Muñoz - Un Mestizo Transatlántico

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Entre líneas

Una historia de Colombia en mapas

Editores:
Lucía Duque Muñoz
Anthony Picón Rodríguez
Sebastián Díaz Ángel
Santiago Muñoz Arbeláez
Contenido

Colombia en mapas 13

SIGLO XVI:
La expansión atlántica y un nuevo reino en los Andes 25
Santiago Muñoz Arbeláez

Capítulo 1
Una inmensa mancha verde
El enigma del mapa de Juan de la Cosa (1500)* 31
Paolo Vignolo

Capítulo 2
Padrón Real: la Carta universal de Diego Ribero (1520) 41
Mauricio Nieto Olarte

Capítulo 3
El Nuevo Reino de Granada y la cordillera de los Andes 51
Andrés Vélez Posada

Capítulo 4
Un mestizo transatlántico y sus dibujos del Nuevo Reino de Granada 65
Santiago Muñoz Arbeláez

Capítulo 5
Cartografía y colonización en el Chocó:
el mapa de Melchor de Salazar, 1596 77
Juan David Montoya Guzmán
SIGLO XVII:
Adaptaciones al orden colonial y fin del monopolio ibérico 89
Sebastián Díaz Ángel

Capítulo 6
Las campañas contra los carares y el mapa del oidor Luis Enríquez en
1601 97
Luis Miguel Córdoba Ochoa

Capítulo 7
Ganadería y dinámicas anfibias en los Andes neogranadinos a principios
del siglo xvıı: la representación de la cuenca media del río Bogotá 107
Katherinne Mora Pacheco

Capítulo 8
¡El mapa más detallado y difundido del Nuevo Reino de Granada fue
creado en Holanda por los enemigos de la monarquía española! 115
Sebastián Díaz Ángel

Capítulo 9
¿Por qué Cartagena es la ciudad más cartografiada de América? 125
Timothée de Saint Albin

Capítulo 10
Cartagena de Indias y el “Archipiélago de México”: una unidad geográfica
en el islario veneciano de Vincenzo Coronelli (1696) 139
Ana María Silva Campo

SIGLO XVIII:
Cartografía ilustrada y modernización del imperio 149
Lucía Duque Muñoz
Anthony Picón Rodríguez

Capítulo 11
Pasado, presente y futuro en Teatro de la guerra en América,
de Pieter Mortier 155
Ernesto Bassi Arévalo
Capítulo 12
Quito y Popayán: los mapas de Maldonado, d’Anville y La Condamine
(1750-1751) 167
Iván Felipe Suárez Lozano

Capítulo 13
El imperio se convierte en geometría: el mapa del Tratado de Madrid
(1750) 181
Manuel Lucena Giraldo

Capítulo 14
El sur impreciso: la Amazonia de finales del siglo xviii en el Mapa de una
parte de la América Meridional, de Francisco Requena y Herrera (1783) 191
Sebastián Gómez González

Capítulo 15
El Plan geográfico del virreinato de Santafé de Bogotá, 1772: las utopías de
orden, la prosperidad virreinal y la defensa del imperio 199
María José Afanador-Llach

Capítulo 16
En busca de un camino por las montañas de Sonsón 209
Luis Fernando González Escobar

SIGLO XIX:
Independencia y primeros esbozos del mapa nacional 221
Lucía Duque Muñoz

Capítulo 17
El atlas que archiva y borra historias de la república. De la Carta
Corográfica de la República de Colombia al Atlas de la Historia de la
revolución 229
Lina del Castillo

Capítulo 18
Dibujar la silueta del Estado-nación: Joaquín Acosta y el mapa de 1847 251
Lucía Duque Muñoz
Capítulo 19
La carta geográfica de los Estados Unidos de Colombia, de Codazzi:
el primer mapa oficial de Colombia 263
Efraín Sánchez Cabra

