5 - Clase 3 Cosmoviciones y Revolución Científica

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 9

Prof.

Soraya Tonsich
[email protected]
Conocimiento y Educación
materiales de circulación interna

Esta clase tiene como objetivo acercarles por un lado el concepto de cosmovisión, que
consideramos es potente para la recuperación histórica de tradiciones culturales.
Y elementos de la Revolución Científica desarrollada en los siglos XVI y XIX.
Les dejo aquí el link a clase que día 08-10-20
https://drive.google.com/drive/folders/1wKANlSpl5TY27frUVHVL6BqOYay6SS2r?usp=sharin
g

También puede visitar la carpeta de drive, donde tienen artículo sobre surgimiento de la
ciencia moderna.
https://drive.google.com/file/d/1R2EmcxKY18tRQr3HTSV1GH1CPc4J4JEK/view?usp=sharin
g

COSMOVISIONES

1. ¿Qué es una cosmovisión?

La filosofía, según Aristóteles, surgió del maravillarse ante la naturaleza, ante la ​φύσις
(physis): tras el aparente caos de los fenómenos que observamos, de lo siempre cambiante,
tal vez debía de esconderse un orden preciso, matemático: la ley a partir de la cual se pueda
explicar la naturaleza. Los primeros filósofos occidentales, aquellos que iniciaron, según dice
la tradición, a partir del siglo VI a. de C., el paso del mito al logos, se maravillaron ante la
gran diversidad de objetos de toda clase que contemplaban ante sí. Se plantearon si quizá
podía suceder que todos ellos no fueran otra cosa que formas distintas de manifestarse uno
o varios elementos fundamentales. Y, de este modo, intentaron dar una respuesta a la
pregunta acerca del origen y constitución del cosmos. Trataron de determinar el “principio”
(​arché​) último y eterno del que todo procede y del que todo se compone. Y la gran novedad
es que ya no buscaron este principio en realidades antropomórficas (los dioses), sino en lo
que llamaron “naturaleza” (physis).
Pero este interés por la naturaleza y el deseo de explicar su funcionamiento está también,
naturalmente, presente en las demás culturas o civilizaciones, aunque no siempre todas
ellas hayan elaborado explicaciones de carácter filosófico o científico para darles respuesta.
Así ocurre con antiguas civilizaciones ya desaparecidas, en las que, de generación en
generación, se transmitían historias y relatos que hacían referencia al origen del cosmos y al
vínculo existente entre el ser humano y el mundo.
Conocer estas concepciones nos ayuda, tal vez, a tomar conciencia sobre nuestras propias
creencias acerca del universo: ¿cómo se ha formado el mundo que nos rodea? ¿cuál es la
estructura del universo? Asimismo, podemos preguntarnos de qué modo se han formado
estas ideas y si han permanecido igual desde la Antigüedad o bien se han ido
transformando. Para hacer referencia a este conjunto de ideas sobre el mundo que
comparten los habitantes de una misma civilización, cultura o sociedad se recurre a la
noción de ​cosmovisión​.
El término cosmovisión proviene de la palabra griega cosmos, cuyo significado es belleza,
armonía, orden. Se empleaba en la Antigüedad para referirse al universo, entendido como
una totalidad ordenada. Por lo tanto, cosmovisión, como sugiere la palabra, significa
simplemente “visión del universo”, que puede cambiar según la cultura o la época. Así, este
término alude al conjunto sistemático de creencias y concepciones que influyen en la
manera de percibir la realidad de un grupo de personas. Las primeras cosmovisiones que
aparecieron tenían un fundamento mítico.

