0% encontró este documento útil (0 votos)
9 vistas8 páginas

Autoestima

Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Descargar como pdf o txt
0% encontró este documento útil (0 votos)
9 vistas8 páginas

Autoestima

Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 8

FORO JUVENIL: FRAGILIDAD EMOCIONAL Y RESILIENCIA “PARA NO METERTE EN BRONCAS”

TEMA: AUTOESTIMA

La fragilidad emocional, ocurre cuando una persona actúa de forma errática, desorganizada y
paralizante ante sucesos en los que podría responder y gestionarse de manera efectiva,
experimentando un gran sufrimiento emocional. Estas personas pueden tener un
pobre autoconcepto así, como una escasa estima propia, estos aspectos se desarrollan
principalmente en la primera infancia y la adolescencia.

No es únicamente caer con facilidad en el llanto, la ira o la tristeza, sino que dichas emociones se
magnifican, la preocupación se vuelve excesiva, y pueden manifestarse síntomas como: inquietud
constante, baja tolerancia a la frustración, sentimientos de agobio, miedos diversos que muchas
veces no tienen un fundamento real, lo que los lleva a tener una atención dispersa, una sensación
de vacío interior, algunos tienen miedo al abandono, por lo que pueden ser presas fáciles de la
manipulación de otros.

Hay eventos con los que la persona no puede lidiar muchas veces sola, puede manifestarse con
un pobre control de impulsos, y frecuentemente tienen una incapacidad para tener una óptima
regulación emocional, lo que puede derivar muchas veces en trastornos de ansiedad generalizada,
del estado de ánimo como distimia, lo que les puede conducir al aislamiento, mermando su
calidad de vida.

Algunas personas que se reconocen como frágiles emocionalmente, no trascienden esa etapa de
aceptación y caen en el victimismo, pueden derivar muchas veces en trastornos de ansiedad
generalizada, del estado de ánimo, conducirles al aislamiento, impidiendo su desarrollo en muchos
ámbitos, y mermando su calidad de vida.

¿Qué es el Autoestima?

Generalmente se define como la evaluación global del valor que cada individuo tiene de sí mismo,
es decir, el grado de satisfacción personal. Este valor que nos damos a nosotros mismos está de
acuerdo con la manera en que nos percibimos, la forma en que pensamos sobre nuestra persona y
en nuestra conducta general como seres humanos. Implica tener confianza en nuestra capacidad
de compartir afecto sin distinciones, estar dispuestos a ser amados por nuestras virtudes,
disposición y comprensión de las diferencias de los demás, sin dejar de lado nuestra singularidad.
Una buena autoestima significa:

 Tener buena opinión de uno mismo


 Tener confianza en nuestro valor como personas
 Tener una actitud positiva
 Estar satisfecho de uno mismo la mayor parte del tiempo
 Plantearse objetivos realistas
Tanto los niños como los adolescentes y los adultos se benefician en su salud cuando mantienen
buenas relaciones con los demás, sin soslayar los hechos y los pensamientos positivos adquiridos
en las distintas etapas de su vida.

Algunos autores consideran que se necesita pasar por diferentes momentos de desarrollo para
alcanzar una autoestima saludable. La autoestima está influida en principio por las relaciones que
establecemos con otras personas, como los integrantes de la familia, los vecinos, los profesores,
los amigos y los conocidos con quienes interactuamos frecuentemente.

Concepto y desarrollo de la autoestima


La noción de autoestima en nuestra cultura se confunde frecuentemente con lo que se llama
“amor propio” y tiene un significado negativo cuando se asocia con términos como individualismo,
egoísmo y sentimientos de culpa, particularmente cuando nos sentimos heridos.

Distintas investigaciones nos informan que las preguntas más frecuentes sobre autoestima se
encuentran, casi siempre, relacionados con situaciones o enfermedades como la depresión, el
fracaso escolar, la dependencia a drogas, la delincuencia, las conductas de abuso y la violencia
física y emocional que, en la medida en que no se atienden oportunamente, actúan como un
reforzador negativo de una escasa o pobre autoestima.