Capítulo 20
Aquella inmensidad de tierra: el Mapa corográfico de la provincia de
Casanare, 1856 271
Nancy P. Appelbaum

Capítulo 21
El paisaje liberal: el mapa de los ejidos de Bogotá, 1862 285
Constanza Castro Benavides

SIGLO XX:
Institucionalización de las prácticas cartográficas y consolidación
del mapa nacional 301
Anthony Picón Rodríguez
Sebastián Díaz Ángel

Capítulo 22
La distribución espacial de las guerras decimonónicas. El mapa Colombia
Sangrienta, de Francisco Javier Vergara y Velasco (1906) 307
David Alejandro Ramírez Palacios

Capítulo 23
Mapa para un confín: Demetrio Salamanca Torres y la Amazonia contestada 319
Camilo Useche López
Jorge Aponte Motta

Capítulo 24
Bogotá Futuro: entre el city planning y el city beautiful 333
Luis Carlos Colón Llamas

Capítulo 25
Colombia cafetera. Un mapa nacional hecho propaganda 345
Anthony Picón Rodríguez
Capítulo 26
Canal atómico, mega-represas, autopistas de la selva y otros proyectos de
ingeniería geográfica en el Atlas de Colombia de 1967 357
Sebastián Díaz Ángel

Sobre los autores 371


65

Capítulo 4

Un mestizo transatlántico y
sus dibujos del Nuevo Reino
de Granada 1

Santiago Muñoz Arbeláez


Universidad de Texas en Austin

En 1584, el cacique de Turmequé, don Diego de Torre, presentó al rey Felipe II


dos de los mapas más tempranos que tenemos del Nuevo Reino de Granada
(véanse los mapas 4.1 y 4.2). Torre esbozó en dos folios los asentamientos y
características geográficas del reino. Los mapas son a primera vista muy sen-
cillos: incluyen esquemáticamente las características de esta zona utilizando
convenciones muy familiares para nosotros. Pero detrás de estos trazos se
encuentra una historia profunda e interesante. Al ubicar los mapas en las
travesías de su autor ––un cacique muisca que atravesó el océano Atlántico
para entregarlos personalmente al monarca de uno de los imperios más vas-
tos del mundo––, podemos verlos como parte de unos procesos más amplios,
mediante los cuales se estaba redefiniendo el norte de Suramérica como parte
del Imperio hispano. De hecho, el que se pensara al Nuevo Reino de Granada
como una entidad geográfica distintiva que había que mapear tenía sentido
precisamente con respecto a esas geografías imperiales más amplias.
Al ver estas redes imperiales en que se movía don Diego de Torre, poco

1 Para citar este capítulo: http://dx.doi.org/10.30778/2022.118


66 E ntre lín e a s . Un a hi st or ia d e C olombia e n m apa s

[Imagen 4.1] Provincia a poco vamos develando las diferentes capas de sentido de los mapas. Por
de Santafé en el Nuevo
Reino de Granada.
una parte, vemos que algunos de los íconos que incluyó en sus mapas y que
Diego de Torre, 1584 hoy nos parecen tan familiares, como pueblos y ciudades, formaron parte
Fuente: Archivo General de las transformaciones que los oficiales del imperio buscaron implementar
de Indias, España,
Mapas y Planos en Suramérica para convertir las tierras altas de los Andes en un reino cató-
lico al servicio de la monarquía hispana. En el momento en que don Diego
dibujó los mapas, estos espacios eran aún materia de contienda y, como vere-
mos, el que los haya utilizado como la base de su representación es indica-
tivo de su proyecto político. Por otra parte, los mapas de Torre ofrecen una
idea más compleja de la cartografía indígena colonial, así como de la historia
de los intelectuales indígenas2. La representación cartográfica de una auto-
ridad nativa que emplea con destreza las convenciones europeas nos lleva a
reconsiderar nuestras nociones sobre lo indígena como inmutable, así como
2 Véase Gabriela Ramos y Yanna Yannakakis, eds., Indigenous intellectuals: knowledge, power, and colonial culture
in Mexico and the Andes (Durham: Duke University Press, 2014).
C a pít u lo 4

