Rebeca Varela - Derecho de La Paz

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DERECHO DE LA PAZ

El derecho de la paz es un concepto relativamente nuevo en el campo jurídico


internacional, que busca regular y promover la paz mundial a través de mecanismos
legales y diplomáticos. A lo largo de la historia, la humanidad ha sido testigo de
innumerables guerras y conflictos violentos que han causado devastación y sufrimiento a
millones de personas en todo el mundo. En este contexto, el derecho de la paz surge
como una respuesta a la necesidad urgente de prevenir la guerra y promover la
cooperación y la solidaridad entre las naciones.

Además de figuras individuales, diversas organizaciones internacionales han


desempeñado un papel fundamental en la promoción del derecho de la paz. La
Organización de las Naciones Unidas (ONU), en particular, ha sido un actor clave en la
prevención de conflictos, la mediación de disputas internacionales y la promoción de la
cooperación entre los Estados miembros. A través de sus diferentes órganos y agencias
especializadas, la ONU ha trabajado en la promoción de la resolución pacífica de
conflictos, el desarme nuclear, la protección de los derechos humanos y la asistencia
humanitaria en situaciones de crisis.

Si bien el derecho de la paz ha tenido un impacto positivo en la promoción de la paz y la


seguridad internacionales, también enfrenta desafíos significativos en la actualidad. La
proliferación de armas nucleares, el terrorismo internacional, los conflictos étnicos y
religiosos, y los desafíos relacionados con el cambio climático representan amenazas
graves para la paz mundial y requieren una respuesta coordinada y eficaz por parte de la
comunidad internacional.

En este sentido, es necesario fortalecer el marco jurídico internacional existente para


abordar los desafíos emergentes en el campo del derecho de la paz. Se requiere una
mayor cooperación entre los Estados, las organizaciones internacionales y la sociedad civil
para promover la prevención de conflictos, la protección de los derechos humanos y la
construcción de sociedades pacíficas y sostenibles. Asimismo, es fundamental abordar las
causas subyacentes de los conflictos, como la pobreza, la desigualdad y la exclusión
social, para lograr una paz duradera y sostenible.

Ahora bien, antes de entrar más a fondo y conocer sobre el derecho de la paz, debemos
establecer que son los derechos y que es la paz:

¿Qué son los Derechos?

Los derechos humanos son un pilar fundamental de la sociedad, que garantiza la dignidad,
la libertad y la igualdad de todas las personas. A lo largo de la historia, ha habido figuras
clave que han contribuido de manera significativa al campo de los derechos humanos, y su
legado sigue vivo en la lucha por la justicia y la igualdad en todo el mundo.

Si bien ha habido avances en la protección de los derechos humanos, todavía existen


desafíos importantes que deben ser abordados para garantizar la plena realización de los
derechos de todas las personas. Por lo tanto, es fundamental que sigamos trabajando
juntos para promover y proteger los derechos humanos en todo el mundo y asegurar un
futuro más justo y equitativo para todos.
Los derechos son legales y morales que corresponden a todos los seres humanos por el
simple hecho de serlo. Estos derechos pueden ser de diferentes tipos, como derechos
civiles, políticos, económicos, sociales o culturales, y su objetivo es garantizar la dignidad,
la libertad y la igualdad de todas las personas en el mundo.

¿Qué es la Paz?

la paz se relaciona con la convivencia pacífica entre las personas, el respeto mutuo, la
tolerancia y la justicia social. Cuando impera la paz, las sociedades pueden prosperar, las
relaciones interpersonales se fortalecen y se sientan las bases para un desarrollo
sostenible. Es por eso que la paz es un pilar fundamental en la construcción de un mundo
mejor.

Vivimos en un mundo lleno de conflictos y tensiones, donde la paz parece ser un bien
escaso y difícil de alcanzar. Sin embargo, es fundamental comprender que la paz no es
simplemente la ausencia de guerra o conflictos armados, sino un estado de armonía,
equilibrio y respeto mutuo entre individuos, comunidades y naciones.

El valor de la Paz

En primer lugar, la paz es esencial para el desarrollo y progreso de la humanidad. Cuando


prevalece la paz, las personas pueden concentrarse en construir un futuro mejor, en lugar
de preocuparse por su seguridad y supervivencia. La paz fomenta la estabilidad política,
económica y social, creando las condiciones necesarias para el crecimiento y la
prosperidad de las sociedades.

Además, la paz es la base de la convivencia pacífica y el respeto mutuo. Cuando


buscamos la paz, estamos promoviendo la tolerancia, la empatía y la comprensión hacia
los demás. Es a través del diálogo y la negociación que podemos resolver nuestras
diferencias y evitar caer en la violencia y el conflicto.

Concepto de Paz según distintos autores

Varios autores y personalidades sociales y políticas dieron sus ideas sobre el concepto
de paz. Algunas de las más representativas son:

 Johan Galtung – sociólogo noruego. “La ‘paz positiva’ es la generación de una


relación armoniosa y ella se consigue cuando dos o más entidades en conflicto
emprenden proyectos juntos y los beneficios que genera ese proyecto son
repartidos equitativamente. No iguales matemáticamente, pero es importante que
no haya desigualdades flagrantes entre las partes”.

 Mahatma Gandhi – abogado y político indio. “No hay camino hacia la paz, la paz es
el camino”.

 Immanuel Kant – filósofo alemán. “La paz no es un estado natural en el que los
hombres viven unidos. El estado natural es más bien el de la guerra, uno en el que,
si bien las hostilidades no se han declarado, existe un riesgo constante de que
estallen. No alcanza con evitar el inicio de las hostilidades para asegurar la paz. Por
esto, la paz es algo que debe ser implantado”.
 Martin Luther King – activista estadounidense. “Paz no es solo una meta distante
que buscamos, sino un medio por el cual llegamos a esa meta”.

 Confucio – pensador chino. “Si no estamos en paz con nosotros mismos, no


podemos guiar a otros en la búsqueda de la paz”.

 Nelson Mandela – abogado y político sudafricano. “La paz no es simplemente la


ausencia de conflicto; la paz es la creación de un entorno en el que todos podemos
prosperar”.

 Madre Teresa de Calcuta – monja india. “La paz y la guerra empiezan en el hogar.
Si de verdad queremos que haya paz en el mundo empecemos por amarnos unos a
otros en el seno de nuestras propias familias”.

 Eleanor Roosevelt – escritora y activista estadounidense. “No basta con hablar de


paz. Uno debe creer en ella y trabajar para conseguirla”.
DERECHO DE LA PAZ EN GUATEMALA
Antecedentes

Existe un desarrollo histórico de los antecedentes que propiciaron el desencadenamiento


de la guerra en Guatemala. Las condiciones sociales y políticas a nivel mundial, la
elevación de la burguesía agrícola e industrial y el empobrecimiento del proletariado rural y
urbano, fueron los principales elementos que gestaron los orígenes que condujeron al
descontento popular.

La polarización extrema entre la burguesía y la pobreza del proletariado; diametralmente


opuestos entre sí, llevaron a los dos grupos al enfrentamiento armado. Representados
respectivamente en el ejército y la guerrilla. Durante los años sesenta y setenta las
batallas fueron incipientes. La pobre respuesta ante la problemática social por parte del
gobierno y la represión de los años ochenta; desencadenó en una política de tierra
arrasada. El paradigma de guerra perfiló hacia una continuidad del enfrentamiento sin un
evidente ganador. En esa década llega al poder un civil, pero, las condiciones para poner
fin a la guerra no se dan.

Es hasta mediados de los años noventa que se logra consolidar una serie de acuerdos
que ponen fin a las hostilidades entre ambos bandos; al menos en papel. Trece años
después de la firma de estos acuerdos; la paz y el respeto a la vida no terminan de
lograrse. Sin embargo, son más los avances que los estancamientos que se han logrado
en el Acuerdo Global de Derechos Humanos en la República de Guatemala.

Las causas de la guerra

Las causas que motivaron la guerra en Guatemala, son muchas; asimismo, los motivos y
el desarrollo del enfrentamiento armado lento y tortuoso, el cual fue provocando serios
daños psicológicos y materiales en la población. Dentro del país existía una estructura
terrateniente casi de corte feudal.

La explotación a los campesinos y a los indígenas era sistemática. La oligarquía


terrateniente había relegado en la pobreza al 80% de la población. La injusticia social se
manifestaba en todos los niveles, con una falta de participación política en los sectores
más desprotegidos. Era evidente el racismo desmedido contra el indígena, persecución
sistemática a los líderes sindicales y sus miembros, carestías, hambrunas e inestabilidad
en el aparato gubernamental.

