El Punto Más Importante de La Vida - Ángel R. O

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Contents

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Título: © El punto más importante de la vida, por Ángel R. O.

Junio de 2024

Corrección de estilo, Diseño editorial: Yìshù escritoras

Portada e ilustración (edita con AI & Procreate): Gisela Álvarez @srta.ma.g.enta

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Capítulo 1
═════ ≪ •❈• ≫ ═════

Ahí estaba de nuevo en el lugar que visitaba


frecuentemente cada vez que me sentía mal. En la cima de
un cerro donde se podía ver, pues la oscuridad lo invadía
todo, desde lejos la ciudad. Luces multicolores dominaban
aquellas fechas llenas de nostalgia. Esa Navidad iba a ser
igual que muchas otras: a solas.
Mientras introducía mis manos en la gabardina, vi que a
lo lejos se acercaba un auto. Dejé de prestar atención y
regresé la vista hacia el frente. Minutos más tarde el coche
se estacionó junto al mío; de él bajó un hombre alto con una
camisa algo ajustada que se colocó a unos metros de mí.
Ambos permanecimos en silencio. El canto de los grillos era
tan fuerte que podía escucharse.
―Uno no nunca sabe adónde va ir la vida, ¿verdad?
―dijo el hombre que acababa de llegar.
―Claro que no. A donde vaya sé que va a ser un lugar
mejor.
Al tiempo que se acercaba, observé que sus ojos se
centraban en mí. Sin decir nada sonrió y me estiró la mano.
Me quedé desconcertado, aun así, saqué la mía del bolsillo
para saludarlo; al hacerlo nuestras energías chocaron
produciendo un ligero estruendo. Él dejo salir una media
sonrisa por el contacto que habíamos tenido. Comenzamos
a platicar y hasta reímos por momentos de las
circunstancias de la vida y otras cuestiones. El tiempo se
había ido muy rápido, así que decidí retirarme.
―Mucho gusto. Me tengo que ir.
Al despedirme se acercó a mi oído.
―¿Eres gay?
―No. ¿Por qué?, ¿se me nota en la forma de hablar o en
la forma de caminar?
―No, solamente me entró la duda.
―No. Soy bisexual. ¡Y aquí es donde tú sales corriendo!
―¿Por qué debería de hacerlo?
―La mayoría se asusta al decírselo, no quieren tener
contacto con una persona así.
―Yo no soy como la mayoría; eres un ser humano más.
Él se me acercó, desabrochó los botones de la gabardina
que llevaba y levantó mi camisa. Luego la soltó y miró en
dirección hacia su miembro. Comprendí qué quería.
Confirmé moviendo la cabeza. Él se acercó a mis labios
hasta que sentí su respiración; mas, al hacerlo volteé hacia
un costado mirando al piso.
―Márchate. Estás a tiempo.
Mis ojos seguían en dirección al empedrado, no podía
mirarlo a la cara. El frío pegó con fuerza en aquel instante y
lo sentí en lo más profundo de mi ser. Él no dejó de
observarme en ningún momento a pesar del rechazo, dirigió
su mano hacia mi barbilla y, luego de girarla en su
dirección, levantó mi cara; al hacerlo ambas miradas se
encontraron.
―No tengo ningún problema. No lo vuelvas hacer.
Se quitó la camisa, luego me quitó la ropa; una vez que
ambos quedamos desnudos, sus labios se dirigieron a mi
cuello. Comenzó a recorrer despacio cada centímetro de mi
piel, percibí el calor de sus manos que elevaba la
temperatura llevándome poco a poco a arder y
desapareciendo el frío de aquel momento; mi cuerpo
llameaba al grado de estar a punto de descontrolarse. Sin
decir nada sentía cómo me invadía lentamente. El olor a
cítricos de su piel hacía que la mía se encendiera cuando
me acariciaba con sus dedos. Los abría, los cerraba y jalaba
mi piel con suavidad produciéndome pequeños orgasmos.
Había oído hablar del sexo tántrico y él lo llevaba a cabo a
la perfección, era todo un experto en provocarme espasmos
de placer. Me llevó contra el barandal, colocó mis piernas
sobre su cintura y me puso frente a su sexo. Posicionó su
miembro en mi ano y lo metió con fuerza, solo sentí un
dolor por aquel pene que había entrado, así que me agarré
de la baranda, pues por poco me hizo gritar. Después de
algunos segundos el dolor pasó y comencé a disfrutar cómo
entraba y salía; nuestras pieles unidas se consumían sin
cesar. Quité una mano de la balaustrada y me agarré de su
cuello, luego solté la otra y solo me sostenía su cuerpo. Una
de mis manos bajó y tocó sus glúteos, sentí cómo se
apretaban mientras me lo metía; entonces deslicé mi mano
hacia arriba, su espalda estaba muy marcada por horas de
gimnasio; ahora entendía por qué aguantaba tanto.
Mi cuerpo se sintió de nuevo cual si estuviera envuelto
en llamas de placer, solo percibí cómo se movía hasta que
me vine analmente sin que él tocara mi miembro. Un
minuto después él se vino a su vez, al hacerlo sentí las
contracciones de su cuerpo al eyacular dentro de mí. Aquel
líquido que derramaba era muy caliente.
Luego de terminar, tomamos nuestra ropa que estaba
regada en el piso; después de vestirme me dirigí al coche.
―Olvídalo. Solo es sexo, esto es así. Este mundo no es
para ti.
Al estar a punto de subir al auto, corrió y me alcanzó
para detenerme.
―Se podría decir…, pero es algo que quisiera repetir más
de una vez.
Dicho esto, mostró una ligera sonrisa, luego se acercó a
mí para despedirse con un abrazo que no correspondí; acto
seguido subí al coche y me retiré. Mientras manejaba, no
podía creer que había dejado impregnada su esencia en mi
piel, sin embargo, ya era tarde y lo único que quería era
llegar a casa. Durante el camino aquella fragancia no me
dejó tranquilo, solo pensaba en ella y en el gran momento
que me había hecho disfrutar. Prendí la música del coche, se
escuchaba Maps de Adam Levine, la cual canté durante
todo el camino, pues estaba muy feliz. Después de todo, lo
que había pasado me ayudaría a seguir y a saber que había
alguien más por ahí para mí.
Capítulo 2
═════ ≪ •❈• ≫ ═════

Mientras bajaba las escaleras me percaté de que ya era


tarde, me había quedado dormido más tiempo de lo normal.
Al llegar a la cocina saqué jamón y pan para preparar un
emparedado cuando, justo a esas horas, recordé que tenía
cita con mis padres, así que me di prisa. Terminé de
prepararlo, me senté, me serví un vaso de leche y comí más
rápido de lo habitual; tanto que casi me lo pasaba entero.
De pronto escuché que sonó un celular. Me quedé
extrañado; el sonido venía de mi gabardina y que yo
recordara… no lo había llevado. O lo había olvidado. Al
meter la mano para sacarlo, me di cuenta de que no era mi
móvil, deseaba saber cómo había llegado hasta mí; al
observar la pantalla solo vi el número, ni siquiera tenía el
nombre. Contesté para ver si era el dueño o algún conocido
para poder regresarlo.
―Hola. ¿Quién habla?
―Tan pronto lo olvidaste…
―Vámonos hablando claro. No sé quién eres… No te
conozco como para que me hables así.
―Llevabas tanta prisa que no quise molestarte pidiendo
tu número. Te di tu espacio para que pensaras bien lo que
sucedió anoche.
Al recordarlo, respiré y solté el aire, pues estaba a punto
de enfadarme. Detestaba que me hablara alguien que no
conocía y él no era la excepción.
―Ah…, eres tú… No sé cómo llegó tu móvil hasta mí.
―Yo sí. Cuando te alcancé para despedirnos lo puse en el
bolsillo de la gabardina sin que te dieras cuenta. Solo fue
para dejar claro que me interesas.
―A ver…, ¿qué parte de que olvides lo que pasó no
entendiste?
―No lo voy a olvidar. Dime, ¿a ti no te gustó?
―Fue interesante, no lo voy a negar. Estuviste bien.
―Tenía razón. Me encantó ver en tus ojos cómo te
sentías...
―Vaya, estabas poniendo más atención de lo que
pensaba, pero eso no cambia que seamos solo algo de una
noche. ¡Y qué bueno que llamas! Porque te quiero dejar bien
claro que, si de verdad estás interesado, no me gusta que
me llamen y menos que me envíen mensajitos.
―Discúlpame. No te conozco; un error lo puede cometer
cualquiera.
―Gracias por el interés. Ahorita mismo voy a tirar tu
celular.
―No, no. Te lo regalo. Lo podemos dejar para estar en
contacto y conocernos.
―No me interesas y menos para comunicarnos. A ver,
¿qué parte no te queda clara? No te quiero volver a ver.
―Tú no, pero yo sí.
Tomé su celular blanco, lo puse en altavoz y lo dejé caer
al bote de la basura. Lamentaba lo que hacía, sin embargo,
era lo mejor para ambos. No quería ilusionarlo y que creyera
que entre los dos podía haber algo. Tenía bien claro que solo
habíamos sido algo de una noche que cualquiera puede
olvidar.
―Lo siento, ya tiré el celular a la basura. Si quieres,
puedes seguir hablando. Me tengo que ir; tengo un
compromiso.
El sonido se escuchó al golpear el bote. Su voz poco a
poco se fue alejando, era más que evidente lo que había
hecho. No respondió nada, al parecer se retiró; por su forma
de hablar sabía que se había molestado.
Subí corriendo las escaleras y me fui directo a la
regadera. El agua corría lentamente por mi cuerpo haciendo
que me relajara y olvidara lo que había sucedido. No podía
creer que se me hubiera pasado que ese día tenía reunión
con mis padres, pues comúnmente nunca se me olvidaba;
no entendía qué traía en la cabeza para olvidarlo.
Me dirigí al clóset, por primera vez me quedé viendo a
ver qué me ponía, no sabía qué usar esa ocasión; no lo
pensé demasiado y sin darle importancia tomé una playera
roja y un pantalón negro. Al llegar a mi escritorio tomé mi
teléfono. Fue inevitable pensar en él.
¿Qué me había pasado? Al dejarlo colgado, tal vez
creería que era un irrespetuoso. Con todo, decidí que no
importaba en lo más mínimo lo que con él sucediera. Yo
sabía que, aunque sintiera algo, era lo mejor. Él encontraría
a alguien y yo también.
Entonces una leve punzada me detuvo y no pude evitar
sentirme mal por lo que había hecho. Al parecer él quería
algo serio, era más que evidente. Salí corriendo a la cocina
y volví a recoger el móvil. Era tarde, ya había colgado.
Mandé un mensaje.
Disculpa. Hablamos en otra ocasión. En este momento voy a
salir.
Si quieres, te acompaño.
Si estás a tiempo en la dirección que te voy a dar, lo puedes
hacer. Claro, si no te molesta estar en la casa de mis
padres. Al llegar me hablas o me esperas.
Ahí nos vemos.
No sabía si eso estaba bien o cómo lo tomarían mis
padres, pues, a pesar de ser abiertamente bisexual, no
había llevado a nadie a casa; solo habían sido relaciones en
privado.

••❈••
Mientras me estacionaba vi que él esperaba enfrente, sin
duda de día lucía mejor que de noche.
―Eres puntual, yo que pensé que no vendrías. Por cierto,
¿cómo te llamas? Llevábamos tanta prisa que nunca
preguntamos nuestros nombres.
―Esteban. Te he estado esperando desde hace algún
rato, también creí que no vendrías; ya estaba pensando en
irme, pues no aparecías y con la forma de ser que tienes
eres capaz de dejarme plantado, hasta de jugar conmigo.
Con todo, aquí estoy; aunque sea para quedar mal. Disculpa
si soy muy atrevido, pero cuando te interesa algo… Y tu
nombre, ¿cuál es?
―Ben. No pienses que soy así, solo no me gusta
dedicarme a personas que no le pueden aportar nada a la
vida más que quitarte el tiempo. En esos instantes uno
puede hacer otras cosas y sacarles provecho.
―Espero no ser de esas cosas que te quiten el tiempo y
espero que tenga valor lo que pase conmigo, porque a nadie
le gusta que jueguen con él.
Nos dirigimos a la puerta. Mi madre abrió. Al vernos
sonrió dándonos la bienvenida.
―Pasen. Tu padre está la oficina, Ben; si gustan subir.
―Gracias, mamá. ¿Me acompañas?
Los nervios estaban sobre mí, pues no sabía cómo lo
tomaría mi padre. A mi madre nunca le había importado con
quién estaba, ella solo quería que fuese feliz fuera con
quien fuera.
―Hola, papá, ¿para qué me querías?
Al voltear y ver quién me acompañaba, se quedó
sorprendido. No dijo nada, pero hizo una expresión de pocos
amigos.
―Solo quería entregarte estos documentos que llegaron
de tus empresas a nuestra dirección.
En ese momento entró mi madre.
―¿Se van a quedar a comer? Ya está la comida.
―Sí, señora. Nos quedamos a comer ―contestó Esteban.
Al escucharlo, rápidamente viajó el desagrado por mi
cuerpo. ¿Por qué contestaba si esto se me estaba haciendo
tan incómodo que lo que quería era irme lo antes posible?
―Ya preparo la mesa. ¡Los espero abajo!
Mientras comíamos también platicábamos. Mi padre no
estaba muy contento que digamos, así que mi madre era la
que hablaba. De pronto llegó una pregunta muy importante
y todo se quedó en silencio.
―¿Cuánto llevan juntos? ¿O son solamente amigos?
No sabía qué decir, deseaba salir corriendo de aquel
lugar. ¿Cómo le iba decir que éramos algo de una noche?,
volteé a verlo preocupado y me atraganté con la comida.
―Meses ―respondió Esteban con tranquilidad.
Mi madre al ver mi reacción decidió no preguntar más.
Estábamos a punto de irnos cuando de repente Esteban se
colocó junto a mí, ladeó su cabeza y me besó. En ese
momento no me dio tiempo de rechazarlo, tenía pena
hacerlo. Maldita sea, si era hombre, ¿por qué me estaba
besando?, tal vez solo era para marcar territorio; la verdad
no entendía por qué lo había hecho. Mis padres se quedaron
mirando sin decir nada. Por la expresión de mi padre, supe
que todavía estaba esperanzado de que encontrara una
chica y me casara, solo que eso desde hacía mucho que ya
no estaba en mis planes; lo había cambiado para enfocarme
en otras cosas.
Al salir y despedirnos de mis padres, le pregunté a dónde
quería ir para seguir conociéndonos, pues todo era tan
rápido que muchos dirían que eso no se hace en la primera
cita. Al parecer ambos llevábamos prisa porque no nos
importó si estaba bien o mal lo que hacíamos, solo
queríamos vivir en el instante lo que sentíamos.
Capítulo 3
═════ ≪ •❈• ≫ ═════