Un m e stiz o t ran satl ántic o y su s dibujo s d el Nu e vo R e in o d e G ran a d a 67

repensar nuestra ecuación casi intuitiva entre lo nativo y lo prehispánico. El [Imagen 4.2] Provincia
de Tunja en el Nuevo
caso de don Diego de Torre nos hace ir más allá de los lugares comunes para Reino de Granada.
ver cómo algunos intelectuales asociados con los mundos nativos aprendie- Diego de Torre, 1584
ron a navegar las instituciones y teorías del imperio, y cómo en ellas encon- Fuente: Archivo General
de Indias, España
traron nuevas herramientas para representar sus espacios y sus sociedades.

Torre y sus viajes a la corte de Felipe II

Don Diego de Torre nació hacia 1549. Era hijo de Catalina de Moyachoque, la
hermana mayor del cacique de Turmequé, y del conquistador Juan de Torres,
quien había formado parte de las huestes de Gonzalo Jiménez de Quesada
y había recibido el cacicazgo de Turmequé como encomienda, en reconoci-
miento de sus servicios en la conquista. De acuerdo con los parámetros de
sucesión de los muiscas, que seguían la vía materna, a don Diego de Torre le
68 E ntre lín e a s . Un a hi st or ia d e C olombia e n m apa s

correspondía heredar el cacicazgo. Tras la muerte de su padre Juan de Torres


en 1570, Pedro de Torres —el medio hermano de don Diego que había nacido
en España antes de que Juan de Torres tomara rumbo a las Indias— se posi-
cionó como encomendero de Turmequé. Al año siguiente, don Diego tomó
cargo del cacicazgo, hecho que creó una situación inusual: el encomendero
y el cacique de un grupo indígena eran medio hermanos. En lugar de ocasio-
nar simpatías o alianzas, la situación detonó tensiones y animosidades entre
ellos, que crecerían durante los años siguientes.
Poco después de posicionarse como cacique, Torre se vio obligado a
defender su derecho a ejercer este cargo en una serie de disputas legales que
surgieron de la oposición establecida por parte de los encomenderos y las
autoridades de la Real Audiencia, quienes vieron su mestizaje como una ame-
naza al funcionamiento de las instituciones imperiales. Era precisamente su
condición de mestizo, su relación con la escritura y su capacidad de desen-
volverse, tanto en las esferas imperiales como en las nativas, lo que resultaba
preocupante para los encomenderos y las autoridades de la Audiencia. La
preocupación de la Audiencia era de tal magnitud que destituyó a Torre de
su posición como cacique. Ante la situación, Torre emprendió un largo viaje
para cruzar el Atlántico rumbo a Madrid con el objetivo de entrevistarse per-
sonalmente con el rey, informarle de las irregularidades en el gobierno de la
Audiencia y solicitarle que ratificara su nombramiento como cacique. Como
Torre no tenía permiso del rey para viajar a la corte en Madrid, las autorida-
des de la Audiencia, tan pronto como se enteraron de su partida, notificaron
a los puertos para que lo tomaran preso. Torre entonces debió viajar como
fugitivo. En Cartagena tomó un navío, que poco después naufragó e hizo
que su paso por el Caribe fuera mucho más extenso. Pasó un tiempo en La
Española, donde conoció al presidente de la Audiencia, que lo ayudó a lle-
gar a la corte enviando una correspondencia al rey a su cargo. Torre después
escribiría que su paso por el Caribe fue una experiencia transformadora. Allí
pudo ver con sus propios ojos la devastación y destrucción que había gene-
rado el maltrato hacia la población nativa.
Esta travesía Atlántica únicamente aumentaría las ansiedades que Torre
generaba entre la Audiencia y los encomenderos. En Madrid, Torre pudo
consultar los libros en donde se conservaban las disposiciones enviadas por el
rey y el Consejo de Indias a las audiencias para el buen gobierno; conoció bien
a oficiales de la corte, como el secretario del rey, Antonio de Eraso, y se entre-
vistó personalmente con Felipe II, quien leyó sus escritos y escuchó atenta-
mente su mensaje. Las ansiedades de la Audiencia se habían incrementado
C a pít u lo 4