El interés que se ha generado en las últimas décadas sobre el concepto de autoestima, ha hecho
posible que se relacione directamente con lo que se conoce en la actualidad como factores de
riesgo y protección de la salud. Este enfoque preventivo toma en consideración dos aspectos
importantes que intervienen en su desarrollo:

 La dinámica psicológica de cada persona


 Las interacciones o relaciones sociales

Hoy en día existe un acuerdo para decir que la autoestima es, al mismo tiempo, el resultado de
una experiencia psicológica y el producto de una actividad de reflexión y conocimiento personal
que se hace evidente en nuestra conducta social. Esta afirmación significa que la autoestima se
construye de manera progresiva desde el vientre materno y que su desarrollo es resultado de un
proceso dinámico y continuo.

De acuerdo con los resultados que sugieren varios investigadores, existen cinco situaciones o
dominios en los que los jóvenes infantes pueden hacer una evaluación de ellos mismos:

 Las habilidades de reflexión o conocimiento


 Las habilidades deportivas
 La aceptación social
 La apariencia física
 La aceptación de conductas sociales

Ciertos rasgos de personalidad intervienen también en la modulación y el desarrollo sano de la


autoestima. Los niños extremadamente sensibles a los deseos y las expectativas de sus padres, en
ocasiones sienten que los decepcionan. Estos niños pueden ser también muy dependientes, aun
cuando ni siquiera lleguen a experimentar situaciones de éxito o a aprender de sus errores.

Algunos niños critican severamente las condiciones de su entorno social y por ende, a ellos
mismos. Esta actitud siempre va acompañada de la necesidad que tienen de verse y sentirse
perfectos. Este tipo de sentimientos termina siempre en una especie de acusación personal
cuando las cosas no suceden como lo habían esperado. En estos casos se evidencia también un
nivel importante de reproche personal y escasa o nula tolerancia a la frustración que se acompaña
de sentimientos de culpa y enojo reprimido, hasta llegar a trastornos del estado de ánimo como la
depresión.

Comportamiento Ejemplos
Estado de ánimo Tristeza
Irritabilidad
Depresión
Energía Disminuida
Funcionamiento por debajo de lo normal
Interés Poco interés y placer en las actividades y la
convivencia con otros
Conciencia del valor propio Sentimientos de devaluación, culpa y desesperanza
Sueño Problemas de insomnio o hipersomnia
Alimentación Sobrealimentación
Alimentación escasa que se puede acompañar de
una incapacidad de ganar peso

Adolescencia y Autoestima

La adolescencia entendida como un periodo de transición entre la infancia y la edad adulta,


generalmente se asocia con el cambio físico paulatino, el cuestionamiento espiritual y las
relaciones sociales. Estos componentes constituyen los desafíos de la adolescencia, en la que se
adquiere una imagen más definida de la autoestima; es decir, una idea que poco a poco lleva a los
jóvenes a darse cuenta de quienes son. La estima de sí mismo y un mecanismo de control
representan dos elementos importantes que participan en la estructura de la autoestima. En otras
palabras, la estima de uno mismo es la apreciación del valor que los adolescentes hacen de ellos
mismos. A su vez, el control es la medida en la cual el adolescente se da cuenta de que puede
ejercer un dominio de los componentes que considera tienen mayor importancia para él.

Se han realizado varios estudios sobre la relevancia de estos dos elementos en la adolescencia y
confirman que ambos representan herramientas importantes para poder hacerle frente a
situaciones estresantes; al mismo tiempo, se refiere que una buena autoestima se relaciona con
una imagen positiva de uno mismo y en consecuencia hace posible lo que se conoce como
autocuidado (reflexión sobre las situaciones que son más sanas para la propia salud) Así, una
imagen positiva de uno mismo en la adolescencia puede desempeñar un papel fundamental que
influye no solamente en la salud mental, sino también en la física.
La autoestima incluye un respeto amoroso y cuidado digno por uno miso y por los demás. Como se
ha comentado en este capítulo, existen diversos componentes que participan en la estructuración
de lo que podemos denominar una buena autoestima; sin embargo, con propósitos prácticos y
para el objetivo que se pretende alcanzar con estas reflexiones, a continuación se enuncian los
aspectos más relevantes y prácticos que pueden llevarse a cabo de forma diaria como un factor de
protección y, al mismo tiempo, promotor de una mejor salud física y mental.

