La Ley de Dios
La Ley de Dios
La Ley de Dios
LA LEY DE DIOS
Asociación Ministerial de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
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Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, 18.
La Naturaleza de la Ley
Como un reflejo del carácter de Dios, la ley de los Diez Mandamientos es
moral, espiritual y abarcante; contiene principios universales.
Un reflejo del carácter del Dador de la ley. En la Ley de Dios, la Escritura
presenta los atributos divinos. A semejanza de Dios, "la ley de Jehová es perfecta"
y "el precepto de Jehová es puro" (Sal.19:7,8). "La ley a la verdad es santa, y el
mandamiento santo, justo y bueno" (Rom.7:12). "Todos tus mandamientos son
verdad. Hace mucho que he entendido tus testimonios, que para siempre los has
establecido" (Sal.119:151,152). En verdad, "todos tus mandamientos son justicia"
(Sal.119:172).
Una ley moral. Los Diez Mandamientos revelan el patrón divino de
conducta para la humanidad. Definen nuestra relación con nuestro Creador y
Redentor, y nuestro deber para con nuestros semejantes. La Escritura llama
pecado a la transgresión de la Ley de Dios (1 Jn.3:4).
Una ley espiritual. "Sabemos que la ley es espiritual" (Rom.7:14). Por lo
tanto, únicamente los que son espirituales y tienen el fruto del Espíritu pueden
obedecerla" (Jn.15:4; Gál.5:22,23). Es el Espíritu de Dios el que nos capacita para
hacer su voluntad (Hech.1:8; Sal.51:10-12). Al permanecer en Cristo, recibimos el
poder que necesitamos para llevar frutos para su gloria (Juan 15:5).
Las leyes humanas se refieren únicamente a los actos externos. Pero de la
ley divina dice: "Amplio sobremanera es tu mandamiento" (Sal.119:96); abarca
nuestros pensamientos más secretos, nuestros deseos y emociones como los
celos, la envidia, la concupiscencia y la ambición. En el Sermón del Monte, Jesús
hizo énfasis en esta dimensión espiritual de la ley, revelando que la transgresión
comienza en el corazón (Mat.5:21,22,27,28; Mar.7:21-23).
Una ley positiva. El Decálogo es mucho más que una corta serie de
prohibiciones; contiene principios sumamente abarcantes. No sólo se extiende a lo
que no debemos hacer, sino que también abarca lo que debemos hacer. No sólo
requiere de nosotros que nos abstengamos de acciones y pensamientos malos;
también debemos aprender a usar con fines benéficos los talentos y dones que
Dios nos ha concedido. De este modo, cada precepto negativo tiene una
dimensión positiva.
Por ejemplo, el sexto mandamiento que dice: "No matarás", tiene como su
aspecto positivo "promoverás la vida". "Es la voluntad de Dios que sus seguidores
busquen la forma de promover el bienestar y la felicidad de todo aquel que se
coloca dentro de la esfera de su influencia. En un sentido profundo, la comisión
evangélica -las buenas nuevas de salvación y vida eterna en Jesucristo- descansa
en el principio positivo incorporado en el sexto precepto".11
"La ley de los Diez Mandamientos no ha de ser considerada tanto desde el
aspecto de la prohibición, como desde el de la misericordia. Sus prohibiciones son
la segura garantía de felicidad en la obediencia. Al ser recibida en Cristo, ella obra
en nosotros la pureza de carácter que nos traerá gozo a través de los siglos
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El Propósito de la Ley
Dios dio su ley con el fin de proveer abundantes bendiciones para su pueblo
y llevarlos a establecer una relación salvadora con él mismo. Notemos los
siguientes propósitos específicos:
Revela la voluntad de Dios para la humanidad. Como la expresión del
carácter de Dios y de su amor, los Diez Mandamientos revelan su voluntad y
propósitos para la humanidad. Demandan perfecta obediencia "porque cualquiera
que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos"
(Sant.2:10). La obediencia a la ley como regla de nuestra vida, es vital para
nuestra salvación. El mismo Jesús dijo: "Si quieres entrar en la vida, guarda los
mandamientos" (Mat.19:17). Esta obediencia es posible únicamente por medio del
poder que provee el Espíritu Santo al morar en nuestro interior.