Un m e stiz o t ran satl ántic o y su s dibujo s d el Nu e vo R e in o d e G ran a d a 69

tanto que los oidores dirigieron una carta al rey en 1576, en la que expresa-
ban su preocupación sobre Torre: “en España está uno [un mestizo] que se
llama Diego de Torre y conviene que no vuelva a este Reino porque es muy
buena lengua y muy buen hombre de a caballo y diestro en las armas y más
querido de los indios de lo que conviene”. El año siguiente informaban al rey
que Torre había escrito varias cartas en el camino a los caciques del reino lla-
mándose a sí mismo “‘El Señor de las Honduras de Turmequé’ y prometién-
doles libertad y otras vanidades”3.
Pero en lugar de retener a Torre en la corte, el rey lo envió de vuelta junto
con un visitador, Juan Bautista Monzón, para que averiguara la situación de la
Audiencia. De ahí en adelante la situación sólo empeoró. La presencia de don
Diego de Torre fue tan polémica que resultó dos veces encarcelado, se escapó
de la cárcel y se resguardó en los páramos mientras encontraba una solución.
La Audiencia lo acusaba de rebelión: decían que al volver se había hecho lla-
mar hoa —un término muisca que en español significa “hijo del sol”—; fue
señalado de haber inducido a los indios a desobedecer a sus encomenderos y
de haber instaurado, él mismo, un sistema de pregoneros con el que coordi-
naba a los caciques del reino y un sistema de tributación con que les cobraba
tributos. Ante toda la conmoción, el rey se vería obligado a enviar a un nuevo
visitador, Juan Prieto de Orellana, que llevaría de nuevo a Torre a la corte real
en Madrid, pero esta vez preso, bajo los cargos de traición4.

Un reino en pintura

Es en este segundo viaje que Torre presentó al rey los mapas del reino. Dadas
las condiciones particulares en que se encontraba, Torre elaboró los mapas
con el objetivo de que acompañaran su Relación sobre el buen gobierno del
Nuevo Reino de Granada. En la relación, Torre describía al rey los problemas
que afectaban el “buen gobierno” de la región y proponía correctivos a los
factores que causaban la catástrofe que vivían los indígenas. En este sentido,
los mapas formaban parte de un conjunto mucho más extenso de represen-
taciones escritas y visuales presentadas por don Diego al rey y al Consejo de
Indias. El propósito de los mapas era ilustrativo: Torre buscaba trasmitir al
monarca una idea, una imagen del “reino” que fuera consistente con aquella

3 Para mayor detalle sobre la vida de don Diego de Torre, véase su biografía bien documentada en Ulises Rojas,
El cacique de Turmequé y su época (Tunja: Imprenta Departamental, 1965).
4 Véase Escribanía de Cámara 826c, pieza 50, Archivo General de Indias, Sevilla.
70 E ntre lín e a s . Un a hi st or ia d e C olombia e n m apa s