La mañana siguiente volví a la casa de mis padres, pues a


pesar de haber ido el día anterior me faltaban algunas
cosas. Al intentar abrir con la llave, no pude, fue inútil.
Toqué varias veces, pero parecía que no estaban, sin
embargo, al subir al auto vi cómo mi padre abría la puerta
con unas cajas en mano. Bajé de inmediato y me dirigí a
ellos; se miraban muy molestos.
―Estas son todas las cosas que dejaste aquí, por favor,
tómalas y nunca más regreses ―dijo mi padre.
Soltó las cajas en el piso y las cosas rodaron por el suelo.
Sabía por qué. Era por lo del día anterior; no les había
parecido bien que llevara a Esteban a la casa. Nunca me
habían visto con una pareja hombre y todavía tenían la
esperanza de que cambiara e hiciera lo que hace la gente
común. No dije nada, solo los miré, estaban hablando muy
en serio; su actitud había cambiado desde hacía mucho y
tenía claro que no me apoyaban en lo más mínimo en la
decisión que había tomado, así que respiré y aguanté.
Los conocía tan bien que sabía que esa era la última vez
que nos veíamos. Contuve mis lágrimas y me puse a
recoger mis pertenencias del piso mientras ellos cerraban la
puerta dejándome ahí. Tenía una familia muy conservadora
y religiosa y esas eran las consecuencias de ser como era,
pero no había más que afrontarlo y seguir. Al terminar de
recoger todo, lo guardé en la cajuela, subí al coche y me
retiré. Unas calles más adelante me largué a llorar, incluso
si eso fue lo mejor que me pudo suceder, pues si seguía
sabía que aun así les molestaría e iba ser muy incómodo
estar conviviendo donde no eres bienvenido.
Agradecía que nunca estuvieran en los momentos más
importantes de mi vida, pero lo mejor que pude aprender de
ellos fue a decidir y eso era lo que quería.

••❈••

Al llegar a mi casa estaba más tranquilo, durante todo el


camino me hablé positivamente; después de todo no me
afectaría tanto lo que había pasado, pues ya vivía en forma
independiente y los veía muy pocas veces al año. Me dirigí a
la parte trasera del auto y bajé mis cosas.
Fui hacia la oficina para dejarlas. Al llegar dejé las cajas
en mi escritorio y me puse a acomodarlas; mientras lo
hacía, me encontré con un coche de cuando era pequeño.
Era de las pocas cosas que seguía conservando y que con el
pasar de los años se mantuvo. Bajé las cajas y comencé a
jugar con él sobre el escritorio, pero no calculé bien y cayó
al piso. Lo recogí y al hacerlo me di cuenta de que se había
golpeado fuerte, al grado de estrellársele el parabrisas; tal
vez era que ya estaba viejo y el material estaba carcomido.
Lo tomé y lo acomodé, apagué la luz y salí de la habitación.
Capítulo 4
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Tenía que salir y buscar a otra persona; a él lo iba dejar.


Ambos estábamos llevando aquello a otra parte. Al mirar
por la ventana me di cuenta de que ya había oscurecido;
por fortuna, la cita que tenía era a las nueve, así que
todavía tenía tiempo. Mi emoción era evidente, la había
conocido en la semana en el súper y habíamos quedado en
salir.
Lamentaba mucho la manera de estar llevando la
relación con Esteban, jamás fui infiel, pero esa vez me
sentía como si lo estuviera siendo. A pesar de todo lo que
estuviera pasando, tenía muy en claro dejarlo que fuera feliz
y ese final feliz yo no se lo podía dar. Yo solo era una noche
más que le gustó. Aunque, pese a mi evidente rechazo, él
seguía luchando; aun así, sin duda mi único propósito era
dejarlo. Yo no era en lo más mínimo la persona que muchos
buscan en la vida, yo era diferente y no iba cambiar nada
por él. Siempre se lo dije: que se podía marchar cuando
quisiera; nadie lo tenía aquí a la fuerza, él era libre y podía
hacer lo que quisiera.
Bajé las escaleras, no podía creer que me hubiera
arreglado nuevamente para salir. Siempre fui el que creía
que si alguien te quería en la vida te iba querer tal cual
eres.
Hacía años que aquella persona romántica había
desaparecido, los días habían cambiado, también las metas,
pues la vida se tornó difícil. Mis gustos no cuadraban en
absoluto con los del resto; a pesar de todo, traté de ser feliz
de la forma que fuera. No me importaba una pizca lo que la
gente pensara, si esa noche dormía aquí y luego se
marchaba, no importaba; solo quería vivir y olvidar todo lo
que una vez fui y, aunque una vez le di prioridad, en ese
momento quería ser lo único que importara. Después de
todo, el amor no había funcionado para mí, no era más que
una reliquia que había desechado y en la basura había
terminado. Hacía tiempo me di cuenta de que ya era
costumbre, que si no encontraba a alguien era lo de menos,
trataría de disfrutar cada instante. Aunque la gente
cuestionara mi orientación sexual, siempre iba estar
orgulloso de lo que llevo dentro; tengo muy en claro que la
vida la he venido a vivir para mí.
Subí al coche, al hacerlo mi mirada se dirigió hacia el
frente, entonces vi una caja con las pertenencias de mi
exnovia. Bajé y la tomé, abrí la cochera y la llevé al bote de
basura que se encontraba en la calle; al hacerlo fue difícil
no recordar el día de la despedida: «Vete. Espero que seas
feliz, no mires atrás, sé feliz». Sonreí a la caja y subí al auto
de nuevo.

••❈••

Ya en el restaurante me fui directo a la mesa donde


esperaba ella, pues al parecer prefirió llegar antes. Cuando
la saludé me percaté de que llevaba un vestido algo
ajustado que hacía resaltar muy bien su silueta.
―Hola, guapa. Si por mí fuera, antes de empezar a cenar
comenzaría por el postre.
La fragancia floral que llevaba despertó rápidamente mi
interés. No me gustaba saludar con un beso cuando alguien
me gustaba porque me prendía y no quería tener problemas
con algo incómodo por allá abajo.
―No es que me moleste, pero ¿no crees que vas muy
rápido?
―A mi edad y contigo… Si voy rápido o voy despacio a
quién le importa, solo quiero comer ya.
Ella no dijo nada, únicamente me miró con sus ojos
pícaros moviendo las pestañas; luego dirigió sus manos al
tallo de la copa y movió sus dedos de arriba abajo. Al
hacerlo me comenzó a excitar, el deseo empezó a correr por
todo mi cuerpo; lo tenía que contener por lo menos hasta
después de cenar, así que decidí pensar en otra cosa. Ella
tomó la copa y se estiró sobre la mesa para darme a probar.
―¿Quieres probar el vino? La cosecha de este año les
quedó muy bien.
Su mano ejercía fuerza sobre la mesa. Su escote quedó
frente a mí, así que dejé de prestarle atención y me
concentré en mirar sus labios rojos. Fue inevitable en aquel
momento pensar en pararme y ponerla contra la mesa.
―Dicen que para saber si es bueno primero hay que
meterle la lengua y moverla cuando esté dentro.
Me estaba gustando que me estuviera seduciendo. Puse
mis labios sobre la copa y metí la lengua.
―También dicen que si la mueves hacia los lados te
gusta más… No te desesperes que no es muy rápido ni muy
lento, tienes que aprender a degustar.
Al separarme de la copa un par de gotas corrieron por mi
barbilla, ella las secó con su dedo y lo lamió.
―¿Ya pensaste qué vas a pedir?
―Seguramente no algo que te guste a ti.
―Puedes comer lo que tú quieras, pero abramos la carta,
podemos escoger algo que nos guste a los dos.
―Claro, dime qué te gusta y puedo elegir algo para
ambos.
Mientras ella miraba la carta para ver qué pedíamos, mi
celular sonó.
―Disculpa, tengo que contestar.
―Sí, adelante. Mientras pido algo.
Al levantarme de la mesa contesté.
―Bueno.
―Si ibas a un restaurante, ¿por qué no me invitaste?
―¿Acaso no puedo tener mi propio espacio? Puedo hacer
lo que yo quiera. Además, ¿cómo sabes que estoy en uno,
me seguiste?
―Puse un rastreador en tu celular hace tiempo. Voltea a
la derecha.
Ahí se encontraba él mirándome desde lejos, no sabía
desde hacía cuánto. Caminé hacia el baño y él se fue detrás
de mí.
―¿Qué haces aquí? Márchate.
―Por lo menos me hubieras invitado también.
―Retírate, por favor. Olvida lo nuestro. No te va gustar
verme con otra persona.
―¿Y tú cómo lo sabes?
―Hasta ahora la mayoría de las veces no lo soportan,
salen corriendo. Por favor, vete. Quiero tener sexo esta
noche.
―Hagámoslo entonces los tres. Así eres tú y no lo voy a
poder cambiar, es lo que te gusta. ¿Y a ti… te va gustar
verme con otra persona?
―No tengo ningún problema. ¿Por qué, acaso traes a
alguien?
―Por ahora no, tal vez más adelante. Tienes buen gusto,
es atractiva. Si quieres, podemos ir comenzando.
―Espérate, no es solo mi decisión, todavía tenemos que
ver si ella quiere hacerlo con los dos. Si no quiere, tú te
tendrás que marchar.
―¿Entonces cómo lo vamos a hacer?
―Esta noche solo lo va disfrutar ella. Que ni se te ocurra
decirle nada de lo nuestro. No lo arruines; voy a regresar y
después tú llegas como si fuera coincidencia.
―De acuerdo, pero ¿dónde quedas tú? El chiste es que
los tres quedemos contentos.
―Lo mío será en otro momento. Si queremos tener sexo
esta noche, lo vamos a hacer como estamos acordando.
Cuando volví, la comida ya estaba en la mesa. Tomé mi
plato y lo puse a un lado de ella.
―Disculpa por la tardanza.
―No te preocupes. Ya comamos porque, si no, se va
enfriar.
Mientras comíamos, él se acercó a la mesa.
―Hola, amigo, ¿cómo has estado?
―Bien. ¿Cuánto tiempo sin vernos?
―Bastante. ¿Podría sentarme con ustedes?, lo que pasa
es que ya me quedaron mal, no van a llegar.
―¿Qué dices tú, guapa?
―Claro, no tengo ningún problema.
Estábamos sentados uno de cada lado de ella. Al vernos
así, el deseo corrió por mi cuerpo nuevamente; me
encantaba que ella estuviera en medio. Ambos
platicábamos y ella nos sonreía en momentos, al parecer
también le gustó.
―¿No te gustaría hacer un trío con nosotros?
Ella lo miró primero a él, luego a mí y no dijo nada; lo
estaba pensando. A pesar de que él era más conservador,
se atrevió a decirlo. Si yo lo hubiera hecho, lo hubiera dicho
igual, directo, pues a mí no me importaba si estaba bien o
mal.
―Se pusieron de acuerdo. Bueno, eso no importa. Está
bien, pero únicamente si me prometen que no terminaré
colgada a un portal de vídeos.
―No somos ese tipo de personas. Te prometo que esto
va quedar entre nosotros.
Nos retiramos del lugar para llevarla a casa. Él se fue en
la parte trasera con ella, platicando mientras yo conducía.
Iba encantada con él, al grado de besarse.

