar
que, antes de focalizar en las problemáticas económicas y
productivas de la región, en las condiciones de trabajo o en
los modos de sindicalización en el agro pampeano en las
primeras décadas del siglo XX7, en este estudio atendemos

5 La ley de Defensa Social fue aprobada en junio de 1910, días después del
atentado anarquista en el Teatro Colón, en un clima de conflictividad
obrera donde el anarquismo configuraba el enemigo a neutralizar mediante
una intervención directa del Estado y de la mano de un marco normativo
represivo para su control. El espíritu de la dirigencia que promovió la ley
fue profundizar las penas previstas en la ley de Residencia: se ampliaba el
abanico de situaciones pasibles de ser judicializadas, aumentaba el tiempo
de reclusión, se invalidaba el otorgamiento de la ciudadanía para los infrac-
tores e incluía la pena de muerte para atentados con bombas (Franco, 2019:
38). Además, fue la primera ley que penalizaba a los hijos de anarquistas y
socialistas (Contursi, Brescia y Costanzo, 2009: 5). Su derogación en 1921
está conectada con la aprobación del Código Penal y coincide con momen-
tos de debilitamiento del anarquismo a diferencia de lo que representaba
este movimiento en la primera década del siglo XX (Echezarreta, 2014).
6 Adoptamos la conceptualización de cultura legal que la define como el con-
junto de saberes jurídicos y prácticas que la sociedad interpreta, adapta y
difunde sobre la ley, el delito y el castigo (Palacio y Candiotti, 2007).
7 Sobre los aspectos productivos del agro pampeano, el contexto político, las
condiciones de vida de los trabajadores rurales y el proceso de sindica-
lización existe un importante corpus historiográfico tanto desde la escala
analítica regional como nacional, entre ellos, mencionamos Falcón (1996);

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102 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

a la aplicación de una normativa de excepción como fue la


Ley de Defensa Social para la regulación de la conflictividad
rural como una vía para explicar las formas de instituciona-
lización del control estatal y las características de la cultura
legal de los trabajadores.
En relación con los datos cuantitativos referidos al
total de causas tramitadas ante la justicia pampeana en las
dos primeras décadas del siglo XX, seguimos la reconstruc-
ción realizada por Diez (2002: 186 y 187) que evidencia un
aumento de la tramitación de causas penales por conflictos
sociales entre 1913 y 1921. El estudio revela que la mayor
parte de las causas fueron por infracciones a la ley 7029
(38 causas de un total de 40) con un punto máximo de
17 procesos en 19198. En consecuencia, en esta investiga-
ción nos centramos en la activación de prácticas de control
social que iniciaban con la intervención policial a partir de
una instrucción sumarial y continuaban en los tribunales
donde se determinaba la imputación y el nexo causal que
configuraba una infracción a la ley de Defensa Social. Sos-
tenemos que la presentación de una denuncia de infracción
a la ley 7029 funcionaba como un mecanismo de control
coercitivo estatal que legitimaba el accionar policial para
encauzar judicialmente un abanico de infracciones y delitos
que excedían las prescripciones incluidas en el articulado de
la ley. Entre la legislación penal y la práctica judicial estaba
la intervención policial y el procedimiento de investigación
preliminar que realizaban sus agentes. La ley asignaba a la

Valencia (2008b); Poy (2014); Folco (2014); Martocci (2018); Volkind (2022)
y, recientemente, Martocci y Volkind (2023).
8 En su estudio, Diez advierte que las causas pudieron superar esa cantidad
puesto que su reconstrucción ha sido realizada a partir de las nóminas
de expedientes del Archivo Judicial de la provincia de La Pampa, algunas
pudieron ser caratuladas con otra denominación y otras se resolvieron en
sede policial (Diez, 2002:186). A estos condicionantes sumamos los proce-
sos de valoración documental realizados en el archivo judicial en la década
del ´90 y de los que no existen registros de las decisiones archivísticas
que determinaron la disposición final (transferencia o eliminación) de los
documentos.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 103

policía una misión institucional privilegiada para la trami-


tación de las denuncias. Los oficiales de menor rango se
encargaban de recoger testimonios y material probatorio
para la elaboración del sumario que incluía los fundamentos
de la acusación para la instancia judicial. El relato policial se
ajustaba a una narrativa que conectaba el desorden, el peli-
gro y la conflictividad en el agro pampeano con las deman-
das de derechos de los trabajadores rurales. Sin embargo,
en la sede judicial y con las garantías del debido proceso, la
conexión entre la naturaleza política de las acciones y los
registros contestatarios anarquistas y socialistas revelaban
motivaciones coercitivas que se apartaban de la ley penal
destinada a contener las movilizaciones y protestas obreras.
La base documental del estudio está constituida por
los expedientes del Juzgado de Primera Instancia N° 1 del
territorio nacional de La Pampa caratulados como Infrac-
ción a la Ley 7029. Las declaraciones de las partes intervi-
nientes incluidas en los expedientes permiten reconocer las
formas de decir y hacer justicia, así como, las consecuen-
cias sociales y políticas de la aplicación de la normativa. La
información procedente de los registros fragmentados de
las causas tramitadas y conservadas en la justicia pampea-
na9 fue contrastada con el análisis de la prensa local con el
objeto de reconocer la intervención de las agencias estatales
encargadas de regular las relaciones sociales y contener la
conflictividad rural en el escenario pampeano. Finalmente,
para identificar la respuesta de las autoridades locales recu-
rrimos a los registros oficiales como memorias e informes
de gobierno, circulares y órdenes del día de la Jefatura de

9 Las consideraciones metodológicas y desafíos que supone la exploración de


archivos judiciales poseen una prolífica producción académica desde los
clásicos análisis de Mayo, Mallo y Barreneche (1989); Barrenenche (1999)
y Farge (1991); a los publicados en las últimas décadas por Palacio (2006);
Kluger (2009); Gallucci (2010); Zeberio (2011); Ruocco y Nieto (2012);
Barreneche (2015); Corva (2015); Caimari (2017); Barriera (2019); Sedeillán
(2022); entre otros. En el caso de las fuentes policiales y los estudios sobre
la expulsión de los anarquistas ver los aportes de Caimari y Nazar (2018);
Barry (2019) y Albornoz (2020).

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104 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Policía y a las disposiciones del ejecutivo territorial. La


estructura narrativa del trabajo se organiza en una primera
parte que atiende al contexto institucional, a los dispositi-
vos jurídicos y normativos habilitados para la acción penal,
a las prácticas de las agencias estatales y a los actores encar-
gados de la aplicación de la ley. Seguidamente, ajustamos la
escala analítica y nos enfocamos en los procesos judiciales
que enfrentaron los trabajadores rurales para reconocer las
características del lenguaje de derechos y técnicas de enjui-
ciamiento utilizadas por los actores que intervienen en la
tramitación de las causas. Por último, incluimos algunas
reflexiones sobre la potencialidad de la escala regional para
analizar las formas y recursos que adoptó la violencia y
represión estatal en las primeras décadas del siglo XX.

El poder performativo de la lógica estatal de control:


legislación penal e instituciones para la represión

Los estudios sobre las formas de regulación estatal entre


trabajo y capital identifican etapas diferenciadas en el dise-
ño e implementación de políticas destinadas a controlar las
disputas laborales y coinciden en señalar que, a comien-
zos del siglo XX, la denominada cuestión social ocupaba la
agenda pública de la dirigencia política, de expertos e inte-
lectuales (Zimmermann, 1995; Suriano, 2000 y 2009; Fal-
cón, 2011; Scheinkman, 2019). En este contexto, distintos
autores explican los procesos de expulsión de anarquistas
radicados en los centros urbanos a partir de la ley 4144 de
1902 más conocida como Ley de Residencia y el desempeño
policial a la hora de aplicación (Suriano, 1988; 1989 y 2001;
Costanzo, 2007 y 2009; Echezarreta, 2014; Albornoz, 2017
y Albornoz y Galeano, 2017; Barry, 2019). A estas investi-
gaciones se suman aquellas sobre los cuestionamientos que
realizaba la prensa obrera al control policial al que empa-
rentaban con las acciones agraviantes denunciadas por los

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 105

trabajadores (Lobato, 2009; Buonuome, 2017). Los estudios


locales sobre las movilizaciones rurales que protagonizaron
los estibadores del territorio nacional de La Pampa, sostie-
nen que desde 1917 estos sectores organizaron protestas en
diferentes localidades, desarrollaron estrategias de resisten-
cia e impugnaron la dimensión simbólica de la ley y de la
justicia que criminalizaba sus acciones (Asquini; Cazenave
y Etchenique, (2013) [1999]; Etchenique, 2000; Etchenique
y Hauser 2007; Ledesma y Folco, 2014; Ledesma, 2010,
Martocci y Volkind, 2023). Asimismo, en un escenario atra-
vesado por disputas e intereses sectoriales, los trabajadores
rurales contaron con el apoyo de las sociedades de resis-
tencia de Buenos Aires y de Santa Fe identificadas con el
comunismo anárquico y con la prensa socialista local que,
cotidianamente, difundía las demandas, las acciones de pro-
testa en las diferentes localidades y brindaba el soporte legal
de los profesionales del derecho que integraban las filas del
partido (Asquini, (2013) [1999] y Martocci y Volkind, 2023).
La dinámica estatal de imposición del orden legal ante
la disputa entre apropiación y distribución de la produc-
ción agrícola requería el funcionamiento de un sistema de
justicia capaz de encaminar la conflictividad obrera. Sin
embargo, en los espacios territorianos como el de La Pampa
las contradicciones sobre las concepciones de justicia y la
distancia entre la ley y la praxis tensionaban el anunciado
proceso de subordinación a las formas estatales de control10.
Como indicamos antes, las condiciones de producción, las
formas de sindicalización y el contexto crítico en el que se
desarrollaban las labores agrícolas en el espacio pampeano

10 Las investigaciones referidas a las condiciones y disputas del proceso de ins-


titucionalización de la justicia en los territorios nacionales constituyen un
prolífico campo de estudios que se ha enriquecido y renovado a partir de
las propuestas teóricas de la historia social de la justicia. Algunos de los
trabajos de referencia, sin que ello invalide la existencia de otros sobre la
temática, son los de Argeri y Chía (1993); Rafart (1994 y 2008); Diez (1995,
2002 y 2008); Suárez (2004 y 2013); Argeri (2005); Casullo y Moroni (2017);
Moroni, Casullo y Carrizo (2018), entre otros.

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106 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

poseen un prolífico corpus de investigación, es por ello que,


en este capítulo avanzamos en uno de los costados menos
transitado11. Nos referimos a la puesta en práctica de una
normativa de excepción como la Ley de Defensa Social que,
por una parte, judicializaba la conflictividad rural e institu-
cionalizaba el control estatal y, por otra parte, develaba la
cultura legal de los trabajadores rurales. En consecuencia,
este estudio se nutre de la definición de violencia represiva
estatal de los autores que atienden a las prácticas y recur-
sos para controlar las acciones que amenazaban el orden y
las relaciones de poder y producción (Bohoslavsky y Fran-
co, 2020; Franco, 2019; Franco e Iglesias, 2015). Seguimos
la línea analítica de los aportes que indagan las políticas
represivas implementadas por gobiernos democráticos para
contener las demandas de derechos de los trabajadores con
la intención de visibilizar las acciones y lógicas de crimi-
nalización (Franco, 2019). Entonces, por una parte, adopta-
mos la orientación metodológica que recupera los registros
de la violencia estatal durante el proceso de conformación
del Estado y, en particular, la propuesta de Bohoslavsky y
Franco (2020: 207) que sostienen la necesidad de pensar la
cuestión represiva desde las primeras décadas del siglo XX
y no solo desde los procesos represivos vinculados al terro-
rismo de Estado y a la desaparición forzada de personas de
los años setenta y de la segunda parte del XX. Estos auto-
res refieren que la historiografía sobre la violencia estatal
“ha dejado poco interés en otros procesos represivos pre-
vios […] al punto de que las violencias estatales represivas
de la primera parte del siglo suelen ser objeto privilegiado
de especialistas de la historia del movimiento obrero, del
anarquismo o de agencias estatales como la policía” (Bohos-
lavsky y Franco, 2020: 208). Por otra parte, recurrimos a
las concepciones de Suriano (2000) sobre la cuestión social
como un asunto de Estado que ocupaba la agenda pública

11 Una excepción lo constituye el apartado referido a la expansión del conflicto


rural incluido en el libro de Martocci y Volkind (2023: 91-97).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 107

de comienzos del siglo XX. En este contexto, colegimos con


el autor que la “cuestión obrera” constituía un tema priori-
tario que incluía la intervención de las agencias de control
estatal, en especial, las de justicia y seguridad. Además, sos-
tenemos que abordar la denominada cuestión obrera desde
la escala regional aporta una perspectiva que conecta con
redes de relaciones y concepciones de justicia y de derechos
que complejizan la linealidad de la implementación de una
matriz estatal de control sobre los trabajadores rurales. Asi-
mismo, evidencia las posibilidades reales de la normativa y
de una lógica de disciplinamiento asociada a la praxis coti-
diana y localizada de los sectores movilizados en el territo-
rio nacional de La Pampa12.
La configuración de un ciclo de protestas en el esce-
nario local, conectado con la coyuntura internacional de
la Revolución Rusa y la conflictividad obrera europea, se
intensificó durante el denominado “[…] trienio explosivo”
(1919-1921), donde los sindicalistas jugaron un papel pro-
tagónico en la agremiación y la conflictividad rural” (Vol-
kind, 2022: 130). La desprotección estatal de los trabajado-
res frente a la patronal quedaba refrendada a través de las
acciones contestatarias organizadas por las sociedades de
resistencia con representación local, por la circulación de un
lenguaje de derechos en la prensa obrera y por las demandas
canalizadas a través de la organización política y gremial
que proveía el socialismo y el anarquismo. En la obra de
Etchenique (2000: 23 y 28) el autor explica que el punto
de partida para la formación de las primeras sociedades de

12 Coincidimos con los autores que reconocen la dimensión trasnacional del


conflicto y las acciones de control hacia los sectores trabajadores en la
región pampeana. Específicamente, nos referimos a los estudios que recu-
peran el impacto nacional de los movimientos ácratas europeos o el avance
del maximalismo o el denominado “miedo rojo” de 1919 como una variable
importante para reconocer la influencia de este tipo de manifestaciones en
la coordinación de agencias estatales de control para la persecución inter-
nacional de trabajadores o en la elaboración de las leyes de expulsión de
extranjeros y orden social (Suriano, 2001; Lvovich, 2016; Albornoz, 2017;
Albornoz y Galeano, 2017; Camarero, 2017; Díaz, 2019).

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108 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

resistencia organizadas y de orientación anarquista en el


territorio nacional de La Pampa datan de 1917 con la con-
vocatoria a huelga de la Federación Obrera Ferrocarrilera
en la norteña localidad de General Pico13. Dos años más
tarde, en 1919, de la mano de sindicalistas revolucionarios,
del liderazgo anarquista y de la mediación de la dirigencia
socialista, los trabajadores rurales de los departamentos del
sur pampeano, unificaron sus demandas de derechos y con-
frontaron el accionar represivo de la policía y la normativi-
dad de leyes que sublimaban intereses de clase y acuerdos
corporativos con llamados al boicot y a la huelga de estiba-
dores (Martocci y Volkind, 2023).
La conflictividad en el mundo del trabajo rural en los
territorios nacionales formaba parte de la agenda políti-
ca nacional y las acciones desplegadas para su control y
vigilancia se ajustaban a la configuración institucional y al
diseño normativo de estos espacios. Entre 1917 y 1921,
en las memorias del Ministerio del Interior se reflejaba la
performatividad estatal a través de las gestiones desplega-
das por las fuerzas de seguridad nacional para contener las
protestas agrarias. En 1918, se comunicaban una serie de
modificaciones en el sistema de policías volantes de Neu-
quén, Río Negro y Chubut para posibilitar el traslado y la
intervención directa en las movilizaciones obreras en dis-
tintos puntos de la geografía territoriana. A través del caso
pampeano, se ratificaba la competencia de la policía volan-
te para intervenir y en palabras del responsable ministerial

13 Etchenique (2000: 23) sostiene que, si bien, la huelga ferroviaria de 1917


cuya duración se prolongó durante 24 días fue la referencia aceptada para
dar cuenta del inicio de la actividad anarquista organizada en el TNLP,
ello no implicó la presencia de anarquistas no organizados en sindicatos
y en otras huelgas de gran impacto local. Así, por ejemplo, la denominada
“rebelión rusa” de Macachín en 1910 y las protestas que protagonizaron los
braseros del norte pampeano entre 1914 y 1917 fueron consideradas ante-
cedentes del ciclo de conflictividad obrera que recrudeció en 1919 y 1921
(Asquini, (2013) [1999]). Los autores reconocen estas movilizaciones como
“un primer grado de acción colectiva y de solidaridad […] pero no significó
la organización de dicho sector social” (en Diez, 2002: 198).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 109

resultaba “una garantía del orden con motivo de la huelga


en La Pampa” (Memoria del Ministerio del Interior pre-
sentada al Honorable Congreso de la Nación, 1918-1919)14.
Dos años más tarde, continuaba la implementación de
medidas que ratificaban la misión institucional de la policía
en “los conflictos entre capital y trabajo en Santa Cruz […]
que asumieron un carácter de violencia”. En esta oportuni-
dad, la disponibilidad de partidas presupuestarias permitía
la instalación de Regimientos de Caballería y “marinería”
para “[…] tranquilidad de las poblaciones, y felizmente, sin
necesidad de utilizar medios extremos, los huelguistas se
sometieron incondicionalmente a la autoridad”15.
A partir de la reconstrucción del proceso de repobla-
miento y puesta en producción en el territorio nacional
de La Pampa, los estudios regionales, identifican una cone-
xión directa entre la llegada de inmigrantes transoceáni-
cos, la formación de un mercado de trabajo vinculado a
la producción agrícola y la presencia de sectores identifi-
cados con la prédica anarquista y socialista (Ansaldi, 1993;
Asquini; Cazenave y Etchenique, (2013) [1999]; Folco, 2014,
Valencia, 2010, Martocci, 2015). Los autores reconocen la
impronta del sindicalismo revolucionario, del anarquismo
y el socialismo en las acciones de los inmigrantes que
intervienen en la confrontación con los responsables de las
firmas comerciales cerealistas, las compañías colonizadoras
y los terratenientes. Asimismo, sostenemos que una dimen-
sión analítica que incorpore los años de residencia en el
país y, en especial, en La Pampa posibilitará contextualizar
el arraigo de un lenguaje de derechos obreros en un espacio
extraprovincial donde las garantías procesales estaban con-
dicionadas por el marco jurídico general previsto en la ley
orgánica 1532. En este sentido, la experiencia y cultura legal

14 Lluch, A. (ed.) Memorias de Gobernadores del Territorio Nacional de La


Pampa, 1900-1920, Vol. II, Santa Rosa, 2006, p. 291.
15 (Memoria del Ministerio del Interior presentada al Honorable Congreso de
la Nación, 1921, p. 315).

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110 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

de quienes afrontaban un proceso judicial por infracción a


la ley 7029 habilita el reconocimiento de la conexión con
demandas de derechos políticos que excedían la denomina-
da cuestión obrera y que emergían en las disputas entre los
partidarios del movimiento autonomista y sus detractores.
Así, por ejemplo, a mediados de 1919, en un momento de
efervescencia del reclamo provincialista y de conflictividad
obrera, en una nota titulada “Sección espectáculos” la pren-
sa socialista cuestionaba a los referentes del provincialismo
por rechazar el accionar de los responsables del cumpli-
miento de la ley de Defensa Social (jueces e integrantes del
poder ejecutivo local) en lugar de promover la discusión
sobre los fundamentos y la legitimidad de la normativa. En
el trasfondo de la discusión estaba el posicionamiento del
socialismo y del radicalismo frente al reclamo provincialis-
ta y ello tensionaba la disputa que ambas fuerzas políticas
mantenían en la tribuna periodística local por la embestida
estatal en las huelgas de 1919. El socialismo refería “[…] los
mismos que en una reacción patriotera aplaudían los abu-
sos que la ley social cometía contra los trabajadores”16 se
ocupaban de desacreditar a los funcionarios responsables
de la aplicación de la ley con la intención de ganar adeptos
para la causa provincialista. El socialismo confrontaba con
los proyectos autonómicos presentados por el radicalismo
por considerar que:

[…] Tomando el hecho de que la Pampa fuera provincia […]


se beneficiarían, los latifundistas, terratenientes y propieta-
rios de menor escala, porque aumentaría considerablemente
el valor de la tierra […] sostienen el cumplimiento de la ley
1532 los que sacarían jugo nutritivo de la lechera “Pampa”
[…] ¿Pero y nosotros […] tenemos que pagar los platos rotos
de una ley como tantas que nos oprimen y nos asfixian17.

16 AHP, Diario Germinal, Santa Rosa, 24 de junio de 1919.


17 AHP, Diario Germinal, Santa Rosa, 14 de agosto de 1919.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 111

A finales de la década del veinte el Congreso Socialista


Nacional abandonaba el rechazo a la provincialización y los
representantes en el Congreso Nacional se sumaban a las
acciones contestatarias por derechos políticos y represen-
tación parlamentaria en los territorios nacionales (Valencia,
2008). En contrapartida, los cuadros socialistas pampeanos,
mantenían la necesidad de priorizar la administración y la
gestión de la instancia de gobierno municipal, la reforma de
la ley orgánica de territorios nacionales y la posibilidad de
reclamar la elección del gobernador antes que la provincia-
lización (Valencia, 2008: 190 y 253).
La lógica represiva de la ley 7029 respondía a un tipo
de política de intervención estatal que sintonizaba con un
recurso que, tempranamente, fue utilizado por gobiernos
civiles y militares. Se apelaba a instrumentos jurídicos como
la declaración del estado de excepción que, en la historia
institucional de nuestro país, reconocen antecedentes en los
inicios del siglo XIX18. Los distintos regímenes políticos uti-
lizaron “la suspensión total o parcial del Estado de derecho
ante casos considerados como amenazas al orden” (Franco,
2012: 78) y el objetivo fue la legalización de los mecanis-
mos de control desplegados para contener la conflictividad
obrera y social. En este esquema de utilización de la violen-
cia estatal a partir de instrumentos jurídicos excepcionales,
la institución policial cobró un protagonismo central por
ser la agencia encargada de la identificación y definición
de los responsables de la acción penal. Cabe destacar que
la policía no actuaba bajo su arbitrio, sino que su interven-
ción ratificaba la legalidad de la norma y, al mismo tiempo,
legitimaba la lógica de control de los sectores considera-
dos “peligrosos” para el orden social. Como ha estudia-
do Tiscornia (2004: 80-81), la policía desplegaba su poder
administrativo coactivo para encauzar el castigo a través de

18 Franco (2019: 29, 36-51) realiza una exhaustiva conceptualización del Esta-
do de excepción y analiza cómo fue utilizado para controlar la denominada
“cuestión obrera” en las primeras décadas del siglo XX.

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112 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

dispositivos de control que legitiman las relaciones de dis-


ciplinamiento y domesticación. En el territorio pampeano,
la disponibilidad de personal policial, de infraestructura y
tecnologías de vigilancia y control debía conjugarse con una
batería de directivas administrativas, disposiciones transi-
torias, decretos e instrucciones que reorientaron la función
policial hacia el cumplimiento de la ley de Defensa Social.
La investigación de Fernández Marrón (2017), permite
reconocer las modificaciones institucionales desplegadas a
partir del proceso de agremiación de los trabajadores y del
aumento de la conflictividad rural. En la rutina policial se
incorporaban tareas de vigilancia y espionaje en los ámbi-
tos de sociabilidad transitados por los trabajadores rurales
con el objetivo de recopilar información para una denun-
cia policial con peso probatorio para encauzar un proceso
penal y determinar la responsabilidad de los inculpados. La
policía articulaba procedimientos de vigilancia y seguridad
con acciones de represión social y política en las protes-
tas y huelgas agrarias. En este esquema multidimensional
de su accionar cotidiano, las órdenes del día de la Jefatura
de Policía constituían un instrumento administrativo que
se erigía en el principal canal de comunicación entre los
altos mandos policiales y la oficialidad. Otras disposiciones
y novedades fueron las órdenes del día que traducían en
instrucciones concretas y directas el mensaje codificado en
3 capítulos y 34 artículos que contenía la ley 7019. Además,
funcionaba como una vía de comunicación para los agen-
tes de los destacamentos policiales distribuidos en todo el
territorio que, por esta vía recibían los pedidos de captura
y las aprehensiones de los infractores a la ley de Defensa
Social. A pesar de las circulares internas y las disposiciones
incluidas en las órdenes del día, las dificultades en la apli-
cación de la normativa fueron recurrentes y determinaron
la intervención del ministro del Interior que, en agosto de
1919, remitía directivas a los gobernadores de los territo-
rios nacionales para garantizar el procedimiento sumarial.
De esta forma, se convocaba a la máxima autoridad política

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 113

e institucional del territorio para mediar entre la policía, los


responsables de la investigación inicial y los magistrados
que recibían la prueba sumarial para la aplicación de la ley.
En definitiva, la intención era contener “[…] las dificultades
que se producen en la práctica […] atenta a la diversidad de
interpretaciones que existe en el orden judicial”19. A partir
de la recepción de la comunicación ministerial, el goberna-
dor debía remitir “noticia detallada en cada caso para cono-
cimiento y resolución del Poder Ejecutivo” antes de dejar a
los procesados a disposición de los jueces o de enviar los
informes y sumarios a la sede judicial.
El nuevo circuito que adoptaba la tramitación de las
causas por infracción a la ley 7029 implicaba un potencial
retardo de justicia a partir de la intervención del gober-
nador que “para su conocimiento y resolución” enviaba las
actuaciones al ejecutivo nacional y, una vez, que regresaba
el expediente al territorio nacional se garantizaba el cum-
plimiento de la ley. De esta forma, se legitimaba la injeren-
cia del ejecutivo tanto territoriano como nacional en una
instancia de valoración de la prueba sumarial vulnerando
la independencia de poderes que establecía la letra de la
Constitución Nacional.
En vísperas de la judicialización de la conflictividad
obrera de 1919, en los primeros días de enero, la prensa
denunciaba la ofensiva policial sobre los trabajadores que
llegaban desde distintas geografías para ocuparse en las
tareas de cosecha y estiba. La narrativa de los correspon-
sales en las localidades del sur pampeano revelaba abusos
policiales sobre los braceros que deambulaban en la esta-
ción del ferrocarril y en las fondas de los poblados a la espe-
ra del inicio de las faenas agrícolas. Una de las denuncias
más frecuentes se relacionaba con el carácter paternalista
que se arrogaba la policía que, con el consentimiento de las

19 AHP, Fondo Gobierno, enero 1918 agosto 1919, Registro 3931-4059, Caja
39, Expediente 423, Letra M, disposición del Ministerio del Interior, 18 de
agosto de 1919.

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114 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

autoridades municipales, trasladaba a las comisarías de pue-


blo a los trabajadores estacionales hasta comprobar su efec-
tiva ocupación en alguno de los establecimientos de la zona
mediante una confirmación fehaciente del vínculo laboral
con los propietarios o capataces de la región. La concen-
tración de los trabajadores en el destacamento policial no
se ajustaba a la aplicación de una normativa específica o a
una disposición de la Jefatura de Policía sino a la condición
de trabajadores estacionales, a la discrecionalidad de los
agentes de policía o a la solicitud de comerciantes y propie-
tarios. En los testimonios de los trabajadores se reflejaba el
padecimiento y las arbitrariedades que enfrentaban una vez
trasladados a la comisaría donde:

las libertades civiles del obrero […] están suprimidas […] la


policía arrea toda la peonada a la comisaría y la obliga a
dormir allí, y si alguien quiere ausentarse para paseo un rato
y tomar fresco por el pueblito, tiene que pedir permiso al
subcomisario […] dando así al traste con todos los derechos
civiles y ciudadanos consagrados por nuestra constitución y
leyes20.

La legitimación de este tipo de práctica policial se


fundamentaba mediante relatos sobre la efectividad de las
tareas de prevención que desplegaban las fuerzas de segu-
ridad territoriana en un contexto de movilización de los
trabajadores tanto en el espacio pampeano como en otras
latitudes.
La promocionada experticia del cuerpo policial se
transformaba en una instancia clave en la tramitación de
una causa por infracción a la ley de Defensa Social, su
intervención podía determinar un recorrido judicial con
resultado condenatorio o, por el contrario, una irregulari-
dad en la instancia sumarial podía aportar argumentos a la
defensa para determinar la nulidad del proceso. Es por ello

20 AHP, Diario Germinal, Santa Rosa, 2 de enero de 1919.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 115

que la prensa, especialmente la identificada con el socialis-


mo, adoptaba una posición crítica y de confrontación con
la función policial por considerarla un engranaje central en
el disciplinamiento de la protesta. Por tanto, visibilizar la
escasa idoneidad de los oficiales sumariantes se transfor-
maba en una estrategia que se repetía en notas sueltas y en
extensos editoriales firmados por los abogados del partido.
En los alegatos condenatorios hacia la labor policial, los
letrados socialistas utilizaban fallos y jurisprudencia para
atacar la injerencia de la fuerza policial en la instancia pri-
maria del proceso acusatorio. Así, en 1919, ante la denuncia
por infracción a la ley 7029 que enfrentaba Luis Denegri,
presidente de la Liga Agraria Pampeana, la prensa publicaba
satíricos informes sobre las condiciones en las que transcu-
rría la instrucción del sumario:

[…] Individuos poco menos que analfabetos aparecen cons-


truyendo periodos castelarinos, si bien trasladados en el papel
por el instructor se estropean un poco por las continuas
faltas ortográficas […] había razones para poner en duda la
expontaneidad [sic] de tales declaraciones en boca de cua-
si analfabetos […] preguntado el testigo sobre el significado
de algunas palabras que por sí solas constituían gravísimos
delitos contra Denegri, manifestó al fin que ignoraba lo que
querían decir: la farsa quedó así descubierta21.

La caricaturización del procedimiento de las agencias


estatales y de los actores que intervenían en la tramitación
de la “causa Denegri” fue una modalidad a la que se recurrió
para denunciar públicamente las arbitrariedades que afron-
taban tanto los referentes como los que se plegaban al movi-
miento huelguístico de 1919. En Germinal se escenificaban
los interrogatorios judiciales como una forma de ratificar
los vicios en la recopilación de pruebas y la falsedad de los
testigos:

21 AHP, Diario Germinal, Santa Rosa, 20 de noviembre de 1919.

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116 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

[…] el secretario lee la espontánea declaración del testigo,


prestada ante la policía:
-Denegri es un licencioso.
El defensor pregunta al testigo:
-Que quiere decir licencioso?
-Yo no sé.
Continúa.
-Denegri es un mercenario.
-Que quiere decir mercenario?
-Yo no sé.
-Denegri sustenta y propaga doctrinas sectarias y exóticas.
-Que quiere decir sectarias y exóticas?
-Yo no sé22.

La embestida socialista sobre el desempeño policial


provocaba la reacción de la prensa identificada con la
Gobernación. Es así que desde el diario La Capital, cercano
a la dirigencia política territoriana y a los sectores pro-
pietarios, se alertaba a los lectores sobre las repercusiones
de la huelga convocada por la Liga Agraria Pampeana en
los medios de prensa porteños23. Las notas referenciaban
a la cobertura periodística de La Nación sobre los sucesos
que los editores locales consideraban “verdades sabidas por
nosotros” para señalar la insuficiente intervención de las
agencias de control tanto nacionales como territorianas, a
pesar de los reclamos de “hacendados, comerciantes y agri-
cultores”. Desde las páginas de este diario local se construía
una narrativa sesgada e intencionada que representaba a
los propietarios como afectados y sometidos por el control
que ejercían los huelguistas de la localidad de Vértiz. Una
de las notas describía a los trabajadores como sectores en

22 AHP, Diario Germinal, Santa Rosa, 27 de noviembre de 1919.


23 La Liga Agraria Pampeana se constituyó en agosto de 1912 a partir del
aumento de las protestas de arrendatarios en los distintos departamentos
pampeanos, entre 1918 y 1919, sus principales dirigentes serán socialistas
y adoptarán prácticas y discursos de mayor radicalización. Algunas de sus
reivindicaciones y estrategias de acción se orientaban a la rebaja del precio
de los alquileres y la modificación de los contratos (Asquini, 2013:68, 71 y
72 [1999] y Martocci y Volkind, 2023).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 117

situación de bandidaje “[…] que se propone devastar una


zona rica y laboriosa”24. Los diarios porteños reproducían
los conflictos rurales pampeanos para fortalecer el antago-
nismo con la prensa socialista y resaltar la labor policial
como único reaseguro de los sectores agraviados por los
movimientos de protesta organizados por la Liga Agraria.
Sin embargo, tanto la prensa socialista como la que se
identificaba con el oficialismo y la Gobernación confluían
en la identificación de uno de los grandes impedimentos
para mantener el orden social: la situación de provisiona-
lidad de la justicia territoriana: “[…] la justicia tanto civil
como criminal yacen en el más completo desquicio”25. El
diagnóstico que impregnaba el lenguaje periodístico y el
político sobre el inestable equilibrio entre la ley penal y
la praxis judicial alentaba la convocatoria de organizacio-
nes de dirigentes rurales y trabajadores que colectivamente
exigían la derogación de “una inicua y brutal ley social”26.
Así a principios de agosto de 1919, en momentos de una
intensa campaña de movilización y protesta de las asocia-
ciones agrarias del territorio pampeano, el Centro Obrero
Cosmopolita de Quemú Quemú organizaba un meeting para
rechazar las leyes de Residencia y Defensa Social a las que
consideraban una forma estatal de contener las demandas
de derechos. Los responsables de la convocatoria difun-
dían un documento alineado con las acciones de protesta
desarrolladas en otras áreas productivas, en especial, en la
provincia de Buenos Aires y Santa Fé, además, solicitaban
autorización al gobierno municipal para la distribución de
panfletos y manifiestos en la localidad y en las explotaciones
aledañas. La convocatoria que difundía la Comisión estaba
dirigida a los trabajadores y señalaba: “las leyes draconianas
existentes llamadas de Residencia y Orden Social […] pre-
tenden esclavizar las conciencias, es hacer oír nuestra vos

24 AHP, Diario La Capital, Santa Rosa, 20 de enero de 1919.


25 AHP, Diario Germinal, Santa Rosa, 21 de agosto de 1919.
26 AHP, Diario Germinal, Santa Rosa, 7 de agosto de 1919.

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118 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

de protesta y pedir la abolición de todas las leyes que difi-


culten la agremiación de los trabajadores y pongan límite al
pensamiento”27. Al mismo tiempo, alertaban a las autorida-
des municipales sobre los métodos coactivos que utilizaba
el subcomisario de policía hacia los adherentes al Centro
Obrero a quien identificaban como un “entusiasta defensor
de las leyes draconianas que desprestigian actualmente al
país”. Finalmente, en 1922 los comisarios de los distintos
destacamentos policiales del territorio recibían la circular
oficial que daba cuenta de las instrucciones a seguir a partir
de la vigencia del Código Penal aprobado el año anterior28.
Específicamente, se transcribía el artículo que derogaba la
ley 7029 y en su lugar, se explicitaba el alcance del art. 158
incluido en el Capítulo IV sobre Delitos contra la libertad
de trabajo y asociación que indicaba:

Será reprimido con prisión de un mes a un año, el obrero que


ejerciese violencia sobre otro para compelerle a tomar parte
en una huelga o boycott. La misma pena sufrirá el patrón
o empleado que, por si o por cuenta de alguien, ejerciese
coacción para obligar a otro a tomar parte en un bock-out
y a abandonar o ingresar en una sociedad obrera o patronal
determinada.

La continuidad de una lógica normativa que asociaba la


cuestión criminal con la cuestión política se mantenía inal-
terable y operativizaba la intervención punitiva hacia los
sectores cuya peligrosidad quedaba definida por las pres-
cripciones criminológicas que se incorporaban como una
técnica de enjuiciamiento.

27 AHP, Diario Germinal, Santa Rosa, 07 de agosto de 1919.


28 El 30 de setiembre de 1921 se sancionaba del nuevo Código Penal (ley 11
179) y entraba en vigencia el 29 de abril de 1922, la nueva codificación
incorporaba el factor de la peligrosidad y las ideas de la criminología posi-
tivista (Marteau, 2003: 152-153).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 119

La ley en acción y los dispositivos judiciales


en funcionamiento

En este apartado nos ocupamos de reconstruir las caracte-


rísticas y las formas de concebir el cumplimiento de la letra
de la ley en manos de los agentes estatales y de afrontar-
lo por parte de los denunciados. Explorar la conflictividad
rural desde la trama judicial donde se dirimen las diferencias
interpersonales permite reconstruir las demandas y exigen-
cias personales y colectivas de la sociedad territoriana en la
instancia de sustanciación de las causas por infracción a la
ley de Defensa Social29. Desde el complejo mundo judicial
reconocemos tanto la intervención de la institución judicial
y de sus agentes como las repercusiones e influencia en la
sociedad, en particular, en las agrupaciones de defensa de
los trabajadores rurales, en la prensa obrera y la dirigencia
socialista o la identificada con el anarquismo. La riqueza
que implica reconocer la narrativa judicial y las subjetivida-
des del conflicto en el corpus de pleitos tramitados en los
tribunales pampeanos visibiliza el repertorio de relatos y
experiencias de los trabajadores y las consideraciones jurí-
dicas que desplegaron los representantes de la ley estatal. El
foco en las experiencias judiciales posibilita reconocer las
representaciones de lo justo e injusto en materia de dere-
chos obreros de quienes transitaban los tribunales pampea-
nos sin que ello implique eludir los registros y discursos
oficiales de los agentes legales encargados de interpretar la
ley y justipreciar el castigo penal.
Desde las primeras semanas de enero de 1919 el territo-
rio pampeano fue escenario de una intensa movilización de
los sectores organizados que promovían diferentes acciones

29 Como mencionamos antes, en el reciente trabajo de Martocci y Volkind


(2023) se avanza en el estudio de la huelga agraria desde perspectivas no
consideradas por otros autores, específicamente, nos referimos a la influen-
cia de la Liga Agraria y a la continuidad y “firmeza” de las demandas de los
agricultores.

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120 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

de protesta entre las que detectamos la convocatoria a para-


lizar las actividades vinculadas con el traslado y comerciali-
zación de la producción agrícola y las recorridas en estable-
cimientos y estaciones de ferrocarril para comunicar a los
trabajadores la iniciativa del cese laboral. En algunos casos,
lograban sus objetivos y en otras resultaban denunciados
por los empleadores o los propios trabajadores a los que
intentaban cooptar. Los que se declaraban afectados por la
avanzada de los huelguistas esgrimían una fórmula conoci-
da por la policía local y recurrían a la figura penal del “aten-
tado contra la libertad de trabajo” que, además, sintonizaba
bien con la normativa vigente de control social y habilitaba
la elaboración del informe administrativo de la policía para
avanzar hacia un proceso judicial. Específicamente, en los
artículos 21 y 25 de la ley 7029 se castigaba con prisión de
uno a tres años a quienes infligieran daños a la producción
u obligaran con amenazas a sumarse a las huelgas o boicots
convocados por sociedades o asociaciones gremiales. La
presentación de agravios y la infracción a la norma iniciaba
con la exposición que tanto propietarios y comercializado-
res de granos como los trabajadores a su cargo realizaban
en el destacamento de policía. Además, resultaba habitual
que los denunciantes exponían información detallada sobre
las características del supuesto hecho delictivo, así como,
de la responsabilidad de los autores. Los datos que aporta-
ban para la indagación y requisa policial se convertían en
información sustantiva para avanzar hacia un procedimien-
to inquisitivo que determinaba el castigo penal previsto por
la ley de Defensa Social. Así por ejemplo, finales de enero
de 1919, en momentos del intenso ritmo de trabajo que
marcaba la cosecha, Percy Carwardine, el mayordomo de
origen inglés del establecimiento La Helda ubicado en el
norte pampeano, se presentaba en el destacamento de poli-
cía de la localidad más cercana para denunciar que durante
el traslado de la carga de cuatro carros de trigo hacia la esta-
ción del ferrocarril los trabajadores fueron sorprendidos
por un grupo de huelguistas que impedían la circulación

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 121

con amenazas de dañar la producción. Ante la paralización


de las labores de descarga, el denunciante solicitaba la cola-
boración policial para la custodia de los carreros puesto
que “[…] éstos como que existen en la localidad niéganse
a conducir trigo por temor a represalias cuyo pánico es
excesivo entre el elemento conductor”30. La exposición del
mayordomo dejaba para los oficiales de policía la responsa-
bilidad del reconocimiento de los huelguistas y señalaba a
los carreros como los indicados para hacerlo. Sin embargo,
en la primera instancia sumaria, estos trabajadores rechaza-
ron denunciar los hechos e individualizar a los huelguistas.
A los pocos días, los carreros que mencionaba el mayordo-
mo comparecían nuevamente ante la policía y admitían los
hechos denunciados y las amenazas recibidas por parte de
cinco “agitadores” (dos de ellos españoles) que manifestaban
reconocer por otros hechos similares ocurridos en la locali-
dad. El poder coactivo de la instancia administrativa que la
ley depositaba en manos de la policía habilitaba la detención
de los sindicados como “presuntos autores de los atentados
al trabajo, lo que está previsto y castigado en la ley 7029”.
En la etapa indagatoria, en el Juzgado del Crimen terri-
toriano se trataba de establecer los vínculos entre los cinco
acusados para ratificar su condición de foráneos que llega-
ban con un propósito conectado con las protestas agrarias
que enfrentaban otras regiones. Las declaraciones resulta-
ban contradictorias y elusivas, en algunos casos, reconocían
anteriores contactos en la provincia de Santa Fé y en otros,
manifestaban que solo se conocían desde el momento de la
detención. Los acusados negaban la acusación del mayor-
domo de la estancia y de los carreros y, en su lugar, denun-
ciaban abusos policiales; sostenían que “siendo obrero y
productor no se tomen más enérgicas medidas sobre las
acusaciones que le hacen injustamente […] que constituyen
un abuso de autoridad”.

30 AHP, Fondo Justicia, Exp. 66, Reg. 386, L. 494, 24 de enero de 1919.

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122 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

La prensa obrera se hacía eco de las denuncias de los


trabajadores de distintos puntos del territorio que perma-
necían en huelga en respuesta a la convocatoria de la Fede-
ración Ferroviaria y que resistían el embate de la policía y de
la empresa transportista “[…] que pretende castigar así a los
obreros conscientes por un gesto de solidaridad simpático
y encomiable”31. Asimismo, ratificaban la continuidad de la
huelga de los carreros de Vértiz, escenario de la detención
de los cinco detenidos y donde la reacción de la institución
policial era el centro de las críticas periodísticas que, ade-
más, se articulaba con las declaraciones de los acusados: “la
policía ha procedido arbitrariamente a detener siete u ocho
huelguistas por ´agitadores`. Tal vez se trate de ciudadanos
cuyo único delito es ser más conscientes que los demás”32.
La cobertura periodística sobre el caso Vértiz continuó
a lo largo de los primeros meses de 1919. Un reporte coti-
diano reflejaba la situación de los detenidos en la cárcel a
quienes las agencias de seguridad y justicia responsabiliza-
ban de organizar cuadrillas de “anarquistas y maximalistas
peligrosos” para recorrer el territorio. Las críticas a la apli-
cación e interpretación antojadiza de los preceptos de la ley
social apuntaban a los legisladores y a la dirigencia política
nacional que legitimaba un procedimiento que se originaba
en una calificación inicial realizada por la policía para cri-
minalizar las protestas obreras. El lenguaje de derechos se
imbricaba con el lenguaje político para confrontar con el
radicalismo en el poder y, en especial, con la implementa-
ción de políticas estatales de control social que restringían
derechos laborales. En una nota de tapa titulada “Farsa y
exageración”, los editores de Germinal ratificaban su posi-
ción ante la norma que consideraban “[…] una vergüenza
jurídico-sociológica sancionada por el Congreso en pleno
Centenario. Puede juzgársela por este detalle: aplica la pena
de muerte a las mujeres y a los niños, excluidos de ella por

31 AHP, Diario Germinal, Santa Rosa, 23 de enero de 1919.


32 AHP, Diario Germinal, Santa Rosa, 30 de enero de 1919.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 123

todas las legislaciones del mundo. Es pues, una ley digna de


Cafrería”33. Los huelguistas que permanecían en la cárcel a
la espera de una definición judicial eran conocedores de la
repercusión pública de los sucesos ocurridos en la estación
de ferrocarril de Vértiz, así como de la cobertura que reali-
zaba la prensa. De esta forma, a través de una extensa carta,
uno de los detenidos utilizaba la tribuna periodística para
esgrimir una defensa colectiva de los cargos que enfrenta-
ban “seis obreros” y, al mismo tiempo, denunciaba la com-
plicidad entre propietarios y comerciantes de la localidad
con los funcionarios de la Gobernación para posibilitar las
detenciones. Las palabras del estibador reflejaban la preca-
ria condición de los trabajadores y las acciones desarrolla-
das para el cumplimiento de derechos laborales como fue la
formalización de una agrupación denominada Sociedad de
Oficios Diversos integrada por carreros y estibadores. La
nota relataba:

Como primera medida resolvimos solicitarla jornada de ocho


horas, y ese fue nuestro crimen. Para los explotadores del
sudor ageno [sic], para aquellos que poco le importa que la
tuberculosis, la jornada larga, la mala alimentación y la infa-
me vivienda campesina diezmen el ejército del trabajo, nues-
tra pretensión de mejoramiento económico es un delito que
se castiga con la cárcel34

Las denuncias de los trabajadores rurales sobre los


atropellos de la patronal, los abusos policiales y el aumen-
to de procesamientos y detenciones generaban iniciativas
colectivas como la creación de agrupaciones de trabajadores
como también la creación del Comité Pro Presos a instan-
cias del Centro Pro Organización y Emancipación Obrera
y del Centro Socialista. Los fundamentos de la agrupación

33 AHP, Diario Germinal, Santa Rosa, 06 de febrero de 1919.


34 AHP, Diario Germinal, Santa Rosa, 13 de febrero de 1919.

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124 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

apuntaban a la defensa legal, la protección económica y el


auxilio al entorno familiar de los trabajadores35.
El 13 de mayo de 1919, el encargado de la estancia
ganadera La Delfina, Ángel F. Gallo, acudía a la comisaría
de la localidad de Winifreda para denunciar una serie de
delitos contra “la libertad de trabajo” que, según afirmaba,
perjudicaban los intereses del establecimiento36. El sumario
policial indicaba que un grupo de treinta personas, descono-
cidos en la región, “algunos con banderas rojas” ingresaban
al potrero donde los trabajadores de Gallo se encontraban
realizando tareas de siembra y bajo amenazas obligaron a
los contratistas a “abandonar de inmediato el trabajo” y a
sumarse a la huelga general de colonos. Los trabajadores y
contratistas ratificaban los hechos sin identificar a los res-
ponsables, en consecuencia, la Jefatura de Policía solicitaba
a los agentes responsables de los destacamentos regionales
el inicio de la investigación. Finalmente, a partir de los
testimonios de distintos productores de la región se reco-
nocía la participación de integrantes de la Liga Agraria y,
en especial, de sus dirigentes más reconocidos Luis Dene-
gri, José Azzi y Blas Nievas mencionados como “elementos
agitadores” tal como indicaba la práctica acusatoria coti-
diana empleada por las fuerzas de seguridad. La orden de
detención se libraba a instancias de la colaboración de los
destacamentos de varias localidades que registraron el paso
de la comitiva de la Liga Agraria. A los tres dirigentes se
los procesaba por infracción a la ley 7029, luego de la difu-
sión de las órdenes de captura de la Jefatura de Policía, el
primero en comparecer fue Azzi quien negaba la acusación
e indicaba que el día de los hechos se encontraba partici-
pando como delegado en la Asamblea de la Liga Agraria en
la capital del Territorio. Su abogado defensor, el socialista
Pedro Pico, presentaba un escrito al juez del Crimen donde
ratificaba la función de Azzi como asambleísta y orador

35 AHP, Diario Germinal, Santa Rosa, 20 de febrero de 1919.


36 AHP, Fondo Justicia, Exp. 255, Reg. 398, L. 268, 13 de mayo de 1919.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 125

sin que ello reportara un delito, por el contrario, se trataba


de “un legítimo ejercicio de un derecho: el de cruzarse de
brazos”. Además, responsabilizaba a la policía pampeana de
iniciar sumarios donde solo existían demandas de derechos
referenciando un sumario previo contra Glerean y Buira,
dos dirigentes con una importante actuación en el territo-
rio. Seguidamente, la defensa cuestionaba el procedimiento
verbal y actuado que preveía la ley 7029 (art. 32), el letrado
impugnaba las tareas de investigación de la policía para la
individualización de los acusados: “[…] es más que extraño
y sugestivo que de los más de cuarenta o cincuenta delega-
dos que viajaban juntos el día 1 de Mayo solo se sindiquen
a tres y esto tres son por casualidad miembros directivos
de la huelga”. Finalmente, el 7 de junio de 1919, José Azzi
recibía una condena a dos años de prisión con costas. La
resolución fue apelada y se solicitaba la nulidad del proceso
a partir de argumentos de la defensa que sostenían una serie
de conductas arbitrarias por parte de la policía pampeana
en virtud de la connivencia o “servicio incondicional” con
los denunciantes: terratenientes y colonizadores. Casi dos
meses después, el 10 de julio, la Cámara de Apelaciones
determinaba una reducción de la pena a poco más de siete
meses, sin embargo, la comunicación de la revisión de la
condena llegaba con el acusado en condición de fugitivo. A
finales del mes de julio, la causa contra Azzi prescribía y el
pedido de captura quedaba sin efecto.
La intervención de la justicia y la aplicación de la ley
7029 frente a las movilizaciones rurales y acciones de pro-
testa pampeanas de 1919 fueron un antecedente para el
conflicto que, en 1921, tuvo como escenario el sur pam-
peano. En la historia del movimiento obrero en La Pampa,
este hecho fue considerado uno de los símbolos de lucha
por los derechos obreros37. El 13 de agosto de 1921 se

37 Los estudios pioneros y rigurosos de Jorge Etchenique (2000, 2007 y 2013)


sobre este conflicto rural brindan un panorama detallado de los orígenes y
el impacto que tuvo en la sociedad territoriana.

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126 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

iniciaba una causa contra siete trabajadores rurales de los


cuales tres se encontraban detenidos y el resto lo hacían en
condición de prófugos. La denuncia la presentaba el titular
de la policía del departamento de Guatraché quien infor-
maba acerca de la existencia de una asociación denominada
“Comité Comunismo Anárquico” en la localidad de Alpa-
chiri de la que se tenía noticia por los rumores o informa-
ciones que llegaban al poblado y por los panfletos circulan-
tes y la “actitud” de sus integrantes. La policía identificaba
a Fortunato Fernández como el secretario de la agrupación
que, además, poseía una función central en la convocatoria
al “boycot y a la rebelión con su prédica y procedimiento
anarquista”38. El informe policial indicaba que Fernández
estaba secundado por Manuel Blanco, Fidel Pérez, Bautista
Celada, Juan Moyano, Ángel Santamaría e Ismael Ramallo.
El denunciante sostenía que las actividades de los traba-
jadores comportaban una transgresión a la ley 7029, por
tanto, encomendaba el inicio de un proceso de averiguación
de antecedentes y de indagación sumaria. Los resultados de
la pesquisa policial confirmaban las sospechas del personal
policial de la subcomisaria de Alpachiri que ratificaban la
infracción a la ley de Defensa Social. En las conclusiones
del informe se indicaba “Los obreros que forman ese Cen-
tro son los que se denominan `bolseros´, los que con el
pretexto de efectuar pagas por concepto de sus jornales han
constituido un centro anarquista en el que se divulgan ideas
avanzadas”.
En este procedimiento, las acusaciones no solo alcan-
zaban a las acciones punibles por la ley 7029, sino que
el sumario habilitaba a la policía local a relacionar a los
inculpados con los sucesos ocurridos tres meses antes como
organizadores de una pueblada para exigir el alejamiento
del subcomisario de la localidad. Los argumentos policiales
responsabilizaban a los bolseros de animar a la población
contra la institución policial y sus agentes. A partir de

38 AHP, Fondo Justicia, Exp. 184, Reg. 13, L. 944, 13 de agosto de 1921.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 127

indicios que el sumariante adjudicaba a la experticia policial


sin explicitar cuales eran esos saberes, la policía establecía
una conexión entre los delitos y sus responsables. Se trataba
de construir una explicación para justificar el alejamiento
del funcionario policial y rechazar los rumores sobre con-
ductas delictivas del funcionario que estaban asociadas con
el secuestro de una menor. Los testigos propuestos por
el oficial sumariante confirmaban los dichos del informe
sobre la circulación de “panfletos anarquistas atentatorios
al Gobierno” y enfatizaban la peligrosidad del centro ácrata
y de sus integrantes para el orden social y económico de la
localidad. Este proceso judicial mantuvo a los tres acusados
más de 4 meses encarcelados, otro de ellos fue procesado
por un delito sin conexión con la infracción a la ley 7029
y los demás permanecieron prófugos por el tiempo que se
extendió la tramitación de la causa. Finalmente, en mayo de
1922, tanto el fiscal como el abogado defensor el Dr. Alfon-
so Corona Martínez, ratificaban la falta de mérito para la
acusación y solicitaban la aplicación del “art. 48 del Código
Penal y el 305 de la ley 11.179” que implicaba ajustar la sen-
tencia a la nueva codificación, específicamente, el art. 305
estipulaba la derogación de la ley 7029 que había generado
la causa.

Conclusiones

En esta investigación nos propusimos abordar la conflictivi-


dad obrera del período 1919-1921 desde las concepciones e
ideas de derecho y justicia de sus protagonistas: los trabaja-
dores rurales, la prensa obrera y los representantes políticos
del territorio nacional de La Pampa. La vía de entrada para
hacerlo fueron los procedimientos disciplinarios y repre-
sivos puestos en marcha por la policía territoriana para
penalizar una infracción a la ley 7029 conocida como Ley
de Defensa Social.

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128 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

En estas páginas procuramos reconocer las caracterís-


ticas de la cultura legal de los trabajadores rurales en un
contexto de implementación de políticas estatales morali-
zantes y de control represivo hacia los sectores populares.
Hemos visto como la presentación de una denuncia con-
tra “la libertad de trabajo” por parte de los propietarios
y/o comerciantes funcionaba como un efectivo dispositivo
para activar el proceso burocrático formal legitimado por la
intervención policial que normalizaba el disciplinamiento
de los trabajadores rurales a través del sumario que habili-
taba la acción judicial.
Las denuncias analizadas nos permiten reconocer en la
práctica los fundamentos y motivaciones del cumplimiento
de la ley penal y, al mismo tiempo, develan los enfrenta-
mientos con la policía local y la mediación de intereses no
siempre ajenos al poder político y económico del territorio.
En este contexto, la prédica de la prensa obrera apuntaba
contra la ofensiva de la fuerza policial hacia los trabajadores
movilizados y al escaso sesgo obrerista del gobierno terri-
toriano que desoía las denuncias sobre los abusos policiales.
La aplicación de la ley y el embate policial se representaban
como una reiteración y sumatoria de agravios e injusti-
cias. La publicación de editoriales, cartas de trabajadores y
extractos de fallos judiciales resaltaban los alegatos de la
defensa o la intervención de la fiscalía en las causas donde la
demanda no se ajustaba a derecho y reflejaba la arbitrarie-
dad policial que, en algunos casos, se combinaba con desco-
nocimiento y prácticas ad hoc que devenían en la nulidad de
la actuación penal. Es la articulación entre un lenguaje de
derechos obreros y los intereses de los trabajadores rurales
donde identificamos el discurso de las necesidades políti-
cas de los representantes partidarios que reclamaban a los
poderes públicos nacionales la transformación de la situa-
ción jurídica e institucional de los territorios nacionales.
En este capítulo damos cuenta de la conexión entre
las prácticas de la agencia policial, la judicial y las leyes del
Estado para habilitar la implementación de la denominada

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 129

“ideología de la defensa social” que tipificaba y neutraliza-


ba a los sectores “peligrosos” para el desarrollo productivo
pampeano. Consideramos que, la escala de análisis regional
habilita una entrada al Estado, a sus políticas públicas y a las
instituciones de control social que enriquece las narrativas
nacionales sobre la criminalización de la protesta obrera y
al mismo tiempo exige atender a las concepciones y repre-
sentaciones de la justicia y lo jurídico que detentaban los
trabajadores rurales frente a un proceso penal, en este caso,
por infracción a la ley 7029.

Referencias bibliográficas

Albornoz, M. (2017) “Policías, cónsules y anarquistas: la


dimensión transatlántica de lalucha contra el anarquis-
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Organización policial
y vigilancia estatal

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Una cartografía
para las fuerzas del orden

El primer plano policial de Montevideo, Uruguay


(1843)

NICOLÁS DUFFAU

Introducción

El trabajo analiza el proceso de elaboración del primer


plano moderno con el que contó la policía de Montevideo
en el año 1843, dibujado por el calígrafo Juan Manuel Bes-
nes e Irigoyen e impreso en forma masiva para uso de los
agentes de calle. El plano fue solicitado por Andrés Lamas,
jefe político y de policía, quien buscaba el mayor control
posible de los espacios públicos de la ciudad.
Este plano ha sido analizado por la historiografía pos-
terior desde su dimensión monumental y como resultado
de la intención “republicana” de las autoridades de Mon-
tevideo por modificar el nomenclátor colonial. En nuestra
presentación buscaremos insertar el análisis del documento
en el proceso de reformas administrativas promovidas por
Lamas, que buscaron cambiar las funciones policiales. Asi-
mismo, servirá para vincular la representación geográfica
con la dimensión de las prácticas policiales y la construc-
ción de un tipo de conocimiento en el que intervinieron
varios agentes estatales. También es una forma de incorpo-
rar las representaciones topográficas y cartográficas que en

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142 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

los últimos cinco años han ganado cada vez mayor relevan-
cia documental en la historiografía uruguaya1.
Para comprender el contexto del mapa es imprescindi-
ble dar cuenta de la actuación de Andrés Lamas (1817-1891)
como jefe Político y de Policía de Montevideo durante los
dos primeros años del llamado Sitio Grande (1843-1844),
que marcó el inicio del asedio a la ciudad de Montevideo
durante la Guerra Grande. El sitio de Montevideo comenzó
el 16 de febrero de 1843, fecha en la que el Ejército Unido de
Vanguardia de la Confederación Argentina, comandado por
Manuel Oribe, puso sitio a la ciudad puerto de Montevideo.
Oribe, presidente constitucional electo en 1835, había sido
depuesto en octubre de 1838 por Fructuoso Rivera (primer
mandatario constitucional de la historia del Uruguay) quien
contaba con el respaldo de unitarios, la armada francesa y
caudillos riograndenses. Oribe se refugió en Buenos Aires y
obtuvo la protección de Juan Manuel de Rosas. Las accio-
nes bélicas comenzaron en 1839. El triunfo en la batalla de
Arroyo Grande el 6 de diciembre de 1842 permitió a las
fuerzas oribistas ingresar a territorio oriental y sitiar Mon-
tevideo.
A partir de febrero de 1843 y hasta octubre de 1851 en
el Estado Oriental del Uruguay convivieron dos gobiernos:
uno limitado a Montevideo y su línea defensiva, común-
mente llamado de La Defensa, que contó con el respaldo
de las armadas británica, francesa, legionarios europeos, del
Imperio del Brasil y del gobernador de Entre Ríos, Justo
José de Urquiza. El otro foco de poder, encabezado por Ori-
be, fue conocido como gobierno del Cerrito de la Victoria,
que en el correr de la década de 1840 controló los extramu-
ros de la ciudad y la mayor parte del territorio. Montevideo
quedó dividida entre la zona fundacional, conocido como

1 Al respecto véase Museo Histórico Nacional, (curaduría a cargo de Andrés


Azpiroz, Nicolás Duffau, Lucía Rodríguez Arrillaga), Imaginar, medir y orde-
nar. Mapas, planos y agrimensores en Uruguay, Montevideo, Museo Histórico
Nacional, 2021.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 143

Ciudad Vieja, la llamada Ciudad Nueva que se extendía


desde las murallas del casco antiguo hasta el ejido colonial
de la ciudad y los extramuros, donde se encontraban las
localidades de la Aguada, Arroyo Seco, Miguelete, Cordón
y Tres Cruces, que pasaron a ser el último punto de la línea
defensiva.
En ese contexto, Lamas fue designado jefe Político y de
Policía, una función medular para la seguridad interna de la
plaza de Montevideo2. Hasta mayo de 1844 Lamas ocupó la
jefatura y llevó adelante distintas estrategias que buscaron
reafirmar el rol que cumplía la policía dentro de la ciudad
como mantenimiento del orden, control de poblaciones u
organización de la defensa interior. Lamas consideró a la
policía como una “consecución lógica de la Administra-
ción” y se refería a las funciones policiales como parte de
una “ciencia”3. En ese sentido es que podemos sostener que
Lamas fue uno de los primeros reformadores de la policía
montevideana, a través de un proceso en el que buscó, por
un lado, organizar la ciudad y, por otro, dotar a sus subal-
ternos de algunos instrumentos “modernos” que facilitaran
el cumplimiento de sus tareas.
En el período estudiado encontramos una policía preo-
cupada por el problema del orden interior de la ciudad,
cumpliendo tareas consideradas de “baja policía”, es decir
una “técnica de gobierno” caracterizada por la interven-
ción en el espacio público para saber datos básicos de la

2 Las jefaturas políticas y de policía, consagradas en la Constitución de 1830,


eran una institución intermedia dependiente del ministerio de Gobierno,
una de las tres carteras que (junto a Hacienda y Guerra y Marina) formaban
el Poder Ejecutivo (Duffau, 2018).
3 Archivo General de la Nación-Uruguay (en adelante AGN), Ex-Archivo y
Museo Histórico Nacional (ex MHN), Dr. Andrés Lamas, caja 119, carpeta
6 [20 de marzo de 1843]; caja 160, 1º de setiembre de 1843. Si bien cir-
culaban distintas nociones sobre la “ciencia” de policía, Lamas no remite a
ningún texto específico. Aliata (2006: 60 y 61) y Sanz Camañes (2004: 389)
han sostenido que la idea de la administración urbana como parte de una
ciencia aplicaba disciplinas como la medicina, la química, la ingeniería o la
estadística económica, que se entendía favorecían una intervención directa
para evitar el desorden y la expansión descontrolada de la ciudad.

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144 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

población, organizar el suministro de distintos bienes de


consumo, la circulación de mercancías, la regulación del
mercado laboral y las tareas de tipo sanitario (L’Heuillet,
2010: 41-59; Foucault, 2006). El contexto de guerra y el sitio
a la ciudad potenció esta situación. Como señaló Godicheau
(2013) la idea de “orden público” era “primero el orden de lo
público”, que explicaría el pasaje de sociedades jerarquiza-
das y controlables a plantas urbanas en crecimiento, exten-
sivas, en algún sentido igualitarias y a sociedades carentes
de una autoridad vertebradora del poder. Esa idea de orden,
asociada a la paz interior, expresó la visión de los grupos
políticos y económicos dominantes de Montevideo, en un
contexto de sitio y guerra que fomentó la necesidad de con-
trol ante la presencia de enemigos exteriores e interiores
(Duffau, 2020).
La policía se convirtió en uno de los principales
recintos de información sobre los flujos poblacionales,
la situación habitacional, así como las diferentes acti-
vidades comerciales. La necesidad de contar con datos
precisos valía tanto para los habitantes ya asentados en
la ciudad, como para aquellas personas recién llegadas
y entre las cuales se sospechaba que podían encontrar-
se enemigos políticos, capaces de hacer la guerra desde
el interior de la ciudad, recopilando información, gene-
rando rumores, noticias o directamente saboteando la
actuación gubernamental (Duffau y Etchechury, 2019).
Un problema generado por el sitio fue la presencia
fluctuante de población que llegó a Montevideo. Según
estimaciones unas tres mil personas provenientes del
medio rural arribaron a la ciudad en forma previa al ase-
dio (Etchechury, 2017). A eso se agregó un “aumento de
la población menesterosa y enferma” (Arredondo, 1928:
25), que probablemente comprendiera a todas aquellas
personas incapacitadas para hacer la guerra y la impor-
tante corriente migratoria europea que desde la década
de 1830 provocó un significativo aumento de la pobla-
ción. En 1843 de los 31 189 habitantes censados, sólo 11

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 145

431 eran “orientales”. Los seguían 5324 franceses, 4205


italianos, 3406 españoles, 2553 “argentinos”, 1344 afri-
canos, 659 portugueses, 606 ingleses, 492 brasileños y
1169 de diversas nacionalidades (Acevedo, 1933: 191).
Desde comienzos de 1843 se sucedieron edictos
policiales que buscaron organizar el espacio urbano, en
especial el vinculado al mundo productivo. De este modo
se estableció un registro de trabajadores matriculados
que obligaba a todos los empleados a portar una papeleta
que explicitara la “clase de trabajo” o “profesión”, nom-
bre del empleador forma en que “le es pagado su salario”,
así como, “domicilio y el de su principal [empleador].”
La normativa comprendía a “[…] todos los peones de
albañil, de barraca, de saladero, de hornos, panadería,
los que se ocupan en la estiba de buques, los lancheros
y en general todos aquellos cuyos trabajos se paguen
por día”, “los oficiales de carpintero, herrero, hojalate-
ro, pintor, platero, zapatero y en general de todo asta
[sic] mecánico cuyos trabajos se paguen por obra”, “los
mozos de fonda, café, taberna, los cocineros, carreros y
carretilleros, los dependientes de casas de comercio por
menor, peones de quinta y chacra, y en suma todo aquel
cuyo salario le sea pago por mes o por año.” En los casos
en que la persona no contara con domicilio fijo, debía
presentar a dos testigos fiadores, “vecinos respetables”,
que garantizaran que el portador de la papeleta era una
persona de confianza. La normativa reguló los espacios
y horarios laborales, en especial para la venta ambulante
que quedó restringida a los menores de dieciséis años4.
De este modo, cada grupo social sufría un proceso de
delimitación del territorio que podía habitar u ocupar,
en un creciente proceso de formación del mercado labo-
ral (Thul, 2019).
Confinar a los hombres y mujeres que desarrolla-
ban determinada actividad laboral a un espacio cerrado

4 AGN, ex MHN, Dr. Andrés Lamas, c. 160,1° de setiembre de 1843.

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146 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

era una forma de mantener el control urbano. A su vez,


cumplía una función policial en la medida que busca-
ba evitar todo desborde popular y en la concepción de
los grupos dirigentes, la presencia de contingentes de
trabajadores sin control por las calles podía derivar en
tumultos o asonadas. A este último aspecto se agregan
dos elementos; en primer lugar, el proceso de abolición
de la esclavitud, el 12 de diciembre de 1842. Por esta
disposición los afros ya no serían esclavos, pero debían
ser destinados al servicio de las armas. De este modo la
población afro, ya de por sí vigilada por la policía, ahora
contaba con la libertad que le permitía transitar por la
ciudad sin autorización de amos o empleadores (Thul,
2014). En segundo lugar, Montevideo se convirtió en un
foco de atracción para numerosos grupos de legiona-
rios extranjeros (italianos, vascos, franceses, españoles,
suizos, entre otras nacionalidades) que comenzaron a
ocupar el espacio público, no siempre en forma pacífica.
De hecho, estos colectivos llegaron a desarrollar policías
interiores, pero también fueron vigilados y controlados
por las autoridades de la ciudad (Etchechury, 2015).
Entrar o salir de la ciudad implicaba presentarse ante
la autoridad policial para mostrar el pasaporte y dar una
ubicación precisa del lugar de asentamiento o la dirección
de destino en caso de abandonar Montevideo. Una nota de
Lamas, fechada el 17 de marzo de 1843, sentó las bases del
funcionamiento de ingreso/egreso y prohibió admitir en
las casas particulares o de inquilinato a “individuos recién
llegados” sin que antes se presentaran ante la policía. Los
comisarios y los tenientes alcaldes de cada sección y man-
zana debían conocer a todos los habitantes de su jurisdic-
ción y llevar un registro pormenorizado. Si una persona no
alertaba a la autoridad sobre un huésped, así fuera familiar,
podía recibir una sanción que iba desde penas pecuniarias”,
“de prisión con destino a trabajos públicos desde ocho días

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 147

hasta un mes”, “sin perjuicio de sujetar a los que incurran en


ellas a un tratam.to más severo”5.
La Policía ya no actuaría sólo mediante una postura
de reacción ante hechos consumados, sino que tenía que
escrutar la ciudad en todos sus rincones, conocer quiénes
eran sus habitantes, dónde se alojaban, a qué se dedicaban
y eventualmente saber de sus prácticas y conductas. Esa
posibilidad excedía el contexto de guerra, aunque, sin duda,
estaba influida por la situación. Esta conjunción de tareas
encontró un punto de contacto en las propuestas para
modificar el nomenclátor y, al mismo tiempo, conocer los
límites geográficos de Montevideo.

Calles, mapas y números: instrumentos para organizar


la ciudad

Montevideo se manifestaba como una ciudad en crecimien-


to, era el centro administrativo, económico, comercial y
social del Estado Oriental. Desde comienzos de la década de
1830 las autoridades de la ciudad discutían sobre los límites
y la jurisdicción, al tiempo que se sucedían distintos proyec-
tos para ampliar la planta urbana. El 27 de enero de 1816
el cabildo gobernador de la Provincia Oriental propuso la
formación de seis “Cantones o Departamentos”, entre los
que se encontraba el de Montevideo. Sin embargo, los lími-
tes geográficos resultaron difusos porque la jurisdicción se
describió a partir de los pueblos “cabecera” y “menores” que
comprendían cada departamento6. Si bien hubo varias leyes
de límites, la jurisdicción definitiva se fijó el 28 de agosto

5 AGN, Documentos de la Administración Central, Ministerio de Gobierno,


caja 944, carpeta 5, f. 203, Montevideo, 17 de marzo de 1843, Andrés Lamas
al ministro de Gobierno Santiago Vázquez.
6 “Oficio del cabildo gobernador a José Artigas, Montevideo, 27/01/1816”, en
Archivo Artigas, Montevideo, Monteverde, 1987, tomo XXI, pp. 190-191.

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148 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

de 18357. El problema no era estrictamente legal, sino más


vinculado al uso que parte de la población daba al territo-
rio, lo que generaba que no existiera precisión sobre dónde
empezaba o terminaba la jurisdicción.
En 1829 el gobierno ordenó el inicio de la demolición
de las murallas de la fortificación colonial que delimitaba a
la Ciudad Vieja; la nueva zona de la ciudad que se extendió
hasta el ejido, a aproximadamente un kilómetro al Este del
casco en el que se fundó la villa original a mediados de 1720.
Sin embargo, la demolición completa de los muros colonia-
les y la unión entre la nueva y la vieja ciudad se concretó
luego de la Guerra Grande. Desde la década de 1830 los
sucesivos conflictos políticos y militares y, a partir de 1843,
el sitio, retrasaron las obras y contribuyeron a generar la
indeterminación sobre límites y jurisdicciones.
Esta situación dificultó el trabajo policial ya que para
comisarios u oficiales no siempre era clara la jurisdicción
que les correspondía vigilar y controlar. Como ejemplo del
crecimiento demográfico y urbano, en 1836 Montevideo
había abandonado la división en tres secciones policiales
(primera, segunda de extramuros que abarcaba Cordón y
Aguada y tercera que comprendía Maroñas y el Pantanoso)
y aumentado a siete secciones policiales, cada una a cargo
de un comisario (Alpini, 2018:58). Las tres primeras seccio-
nes comprendían a la Ciudad Vieja, mientras las restantes
se dividieron en cuarta (el Cordón), quinta (la Aguada), sex-
ta (Maroñas) y séptima (Pantanoso). A esta delimitación en
secciones se agregaban otras zonas de la ciudad como Punta
Brava, el Cerro o la Aldea.

7 Véase “División territorial” en Armand Ugón, Cerdeiras Alonso, Arcos


Ferrand y Goldaracena, (1930: 64-65).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 149

Mapa 1. Reproducción [1840] del plano topográfico del pueblo


de Montevideo, 1829

Fuente: dibujado por Adrián Henrique Mynssen a partir del realizado


por José María Reyes. Reproducción de Bacle y cía. Museo Histórico
Nacional, Colección Cartográfica.

En el plano de arriba se puede ver la extensión de la


Ciudad Vieja desde fines de la década de 1820 y durante una
parte de 1830. Esa planta urbana se encontraba en proceso
de desaparición. Lamas fue plenamente consciente del cre-
cimiento edilicio y demográfico de Montevideo, por lo que
se preocupó por dotar a la actuación policial de un nuevo
nomenclátor y de un mapa moderno que facilitara la tarea y
permitiera a la policía tener un conocimiento cada vez más
asentado sobre los habitantes de la ciudad.
Lamas presentó su proyecto de nomenclátor y nume-
ración de puertas el 21 de mayo de 1843; el 22 de mayo

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150 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

el gobierno aprobó la iniciativa8. Este impulso a un nuevo


nomenclátor no era el primero del siglo XIX, ya que en otras
ocasiones se habían presentado propuestas que finalmente
se frustraron9. El nomenclátor de Lamas ha sido analizado
en su dimensión historiográfica (como construcción repu-
blicana en el período de lucha por la independencia), pero
no en función de su relevancia como instrumento policial
(Silva Cazet, 1986; Wasserman, 2010).

Mapa 2. Plano de la Ciudad Vieja de Montevideo con nomenclátor colonial

8 El plan de Lamas, junto a otros del siglo XIX, fue recopilado en Nomenclátor
de las calles y plazas de la ciudad y principales caminos del departamento, Monte-
video, Junta Económico-Administrativa, 1902, pp. 22, 23.
9 Véase por ejemplo la propuesta de 1837 en AGN, Historia de la Administra-
ción (HA), Libros, Ministerio de Gobierno, Libro 1401, Acuerdos y decretos
del Ministerio de Gobierno, 1830 a 1852, f. 130: 31 de agosto de 1837, se
crea la primera “Comisión para la nueva denominación de calles”.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 151

Fuente: elaborado por el agrimensor Francisco Ros, sin fecha (circa últi-
mo cuarto del siglo XIX). Archivo General de la Nación, Archivo Gráfico,
cajón 19, carpeta 31, Proyecto Ciudades, Villas.

En la fundamentación Lamas señaló el contenido his-


tórico de la iniciativa, que buscaba “rendir homenaje a las
glorias nacionales que están ya fuera del dominio de la
discusión y son objeto de respeto y amor para todos los
hijos de esta tierra”, “hombres públicos que han trabajado
y convalidado la independencia y la libertad de la doctrina
sin desertar su bandera, en los duros trances y tribulaciones
con que la Providencia ha querido poner a prueba la pureza
y la verdad de sus exercicios y de sus sacrificios”. Sin duda
el nuevo nomenclátor respondió a la intención de modifi-
car las denominaciones coloniales (cambiar el nombre de
una calle que rendía tributo a un santo por uno que alu-
día a un héroe de la independencia americana o una fecha
emblemática), pero también puede ser analizado como un
elemento que contribuyó a conformar un nuevo mapa de

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152 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

saberes policiales, que permitía una localización exacta de


los espacios y de las casas.
La numeración de domicilios y comercios y la correcta
referenciación geográfica buscaba eliminar las expresiones
de uso corriente con la que se identificaba a las viviendas o
los lugares. De este modo se buscó dejar atrás la costumbre
que zonificaba la ciudad desde la oralidad, en función, por
ejemplo, de las tareas laborales que allí se desarrollaban.
En el período colonial una calle se podía llamar “de los
pescadores” o de los “Judíos” [en referencia a la existencia de
comercios que vendían ropa o alimentos]; a lo que se agrega
que las puertas carecían de un número preciso (de María,
1957). De acuerdo al jefe político el nomenclátor y la nume-
ración de puertas eran dos medidas imprescindibles para
una ciudad en expansión que precisaba “orden y gobierno”,
tenía una finalidad económica, ya que permitiría conocer
en detalle todas las construcciones existentes, fundamental
para “la buena recaudación de varios impuestos” y, por últi-
mo, redundaría en un beneficio del comercio “y el decoro
mismo de esta población”10. A su vez facilitó la tarea de
vigilancia del espacio público y el privado mediante el rele-
vamiento que llevaban adelante los comisarios y tenientes
alcaldes, que debían conocer sus zonas al detalle11. Lamas
confirió mucha importancia a los planos y mapas de Mon-
tevideo, que debían ser elaborados siguiendo las técnicas
topográficas modernas.
En 1843 pidió a la Comisión Topográfica, y a uno de
sus oficiales y litógrafo, Juan Manuel Besnes e Irigoyen, la
elaboración de un plano “de la Antigua y Nueva Ciudad
de Montevideo con arreglo a la nomenclatura de las calles
propuestas”. El plano de Besnes e Irigoyen fue el primero
de un total de ocho (editados en Londres o París) que se

10 AGN, DAC, Ministerio de Gobierno, caja 943, carpeta 3A, f. 295, Montevi-
deo, 21 y 22 de mayo de 1843.
11 En un proceso similar al que ocurrió en otras regiones en Barriera, (2017);
Pulido Esteva (2011) y Vaccaroni (2020).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 153

sucedieron durante el sitio y que tomaron la delimitación


de 1843 como referencia. El modelo que tomó Besnes e Iri-
goyen fue otro plano de su autoría confeccionado en 1841
que mostraba las dos partes de la ciudad, así como distintos
relevamientos topográficos y catastrales que conservaba la
Comisión Topográfica desde su creación en 1831.

Mapa 3. Plano topográfico levantado por Juan Manuel Besnes e Irigoyen


a pedido de Andrés Lamas, 1843

Fuente: tomado de Ernesto Beretta, Imágenes para todos. La produc-


ción litográfica, la difusión de la estampa y sus vertientes temáticas en
Montevideo durante el siglo XIX. Primera etapa, de la constitución del
Estado Oriental al fin de la Guerra Grande (1829-1851), Montevideo,
CSIC-UdelaR, 2015, p. 178.

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154 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

El plano diseñado por Besnes e Irigoyen seguía la pro-


puesta elaborada por el ingeniero militar José María Reyes,
encargado desde 1829 de la demolición de las murallas
coloniales y presidente de la Comisión Topográfica desde
1831, quien había realizado una propuesta de planificación
que unía la Ciudad Vieja con la Nueva. En la iniciativa Mon-
tevideo era dividido en 136 manzanas de cien varas de lado,
que llevaba a la ciudad prácticamente al doble de su tamaño
(Carmona, 2013)12. Fernando Aliata advirtió que en el Río
de la Plata estas modificaciones se vinculaban a los intentos
por conformar una “ciudad regular”, ordenada en cuadrícu-
las y que intentó reasignar un nuevo valor a los espacios
públicos, construir edificios para las nuevas instituciones y
controlar el crecimiento de la planta urbana (Aliata, 2006:
55-62). Los sucesivos conflictos armados fueron retrasando
la propuesta de Reyes, que Lamas retomó en 1843 y que,
claramente, respetó esa intención de regularizar la ciudad.
El modelo de ciudad regular planificado inicialmente
por Reyes y continuado por Lamas, pasó a ser una referen-
cia posterior en los planos de Montevideo, que continua-
ron utilizando el modelo diseñado por Besnes e Irigoyen
tal como se puede ver en varias de las representaciones
cartográficas que se conservan en la colección cartográfica
del Museo Histórico Nacional. En el caso que se encuentra
abajo, elaborado en 1848, vemos que el dibujante -de quien
no tenemos referencias- marcó parte de la línea de la zona
defensiva de la ciudad sitiada.

12 El proyecto estaba acompañado de un catastro parcelario que se concretó


entre 1865 y 1871 y que tomó como referencia el amanzanamiento proyec-
tado en el plano de Besnes e Irigoyen. Véase Museo Histórico, ob. cit., pp.
123-129.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 155

Mapa 4. Plano de Montevideo, Antigua y Nueva Ciudad. Montevideo, 1848

Fuente: Museo Histórico Nacional, Colección Pablo Blanco Acevedo,


carpeta 4, plano 7.

La confección del plano de 1843 se entendió como


una tarea policial y fue supervisada directamente por
Lamas, quien elaboró “un folleto que conten[ía] todos
los documentos relativos a la nomenclatura de las calles
y numeración de las puertas”13. El nuevo mapa cumplió
con dos funciones centrales: en primer lugar, tuvo rele-
vancia en la planificación urbanística, ya que proyectaba
no sólo lo edificado en Montevideo, sino que mostraba
el amanzanamiento de la Nueva Ciudad que se construi-
ría; en segundo lugar, resultó clave para fijar las líneas
defensivas en el contexto del sitio y contar con una des-
cripción pormenorizada del territorio que se vigilaba,
controlaba y defendía. Cualquier agente policial podía

13 AGN, HA, Ministerio de Gobierno, Libro 1401, Acuerdos y decretos


del Ministerio de Gobierno, 1830 a 1852, fs. 188, 189.