“Todo esto provocó un conflicto armado en medio de una lucha ideológica mundial entre
Estados Unidos y Rusia denominada: Guerra Fría, Guatemala quedó atrapada en un
conflicto armado que inició en 1962 y terminó oficialmente en 1996. Cuando se llegó a la
firma de los Acuerdos de Paz entre el Gobierno de la República de Guatemala y la
URNG”.

Desarrollo histórico de la guerra hacia la paz

En abril de 1960, Guatemala rompió relaciones diplomáticas con Cuba a raíz de la llegada
al poder de Fidel Castro. En Guatemala, se produjeron serios disturbios en julio y de nuevo
en noviembre.
Ese mes el presidente estadounidense Dwight Eisenhower ordenó que unidades terrestres
y aéreas de la Marina de Estados Unidos se estacionaran junto a las costas caribeñas de
Guatemala y Nicaragua para prevenir un ataque de Cuba, hecho que ambos países
denunciaban como inminente; el ataque nunca tuvo lugar, por lo que las unidades navales
tuvieron que retirarse a principios de diciembre. Sin embargo, la tensión política en el istmo
centroamericano se puso de relieve.

Los acuerdos de Paz de Guatemala, 25 años después

Ciclo de seminarios con motivo del 25º aniversario de la firma de los Acuerdo de Paz en
Guatemala.

Los Acuerdos de Paz de Guatemala se firmaron en diciembre de 1996 y acabaron con un


conflicto armado interno que había desangrado al país durante 36 años y en el
que murieron más de 200.000 guatemaltecos, la mayoría población civil. España
acompañó entonces aquellas históricas conversaciones con la esperanza de que
sirvieran para abrir un nuevo proyecto de país y democracia para Guatemala.

Dichos acuerdos, que pusieron fin a la guerra civil en Guatemala, vinieron precedidos de
Los Acuerdos de Paz en Centroamérica Esquipulas I y II, que promovieron
salidas dialogadas y negociadas a conflictos armados que sometían a toda la región
centroamericana a una violencia inusitada y a la población una violación de
derechos humanos sin precedentes.

Esos Acuerdos de Paz de Guatemala pretendían lograr una Paz firme y duradera para un
país centroamericano que todavía no se ha librado de otros tipos de nuevas
violencias. Los Derechos Económicos, Sociales y Culturales que en aquellos acuerdos se
firmaron están todavía lejos de lograrse para una mayoría social que sigue padeciendo
la injusticia, la inequidad, la pobreza y la falta de desarrollo.

Por ello, y en el marco de la Agenda 2030 de Naciones Unidas para la consecución de los
Objetivos de Desarrollo Sostenible, 25 años después estos acuerdos merecen
ser valorados desde el convencimiento firme de que la Paz, la Justicia y los Derechos
Humanos son aspiraciones imprescindibles para la vida de los pueblos y de la humanidad.

Programa

10.30 - 11.45. Los Acuerdos de Paz en Guatemala 25 años después: Balance e


implementación y Agenda 2030

Participantes:
 José Manuel Martín Medem, consejero de RTVE, ex corresponsal en América
latina.
 Olinda Salguero, vicepresidenta de la Misión Presidencial Latinomericana.
 Velia Muralles, perito documental guatemalteca, participante en procesos judiciales
por crímenes contra la humanidad.
 Erik de León, fiscal de la Unidad de Casos Especiales del Conflicto Armado Interno
de la Fiscalía de Derechos Humanos
de Guatemala.

12.00 - 13.30. Los Acuerdos de Paz en Guatemala, 25 años después, a la luz de los ODS
de la Agenda 2030
Participantes:
 Vinicio Cerezo Arévalo, ex Presidente de Guatemala y firmante de los Acuerdos de
Paz de Centroamérica. Presidente
de la Fundación Esquipulas.
 Pablo Monsanto, ex Comandante de la URNG (Unidad Revolucionaria Nacional
Guatemalteca) y firmante de los Acuerdos de Paz en Guatemala.
 Federico Mayor Zaragoza, ex Director General de la UNESCO y presidente de la
Fundación Cultura de Paz.
 Ana Isabel Prera, ex Ministra de Cultura y ex Presidenta de la Fundación
Esquipulas para la Paz, la Democracia, el
Desarrollo y la Integración de Guatemala.

¿Qué son los Acuerdos de Paz?

Son cada uno de los temas en los que el Gobierno de Guatemala y la Unidad
Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), negociaron para alcanzar soluciones
pacíficas a los principales problemas que generaron el enfrentamiento armado de más de
36 años.

Su negociación se llevó a cabo en países como México, España, Noruega y Suecia,


durante 14 años, para dar las condiciones de imparcialidad a las partes y tuvo una
duración de 14 años. La negociación culminó con la firma del Acuerdo de Paz Firme y
Duradera, el 29 de diciembre de 1996 en el Palacio Nacional de la Cultura de la ciudad de
Guatemala.

Causas que Originaron El Conflicto Armado Interno

Causas Históricas:
o La realidad socio, política y económica de Guatemala
o La intolerancia

Antecedentes Inmediatos:
o La coyuntura internacional
o La lucha ideológica

ASPECTOS INVOLUCRADOS EN EL CONFLICTO ARMADO: IDEOLÓGICO


o La lucha contra el comunismo
o La doctrina de la Seguridad Nacional
o La formación y la doctrina de los grupos insurgentes
o La militarización de la sociedad y del estado.

ASPECTO ECONÓMICO
o El tema del uso y posesión de la tierra
o Acceso a la educación
o La exclusión social y la marginación
o La violencia generalizada

ASPECTO POLÍTICO
o Las relaciones conflictivas entre Estado-Sociedad
o El autoritarismo
o Los procesos anti-democráticos
o La debilidad del Estado en el cumplimiento de sus funciones
ASPECTO ÉTNICO:
o El proceso de ladinización
o Rechazo de la multiculturalidad
o El racismo como expresión ideológica y cultural

ASPECTO RELIGIOSO
o Los usos y las costumbres de los pueblos indígenas
o La propuesta de nuevos modelos de religiosidad

Las negociaciones para alcanzar los acuerdos de paz se efectuaron en seis ciudades de
cinco países, a lo largo de seis años. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

El 29 de diciembre de 1996, el pueblo de la República de Guatemala (en adelante el Estado


o Guatemala) celebró la firma del Acuerdo Final de Paz entre el Gobierno y la Unidad
Revolucionaria Nacional de Guatemala (URNG), que puso fin a 36 años de conflicto
armado. El costo del conflicto, desde el punto de vista del sufrimiento humano, es difícil de
describir o cuantificar. Aproximadamente 150.000 personas perdieron la vida, muchas
fueron heridas o quedaron incapacitadas, y miles fueron desplazadas o buscaron refugio en
el extranjero. La firma del acuerdo definitivo fue un momento histórico para Guatemala y la
región.

La CIDH ha seguido detenidamente los desarrollos en Guatemala por muchos años y ha


informado regularmente sobre violaciones masivas y sistemáticas de los derechos humanos
durante el período del conflicto armado. Reconociendo que la firma de los acuerdos de paz
presenta nuevas oportunidades para Guatemala, lo que ha iniciado un proceso de
transformación.
DERECHO DE LA PAZ EN CENTROAMÉRICA
Se conoce como proceso de paz en Centroamérica a una serie de negociaciones
diplomáticas y políticas impulsadas por Costa Rica que llevaron al final de las guerras
civiles que asolaron los países de El Salvador, Nicaragua y Guatemala. El proceso inició
con la firma del Acuerdo de Esquipulas en la ciudad guatemalteca del mismo nombre, y
logró la pacificación de la región.

Antecedentes

Durante los años setenta y ochenta la región centroamericana se había encontrado


ensangrentada en su mayor parte por distintos conflictos internos principalmente entre
gobiernos autoritarios y milicias paramilitares de corte conservador y anticomunista contra
grupos insurgentes rebeldes en su mayoría de izquierda. Todo esto en medio de un
escenario de la Guerra Fría y las luchas geopolíticas entre los Estados Unidos y la Unión
Soviética, lo cual dejó miles de muertos, violaciones a los Derechos Humanos y crisis
humanitarias. Los principales de estos fueron:

 Nicaragua tras el triunfo de la Revolución sandinista que llevó al Frente Sandinista


de Liberación Nacional al poder, de tendencia socialista y prontamente aliado a la
URSS y Cuba, se enfrentó a una fuerza insurgente opositora conocida
como Contras que estaban auspiciados por los Estados Unidos bajo la
conservadora administración del republicano Ronald Reagan.
 El Salvador sumido en una guerra civil, que se enfrentaba el gobierno derechista
en el poder contra las fuerzas revolucionarias unificadas dentro del Frente
Farabundo Martí para la Liberación Nacional.
 Guatemala, sumida en una guerra civil similar a la de El Salvador aunque iniciada
mucho antes (en los años sesenta) entre el gobierno guatemalteco y grupos
paramilitares de extrema derecha como el Movimiento de Liberación Nacional y
las Patrullas de Autodefensa Civil contra guerrillas insurgentes agrupadas en
la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca.
 Honduras que no se encontraba en guerra civil pero cuyo gobierno autoritario
aliado a Washington era acusado de represión política contra disidentes.