Es la base del pacto de Dios. Moisés escribió los Diez Mandamientos con
otras leyes explicativas, en un libro llamado el libro del pacto (Exo.20:1 - 24:8;
véase especialmente Exo.24:4-7).88 Más tarde llamó a los Diez Mandamientos "las
tablas del pacto", indicando su importancia como la base del pacto eterno
(Deut.9:9; compárese con 4:13).
Funciona como la norma del juicio. Dice el salmista que, a semejanza de
Dios, "todos tus mandamientos son justicia" (Sal.119:172). La ley, por lo tanto,
establece la norma de justicia. Ninguno de nosotros será juzgado por su paciencia,
sino por estos principios justos. "Teme a Dios, y guarda sus mandamientos" -dice
la Escritura-, "porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa
encubierta, sea buena o sea mala" (Ec.12:13,14; véase también Sant.2:12).
Las conciencias humanas varían. Algunas son "débiles", mientras que otras
están "contaminadas", son "malas", están "corrompidas" o "cauterizadas" (1
Cor.8:7,12; Tito 1:15; Heb.10:22; 1 Tim.4:2). A la manera de un reloj, no importa
cuán bien puedan funcionar, deben estar "puestas de acuerdo con alguna regla
exacta para ser de valor. Nuestras conciencias nos dicen que debemos ser justos,
pero no nos dicen en qué consiste ser justo.
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La Perpetuidad de la Ley
Por cuanto la ley moral de los Diez Mandamientos es un reflejo del carácter
de Dios, sus principios no son temporales ni sujetos a las circunstancias, sino
absolutos, inmutables, y de validez permanente para la humanidad. A través de los
siglos, los cristianos han creído firmemente en la perpetuidad de la Ley de Dios,
afirmando con decisión su validez continua.115
La ley antes del Sinaí. La ley existía mucho antes de que Dios le diera el
Decálogo a Israel. Si no hubiese sido así, no podría haber existido pecado antes
del Sinaí, "pues el pecado es infracción de la ley" (1 Juan 3:4). El hecho de que
Lucifer y sus ángeles pecaron, provee evidencia de la presencia de la ley aún
antes de la creación (2 Ped.2:4).
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Cuando Dios creó a Adán y Eva a su imagen, implantó en sus mentes los
principios morales de la ley, haciendo que para ellos el acto de cumplir la voluntad
de su Creador fuese algo natural. Su transgresión introdujo el pecado en la familia
humana (Rom.5:12).
Más tarde, Dios dijo de Abrahán que "oyó... mi voz, y guardó mi precepto,
mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes" (Gén.26:5). Moisés, por su parte,
enseñó los estatutos y las leyes de Dios antes del Sinaí (Exo.16; 18:16). El
estudio del libro del Génesis demuestra que los Diez Mandamientos eran
conocidos mucho antes del Sinaí. Dicho libro revela que, antes que Dios diera el
Decálogo, la gente se daba cuenta de que los actos que éste prohibe eran
malos.116 Esta comprensión general de la ley moral muestra que Dios proveyó a la
humanidad con el conocimiento de los Diez Mandamientos.
La ley en el Sinaí. Durante su largo período de esclavitud en Egipto -una
nación que no reconocía al Dios verdadero (Exo.5:2)-, los israelitas vivieron en la
idolatría y la corrupción. En consecuencia, perdieron mucho de su comprensión de
la santidad, la pureza y los principios morales de Dios. Su condición de esclavos
hizo que para ellos fuese difícil adorar a Dios.