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156 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

cumplir con una orden acudiendo a un número de puer-


ta específico en la intersección de dos calles claramente
delimitadas.
Con el nomenclátor y el plano de la ciudad Lamas
pretendía regular el proceso de creciente urbanización
que se había tornado incontrolable. Podríamos pensar
que este afán organizativo no era privativo del jefe polí-
tico analizado, sino que varias autoridades del período se
refirieron a las dificultades generadas por una ciudad en
permanente expansión y por la vigilancia impuesta por
la guerra. Según el relevamiento de población de 1843,
la Ciudad Vieja contaba con 101 edificios construidos,
mientras que en la Ciudad Nueva había 519 edificacio-
nes registradas14. Al mismo tiempo, la guerra modificó
en forma drástica la situación, ya que buena parte de
la población procedente del medio rural, fue reasentada
en la nueva zona de la ciudad. Esto llevó a que la poli-
cía se tuviera que hacer cargo de la vigilancia de nue-
vas zonas y caminos y provocó que un número mayor
de oficiales y auxiliares fueran enviados a las nacien-
tes jurisdicciones, hasta entonces despobladas. Por eso
el plano y el nomenclátor se complementaron con los
partes diarios y mensuales de los comisarios de sección,
que contribuyeron a generar un gran mapa de informa-
ción policial que facilitaba el control del territorio. Los
agentes de calle traducían en cifras y datos el territorio
mediante un control permanente de lo que ocurría en
sus jurisdicciones15. Por supuesto que este señalamiento

14 En el estudio de Acevedo (1933: 32) ha señalado que era frecuente que


una licencia de construcción escondiera varias casas, ya que sus pro-
pietarios se unían para abonar el impuesto en una única ocasión. Por
lo que podríamos pensar que el número de construcciones fue mayor
al que figura en la documentación.
15 En el archivo Lamas el manejo de información se puede ver en los
partes policiales, así como en notas de vecinos (algunas con firma,
otras anónimas) en las que se denunciaba distintas situaciones, vincu-
ladas a la vida política, acontecimientos delictivos e incluso a abusos
cometidos por comerciantes (Duffau y Etchechury, 2019).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 157

no establece que la labor policial podía cubrir todas las


zonas del mundo urbano o que nos acercamos a una
institución total. No pensamos en las concreciones, sino
en las intenciones e iniciativas del jefe policial.
La tarea de Besnes e Irigoyen fue continuada por
Pedro Pico, catedrático de matemáticas y dibujante de
la Comisión Topográfica, a quien debemos el plano de
la “Vieja y Nueva ciudad, acompañado de una visión
ampliada de toda la jurisdicción de Montevideo, su línea
defensiva y la zona que estaba bajo control del ejército
sitiador”. Pico asumió el cargo de oficial delineador de la
Comisión Topográfico en agosto de 1844, con intención
de reforzar la tarea de confección y elaboración de pla-
nos de la ciudad16. En el plano que se encuentra abajo se
puede observar el crecimiento de Montevideo y la ocu-
pación de zonas cercanas a la línea defensiva. A su vez
pasó a ser la referencia para todas las representaciones
de la ciudad que se sucedieron hasta la década de 1880.
En todos los casos, los nuevos planos -realizados mayo-
ritariamente por agrimensores y publicados en guías-
mostraban el crecimiento poblacional y la extensión de
la planta urbana, pero el continente siguió tomando
como referencia la geografía que delimitó Pico.

16 AGN, HA, Ministerio de Gobierno, Libro 1401, Acuerdos y decretos


del Ministerio de Gobierno, 1830 a 1852, f. 193.

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158 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Mapa 5. Plano de Montevideo, 1846

Fuente: Plano de Montevideo de Pedro Pico, elaborado en 1846, publi-


cado en Lettre a M. les Membres de L’Assamblée Nationale sur la ques-
tion de la Plata par Charles Christofle Manufacturier Accompagnée des
piecessuivantes Notice Geographique; plan de Montevideo Carte Geo-
graphique pour servir a L’Etude de la question du Río de la Plata Noti-
ce Chronologique, Historique et Politique, París, Imprimerie D’Eugène
Duverger, 1849.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 159

Mapa 6. Plano de la Ciudad de Montevideo y Capital de la República


Oriental del Uruguay (1867)

Fuente: Plano de la Ciudad de Montevideo y Capital de la República


Oriental del Uruguay (1867). Levantado y publicado en 1867 por el agri-
mensor P. Albenar. Museo Histórico Nacional, Colección Pablo Blanco
Acevedo, carpeta 4, plano 14.

El nombramiento de nuevas calles, numeración de las


puertas y confección de planos y mapas, se complemen-
tó con la labor estadística de relevamiento poblacional, de
bienes materiales, edificaciones y comercios. La estadística
fue interpretada por Lamas como un instrumento de cen-
tralización de la información, tal como da cuenta la intro-
ducción a sus Apuntes Estadísticos. Es en ese tipo de tareas
rutinarias, minuciosas, de un esfuerzo muy grande en un
contexto completamente adverso, que se puede apreciar la
importancia conferida por la administración al relevamien-
to de información.

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160 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

El conocimiento de los habitantes de cada calle o


casa, de las tareas a que se dedicaban, también debe ser
analizado como parte del proceso de construcción estatal.
Aparecen en el informe datos sobre adelantos materiales,
licencias expedidas para la edificación (con propietario y
valor de tasación), distribución de la propiedad, proyección
de nuevas poblaciones, buques, carruajes, establecimientos
industriales, comerciales y mercantiles, consumo de bie-
nes de primera necesidad, asistencia pública y a las obras
de caridad, cárcel pública y biblioteca, nomenclátor, fiestas
públicas, instrucción pública, un apéndice con “análisis quí-
mico[s] de diversos productos naturales del territorio de la
República Oriental del Uruguay”, así como una descripción
de plantas y minerales. En las notas, Lamas compara las
cifras de Montevideo con las obtenidas en las principales
ciudades europeas (en especial Londres y París) y algunas
de la región.

Conclusiones

La jefatura de Lamas fue un momento único porque el


sitio de la ciudad obligó a llevar adelante una economía de
guerra en un contexto adverso y de suma fragilidad para la
población sitiada. A su vez, se caracterizó por el desarrollo
de instrumentos que permitieron y facilitaron el conoci-
miento sobre la ciudad con una clara intención o misión
de tipo preventivo. De este modo la eficacia policial pasaba
más por aquellos desordenes o delitos que evitaba que por
su actuación inmediata. En la concepción de Lamas, eso
se lograba a través de la información, de una racionalidad
burocrática para conocer a los habitantes de la ciudad, así
como las construcciones, casas, comercios o talleres.
En el desarrollo de esos instrumentos policiales resultó
importante contar con planos que facilitaban la tarea de
conocer en detalle el territorio, que incluyeran, por ejemplo,

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 161

la nueva nomenclatura de las calles (que mayoritariamente


sobrevive hasta hoy) y los números de puerta manzana a
manzana.
Pensemos en una ciudad formada por un tercio de
personas nacidas en territorio oriental y dos tercios fuera
de las (débiles) fronteras políticas. ¿Cómo podría trabajar
un oficial de policía no nacido en la ciudad? Un plano, un
nomenclátor, eran mecanismos posibles para que conociera
su área de trabajo. Esta función no fue privativa de la poli-
cía, luego de la Guerra Grande se comenzaron a configurar
otros saberes expertos que contribuyeron con la organiza-
ción de la ciudad y por ende reprodujeron una forma de
ver la sociedad. Desde la segunda mitad del siglo XIX, agri-
mensores, médicos o ingenieros, comenzaron a cumplir un
papel central en el conocimiento del territorio y en la deli-
mitación de una geografía urbana cada vez más precisa, pero
también móvil porque Montevideo continuó creciendo.

Fuentes

Archivo General de la Nación, Montevideo, Uruguay


Archivo General Administrativo, Ministerio de Gobierno,
libro 1401: Registro Nacional de Leyes, acuerdos y
decretos.
Documentos de la Administración Central, Fondo Ex Minis-
terio de Gobierno y Ministerio del Interior, cajas 943,
944, 968.
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Lamas, cajas 119, 160.
Historia de la Administración, Libros, Ministerio de
Gobierno, Libro 1401, Acuerdos y decretos del Minis-
terio de Gobierno, 1830 a 1852.
Museo Histórico Nacional, Colección Cartográfica y Colec-
ción Pablo Blanco Acevedo.

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162 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Nomenclátor de las calles y plazas de la ciudad y principa-


les caminos del departamento, Montevideo, Junta Econó-
mico-Administrativa, 1902.

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Alertas a los peligros reales y latentes
en nuestro suelo

La vigilancia política de los policías bonaerenses


en la primera mitad del siglo XX

PEDRO BERARDI

Introducción

Durante las últimas décadas, en el marco de renovación y


ampliación del campo de estudios sobre las fuerzas armadas
y de seguridad en Argentina, se ha enfatizado no solo en su
carácter represivo sino también en la experticia de la vigi-
lancia. Numerosos estudios han demostrado que los esti-
los de seguimiento y los procedimientos de investigación
como los de inteligencia, asentados en la burocracia inter-
na de estas fuerzas, resultan centrales para la comprensión
de los dispositivos de control, violencia y represión estatal
y paraestatal en la larga duración. En efecto, estimulados
por periodizaciones de largo plazo y por miradas que exce-
den los cortes institucionales y la alternancia cívico-militar,
estos aportes evidenciaron continuidades y discontinuida-
des entre buena parte del siglo XX, en particular durante las
últimas dictaduras militares1.
En este marco, aún queda por profundizar acerca de
las décadas previas a 1960 y del rol específico de las policías
como agentes claves en la producción informativa referente

1 En tanto disponemos de una amplia bibliografía, remitimos a modo de


ejemplo a Águila (2018), Bohoslavsky y Franco (2020); López Cantera (2014)
y Scocco (2019).

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166 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

al accionar de múltiples actores políticos. Al respecto, acor-


de a la consolidación en el plano local del campo de los
estudios policiales en la última década, contamos con una
multiplicidad de trabajos que, entre diversas dimensiones,
han indagado en la conformación de las oficinas y secciones
destinadas a la investigación desde los albores del siglo XX
hasta los años cuarenta2. Es de destacar que este relevante
mapa investigativo se vertebra de manera transdisciplinar y
pone en relieve además la eficacia de los casos subnaciona-
les para aprehender las especificidades y generalidades de
las estructuras y dinámicas policiales en la vigilancia políti-
ca (Fernández Marrón, 2021).
En diálogo con dicha producción, este artículo propo-
ne un abordaje de la policía en la provincia de Buenos Aires
durante la primera mitad del siglo XX, que ha suscitado
importantes estudios, principalmente entre los años 30 y
el primer peronismo, que también nos resultan cardinales
(Marengo, 2012; Barreneche, 2019; Bartolucci, 2020). De
manera que pretendemos aportar al conocimiento de la ins-
titucionalización y agencia policial, considerando cómo el
cuerpo bonaerense fue configurando múltiples sentidos en
torno a la disidencia política a partir de la implementación
de mecanismos de intervención sobre cambiantes actores
políticos y sociales.
Optamos por diferenciar y examinar dos escenarios de
esta extensa periodización. En primer lugar, indicamos las
formas en que se instrumentó desde el conservadurismo
la persecución de simpatizantes y/o militantes de la Unión
Cívica Radical y del socialismo por parte de los comisarios
de partido durante la jefatura de Luis María Doyhenard,
entre 1914 y 1916. Mientras que, luego consideramos la
creciente represión del comunismo desde el golpe militar
de 1930 que supuso el retorno de las fuerzas conservadoras
al ámbito provincial.

2 A modo de síntesis, remitimos a Barry (2019), Caimari (2012) y Luciano


(2021).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 167

Orienta este recorrido la intención de destacar a los


agentes policiales en clave de actores políticos. En tal sen-
tido, por una parte, revelamos la aplicación de técnicas y
la creación de distintas áreas dentro del organigrama ins-
titucional especializadas en la represión y el sostenimien-
to del orden sociopolítico. Por otro lado, destacamos la
producción de información policial sobre sujetos o grupos
sindicados como “peligrosos”. Al respecto, particularizamos
cómo operaron los marcos de referencia identitarios pro-
vistos por distintas adscripciones partidarias en el accionar
de agentes y superiores que reconstruyeron “enemigos”,
entendidos como posibles rivales electorales o potenciales
disruptores del orden establecido.

La especialización policial y el espionaje electoral


desde el cambio de siglo hasta 1916

En los umbrales del novecientos, la repartición policial


bonaerense comenzó a afianzar un amplio proceso de buro-
cratización, reorganización y profesionalización largamen-
te anhelado por sus integrantes desde su etapa fundacional
en 1880 (Berardi, 2019). Abandonar cierta lógica de impro-
visación, sobre todo en las exigencias de tareas de seguridad
y en la producción de información sobre las poblaciones
que quedaron supeditadas a su vigilancia, motivó que se
ampliase y complejice el organigrama institucional para
lograr la especialización en las funciones. Para ello se crea-
ron y perfeccionaron secciones dependientes de la Jefatura,
como la Comisaría de Pesquisa que, inspirada en su par por-
teña comenzó a funcionar en 1890 en las instalaciones de la
comisaría Tercera de La Plata3. Transformada rápidamente

3 Sus alcances no obstante fueron acotados y la intervención de su personal


se circunscribió, excepto en algunas ocasiones, al radio de la capital bonae-
rense. Sería reorganizada entonces a comienzos del nuevo siglo, con la

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168 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

en Comisaría de Investigaciones se ramificó al dividirse en


dos secciones, cuya estructura se mantuvo inalterable hasta
poco más del Centenario: una concentrada en “robos y hur-
tos, defraudaciones y estafas, impresiones dactiloscópicas,
orden social y fotografía” y otra que atendía la “seguridad
personal, informaciones y leyes especiales, libros y vigilan-
cia general” (Muñiz, Fors, Gambier, 1911: 79-81).
Así, como lo sugieren sus criterios organizativos, para
sus funcionarios no había una distinción nítida entre el
control de las prácticas criminales y otros actores sociopo-
líticos –en un convulsionado cambio de siglo- que concita-
sen su seguimiento. Por el contrario, en el detalle de su ope-
ratividad para estos primeros años se plasman de manera
abultada los causantes de delitos interpersonales, atacantes
de la propiedad, ladrones y abigeos. Hacia 1912 empero, la
Jefatura avanzó sobre su reestructuración estableciendo a
sus ramas internas en los siguientes gabinetes: de Seguridad
Personal, de Robos y Hurtos, de Defraudaciones y estafas,
de libros e informaciones y Gabinete de Orden social y leyes
especiales, al que se le añadió una “Sección Política” cuyo
personal debía injerirse:

[…] en toda huelga que se produzca. Vigilará a los sujetos


conocidos por sus ideas sectarias, establecerá los servicios
necesarios. […] Intervendrá en toda infracción a las leyes
especiales, nacionales o provinciales, etc. Llevará una galería
de anarquistas. Expedirá los informes para cartas de ciudada-
nía, enrolamiento, etc.4

Dos años después, la anexión de la Oficina de Iden-


tificación –desprendida de Estadística y Antropometría-,
introdujo la construcción de un sistema de fichado que

ampliación de dos sub-comisarías localizadas en las ciudades de Bahía


Blanca y Avellaneda, entre 1907 y 1909.
4 Policía de la Provincia de Buenos Aires, Memoria correspondiente al año 1912.
Mejoras en el servicio, Jefatura del Sr. Juan Carlos Chaumeil, Talleres de Poli-
cía, La Plata, 1913, pp. 42-43.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 169

posibilitó el armado de un archivo de “delincuentes peli-


grosos” y de “agitadores indeseables” de los apresados; con-
formado de fichas particulares en la que se plasmaban las
huellas dactilares. De modo que el sistema operativizó, por
lo menos para la capital provincial y las zonas aledañas, la
confección dinámica de los prontuarios respectivos a cada
detenido. Consignando, mediante otros datos –si habían
sido ya vigilados, poseían orden de captura o se les había
solicitado el paradero- referencias precisas en caso de tra-
tarse de apresados bajo el peso de las leyes de excepción.
Indudablemente, dicha reestructuración advierte acer-
ca de la dimensión que la protesta social comenzó a adquirir
para los policías que integraban la bonaerense en el trans-
curso de la década de 1910. Si bien los momentos de mayor
conflictividad, especialmente para el ámbito de la campa-
ña y en los centros portuarios extracéntricos –como Bahía
Blanca o San Nicolás- se registraron a comienzos de siglo,
bajo el influjo de la propaganda y el activismo anarquista,
la intervención policial quedó circunscripta meramente a
la supresión de los estallidos huelguísticos, más que efec-
tivizada por la definición de la Jefatura, mediada por las
atribuciones discrecionales de las que disponían los comi-
sarios de sección (Berardi, 2018a). Claro que, coincidente
a la sanción de la Ley de Defensa Social, el gremialismo
ácrata vio acrecentada su capacidad de organización en las
áreas industriales de la provincia y entre 1911-12 articu-
ló y protagonizó distintas medidas de fuerza en las zonas
cerealeras logrando casi la absoluta paralización del trabajo
ferroviario.
No obstante, para una gestión policial que comenzaría
a consumar notorias adhesiones a las fuerzas conservadoras
que conducían el gobierno, las actividades de la Comisaría
de Investigaciones fueron subsumidas a meras funciones de
seguridad. La ampliación del sufragio que estipuló la Ley
Sáenz Peña condujo a que las prácticas de seguimiento se
direccionasen a las fuerzas políticas que contendían elec-
toralmente con el flamante oficialista Partido Conservador.

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170 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Fundamentalmente por la competencia externa de la Unión


Cívica Radical y, en menor medida del socialismo5, que
Marcelino Ugarte debió afrontar a comienzos de su segun-
do mandato, en 1914.
Ante ese nuevo panorama, el conservadurismo desple-
gó una multiplicidad de estrategias a objeto de no verse
debilitado, apuntando a cohesionar a su base electoral del
mismo modo que a incrementar sus adeptos. Pero necesi-
taba también controlar y disciplinar sus propias filas. Con
la re-designación de Luis María Doyhenard6 al frente de
la Jefatura de policía en agosto de 1914, se consolidaron
mecanismos con los que se rearticuló la relación entre los
actores policiales y la esfera política.
Sirviéndose de la cartografía trazada por la red telegrá-
fica -expandida fundamentalmente a comienzos de siglo-,
a los primeros días de asumir el jefe de policía exigió a
oficiales y, en menor medida, a subalternos que le remi-
tiesen cada tres días un detallado informe, con carácter
confidencial, acerca del movimiento de las distintas agrupa-
ciones que participaban comunalmente. La disposición de
Doyhenard tuvo respuesta en una vastedad de telegramas

5 Hasta entonces, el radicalismo había mantenido su abstención en los comi-


cios. Afirmando esta posición para las elecciones de gobernador, como
rechazo a la sanción de la ley electoral ugartista sancionada en 1913 y a
las recurrentes situaciones de fraude que se perpetuaban en la provincia.
No obstante, asumió una activa intervención en el marco de los escrutinios
federales llevados a cabo durante este período. El Partido Socialista, por su
parte, fue incrementando su actividad propagandística en diversas áreas de
la provincia.
6 Con una amplia trayectoria militar y la actividad parlamentaria en repre-
sentación del Partido Autonomista Nacional –entre 1891-1893 y
1898-1900-, Doyhenard ingresó a la fuerza como Comisario de Órdenes en
1901. Dos años después, durante el primer mandato de Ugarte fue nom-
brado para su conducción hasta 1906, momento coincidente con el recam-
bio gubernamental. Aunque coartada su carrera a la primera magistratura
provincial siendo una figura notable en las filas del autonomismo –que se
reconfiguraría antes del Centenario en el Partido Conservador-, se lo desig-
nó en 1910 Comisionado de la ciudad de La Plata. Falleció en abril de 1916
mientras ejercía nuevamente la Jefatura de policía. Berardi (2015).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 171

remitidos desde diferentes puntos del mapa bonaerense7.


Con un rango muy denso de información, tales documentos
permiten comprender cuáles eran las dimensiones acerca
de los armados partidarios, de sus actores y sus recursos,
que interesaban a la mirada policial. Encontramos un deta-
lle pormenorizado de esta orden, en la respuesta conferida
por un comisario de la localidad de Balcarce al momento de
iniciarse los preparativos para las elecciones presidenciales
de 1916:

Acuso recibo á V.S. de las instrucciones dadas telegráficamen-


te, á las once de la noche del día once del corriente, para dar
cuenta á V.S. en nota ‘duplicada’ ‘reservada’ ‘certificada’ entre
los días Jueves y Sábados de cada semana, del trabajo realiza-
do por todos los partidos en lucha, sumando o restando ele-
mentos, sus causas, actuación, trabajos políticos personales ó
colectivos, sin apasionamientos ni exageraciones en los infor-
mes, es decir, manifestar la verdad desnuda, sin ambages, sean
ó no, amigos personales de S.E. el Señor Gobernador, del
Señor Jefe de Policía, ó del Comisario del Partido, y aplicar
rigurosamente la Ley, al enemigo común, del órden de cosas
que impera en la Provincia, sin llegar á persecuciones visibles
ó abusos de resonancia, evitando esta, en lo posible, para no
dar base con los procedimientos extremos, á que se crea res-
ponden á instrucciones recibidas, sino, aplicarse la Ley en su
idealidad, con más o menos visos de legalidad, sin considera-
ciones, en una palabra, evitar en lo posible, que por reflejo, se
ataque por la prensa, tribuna, etc, etc., al Superior Gobierno,
y que no trasciendan las instrucciones recibidas. Es así, como
en su esencia, he interpretado estas, y digo ‘es así’ porque no
he podido repasarlas detenidamente, por cuanto en el acto de
recibirlas, fueron destruidas en la Oficina del Telégrafo, no
quedando constancia en ninguna parte, ni nadie las conoce8.

7 Si bien no disponemos de una cifra exacta, los legajos 14 a 20 del Fondo Luis
Ma. Doyhenard contienen cada uno unos 120 telegramas, lo que hace un
total aproximado de 720, remitidos todos por inspectores y comisarios de
partido (no hay telegramas emitidos desde la Jefatura).
8 Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Sala VII, Colecciones Par-
ticulares, Fondo Luis María Doyhenard, Leg. 19, f. 3.

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172 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Si, tal como hemos referido la intervención de la Sec-


ción Política debía exteriorizarse, debía visibilizar su pre-
sencia en manifestaciones y reuniones obreras o de otros
grupos sociales, la apelación a los comisarios, en cambio,
permitía construir una relación de control mucho más capi-
lar e incluso imperceptible. A su vez, más allá de lo que se le
ordenaba, de los direccionamientos de la mirada, aquéllos
iban construyendo percepciones autónomas sobre la esfera
política a escala local. La práctica del espionaje requería, en
igual sentido, de un repertorio de destrezas que los policías
debían desarrollar. Para observar y recabar información
resultaba indispensable camuflarse, ampararse en las regla-
mentaciones o en los marcos normativos para custodiar los
actos públicos, pero sin ser totalmente percibidos; inter-
cambiar información apelando a las tramas de informantes,
estar atentos a los rumores, decodificarlos y traducirlos.
Hacerlos comprensibles para el lenguaje policial. Segmen-
tarlos, además, y ajustarlos a un esquema binario de “ami-
gos” / “enemigos”.
El detalle riguroso de los informes destinados a la Jefa-
tura se puntualiza en los lugares de reunión, en la identifica-
ción y en la reconstrucción de los perfiles de las figuras más
representativas que lideraban las agrupaciones, su respaldo
económico, como así también sobre quienes las disputaban.
Del mismo modo, se cuantificaba permanentemente la dis-
ponibilidad de votos con la que contaba o era capaz de
traccionar cada una de las fuerzas en disputa. Datos que,
con puntilloso detalle ofrecía, por ejemplo, el comisario de
Coronel Brandsen, en los días previos a las elecciones legis-
lativas de 1915:

Como convenido doy á continuación las impreciones [sic]


esperimentadas y observaciones que vengo realizando desde
mi estadía en esta, sobre la situación política de este partido.
Compiten cuatro fracciones cuyas composiciones y fuerzas
políticas electorales se descomponen en la forma siguiente:
Partido Conservador 400 votos
Unión Comunal 250

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 173

Radical 150
Socialista 30
Los principales dirigentes de estas fracciones son del primero
Sr. Federico Ortiz de Rosas y Mariano H. Llanos, del segundo
Dn Rufino M. Martines y Juan H. Lavié, del tercero Domingo
Alvear y Santiago Ambrucó del cuarto Pedro V. Peralta.
El padrón electoral provincial consta de 1415 inscriptos y el
Nacional de 1290.
Como se vé el capital político mayor se lo adjudica el Partido
Conservador y para contrarestar sus fuerzas, según las con-
veniencias de la elección, el Partido Unión Comunal; cede
sus elementos al Radical ó viceversa, de ahí que cuando ha
triunfado en las elecciones el primero, apenas ha sido por 50
ó 60 votos, sobre 600 o 700 votantes que es el mayor número
que ha concurrido á los comicios
[…] Debe tenerse en cuenta que el Sr. Ortiz es una visita en
este pueblo […] en cambio Llanos reúne todas las condicio-
nes del verdadero caudillo electoral, se encuentra radicado en
éste y continuamente se mueve dentro de sus elementos9.

Mediante esas operaciones la policía ordenaba y clasifi-


caba, incluso intervenía, mediante la delación o las negocia-
ciones. Encontramos en primer término que esta vigilancia
se direccionaba sobre las fuerzas opositoras a la línea con-
servadora que Ugarte y Doyhenard representaban. Sobre
todo, en aquellos distritos donde el radicalismo de extrac-
ción yrigoyenista y el socialismo comenzaron a expandir su
capacidad de acción. Desde el partido de General Alvarado,
el comisario fervientemente ugartista, Rudecindo Thuron,
detallaba así al Departamento platense las características
organizativas de un grupo del radicalismo local. Al mismo
tiempo, en que ponía en evidencia el cumplimiento oculto
de su misión:

[…] A puerta cerrada (los radicales), y en voz baja, para nó


ser sentidos desde la calle (la casa-departamento que tienen

9 AGN, Sala VII, Colecciones Particulares, Fondo Luis María Doyhenard, Leg.
18, f. 16.

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174 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

posee puerta y ventana á la calle), hablaron acerca de la can-


tidad de votos que podrían contar para las próximas Eleccio-
nes. Iraizoz tomó la palabra y se expresó así: ‘antes teníamos
seis cientos votos, es decir, cuando yó era Intendente, pero
hoy, como esos picaros ‘Conservadores’ me quitaron la situa-
ción, á lo sumo podremos contar ahora con noventa votos (el
subrayado es del documento)10.

En segundo término, tal como hemos advertido, esta


instrumentación política no fue exclusiva para la observa-
ción de los grupos opositores. Sobre un montaje de oficiales
que se identificaban activa y profundamente en la causa
conservadora, Doyhenard intentó también configurar un
registro sobre los fraccionamientos que se iban producien-
do al interior del Partido Conservador. Sobre ello daba
cuenta, por ejemplo, el comisario de Saavedra mostrando
los desplazamientos del elenco partidario, alertando con-
juntamente acerca de los efectos de esa fragmentación:

En Pigüé corre el rumor de que el Dr. Pedro P. Harriot


instalará comité Demócrata [Progresista] Este ciudadano es
actualmente médico de policía en dicho punto y habien-
do sido enemigo del Dr. Lopez Buchardo evolucionó, se
hizo amigo, figuró como vicepresidente del comité local del
P. Conservador y al reorganizarse últimamente el referido
comité, entiendo que por nuevas pretensiones, se indispuso.
Si efectivamente se pusiera al frente del improvisado movi-
miento demócrata poco podrá hacer, pues su prestigio para
levantar nuevas banderas es hoy muy discutible sino nulo,
siento advertir que desde que se ha colocado en situación de
independiente no deja de combatir al partido Conservador
con el pretexto de que ataca al Dr. Lopez Buchardo y a mi
modo de ver, es adversario que no se debiera descuidar por la
perniciosa influencia que ejerce sobre el presidente del comi-
té del P. Conservador Don Felipe A. Cazaid, circunstancia
ésta que no debe ignorar el predicho Dr. Lopez Buchardo11.

10 AGN, Sala VII, Colecciones Particulares, Fondo Luis María Doyhenard, Leg.
18, f. 22.
11 Id., f. 56.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 175

Más allá de los alcances que estas estrategias de control


y negociación tuvieron en los resultados electorales, debido
al triunfo radical en las elecciones nacionales de 1916, es
evidente que el accionar de Doyhenard resultó exitoso en
tanto consolidó rasgos identitarios bastante cohesionados
en la adscripción de su personal a la causa conservadora. Sin
embargo, el rasgo más notorio de esta práctica y a pesar del
carácter de confidencialidad con la que se ejercitó se tradu-
ce en la manera en que sería capitalizada por los sucesivos
gobiernos radicales, tras la intervención nacional decretada
en la provincia en abril de 1917.
Como ha sido señalado, tras la etapa abierta con la
llegada de Hipólito Yrigoyen a la presidencia, el intento de
redireccionar las lealtades de los funcionarios que compo-
nían la administración pública provincial tuvo a la policía
como uno de los principales actores12. Inmediatamente se
dispusieron una serie de decretos que aplicaban cesantías y
exoneraciones por las que el radicalismo pretendía romper
la preeminencia ugartista en la justicia de paz, el régimen
municipal y fundamentalmente en el cuerpo de policía, con-
siderado como su bastión más neurálgico. Así, bajo control
militar la institución asistió a un nuevo proceso de reformas
que se acentuaría con notoria fuerza en el transcurso de
la siguiente década, direccionado en múltiples dimensiones
y centrado fundamentalmente en el reordenamiento de su
organigrama13.
A pesar de la prescindencia de agentes más especializa-
dos para dichas prácticas de vigilancia, estos mecanismos de
espionaje fueron rubricando formas de observación e inter-
vención sostenidas en el sigilo y en la asidua permanencia,

12 Entre otros, referimos a Barba (2007); Bartolucci, y Taroncher (1994);


Ferrari (1994: 143).
13 Transcurrida la etapa de la Intervención a comienzos de los años ‘20, recién
para 1926 pudo instrumentarse -mediante disposición del jefe Guillermo
González-, la reestructuración de las principales dependencias que fueron
nucleadas en cuatro grandes divisiones: Central, Administrativa, Judicial e
Investigaciones. VVAA (1981: 226-228).

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176 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

que se asumieron constantes en el control de las multitudes


en el transcurso de estas primeras décadas. Como referi-
remos más adelante, las hibridaciones producidas entre el
control de movimientos gremiales y la supervisión de las
agrupaciones partidarias, fueron configurando una multi-
plicidad de saberes y experticias acumuladas en las dinámi-
cas que para mediados de los ’30 adquirió la División de
Investigaciones.

La “bonaerense” en la tormenta del mundo:


los mecanismos de vigilancia en la construcción
del “enemigo interno/externo”14

Aunque disponemos de datos fragmentarios, la informa-


ción elevada al Ministerio de Gobierno por parte del cuer-
po policial de lo actuado durante 1924 resulta ilustrativa
del nivel de capilaridad con el que operaban los agentes
que cumplían funciones en dicha dependencia. Se advierte,
entre otras cuestiones, su hábil capacidad para camuflarse
en asambleas, asistir a conferencias, hurgar en bibliotecas,
hacerse de panfletos y montar guardia en ámbitos tan disí-
miles de la ciudad de La Plata, como “el Ejército de Sal-
vación, la Liga Patriótica, la Sociedad Israelita y la Misión
Evangélica”15. Si bien la condensación de estas prácticas
permite trazar un hilo de largas duraciones, más allá de
las cesuras cronológicas que toman al golpe de 1930 como
un hito, el giro autoritario que gravitaría al menos en el
espacio bonaerense constituyó un marco propicio para su
resignificación en el devenir de las actividades represivas

14 Este apartado recupera buena parte del planteo realizado en Fernández


Marrón y Berardi (2021a). Agradezco a la Dra. Fernández Marrón la gene-
rosidad de permitirme publicar muchas de las consideraciones que redacta-
mos de forma conjunta.
15 Provincia de Buenos Aires, Memoria presentada a la Honorable Legislatura por
el Ministro de Gobierno, Dr. José Osvaldo Casás. La Plata: Talleres de Impresio-
nes Oficiales, 1924, p. 241.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 177

que se afianzarían durante el decenio. En el diagnóstico de


las autoridades con sede en La Plata, la situación abierta
tras la “revolución septembrina” había acentuado la conflic-
tividad política, sobre todo al interior del conservadurismo,
aunque sin descartar la incidencia de otras fuerzas partida-
rias excluidas o limitadas de la competencia electoral, como
el radicalismo. Lejos de hacer posible el viejo anhelo de la
autonomía, ello se tradujo, por un lado, en la inestabilidad
de las cúpulas16. Mientras que, por otro lado, supuso una
mayor correspondencia de los subalternos en las tramas
comunales de poder, tal como había acontecido durante el
cambio de siglo. Asimismo, la efectividad en las políticas de
seguridad contrastaba notoriamente con el incremento del
abigeato en las zonas rurales –que encontraba en la amplia-
ción de la red vial y en la modernización de los medios
de locomoción los recursos favorables para su accionar- y
en la proliferación de bandas delictivas que desafiaban el
capricho geográfico impuesto por los límites de la pampa
húmeda. Al tiempo que desbordaban la voracidad lectora de
un público ávido de sus espectaculares asaltos, propiciando
a su vez el escarnio de los uniformados (Caimari, 2012:
61-75).
De modo tal que el afianzamiento del control sobre
las distintas esferas del ámbito provincial se intersectó en
las transformaciones desplegadas en el tejido policial. Aten-
der a esta vastedad de problemáticas exigía, principalmen-
te, profundizar en sus instancias de profesionalización. En
consonancia a las medidas de saneamiento destinadas a la
oficialidad y tropa de las distintas secciones, las mejoras en

16 A partir del golpe de estado de 1930 hasta la designación de Pedro Gandu-


glia, en febrero de 1936, se sucedieron quince Jefaturas, con alternancia
entre civiles y castrenses. Asimismo, en ese recambio el cargo fue ejercido
en dos oportunidades por el Cnel. Enrique Pilotto –quien logró además
mayor permanencia (desde el 18 de febrero de1932 hasta el 08 de abril
de1932 y desde el 11 de abril de1932 hasta el 18 de diciembre de 1933) y
por Pedro Díaz Pumará (con un fugaz ejercicio en las jornadas del 06 y 07
de febrero de 1935, siendo inmediatamente restituido hasta los primeros
días de marzo).

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178 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

el servicio estaban supeditadas a la renovación de equipa-


miento técnico, mediante la adquisición de armamento y
automóviles. Pero, sobre todo, a la intervención articulada
entre expertos y policías de facción abocados a la vigilancia
de calles y campos, para complejizar los mecanismos pues-
tos en práctica para la producción de información.
Ello supuso que, por designio de las cúpulas, se reorga-
nizasen y ampliasen las dependencias existentes. A las que,
espejadas en el modelo metropolitano de la Sección Políti-
ca creada en 1932, se les definió su especificidad acorde a
las demandas internas y extra institucionales. La incorpo-
ración de quien hasta entonces había presidido la División
de Robos y Hurtos en la Capital Federal, el comisario Fer-
nández Bazán, dinamizó entonces hacia 1936 la flamante
División de Investigaciones. A la cual, un año atrás le había
sido anexada la División Cuatrerismo. De igual manera, en
el marco del proyecto de reorganización que el Ejecutivo
bonaerense implementaría sobre el cuerpo policial, se esti-
puló la jerarquización de la Oficina de Movimiento Polí-
tico –dependiente de Investigaciones- con el objetivo de
atender:

[…] exclusivamente a la información diaria de los hechos


normales y de la acción de los partidos políticos; velará por
el cumplimiento de los edictos sobre reuniones públicas y
examinará todas las formas de propaganda o publicidad que
produzcan los diversos sectores en que se divide la opinión.
Será, concretando, el medio de contacto de poderes públicos
con la masa y las fluctuaciones del ambiente17.

Más que una sección novedosa, este pasaje indica un


extenso recorrido que atañe a la especialización de sus fun-
ciones. La labor desplegada coincidió así con una convicción
arraigada en muchos funcionarios de otras policías del país,

17 Provincia de Buenos Aires, Memoria del Ministerio de Gobierno, Tomo I, 18 de


febrero de 1936 y 30 de abril de 1937, Taller de Impresiones Oficiales, La
Plata, 1937, p. 125.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 179

acerca del carácter esencialmente represivo de la institución


que se focalizaría sobre diversos grupos concebidos como
“peligrosos”. Cuya configuración se fue cimentando desde
los comienzos del decenio, para confluir en la polisémica
categoría de terroristas. Ello integró, en distintos momentos,
a las fracciones del radicalismo “personalista” (proscripto
de los comicios tras el derrocamiento de Yrigoyen y pasible
de alzarse en armas), al anarquismo más bien fragmentado y
reducido en determinadas organizaciones sindicales, junto
a un segmento del Partido Socialista desplazado de las coa-
liciones gubernamentales que impulsaron la candidatura
presidencial del general Agustín Justo. A este significante se
añadiría, y por la envergadura de su carácter transnacional,
la peligrosidad encarnada por el Partido Comunista. Cuya
represión constituiría uno de los puntos nodales de la agen-
da desplegada por las secciones de Investigación (Marengo,
2012: 43-49). Pero esos “temores” se depositaron a su vez
sobre una población itinerante, mayormente desempleada y
golpeada aún por los efectos de la crisis económica. Duran-
te el verano de 1937, el homicidio del niño Eugenio Pereyra
Iraola en la estación Camet del partido de General Puey-
rredón a manos de un peón golondrina de origen español,
desató una campaña gubernamental centrada en la crimi-
nalización de los “linyeras”. La carta dirigida por el enton-
ces Ministro de Gobierno de la provincia, Roberto Noble,
condecorando el accionar policial tras su ‘exitosa’ pesquisa
revela los fundamentos de la estrategia punitiva, definién-
dolos como:

(…) población nómade, entre vagabunda y delincuente, ver-


dadero azote del campo argentino […] de origen desconocido,
sin profesión u oficios conocidos y sin hábitos de trabajo, con
lo que se puede tener una amplia visión del tremendo proble-
ma de política social y criminal que plantea la existencia sin
control de esa gente inadaptada e inadaptable…18.

18 Memoria del Ministerio de Gobierno …, pp. 165-167.

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180 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Por un lado, para las autoridades ejecutivas la resolu-


ción del caso fue posible debido a los reajustes ordenados
un año atrás en la División de Investigaciones, a partir
del nombramiento de Fernández Bazán. Mientras que, por
otro, se tradujo en la elaboración de un plan más amplio de
control social -articulado con la ley de represión al comu-
nismo a la que referiremos más adelante-, a través del dise-
ño de un Registro General de la Población Provincial con el
que se facultó a la policía de mecanismos técnicos y legales
para el relevamiento censitario. Cristalizado a su vez, con
el otorgamiento de una cédula de identidad en el marco de
los municipios. Por último, espejado en las leyes de excep-
ción que habían cobrado vitalidad bajo el gobierno militar,
el proyecto contemplaba la organización de batidas contra
los “elementos de mal vivir” y su concentración en campos
especiales por intermedio de las comisarías de sección y de
partido. Sometiéndolos a la intervención del Departamento
de Trabajo con el objetivo de readaptarlos a las dinámicas
laborales y ante esa imposibilidad, extremar la deportación.
Aunque sus alcances fueron lábiles al punto de diluirse, para
1940 la propuesta readquirió notoriedad por la recomenda-
ción de un funcionario policial, ajustándose a la necesidad
de atribuirle a la División de Investigaciones la confección
de un registro “organizado sobre la base dactiloscópica” y
centrado en el empleo formal, para individualizar en cada
establecimiento productivo bonaerense a patrones y obre-
ros, consignados en una libreta de trabajo de portación
obligatoria19. En este sentido y más allá de las derivas que
supuso en el marco de la década la consolidación de un
modelo autoritario de poder, con sus ritmos y variantes
locales, la relevancia que fue adquiriendo el comunismo
en tanto “ideología perniciosa” -en una visión compartida
por los elencos dirigentes y policías-, permite redefinir otra
cronología que matiza los recortes más homogéneos con

19 Revista de Policía de la Provincia de Buenos Aires, mayo de 1942, Año II, núm.
13, p. 57.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 181

los que se ha observado al período. Al tiempo que, en un


primer momento como abordaremos, sus referencias ope-
raron en tanto categoría catalizadora que remitía sin dema-
siadas especificidades a los actores partidarios, sociales e
intelectuales antes mencionados.
Los años de entreguerras, estuvieron permeados en
buena parte por la revitalización de la conflictividad obrera
y una mayor presencia pública de las asociaciones vincu-
ladas al mundo del trabajo. Si bien este rasgo fue tam-
bién notorio en el área pampeana, la acción sindical no
alcanzaría la capacidad de articulación territorial obtenida
a comienzos de siglo por las entidades anarquistas, aún a
pesar de las ramificaciones alcanzadas por la huelga general
de 1936 (Ascolani, 2013). Más que la necesidad de satisfacer
demandas laborales, el ciclo de movilizaciones durante el
traspaso de las décadas, se estructuró principalmente en las
campañas de solidaridad internacional por Sacco y Vanzet-
ti, para extenderse con una gravitación cada vez más debili-
tada ante las reverberaciones del proceso de Bragado20.
En gran medida, fueron las posturas antiautoritarias
que concitó el régimen consolidado con Uriburu las que
fortalecieron las acciones de lucha colectiva, de igual mane-
ra en que se acentuaron las respuestas represivas a cargo de
las fuerzas policiales. A la persecución de militantes anar-
quistas como socialistas bajo las disposiciones emanadas
del estado de sitio, se añadió la vigilancia y hostigamiento
sobre los agrupamientos radicales de extracción yrigoyenis-
ta, que comenzaron a ser percibidos como disolventes tras

20 Durante el marco de la organización de una huelga que paralizaría en el área


del norte bonaerense la cosecha de maíz, fueron detenidos en mayo de
1931 tres individuos –Santiago Mainini, Pascual Vuotto y Reclus De Diago-
acusados de cometer un atentado explosivo en el domicilio del dirigente
conservador José Blanch. La arbitrariedad atribuida a los policías locales
como a los enviados de la División de Investigaciones, fueron objeto de
una acalorada campaña de agitación por parte de la prensa anarquista y
socialista, devenida en un extendido movimiento por la libertad de los pros-
criptos, que adquirió dimensiones nacionales casi hasta culminar el decenio
(Jordán,1988).

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182 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

su intento de saltear la proscripción a la que habían sido


sometidos luego de la anulación de las elecciones de 1931.
Amalgamados a las representaciones disponibles de lo
que el anarquismo había significado, la División de Inves-
tigaciones principalmente, en colaboración con otros cuer-
pos especializados y las policías de facción, procedieron a
comienzos de 1933 a desactivar en distintos puntos de la
provincia –Avellaneda, General Belgrano y Olavarría- el
movimiento insurreccional que se plegaría con el levanta-
miento radical de Corrientes, identificando a los “conspi-
radores” como “rebeldes y sediciosos”21. Dichas conexiones
se solidificaron incluso en las figuraciones construidas en
torno al affaire de Bragado. Ya que algunas voces del oficia-
lismo reconocieron en el atentado de evidente signo ácrata
el punto de partida para el complot que aquéllos junto con
socialistas, militares disidentes y afiliados de la Federación
Obrera Regional Argentina (FORA) gestarían para derrocar
al presidente de facto ( Jordán, 1988: 14).
Si bien la organización como las ramificaciones del
Partido Comunista tuvieron en la provincia una temporali-
dad sinuosa, así como resultó minoritario su alcance en las
conducciones gremiales -en algunos casos con primacía aún
anarquista o debiendo competir con los influjos de la inci-
piente Confederación General del Trabajo (CGT)-, la circu-
lación de sus delegados fundamentalmente en el cinturón
industrial del gran Buenos Aires, conllevó al refuerzo del
cuerpo de policía. En particular, de la División de Investiga-
ciones para identificar y pautar el seguimiento de posibles
“agitadores” que atentasen contra la libertad de trabajo.
Esta aproximación, tan polivalente de distintos actores
sociales y políticos “observados” de peligrosos a lo largo
de los años treinta, preparó y recuperó en la forma una
nueva axiología comunista. Principalmente, porque para

21 Provincia de Buenos Aires, Memoria presentada a la Honorable Legislatura por


el Ministro de Gobierno, Dr. Marco Aurelio Avellaneda, Tomo I: Política,
1932-1933, La Plata, Taller de Impresiones oficiales, 1933, pp. 133-149.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 183

mediados de la década partido e ideología serían precisa-


dos de manera taxativa en tanto amenaza exógena. Des-
pejándolos, igualmente, de las referencias totalizadoras que
lo emparentaban con las fuerzas partidarias y culturales
acusadas de cuestionar radicalmente la estabilidad social.
El estado bonaerense, durante la gestión conservadora de
Manuel Fresco, consumaría tal identificación en una perse-
cución sostenida a partir de la sanción de un decreto para la
represión del comunismo en mayo de 193622.
Las razones que habilitaron desde el gobierno el asedio
policial sobre imprentas, clubes, centros gremiales, biblio-
tecas y distintos ámbitos de sociabilidad como picnics (Bis-
so, 2009) pasibles de la difusión de propaganda doctrinaria,
descansaban en el carácter internacional y por ende incom-
patible que “su origen, principios, ideas tendencias” presen-
taba respecto a “la soberanía nacional y con la existencia y
el destino mismo de la patria argentina”23. El sesgo acentua-
damente nacionalista que definió a la gestión, exacerbaba la
noción de amenaza latente que concitaba una agrupación
con epicentro en Moscú que pregonaba a su vez, bajo la égi-
da del Comitern, el establecimiento de la dictadura del pro-
letariado debido a la proliferación cada vez más extendida
de la IIIra Internacional a escala global24.
Dicho diagnóstico, se tejió asimismo en el crecimiento
de formas de asociacionismo partidario y civil que a espejo
de los Frentes Populares triunfantes en España y Francia
desde 1936 –tal como filiales de Acción Argentina, Con-
federación Democrática Argentina, Junta de la Victoria, entre
otras25– y las federaciones obreras -como la Confederación

22 Dicho aspecto ha sido profundamente analizado en los trabajos de Barrene-


che y Marengo ya citados.
23 Memoria del Ministerio de Gobierno, …, “Decreto nº 137 de Represión al
Comunismo, 20 de mayo de 1936”, p. 178.
24 Id.
25 Revista de Policía de la Provincia de Buenos Aires, Año III, Nº 29, septiembre de
1942, “Normas del trabajo comunista”, pp. 43 y 62.

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184 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

General del Trabajo Nº 2-26, propenderían colateralmente


al accionar en superficie del Partido Comunista en alianza
con otros partidos que participaban de las instancias elec-
torales. El fortalecimiento transnacional de los posiciona-
mientos antifascistas, en los umbrales de la segunda guerra,
reforzó sobre todo en los efectivos policiales la necesidad
de extremar la vigilancia sobre las posibles filtraciones del
“enemigo comunista”, solapado en campañas de solidaridad
que recorrían diversos puntos del mapa nacional, concitan-
do adhesiones por los exiliados republicanos como la con-
dena hacia las potencias del Eje. Ello se combinaría, asimis-
mo, con la vigorización represiva que las autoridades de las
intervenciones federales, desde 1940, a cargo de las Fuerzas
Armadas le imprimirían a las conducciones policiales.
Muestra de ese giro fue la adscripción del gobierno
bonaerense, en mayo de 1939, al Decreto 111/39 estable-
cido por el Ejecutivo nacional cuyo alcance liminar estuvo
circunscripto a la Capital Federal y a los espacios territo-
rianos. Aunque se preveía la perdurabilidad de la medida
hasta que adquiriese status de ley en el Congreso de la
Nación, se extendió tempranamente en aquel ámbito dada
la atribución en materia de policía para reglamentar el fun-
cionamiento de la actividad asociativa. Ante la amenazante
afluencia de extranjeros que introducían “la defensa y pro-
paganda de idearios políticos y sociales de sus países de
origen” se estipulaba a través de un pautado control “argen-
tinizar la política nacional consolidando los sentimientos
nacionalistas y los principios democráticos que nos legaron
nuestros mayores”27.

26 Bajo la conducción de los dirigentes socialistas Pérez Leirós y Borlenghi, se


produjo en octubre de 1942 una escisión en la CGT. Representantes éstos de
una posición distante a las tendencias laboralistas, conformaron un bloque
con sectores sindicales de extracción comunista cristalizado en la CGT Nº
2, que sería suprimida tras el golpe de 1943. Véase Baily, 1985: 78-79.
27 Comisión Provincial por la Memoria – Fondo DIPBA División Central de
Documentación, Registro y Archivo, Secretaría Decretos, Leyes y Disposi-
ciones, Decreto 4348, Carpeta 2, Legajo 64, pp. 1 y 2. Este decreto y sus
modificaciones sucesivas, hasta setiembre de 1940, fue derogado en diciem-

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 185

Acorde a viejas prerrogativas que detentaba el cuer-


po policial, los centros ya constituidos o que se iban a
conformar debían informar al Ministerio de Gobierno con
intermediación de la Jefatura o de las comisarías de sección
de las localidades respectivas, su denominación, propósitos,
reglamentos y estatutos, nómina de sus integrantes con sus
datos personales, el domicilio como el número de Cédula
de identidad expedido por la Provincia y la redacción de
un libro de actas al que las autoridades debían tener acceso
cuando se lo requiriese. Así como notificar a los comisarios
en caso de que se consumasen elecciones y de la renovación
de las autoridades o de las comisiones directivas.
Tales exigencias, aunque más exiguas para las entida-
des benéficas o recreativas, impedían con mayor rigor la
subvención por parte de otras asociaciones radicadas fuera
del país como de gobiernos extranjeros. En este sentido, el
cumplimiento de lo dispuesto en la normativa quedó bajo
jurisdicción de la Sección Orden Social de la División de
Investigaciones, a la que se debía remitir desde las dis-
tintas seccionales el pormenorizado registro de los datos
antes indicados. Asistida a su vez, por la Sección Movi-
miento Político –dependiente de la Secretaría General- que
comunicaba información referente a sus acciones públicas.
A modo de confeccionar un archivo mediante el siguiente
procedimiento burocrático, las diversas instituciones con-
signadas y ordenadas alfabéticamente se clasificarían acor-
de a los criterios del personal de la repartición en base a
un color identificatorio que precisaba sus correspondientes
fichas y que, denotaba a su vez, su grado de peligrosidad

bre de 1945. Arguyendo las dificultades para su aplicación, las autoridades


nacionales lo consideraron contradictorio a lo dispuesto en la Constitución
respecto a las libertades asociativas, sobre todo para un escenario en el que
la dirigencia militar había comenzado a habilitar la transición electoral. Sin
embargo –y tal como se lo expresa en el decreto 4348 en el que se mani-
fiesta la anulación del anterior- en el contexto de la inmediata posguerra se
ratificó lo convenido en la Conferencia de Chapultepec, a efectos de evitar
todo tipo de acción o expresión identificada con las potencias del Eje, con-
sideradas desestabilizadoras del sistema democrático.

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186 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

social: fichas rojas para Asociaciones extremistas, azules


para sindicales, blancas para ayuda mutua y beneficencia,
verdes para deportivas, grises para culturales y celestes en
caso de otras varias28.
El prontuario confeccionado desde la División de
Investigaciones a la Iglesia Bonaerense de los Adventistas
del Séptimo día es ejemplificativo de esta estrecha vigi-
lancia, fundamentada en un amplio sentido de sospecha
aplicado a instituciones muy heterogéneas. Durante buena
parte de 1943, el comisario y el subcomisario de Avellaneda
remitieron a la Sección Orden Político constantes, aunque,
escuetos informes sobre las reuniones realizadas en el tem-
plo local, cuya instalación no había sido previamente noti-
ficada a las dependencias policiales tal como preveía la nor-
mativa vigente. Dentro de la variedad de temáticas de los
encuentros puntillosamente listadas –referidas con mayor
frecuencia a pasajes bíblicos, como “la profecía de Daniel, el
sueño de Nabucodonosor o el rey de Babilonia”-, la minucia
policial aguardaba en el carácter congregativo propiciado
en estas celebraciones la posibilidad de discursos referidos
a la política local e internacional. La agitación estimulada
por las resonancias ideológicas de la guerra en curso se
entreveía, en el olfato de oficiales y agentes, en conferencias
cuyo desarrollo debió ser previamente pautado como auto-
rizado. Permitidas ordenadamente los días lunes, miércoles
y sábados, en horarios preestablecidos, la discrecionalidad
embestida en estas funciones habilitaba entonces la super-
visión de antemano de alocuciones quizás alarmantes, bajo
los títulos de “¿Hacia un mundo nuevo?”, “Después de esta
Hecatombe, ¿se afianzará la paz?”, “Inquietante Incremento
de la Delincuencia” o “Darwin y la Desorientación Actual”29.

28 Id.
29 Comisión Provincial por la Memoria – Fondo DIPBA División Central de
Documentación, Registro y Archivo, Mesa De, Factor Religioso, Carpeta
Entidades religiosas, Legajo 1488.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 187

En la provincia de Buenos Aires, sobre todo, aunque


la permanencia al frente de la repartición fue más bien
inestable, se sostuvo de esta manera el accionar represivo
cimentado desde mediados de la década anterior hasta su
extensión mediante los convenios interpoliciales expresa-
dos en la “Comisión de Actividades Antiargentinas”. Sellada
por la policía porteña y de los territorios nacionales, así
como del resto de las provincias en junio de 194230. Dada la
adscripción ideológica que las diversas Jefaturas precisaban
en torno al materialismo economicista profesado por los
“agentes moscovitas”, se diseccionó en sus discursos anti-
clerical y antimilitar el rasgo más prominente de su carácter
antinacional y subversivo.

Conclusiones

El abordaje de largo plazo centrado en la producción de


información por parte de múltiples agentes y reparticio-
nes de la fuerza policial bonaerense durante la primera
mitad del siglo XX ha sido de importancia para advertir
continuidades, transformaciones y momentos de inflexión
en la implementación de estrategias de vigilancia política.
Más allá de las diferencias entre las coyunturas examinadas,
identificamos en tanto común denominador las permanen-
tes acciones de ensayos y aprendizajes que fueron habili-
tando como contorneando, las modalidades de espionaje y
vigilancia que conformaron el repertorio de una institu-
ción cuya configuración territorial fue adquiriendo visos de
mayor complejidad.
En este sentido, fundamentalmente en el primer dece-
nio del siglo XX, la supervisión de las agrupaciones par-
tidarias como el control direccionado al activismo obrero

30 Para más detalles sobre la creación de la Comisión Argentina de Actividades


Antiargentinas, véase Luciano (2021); Bisso (2005) y Fernández Marrón y
Berardi (2021: 7-9).

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188 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

y a distintas expresiones de asociacionismo –sobre todo


durante el momento de entreguerras-, posibilitaron adqui-
rir y perfeccionar saberes y experticias acumuladas, que
redundarían en la ampliación y en la especialización de
determinadas secciones. Las variantes representaciones que
los agentes policiales confeccionaron sobre los actores o
grupos a los que clasificaron en tanto “enemigos”, resultaron
entonces fundamentales para reforzar la cohesión institu-
cional sin que ello haya supuesto, necesariamente, su identi-
ficación estrecha a un accionar exclusivamente represivo.
La atención a las etapas seleccionadas, por otro lado,
nos ha permitido observar que esas valoraciones no fue-
ron en lo absoluto homogéneas. Es decir, la categorización
de “enemigo”, adquirió en alguna coyuntura una definición
más precisa mientras que en otras puede advertirse un
sentido más polisémico. De esta manera, se puso en relie-
ve que en el breve interregno comprendido entre 1914 y
1916, bajo la Jefatura de Luis María Doyhenard, el espiona-
je policial estuvo exclusivamente supeditado al relevamien-
to de las distintas fuerzas partidarias que contendieron en
las instancias electorales. Así, ante el realineamiento de la
cúpula policial con la gestión conservadora que goberna-
ba la provincia, fueron los integrantes y adherentes de la
Unión Cívica Radical y del Partido Socialista, pero también
las fracciones opositoras intra oficialismo, quienes se cons-
tituyeron en el epicentro de la vigilancia de los comisarios
de partido. Pese a la existencia de dependencias como la
Sección de Orden Político, fue esta red de comisarios la que
en esta coyuntura resultó central en la vigilancia política
mayormente direccionada al control electoral.
Se destaca asimismo la dimensión técnica en la opera-
tividad de la vigilancia de estos años. Los usos del telégrafo
fueron claves, en tanto al agilizar los circuitos de produc-
ción y circulación de la información, dicho artefacto facilitó
a la policía no solo ejercer control político sino también
modular el extenso territorio y profesionalizarse a nivel
institucional (Berardi, 2018). De manera que se generaron

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 189

una serie de experticias que cimentarían hacia adelante la


especialización y burocratización de otras reparticiones.
El escenario autoritario, abierto tras el golpe militar
de 1930, constituyó el marco propicio para la redefinición
de las representaciones sobre los grupos vigilados. En con-
sonancia a lo observado en otros escenarios (Suarez, 2013;
Fernández Marrón y Berardi, 2021) la reestructuración de
la División de Investigaciones y sus gabinetes internos fue
en parte producto de la complejización del organigrama
institucional acorde al desafío impuesto ante lo que agen-
tes policiales y gubernamentales comenzarían a identificar
como el peligro “comunista” creciente. Si bien los sentidos
en los que esta categoría se inscribía se delimitarían, des-
de mediados de la década, a un activismo ideológico que
bajo las directrices de la III Internacional penetraría en las
organizaciones obreras, sus alcances para los encargados de
preservar el orden tuvieron un carácter más bien polisémi-
co que excedía a los contornos del mundo del trabajo y de
la actividad sindical.
Sin desatender a su proliferación en esos ámbitos,
resultó también un significante que asociado a la noción
más temprana de “terrorista” podía contener a todos aque-
llos agrupamientos que se manifestaron entre 1930 y 1932
opositores al gobierno de facto: desde radicales disidentes,
socialistas hasta anarquistas. Mientras que, asumiría nue-
vamente un criterio de amplitud previo al estallido de la
segunda guerra, debido a la expansión en el panorama local
de manifestaciones u organizaciones próximas a la Repú-
blica española o alineadas en oposición a las potencias del
Eje, como “Acción Argentina”. Situación que, además de
propiciar la articulación de un entramado de colaboración
e intercambio entre los distintos cuerpos policiales a escala
nacional, operó en tanto “laboratorio” en la especialización
de las estrategias de observación y persecución que se inte-
grarían al desempeño de la fuerza con el advenimiento del
peronismo.

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Las policías fiscales de Chile

Demandas socioeconómicas y presión política


en la década de 1920

DANIEL PALMA ALVARADO

Introducción1

En provincias, como en Santiago, aun la vulgaridad siente y


cree que el «meterse a paco» equivale a la más baja y des-
dorosa de las situaciones (Revista Ilustración Policial, núm. 27,
mayo de 1923, “ARA, Las Policías no son en Chile institucio-
nes respetadas y consideradas por todos”, pp. 37-38).

Mientras todas las empresas particulares, el comercio y las


industrias, elevan a sus dependientes sus sueldos para que
tengan, por lo menos, lo indispensable para una vida modes-
ta, el Estado es el único que se olvida de quiénes lo sirven con
abnegación […] La gran mayoría de las reparticiones públicas
han visto aumentados los sueldos de su personal en el último
tiempo. Sólo la Policía clama y clama en vano por entradas
que le permitan siquiera vivir (Diario El Mercurio, Santiago,
04 de mayo de 1924, “El personal superior de la policía”).

Dos décadas atrás, el historiador inglés Emsley (2000 y


2009) llamó la atención sobre la vitalidad de la nueva his-
toria social abocada a la clase obrera e invitó a ampliar
las investigaciones hacia otros sectores de los labour groups,
en particular a las policías. En su análisis comparativo

1 Una versión más extensa de esta investigación se publicó en Daniel Palma


Alvarado, Pacos. Policías, Estado y sociedad en Chile (desde el siglo XIX hasta
1927), Santiago, Ediciones UAH, 2023, cap. 7, pp. 271-305.

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196 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

sistematizó el estado de los conocimientos sobre el origen


social y reclutamiento de las policías (europeas y estadou-
nidenses), sus condiciones de trabajo y salarios (incluyendo
ejemplos de agitación y huelgas), la lucha por las pensiones,
los lazos internos y los rigores del trabajo policial.
El estudio de los policías en tanto trabajadores (evitan-
do su reducción a la mera condición de opresores al ser-
vicio de la clase dominante), ha permitido desde entonces
apreciar aspectos de la exigente rutina laboral, a la vez que
una cultura policial con sus propias demandas y desafíos a
la autoridad. Resultó ser una puerta de entrada para cono-
cer dinámicas internas de unas instituciones caracterizadas
por su hermetismo, revelando las tensiones y vivencias de
quienes las conformaron.
En América Latina, la historia social de las policías ha
sido una de las vertientes de un pujante campo en expan-
sión2. A los trabajos pioneros de Vanderwood (1982 y reim-
presión de 2014); Gayol (1996) y Bretas (1997 y 1998), se
han ido sumando más investigaciones dedicadas a recons-
truir los perfiles y trayectorias de los miembros de distin-
tas fuerzas policiales (Calandrón y Galeano, 2013; Pulido,
2017; Mauch, 2017; Fernández Marrón, 2018; Bailón Vás-
quez, 2020). Para el caso chileno hay que destacar el valioso
esfuerzo de Cárdenas (2013), quien en su libro describió a
los guardianes de la policía fiscal de Valparaíso y retrató sus
condiciones de vida y de trabajo durante las dos primeras
décadas del siglo XX. Demuestra cómo la alta rotación y las
dificultades para reclutar nuevos efectivos se volvieron el
mayor obstáculo para el progreso policial. Asimismo, ilustra
cómo las jefaturas durante años insistieron en que las cau-
sas de este problema había que buscarlas en la exigüidad de
los salarios y la falta de protección social del personal. Otro
aporte fundamental es el de Palacios (2016) sobre la “cons-
trucción del buen policía” dentro de las policías fiscales y la

2 Algunos balances en Bretas y Rosemberg (2013); Palma (2014); Barry (2018).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 197

serie de antecedentes que proporciona sobre las experien-


cias de los guardianes de la policía de Santiago.
En las páginas siguientes revisaremos el contexto mate-
rial en que se desempeñaron los guardianes de las policías
fiscales y el despliegue de un conjunto de reivindicaciones
socioeconómicas en los años 20 del siglo XX. En Chile
se vivían entonces los efectos de la denominada cuestión
social, mientras se agudizaban los cuestionamientos al orden
oligárquico-liberal. El gobierno reformista encabezado por
el liberal Arturo Alessandri (1920-1924) representó, según
Valdivia (2017), el inicio de un proceso de “reformulación
hegemónica”. A este presidente le correspondió liderar la
primera fase de la “transición entre un orden plenamen-
te oligárquico y los consensos multiclasistas-estatistas que
surgieron de la crisis del primero”, mediante el impulso de
una serie de reformas socio-laborales, pero también de nue-
vos recursos coercitivos que evitaran el desborde del orden
social y político.
En este escenario, a las policías les estuvo reservado un
papel estelar. En los años 20, en Chile se habían consolidado
cuerpos de policía urbanos denominados Policías Fiscales,
que se desempeñaban de manera independiente en las prin-
cipales ciudades. Sus efectivos formaban aproximadamente
dos tercios del total de las fuerzas policiales del país. El otro
contingente de importancia era el Cuerpo de Carabineros,
policía militar a cargo de mantener el orden en las zonas
rurales.
Las policías fiscales pasaban por un complejo
momento y no lograban ganarse ni el aprecio ni el res-
peto de la población (Palma Alvarado, 2021). Veremos
cómo, en el ejercicio de sus funciones asistenciales y
represivas, la convivencia diaria con la miseria y con la
protesta alimentó los anhelos por conseguir un mejora-
miento sustancial de sus propias condiciones laborales.
Sugerimos que la lucha gremial librada por los funcio-
narios policiales en pos de su bienestar, se constituyó
en un eje de la cultura policial y decantó en una cada

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198 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

vez más abierta deliberación política de estos cuerpos,


empujándolos a apoyar el golpe militar de septiembre
de 1924.

El descontento policial y la cuestión de los sueldos

En vísperas de 1920, las policías fiscales eran unos cuer-


pos donde se respiraba el descontento. Los altos mandos
lo expresaron con bastante claridad, atribuyéndolo tan-
to a las falencias del servicio y escasos incentivos para
retener al personal, como a las dificultades para legiti-
mar su autoridad entre la población.
El entonces prefecto de Copiapó, Alfredo Rojas
Ansieta, fue una de las plumas más punzantes de la época,
poniendo sin empachos el dedo directamente en la llaga.
En una descarnada reflexión echó por tierra las “tan tri-
lladas frases” en cuanto a que “«las policías han progre-
sado inmensamente»; «el guardián es por hoy respetado
y considerado por el público»; «el Paco de antaño háse
[sic] ahora convertido en el real y verdadero Agente de la
Autoridad, etc.»”. Si bien valoraba el “progreso material
y moral” de la última década, la cruda verdad era que
nadie deseaba enlistarse en la policía, como se puede
apreciar también en el epígrafe. Su diagnóstico en 1923
era lapidario: “somos débilmente una organización en
pañales y nada más […]. No es pesimismo: es realidad”3.
Meses después agregaría que “las Policías actuales, por
más que haya alguien quien crea y asegure lo contrario,
no son organismos que en verdad garanticen el Orden y
la Seguridad interna en la República”4.

3 Revista Ilustración Policial, núm. 27, mayo de 1923, “ARA., Las Policías
no son en Chile instituciones respetadas y consideradas por todos”,
pp. 37-38.
4 Rojas, A. (1923) “Algunas consideraciones sobre la Unificación de las
Policías”, Revista Ilustración Policial, núm. 30, pp. 12-13.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 199

Las revistas institucionales publicaron por estos años


numerosos artículos que retrataban el estado de ánimo.
El popular magazine Ilustración Policial lo resumió en la
idea del “abandono en que siempre permaneció la poli-
cía”, que habría sido la causa por la cual la población
no respetaba a sus funcionarios y los recibía con mala
voluntad. Los guardianes, en su calidad de “empleados
a sueldo del Estado”, eran unos servidores públicos por
excelencia, abnegados, pero incomprendidos5. Se reco-
nocía que la policía en Chile estaba lejos de sus homó-
nimas de Inglaterra o de Argentina, dejando “una triste
impresión en cuanto al atraso en que nos encontramos
con respecto a esas policías…”6.
Los principales diarios del país, como El Mercu-
rio, hicieron suyas estas lamentaciones, alzándose como
portavoces de dos demandas reiteradas una y otra vez:
la necesidad de aumentar el personal policial y el incre-
mento de los sueldos. “Casi no pasa un día sin que
tengamos que decir lo mismo: Santiago tiene pocos
guardianes y los que tiene, mal remunerados”7. Durante
estos años promovieron sucesivas campañas de opinión
con el objeto de sensibilizar a las autoridades para que
aprobaran diversos proyectos que irían en auxilio de las
policías.
Los argumentos que respaldaban estos juicios críti-
cos eran de diversa índole. En primer lugar, estaba la
cuestión de los bajos sueldos, objeto de duros cuestiona-
mientos, más aun considerando que desde 1905 perma-
necían virtualmente estancados. Pese a la aprobación, en

5 Revista Ilustración Policial, núm. 09, noviembre de 1921, “El incompren-


dido”. “[…] nadie parece preocuparse ya de nuestros desvalidos ser-
vicios policiales que son, en síntesis, la clave de la seguridad social”,
Editorial: Sobre el yunque, Revista Ilustración Policial, núm. 16, junio
de 1922.
6 “El gobierno y la policía” (editorial), Revista Ilustración Policial, núm. 3,
mayo de 1921, pp. 1-2.
7 Diario El Mercurio, Santiago, 03 de mayo de 1924, “Policía escasa y mal
pagada”.

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200 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

1919, de un proyecto de ley en el Senado que aumenta-


ba el salario de la policía de Santiago en un 25% a jefes,
oficiales y agentes de la sección de seguridad y en 10%
al personal de la sección de orden, el incremento parecía
insuficiente.

La vida de un oficial de policía, que viste las mismas prendas


de un militar prusiano y tiene que tener uno o más trajes de
civil, comprándose de su propio peculio desde el espolín has-
ta la montura, del zapato al casco, y todo de lujo y flamante, so
pena de las observaciones reglamentarias que a tales penurias
se añaden, se hace insoportable atendido el miserable sueldo
que gana desde 1905 y que ha permanecido invariable, no
obstante que las subsistencias han encarecido en más de dos
tercios y el vestuario en más de un ciento por ciento8.

Un guardián segundo de Santiago clamaba en 1921


por “una migaja más de aumento para todos sus servido-
res, que bien merecido lo tienen”, contrastando el pano-
rama con el del ejército que había afianzado su situación
económica9. En provincias aparecen idénticos lamentos,
según se advierte en una caricatura de marzo de 1922
que con el título “Sueldo” exhibía a un guardián arrodi-
llado, cavilando: “¡Hasta cuándo! Nosotros pobres pacos
provincianos, hénos aquí gimiendo y llorando! ¡Acallen
sus voces tripas! ¡No giman con tanta bulla! ¡Ya llegará
la platita! […] ¡Pero cuándo¡ ¡Para mayo!”10.

8 Diario El Mercurio, Santiago, 07 de febrero de 1919, “Policía de Santiago”.


9 Revista Ilustración Policial, núm.1, marzo de 1921, p.13. “R. Celis (guar-
dián 2°), Sueldos de la policía de Santiago”.
10 Revista Ilustración Policial, núm. 13, marzo de 1922, “Sueldo”.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 201

Fuente: Revista Ilustración Policial, núm. 13, marzo de 1922, “Sueldo”.

Sin embargo, los reiterados emplazamientos al Congre-


so para que legislara en la materia parecen haber caído en
un vacío. En un diálogo entre José Berly y Eduardo Labra,
editores de la revista Ilustración Policial, el primero decía:
“Yo las cartas que recibo, son clamores. Quejas amargas que
se lleva el viento. Todos los pacos cuentan sus dolores. Y
piensan en un próximo aumento”. A lo que respondía el
segundo: “Esto prueba, colegas de trabajo. Que el sueldo de
los pacos es muy bajo. Y si reina ese pequeño descontento,
habrá que darles luego un aumento”11. Elevar los sueldos
era un requisito básico para dignificar el oficio policial.
El grueso del personal se componía de guardianes ter-
ceros, quienes en los años 20 percibían un salario de 187,20
pesos, es decir, alrededor de 6,35 pesos diarios, según los
cálculos de El Mercurio. En comparación con otros oficios

11 Revista Ilustración Policial, núm. 4, junio de 1921, “En nuestra redacción”.

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202 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

urbanos, el monto era bastante inferior. Un albañil ganaba


entre 10 y 12 pesos diarios; un estucador entre 15 y 20
pesos e incluso los modestos gañanes, mano de obra no
calificada a jornal, recibían entre 8 y 9 pesos12. En agosto
de 1924 se informó de un aumento en los sueldos de los
funcionarios del aseo de la municipalidad de Santiago. “El
último barrendero ganará $7,50 al día. (…) ¿Es posible que
hasta el oficio de barrendero pueda ser mejor pagado que
el del guardián?”, se quejó el diario, agregando: “¿Querrá el
Gobierno dejarnos sin Policía? No otra cosa podría signi-
ficar el mantener sin solución la situación actual, pues el
hambre y la miseria no admiten consejos y los guardianes,
cansados ya de esperar, tendrán que optar por irse a buscar
la vida en otras ocupaciones”13. En las provincias la situa-
ción era tanto o más compleja, con guardianes terceros que
obtenían poco más de 140 pesos mensuales (ciudad de San
Antonio) o todavía menos, 125 pesos mensuales (ciudad de
Río Bueno)14.
Analizando el costo de la vida, estos emolumentos
quedaban a todas luces muy cortos. Una estimación de los
gastos mínimos de un guardián tercero con dos hijos y un
sueldo mensual de 187,20 pesos, consideraba el arriendo de
una pieza (30 pesos), alimentación básica, fianza de equipo
(20 pesos), entre otros gastos, lo cual no alcanzaba para
mucho más (como vestuario, enseres del hogar, educación,
médico, etc.). Para poder cubrir sus necesidades básicas, el
personal policial debía endeudarse. Un diario opinó que
“…con menos de 260 pesos mensuales es imposible que
un guardián viva con su familia en condiciones razonables,

12 Diario El Mercurio, Santiago, 03 de mayo de 1924, “Policía escasa y mal paga-


da”.
13 Diario El Mercurio, Santiago, 14 de agosto de 1924, “El sueldo del guardián
de Policía”.
14 Revista Ilustración Policial, núm. 14, abril de 1922, “E.H.M. (desde Tomé), La
nivelación de sueldos de las Policías Fiscales”.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 203

aunque se trate de la vida más estrecha, más sacrificada, más


pobre”15.
Según nuestras fuentes, el 60 % de los guardianes eran
casados y otro 25 % mantenía obligaciones económicas con
una madre viuda, hermanos u otras personas a su cargo. En
1924, un extenso reportaje de la revista Sucesos, dedicado a
las familias de cuatro guardianes de Santiago, con fotogra-
fías de sus insalubres cuartos en un conventillo con orden
de demolición, concluyó que “no existe gremio alguno de
trabajo cotidiano, cuyo esfuerzo sea peormente remunera-
do”16. El gobierno y el Congreso serían interpelados una y
otra vez a actuar: “…la situación de la Policía de Santiago
es absurda y constituye una injusticia que exige inmediata
reparación”17.
Desde otras tribunas se relativizó la situación exhibida
con dramatismo por la prensa burguesa. Así, por ejemplo, el
periódico La Federación Obrera, refutó la idea de que el guar-
dián tercero cobraba menos que un gañán. En un recorrido
por diversas obras del puerto de Valparaíso constataron que,
cuanto más, los gañanes obtenían 6 pesos diarios, o sea, 150
pesos mensuales. “¿Quién gana más? ¿El guardián o el obre-
ro?” ironizó el cronista Sta. CLAUS18. Recordó, además, que
muchos guardianes se hacían unos pesos extra, cobrando
coimas y llapas, haciendo la vista gorda o chantajeando a los
ebrios para no llevarlos detenidos, por lo que “el guardián
gana inmensamente más que el trabajador”. Por cierto, las
dudas sobre la probidad del personal eran de antigua data y
habían costado la salida a muchos jefes, agentes y guardia-
nes en los años previos (Palma Alvarado, 2019). Pero, como
sea, el salario en los escalafones más bajos de las policías

15 Diario El Mercurio, Santiago, 23 de octubre de 1923, “Sueldos de los guar-


dianes de policía”.
16 Revista Sucesos, Valparaíso, núm. 1125, 17 de abril de 1924.
17 Diario El Mercurio, Santiago, 08 de febrero de 1924, “La policía mal pagada”.
18 La Federación Obrera, 09 de junio de 1924, “Los guardianes y los obreros”.
Agradezco esta referencia al historiador Jorge Navarro.

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204 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

fiscales distaba mucho de ser adecuado y no aseguraba una


vida digna a sus familias.
El razonable proyecto presentado en 1924 por el pre-
fecto Julio Bustamante de la policía fiscal de Santiago al
Intendente, contemplaba un aumento para los guardianes
terceros de 187 a 200 pesos. Así y todo, se advertía que
era insuficiente, estipulando que, en una familia de cua-
tro personas, “sin perjuicio de que en un 40% o 50% este
número sea el doble o más”, se consumían seis pesos diarios
solo en alimentación, a lo que había que sumar alrededor
de 50 pesos para habitación; 10 pesos por persona para
vestimenta; 30 pesos para lavado, luz y lumbre y 10 pesos
“para los gastos inherentes a la permanencia en el Cuerpo”.
No alcanzaba para cubrir enfermedades, para movilización
o lectura. Con menos de 300, se indicó, era virtualmente
imposible pasar el mes. El propio Bustamante expresó que a
raíz de estas condiciones “ya no hay quien desee ocupar las
vacantes que se producen con una frecuencia que crece día
en día”19.
Entrando al segundo semestre de 1924, en medio de
fuertes turbulencias en las arcas fiscales, seguía postergán-
dose el aumento de sueldos que las propias policías venían
reclamando por años. La institución a duras penas lograba
cumplir con lo que se esperaba de ella, debido a las deser-
ciones y bajas. “[…] El público no ignora que las renuncias
de los guardianes se multiplican día por día, mientras poco
a poco la decepción que reina en las filas de la Policía puede
adquirir caracteres de gravedad. –leemos en El Mercurio–
El cuerpo policial en estas condiciones corre serio peligro
de disolverse, quedando así entregadas las ciudades del país
[…] indefensas en manos de los elementos maleantes”20. A
tanto llegó la ansiedad mercurial, que unos días después
lanzó la propuesta de financiar un incremento salarial para

19 Diario El Mercurio, Santiago, 03 de mayo de 1924, “Policía escasa y mal paga-


da”. Igualmente, Palacios, “¡A vosotros guardianes!.”, pp. 146-147.
20 Diario El Mercurio, Santiago, 11 de agosto de 1924, Sueldos de la policía.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 205

la policía con los recursos que se allegarían con la ley de


identificación obligatoria. El problema era que la discusión
de dicha ley seguía pendiente en el congreso21. La cuestión
de los sueldos requería de una intervención urgente, mien-
tras escalaba la presión desde las propias policías, en cuyas
revistas se exigía una escala de sueldos y gratificaciones
“justa y equitativa”22.

Los rigores y exigencias del oficio policial

Los mal remunerados guardianes lidiaron con una endé-


mica recarga de trabajo. Esto se explica en gran parte por
la dificultad de llenar las vacantes, como bien estableció
Cárdenas para el caso de Valparaíso. La masiva rotación del
personal, la imposibilidad de seleccionar “individuos que
reúnan condiciones de preparación y moralidad, que hoy
son indispensables y que años atrás solo eran necesarias
[…]”, la recontratación de hombres dados de baja por mala
conducta, eran todos factores que conspiraban en contra
del buen funcionamiento de las policías fiscales23. En 1916,
la de Santiago había tocado fondo y fue el prefecto Rafael
Toledo Tagle el responsable de recuperarla.
Durante su gestión, que se extendió hasta enero de
1921, Toledo Tagle lideró una serie de proyectos destina-
dos al mejoramiento material de los cuarteles, además de la
fundación de la 13ª sub-comisaría; aumentó en 500 a los
guardianes de la capital; inventarió los muebles y útiles del
cuerpo; mandó a confeccionar 17 reglamentos en diversas
áreas del servicio; restableció la Escuela Policial para los

21 Diario El Mercurio, Santiago, 19 de agosto de 1924, “Financiamiento de los


nuevos sueldos policiales”.
22 Revista Ilustración Policial, núm. 38, septiembre de 1924, “Remuneración del
personal de las policías fiscales”, pp. 4-5.
23 Ver, por ejemplo, BPS, núm. 126, diciembre 1912, “Editorial”; BPS, núm. 135,
septiembre de 1913, “Editorial”.

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206 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

oficiales, cerrada desde 1916; levantó el Mausoleo Policial


en el cementerio; e impulsó la creación de una Caja de
Seguro Mutuo (una especie de seguro de vida)24. Estos ade-
lantos, sin embargo, no alcanzaron a subsanar los males que
históricamente habían erosionado a las policías chilenas.
La insuficiente dotación de guardianes continuó repre-
sentando un fuerte dolor de cabeza. Al asumir el prefecto
Gómez Solar en 1921, expuso al Intendente la necesidad de
aumentar la de Santiago en 1.000 guardianes y 100 agentes,
equivalentes a la mitad de las plazas ya existentes. Esto era
fundamental para poder extender la vigilancia a los nue-
vos barrios en Providencia, San Miguel, Barrancas, Quinta
Normal y Yungay. Asimismo, planteó la idea de reemplazar
a los oficiales de guardia (que tenían que tomar nota de los
partes) por escribientes25. Solo cosechó promesas.
A juzgar por las informaciones de las revistas cor-
porativas y la prensa, en los años 20 los policías estaban
extenuados. El “inusitado movimiento de altas y bajas de
la tropa”, demostrativo de que “[…] en la policía no hallan
ningún aliciente los hombres que se incorporan a ella”,
seguía alimentando el movimiento centrífugo y motivando
el abandono a los pocos meses de servicio. Entre octubre
de 1920 y septiembre de 1921 hubo 813 bajas y 996 altas,
correspondientes a cerca de la mitad de la planta26. Para
los que permanecían en el cuerpo, los turnos se hacían
eternos y eran especialmente pesados en las frías noches de
invierno27. Comentaba un diario que

(…) el turno de cada guardián es de seis horas. Este período


para un trabajo que debe hacerse a la intemperie, de día o de

24 Diario El Mercurio, Santiago, 17 de enero de 1921, “La labor del prefecto


Toledo en la policía de Santiago”.
25 Diario El Mercurio, Santiago, 7 de marzo de 1921, “Las más urgentes necesi-
dades del servicio policial”.
26 Revista Ilustración Policial, núm. 9, noviembre de 1921, “La vasta, interesante
y pesada labor que desarrolla la oficina de altas y bajas”.
27 Diario El Mercurio, Santiago, 30 de junio de 1921, “Los guardianes de poli-
cía”.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 207

noche, bajo la lluvia o bajo el sol, en todas las temperaturas,


siempre de pie, siempre en atención es el máximum que se
puede exigir a la resistencia humana para que el individuo
cumpla su deber con alguna eficacia28.