que presentaba en su solicitud. Es posible que la decisión de Torre de incluir


mapas en la relación que dirigía al rey estuviera fundamentada en las ins-
trucciones para las Relaciones Geográficas, una empresa magna al estilo del
Padrón Real que buscaba recoger y sistematizar información geográfica de
las diferentes localidades del imperio. Estas habían sido promulgadas en 1572
y consistían en una serie de cuestionarios que las autoridades locales debían
responder y enviar de nuevo a España, donde se recopilarían y procesarían.
Los mapas de Torre incluían en buena medida la información que se buscaba
recoger en este gran proyecto.
La composición gráfica es reveladora de la interpretación que hacía Torre
del Nuevo Reino de Granada en sus comunicaciones a Felipe II y al Consejo
de Indias. Los trazos, los íconos y las letras configuran una lectura especí-
fica del espacio, una forma representativa de la manera como Diego de Torre
anticipaba que el rey leería el territorio. Cada mapa se concentraba en una
provincia: la de Santafé y la de Tunja. Los términos de las provincias estaban
visualmente delimitados por una línea que cortaba claramente el espacio y
delimitaba el territorio. Las “ciudades españolas” ––para usar el término de
Torre–– se erigían claramente como el centro del territorio; como ícono para
representar los asentamientos indígenas utilizó una iglesia. Desde los asenta-
mientos más alejados se incluyeron unas manos señalando la ciudad central
y se indicaba la distancia que había entre ellas.
El antecedente más claro de esta manera de dibujar el espacio se puede
encontrar en la política de “reducciones” adelantada por Tomás López, oidor
de la Audiencia de Santafé y visitador general del Nuevo Reino de Granada
entre 1557 y 15605. Esta política consistió en la creación de unos asentamien-
tos nucleados, llamados “pueblos de indios”, en los que se debía agrupar a
la población nativa, de manera que se facilitara su administración religiosa y
secular —en palabras de López, “para su mejor poliçia y conbersion”—. Para
ello, se decretó implementar un ordenamiento espacial homogéneo en forma
de cuadrícula en el que se reflejaran las jerarquías coloniales. La instrucción
estipulaba cómo se debían alinear las calles, construir los edificios y disponer
de las casas y solares. En la plaza se debía erigir la iglesia, el cabildo, la casa
del cacique y la cárcel, y debía ser el referente principal a partir del cual se
orientaba la vida de las personas. En los pueblos se debían juntar entre cien y
seiscientos o máximo ochocientos indios, se debían elegir sitios “llanos” que
fueran fácil de atravesar “a pie y a cavallo” y donde se pudieran conseguir
5 Sobre las “reducciones”, véase Santiago Muñoz Arbeláez, Paisajes coloniales: redibujando los territorios andinos
en el siglo xvii, ; https://colonial-landscapes.com/.
C a pít u lo 4

Un m e stiz o t ran satl ántic o y su s dibujo s d el Nu e vo R e in o d e G ran a d a 71

productos para su sostenimiento. Si los grupos indígenas tenían más de ocho-


cientos indios, se debían separar en dos poblados; si tenían menos de cien,
se tenían que agrupar hasta cumplir la cuota mínima. Asimismo, estipulaba
que los “edifiçios hechos y moradas” debían construirse “de la obra mas per-
petua que pudiere hazerse”, de manera que los indios pudieran residir en
sus pueblos de manera permanente. Se trataba de un proyecto ambicioso
que aspiraba a transformar la manera como las poblaciones muiscas habita-
ban el espacio. Era un proyecto de ingeniería social que buscaba crear una
población fija, permanente y fácilmente accesible; buscaba homogeneizar y
simplificar el paisaje de los Andes centrales, de manera que fuera legible y
cuantificable para la administración imperial. “Poblados desta manera a ser-
vi[cio] de dios y todos juntos” ––concluía López–– “[sólo] rresta darles hor-
denanças y capitulos de bibir para su puliçia y hordenar su rrepublica”6.
El hecho de que en los mapas de Torre el paisaje de los Andes aparezca
dominado por una serie de iglesias es representativo, por una parte, del pro-
grama de reducciones y de cómo el imperio buscaba transformar las vidas de
los grupos nativos al cambiar físicamente los espacios que habitaban. Pero,
por otra parte, era característico de la representación que hacía Torre del
Nuevo Reino de Granada. En la práctica, las reducciones fueron objeto de
múltiples respuestas y reacciones por parte de la población nativa. Así, por
ejemplo, tras las disposiciones de Tomás López, el cacique de Choachí huyó
a Guasca por no “poblar ni mandar a los indios a que poblasen” en el pue-
blo al estilo español. Unos años más tarde, durante la visita de 1563, los oido-
res constataron que los muiscas de Choachí habían prendido fuego tanto a
la iglesia como al poblado, poco tiempo después de los mandatos de López.
De hecho, también en Turmequé —el mismo repartimiento que Torre lide-
raba— el capitán Guatavica había decidido escapar a los páramos con sus
indios por no vivir en los pueblos, en 15607. En la región de Vélez se desata-
ron revueltas, pues las reducciones de los indios a pueblos detonaron epide-
mias y motivaron levantamientos de los grupos indígenas.
Pero este carácter contencioso de los pueblos no sale a la luz en los mapas
o en los escritos de Torre. La imagen que Torre buscaba transmitir en sus