 Confianza. Comienza en etapas tempranas de la vida y se apoya en la forma en que fuimos


tratados por nuestros familiares.
 Identidad. Es un componente fundamental en la existencia humana. Saber quienes y cómo
somos ha sido una de las tareas más laboriosas en la historia de la humanidad. Si bien la
identidad tiene múltiples componentes podemos darnos cuenta de que pertenecemos a
un grupo social y, en consecuencia, tenemos una identidad social. A través de la reflexión
constante –que debemos practicar diariamente- también podemos apreciar cómo somos:
violentos, inquietos, irritables, tranquilos, pacíficos, tolerantes, o bien, que con frecuencia
pasamos de un extremo al otro. Recordemos entonces que la autoestima es un proceso
continuo y cambiante en cada una de las etapas de nuestra vida, pero si nos ocupamos de
nuestro crecimiento personal, siempre identificaremos ideas y comportamientos
individuales que nos permitan mejorar.
 Autonomía. Se adquiere mediante el ejercicio continuo; es decir, identificando la
dependencia que tenemos de otras personas o de ciertas situaciones de la vida diaria. En
estos casos, el ejercicio continuo consiste en lograr poco a poco un mayor nivel de
independencia en nuestra relación con los demás, en el trabajo, en la toma de decisiones y
de una manera concreta: cuando no dependemos de otros, pero mantenemos con ellos
relaciones afectuosas e importantes con cierta regularidad.
 Respeto. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de aprender, primero a respetarse a sí
mismo y luego, a los demás, particularmente si ponemos atención a nuestras convicciones
y toleramos, en el buen sentido de la palabra, la forma de pensar de otros. El respeto
también forma parte de los valores que aprendemos en el transcurso de nuestra vida.

Cada uno de nosotros tenemos ciertas características y cualidades que nos hacen singulares, por
ello, es importante insistir en que en nuestra vida cotidiana, quehacer profesional y trato con los
demás, debemos aprender a reconocer el valor de cada persona, a apreciar y respetar sus
diferencias e individualidad, a callar ante la provocación y a estar conscientes de que es más
importante ser cada día mejor que ganar más.

Resiliencia y afrontamiento
El concepto fue introducido en el ámbito psicológico hacia los años setenta por el paido-psiquiatra
Michael Rutter, directamente inspirado en el concepto de la física. En la opinión conductista de
Rutter, la resiliencia se reducía a una suerte de «flexibilidad social» adaptativa. En psicología, el
término resiliencia se refiere a la capacidad de los sujetos para sobreponerse a períodos de dolor
emocional y puede sobreponerse a contratiempos o incluso resultar fortalecido por los mismos.

La resiliencia distingue dos componentes: la resistencia frente a la destrucción; es decir, la


capacidad de proteger la propia integridad bajo presión; por otra parte, más allá de la resistencia,
es la capacidad de forjar un comportamiento vital positivo pese a circunstancias difíciles
(Vanistendael, 1994).

La resiliencia se ha caracterizado como un conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos que


posibilitan tener una vida “sana” en un medio insano. Estos procesos se realizan a través del
tiempo, dando afortunadas combinaciones entre los atributos del niño y su ambiente familiar,
social y cultural. Así la resiliencia no puede ser pensada como un atributo con que los niños nacen
o que los niños adquieren durante su desarrollo, sino que se trata de un proceso que caracteriza
un complejo sistema social, en un momento determinado del tiempo (Rutter, 1992).

La resiliencia significa una combinación de factores que permiten a un ser humano, afrontar y
superar los problemas y adversidades de la vida, y construir sobre ellos (Suárez Ojeda, 1995)

Es conveniente diferenciar entre el enfoque de resiliencia y el enfoque de riesgo, se refieren a


aspectos diferentes pero complementarios. Considerarlos en forma conjunta fortalece su
aplicación en la promoción de un desarrollo sano.

El enfoque de riesgo se centra en la enfermedad, en el síntoma y en aquellas características que se


asocian con una elevada probabilidad de daño biológico o social. La resiliencia se sustenta en la
interacción existente entre la persona y el entorno, en un proceso continuo que nunca es absoluta
ni terminantemente estable. Los individuos nunca son absolutamente resilientes de una manera
permanente. Hasta el niño más resistente puede tener altibajos y deprimirse cuando la presión
alcanza niveles altos. Por eso el enfoque de resiliencia con el de riesgo se complementan en
función de fomentar un desarrollo sano.