A comienzos de 1922, en “una extensa comunicación”,


la prefectura de Santiago planteó a la Intendencia “[…] la
necesidad de ampliar el servicio policial que en las condi-
ciones actuales es deficiente para la población”. El “reducido
número de guardianes” favorecía el avance de la delincuen-
cia, sumado a “la completa carencia de los más elementales
medios de acción de los que hoy están dotados todas las
policías del mundo”, como recursos para investigar o moto-
cicletas. Ello se traducía en una “[…] falta de autoridad mis-
ma de la policía para imponer sus disposiciones en todos los
órdenes de su actividad”29. Observamos plena coincidencia
con las prevenciones sostenidas por el prefecto Rojas Ansie-
ta citadas más arriba.
En una sucesión de reportajes a la policía de Santiago,
publicados en octubre de 1923, El Mercurio reforzó la peti-
ción de aumentar las dotaciones policiales. Los anteceden-
tes para respaldar este clamor eran elocuentes: “En 1900
la policía tenía 2.045 guardianes y hoy tiene 2.450. Pero
en 1900 el radio entregado a la vigilancia de este cuerpo
era de 65 kms. cuadrados y hoy, con las comunas rurales
que se le han agregado, Ñuñoa, Santa Elena, Las Condes,
Quinta Normal, Blanqueado-Barrancas, etc., ese radio llega
a 115 kms. cuadrados”. A esto había que agregar las nuevas
tareas asociadas al mayor tránsito vehicular, el control de
espectáculos y procesiones y la intervención ante las mani-
festaciones públicas. Restando los guardianes ocupados en
otras labores, la dotación quedaba reducida “…a poco más
de 1.700 hombres, o sea, menos que hace 20 años y con
mayores obligaciones”. “La situación actual es insostenible”,

28 Diario El Mercurio, Santiago, 18 de octubre de 1923, “Santiago y su policía”.


29 Diario El Mercurio, Santiago, 06 de enero de 1922, “Deficiencias del cuerpo
policial para atender la seguridad de la población”.

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208 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

se concluyó30. En ciudades como Los Ángeles, Valdivia o


Concepción el déficit de guardianes también era severo; en
esta última se requerían al menos 300, pero tan solo había
228 hombres que debían vigilar trece manzanas cada uno31.
Ante semejante panorama, solo cabía seguir presio-
nando para engrosar la fuerza policial. En Santiago, un
guardián era responsable de la vigilancia de siete manza-
nas y en contextos de fiestas nacionales y populares debían
redoblar los turnos para controlar el orden público. “Hoy,
cuando como en estos días se acumulan fiestas que aglo-
meran la población, los guardianes deben hacer hasta tres
turnos extras, sobreponiéndose a las fatigas de un traba-
jo que debería hacerse con el doble de su personal”32. A
comienzos de octubre de 1923, por ejemplo, con motivo de
las simultáneas celebraciones del Día de la Raza y del Día
del Estudiante, “[…] los funcionarios policiales apenas han
contado con el tiempo estrictamente necesario para comer
y dormir”, informó el prefecto de Santiago al ministro del
Interior. “Por humanidad”, solicitó que en adelante no se
realizaran las fiestas en la misma fecha y que no se cerraran
calles donde se establecían “entretenciones y cantinas” que
violaban las leyes y demandaban un esfuerzo extra a los
policías33.
En su discurso fúnebre a raíz de la muerte de dos
guardianes a manos de delincuentes, el secretario de la pre-
fectura de Santiago, Oscar Honorato, reconoció el denuedo
de estos “humildes servidores policiales”, quienes por su

30 Diario El Mercurio, Santiago, 18 de octubre de 1923, “Santiago y su policía”.


31 Revista Ilustración Policial, núm. 24, febrero de 1923, “Análisis de las labores
policiales en el último tiempo”; Revista Ilustración Policial, núm. 24, febrero
de 1923, “Los Ángeles: insuficiencia del personal de policía”; Revista Ilus-
tración Policial, núm. 25, marzo de 1923, “De Valdivia: triste situación de
la policía”.
32 Diario El Mercurio, Santiago, 17 de octubre de 1923, “Aumento de la policía”.
33 Diario El Mercurio, Santiago, 22 de octubre de 1923, “La escasez del personal
de policía no permite satisfacer las necesidades de la población”, ver tam-
bién, Revista Ilustración Policial, núm. 36, febrero de 1924, p. 47, “El trabajo
de un policía”.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 209

extracción social sufrieron “[…] todos los rigores y amargu-


ras que las estrecheces de la vida amontonan sobre las clases
populares”, aludiendo al recargo de trabajo y los rigores de
una disciplina que la escasez de personal hacía indispensa-
ble34. Sin duda, el trabajo policial en esas condiciones era
“sumamente penoso”. No habría solución, de no inyectarse
más recursos: “En materia de policías no se puede economi-
zar. –decía El Mercurio– Toda policía barata es mala. Toda
buena policía tiene por su naturaleza que ser cara, porque
necesita personal numeroso y muy bien seleccionado. Para
tener buena gente, y sobre todo para retenerla, es menester
pagarla bien”35. Una y otra vez, los diagnósticos regresaban
al punto de partida referido a la escasez y calidad del perso-
nal de calle.
Para rematar, al momento de dejar el servicio las
perspectivas eran todo menos auspiciosas para quienes se
habían desempeñado en los niveles más bajos de la policía
fiscal. El propio boletín oficial declaraba que el guardián,
una vez retirado o producto de su fallecimiento, “[…] no
ve protección alguna para su porvenir ni el de sus familias
[…]”36. Si bien en 1921 se había presentado un proyecto de
ley de Caja de Retiro que actualizaba las disposiciones refe-
ridas al montepío policial de comienzos del siglo, llevaba
tres años en el Congreso sin avances concretos.
En 1924, a los retirados los aguardaba la incertidumbre.
“Cuando para ellos suena la hora en que ya no pueden seguir
ofreciendo al Estado su concurso, realmente se encuentran
invalidados para defenderse con otra clase de actividades
de la miseria que les espera a la puerta de los cuarteles”.
La argumentación culminaba haciendo el contraste con la

34 BPS, n°211, enero 1920, p. 37, “Funerales de los guardianes de la Brigada


Central Juan Viedra y Eduardo Garcés”.
35 Diario El Mercurio, Santiago, 06 de febrero de 1924, “La Policía de Santiago”.
36 BPS, núm. 225, marzo de 1921, “Editorial: Caja de retiro y montepío de las
policías fiscales”, pp. 95-97.

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210 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

mejor situación que enfrentaban los pensionados de las


fuerzas armadas37.
En definitiva, igual que antaño, el paso por la poli-
cía requería de cualidades y sacrificios que pocos hombres
estaban dispuestos a soportar. Para los más pobres fue uno
más de los oficios precarios a que podían aspirar y se man-
tuvieron allí hasta encontrar un trabajo que llenara mejor
sus expectativas. Para quienes perseveraron, los menos, el
destino que los esperaba era inseguro. O como lo estampó
sin rodeos un artículo de prensa a propósito del tema: “El
servicio policial aniquila al ciudadano como ningún otro”.
Ángel Gómez, ex militar que sirvió por 32 años en la policía
de Santiago, quien al final llegó a ganar 270 pesos men-
suales, falleció dejando a una viuda y nueve hijos que “[…]
quedan en la más absoluta indigencia”. Toda su vida fue
“de miseria, de estrechez, de angustias diarias”, hasta partir
“oscuramente” y “dejando a los suyos en la extrema necesi-
dad”. La irrecusable reflexión del cronista era la de muchos
contemporáneos: “Apenas se comprende cómo hay todavía
jóvenes que se resignan a servir en una policía rentada de
esa manera y donde no hay previsión alguna para el retiro
o la muerte”38.

La introducción de “políticas sociales puertas adentro”

Los sueldos y dotaciones de las policías fiscales dependían


de las decisiones y recursos que pudiera aportar el gobierno.
¿Cómo, entonces, las jefaturas enfrentaron la deserción y
el descontento que sus subalternos manifestaron de diver-
sas maneras? Creemos que el concepto de unas “políticas
sociales puertas adentro”, acuñado por Caimari (2012: 118)

37 Diario El Mercurio, Santiago, 08 de diciembre de 1923, “Los retirados de las


policías”, p. 3.
38 Diario El Mercurio, Santiago, 27 de agosto de 1924, “Como vive y muere un
agente de policía”.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 211

y referido a “compensaciones que ejercen un efecto retenti-


vo”, contribuye a perfilar esta cuestión.
Durante la jefatura del prefecto Toledo Tagle se dieron
algunos pasos en la línea de implementar una política siste-
mática de estímulos y beneficios para los guardianes y sus
familias. En su gestión se introdujo el servicio de peluquería
“el cual costeado por los guardianes con cuotas de sesenta
centavos al mes les permitió presentarse en buena forma
ante el público”. También acogió la sugerencia del dentista
Galvarino Ponce, quien propuso establecer una clínica den-
tal anexa al servicio médico que atendiera gratuitamente
a todo el personal39. El servicio de sanidad de la policía,
conducido por el doctor Carlos Molina desde 1911, amplió
sus actividades y tuvo su prueba de fuego con motivo de
la creación de un hospital policial provisional para alber-
gados en 1921 (Palacios, 2016; Palma Alvarado, 2021:140).
Esta experiencia impulsó la discusión sobre la conveniencia
de edificar un hospital nuevo que, junto a los funcionarios
policiales, pudiera atender también a la población civil40.
En 1917 fue lanzada otra importante iniciativa que
apostó por sacar a los guardianes de los conventillos y
brindarles la posibilidad de acceder a casas familiares. La
propuesta consistía en reunir dinero a través del cobro de
una cuota mensual, que sería administrada por la Caja de
Socorros dependiente de los almacenes de pulperías que
operaban en las comisarías de Santiago. Con la suma reuni-
da “se adquirirían anualmente cinco o seis propiedades que
se sortearían el 31 de diciembre de cada año”41. La Caja de

39 Diario El Mercurio, Santiago, 17 de enero de 1921, “La labor del prefecto


Toledo en la policía de Santiago”, Revista Dental, abril de 1918, “Los servi-
cios dentales en el Ejército y Armada. Un ejemplo digno de imitarse”; BPS,
num.190, abril de 1918; Diario El Mercurio, Santiago, 27 de septiembre de
1918, “Servicios policiales”. Ver también, Urzúa, 1936:192-196.
40 Diario El Mercurio, Santiago, 29 de junio de 1923, “Trescientos guardianes
han caído víctima de la gripe”, ver también Navarrete (2018) y Miranda
Becerra, (2004: 84 y 85).
41 BPS, núm. 176, febrero de 1917, “Casas de habitación para el Cuerpo de
Policía”, p. 78.

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212 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Socorros era manejada por el concesionario Alberto Bac-


ciarini, quien en una entrevista aseguró que su origen “[…]
se debió a un ofrecimiento espontáneo que hice al gobierno,
de rebajar un 2% en la libreta de consumo mensual a cada
comprador en mis Almacenes de Pulperías […]”42. Con esos
fondos se financiarían las ayudas sociales en beneficio de
los funcionarios policiales.
Según nuestros registros, los sorteos de las casas nun-
ca se llevaron a cabo, pero sí tenemos noticias del reparto
semestral de socorros para las viudas e hijos de funciona-
rios caídos en cumplimiento del deber. Los montos fluctua-
ban entre 441 y 651 pesos y en algunos casos incluyeron
una vivienda. En agosto de 1918, por ejemplo, los hijos
del malogrado guardián Ricardo Silva recibieron una casa
“adquirida con los fondos de las mismas pulperías”. Y en
1919, la viuda y cuatro hijas del guardián Francisco Gajar-
do, apuñalado por un detenido, recibió “una de las casitas
que están adquiridas para favorecer a las familias de los
que mueren en actos especiales del servicio”43. Para 1921 la
Caja de Socorros había entregado tres casas y quedaba una
disponible44.
Desde 1922 se promovió la construcción de una pobla-
ción policial modelo de “doscientas o trescientas casitas”,
según propuso un funcionario, “cansado ya de ver la forma
miserable y la triste situación en que viven muchos de nues-
tros compañeros y modestos servidores públicos como son
los guardianes”45. En 1925, “más de 500 guardianes” de la
policía de Santiago patrocinaron la compra de la población

42 Revista Ilustración Policial, núm. 10, dic.1921, “La caja de socorros de las pul-
perías de la policía de Santiago”.
43 Diario El Mercurio, Santiago, 15 de agosto de 1918, “En el cuerpo de policía”;
Diario El Mercurio, Santiago, 14 de marzo de 1920, “En la prefectura”.
44 Revista Ilustración Policial, núm. 10, dic.1921, “La caja de socorros de las pul-
perías de la policía de Santiago”.
45 Revista Ilustración Policial, núm. 22, diciembre de 1922, “Julio González,
Población policial”.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 213

“Parque Centenario” para su emplazamiento. La obra se


materializaría recién en 192746.
El “buen policía”, según lo estudió Palacios, fue prepara-
do para alzarse como un modelo moral y social. Esto incluyó
el reforzamiento de una “identidad positiva del guardián”
y la aplicación de un programa regenerador identificado
con el proyecto familiar burgués, el ahorro, el deporte y
la cultura física. Un hito fue la inauguración del “Stadium
Policial” en 1923, construido en un terreno que antaño
servía de basural y equipado con una gran piscina de uso
gratuito para socios, canchas de fútbol e instalaciones para
practicar deportes. Otros incentivos fueron los concursos,
premios monetarios y reconocimientos que se entregaban
en ocasiones especiales, como la “pascua policial” los días 25
de diciembre, con asidua concurrencia de familiares, hijos e
hijas del personal47. El esfuerzo alcanzó también a los jubi-
lados, cuyo “Centro de Retirados de Policía Joaquín Pinto
Concha” obtuvo en 1920 un local que permitía el ingreso a
funcionarios en servicio activo e “incluso [a] los individuos
de tropa”. Su presidente era el antiguo comisario Indalicio
Cortés y disponía de servicio médico, cuotas mortuorias
y la oportunidad de socializar en un marco de amistad y
compañerismo48.
Habría que evaluar hasta qué punto estos servicios
tuvieron un “efecto retentivo” entre los guardianes. Según
hemos visto, mientras no mejoraran los salarios y las con-
diciones de trabajo, las vacantes en la policía seguían lle-
nándose a duras penas con individuos que dejaban mucho
que desear49. Pero podemos conjeturar que la creciente

46 Diario El Mercurio, Santiago, 15 de mayo de 1925, “La policía de Santiago


ante la ley de Habitaciones Baratas”. Palacios, (2016: 162 y 163).
47 Estos aspectos son bien desarrollados en Palacios, (2016).
48 Diario El Mercurio, Santiago, 09 de mayo de 1920, “Retirados de las policías”;
Diario El Mercurio, Santiago, 10 de mayo de 1920, “Retirados de las policías”.
49 BPS, núm. 231, septiembre de 1921, “Sub-comisario Oscar Honorato,
Observaciones relacionadas con el guardián. Conferencia dictada en la Sala
de Comisarios de la Prefectura el 16 de mayo de 1921”, p. 334.

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214 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

cobertura de sus necesidades de atención médica y dental, la


ilusión de una vivienda propia, el sentirse parte de la “fami-
lia policial” y participar de sociabilidades exclusivas para
socios, representaron atractivos novedosos para un estrato
de guardianes que históricamente había recibido poco y
nada de esta institución.
Ahora bien, la iniciativa para modificar las cosas no fue
exclusiva de las jefaturas. Uno de los temas que por más
tiempo venía generando polémicas y disgustos dentro de
las policías fiscales eran los abusos cometidos por los Alma-
cenes de Pulperías, instalados desde 1904 en las comisarías
de la capital chilena50. Durante años hubo voces críticas
con relación a los precios de las mercaderías. “Las pulperías
establecidas en todas las comisarías no les satisfacían. Sus
precios eran altos. Las facilidades nominales. Las dificulta-
des y conflictos numerosos”. La presión por modificar ese
sistema provino en gran medida de los policías rasos, quie-
nes desplegaron un activismo gremial digno de ser resalta-
do: “…por varios años los guardianes de la Policía de San-
tiago habían procurado iniciar un movimiento para fundar
cooperativas de consumos que les permitieran adquirir a
precios razonables los artículos de primera necesidad”51.
El cooperativismo en la policía santiaguina se remonta
a una serie de conferencias dictadas por el futuro ministro
del Interior Ismael Tocornal en dependencias de la 3ª comi-
saría, seguidas de una campaña pública y la intervención
del diputado Joaquín Tagle en el Congreso, donde denunció
“los abusos que se cometían para impedir que los guardia-
nes organizaran sus cooperativas”. Contaron, además, con
el apoyo y asesoría del abogado Elías Valdés Tagle, “hombre
extraordinario”, quien “había desarrollado en su propiedad
de campo las cooperativas, había inducido a sus trabajadores

50 El Diario Ilustrado, 19 de agosto de 1904, “Las pulperías en las comisarías de


la policía de aseo”.
51 Diario El Mercurio, Santiago, 15 de junio de 1924, “C. Silva Vildosola, Las
cooperativas de la Policía. El triunfo de una gran idea”.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 215

e inquilinos a organizarse en sociedades cooperativas, había


estudiado el problema en Chile y en diversos otros países”52.
Fue él quien compartió con los guardianes las normas téc-
nicas y las reglas prácticas para organizar cooperativas de
consumos.
A diferencia de las pulperías, el sistema propuesto
descansaba en la gestión de los recursos por parte de los
mismos afiliados. “El guardián se convierte en socio y capi-
talista, estando de esa manera, ligado firmemente al Cuerpo
en que presta sus servicios; sabe que los beneficios de las
negociaciones no irán a parar a manos extrañas y, por últi-
mo, mejorará su concepto social al darse cuenta que es el
propio capitalista de su crédito”53. Al comenzar la década
del 20, en diferentes comisarías se promovió la organiza-
ción de cooperativas de consumos, debiendo lidiar con los
intereses creados en torno a las pulperías que ostentaban
un verdadero monopolio comercial e intentaron “impedir
que el personal de la Policía llevara a cabo su proyecto”.
Aparecieron denuncias de persecución a los guardianes más
comprometidos y represalias como el traslado de comisa-
ría54. Sin embargo, poco a poco recibieron el respaldo de
algunos jefes y se establecieron las primeras cooperativas
en Santiago.
En un reportaje de Ilustración Policial, fotografías inclui-
das, se indica que a fines de 1921 seis comisarías conta-
ban con “su Cooperativa bien organizada”. El sargento Luis
Escanilla, gerente de la de la Brigada Central, concedió
una entrevista, donde señaló que era algo natural que los
guardianes se unieran para afrontar el alza de precios en

52 Íd. La propiedad rural aludida es la hacienda Calleuque. En 1915 Valdés


había organizado la primera caja rural cooperativa de Chile y en 1930 enca-
bezó el primer congreso de Cooperativas efectuado en el país. Existe un
folleto donde reseña con gran detalle el origen, fundamentos y organización
de las cooperativas de consumos: Valdés Tagle (1924).
53 Revista Ilustración Policial, núm. 11, enero 1922, “Zamor, Las cooperativas de
consumo”.
54 Diario El Mercurio, Santiago, 15 de junio de 1924, “C. Silva Vildosola, Las
cooperativas de la Policía”.

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216 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

artículos de primera necesidad, motivados también por lo


reducido de sus sueldos. “A fuerza de sacrificios” reunieron
un capital para partir, contactaron a casas mayoristas que
les otorgaron facilidades de pago, hasta que en septiembre
de 1921 inauguraron el almacén de la cooperativa en un
recinto cercano al cuartel. Esto último debido a la negativa
de Bacciarini a tolerar “un Almacén paralelo al mío”.
Como no era posible quebrantar el contrato vigente
con el concesionario de las pulperías, estas primeras coope-
rativas policiales debieron funcionar en locales arrendados,
próximos a cada comisaría. El reportaje culminó con una
visita al bien surtido almacén, que vendía los productos a un
promedio de 20% menos que el comercio formal55. Meses
después, en la misma revista se exhibió un balance semes-
tral con una utilidad de 16% y una ganancia líquida de poco
más de 3.560 pesos. Era la prueba fehaciente del éxito de un
modelo que libertaría al personal policial “de las garras de
cualquier monopolio”56.
El impulso definitivo a las cooperativas llegó de la
mano del apoyo decidido que le entregaron los prefectos.
En enero de 1922, el prefecto interino Silverio Brañas pre-
sentó un proyecto para fundar cooperativas en todas las
comisarías de Santiago; luego, Julio Bustamante intervino
como parte de una comisión compuesta además por Ismael
Tocornal y Elías Valdés Tagle, que trabajó en una propuesta
para sustituir el sistema de pulperías por el de cooperativas,
“que han dado satisfactorios resultados en todas partes”. En
la deliberación se hizo notar que el personal estaba a favor
del cambio, por lo que se estudiaría la mejor manera de
“poner término al contrato de las pulperías en forma equi-
tativa, sin perjudicar a su concesionario”57.

55 Revista Ilustración Policial, núm. 11, enero 1922, “Zamor, Las cooperativas de
consumo”.
56 Revista Ilustración Policial, núm. °18, agosto 1922, “Cooperativa de la Brigada
Central”.
57 Diario El Mercurio, Santiago, 12 de enero de 1922, “El sistema de cooperati-
vas en el cuerpo policial”; Diario El Mercurio, 18 de junio de 1924, “C.S.V.,

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 217

En septiembre de 1923, finalmente, se publicó la noti-


cia de la supresión de los descuentos por pulperías, de modo
que los guardianes podrían disponer de todo su sueldo y
optar por fortalecer el nuevo sistema58. La revista Ilustración
Policial celebró con una elocuente portada en su número 31:

Fuente: Revista Ilustración Policial, núm. 31, setiembre de 1923.

“Y las cooperativas han triunfado. Hoy funcionan en


todas las comisarías de Santiago”, expuso el columnista del

Las cooperativas policiales”; Diario El Mercurio, Santiago, 16 de agosto de


1923, “Las cooperativas en las policías”.
58 Revista Ilustración Policial, núm. 31, septiembre de 1923, “La supresión de los
descuentos por pulperías”, p. 48.

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218 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

diario El Mercurio, Carlos Silva Vildosola, en 1924. En algu-


nas, el total del personal se había asociado, como el caso
de la 4ª comisaría, “que tiene el distrito más peligroso, más
activo y más bravo de Santiago”. La diferencia de precios
respecto al comercio y las pulperías era considerable. “En
comestibles hay generalmente un 30 o 35 por ciento en
favor de la cooperativa”. A tanto llegó el entusiasmo, que los
oficiales crearon su propia cooperativa de trajes, dejando de
surtirse en la cooperativa militar a la que solían acudir. “Así,
un capote que antes pagaban 380 pesos, ahora pueden obte-
nerlo por 250, de buen paño y excelente corte”. Pero lo más
notable era el protagonismo y ejemplo “…de los valientes
guardianes santiaguinos que, en pugna con intereses crea-
dos, obligados a soportar al principio toda suerte de contra-
tiempos, han vencido y están en camino de mejorar por su
propio esfuerzo su condición material”59. Fue el germen del
mutualismo policial en Chile.
Tanto las “políticas sociales puertas adentro”, como las
iniciativas surgidas desde la base del cuerpo policial, como
las cooperativas de consumos, son expresivas del comple-
jo escenario institucional en que los guardianes debieron
ejercer sus funciones. A su vez, denotan las acciones que se
promovieron internamente para aliviar, en parte, las penu-
rias que día tras día sufrían los rangos más bajos. La escasa
atención que prestaron las autoridades políticas solo vino
a añadir más presión a este explosivo cóctel. En un clima
enrarecido, se asistió a una creciente deliberación política
dentro de las filas policiales, de la cual las revistas corpo-
rativas dejaron vivos testimonios. Las demandas y exigen-
cias que por años venían planteándose se politizaron y la
paciencia comenzó a agotarse.

59 Diario El Mercurio, Santiago, 15 de junio de 1924, “C. Silva Vildosola, Las


cooperativas de la Policía”; Revista Ilustración Policial, núm. 36, febrero de
1924, “Sobre la cooperativa de los oficiales: La formación de una Coope-
rativa de Oficiales de Policía”, p.17 y Revista Ilustración Policial, núm. 40,
noviembre de 1924, “La cooperativa policial”, pp. 51-52.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 219

Presión por reformas estructurales y deliberación


política policial

Junto con las reivindicaciones de orden económico y social,


funcionarios de todos los rangos pusieron el acento en las
trabas para progresar dentro de las policías fiscales. Una de
las principales críticas remitía a la necesidad de regular el
escalafón e introducir criterios que favorecieran la carrera
policial, sobre todo en las provincias. “Fuera de Santiago, y
quizá Valparaíso, donde están sujetos a reglas y preceptos
los ascensos de la oficialidad, en provincias están entrega-
dos al azar… […] a los meritorios Jefes y Oficiales se les
posterga con frecuencia para dar cabida al recomendado,
al apadrinado de afuera…”60. Ante todo, se apuntó al efecto
pernicioso de la política, que tenía como consecuencia que
en vez de ascender los oficiales más experimentados, preva-
lecían las cuñas y “santos en la corte”61. Para los guardianes,
en tanto, era cuasi imposible acceder a los grados superio-
res, dadas las limitaciones en su formación.
En diciembre de 1922, el ministerio del Interior expi-
dió un decreto que creó el escalafón en las policías fisca-
les de provincias, terminando de ese modo con el “odioso
sistema de la provisión de cargos mediante influencias…”.
Dicho decreto estableció nuevos requisitos para el ingreso
a la policía y para el ascenso. En adelante, se privilegiaría el
mérito, esto es, una buena conducta, “acciones distinguidas
en el servicio” y regularidad62. No obstante, a juzgar por
lo que se comentó en círculos policiales, fue de muy difícil
aplicación, dada la heterogeneidad de las dotaciones a lo

60 Revista Ilustración Policial, núm. 13, marzo de 1922, “Z.J.M. (desde Molina),
Policías Fiscales. Sus servicios y regímenes”.
61 Revista Ilustración Policial, núm. 24, febrero de 1923, “José Berly, Las “cuñas”
y los empeños van en contra de la disciplina”.
62 Revista Ilustración Policial, núm. 23, enero de 1923, “Hacia la mayor eficiencia
de las policías provinciales”; Diario El Mercurio, Santiago, 20 de diciembre
de 1922, “Escalafón de las Policías Fiscales”.

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largo del territorio nacional. Escribió el inspector Zoroba-


bel Jofré Melgarejo a poco de aprobado el decreto:

No es procedente el Escalafón si no se obtiene primeramen-


te la soñada unificación; hacer de los ochenta y tantos cuerpos
policiales una institución única y regida por una sola Dirección,
con uniformidad de sueldos y franquicias, pues es sabido que
el 50% de las policías fiscales de la República tiene sueldo
distinto una de otra63.

Mientras no se cumpliera esa condición previa era


dificultoso hacer cumplir las nuevas normas. En la práctica,
según dejó entrever Rojas Ansieta, se siguió nombrando a
los prefectos provinciales sin considerar el decreto sobre
escalafón64. En 1924, un senador ratificó aquello al exponer
en el hemiciclo que, salvo las policías de Santiago, Valparaí-
so y Concepción, todas eran manejadas por las influencias
políticas. “Puede decirse que actualmente casi todas son
montoneras políticas que no obedecen al Gobierno, sino a
los Diputados o Senadores a cuyas influencias debe su pues-
to el personal íntegro que las compone”, recalcando además
la “desorganización absoluta que impera en los servicios de
Policía”65. El mismo año, desde la prensa, se insistió en las
reformas más urgentes que seguían pendientes, entre ellas
el aumento de salarios, una ley de retiro y “[…] la implanta-
ción de un escalafón que proteja a los oficiales de la Escuela
Policial y no dé entrada a personas extrañas, merced a
empeños ni a influencias políticas”66.
Todos los caminos conducían hacia una intervención
profunda en las policías fiscales, teniendo como norte un

63 Revista Ilustración Policial, núm. 24, febrero de 1923, “Zorobabel Jofre Mel-
garejo, Sobre escalafón policial. Dificultades que presenta”. Cursiva nuestra.
64 Revista Ilustración Policial, n°25, marzo de 1923, “ARA., Breves consideracio-
nes sobre el Escalafón policial de reciente creación”.
65 Revista Ilustración Policial, núm. 38, septiembre de 1924, “La policía en el par-
lamento”, p. 61.
66 Diario El Mercurio, Santiago, 25 de mayo de 1924, “Roxane, La reforma poli-
cial ante el parlamento. Evolución trascendental del guardián”.

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mando centralizado, con el objetivo de uniformar sueldos,


formación y ascensos. El proyecto de unificación policial
era, por cierto, “una vieja aspiración de la Policía” y uno de
“sus anhelos más justos y sentidos” en aras de posicionarse
entre las “organizaciones más perfectas del país”. El estable-
cimiento de “una organización interna similar o parecida a
la del Ejército” o a la de los carabineros rurales era para
muchos oficiales de la Policía Fiscal la clave para terminar
con el uso de la policía como arma política y mejorar su
situación67. La “militarización del servicio de orden públi-
co”, en palabras del prefecto Toledo Tagle, ya estaba instala-
da como un horizonte, incluyendo voces que abogaban por
la extensión del fuero militar a los policías68. La unificación
de las policías fiscales se visualizaba, entonces, como “la
única base sólida sobre la cual deberá descansar toda refor-
ma que se intente”69.
Los antecedentes de este proyecto aparecen en reite-
radas columnas de distintos medios. En 1915, por ejemplo,
desde El Mercurio se planteó la conveniencia de someter
a todas las fuerzas de seguridad del país al “[…] control
y dirección inmediata de un Inspector General de Policías
o Superintendente ad-hoc”, dependiente del ministro del
Interior, y la creación de una “Dirección General de Poli-
cías” anexa al ministerio. El servicio policial se dividiría en
cinco zonas con sedes en Iquique, Valparaíso, Santiago, Tal-
ca y Valdivia, encabezadas por un “inspector de zona”70. De
acuerdo con una editorial del Boletín de la Policía de Santiago,
en 1917 se discutía en el Congreso una ley que reestructu-
raría a las policías, añadiéndose que “[…] podríamos nosotros

67 Revista Ilustración Policial, núm. 22, diciembre de 1922, “La unificación de las
policías”; Revista Ilustración Policial, núm. 23, enero de 1923, “La unificación
de las policías”.
68 Diario El Mercurio, Santiago, 27 de septiembre de 1918, “La expresión de
Toledo Tagle en: Servicios policiales”.
69 Revista Ilustración Policial, núm. 11, enero de 1922, “Cuestiones policiales
(editorial)”.
70 Diario El Mercurio, Santiago, 25 de agosto de 1915, “Las Policías de la Repú-
blica”; en BPS, núm. 158, agosto de 1915, pp. 358-359.

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222 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

mismos impulsarlo hasta convertirlo en ley de la República y


lograríamos conseguir que su aprobación llegase a satisfa-
cer todas nuestras aspiraciones”. La prefectura manifestó su
apoyo, siempre que se respetara “el trabajo que hacen los
policías”71. Sin embargo, todo se diluyó y no pasó más allá.
Con la llegada de Arturo Alessandri al poder, la discu-
sión se reactivó de la mano de un mayor protagonismo del
gobierno. El mandatario contaba con apoyos transversales
en la policía fiscal, incluyendo a connotados oficiales como
los futuros prefectos de Santiago, Bernardo Gómez Solar y
Julio Bustamante. A mediados de 1921 se anunció al Con-
greso la presentación de un nuevo proyecto de unificación
que incluía materias que por años habían figurado entre
las principales demandas policiales. En el boletín oficial se
celebró la iniciativa:

Recorriendo una a una todas sus disposiciones, hemos sido


gratamente impresionados al ver que en él se consultan en
forma efectiva, completa y metódica, todos los adelantos en
orden al mejoramiento de la situación económica del perso-
nal, norma para los ascensos y centralización de los servicios,
reformas estas que desde hace algún tiempo a esta parte han
sido vivamente anheladas por todo el personal y que el nue-
vo Gobierno ha hecho suyas en el primer mensaje que S.E.
pronunció ante las Cámaras el 1°de Junio último72.

Varios años de presión parecían tener su premio. Un


“alto funcionario policial” confidenció las simpatías por “el
Premier”, como apodaban al ministro del Interior Ismael
Tocornal, quien expuso ante el Congreso las ventajas de
la propuesta, recalcando el anhelo de dejar a la policía
“…organizada sobre base sólida y como una sola institu-
ción”; siguiendo los pasos de “países más adelantados, como
Inglaterra”, y “prescindiendo de toda influencia política para
el nombramiento del personal”. La llamada “renovación

71 BPS, núm. 176, febrero de 1917, “Editorial”, p. 54. Cursiva nuestra.


72 BPS, núm. 228, junio de 1921, “Editorial”, p. 207.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 223

policial” contaría con “la más entusiasta acogida” en la


propia institución”73. Consultado al respecto, el veterano
Inspector General de Policías, Manuel Izquierdo, consideró
que la unificación era “indispensable”, al igual que la crea-
ción de una Dirección General74.
Solo a fines de 1922 el proyecto pasó del Consejo de
Estado al Congreso, en medio de muestras de optimismo
en las filas policiales. En una caricatura se recalcó explícita-
mente a los senadores la postura favorable a la reforma75.

Fuente: La unificación ante el Senado, Revista Ilustración Policial, núm.


22, diciembre de 1922.

73 Diario El Mercurio, Santiago, 3 de diciembre de 1921, “Organización del ser-


vicio policial de la república”; Revista Ilustración Policial, núm. 10, diciembre
de 1921, “El Premier”; La Nación, 23 de febrero de 1922, “La Policía de
Santiago”.
74 Revista Ilustración Policial, núm. 9, noviembre de 1921, “Zamor, Hablando
con el señor Inspector General de Policías”.
75 Revista Ilustración Policial, núm. 22, diciembre de 1922. Ver también la por-
tada del núm. 24 de febrero de 1923.

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224 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Las esperanzas dieron lugar a la frustración al pasar


los meses y contemplar que no avanzaba en el trámite
legislativo: “Colgando está del Senado/ un proyecto colo-
sal/ ¿Se quedará allí colgado/ o lo irán a despachar?”, voceó
un columnista de Ilustración Policial, mientras otro afirmaba
que este y otros proyectos habían “[…] quedado olvidados
y llenos de polvo entre el papeleo por despachar de ambas
Cámaras […]”76. El polémico prefecto de Copiapó, Alfredo
Rojas Ansieta, fue más allá, soliviantando a sus colegas de
todos los cuerpos armados a apartarse “de las influencias
políticas que todo lo carcomen y corrompen”. La policía
debía amplificar su propia voz y dejar de lado “la cortesa-
nía”, si quería avanzar hacia el progreso moral y material.
Para “hacernos oír del Gobierno y formar la opinión públi-
ca en bien y provecho de las Policías”, pidió que los artículos
de Ilustración Policial, en tanto “vocero de la opinión policial
del país”, se reprodujeran en diarios de mayor circulación
e impacto. Abiertamente llamó a los policías a decir lo que
pensaban “con entera libertad” y “usando de términos res-
petuosos”. Confiaba que bajo el mando de Alessandri, “…el
«pensamiento libre» no será una paradoja; la democracia
sincera y amplia es una de las más bellas características del
actual Gobierno”77. Advertimos cómo la policía fiscal se fue
posicionando como un actor político deliberante.
El presidente, en su mensaje anual de junio de 1923,
volvió a emplazar a los parlamentarios para que discutie-
ran el proyecto de unificación, escalafón y escuela policial,
que beneficiaría “a más de siete mil servidores públicos del
gremio policial”. En una muestra más de activismo, des-
de Molina el prefecto Ramírez incitó a sus pares a enviar
peticiones a los congresistas para agilizar la discusión. Era

76 Revista Ilustración Policial, núm. 25, marzo de 1923, “Mister Hughes, Unifica-
ción”; Revista Ilustración Policial, núm. 29, julio de 1923, “A. Rojas, Unifica-
ción de las Policías”, p. 49.
77 Revista Ilustración Policial, núm. 26, abril de 1923, “ARA., El escalafón no es
respetado en las policías”; Revista Ilustración Policial, núm. 28, junio de 1923,
“A. Rojas, Campo neutral”.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 225

urgente, en palabras de un inspector de la policía de Ancud,


terminar con la injerencia de “los parlamentarios y gente de
grupo” en los nombramientos de jefes y oficiales78. Mientras
tanto, el prefecto de Santiago, Julio Bustamante, señalaba a
un diario que “la carrera policial debe ser como la militar”,
con una organización semejante a la del cuerpo de Carabi-
neros rurales y estructurada en cinco zonas con asiento en
las principales ciudades del país79. En 1924, pese a toda la
presión, el proyecto seguía trabado en el Congreso.
En este contexto, el “desinterés de los poderes públicos”
hacia sus demandas fue colmando la paciencia en las policías
fiscales. “Nadie ignora que la policía, nuestro sagrado hogar,
bajo cuyo techo nos abrigamos hoy, es la que más ingratitu-
des recibe, es la más olvidada, es la que siempre en la Casa
de Gobierno, al entrar, si lo consigue, queda sola y solamen-
te en la antesala; más allá no…”, se quejaba amargamente un
funcionario de Pisagua en marzo de 192480. Y una vez más,
Rojas Ansieta puso en palabras su decepción por el maltrato
a la policía, las promesas incumplidas y los nefastos efectos
de la política. Los “pobres pacos”, decía, eran una piedra de
tope: “todos se estrellan contra nosotros; todos, autoridades
o simples ciudadanos, sienten hallarse investidos del poder
suficiente para indicarnos rumbos y para hacernos some-
ter a sus caprichos o a sus conveniencias personales o de
grupo”81. Las policías fiscales navegaban “sin rumbo deter-
minado”; si las cosas no cambiaban era poco probable que
pudieran seguir sosteniendo a un gobierno inmovilizado en
el plano legislativo.

78 Revista Ilustración Policial, núm. 29, julio de 1923, “Zorobabel José Melgarejo,
Organización de las Policías Fiscales de la República”, pp. 49-50; Revista
Ilustración Policial, núm. 30, agosto de 1923, “Carlos A. Durán, Organización
general de las policías”, p. 60.
79 Diario El Mercurio, Santiago, 25 de mayo de 1924, “Roxane, La reforma poli-
cial ante el parlamento. Evolución trascendental del guardián”.
80 Revista Ilustración Policial, núm. 37, marzo de 1924, “Alpe, ¡De acuerdo!”, pp.
44-45.
81 Revista Ilustración Policial, núm. 38, septiembre de 1924, “Alfredo Rojas
Ansieta, El fuero policial”, pp. 1-3.

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226 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

“Cayó la Bastilla”

En los primeros días de septiembre de 1924, un grupo de


militares irrumpió en plena sesión del Senado, en momen-
tos en que se discutía un proyecto de dieta parlamentaria.
Este hecho, que pasó a la historia como el “ruido de sables”,
terminó por desnudar la desidia de los poderes públicos y
consagró la militarización de la política chilena. “El golpe
militar que derivó del «ruido de sables» fue producto de la
incapacidad del gobierno alessandrista de generar el con-
senso necesario para aprobar una legislación social mínima,
estabilizar el presupuesto… y lograr una tregua política”
(Valdivia, 2017: 55). Se inauguró así un ciclo de inestabili-
dad política, presidido por sucesivas juntas militares, que se
extendió hasta 1927, cuando el coronel Carlos Ibáñez del
Campo se hizo del poder.
José Berly cuenta que la policía fiscal, “[…] inmediata-
mente de producida la situación presente, se plegó al pare-
cer de sus compañeros militares”. La molestia en las policías,
como hemos visto, se explica por la larga postergación de
sus demandas y el rechazo a lo que calificaban como una
politiquería “que todo lo carcome”. Lo planteó sin tapujos
Berlyen Ilustración Policial: el golpe tenía su raíz en el males-
tar social y el “franco desgobierno”, además de la “esterilidad
de la acción parlamentaria”, procesos que venían gestándose
desde la guerra civil de 1891.
Pese a la lealtad hacia Alessandri por parte de jefes
como Julio Bustamante, la policía fiscal se sumó al pronun-
ciamiento, saludando el “equilibrio e inteligencia con que
han procedido los militares en este movimiento”, cuyo fin
supremo era el “[…] mejoramiento de la vida en sus múl-
tiples aspectos, destierro de la corruptela y de la política
pequeña, y reconocimiento y dignificación de las institucio-
nes que son el nervio y motor del orden interno”. El nuevo

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 227

escenario –concluía Berly– creó unas condiciones “que se


nos antojaba imposibles de conseguir”82.
La presión de los militares forzó al Congreso a aprobar
durante el mismo mes de septiembre una serie de proyectos
emblemáticos, entre ellos, la ley N° 4052 sobre Unificación
de las Policías Fiscales (Miranda Becerra, 1997; Cárdenas,
2018). Esta dio origen a una Dirección General de Policías
con sede en Santiago que recayó en Julio Bustamante, el
meritorio prefecto de la capital que había desarrollado toda
su carrera en la policía fiscal. Su designación fue muy cele-
brada en las publicaciones corporativas, por tratarse de un
“verdadero y genuino representante de nuestra Institución”
y haber tenido “parte muy principal y activa en la elabora-
ción y estudio de la indicada ley”83.
Con el provocador título de “Cayó la Bastilla”, Rojas
Ansieta resumió el estado de ánimo reinante en la policía a
partir de entonces:

El parlamentarismo desordenado y antipatriótico ya no exis-


te: la nave del Estado ha cambiado de pilotos. […] El ejército en
24 horas hizo en bien de la Policía lo que los políticos no pudieron
o no les convino hacer durante más de 30 años. Hoy gracias a
los últimos acontecimientos, nos hallamos organizados legal-
mente; unificados y con escalafón propio. Ya no van a ser los
senadores y los diputados nuestros superiores jerárquicos;
la ley nos da estabilidad y nos aleja de los vaivenes de la
política84.

Disparando contra la política, la policía ganó “la gran


batalla”, como se bautizó a la campaña por la unificación y

82 Revista Ilustración Policial, núm. 39, octubre de 1924, “J. Berly, El momento
actual”, pp. 2-3.
83 Revista Ilustración Policial, núm. 39, octubre de 1924, “Director General de las
Policías de Chile”, pp. 1-2.
84 Revista Ilustración Policial, núm. 39, octubre de 1924, “Alfredo Rojas Ansieta,
Cayó la Bastilla…”, p. 3. Cursiva nuestra. Revisar también, Revista Ilustración
Policial, núm. 40, noviembre de 1924, “Alfredo Rojas Ansieta, Las Policías
han dejado de ser instituciones de carácter político”, p. 3.

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228 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

escalafón policial; y no solo eso, había colocado a uno de los


suyos en un puesto clave. Pero la deliberación política pro-
siguió: “La soñada unificación de las policías y la formación
del escalafón, que ya se puede llamar una realidad porque,
según se dice, figuran en la ley de presupuestos de este año,
no tendrán una base sólida ni serían equitativos si no se
igualan los sueldos de todo el personal”85. El ajuste de los
salarios seguía pendiente y buena parte de las esperanzas de
la policía estaban puestas en la gestión de Bustamante.
En octubre de 1924, este último presentó el anhelado
proyecto, siendo vitoreado por una multitud de guardianes,
según se graficó en la caricatura titulada “El campeón, acla-
mado por la multitud después del triunfo”. En los meses
siguientes se vería hasta dónde podía llegar el ímpetu refor-
mador.
Dejamos el relato hasta acá. Se observa cómo, en medio
de las turbulencias políticas y protestas del período, las
policías fiscales desplegaron su propia agenda reivindicati-
va que apuntaba a posicionarla en un lugar protagónico de
cara a los desafíos venideros. Bajo el liderazgo de Busta-
mante y al alero de los militares, cosechó los frutos de su
presión. En tiempos de cuestión social, con la multiplicidad
de demandas existentes, esto no era poco. En adelante, la
renovada Policía Fiscal tendría que sortear diversas com-
plejidades, hasta que, en 1927, sus efectivos fueron fusio-
nados con los carabineros rurales y las policías comunales,
surgiendo una nueva entidad policial centralizada y milita-
rizada: Carabineros de Chile.

85 Revista Ilustración Policial, núm. 38, septiembre de 1924, “Zorobabel Jofré, La


nueva organización de las Policías Fiscales”, pp. 5-7.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 229

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Culturas jurídicas y delitos

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Infanticidios, maternidades y mandatos
de género en la justicia penal1

Provincia de Buenos Aires, Argentina,


1886-1921

SOL CALANDRIA

Introducción

El infanticidio fue definido en el Código Penal (1886) como:

[…] la madre que, para ocultar su deshonra, matare a su


hijo durante el nacimiento o mientras se encontrara bajo
la influencia del estado puerperal y a los padres, hermanos,
marido e hijos que, para ocultar la deshonra de su hija, her-
mana, esposa o madre, cometiesen el mismo delito2.

E impuso la pena de reclusión hasta tres años o prisión


de seis meses a dos años. Durante los 35 años que transcu-
rrieron desde la sanción del Código Penal, en 1886, hasta
su modificación, en 1921, unas 119 mujeres fueron deteni-
das en la provincia de Buenos Aires por infanticidio. De la
totalidad señalada, un 20% fueron sobreseídas, es decir que
sus causas no fueron elevadas a juicio porque se consideró
que no había elementos suficientes para imputarlas por el
delito del que se las acusaba y, de esta manera, obtuvieron
su libertad. Mientras que el 80% restante fueron procesadas,

1 El presente capítulo forma parte de mi tesis doctoral: “Matar a la madre.


Infanticidios, honor y género en la provincia de Buenos Aires (1886-1921)”
defendida en 2020.
2 Código Penal Nacional, 1886, art. 81 inc. 2.

teseopress.com 235
236 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

de ese porcentaje el 47% fueron absueltas, es decir, que no


se reunió suficiente evidencia sobre su culpabilidad y recu-
peraron su libertad al terminar la etapa del juicio, y el otro
53%, fueron condenadas a prisión.
El objetivo de este trabajo es analizar los procesos
judiciales por infanticidio para observar cuáles fueron los
elementos legales, sociales y morales en que los que se basó
la justicia bonaerense para determinar la culpabilidad de
las mujeres. Para ello, prestaremos especial atención a los
diferentes actores que mediaron en la etapa de juicio: poli-
cías, médicos legistas, fiscales, defensores y jueces, como así
también, las voces de las y los testigos que formaron parte
de la investigación.
El período comienza en 1886, cuando se sancionó el
primer Código Penal Nacional, y finaliza en 1921, con la
implementación del nuevo Código que unificó la legisla-
ción penal (común y federal), en el que se disminuyó la pena
prevista para el delito de infanticidio en los casos de las
mujeres que mataban a las/os niñas/os durante el período
puerperal para ocultar su deshonra.
Este trabajo se sitúa en la intersección de la historia
social de la justicia y los estudios de género. Si bien ambos
enfoques historiográficos emergieron de perspectivas ana-
líticas diferentes, lo han hecho al calor de serios cuestio-
namientos a la historiografía tradicional que se han dado
durante los últimos cuarenta años tras el retorno democrá-
tico. En ese sentido, como señala Barriera (2014) la historia
social de la justicia debe ser híbrida y mestiza porque nació
a partir del debate acerca de las ideas jurídicas y la pro-
ducción de normas e instituciones judiciales como fin de
análisis en sí mismo.
El estudio de la delincuencia femenina emergió espe-
cíficamente al calor de la intersección de estos dos campos.
Sin embargo, el infanticidio también ha sido objeto de inte-
rés de diversas líneas de estudio que, según su metodología
de análisis y preguntas rectoras, podrían dividirse en tres.
Una de ellas, proveniente de la historia de las mujeres, que

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 237

se propuso demostrar que las prácticas femeninas rebasa-


ron las ideas sobre la maternidad hegemónica que se que-
ría imponer desde el Estado (Ini, 2000, Nari, 2004, Hager,
2008). Otra, proveniente de los estudios sociodemográfi-
cos, que se preocuparon por el vínculo entre el infanticidio,
aborto y abandono de niños/as y los métodos de “malthu-
sianismo popular” (Cicerchia, 1994; Wheeler, 1997; Green,
1999). Otra, proveniente de la historia de la justicia, que se
interesó principalmente en el tratamiento judicial y la con-
descendencia hacia las mujeres acusadas por infanticidio
para explicar las bajas condenas establecidas (Hoffer y Hull,
1981; Donovan, 1991; Jackson, 1996).
Esta última línea de investigación despertó los debates
más álgidos, lo que derivó en una prolífica producción his-
toriográfica que se mantiene vigente hasta hoy en día y es
en este debate donde se inserta el presente trabajo. Estudios
focalizados en los casos latinoamericanos como los de Rug-
giero (1994), Speckman Guerra (1997), Piazzi (2009), Jaffary
(2012) y Nuñez Cetina (2012) cuestionaron estas miradas al
señalar que la “benevolencia” no se debió a la actitud de los
jueces sino a la función que tuvo el honor y su resguardo
en las sociedades coloniales y postcoloniales, por lo menos,
hasta mediados del siglo XX. Por otra parte, Tillier (2001) y
Pilarczyk (2012) insistieron con que la “simpatía” de los jue-
ces no se debió al honor, para la primera autora la condes-
cendencia de los magistrados se debía al grado de miedo y
arrepentimiento que mostraron las mujeres en los tribuna-
les; mientras que para el segundo fue la ponderación de las
situaciones económicas insostenibles de aquellas mujeres lo
que conmovió a los magistrados.
Recientemente, este debate volvió a emerger al calor
de la intersección de la historia de la justicia y los
estudios de género. Shelton (2017) y Di Corleto (2018)
aportaron miradas renovadoras sobre la problemática,
aunque marcadamente opuestas. Shelton argumentó que
los agentes judiciales no se unificaron en su tratamiento
del infanticidio y que la falta de castigo se debió más a

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238 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

la falta de las pruebas que a la condescendencia de los


jueces. Mientras que, para Di Corleto, la “benevolencia”
de los jueces fue sólo aparente, ya que los magistrados,
luego de comprobar la intención de ocultamiento del
embarazo, hicieron una aplicación automática de la ley,
sin contemplar las particularidades de las mujeres en la
mesura de las penas.
Nuestra investigación sigue el camino trazado por
estos trabajos y aporta en el debate sobre el accionar de
la justicia y la resolución de las causas de las mujeres
acusadas de infanticidio de una perspectiva situada en la
provincia de Buenos Aires entre 1886 y 1921. Puntual-
mente, este trabajo demuestra que el resultado de la alta
tasa de sobreseimientos y absoluciones en estos casos
se debió principalmente a dos cuestiones centrales. Por
un lado, los nuevos tecnicismos que se implementaron
con el Código Procesal de la Provincia de Buenos Aires
(1896) que limitó el margen de resolución de los jueces
al establecer un procedimiento más estricto en términos
científicos en cuanto a la comprobación del nacimiento
con vida de la víctima. Por otro, la valoración de las
sexualidades femeninas que se ve reflejada en los debates
acerca de la honra, ya que para que el delito sea conside-
rado un infanticidio el móvil debía ser el ocultamiento de
la deshonra. Aquí las voces de patrones, patronas, veci-
nos y vecinas legitimaron valoraciones sociales sobre las
sexualidades y el recato que tuvieron un rol decisorio en
la arena legal para el desenlace de estos casos. Todo ello
se produjo en un contexto de transición hacia un nuevo
orden jurídico marcado por el proceso de codificación
penal que, al mismo tiempo que pujaba por transforma-
ciones jurídicas, continuaba reforzando viejos mandatos
y estereotipos de género que acentuaron desigualdades
y violencias.
El trabajo se estructura en tres apartados que respetan
el orden en el que se llevó a cabo el proceso judicial. El pri-
mero analiza la etapa de instrucción o investigación, aquella

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 239

en la que la policía realizaba las actuaciones destinadas a


averiguar el hecho delictivo3. Los últimos dos analizan la
etapa de juicio, que se iniciaba una vez terminada la instruc-
ción, donde los fiscales y defensores hacían sus peticiones
ante el juez del crimen quien, luego de examinar las pruebas
recolectadas, dictaba sentencia, la que, a su vez, podía ser
apelada por el fiscal o la defensa.

Las voces de las y los testigos: disciplinamiento social


y vínculos afectivos

En 1916, en el pueblo de Mercedes, un hombre llamado


Irineo se acercó a la comisaría a denunciar a María Eva, una
mujer que trabajaba como empleada doméstica en su hogar
hacía solo cuatro meses, por infanticidio. Irineo sospechaba
que María Eva había parido en secreto dentro de la casa,
entonces aprovechó la salida diaria de ella a hacer las com-
pras y revisó su cuarto, allí encontró las sábanas con sangre
y los restos del bebé debajo de la cama. Inmediatamente
después que la denunció, fue detenida ese mismo día4.
María Eva era una mujer pobre, joven, empleada
doméstica y migrante, al igual que el resto de las mujeres
que fueron acusadas de cometer un infanticidio en la pro-
vincia de Buenos Aires a fines del siglo XIX y principios del

3 Durante el período estudiado fue la policía la que efectivamente estuvo a


cargo de la investigación y, tras recibir una denuncia, el comisario debía
trasladarse al lugar del hecho para comenzar la etapa del proceso consisten-
te en la recolección de las pruebas, interrogar testigos, e individualizar a la
persona sospechosa del crimen para obtener su confesión. En las causas por
infanticidio, la policía acudía al lugar del hecho acompañada del médico de
policía quien se encargaba del reconocimiento del cadáver. Estas piezas eran
primordiales para constituir la prueba, la cual requería de la concordancia
entre la prueba instrumental –documentos que se presentaban durante la
instrucción–, las declaraciones de los testigos, la confesión y el examen
pericial.
4 María Eva P. y M. (1916). Por Infanticidio, Juzgado del Crimen, Departamen-
to Norte, Mercedes. Expediente: 219/9852.

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240 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

XX (Calandria, 2017). Esta caracterización socioeconómica


nos dice más del proceso de criminalización femenina que
de los delitos cometidos efectivamente, pues como señala
Caimari (2007), la población existente en prisión no es un
buen indicador de la función punitiva del Estado, ni de la
criminalidad real en una sociedad, porque sólo una mínima
parte de los delitos son castigados.
Al igual que sucedió con la sospecha e incriminación
de Irineo hacia su empleada doméstica, en los casos de
infanticidios eran mayormente las y los patrones quienes
ante sospecha o hallazgo de un cadáver fueron a denunciar
el hecho inmediatamente a la policía y, al hacerlo, acusaron
a sus empleadas domésticas. Esta actitud de incriminación
les permitió despegarse de las acciones de las mujeres que
se encontraban a su cargo y de esta manera se convertían en
los principales testigos del hecho.
La voz de las y los patrones tenía un peso decisivo
en las causas y sus relatos incidieron de cierta forma en la
declaración de culpabilidad de la justicia. La policía les pre-
guntaba si conocían o sospechaban del estado de embarazo
de sus empleadas domésticas, si sabían del parto y cómo
había sido hallado el cadáver. En todos los testimonios,
dijeron desconocer esa situación, aunque ésta podía ser
una estrategia para que no recayera responsabilidad jurídi-
ca sobre ellos. Por otro lado, se les preguntaba si sabían si
algún varón visitaba a sus empleadas o quiénes asistían a la
casa cotidianamente. Esta pregunta, más que para buscar un
cómplice, apuntó a construir una valorización de las sexua-
lidades femeninas amparada en una voz de autoridad como
podía ser un patrón o patrona, ya que socialmente no era
lo mismo ejercer la maternidad en pareja y/o convivencia
(que se consideraba soltera sólo legalmente) que carecer de
la figura de un padre.
En las fuentes puede observarse que los patrones y las
patronas eran interrogados por la policía de manera dife-
rente al resto de los testigos. En sus relatos se descubre
una trama de relaciones de poder donde se interseccionan

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 241

género, clase y relaciones laborales. La autoridad de patro-


nes y patronas se tradujo en una legitimidad insoslayable
que la policía le dio a sus voces y que posteriormente
impactó en las sentencias judiciales.
Vecinos y vecinas también cumplieron un papel prota-
gónico como testigos para reconstruir lo que había sucedido
y, al igual que patrones y patronas, tendieron a incriminar a
las mujeres. Principalmente, la culpabilidad construida por
ellos provenía de notar anomalías en el cuerpo femenino
(crecimiento de la panza y aumento de peso) y rumores de
público conocimiento. Consideremos que los vecinos y las
vecinas fueron conscientes de la autoridad que tenían sus
testimonios para construir una verdad que no sólo fue jurí-
dica sino también social, ya que reafirmaban ante la ley las
habladurías y sospechas circulantes5. Podemos suponer que,
al trasladar los rumores de índole sexual a la arena penal, las
y los testigos sabían del impacto que ello tenía en la decisión
judicial con respecto al castigo impuesto a las mujeres.
La actitud condenatoria de vecinos y vecinas fue tal
que en algunos casos se presentaron directamente en la
comisaría a prestar declaración por cuenta propia, mien-
tras la investigación estaba en curso. Aunque esta actitud
fue menor, demostró una clara intencionalidad de que se
castigara a las sospechosas. Así ocurrió en 1892 cuando
Sevillano, un comerciante del pueblo de Monte, declaró en
la causa contra una de sus vecinas acusada de infanticidio6.
Sevillano manifestó verbalmente ante la policía “tener datos
que pudieran encaminar el esclarecimiento de otro delito
que hacía tiempo había sospechado”, y prosiguió dicien-
do que:

5 Con esto no se quiere decir que la verdad jurídica no sea construida social-
mente, sino que para la comunidad tuvo un valor insoslayable ser parte de
ese relato acerca de las transgresiones sociales y cómo fueron legitimadas
cuando se arribaba a la verdad jurídica.
6 Fausta P. (1892). Por infanticidio, Juzgado del Crimen, Departamento Capital,
Monte. Expediente: 449/7.

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242 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Hace casi 6 años más o menos se encontraba de peón en el


campo que era entonces terreno de la familia P., hoy del señor
Ruiz que le consta que Fausta P. estuvo embarazada y que
abortó, que no sabe lo que hizo del feto que tampoco recuer-
da que se encontraba en la misma casa el padre, la madre de
Fausta P. y una de sus hermanas llamada Josefa7.

La acusación de Sevillano ofrece algunas pistas para


pensar la complejidad de la trama de los actores sociales,
la justicia y el disciplinamiento social. El acercamiento de
este vecino a la policía al descubrir que se sospechaba de un
infanticidio cometido por Fausta, su vecina, no tuvo como
objetivo aportar un dato concreto a esa investigación, sino
dejar en evidencia que la acusación contra la mujer tenía
asidero en una sospecha con respecto a otro hecho pasado,
del cual tenía conocimiento. Su declaración aportó infor-
mación de la que se derivaría una nueva investigación y la
policía volvió a interrogar a la familia, pero con un nuevo
elemento que habilitó otras hipótesis que empeoraron la
situación de Fausta, ya que el dato brindado por el vecino
fue utilizado para obtener nuevas confesiones que revela-
ron tres infanticidios, dos cometidos por ella y uno por su
madre8.
Aunque mayormente las voces de vecinos, vecinas,
patrones y patronas fueron condenatorias con las mujeres
acusadas de infanticidio, encontramos un conjunto de casos
que podrían agruparse dentro de una actitud contempla-
tiva hacia ellas. En algunas ocasiones porque mediaba un
vínculo afectivo o de confianza laboral, en otras porque
encontraban en ellas ciertos rasgos “maternales” que les
hacía inconcebible un resultado como el infanticidio. Estos
testimonios mediados por la afectividad con las acusadas
incidieron positivamente en las miradas que construyeron
los agentes de justicia sobre esas mujeres y muchas veces

7 Ibídem.
8 Carmen P. de B. (1892). Por infanticidio, Juzgado del Crimen, Departamento
Capital, Monte. Expediente: 449/7.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 243

fueron determinantes cuando el resto de las pruebas no


eran del todo certeras.
Los casos en los que las mujeres se encontraban traba-
jando en un hogar durante mucho tiempo, o toda la vida,
los patrones y, especialmente las patronas, solían ser más
condescendientes con sus empleadas domésticas a la hora
de testimoniar. Un ejemplo de esto sucedió en 1893, cuan-
do una señora llamada Justina aseguró frente a la policía
que Génova, su empleada doméstica, trabajaba en su casa
desde que era una niña y que dudaba de que fuera capaz
de dar muerte a su hijo recién nacido9. En su testimonio,
Justina explicó que se retiró de la misa del domingo porque
su hija menor le había avisado que Génova se encontraba
en pésimo estado. En su declaración, la patrona dijo que,
cuando llegó a su casa, encontró a su empleada doméstica
tirada en el patio con todas las ropas desordenadas y sucias,
sumamente temblorosa, agitada y sus únicas palabras fue-
ron “que la perdonara”. Dándose cuenta de lo que sucedía,
la hizo acostar y le entregó algunos remedios, fue hasta la
letrina y, alumbrando con una vela, encontró el cuerpo de
la criatura. Cuando el comisario, y luego el juez de paz, le
preguntaron a Justina si sabía algo del nacimiento con vida,
dijo que no, pero inmediatamente hizo referencia al buen
comportamiento de Génova como empleada del hogar. Ase-
guró que hacía 10 años que la mujer trabajaba a su servicio,
“habiéndose portado siempre muy bien, siendo una mucha-
cha juiciosa y trabajadora, que ha sido muy cariñosa con
todos sus hijos y los había criado muy bien”.
Si bien este tipo de testimonios fue una minoría en
relación con la actitud acusatoria que prevaleció, el lazo
afectivo, que tendió a poner en duda la intencionalidad del
hecho, se dio en muy pocas ocasiones y provino de las
patronas mujeres, cuyos testimonios fueron centrales para
la apreciación posterior de los jueces. La existencia o no

9 Génova B. (1893). Por Infanticidio, Juzgado del Crimen, Departamento Sud,


Dolores. Expediente: 148/42/79.

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244 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

de vínculos afectivos entre las acusadas y los testigos se


torna un elemento insoslayable para pensar cómo el género
impactó en las acciones y decisiones que patrones, vecinos y
familiares tomaron al advertir el embarazo o el infanticidio,
así como también, en la construcción de culpabilidad que se
reflejaron en sus declaraciones.

Peritajes médicos, confesiones y estrategias


para mitigar la pena

Las mujeres acusadas de cometer un infanticidio fueron


mayormente sobreseídas o absueltas por falta de pruebas,
pues muchas veces no podía comprobarse que la víctima
haya nacido con vida y sin delito no existía nada que cas-
tigar. En estos casos, el saber médico legal tenía un peso
fundamental, pues eran los peritos quienes se encargaban
de comprobar el nacimiento con vida. Esto dotaba al saber
médico de un poder fundamental en la construcción de la
prueba que, según Foucault (1978), es el punto de partida
para la transformación de la comprobación judicial durante
la modernidad. De esta manera, la medicina legal se afianzó
como una disciplina de carácter particular, cuya especia-
lidad fue considerada esencial para el proceso penal (Di
Liscia, 2005).
En la provincia de Buenos Aires, los peritos médicos
se institucionalizaron en cada uno de los juzgados con el
nombre de “médico de policía” y su función era produ-
cir informes científicos que proporcionaran conocimientos
específicos en el procedimiento policial y judicial10. En las
causas de infanticidio eran ellos los encargados de realizar

10 Riva (2010), señaló que, si bien la ley estipulaba que debía establecerse un
médico de policía por juzgado, en la práctica, la escasez de profesionales
dispuestos a trasladarse a la campaña provocó que se aceptaran profesiona-
les con dudoso conocimiento específico.

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la autopsia del cadáver para la comprobación de la existen-


cia legal del delito.
Según los médicos legistas, muchos casos no se trata-
ban de muertes intencionales, sino que se debían a diversas
complicaciones en la gestación y el parto, o a enfermeda-
des que podían contraer los recién nacidos a través de sus
progenitoras, como la sífilis. O, por lo contrario, un falso
examen podía conducir a la impunidad de un delito social-
mente grave. Por este motivo, consideraron que todo perito
debía esforzarse por reconocer aquellos hechos donde exis-
tía voluntad criminal, haciéndose hincapié en la necesidad
de que se realice una pericia responsable y minuciosa. La
pericia sobre el cuerpo de la víctima era obligatoria en
los procesos de infanticidio y se transformó en una de las
tareas más importantes en la construcción de la prueba. Si
el/la bebé había nacido muerto o la muerte era accidental
no podía constituirse un crimen y, por ende, las acusadas
debían ser sobreseídas o absueltas.
El Código Procesal establecía que “el juez hará que los
peritos expresen en sus informes la época probable del par-
to, declarando si la criatura ha nacido viva, las causas que
razonablemente hayan podido producir la muerte, y si en
el cadáver se notan o lesiones”11. Esto se tornó fundamental
debido a tres razones: primero, porque si era un recién naci-
do de más de tres días, el delito debía considerarse homici-
dio; segundo, porque si la criatura había nacido sin vida, no
existía delito alguno; tercero, porque si no había rastros de
violencia, no existía intención de producir el resultado de
muerte (dolo).
En primer lugar, los médicos tenían que analizar los
indicadores del tiempo de vida extrauterina a través del
estado del cordón umbilical. Para corroborar, los médicos
de policía siguieron el “esquema Tardieu”, que suponía que
al cuarto día el cordón umbilical ya se había desprendido y

11 Art. 171. Código de Procedimientos en lo Criminal de la Provincia de Bue-


nos Aires (1896).

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246 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

caído, por ende, si éste no existía; la muerte había superado


los tres días. Aunque, al mismo tiempo, se aseguraba que
la mayoría de los asesinatos de recién nacidos se produ-
cía inmediatamente después de su nacimiento. En segundo
lugar, se debía comprobar si el niño/a había nacido con
vida. Esta tarea fue la más difícil debido a que consistía
en un examen muy preciso que, muchas veces, no arrojaba
datos certeros. El método utilizado consistía en demostrar
si el niño/a había respirado o no y se realizaba a través de
un examen de los pulmones, llamado docimasia pulmonar.
Ésta última consistía en introducir el pulmón en agua y
prestar atención a su reacción ya que, en el momento del
nacimiento, la densidad del pulmón era superior y, por lo
tanto, si al sumergirlo, caía al fondo del recipiente, el bebé
había nacido sin vida. Mientras que, desde el momento
que comenzaba la respiración, la entrada de aire disminuía
notablemente la densidad del órgano, por ende, el pulmón
sobrenadaba en el agua. Si bien este método era el más efec-
tivo, médicos legistas de renombre como el mismo Augus-
te Tardieu12, llamaron la atención sobre los cuerpos que
habían empezado a descomponerse debido a que el estado
de putrefacción inhibía la flotación y podía llevar a falsas
conclusiones. En tercer y último lugar, se debía constatar
que haya en el cuerpo pruebas de que el infanticidio había
sido ocasionado intencionalmente. Para ello, los manuales
sugerían que se revisaran las siguientes partes del cuerpo

12 La mayoría de los médicos legistas argentinos del período fueron influen-


ciados por la medicina forense francesa, especialmente por las obras de
Auguste Tardieu, que había publicado una obra titulada “Estudio médico-
legal sobre el infanticidio” (traducida al castellano en 1868), y la de Víc-
tor Balthazard, profesor y médico perito de los tribunales parisinos, cuyo
“Manual de Medicina Legal” fue publicado a fines del siglo XIX (traducido
en 1914). Ambas obras fueron referenciadas por los especialistas que halla-
mos en los expedientes judiciales. Estos libros no sólo se encontraban en las
bibliotecas de las Universidades de Derecho y Medicina de Buenos Aires y
La Plata, sino que también fueron parte de las bibliotecas de las cabeceras
de justicia departamentales, lo que nos da el indicio de un uso frecuente de
estas obras en el interior de la provincia de Buenos Aires.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 247

del recién nacido: el cráneo (fractura ocasionada por gol-


pes); si existían restos materia fecal en la faringe, laringe y
pulmones, ya que suponían que gran parte de los infanti-
cidios eran provocados por sumersión en letrinas; marcas
de estrangulación en el cuello; o distintos tipos de heridas,
principalmente en las regiones cardíaca, abdominal o cuello
(cortes, mutilaciones, combustión).
Los expedientes indican que, si bien estos eran los
libros de referencia de los peritos, en los casos de infanti-
cidio, las técnicas efectivamente utilizadas no completaban
todos los presupuestos. Por este motivo, la estrategia de los
defensores se basó en hallar errores en la autopsia que les
permitiera invalidar la prueba de acuerdo a lo expresado en
el Código Procesal de 1896. De los tres elementos señala-
dos, el que se priorizaba era el hallazgo de signos de violen-
cia sobre el cuerpo y el reconocimiento de los días de vida.
Mientras que la prueba de docimasia a menudo fallaba o,
en algunos de ellos, no se practicaba. En muchos casos, los
peritos insistían en los signos de violencia y suponer, a tra-
vés de ellos, que había existido voluntad de matar, pero aun
así, muchas veces no pudieron asegurar que el niño/a nacie-
ra con vida o que hubiera muerto a causa de la violencia
ejercida por las acusadas. La falta de pruebas y de la com-
probación científica del nacimiento con vida de la víctima,
fue el supuesto en el cual se ampararon los defensores para
pedir el sobreseimiento o absolución de sus defendidas.
La comprobación científica de los elementos señalados
en el Código estaba en manos de los médicos de policía y
la comprobación del nacimiento con vida no fue una tarea
fácil. A pesar de los esfuerzos en la autopsia, muchas veces,
el estado del cadáver impedía la aplicación de los exámenes
periciales o, simplemente, los resultados no eran certeros.
Cuando en 1894, el fiscal pidió para una mujer llamada
Teófila, la pena de 4 años y medio de penitenciaría por
infanticidio, su defensor revisó minuciosamente el procedi-
miento de la autopsia realizada por el médico para elaborar

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248 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

su estrategia ante el juzgado13. Si bien muchos defensores


cuestionaron los procedimientos realizados por los médi-
cos, no todos demostraron la habilidad y el conocimiento
científico para impugnarlo. El defensor de Teófila comenzó
diciendo:

El informe médico establece que la criatura ha nacido con


vida y que la muerte ha sido producida por asfixia por sofoca-
ción. Voy a probar lo contrario cuando aun estoy desprovisto
de autoridad por la naturaleza de la materia, pero ayudado
por el testimonio de las circunstancias científicas al respecto
que estatuyen lo contrario a las afirmaciones de López Rojas
[médico de policía] en su informe médico.

Sin embargo, el juez desestimó los argumentos del


defensor aludiendo que

[…] el informe del médico que practicó la autopsia, aun cuan-


do no se considere una pieza perfecta bajo el punto de vista
científico, es suficiente, por los hechos que le sirven de base,
para darle el valor probatorio que el juzgado le asigna.

y, acto seguido, condenó a Teófila a la pena de peniten-


ciaría por tiempo indeterminado.
La estrategia utilizada por el defensor de Teófila se
enmarcaba en los requerimientos establecidos en el Códi-
go Procesal de la Provincia de Buenos Aires (1896) que
se proponía brindar mayor racionalidad y objetividad a la
administración de justicia (Sedeillán, 2012). Entonces si el
nacimiento con vida no era comprobado rigurosamente a
través del peritaje, los defensores cuestionaban el valor de
la prueba pericial y del saber científico médico. Es por ello
que los abogados defensores, conociendo las falencias que
tenían las autopsias, decidieron incursionar en esta veta
para que sus defendidas sean liberadas. Esta estrategia tuvo

13 Teófila A. (1894). Por Infanticidio, Juzgado del Crimen, Departamento Capi-


tal, San Vicente Expediente: 459/24.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 249

asidero porque, efectivamente, una gran parte de las muje-


res fueron absueltas, aunque en otros casos, los elementos
incorporados del saber médico parecieron ser un obstáculo
para, efectivamente, castigar a las detenidas.
A pesar de que Teofila fue condenada en primera ins-
tancia, su defensor decidió apelar la decisión del juez ante
la Cámara de Apelación, la cual tomó los recursos de la
defensa y le otorgó la absolución a la detenida. Al igual que
en este caso, cuando las causas judiciales arribaban a las
instancias revisoras, como la Cámara de Apelaciones o la
Suprema Corte, no sin discrepancias internas, esta actitud
parece invertirse porque los magistrados objetaron el uso
de otras evidencias cuando no se podía comprobar el naci-
miento con vida. Esto se debe a que, como señaló María
Angélica Corva (2017), los magistrados se percibían y decla-
raban como parte de un “nuevo orden judicial” y una nueva
lógica de legitimidad, de la cual se consideraban garantes.
Los magistrados tuvieron la responsabilidad de decidir
sobre la validez de la construcción de la prueba. Se observa
que, en la primera instancia, a diferencia de las instancias
revisoras, la actitud de estos tendía a ser condenatoria, pues
cuando la comprobación del nacimiento con vida de la
víctima era puesta en duda, los jueces se basaron en otros
elementos constitutivos de la prueba como el relato de los
testigos y las valoraciones sobre la honra de las acusadas
para condenar a las mujeres acusadas de infanticidio. De
esta manera, evitaron que los tecnicismos impuestos por
el Código de Procedimientos obturaran la aplicación del
castigo y es en este margen de maniobra donde se pueden
observar los prejuicios de los letrados con respecto a la
maternidad y los mandatos de género.

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250 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Honra femenina: del prejuicio social a la disputa


en la arena judicial

Para condenar a una mujer por infanticidio, además de la


comprobación del nacimiento con vida de la víctima, debía
demostrarse que se trataba de una mujer honrada. La defi-
nición misma de la figura de infanticidio así lo requería,
porque si no podía comprobarse la existencia de una honra
que defender por parte de la persona acusada, el hecho era
calificado como un homicidio agravado por el vínculo y
castigado con la pena máxima.
Este concepto de honra es sumamente interesante de
analizar en los expedientes, pues su significado se prestó a
numerosas interpretaciones de los agentes de justicia, que
demuestran nociones de la moral y del género imperantes
en la época. La honra prefiguró representaciones polisémi-
cas que abrieron diversas posibilidades de negociación a los
actores sociales frente a las normas culturales y las leyes
establecidas. La definición de la honra trascendió a la legis-
lación para dar lugar a una definición social amplia que ha
sido resignificada a lo largo del tiempo. Si bien los argu-
mentos de los defensores bucearon en las vetas legales, con
el objetivo de obtener beneficios con relación a la pena, las
tensiones sobre la honra descubren las subjetividades sobre
las cuales se construyó y reprodujo ese discurso.
El honor, y su faceta femenina, la honra, significaron un
campo de tensiones sociales (Pitt- Rivers y Manzano, 1979;
Fernández, 1999) vinculados a ideales, conductas, roles y
relaciones sociales desiguales de poder. Para el período estu-
diado el honor y la honra continuaron actuando como dife-
renciadores sociales (Gayol, 2008). Particularmente, como
señala Sueann Caulfield (2000), el aspecto más durable de
la honra fue la articulación con el género y la sexualidad,
transformándose en uno de los principales fundamentos de
la autoridad patriarcal moderna y perpetuando la domina-
ción masculina y el control sexual de las mujeres.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 251

Las sentencias judiciales analizadas permiten consig-


nar dos dimensiones de análisis en cuanto a los significados
de posesión de la honra: una, construida por las propias
mujeres; y otra, relacionada con las “traducciones” que los
agentes de justicia hicieron al respecto. Esta diferencia se
rescata en la desavenencia que existe entre la primera con-
fesión de las mujeres hecha inmediatamente ante la policía
y el testimonio que dieron delante de los jueces, cuando el
defensor había intervenido judicialmente. La aparición del
defensor significaba una ruptura en el relato de las acusadas
ya que orientaron los testimonios hacia una narrativa más
técnica y acorde con lo esperado por los jueces para buscar
un beneficio en la pena. Esto resulta sumamente interesan-
te para pensar la construcción de una narrativa propia de
las mujeres que, aunque mediada por una relación de poder
(porque la declaración se realizaba frente al comisario y
el escribiente), puede considerarse más espontánea que los
relatos posteriores en los que contaban con el asesoramien-
to de su defensor.
En sus confesiones ante la policía, las mujeres no uti-
lizaban las palabras honra u honor para explicar qué las
movilizó a deshacerse de los niños. Principalmente, con-
ceptos como vergüenza, miedo y rechazo aparecieron con
más frecuencia y siempre se constituyeron con relación a
un otro que detentaba poder de clase y/o género con res-
pecto a ellas, como sus patrones o padres. El hecho que
generaba esa vergüenza era el tener un/a hijo/a siendo sol-
tera, es decir, por la marca social y las consecuencias que el
embarazo tenía en sus vínculos y redes cotidianas.
Tanto el miedo que demostraban las mujeres acusa-
das hacia sus patrones y padres, como las consecuencias
que traía aparejada el embarazo ilegítimo se daban primor-
dialmente dentro de lo que David Garland llama “control
social informal”. Los controles sociales informales están
“radicados en las actividades e interacciones cotidianas de
la sociedad civil” (Garland, 2005: 38). Durante el período
estudiado, los procesos penales por infanticidio se iniciaron

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252 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

mayoritariamente por medio de una denuncia ante la poli-


cía o, como ocurrió en una minoría, a través de un sumario
policial que se elaboraba tras el hallazgo del cadáver de
un bebé.
En 1895, una muchacha llamada Hilaria dijo ante el
comisario de Merlo que, lo que había sucedido, se debía al:

[…] temor que le ingerían las amenazas presuntas de la señora


para el caso que tuviese una familia, pero para ella espontá-
neamente ninguna razón había bastando para fundar atentar
contra su hijo. Que dio a luz, en la letrina y se calló del
inodoro, que por la forma embudo si hubiera querido sacarlo
no hubiese podido.14

Para las mujeres que se empleaban en el servicio


doméstico, como Hilaria, el embarazo significaba un obs-
táculo no sólo porque podía complicar su situación laboral,
sino porque las mujeres con hijos/as pequeños/as estaban
muy desvalorizadas en el mercado laboral (Alemandi, 2017).
Podemos suponer que, para las mujeres acusadas de infan-
ticidio, el embarazo no sólo afectaba su estima social sino
también su vida laboral y económica. En ese sentido, las
formas subjetivantes de la honra estuvieron estrechamente
vinculadas con el sector social del cual provenían y el modo
en que se había producido ese embarazo: para las mujeres
pobres, empleadas domésticas y solteras, un nacimiento ile-
gítimo significaba, por un lado, la pérdida del trabajo y, con
ello, peligraba su subsistencia; y, por otro lado, significaba
la pérdida del reconocimiento social vinculado a su virgi-
nidad. Asimismo, podría pensarse que la construcción poli-
sémica de prácticas vergonzantes, generadoras de culpa y
culpabilidad fueron parte de un proceso de criminalización
(Rousseau, 2013).
Al “traducir” jurídicamente los relatos de las acusadas,
los defensores intentaron enmarcarlos en lo que significaba

14 Hilaria L. (1886). Tentativa de Homicidio, Juzgado del Crimen, Departamento


Capital, Merlo. Expediente: 396/27.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 253

legalmente poseer una honra. En ese movimiento que se


generaba en la traducción jurídica, es donde se pueden
observar los sentidos, prejuicios y estereotipos vinculados a
la sexualidad femenina. Por ello, en los expedientes, el con-
cepto de honra no sólo desbordó la definición que le asignó
la doctrina legal en relación al recato sexual, sino que se
construyó en la intertextualidad con otros discursos de cor-
te moral y social que, al mismo tiempo que cuestionaron los
comportamientos sexuales de las mujeres, los justificaron
debido a la situación de pobreza y/o abandono por parte del
padre. En el juicio contra Hilaria, su defensor aseguró que:

Según está dicho, el hijo es fruto de amores tendidos con el


hijo de sus patrones, el cual se aprovechó de la debilidad de
ésta y de su posición para sorprender sin pudor su inocencia,
ni teniendo la dignidad necesaria ni los sentimientos para sal-
var el fruto de su amor. […] Esta sin educación, sin medios de
subsistencia y sin poder oponer resistencia dado el respeto y
la sumisión a la que estaba obligada, abandonó a su hijo, pero
no consistió en matarlo como se ha creído […]15.

En esta causa se observa que las nociones de recato


sexual y respetabilidad social, que estuvieron ligados his-
tóricamente a la honra, no explican por sí mismas que
una mujer cometiera un infanticidio, sino que tuvieron que
ser reforzados por otras alocuciones que le dieron sentido
como la pobreza y la falta de educación.
Estos debates que se cristalizan en los expedientes
atraviesan transversalmente todos los casos de infanticidio
pues allí radica el móvil del delito y el atenuante de la
pena. Además de las causas que se resolvieron en primera
instancia, las tensiones sobre el significado de la honra en
la arena judicial se observan en las instancias superiores de
justicia, que sentaron jurisprudencia al respecto. En 1898, la
Suprema Corte recibió la causa de una mujer llamada Julia,

15 Id.

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254 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

que llegó por vía de la apelación que realizó el defensor


de San Nicolás. Julia, empleada doméstica y madre soltera,
dio a luz a un niño al que, inmediatamente después de su
alumbramiento, “mató por vergüenza” a que se enteraran
sus patrones. La primera y segunda instancia consideraron
el hecho como un homicidio y la condenaron por tiempo
indeterminado16.
El principal argumento de los magistrados para no cali-
ficar el hecho como un infanticidio fue que la acusada no
era madre primeriza ya que tenía otro niño que vivía con
ella en casa de sus patrones, motivo por el cual, no existía
vergüenza ni deshonra que ocultar. El defensor sostuvo que
Julia había matado al niño por “vergüenza” y eso significaba
la intención de ocultar su deshonra. Fue en estos debates
entre letrados en los que el discurso jurídico como dis-
curso del poder (Foucault, 1972) se resquebrajó y permitió
emerger soportes sociales interpretativos de los agentes de
justicia.
La defensa y el juez camarista en disidencia abogaron
por una interpretación diferente a la que establecía la doc-
trina y postularon que los “deslices anteriores de la acusada
que entrañan su deshonra como mujer honesta, no se rela-
cionan con haber perdido el sentimiento del honor”17. En
este sentido, la estrategia de la defensa estuvo basada en
determinar qué percibía Julia por honra y cómo estimó que
la perdería si sus patrones se enteraban de este nuevo emba-
razo. Por el contrario, al presentar la causa ante la Corte, el
procurador sostuvo que el legislador, al contemplar un ate-
nuante para el delito de infanticidio, lo hizo para la mujer
que gozaba del concepto público de ser honesta, y que el
miedo a perderlo aplicaba únicamente para una primera
falta. Y expresó:

16 Libro de Acuerdos y Sentencias de la Suprema Corte de Justicia de la Pro-


vincia de Buenos Aires (1898), Tomo VIII, causa 274, f. 241-251.
17 Id, Julia L. (1898).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 255

El nuevo embarazo y el nuevo alumbramiento no han podido


pues provocar sentimientos de pundonor y vergüenza capa-
ces de turbar sus sentidos por la ofuscación y desesperación
por la pérdida de su propio honor a que se refiere el comen-
tario oficial del Código de Baviera al respecto, cuando tales
sentimientos no se revelaron cuando más debieron revelarse
y producir sus efectos, en el primer embarazo y alumbra-
miento de la acusada18.

