Grupo No. 6

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INSTITUTO DE TEOLOGÍA

SÍNTESIS DE TEOLOGÍA MORAL

PBRO. VÍCTOR PATZÁN

TESTIMONIO CRISTIANO EN LA VIDA FAMILIAR

INTEGRANTES:
CASASOLA PÉREZ, GERARDO EFRAÍN
GONZÁLEZ MÉNDEZ, RONAL AUDIEL
MOLINA ALONZO, EDWIN AROLDO
XITUMUL JIMÉNEZ, LUIS FERNANDO

GUATEMALA 12 DE MAYO DE 2023


ÍNDICE

LA FAMILIA EN LOS DOCUMENTOS DE LA IGLESIA ............................................................. 4


LA FAMILIA, CÉLULA BÁSICA DE LA SOCIEDAD ............................................................... 5
La familia: ámbito privilegiado de comunión y participación .................................................... 5
La familia: escuela de la socialidad y del más rico humanismo ................................................. 6
PROMOCIÓN DE POLÍTICAS FAMILIARES ADECUADAS ................................................... 7
Pontificio Consejo para la Familia ............................................................................................. 7
Naturaleza y estilo de la Carta ................................................................................................... 7
Familiaris Consortio ................................................................................................................... 9
LA FAMILIA Y LA IGLESIA ..................................................................................................... 10
La Iglesia es familia de familias ............................................................................................... 10
El fundamento sacramental propio de la misión salvífica de la familia cristiana .................... 10
La familia como “iglesia doméstica” ....................................................................................... 10
LA FAMILIA Y LA VIDA EN LA NUEVA EVANGELIZACIÓN ........................................... 11
Participación en la vida y misión de la Iglesia ......................................................................... 11
CONCLUSIÓN………………………………………………………………………………..…13
INTRODUCCIÓN

El testimonio cristiano en la vida familiar, es la vocación y misión salvífica en la que se


inserta la familia cristiana, a través del Bautismo y su configuración y, consumación en el
Matrimonio, que será núcleo de la Iglesia, la evangelización, la sociedad y la política. La
Iglesia a través de los siglos ha custodiado a la familia, que es el centro y vida de ella,
porque ahí se fortalece la vida de cada uno de sus miembros, y así en el seno familiar nace
una comunidad cristiana, llamada también Iglesia doméstica; sin embargo, no se ha de
olvidar que el matrimonio, que es la base de la institución familiar, está formada por la
alianza por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida.

En consecuencia, la Iglesia ha tenido a bien, preocuparse por formar y valorizar a las


familias, porque en el matrimonio y en la familia se constituye un conjunto de relaciones
interpersonales y es por ello que ha distribuido y catequizado a través de documentos
magisteriales, como: los documentos conciliares, Lumen Gentium, Gaudium et Spes, y el
magisterio pontificio Familiares Consortio, Deus Caritas est, Amoris Laetitia, entre otros,
para una formación y defensa de la familia, que ha sido golpeada por corrientes ideológicas
falaces.

Asimismo, es menester recordar los derechos a los que las familias son llamadas, y
además que no sean violentadas y así promover políticas que garanticen la seguridad y
estabilidad de la familia, y todo esto acompañado de la Iglesia, que valoriza a la familia y
sobre todo la evangeliza como mandato misionero, sin embargo, para encaminarla a vivir
su vocación laical, al servicio de los más necesitados y así dar testimonio cristiano.

3
LA FAMILIA EN LOS DOCUMENTOS DE LA IGLESIA

La familia humana es imagen de Dios, que es comunión de personas. En ella está


restaurada la “imagen y semejanza” de la Santísima Trinidad (cf. Gn 1,26), misterio del que
brota todo amor verdadero. Acerca del matrimonio y la familia se ha escrito una densa
cantidad de contenido teológico, pues se tiene presente que “el bien de la familia es
decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia”1. Dentro de los principales escritos están:

El Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et spes, se


ocupó de “la promoción de la dignidad del matrimonio y la familia”2. Definió el
matrimonio como comunidad de vida y de amor, poniendo el amor en el centro de la
familia. El “verdadero amor entre marido y mujer” implica la entrega mutua, incluye e
integra la dimensión sexual y la afectividad, conformemente al designio divino. Además,
subraya el arraigo en Cristo de los esposos: Cristo Señor “sale al encuentro de los esposos
cristianos en el sacramento del matrimonio”, y permanece con ellos.