Ante esta volátil situación empeorada por las condiciones internacionales y el hecho de
que la administración Reagan apoyaba gobiernos y fuerzas paramilitares muy violentas1 al
tiempo que Moscú (en menor grado) y Managua hacían lo mismo con las guerrillas
revolucionarias, los diversos bandos y fuerzas combatientes se apoyaban mutuamente
según afinidad ideológica ensangrentando aún más la zona.

La Posición de Costa Rica

Costa Rica fue el único país de Centroamérica que no se encontraba en una situación de
violencia. Los gobiernos eran todos electos democráticamente y solían ser
de centroizquierda o centroderecha, la oposición (incluidos los partidos de izquierda) era
legal y no sufría represión política, además de que no contaba con fuerzas armadas desde
1949 ni había tenido golpes de estado o interrupciones del orden constitucional desde
1948. Tampoco había tenido gobiernos militares en todo el siglo XX.

No obstante, el país no estaba del todo exento del conflicto. Los gobiernos costarricenses
según su afinidad ideológica podían ser aliados de algunos bandos en la guerra de la
vecina Nicaragua.
Así, por ejemplo, el presidente Rodrigo Carazo (1978-1982) de tendencias izquierdistas
permitió a los sandinistas operar en el norte del país en la lucha contra las fuerzas
de Somoza, mientras que su sucesor Luis Alberto Monge (1982-1985) de
posturas anticomunistas hizo lo contrario y permitió a la Contra operar en territorio
nacional. Esto empezó a desestabilizar al país e incluso causó la muerte de elementos de
la Fuerza Pública. Muchos costarricenses temieron que el conflicto bélico en
Centroamérica podía extenderse a Costa Rica, país que tenía décadas de no conocer la
guerra.

Entonces se presenta la candidatura de Óscar Arias por el Partido Liberación Nacional,


mismo al que pertenecía Monge pero siendo Arias crítico de la postura belicista de éste, y
una de sus promesas de campaña fue pacificar Centroamérica. Arias gana la presidencia
e inicia el largo y difícil proceso de negociaciones de paz con todos los sectores
enfrentados y con todos los presidentes de Centroamérica, incluyendo Daniel Ortega quien
en aquel momento era visto por Washington y Londres como un dictador marxista.

La Oposición Estadounidense

Según denuncia el propio Arias, la administración Reagan estaba decidida a derrocar por
la violencia al gobierno sandinista y continuaba financiando los grupos de extrema
derecha, tanto cuando era oposición como en Nicaragua como cuando eran pro-gobierno
como en El Salvador, Honduras y Guatemala. Arias denunció haberse enfrentado a una
oposición diplomática de Washington que no deseaba un tratado de paz que permitiera la
salida diplomática del conflicto ni que el mandato de Ortega fuese legitimado.

No obstante la administración Reagan tenía sus propios problemas internos para cumplir
estos propósitos como el destape del escándalo Irán-Contras (la venta de armas por parte
de la CIA a Irán, enemigo de Estados Unidos, para financiar a los Contras) y la oposición
demócrata en el Congreso que adversaba la política de Reagan de azuzar la guerra en
Centroamérica y buscaba sacar a Estados Unidos de su involucramiento en la región.

Finalmente y tras varias reuniones previas entre cancilleras y visitas oficiales fue posible
reunir a los presidentes Vinicio Cerezo de Guatemala, José Napoleón Duarte de El
Salvador, José Azcona del Hoyo de Honduras, Daniel Ortega de Nicaragua y Óscar
Arias de Costa Rica quienes finalmente y tras largas faenas de negociación suscribieron
una serie de acuerdos conocidos como los Acuerdos de Esquipulas.

Consecuencias

El proceso de paz logró poner fin a los cruentos conflictos, si bien el proceso de desarme
de los grupos combatientes tomó tiempo, así como la efectiva democratización de la
región.

Las distintas guerrillas insurgentes se convirtieron en partidos políticos legales en sus


países para participar en elecciones libres; el FSLN, el FMLN, la URNG y la Unificación
Democrática de Honduras todos se convirtieron en partidos políticos, incluso llegando al
poder por medios democráticos los dos primeros algunas décadas después. Tanto los
paramilitares como los grupos revolucionarios fueron desmovilizados. Se realizaron
elecciones democráticas en todos estos países, incluyendo Nicaragua donde la oposición
al sandinismo obtuvo la victoria de su candidata Violeta Chamorro frente a Daniel Ortega
quien entregó el poder pacíficamente, si bien volvería a obtener la presidencia en el futuro.
 Óscar Arias se convirtió en acreedor del Premio Nobel de la Paz por su impulso a la
iniciativa de paz.

 También se creó el Parlamento Centroamericano, aunque al mismo no pertenece


Costa Rica.

La paz en Centroamérica continúa lejos de ser una realidad

Pese a la firma de los Acuerdos de Esquipulas en la década de 1980, la paz duradera en


América Central es una realidad muy lejana para los países de la región, pues estos
continúan resintiendo el impacto de la violencia y la desigualdad. Esta fue una de las
principales conclusiones del director del Centro de Investigaciones Históricas de América
Central (CIHAC) de la Universidad de Costa Rica (UCR) David Díaz, en su conferencia de
cierre en el marco del Congreso “Conflictos y procesos de paz en Centroamérica en
perspectiva latinoamericana”.

Este espacio de discusión y reflexión se desarrolló como parte de los esfuerzos que
ejecuta la iniciativa Maria Sibylla Merian Centro de Estudios Latinoamericanos Avanzados
en Humanidades y Ciencias Sociales (CALAS), impulsada por el Ministerio Federal de
Educación e Investigación de Alemania. Díaz aseguró que las recientes políticas
neoliberales de los países centroamericanos han ocasionado una confusión al analizar el
concepto de paz, pues los gobiernos de la región han buscado vender la estabilidad
política como sinónimo de paz duradera.

El académico remarcó que estos conceptos no deben ser mezclados, pues aún continúan
existiendo expresiones de violencia incluso en los países con democracias más
asentadas.

“El problema es que hoy muere más gente que en las guerras civiles de 1980. Nos
encontramos entre las regiones más violentas del mundo. Problemáticas como el trasiego
de drogas se han agravado. La droga antes corría por mares, ahora corre por tierra”, acotó
el académico.

El director del Cihac, David Díaz, dedicó su ponencia al investigador Ralph Sprenkels,
quien falleció días antes de la actividad. Anel Kenjekeeva.
DERECHO DE LA PAZ INTERNACIONAL
Universalidad de la idea de paz como valor, principio y objetivo

La paz es una aspiración universal de entrañable raíz humana. Es una aspiración fundada
en una idea común a todos los miembros de la especie humana. Constituye un valor, un
principio y un objetivo. Así como la dignidad es un elemento inherente a la personalidad
humana de todos los individuos, así como los derechos humanos, todos los derechos
humanos, son patrimonio común e inalienable de todas las personas, la idea de paz y de
la necesidad de su realización anida en la mente y en el corazón de todos los seres
humanos.

Podrán existir, según las distintas tradiciones culturales y religiosas, según las diferentes
civilizaciones, según los diversos momentos históricos, particularidades específicas o
apreciaciones no absolutamente coincidentes de lo que significa la paz o de los elementos
que la componen. Pero la esencia de la paz, la convicción de su necesidad, es y ha sido
común a todas las culturas, si se exceptúan las aberraciones que, como expresión del mal,
nunca han dejado de existir en la historia de la humanidad.

Por eso, al igual que con respecto a lo que pasa con los derechos humanos, la paz es un
ideal común y universal, sin perjuicio del reconocimiento de la diversidad, de las
concepciones y de las particularidades en las diferentes culturas y civilizaciones.