El Código de Baviera y sus comentarios oficiales fue-


ron utilizados regularmente por los juristas y abogados
argentinos a modo de doctrina en sus fallos. Tanto el Códi-
go de Baviera como Las Partidas fueron esgrimidas en las
sentencias para hacer referencia a la honra y el honor, dos
conceptos que no estaban definidos en la legislación penal
argentina, pero que fueron centrales a la hora de juzgar un
infanticidio (Calandria, 2018).
La cita a esta legislación se estableció como una refe-
rencia de autoridad a los argumentos de los juristas y acom-
pañó numerosos pedidos fiscales y sentencias judiciales del
corpus analizado. Sin embargo, el fallo de la Suprema Cor-
te no tomó la interpretación aludida por el procurador y
establecida en las sentencias de primera instancia e instauró
una nueva en la que dejó sentado jurisprudencia acerca de
la honra en el delito de infanticidio en la región. El fallo
establecía que:

el recato y el pudor que obligaban las exigencias sociales en


las capas superiores, eran sentimientos que no pueden alcan-
zar toda su plenitud en las mujeres de clases bajas, a la que la
procesada pertenecía, las que ordinariamente desempeñaban
oficios serviles.19

En ese sentido, los magistrados consideraron la per-


tenencia de clase como elemento constitutivo de la honra

18 Id.
19 Id.

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256 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

y, por otro lado, a la representación subjetiva que la mujer


construyó sobre su propia honra. De esta manera, reco-
nocieron jurídicamente que esta no fue percibida por las
mujeres de los sectores populares de igual modo que por
las mujeres de la élite: para las mujeres pobres y empleadas
domésticas, como Julia, el nacimiento de un segundo hijo
ilegítimo significaba la exposición por la reincidencia ante
una falta inicialmente perdonada y, por ende, la estima que
estaba en juego no era la de la sociedad en general, sino la
de sus patrones y, con ésta, su trabajo.
Al prestar especialmente atención al concepto de honra
y sus formas jurídicas de abordaje se percibe la incidencia
de ciertas ideas con relación a las sexualidades femeninas
que se expresaron en las distintas instancias judiciales. Las
mujeres hicieron una interpretación de las consecuencias
sociales y económicas derivadas del estigma social por dar
a luz un hijo ilegítimo, como transmitieron en sus primeros
testimonios. Sin embargo, estas declaraciones fueron tra-
ducidas por los abogados defensores como el “miedo a la
deshonra” para mitigar la pena en los tribunales. Al debatir
sobre estas causas en la arena judicial, los mismos agentes
de justicia reinterpretaron su significado a la luz de cada
caso puntual y advirtieron sobre ciertos comportamientos
femeninos que consideraban no adaptarse a la moral sexual
establecida para los casos de infanticidio.
Aunque, como hemos advertido, estos significados no
fueron homogéneos, sino que se prestaron a numerosas
discusiones que llegaron hasta las instancias superiores de
justicia. Al presentarse estos debates en el Supremo Tribu-
nal se sentó jurisprudencia sobre un concepto de honra más
bien amplio que reconoció la incidencia de las condiciones
sociales y materiales de las mujeres y cómo eso influía en
su percepción sobre la misma. Así, al sentar jurisprudencia,
este fallo sirvió luego a otros abogados y jueces para argu-
mentar sobre los sentidos sociales de la honra en la arena
judicial y la aplicación de la figura de infanticidio.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 257

Conclusiones

El estudio del infanticidio ha suscitado numerosos debates


que siguen vigente hasta hoy en día. Los intereses por este
tema provinieron de diversos campos de estudios como el
sociodemográfico, la historia social, la historia de las muje-
res y, recientemente, la intersección entre la historia de la
justicia con los estudios de género, que ha echado luz sobre
un viejo debate historiográfico.
La preocupación por el infanticidio en el campo de
la historia social de la justicia ha estado mayormente vin-
culada a la pregunta por las altas tasas de absoluciones
y sobreseimientos que recibieron las mujeres acusadas de
cometer este delito durante la transición penal moderna.
Como hemos visto a lo largo de este trabajo, las respuestas
fueron variadas y están estrechamente relacionadas con el
contexto histórico y geográfico desde el que se analizaron
estos casos. Nuestro trabajo retoma este recorrido para
realizar un aporte situado en la provincia de Buenos Aires
a fines del siglo XIX y principios del XX, un espacio que
combinó un extenso territorio rural con núcleos urbanos
industrializados.
En la provincia de Buenos Aires para el período estu-
diado, 119 mujeres fueron acusadas de cometer un infan-
ticidio y más de la mitad de ellas fueron sobreseídas o
absueltas por falta de pruebas. A través de los expedientes
judiciales, observamos que este desenlace en los procesos
se debe a una multiplicidad de elementos que hicieron a la
constitución de la prueba, como las miradas y valoracio-
nes que los testigos tenían de las acusadas, la legitimidad
del informe que realizaban los médicos de policía sobre la
comprobación con vida del nacimiento de la víctima y las
conclusiones de los magistrados en cuento a la existencia o
no de una honra femenina que defender, lo que configuraba
la figura legal de infanticidio.

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258 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Tal como se establecía en el Código de Procedimien-


tos, las investigaciones por infanticidio debían tener un
tratamiento especial, pues para que una persona sea efec-
tivamente condenada por este delito debía comprobarse
rigurosamente que la víctima había nacido con vida, de lo
contrario no existía crimen que castigar. Los defensores
estuvieron muy atentos al perito médico y a la metodología
empleada en ello, ya que allí podían hallar la clave para
lograr una absolución. Este desfasaje entre la incorporación
de ciertos tecnicismos al procedimiento y lo que ciertamen-
te sucedía en los tribunales bonaerenses, tuvo un impacto
que se expresó en la alta tasa de absoluciones, que conside-
ramos tuvo más que ver con el desarrollo de este proceso
que con una actitud indulgente de los jueces. De esta mane-
ra, los tecnicismos incorporados al procedimiento penal se
transformaron en un obstáculo para poder condenar efecti-
vamente a las mujeres imputadas.
Los juicios se configuraron como un espacio de nego-
ciación sobre el castigo impuesto a las mujeres, en ellos
se pueden observar las representaciones construidas por
diversos actores sociales y estatales (defensores, fiscales, jue-
ces, testigos y acusadas). El peso de sus voces como testigos
en las causas era clave, pues los agentes de justicia le otorga-
ban una legitimidad a sus relatos que impactó directamente
en la configuración del delito de infanticidio, sobre todo
cuando se tuvo que discutir acerca de la honra o el peritaje
no era del todo certero y se dirimió a través de signos de
violencia y posibles las intenciones de matar a la víctima.
Los debates sobre la sexualidad femenina pueden obser-
varse primero en las propias declaraciones de las mujeres,
porque en aquello que los agentes de justicia llamaron hon-
ra se esconden las relaciones de poder y desigualdades de
género. Esto se manifiesta en el miedo que las mujeres
tenían de ser descubiertas por sus patrones y patronas, lo
que podía resultar en un castigo o la pérdida de su trabajo;
o la vergüenza de dar a luz un hijo/a ilegítimo que derivaba

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 259

en la pérdida de su estima social antes vecinos, vecinas y sus


propias familias.
Lejos de transformase en un canon que debía ser aplica-
do, la codificación abrió a espacios porosos que habilitaron
a múltiples valoraciones especialmente de la honra femeni-
na, otro elemento clave en los casos de infanticidio. Como
menciona Pío Caroni (2013), los códigos penales no regis-
tran explícitamente las desigualdades, es más se comportan
como si no existiesen, y es justamente en esta abstracción
donde radican las violencias. Consideramos que fue en los
debates acerca de la honra y deshonra femenina donde el
discurso se agrieta y permite observar las desigualdades y
violencias de género que la justicia patriarcal se esfuerza en
ocultar.

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La ley en el tiempo
y las formas de castigo

El delito de hurto con abuso de confianza


en los años previos a su derogación en 1921
(Buenos Aires, Argentina)

GISELA SEDEILLAN

Introducción

Contribuir al control de la criminalidad con el menor


contenido de violencia posible constituye el núcleo de las
exigencias político-criminales del proceso penal de nuestro
tiempo (Binder, 2007). Sin embargo, la creación de nuevos
delitos, el aumento de las penas, el endurecimiento de las
condiciones penales y penitenciarias o la restricción de los
derechos tanto de los procesados como de los condenados
han sido las propuestas que suelen acompañar los discursos
populistas en las últimas décadas, como si la historia no
hubiese dado lecciones acerca de la poca eficacia que encie-
rran1. Por ello sigue siendo útil desentrañar históricamente
en diferentes espacios las premisas tenidas en cuenta en el
diseño de una política pública que en materia criminal se
ha inclinado por la expansión del derecho penal y las con-
secuencias que ello ha generado. Esto implica analizar los
modos de intervención sobre los problemas penales como
resultado de un campo de disputas y acercar la mirada a

1 Desde hace décadas se apela a reducir la lesividad del derecho penal, véase
como un primer acercamiento el trabajo de Binder (1997), entre otros tra-
bajos que es imposible detallar por falta de espacio.

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264 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

la praxis judicial2. Esta perspectiva metodológica se viene


abordando desde las últimas décadas desde diferentes dis-
ciplinas y ha permitido ampliar los interrogantes al desbro-
zar la complejidad del sistema penal en distintos contextos
espaciales.
En la Argentina, las primeras reformas que experimen-
tó el Código Penal Nacional de 1886 estuvieron orientadas
a aumentar la penalidad como si mientras más alta fuera la
pena más se protegería el bien jurídico afectado. Precisa-
mente, la ley 4189 sancionada en agosto de 1903, además de
crear nuevas conductas punibles y elevar las penas, restrin-
gió las posibilidades de excarcelación. Respondía a conte-
ner el incremento de la criminalidad producto del impacto
demográfico que experimentaba por entonces el país. El
crimen formó parte del conjunto de problemáticas sobre la
“cuestión social” entre las que se incluían el alcoholismo,
la prostitución, la vagancia, la minoridad abandonada y la
protesta obrera, entre otras3.
En un contexto de influencia de la escuela crimino-
lógica positivista, la política criminal enfrentó un debate
crítico en diferentes ámbitos. Criminólogos, médicos, juris-
tas y políticos pusieron en cuestión las políticas puramente
represivas, el rigor de la ley penal y el poco alcance reha-
bilitador de las cárceles. Además, se planteó la necesidad
de individualizar las penas4. Con respecto a la legislación
penal, aunque la legislatura nacional recién plasmó algunos
cambios en 1921, al sancionar un nuevo Código Penal, algu-
nas provincias avanzaron antes en implementar reformas
en sus códigos procesales. Por tal motivo, reducir la escala

2 Sobre el concepto de campo Bourdieu (2000).


3 El aumento de la delincuencia involucró principalmente a los delitos contra
las personas y la propiedad. Al respecto de la denominada cuestión social
ver Zimmermann (1995) y Suriano (2004).
4 La literatura sobre la criminología positivista en la Argentina es amplia y
variada. Resulta imposible enumerar todos los trabajos por falta de espacio:
Zimmermann (1995); Salvatore (2004); Marteau (2003); Caimari (2004);
Ruggiero (2004); Creazzo (2007; Dovio y Cesano (2009); Scarzanella (2015);
Cesano, (2011); Sozzo (2011), entre otros.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 265

de análisis resulta de interés a fin de dar cuenta de los rit-


mos y el alcance que adquirió el proceso reformista que, a
principios del siglo XX, cobró impulso.
Este capítulo enfatiza en ese contexto en el que el
derecho penal era criticado, replanteado y debatido con el
propósito principal de profundizar acerca de los efectos
y dilemas que produjo su aplicación en el espacio de la
provincia de Buenos Aires. Las consideraciones que aquí
se formulan pretenden constituir un aporte con relación a
cómo los tribunales debieron lidiar con un régimen penal
sometido a múltiples y trascendentes críticas, y en proceso
de posibles transformaciones. Por tal motivo, el trabajo se
configura en torno a un particular aspecto como es el de la
proporcionalidad de las penas vista desde la perspectiva de
la actividad judicial. Se centra la atención en la tipificación
que se hizo del hurto con abuso de confianza como delito
calificado porque establecía una pena rigurosa en compara-
ción a otros delitos.
El interés del trabajo no estará centrado en analizar
cómo pudo resultar ausente el criterio general de equidad y
justicia por parte del legislador al establecer el quantum de la
pena, sino en desentrañar cómo actuaron algunos tribuna-
les en los casos sometidos a su jurisdicción en un contexto
en el que la preocupación por afianzar la propiedad no era
menor. Las preguntas que lo animan consisten en indagar
si la justicia, entendida como un campo, fue porosa a los
cuestionamientos que emergían en distintos ámbitos a los
instrumentos que el ordenamiento jurídico proporcionaba
para determinar judicialmente la pena, en qué medida se
evidenciaron contestaciones al respecto de esa legislación y
si estas pueden incorporarse como marco explicativo de la
supresión de la figura de hurto con abuso de confianza en
el Código Penal de 19215.

5 Este trabajo se inscribe en una perspectiva historiográfica que, en las últi-


mas décadas, al centrar la mirada en las prácticas judiciales desde diferentes

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266 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

En esta línea, nos detendremos en uno de los cinco


departamentos judiciales existentes en la provincia hasta
1915, el del Sud. En 1914 concentraba bajo su jurisdicción
distintos partidos que albergaban 176 133 habitantes de un
total de 2 066 948 existentes en la provincia6. Las princi-
pales fuentes consultadas son los Libros de Sentencias de la
única Cámara de Apelaciones, cuyos fallos por atentados a
la propiedad permiten conocer el universo total de delitos
que fueron castigados con penas de penitenciaria y presidio
en primera instancia, por cuanto debían ser elevados a este
tribunal en calidad de consulta, información que comple-
mentamos con el análisis de 30 expedientes. A fin de esta-
blecer comparaciones, analizamos los legajos de internas de
la Penitenciaria y cárcel de Mujeres de La Plata por hurtos
y robos y los Fallos de la Suprema Corte de Justicia de la
provincia en los años previos a la reforma7.

Distintas modalidades delictivas incorporadas


como hurtos calificados

En 1903 se sancionó en la Argentina una reforma del Códi-


go Penal en un contexto de agudización de los conflictos
sociales bajo un clima de época signado por la certeza de
que se vivía bajo el aumento del crimen. En respuesta a
ello, la ley 4189 incrementó las penas en delitos contra la

escalas espaciales, ha permitido profundizar la mirada sobre los modos de


castigo, ver Barreneche (2015) y Barriera (2019).
6 Respecto de población de cada departamento y su evolución consultar la
investigación de Calandria (2021: 124). La justicia reposaba en la interac-
ción de la justicia de paz, que en materia penal tenía jurisdicción en delitos
con pena de arresto menor a un año, y la letrada. Sobre la configuración
de las instituciones judiciales antes de 1880, en Corva (2014) y Yangilevich
(2012).
7 Lamentablemente, no contamos con los libros para los años 1914-1916.
Hemos complementado el análisis con la lectura de los expedientes conser-
vados para esos años.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 267

integridad física y la propiedad8. Por hurto simple por valor


mayor a 100 pesos se elevó la escala de la pena y se la
estableció entre 1 y 3 años de prisión, cuando antes corres-
pondía como máximo 1 año de arresto si el valor de la cosa
hurtada no excedía de 500 pesos. Además, nuevas modali-
dades delictivas se tipificaron como hurtos calificados con
penas de 2 a 6 años de penitenciaría; entre ellas, cuando el
hurto fuese de ganado y el cometido con abuso de confian-
za o con auxilio de un doméstico o dependiente de la casa
(inciso b, Hurto, sub inciso 5, del art. 22).
La legislación anterior a la reforma de 1903 reprimía
bajo la calificación de robo la apropiación cometida con
auxilio de doméstico, a quien se lo hubiese seducido y la
pena era de 2 a 3 años de prisión en caso de que el valor de lo
sustraído fuera menor a 500 pesos. En cambio, la Ley 4189
no estableció ninguna distinción con respecto del valor en el
hurto con abuso de confianza, como destacó tempranamen-
te el padre del Código Penal de 1921, Rodolfo Moreno. Este
jurista señaló la falta de unidad y coherencia de la reforma
al no contemplar que las circunstancias que agravaban la
pena para el delito de hurto así lo harían para el de robo y
que aquellas que la disminuían serían aplicables a todos los
casos en que se cometiera uno u otro9. Estas incongruencias
las adjudicó al hecho de haberse implantado, sin un estudio
meditado de partes del proyecto del Código de 1891, lo que
dio por resultado que en la nueva ley:

[…] cuando el hurto se realice con la ayuda de un doméstico


(inciso b, caso 5, Hurto) corresponde penitenciaría por dos a
seis años, aunque el valor de lo hurtado sea menor de cien
pesos. Realizado un robo en las mismas condiciones, como
allí no se considera como agravante la circunstancia de la
ayuda del doméstico, ni se le establece penalidad especial, la

8 Al respecto del Código de 1887 y sus modificaciones en 1903, ver Frias


(1904:73 a 77) y Levaggi, (2012).
9 Acerca de los antecedentes nacionales al respecto de las diferencias entre
robo y hurto y sus agravantes: Fontán Balestra (1980).

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268 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

pena si el valor de lo robado es menor de cien pesos, es de


arresto por tres meses a un año (inciso a, Robo y art. 24)10

El hecho de tipificarse distintos modos delictivos como


hurtos calificados sin tener en cuenta el valor de lo sustraí-
do comportaba una serie de desventajas para quien llegara
a ser hallado culpable que iban más allá del trabajo forzado
que suponía la condena11. Una de ellas era que el venci-
miento de la pena quedaba atado a la duración del proceso,
por cuanto dos días de prisión preventiva solo equivalían a
uno de penitenciaria, aspecto relevante porque los procesos
demoraban tiempo en su resolución definitiva. Aunque el
hurto con abuso de confianza continuó encuadrado como
un delito calificado en el proyecto del Código Penal redac-
tado en 1906 por encargo del ejecutivo nacional12, este cor-
pus rebajaba el mínimo en la escala de la pena y otorgaba
mayor amplitud a los jueces para individualizarla. Debido a
la poca voluntad de la legislatura nacional para discutirlo,
en 1908 Moreno publicó una edición ampliada de su libro
La ley penal en la que volvió a focalizar en el rigor de las
penas y sus contradicciones: “un doméstico que hurta una
ropa de uso, aunque cueste centavos, tiene una pena de
penitenciaria” (Moreno, 1908: 256).
A fin de ilustrar la injusticia que comportaba la ley,
dio cuenta de distintos hurtos de escaso valor que se pena-
lizaron bajo esa calificación y destacó que las penas esta-
blecidas “repugnaban” a los mismos jueces. Advertía que el
resultado práctico de esos errores conduciría a la impu-
nidad de pequeños hurtos “porque ante la enormidad de
aplicar estas penas más que draconianas o buscar el medio

10 Moreno (1903: 196).


11 Las distinciones legales en cuanto a la ejecución de la pena lejos estuvieron
de cumplirse en todos los establecimientos carcelarios; ver Caimari (2004).
Sobre las cárceles de la provincia consultar los trabajos de Yangilevich
(2017).
12 Sobre este proyecto puede consultarse Zaffaroni y Arnedo (1996) y Levaggi
(2012).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 269

de no encontrar probado el delito, se preferirá lo último


y con razón” (Moreno, 1903:267). El rigor de la legisla-
ción penal también lo destacarían otros criminólogos y se
propondrían respuestas diferenciadas. Recién en 1916 en la
legislatura nacional se avanzó en reformas en tal sentido
cuando Moreno ocupó una banca en la Cámara de Dipu-
tados e impulsó la reforma del Código Penal sobre la base
del proyecto de 190613. La comisión nombrada con el fin de
estudiarlo y que él mismo presidió, tuvo en consideración
que los delitos cometidos con abuso de confianza eran obra
de sirvientes, muchas veces menores de edad, por lo que
suprimió dicha calificación especial. Sostuvo que:

Los objetos que se tuvieron en vista cuando ese inciso se colo-


có en la ley, fueron los de evitar que delincuentes avezados a
infracciones se sirvieran de los domésticos como instrumen-
tos para el delito. Por eso se colocó una penalidad tan fuerte,
pero las consecuencias reveladas por la práctica, han sido los
castigos exorbitantes, que no han evitado el mal que se pre-
tendía remediar y que, en cambio, han producido numerosas
injusticias.14

El foco de las críticas se fundó en la rigurosidad de la ley


4189, en especial con menores de edad, en un escenario en
el que ampliamente se consensuaba acerca de la necesidad
de que sus conductas tuvieran respuestas punitivas diferen-
tes15. Aunque se admitió que la ley vigente no suponía una
solución real y efectiva al problema que pretendía resolver,
la reforma demoró en su concreción. Si bien el proyecto del
Código se aprobó en julio de 1917 en Diputados, el Sena-
do tardó en expedirse. Recién en septiembre de 1921 se

13 Moreno fue el artífice de las negociaciones parlamentarias, al respecto


Cesano (2018).
14 Proyecto de Código Penal para la Nación Argentina, Ed. Oficial, Buenos Aires,
1917, p. 116.
15 Véase sobre estos discursos y las formas de castigo en menores Freidenraij
(2020).

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270 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

sancionó y en abril del año siguiente entró en vigor16. Dado


que en estos años pervivió una pena severa para el delito en
cuestión nos preguntamos cómo se castigó.

Algunos consensos sobre la necesidad de respuestas


penales diferenciadas

Hacia comienzos del siglo XX, la incorporación de la


Argentina al mercado mundial, la inmigración masiva y el
acelerado proceso de urbanización confluyeron en un pro-
ceso de cambios profundos que involucró el mercado de
trabajo y sus dinámicas17. Con respecto al trabajo domés-
tico, distintos estudios señalan su crecimiento aun cuando
su medición resulta difícil por ser en numerosos casos una
ocupación ocasional que eludió el registro censal18. En la
provincia de Buenos Aires, ocupó el primer lugar del empleo
femenino en el censo de 1895 y el segundo en el de 1914
(Calandria, 2021). También fue importante la participación
de menores en el servicio doméstico, lo cual se caracterizó
por la fragilidad e informalidad de las relaciones que allí se
daban, donde formaban parte de la vida de las familias y de
la cotidianeidad de sus hogares19. Tampoco fue desdeñable
la intervención de hombres en relaciones de servicio a tra-
vés de una diversidad de ocupaciones en el que los límites
entre el espacio doméstico y el de los negocios eran difusos.
Precisamente, por la importancia que adquirió el mercado
de trabajo en sus diferentes variantes, se pretendió regular

16 Esta ley recogía los adelantos del derecho comparado sin dejar de tener pre-
sente la legislación nacional de corte clásico Moreno (1922); Levaggi. (2012);
Levaggi (2019).
17 Acerca de estas transformaciones en el contexto de la provincia, véase Pala-
cio (2013).
18 Un recorrido sobre esta temática en Pérez y Allemandi (2021).
19 Para la ciudad de Buenos Aires puede consultarse Aversa (2010); Allemandi
(2017) y sobre los partidos de la provincia de Buenos Aires ver de Paz
Trueba (2019), entre otros.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 271

en algunos aspectos las relaciones acaecidas en ese ámbito20


y establecer para ciertas transgresiones mayor rigor en la
ley 4189.
Si bien la población de la provincia de Buenos Aires
creció marcadamente, pasando de 921 168 a 2 066 948
habitantes entre 1895 y 1914, el proceso de urbanización
impactó de manera diferenciada. En el ámbito político, no
fueron los hurtos domésticos los que más preocupación
generaron sino el hurto de ganado, tal como acontecía en
otros contextos de la región pampeana21. En este escenario,
en la primera década del siglo XX, se priorizó fortalecer el
papel de la policía, cuyo personal había quedado rezagado
frente a la amplitud de funciones que demandaba el control
de la población diseminada en un área extensa22. También se
apostó a incrementar el número de funcionarios judiciales
y, a la par, se promovieron distintos proyectos de reformas
legislativas ante la congestión que experimentaban los tri-
bunales; el funcionamiento de la justicia penal en particular
cobró atención en la legislatura provincial23.
En la provincia existían dificultades en materia de
prevención del delito y castigo a sus infractores y de ello
daban cuenta las estadísticas policiales, aunque eran esca-
sas y fragmentarias24. En muchos de los casos abiertos por
hurtos se desconocían a sus posibles autores y acaban en la
justicia archivados en la forma de sobreseimientos proviso-
rios, en otros tantos, las pruebas reunidas eran insuficientes
para sostener una acusación. Es una realidad que, en el

20 Véase para la ciudad de Buenos Aires Allemandi (2016).


21 La preocupación era relevante en las décadas anteriores a la codificación,
sobre este delito, los intentos de controlarlo y las formas de penalización
en la provincia consultar Yangilevich (2008 y 2012) y Corva (2020). Al res-
pecto de otros contextos en el periodo de análisis Moroni (2013) y Moroni,
Casullo y Carrizo (2018).
22 Para más detalle sobre estos cambios ver Sedeillan y Berardi (2015) y Berar-
di (2018).
23 Algunas de estas reformas y las preocupaciones que la fundaban en Sedeillan
(2015) y Calandria. (2016).
24 Para 1917, ver Cantilo (1918: 63).

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272 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

transcurso de la primera década del siglo XX, el papel de


la policía continuó siendo deficitario en la recolección de
pruebas. Aun cuando existieron adelantos en la materia, no
siempre se respetaban los formalismos legales exigidos para
que estas pudieran ser incorporadas válidamente para fun-
damentar una sentencia. Hemos destacado que la precarie-
dad de las pruebas reunidas en la instrucción de sumarios
fue una problemática de larga data que no se reducía a un
delito en particular y se traducía en alta tasa de sobresei-
mientos y absoluciones, lo que reflejaba que no necesaria-
mente de un proceso que mantenía rasgos inquisitoriales se
desprendía una sentencia condenatoria25.
Aun cuando se manifestó un incremento de las penas
con la aplicación de la reforma de 1903, en la generalidad de
los casos los jueces mantuvieron altos estándares de prue-
ba para condenar y ello pareció ser también relevante en
otros departamentos judiciales como el de Capital, donde
hemos señalado que también fue significativo el porcentaje
de causas abiertas que no llegaban a juicio (Sedeillán, 2019).
Estudios que focalizan la atención en la aplicación de las
formas de castigo en relación con las mujeres en particular
han enfatizado en el mismo sentido. Al respecto, Calandria
sostiene que las detenidas en la provincia, principalmente
por hurtos e infanticidios, eran en su mayoría sobreseídas o
absueltas por la precariedad de las pruebas26. Ello no impli-
ca desconocer que la protección del inocente, que debiera
ser el fin fundamental del proceso penal, lograba cumplirse.
Era una realidad que en la Argentina la mayoría de los y
las procesadas esperaban la sentencia privados de libertad

25 Ello se reflejó no solo en los homicidios sino en los delitos tipificados contra
la honestidad Sedeillan (2009) y en los delitos contra la propiedad consultar
los trabajos de la misma autora (2012 y 2016). En el período anterior a la
codificación de derecho penal, muchos procesos penales tampoco se tradu-
cían en condena (Yangilevich, 2012).
26 Véase al respecto el estudio de Calandria (2021a y 2021b). Los sobresei-
mientos o absoluciones también fueron un dato marcado en otros contextos
en Casullo (2010).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 273

al igual que lo que acontecía en otros contextos. En las dis-


tintas cárceles del país, como ha sostenido tempranamente
Caimari (2004), superaban en número a los condenados y
condenadas. Además, como ha destacado Salvatore (2010)
las posibilidades de salir bajo fianza se restringieron desde
fines de siglo en un sistema penal que se caracterizaba por
ser fuertemente selectivo, la inmensa mayoría de la pobla-
ción carcelaria eran hombres de pobres recursos27.
La dificultad de punir a los autores de delitos mediante
sentencia condenatoria permite dar cuenta de la relevancia
que en aquel tiempo tuvo la prisión preventiva como ins-
trumento de intimidación, posibilitaba evitar la percepción
pública de impunidad delictiva. Ello explica las tensiones
implícitas y otras explícitas que atravesaron la legislatura
bonaerense a las iniciativas presentadas en esos años a fin
de restringir su uso (Sedeillan, 2012a y 2013). No fue fácil
construir consensos al respecto por quienes se lo propusie-
ron, si bien es cierto que el Código Procesal Penal de 1915,
sancionado después de un largo periplo en el que casi nau-
fraga, representó avances con respecto a otras provincias en
limitar el encarcelamiento preventivo, introdujo reformas
que no fueron tan profundas como lo hubiera deseado su
principal artífice, Tomás Jofré.
Durante esos años, la amplia aplicación de esa medida
“cautelar”, la severidad de la ley penal de 1903 y la morosi-
dad de los procesos judiciales se tradujo en mayor sobrepo-
blación carcelaria, frente a la cual el papel de la justicia de
paz adquirió mayor gravitación, aun cuando esta institución
no dejaba de estar atravesada por fuertes cuestionamientos.
Lo anterior quedó expuesto en 1912, cuando se debatió en
Diputados un proyecto de ley orgánica de tribunales que
la despojaba de competencia en materia correccional a fin
de transparentar los procesos. Aun cuando algunos legis-
ladores reconocieron que esta instancia extralimitaba sus

27 La “modernización legal” dada con la codificación no supuso una mejora de


esta situación ver Salvatore (2010).

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274 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

funciones a diario por fallar en delitos que no le corres-


pondían, se obstruyó tal propuesta. En dicho ámbito no
faltó quien hiciera explícita mención a que una reforma en
tal sentido daría por resultado el aumento de presos, argu-
mentos fundados en la lesión de lo que conocemos como
principio de proporcionalidad, por considerarse excesiva
la sanción de la ley penal en hurtos menores (Sedeillan,
2014). Por entonces, la justicia de paz, como ha destacado
Di Gresia, continuó teniendo un papel relevante en materia
penal, su arbitrio se caracterizaba por ser más bien benigno
e indulgente: los jueces de paz resolvían muchos casos de
manera favorable al imputado; posibilitaban acceder a un
fiador que tramitaba la excarcelación, obtener una condena
leve, el abandono del expediente o un acuerdo extrajudicial
(Di Gresia, 2014).
Como se sabe, la criminalización no se reduce a la tipi-
ficación de una conducta como delito en el Código Penal.
Es posible que, en contextos alejados de las grandes ciuda-
des, otras instituciones además de la justicia de paz hayan
evitado que hurtos leves cometidos en el ámbito doméstico
llegaran a la justicia letrada. Estudios que se detienen en
algunas localidades de la provincia destacan la importancia
de las defensorías de menores en la colocación de menores
y adolescentes para trabajar en casas de familia, así como
la profusa circulación de estos por diferentes hogares. Si
bien estos movimientos podían obedecer a múltiples cau-
sas, en no pocas ocasiones se originaban por problemas
de conducta, el carácter “incorregible” al que referían los
guardadores incluía distintas transgresiones cometidas en
el espacio doméstico ante lo que se respondía buscando un
nuevo hogar (De Paz Trueba, 2019a; Freidenraij, 2020).
Lo anterior también puede incorporarse como marco
explicativo de las razones por las que en el Departamento
judicial del Sud los hurtos cometidos en el ámbito domés-
tico no fueran los más judicializados. La demanda de inter-
vención del sistema penal no creció de la misma manera
hacia estos delitos como parece haberlo hecho en otros

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 275

Departamentos. Calandria (2021a), al estudiar la criminali-


zación de mujeres, ha destacado que en aquellos territorios
que concentraban mayor población, producción fabril y
comercial —zonas urbanas cercanas a la capital provincial
bajo dependencia del Departamento judicial de Capital—
prevaleció la persecución y judicialización de hurtos come-
tidos en ese ámbito y en la vía pública a diferencia de zonas
rurales del interior de la provincia. Las fuentes consultadas
reafirman su hipótesis, pues en el Departamento analizado
esos delitos fueron menores y no tuvieron a las mujeres
como protagonistas.
Sostenemos que entre los distintos factores que expli-
can la diversidad de respuestas punitivas se encuentra la
falta de proporcionalidad de algunas penas con respecto a
la lesión, cuyo principio implica la existencia de equilibrio
entre la intervención penal y la gravedad de la afectación al
bien jurídico (Zaffaroni, Alagia y Slokar, 2000:472). Como
señalamos, entre quienes estaban a cargo del diseño de la
política criminal en la provincia, se admitió que debía pro-
moverse la intervención del derecho penal desde el punto
de vista práctico ante leyes severas. No cualquier lesión a
la propiedad determinaba por esa sola razón la represión
en el ámbito de la justicia letrada, en todo caso existían
formas menos rigurosas para implementar castigos en esce-
narios en los que no todos los delitos merecían la misma
atención (Sedeillan, 2014). Cabe preguntarse por los crite-
rios delineados por los jueces en el Departamento del Sud
ante los hurtos domésticos, si existieron intentos de aplicar
una interpretación restrictiva de la ley en los años previos
a 1921.

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276 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Discrepancias en la calificación del delito: formas


de juzgar

Más allá de que algunos hurtos menores hayan escapado


al tratamiento de la justicia letrada es también cierto que
a medida que transcurría la segunda década del siglo XX,
en un escenario en el que se perseguía afianzar la propie-
dad privada en el marco de relaciones capitalistas, fueron
mayores los casos judicializados en el Departamento ana-
lizado con respecto al periodo anterior. En los atentados a
la propiedad, al igual que sucedió en otros contextos como
Chile, la modalidad delictiva comúnmente no abrazó for-
mas violentas en las cosas o sobre las personas; en sí los
hurtos superaron a los robos28. El control pareció haberse
orientado principalmente a personas de bajos recursos y en
su inmensa mayoría a hombres jóvenes, solteros y “jornale-
ros” de profesión. Como han destacado distintos estudios,
las mujeres delinquían en proporciones considerablemen-
te menores y por diferentes razones no fueron foco de
criminalización prioritaria (Dovio, 2013; Di Corleto, 2018;
Calandria, 2021a). Los casos judicializados de menores de
14 años fueron poco frecuentes y las penalizaciones más
bien excepcionales, ello se corresponde con lo señalado por
Freidenraij (2016) para la ciudad de Buenos Aires, al soste-
ner que los jueces se inclinaron en más de una ocasión por
la figura de inimputabilidad atendiendo la falta de estable-
cimientos adecuados.
Es una realidad que en el Departamento judicial del Sud
se reflejó un aumento marcado de las penas en la mayoría
de los delitos cuando la nueva ley de 1903 entró en vigor,
por cuanto elevó considerablemente las escalas de penali-
dad. En algunos casos, los jueces manifestaron mayor sen-
sibilidad ante los ataques a la propiedad y aplicaron penas
severas. Por ejemplo, en aquellos cometidos con violencia,

28 Con relación al contexto chileno ver Palma Alvarado (2009).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 277

en lugares habitados o cuando se combinaban una particu-


laridad de situaciones en las que se consideró que ameritaba
una condena ejemplar. No obstante, la intensidad del casti-
go varió29.
Las fuentes consultadas reflejan que, más allá de que
nuevas modalidades delictivas fueron tipificadas en la ley
como agravadas, la mayoría de los apoderamientos ilícitos
se penalizaron como hurtos simples. De los hurtos califi-
cados solo crecerían en importancia los casos penalizados
por hurto de ganado (Sedeillan, 2016), no así los hurtos con
abuso de confianza que se redujeron aún más a puertas de la
sanción del Código Penal de 1921 en el que se derogó esta
figura. Entre 1917 y 1921, de 291 fallos por atentados a la
propiedad solo identificamos 5 casos penalizados por hur-
tos con abuso de confianza. Un cúmulo de circunstancias
debían conjugarse para aplicar tal calificación.
El castigo consagrado en la tipificación de ese delito
apuntaba al quebranto de la buena fe depositada, entendida
como el deber de observar un actuar honesto, de obrar con
rectitud, dado que por dicha razón se omitían precauciones
y cuidados habituales30. Ello cobraba mayor trascendencia
ante algunas circunstancias en las que se desenvolvía la
acción delictiva que implicó mayor reproche y determinó
una condena unánime cuando la ley comenzó a regir. De ello
da cuenta la primera sentencia que encontramos de 1903
a Florentino Iturregui, un argentino de 20 años, soltero y
jornalero, condenado a 4 años de penitenciaría por hurtar

29 Salvatore (2013), deteniéndose en los presos ingresados en la penitenciaría


nacional, sostiene que, en el transcurso de la primera mitad del siglo XX,
los jueces irán endureciendo su posición frente a las actividades delictivas
lo que se traduciría en un aumento generalizado de las penas.
30 Acerca del término “confianza” en las distintas legislaciones consultar a
Carrara (1976). Se ha destacado que, desde los postulados del Antiguo
Régimen hasta el primer Código Penal español, se advierte un proceso de
cambio en la tipificación de este delito, en el sentido de que comenzaba a
consolidarse la valoración de la domesticidad como un elemento agravante
del hurto, que lo engloba dentro de los hurtos cualificados en Ortego Gil
(2010).

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278 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

partes de un recado a un quintero tan solo 10 días después


de haberle solicitado trabajo al arribar de otro pueblo y de
pernoctar en el mismo lugar. La condena del juez de prime-
ra instancia se fundó en que el acusado era peón del dam-
nificado al momento del hecho, circunstancia que “supone
mayor audacia en el sujeto y mayor inseguridad para los
patrones, de cuya confianza puede abusarse impunemente”.
Más allá del ínfimo valor sustraído, la Cámara confirmó la
condena, no hizo lugar a la apelación de la defensa fundada
en el escaso tiempo de la relación. Sí atendió el argumento
del fiscal, quien sostuvo que la confianza nacía “por el hecho
mismo de las relaciones que ligan a una y otra […] de otra
manera no habría ventaja en disponer de un sirviente o un
peón al que debería perpetuamente vigilarse”31.
Un criterio para encuadrar el delito como calificado,
aunque no siempre suficiente, fue la existencia de una rela-
ción laboral, sin ser requisito excluyente que el ilícito se
cometiera en el lugar de residencia, más cuando por enton-
ces era común que no existiera una clara separación con el
ámbito de trabajo32. De esa relación nacía la posibilidad de
franquear cualquier mecanismo de seguridad, precisamente
la disminución del poder de defensa que presuponía el deli-
to fue un principio mentado en la doctrina italiana (Carra-
ra, 1976). En 1908, la Cámara confirmó la condena a 4
años de penitenciaría a un policía porque mientras cumplía
funciones públicas como guardia sustrajo de dos cajones
depositados en la oficina, 3 pañuelos de seda, una boquilla
y un lápiz, valuados tan solo en 7 pesos33. El quiebre de la
fidelidad por apropiarse de bienes ajenos bajo custodia pesó

31 Departamento Judicial del Sud, Expediente 269/14.


32 En las primeras décadas del siglo XX, se construye una cierta noción de
domesticidad en términos deseables y un debate que va trazando la móvil
frontera entre lo público y lo privado. Lo doméstico se presume en los dis-
cursos, como un espacio unifamiliar, higiénico, separado del trabajo, íntimo,
del que se espera que permita y promueva la moralización, aunque en la
práctica todavía distará de ello. Al respecto: consultar Aguilar (2012).
33 Libros de Sentencias de la Cámara de Apelaciones del Sud. Fallo,16 de julio
de 1908, Bautista Beracochea, hurto.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 279

para condenar por unanimidad el hurto bajo esta figura


(Carrara, 1976).
En suma, la decisión de promover la intervención del
derecho penal elevando esas causas a la justicia letrada desde
partidos lejanos no se explica porque el valor de lo sustraí-
do importase un significativo detrimento del patrimonio de
la persona afectada por el hurto. La sentencia envolvía una
condena moral, un reproche ético-social y ante la existencia
de pruebas de la responsabilidad y del cuerpo del delito, se
penalizó. No obstante, no fue criterio suficiente la existen-
cia de algún tipo de relación laboral para tipificar el delito
como calificado, tal como muestra el siguiente caso.
En 1908, la mayoría de los miembros de la Cámara no
hicieron lugar al pedido del fiscal de revocar la condena por
hurto simple a Juan Meolino por haber sustraído dinero de
su tío, quien lo había albergado en su hogar donde cumplía
algunas tareas que, a veces, le encomendaba. El vocal Johan-
neton, disintió del fundamento dado por el resto de los
camaristas para favorecer al acusado, centrado en la explí-
cita manifestación que hiciera el damnificado de no tenerle
confianza y por cuya razón tomaba precauciones. Johanne-
ton argumentó que no era el agraviado quien determinaba
la existencia de la confianza, sino que esta se presentaba
por circunstancias externas que otorgaban mayores facili-
dades para cometer el apoderamiento. Su voto envolvía un
juicio de valor al sostener que el ofendido “le dispensó una
verdadera confianza alojándolo bajo su propio techo y ali-
mentándolo y si bien no le había asignado sueldo ello no
obligaba menor gratitud de su sobrino”34. Sus palabras dan
cuenta de una lesión que traspasaba lo material, iba más allá
del derecho de propiedad. Implicaba el quiebre de la hos-
pitalidad, lo que suponía claros motivos de ingratitud que
hicieron particularmente odioso el delito cometido bajo

34 Libro de Sentencias de la Cámara de Apelaciones del Sud, Fallo, 1 de octubre


de 1908.

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280 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

esas circunstancias35. No obstante, por mayoría de votos,


la Cámara rebajó la pena de dos años de prisión a un año
y medio, creemos que la edad del acusado de 14 años fue
un factor de peso en un contexto en el que la criminología
señalaba la necesidad de respuestas diferenciadas en rela-
ción a la minoridad.
Interesa destacar con el caso anterior que un cúmulo
de condicionantes se conjugaban e interactuaban en cada
causa, en las que se articulaban distintos contrapesos al
momento de calificar el delito como simple o agravado. Si
bien la existencia de una relación laboral fue un criterio
de peso no siempre fue suficiente para condenar bajo esa
figura. La complejidad que emanaba de las relaciones que
caracterizan el mundo del trabajo fue contemplada en algu-
nas oportunidades para limitar dicha tipificación gravosa36.
En 1911, la Cámara, con el voto de Morales y Carrillo,
revocó una condena por hurto con abuso de confianza bajo
el argumento de que el acusado era un “simple peón a jor-
nal diario” y fijó la pena en 9 meses de arresto ya que era
menor de 100 pesos el valor del estribo sustraído. De este
dictamen, difirió una vez más el vocal Johanneton, quien
sostuvo que la confianza existía tanto en ese caso como en
el doméstico o en cualquier sujeto admitido aun acciden-
talmente en el hogar de la víctima, pues era la posición que
ocupaba la que facilitaba “la aprehensión de las cosas”37.
A juzgar por los casos analizados, las discrepancias se
diluían cuando el hurto se daba en una relación laboral
en el que el acusado era empleado público, como señala-
mos anteriormente, o dependiente de casas de negocios o

35 Esas circunstancias que engendraban la agravación en el hurto con abuso de


confianza estaban establecidas en el código italiano Palos Díaz (1969).
36 Existe una numerosa bibliografía sobre el mundo del trabajo que ha dado
cuenta de una visión más plural y heterogénea acerca de las relaciones que
lo atravesaron en estos años de transformaciones. Sobre la provincia de
Buenos Aires, ver Palacio (2004 y 2013).
37 Libros de Sentencias de la Cámara de Apelaciones del Sud, Fallo, 11 de mayo
de 1911 Palomeque José, hurto.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 281

sirvientes en casas de familia, independientemente de cuál


fuera el sexo. En esos pocos casos que llegaron a la jus-
ticia letrada, siempre que se hubieran reunido pruebas del
cuerpo de delito y de la responsabilidad del acusado, existía
unanimidad de opiniones entre los jueces de la Cámara para
encuadrar el hurto como agravado sin exigir que la relación
estuviera avalada por lazos de antigüedad. En 1912, el tri-
bunal confirmó la pena mínima de 2 años de penitenciaría
impuesta en primera instancia a Fernando Alvares por hur-
tar 200 pesos de la caja del mostrador de la farmacia en la
que trabajaba como sirviente porque:

[…] la ley no entra en estas distinciones y castiga como abuso


de confianza el hecho ejecutado por el doméstico de la casa en
perjuicio de sus patrones sin que sea necesario que el agente
tenga la misión de custodiar caudales. Basta que las depen-
dencias donde estos se encuentran sean accesibles al mismo
y se libre indeterminadamente a la buena fe de los empleados
y domésticos la vigilancia de los intereses de la casa de la que
dependen o están empleados38.

Bajo similares argumentos, la Cámara confirmó la con-


dena a la sirvienta Luna Silveira por hurtar varias prendas
de la habitación de su patrona. Argumentó que:

[…] el mayor desamparo de sus intereses crea mayor obli-


gación en las personas que tienen más facilidad para violar
ese sentimiento que se llama “confianza” pública y privada
y de allí emana la mayor penalidad para quien abusa de ella
amparándose en la impunidad […] sin que pueda hacerse dis-
tinguir entre mayor o menor antigüedad en el servicio puesto
que el simple hecho de ser aceptado en esa calidad brinda la
confianza que en el deposita el patrón39.

38 Libros de Sentencias de la Cámara de Apelaciones del Sud, Fallo 9 de abril


de 1912.
39 Libros de Sentencias de la Cámara de Apelaciones del Sud, Fallo 9 de abril
de 1912 Luna Silveira, hurto.

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282 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

La Cámara no siempre aplicó la pena mínima cuando


los acusados no eran reincidentes, lo que da cuenta de la
gravedad que representaban estos delitos en un contexto de
transformaciones experimentadas con la conformación del
mundo del trabajo. Sin embargo, cabe destacar que las pena-
lizaciones por hurto con abuso de confianza fueron poco
frecuentes, es posible que algunos de estos delitos escaparan
a la vista de la Cámara porque terminaban en sobreseimien-
tos provisorios por falta de pruebas suficientes y en otros
porque los jueces de primera instancia encuadraban el ilícito
en una calificación menos gravosa, lo cual no era objetado
por el fiscal. En 1912, el tribunal cuestionó una condena de
primera instancia a un peón a la pena de un año de arresto
por hurto simple de un poncho y un recado. La causa llegó
a su vista por la apelación del defensor, no del fiscal, quien
solicitó la disminución de la pena. Lejos de hacer lugar a
su pedido, la Cámara sostuvo que el damnificado dejó los
objetos en la pieza que destinó para alojamiento de “su peón
o favorecido” de donde los sustrajo el acusado, quien había
abusado de su confianza. No obstante, no pudo modificar la
pena por haberla consentido el fiscal40. Un aspecto que no es
de menor importancia es que, en más de una oportunidad,
la Cámara llamó la atención a quien estuvo a cargo de dicha
función sobre el lábil desempeño en la persecución penal.
Durante los años previos a la derogación de la ley,
los fallos que llegaron a la Cámara traslucen que con-
tinuaron perviviendo discrepancias entre los jueces de
diferentes instancias para encuadrar el hurto bajo ese
agravante. En 1918, el tribunal, totalmente renovado en
su composición, objetó que el juez de primera instan-
cia calificara como hurto simple la sustracción cometida
por Manuel Ramón de una guitarra al dueño de una
peluquería de la que quedó a cargo. Revocó la conde-
na de 1 año y 3 meses de prisión y le impuso 4 años

40 Libros de Sentencias de la Cámara de Apelaciones del Sud, Fallo 15 de febre-


ro de 1912 Videla Facundo, hurto.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 283

de penitenciaría bajo el argumento de que el abuso de


confianza se daba por “quien encargado de la custodia
de un establecimiento aun siendo accidentalmente, se
prevalece de su cargo para sustraer objetos”41. En cam-
bio, existió unanimidad de opiniones entre el juez de
primera instancia y la Cámara para condenar bajo esta
figura a una sirvienta que hurtó un anillo de oro a su
patrona, fijando la pena en 4 años de penitenciaría aun
sin tener antecedentes. Caso que no puede interpretarse
como una agudización de las sanciones a las mujeres,
como sucedía en otros contextos latinoamericanos, en
tanto no encontramos a otra condenada por este delito
en años previos a 1921.
Aun cuando la Cámara configuró una interpretación del
hurto con abuso de confianza en sentido amplio, las pocas
penalizaciones bajo esta figura encuentran una explicación
en que no siempre la pena establecida en la ley se percibió
congruente con la transgresión. Tal como muestra el fallo
de la Cámara de 1918 que absolvió del delito de hurto a
Catalina Casey, una empleada doméstica que se desempeña-
ba como cocinera de un establecimiento de campo, a quien
el encargado de la estancia en la que trabajaba la acusó de
haber cometido reiterados hurtos de mercaderías comesti-
bles que fueron encontradas en su habitación y por los que
se hallaba confesa. El juez de primera instancia la penalizó
por hurto simple, calificación que en esta oportunidad no
objetó la Cámara, tribunal que se centró en cuestionar la
validez legal de las pruebas en que se fundó la condena.
Argumentó que no estaba acreditado el cuerpo del delito, al
no haberse cumplido con la formalidad de constatar por el

41 Libro de Sentencias de la Cámara de Apelaciones del Sud, Fallo 30 de


julio de 1918. La Corte Suprema desestimó el recurso extraordina-
rio de inaplicabilidad de la ley interpuesto por el defensor: Causa B.
12947, Acuerdos y Sentencias dictados por la Suprema Corte de Justicia de
la provincia, Tomo 2, Serie 9, Imp. Oficiales, La Plata, 1919, p. 389.

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284 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

dueño la legítima propiedad de lo hurtado, por cuya razón


se inclinó por la absolución42.
Es difícil inferir a partir del caso anterior que la Cáma-
ra persiguiera —con los recursos disponibles en el proceso
penal— impedir aplicar una condena, pues es una realidad
que la falta del cumplimiento de ese formalismo en más de
una ocasión limitaba la penalización aun cuando existía la
confesión. Aún pervivían dificultades para acreditar legal-
mente la conducta punible o el cuerpo del delito en atenta-
dos contra la propiedad debido a que no se respetaban los
requisitos de forma establecidos en el Código43. Nos detu-
vimos en ese fallo en particular porque refleja cómo con-
tinuó sin ser una excepción que algunos jueces de primera
instancia encuadraran algunos hurtos domésticos en una
tipificación menos gravosa.
Lamentablemente, es difícil identificar cuántos casos
como el anterior existieron porque, como señalamos, no
todos los fallos por hurtos simples se apelaban y, en caso
de hacerlo o de elevarse la causa en consulta, la Cámara
no solía fundamentar su decisión de confirmar la pena. No
obstante, podemos conocer los casos en los que los jueces
de primera instancia aplicaron una condena por abuso de
confianza y, como indicamos, estos fueron pocos, tuvieron
en su mayoría a hombres como protagonistas, las penas no
superaron la media de 4 años de penitenciaria y fueron
confirmadas por la Cámara que no atendió el pedido del
defensor44.

42 Libro de Sentencias de la Cámara de Apelaciones del Sud, Fallo 19 de sep-


tiembre de 1918.
43 Tal es así que en el ámbito político se impulsaron proyectos de reformas del
Código Procesal Penal de 1915, a fin de eliminar formalismos legales que
obstaculizaban la punición de delitos, en particular preocupaban los hurtos
de ganado: Sedeillan, (2018).
44 Estas fuentes no dan detalles de las estrategias de los acusados y de sus con-
diciones sociales por eso no nos centramos en esos aspectos. Sobre las
causas y estrategias de las acusadas en estos delitos se ha trabajado para un
período posterior en Pérez (2016) y Acha (2013).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 285

En otros Departamentos judiciales, como el de Capi-


tal, en el que los hurtos domésticos y en la vía pública
cometidos por mujeres fueron más perseguidos y judiciali-
zados, la realidad pareció no diferir marcadamente. Calan-
dria (2021a), basándose en los legajos de las internas de la
Cárcel y Penitenciaría de mujeres de La Plata, sostiene que
las detenidas, en su mayoría por hurtos cometidos en el
ámbito doméstico, en primer lugar, terminaban absueltas o
sobreseídas y, en segundo lugar, condenadas a penas meno-
res a dos años de penitenciaría. A fin de profundizar sobre
la aplicación del delito de hurto con abuso de confianza
hemos consultado esas fuentes e identificamos que de las
condenas por hurtos calificados la mayoría lo fueron por
abuso de confianza, casos que fueron más frecuentes que en
el Departamento judicial del Sud. Los legajos muestran que
en esos casos las penas que se aplicaron comúnmente no
superaron los 4 años de penitenciaría y fueron confirmadas
por unanimidad en segunda instancia. No obstante, ilustran
que el Poder Ejecutivo intervino en más de una ocasión
conmutando las penas de las condenadas mucho antes de su
vencimiento. En algunos casos, en el mismo fallo la Cámara
hizo explícita la voluntad de dirigirse a la Corte Supre-
ma con tal propósito. Aunque los fallos de la Cámara del
Departamento judicial del Sud nos impiden conocer si se
conmutaron las penas por este delito, aspecto que necesa-
riamente requiere profundizarse, no dejan de ser relevantes
porque ilustran la limitación de la extensión del campo de
aplicación de esta figura en los años previos a su deroga-
ción. En 1919 encontramos en un fallo que la Cámara no
objetó la condena por hurto simple a José Franco a dos años
de prisión por sustraer 75 bolsas vacías de harina al dueño
de una panadería en la que trabajaba, quien estaba confeso
de llevar de 10 a 12 bolsas a su domicilio a la madrugada
cuando terminaba su trabajo. El tribunal argumentó que no
era “un cargo de confianza el de obrero de una fábrica de
pan en lo que respecta a la custodia de los intereses y bienes
del dueño” y para fundamentar su decisión se apoyó en la

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286 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

jurisprudencia de la Cámara de Apelaciones Federal45. Sin


embargo, en 1921, en una causa por hurto de un peón a
su patrón, la confesión del acusado de haber tenido cono-
cimiento del ropero donde la familia guardaba dinero, por
haberlo visto y presenciado varias veces, determinó que la
Cámara modificara la condena de 2 años de prisión por 4
de penitenciaría. Consideró que la confianza emanaba del
hecho de haberle permitido a la familia entrar a las habita-
ciones y “enterarse de esas cosas”. En el mismo sentido se
expresó la Corte que no hizo lugar al recurso extraordinario
interpuesto por el defensor46.
La Corte Suprema no pronunció una interpretación res-
trictiva al respecto del hurto con abuso de confianza. El 3 de
junio de 1919 no hizo lugar al recurso extraordinario inter-
puesto contra la condena a Florentino Sequeira y Ramos
pronunciada por la Cámara del Departamento del Centro
que elevó la pena de 2 a 4 años de penitenciaría por sustraer
mercaderías del lugar de trabajo en distintos momentos. El
tribunal argumentó que el damnificado había hecho entre-
ga de las llaves de su casa de comercio al procesado, que
era empleado suyo47. No obstante, esta instancia tampoco
estuvo exenta de discrepancias en la calificación del delito.
En octubre de ese mismo año, el procurador Washington
Ocampo se pronunció a favor del recurso interpuesto por
el defensor de Sergiusti contra la condena por hurto con
abuso de confianza a tres años de penitenciaría dictada por
el Departamento de Capital. Sostuvo que:

El hecho de que Sergiusti haya sido albergado en el esta-


blecimiento de campo del damnificado no importa una

45 Libro de Sentencias de la Cámara de Apelaciones del Sud, Fallo 8 de mayo


de 1919.
46 Libro de Sentencias de la Cámara de Apelaciones del Sud, Fallo 19 de Julio
de 1921, Guerra Manuel por hurto y Causa B 14860, Acuerdos y Sentencias
dictados por la Suprema Corte de Justicia de la provincia, Tomo 4, Serie 10. La
Plata, Imp. Oficiales, 1922, p. 97.
47 Causa B 13243, Acuerdos y Sentencias dictados por la Suprema Corte de Justicia
de la provincia, Tomo 4, Serie 9, La Plata, Imp. Oficiales, 1921. p. 138.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 287

demostración de confianza por parte de éste, sino simple-


mente la ejecución de un acto humanitario y tradicional en
toda nuestra campaña; y de que aquél tuviera acceso al galpón
donde se hallaba la pieza en cuyo interior y sobre una mesa se
dejó el dinero, tampoco importa un acto de confianza desde
que era un lugar al cual podían penetrar cualquiera de los
peones y demás habitantes del establecimiento para recoger o
depositar las herramientas e instrumentos de trabajo[…] No
se trataba ni de las habitaciones particulares.

Los vocales de la Corte, sin embargo, argumentaron


que el hecho de haberle dado albergue al acusado hasta
que encontrara trabajo era una circunstancia que induda-
blemente daba pruebas de confianza de la que el procesado
abusó, faltando a los más elementales deberes de hospita-
lidad48.
En abril de 1921, nuevamente el procurador se pro-
nunció a favor del recurso extraordinario interpuesto por
un defensor contra la condena a un mozo por hurto con
abuso de confianza a cuatro años y medio de penitenciaría,
revocatoria de la pena de un año de arresto. Sostuvo que si
bien era cierto que por lo general los hurtos que tales perso-
nas cometen en la casa donde prestan sus servicios eran con
abuso de confianza, “ello no significa que necesariamente
y en todos los casos lleven en si violación de confianza”.
Aunque sostuvo que era una cuestión de hecho que debía
justificarse en cada caso de una manera expresa, los vocales
del máximo tribunal desestimaron el recurso49.
Dado que la Suprema Corte de Justicia no era un
tribunal de tercera instancia, ante la amplia potestad que
concentraban las Cámaras de Apelaciones y las causas por
delitos menores que escapaban a su control, resulta impor-
tante hurgar en otros departamentos judiciales a fin de

48 Causa B 13768, Acuerdos y Sentencias dictados por la Suprema Corte de Justicia


de la provincia, Tomo 5, Serie 9. La Plata, Imp. Oficiales, 1921, p. 477.
49 Causa B 14565, Acuerdos y Sentencias dictados por la Suprema Corte de Justicia
de la provincia, Tomo 3, Serie 10. La Plata, Imp. Oficiales, 1921, p. 207.

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288 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

profundizar sobre los intentos que existieron por raciona-


lizar el poder punitivo estatal ante una ley severa que pro-
tegía la propiedad privada en un sentido amplio50. Lejos de
haber abarcado el tema en toda su extensión, ello requiere
también revisar el papel que desempeñó la Corte y el Ejecu-
tivo en reducir esas condenas, aspecto que no parece haber
sido de menor relevancia.

Conclusiones

La inquietud que animó este capítulo fue reflexionar acerca


del impacto que representa en determinado momento his-
tórico la sanción de ciertas leyes penales, por lo que ahon-
damos en las prácticas judiciales, ámbito en el que se des-
dibujan o adquieren relevancia las modificaciones que su
letra encierra. En este caso puntualmente nos centramos en
la derogación en 1921 del inciso que tipificaba el hurto con
abuso de confianza como delito calificado. Con dicho pro-
pósito, nos adentramos en los años previos, en un momento
histórico en el que el contenido de la ley penal se tornó
objeto de reflexión en diferentes ámbitos a partir de un
conjunto de problematizaciones del que tomamos en parti-
cular la desproporcionalidad entre pena y lesión. Buscamos
rastrear en las sentencias las huellas que imprimieron los
cuestionamientos de los que fue objeto la legislación, un
escenario atravesado por crecientes demandas y preocupa-
ciones por afianzar la propiedad privada y en el que la polí-
tica criminal lejos estuvo de ser unívoca en la provincia.
Aunque los fallos consultados no son representativos de
la criminalidad real de la población —porque muchos hur-
tos menores quedaban sin judicializarse y otros no llegaban
a la instancia letrada— dan cuenta de haber sido pocos los

50 Por entonces existieron otras penas, como la de muerte, que ya no se aplica-


ban antes de su derogación: Peco (1921: 196) y Salvatore (2013: 88).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 289

casos penalizados bajo esta figura, así como de las tensiones


que existieron para encuadrar el ilícito bajo esa calificación.
La gravedad que atribuyó el legislador a las apropiaciones
cometidas en el ámbito doméstico mediante el estableci-
miento de una pena rigurosa explica los distintos posicio-
namientos que existieron en los modos de aplicar el castigo
y muestra un campo judicial cuyas decisiones fueron el
resultado de una relación de fuerzas no siempre uniforme.
Ello explica que algunos ilícitos fueran tipificados por algu-
nos jueces de manera menos severa a fin de adecuar la pena
a la medida de la lesión. No obstante, ello no implica restar
importancia a la reforma de 1921, puesto que la Cámara
reflejó una postura más rígida con respecto a los casos que
llegaban a su análisis y la Suprema Corte se inclinó por
desestimar los recursos extraordinarios interpuestos por la
defensa contra la sentencia condenatoria.
El recorrido realizado a fin de recomponer las diferen-
tes respuestas desplegadas por distintas instancias judiciales
en estos años en el que la ley estuvo en vigencia está lejos
de haberse abarcado en toda su extensión. No obstante,
creemos que permite conocer el papel que tuvo la justicia
en poner límites en la duración, la intensidad y la extensión
de ciertos castigos mientras en la legislatura se demoraba la
reforma del Código Penal de la Nación.

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El fantástico “Raffles mexicano”
en Guadalajara

El caso de Roberto Alexander Hernández


conocido como “el ladrón elegante”

JORGE ALBERTO TRUJILLO BRETÓN

Introducción

Nosotros somos hombres técnicos, que hemos estudiado un


poco de medicina y otro poco de química para desarrollar
nuestras facultades en nuestra decentísima industria, que ha
recibido el prestigio inconcuso de Arsenio Lupin. John Raf-
fles y de nuestro venerado Chucho el Roto.1

El 9 de marzo de 1989 fue asesinado Roberto Alexan-


der Hernández, mejor conocido como El Raffles mexicano,
aunque también era llamado El ladrón elegante y El Ladrón
Manos de Seda, además de otros sobrenombres. Con una lar-
ga carrera delictiva tanto en México como en otros países
-Estados Unidos, Inglaterra y Francia- y sobre quien, según
Dolores Casas (2013), hubo necesidad, en su momento, de
boletinar a la Interpol, al FBI y a la Scotland Yard. Su vida
terminó en Guadalajara cuando un asesino serial conocido
como el Mata-indigentes le disparó un balazo en la cabeza.
Al momento de su muerte, El Raffles era un indigente quien

1 BNM, HD, “Notas de actualidad” en Revista Mexicana, San Antonio, Texas,


30 de junio de 1918, núm. 147, p. 1.

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298 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

con casi 90 años dormitaba en las calles céntricas de Gua-


dalajara2.
Roberto Alexander Hernández era oriundo de Tequila
(Jalisco) y nacido el primer año del siglo XX, que adqui-
rió tal cualidad por cometer sus robos con cuatro tipos de
características: no empleaba la violencia, se disfrazaba, solo
robaba a los ricos y, al menos, parte de su botín lo entregaba
a los pobres. Fue una especie de Robin Hood moderno, o
bien, un Chucho el Roto3. El llamado Raffles mexicano adqui-
rió notoriedad en Guadalajara por haber robado en 1944
unas valiosas joyas a María Conesa, una famosa actriz, tiple
y cómica española conocida en el medio artístico mexicano
como La Gatita Blanca.
A Roberto Alexander Hernández le llamaban El Raf-
fles, en alusión a un personaje literario del mismo nombre.
Su autoría correspondió a Ernest William Hornung, quien
escribió una novela titulada Arthur J. Raffles, un caballero

2 “Fue aprehendido el presunto autor de nueve homicidios” en El Informador


(versión en línea), Guadalajara, Jalisco, 12 de abril de 1989, núm. 25624,
p. 10-A.
3 Jesús Arriaga, mejor conocido como Chucho el Roto, fue un célebre ladrón
mexicano nacido en 1858 en Santa Ana Chiautempan (Tlaxcala) que en la
segunda mitad del siglo XIX robaba a los ricos y ayudaba a los pobres.
Dedicado al oficio de ebanistería, tuvo la desgracia de enamorarse de una
joven llamada Matilde, mujer con quien tuvo una hija. El tío de la joven,
Diego de Frisac, rico aristócrata de origen francés no permitió que Arriaga
continuara viendo a su sobrina ni que conociera a la recién nacida. Arriaga
huyó con su hija de nombre Dolores, a quien tuvo que devolver. Posterior-
mente, fue detenido por la policía, juzgado y sentenciado como culpable.
Fue enviado a la cárcel de Belén de la ciudad de México, de donde logró
fugarse en compañía de otros presos e iniciar una carrera de robos y estafas
a la alta escuela, sin hacer correr ni una sola gota de sangre y repartiendo
dinero entre los pobres, lo que le permitió ser reconocido como un bandido
generoso. Por su forma de vestir fue identificado como un “roto”, es decir,
un pobre que vestía elegantemente y de ahí su apodo como Chucho el Roto.
Su trayectoria delictiva la realizó en compañía de otros delincuentes que
conoció en la cárcel. Por su astucia, por emplear el disfraz, su generosidad
y sus diversas hazañas logró atraer la atención de los medios periodísticos
y con ello realzar su fama. Finalmente, al intentar fugarse por segunda oca-
sión de la prisión de San Juan de Ulúa fue detenido y al ser castigado con
300 azotes perdió la vida el 25 de marzo de 1885. Con su muerte, Chucho el
Roto se convirtió en una leyenda popular. Ver Martínez (2019).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 299

ladrón, opuesto a las de su cuñado, Arthur Conan Doyle,


autor de Sherlock Holmes. Según el profesor Benjamín Mar-
tínez, el primero en implantar el sistema dactiloscópico en
México y quien admiraba a Hernández por no dejar sus
huellas dactilares, fue quien hizo que se le nombrara como
Raffles, por sus semejanzas con las características del perso-
naje de Hornung.
Consiguientemente, el presente artículo tiene por pro-
pósito presentar una pequeña biografía de carácter delictiva
del célebre ladrón que se basa teóricamente en una historio
sociocultural del delito. Esta integra, como su nombre lo
indica, lo social y lo cultural, para tratar de comprender y
explicar tanto el delito como al delincuente en sus múltiples
facetas (Trujillo Bretón, 2007). Al mismo tiempo, se apoya
en la obra clásica Ladrones profesionales4 de Edwin H. Suther-
land (1993), quien para elaborarla se basó en la narración
de Chic Conwell, un profesional del robo norteamericano
nacido a fines del siglo XIX. A diferencia de este ladrón,
sobre Roberto Alexander Hernández no se conoce que con-
sumiera algún tipo de estupefacientes, aunque sí tenían,
además de otras semejanzas, haber viajado por otros países
en los que robaba y de simpatizar con las personas.
Por su parte, el mismo Sutherland describe las cualida-
des propias de un ladrón profesional, entre ellas: que el robo
es su verdadero oficio ante el cual consagra toda su energía
y su tiempo, sus acciones son preparadas minuciosamente,
posee técnicas y métodos que lo difieren de otros criminales
de profesión, es un viajero constante, y existe un espíritu de
camaradería entre sus colegas (Sutherland, 1993: 37-38).
El ladrón del que trata este artículo no fue uno común,
sino un individuo que pudo especializarse a la alta escuela,

4 Explican Davies Downes y Paul Rock en Sociología de la desviación que los


“criminólogos han colaborado con bastante frecuencia en la escritura de
historias de vida de personas desviadas en un intento por comprender el
papel que desempeña la violación de las normas de una sola persona”, tal es
el caso de Edwin Sutherland con su informante Chic Conwell. Ver Downes
y Rock (2011: 61).

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300 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

es decir convertirse en un ladrón profesional, cuya fama o


celebridad lo llevó a adquirir notoriedad en el mundo del
hampa, entre los grupos policiacos, en la prensa especiali-
zada y en la sociedad en general en el período conocido
como la Posrevolución mexicana5. Para ello, entiendo el
término de célebre para este caso como aquel que identifica
a un hombre o a una mujer altamente reconocidos, en estos
casos por sus delitos que impactaron a los lectores de los
medios impresos y cuya fama pudiera ser de mediano a lar-
go plazo. El criminal célebre trasciende a los delincuentes
comunes por la reconstrucción que se hace de él y de sus
delitos difundidos y magnificados en diversos medios como
el cine, la novela, en revistas y diarios, logrando obtener una
alta admiración por parte de la audiencia y de los lectores.
Aunque este artículo se centra en el robo infringido a
María Conesa ocurrido en 1946 en Guadalajara, es alrede-
dor de él que se va reconstruyendo algunos episodios de la
biografía delictiva del Raffles, hasta los primeros años de la
década de 1950, para después desaparecer hasta 1989, año
en el que fue asesinado.
Metodológicamente, este artículo está apoyado en fuen-
tes diversas como la nota roja de los diarios, revistas policia-
cas y en algún expediente judicial, es decir, se reconstruyó
el imaginario social a través de la hemerografía de la época
y por la realidad que emergió del discurso judicial conte-
nido en los expedientes judiciales, en los que se recobra la
palabra del implicado en estos robos. Imaginario y realidad
social en los que sobresalen el propio ladrón y sus cómpli-
ces, sus víctimas y las acciones policíacas por detenerlo o
extorsionarlo y su impacto en la prensa tapatía y aun en el
cine mexicano.

5 Aun cuando hay quien recorta el período conocido como Posrevolución


mexicana de 1917 a 1940, otros historiadores lo extienden de 1917 a 1967
y lo caracterizan por la reconstrucción y la estabilidad que logró el país y
que fue de la mano con el incremento del autoritarismo estatal que sufrió
su peor momento con la represión del movimiento estudiantil de 1968. Ver
Aguilar Casas y Pablo Serrano Álvarez (2012).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 301

La Posrevolución mexicana en las décadas de 1940


a 1950

Las décadas de 1940 y 1950 son propias de lo que se identi-


fica como Posrevolución mexicana y que enmarca los años
en los que el famoso Raffles mexicano tuviera una importante
carrera delictiva en Guadalajara, en la ciudad de México y
en otras localidades. A nivel internacional, estas décadas se
caracterizaron por el inicio y fin de la Segunda Guerra Mun-
dial (1940-1945), el principio de la Guerra Fría (1947) que
enfrentó ideológicamente a dos potencias como los Estados
Unidos de Norteamérica y la Unión Soviética (1947-2001)
bajo la amenaza constante de una guerra nuclear (Fontana,
2017; Pettina, 2018), mientras que a nivel nacional el Parti-
do Revolucionario Mexicano (PRM), se transformó en 1946
en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) con lo que
inició la permanencia en el poder de un partido único o lo
que podría llamarse una larga dictadura. Son los años en
los que México, al igual que el resto de los países latinoa-
mericanos, se convirtió en exportador de materias primas.
No obstante, como señala Lorenzo Meyer (1985: 209-210),
a partir de 1940 México entró en un proceso de desarrollo
industrial muy avanzado, producto de la demanda generada
a partir de la Segunda Guerra Mundial. Ello permitió que
las ciudades alcanzaran primacía sobre las zonas rurales que
llevó a una importante migración de los campesinos hacia
las urbes y engrosaran el proletariado urbano.
Sobre todo, la década de 1950 corresponde al llamado
“milagro mexicano” por considerarse que el país mante-
nía una estabilidad económica y política. Sin embargo, se
encontraba subordinado a los intereses norteamericanos y,
además, existía una fuerte represión contra los movimien-
tos sociales, especialmente sindicales, favorecidos por la
existencia del PRI que aglutinaba las más importantes cor-
poraciones de obreros y campesinos a las que controlaba y
la poca o nula influencia de las otras organizaciones políti-
cas (Colmenares, 1985: 183-188).

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302 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Como parte del control social formal, México contó


con un numeroso y complejo sistema carcelario, destacan-
do entre ellos la tristemente célebre Islas Marías, una colo-
nia penal ubicada en el océano Pacífico, la Penitenciaría de
Lecumberri en la Ciudad de México y para el caso jalis-
ciense se dispuso de la penitenciaría estatal conocida como
“Oblatos”, todas donde el famoso Raffles mexicano estuvo
recluido o relegado.

De Roberto Alexander Hernández al Raffles mexic


mexicano
ano.
Los inicios

Según Casas, Roberto Alexander Hernández nació en el


pueblo de Tequila, Jalisco, el 9 de julio de 1901, es decir
en pleno porfiriato. Sus padres fueron Mucio Alejandre y
Modesta Hernández. Casas rescató de cronistas jaliscienses
que el Raffles muy joven fue secuestrado en Tequila por una
banda de delincuentes, que lo llevaron a Estados Unidos
para instruirlo en actividades delictivas. Hacia 1920, cuan-
do tenía 19 años, regresó a México y pero continuó con
estas. Pronto fue detenido y sentenciado a prisión en la
Ciudad de México donde compartió la celda con un preso
alemán quien le enseñó el arte del disfraz y la planificación
de fugas, los que llegaría a perfeccionar (Casas, 2013).
Más tarde, ya en libertad, cobraría notoriedad por su
prolífica carrera delictiva que lo llevó a realizar incontables
robos y estafas y su notoriedad se incrementaría con una
fuga que realizó en la Ciudad de México, de la tristemente
célebre prisión de Belén de la que se decía que era impo-
sible evadirse. El Raffles se encontraba preso desde finales
de 1931, pero el 13 de febrero de 1932 se fugó, aunque
meses después fue nuevamente detenido, ahora en Torreón
y logró convertirse en una celebridad antes de estar de vuel-
ta en la Ciudad de México. Allí, le esperaría en 1933 una
condena que lo llevaría a ser relegado en las Islas Marías.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 303

Si su celebridad se incrementaba por sus continuas fugas de


aquellas prisiones que se decía que eran inexpugnables, esto
también se explicaba por el uso de disfraces y maquillaje
que lo llevaron a convertirse en celador, mujer, bailarín y
más, logrando la perfección. Las fugas las planeaba hasta el
mínimo detalle hasta quedar convencido de que no podía
fallar (de Mauleón, 2008: 92-94 y 97).

El robo a la Gatit
atitaa B
Blanc
lancaa

En la nota publicada por El Informador el 22 de julio de


1945 se mencionó que Alexander Hernández había sido el
autor del robo de las joyas propiedad de María Conesa, rea-
lizado la noche del 28 de septiembre de 1943 cuando esta
se encontraba en Guadalajara actuando con su compañía en
el teatro Degollado. El valor de las joyas robadas ascendía
aproximadamente a la cantidad de 35 000 pesos6. Aunque la
captura del Raffles había ocurrido una semana antes, la Jefa-
tura de Policía de Guadalajara prefirió guardar sigilo para
no entorpecer sus labores sobre el paradero de las joyas7.
Según el diario, el robo ocurrió en la habitación núme-
ro 230 del Hotel Francés y su denuncia fue realizada por
el señor Juan Núñez ante las autoridades policiacas en la
madrugada de ese día. Debido a la fama de María Conesa
y el elevado valor de las joyas -en un segundo estimado se
valoraban en más de 40,000 pesos- se iniciaron las inves-
tigaciones y participaron los jefes de la policía tapatía. El
parte que rindió Raúl Mendiolea Cerecero al teniente coro-
nel Torres Valdés bien se puede resumir en lo siguiente.
Después de encontrarse con los agentes de la Comisión de
Seguridad (policía secreta) entró en la habitación de Conesa
donde no había ningún elemento de forzamiento a la puerta

6 “El ladrón de las joyas de la Conesa fue aprehendido” en El Informador (ver-


sión digital), Guadalajara, 22 de julio de 1945, núm. 9693, p. 3.
7 Id.

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304 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

de ingreso ni violencia en su interior. Lo que sí encontró fue


un pequeño veliz cuyas chapas fueron fracturadas, pues de
su interior fueron extraídas las joyas. En una petaca-ropero
se guardaban las joyas falsas o de imitación, al igual que
en otros velices. El jefe de laboratorio pudo encontrar una
sola huella dactilar que finalmente no fue de utilidad para
descubrir al autor del robo.
De la entrevista realizada a María Conesa se obtuvo
que había salido en la tarde de su habitación para ir a la
iglesia y luego regresar al hotel. Posteriormente, se fue al
Teatro Degollado a actuar y ya de regreso se dio cuenta del
robo. Así también informó que tenía un novio llamado René
Alfonso Lacayo, que formaba parte de la Compañía Lírica
Internacional, con el cual se disgustó cuatro días antes del
robo. Informó también que la llave de la habitación la faci-
litaba a una sirvienta personal y a un señor de nombre René
Alfonso, ambos de confianza. Enseguida, la policía detuvo al
novio de la Conesa, en una casa de asistencia. René Alfonso
Lacayo, era un ciudadano salvadoreño, de 32 años, sin ante-
cedentes policiacos en México, quien conocía a la Conesa
desde hace ocho meses. Después de sufrir un duro interro-
gatorio y haber contado con el apoyo de sus compañeros de
trabajo, no se pudo comprobar que tuviera algo que ver con
el hurto, por lo que se le dio la libertad8.
Fueron también detenidas e interrogadas las sirvien-
tas y algunos empleados que trabajaban en el hotel en el
momento del robo y luego se procedió a hacer lo mismo con
los huéspedes sin encontrar en ellos indicios o elementos de
culpabilidad en el delito. La policía investigadora procedió
a revisar todo el establecimiento, así como las instalaciones
del Teatro Degollado, sin encontrar joya alguna. Uno de los
huéspedes, de nombre Ricardo Stern, informó a la policía
investigadora que entre 9:30 y 10 de la noche había obser-
vado a un individuo vestido de gris, tocado de un sombre-
ro caído sobre los ojos y de estatura mediana que estaba

8 Id.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 305

hablando por teléfono apoyado en un pilar. Este hombre,


posteriormente subió por las escaleras, al verlo un inglés le
preguntó a un empleado a dónde iba este individuo por lo
que aquel le ordenó a este, llamado Bonifacio Castañeda,
que lo siguiera. Sin embargo, como observó que adelante
del desconocido iba un huésped del cuarto 210, llamado
Javier Durón, pensó que había entrado con él en dicha
habitación. Interrogado, el señor Durón negó que aquel
individuo ingresara a su cuarto, por lo que se dedujo que el
ladrón aprovechó la ocasión para ingresar en la habitación
de María Conesa y sustraer sus joyas.
El robo llevó a Mendiolea y a otros empleados de las
Comisiones de Investigación a dejar la ciudad de Guadala-
jara en la búsqueda del supuesto ladrón visitando ciudades
como León, San Francisco del Rincón, San Luis Poto-
sí, Aguacalientes, Monterrey y otras, aunque de manera
infructuosa, pues el mismo Raffles confesó días después de
su detención que había partido a la Ciudad de México y una
semana después a Mexicali.
Posterior a este robo, se sumaron otros en Guadalajara
efectuados durante las convenciones de banqueros, de los
Leones y la de Matemáticas, que se realizaron con un modus
operandi semejante al empleado por el Raffles: sin violencia,
sin forzadura de chapas y sin huellas. Entre los objetos
robados se encontraban joyas, dinero, pequeños radios y
otros objetos de valor realizados en diversos hoteles de lujo:
Del Parque, Fénix e incluso el Francés.
El último robo realizado en esta ciudad fue llevado
a cabo en el Hotel del Parque, que afectó a un grupo de
mujeres norteamericanas que estaban de paso en Guadala-
jara, invitadas por el gobierno mexicano y cuya siguiente
escala era la Ciudad de México para participar en cursos
de verano. El producto de lo robado osciló entre los 7000
a 9000 pesos. Gracias a una niña, hija de una recamarera,
que vio a un sospechoso, se pudo saber que este vestía al
igual que el Raffles del Hotel Francés. Es decir, un traje gris,
sombrero de ala caída a los ojos, estatura y complexión

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306 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

regular, por lo que se ordenó a todos los policías y guardias


de comercio vigilaran los lugares céntricos, especialmente
en los hoteles. De tal modo, uno de estos guardias apostado
en las cercanías del Hotel Fénix pudo lograr su detención
y derivarlo a la Policía, donde fue calificado primeramente
como “sospechoso”.
En su detención, Roberto Alexander Hernández, quien
dominaba el inglés y tenía cierta cultura, se defendió ante
los policías alegando que era abogado y protestó por lo que
consideraba un atropello. Sin embargo, las cosas no le salie-
ron bien cuanto Agustín Navarro Hernández lo interrogó y
revisó un portafolio en el que llevaba llaves maestras y una
importante cantidad de dinero, además de algunos objetos
de valor. Al ver que su interrogador lo presionaba cada vez
más, el Raffles le ofreció una importante suma para que lo
dejara en libertad, lo que no logró ni impidió que se iniciará
una amplia investigación en la que terminó por aceptar los
cargos por robo.
Con una declaración firmada, el jefe de la policía se
trasladó a la Ciudad de México para rescatar las joyas roba-
das, pues el Raffles les señaló los nombres y lugares, además
de los precios donde había hecho la venta. En virtud de que
las personas que realizaron las compras no aceptaron los
cargos, el Raffles fue llevado a la Ciudad de México para
carearse con aquellos y resultado de ello se pudo rescatar la
mayoría de las joyas. El Raffles también tuvo que regresar el
importe de lo robado que tenía escondido en su domicilio
de Hospital N° 982.
De regreso a Guadalajara, el Raffles fue entrevistado por
reporteros del diario El Informador, quienes lo calificaron
de “apariencia apacible, fino y moderado en sus modales,
denotando aun en su aparente humildad, cierta satisfacción
de ser considerado el mejor ratero del país” y confirmó
que el mote del Raffles se lo debía al profesor Benjamín
Martínez, quien fuera jefe de Laboratorios de la Jefatura de
Policía de la Ciudad de México, cuando empezó a trabajar
en la capital federal después de haber regresado de Estados

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 307

Unidos. El apodo se debía a lo fino de su trabajo en la que


no dejaba huellas ni forzaba con violencia las cerraduras.
Debido a un robo en una casa que realizó en Sacramen-
to, California, en compañía de una joven norteamericana,
fue detenido por las autoridades de aquel país y enviado
a la prisión de San Quintín donde pasó 4 años internado.
Después de este tropiezo, al salir de la prisión en 1930, se
dirigió a la Ciudad de México donde reanudó con éxito
su carrera delictiva hasta que fue nuevamente detenido y
enviado a la cárcel de Belén. De esta logró fugarse, aprove-
chando el parecido que tenía con un celador, para lo cual
se disfrazó con una cachucha y una cobija. No obstante, se
manejó otra versión de que había escapado al escalar unas
tapias que no habían logrado derribar.
Poco después fue localizado en la Ciudad de Méxi-
co por la policía y al intentar reaprenderlo se refugió en
su domicilio de la calle Meade N° 11 y finalmente, pudo
escapar. Después de desaparecer por un tiempo y dedicarse
nuevamente al robo, fue entregado a la policía, según el Raf-
fles, por su primo hermano, quien deseaba quedarse con un
botín. Ya detenido, fue enviado a las Islas Marías a purgar
una pena de 20 años de relegación. Allí, durante el primer
año, se le asoció con una mujer identificada como Chole,
la China, con la que explotó un restaurante en el que le fue
económicamente muy bien. Al purgar su condena, regresó
a la Ciudad de México e intentó ganarse la vida honrada-
mente, pero los agentes de la policía del Servicio Secreto
no se lo permitieron y empezaron a extorsionarlo. Estos
incluso lo llegaron a robar en su propio domicilio en el que
habitaba con su madre y una hija de tres años, por las que
tenía un fuerte cariño. Presionado por los policías, tuvo que
volver a delinquir. Al finalizar la entrevista que hicieron los
reporteros, se les informó que el Raffles, sería enviado a la
Penitenciaría del Estado de Jalisco9.