Respondiendo a su clamor desesperado en procura de ayuda, Dios recordó
su pacto con Abrahán y determinó librar a su pueblo, sacándolos "del horno de
hierro" (Deut.4:20) para conducirlos a una tierra en donde "guardasen sus
estatutos y cumpliesen sus leyes" (Sal.105:43-45).
Después de su liberación, los condujo al monte Sinaí y les dio la ley moral
que es la norma de su gobierno y las leyes ceremoniales que les enseñarían a
reconocer que el camino de la salvación depende del sacrificio expiatorio del
Salvador. De este modo, en el Sinaí Dios promulgó su ley en forma directa, en
términos claros y sencillos, "a causa de las transgresiones" (Gál.3:19), "a fin de
que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso"
(Rom.7:13). Tan sólo si lograban distinguir con gran claridad la ley moral de Dios,
podrían los israelitas volverse conscientes de sus transgresiones, descubrir su
impotencia y comprender su necesidad de salvación.
La ley antes del retorno de Cristo. La Biblia revela que la Ley de Dios es
el objeto de los ataques de Satanás, y que la guerra del diablo contra ella
alcanzará su mayor intensidad poco antes de la segunda venida. La profecía
indica que Satanás inducirá a la vasta mayoría de los seres humanos a que
desobedezcan a Dios (Apoc.12:9). Obrando a través del poder de "la bestia",
dirigirá la atención del mundo hacia la bestia en vez de Dios (Apoc.13:3).
1. La ley bajo ataque. Daniel 7 describe este mismo poder simbolizándolo con un
pequeño cuerno. Ese capítulo habla de cuatro grandes bestias, a las cuales, y
desde los tiempos de Cristo, los comentadores bíblicos han identificado como los
poderes mundiales de Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma. Los diez cuernos
de la cuarta bestia representan las divisiones del Imperio romano en la época de
su caída (año 476 D.C.).117
La visión de Daniel enfoca el cuerno pequeño, un poder terrible y blasfemo
que surgió entre los diez cuernos, significando el surgimiento de un poder
asombroso después de la desintegración del Imperio Romano. Este poder
procuraría cambiar la Ley de Dios (Dan.7:25) y había de continuar hasta el retorno
de Cristo. Por sí mismo, este ataque es evidencia de que la ley continuaría
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La Ley y el Evangelio
La salvación es un don que llega a nosotros por gracia por medio de la fe,
no por las obras de la ley (Efe.2:8). "Ninguna obra de la ley, ningún esfuerzo, por
más admirable que sea, y ninguna obra buena -ya sean muchas o pocas, de
sacrificio o no- pueden justificar de manera alguna al pecador (Tito 3:5;
Rom.3:20)".118
A través de toda la Escritura existe perfecta armonía entre la ley y el
Evangelio; ambos se exaltan mutuamente.
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Bien dijo Calvino que "no debemos imaginar que la venida de Cristo nos ha
librado de la autoridad de la ley; por cuanto ésta es la regla eterna de una vida
santa y devota, y por lo tanto debe ser tan invariable como la justicia de Dios".222
Pablo descubrió la relación que existe entre la obediencia y el Evangelio de
la gracia salvadora. Llama a los creyentes a vivir vidas santas, y los desafía a
presentarse a sí mismos "a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado
no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia"
(Rom.6:13,14). Así pues, los cristianos no guardan la ley con el fin de obtener la
salvación; los que procuren hacer eso lograrán tan sólo hundirse más en la
esclavitud del pecado. "Todo el tiempo que un individuo se halla bajo la ley,
permanece también bajo el dominio del pecado, por cuando la ley no puede
salvarnos de la condenación del pecado ni de su poder. Pero los que están bajo la
gracia reciben no sólo libertad de la condenación (Rom.8:1), sino también el poder
para vencer (Rom.6:4). De este modo, el pecado ya no tendrá dominio sobre
ellos".223
"El fin de la ley -añade Pablo- es Cristo para justicia a todo aquel que cree"
(Rom.10:4). Por lo tanto, todo aquel que cree en Cristo, comprende que el
Salvador es el fin de la ley como instrumento de obtener justicia. En nosotros,
somos pecadores pero en Jesucristo somos justos por medio de su justicia.224
Eso sí, el estar bajo la gracia no les da a los creyentes permiso para
continuar en el pecado con el fin de hacer que la gracia abunde (Rom.6:1). Más
bien, la gracia suple el poder que hace posible la obediencia y la victoria sobre el
pecado. "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo
Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu"
(Rom.8:1).