Luchar para que este ideal común y universal se encarne por medio de la acción política y
jurídica y por la lucha individual, en la realidad vital, en cada momento de la historia y en
cada lugar del planeta, es deber de todos y de cada uno, considerado ese deber tanto
individual como colectivamente. Luchar en la más amplia acepción, por todos los medios
éticamente admisibles, de acuerdo con el derecho vigente, cuando ese derecho es
legítimo y justo, o para cambiar ese derecho positivo cuando es ilegítimo, injusto u
opresivo.

Ya dijimos, y ahora reiteramos, que el derecho a la paz está contenido y en cierta forma
constituye una proyección del derecho a vivir. La guerra es la negación del derecho a vivir
y por eso la paz —que es lo opuesto a la guerra y a la violencia bélica en todas sus
formas, así como a la violencia en general en las diferentes modalidades que adopta,
todas ellas contrarias a la convivencia deseable entre los hombres— constituye una
expresión necesaria, una proyección del reconocimiento del derecho a vivir.

La paz es un “valor”, un valor esencial para la vida y para la realización plena de la


humanidad y de cada ser humano. Es un valor negador y destructor de todas las nefastas
teorías y realidades, tantas veces dadas en el curso de la historia, dirigidas a intentar
ensalzar la guerra y la lucha bélica, así como la violencia general carente de contenido
ético. Si la paz es un valor de la civilización humana y de la cultura, defenderla y
promoverla es un principio ético que, al adquirir forma jurídica, se transforma en un
derecho, en un derecho subjetivo que impone su reconocimiento, su defensa y su garantía
y que genera correlativamente deberes exigibles.

La conceptualización de la existencia del derecho a la paz y del derecho humano a la paz,


impuesta por la razón y por la ética, constituye un aporte de especialísima significación
hoy a la tolerancia, a la convivencia pacífica y a la lucha contra toda violencia.
Todos estos conceptos: paz, tolerancia y condena y repudio de la violencia se
interrelacionan y se condicionan. Sin paz, y sin la aceptación de que ella es la materia de
un derecho, no puede existir plenamente la tolerancia. Y a su vez sin tolerancia ante lo
tolerable, sin perjuicio de la negación de lo intolerable, no puede haber paz. Sin paz no
habrá jamás convivencia armónica, pacífica y respetuosa. Pero, a la inversa, si no existe
esa convivencia, es que no hay paz. Sin paz es imposible conservar y mantener
plenamente el medio ambiente. Y sin medio ambiente sano y ecológicamente equilibrado
se observa el lamentable proceso de degradación que pone en peligro la vida humana
individual y colectiva cuya protección y garantía está en el fundamento mismo de la idea
de paz.

Cuando hay violencia no hay paz. El triunfo de la paz es la derrota de la violencia. Paz es
diálogo y respeto del otro. La violencia, que es imposición por la fuerza, que es la muerte
en vez de la vida, constituye la negación de la paz. Por eso, en estos tiempos de violencia
injustificable, ciega y mortífera, luchar por la paz y por el reconocimiento de un derecho a
ella es la forma más civilizada y quizás la más efectiva de actuar contra la violencia.

La paz es una idea múltiple y compleja, de carácter humano, social, político y jurídico. Es
el estado de ausencia de violencia, que se refiere tanto a la situación existente en el
interior de las comunidades políticas y de la sociedad nacional, como, en su proyección
internacional, a la ausencia de confrontación bélica entre los Estados dentro de la
comunidad internacional. Si la paz es la ausencia de violencia y la paz internacional es la
no existencia de confrontación bélica, no es posible pensar que la paz sea sólo la ausencia
de violencia y de confrontación bélica. No es la paz, en efecto, sólo un concepto negativo.
La paz, positivamente considerada, es la expresión de la justicia, del desarrollo, del
respeto del derecho y de la tolerancia. La paz internacional es el primero y fundamental
objetivo de las Naciones Unidas (artículo 1.1 de la Carta).

Es la propia Carta de las Naciones Unidas en este artículo que se refiere a la paz y a las
medidas para asegurarla, que invoca “los principios de la justicia”. De tal modo el derecho
positivo internacional en su más alta expresión vincula y relaciona necesariamente la paz
con la justicia.

Mantener la paz, la paz justa, para preservar “a las generaciones venideras del flagelo de
la guerra” (preámbulo de la Carta, párrafo 1), sobre la base de la “tolerancia” y al uso de
los medios previstos por el derecho internacional, es el fin esencial de la comunidad
internacional jurídicamente organizada.

La Carta de las Naciones Unidas da el fundamento para construir la idea de la paz como
un concepto positivo, integrado por el respeto de los derechos humanos, el acatamiento
del derecho internacional, “el progreso social y la elevación del nivel de vida dentro del
más amplio concepto de la libertad”. La paz, en último análisis, es finalmente un estado
que emana del espíritu humano y una realidad que resulta de acciones humanas. Por eso
el preámbulo de la Constitución de la Unesco, aplicando ideas que están en embrión en la
Carta de las Naciones Unidas, ha podido decir con razón que “las guerras nacen en el
espíritu de los hombres y es en el espíritu de los hombres que deben construirse los
baluartes de la paz”. Por eso, asimismo, es evidente que la paz no es sólo un concepto
político sino, además, esencialmente ético.

Si la paz fuese sólo ausencia de violencia, podría llegar a ser meramente pasiva,
aceptación del inmovilismo, admisión de una situación injusta, quietismo ante la opresión y
la violación del derecho. Pero no. La paz es no violencia más justicia.
Es un estado dinámico para asegurar el imperio del derecho, para que, como dice el
preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos, “el hombre no se vea
compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía o la opresión”. El concepto de
paz es consustancial con la idea de derecho. Como dijo hace cincuenta años Hans Kelsen:
“El derecho es por esencia un orden para preservar la paz”.

Paz, derechos humanos y derecho a la paz. Derecho a la paz y derecho


humano a la paz

Aunque la reflexión sobre la paz, sobre la forma de promoverla, de obtenerla, de


preservarla, de defenderla, de mantenerla y de sancionar su violación, es muy antigua y se
encuentra en el pensamiento religioso, filosófico y jurídico desde muchos siglos atrás, la
idea de la existencia de un derecho a la paz es muy posterior. Puede encontrarse, sin
perjuicio de reconocer posibles precedentes, en la construcción doctrinaria que acompañó
el surgimiento de la Sociedad de Naciones en 1918, en el pacto Briand Kellog de 1928 y,
después de la terrible quiebra de esas ilusiones y esperanzas por las agresiones que
precedieron, marcaron el inicio y acompañaron el desarrollo de la Segunda Guerra
Mundial, en la construcción de la nueva comunidad internacional basada en la Carta de las
Naciones Unidas.

Fue varias décadas después de 1945 que nació la idea de la necesaria existencia de un
derecho humano a la paz. Esta idea siguió a la conceptualización de la existencia de una
categoría de derechos humanos, individuales y colectivos a la vez, como, por ejemplo,
entre otros casos, del derecho al desarrollo y al disfrute de un medio ambiente sano y
ecológicamente equilibrado, entre otros, calificados como “nuevos derechos”, derechos de
la tercera generación, derechos de la solidaridad, o derechos de vocación comunitaria.

Son nuevos derechos que surgieron a la superficie de la reflexión jurídica y política como
consecuencia de la aparición de nuevas necesidades humanas, resultantes de noveles
realidades determinantes en la exigencia y configuración de nuevos derechos, fundados
en el reconocimiento de las consecuencias de esas necesidades humanas. Pero además,
este derecho humano a la paz fue y es la consecuencia de la comprensión de que, sin
hacer también a la persona humana titular del derecho a la paz, sin perjuicio de la
existencia de otros titulares, tal derecho quedaba incompleto y su eficacia prácticamente
inexistente en una comunidad internacional en la que los Estados no son ya los únicos
sujetos de derecho internacional y en la que el ser humano, sujeto asimismo de este
derecho, es el objeto último, el que da sentido al derecho todo y por ende al derecho de
gentes.

En las naciones el derecho humano a la paz fue reconocido constitucionalmente en el


preámbulo de la Constitución japonesa de 1946, que aplicó el concepto en su artículo 9,
en virtud del cual el Japón renunció para siempre a toda guerra y a toda política
armamentista.