6 Se pueden ver las instrucciones para las reducciones en Marta Herrera Ángel, “Mensajes implícitos: el
ordenamiento espacial en los pueblos de indios santafereños, s. xvi”. Geopraxis. Revista de estudiantes de geografía,
n.º 2 (2005): 13-21. Sobre las reducciones en los Andes y las llanuras del Caribe del Nuevo Reino de Granada, como
proyectos de control político, véase Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control
político en las llanuras del Caribe y en los Andes centrales neogranadinos, siglo xviii (Bogotá: Instituto Colombiano de
Antropología e Historia, Academia Colombiana de Historia, 2002).
7 Véase Caciques e Indios 67, d. 28, fol. 904r, Archivo General de la Nación, Bogotá.
72 E ntre lín e a s . Un a hi st or ia d e C olombia e n m apa s

mapas y en sus escritos era la de unos indios cristianos que vivían bajo un
orden cristiano y cumplían con todas las disposiciones del rey. Esto con-
cuerda muy bien con los memoriales escritos que le presentó al rey. Sus escri-
tos estaban claramente enmarcados en la teoría jurídica de la época que
consideraba que los indios eran “miserables”: grupos pobres o “pusiláni-
mes”, tales como las viudas, los menores de edad o los discapacitados, que
necesitaban protección especial del monarca. Torre se refiere frecuentemente
a los indios como “aquellos miserables”, “ovejas mudas”, “pobres naturales”
y en ocasiones “nosotros miserables”, incluyéndose dentro de esta categoría.
En lugar de describir las prácticas culturales de los muiscas, Torre los repre-
sentaba en sus memoriales y cartas de una manera abstracta y genérica como
buenos vasallos que cumplían con todos los requisitos del imperio y que, sin
embargo, estaban sufriendo tremendamente los maltratos de los encomen-
deros y las autoridades de la Audiencia. Debido a esto, en los mapas de Torre
no hay campo para prácticas como las de los indios de Choachí, o para gru-
pos como los Pijaos o los Carares, que en la época estaban atacando fuer-
temente a los comerciantes que intentaban pasar por la cordillera central
rumbo a Popayán o al Perú, o a las embarcaciones que transitaban por el río
Magdalena. En cambio, los bogas sí encontraban su lugar en el mapa junto
a un texto explicativo que dice: “en este río había una infinidad de indios,
todos los han consumido en la cruel boga, que de más de cinquenta mil indios
no han quedado ningunos”.