••❈••

Los tres bajamos del coche y fuimos directo hacia la


habitación, donde nos colocamos cerca de la cama. Esteban
estaba detrás de ella y yo de frente, entonces él comenzó a
bajar el cierre de su vestido mientras mi boca se dirigió a la
suya, mordí su labio inferior y empecé a besarla. Él pegó su
miembro erecto a su trasero, con lo que ella se comenzó a
prender. Al quitarle el sostén, él acarició sus senos al tiempo
que yo bajé, sin duda muy caliente; al hacerlo abrí sus
piernas quedando en v invertida. Lucía tan bien su postura
sobre aquellos tacones negros. Bajé su ropa interior blanca
y empecé a practicarle sexo oral, ella comenzó a retorcerse
de placer, estaba ardiendo; me tomó y me apretó contra
ella. Mi lengua pasó por encima, luego la introduje y la moví
suavemente.
―Más de una quisiera hacerlo así. El problema es que
tiene que ser con alguien responsable, discreto y creo que
con ustedes no tendré ningún problema, pues van muy
bien.
―Olvida todo, dedícate a disfrutarlo.
Él se desabrochó el pantalón, sacó su miembro y
comenzó a jalárselo; a partir de ahí el calor empezó
apoderarse de nosotros saliéndose de control.
Ella se agachó para mamárselo y yo comencé a follarla.
Ella chupaba su pene y él estaba encantado, pues lo
introducía con fuerza hasta el fondo. Ella se atragantaba y,
cuando lo hacía, él lo sacaba para que no se ahogara.
Yo me detuve y me acosté en la cama, entonces ella se
sentó sobre mi miembro y se acostó sobre mi cuerpo. Él
también le introdujo su pene vaginalmente. Ambos nos
movíamos y al estar a punto de venirnos nos detuvimos
para hacerlo fuera.
Capítulo 5
═════ ≪ •❈• ≫ ═════

Bajé con mi celular en mano y los audífonos puestos para ir


a la cocina, donde tomé de la alacena una botella de vino y
una copa, luego me dirigí al refrigerador y agarré algunos
quesos para acompañarlo. El olor agridulce invadió mi nariz,
me dispuse a ir a las sillas que se encontraban frente a la
alberca. Prendí mi móvil y puse una película alemana, Cerca
del horizonte. Mientras la miraba tomaba el vino y comía
quesos; no era la primera vez que la veía, pero me
encantaba y en cada ocasión me ponía mal. La historia me
puso sentimental de nuevo, más porque sabía que estaba
basada en hechos reales. La vida es así, no a todos nos toca
vivir una vida feliz; solo entendía que hay que tratar de
vivirla lo mejor que se pueda. Los recuerdos de mis
relaciones pasadas comenzaron a llegar, eran tantas
personas que con el paso del tiempo tuve que olvidar. A
quién engañaba, cada una me había dolido y no lo superé,
por eso me encontraba en ese estado. No haber terminado
bien tal vez era la causa de mi situación, pues nunca hubo
una explicación del adiós; podía imaginarlo y eso me
atormentaba, la respuesta: el problema era yo. No negaré
que una vez quise ser normal, no sentir esta atracción por
ambos sexos, menos sentir placer teniendo sexo con los
dos. Tuve mis problemas y me afectaron hasta que me di
cuenta de que no se podía hacer nada, que era mejor
aceptarlo y sentir orgullo de desearlos a los dos, pero quien
me entendía solo me daba consejos de personas normales
que de nada servían; causaban más problemas de los que
ya tenía.
Ahora no podía creer todo lo que había pasado.
La botella se había terminado, no me di cuenta de lo
rápido que la consumí, solo sentía el efecto del alcohol
sobre mí. Los recuerdos fueron tan tristes que ya no quería
continuar más. Las lágrimas corrieron, eso dolía bastante. El
corazón se contraía tan fuerte que me dejé caer al piso; al
hacerlo la copa y el celular que traía en la mano se
estrellaron, haciéndose añicos. Sin preocuparme de ello me
levanté, caminé hacia la alberca y me metí en ella.
Comencé a aspirar el agua, que para un suicida es un arma
que atenta contra su vida. Sentí el ardor del agua
recorrerme, aun así, seguí aspirando, ardía tanto que nada
podía detenerme; sin embargo, estaba cansado de tener
aquella sensación. El agua entró rápidamente en mi cuerpo
y perdí el conocimiento.
Esteban me contó luego que al llegar a la sala no me
encontró, por lo que subió a la habitación a ver si ahí me
hallaba, pero no estaba. Se dirigió a la cocina; fue inútil.
Pensó que yo había salido, caminó hacia el patio y se quedó
parado a un costado de la puerta y sacó el celular para
llamarme; mientras lo hacía miró hacia una silla, vio
estrellada una copa y mi teléfono contra el piso, entonces,
al levantar la mirada me vio flotando en el agua. Se quedó
paralizado. Las lágrimas corrieron del miedo de que me
pasara algo.
―¿Qué hiciste, qué hiciste?
Corrió hacia la alberca, se tiró y nadó hasta mí. Una vez
que me sacó me arrastró como pudo poniéndome en el piso
e intentó reanimarme, pero no reaccioné. Tocó mi pecho
nuevamente, pero fue en vano. Me narró que mi piel estaba
muy fría, que intentó e intentó, sin resultados. Las lágrimas
corrieron por su rostro nuevamente.
―Por favor, reacciona. Por favor, reacciona.
Dijo también que de pronto escupí el agua que tenía
almacenada en el cuerpo, entreabrí los ojos y me quedé
tirado. Me levantó y me llevó hasta la habitación. Mientras
subía la escalera, nuevamente entreabrí los ojos.
―¿Por qué lo hiciste?
―Ya estoy cansado, ya no puedo con los recuerdos de
todo lo que he vivido; son muy tormentosos. Me hubieras
dejado para que esto terminara.
Después de decirlo cerré los ojos otra vez. Al llegar a la
cama me acostó, me quitó la ropa mojada, me cubrió con
las sábanas y se acostó conmigo.
―Sé por qué lo hiciste. Tranquilo, no me voy a ir. Aquí
estoy para ti.
Él se quedó dormido al igual que yo. Pasadas unas horas
se levantó, quitó las sábanas dejándome completamente
desnudo; luego se desvistió, se volvió a acostar y colocó sus
piernas sobre mí, que me acomodé sin despertar.
Al penetrarme abrí los ojos; de inmediato me encontré
con los suyos mirándome.
―No vayas a cerrar los ojos, me encanta verlos cuando
te cojo.
En aquel momento no tenía ganas de tener sexo, ni
siquiera sentía excitación, con todo, dejé que su cuerpo se
satisficiera. Yo solo quería descansar, en otra ocasión
disfrutaría de ello, pero para mí ese no era el momento.
Capítulo 6
═════ ≪ •❈• ≫ ═════

Mientras platicábamos tomó el vaso de agua, dio varios


tragos sin decir nada, solo me miraba como si quisiera
decirme algo. Parecía algo nervioso, así que dijera lo que
dijera estaba preparado para cualquier cosa; ya nada me
asustaba.
―¿Entonces qué, no quieres venir conmigo?
―No sé, tengo que pensarlo. Mi vida es este lugar.
―Vente conmigo, empecemos algo nuevo. Te va a gustar
mi casa; tengo un jardín grande donde puedes tirarte.
También tengo una alberca para refrescarte y darte tus
chapuzones cuando tú quieras; incluso sumergirte hasta
donde aguantes, eso sí, sin agotarte. Hay unas palmeras
con una hamaca y allí cerca se encuentra un árbol de
limones por si te gusta chuparlos; tienen mucha vitamina
para que no te enfermes. Si te gusta la acidez, adelante
tengo un árbol de manzanas, para que sea más potente,
puedes tomar las que quieras y sentir toda la acidez en tu
boca. Las escaleras de caracol son impresionantes; podrás
pararte, sentarte y si así lo quieres arrastrarte. Más arriba
se encuentra una fuente por si tienes sed, puedes beber de
ella hasta atragantarte. A los lados hay dos habitaciones; si
quieres dormimos juntos o separados, pero de noche yo te
recomendaría que juntos. Así que tú decides, la casa está
disponible para ti, para que la disfrutes cuando quieras. Se
me olvidaba, frente al balcón también tengo una mecedora
que está lista para que la disfrutes. Así que, ¿qué dices…?,
vente conmigo. Te va gustar, eso te lo puedo garantizar, no
te aburrirás. De cualquier objeción que tengas nos podemos
arreglar, si queremos uno u otro más para coger lo
resolveremos; no me da vergüenza aceptar que nos gusta
hacerlo con más y ya estamos grandes para preocuparnos
de qué pasará. Yo lo acepto como es y si quieres agregamos
a más. Para mí mejor tener un amigo con quien disfrutar.
―Dame tiempo para pensarlo. No lo sé aún. Estoy
cansado de que algo comience y, así como comience,
termine. Además, es muy pronto para irme contigo, tengo
sueños, tengo metas y no los pienso dejar por ti; para mí
son más importantes los sueños que quiera cumplir que lo
que pueda existir entre los dos.
―No te estoy pidiendo que cambies todo por mí, puedes
continuar tu vida como la has llevado hasta ahora. De
hecho, ni notarás mi presencia; también suelo dar espacio,
no me gusta tener todo el día a la gente encima.
―He disfrutado tanto de estos años del vacío de este
lugar que me resultaría difícil vivir con alguien más.
―Si prefieres, puedo venirme contigo.
―Déjame pensarlo; no creo que sea el mejor instante
para hacerlo.
―¿Qué tienes que pensar? Intentémoslo, si no funciona,
no pasa nada.
―Tengo que pensarlo. Dame unos días y te tengo una
respuesta.
En ese preciso instante vi a alguien pasar por el pasillo
que había detrás de la casa, después regresó y se quedó a
unos metros de la puerta. Era mi exnovio, el último que
había tenido. De inmediato me entró un coraje por todo el
cuerpo que tuve que contener al tiempo que me preguntaba
que hacía aquí si lo nuestro ya había terminado hacía algún
tiempo. Esteban se encontraba de espaldas, así que no lo
podía ver.
―¡¿Este quién es?! ¡¿Qué hace aquí?!
Él volteó a verlo extrañado sin decir nada.
―¡Te estoy preguntando! ¡¿Quién es?!
―Eso no te importa. Por favor, retírate.
―Me voy y luego, luego empiezas de loca a irte con
cualquiera. Se ve que no te gusta perder el tiempo; no es de
extrañarse, así te conocí… ¿verdad? ¡A él también lo
conquistaste igual que a mí!
―Lo nuestro terminó hace mucho, así que, por favor, te
pido que te retires.
―¡¿Le dijiste que ya cogimos?! ¡¿Que no eres…?!
―¡¿Que no soy qué…?!
―Pues sí, que... ya has pasado por muchas camas, que
una nueva ni sería novedad. Que no eres más que un
cualquiera.
Esteban se levantó de la silla enojado y lo lanzó contra el
piso. Sin poder meter las manos cayó al suelo; entonces
corrí a interponerme antes de que se le dejara ir a golpes,
pues se notaba muy molesto.
―¡Tranquilo! No necesito que me defiendas, puedo
hacerlo solo bastante bien; así que déjame resolver esto a
mí.
Él retrocedió y me dejó que lo solucionara.
―Te espero acá, porque si no, le voy a dar en toda su
madre a este hijo de puta.
En cuanto se alejó me volví hacia mi ex.
―Sí, es cierto, siempre te lo dije: no soy virgen y nunca
lo fui, eso era lo que te importaba tanto a ti; fue lo que
siempre me echaste en cara porque según tú sí lo eras. No
sé qué haces aquí, si tú fuiste quien se marchó sin decir
nada, aunque creo que no hace falta decir por qué; así que
entrégame las llaves y retírate. Te fuiste hace seis meses, ¿y
quieres que ahora que regresas yo siga esperándote? Nunca
dijiste nada, ni una llamada hiciste.
Él se levantó del piso molesto por lo que le estaba
diciendo.
―Tú tenías que esperarme hasta que yo regresara. No
importa si yo avisaba o no. Tú siempre tenías que estar
disponible para mí.
―Discúlpame, no sé quién te dijo que haría tal cosa por
ti.
―Te voy a enseñar a respetarme. A comportarte como lo
que eres.
Se dejó ir contra mí intentando golpearme, mas antes de
que lo hiciera mi puño se estrelló contra su cara
mandándolo al piso otra vez. Al darle el golpe, la sangre
salpicó el suelo, entonces sus ojos se volvieron tristes, como
si fuera a llorar. Esteban seguía observando desde la mesa y
comenzó a reírse cuando lo golpeé. Mi ex se limpió la
sangre. Había matado todo su orgullo de hombre, pues
según él yo siempre tenía que respetarlo.
―Bien hecho, se lo merecía este cabrón.
―Me pegaste.
―¿Pensaste que me iba a dejar? Por favor, entrégame las
llaves y retírate.
Él puso las llaves en el piso y se marchó.
―Esta me la vas a pagar. No lo olvides.
Regresé a la mesa y me senté con Esteban.
―Disculpas por este momento que acabamos de pasar;
era algo que yo tenía que resolver. Si te quieres ir después
de lo que escuchaste, adelante, no voy a detenerte.
―Claro que no me voy a ir. Yo también tengo mi historial
y no me importa en lo más mínimo lo que haya pasado
antes en nuestras vidas. Se pasó ese cabrón, si no te
hubieras interpuesto yo lo hubiera dejado peor. Si eras o no,
eso no es lo que importa, pero sí podrías contarme algo de
tu vida para poder entenderte. ¿Como cuántas personas
fueron?
―¿Es importante esa pregunta?
―No, realmente, no.
―Si quieres una respuesta, confórmate con que te diga
que fueron las suficientes como para decir que no hay amor.
Así es esto, no te enamoras, solo empiezas a buscar otras
opciones; algún día entenderás cómo se vive en este
mundo.
Capítulo 7
═════ ≪ •❈• ≫ ═════