Luego, siguiendo las huellas del Concilio Vaticano II, el beato Pablo VI profundizó la
doctrina sobre el matrimonio y la familia. En particular, con la Encíclica Humanae vitae,
puso de relieve el vínculo íntimo entre amor conyugal y procreación: “El amor conyugal
exige a los esposos una conciencia de su misión de paternidad responsable sobre la que hoy
tanto se insiste con razón y que hay que comprender exactamente. El ejercicio responsable
de la paternidad exige, por tanto, que los cónyuges reconozcan plenamente sus propios
deberes para con Dios, para consigo mismos, para con la familia y la sociedad,
en una justa jerarquía de valores” 3.

San Juan Pablo II hablando acerca de la familia y la sociedad, en la Carta a las familias
Gratissimam sane menciona lo siguiente: “La familia es una comunidad de personas, la
célula social más pequeña y como tal, es una institución fundamental para la vida de toda
sociedad. La familia como institución, espera de la sociedad, ser reconocida en su identidad
y aceptada en su naturaleza de sujeto social. Ésta va unida a la identidad propia del
matrimonio y de la familia. El matrimonio, que es la base de la institución familiar, está
formado por la alianza por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de
toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la
generación y educación de la prole”4.

Asimismo, su Santidad, San Juan Pablo II, en la Exhortación apostólica Familiaris


consortio argumenta: “En el matrimonio y en la familia se constituye un conjunto de
relaciones interpersonales (relación conyugal, paternidad-maternidad, filiación,
1
FRANCISCO, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 31, pág. 25.
2
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, nn. 47-52, AAS 58 (1966).
3
PABLO VI, Encíclica Humanae Vitae, n. 10.
4
JUAN PABLO II, Carta a las familias Gratissimam sane, n. 17, pág. 31.

4
fraternidad), mediante las cuales toda persona humana queda introducida en la “familia
humana” y en la “familia de Dios”, que es la Iglesia”5.

Por su parte, el Papa Benedicto XVI, en la Encíclica Deus caritas est, retomó el tema de
la verdad del amor entre hombre y mujer, que se ilumina plenamente sólo a la luz del amor
de Cristo crucificado6. Él recalca que “el matrimonio basado en un amor exclusivo y
definitivo se convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el
modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano”7.

LA FAMILIA, CÉLULA BÁSICA DE LA SOCIEDAD

“El Creador del mundo estableció la sociedad conyugal como origen y fundamento de la
sociedad humana; la familia es por ello la célula primera y vital de la sociedad”8. La familia
posee vínculos vitales y orgánicos con la sociedad, porque constituye su fundamento y
alimento continuo mediante su función de servicio a la vida. En efecto, de la familia nacen
los ciudadanos, y éstos encuentran en ella la primera escuela de esas virtudes sociales, que
son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma. Así la familia, en virtud de su
naturaleza y vocación, lejos de encerrarse en sí misma, se abre a las demás familias y a la
sociedad, asumiendo su función social.

La familia: ámbito privilegiado de comunión y participación

La familia se define fundamentalmente por la relación interpersonal. Está constituida por


un conjunto de relaciones interpersonales que hacen de ella una comunidad de personas: “la
familia, fundada y vivificada por el amor, es una comunidad de personas: del hombre y de
la mujer esposos, de los padres y de los hijos, de los parientes”. De ahí que la comunión sea
la forma de vida en la familia: “su primer cometido es el de vivir fielmente la realidad con
el empeño constante de desarrollar una auténtica comunidad de personas”9. Así pues, “la
ley del amor conyugal es comunión y participación, no dominación”10, y la meta definitiva
de la familia es “llegar a ser realmente centro de comunión y participación”11. La familia
consigue ser el ámbito privilegiado de comunión y de participación mediante los siguientes
dinamismos de actuación:

5
JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Familiaris consortio, n.15, pág. 10.
6
BENEDICTO XVI, Encíclica Deus caritas est, n. 2.
7
BENEDICTO XVI, Encíclica Deus caritas est, n. 11.
8
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decr. sobre el apost. de los seglares Apostolicam actuositatem, n. 11
9
JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, n. 18.
10
CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO, Conferencia de Puebla, n. 582.
11
CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO, Conferencia de Puebla, n. 568.