9 El Informador, Guadalajara, 23 de julio de 1945, núm. 9694, p. 2.

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308 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Las otras versiones del robo a María Conesa

Años más tarde aparecieron otras versiones del robo a


María Conesa, pero en esta ocasión fueron publicadas por
una revista policial llamada Crímenes y Criminales que, aun-
que se equivocó al dar la fecha del robo, agregó datos que
sirven de complemento para conocer otros detalles del deli-
to y, sobre todo, quién era el Raffles. A esa publicación se
sumaron más tarde la revista de detectives Alerta y el mismo
diario El Informador.
Crímenes y criminales publicó que, en agosto de 1946 Rober-
to Alexander Hernández (a) “El Ladrón Elegante” (figura 1) fue
detenido en Guadalajara después de haber robado en el Hotel
Francés las valiosas joyas de María Conesa, “La Gatita Blanca”.
Su detención se debió a la suspicacia de un velador de comercio
de nombre Antonio Magdaleno Pérez, quien empezó a seguirlo
en la noche por el centro de la ciudad, llegando a detenerlo10.
A la vista del velador, el individuo sospechoso era “de aspecto
distinguido, elegante y pulcro, que traía un envoltorio bajo el
brazo”. Al observar que lo seguían, el Raffles apresuró su paso,
lo cual azuzó al vigilante quien hizo lo mismo. A la entrada del
Hotel Fénix, donde se hospedaba, fue alcanzado por su perse-
guidor quien lo interrogó y después de resistirse fue llevado a
una demarcación de policía donde fue entregado al delegado
de guardia y de ahí a las Comisiones de Seguridad. Al revisarse
un portafolio que llevaba, se encontraron una serie de herra-
mientas propias para cometer robos: llaves maestras, crucetas,
chorlas, espadas y “santos niños”.
Después de ser interrogado por el jefe de policía, el tenien-
te coronel Manuel Torres Valdés logró recuperar parte de lo
robado a María Conesa en las habitaciones del Hotel Francés11.
Según esta revista, las joyas estaban valoradas en 100 000 pesos.

10 BPEJ, FH, “Por casualidad se detuvo al Raffles” en Crímenes y criminales, Guadalaja-


ra,29deagostode1946, núm.1,p.6.
11 Id.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 309

Figura 1. El Raffles mexic


mexicano
ano

Fuente: El Raffles, “El ladrón elegante” en Alerta, diciembre de 1948,


núm. 15, p. 22.

Según el Código Penal de Jalisco de 1923, la pena de pri-


sión ordinaria por robo sin violencia era solo de dos años de
prisión por rebasar lo robado el valor de 500 pesos, más un mes
adicional por cada 50 pesos que excediese ese monto, sin llegar
a sobrepasar los 9 años de encierro12, pena que seguramente le
fue impuesta al Raffles.

12 Código penal del Estado de Jalisco, Guadalajara, Talleres tipográficos de Gallardo N.


ÁlvarezdelCastillo, 1923, p.57.

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310 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Figura 2. Registro carcelario de Roberto Alexander Hernández

Fuente: El Raffles, “El ladrón elegante” en Alerta, diciembre de 1948,


núm. 15, p. 23.

De acuerdo con Alerta, una revista de detectives, el Raffles, al


que identificó como Roberto Hernández Alexander, manifestó
que el 28 de septiembre de 1944, no en 1946 como lo afirmaba
Crímenes y Criminales, se había introducido a la habitación 230
del Hotel Francés ocupada por María Conesa, empleando una
llave que el día anterior había probado en la cerradura. De su
intromisión, logró sustraer valiosas alhajas que luego vendió
a diferentes personas de la ciudad de México, entre ellas un
calendario azteca con brillantes, rubíes y un anillo de perlas y
diamantes que le fueran comprados por 2500 pesos. Iniciado
el proceso judicial contra el Raffles, María Conesa compareció
ante el Juez Quinto de lo Criminal quien le entregó parte de
lo robado, mientras que Roberto Alexander Hernández, fue
enviado la Penitenciaría del Estado en la que intentó fugarse
poco tiempo después por el método de escalamiento13.

13 BPEJ, FH, “El ladrón elegante” en Alerta, Guadalajara, diciembre de 1948, núm. 15,
pp.7-8.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 311

Figura 3. El Raffles mexicano, vestido de mujer

Fuente: El Raffles, “El ladrón elegante” en Alerta, diciembre de 1948,


núm. 15, p. 22.

El diario El Informador en otra de sus publicaciones,


calificaba al Raffles como “inteligente ladrón, poseedor de
cierta cultura, de buenas maneras y que cuando gozaba de su
libertad, gustaba de vestir bien”. Una vez en la penitenciaría
había consumado otra intentona de fuga, disfrazándose de
mujer (figura 3), logrando burlar la vigilancia de celadores

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312 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

y guardias, pero fue detenido a unas cuadras de la peniten-


ciaría esperando el paso de un camión de pasajeros14. Otro
conato por evadirse lo realizó a través de dos presos clasifi-
cados como peligrosos, pero en esa ocasión el método con-
sistió en una horadación subterránea que estuvo cerca de
tener éxito cuando se presentó el celador Rufino Sandoval
Sánchez, “a quien ya le habían dado una cantidad de dine-
ro, y quien le exigió otra más fuerte y como no tuviera de
momento dinero, dicho celador los denunció ante el Jefe de
Celadores”15. El celador acusado negó haber recibido algún
peculio a cambio de permitir la fuga y, en cambio, sostuvo
que fue agredido con puñal por uno de los compañeros del
Raffles cuando los descubrió construyendo el túnel16.
Debido a sus dos intentonas de fuga en la Peniten-
ciaría de Jalisco, como castigo fue aislado en una celda.
Luego se dedicó a la elaboración y comercialización
de sweaters para hombres y mujeres. Además, con una
cámara de su propiedad sacaba fotos que ofrecía a los
presos de la Penitenciaría17.
En una carta dirigida a su madre que fue intercep-
tada por las autoridades penitenciarias admitió haber
intentado sobornar a celadores y al director de ese esta-
blecimiento. Dice la misiva:

En Guadalajara se ven cosas grandes y maravillosas, pues


habiendo burlado a la policía de Europa, a la de los Estados
Unidos y otros lugares, de la penitenciaría de Guadalajara no
ha podido huir, no obstante haber pagado ya fuertes sumas a
los colaboradores y haber ofrecido veinte mil pesos al Mayor
Taurino Barriga Rivas, actual director del Establecimiento

14 El Informador (biblioteca digital), Guadalajara,1 de agosto de 1946, núm.


10066, p. 2.
15 Id.
16 “El Raffles insiste en que fue delatado” en El Informador (biblioteca digital),
Guadalajara, 8 de agosto de 1946, núm. 10, 0073, p. 6.
17 BPEJ, FH, “La vida accidentada del delincuente Roberto Hernández El
Raffles Mexicano” en La voz de los Altos, Tepatitlán, 28 de febrero de
1960, núm. 50, p. 7.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 313

mencionado quien lo tiene vigilado en forma especial de día


y de noche.18

A mi juicio, dicha carta levanta suspicacias en su elabo-


ración, pues el Raffles pudo ser obligado por las autoridades
penitenciarias a escribirla para aprovechar su notoriedad en
beneficio de quienes dirigían ese establecimiento.
El autor del reportaje concluyó que el peligroso y audaz
Raffles mexicano:

[…] está convertido en un viejo decrépito y sin fuerzas. Pode-


mos asegurar que el que fuera hasta hace poco, uno de los
bandidos más audaces, pintoresco y de leyenda en América,
ha dejado de serlo para convertirse en un viejo achacoso,
visiblemente enfermo y preocupado, el que ha perdido hasta
la facilidad de palabra que antes se le reconocía, así como su
astucia.19

La policía en acción

El Informador publicó en 1950 otra nota sobre el Raffles


en la que se le nombraba como Jesús Anaya Zúñiga y
hacía alusión que en los últimos meses la policía había
estado muy activa pues las llamadas “patrullas rojas”
junto con el Servicio Secreto inspeccionaban cantinas y
hoteles y vigilaban las calles y los coches. Ello se debió
a que el martes 7 de febrero de 1950 el famoso ladrón
había sido visto al ingresar a un cabaret de la avenida
Álvaro Obregón acompañado de otros dos sujetos quie-
nes escaparon a bordo de un automóvil azul oscuro con
placas del estado de Sinaloa. Movilizada toda la poli-
cía, tanto la procedente de la Jefatura como el Servicio
Secreto, la policía auxiliar y los guardias de comercio,

18 BPEJ, FH, “Por casualidad se detuvo al Raffles” en Crímenes y criminales,


Guadalajara, p. 8.
19 Id.

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314 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

además de solicitarse el apoyo de la policía de Tlaque-


paque, se vigilaron todas las garitas y las carreteras a
Aguascalientes y Ojuelos, para detener al Raffles quien
todavía se encontraba prófugo. Finalmente, el Raffles no
pudo ser detenido al menos en esas fechas.
De la Gaceta de Guaymas, El Informador reprodu-
jo una nota en la que señalaba que el Raffles se hacía
pasar por agente viajero y que debido a su ingenuidad
había logrado realizar importantes estafas en el puerto
de Mazatlán y se pensaba que después de ellos se había
trasladado al norte del país, aunque el mismo diario
dudaba que esto hubiera sido así y más bien hubiese
viajado a Guadalajara, en donde tenía familiares20.
Debido a que el Raffles continuó su prolífica carre-
ra de ladrón profesional y las policías nacionales no
lograban detenerlo, las cámaras de comercio del país no
dudaron en boletinarlo ese mismo año y más cuando se
había revelado también como un hábil estafador, pues en
Saltillo y Coahuila se hizo pasar por agente vendedor de
empresas comerciales e industriales realizando numero-
sos fraudes, además de robos en hoteles, lo que provocó
que la Cámara de Comercio de Saltillo obtuviera copias
de una fotografía del Raffles anexa a una ficha signaléti-
ca que sirvieron para distribuirlas a otras cámaras como
la de Guadalajara para que las distribuyeran entre sus
afiliados21.

20 Roberto Hernández Alexander o Vicente Hernández Alexánder o Jesús


Anaya Zúñiga, alias El Raffles mexicano en El Informador (versión ofi-
cial). Guadalajara, 9 de febrero de 1950, núm. 11350, p. 8.
21 “Las cámaras de comercio boletinan al Raffles” en El Informador (ver-
sión en línea), Guadalajara, 5 de marzo de 1950, núm.11350.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 315

El fantástico Raffles mexic


mexicano
ano dice…

El 21 de agosto de 1954 la revista Policías y Depor-


tes publicó en su número 3 la entrevista que lleva por
nombre este apartado y el título de la exposición. La
portada va acompañada de la fotografía del propio Raf-
fles a una edad ya madura, vestido con el uniforme de
la Penitenciaría y llevando entre sus manos una cámara
fotográfica (figura 3)22.
En la entrevista, el Raffles informó al semanario que
era oriundo de Tequila, Jalisco, tenía poco más de 50
años y que llegó a cursar hasta el 5º grado de primaria
para luego irse a la Ciudad de México en búsqueda de
aventuras. Al considerar que su destino no se encon-
traba en la capital mexicana, se dirigió a los Estados
Unidos en donde trabajó en una fábrica de sweaters, fue
extra en la película del cine mudo llamada Ben Hur y
dedicó además su tiempo en cometer ilegalidades que lo
llevaron a prisión. Su interés por la aventura y el delito
hizo que se trasladara a Europa, no especifica en que
países, en donde repartió su tiempo entre eventos tea-
trales y actividades “del hampa a la alta escuela”23. De los
centros de reclusión en los que llegó a estar internado
recordaba a Sing Sing y San Quintín, además de otros,
en los Estados Unidos, las Islas Marías y Lecumberri en
México y la propia penitenciaría de Oblatos, de la cual
una vez escapó disfrazado de mujer24.

22 BPEJ, FH, “Firmes propósitos de regeneración abriga el Raffles Mexi-


cano” en Policías y Deportes, Guadalajara, 31 de agosto de 1954, núm.
3, p. 9.
23 Id.
24 Idem.

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316 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Figura 4. El Raffles mexicano en uniforme de preso

Fuente: Policía y Deportes, 21 de agosto de 1954.

Entre sus mejores recuerdos estaba el haber conocido


al famoso falsificador, dibujante y pintor Enrico Sampietro
quien fue su compañero de reclusión en la penitenciaría de
Lecumberri y con quien trabó una importante amistad. A
este lo reconocía como su maestro al enseñarle los conoci-
mientos que tenía sobre dibujo, pintura y fotografía. Alfre-
do Héctor Donadieu, el verdadero nombre de Sampietro, se

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 317

encontraba en México desde 193625 y dos años más tarde


estaba recluido en la penitenciaría de la ciudad de Méxi-
co por los delitos de falsificación y asociación delictuosa.
Sin embargo, logró por primera vez fugarse de este centro
penitenciario26. Más tarde vuelve a ser detenido y enviado
nuevamente a Lecumberri.
Es difícil precisar en qué año se conocieron Sampietro
y el Raffles durante la reclusión en la que coincidieron en
la penitenciaría de la Capital, y el primero no lo menciona
en la autobiografía. Quizás una pregunta importante sería
saber si Sampietro llegó a enseñarle algunas de las técnicas
de falsificación, pero al menos al Raffles no se le conocía por
haberse dedicado a este especializado delito.
Además, el Raffles mostró interés por la novela que lo
llevó a escribir un argumento titulado Las Murallas de Agua
a fin de llevarlo al cine, título semejante a Los Muros de Agua
de José Revueltas, reconocido novelista mexicano quien
también llegó a estar relegado en ese centro penitenciario.
En la entrevista afirmaba que tenía intenciones de regene-
rarse, pero estas se habían frustrado, pues después de haber
sufrido una larga condena en las Islas Marías y al regresar
a la Ciudad de México y haberse establecido en una casa de
asistencia, agentes del Servicio Secreto lo visitaban regular-
mente para obligarlo a desistir de sus propósitos y dedicarse

25 Las fechas referidas a la llegada de Sampietro a México no son muy claras,


pero según Mario Ramírez Rancaño era francés y no italiano y llegó a Méxi-
co en agosto de 1934. En junio de 1937 fue detenido junto con sus socios
por la policía de la Ciudad de México y encerrado en la penitenciaría de
Lecumberri por la falsificación de cheques y dólares. Apoyado por el grupo
sinarquista “La causa de la Fe”, logró fugarse el 19 de julio de 1938 a cambio
de falsificar papel moneda para esa asociación político-religiosa. El 9 de
abril de 1948 volvió a ser detenido. Al cumplir su condena fue expulsado de
México en 1961. Ver Ramírez Ramcaño (2018).
26 Enrico Sampietro. El falsificador. Memorias de Enrico Sampietro, una novelesca
aventura entre el crimen, la cárcel, el escape y la libertad que evoca al célebre
Papillón, México, Ediciones Proceso, 2015, pp. 439, 446 y 448.

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318 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

de nuevo al robo para entregarles importantes cantidades


de dinero27.
Antes de terminar la entrevista ratificó que tenía el
firme propósito de ya no delinquir dado que así se lo había
jurado a su madre y a su hija y tenía esperanza de que se
le conmutara la pena y explicaba lo siguiente: “Yo nunca he
sido asesino, si he robado y también he ayudado a quien lo
ha necesitado, nunca le he quitado sus pertenencias a gente
pobre, sino a los que tienen recursos de sobra para darlos
a los pobres”28. Para Policías y Deportes, en su búsqueda de
redimirse, el Raffles intentaba hacerlo desde su reclusión
en la propia penitenciaría jalisciense al proponer ideas que
pudiesen ayudar a mejorar la vida de los presos, como el
establecimiento de una caja de ahorros que sirviera a estos
para que una vez en libertad contaran con algunos recursos
para reiniciar su vida29.

Peripecias y amistades del Raffles en México

Roberto Alexander Hernández llegó a emplear una multi-


tud de nombres falsos que se sumaron a sus disfraces para
engañar a las autoridades policiacas que lo perseguían. Fue
así como ocultó su identidad real bajo otros nombres como:
Roberto Hernández, Vicente González, Roberto N. Ale-
xander, Roberto Vicente Alejandrez, Vicente Hernández,
Roberto Rubio Reyes, Roberto de Zaldo Peón Contreras y
Jesús Anaya Zúñiga. Dichas identidades debían servir tam-
bién para mimetizarse en la sociedad y engañar especial-
mente a los miembros de la élite para lograr sus objetivos
económicos ilícitos.

27 BPEJ, FH, “Firmes propósitos de regeneración abriga el Raffles Mexicano” en


Policías y Deportes, Guadalajara, Jal., 31 de agosto de 1954, núm., p. 9.
28 Id.
29 Id.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 319

El diario El Informador dio a conocer el 6 de febrero


de 1933 que la prensa de la Ciudad de México y del puerto
de Veracruz se habían ocupado de seguir al famoso Raffles
mexicano. Sin embargo, para el diario tapatío aquellos no
habían dado cuenta que el famoso ladrón había estado antes
allí donde cometió un audaz robo en una casa de huéspe-
des. En esa ocasión, se apoderó de valiosas alhajas y dinero
pertenecientes al señor Evaristo R. Huerta quien se desem-
peñaba como ayudante del Superintendente de la División
de Guadalajara de Ferrocarriles. Para la persecución del
Raffles, se nombró a Ángel Chaires quien era agente con-
fidencial de dicha compañía ferrocarrilera y abandonó su
empleo para obtener una credencial que lo acreditara como
policía judicial del Distrito Federal y Territorios. Se dirigió
al puerto de Veracruz donde pudo cerciorarse que el Raffles
estuvo en dicha ciudad y lo vio en Guadalajara, aunque
no se menciona como pudo lograr esto. En compañía de
Antonio D. Talamantes, agente especial de los Ferrocarriles,
pudieron encontrar, detener al Raffles y recuperar parte de
lo robado. Esto consistía en una sortija con doce brillantes
y un rubí, un par de pendientes con treinta turquesas y dos
brillantes, un reloj pulsera de oro para hombre con quince
joyas, un reloj “Veritas” 23 y una caja de oro cincelado. Las
joyas robadas tenían un valor de 2,000 pesos30.
El Raffles, según el detective Andrés Medina Navarro,
tuvo varios procesos penales en la ciudad de México. Por
ejemplo, en 1931 fue detenido por agentes secretos a los
cuales en un primer momento logró engañar y escapar para
luego volver a caer en sus manos. Sin embargo, en uno de
estos procesos fue castigado con la pena de 9 años de relega-
ción en las Islas Marías, en la que estaba como director del
centro penitenciario Margarito Ramírez, quien fuera des-
pués gobernador de Quintana Roo y de Jalisco y con quien
trabó buena amistad, al punto que le otorgó las concesiones

30 “Raffles mexicano fue aprendido en el Puerto jarocho” en El Informador (ver-


sión digital), Guadalajara, 6 de febrero de 1932, núm. 5542, pp. 1 y 2.

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320 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

de un restaurant y un taller fotográfico. Allí fue muy amigo


de la famosa Madre Conchita, involucrada en el asesinato
del Gral. Obregón y de Teresa Rojas (a) La Charra, quien era
“una gran carterista, famosa por su habilidad para sacar las
carteras en las aglomeraciones, principalmente a la entrada
de los cines y teatros”. A esta ladrona le apodaban, al igual
que el Raffles, Manos de Seda31.
El Raffles tuvo la fortuna durante su estancia en las Islas
María de recibir la visita del licenciado Miguel Alemán,
futuro presidente de México, que ocupaba en ese momento
el cargo de secretario de Gobernación y quien se interesó
en conocerlo. El Raffles le expresó al licenciado que deseaba
dedicarse a un trabajo honrado. Al poco tiempo, obtuvo su
libertad y se dirigió a la ciudad de México a entrevistar-
se con Alemán que le sirvió para que aquel le diera una
amplia carta de recomendación. Ello le permitió obtener
un empleo en los Estudios Churubusco, aunque no le duró
mucho el gusto, pues fue descubierta su verdadera identi-
dad. Por ello, decidió regresar a Guadalajara, donde robó a
la célebre María Conesa32.

La fuga

En otra intentona por evadirse, uno de sus amigos que le


ayudó a escapar de la penitenciaría Oblatos, Jesús Saldaña
Hernández, procesado por robo y que trabajó por algún
tiempo en el taller de cerrajería de dicha cárcel, fue acusado
de haber protegido el escape del Raffles mexicano. Salda-
ña Hernández platicó con un par de agentes del Servicio
Secreto a quienes les dio los pormenores de las circunstan-
cias de esa fuga, en la cual tanto él como otras personas

31 BPEJ, FH, Detective Andrés Medina Navarro, “La vida accidentada del
delincuente Roberto Hernández Alexan “El Raffles mexicano”, en La Voz de
Los Altos, Tepatitlán, Jalisco, 27 de marzo de 1960, núm. 52, p. 10.
32 Id.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 321

lo llevaron disfrazado de ranchero primero al kilómetro


22 de la carretera a Chapala, ocho días después a Cerritos,
San Luis Potosí, más tarde a Ciudad Victoria, Tamaulipas y
finalmente a Monterrey -Nuevo León- donde lo dejaron. El
13 de mayo de 1950, Saldaña fue declarado bien preso por
el Juez Tercero de lo Criminal33. El Raffles había durado en
prisión de 1945 a 1950.

Figura 5. El Raffles y sus entrevistadores en la Penitenciaría de Oblatos

Fuente: La Voz de los Altos, 13 de marzo de 1960, núm. 50, p. 7.

Sin embargo, el Raffles no debió durar mucho tiempo


en libertad, pues el 19 de febrero de 1952 fue nuevamente
detenido en la ciudad de México. El detective Andrés Medi-
na Navarro, en entrevista para La Voz de los Altos, narró que

33 BPEJ, AHSTJ, Juzgado 3º. de lo Criminal, legajo 206, 1953-1961, caja 81,
inv. 418131, Acusado J. Jesús Saldaña Hernández, 38 fs.

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322 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

en el hotel Regis fue sorprendido en los momentos en que


robaba a un huésped norteamericano y entregado a agentes
de la temible Dirección Federal de Seguridad. Además de
ingresar a las habitaciones de los hoteles de primera clase,
se decía que también lo hacía en fiestas de postín donde se
introducía elegantemente vestido, aprovechaba el descuido
de las damas asistentes abría sus bolsos y sustraía valiosas
alhajas e importantes cantidades de dinero.
El 18 de febrero de 1952, dos años después de su últi-
ma fuga, el Raffles fue detenido casualmente en la Ciudad
de México en el Hotel Regis. En su declaración afirmó,
como en otras ocasiones, que no podía dedicarse a una vida
honesta, pues los propios policías lo presionaban para que
volviera al robo y les diera dinero, amenazándolo que de no
hacerlo lo denunciarían por sus delitos34.
Aun cuando Raffles desapareció del escenario delictivo
hasta el día de su muerte no lo hizo en el cine de oro
mexicano, pues su nombre y su historia ya aparecía en
1943 en una película con el nombre de el Raffles mexicano,
actuada por Josefina Escobedo, María Luisa Zea y Ramón
Armengod, sin mencionarse al director y fue proyectada en
una matinée en los cines Cuauhtémoc, Juárez y Jalisco de
Guadalajara35.

Conclusiones

Roberto Alexander Hernández, mejor conocido como el


Raffles mexicano fue un ladrón profesional que durante la
Posrevolución mexicana atrajo la atención de las policías
nacionales y extranjeros por sus escandalosos latrocinios.

34 “Fue capturado El Raffles” en El Informador (versión en línea), Guadalajara,


Jal., 19 de febrero de 1952, núm. 12089, p. 1.
35 Anuncio de la película “Raffles mexicano” en El Informador (versión digital),
Guadalajara, 13 de junio de 1843, núm. 8927, p. 5.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 323

Por ello, puede ser considerado como uno de los primeros


ladrones trasnacionales mexicanos. El Raffles fue un ladrón
resistente a la policía y a la prisión, es decir, nunca se rin-
dió ni ante la persecución policiaca ni ante el encierro. Sus
métodos para robar y escapar de la detención fueron tan
originales como los que utilizó para fugarse de los centros
penitenciarios. El Raffles no fue un ladrón común, ni realiza-
ba robos famélicos, su educación y creatividad le sirvieron
para atraer no solo la atención de la policía, sino también a
los diarios y revistas policiacas y aun al cine mexicano. La
difusión alcanzada por estos medios logró atraer la simpatía
de un amplio público que lo convirtió en un ladrón cele-
bre. El Raffles pudo ser un símbolo popular de resistencia
durante los años caracterizados por la más alta corrupción
en México (Niblo, 2008).
Es importante resaltar que, aunque el Raffles se vio
inmiscuido con otros sujetos que conociera en prisión, que
bien pudieron ser también ladrones como él, su notoriedad
se dio más bien por actuar en solitario y no involucrar-
se necesariamente en bandas. La persecución que hacía la
policía sobre él se presentaba de dos maneras: la primera
para detenerlo y enviarlo a prisión para ser sentenciado y
purgar la sentencia correspondiente a sus delitos; la segun-
da, por aquellos policías corruptos que vieron en el Raffles
una manera de conseguir de manera fácil parte del botín.
Eran integrantes de la fuerza que jugaban el doble juego de
policías y ladrones.
Con el Raffles, el disfraz adquirió una especial impor-
tancia y notoriedad que se sumaba a su astucia, pues le
permitía no sólo escapar de prisión, sino también insertarse
en los grupos sociales de los que pudo sacar un provecho
económico. Aun cuando Roberto Alexander Hernández fue
asesinado en 1989, El Raffles mexicano y su leyenda se man-
tuvo por mucho tiempo viva al ser un ladrón celebre que
pudo ser admirado sobre todo por las clases populares.

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324 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Fuentes de información

Repositorios consultados y abreviaturas


BPEJ. AHSTJJ: Biblioteca Pública del Estado de Jalisco,
Archivo Histórico del Tribunal Superior de Justicia de
Jalisco
BPEJ, FH: Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Fondo
Hemeroteca.

Hemerografía

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El Informador: 1945, 1946, 1950, 1952, 1989.
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Policías y Deportes: 1954.
Revista Mexicana: 1918.

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Masculinidade e justiça local
na produção social
do território imigrante

Rio Grande do Sul, Brasil, na primeira década


do século XX

MAÍRA INES VENDRAME

No presente artigo parte-se da análise de um crime de homi-


cídio ocorrido numa região de colonização italiana do Rio
Grande do sul, na primeira década do século XX1. Através
do episódio violento que ocasionou a morte de um indiví-
duo negro por um grupo de imigrantes italianos, numa das
zonas rurais do município Caxias do Sul, busca-se proble-
matizar a relação entre violência, masculinidades e práticas
de justiça local em espaços marcados pela ocupação euro-
peia. Conflitos envolvendo imigrantes e nacionais (egres-
sos da escravidão ou descendentes de africanos) auxiliam
a pensar as disputas por recursos, controles e distinções
étnicas em áreas marcadas pela presença de estrangeiros no
território sul-rio-grandense, como pode ser percebido no
processo-crime que será apresentado na sequência.
Considera-se a análise qualitativa de episódios de vio-
lência como importantes para refletir sobre determinados
comportamentos, racionalidades, valores e práticas sociais

1 Neste artigo, colonização é entendida como a entrada de imigrantes europeus


para ocupar lotes de terras em áreas demarcadas pelo Império brasileiro
no decorrer do século XIX. No Rio Grande do Sul, a partir da década de
1870, formaram-se varias colônias ocupadas esencialmente por famílias de
imigrantes italianos.

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328 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

em contextos migratórios. Os embates entre imigrantes ita-


lianos e “negros”2 são reveladores de modos próprios de
pensar, agir e se relacionar sobre um território. Nesse sen-
tido, o entendimento das ações e palavras conferidos pelos
sujeitos envolvidos no conflito possibilita levantar questio-
namentos que podem ser realizados através de estudos que
levam em conta as perspectivas dos próprios atores, suas
motivações e compreensões, na relação com a dimensão
espacial em que vivem e fazem suas escolhas.
É necessário ir além daquilo que se encontra pre-
sente nas falas dos envolvidos numa investigação crimini-
al, devendo-se, portanto, buscar entender a relação entre
ação, prova e práticas que confereremligitimações de natu-
reza diversas, seja material ou simbólica. Além de buscar
perceber as intenções que estão por traz da produção de
um registro, seja ele judicial, administrativo ou cartorial,
deve-se atentar para o uso prático que as pessoas fazem
de determinados recursos e das instituições públicas. Para
apreender as intenções, sentidos e usos, torna-se necessária
a realização de uma leitura das fontes a partir de dentro, que
parte da compreensão e categorias conferidas pelos sujeitos
analisados. Destaca-se, para isso, a utilização de uma análi-
se “interna” (êmica3), apoiada “na linguagem e na lógica dos
próprios atores” (Cerutti, 2021: 39-58). Para o presente arti-
go, adota-se essa perspectiva para o estudo documental.
Busca-se inspiração na metodologia do paradigma indi-
ciário proposto por Carlo Ginzburg, que procura, através
dos sinais e indícios, apreender uma realidade profunda,
complexa e inconsciente, uma vez que propõe uma leitura

2 A palavra “negro” aparecena documentação criminal analisada para se refe-


riraos indivíduos que eran descendentes de africanos ou egressos da escra-
vidão.
3 Sobre as abordagens de análise êmica e éticanas pesquisas históricas, bem
como suas distinções, a primeira comprende a apreensão da linguagem e
ponto de vista dos atores sociais, en quanto a segunda trata das categori-
as dos pesquisadores. Em relação a essa discussão, ver Ginzburg (2022) y
Cerutti y Grangaud, (2022).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 329

desconfiada das fontes, atenta aos sentidos contrários e ao


que se encontra além da superfície das situações analisadas
(Ginzburg, 1989). Realizar-se-á uma leitura que dê aten-
ção para os pequenos detalhes e sentido das palavras, que
são tomados como aspectos que permitem a elaboração de
questionamentos de sentido mais geral. Além disso, tam-
bém se tornam indícios para orientar a pesquisa nas fontes
criminais. Nesse sentido, a presente pesquisa se utiliza do
método da micro-história na leitura da documentação pri-
mária e construção do problema de investigação, atentando
para aspectos e situações singulares, como as percepções
específicas e divergentes dos sujeitos envolvidos.

Um crime: a morte do “negro” Adão

No dia 14 de janeiro de 1902, um indivíduo de “cor pre-


ta” foi “impiedosamente assassinado” na numa das estradas
rurais do munícipio de Caxias do Sul, cidade localizada no
nordeste do Rio Grande do Sul. De acordo com o subde-
legado, ao chegar ao local do crime, deparou-se um corpo
“seminu”, “caído sem vida”, com as mãos amarradas para
trás e o pescoço enlaçado por uma corda, a qual estava presa
à “chincha de um burro tordilho”, que se encontrava ligado
por cabresto a outro animal de pelo vermelho. Aparentando
ter a idade de 30 anos, o sujeito de “cor preta” apresen-
tava diversas escoriações, sendo rapidamente conferido o
“enforcamento” como motivo da morte. Depois da avalia-
ção dos peritos, o corpo da vítima foi encaminhado para o
cemitério da Vila para ser sepultado, e a autoridade polici-
al deu início às inquirições das testemunhas e dos quatro
indivíduos apontados como autores do crime.
Nos primeiros anos da década de 1870, a região nor-
deste da província sul-rio-grandense passou a ser ocupada
por grupos de famílias de imigrantes italianos, que partiam
na maior parte do norte da Península itálica para se fixar em

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330 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

áreas coloniais definidas pelo Império do Brasil. A presença


de brasileiros é um aspecto a ser considerado nos espaços
marcados pela colonização europeia, podendo as relações
entre imigrantes e “nacionais” ser estudada através das fon-
tes criminais, conforme se verá no presente artigo. Sede de
um dos primeiros núcleos de colonização italiana do Rio
Grande do Sul, o município de Caxias do sul, no início do
século XX, já usufruía de diversos serviços públicos e auto-
nomia administrativa.
Na colônia Caxias, desde sua fundação, negros libertos,
egressos do sistema escravista, vindos de outras regiões do
Estado, se fixaram no lugar, algo que aumentou em 1890,
com a fundação do município. Logo, a existência de dife-
rentes grupos étnicos convivendo foi a tônica nas regiões
de imigração europeia no sul do Brasil, atraídos pelas opor-
tunidades de trabalho ou por atividade que já desempe-
nhavam antes mesmo da chegada dos imigrantes europeus.
Com a emancipação política, os italianos passaram a ocupar
cargos públicos ligados à administração pública, como foi o
caso do imigrante Ernesto Marsiaj4, o delegado de Caxias
que, em 1902, abriu investigação policial para encontrar os
culpados pela morte de Adão Luiz dos Santos.
Ao ser comunicado do crime, o referido delegado pas-
sou a inquirir os quatro sujeitos apontados como responsá-
veis pelo ocorrido. Os acusados eram “operários italianos”
que prestavam serviços públicos temporários no melho-
ramento das estradas nas imediações de Caxias do Sul.
Durante uma temporada, os trabalhadores permaneciam
afastados de suas residências, pernoitando na residência do
italiano Valentino Bedin, um dos responsáveis pela contra-
tação dos “operários italianos”. Chefiados pelo conterrâneo
Hilário Jaconi, ao grupo se juntou Adão Luiz dos Santos,

4 Ernesto Marsiaj era um dos imigrantes que havia participado do processo


de emancipação da região colonial de Caxias do Sul.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 331

“homem de cor preta”, que chegou no lugar trazendo sua


companheira Maria Antônia Alves5.
De acordo com relatório fornecido pelo delegado
Ernesto Marsiaj, construído a partir das inquirições das
testemunhas, ficava “claramente” provado que Adão, “devi-
do ao seu gênio irascível, injuriou” diversas pessoas que se
encontravam na casa do italiano onde se encontravam ins-
talados. A troca de “insultos” teria iniciado quando foi ofe-
recido ao “negro” e a esposa uma “cozinha velha” para ficar,
durante o período de realização dos serviços na estrada.
Considerando humilhante e vergonhoso ter que pernoitar
com a companheira no espaço oferecido, Adão, reagindo às
condições impostas, tomou a decisão de não mais continuar
no local e trabalho6. Porém, antes disso, protestou, motivo
pelo qual teria desencadeado a reação de prendê-lo por
parte dos “operários italianos”.
Segundo o delegado, Adão Luiz dos Santos, que se
encontrava em “estado de irascibilidade”, gritando e injuri-
ando diversas pessoas, foi amarrado pelos braços sob a jus-
tificativa de que seria conduzido até o intendente de Caxias
do Sul. São unânimes as alegações dos “operários italianos”
na investigação de que o “negro”, de forma “desatinada”,
fazendo “barulho” e gritando, ameaçou bater em todos os
presentes “com uma bengala”. Além das ameaças e injúrias
proferidas, na sequência, ainda muito “enraivecido”, teria
também espancado a companheira. Portanto, sob a justifi-
cativa da urgência em conter a agressividade de Adão, os
trabalhadores se mobilizaram para prendê-lo e conduzi-lo
até as autoridades públicas que se encontravam em Caxias.
Para isso, amarraram o preso pelas mãos e o prenderam

5 Processo-crime, Caxias do Sul, Cível e crime, núm. 1081, maço 37, 1902,
Arquivo Público do Estado do Rio Grande do Sul (APERS).
6 Relatório do delegado Ernesto Marsiaj, Caxias do Sul, 18 de janeiro de 1902.
Processo-crime, Caxias do Sul, Cível e crime, núm. 1081, maço 37, 1902,
APERS.

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332 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

à chincha7 de um cavalo, iniciando, assim, a transferência


do mesmo na companhia de alguns indivíduos e da com-
panheira, Maria Antônia Alves. No caminho, porém, após
percorrida certa distância, um laço de couro foi amarrado
no pescoço do prisioneiro e fixado a outro animal que os
acompanhava. Até aqui percebe-se que o comportamen-
to raivoso, transtornado, ameaçador, violento e expansivo
atribuído a Adão pelos “operários italianos”, colegas de tra-
balho, é o que justifica a necessidade da rápida prisão dele,
como forma de contê-lo e levá-lo para as autoridades. Tais
atitudes, consideradas aceitáveis, era uma forma de conter
um perigo e aplicar uma punição ao mesmo.
Assim, durante o percurso de condução do prisioneiro,
apesar da resistência da companheira, Maria Antônia Alves,
com relação a fixação do mencionado “laço”, não foi possível
evitar algo que parecia previsível: a disparada dos animais
que conduziam o preso pelas estradas da região colonial. O
arrastamento do prisioneiro foi apontado como motivo da
morte do “negro” Adão. Depois de ouvir as testemunhas, e
mostrando-se empenhado em “averiguar a verdade e procu-
rando clarear os pontos que pareciam obscuros”, o delegado
concluiu que a morte havia sido unicamente motivada pela
“insensatez” da companheira da vítima, que no “intuito lou-
vável de livrar seu marido” da “vergonha” de “entrar na vila
amarrado” como “um delinquente perigoso (…) procurou
com grande infelicidade evitar que o mesmo fosse atado
pelo pescoço à chincha de um animal”. Os gritos de resis-
tência de Maria Antônia teriam assustado os animais que,
partindo em disparada, levaram o prisioneiro de arrasto8.
Por conta disso, segundo o delegado Marsiaj, não exis-
tia por parte dos italianos acusados uma “intenção crimino-
sa”, sendo a morte de Adão foi definida como “puramente

7 Chincha é uma argola à qual se liga uma fita de couro que prende o arrea-
mento nos animais.
8 Relatório do delegado Ernesto Marsiaj, Caxias do Sul, 18 de janeiro de 1902.
Processo-crime, Caxias do Sul, Cível e crime, núm. 1081, maço 37, 1902,
APERS.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 333

casual”. Apesar disso, foi requerida a prisão preventiva de


Giuseppe P., indivíduo que amarrou um “laço” no pescoço
da vítima, sendo acusado de incorrer na sanção do art. 297
do Código Penal9, que resultaria na prisão de dois meses a
um ano pela atitude que acabou desencadeando a morte do
prisioneiro. Já contra os outros três italianos que participa-
ram do ocorrido não houve acusação alguma10.
Adão Luiz dos Santos foi descrito como um sujeito
“mau porque questionava as coisas mais comezinhas”, que
“sempre encolerizado e armado desafiava quem lhe tocasse”
e quando “falava, era arrotando bravura”11. Foi contra esse
comportamento, considerado insultante e afrontoso, que
os “operários italianos” decidiram aplicar ao mesmo um
castigo. Aspectos constituidores das masculinidades, como
valentia, coragem, prática do desafio, a defesa da honra e o
uso de armas, não foram reconhecidos como legítimos ou
permitidos ao “negro Adão” por parte do grupo de trabalha-
dores italianos. Isso possibilita refletir sobre os significados
acerca da construção da virilidade, bem como a existência
de embates entre uma masculinidade branca, hegemônica
e outra subalternizada12, como a negra. A primeira pos-
sui um efeito controlador, uma vigilância social constante
dos comportamentos, gestos e afirmações. Ela também se
encontrava vinculada a capacidade de obter reconhecimen-
to através da violência e da aprovação pública da hom-
bridade, por meio de atos violentos e palavras. Demostrar

9 A Pena por homicídio do artigo 297 do Código Penal determinava: Aquelle


que, por imprudencia, negligencia ou impericia nasua arte ou profissão, ou
por inobservancia de alguma disposição regularmentar commetter, ou for
causa involuntaria, directa ou indirectamente de um homicidio, será punido
com prisão cellular por dous mezes a dous annos. Código Penal da Repúbli-
ca dos Estados Unidos do Brazil de 1890, escrito com aortografia corrigida.
Disponível em https://bit.ly/47vyu3I. Acessoem: 1 set. 2022.
10 Relatório do delegado Ernesto Marsiaj, Caxias do Sul, 18 de janeiro de 1902.
Processo-crime, Caxias do Sul, Cível e crime, núm. 1081, maço 37, 1902,
APERS.
11 Idem.
12 Para uma discussão sobre a produção das masculinidades hegemônicas e
subalternas, ver Kimmel (1998: 103-117).

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334 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

e defender publicamente a honra, reputação e valentia era


fundamental para que a masculinidade fosse reconhecida
(Almeida, 1995: 6; Albuquerque Júnior, 2013).
Se, por um lado, Adão buscava com sua conduta
demandar tratamento igualitário e reconhecimento num
universo masculino marcado pela presença predominante
de imigrantes europeus, por outro, o seu desempenho aca-
bou provocando reação dos que não reconheciam que ele
podia ostentar certos atributos, como coragem, valentia e
honra. A própria demanda por respeitabilidade e tratamen-
to igualitário não foram considerados como direitos que
pertenciam ao homem “negro”, que foi impedido de levar
adiante seus propósitos de abandonar o lugar de trabalho e
não aceitar as condições que lhe foram apresentadas. A vio-
lência aparece como uma maneira de não reconhecer prer-
rogativas e a masculinidade negra num espaço de trabalho
e sociabilidade em que as características raciais e étnicas
eram usadas para constituir estruturas de poder, reforçar
diferenças e hierarquias. O conflito que se estabeleceu entre
Adão dos Santos e os “operários italianos” ajuda a pensar
sobre os embates acerca das diferentes compreensões sobre
masculinidades, quem tinha o direito de reivindicar o reco-
nhecimento público da mesma em determinados lugares,
que significados eram atribuídos a certos comportamentos
e quais estratégias de controle os indivíduos e grupos acio-
navam em contextos migratórios.
Sendo um crime ocorrido no período compreendido
como pós-abolição13, a cor é utilizada como uma maneira

13 O campo de estudos sobre o pós-abolição no Brasiljá se encontra bastante


consolidado, possuindo preocupaçõ estemáticas diversas no marco tempo-
ral da últimad écada do século XIX e início do século XX. Ao mesmo tempo
em que abolição da escravatura é decretada, imigrantes europeus chegava-
ma o territorio brasileiro para se establecer em locais destinados à coloni-
zação europeia e se tornarem mão de obra em contextorurais e urbanos.
A pesquisas que tratam da população negra quando do fim da escravidão
buscan refletir sobre os entendimentos de cidadania e libertade experimen-
tados pelos próprios atores sociais. Sobre o desenvolvimento e perspectivas

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 335

de demarcar diferenciação, distinção, negar direitos e cida-


dania. Ela também é usada para marcar a inferiorização dos
negros egressos da escravidão ou descendentes de famílias
escravas, conforme apontam estudos que analisam as pri-
meiras décadas da república no Brasil (Rosa, 2019). As esco-
lhas e demandas da população negra, em diferentes contex-
tos, não foram respeitadas em contextos rurais e urbanos
diversos, porém, apesar disso, é possível identificar os mes-
mos nos registros criminais buscando por reconhecimen-
to, como liberdade e cidadania. O surgimento de conflitos
entre negros e imigrantes nos locais de trabalho em espaços
marcados pela presença estrangeira, são aspectos que mar-
carão as relações entre os sujeitos que viviam num país que
há pouco havia decretado o fim da escravidão. É necessário
buscar a compreensão dos negros sobre suas liberdades, a
maneira como agiram no sentido de conquistar direitos,
constituíam suas identidades e masculinidades em momen-
tos em que a origem étnica, raça, gênero e condição social
eram usadas para marcar distinções, classificar e reforçar
hierarquias raciais14. Atentar para os diferentes significa-
dos atribuídos as masculinidades, especialmente procurar
perceber a construção da virilidade dos negros no período
do pós abolição, e como, através dela, buscavam conquistar
uma posição, reconhecimento e benefícios diversos. Estas
são perguntas que o caso permite fazer.
Nos depoimentos, as testemunhas não indicam quais
foram os insultos pronunciados por Adão contra os “ope-
rários italianos” que o prenderam, sugerindo, assim, que
mais do que palavras proferidas, o que condenavam eram
as atitudes do “negro”, que se negou a aceitar as condi-
ções de moradia a ele oferecidas. Somado a isso, o fato de
sempre falar com “ares de soberba”, “arrotando valentia”,

do campo dos estudos sobre o pós-abolição, ver Rios, A. M. y Mattos, H. M.


(2004: 170-198).
14 Para pensar os diferentes entendimentos sobre liberdades negras e a relação
com a cidadania no contexto do pós-abolição no Brasil, consultar Rios y
Mattos, 2004.

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336 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

afirmando “que tinha sido maragato15 e que sabia degolar”,


foi percebido como uma afronta intolerável para o grupo
de “operários italianos”16. Assim, frente ao comportamento
afrontoso e de não submissão do “negro”, o uso da violência
aparece como um mecanismo de controle aceitável para as
testemunhas que depuseram no processo, bem como para
população imigrante da região colonial.
Mais do que buscar conter a revolta do “negro” e impe-
dir que agredisse alguém, a escolha de amarrá-lo pelas mãos
e, posteriormente, pelo pescoço, conduzindo-o pelas estra-
das da região colonial até a sede do município, fazia parte de
um ritual de humilhação e punição pública. O próprio uso
da palavra “negro” indica para uma maneira de classificar,
demarcar uma fronteira, uma posição e condição de inferi-
oridade. A questão étnica e a cor são vividas como sinais de
diferenciação e justificavam as atitudes por parte dos “ope-
rários italianos” em relação ao colega de trabalho aprisio-
nado por seu comportamento e, na sequência, submetido à
humilhação e castigo violento. Desse modo, raça, condição
social e gênero ajudam a entender a maneira como o com-
portamento de Adão dos Santos foi interpretado, bem como
a escolha realizada de aplicar ao mesmo um castigo. Não é
possível saber se todos os indivíduos que amarraram o laço
no pescoço do prisioneiro desejavam provocar a morte do
prisioneiro ou apenas lhe aplicar um castigo, mas é provável
que sim, apesar de relatarem que o “negro” perdeu a vida de
forma acidental e imprevisível.

15 Maragatos ou federalistas foram os revoltosos que participaram da Revolu-


ção Federalista ocorrida no Rio Grande do Sul entre 1893 e 1895. Os fede-
ralistas estavam insatisfeitos com o governo republicano, que prejudicava
o poder dos estancieiros e coronéis da região da Campanha. Durante dois
anos, o território gaúcho foi marcado pelos confrontos, violências e pela
prática da degola. Essa foi um tipo de execução usado amplamente pelos
grupos envolvidos no conflito. Ver Grijó (2010).
16 Depoimentos das testemunhas presentes no relatório do delegado Ernesto
Marsiaj, Caxias do Sul, 18 de janeiro de 1902. Processo-crime, Caxias do
Sul, Cível e crime, nº 1081, maço 37, 1902, APERS.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 337

Apesar de nem sempre os contatos entre imigrantes itali-


anos e “negros” resultarem em conflitos violentos, o caso
analisado possibilita pensar numa série de questões ligadas
a maneira como ambos os grupos se percebiam e agiram
no sentido de garantir diferenciações e reconhecimentos.
Palavras, ações e práticas estabeleceram fronteiras étnicas,
raciais e de gênero17, definindo significados diferentes em
relação a masculinidade e estabelecendo hierarquias. Um
ideal hegemônico se construiu num lugar em oposição a
“outros” no qual a virilidade era questionada, desvalorizada
e até não aceita. Se existem múltiplas compreensões sobre
o que é ser homem, a masculinidade que se torna soberana
adquiri domínio através das relações de poder de um grupo
sobre outros em um espaço territorial específico, através de
ações e interações sociais. A demonstração da aquisição de
vigor masculino se dá através da desvalorização de outras
formas de ser homem, essas consideradas inferiores e subal-
ternas (Kimmel, 1998: 106-113) muitas vezes, por meio de
confrontos violentos ou uso de punições físicas.
Em espaços onde um grupo étnico procurava ter o
controle sobre parte significativa dos meios de produção e
melhores oportunidades de trabalho, “surge uma relação de
desigualdade e estratificação” (Barth, 2000: 51). A violên-
cia pode também ser entendida como um mecanismo para
garantir que ocorra uma compensação diferenciada em
relação aos recursos econômicos, bem como uma distribui-
ção distinta de variadas vantagens, segundo diferenciações
fundadas em categorias étnicas. Diferentes aspectos podem
ser percebidos como elementos constituidores de distinção,
incluindo-se entre eles “orientações valorativas” e a obser-
vação de um código moral, em que se destacam questões
como a liberdade, a capacidade de manifestar-se, a valentia

17 A fronteira étnica é estabelecida sempre no contato com o outro, quando


então os grupos estabelecem relações. Sobre a ideia de fronteiras étnicas,
ver Barth (2000).

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338 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

e agressividade, todas eles constituidoras da honra masculi-


na (Barth, 2000: 53 y 73).
Tudo isto permite entender o comportamento dos “ope-
rários italianos” em relação ao “negro” Adão. Este, através
da afirmação de que “tinha sido maragato e sabia degolar”,
queria um tratamento respeitoso dos integrantes do grupo
de trabalhadores. O fato de ter participado da Revolução
Federalista, ocorrida no território sul rio-grandense entre
1893 e 1895, pode ter sido usado por Adão para justificar
a sua coragem e demandar respeito. Já haviam passado seis
anos do término da guerra civil ocorrida no Rio Grande do
Sul, e a participação no conflito podia significar valentia,
conferindo distinção e uma posição, que também era polí-
tica. O uso do termo maragato aparece como uma estratégia
para marcar categorias valorativas e reforçar uma distinção
do restante do grupo de trabalhadores italianos, uma vez
que havia participado da guerra cível ocorrida no territó-
rio gaúcho, participação essa que devia lhe conferir honra
e reconhecimento da virilidade. A não aceitação do trata-
mento desigual baseada numa fronteira étnica e numa per-
cepção de inferioridade racial e moral é contraposta a outra
oposição que, por sua vez, deveria diferenciar e conferir
respeito, prestígio e reconhecimento da masculinidade.
As manifestações de valentia e coragem, valores preza-
dos pelo grupo italiano, podem ser percebidas no compor-
tamento agressivo e na demanda por reparação a ofensas
públicas que atingiam a honra individual e familiar. Para se
considerar “homens de verdade” era necessário ter algumas
atitudes, como a de exigir respeito público e ter envol-
vimento direto em confrontos (Sánchez, 2004: 69-89). A
participação em guerras, o uso de armas e a própria prá-
tica da degola eram elementos que poderiam ser usados
para aprovação da masculinidade, sendo também entendi-
dos como sinais de diferenciação e prestígio entre os sujei-
tos. O “negro” Adão demandou o reconhecimento da sua

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 339

virilidade perante os companheiros, no espaço de trabalho,


sociabilidade e habitação.
É de maneira relacional, através das interações, demar-
cação das diferentes e hierarquias, confrontos e disputas
cotidianas, busca pela busca pela manutenção de privilégios
e competição entre grupos de trabalhadores, que ocorria a
construção das masculinidades. Ações violentas e práticas
de justiça aparecem como aspectos que colaboram para a
produção de espaços que se caracterizam com lugares de
domínio de homens que partilham de um determinado ide-
al de virilidade, e buscavam garantir sobre controle outras
compreensão de ser homem e reivindicações de reconhe-
cimento.
O envolvimento dos negros na Revolução Federalista
propiciou a construção de uma ideia negativa em relação
à participação da população negra no conflito, sendo eles
associado à barbárie da guerra e à prática da degola. A guer-
ra civil ampliou as possibilidades de acesso a uma melhor
qualidade de vida, obtenção de vantagens, no plano mate-
rial e simbólico, e maior liberdade para os negros (Weimer,
2008: 218-220). Nesse sentido, a participação no conflito,
somado a prática da degola, foram usados para construir
e reforçar uma masculinidade negra, bem como demandar
pelo reconhecimento público e cidadania em lugares mar-
cados pela presença hegemônica dos imigrantes.
Rejeitando tratamento desigual, o “negro” Adão – antes
de ser morto por “arrastamento” nas estradas da antiga
região colonial de Caxias do Sul – se utilizou dos significa-
dos simbólicos que a experiência e participação na guerra
conferia aos homens negros. No período do pós-abolição no
Brasil, a busca por cidadania se manifesta através da nega-
ção aos estigmas associados à população negra, que rejeitam
as classificações e signos distintivos de não-cidadão. Exigi-
am o reconhecimento de certas demandas e vantagens nos
espaços de trabalho, reivindicando aquilo que consideravam

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340 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

seus direitos, bem como buscando o reconhecimento social


(Mattos, 1998: 280-81). A eliminação do tratamento desi-
gual e a busca por reconhecimento através do confronto
direito é algo que pode ser percebido no conflito entre Adão
e os “operários italianos”.
Em estudos já realizados, tomou-se episódios que resul-
taram em mortes de negros, após o surgimento de conflitos
em espaços de sociabilidade, a fim de refletir sobre a for-
mação de redes de proteção e grupos que aplicavam casti-
gos violentos em núcleos de colonização italiana na região
central do Estado do Rio Grande do Sul (Vendrame, 2020
[2016]). Crimes como o apresentado, que ocasionou a morte
de Adão, possibilitam analisar as relações entre imigrantes
e nacionais nos espaços de trabalho, as disputas, as manei-
ras pelo qual o grupo não hegemônico buscava garantir
reconhecimento, honra e direitos através de determinado
desempenho. A valentia e as práticas violentas, como aquela
da “degola”, adquiridas através da participação em guerras,
são percebidas como atribuídos que compõem honradez e a
masculinidade de homens negros, devendo, portanto, serem
reconhecidos, o que necessariamente não ocorria em qual-
quer contexto, conforme pode-se perceber através do caso
apresentado. O uso da violência física era uma maneira de
manter controle sobre os outros e construir masculinidades
brancas hegemônicas em terminados territórios.

“Não tinha medo dos gringos”

Ao se retornar a análise dos inqueridos na investigação cri-


minal pelo delegado Ernesto Marsiaj, fica perceptível a sin-
tonia entre as explicações conferidas pelos indivíduos que
faziam parte do grupo de trabalhadores, indicando para a
existência solidariedade étnica e familiar. Tudo leva a crer
que os “operários italianos” haviam estabelecido combina-
ções com autoridade policial, que agiu para tentar resolver

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 341

o mais rápido possível o crime, com menos distúrbios pos-


síveis e prejuízos para as famílias dos conterrâneos envol-
vidos. Ao fazer isso, decidiu não interrogar Maria Antônia
Alves, companheira de Adão dos Santos, motivo pelo qual
teve sua conduta criticada pelas autoridades judiciárias.
Nesse sentido, as ordens para que a viúva fosse ouvida
vieram do promotor público Herculano Montenegro, uma
vez que este havia sido procurado pela mesma, que apresen-
tou suas explicações em relação a morte do companheiro.
Com a realização do novo depoimento, nada de novo foi
acrescentado, a não ser a afirmação de que havia “receio
de Maria Antônia Alves em declarar todas as minudências
do crime”18. Isso indica que a viúva ficou receosa em fazer
as revelações apresentadas em conversa com o promo-
tor público. Frente a tal comportamento, surgem algumas
dúvidas: por que Maria não apresentou sua versão para o
delegado? Por que recorreu ao juiz da comarca ao invés
da autoridade policial que se encontrava no município de
Caxias do Sul? O que temia ou qual era o seu “receio”?
Ao recorrer à autoridade externa, Maria Antônia Alves
demonstrava não confiar no delegado local. Relembrando,
os italianos ressaltaram o fato de Adão dos Santos Alves ter
chegado ao local dizendo que “não tinha medo dos grin-
gos”19, ameaçando colocar fogo na moradia destinada para
pernoitar, pois entendia que o local não era digno de ser
habitado por um casal “casado e não amasiado”20. A referida
afirmação se apresenta como uma resposta a advertênci-
as pronunciadas, aos limites e fronteiras que os “negros”
deviam respeitar em determinados locais, aqui no caso os

18 Relatório do delegado Ernesto Marsiaj, 20 de janeiro de 1902. Processo-


crime, Caxias do Sul, Cível e crime, núm. 1081, maço 37, 1902, APERS.
19 Gringo era uma forma pejorativa de se referira o estrangeiro, aqui no caso o
imigrante italiano.
20 Depoimentos das testemunhas Giuseppe Thomaso (40 anos, casado, jorna-
leiro, natural da Áustria), Carlos Vacca (17 anos, jornaleiro, solteiro, natu-
ral do município de Caxias do Sul), Balzarini Biagio (58 anos, jornaleiro,
casado, morador da vila de Caxias). Processo-crime, Caxias do Sul, Cível e
crime, núm. 1081, maço 37, 1902, APERS.

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342 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

espaços coloniais. Não ter “medo dos gringos”, ou seja, não


temer os italianos era uma manifestação de coragem e da
masculinidade, algo que foi tomado como uma ofensa, uma
vez que subvertia uma ordem e hierarquia almejada. Assim,
“encolerizado”, Adão teria injuriado muitas das pessoas pre-
sentes na casa destinada a moradia, bem como “as autorida-
des de Caxias”. E, demostrando também descontentamento
em relação às questões ligadas ao pagamento do salário,
decidiu abandonar o serviço com a companheira, sendo,
porém, detido antes disso. Todas essas explicações confe-
ridas pelas testemunhas foram negadas por Maria Antônia
Alves, que, em conversa com autoridade judicial, afirmou
que na noite do crime foi procurada por irmão de um dos
acusados. A ela foi prometido um valor financeiro para que
não “comprometesse” Hilário Jaconi – chefe do grupo de
“operários” – no “assassinato de Adão”. Essas explicações,
que indicam para uma tentativa de suborno, não ganharam
atenção do delegado21.
Reforçando declarações conferidas por Maria Antô-
nia Alves, Orlando Wanderley Caldas, natural do Estado,
morador de Caxias, afirmou em depoimento que os cavalos
saíram em disparada por conta de “três laçaços” que um dos
acusados havia proferido contra os animais que conduziam
Adão22. Já indicando para a existência de conflitos entre os
réus e a vítima, o empregado público Antônio Azambuja (36
anos, casado, natural do Estado) afirma que dias depois da
morte de Adão foi até o promotor público e lá encontrou
uma “mulher de cor parda” que relatava as circunstâncias
que desencadearam o falecimento do marido. As desavenças
com os companheiros de trabalho teriam iniciado devido às
declarações de que não podiam ficar perto de Adão “devido

21 Declarações de Antônio Maria Alves, 05 de fevereiro de 1905. Processo-


crime, Caxias do Sul, Cível e crime, núm. 1081, maço 37, 1902, APERS.
22 Depoimento de Orlando Wanderley Caldas. Processo-crime, Caxias do Sul,
Cível e crime, núm. 1081, maço 37, 1902, APERS.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 343

à catinga”23. Tais afirmações, somadas às insatisfações da


vítima, desencadearam, no dia seguinte, novas trocas de
injúrias24.
Não somente a cor, mas também o cheio era percebido
como marcas de inferioridade. A afirmação dos “operári-
os italianos” de que não podiam ficar juntos de Adão por
conta da “catinga” indica para a maneira como procura-
vam demarcar uma diferenciação através de uma classifica-
ção simbólica. O odor é percebido como um indicador de
impureza moral e poluição sobre uma determinada ordem.
“Impureza e sujeira é aquilo que não pode ser incluído, se
se quiser manter um padrão. Reconhecê-lo é o primeiro
passo para uma compreensão da poluição” (Douglas, 1976,
pp. 55-56). Apesar de dividir o mesmo espaço de trabalho, a
manutenção de superioridade racial era pautada no reforço
das diferenças e classificações simbólicas, algo que deveria
ser mantido, fosse através de relações harmônicas ou não.
Os estigmas ligados à cor e ao cheiro alimentavam a ideia
de inferioridade racial e legitimavam o uso da violência
como estratégia de controle, sendo usados para afastar os
estigmatizados de algumas vias de competição. Eles eram
vistos, portanto, como uma marca de quem não carregava
qualidades sociais (Goffman, 1988).
A existência de uma divisão baseada numa rivalidade
étnica e racial são aspectos motivadores do conflito entre os
italianos e o “negro” nas regiões de colonização no período
do pós-abolição, entre as últimas décadas do século XIX e
as primeiras do XX. Para além das alegações apresentadas
no processo-crime que investigava a morte de Adão, é pro-
vável que outras questões tenham ocasionado o aumento
das tensões entre os trabalhadores. Ao procurar abandonar
o local de trabalho, aquele estava reagindo ao fato de não ter

23 Depoimento de Antônio Azambuja. Processo-crime, Caxias do Sul, Cível e


crime, núm. 1081, maço 37, 1902, APERS.
24 Processo-crime, Caxias do Sul, Cível e crime, núm. 1081, maço 37, 1902,
APERS.

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344 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

recebido tratamento considerado digno e respeito. Sua con-


dição de casado com Maria Antônia Alves não havia sido
reconhecida, tendo o casal recebido um espaço considerado
não adequado para pernoitar. O tratamento desrespeitoso e
o não reconhecimento de sua masculinidade, essa associa-
da à sua condição de casado, motivou o descontentamento,
bem como a escolha de não aceitar as condições oferecidas.
Controlar certas exigências e não reconhecer a própria viri-
lidade e honra do “negro” Adão aparecem enquanto esco-
lhas para garantir domínio da violência e a constituição de
espaços de prerrogativas para determinado grupo étnico.
Com relação ao desempenho do delegado, mais do que
alguém empenhado em procurar realizar uma investigação
para descobrir e punir os agressores, parece ter atuado
como um protetor dos italianos e mediador local. Pelo
exposto acima, é possível também perceber que houve uma
articulação entre os membros das famílias dos envolvidos,
procurando evitar que os responsáveis fossem condenados
pela justiça. Na presença do delegado, buscaram uma saída
para a situação, propondo, na sequência, um acordo finan-
ceiro com a viúva de Adão. É provável que dificuldades em
relação à efetivação do acerto, ou ainda, a ausência de uma
proposta de reparação num primeiro momento, somada ao
comportamento da autoridade policial de não considerar as
explicações de Maria Antônia Alves, à levaram a recorrer
ao juiz da comarca, apresentando informações que havi-
am sido ignoradas por Ernesto Marsiaj, comprometido em
proteger seus conterrâneos italianos.
Segundo autoridade judicial de Caxias, ficava evidente
que as testemunhas tinham “trazido lições estudadas e que o
assassinato de Adão dos Santos havia sido a mais hedionda
manifestação da perversidade humana”. Assim, baseando-
se nas suspeitas oferecidas pela mulher da vítima, foram
denunciados como culpados pelo crime de homicídio25

25 Os denunciados foramen quadrados nas penas do artigo 294, inciso I do


Código Penal brasileiro, que determinava que, por matar alguém por qual-

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 345

Hilário Jaconi, Ferdinando Mori, Giuseppe Poggieri e Gio-


vanni Ponte. Na avaliação do juiz, a morte de Adão dos
Santos havia sido proposital, diferentemente da avaliação
do delegado que alegou ter sido ela “causal”, declarando
a prisão preventiva de apenas um dos acusados. Logo, na
percepção da mencionada autoridade, o crime que assu-
miu “proporções de perversidade infanda, não suporta um
estudo apurado sem que tenhamos que esbarrar com pre-
conceitos errôneos que só servem para sopear os direitos
individuais e embaraçar a ação da justiça”26. Divergênci-
as, contradições e preconceitos existentes nos depoimentos
e investigação policial são percebidos como aspectos que
atrapalhavam o bom desempenho da justiça em relação a
condenação dos acusados do crime.
No decorrer do processo, pode-se perceber uma
mudança no comportamento da viúva em relação aos acu-
sados. Num primeiro momento, parece não ter aceitado
uma possível tentativa de reparação privada através da con-
cessão de compensação financeira, deslocando-se até o juiz
da comarca para oferecer denúncia contra os responsáveis
pela morte do marido. Posteriormente, no entanto, através
do seu depoimento, procura não contribuir para a conde-
nação dos acusados pela justiça, o que sugere para a possível
efetivação de um acerto privado entre as partes e articula-
ção local para controlar os prejuízos de uma condenação no
tribunal de todos os acusados.
Passados alguns dias da morte de Adão, a viúva havia
também se envolvido em conflito numa das ruas de Caxias, e
na companhia da “meretriz Honorata de tal” tinham ofendi-
do o “decoro social” com palavras insultuosas. Por tal com-
portamento, ambas as mulheres teriam sido repreendidas

quer circunstancia agravante, a pena seria de doze a trintaanos. Código


Penal da República dos Estados Unidos do Brazil de 1890, escrito com
aortografia corrigida. Disponível em https://bit.ly/47vyu3I.
26 Relatório do Dr. Juiz Djalma Marques Selistreao Promotor Público, Caxias
do Sul, 14 de fevereiro de 1902. Processo-crime, Caxias do Sul, Cível e
crime, núm. 1081, maço 37, 1902, APERS.

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346 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

pelo capitão José Felix, segundo informações passadas ao


juiz municipal. O mencionado episódio, bem como a des-
crição de ser uma “mulher de vida fácil, com a profissão de
criada”27, são usados como justificativas para desqualificar
a conduta e as alegações da viúva na investigação criminal
da morte do marido. É possível também que a repressão
das autoridades locais e as avaliações negativas que circula-
vam em relação a Maria Antônia Alves, tenha influenciado
a mesma a tomar a decisão de não mais colaborar com seus
depoimentos no processo-crime, bem como aceitar as con-
dições de um acerto privado com os “operários italianos”
acusados pelo homicídio.
Assim, “sem ódios” e “recriminações a ninguém” a viúva
depõe no tribunal, julgando os “assassinos de seu marido”
como “incapazes de cometerem o crime que lhes atribuem”.
Como resultado, apenas dois dos acusados, os considerados
cúmplices, foram condenados a um ano e um mês de prisão,
enquanto contra os articulares do castigo não foi encontra-
do provas para condenação, sendo os mesmos liberados das
culpas28. É importante ressaltar que um deles era o chefe do
grupo de “operários italianos”, o mesmo que havia, um dia
depois da morte, concedido valor financeiro para à viúva,
como uma maneira de encaminhar um acerto privado.

A produção do território imigrante

O Rio Grande do Sul, a partir da década de 1870, passou


a receber grupos de imigrantes italianos através da política
colonizadora do Império brasileiro. Tanto na região nor-
deste quanto na central foram fundados núcleos coloniais

27 Relatório do Dr. Juiz Djalma Marques Selistreao Promotor Público, Caxias


do Sul, 14 de fevereiro de 1902. Processo-crime, Caxias do Sul, Cível e
crime, núm. 1081, maço 37, 1902, APERS.
28 Processo-crime, Caxias do Sul, Cível e crime, núm. 1081, maço 37, 1902,
APERS.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 347

em terras públicas, porém, alguns localizados próximos a


fazendas de proprietários luso-brasileiros. Não eram locais
totalmente despovoados ou isolados29. Rapidamente, os
espaços destinados à colonização foram sendo tomados por
famílias imigrantes que, após se estabelecerem nos lotes de
terras a eles conferidos, fundaram pequenas comunidades.
A organização de uma estrutura religiosa e administrativa
centrada na edificação de igrejas, na escolha dos santos e
instituição de paróquias, refletiam em parte os projetos da
constituição de instâncias autônomas e independentes nos
lugares destinados a ocupação imigrante. Agregados fami-
liares partiram de uma mesma paróquia rural italiana, com
a intenção de se fixar próximos uns dos outros e consti-
tuir novos centros de agregação sociorreligiosa nos núcleos
coloniais do sul do Brasil (Vendrame, 2007 y 2017: 23-42).
Por meio das fontes criminais, é possível perceber como,
nas regiões de colonização, os imigrantes italianos procu-
raram exercer certo controle social, bem como garantir o
respeito a práticas e direitos, o que fica perceptível através
dos conflitos entre estrangeiros e nacionais. Como já men-
cionado, a ocorrência dos embates ocorria em momentos
de sociabilidade ou após o surgimento de situações que
interrompiam a tranquilidade local, como mortes, roubos
ou após a troca de palavras ofensivas em espaços públicos.
O uso de porretes, armas de fogo e palavras ou gestos
provocativos aparecem sendo usados pelos imigrantes e

29 Esse é o caso dos núcleos de colonização italiana localizados na região cen-


tral do Estado do Rio Grande do Sul, especialmente na Colônia Silveira
Martins. Pesquisas apontam que próximo aos espaços ocupados pelos imi-
grantes italianos existiam fazendas de proprietários luso-brasileiros, que
foram também vendendo terras para os estrangeiros, conforme a demanda
foi surgindo frente a expansão das áreas de ocupação e chegada de novos
grupos. A presença da população egressa da escravidão na região também
pode ser identificada nas fontes, pois muitos de les apareciam realizando
serviços temporários para famílias de imigrantes, sejam elas italianas ou
alemãs. Vendrame (2016). Estudos também indicam para a presença de
lavradores nacionais em áreas que foram destinadas à colonização europeia
ou próximo a elas. Sobre isso ver Farinatti (1999).

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348 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

descendentes para perseguir ou intimidar aqueles que não


pertenciam ao mesmo grupo étnico, porém, frequentavam
os mesmos espaços de sociabilidade.
Um exemplo disso pode ser percebido através da afir-
mação “era melhor ficar quieto porque ali negro não falava”,
proferida em uma casa de negócio por um imigrante. Após
a frase, deu-se início ao conflito entre um grupo de italianos
e os irmãos Ribeiro dos Santos, resultando na morte de um
deles, na região central do Rio Grande do Sul. O lugar era
marcado pela presença de pequenas comunidades italianas,
com seus centros de sociabilidade e devoções religiosas.
Havia uma percepção de que era legítimo o uso da vio-
lência física contra os “negros”, especialmente aqueles que
pareciam não reconhecer os limites e fronteiras existentes,
comportando-se de maneira compreendida como afrontosa
em lugares de sociabilidade frequentado predominante por
imigrantes italianos, bem como nos centros de seus povo-
ados. Casos de linchamentos eram seguidos pela formação
de redes de proteção, para que os autores das mortes não
fossem descobertos (Vendrame, 2016).
A formação de bases agregativas territoriais, que se
constituía através da participação em associações e do for-
talecimento dos vínculos parentais, fornecia coesão social,
identificação e o reforço de estruturas de poder local, assen-
tadas na vizinhança. Elas permitiam que os estabelecidos,
aqui no caso os imigrantes que haviam se fixado nos núcleos
destinados à colonização, acreditassem possuir um “valor
superior” em relação aos outsiders, do qual procuravam se
diferenciar (Elias y Scotson, 2000). Considera-se os outsiders
os nacionais, especialmente os egressos da escravidão ou
descendentes de escravos, a quem a política de colonização
promovida pelo Império Brasileiro não procurou beneficiar
com a distribuição de terras devolutas e formação de núcle-
os de ocupação. O domínio sobre o território e o reforço das
bases de identificação com o espaço que passaram a ocupar
foi se constituindo através de práticas diversas, aspectos

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 349

materiais e simbólicos, bem como por meio do recurso da


violência física e dos procedimentos de justiça local.
O apoio à imigração italiana para o Brasil, nas últimas
décadas do século XIX, atenderia questões relacionadas à
colonização de terras em alguns estados do sul e a necessi-
dade de fornecimento de trabalhadores para as lavouras de
café paulistas. A preferência por imigrantes brancos e cató-
licos, vindos de além-mar, tinha por objetivo não apenas
resolver problemas de ordem econômica e social, mas tam-
bém racial. Desejado pela elite brasileira, o branqueamento
da raça seria então propiciado pela presença de campone-
ses europeus. Desejados pela elite brasileira, os imigrantes
europeus eram entendidos como portadores de virtudes
étnicas, sendo o grupo capaz de disseminar sentimentos
moralizadores e virtudes, aspectos estes que garantiriam
o desenvolvimento do país. E o nacional, aqui no caso o
negro e mestiço, representavam o atraso e a necessidade de
controle, vistos como incapazes de seguir certa disciplina
(Azevedo, 1987). Assim, logo que os italianos chegaram no
Brasil eles passaram a partilhar da percepção de inferiori-
dade dos brasileiros de cor.
O episódio de conflito analisado anteriormente asse-
melha-se, em alguns aspectos, aos embates ocorridos tam-
bém no Estado de São Paulo entre italianos e “negros”.
Pensando as relações entre imigrantes e nacionais no oeste
paulista nas últimas décadas do século XIX, Karl Monsma
(2017: 111-116) entende os confrontos enquanto meca-
nismos para que uma determinada hierarquia não fosse
rompida. Também aponta para a existência de redes de
apoio e solidariedade étnica para aplicar punições e acionar
mecanismos de proteção depois dos confrontos30. Alguns
elementos podem ser percebidos com mais clareza no caso
aqui analisado, pois estão ligados ao reforço de certas

30 Sobre os conflitos entre imigrantes italianos e nacionais em São Paulo, con-


sultar também Monsma (2016).

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350 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

percepções, estruturas de poder fundadas num determina-


do território e controle social através de punições violentas.
Os embates e práticas de justiça aparecem como produtores
de inferioridade social e o reforço de domínios, já que certas
atitudes dos “negros” eram percebidas como afrontosas.
Para além daquilo que já foi discutido, o recurso da vio-
lência, os pactos de silêncio, as mediações, as tentativas de
acertos e usos sociais da justiça, bem como os linchamen-
tos31 e os rituais de humilhação pública, funcionavam como
mecanismos que procuravam restabelecer uma determina-
da ordem rompida, quando normas sociais ou barreiras não
eram respeitadas. Essas eram práticas recorrentes nas áreas
de colonização europeia, apesar de as fontes não indicarem
ser grande a incidência de tais casos. Episódios de punição
violenta não aconteciam a todo o momento, mas eles indi-
cam para uma norma aceita por muitos.
A não repressão e interferência por parte da justiça
do Estado em relação a certos crimes surgiam da omis-
são das autoridades públicas frente aos delitos e maneiras
autônomas que o grupo imigrante tinha para encaminhar
as situações que geravam desordens e instabilidades. O não
envolvimento fazia parte de uma estratégia para garan-
tir um aparente controle administrativo perante instâncias
externas. A morte violenta de “negros” e os tipos de puni-
ções aplicadas aos mesmos permitem perceber que a violên-
cia exprimia uma ideia compartilhada de superioridade de
alguns em relação a outros, legitimada pelos ritos de humi-
lhação, mas também de percepção sobre a maneira como
algumas situações deveriam ser resolvidas e encaminhadas.
E através das práticas de justiça, castigos e violências ia se
constituindo os territórios imigrantes marcados pela exis-
tência de prerrogativas, normas, diferenças, hierarquias e

31 O linchamento como um ritual de humilhação pública queria mais do que


apenas a morte da vítima. Sobre linchamentos em quanto uma prática de
justiça popular, ver Martins (2015).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 351

poderes que deveriam ser respeitados por aqueles que eram


considerados outsiders.

Na última década do século XIX e início do XX, foram


frequentes as oposições entre italianos que ocupavam car-
gos públicos na administração municipal, como os filia-
dos ao Partido Republicano Rio-grandense (PRR), e os que
representavam os “revolucionários”, ou seja, os opositores.
Conflitos entre facções contrárias atravessavam a política,
administração e a justiça local, estando o poder judiciário
permeado por compromissos pessoais, trocas de favores e
interesses, o que acabava por orientar a abertura de investi-
gações e o resultado das sentenças. A disputa entre grupos
sociais que haviam participado da guerra civil, e que, depois
do seu fim, continuaram durante algum tempo a rivalizar
pelo controle local da política, é algo que pode ser percebido
no processo que investigava a morte do “negro” Adão.
Por meio da documentação judicial aqui analisada, é
possível levantar questionamentos sobre os interesses do
delegado de Caxias do Sul, que buscou resolver rapidamente
o crime como um mecanismo para garantir a paz local, em
contrapartida ao desejo do Promotor Público, Herculano
Montenegro. Esse levantou críticas ao trabalho da autorida-
de policial que não havia inquirido a viúva do “negro” Adão
entre os depoentes, ressaltando a pouca clareza e esforço na
condução na investigação. Apesar de não afirmar claramen-
te, ficava evidente para a Promotoria Pública a existência
de solidariedades e consensos em relação às declarações
das testemunhas, bem como a formação de uma rede de
apoio que envolvia o delegado e os envolvidos. O promotor
público, Herculano Montenegro, e o Juiz da Comarca, que
iniciaram as suas atividades na região colonial em 1902, ano
da morte do “negro” Adão, passaram, posteriormente, a ser
criticados e acusados de causar crises políticas locais.
Em carta do Conselho Municipal de Caxias do Sul
ao presidente do Estado Borges de Medeiros, em 1905,

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352 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Montenegro é apontado como um “inimigo da ordem e


sossego público […] Como republicanos sinceros, rogamos
a urgente retirada desse homem, que pela infâmia, intriga
e mentira, se tornou o cancro da felicidade desta colônia”
(Biavaschi, 2011). É provável que as oposições entre Hercu-
lano Montenegro e outras autoridades tenham se agravado
nos anos posteriores ao crime aqui analisado, por conta da
intromissão do mesma em assuntos que os integrantes da
intendência municipal, bem como o delegado Ernesto Mar-
siaj, acreditavam ser da alçada deles. O processo-crime que
investigava a morte do “negro” Adão é um exemplo desta
questão.
Buscando ter o controle sobre o território, as instân-
cias administrativas e jurídicas acabavam por entrar em
choque, agravados especialmente pelo fato de que as auto-
ridades públicas locais, para se manterem em seus cargos e
garantir a paz, procuravam agir de acordo com as deman-
das da população que, muitas vezes, queriam a resolução
privada e extrajudicial de conflitos e mortes. A presença
do Estado republicano e o controle na esfera local foram
fortalecidos e garantidos, em grande parte, pela atuação da
polícia judiciária – subdelegados e delegados32. Esses, antes
de conseguirem a condenação de alguns indivíduos por
crimes cometidos, agiam primeiramente como mediadores,
atendendo e respeitando, muitas vezes, os pedidos privados
de resolução dos impasses.
Tentar compreender como as comunidades ou munici-
palidades nas regiões de colonização italiana respondiam às
investidas de instâncias mais amplas de controle pode ajudar
a levantar novos entendimentos e questionamentos sobre o
processo de construção do Estado republicano. Além dis-
so, é necessário buscar questionar o que a população local,

32 Sobre as tensões entre os poderes locais e o poder central no Estado do Rio


Grande do Sul, bem como a relação entre o reforço da estrutura jurídica e
policial como um aspecto de controle e reforço do sistema político repu-
blicano no final do século XIX e início do XX, ver Axt (2012: 39-88) y
Biavaschi (2011).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 353

para além das disputas entre partidos políticos, esperava das


autoridades que ocupavam cargos públicos. O reconheci-
mento desses últimos vinha, em grande parte, da confiança
e legitimidade que conquistavam localmente entre os habi-
tantes das regiões de colonização europeia.

Conclusões

Ao se estudar casos específicos não se pretende tomar os


mesmos como representativos ou generalizar as conclusões,
mas sugerir questionamentos sobre os significados das dis-
putas, masculinidades e violências nos espaços de trabalho
e sociabilidade em regiões marcadas pela colonização euro-
peia no Rio Grande do Sul, no período do pós-abolição. Os
documentos criminais, processos-crime e inquéritos poli-
ciais surgem como fontes essenciais para compreender os
tipos de relações e conflitos que marcavam o cotidiano rela-
cional de imigrantes e negros nos núcleos coloniais. Eles
permitem apreender as percepções de ambos os grupos em
relação aos comportamentos em determinados espaços, os
recursos acionados para garantir aprovação da honra, da
masculinidade e de prerrogativas como a da liberdade e
cidadania. O entendimento sobre direitos em locais de tra-
balho e sociabilidade nas primeiras décadas da República
no Brasil passava pelo reconhecimento público e respeito à
virilidade dos homens negros, conforme se pôde perceber
através do caso analisado no presente artigo. Não aceitar as
condições impostas, bem como reforçar a honra e mascu-
linidade através de conduta reivindicativa e agressiva, apa-
rece como escolhas que refletiam os sentidos da liberdade
alcançadas pelos sujeitos egressos da escravidão ou descen-
dentes de escravos. A mobilidade espacial e social, somados
ao reconhecimento enquanto cidadãos e homens/mulheres
livres de estigmas, aparece como elementos importantes das
experiências sociais de cidadania da população negra.