Un cacique renacentista

Los mapas de Torre encajan bien dentro de sus representaciones textua-


les, que tomaba prestados muchos elementos de la teoría jurídica hispana
para describir a los indios como buenos vasallos y que, sin embargo, esta-
ban sufriendo grandes injusticias y necesitaban la intervención real para
remediarlo. Si usualmente esperamos que los dibujos y escritos de un líder
indígena estén centrados en convenciones y códigos culturales claramente
diferenciables de los europeos, los mapas de Torre causan cierta sorpresa.
Sus mapas nos obligan a repensar las preconcepciones con las que aborda-
mos el estudio de los indígenas coloniales. Los mapas de Torre son los de
un cacique renacentista cuyos referentes intelectuales no son únicamente
los locales, sino que se mueve en una escala imperial. Torre viajó a Madrid,
escribió y dibujó sus mapas en la misma época en que el Inca Garcilaso de la
C a pít u lo 4

Un m e stiz o t ran satl ántic o y su s dibujo s d el Nu e vo R e in o d e G ran a d a 73

Vega estaba reconsiderando la historia de los incas en el marco de la histo-


ria bíblica; asimismo, era el periodo en que un equipo de tlacuilos —pintores
nahuas de la ciudad de México— estaban produciendo el códice florentino
en la escuela de Tlatelolco bajo la dirección de Bernardino de Sahagún, y alre-
dedor de la misma etapa un grupo de caciques del Perú le ofrecía a Felipe II
apoyarlo económicamente para que no volviera las encomiendas perpetuas8.
Era un tiempo de globalización para las autoridades nativas, que dejaron
una robusta, compleja e interesante producción intelectual. Estos intelec-
tuales indígenas estaban leyendo la Biblia, a los autores clásicos, medieva-
les y renacentistas, y la teoría legal del imperio para repensar su historia y su
lugar dentro del Imperio hispano. Todos estos autores se caracterizan por
el carácter ambivalente e híbrido de su producción literaria. Dentro de este
contexto, los dibujos y escritos de don Diego de Torre cuentan con unas
características muy específicas. Mientras que Guamán Poma, por ejemplo, le
mezclaba una perspectiva andina a su producción artística y escrita que salta
a la vista, la de Diego de Torre muestra poco rastro de su interacción con los
nativos en el terreno. Lo que causa impacto al leer la obra de Torre, por el
contrario, es el grado de cercanía con que escribe desde los cánones euro-
peos. Mientras que el proyecto de las Relaciones Geográficas fracasó, pues
las diferentes tradiciones visuales indígenas que informaron cómo los oficia-
les locales representaban sus territorios hacían casi imposible la tarea de sis-
tematizarlas en un sólo mapa, la cartografía de don Diego muestra muy pocos
elementos ajenos a las tradiciones visuales hispanas. Esto ha llevado a varios
investigadores a pensarlo como alguien alejado del mundo indígena, que se
pensaba a sí mismo más desde el mundo hispano de su padre que desde las
coordenadas muiscas en que se desenvolvía su madre9. Lo que no explica
esta postura es el impacto que tuvo entre la población nativa a su retorno. La
población nativa testificó, en los procesos judiciales que adelantó el visitador
Juan Prieto de Orellana, que le habían hecho grandes celebraciones a don
Diego tras su retorno a España, en las cuales él mismo participaba. Cuando

8 Véase Diana Magaloni Kerpel, The colors of the New World. Artists, materials, and the creation of the Florentine
codex (Los Angeles: Getty Research Institute, 2014.)
9 Véase Rojas, El cacique de Turmequé. Joanne Rappaport presenta una visión más compleja de la identidad de don
Diego de Torre en The disappearing mestizo. Configuring difference in the colonial New Kingdom of Granada (Durham:
Duke University Press, 2014). Véase también Luis Fernando Restrepo, “El cacique de Turmequé o los agravios de la
memoria”, Cuadernos de Literatura 14, n.º 28 (2010): 14-33; Restrepo, “Narrating colonial interventions. Don Diego de
Torres, Cacique of Turmequé in the New Kingdom of Granada”, en Colonialism past and present. Reading and writing
about colonial Latin America today, editado por Álvaro Félix Bolaños y Gustavo Verdesio (Albany: State University
of New York Press, 2002), 97-117. Sobre las autoridades indígenas y los desajustes que siguieron a la llegada de los
españoles, véase Santiago Muñoz Arbeláez, Costumbres en disputa. Los muiscas y el Imperio español en Ubaque, siglo
xvi (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2015).
74 E ntre lín e a s . Un a hi st or ia d e C olombia e n m apa s