5
Situando el amor como principio y fuerza de la comunión: el amor que anima las
relaciones interpersonales de los diversos miembros de la familia constituye la fuerza
interior que plasma y vivifica la comunión y la comunidad familiar.

Haciendo que el amor se haga praxis en la edificación de las personas: la familia es


formadora de personas. El criterio moral de la autenticidad de las relaciones conyugales y
familiares consiste en la promoción de la dignidad y vocación de cada una de las personas,
las cuales logran su plenitud mediante el don sincero de sí mismas.

Abriendo cauces en el tejido familiar: para que la riqueza de la comunión interpersonal


inunde la vida familiar:

✓ Mediante actitudes de gratuidad: las relaciones entre los miembros de la comunidad


familiar están inspiradas y guiadas por la ley de la gratuidad, respetando y
favoreciendo la dignidad personal.
✓ Mediante actitudes de permanente reconciliación: la comunión familiar “exige una
pronta y generosa disponibilidad de todos y cada uno a la comprensión, a la
tolerancia, al perdón, a la reconciliación”.
✓ Mediante actitudes de respeto y de promoción de la singularidad personal: la
comunión familiar acepta y promociona a cada miembro como “una persona nueva,
singular, única, irrepetible”.

Propiciando formas efectivas de participación en la vida familiar: para ello se precisa


una estructura familiar: a) democrática (de cara a la autoridad); b) igualitaria (frente al
paternalismo o machismo); c) corresponsable (en torno a la obediencia y responsabilidad).

La familia: escuela de la socialidad y del más rico humanismo

El Concilio Vaticano II, además de acuñar una feliz expresión, descubrió una vertiente
importante de la vida familiar al afirmar que “la familia es escuela del más rico
humanismo”. Juan Pablo II, ha retomado con particular cariño este tema y lo ha
desarrollado sirviéndose de otras categorías no menos sugerentes. La familia ofrece a la
sociedad como primera y fundamental aportación la experiencia de comunión y
participación, que caracteriza su vida diaria.

Para que la familia sea escuela de humanismo de socialidad, se precisa encauzar el ethos
de la vida familiar a través del sistema de valores que giran en torno al eje axiológico de la
solidaridad. Pertenecen a este sistema axiológico los siguientes valores, que han de inspirar
la vida familiar:

✓ El sentido de la verdadera justicia, que lleva al respeto de la dignidad personal de


cada ser humano.

6
✓ El sentido del verdadero amor, vivido como solicitud sincera y servicio
desinteresado hacia los demás, especialmente hacia los más pobres y necesitados.
✓ El don de sí mismo, como ley que rige las relaciones familiares y que es pedagogía
insustituible para iniciarse en el valor del servicio hacia la sociedad, sabiendo que es
preferible dar que recibir.
✓ Formación en el hogar de personas concientizadas, con actitud crítica y dialogante,
a fin de advertir, de sentir, de denunciar y de solucionar las injusticias sociales.
✓ Crear la estimativa preferencial del ser, por cuanto es, y no dejarse llevar por la
tendencia del tener, del poder, del valer y del saber.

PROMOCIÓN DE POLÍTICAS FAMILIARES ADECUADAS

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde se establecen los derechos


fundamentales de la persona humana, establece en su artículo 16, parágrafo 3, establece:
“La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la
Protección de la sociedad y del Estado”.