Estábamos comprando un helado en el centro comercial


cuando de pronto me dieron ganas de ir al baño. Mientras
caminaba hacia allá me entretuve viendo a un par de niños
que jugaban; al regresar tomé mi vaso de helado.
―¿Y qué tal te pareció la película?
―No me gustó mucho, espero que no haya una segunda
parte porque, si de por sí la primera no estuvo tan bien,
imagínate la segunda.
Mientras caminábamos vi que una chica se dirigía a
nosotros, sin hacer caso continué avanzando. La chica
caminó directo a mí y, sin decir nada, me dio un golpe en la
cara.
―¿Por esto me cambiaste? —se dirigió a Esteban.
―¿Qué te pasa, por qué lo hiciste? ―le respondió.
―¡Mira por quién me cambias, por un méndigo marica!
Míralo, no tiene senos, no tiene cuerpo. ¿Qué vida te puede
ofrecer…?
―Cierto lo que dices. Te puedes quedar con él, es todo
tuyo. Que les vaya muy bien.
Me molesté y lo dejé solo con ella. Mientras caminaba
tiré mi helado en el bote de basura. Sin duda estaba
enojado, pero era cierto lo que decía, con ella le iría mejor
así que, a pesar de todo, agradecía que me lo hubiera
quitado de encima. Al llegar al coche me alcanzó.
―Espera, por favor; no te molestes. Cuánto lamento lo
que hizo.
―Vete. Quédate a su lado. Con ella será mejor que
conmigo.
―Lamento lo que hizo, pero no es mi culpa.
―Te lo vuelvo a decir, quiero que regreses con ella.
―No lo voy a hacer.
―¿Qué parte no entiendes? No sé qué haces conmigo. Yo
no te voy a pelear, no seré la persona que estará
esperándote cuando llegues a casa, no te lavaré, no te haré
de comer. Seguramente ella hasta te va a aplaudir todas las
cosas que hagas, y yo no. Yo a la primera que me hagas me
voy. Vamos, regresa con ella. Ella va a aguantar todo lo que
yo no.
―No lo haré.
―Regresa con ella; fueron buenos momentos, pero solo
somos sexo.
―Al parecer no soy yo el del problema. El del problema
eres tú, Ben.
―¿Qué dices? Vamos, solo quiero que seas feliz.
―Que sea feliz… ¿Y dónde quedas tú?, deja de
preocuparte por la gente y por primera vez preocúpate por
ti. ¿Qué tiene de malo si quiero pasar mi vida a tu lado?
Olvídate de todo. Yo no soy igual que todos los pendejos y
pendejas que has tenido. Creo que ese es el miedo, por eso
el rechazo constante, pero yo no te quiero hacer daño.
Vamos, vivamos como queramos, no como el mundo dice
que tengamos que vivir.
―Por Dios, mírame. Yo no voy a cambiar nada por ti. Está
en lo correcto ella, no tengo pechos ni curvas y ni los quiero
tener, así siempre he estado bien. ¿Qué no entiendes?,
regresa con ella.
―Espero con esto te quede claro.
Dirigió sus manos a su pantalón y lo desabrochó para
sacar su miembro erecto.
―Voltéate.
Del coraje que traía ni sentía excitación, tomé su
miembro y lo volví a meter a su bóxer. Le abroché el
pantalón y subí el cierre.
―Ya te lo dije, fueron buenos momentos, pero solo somos
sexo.
Me giré y abrí la puerta; en ese momento apoyó su brazo
con fuerza y me inclinó en el asiento. Me bajó el pantalón,
volteó a ver de reojo y se bajó el suyo, luego introdujo muy
fuertemente su miembro en mi ano. Se notaba que estaba
molesto, lo estaba haciendo más fuerte que otras veces;
aun así, no le dije nada, dejé que acabara. Al terminar me
levanté y me volteé.
―¿Ya terminaste?
―Sí. ¿Te gustó?
―Necesito tiempo; quiero estar solo. Me tengo que ir.
―Está bien, te espero en casa.
Se dio la media vuelta y tomó un coche negro. Al subir al
mío tomé mi celular y busqué el bar gay más cercano; tenía
que buscar a alguien más y dejar que él continuara su vida.

••❈••

Mientras manejaba, no dejé de pensar en ningún


momento en cuál sería la mejor solución y la única que
llegaba a mi cabeza era pensar en todo lo que habíamos
vivido y que era mejor dejarlo. Al llegar, estacioné frente al
bar y entré. Me dirigí a la barra y pedí una botella; en tanto
tomaba, un chico se acercó a mí.
―Hola, ¿por qué tan solo, te puedo acompañar?
―Claro.
Pedí otra copa para que me acompañara. Mientras
bebíamos, él me propuso bailar, lo cual acepté. Me levanté
y empecé a hacerlo, él se colocó detrás de mí y comenzó a
bailar también. Se fue acercando poco a poco hasta llegar a
mi cuello y morderme suavemente; al sentir sus labios
sobre mí, de inmediato me moví para que se retirara, pero
fue inútil. Intentó besarme. Se acercó a mi oído.
―Vamos fuera de aquí, a otro lugar donde podamos estar
mejor.
Con una mano tomó mi cintura y con la otra tocó mi
trasero. El efecto del vino estaba haciendo estragos, pero al
parecer solo era a mí porque él parecía que no había
tomado nada. Respiré profundamente y me senté.
―¿Y a dónde quieres que vayamos?, si aquí estamos
bien.
Él se paró cerca de la silla, tomó mi mano y la puso sobre
su bragueta. Me incomodé bastante. Por un momento no
pensé…, jalé mi mano y la coloqué sobre la barra. Pensé en
irme con él, pero fue imposible, no quería hacerlo.
―Lo siento, será en otra ocasión. No me siento muy bien
como para estar contigo.
―Ándale, vamos; haré que te olvides por un rato de
todos los problemas que traes.
―Tengo pareja.
―Sí, pero no la veo por aquí, al parecer no eres
importante para él.
―Al parecer… Solo es tu parecer. Será en otra ocasión; si
quieres pásame tu número y nos ponemos de acuerdo para
otro momento que los dos andemos bien.
Él se molestó y sin decir nada se retiró. Yo salí del lugar y
regresé a casa, al abrir la puerta lo vi dormido en el sillón
esperándome. No lo desperté y subí a la habitación.
Capítulo 8
═════ ≪ •❈• ≫ ═════

Metí el coche en la cochera, bajé y fui a mi habitación para


tomar unos papeles que necesitaba. Desde que ya no vivía
allí había dejado algunas cosas de lado que tenía que poner
al corriente. Al subir entré a mi recámara y fui a la oficina,
ambas estaban conectadas por una puerta, mientras
buscaba, no pude menos que pensar en los momentos que
había pasado en el lugar. Tantas parejas, cuánto sexo hubo
en aquella habitación, ahora estaba intentándolo
nuevamente. Ninguna de las personas de mi pasado se
había quedado, todas se marcharon para encontrar un
nuevo camino y después de asimilarlo sabía que había sido
lo mejor. Me habían enseñado que, si el amor no era para
siempre, sí lo era para un momento. Las últimas personas
con las que había andado de verdad habían sido relaciones
tormentosas, pero pasados los días comprendí que también
se tenían que ir.
Tomé mi celular para hacer una llamada a la inmobiliaria
que estaba vendiendo mi casa. Había estado dándole
vueltas en los últimos días y decidí no venderla por todos
los momentos que había vivido en ella, después de todo era
el único lugar para refugiarme en los peores momentos. Si
un día dejaba a Esteban no sabía a dónde iría, así que opté
por conservarla a pesar de vivir con él. Todo lo que había
pasado, fuera bueno o malo, tenía que superarlo, olvidar
que los días pasan, algunos para que no regresen, otros
permanecen para enseñarte.
―Hola, Amelia, solo te quería avisar que retiro la casa de
la venta. La conservaré.
―Me parece muy bien. Me alegro por tu decisión, es una
hermosa casa. Hasta ahora no tuve ninguna oferta por ella,
así que la retiraré de nuestros anuncios. En un momento
mando a alguien a tu casa para que retiren también los de
enfrente.
―No te preocupes, ahorita me ocupo yo. Solo encárgate
de retirar la publicidad que hay en internet.
―Me parece perfecto, en un momento les digo a mis
ayudantes que lo hagan.
―Gracias, nos vemos.
―Hasta luego.
Dejé lo que estaba haciendo y decidí bajar de una vez a
retirar los anuncios. Pude sacarlos fácilmente y los llevé
adentro para dejarlos en el garaje, después regresé a la
oficina. Mientras subía las escaleras, sonó el timbre. Me
pregunté quién sería… si desde hacía meses que no vivía
aquí y no esperaba a nadie; así que con la duda me dispuse
a bajar. Al abrir la puerta sentí cómo una enorme fuerza la
aventó y me golpeó mandándome al piso. De inmediato vi a
mi ex, que se abalanzó sobre mí; en las manos llevaba un
cinturón con el que me intentaba pegar. Al ver sus
movimientos rápidamente metí el brazo para que no me
golpeara la cara, al hacerlo sentí cómo golpeó muy fuerte
mi mano. El coraje corrió con velocidad por mi cuerpo y me
incorporé de inmediato.
―Ahora sí te voy enseñar a respetar a un hombre. Los
perros como tú no son más que eso, perros que tienen que
aprender a respetarnos.
―Tranquilo, vamos a resolver esto, Fernando; aunque no
hay nada que resolver. Sí, cierto, siempre fuiste de los que
no perdonaban si su expareja se fijaba en otro; siempre
creíste que con o sin ti yo siempre te pertenecería. No es
así, ahora hay alguien en mi vida y tú ya estás fuera, por
favor, entiéndelo.
Al acercarme, intenté sacarlo de la casa por las buenas,
movió el brazo y rápidamente metí las manos.
―¡CÁLLATE! ¡CÁLLATE! ¡QUE TE CALLES, ¿NO
ENTIENDES?! ¡Tú lo que necesitas es un hombre que te
enseñe a respetar!
No soporté más lo que me decía y me abalancé sobre él
para tumbarlo, al hacerlo me dio un fuerte cinturonazo. El
cinto se enredó en mi brazo y lo tomé con fuerza para
intentar quitárselo. Al tenerlo sujeto con la mano izquierda,
con la otra le di un puñetazo en la cara. En esos momentos
sus reflejos fallaron y logré quitarle el cinto, luego lo lancé al
piso. Él se dejó ir muy enojado sobre mí, tumbándome de
nuevo y comenzó a golpearme, yo solo metí los brazos para
cubrirme. De pronto me tomó de la camisa y la rompió. Al
descuidarse lo golpeé en la cara. Seguro sintió el golpe,
pero no se detuvo, me tomó del pantalón, jaló fuertemente
haciendo que el botón saliera volando. Forcejeé para
quitármelo de encima y lo logré después de estar por un
rato peleando. Quedó a un costado de mí, yo me paré;
pensé… que ya había quedado claro, no quería nada con él.
Él volteó a ver el cinturón que estaba a unos metros, se me
quitó de encima y fue por él. Después de tomarlo, se paró y
comenzó a desabrochar su pantalón, bajó su ropa interior y
me mostró su miembro.
―Órale, perro, aquí está lo que te gusta. No te hagas el
santo, te mueres por probarlo. Arrodíllate ante él. ¿No es lo
que estás pidiendo? A las personas como tú es lo único que
les gusta.
No me provocaba nada, solo quería que aquello
terminara y se fuera de la casa.
―Guarda tu chingadera. Siempre esperé que por lo
menos supieras coger, algo que no se me cumplió.
―¿Ya no te acuerdas que hasta pedías más y cómo
gritabas cuando te lo hacía a la fuerza?
―No lo creo, eres demasiado desagradable como para
pedir más; ni fuerza tienes.
Sabía que le encantaba hacerlo a la fuerza, pues eso le
excitaba. Así que se dirigió hacia mí nuevamente con el
cinturón, yo corrí intentando subir las escaleras, pero me
alcanzó y me tiró, jaló mi pantalón con fuerza
intentándomelo quitar, pero me giré rápidamente; ya estaba
cansado de estar peleando con él.
―Está bien, lo vamos hacer. Te la voy a poner fácil.
Me quité toda la ropa y quedé desnudo totalmente. Él
estaba frente a mí mirándome. Me acomodé en el piso y
abrí las piernas.
―Enséñame, pues, lo hombre que eres. Pero dame duro.
Él también se desnudó y se acercó hacia mí para tener
sexo.
―Hazlo, pues, dame duro. Muy duro. Rápido, que no
tengo tu tiempo y hazlo las veces que quieras.
Mientras lo mandaba, vi cómo lo que le decía no le
estaba gustando, pues a él no le parecía que nadie le diera
órdenes.
―¡¿Qué pasa?! ¿Solo te excita cuando es a la fuerza?
Nunca te gustó que te diera órdenes y ahora es difícil
obedecer.
Él me miró enojado.
―Deja de hacer lo que estás haciendo; siempre fuiste el
mismo perro que solo servía para coger.
―Sí, siempre lo fui, no sé qué esperas para estar dentro
de mí. ¡Que lo hagas, cógeme fuerte!
Sabía que era imposible que se excitara mientras lo
mandaba. Al verlo muy pensativo me levanté del piso y abrí
la puerta. Él subió su pantalón con brusquedad.
―Por favor vete de aquí y ya no vuelvas.
Él salió de la casa furioso, sabía que no iba quedar muy
contento con lo que acababa de hacer, por lo que ahora
tendría que andarme con más cuidado. Al cerrar la puerta
un par de lágrimas corrieron por mi rostro. Me estaba
haciendo el fuerte. Había estado aguantando todo ese
tiempo. Sabía que estaba destruido por dentro ya que,
aunque hubiera tenido sexo con él, no me hubiera gustado.
Recogí mi ropa del suelo y subí a mi habitación para tomar
un baño, pues me sentía sucio a pesar de no haber hecho
nada. Al entrar a la regadera me llegó tanto sentimiento
que comencé a llorar sin control, las lágrimas se perdían con
el agua, así que parecía que no estaba llorando sino
dándome un baño para estar mejor. Cuando salí me dirigí a
mi clóset, al tomar la ropa quedé reflejado en el espejo y
observé las marcas de los golpes que me había dado. Me
vestí y mientras lo hacía me preguntaba qué hacer para
taparlos, pero era evidente que de cualquier forma Esteban
se daría cuenta. Cuando terminé de cambiarme fui a la
oficina, encontré los papeles que buscaba, salí y me fui a la
casa de Esteban.