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354 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

A legitimidade da autoridade viril do homem negro


passava pelo reconhecimento do grupo hegemônico, que no
caso aqui analisado eram imigrantes italianos e descentes.
Entende-se que a construção das masculinidades e estimas
se dava através do envolvimento em conflitos, violências
e práticas punitivas, estando também ligada ao domínio
sobre a conduta dos outros. Negar o reconhecimento da
masculinidade negra era uma maneira de garantir a cons-
tituição de territórios marcados por prerrogativas, normas
sociais e valores partilhados pelo grupo imigrante. Através
da violência e do controle se reforçava uma virilidade bran-
ca/imigrante. Ela era também era responsável por reforçar
identificação, privilégios e direitos nos espaços locais, seja
ele da vizinha, comunidade ou região colonial. A constitui-
ção de lugares de prerrogativas eram, portanto, socialmente
construídos através de práticas, ações, embates e percep-
ções que os homens brancos (imigrantes ou descendentes)
tinham sobre suas masculinidades, valores e normas éticas.
Por meio do que se pode chamar de “pacto da branquitu-
de”33 foram produzidos espaços locais de direitos e privilé-
gios para um determinado grupo, empenhando em garantir
a legitimação das fronteiras étnicas, hierarquias de raça e
gênero, em diferentes ambientes, como aqueles de trabalho
e convivência cotidiana.
O caso analisado no presente artigo permitiu indagar
sobre diferentes aspectos ligados às relações entre imigran-
tes e “negros”, a existência de diferentes percepções sobre
masculinidade, a produção de virilidades brancas, hegemô-
nicas e subalternizadas (ou controladas), os embates e a
violência como estratégia de controle, de reforço de hie-
rarquias, diferenças étnicas e raciais. Nas regiões de colo-
nização, os estrangeiros e descendentes buscaram garantir

33 “Pacto da branquitude” é a definição utilizada por Cida Bento para entender


a maneira como os brancos irão manter seus privilégios e excluindo os
negros, se colocando como cor “universal” e “normal”, como uma maneira
de garantir direitos, domínio e a supremacia branca. Ver Bento (2022).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 355

o controle sobre comportamentos considerados ofensivos,


bem como demarcar uma posição de distinção, expressando,
desse modo, um entendimento que tinham sobre a gestão de
certas situações e percepção sobre o espaço em que viviam.
Práticas de punição, pacificação e controle aparecem como
recursos que possibilitam a constituição de territórios mar-
cados por direitos e vantagens, onde as masculinidades se
chocavam e hierarquias eram estabelecidas.
Entende-se que a construção de uma consciência sobre
um território, aqui no caso o marcado pela imigração, pas-
sa pela organização de formas agregativas diversas, sejam
elas religiosas, familiares, parentais ou comunitárias, porém
também pelo uso da violência, punições, rituais simbólicos
e acionamento dos recursos oficiais da justiça do Estado. O
reforço das redes, afinidades e identificações ajudam a com-
preender como os grupos imigrantes vão definindo social-
mente seus direitos e modos de se comportar num deter-
minado espaço, como o percebem, o vivem e o constituem
enquanto um lugar marcado por controles e prerrogativas.
Mais do que o crime e o episódio de violência em si, o
caso analisado neste artigo nos mostra a convivência entre
lógicas distintas de justiça, bem como os usos que os indi-
víduos e grupos faziam das esferas oficiais de controle. A
existência local de julgamento, punição, resolução e enca-
minhando dos impasses, enquanto etapas de uma justiça
negociada e privada34, é algo que deve ser levado em conta
ao tentar entender como foi se dando o processo de reforço
das esferas administrativas e judiciárias estatais nas áreas
ocupadas por uma população de origem predominante-
mente europeia. Sem deixar de respeitar as formas autôno-
mas de resolução e pedidos de encaminhamento dos impas-
ses, os representantes do Estado, a exemplo do delegado

34 São formas alternativas e negociáveis de resolução dos conflitos, que podem


passar por acordos de paz, concessão de perdão e pela vingança, sem, por-
tanto, deixar de acionar os recursos oficiais do Estado. Sobre essa discussão,
ver Alessi (2007: 91-118) y Vendrame (2020).

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356 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

italiano Ernesto Marsiaj, foram atuando como mediadores


dos impasses, mediando a relação entre as diferentes esferas
de poder, orientando assim a maneira como a intervenção
estatal ocorreria localmente. Viu-se que as autoridades esta-
tais, acusadas de ser “inimigas da ordem e do sossego públi-
co” no município de Caxias, eram aquelas que, certamente,
não agiam de modo a respeitar as iniciativas de controle
social – confrontos e pacificações – acionadas localmente
pela população.
Os locais destinados à colonização europeia no Rio
Grande do Sul foram se constituindo enquanto espaços
caracterizados por uma forte cultura corporativa. Essa se
tornou imprescindível para garantir a identificação entre as
famílias imigrantes, o domínio e vantagens sobre o territó-
rio no qual haviam se fixado, estabelecendo classificações
através das distinções sociais e controles através da violên-
cia física. Nos momentos de tensão, a cor aparece como um
qualificativo para deslegitimar as ações e comportamentos,
bem como para justificar o controle sobre os indivíduos
negros. Foi através dos embates e o acionamento do recur-
so da justiça que se pôde analisar uma das vias de acesso
à cidadania, percebendo de que maneira os indivíduos se
relacionaram com as esferas policiais e jurídicas do Estado
republicano.
As atitudes violentas indicam para uma percepção dos
imigrantes a respeito do espaço colonial, o que permite pen-
sar em comportamentos e procedimentos que foram fun-
damentais na produção social de espaços de direitos e reco-
nhecimentos35, assentados em questões raciais e étnicas. O
recuso da violência na constituição e defesa das masculi-
nidades do homem branco/imigrante (que buscava manter
sob controle o homem negro), somadas aos procedimentos

35 Para pensar a produção dos espaços em quanto lugares marcados por ações
e práticas sociais, baseou-se nas ideias a presentadas por Torre (2020:
69-100).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 357

de justiça locais, privadas, negociadas e consuetudinárias,


possibilitaram o reforço de estruturas de poder político local
garantindo processos de territorialização das áreas destina-
das à colonização europeia. Ações, interações, redes, confli-
tos, violências e práticas, sociais e culturais foram aspectos
que constituíram os territórios imigrantes, esses marcados
pelo controle de recursos e direitos diversos, como aquele
da legitimidade das masculinidades brancas/hegemônicas.
O processo de formação da localidade é contínuo, sendo
marcado pela constituição de um espaço de percepções
compartilhadas, do reforço das afinidades, identificações e
distinções. Não reconhecer como legítimas as masculini-
dades negras era uma maneira de garantir controle sobre
comportamentos, bem como compunha a própria constru-
ção da virilidade dos imigrantes que tinha relação direita
com a produção de territórios de prerrogativas e poder.

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La materialidad
del castigo estatal

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Paisanos a los muros

Apuntes para pensar el perfil socio-profesional


de los guardias de la cárcel en una prisión
de la campaña bonaerense (Argentina,
1856-1919)

GUSTAVO FEDERICO BELZUNCES

Introducción

Durante la segunda mitad del siglo XIX se materializó


la construcción de cárceles acorde con las demandas de
modernizar el castigo. El año 1877 marcó un punto de infle-
xión para el castigo estatal en la provincia de Buenos Aires
con la puesta en funcionamiento de la Penitenciaría de Bue-
nos Aires, que colocó al Estado nacional en la vanguardia
de las nuevas ideas punitivas. Esta fuerte impronta penal,
se completó en el interior bonaerense, con la inauguración
de la cárcel de Mercedes, que junto a las de San Nicolás y
Dolores se constituyeron en las tres cárceles de encausados
para sus respectivos departamentos judiciales. Con la fede-
ralización de la Ciudad de Buenos Aires y su penitenciaría,
en el año 1882, la provincia de Buenos Aires comenzó a
construir su propia cárcel de castigo y corrección en Sierra
Chica, que empezó a funcionar como presidio y penitencia-
ría desde 1885.
Las preocupaciones por el profesionalismo de los guar-
dias concentraron la atención de las y los historiadores,
pero pocos estudios profundizaron en otros problemas aso-
ciados a la fuerza. En general, con algunas excepciones más
circunscriptas a estudios de los guardias de las prisiones

teseopress.com 363
364 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

federales, las investigaciones que tuvieron como objeto el


conocimiento de la vida en las cárceles lo hicieron anali-
zando las penurias que los reos afrontaron entre sus muros.
Sin embargo, no incorporaron del todo a los guardias en
la vida de estas instituciones, apareciendo, más bien, en
menciones marginales. Entre ellas, se suele afirmar que los
guardias compartieron el mismo mundo cultural que los
presos, entendiendo que tuvieron el mismo origen social, y
que carecieron de formación profesional. Sin embargo, no
contamos con ningún estudio en profundidad que demues-
tre esta afirmación, que sostenemos más con indicios, que
con fuentes asociadas al problema.
En este capítulo, nos proponemos analizar el perfil
socio-profesional de los guardias de la cárcel de Mercedes
entre 1856 y 1919. El marco temporal que nos proponemos
analizar se inicia con el año de funcionamiento de la prime-
ra cárcel departamental y culmina con los límites que nos
impone nuestra principal fuente de análisis. En efecto, el
cuerpo documental de este trabajo lo constituyen los libros
de Altas y Bajas de la Guardia de Cárcel de Mercedes, de
cuales contamos con un libro del año 1880 y otro que toma
las altas y bajas del personal de guardia entre 1894 y 1919.
En ellos, nos encontramos con valiosa información sobre el
origen de los guardias, sus datos filiatorios y sus jerarquías,
así como los años de ingreso y egreso a la fuerza. Para su
contraste con los presos, estudiamos los libros de Entradas
y Salidas de la Cárcel de Mercedes entre 1904-1906, en
donde es posible estudiar los datos filiatorios de los presos.
El cuadro se completa con fuentes de información cuali-
tativa, como los legajos de los jueces de paz de apreciable
información, porque estuvieron a cargo del reclutamiento
de los guardias hasta fines del siglo XIX. El Registro Oficial
de la Provincia de Buenos Aires contiene información sobre
normas y presupuestos que nos permitió tener una idea
más general de las características de este cuerpo armado.
Finalmente, el estudio de la prensa local también nos aportó
algunos indicios valiosos sobre la fuerza.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 365

Las fuentes con las que contamos nos permitirán un


acercamiento detallado al perfil social de los guardias y los
presos a modo de poder compararlos. Su estudio en la cár-
cel de Mercedes puede resultar un buen ejemplo para com-
prender la constitución de esta fuerza en las prisiones de la
campaña que prácticamente no contemplan trabajos histo-
riográficos en este espacio. Además, esta cárcel fue objeto
de ciertas expectativas punitivas al haber sido inaugurada
por el presidente Avellaneda en marzo de 1877 (Belzunces,
2020). De este modo, indagamos en el perfil social y pro-
fesional de una fuerza que no perteneció a una institución
marginal en el concierto del castigo civilizado de la cam-
paña bonaerense del período, sino a una institución que
se presentó como una avanzada modernizadora del Estado
sobre un espacio siempre bajo sospecha de barbarie por las
élites del siglo XIX.
En este trabajo, suponemos que la necesidad de con-
formar un cuerpo de guardias para esta institución no se
acompañó de las urgencias por su profesionalismo. Las
preocupaciones de las autoridades estatales estuvieron más
asociadas a garantizar cierta disciplina para su uso miliciano
al servicio del gobernador, que a una formación específica
para sus funciones. La falta de profesionalismo y el origen
social de los guardias, se suelen presentar como causales de
complicidades y violencias en la vida entre muros. Aquí, sin
discutir en profundidad sus efectos sobre la vida en la cár-
cel, nos proponemos dilucidar su perfil social. Suponemos
que, con algunos matices, las características sociales de los
guardias se correspondieron con las de los paisanos rurales
bonaerenses. Al igual que con el resto de las fuerzas mili-
tares, el cuerpo para la custodia de los criminales y presos
comunes de la cárcel de Mercedes lo pusieron los trabaja-
dores pobres de la campaña.

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366 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Hacia la formación del cuerpo guardia de la cárcel

Las primeras cárceles de los departamentos judiciales fun-


cionaron en las antiguas alcaidías, en general, pequeñas
casas donde también solían cumplir sus funciones los jueces
de paz. Este fue el destino de los presos, cuando en 1856
se formó el Departamento Centro de Justicia con sede en
la Villa de Mercedes. Los encausados de todos los juzgados
de paz correspondientes a su jurisdicción pasaron a alojarse
en la casa del juez de paz, una pequeña arquitectura con
dos habitaciones que hacían de celdas con rejas a la calle
(Belzunces, 2020). Naturalmente, el arribo de presos de
todos los juzgados fue colapsando rápidamente los espacios
de esta pequeña cárcel, cuando los tiempos de los procesos
judiciales no se comenzaron a corresponder con la capaci-
dad de esta simple arquitectura.
Los reclamos por “una cárcel para los presos del Depar-
tamento” tuvieron sus primeros efectos cuando en 1867 se
iniciaron los trabajos para construir un edificio municipal
que, entre otras funciones, contemplaría una cárcel para el
juez de paz. Iniciadas las obras, todos los presos fueron
trasladados a una casa alquilada y refaccionada para cum-
plir funciones de cárcel, cuyas seis habitaciones fueron las
respectivas celdas. Cuando en 1869 culminó la construc-
ción del nuevo edificio municipal, los presos del juzgado de
paz fueron trasladados a la nueva alcaidía, quedando en la
casa alquilada los reos correspondientes al Departamento
Judicial. Su suerte cambió nuevamente cuando, en 1877, el
presidente Avellaneda anunció el ingreso de nuestro país
en la modernización punitiva inaugurando la cárcel de
Mercedes. Una arquitectura penal para “más de doscientas
plazas”, con un muro de circunvalación que garantizaba su
seguridad.
Hasta la nueva cárcel departamental, las improvisadas
arquitecturas que funcionaron desde 1856 para alojar a los
presos de la justicia letrada, se mostraron muy vulnerables.
Con paredes de adobe y rejas a la calle, las fugas de los

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 367

reos, e incluso algunos “derrumbes”, no escaparon a la vida


cotidiana (Levaggi, 2002; Belzunces, 2021). De este modo,
al no contar más que con paredes endebles y simples rejas,
su seguridad, en gran medida, estaba sostenida por los
guardias.
Sin embargo, garantizar un cuerpo estable de custodia
para la cárcel se mostró como una empresa problemática
desde el inicio. En efecto, la demanda de brazos para una
economía rural en expansión y la necesidad de paisanos
para la guerra, en el proceso de formación estatal, generaron
durante gran parte del siglo XIX un problema permanente
de falta de hombres. Al mismo tiempo, la reconfiguración
de las milicias en guardias nacionales durante la década
de 1860 forjó presiones de “servicios” al Estado provincial
sobre la población campesina avecinada que, además de sus
tareas laborales, debían servir en la Guardia Nacional (Can-
ciani, 2017). Fueron parte de estas obligaciones milicianas
la custodia de las cárceles de la campaña, a cargo de los
jueces de paz y de los jefes de milicia locales, a las cua-
les se destinaron paisanos de esta fuerza. Bajo condiciones
muy precarias, los guardias recibieron un salario por su
“servicio”, pero dependieron del “rancho” para su supervi-
vencia. Los bajos salarios propiciaron las deserciones y las
demandas por mejores condiciones de vida autorizando,
desde sus primeros años de funcionamiento, que los mis-
mos puedan conchabarse, intercalando los servicios en la
cárcel con semanas de trabajo asalariado. Aun así, nuestras
evidencias demuestran que los guardias se alimentaron de
la comida de los presos e, incluso, hicieron uso de sus medi-
cinas (Belzunces, 2018). Los conflictos militares y las malas
condiciones de vida exacerbaron las dificultades para con-
seguir paisanos dispuestos a integrar la fuerza. A partir de
la década de 1870, el reclutamiento por medios coercitivos,
como los penados por “vagancia” o por desertar de otras
fuerzas como la Policía, se volvió un mecanismo frecuente.
En consecuencia, la condición de avecinado, propia de los
primeros guardias, fue cediendo frente a las necesidades de

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368 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

reclutamiento. Sin embargo, el descontento de los guardias


y su origen social, que en palabras del juez del Crimen
era una fuerza “compuesta en su mayor parte por hombres
vagos, sin ningún tipo de instrucción militar en su gran
mayoría y autores de más de un delito”, los volvieron objeto
de sospecha permanente ante las recurrentes fugas de los
presos (Belzunces, 2018).
La cárcel de 1877 intentó resolver algunos de estos
problemas, en la medida en que su seguridad no depen-
día únicamente de los guardias, ya que un gran muro
de circunvalación protegió el edificio reemplazando sus
paredes de adobe y las viejas rejas contiguas a la vía
pública. Con la renovación edilicia, comenzaron las ini-
ciativas para ordenar el cuerpo de guardias, aunque
sus jerarquías conservaron continuidades. En efecto, así
como el alcaide de la vieja cárcel siguió en funciones
del nuevo edificio, también lo hizo el juez de Paz en el
reclutamiento de los guardias.
Las intenciones de ordenar la fuerza, darle entidad
y mayor disciplina tendrán su correlato con la creación
del Batallón Guardia de Cárcel, en 1879, con un jefe,
un segundo jefe, 27 oficiales, 95 clases y 362 soldados.
Aunque, como en la cárcel de Dolores, este cuerpo no
estuvo exento del reclutamiento de infractores a la ley
de enrolamiento y “vagos” (Sedeillán, 2006-2007). Un
año después, luego de la federalización de la ciudad de
Buenos Aires, se organizó el Servicio de Guardia de las
Cárceles de la campaña, mediante un decreto del 6 de
octubre de 1880 con la firma de Bustillo (Rodríguez
Méndez, 1989: 101-102). Este Servicio estará confor-
mado por la confluencia de las fuerzas pertenecientes
al Regimiento Guardia Provincial y el Batallón Guardia
Provincial, que en las cárceles cumplían funciones de
custodia y traslado de detenidos.
Posteriormente, en 1881, en el marco de un reorde-
namiento de las fuerzas provinciales luego de su derrota
frente a las tropas del gobierno nacional, se incrementó

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 369

el número de efectivos y se aprobó un reglamento para


su personal. Según este reglamento, publicado en el
Registro Oficial, la fuerza quedó conformada por cuatro
compañías, cada una de ellas con un capitán, un tenien-
te, un subteniente, un sargento 1°, un sargento 2°, un
cabo 1°, un cabo 2° y 34 guardianes, todos bajo la depen-
dencia del jefe de Policía. Naturalmente, una de ellas se
destinó a la cárcel de Mercedes. Finalmente, en 1894,
pasó a denominarse Cuerpo de Seguridad de Cárceles.
La creación del cuerpo de guardias y el reglamento
venían a ordenar la fuerza y generar un marco para garan-
tizar mayor disciplina. Sin embargo, por lo menos hasta
el final del período que nos ocupa, su profesionalidad era
una empresa que tendría que esperar. En efecto, desde la
federalización de la ciudad de Buenos Aires y la restric-
ción a las provincias de utilizar milicias, el gobernador de
la provincia de Buenos Aires utilizó esta fuerza –bajo las
denominaciones de gendarmes, policías, bomberos y guar-
dias de la cárcel– en reiteradas ocasiones para protegerse
de las intervenciones federales, las revoluciones radicales e
incluso la represión de disturbios electorales y sociales. De
este modo, la creación del cuerpo de guardias de la cárcel,
si bien garantizó mayor ordenamiento de este y disciplina,
conservó su utilización miliciana por el Poder Ejecutivo
provincial. Como lo expresara un cronista del diario local
El Oeste en febrero de 1905, quien luego de recordar que los
batallones provinciales son ilegales, sentencia que el gober-
nador Ugarte los sostiene “disfrazados” de Guardia cárceles
o gendarmes1. De este modo, su formación y entrena-
miento, así como su armamento y su respectivo uniforme,
reprodujeron las lógicas militares y milicianas, muy lejos de
los objetivos específicos que esta fuerza debía tener en la
reforma penal2.

1 Biblioteca Sarmiento de Mercedes, diario El Oeste, 1905.


2 En otras palabras, la fuerza nació en manos de milicianos con obligaciones
de servicio en la guardia de la cárcel y continuó, luego de su formal creación

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370 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

El perfil profesional de los guardias de la cárcel

Como mencionamos, el cuerpo de custodia de la cárcel


tuvo una gran heterogeneidad en el origen de sus miem-
bros, pero esta situación estuvo lejos de ser exclusiva
de nuestra cárcel. Según el Censo Nacional de 1906, las
cárceles provinciales presentaron distintas situaciones
en el origen de los miembros de sus fuerzas peniten-
ciarias. Las cárceles federales como la Penitenciaría de
Buenos Aires y las propias de las provincias y los terri-
torios nacionales, estuvieron custodiadas por miembros
del ejército nacional, hasta la creación del cuerpo Guar-
dia de Cárceles en 1911 (Olaeta y Canavessi, 2020). Cada
provincia resolvió la custodia de sus cárceles de forma
distinta, por medio de tropas del ejército, miembros del
cuerpo de bomberos, agentes de policía, “vigilantes” o el
propio cuerpo de Guardias de Cárceles; en las cárceles
de mujeres algunas provincias simplemente declararon
que “no hay custodia” o estaban a cargo de las religio-
sas. En el caso de la provincia de Buenos Aires, el Penal
y Presidio de Sierra Chica declaró estar custodiado por
un oficial y cincuenta hombres del cuerpo de Guardia
de cárceles. Sin embargo, la cárcel de detenidos y la cár-
cel y penitenciaría de la ciudad capital de La Plata, así
como las cárceles de encausados de la campaña de San
Nicolás, Mercedes y Dolores manifestaron estar a cargo
del Cuerpo de Bomberos de La Plata3. Los bomberos de
la Provincia de Buenos Aires, no fueron solo un cuerpo
orientado a cubrir urgencias civiles como los incendios,

e instrumentación de un reglamento en 1881, como fuerza de custodia de


las cárceles provinciales sujeta a usos y obligaciones milicianas, detrás de
las fachadas de sus denominaciones. Esta utilización política obstaculizó su
profesionalización, por un lado, porque conservó una gran heterogeneidad
en el origen de sus miembros como argumentamos en las páginas siguientes,
por el otro, porque no tuvieron una formación específica a sus tareas.
3 Primer Censo Carcelario de la República Argentina, 31 de diciembre
de 1906. Buenos Aires, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 371

sino que portaron armas y tuvieron entrenamiento mili-


tar acorde con las necesidades milicianas del Gober-
nador. Entre otras obligaciones, cubrieron la custodia
de las cárceles, sobre todo cuando los propios guardias
eran movilizados a la ciudad de La Plata con fines polí-
ticos, como las posibles intervenciones federales, intimi-
datorios a sus opositores o, en ocasiones, mantener el
“orden social” frente a posibles huelgas o disturbios. En
efecto, en 1887 se creó el Cuerpo de Bomberos de La
Plata con miembros de la policía y con entrenamiento
militar. Sin embargo, en 1891 por decreto del Poder
Ejecutivo, entregó sus materiales al cuerpo de Guardia
Cárceles que pasará a cumplir ambas funciones, como
bomberos y como custodia de las instituciones penales.
En 1898, los materiales volverían a cargo de los bom-
beros, para fusionarse nuevamente con los guardias en
1899, funcionando con la denominación de Cuerpo de
Bomberos y Guardianes de Cárceles, separándose recién
en 1910 de sus funciones de custodia para constituirse
como Cuerpo de Bomberos de la Provincia de Buenos
Aires, aunque, en la práctica, su presencia en las cárceles
continuó por algunos años más.
Para una imagen más precisa, registramos el perfil
de los Guardias según su origen “profesional” en el año
en que fueron dados de Alta en la fuerza, expresados en
el siguiente cuadro.

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372 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Cuadro 1. Altas del cuerpo de Guardias de la cárcel de Mercedes


según su profesión, 1894-1919

Año Guardianes Agentes Bomberos Soldados

1894 8

1897 42

1898 99

1899 72

1900 1 57 1

1901 1 47 7

1902 54 23

1903 5 5 43

1904 7 31

1905 16 22

1906 25 22

1907 16 2 41

1908 7 39

1909 4 25

1910 10 28

1911 2 7

1912 5 2 12

1913 47 14 35

1914 51 1

1915 191

1916 20

1917 29 1

1918 12 5

1919 18 1

Total 467 403 7 336

Fuente: Libro de Altas y Bajas de los Guardias de la Cárcel, Archivo


Unidad 5 de Mercedes.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 373

Según el libro de Altas que expresamos en este cua-


dro, de los 1213 Guardias que custodiaron la cárcel de
Mercedes entre 1894 y 1919, el 38,5 % fueron registrados
como guardianes, casi en paridad el 33 % como agentes de
policía, el 28 % como soldados y solo el 0,5 % como bom-
beros. Como observamos, los bomberos constituyeron una
minoría absoluta y se registraron recién a partir de 1917
cuando ya era una fuerza separada de los guardias, eviden-
ciando que más allá de su institucionalidad, algunos de sus
miembros fueron reclutados para custodiar las cárceles. Es
posible entonces que los cuarenta hombres del cuerpo de
bomberos de La Plata que fueron censados en 1906 como
custodios de la cárcel de Mercedes, figuren en las altas de la
fuerza como guardianes, o en su defecto, como agentes de
policía de la cual dependían.
De todos modos, la heterogeneidad que observamos
en el cuadro 1, nos indica una fuerza que estuvo lejos de
ordenarse en un cuerpo específico de la institución, hasta
los inicios de 1914. Estas categorías, en ocasiones utiliza-
das como sinónimos, evidencian que no tienen una clara
delimitación en la fuerza, no es posible, en consecuencia,
contar con una burocracia consolidada para la misma hasta,
por lo menos, la segunda década del siglo XX. En efecto,
si observamos la evolución de sus profesiones durante el
período analizado, vemos que, hacia finales del siglo XIX,
el origen de sus miembros vino de la policía. A partir de
1902, son reemplazados por soldados. Esta denominación
no sabemos a qué responde, pero es poco posible que se
trate de soldados del ejército como en las cárceles federales,
más bien, nos inclinamos que se debe a ingresantes con
formación militar provenientes de estas fuerzas militares.
Finalmente, los guardianes, que superaron a los soldados en
1906, vuelven con fuerza en 1913 para constituirse en la
única profesión de los paisanos que custodiaron la cárcel. El
año 1915, marcó un pico muy contrastante con el resto de
los años, que evidenció el ingreso masivo de nuevos guar-
dias, el cual, especulamos, asociado a los finales del gobierno

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374 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

provincial de Ugarte4. Lo que parece suceder entonces, es


que el gobernador trazó el inicio de un nuevo camino en la
historia de la fuerza, conformada casi exclusivamente por
guardianes, una fuerza que se mantuvo fiel a su gobierno en
las diferentes coyunturas conflictivas. De este modo, pode-
mos pensar que el cuerpo de Guardias de la cárcel tuvo una
primera etapa entre 1854 y 1880 donde estuvo conformado
por Guardias Nacionales y vagos enviados por los jueces
de paz. En efecto, según el libro de Altas y Bajas de esta
fuerza en 1880, de los 118 guardias que fueron relevados
ese año, solo tres, todos en el mes de julio, arribaron a la
fuerza en forma voluntaria, como el suizo Julio Hermingan
y los argentinos, con el grado de sargento segundo, Teófilo
Rocha e Inocencio Castro; uno, el italiano Rafael Paredes,
de 20 años, lo hizo por orden del juez de paz; y, los 114 res-
tantes, fueron enviados a cumplir sus servicios militares por
los comandantes de Chivilcoy, Bragado y Salto. Le siguió
una segunda etapa, en donde se comenzó a ordenar la fuer-
za con la publicación de un reglamento y la conformación
específica como custodia de la institución. Sin embargo,
como demostramos, su uso miliciano y su dependencia de la
policía, conformaron una fuerza cuyos miembros tuvieron
orígenes diversos. De este modo, muy lejos de su profesio-
nalismo, los custodios de esta cárcel no contaron con una
formación especializada. Podemos especular, que, a partir
de 1915, se inició una nueva etapa donde la fuerza conta-
rá, casi exclusivamente, con guardianes como custodios de

4 Según nuestras evidencias, podemos observar que la policía quedó, durante


este período, sujeta a los poderes locales en varios conflictos donde la fuerza
fue movilizada por el intendente de turno. En cambio, los Guardiacárceles,
si bien intervinieron en estos conflictos locales a las órdenes del comisario,
parecen despegarse hacia una fidelidad evidente a las órdenes del goberna-
dor, como en las revoluciones radicales, pero sobre todo durante el dominio
del gobierno provincial de Marcelino Ugarte. En efecto, los inicios de esta
hegemonía del “ugartismo” tuvieron su origen en febrero de 1903, cuando
instó a sus legisladores a tomar la legislatura provincial por la fuerza con el
apoyo del Batallón de Guardiacárceles, conflicto del cual salió fortalecido,
controlando el gobierno hasta 1917.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 375

la cárcel, en parte, como consecuencia de su centralización


en poder del gobernador; aunque, su formación profesional
deberá esperar hasta la segunda mitad del siglo XX.
Esta heterogeneidad en el origen de los guardias y sus
usos milicianos demuestra que el proceso de centralización
monopólica de la fuerza en el Estado Nacional fue más pro-
blemático, es decir, menos lineal. En consecuencia, podemos
suponer que esta “falta de profesionalismo” de los guardias,
no se debe a la precariedad de las instituciones provinciales,
sino a las lógicas propias en que se construyó la institucio-
nalidad del Estado de la provincia de Buenos Aires.

Perfil social de los guardias de la cárcel

Tal como argumentamos, nuestro análisis sobre los libros


de Altas y Bajas de los Guardias de la Cárcel nos presen-
ta una heterogeneidad de denominaciones. El perfil social
que analizaremos aquí contempla su totalidad, ya que todos
conformaron la guardia. Según nuestra fuente, registramos
un total de 1358 guardias entre 1894 y 1919, con sus altas
y bajas. Comencemos, entonces, por el análisis de sus datos
filiatorios. En principio, los hombres que cumplieron con el
servicio de guardia fueron solteros en un 77 %, sólo un 22
% de ellos estuvo casados, y el 1 % viudo5. El 60 % fue regis-
trado como trigueño, sólo un 3 % como “negro-mulato” y el
resto como blancos. El 75 % estuvo alfabetizado al momen-
to de dar su alta en la fuerza, un porcentaje que, como en el
resto de la población, se corresponde con los avances de la
educación pública desde la segunda mitad del siglo XIX.
En cuanto a sus fluctuaciones, si dividimos nuestros
datos por quinquenios entre 1899 y 1918 notamos algunos
cambios. En el caso de los casados, registramos una leve

5 Naturalmente, este porcentaje en el registro de guardianes solteros no con-


templa las uniones de hecho –es decir, de aquellos que no necesariamente
estaban casados– muy comunes en la sociabilidad de la campaña.

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376 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

tendencia a su aumento que, aunque no nos permite pensar


en un cambio significativo de esta condición civil en la fuer-
za, vale la pena dar cuenta. En efecto, si entre 1899 y 1903
los casados representaron el 17,5 %, una cifra análoga a la
de los guardias de 1880, luego, entre 1914 y 1918, lo hicie-
ron con el 26,5 %. Esta leve suba de guardias registrados en
esta condición puede representar una tendencia a la suba
de más largo plazo que no podemos dilucidar con los datos
que disponemos hasta el momento. Aunque si tomamos los
tres últimos años podemos especular que se corresponden
con esta impronta: en 1917 los casados representan el 38 %,
en 1918 el 31 %, para elevarse esta cifra al 68 % en 1919.
El predominio de paisanos solteros, migrantes, estuvo
asociado al reclutamiento de “vagos” para los ejércitos de
línea. Aunque tenemos sobradas evidencias de que el reclu-
tamiento de los guardias siguió estos métodos coercitivos
hasta finales del siglo XIX, más disociados de las lógicas
milicianas que le dieron origen a la fuerza, no lo podemos
determinar con certeza; aunque es posible pensar que el
aumento del número de casados se corresponda con una
mayor estabilidad en la misma. Es decir, que se esté trans-
formando en un ingreso laboral, bajo formas de recluta-
mientos voluntarios.
Más disruptivos se nos presentan los datos de la alfabe-
tización de los guardias durante este período. Así, mientras
que los analfabetos representaron el 33 % entre los años que
van desde 1899 a 1908, esta cifra cae al 19 %, entre 1909 y
1913, para derrumbarse al 8 % entre 1914 y 1918. Especu-
lamos que los efectos de la educación pública explican este
avance progresivo hacia la alfabetización total de los guar-
dias, más que un celo por exigir instrucción educativa en su
reclutamiento, aunque no lo descartamos.
El 87 % de los guardias estuvieron domiciliados en
Mercedes, aunque el 13 % restante se registró con domicilio
en un “cuartel”. No podemos determinar con estas fuentes
a qué refiere con exactitud esa categoría, pero en otras evi-
dencias se menciona como “cuartel” a los domiciliados que

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 377

habitaron fuera del ejido de la ciudad, es decir, en los cuar-


teles rurales de Mercedes. Si esto es así, la totalidad de los
guardias pasaron a vivir en esta ciudad al ingresar en la fuer-
za. Aun así, en algunos casos mencionan cuarteles numera-
dos que parecen corresponderse con los regimientos. Para
una mejor perspectiva, analicemos sus procedencias.
Si examinamos su lugar de nacimiento, aunque todos
se domiciliaron en Mercedes, 328, el 28 % de los mismos
fueron oriundos de esta ciudad. En otros términos, de los
1153 paisanos que registramos donde nacieron, 827 fueron
oriundos de otros pagos y, en consecuencia, pasaron a vivir
en Mercedes. Estas evidencias, nos permiten especular que
la cárcel y su cuerpo de guardias contribuyeron a consolidar
el desarrollo poblacional y económico de la ciudad, consti-
tuyéndose en una fuente de trabajo estable.
Sin embargo, aunque los mercedinos se destacaron,
la mayoría de los guardias tuvieron procedencias diver-
sas. El 50 % lo fue de la provincia de Buenos Aires, el
31 % de las provincias restantes, el 7 % de la ciudad de
Buenos Aires (Capital Federal) y el 12 % fueron origi-
narios de otros países. Sobre los nacidos en la provincia
de Buenos Aires, el 70 % lo hicieron en los partidos
de Mercedes (el 57 %), Chivilcoy y Luján. Las cerca-
nías, entonces, fueron un atractivo lógico para reclutar
hombres a esta fuerza. Es posible también que, hasta la
primera década, estas cercanías geográficas en el reclu-
tamiento estén asociadas a obligaciones milicianas de
una parte de sus miembros, dada la naturaleza ambigua
de la fuerza. Respecto de las otras provincias, se desta-
caron los cordobeses, puntanos y cuyanos, en ese orden.
A excepción de los mendocinos, que lo hicieron en el
quinquenio de 1914-1918 (al igual que los mercedinos),
la mayoría de ellos fueron registrados entre 1899 y
1908. Solo a los fines comparativos, la provincia de Cór-
doba, con 72 paisanos, aportó casi los mismos guardias
que la Capital Federal, con 82. El 12 % fueron extranje-
ros, entre ellos, se destacaron los españoles y los árabes,

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378 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

luego los italianos y los orientales, quienes, entre todos,


representaron el 79,5 % de los mismos. Este porcenta-
je de extranjeros en la fuerza se encuentra por debajo
de su representación poblacional en la zona oeste, que
no fue menor del 20 %. Es decir que, si bien los 137
inmigrantes que integraron la Guardia no constituyeron
un número marginal, no podemos deducir de ello que
se conformaron en un auxilio central a los ingresos en
la fuerza, como sería para la policía de capital (Gayol,
1996)6.
Aun así, el 87 % de todos los guardias (unos 1155),
se registraron como argentinos. Mientras que los de
nacionalidad europea fueron solo del 7 %, y con valores
del 3 % restante lo hicieron los americanos y asiáti-
cos. Los guardias no presentaron ningún miembro de
nacionalidad africana, en clara sintonía con los cambios
demográficos de este período.
En cuanto a su ocupación, de los 1261 guardias que
tenemos registrados, el 89 % fueron reclutados como
trabajadores sin calificación, de los cuales, el 86,5 % fue-
ron jornaleros y solo el 2,5 % empleados. Apenas el 7 %
presentó alguna calificación, entre los que se destacaron
los panaderos (con solo 13 casos) y albañiles (10 casos),
con pocos registros de peluqueros, pintores, telegrafis-
tas, tipógrafos y carpinteros, entre otros. Los agentes del
orden, representados por los militares, fueron solo el
2,5 % que, en casi su totalidad, lo hicieron entre 1897 y
1898. Finalmente, en valores muy marginales, 8 de ellos
eran estudiantes; apenas 5 agricultores y 3 comercian-
tes. En suma, si abarcamos a los trabajadores calificados,
empleados y jornaleros, los guardias de la cárcel fueron

6 El bajo porcentaje de extranjeros estuvo también asociado a su excep-


ción del servicio militar o miliciano, en consecuencia, sus ingresos
fueron voluntarios. Aun así, no parece que fuera necesario estimular
su ingreso como sí sucedió con la policía de la ciudad de Buenos Aires
hasta los inicios del siglo XX.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 379

un cuerpo que durante este período se constituyó en un


96 % por paisanos asalariados de la campaña.
Finalmente, nos queda por explorar la edad de los
reclutados a este cuerpo de custodia. Si tomamos los
datos de 1898 a 1919, nos da un promedio de 28 años
para todos los guardias que conformaron la fuerza, sin
fluctuaciones significativas durante el período; lo cual
la constituye en una fuerza relativamente joven, aun-
que con una edad lógica para estas instituciones. Sin
embargo, si tomamos nuestros datos sobre los guardias
de 1880, año en que se creó el cuerpo, su promedio de
edad fue de 25 años. Esta cifra más baja que el prome-
dio de sus años posteriores, responde a que el 31 % de
los mismos, con 40 casos, fueron menores de 21 años.
De ellos, el 30 %, tuvieron entre 16 y 18 años. Esta cifra
tiene una tendencia a la baja en nuestros registros de los
años posteriores. En efecto, sobre 1270 registros de la
edad de los guardias entre 1894 y 1919, el 19 % fueron
menores. De ellos, el 36 % (85 guardias) tuvieron entre
17 y 18 años, a excepción del guardián Fortunato Gutié-
rrez, un estudiante trigueño, domiciliado en Mercedes,
que tuvo el alta en febrero de 1917 con sólo 15 años,
para retirarse de la fuerza “por orden superior” cuatro
meses después. El resto, naturalmente, tuvieron entre 19
y 21 años.
La presencia de los menores en los cuerpos armados
constituyó la normalidad durante el siglo XIX, quienes
desde los 16 años eran reclutados a las milicias locales
o a los cuerpos armados como el Ejército, estos, además
de ser plazas voluntarias para los jóvenes, se constitu-
yeron en lugares de corrección donde los mismos eran
destinados por comisarios, jueces de paz o defensores de
menores (Conte, 2021). En definitiva, las obligaciones a
las que estaban sujetos estos jóvenes los acercaron a las
de los adultos, ya que participaron de las mismas acti-
vidades laborales que los guardias mayores de edad. En
efecto, si analizamos los guardias menores de edad entre

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380 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

1894 y 1919, el 86 % de ellos fueron trabajadores asala-


riados sin especialización, conformados por 196 jorna-
leros y 10 empleados. Solo el 10 % fueron trabajadores
especializados, como panaderos, mecánicos, tipógrafos,
telegrafistas o albañiles, entre otros. Siete de ellos fue-
ron estudiantes y, aunque marginales, encontramos dos
agricultores y un comerciante. En suma, la casi totalidad
de estos menores que conformaron la guardia fueron
trabajadores, solo el 24 % de ellos fueron analfabetos,
una cifra muy similar a la de la totalidad de la fuer-
za. Finalmente, para completar el cuadro, analicemos el
perfil de los guardias por jerarquía.

Los guardias según sus jerarquías

A los fines comparativos, tomamos los datos de aquellos


que fueron dados de alta en la fuerza bajo la categoría
de “guardianes”, cabos y sargentos, entre 1894 y 1919.
De este modo, podremos determinar qué distancia social
identificamos entre los mismos. Naturalmente, el núme-
ro de guardias registrados en las tres categorías es muy
disímil, así, mientras que los sargentos que identifica-
mos fueron 28, los cabos fueron 53 y los “guardianes”
476. Por “guardianes” contemplamos a todos los guardias
registrados con esta categoría, excluyendo, a los fines
comparativos, otras denominaciones como los agentes
o soldados. Para facilitar nuestro análisis, volcamos los
datos filiatorios en el Cuadro 2.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 381

Cuadro 2. Perfil social de los guardias según sus jerarquías, 1894-1919

Filiación Sargentos Cabos Guardianes


Casos % Casos % Casos %
Estado
Casado 7 37 % 9 18 % 121 28 %

Soltero 12 63 % 42 82 % 309 72 %

Total 19 100 % 51 100 % 430 100 %

Instrucción
Alfabeto 20 95 % 44 86 % 374 87 %

Analfabeto 1 5% 7 14 % 56 13 %

Total 21 100 % 51 100 % 430 100 %

Color
Blanco 12 57 % 15 33 % 156 37 %

Trigueño 8 38 % 30 65 % 258 61 %

Negro- 1 5% 1 2% 9 2%
moreno-
pardo
Total 21 100 % 46 100 % 423 100 %

Edad
Edad 33 años 29 años 28 años
promedio
Menores 1 4% 7 13 % 85 18 %

Total 28 100 % 53 100 % 476 100 %

Fuente: Libro de Altas y Bajas de los Guardias de la Cárcel, Archivo


Unidad Penal nº 5 de Mercedes.

El cuadro parece mostrarnos que las diferencias entre


los cabos y los guardianes son más bien mínimas, en conse-
cuencia, no ameritan pensar que sus perfiles sufrieron una
selección que esté asociada a su estado, instrucción, color
de piel o edad de estos. Sin embargo, las diferencias en sus
filiaciones entre los sargentos y los guardianes parecen más
marcadas. En efecto, a medida que subimos en la escala de
jerarquías, los sargentos tienen porcentajes más elevados de

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382 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

casados, instruidos y blancos. En el mismo sentido se mues-


tran las evidencias relacionadas a la edad, donde los sargen-
tos tienen en promedio cinco años más que los guardianes
y cuatro más que los cabos, además de contar solo con un
menor entre sus filas. Estas diferencias, sí, nos permiten
suponer que, en lo posible, se priorizó a hombres casados,
blancos, instruidos y adultos para conformar el cuerpo de
sargentos a cargo de la fuerza. Decimos en lo posible por-
que, como demostramos, predominaron los solteros, tri-
gueños y jóvenes entre los guardias reclutados.
Aun así, aunque en casos marginales, es posible pensar
que esta fuerza pudo transformarse en un mecanismo de
ascenso social para alguno de sus miembros. En efecto, sie-
te analfabetos ascendieron al grado de cabo, mientras que
Julián Díaz, un puntano, trigueño, de 49 años, llegó al grado
de sargento, el 10 de febrero de 1901, también sin saber leer
y escribir. Lo mismo podemos decir de los menores que,
además de un sargento de 19 años, el 17 de octubre de 1907,
Enrique Melevo, un porteño, jornalero, recibió el alta con el
título de “distinguido” a sus 17 años. También, los morenos,
que, siendo una minoría entre los guardianes, contaron con
miembros en cada cargo, como Ubaldo Bausá, un negro de
45 años, carrero, que llegó al grado de sargento primero el
25 de julio de 1898.
Si analizamos los orígenes, las diferencias parecen
menos marcadas. El predomino de los argentinos alcan-
za a todas las jerarquías y no ameritan diferencias; tam-
bién todos estuvieron domiciliados en Mercedes, aunque su
lugar de nacimiento parece marcar algunos matices. Mien-
tras que los guardianes fueron bonaerenses de nacimiento
en un 74 %, los cabos lo fueron en un 54 %, siendo 42 % de
los mismos originarios del resto de las provincias del país.
Lamentablemente no contamos con datos para los sargen-
tos, de manera de poder observar si este dato se constituye
en una tendencia hacia la máxima jerarquía de la fuerza que
examinamos.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 383

Finalmente nos queda determinar el perfil de sargentos,


cabos y guardianes según su ocupación, como expresamos
en el Cuadro 3.

Cuadro 3. Ocupación de los guardias según sus jerarquías, 1894-1919

Ocupación Sargentos Cabos Guardianes


Casos % Casos % Casos %
Trabajadores 19 90 % 38 74 % 363 86 %
sin
especialización
Trabajadores 2 10 % 3 6% 47 11 %
especializados
Productores 1 2% 2 1%
autónomos
Comerciantes 2 1%
Estudiantes 6 2%
Agentes 9 18 %
del orden
Total 21 100 % 51 100 % 420 100 %

Fuente: Libro de Altas y Bajas de los Guardias de la Cárcel, Archivo


Unidad 5 de Mercedes.

Nuevamente las diferencias no parecen demasiado sig-


nificativas como para habilitarnos a pensar en algún crite-
rio de selección que discrimine el acceso a las jerarquías de
la fuerza según su pertenencia de clase. Todos fueron, por
abrumadora mayoría, trabajadores, aunque los sargentos lo
fueron en su totalidad. Es decir que los pocos comerciantes
o productores autónomos que identificamos en los guar-
dianes no accedieron a las jerarquías por tener ocupaciones
más asociadas a los sectores medios de la sociedad, que al
conjunto de los asalariados que conformaron la fuerza.
De este modo, podemos concluir que los sargentos
pertenecieron a la misma clase social que los cabos y los
guardianes. Para sus criterios de selección, no fueron las
distinciones materiales las que predominaron, sino otras

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384 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

características en su filiación como el estado, el color, la


edad o la instrucción. Como analizamos, ninguna de ellas
parece determinante y, en todo caso, solo la edad estable-
ce una diferencia significativa para llegar a la jerarquía de
sargento, donde los adultos fueron más prioritarios que los
jóvenes, pero sin excluirlos. Claramente, el mando de un
cuerpo armado responde a otros criterios más cualitativos
que no podemos dar cuenta en este trabajo, como la disci-
plina, la capacidad de mando o la experiencia, en los que la
edad también puede jugar a favor.

Perfil social de guardias y presos

Finalmente, comparamos el perfil de los guardias y presos,


para saber si efectivamente “los guardias pertenecieron al
mismo mundo social que los presos”. Para una mejor repre-
sentación, que nos permita entender esta relación entre
custodios y reos, tomamos una fracción de años en los
que contamos con los datos de ambos, de manera de tener
una imagen los más precisa posible de aquellos que convi-
vieron en la prisión de Mercedes durante este tiempo. En
consecuencia, comparamos los libros de Entradas y Salidas
de Presos entre 1903 y 1906, con los mismos años que
registramos en el libro de Altas y Bajas de los Guardias de
la Cárcel de Mercedes7. Para no abrumar nuevamente con
cifras, volcamos los datos en cuadros comparativos, donde
representamos diferentes características de todos los guar-
dias (independientemente de sus calificaciones o jerarquías)
y presos que convivieron en este período. Comencemos
entonces por sus filiaciones, representadas en el Cuadro 4.

7 Libros de Entradas y Salidas de Presos de la Cárcel de Mercedes 1903-1904


y Libro de Altas y Bajas de los Guardias de la Cárcel de Mercedes, del
Archivo de la Unidad Penitenciaria nº 5 de Mercedes; Libros de Entradas
y Salidas de Presos 1905-1906, del Archivo Histórico y Museo del Servicio
Penitenciario Bonaerense.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 385

Cuadro 4. Perfil social de los guardias y presos, 1903-1906

Filiaciones Guardias Presos


Casos % Casos %
Estado
Casado 31 17 % 358 25 %
Soltero 154 82 % 1067 73 %
Viudo 2 1% 27 2%
Total 187 100 % 1452 100 %
Instrucción
Alfabeto 115 61 % 794 55 %
Analfabeto 73 39 % 657 45 %
Total 188 100 % 1451 100 %
Color
Blanco 44 24 % 743 50 %
Trigueño 129 69 % 713 49 %
Negro 13 7% 6 1%
Total 186 100 % 1462 100 %
Edad
Edad promedio 27 años 30 años
Menores 50 27 % 299 22 %
Mayores 138 73 % 1054 78 %
Total 188 100 % 1353 100 %

Fuente: Elaboración propia: Libros de Entradas y Salidas de Presos de la


Cárcel de Mercedes 1903-1904 y Libro de Altas y Bajas de los Guardias
de la Cárcel de Mercedes, del AUPM; Libros de Entradas y Salidas de
Presos 1905-1906, del AHMSPB.

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386 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

El cuadro nos dice que los guardias en relación con


los presos que tuvieron que custodiar, entre 1903 y 1906,
fueron levemente más instruidos y solteros. Sin embargo,
otras variables se nos representan como más contrastantes;
en efecto, los guardias fueron predominantemente trigue-
ños, siendo los blancos la mitad con relación a los presos,
también fueron más jóvenes y, en consecuencia, con una
proporción mayor de menores. Al parecer, estos jóvenes
trigueños y solteros que conformaron el cuerpo de guardias
no dejaron de presentar continuidades con los paisanos
perseguidos, detenidos y enviados a los cuerpos armados de
línea durante todo el siglo XIX. Oriundos de otras comuni-
dades y provincias, fueron objeto de persecución del Estado
para recomponer los cuerpos armados necesitados de hom-
bres frente a los permanentes conflictos militares. Ahora,
presentados bajo formas voluntarias y, posiblemente, coer-
citivas a conformar la fuerza, sus miembros sostuvieron
algunas de sus características. Este cuadro se nos presen-
ta más claro si observamos su origen, representados en el
Cuadro 5.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 387

Cuadro 5. Origen de guardias y presos, 1903-1906

Orígenes Guardias Presos


Casos % Casos %
Nacionalidad
Argentino 168 89 % 1080 74 %
Europeo 11 6% 326 22 %
Americano 9 5% 46 3%
Asiático 10 1%
Total 188 100 % 1462 100 %
Nacimiento
Capital Federal 14 7% 48 3%
Otras 73 39 % 186 13 %
Provincias
Provincia 83 44 % 815 56 %
Buenos Aires
Extranjeros 18 10 % 402 28 %
Total 188 100 % 1451 100 %
Domicilio
Mercedes 137 73 % 75 6%
Provincia 989 83 %
Buenos Aires
Capital Federal 16 1%
Otras 10 1%
provincias
Extranjeros 5 1%
Ambulante 92 8%
Cuartel 51 27 %
Total 188 100 % 1187 100 %

Fuente: Elaboración propia: Libros de Entradas y Salidas de Presos de la


Cárcel de Mercedes 1903-1904 y Libro de Altas y Bajas de los Guardias
de la Cárcel de Mercedes, del AUPM; Libros de Entradas y Salidas de
Presos 1905-1906, del AHMSPB.

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388 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Los guardias fueron de nacionalidad argentina en


casi su totalidad, nacidos en la provincia de Buenos Aires
en aproximadamente la misma proporción que los paisa-
nos de otras provincias y con pocos extranjeros. Como
ya mencionamos, todos se domiciliaron en Mercedes y
sus cuarteles rurales, o algunos presentaron el cuartel
militar de origen, ya que fueron destinados a la custodia
de la cárcel por sus jefes. En contraste, los presos desti-
nados al tribunal de Mercedes y su cárcel por los jueces
de Paz locales fueron originarios de los pueblos que
conformaron el Departamento Judicial del Centro. En
consecuencia, fueron nacidos en la provincia bonaerense
y se domiciliaron en varios de sus pueblos. Sin embargo,
aunque fueron argentinos por mayoría, presentaron un
porcentaje casi cuatro veces mayor de europeos y tres
veces mayor de extranjeros, que se corresponden con los
mayores porcentajes de blancos entre los reos registra-
dos, frente a sus guardias. Hasta aquí entonces, mientras
que los presos expresaron la diversidad poblacional de
sus pueblos de origen, los guardias presentaron caracte-
rísticas más uniformes, similares a la de los jornaleros
migrantes bonaerenses y de las restantes provincias del
país. Si observamos el Cuadro 6, completamos más cla-
ramente sus perfiles.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 389

Cuadro 6. Ocupación de los guardias y presos, 1903-1906

Ocupaciones Guardias Presos


Casos % Casos %
Trabajadores 182 97% 1000 70%
sin
especialización
Trabajadores 6 3% 163 11%
especializados
Productores 136 9%
autónomos
Comerciantes 70 5%
Hacendados 8 1%
Estudiantes 2
Agentes del 56 4%
orden
Total 188 100% 1453 100%

Fuente: Elaboración propia: Libros de Entradas y Salidas de Presos de la


Cárcel de Mercedes 1903-1904 y Libro de Altas y Bajas de los Guardias
de la Cárcel de Mercedes, del AUPM; Libros de Entradas y Salidas de
Presos 1905-1906, del AHMSPB.

En efecto, frente a los presos que tuvieron que custo-


diar entre 1903 y 1906, los guardias no sólo fueron más
jóvenes, trigueños, provincianos y argentinos, sino también,
más proletarios. Los guardias fueron todos jornaleros y, a
diferencia de los presos, no presentaron entre sus miem-
bros agricultores, hacendados, comerciantes, estudiantes o
profesionales. Más aun, entre los asalariados, los presos
tuvieron entre sus miembros casi cuatro veces más de tra-
bajadores especializados que los guardias. Aunque conviene
no exagerar estas diferencias, ya que, los presos, si bien pre-
sentaron mayor diversidad laboral, el 80% de los mismos
también fueron trabajadores asalariados, y en su abruma-
dora mayoría, simples jornaleros.
Esta evidencia nos enfrenta a especular sobre las causa-
les de permanencia de los guardias en la fuerza, frente a una
realidad material que no los diferencia de la pobreza de sus

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390 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

custodiados. En principio, la inestabilidad de sus miembros


no nos permite pensar en una fuerza consolidada, dado que
las altas y bajas fueron permanentes hasta 1915. Si bien, al
parecer, siempre se cubrieron las vacantes, los custodios no
solían durar más de un año en el cargo. En parte, porque el
origen de los guardias era diverso, con lo cual suponemos
estuvieron sujetos a obligaciones militares. Ello pudo impli-
car que una parte de sus miembros, terminado su período
de reclutamiento, solicitaban la baja, pero carecemos de
mejor información para afirmarlo. Recién desde 1916 la
fuerza parece reordenarse, al conformarse por altas de pai-
sanos que se identificaron como miembros de la Guardia de
cárcel, y no como soldados, agentes de policía o bomberos.
Esta nueva conformación, aportó mayor estabilidad en la
fuerza y, al parecer, respondió al cambio de autoridades en
la gobernación provincial.
Sin embargo, otras razones pueden explicar la perma-
nencia de los paisanos en la custodia de la cárcel. En efecto,
uno de los temores frente a las dificultades de reclutamien-
to del ejército de línea, era el paso de los hombres de armas
a otras fuerzas con mejores salarios y mejores condiciones
de vida como los policías, los bomberos o los Guardias de la
cárcel de las provincias (Quinterno, 2014: 299-301; Olaeta
y Canavessi, 2020: 830). Además, los guardias de la cárcel
no estaban sometidos a la rigurosidad de la vida militar, con
bajas pagas, permanentes traslados y en condiciones de vida
muy precarias (Quinterno, 2014). Podemos suponer enton-
ces que, domiciliados en Mercedes por el tiempo que duró
su reclutamiento o en forma permanente, las condiciones
de vida de los guardias de la cárcel fueron relativamente
mejores que las del ejército de línea, también conformado
por paisanos pobres de entornos rurales de las provincias
argentinas.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 391

Conclusiones

Hacia finales del siglo XIX el cuerpo Guardia de Cárcel


contaba con un reglamento específico y su historia de reclu-
tamientos de penados parecía quedar atrás. Sin embargo,
aunque mostrara mayores indicios de orden y disciplina,
su formación profesional estuvo lejos de resolverse. Por lo
menos hasta los inicios de 1914, la fuerza estuvo conforma-
da con guardias de distintos perfiles profesionales, predo-
minando los agentes de policía hasta 1902, para ser supe-
rados por “soldados” hasta 1914, y finalmente, predominar
los “guardianes” recién desde esa fecha. Entre ellos, también
cumplieron funciones de custodia el cuerpo de Bomberos
de La Plata, que recién pasó a cumplir sus funciones espe-
cíficas en 1910, aunque como observamos, participaron de
la Guardia por unos años más. Con armamento y entrena-
miento militar, los guardias fueron movilizados en varias
ocasiones por los gobernadores de la provincia para resol-
ver disputas políticas y sociales. Este uso miliciano, impidió
una formación específica de sus miembros y explica, en par-
te, la falta de profesionalismo y la heterogeneidad de origen
en las altas de sus agentes. Aunque es posible identificar
mayor uniformidad en el origen de sus miembros al final de
nuestro período de estudio, la formación profesional de sus
agentes como política institucional del Estado provincial,
no se intentará hasta los finales de la década de 1950.
El perfil social de los guardias se correspondió, casi
en su totalidad, con los trabajadores rurales de la campaña
bonaerense. Predominantemente solteros y trigueños, no
desentonaron con los reclutados a otras fuerzas armadas
provinciales y nacionales. La alfabetización progresiva de
sus miembros especulamos que no respondió a criterios de
selección asociados a la instrucción de los mismos, sino a
los avances del Estado en la educación pública.
Oriundos de la provincia de Buenos Aires y de los
pueblos adyacentes a la cárcel de Mercedes, esta fuerza no
necesitó, de una forma determinante, de los inmigrantes de

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392 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

ultramar para garantizar su reclutamiento, aunque tuvieron


una presencia cercana al diez por ciento del total. En efecto,
fueron argentinos y domiciliados en Mercedes, lo cual, aun-
que evidencia formas de reclutamiento en la ciudad, espe-
culamos que consolidó el crecimiento de la población local,
ya que, la mayoría de ellos, provenían de otras ciudades y
provincias.
Al igual que en las labores y fuerzas militares del siglo
XIX, el cuerpo de guardias no estuvo exento de menores,
que conformaron cerca del veinte por ciento del total. Con
obligaciones similares a las de los adultos, estos jóvenes jor-
naleros de la campaña también custodiaron las cárceles de
encausados.
En efecto, la casi totalidad de los guardias fueron califi-
cados como jornaleros, con pocos miembros entre sus filas
de trabajadores calificados y escasos agricultores y comer-
ciantes. Al parecer, fue una fuerza poco tentadora para las
clases sociales medias y altas, que ya comenzaban a dejar las
armas como instituciones de prestigio.
En cuanto al perfil ocupacional, no se nos presenta muy
distinto cuando analizamos sus jerarquías, en consecuencia,
también sus sargentos fueron trabajadores asalariados, pre-
sentando pocas diferencias con el resto de los guardias. Al
parecer, los criterios de selección para acceder a este car-
go estuvieron más bien orientados a buscar miembros de
mayor edad, casados e instruidos, aunque también presen-
taron un mayor porcentaje de blancos. Lo que sí está claro
es que la riqueza o, en otros términos, la clase social, no fue
una condición de acceso al grado de sargento, aunque tam-
poco había muchas opciones distintas en una fuerza donde
la casi totalidad de sus miembros eran jornaleros.
Finalmente, aunque guardias y presos fueron por mayo-
ría proletarios, sus perfiles presentaron algunos contrastes.
Mientras que la población carcelaria expresó la diversidad
poblacional de los pueblos rurales desde donde provenían
los presos, el perfil de los guardias se mostró más uni-
forme. Fueron jornaleros, migrantes bonaerenses y de las

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 393

provincias restantes, predominantemente trigueños, argen-


tinos, jóvenes y domiciliados en Mercedes. Frente a los pre-
sos que, aunque fueron en su mayoría jornaleros, presenta-
ron una diversidad mayor de trabajadores calificados, con
algunas ocupaciones propias de los sectores sociales medios
de la campaña. También expresaron mejor las migraciones
de ultramar, con un mayor número de europeos, y, en con-
secuencia, de blancos. Quizás, más asociado a las formas del
reclutamiento militar, los guardias fueron más jóvenes que
los presos; aunque, sus promedios de edad demuestran que
los menores en la prisión no fueron nada excepcionales,
sino parte de su vida institucional. Situación que no hace
más que reflejar su integración laboral al mundo de los
adultos, más allá de los muros carcelarios.
En definitiva, tal como hemos especulado con eviden-
cias más cualitativas, la custodia de criminales y presos
comunes estuvo a cargo de los paisanos pobres de la cam-
paña. Pero esta definición no vale solo respecto de su perfil
social, sino incluso en contraste con el de los propios presos
que custodiaron, que, aunque también fueron en su mayo-
ría jornaleros pobres, presentaron mayor diversidad en sus
perfiles sociales. Esta conclusión nos confirmaría que pre-
sos y guardias compartieron el mismo mundo cultural y,
en consecuencia, nos explicaría algunas de sus violencias y
complicidades.
Sin embargo, aunque la cárcel estuvo habitada en su
mayoría por paisanos pobres, otros dispositivos de dife-
renciación institucional hicieron su trabajo para marcar las
jerarquías; como el uniforme (sujeto a recurrentes reclamos
por su “mal estado”), las posibilidades de hacer “carrera
profesional”, la conformación de identidades colectivas y la
propia posición de los reos pagando sus penas, nos hacen
suponer que los guardias no necesariamente se pensaron
como iguales a los presos que tuvieron que custodiar. Cla-
ramente las fuentes que analizamos aquí nos impiden pro-
fundizar en estas cuestiones más simbólicas y culturales,
con las cuales tendríamos un panorama más complejo de las

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394 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

relaciones entre vigilantes y vigilados. De lo que sí estamos


seguros, es que los estudios sobre “la vida en las cárceles”
no pueden prescindir de ninguna de las partes. Si queremos
conocerla, así como estudiamos a los paisanos que padecie-
ron las sombras de sus muros, también debemos conocer a
aquellos que los vigilaron desde la intemperie de sus alturas.

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Encierro y vida cotidiana en la provincia
de Buenos Aires (Argentina, segunda
mitad del siglo XIX)
MELINA YANGILEVICH

Introducción

1877 fue un año particular en la provincia de Buenos Aires


en lo relativo a las cuestiones penitenciarias y de adminis-
tración de justicia criminal. Sin dudas, para las autoridades
provinciales y nacionales la perspectiva en esas áreas se
presentaba promisorio. Por entonces, se aprobó para varias
provincias el texto del Código Penal elaborado por Carlos
Tejedor, aunque ello no implicó abandonar la apelación al
complejo marco preceptivo vigente. Este conjunto de nor-
mativas estaba compuesto por disposiciones provenientes
del periodo de la ocupación española en el territorio rio-
platense a la que se sumó la promulgada con posterioridad
(Yangilevich, 2012). Paralelamente, se inauguraron cuatro
establecimientos penales en el territorio provincial. Sin
dudas, la atención estuvo centrada en la de Buenos Aires
(García Basalo, 1979; Caimari, 2004) que prometía un esce-
nario adecuado para la aplicación de un anhelo largamente
expresado: el del castigo civilizado (Caimari, 2002). La nueva
construcción reemplazaría a otros espacios de encierro del
ámbito porteño, como el Cabildo y la llamada Penitenciaría
donde las condiciones de vida de las personas retenidas,
según las fuentes del periodo, eran deficientes.
Junto a la nueva Penitenciaría porteña se establecieron
las cárceles de las cabeceras departamentales de la justicia
letrada existentes en las localidades de San Nicolás, Merce-
des y Dolores. Desde 1854 –año de establecimiento de estos

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398 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

departamentos- hasta 1877, las cárceles asociadas donde


procesados y algunos condenados eran retenidos no fueron
construidas con esa finalidad. Se trataba de edificaciones
generalmente muy precarias y en mal estado (Yangilevich,
2017). En 1882 se sumó la Penitenciaría de Sierra Chica
cuando fue necesario reemplazar la de Buenos Aires, ya en
manos de las autoridades nacionales, luego de la proclama-
ción de esa ciudad como capital de la República. La zona
central de la provincia rodeada de canteras de piedra sería
el nuevo destino de las personas condenadas en la provin-
cia (García Basalo y González, 2023). El proceso conoci-
do como el de reforma penitenciaria, que incluyó al mundo
occidental con variantes regionales, se inscribió dentro de
la cuestión social, que implicó una transformación social,
política y económica (Zimmermann, 1995; Suriano, 2000;
Salvatore, 2001).
Las iniciativas edilicias referidas y concretadas a fines
de 1870 fueron planteadas a principios de esa centuria.
Desde la década de 1820 la necesidad de contar con un
espacio de encierro con características modernas fue una
expectativa explicitada en diferentes ámbitos, vinculada a
la necesidad de mejorar paralelamente la administración de
justicia. A fines de la década de 1860, las autoridades pro-
vinciales decidieron colocarse a la cabeza del proceso de
reforma penitenciaria en paralelo a las tendencias vigentes
a nivel internacional (Cesano, 2011; González Alvo, 2017),
aunque los resultados concretos de las inversiones fueron
visibles a fines del siguiente decenio.
En los últimos años, la historiografía sobre la temáti-
ca abordó una multiplicidad de tópicos sobre las políticas
implementadas, el funcionamiento institucional, el aspecto
arquitectónico, los presupuestos asignados y utilizados, las
cuestiones normativas y reglamentarias, así como las agen-
cias de los actores involucrados. Con el propósito de con-
tribuir al campo, el propósito del presente trabajo reside
en indagar en un aspecto que recibió una atención parcial,
aunque creciente por parte de la literatura especializada

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 399

(León León, 2003: 502-573; García Amézquita, 2015; Agui-


rre, 2019; Moreno Juárez, 2021). El mismo consiste en des-
cribir y analizar aspectos de la vida cotidiana en las cárceles
de la provincia bonaerense durante la segunda mitad del
siglo XIX. En tal sentido, se procurará reconstruir ciertos
atributos de la cultura material existente, el acceso a la ali-
mentación, la vestimenta, la presencia de enfermedades y el
planteo de carencias que pudieron reflejarse en demandas
direccionadas a las autoridades, entre otros puntos. Tales
requerimientos dan cuenta de la capacidad de agencia de las
personas detenidas para articular reclamos y exigir ciertos
derechos.
La reconstrucción de estos aspectos pretende con-
tribuir a una reflexión más general sobre el proceso de
construcción y funcionamiento de estos establecimientos,
considerados como un aspecto central de la modernidad
en la Argentina finisecular y de la provincia de Buenos
Aires, en particular. En un sentido más amplio, la indaga-
ción sobre las instituciones penitenciarias desde esta pers-
pectiva puede contribuir a iluminar un aspecto central de
la construcción y consolidación estatal de manera situada
y en comunidades locales. Para ello, seguimos la propuesta
planteada por Gilbert y Nungent (1994) que postularon la
necesidad de reconsiderar la dinámica de la construcción
estatal atendiendo a sus aspectos cotidianos que incluyeron,
centralmente, la concertación entre los diferentes actores
que intervinieron, así como el papel desempeñado por la
cultura popular. En tal sentido, las relaciones de poder, aun-
que asimétricas, se constituyeron como negociadas (Falcón,
2015). Por ello, las llamadas instituciones de control social
-en cuanto agencias estatales como las aquí consideradas-
resultan mejor comprendidas como espacios de tensiones,
pactos y acuerdos (Di Liscia y Bohoslavsky, 2005; Bohos-
lavsky y Casullo, 2008; Bohoslavsky y Soprano, 2010).
Para llevar adelante este trabajo se apelará a un conjun-
to de fuentes documentales editas e inéditas. Entre las pri-
meras, se encuentran normativas y reglamentaciones sobre

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400 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

el funcionamiento de las cárceles. Entre las segundas, se


utilizarán expedientes administrativos referidos a diversos
temas, compuesto fundamentalmente por la corresponden-
cia intercambiada entre las autoridades provinciales y los
agentes penitenciarios, así como solicitudes remitidas por
los propios internos. Ambos conjuntos de fuentes permiten
vislumbrar cuáles eran las expectativas de las autoridades
sobre el funcionamiento de los espacios de encierro al tiem-
po que construyeron una imagen que las autoridades en su
conjunto buscaban proyectar sobre su accionar en relación
con estos espacios, siempre complejos y problemáticos.

De “escuelas de enseñanza para el vicio y el crimen”


a “verdaderas casas de corrección y de mejora”

La necesidad de contar con cárceles que funcionaran como


ámbitos de regeneración de las personas detenidas antes
que como espacios de escarmiento fue expresada en varios
textos, además de su inclusión en la Constitución Nacional
(1853) y Provincial (1854). Con anterioridad, en el Regla-
mento Provisorio sancionado por el Congreso Constitu-
yente en 1817 se estableció que “Siendo las cárceles para la
seguridad y no para castigo de los reos, toda medida, que a
pretexto de precaución sólo sirva para mortificarlos mali-
ciosamente, será corregida por los Tribunales Superiores,
indemnizando a los agraviados por el orden de justicia.”
Durante el siglo XIX, la preocupación por el tratamien-
to de las personas presas estuvo presente entre las elites
gobernantes. Bernardino Rivadavia, a cargo de la secretaría
de gobierno de la provincia entre 1821 y 1824, llamó a
una licitación para la presentación de propuestas de cons-
trucción de un panóptico, proyecto que fue dejado de lado
debido a los problemas financieros. Posiblemente, esta ini-
ciativa pudo deberse a que el entonces ministro conocía el
estado de la cárcel que funcionaba en el cabildo porteño,

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 401

ubicado en el centro de la ciudad y por ello, difícil de des-


conocer para quienes transitaban por ese espacio. Por otro
lado, Rivadavia residió en Europa entre 1814 y 1820, donde
estuvo al tanto de los debates en torno a la modernización
estatal y se contactó con Jeremy Bentham, conocido por
su propuesta sobre el panóptico publicada a fines del siglo
XVIII (Gallo, 2012: 43-56).
La situación de la cárcel pública fue expuesta por los
integrantes del Cabildo (Rebagliati, 2015) e incluso por el
juez letrado Bartolo Cueto. Este último le envió una nota
a Rivadavia donde le informaba sobre las condiciones defi-
cientes en las que se encontraba ese espacio. Cueto sostuvo
que la corrupción del aire y la falta de ventilación del edi-
ficio podían ocasionar alguna “peste”. A ello, agregó que la
situación se veía agravada por 38 indios pampa detenidos
que “despedían desaseo, asquerosidad y fetidez”1. A pesar de
esta observación, las distintas referencias y descripciones
sobre este espacio de encierro indican que la falta de acce-
so a un aseo regular no puede considerarse privativa del
grupo de nativos. Estas descripciones sobre las condicio-
nes de habitabilidad de las cárceles persistieron a lo largo
del siglo XIX y fueron comunes a los espacios de encierro
que funcionaban articulados con los juzgados letrados en
el territorio provincial. Por ello, no era excepcional que
tales condiciones facilitaran las fugas, ya que en las paredes
podían abrirse agujeros sin demasiadas dificultades. Para
prevenirlas, se procuraba retener a los detenidos con grille-
tes y cepos (Yangilevich, 2017; Belzunces, 2020).
En 1868 el gobernador Emilio Castro sostuvo que la
construcción de una penitenciaría era relevante y por ello
convocó a un concurso de presentación de planos y pre-
supuestos para una cárcel celular. Uno de los argumen-
tos consistió en la obligación de cumplir con el precepto

1 Nota de Bartolo Cueto, juez de primera instancia, al ministro Rivadavia,


Buenos Aires, 11/1/1823, Sala X 13-2-4, Archivo General de la Nación,
Argentina.

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402 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

constitucional referido a que las cárceles debían ser para


seguridad y no mortificación de los penados. La comi-
sión formada para el análisis de las propuestas optó por la
presentada por Ernesto Bunge. La concreción del proyec-
to sufrió diversas demoras hasta la puesta en marcha en
paralelo de los nuevos espacios de encierro en 1877. Los
presos pasaron del cabildo a la penitenciaría, en un tránsito
que prometía ser de los espacios de encierro caracterizados
como “escuelas de enseñanza del crimen y el vicio” a “ver-
daderas casas de corrección y mejora”2.
Aun cuando la construcción y la inauguración de la
penitenciaría de Buenos Aires concentraron buena parte
de la atención, y no necesariamente en términos elogiosos
debido a los supuestos lujos para los internos (Caimari,
2004: 52), la preocupación de las autoridades por la cons-
trucción de establecimientos carcelarios incluyó al territo-
rio provincial. Al igual que el edificio porteño, los de Dolo-
res y San Nicolás fueron encargadas a Bunge. Mientras que
la de Mercedes fue diseñada por el arquitecto Pedro Benoit
(Rodríguez Méndez, 1989; Belzunces, 2020).
La puesta en funcionamiento de estos espacios de
encierro en el mismo año no resultó casual. La iniciativa
ilustró la clara voluntad de las autoridades por visibilizar
un conjunto de acciones con el propósito de inscribir a
la provincia bonaerense –y al país en su conjunto- en la
senda de aquellos estados que entendían el castigo apli-
cado de manera civilizada y utilitaria. En este sentido, la
Argentina fue invitada a participar de los Congresos Peni-
tenciarios realizados en 1870 y 1872, a los que, finalmente,

2 Las iniciativas para la construcción de una penitenciaría en Buenos Aires


datan de 1864 cuando el gobernador Mariano Saavedra elevó una nota
con las líneas de referencia aquí incluidas. La propuesta fue aceptada, sin
embargo, las mismas no se concretaron hasta fines de la década de 1870.
Ley “Autorización al Poder Ejecutivo para invertir 300 000 pesos en la cons-
trucción de una penitenciaría”, sesión del 28/7/1864, en Registro Oficial de
la provincia de Buenos Aires, 1863/1864, Imprenta del Comercio del Plata,
Buenos Aires, pp. 36-37. Ver Yangilevich (2017).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 403

no concurrieron representantes por diversos motivos. La


primera intervención del país en estas reuniones se dio en
1878 (García Basalo, 2020). Más allá de la circulación de
diferentes nociones en estos espacios, hasta la construcción
de las edificaciones carcelarias, la implementación de las
propuestas destinadas a modernizar la aplicación del cas-
tigo se centró en las reglamentaciones de los espacios de
encierro. Con ellas, se pretendía sumar los principios de la
reforma penitenciaria. En el apartado siguiente se indaga-
rán algunas normativas propuestas para las instituciones de
encierro durante el siglo XIX.

Los reglamentos, como mapa de expectativas

A pesar de las dificultades en torno al funcionamiento de


estos establecimientos, las autoridades provinciales procu-
raron atender o limitar los problemas existentes en las cár-
celes a partir de reglamentar las prácticas y los vínculos que
se desarrollaban en su interior. En el territorio provincial se
dictaron diversas normativas que pretendieron regular a las
autoridades y personas detenidas, incluyendo las mujeres.
La reglamentación para la cárcel de Buenos Aires fue
promulgada en 1823, mientras que la sancionada en 1869
correspondía al conjunto de las cárceles provinciales. En
cada caso, los contenidos respondían a las inquietudes que
las autoridades manifestaron por entonces. Una de las pro-
puestas –ya mencionada- del ministro Rivadavia incluyó la
construcción de un panóptico, mientras que una preocupa-
ción similar sostuvo el gobernador Castro casi cinco déca-
das después. Sin embargo, los magros presupuestos deter-
minaron que resultaba más sencillo –y económico- elaborar
normativas que construir edificaciones.

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404 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

La primera normativa estaba compuesta de tres capí-


tulos con diferentes artículos e incisos3. El primer apartado
enumeraba las atribuciones del alcaide de la cárcel cuyo
deber era “velar por el buen orden y moralidad”. Una parte
relevante de las disposiciones procuraban establecer cier-
to límite a prácticas consideradas disruptivas del ansiado
orden. En tal sentido, el alcaide debía:

1. requisar los calabozos, las prisiones y a los propios


presos por la mañana y la tarde.
2. cuidar “escrupulosamente” que no se introdujeran “nin-
guna clase de bebidas” ni que los presos se dedicaran a
“ninguna clase de juego”.
3. limitar el contacto de los presos con personas del exte-
rior, salvo días y horarios específicos.
4. llevar un registro de las entradas y salidas de los presos,
causa de la prisión y el juez a cargo.
5. tenía prohibido “absolutamente” tener tratos directos
o indirectos con los presos, así como “admitirlos en su
mesa”.
6. también agraviar a los presos en las prisiones, al tiempo
que se le encargaba “bajo la más seria responsabilidad”
que les diera el mejor tratamiento que sea compatible
con su seguridad.
7. por todo estipendio solo podía cobrar el derecho de
carcelaje que había sido establecido en 1787.

El resto de los incisos de este artículo se dedicó a seña-


lar las funciones del ayudante del alcaide y del portero de
la cárcel. El segundo capítulo versaba sobre la distribución
del espacio, donde el patio quedaba reservado a las “per-
sonas decentes” vigilado por dos centinelas para “contener
cualquier desorden”. Los otros dos patios podían ser ocu-
pados por el resto de los detenidos durante el día, también

3 “Reglamento de la cárcel de Buenos Aires”, 1/5/1823, incluido en Servicio


Penitenciario Bonaerense (2006: 326-328).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 405

vigilados por dos centinelas. Allí debía funcionar una enfer-


mería a cargo de los propios presos designados por el
alcaide que deberían estar presentes durante las visitas del
médico de policía.
Por otro lado, se estipulaba que en los días festivos se
celebrase una misa con la presencia de las autoridades de
la cárcel para que se mantuviera “el mejor orden y respeto
debido al culto.” En este articulado se estipulaba que las
tareas de limpieza y para “todo lo necesario interior y exte-
riormente” quedaban a cargo de las personas destinadas por
“vías de corrección”. En estos casos, se trataba de hombres y
mujeres que no habían pasado por el proceso judicial, sino
que el encierro tenía como propósito regular conductas
consideradas inapropiadas que no requerían de las forma-
lidades de un juicio. En síntesis, se trataba de ejercer una
“fraternal corrección” antes que castigar delitos, que en tales
contextos resultaban inexistentes (Zamora, 2017: 183 y ss.).
El reglamento reflejó las características persistentes de una
sociedad estamental que se mantenían en la Buenos Aires de
la década de 1820, a pesar de las transformaciones políticas,
como consecuencia del proces revolucionario y de las sociales y
económicas que se verificaban desde fines del siglo XVIII. Estos
rasgos, al interior de los espacios de encierro, se expresaban
en la organización interna de los presos entre los “decentes”
y aquellos que no lo eran. Asimismo, el listado de prácticas
prohibidas induce a pensar que eran efectivamente aquellas que
tenían lugar y se procuraba limitar. En dos ocasiones se indi-
có que el alcaide debería vigilar “escrupulosamente” que no se
ingresaran bebidas alcohólicas para los presos y se le prohibía
confraternizar con estos. Es posible pensar, que las personas
encargadas de la vigilancia y las vigiladas pudieron compar-
tir diversos espacios de sociabilidad al interior de las cárceles.
Presos y guardias compartieron espacios y tiempos de convi-
vencia en los que pudo ser posible generar vínculos de diferente
tipo que, sin excluir los aspectos violentos que pudo entrañar,
incluyeran lazos afectivos. Especialmente cuando buena parte
de ellos provinieran de los mismos grupos sociales e incluso

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406 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

los guardias podían estar en la cárcel cumpliendo una pena, no


como presos, sino como custodia4.
En el territorio provincial no hubo un nuevo reglamento
hasta 1869, cuando paralelamente el gobernador Castro dispu-
so la construcción de un nuevo edificio a través de un decreto
que se concretaría recién ocho años después. El planteo sobre
las condiciones de las construcciones era un aspecto recurren-
te en la correspondencia intercambiada entre las autoridades.
Entre otros inconvenientes, las fugas eran una de las conse-
cuencias directas (Belzunces, 2018). En algunos de estos casos,
los ecos de las evasiones producidas llegaban a la prensa y daban
lugar a extensos debates. Uno de estos casos se produjo en
1869. Por entonces, el diario La República replicaba una noticia
aparecida en La Tribuna donde se daba cuenta de la fuga de siete
presos de la Cárcel Penitenciaria y se atribuía la evasión a los
empleados que, aparentemente, no cumplían con su deber. Para
quien escribía en La República, tal afirmación era falsa, dado que
la cárcel estaba “atendida en todos los sentidos” mientras que los
empleados cumplían “estrictamente con sus deberes”. Paralela-
mente, se afirmaba que el Alcaide Eulogio Díaz había colocado
a la institución en un “estado de orden admirable”. Después de
una encendida defensa del accionar del mencionado funciona-
rio, el autor se preguntó

¿Ahora dígase si la cárcel es una cárcel? ¿No parece mejor un


convento para retirarlos del mundo, ó un colejio para niños?
¿Qué seguridad hay en una Cárcel como la Penitenciaria don-
de las paredes no tienen cimientos, aun cuando las que dan a
la calle son gruesas, u albañales debajo de los calabozos, como
invitando todo á proporcionar la fuga? (…) si hechos como
la última evasión suceden, es por la falta de seguridad que
tienen nuestras cárceles, donde el que no se va, muchas veces
es porque no quiere. Baste decir que los que trabajaron en la
escalación se valieron de dos fierros, instrumentos demasia-
do pobres.5

4 VereltextodeFedericoBelzunceincluidoenelpresentevolumen.
5 Citado en Servicio Penitenciario Bonaerense (2006: 258).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 407

De manera evidente, el estado de las construcciones


no cumplía de manera adecuada con el propósito de rete-
ner de manera segura a los presos y evitar las fugas. Para
ello, resultaba imperioso contar con nuevos establecimien-
tos. Las autoridades, más allá de conocer esta necesidad, no
contaban con los medios para concretarlo de manera inme-
diata. Aun cuando no nos resulta posible vincular de mane-
ra directa ambos aspectos, el reglamento procuraba organi-
zar las cárceles de acuerdo con el conocimiento científico
disponible por entonces. La nueva normativa contaba, pre-
visiblemente, con un grado de complejidad y detalle mayor
que la anterior. Asimismo, enumeraba las responsabilidades
del alcaide que implicaban un control más estrecho del pro-
puesto en el reglamento de 1823. Entre las disposiciones del
elaborado en 1869, el personal asignado alcanzaba a un total
de diecinueve personas por establecimiento, entre alcaide
principal, alcaide segundo, llaveros, ordenanzas, capellán y
guardias. Sin embargo, completar estos cargos fue dificul-
toso a lo largo de todo el periodo por una diversidad de
motivos que incluían la falta de formación específica para
dichas tareas, pero también por la demora en los pagos de
los sueldos correspondientes. De tal modo, cubrir las vacan-
tes de la Guardia fue un problema persistente y los pedidos
para aumentar el número de hombres fueron repetidos.
El reglamento de fines de la década de 1860 reitera-
ba algunos puntos señalados en el anterior6. Entre ellos,
la prohibición sobre compartir la mesa con los detenidos,
permitir el ingreso de bebidas espirituosas, armas u otros
“objetos perniciosos”, comprar y vender diferentes mer-
cancías a los presos, así como celebrar cualquier tipo de
contrato con ellos. Asimismo, se estipularon una serie de
prohibiciones que apuntaban al control de las conductas al
interior de la cárcel. Los detenidos tenían vedado faltar el

6 “Reglamento para las cárceles, aprobado por el Superior Tribunal de Justi-


cia”, Buenos Aires, Imprenta de Buenos Aires, incluido en García Basalo
(1979: 243-251).

