Grupo No. 6
Grupo No. 6
Grupo No. 6
INTEGRANTES:
CASASOLA PÉREZ, GERARDO EFRAÍN
GONZÁLEZ MÉNDEZ, RONAL AUDIEL
MOLINA ALONZO, EDWIN AROLDO
XITUMUL JIMÉNEZ, LUIS FERNANDO
Asimismo, es menester recordar los derechos a los que las familias son llamadas, y
además que no sean violentadas y así promover políticas que garanticen la seguridad y
estabilidad de la familia, y todo esto acompañado de la Iglesia, que valoriza a la familia y
sobre todo la evangeliza como mandato misionero, sin embargo, para encaminarla a vivir
su vocación laical, al servicio de los más necesitados y así dar testimonio cristiano.
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LA FAMILIA EN LOS DOCUMENTOS DE LA IGLESIA
Luego, siguiendo las huellas del Concilio Vaticano II, el beato Pablo VI profundizó la
doctrina sobre el matrimonio y la familia. En particular, con la Encíclica Humanae vitae,
puso de relieve el vínculo íntimo entre amor conyugal y procreación: “El amor conyugal
exige a los esposos una conciencia de su misión de paternidad responsable sobre la que hoy
tanto se insiste con razón y que hay que comprender exactamente. El ejercicio responsable
de la paternidad exige, por tanto, que los cónyuges reconozcan plenamente sus propios
deberes para con Dios, para consigo mismos, para con la familia y la sociedad,
en una justa jerarquía de valores” 3.
San Juan Pablo II hablando acerca de la familia y la sociedad, en la Carta a las familias
Gratissimam sane menciona lo siguiente: “La familia es una comunidad de personas, la
célula social más pequeña y como tal, es una institución fundamental para la vida de toda
sociedad. La familia como institución, espera de la sociedad, ser reconocida en su identidad
y aceptada en su naturaleza de sujeto social. Ésta va unida a la identidad propia del
matrimonio y de la familia. El matrimonio, que es la base de la institución familiar, está
formado por la alianza por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de
toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la
generación y educación de la prole”4.
4
fraternidad), mediante las cuales toda persona humana queda introducida en la “familia
humana” y en la “familia de Dios”, que es la Iglesia”5.
Por su parte, el Papa Benedicto XVI, en la Encíclica Deus caritas est, retomó el tema de
la verdad del amor entre hombre y mujer, que se ilumina plenamente sólo a la luz del amor
de Cristo crucificado6. Él recalca que “el matrimonio basado en un amor exclusivo y
definitivo se convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el
modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano”7.
“El Creador del mundo estableció la sociedad conyugal como origen y fundamento de la
sociedad humana; la familia es por ello la célula primera y vital de la sociedad”8. La familia
posee vínculos vitales y orgánicos con la sociedad, porque constituye su fundamento y
alimento continuo mediante su función de servicio a la vida. En efecto, de la familia nacen
los ciudadanos, y éstos encuentran en ella la primera escuela de esas virtudes sociales, que
son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma. Así la familia, en virtud de su
naturaleza y vocación, lejos de encerrarse en sí misma, se abre a las demás familias y a la
sociedad, asumiendo su función social.
5
JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Familiaris consortio, n.15, pág. 10.
6
BENEDICTO XVI, Encíclica Deus caritas est, n. 2.
7
BENEDICTO XVI, Encíclica Deus caritas est, n. 11.
8
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decr. sobre el apost. de los seglares Apostolicam actuositatem, n. 11
9
JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, n. 18.
10
CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO, Conferencia de Puebla, n. 582.
11
CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO, Conferencia de Puebla, n. 568.
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Situando el amor como principio y fuerza de la comunión: el amor que anima las
relaciones interpersonales de los diversos miembros de la familia constituye la fuerza
interior que plasma y vivifica la comunión y la comunidad familiar.
El Concilio Vaticano II, además de acuñar una feliz expresión, descubrió una vertiente
importante de la vida familiar al afirmar que “la familia es escuela del más rico
humanismo”. Juan Pablo II, ha retomado con particular cariño este tema y lo ha
desarrollado sirviéndose de otras categorías no menos sugerentes. La familia ofrece a la
sociedad como primera y fundamental aportación la experiencia de comunión y
participación, que caracteriza su vida diaria.
Para que la familia sea escuela de humanismo de socialidad, se precisa encauzar el ethos
de la vida familiar a través del sistema de valores que giran en torno al eje axiológico de la
solidaridad. Pertenecen a este sistema axiológico los siguientes valores, que han de inspirar
la vida familiar:
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✓ El sentido del verdadero amor, vivido como solicitud sincera y servicio
desinteresado hacia los demás, especialmente hacia los más pobres y necesitados.
✓ El don de sí mismo, como ley que rige las relaciones familiares y que es pedagogía
insustituible para iniciarse en el valor del servicio hacia la sociedad, sabiendo que es
preferible dar que recibir.