Años después, la Constitución de Colombia de 1991 fue otro ejemplo destacable. En su


artículo 22 dispuso: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”. Esta
línea del derecho constitucional comparado se muestra en otras varias constituciones
recientes. Pero incluso en los casos en los que el derecho humano a la paz no se
encuentra reconocido en un texto expreso, tal derecho puede resultar reconocido
implícitamente como consecuencia de normas relativas a la vocación pacifista del Estado
o de la recepción del derecho internacional, sin perjuicio de que pueda también ser la
consecuencia de la garantía constitucional del derecho a vivir.
Sólo interesa en esta brevísima referencia al tema destacar que expresa o implícitamente
el derecho constitucional comparado no es ajeno al reconocimiento del derecho a la paz.
Esto demuestra la existencia de una conciencia viva y creciente en la opinión pública
mundial sobre la importancia del tema, que se ha proyectado y se proyecta en el derecho,
de un derecho que no puede y no debe permanecer ajeno a la realidad y a las
necesidades individuales y colectivas que tiene la humanidad.

En el ámbito internacional el tema del posible reconocimiento jurídico del derecho a la paz,
luego del derecho humano a la paz, es, aunque aún puede considerarse incompleto e
inacabado, en estado naciente, sumamente interesante y sugerente. Sostener que existe
el derecho a la paz, cuya materia y objeto es la idea de paz, antes definida en el párrafo 9
del apartado 2 del presente trabajo, supone aceptar que hay un derecho colectivo de la
humanidad, de los Estados, de las naciones, de los pueblos y de las minorías a la paz y
que también, necesariamente, hay un derecho individual de todos los seres humanos y de
cada ser humano a la paz.

Si el derecho a la paz fuese sólo un derecho colectivo y se negase o desconociese su


carácter de derecho individual, se le quitaría sentido y generalidad, se limitaría su alcance
y en último análisis se lo vaciaría de parte de su contenido y de su eficacia.

Sólo concibiendo que el derecho a la paz es un derecho humano, que une su carácter
individual al colectivo, este derecho adquiere su plena y total significación. El derecho a la
paz es un derecho tanto en el ámbito nacional o interno como en el internacional. Es tan
cierta la afirmación de que no puede haber paz sin derechos humanos como la de que no
puede haber derechos humanos sin paz referida a la vida interior de los Estados y a la
situación internacional. Constituyen una violación flagrante del derecho a la paz, tanto la
violencia del y en el Estado, en lo interno, como la violencia externa resultante de la
existencia de un conflicto armado internacional. Por eso un verdadero y sistemático
estudio del derecho humano a la paz implica el análisis del derecho a la paz tanto en el
ámbito del derecho interno como del derecho a la paz en el campo del derecho
internacional.

En lo internacional los textos que pueden servir de base a la afirmación de la existencia de


un derecho a la paz son básicamente los siguientes: En primer término, la Carta de las
Naciones Unidas, en cuanto proclama como propósito fundamental del sistema de las
Naciones Unidas la paz y la seguridad internacionales basadas en dos pilares esenciales:
la solución pacífica de las controversias y la renuncia al uso de la fuerza.

En segundo lugar, la propia Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en su


artículo 28 da una base muy importante para afirmar que reconoce el derecho a la paz
como un derecho humano. Este artículo dice: “Toda persona tiene derecho a que se
establezca un orden internacional en que los derechos proclamados en esta Declaración
se hagan plenamente efectivos”.

Si el concepto de orden internacional incluye necesariamente la idea de paz, debe


deducirse que toda persona tiene derecho a que exista un orden internacional capaz de
asegurar y garantizar la paz, tanto en lo individual como en lo colectivo. En tercer término,
una resolución adoptada en 1976 por la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones
Unidas (resolución 5-XXXII), por 22 contra 7, con una abstención, que proclamó ya
entonces el derecho humano a la paz. En cuarto lugar, dos resoluciones de la Asamblea
General de las Naciones Unidas, de especial importancia entre otras citables, vinculadas
con el derecho a la paz.
Una es la adoptada en 1978 por la Asamblea General, titulada Declaración sobre la
Preparación de las Sociedades para Vivir en Paz (33/73 del 25 de diciembre de 1978), en
la cual se sostiene que el derecho a vivir en paz es un derecho de todas las naciones y de
todos los individuos. Su artículo 1.1 dice:

“Toda nación y todo ser humano, independientemente de su raza, convicciones,


idioma o sexo, tiene el derecho inmanente a vivir en paz. El respeto de ese derecho,
así como los demás derechos humanos, redunda en el interés común de toda la
Humanidad y es una condición indispensable para el adelanto de todas las naciones
grandes y pequeñas, en todas las esferas.”

Este artículo encuentra su explicación y fundamentación en un extenso preámbulo, que


vale la pena citar porque recuerda de manera adecuada los antecedentes de la cuestión y
los otros textos internacionales aplicables:

La Asamblea General, recordando que en la Carta los pueblos de las Naciones


Unidas proclamaron que estaban resueltos a preservar a las generaciones venideras
del flagelo de la guerra y que uno de los propósitos fundamentales de las Naciones
Unidas es el de mantener la paz y la seguridad internacionales.

Recordando que, con arreglo a la resolución 95(1) del 11 de diciembre de 1946, de la


Asamblea General, los actos de planificar, preparar, iniciar o librar una guerra de
agresión son crímenes contra la paz, y que, con arreglo a la Declaración sobre los
Principios de Derecho Internacional referentes a las Relaciones de Amistad y a la
Cooperación entre los Estados de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas,
del 24 de octubre de 1970, y a la Definición de la Agresión, del 14 de diciembre de
1974, la guerra de agresión constituye un crimen contra la paz. Reafirmando el
derecho de las personas, los Estados y toda la Humanidad a vivir en Paz.

Consciente de que, puesto que las guerras comienzan en la mente de los hombres,
es allí donde debe construirse la defensa de la paz. Recordando la Declaración
sobre el Fomento entre la Juventud de los Ideales de la Paz, Respeto Mutuo y
Comprensión entre los Pueblos, del 7 de diciembre de 1965. Recordando asimismo
la Declaración Universal de Derechos Humanos, del 10 de diciembre de 1948, y el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos del 16 de diciembre de 1966 y
teniendo presente que en este último se establece, entre otras cosas, que toda
propaganda a favor de la guerra está prohibida por la ley.

Después de esta resolución del año 1978, en 1984 la Asamblea General adoptó otra
importante declaración. Fue la resolución 39/11, de 12 de noviembre de 1984, que aprobó
la Declaración sobre el Derecho de los Pueblos a la Paz. Fue ésta la primera vez que la
Asamblea se refirió expresa y textualmente al derecho a la paz. Antes, en la resolución de
1978, se había usado la expresión “derecho a vivir en paz”. Esta declaración de 1984 de la
Asamblea General dice en su artículo primero:

1. Proclama solemnemente que los pueblos de la tierra tienen un derecho sagrado a la


paz.

Y el artículo 2 dispone que:


Declara solemnemente que preservar el derecho de los pueblos a la paz y promover
la realización de ese derecho constituyen una obligación fundamental para cada
Estado; Subraya que, para asegurar el ejercicio del derecho de los pueblos a la paz,
es indispensable que la política de los Estados tienda a la eliminación de las
amenazas de guerra, sobre todo de guerra nuclear, del abandono del recurso a la
fuerza en las relaciones internacionales y a la solución pacífica de los diferendos
internacionales sobre la base de la Carta de las Naciones Unidas.

Si bien los conceptos de derecho de las sociedades a vivir en paz y de derecho humano a
la paz no son totalmente coincidentes y la proclamación del derecho de los pueblos a la
paz no es exactamente igual a la proclamación del derecho humano a la paz, todos ellos
son conceptos análogos y todos ellos se sitúan en el proceso que conduce, y que deberá
culminar en el futuro, con el pleno reconocimiento jurídico del derecho humano a la paz.

En quinto término, la Conferencia General de la Unesco en dos ocasiones, en la


Declaración sobre la Enseñanza de los Derechos Humanos y en la Declaración sobre los
Medios de Información, proclamó también el derecho a la paz. En sexto lugar, en el ámbito
regional americano existe asimismo la proclamación del derecho a la paz. Este
reconocimiento fue hecho por una resolución de la Conferencia General del Organismo
para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina, adoptada en la
Conferencia de Quito, en 1979 (R.128.IV), que proclamó, compartiendo lo expresado por
la Asamblea General de las Naciones Unidas en la resolución 33/73, el derecho de “todas
las personas, los Estados y la Humanidad a vivir en paz”. También regionalmente, en el
marco de la Organización de Estados Americanos, la Asamblea General de la OEA en
1998, en la Declaración de Caracas, reconoció en el párrafo 4 de este texto la existencia
del derecho humano a la paz.