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408 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

respeto a los empleados de la cárcel, jurar, blasfemar, jugar,


infringir los preceptos de la moral o de la decencia, ocasio-
nar desórdenes y/o disputas, cantar en voz alta, silbar y tur-
bar el orden y el silencio del establecimiento, salirse de los
espacios asignados, saltar, escalar los muros de la prisión,
violentar las puertas, romper los carteles y poseer objetos
no autorizados por el alcaide. Este podía aplicar penas que
incluían un número variable de días de incomunicación.
Los presos que no sabían leer ni escribir debían asistir a la
escuela que funcionaba –o debía hacerlo- los días domingo
luego de la misa.
Por otro lado, también estipulaba una separación de
los presos de acuerdo con la gravedad del delito mientras la
cárcel pública funcionara en el edificio destinado a la peni-
tenciaría. Tal prescripción respondía al interés por aplicar
algunos de los principios del penitenciarismo. Más allá de
la mayor complejidad y extensión del reglamento de 1869,
la persistencia de las prescripciones sobre las conductas a
guardar por parte de los presos y de las autoridades permite
entrever que la vida cotidiana y el espacio compartido al
interior de los espacios de encierro desdibujaba los límites
de los roles entre los presos y aquellos destinados a su cus-
todia. De este modo, es posible vislumbrar la existencia de
vínculos económicos –la prohibición de comprar y vender-
, pero también personales –la restricción a compartir la
mesa- que no excluían la explotación por parte de los alcai-
des –la imposibilidad supuesta de servirse del trabajo de los
internos.
Las reglamentaciones son valiosas en el sentido que a
través de los usos y las prácticas que se prohíben –sobre
todo las que aparecen reiteradas- habilitan a suponer que
algunas efectivamente existían o, al menos, que se las busca-
ba evitar de manera insistente. Al mismo tiempo, es posible
que a través de la reiteración se procurara generar hábitos
tanto en reclusos como en el personal por medio de la per-
suasión (León León, 2003: 502) aunque la distancia tempo-
ral existente entre ambas es considerable para ponderar la

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 409

persistencia de ciertas reglas. Con certeza, estas normativas


pueden considerarse ilustrativas de las expectativas sosteni-
das por las autoridades que las formularon acerca del fun-
cionamiento de los espacios de encierro. Uno de los pun-
tos nodales para ello residía en el papel desempeñado por
parte de quienes debían garantizar el cumplimiento de las
normas, en tanto en ocasiones eran quienes las infringían.
Por ello, parte de la reglamentación está dirigida a quienes
tenían a su cargo la vigilancia de los presos.
En este apartado nos detuvimos en dos reglamen-
tos elaborados para las cárceles bonaerenses en diferentes
momentos del siglo XIX. Entre la redacción de ambas nor-
mativas transcurrieron poco más de cuatro décadas y se
promulgaron las constituciones nacional y provincial que
hicieron referencia al propósito que deberían tener las cár-
celes. No obstante, hacia fines de la década de 1860 el
panorama punitivo estaba alejado de un marco conceptual
penitenciarista (Agüero, 2011). Un análisis sobre la docu-
mentación sobre estos espacios de encierro permitirá pon-
derar algunos de los aspectos incluidos en las normativas.

Escenas de la vida cotidiana en la cárcel: “un lugar


inmundo e inhabitable”

La documentación disponible forma parte del reservorio


correspondiente al Ministerio de Gobierno de la Provincia
de Buenos Aires que se extiende entre 1867 y 1911 y se
conserva en el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos
Aires ‘Dr. Ricardo Levene’. El mismo está conformado por
expedientes iniciados a raíz de pedidos y comunicaciones
de diferente tenor elevados al gobierno provincial por parte
de diversos agentes gubernamentales, funcionarios varios y
en menor medida, ciudadanos y habitantes. Entre las solici-
tudes y avisos estaban las que provenían desde los espacios
de encierro existentes en la provincia bonaerense. Para el

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410 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

presente trabajo, se consideró documentación para el perio-


do anterior y posterior al de la construcción de las cárceles
inauguradas en 1877, como se señaló. Ello permitirá ponde-
rar el intercambio entre funcionarios de diferentes niveles
vinculados a los espacios de encierro, así como las deman-
das en el contexto previo y posterior de la construcción
de cárceles, erigidas específicamente para funcionar como
tales. Antes de iniciar con la consideración de la docu-
mentación resulta necesario señalar la ubicación de estos
espacios en la estructura institucional vigente por entonces.
Las autoridades de las cárceles –los alcaides, entre otras-
debían su designación al gobierno provincial. Sin embargo,
para el funcionamiento diario existía una doble dependen-
cia. El mantenimiento cotidiano vinculado a aspectos tales
como la compra de alimentos, remedios y diversos utensi-
lios estaba en manos de los jueces de paz que debían elevar
la rendición a la Contaduría de la provincia. Mientras que
el juez letrado en lo criminal a cargo del Departamento
intervenía sobre los aspectos relacionados con las condicio-
nes del encierro y, eventualmente, el cumplimiento de las
condenas. Por ello, los pedidos e informes que elevaban los
alcaides llegaban a través de estos agentes que oficiaban de
intermediarios entre aquellos y las autoridades provincia-
les. Ello no implica asumir que la correspondencia siguió en
todos los casos este recorrido, dado que la delimitación de
las jurisdicciones y atribuciones que implicaban no estaban
aun claramente establecidas.
Al considerar las necesidades básicas para la vida coti-
diana de los hombres en las cárceles, la alimentación y la
vestimenta se encontraban entre las prioritarias. Al mismo
tiempo, el estado de estas construcciones y su funciona-
lidad eran esenciales para la conservación de la salud de
los presos. Como se adelantó, el estado de los edificios
que funcionaban como cárceles no era apropiado y reque-
ría de reparaciones frecuentes en todos los casos. En 1867
el juez de paz de Dolores elevó un presupuesto de 2300
pesos para realizar reparaciones debido a que la “letrina

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 411

de los calabozos ha(bía) revasado y reventado”. Por tanto,


se requería un arreglo urgente, pero el magistrado local
sostuvo que la Municipalidad no tenía fondos con los que
afrontar dicho costo. En el expediente no figura respuesta
alguna por parte de las autoridades provinciales. Un nuevo
expediente iniciado por la Suprema Corte dos años después,
induce a considerar que el pedido no fue atendido, ya que
el presupuesto para la refacción ascendía a 9450 pesos y fue
realizado a instancias de la máxima autoridad judicial de la
provincia. Finalmente, el gobierno accedió al pago de esa
suma por cuenta de los materiales y el trabajo realizado, de
acuerdo con un convenio suscripto entre Fernando Haus-
carriaga y el juez letrado de primera instancia, Manuel de
Irigoyen7.
La cárcel de Dolores no era, por entonces, la única que
tenía deficiencias. En 1870 un expediente caratulado como
“Sobre construcción de la cárcel nueva en San Nicolás y
refacción de la actual” permite considerar que el estado de
esta era tal, que el juez letrado consideró que era necesario
erigir una nueva y en el proceso reparar la existente. La
documentación presentada incluyó dos notas. La primera
era del oficial del piquete que custodiaba la cárcel por fuera
en la que solicitó sumar cinco hombres más para la vigi-
lancia del predio. El pedido fue reforzado por el alcaide,
quien solicitó un total de diez hombres. Quizás estaba más
avezado en las necesarias negociaciones que implicaba la
administración pública para obtener una parte de lo soli-
citado. Sostuvo que el presupuesto asignado para ese gasto
hasta marzo de ese año era de 5600 pesos mensuales, pero
que en el nuevo esa suma se redujo a 4000, para cada una de
las cárceles de campaña. Eso equivalía a diez hombres a 400
pesos, sin considerar al oficial y al resto de los integrantes
del piquete. El juez letrado tomó los pedidos y los elevó a las

7 “Suprema Corte sobre refacción de la cárcel de Dolores”, Archivo Histórico


de la provincia de Buenos Aires ‘Ricardo Levene’, Fondo documental Minis-
terio de Gobierno (en adelante AHPBA), 1869, legajo 6 expediente 409.

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412 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

autoridades provinciales por medio del Superior Tribunal,


cuyos integrantes acompañaron la nota haciendo referen-
cia al “mal estado en que se encuentra la cárcel de aquel
juzgado.” El presupuesto para las reparaciones necesarias
alcanzaba la suma de 149 175 pesos. El gobierno pidió a la
municipalidad de San Nicolás la formación de un presu-
puesto nuevo con las reparaciones que fueran indispensa-
bles de realizar y que además atendiera “la mayor economía
posible”.
Lejos de disminuir la suma enviada en primer tér-
mino, la municipalidad elevó una cuenta que ascendía a
203 334 pesos. El Departamento Topográfico, encargado de
revisarlo, sostuvo que era una cantidad importante y que
la reparación debía limitarse a ser “provisoria” al tiempo
que proponía comisionar a un ingeniero que formulara un
proyecto para la construcción de una nueva cárcel. El juez
letrado envió en este mismo expediente un pedido “de pron-
ta resolución” de ropa para los presos y de vestuario para
la Guardia. El apremio puesto por escrito pretende mostrar
la urgencia de contar con esos elementos que refieren a
una necesidad básica. El pedido fue realizado en el mes de
julio, uno de los más fríos del año y el abrigo debió ser por
demás necesario para el conjunto de presos, así como para
los guardias.
Junto con las condiciones de habitabilidad de las cons-
trucciones y la vestimenta, un aspecto central para la vida
cotidiana de los presos era la alimentación, que ocupaba
buena parte de la atención de las autoridades. Este interés se
reflejó en la correspondencia, informes, pedidos y disposi-
ciones intercambiados entre los funcionarios de las cárceles
y los del gobierno. Algunas de ellas permiten acercarnos a
la dieta alimentaria de los presos. En 1871 el juez de paz
de San Nicolás, José Díaz, elevó el informe sobre las racio-
nes diarias de alimentos y otros elementos entregados a los
presos. En él figuran que a cada persona se le entregaban 5
galletas, una libra y media de carne (aproximadamente 700
gramos), una onza de arroz, otra de harina (equivalente a

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 413

poco más de 28 gramos), sal, una porción no especificada


de fideos, 60 astillas de leña y 29 velas. Para el alcaide, se
duplicaban las cantidades de galleta, mientras que la carne
entregada se elevaba a 10 libras8.
La cantidad de comida suministrada a los presos
fue una cuestión de permanente discusión en las cárceles
bonaerenses y así como en las de otras provincias. Este pun-
to no quedó saldado aun cuando diversos aspectos fueron
modificados por los procesos de burocratización que atra-
vesaron los territorios provinciales entre fines del siglo XIX
y principios del XX (Luciano, 2018: 145). La alimentación
resultaba central en el tratamiento de los presos de acuer-
do con los principios del castigo civilizado y fue objeto de
reflexiones y de controversias cuando la comida proporcio-
nada a los presos parecía ser mejor que la de los habitantes
pobres considerados respetables. A título comparativo, los
alimentos proporcionados parecieron ser más abundantes
que los entregados en las cárceles inglesas a mediados de la
década de 1860, si es que en uno y otro caso tales núme-
ros se acercaron a lo efectivamente suministrado. Según
Pratt (2006: 94-95) la dieta más generosa de hombres que
realizaban trabajos forzados incluía carne cinco veces a la
semana –presumiblemente de cordero- para el almuerzo
en proporciones que iban de 140 a 225 gramos junto con
diferentes verduras. Mientras que la cena consistía invaria-
blemente en sémola de avena con 60 gramos de harina y
30 de melaza y pan. Al tiempo que por entonces la comida
comenzó a ser utilizada como táctica de disciplinamiento
en las instituciones inglesas.
Por otro lado, la leña suministrada sugiere que los
presos –al menos en San Nicolás- debían encargarse de la
preparación de su propia comida. Hacia 1868 una cuenta
elevada por el juez de paz de Dolores también indicaba los
alimentos adquiridos para el consumo de los presos en esa

8 “Notas elevadas por el alcaide de la cárcel de San Nicolás, AHPBA, 1871,


legajo 13 expediente 873.

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414 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

cárcel9. El listado resultó sustancialmente menor al anterior


y además solo se menciona que la carne facilitada ascendió
a 19 libras, mientras que se agregaron 186 arrobas de ele-
mentos y otras 12 de productos que no se especificaron. A
eso se sumó la entrega de leña, seguramente para la coc-
ción y calefacción. En el caso de la cárcel de San Nicolás
el número de presos ascendía a 20. No contamos con datos
precisos, no obstante, es posible considerar que la cantidad
de carne repartida fuera similar. En ese caso, en la cárcel de
Dolores residirían 12 o 13 presos. Sin embargo, el número
de procesos judiciales tramitados ese año ascendió a 31, por
lo que el número de hombres retenidos debió ser superior
(Yangilevich, 2019). Y en tal caso, la cantidad de carne que
le correspondería a cada uno pudo ser menor que en San
Nicolás. La contaduría aprobó la cuenta y ordenó el pago
del gasto. La misma no se limitaba solo a alimentos, sino
que comprendió elementos de limpieza: 1 balde, 2 escobas,
2 bateas para lavar y 2 barriles para agua. La cuenta elevada
incluyó el pago a un herrero por sacar una barra de grillos
a uno de los presos y remachar otra, colocar cerraduras y
reponer una puerta10. Otra de las compras realizadas con-
sistió en la adquisición de velas, de medicinas, ácido arsé-
nico para matar roedores, magnesio, agua destilada y soda.
La adquisición de productos de limpieza se justificaba debi-
do a las condiciones de las construcciones deficitarias ya
descriptas que implicaban la amenaza siempre latente del
surgimiento de distintas enfermedades.
Como es posible imaginar, los presos no estuvieron
exentos de adquirir diferentes dolencias. En 1871 el juez de
paz de San Nicolás comunicó que la viruela “había entrado”
en la cárcel y solicitaba –a pedido del médico- autorización
para aislar al preso contagiado y evitar, así, la propagación

9 “Juez de Paz de Dolores pide refaccionar la cárcel”, AHPBA, 1867, legajo 2,


expediente 184.
10 La persistencia en el uso de grillos –como de cepos- respondía a las condi-
ciones edilicias de las cárceles que no garantizaban la retención de los
presos.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 415

de la enfermedad, lo que le fue concedido11. Más allá de


las previsiones y cuidados potenciales ante la aparición
de diversas dolencias existieron periodos –o al menos eso
muestra la documentación consultada- en los que la aten-
ción médica pareció tener cierta continuidad. Hacia 1868 el
juez de paz de Mercedes comunicó al gobierno provincial
que pidió presupuestos para el suministro de medicinas y
flebotomía a los presos. Según la nota, un farmacéutico se
comprometió a la entrega de medicinas durante un año por
un total de 500 pesos mensuales, mientras que el menciona-
do servicio de flebotomía tendría un costo de 5 pesos cada
sanguijuela y la colocación de las ventosas sería realizada
gratuitamente. Luego de analizar la propuesta, la Contadu-
ría de la provincia aceptó la propuesta, al considerar que
en el último semestre de 1867 el gasto en medicamentos de
la cárcel de Mercedes había ascendido a 7 089 pesos, con
lo que el ahorro propuesto alcanzaba a poco más de 4 000
(Yangilevich, 2019).
Si la alimentación y el acceso a medicamentos fue un
elemento importante para el sostén de los presos, el acceso
a la vestimenta no era una cuestión menor. Y este aspecto,
también formaba parte de los intercambios entre los alcai-
des y las autoridades. En el mismo expediente, donde se
tramitó el pedido de refacción de la cárcel de San Nicolás,
el juez letrado envió una nota al gobierno sobre “la necesi-
dad urgente de ropa para los presos y de vestuario para la
Guardia”. Las autoridades resolvieron librar un oficio a la
Inspección de Milicias para que proveyera de 20 mudas de
indumentaria para los soldados que custodiaban la cárcel y
otro al jefe de policía para que entregue “ropas usadas de
las que tenga ese Departamento con destino a vestir unos
veinte presos de la cárcel de San Nicolás.” En la documen-
tación existente no consta si estos hombres obtuvieron los
atuendos que se pidieron para ellos. No obstante, el acceso
a la vestimenta adecuada pareció ser diferente para quienes

11 AHPBA, 1871, legajo 4, expediente 258.

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416 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

habitaban la Penitenciaría de Buenos Aires o la de Córdoba


algunos años después. Los presos de las cárceles bonaeren-
ses no usaron uniformes ni se les rasuraba la cabeza. Este
punto no resulta menor, dado que esas medidas utilizadas
en las penitenciarías implicaban una disolución de las iden-
tidades al procurar uniformar aspectos físicos y suprimir
los nombres. Ello sin desconocer que el uso del uniforme
podía implicar una humillación para los presos (Pratt, 2006:
112-113).
Sin embargo, la escasez de ropa o las condiciones en
las que se encontraba vestidos gran parte de estos hombres
no constituyen evidencia de una existencia con condiciones
dignas en el marco del encierro. Junto con la alimentación
y el vestido, los auxilios espirituales fueron considerados
relevantes en función de la mejora de quienes habían delin-
quido o cometido faltas que requirieran corrección. Hacia
fines del siglo XIX la administración del castigo femenino
fue dejado en manos de la Congregación de Nuestra Señora
de la Caridad del Buen Pastor de Angers (Caimari, 2007;
Maritano y Deangeli, 2019-2020). Sin embargo, los bene-
ficios potenciales de la religión en el encausamiento no
fueron solo esgrimidos en el caso de las mujeres. En 1869
Josefa Elguera solicitó permiso para que se oficiara ejerci-
cios espirituales a los detenidos en la llamada Penitenciaría
durante la Pascua de ese año. En el mismo acto rindió
cuenta de 10 000 pesos entregados por las autoridades para
la compra de vestimenta para los internos, que consistió en
75 pantalones, 82 camisas, 72 calzoncillos, 60 chaquetones
de paño y 4 docenas de pañuelos de algodón. La rendición
incluyó ropas y calzados “de señora” para seis personas alo-
jadas en ese espacio. Residir en una cárcel de la ciudad o
hacerlo en alguna de las que se encontraban en los poblados
de la provincia podía significar una diferencia relevante en
el acceso a ropa de abrigo12.

12 “Elguera Josefa sobre ejercicios espirituales a los presos de la Penitenciaría”,


AHPBA, 1869, legajo 99, expediente 10.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 417

Las cárceles, más allá de su función específica, no fun-


cionaron solo en tanto espacio de encierro. Allí se articu-
laron una serie de relaciones y vínculos donde los aspectos
económicos no pueden dejarse de lado. Y en tal sentido, las
reglamentaciones procuraron limitar la explotación de los
presos por parte de los alcaides. Si dichas expectativas fue-
ron alcanzadas, es un interrogante que aún no estamos en
condiciones de responder. Sin embargo, la documentación
existente indica que las demandas de productos y servicios
podían originar una actividad económica de cierto impacto
para algunos vecinos de los pueblos del interior bonaeren-
se. Este punto puede contribuir a explicar que cuando se
federalizó la penitenciaría de Buenos Aires junto con la ciu-
dad homónima, varios pueblos del interior de la provincia
pugnaran porque el nuevo edificio se construyera en sus
cercanías.
La inauguración de las cárceles en el interior de la pro-
vincia fue objeto de grandes celebraciones, a las que incluso
asistió el entonces presidente, Nicolás Avellaneda (Belzun-
ces, 2018). En la lógica de la época, estas eran considera-
das como mojones en la ocupación del territorio, todavía
considerado al menos discursivamente en disputa con los
grupos indígenas, en tanto su presencia era considerada un
signo de la barbarie amenazante. En Mercedes, Avellaneda
sostuvo que poco tiempo antes esa “[…] Guardia […] (era)
un fortín avanzado en presencia del desierto y sobre la línea
extrema de la frontera civilizada”. Por entonces, el territo-
rio provincial no tenía las dimensiones actuales y una parte
considerable, fundamentalmente al oeste, estaba ocupada
por diversos grupos indígenas, aunque progresivamente
desarticulados (Salomón Tarquini, 2010). Por ello, erigir
estas obras en dichos espacios era relevante en la dinámica
de la configuración estatal y en términos de lo que podía
implicar la presencia estatal, el paso de construcciones de
adobe a edificios sólidos debió ser significativo. Por otro
lado, estas aparecían no como una promesa de la llegada de
la modernización, sino como una realidad en el contexto

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418 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

del paradigma del castigo civilizado (Caimari, 2002 y 2004).


Sin dudas, en estos espacios del interior bonaerense dichas
construcciones debieron generar un impacto importante
para quienes transitaron de una a otra cárcel.
El traslado de los presos a estas construcciones nuevas
pareció significar dejar de lado la existencia precaria que los
presos padecían en las viejas cárceles. Sin embargo, tales cer-
tezas se vieron defraudadas rápidamente. Y los problemas
surgidos al interior de las nuevas edificaciones se refleja-
ron en la documentación generada por las autoridades. Las
demandas estuvieron centradas en pedidos de elementos
considerados de “suma necesidad”. Tal fue la petición que el
alcaide de la cárcel de Dolores elevó en 1881 solicitando el
reemplazo de diversos elementos deteriorados por el uso13.
Entre ellos: platos, tazas, jarros, escupideras, fuentones para
el reparto de comida, pavas, baldes, lámparas y palas para
tierra y de limpieza. Aunque el gobierno provincial aceptó
asumir un gasto no previsto, el alcaide afirmó que dichos
elementos no podían ser adquiridos en Dolores debido al
retraso en pagos previos que los comerciantes locales no
deseaban volver a asumir. No obstante, el gobierno insistió
en que las autoridades locales se ocuparan de las gestiones
para adquirir tales elementos. En el expediente consultado,
como en varios otros mencionados, la cuestión de la salu-
bridad fue recurrente y ello induce a inferir que las con-
diciones de vida deplorables en estos establecimientos de
provincia eran compartidas con otros ubicados en diversas
ciudades del país. (Caimari, 2004; Piazzi, 2011; González
Alvo, 2013; Luciano, 2014).
La situación de la cárcel de Dolores se repetía en
la nueva Penitenciaría provincial ubicada en Sierra Chica.
Manuel Lescano, Inspector de Cárceles, envió un informe
sobre la situación de este establecimiento inaugurado en

13 “Sobre útiles necesarios a la cárcel de ese departamento”, Cámara de Apela-


ciones, Departamento del Sud, AHPBA, 1881, legajo 19 expediente 357.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 419

1882. Dos años después, allí habitaban 38 presos alojados


en un galpón de 30 metros de largo por 6 de ancho y solo 3
ventanas. Lescano sostuvo que el estado sanitario no era el
adecuado dado que no estaban aseguradas “las exigencias de
higiene y salubridad” por lo que resultaba necesario “evitar
el desarrollo de enfermedades contagiosas como la fiebre
carcelaria o fiebre infecciosa muy común en los sitios don-
de hay aglomeraciones de hombres.” Por su parte, propuso
la construcción de otro galpón de mayores dimensiones
que permitiera a los presos contar con condiciones “más
constitucionales mejorando el principio higiénico y estando
mayormente garantida la seguridad individual”. Más allá de
las diferencias existentes con los establecimientos porteños,
los problemas de las cárceles del interior del territorio pro-
vincial eran equiparables con aquellos (García Basalo, 2017:
52-54).
A mediados de la década de 1880, los presos de la cárcel
de Mercedes decidieron intervenir y enviaron un petitorio
a las autoridades. La descripción que realizaron sobre las
circunstancias de ese espacio fue por demás elocuente:

[…] las pésimas condiciones higiénicas en que se encuentra


esta cárcel nos colocó en la necesidad imperiosa de recurrir
a V. E. pidiéndole una garantía para nuestra vida, seriamente
comprometida […] que hacen de ella un lugar inmundo e
inhabitable. Nos falta el aire […] y a falta de él solo se respiran
las emanaciones inféticas de varios receptáculos de fermen-
taciones que se encuentran en completo estado de desaseo.
Hace más de un año que se cegaron las dos letrinas de presos
y las materias fecales que se encuentran al aire libre invaden
continuamente nuestras mismas habitaciones.

Como consecuencia de tales condiciones, afirmaron


que hubo varios casos de “fiebre infecciosa” que culminaron
con la muerte de dos detenidos y un guardia, mientras que
otras treinta personas se encontraban gravemente enfer-
mas. Por ello solicitaban –amparándose en la Constitución-
ser trasladados inmediatamente “donde la vida encuentre

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420 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

las garantías constitucionales […]”14. Las autoridades deci-


dieron enviar el pedido al Departamento de Ingenieros para
que realizaran las refacciones imprescindibles. Cabe recor-
dar que habían transcurrido ocho años desde que estas
construcciones fueron puestas en funcionamiento hasta el
momento en que los reclamos por las condiciones edilicias
llegaron a las autoridades provinciales.
En los dos últimos casos mencionados, se reitera la
apelación a las garantías incluidas en la Constitución que
se aseguraba a quienes se encontraban detenidos. Como se
mencionó, los textos constitucionales de la nación y de la
provincia bonaerense incluyeron en sus principios la noción
acerca de que las cárceles debían ser espacios seguros para
las personas presas. Por ello, habilitaban los reclamos que
realizaron los alcaides y los propios presos, que parecían
conocer el contenido de las constituciones. La documen-
tación analizada no refleja datos o indicios que permitan
verificar que las autoridades se ocuparon de que este pre-
cepto constitucional fuera atendido de manera efectiva en
los establecimientos de Mercedes y Sierra Chica.

Conclusiones

Los espacios de encierro en el interior del territorio provin-


cial se conformaron como un espacio asociado a la instala-
ción de los departamentos judiciales de Primera Instancia.
Las autoridades provinciales, luego del fin del gobierno de
Juan Manuel de Rosas, buscaron consolidar el Estado en
la campaña, cuya presencia era por demás fragmentaria.
A lo largo de las páginas precedentes procuramos mostrar
algunos aspectos sobre la vida cotidiana en las cárceles de
la provincia de Buenos Aires durante la segunda mitad del

14 “Varios detenidos de la cárcel de Mercedes reclaman se mejoren las condi-


ciones ambientales del establecimiento”, AHPBA, 1885, expediente 15 legajo
75.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 421

siglo XIX. Para ello, se procuró reconstruir algunos aspec-


tos de la vida cotidiana a partir de las regulaciones que se
intentaron imponer a través de las reglamentaciones y las
vivencias de quienes se encontraban detenidos, a partir de
los datos sobre alimentación, vestimenta y las condiciones
de las construcciones. La documentación muestra que, en
general, la vida de los presos en estos espacios era dura,
no solo por el encierro en sí mismo. A ello se sumaban las
condiciones edilicias que tuvieron falencias. Las primeras
cárceles vinculadas a los departamentos judiciales eran por
demás precarias. Sin embargo, las inauguradas en 1877 y,
construidas para funcionar como tales, mostraron diversas
dificultades y carencias que no aseguraban el cumplimiento
de las garantías institucionales.
Debido a que, por entonces, en pocas ocasiones las con-
denas judiciales incluían la pena de reclusión (Belzunces,
2019) dichos espacios se poblaban de aquellos que estaban
atravesando un proceso judicial. Hasta que los enfrenta-
mientos bélicos internos y externos perdieron periodicidad
e intensidad, la mayoría de los penados en la provincia
bonaerense eran remitidos a las fuerzas militares para cum-
plir su condena debido a la persistente escasez de soldados
(Yangilevich, 2012). Como espacios de tránsito, las cárceles
no recibían mayor atención y su principal propósito era
evitar que los presos se escaparan. Por ello, las demandas
se centraban en la adquisición de grilletes y cepos para
asegurar a los hombres detenidos. Al tiempo que las fugas,
algunas de las cuales alcanzaron repercusión en la prensa,
se adjudicaban a las condiciones que brindaban las cons-
trucciones cuyas paredes podían vulnerarse sin mayores
dificultades.
Desde fines de la década de 1860, hubo consenso entre
las elites gobernantes acerca de la necesidad de construir
una penitenciaría que permitiera integrar a la provincia a
los estados más modernos en relación con la aplicación del
castigo. Las iniciativas cristalizaron hacia 1877 con la inau-
guración de la imponente Penitenciaría de Buenos Aires y

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422 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

las cárceles provinciales ubicadas en Dolores, Mercedes y


San Nicolás. Aunque la indagación realizada a partir de la
documentación disponible resulta insuficiente para llegar a
reflexiones más contundentes, a partir del análisis es posi-
ble inferir que más allá del cambio del alojamiento de los
presos, persistieron ciertos problemas existentes a lo lar-
go del siglo XIX. La falta de higiene y las condiciones de
las construcciones –más allá de su reciente construcción-
mostraron que ciertos aspectos de la vida cotidiana de los
presos no tuvieron una mejora significativa, al tiempo que
el riesgo de propagación de enfermedades fue constante.
Por otro lado, si hubo continuidades, también es posi-
ble señalar cambios evidentes vinculados, por un lado, con
el traslado a un espacio que luego de la construcción de
los muros estuvo más retirado del exterior. Si las ubicacio-
nes de las cárceles junto a los juzgados de paz y letrados
en medio de las ciudades habilitaban un contacto con los
habitantes de las ciudades, las construcciones más retiradas
del espacio urbano, sólidas y amuralladas debieron impli-
car una situación de mayor aislamiento e impactar en los
modos en que eran vividas y transitadas las cárceles.
En este sentido, cabe señalar las acciones de algunos
alcaides que sirvieron para hacer llegar los reclamos de los
internos. Estos agentes, a partir de sus notas a las autorida-
des, elevaron diferentes pedidos de mejora de las condicio-
nes edilicias, de higiene y de diversos elementos que consi-
deraban necesarios para el funcionamiento de las cárceles.
Incluso, la remisión del pedido de los presos de la cárcel de
Mercedes debió contar con la colaboración del alcaide para
que llegara a las autoridades provinciales.
Concluir que la vida cotidiana de los presos fue penosa
y riesgosa resulta una obviedad. Las cárceles fueron –y son-
lugares inmundos e inhabitables, como las describieron un
grupo de presos. Por eso mismo, resulta importante estudiar
dichos ámbitos y a quienes los transitaron, para dotarlos
de una historicidad que permita –o al menos contribuya- a

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 423

explicar su funcionamiento y dinámica, así como las prácti-


cas que desplegaron sus agentes y sus habitantes involunta-
rios. Al tiempo que posibilite dar cuenta de la sociedad que
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Una “reacción natural
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en el dolor común”

Violencias y sociabilidades en las prisiones


argentinas de las primeras décadas del siglo XX

JEREMÍAS SILVA

Introducción

El 4 de julio de 1935 el diputado socialista Manuel Ramírez


presentó en el Cámara de Diputados del Congreso Nacional
un pedido de informes sobre el Presidio de Ushuaia, esta-
blecimiento ubicado en Territorio Nacional de Tierra del
Fuego, para conocer sus “condiciones sanitarias y régimen
carcelario imperantes” motivado por las denuncias de un
penado que había cumplido su condena1. Ramírez consiguió
la aprobación de su moción y fue designado por sus pares
para emprender un viaje y constatar de visu lo que ocurría
en el establecimiento más austral del país. Las impresiones
de su visita se plasmaron en un libro que recogió diferen-
tes experiencias y opiniones. En la introducción de dicho
trabajo, advertía que en sus páginas podía constatarse que
la prisión constituía “[…] un ambiente moral y físicamente
malsano, corrosivo, lleno de riesgos y peligros […]” (Ramí-
rez, 1935: 7).
La conclusión a la que arribaba el diputado socialista
distaba de ser original. Durante las primeras décadas del

1 Cámara de Diputados de la Nación. Expediente 197. 4 de julio de 1935.

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430 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

siglo XX, numerosas publicaciones denunciaron la situa-


ción de las cárceles nacionales. Como demostró Lila Cai-
mari (2004), la imaginación punitiva popular estuvo cimen-
tada por una miríada de notas periodísticas y denuncias
de presos políticos que dejaron testimonio de su paso por
diferentes prisiones. En tal sentido, nos interesa realizar
una aproximación a diversas memorias y escritos que reco-
gieron experiencias sobre la prisión con el fin de hilvanar
una historia de las cárceles que ilumine aspectos de la coti-
dianeidad del encierro, ausentes en los relatos oficiales, así
como en los discursos de funcionarios y expertos.
El objetivo de este capítulo consiste en indagar un
conjunto de documentos que nos permitan reconstruir
experiencias de confinamiento que adquirieron diferentes
soportes: memorias, relatos, informes, notas periodísticas.
Estos materiales fueron producidos y publicados en diver-
sas coyunturas de las primeras décadas del siglo XX. Algu-
nos de los sucesos que se presentan revistieron de reso-
nancia pública, generando amplios debates y controversias.
Otros, por el contrario, no convocaron la atención masiva
del público. Sin embargo, todos ellos se editaron y formaron
parte de un debate más amplio sobre lo que los contempo-
ráneos definían como el problema carcelario en las primeras
décadas del siglo XX.
Al analizar estos testimonios, buscamos relacionar frag-
mentos dispersos con el objeto de comprender dimensiones
de la cultura carcelaria que definieron las formas de habitar
las instituciones de encierro en la Argentina en el siglo XX.
Carlos Aguirre y Ricardo Salvatore (2017: 9) advirtieron
que la literatura sobre la prisión en América Latina demos-
tró la distancia que medió entre las realidades carcelarias y
los modelos teóricos y aspiraciones de los funcionarios. Por
eso, este trabajo busca ofrecer preguntas y evidencias sobre
la cotidianidad del encierro que nutran el campo actual del
conocimiento sobre la historia del castigo desde las pers-
pectivas metodológica de la historia socio-cultural.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 431

El conjunto de relatos basados en experiencias perso-


nales que nos proponemos explorar no niegan los esfuerzos
reformistas de las autoridades, expertos o políticos conven-
cidos de que sus impulsos darían como resultado un castigo
“civilizado y moderno” (Caimari, 2004). Por el contrario,
formaron parte de una misma trama marcada por realidades
yuxtapuestas. Más allá de las derivas de los casos analiza-
dos, que merecen un estudio pormenorizado, nos interesan
rescatar de las anécdotas, recuerdos o relatos, los intersti-
cios que nos permitan aproximarnos a las formas en que se
vivía el encierro. Consideramos que estos testimonios basa-
dos en observaciones y vivencias iluminan dinámicas del
mundo carcelario que merecen exámenes más minuciosos.
Argumentamos que el funcionamiento de la prisión estuvo
atravesado por prácticas y relaciones entre los penados que
buscaron sortear las normas impuestas por las autoridades.
Dicho de otra forma, la construcción de un orden dentro de
las prisiones dependió más de las experiencias y vivencias
cotidianas, de un conocimiento tácito sobre el funciona-
miento de la prisión determinada en gran medida por sus
posibilidades materiales, que del estricto cumplimiento de
los reglamentos o pretensiones de los funcionarios. La dis-
crecionalidad en el trato a los penados, así como las relacio-
nes y acciones que éstos desplegaron, permiten acercarnos
a los que Patricia O´Brien (1982) definió hace tiempo como
subcultura carcelaria.
En los últimos años, la literatura histórica reparó en la
dinámica cultural de las prisiones y en la vida cotidiana tras
las rejas para comprender la situación de las cárceles y resis-
tencias al castigo (Bohoslavsky y Casullo, 2003; Fernández
Labbé, 2003; Bohoslavsky y Di Liscia, 2005; Fernández
Labbé y Palma Alvarado, 2006; Yangilevich, 2017; Luciano,
2018; González Alvo, 2018; Freidenraij, 2020; León León,
2020). Carlos Aguirre definió el funcionamiento de las cár-
celes como un orden consuetudinario forjado por penados y
autoridades, lo que considera un factor determinante para

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432 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

comprender el fracaso de la reforma penitenciaria peruana


(Aguirre, 2015 y 2019). Asimismo, el historiador John Pratt
(2006), indicó la importancia de reparar en los “recuerdos
de los presos” como una forma de comprender ese “con-
tradiscurso” de los penados que contestaba a la realidad
presentada por las autoridades. Partimos de la constatación
de que las escrituras sobre o en la prisión, como advierte
Philippe Artiéres (2019), poseen una “intención estratégica”
(2019: 70) en tanto iluminan aristas de la realidad peniten-
ciaria difíciles de encontrar en fuentes oficiales.
Al mismo tiempo, seguimos las reflexiones de la socio-
logía carcelaria emprendidas por Gresham Sykes (2017) y
David Garland (2006) quienes consideran a las prisiones
como ámbitos porosos y precarios, que generaron relacio-
nes informales entre los presos, y de éstos con las autorida-
des. Más aún, Garland considera que el énfasis revisionista
en las estrategias de control y dominio social de las cárceles
ha ocultado en ocasiones el papel que juegan los valores y
sensibilidades culturales para dar forma a las normas pena-
les. Precisamente, su propuesta busca poner en valor cómo
“la cultura determina los contornos y los límites externos de
la penalidad, sus formas distintivas, jerarquías y categorías
que actúan en el campo penal” (2006: 230).
Retomando estas contribuciones, examinamos diversos
testimonios carcelarios como una puerta de entrada para
develar aspectos de la vida cotidiana de las prisiones: los
tratos, relaciones, jerarquías y modalidades que adquirieron
algunas de esas interacciones. Esto nos ayuda a definir un
“modo de mirar” la prisión como artefacto cultural, cuyas
características formaron –y contribuyeron a definir– una
sensibilidad moderna sobre el castigo, que tuvo un amplio
alcance en las primeras décadas del siglo XX.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 433

Rutinas carcelarias: la violencia del castigo

La vida en los establecimientos penitenciarios estuvo sig-


nada por diferentes reglamentos que establecieron normas
de funcionamiento comunes. La división de las diferentes
tareas que llevaban a cabo los penados (horas destinadas a
dormir, trabajar, comer, descanso, etc.) se organizaron en
rutinas que buscaban cumplirse, con diferente suerte, a fin
de enseñar hábitos de trabajo, instrucción y convivencia.
Muchas de esos rituales cotidianos que fijaban las autori-
dades eran adoptadas de la rutina militar. En su visita al
Presidio de Ushuaia, el periodista Anibal del Rie, dejaba
testimonio de sus primeras impresiones en el estableci-
miento austral y de la adopción de prácticas de la disciplina
castrense:

El clarín regula y anuncia las distintas manifestaciones de la


vida del penado, desde el toque de diana hasta el silencio. Una
columna de hombres cifras, uniformados con ropa a franjas
negras horizontales, sobre fondo amarillo, sale de un pabellón
y se apresta para el trabajo en el corte de leña en el monte.2

De la misma manera, el diputado socialista Manuel


Ramírez, en el testimonio de su visita al Presidio de Ushuaia
con el que iniciamos este capítulo, revelaba en tono crítico
la utilización de elementos de la disciplina militar como
forma de organizar las prácticas cotidianas del estableci-
miento: “No falta en ese afán destructivo de la personalidad
humana, los devaneos de organización militar: la diana, las
marchas, las formaciones, el saludo.” Y añadía la brutalidad
con la que se manejaba el personal si los penados no llega-
ban a cumplir con las disposiciones que regían la vida intra-
muros: “Guay del penado que se olvide de hacer la venia

2 Del Rie, A. (1933) Ushuaia, el presidio siniestro. Régimen de terror. Relaciones de


un reporter, Buenos Aires, Editorial Bostón, p. 10.

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434 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

a sus carceleros: ¡quince días de calabozo a pan y agua!”


(Ramírez, 1935: 17).
También podemos considerar que estas reglas aspira-
ban a garantizar la disciplina dentro de las prisiones. Sin
embargo, es relevante aclarar que muchos de esos procedi-
mientos estaban condicionados por los recursos materiales
con los que contaban los establecimientos. Por ejemplo, el
censo carcelario de 1906 ofrece un buen prisma para obser-
var y ponderar los recursos con que contaban las prisiones a
principios del siglo XX3. Merece aclararse que, de los sesen-
ta y cinco establecimientos carcelarios que contabilizaba
dicho registro, cuarenta y cinco enviaron las respuestas a un
segundo formulario con preguntas sobre diversas caracte-
rísticas de su funcionamiento diario, lo que representaba el
setenta por ciento del total de instituciones de encierro. El
informe final que se publicó con los cuestionarios contiene
datos de la mayoría de las provincias –salvo Corrientes y
Catamarca que no enviaron respuesta de ninguna de sus
prisiones– y de todos los Territorios Nacionales.
Unas de las preguntas que incluía el informe se detenía
en si se impartía instrucción, la cantidad de maestros de la
“escuela carcelaria”, la cantidad de días de clases y alum-
nos, la existencia de bibliotecas, entre otras preguntas. A
pesar de que no todos respondían con detalle este ítem, el
resultado principal arrojaba que sólo el 44 % de los estable-
cimientos contaba con un espacio físico para tal propósito
y personal de enseñanza estable. Llamativamente la forma-
ción estaba garantizaba en varios establecimientos ubica-
dos en la Capital Federal y en las provincias, no así en los
Territorios Nacionales, constituyendo la única excepción la
Cárcel de General Acha en el Territorio de La Pampa. Esta
aseguraba contar con: “1 escuela muy rudimentaria (SIC).
Asisten 30 personas diarias. 1 maestro ayudante. Concurren

3 Ballvé, A. y Desplats, M. (1909). Resultados generales del Primer Censo Carcela-


rio de la República Argentina. Buenos Aires: Talleres Gráficos de la Peniten-
ciaría Nacional, p. 7.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 435

por 2 horas.” Al bajo nivel de instrucción que impartían los


establecimientos, se sumaban situaciones muy variadas ya
que en algunos casos la educación se daba una sola vez a la
semana, o pocas horas, o alcanzaba sólo a una parte de los
penados. Los contextos dispares dentro de una misma juris-
dicción parecen indicar que sobre esta cuestión pesaba más
la iniciativa de los funcionarios que gestionaban los estable-
cimientos que las directrices de un plan de conjunto.
De la misma manera, se consultaba sobre el régimen de
trabajo, aspecto clave de las discusiones del reformismo de
principios de siglo (Salvatore, 2002). El formulario buscaba
conocer si los penados trabajaban, si existían talleres, las
formas de contratación, si percibían peculio, el valor de la
producción, las ganancias obtenidas, así como la cantidad
de días y horas del régimen laboral. Nuevamente, bajo este
rótulo el cuadro de situación que devolvían las respuestas
contenía escenarios muy disímiles: trabajo en talleres, obra
pública, labores dentro de las instituciones (cocina, aseo,
lavado). Sólo 11 establecimientos (el 24 %) declaraban que
los penados no realizaban ningún tipo de actividades labo-
rales. Si bien es conocido que los presos fueron utilizados
como mano de obra en emprendimientos públicos, el censo
revelaba que a principios del siglo XX existía un porcentaje
considerable de instituciones con talleres: 24 cárceles –más
de la mitad– contaban con espacios dedicados a la produc-
ción de diferentes bienes (alpargatería, carpintería, zapate-
ría, panadería, sastrería, entre otros) gracias a los cuales los
penados obtenían un peculio. Nuevamente, al igual que en
caso de la instrucción, la mayoría se ubicaban en las cárceles
de Capital y Provincias, quedando relegados las cárceles de
los Territorios Nacionales.
Esta breve selección de datos nos permite suponer que
las rutinas carcelarias diferían de un establecimiento a otro,
dado que dependían de los recursos e infraestructura con
los que contaban. Pero también, las prácticas cotidianas
estaban definidas por hábitos o costumbres, de las que no
daban cuenta las memorias o informes gubernamentales.

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436 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Cómo señala John Pratt, el saneamiento del lenguaje penal


oficial de las burocracias carcelarias puede contraponerse
con las memorias y testimonios de presos u observadores
ya que la “realidad de la vida en prisión que había sido
presentada por las autoridades era contestada en casi todos
los niveles” (Pratt, 2006: 141). Haremos referencia a dos
ejemplos que aparecen en diversos testimonios, memorias y
experiencias de presos: las requisas y los castigos físicos.
Uno de los procedimientos carcelarios más comunes
del personal de seguridad de las prisiones consistía en reali-
zar requisas a los penados. Si bien éstas parecen haber sido
regulares y en ciertas cárceles espaciadas en el tiempo, en
algunos casos eran diarias. Atilio Cattaneo, militar radical
que transitó durante la dictadura de Uriburu entre 1931 y
1932 por la Penitenciaría Nacional, el Presidio de Ushuaia
y la Cárcel de Encausados, recuerda que estando en este
último establecimiento se presentaron de improvisto varios
empleados de la cárcel en las celdas y en el resto del pabe-
llón, llevando a cabo un gran: “[…] despliegue de fuerzas
[que] fue la iniciación de una gran requisa general y de un
cacheo personal de los encausados. Mi celda fue especial-
mente revisada. Me desnudaron para revisar a un mismo
tiempo, las prendas de vestir de todos los encausados.” (Cat-
taneo, 1939: 279).
Estas prácticas que debían soportar los penados pare-
cían estar extendidas y formar parte de la vida cotidiana
de los penados. Catteneo agregaba que las requisas se rea-
lizaban semanalmente, y que se hacían “sin consideración
alguna, pues revuelven todo dejándolo mezclado y desorde-
nado en una forma inconcebible.” (Cattaneo, 1939: 280). En
cambio, en la Cárcel de Ushuaia donde los penados debían
salir a diario al monte para trabajar y llevar leña al recinto,
los penados eran requisados constantemente para asegurar-
se de que no ingresaran elementos considerados peligrosos
–que pudiesen ser utilizados en peleas o para escaparse– o
que estaban prohibidos –como los diarios–: “Al salir para el
trabajo, lo mismo que al regreso, cada penado es requisado

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 437

minuciosamente por un guardia: precaución que se extien-


de diariamente a la revisación de las respectivas celdas.” (Del
Rie, 1933: 10).
Así como las requisas se realizaban en busca de ele-
mentos que pudiesen alterar el orden, provocar fugas o ser
utilizados en conflictos, los testimonios expresan la siste-
maticidad de los castigos físicos que debían sufrir los pre-
sos. Si bien en ocasiones las faltas leves o graves eran san-
cionadas por los reglamentos carcelarios, los relatos revelan
situaciones que se encontraban al margen de las disposicio-
nes, sometiendo a los penados a la brutalidad y la tortura.
Esto parecía ser más recurrente y violento en el Presidio de
Ushuaia, dada las condiciones de su ubicación: su lejanía del
centro político, de la prensa de alcance nacional y de auto-
ridades que controlen a los funcionarios (fiscales o jueces)
(Caimari, 2004; Cecarelli, 2015). Como demostraron Daniel
Palma y Marcos Fernández (2006) para las prisiones chile-
nes y Carlos Aguirre (2019) para las peruanas, la violencia
imperante en los establecimientos parece haber sido una
constante de las cárceles latinoamericanas. El periodista
Anibal Del Rie recogió en su visita distintos testimonios, y
dedicaba un capítulo de su libro a explicar los vejámenes de
los penados. Su relato buscaba dejar en claro lo extendido
de estas circunstancias:

La falta más leve, llegar tarde a formación, demostrar can-


sancio, contestar a un guardia sin ser preguntado, la simple
apatía de cualquiera de los encargados de vigilarlos, o la sos-
pecha de que tal o cual torturado ni bien recobra la libertad,
pondría el caso en manos de la Justicia, era suficiente para
que se aplicara castigo de cachiporra.
Cuatro guardianes llevaban aparte al penado que debía sufrir-
lo, y después de desnudarlo sobre medio metro de nieve, bajo
una temperatura glacial, dos lo tomaban de los brazos y, dos
de las piernas. Una vez hallarse así estaqueado llegaba el eje-
cutor –que concurría después de hallarse la víctima “en con-
diciones”, esgrimía la pesada cachiporra y le aplicaba recios
golpes en la espalda y en el pecho. El desvanecimiento del

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438 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

castigado no tardaba en producirse. Vertiendo sangre por la


boca, con extensos cardenales y machucones en el cuerpo era
conducido a la celda en la que debía reaccionar por sí mismo,
sin que nadie lo atendiera.
Otros castigos –siempre con el concurso de la cachiporra–
consistían en golpearles los brazos y la cabeza, después de
hacerles ayunar, en forma absoluta, durante 70 horas, para
evitar toda resistencia4.

Coincidía en este diagnóstico Manuel Ramírez: en el


Presidio de Ushuaia existía un régimen disciplinar basado
en diversos castigos. El diputado socialista, señalaba que la
violencia imperante que sufrían los penados no se debía a
faltas graves, por el contrario, la más nimia violación a las
normas o desafío a la autoridad conducía a malos tratos
físicos por parte del personal. Para graficar la arbitrariedad
reinante su descripción buscaba no dejar lugar a dudas:

El régimen disciplinario en cuanto a castigos es de extrema-


do rigor en el presidio. La más insignificante falta –muchas
veces presunta falta– es objeto de una sanción severa. Cala-
bozo a pan y agua se reparte a diestra y siniestra. Son cau-
sas: numerarse mal, hablar o reír en la fila, quedar rezagado
cuando llaman a formación, no saludar al guardián, contestar
al guardián sin permiso, no de la celda para asomarse, mirar
por el ojo de buey de la celda, no hacer la venia, y así sucesi-
vamente5.

De la misma manera, el periodista anarquista Marcial


Belascoain Sayós detallaba los padecimientos que se les
infligían sin motivos a los presos en la Cárcel de Ushuaia. El
caso del penado 71 impresiona por su crudeza: al ver cómo
los guardias golpeaban a otro penado, éste gritó “¡No le
peguen, verdugos¡” lo que le valió semanas de castigo. Sayós
describe los padecimientos y la brutalidad por su desafío a

4 Del Rie, A. (1933) Ushuaia, el presidio siniestro. Régimen de terror. Relaciones de


un reporter, Buenos Aires, Editorial Bostón, pp. 69-70.
5 Ramírez, M. (1935) El presidio de Ushuaia, p. 59.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 439

la autoridad “el termómetro marcaba 19 grados bajo cero


y el infeliz desnudo, sin medias ni botines; hace 72 días
a pan y agua. Caído en el suelo gemía; los huesos habían
perforado la epidermis, el ilíaco se proyectaba hacia afuera,
abriéndose paso entre las llagas…” (1918: 26).
Pero los castigos físicos no era una prerrogativa del
establecimiento más austral del país. Como describe el abo-
gado Armando Antille, preso por oficiar como defensor de
Yrigoyen tras el golpe de estado de 1930, en la Penitenciaría
Nacional ubicada en pleno centro porteño, existían celdas
y espacios dedicados a prácticas de “horrorosas torturas”
(1935: 24). En el subsuelo del pabellón en que se encontra-
ba, refiere, existían las famosas celdas cuyo funcionamien-
to causaban pavor: se las conocía como el “triángulo”. Y
explicaba que: “allí estuvieron los militantes anarquistas Di
Giovanni y Scarfó, antes de ser fusilados. También un joven
teniente de aviación. Es lugar estrechísimo y obscuro donde
no se puede estar sino de pie; y eso, en noches y días, debe
ser atroz” (24–25). Durante la dictadura de Uriburu estas
prácticas proliferaron en depósitos policiales e institucio-
nes carcelarias, impulsadas por el jefe de la Sección Orden
Político de la Policía de la Capital Federal, Leopoldo Lugo-
nes (h), tristemente famoso por torturar militantes políticos
comunistas, radicales y socialistas (Caimari, 2004: 223).
Estas situaciones parecían estar bastantes extendidas, y
lejos estaban de reducirse a momentos de fuerte represión
política. La prensa de izquierda de Argentina, en particular
los diarios socialista La Vanguardia y el anarquista La Pro-
testa, a menudo denunciaban tratos violentos en distintas
cárceles del país hacia los penados en general y sus militan-
tes en particular. Detengámonos en algunos breves casos.
Al referirse a la situación del Presidio de Ushuaia el diario
socialista La Vanguardia aludía a una investigación impul-
sada por la Cámara de Diputados en 1920 que revelaba
“[…] reclusiones solitarias de penados, dispuestas sin orden
judicial, que en ciertas ocasiones llegan a 800 días (ocho-
cientos días), en que un individuo permanece recluido en

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440 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

una celda, sin luz y dándole para comer tan solo pan y agua
[…]”6. Y la misma publicación, añadía que los tormentos de
los penados que debían cumplir condena alejados de todo
tipo de régimen disciplinar: “[…] sin dar al preso ocupación
alguna, sin facilitársele siquiera elementos de lectura, y con-
cediéndole una ración alimenticia reducida a la mitad con
el agravante de que en tres días a la semana la alimentación
se limitaba a pan y agua.” La noticia dejaba en claro las con-
secuencias de tales vejaciones: “Llegó a ser tal postración de
los presos castigados así, que a algunos no se les pudo tomar
declaración, otro quedó sordomudo, después de una paliza
que le fue propiciada, otros se suicidaron y otros sufrieron
alteraciones mentales.”
Por su parte, La Protesta, el periódico anarquista más
importante del país, solía dedicar con asiduidad notas refe-
ridas a la situación de los penados comunes o “presos socia-
les”. En sus páginas era habitual encontrar denuncias, cam-
pañas “pro–presos sociales” e información sobre distintos
establecimientos del país. Pero sin dudas la que generaba
mayor atención e indignación era el Presidio de Ushuaia,
destino clásico al que eran sometidos sus militantes. Por
ejemplo, en una serie de notas publicadas en 1917, los cro-
nistas denunciaban las prácticas de “terror” de diferentes
cárceles, añadiendo que en el presidio austral: “El pobre
preso tiene que sumar a los martirios de su cautiverio, el
peor: aquél constante terror que sufre ante la vista de las
barbaries que se comenten a diario. El lugar de tortura es
el monte. Los ‘gallegos’ que demuestran más despiadada
crueldad son enviados allí, no para custodiar el trabajo de
los presos, sino para martirizarlos”7. Sus críticas exponían a
las autoridades del presidio, al personal y a los funcionarios
judiciales que naturalizaban y permitían estas acciones, que
lejos estaban de ponerle fin.

6 “Ha renunciado el director del presidio de Ushuaia”, La Vanguardia, martes


13 de enero de 1925, p. 1.
7 “Desde Ushuaia. El terror carcelario”, La Protesta, 25 de enero de 1917, p. 1.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 441

En ocasiones las denuncias generaban impacto público,


sorteando la fuerte censura que los funcionarios realiza-
ban sobre las cartas que enviaban los penados a familia-
res o autoridades judiciales. Por eso, cuando estos episo-
dios tomaban estado público, los penados recibían castigos
extras. Días después de la nota sobre el “régimen de terror”
de la cárcel del sur, La Protesta informaba que:

Parece que lo dicho ahí no ha gustado a algunos «empleados»


de este establecimiento penal y andan husmeando para saber
quiénes son los que escriben, pero como no pueden dar con
ellos, usan los procedimientos que le son propios; van a los
calabozos y al que más rabia le tienen: «paliza», o si no lo
sacan de noche al que les parece y por cualquier cosa, palos
con él. No hace mucho hubo apaleamiento colectivo en la
sección del monto –individual la hay todos los días– resul-
tando un herido grave que se atiende en el hospital y otros
cinco están en el calabozo…8.

En el mismo sentido, en su libro sobre el Presidio de


Ushuaia, el diputado Ramírez reconstruía una presentación
judicial por torturas que efectuó un penado tras cumplir
su condena. Al ser liberado en marzo de 1932, Ángel Luis
Castello se dirigió al Territorio Nacional de Santa Cruz
donde se encontraba el juzgado más cercano. Allí reali-
zó una presentación contra el personal del establecimiento
que culminó con una sanción judicial contra el alcaide, el
subalcaide y 19 guardianes, quienes recibieron condenas de
dos a tres años. La resolución judicial fue ratificada por la
Cámara Federal de Apelaciones de La Plata en 1934. Luego
de describir los múltiples castigos y violencias que consta-
ban en la denuncia, Ramírez describía parte de la sentencia
a la que llegó el juez subrogante doctor Juan Carlos Beherán
en agosto de 1933: “los hechos delictuosos que motivaron
la instrucción del proceso están constatados por las diligen-
cias del sumario” (Ramírez, 1935: 65). Y comentaba que:

8 “Desde Ushuaia. Hechos criminales”, La Protesta, 28 de enero de 1917, p. 1.

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442 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

El fallo analiza separadamente la situación legal de cada uno


de los encausados para demostrar la responsabilidad criminal
en que han incurrido. Refiriéndose al subalcaide de la cárcel,
José Sampedro, destaca: “se le sindica en el proceso como
una figura nefasta, un verdugo, y falto de toda clase de senti-
mientos humanitarios”. En estos términos refiere el juez de la
personalidad de uno de los principales autores materiales de
las torturas9.

Puede considerarse a este caso judicial una excepción,


ya que la mayoría de los vejámenes que sufrían los penados
no llegaban a la justicia. Mucho menos eran condenados los
responsables denunciados por malos tratos, episodios que
usualmente no lograban trascender los muros de las cárce-
les. Más allá de la publicidad o el impacto que alcanzaron
en la opinión pública, estos hechos revelan otra cara de la
cotidianidad del encierro cuyo pulso estuvo dominado por
la violencia. Cómo argumenta Pedro Oliver Olmo (2018:
132) para el caso español, la consolidación del sistema peni-
tenciario bajo las premisas del correccionalismo y las ideas
liberales a fines del siglo XIX y principios del siglo XX “se
edificó en un contexto político y administrativo que retro-
alimentaba y afilaba las peores aristas del ejercicio de la
violencia institucional.” Si bien no deja de resultar llamativa
la ausencia de estas cuestiones en los documentos oficia-
les de los funcionarios y en los escritos que realizaban los
expertos sobre las cárceles, los abusos, torturas y violencias
que ponían en juego la integridad física y psicológica de los
penados, definieron parte de las rutinas burocráticas y su
uso estuvo extendido en diversas instituciones carcelarias.

9 Ramírez, M. (1935) El presidio de Ushuaia, p. 65.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 443

Sociabilidades carcelarias: códigos, jerarquías


y resistencias intramuros

Iluminar los aspectos vinculados a la cotidianidad del encie-


rro marcados por la violencia de las autoridades hacia los
penados, no puede reducir la vida en las prisiones sólo a esa
dimensión. En los establecimientos de castigo también exis-
tieron márgenes para la negociación, transacciones y aco-
modamientos de los presos que buscaron sortear la discipli-
na y control gubernamental. Siguiendo a Carlos Aguirre, en
este apartado buscamos reconstruir aquellos aspectos de la
vida cotidiana intramuros, entendiendo a las cárceles como
un “escenario rico y complejo en el cual los presos emplea-
ron diversas estrategias en un intento de hacer frente a las
realidades del encarcelamiento” (2019: 201).
Por momentos los testimonios y noticias devolvían una
imagen de la prisión como un espacio fuertemente con-
trolado, atravesado por un silencio arrollador y marcado
por una rutina rigurosa. No parece casual, entonces, que la
alegoría preferida para describirla apele al bagaje religioso:
la cárcel era descrita como un infierno. Sin embargo, los
mismos relatos muestran que los presos supieron aprove-
char los intercisos del encierro para relacionarse y forjar
vínculos entre ellos. Atilio Cattaneo, recordaba que por más
que las autoridades penitenciarias se empeñaban en impe-
dir expresiones de camaradería “El espíritu de solidaridad
existe entre los presos comunes. Todos cooperan, con gus-
to, para salvar al hombre desgraciado o ‘refundido’, como
se los denomina en la jerga carcelaria” (Cattaneo, 1939:
281). Él mismo, un militar de origen radical, recordaba que
durante su estadía en la Penitenciaría Nacional compartía la
mesa de la comida con militantes comunistas y anarquistas
discutiendo sobre política.
En el mismo sentido, Manuel Ramírez define que, a
pesar de las rígidas normas de conducta y disciplina que
regían el temible Presidio de Ushuaia, “La solidaridad y el
compañerismo adquieren un desarrollo intensivo, sin duda

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444 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

como reacción natural frente a la adversidad, en el dolor


común.” El diputado socialista, advertía que las autoridades
se mostraban atentas a cualquier manifestación de camara-
dería para reprimirla “cual si fuera una actividad peligrosa
para la seguridad y el orden.” Por eso buscaban denodada-
mente que los reclusos mantengan “discreto distanciamien-
to de preso a preso” (Ramírez, 1935: 29) que los penados
lograban eludir mediante diversos artilugios.
La organización de los reclusos para vencer el férreo
control que buscaban imponer las autoridades carcelarias
era burlada de diferente manera. En su visita al Presidio de
Ushuaia, Aníbal Del Rie menciona que en sus conversacio-
nes con los penados podía constatar que más de uno “lo
sabe todo, lo conoce todo. El penado lo sabe todo, lo conoce
todo. Habla de política, con la actualidad del hombre libre.”
A pesar de que en las prisiones estaba prohibida la cir-
culación de periódicos, apunta que en las celdas se habían
encontrado “en muchas ocasiones, números de diarios de
Buenos Aires.” Esto suponía capear los extremos controles
de los guardias, que en ocasiones encontraban dificultades
para impedir la pericia de los penados: “No ha sido posible
saber de qué medios se han valido para obtenerlos. Lo cier-
to es que un diario que logren conseguir, recorre en un solo
día todas las celdas sin que ningún guardián se de cuenta;
tan gran es la habilidad que han adquirido.” (Del Rie, 1933:
26). Por último, el periodista insistía en el talento que los
presos habían desarrollado para sortear las requisas diarias
y fabricar “armas utilizando pedazos de hierro y sunchos
que halla a mano” con el fin de hacerse de instrumentos de
defensa personal. Por lo que los penados también debían
ocultarlas de forma segura y para eso:

Inmediatamente después de hechas las esconden dentro de


los barrotes de la cama o en el colchón, prefiriendo el lecho
de los enfermos; saben que éstos no pueden ser requisados.
De cómo se valen para burlar la vigilancia estrecha de los
guardianes y transformar en agudos puñales insignificantes

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 445

pedazos de hierro, es un secreto que ningún penado revela.


En una ocasión, al ser trasladada la enfermería a otro pabe-
llón, se revisaron todas las camas de los pacientes, encon-
trándose, en total, más de ciento veinte armas blancas, entre
cuchillos afilados como navajas y limas de treinta centímetros
de largo, agudas como estiletes10.

Armando Antille explicaba que en la Penitenciaría


Nacional la disciplina estricta y normas de silencio que se
aplicaban en el Pabellón séptimo, destinado a los presos
políticos, eran burladas por “conversaciones furtivas”, gestos
o ruidos como una forma de atenuar el “cruel y martirizan-
te encierro”. Y reparaba en las formas en que los penados se
las ingeniaban para comunicarse frente a la vigilancia cons-
tante: “Es evidente ya que si bien ocupamos celdas nume-
radas y estrechas, enfiladas en largo pabellón y guardadas
con severa vigilancia y fuertes cerrojos, ni la vigilancia, ni
la disciplina, ni el aislamiento, implica la estricta aplicación
del sistema celular a que ha obedecido la construcción de
esta cárcel” (Antille, 1935: 16–17).
Esto adquiría particular relevancia en aquellos espacios
donde los penados no tenían posibilidad de trabajar o estu-
diar, como en la Cárcel de Encausados. Cómo manifiesta
Atilio Cattaneo, los presos ideaban diversas estrategias para
matar el tiempo: “El juego tiene gran incremento.” Por eso
insistía en la perspicacia puesta en evadir las prohibicio-
nes y limitaciones del régimen carcelario: “Los naipes están
prohibidos, pero ellos los fabrican de papel con sólo el
número y la pinta. Y con estos naipes se quitan el dinero
que siempre tienen oculto.” De la misma manera, detallaba
las diversas destrezas que realizaban para cometer juegos
o llevar a cabo intercambios: “Las rifas de objetos manua-
les son corrientes”. Y su relato incluía las apuestas que los
penados hacían con dinero introducido de forma clandesti-
na para poder entretenerse: “Las carreras de caballo tienen

10 Del Rie, A. (1933) Ushuaia, el presidio siniestro, p. 12.

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446 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

sus boletos carcelarios. Hay un banquero que hace las veces


de agente del “Jockey Club”. Las jugadas son por centavos
de boleto. El mecanismo del dividendo es el mismo que en
el hipódromo” (Cattaneo, 1939: 283).
Al mismo tiempo, estas prácticas que desplegaban los
penados en las prisiones, como las carreras de caballos,
dejaban en evidencia no sólo el ingenio en burlar las nor-
mas y reglamentos, sino también las jerarquías que existían
dentro de la prisión. Al detallar cómo eran posibles dichas
apuestas, Cattaneo asentaba que:

Banquero no es cualquiera. La exclusividad la tenía un delin-


cuente famoso por su coraje, que cuando fue enviado a
Ushuaia, la traspasó a otro del mismo pelaje. Los banque-
ros son elementos “guapos” que se suceden en el trono de
la banca.
La presencia de algún “pesao” que quiere copar la banca, ori-
gina grescas enormes y hasta ha habido muerte por esto. Es
claro que las autoridades de la cárcel son las que más ignoran
estas cosas11.

Esta anécdota sobre los juegos de los penados y sus


estrategias para eludir los efectos del encierro y la ocio-
sidad, permite comprender la forma en que se forjaban
sociabilidades comunes y jerarquías que tejían los penados
en función del delito cometido o su paso por otras prisio-
nes, y también el despliegue de códigos lingüísticos propios.
Cómo señala Gresham Sykes, el “argot criminal”, lejos de ser
usado como un lenguaje secreto, “es más importante como
símbolo distintivo” (2017: 140).
Cattaneo, que provenía del mundo castrense y había
sido encarcelado por revelarse contra el golpe de estado
del General Uriburu en 1930, parecía hipnotizado con el
lenguaje carcelario. Relacionado por múltiples influencias
y vasos comunicantes con el mundo de los bajos fondos,
del delito y de la propia experiencia carcelaria, no podía

11 Cattaneo, A. (1939) Entre rejas, Buenos Aires, Editorial Chango, p. 283.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 447

dejar de reconocer que “El lenguaje que emplea esta gente


del hampa es realmente curioso” y recogía en su testimonio
aquellos términos que había podido anotar en su paso por
la cárcel y definía como el “argot de su conversación diaria”
(Cattaneo, 1939: 284):

Trabajo …. el acto delincuente


Afano …. el robo
Astillar …. repartir el robo
Astilla …. la cantidad que corresponde a c/u y a veces al
policía cómplice que “descuida” la vigilancia
Chavón …. el que ingresa por primera vez a la cárcel
Cargar …. que lleva cartera la víctima en el bolsillo
Carga de culata …. que lleva cartera en el bolsillo de atrás
Carga de sotana …. que lleva cartera en el interior del saco
Carga de grilo …. que lleva cartera en el bolsillo derecho
Carga de Shinca …. que lleva cartera en el bolsillo exterior
Carga de camisulín …. que lleva cartera en el bolsillo chico
delante del pantalón
Esparo …. el cómplice del “lancero”
Lancero …. el que roba carteras con los dedos estirados
Filo …. el que ayuda en la entrega del “paco”
Paco …. un paquete de papeles de diarios que representa
dinero
Tanga …. el cómplice en la estafa del juego
Guisa o Isa …. aviso
Luca …. papel de 1.000 pesos
Media Luca …. papel de 500 pesos
Gamba …. papel de 100 pesos
Media gamba …. papel de 50 pesos
Longi …. la víctima elegida
Tira o yuta …. la policía
Santo …. la noticia, la novedad

Esta larga lista de códigos comunes servía para deli-


mitar quienes pertenecían de los que se encontraban fuera
de esa comunidad. Justamente, en el argot carcelario había
una definición que hacía referencia al delator. Manuel
Ramírez señala que en Ushuaia era denominado “batidor”
y que desempeñaba un papel relevante en los castigos de

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448 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

los penados. Su descripción condenaba tal práctica ya que


sostenía “Es la causa de grandes injusticias, introduce la
desmoralización y la anarquía en la cárcel; el recelo y la
desconfianza recíprocas provocaron incidentes a veces san-
grientos entre los presos. Los servicios del infidente son
apreciados y distinguidos” (Ramírez, 1935: 59). Por su par-
te, Cattaneo indica que el “ortiba”, según sus anotaciones,
era aquel que colaboraba con el personal delatando a sus
compañeros era una práctica imperdonable entre los pre-
sos comunes. Romper la comunidad y solidaridad entre los
penados, los códigos que manejaban y respetaban buscando
algún beneficio provocaba que el delator debiese ser asilado
por su seguridad:

Al que lo conocen como tal, lo persiguen si no lo separan,


hasta asesinarlo, como en el caso de un pobre italiano, alba-
ñil, que estaba preso por un simple altercado. Una delación
hecha con el buen deseo de ser útil, le produjo la muerte.
Mientras jugaba dominó, uno de los encausados confundido
entre otros, le clavó en la espalda un largo alambre aguzado,
asesinándolo. El delito quedó impune porque nadie denunció
al autor12.

La vida en las prisiones no puede concebirse sólo en


función de las prácticas cotidianas de violencia, torturas y
control de las autoridades. Estos breves fragmentos y reta-
zos de relatos iluminan algunas formas en que los presos
forjaron sus propias reglas de funcionamiento intramu-
ros. Precisamente, esto requería de astucia e ingenio para
poder burlar normas, disposiciones y la vigilancia de los
guardiacárceles. Como indica Patricia O´Brien (1982) los
reclusos dieron forma a sistemas sociales propios, comuni-
dades informales e identificaciones culturales. El desarrollo
de expresiones lingüísticas, las formas de sociabilidad y las
prácticas de solidaridad, pueden ser entendidas como un

12 Cattaneo, A. (1939) Entre rejas, (1939) pp. 281–282.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 449

sistema informal que los presos concibieron y diseñaron


para hacer frente a las autoridades y sus deseos de orden y
disciplina.
Si bien estos actos pueden ser pensados como una resis-
tencia de los penados, también hubo episodios de rechazo
abierto a los controles, disciplina y violencias de las autori-
dades carcelarias. La primera de ellas consistía en la huelga
de hambre. Los penados utilizaron este método de pro-
testa pacífica para reclamar por diferentes circunstancias.
Muchas de ellas estaban relacionadas con las malas condi-
ciones de los establecimientos y padecimientos del encierro.
Existen numerosos ejemplos sobre los déficits materiales y
de infraestructura recurrente en las prisiones que han deta-
llado diversos historiadores. Ahora bien, nos interesa poner
en valor los testimonios sobre las condiciones del encierro
para iluminar las acciones de los penados frente a esos défi-
cits. Por ejemplo, Cattaneo grafica su experiencia:

Nuestros penados viven el mayor tiempo del día encerrados


en las celdas. Por eso adquiere mucha importancia la celda
en sí, destinada a ejercer en el espíritu y los sentimientos del
penado una influencia educativa.
Las celdas de nuestras cárceles son austeras y desnudas en tal
grado, que llegan a ser míseras. Un camastro y unos platos de
lata son los muebles que la adornan.
Los penados permanecen encerrados unas 17 horas al día.
El encierro excesivo, la falta de libros y de medios culturales,
la prohibición de dar vuelo a las propias inclinaciones, son
contraproducentes a la finalidad de la cárcel penitenciaria
que pretende rehabilitar y regenerar al delincuente.
El presidio o la cárcel puede ser un purgatorio, pero las
reglamentaciones inhumanas que rigen lo convierten en un
infierno13.

El cuadro de desolación frente a las condiciones de


encierro rebatía cualquier defensa del régimen carcelario,

13 Id., p. 292.

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450 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

de las premisas de regeneración y la apuesta por la reinser-


ción social de los penados que hacían políticos, funciona-
rios y expertos (Caimari, 2004). Dichas condiciones, hacía
muy difícil la experiencia cotidiana de la vida en la prisión.
Sumado al maltrato que debían soportar, la respuesta de los
penados, en ocasiones, era de abierta resistencia. Cattaneo
se explaya sobre una anécdota que recordaba particular-
mente: el penado 299, el “mendocino de buen corazón pre-
dispuesto” Osorio, quien se encontraba pronto a acceder al
beneficio de la libertad condicional, tuvo un enfrentamien-
to con un guardia. Osorio había sido condenado a 12 años
de prisión por un crimen en un “duelo de honor.” Eso le
valía el respeto del radical y de sus compañeros de la cárcel.
Observador del episodio en la prisión, el militar explica que
dicho penado le advirtió al guardiacárcel que quería tomar
agua, y le pedía que se corriese para no mojarlo. Frente a
la intransigencia del personal, Osorio igualmente bebió y
terminó mojando al guardia. Todo derivó en un enfrenta-
miento y golpes entre el penado y el custodio. Este hecho le
valió una fuerte golpiza y 30 días en el calabozo “el triángu-
lo” famoso por su “rigor e inhumanidad” (Cattaneo, 1939:
300). Osorio se sintió tan vejado por el castigo “que adoptó
el único medio de protesta que tiene un hombre indefenso
y encarcelado: la huelga de hambre” (p. 301). Según Cat-
taneo, llevó a cabo su decisión con tanta tenacidad frente
a las autoridades que falleció por consunción. Recordaba
que “decidió morir como protesta por el autoritarismo que
lo vejó”, y le dedicó sentidas palabras: “Ha muerto por un
ideal: por la dignidad personal. Ha muerto como mueren
los héroes, puesto que la heroicidad no sólo es patrimonio
de los campos de batalla.” Los penados decretaron dos días
de duelo en homenaje a la “dignidad varonil”:

Durante los recreos de esos dos días nadie hablaba. Se pasea-


ba en absoluto silencio. El lenguaje era sólo con las miradas,
que es el lenguaje que mejor domina todo recluido. También
hicimos dos días de huelga de hambre como protesta por el

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 451

asesinato inicuo que se había cometido. Y fue tal la solidari-


dad de esta protesta que hasta los tuberculosos rechazaron el
alimento diario prescripto por los médicos14.

Las huelgas de hambre no sólo fueron una herramienta


para enfrentar los abusos y vejaciones sufridas. Su utiliza-
ción como protesta colectiva, que se expandió a principios
del siglo XX como forma de resistencia, resultaba exitosa
pues obligaba a las autoridades a realizar concesiones para
evitar que el problema escalara y adquiera relevancia públi-
ca o política (Marinello Bonnefoy, 2017; Luciano, 2018). La
prensa –comercial y de izquierda– se hacía eco de estas
cuestiones. Al referirse a denuncias sobre el manejo de fon-
dos del director y funcionarios de la Prisión Nacional de la
Capital Federal en enero de 1917, La Protesta afirmaba que
“Los presos conocen todos esos procedimientos, saben que
su ración llega disminuida a causa del robo practicado por
la administración de la cárcel, y cada tanto realizan huelgas
de hambre, negándose a recibir comida por estar en pésimas
condiciones y ser escasa en demasía.”15
Por esos días, sucedió también una sublevación en el
norte del país. En la Cárcel de Salta 200 presos ponían en
alerta a las autoridades al reclamar mejoras en el régimen
penitenciario. La Protesta, haciéndose eco de episodios ocu-
rridos en diferentes partes del país en los meses previos
(Silva, 2018) afirmaba que “Nos bastaría citar los sucesos de
Neuquén, del Rosario (…) o como personificación de toda
infamia carcelaria, el trágico presidio de Ushuaia con sus
tétricos calabozos y sus infames instrumentos de tortura.
(…) De ahí que cada tanto, a medida que el odio acumulado
en el diario sufrimiento rebasa todos los límites, se desa-
rrollan en las prisiones protestas colectivas que a veces asu-
men todas las proposiciones de un movimiento subversivo,

14 Id., p. 301.
15 “En la prisión nacional. Abusos e irregularidades”, La Protesta, 21 de enero
de 1917, p. 1.

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452 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

protestas que son ahogadas en sangre de plomo de los asesi-


nos guardianes.”16 Puede que la prédica libertaria exagerara
los alcances de estas protestas, pero lo cierto es que la huel-
ga de hambre parece haber sido parte del repertorio de los
penados como forma de reclamo ante las autoridades.
Compartimos un último episodio. El domingo 11 de
enero de 1925, 103 penados estaban siendo trasladados de
la Penitenciaría Nacional al Presidio de Ushuaia en el vapor
“Buenos Aires”. Los penados se amotinaron y ocho lograron
escapar. La noticia causó conmoción no sólo por el hecho
de que los penados consiguieron vencer la custodia que los
debía trasladar, sino porque el barco transportaba también
a pasajeros que se dirigían al sur del país. La Protesta, plan-
teaba en su nota de tapa:

Si el hecho no hubiera acaecido en Buenos Aires – que es


la ciudad de las sorpresas y de las evasiones – pondríamos
en duda la noticia. ¿Cómo es posible que ocho penados, que
remiten a Ushuaia las autoridades carcelarias, con grillos a
los pies y custodios armados puedan fugarse de la bodega del
barco que los conduce? ¿Y cómo se concibe que el resto se
libre de las barras de hierro y ponga en apuros a la escolta,
a la tripulación y a los pasajeros del vapor que les sirve de
prisión?17

Sin dudas, el motín y la consiguiente fuga de los pena-


dos que iban a ser trasladados ponía en el foco de la aten-
ción a la custodia y a las autoridades. Efectivamente, días
después del hecho el director del Presidio de Ushuaia debía
renunciar a su cargo, pues era el encargado del transpor-
te de los presos. La Protesta, aprovechaba el incidente para
celebrar la evasión y denunciar el régimen imperante en las

16 “La infamia carcelaria. Dos sublevaciones”, La Protesta, 18 de febrero de


1917, p. 1.
17 “Evasión y amotinamiento de penados”, La Protesta, martes 13 de enero de
1925, p. 1.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 453

prisiones del país, buscando la complicidad de los lectores


frente al poco feliz desempeño del personal:

Los presos destinados al infierno fueguino, se decidieron a


jugarse la vida en esa aventura, ya que sólo les espera la
muerte en el terrible presidio de Ushuaia. Ocho lograron su
intento y el resto fracasaron. ¿Qué otras consecuencias se
pueden extraer de ese episodio? No hay más que esa conclu-
sión: el anhelo de libertad aguza el ingenio y despierta todas
las audacias en el hombre que se ve privado de ella para toda
la vida.18

Estos breves episodios buscaron reflexionar sobre la


actitud de los penados frente a la autoridad carcelaria, los
padecimientos del encarcelamiento y las condiciones en los
que transcurrían sus penas. Sucesos como estos pueden
encontrarse de forma recurrente en las páginas de la prensa
de izquierda, y algunos de ellos generaron revuelo público
y una extensa repercusión mediática no exentas de impli-
cancias sociales y políticas (Silva, 2020). Fugas, motines,
huelgas de hambre constituían los repertorios elegidos por
los penados para reclamar frente a injusticias del encarcela-
miento, o simplemente burlar a las autoridades y denunciar
un régimen al que consideraban injusto y necesario modi-
ficar. En el caso de los anarquistas, que llevaron adelante
las más famosas fugas del país en las primeras décadas del
siglo XX, estos incidentes contenían muchos simbolismos:
críticas a un sistema que consideraban oprobioso, denun-
ciar la herramienta primordial que las autoridades utiliza-
ban para su persecución y ridiculizar la distancia entre las
declaraciones públicas de los funcionarios y lo que sucedía
realmente tras los muros de las prisiones.

18 “Evasión y amotinamiento de penados”, La Protesta, martes 13 de enero de


1925, p. 1.