✓ Formación en el hogar de personas concientizadas, con actitud crítica y dialogante,
a fin de advertir, de sentir, de denunciar y de solucionar las injusticias sociales.
✓ Crear la estimativa preferencial del ser, por cuanto es, y no dejarse llevar por la
tendencia del tener, del poder, del valer y del saber.
La “Carta de los Derechos de la Familia” es fruto del Sínodo de los obispos, reunidos
en Roma en 1980, donde se reflexiona el tema “El papel de la familia cristiana en el
mundo contemporáneo”. Papa Juan Pablo II, en la Exhortación Apostólica Familiaris
consortio aprobó la preparación de esta Carta, destinada a ser presentada a los organismos y
autoridades interesadas.
b) Los derechos enunciados en la Carta están impresos en la conciencia del ser humano
y en los valores comunes de toda la humanidad. La sociedad está llamada a defender esos
derechos contra toda violación, a respetarlos y a promoverlos en la integridad de su
contenido. Casi todos estos derechos han sido expresados ya en otros documentos, tanto de
la Iglesia como de la comunidad internacional.
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PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS FAMILIAS, Carta de los Derechos de la Familia (22 de octubre de 1983).
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La presente Carta trata de ofrecer una mejor elaboración de los Derechos de la Familia,
definirlos con más claridad y reunirlos en una presentación orgánica, ordenada y
sistemática.
Artículo 3: Los esposos tienen el derecho inalienable de fundar una familia y decidir
sobre el intervalo entre los nacimientos y el número de hijos a procrear, dentro de una justa
jerarquía de valores y de acuerdo con el orden moral objetivo que excluye el recurso a la
contracepción, la esterilización y el aborto.
Artículo 5: Por el hecho de haber dado la vida a sus hijos, los padres tienen el derecho
originario, primario e inalienable de educarlos; por esta razón ellos deben ser reconocidos
como los primeros y principales educadores de sus hijos.
Artículo 7: Cada familia tiene el derecho de vivir libremente su propia vida religiosa en
el hogar, bajo la dirección de los padres, así como el derecho de profesar públicamente su
fe y propagarla, participar en los actos de culto en público y en los programas de
instrucción religiosa libremente elegidos, sin sufrir alguna discriminación.
Artículo 9: Las familias tienen el derecho de poder contar con una adecuada política
familiar por parte de las autoridades públicas en el terreno jurídico, económico, social y
fiscal, sin discriminación alguna.
Artículo 10: Las familias tienen derecho a un orden social y económico en el que la
organización del trabajo permita a sus miembros vivir juntos, y que no sea obstáculo para la
unidad, bienestar, salud y estabilidad de la familia, ofreciendo también la posibilidad de un
sano esparcimiento.
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Artículo 11: La familia tiene derecho a una vivienda decente, apta para la vida familiar,
y proporcionada al número de sus miembros, en un ambiente físicamente sano que ofrezca
los servicios básicos para la vida de la familia y de la comunidad.
Artículo 12: Las familias de emigrantes tienen derecho a la misma protección que se da
a las otras familias.
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LA FAMILIA Y LA IGLESIA13
La Iglesia mira a las familias que permanecen fieles a las enseñanzas del Evangelio,
agradeciéndoles el testimonio que dan y alentándolas, porque gracias a ellas, se hace creíble
la belleza del matrimonio indisoluble y fiel para siempre. Es por ello, que la Familia,
“Iglesia doméstica”14, madura la primera experiencia eclesial de la comunión entre
personas, en la que se refleja, por gracia, el misterio de la Santa Trinidad.
También, es de resaltar el amor vivido en las familias, porque es una fuerza constante
para la vida de la Iglesia. Ya que, el fin unitivo del matrimonio es una llamada constante a
acrecentar y profundizar este amor. En su misión y unión de amor los esposos
experimentan la belleza de la paternidad y la maternidad; comparten proyectos y fatigas,
deseos y aficiones; aprenden a cuidarse el uno al otro y a perdonarse mutuamente. Esto es
la belleza del don recíproco y gratuito, la alegría por la vida que nace y el cuidado amoroso
de todos sus miembros, desde los pequeños a los ancianos, son solo algunos de los frutos
que hacen única e insustituible la respuesta a la vocación de la familia.
13
FRANCISCO, Exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia, n. 86.
14
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática Lumen Gentium, 11, AAS 57 (1965).
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evangelización es ser lo que es llamada a ser, esto es, vivir al diario como familia cristiana,
o, como lo dijo a menudo San Juan Pablo II: “¡Familias, sean lo que son!”. La misión de la
familia de “custodiar, revelar y comunicar el amor”, al igual que la comunidad parroquial,
no existe en un lugar ideal. La verdad y belleza de la familia deben ser comunicadas a cada
familia cristiana, incluso a las que son frágiles, están heridas o quebradas. Estas familias
también pueden leer con confianza las palabras de San Pablo: “¿Quién podrá entonces
separarnos del amor de Cristo?” (Rom 8, 35) Y es posible que encuentren en esa confianza
un camino de esperanza y sanación.