La muerte de Cristo magnificó la ley, exaltando su autoridad universal. Si el
Decálogo pudiera haber sido cambiado, el Salvador no habría tenido que morir.
Pero por cuanto esta ley es absoluta e inmutable, requiere el derramamiento de
sangre con el fin de pagar la pena que impone. Este requerimiento, Cristo lo
satisfizo plenamente por su muerte inocente en la cruz, poniendo la vida eterna a
la disposición de todos los que aceptasen su magnífico sacrificio.
La Obediencia de la Ley
Los seres humanos no pueden ganarse la salvación por medio de sus
buenas obras. La obediencia es el fruto de la salvación en Cristo. Por su gracia
maravillosa, revelada especialmente en la cruz, Dios ha librado a su pueblo del
castigo y la maldición del pecado. Aun cuando eran pecadores Cristo dio su vida
con el fin de proveer para ellos el don de la vida eterna. El abundante amor de
Dios despierta en el pecador arrepentido una respuesta que se manifiesta en
obediencia amorosa por el poder de la gracia derramada en tal abundancia. Los
creyentes que comprenden cuánto valora Cristo la ley y que además estiman las
bendiciones de la obediencia, estarán bajo una poderosa motivación para vivir
vidas semejantes a Cristo.
Cristo y la ley. Cristo tenía supremo respeto por la ley de los Diez
Mandamientos. Como el gran "Yo Soy", él mismo proclamó desde el Sinaí la ley
moral de su Padre (Juan 8:58; Exo.3:14). Parte de su misión en este mundo
consistía en "magnificar la ley y engrandecerla" (Isa.42:21). El siguiente pasaje de
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los Salmos, que el Nuevo Testamento aplica a Cristo, deja clara su actitud hacia la
ley: "El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi
corazón" (Sal.40:8; véase Heb.10:5,7).
El Evangelio de Jesús produjo una fe que exaltó firmemente la validez del
Decálogo. Dijo Pablo: "¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera,
sino que confirmamos la ley" (Rom.3:31).
Así pues, Cristo no sólo vino con el fin de redimir al hombre sino también
para vindicar la autoridad y la santidad de la Ley de Dios, presentando ante el
pueblo su magnificencia y gloria, y dándonos ejemplo de cómo relacionarnos con
ella. Como sus seguidores, los cristianos han sido llamados a magnificar la Ley de
Dios en sus vidas. Por haber él mismo vivido una vida de amorosa obediencia,
Cristo hizo énfasis en el hecho de que sus seguidores deben ser guardadores de
los mandamientos. Cuando se le preguntó acerca de los requisitos para la vida
eterna, replicó: "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos"
(Mat.19:17). Además, el Salvador amonestó contra la violación de este principio al
decir: "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino
el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos". A los que quebranten
la ley no se les permitirá la entrada (Mat.7:21-23).