••❈••

Entré a la casa, después me dirigí a la habitación para


dejar mis papeles, luego me fui a su oficina. Al llegar toqué.
―Sí, adelante, pasa.
Él no separaba la vista del computador, se la pasaba
haciendo trading y revisando las gráficas para detectar las
mejores oportunidades.
―Tenemos que hablar.
―Sí, dime, te escucho.
―Estoy hablando en serio, tenemos que hablar.
Al escuchar mi tono de voz dejó de hacer lo que estaba
haciendo y me miró. Quedó sorprendido y se levantó de la
silla dirigiéndose hacia mí.
― ¿Qué te pasó? ¿Por qué estás así?
―Me encontré con mi ex e intentó propasarse conmigo;
peleamos por un momento.
―Dime dónde vive.
―Dejémoslo así, estoy bien. Pude defenderme solo.
―¿Cómo que estás bien? Mira cómo te dejó. Estoy
hablando en serio, dime dónde vive.
―Tranquilízate, desde hace tiempo te dije que no
necesito que me defiendas, que puedo resolver mis
problemas solo. Sé que no se quedará tranquilo después de
lo que pasó y tendré que andar con más cuidado; pero no te
preocupes, me sabré defender.
―Está bien, esa es tu decisión y la respeto. Eso sí,
mañana comienzas a tomar clases de defensa personal;
tengo un amigo que te enseñará.
―No es para tanto, me sé defender.
―Tómalo, eso me tranquilizará de que puedes andar
tranquilo por las calles.
―Está bien. Lo tomaré si eso te tranquiliza.
―Ahorita llamo a mi amigo para que mañana empieces
las clases.
―Nos vemos; voy estar en la habitación por si necesitas
algo.
Capítulo 9
═════ ≪ •❈• ≫ ═════

Estaba nervioso, a punto de entrar al majestuoso lugar de


estilo imperial que nuestros antepasados habían dejado.
Miraba por la ventanilla del coche sus jardines iluminados
con luces navideñas y en medio una enorme figura de león
hecha también de las mismas luces que hacían que el lugar
tuviera un toque romántico. Me preguntaba si el sitio era así
o lo habían adornado solamente para la fiesta o era porque
ya se acercaban las fechas navideñas. Estaba encantado
con la magia de aquel lugar.
―Te ves nervioso, Ben; tranquilo, solo es una fiesta. Para
que no te preocupes no hay que quedar bien, solo pasársela
bien.
―Lo estoy, Esteban. No solo por el evento, sino porque
esta noche por primera vez conoceré a tu familia; así que
dime por qué no debería de estarlo. La emoción me tiene
invadido, es tanta que creo que no me dejará dormir.
―No es para tanto, relájate, todo saldrá bien.
Dejamos el coche en el estacionamiento, bajamos y
miramos en dirección de la entrada al evento donde ya
había gente que iba llegando. Algunos iban acompañados
por sus parejas. Le había propuesto a Esteban asistir por
separado, pero él no quiso. Dijo que era mejor que los dos
fuéramos juntos, que no tenía problema en que nos vieran.
El conflicto comenzaba cuando nos miraban, así que
teníamos que andar con más cuidado con la gente, pues
alguna se molestaba si hacíamos algo indebido como
agarrarnos de la mano. Los dos caminamos en dirección al
edificio, en la entrada ya se encontraban las personas que
nos recibirían.
―Buenas noches, señor, bienvenido.
―Buenas noches.
―¿Nos podría regalar una firma para el libro de eventos
de la fiesta?
―Claro.
Al terminar de firmar Esteban, ambos caminamos por el
pasillo. Candelabros colgaban del techo del recinto y hacían
que tuviera un toque medieval. Lucíamos bastante bien y, al
parecer, era imposible no mirar a dos hombres atractivos
juntos sin compañía. De pronto alguien se acercó a
saludarlo.
―Hola, Esteban. Qué bueno que pudiste venir. Ya tenías
olvidada a la familia, hacía bastante tiempo que no te veía,
hasta pensé que estabas fuera del país.
―Tío John, ¡qué milagro! Solo es trabajo y que no hemos
tenido tiempo de vernos. Te presento a Ben.
―Hola, Ben, un gusto; soy John. ¿Por qué no vienen
acompañados? Hubieran traído a sus novias, se hubiesen
divertido en el evento ―dijo estirando la mano.
Por un momento pensé que la familia no estaba enterada
de que él tenía una relación con un hombre y, al igual que a
mí, le traería problemas si lo decía, así que opté por ser más
discreto y que él se los dijera en el momento más adecuado.
―Encantado de conocerte, John. Estoy seguro de que les
hubiera encantado, pero tenían cosas que hacer y no
pudieron venir ―respondí sonriendo.
―Estoy saliendo con él, tío. Así que quién más podría
haberme podido acompañar.
Sentí todo aquello como un balde de agua fría que corrió
por todo mi cuerpo, el tío se había quedado pasmado con
un nudo en la garganta sin decir nada; solo lo volteó a ver
sorprendido primero a él y luego a mí. Detestaba esa
manera de Esteban de ser tan directo. Al parecer yo era la
única persona a la que le había ido mal por decir su
orientación sexual, así que tenía que andar con cuidado,
pues a algunas personas les molestaban mis extraños
gustos y no quería causar problemas.
―Te dejo, tío; tenemos que saludar a mis padres.
Ambos caminamos entre la gente para dirigirnos a un
grupo de personas que se encontraba en un extremo de la
sala conversando muy entretenidos sin darse cuenta de
nuestra presencia. Nos quedamos ahí parados detrás del
grupo hasta que Esteban decidió intervenir en la plática.
―Buenas noches, señores, se los robo por un minuto.
―Buenas noches, en un momento estamos contigo, hijo.
Él se alejó de ellos dejando que terminaran su charla y
volvió hacia mí.
―Busquemos algo qué comer.
Caminamos entre la gente en búsqueda de la mesa de
aperitivos, ya que era lo único que encontraríamos en aquel
lugar, además de vino.
―¿Te ha gustado? ―preguntó Esteban.
―Claro, es de mis lugares preferidos en Francia: el
enigmático palacio de Versalles, el lugar preferido de todos
los eventos con clase. Estoy sorprendido porque no lo
conocía de noche, en esta ocasión luce encantador, se nota
que quieren quedar muy bien con la gente. No sé qué
celebren, pero sin duda causarán muy buena impresión.
―Voy a serte sincero, no soy muy fan de estos lugares;
solo sirven para impresionar y quedar bien con la gente, lo
que se festeje pasa desapercibido, ya que el lugar le roba
toda su importancia.
―Estoy de acuerdo, pero cuando a uno lo invitan a un
festejo no hay más que hablar bien del sitio; solo somos
invitados, no los que estamos festejando. Ya sé que eres
muy íntimo, solo te gusta celebrar con la gente cercana.
Aun así, hay que sonreír como si fuera la fiesta más
impresionante que vamos a vivir en la vida.
―Todas las fiestas están llenas de gente hipócrita, ¿por
qué lo tenemos que hacer nosotros también? Es fiesta de mi
familia, pero no porque lo sea te diré que es la mejor.
En ese momento aparecieron sus padres, agradecí que lo
hicieran, pues no quería discutir con él. Además, sabía que
tenía razón, por lo que no dije nada.
―Hola, hijo. ¿Cómo has estado?
―Bien. Trabajando como siempre.
―Hace mucho que no te acercas a la compañía, por eso
la extrañeza de verte en este lugar. Dime, ¿quién es el
amigo que te acompaña esta noche?
―Él es Ben, la persona con la que estoy saliendo en este
momento.
El padre y la madre se sorprendieron por lo que había
dicho; acto seguido, me voltearon a ver con una mirada
fulminante. Alguien sobraba en aquel lugar y tenía que
aguantarse. Su madre que, callada colgaba del brazo de su
padre, me miró muy enojada. Ni me saludaron.
―Hijo, tenemos que hablar. ¿Tendrás un momento a
solas?
―Dime, lo podemos hablar aquí si quieres.
―Hijo, esto son cosas de familia, por favor, hablémoslo a
solas.
―Está bien.
―Mi amor, acompaña por favor al joven en lo que yo
platico con Esteban.
Esteban se marchó con su padre dejando a su madre a
mi lado. De la mesa tomé una brocheta y comencé a comer.
No sabía qué decirle, pues cualquier cosa que dijera ella
estaría en descontento; no le había gustado nada la idea de
que tuviera que ver algo con su hijo.
―Es una brocheta. La gente como tú no suele conocerlas
―comentó la madre haciéndome menos.
―Gracias, señora, sé lo que es.
―Te lo voy a pedir por las buenas y espero que lo
entiendas: aléjate de mi hijo. Él está en edad de no saber lo
que quiere; tú solo eres una aventura con la cual se
entretiene.
―No se preocupe, señora. Si soy lo que usted dice, él
solo se irá.
La mujer se molestó por mi respuesta, fue obvio que
esperaba que me quedara callado. De pronto apareció una
chica rubia muy delgada que iba exageradamente
arreglada, al parecer no había encontrado más cosas que
colgarse para parecer de dinero.
―Hola, madre, ¿con quién platicas?
―Es la persona con la que anda tu hermano.
Ella quedó sorprendida al igual que los demás. Por la
expresión de su rostro… no era bienvenido en el lugar. Era
lo único que sobraba allí para que todo estuviera bien.
―Los dejo, tengo que hablar con Esteban y tu padre.
Ahí quedamos ambos solos. Para evitar cualquier plática
no hablé y, ya que no era bienvenido, tomé una copa de
vino para entretener mi boca y que fuera la excusa perfecta
para no pronunciar palabra.
―¿Dónde compraste tu ropa?, se nota el mal gusto que
tienes. ¿La sacaste fiada o mi hermano te la compró?
―Lo mismo digo. Parece que no vinimos acorde con el
lugar ―dije en mi defensa.
―Te dejo. Come todo lo que quieras, al cabo es gratis.
Ella se marchó, era evidente que no era bienvenido en el
lugar, que no les había caído bien porque andaba con su
hijo. Caminé entre la gente dejando atrás aquel momento y
decidí buscar una puerta para salir; al encontrarla me
percaté de que no solo era yo el que se la estaba pasando
mal en la fiesta. Ahí se encontraba una chica vestida de
negro, aburrida, a la cual me acerqué para hacerle
compañía.
―¿Por qué tan sola? ¿Me permites acompañarte?
―Me estaba aburriendo y decidí salir un momento.
―¿Conoces a la familia anfitriona desde hace mucho?
―Sí, bastante. Mis padres tienen negocios con su familia
y son muy especiales.
―Lo he notado, parecen grandes personas.
―¿Me hablas en serio?, se nota que no los conoces.
Nosotros solo estamos aquí porque somos socios, si no
fuera así, ni estaríamos.
―Creo que me hace falta conocerlos.
En ese instante se paró un chico de mi lado izquierdo y
después llegó a su lado la hermana de Esteban.
―¿Nos podrías dejar solos? Necesitamos hablar con él.
Ella se retiró dejándonos ahí. Me pregunté qué querían, si
ya era más que innegable que no les había caído bien.
―Por favor, aléjate de mi hermano. ¿Qué es lo que
quieres de él? ¿Su dinero? Retírate de la fiesta, no eres
bienvenido ―dijo el hermano de Esteban.
―No estoy con él por dinero y no veo por qué me tenga
que retirar.
―Las personas como tú solo buscan a gente como
nosotros por dinero. No creo que pretendas otra cosa.
―Al parecer no has conocido a otro tipo de personas.
―¿Cuánto quieres para alejarte de él y dejarlo en paz?,
mi hermano no es como tú.
―Nada. Lo entiendo, tal vez no sea como yo y nunca he
querido que sea igual.
―Mírate. No eres más que un marica con el que mi
hermano está pasando el rato. ¿Tú crees que él va querer
algo en serio con alguien como tú?
―Si no quiere nada, él solo se irá, así que no hay por qué
preocuparse.
―Toma esto, es más que suficiente para que lo dejes
tranquilo. ―Sonó la voz de su madre a mis espaldas.
Todos volteamos, el hermano arrancó un papel de sus
manos y lo golpeó contra mi pecho, luego lo soltó, dejándolo
caer al suelo.
―Júntalo por lo menos; que te cueste si eso es lo que
quieres ―dijo el joven retirándose junto a su hermana.
La madre se quedó ahí parada frente a mí. Estaba
tranquilo soportando aquel momento. Miré al piso y ahí
había un cheque con una fuerte suma de dinero. De todos
modos, no la aceptaría, ya que no estaba con él por interés.
―Aléjate de mi hijo, por favor, se merece algo mejor. Él
no es como tú, él ha andado con puras mujeres; tú solo eres
diversión. Él es joven, no sabe lo que hace y tú nada más le
estás enseñando malas mañas. Mi hijo no es así… Por favor,
retírate de la fiesta, gente como tú no es bienvenida aquí.
La señora se dio la media vuelta dejándome ahí con el
cheque tirado en el piso. No lo pensaba tomar, solo quería
irme y nunca más volverlo a ver, pero lo pensé por un
momento y lo recogí. Sin duda se lo entregaría y esa sería la
despedida.
Cuando lo levanté, quedé sorprendido por la cifra; no
pensé que valiera tanto mi lejanía. Sin embargo, yo siempre
había tenido dinero, solo que Esteban no lo sabía; así que lo
que me ofrecía su familia no era importante. Estaba claro
que no estaba con él por dinero. Regresé a la fiesta solo
para despedirme de él; al encontrarlo me percaté de que
seguía hablando con su padre.
―Disculpas por interrumpir. Tenemos que hablar
urgentemente.
―Estoy a punto de terminar. Permíteme un momento.
Esperé a unos cuantos metros de distancia. El tiempo se
me hizo eterno, quería salir de aquel lugar, me sentía fatal,
pero aguantaba; no sé qué había hecho para merecer eso.
Dejaba salir una media sonrisa para que no se notara que
estaba triste y contenía las lágrimas. Dolía bastante, solo
pensaba en soportar y no dejarme caer allí mismo. Él,
después de un momento, estuvo conmigo.
―Vamos afuera, tenemos que hablar.
En ese momento llegó su hermano con una chica muy
atractiva metiéndose entre los dos.
―Hermano, te presento a Diana; tienen muchas cosas en
común, se van a llevar muy bien.
―Gracias, será en otro momento…
―Los dejamos solos… acompáñame por unos tragos
―dijo su hermano molesto.
―Claro. Tienes que conocerla, Esteban. Los dejamos para
que conversen tranquilos ―repliqué tragándome todo el
dolor.
Cuando llegamos a la mesa por las bebidas, me ardía el
corazón y aguanté el tormento; detrás de nosotros llegó su
hermana. Quería salir del lugar aquel instante, no por celos,
sino para dejarlo tranquilo y comenzar de nuevo mi camino.
―Creo que no te ha quedado claro. No eres bienvenido
aquí. Ya tienes lo que quieres, ahora retírate.
En cuanto lo escuché decirlo nuevamente supe que ya
había tenido suficiente, no era para que me trataran así.
Regresé con Esteban, el cual platicaba con Diana
encantado. Esta vez pasara lo que pasara me tenía que
escuchar, no importaba si ella oía.
―Toma, no estoy contigo por dinero. Dónalo para la
caridad, lo van a necesitar más ―dije entregándole el
cheque.
Él lo tomó, yo di media vuelta y me fui. Mientras
caminaba hacia la salida, alguien me puso el pie, me
tropecé y caí al suelo. Todos voltearon y se rieron.
―Torpe, fíjate por dónde caminas ―dijo su hermana
cuando me levanté.
No respondí nada, sabía que ella había sido. Aguanté el
coraje y salí del lugar muy molesto dirigiéndome al coche.
Lamenté no llevar el mío, pues él tenía las llaves, así que
saqué mi celular y llamé un uber. Quería salir como fuera de
aquel lugar, me encaminé a la salida, en el camino
encontraría al taxi. A unos cuantos metros él me alcanzó en
el coche y se detuvo a mi costado.
―Sube, vamos a casa. Lamento mucho el momento que
te hizo pasar mi familia. Olvídate de ellos, dediquémonos
solo a vivir. Ellos realmente no importan.
Lo miré un momento, indeciso, al final subí al coche y
nos retiramos.
Capítulo 10
═════ ≪ •❈• ≫ ═════