Cosmovisiones científicas
Los historiadores suelen hablar del período comprendido entre el 600 a. de C. y el 450 a. C.
como “la primera revolución científica”. Así, suele de este modo referirse a la aparición de un
grupo de pensadores jonios que iniciaron un cambio en la comprensión del mundo natural
por parte de la humanidad.En esa época, filosofía y ciencia, al comienzo, eran
indistinguibles. Estos primeros filósofos, también conocidos como presocráticos, pensaban
el mundo como un cosmos, una estructura de materia y fuerzas unidas en un todo
armonioso. Aunque seguían existiendo los dioses, se comienza a dejar de considerarlos
responsables de los fenómenos naturales.
Con la aparición paulatina del pensamiento científico fue surgiendo una nueva forma de
explicar el mundo: la ciencia dio lugar a las cosmovisiones científicas, caracterizadas por
aspirar a la objetividad y a describir la naturaleza sin recurrir a personajes fantásticos,
dejando en parte al margen la esfera espiritual y simbólica.
Las cosmovisiones científicas, al igual que las consideradas míticas, también aspiran a dar
explicaciones del mundo y hacerlo más comprensible, pero en lugar de recurrir a seres
poderosos y fuerzas sobrenaturales buscan explicaciones racionales, basadas en la
observación y la experimentación, por lo que pueden ser sometidas a crítica y revisión.
Nacen de la práctica científica, contribuyendo a crear la concepción del mundo en una
época determinada. Las explicaciones científicas dan forma al mundo: son como piezas de
un ​p​uzle o rompecabezas cuyo conjunto compone una visión del universo y de la posición
que el ser humano ocupa en él. Las cosmovisiones científicas presentan las siguientes
características:
● Las ideas que constituyen un cosmovisión científica se caracterizan por estar
interconectadas, es decir, dependen unas de otras formando un sistema.
● Estas ideas no son ​aleatorias​, ni están tomadas al azar, sino que se caracterizan por
sustentarse en argumentos sólidos -la observación, la experimentación, el
razonamiento…- y por la aplicación de un método considerado científico.
● Aunque es cierto que en ocasiones hay ideas que se aceptan como verdaderas sin
haber sido experimentadas o comprobadas, porque sobre ellas se sustentan otras
creencias que se consideran verdaderas y que son fundamentales para mantener la
consistencia de todo el sistema o cosmovisión. Así, la verdad de algunas ideas
depende de que otras sean también ciertas.
● Para que un conjunto de ideas así descrito pueda ser definido como cosmovisión debe
existir cierto consenso general, es decir, tiene que ser compartido por gran parte de
la sociedad. Una época determinada puede experimentar un cambio radical en la
forma de entender el mundo: es lo que se conoce como revolución científica.
Como hemos visto, el conocimiento del entorno y las creencias sobre este varían con el
tiempo, por lo que también se transforman las cosmovisiones, hasta el punto de que una
cosmovisión aceptada hasta ese momento puede ser substituida por otra. A continuación,
en este vídeo/tema vamos a tratar las tres cosmovisiones más importantes:
● La cosmovisión antigua, vigente desde la antigua Grecia (s. IV a. C.) hasta la primera
mitad del siglo XVI.
● La cosmovisión moderna, forjada a partir de las ideas nacidas de la revolución
científica, y desarrollada entre los siglos XVI y XIX.
● La cosmovisión contemporánea, cuyas ideas principales surgen a principios del siglo
XX y continúan desarrollándose.

2. El cosmos aristotélico
Si observamos el cielo en una noche clara de verano, y lo hacemos atentamente durante un
tiempo prolongado, apreciaremos que todas las estrellas se mueven al unísono alrededor
del mismo eje, como si formaran parte de una estructura que las obligara a dar vueltas
completas cada día. Si solo nos dejáramos guiar por los sentidos, es evidente que
pensaríamos (como pensaron los griegos) que la Tierra no se mueve, sino que lo que se
mueve es toda la ​bóveda​ ​celeste​ a nuestro alrededor.
Por otro lado, si contrastamos esa regularidad de la bóveda celeste con la diversidad y
variabilidad que observamos en la Tierra, tal vez podremos entender por qué los primeros
filósofos llegaron a pensar que la Tierra y los cielos eran mundos diferentes, con
características también diferentes. Por un lado, la Tierra:

Aristóteles (384-322 a. C.)​ concibió el cosmos como un todo organizado en dos mundos de
distinta naturaleza: el mundo sublunar o terrestre y el mundo supralunar o celeste.