En séptimo término, y también regionalmente, hay otro ejemplo de la proclamación del


derecho a la paz. La Carta Africana sobre Derechos de los Hombres y de los Pueblos —el
equivalente africano de la Convención de San José— es un texto que no solamente
proclama, enumera y garantiza la protección de los derechos de los individuos, sino
también los derechos de los pueblos. Esta carta se refiere al derecho a la paz. El artículo
23 de la carta africana reconoce que: “Todos los pueblos tendrán derecho a la paz y a la
seguridad nacional e internacional”.

Los instrumentos que hemos reseñado, de diferente naturaleza jurídica y de distinto


campo de aplicación, forman un conjunto de evidente importancia política y jurídica. Pero
se carece aún de un instrumento de tipo convencional, de vocación universal, que
proclame el derecho humano a la paz y lo tipifique adecuadamente, encare la forma de
asegurar internacionalmente su respeto y especifique las responsabilidades y sanciones
por su violación.

Sin la efectividad real de la paz no pueden existir en la verdad los derechos humanos,
porque la violencia intra o interetática, especialmente en el caso de la guerra interna o
internacional, apareja siempre la violación radical de los derechos humanos,
especialmente del derecho a la vida. Por eso la convicción de la necesidad de asegurar
por y en medio de la paz el respeto de todos los derechos humanos fundamenta la
imperativa exigencia de que entre estos derechos se incluya y se reconozca expresamente
el derecho humano a la paz, se asegure su acatamiento y se responsabilice y sancione a
quienes lo violen.
El desarrollo doctrinario del concepto de derecho humano a la paz

La doctrina, en los últimos veinte años, ha reflexionado constantemente en torno a la


existencia, efectividad, normatividad y consecuencias del reconocimiento del derecho
humano a la paz, expresión dirigida a hacer del ser humano titular, en lo que a él respecta,
del derecho genérico a la paz.

Lo ha hecho en el marco jurídico de la reflexión y la afirmación de la necesidad ineludible


del reconocimiento expreso de los “nuevos derechos”, de los a veces llamados derechos
de la tercera generación, de la solidaridad o de vocación comunitaria —como por ejemplo,
entre otros, este derecho humano a la paz, el derecho al desarrollo y el derecho de todos
los seres humanos a gozar de un medio ambiente sano y ecológicamente equilibrado—,
expresión de la tipificación conceptual de derechos y deberes resultantes de necesidades
humanas nacidas de las características específicas del mundo actual y de los elementos
distintivos que lo diferencian de lo que el mundo era antes.

Esta doctrina, situada en el derecho constitucional comparado y en el derecho


internacional, no ha sido sólo la obra de los especialistas en la reflexión política y jurídica y
de algunos organismos gubernamentales tanto universales como regionales, sino que
también ha contado con el valiosísimo aporte de las religiones, en especial de la Iglesia
Católica que, en particular después de la encíclica Pacem in Terris, ha insistido
constantemente en el tema de la paz y del derecho y de los deberes que de ella dimanan,
así como de la acción de muchas organizaciones no gubernamentales que han aportado
valiosos elementos de juicio.

La doctrina ha construido así el concepto de derecho humano a la paz, precisando un


objeto (la paz), estudiando lo que significa atribuir a la persona humana, en cuanto sujeto
de derecho internacional, la titularidad de este derecho y los deberes resultantes, tanto de
los otros seres humanos como de los diversos sujetos involucrados.

Este aporte doctrinario que puede seguirse en la bibliografía que acompaña el presente
trabajo no podía —al perfilar jurídicamente este derecho humano a la paz como un
derecho subjetivo, simultáneamente individual y colectivo pero aún en estado naciente,
como los otros nuevos derechos, aunque con distintos grados, elementos y carácter,
normativización— dejar de señalar sus carencias, en cuanto a su fundamento normativo,
su gravísimo desacuerdo con la realidad, su constante violación y la absoluta falta de
sanciones efectivas ante su contravención.

La Unesco y el derecho humano a la paz

Si hay una organización internacional que se ha destacado en el esfuerzo para precisar el


concepto del derecho humano a la paz, en el intento de darle una mejor base normativa y
situarlo en el centro de los elementos constitutivos de una cultura de paz, esa organización
es la Unesco.

La Unesco, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la


Cultura, es según la Carta de las Naciones Unidas (artículo 57) un órgano especializado
del sistema de las Naciones Unidas. Basándose en los luminosos conceptos del
preámbulo de su Constitución, la Unesco, en especial cuando ejerció la dirección general
Federico Mayor Zaragoza, encaminó su acción hacia la afirmación del derecho humano a
la paz, en el marco de la cultura de paz y para su perfilamiento normativo.
El objeto del derecho humano a la paz: la paz

El objeto, la materia del derecho a la paz, y consecuentemente del derecho humano a la


paz, es la paz. La paz en sentido integral, como ausencia de violencia intra o interetática,
ya sea bélica o cuando asuma otras formas, pero también necesariamente en un sentido
positivo como expresión de la justicia y de la solidaridad.

Este concepto integral de paz, ineludiblemente actual, va más allá de la idea meramente
negativa de la paz que pudo existir en determinados momentos históricos y en algunas
culturas pero que hoy ya es imposible sostener ante la general convicción de que debe
haber una concepción universal integral y plena de la paz, que no es concebible cuando a
la ausencia de violencia se suma el imperio de la justicia y de la solidaridad, tal como ya lo
sostuvimos en el párrafo 9 del apartado 2 del presente estudio.

Reconocer que la paz es el objeto de un derecho y consiguientemente que existen a su


respecto deberes, obliga a aceptar el valor ético del pacifismo, entendido en su verdadero
y correcto significado, no como quietismo y pasividad, aceptación de una situación injusta,
admisión resignada de la agresión y de la violencia, sino, por el contrario, como brega por
la paz y defensa del valor ético, humano y social que ella implica, usando todos los medios
lícitos que resultan del derecho.

Los posibles sujetos titulares del derecho a la paz

Si la paz es el objeto, la materia de un derecho a la vez individual y colectivo que con


respecto a los individuos constituye un derecho humano, es preciso enumerar los diversos
sujetos activos que son titulares de ese derecho genérico a la paz. Estos titulares,
actuando de acuerdo con las formas y procedimientos diversos que resultan de su
diferente naturaleza y de sus distintos estados jurídicos, no siempre iguales, poseen todos
ellos un derecho subjetivo a la paz. Derecho subjetivo que da a sus titulares, respetando
las modalidades que resultan de sus diferentes naturalezas, la capacidad de actuar para
plantear la exigibilidad de la paz, reclamar su respeto y accionar para que se hagan
efectivas las responsabilidades y sanciones por su violación.

El reconocimiento de la existencia de un derecho a la paz exige el análisis de la cuestión


de la titularidad de este derecho, en relación con los diversos y posibles sujetos de él.

Antes de entrar a su enumeración es necesario precisar que la materia de este derecho,


es decir, la paz, puede generar la titularidad de tal derecho en diversos sujetos, titulares
todos ellos del mismo derecho referido a una igual materia.

Todos estos derechos nacidos de un concepto único y genérico, el derecho a la paz,


coexisten válidamente sin que se excluyan entre sí. Suponen el reconocimiento y la
legitimidad común de los derechos de otros titulares del mismo derecho genérico a la paz.
Esto, naturalmente, sin perjuicio del deber de reconocer los procedimientos y las formas
que los distintos titulares del derecho a la paz, según el derecho aplicable, podrán ejercitar
y accionar jurídicamente para el reconocimiento de aquél, para su aplicación y para la
sanción por su violación.

La más moderna y progresista doctrina del derecho internacional sostiene, a mi juicio con
entera razón, que la humanidad constituye un sujeto de derecho internacional. La
humanidad, respecto de la que puede conceptuarse que se materializa jurídicamente en la
comunidad internacional, tiene derecho a la paz como uno de sus titulares.
Es este derecho de la humanidad la expresión del carácter necesariamente general y
universal del derecho humano a la paz, expresión de una necesidad conjunta y solidaria
de todos los miembros de la especie humana.