Cabe insistir en que la resiliencia tiene dos componentes importantes: la resistencia a la


destrucción y la capacidad para reconstruir sobre circunstancias o factores adversos.

Promover la resiliencia es reconocer la fortaleza más allá de la vulnerabilidad. Apunta a mejorar la


calidad de vida de las personas a partir de sus propios significados, según ellos perciben y se
enfrentan al mundo. La primera tarea es reconocer aquellos espacios, cualidades y fortalezas que
han permitido a las personas enfrentar positivamente experiencias estresantes. Estimular una
actitud resiliente implica potenciar esos atributos. Son condicionantes externos de carácter social,
económico, familiar, institucional, espiritual, recreativo y religioso, los cuales son promovidos o
facilitados por el ambiente, las personas, las instituciones y las familias que intervienen en la
atención, el trato y el tratamiento de los grupos e individuos que están en situación de riesgo y
vulnerabilidad.

Factor de riesgo: es cualquier característica o cualidad de una persona o comunidad que se sabe va
unida a una elevada probabilidad de dañar la salud. Por ejemplo, se sabe que una adolescente
tiene mayor probabilidad que una mujer adulta de dar a luz a un niño de bajo peso; si además es
analfabeta, el riesgo se multiplica. En este caso, ambas condiciones, menor de 19 años y madre
analfabeta, son factores de riesgo.

Factores protectores: son las condiciones o los entornos capaces de favorecer el desarrollo de
individuos o grupos y, en muchos casos, de reducir los efectos de circunstancias desfavorables. Así,
la familia extendida parece tener un efecto protector para con los hijos de las adolescentes
solteras.

En lo que concierne a los factores protectores, se puede distinguir entre externos e internos. Los
externos se refieren a condiciones del medio que actúan reduciendo la probabilidad de daños:
familia extendida, apoyo de un adulto significativo, o integración social y laboral. Los internos se
refieren a atributos de la propia persona: estima, seguridad y confianza de sí mismo, facilidad para
comunicarse, empatía.

Dentro de los puntos que fortalecen internamente el poder personal y de ahí la resiliencia, se
encuentra tener, durante el desarrollo infantil, trato estable con al menos uno de los padres u otra
figura significativa, además otros factores que influyen son:
1. Apoyo social desde dentro y fuera de la familia.
2. Clima educativo emocionalmente positivo, abierto, orientador y regido por normas.
3. Modelos sociales que estimulen una conducta positiva.
4. Balance de responsabilidades sociales y exigencia de resultados.
5. Capacidades cognoscitivas.
6. Rasgos conductuales que favorecen una actitud eficaz.
7. Actuación positiva frente al estrés.
8. Insight hacia lo que significa su propio crecimiento.

Individuos resilientes: Son aquellos que, al estar insertos en una situación de adversidad, es decir,
al estar expuestos a un conglomerado de factores de riesgo, tienen la capacidad de utilizar
aquellos factores protectores para sobreponerse a la adversidad, crecer y desarrollarse
adecuadamente, llegando a madurar como seres adultos competentes, pese a los pronósticos
desfavorables.
La resiliencia no debe considerarse como una capacidad estática, ya que puede variar a través del
tiempo y las circunstancias. Es el resultado de un equilibrio entre factores de riesgo, factores
protectores y la personalidad del ser humano. Esto último permite elaborar, en sentido positivo,
factores o circunstancias de vida que son desfavorables.

Sin embargo, ya es posible identificar elementos de resiliencia y factores de protección en relación


con algunos daños. Diversos estudios han demostrado que ciertos atributos de la persona tienen
una asociación positiva con la posibilidad de ser resiliente. Estos son: control de las emociones y
de los impulsos, autonomía, sentido del humor, alta autoestima (concepción positiva de sí mismo),
empatía (capacidad de comunicarse y de percibir la situación emocional del interlocutor),
capacidad de comprensión y análisis de las situaciones, cierta competencia cognitiva, y capacidad
de atención y concentración.