Mundo sublunar o terrestre


Es el mundo que habita el ser humano: la Tierra. Según Aristóteles, tiene forma esférica, es
muy reducida y ocupa un lugar central en el universo. Este mundo está limitado por la esfera
de la Luna, la cual constituye el límite entre las dos regiones: sublunar y supralunar.
El mundo sublunar está constituido por cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. Cada
uno de ellos tiene un lugar que le es propio en el universo. Si estuviesen en estado puro, se
organizarían en esferas concéntricas en el siguiente orden: la tierra en el centro, encima el
agua, luego el aire y, por último, el fuego. Estos cuatro elementos tienden de manera natural
a recobrar esta posición, por lo que les caracteriza un movimiento natural de carácter
rectilíneo, el cual se da en sentido descendente (la tierra y el agua, por ser más pesadas) y
ascendente (el aire y el fuego, por ser ligeros). Ya que el mundo sublunar está poblado de
sustancias que son compuestos o mezclas de estos elementos, según la proporción que
tengan de ellos, les corresponderá un tipo de movimiento natural u otro.
Aunque es cierto que en la región sublunar no solo observamos movimientos rectilíneos de
ascenso y descenso, sino que se dan cambios y transformaciones de otros tipos. ¿A qué se
deben estas transformaciones? Para Aristóteles, todo movimiento que no sea natural
necesita una causa exterior que lo justifique. Por ese motivo, el filósofo recurre al
movimiento que se produce en la región celeste: el movimiento de rotación de la estrella de
las esferas fijas se traslada, por fricción, de una esfera a otra hasta llegar a la esfera de la
Luna, que lo transmite a la región sublunar. Este movimiento el que produce la mezcla de
los elementos y, por tanto, provoca que se generen y corrompan los cuerpos. Una vez
generados, los cuerpos actúan como causas agentes inmediatas de otros cambios.

Mundo supralunar o celeste


Es el mundo que está más allá de la esfera de la Luna y que tiene su límite en la esfera de
las estrellas fijas. Más allá de esta no hay nada. A diferencia del mundo sublunar, el mundo
supralunar se compone de un quinto elemento: el éter. Se trata de un elemento de
naturaleza divina: es perfecto, inalterable y sin peso. El mundo supralunar es perfecto e
inmutable y su estructura sigue el modelo de las esferas homocéntricas de Eudoxo. Estas
esferas existen realmente y están compuestas de éter. Cada esfera se mueve con un
movimiento circular uniforme, que se transmite por rozamiento de unas esferas a otras, lo
que produce como resultado los complicados movimientos de los planetas.
Ahora bien, ¿cuál es la causa del movimiento circular uniforme de las esferas de éter?
Aristóteles, para responder a esta pregunta, postula la existencia de un Primer Motor
Inmóvil, causa final de todo el movimiento que se produce en el universo. De ello se deriva
el carácter teleológico de la cosmovisión aristotélica: todos los cambios que tienen lugar en
el mundo siguiendo las leyes de la naturaleza, tanto de los seres vivos como de la materia
inerte, obedecen a una finalidad. La divinidad ha dispuesto todo para que se mantenga el
orden del cosmos en perfecto equilibrio. Por lo tanto, el movimiento de los cuerpos celestes
existe para provocar la mezcla de los 4 elementos en el mundo sublunar, las plantas han
sido diseñadas para hacer la fotosíntesis, nosotros tenemos manos para poder coger y
manipular objetos, etc.