Los Estados son también titulares del derecho a la paz. Este derecho de los Estados
encuentra su fuente expresa en la Carta de las Naciones Unidas. La paz y la seguridad,
objeto del primer propósito de las Naciones Unidas (artículo 1.1), constituyen el objeto de
un derecho que, a su respecto, para lograrlo, mantenerlo y preservarlo, poseen todos los
Estados que coexisten en una comunidad en la que la fuerza está proscrita salvo los casos
exceptuados por el derecho internacional (artículo 2.4) y en la que los miembros de las
Naciones Unidas deberán ser “amantes de la paz” (artículo 4 de la Carta). Este derecho se
proyecta en el deber de resolver las controversias por medios pacíficos (artículos 2.3, 33-
38), en la acción del Consejo de Seguridad en casos de amenaza a la paz,
quebrantamiento de la paz o actos de agresión (artículos 39-50), por el reconocimiento
expreso del “derecho inmanente de legítima defensa” individual o colectivo (artículo 51) y
por la eventual acción dentro del marco previsto por la Carta, de los acuerdos regionales
(artículo 52-54).

Las naciones asimismo deberán ser reconocidas como titulares del derecho a la paz.
Cuando una nación coincide con un Estado, la titularidad del derecho del Estado y la de la
nación se superponen y en cierta forma existirá un solo titular internacional de tal derecho.
Pero cuando en un Estado hay varias naciones distintas o cuando una sola nación se
encuentra dividida entre varios Estados, casos todos ellos reales en la historia y en el
mundo actual, la titularidad del derecho a la paz de la nación debe ser distinguida y
reconocida como diferente de la que el Estado posee. El planteamiento dirigido a que el
derecho internacional reconozca expresamente los deberes internacionales de las
naciones fue hecho por Juan Pablo II ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
La carencia actual al respecto del derecho internacional constituye una asignatura
pendiente. Es un tema que no puede ignorarse.

Los pueblos, concepto que no siempre es fácil distinguir del de nación, han de ser también
titulares del derecho a la paz. La subjetividad internacional de los pueblos ha sido ya
reconocida, en especial, en relación con el derecho a la libre determinación, en múltiples
instrumentos internacionales, en especial, entre otros, en el artículo 1 de los dos Pactos
Internacionales de Derechos Humanos.

El derecho de los pueblos a vivir en paz y específicamente su derecho a la paz ha sido


proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas y se encuentra
convencionalmente declarado en la Carta Africana de Derechos de los Hombres y de los
Pueblos. Pero, como en otros muchos casos relativos al derecho a la paz, referido a
distintos titulares, falta un instrumento internacional general y de vocación universal que
proclame y enumere los derechos y deberes resultantes del derecho a la paz.

Las minorías poseen de igual modo, en cuanto titulares, un derecho a la paz. El concepto
de minoría no siempre es fácilmente distinguible del de pueblo. pero las minorías objeto de
reiteradas referencias expresas en el derecho internacional actual, que ha reconocido que
éstas son titulares de derechos y que a su respecto existen deberes de la comunidad
internacional y de los Estados dentro de los cuales se encuentran, hace que posean
necesariamente el derecho a la paz, tanto respecto del Estado en que se encuentran como
en relación con la paz internacional.
El ser humano hoy se considera unánimemente, en el nuevo derecho internacional, como
un sujeto del derecho de gentes. No sólo en cuanto es un centro de imputación de
derechos y deberes emanados del derecho internacional, sino también en cuanto posee,
en múltiples ocasiones, los medios para accionar internacionalmente en defensa de alguno
o algunos de esos derechos. Todo ser humano es persona. Y en cuanto persona, en el
tradicional y actual concepto jurídico de persona, es titular de derechos y deberes
internacionales y tiene, cuando así lo dispone el derecho, capacidad para accionar en
defensa de ellos. Entre los derechos de que la persona humana ha de ser titular se ubica
necesariamente el derecho a la paz. De tal modo, el derecho a la paz deviene un derecho
humano: el derecho humano a la paz. En otros apartados del presente estudio hemos de
analizar las consecuencias actuales, en el marco del derecho vigente, del reconocimiento
del derecho humano a la paz y los caminos a seguir para completar y mejorar la forma en
la que el derecho ha encarado la cuestión y para colmar la lamentable laguna que resulta
del no reconocimiento actual expreso del derecho humano a la paz.

Las más graves violaciones del derecho humano a la paz

Aunque es obvio, no puede dejarse de señalar que el primer caso de violación del derecho
humano a la paz es la violación de la paz como consecuencia de la agresión bélica por la
amenaza o empleo de la fuerza en su más amplio sentido, dejando de lado el derecho
internacional.

Pero a la agresión bélica internacional es necesario sumar la violencia bélica interna,


porque la paz no es sólo un valor internacional sino un valor general, un principio y un
objetivo, todos ellos asimismo generales, que por tanto deben ser respetados y
garantizados en el ámbito interno.

En ese sentido es preciso comprender que la violencia, su amenaza y su empleo, que por
sí misma es ilegítima, con excepción de cuando se usa de acuerdo con el derecho para
asegurar el orden jurídico previamente violado, constituye per se una violación de la paz y,
por ende, una forma de conculcar el derecho humano a la paz.

Hoy día la violencia terrorista constituye uno de los más grandes ataques al derecho a la
paz.

El terrorismo no es sólo un peligro y un ataque a los derechos humanos en general, sino


que es, concreta y específicamente, un peligro y un ataque al derecho humano a la paz.

El terrorismo, que debe ser combatido por la cooperación internacional y la acción nacional
por medios jurídicos respetuosos de los derechos humanos, no puede dar lugar al
irrespeto de estos derechos ni al empleo de medidas antiterroristas que constituyan, a su
vez, formas de terrorismo. En el Estado democrático de derecho, el fin no puede justificar
el empleo de procedimientos o medios antijurídicos.

Pero el necesario combate actual contra el terrorismo, en defensa del derecho humano a
la paz, no puede hacer olvidar las situaciones que en muchas ocasiones lo generan: la
pobreza, la ignorancia, las carencias económicas y sociales, la discriminación y la
exclusión en todas sus formas. Por eso, combatir esas causas y gobernar para resolver
esos problemas constituye una forma necesaria de encarar la lucha contra el terrorismo y,
por ende, defender el derecho humano a la paz.
Algunas consecuencias del reconocimiento del derecho humano a la paz

El derecho a no participar o a no intervenir personalmente en ninguna agresión


internacional violatoria del derecho internacional ni tampoco en una represión interna
ilegítima violatoria del derecho constitucional interno en cuanto éste sea legítimo,
constituye un derecho que ha de ser la consecuencia del reconocimiento del derecho
humano a la paz.

El deber de defender la patria agredida no puede desconocerse y no podría invocarse el


derecho humano a la paz para eludir por ningún ciudadano el deber de actuar para repeler
una agresión ilegítima, violatoria del derecho internacional, contra su patria.

La admisión de la objeción de conciencia. Esta cuestión constituye hoy la materia, el


objeto de un derecho reconocido, dentro de ciertos límites, por el derecho internacional y
en muchos casos por el derecho interno, incluso a veces por el derecho constitucional
positivo.

Muy embrionariamente aceptado por el derecho internacional, ya que se pueden encontrar


algunos elementos preliminares en el Estatuto de la Corte Penal Internacional, entró en el
derecho interno cuando esta objeción se fundamentó en su incompatiblidad con ideas
religiosas o filosóficas esenciales y no fue una excusa para eludir deberes legítimos que
resultan del orden legítimo vigente.

Es muy difícil, casi imposible, pensar hoy que ningún Estado esté dispuesto a reconocer la
objeción de conciencia fundada en la invocación del derecho humano a la paz ante la
exigencia de integrar una fuerza militar y de actuar en ella en una guerra internacional o en
una contienda bélica civil interna.

Pero de igual modo no es imposible creer que el reconocimiento jurídico formal del
derecho humano a la paz va a producir un avance en la ampliación conceptual del derecho
a la objeción de conciencia y su aplicación en los casos de oposición a intervenir o actuar
en una ilícita agresión internacional o en una igualmente ilícita acción represiva bélica
interna por un nacional del Estado involucrado en esa o esas acciones ilegítimas.

El derecho humano a la paz justifica el derecho a negarse a participar y el correlativo


deber de oponerse a un belicismo gubernamental contrario al derecho internacional y, en
lo pertinente, al derecho constitucional interno.

Esta afirmación lleva a la conclusión de que el reconocimiento del derecho humano a la


paz implicará el derecho a exigir por los medios jurídicamente lícitos, al gobierno del
Estado de que se es nacional, una política de paz. La negativa a participar o apoyar el
belicismo gubernamental es no sólo un derecho humano consecuencia, en un Estado
democrático de derecho, del principio de libertad y de los derechos de opinión y de
emisión del pensamiento, sino además una consecuencia concreta y específica del
derecho humano a la paz.

