El Misticismo Maya en La Época Contemporánea
El Misticismo Maya en La Época Contemporánea
El Misticismo Maya en La Época Contemporánea
Por:
Flores Báez Alejandro
Puede afirmarse que durante las dos últimas décadas del siglo XIX se inició la
arqueología científica moderna en la región maya; posteriormente, en las dos primeras
décadas del siglo XX se lograron avances considerables en cuanto al desciframiento del
calendario, así como la identificación de algunas deidades, fechas importantes y conceptos
religiosos. Y es a partir de éste momento, cuando comienza el misticismo maya que hasta
la fecha sigue generando controversia alrededor del mundo. Las teorías y argumentos que
se encuentran van de lo creíble a lo inverosímil, de lo común a lo extraordinario, de lo
tradicional y conservador a lo inusual y progresista, así como de lo simple a lo complejo. Y
es que desde la época antigua la relación del hombre con lo divino siempre ha sido así,
siempre ha sido marcada por diversos factores que afectan la percepción de cada sociedad,
logrando un entendimiento distinto en cada individuo, definiéndola de diferente manera.
CONTENIDO
La cultura maya ha sido popular en las últimas décadas, y es que aun en pleno siglo
XXI continúan descifrando sus escritos, adecuadamente conocidos como códices, mismos
que apuntan a un sofisticado y más avanzado entendimiento principalmente de las
matemáticas y la astronomía, y éstos a su vez tienen implicaciones teológicas pues los
mayas buscaban lo subjetivo, el misterio de las cosas, lo que no se ve pero que es lo real, y
adquirían estos un valor simbólico al tratar de ser explicados.
Así pues, se observa que todas sus relaciones con la naturaleza, con el trabajo, con
la sexualidad tienen un sentido místico, incluso el hecho de alimentarse no era una cuestión
puramente orgánica o natural sino espiritual. En la religión maya existen objetos simbólicos,
objetos que "son sagrados el cielo, la tierra, el agua, el viento, el fuego, la lluvia, el
relámpago y los astros; algunos árboles, como las ceibas; algunas plantas, como el maíz, los
hongos y las plantas alucinógenas; algunos animales, como la serpiente, las aves, el jaguar
y el murciélago; algunos minerales, como los cuarzos" (Garza, 1998).
El ejemplo más claro se aprecia en el Popol Vuh, en él se afirma que los dioses en
sus intentos de hacer al hombre, siempre contemplaban la necesidad de "reunirse y
encontrar los medios para que el hombre que formemos, el hombre que vamos a crear, nos
sostenga y alimente, nos invoque y se acuerde de nosotros" (Anónimo, 2000)
De esta manera, como dice Thompson, "la religión maya es una cuestión de contrato
entre el hombre y sus dioses. Los dioses ayudan al hombre en su trabajo y le proporcionan
alimento; a cambio esperan un pago, y la mayor parte de las veces ese pago debe hacerse
por adelantado" (Thompson, 2004)
De ahí que exista una parte del misticismo maya que hoy en día se haya vuelto muy
popular, el de las profecías mayas, el “fin del mundo” y el “maya desaparecido”. Es claro
que el ser humano siempre se ha fascinado y puesto la mira en personajes que afirman
poder predecir el futuro y es que ¿acaso no es una cualidad presente en todas las épocas?
¿no es la incertidumbre de cualquier individuo? Y en ese sentido desde aquella lejana época
maya existían personas encargadas de poder responder esas preguntas, se les conocía
como clase sacerdotal que junto con los gobernantes eran los únicos que tenían acceso a la
lectura, es decir, al conocimiento pues sus códices y escritos contenían entre otras cosas,
toda su cosmogonía. No había otro medio que guardara el símbolo de todo lo sagrado ni
signo más fiel de identidad que estos textos y su contenido solo era transmitido en las
festividades religiosas de manera oral, a través de representaciones dramatizadas.
Con la llegada de los europeos a América en 1492, en particular con los frailes
españoles que, “en su afán dogmático de desterrar la idolatría destruyeron todos los libros
que encontraron a su paso, y los sacerdotes mayas fueron perseguidos, torturados y
asesinados” (Anónimo, El libro de los libros de Chilam Balam, 2015). El misionero Fray Diego
de Landa figura por ser un personaje destacado y quien escribió una de las obras más
destacadas por la crítica sobre la cultura maya, se sabe también que aprendió la lengua
maya y tradujo muchos códices y textos a la lengua castellana. Pero como mencionaba
antes, es importante el no olvidar pues fue este mismo fraile quien años antes se encargaba
de “desterrar la idolatría” y cito:
“Hállanosle gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en
que no hubiese supersticiones y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual
sintieron a maravilla y les dio mucha pena” (Landa, 1966).
De este modo se perdieron en las primeras décadas de la colonia gran parte de los
testimonios mayas. A pesar de ello, un importante número de indígenas evangelizados
conservaron sus costumbre y tradiciones. ¿Cómo? Aprendieron la lengua castellana y el
latín, recopilaron viejas historias orales vertidas en los códices o dibujos aun existentes. Así
reunieron textos de distinta naturaleza y permitió que la literatura maya prehispánica
sobreviviera en nuevos libros que destacaron por su valor histórico y literario. Estos se
tenían entonces por libros sagrados y había el interés por conservarlos y así, fueron
copiando y recopilando los textos cuando se deterioraban físicamente. Por el hecho de
pasar de mano en mano, los copistas muchas veces cometieron errores de lectura, ya sea
por el desgaste o una mala escritura anterior, o que no entendían alguna palabra de forma
correcta y la transcribieron mal, o la sustituyeron por otra. También llegaron a cometer
errores de escritura; se omitieron palabras o se agregaron otras que nada tenían que ver
con las originales. Por esta razón, gran parte de los códices actuales aparecen repetidos una
o más veces y no son idénticos ya que no son los originales del siglo XVI sigo copias
posteriores, alguna incluso del siglo XX.
Hay que tener siempre presente que los textos y códices no son los originales sino
vulgares copias sujetas a la interpretación del copista; que el Popol Vuh es una recopilación
de narraciones míticas, que los libros del Chilam Balam son muchos, el que se utilizó en este
ensayo está fechado en 1872 por un indígena de nombre Juan José Hoil, que claramente
por el nombre se deduce era mestizo; que las narraciones de Fray Diego de Landa cambia
sus argumentos con base a lo que la Santa sede le dicta; que Thompson y De La Garza si
bien fueron especialistas en la arqueología e historia respectivamente, sus investigaciones
se basan en falacias que quizás nunca se lleguen a objetar con una certeza imbatible.
Anónimo. (2000). Antiguas leyendas del maya quiché, Popol Vuh. México: Editores
Mexicanos Unidos, S. A.
Anónimo. (2015). El libro de los libros de Chilam Balam. México: Editores Mexicanos
Unidos S. A.
Landa, F. D. (1966). Relación de las cosas de Yucatán. En F. D. Landa, Relación de las cosas
de Yucatán (pág. 105). México: Porrua.
Thompson, J. E. (2004). Historia y religion de los mayas. México: Siglo XXI editores S.A. de
C.V.