El mismo Jesús cumplió la ley, no destruyéndola, sino por medio de una
vida de obediencia. "De cierto os digo -declaró-, que hasta que pasen el cielo y la
tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido"
(Mat.5:18). Cristo hizo mucho énfasis en que nunca se debe perder de vista el
gran objetivo de la Ley de Dios: Amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro
corazón, alma y mente, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos
(Mat.22:37,38). Sin embargo, él deseaba que sus creyentes no se amaran unos a
otros conforme el mundo interpreta el amor, es decir, en forma egoísta o
sentimental. Con el fin de explicar a qué clase de amor se refería, Cristo dio "un
nuevo mandamientos" (Juan 13:34). Este nuevo mandamiento no había de
reemplazar al Decálogo, sino que proveería a los creyentes con "un ejemplo de
qué es realmente el verdadero amor abnegado, tal como nunca antes de había
visto en el mundo. En este sentido, su mandamiento podría ser descrito como algo
nuevo. Les encargaba a los creyentes no sólo que os améis unos a otros, sino que
os améis unos a otros, como yo os he amado (Juan 15:12). Hablando
estrictamente, aquí tenemos una evidencia más de cómo Cristo magnificó el amor
de su Padre".225
La obediencia revela esa clase de amor. Jesús dijo: "Si me amáis, guardad
mis mandamientos" (Juan 14:15). "Si guardareis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi
Padre, y permanezco en su amor" (Juan 15:10). En forma similar, si amamos al
pueblo de Dios, demostramos que amamos a Dios y "guardamos sus
mandamientos" (1 Juan 2:3).
Unicamente si permanecemos en Cristo podremos rendir obediencia de
corazón. "Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece
en la vid -declaró el Salvador-, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí... El
que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí
nada podéis hacer" (Juan 15:4,5). Si deseamos permanecer en Cristo, debemos
estar crucificados con él y experimentar lo que Pablo señaló al decir: "Ya no vivo
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Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, 18.
yo, mas vive Cristo en mí" (Gál.2:20). En la vida de los que se hallan en esta
condición, Cristo puede cumplir su promesa del nuevo pacto: "pondré mis leyes en
la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos
me serán a mí por pueblo" (Heb.8:10=.
Las bendiciones de la obediencia. La obediencia desarrolla un carácter
cristiano y produce una sensación de bienestar, haciendo que los creyentes
crezcan "como niños recién nacidos" y sean transformados en la imagen de Cristo
(véase 1 Ped.2:2; 2 Cor.3:18). Esta transformación de pecadores a hijos de Dios
provee un testimonio efectivo del poder de Cristo.
La Escritura declara "bienaventurados" a todos "los que andan en la ley de
Jehová" (Sal.119:1), "que en la ley de Jehová está su delicia" y que meditan "en su
ley... de día y de noche" (Sal.1:2). Las bendiciones de la obediencia son muchas:
(2) entendimiento y sabiduría (Sal.119:98,99); (2) paz (Sal.119:165; Isa.48:18); (3)
justicia (Deut.6:25; Isa.48:18); (4) una vida pura y moral (Prov.7:1-5); (5)
conocimiento de la verdad (Juan 7:17); (6) protección contra las enfermedades
(Exo.15:26); (7) longevidad (Prov.3:1,2; 4:10,22); y (8) la seguridad de que
nuestras oraciones recibirán respuesta (1 Juan 3:22; compárese con Sal.66:18).
En su invitación a la obediencia, Dios nos promete abundantes bendiciones
(Lev..26:3-10; Deut.28:1-12). Cuando respondemos en forma positiva, llegamos a
ser su "especial tesoro", "real sacerdocio, nación santa" (Exo.19:5,6; véase
también 1 Ped.2:5,9), exaltados "sobre todas las naciones de la tierra", puestos
"por cabeza, y no por cola" (Deut.28:1,13).
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1
Referencias
Holbrook, "What God's Law Means to Me" (Lo que significa para mí la Ley de Dios), Adventist Review, 15 de enero de
1987, pág.16.
2
White, Mensajes selectos, tomo 1, pág.276.
3
Id., pág.255.
4
Véase la confesión de Fe de Westminster, año 1647 D.C., capítulo 19, en Phillip Schaff, The Creeds of Christendom (Los
credos de la Cristiandad), tomo 3, págs.640-644.