El derecho a promover y defender, de acuerdo con el orden jurídico del Estado de que se
es nacional, una política de paz, es asimismo un derecho de todo ciudadano, que debe,
naturalmente, ejercerse en la forma y por los procedimientos previstos en el derecho de un
Estado democrático.
Derecho humano a la paz y cultura de paz

La correcta e indudable afirmación de que la guerra nace en la mente de los hombres y es


en la mente de los hombres en donde deben erigirse los baluartes de la paz, incluida en el
preámbulo de la Constitución de la Unesco, da la clave de la relación entre el derecho
humano a la paz y la cultura de paz.

Nunca podrá haber una paz verdadera y universal si no existe una cultura de la paz
opuesta y negadora de una “cultura” de la violencia. Esta cultura de la paz que ha existir
en la mente y en el corazón de cada ser humano, en la vida de cada comunidad y de la
sociedad toda, constituye, por ende, el basamento sobre el que debe construirse la
realidad del reconocimiento efectivo del derecho a la paz y de todas las consecuencias
que resultan de este reconocimiento

El derecho humano a la paz hoy

En los días que vivimos, el reconocimiento y la consagración jurídica del derecho humano
a la paz —tanto en el derecho interno en las Constituciones nacionales como en el
derecho internacional, en uno o varios instrumentos internacionales emanados de la
comunidad internacional en su conjunto o de sistemas regionales, aun reconociendo que
no puede todavía precisarse cuál será en el futuro la naturaleza y la forma jurídica de ese
o esos instrumentos— constituye una evidente necesidad.

Una necesidad para la lucha individual y colectiva de todos y de cada uno por la paz en su
más amplia, comprensiva y general acepción. Una necesidad en la acción contra la
violencia, tanto la violencia bélica internacionalmente ilegítima como la violencia
igualmente ilegítima en el interior de los Estados.

Una necesidad para actuar más eficazmente contra el terrorismo, que es una trágica
manifestación actual de repudiable violencia, pero que responde a causas económicas,
sociales y políticas que es necesario combatir. Una necesidad para afirmar los valores de
la tolerancia, la solidaridad y la cooperación fundadas en la justicia, valores sin la realidad
de los cuales es imposible el imperio de la paz.

Las críticas y los temores que desde 1976 hasta hoy llevaron a algunos gobiernos y a
ciertos portavoces de sus ideas a oponerse a la consagración jurídica del derecho humano
a la paz carecen de fundamento ético y racional y en su puerilidad muestran una ciega
incomprensión de las realidades actuales.
No se debilita, en efecto, al Estado reconociendo el derecho humano a la paz; por el
contrario, se fortalece al verdadero Estado democrático de derecho, justo y defensor de los
derechos humanos. Sólo el Estado arbitrario, fundado en la imposición antidemocrática,
puede temer las consecuencias del reconocimiento del derecho humano a la paz.

Este reconocimiento constituye una aspiración y una necesidad universal. Responde a un


requerimiento de la humanidad. La paz —y la consiguiente necesidad de promoverla,
defenderla y garantizarla— no es una idea nacional o regional, un concepto unido a una
sola tradición religiosa, filosófica o política. Es, por el contrario, una idea universal que se
encuentra en todas las verdaderas culturas y en todas las civilizaciones. Por eso es
universal y los medios para lograrla y encarnarla en la realidad deben asimismo ser
universales.

El derecho a la paz es total, general e indivisible. Por eso no tiene sentido afirmarlo y
reconocerlo respecto de los Estados, los pueblos, las naciones y las minorías y negarlo
empecinadamente en lo que se refiere a los individuos.

Constituye hoy un absurdo jurídico y político no aceptar, entorpecer o dificultar el proceso


irreversible hacia el reconocimiento pleno de un derecho a la paz del cual también sean
necesarios titulares todos los seres humanos.

Crear la convicción de todo esto, abatir los muros de incomprensión que hasta hoy han
impedido el reconocimiento pleno, integral y universal del derecho humano a la paz es un
deber de todos. Es ser consciente de las necesidades que hoy existen y que son
ineludibles en la lucha integral contra la guerra y la violencia en todas sus formas.
LOS CONFLICTOS INTERNACIONES
Tras la II Guerra Mundial, la Agencia de la ONU para los Refugiados se creó con la idea
de que sería una agencia temporal para ayudar quienes habían tenido que huir. Casi 70
años más tarde, los conflictos bélicos vigentes hacen que ACNUR sea más necesario que
nunca con unas cifras de desplazamiento forzoso a causa de la violencia que llegan a
máximos históricos desde su creación: 65,6 millones de personas forzadas a huir a causa
de la violencia.

Los Mayores Conflictos bélicos de la Historia


II Guerra Mundial, el conflicto más sangriento de la historia

En octubre de 1939, la invasión de Polonia por parte de Adolf Hitler dio comienzo al mayor
conflicto bélico de la historia de la humanidad y el que ha causado el mayor número de
muertes.

La que posteriormente pasó a llamarse Segunda Guerra Mundial dio origen a los primeros
refugiados del mundo y a la creación de ACNUR, la Agencia de la ONU para los
Refugiados, que buscaba proteger a más de un millón de personas que no podía volver a
su país.

I Guerra Mundial

La Primera Guerra Mundial es considerada uno de los conflictos bélicos más mortíferos de
la historia de la humanidad. En ella se vieron envueltos más de 30 países de todo el
mundo y las pérdidas humanas la colocan como el quinto conflicto con mayor número de
muertes de la historia.

Durante este conflicto, países de todo el mundo crean la Sociedad de Naciones,


precursora de la ONU, para promover la cooperación internacional y llegar a acuerdos de
paz y seguridad entre estados, a raíz del Tratado de Versalles.

Guerra de Vietnam, más de 10 años de violencia

Su extensa duración y la cantidad de muertos y heridos causados por esta guerra lo


convirtieron en uno de los conflictos más conocidos del siglo XX. A ello ayudaron los
medios de comunicación, dado que se considera la primera guerra que fue televisada, y
las adaptaciones cinematográficas no tardaron en llegar.

Más allá de su territorio, la guerra de Vietnam significó una lucha entre dos
superpotencias, EEUU y la URSS.

Guerra de Irak

También conocida como la Segunda Guerra del Golfo, la guerra de Irak que duró desde
2003 hasta 2011 es otro de los mayores conflictos bélicos del último siglo. El costo
económico de esta guerra fue equiparado en 2008, a lo que costaría garantizar los
estudios de primaria de todos los jóvenes sin escolarizar del mundo.
Guerra de los Balcanes

La limpieza étnica en la antigua Yugoslavia durante la segunda guerra de los Balcanes


ha sido catalogada como un crimen de lesa humanidad. Más de 10.000 personas fueron
asesinadas, convirtiéndolo en uno de los conflictos bélicos más dramáticos de las últimas
décadas.

Guerra de Siria, desde 2011 hasta la actualidad

El conflicto bélico que empezó en Oriente Medio tras la Primavera Árabe ha obligado a
huir de sus casas a 3 de cada 4 sirios mientras la violencia, los bombardeos y las
masacres contra la población continúan.

Hace unos años, la ONU comenzó una investigación para catalogar como crímenes de
guerra y de lesa humanidad prácticas llevadas a cabo por el ISIS, tales como torturas,
adoctrinamiento de menores, secuestros, esclavitud sexual y lapidaciones de mujeres y
niñas.

Afganistán

Desde los años 70, continuas guerras y conflictos en el país han dejado a la población
afgana con escasas perspectivas de volver a su país. Afganistán es a día de hoy uno de
los países más peligrosos del mundo, uno de los pueblos del mundo con mayor número
de refugiados y uno de los mayores conflictos bélicos de nuestra generación.

A día de hoy, decenas de conflictos armados aterran a la población civil de países de


África y Oriente Medio. ACNUR trabaja día y noche para poder llevar ayuda humanitaria
a todas las personas refugiadas y desplazadas que han tenido que huir de la violencia.
LA GUERRA FRÍA
La Guerra Fría fue un período marcado por un conflicto político-ideológico
entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética (URSS), entre 1947 y 1991.
Este lapso de tiempo polarizó al mundo en dos grandes bloques, uno alineado
con el capitalismo y otro alineado con el comunismo.

El término "guerra fría" fue atribuido por primera vez al período


correspondiente a 1945, por el escritor británico George Orwell, autor de
la novela 1984. Después del final de la Segunda Guerra Mundial, marcada por
el bombardeo de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, el escritor
usó el término en un ensayo donde presagiaba que dicho escenario
desalentaría la guerra abierta entre las grandes potencias, lo que daría lugar a
"un estado permanente de guerra fría”.

La Cooperación Internacional y la Paz

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