Las aportaciones de la astronomía: Ptolomeo


A pesar del carácter sólido del sistema aristotélico, los astrónomos se encontraron con
observaciones sobre la posición de los planetas que no eran compatibles con la idea de que
los movimientos celestes fueran circulares y regulares. Para poder mantener estas ideas, se
fueron proponiendo modelos matemáticos que solventaran cada problema concreto. No se
pretendía que estas soluciones fueran reales, sino simplemente que facilitaran la predicción
de los fenómenos astronómicos (constituyendo, así, una visión instrumentalista de la
ciencia).
El más importante astrónomo de la antigüedad fue Ptolomeo, que escribió una obra titulada
Sintaxis matemática (conocida por el nombre Almagesto), la cual recoge tanto aportaciones
originales como aportaciones de otros científicos.
Uno de los principales problemas a los que se enfrentaba la teoría geocéntrica aristotélica
era el de la órbita de Marte. Al observar el movimiento de este planeta, se aprecia que
diariamente avanza hacia el este de forma regular pero, en un determinado momento,
parece que se detenga para retroceder, moviéndose hacia el oeste, para, de nuevo, corregir
el rumbo y dirigirse hacia el este. Su trayectoria dibuja una especie de bucle. Este
movimiento no se podía explicar desde el modelo aristotélico. Por esa razón, Ptolomeo
afirma que la órbita de Marte y, por extensión, la del resto de los planetas, es el resultado de
la combinación de dos movimientos: uno a través de una línea circular imaginaria alrededor
de la Tierra llamada deferente; otro, en un círculo más pequeño, llamado epiciclo, cuyo
centro sería la deferente.

Implicaciones filosóficas
Las cosmovisiones son elaboradas por los seres humanos en busca de la verdad, ya sea
para conseguir sentirse más seguros, ya sea para buscar consuelo ante la incertidumbre, ya
sea por otras razones. En este sentido, las cosmovisiones se encuentran íntimamente
relacionadas con las visiones y creencias religiosas y filosóficas. De este modelo
aristotélico-ptolemaico podemos observar las siguientes implicaciones filosóficas:
La realidad está perfectamente ordenada: todo está organizado e integrado en la totalidad
del universo, cada parte tiene una finalidad, un sentido, dentro del conjunto.
Los seres cambian y se transforman no solo porque haya fuerzas externas que los
impulsen, sino, también, porque poseen un dinamismo interno: el movimiento es algo
inherente a la materia, unido a ella, no solo algo que viene desde fuera. Por eso, la propia
naturaleza de las cosas es lo que las impulsa a cambiar y desarrollarse.
La realidad es algo cognoscible, algo que podemos llegar a conocer: utilizando nuestra
inteligencia (nuestra razón), podemos comprender perfectamente el funcionamiento del
universo (ya que este funcionamiento se basa en relaciones de causalidad -todo tiene una
causa-, las cuales se dirigen a una finalidad, y esta finalidad es comprensible mediante la
observación y el pensamiento.
La perspectiva es antropocéntrica: el ser humano se halla en el centro del universo (la Tierra
es única, inmóvil y situada en el centro) desde el cual observamos el espectáculo de lo real.

3. La visión moderna del universo


A partir del siglo XVI comienza a gestarse la cosmovisión moderna, gracias a la contribución
de un grupo de científicos y astrónomos que protagonizan la llamada revolución científica:
en ese momento se van sentando las bases de la física clásica, caracterizada por servirse
tanto de la experimentación como del formalismo matemático. Surge una nueva física y una
nueva visión del mundo va tomando forma: se produce la “destrucción del cosmos” griego,
superando la distinción entre un mundo supralunar (inalterable e incorruptible, de
movimientos circulares) y un mundo sublunar (con cambios constantes de todo tipo),
sustituyéndola por un mundo sin jerarquías.
Aquí les invito a mirar el siguiente video de la UBA
https://www.youtube.com/watch?v=gjbxZ9EeWsU