5
Los primeros dos mandamientos están íntimamente relacionados, y sin embargo tienen diferencias evidentes: "El primero
trata de quién es el verdadero Dios, y el segundo, de cómo debe ser adorado. El segundo no es una repetición del primero,
como algunos creen. La distinción es tan grande como la que existe entre cualesquiera de los otros. El primer mandamiento
revela el verdadero objeto de culto; y el segundo, la verdadera forma de rendir dicho culto. El primero nos dice quién es el
único que debe ser adorado, y el segundo nos dice cómo debemos adorarlo, o cómo no se lo debe adorar. El primero prohibe
los dioses falsos; el segundo prohibe las falsas formas de adoración.
"El primer mandamiento se refiere a nuestro concepto de Dios; el segundo, a nuestras acciones externas manifestadas en
la adoración. El segundo se dirige contra el falso culto del verdadero Dios. No se lo debe adorar por medio de ídolos,
imágenes ni otras manifestaciones visibles" (Taylor G.Bunch, The Ten Commandments (Washington, D.C.: Review and
Herald, 1944), págs.35,36).
Los católicos y los luteranos consideran que lo dos primeros mandamientos forman el primero, y dividen el décimo
mandamiento relativo a la codicia, haciendo de él dos mandamientos separados para mantener un total de diez, siguiendo la
costumbre de Agustín. En general, los protestantes usan la división adoptada por las iglesias Griega y Reformada. Esto
también lo hicieron Josefo, Filón, Orígenes y la mayoría de los reformadores protestantes (Id., pág.24).
6
"Ten Commandments" (Los Diez Mandamientos), SDA Bible Dictionary, ed. Rev., pág.1106.
7
La ley de Moisés también puede referirse a una división del Antiguo testamento compuesta del pentateuco, los cinco
primeros libros de la Biblia (Luc.24:44; Hech.28:23).
8
En el libro del pacto se incluían ciertas regulaciones civiles y ceremoniales. Los preceptos civiles no constituían una
adición a los del Decálogo, sino que eran simplemente aplicaciones específicas de sus amplios principios. Los preceptos
ceremoniales simbolizan el Evangelio al proveer para los pecadores los medios de obtener la gracia. De este modo, es el
Decálogo lo que domina el pacto: Véase Jer.7:21-23; Francis D. Nichol, Answers to Objections (Respuestas a Objeciones)
(Washington, DC: Review and Herald, 1952)m págs 62-68.
9
Arnold V. Wallenkampf, "Is Conscience a Safe Guide?" (La conciencia ¿es una guía segura?), Review and Herald, 11 de
abril de 1983, pág.6.
110
Algunos han interpretado que la declaración de Pablo según la cual "el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel
que cree" significa que el fin o propósito de la ley consiste en llevarnos al punto en que podamos ver nuestra pecaminosidad
y sentirnos motivados a ir a Cristo para recibir por fe su perdón y su justicia. (Este uso de la palabra "fin" (griego, telos), se
encuentra también en 1 Tes.1:5, Sant.5:11 y 1 Ped.1:9). Véase también la referencia número 23.
111
Véase SDA Bible Commentary, ed. Rev., tomo 6, pág. 961; White, Mensajes selectos, tomo 1, pág.274. La ley
ceremonial también era un ayo que tenía el propósito de llevar al individuo a los pies de Cristo, pero por diferentes medios.
Los servicios del santuario, con sus ofrendas y sacrificios les señalaban a los pecadores el perdón de los pecados que
proveería la sangre del Cordero de Dios, Jesucristo, que había de venir, ayudándoles de este modo a comprender la gracia
del Evangelio. Fue dispuesta con el fin de crear amor por la Ley de Dios, mientras que las ofrendas de sangre debían servir
como dramática ilustración del amor de Dios en Cristo.
112
Id., pág. 250.
113
White, El Deseado de todas las gentes, pág. 296.
114
Véase White, Education, págs. 173-184.