Pontificio Consejo para la Familia12

La “Carta de los Derechos de la Familia” es fruto del Sínodo de los obispos, reunidos
en Roma en 1980, donde se reflexiona el tema “El papel de la familia cristiana en el
mundo contemporáneo”. Papa Juan Pablo II, en la Exhortación Apostólica Familiaris
consortio aprobó la preparación de esta Carta, destinada a ser presentada a los organismos y
autoridades interesadas.

Naturaleza y estilo de la Carta:

a) No es una exposición de teología dogmática o moral sobre el matrimonio y la


familia, aunque refleja el pensamiento de la Iglesia sobre la materia. Tampoco es un código
de conducta destinado a las personas o a las instituciones a las que se dirige. Más bien,
tiene la finalidad de presentar una formulación de los derechos fundamentales inherentes a
la familia.

b) Los derechos enunciados en la Carta están impresos en la conciencia del ser humano
y en los valores comunes de toda la humanidad. La sociedad está llamada a defender esos
derechos contra toda violación, a respetarlos y a promoverlos en la integridad de su
contenido. Casi todos estos derechos han sido expresados ya en otros documentos, tanto de
la Iglesia como de la comunidad internacional.

12
PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS FAMILIAS, Carta de los Derechos de la Familia (22 de octubre de 1983).

7
La presente Carta trata de ofrecer una mejor elaboración de los Derechos de la Familia,
definirlos con más claridad y reunirlos en una presentación orgánica, ordenada y
sistemática.

Artículo 1: Todas las personas tienen el derecho de elegir libremente su estado de


vida y por lo tanto derecho a contraer matrimonio y establecer una familia o a permanecer
célibes.

Artículo 2: El matrimonio no puede ser contraído sin el libre y pleno consentimiento


de los esposos debidamente expresado.

Artículo 3: Los esposos tienen el derecho inalienable de fundar una familia y decidir
sobre el intervalo entre los nacimientos y el número de hijos a procrear, dentro de una justa
jerarquía de valores y de acuerdo con el orden moral objetivo que excluye el recurso a la
contracepción, la esterilización y el aborto.

Artículo 4: La vida humana debe ser respetada y protegida absolutamente desde el


momento de la concepción.

Artículo 5: Por el hecho de haber dado la vida a sus hijos, los padres tienen el derecho
originario, primario e inalienable de educarlos; por esta razón ellos deben ser reconocidos
como los primeros y principales educadores de sus hijos.

Artículo 6: La familia tiene el derecho de existir y progresar como familia.

Artículo 7: Cada familia tiene el derecho de vivir libremente su propia vida religiosa en
el hogar, bajo la dirección de los padres, así como el derecho de profesar públicamente su
fe y propagarla, participar en los actos de culto en público y en los programas de
instrucción religiosa libremente elegidos, sin sufrir alguna discriminación.

Artículo 8: La familia tiene el derecho de ejercer su función social y política en la


construcción de la sociedad.

Artículo 9: Las familias tienen el derecho de poder contar con una adecuada política
familiar por parte de las autoridades públicas en el terreno jurídico, económico, social y
fiscal, sin discriminación alguna.

Artículo 10: Las familias tienen derecho a un orden social y económico en el que la
organización del trabajo permita a sus miembros vivir juntos, y que no sea obstáculo para la
unidad, bienestar, salud y estabilidad de la familia, ofreciendo también la posibilidad de un
sano esparcimiento.

8
Artículo 11: La familia tiene derecho a una vivienda decente, apta para la vida familiar,
y proporcionada al número de sus miembros, en un ambiente físicamente sano que ofrezca
los servicios básicos para la vida de la familia y de la comunidad.

Artículo 12: Las familias de emigrantes tienen derecho a la misma protección que se da
a las otras familias.

Familiaris Consortio (46): en la actualidad existe poca y en ocasiones nula reciprocidad


de acción, de apoyo y desarrollo entre la familia y la sociedad. Se constata que la situación
en que muchas familias se encuentran en diversos países es muy problemática, y hasta
negativa.