Copérnico y el heliocentrismo
Nicolás Copérnico (1473-1543), en su obra Sobre las revoluciones de las esferas celestes
(De revolutionibus orbium coelestium), publicada en el año de su nacimiento, someterá el
paradigma aristotélico-ptolemaico a una profunda crítica. Inspirándose en la obra de
Aristarco de Samos (310-230 a. C.), afirmó que el Sol se encontraba en el centro del
universo y que el resto de los planetas, incluida la Tierra, giraba a su alrededor. Esto es lo
que se conoce como heliocentrismo.
Copérnico planteará su argumento según el modo establecido por Guillermo de Ockham
(1280-1349): la explicación más sencilla -de cualquier fenómeno- deberá ser la verdadera
(conocido como la “navaja de Ockham”). Todo el complejo sistema ptolemaico sería mucho
más simple, explicativo y predictivo si la Tierra dejara de ocupar su lugar preeminente y este
fuera ocupado por el sol: modelo heliocéntrico frente a modelo geocéntrico. El Sol estaría en
el centro del universo. Todo lo demás, giraría a su alrededor, incluido nuestro planeta
(movimiento de traslación alrededor del Sol, anualmente). La Tierra, además, poseería otros
dos tipos de movimiento, el de rotación sobre sí misma y el de inclinación de su eje (como si
se moviera igual que una peonza y provocara una leve variación del ángulo de su rotación).
No obstante, y pese al giro drástico que supuso su concepción heliocéntrica sobre el
universo -la Tierra tan solo sería un planeta más y el hombre dejaría de ser el centro de la
creación-, Copérnico sostuvo tesis que eran propias del anterior paradigma como las
referidas al movimiento circular de los planetas y a la finitud del universo.

Las observaciones de Bruno, Brahe y Kepler


Giordano Bruno (1548-1600)​​, filósofo y astrónomo renacentista italiano, defendió el
heliocentrismo de Copérnico y todavía fue más allá en sus consideraciones científicas:
sometió a crítica la tesis de las esferas fijas y el hecho de que estas supusieran un límite del
universo. Los puntos luminosos tenían que corresponder con una infinitud de estrellas que
se desparramaban por un espacio ilimitado, donde podrían encontrarse otros planetas y
seres vivos: defendía, por tanto, la infinitud del universo. Pero esta idea era, a ojos de
muchos coetáneos, insostenible e inadmisible, pues contradecía creencias muy arraigadas
desde hacía siglos. Bruno fue encarcelado por la inquisición y quemado vivo en la hoguera
sin acceder a que abjurara de sus doctrinas. Pero sus tesis, a pesar de ser meramente
especulativas por no contar con apoyo empírico ni físico-matemático, son sumamente
sugerentes y abrieron un nuevo campo de cultivo a futuras explicaciones, teóricas y
comprobadas, de pensadores posteriores.
Tycho Brahe (1546-1601) ​fue un matemático y astrónomo danés que, entre otros logros,
consiguió detallar la aparición de una supernova, es decir, de una explosión estelar, lo que
invalidaba la creencia en la inmutabilidad de los cielos. Brahe no aceptó totalmente el
sistema propuesto por Copérnico e ideó un modelo intermedio entre este y el de Ptolomeo
(geo-heliocéntrico), en el que el Sol y la Luna giraban en torno a la Tierra, y el resto de
planetas lo hacían alrededor del Sol.
Johannes Kepler (1571-1630)​​, astrónomo y matemático alemán, aceptó el heliocentrismo
pero aportó un apoyo matemático más firme que el de las tesis copernicanas. Al estudiar el
movimiento de Marte, concluyó que las órbitas de los planetas no eran perfectamente
circulares, sino que su trayectoria era elíptica (la elipse es como un círculo alargado), y que
el Sol se encontraba en uno de los focos de la elipse. Esta evidencia constituye la primera
de las tres leyes conocidas como leyes de Kepler. Las tres leyes de Kepler acabaron con la
creencia de que el movimiento de los planetas era circular, por considerarse este el
movimiento perfecto. Por otro lado, la fuerza que impulsaba a los astros en el cosmos ya no
era anímica (es decir, no respondía a u sentido metafísico o moral), sino una fuerza
puramente motriz proveniente del Sol, y podía explicarse enteramente por las leyes de la
matemática y la física, sin requerir otro tipo de explicación. Ese modelo nuevo dará pie a la
nueva representación del mundo: el universo-máquina, un gran mecanismo regular y
predecible, sin “alma”.