También se han encontrado condiciones del medio ambiente social y familiar que favorecen la
posibilidad de ser resiliente como son: la seguridad de un afecto recibido por encima de todas las
circunstancias y no condicionado a las conductas ni a ningún otro aspecto de la persona; la
relación de aceptación incondicional de un adulto significativo; y la extensión de redes informales
de apoyo.
Perfil de la resiliencia

Competencia social. Los niños y adolescentes resilientes responden más al contacto con otros
seres humanos y generan más respuestas positivas en las otras personas; además, son activos,
flexibles y adaptables aún en la infancia. Incluye cualidades como la de estar listo para responder a
cualquier estímulo, comunicarse con facilidad, demostrar empatía y afecto, y tener
comportamientos prosociales.

Resolución de problemas. Capacidad para resolver problemas que incluye la habilidad para pensar
en abstracto reflexiva y flexiblemente, y la posibilidad de intentar soluciones nuevas para
problemas tanto cognitivos como sociales. Ya en la adolescencia, los jóvenes son capaces de jugar
con ideas y sistemas filosóficos.

Autonomía. Se refiere a la habilidad para poder actuar independientemente y el control de


algunos factores del entorno. Otros autores han identificado la habilidad de separarse de una
familia disfuncional y ponerse psicológicamente lejos de los padres enfermos, como una de las
características más importantes de los niños que crecen en familias con problemas de alcoholismo
y enfermedad mental.

Sentido de propósito y de futuro. Relacionado con el sentido de autonomía y el de la eficacia


propia, así como con la confianza de que uno puede tener algún grado de control sobre el
ambiente. Incluyen como factores protectores: expectativas saludables, dirección hacia objetivos,
orientación hacia la consecución de los mismos (éxito en lo que emprenda), motivación para los
logros, fe en un futuro mejor, y sentido de la anticipación y de la coherencia. Este último factor
parece ser uno de los más poderosos predictores de resultados positivos en cuanto a resiliencia.

De estas cualidades, las que se han asociado con más fuerza a la presencia de adultos resilientes
han sido las aspiraciones educacionales y el anhelo de un futuro mejor. Cuando un futuro atractivo
nos parece posible y alcanzable, somos fácilmente persuadidos para subordinar una gratificación
inmediata a una posterior más integral.

Para muchos el ser una persona resiliente, implica contar con la capacidad de afrontamiento. La
capacidad de afrontamiento parte de la idea del stress, que se puede definir como cualquier
demanda al organismo que se percibe, que el individuo no puede dominar o solucionar dentro de
un periodo razonable de tiempo (prolongado) y que puede producir cambios físicos reversibles o
irreversibles. Cuando un organismo se encuentra en esta situación, el afrontamiento deberá
entrar en funciones a través del esfuerzo fisiológico, emocional, cognitivo y conductual para
manejar continuamente las siempre cambiantes demandas internas y externas, que agobian o
saturan los recursos ordinarios de una persona.

El afrontamiento permite al individuo que se encuentra bajo estrés responder positivamente de


algunas de las siguientes maneras:
1. Solicitar ayuda de personas apropiadas movilizando los apoyos sociales.
2. Obligarse a hacer esfuerzos cognitivos voluntarios, como buscar información, anticipar el peligro
y ensayar respuestas al peligro.
3. Utilizar mecanismos adaptativos involuntarios inconscientes que permitan mantener la
integridad del ego. Ejemplo: ante la muerte de un ser querido, se procura controlas las emociones
para realizar actividades necesarias para cumplir con las obligaciones pertinentes.

BIBLIOGRAFÍA

 Centros de Integración Juvenil, A.C.(2022). Habilidades para la vida, Capítulo 2 Autoestima.


México.
 FORÉS, Anna y Jordi GRANÉ (2008): La resiliencia. Crecer desde la adversidad. Barcelona:
Plataforma Editorial.
 VERA POSECK, Beatriz (2004): «Resistir y rehacerse: Una reconceptualización de la experiencia
traumática desde la psicología positiva», en Revista de Psicología Positiva, vol. 1.
 VERA POSECK, Beatriz, Begoña CARBELO BAQUERO, y María Luisa VECINA JIMÉNEZ (2006): «La
experiencia traumática desde la psicología positiva: resiliencia y crecimiento postraumático», en
Papeles del Psicólogo, vol. 27, n.º 1, págs. 40-49.
 Dra. Mabel Munist, Lic. Hilda Santos, Dra. María Angélica Kotliarenco, Dr. Elbio Néstor Suárez
Ojeda, Lic. Francisca Infante, Dra. Edith Grotberg. OP

También podría gustarte