Instituciones y leyes desconocen injustamente los derechos inviolables de la familia, de


la persona humana y la sociedad. En lugar de ponerse al servicio de la familia, la atacan con
violencia en sus valores y en sus exigencias fundamentales. La Iglesia defiende abierta y
vigorosamente los derechos de la familia contra las violaciones de la sociedad y del Estado.
Especialmente señala los siguientes derechos de la familia:

✓ Existir y progresar como familia, es decir, el derecho de todo hombre,


especialmente aun siendo pobre, a fundar una familia, y a tener los recursos
apropiados para mantenerla;
✓ Ejercer su responsabilidad en el campo de la transmisión de la vida y a educar a los
hijos;
✓ Intimidad de la vida conyugal y familiar;
✓ Estabilidad del vínculo y de la institución matrimonial;
✓ Creer y profesar su propia fe, y a difundirla;
✓ Educar a sus hijos de acuerdo con las propias tradiciones y valores religiosos y
culturales, con los instrumentos, medios e instituciones necesarias;
✓ Obtener la seguridad física, social, política y económica, especialmente de los
pobres y enfermos;
✓ Derecho a una vivienda adecuada, para una vida familiar digna;
✓ Derecho de expresión y de representación ante las autoridades públicas,
económicas, sociales, culturales y ante las inferiores, tanto por sí misma como por
medio de asociaciones;
✓ Crear asociaciones con otras familias e instituciones, para cumplir adecuada y
esmeradamente su misión;
✓ Proteger a los menores, mediante instituciones y leyes apropiadas, contra los
medicamentos perjudiciales, la pornografía, el alcoholismo, etc.;
✓ Derecho a un justo tiempo libre que favorezca, a la vez, los valores de la familia;
✓ Derecho de los ancianos a una vida y a una muerte dignas;
✓ Derecho a emigrar como familia, para buscar mejores condiciones de vida.

9
LA FAMILIA Y LA IGLESIA13

La Iglesia mira a las familias que permanecen fieles a las enseñanzas del Evangelio,
agradeciéndoles el testimonio que dan y alentándolas, porque gracias a ellas, se hace creíble
la belleza del matrimonio indisoluble y fiel para siempre. Es por ello, que la Familia,
“Iglesia doméstica”14, madura la primera experiencia eclesial de la comunión entre
personas, en la que se refleja, por gracia, el misterio de la Santa Trinidad.

La Iglesia es familia de familias: constantemente enriquecida por la vida de todas las


iglesias domésticas. Por lo tanto, “en virtud del sacramento del matrimonio cada familia se
convierte, a todos los efectos, en un bien para la Iglesia. Y esto es un don valioso para el
hoy de la Iglesia, considerar la reciprocidad entre familia e Iglesia: la Iglesia es un bien
para la familia, la familia es un bien para la Iglesia. Por ello, custodiar este don sacramental
del Señor corresponde no solo a la familia individualmente sino a toda la comunidad
cristiana.

También, es de resaltar el amor vivido en las familias, porque es una fuerza constante
para la vida de la Iglesia. Ya que, el fin unitivo del matrimonio es una llamada constante a
acrecentar y profundizar este amor. En su misión y unión de amor los esposos
experimentan la belleza de la paternidad y la maternidad; comparten proyectos y fatigas,
deseos y aficiones; aprenden a cuidarse el uno al otro y a perdonarse mutuamente. Esto es
la belleza del don recíproco y gratuito, la alegría por la vida que nace y el cuidado amoroso
de todos sus miembros, desde los pequeños a los ancianos, son solo algunos de los frutos
que hacen única e insustituible la respuesta a la vocación de la familia.

El fundamento sacramental propio de la misión salvífica de la familia cristiana: se


puede abrir distintas perspectivas teológicas:

✓ El fundamento sacramental, constituye la razón última o el por qué radical de la


legitimidad y de la necesidad del apostolado laico de los cónyuges y de los
padres cristianos. Porque no solo son circunstancias históricas, sino están en su
ser, desde la configuración por los sacramentos del Bautismo y el Matrimonio.

✓ La misión salvífica de los cónyuges y de los padres cristianos está relacionada


con la consagración significada y producida por el Sacramento del Matrimonio,
que los hace partícipes.