Un cometido eclesial propio y original: la familia cristiana está llamada a tomar parte
viva y responsable en la misión de la Iglesia de manera propia y original, es decir, poniendo
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a servicio de la Iglesia y de la sociedad su propio ser y obrar, en cuanto, comunidad íntima
de vida y de amor. Si la familia cristiana es comunidad cuyos vínculos son renovados por
Cristo mediante la fe y los sacramentos, su participación en la misión de la Iglesia debe
realizarse según una modalidad comunitaria; juntos, pues, los cónyuges en cuanto pareja, y
los padres e hijos en cuanto familia, han de vivir su servicio a la Iglesia y al mundo. Deben
ser en la fe “un corazón y un alma sola”, mediante el común espíritu apostólico que los
anima y la colaboración que los empeña en las obras de servicio a la comunidad eclesial y
civil.
La familia cristiana edifica además el Reino de Dios en la historia mediante esas mismas
realidades cotidianas que tocan y distinguen su condición de vida. Es por ello en el amor
conyugal y familiar vivido en su extraordinaria riqueza de valores y exigencias de totalidad,
unicidad, fidelidad y fecundidad, donde se expresa y realiza la participación de la familia
cristiana en la misión profética, sacerdotal y real de Jesucristo y de su Iglesia.
Lo recuerda el Concilio Vaticano II cuando dice: “La familia hará partícipes a otras
familias, generosamente, de sus riquezas espirituales. Así es como la familia cristiana, cuyo
origen está en el matrimonio, que es imagen y participación de la alianza de amor entre
Cristo y la Iglesia, manifestará a toda la presencia viva del Salvador en el mundo y la
auténtica naturaleza de la Iglesia, ya por el amor, la generosa fecundidad, la unidad y
fidelidad de los esposos, ya por la cooperación amorosa de todos sus miembros”.
Como ha repetido el Sínodo: “recogiendo mi llamada lanzada en Puebla, la futura
evangelización depende en gran parte de la Iglesia doméstica. Esta misión apostólica de la
familia está enraizada en el Bautismo y recibe con la gracia sacramental del matrimonio
una nueva fuerza para transmitir la fe, para santificar y transformar la sociedad actual según
el plan de Dios”.
La familia cristiana, hoy, sobre todo, tiene una especial vocación a ser testigo de la
alianza pascual de Cristo, mediante la constante irradiación de la alegría del amor y de la
certeza de la esperanza, de la que debe dar razón: “La familia cristiana proclama en voz alta
tanto las presentes virtudes del reino de Dios como la esperanza de la vida bienaventurada”.
La absoluta necesidad de la catequesis familiar surge con singular fuerza en
determinadas situaciones, que la Iglesia constata por desgracia en diversos lugares: En los
lugares donde una legislación antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe,
o donde ha cundido la incredulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de resultar
prácticamente imposible una verdadera creencia religiosa, la Iglesia doméstica es el único
ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis.
PREGUNTAS
1. Según su opinión ¿Qué postura debe tener la familia en la sociedad actual?
2. ¿Qué invitación hace la Iglesia a los padres de familia en el mundo
contemporáneo?
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CONCLUSIÓN
La familia es una comunidad de personas, la célula social más pequeña y como tal, es
una institución fundamental para la vida de toda sociedad. La familia como institución,
espera de la sociedad, ser reconocida en su identidad y aceptada en su naturaleza de sujeto
social. Ésta va unida a la identidad propia del matrimonio y de la familia, que también es de
vital importancia para la Iglesia, porque la familia es la Iglesia doméstica en la que
conforma la gran familia que es la Iglesia.
También, la familia es donde nacen los ciudadanos, y éstos encuentran en ella la primera
escuela de esas virtudes sociales, que son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad
misma. Así la familia, en virtud de su naturaleza y vocación, lejos de encerrarse en sí
misma, se abre a las demás familias y a la sociedad, asumiendo su función social. Es
imprescindible, que se promuevan y respeten los derechos de la familia, de tal forma que, la
vida sea siempre valorada, respetada y acogida; el Estado, por su parte, debe de ser uno de
los primeros en luchar por defender y por el bienestar de las familias: “comunidad de vida y
amor”.
Finalmente, la Iglesia mira a las familias que permanecen fieles a las enseñanzas del
Evangelio, agradeciéndoles el testimonio que dan y alentándolas, porque gracias a ellas, se
hace creíble la belleza del matrimonio indisoluble y fiel para siempre, el cual profesaron en
un momento determinado de su vida y que están llamados a defender a través de las
pastorales de la Iglesia, de manera especial la pastoral familiar, instrumento de
evangelización y de acción misionera.
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