115
Las confesiones de fe históricas que afirman la validez del Decálogo son "El Catecismo Valdense", c. 1500 D.C.; el
Pequeño Catecismo de Lutero, año 1529; el Catecismo Anglicano, años 1549 y 1562; la Confesión de Fe Escocesa, año
1560 (reformada); el Catecismo de Heidelberg, año 1563 (reformada); la Segunda Confesión Helvética, año 1566
(reformada); los 39 artículo de religión, año 1571 (Iglesia de Inglaterra); la Fórmula de Cononcordia, año 1576 (luterana);
los Artículos de Fe Irlandeses, año 1615 (Iglesia Episcopal Irlandesa); la Confesión de Fe de Westminster, año 1641; la
Confesión de los Valdenses, año 1655; la Declaración de Savor, 1648 (Congregacional); la Confesión de la Sociedad de los
Amigos, 1675 (Cuáqueros); la Confesión de Filadelfia, 1688 (Bautista); los 25 Artículos de Religión, 1784 (Metodista); la
Conferencia de New Hampshire, 1833 (Bautista); el Catecismo Ampliado de la Iglesia Ortodoza, Católica Oriental, año
1839 (Iglesia Greco-Rusa), fuentes citadas en The Creeds of Christendom (Los credos de la cristiandad), editor Phillip
Schaff, revisado por David S. Schaff (Grand Rapids: Baker Book House, 1983), tomos 1-3.
116
Para referencias al primero y segundo mandamientos véase Gén.35:1-4; el cuarto, Gén.2:1-3; el quinto, Gén.18:29; el
sexto, Gén.4:8-11; el séptimo, Gén.39:7-9; 19:1-10; el octavo, Gén.44:8; el noveno, Gén.12:11-20; 20:1-10; y el décimo,
Gén.27.
117
Froom, Prophetuc Faith of Our Fathers (La fe profética de nuestros padres), tomo 1, págs. 456 y 894; tomo 2, págs.
728, 784; tomo 3, págs 252, 744; tomo 4, págs 392, 846.
118
Questions on Doctrine, pág.142.
119
Caín y Abel estaban plenamente familiarizados con el sistema de sacrificios (Gén.4:3-5; Heb.11:3). Lo más probable es
que Adán y Eva obtuvieron sus primeras vestiduras (Gén.3:21) de las pieles de los animales para hacer expiación por sus
pecados.
220
Véanse por ejemplo las siguientes confesiones de fe históricas: La Confesión de Fe de Westminster, los Artículos
Irlandeses de Religión; la Declaración de Savoy, la Confesión de Filadelfia, y los Artículos de Religión Metodistas.
221
Véase el SDA Bible Commentary, ed. rev., tomo 6 pág. 204; White, Patriarcas y profetas, pág. 381.
222
Calvino, Commenting on a Harmony of the Evangelists, (Comentario sobre una armonía de los evangelistas), trad. De
William Pringle (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans, 1949), tomo 1, pág. 277.
223
The SDA Biblie Commentary, ed. Rev., tomo 6, pág.s 541, 542.
224
Otros han interpretado que la referencia a Cristo como el fin de la ley significa que Cristo es el propósito o blanco de la
ley (véase Gál.3:24) o el cumplimiento de la ley (véase Mat.5:17). Sin embargo, el punto de vista según el cual Cristo es el
fin o terminación de la ley como medio de salvación (véase Rom.6:14) parece encajar mejor en el contexto de Rom.10:4.
"Pablo está haciendo un contraste entre la forma que Dios ha prescrito para obtener justicia por la fe, con los intentos
humanos de obtenerla por medio de la ley. El mensaje del Evangelio es que para todo aquel que tiene fe, Cristo es el fin de
la ley como camino de justicia" (The SDA Bible Commentary, ed. Rev., tomo 6, pág.595). Véase también White, Mensajes
selectos, tomo 1, págs. 461,462.
225
Nichol, Answers to Objections, pág. 100, 101.
(Documento transcrito por Daniel Vera M., [email protected], para "El Sello de Dios", http://sello.cjb.net ) .