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454 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Conclusiones

Este capítulo se propuso reflexionar sobre la vida coti-


diana en los establecimientos carcelarios en las primeras
décadas del siglo XX en Argentina. Consideramos que la
literatura sobre la historia de la prisión ha ofrecido eviden-
cia sobre estas cuestiones, sin embargo, nuestra propuesta
busca comprenderlas como parte de lo que algunos autores
denominan la subcultura carcelaria. Partiendo de diferentes
episodios, hurgando en memorias y noticias analizamos
retazos de experiencias que ocurrieron en las cárceles, con
el propósito de realizar este objetivo.
De esta manera, hemos abordado tres problemáticas
que, si bien son distinguibles analíticamente, en la prácti-
ca se encontraron estrechamente ligadas: la dinámica que
adquirió la violencia y los castigos físicos, la sociabilidad
que forjaron los penados, así como las formas de resisten-
cias que articularon los presos muros adentro de las pri-
siones. En este sentido, en la primera parte, indagamos las
denuncias sobre la violencia carcelaria. Una práctica que se
extendía por diferentes establecimientos, se mantenía en el
tiempo y se proponía amedrentar a los penados. Puede que
este tipo de conductas hayan sido aceptadas por las autori-
dades como recurso para mantener el orden y la disciplina
dentro de los establecimientos. Lo cierto es que, por su
extensión, constituyó una dimensión relevante de las ruti-
nas institucionales de las cárceles.
En la segunda sección, buscamos reconstruir aristas de
la cotidianeidad del encierro que forjaron los penados entre
ellos. De esta manera, pudimos iluminar el desarrollo de
relaciones de sociabilidad, solidaridad, jerarquías y lengua-
jes comunes que, con diferentes propósitos, llevaron a cabo
los penados. En definitiva, la racionalidad de esas prácti-
cas, sobre las que aún resta seguir explorando y compren-
diendo, revela que el orden carcelario no puede reducirse
a las intenciones de las autoridades. Por el contrario, se

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 455

produjeron gracias a la existencia de márgenes flexibles que


los penados aprovecharon para recrear normas comunes y
jerarquías en el funcionamiento cotidiano, al mismo tiempo
que tenían que hacer frente a condiciones poco favorables
de encarcelamiento.
La última cuestión que abordamos se detuvo en la for-
ma en que los penados reaccionaron frente a los múltiples
déficits de los establecimientos carcelarios: los episodios
de fugas, motines y huelgas de hambre como forma de
reclamos, resistencias y desafíos abiertos a las autoridades.
Estos sucesos nos permiten comprender la forma en que los
reclusos hicieron frente de manera consciente al contexto
del encierro, las malas condiciones en las que debían cum-
plir su condena o los abusos cometidos por las autorida-
des. Un examen más detallado de acontecimientos similares
contribuirá a calibrar mejor estas experiencias y demandas
que desafiaron el funcionamiento cotidiano de los estable-
cimientos.
En suma, este ejercicio buscó contribuir a la compren-
sión de la vida cotidiana de las prisiones. Nuestro análisis
de testimonios, informes, recuerdos y artículos de la prensa
se concibió como una puerta de entrada para explorar pro-
blemas vinculados a las experiencias cotidianas de los pena-
dos en las prisiones, y como definieron en esos contextos
jerarquías, resistencias y prácticas para enfrentar el encie-
rro. A pesar de las dificultades metodológicas que implica
esta reconstrucción, arribamos a algunas conclusiones para
comenzar a desandar este camino. En última instancia, los
fragmentos que constituyeron la base de este trabajo bus-
can contribuir a comprender la sensibilidad moderna sobre
el castigo, desde una óptica descentrada de la visión estatal.
Reponer la multiplicidad de voces sobre la cuestión carcela-
ria nos ayuda a mejorar nuestra comprensión de las formas
que adquirió el castigo, cómo se lo pensó y discutió, y en
última instancia, se definieron sus contornos en las prime-
ras décadas del siglo XX.

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456 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

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La colonia educacional de varones

De ‘escuelas de hombres’ a ‘cátedra de libertinaje


y robo’ (Uruguay, 1912-1926)

DANIEL FESSLER

Introducción

En el transcurso del quinquenio 1910-1915 se produjeron


en Uruguay cambios sustanciales en los espacios de encie-
rro destinados a hombres, niños y adolescentes varones.
Mientras que el Penal de Punta Carretas vino a relevar al
edificio radial inaugurado en 1888, la Colonia Educacional
de Varones significó el primer reformatorio de su tipo que
funcionó en el país. En tanto que con la penitenciaría pare-
ció reverdecer un discurso que resaltó la importancia de la
conversión de delincuentes en ciudadanos útiles, la Colonia
fue destacada como una señal de la incorporación de Uru-
guay a la corriente internacional que pregonaba la separa-
ción de la niñez del proceso para adultos. Una especializa-
ción que debía regir tanto para las instituciones infantiles
de internación como para una legislación que iniciaría su
proceso de ajuste con la aprobación de la ley del Consejo de
Protección de Menores en 1911.
Tanto la habilitación del Penal (1910) como de la
Colonia fueron anunciados como una muestra más de los
progresos civilizatorios de Uruguay. En el caso del esta-
blecimiento de menores con un proyecto realizado por el
arquitecto Alfredo Campos, que procuró sintonizar con las
principales líneas de las propuestas reformistas locales. Un
primer apartado del artículo explorará los avatares de sus

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460 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

planteos desde los planos y memorias originales hasta la


habilitación oficial en 1915, sin que ello significara la cul-
minación de las obras aprobadas.
El clima optimista de los momentos iníciales se enfrentó
tempranamente con las dificultades que atravesarían estos
nuevos establecimientos a los que se podría agregar la Cár-
cel Correccional instalada donde antes había funcionado la
antigua penitenciaría. Las críticas parecieron resquebrajar
el entusiasmo ostentado en los discursos inaugurales y en la
prensa montevideana durante los primeros años de vida de
estos centros. Paulatinamente, los diarios se irían plegando
a los reclamos sobre un funcionamiento que violentaría el
enunciado regenerador retomando la presentación de las
cárceles y de la Colonia como una “escuela del delito”. Des-
de sus páginas se apuntó a su responsabilidad en el creci-
miento de la criminalidad al señalarse a la reincidencia y
a la delincuencia infanto-juvenil como causas insoslayables
de su expansión. A ello debería sumarse la denuncia de una
legislación benigna que no operaba como inhibidor del cri-
men. El cuadro se completaba con una justicia caracterizada
por la lenidad de sus magistrados.
Si bien la situación de superpoblación, en diferentes
niveles, marcó la vida de los dos grandes establecimientos
montevideanos y del reformatorio, los problemas en su
interior resultaron un factor de aumento de su visibilidad
ante eventos que los pusieron en el centro de la atención.
Ello resulta notorio en las resonantes acciones de protesta
de los reclusos a inicios de los años veinte y en la condena
por los castigos a los pupilos o irregularidades administra-
tivas en la Colonia de Varones. En el caso de esta última, la
crisis tocó techo en la segunda mitad de esa década cuando
sus condiciones fueron denunciadas sistemáticamente por
un vasto sector de los diarios. A su vez, la exposición públi-
ca de los problemas repercutiría en ámbitos parlamentarios.
Particularmente durante la segunda mitad de la década de
1920.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 461

En un segundo núcleo del trabajo me propongo analizar


el tratamiento que la Colonia tuvo en el extenso debate pro-
ducido en la Cámara de Senadores en 1926. Este, de alguna
manera, podría pensarse como el corolario de las “campa-
ñas” surgidas en la prensa montevideana. Especialmente,
la emprendida por el vespertino La Tribuna Popular que
hizo gala de autoridad en el contenido de sus denuncias1.
La información minuciosa, surgida probablemente desde el
interior del establecimiento sirvió para potenciar la legiti-
midad del relato. Así, por ejemplo, en el año 1921 presentó
a su fuente bajo el seudónimo de “Doctor Peterson”.
El interés por la Colonia se reafirma en la sucesión de
notas publicadas durante el período en las que se considera-
ron su situación, se apuntó a la necesidad de su reorganiza-
ción y se cubrió el trámite del sumario seguido a su director.
En este último caso, se incluyeron artículos y entrevistas al
jerarca quien contó con una postura indulgente del diario
ante las críticas. Para ello, su línea editorial ahondó en el
entramado partidario de la disputa como una explicación
plausible para que se haya promovido la investigación admi-
nistrativa. Elevándose por sobre el mundanal territorio de
la política, se parapetó desde “la autoridad del impersona-
lismo y del móvil imparcial que nos inspira.”2 Contrariando
el oportunismo, su discurso se encaramó desde una preo-
cupación desinteresada dirigida exclusivamente a mejorar
la situación de la colonia agraria. Por el contrario, el segui-
miento del matutino El Día, fundado por el dos veces pre-
sidente de la República, José Batlle y Ordóñez, revelará las
posiciones más duras contra el director del establecimiento
y expondrá su responsabilidad en su situación.

1 En la publicación editada en 1912 por el Circulo de la Prensa, La Tribuna


Popular fue identificada como “diario independiente”. Estaba dirigido por
Carlos Martínez Vigil (Oficina de la Prensa, p. 29).
2 “Colonia Educacional. Números, jaleos, etcéteras”, La Tribuna Popular, 3 de
julio de 1922.

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462 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

En este marco, más allá de las tensiones partidarias, el


análisis de las actas del Senado permite transitar por los
posicionamientos sobre aspectos claves como la capacidad
segregativa del establecimiento, la conservación de la disci-
plina y el uso de castigos físicos, la vigencia de las premisas
regenerativas y el rol del Estado en la atención a la “infancia
abandonada y delincuente”. Pero, especialmente, la discu-
sión da cuenta de la instalación de una profunda crisis en
los espacios de encierro que atravesó al sistema penitencia-
rio y a los centros destinados a varones y niñas. En el caso
de estas últimas, cuyo asilo se encontraba en manos de las
religiosas del Buen Pastor, tendrá su epicentro en el año
1929 cuando se produzca un extenso debate en la Cámara
de Representantes y se haga público el folleto “Protección
del Estado a las menores abandonadas o delincuentes” de
Alberto Cima.

“Males del presente y del futuro3: un espacio


para la reforma

Sobre finales de la década de 1880 la crisis del sistema


penitenciario montevideano, particularmente por su super-
población, resultaba notoria. La búsqueda de soluciones
llevó a que se presentara en 1895 un proyecto legislati-
vo proponiendo la construcción de un nuevo penal (Fess-
ler, 2012). Aprobado finalmente el 6 de febrero de 1902,
determinó el cambio de destino de la obra en ejecución
en la zona de Punta Carretas prevista originalmente como
Cárcel de Mujeres y Asilo Correccional de Menores. La
decisión del gobierno aparejaría la postergación de un esta-
blecimiento demandado desde fines del siglo XIX, conser-
vándose “provisoriamente” a las internas en el local conoci-
do como Quinta de Molinari. Paradojalmente, las mejores

3 “Los niños abandonados”, El Tiempo, 31 de diciembre de 1915.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 463

condiciones comparativas de las recluidas en donde funcio-


nara un molino, fueron utilizadas como fundamento para
la relegación. A ello se sumaba la menor “peligrosidad” con
que era percibida la delincuencia femenina lo que minimi-
zaba las exigencias para garantir una efectiva segregación.
Así, en los hechos, junto con la autorización para la cons-
trucción del Penal, la resolución terminaba por consolidar
la permanencia de niñas, adolescentes y mujeres en manos
de la asistencia privada. En consonancia quedarían exclui-
das de las “estrategias penitenciarias ortodoxas –mayorita-
riamente desarrolladas por y para hombres-, y conducidas a
su corrección por medio de instituciones religiosas” (Correa
Gómez, 2005, p. 28).
En el caso de los varones menores de edad la resolución
del tema, se anunciaba, sería saldada mediante una reducida
inversión estatal. Una solución que pese a las demandas de
atender a la situación de la niñez “abandonada y delincuen-
te” demoraría una década en concretarse cuando en 1911, a
poco de su instalación, el Consejo de Protección de Meno-
res promovió la construcción de un reformatorio4. Ubicado
en la zona rural de Suárez (departamento de Canelones), el
proyecto acompañó las premisas de la necesidad del apar-
tamiento de un medio urbano denunciado como corruptor.
Como ha señalado Pedro Trinidad Fernández, el interés de
los reformadores hacía el campo se vincularía con el con-
tacto con la naturaleza “que por sí misma era terapéutica
y facilitaba la cura físico-moral de los menores” en contra-
posición con la aglomeración ciudadana que “propiciaba el
enervamiento de los instintos”5.
Presentada como un lugar de promoción de la ense-
ñanza elemental y la disciplina del trabajo fue pensada
como un espacio, diría en su postulación para director el

4 El Consejo de Protección de Menores tendría una vida efímera ya que en


1915 sería fusionado con el Consejo Penitenciario creándose el Consejo de
Patronato de Delincuentes y Menores.
5 1991, p. 164.

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464 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

doctor Vicente Borro, orientado a cumplir con la “prodi-


giosa transformación” de “pequeño vicioso ó malhechor” en
un “hombre de trabajo” que resulte un elemento útil para la
sociedad6. La Colonia fue anunciada como una verdadera
“escuela de hombres” en donde “en el campo, el aire y el
sol, se transforma a niños malos en hombres buenos”7. El
matutino, destacaba de su funcionamiento, la ausencia de
castigos, a “excepción de la palabra” y “los resultados, como
podrá verse, son excelentes”8.

La Colonia Educacional de Varones: vicisitudes


de la construcción de un establecimiento modelo

En 1911 se avanzaría hacia la concreción del reformatorio


con la compra de la Colonia Alemana9, un terreno que con-
taba con algunas edificaciones (Álvarez, 2019: 208). A ello
se sumó la aprobación del proyecto del arquitecto y militar
Alfredo Ramón Campos a quien se adjudicaría también la
dirección de la obra. La propuesta para el nuevo estableci-
miento debía armonizar con el programa reformista formu-
lado por Enrique Reyes y Vicente Borro quienes estarían a
cargo de la dirección de la Colonia. En ese sentido, Campos
hizo constar expresamente la incorporación de sus planteos
en un informe del 7 de junio de 1912 dirigido a Héctor
Gómez, presidente de la Comisión de Varones del Consejo
de Protección de Menores. Desde la introducción misma de

6 1912, pp. 27-28.


7 “En la Colonia Educacional de Varones”, El Día, 8 de octubre de 1913.
8 “En la Colonia Educacional de Suárez”, El Día, 9 de octubre de 1913.
9 El 26 de febrero de 1912 el Estado adquirió en la zona de Malvín (al este de
Montevideo) un terreno destinado a un “reformatorio de niñas”. El esta-
blecimiento formaría parte de un sistema que actuaría en conjunto con
la Colonia de Varones. Pese a la aprobación del plano y el trabajo de la
Comisión de Corrección de Niñas (dependiente del Patronato) este no se
ejecutaría y sería renovado el contrato con el Buen Pastor que albergaba a
220 pupilas.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 465

la “Memoria explicativa de la planta general”, ponderaba el


ajuste a las más modernas doctrinas para la transformación
de los “niños delincuentes y viciosos” concluyendo que el
edificio debía ser el “mejor aliado del educador”10.
El proyecto originalmente había previsto la construc-
ción de seis pabellones (con una capacidad para 360 inter-
nos) dispuestos en forma de “V” a efectos de favorecer la
circulación de aire y una adecuada distribución de la luz11.
También incluyó una escuela (acorde con los “nuevos prin-
cipios pedagógicos”), un gran salón de actos, un museo, una
biblioteca y talleres manuales y mecánicos para el aprendi-
zaje de oficios. La disciplina del trabajo también se trasmiti-
ría por el influjo de las “familias obreras” que se instalarían
junto a los maestros de los talleres12. “Hijos de las clases
populares”, señalaba Borro en su programa, “una vez lan-
zados a la vida social no serán sino simples individuos de
trabajo y humildes operarios”13.
Sin embargo, la demanda de una pronta puesta en
funcionamiento obligaría a una modificación de los planos
promoviéndose la adaptación de la infraestructura existen-
te en el predio y una reducción de los trabajos previstos.
La resolución del Consejo de Protección de Menores del 16
de agosto de 1912, en sintonía con la propuesta guberna-
mental, se fundamentaba en la disminución de los fondos
disponibles para la obra que representaban una fracción de
los recursos aprobados por la ley de 24 de febrero de 1911.
Es por ello que la urgencia de la puesta en funcionamiento

10 Departamento de Estudios Históricos del Ejército y del Museo Militar,


Archivo Campos, Índice de los trabajos realizados, mayo de 1912. Debo el
conocimiento de este archivo al arquitecto Santiago Medero.
11 El ajuste del proyecto Campos reducía ese número a 120 (60 en el pabellón
proyectado y 60 en el área que se reformaría). De todas formas, en 1912 se
plantearía una ampliación. La resolución del 12 de diciembre proyectaba un
crecimiento de las plazas para “alojar un plantel de 24 menores”.
12 Departamento de Estudios Históricos del Ejército y del Museo Militar,
Archivo Campos, Índice de los trabajos realizados, mayo de 1912.
13 Borro, V. (1912) La delincuencia en los menores. Causas-remedios, Montevideo,
Talleres Gráficos Gimenez, p. 31.

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466 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

del “establecimiento pastoril” vino acompañada con la deci-


sión de minimizar los gastos contando para ello con el
aprovechamiento de los materiales que la Colonia pudiera
proporcionar. A ello se agregaba, el empleo de la mano de
obra de los pupilos en “tareas compatibles con sus fuerzas
y desarrollo”14. Aunque ello significará el transporte de pie-
dras desde la cantera en el entendido de que al ahorro de
jornales se sumaba un componente educativo por la adqui-
sición de “conocimientos útiles” y del valor de la disciplina.
En este caso, reforzada, por el mensaje que implicaba la
aplicación en la construcción de su “propia vivienda”. Pero,
la reducción presupuestal se sustentó fundamentalmente
en la alteración del proyecto de Campos a través de una
ejecución parcial de la obra que se vería restringida a la
edificación de un pabellón de asilados, la escuela, la cocina
y los depósitos. Asimismo, probablemente para atenuar el
impacto de la disminución de la estructura de la Colonia,
junto con la aprobación de recortes presupuestales, el Con-
sejo vaticinaba la habilitación de créditos para completar las
instalaciones y “construir el instituto modelo” diseñado por
Campos que permitiría alojar hasta cuatrocientos cincuenta
internos.
Un “instituto modelo” al margen de la lógica peniten-
ciaria por tratarse de “una colonia de trabajo, un centro
de modificación del espíritu”. En consonancia debía alejar-
se de la “extrema severidad” de las prisiones para “emplear
medios persuasivos y altamente morales”. Igualmente, este
principio no obstó para que en el plano se previera la cons-
trucción de “dependencias rigurosas” (de menor tamaño
para garantizar una vigilancia óptima) ante la necesidad de
atender a aquellos que “por desgracia son más rebeldes á

14 Departamento de Estudios Históricos del Ejército y del Museo Militar,


Archivo Campos, Nota del Consejo de Protección de Menores adjuntando
comunicación del ministro del Interior, 12 de agosto de1912.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 467

toda modificación o para los que infelizmente son incorre-


gibles”15.
Extraños en el mundo de la infancia, debían estar apar-
tados, incluso, del espacio de sanción de los pupilos de otros
pabellones que hubieran cometido lo que se consideraban
faltas graves. Aislados por muros y con puertas acordes
con las exigencias penitenciarias, además de cumplir con
los requisitos de seguridad, debían garantizar la separación
absoluta del resto de los internos. La materialización de esta
frontera entre niños y “menores” no solo evitaría las rela-
ciones no deseadas sino también los riesgos provocados por
la percepción por parte de los primeros de que se encontra-
ban en un establecimiento correccional y no en uno educa-
tivo. Colocada en la entrada de la Colonia, la escuela sería
la cara de la reforma ubicándola física y simbólicamente en
las antípodas del pabellón de aislamiento. A la invisibiliza-
ción del área destinada a los “incorregibles”, contrapuesta
con los espacios para una niñez que mira a la “campiña”, se
sumaron las referencias a la utilización contra ellos de una
“violencia poco edificable”. Violencia muchas veces inevi-
table para aquel “elemento perturbador”, caracterizado por
sus “malas condiciones morales y su carácter rebelde”, pero
desaconsejable para el resto de los alumnos16.

15 Departamento de Estudios Históricos del Ejército y del Museo Militar,


Archivo Campos, Índice de los trabajos realizados, mayo de 1912.
16 Departamento de Estudios Históricos del Ejército y del Museo Militar,
Archivo Campos, Índice de los trabajos realizados, mayo de 1912. Igual-
mente, en procura de avanzar con el proyecto, Campos proponía en 1913
la supresión de los “pabellones de rebeldes” frente a la ausencia de “castigos
graves”. Sin embargo, dejó planteado en los planos este espacio ante la posi-
bilidad que se hicieran precisos. El 30 de agosto de 1927, presentó un recur-
so de apelación ante el ministro de Instrucción Pública, Enrique Rodríguez
Fabregat, por haberse resuelto la continuidad de las obras dándose inicio
al “Pabellón de disciplina” con una capacidad de cincuenta plazas, Depar-
tamento de Estudios Históricos del Ejército y del Museo Militar, Archivo
Campos, Índice de los trabajos realizados, Nota al ministro de Instrucción
Pública, 30 de agosto de 1927. El borrador que se encuentra en el Archivo
Campos planteaba la alternativa de no construirlo al poder cubrirse con las
“secciones de celdas”.

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468 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

La resolución de modificar los planos vino acompañada


de una verdadera definición con relación a la conservación
en la Cárcel Correccional de “aquellos recluidos que, por su
conducta, pueden ser considerados peligrosos en la Colo-
nia”. La aceptación de la necesidad de mantener y derivar
sectores de niños y adolescentes, de todas maneras, se com-
pletó con una declaración que procuraba establecer límites.
Por lo menos a la masividad de la permanencia de jóvenes
en el radio del establecimiento para encausados: “el total de
menores a alojarse en la Correccional no deberá sobrepa-
sar en ningún caso á ochenta, para que su estadía resulte
cómoda y pueda aplicarse el nuevo régimen en condiciones
ventajosas”17.
En octubre de 1912 se procedería al traslado a la
Colonia de un primer grupo de pupilos mientras se prose-
guía con las obras que estuvieron sometidas a los vaivenes
de la disponibilidad presupuestal. Los avances en los años
siguientes se vieron marcados por una situación financiera
que llevó al pago irregular a proveedores y obreros en con-
sonancia con la difícil situación del erario público ya obser-
vable en 1913 pero que alcanzaría “ribetes alarmantes” en el
segundo semestre de 1914 (Bertino y Bertoni, 2004: 83–84).
Los graves problemas, que llevaron incluso a los cortes de
suministros para la construcción, estuvieron acompañados
por los pedidos del Consejo de Protección de Menores de
ampliación de fondos.
Mientras que procuraba la continuidad de las obras, la
inauguración “oficial” prevista para el 3 de febrero de 1915
se postergaría para el 26 de ese mes, poniéndose en funcio-
namiento un segundo pabellón. El acto permitió volver a
destacar las cualidades de un establecimiento modelo para
América y equiparable con sus pares europeos. Inclusive, su
capacidad regenerativa se ubicaba por encima de los más
renombrados reformatorios como destacaría su director.

17 Departamento de Estudios Históricos del Ejército y del Museo Militar,


Archivo Campos, Comisión de Corrección de Menores, 3 de agosto de 1912.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 469

En una nota publicada por La Tribuna Popular, Borro resaltó


que la excelencia de su desempeño reducía a la mitad los
índices de reincidencias que atribuía a los reformatorios de
Bélgica, Francia e Italia18.
Con la ampliación edilicia, la Colonia aumentaría el
número de pupilos que pasaría de 87 a 249 al ingresar 162
internos provenientes del radio de menores de la Correc-
cional. Precisamente, con la habilitación debería cesar la
utilización de un espacio “muy incompleto y deficiente
por lo reducido del local” que habría cumplido funciones
en el entendido que estarían mejor allí que “al azar de la
vida callejera y de los focos de vicio que los pervierten”19.
De todas formas, la Colonia no interrumpió la derivación
de pupilos al establecimiento para encausados. Pese a la
amplia coincidencia sobre la inconveniente convivencia con
adultos, continuó siendo empleada la remisión de niños y
adolescentes considerados incorregibles al establecimiento
para encausados e incluso a la Colonia de Alienados de
Santa Lucía.
Un incidente producido en esta última en 1925, que
tuvo como protagonistas a un grupo de jóvenes derivados
del reformatorio, motivó el planteo en el Consejo Nacional
de Administración de habilitar un establecimiento en la Isla
de Flores. Ubicada en el Río de la Plata, donde funciona-
ba un lazareto, sería destinada en 1931 a depósito de los
“proxenetas” de la ZwiMigdal deportados de Argentina y
provisoriamente en 1932 como correccional ante los altos
niveles de hacinamiento del edificio para encausados (Fess-
ler, 2021).

18 “Educación y corrección de varones”, 27 de febrero de 1915. La comunica-


ción del 15 de enero de 1916 al presidente del Patronato, Francisco Accinelli,
que resumía los adelantos del establecimiento, sirvió para destacar los bajos
índices de reincidencia (solo 7 casos en 138 egresados) que “hacen honor
al país si se compara con el de las naciones más civilizadas de Europa” en
donde alcanzarían entre el 55 y el 60%, A.G.N – Ministerio de Instrucción
Pública, caja 123, carpeta 88.
19 “Protección de menores”, Diario del Plata, 20 de julio de 1912.

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470 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Entre el optimismo y la crisis

Pese a las notas de entusiasmo por la inauguración del esta-


blecimiento de Suárez, tempranamente comenzaron a vis-
lumbrarse las primeras señales de crisis de funcionamiento.
Estas tomaron cuerpo en sectores de la prensa que apunta-
ron a sus dificultades, ensayando explicaciones, amplifican-
do denuncias y adjudicando responsabilidades. Particular-
mente hacia las direcciones que sucedieron a Borro, sin por
ello desconocer factores como la superpoblación casi per-
manente o las consecuencias de las limitaciones presupues-
tales. Estas últimas, operaron frecuentemente como una
suerte de agravante por las secuelas que traerían para los
alumnos los malos manejos financieros y el uso inadecuado
de los ya de por si menguados recursos.
Si bien los mensajes gubernamentales integraron una
tibia aceptación de los problemas, estuvieron habitualmen-
te enmarcados en un discurso que propendió a justificar las
dificultades y a ponderar los éxitos. Ello es constatable, con
sus particularidades, tanto en la información brindada por
el gobierno como en la divulgada desde las instituciones de
encierro. Sus autoridades mostraron una inclinación a un
mayor señalamiento de los problemas como parte de una
dinámica de reclamo de recursos y de exaltación de su labor
a pesar de las circunstancias adversas. En consonancia, los
mensajes oficiales tendieron a poner énfasis en la defensa
de la gestión subrayando la importancia de la protección a
la infancia.
Igualmente, junto al destaque de los logros, particular-
mente en materia educativa, se hicieron visibles las grietas
en los planteos, muchas veces explicables en las diferencias
surgidas en el Consejo Nacional de Administración produc-
to de su propia integración20.

20 La reforma constitucional de 1918 dividió el Poder Ejecutivo entre el presi-


dente de la República y el Consejo Nacional de Administración compuesto
por nueve miembros. Este entendía en lo referente a la instrucción pública.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 471

Fisuras observables en los mensajes de apertura de la


Asamblea General que contaron con un núcleo dedicado
a la Colonia como parte de un análisis más general del
sistema penitenciario y del Asilo Buen Pastor que estaba
destinado al encierro de niñas y adolescentes. Este a su vez
integró el apartado del Ministerio de Instrucción Pública de
quienes dependían directa o indirectamente. Ya en 1918 el
mensaje del presidente Feliciano Viera destacó la labor de
enseñanza a unos pupilos en un amplio porcentaje analfa-
betos, advirtiendo igualmente sobre el número insuficiente
de maestros21. El mensaje del año siguiente avanzó en reco-
nocer los problemas generados por la “precaria situación
económica” en que se encontraba la Colonia dado “su redu-
cido presupuesto”. Esta se veía agravada por la derivación
desde la asistencia pública de aquellos “expósitos incorre-
gibles” que estaban alojados en el Asilo Dámaso Larrañaga.
Paradojalmente, el mismo balance daba cuenta del pasaje
de 13 internos al radio de menores de la Correccional “por
incorregibles o prófugos”22.
Lejos de la imagen de orden y disciplina de los alum-
nos alineados en perfecta formación durante la ceremonia
inaugural, los diarios comenzaron a dar cuenta del pau-
perizado estado de unos pupilos retratados en una penosa
situación material. Ello a pesar de las mejoras presupuesta-
les, probablemente incentivada por la difusión de conside-
raciones negativas, como, por ejemplo, la que se produjo en
setiembre de 1919 con un refuerzo del rubro destinado a la
compra de vestuario23. El esfuerzo estatal se desvanecería
entonces en lo que se señalaría como una mala adminis-
tración que repercutiría en las condiciones de la Colonia y

21 Mensaje 15 de febrero de 1918, 1ª sesión ordinaria, 2° período XXVI Legis-


latura, p. 286.
22 Mensaje, 15 de febrero de 1919, p. 133.
23 En esa misma dirección la investigación realizada en 1921 concluía que la
mejora en la alimentación coincidió con “la mayor intensidad de las denun-
cias” hechas por “diferentes diarios”, Diario de Sesiones de la Cámara de
Senadores, 31ª sesión ordinaria, 5 de mayo de 1926, p. 279.

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472 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

de sus internos. Junto con un elevado déficit se denuncia-


ba una realidad de niños hacinados, faltos de abrigo y mal
alimentados.
Los cuestionamientos públicos, parecieron incidir en la
decisión del Patronato de solicitar al Consejo Nacional de
Administración la separación del cargo de Rafael Firpo, que
ejerció la dirección al ser designado Vicente Borro secre-
tario del Directorio del Puerto. La prensa cargaría contra
Firpo reclamando por las condiciones materiales de pupi-
los que “viven en una peligrosa promiscuidad”, carentes de
abrigo y con una dieta inadecuada24. En los hechos, su ges-
tión quedaría identificada como un quiebre con los idílicos
momentos fundacionales de Borro y Reyes.
En abril de 1920, Firpo fue sustituido por Horacio
Jiménez de Arechaga sin que con el cambio se interrumpie-
ran las críticas al funcionamiento del establecimiento. En
medio de las tensiones por su estado, la Colonia se aproxi-
maría a los 400 internos desbordando su capacidad. De esta
forma, la advertencia del maestro Enrique Reyes en su pro-
yecto para el reformatorio resultaba profética. Sin dudas, a
la luz de la experiencia, Reyes señalaba en su folleto de 1911
que “admitir más pupilos de los que pueden ser atendidos”
aparejaría “comprometer, y de una manera grave, la salud
material y moral de los asilados25.
Ante el sumario iniciado en 1921, el director Jiménez
de Arechaga visitó La Tribuna Popular lo que le permitió
realizar su balance, tomando como punto de partida la crí-
tica situación del establecimiento “sometido a la desastrosa
dirección del señor Firpo”. En la entrevista pasaba revista a
los problemas heredados: las dificultades de funcionamien-
to de los talleres, la escasez de maestros, la superpoblación
y la imposibilidad de una adecuada clasificación fruto de
la inexistencia de un pabellón “destinado a esos menores

24 “En la Colonia E. de Varones2, La Tribuna Popular, 1 de junio de 1920.


25 Reyes, E. (1911). El reformatorio. Informe presentado al Consejo de Protec-
ción de Menores, Montevideo, Tip. Kosmos.Reyes, pp. 23– 24.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 473

que delinquen” y que son enviados a la correccional26. Las


causas del fracaso, sintetizaría el vespertino, se explicaban
en “haberse desnaturalizado” la misión de la Colonia27.
Los procedimientos actuales, concluía tres días después, se
encontraban reñidos con un programa tendiente a conver-
tirlos en ciudadanos útiles para la sociedad. Mano de obra
barata de los frigoríficos a los cuales se los enviaba, some-
tidos a un régimen del tipo militar (o directamente deri-
vados al ejército), castigados a “pan y agua” y encerrados
en las “letrinas” o expuestos a la “corrupción” por falta de
la “vigilancia moral” de los inspectores son algunos de los
principales problemas reseñados28.
Coincidentemente, tras su misión oficial en Europa,
el médico Luis Pedro Lenguas publicaría un folleto con el
balance de su experiencia lo que le permitió definir como
“mala” la organización del reformatorio. Lenguas, quien
integraría el Patronato en los momentos críticos de 1925,
apuntó a una impostergable transformación que lo convir-
tiera en “un establecimiento modelo que no solo haga honor
al país, sino que llene su verdadera misión de reformar a
la niñez pervertida y abandonada”29. De esta manera, en los
primeros años de la década de 1920 pareció conformarse
una imagen de la Colonia que la alejaba de la misión de un
espacio de regeneración de sus internos para convertirla en
una “cátedra de libertinaje y robo”30. Una “vergüenza nacio-
nal” señalaban las valoraciones más extremas que coincidie-
ron en la necesidad de realizar una transformación desde
sus propios cimientos.

26 “La Escuela Educacional de Varones”, La Tribuna Popular, 10 de marzo de


1921.
27 “Los menores que ‘ampara’ el Estado”, La Tribuna Popular, 11 de marzo de
1921.
28 “Como se ‘corrige’ a los menores del Consejo”, La Tribuna Popular, 14 de
marzo de 1921.
29 Lenguas, L. P. (1923). Reformatorios, Montevideo, s/e., p. 3.
30 “La Colonia Educacional de Varones, 14 de agosto de 1922, La Tribuna Popu-
lar.

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474 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Aunque heterogénea en sus explicaciones, el propio


Patronato de Delincuentes y Menores pareció mantener
una postura mayoritariamente crítica sobre la situación del
reformatorio agrario. Resulta complejo reconstruir en sus
archivos la historia de su funcionamiento. Inclusive precisar
la propia conformación de una corporación cuyos conse-
jeros tuvieron carácter honorario, ocupando habitualmente
otros cargos públicos. Especialmente parlamentarios. Ello
seguramente redundó en la suma de ausencias casi perma-
nentes y en una alta movilidad de sus miembros tanto por
renuncia como por el cese por inasistencias. 1925 revela un
pico en el número de dimisiones reflejando además el difí-
cil relacionamiento entre sus integrantes. Un momento que
pareció estar marcado por los posicionamientos políticos.
En especial por las divisiones internas del gobernante Par-
tido Colorado31. Estas terminaron permeando las posturas
sobre la situación de la Colonia y sobre su director quien,
como señalaría el senador nacionalista Ismael Cortinas, fue
especialmente censurado desde el batllismo32.
En el transcurso de ese año se sucedieron las renuncias
de José Espalter, Melitón Romero, Miguel Clengio Suglia
y Luis Batlle Berres que vinieron acompañadas de notas
explicativas de los motivos sobre su determinación. Los dos
primeros ocuparon además la presidencia de la corporación.
En el caso de Espalter, titular del viejo Consejo de Protec-
ción de Menores, ex ministro de Interior y de Instrucción
Pública y legislador, su postura ya había sido formulada al
anunciar en 1923 que dejaría su cargo como reacción a las
críticas al funcionamiento de la Colonia. Si bien se mantuvo

31 En 1919 se produjo una escisión en el coloradismo a raíz de la organización


interna promovida por Batlle y Ordónez. De la separación nacerá el Partido
Colorado Radical liderado por Feliciano Viera. En 1926 se escindirá tam-
bién el sector de Juan María Sosa.
32 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 36ª sesión ordinaria, 13 de
mayo de 1926, p. 349. Conocemos de la filiación partidaria de Jiménez de
Arechaga lo sugerido por diferentes medios. Así, en los editoriales de 1922,
La Tribuna Popular adjudicará las críticas desde el batllismo a su no perte-
nencia a ese sector sugiriendo el vínculo con el vierismo.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 475

temporalmente al frente del organismo, dos años después


haría efectiva su dimisión. Su nota permite desgranar un
diagnóstico general, que trasciende al establecimiento de
Suárez, incluyendo la necesidad de un “reformatorio para
niñas” para cuestionar un sistema que fijaba un horizonte
que las convertía en “sirvientas y cocineras”. Consideraba
además esencial la construcción de un reformatorio urbano
y de un radio de menores que haría posible una adecuada
clasificación de los internos. Sin estos sería imposible el
buen funcionamiento de la Colonia. La misiva se cerraba
con el rechazo al sumario a Horacio Jiménez de Arechaga
respondiendo punto a punto los aspectos centrales de la
denuncia: deficiencias en la alimentación, el vestuario y la
educación de los pupilos, irregularidades en el manejo de
fondos y la existencia de castigos físicos. En este último
punto se detuvo en el empleo de los calabozos construidos
durante la gestión de Jiménez de Arechaga valorando que
“las celdas de reclusión son necesarias y tanto lo son, que
después de demoler aquellas se construyeron otras”33.
Por su parte, la dimisión de Melitón Romero, destaca-
do jurista y futuro integrante de la comisión redactora del
Código del Niño y sucesor de Espalter en la presidencia
del Patronato, se fundaría en la imposibilidad de concretar
un plan de reformas legales y de reorganización del con-
sejo. Su alejamiento estuvo acompañado por el de Miguel
Clengio quien en la línea de Romero reclamó por la situa-
ción “deplorable” de las dependencias penitenciarias y de la
Colonia de Varones. Pero, la renuncia de Luis Batlle Berres,
propuesto para el cargo por la Alta Corte de Justicia, sería
la más controversial por sus contenidos y enfoque parti-
cular al dirigir las críticas al Patronato haciendo públicas
las confrontaciones internas. Consejero desde 1923 se defi-
nió como una suerte de censor dentro de un organismo
que debía ser transformado por lo que saludó las renun-
cias masivas de quienes descalificó abiertamente. También

33 A.G.N – Ministerio de Instrucción Pública, caja 136, carpeta 553.

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476 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

ensayó una explicación sobre los apoyos para sostener a


Jiménez de Arechaga al frente de la Colonia. El “director
sumariado, contaba con amigos” que evitaron los avances
de la investigación administrativa procurando evitar la des-
titución: “los Dres. José Espalter, Raúl Jude, perteneciente a
la misma fracción política que militaba el señor Arechaga;
los Dres. Wenceslao Regules y Segovia y Graña con absoluto
inconciencia de su verdadero cometido pidieron por repeti-
das veces la reposición del sumariado en sus funciones”34.
La exteriorización del enfrentamiento resulta ilustrati-
va del clima reinante en el Patronato y traen luz al debate
que se desarrollaría en la Cámara Alta en 1926. Un senado
que se encontraba dominado por el nacionalismo con once
bancas. En el coloradismo, el batllismo, impulsor del pro-
yecto reformista estatal desde comienzos de siglo, detenta-
ba cinco legisladores frente a tres de los sectores conserva-
dores del partido.

La Colonia en discusión, discusiones sobre la Colonia

Pese a los planteos que urgieron la reorganización de la


Colonia Educacional de Varones, los debates en el legisla-
tivo tuvieron su centro en las direcciones que sucedieron
a Vicente Borro. Mientras que la censura a Rafael Firpo
pareció conseguir mayor consenso, los posicionamientos
en torno a Jiménez de Arechaga fueron motivo de divi-
siones como se evidencia en el seno del Patronato que no
logró acuerdos sobre su permanencia o destitución (Cae-
tano, 1985: 14–15). El largo proceso que llevó la investi-
gación administrativa y las dificultades para aprobar una
resolución seguramente incidieron en que se avanzara en el
empleo del procedimiento de destitución a través de la vía
parlamentaria.

34 A.G.N – Ministerio de Instrucción Pública, caja 136, carpeta 553.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 477

En la sesión del 7 de abril de 1926 la Cámara de Sena-


dores comenzó a analizar el pedido de venia de destitución
de varios empleados imputados de haber cometido irregu-
laridades. Entre los denunciados se hallaba Jiménez de Are-
chaga que ya se encontraba suspendido en sus funciones.
El origen de esta medida estuvo en el planteo del propio
jerarca que en 1921 solicitó el inició de una investigación
producto de las denuncias surgidas desde algunos sectores
de la prensa. En su pedido propuso alejarse de la dirección
mientras dure la instrucción a lo que accedió el Patronato
por resolución del 21 de marzo de ese año. En su lugar fue
designado, en carácter interno, Juan Carlos Gómez Folle
quien también se encontraba al frente de la Cárcel Correc-
cional. Con amplia experiencia en el sistema penitenciario
(la misma lo llevó en 1922 a ocupar la dirección provisoria
del penal en medio de su crisis) Gómez Folle consignó las
graves dificultades de la Colonia. Particularmente por la
existencia de empleados no calificados para el cumplimien-
to de la función, comprobando la existencia de “faltas graví-
simas” que fueron puestas en conocimiento del Patronato35.
Al igual que ocurriría en el Penal, el director interino obtuvo
la autorización del traslado de personal de confianza desde
la Correccional. Se trató de cuatro empleados “correctos
y disciplinados, como que proceden de un establecimiento
cuya organización y disciplina son inmejorables”36.
Por otra parte, el proceso llevado adelante permitió
anunciar la voluntad del Consejo Nacional de Adminis-
tración de reorganizar la Colonia planteando como piedra
angular, precisamente, la incorporación de personal capa-
citado incluyendo la cabeza del establecimiento37. En ese

35 “Las cosas de la colonia de varones”, La Democracia, 6 de setiembre de 1921.


36 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 34ª sesión ordinaria, 10 de
mayo de 1926, p. 307.
37 Como parte del debate sobre la necesidad de reorganizar la Colonia, hecho
que reunió la unanimidad de la voluntad de los legisladores, se planteó la
amovilidad de sus funcionarios. La propuesta volvió a dividir al Senado

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478 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

sentido, los mensajes del 3 y 29 de abril de 1925, remitidos


al parlamento por el Ministerio de Instrucción Pública el
14 de mayo de ese año, consideraba la inconveniencia de
mantener a Jiménez de Arechaga al frente de un estableci-
miento “cuya finalidad primordial es la de educar menores
y reformarlos, sin ir a un fracaso seguro y desalentador”. La
nota reconocía la precaria situación material de los pupilos,
las deficiencias en su educación, la “despreocupación por la
higiene y la moral” y la aplicación de castigos corporales
reñidos “con la civilización y la cultura actual”38.
El posicionamiento de la Comisión de Legislación del
Senado estuvo dividido en cuanto a las medidas a tomar y
en la interpretación de la dimensión de las irregularidades,
que para algunos de sus integrantes no llegaron a configu-
rar delito ni causal de destitución. Discordancia que llevó
a que la comisión no elaborará un informe ni un proyecto
de resolución para elevar al pleno del cuerpo. El debate,
que incluyó intervenciones de sus miembros y de legis-
ladores vinculados al Patronato, dedicó buena parte de la
primera sesión (y luego por completo la del 5 de mayo) a
considerar el cumplimiento de las formalidades procesales
en la instrucción del sumario planteándose incluso la nuli-
dad. Posición que, por otra parte, sustentó en las instancias
administrativas el indagado.
La discusión pareció luego girar, como parte de la
defensa de Jiménez de Arechaga, al análisis de las condi-
ciones en que se encontraba el establecimiento de Suárez
al momento de asumir la dirección y su gestión durante el
año en que estuvo al frente. El mecanismo de comparar dos
etapas permite conocer las lecturas sobre la situación del
reformatorio en un período más amplio que involucró fun-
damentalmente a las administraciones Firpo y Jiménez de

considerándola los opositores al proyecto como un castigo injustificado


para quienes tuvieron un desempeño correcto.
38 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 18ª sesión ordinaria, 7 de
abril de 1926, p. 28.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 479

Arechaga manteniendo las referencias al período de Borro


como una época dorada. En términos generales, los apoyos
a Jiménez de Arechaga plantearon entonces como punto de
partida la caótica situación al asumir el director sumariado
y sus esfuerzos para rectificar el rumbo. Considerado un
factor esencial en la regeneración, el detalle de la gestión da
cuenta de los intentos de mejoras en la educación modifi-
cando la deficiente formación de los cerca de 360 pupilos.
Intentos que pueden sintetizarse en el pedido realizado al
Consejo Nacional de Enseñanza en abril de 1920 de dona-
ción de bancos en desuso y útiles escolares a efectos de
acondicionar el aula. Paralelamente, la solicitud deja al des-
cubierto los problemas financieros debido a un presupuesto
“muy insignificante para atender la instrucción”39. La nota,
incorporada al debate por el senador Raúl Jude, pretendía
testimoniar la preocupación existente por elevar los nive-
les educativos de alumnos que recibían un número insufi-
ciente de horas de clase. El tema sirvió además para que
quien integrara el Patronato y fuera ministro de Instruc-
ción Pública diluyera la responsabilidad del director en el
marco de las atribuciones del Consejo y la desatención del
propio parlamento al no votar los recursos imprescindibles.
Un elemento que produciría intensas discusiones frente a
señalamientos en contrario que procuraron historiar los
refuerzos de rubros aprobados en las cámaras. Mientras
que el Patronato, a través de la comisión delegada, no dio
señales de disconformidad con lo actuado por el jerarca, los
proyectos para llevar adelante mejoras en el funcionamien-
to de la Colonia naufragaban en el ámbito legislativo.
El debate sobre el manejo de los recursos insumiría
parte de las sesiones del 28 de abril y del 3 de mayo de
1926. La defensa se amparó en la legalidad de la modalidad
de la reasignación de fondos, mientras que en la acusación
se apuntó a cuestionar una política del Patronato y una

39 Cit. en Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 18ª sesión ordinaria,


7 de abril de 1926, p. 35.

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480 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

práctica de la dirección que menguaba el rubro destinado


a la alimentación y vestimenta de los pupilos. Particular-
mente con gastos impugnados como superfluos, como la
construcción de un garaje para el auto del director. La tras-
posición de parte del presupuesto o el uso de fondos gene-
rados, señalaba Alberto Cima (ex presidente del Patronato),
redundaba en que por una disposición que rotulaba como
“injusta” se dejara “pasar miseria y hambre a esos menores
desgraciados que se habían llevado allí por la fuerza públi-
ca”40. El mecanismo de denuncia contra el jerarca deviene
en una identificación de los internos que mueve la sensi-
bilidad alejándolos de la imagen criminal para tornarlos en
seres “desgraciados” fruto del abandono y autores de un
“desliz cualquiera” que los empujó a la Colonia. Una idea,
reafirmada por Cima en la sesión del 3 de mayo, en la cual
responsabilizó al Estado por la incapacidad de proteger a
esos “desgraciados” menores “que nacen en la calle”. Objeto
de la explotación laboral de sus padres, viven en el “tugurio
más infame que se pueda concebir”. Con el paso del tiempo

(…) roban un pan, porque tienen hambre, y el Estado, tute-


lándolos los lleva, por la fuerza pública, a la Correccional. Allí
aprenden todo tipo de infamias; allí se educan en todos los
males, y después que están bien educados, los agarran y los
llevan a la Colonia41.

40 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 28ª sesión ordinaria, 28 de


abril de 1926, pp. 197-198.
41 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 30ª sesión ordinaria, 3 de
mayo de 1926, p. 251.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 481

Castigar en la Colonia: “esto es una especie


de Ushuaia”42

Un segundo núcleo identificable en el debate en el Senado


es el que se concentró en la aplicación de castigos físicos a
los pupilos de la Colonia. En la discusión resulta observable
el análisis de casos concretos (individuales y colectivos), la
persistencia de este tipo de prácticas y una dimensión que
evidencia una lábil frontera entre lo condenable, lo tolera-
ble y lo necesario. La extensa exposición del senador Jude
se inició con la negación de la existencia de castigos. Para
ello contrapuso dos momentos de las administraciones en
cuestión. Mientras que, para la gestión de Firpo, estaría
demostrado que se utilizó “severamente”, en el caso de su
sucesor no se registraría más que lo que definió como una
“prueba vaga”. Esta se vinculaba únicamente con la legítima
acción de Jiménez de Arechaga sobre un interno fugado al
que golpeó con una fusta. Las circunstancias no solo permi-
tieron una variedad de interpretaciones en ámbitos legisla-
tivos, más allá de la justificación o la condena del hecho,
sino que hacen visibles la heterogeneidad de los umbrales
de tolerancia al castigo y la elasticidad de las lecturas del
concepto de “civilizado” en la que se basan las observacio-
nes del Patronato contra el director.
Adicionalmente, la línea argumental que sostuvo el
empleo como recurso defensivo estuvo fuertemente asocia-
da con la premisa de la dificultad progresiva de la regenera-
ción vinculada con la edad que tiene en su extremo aquellos
considerados incorregibles. En los hechos, más allá de una
división básica entre abandonados y delincuentes, se asu-
mió la existencia de un sector de la niñez cuya conversión
no resultaba posible. O en su defecto, resignadamente, se
señalaba que debían ser objeto de un proceso de más largo
aliento. Ello se observa incluso en ámbitos internacionales

42 Expresión del senador Tabarez en la sesión del 8 de abril de 1916, Diario de


Sesiones de la Cámara de Senadores, 19ª Sesión Ordinaria, p. 49.

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482 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

como el Segundo Congreso Panamericano del Niño reali-


zado en Montevideo en 1919. En medio de los destaques
sobre la importancia de los reformatorios y la educación,
el doctor Borro reconocería la necesidad de someter a una
“disciplina especial” a aquellos “pequeños incorregibles”43.
En la acción por la cual fuera indagado Jiménez de Are-
chaga, el relato transforma al pupilo en alguien que si bien
“no había cumplido los años para alcanzar la mayoría de
edad” era en “la realidad de los hechos, un hombre de veinte
años”44. La propia contextura fue objeto de una discusión
parlamentaria, casi antropométrica, que pendulaba entre la
figura de un “pobre desgraciado que huía del hambre” y la
de la peligrosidad en base a una “contextura hercúlea, casi
un boxeador”. En esa dirección, el relato sumó el pasaje
durante varios meses por la Correccional. Este serviría para
reafirmar un relato de cuño lombrosiano, naturalizando la
situación de un sector de jóvenes que permanecían en un
radio del establecimiento para encausados a pesar de la
habilitación de la Colonia.
El debate sobre la aplicación de castigos colectivos, a
diferencia de la situación anterior, osciló entre la negación
y una confirmación en consonancia con los alineamientos
sobre la conducta del director Jiménez de Arechaga. Espe-
cialmente, en lo que se refiere a un acto de “sublevación”
de los internos producido en octubre de 1920, al origen del
mismo (ubicado en el uso de la media ración como sanción)
y a las medidas empleadas para su represión. Entre los
promotores de la destitución, la causa fue remitida a la apli-
cación de golpes por parte de empleados y la injustificable
práctica de restringir una alimentación ya de por si consi-
derada deficiente. Según el senador Alberto Cima la acción
terminaría con el encierro en el “excusado” de los pupilos

43 1919, tomo 14, p. 46.


44 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 18ª sesión ordinaria, 7 de
abril de 1926, p. 39.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 483

intervinientes para sacarlos por la noche “para darles una


gran paliza”45.
Independientemente de ciertos niveles de uniformidad
en la condena de los castigos físicos, pareció conservarse la
idea de su necesidad, dosificada adecuadamente, como una
herramienta de control. Para decirlo en palabras de Fou-
cault: “hay que castigar exactamente lo bastante para impe-
dir” (1989: 98). El abandono absoluto de esta práctica, como
se desprende del informe de la comisión investigadora, con-
llevaría graves riesgos: “órdenes, que mal interpretadas por
los menores, fueron contraproducentes para la disciplina,
pues estos supusieron que, a pesar de los mayores excesos
que cometieran sus faltas no serían castigadas en forma
severa”46.
Más allá de situaciones puntuales, entre las que se
incluye acciones de empleados que tienden a ser presenta-
das como hechos aislados y no como un régimen instalado,
la discusión girará sobre el uso sistemático de castigos. Este
quedaba en evidencia incluso en la sucesión de resoluciones
del Patronato y del Consejo Nacional de Administración
disponiendo la prohibición de su uso. La reiteración de dis-
posiciones, que se detallan en los debates parlamentarios,
resulta ilustrativa de la decisión política de evitar, o al menor
limitar su utilización, pero también de la persistencia de su
aplicación y del fracaso por desterrarlo. Por lo menos en
los niveles que pueden ser interpretados dentro de la com-
pleja definición de condenables en el marco, como señala
Pratt, de aquellas sociedades que “desean ser consideradas
como parte del mundo civilizado” (2006: 15). El debate par-
lamentario revela de parte de algunos legisladores (por lo
menos de aquellos que exteriorizaron su posición), como es
el caso de Jude, la adhesión a la idea de que es necesario la

45 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 18ª sesión ordinaria, 7 de


abril de 1926, p. 41.
46 cit. en Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 18ª sesión ordinaria,
7 de abril de 1926, p. 40.

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484 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

preservación de formas de castigo riguroso como un meca-


nismo insustituible para la conservación del control y la
disciplina en el establecimiento agrario. Una preocupación
que resulta pertinente ubicar considerando el impacto de
los “motines” producidos en la Cárcel Penitenciaria en los
años 1921 y 1922.
Las intervenciones del legislador colorado ahondan en
la idea de los peligros de la supresión absoluta de los casti-
gos y la desprotección de los funcionarios a la hora de repri-
mir los “abusos” y las faltas de los pupilos. Transcribiendo
una nota del intendente de la Colonia del 8 de setiembre
de 1920, se destacaba la necesidad de un equilibro entre las
medidas represivas, al uso de las aplicadas por un padre de
familia, y la prohibición completa que conllevaba el riesgo
de “un verdadero desorden, que es el peligro al que estamos
expuestos”. Parece clave entonces la aceptación de la subjeti-
vidad de formas de un castigo correctivo de índole paternal
diferente de aquel propio de “verdugos”47. De esta manera,
como ha señalado José Pedro Barrán, mientras el castigo
corporal a los niños fue rechazado para los ámbitos esco-
lares tras la reforma vareliana, el propinado por los padres
“mereció otro tipo de valoración social” ya que se admitían
los considerados ‘prudentes’. El problema, concluye, sería la
“propia delimitación del concepto” (2014: 297).
La utilización genérica del término sanción vendría a
limar los aspectos más umbríos de la aplicación de malos
tratos sobre los alumnos al no poder ser entendida como
una represión injusta, sino que respondía a una finalidad
moralizante. La exposición de Jude, referida a la “admi-
nistración anterior” (Firpo) desarrolló una pormenorizada
individualización de los mecanismos empleados que sur-
gían de algunas “libretas de castigos”. En ella se incluían la
supresión de recreos, la privación de alimento, “pan y agua”
o media ración, el retiro del colchón, el rapado del cabello,

47 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 18ª sesión ordinaria, 7 de


abril de 1926, p. 46.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 485

el encierro en el “excusado” y el uso de plantones (duran-


te la comida o interrumpiendo el descanso). Un esquema
punitivo, coincidirían las exclamaciones de varios legisla-
dores en sala, que resultaban inaceptables en cualquier país
civilizado.
La intervención del senador Cima apelaría al expedien-
te administrativo que se formó sobre la Colonia, para incor-
porar testimonios de funcionarios e internos sobre el uso
de castigos y su continuidad. Entre la “trompada”, el “palo
verde de sauce” y la “zapatilla mojada y con arena” el rela-
to apunta a la cotidianeidad de algunas prácticas utilizadas
sobre los alumnos a pesar de que el reglamento establecía a
título expreso como causal de destitución el uso de “medios
brutales con los recluidos”48. La existencia de un lugar de
castigo ubicado debajo de una escalera (o las letrinas) y
las manifestaciones del consentimiento del director, aleja-
rían la idea de la aplicación como un fenómeno eventual o
producto de conductas espontaneas del personal (indepen-
dientemente de denuncias a funcionarios específicos que
se reiteraron). Espacios que, como se mencionara, serían
complementados con la construcción de cuatro pequeños
calabozos en los sótanos que fuera promovida por Jimé-
nez de Arechaga. La idea de la celda para sancionados en
peores condiciones que los espacios carcelarios, tensionaría
nuevamente la discusión en relación con la derivación a la
Correccional, la conservación de la disciplina y la existencia
de una política efectiva para el tratamiento de los pupilos.
La imagen de descontrol, trasmitida al Consejo pocos días
antes de la separación del cargo del director, es refrendada
por el estado de sublevación casi permanente de los alum-
nos, el aumento de la violencia interna y la multiplicación
de las fugas. Situación, se señala en una nota de Jiménez
de Arechaga citada en el debate, que tiene su origen en
la resolución del Consejo Nacional de Administración que

48 Reglamento General para el personal de la Colonia E. de Menores, 1912, p.


461.

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486 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

inhabilita todo nivel de castigo (aún el de tipo “paternal”),


cuidando “hasta la exageración a los menores”, prohibiendo
además el traslado al establecimiento para encausados49.
El debate, al que se suma las referencias a la argumenta-
ción de la comisión investigadora y la vista fiscal, parece dar
continuidad a una línea que no reniega de la aplicación del
castigo físico, sino que procura establecer límites evitando
los desbordes. Así, a consideración del Ministerio Público,
la diferencia entre las administraciones Firpo y Jiménez de
Arechaga no radicarían en su empleo o no, sino en un uso
exagerado llevado adelante por el primero. Situaciones que
serían confrontadas con las gestiones de Borro y Gómez
Folle. Este último, que llegó rodeado del prestigio por su
actuación al frente de la Correccional, habría impuesto la
disminución del rigor, la mejora en la alimentación y el ves-
tuario. Su política, se destacaba, provocaron la reducción a
una cuarta parte de las fugas producidas en la Colonia50. En
dirección contraria, para confirmar la necesidad de ciertos
grados de castigo, se apelaba a los orígenes mismos del
“establecimiento pastoril” legitimándolo mediante el víncu-
lo con las prácticas instauradas por Borro a quien definió
como un “verdadero especialista en la materia”. Las mismas
tendrían su génesis en el proyecto aprobado por el Consejo
de Protección de Menores.
En la sesión del 10 de mayo de 1926, en la que se
retomó el tema del uso de la violencia contra los pupilos,
Jude reafirmaba la insuficiencia del “tratamiento evangéli-
co” para la “restauración moral absoluta de los menores”.
Reivindicando la necesidad de “medios de represión enér-
gicos” se apoyaba en la autoridad de su primer director

49 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 30ª sesión ordinaria, 3 de


mayo de 1926, pp. 253-254.
50 En la sesión del 10 de mayo de 1926, Jude denunciaba la presencia de poli-
cías durante la administración Gómez Folle como explicación a la reducción
de fugas de la Colonia. Controvirtiendo la medida para un establecimiento
que no tiene carácter carcelario, su intervención no despeja el origen de la
solicitud de intervención policial.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 487

para integrarlo a la tradición organizativa del reformato-


rio, resaltando los problemas de control surgidos por la
supresión de castigos. Lejos del tratamiento de los “asilos
de beneficencia”, la gestión de las “colonias correccionales”
requerían niveles elementales de rigor aplicable sobre un
número de internos que en su mayoría no poseen “freno
moral de especie alguna”51. La idea del lirismo, del desapego
con la realidad, que ya se observó en la condena a quienes
defendieron la abolición de la pena de muerte aprobada en
1907, justificó la necesidad de un castigo graduado que lo
alejara de la imagen de barbarie pero que a su vez no fuera
un factor más del denunciado crecimiento del delito. Cues-
tionada la visión de la Colonia como un establecimiento
modelo, se harían indispensables las medidas intimidatorias
entre las que se incluyeron la remisión al radio de menores
de la Correccional.
De todas maneras, ni las diferencias con relación a la
aplicación de castigos físicos ni las denuncias de irregulari-
dades administrativas terminaron por habilitar el pedido de
destitución. En la sesión del 13 de mayo de 1926, la solici-
tud del Consejo Nacional de Administración fue finalmente
denegada. La reestructura de la Colonia pasaría a depender
fundamentalmente de la aprobación de un proyecto de ley
que declarara la amovilidad de sus funcionarios depurando
así sus filas.

Conclusiones

Las imágenes positivas producidas tras la inauguración de la


Colonia Educacional de Varones parecen haber opacado las
complejidades del recorrido hasta su concreción, las difi-
cultades para su construcción y los avatares casi inmediatos

51 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 34ª sesión ordinaria, 10 de


mayo de 1926, p. 310.

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488 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

a la puesta en funcionamiento. El destaque del orden de los


pupilos, casi militarmente formados frente al novel pabe-
llón, pareció poner en un segundo plano la discordancia
entre el plan original del arquitecto Alfredo Campos (y sus
sucesivos intentos de evitar la desarticulación de su pro-
yecto) y la obra que, con marchas y contramarchas, sería la
finalmente presentada. Igualmente, las vicisitudes de la edi-
ficación parecen haber quedado relegadas a las comunica-
ciones entre el director de obras y el Consejo de Protección
de Menores primero y luego su sucesor, el Patronato de
Delincuentes y Menores. Los problemas casi ininterrumpi-
dos que acompañaron el periplo de la ejecución no ocupa-
ron un lugar significativo en los diarios montevideanos.
En cambio, la discusión generada en relación con los
pedidos de destitución de un grupo de empleados y del
director Jiménez de Arechaga, provocaron un análisis exten-
so sobre la situación del reformatorio. Si bien los legisla-
dores parecieron mayoritariamente alinearse en función de
elementos exógenos, coincidieron en sus diagnósticos sobre
la situación crítica del establecimiento y sus deficiencias
organizativas. La Colonia, se señalaba en la sesión en la que
se pasó a votar el pedido del Consejo Nacional de Adminis-
tración, debía convertirse en una institución que mediante
la adopción de un método científico le hiciera honor al país.
Para ello debía romper con una situación que la llevó a ser
una “vergüenza nacional” retomando el ideal de un espacio
transformador de los niños y adolescentes entregados al
Estado para ser conducidos por la senda del bien.
Probablemente, mientras que fue en el análisis de la
situación de la Colonia en donde quedaron de manifiesto las
principales discordancias entre los legisladores, se alcanza-
ron consensos sobre la necesidad de proceder a una reorga-
nización completa. Incluso, entre aquellos que se negaron a
votar la venia de destitución del jerarca, existió coincidencia
en la urgencia de una transformación profunda y no lo que
señalaron como un mero cambio de nombres. Se destacaba
que el establecimiento debía ser reformado en sus aspectos

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 489

fundamentales virando totalmente su orientación. La idea


del fracaso quedaba de manifiesto en la deficiencia de su
educación (escolar y de oficios), el descalabro del régimen
interno, tanto en lo que hace a la disciplina de los funciona-
rios como de los pupilos, y las malas condiciones de mante-
nimiento del edificio. A las conclusiones de la investigadora
se sumó el dictamen fiscal que resaltó el deplorable estado
tanto material como moral en un reformatorio que veía
duplicado el número de internos en relación con las pla-
zas disponibles. Precisamente, la mirada a los alumnos dejó
entrever la consideración de los límites de la conversión
frente a la existencia de internos rotulados como incorregi-
bles para los que se debía conservar un espacio específico.
La regeneración resultaba impracticable para “esos ‘meno-
res’ que son verdaderos foragidos sin noción de responsa-
bilidad y que son capaces de prostituir a sus propias herma-
nas”52. Estos fueron parte de ese universo en que a pesar del
discurso civilizatorio se hacían necesarias formas de castigo
físico. Cara oscura del reformatorio agrario, su aplicación
fue asumida bajo la premisa de una sanción necesaria para
un establecimiento marcado por una realidad que lo alejaba
de todo lirismo.
Sobre fines de la década se generaría un nuevo debate.
Esta vez en la Cámara de Representantes cuando en 1929
se aborde el conjunto del sistema penitenciario y los lugares
de encierro para menores de edad. Si bien, en este caso, la
polémica dedicaría especial atención a la Cárcel de Mujeres
y al Asilo Buen Pastor, y con esta en la necesidad de que
el Estado gestione estos espacios, las intervenciones dedi-
cadas a la Colonia de Suárez testimonian la persistencia de
sus graves problemas de funcionamiento. Particularmente,
la idea de agotamiento de un modelo basado en el sistema
de pabellones que debería ser sustituido por un régimen de
casas-hogares.

52 “Colonia Educacional de Varones. Algo sencillamente inconcebible”, La Tri-


buna Popular, 15 de agosto de 1922.

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490 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Fuentes

A.G.N – Ministerio de Instrucción Pública, caja 123, car-


peta 88.
Borro, V. (1912). La delincuencia en los menores. Causas-
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Departamento de Estudios Históricos del Ejército y del
Museo Militar, Archivo Campos.
Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, Montevi-
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Mensaje del Presidente de la República Dr. D. Feliciano
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plinamiento”, Colección Heber Raviolo.
Bertino, M. y R. Bertoni (2004). “Balance fiscal, economía y
política. Uruguay 1906–1930”, en Revista de Economía,
Volumen XI, núm. 1, Banco Central del Uruguay.
Caetano, G. (1985) El liberalismo conservador (1925–1929),
Montevideo, CLAEH, Tomo I, Serie Investigaciones.

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 491

Correa Gómez, M. J. (2005) “Paradojas tras la Reforma.


Las casas correccionales en Chile (1864-1940)”, en Di
Liscia, M.S y Bohoslavsky, E., Instituciones y formas de
control social en América Latina 1840-1940 (pp. 25-28),
Buenos Aires, Prometeo.
Fessler, D. (2012) Derecho penal y castigo en Uruguay (1878–
1907), Montevideo, CSIC – UdelaR, Biblioteca Plural.
Fessler, D. (2021) Delito y castigo en Uruguay (1907–1934),
Montevideo, Fundación de Cultura Universitaria.
Foucault, M. (1989). Vigilar y castigar, Buenos Aires, Siglo
XXI, 17ª edición.
Pratt, J. (2006) Castigo y civilización. Una lectura crítica sobre
las prisiones y los regímenes carcelarios, Barcelona, Gedisa.
Reglamento General para el personal de la Colonia E. de
Menores en Registro Nacional de Leyes y Decretos
(1912), Montevideo, Imprenta del Diario Oficial.
Reyes, E. (1911) El reformatorio. Informe presentado al Consejo
de Protección de Menores, Montevideo, Tip. Kosmos.

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Sobre los autores

Hernán Bacha es investigador en el Instituto de Estu-


dios Sociohistóricos (IESH-FCH, UNLPam) y del Instituto
de Estudios Históricos y Sociales (IEHSOLP, CONICET-
UNLPam). Se desempeña como docente en las Facultades
de Ciencias Económicas y Jurídicas; y en la Facultad de
Ciencias Humanas de la UNLPam. Sus trabajos se han vin-
culado a la administración de justicia, la composición de los
poderes públicos estatales con especial referencia al Poder
Judicial; los perfiles socio-profesionales de letrados y la pro-
ducción normativa entre la etapa territoriana y provincial.
Entre sus últimas publicaciones se destacan, “Entre la regu-
lación del conflicto y la puesta en producción: la justicia
civil y comercial en el interior argentino, 1887-1934”, y “El
Poder Judicial de la provincia de La Pampa: dinámicas insti-
tucionales y políticas 1953 1973”; y “La dimensión política
y electoral en el proceso de reorganización democrática en
la provincia de La Pampa” (2023).
Correo electrónico: [email protected]

Gustavo Federico Belzunces es Profesor y Licenciado en


Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
Diplomado en Gestión Pública y Gestión Educativa de
FLACSO. Especialista y Magister en Ciencias Sociales con
Mención en Historia Social de la UNLu. Doctorando en
Historia (UNPBA). Miembro del Programa de Estudios de
Política, Historia y Derecho, Depto. de Cs. Sociales, UNLu.
Jefe de la Sección Histórica Judicial de Mercedes. Docente
de la UNLu, del Profesorado en Historia del ISFDyT n° 7
de la ciudad de Mercedes y del CENS 452 (Unidad penal nº
5 de la provincia de Buenos Aires). Participa del proyecto
“Rejas en la pampa. Instituciones, actores, saberes y prácti-
cas en la formación del sistema penitenciario de la provincia

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494 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

de Buenos Aires (1870-1940)” con subsidio del FONCYT


PICT N° 2019-01639 y es Codirector del proyecto “Estado,
cárceles y penalidad en los jóvenes/menores de edad. Pro-
vincia de Buenos Aires, 1890-1930” de la UNLu. Es autor
de Los ojos de la justicia en la mirada del estado. Orden, delito
y castigo (Guardia de Luján 1821-1852) y coordinador y autor
de Dos siglos de cárceles bonaerenses. Una aproximación desde
su historia institucional y social. Publicó artículos y capítulos
de libros en revistas y compilaciones nacionales e interna-
cionales.
Correo electrónico: [email protected]

Pedro Berardi es Profesor y Licenciado en Historia por la


Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP) y Doctor
en Historia por la Universidad de San Andrés. Actualmen-
te es Becario Posdoctoral Extraordinario por el Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y fue
seleccionado para su ingreso como investigador asistente
en dicho organismo. Se desempeña como docente en la
Tecnicatura en Comunicación Audiovisual de la Facultad
de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la UNMdP. Sobre
la temática ha publicado el artículo “Agentes electorales y
reformistas: la acción política de la policía bonaerense en
las variaciones del conservadurismo, 1902-1914” y junto a
la Dra. Melisa Fernández Marrón el artículo “Una voca-
ción indicial: experticia policial en los modos de investigar,
informar y vigilar en la Provincia de Buenos Aires y el
Territorio Nacional de Río Negro (1930-1943)” como la
introducción y coordinación al Dossier “Tareas de investi-
gación, información e inteligencia en las policías argentinas
del siglo XX: una escala subnacional”.
Correo electrónico: [email protected]

Víctor Brangier es Doctor en Historia por la Universidad


de Chile. Investigador Responsable en Proyectos ANID-
FONDECYT de Iniciación y Regular. Profesor Visitan-
te en: Institut Pluridisciplinaire Pour Les Études Sur Les

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 495

Amériques À Toulouse, Université Toulouse II, Francia; en


el Programa de Doctorado en Humanidades, Universidad
de La República, Montevideo, Uruguay; en el Magíster en
Estudios Históricos, Universidad de Valparaíso. Su lugar
de trabajo es Instituto de Estudios Humanísticos; Centro
de Documentación Patrimonial de la Universidad de Talca,
Chile. Es autor de Saber hacer y decir en justicia. Culturas jurí-
dico-judiciales en la zona centro-sur de Chile (1824-1875), publi-
cado por Prohistoria. Etre sus publicaciones recientes pue-
den mencionarse “Derechos al tanto y al retracto. Dominio
“desdoblado” y “pleno” en el valle del río Cachapoal, Chile
(primera mitad del siglo XIX)”, en Revista Prohistoria y (en
coautoría) “Conjunto patrimonial Zona Típica “Lo Zúñiga”,
Chile. Uso de la historia en un paisaje cultural moldeado
por la propiedad”, en Memorias. Revista digital de Historia
y Arqueología desde El Caribe colombiano.
Correo electrónico: [email protected]

María Sol Calandria es Profesora y Doctora en Historia


por la Universidad Nacional de La Plata, Argentina, don-
de ejerce como docente e investigadora en la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación. Investigadora
Asistente del CONICET en el Instituto de Investigaciones
en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS) e integrante
del Centro Interdisciplinario de Investigaciones de Géne-
ro. Además, es directora del Programa de Extensión de la
UNLP “Educación Popular en Cárceles”. Fue investigadora
visitante del Max Planck Institute for European Legal His-
tory, Frankfurt, Alemania. Su tesis doctoral fue galardonada
con el XXX Premio Internacional Victoria Kent para inves-
tigaciones feministas y de género por la Universidad de
Málaga, España. Entre sus últimas publicaciones se encuen-
tra su libro “Matar a la madre”. Infanticidios, honor y género en
la Provincia de Buenos Aires, Argentina 1886-1921, editada por
Biblos e “Infanticidios, control social y violencia patriarcal.
Reflexiones en clave de género (provincia de Buenos Aires,
Argentina, 1886-1921)”, en Autoctonía y en coautoría con

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496 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Luus González Alvo “Towards a non-androcentric histori-


cal analysis of women’s prisons”. The cases of Santa Fe and
Buenos Aires (Argentina 1924-1936), en International Jour-
nal for Crime, Justice and Social Democracy.
Correo electrónico: [email protected]

Nicolás Duffau es doctor en Filosofía y Letras, mención


Historia, por la Universidad de Buenos Aires y magíster en
Ciencias Humanas, opción Historia Rioplatense y licencia-
do en Ciencias Históricas, opción Investigación, por la Uni-
versidad de la República (Udelar). Actualmente se desempe-
ña como profesor titular (en régimen de dedicación total) de
Historia Americana en el Instituto de Ciencias Históricas de
la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de
la Udelar. Junto con Ana Frega, es coordinador académico
del grupo de investigación financiado «Crisis revoluciona-
ria y procesos de construcción estatal en el Río de la Plata».
Integra el nivel II del Sistema Nacional de Investigadores-
ANII. Ha publicado numerosos artículos y capítulos de su
especialidad en Uruguay y en el exterior, y sus dos libros más
recientes son Armar al bandido: delito, prensa y folletines en el
Uruguay de la modernización. El caso de El Clinudo (1882-1886)
(2014) e Historia de la locura en Uruguay (1860-1911). Alie-
nados, médicos y representaciones sobre la enfermedad mental
(2019); Breve historia sobre la propiedad privada de la tierra en
Uruguay. 1754-1912 (2022) por el que obtuvo el premio a
las Letras 2023 del Ministerio de Educación y Cultura de
Uruguay.
Correo electrónico: [email protected]

Daniel Fessler es Magister en Ciencias Humanas (Opción


historia rioplatense) y Doctor en Historia por la Univer-
sidad de la República (Uruguay). Investigador activo del
Sistema Nacional de Investigadores (Nivel I). Integrante del
Programa de estudio sobre control socio jurídico de infan-
cia y adolescencia en Uruguay. Estudios sobre infracción
adolescente. Facultad de Ciencias Sociales – Universidad

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 497

de la República. Es autor, entre otras obras, de Derecho


Penal y castigo en Uruguay (1878-1907) y de Delito y cas-
tigo en Uruguay (1907-1934). Ha sido ganador del Premio
Nacional de Literatura (obra inédita) y del premio Bartolo-
mé Hidalgo. Obtuvo el reconocimiento la Legión del Libro
otorgado por la Cámara Uruguaya del Libro.
Correo electrónico: [email protected]

Marisa Moroni es Profesora y Licenciada en Historia por


la Universidad Nacional de La Pampa. Doctora en His-
toria por la Universidad de Sevilla, España. Investigadora
Adjunta del CONICET con lugar de trabajo en el Instituto
de Estudios Históricos y Sociales de La Pampa (IEHSOLP),
Unidad Ejecutora del CONICET de doble dependencia en
la Facultad de Ciencias Humanas de la UNLPam e investi-
gadora del Instituto de Estudios Sociohistóricos de la FCH-
UNLPam. Se desempeña como Profesora Titular de His-
toria de las Instituciones y Profesora Asociada de Historia
Argentina Contemporánea en la UNLPam. Dirige, asesora
e integra diferentes proyectos de investigación radicados
en CONICET, AGENCIA, UNLPam y UNCO. Es autora
de libros, capítulos y artículos con referato publicados en
Argentina, España, Colombia y Brasil con temáticas refe-
ridas a la historia de la justicia en territorios nacionales y,
en los últimos años, ha desarrollado una línea de investi-
gación sobre la justicia transicional en espacios subnacio-
nales. Entre las publicaciones reciente mencionamos: “La
materialidad de las prácticas estatales: un estudio sobre las
demandas de institucionalización de la justicia en el territo-
rio nacional de La Pampa (fines de siglo XIX y principios del
XX)” en Revista Prohistoria (2023); “Registros e itinerarios
administrativos y judiciales para el control de opositores
políticos en la provincia Eva Perón (1946-1955)” en Estudios
del ISHIR (2023); “Una constitución social para la provincia
Eva Perón: concepciones normativas del peronismo subna-
cional (Argentina, 1949 1955)” en Direito e Praxis (2024).
Correo electrónico: [email protected]

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498 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

Daniel Palma Alvarado es Doctor en Historia por la Uni-


versidad Católica de Chile y académico del Departamento
de Historia de la Universidad Alberto Hurtado en Santiago
de Chile. Sus líneas de investigación comprenden la historia
de Chile y América Latina en los siglos XIX y XX, en parti-
cular, las culturas populares y la historia social del delito y
las policías. Ha publicado los libros Ladrones. Historia social
y cultura del robo en Chile, 1870-1920, LOM, Santiago, 2011;
El orden y el bajo pueblo: los regímenes de Portales y Rosas
frente al mundo popular 1829-1852, LOM, Santiago, 2015 (en
coautoría con J. Pinto, K. Donoso y R. Pizarro); Pacos. Poli-
cías, Estado y sociedad en Chile (desde el siglo XIX hasta 1927),
Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Santiago, 2023, y
como editor, Delincuentes, Policías y Justicias. América Latina,
siglos XIX y XX, Ediciones Universidad Alberto Hurtado,
Santiago, 2015.
Correo electrónico: [email protected]

Gisela Sedeillán es Doctora en Historia, investigadora


Adjunta del CONICET e investigadora del Instituto de
Geografía, Historia y Cs. Sociales de la UNICEN. Miembro
titular del Instituto de Investigaciones de Historia del Dere-
cho (INHIDE), Profesora Adjunta de la Facultad de Derecho
de Universidad Nacional de Mar del Plata. Entre sus últi-
mos artículos “Tomás Jofré y sus intentos por contribuir a
la creación de información estadística sobre la gestión del
sistema judicial (provincia de Buenos Aires 1907-1922)”, en
Anuario del Centro de Estudios Históricos, Prof. Carlos S. A.
Segreti y “Una luz tras las rejas para los condenados: cambios
en la forma de computar la prisión preventiva en la provin-
cia de Buenos Aires en 1915”, en Revista Historia y Justicia.
Correo electrónico: [email protected]

Jeremías Silva es Profesor de Historia por la Univer-


sidad Nacional de General Sarmiento (2006), Magister
(2012) y Doctor en Ciencias Sociales (2017) (IDES-UNGS).

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Culturas legales e instituciones de control social en América Latina • 499

Actualmente se desempeña como Investigador Docente del


Área de Historia del Instituto de Ciencias de la UNGS e
Investigador Asistente del CONICET. Integra diversos gru-
pos de investigación (PICT, CONICET, UNGS, PICT-Max
Planck). Ha realizado estancias de investigación en el Ins-
tituto de Historia del CSIC (Madrid) y en el Instituto Ibe-
roamericano de Berlín. Sus investigaciones se han centrado
en las políticas carcelarias del peronismo clásico, la reforma
penitenciaria en Argentina y Chile en la primera mitad del
siglo XX, y publicado en revistas y libros colectivos sobre
historia social del castigo y el delito en América Latina.
Correo electrónico: [email protected]

Jorge Alberto Trujillo Bretón es doctor en Ciencias Socia-


les por El Colegio de Michoacán. Ha sido profesor e inves-
tigador del Departamento de Historia de la Universidad de
Guadalajara y forma parte del Sistema Nacional de Inves-
tigadores nivel II. Desde enero de 2024 se encuentra jubi-
lado y es historiador independiente. Ha participado como
ponente y conferencista en diversas instituciones de edu-
cación superior nacionales e internacionales y es autor de
varios libros, entre ellos Las llamadas nefandas drogas. Toxi-
cómanos, traficantes y gobernantes, Jalisco, 1914-1950, (2021),
Universidad de Guadalajara.
Correo electrónico: [email protected]

Maíra Ines Vendrame es profesora del Programa de Post-


graduación en Historia y del Curso de Historia en UNISI-
NOS, Brasil. Magister y doctora en Historia. Autora de dos
libros: Lá éramos servos, aqui somos senhores: a organização dos
imigrantes italianos na ex-Colônia Silveira Martins (1878-1914),
Editora da UFSM y O poder na aldeia: redes sociais, honra
familiar e práticas de justiça entre camponeses italianos (Brasil-
Itália), Editora OIKOS, así como de diversos artículos sobre
las prácticas de justicia y los crímenes en contextos migra-
torios. Entre los más recientes se encuentran: “Parteiras
imigrantes: atuação, conflitos e redes de apoio no campo

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500 • Culturas legales e instituciones de control social en América Latina

profissional (Porto Alegre, final do século XIX)”, en Anuario


de Historia Virtual, “Mulheres aventureiras: relações entre
migração, medicina e crime no sul do Brasil (séculos XIX
e XX)”, en Diálogo Andino, y “Território Imigrante: práticas
de justiça, direitos e poder no Brasil meridional (séculos
XIX e XX)”, en Anuario IEHS. 38(2), 2023. Ha organizado
colecciones sobre estudios de trayectorias, migraciones y
microhistoria.
Correo electrónico: [email protected]

Melina Yangilevich es Profesora, Licenciada y Doctora en


Historia por la Universidad Nacional del Centro de la pro-
vincia de Buenos Aires. Reviste como Investigadora Inde-
pendiente del CONICET con lugar de trabajo en el Insti-
tuto de Estudios Históricos-Sociales -del que es directora-
que integra el Instituto de Geografía e Historia y Ciencias
Sociales, Unidad Ejecutora de doble dependencia CONI-
CET/UNCPBA. Se desempeña como Profesora Titular del
Departamento de Historia de la Facultad de Cs. Humanas
(UNCPAB), del cual es, además, directora. Es Investigado-
ra Responsable del proyecto Rejas en la pampa. Instituciones,
actores, saberes y prácticas en la formación del sistema peniten-
ciario de la provincia de Buenos Aires (1870-1940), que cuenta
con subsidio del FONCYT PICT N° 2019-01639. Es autora
de Estado y criminalidad en la frontera sur de Buenos Aires, 1852
-1880), publicado por Prohistoria. Entre sus publicaciones
más recientes se encuentran “Agentes, empresas y presos.
Construcción estatal, instituciones de encierro y prácticas
en la provincia de Buenos Aires (fines del siglo XIX)”, en
Revista Prohistoria y “Cárceles de papel. Prisiones y fotogra-
fías en la provincia de Buenos Aires (Argentina) a fines del
siglo XIX”, en Revista de Indias.
Correo electrónico: [email protected]

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