La nueva física: Galileo y Newton


Galileo Galilei (1564-1642)​​, sabio renacentista nacido en Pisa, dedicó sus observaciones
empíricas -uso del telescopio- y su formalización matemática a demostrar las tesis
sostenidas por Copérnico. Sus observaciones astronómicas, especialmente de la Luna, y la
comprobación de que el satélite tiene la misma composición que la Tierra, significaron una
crítica demoledora de la doble composición del universo sostenida por Aristóteles. Galileo
estableció el principio de inercia, según el cual los cuerpos tienden a permanecer en reposo
o bien a velocidad uniforme a no ser que actúe sobre ellos una fuerza. De este principio se
deriva el fenómeno de la invarianza, que asegura que el reposo y el movimiento a velocidad
constante son equivalentes. Por esta razón, desde la Tierra no se percibe apenas ningún
efecto de su propio movimiento. El principio de inercia también justificaba que los planetas
no se movieran por el impulso de un supuesto primer motor, sino porque no había ninguna
fuerza que los frenara.
La obra del filósofo y matemático inglés ​Isaac Newton (1642-1727) ​y, en especial, su obra
Principios matemáticos de la Filosofía Natural, publicada en 1687, constituye la culminación
de ese proceso de revolución científica y cosmológica iniciada por Copérnico en 1543 con
motivo de la publicación de Las revoluciones de las esferas celestes. Newton estableció que
todos los cuerpos del universo son el origen de la fuerza de la gravedad, y a su vez se ven
afectados por ella (todos los cuerpos, por tener masa, se atraen entre sí: en esto consistiría
la gravedad). La definió como una fuerza directamente proporcional al producto de sus
masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que separa sus centros de
gravedad. Se trataba de una ley que podía aplicarse tanto para la caída de una piedra como
para determinar el movimiento de los planetas, lo cual significaba que las mismas leyes
regían en todo el universo (así, se terminaba de superar la cosmovisión aristotélica, en tanto
que distinguía entre un mundo sublunar y otro supralunar).

Implicaciones filosóficas
El paradigma newtoniano trastorna la cosmovisión aristotélica-ptolemaica. Newton y sus
predecesores nos ofrecen la imagen de un universo explicable mediante leyes, como un
gran reloj, y predecible en sus procesos (determinismo). Además, este universo deberá ser
infinito, de lo contrario, todo su sistema gravitacional se colapsaría.
Este universo, en su grandeza, sitúa al hombre en un papel secundario, pues, en definitiva,
las leyes que explican su funcionamiento suponen, al mismo tiempo, que el universo no
posee finalidad alguna.

Si el universo no posee finalidad, ¿la tiene la existencia del ser humano?


Todo esto afecta, igualmente, al papel que Dios desempeña en este nuevo paradigma. Dios
es el gran relojero que ponen en marcha todo el sistema (mecanicismo) y, una vez hecho
esto, su papel deja de tener relevancia. El paradigma newtoniano -con un universo creado e
infinito- no supone un ateísmo, pero sí abre camino al agnosticismo.

4. La cosmovisión actual
El paradigma newtoniano se mantendrá vigente hasta los albores del siglo XX. El
replanteamiento será posible gracias al avance y el progreso científico que se manifestará,
fundamentalmente, en el desarrollo de la física cuántica y en las aportaciones de Albert
Einstein (1879-1955) con su teoría de la relatividad. Actualmente ambas teorías son
incompatibles entre sí, pero permiten entender, respectivamente, lo más grande y lo más
pequeño de nuestro mundo. Sin embargo, se sigue trabajando para lograr una teoría que
sea capaz de unificarlas.