Al entrar al pasillo de vinos del supermercado, ambos


revisamos qué llevaríamos para acompañar nuestras cenas.
―Ben, podríamos llevar un mexcal, es mexicano ―dijo
Mery.
―No soy muy admirador de los vinos internacionales,
optemos por otra cosa. Un champagne.
―A ti que te gustan las cosas fuertes te vendrá bien un
mexcal, cuando lo sientas en la garganta hasta te la va
raspar.
―Súbelo entonces, es algo que no conozco y me vendría
bien probar cosas nuevas.
Ella se dirigió con la botella hacia al carrito, la sostenía
de la parte de la boquilla y jalaba con su dedo como si fuera
un encendedor.
Sabía que lo hacía para excitarme inconscientemente y
me era muy fácil caer en su juego, en el tiempo que
llevábamos había aprendido a excitarnos a los dos; sabía
dónde tocarnos para encendernos. Me acerqué hacia ella,
que me lanzaba una mirada pícara. Me coloqué por detrás
acercándome a su oído.
―Por favor, deja de hacerlo.
―¿Por qué debería dejar de hacerlo si me estoy
divirtiendo?
―Porque me encanta tu forma de encenderme y en este
lugar me voy a tener que aguantar.
―De acuerdo, trataré.
Se calmó y acomodó la botella sobre el carrito, pero lo
hizo provocadora poniendo su trasero frente a mí. Sabía que
no lo iba a dejar de hacer. De inmediato me puse la mano
en la cara y me di cuenta de que ya me estaba excitando.
Regresé al carrito y continuamos por los pasillos. Al llegar a
la parte de untables, ella comenzó a revisar la lechera para
ver cuál llevaba; había la tradicional, una con sabor a
vainilla y la de cajeta.
―¿Vas a llevar? En casa tenemos ―dije.
―Por si las dudas llevamos una, ¿quieres probar?
Tomó la botella de lechera y puso un poco en su dedo y
lo chupó sensualmente, mordiendo la punta. No podía más,
esta mujer me estaba poniendo bien caliente. Sentía que
fluía el calor por mi cuerpo, pero me concentraba para que
no se me notara. No resistí, me coloqué detrás de ella y me
fijé en los pasillos si no había nadie. Ella se quedó parada
sin moverse, entonces metí mi mano en su pantalón para
poder introducir mi dedo en su sexo. Ella estaba, al igual
que yo, hirviendo. Se erizó dejando salir un ligero sonido de
placer, aquello hizo que soltara la lechera y cayera al piso
salpicándonos a ambos.
―Basta, deja de hacerlo ―suplicó.
Saqué la mano del pantalón y chupé el dedo humedecido
que había metido en su sexo, ella me miró y lo dejé de
hacer; ambos ya estábamos bien calientes aguantando para
que no se notara.
Una vez en el departamento de frutas y verduras, no
podía creer que seguiría con el jueguito. Tomó un plátano y
lo peló enfrente de mí, abrió su boca y lo introdujo
completamente sin comerlo para después sacarlo de nuevo
intacto. Miró alrededor y nadie nos observaba, pasábamos
desapercibidos para la gente. Detestaba que continuara con
aquello. Caminé y me dirigí a los kiwis, partí con mis manos
uno por la mitad y lo comencé a chupar; Mery supo que
estaba respondiendo a su provocación y sonrió; ambos
colocamos el plátano y el kiwi juntos en el carrito.
―Por último, vamos a la marisquería, necesito llevar
unas almejas.
―Antes pasemos por el departamento de lácteos para
llevar leche. De avellana es más nutritiva y no dañamos
ningún animal.
Al llegar al departamento de lácteos, tomó lo que
buscaba, abrió una y la comenzó a beber. Dejó caer unas
gotas sobre su pecho, yo sabía que era a propósito.
―Soy una torpe, ya me llené el pecho.
La miré y sonreí moviendo la cabeza, no podía creer lo
que hacía. Nos dirigimos al departamento de mariscos
donde atendía un chico más o menos de nuestra edad.
―¿Qué van a llevar?
―Me vas a dar dos kilos de almejas, nada más que me
das una para comérmela aquí, porque traigo unas ganas
que no me puedo aguantar a llegar a casa.
―¿De verdad no puedes aguantarte hasta la casa?
Bueno, cómetela, pues.
El chico abrió una almeja y la estiró hacia mí. No podía
creer que lo estuviera haciendo delante de él.
―Está muy pegada, no se quiere venir.
―Métale la lengua fuerte y apriétela con sus dientes y
verá si no se viene. Hasta agua va salir cuando la apriete.
―También nos vas a poner un kilo de camarón…, pero si
lo tienes grande.
―Es de buen tamaño, nadie se ha quejado, a toda la
gente le ha gustado.
―Me pones un kilo, pues. Te espero en la caja.
Después de comer le di al chico la basura para que la
tirara. Puse las cosas en la banda para que nos las cobraran,
pero ella me miraba muy molesta; al parecer no le había
gustado nada lo de la almeja. Creo que me había pasado
por ser tan sugerente delante del chico. Todo el camino se
fue en silencio, ya no habló.
―¿Hice algo para que te molestaras? Vas muy callada.
No me respondió nada, tomó su móvil y colocó sus
audífonos para que callara.

••❈••

Descendimos del coche y abrí la cajuela, ella bajó sus


cosas y yo me quedé revisando mi celular; después de un
momento bajé y me llevé lo que faltaba.
Cuando entré a la cocina me di cuenta de que estaba
parada frente a la mesa, me coloqué detrás de ella
poniendo las cosas en frente.
―Si hice algo para que te molestaras, te ofrezco
disculpas; recuerda que tú fuiste quien comenzó el juego y
yo el culpable de seguirlo.
Estaba parada ahí sin decir nada; metí las manos de
nuevo en su pantalón para introducir los dedos en su sexo.
Ella se estremeció. Después de eso la giré hacia mí para
quedar frente a frente.
―Ya no podía más. Vengo todo el camino aguantándome,
suplicando que calmes mi fuego.
Ambos nos quitamos la ropa y quedamos desnudos uno
frente al otro. Comencé a besar sus labios, luego su cuello.
Después bajé y seguí besándole los pezones. Ella estaba
recargada sobre la mesa; aquella sensación hacía que
apretara fuerte la orilla. Nuestros cuerpos ardían, ardían,
ardían. Mientras seguía lamiendo sus pezones, ella me
detuvo.
―¿Qué sucede?
Aunque no dejé que respondiera y la subí con fuerza
sobre la mesa, entonces ella me tomó de la cabeza y me
bajó hacia su sexo, el cual comencé a chupar suavemente
introduciendo mi lengua una y otra vez. De pronto me
apretó con firmeza la cabeza contra su sexo, le encantaba lo
que le estaba haciendo y no quería que me despegara de
ella. Metí mi lengua hasta el fondo, deseaba tenerla más
larga para llegar más profundo. El calor nos tenía hirviendo
en el punto más alto de nuestro encuentro.
Ella se retorcía sobre la mesa por aquella sensación de
placer que le provocaba mi boca. Así seguimos por un
tiempo, hasta que me detuve para que lamiera mi miembro.
Ella también se detuvo de inmediato, yo quedé parado y
ella agachada frente mi pene, con su mano lo jaló dejándolo
pelado para poder lamerlo, lo metió suavemente completo
hasta el fondo llenándolo de saliva para que resbalara y así
fuera más fácil chuparlo. Lo sacó y le dio una lamida aquí,
otra por allá; cuando sentí que ya era suficiente, la levanté
y la puse contra la mesa introduciendo mi miembro en su
vagina. La embestí una y otra vez y no dejé de hacerlo.
―Más fuerte. Más fuerte. Más fuerte ―pedía gimiendo de
placer.
Obedecí y le di con más fuerza hasta que la mesa
comenzó a correrse. Después miré cómo llegaba al clímax;
unos minutos después yo me vine. Al terminar los dos
saciados, fui por mi ropa y me vestí. Ella continuó desnuda.
Me acerqué a su oído, pensé «ya es el momento de que lo
sepa».
―Soy bisexual.
Su expresión cambió por completo. Hasta ahora
habíamos tenido sexo en trío, pero solo para satisfacerla a
ella sin que ella lo supiera. Sabía que este podía ser el final
de lo nuestro; de ser así, era el mejor momento para
hacerlo.
―¿Por qué no me lo dijiste?
―No creí que fuera conveniente hacerlo.
―Entonces ustedes dos…
―Sí, hemos tenido sexo juntos.
―Me lo hubieras dicho antes. ¿Por qué hasta ahora?
―¿Qué hubieras dicho si te lo hubiéramos contado
antes?
―No.
―¿Ahora entiendes por qué no lo hicimos?
Al ver sus ojos supe que había hecho mal en decírselo,
tenía la misma mirada que todas las personas cuando lo
supieron; sin duda me hizo recordar mi pasado. Entendí que
tal vez esta sería la última vez que nos veríamos, pues eso
había pasado anteriormente.
―Necesito estar sola, no me busquen.
Tomó su ropa y salió de la cocina. Al verla irse fue
inevitable recordar todas las despedidas; tantos ojos llenos
de decepción que había visto marcharse. Saqué mi celular y
llamé a Esteban para contarle lo que había pasado.
―Hola, Esteban. Ya se lo dije…, no va volver.
―¿Qué pasó?, creí que era el momento de hacerlo. ―No
dije nada―. Espera en casa, yo voy hablar con ella.
―Está bien.
En cuanto colgué, el mundo se me vino abajo. Recordé
todo mi pasado, todas las despedidas anteriores se hicieron
presentes en mi mente. Tomé mi celular de nuevo, busqué
los auriculares y puse algo de música; luego subí a mi
habitación, tomé una cobija y me senté enfrente del balcón
a ver el atardecer, después me quedé dormido; el frío
comenzó a pegar ya entrada la noche. Me levanté y fui a la
cama, al llegar vi en el despertador que eran las dos de la
mañana. Él todavía no llegaba, así que me acosté y me volví
a dormir.
Capítulo 11
═════ ≪ •❈• ≫ ═════

