Unidad 3 Dsi

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Seminario Virtual

¿Qué es la
DOCTRINA SOCIAL
de la IGLESIA?
3.- La persona humana centro de la
Doctrina Social de la Iglesia.

Nos enseñaba San Juan Pablo II:


“El hombre, comprendido en su realidad histórica concreta, representa el
corazón y el alma de la enseñanza social católica”

Cuando nos referimos a “persona humana” queremos decir:


cada ser humano, todos y cada uno de ellos, sin ningún tipo de distinción.

“Toda la Doctrina Social se desarrolla, en efecto, a partir del principio que afirma
la inviolable dignidad de la persona humana.” (Compendio DSI N° 107)

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FUNDAMENTOS DE LA DIGNIDAD DE LA PERSONA:

- EL HOMBRE HA SIDO CREADO A IMAGEN DE DIOS: El ser humano es la única creatura


terrestre a la que Dios ha amado por sí misma. (GS 24). El ser humano fue creado a imagen de
Dios (Gn 1,27) La semejanza con Dios revela que la esencia y la existencia del hombre están
constitutivamente relacionadas con Él del modo más profundo. (Catecismo Iglesia Católica,
356,358). Toda la vida del hombre es una pregunta y una búsqueda de Dios. El ser humano es
capaz de pensarse a sí mismo y de reconocerse,
esta provisto de inteligencia, consciencia y
libertad. Todo hombre vale porque es hombre y no
por lo que tiene o sabe. Toda la creación visible esta
bajo su dominio. Jamás puede ser tratado como
una cosa. El hombre no es un ser solitario, por su
íntima naturaleza es un ser social y no puede vivir ni
desplegar sus cualidades sin relacionarse con los
demás (GS 12).

EL PECADO: La admirable visión de la creación del hombre por parte de Dios es inseparable
del dramático cuadro de pecado de los orígenes. En las consecuencias del pecado esta la
ruptura, separación del hombre no sólo de Dios, sino también de sí mismo, de los demás y del
mundo circundante.
El pecado es siempre un acto libre y consciente de la persona, pero que también repercute y
tiene consecuencias en el ámbito de las relaciones, afectando a la sociedad en general. El
pecado tiene por lo tanto, una dimensión personal y otra social (los pecados son malos para
los demás y perjudican a la comunidad).
Nos enseña el DOCAT n° 51: “...El pecado no es nunca un
destino inevitable, y también las estructuras de pecado
pueden transformarse. El primer paso para liberarnos
del pecado es reconocerlo y llamarlo por su nombre.
Jesucristo vino para sacarnos de la cárcel del pecado. La
creación, cautiva del pecado, es liberada por Cristo
para vivir en el amor y la justicia. La civilización del amor
comienza con la conversión del individuo y su
reconciliación con Dios.”

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La persona humana y sus múltiples dimensiones
El Compendio de Doctrina Social de la Iglesia nos enseña los aspectos principales e inseparables
de la persona humana para captar las facetas más importantes de su misterio y de su dignidad.
Es importante que podamos comprender estos conceptos básicos que se enfrentan y difieren de
muchas ideologías y corrientes del pensamientos (del pasado y actuales) .
Para el desarrollo de esta unidad utilizaremos el esquema general presentado en el Compendio
de DSI.

La doctrina social se hace cargo de las diferentes dimensiones del misterio del hombre, que exige ser
considerado « en la plena verdad de su existencia, de su ser personal y a la vez de su ser comunitario y social »
(Juan Pablo II, Redemptor hominis)

La UNIDAD de la persona
El hombre ha sido creado por Dios como unidad de alma y cuerpo. Mediante su
corporeidad, el hombre unifica en sí mismo los elementos del mundo material. La
dimensión corporal, sin embargo, a causa de la herida del pecado, hace experimentar al
hombre las rebeliones del cuerpo y las inclinaciones perversas del corazón, sobre las que
debe siempre vigilar para no dejarse esclavizar y para no permanecer víctima de una visión
puramente terrena de su vida.
Por su espiritualidad el hombre supera a la totalidad de las
cosas y penetra en la estructura más profunda de la
realidad. Cuando se adentra en su corazón, es decir, cuando
reflexiona sobre su propio destino, el hombre se descubre
superior al mundo material, por su dignidad única de
interlocutor de Dios, bajo cuya mirada decide su vida.

Apertura a la TRASCENDENCIA y UNICIDAD de la persona

a) ABIERTA A LA TRASCENDENCIA: la persona humana está abierta al infinito y a todos los


seres creados. Con su inteligencia y su voluntad el hombre se eleva por encima de todo lo
creado y de sí mismo, se hace independiente de las criaturas, es libre frente a todas las cosas
creadas y se dirige hacia la verdad y el bien absolutos. El hombre tiene hambre y sed de Dios
que lo lleva a su búsqueda constante a lo largo de su vida.

b) ÚNICA E IRREPETIBLE: El hombre existe como un « yo », capaz de autocomprenderse,


autoposeerse y autodeterminarse. La persona humana es un ser inteligente y consciente,
capaz de reflexionar sobre sí mismo y, por tanto, de tener conciencia de sí y de sus propios
actos. Ningún hombre puede ser considerado un “un eslabón más de una cadena”. Cada
persona es conocida por Dios, llamada por su propio nombre.