Einstein y la teoría de la relatividad


Einstein publicó la teoría de la relatividad especial en 1905, la cual echaba por tierra las
convenciones de la física clásica: afirmaba que no existen un espacio y un tiempo absolutos
e independientes del sujeto que los experimenta. ​Espacio y tiempo son medidas que
obtiene un observador y que, entre otras variables, dependen de la velocidad a la que
se halle​​. De esto se desprende un hecho tan sorprendente para el sentido común como que
el tiempo transcurre de manera diferente para dos observadores que viajan a distinta
velocidad.
Además, a causa de esta relatividad de espacio y tiempo, para dar una descripción del
universo que sea válida para todos los observadores, hay que considerar que existe
interdependencia entre la dimensión temporal y la espacial, pues los cambios en una de
ellas afectan inevitablemente a la otra. Espacio y tiempo, pues, forman un continuo
cuatridimensional.
En 1915, Einstein generalizó esta teoría y publicó la teoría general de la relatividad, de la
que se derivan consecuencias revolucionarias para la cosmología y la comprensión del
universo. Lo más importante de la teoría de Einstein es que ​la masa de un cuerpo deforma
el espaciotiempo a su alrededor​​. Así, en las proximidades de una gran masa (por ejemplo,
la de una estrella como el Sol), el espacio está más curvado y el tiempo transcurre más
lentamente. Aunque la tendencia natural de los planetas y, en general, la de todos los
cuerpos celestes, sea recorrer la distancia más corta entre dos puntos (lo que en física se
conoce como geodésica), si el espacio en el que se mueven está curvado, el planeta
acabará trazando una órbita a su alrededor. De este modo, la teoría de la relatividad
explicaba los movimientos orbitales de los planetas. Pero, además, se deducen de ella
consecuencias imprevistas, como que el universo se encuentra en un proceso de expansión
(Edwin Hubble (1889-1953) demostró que el universo se está expandiendo).

La física cuántica
Si la teoría de la relatividad revoluciona nuestra visión del mundo a gran escala (el
macrocosmos), la teoría cuántica hace lo propio con el mundo de lo infinitamente pequeño.
De los múltiples resultados de una teoría tan compleja como la cuántica, el que más impacto
filosófico produjo fue el denominado ​principio de indeterminación o incertidumbre de
Heisenberg​​. Según este principio, existen determinadas magnitudes microfísicas, como la
velocidad y la posición de una partícula subatómica, o la energía y el tiempo de la misma,
entre las que se dan lo que se llaman relaciones de indeterminación o incertidumbre; es
decir: si tratamos de conocer (de medir) de modo preciso una de ellas, necesariamente la
otra magnitud se nos va a “escapar”. Así, por ejemplo, no podemos conocer con exactitud y
a la vez la velocidad y la posición de una partícula, pues alguna de estas dos magnitudes
fundamentales permanecerá necesariamente indeterminada o incierta. Esto supone un
límite infranqueable a nuestro conocimiento de la realidad.
Con respecto a este problema se han propuesto ​dos interpretaciones​​:
Se habla de ​principio de incertidumbre ​si se quiere hacer hincapié en el componente
subjetivo de la imprecisión: somos nosotros, los humanos, los que, al medir interaccionamos
con eso que estamos midiendo y lo perturbamos y, por ello, parte de los resultados que
obtenemos son inciertos, probables, azarosos, pero la realidad misma es precisa. Lo que es
impreciso e incierto es nuestro conocimiento de la realidad. En el futuro recuperaremos la
precisión y certidumbre perdidas.
Se habla de ​principio de indeterminación ​-y es esta la interpretación física que ha
prosperado- si lo que se quiere señalar es que es la propia realidad la que es indeterminada
(y no nuestro conocimiento de ella): la raíz última de la realidad material, las partículas
subatómicas, son indeterminadas, imprecisas, azarosas, no nuestro conocimiento -objetivo-
de ellas. Según esta interpretación, la cuestión no es que estemos ante una incapacidad de
nuestro conocimiento o de nuestros instrumentos de medida, sino que nos encontramos
ante un límite de las cosas mismas, las cuales son, en el fondo y en cierta medida,
indeterminadas. Según esta interpretación, hay eventos que serán, por su naturaleza,
radicalmente imprevisibles, impredecibles. Las leyes de la nueva física no podrán ser ya
deterministas, como eran las de la física clásica, sino estadísticas, probabilísticas.
Algunos autores han entendido que la gran aportación de la física cuántica a nuestra
cosmovisión contemporánea es ​la apertura que se da a lo imprevisible, incalculable,
impredecible: en suma, la apertura a la libertad​​, frente al determinismo de la cosmovisión
moderna.