estaba prófugo de la justicia, la población nativa lo escondió en el páramo a


pesar de las amenazas de la Audiencia, y siempre conservó su apoyo hasta que
se entregó voluntariamente.
Lo que sí resulta interesante es que probablemente por su estratégico uso
de la retórica legal, los escritos de Torre al rey fueron sumamente efectivos.
Mientras que pocos de los nativos que navegaron el Atlántico en busca de la
atención de la corte de los Habsburgo lograron siquiera que se pidiera a las
autoridades locales la recopilación de información sobre lo que reclamaban,
don Diego de Torre captó la atención de Felipe II, quien no sólo lo recibió
personalmente para tomar noticia de lo que informaba, sino que anotaba con
su propio puño y letra los memoriales de Torre, a la vez que pedía al Consejo
que se tomara información sobre todo lo que describía. Debido a la efectivi-
dad de sus comunicaciones, el rey envió a Torre de vuelta a Suramérica con
un visitador con autoridad sobre todos los funcionarios de la Audiencia.
Así, entonces, detrás de la aparente familiaridad y simplicidad de los mapas
de Torre se encuentra una representación del Nuevo Reino de Granada estra-
tégicamente diseñada para captar la atención del monarca. El reino era, en
su representación, un paisaje de iglesias en que los indios vivían bajo los pre-
ceptos del imperio, pero eran maltratados. Tanto los elementos que incluye
como los silencios que deja son cuidadosamente escogidos para aportar a
este propósito. Incluso, su historia deja claro que los mapas tempranos del
Nuevo Reino de Granada tenían sentido en unas dinámicas políticas mucho
más amplias, que cobijaban el Atlántico y que habían transformado la manera
como algunos líderes indígenas pensaban y representaban sus espacios.

Bibliografía
Herrera Ángel, Marta. “Mensajes implícitos: el ordenamiento espacial en los pueblos de
indios santafereños, s. xvi”. Geopraxis: Revista de estudiantes de geografía, n.º 2 (2005):
13-21.
— Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en las Llanuras del Caribe
y en los Andes Centrales Neogranadinos, siglo xviii. Bogotá: Instituto Colombiano de
Antropología e Historia, Academia Colombiana de Historia, 2002.
Magaloni Kerpel, Diana. The colors of the New World. Artists, materials, and the creation of
the Florentine codex. Los Angeles: Getty Research Institute, 2014.
Muñoz Arbeláez, Santiago. Costumbres en disputa. Los muiscas y el Imperio español en
Ubaque, siglo xvi. Bogotá: Ediciones Uniandes, 2015.
C a pít u lo 4

Un m e stiz o t ran satl ántic o y su s dibujo s d el Nu e vo R e in o d e G ran a d a 75

— Paisajes coloniales: redibujando los territorios andinos en el siglo xvii, www.paisajescolo-


niales.com; Ramos, Gabriela y Yanna Yannakakis, eds. Indigenous intellectuals: knowle-
dge, power, and colonial culture in Mexico and the Andes. Durham: Duke University
Press, 2014.
Rappaport, Joanne. The disappearing mestizo. Configuring difference in the colonial New
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Restrepo, Luis Fernando. “El cacique de Turmequé o los agravios de la memoria”.
Cuadernos de Literatura 14, n.º 28 (2010): 14-33.
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New Kingdom of Granada”. En Colonialism past and present. Reading and writing about
colonial Latin America today, editado por Álvaro Félix Bolaños y Gustavo Verdesio,
97-117. Albany: State University of New York Press, 2002.
Rojas, Ulises. El cacique de Turmequé y su época. Tunja: Imprenta Departamental, 1965.

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