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La persona humana y sus múltiples dimensiones
c) EL RESPETO DE LA DIGNIDAD HUMANA: Una sociedad justa puede ser realizada solamente
en el respeto de la dignidad trascendente de la persona humana. Ésta representa el fin último
de la sociedad, que está a ella ordenada. Es preciso que todos los programas sociales,
científicos y culturales, estén presididos por la conciencia del primado de cada ser humano.
En ningún caso la persona humana puede ser instrumentalizada para fines ajenos a su mismo
desarrollo, que puede realizar plena y definitivamente sólo en Dios y en su proyecto salvífico.

“Ser humano es no permitir nunca que un semejante sea sacrificado a un fin”


(Albert Schweitzer 1875-1965, médico, filósofo, teólogo y músico, premio Nobel de la Paz en 1952)

La LIBERTAD de la persona
a) VALOR Y LÍMITES DE LA LIBERTAD: El hombre puede
dirigirse hacia el bien sólo en la libertad, que Dios le ha dado
como signo eminente de su imagen. Esta es la característica
más saliente de la predilección de Dios por el hombre y el
punto más alto de su dignidad. Pero esta libertad no es
ilimitada: el hombre debe detenerse ante el “árbol de la
ciencia del bien y del mal”, por estar llamado a aceptar la ley
moral que Dios le da. El hombre es el único ser al que Dios le ha escrito una ley de amor en el
corazón. La verdad sobre el bien y el mal podemos conocerla mediante la conciencia, que es
como la voz de la verdad en el ser humano. El recto ejercicio de la libertad personal exige unas
determinadas condiciones de orden económico, social, jurídico, político y cultural que son,
con demasiada frecuencia, desconocidas y violadas.

b) EL VÍNCULO DE LA LIBERTAD CON LA LEY NATURAL: En el ejercicio de la libertad, el


hombre realiza actos moralmente buenos, que edifican su persona y la sociedad, cuando
obedece a la verdad, es decir, cuando no pretende ser creador y dueño absoluto de ésta y de
las normas éticas. La verdad sobre el bien y el mal se reconoce en modo práctico y concreto en
el juicio de la conciencia, que lleva a asumir la responsabilidad del bien cumplido o del mal
cometido. El ejercicio de la libertad implica la referencia a una ley moral natural, de carácter
universal, que precede y aúna todos los derechos y deberes. En la diversidad de las culturas, la
ley natural une a los hombres entre sí, imponiendo principios comunes. La ley natural, que es
ley de Dios, no puede ser cancelada por la maldad humana (San Agustín, Confesiones).

“...la libertad no siempre tiende a obrar realmente el bien, sino que se comporta a menudo de forma
egoísta, buscando el bien sólo aparentemente. Por eso hay que educar a la conciencia e instruirla sobre
los valores auténticos. También la libertad necesita la redención de Cristo, para poder llevar a cabo el bien
verdadero.” (DOCAT, 57 in fine)

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La persona humana y sus múltiples dimensiones

La IGUAL DIGNIDAD de todas las personas


Nos enseña el CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
(N° 1934) “« Dios no hace acepción de personas »
(Hch 10,34; cf. Rm 2,11; Ga 2,6; Ef 6,9), porque todos
los hombres tienen la misma dignidad de criaturas a
su imagen y semejanza” Puesto que en el rostro de
cada hombre resplandece algo de la gloria de Dios, la
dignidad de todo hombre ante Dios es el
fundamento de la dignidad del hombre ante los
demás hombres. Esto es, además, el fundamento
último de la radical igualdad y fraternidad entre los hombres, independientemente de su
raza, nación, sexo, origen, cultura y clase. Sólo el reconocimiento de la dignidad humana hace
posible el crecimiento común y personal de todos (cf. St 2,19). « Masculino » y « Femenino »
diferencian a dos individuos de igual dignidad, que, sin embargo, no poseen una igualdad
estática, porque lo específico femenino es diverso de lo específico masculino. Esta diversidad
en la igualdad es enriquecedora e indispensable para una armoniosa convivencia humana. La
mujer es el complemento del hombre, como el hombre lo es de la mujer: mujer y hombre se
completan mutuamente, no sólo desde el punto de vista físico y psíquico, sino también
ontológico. Las personas minusválidas son sujetos plenamente humanos, titulares de
derechos y deberes.

La SOCIABILIDAD humana
La persona es constitutivamente un ser social, porque así la ha querido Dios que la ha creado.
Es necesario, por tanto, destacar que la vida comunitaria es una característica natural que
distingue al hombre del resto de las criaturas terrenas. La actuación social comporta de suyo
un signo particular del hombre y de la humanidad, el de una persona que obra en una
comunidad de personas: este signo determina su calificación interior y constituye, en cierto
sentido, su misma naturaleza. La sociabilidad humana no comporta automáticamente la
comunión de las personas, a causa de la soberbia y del egoísmo, el hombre descubre en sí
mismo gérmenes de insociabilidad, de cerrazón
individualista y de vejación del otro.
La sociabilidad humana no es uniforme, sino que
reviste múltiples expresiones. El bien común depende,
en efecto, de un sano pluralismo social. Las diversas
sociedades están llamadas a constituir un tejido
unitario y armónico, en cuyo seno sea posible a cada
una conservar y desarrollar su propia fisonomía y
autonomía.

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La persona humana y sus múltiples dimensiones

Nos enseñaba BENEDICTO XVI

“No somos el producto casual y sin


sentido de la evolución. Cada uno
de nosotros es el fruto de un pensamiento
de Dios. Cada uno de nosotros
es querido, cada uno de nosotros
es amado, cada uno de nosotros
es necesario.”
BENEDICTO XVI (Homilía en el solemne inicio del
Ministerio Petrino el 24 de abril de 2005)

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