Implicaciones filosóficas
Algunas de las implicaciones filosóficas de la nueva cosmovisión científica pueden ser las
siguientes: ​Imposibilidad de separación sujeto-objeto​:​ para observar algo hay que
interaccionar con ello. Cuando lo observado es suficientemente pequeño, esta interacción
condiciona el resultado del experimento. En este sentido, la física cuántica pone en
entredicho la creencia (de herencia griega) de
que el mundo es una realidad objetiva que el ser humano puede llegar a conocer.
Indeterminismo e imprevisibilidad​​: la física cuántica cuestiona la imagen determinista del
mundo: solo podríamos establecer leyes estadísticas que no predicen con exactitud el
resultado de una observación, sino tan solo calculan sus probabilidades.
Alejamiento respecto al sentido común​​: la nueva cosmovisión científica se distancia de
nuestras intuiciones y percepciones habituales, por lo que resulta poco comprensible para
los que no son expertos.

Bibliografía:
Méndez Camarasa et al., ​Filosofía 1​, Edebé, Barcelona, 2016
Helge Kragh (2008): ​Historia de la cosmología. De los mitos al universo inflacionario,​
Editorial Crítica, Barcelona
González Ruiz A (2002), ​Filosofía, Proyecto Episteme, 1º Bachillerato,​ Akal, Madrid,
DeWitt R.(2013), ​Cosmovisiones. Una introducción a la Historia y a la Filosofía de la
Ciencia​, Buridán, Barcelona.

Actividad:
1. Realiza un mapa conceptual, del contenido de esta clase. dando cuenta sintéticamente
algunos de los contenidos que consideres más importantes.
2- ¿Qué es una cosmovisión?
3- a- ​¿Cuáles eran las principales creencias en la cosmovisión Aritotélica Ptolomeica.
b- Señala tres implicaciones filosóficas que se derivan de la cosmología
aristotélico-ptolemaica.
c- ¿Te parece que dichas implicaciones se siguen manteniendo en nuestra imagen actual
del mundo?

4- Explica los acontecimientos y autores más importantes que dieron lugar a la


configuración de la visión moderna (heliocéntrica) del universo. ¿Cuáles fueron las
implicaciones filosóficas más importantes de esta cosmovisión?
5- ¿Qué conceptos de la cosmovisión actual consideras potentes para “leer” “comprender” la
circunstancia que está atravesando en este momento la humanidad?
6- Redacta un breve texto en el que comentes las impresiones e ideas que te han surgido
tras estudiar el presente tema. ¿Crees que te ha servido para algo este aprendizaje? ¿Para
qué?

Envía esta actividad al mail: ​[email protected]


con Asunto: ​ ​P​ráctico 3. Conocimiento y Educación.
y tu archivo nómbralo así: A​PELLIDO.T.P. 3. Conoc y Educ.
x ejemplo PEREZ.TP 3 Conoc y Educ

También podría gustarte