Estaba acostado cuando escuché que Esteban entró a mi


habitación. No tenía ganas de levantarme, quería quedarme
todo el día en cama, aun así, iba hacer un esfuerzo, aunque
duele que amanezca en estas situaciones.
―Levántate, Ben. Necesitamos hablar.
―Espérame abajo. En un momento te alcanzo.
Estaba cansado de la vida, de que mi situación se
repitiera una y otra vez. Me dirigí a la regadera y me metí a
bañar. Sabía que tenía que animarme y sin duda mi mente
ya estaba pensando en buscar a alguien más. Al menos eso
era lo que había hecho hasta ese día. Entendía quién era el
problema en toda esta situación. Al terminar bajé las
escaleras y los encontré platicando en la sala de la casa.
―No sabemos qué hacer ―dijo Mery.
―No se preocupen, yo sé que vamos hacer. Fue un gusto
conocerlos. Yo soy el que se va porque, si no se han dado
cuenta, lo nuestro llegó a su final. Descuiden, voy a estar
bien, toda la vida supe que el problema era yo, es mi culpa
por ser así; yo sabía que ustedes no eran, disculpen por
equivocarme en la vida. Me retiro, pueden quedarse juntos
si así lo deciden, yo encontraré a alguien más. Dejemos esto
hasta aquí, ya no tiene futuro.
Al terminar de decirlo me giré y contuve las lágrimas
mientras caminaba hacia fuera de la casa. Siempre había
pasado eso y esta no era la excepción, pero me hice fuerte.
Me dolía tanto decir adiós, mi cuerpo resistía para no
quebrarme ahí.
―Espera, hablemos ―insistió Esteban.
―Déjalo que se marche, necesita tiempo para que piense
las cosas al igual que nosotros ―respondió Mery.
Salí y me subí al coche. Me detuve por un momento y
miré hacia el frente. Contuve las lágrimas y arranqué; ya en
el camino no pude contenerme más y comencé a llorar. Por
un momento agradecí no haber vendido la casa, ya que en
ese momento necesitaba un lugar donde estar tranquilo.
Ese era el único lugar que me acompañó en todas mis
despedidas. Me dolía tanto ser el culpable, ya tenía claro
por qué todos se habían marchado; ni uno se había ido por
falta de amor, creo que en cada ocasión eso sobró. En ese
instante deseaba hablar con alguien que me dijera que todo
estaría bien, pero no había nadie, yo era la única persona
con la que podía platicar. Dejé de llorar cuando mi cuerpo se
cansó. Esta vez no sería diferente, no me quedaría en la
casa sufriendo, saldría a buscar a alguien como las otras
veces. Con esa idea en mente llegué a mi casa, busqué algo
de ropa y me preparé para salir en la noche. Cuando
terminé, me di cuenta de que perdí mucho tiempo en la
ducha pensando, ya había anochecido así que estaba listo
para salir.
Subí al auto y me dirigí a un bar gay que siempre había
visitado cuando me sentía mal. Era mejor platicar con un
extraño que estar en casa. Cuando llegué la música del
lugar se escuchaba a lo lejos. Me encontré con una pareja
de lesbianas que iban agarradas de la mano; al entrar vi
varias parejas de la comunidad platicando.
Mientras caminaba hacia la barra para pedir un trago, se
me acercó un chico muy delgado. Se interpuso en mi
camino y me sonrió.
―Hola, ¿cómo te llamas?
Me quedé en silencio sin responder, solo sonreí.
―Bueno, no importa, me lo puedes decir en el transcurso
de la noche.
―¿Por qué debería de decírtelo si quiero estar solo?
―Vamos, no te vendrá nada mal algo de compañía. Los
dos vinimos solos, podemos divertirnos un rato.
―Bueno, vamos por unos tragos.
Buscamos un lugar en la barra donde tuviéramos nuestra
privacidad y pedimos una botella. Mientras tomábamos él
era el que hablaba, el que me platicaba de la vida y yo solo
lo escuchaba; me encantaba la manera que tenía para
hacerme reír, era pésimo, lo que me causaba risa eran sus
malos chistes. Agradecía el intento. Por un instante me
olvidé de todo y me concentré en el momento. Mientras
platicaba, llegó una chica que se colocó del lado derecho
para pedir algo. Volteé y la miré, al hacerlo correspondió mi
mirada y me guiñó el ojo, a lo que respondí haciendo lo
mismo y sonriendo.
―¿Es tu pareja?
―No, lo acabo de conocer.
En ese momento llegó otra chica y sin demora la agarró y
la comenzó a besar. Aquel beso se veía bastante
interesante. Sus lenguas al parecer se llevaban muy bien.
―Nos vemos, que se diviertan y que pasen una
excelente noche ―dijo guiñándome el ojo de nuevo y
levantando su copa.
Al regresar mi vista vi que él estaba poniendo mucha
atención en lo que hacía con aquella chica, con la cual
estaba muy encantado.
―Se nota que se te hizo interesante la chica.
―Por supuesto. Bisexual.
―Ahora entiendo. Si, están bastante bien. Uno nunca
sabe lo que se va encontrar en estos lugares. Es posible que
hasta en una noche te encuentres una orgía. Es el único
espacio aparte de casa donde podemos tener libertad sin
tener problemas a expresarnos.
―¿Te molestaría si te dejo por un momento y voy a
pedirles sus números? ¿O quieres que hagamos algo más
fuera de aquí?
―No me molestaría nada; eres libre de hacer lo que
quieras. Pero sí me molestaría si me dijeras que no cuando
te diga que vayamos a otro lugar; me tienes a mí para hacer
lo que quieras.
Lo miré y le sonreí.
―¿Tú eres…?
―Lo que uno busca en estos lugares es compañía, no es
solo para convivir. Buscamos algo más para salir de aquí.
―¿Tú conmigo dónde vas ir?
―Delante de ti.
―Bueno, si así lo quieres, no tengo ningún problema.
―¿Vamos a otro lugar o quieres sentir la adrenalina de
hacerlo en el baño?
―Vamos a otro lugar, es muy incómodo para las
posiciones en las que te quiero dar.
Salimos del lugar para ir a otro lado, pero al estar por
subir al coche, aparecieron Esteban y Mery y se pusieron de
mi lado derecho.
―¿Nos puedes dar un segundo? ―dije al chico que
acababa de conocer.
―Claro. Te espero aquí enfrente.
―¿Qué hacen aquí?, deberían de estar en casa. Por
favor, váyanse; no es un lugar para ustedes. Les va ir mejor
sin mí. No dudo que encuentren a alguien.
―No quiero discutir contigo. Sube al coche y regresa a
casa ―dijo Esteban.
―No sé qué parte no entiendes. Quiero que se vayan.
Les irá mejor sin mí.
―Deja de preocuparte por nosotros y solo regresa a
casa.
―Lo haré, Esteban, lo haré; pero lejos de ustedes. De
verdad no sé qué hacen aquí si ya les dije que les vaya bien.
―Deja de hacer lo que haces porque no voy a caer en tu
trampa. Te conozco y sé por qué lo haces. Vamos, regresa a
casa y hablemos.
No le hice caso y abrí el coche. Él me quitó las manos
rápidamente de la puerta. Me molesté y ya iba comenzar a
pelear con él, pero Mery se interpuso en medio de los dos y
me dio una bofetada.
―No eres más que un imbécil haciéndose el fuerte que
puede ser feliz sin nosotros. Que con él nos quieres olvidar.
Si quieres, también lo podemos llevar a casa y lo hacemos
juntos, ya que más da si es uno más.
―Basta. Váyanse de aquí.
Ella se pegó a mí y susurró a mi oído.
―Vamos, regresa a casa que quiero más noches de esas.
Esteban se pegó detrás de ella, con lo que Mery quedó
en medio de los dos:
―Vamos, regresa. Sabemos lo que sucede cuando
estamos así. ¿Qué pasa, estás encendiéndote como
pólvora? Y no digamos qué nos falta hacer; es lo que más te
prende a ti. No sabemos qué hacer para que regreses a
casa. Ya nos dimos cuenta de que tú fuiste el que nos
enamoró a los dos.
―Esteban es un imbécil sin ti. No supo qué hacer cuando
fue conmigo; me ofreció dinero a cambio de que no los
dejara, pero no acepté. En cambio, tú me convenciste sin él.
Me giré y abrí el coche.
―Lo siento. Nos vemos ―dije decidido.
―Deja de pensar solo en ti. ¿Dónde queda lo que
nosotros sentimos? Toda tu vida has sido tú, nada más tú.
¿Dónde queda lo que nosotros queremos? ¿Cuál es el
problema si queremos vivir una vida junto a ti? ―contestó
Mery.
―¿Quién te hizo pensar que no vales? Deja de creer en
toda esa estúpida gente y cree más en ti ―dijo Esteban.
Asentí levemente, luego caminé hacia el chico que
acababa de conocer e intercambiamos números.
―Disculpa, lo dejamos para otra ocasión; se acaba de
morir mi perro ―dije al chico, quien esperaba tranquilo.
Después de despedirnos regresé con ellos, cuando iba
subir al coche, ella se interpuso en mi camino.
―Dame las llaves, yo manejo.
Se las entregué y subí en el asiento del copiloto. Vi cómo
aquel chico regresaba triste al bar. Estaba arrepentido de lo
que hice, pero si no lo hacía, no se iban a ir. Cuántas veces
había repetido esa acción: escapar para olvidar; detestaba
hacerlo. Sin embargo, era la única forma de encontrar otra
persona, una que no huyera al saber quién soy.
―Disculpa. Soy un imbécil y la verdad si se lo vuelven a
preguntar, están mejor sin mí ―aseguré.
―¿Y tú estarías mejor sin nosotros?
No respondí, me quedé callado; me dio donde más me
dolía y sabía que el silencio hablaba por sí solo. No. Esa fue
la respuesta que contuve, pues todo mi pasado me había
dejado destrozado.
―Lo sabía. Hablan más tus silencios que lo que puedas
decir. Vamos a platicar, si después de todo te quieres ir,
adelante; no te detendré.

••❈••

Mientras viajábamos en el coche miraba por la ventana.


Sabía que estaba cometiendo un error, era mejor marchame
y dejar que ellos fueran felices.
―¿Sabes por qué me fui?, necesitaba tiempo para
procesar esto. Al igual que tú, anduve con muchas personas
y después de tantas citas entendí que las únicas personas
que valían la pena eran ustedes dos. No sé qué pase en un
futuro, pero quiero vivir esto, aunque sea temporal. Quiero
aprender de mis errores y saber que si me equivoco somos
simples humanos que estamos aprendiendo a vivir.
―Mírame, quiero que me prometas algo: quédate con él.
Es lo mejor para los tres. Yo encontraré a alguien, siempre
sucede, ya me he acostumbrado. Les va a ir mejor juntos
que conmigo. Prométeme que te vas a quedar con él.
―Él me contó un poco de tu vida. Entiendo tus temores,
tus miedos y comprendo esa forma de dejar ir a las
personas. Sabes, con ustedes dos nunca me sentí menos
por compartir a la misma persona. No me importa si voy a ir
al cielo, si mi familia va a estar de acuerdo, solo sé que sí
quiero vivirla con ustedes. No te juzgaré, tú tienes un
pasado y yo también. Yo tengo sueños y dinero también, no
es que esté con ustedes por interés. Sé que para ti no ha
sido fácil todo este tiempo aguantar la opinión de los
demás. Para el mundo lo que nosotros hacemos está mal
visto; para nosotros no, es algo normal; aunque para
nosotros tampoco ha sido fácil soportar la opinión de los
demás. Esteban me dijo que no te dejará; él sabía que al
enterarse de lo que hay entre los dos su familia se opondría
y no esperó menos. ¿Sabes que está sobreviviendo con lo
único que le dejaron de dinero por andar contigo? Sus
padres sueñan que su hijo se case, que tenga familia, pero
sin ti. Con todo, está convencido de que, aunque pierda
todo, no se va a alejar de ti; tú le has enseñado otra forma
de querer y de luchar por lo que desea. Yo no espero menos
de mi familia, lo sabrán a su debido tiempo, pero tengo algo
muy claro: que no vine a vivir para ellos, vine a vivir para
mí. Que si el mundo se acaba, que si el sol se apaga, de
algo estoy segura: Que después de que muramos ni al cielo
ni al infierno vamos a ir; vamos a volver a ser parte de la
misma energía que nos creó.
―No trates de engañarme. Estoy seguro de que te va ir
mejor con él.
―Tú tampoco a mí, él ya me explicó lo que haces y
tampoco te dejaré; así que si vas a colgarte de un árbol
asegúrate de que vayamos amarrados los tres juntos.
―Detente.
Se detuvo en medio de la calle y me bajé.
―Lo siento, solo quiero que sean felices.
―Por favor, sube.
―Van a estar bien, te lo puedo asegurar ―dije y cerré la
puerta.
Comencé a caminar conteniendo el llanto. Mery bajó del
coche y me alcanzó.
―Basta, Ben; sube al auto.
―Discúlpame, no lo voy hacer; regresa.
Ella se acercó, se puso enfrente de mí para que no
continuara y puso su mano sobre mi mejilla.
―Te lo dije, no lo voy hacer. No te voy a dejar aquí.
Mi boca comenzó a temblar, no podía más con la tristeza.
―Sé que nadie estuvo en el pasado. Ahora aquí estamos
nosotros.
No soporté más, me había aguantado tanto que el mar
se desbordó.
―Ya sé que es mi culpa. Siempre ha sido mi culpa y solo
he querido que sean felices, aunque no sea conmigo.
―Nosotros lo mismo para ti.
―Gracias por estar aquí, por tener ese tiempo para mí;
algo que nadie nunca tuvo. Siempre lloré solo las veces
anteriores y no tenía otra más que ser fuerte y seguir. No
tengo nada. He perdido todo en este camino y todo por
elegir lo que siempre he querido; este mundo es así. Solo
quiero lo mejor para ustedes.
―Entiendo que hayas perdido todo, pero no nos obligues
a perderte también a ti. Por favor, permítenos que esta vez
sea diferente, que no termine a pesar de tu orientación. Que
termine porque el tiempo así lo quiso, porque te hartes de
nosotros, porque somos unos tontos al dejarte ir sabiendo lo
importante que eres para nosotros, pues después de todo tú
fuiste el que nos conquistó a los dos.
Mery empezó a llorar, yo no sabía qué hacer para que
dejara de hacerlo.
―Tranquila; no son ustedes, soy yo.
Ella se acercó a mis labios y me besó. Detestaba que
alguien por mi culpa llorara.
―Espero que con esto que te quede claro que no quiero
que te apartes de nosotros.
Con un nudo en la garganta subí de nuevo al auto.
Llegamos y entramos a la casa. La verdad quería dejarlos,
ya era común hacer eso, mi corazón se había
acostumbrado. Solo quería estar solo y pensar.
―Te alcanzo en un momento.
―Está bien, deja ver dónde está.