La familia como “iglesia doméstica”: es un lugar de encuentro con Cristo dentro de la


comunidad de una familia cristiana en particular, un lugar donde cada miembro dela familia
tiene un papel importante. En otras palabras, la “misión” de la familia en la tarea de la

13
FRANCISCO, Exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia, n. 86.
14
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática Lumen Gentium, 11, AAS 57 (1965).

10
evangelización es ser lo que es llamada a ser, esto es, vivir al diario como familia cristiana,
o, como lo dijo a menudo San Juan Pablo II: “¡Familias, sean lo que son!”. La misión de la
familia de “custodiar, revelar y comunicar el amor”, al igual que la comunidad parroquial,
no existe en un lugar ideal. La verdad y belleza de la familia deben ser comunicadas a cada
familia cristiana, incluso a las que son frágiles, están heridas o quebradas. Estas familias
también pueden leer con confianza las palabras de San Pablo: “¿Quién podrá entonces
separarnos del amor de Cristo?” (Rom 8, 35) Y es posible que encuentren en esa confianza
un camino de esperanza y sanación.

LA FAMILIA Y LA VIDA EN LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

La comunión espiritual de las familias cristianas, enraizadas en la fe y esperanza común


y vivificada por la caridad, constituye una energía interior que origina, difunde y desarrolla
justicia, reconciliación, fraternidad y paz entre los hombres. La familia cristiana, como
“pequeña Iglesia”, está llamada, a semejanza de la “gran Iglesia”, a ser signo de unidad
para el mundo y a ejercer de ese modo su función profética, dando testimonio del Reino y
de la paz de Cristo, hacia el cual el mundo entero está en camino. Las familias cristianas
podrán realizar esto tanto por medio de su acción educadora, es decir, ofreciendo a los hijos
un modelo de vida fundado sobre los valores de la verdad, libertad, justicia y amor, bien sea
con un compromiso activo y responsable para el crecimiento auténticamente humano de la
sociedad y de sus instituciones, bien con el apoyo, de diferentes modos, a las asociaciones
dedicadas específicamente a los problemas del orden internacional.
Participación en la vida y misión de la Iglesia: entre los cometidos fundamentales de la
familia cristiana se halla el eclesial, es decir, que ella está puesta al servicio de la
edificación del Reino de Dios en la historia, mediante la participación en la vida y misión
de la Iglesia. Para comprender mejor los fundamentos, contenidos y características de tal
participación, hay que examinar a fondo los múltiples y profundos vínculos que unen entre
sí a la Iglesia y a la familia cristiana, y que hacen de esta última como una “Iglesia en
miniatura” (Ecclesia domestica 114) de modo que sea, a su manera, una imagen viva y una
representación histórica del misterio mismo de la Iglesia.
Por su parte la familia cristiana está insertada de tal forma en el misterio de la Iglesia
que participa, a su manera, en la misión de salvación que es propia de la Iglesia. Los
cónyuges y padres cristianos, en virtud del sacramento, “poseen su propio don, dentro del
Pueblo de Dios, en su estado y forma de vida”. Por eso no sólo “reciben” el amor de Cristo,
convirtiéndose en comunidad “salvada”, sino que están también llamados a “transmitir” a
los hermanos el mismo amor de Cristo, haciéndose así comunidad “salvadora”. De esta
manera, a la vez que es fruto y signo de la fecundidad sobrenatural de la Iglesia, la familia
cristiana se hace símbolo, testimonio y participación de la maternidad de la Iglesia.

Un cometido eclesial propio y original: la familia cristiana está llamada a tomar parte
viva y responsable en la misión de la Iglesia de manera propia y original, es decir, poniendo

11
a servicio de la Iglesia y de la sociedad su propio ser y obrar, en cuanto, comunidad íntima
de vida y de amor. Si la familia cristiana es comunidad cuyos vínculos son renovados por
Cristo mediante la fe y los sacramentos, su participación en la misión de la Iglesia debe
realizarse según una modalidad comunitaria; juntos, pues, los cónyuges en cuanto pareja, y
los padres e hijos en cuanto familia, han de vivir su servicio a la Iglesia y al mundo. Deben
ser en la fe “un corazón y un alma sola”, mediante el común espíritu apostólico que los
anima y la colaboración que los empeña en las obras de servicio a la comunidad eclesial y
civil.
La familia cristiana edifica además el Reino de Dios en la historia mediante esas mismas
realidades cotidianas que tocan y distinguen su condición de vida. Es por ello en el amor
conyugal y familiar vivido en su extraordinaria riqueza de valores y exigencias de totalidad,
unicidad, fidelidad y fecundidad, donde se expresa y realiza la participación de la familia
cristiana en la misión profética, sacerdotal y real de Jesucristo y de su Iglesia.
Lo recuerda el Concilio Vaticano II cuando dice: “La familia hará partícipes a otras
familias, generosamente, de sus riquezas espirituales. Así es como la familia cristiana, cuyo
origen está en el matrimonio, que es imagen y participación de la alianza de amor entre
Cristo y la Iglesia, manifestará a toda la presencia viva del Salvador en el mundo y la
auténtica naturaleza de la Iglesia, ya por el amor, la generosa fecundidad, la unidad y
fidelidad de los esposos, ya por la cooperación amorosa de todos sus miembros”.
Como ha repetido el Sínodo: “recogiendo mi llamada lanzada en Puebla, la futura
evangelización depende en gran parte de la Iglesia doméstica. Esta misión apostólica de la
familia está enraizada en el Bautismo y recibe con la gracia sacramental del matrimonio
una nueva fuerza para transmitir la fe, para santificar y transformar la sociedad actual según
el plan de Dios”.
La familia cristiana, hoy, sobre todo, tiene una especial vocación a ser testigo de la
alianza pascual de Cristo, mediante la constante irradiación de la alegría del amor y de la
certeza de la esperanza, de la que debe dar razón: “La familia cristiana proclama en voz alta
tanto las presentes virtudes del reino de Dios como la esperanza de la vida bienaventurada”.
La absoluta necesidad de la catequesis familiar surge con singular fuerza en
determinadas situaciones, que la Iglesia constata por desgracia en diversos lugares: En los
lugares donde una legislación antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe,
o donde ha cundido la incredulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de resultar
prácticamente imposible una verdadera creencia religiosa, la Iglesia doméstica es el único
ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis.

PREGUNTAS
1. Según su opinión ¿Qué postura debe tener la familia en la sociedad actual?
2. ¿Qué invitación hace la Iglesia a los padres de familia en el mundo
contemporáneo?

12
CONCLUSIÓN

La familia es una comunidad de personas, la célula social más pequeña y como tal, es
una institución fundamental para la vida de toda sociedad. La familia como institución,
espera de la sociedad, ser reconocida en su identidad y aceptada en su naturaleza de sujeto
social. Ésta va unida a la identidad propia del matrimonio y de la familia, que también es de
vital importancia para la Iglesia, porque la familia es la Iglesia doméstica en la que
conforma la gran familia que es la Iglesia.

También, la familia es donde nacen los ciudadanos, y éstos encuentran en ella la primera
escuela de esas virtudes sociales, que son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad
misma. Así la familia, en virtud de su naturaleza y vocación, lejos de encerrarse en sí
misma, se abre a las demás familias y a la sociedad, asumiendo su función social. Es
imprescindible, que se promuevan y respeten los derechos de la familia, de tal forma que, la
vida sea siempre valorada, respetada y acogida; el Estado, por su parte, debe de ser uno de
los primeros en luchar por defender y por el bienestar de las familias: “comunidad de vida y
amor”.

Finalmente, la Iglesia mira a las familias que permanecen fieles a las enseñanzas del
Evangelio, agradeciéndoles el testimonio que dan y alentándolas, porque gracias a ellas, se
hace creíble la belleza del matrimonio indisoluble y fiel para siempre, el cual profesaron en
un momento determinado de su vida y que están llamados a defender a través de las
pastorales de la Iglesia, de manera especial la pastoral familiar, instrumento de
evangelización y de acción misionera.

13

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