••❈••

Saqué de la alacena una botella y me senté sobre la


mesa luego de servirme una copa. Comencé a beber. En mi
mente solo rondaba una idea y era dejarlos y esta vez
buscar a alguien igual. Ya sabía que no sería fácil, pues el
mercado estaba más reducido que el del gay; todos le
tenían miedo a que les fuera infiel. Les daba miedo, pero
era mi culpa por ser así. No iba por menos, me acostumbré
a esto, aunque dolía y sufría, con el tiempo comprendí que
solo quería… que el amor no se había hecho para mí.
Siendo sincero conmigo mismo una vez amé y lo recuerdo
con alegría porque eso era lo que quería en la vida.
Tomé dos copas y quería seguir, perderme en el alcohol y
por una noche olvidar que estaba aquí.
―Deja de beber, con eso no conseguirás nada.
―Sé que ha sido difícil, Ben, que la vida no te ha tratado
bien, que quieres borrarnos y comenzar de nuevo. Si lo
quieres así, está bien, te puedes ir; pero déjanos darte al
menos lo mismo que tú hiciste por nosotros. Gracias por
estar con nosotros, gracias por esas noches de ligue. No la
pasamos bien sin ti; no sabemos qué hacer para que te
quedes, para intentar ser lo que una vez quisiste ―dijo
Esteban.
―No tienes nada que agradecer, solo fuimos sexo y la
pasamos bien. Nos desbordarnos en momentos y nuestra
piel. ―Solté una carcajada―. Vamos, les va a ir bien. Se van
a casar, algo que nunca quise hacer, por eso se fueron
muchas. Todo eso que nunca quise ustedes lo van a tener.
―¿Quién dijo que queremos eso?, estoy cansada de
encontrar siempre el mismo hombre que quiere que una
solo viva para él ―respondió Mery.
―Creo que una vez lo quise y no creo que lo quiera más.
Por algo estoy contigo ―pronunció Esteban.
―Vamos, todos quieren eso, es el sueño que nos venden.
Vivamos como ellos dicen, eso es lo correcto para la
sociedad ―contesté.
―Te equivocas, quiero vivir mi vida como yo quiera, no
como la gente dice ―replicó Mery.
―Deja de preocuparte por la sociedad. Ya perdí a mi
familia y no quiero perderlos a ustedes también. Estoy aquí
para los dos ―dijo Esteban.
―Está bien, hagámoslo como a ti te gusta esta vez
―añadió Mery.
―No saben lo que dicen.
Me levanté de la mesa e intenté irme, pero Esteban se
interpuso en el camino.
Me agarró con fuerza y me volteó hacia ella, que quedó
enfrente de mí y él a mi espalda. Me sacó el pantalón y
quedé desnudo en medio de los dos. Luego ellos se
desvistieron, Mery caminó hacia la mesa y se sentó, yo al fin
me acerqué a ella y él se acomodó detrás de mí. Metí mi
miembro en ella y él el suyo en mí y ahí sincronizados
comenzamos a movernos. Ella me detuvo, en ese momento
la besé.
Bajé la cabeza a su vagina para comenzar a lamer,
Esteban me follaba mientras yo le practicaba sexo oral a
ella; aquellas posiciones eran muy complicadas, pero se
sentía genial. Me detuve y nos bajamos al piso, él se acostó,
yo me senté y ella encima. La parte de abajo tenía que
aguantar todo el peso, y él resistía.
―Esta vez queremos que primero te vengas tú, Ben
―dijo Esteban.
No contesté nada, solo continué moviéndome al igual
que ella. Me tenían bien prendido. Aquella sensación era
estupenda, mi sexo ardía en su punto máximo; la fricción
hizo que tuviera un orgasmo increíble, al momento me vine
y, a pesar de los espasmos y las convulsiones de placer,
seguí moviéndome para que ella y él se vinieran. Cuando lo
hicieron, sentí cómo mi sexo quedó saciado.
―¿Qué tal?
La miré a los ojos y derramé unas lágrimas de felicidad,
aquello se sentía muy bien, era la razón por la que así
disfrutaba tener sexo con ambos. Había sido increíble
hacerlo con los dos.
Capítulo 12
═════ ≪ •❈• ≫ ═════

Caminábamos por la calle. Ella quería que conociéramos a


su familia a pesar de lo que podría pasar. En un momento,
sentí que alguien me tomaba de la mano y me giraba.
―¿Qué… a ella también la engañaste como a mí?
Al ver a la chica me quedé sorprendido, era mi anterior
pareja, con la que había planeado una vida. Una que se
había perdido con el tiempo en el cual echamos a la basura
lo nuestro.
―Cálmate, por favor. Lo nuestro terminó hace mucho
tiempo, no tienes por qué estar reclamando.
―Te esperamos más adelante, Ben; creo que tienen que
hablar ―dijo Esteban.
―Tú siempre engañando a la gente. Si lo hiciste conmigo,
no veo por qué no se lo ibas hacer a otra. Ya te conozco…
Me imaginé que no sería la última. ¿Qué podías hacer… si ni
siquiera eres hombre?
Mery alcanzó a escuchar, se dio la media vuelta y se dejó
ir sobre ella para golpearla; al parecer le había hecho mal lo
que me decía. Ambas peleaban cuando Esteban y yo
intervenimos para apartarlas.
―Llévatela, los alcanzo en un momento.
―Disculpa, Ben, pero no iba a permitir que te hable así.
Sabía que él te respetaría, que no diría nada por tus
insultos; pero yo sí, querida.
―¡Qué!… Tú eres la otra. La que le permitió todas las
porquerías que quería; porque él no es más que la misma
mierda que conocí hace tiempo. Tú piensas que este va
cambiar, si no es más que el mismo que me engañaba con
otros hombres. Eso siempre fue. Para que no te ofendas: le
encanta engañar a la gente, hacer con ella lo que quiere; a
ti también te va dejar cuando se harte de ti.
―Llévatela, los alcanzo en un momento ―repetí.
―Tranquila, vámonos, es un problema que tiene que
solucionar él.
―Está bien, suéltame. Me voy a tranquilizar.
Él se la llevó, pero tan pronto la soltó se le escapó, volvió
y de un puñetazo la tiró al piso. Esteban volvió a agarrarla,
esta vez no la liberó.
―Deja que ellos solucionen sus problemas. Tú y yo no
tenemos nada que ver, él sabrá qué hacer.
―Si de verdad nunca fui ese hombre para ti, lamento no
poderlo ser.
―¿Por qué me dejaste?, pudimos intentarlo ―dijo mi ex
al tiempo que se levantaba.
―No cambies la historia, tú fuiste quien me dejó. Creo
que no hace falta decir por qué; esa noche que te lo dije te
fuiste muy molesta y al día siguiente volviste lastimada
diciendo que habías abortado al bebé. Dijiste que con una
persona como yo no ibas a ser feliz, que no querías saber
más de mí. Agradecías haberlo perdido, pues no querías
tener un hijo de una persona como yo y que era mi culpa
por ser así; por eso lo abortaste.
―¿Qué le esperaba a ese niño junto a ti? ¿Qué iban a
decir? El hijo de un… Personas como tú no merecen ser
padres. ¿Qué educación le ibas a dar?, le enseñarías a ser
igual que tú. Entiende que fue mejor que lo perdiera. Tú
tienes la culpa.
―Si así lo quieres ver, es mi culpa; al final tú lo dices. Sin
duda esa noche me hubiera quedado contigo, pero la
decisión no estaba solo en mí. Te amaba tanto y creo que no
importó en lo más mínimo lo que sentía. Me dolió. Quedé
destrozado. Recuperarme fue difícil, más cuando ya
teníamos un futuro planeado. «La verdad, es tu culpa por
ser así», eso dijo la gente. Desde esa noche me quedé solo,
nadie estuvo para mí. Te encargaste de destruir mi vida,
incluso mi familia se puso de tu lado. Y me alegro de que
toda la gente estuviera de tu parte. Te encargaste de decir
que yo te golpeaba; nunca supe qué pasó esa noche para
que llegaras así, pero era la excusa perfecta para echarme
la culpa, sabías que por amor no diría nada, que aceptaría
todo porque te amaba. Me dejaste porque me descubriste
poniéndote los cuernos con otro; vaya cuento. Por esa razón
lo perdiste. Tengo que agradecerte porque gracias a ti perdí
todo. Todo lo que una vez me hizo feliz estuvo en mi contra
por ser así. Mis negocios se destruyeron porque tú te
encargaste de divulgar quién soy y ¿quién iba a querer
hacer tratos con gente así?
»Ser así no tiene nada que ver con los negocios y menos
si voy a ser buen padre o no. Creo que toda la gente tuvo lo
que merecía. Porque mi vida no es más que la misma
mierda que dices y toda esa mierda no se la deseo a otra
persona. No deseo más que les vaya bien.
―Lo siento, pero todo fue tu culpa y no hay otro culpable
más que tú. Si me lo hubieras dicho antes, tal vez lo
hubiéramos solucionado.
―Te lo dije a tiempo y no te importó. ¿Qué hubiera
pasado? ¿Hubiera sido diferente?; lo hubiéramos
postergado, pero sin duda tenía que pasar. Si algún día te
preguntas por qué lo hice, fue porque me enamoré; creí que
las personas como yo también tenían derecho a ser felices…
y me equivoqué. Para ti y para la sociedad uno no se
merece ser más que la misma mierda que dicen de uno. Mi
vida fue lo que fue y no me arrepiento porque fue mi
decisión.
En ese momento de mis ojos salieron un par de lágrimas,
las cuales estaba reprimiendo por el recuerdo, pues seguía
sin superar aquel momento,
―Pero todo es tu culpa, yo no hice nada, eso te mereces
por ser así.
―¿No puedes decir otra cosa más que todo es mi culpa?
Me gustaría que por una vez en la vida asumieras la
responsabilidad que a ti te toca. Porque he estado cargando
con piedras que no soy mías y eso duele bastante. ―No
pude más con mis recuerdos y comencé a llorar―. Vete, ya
no hay nada que hacer, lo nuestro terminó aquel día, no sé
qué haces reclamándome, ¿acaso todavía sientes algo?
Discúlpame, pero tenía que seguir y buscar a alguien que
aceptara quien soy y ellos son las personas que buscaba.
―Es que… Es que… Lo hubiera aceptado.
―No me vengas con eso ahora después de todo lo que
hiciste. Ya como ves que otra se atrevió a hacer lo que tú no
hiciste en su tiempo por eso dices que ahora sí… No te
podía estar esperando. Tú lo decidiste, tuviste esa libertad
para hacerlo.
―Tienes merecido todo lo que pasó. El mundo tenía que
saber quién eres.
―Sí, esa es una decisión que me correspondía tomar a
mí; con todo, me alegro de que lo hicieras; gracias a ti me di
cuenta de quién estaría conmigo. Mi vida cambió a partir de
ahí: me volví más solitario, aprendí a no depender de nadie.
Supe que había más noches y también días como para
quedarse estancado en solo un día y sí, gracias a esos días,
poco a poco comencé a salir adelante. Lamento no haber
sido ese hombre que deseaste; porque antes de ese día
decías que me amabas, que no imaginabas una vida sin mí.
No te preocupes, porque los dos no fuimos más que las
mismas mentiras. En tan poco tiempo cambiaste toda la
historia de lo que fuimos. Yo nunca te obligué a estar
conmigo. ―Solté una carcajada―. A pesar de que «no te
amaba, que te amenazaba», tanto como para pedir a un
juzgado mi distancia. ¡Vaya historia!, la contaste tan bien
que todos te creyeron. ¿Qué no tuviste solo con abortar al
bebé? El objetivo era destruirme y lo conseguiste.
―Basta, no eres más la misma persona que dejé. Ahora
entiendes por qué lo hice.
―Olvídame, he encontrado a alguien con quien compartir
mis días y lo que más te duele es vernos felices. Porque por
eso estás aquí, si lo que hubo entre los dos ya no
importaba.
―Tenía miedo, la sociedad iba a hablar. No sería de la
que se burlaran por quién eres, ¿qué iban a decir de mí?
Disculpa, pero no era valiente como tú. De ti pueden decir
lo que quieran y tratarte como mierda, total, ¿qué más da?,
ya estás acostumbrado.
―Créeme: no. Nunca soporté que me trataran así, pero
no tuve otra más que aguantar la humillación, pues era algo
que no podía controlar, algo que tú pudiste evitar. Si toleré
todo eso fue por ti y, discúlpame, no te amé.
Sus lágrimas comenzaron a salir. Sabía que ella tenía la
culpa de todo lo que pasó aquel día, nada más que no podía
aceptarla; por eso tuve que cargar con la culpa de los dos.
Solo miraba al piso, no podía levantar la mirada. En ese
momento se acercó un hombre para preguntar si había
algún problema.
―¿Estás bien, te puedo ayudar?
―No, mi amor, te alcanzo en un momento. Es un amigo
que conocí hace tiempo.
―Te espero en el auto.
―En un momento te alcanzo.
―No tienes el coraje ni siquiera de decirle lo que fuimos.
―Sonreí―. Cierto, la vergüenza no te permitió amarme,
menos aceptarme. Ahora, no entiendo qué haces aquí si
tienes a alguien. ¿Qué haces reclamando si eres feliz? ―Ella
seguía cabizbaja, no podía levantar la mirada―. Así son
todas las personas que no se atreven a amar por miedo al
qué dirán. Gracias por destruirme y no hacerle caso a tu
corazón. Siempre fui al que amaste, aunque lo niegues solo
te conformaste. Las personas como tú se conforman con
algo que no merecen.
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